Historia de las ideas estticas en Espaa. Hasta fines del siglo
XV
ndice:PRLOGO A LA PRESENTE EDICIN DEDICATORIA ADVERTENCIA PRELIM
INAR A LA PRIM ERA EDICIN NOTA SOBRE ESTA SEGUNDA EDICIN
INTRODUCCIN. DE LAS IDEA S ESTTICAS ENTRE LOS ANTIGUOS GRIEGOS Y
LATINOS Y ENTRE LOS FILSOFOS CRISTIANOS CAPTULO I. IDEAS LITERARIAS
DE LOS ESCRITORES HISPANOROM ANOS. SNECA EL RETRICO.SNECA EL
FILSOFO. QUINTILIANO.MARCIAL. CARCTER DE LA LITERATURA HISPANOROM
ANA DEL IMPERIO.NOTA SOBRE PORCIO LATRN Y OTROS RETRICOS M
ENORES.IDEAS LITERARIAS DE M ARCO ANNEO SNECA, EXPUESTAS EN LO S
PRLOGOS DE SUS CONTROVERSIAS Y SUASORIAS. PENSAM IENTOS ESTTICOS DE
SNECA EL FILSOFO.EXPOSICIN DE LAS INSTITUCIONES ORATORIAS DE
QUINTILIANO.NOTA SOBRE SUS FUENTES.EL DILOGO DE LOS ORADORES.
MARCIAL EN SUS RELACIONES CON LA CRTICA LITERARIA CAPTULO II.DE LAS
IDEAS ESTTICAS EN LO S PADRES DE LA IGLESIA ESPAOLA DURANTE LOS
PERODOS ROM ANO Y VISIGGITICO. ORGENES DE LA POESA
CRISTIANA.JUVENCO.PRUDENCIO.SAN DM ASO.IDEAS DE OROSIO SOBRE LA
HISTORIA.IDEAS ESTTICAS Y LITERARIAS DE SAN ISIDORO.NOTA SOBRE LA
ENSEANZA DE LAS LETRAS HUMANAS EN LA POCA VISIGTICA.LA ESCUELA
ISIDORIANA EN LAS GALIAS: TEODULFO, OBISPO DE ORLEANS.LA TRADICIN
ISIDORIANA ENTRE LOS MOZRABES DE CRDOBA, Y EN LOS REINOS DE LA
RECONQUISTA CAPTULO III. DE LAS IDEAS ESTTICAS ENTRE LOS RABES Y
JUDOS ESPAOLES.LO S NEO-PLATNICOS: AVEMPACE, TOFIL, BENGABIROL.LOS
PERIPATTICOS: AVERROES.SU COM ENTARIO A LA RETRICA Y A LA POTICA DE
ARISTTELES CAPTULO IV. DE LA FILOSOFA DEL AM OR Y DEL ARTE EN LA
ESCUELA LULIANA: RAM N LULL.LA TEOLOGA NATURAL DE RAIMUNDO
SABUNDE.INFLUENCIA ITALIANA EN CATALUA. PRIM ERAS MANIFESTACIONES
DEL PLATONISMO ERTICO: AUSAS MARCH.NOTA SOBRE ALGUNOS TRATADOS
ESPAOLES DE LA EDAD M EDIA, CONCERNIENTES AL AM OR (ARNALDO DE
VILANOVA, D. JUAN MANUEL, DON ALONSO DE M ADRIGAL
CAPTULO V. DE LAS IDEAS ACERCA DEL ARTE EN LA EDAD M EDIA. EL
SETENARIO .EL TESORO, DE BRUNETTO LATINI.LAS POTICAS TROVADORESCAS,
AS EN CATALUA COMO EN CASTILLA.NOTA SOBRE RAM N VIDAL Y GIRALDO
RIQUIER.RESTAURACIN PEDANTESCA DEL CONSISTORIO DE TOLOSA Y SU
ESCUELA EN BARCELONA.ARTE DE TROVAR, DE D. ENRIQUE DE VILLENA.ARTE
DE TROVAR, DE JUAN DEL ENZINA.LA TRADICIN TCNICA EN OTRAS ARTES.EL
POEMA DE LA MSICA, DEL M ONJE OLIVA.NOTA SOBRE LAS DOCTRINAS M
USICALES EN LA EDAD M EDIA.LA TCNICA ARQUITECTNICA: NOTA SOBRE LOS
CUADERNOS DE RODRIGO GIL DE ONTAN.NOTA SOBRE ALGUNOS TRABAJOS
RELATIVOS AL ARTE ESPAOL DE LA EDAD M EDIA APNDICE I. FRAGM ENTOS
DEL ARTE DE TROBAR O LIBRO GAYA SCIENCIA, QUE HIZO DON ENRIQUE DE
VILLENA INTITULADO A DON IIGO LPEZ DE M ENDOZA, SEOR DE HITA
APNDICE II. PRLOGO Y DEDICATORIA DEL LIBRO DE MARCHO TULIO CICERON
Q. SE LLAMA DE LA RETRICA, TRAS | LADADO DE LATIN EN ROM ANCE POR
EL MUY REUERENDO DON ALFONSO | DE CARTAJENA OBPO. DE BURGOS
YNSTANCIA DEL M UY ESCLARECI | DO PRNCPE DON EDUARTE REY DE
PORTUGAL APNDICE III. PROHEM IO CARTA QUEL MARQUS DE SANTILLANA
ENVI AL CONDESTABLE DE PORTUGAL APNDICE IV. DOS CAPTULOS DE LA
VISIN DELECTABLE DE LA PHILOSOPHIA Y ARTES LIBERALES DEL BACHILLER
ALFONSO DE LA TORRE. DE LA RETRICA ET DE SUS INVENTORES, ET DE SU
MODO ET DE SU PROVECHO APNDICE V. ARTE DE POESA CASTELLANA, DE JUAN
DEL ENZINA APNDICE VI. ARTE DE TOCAR EL LAD (DE UN ANNIM O DEL
SIGLO XV) ADICIONES Y ENM IENDAS
HISTORIA DE LAS IDEAS ESTTICAS EN ESPAA I : HASTA FINES DEL
SIGLO XV [p. IX] PRLOGO A LA PRESENTE EDICIN El Ministerio de
Educacin Nacional quiere pagar, por mediacin del Consejo Superior
de Investigaciones Cientficas, creacin insigne de nuestro Caudillo,
una deuda que Espaa, desde hace muchos aos, tiene contrada con el
ms glorioso espaol de los tiempos modernos: Don Marcelino Menndez
Pelayo. Sale hoy a la luz pblica el tomo primero de sus Obras
Completas, en Edicin Nacional . El Ministerio, al editarlas, recoge
el anhelo de todos los pueblos de habla espaola y pone los primeros
sillares espera poner pronto, muy pronto, los ltimos del monumento
ms digno que a la memoria del Genio animador de nuestras dormidas
energas puede elevarse; un monumento adems que es obra de la misma
persona a quien se dedica: la coleccin sistemtica y completa de sus
Obras, que por fin van a ver reunidas los estudiosos y estudiantes
de todo el mundo. La juventud espaola conseguir leer fcilmente algo
ms que citas dispersas, resmenes, traducciones y extractos, y podr
tener en su cuarto de trabajo, en los propios estantes, en edicin
esmerada, todas las obras del Maestro de la Literatura, de la
Crtica y de la Esttica Espaolas. Ahora, cuando es frecuente
encontrar en los escaparates, las obras completas de cualquier
escritor de novelas, de cuentos, de ensayos, es imposible, an
recorriendo libreras y bibliotecas pblicas [p. X] y privadas, poder
examinar toda la produccin bibliogrfica deMenndez Pelayo. Sus
estudios fueron numerosos, y dentro de cierta direccin, muy varios,
de verdadero polgrafo, de difcil sistematizacin y no al alcance de
todos, esparcidos como estn en publicaciones, algunas ya raras.
Comenz a escribir antes de abandonar las aulas del Instituto. En
esta edicin, saldrn a luz algunos trabajos de su niez y puede
decirse que desde aquellos tempranos das no conoci el descanso.
Primero los apuntes y estudios para su propia formacin, despus, a
los veinte aos, sus primeras polmicas con los jerifaltes de la
Institucin, y las poesas, aquellas poesas amorosas y eruditas,
flores de su corazn y de su entendimiento. Luego la vida intensa de
relacin y los inevitables compromisos que no supo o no pudo eludir:
hoy una solemne conmemoracin, maana un discurso acadmico, pasado un
centenario, y siempre los consabidos, los acosadores, los
irrechazables prlogos. Prlogos breves, de compromiso a veces, en
los que de pasada derrama gotas del nfora de su sabidura; prlogos
en los que la vierte a raudales, deleitosa, amorosamente encariado
con el autor o con la materia; aquellos, en fin, en los que el
cauce henchido y pletrico se rompe rebosando ciencia y poesa, en
pginas que se alargan tanto como la obra presentada. Muchos y
valiosos prlogos; tantos, que Clarn deca, con amable irona que todo
libro, mediano o malo, que se publicaba en Madrid en aquellos aos
tena, por lo menos, la buena cualidad de llevar un hermoso prlogo
de Menndez Pelayo. Al lado de estas obras ocasionales, del momento,
se iban formando las canteras decisivas de su
labor, las obras largas, fundamentales, de grandes alientos, de
perspectivas geniales, tan ambiciosas, intelectual y
patriticamente, que ah han quedado algunas empezadas o diseadas
tentando a los estudiosos a continuarlas o por lo menos a
imitarlas. [p. XI] No escapaba a su perspicacia madrugadora la
conveniencia de recoger con orden los trabajos del entendimiento;
precisamente ha llegado a nosotros, y segn uno de sus bigrafos se
conserva en su Biblioteca de Santander, el modelo de una portada
que dice as: Obras de Marcelino Menndez Pelayo... Bachiller en
Artes . Este bachiller que acaba de cumplir los quince aos suea con
unas Obras Completas que slo en la vejez ha de ver comenzadas; pues
aunque un editor bautizara antes con el epgraje de Obras Completas,
La Ciencia Espaola y la Historia de las Ideas Estticas , lo cierto
es que esta denominacin no fu ms que un ardid editorial sin
transcendencia. Amigos y editores le incitaban a que con la
verdadera edicin de las Obras Completas diese ocasin a que se
reimprimiesen algunas, como los Heterodoxos que, segn l mismo
confesaba, se haba hecho rara y se pagaba como tal. Esta
consideracin y el afn de revisar, corregir y enmendar los libros,
que corran en manos de todos, le hizo por fin intentar la edicin
definitiva de ellos. El tomo I lleva la fecha de julio de 1910.
Tena el autor cumplidos cincuenta y cuatro aos y de stos haba
pasado cuarenta, entregado en absoluto a la vida intelectual, al
trabajo asiduo, sin descanso, sin alzar su noble cabeza, inclinada
sobre los libros, o sobre las cuartillas en que acostumbraba a
escribir, grandes, en folio, acaso por que su vida interior, su
mpetu, necesitaban amplio campo en que mover la pluma. Durante
estos aos no se le haba ocurrido hacer un alto en el camino
recorrido, volver la vista atrs, recoger la labor realizada,
ordenarla por lo menos, para alivio y direccin de los que le
siguieran. Era humilde y pensaba ms que en lo que haba hecho, en lo
que le quedaba por hacer. Lstima, dicen que exclam en los ltimos
das de su vida, tener que morir ahora, cuando tanto tena que leer.
