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Este trabajo investiga, a partir de obras de escritores criollos
y de ascendencia euskera, lapresencia temtica de los vascos en la
literatura argentina. Al proponer un abordaje desde lacrtica
literaria, complementa lecturas exclusivamente genealgicas,
interesadas en rescatar lanacionalidad de los autores, al margen de
las tensiones del campo literario, de las propias obras ydel
contexto social.
Palabras Clave: Vascos en literatura argentina. Inmigracin
vasca. Emigracin vasca. Disporavasca. Exilio vasco en Argentina.
Escritores vasco-argentinos. Genealoga y literatura.
Lan honetan euskaldunek argentinar literaturan duten presentzia,
idazle kreole eta euskaldunjatorriko batzuen obretan oinarriturik.
Gaiari literatura kritikatik ekitea proposatzerakoan osatuegiten
dira irakurketa genealogiko hutsak, autoreen nazionalitatea
berreskuratzean bakarrikinteresatuak, literatura alorraren
tentsioetatik, obretatik beretatik eta gizarte testuingurutik
kanpodauden horiek.
Giltza-Hitzak: Euskaldunak argentinar literaturan. Euskal
immigrazioa. Euskal emigrazioa.Euskal diaspora. Euskal erbestea
Argentinan. Euskal-argentinar idazleak. Genealogia eta
literatura.
Ce travail recherche, partir doeuvres dcrivains croles et
dascendance euskera, laprsence thmatique des basques dans la
littrature argentine. En proposant un abordage partirde la critique
littraire, il complte des lectures exclusivement gnalogiques,
dsirant rcuprer lanationalit des auteurs, en marge des tensions du
domaine littraire, des uvres elles-mmes etdu contexte social.
Mots Cls: Basques dans la littrature argentine. Immigration
basque. Emigration basque.Diaspora basque. Exile basque en
Argentine. Ecrivains basco-argentins. Gnalogie et littrature.
83Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
Los vascos en la literatura argentina1810-1955*
(The Basques in Argentinian litterature 1810-1955)
Iriart, VivianaUniv. Caece. Junn 156. 1227 Ciudad Autnoma de
Buenos Aires
BIBLID [0212-7016 (2008), 53:1; 83-151]
* Agradecimientos: Al Dr. Jon Kortazar, cuyos pacientes y
certeros comentarios iluminaronestas pginas. Al Prof. Henri Bosch,
por el generoso acceso a su biblioteca sobre temas histri-cos. A.
Benetti, por su constante apoyo y abrigo, siempre a la medida de
los sueos.
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1. INTRODUCCIN
A la hora de hablar de los vascos en la literatura argentina, en
la no muyextensa bibliografa sobre el tema, ha predominado hasta el
momento unenfoque antropolgico, centrado particularmente en la
genealoga de losautores. Estos trabajos, que son el resultado del
encomiable esfuerzo queen nuestro pas viene realizando la Fundacin
Vasco Argentina Juan deGaray, circunscriben el hecho literario a la
biografa de aquellos escritoresportadores de sangre vasca en sus
venas como expresa Martn A. Noel1.
A nuestro entender, tal enfoque es insuficiente para abordar la
complejatrama de relaciones que se entretejen en el discurso
literario y deja afuera elcontexto social en el que esa literatura
se produce.
Desde una perspectiva diferente, un estudio de Mara Gonzlez
Roucorecientemente publicado en Internet2, expone el resultado de
un interesanterastreo de la temtica vasca en un marco ms amplio: el
de la escritura deasunto inmigratorio. No obstante, a esta bsqueda
valiosa, que se asemeja ala pesquisa de un buen sabueso, le falta
la mirada interpretante. En el gnerode divulgacin, lo que se gana
en extensin, se pierde en profundidad.
Desde nuestro punto de vista, tanto el recorte efectuado por la
filogne-sis, como el muestreo abierto en abanico, resultan parcos.
El primero, alexcluir la especificidad de lo literario y su
naturaleza histrica; el segundo, almarginar el discurso de la
crtica.
A nuestro entender, no se trata de desprestigiar o ignorar los
aportes conlos que ya contamos. Al inventario de nombres de
escritores de ascendenciapirenaica, como punto de partida,
proponemos una reflexin en torno a lassntesis que sus escritos
producen. Y si avanzamos sobre la literatura argen-tina en general,
nos interesa descubrir no slo dnde aparece la temticavasca, sino de
qu maneras, a travs de cules lenguajes, con qu ideologa,con qu
parentescos literarios, en qu momentos, desde cules lugares
deenunciacin ha sido escrita y desde qu espacios de lectura ha
recibido laaprobacin, la resignificacin, la indiferencia, la
permanencia o el olvido.
Para ello, hemos circunscrito nuestro trabajo a las dos ltimas
centurias,que corresponden histricamente en la Argentina a la
construccin de unestado independiente, su entrada en la Modernidad
y su inclusin en la Pos-modernidad. A fin de alcanzar una mayor
claridad de exposicin, hemos deli-mitado dos momentos:
a) desde la independencia hasta la conformacin del estado
liberal(1810 a 1880);
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
84 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
1. En: http://www.euskonews.com/0263zbk/kosmo26303.html
2. Cf:
http://www.monografias.com/trabajos14/vascos/vascos.shtml
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b) desde el auge de la oleada inmigratoria hasta la conformacin
delestado de bienestar del primer peronismo (1880-1955).
Ms que un estudio cerrado, el presente trabajo propone un viaje,
un reco-rrido posible a travs de un mapa de lecturas sobre autores
argentinos deascendencia pirenaica, como as tambin de otros textos
que, sin obedecer adicha gnesis autoral, han dado lugar en sus
escritos a la temtica vasca.
En tal sentido, bien sabemos que las antologas nunca conforman a
ladiversidad de lectores ni agotan todas las posibilidades que la
literatura entra-a. Si bien este estudio respeta criterios de
importancia histrica, asignadospor la crtica cannica, bucea
igualmente en zonas ms oscuras, ms difusas,all donde la curiosidad
ha encontrado el insospechado placer del texto.
Finalmente diremos que, como en todo itinerario, las pausas, los
reman-sos y las arremetidas dependen, tanto de la subjetividad de
quien loemprende, como de las huellas encontradas al andar.
2. PRIMERA ETAPA: 1810-1880
1810 reviste carcter fundacional en la historia de la Argentina,
a raz de lainstauracin del denominado 1er Gobierno Patrio cuerpo
colegiado que asumelos destinos del entonces Virreinato del Ro de
la Plata ante la cada del reyFernando VII, como consecuencia de la
invasin napolenica a Espaa.
Contrariamente a lo que puede pensarse, la literatura de
aquellos aosy esto se ver hasta bien avanzada la tercera dcada del
siglo sigue suje-ta a los cnones coloniales. Se renuevan los temas,
pero no la retrica dis-cursiva. Gana impulso el asunto
independentista, que adopta registrospicos, tan caros a la esttica
neoclsica, y sobreabundan marchas, odas ysalvas de caones con
alusiones constantes a Martes, Apolos y Minervas,con el propsito de
acrecentar el accionar de figuras locales de la historianacional. A
esta expresin escrita, adquirida a travs del estudio de
lashumanidades clsicas, Mara Bonatti agrega con justeza la recibida
porinfluencia de Arriaga, Gallegos, Jovellanos, Cienfuegos,
Quintana3.
