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Historias alrededor de los himnos nacionales (Stories around National Anthems)

Mar 23, 2023

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Benjamin Arditi
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Historias alrededor de los himnos nacionales: HENRI HERZ

María Esther Aguirre Lora'

La visita, obligada, al Castillo de Chapultepec en la ciudad de México,

donde pululan imágenes referidas a los fastos de Maximiliano y Carlota, empe-

rador y emperatriz de México por algunos años, atraen la atención del visitante

hacia el piano que el fabricante e intérprete Henri Herz les obsequiara.'

Sin embargo, el acercamiento al nombre de Herz no sólo se me dio en

esa forma: el actual proyecto de investigación que llevo a cabo, referido a la

configuración del campo de la educación artística en México,' ha requerido

que explore las publicaciones periódicas del siglo xix y primeras décadas del

siglo xx; en ellas, en las imágenes de la publicidad incluida en las revistas pe-

dagógicas, los pianos Herz se volvieron recurrentes; después fui descubriendo

historias insospechadas sobre el propio Henri Herz (Viena, 1803 - París, 1888), que, de alguna manera,

ponen de relieve la necesidad que se experimentaba alrededor de la construcción de los Estados-nación,

de dotar a la sociedad de un himno nacional. Todo ello me impulsó a ampliar y afinar la información

con otras fuentes hemerográficas, como los principales diarios capitalinos de la época que reseñaban los

acontecimientos musicales del momento, y otros referentes bibliohemerográficos. 4 Mi propósito, en este texto, es incursionar en las tramas de algunas de estas historias.

Piano estilo Luis xv,

de la fábrica de Henri Herz.

1. La anécdota

La historia que me cautivó nos habla de un niñito, Henri, que había nacido en Viena; hijo

unam.mX. Vid. Gabriel Pareyón, Diccionario enciclopédico de música en México, v. 1, p. 493. UNAM, DGAPA, PAPIIT IN 402 309, "Historia social y cultural de la educación artística en México".

4 Entre los estudiosos que han trabajado el tema, encontré a los siguientes: Gloria Carmona (1979), Yael Bitrán (2007) y Arturo García (2010).

de un rico negociante, con grandes iniciativas,

pero que no le redundaban en la misma propor-

ción en recursos económicos; desmoralizado, y

queriendo otra suerte para su hijo, lo canalizó

al estudio de la música, para lo que mostraba

grandes cualidades admiradas por quienes lo

conocían; una de ellas era reproducir a la per-

fección las melodías que escuchaba.

De modo que a los seis años empezó a apren-

der las notas con Daniel Hünten, organista de la

primera iglesia protestante de Koblenz y profe-

Dirección electrónica: lora

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Henri Herz (1803-1888).

sor de armonía y de órgano en la Escuela Nor-mal, profundo conocedor de la música, quien, con el deseo de estar cerca del gran músico Bee-thoven, hacía las veces de copista. Una vez que fue a entregarle la música copiada y a recoger la nueva, Ludwig estaba de particular buen hu-mor y Hünten le platicó sobre las cualidades del niño, le dijo:

—Pues bien, preséntame a esa octava maravilla. De modo que, ni tardo ni perezoso, al día

siguiente llegó con Henri Herz. Por desgracia, Beethoven ya no estaba de buen humor, como el día anterior y, sin hacer caso de las visitas, continuó sumido en la composición de una so-nata, dirigiendo, de vez en cuando, de derecha a izquierda, miradas furiosas. El copista, mien-tras tanto, pacientemente desenrolló el legajo de música copiada que traía y la colocó en el piano; Beethoven, en una ojeada vio un error y, enfurecido, desahogó su cólera contra el pobre

organista, diciéndole mil improperios. Mientras tanto, Henri se acercó al piano y, después de ju-guetear con las teclas, se puso a tocar el prin-cipal tema de la sonata que Beethoven estaba componiendo; éste, sorprendido, volteó a ver a Henri y le hizo señas al organista para detener-se, pues Hünten quería impedir el atrevimiento de su discípulo para que dejase de tocar lo que acababa de escuchar. El jovencito, distraído con su recreo musical, no hizo caso de lo que pasaba a su alrededor, y continuó la sonata, improvi-sando un final que Beethoven aún no había con-cluido. El gran compositor lo abrazó, lo sentó sobre el piano y lo llenó de caricias; le dijo que quería hablar con su padre, que le dijera que vi-niera a verlo.