Y precisamente, una de las cosas que estaba haciendo cuando le
sorprendi la muerte era, adems de escribir otros trabajos
originales [p. XII] y completamente nuevos, recoger, recopilar su
labor, editar las Obras Completas. Esta idea fu sin duda de su
editor; porque l, as como prefera comprar un libro nuevo a gastar
dinero en encuadernar los usados, se ocupaba con ms gusto en los
mltiples trabajos desde largo tiempo prometidos, que en corregir,
remozar y ordenar los que ya corran impresos y agotados. Y sin
embargo, esta pausa, este descanso para anotar y compilar las Obras
Completas, era de todo punto necesario y Menndez Pelayo no dejaba
de comprenderlo. La produccin cientfica haba nacido de su potente
entendimiento y de su frrea voluntad, de un modo un tanto
arbitrario, con un orden y un mtodo subjetivo, tan suyo, tan
ambicioso y tan espaol, que era difcil, por no decir imposible, que
una vida sola bastase para realizar sus planes, aunque sta
alcanzara los aos de los antiguos patriarcas. Decidido por fin a
publicar las series todas de su produccin literaria, no poda
lograr, a pesar de sus propsitos, detener el cauce torrencial de su
actividad y de su pensamiento, y alternaba la labor de ordenar,
corregir y coleccionar, con la de composicin y redaccin de obras
originales nuevas. La edicin de sus Obras Completas fu, desde
antes de 1910, su principal tarea; trabajo rudo y difcil por el
rigor y probidad cientficos del Maestro. Pudo dejar por ejemplo, la
Historia de los Heterodoxos, tal como haba sido leda y celebrada
desde su aparicin, ( 1880 a 1882 ), y varios editores se disputaban
el reimprimirla as; pero no poda determinarse a ello sin someterla
a escrupulosa revisin. Fruto de sta fu un primer tomo de 500
pginas, ampliacin de las 16 del primer original sobre la poca de
las creencias primitivas. A este paso, con semejante esfuerzo,
desatendiendo toda idea de clculo, de lucro y an de justa y honesta
recompensa, se comprender que haba de multiplicarse prodigiosamente
el nmero de tomos de las XIX series proyectadas, si Dios hubiera
concedido [p. XIII] a su autor tan largo tiempo como requera la
labor puesta en el telar. Pensar que Don Marcelino autorizase
reproducciones hechas a la ligera, ediciones mercantiles, era no
conocerle, y mucho menos el que editase manuales y compendios:
Compendia sunt dispendia escribi a este propsito, y recuerdan sus
ntimos y familiares la indignacin con que rechaz el cheque en
blanco que la previsora codicia de un editor le present, para que
sealase precio a un compendio de Historia de la Literatura Espaola
que haba de comprometerse a redactar. Los clculos de los pesimistas
se cumplieron: el programa magno de la Edicin de las Obras
Completas de Menndez Pelayo qued suspendido muy a los principios.
En julio de 1910 escribi las advertencias preliminares del tomo I
que apareci al comienzo de 1911. Dej completamente terminado tambin
el tomo I de la Poesa Hispano-Americana. Le faltaban pocas pginas
para terminar la impresin del II volumen de este libro y ya tena
corregidos doce pliegos del primero de la Historia de la Poesa
Castellana en la Edad Media, cuando tuvo que dejar la pluma para
coger e1 crucifijo, en su agona. El magno proyecto de la edicin
definitiva y revisada por su autor qued por tanto en sus comienzos,
porque segn el anuncio de la casa editora haba de comprender el
conjunto de las 19 series siguientes: I.Historia de los Heterodoxos
Espaoles. II.Historia de la Poesa castellana en la Edad Media.
III.Tratado de los romances viejos. IV.Juan Boscn. V.Historia de la
Poesa hispano-americana desde sus orgenes hasta 1892. VI.Orgenes de
la novela espaola y estudios de los novelistas anteriores a
Cervantes. [p. XIV] VII.Estudios de Crtica Literaria. VIII.Ensayos
de crtica filosfica. IX.La Ciencia Espaola. X.Historia de las Ideas
Estticas en Espaa hasta fines del siglo XIX. XI.Historia de las
Ideas Estticas en Europa hasta fines del siglo XIX. XII.Historia
del romanticismo francs. XIII.Poesas completas y traducciones de
obras poticas.
XIV.Traduccin de algunas obras de Cicern. XV.Caldern y su
teatro. XVI.Bibliografa hispano-latina clsica. XVII.Opsculos de
erudicin y bibliografa. XVIII.Horacio en Espaa. XIX.Estudios sobre
el Teatro de Lope de Vega. De estas 19 series, las que se han
impreso completas han sido: I.Historia de los Heterodoxos en siete
volmenes. II.La Historia de la Poesa castellana en la Edad Media
tres volmenes. V.Historia de 1a Poesa hispano-americana, dos
volmenes. VIII.Ensayos de Crtica filosfica, un volumen. IX.La
Ciencia espaola, dos volmenes. XIX.Estudios sobre el Teatro de Lope
de Vega, incompleta (se han publicado seis volmenes). Estas series
no seguan un orden cronolgico, ni sistemtico perfecto; pero hay que
confesar que, dando una extensin amplia a los ttulos generales,
podran caber en ellas todos los libros que durante su vida haba
publicado y tal vez los que pudiera publicar, aunque como sucedi
luego, con el rasgueo de su pluma se fueron ensanchando, como la
Castilla del Cid, los volmenes de sus obras. [p. XV] Empezaron las
Obras Completas intentando publicar la ms popular (aunque no la ms
estimada por l): La Historia de los Heterodoxos. Es sabido, que de
esta serie no pudo ver terminado ms que el tomo primero, pues la
muerte le sorprendi con la pluma en la mano. Dirigi despus, la
edicin de Obras Completas Don Adolfo Bonilla y San Martn, discpulo
de Menndez Pelayo, hombre de gran entendimiento y de vastsima
erudicin. Trabajador infatigable, pesaban sobre l cargos y cargas
de gran importancia y tan diversos que le ocupaban su tiempo y sus
esfuerzos. Bajo su direccin se imprimieron los tomos II y III de
los Heterodoxos, los cinco tomos primeros de los Estudios sobre el
Teatro de Lope deVega y los Ensayos de Crtica filosfica. Muerto
Bonilla, se encarg de ordenar y dirigir la edicin de las Obras
Completas, el ilustre Director de la Biblioteca de Menndez Pelayo,
en Santander, Don Miguel Artigas, que termin, con mxima competencia
y celo, los tomos de las series del Teatro de Lope de Vega, los de
los Heterodoxos y La Ciencia Espaola. Preparndose estaba La
Historia de las Ideas Estticas y la reimpresin de algunos tomos de
la de los Heterodoxos, cuando sobrevino la guerra de liberacin
gloriosamente vencida por nuestro Caudillo. La guerra, causa de
tantas perturbaciones, ha sido el ltimo obstculo que ha impedido
hasta ahora, la publicacin de las Obras Completas. Intent
recientemente publicarlas el Instituto de Espaa, que se haba
percatado de la necesidad que el pblico culto senta de tener a la
mano estas obras, verdadero Corpus de patriotismo cientfico, tan
importante y de eficacia tan oportuna en los momentos presentes en
que se trata de fundar sobre
base firme y cristiana la nueva Espaa. Nuestra guerra ha sido en
realidad una consecuencia necesaria del desvo y abandono del camino
tradicional de la Cultura espaola que, desde los comienzos del
siglo XIX y acaso antes, ciegamente [p. XVI] se empeaban muchos en
desnacionalizar, creyendo posible y fcil improvisar una cultura y
borrar de las inteligencias y de los corazones ideas y creencias
arraigadas para seguir el naturalismo, el materialismo y el
positivismo histrico. Menndez Pelayo adivin desde muy temprano la
equivocacin y en el fondo de toda su inmensa produccin late la
enemiga abierta y franca al torrente de descrdito y de menosprecio
que los llamados intelectuales desbordaron sobre la ciencia
espaola. Muy justa y racional hubiera sido una revisin seria y
cientfica de las ideas tradicionales hechas carne y hueso en la
vida de Espaa e incorporar fundamentalmente los progresos y
direcciones que la cultura moderna haba acarreado, procurando
desarrollar y cultivar con un sentido espaol los grmenes y
antecedentes de los geniales pensadores del siglo XVI; pues en este
cultivo del propio espritu vea Don Marcelino la fuente de la
renovacin de la ciencia Espaola. De las XIX series que, segn el
plan del Maestro, haban de formar las Obras Completas hay algunas
que ni en todo ni en parte entraron en los veintin volmenes de la
edicin Surez, el benemrito editor que tom a su cargo la empresa de
publicar estas obras, ms que como negocio, como muestra de amistad
y de admiracin al Maestro y al amigo. Tal sucede con la Historia de
las Ideas Estticas en Espaa y con su continuacin Historia de las
Ideas Estticas en Europa, obra que va abrir el camino de esta
Edicin Nacional. El tomo primero de las Ideas Estticas en la edicin
de Escritores Castellanos, apareci en 1883. En realidad vena su
autor madurando el proyecto de escribir este libro haca varios aos,
tal vez desde que en la clase de Mil y Fontanals, de Barcelona, se
puso en relacin con el sabio catedrtico cataln que tanta influencia
tuvo en la formacin de su espiritu y de su cultura, sobre todo en
materias de Esttica. El discpulo pag esta sabia iniciacin
transcribiendo al frente [p. XVII] del primer volumen, como
dedicatoria las palabras de Dante: Tu duca, tu Signore, tu Maestro.
Ya antes haba intentado escribir un tratado de preceptiva literaria
en colaboracin con Don Gumersindo Laverde y puede decirse que de
este benemrito catedrtico fu la primera idea de La Historia de las
Ideas Estticas. Se ha publicado una carta de Laverde a Menndez
Pelayo fechada en 1875 en la que se dice: Cuando vuelva a escribir
a Valera, pienso indicarle que proponga a la Academia por asunto
para concurso o certamen, La Historia de la Esttica en Espaa, a fin
de que usted, utilizando las muchas y exquisitas noticias que
tiene, acuda a la cita y se lleve el premio. A los pocos meses le
remita Don Marcelino un extenso plan de esta Historia, que,
comenzando por los escritores hispano-romanos, alcanzaba hasta Mil
y Fontanals. Este plan fu modificndolo su autor y ensanchando los
lmites inmediatos de su campo de una manera prodigiosa. En los tres
primeros volmenes se atiene al ttulo y en el tomo IV comprende la
Historia de las Ideas Estticas en Europa hasta fines del siglo XIX.