El rescate de figuras de ascendencia vasca no tiene pues, en
este con-texto otro valor que el sentimental. No se ha conformado
an un sistemaliterario propio y autnomo y la cuestin identitaria se
plantea en el campointelectual bajo la forma de la dicotoma
criollos versus espaoles. Ms an,la guerra colonial borra los
matices, desconoce distinciones particulares yengloba en un mismo
saco a canarios, castellanos y vizcanos bajo la sinc-doque del
godo. La nica divisoria que reconoce es la que separa a revolu-
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3. Bonatti. Mara. La poca de Mayo en la literatura argentina [en
lnea], Marie-ChristineJullion (dir.). In: Annali del Dipartimento
di Lingue e Culture Contemporanee della facolt di Scien-ze
Politiche dellUniversit degli Studi di Milano, octubre 1996,
actualizado: 20/08/1997 [Con-sulta: 19/03/07],
http://www.club.it/culture/maria.bonatti/corpo.tx.bonatti.html
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cionarios de contrarrevolucionarios, a monopolistas de
partidarios del librecomercio, a nativos de chapetones; en suma: a
los unos de los otros.
Los casos ms emblemticos de esta escisin en el campo
intelectualque venimos de mencionar son los de Domingo de Azcunaga
y el den Gre-gorio Funes, reivindicados ambos tradicionalmente por
su origen vasco.
En el caso del primero, interesan ms algunas cuestiones
biogrficasque su propia escritura. Este hijo de Vicente de
Azcunaga, natural deDurango que apoy con otros vecinos de Buenos
Aires la Sociedad Vascuen-ce de Amigos del Pas Vasco, se mantendr
fiel al igual que sus cinco her-manos a la corona espaola. Nunca
falta una excepcin a la regla: la raraavis de la familia es Miguel,
el primognito, quien ejercer el cargo de vocalde la 1 Junta de
Gobierno. Desconocemos cunto de esto pudo alimentar elpleito por
herencia que, contra l, sustentaron el literato y sus cuados4.Otro
dato no menos curioso resulta el hecho de que su hermana Flora,
casa-da con el alavs Gaspar de Santa Coloma y Solla, recibiera el
apodo de LaGallega, lo que no hace ms que reafirmar por dnde pasaba
la divisoria deaguas en el perodo que nos ocupa. Como observa Jos
C. Moya:
Gallego ya se haba convertido en un trmino genrico y a menudo
peyorati-vo para referirse a todos los espaoles de la Argentina.
Alrededor de mediados
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1810-1955
86 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
4. Estos hechos aparecen ampliamente desarrollados en el estudio
sobre el apellidoAzcunaga en Los vascos en la Argentina: Familias y
Protagonistas, Buenos Aires, FundacinVasco Argentina Juan de Garay,
2006, p. 163.
Domingo de Azcunaga. Setrata de un cultor de fbulasde esttica
neoclsica, deorigen vasco y es la primerade la serie de imgenes
dela Primera Etapa: 1810-1880.
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de siglo, cuando Juan Manuel de Rosas [N. de A.: gobernante de
Buenos Airesque regir los destinos del pas entre 1829 y 1852] le
pregunt al msico Fran-cisco Gambin: Es usted gallego?, ste
respondi: No, seor, nac en Cdiz.El dictador respondi con
impaciencia: Bien, gallego de Cdiz5. [Subrayado enel texto].
Domingo de Azcunaga public en la prensa de aquellos ltimos aos
dedominio colonial la mayor parte de su produccin, la que fue
recogida junto ala de otros autores por Juan de la Cruz Puig, ms de
un siglo despus. Con-siderado un autor secundario por la crtica
literaria, cultiv fbulas tradiciona-les en un estilo mordaz y una
lengua en la que asoman curiosos arcasmos,sin alcanzar a trasponer
las rgidas formalidades de un gnero subsidiario,enteramente desde
su concepcin y factura, a la moral.
En las antpodas de la ficcin alegrica aparece el den Gregorio
Funes6.Sus trabajos, sin embargo, interesan ms a la historia que a
la literatura.Conocedor y casi seguro difusor de las Cartas de
Foronda7, su Ensayopara la Historia Civil del Paraguay, Buenos
Aires y Tucumn, aparecido en Bue-nos Aires entre 1816 y 1817, sigue
tan al pie de la letra la crnica de Loza-no que tal fidelidad le
vali el mote de plagiario. Si bien esa consideracinha sido
suavizada por investigaciones posteriores, el inters de sus
escritosresulta hoy exclusivamente historiogrfico.
El Ensayo del Den carece de grandes aportes. Tal vez pueda
exceptuarse laparte en que su crnica usando materiales de Segurola
y otros coleccionistascomplet lo que los jesuitas no historiaron,
as como tambin el Bosquejo conque cierra la obra, que es en s, la
expresin personal de su modo de ver el pri-mer momento de la
revolucin emancipadora. El Bosquejo que en principio lle-gaba hasta
los sucesos de 1816, posteriormente Funes lo ampli con unagregado
que alcanza hasta la batalla de Maip. Otra cuestin que no escapa
alanlisis es la falta de equilibrio en el juicio y en los excesos
que comete Funesen los ataques contra las autoridades coloniales,
como si quisiera revivir lafamosa obra de Las Casas Brevsima
relacin de la destruccin de las Indias8.
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
87Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
5. Moya, Jos C. Primos y extranjeros: La inmigracin espaola en
Buenos Aires, 1850-1930, Buenos Aires, Emec, 2004, p. 27.
6. Sobre su genealoga, remitimos a la citada investigacin de la
Fundacin Vasco-Argenti-na Juan de Garay, que lo seala como
descendiente del Capitn Antonio Funes (p. 388), con-signando su
actuacin como Rector de la Universidad de Crdoba, Miembro de la
Junta de Mayoy de la Asamblea del ao XIII, colaborador en los
peridicos ms importantes de la poca, Con-gresal entre 1818-1819. El
origen y la herldica del apellido son asimismo estudiados en el
Dic-cionario Onomstico y Herldico Vasco de Jaime de Querexeta.
7. El escritor vasco Valentn Echavarri de Foronda es an hoy en
la Argentina, a pesar desus obras publicadas, poco menos que un
desconocido seala Manuel Fernndez Lpez enun interesante perfil
sobre el diplomtico alavs, publicado en lnea en:
http://www.aaep.org.ar/espa/anales/works05/fernandezlopez.pdf
8. Prez Pino, Armando. El proceso historiogrfico desde Mayo
hasta Caseros [en lnea],Notas para un estudio crtico de la
historiografa argentina del siglo XIX (Primera parte:
1810-1852),Universidad de La Habana. [Consulta: 4 de mayo de 2007].
Trascripcin y conversin al formatoHTML:
http://www.ucm.es/BUCM/revistas/ghi/02116111/articulos/QUCE8989110201A.PDF
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Debemos esperar, pues, hasta la aparicin de la denominada 1
genera-cin romntica para hablar de una literatura propia.
Recordemos que el 9 dejulio de 1816 un congreso de diputados,
reunido en la ciudad de San Miguelde Tucumn, haba declarado la
independencia de Espaa y de toda otradominacin extranjera y haba
dictado tres aos ms tarde una constitucincentralista que, como tal,
fuera rechazada por las provincias. A partir de1820, el pas
comienza a desgarrarse internamente en una cruenta guerracivil
entre los partidarios del poder central del puerto de Buenos Aires
(unita-rios) y los defensores de las autonomas provinciales
(federales). Represen-tante de esta ltima tendencia es el hacendado
bonaerense Juan Manuel deRosas, quien ejercer su influencia sobre
todo el interior. Con l cobrarnauge la actividad ganadera, las
exportaciones y ciertas industrias manufac-tureras, protegidas por
la Ley de Aduanas. Con fuerte apoyo popular y de unsector
importante de la clase patricia portea, retendr el poder de
maneraomnmoda y autoritaria hasta 1852, persiguiendo a opositores y
censurandola prensa no adicta a su rgimen.