Al día siguiente, el padre de Henri fue a la

casa de Beethoven.

Señor, le dijo, vuestro hijo tiene un talento tan

grande para la música, que si lo cultiva, llegará a

ser un día gran compositor. Algunos me juzgan

envidioso, porque no quiero alternar con esos

que llaman compositores modernos, que lisonjean-

do los oídos, echan a perder la inteligencia mu-

sical, y corrompen el gusto por la belleza clásica.

Pero soy justo, y la posteridad juzgará entre ellos

y yo. Ya os he dicho que vuestro hijo posee talen-

to, o más bien debiera decir genio; pero procurad

no destruir la frescura virginal de su imaginación

con un sistema de educación mecánica, que cuan-

do más haría de él un buen tocador. Dejadlo que

estudie el diapasón [sic.] todo el tiempo que quie-

ra; pero no le deis más que buena música para

aprender. Aquí tenéis algunas lecciones que ano-

che he compuesto para él; dádselas para que las

aprenda, y dentro de tres semanas podéis venir a

visitarme otra vez. 5

5 Manuel Payno,"Biografía de Enrique Herz", El álbum mexicano. Periódico de literatura, artes y bellas artes, tomo II, 1849, Ignacio Cumplido, México, p. 210.

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Historias alrededor de los himnos nacionales: HENRI HERZ

A partir de ese momento, el padre de Henri consagró algunas horas del día a la dirección de los estudios de su hijo; sus progresos eran ver-daderamente espectaculares y la fama de niño prodigio, como lo llamaban, crecía cada día. Bee-thoven continuó muy interesado en él y, como prueba del mayor de los afectos, le dedicó horas enteras a su enseñanza.

Napoleón, que a la sazón combatía con Rusia y Austria, se llevó al jovencito a París y lo ubicó en el Conservatorio que, por primera vez, ad-mitía a un extranjero. Enrique tenía trece años y pasó las pruebas de admisión; a partir de en-tonces comenzó a tomar clases de piano con Víctor Dourlen y Anton Reicha. Pero el asunto es que las cosas no fueron tan bien como se espe-raba, pues se iba de aventura con su amigo La-font y hacían muchos desmanes -como romper vidrieras-, de modo que su padre lo hizo regre-sar a Koblenz y lo puso bajo el cuidado de Hün-ten, arreglándole, además, la distribución de sus estudios, sin permitir el menor relajamiento:

5 a 6 - Bañarse, vestirse, tomar una taza de leche.

6 a 7 - Media hora ejercicio de dedos y media hora de escalas.

7 a 8 - Tocar los estudios de Clementi y de Cramer.

8 a 9 - Lección de gramática, ortografía y escritura.

9 a 10 - Media hora para el almuerzo, media hora para paseo en el jardín.

10 a 11 - Lección de armonía. 11 a 12 - Lección de alemán o de inglés. 12 a 1 - Lección de piano con el maestro. 1 a 2 - Comida y paseo en el jardín. 2 a 3 - Lección de piano sin maestro. 3 a 4 - Historia y geografía. 4 a 5 - Ejercicio en el violín.

5 a 6 - Ejercicio de natación en estío y gimnástico en invierno.

6 a 7 - Descanso.

7 a 8 - Estudios de Clementi y escalas. 8 a 9 - Lectura divertida.

9 :45 - Con toda puntualidad, irse a la cama.