Este tomo tiene dos volmenes: el primero dedicado al estudio de las
Ideas Estticas en Alemania durante el siglo XIX y el segundo a
las de Inglaterra y Francia. El tomo V trata del romanticismo en
Francia exclusivamente. Como puede observarse, la idea sugerida por
Laverde se ha modificado sustancialmente. Ya no se intenta un
tratado que pudiramos llamar bibliogrfico y que poda consistir en
sealar y juzgar los libros y artculos escritos en Espaa sobre estas
materias, sino que se acomete la Historia de las Ideas, lo cual es
completamente distinto: es una historia de ideas no de libros, ni
siquiera de materias. Esta obra es acaso la ms original y la de
mayor importancia cientfica sobre todo en la parte que se refiere
al juicio y comento de las literaturas extranjeras, pues constituye
una aportacin espaola, muy rara en nuestra bibliografa y que adems
ha merecido fervorosos [p. XVIII] elogios de especialistas
extranjeros, alguno tan calificado como Benedetto Croce. Qued sin
terminar porque la concepcin que su autor tena de la tal historia
es de una magnitud extraordinaria y an quedan en la Biblioteca de
Santander, apuntes, extractos y notas que aparecern en tomos
sucesivos y que dan idea de su colosal grandeza. Convienen los
crticos en que este libro, con el que empieza la Edicin Nacional de
las Obras Completas, es en cierto modo la obra central del Maestro,
desde la cual se explica todo lo que hizo y se adivina lo que le
restaba por hacer, es como una sntesis de la literatura espaola en
su parte ms esencial y un ejemplo o anticipo de lo que podra
conseguirse aplicando el mismo procedimiento a la historia de otras
ideas bsicas, pues la idea fundamental suya era nada menos que
escribir la historia del pensamiento y del arte espaol. Esta
Historia de las Ideas Estticas es por una parte como un resumen y
por otra como unos prolegmenos de la Historia de la Literatura
espaola, que se cree en la obligacin de escribir como catedrtico de
la asignatura. Aplicando el procedimiento a otros conceptos
filosficos podra hacerse la historia de la filosofa espaola, su
sueo dorado y su aspiracin constante, que quera ver realizada si a
tanto llegaban sus alientos y sus das. Despus de la Historia de las
Ideas Estticas es propsito de quienes dirigen la presente edicin
reunir, ordenar y sacar a luz la coleccin de Estudios de Crtica
Literaria que podrn formar varios volmenes ms que los aparecidos
con este ttulo, si se agregan a esta serie otros trabajos de Don
Marcelino de la misma o parecida ndole, perdidos o esparcidos en
revistas y ediciones antiguas de las cuales apenas se encuentran
ejemplares. Se aaden, adems, algunos estudios que duermen, todava,
inditos en las carpetas de su Biblioteca santanderina. Vendrn luego
los volmenes de los Orgenes de la Novela, el Tratado de los
Romances Viejos, El Juan Boscn, La Bibliografa [p. XIX] Hispano
Latina Clsica, El Horacio en Espaa, Las Poesas originales y las
Traducciones de Obras Poticas, las traducciones de Cicern, de
Plauto, etc., y otros trabajos que no estn coleccionados ni
impresos formando unidad. E inmediatamente, o al mismo tiempo, la
reimpresin de las series comenzadas por el mismo Don Marcelino y
continuadas por Bonilla y Artigas. De estas series casi todos los
ejemplares estn agotados en su primera edicin y son muy solicitados
por los estudiosos. Respecto a la inteligente escrupulosidad con
que se hace la presente Edicin Nacional de las Obras
Completas de Menndez Pelayo bastar indicar los nombres de las
personas que el Consejo Superior de Investigaciones Cientficas ha
designado para dirigirla: Don Miguel Artigas, Director de la
Biblioteca Nacional y Don Enrique Snchez Reyes, Director de la
Biblioteca de Menndez Pelayo, en Santander. La revisin de textos se
hace con todo detenimiento, compulsndolos con las obras originales
citadas, precisando a veces con ms detalles el pasaje y teniendo
siempre a la vista los autgrafos del Maestro y las numerosas notas
y apostillas que dej en los mrgenes de anteriores ediciones de sus
libros. En cuanto a la esmerada y limpia impresin, como el lector
la tiene a la vista, huelga todo comentario. Cuando se puedan ver
ordenadas e impresas formando unidad las Obras Completas de Menndez
Pelayo an quedar la tarea grande e importante de preparar la edicin
de su copioso Epistolario. En el ltimo nmero del Boletn de la
Biblioteca de Menndez Pelayo con el que se cierra su primera poca,
se incluye un extracto de esta valiosa coleccin de cartas: algunas
escritas por el Maestro y la mayor parte dirigidas a l. En este
epistolario una condensacin por modo eminente de la vida
intelectual de Espaa en los ltimos aos del siglo XIX y en los
primeros del XX. El estudio y comentario de estos documentos puede
formar la historia viva del [p. XX] pensamiento, y del arte
nacionales en estos tiempos tan transcendentales para la vida de
Espaa. Continuarla y engarzarla con el pasado a travs y por medio
de la obra ingente de este gran espaol es nuestra tarea. Esta obra
copiossima viene a ser el puente providencial que hace fcil el paso
y soldadura de aquella gran Espaa de los siglos de oro con los
tiempos de mpetu imperial que se anuncian y se ven venir. El empeo,
rduo y difcil, es de la ms alta alcurnia espiritual y ningn honor
para m de tan elevada estimacin como el haber contribudo a que
Espaa realice con plenitud la obra de reparacin y justicia, que es
debida a uno de los espaoles ms ilustres de todos los tiempos. La
ingente produccin de Menndez Pelayo, tesoro inmenso de erudicin y
doctrina, es a la vez la dogmtica de un espaolismo frreo, exigente
y lleno de emocin, nacido del estudio del alma espaola en la ms
noble de sus servidumbres, la cultura, y de tan firme y clara
orientacin que su doctrina debe ser gua luminosa para nuestra
insobornable y heroica juventud. Y el ejemplo de su vida
excepcional, en permanente vigilia para aumentar la gloria de la
patria, debe ser norma inexorable, para todos los que, con verdad y
noble espritu de sacrificio, piensan trabajar por la grandeza de
Espaa. El Caudillo, seguro y firme rector de los destinos de la
Patria, ampara con su augusta autoridad esta magna empresa que
marca, con huella profunda, la irrevocable decisin de la Espaa
victoriosa, de trabajar por la cultura con su inconfundible y
glorioso sentido universal.
JOS IBEZ MARTN. Ministro de Educacin Nacional.
NOTAS A PIE DE PGINA:
HISTORIA DE LAS IDEAS ESTTICAS EN ESPAA I : HASTA FINES DEL
SIGLO XV [p. 1] DEDICATORIA A LA BUENA MEMORIA DEL EXCMO. SEOR
MANUEL MIL FONTANALS CATEDRTICO INSIGNE DE ESTTICA Y LITERATURA
GENERAL EN LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA
Dedica este libro, como recuerdo de los das en que recibi una
docta enseanza. MARCELINO MENNDEZ Y PELAYO
"Tu duca, tu signore e tu maestro" (Dante, Inf., Canto II.)
NOTAS A PIE DE PGINA:
HISTORIA DE LAS IDEAS ESTTICAS EN ESPAA I : HASTA FINES DEL
SIGLO XV [p. 3] ADVERTENCIA PRELIMINAR A LA PRIMERA EDICIN Con este
volumen doy comienzo a la publicacin de un largo y rido trabajo, de
ndole puramente analtica y expositiva. Para que nadie busque en l
lo que yo no he querido poner, ni se asombre tampoco de encontrar
cosas que por el ttulo no esperara, dir en breves palabras cul ha
sido mi objeto y mi plan. Ante todo, advertir que este libro ofrece
poco o ningn inters para los meros aficionados. No es libro de
estilo, sino de investigacin; y como la materia estaba virgen, todo
lo he sacrificado al empeo de dar claridad a las doctrinas que
expongo. El hacer frases sobre autores y libros, desconocidos en
gran parte para m mismo hasta que empec a escribir sobre ellos, me
parecera un pecado de ligereza imperdonable. Por esta vez renuncio
gustoso a deleitar, y me contento con traer a la historia de la
ciencia algunos datos nuevos. De la fidelidad de estos datos es de
lo que respondo. No he retrocedido ante ninguna lectura, por rida
que pareciese, y tengo mi orgullo en afirmar que hay pginas de esta
obra que me han costado el estudio de volmenes enteros, slo para
descubrir en ellos alguna idea til acerca de la belleza o del arte.
No hay que decir que muchas veces, y aun tratndose de obras muy
alabadas por los crticos, mi esperanza ha resultado completamente
vana, y mi tiempo perdido. Pero ni siquiera en estos casos me he
desalentado, y, bueno o malo, afirmativo o negativo, consigno
siempre con sinceridad de impresin el resultado de mis [p. 4]
lecturas. Aadir otra cosa para mayor autoridad de esta historia, y
es que, con leves excepciones, est compuesta toda sobre libros
propios, quiero decir, sobre libros que he recogido y poseo.
Permtaseme esta satisfaccin de biblifilo, que es al mismo tiempo
nueva garanta de que no me he aprovechado de datos ajenos ni de
trabajos de segunda mano, por excelentes que sean. As, aun en este
tomo, que es de todas las partes de la obra la que menos curiosidad
bibliogrfica ofrece, se hallarn extractos no vulgares de la Potica
de Averroes, del Autodidacto de Tofil, etctera, al paso que slo he
acudido al libro, por otra parte tan docto y apreciable, de Munk,
para las cosas que nicamente en l son accesibles, verbigracia, el
Rgimen del Solitario de Avempace, y la Fuente de la vida de
Gabirol, que he cotejado (aunque en el texto no lo digo) con dos
diversos cdices latinos, uno de Pars y otro de Sevilla. Estos
accidentes, por otra parte de poca importancia, se citan slo para
dar muestra de la minuciosidad con que he procedido en una labor
que no aspira a otro mrito que al de ser exacta y honrada. Este
trabajo tiene un triple carcter. En primer lugar, si se le
considera aisladamente, es lo que su ttulo indica, es decir, la
historia, o (si este ttulo parece ambicioso) una coleccin de
materiales para escribir la historia de la ciencia de la belleza en
general y ms especialmente de la belleza artstica, entre nosotros.
Como esta ciencia es una de las derivaciones o ramas secundarias de
la filosofa sin perjuicio de su independencia y valor propio, puede
considerarse tambin, a lo menos en parte, como un captulo de la
historia de la filosofa en nuestra Pennsula; historia que est
todava por escribir, y que escribir algn da, si la vida me alcanza
para completar el crculo de mis trabajos, y si no
mueren stos ahogados por el general escarnio o la general
indiferencia, que en nuestro pas persiguen a todo trabajo serio, de
los que aqu se denigran con el nombre, sin duda infamante, de
erudicin. Es al mismo tiempo esta obra una como introduccin general
a la historia de la literatura espaola, que es obligacin ma
escribir para uso de mis discpulos. Han pasado los tiempos en que
era lcito tejer la historia de la literatura por mtodo
exclusivamente cronolgico, o atendiendo slo al desarrollo ms
externo de las formas artsticas, as como tampoco bastan meras
generalidades [p. 5] histricas o sociales para explicar la aparicin
del hecho literario. Detrs de cada hecho, o ms bien, en el fondo
del hecho mismo, hay una idea esttica, y a veces una teora o una
doctrina completa de la cual el artista se da cuenta o no, pero que
impera y rige en su concepcin de un modo eficaz y realsimo. Esta
doctrina, aunque el poeta no la razone, puede y debe razonarla y
justificarla el crtico, buscando su raz y fundamento, no slo en el
arranque espontneo y en la intuicin soberana del artista, sino en
el ambiente intelectual que respira, en las ideas de cuya savia
vive, y en el influjo de las escuelas filosficas de su tiempo.
Infirese de aqu (y hemos llegado al principal propsito de nuestro
libro) que paralelamente a la historia del arte, ya se le considere
en general, ya en su desarrollo dentro de cada siglo y de cada
raza, va marchando la historia de la Esttica, influyendo de una
manera recproca los preceptos en los modelos y los modelos en los
preceptos, ampliando el arte sus formas para albergar concepciones
cada da ms vastas y sintticas, y ensanchando la ciencia sus moldes
para dar entrada y explicacin a las nuevas formas que el arte
incesantemente crea. No admitimos, pues, que se d arte alguno sin
cierto gnero de teora esttica, explcita o implcita, manifiesta o
latente; ni en el rigor de los trminos confesaremos jams que pueda
crearse ninguna obra propiamente artstica, por mera espontaneidad,
con ausencia de toda reflexin, como si trabajase slo una fuerza
inconsciente y fatal. El arte, como toda obra humana digna de este
nombre, es obra reflexiva; slo que la reflexin del poeta es cosa
muy distinta de la reflexin del crtico y del filsofo. De aqu que al
crtico y al historiador literario toque investigar y fijar, estn
escritos o no, los cnones que han presidido al arte literario de
cada poca, deducindolos, cuando no pueda de las obras de los
preceptistas, de las mismas obras de arte, y llevando siempre de
frente el estudio de las unas y el de las otras. Pero entindase
siempre que estos cnones no son cosa relativa y transitoria,
mudable de nacin a nacin y de siglo a siglo, aunque en los
accidentes lo parezcan, sino que, en lo que tienen de verdadero y
profundo, se apoyan en fundamentos matemticos e inquebrantables, a
lo menos para m, que tengo todava la debilidad de creer en la
Metafsica. [p. 6] Pero noto que, sin querer, me voy dejando llevar
a la exposicin de mis ideas particulares, que tambin irn en esta
obra, pero no ciertamente interrumpiendo el curso de la exposicin,
en que casi siempre dejar la palabra a los autores mismos, nico
medio de que las preocupaciones individuales no ofusquen la
doctrina ajena; sino en el ltimo lugar, que es el que les
corresponde, y ordenadas en forma de eplogo. Mezclarlas con la
exposicin de las ajenas, dara a la obra un carcter de polmica
impertinente, sobre todo tratndose de siglos en que las cuestiones
se planteaban y discutan de un modo tan diverso del que ahora
usamos. Aunque nuestra ciencia sea substancialmente la misma de
Platn y de Aristteles, a nadie se le ocurre en los tiempos que
corremos hacer una apologa o una diatriba en favor o en contra de
Aristteles y de Platn. Se los expone, procurando entenderlos, y es
mucho ms seguro.
