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_. --- -.- -- ---..-------..- HUME y LA NECESIDAD HISTORICA Antony Flew u Diversidad de Reading, Inglaterra 1. EN LA PRIMERA PAR1E DE LA SECCIÓN VIII de la primera Inquiry Hume desarrolla su 4r4rproyectode reconciliación con respecto a la cuestión de la libertad y la necesidad". En la sección correspondiente del Treatise no hay tal sugerencia de conciliación. Sin embargo, dice Hume ahora, "no se re- querirán muchas palabras para probar que todos los hom- bres han estado siempre de acuerdo en la doctrina de la libertad, así como en la de la necesidad, y que toda esta disputa, en este respecto, también ha sido hasta ahora me- ramente verbal" (95; 104). 1 Ciertamente que es en esta parte de la primera 1 nquiry donde debemos rastrear la ascendencia de una tesis típica- mente filistea de los primitivos positivistas lógicos. Pues ellos solían argüir que, puesto que los problemas filosóficos son -como deben ser- conceptuales, todos estos problemas tienen que ser considerados como meramente verbales. No son, según reza su frase predilecta, problemas reales que haya que resolver, sino pseudo-problemas que hay que di- solver. Quizás no hayamos oído aún, ni con mucho, la última palabra sobre dicha tesis. 2 Pero yo quiero considerar aquí 1 Las referencias de paginación entre paréntesis son: primero, de la edición de L. A. Selby-Bigge en Oxford UDiversity Press; y, se- gundo, de la edición de C. W. Hendel en Bobbs-Merrill Library of Liberal Arts. 2 Yo tenía la esperanza de que algunas observaciones agudas en la "Introducción" a la Segunda Serie de Logic and Language (Oxford, Blackwell, 1953) hubieran hecho algún bien (pp. 5-6). Este asunto. importa más de lo que importa cualquier concepción errónea. Pues este modo de hablar despreciativo y sin cuidado disminuye a la 6 277 -- - - --- -
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Nov 02, 2018

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HUME y LA NECESIDAD HISTORICA

Antony Flewu Diversidad de Reading, Inglaterra

1. EN LA PRIMERA PAR1E DE LA SECCIÓN VIII de la primeraInquiry Hume desarrolla su 4r4rproyectode reconciliación conrespecto a la cuestión de la libertad y la necesidad". En lasección correspondiente del Treatise no hay tal sugerenciade conciliación. Sin embargo, dice Hume ahora, "no se re-querirán muchas palabras para probar que todos los hom-bres han estado siempre de acuerdo en la doctrina de lalibertad, así como en la de la necesidad, y que toda estadisputa, en este respecto, también ha sido hasta ahora me-ramente verbal" (95; 104). 1

Ciertamente que es en esta parte de la primera 1nquirydonde debemos rastrear la ascendencia de una tesis típica-mente filistea de los primitivos positivistas lógicos. Puesellos solían argüir que, puesto que los problemas filosóficosson -como deben ser- conceptuales, todos estos problemastienen que ser considerados como meramente verbales. Noson, según reza su frase predilecta, problemas reales quehaya que resolver, sino pseudo-problemas que hay que di-solver. Quizás no hayamos oído aún, ni con mucho, la últimapalabra sobre dicha tesis. 2 Pero yo quiero considerar aquí

1 Las referencias de paginación entre paréntesis son: primero, dela edición de L. A. Selby-Bigge en Oxford UDiversity Press; y, se-gundo, de la edición de C. W. Hendel en Bobbs-Merrill Library ofLiberal Arts.

2 Yo tenía la esperanza de que algunas observaciones agudas enla "Introducción" a la Segunda Serie de Logic and Language (Oxford,Blackwell, 1953) hubieran hecho algún bien (pp. 5-6). Este asunto.importa más de lo que importa cualquier concepción errónea. Pueseste modo de hablar despreciativo y sin cuidado disminuye a la

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el "proyecto de reconciliación" de Hume como una contri-bución a la filosofía analítica de la historia. Este énfasis enla historia habría atraído ciertamente a Hume, el futurohistoriador: en su propia exposición resulta verdaderamentedominante. Creo que lo que Hume tiene que decir sobrela necesidad no tiene mucho valor positivo. No obstantepuede ser interesante e instructivo. Pues sus defectos fun-damentales son disimuladamente compartidos por muchosescritores contemporáneos: y, como dijo Francis Bacon, ~~Laverdad surge más fácilmente del error que de la confusión". 3

La sugerencia lockeana de Hume acerca de la libertad, porotro lado, podría ser enormemente fructífera. También estodavía muy insuficientemente apreciada.

o o o

2. (a) Hacia el final de su tercer parágrafo introductorioHume está listo para entrar en materia: ~~Comenzaremosexaminando la doctrina de la necesidad" (81; 91). Hume sindemora comienza entonces precisamente con una doctrinade la necesidad física genuina: "Está universalmente admi-tido que la materia, en todas sus operaciones, es actuadapor una fuerza necesaria, y que todo efecto natural estádeterminado tan precisamente por la energía de su causaque ningún otro efecto podría en tales circunstancias par-ticulares haber resultado de ella. El grado y dirección detodo movimiento está prescrito con tal exactitud por lasleyes de la naturaleza que una criatura viviente puede tanfácilmente nacer del choque de dos cuerpos, como un mo-vimiento, en cualquier otro grado o dirección distintos delos que efectivamente son producidos por ese choque. Enconsecuencia, si quisiéramos formarnos una idea justa y

filosofía tanto a los ojos de los estudiantes como a los del públicoen general.

3 Novum Organum en The Works of Francis Bacon, J. Spedding,R. L. Ellis y D. D. Heath, editores (London and New York:Longmans, 1869), Vol. VIII, pág. 210. Esta referencia se la debo aThomas Kuhn.

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precisa de necesidad deberíamos considerar de dónde surgeesa idea, cuando la aplicamos a la operación de los cuerpos"(82; 91-92; el subrayado es de Hume).

Hay dos cosas que señalar de inmediato con respecto aesta primera aseveración. Una es que característicamenteHume insiste en que para dilucidar el significado de untérmino tenemos que considerar: No lo que se sigue nece-sariamente de las aserciones que contengan ese término, nilo que necesariamente sea incompatible con ellas, sino másbien ~~ de dónde surge esa idea". Esto es peligroso. Ya quepor muy esclarecedor que pueda resultar el descubrir larespuesta a esta segunda cuestión, el significado actual deun término no está determinado por los orígenes de nada,sino por su correcto uso actual. Por consiguiente, es com-pletamente posible que el significado de una afirmaciónsea considerablemente más extenso que la suma de todoslos enunciados que de hecho se hayan ofrecido o pudieranser ofrecidos alguna vez en su apoyo. 4 Ciertamente es tam-bién por lo menos concebible que alguien pueda poseer unacapacidad olvidada de emplear ciertas palabras del modoque de hecho es el correcto; si bien decir esto no es afirmarni negar que alguien pudiera saber, y saber que sabe, (partede) un lenguaje -público sin haber empleado nunca (la partecorrespondiente de) sus capacidades verbales.

El otro punto a subrayar es que Hume está hablandoaquí de leyes de la naturaleza en el sentido más com-pleto y fuerte. En este sentido, todo lo que esté ~~prescrito"por una ley de la naturaleza es contingentemente necesario;mientras que cualquier cosa que sea lógicamente incompa-tible . con una ley de la naturaleza es contingentementeimposible. No es precisamente que de una proposición deuna ley de la naturaleza que establezca que todos los Adeben ser seguidos por los B, y dado que ahora está ocu-rriendo un A, se siga necesariamente que ocurrirá un B.Esta conclusión se seguiría con la misma necesidad lógica,

4 Sobre este punto metodoI6gico véase mi Hume' s Philosophy ofBelief (London and New York: Routledge and Kegan PauI y Humani-ties Press, 1961), pp. 132-135.

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dado de nuevo que ahora está ocurriendo un A, del enun-ciado más débil de que todos los A de hecho son seguidospor los B. Más bien es que, de una proposición de una leyde la naturaleza, juntamente con la primera premisa comoantes, se sigue también necesariamente que el B que ocu-rrirá, ocurrirá inevitablemente -que de hecho tiene queser imposible impedir su ocurrencia.

Aquí reside la diferencia crucial entre una proposiciónde una ley de la naturaleza -una de las dos especies delgénero nomológico- y una generalización "meramente em-pírica". La primera es, en términos kantianos, apodíctica;aunque tanto la necesidad como la imposibilidad que aquíse afirman son, desde luego, contingentes. En el párrafoanterior, por ejemplo, las diversas necesidades lógicas serefieren a las relaciones entre proposiciones. Pertenecen almundo lingüístico de, en términos humeanos, "las relacio-nes de ideas". Pero algunas de estas proposiciones postulannecesidades contingentes que se supone que se dan en elmundo no lingüístico de "los asuntos de hecho y existenciareal". Lo que estas necesidades e imposibilidades contin-gentes sean, precisa ser discutido extensamente. En estaprimera etapa- sólo tenemos que percatarnos--de: primero,que no son las necesidades lógicas ni las imposibilidadeslógicas implicadas en las relaciones entre las ideas; y, se-gundo, que son aquello por lo que Hume comienza a hablar.

