USAID/G/EGAD/EM Support for Economic Growth and Institutional Reform (SEGIR) Contract No. PCE-I-07-99-00009-00 Task Order 809 Economic Opportunities Strategic Team, RFS CTO: Gabriela Salazar SEFIR Importancia de la Macroeconomía para las Microfinanzas en Bolivia Claudio González Vega Jorge Rodríguez Meza Cuaderno No. 15 Diciembre, 2003 SOW-028/02, SOW-001/03 & SOW-005/03 Development Alternatives, Inc./ Proyecto SEFIR USAID/Bolivia Tel. (591-2) 212-5974, 244-1266 www.microfinancebolivia.com Heriberto Gutiérrez No. 2460, La Paz
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Importancia de la Macroeconomía para las Microfinanzas en ... · historia de las microfinanzas en el mundo, si se ignorasen las innovaciones de los pioneros bolivianos y las lecciones
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Support for Economic Growth and InstituContract No.
Economic Opportuniti
SEFIR
Importancia de la Macroeconomía para las Microfinanzas en Bolivia
Los autores son consultores del Proyecto SEFIR de USAID/Bolivia y las opiniones expresadas en este documento, así como los errores y omisiones, son responsabilidad exclusiva de los mismos y no necesariamente reflejan la posición oficial de USAID, The Ohio State University o DAI. Consulte http://aede.ag.ohio-state.edu/programs/ruralfinance/bolivia.htm para acceder a otros materiales elaborados por los autores sobre las microfinanzas en Bolivia.
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INDICE Pág.
I. Introducción 1 1.1. Cobertura y profundización 2 1.2. Transformación y regulación 7 1.3. Competencia y riesgo sistémico 12 II Macroeconomía y microfinanzas 19 2.1. Crisis macroeconómica, liberalización financiera y
microfinanzas 20
2.2. Expansión, riesgo sistémico y crisis 24 III Desintermediación financiera y microfinanzas 26 3.1. Evolución de las carteras de crédito 29 3.2. Desempeño diferencial 36 3.3. La amplitud de la cobertura 39 3.4. Agregados monetarios 41 Anexo de Gráficos 44 Anexo de Cuadros Estadísticos 102
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INDICE DE GRAFICOS
Gráfico 1: Cartera de microfinanzas reguladas …………………………………… 45 Gráfico 2: Evolución de la cartera vigente del sistema financiero ……………….. 46 Gráfico 3: Tasas de crecimiento de la cartera vigente ……………………………. 47 Gráfico 4: Estructura del mercado financiero boliviano ………………………….. 48 Gráfico 5: Estructura del mercado financero boliviano excluyendo a los bancos… 49 Gráfico 6: Participación relativa en el mercado de microfinanzas excluyendo ONG 50 Gráfico 7: Participación relativa en el mercado de microfinanzas ………………… 51 Gráfico 8: Cartera vigente como proporción del PIB ……………………………… 52 Gráfico 9: Cartera vigente como proporción del PIB ……………………………… 53 Gráfico 10: Cartera vigente como proporción del PIB excluyendo bancos ……… 54 Gráfico 11: Tasas de crecimiento del PIB y las carteras vigentes ………………… 55 Gráfico 12: Tasas de crecimiento del PIB y las carteras vigentes ………………… 56 Gráfico 13: Tasas de crecimiento de las carteras y el PIB ………………………... 57 Gráfico 14: Número de clientes de microfinanzas excluyendo a las cooperativas ... 58 Gráfico 15: Número de clientes de microfinanzas ………………………………… 59 Gráfico 16: Hogares con crédito por tipo de fuente y año (% hogares)…………. 60 Gráfico 17: Red de agencias urbanas y rurales ……………………………………. 61 Gráfico 18: Mora en el sistema financiero ………………………………………… 62 Gráfico 19: Mora en el sistema financiero ………………………………………… 63 Gráfico 20: Clientes: Variación de stocks ………………………………………… 64 Gráfico 21: Flujo de clientes ……………………………………………………… 65 Gráfico 22: Evolución de los agregados monetarios ……………………………… 67 Gráfico 23: Agregados monetarios como % del PIB ……………………………… 68 Gráfico 24: Tasas de crecimiento de la producción, liquidez y depósitos ………… 69 Gráfico 25: Evolución de M1 y M1’ ……………………………………………… 70 Gráfico 26: Evolución de M2 y M2’ ……………………………………………… 71 Gráfico 27: Evolución de M3 y M3’ ……………………………………………… 72 Gráfico 28: Evolución de la liquidez por tipo de moneda ………………………… 73 Gráfico 29: Evolución de la preferencia por la liquidez …………………………... 74 Gráfico 30: Tasas de crecimiento de la liquidez total en bolivianos ……………… 75 Gráfico 31: Tasas de crecimiento de la liquidez total en moneda extranjera …….. 76 Gráfico 32: Distribución de la captación de recursos del público de acuerdo al número de cuentas ………………………………………………… 77 Gráfico 33: Distribución de la captación de recursos del público de acuerdo a monto movilizado ………………………………………………… 78 Gráfico 34: Captación de recursos del público de FFP, BancoSol y cooperativas.. 79 Gráfico 35: Captación de recursos del público de FFP, BancoSol y cooperativas.. 80 Gráfico 36: Tasa de inflación y tasa de devaluación …………………………….. 82 Gráfico 37: Variación mensual del tipo de cambio oficial de venta y el índice de precios al consumidor ……………………………………………. 83 Gráfico 38: Evolución del déficit global y corriente como porcentaje del PIB …. 85 Gráfico 39: Financiamiento del déficit global …………………………………… 86 Gráfico 40: Déficit corriente …………………………………………………….. 87 Gráfico 41: Tasas de crecimiento de componentes de sup/def global ……………. 88 Gráfico 42: Tasas de crecimiento sup/def corriente ……………………………… 89 Gráfico 43: Evolución de los componentes de la demanda agregada interna…….. 91 Gráfico 44: Tasas de crecimiento de la demanda agregada interna real …………. 92 Gráfico 45: Composición de la demanda agregada ………………………………. 93 Gráfico 46: Tasas de crecimiento del PIB y las actividades principales …………. 94 Gráfico 47: Importancia relativa de los diferentes sectores en la composición del PIB ………………………………………………………………… 95 Gráfico 48: Evolución de las exportaciones e importaciones ……………………... 97 Gráfico 49: Indicadores de comercio exterior …………………………………….. 98
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Gráfico 50: Evolución de las importaciones por grupos ……………………........... 99 Gráfico 51: Tasa de crecimiento de importaciones por grupos …………………… 100 Gráfico 52: Composición de las importaciones totales …………………………… 101 Gráfico 53: Evolución de las exportaciones por grupos ………………………….. 102 Gráfico 54: Tasas de crecimiento de las exportaciones de productos seleccionados 103 Gráfico 55: Composición de las exportaciones oficiales …………………………. 104
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INDICE DE CUADROS ESTADISTICOS Cuadro 1: Cartera vigente del sistema financiero boliviano ……………………… 106 Cuadro 2: Cartera en mora del sistema financiero boliviano ……………………... 107 Cuadro 3: Cartera bruta del sistema financiero boliviano ………………………… 108 Cuadro 4: Cartera vigente por organización de microfinanzas …………………… 109 Cuadro 5: Cartera en mora por organización de microfinanzas ………………….. 110 Cuadro 6: Cartera bruta por organización de microfinanzas ……………………... 111 Cuadro 7: Número de clientes de las organizaciones de microfinanzas según género ……………………………………………………………. 112 Cuadro 8: Número de clientes urbanos de las organizaciones de microfinanzas según género …………………………………………………….. 114 Cuadro 9: Número de clientes rurales de las organizaciones de microfinanzas según género …………………………………………………….. 116 Cuadro 10: Red de agencias de microfinanzas según urbano y rural …………… 118 Cuadro 11: Cartera urbana por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 1999) …………………………………. 119 Cuadro 12: Cartera rural por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 1999) …………………………………. 120 Cuadro 13: Cartera total por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 1999) …………………………………. 121 Cuadro 14: Cartera urbana por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 2000) …………………………………. 122 Cuadro 15: Cartera rural por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 2000) ………………………………….. 123 Cuadro 16: Cartera total por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 2000) ………………………………….. 124 Cuadro 17: Cartera urbana por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 2001) …………………………………. 125 Cuadro 18: Cartera rural por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 2001) …………………………………. 126 Cuadro 19: Cartera total por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 2001) …………………………………. 127 Cuadro 20: Cartera urbana por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 2002) ………………………………… 128 Cuadro 21: Cartera rural por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 2002) ………………………………… 129 Cuadro 22: Cartera total por actividad económica para organizaciones de microfinanzas (diciembre 2002) ………………………………… 130 Cuadro 23: Cartera por tipo de crédito para el sistema financiero regulado (setiembre 1999) …………………………………………………. 131 Cuadro 24: Cartera por tipo de crédito para el sistema financiero regulado (setiembre 2000) …………………………………………………. 131 Cuadro 25: Cartera por tipo de crédito para el sistema financiero regulado (diciembre 2001) …………………………………………………. 132 Cuadro 26: Cartera por tipo de crédito para el sistema financiero regulado (diciembre 2002) ………………………………………………… 132
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Importancia de la Macroeconomía para las Microfinanzas en Bolivia
Claudio González Vega Jorge Rodríguez Meza1
I. Introducción A lo largo de sus casi dos décadas de sobresaliente historia, el desarrollo y el desempeño de las microfinanzas bolivianas han estado íntimamente ligados a la evolución de la economía del país. En particular, para las microfinanzas, la evolución de la economía, con sus ciclos de expansión y contracción durante la última década del siglo pasado y los primeros años de la presente, ha sido fuente importante de fructíferas oportunidades y de considerables amenazas. Por su parte, durante este período, las microfinanzas han sido un ingrediente central en el desarrollo económico del país. El propósito de este trabajo es examinar estas mutuas interacciones y derivar lecciones que permitan entender y enfrentar mejor los retos de la profundización financiera y del desarrollo económico, en general, tanto en Bolivia como en países con rasgos semejantes. No se podría escribir correctamente la historia económica de Bolivia durante esta etapa, si se ignorase el papel que las microfinanzas han jugado en el desarrollo institucional del país y en los esfuerzos por incorporar, a los mercados financieros y a los no financieros, a amplios segmentos de la población, hasta recientemente excluidos. No se podría tampoco escribir correctamente la historia de las microfinanzas en el mundo, si se ignorasen las innovaciones de los pioneros bolivianos y las lecciones aprendidas, para el resto de la humanidad, en este extraordinario laboratorio social. 1 Claudio González Vega es Profesor en el Departamento de Economía Agrícola, Ambiental y
del Desarrollo, Profesor en el Departamento de Economía y Director del Programa Finanzas Rurales, en The Ohio State University (OSU). Jorge Rodríguez Meza es Investigador Asociado Senior en el mismo programa. Este documento fue preparado para el Proyecto Servicios Financieros Rurales (DAI/SEFIR), financiado por la Misión de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) en Bolivia. Los autores agradecen la orientación sobre la situación macroeconómica boliviana que amablemente compartieron Gonzalo Chávez, Horst Grebe, Luis Carlos Jemio, Juan Antonio Morales, Herbert Müller y Jacques Trigo, así como las cifras suministradas por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la Unidad de Análisis de Políticas Económicas (UDAPE), la Superintendencia de Bancos y Entidades Financieras (SBEF) y FINRURAL. Los autores también agradecen los comentarios de los representantes de las organizaciones de microfinanzas y otros asistentes al Taller sobre “El Entorno Macroeconómíco en Bolivia y su Impacto sobre las Microfinanzas”, organizado por el proyecto DAI/SEFIR in Mallasilla, el 1 de julio de 2003, en especial Pedro Arriola, Eduardo Basoberry, Evelyn Grandi, Julio César Herbas, Jorge MacLean, Marcelo Mallea y Elizabeth Nava. Especial agradecimiento merecen el oportuno apoyo y los comentarios de Fernando Prado y Rodolfo Quirós, en DAI/SEFIR, y de Franz Gómez, Adrián González, Sarah Lowder y Marcelo Villafani, en OSU, así como la colaboración de Lucrecia Palza y Claudia Roca. Las opiniones expresadas son de los autores y no de las organizaciones patrocinadoras.
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Los retos de los años recientes han puesto duramente a prueba los logros de esta expansión de las microfinanzas bolivianas. Como preámbulo al análisis que sigue y para sustentar y enriquecer la interpretación que se intenta lograr en este trabajo, sobre la evolución reciente de las interacciones entre la macroeconomía y las microfinanzas en Bolivia, resulta útil tener presentes algunas dimensiones claves del proceso de desarrollo del sector de las microfinanzas en este país, durante sus casi dos décadas de evolución. Únicamente desde esta perspectiva histórica se pueden entender mejor, tanto la importancia de los logros cuya sustentabilidad ha sido puesta en peligro por las amenazas macroeconómicas recientes, como los rasgos estructurales que explican por qué, durante esta etapa de crisis, el desempeño de las organizaciones bolivianas de microfinanzas (OMF) ha sido comparativamente mejor que el de otros subsistemas del sector financiero regulado. En efecto, por razones diversas, las microfinanzas bolivianas han sido sobresalientes, como brevemente se explica a continuación. 1.1 Cobertura y profundización Primero, la evolución de las microfinanzas bolivianas ha sido sobresaliente por sus logros de cobertura (outreach). Pocos países han presenciado un ritmo de expansión de la amplitud de la cobertura de las microfinanzas tan rápido, tanto en cuanto a los montos de las carteras como en cuanto a los números de clientes atendidos. Estas elevadas tasas de crecimiento de la cobertura fueron mantenidas durante un período de al menos una década (1987-1998) y, una vez enfrentadas con éxito las consecuencias de la crisis macroeconómica (1999-2003), las carteras de las OMF bolivianas han continuado creciento sostenidamente. Como resultado de este crecimiento, a partir de cifras ya al inicio importantes, en el transcurso de apenas una década, desde 1993, las carteras de microfinanzas reguladas en Bolivia se multiplicaron al menos 30 veces (Villafani Ibarnegaray, Cuaderno de SEFIR No. 14, 2003). Más aún, los resultados sobresalientes de las microfinanzas bolivianas no reflejan exclusivamente sus logros de cobertura. El desarrollo del subsistema de las microfinanzas ha contribuido también a la profundización financiera de Bolivia, ya que una proporción mayor de las transacciones ha sido sometida a la disciplina de los mercados financieros y que sectores de la población más amplios, hasta entonces excluidos, han sido incorporados al acceso a los servicios financieros institucionales. En el análisis cuantitativo que se presenta más adelante, se miden los cambios positivos observados en los niveles de las actividades de microfinanzas en relación con el Producto Interno Bruto (PIB). El crecimiento sostenido de su cobertura y las contribuciones a la profundización financiera de las microfinanzas en Bolivia han estado también asociados con el surgimiento de intermediarios financieros robustos. Estas OMF han sido capaces, no simplemente de sobrevivir ante los debilitantes embates de eventos sistémicos adversos, que el sistema financiero boliviano ha experimentado en estos últimos años, sino además de reestructurarse y reanudar su crecimiento.
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En efecto, durante la crisis macroeconómica y política reciente, el desempeño de las organizaciones de microfinanzas reguladas ha sido mejor que el de otros subsistemas del sector financiero boliviano. Este desempeño comparativamente más satisfactorio ha sido sorprendente para algunos observadores, quienes una década atrás firmemente predecían que las carteras de microfinanzas son más riesgosas que las carteras bancarias tradicionales y quienes pronosticaban que las organizaciones de microfinanzas no resistirían los efectos de una crisis financiera generalizada. No sólo resultaron estas predicciones incorrectas; el desempeño superior de las OMF encierra lecciones relevantes sobre criterios adecuados para promover el progreso financiero del país en el futuro. Varias razones explican, en efecto, el desempeño comparativamente mejor de las OMF observado durante este período.2 Por un lado, tanto las OMF reguladas como incluso algunas de las no reguladas han mostrado, desde su inicio, una fuerte vocación por la sostenibilidad, la que las ha llevado a diseñar estructuras organizacionales y a poner en práctica disciplinas financieras que les han permitido enfrentar con más éxito los retos recientes. Por otro lado, las organizaciones de microfinanzas han puesto de manifiesto menores grados de comportamiento oportunístico que otros tipos de intermediarios financieros, en parte como reflejo de las actitudes de sus dueños más comprometidos con el futuro de la organización y, en parte, como consecuencia de que las OMF han abrigado menos expectativas de salvataje (bailing out), por parte del estado, en caso de entrar en dificultades financieras. Además, poco antes del surgimiento de los problemas macroeconómicos, las OMF se vieron en la necesidad de desarrollar herramientas que les permitiesen hacerle frente a la feroz competencia que se observó en el mercado, con la acelerada expansión de los fondos financieros privados (FFP) de consumo. Entre las características institucionales que explican estos sobresalientes resultados se destaca también una elevada capacidad de innovación, que le ha permitido a estas OMF desarrollar tecnologías de crédito apropiadas para responder a las demandas particulares de sus clientelas.3 2 Parte de la explicación del mejor desempeño relativo de las OMF se encuentra en la mayor flexibilidad de las estrategias adoptadas por sus propios clientes para hacerle frente a las dificultades surgidas con la crisis. Las acciones emprendidas por los clientes de las organizaciones de microfinanzas ante la incidencia del riesgo idiosincrásico o del riesgo sistémico han sido identificadas, con base en una encuesta de deudores en varias ciudades de Bolivia, por Adrián González González y Claudio González Vega (“Sobre-endeudamiento en las microfinanzas bolivianas”, Columbus, Ohio: reporte de investigación del Programa Finanzas Rurales de OSU, septiembre de 2003). 3 Los elementos centrales de las innovaciones en tecnologías de crédito para las áreas rurales han sido examinados en detalle para Caja Los Andes, por Rodríguez Meza y González Vega (Cuaderno de SEFIR No. 7, 2003), para PRODEM, por Rodríguez Meza, González Vega y González González (Cuaderno de SEFIR No. 8, 2003), para CRECER, por Quirós Rodríguez, Rodríguez Meza y González Vega (Cuaderno de SEFIR No. 9, 2003) y para FADES, por Rodríguez Meza, González Vega y Quirós Rodríguez (Cuaderno de SEFIR No. 10, 2003). Esta información debe facilitar la transferencia de lecciones y el desarrollo de nuevas innovaciones.