Henri permaneció en Koblenz sometido a es-tas rutinas hasta los veinte años, cuando regresó

a París, como un habilidoso pianista que habría de destacar desde su primer concierto en el sa-lón del Conservatorio.'

Hasta aquí algunos datos biográficos que nos proporciona Manuel Payno.

2. El contexto

Eran los años cercanos a la guerra con Estados

Unidos y a la pérdida de una tercera parte del territorio nacional, en un momento histórico

caracterizado por la fragilidad política del país

y las búsquedas identitarias en el largo proceso de devenir en la nación mexicana, cuando Henri Herz, anduvo por estas tierras, en una gira ar-

tística, de 1845 a 1851, en la que tocaría distintos puntos de Estados Unidos; de México, de La

Habana, de la California, de Perú y de Chile. En nuestro caso, el 7 de julio de 1849, la prin-

cipal prensa capitalina -El Siglo xix y El Monitor Republicano- anunciaba a sus lectores la llegada a nuestro país de la Compañía de Ópera Italia-

na, de Nueva York, y de un destacado pianista austrofrancés, Henri Herz, quien daría una serie

de conciertos en la capital y realizaría una gira artística por las principales ciudades de México.

6 Cfr. Op. cit, pp. 209-211. Quizás es importante señalar que Henri Herz provenía de una familia hebrea, dato que, orillado por el antisemitismo que se desencadenó durante el siglo xix, ocultó celosamente (vid. Grave Dictionary..., v. 3). Al respecto, escribió Mes voyages en Amérique, Achille Faure, París, 1866 [traducido al inglés por Henry Bertram Hill, con el título My Travels in America, University of Wisconsin, Madison, 1963].

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1. A SAVAT•oUrli <SetAlt) a.... e. 47)

Succurtalc. BRUXELLF-5 47, Beulevard Anspadt Primera y segunda páginas

del catálogo de modelos de la

fábrica de pianos Henri Herz.

El El Siglo xix, en su "Galería de notabilida-des contemporáneas", 8 proporcionaba informa-ción sobre Herz que despertaría el interés, por igual, entre músicos eruditos y filarmónicos: se trataba de un pianista de origen austriaco que habitaba en París, cuyo círculo amistoso estaba formado por Eugenio Sue, Balzac, Alejandro Du-mas, Julio Janin, entre otros. Maestro de Lizst y de Thalberg, además de prolífico compositor, de lo que había obtenido valiosas ganancias, ade-más de dirigir una fábrica de pianos en las que había cuatrocientos trabajadores.

En efecto, algunos de estos datos se corrobo-ran en otras fuentes; otros se pueden agregar y afinar: que estudió en el Conservatorio de París con Prander, donde, hacia 1818, ya había obte-nido el primer premio de piano; que desde 1831 empezó a hacer giras por Alemania e Inglaterra; que en 1842, antes de su viaje a América, se aso-

s El Siglo XIX, 18 de julio de 1849.

ció con el constructor de pianos Klepfa, en Pa-rís, empresa que fracasó, hasta que, al regresar montó la fábrica por su cuenta.

El asunto es que la noticia de su llegada des-pertó mucho interés y, el 10 de septiembre, toda una comitiva de entusiastas artistas y letrados esperaba su arribo al Hotel del Bazar.

3. La presencia de Henri Herz en México

Si bien ya alrededor de 1840 algunos instrumen-tistas habían comenzado a visitar nuestro país, como Wallace, Larsonneur, Bohrer y Vieuxtemps, esto se había dado de manera casuística y a títu-lo personal; en este sentido, 1849 marca el inicio de una revitalización de los ambientes artístico-musicales en México y la emergencia del mode-lo de músico virtuoso, lo que marcó el tránsito del salón musical a la sala de conciertos, como veremos a continuación.