Una vez hemos visto que es éste el punto de partidade Hume, resulta de interés constatar que escritores másrecientes, que comparten con Hume el interés en hacercreer que las ciencias humanas están fundamentalmente en--...la misma situación que las no humanas, comienzan ponien-do el mismo acento en las leyes naturales inflexibles. Porejemplo, H. T. Buckle en un pasaje muy citado del primercapítulo de su H istory of Civilization in England> encarecíala creencia en "que todo acontecimiento está ligado a suantecedente por una conexión inevitable, que [todo] ante-cedente tal está conectado con un hecho precedente; y quede este modo el mundo entero forma una cadena necesaria,

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H ume y lo, necesidad hist6rica 281

en la que desde luego cada hombre puede jugar su parte,pero de ningún modo puede determinar cuál será ésta". 5

2. (b) Y así es también como empieza Hume: ""Lasacciones''', según escribió en el Treatise, ",de la materiadeben ser consideradas como instancias de acciones nece-sarias; y hay que reconocer que cualquier cosa que en estesentido esté en pie de igualdad con la materia es necesa-ria" (11 (iii) 1: SB. p. 400). Pero en el párrafo siguiente dela primera Inquiry, mientras debería decírsenos, ""de dóndesurge esa idea cuando la aplicamos a la operación de loscuerpos", no leemos nada sobre los fracasados intentos paraprevenir consecuencias que así llegamos a creer que tienenque haber sido inevitables. En cambio encontramos aHumehablando sólo de regularidades: de ""laconiunci6n constantede objetos similares y de la inferencia consiguiente deuno al otro" (82; 92: el subrayado es de Hume).

Obviamente cualquier análisis sobre estas directrices delo que BuckIe entendió -o de lo que el propio Hume haentendido exactamente- por '''necesidad" debe ser deno-minado débil. Pues sería bastante razonable asentir al aná-

lisis propuesto y al mismo tiempo acometer la tarea deintentar romper la conjunción que en toda la observaciónanterior apareció como constante. Alguien podría sugerirsensatamente, ""Ha caído usted en el hábito de esperar quelas cosas sigan siendo en el futuro como han sido en elpasado. Pero en el caso actual quizás no haya en absolutonecesidad física al respecto".

5 Edición nueva y revisada de J. M. Robertson (London andNew York: Routledge and Dutton, 1904), pág. 5. Posteriormenteconcluye -Buckle después de citar algunas regularidades anuales no-tables en la estadística de la vida: «En una situación de la sociedaddada un determinado número de personas tiene que poner fin a supropia vida. Esta es la ley general; y la cuestión especial de quiencometerá el crimen depende desde luego de leyes especiales..."; noobstante "el poder de la ley mayor es tan irresistible que ni el amora la vida ni el miedo al otro mundo pueden ayudar gran cosa nisiquiera al control de su operación" (pp. 15-16). Quizás thora seencuentre más fácilmente este material en P. L. Gardiner (ed.), Theo-ríes 01 History (Glencoe, Illinois and London: The Free Press yAlIen and Unwin, 1959).

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282 Hume y la necesidad hi&órica

Démonos cuenta aquí de que todos los elementos de laexplicación de la causalidad en Hume pueden adaptarse auna versión un poco revisada del famoso ejemplo ocasio-nalista de los dos relojes. Aparte de que, como bien sabe-mos todos, ese ejemplo fue desarrollado originalmente porArnold Geulincx en el siglo anterior a Hume con el finde ilustrar la noción de una conjunción constante no causal.Supongamos dos relojes mecánicamente ideales, el reloj nú-mero uno un segundo más adelantado que el reloj númerodos. Supongamos además que los A sean acontecimientosde que el reloj uno dé las cuatro, y que los B sean los acon-tecimientos de que el reloj número dos dé las cuatro. Paraestipular la contigüidad tanto espacial como temporal delos miembros de los pares correspondientes de las dos seriesde acontecimientos pongamos en contacto a ambos relojes.Ahora bien, habrá una conjunción constante entre los A ylos B que durará todo lo que alguien quiera especificar. Deeste modo, el observador humeano se formará, ciertamente,los más fuertes hábitos de asociación entre las impresionesde los A y las ideas de los B; y así sucesivamente.

Pero esto desde luego no es todavía un ejemplo de co-nexión causal. No lo es porque nadie cree que la conjun-ciórf constante entre los A y los B sobreviviría a un intento,aún siendo éste moderadamente enérgico, de romperla. "Enconsecuencia, no hay verdadera conexión", podría decirnuestro sensato interlocutor. Aquí no tenemos garantíapara afirmar una condición condicional subjuntiva; esto es,no hay garantía para decir que si un A no hubieraocurrido, no hubiera habido un B. Desde luego que sabe-mos muy. bien que s¡' se hubiera impedido que'sucedieran'los A -quizás mediante la destrucción del reloj númerouno- esto no hubiera garantizado en modo alguno la noocurrencia de los B; mientras que igualmente no hay razónpara que mantengamos que la ocurrencia de los A hacecontingentemente imposible la no ocurrencia de los B. Locrucial es que los enunciados de conjunción constante de"hechos brutos" puedan ser analizados en términos de lanoción de implicación material: no es de hecho cierto que

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A Y no B: ~~Estoes cierto o el Papa es judío", según rezael ejemplo de BeHast. Es notorio que ninguna proposiciónde implicación material de esta índole entraña condicionalsubjuntivo alguno. Pero las nociones de causa y de ley dela naturaleza son nomológicas: las proposiciones causalesconstituyen la otra especie de lo nomológico. Y las pro-posiciones nomológicas como tales deben entrañar condi-cionales subjuntivos. Por consiguiente, es precisamente laidea de una conexión contingentemente necesaria la queestá y debe ser omitida por cualquier análisis humeano deestas nociones en términos de conjunción constante.

Es éste un vacío que no podría s.er llenado por relatoalguno sobre nuestras asociaciones de ideas. Ya que setrata de un vacío que se da en una explicación sobre quédicen las proposiciones nomológicas del universo que nosrodea. Esta explicación humeana es resumida en dos defini-ciones de la Parte 11 de la Sección VII. La segunda esta-blece que una causa es ':~unobjeto seguido por otro, y cuyaaparición conlleva siempre el pensamiento de ese otro".Desde luego no nos debería sorprender el encontrar aHumeconfesando que ~~ estas definiciones son sacadas de circuns-tancias ajenas a la causa". Aún cuando según sus principiosno tenía garantía, fue más efusivo cuando añadió a lo pri-mero -como si esto pudiera ser bien equivalente, bien unaconsecuencia de un mero enunciado de conjunción constante:~~ o, en otras palabras, donde, si el primer objeto no hubierasido, el segundo no hubiera existido nunca" (76; 87: elsubrayado es mío). 6

2. (c) Como hemos visto, Hume empieza hablando dela necesidad física en el sentido más fuerte. A .continuación

6 Los tres últimos parágrafos del apartado 2(b) constituyen unsumario de los puntos mucho más desarrollados y defendidos del ca-pítulo VI de Hume's Philosophy of Belief. Las insuficiencias de laexplicación de Hume están relacionadas, creo que de un modo bas-tante útil, con la cuestión "¿Podría un efecto preceder a su causa?"de mi contribución rabiosamente joven al simposio que llevaba esetítulo. Véase los Proceedings of the Aristotelian Society, Apéndice,Vol. XXVIII (1954).

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no procede a cumplir su promesa de "considerar de dóndesurge esa idea cuando la aplicamos a la operación de loscuerpos~~. En lugar de esto nos suministra una explicaciónde una necesidad que a lo sumo sería psicológica y nofísica. Aunque de hecho esto no es, en absoluto, ningún tipode necesidad~ ya que las asociaciones psicológicas a lasque Hume se refiere sin duda no nos impiden formamoscualquier idea que elijamos, con o sin cualquier otra queelijamos. Así, no debería sorprender que lo que verdadera-mente discute, y trata de reconciliar con nuestra libertadde acción, no sea ni la necesidad de las leyes naturales, nila consecuencia inevitable de los efectos sobre sus causas,sino en cambio esa gran medida de regularidad y unifor-midad en la conducta que con mucha más seguridad estápresupuesta y revelada tanto en el progreso de las cienciashumanas como en los asuntos de la vida cotidiana.

Para nosotros en consecuencia la cosa más remarcable

que contienen estas interesantes páginas sobre los presu-puestos de la historia crítica y de la vida cotidiana, es loque tan escrupulosamente no dicen. 7 Desde luego se dicencosas sobre la necesidad causal, cosas que es natural inter-pretar dentro del tipo de sentido pleno de vigor indicadoen el apartado 2. (a) más arriba. Hay incluso lo que Elmundo cinematográfico llamaría un ~~trailer~~de las atrac-ciones que han de venir en la sección X. Pero en la mayoríade las ocasiones en que Hume habla de la gente a lo queapela es a la subsistencia de regularidades en el compor-tamiento humano, regularidades que nos permiten progre-

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II

. 7 Monseñor- -RonaJd - Knox' en su "Studies in' the LiteratU.Ie' óf . ~ ".