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Estas innovaciones en tecnología crediticia le permitieron a las OMF contar con herramientas apropiadas para hacerle frente a los riesgos idiosincrásicos de sus operaciones, con resultados impecables en la calidad de sus carteras, sostenidos durante la mayor parte de la década previa a la crisis. Incluso durante la crisis, estas tecnologías les han permitido presentar tasas de recuperación de sus carteras mejores que las de otros subsistemas del sector financiero regulado. La eficacia de las tecnologías desarrolladas por las OMF ha sido reconocida por practicantes en otras partes del mundo, quienes con frecuencia solicitan la asesoría boliviana en el desarrollo de sus propios métodos de operación. Las organizaciones de microfinanzas contaban, sin embargo, con menos herramientas para hacerle frente al riesgo sistémico, un riesgo que no había representado una amenaza significativa para estos intermediarios hasta finales del siglo pasado.4 Su aguda capacidad de innovación les ha permitido, sin embargo, responder paulativamente a estas nuevas amenazas, incluso con la creación de departamentos de análisis de riesgo global con apoyo importante del proyecto DAI/SEFIR. Las contribuciones de las microfinanzas a la profundización financiera han encontrado sustento, también, en el desarrollo de innovaciones en tecnologías de captación de depósitos. Esto le ha permitido a las organizaciones de microfinanzas competir exitosamente en el mercado de captación de fondos del público, con aumentos importantes en su participación relativa (market shares), tanto en la movilización del ahorro de inversores más sofisticados, demandantes de certificados de depósito a plazo fijo, como en la movilización del ahorro de hogares de ingresos bajos y medios, demandantes de depósitos en caja de ahorro.5 Estas innovaciones han contribuido a una mayor profundización financiera, al incrementar los flujos sujetos a intermediación y al permitir la incorporación de segmentos más amplios de la población a facilidades de crédito y de depósitos. Con años de rezago en relación con las carteras de crédito, los depósitos captados del público por las OMFs han crecido rápidamente, incluso durante el período de crisis, y han sido más estables que los pasivos de otros subsistemas del sector financiero, particularmente ante las corridas generadas recientemente por la incertidumbre política (Gómez Soto, Cuaderno de SEFIR No. 13, 2003).
4 Las diferencias en el manejo del riesgo idiosincrásico y del riesgo sistémico y la complejidad de la gestión de riesgo en un período de recesión han sido discutidas por Claudio González Vega en una serie de seminarios y talleres, incluyendo el seminario sobre “El manejo del riesgo idiosincrásico y del riesgo sistémico en las microfinanzas”, presentado en el Centro AFIN, en La Paz, el 11 de diciembre de 2002. Véase http://aede.osu.edu/programs/ruralfinance/bolivia.htm 5 Las relaciones entre capacidad de innovación, manejo global del riesgo y expansión de la oferta de facilidades de depósito por las OMF bolivianas fueron examinadas por Rodolfo Quirós Rodríguez en su presentación “El ahorro en las organizaciones de microfinanzas bolivianas. Un caso de cobertura y estabilidad” (III Foro Ecuatoriano de las Microfinanzas, Quito, Ecuador, 18 al 20 de noviembre de 2003).
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En vista de este desempeño destacado, no sorprendería que algunas de las mejores OMF se convirtiesen en la punta de lanza de la modernización y crecimiento futuro del sistema financiero boliviano. Dada su capacidad de innovación y la disciplina que ha caracterizado sus operaciones, estas OMF podrían incrementar su participación en el mercado sobre todo si se ampliase la gama de operaciones que están autorizadas a realizar y podrían liderar la transformación del sistema. Esta estrategia estaría basada en mecanismos de mercado, que permitiesen la manifestación de las ventajas competitivas de cada entidad, en lugar de depender de esfuerzos estatales, a elevados costos fiscales, por apoyar intermediarios financieros fracasados. Eventualmente, con sus enfoques innovativos, los nuevos intermediarios irían desplazando a los operadores obsoletos, incapaces de responder a las demandas legítimas de las nuevas clientelas y de adoptar mecanismos que protejan su patrimonio.6 El reconocimiento de los sobresalientes logros de las microfinanzas bolivianas debe ser calificado, sin embargo, en tres sentidos. Primero, las microfinanzas bolivianas no se han escapado al sesgo urbano que ha caracterizado a casi todas las intervenciones o procesos de desarrollo económico y social. Esto no sorprende, sin embargo, en vista de los obstáculos, de por sí elevados, que debieron ser superados para ampliar la frontera en la prestación de servicios financieros a clientelas marginales, incluso en las áreas urbanas. La magnitud de estos obstáculos hizo necesario enfocar todas las energías y esfuerzos iniciales al desarrollo de segmentos urbanos del mercado de las microfinanzas. Durante la última década ha tenido lugar, no obstante, un importante incremento de la cobertura de servicios financieros en las área rurales. En este sentido, el desafío restante más importante, en la continuación del proceso de profundización financiera, será la expansión de la cobertura hacia las áreas rurales. Las lecciones del desarrollo de las microfinanzas urbanas, con un apoyo del sector público sustancial pero no distorsionante, deberían guiar las estrategias que se adopten al respecto. En particular, esta expansión debería sustentarse en innovaciones en tecnologías de producción de servicios financieros desarrolladas y llevadas a la práctica por organizaciones robustas. Se trataría de usar, como en el caso de la modernización del sistema financiero, mecanismos de mercado para lograr la asignación de recursos hacia estos propósitos, a través de organizaciones sostenibles, evitando intervenciones distorsionantes, con elevados costos fiscales. Desafortunadamente, en sus esfuerzos por fomentar la expansión de la frontera de las finanzas rurales, el FONDESIF no se ha adherido siempre a este tipo de criterios, con efectos contraproducentes (González Vega, Cuaderno de SEFIR No. 6, 2002).
6 Este proceso de atrición de las operaciones de los intermediarios menos eficientes sustituiría la intervención directa y el cierre de organizaciones. Para el éxito de esta estrategia sería indispensable que el estado se abstuviese de usar recursos fiscales para apoyar la participación en el mercado de los intermediarios fracasados y que las autoridades de supervisión prudencial se preocupasen por contener los posibles contagios que pudiesen poner en peligro la estabilidad del sistema.
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Segundo, las microfinanzas bolivianas no se han escapado al sesgo pro-crédito que ha caracterizado a casi todas las intervenciones de finanzas de desarrollo. En Bolivia, este sesgo inicial reflejó, en parte, una cierta abundancia en la disponibilidad de fondos prestables para las OMF, en condiciones más favorables que las de mercado que les permitió una rápida capitalización, pero con el correspondiente desestímulo a la captación de fondos del público. Este sesgo también reflejó un reconocimiento, por parte de las organizaciones, de los elevados costos unitarios de la captación de depósitos por montos muy pequeños, así como una cierta orientación inicial, en el caso de las OMF que operaban con crédito para grupos, hacia el ahorro forzoso. Recientemente, sin embargo, las OMF han mostrado una vocación agresiva por la movilización de depósitos del público y una mayor capacidad que sus competidores para atender satisfactoriamente a clientes dispuestos a aceptar sus pasivos. Esta captación por las OMF de fondos del público se ha caracterizado por una mayor estabilidad que la de otros subsistemas del sector financiero y le ha permitido a las organizaciones diversificar sus carteras de pasivos, reducir la concentración de sus fuentes de fondeo y manejar mejor sus riesgos de liquidez. Estos atributos de su captación de depósitos han sido ilustrados por la menor volatilidad experimentada por los pasivos de las OMF durante las corridas por depósitos que tuvieron lugar, al acentuarse la incertidumbre política, cuando se conocieron los resultados electorales de junio de 2002, durante los trágicos levantamientos de febrero de 2003 y durante la insurrección que llevó a la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003. Como resultado, desde 1997, las organizaciones de microfinanzas han multiplicado casi diez veces su participación relativa (market shares) en el mercado de depósitos (Gómez Soto, Cuaderno de SEFIR No. 13, 2003).7 Inicialmente, las cooperativas de ahorro y crédito mostraban una mayor vocación para la oferta de facilidades de depósito a sus clientes. Sin embargo, salvo pocas excepciones, sus captaciones crecieron poco y se han mantenido prácticamente estancadas durante la crisis. Esto probablemente haya reflejado debilidades en el diseño de propiedad, gobierno y control interno de este tipo de instituciones, reconocidas por la literatura y presentes en el contexto boliviano. De manera semejante, el subsistema de las mutuales ha perdido sumas importantes de depósitos durante las recientes crisis de origen político, en reflejo de la disminución de la confianza y de la menor calidad de la atención al depositante, ambas cosas a su vez resultado de sus atenuadas estructuras de propiedad. Esto contrasta con la acentuada mejora en la imagen de las OMF.
7 Un resultado interesante ha sido el aumento de los saldos de los depósitos más pequeños, lo que sugiere la existencia de una posible demanda de facilidades de depósito como reserva de precaución. Esta demanda se habría acentuado recientemente, con la mayor percepción de riesgo entre la población, sobre todo la de bajos ingresos (Gómez Soto, Cuaderno de SEFIR No. 13, 2003).
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Tercero, las microfinanzas bolivianas no se han escapado a las preocupaciones de algunos observadores de que se pudiese estar presentando un sesgo anti-pobre, que esté alejando a las OMF de su misión y de la atención de su clientela meta original (mission drift). Este trabajo no presenta evidencia en un sentido o en el otro.8 Es probable, sin embargo, que para superar los retos de la crisis macroeconómica y sostener su capacidad de seguir atendiendo a la clientela original, las OMF necesiten la adición a sus operaciones de otras clientelas, no necesariamente tan pobres, y que esto les haya permitido una diversificación de su cartera mejor, durante esta etapa de riesgos mayores, y las haya ayudado a diluir sus costos fijos, sin que la contracción de sus operaciones y el aumento de la mora se hubiesen tenido que reflejar en aumentos en las tasas de interés cobradas a los deudores que pertenecen a la población meta original. 1.2 Transformación y regulación Segundo, la evolución de las microfinanzas bolivianas ha sido sobresaliente por las interacciones positivas y recíprocas entre el desarrollo de la infraestructura institucional del país y la evolución del subsistema. Por una parte, se ha dado el establecimiento de un marco de regulación y de supervisión prudencial bastante apropiado para el funcionamiento fluido de las microfinanzas. Por otra parte, se ha dado una influencia positiva del estilo de operación de las microfinanzas sobre la formación del capital social y el desarrollo institucional mismo de Bolivia. El desarrollo de un marco de regulación y supervisión prudencial adecuado a los requerimientos de las microfinanzas respondió, en parte, a la temprana creación, en 1992, del Banco Solidario S.A. (BancoSol) lo que usualmente se conoce como la transformación de la organización no gubernamental (ONG) PRODEM en un banco comercial privado. Sin embargo, la ONG PRODEM, además de convertirse en uno de los dueños de una entidad financiera regulada, continuó con operaciones financieras, con énfasis en el desarrollo de nuevas actividades en las áreas rurales. Esta fue una de las primeras experiencias, en el mundo, de la constitución, vía semejante transformación, de una entidad de microfinanzas regulada, sujeta a los mismos requerimientos de formalización y a los mismos parámetros de operación que un banco comercial tradicional. 8 Junto a fuerzas que pudiesen estar orientando a las OMF hacia otros segmentos del mercado financiero, es importante reconocer además una probable disminución en la demanda de crédito por parte de la clientela original, en respuesta a las menores oportunidades de negocios que han acompañado a la crisis macroeconómica. Esta disminución de la demanda estaría asociada principalmente con deudores no oportunistas, usualmente una proporción mayor entre los pobres que entre deudores políticamente influyentes. La prevalencia de estos deudores ha sido verificada por las acciones costosas que han estado dispuestos a emprender a fin de proteger su relación de crédito con las OMF entre las que se encuentran una más activa participación en los mercados de trabajo, incluyendo la migración, la venta de activos y la disminución de los saldos de depósitos y otras tenencias financieras con propósitos de precaución, la contratación de préstamos adicionales, usualmente de fuentes informales, y la disminución de consumo. Estas acciones han sido identificadas por González González y González Vega en “Sobre-endeudamiento en las microfinanzas bolivianas”, Columbus, Ohio: reporte de investigación del Programa Finanzas Rurales de OSU, septiembre de 2003.
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La creación de esta nueva entidad provocó tensiones y presiones al cambio tanto en la nueva organización de microfinanzas como en la Superintendencia de Bancos y Entidades Financieras (SBEF).9 El surgimiento de BancoSol dio así origen a un proceso dialéctico de interacción entre las realidades de las microfinanzas y la normativa adoptada por las autoridades prudenciales. En este proceso, con frecuencia la realidad ha precedido al desarrollo de la normativa. En efecto, fue la realidad del éxito de PRODEM, primero, y de BancoSol, luego, en sus operaciones de microfinanzas un tipo de transacción financiera hasta entonces no bien conocido la que persuadió a las autoridades prudenciales a adoptar la flexibilidad necesaria para hacer posible su operación. El diseño formal de una nueva normativa vino tras la observación de esta realidad, en lugar de que el marco regulatorio detallado hubiese sido diseñado de antemano, en un intento por detonar el desarrollo del subsistema de las microfinanzas. Las autoridades prudenciales sí tuvieron la visión, flexibilidad y sabiduría para anticipar los efectos positivos del nuevo tipo de transacciones financieras sobre el desarrollo económico de Bolivia y de interesarse por crear un entorno regulatorio conducente al logro de estos objetivos.10 No obstante, la creación de BancoSol sólo fue posible gracias al establecimiento predecente de un marco de regulación no represivo, después de la crisis de hiperinflación de mediados de la década de los ochenta, que le permitiese a esta OMF diseñar los términos de sus contratos en condiciones de mercado. El proceso de liberalización financiera previo ha sido así una condición necesaria para el surgimiento y rápida expansión de las microfinanzas reguladas en Bolivia. En el desarrollo subsecuente del marco de regulación y supervisión prudencial, sin embargo, las autoridades han respondido a la evolución, por su propio ímpetu, de la realidad de las microfinanzas. La profunda incidencia del riesgo sistémico, a finales del siglo pasado, tomó por sorpresa tanto a los gerentes de las OMF como a las autoridades prudenciales. De nuevo, un proceso dialéctico ha estado presente en los esfuerzos por adaptar las operaciones y la normativa a las nuevas condiciones. Esta adaptación ha sido un reto complejo, en vista de la mayor incertidumbre acerca de la evolución del entorno macroeconómico y de las presiones de carácter político exacerbadas por las condiciones del entorno.
9 Entre numerosos trabajos que relatan los eventos que llevaron a la creación de BancoSol y sus consecuencias, las presiones internas de diseño organizacional y de cultura corporativa que siguieron son analizadas por González Vega et al. en “The Challenge of Growth for Microfinance Organisations: The Case of Banco Solidario in Bolivia”, en Hartmut Schneider (ed.), Microfinance for the Poor? (Paris, The Organisation for Economic Cooperation and Development, 1997). 10 Para entender los detalles de este proceso, véase Jacques Trigo, “Regulation and Supervision of Microfinance Institutions: The Bolivian Experience,” en Rachel Rock y María Otero (eds.), From Margin to Mainstream: The Regulation and Supervision of Microfinance, Monograph No. 11, Cambridge, Mass.: ACCION International, 1995.