Hay, pues, una gran parte de esta obra, casi todo lo anterior a
Kant, en que he seguido el mtodo histrico, nico que por su sabia
serenidad conviene a cosas ya tan lejanas. De all en adelante la
exposicin tiene que tomar forzosamente carcter ms animado y ms
crtico, y resolverse, al fin, en ideas propias. Todo lo dems sera
combatir con fantasmas. A nadie asombre que aparezcan aqu tan
antiguos los orgenes de una ciencia tenida en la comn opinin por
modernsima, como que su nombre actual slo se remonta a la mitad del
siglo XVIII, en que aparecieron los trabajos de Baumgarten. Pero si
bien se mira, slo el nombre de Esttica es moderno: la ciencia ha
existido (aunque a la verdad en estado rudimentario) desde que hay
arte en el mundo. Y aadir una observacin que parece paradjica, y no
lo es; a saber: que la Esttica es al mismo tiempo una de las
ciencias ms antiguas, y una de las ciencias ms modernas y ms
atrasadas todava. Slo una obra de genio ha producido, quiero decir,
la Esttica de Hegel, y aun en ella, cuntos vacos, errores y
obscuridades! Cunto de arbitrario y casustico! Cunto trnsito de
nociones extraas al arte y que violentamente se introducen en su
dominio! La Esttica, tal como generalmente se la considera, abarca
tres partes. Llmase la primera Metafsica de lo bello, y es la que
ha sido cultivada desde ms antiguo, aunque no tanto por los [p. 7]
hombres de arte como por los filsofos, que tienen razn en encarecer
su importancia (evidente para quien no profese un vulgar
positivismo); pero no la tienen para encastillarse en los
principios generalsimos y aplicarlos luego violentamente a la
prctica artstica, que en absoluto ignoran o desconocen, y a la
cual, no obstante, pretenden imponer direccin y reglas, en nombre
de la belleza absoluta e increada. Estas vanas y pedantescas
pretensiones, enunciadas gravemente por hombres, no ya incapaces de
coger en la mano un cincel o de medir un exmetro, sino
absolutamente negados para sentir la emocin que una obra de arte
produce, han contribudo mucho, no hay que negarlo, al descrdito de
sta ciencia entre los artistas, que generalmente se ren de estos
estticos de Ateneo o de Seminario, con la misma razn que tuvo Anbal
para rerse de aquel filsofo griego que vena a ensearle el arte de
la guerra. Y, sin embargo, no aciertan los artistas en burlarse de
la ciencia misma, que no tiene la culpa de la sandez de sus
cultivadores, ni de que stos tengan el gusto tan perverso y
estragado, ni de que se hayan dedicado a discurrir sobre el arte,
en vez de consagrarse a la teologa o a la economa poltica. Este
olvido y desdn en que los artistas tienen la Esttica influye
desventajosamente en los artistas mismos, que, faltos de ideal, se
abandonan a un empirismo rutinario, y caen fcilmente en la manera o
en el industrialismo, o envilecen su arte en asuntos triviales, o
se entregan a una facilidad desmayada, o crean un mundo falso y
reproducen formas anticuadas; vicios todos contra los cuales
previene con tiempo una teora slida, que para no estar en el aire y
tener consistencia cientfica y valor universal, ha de descender
forzosamente de la Metafsica esttica, es decir, del estudio de lo
bello y de su idea. Pero nada adelantara la ciencia, y todava menos
luz sacara el arte, si se encerrase siempre el esttico en regin tan
area y nebulosa como es la de las ideas puras, y satisfecho con la
consideracin de lo bello ontolgico, olvidase lo bello en la
naturaleza y lo bello en el arte. De aqu dos nuevas partes de la
ciencia, que se conocen con los nombres de Fsica esttica y de
Filosofa del arte. Puede decirse que el primero de estos estudios
anda en mantillas, aun en la misma escuela
hegeliana, que es positivamente de todas [p. 8] las modernas la
que ms ha contribudo a ensanchar el campo de la Esttica. Hegel
mismo trata esta parte muy por cima, y slo en Vischer comienza a
tener importancia. No as la Filosofa del arte, que es conocida
desde la ms remota antigedad, y produjo ya un verdadero monumento
en la Potica de Aristteles. De todas las divisiones de la Esttica,
esta parte, que designaremos con el nombre de Filosofa tcnica, o
simplemente tcnica, es la ms adelantada. No slo abraza el sistema y
clasificacin de las artes, sino adems la tcnica particular, que se
subdivide en tantos captulos como artes. Para ser completo nuestro
estudio, comprender, pues: 1. Las disquisiciones metafsicas de los
filsofos espaoles acerca de la belleza y su idea. 2. Lo que
especularon los msticos acerca de la belleza en Dios, considerndola
principalmente como objeto amable, de donde resulta que no podemos
separar siempre en ellos la doctrina de la belleza de la doctrina
del amor, que llamaremos, siguiendo a Len Hebreo, Philographia, y
que, rigurosamente hablando, corresponde a la filosofa de la
voluntad, y no a la del entendimiento ni a la de la sensibilidad,
que son las facultades que principalmente intervienen en la
contemplacin y estimacin o juicio de lo bello. 3. Las indicaciones
acerca del arte en general, esparcidas en nuestros filsofos y en
otros autores de muy desemejante ndole. 4. Todo lo que contienen de
propiamente esttico, y no de mecnico y prctico, los tratados de
cada una de las artes, verbigracia, las Poticas y las Retricas, los
libros de msica, de pintura y de arquitectura, etc., etc. 5. Las
ideas que los artistas mismos, y principalmente los artistas
literarios, han profesado acerca de su arte, exponindolas en los
prlogos o en el cuerpo mismo de sus libros. De tan desemejantes
orgenes proceden las ideas cuya historia ensayamos en este libro. Y
puesto que ni l ni otro alguno de los mos tiende a presentar a
Espaa como nacin cerrada e impenetrable al movimiento intelectual
del mundo, sino, antes bien, aprobar que en todas pocas, y con ms o
menos gloria, pero siempre con esfuerzos generosos y dignos de
estudio y gratitud, hemos llevado nuestra piedra al edificio de la
ciencia universal, he credo necesario mostrar el enlace estrecho
que nuestra cultura esttica [p. 9] tiene con las ideas que sobre la
misma materia han dominado en cada uno de los perodos de la
historia general de la filosofa. Por eso el primer perodo, cuya
historia publico, lleva una larga introduccin sobre las doctrinas
estticas entre los antiguos griegos y latinos, y entre los filsofos
cristianos. Quiz resulten demasiado extensos tales prolegmenos;
pero los tengo por indispensables, y puedo decir que he excludo de
ellos cuidadosamente todo lo que es de pura curiosidad, o lo que no
ha infludo directamente en Espaa. Ostentar erudicin en tal materia,
fuera cosa fcil; pero yo he tratado ms bien de disimular la poca
que tengo, y de hacer, sobre todo, un libro til.
Julio de 1883.
NOTAS A PIE DE PGINA:
HISTORIA DE LAS IDEAS ESTTICAS EN ESPAA I : HASTA FINES DEL
SIGLO XV [p. 10] NOTA SOBRE ESTA SEGUNDA EDICIN Por causas que
interesan poco a mis lectores, el presente tomo, escrito e impreso
por primera vez en 1883, sali ms desaliado e incorrecto que otro
alguno de mis libros. Le escrib de prisa y correg las pruebas con
suma negligencia. Quiz algunos (los menos) de los defectos que sac
aquella primera edicin, podan achacarse a la excelente imprenta que
tiene que luchar con mis borrones; pero de la mayor parte de los
descuidos, as de concepto como de estilo, que tanto perjudicaban a
la claridad de la doctrina, slo poda y deba responder el autor, y
suya era la obligacin de corregirlos. Con todas mis fuerzas lo he
procurado ahora, sometiendo el texto a una severa y minuciosa
revisin, y refundiendo totalmente algunos captulos, adems de aadir
gran nmero de notas y completar en lo posible la parte
bibliogrfica. Suplico encarecidamente a los que posean ejemplares
de esta obra ma, que si quieren servirse de ella con utilidad,
sustituyan el primer tomo con ste que ahora se imprime, quiz menos
indigno de su atencin.
Noviembre de 1889.
NOTAS A PIE DE PGINA:
HISTORIA DE LAS IDEAS ESTTICAS EN ESPAA I : HASTA FINES DEL
SIGLO XV INTRODUCCIN. DE LAS IDEAS ESTTICAS ENTRE LOS ANTIGUOS
GRIEGOS Y LATINOS Y ENTRE LOS FILSOFOS CRISTIANOS [p. 11] I :
DOCTRINA ESTTICA DE PLATN Cuenta Xenofonte ateniense, en el captulo
X, lib. III de sus Recuerdos socrticos, que Scrates, hijo de
Sofronisco, pregunt un da al pintor Parrasio: Crees que la pintura
es representacin de cosas visibles por medio de colores? Yo veo que
cuando vosotros, los artfices, imitis una forma hermosa, como no es
posible hallar un hombre perfecto en todas sus partes, elegs de
cada uno lo que ms bello os parece, y formis as un cuerpo
hermossimo [1] . Verdad dices,le contest Parrasio. Y no imitis
tambin una alma cariosa, dulcsima y amable, o por ventura esta alma
no es susceptible de imitacin? Y cmo ha de ser imitable, oh
Scrates! lo que no tiene proporcin ni color, ni en modo alguno es
visible? [p. 12] Y no acontece que el hombre mira de un modo dulce
o de un modo hostil a otros hombres? As es. Luego esto podr
expresarse en los ojos. S, por cierto. Luego tambin pueden
representarse los afectos del nimo. Indudablemente,dijo Parrasio.
Otro da fu Scrates al taller del escultor Criton y tuvo con l este
dilogo: Veo, Criton, cun bellos son los corredores, luchadores,
pgiles y atletas que t representas; pero cmo llegas a darles vida?
Dud un poco Criton antes de responder, y Scrates acudi a darle la
mano, diciendo:
Lo haces mediante la imitacin de formas vivas? S, por cierto.
Luego podrs tambin expresar y hacer visibles las cosas que, por
medio del gesto y de la mirada, se manifiestan en los cuerpos?
Verdaderamente que s. Luego la escultura debe reproducir, por medio
de la forma, los afectos del alma, de tal modo que los hombres
parezcan vivos. Por primera vez proclamaba en estos dilogos el
moralista ms popular de la antigedad el valor de la expresin moral
en el arte; pero al mismo tiempo, su recelo en orden a las
especulaciones ontolgicas le haca encerrar el concepto de la
belleza en una frmula estrictamente relativa, que toca los linderos
del concepto de utilidad. As podemos aprenderlo en el cap. VIII del
mismo libro, donde Scrates discurre con Aristipo sobre la nocin de
hermosura. Qu es la hermosura?le pregunta Aristipo. Muchas
cosas,responde Scrates. Pero son cosas semejantes entre s? Algunas
son muy desemejantes. Y cmo puede ser bello lo que difiere tanto de
otra cosa bella? Llamo hermoso y bueno todo lo que es acomodado a
su fin. [p. 13] Dices, pues, que una misma cosa puede ser bella y
fea? S que lo digo, y aado que puede ser a un tiempo buena y mala.
Lo que es bueno para el hambre, es malo para la fiebre; lo que es
hermoso en la carrera, resulta feo en la palestra, y al contrario;
porque todo es bueno y hermoso en cuanto sirve a su fin, feo y
torpe en cuanto no sirve. Y as vemos que la casa que es buena para
el invierno, es mala para el verano. En el cap. VI, lib. IV de la
citada obra, Scrates, en dilogo con Eutidemo, vuelve a encerrarse
en el mismo estrecho y relativo empirismo, llamando bello a todo lo
que es til para el objeto a que se destina. As, an no nacida la
ciencia esttica, se iniciaba ya la funesta intrusin del concepto de
utilidad, o de finalidad til, en los dominios de lo bello.