SherIock Holmes" resaltaba una forma de epigrama especial, elsherIockismo. Un ejemplo típico sería esta conversación: Holmes-"Permítame llamar su atención sobre el curioso incidente del perrodurante la noche"; Watson -"El perro no hizo nada en absoluto du-rante la noche"; Holmes -"Este es el curioso incidente". O también:Holmes - "Yo le estaba siguiendo a usted, desde luego; W atson-"¿Siguiéndome? Yo no vi a nadie"; Holmes -"Esto es lo queusted debe esperar ver cuando yo le esté siguiendo". Véase los Essaysin Satire de R. A. Knox (London: Sheed and Ward, 1928), pp. 145-175.

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sar en la explicación del pasado y en la predicción de laconducta humana futura: cc...si no hubiera ninguna unifor-midad en las acciones humanas, y si todo experimentofuera... irregular y anómalo, sería imposible acumularcualesquiera observaciones generales sobre el género hu-mano, y no habría experiencia, por muy precisamente ela-borada que estuviera por la reflexión, que sirviera para pro-pósito alguno" (85; 95).

Esta apelación característica es respaldada en muchasocasiones por una aseveración que ni está cuidadosamenteanalizada ni suficientemente ilustrada: cClosmismos moti-

vos producen siempre las mismas acciones; los mismos acon-tecimientos se siguen de las mismas causas" (83; 92-93).Interpretada como la afirmación de que los mismos deseossiempre son seguidos de hecho por las mismas acciones,la primera parte de este enunciado es contingentementefalsa. Los deseos siempre pueden ser inhibidos y con fre-cuencia lo son. Cuando son inhibido s no dan como resul-

tado ninguna acción en absoluto. Por otra parte, si se lainterpreta como la modesta tesis de que todos los deseostienden a expresarse en acciones apropiadas, se J~onvierteen una verdad lógicamente necesaria. En ninguno de losdos casos hay insinuación alguna de cualquier necesidadcontingente.

Incluso cuando Hume insiste en que cualquier testimo-nio sobre la gente tiene que ser descartado sobre la basede que aquello de lo que informan es imposible, la im-posibilidad alegada es la de que haya gente que carezcapor completo de ciertos deseos e inclinaciones humanosnormales, o de que alguien muestre alguna cualidad.buma-.na en un grado que sobrepase al humano. El historiadorcrítico no tendrá nada que ver con Quinto Curcio, quecCdescribe la valentía sobrenatural de Alejandro por la quese veía impelido a atacar sólo a las multitudes". Y, ccsi unviajero... nos trajera un relato sobre hombres... enteramente

8 The Function of General Laws in History, en el ]oumal ofPhilosophy de 1942, pág. 39. Este ensayo también se encuentra ahoracon más facilidad en Gardiner, op. cit.

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desprovistos de avaricia, de ambición o de revanchismo,que no conocieran más placer que el de la amistad, lagenerosidad y el espíritu cívico, inmediatamente... le demos-traríamos que es un mentiroso con la misma certeza quesi hubiera atiborrado su narración de cuentos de centauros

y dragones, de milagros y prodigios" (84; 94). Esto es esplén-dido. Pero aún así está muy lejos de la afirmación de Bucklede que ccel mundo entero forma una cadena necesaria enla que... cada hombre puede jugar su parte, pero no puededeterminar de ningún modo cuál será ésta".

Hacia el final del tratamiento humeano hay una excep-ción instructiva: cCsiconsideramos cuán adecuadamente se

vinculan la evidencia natural y moral y forman una solacadena de argumento no tendremos escrúpulos en recono-cer que son de la misma naturaleza y se derivan de losmismos principios. Un prisionero que no tenga dinero nijnterés descubre la imposibilidad de su fuga cuando con-sidera tanto la obstinación de su carcelero como los muros

y los barrotes con que está rodeado, y en todos sus intentospor conseguir la libertad elige trabajar sobre la piedra y elhierro de éstos antes que sobre la inflexible naturaleza delotro" (90; 9-100: el subrayado es de Hume).

Puede que esto sea tan cierto como bien dicho está.Pero Hume, como tantos otros desde entonces, está pasandopor alto la relatividad esencial de toda necesidad contin-gente. Lo que es imposible para un hombre en un deter-minado momento puede ser enteramente posible para otroen el mismo momento, o para el mismo hombre en otromomento. Lo que.<es .~por siempre y jamás imposible. para. ~--~

cualquier hombre individualmente, o incluso para todos loshombres juntos, puede ser posible para Dios. El carceleroque es completamente inflexible para su prisionero puedeser arcilla en manos de su dominante esposa o de su ado-rada hija. ¿Acaso sucede entonces que nuestro prisioneroes una víctima del sistema carcelario más populoso delmundo? ¿Es quizá su carcelero uno de esos legendariosbolcheviques de hierro, totalmente insensibles a cualquier

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petición humana? Con todo, para que el carcelero sea real-mente un agente, ha de darse el caso, en el sentido másfundamental, de que incluso un bolchevique pueda, si esque lo elige, hacer algo distinto de lo que en realidad hace.

En el subapartado 2. (b) vimos que Hume partía de lanoción fuerte de necesidad física, una noción muy empa-rentada con la idea de una ley descriptiva de la naturaleza.Pero, como hemos estado viendo en el presente subapartado2. (c), cuando supone estar mostrando cómo se aplica igual-mente al comportamiento humano lo que se supone ser lamisma idea de necesidad, sólo encontramos en la mayorparte esos conceptos aparentemente más débiles tales comolos de uniformidad o regularidad, y explicación o predicciónen términos de motivos. Tan sólo excepcionalmente, y alfinal de este intento de demostración, encontramos de nuevoun caso en el que Hume está dispuesto a hablar de CCunaserie de causas cimentadas las unas con las otras por lo quenos complacemos en llamar una necesidad física" (91; 100,el subrayado es de Hume). Desviando así por lo general suatención de cualquier tipo fuerte de necesidad, Hume logróhacer que su C'proyecto de reconciliación" pareciese másfácjl de lo que es.

Sin embargo, antes de que pasemos a esto, y consecuen-temente con el sentido más fundamental antes mencionado

de cCpodríahaberse hecho de otro modo", vale la pena ob-servar otra vez, como al final del subapartado 2. (a), unparecido entre Hume y uno de nuestros propios contem-poráneos que se ve forzado a defender una afirmación simi-lar de la identidad básica de las ciencias naturales y lashumanas. Pues también Hempél, 'después de comenzar pro-clamando su devoción por la c,anticipación científica racio-nal que descansa en la suposición de leyes generales", pasaa ofrecer como ejemplo de C'una explicación histórica" unarelación de lo que él, como el resto de nosotros, llamóposteriormente enfermedad de Parkinson de la burocracia.Escribe Hempel: "A la gente que tiene trabajo no le gustaperderlo; los que están acostumbrados a ciertas técnicasno reciben con agrado cambio alguno; aquellos que se han

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habituado a cierto tipo de poder no les gusta renunciar asu control De este modo, las oficinas y despachos gu-bernamentales una vez creados,... crean mecanismos nosólo para fortificarse contra los asaltos sino también paraaumentar el alcance de sus operaciones". 9

Desde hace mucho los críticos han señalado que todosestos enunciados de lo que el mismo Hempel empieza allamar ahora muy significativamente "regularidades gene-rales", son, si se interpretan como generalizaciones univer-sales, falsos. Por ejemplo, Alan Donagan trata pronta y fiel-mente las tres primeras: "A mi asistenta no le importaríaen absoluto perder su trabajo; después de haberme habi-tuado a cargar una máquina seleccionadora de fruta du-rante unas vacaciones de verano yo acogÍ con agrado lavuelta al estudio; y el poder puede tanto desagradar comocorromper". 10 Incluso es posible encontrar el caso raro, porno decir rarísimo, de que una oficina gubernamental acpe-tase o incluso hiciese propaganda de su propia reduccióno disolución.

No deseo minimizar la seriedad de esta primera defi-ciencia. Sea o no importante la importancia, la verdad loes. Pero, aun admitiendo que algunas de tales generaliza-ciones pudieran ser tan compensadas y restringidas comopara llegar a ser verdaderas, queda una segunda objeciónde algún modo menos repetida. Y es la de que ni aún en-tonces comenzarían a aparecer leyes. Pues, en el mejor oen el peor de los casos, lo único que establecerían es que entales y cuales situaciones la gente de hecho actúa de talesy cuales maneras. Además, de un enunciado de esta formano tenemos derecho a inferir aquello que es esencial que" unaley de la naturaleza entrañe, que es imposible que quienesestán implicados se comporten de otro modo.

9 Hempel, op cit., pág. 40. Compárese con Parkinson's Law, dec. N. Parkinson (London: Murray, 1958).

10 "Historical Explanation": The Popper Hempel Theory Recon-sidered", en History and Theory de 1964, pág. 14. Probablementeeste ensayo es más fácil de encontrar ahora en Philosophical Analysisand History, "V. H. Dray (ed.), (New York: Harper and Row, 1966).