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Lo razonable sería suponer que, en estas circunstancias, se justifique un enfoque de prueba y error (trial and error), en el que las autoridades vayan ajustando sus medidas prudenciales a una verificación analítica rigurosa, sustentada en bases de datos completas y confiables, de los resultados de sus intervenciones en la realidad. Este método requerirá un diálogo amplio y abierto entre las autoridades y los operadores en el mercado, que facilite la solución de este proceso dialéctico y que proteja al sistema de injerencias externas, ajenas a la protección de la estabilidad del sistema de pagos y la eficiencia de la intermediación financiera. En la creación de BancoSol, la realidad precedió a la normativa. De manera semejante, la realidad del desempeño comparativamente mejor de las OMF, en contraste con otros subsistemas del sector financiero, está generando presiones al cambio en la normativa que regula las operaciones de las OMF y su posible transformación en bancos comerciales. Este es el caso, en particular, de la ampliación de las atribuciones para realizar diversos tipos de operaciones de los fondos financieros privados (FFP), introducida por la Ley No. 2297 de diciembre de 2002 y reglamentada con apoyo de DAI/SEFIR. Una reglamentación de esta ley, que reconozca la evolución misma de la realidad, sería compatible con la tesis de que la modernización y el progreso del sistema financiero boliviano pueden deben ser promovidos al permitirse que las organizaciones más eficientes e innovativas vayan ganando participación relativa en el mercado y que, por la vía de este proceso, vayan estrujando a los intermediarios obsoletos, que ya no responden a las demandas de una nueva economía, más abierta a los flujos del comercio internacional y más orientada a brindarle oportunidades de participación en el mercado a segmentos de la población hasta recientemente excluidos. Este enfoque contrastaría con una visión intervencionista que intentase, por un lado, proteger la participación en el mercado de los intermediarios privados fracasados y, por otro lado, compensar la insuficiencia de sus operaciones con mecanismos de banca estatal semejantes a los que no funcionaron en el pasado. Este desarrollo dialéctico de una regulación y supervisión prudencial estricta para las microfinanzas ha contrastado con el enfoque, bien intencionado pero contraproducente, adoptado en otros países, de crear un marco abiertamente indulgente, en lugar de establecer un marco riguroso que, si bien reconoce la naturaleza idiosincrásica del perfil de riesgos en un mercado de microfinanzas, promueve el fortalecimiento de organizaciones robustas.11 El enfoque riguroso supone la creación, con las debidas limitaciones, de entidades capaces de llevar adelante funciones completas de intermediación financiera, en contraste con la promoción de entidades con atribuciones parciales y cercenadas, no sujetas a las disciplinas propias de los verdaderos intermediarios financieros. 11 Este punto de vista es compartido por Jansson, Rosales y Westley, en Principios y prácticas para la regulación y supervisión de las microfinanzas (Washington, D.C.: Banco Interamericano de Desarrollo, 2003.
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En el caso de Bolivia, el enfoque riguroso se consolidó con la introducción de una nueva figura de licencia de operación (charter), la de los fondos financieros privados (FFP).12 A diferencia de otros tipos de organizaciones de microfinanzas reguladas (como, por ejemplo, las entidades de desarrollo de la pequeña y la microempresa, EDPYME, en Perú), los FFP bolivianos tienen atribuciones completas aunque restringidas en algunas áreas de intermediación financiera. Estas dos dimensiones del nuevo marco regulatorio boliviano los requerimientos estrictos y la autorización para intermediar fondos han sido determinantes en la constitución de OMF robustas, lo que explica el éxito del subsistema y su sobresaliente desempeño durante la crisis macroeconómica y política reciente. Esta es una lección valiosa. Esta aparentemente paradójica lección de la historia de las microfinanzas bolivianas ha sido, entonces, que un marco de regulación y supervisión prudencial poco indulgente ha inducido el establecimiento de organizaciones especializadas de microfinanzas robustas. Ante los embates de riesgo sistémico profundo y sostenido de los últimos años, OMF débiles no hubiesen sobrevivido o, para lograrlo, hubiesen necesitado costosas intervenciones fiscales. Esta lección debe tenerse presente en el diseño de estrategias para ampliar la frontera de servicios financieros hacia las áreas rurales de Bolivia. Desafortunadamente, algunas de las intervenciones del FONDESIF han conspirado en contra de este enfoque, en la medida en que han fomentado las operaciones de organizaciones no necesariamente sostenibles o, incluso, han socabado la sostenibilidad de organizaciones con potencial de lograrla, y en la medida en que han creado condiciones asimétricas de competencia, que han pospuesto o demorado la llegada al sector rural de organizaciones robustas (González Vega, Cuaderno de SEFIR No. 6, 2002). A su vez, el desarrollo de las microfinanzas ha influido de manera importante en la evolución de la infraestructura institucional y en la formación del capital social de Bolivia (González Vega, Cuaderno de SEFIR No. 5, 2002). Estos efectos, poco reconocidos pero de gran trascendencia en el proceso de desarrollo económico e institucional de un país como Bolivia, han tenido lugar por la influencia que el estilo de evolución de las microfinanzas ha tenido sobre el fortalecimiento del concepto de contrato, la creación de una cultura de pago y la noción de que la sostenibilidad de las organizaciones importa para el éxito de emprendimientos de desarrollo económico y social. 12 De nuevo, en este caso, en buena medida la realidad precedió a la normativa, en el tanto en que la exitosa experiencia de la ONG Pro-Crédito y sus intenciones de operar como una entidad financiera regulada llevaron al establecimiento de Caja Los Andes, como el primero de los fondos financieros privados, e inspiraron dimensiones importantes del marco regulatorio especializado establecido para sus operaciones. En este caso, resultó providencial que las presiones para la creación de un marco de regulación y supervisión apropiado hayan provenido de una organización que desde el inicio tenía una fuerte vocación de sostenibilidad y que se había preparado suficientemente para poder operar bajo las estrictas condiciones que se establecieron en el nuevo marco normativo.
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La noción del crédito como un contrato, que otorga responsabilidades y derechos a ambas partes, ha sido promovida por las OMF en Bolivia. El fortalecimiento de este concepto ha generado, a su vez, externalidades positivas en otros mercados, donde su difusión ha permitido el surgimiento efectivo de transacciones más modernas y complejas, indispensables en un proceso de transformación de la economía orientado al crecimiento económico. Ésta ha sido una de diversas maneras como el estilo de las microfinanzas bolivianas ha contribuido a la formación de una cultura de pago, indispensable para la operación fluida de intermediarios financieros interesados en su propia sostenibilidad. Desafortunadamente, el aumento de las responsabilidades de los deudores, como consecuencia de la crisis macroeconómica reciente, ha llevado a un debilitamiento de esta cultura de pago, estimulado por las promesas de condonación de deudas por parte de algunos legisladores, por las presiones políticas de algunos grupos de interés poderosos que buscan evadir sus responsabilidades y por el resultante efecto demostración negativo, entre los clientes de las microfinanzas, de las medidas adoptadas por las autoridades para proteger los intereses de productores más grandes. Igualmente grave ha sido el retroceso ocurrido, en el desarrollo y fortalecimiento de la infraestructura institucional del pais, con la disminución de la autonomía e independencia técnica de la Superintendencia de Bancos y Entidades Financieras (SBEF), especialmente como resultado de decretos emitidos por el Poder Ejecutivo sobre la normativa crediticia, en la visión de que reglas de regulación y supervisión prudencial más indulgentes permitirían que la expansión resultante del crédito contribuyese a la reactivación de la economía.13 Esta perspectiva es incorrecta al menos por dos razones. Por un lado, la perspectiva es errónea, porque la contracción en las carteras de crédito ha sido una consecuencia, no una causa, de la recesión sufrida, esencialmente por razones exógenas, de contagio de crisis externas a Bolivia y de debilidades del sistema político y de gobernabilidad del país. En estas circunstancias, una expansión del crédito interno no sería el instrumento de política apropiado ni tendría la capacidad para reactivar la economía. Por otro lado, normas prudenciales menos estrictas, en la calificación de préstamos ya en problemas, tampoco tendrían la capacidad para ampliar efectivamente la oferta de crédito ni para hacer atractivas (es decir, bancables) oportunidades inexistentes, como consecuencia de la situación adversa del entorno. 13 Los peligros de este enfoque y sus efectos negativos sobre el desarrollo institucional de Bolivia fueron tempranamente identificados por Claudio González Vega, entre otras formas con la preparación del documento para el proyecto DAI/SEFIR y varios organismos internacionales interesados, sobre “Short-Term Challenges and Opportunities for the Long-Term Development of the Bolivian Financial System (white paper, diciembre de 2002). Si bien esta llamada de atención y otras protestas internacionales, así como los argumentos de las autoridades prudenciales, indujeron algunas acciones correctivas, la batalla por proteger el progreso alcanzado con la autonomía e independencia de la SBEF todavía no está completamente ganada.
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1.3 Competencia y riesgo sistémico Tercero, la evolución de las microfinanzas bolivianas ha sido sobresaliente por el elevado grado de competencia alcanzado, hasta el punto de saturación en algunos nichos del mercado, así como por la robustez de las OMF ante una secuencia sostenida de eventos adversos (shocks) sistémicos de gran magnitud. Tanto el aumento de la competencia como la incidencia del riesgo sistémico han presionado las utilidades de las organizaciones hacia la baja, de maneras semejantes. Para enfrentar con éxito las tensiones resultantes, las OMF han tenido que buscar maneras adicionales de incrementar su eficiencia, han continuado con un vigoroso esfuerzo de innovación y han redefinido las fronteras de sus mercados meta. La respuesta ante estos nuevos retos ha sido robusta. Bolivia es uno de los países donde se ha alcanzado un mayor grado de competencia en los segmentos del mercado de las microfinanzas. A pesar del número comparativamente reducido de organizaciones, en menos de una década el mercado ya había alcanzado un elevado grado de contestabilidad.14 La resultante puja, entre las organizaciones rivales, por los clientes en particular, por los mejores clientes habría dado lugar tanto a consecuencias positivas como a amenazas importantes. En efecto, por un lado, las presiones competitivas habrían resultado en una disminución sostenida de las tasas de interés efectivas cobradas por los préstamos y, en general, en un mejoramiento de los términos y condiciones de los contratos crediticios. Estas presiones competitivas también explican parte de la mayor inclinación hacia la movilización de depósitos, que las organizaciones de microfinanzas han mostrado recientemente. Los beneficiarios de esta mayor contestabilidad han sido los clientes de las organizaciones, tanto los más pequeños quienes se han visto favorecidos por un menor costo de los fondos prestados, gracias a la mayor eficiencia y economías logradas por las organizaciones así como los clientes establecidos quienes han disfrutado de tratos preferenciales, beneficiándose de esta manera de los frutos de su inversión en una relación de largo plazo con la organización. Por otro lado, sin embargo, la mayor competencia, en un entorno caracterizado por la ausencia de mecanismos adecuados para compartir información sobre la situación de deuda de los clientes, podría haber incrementado los riesgos de comportamiento oportunístico por parte de los deudores y, por esta vía, los niveles de mora en la cartera. Enfrentados a la posibilidad de acceder a préstamos con más de una organización, sin que las otras se enterasen, algunos clientes oportunistas podrían haber incurrido en niveles peligrosos de sobre-endeudamiento. 14 La contestabilidad en un mercado promueve comportamientos competitivos, cuando la posibilidad de fácil entrada de los rivales (en este caso, la posibilidad de que otra organización pudiese atraer a los clientes propios) crea disciplina entre los participantes en el mercado y desestimula el comportamiento monopolístico.
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Ésta es una de varias áreas donde la infraestructura institucional necesaria para el funcionamiento fluido y eficiente de los mercados financieros está incompleta en Bolivia. Los efectos beneficiosos de la competencia se logran mejor cuando existe un acceso universal a la información sobre el endeudamiento de los clientes. La Central de Riesgo de la SBEF le proporciona acceso, a parte de esta información, a las entidades reguladas, entre las que se encuentran los FFP dedicados a la prestación de los servicios tradicionales de microfinanzas.15 A la vez, con apoyo del proyecto DAI/SEFIR, se ha puesto en marcha un programa para la creación de un buró de crédito privado, que facilite información sobre la situación de deuda de los clientes de organizaciones no reguladas de microfinanzas y sustituya los mecanismos informales de compartir información que han prevalecido en el pasado. No obstante, no existe una coincidencia suficiente entre estas bases de datos, ya que la SBEF no cuenta, hasta ahora, con información sobre las operaciones crediticias que algunos clientes de las entidades reguladas tienen con organizaciones no reguladas, mientras que éstas últimas no tienen acceso a la información sobre operaciones con entidades reguladas no dedicadas a las microfinanzas. El acceso a la información enfrenta, además, cuestionamientos legales, relacionados con interpretaciones restricticas del principio del secreto bancario. Quedan entonces pendientes, todavía, muchas tareas en esta área, para lograr el deseado acceso universal y completo a la información. En Bolivia, la mayor competencia se ha observado al menos a dos niveles. Por una parte, se ha dado una fuerte competencia intra-sectorial, entre organizaciones de microfinanzas que operan con tecnologías de crédito distintas.16 La dimensión más importante de este fenómeno ha sido la competencia entre las organizaciones que adoptaron una tecnología de crédito individual y las que adoptaron una tecnología de crédito grupal, sustentada en la garantía solidaria entre los miembros de un grupo de deudores. Al respecto, el caso boliviano es particularmente interesante, pues ha sido posible observar el desempeño de estos dos tipos de tecnología a lo largo del ciclo económico. Por otra parte, en Bolivia también se ha observado una fuerte competencia inter-sectorial, entre las organizaciones dedicadas a las microfinanzas que usan las innovaciones en tecnología de crédito propias de este sector (OMF tradicionales) y organizaciones de crédito de consumo que han incursionado en los mismos nichos del mercado que las OMF.
15 La magnitud y evolución del fenómeno de clientes compartidos entre los intermediarios financieros regulados y, en particular, entre las organizaciones de microfinanzas reguladas han sido estudiadas por Marcelo Villafani Ibarnegaray, en “Análisis dinámico de clientes de microcrédito en Bolivia: primeros resultados” (Columbus, Ohio: informe del Programa Finanzas Rurales de OSU para el proyecto DAI/SEFIR, septiembre de 2003). 16 El tema del conflicto entre tecnologías de crédito ha sido examinado, entre otros, por Sergio Navajas, Jonathan Conning y Claudio González-Vega en “Lending Technologies, Competition and Consolidation in the Market for Microfinance in Bolivia” (Journal of International Development, Vol. 15, 2003, pp. 747-770).
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La experiencia boliviana muestra un desempeño más robusto de las OMF que adoptaron, desde un inicio, una tecnología de crédito individual, en comparación con las que al inicio adoptaron una tecnología de crédito grupal.17 Este resultado también ha sorprendido a algunos observadores ya que, una década atrás, tanto la literatura académica sobre tecnologías de crédito como el consenso entre los practicantes y las agencias que los financiaban sostenían que la innovación más prometedora en microfinanzas había sido el desarrollo de las tecnologías de crédito grupal.18 En Bolivia ha sido posible observar la evolución de carteras formadas usando una u otra de estas tecnologías, a lo largo del ciclo de rápida expansión (hasta 1998) y de subsiguiente contracción, durante el enfrentamiento de eventos sistémicos adversos, al agudizarse la recesión (después de 1998). Más allá de las usuales consideraciones sobre estructuras de costos y diferencias en la cobertura logradas con estas tecnologías, la experiencia boliviana ha puesto de manifiesto las debilidades de la tecnología de crédito a grupos, cuando el sector se enfrenta a eventos sistémicos. En parte, este resultado ha reflejado la imposibilidad que los miembros de un grupo tienen para hacer valer el contrato de seguro implícito entre ellos, cuando se enfrentan a riesgos sistémicos.19 Estas debilidades han obligado a las organizaciones de microfinanzas que originalmente adoptaron esta tecnología de crédito a abandonarla parcial o totalmente. Esta transición, desde una cartera fundamentada principalmente en operaciones de crédito grupal hacia una cartera constituida por operaciones de crédito individual, ha generado presiones importantes sobre los indicadores de desempeño de estas organizaciones, en contraste con las organizaciones de crédito individual, donde la decisión tecnológica inicial generó rendimientos importantes en el largo plazo. 17 Una discusión de las ventajas y desventajas de las tecnologías de crédito individual y grupal y de los resultados alcanzados, en el contexto de Asia, se puede encontrar en Marguerite S.. Robinson, The Microfinance Revolution. Sustainable Finance for the Poor (Washington, D.C.: The World Bank, 2001). 18 El entusiasmo académico por la tecnología de crédito a grupos estuvo sustentada en aplicaciones de las nuevas teorías económicas sobre la información y los incentivos (Joseph E. Stiglitz, “The Role of the State in Financial Markets”, Proceedings of The World Bank Annual Conference on Development Economics, 1993, pp. 19-62. Los resultados de la experiencia boliviana muestran la poca robustez de algunos de estos resultados teóricos, como consecuencia de los supuestos limitantes usados en la construcción de los modelos. El entusiasmo de los practicantes emanaba, a su vez, de la observación de las experiencias de Grameen Bank en Bangladesh, en el desarrollo de una tecnología de crédito a grupos. En contraste, el programa de Unit Desa del Bank Rakyat Indonesia (BRI), que había desarrollado una tecnología de crédito individual, logrando con ella una expansión más exitosa que la de Grameen, recibió menos publicidad. La experiencia boliviana ofrece evidencia empírica valiosísima en la evaluación de estas tecnologías de crédito alternativas. 19 Esta tesis sobre la naturaleza del contrato implícito entre los miembros de un grupo y sobre las maneras como este contrato contribuye a mejorar o empeorar el desempeño de pago de los grupos ha sido examinada por Claudio González Vega, en numerosas presentaciones sobre “El manejo del riesgo idiosincrásico y del riesgo sistémico en las microfinanzas”, mencionadas.