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Historias alrededor de los himnos nacionales: HENRI HERZ

Nuevas prácticas culturales La visita de Herz adquiere la connotación de gira artística, para lo que si bien él se asume co-mo viajero y aventurero, lo cierto es que alrede-dor de ello pueden develarse distintas argucias publicitarias y empresariales que, pasando el tiempo, serán comunes al concertismo de las grandes figuras.

Su llegada estuvo antecedida por la de Ber-nard Ullman, inmigrante húngaro radicado en

Estados Unidos, que haría las veces de su repre-sentante artístico, encargado de gestionar espa-cios y funciones públicas. La meta era el Teatro Principal, que había sido contratado semanas antes por la cantante inglesa Anna Bishop y el arpista y director musical Nicolas Bochsa, de modo que a la llegada de Herz debió buscar otros espacios, que no abundaban. La solución parecía ser La Lonja, edificio de una selecta aso-ciación de comerciantes, que tenía un salón ade-cuado para el propósito. Como se trataba de un espacio más bien privado, hubo necesidad de res-tringir la entrada del público mediante la com-

pra de boletos intransferibles, lo cual, en ambos casos, se trataba de una innovación debido a que

lo habitual era realizar ahí tertulias con carácter familiar; para ello, se informó al público, a través de la prensa, sobre las nuevas condiciones:

No habiendo comprendido varias personas el

sentido de la palabra 'boleto', el comité se apresu-

ra a hacer saber al público, que así como lo indica

la palabra personal, no puede usarse sino por la

persona cuyo nombre lleva escrito (...). 9

Al poco tiempo se resolvió el asunto del Tea-tro Principal, y Herz envió una carta abierta a la prensa para agradecer el espacio de La Lonja, tratando de no desairar a los sectores medios, pero definiéndose por el público de los círculos

9 , 3 de agosto de 1849, Bitrán, p. 135.

ilustrados, a quienes preparó una retórica musi-cal para seducirlos.

Aun elaborado programa en el que tenían lu-gar las composiciones de música erudita en boga en el mundo occidental, Herz fue integrando, y pulsando el gusto del público mexicano, al-gunas novedades, como La polka del siglo xix, supuestamente compuesta para el público me-xicano, pero en realidad dedicada al diario El Siglo xix, cuyo editor era Ignacio Cumplido. Al respecto, Herz continuó uno de los ganchos pu-blicitarios que había seguido en las tertulias de La Lonja: regalar a cada una de las damas una partitura de La polka, e incluso dedicárselas. Tam-bién se colocaría en diversos lugares una lito-grafía de Herz hecha por Cumplido.'"

Las crónicas musicales reseñarían, con cre-ces, los eventos musicales a cargo de Herz en la capital y, después, también, su gira por el in-terior del país: Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Tepic, Guadalajara; en este último lugar surgió un brote de cólera que lo llevó a hacer maletas y embarcarse hacia Lima, en junio de 1850.

Hacia el nacionalismo musical mexicano Por lo demás, Herz logró tocar algunas de las fibras más sensibles de los mexicanos en un momento en que se adquiría la conciencia de lo propio, avivada por la pérdida de un porcentaje importante del territorio nacional, a la vez que se fortalecían las búsquedas de expresión local, más acordes a lo que sería la sensibilidad del mexicano.

Y esto lo hizo a través de dos vertientes:

a) La primera, anunciada desde su llegada a México, era componer un himno nacional pa-ra los mexicanos, iniciativa que se inscribía tanto en un momento en que las naciones de

Álbum mexicano..., p. 209.

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a cada una de las damas que

asistían a sus conciertos.