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Ni tampoco se puede evitar esta segunda objeción man-teniendo que las leyes que gobiernan el comportamientohumano sean probabilísticas. Supongamos que esto signi-fica que en este momento sólo podemos decir que es pro-bable que la indicada ley valga de hecho. Entonces todavíadebemos pedir que se nos muestren algunos ejemplos quesean al menos plausibles en tanto que candidatos para lacreencia, y adecuadamente nomológicos en su forma entanto que sujetos de análisis. Por otra parte, esto debe sinduda significar que la probabilidad entra dentro de la mismaformulación. En ese caso las supuestas leyes establecenpresumiblemente que tal y cual proporción de la genteimplicada en tales y cuales condiciones actúa de hecho detal y cual manera. Supongamos que se renuncia a la cues-tión de dónde está aquí el elemento de necesidad contin-gente que sólo podría justificarse llamando leyes a talesenunciados de regularidades. De momento baste con seña-lar que las "leyes" estadísticas como tales deben ser inca-paces de determinar -como opuesto a dar como meramenteprobable- incluso lo que cualquier individuo particularhará de hecho. Y mucho menos pueden mostrar que tieneque ser imposible que él se comporte de ninguna otramanera.

3. (a) El modo en que Hume trata la otra cara de la alu-dida antinomia es sumamente breve: «no se requerirán mu-chas palabras para probar que todos los hombres han esta-do de acuerdo en la doctrina de la libertad,..así como enla de la necesidad" (95; 104). Este laconismo debe atri-buirse sin duda en parte al nuevo interés de Hume por eltipo de lector más auto-indulgente: "la disposición del argu-mento aquí propuesto... no perturbará demasiado su tran-quilidad mediante ningún razonamiento intrincado u obs-curo" (81; 91). Pero seguramente es también en parte laconsecuencia de la viva consciencia que Hume tenía delo que Locke ya había dicho en su gran capítulo "De la

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idea de poder". 11 Ya que es tan claro como pueda sedoalgo carente de evidencia testimonial directa, que Humeescribió la parte I de la inmediatamente precedente sec-ción VII, ~~Dela idea de conexión necesaria", con ese capí-tulo abierto frente a él.

Es allí donde Locke desarrolla sus investigaciones sobrela naturaleza del deseo y de la libertad esencial del agentecomo sigue: ~~Creo que al menos es evidente esto: Queencontramos en nosotros mismos un poder para comenzaro abstenemos, para continuar o finalizar varias acciones denuestras mentes y varios movimientos de nuestros cuerpos...este poder que tiene la mente para ordenar la consideraciónde cualquier idea, o la abstención de considerada, o parapreferir el movimiento de cualquier parte del cuerpo a sureposo y viceversa, en cualquier caso particular, es lo quellamamos la Voluntad". 12 La libertad del agente en el senti-do relevante de ~~libertad", "llega hasta donde alcanza esepoder y no más allá". 13 Para ilustrar la opinión de Locke,"Tenemos los suficientes casos, y a menudo más que sufi-cientes, en nuestro propio cuerpo. El corazón de un hom-bre late, y la sangre circula, lo que no está en poder deéste es el parados mediante ningún pensamiento o volición;y por tanto, por lo que respecta a estos movimientos en losque el reposo no depende de su elección, ni se seguiría dela determinación de su mente si es que ésta lo prefiriera, élno es un agente libre. Sus piernas son agitadas por movi-mientos convulsivo s de tal modo que, aunque él lo deseemucho, no puede detener el movimiento de éstas mediante

-. ~'ningún poder'-de~su"meIite (como en 'esa curiosá.--ellferme-- ~dad del chorea sancti viti), sino que está danzando constan-temente; no está en libertad en esta acción, sino que estásometido ~ la necesidad de moverse, del mismo modo que

I.I

III

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11 An Essay e oncerning Human Understanding, II (xxi).12 Ibid., § 5.13 Ibid., § 10.

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una piedra que cae, o una pelota de tenis golpeada conuna raqueta". 14

Recordando todo esto pregunta Hume: "¿qué se entien-de por 1ibeltad' cuando se aplica a acciones voluntarias?Ciertamente no podemos significar que las acciones tienentan poca conexión con los motivos, inclinaciones y circuns-tancias que una no se siga de la otra con un cierto gradode uniformidad, y que una no proporcione inferencia algunapor la que podamos concluir la existencia de la otra". No,en este contexto la palabra "puede sólo significar 'un poderde actuar o no actuar según las determinaciones de lavoluntad'; esto es, que si elegimos quedamos en reposopodemos hacerlo, si elegimos movemos también podemos"(95; 104: con alguna puntuación añadida o alterada) y siesto es en realidad lo que, y todo lo que, se quiere decircon "la libertad de la voluntad", entonces -concluyeHume- tal libertad es obviamente compatible con la sub-sistencia de esas regularidades por las cuales tan sólo re-sulta posible la explicación de la conducta, e incluso algunacantidad de predicción.

3. (b) Por fidelidad a lo que él ve como su propia ypeculiar visión de la naturaleza de la necesidad causal,Hume tiene que insistir en "que los hombres comienzanpor el erróneo final de esta cuestión de la libertad y lanecesidad cuando la abordan examinando... las operacio-nes de la voluntad" (93; 102). No obstante es del trata-miento lockeano de donde extrae Hume una sugerenciasemina!. Esta sugerencia seminal es en efecto la de queel concepto crucial de acción puede ser definido ostensi-vamente por referencia a una, diferencia familiar .e innega-ble. La diferencia es ésta: entre el caso de aquellas partesde nuestros cuerpos que podemos mover a voluntad y elcaso de aquellas otras partes que no podemos mover deeste modo. Se sugiere que es en términos de esta diferenciacomo tenemos que comprender lo que llamamos en unprincipio el sentido más fundamental de "puede, si él lo

14 Ibid., § 11.

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elige, hacer algo distinto de lo que de hecho hace". Pueses esencial a la idea de acción que para cualquier agentetiene que ser cierto que, en este sentido, puede si lo eligehacer algo distinto de lo que en realidad hace.

Es muy importante reconocer que y cómo difiere estesentido básico de otros que son más usuales y menos fun-damentales. Tanto la persona que actúa según su propiay libre voluntad en el sentido cotidiano y no técnico, comola que lo hace por compulsión, actúan. Así, cuando decimosde la última que tal y como estaban las cosas no tenía elec-ción, o que en aquellas circunstancias no podía haber hechoalgo distinto de lo que hizo, estas caritativas frases nece-sitan ser interpretadas con precaución. Si realmente actuó,aunque por compulsión, entonces no puede ser verdadero:o que no tuvo literalmente elección, o que, en el sentidomás fundamental él no podía haberIo hecho de otro modo.El quid es más bien éste: no que él no tuviera ningunaalternativa tolerable; y no que, en este sentido, él no pu-diera haberIo hecho de otro modo, sino que, aunque desdeluego podía, no era razonable esperar esto. El caso delrecalcitrante hombre de negocios que recibe de El PadrinoCCunaoferta que no puede rehusar" es vitalmente distintodel caso del mafioso errante a quien se le dispara por laespalda sin previo aviso. El primero es un agente, aunquereluctante, mientras que el último, en el mismo momentode su repentina muerte, deja de serIo. 15

Supongamos ahora que el sentido más fundamental decCpuede si él lo elige hacer algo distinto de lo que enrealidad hace" es, en este tipo de consideración, definibleostensivamente. Entonces es seguro que no puede ser iden-tificado coñ la noción" técnica, cargada teóricamente, de 'librealbedrío. Ya que, por muchas otras cosas que puedan noestar claras por lo que respecta a este concepto un tantoelusivo, dos cosas si son ciertas. Primero: no se piensa que

15 Para un desarrollo posterior de estos contrastes véase mi "Isthere a Problem about FreedomP", en Phenomenology and Philo-sophical Understanding, E. Pivcevic (ed.), (Cambridge: CambridgeUP., 1975).