Semejante invasin vena a herir de plano el armonioso conjunto de
las ideas helnicas respecto de la hermosura; ideas que no estaban
escritas, pero que inspiraban y vivificaban secreta y cariosamente
toda obra de ingenio, porque en las razas privilegiadas y prceres
en cuanto al sentimiento artstico, una esttica latente, pero real y
armnica, antecede al desarrollo especulativo de la filosofa de lo
bello. Que la belleza tena por s un valor propio, real y
substantivo, independiente de cualquiera relacin extrnseca, llmese
utilidad o de otro modo, bien lo mostr el padre Homero, haciendo
caer a Ulises de rodillas ante Nausicaa, porque nunca los ojos del
sabio Ithacense haban visto otra belleza igual, ni de varn ni de
mujer. Y de un modo semejante, los ancianos de Troya daban por bien
empleadas las fatigas de la guerra, que les consenta tener dentro
de sus muros a aquella mujer cuya belleza igualaba a la de los
eternos dioses. Presentaron Homero o los poetas homricos, sin
auxilio de teoras, y como por intuicin semidivina, el dechado ms
perfecto y ejemplar de arte que han podido contemplar
entendimientos humanos, y sus procederes tcnicos se perpetuaron
entre los aedos y los rapsodas, que constituyeron a la larga
escuelas y certmenes pblicos, en que la ingenuidad de la primitiva
inspiracin hubo de perderse, sobreponindose a ella los artificios
de la profesin literaria, templados, no obstante, en aquella
remotsima poca, por la rudeza y simplicidad de las costumbres, y en
aquella raza [p. 14] feliz, por el equilibrio casi perfecto de las
facultades creadoras. [1] As se fu educando lentamente una
generacin literaria ms reflexiva y estudiosa, engendradora a la
larga de gramticos y de sofistas. La tradicin literaria y el innato
buen gusto bastaron a guiar a los crticos o diaskevastas, que, en
la era de los Pisistrtidas, ordenaron en un haz las rapsodias
homricas y fijaron su texto. Al mismo perodo, que pudiramos llamar
espontneo, de la crtica literaria, pertenecen los fallos de los
jueces de los concursos dramticos de Atenas; la oposicin de Soln al
teatro por considerarle como una nueva falsedad propia para
pervertir a los ciudadanos; el elemento crtico que se insina en la
tragedia ateniense (juntamente con el abuso de recursos patticos y
de ingeniosos efectos teatrales), haciendo, por boca de Eurpedes
[2] , la censura y aun la parodia de la ruda naturalidad del viejo
Esquilo; y la protesta que, en nombre del arte tradicional,
patritico y semirreligioso, formula la comedia antigua, dechado de
lo cmico ideal y fantstico, en Las Ranas y en Las Tesmoforias [3].
[p. 15] Gran cmulo de observaciones tcnicas debi de contenerse
tambin en los primitivos tratados sobre la msica, en los ensayos
que hicieron los gramticos y sofistas (Crax, Tisias, Gorgias), para
sistematizar la filosofa del lenguaje y las reglas de la retrica, y
quiz en los libros perdidos del abderitano Demcrito, que escribi,
segn refiere Digenes Laercio, del ritmo y de la armona, de la
msica, de la belleza de los versos de Homero y de la correccin del
lenguaje, de la Pintura, de la Historia, etc., etc. [1] . Con todo
eso, los sofistas ms bien que los filsofos, analizando por primera
vez las condiciones estticas del lenguaje, fueron tambin los
primeros en sentar las bases de una teora de la elocuencia, no
alterada en lo substancial ni por el mismo Aristteles; debiendo
aadirse que ellos educaron la prosa griega y le dieron su ritmo
propio, distinto del de los versos, y que si a los principios afect
pompa montona y simtrica, harto ms ingrata que los candorosos
anacolutos de los primitivos loggrafos, trocse luego en instrumento
fcil y armonioso de la divina filosofa de Platn y de la austera
palabra de Demstenes [2]. [p. 16] Viniendo despus de la tendencia,
en todo relativa o ms bien escptica, de los sofistas, no
son de maravillar las proposiciones de Scrates que antes
trasladamos, conforme al verdico testimonio de Xenofonte, el cual,
por ser de ndole mucho menos propensa [p. 17] a la metafsica que
los dems condiscpulos suyos, reprodujo tambin con rasgos menos
idealizados la figura del pensador popular, psiclogo y moralista.
Pero dentro de la misma escuela socrtica comenzaba a despertar [p.
18] la tendencia contraria, que, apartando la vista de lo fenomenal
y limitado, busca en regin ms alta el principio generador de lo
bello, as en las obras de la naturaleza como en las del arte. Fu
intrprete de esta tendencia y (por decirlo as) hierofante y
revelador de los misterios de la hermosura a los mortales, el
filsofo ms digno de declararlos, varn naturalmente estoico, amado
ms que otro alguno por la Venus Urania, y en quien toda idea y
abstraccin de la mente se visti con los hermosos colores del mito y
de la fantasa, templados por una suavsima tinta de tica irona, fcil
y graciosa. Fu la filosofa de este sabio filosofa de amor, como l
mismo la define. Yo nada s, fuera de una exigua disciplina de amor,
dice en el Theages [1] , y quera dar a entender con esto que su
enseanza no era dogmatismo estril y cerrado, sino que se fundaba en
la simpata entre maestro y discpulo; fusin ntima, misteriosa y
divina, nica que puede hacer fecunda la transmisin de las ideas,
para que stas no caigan en el alma del oyente como en tierra
ingrata a los afanes del cultivador. Y quera indicar adems que sin
las alas del amor (entendido como deseo de la sabidura) no puede
menos de ser flojo y tardo el ascenso del alma a las regiones de lo
puro inteligible. Empdocles haba comprendido el amor como elemento
esencial de su teora cosmognica; Platn le hizo entrar el primero en
una teora metafsica. Ciencia del Amor o Ciencia de las Ideas son
para l trminos idnticos, puesto que el Amor, lo mismo que la Idea,
reduce la pluralidad a unidad, y crea el orden, la armona y el
nmero en el universo, componiendo todas las oposiciones y
diferencias. La ciencia del amor es, por consiguiente, una
verdadera Dialctica. Ni tampoco se enderezaba esta doctrina
platnica a henchir de vanagloria el nimo del alumno, sino a
producir en l la templanza o sophrosyne, unida a la justicia, segn
leemos en el dilogo de Los Amantes [2]. [p. 19] A causa de su forma
libre y potica de exposicin, no puede decirse que la doctrina
platnica (aqu nos limitamos a la que especula sobre el amor, la
hermosura y las bellas artes) se encuentre compendiada en un solo
dilogo, sino derramada en muchos y muy desemejantes, e informando
ocultamente los dems. Recorrerlos todos es imposible; pero conviene
analizar los ms sealados, porque nada ha inflido de un modo tan
directo y eficaz en todos los idealismos posteriores; y aunque el
idealismo ande hoy decadente, nunca deja de ser la mitad, por lo
menos, de la especulacin cientfica. Volva triunfante el rapsoda Ion
[1] de los juegos de Epidauro, cuando se le hizo encontradizo
Scrates, y quiso persuadirle que no era el arte quien gua al
rapsoda, sino cierta fuerza divina que le mueve, al modo que el imn
atrae los anillos de hierro. As arrebata el divino furor a los
poetas, y son admirables los picos, no por el arte, sino por este
instinto sagrado, y lo mismo los mlicos (o lricos), que,
arrebatados de un furor anlogo al de los Coribantes, se empapan en
la armona y en el ritmo, y salen de seso como las Bacantes, que se
imaginan beber en los ros leche y miel. Porque el poeta es cosa
leve, alada y sagrada, que trae sus cantos de los huertos y de los
vergeles de las musas, y no
puede poetizar sino cuando est lleno del dios y arrobado. Un
dios saca de seso a los poetas y los convierte en orculos y
adivinos suyos. No hemos de creer, pues, que hablan ellos, sino que
habla el dios por su boca. A esta teora de la inconsciencia
artstica acampaba en el Ion otra, muy digna de notarse, sobre las
relaciones entre el artista y el pblico. El espectador es el ltimo
anillo de una cadena cuyos eslabones se enlazan por su virtud
atractiva semejante a la piedra imn, siendo el anillo medio el
rapsoda o el mimo, y el anillo primero el poeta, por ministerio del
cual lleva el dios los nimos de los hombres a donde le place. El
arte emprico y utilitario que los sofistas llamaban Retrica, ha
sido discutido por Platn en uno de sus dilogos ms extensos [p. 20]
y famosos, el Gorgias [1] . Pregunta Scrates a Gorgias qu idea
tiene de la Retrica, y contesta l que la Retrica versa sobre las
palabras: per lgouj , en las cuales consiste toda la virtud y
eficacia oratorias. Y qu palabras son esas?contina interrogando
Scrates. Las mejores y ms excelentes. Y en qu consiste su
excelencia? En llegar los hombres, por medio de ellas, a dominar en
su ciudad, a persuadir con palabras a los jueces en el tribunal, a
los senadores en la asamblea, a los congregados en el gora. Luego
la Retrica es arte de persuasin (objeta Scrates); pero tambin hay
otras artes que persuaden: variarn, pues, en el modo de la
persuasin y en la materia de ella. Sobre qu versa la persuasin
retrica? Sobre lo justo y lo injusto, responde Gorgias. Pero no hay
ciencia alguna que sea a un tiempo verdadera y falsa; habr, pues,
dos maneras de persuasin: una fundada en doctrina, y otra que
carece de ella. Aqu Gorgias, en vez de contestar directamente a la
objecin socrtica, pondera en grrulas frases la utilidad de la
Retrica con tal que se haga buen uso de ella y no se la deshonre; y
aun entonces ser lcito aborrecer, mandar al destierro y aun matar
al que abuse de la elocuencia; pero no a su maestro. Scrates obliga
a Gorgias a declarar que no atae al retrico conocer las cosas
mismas, tales como son en s, y que le basta tener cierto arte para
persuadrselas a los ignorantes. Pero a lo menos deber conocer lo
que es bueno o malo, hermoso o feo, justo o injusto, antes de
llegar al aula del maestro de Retrica, o tendr ste que
enserselo,objeta Scrates. As es,dice Gorgias. Luego el que aprende
lo justo, ser justo.
Concedido. Y obrar la justicia y no har injuria a nadie. Luego
forzoso es que el retrico sea justo, y entonces, cmo ha de ser
posible [p. 21] que nadie use injustamente de la Retrica, como t
decas, oh Gorgias!? Aqu interviene otro sofista agrigentino llamado
Polo, y pregunta a Scrates: Qu arte juzgas t que es la Retrica?
Ninguna especie de arte, a decir verdad, sino cierta prctica. Y
prctica de qu? De producir gracia y placer, no de otro modo que el
arte de cocina y la sofstica y el arte cosmtica, partes de un
estudio nada bello ni honesto, fundado en la adulacin del apetito.
La retrica es un simulacro o fantasma de la ciencia poltica, y, por
tanto, cosa torpe, como lo es el arte opsnica, simulacro de la
medicina, y la cosmtica, que simula la verdadera hermosura
corporal, la cual se adquiere slo por la gimnstica. Y es fundamento
de todas estas artes la adulacin, porque slo tiran a halagar el
gusto, y no se fundan en razn; as, la sofstica remeda a la
nomotcnica o arte de legislar, y la Retrica a la dicstica o arte de
justicia. Replica groseramente Polo que los retricos ejercen en las
ciudades igual poder que los tiranos, matando a quien quieren,
despojndole de su patrimonio y arrojndole de la ciudad. Ni los
tiranos ni los retricos hacen lo que quieren (contesta Scrates):
hacen solamente lo que les parece bien, y esto de ninguna manera ha
de tenerse por gran poder, puesto que le posee un loco. Y aqu, por
medio de una digresin tica fundada lgicamente en el optimismo
socrtico, Platn distingue el fin y el medio de la accin humana. El
fin es siempre el bien, y nadie que est en su juicio tiende al mal.