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A su vez, este abandono de la tecnología de crédito grupal, por BancoSol y por PRODEM, por ejemplo, hubiese dejado totalmente sin acceso al crédito institucional a aquellos segmentos de la clientela con limitada capacidad para cumplir con los requisitos de las tecnologías de crédito usadas por otras organizaciones. En muchos casos, sin embargo, esta pérdida total del acceso no se observó, porque las clientelas respectivas fueron acogidas por programas de bancos comunales (en particular, por los de CRECER y Pro Mujer).20 Estos programas de bancos comunales han estado dispuestos a ofrecer crédito de emergencia y opciones de ahorro, dos servicios financieros que han formado parte importante de las herramientas de manejo del riesgo por los hogares pobres, particularmente durante esta etapa de mayor incertidumbre y menor actividad económica. Si bien los servicios financieros prestados por estos programas han sido demasiado simples, una sustancial demanda entre ciertos segmentos de la población ha llevado a una rápida expansión de sus carteras y de sus clientelas (véase los Cuadros 4 y 7 en el Anexo de Cuadros). Desafortunadamente, sin embargo, las organizaciones que promueven estos programas todavía presentan serias debilidades en su diseño organizacional estructuras de dueños y mecanismos de control interno que resulta indispensable corregir para garantizar su sostenibilidad (Quirós Rodríguez, Rodríguez Meza y González Vega, Cuaderno de SEFIR No. 9, 2003). A su vez, el episodio de dramática competencia inter-sectorial correspondió a la llegada, a Bolivia, de organizaciones financieras que adoptaron la misma licencia de operación que las organizaciones tradicionales de microfinanzas (es decir, se instalaron como FFP), pero que operaron con una tecnología de crédito de consumo, basada en métodos de credit scoring y en la venta masiva de préstamos, a tasas de interés, suficientemente elevadas, como para cubrir con ellas tasas de morosidad esperadas muy superiores a las históricamente observadas en las organizaciones tradicionales de microfinanzas. En general, el crédito de consumo en otras partes del mundo está orientado hacia trabajadores asalariados, mientras que el crédito tradicional de microfinanzas ha estado orientado hacia microempresarios independientes, quienes trabajan por cuenta propia y generan ingresos menos estables y predecibles.21 El perfil de riesgos asociado con cada uno de estos tipos de cliente requiere el uso de tecnologías de crédito distintas.
20 Sobre el papel de la oferta de servicios financieros muy básicos ofrecidos por los programas de bancos comunales y las explicaciones de su rápida expansión reciente, véase Claudio González Vega y Jorge H. Maldonado, “Profundización crediticia entre los clientes de CRECER y Pro Mujer” (Columbus, Ohio: reporte de investigación del Programa Finanzas Rurales de OSU, septiembre de 2003). Es notable que las tasas de morosidad en estos bancos comunales han sido muy bajas, lo que sugiere que aquí están en juego estructuras de incentivos para pagar distintas a las observadas en el crédito de grupos pequeños con garantía solidaria, en la obtención de préstamos de mayor tamaño y más largo plazo. 21 La distinción del microcrédito del crédito de consumo, con base en la fuente de ingresos del hogar, ha sido introducida en las negociaciones acerca de la normativa que será adoptada como parte de los Acuerdos de Basilea II.
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En Bolivia, sin embargo, las organizaciones de crédito de consumo no encontraron una densidad de la población asalariada suficiente para hacer rentables sus operaciones. Para superar este obstáculo, estas organizaciones incursionaron en segmentos del mercado de microempresarios, donde su tecnología no es apropiada, y entraron en feroz rivalidad con las organizaciones de microfinanzas tradicionales, creando, en ese proceso, externalidades negativas para este último subsistema y amenazas a la cultura de pago existente. El dramático desplome de las organizaciones de crédito de consumo ha sido una clara ilustración de la necesidad de que las tecnologías de crédito usadas sean apropiadas para el perfil de riesgo presentado por la clientela correspondiente (Villafani Ibarnegaray, Cuaderno de SEFIR No. 14, 2003). Sin embargo, mientras que el abandono parcial de la tecnología de crédito de grupos ha llevado al crecimiento rápido de la cobertura de los programas de bancos comunales, como una solución sub-óptima para este segmento de la población, la creciente demanda insatisfecha por crédito de consumo, como resultado del desplome de las organizaciones que la atendían, no ha encontrado todavía una respuesta concreta. En parte, la potencial brecha entre la demanda y la oferta de crédito de consumo se debe a que los deudores en problemas de esas entidades han quedado descalificados, al conocerse su situación de mora, gracias a la información de la Central de Riesgos de la SBEF. Aparentemente, sin embargo, se estaría dando también una incursión en estos segmentos del mercado por parte de las OMF tradicionales, donde una parte importante del crecimiento reciente de sus carteras se ubica en este rubro.22 Lo bueno de este fenómeno podría ser que tal incursión les permita a las OMF tradicionales ofrecerle un menú de servicios más completo a sus clientelas y que, al fortalecer su fidelidad, las organizaciones pueden controlar mejor la evolución de la deuda total de sus clientes. No obstante, en esto hay también algunas amenazas potenciales. El reto sería, por una parte, la necesidad de desarrollar una tecnología de crédito apropiada para atender a este segmento del mercado, distinta a las innovaciones introducidas por las OMF y distinta a las tecnologías fracasadas, que las entidades de consumo intentaron usar. Lo peligroso serían, por otra parte, las implicaciones de la mayor sensibilidad de este tipo de carteras a las fluctuaciones sistémicas, durante las etapas del ciclo económico, así como la reacción que este tipo de expansión pudiese provocar entre las autoridades, temerosas de que se pudiese estar repitiendo un ciclo de sobre-endeudamiento. 22 Sobre la composición de los cambios en las carteras, véase Marcelo Villafani Ibarnegaray, en “Análisis dinámico de clientes de microcrédito en Bolivia: primeros resultados” (Columbus, Ohio: informe del Programa Finanzas Rurales de OSU para el proyecto DAI/SEFIR, septiembre de 2003).
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La historia de las microfinanzas bolivianas en el período reciente ha reflejado sus reacciones robustas ante retos complejos. En efecto, al presentarse casi simultáneamente, el aumento de la competencia y el aumento del riesgo sistémico, asociado con la recesión, han reducido las utilidades de estos intermediarios financieros. La mayor competencia comprime las utilidades, tanto por la vía de una disminución en los ingresos obtenidos por los préstamos como resultado de tasas de interés más bajas como por la vía de aumentos de los costos tanto por la necesidad de brindar mejor servicio al cliente como por la dificultad de diluir costos fijos, si la saturación del segmento de mercado frena la expansión de la cartera y de aumentos de los riesgos dadas las mayores inclinaciones, en un ambiente muy competitivo, al comportamiento oportunístico, tanto de los deudores como de los acreedores, y dado el inevitable desmejoramiento de la capacidad y voluntad de pago en el conjunto (pool) de deudores potenciales, conforme el segmento de mercado se satura. Por su parte, la recesión también comprime las utilidades, por la vía de una disminución en los ingresos por los préstamos como resultado tanto de tasas de interés más bajas como de montos de cartera menores y de aumentos de los costos por la dificultad para diluir costos fijos, en vista de la reducción del monto global de las carteras y de aumentos de los riesgos dadas disminuciones tanto en la capacidad como en la voluntad de pago de los deudores (por la recesión), la desvaloración de las relaciones de crédito (por las expectativas de menores rendimientos futuros de la relación de crédito) y las menores oportunidades de diversificación de la cartera, para hacerle frente al riesgo sistémico. Todo esto lleva, además, a mayores costos de provisiones y de reservas para incobrables, que inciden sobre las utilidades de las OMF. Como se examinará más adelante, el período reciente de la historia de las microfinanzas en Bolivia ha estado caracterizado por una secuencia de eventos sistémicos adversos (shocks) de magnitud considerable. Esta secuencia se ha caracterizado tanto por la covarianza positiva entre estos eventos, por su frecuencia en un plazo relativamente corto y por su carácter acumulativo, lo que ha dificultado el uso de reservas previas tanto de las organizaciones como de sus clientes para hacerles frente. Estos eventos sistémicos han implicado, por lo tanto, retos considerables para el sistema financiero, en general, así como para las OMF y para las autoridades prudenciales. Varias lecciones importantes se derivan de esta experiencia. Las microfinanzas han estado expuestas, como el resto del sistema financiero, a shocks de orden global, en la macroeconomía, resultantes de la prolongada recesión que se inició en 1999 (González Vega y Rodríguez Meza, Cuaderno de SEFIR No. 1, 2002). Eventos adicionales han hecho, sin embargo, el ajuste de las OMF todavía más difícil. En efecto, las microfinanzas han estado expuestas, también, a shocks sistémicos de orden sectorial, principalmente relacionados con cambios en el entorno regulatorio en que operan sus clientes.
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El más importante de estos eventos ha sido la aplicación de la nueva Ley de Aduanas, que ha afectado a los pequeños comerciantes vinculados al internamiento de bienes, particularmente en Oruro, que representan una porción considerable de los clientes de algunas OMF. Indirectamente, este resultado también ha procedido de los esfuerzos por erradicar el cultivo de la coca.23 Otros eventos sistémicos, que han tenido un impacto negativo desproporcionado en las actividades de los clientes de las OMF, han sido los disturbios sociales, en particular el bloqueo de caminos. En años recientes, por lo tanto, las organizaciones de microfinanzas han tenido que enfrentar un acelerado aumento en la competencia, tanto intrasectorial como intersectorial, los eventos sistémicos asociados con el deterioro general del entorno macroeconómico y político y algunos riesgos sistémicos sectoriales, como resultado de cambios en el entorno regulatorio en que operan sus clientelas típicas. Es decir, el subsistema ha tenido que enfrentar una presión particularmente aguda y, sin embargo, ha mostrado un mejor desempeño que otros subsistemas del sector financiero. Esta experiencia se convierte, así, en fuente de valiosas lecciones sobre los determinantes de la robustez de las OMF. Las circunstancias de la coyuntura boliviana reciente han creado, de hecho, un excepcional experimento prácticamente controlado. En efecto, enfrentados a esencialmente los mismos eventos políticos y macroeconómicos que por su naturaleza y magnitud han dominado, durante este período, los resultados de riesgo en el sistema financiero diferentes tipos de intermediarios e, incluso dentro del subsistema de las microfinanzas, intermediarios con distintas estructuras de propiedad y distintas orientaciones tecnológicas, han mostrado marcadas diferencias en su desempeño. Como los determinantes externos han sido esencialmente los mismos para todos, las diferencias en desempeño observadas durante esta etapa pueden ser atribuidas, con más confianza, a características internas de cada organización o de cada tipo de organización. Este trabajo intenta hacer algunas de estas inferencias. En resumen, la evolución de las microfinanzas en Bolivia ha sido fuente de sobresalientes innovaciones y de importantes lecciones. Sin embargo, mientras que el resto del mundo observa, con interés y admiración, el despliegue de estas lecciones, con frecuencia una bruma de dudas oscurece la habilidad y la disposición de los bolivianos a aprehenderlas y a avanzar construyendo sobre los cimientos firmes que estas lecciones ofrecen. Este trabajo espera ofrecer una visión objetiva y fundamentada, que permita poner en mejor perspectiva los logros, oportunidades y retos. 23 Riesgos sistémicos semejantes, como resultado de cambios en el entorno regulatorio en que operan los clientes, podrían provenir, en el futuro, de una aplicación más estricta de normas sobre la protección de derechos de propiedad intelectual y de marcas así como de la aplicación más rigurosa del régimen tributario a algunos clientes de las OMF. Todas estas medidas, independientemente de su justificación, tienen consecuencias sobre la estabilidad de las carteras de las OMF y deben ser consideradas por gerentes y por supervisores prudenciales, a la hora de hacer proyecciones sobre la evolución futura del subsistema.
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II Macroeconomía y microfinanzas El propósito central del trabajo es identificar las interacciones mutuas entre lo macroeconómico y las microfinanzas, en la historia reciente de Bolivia. La evolución y el desempeño del subsistema de OMF han sido fuertemente influidos por la evolución de la economía. A su vez, el desarrollo económico y social de Bolivia, durante la última década, ha sido influido por la evolución de las microfinanzas. La influencia recíproca entre la macroeconomía y las microfinanzas ha estado marcada tanto por momentos de armoniosa coincidencia de propósitos y de resultados así como por acontecimientos adversos dramáticos. Reveladoras lecciones brotan aún del más sencillo análisis de estas conexiones. Este trabajo examina algunas de sus dimensiones más salientes. La influencia sobre las microfinanzas de lo macroeconómico ha reflejado el impacto de la tasa de crecimiento del ingreso nacional al mismo tiempo que se dio un rápido crecimiento de la economía informal sobre las oportunidades de crecimiento de las carteras de microfinanzas. Durante la rápida expansión de la economía, en la mayor parte de la última década del siglo pasado, las OMF pudieron expandirse en un mercado en crecimiento. El crecimiento de las carteras reflejó tanto el crecimiento de las oportunidades de negocios de los clientes como el proceso de profundización logrado, gracias a las innovaciones en tecnologías de crédito.24 La influencia sobre las microfinanzas de lo macroeconómico ha reflejado también la estabilidad monetaria, en vista de los nocivos efectos de la inflación sobre el crecimiento, en términos reales, de cualquier magnitud financiera. Como es bien conocido y no debe borrarse en la memoria histórica de los bolivianos la inflación es un impuesto con efectos devastadores sobre las tenencias de activos financieros. Las autoridades bolivianas han tenido la sabiduría y la capacidad técnica para evitar el regreso de este distorsionante proceso. Finalmente, la influencia sobre las microfinanzas de lo macroeconómico ha reflejado la amplitud de las fluctuaciones que han acompañado al ciclo económico experimentado durante la década. Éste es el tema central de este trabajo. Las dificultades recientes en el sistema financiero no han sido tanto el resultado de que las tasas de crecimiento de la economía hayan sido bajas en años recientes; más bien, estas dificultades han sido el resultado de la magnitud de la oscilación, consecuencia de un crecimiento acelerado de la economía y, sobre todo, de las carteras de crédito, seguido por la contracción reciente. 24 En efecto, la tasa de crecimiento de la cartera en un período se puede descomponer en la suma de la tasa de crecimiento del mercado meta más la tasa de crecimiento del coeficiente de profundización (es decir, la proporción del mercado meta que ya está siendo atendida). Ambos determinantes del crecimiento de la cartera crecieron rápidamente durante este período.
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La lección, corroborada una y otra vez en distintos países, advierte que las expansiones crediticias aceleradas, seguidas por la desaceleración del crecimiento, provocan graves trastornos al sistema financiero. Para el sistema financiero boliviano, entonces, el problema serio no ha sido tanto la recesión, en sí, sino la amplitud de la oscilación a lo largo del ciclo. Si la tasa de crecimiento hubiese sido consistentemente baja, el sistema financiero hubiese estado estancado pero no hubiera entrado en crisis. Lo que explica la crisis es la volatilidad de la tasa de crecimiento. La especificación de la naturaleza y magnitud de la influencia recíproca de las microfinanzas sobre la economía es más difícil de precisar. El tamaño pequeño tanto de las carteras de microfinanzas como de las actividades económicas financiadas no permite suponer que la expansión tenga una influencia notable sobre la tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB). Esta influencia se da, en el largo plazo, posiblemente por canales indirectos, que reflejan el impacto de las microfinanzas en la formación de capital, el manejo del riesgo, el clima de negocios y los grados de integración de los mercados. En vista, sin embargo, de la elevada proporción de la fuerza de trabajo ubicada en operaciones de pequeño tamaño, la influencia de las microfinanzas en el empleo es significativa. De la misma manera, la influencia de las microfinanzas sobre la distribución del ingreso y de la riqueza es sustancial. Los resultados de inclusión y de aumento de la participación en mercados organizados de poblaciones que, hasta recientemente, habían estado excluidas un tema de central trascendencia en la actual coyuntura política del país han sido excepcionales. Este trabajo no cuenta, sin embargo, con información adecuada para ilustrar y cuantificar estos impactos. Los retos metodológicos para lograr una evaluación de este tipo son, en todo caso, formidables y la información no siempre está disponible de la manera necesaria.25 2.1 Crisis macroeconómica, liberalización financiera y microfinanzas Su íntima conexión con lo macroeconómico se remonta al momento mismo en que las microfinanzas surgieron, de muy diversas maneras. En primer lugar, las microfinanzas bolivianas fueron, en efecto, fruto de una crisis macroeconómica. Nacieron, en la segunda mitad de la década de los ochenta, como respuesta a retos que surgieron de la crisis macroeconómica de la primera mitad de esa década y aprovechando oportunidades creadas por la liberalización financiera que siguió a la crisis. En el espacio de represión financiera extrema previo a 1987, las microfinanzas no hubieran tenido ningún chance de éxito.
25 Una enumeración de estos retos, unida a un esfuerzo modesto por superarlos, y algunos resultados preliminares se pueden encontrar en Jorge H. Maldonado, Claudio González Vega y Vivianne Romero, “The Influence of Microfinance on the Education Decisions of Rural Households: Evidence from Bolivia”, trabajo presentado en la reunión anual de la Asociación Americana de Economistas Agrícolas, celebrada en Montreal, Canada, en julio de 2003 (http://aede.osu.edu/programs/RuralFinance/Bolivia.htm).