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los agentes estén sólo, o incluso siempre, manifestando ellibre albedrío cuando actúan en el sentido ordinario segúnsu propia libertad más que cuando lo hacen por compul-sión. Segundo: la realidad de este libre albedrío sería bas-tante obviamente incompatible con un determinismo causaluniversal, puesto que su caarcterística definitorio es queimplica causas incausadas. Pero, por el mero hecho de queseamos capaces de movemos o de estar quietos a voluntadno podemos inferir inmediatamente: o, primero, que lossentidos de las elecciones que en efecto realizamos debanser en última instancia irregulares, y por tanto presumible-mente inmunes a una predicción fundada, o, segundo, quecon nuestros movimientos o con la abstención de éstos,estemos actuando como causas incausadas. Estos trofeos

tan espléndidos no deben ser obtenidos con tanta faci-lidad. 16

Para su propia satisfacción, Hume ha reducido la nece-sidad de las causas y de las leyes naturales a la conjunciónconstante y a la posibilidad de inferencia. En consecuencia,se concentra en el intento de mostrar que la primera deéstas dos conclusiones propuestas no es exigida por lo queél toma como la libertad esencial del agente en cuanto tal.Hasta el punto. en que puedan ser completamente anal~-zadas cualesquiera de las regularidades a que se refierennuestras predicciones y explicaciones sobre la conducta entérminos de algo que no sea más fuerte que la implicaciónmaterial, parece que el "proyecto de reconciliación" deHume puede seguir su curso. Tus predicciones privadasde mi comportamiento electoral -por bien fundadas quepuedan estar en el conocimiento que de antiguo tienes demis intransigentes convicciones 'políticas- no constriñen miselecciones en grado alguno. Ni el hecho de que podamosexplicar fácilmente la mendacidad de esa camarilla en talasunto particular, en términos de su usual apreciación pers-picaz aunque sin escrúpulos de sus propios intereses de

16 He desarrollado este punto más en extenso en un contexto defilosofía de la religión, en el capítulo séptimo de The Presumption ofAtheism (London: Elek/ Pemberton, 1976).

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partido, tiene ninguna tendencia a mostrar que, en su sen-tido más fundamental, no hubieran podido hacer algo dis-tinto de lo que hicieron.

Por supuesto que la verdad es en gran parte lo con-trario. Ofrecer cualquier explicación del comportamientocomo conducta es presuponer lo contrario. Desde luegoque podríamos ser capaces, a la luz de la evidencia de quedisponemos, de concluir que esas personas no podríanhaberlo hecho de otro modo: donde esto quiere decir queno hubiera sido razonable haber esperado --en el sentidopuramente descriptivo de ccesperar" - que ellos en realidadhiciesen otra cosa. Además, podríamos ser capaces, a la luzde esa misma evidencia, de concluir que ellos no podríanhaberlo hecho de otro modo: donde esto significa que nohubiera sido ni correcto ni adecuado haber esperado --enel sentido prescriptivo de "esperar" - que ellos debieranhacer otra cosa. 17 También, antes de que podamos suscitarestas cuestiones de si, en estas interpretaciones inferencialeso descriptivas, aquellas personas no podían haber hechootra cosa, tenemos que aceptar como dado que, en el sentidomás fundamental, el sentido que es esencial a la idea totalde conducta, sí que podrían. Y desde luego no hay ningúnsentido de ccellos podían haber hecho otra cosa" que seainconsistente con respecto a esta pretensión modal de man-tener que en realidad ellos no lo hicieron.

o o o

4. (a) Sin embargo, el papel del reconciliador no es tanfácil una vez comienza uno a intentar ponerse de acuerdosobre el. tipo. de. necesidad contingente' afirmada pbr"'las ~."-' ,proposiciones nomológicas. Consideremos primero un extra-ño pasaje del final de ese mismo primer capítulo de laHistoria de Buckle. Éste ha estado revisando las regulari-dades observadas por Quetelet en las estadísticas crimi-nales: "Ni son simplemente los crímenes de los hombres

17 Para algún desarrollo de esta distinción véase mi Thinkingabout Thinking (London: Collins Fontana, 1975), §§ 5-9 Y 6-11.

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los marcados por ésta uniformidad de secuencia. Inclusoel número de matrimonios celebrados anualmente está de-

terminado no por el temperamente o deseos de los indivi-duos sino por grandes hechos generales sobre los cuales losindividuos no pueden ejercer autoridad~~. 18

A pesar de que ni siquiera Buckle puede en este puntoatreverse a describir erróneamente ccesta uniformidad de

secuencia~~ y otros ccgrandes hechos generales~~ similarescomo leyes de la naturaleza, insiste, sin embargo, en extraerlas falsas conclusiones que se seguirían de esa descripciónerrónea. A partir de la observación de una regularidad realde la conducta no se puede deducir incapacidad alguna.Pero de una ley de la naturaleza que abarcase ciertasformas de conducta se seguiría que ninguno de los agentesimplicados podría haber hecho otra cosa; y esto, sin duda,es lo que hemos denominado ccel sentido más fundamen-tal". Puesto que lo contrario a esto último es esencial alconcepto de conducta, el resultado parece ser que no puedehaber leyes de la naturaleza que abarquen el comporta-miento de los agentes como tales. Por tanto, aunque de unmodo u otro se referirá sin duda a algunas leyes de la natu-raleza, o a algunas conexiones causales por las que estaríanlimitados los agentes implicados, o -de las que sacarían pro-vecho, la explicación de la conducta como conducta nopuede darse en términos de la autocontradicción de las leyesnaturales de la acción humana.

Es esta conclusión la que constituye la objeción deci-siva al programa de asimilar la explicación en las cienciassociales a la explicación en las ciencias naturales. Mientrasque las primeras continúan. suministrando explicaciones dela conducta -esto es, explicaciones en términos de losdeseos y propósitos de los agentes-, no estarán suminis-trando, por esto mismo, explicaciones en términos de leyesnaturales. En consecuencia, no hay por qué sorprendersede que Hempel y los que le siguen no hayan sido capacesentre todos de señalar ninguna auténtica ley de la naturaleza

18 Véase Gardiner, op. cit., pág. 118.

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descubierta por nuescros científicos de la sociedad. Ya vimosen el subapartado 2. (c) más arriba: que los propios can-didatos de Hempel ni siquiera eran verdaderos, y que nocontenían ningún indicio de la requerida necesidad contin-gente.

Sir Karl Popper ofrece en la Miseria del H istoricismoalgunas sugerencias que pueden parecer prometedoras almenos en una segunda consideración: ~~... toda ley naturalpuede ser expresada afirmando que tal y cual cosa no puedesuceder... Este modo de formular leyes naturales es tal quehace obvia su significación tecnológica, y puede por tantoser llamado la ~forma tecnológica' de una ley natural".Popper ofrece entonces su lista de ~~taleshipótesis y leyessociológicas". Una es: ~~Nose puede conseguir pleno empleosin inflación". 19 Esta es una sugerencia notoria, ya que almenos su análoga no nomológica es casi ciertamente ver-dadera: ~~Nohabrá de hecho pleno empleo sin inflación".

No obstante, la sugerencia popperiana sigue sin funcio-nar en absoluto. No consigue del todo dar cuenta de loque rotulé "la esencial relatividad de toda necesidad con-tingente" en ese mismo subapartado 2. (c). Podemos conce-der que es cierto que ningún gobierno sujeto a presioneselectorales, y que tolere las actividades de los monopoliosde los crabajadores (trade unions), tiene la posibilidad deproducir una situación de pleno empleo sin inflación. Pero laimposibilidad incrÍnseca a una genuina ley de la naturalezano es precisamente una imposibilidad que se manifiestesolo en alguna persona o grupo particular. Se supone querige universalmente y sin excepción. Con todo, este factorimprescindible no entra en lo que acabamos de conceder.

Ni siquiera ha 'dicho nadie, lo que en cualquier casotodos saben perfectamente bien que es falso, que los mismosciudadanos sean todos y cada uno simplemente incapacesde frenar las presiones inflacionistas constituidas por suspropias demandas. Supongamos que concedemos, cosa quepodemos hacer, que los individuos y grupos que dirigen laadministración inflacionista ~~nopudieran hacer otra cosa

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19 (London: Routledge and Kegan Paul, 1957), pág. 62.

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más que lo que harán"; es decir, que sería razonable pre-decir que actuarán de este modo y que no sería razonablereprocharles el que hubieran actuado así. Además, concederesto no es meramente consistente, sino que verdaderamentepresupone, decir que en "el sentido más fundamental" ellospodrían refrenarse. Ciertamente es el reconocimiento de laverdad de este presupuesto tan obvio lo que lleva a losgobiernos, o a los que pueden ser gobiernos, a estar pen-dientes de los menores detalles de los líderes oficiales delos sindicatos. Todos ellos esperan que emprendiendo com-promisos aún más desmesurados se ganarán la amistad deaquellos líderes para que hagan -con una frase otrorafamosa- promesas "solemnes y series" de que sus miem-bros se. refrenarán. (En el momento de escribir se está abu-sando de la grande y vieja expresión "el contrato social"para que sirva a este propósito.)

4. (b) Puesto que no puede haber leyes de la natura-leza que abarquen el comportamiento de los agentes comoagentes, y puesto que no hay más cuestión posible que lade que los sujetos de la historia y de las otras cienciassociales sean agentes, queda un severo desafío para el re-conciliador. Este desafío consiste en intentar mostrar quelos hechos familiares e innegables dé la acción puedendejar espacio para que la ley natural extienda su dominiosobre estos mismos agentes considerados simplemnete comoorganismos. Esto es verdaderamente un problema. Pero noes un problema de filosofía de la historia. Por tanto, no haypor qué hacer algo más que indicar aquí lo que es, y laslíneas por las que tiene que ser resuelto. 20

Es ..un desafío del que se ha pensado a menudo qu~_requería lo que no puede hacerse. Así Descartes, de maneraextraordinaria, afirmaba que el agente en realidad no es

20 Pero yo he intentado en otro lugar algunos pasos iniciales haciala reconciliación de estos dos aspectos del hombre -el hombre comosujeto de investigación fisiológica y el hombre como agente racional.Véase "A Rational Animal" en Brain and Mind, J. R. Smythies(ed.), (London and New York: Routledge and Kegan Paul y Huma-nities Pres, 1965).