Al respecto, seala David Vias: La literatura argentina empieza
conRosas9. Para ser ms precisos, deberamos decir en realidad que
empiezacontra l. En efecto, los primeros romnticos: Echeverra,
Mrmol, Sarmien-to, Ascasubi, hacen de la arenga anti-rosista un
procedimiento constructivorecurrente. Basta con leer el comienzo
del Facundo o Civilizacin y Barbarie oel final de El matadero,
texto sobre el que volveremos luego.
Es contra Rosas, falso, corazn helado, espritu calculador, que
hace elmal sin pasin y organiza lentamente el despotismo con la
inteligencia de unMaquiavelo. Tirano sin rival sobre la tierra10,
que se organizan los textosdel incipiente sistema literario, en los
que se pueden leer las huellas de vio-lentas relaciones de poder.
El rechazo visceral a Rosas unifica tanto el dis-curso poltico como
el literario y delimita a la vez un espacio americano, tancaro a la
sensibilidad del romanticismo francs, doblemente connotado:como
ausencia generada por el destierro y como desmesura ilimitada de
labarbarie (opuesta a la civilizacin europea que estos escritores
llegan aconocer con embeleso). En Rosas cifran estos fundadores las
costumbresbestiales, el catolicismo conservador y, por carcter
transitivo, la tradicinhispnica. El caso es reducir al hombre a una
mquina cuyo mvil principalno sea su voluntad sino la de la Iglesia
y el gobierno, escribe Echeverraentre 1838 y 184011.
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9. Literatura argentina y realidad poltica. Buenos Aires, Centro
Editor de Amrica Latina,1982, p. 14
10. Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo o Civilizacin y
Barbarie, Buenos Aires, CentroEditor de Amrica Latina, 1979, p. 7.
El texto tambin leerse en lnea, publicado por la Universi-dad
Nacional de San Luis, en:
http://www.unsl.edu.ar/librosgratis/gratis/facundo.pdf
11. El matadero. Buenos Aires, Kapelusz, 1965, p. 81. Existe,
asimismo, versin electrni-ca en la Biblioteca Digital del diario
Clarn:
http://www.biblioteca.clarin.com/pbda/cuentos/matadero/matadero.htm
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A la voluntad esttica suman tambin una clara conciencia del
lector. Noes solamente que el folletn les imponga la tensa entrega
diaria a la que nose vean sometidos los escritores de la generacin
de la independenciaquienes escriban en pliegos sueltos o en
peridicos de vida harto efmerasino que la diatriba poltica que los
consume, conlleva necesariamente lapresuncin de que hay un otro
para quien se escribe y que adems, por lafuerza titnica de la
letra, ese otro ser capaz de actuar en consecuencia. Ysi algo falta
para comenzar a normatizar esta literatura apasionada,
antitradi-cionalista y antihispnica, ah estn los discursos del Saln
Literario12 y lanaciente crtica representada en la obra de Juan
Mara Gutirrez.
En este contexto, la perspectiva genealgica seala: dos nombres
deestirpe euskara iluminan el panorama intelectual de nuestro pas:
EstebanEcheverra y Juan Bautista Alberdi13. Sobre el primero agrega
Hilda Chamo-rro Greca de Prado:
Tena mucho de vasco (...) quizs mi apreciacin se basa en haber
estadoen repetidas oportunidades en esa regin espaola o de conocer
familiarmentea los vascos que ponen tenacidad y empeo en su trabajo
y defienden lo queconsideran justo y honesto y mantienen su s o su
no a ultranza14.
A nuestro entender, esta lectura puede hacerse claramente en
reconoci-miento y no en produccin, ya que no asuman estos
escritores la vasqui-dad como cuestin identitaria. En primer
trmino, la nica identidad queproclaman es la de hombres de la
civilizacin alejados de la barbarie, o entodo caso, la de
sudamericanos en el destierro, pero deslumbrados por Fran-cia. Las
Vascongadas forman parte, en su imaginario, de una Espaa a la queno
slo quieren dejar atrs, sino en la que cifran el atraso y el
oscurantismo.
En fin, para completar este cuadro lamentable, baste decir, que
cuando Des-cartes aplicaba el clculo algebraico a la resolucin de
problemas de geometra,y Leibnitz y Newton inventaban el
infinitesimal, los espaoles calificaban dematemticos a los que
aprendan solamente las proposiciones de Euclides15.
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
89Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
12. Abre sus puertas en 1837, con el propsito de llenar un vaco
cultural en la BuenosAires de entonces. Sus integrantes, casi todos
ellos universitarios porteos ms algunos delinterior, se renen a
leer y debatir las obras de Cousin, Guizot, Lerrninier, Quinet,
Villemain,Saint Simon, Leroux, Lamennais, Mazzini, Tocqueville,
entre tantos otros. La institucin cierrasus puertas al ao
siguiente, aunque su labor contina en su heredera: la Asociacin de
Mayo.
13. Noel, Martn A.. Op cit.
14. Esteban Echeverra, pensador, social, realista y poeta
romntico [en lnea], AcademiaNacional de Derecho y Ciencias Sociales
de Crdoba, [Consulta: 28 de abril de 2007] en:
http://www.acader.unc.edu.ar/artestebanecheverriapensador.pdf
15. Discurso pronunciado por Juan Mara Gutirrez en la
inauguracin del Saln Literario el23 de junio de 1837, bajo el ttulo
de Fisonoma del saber espaol cual deba ser entre noso-tros,
recopilado por Adolfo Prieto en El ensayo romntico. Buenos Aires:
Centro Editor de Amri-ca Latina, 1967; p. 34.
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Ninguna alusin encontraremos, por ejemplo, a la 1 guerra
carlista(1833-1840) que les es contempornea. Tampoco a la segunda
(1846-1849), cuando ya la oposicin a Rosas va dejando de ser slo
una banderade los ilustrados.
En segundo trmino, no les tiembla lamano si, en el fragor de su
pluma militan-te, deben denostar a otro vasco posicio-nado en las
antpodas. El ejemplo msparadigmtico es el de Esteban Echeve-rra16
en El matadero17, considerado porla crtica como el primer cuento
argentino.La intriga es muy sencilla: tras una exten-sa lluvia
acaecida en tiempos de Cuares-ma por los t iempos de Cristo
de183...18, por autorizacin de Rosas sepermite excepcionalmente la
faena de 50animales en el matadero del Alto de Bue-nos Aires. Toda
la primera parte de lanarracin adquiere las caractersticas deun
relato costumbrista premoderno en elque se describen los tipos
humanos queall viven y trabajan, con un registro queno ahorra la
exacerbacin de lo monstruo-so en las descripciones, las acciones
alu-
cinator iamente sanguinarias y el lenguaje soez en boca de
susprotagonistas. En la segunda parte, ya decididamente un cuento
moderno,el azar lleva a un gallardo y bello unitario a pasar por el
matadero y a reci-bir, en consecuencia, el escarnio, la violacin y
la tortura por parte de unaturba enloquecida liderada por el
funcionario pblico, responsable del lugar.Este ncleo vejatorio
ocurre en la casilla, lugar de trabajo del
representanteoficial.