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Historias alrededor de los himnos nacionales: HENRI HERZ

Occidente se daban a la tarea de componer este tipo de piezas guerreras, como a los pro-pios ensayos que al respecto se venían hacien-do en el país desde 1821, a partir de que ob-tuvo su independencia de España, de modo que no resultaba tan difícil mover los ánimos de artistas e intelectuales en este sentido:

Casi todas las naciones tienen uno [himno]

que jamás puede oírse con indiferencia. En los

días de combate logra que las tropas que en-

tran en acción se llenen de entusiasmo y que

hagan prodigios de valor (...). Entre nosotros

no existe por desgracia tal himno nacional. Sa-

bemos que Mr. Herz tiene la idea de llenar ese

hueco; piensa al efecto hacer una invitación a

nuestros poetas para que formen un concurso,

y escojan entre las composiciones que se pre-

senten, la que les parezca mejor. Entonces, con

vista de la letra del himno, Mr. Herz compon-

drá la música. 11

El argumento era de tal manera convin-cente que, a la vuelta de unos días, el 14 de agosto de 1849, la Academia de Letrán, a ins-tancias de la Junta Patriótica de la ciudad de México, abrió un concurso para hacer la letra de lo que sería el himno patrio, a la que Herz le pondría música. El concurso lo ganó An-drew Davis Bradburn, y Herz le puso músi-ca, pero, como al público no le gustó la letra -y tenía motivos suficientes para ello, dado que el Davis era hermano de uno de los ofi-ciales involucrados en la revolución texana contra México (1832-1836)-2 2 el autor de la letra renunció al premio y la composición cayó en el olvido. Herz continuó firme en su objetivo y entonces compuso una pieza que

llamó Marcha nacional -no himno, porque no

11 El Siglo xix, 24 de julio de 1849. 12 Vid. Arturo García Gómez,"Bocetos del Himno Nacional Mexi-

cano", p. 9.

tenía letra, como lo aclaró oportunamente la prensa- para cuyo estreno, con motivo de la celebración de la Independencia, el 15 de septiembre de 1849, se montó espectácu-lo egregio en el Teatro Principal, que anunció, unos días antes, El Siglo xix, en los siguien-

tes términos:

Una marcha militar, ejecutada por primera

vez, compuesta y dedicada a los mexicanos

por Henri Herz [...] será ejecutada en doce

pianofortes, por veinte profesores pianistas,

por doble banda militar, coro de hombres, bajo

la dirección de Henri Herz (...)"

Y así fue: la pieza se tocó frecuentemente incluso durante el Porfiriato, no obstante que ya existía el Himno Nacional Mexicano, de González Bocanegra y Jaime Nunó (1854).

b) La segunda fue el tercer concierto de Herz en el Teatro Principal (25 de agosto de 1849), algo verdaderamente apoteótico y que supe-ró con creces sus anteriores presentaciones públicas: a la música irlandesa, francesa e italiana, el "rey de los pianistas" integró la improvisación del Jarabe, con lo que provocó

tal entusiasmo del público que no cesaba de aplaudirlo; la prensa capitalina, en sus cró-nicas musicales, logró captar el momento en los siguientes términos, a través de la plu-

ma de 'Yo':

[...] Al principio el público creyó que era Be-

llini o Rossini quienes hablaban en el piano,

y guardó ese respetuoso silencio que indica

que en todas partes del mundo se tributa al

genio una veneración religiosa; pero apenas

fue reconocido el jarabe nacional cuando del

13 12 de septiembre de 1849. En México, la partitura fue publi-cada por Ignacio Cumplido; en París, al regreso de Herz, por A. Vialon, con el título 166.

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Partitura de Marcha nacional, estrenada

con motivo de la celebración de la

Independencia, el 15 de septiembre de

1849, en el Teatro Principal, 11.p. r %hm. 14.

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Antes DEL AULA

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11.11-rül!