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el mismo que el organismo a través del cual actúa: elorganismo es mecánico-material, y totalmente sujeto a lasleyes naturales; pero el agente mismo es racional-incorpó-reo, y ejerce su control desde y como si estuviera fuerade la naturaleza. Si queremos evitar este tipo de conclusiónentonces el "proyecto de reconciliación:>:>tendrá que alcan-zar éxito. A pesar de todo, si tiene que tener alguna posi-bilidad de éxito debe comenzar por reconocer cuáles sony cuáles no son los hechos inexpugnables. Sencillamente noexiste ninguna duda razonable de que somos agentes, yque los agentes siempre podrían hacer algo distinto delo que hacen. La primera cláusula de la última oraciónexpresa un hecho contingente apenas negable y la segundaciertamente una verdad lógicamente necesaria. Pero, comopodemos aprender de Locke y Hume:> esta posibilidad dehacer algo distinto de lo que hacen tiene que ser definidaen términos de la diferencia entre casos tales como aquelen que es verdad decir que:> aunque yo no lo moví, mibrazo se movió; y aquéllos en los que es verdad decir, sinreserva, que yo moví el brazo.

Identifiquemos los primeros como mociones y los últi-mos como moviciones: dos especies del género movimiento.Ahora bien, dado este entendimiento de lo que está esen-cialmente implicado en la acción, seguramente podremosconceder que debe haber -y casi ciertamente las hay-condiciones fisiológicas en y del organismo Flew tales quesi se producen estas condiciones la persona Flew actuaráde esta y aquella maneras. Puesto que. él estará actuandopor hipótesis, tiene que seguirse que podrá hacer algo dis-

, tinto de lo que de hecho hará. En consecuencia, podría<parecer que las condiciones fisiológicas así postuladas des-pués de todo no podrían ser suficientes para garantizar queesto será verdaderamente así. Además, si ese "ser capazde hacer algo distinto de lo que de hecho hará" es verda-deramente definible en términos de la diferencia habitual

entre movición y meras mociones, entonces ciertamente nopuede ser el caso de que no pudiera haber las suficientescondiciones fisiológicas de que sea verdad que alguien

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es capaz de hacer algo distinto de lo que de hecho hace.Las condiciones fisiológicas del hecho de que él hará loque haga deben entonces ser al mismo siempo condicionesde la posibilidad de que él haga otra cosa. De este modoparece que, en última instancia, sí que es viable cierto~~proyectode reconciliación".

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5. En un artículo reciente sobre ~~The Autonomy ofHistorical Understanding", Louis Mink observaba, y acerta-damente lamentaba, ~~laausencia de discurso" entre los filó-sofos analíticos de la historia y los historiadores cuando con-sideran la naturaleza e implicaciones de la historiografía.Existe, dijo él, una ~~ diferencia extraordinaria según escri-ban los representantes del resurgimiento filosófico y delresurgimiento histórico, entre notas a pie de página ybibliografías. Estas últimas cubren invariablemente ambosresurgimiento s al menos con honestidad cuantitativa; lasprimeras revelan de un modo infalible los herméticos lími-tes de cada uno". 21 En este apartado final quiero aportarmi ardite para la destrucción de esta nociva barrera. Y loharé indicando unos pocos lugares en que las distincioneshechas en los apartados anteriores estén relacionadas conel argumento de E. H. Carr en What is History? 22

(a) Parece que, como muchos otros, Carr quiere apos-tar en ambos sentidos: ~~Elser humano es, desde cualquierpunto de vista, la entidad natural más compleja que noso-tros conocemos, y el estudio de su conducta bien puede

. .. ". -implicar dificultades de tipo distinto a aquéllas con las quese enfrentan los físicos. Todo lo que deseo establecer esque sus fines y métodos no son tan fundamentalmente dis-

21 History and Theory de 1965, pp. 24-25. También puede queeste ensayo sea más accesible ahora en W. Dray, op. cit.

22 (London and New York: McMillan and Sto Martin's Press,1961). Yo publiqué lo que en efecto era una reseña crítica de estelibro en The Rationalist Annual de 1962 con el título "History andHuman Responsability".

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tintos" .23 Sin embargQ}cuando Carr considera l~s c~estio-nes sobre la inevitabilidad histórica, lo que predomina esla falta de una disimilitud fundamental más que la posiblediferencia en tipo. Por ejemplo, argumentando en contrade la afirmación de Popper en La Sociedad Abierta de que"todo es posible en los asuntos humanos", Carr insiste, muyen la línea de Hume, en el determinismo causal universalcomo un presupuesto no sólo de cualquier trabajo seriotanto en las ciencias naturales como en las humanas, sinotambién como un presupuesto de toda vida práctica sensata.Carr define aquí el ~~determinismo", siguiendo explícita-

mente a Samuel Alexandre, ~~ como la creencia de que todolo que sucede tiene una causa o causas, y no hubiera podidosuceder de modo diferente a menos que hubiera habidotambién algo diferente en la causa o causas~~.24

De este modo Carr, como Hume, considera que ~~lasevidencias natural y moral están vinculadas y forman unasola cadena de argumentación" (pág. 99). Además, cual-quiera que pueda ser la respuesta correcta a la cuestión dela compatibilidad última de tal determinismo con las reali-dades de la acción humana, es errónea de inmediato. Puesel sentido de la palabra ~~causa~~ en que hablamos de las

causa de las acciones no es el mismo que aquél en que"hablamos de las causas de los eventos físicos. Sin duda es

cierto decir, tomando la palabra según esta última inter-pretación, que estos eventos físicos ~~nohubieran podidosuceder de modo diferente a menos que hubiera habidotambién algo diferente en la causa o causas". Pero sin

ningún género de dudas es menos cierto todavía que si yo_ le .d~y ..,a._us~ed ~~a.. causa para la cele?ra?ió!l ,de algo,

entonces usted no puede hacer nada más que ponerse acelebrado. Ya que en el sentido de la palabra ~~causa" en

que. hablamos de las causas. ,de las acciones~ el hombre ques~g¡ere la causa de la aCClon de otro no niega, sino másbl~n presupone, que la otra persona podía, en el sentidomas fundamental, haber hecho algo que no hizo.

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24 Ibid., pág. 87.

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H ume y la necesidad histórica 301

Desde luego que también tenemos que reconocer quemuy bien puede haber condiciones fisiológicas suficientestales que, cuando esas condiciones predominan en el orga-nismo, la persona celebra algo. Si esto es así, entonces pre-sumiblemente tendremos que decir: que, según la primeradescripción, debe ser contingentemente imposible que losdiversos movimientos del organismo sean distintos de loque son, y que, según la última, cualesquiera movicionescategóricamente implicadas tienen que ser lo que podríanhaber sido de otro modo. Podría parecer que ya no esinconsistente decir, que en tanto que mujer casada es nece-sariamente esposa, y que, en tanto que mujer libre, podríahaber elegido no casarse y podría ahora elegir separarse.

Sea como fuere, dejémoslo por el momento. Pues elhistoriador en el ejercicio de su profesión no tiene tratoscon tales hipotéticas condiciones fisiológicas suficientes. Aél le basta con poder explicar lo que realmente sucedió entérminos de deseos y propósitos operativos de los agentesen cuestión. No obstante, constantemente está buscando yencontrando causas. Pero hace esto en un sentido de ~~causa"

en el que es falso decir, en nuestro sentido fundamental,que lo que sucedió ~~no hubiera podido ocurrir de < mododiferente a menos que hubiera habido también algo dife-rente en la causa o causas".

5. (b) Ciertamente Carr no es un historicista en elnuevo sentido impuesto impróvidamente por Popper a estapalabra ya de por sí demasiado cargada de trabajo. Esdecir, que Carr no cree que haya leyes del desarollo his-tórico. 26 No obstante, llega por otras rutas a muchas de

25 Es este el primer sentido de "causa" de los distinguidos porR. G. Collingwood en el capítulo XXXI de An Essay on Metaphysics(Oxford: Oxford P.P., 1940). Existe una versión anterior y en algunosaspectos mejor en su "On the So-called Idea of Causation" en elPAS de 1938-39.