En la primera parte, el narrador nos haba situado espacialmente
en esembito del infierno:
En la casilla se hace la recaudacin del impuesto de corrales, se
cobran lasmultas por violacin de reglamentos y se sienta el juez
del matadero, personaje
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16. Hijo del vizcano Jos Domingo Echeverra y de la portea Mara
Espinosa. Tras unaestancia en Europa (1825-1830), donde se
familiariza con las tendencias esttico-ideolgicasen boga, regresa
al pas e introduce el romanticismo en el Ro de la Plata. Autor de
los volme-nes lricos Elvira (1832), Los consuelos (1834), Rimas
(1837, donde est incluido su clebrepoema La cautiva), el relato El
matadero y el ensayo El Dogma Socialista (1846). Emigra aMontevideo
a fines de 1840, donde muere once aos ms tarde.
17. Escrito entre 1838 y 1840, fue publicado pstumamente por su
amigo Juan MaraGutirrez en 1871 en la Revista del Ro de la Plata,
cuando las circunstancias polticas habancambiado y hacan posible su
circulacin en un amplio espectro de lectores.
18. El matadero..., p. 77.
Esteban Echeverra. Autor de ElMatadero.
-
importante, caudillo de los carniceros y que ejerce la suma del
poder en aquellapequea repblica por delegacin del Restaurador [N.
de A.: se refiere a Rosas].Fcil es calcular qu clase de hombre se
requiere para el desempeo de seme-jante cargo. La casilla, por otra
parte, es un edificio tan ruin y pequeo que nadielo notara en los
corrales a no estar asociado su nombre al del terrible juez y ano
resaltar sobre su blanca pintura los siguientes letreros rojos:
Viva la Federa-cin, Viva el Restaurador y la herona doa Encarnacin
Ezcurra, Mueran lossalvajes unitarios. Letreros muy significativos,
smbolo de la fe poltica y religio-sa de la gente del matadero. Pero
algunos lectores no sabrn que la tal heronaes la difunta esposa del
Restaurador, patrona muy querida de los carniceros,quienes, ya
muerta, la veneraban como viva por sus virtudes cristianas y su
fede-ral herosmo en la revolucin contra Balcarce. Es el caso que un
aniversario deaquella memorable hazaa de la mazorca, los carniceros
festejaron con unesplndido banquete en la casilla a la herona,
banquete al que concurri con suhija y otras seoras federales, y que
all en presencia de un gran concurso ofre-ci a los seores
carniceros en un solemne brindis, su federal patrocinio, porcuyo
motivo ellos la proclamaron entusiasmados patrona del matadero,
estam-pando su nombre en las paredes de la casilla donde se estar
hasta que loborre la mano del tiempo19.
Ms an, la primera increpacin que ha de recibir el joven, vctima
de labarbarie fantica antes de la violacin es: Por qu no llevas
luto en elsombrero por la herona?20.
Tal herona, que paradjicamente conjuga la existencia fantasmal
con ladensidad y el espesor de la materialidad ms intensa (y
extensa) es, comoqueda dicho en el texto de Echeverra, la vasca doa
Encarnacin Ezcurra,mujer de Rosas21. Insistimos entonces: resaltar
la vasquidad de la sangrecomo atributo de vala en el autor de El
matadero, es un camino sin salida.
Vamos a nuevo ejemplo. Sarmiento, otro de los integrantes ms
slidosdel campo literario, escribe su segunda autobiografa en
Recuerdos de Pro-vincia (1849). Contrariamente a lo que el lector
puede esperar de un textoque lleva tal ttulo, lejos estamos del
nostlgico costumbrismo premoderno.El propsito no es la melanclica
evocacin de los aos de infancia, sino elde limpiar la difamacin que
su nombre ha sufrido en manos del rosismo.Para ello, recurre
Sarmiento a la genealoga, intentando demostrar que les slo un
eslabn de una descendencia de gente ilustre y bien pensante.Ms an,
incluye el diseo de un rbol genealgico (bastante sui generis,por
otra parte) que tiene por original funcin ser ndice del libro.
Desfilanpor all claros exponentes de la onomstica y herldica vasca
que haranlas delicias de cualquier lector de Querexeta: Mallea,
Irarrzabal (sic),Funes, Loyola. Cmo es ledo este texto por Juan
Bautista Alberdi, el otromiembro de la dupla de nombres de estirpe
euskara que iluminan el pano-
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
91Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
19. Ibd., pp. 82 a 83
20. Ibd., p. 93.
21. Un perfil interesante sobre su figura puede leerse en
Mujeres de la poltica argentina deMnica Deleis y otros autores,
cuya notacin consignamos en la bibliografa final.
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rama intelectual de nuestro pas, integrante adems de la misma
genera-cin de proscriptos?:
Sus Recuerdos de Provincia son su biografa (...) Es el primer
ejemplo que seofrece en nuestro pas, tan abundante en hombres
notables, de un republicanoque publica doscientas pginas y un rbol
genealgico para referir su vida, la detodos los individuos de su
parentela y hasta de sus criados22.
As lee Alberdi, de ascendencia vasca23, la prosapia sarmientina:
connotable indiferencia por los antepasados euskeras del
sanjuanino. Y le duelea Sarmiento esta irona del ensayista de Las
Bases sobre las que se dictarla Constitucin Nacional tras la cada
de Rosas, quien en un doble movimien-to mira al futuro y propone
repensar el pasado con mirada alterna: Delantedel poder
irresponsable, se alz la libertad omnmoda, y se quiso remediarel
despotismo del atraso con el despotismo del progreso: la violencia
con laviolencia24. Entiende Alberdi que para construir una
repblica, la antinomiacivilizacin-barbarie requiere de un ajuste de
tuercas:
La localizacin de la civilizacin en las ciudades y la barbarie
en las campa-as, es un error de historia y de observacin, y
manantial de anarqua y de anti-patas artificiales entre localidades
que se necesitan y completan mutuamente.En qu pas del mundo no es
la campaa ms inculta que las ciudades?25.
Este interrogante focaliza una nueva tensin: campo-ciudad. Se
trata depoblar el desierto argentino, argumentacin que gana
constantes adhesio-nes, entre ellas, las del propio Sarmiento y que
alcanza su mejor cifra en elArtculo 25 de una Constitucin
Nacional26 que est de estreno en 1853.
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
92 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
22. Alberdi, Juan Bautista. Tercera carta quillotana en Adolfo
Prieto (comp) El ensayoromntico, p. 89.
23. Hijo de un comerciante vizcano de nombre Salvador y de
Josefa de Aroz. Estudi abo-gaca en Buenos Aires y en Crdoba. Sus
Obras Completas incluyen ocho gruesos volmenes ylas Pstumas,
diecisis. Revisten vital importancia Las Bases y El crimen de la
guerra. La indife-rencia de Alberdi hacia su ascendencia euskera,
parece revertirse aos ms tarde. Solo enPars, muy delirado, se pelea
con todos sus antiguos amigos que siempre lo han protegido
enEuropa, los Terrero, los Leiva, no recibe a nadie, se encierra en
un cuarto de hotel, entra en unaespecie de lucidez psictica y
delira noche y da. Y escribe sostiene Ricardo Piglia en Crtica
yficcin (Buenos Aires, Universidad Nacional del Litoral, 1993, pp.