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Dado el agudo grado de represión financiera observado en Bolivia en ese entonces, la liberalización financiera fue una condición necesaria para el surgimiento de las microfinanzas. A su vez, la represión financiera era una consecuencia de una inestabilidad macroeconómica extrema, de un manejo incompetente de la banca estatal y de la ausencia de un marco de regulación y supervisión prudencial adecuado. La situación llegó a ser tan extrema, que el diagnóstico se vuelve claro. En efecto, entre 1982 y 1986, el PIB decreció a una tasa promedio del –3.4 por ciento, el déficit del sector público llegó a representar más del 30 por ciento del PIB, la hiperinflación dio lugar, en el peor momento, a tasas de cambio de los precios equivalentes al 23,500 por ciento anual y las reservas monetarias internacionales tomaron valores negativos. La inestabilidad era simplemente resultado de un manejo macroeconómico incorrecto.26 El sistema financiero sufrió las consecuencias de esta inestabilidad de manera dramática. La desintermediación fue masiva y los activos del sistema financiero cayeron de US$ 1,000 millones en 1981 a US$ 60 en 1985. Los resultados del manejo incompetente de las entidades financieras estatales se acentuaron con la prevalencia de tasas de interés cada vez más negativas, en términos reales, fijadas a niveles que no cubrían los costos de operación. El poco interés por manejar correctamente el riesgo llevó a perdidas por falta de cobro de los préstamos y, junto con las pérdidas operativas, a la insolvencia de las entidades. La politización y la corrupción contribuyeron a los dramáticos efectos regresivos en la distribución del ingreso que ya se derivaban de las políticas de tasas de interés y de falta de cobro de los préstamos. Las pérdidas fiscales resultantes fueron enormes y explican por qué, para estabilizar la macroeconomía, fue necesario cerrar estos bancos. Por su lado, la ausencia de un marco de regulación y supervición prudencial adecuado permitió el comportamiento oportunístico de los bancos comerciales privados. La banca privada se caracterizaba por la toma imprudente de riesgos excesivos, estimulada por la baja capitalización de las entidades y las expectativas de que, en caso de problemas, las entidades serían salvadas por el estado. La combinación de estas dos circunstancias es siempre una receta para promover el riesgo moral en la banca. Los bancos privados se aprovecharon de la represión de los depositantes que caracterizó a la época para subsidiar las operaciones de las otras empresas pertenecientes a los grupos dueños de las entidades financieras.
26 Jacques Trigo, en “The Crisis in the Bolivian Financial System: Causes and Solutions”, trabajo presentado en la Conferencia del Banco Interamericano de Desarrollo y el Japan Center for International Finance, Washington D.C., 2000, analiza los ingredientes de la típica receta de manejo macroeconómico incorrecto: aumentos no sostenibles de salarios, gasto público excesivo, erosión de la base tributaria, pérdida total del acceso al crédito externo, tasas de cambio de la moneda distorsionadas, tasas de interés controladas, negativas en términos reales, elevados requisitos de encaje legal y controles a la asignación de la cartera de crédito.
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El programa de estabilización macroeconómica hizo necesario un tratamiento de choque, bien conocido, que logró disminuir el déficit del sector público al 3.3 por ciento del PIB en 1986 y, con eso, logró reducir la tasa de inflación al 14 por ciento anual para 1987. Recobrada la estabilidad macroeconómica, el proceso de profundización financiera gradualmente se recuperó y, para 1988, los activos del sistema financiero llegaban a US$ 659 millones.27 Esta experiencia representa, en sí misma, una fuente de innumerables lecciones sobre manejo macroeconómico y sus relaciones con la profundización financiera. La historia de las microfinanzas bolivianas debe muchos de sus rasgos a estas raíces en su origen. En segundo lugar, las circunstancias macroeconómicas del momento marcaron, en efecto, el destino de las incipientes microfinanzas bolivianas. Primero, el desencanto con la banca estatal de desarrollo como mecanismo para la expansión de la frontera de servicios financieros abrió espacios a la iniciativa privada, primero, en manos de las organizaciones no gubernamentales (ONG) y, luego, de otros intermediarios privados con motivos de lucro. Este cambio en la propiedad de las organizaciones a cargo de la expansión de la frontera trajo resultados inesperados, en contradicción con la visión de quienes pensaban que únicamente el estado sería capaz de llevar servicios financieros a clientelas hasta entonces excluidas de los mercados institucionales de crédito. Segundo, el fracaso de la banca estatal como mecanismo para ampliar el acceso llevó a una importante evolución en el concepto de crédito. El crédito dejó de ser un instrumento político o una herramienta para poner en práctica la política pública, con la que se intentaba alcanzar objetivos que el crédito no puede lograr y pasó a ser un contrato, cuyo cumplimiento se espera, con derechos y responsabilidades tanto para los deudores como para los acreedores. Este cambio de perspectiva enriqueció el capital social e institucional del país. Tercero, la memoria de la hiperinflación destruyó cualquier vestigio de ilusión monetaria en Bolivia. A partir de entonces, todos los actores en los mercados financieros piensan, computan y toman decisiones considerando magnitudes en términos reales, no términos nominales. Entre otras cosas, esto permitió el ajuste de las tasas de interés a niveles nominales que, en otros momentos, hubiesen parecido inaceptables, sin que ahora se presentaran cuestionamientos de equidad inmediatos en cuanto al nivel de las tasas. Esto le permitió a las OMF cobrar tasas de interés bastante elevadas, con las que resultó posible cubrir buena parte de los elevados costos iniciales de las operaciones de microfinanzas y fomentar el sendero hacia la sosteniblidad de las organizaciones. La protección de valor se convirtió en un parámetro aceptado en las transacciones financieras y abrió la oportunidad para el desarrollo de operaciones tanto en moneda extranjera como en moneda nacional. 27 Véase Jacques Trigo, op. cit., 2000.
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Cuarto, la memoria de la hiperinflación fortaleció, además, la aceptación política de un manejo monetario y cambiario muy prudente por parte del Banco Central de Bolivia, con metas de inflación logradas a tasas de cambio en los precios muy bajas. La ausencia de inflación hizo posible la determinación de precios de las operaciones financieras que no tuvieron que incorporar elevadas primas por incertidumbre en cuanto al nivel futuro de precios. Por su parte, la mayor sensibilidad de los depositantes y de otros demandantes de los pasivos del sistema financiero ante las expectativas de inflación fortaleció el enfoque prudente de las autoridades. Si bien algunos observadores han criticado recientemente el manejo prudente de la política monetaria, no cabe duda que la estabilidad de precios ha sido un factor esencial y positivo en la expansión de las microfinanzas. Quinto, la liberalización de los precios de las transacciones financieras permitió la fijación de las tasas de interés a niveles que intentan cubrir los costos de operación, con lo que se promovió realísticamente la sustentabilidad de las organizaciones y se estimularon innovaciones en tecnologías financieras que permitieron la expansión de la oferta. Sexto, al introducirse el concepto de libre disponibilidad de los fondos, se reconoció la fungibilidad de los fondos y se le permitió a las organizaciones acreedoras concentrarse en el manejo del riesgo (es decir, la estimación y seguimiento de la capacidad y voluntad de pago) y no en dirigir el crédito. Al permitirles operar en condiciones de mercado, las OMF pudieron enfocar sus esfuerzos a identificar y responder a las demandas legítimas por sus servicios. Séptimo, la victoria sobre la crisis macroeconómica también requirió el fortalecimiento del marco de regulación y supervisión prudencial. Una vez creado este marco, gradualmente se restauró la confianza entre los actores en los mercados financieros.28 Con base en la estabilidad lograda en el sistema, al autorizar el funcionamiento de BancoSol y de los fondos financieros privados dedicados a las microfinanzas, la SBEF favoreció una expansión de la frontera de servicios financieros que ha generado incalculables beneficios sociales. Octavo, las nuevas entidades especializadas pudieron así enfrentar el enorme exceso de demanda por servicios financieros, que la crisis macroeconómica misma había atizado, en un amplio y dinámico sector informal urbano, en ese entonces todavía no politizado y no atendido por la banca. Noveno, en contraste con el desperdicio de ingentes recursos por la banca estatal de desarrollo, en préstamos subsidiados de poca cobertura, un grupo de notables innovadores juiciosamente usó la ayuda de la cooperación internacional para fortalecer las organizaciones. Los frutos de esta visión rápidamente se multiplicaron.
28 El sistema tendría que superar nuevas dificultades en 1993-94, consecuencia de un crecimiento muy acelerado del crédito, una capitalización todavía baja de las entidades, alta concentración de las carteras y serias debilidades en la estructura de propiedad de los bancos (Trigo, op.cit., 2000).
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2.2 Expansión, riesgo sistémico y crisis En tercer lugar, tras su surgimiento, las microfinanzas crecieron sanas en una economía de mercado sana, estable y en rápido crecimiento. El impresionante aumento de la cobertura de las microfinanzas durante buena parte de la década de los noventa (1987-1998) reflejó, además de las innovaciones en tecnologías financieras y la balanceada visión de organizaciones especializadas sostenibles, una situación macroeconómica favorable. La cartera de las organizaciones de microfinanzas y de crédito de consumo reguladas (es decir, la cartera agregada de los FFP) creció, conforme las antiguas ONG se fueron transformando, nuevas organizaciones fueron entrando y la cobertura del mercado aumentó, de US$ 9.3 millones, a diciembre de 1992, hasta US$ 247.8 millones, a diciembre de 1998. (Véase el crecimiento de la cartera de las OMF reguladas en el Gráfico 1 en el Anexo de Gráficos). Este entorno favorable le permitió a las OMF concentrar su atención en el riesgo idiosincrásico y desarrollar excepcionales herramientas para manejarlo, con un éxito que ha admirado al resto del mundo. Como consecuencia, amplios segmentos de la población se beneficiaron de un acceso a servicios financieros al que hasta entonces habían estado excluidos.29 A pesar de algunos ajustes recientes, los logros bolivianos en amplitud y profundidad de la cobertura de las microfinanzas no tienen parangón. Se trata, en todo caso, de una inusitada etapa de expansión sostenida, durante la cual las OMF enfrentan muy pocos riesgos sistémicos. En cuarto lugar, las microfinanzas han tenido que enfrentar los retos más serios en su evolución con la reciente crisis macroeconómica (González Vega y Rodríguez Meza, Cuaderno de SEFIR No. 1, 2002). El enfrentar estos retos ha sido una tarea ingente, dado el sustancial aumento de la competencia que los precedió, poco antes del recrudecimiento de las dificultades sistémicas. Así, a la saturación en los mejores mercados de las OMF se le sumó el estancamiento de la actividad económica, en un doble golpe contra la rentabilidad de las organizaciones. Cualquiera que hubiese intentado pronosticar el futuro al momento del surgimiento de las OMF, década y media atrás, hubiese pronosticado incorrectamente la debilidad y posible desaparición de estas organizaciones ante una secuencia de eventos como la que fue brevemente descrita en secciones anteriores.
29 Una encuesta de clientes de organizaciones de microfinanzas efectuada por investigadores de OSU a finales del 2001 reveló que, entre hogares con alguna actividad independiente entre 1997 y 2001, que hubieran tenido acceso a alguna fuente de crédito institucional en alguno de esos años, las FFP tradicionales de microfinanzas y BancoSol habían alcanzado la mayor cobertura. En 1999, un 25 por ciento de esos hogares había recibido un préstamo de una de estas OMF, en contraste con 10 por ciento que había recibido un préstamo de un FFP de consumo y 5 por ciento que lo había recibido de una cooperativa. Esta cobertura era mayor en La Paz, El Alto, Oruro y Cochabamba que en Santa Cruz. Véase González González y González Vega en “Sobre-endeudamiento en las microfinanzas bolivianas”, Columbus, Ohio: reporte de investigación del Programa Finanzas Rurales de OSU, septiembre de 2003.
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La crisis financiera reciente ilustra de varias maneras la importancia de lo macroeconómico en el desempeño del sistema financiero, en general, y de las microfinanzas, en particular. Primero, a través de su impacto en la confianza y en las expectativas, la crisis macroeconómica afecta el crecimiento de los depósitos captados del público. Lo sorprendente, sin embargo, ha sido el crecimiento sostenido de la captación de depósitos por las OMF reguladas, durante el período de crisis incluso durante algunos de los momentos concretos de corridas por depósitos debidas a la incertidumbre política en contraste con otros subsistemas del sector financiero (Gómez Soto, Cuaderno de SEFIR No. 13, 2003). Segundo, a través de sus impactos adversos en las oportunidades de negocios y la rentabilidad esperada de las inversiones, la crisis macroeconómica afecta tanto la demanda como la oferta de crédito, reduciendo las carteras de los intermediarios. Lo sorprendente, sin embargo, ha sido el crecimiento sostenido de las carteras de algunas OMF, en contraste con lo observado para otros subsistemas del sector financiero (González-Vega y Rodríguez Meza, Cuaderno de SEFIR No. 1, 2002). Tercero, a través del aumento del riesgo sistémico, la crisis macroeconómica afecta la calidad de las carteras de los intermediarios financieros, aumentando las tasas de morosidad. Lo sorprendente, sin embargo, ha sido que, a pesar de aumentos en las tasas de morosidad de las OMF, éstas se han mantenido por debajo de las observadas en otros subsistemas del sector financiero y han decrecido recientemente, en contraste con lo observado en otros subsistemas (González-Vega y Rodríguez Meza, Cuaderno de SEFIR No. 1, 2002). Las investigaciones de Ohio State University, en colaboración con el proyecto DAI/SEFIR, han documentado y analizado estas múltiples interacciones entre lo macroeconómico y las microfinanzas. Junto a la mayor versatilidad de su clientela típica, las organizaciones de microfinanzas han descansado tanto en la robustez de sus innovaciones en tecnologías financieras como en un comportamiento más prudente que el de otros subsistemas, reflejo de su historia de búsqueda continuada de la sostenibilidad, sin apoyos políticos, y de la fuerte competencia que ha caracterizado a este sector del sistema financiero. Esto le ha permitido al sector de las organizaciones especializadas en microfinanzas ganar un mejor posicionamiento en el mercado, evitar o superar la disminución de sus carteras vigentes y controlar la mora por debajo de los niveles que aquejan a otros tipos de intermediarios financieros. Así, más que de una crisis de las microfinanzas, se debe hablar de un sector de las microfinanzas que ha mostrado muchas fortalezas —y algunas debilidades— en una etapa de crisis macroeconómica. Durante esta etapa, en cualquier caso, las OMF han logrado un desempeño comparativamente mejor que otros tipos de intermediarios financieros. Los detalles cuantitativos de estas diferencias se examinan a continuación.
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III Desintermediación financiera y microfinanzas La continuada crisis que la macroeconomía boliviana ha experimentado durante los últimos cinco años se ha reflejado, especialmente, en un agudo proceso de desintermediación financiera. Este proceso se ha caracterizado por la disminución, en términos reales, de los montos de los depósitos captados y de los montos de las carteras de crédito vigentes, para casi todos los tipos de intermediarios financieros, complementada por sostenidos incrementos en los niveles de mora en las carteras. Este proceso de desintermediación financiera con disminuciones en los montos y en la calidad de los activos del sistema financiero contrasta con la rápida recuperación en los indicadores de tamaño del sector financiero, que había tenido lugar después de la crisis de la primera mitad de la década de los ochenta cuando el proceso de desintermediación había sido profundo y que había representado una respuesta positiva a las reformas financieras de 1987. El desarrollo de las microfinanzas había además complementado este sostenido proceso de profundización financiera con una masiva ampliación de la cobertura mediante la inclusión de poblaciones que hasta entonces no se habían beneficiado de la profundización financiera. Los eventos recientes representan, entonces, un quiebre estructural con una tendencia sostenida durante la década y media anterior, como resultado de la poderosa influencia de lo macroeconómico sobre el desempeño del sector financiero. El proceso de desintermediación financiera a nivel nacional ha estado acompañado, además, por la salida de capitales privados, principalmente de fondos externos intermediados por el sistema financiero boliviano. Los movimientos de capitales a corto plazo y los flujos netos al sector privado (otros capitales) habían pasado, de un flujo positivo de US$ 33 millones en 1996, a flujos negativos (salidas) de US$ 376 millones en 1999, US$ 350 millones en 2000, US$ 518 millones en 2001 y a la suma menor de US$ 154 millones en 2002 y este proceso había continuado en 2003.30 Estas salidas de capital reflejaron la contracción del crédito del sistema bancario, consecuencia de la crisis misma, y la decisión de los bancos, en estas circunstancias, de prepagar sus obligaciones externas e invertir en el exterior, en lugar de volver a inyectar estos recursos internamente.31
30 En 2002 se había presentado, sin embargo, un incremento notable (con signo negativo) en la cuenta de errores y omisiones de la balanza de pagos. Los datos provienen de los análisis de Luis Carlos Jemio, de la Unidad de Estudios Económicos de la Corporación Andina de Fomento, cuya gentil colaboración se agradece. 31 Es indispensable entender la determinación endógena de estas magnitudes. No sería correcta afirmar, por ejemplo, que las carteras de crédito se han reducido porque (como consecuencia de que) se han dado las salidas de capital. Es posible que los bancos decidieran repagar sus obligaciones en el exterior porque colocar estos fondos en su cartera de crédito ya no era atractivo. La ausencia de una demanda de crédito legítima explicaría entonces las salidas de capital. En definitiva, ambos resultados serían explicados a su vez por un tercer factor, la crisis macroeconómica, básicamente de origen exógeno al sistema financiero.