De los medios se escoge el que pueda acomodarse y proporcionarse al
fin. No hace el hombre el mal por voluntad propia, sino por
ignorancia de la relacin que hay entre los medios y el fin... Las
ideas favoritas de Scrates: que la virtud es una ciencia, y que el
criminal tiene derecho a la pena, dominan en esta parte del dilogo,
que slo en apariencia se desva del objeto principal, para defender
la idea de justicia y la pura nocin del sumo bien contra los
sofistas que tienen por suprema felicidad la tirana. Si el malo es
siempre desdichado, lo es todava ms cuando no paga la pena de su
injusticia: l mismo debe confesarla y ofrecerse al castigo, aunque
le pongan en tormento, aunque le [p. 22] saquen los ojos, aunque
vea el suplicio de su mujer y de sus hijos, aunque le crucifiquen,
o le quemen vivo, o le sumerjan en pez hirviente, porque as ser
mucho ms feliz que si en su ciudad usurpase la tirana y viviese a
su capricho, de tal manera que le envidiasen todos los ciudadanos y
los extraos. Niega Polo la identidad entre lo bello y lo bueno, lo
malo y lo feo. Y Scrates le pregunta:
Cuando llamas hermosos los cuerpos, las figuras, los colores,
las voces, los estudios, no lo haces refirindolos a la utilidad o
al placer que producen en los espectadores? Lo mismo ha de juzgarse
de las artes y disciplinas. Lo bello se define por el deleite y por
el bien; lo feo, que es su contrario, por el dolor y por el mal.
Luego el que castiga justamente, y el que es justamente castigado,
hacen y producen cosa bella, buena, expiatoria y que limpia de la
depravacin el nimo. De todo esto deduce Scrates que la Retrica es
arte intil y nociva, como no nos valgamos de ella para acusarnos a
nosotros mismos y a nuestros deudos y amigos, cuando hayamos o
hayan ellos cometido algn crimen, y para descubrirle y sacarle a
luz, hasta que, siendo castigados, se libren ellos o nos libremos
nosotros de nuestra maldad y error de nimo, y sin temor ni
vacilacin nos entreguemos, con los ojos cerrados, al tormento, al
destierro, a la muerte, como quien se entrega al mdico para que con
el hierro y el fuego le cure. Tales sublimidades morales no
aquietan a los sofistas, y Calicles comienza a defender la teora
del placer, la ley del ms fuerte y los instintos de la naturaleza
sensible, contra la ley moral y la ley escrita. La naturaleza nos
muestra que los ms fuertes y robustos deben poseer y gozar ms que
los dbiles e inferiores. La ley es un fingimiento y una convencin;
la filosofa, entretenimiento de nios, vano y ridculo para hombres
hechos. Entonces prueba Scrates que no se ha de confundir el
deleite con el bien, por ser el deleite cosa relativa que va
mezclada siempre con el dolor de la privacin o necesidad moral
sentida, al contrario del bien, que es, por su esencia misma,
absoluto. El placer es comn a todos, y el bien no, ni el bien se
mide por la intensidad y la duracin del deleite; y cuando se habla
de deleites conformes al bien, es el bien mismo, no el deleite, lo
que se convierte [p. 23] en regla de vida. No se ha de buscar el
bien por el deleite, sino el deleite por el bien. Artes adulatorias
del deleite, lo mismo que la Retrica, son la didascalia de los
coros, y la poesa ditirmbica, y aun la misma tragedia, que se
dirige principalmente a halagar el gusto de los espectadores. La
poesa es una manera de Retrica; la Retrica popular, una especie de
poesa desligada de la forma mtrica. Puede haber, con todo esto, dos
maneras de oradores: unos que miran en sus discursos a la utilidad
de los ciudadanos y procuran hacerlos mejores con sus palabras, y
otros que quieren engaar al pueblo con halagos, como a los nios. El
arte de los primeros es adulatorio y torpe; el de los segundos
hermoso y bueno, como lo es siempre el decir la verdad, agrade o no
a los oyentes. De este gnero de oradores que hayan hecho ms buenos
a los atenienses, an no hemos visto ninguno, ni lo fueron Cimn,
Milciades ni Pericles. Pero la Retrica de tal varn, dado que alguna
vez exista, ser arte, porque mirar a algn trmino, es decir, al
bien, y conforme a l ordenar su obra, o le dar cierta forma
ajustada al orden, y as ser arte, porque el arte es orden y ornato;
y de esta manera, el orador artificioso y bueno ahuyentar del nimo
de sus conciudadanos la injusticia y la destemplanza, y har que
reinen en ellos templanza y justicia, porque el alma que tiene su
ornato propio es mejor que la que carece de l. Este ornato es la
templanza y la sophrosyne, a segrur y ejercitar la cual debemos
enderezar todos nuestros esfuerzos, apartndonos por igual razn de
la intemperancia, para obtener la felicidad. Quien se deje
arrastrar de
las pasiones, no ser querido ni de los hombres ni de los dioses,
ni podr vivir socialmente y en amistad; porque ya nos ensearon los
sabios antiguos que el cielo y la tierra y los dioses y los hombres
estaban unidos por cierta sociedad y amistad (philia), por ornato,
por sophrosyne y por justicia: de aqu que el mundo se llame cosmos
y no acosmos; de aqu que valga tanto la armona geomtrica entre los
hombres y los dioses. Este es el punto culminante de la discusin,
puesto que el divino filsofo prodama el valor absoluto y
transcendente de la ley de armona, de justicia, de orden; ley que
es a la vez ontolgica, tica y esttica. No importa el vivir, sino el
vivir conforme [p. 24] al orden; ni se ha de amar por s misma la
vida, sino dejar a Dios el cuidado de ella. Todo arte que tiende al
deleite, es arte servil, y todava concede Platn a la sofstica
cierta ventaja sobre la Retrica, por la misma razn que la nomottica
se aventaja a la juciaria y a la gimnstica. Para entender cmo, en
el pensamiento de Platn, se concordaban la idea de la absoluta
inconsciencia del artista, manifestada en el Ion, y el fin moral y
purificador que asigna al arte en el Gorgias, y exagera luego, como
veremos en la Repblica y en las Leyes, conviene penetrar ms
adelante en la teora platnica, y preguntar a otros dilogos suyos lo
que el filsofo pensaba sobre el concepto de la belleza y sobre la
nocin del amor, inseparables en su mente del concepto del arte. No
es el Hipas Mayor [1] , si slo se le mira en la corteza, un dilogo
dogmtico, sino polmico, o ms bien erstico [2] , ni da al parecer
solucin alguna, aunque pone en camino de buscarla; pero lo cierto
es que en el fondo de esta especie de comedia, donde ojos poco
atentos slo vern la vanidad burlada del sofista Hipas de Elea, que
con el estudio de la sabidura haba acumulado ms dinero que ningn
otro de los griegos, yace el principio capital de la esttica
platnica (anttesis viva de los principios del Scrates de
Xenophonte), esto es, que la belleza es una idea o realidad
ontolgica separada e independiente de las cosas bellas, y por cuya
participacin pueden llamarse bellas estas cosas (y todas las cosas
hermosas por la hermosura son hermosas). [p. 25] Veamos ahora por
qu hbiles procedimientos dialcticos de exclusin y de reduccin al
absurdo, y con qu mezcla de blanda irona, llega el Scrates platnico
a esta conclusin, no tan disimulada y latente como induciran a
creerlo las ltimas palabras del dilogo. Hipas ha ledo en Esparta
una oracin sobre los hermosos estudios , y Scrates le pregunta qu
es lo bello, y si es algo como la justicia que hace justas las
cosas, y la sabidura que hace los sabios, y el bien que hace las
cosas buenas; porque si el bien, la sabidura y la justicia no
existiesen, no habra cosas buenas, justas ni sabias. Hipas, con su
ligereza de retrico, empieza confundiendo lo bello con las cosas
bellas; v. gr.: una mujer hermosa, un caballo hermoso... Y una
hermosa olla fabricada por un buen alfarero, aade Scrates.
Retrocede Hipas ante lo ridculo de la conclusin; pero Scrates le
ensea que la inferioridad slo consiste en el gnero; y por eso (segn
parecer de Herclito), el ms hermoso de los monos resulta feo en
cotejo con el gnero humano; pero lo mismo sucedera a la ms hermosa
de las mujeres y al ms sabio de los hombres, si se los comparase
con los eternos dioses. De aqu se inferira que toda belleza es cosa
relativa, no habiendo diferencia alguna esencial entre una belleza
y otra. Abandonada su primera posicin, busca Hipas nueva definicin
de la belleza, y concede que lo bello
es lo que adorna o decora las cosas bellas, y con su presencia
las hermosea; v. gr.: el oro. Luego fu rudsimo artfice Fidias
(objeta Scrates), que no hizo de oro, sino de marfil, los ojos, los
pies y las manos de su Minerva. Tambin es hermoso el
marfil,responde Hipas. Y entonces, por qu no hizo de marfil, sino
de mrmol, las pupilas de los ojos? Nueva definicin de Hipas: Lo ms
hermoso es ser sano, rico, honrado entre los griegos hasta la
extrema vejez, y ser enterrado magnficamente por sus hijos. Pero lo
que buscamos (dice Scrates) no es una belleza particular, sino
aquello que hace hermosas todas las cosas en que reside: una
piedra, un leo, un hombre, un dios, y toda accin y todo
conocimiento; [p. 26] lo que es bello siempre y para todos. Ser la
belleza el decoro, es decir, una mera relacin o conveniencia? Pero
qu es el decoro ? Lo que hace parecer bellas las cosas, o lo que
las hace ser realmente bellas? Mas el que lo parezcan sin serlo es
una falacia y un simulacro, y no puede ser tal la belleza que
buscamos, independientemente de que las cosas parezcan bellas o no.
Si el decoro y la belleza fuesen la misma cosa, no habra disputas
entre los hombres sobre la belleza, porque pareceran bellas todas
las cosas que realmente lo son. El orden, el decoro, la
conveniencia manifestarn o harn aparecer en forma sensible la
belleza, y sern imagen de ella; pero nunca la imagen podr
confundirse con el original. Y Scrates contina proponiendo
definiciones, y analizndolas y destruyndolas. Todas ellas han sido
profesadas y defendidas, andando el tiempo, y han servido de base a
sistemas estticos. La belleza es lo til? Ser, pues, bella la
fuerza, fea la impotencia, bello lo que sirve para algn fin, feo lo
que para nada sirve? Pero llamaremos bella la potencia que se
ordena al mal? De ningn modo. Y la que se ordena al bien? S. Luego
la belleza ser la causa eficiente del bien, ser como su madre; pero
no ser el bien mismo, sino que se distinguir de l como la causa se
distingue del efecto, y el hijo del padre. Ser la belleza lo que
nos deleita por el odo y por la vista, verbigracia, la hermosura
humana, una estatua, un cuadro, el canto, la msica, los discursos y
conversaciones? Pero cmo reducir a las impresiones de estos dos
sentidos la belleza, y excluir los restantes, que tambin, a su
modo, nos deleitan con la comida, la bebida, el acto carnal, etc.?
Por ventura no son agradables estas cosas? Y, sin embargo, quin las
llamar bellas, aunque las tenga por dulcsimas y suaves? Adems,
llamamos bellas las ciencias y las leyes, porque se nos comunican
mediante la vista y el odo, o por otra ms alta razn? Lo que es
bello para el odo es bello para la vista, o viceversa? De ningn
modo. Luego la belleza de la vista ser distinta de la belleza del
odo, y para encontrar su naturaleza comn, hemos de buscarla fuera
de los sentidos, porque si no, la belleza de un sentido excluira la
de otro. Algo de comn tienen que las hace ser bellas: lo son por la
esencia ideal que hay en ellas, de la cual esencia participan
entrambos y cada una. [p. 27] Scrates termina con el antiguo
proverbio: Todas las cosas bellas son difciles.