26 Véase Popper, op. cit., passim. Es una lástima que su definiciónoficial de la palabra "historicismo" entierre su única referencia obli-cua de lo que para él es el escándalo esencial bajo menciones irrele-vantes de otras nociones no tan detestables. El verdadero enemigo dePopper -y el enemigo público- queda desenmascarado en la dedi-

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, .la necesidad histortca

302. IIume y . . neriano."por. .aSdel histonclstapopl' loslas conclusiones cl~fm1~on 1 uier sugerencia cle <1;ueejemplo,can: riihcufua ~~ia clebieranestar sUle~s ~grancleshombres ~e .1\ aían Berlill", pobre colega, estavaloraci6n moral: Su s 1 ers ectiva. de q,ue losterriblemente preoC1lpa~o~tecl a 11 .a~ que Gengis 'K.nn ~histori.aclorespueclan clelar e enunCl de CarrHitler fueron hombres nocivos". 27 A esto respon. ."'Pero qué Provecho se saca hoy en día de denu.

nClar los

¿ , 1 ' ?" 28 Ad ' 1

pecacloscle carlomagno o los de Na~o e~n. em~s, ~historiador del mismo modo

que la hlstona para los histon-, "L

cistas, está para Can: siempre en la parte que gana: osbuenos historiadores", únagina él, "tanto si piensan en ellocomo si no lo hacen, presienten el futuIo"29; Y "la historia

del criquet" está "presumiblemente tachonada con los nom-bres de aquellos que hicieron cientos más que con los deaquellos que no se apuntaron tantos y quedaron fuera dejuego" .30

Aunque no cree en leyes del desaITollOhist6rico, CaITsí que tiene algo que decir sobre las leyes en general. Ob-serva que "la palabra 'ley' aITasua estelas de gloria desdeGalileo y Newton". 31También menciona a Gresharo, Adaro

. . . d 1. contables hombres y mujeres.:. que. "A la memona e os ID 1 Lcatona:

l . fascista Y comunista en as eyescayeron víctimas de a cr~e~c~a"Inexorables del Destino HIstonco .

27 Carr op. cit., pág. 40. úl .28 lb

.d ' ,g 72 Para los Propósitos de Carr esta tuna es una

1, ., pa. . .' t d af rtun1 ., d . lo extraordinariamente IDepta: caSI an es o a-e ecclOn e eJemp . S ali P

da como haber elegido de su campo especial a Lenm o a t n. uesel provecho de haber hecho esto descansa, d~sde luego, en la con-tinua relevancia contemporánea de las eleccIOneshechaspor estoshombres. Aunque el mismo Carr elogia el "fascinarite monográfico.:.Napoleon For and Against" de Pieter Geyl, ]0 ve solamente como unestudio de "cómo los sucesivos juicios de los historiadores francesesdel siglo diecinueve reflejaban los modelos cambiantes y conflictivosde la vida política francesa" (pp. 39-40). Por supuesto que es así.Pero esto sólo muestra cómo la presentación de estas valOIaciones eraa su vez parte de aquellos conflictos políticos; posibilidad ésta queen otros contextos el propio Carr ansía acentuar (p.e., pág. 60 Y sig.).

29 lbid., pág. 192.30 lbid., pág. 120.31 ¡bid., pág. 52.

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Smith, Burke, Malthus, Lassalle y Marx como pioneros quedefendieron diversas leyes putativas en el campo de lasciencias sociales. Según piensa Carr, esto está bastante pa-sado de moda: "aunque los científicos, e incluso los cientí-ficos sociales, a veces todavía hablan de leyes, por decirloasí, en nombre de los viejos tiempos, ya no creen en suexistencia en el sentido en que generalmente creían en ellaslos científicos de los siglos dieciocho y diecinueve. Está re-conocido que los científicos no hicieron descubrimientos yadquirieron conocimiento nuevo estableciendo leyes preci-sas y globales, sino enunciando hipótesis que abrieron elcamino a la nueva investigación". 32

Como muchos otros, Carr no comprende el punto queaquí es crucial. 33Pues lo que se discute no es si las propo-siciones se mantienen provisionalmente, aunque con un in-terés fuertemente heurístico, y sobre la base de la evidenciapor la que más que probadas quedan como probables. Sinoque se trata de la cuestión bien distinta de qué implicanesencialmente las proposiciones nomológicas. La razón fun-damental de por qué las sociedades humanas no sólo noestán sino que no pueden estar sujetas al tipo de ley depoblación que Malthus formulara en su Primer Ensayo esque la relación sexual es, en el sentido básico ya que no enlos otros sentidos distinguidos en el subapartado 3.(b) másarriba, algo que, si lo elegimos, podemos pasar sin ello. Enel contexto presente es de mucha importancia darse cuentade lo profundamente que Malthus cambió su teoría con laintroducción tardía en el Segundo Ensayo del concepto to-davía escandalosamente restringido de "constricción mo-

1" 34ra. .

32 Ibid., pág. 53.33 Es saludable confesar que incluye al autor de Hume's Philo-

sophy of Belief. Pues, aunque este ensayo cumplimenta más que con-tradice el cap'ltulo VII, éste sería muy diferente si yo hubiera apre-ciado entonces lo que yo creo que aprecio ahora.

34 Para una explicación de esta estructura teórica y de cómo secambió entre la primera y la segunda y todas las versiones posterioresvéase la "Introducción" a Malthus: An Essay on the Principle of

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5. (c) Cuando comienza su tratamiento explícito de lainevitabilidad histórica Carr: cCLoshistoriadores, como otraspersonas, caen en ocasiones en un lenguaje retórico y dicenque una ocurrencia es cinevitable' cuando simplementequieren decir que la conjunción de factores que llevaban auno a esperada era abrumadoramente fuerte". 35 Si estofuera todo, entonces sería completamente inocuo. Puestoque este tipo de cCinevitabilidad" no implica imposibilidadcontingente. Se aplica siempre que, en nuestros términos,cCnohubiera sido razonable haber esperado -en el sentidopuramente descriptivo de ccesperar" - que en realidad hicie-"ran otra cosa .

Pero nadie que haya visto la significación que tiene elcompromiso de Carr para la noción de que la obra del his-toriador presupone y sostiene un determinismo alejandrino,esperará que todo se reduzca a tales necesidades meramenteinferenciales. No se decepcionará. Ya que Carr, al mismotiempo que rechaza todo el rato ccesta carga de inevitabili-dad... y ... la vehemencia con que ha sido acosada en losaños recientes", pasa enseguida a una materia mucho másardua: CCEnla historia nada es inevitable excepto en el sen-tido formal de que, para que ello hubiera sucedido de otromodo, las causas antecedentes hubieran tenido que ser di-ferentes". 36

Esto ya no es ahora una afirmación meramente formal.Pues si se ha de tomar, como de hecho ocurre, como presu-poniendo el tipo de determinismo causal de Carr, entoncesla aseveración es más sustancial. Como muchos otros, Carrha dejado totalmente de apreciar que el sentido de cccausa"

que es central en historia es bastante d.i~tinto; así como esdistinto también en todos los demás estudios que intentanexplicar la conducta de las personas como agentes. En estesentido diferente, que es el que resulta relevante aquí, unacausa es cualquier cosa que sea la razón que tiene un

Population, A. Flew (ed.), (Harmondsworth and Baltimore: Penguin,1971).

35 Carr, op. cit., pág. 90.36 lbid., pág. 90.

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agente para actuar como lo hace; mientras que la habilidaddel historiador para especificar cuáles fueron las condicionesque el agente tomó de hecho como razones suyas, no exclu-ye sino que presupone que, incluso si se dieran esas mismascondiciones, ese agente podría haber hecho otra cosa ennuestro sentido fundamental. Es precisamente por dejar deapreciar esta distinción crucial entre dos sentidos de ~~causa"

por lo que Carr logra, en menos de una página, llegar deun comienzo inocuo a una conclusión más ruinosa que ladel historicismo del mismo Marx: ~~Cuandouna sociedad hadescubierto la ley natural que determina su propio movi-miento, ni siquiera entonces puede saltar las fases naturalesde su evolución, ni quitarlas del mapa de un plumazo. Perosí puede hacer algo: puede acortar y disminuir los doloresdel parto". 37

Para Carr la inevitabilidad universal, que no queda ma-tizada por ninguna frase parcialmente salvadora sobre losdolores del parto, no es una consecuencia de una ley dedesarrollo, sino un presupuesto de historia crítica: ~~Elúlti-mo trimestre vi aquí en Cambridge que se anunciaba unacharla dada por cierta sociedad con el título ~¿Fue inevitablela revolución rusa?'. Estoy seguro de que la intención erade que fuera una charla completamente seria. Pero si seviera un anuncio de una charla titulada ~¿Fueron inevitableslas guerras de las Rosas?' enseguida se sospecharía que setrataba de una broma. El historiador escribe sobre la Con-

quista Normanda o sobre la Guerra de Independencia Ame-ricana como si lo que ocurrió tuviera que haber sucedido, ycomo si su trabajo fuera simplemente explicar lo que ocu-rrió y por qué; y nadie le acusa de determinista... Sinembargo, cuando escribo sobre la Revolución Rusa de 1917precisamente de este modo -el único modo apropiado parael historiador- me encuentro con que mis críticos me ata-can por haber representado por implicación lo que sucedió,como algo que tenía que suceder...". 38

37 "Prefacio" a "El Capital"; también citado en Popper, op. cit.,pág. 5I.