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En consecuencia, se ha dado tanto una disminución en el financiamiento externo como en el financiamiento interno de las actividades económicas del país. Esta contracción de la intermediación financiera ha sido, en todo caso, una de las consecuencias, no una causa, de la crisis macroeconómica. Más bien, el origen de la crisis macroeconómica se ubica, principalmente, en elementos exógenos al sistema financiero. Las consecuencias que se han observado en el sistema financiero han sido principalmente respuestas a la evolución de lo macroeconómico. Esta percepción permite entender, a un primer nivel básico, cómo el sistema financiero tendría poca capacidad de revertir la desaceleración de la economía, cuando esta desaceleración obedece a factores exógenos al sistema. Este proceso de contracción del sistema financiero ha tenido lugar, a su vez, a continuación de un proceso previo de rápida expansión crediticia. Es decir, se ha tratado de un ciclo bien definido, con sobre-expansión seguida de aguda contracción. La gravedad de las crisis financieras está usualmente asociada, no con el nivel absoluto de las tasas de crecimiento de la economía (ya sea altas o bajas), sino con la amplitud de las fluctuaciones en esas tasas de crecimiento y, en particular, a la amplitud de las fluctuaciones en los montos de las carteras de crédito. El caso boliviano muestra una marcada amplitud en la evolución de las carteras brutas y de las carteras vigentes de los intermediarios financieros. Las carteras de los bancos crecieron 17 por ciento en 1997 y 26 por ciento en 1998. La contracción se inició con una reducción de las carteras de 6 por ciento (1999) y 16 por ciento (2000), seguida por disminuciones adicionales, de 23 por ciento (2001) y 14 por ciento (2002) y ha continuado en el último año (Cuadro 1 en el Anexo de Cuadros).32 Estas amplias fluctuaciones le presentan graves retos a cualquier sistema financiero y son preocupantes pues, con la contracción, el aumento de la mora se hace evidente y porque crean amplias oportunidades para la introducción de políticas distorsionantes, las que cuesta mucho desmantelar una vez pasada la crisis. Lo sorprendente es que las organizaciones de microfinanzas hayan enfrentado estas tendencias de la intermediación financiera con oscilaciones en los montos y en la calidad de sus carteras, cuando las ha habido, mucho menores que las experimentadas por los bancos. La explicación de estos comportamientos y desempeños diferenciales no es fácil. En términos generales, las interacciones entre la evolución del entorno macroeconómico boliviano y el desempeño de las distintas organizaciones de microfinanzas han sido complejas. En primer lugar, la influencia sobre el desempeño de cada organización, de los distintos eventos adversos que han caracterizado la evolución del entorno, no ha sido uniforme. 32 Las referencias a cuadros y gráficos en el texto se refieren, en todos los casos, a las estadísticas presentadas en el Anexo de Cuadros Estadísticos y en el Anexo de Gráficos.
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En efecto, algunos de los shocks sistémicos han afectado a ciertas organizaciones de microfinanzas más que a otras, en función de su ubicación geográfica o de la importancia relativa de las distintas actividades financiadas, según la estructura de sus carteras. Distintos grados de vulnerabilidad han resultado de la mayor o menor incidencia de cierto tipo de eventos sobre cierto tipo de organizaciones. En segundo lugar, dada una secuencia de eventos adversos comunes a todas las OMF, algunas organizaciones han mostrado mayor capacidad que otras para anticiparlos o para hacerle frente a sus efectos. Esta mayor capacidad de reacción y mejores mecanismos de protección definen rasgos institucionales valiosos, deseables en cualquier esfuerzo de expansión de la frontera de las microfinanzas. En la comparación entre las OMF y otros tipos de intermediarios financieros será útil y necesario, por lo tanto, recurrir a estas diferencias en rasgos institucionales. En el caso de los bancos, por ejemplo, parece haberse dado un mayor grado de comportamiento oportunístico, como resultado de las expectativas de salvataje que los dueños de estas entidades han abrigado (expectativas que, en efecto, ya se han corroborado, en 2003, con algunos casos de salvataje de entidades financieras específicas, más allá de los cambios en el marco de supervisión prudencial que han sido impulsados por el Poder Ejecutivo para aliviar las presiones de la crisis sobre los bancos). Expectativas como las de los bancos también han sido abrigadas por los clientes grandes de los bancos. Estas expectativas de bail out también han sido corroboradas, al menos en la medida en que la puesta en funcionamiento de un “hospital de empresas” representa esfuerzos políticos por proteger a las empresas, independientemente de la calidad de sus decisiones gerenciales pasadas. En el caso de las mutuales y de algunas cooperativas, las diferencias en su desempeño han mostrado, en buena medida, los efectos de estructuras de derechos de propiedad en estas organizaciones atenuados de tal manera que les ha restado capacidad de reacción. En contraste, a pesar de su estructura de propiedad no convencional, los FFP han mostrado mayor capacidad de adaptación. Incluso, diferencias entre los FFP pueden ser explicadas, en buena medida, por diferencias en estructuras organizacionales. En tercer lugar, los esfuerzos de promoción por parte de la cooperación internacional o del estado principalmente vía el FONDESIF no han sido simétricos, dando origen a efectos desnivelados de los eventos sistémicos (González Vega, Cuaderno de SEFIR No. 6, 2002). Si bien la presencia de estas asimetrías ha afectado el desempeño relativo de algunas OMF, no ha impedido, sin embargo, una cierta identificación de las ventajas y desventajas comparativas de las distintas organizaciones de microfinanzas, a lo largo del ciclo. La posibilidad de distinguir se ha hecho más difícil, no obstante, en el caso de las ONG que se dedican a microfinanzas como entidades no reguladas.
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3.1 Evolución de las carteras de crédito La evolución comparativa de las carteras del sistema financiero se examina en esta sección. El rápido crecimiento, asociado con la acelerada expansión inicial del crédito, tanto de las carteras brutas como de las carteras vigentes de todos los tipos de intermediarios financieros, se observa con mucha claridad entre 1997 y 1998, si bien el crecimiento observado en muchos casos precede a al período considerado aquí (Cuadros 1 al 6). Se observan, sin embargo, importantes diferencias en el ritmo de crecimiento de las carteras, en la comparación entre unas y otras organizaciones. Estas diferencias están, en alguna medida, relacionadas con el efecto diferente de la crisis sobre cada tipo de intermediario y en la capacidad de cada tipo de intermediario de responder a los retos de la crisis. Las que más crecieron fueron las OMF no reguladas, es decir, las ONG dedicadas al crédito. En su conjunto, las carteras vigentes de estas organizaciones no reguladas crecieron 37 por ciento, al pasar de US$ 38 millones en 1997 a US$ 52 millones en 1998 (Cuadro 4). Esta rápida expansión, menos relacionada con el ciclo del sistema como respuesta a los eventos macroeconómicos, fue financiada principalmente con recursos de la cooperación internacional y menos con la captación del ahorro nacional. Esta acelerada expansión de las carteras de crédito de las ONG fue seguida, no obstante, por un crecimiento también rápido de su cartera en mora, aunque menor, en ese período inicial, en comparación con otros intermediarios, principalmente los regulados no vinculados con las microfinanzas (Cuadro 5). El crecimiento de las carteras brutas y las carteras vigentes de los intermediarios regulados fue rápido y, en su conjunto, más uniforme que entre las ONG (Cuadros 1 y 3). Entre 1997 y 1998, las carteras vigentes de los bancos comerciales crecieron 26 por ciento, las de los FFP tradicionales de microfinanzas crecieron 24 por ciento y las de los FFP de consumo y otros crecieron 23 por ciento.33 Estas tasas de crecimiento son excepcionalmente altas, para cualquier sistema financiero. La cartera de BancoSol creció bastante, pero menos rápidamente (14 por ciento), aunque había crecido aceleradamente en los años precedentes. Las carteras que menos crecieron, entre 1997 y 1998, fueron las de las mutuales (11 por ciento) y las de las cooperativas (9 por ciento), posiblemente menos como resultado de una prudencia razonable y más por las limitaciones que sus estructuras de propiedad y de gobierno le imponen al crecimiento de sus pasivos.
33 Este documento distingue entre los FFP tradicionales de microfinanzas (Caja Los Andes, FIE, Eco-Futuro y PRODEM) y los FFP de consumo (Acceso, Fassil y Fondo de la Comunidad). Aunque han sido constituidos bajo la misma licencia de FFP, su comportamiento y las características de sus tecnologías de crédito son muy diferentes. BancoSol se presenta por separado de los otros bancos comerciales, por razones semejantes.
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Al interior de cada subconjunto se presentaron algunas diferencias importantes en las tasas de crecimiento de las carteras vigentes de los intermediarios individuales. Entre los FFP de microfinanzas, la cartera vigente de Caja Los Andes creció 36 por ciento, mientras que la de PRODEM creció 16 por ciento. Entre los FFP de consumo, Fondo de la Comunidad y FA$$IL experimentaron un crecimiento acelerado de sus carteras, en sostenida continuación del proceso de explosiva expansión de estos intermediarios a finales de la década. En general, ya entre 1997 y 1998, durante la etapa de rápida expansión crediticia y a pesar de que el crecimiento de las carteras usualmente esconde los atrasos de pago el monto de las carteras en mora de casi todos los intermediarios financieros bolivianos creció más rápidamente que el monto de las carteras vigentes, en anuncio de los problemas que se recrudecerían en los años siguientes. Así, la cartera en mora de los bancos comerciales creció 58 por ciento (en contraste con un crecimiento de 26 por ciento para la cartera vigente) y la cartera en mora de los FFP de microfinanzas creció 41 por ciento, en contraste con 24 por ciento de crecimiento para la cartera vigente (Cuadros 2 y 5). Únicamente FIE experimentó una disminución en el monto de su cartera en mora, mientras que, entre 1997 y 1998, la tasa de aumento de la mora fue elevada para BancoSol, Caja Los Andes y, en particular, PRODEM. Es importante reconocer, no obstante, que en el caso de los FFP de microfinanzas este crecimiento tuvo lugar a partir de montos de cartera en mora inicialmente muy bajos y durante un período de rápida expansión de la cartera bruta. En contraste, la mora en los FFP de consumo se disparó, excepto en Acceso, anunciando la debacle en este subsistema que seguiría. Como se muestra en el Cuadro 6, por su parte, entre 1997 y 1998 varias ONG, incluyendo algunas que se habían caracterizado por bajos niveles de mora, experimentaron aumentos importantes del monto de la cartera en mora (CRECER, Pro-Mujer, IDEPRO, SARTAWI, Agrocapital). El paso de la expansión a la contracción del crédito se hizo evidente en 1999, aunque no inmediatamente para todos los tipos de intermediarios financieros. La contracción de la cartera vigente fue masiva en el caso de los FFP de consumo (con una disminución de 56 por ciento, entre 1998 y 1999). Las carteras vigentes de los bancos (con una caída de 6 por ciento) y de las cooperativas (con una caída de 8 por ciento) también mostraron una tasa de crecimiento negativa, pero éste no fue el caso para los demás tipos de intermediarios y, en particular, para las organizaciones especializadas en microfinanzas (Cuadros 1 y 4). Es decir, las OMF no sufrieron, en el momento inicial de la crisis, un efecto negativo en sus carteras, en parte por el comportamiento de sus clientes y en parte por sus políticas de cartera.
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Las carteras vigentes de los FFP tradicionales de microfinanzas siguieron creciendo durante 1999, a una tasa de 24 por ciento, alta incluso después de que se ignora la entrada de Eco-Futuro. Solo PRODEM creció lentamente (6 por ciento en ese año), conforme esta organización se preparaba para su transformación en FFP. La cartera vigente de las ONG creció 11 por ciento y la de BancoSol creció 8 por ciento (Cuadros 1 y 4). CRECER fue la ONG cuya cartera aumentó más rápidamente. Es decir, en 1999 la contracción todavía no se observó en las organizaciones de microfinanzas. Durante 1999, las carteras en mora aumentaron en casi todas las instituciones. El aumento fue especialmente significativo entre las ONG (75 por ciento), incluyendo algunas de las que habían experimentado un crecimiento acelerado de su cartera el año anterior (CIDRE, IDEPRO, Funbodem, Agrocapital). Otras ONG, en contraste, reaccionaron ante los problemas del año anterior y redujeron significativamente sus carteras en mora (Pro-Mujer, CRECER). Estas últimas dos ONG lograrían, en los años siguientes, sostener su crecimiento con bajos niveles de mora, como resultado del valor de los servicios que le prestan a su clientela. La disminución de la mora también se observó en PRODEM, en su preparación para convertirse en entidad regulada. El crecimiento de la cartera en mora, en contraste, fue importante en FIE y BancoSol (Cuadros 2 y 5). La contracción de las carteras vigentes de crédito se profundizó en 2000. El derrumbe de los FFP de consumo continuó, de manera que, a finales de 2000, su cartera vigente sumaba US$ 24 millones, comparado con US$ 109 millones en 1998.34 Las carteras vigentes de los bancos se redujeron 16 por ciento y la cartera de BancoSol se redujo 11 por ciento (Cuadro 1). Únicamente las carteras de los FFP tradicionales de microfinanzas continuaron en aumento (27 por ciento). Además de la entrada de Eco-Futuro como entidad regulada ese año, el proceso de captura gradual de una mayor participación en el mercado por los FFP (market share) fue dominado por Caja Los Andes (29 por ciento de aumento de su cartera) y por FIE (19 por ciento), los únicos intermediarios financieros con crecimiento importante de su cartera vigente en ese momento, en reflejo de la superioridad de su tecnología de crédito individual (Cuadro 4). Es decir, todavía en 2000, la contracción del crédito no tocó a las organizaciones reguladas de microfinanzas, salvo a BancoSol, por razones que se explicarán adelante. A su vez, las carteras vigentes de las ONG, en su conjunto, prácticamente se estancaron en 2000 (con un 1 por ciento de aumento). Este promedio para las ONG esconde, sin embargo, grandes diferencias entre unas organizaciones y otras (Cuadro 5). La distinción más importante se da entre los programas de bancos comunales, que no distorsionan tasas de interés y ofrecen servicios financieros valiosos a los clientes y otras ONG más enfocadas al crédito subsidiado y dirigido.
34 Como Villafana Ibarnegaray explica (Cuaderno de SEFIR No. 14), las cifras contables incluidas en los Boletines de la SBEF no describen suficientemente la evolución de las carteras no recuperadas de las distintas organizaciones. Véase este trabajo para mayores detalles.
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En efecto, las organizaciones de bancos comunales que habían hecho esfuerzos especiales por mantener la fidelidad y disciplina de sus clientes crecieron rápidamente, como fue el caso de Pro-Mujer (58 por ciento) y CRECER (24 por ciento), a pesar de las limitaciones de liquidez que enfrentaron en este período.35 En contraste, otras ONG de larga historia experimentaron serias disminuciones de su cartera vigente, como fueron los casos de CIDRE, Agrocapital y Fondeco. En reflejo de la crisis macroeconómica, las carteras en mora continuaron creciendo en 2000. El crecimiento del monto de la cartera en mora de las ONG fue siempre elevado (61 por ciento), con pocas excepciones (IDEPRO y Pro-Mujer). El monto de la cartera en mora de los bancos aumentó 39 por ciento, a un ritmo mayor que la cartera en mora de BancoSol (29 por ciento), la de las cooperativas (12 por ciento) y la de los FFP tradicionales de microfinanzas, cuya cartera en mora tuvo el insignificante aumento de 2 por ciento, un resultado realmente excepcional. A este último sorprendente resultado contribuyeron la disminución de la cartera en mora de PRODEM y el lento crecimiento de la cartera en mora de Caja Los Andes. En contraste, en 2000, FIE experimentó un aumento importante en el monto de su cartera en mora. La liquidación de las carteras vencidas de los FFP de consumo implicó que las carteras todavía en mora de estos intermediarios fueran contablemente menores. Estas tendencias continuaron durante 2001 y 2002. Las carteras vigentes de los bancos disminuyeron a una tasa de 23 por ciento en 2001 y de 14 por ciento en 2002 (Cuadro 1). A diciembre de 2002, esas carteras representaban únicamente un 53 por ciento de los montos ya alcanzados a diciembre de 1998. La oscilación del ciclo había sido, por lo tanto, amplísima. Durante 2001, la cartera vigente de BancoSol creció a una tasa positiva de 1 por ciento, que se incrementó a 7 por ciento en 2007, separándose así, con su cartera de microfinanzas, del comportamiento de los otros bancos en esta etapa avanzada de la crisis. Estos marcados contrastes en la evolución de las carteras vigentes de los distintos tipos de intermediarios están ilustrados en el Gráfico 2. Siguiendo el sendero marcado por los bancos, la cartera vigente de las mutuales también decreció, a tasas de 11 por ciento en 2001 y 4 por ciento en 2002. Esto colocó esta cartera por debajo del monto ya alcanzado en 1997. Lo mismo ocurrió con las cooperativas, cuyas carteras vigentes decrecieron 9 por ciento en cada uno de esos dos años (Cuadro 1). En contraste, las carteras vigentes de los FFP de microfinanzas crecieron 20 por ciento en 2001 y 22 por ciento en 2002. El contraste de los FFP de microfinanzas con el resto del sistema financiero es dramáticamente marcado.
35 Véase Claudio González Vega y Jorge H. Maldonado, “Profundización crediticia entre los clientes de CRECER y Pro Mujer” (Columbus, Ohio: reporte de investigación del Programa Finanzas Rurales de OSU, septiembre de 2003), para una explicación del traslado de clientes de BancoSol y PRODEM hacia los programas de bancos comunales, conforme los FFP de crédito de grupos abandonaban esta tecnología de crédito.