El conocimiento, posesin y goce de esta belleza perfecta,
suprema e ideal, se logra por medio de la filosofa de amor, cuyos
misterios estn expuestos por el hijo de Ariston con estilo
ditirmbico, y casi proftico y sacerdotal en dos dilogos, que
contienen lo ms sublime y arcano de su doctrina, y que en la
relacin de arte no ceden a ninguno de los suyos: el Fedro [1] y el
Symposio, venero inagotable de conceptos para todos los tesofos y
msticos posteriores. A orillas del Iliso, a la sombra del pltano,
sobre la blanda hierba, lugar acomodado para juegos de doncellas,
santuario de las ninfas y del Aqueloo, donde espira fresco viento y
resuena el estivo coro de las cigarras, se sientan Scrates y Fedro,
a oir la lectura de un discurso de Lisias sobre el amor. Pero a
Scrates no le contentan ni la invencin ni la disposicin del
elegante retrico. El ha aprendido mejores cosas sobre el amor,
leyendo a los antiguos hombres y mujeres, especialmente a la
hermosa Safo y a Anacreonte el sabio y adems le bullen en la mente
mil ideas, que no sabe de dnde ni cmo le han venido. Fedro le
excita a declararlas. Previa invocacin a las Musas, comienza a
explicar Scrates qu es el amor y cul su fuerza. El amor es deseo.
En cada cual de nosotros hay dos ideas dominantes e impelentes: un
innato deseo de deleites, y una opinin adquirida que ambiciona lo
mejor. Unas veces aparecen conformes estos impulsos, otras lidian
entre s. Cuando domina la opinin, llegamos a la templanza; cuando
domina la concupiscencia irracional, su imperio se llama liviandad.
Al llegar a este punto, toma el discurso (palinodia le llama
Scrates, por ser en alabanza del amor, a quien antes haba
maltratado) un tono ditirmbico, como nacido de inspiracin de las
ninfas. Para conservar su verdadero carcter a este bellsimo trozo
potico, hay que traducirle casi ntegro. Las mejores obras humanas
(dice Platn) se hacen por cierto furor, mana o delirio que [p. 28]
los dioses nos infunden. Mana es el arte que predice lo futuro, y
por eso se llam mantikh . Mana, el arte expiatoria y propiciatoria
que lava la mancha de antiguos crmenes, y mana tambin la inspiracin
potica que instruye a los venideros de los hazaosos acaecimientos
de los pasados. Quien sin este furor se acerque al umbral de las
Musas, fiado en que el arte le har poeta, ver frustrados sus
anhelos, y comprender cun inferior es su poesa, dictada por la
prudencia, a la que procede del furor vaticinante, concedido a
nosotros por los dioses inmortales para nuestra mayor felicidad.
Tambin es mana el delirio ertico, el de la Venus Urania. El alma es
semejante a un carro alado, del cual tiran en direccin opuesta dos
caballos regidos por un auriga moderador. Es oficio de las alas
elevar el alma a la esfera de lo divino, sabio y bueno; a la regin
de las ideas, a donde se encamina el carro del mismo Jpiter, y tras
l todo el ejrcito de los dioses y de los demonios, dividido en once
escuadrones. Los caballos de los dioses son excelentes, y con
facilidad llegan al trmino; pero el carro de los hombres, por la
fuerza del caballo partcipe de lo malo, tira hacia la tierra. Aquel
lugar supraceleste ningn poeta le alab bastante, ni habr quien
dignamente le alabe, porque la esencia existente en s misma, sin
color, sin figura, sin tacto, slo la puede contemplar el puro
entendimiento. All reside la verdadera e inmaculada ciencia.
Nutrido con ella el pensamiento divino, nutrido todo entendimiento
en algn tiempo remoto, gozar y se alegrar en la contemplacin de lo
que es, y ver, como en crculo la justicia en s, la templanza en s,
la ciencia del ente; y cuando esto haya contemplado, atar el auriga
sus caballos al pesebre y les dar a beber nctar y ambrosa; que tal
es la vida de los dioses.
No llegan a tan pura contemplacin los hombres, sino que bregan
con sus caballos entre tumulto y sudor, y unos ruedan del carro,
otros vacilan y tropiezan; ni alcanzan a descubrir, sino de lejos,
los resplandores de la verdad, y entre tanto se nutren con el
alimento de lo opinable, que les hace anhelar por descubrir el
campo de lo real, donde brotan las hierbas que vigorizan el nimo. Y
es ley de la diosa Adrastea que el nimo imitador de los dioses que
logre alguna parte de la verdad, pase ileso a otro crculo celeste
[p. 29] y se trueque en filsofo amante de la hermosura, msico o
ertico, y quien alcance menos, en rey o tirano. Los adivinos y
profetas estn en el quinto grado de la metempscosis, y los poetas y
dems artfices de imitacin en el sexto. Slo el conocimiento de la
filosofa restituye al hombre sus alas y le hace recordar las ideas
que en otro tiempo vi (doctrina de la reminiscencia), y despreciar
las cosas que decimos que son, y volver los ojos a las que
realmente son. El que se instruye en tales reminiscencias y
sacrosantos misterios, se hace verdaderamente perfecto, se aparta
de los mseros anhelos de los dems humanos, y atento a lo superior y
divino, pasa por dementado a los ojos de la multitud, la cual
ignora que est lleno de espritu celestial. Y por eso, cuando ve
alguna hermosura terrena, acordndose de aquella verdadera hermosura
recobra sus alas y quiere volar; y como no puede hacerlo, y ama las
cumbres y desprecia los valles, dicen las gentes que est loco, como
si esta divina enajenacin no fuese la sabidura ms excelente de
todas. Toda alma de hombre ha contemplado en otro tiempo la verdad;
pero el recordarla no es para todos, o porque la vieron breve
tiempo, o porque, al descender, tuvieron el grande infortunio de
perder la memoria de las cosas sagradas. Pocos quedan que las
recuerden; pero cuando ven aqu algn simulacro de ellas, salen de su
sexo, y ellos mismos no se dan cuenta de la razn, ni atinan con el
gnero, sino que aciertan cuando mucho a vislumbrar entre obscuras
nubes aquella ntida hermosura que en otro tiempo vieron al lado de
Zeus y de los otros dioses, contemplando, cercadas de luz pursima,
las ntegras, sencillas, inmviles y bienaventuradas ideas. Entonces
estbamos puros y no ligados, como la ostra, a esto que llamamos
cuerpo. El privilegio de la hermosura es ser percibida por la
vista; no as la ciencia, que excitara ardentsimos amores, si cara a
cara la contemplsemos. Quien no est iniciado en estos misterios,
vase, como un cuadrpedo, tras del deleite; pero quien est iniciado
y ha contemplado las ideas en otro tiempo, en viendo un cuerpo
hermoso, siente al principio una especie de terror sagrado, luego
le contempla ms, y le venera como a un Dios, y si no temiera ser
tenido por loco, levantara a su amor una estatua y le ofrecera
sacrificios. Experimenta amor y ardor inslitos, y bebiendo por los
ojos el influjo de la belleza, comienzan a brotarle alas, y siente
[p. 30] extrao prurito y dolor, como los nios en las encas cuando
empiezan a brotarles los dientes... El un caballo de los que tiran
el carro del alma es alto, bien dispuesto de miembros, erguida la
cabeza, ancha la nariz, blanca la color, negros los ojos; es
codicioso de honor, amigo de la sophrosyne y de la opinin recta,
dcil a la razn y al dictamen prudente. El otro es torcido, obscuro
y mal dispuesto, dura la cerviz, breve el cuello, aplastada la
nariz, fosca la color, sanguinolentos los ojos; es sbdito de la
petulancia y de la terquedad; hirsutas y sordas son sus orejas;
apenas obedece al ltigo ni a la espuela. Cuando el auriga ve un
objeto hermoso, el uno de los corceles quiere arrojarse a l para
disfrutarle, aquejado por el deseo bestial; pero el otro, contenido
por la templanza, reprime su furia y da tiempo a que el auriga
medite y traiga a la memoria la naturaleza de la hermosura y la vea
inseparable de la templanza, y asentada en casto fundamento, por
donde le inspira temor y reverencia. A este sagrado embebecimiento
se aplica aquel antiguo mito de los hombres convertidos en
cigarras, sin comer ni beber, absortos en el canto de las
Musas.
La segunda parte del dilogo, ms enlazada con la primera por el
pensamiento del autor que por sus palabras expresas, versa sobre la
Retrica. Scrates manifiesta su acostumbrado desprecio a los
loggrafos y sofistas; pero no condena en absoluto el arte de
escribir, y trata de averiguar en qu consiste su perfeccin.
Recuerda Fedro la sentencia de algunos, que afirman no ser materia
del orador lo justo, sino lo que parece tal a la multitud. Pero cul
ser el fruto de semejante oracin? Ni esa Retrica podr llamarse
arte, sino prctica o empirismo sin arte. No se limita la Retrica a
los juicios ni a las arengas, sino que se dilata mucho ms, y
alcanza a toda la vida humana. La semejanza o desemejanza entre las
cosas, principal base del arte retrica, slo la conocer quien
penetre la verdad de las cosas mismas, no quien se deje guiar por
la opinin. Para no tropezar en las ambigedades en que tropieza la
multitud, es necesario saber definir y conocer los caracteres de
cada especie y de cada gnero. Ha de ser el discurso como un animal
que no carezca ni de pies ni de cabeza, y tenga medios y
extremidades, correspondientes al todo, y correspondientes entre s.
Dos especies hay de oratoria: unas veces el orador refiere a una
[p. 31] idea los miembros esparcidos; otras veces, apoderndose de
la idea general, la divide en sus especies. Ver lo mltiple y lo uno
es el ejercicio propio del dialctico (anlisis y sntesis), y tambin
el ejercicio propio del orador. Desde tal altura, natural es que
Scrates desdee los libros del arte de decir, compuestos por los
Trasmacos, Teodoros, Lisias y Gorgias, con la doctrina del exordio,
el orden de las pruebas y los esquemas retricos, que hacen parecer
grande lo pequeo y pequeo lo grande. Todos estos preceptos retricos
son preparaciones y antecedentes para el arte, pero no son el arte
mismo, a la manera que no basta mover los afectos para producir
poesa trgica. La dificultad est en disponer el cuerpo de la
tragedia o del discurso. Slo la naturaleza, ayudada por la doctrina
y el ejercicio, hace al orador excelente. Pero este arte es muy
distinto del que Lisias y Trasmaco ensearon, y apenas puede
concederse el lauro de orador perfecto a otro que a Pericles,
amamantado con la filosofa de Anaxgoras, de la cual aprendi la
naturaleza y esencia del alma humana. El alma humana no se conoce
sino conociendo el alma del universo. Y as, lo primero que deberan
ensearnos Trasmaco y los dems maestros de Retrica era si la
naturaleza del alma es una y simple, o es multiforme segn la
variedad de cuerpos. En segundo lugar, cules son sus facultades
activas y pasivas. En tercero, distinguiendo los gneros de
elocuencia y los afectos del alma, mostrar qu razonamientos se
acomodan a cada estado del espritu, porque la fuerza de la oratoria
consiste en ser una psicagoga o potencia de conmover los nimos.