Historias alrededor de los himnos nacionales: HENRI HERZ

cielo del teatro brotó un torrente de aplausos,

una tempestad de alegría que comunicó su

electricidad a los palcos y al patio. Los hom-

bres sonaban las manos, las lindas jóvenes

hacían otra cosa mejor, reían, y sus ojos, su

fisonomía toda, expresaban el contento y la

sorpresa. ¿Herz tocando el jarabe, el músico

de Viena, el discípulo protegido de Napo-

león, tocando un sonecito de los Tapatíos y

los Poblanos? [...] 14

A partir de ese evento, la situación se re-

pitió en los sucesivos conciertos: tocó Los suspiros, La rancherita, La pasadita, Los enanos, Butaquito y otras más. De hecho, con estas

intervenciones donde se introducían boca-nadas de aires populares en los espacios de la música culta, se fortalecía una larga tradi-ción que venía del siglo xvIIi, que, retomada

en el xix, alrededor de 1840, había tratado de

reintroducir los temas musicales populares

con los códigos de la música erudita europea; sin embargo, lo logrado por Herz marcaría la búsqueda sistemática para construir una ver-dadera Escuela de Música Mexicana.

Ignacio Cumplido edita el Álbum Mexicano, donde Payno publica las biografías de la Bishop y de Herz.

A modo de cierre

Puede decirse que con Henri Herz se inaugu-ran una serie de prácticas alrededor del músico

virtuoso itinerante que marcan un nuevo mo-

mento cultural en México. Más allá de su propia habilidad empresarial, y la de su representante

artístico, para abrirse camino en el medio, hubo una serie de relaciones que le resultaron muy favorables en el círculo de Ignacio Cumplido.

Baste decir que Cumplido fue uno de los edi-

tores del siglo xIx más destacados por diversas cualidades: su constante actualización en el arte

14 El Siglo xix, 27 de agosto de 1849.

de la tipografía, su versatilidad -dado que abor-da publicaciones de distinto género comunes a la época, que van desde calendarios, revistas literarias, diarios, folletos hasta cartillas, entre

otros- y su apertura a los distintos movimientos artísticos y literarios de Europa, lo cual lo vincu-ló directamente con los círculos intelectuales y

artísticos de la época, de modo que colaboraron con él los escritores más destacados del momen-to. Edita El Siglo xix, uno de los diarios libera-les más prestigiosos, en donde tiene lugar una sección dedicada a las crónicas musicales en la que escriben 'Fidel' -Guillermo Prieto- y 'Yo'

-Manuel Payno-, quienes reseñaron las presen-

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Fábrica de pianos Henri Herz.

taciones musicales de Herz. Cumplido también edita el Álbum Mexicano, donde Payno publica las biografías de la Bishop y de Herz.

Por lo que respecta a Herz, habrá que tomar en cuenta que sus propósitos en la gira, y en el caso particular de los mexicanos, no fueron tan generosos y bien intencionados como se pudie-

ra pensar; muchos se trataron de verdaderas es-trategias publicitarias para mover voluntades y

obtener ganancias de todo tipo; tal fue el caso de ofrecerse a componer un himno nacional, estrategia ideada por su representante, Ullman, mientras quedaba libre el Teatro Principal." Tan es así, que después de su gira de seis años por el continente americano estuvo en condiciones de establecer en París, a su regreso, su propia fábrica de pianos Herz (1851). •

15 Arturo García, op. cit., p. 11.

■ Fuentes y referencias bibliohernerográficas:

Fuentes hemerográficas:

EL ÁLBUM MEXICANO. Periódico de literatura, artes y bellas artes, tomo II, Ignacio Cumplido, 1849.

EL MONITOR REPUBLICANO.

EL SIGLO XIX.

Otras referencias:

AGUIRRE Lora, María Esther, Memoria en el tiempo. La escuela Nacional de Música de la UNAM (1929-1945 ca.), proyecto y coordinación académica, 2006.

, "Arquitectura musical en la escuela rural mexi- cana (ca. 1920-1940)", en Lesvia Rosas (coord.), 2007.

, (coord.), Preludio y fuga. Historias trashumantes de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, IISUE -UNAM, México, 2008.

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CORREO del MAESTRO • núm. 182 • julio 2011