63-63). De aquellos aos esla afirmacin: Mi padre naci en Vizcaya,
de padres vizcanos, y pas a Buenos Aires, no comoemigrado, sino
como el que cambia de domicilio en su pas mismo. El padre abraz la
causa dela revolucin argentina porque estaba emparentado con la
familia de los Aroz, que dieron aBelgrano [N. de A.: general
independentista] una parte del ejrcito con quien venci en Tucumny
porque ese motivo coincida con el instinto vascongado de autonoma
local, citado por Alber-to Sarramone en Los abuelos vascos en el Ro
de la Plata, Azul, Biblos, 1995, p. 209.
24. Alberdi, Juan Bautista. Ibd., pg. 79.
25. Ibd., pg. 87.
26. El Gobierno Federal fomentar la inmigracin europea; y no
podr restringir, limitar nigravar con impuesto alguno la entrada en
el territorio argentino de los extranjeros que traiganpor objeto
labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y ensear las
ciencias y las artes.
-
A esa campaa, ms inculta que en las ciudades, apunta la
literatu-ra gauchesca que gana en esta generacin romntica un nombre
relevan-te: Nadie como Hilario Ascasubi representa esta fusin de
sangre yespritu, afirma Martn Noel27, rescatando al poeta por su
ascendenciaeuskera28.
En rigor de verdad, el valor de Ascasubi radica en su aportacin
en laliteratura argentina a un gnero que se construye sobre la
temtica gauches-ca y el lenguaje rural y que, merced a delicadas
operaciones lingsticas yliterarias como bien observa ngel Rama29
construye su propio pblico: lagran masa de campesinos y peones
rurales analfabetos.
Estas payadas brbaras de Ascasubi son las que ms debieron
desazonarle[a Rosas], porque ste le combata con una pasin salvaje
digna de su alma y
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
93Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
27. Op. cit.
28. Hijo del comerciante vasco Mariano Ascasubi y de la criolla
Loreta de Ela, tuvo unavida azarosa y aventurera. Con apenas 12 aos
se fug del hogar, embarcndose como grumeterumbo a la Guayana
Francesa. Recal en Lisboa, vivi tambin en Europa y Estados Unidos.
Seinici como escritor gauchesco en 1833 con los Dilogos de Jacinto
Amores y Simn Pealva.Ms tarde dirigi los peridicos El gaucho en
campaa y El gaucho Jacinto Cielo, fustigando lapoltica de Rosas, de
la que se huy recalando en Montevideo. Durante su posterior
permanen-cia en Pars en 1872 publica su obra completa en tres
tomos: Paulino Lucero, Aniceto el Gallo ySantos Vega o Los mellizos
de la flor, esta ltima iniciada en Uruguay en 1850.
29. Los gauchipolticos rioplatenses. Buenos Aires, Centro Editor
de Amrica Latina, 1982.
Un alto en la pulpera. Obra del artista plstico Prilidiano
Pueyrredn, que ilus-tra usos y costumbres gauchescas, sobre los que
se construye la literatura del
vasco Hilario Ascasubi.
-
una lengua primitiva que hablaba al corazn de sus huestes
bronceadas de lapampa o de sus tribus negras del suburbio30.
Ese pblico era una masa ajena al consumo literario. Los
escritoresque a l se dirigieron, ms que una opcin entre diversos
auditorios poten-ciales, hicieron estrictamente una invencin, una
creacin donde antes nohaba nada, insiste Rama31. Echeverra o
Alberdi hablaban a sus pares. Lainvencin de pblico de Ascasubi
implica una operacin ms osada y esconstitutiva del escritor
gauchesco: Ser un hombre que produce objetosculturales para el
consumo de un grupo diferente, a cuyos gustos, expresio-nes, ideas,
deber adecuar el producto literario32.
Pero hay ms. Ascasubi comparte el proyecto de Alberdi,
sintetizado enel lema que ste acua: Gobernar es poblar. Y como est
entrenado en elejercicio de estas complejas operaciones
intelectuales mucho ms que suscontemporneos, anticipa con mayor
claridad que aqullos el imperativo deganar a esos sectores rurales
para la idea de apertura y tolerancia hacia laoleada inmigratoria
que se viene:
Luego, en ganar amistades,acaso se pierde nada?...Y con gente
bien portadaque nos trae comodidades,cayendo de esas ciudadesde
Uropa [sic] tantos naciones,a levantar poblacionesen nuestros
campos disiertos, [sic]que antes estaban cubiertosde tigres y
cimarrones?
O debemos ahuyentarla gente que habla en la lengua?No, amigo,
porque no hay menguaen que vengan a poblar;pues nos pueden
ensearmuchas cosas que inoramosde toda laya: a qu andamoscon que
naides [sic] necesita,si hay tanto y tanto mulitaentre los que ms
pintamos?
Dicen que la extranjeraza,algunos no dicen todos!,nos han de
comer los codos.Qu nos han de comer? Nada!
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
94 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
30. Rojas, Ricardo. Historia de la literatura argentina, Buenos
Aires, Losada, 1948, Vol. II:Los gauchescos, p. 448.
31. Los gauchipolticos..., p. 166.
32. Ibdem.
-
Podrn comer carne asada,cuando apriendan [sic] a enlazar;y no se
puede negarque son muy aficionaosa echar un pial, y alentaossi se
ofrece a trabajar33.
Sucede que las cifras de la inmigracin haban comenzado ya a
ascen-der en la Argentina a partir de la dcada del 30. En la ciudad
de BuenosAires la incidencia parece menor, segn los datos que
arroja el censo de1855:
El total de la poblacin nativa de la Ciudad y la proveniente de
las demsprovincias argentinas, ms la de europeos radicados en la
misma, ascendisegn el Censo en cuestin a 91.548 personas. No
obstante, estudios posterio-res, realizados en 1968 demostraron que
en 1855 se haban traspapelado cdu-las censales que elevaban el
nmero de la poblacin a 92.709. () En estascantidades, cul fue el
nmero de los vascos espaoles establecidos en lamargen occidental
del Ro de la Plata? El recuento individual permite detectar a1.000
de estos pobladores34.
En el interior, en cambio, el impacto parece haber sido
mayor:
En las provincias del interior, el desierto aparece ya surcado
por grupos deinmigrantes que ocupan distintos oficios en las reas
rurales y urbanas. Sinembargo, cuando veinte aos despus la
dictadura rosista va hacia su ocaso elpanorama es mucho ms
impactante y ya aquella presencia se ha hecho muyvisible35.
En efecto, en la Campaa en el Ejrcito Grande de Sarmiento, texto
perio-dstico al que slo atribuimos valor testimonial, vemos ya a
los vascos desa-rrollar distinto tipo de tareas, desde las
predominantemente agrcolas (Elloseran los que sembraban el trigo;
ellos los que [] compraban las mieses enpie, o en gavilla por
precios usurarios36), hasta las comerciales (A unvasco comerciante
compr las telas de que haba menester37), o religiosas(aunque con
matices harto particulares):
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
95Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
33. Puede leerse el texto completo [en lnea]: Paulino Lucero o
Los Gauchos del Ro de LaPlata [Consulta:30 marzo 2007].
http://comunidad.ciudad.com.ar/ciudadanos/candido/asc.htm
34. Urquiza de Gentile, Nora. L. S. Inmigracin vasca en la
ciudad de Buenos Aires. Vitoria-Gasteiz: Servicio Central de
Publicaciones del Gobierno Vasco, 1992; pp. 16-17.
35. Devoto, Fernando. Historia de la inmigracin en la Argentina.
Buenos Aires: Sudamerica-na, 2003; p. 214.