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Salvo una marcada contracción de EcoFuturo, en reflejo de las serias deficiencias en su estructura de dueños, que ha arrastrado desde su creación, todos los FFP de microfinanzas mostraron un crecimiento sostenido. La cartera vigente de PRODEM creció 40 por ciento en 2001 y 33 por ciento en 2002 (Cuadro 1). La cartera vigente de FIE creció 22 por ciento en 2001 y 29 por ciento en 2002. La cartera vigente de Caja Los Andes creció 11 por ciento en 2001 y 27 por ciento en 2002. Lo más sorprendente es que este crecimiento tuvo lugar en un período cuando los acontecimientos políticos y sociales afectaron particularmente a las clientelas de estas organizaciones y cuando las amenazas políticas a la cultura de pago fueron particularmente fuertes en este segmento del mercado. Además, fue un crecimiento financiado por una agresiva captación de depósitos del público, los que aumentaron su importancia relativa en el fondeo de estas organizaciones durante el período (Soto Gómez, Cuaderno de SEFIR No. 13). Finalmente, las carteras vigentes de las OMF no reguladas crecieron 2 por ciento en 2001 y 15 por ciento en 2002, un aumento comparativamente menor al de las microfinanzas reguladas, a pesar del decidido apoyo estatal a su expansión. A su vez, el aumento de las carteras en mora continuó inalterado durante 2001 y 2002. El monto de las carteras en mora de las ONG aumentó 30 por ciento ese año y 30 por ciento en 2002, en promedio para el conjunto, siguiendo con el substancial deterioro de la calidad de sus préstamos (Cuadro 5). Este promedio refleja, sin embargo, grandes diferencias entre unas organizaciones y otras. Organizaciones que, hasta ese momento, habían logrado contener la mora, comenzaron a tener algunas dificultades, posiblemente relacionadas con la rápida tasa de expansión (CRECER, Pro-Mujer). En todo caso, las cifras para las ONG muestran grandes fluctuaciones en sus tasas de crecimiento, de un año a otro, en reflejo de las fuertes limitaciones de liquidez que enfrentan, momentáneamente superadas por la llegada de fondos externos. En 2001, la cartera en mora de los bancos aumentó 24 por ciento, en la misma proporción que la de BancoSol. Sin embargo, en 2002, la cartera en mora de los bancos disminuyó 10 por ciento y, en un esfuerzo excepcional incluyendo los castigos correspondientes la cartera en mora de BancoSol disminuyó 76 por ciento. Estos cambio reflejaron, además, cambios en la normativa prudencial, que redujeron el rigor con que se computa la mora. Este es, sin embargo, un efecto puramente contable, que no refleja cambios verdaderos en la calidad de la cartera y que, por sus efectos demostración, posiblemente contribuya a mayores deterioros en el futuro. El posible empeoramiento en la calidad de la cartera se debería al impacto negativo, sobre los incentivos a pagar, de las expectativas que todas estas medidas estimulan acerca de que habrá perdones de deudas y otras concesiones a los deudores. La adopción de esta nueva normativa fue resultado lamentable de la injerencia del Poder Ejecutivo en las labores técnicas de la SBEF.
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La cartera en mora de las mutuales aumentó 27 por ciento en 2001 y disminuyó 10 por ciento en 2002. La cartera en mora de las cooperativas disminuyó 1 por ciento en 2001 y 45 por ciento en 2002. Principalmente por influencia de PRODEM (109 por ciento) y de Eco-Futuro, la cartera en mora de los FFP de microfinanzas aumentó 50 por ciento en 2001, pero disminuyó 22 por ciento al año siguiente. Los aumentos de la cartera en mora en 2001 también fueron importantes en las otras FFP, de 23 por ciento en Caja Los Andes y 18 por ciento en FIE, en parte como consecuencia de contagios. a través del sistema, consecuencia de algunas externalidades negativas generadas por la debacle de los FFP de consumo. En 2002, la cartera en mora en Caja Los Andes disminuyó 30 por ciento y en FIE disminuyó 1 por ciento (Cuadro 2). En resumen, al comparar 1997 con 2002, la cartera vigente de los bancos comerciales había sufrido una disminución sumamente importante. Al final del mismo período, las carteras de las mutuales y de las cooperativas habían disminuido en menor proporción y la cartera de BancoSol había finalmente superado el nivel equivalente al que tenía en 1997. Las carteras de las ONG y, en mayor medida, las carteras de los FFP de microfinanzas habían continuado un crecimiento sostenido. Estas tendencias se muestran en el Gráfico 2. En gran contraste, el monto de las carteras de los FFP tradicionales de microfinanzas se había casi triplicado. La cartera vigente de Caja Los Andes, la institución que más ganó en el mercado, era 3.1 veces mayor en 2002 que en 1997. Buena parte de esta expansión había sido financiada con captación de depósitos del público. La cartera vigente de FIE era 2.8 veces mayor. Incluso la cartera vigente de PRODEM, a pesar de las dificultades de su transición tecnológica del crédito de grupos al crédito individual, era 2.3 veces mayor y la de las ONG no reguladas era 1.8 veces mayor que a finales de 1997. El Gráfico 3 muestra la evolución de las tasas de crecimiento de las carteras vigentes. En este gráfico se puede apreciar el mayor nivel y, sobre todo, la mayor estabilidad de la tasa de crecimiento de las carteras vigentes de diversos tipos de intermediarios financieros. El elemento clave en la explicación del desempeño diferencial y, en particular, del mejor desempeño de las OMF se encuentra en un crecimiento pausado pero sostenido, en contraste con un crecimiento desbocado seguido de una fuerte contracción, que caracteriza desempeño desastroso de los FFP de consumo y desafortunado también el de los bancos. Los cambios correspondientes de las participaciones relativas en el mercado financiero (market shares) se reflejan en el Gráfico 4. La participación de los bancos comerciales se ha reducido aceleradamente, mientras que los FFP de consumo y otros han perdido casi por completo su importancia. Todos los otros intermediarios financieros distintos a las OMF aumentaron su participación en el mercado, en unos pocos puntos porcentuales cada uno.
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Los FFP tradicionales de microfinanzas, junto con BancoSol, fueron los intermediarios que más aumentaron su participación en los montos de la cartera vigente del sistema. Igual ocurrió con las ONG, a partir de su muy pequeña participación inicial. El Gráfico 5 muestra la evolución de estas participaciones en el mercado, excluyendo a los bancos comerciales. En este gráfico se muestra la pérdida de importancia de las mutuales (de 39 a 34 por ciento), cooperativas (de 26 a 22 por ciento) y organizaciones de crédito de consumo y otras (13 a 5 por ciento) frente a los FFP de microfinanzas y BancoSol (de 17 a 30 por ciento) y las OMF no reguladas (de 6 a 10 por ciento), en el grupo de las entidades no bancarias. Son estas últimas organizaciones las que han ofrecido competencia y han logrado capturar segmentos del mercado, a expensas de los bancos. De continuarse este sano proceso, la estructura del sistema financiero boliviano se alterará irreversiblemente. De alguna manera, esta habría sido una consecuencia positiva de la crisis. El Gráfico 6 muestra las participaciones relativas en el segmento del mercado conjunto de los FFP tradicionales de microfinanzas y BancoSol de cada una de las organizaciones individuales. Primero, la participación de los FFP de microfinanzas creció aceleradamente, en detrimento de la participación de BancoSol. Es decir, BancoSol no pudo aprovechar, de igual manera que los FFP de microfinanzas, la oportunidad de aumentar su participación en el mercado, tras la debacle de los FFP de consumo y la crisis del sistema financiero, en general. Esto se debe principalmente a los retos de la transición de una tecnología de crédito grupal a una tecnología de crédito individual. En los dos últimos años, sin embargo, la pérdida de importancia relativa de BancoSol ha sido menor. Además, se puede apreciar el aumento en la participación en el mercado de las microfinanzas reguladas de Caja Los Andes y de FIE, las organizaciones que, desde el inicio, hicieron la escogencia de una tecnología de crédito individual. En efecto, las fuertes reducciones observadas en la cartera vigente de BancoSol y el poco crecimiento de la cartera vigente de PRODEM, en comparación con las de Caja los Andes y FIE, se pueden explicar, en buena medida, por la superioridad demostrada por el crédito individual durante la etapa recesiva del ciclo. Los préstamos individuales, al estar mejor ajustados a los requerimientos de los clientes, conducen a una mayor fidelidad, es decir, a una mayor valoración de la relación de cliente con la institución acreedora y, por este medio, a mayores incentivos de pago y a una mejor recuperación. Además, el crédito a grupos es particularmente vulnerable a las perturbaciones adversas sistémicas. Durante la etapa expansiva, el riesgo de la institución y el riesgo de los miembros del grupo que han otorgado una garantía solidaria responde únicamente a eventos idiosincrásicos, es decir, eventos relativos a circunstancias de alguno(s) de los miembros del grupo.
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Los miembros del grupo habrán evaluado estos riesgos sistémicos y le harían frente sin problemas a su obligación, cuando fuese necesario. Cuando se da una perturbación adversa sistémica, sin embargo, con fuerte correlación entre los resultados de su actividad productiva para todos los miembros del grupo, los miembros que no pueden pagar el préstamo son demasiados y el grupo se desintegra. En este caso, el aumento de la mora es mayor que si se hubiese estado trabajando con crédito individual. 3.2 Desempeño diferencial Al interior de cada sub-grupo de organizaciones se observa, por lo tanto, gran diversidad de resultados. Esto sugiere que el desempeño está solo en parte determinado por el tipo de organización de que se trate. Es cierto que, en principio, el diseño de ciertos tipos de organizaciones origina una mayor vulnerabilidad que en otros casos, pero hay otros factores que también afectan el resultado. Estos otros factores influyen en que se puedan encontrar bancos mejores que otros, FFP excelentes y otras no tan buenas, ONG y cooperativas excepcionales y otras malas y así sucesivamente. Un reto para el investigador, el regulador y supervisor prudencial y el practicante es identificar cuáles son estos otros determinantes. Si bien el diseño por tipo de organización es el mismo, las diferencias en estructuras de propiedad y de gobierno (governance), incluso entre organizaciones de un mismo tipo, juegan un papel central en estas distinciones. Como se ha indicado, las diferencias en la escogencia inicial de la tecnología de crédito también importan mucho. Segundo, en todos los casos, en mayor o menor medida, se puede observar un ciclo de un crecimiento rápido de la cartera bruta al inicio, un aumento subsiguiente, todavía más rápido, de la cartera en mora y, finalmente, una disminución o desaceleración de la cartera vigente. El mejor o peor desempeño de un determinado intermediario se evaluaría, en este caso, por la menor amplitud de la oscilación asociada con este ciclo. Las mejores organizaciones muestran un ciclo menos pronunciado que las menos exitosas. En contraste, cuando el ciclo es muy agudo, las entidades tienden a fracasar. La amplitud del ciclo depende tanto de la vulnerabilidad del intermediario particular a los eventos externos como de sus propias fortalezas y debilidades institucionales para hacerle frente a estas perturbaciones (shocks). Tercero, algunos intermediarios financieros experimentaron este ciclo con cierto rezago, en comparación con otros. Entre mayor fue el rezago, mayor fue la probabilidad de que el desempeño del intermediario se viera menos afectado de una manera negativa. Así, los FFP de consumo experimentaron un ciclo temprano y agudo y esto los llevó a la debacle. En contraste, los FFP tradicionales de microfinanzas sufrieron un ciclo menos acentuado y más tardío y salieron adelante con éxito, aumentando su participación absoluta y relativa en el mercado. Estas diferencias están íntimamente ligadas a las características de la tecnología de crédito empleada en cada caso.
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En efecto, el ciclo común de expansión y contracción del crédito no afectó a todos los intermediarios por igual. Las mejores organizaciones tradicionales de microfinanzas mostraron el mejor desempeño de todo el sistema financiero, a pesar de las externalidades negativas, vía un deterioro de la cultura de pago, que sufrieron como consecuencia de la aparición y desaparición de los FFP de consumo y de los problemas sociales y políticos que Bolivia ha experimentado en los años más recientes. El mal desempeño de los FFP de consumo reflejó un intento por introducir una innovación en tecnologías de crédito (credit scoring) no apropiado para el tipo de clientes buscados y para la situación del mercado en ese momento. Al no haber un empate adecuado entre tecnología y perfil del cliente, la tecnología fracasó. A lo largo de su evolución, la expansión de las microfinanzas bolivianas se ha sustentado en haberle otorgado valor a la relación con el cliente, como incentivo para el pago de los préstamos. De esta manera, las organizaciones de microfinanzas han creado nueva riqueza, pero una riqueza no tangible (González Vega, Cuaderno de SEFIR No. 5, 2002). El valor de este activo intangible le ha permitido, a su vez, a las organizaciones de microfinanzas otorgarle préstamos a hogares-empresas que no contaban con los activos reales, tradicionalmente hipotecables como garantía de un préstamo bancario. Tanto la crisis macroeconómica como la evolución de las actitudes políticas y el descontento social han comenzado a amenazar esta manera de operación y nuevas innovaciones en tecnología de crédito podrían ser necesarias para evitar la desaparición de las clientelas meta originales de las carteras de crédito. Cuarto, el valor de la relación de cliente con las organizaciones de microfinanzas como activo intangible se ha reducido, no obstante, como consecuencia de la mayor competencia y saturación de ese segmento del mercado, al menos en algunas localidades. En ausencia de un sistema completo y eficiente de información sobre los deudores, a pesar de los significativos progresos de la Central de Riesgo de la SBEF y de la creación, con apoyo de DAI/SEFIR, de un buró de crédito privado, la posibilidad de obtener crédito en otras instituciones reduce el valor de la relación de cliente con un intermediario particular y, con ello, se reducen los incentivos a pagar. A las consecuencias usuales de la mayor competencia se le agregó, en el caso boliviano, la colocación agresiva de préstamos, sin mayor análisis de la capacidad y voluntad de pago de los clientes, por parte de los FFP de consumo. Si bien la desaparición de los FFP de consumo, en alguna medida, ha servido para corregir esta distorsión, el daño que causaron perdurará por algún tiempo. Su tecnología de crédito estuvo caracterizada por una excesiva tolerancia de los atrasos, con lo que la férrea disciplina creada por los FFP de microfinanzas se erosionó. Esta tolerancia de los atrasos estuvo acompañada, a la vez, por métodos de cobro agresivos, que antagonizaron a los clientes y llevaron el tema del cobro de los préstamos a la arena política.
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Con las perturbaciones adversas en la economía, la mora en estos FFP de consumo creció aceleradamente y sus prácticas de cobro llevaron al establecimiento de asociaciones de deudores. Los FFP de consumo que causaron el surgimiento de estas asociaciones ya no operan. Las asociaciones de deudores han perdurado, sin embargo, en detrimento de los FFP tradicionales de microfinanzas. El valor de la relación de cliente con las organizaciones de microfinanzas se ha reducido, además, porque el estancamiento de la actividad económica ha hecho que un préstamo de mayor tamaño, en el futuro, sea menos importante para una microempresa, en las actuales circunstancias, que lo que era en la etapa de expansión. Los mejores FFP de microfinanzas habían sido, en el pasado, bastante conservadores en cuanto a los montos que estaban dispuestos a prestar. Con el fin de mantener el valor de su relación con el cliente, sin embargo, estos FFP de microfinanzas se han visto en la necesidad de ofrecer préstamos de mayor tamaño. Así, sus carteras han continuado expandiéndose, a pesar de aumentos de su cartera en mora. Quinto, el valor de la relación con el cliente ha sido claramente mayor en los FFP de microfinanzas que otorgan préstamos individuales que en los que otorgan préstamos en grupos. Esta es una lección importante, sobre todo para la expansión del crédito en las áreas rurales, donde el riesgo sistémico local es más acentuado, en vista de la debilidad de esta tecnología ante la incidencia del riesgo sistémico. Sexto, estas diferencias de desempeño se reflejan en diferencias en el grado de profundización crediticia alcanzado por cada tipo de organización. La crisis del sistema financiero ha dado lugar a un retroceso en el proceso de profundización financiera que Bolivia venía experimentando desde las reformas de política de 1987. El Gráfico 8 muestra como las razones de las carteras de crédito de cada tipo de organización con respecto al PIB alcanzaron un máximo en 1998. En ese año se observó el mayor grado de profundización crediticia, cercano al 60 por ciento del PIB. Para 2002, esta razón se encontraba por debajo del 40 por ciento. La profundización crediticia bancaria, que se acercaba al 50 por ciento del PIB en 1998, estaba por debajo del 30 por ciento en 2002. Únicamente la profundización crediticia asociada con las entidades no bancarias, a pesar de la debacle de los FFP de consumo, siguió en ascenso, acercándose al 10 por ciento del PIB en 2002. Las mayores contribuciones a este resultado provienen de los FFP de microfinanzas, como se muestra en los Gráficos 9 y 10. La profundización crediticia de las mutuales y de las cooperativas disminuyó, mientras que la profundización crediticia de las OMF reguladas pasó de menos de 1.5 por ciento del PIB en 1997 a casi un 3 por ciento en 2002. El Gráfico 11 muestra las tasas de crecimiento del PIB, de las carteras bancarias, excluyendo BancoSol y de las OMF reguladas. El estancamiento del
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PIB real se refleja en las bajas tasas de crecimiento, inferiores a las experimentadas en el período anterior. La dramática disminución de las tasas de crecimiento de las carteras bancarias, que se vuelve ampliamente negativa, particularmente en 2001, muestra un comportamiento más que pro-cíclico de estas carteras bancarias. En contraste, las tasas de crecimiento de las carteras de microfinanzas a niveles más elevados que las tasas de crecimiento del PIB muestran el comportamiento anti-cíclico de las microfinanzas. Estos resultados simplemente describen el impacto de la actividad macroeconómica en las carteras de distintos tipos de organizaciones y en distintos segmentos del mercado y no sugieren, en ningún momento, que las políticas de crédito y, mucho menos, que las normas de regulación y supervisión prudencial deban ser usadas con estos propósitos macroeconómicos. Los efectos observados en las carteras de crédito son consecuencias, no causas, de una situación macroeconómica de origen exógeno al sistema financiero y, por lo tanto, no pueden ser corregidos con cambios en la normativa financiera. Los Gráficos 12 y 23 desagregan este interesante comportamiento, para mostrar que el comportamiento anti-cíclico se debe esencialmente al crecimiento de las carteras de las organizaciones de microfinanzas con tecnologías de crédito individual, mientras que las carteras de crédito de grupos esencialmente siguen el comportamiento del PIB, corroborando la hipótesis de que esta correlación entre las carteras de crédito a grupos y el nivel de actividad económica explica la debilidad de esta tecnología de crédito durante la parte descendente del ciclo. 3.3 La amplitud de la cobertura El número de clientes de las organizaciones de microfinanzas y de los FFP de consumo creció sostenidamente hasta 1999. En efecto, el número total de clientes pasó, de 335 mil en 1996, a 499 mil en 1999, a 441 mil en 2000, a 400 en 2001 y 396 mil en 2002 (Cuadro 7). Si bien éste seguiría siendo un número significativo de clientes, pues antes de 1996 hubo un crecimiento importante, la cobertura en este segmento del mercado habría disminuido. La disminución más grave resultó del fracaso de los FFP de consumo. Parte importante en este proceso ha jugado, además, la evolución en el número de clientes de BancoSol. Los clientes de esta organización aumentaron de 72 mil, en 1996, hasta 82 mil en 1998, para luego disminuir dramáticamente, hasta 51 mil en 2002. Aparentemente, esta tendencia se ha revertido en 2003. La pérdida de clientes por BancoSol ha representado casi una tercera parte de la pérdida neta en el número de clientes de todas las organizaciones de microfinanzas y de crédito de consumo durante el período bajo análisis. Esta pérdida se explica, en parte, por el efecto de la recesión sobre la viabilidad del crédito a grupos.