38 Carr, op. cit., pp. 90-91. Él no puede estar deseando poner el

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Carr debería felicitarse, más que quejarse, de ser atacadoprecisamente y sólo por mantener lo que tan claramenteacaba de explicar que mantiene; y lo que cree, errónea peromuy enfáticamente, que todo historiador debe mantener porsu profesión. Pero desde luego que Carr también cree cosasque son ciertas e incompatibles con estas doctrinas falsas ydesmoralizadoras. Es sin duda su consciencia de estas in-

consistentes "desviaciones al sentido" lo que le proporcionaeste sentimiento infundado de ser tratado injustamente. Lapostura de Carr, y en particular el fallo de éste en no haberreconocido la inconsistencia fundamental de esa postura,puede ser comparada esclarecedoramente con la de IsaacDeutscher. En la Introducción de su Stalin: A Political

Biography escribe Deutscher: "El historiador... no puededejar de ser determinista o, si no lo es, comportarse como silo fuera; él no habrá completado su trabajo hasta que hayamostrado que las causas y los efectos están tan estrecha ynaturalmente entretejidos en la textura de los acontecimien-tos que no queda ningún vacío, es decir, hasta que hayademostrado la inevitabilidad del proceso histórico que leinteresa... De este modo, el acercamiento desde el ángulodel historiador da cuenta del trasfondo de inevitabilidad

muy debatido que corre por este libro. Como partisano herepudiado muchas de las acciones de mi protagonista, accio-nes que, como biógrafo, demostré que eran inevitables". 39

Concluiré el presente subapartado 5(c) con dos ejemplosde afirmaciones que son inconsistentes con el tipo de deter-minismo que Carr mantiene, erróneamente, que está presu-puesto y descubierto por el trabajo del historiador y deotros científicos sociales. Primero, Carr paga justo tributoal "'trabajo que hace época" de Malthus, aunque sin darsecuenta del propio desarrollo de este autor entre el PrimerEnsayo y el Segundo: '"Actualmente nadie cree en talesleyes objetivas; pero el control de la población se ha con-

peso usual en estos "'como si". ¿Por qué pues insistiría Carr en queél y otros historiadores tienen que pretender que sea cierto lo que ély ellos creen que no es cierto?

39 (London: Oxford U.P., edición en rústica, 1961), pág. xv.

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vertido en un asunto de política social racional y conscien-te".40 (¡No hay ningún amigo de la humanidad que nodesee que esto sea realmente cierto en todos los lugares!)Segundo, Carr nos dice sin escrúpulos aparentes que "esuna condición de la vida social el que los seres humanosnormales sean responsables..." También nos dice, con unaconfianza que sin duda no sobreviviría al conocimiento máselemental de la literatura sobre criminología: CCEstoysegurode que a ninguno de los encargados de investigar las cau-sas de los crímenes se le ocurrirá suponer que esto le haceincurrir en una negación de la responsabilidad moral del. . 1" 41cnroma .

5. (d) Sin embargo, como hemos visto, Carr también hacaído por completo en la desastrosa opinión de que paraque sea posible la explicación histórica, lo que sucede enla historia tiene que suceder inevitablemente. Las herra-mientas para disponer de esta concepción errónea han sidoproporcionadas ya. Quedan dos puntos finales que observar.

Primero, Carr escribe: CCElproblema por lo que respectaa la historia contemporánea es que la gente recuerda lostiempos en que todas las opciones todavía estaban abiertas,y encuentra difícil adoptar la actitud del historiador parael cual estas han sido encerradas por el fait accompli". Estoes malo: cCDeshagámonos de este estratagema de una vezpor todas". 42Desde luego que ahora es imposible deshacer,o hacer, lo que ha sido hecho o no hecho. Pero lo que se su-ponía que Carr estaba manteniendo y que ha dejado demantener momentáneamente, es que entonces todo era oinevitable o, también, imposible. Y, como fue dejado claroen 2 (c) más arriba, en la discusión de la relatividad esencialde la imposibilidad contigente, no podemos argüir con va-lidez que porque algo sea imposible para todos ahora tengaque haber sido imposible también para alguien entonces.

40 Carr, op. cit., pág. 92.41 Ibid., pág. 89. Para cierta selección de ejemplos de lo contrario

véase mi C1'Íme or Disease? (London: Mcmillan, 1973), especialmentela Parte IIl.

42 Carr, op. cit., pág. 92.

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Segundo, Carr toma nota de la enorme importancia delos "accidentes" en la historia citando la observación

de Gibbon de que ~'la caída de un humor amargo en unasola fibra de un hombre puede impedir o suspender la mi-seria de las naciones". Pero entonces dice que "esta cues-tión no tiene nada que ver con el problema del determi-nismo". 43 Esto es perfectamente verdadero en el sentidode que estos "accidentes" están especificados como tales nopor la referencia a todas las condiciones posibles, sino me-diante la referencia a criaturas tan espléndidas como las"profundas causas sociales", o "cierta descomposición delsistema de relaciones internacionales profundamente asen-tada". Esto es, no son definidas como incausadas. El motivode llamarlas accidentales es: indicar que no pueden serexplicadas como el resultado de tales "profundas causas so-ciales"; más que sugerir que no pueden ser explicadas enabsoluto.

Pero Carr no está realmente dispuesto a convenir en ello.Ya que en otros momentos quiere, y está inclinado a creer,que el historiador siempre tiene que exigir que las explica-ciones de los grandes acontecimientos sean en términos sólode causas profundas, amplias y poderosas: "Es más fácil",sugiere Carr con desprecio, "atribuir la revolución bolche-vique a la estupidez de Nicolás II o al oro alemán queestudiar sus profundas causas sociales, y ver las dos guerrasmundiales de este siglo como el resultado de la debilidadindividual de Guillermo II y de Hitler más que como elresultado de cierta descomposición del sistema de relacionesinternacionales profundamente asentado". 44

43 Ibid., pág. 92.44 Ibid., pp. 40-41. Nadie, y aún menos una autoridad tan emi-

nente como E. H. Carr, tiene derecho a hablar en este tipo de con-texto de la Revolución de Febrero y el golpe Bolchevique de Octubrecomo si los dos juntos fueran "la revolución rusa de 1917" (pág. 91).Solo a la vista de lo que los bolcheviques hicieron con el poder quehabían logrado podemos llamar a este último movimiento una revo-lución. E incluso en ese caso podría argüirse con provecho que losfrustrados fines de aquellos a quienes derrocaron los bolchevique shubieran implicado para el desarrollo de la historia rusa un cambio

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Pero si los que son desde este punto de vista "acciden-tes" son posibles, entonces puede haber, y de hecho los hay,desarrollos mayores para los que no se pueda dar adecua-damente ninguna explicación de este tipo tan afortunado. Ytodavía más, que un desarrollo mayor tal dependa en algúnestadio de un hecho ~~accidental" tal como la disponibilidadde un hombre particular, debe hacer a ese movimiento almenos en ese estadio no inevitable, en un sentido adicionala aquel en que ninguna acción humana es inevitable nunca.Ya que ciertamente cualquier "accidente" de este tipo po-dría haber sido detenido: no, precisamente por alguna fuer-za social colectiva poderosa sino por algo comparativamentetrivial, como la enfermedad, o el asesinato, de un individuo.

Por ejemplo, sin Lenin, ¿hubieran sido persuadidos algu-na vez los bolcheviques de intentar su golpe en un país enel que -en términos marxistas- era bastante claro que lasposibilidades del capitalismo no habían sido agotadas? Y siel intento se hubiera hecho sin Lenin, ¿habrían alcanzado elpoder los bolcheviques?, y ¿lo habrían mantenido? 45 Otambién, ¿no hubiera podido ser socavada toda la posiciónde los bolcheviques en --<ligamos- Julio y no por "profun-das fuerzas sociales" sino simplemente por la baza de untrabajo bueno e inteligente que probara el alcance de sudependencia del dinero alemán? 46 Concedido que no es unpresupuesto de la historia científica crítica el que tenga quehaber habido profundas causas sociales que garantizaran eléxito de cualquier movimiento fructífero. Entonces podemos

mucho más masivo del que en realidad hubo. Los bolcheviques esta-blecieron una autocracia colectiva en la que el absolutismo tradicio-nal del imperio ruso se intensificó en gran medida, y fue extendidavastamente mediante la nacionalización total de la economía. Sin em-bargo, los defensores de Kerenskky querían un régimen enteramentenuevo, bajo el cual de vez en cuando pudieran haberse votado lasdecisiones mediante elecciones libres.

45 Véase, por ejemplo, The Rero in Ristory de Sidney Hook (NewYork: John Day, 1963); y contrástese con un marxista clásico reco-mendado por el mismo Lenin, G. V. Plejanov The Role of the In-dividual in Ristory.

46 Véase "German money and Bolshevik Honour" de J. Carmichaelen Encounter de Marzo de 1974.

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empezar a preguntar libremente, en cada caso particular eindividual, exactamente hasta qué punto, y sobre qué pre-supuestos contextuales precisos fue o no fue inevitable loque sucedió. Sin embargo, estas cuestiones -después deque se haya hecho cierto trabajo de base necesario- soncuestiones que competen a los historiadores.

Versi6n castellana de ANA SÁNCHEZ

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