36. Sarmiento, Domingo Faustino. Campaa en el Ejrcito Grande [en
lnea], Proyecto Sar-miento, Obras completas en Internet, Buenos
Aires, Edicin Bicentenario, p. 104 [Consulta: 16de marzo de 2007].
http://www.proyectosarmiento.com.ar/trabajos.pdf/canpania.pdf
37. Ibd., p. 98.
-
Como en el Pergamino todos los naturales haban sido forzados a
retirarse aBuenos Aires, lo que no estorbaba que esa noche el cura,
un vasco, hubieseorganizado una guardia nacional de cien
extranjeros vascos e italianos para guar-dar la propiedad38.
Ms an, cuando el escritor requiera los servicios de un gua en la
zonade Chivilcoy, en la actual provincia de Buenos Aires, toma por
baquiano a ungaucho vasco39. Esta eleccin es emblemtica. Sarmiento,
que conoce lapampa literaria, se pierde en la llanura real. Para
hacer pie en ella requierede alguien que la reconozca como propia y
ste es, paradjicamente, unvasco rural, es decir: un extranjero (en
la doble acepcin para el autor delFacundo: por su patria de origen
y por el hbitat no urbano de residencia).Es esta distancia la que,
a la vez, provoca su desconfianza: nos inspirabarecelos () la
lealtad del vasco que nos serva de baqueano40. Terrible iro-na: el
intelectual, que ha hecho de ese mbito un espacio potico y que
haasumido en buena medida la voz de la argentinidad civilizada,
encuentra susibila cumeica en un annimo pirenaico sin nombre ni
linaje en el que nopuede confiar.
En este contexto en el que la inmigracin empieza a perfilar un
nuevomodelo de pas, vemos que la literatura comienza a dar cuenta
de esos cam-bios que afectan especialmente a la campaa41. Y en el
gnero gauchesco,que a esta altura bien puede considerarse un
subsistema, podemos distin-guir a integristas como Ascasubi y a
xenfobos como Jos Hernndez42,autor del Martn Fierro.
El primero ha tenido ocasin de revisar sus composiciones de los
aos40, publicadas en peridicos gauchescos, que eran por lo comn
pequeashojas bimensuales; algunas fenecan en el primer nmero, pero
venan otrasa reemplazarlos43. Su inclusin en libro data de 1872
como hemos deta-llado en nota al pie (cf. 28), lo que hace suponer
que a la revisin estilsti-ca de sus escritos, Ascasubi ha sumado la
afinacin ideolgica. Es probabletambin que ya tuviera noticias de la
matanza de pobladores vascos en la
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
96 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
38. Ibd., p. 105.
39. Ibd., p. 103.
40. Ibd., p. 104.
41. Alberto Sarramone seala en Los abuelos vascos en el Ro de la
Plata que los vascosrecin venidos, como queda dicho, no se quedaron
en la ciudad de Buenos Aires, sino que bus-caron asentarse en el
interior. Su destino final fue mayoritariamente la Provincia de
BuenosAires o el Litoral (provincias de Entre Ros y Santa Fe).
42. Hijo de don Rafael Hernndez y de doa Isabel Pueyrredn, fue
poeta, periodista, ora-dor, comerciante, contador, taqugrafo,
estanciero, soldado y poltico. En 1872, el diario La Rep-blica
public El Gaucho Martn Fierro, editado en diciembre en la imprenta
La Pampa. Elinesperado xito logrado entre los habitantes de la
campaa lo llev a continuarlo con La vueltade Martn Fierro en
1879.
43. Rojas, Ricardo. Op.cit., p. 434.
-
noche triste de Tandil44 y en un gesto desesperado, recurriera a
las dotes desu oficio para convencer a su pblico de las bondades de
la inmigracin, talcomo hemos visto.
Otro es, decamos, el caso de Hernndez. La crtica ha sealado ya
losaspectos pardicos con que se tie el discurso de Martn Fierro
hacia elinmigrante: el gringo, el de Inca la Perra, o el papolitano
son objeto deburla por parte del gaucho protagonista. Nos interesa,
en cambio, rescatarslo una escena del poema hernandeano. Menos aun:
una imagen.
Otra vez en un boliche estaba haciendo la tarde; cay un gaucho
que haca alarde de guapo y de peliador.
()
Se tir al suelo; al dentrar le dio un empelln a un vascoy me
alarg un medio frasco diciendo: Beba cuao. Por su hermana,
contest,que por la ma no hay cuidao45. [El subrayado es
nuestro]
Este vasco es un ser annimo, una sombra, un obstculo para el
gauchopendenciero que entra a la pulpera con la impunidad que le da
el hecho deser protegido por la autoridad militar y a quien Fierro,
igualmente pendencie-ro, dar muerte en la inmediatez de la pelea.
Podra ser un intento de Her-nndez de dar cuenta, a travs de la
literatura, de esos nuevos actantessociales. O no ser ms que una
nota de color local en la pluma del poetagauchesco. O quizs menos
aun, la obligada necesidad que la rima le impo-ne. Lo cierto es que
ese vasco condensa todas las posibilidades. Y conmue-ve que Borges,
tantos aos despus, le d un nombre: Recabarren y Si(como el griego
afirma en el Cratilo) / el nombre es arquetipo de la cosa46
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
97Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
44. El da de Ao Nuevo de 1872, en el pueblo de Tandil, provincia
de Buenos Aires, unabanda de gauchos, liderados por un oscuro
personaje apodado Tata Dios asesina a 36 inmi-grantes de diversas
nacionalidades, al grito de Viva la religin!, Mueran los masones!,
Matensiendo vascos y gringos!. Entre la poblacin vascongada se
cuentan 18 muertos, incluida unania de cinco aos y un beb de meses.
El tema es desarrollado en profundidad por John Lynchen su
investigacin Masacre en las pampas: La matanza de inmigrantes en
Tandil 1872. Puedetambin consultarse el tema en Aranda Gamboa,
Horacio, La senda maldita de Tata Dios [enlnea], Cosas Nuestras
Revista de Cardn N 4 [Fecha de consulta: 28 de marzo de
2007].http://www.cardoncosasnuestras.com.ar/web724/cosas_nuestras/mag/anio_1/numero4/tata-dios.html.
45. HERNNDEZ, Jos. El gaucho Martn Fierro y La Vuelta de Martn
Fierro. Buenos Aires:Editorial Sopena Argentina, 1946, p. 68. El
texto puede leerse completo [en lnea] en la Bibliote-ca Digital del
diario Clarn, en:
http://www.biblioteca.clarin.com/pbda/gauchesca/fierro/fierro_08.html
46. BORGES, Jorge Luis. El glem, El otro, el mismo en Obras
Completas. Buenos Aires:Emec, 1974, T. II, p. 263.
-
lo haga depositario de la memoria del pasado para narrar, en el
cuento Elfin, la muerte de Martn Fierro.
Pero no nos adelantemos a los hechos. De ellos daremos cuenta en
lasegunda parte.
3. SEGUNDA ETAPA: 1880-1955
Ms all de las oposiciones fonolgicas, la distancia que media
entreRosas y Roca, marca histricamente un largo y penoso proceso de
pacifica-cin que sigue a la cada del primero en 1852 y culmina en
la primera presi-dencia del segundo, durante el perodo 1880-1886.
Al pasar revista a laconformacin del marco jurdico de entonces, se
comprende que estamosante una Argentina cuyo rostro ha cambiado
sustancialmente en el curso detreinta aos.