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Esta pérdida de clientes se explica, además, por la concentración de la cartera de BancoSol en pequeños comerciantes, quienes han sido afectados por la disminución de las importaciones. Debido a esta concentración, BancoSol tuvo que cerrar oficinas en Oruro, al ser puesta en práctica la nueva Ley de Aduanas. El número de clientes también disminuyó al fracasar los experimentos de BancoSol con el crédito rural (Gráfico 14). En contraste, el número de clientes de los FFP tradicionales de microfinanzas aumentó, a lo largo de todo el período, rápidamente primero y sostenidamente luego, desde 63 mil clientes, en 1996, hasta 121 mil, en 2002 (Cuadro 7 y Gráfico 14). Este aumento ha reflejado una mayor fidelidad de los clientes de los FFP, especialmente en algunas instituciones particulares. El aumento fue importante en Caja Los Andes, donde el número de clientes más que se duplicó, al pasar de 22 mil, en 1996, a 51 mil en 2002. Su estrategia le permitió a este FFP incrementar significativamente su presencia relativa en el mercado (market share), a pesar de que sus criterios de otorgamiento de crédito son más conservadores que en otras organizaciones de microfinanzas. La atención flexible y oportuna, sin embargo, ha solidificado la fidelidad de sus clientes. También importante, pero menos sostenido (es decir, más volátil), ha sido el aumento en el número de clientes de FIE. En el mismo período, con algunas fluctuaciones, este número aumentó de 14 mil hasta 26 mil.
En contraste, el número de clientes de PRODEM, que había aumentado rápidamente, de 27 mil, en 1996, a 47 mil, en 1998, luego, coincidiendo con la contracción del sistema, disminuyó a 21 mil clientes en 2002. Esta tendencia también parece haberse detenido en 2003. Este fue el único FFP, sin embargo, que terminó el período con menos clientes que al inicio. Sobre este resultado para PRODEM habrán influido también las debilidades del crédito a grupos, así como las dificultades de operar una red de oficinas rurales sin suficiente apoyo de una base urbana de clientes hasta recientemente.
El crecimiento más espectacular en el número de clientes lo han experimentado dos organizaciones que operan con bancos comunales, CRECER (casi 7 veces, hasta alcanzar más de 40,000 clientes en 2002) y Pro-Mujer (más de 4 veces, hasta alcanzar una clientela de 32,000 en 2002). Estas son clientelas comparables en sus números a las de FIE, Eco-Futuro y PRODEM, entre los FFP regulados, y comparables a las de ANED y FADES, organizaciones de larga trayectoria en las áreas rurales, con mucho apoyo externo subsidiado. En su conjunto, las ONG de microfinanzas tenían más de 162 mil clientes a finales de 2002 (Gráficos 14 y 15). Los Cuadros 8 y 9 muestran la evolución de la amplitud de la cobertura en las áreas urbanas y rurales. En ambos casos se observa un aumento muy acelerado al inicio (1996) hasta alcanzar un máximo en 1999, seguido de una sustancial reducción y una leve recuperación en los números de clientes en 2002.
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En las áreas urbanas, el número de clientes aumentó de 190 mil en 1996 hasta 261 mil en 1999. Este número disminuyó a 175 mil en 2001 y se recuperó parcialmente a 198 mil en 2002. En las áreas rurales, a su vez, el número de clientes aumentó de 95 mil en 1996 hasta 159 mil en 1999. Este número disminuyó a 131 mil en 2001 y se recuperó parcialmente a 137 mil en 2002. Estas tendencias muestran un crecimiento más rápido, durante el período, en los números de clientes rurales que en los números de clientes urbanos, a pesar de las dificultades de expandir la frontera hacia las áreas rurales. Mientras que en 1996, la clientela urbana era prácticamente el doble que la rural, en 2002 la clientela rural es un número equivalente a dos terceras partes de la clientela urbana. En resumen, la evolución de los montos de las carteras, los niveles de mora y el número de clientes durante los últimos años han puesto en evidencia la estrecha conexión que existe entre lo macroeconómico y la evolución de las microfinanzas en Bolivia. En las secciones siguientes se examinan algunas dimensiones de esta evolución macroeconómica.36 3.4 Agregados monetarios El proceso de desintermediación financiera, salvo en las OMF, descrito en las secciones anteriores, se ha reflejado también en la evolución de los agregados monetarios de Bolivia. Esto ha sido reflejo de la elevada vulnerabilidad de los sistemas financieros ante las perturbaciones de orden macroeconómico. El Gráfico 22 muestra la evolución de los agregados monetarios en el largo plazo (1990-2002), a partir de observaciones mensuales. En este gráfico se aprecia el acelerado proceso de monetización observado durante la mayor parte de la década de los noventa, en respuesta a la estabilidad de precios lograda por las autoridades. En relación con la oferta monetaria (M1) en el sentido más restringido, se observa un crecimiento sostenido hasta 1999, seguido de una disminución, al iniciarse la crisis, y luego de una recuperación que sugiere un aumento de la preferencia por la liquidez. Mediciones más amplias de la oferta monetaria (M2 y M3) muestran más claramente los efectos de la crisis, con disminuciones en 1999 (por los impactos macroeconómicos) y a mediados de 2002 (por los impactos políticos). El efecto de los shocks de orden político es más marcado, con grandes perturbaciones de corto plazo, sobre todo en M3. Esto muestra la gran sensibilidad en Bolivia de estas magnitudes, ante cambios en las expectativas.
36 Aquí se consideran únicamente aquellas dimensiones de la evolución macroeconómica que son pertinentes para explicar sus efectos sobre el desempeño del sistema financiero. Hay disponibles varios excelentes análisis de la evolución macroeconómica reciente, de manera que una duplicación sería innecesaria. Además, el análisis se hace con base en las cifras revisadas por el INE a finales de 2003.
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Estas tendencias se reflejan en los indicadores de profundización monetaria mostrados en el Gráfico 23. Las razones de los agregados monetarios con respecto al PIB crecen rápidamente después de la crisis de la década de los ochenta, sufren su primer revés con la crisis bancaria de 1993-94 y se recuperan, para estancarse y disminuir con la crisis macroeconómica reciente. Las fluctuaciones en las tasas de crecimiento de la producción, la liquidez y otros tipos de depósitos observadas durante el período se muestran en el Gráfico 24. El crecimiento negativo ocurre a partir de 1999. La evolución de los agregados monetarios difiere sustancialmente cuando se consideran las tenencias denominadas en bolivianos o denominadas en dólares. Las tenencias de M1 denominadas en bolivianos crecen sostenidamente hasta 1997 y luego se estancan. Las tenencias de M1denominadas en dólares crecen hasta inicios de 1999 y luego, tras volverse más volátiles, disminuyen en los primeros años de la crisis y luego aumentan, posiblemente conforme los agentes económicos buscan acumular reservas líquidas de precaución con protección de valor (Gráfico 25). Estas tendencias se muestran más marcadas al comparar el crecimiento de las tenencias de M2 y de M3 denominadas en bolivianos y las denominadas en dólares (Gráficos 26 y 27). En los gráficos se puede apreciar la brecha rápidamente creciente entre las tenencias en moneda nacional y las tenencias en moneda extranjera. Este trabajo no aborda el tema de esta dolarización creciente y las implicaciones para el manejo de la política monetaria. Esta dolarización introduce, de todas maneras, nuevos riesgos cambiarios, que complican el manejo de las carteras por parte de los intermediarios financieros. El Gráfico 28 muestra la dramática caída de la importancia relativa de la liquidez en bolivianos, de más de cuatro quintas partes del total en 1985 hasta menos de una cuarta parte en 2002. Al no poder captar en bolivianos, los intermediarios financieros no pueden tampoco prestar en bolivianos, con lo que se aumenta el riesgo cambiario en el sistema. Las consecuencias en los riesgos de crédito de esta situación cambiaria se han visto acentuadas por las tasas de devaluación más elevadas que las tasas de inflación que se han observado en años recientes. En el caso de las microfinanzas, estos riesgos son importantes por la inclinación de los clientes de las OMF a producir bienes no transables internacionalmente. El Gráfico 29 muestra una evolución paralela de la preferencia por la liquidez, lo que sugiere que existe mayor nerviosismo entre los tenedores de los pasivos del sistema monetario boliviano. A partir de 1993, cuando representaban más de tres quintas partes de la liquidez, los depósitos a plazo fijo han ido perdiendo importancia, para representar poco más de dos quintas partes del total en 2002. Los Gráficos 30 y 31 muestran la evolución de las tasas de cambio de estos componentes de la liquidez.
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La importancia relativa de los distintos tipos de intermediarios en la captación de recursos del público, por el número de cuentas, se muestra en el Gráfico 32. Aquí se aprecia, una vez más, el sorprendente progreso de los FFP de microfinanzas en este esfuerzo. Esta importancia relativa, según los montos movilizados, se presenta en el Gráfico 33. Los mismos datos, desagregados para los diversos tipos de intermediarios no bancarios, se muestran en los Gráficos 34 y 35. La disminuida importancia relativa de las cooperativas es notoria en este caso. Los Anexos de Gráficos y de Cuadros Estadísticos presentan evidencia sobre la bajísima tasa de inflación observada durante la crisis así como sobre la volatilidad de los precios en el muy corto plazo (Cuadros 36 y 37). El deterioro de la situación fiscal se muestra en los Gráficos 38 y 39. El financiamiento del déficit se muestra en los Gráficos 40, 41 y 42. Finalmente, la recesión se refleja en los indicadores de producción y de demanda interna, presentados en los Gráficos del 43 al 54. Dramática es la reducción en la formación neta de capital a partir de 1998. Esta reducción tiene su paralelo en la dramática reducción de las importaciones a partir de ese mismo año (Gráfico 48). Unida al poco crecimiento de las exportaciones, Bolivia ha sufrido una reducción en sus indicadores de apertura al comercio exterior. En la reactivación de su comercio exterior se encuentran, sin embargo, sus oportunidades para salir de la crisis y, de esta manera, la esperada recuperación del sistema financiero.
Jesús Nazareno 12,041 13,954 12,671 20,524 22,914San Martín de Porres 9,724 12,450 11,893 16,868 12,597Fátima 5,728 6,952 6,909 8,709 8,050La Merced 3,838 5,524 6,277 8,618 8,441San Pedro 1,972 2,602 2,555 3,756 3,348Loyola 1,573 1,709 1,891 1,632 1,559Catedral de Tarija 2,627 3,248 3,368 - 5,527Hospicio 1,942 2,116 2,128 4,887 3,252San Luis 1,914 0 3,242 4,021 - San Antonio 1,717 1,798 1,776 2,297 2,342Pío X 1,758 1,979 1,961 2,076 2,536Financiacoop 838 1,684 - 4,688El Chorolque - - - - - El Churqui 599 967 - 1,371 - Inca Huasi 1,324 1,462 1,461 1,493 1,588Montero 1,502 1,911 1,760 2,092 1,791Quillacollo 880 1,157 1,128 1,280 1,456San José de Punata 669 660 732 840 1,101Monseñor Gaínza 2,328Educadores Gran Chaco 2,663Comarapa 733San Mateo 1,125TrinidadSan RoqueSan JoaquinMagisterio RuralSan Jose de BermejoCatedral de PotosiTrapetrol OrienteMadre y MaestraSan Francisco Solano
TOTAL ENTIDADES 334,539 428,082 465,646 498,992 441,714 Fuente: Superintendencia de Bancos y Entidades Financieras y FinruralNota: el total de cooperativas no incluye algunas cooperativas para las cuales no se encontraron datos. Por esta razón se incluye un subtotal sin cooperativasNota: datos tomados de Superintendencia no distinguen por género.Nota:los datos para Ecofuturo y Fie en 1991 se toman de la Super debido a error en Finrural. Por eso no hay distinción por genero. En el caso de Ecofuturo se asigna a a urbano dado que Ecofutura era predominantemente urbano
1998 1999 2000
CUADRO 7NUMERO DE CLIENTES DE LAS ORGANIZACIONES DE MICROFINANZAS SEGUN GENERO
1996 1997
FISCALIZADAS
ENTIDADAÑO
112
Hombres % Mujeres % TOTAL Hombres % Mujeres % TOTAL 58,547 37 71,612 45 158,573 81,823 47 90,969 53 172,792
TOTAL ENTIDADES 235,537 303,220 315,904 339,617 284,441 Fuente: Superintendencia de Bancos y Entidades Financieras y Finrural(1) La clasificación urbana rural para cooperativas en 1998 sigue la asignación en urbanas y rurales de los otros años. No se distingue por género en 1999 y 2000.Nota: el total de cooperativas no incluye algunas cooperativas para las cuales no se encontraron datos. Por esta razón se incluye un subtotal sin cooperativas
CUADRO 8
1999 2000
NUMERO DE CLIENTES URBANOS DE LAS ORGANIZACIONES DE MICROFINANZAS SEGUN GENERO
AÑO
1998
FISCALIZADAS
ENTIDAD 1996 1997
114
Hombres % Mujeres % TOTAL Hombres % Mujeres % TOTAL 41,409 32 59,572 46 129,395 65,782 45 79,188 55 144,970
Inca Huasi 1,324 1,462 1,461 1,493 1,588Montero 1,502 1,911 1,760 2,092 1,791Quillacollo 880 1,157 1,128 1,280 1,456San José de Punata 669 660 732 840 1,101Monseñor Gaínza 2,328Educadores Gran Chaco 2,663El Chorolque 2,137 2,330Comarapa 733San Mateo 1,125FinanciacoopHospicioJesús NazarenoSan Martín de PorresTrnidadSan Francisco SolanoSan Roque
TOTAL ENTIDADES 99,002 124,862 149,742 167,112 160,413 Fuente: Superintendencia de Bancos y Entidades Financieras y Finrural(1) La clasificación urbana rural para cooperativas en 1998 sigue la asignación en urbanas y rurales de los otros años. No se distingue por género en 1999 y 2000.Nota: el total de cooperativas no incluye algunas cooperativas para las cuales no se encontraron datos. Por esta razón se incluye un subtotal sin cooperativas
1999 2000
FISCALIZADAS
ENTIDAD
CUADRO 9
1996 1997
NUMERO DE CLIENTES RURALES DE LAS ORGANIZACIONES DE MICROFINANZAS SEGUN GENERO
AÑO
1998
116
Hombres % Mujeres % TOTAL Hombres % Mujeres % TOTAL 17,138 59 12,040 41 29,178 16,041 58 11,781 42 27,822
TOTAL ENTIDADES - 40,086,729 145,053,408 48,157,081 24,592,975 24,403,908 4,277,772 286,571,873 Fuente: FinruralNota: en 1999 agricultura se clasificaba dentro de Manufacturas
TOTAL ENTIDADES - 39,865,230 34,365,667 9,639,483 3,940,420 6,403,650 1,900,595 96,115,045 Fuente: FinruralNota: en 1999 agricultura se clasificaba dentro de Manufacturas
REGULADAS
(en dólares a diciembre 1999)Cartera rural por actividad económica para organizaciones de microfinanzas
CUADRO 12
ENTIDAD Agropec Manufacturas Comercio TotalServicios Vivienda Consumo Otros
TOTAL ENTIDADES - 79,951,959 179,419,075 57,796,564 28,533,395 30,807,558 6,178,367 382,686,918 Fuente: FinruralNota: en 1999 agricultura se clasificaba dentro de Manufacturas