Pero cmo se han de conmover, si no se conocen los afectos del alma
humana [1] , y no corremos tras de lo verdadero, contentos con lo
verosmil, que es tan slo un simulacro de verdad? La retrica
platnica, pues, no se distingue de la dialctica ms que en su poder
afectivo e incitador o moderador de la pasin; pero conviene con
ella en gnero y materia: dividir las cosas en sus especies, o
comprenderlas todas en una idea. Este poder se ejerce ms noblemente
por la palabra que por el razonamiento escrito: la palabra es un
animal vivo; el libro, un simulacro o apariencia. [p. 32] En el
Convite (Symposio), cada uno de los convidados al banquete triunfal
del poeta trgico Agatn, hace, a propuesta de Fedro, un breve
discurso en elogio del Amor [1] , el ms antiguo de los dioses, y
mulo del Caos en vetustez, segn Hesiodo y Parmnides. Establece
Pausanias la distincin de la Venus Urania o celeste y de la popular
o demtica, correspondientes en cierto modo a los dos grados del
conocimiento platnico, la opinin y la ciencia. Prueba Eriximaco la
universalidad del amor en la naturaleza viva. Toda ciencia es para
l ciencia de amor y de armona y consonancia entre
principios desemejantes: as la msica, as la astronoma, as la
medicina, que concuerda los elementos discordes del cuerpo humano y
puede ser llamada la ciencia del amor en los cuerpos; as el arte
adivinatoria, que funda la amistad entre hombres y dioses. Segn
Agatn, el Amor es el ms feliz de todos los dioses, por ser el ms
bello, el mejor, y el ms joven, tierno y sutil. Entre jvenes mora,
y huye de la vejez. Perpetuo enemigo de la fealdad, posa entre
flores, y se deleita con aromas suavsimos. Posee en grado sumo la
templanza que enfrena el placer y el deseo. Ni hace ni padece
violencia. Es poeta, y hace poetas a los que l domina. Toda
invencin de arte liberal procede de l. Amor crea la familiaridad,
los convites y las dulces congregaciones; preside las ceremonias y
los sacrificios; es propicio a los buenos, y grato a los dioses;
admranle los sabios; es padre de la comodidad, de las gracias, del
suave deseo y del encendimiento amoroso; ornato de hombres y
dioses; a quien todo hombre debe celebrar con himnos, uniendo su
voz a la cancin que el mismo Amor entona, y con la cual esparce
suave sophrosyne en el nimo de hombres y dioses. Scrates observa
que el Amor es amor de algo, y amor de aquello de que se carece. Y
de qu otra cosa puede ser amor sino de belleza, ya que los dioses
ordenaron todas las cosas por amor de [p. 33] lo bello, y de cosas
feas no puede haber amor? Pero si el amor busca la belleza que no
tiene, evidente cosa es que no se le puede llamar hermoso por s
mismo, como quiere Agatn. Y si lo bueno es juntamente bello,
tampoco es bueno el amor, puesto que desea el bien que no tiene. Y
Scrates contina declarando lo que del amor le ense una forastera de
Mantinea, llamada Ditima, profetisa y gran maestra en
purificaciones y sacrificios expiatorios. El amor no es bello ni
bueno, pero tampoco es feo ni malo, as como la opinin no es la
ignorancia, aunque tampoco sea la ciencia, sino un medio entre
ambas. No todo lo que no es bello es necesariamente feo, ni todo lo
que no es bueno necesariamente malo. Infirese de aqu que el Amor no
es un dios, porque no es bello ni feliz. Pero no es mortal tampoco,
sino un medio entre mortal e inmortal. Es, por consiguiente, un
demonio, pero de grande y extraordinario poder. Son los demonios
seres intermedios, que llevan a los dioses los votos de los hombres
o traen a los hombres las voluntades de los dioses, y mantienen la
armona en el universo, sirviendo de lazo entre lo mortal y lo
inmortal, lo terreno y lo celeste. De ellos se derivan el arte
proftica y adivinatoria, y todo lo concerniente a la magia y a los
sacrificios. Por medio de los demonios se comunican los dioses con
los hombres, as en la vigilia como en el sueo. Uno de estos
demonios es el Amor, hijo de Poros [1] y de Pena [2] , engendrado
en las fiestas del natalicio de Afrodita, cuando su madre vino
descalza y cubierta de harapos a pedir limosna a la puerta de los
dioses. Como nacido de Pena, es pobrsimo, flaco y macilento; anda
descalzo y sin lumbre donde calentarse; duerme en el suelo, por las
calles o en los caminos. Como hijo de Poros, es fuerte, audaz y
terco; anda siempre tras de lo bueno y lo hermoso; es astuto
artfice de dolos e ingeniosidades, gran sofista, mago y encantador.
Y como no es sabio ni tampoco ignorante, filosofa y es amigo de la
sabidura [3] . [p. 34] Amor es el deseo de poseer siempre el Bien y
la Belleza, deseo comn a todos los hombres, aunque slo a una de las
especies del amor se aplique el nombre del todo, como a una sola
manera de produccin aplicamos el nombre de poesa. Para comprender
esta singular especie y manera de amor que por excelencia llamamos
as, hay que considerar lo siguiente. Existe en lo bello un
misterioso parto, as por lo que hace al cuerpo como por lo que
respecta al alma. Un alma mortal se hace
inmortal por la fecundacin y generacin en lo armnico; y la
belleza es amparadora de la generacin, como Parca o Lucina. De aqu
que el Amor, ms que amor de belleza, sea amor de engendrar o de
producir en lo bello. Toda naturaleza creada y perecedera tiende a
inmortalizarse y a dilatar su vida en un nuevo sr, por obra de
generacin: as llega a participar de la inmortalidad lo mortal, en
quien todo cambia, y sin cesar se trasmuda. De aqu nace el anhelo
de gloria, por el cual se arrojaron a la muerte la piadosa Alceste
y Aquiles y Codro. Cuanto ms excelentes son los hombres, ms aman la
inmortalidad. Unos son fecundos en el cuerpo, otros en el alma, y
engendran y conciben de ella la justicia, la templanza y todas las
virtudes. Esta fecundidad de alma la tienen los poetas y todos los
artfices e inventores; pero an es mejor gnero de prudencia la de
los polticos que rigen bien la ciudad. Quien siente en s este
anhelo de generacin y lleva consigo la semilla de las virtudes, en
abriendo los ojos a la razn, busca algn sr hermoso en quien
engendrar, y por instinto huye de lo feo. Prefiere, pues, los
cuerpos hermosos que decoran un alma bella y de generosa ndole. Y
viviendo ntimamente unido con el sr hermoso y amado, fecunda el
germen de las virtudes que yace [p. 35] en su alma, y habla con l
de virtud, y le encamina a ella, con familiaridad todava ms sagrada
que la de los padres y los hijos. As se engendran frutos de virtud
y de ciencia; de bellas obras y de sabias leyes, como las de
Licurgo o de Soln. Por tales hijos espirituales se han levantado
templos; nunca por los hijos humanos. Estos son los primeros grados
de la iniciacin del amor, lleguemos a los ltimos. Comience el que
ama por amar un solo cuerpo; comprenda luego que no reside en l
toda la belleza, sino que es la misma de otros cuerpos y una sola
en todos, con lo cual dejar de amar exclusivamente al primero.
Entienda que la belleza del alma es superior a la del cuerpo; y si
encuentra un alma armnica, aunque el cuerpo no lo sea, siembre en
ella mximas de virtud, y contemple y admire la belleza realizada en
las acciones y en las leyes. Pase de aqu a la belleza de las
ciencias, tendiendo siempre a una belleza ms alta, y no
esclavizndose a una sola, sino abismndose en el inexhausto pilago
de la hermosura, hasta que, nutrido y vigorizado con tan copiosa
filosofa, contemple la ciencia una, la ciencia de la belleza en s.
Y el que por sus grados haya sido conducido hasta aqu, viendo por
su orden las cosas bellas, llegado al fin de los arcanos de amor,
ver de sbito una admirable belleza, por la cual, oh Scrates! bien
podemos tolerar los anteriores trabajos; la cual belleza existe
siempre, y ni nace ni muere, ni mengua ni crece, ni es en parte
hermosa y en parte fea, ni hermosa unas veces y fea otras, ni
hermosa respecto de unas cosas y fea respecto de otras, ni hermosa
aqu y fea all, ni parece a unos hermosa y a otros fea. Ni puede
imaginarse esta belleza como un rostro hermoso o unas hermosas
manos, o cualquiera otra cosa corprea; ni como un razonamiento, ni
como una ciencia. Ni podemos pensar que resida en otra cosa, v.
gr., en un animal o en la tierra, o en el cielo, o en otra
cualquiera parte, sino que ella existe por s misma, y uniforme
siempre, y todas las dems cosas bellas lo son porque participan de
su hermosura, y aunque todas ellas nazcan o perezcan, a ella nada
se le aade ni nada se le quita, ni ella se inmuta en nada. Y as, el
que comienza por amar un cuerpo, y de all pasa a dos, y luego ama
todos los cuerpos hermosos, y despus las bellas acciones y las
ciencias o doctrinas bellas, llegar finalmente a la [p. 36]
doctrina de la misma belleza, y conocer lo que es bello en s. Y
cuando llegues a contemplarla (aadi la extranjera de Mantinea), te
parecer ms preciosa que el oro y los vestidos recamados, y
ms que los hermosos adolescentes, ante los cuales te quedas
ahora embebecido, y te quedaras t y se quedaran otros muchos, sin
comer ni beber y sin ms que contemplarlos. Y si esto es as, cun
maravilloso espectculo ser el de la belleza misma, simple, pura,
ntegra, no revestida de humanas carnes o colores ni de ninguna otra
apariencia mortal, sino bella en s misma, uniforme y divina? No
crees que quien contemple entonces cara a cara la belleza, con los
ojos con que puede ser contemplada, no producir ya imgenes de
virtud, sino la virtud misma, porque ya no poseer un simulacro
vano, sino la cosa en s? Y no crees que, produciendo y nutriendo
verdaderas virtudes, se har amigo de los dioses, y que si algn
hombre llega a ser inmortal, ste lo ser sin duda? Si existe en
lengua humana algo ms bello que este ditirambo en loor de la eterna
belleza, por m indignamente traducido, declaro ingenuamente que no
lo conozco [1] . Pero de este mismo entusiasmo lrico de Platn por
la pura e incorrupta idea, por la idea en s , por el mundo
metafsico, nace fatalmente, impuesto por una necesidad lgica, su
menosprecio de las artes de imitacin, que, semejantes al arte del
sofista, de que se habla en el Teetetes, producen slo fantasmas y
simulacros de cosas vanas. Para Platn, slo es potica, en el ms alto
sentido del vocablo (creacin que diramos), la obra divina. Dios es
el verdadero artista, el nico creador de esencias reales. Las del
hombre son falsas y aparentes, sueos para gente despierta. Y es el
arte ms ruin de todos el que no conoce por principios de ciencia el
objeto que se propone imitar. De aqu surge la intolerante
disciplina tica de la Repblica (o gobierno de la ciudad) y de las
Leyes, en que el arte est subordinado siempre a un fin pedaggico y
de utilidad civil, que, si tal utopa fuera realizable, acabara por
reducir la poesa a los versos gnmicos y a las sentencias de
Foclides. Conviene conocer en [p. 37] todos sus detalles este plan
de educacin esttica, tan rgido y cerrado como puede serlo el del ms
austero moralista cristiano. Pero se ha de advertir que la enemiga
de los filsofos contra la poesa homrica no comienza en Platn, ni
propiamente se dirige contra Homero, pues lo que llevaba en el
fondo era una condenacin implcita de la antigua religin helena,
consagrada por el poeta en versos inmortales [1] . La educacin, en
la ciudad perfecta e ideal [2] , ha de ser armnica, por medio de la
gimnstica y de la msica, mezclando el oro y el hierro, la dulzura y
la fuerza en partes iguales. La msica, en el sentido de los
antiguos, abarca tambin la poesa; pero Scrates se declara contra la
costumbre de imbuir a los mancebos en todo gnero de fbulas poticas,
contrarias muchas de ellas a lo que han de tener por verdadero
cuando lleguen a la madurez. Tarde [p. 38] se pierde el sabor de
las primeras impresiones. Y no ha de servir de excusa a los poetas
la ficcin, porque Homero y Hesiodo no fingen hermosamente, antes
describen mal a hombres y dioses, cometiendo el mismo yerro que un
pintor que se apartara de la similitud con su original. Aunque
fuesen verdaderas algunas de las cosas que los poetas cuentan de
los dioses, no deban decirse sino muy en secreto, para que no se
excusase ningn crimen con el mal ejemplo de los inmortales. Aun las
narraciones de guerras debieran omitirse, y persuadir, si fuera
posible, a los jvenes que nunca un ciudadano puede ser enemigo de
otro. Y no se hable de alegoras; que no est para los mozos el
penetrar su sentido. Las primeras fbulas, pues, con que se eduque a
la juventud han de estar hermosamente compuestas y ordenadas para
la virtud. Si el modelo es un dios, debe ser presentado conforme a
su dignidad, as en la poesa pica, como en la mlica o lrica y en la
tragedia. Y as el poeta ha de mostrar que Dios no es la causa de
todo, sino solamente causa del bien, y que Dios es inmutable y
simple en su sr, no sujeto a metamorfosis, porque el pasar a una
forma peor, o a otra mejor, contradice igualmente a la absoluta
perfeccin de su
naturaleza. Los poemas destinados a la enseanza no han de
infundir el terror que enmuellece el nimo de los jvenes y los h