A nuestro entender, cuatro leyes que sobresalen en el conjunto
de lanueva normativa trazan perfectamente la radiografa del pas. Se
trata de laLey de Inmigracin (1876) que reglamenta la entrada y
permanencia de losextranjeros47; la Ley de Capitalizacin de Buenos
Aires (1880) que pone final viejo pleito entre provincianos y
porteos48; la Ley de Matrimonio Civil(1882) que quita a la Iglesia
Catlica el dominio jurdico sobre la vida de laspersonas y la Ley de
Educacin Comn (1884) que establece la enseanzalaica, gratuita y
obligatoria para todos los habitantes49.
Esta doble demarcacin, del territorio y de sus habitantes, es el
puntode partida de la construccin del Estado nacional en manos del
liberalismo
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
98 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
47. Fernando Devoto seala: Desde el punto de vista conceptual,
la ley, a la vez querepropona la estrecha relacin deseada entre
inmigracin y colonizacin, sistematizaba unconjunto de beneficios
efectivos (desde el alojamiento gratuito en el momento de
arribodurante seis das hasta la internacin al punto elegido) o
potenciales (adjudicacin de tie-rras pblicas). Aunque algunos de
los servicios ofrecidos procedan de pocas anteriores,como el
alojamiento en el hotel de inmigrantes que haba vuelto a funcionar
desde 1870,los pasajes gratis en tren para desplazarse al interior
o la creacin de una oficina de traba-jo, ahora todo conformaba un
conjunto orgnico bajo control del Estado (en Historia de
lainmigracin, p. 239).
48. El gentilicio denomina a los nativos de la ciudad de Buenos
Aires, nico puerto yadesde los tiempos virreinales de entrada y
salida hacia ultramar. Sobre el proceso de capitali-zacin observa
No Jitrik: signific un nuevo triunfo de la ciudad-puerto respecto
del pas peroesta vez promovido por provincianos y no por porteos: a
partir de ese momento Buenos Airesse engrandece monstruosamente y
la distancia a que se pone respecto del resto es definitiva-mente
insuperable (en El mundo del Ochenta, Buenos Aires, CEAL, 1982, p.
31).
49. Sobre estas dos ltimas, Josefina Ludmer apunta: El punto de
partida de 1880son las leyes civiles por las que el estado se
autodefini como liberal y tom posesin,arrancndosela violentamente a
la Iglesia, del nacimiento, la educacin, el matrimonio y lamuerte
de todos sus sujetos. En 1884, cuando se sanciona la ley de
educacin laica, obli-gatoria y gratuita, correlativamente se
expulsa al Nuncio papal (Cf. su 1880: los sujetosdel estado liberal
en Orbe, Juan (comp.), La situacin autobiogrfica, Buenos Aires,
Corregi-dor, 1995, p. 70.).
-
triunfante que abre las puertas al libre comercio, al ingreso de
capitalesextranjeros, al trazado de la red ferroviaria, al
sometimiento y exterminio delas ltimas tribus indgenas con la
consecuente incorporacin del desierto alas actividades productivas
y a la llegada de centenares de miles de inmi-grantes. Al promediar
la dcada de 1880 y bajo el lema de Roca: Paz yadministracin, la
prdica de Alberdi y sus compaeros del perodo anteriorse ha
convertido en realidad.
El campo intelectual no permanece ajeno a la nueva situacin.
Asistimospues, a la conformacin de una elite cultural, cuyo rasgo
identitario ser lavinculacin directa con el poder:
Casi todos los escritores de esta generacin tuvieron descollante
actuacinpoltica: en los ministerios nacionales, en el congreso, en
la diplomacia, en elsecreto mundillo en el que se decidan las
candidaturas presidenciales50.
En ese marco:
La literatura goza de lo que podramos denominar un prestigio
accesorio, esdecir que socialmente califica menos que cualquier
otra actividad adems deque no se entiende muy bien que alguien
pueda ser solamente escritor; en cam-bio, se entiende muy bien que
cualquiera que es otra cosa sea tambin escritor,incluso eso realza
los otros aspectos de la personalidad (caso Lucio V. Lpez,juez,
poltico y escritor; Eduardo L. Holmberg, naturalista, clubman y
escritor;Sicardi, mdico y escritor, etc.)51.
En efecto, la escritura del 80 es para sus protagonistas, por
sobre todaslas cosas, brillo, lustre, divertissement, pasatiempo,
moda. Se escribe comose asiste al Teatro Coln a disfrutar de una
velada operstica o al Club delProgreso a fumar un habano. Mundanos,
dandys, dilettantes, estos hombreshacen de la literatura un modo
peculiar de exposicin pblica, una exhibicinde pertenencia social.
Por momentos, su centro de inters parece ser la lec-tura antes que
la escritura, de ah las referencias y citas constantes queacompaan
el tono ligero, conversacional y fragmentario de sus produccio-nes
y el ejercicio del juicio crtico sobre la obra de sus pares. En ese
aspec-to, no son malos lectores; son lectores de clase. Y as como
importan dePars la retrica del naturalismo, desdean su trasfondo de
denuncia social.El recorte es claro: la eleccin del cuerpo de Nan y
la omisin del Jacusse.Al respecto, seala Rogelio C. Paredes:
Mientras los modelos franceses describan cientficamente las
condicionesde vida de las clases proletarias, bajo la forma de una
denuncia a la explotacinde que eran objeto, sus epgonos criollos
eligieron como su actor social preferido
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
99Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
50. PRIETO, Adolfo.La generacin del ochenta. Las ideas y el
ensayo. En: Captulo: La his-toria de la literatura argentina.
Buenos Aires: Centro Editor de Amrica Latina, fascculo 25,1980, p.
56.
51. JITRIK, No. Op. cit., p. 76.
-
a la propia clase dirigente, a la cual varias veces describieron
como vctima delaluvin tnico social procedente de la
inmigracin52.
Es as como la elite liberal que promueve como poltica de estado
el arri-bo de los extranjeros que constituyen la mano de obra en el
proceso deconstruccin de la Argentina moderna paradjicamente se
torna xenfobaen el discurso cultural. Ante la muchedumbre de los
recin venidos, losregistros de los autores cannicos: Can, Mansilla,
Cambaceres, Lucio V.Lpez, oscilan entre la parodia y la paranoia,
en tanto que desde la retricaaspiran a resaltar su rol de
exponentes de un patriciado que parece estar enel pas desde
siempre, cuando como seala Fernando Devoto no era porlo dems
cierto, buena parte de las familias por entonces tradicionales
hab-an llegado slo a fines del siglo XVIII53.
Veamos pues, el tratamiento que recibieron los vascos de esta
oleadainmigratoria en la literatura del 80. Nos centraremos en
cinco autores repre-sentativos de este momento histrico. Tres de
ellos ocupan un lugar centralen el campo intelectual: Miguel Can,
Lucio V. Lpez y Lucio V. Mansilla. Losdos restantes, en cambio: Jos
Antonio Wilde y Juana Manuela Gorriti, sesitan en los mrgenes.
Miguel Can54 publica Juvenilia, un clsico de las letras
argentinas, en1884. Se trata de un conjunto de recuerdos
deshilvanados y episodios deirregular tensin narrativa, unidos por
el uso de la primera persona y la preci-sin de un mbito: el Colegio
Nacional de Buenos Aires. Con desigual factu-ra, se concentran
ancdotas y estampas de cinco aos de vida estudiantildel Can
adolescente, vistos desde la perspectiva adulta. Hay una
tenuemelancola que se desliza ante la evocacin del pasado y que se
conjugacon la irona, el humor y la comicidad, en un tono de amable
charla quebusca recrear con el lector la intimidad del saln. Los
nombres de profeso-res y condiscpulos no se esconden, estn
expuestos como testimonio depertenencia a esa clase social
exhibicin que sealbamos antes. Entrelos primeros: el doctor Agero,
el vicerrector D. Jos M. Torres, y AmedeJacques, a quien Can
destina su ms profunda admiracin ya que pertene-ca a la generacin
que al llegar a la juventud encontr a la Francia en plenareaccin
filosfica, cientfica y literaria55. Entre sus compaeros: Julio
Lan-
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
100 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
52. Literatura, inmigracin y prejuicio: Inmigrantes y arribistas
en la narrativa argentina(1880-1910). En: Cuadernos de Trabajo, N
19. Lujn: Departamento de Ciencias Sociales, Uni-versidad Nacional
de Lujn, 2001, p. 208.
53. DEVOTO, Fernando. Op. cit, p. 258.
54. Naci en 1851 y muri en 1905. Licenciado en derecho y
periodista poltico, desempe- distintos cargos pblicos y
diplomticos. Estuvo en Europa en varias ocasiones y fue decanode la
facultad de Filosofa y Letras. En su obra, fragmentaria y
testimonial, se distinguen ade-ms de Juvenilia: En Viaje (1884),
Prosa Ligera (1903) y Charlas literarias. Sus Discursos y
Con-ferencias (1909) se publicaron pstumamente.
55. Juvenilia. Buenos Aires: Centro Editor de Amrica Latina,
1980; pg. 24. El texto puedeleerse en Internet:
http://www.unsl.edu.ar/librosgratis/gratis/juvenilia.pdf publicado
por la Uni-versidad Nacional de San Luis.
-
dvar, Marcelo Paz, Patricio Sorondo (arrebatado por la fiebre
amarilla, cuan-do ya era conocido por su inteligencia
extraordinaria56), Valentn Balbn(hoy ingeniero distinguido57) y el
mdico y diputado hoy, el Dr. Luis Eyza-guirre, uno de los tipos ms
criollos, y uno de los corazones ms bondado-sos que he conocido en
mi vida58. Extraa operacin esta de Can que, atravs del oxmoron, ve
en el compaero de ascendencia vasca al criollosuperlativo y por
antonomasia. Supone entonces igual tratamiento de con-fraternidad
para los inmigrantes ms recientes? Vale la pena detenernos enel
captulo 25, donde se narra la aventura veraniega ubicada en la
Chacari-ta de los Colegiales, lugar que se describe con tintes
paradisacos:
Buena, sana, alegre, vibrante, aquella vida de campo! Nos
levantbamos alalba; la maana inundada de sol, el aire lleno de
emanaciones balsmicas, los
101Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
56. Ibd., Captulo 15, p. 37.
57. Ibdem.
58. Ibd., Captulo 2, p. 17.
Llegada de inmigrantes. La imagen est tomada en el puerto de
Buenos Aires, c.a. 1882
-
rboles, frescos y contentos; el espacio abierto a todos rumbos,
nos hacanrecordar con horror las negras madrugadas del Colegio, el
fro mortal de losclaustros sombros, el invencible fastidio de la
clase de estudio. En la Chacaritaestudibamos poco, como era
natural; podamos leer novelas libremente, dormirla siesta, salir en
busca de camuats [N. de A.: panales de un tipo de avispapequea] y,
sobre todo, organizar con una estrategia cientfica, las
expedicionescontra los vascos59.
Tras la ambientacin del locus amoenus, el objeto del deseo:
All, en pasmosa abundancia, crecan las sandas, robustas, enormes
(); lasanda ajena, vedada, de carne roja como el lacre, el
cucurbita citrullus famoso,cuya reputacin ha persistido en el
tiempo y en el espacio60.
Y de inmediato, la distancia:
Pero debo confesar que los vascos no eran lo que en el lenguaje
delmundo se llama personajes de trato agradable. Robustos los tres,
giles, vigoro-sos y de una musculatura capaz de ablandar el coraje
ms probado, eternamen-te armados con sus horquillas de lucientes
puntas, levantando una tonelada depasto en cada movimiento de sus
brazos ciclpeos, aquellos hombres, comotodos los mortales, tenan
una debilidad suprema: amaban sus melones! Dosveces ya los hados
propicios nos haban permitido hacer con xito una razzia enel
cercado ajeno, cuando un da61
El relato cumple un circuito previsible: el joven Can y dos de
sus com-paeros ingresan en horas de la siesta en la quinta de los
euskaldunes pararobar las sandas. De modo igualmente previsible, se
complica la peripecia:
De pronto, detrs de una parva, un vasco horrible, inflamado,
sale en midireccin, mientras otro pone la proa sobre mi compaero,
armados ambos delpastoril instrumento cuyo solo aspecto comunica la
ingrata impresin de encon-trarse en los aires, sentado incmodamente
sobre dos puntas aceradas quepenetran
()Cun veloz me pareca aquel vasco, cuyo respirar de fueye de
herreracrea sentir rozarme los cabellos!62. [Los subrayados son
nuestros].
La resolucin pierde los ribetes de travesura que el protagonista
haintentado dar a su narracin: Pero aquel hombre terrible meyado en
su tri-dente, empez a injuriarme de una manera que revelaba su
educacin suma-mente descuidada63. [Subrayado nuestro].
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
102 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
59. Ibd., Captulo 25, p. 152.
60. Ibd., Captulo 25, p. 152.
61. Ibd., pp. 52-53.
62. Ibd., p. 53.
63. Ibd., p. 54.
-
Bajo la irona del discurso y la fingida inocencia de la historia
de la picar-da juvenil, se esconde un profundo desprecio frente al
otro. Ante el vascoque, en defensa del fruto de su trabajo, sale a
correr a los intrusos (vulgaresladronzuelos, al fin de cuentas), el
joven Can no duda en responder a lapersecucin con el ataque
directo:
Slo recuerdo que en el momento en que tomaba un cascote, sin
duda paradarle un destino contrario a los intereses positivos de mi
vasco, vi a mis dos com-paeros correr en direccin a las casas64.
[Subrayado nuestro].
Es la ley de inmigracin la que da la materia a ste y otro
relatos del 80.Sin embargo, en el proceso de construccin de la
ficcin, no es la enuncia-cin de las leyes liberales lo que
constituye la identidad de estos sujetos dela elite, sino su
transgresin65. En definitiva: las normas que estos hombreshan
acuado en la poltica, son violadas por ellos mismos de manera
alegrey desprejuiciada en la literatura. Esta demarcacin discursiva
de uno y otroorden representa un claro ejercicio del poder y
responde al interrogante bsi-co de cualquier poca sobre quin est
autorizado a hablar y de qu mane-ra. Libertad, hasta ah; igualdad,
ninguna; fraternidad, slo con mishermanos, escribe Eugenio
Cambaceres, otro de los conspicuos escritoresdel 80, en una carta a
Miguel Can.
Como bien seala David Vias66:
La defensa de lo interior por consiguiente tomando partido por
esa dimen-sin opuesta a lo exterior y su creciente carga de
negatividad, es enfrentarse ala presencia de la realidad y de la
historia en su primer trmino, ms adelante alavance de lo nuevo y,
por ltimo, a la invasin de los recin llegados a quienesse ve como
trepadores, logreros y potenciales violadores. De la exclusividad,
eldistanciamiento y la descalificacin, se pasar a la defensa, las
persecuciones yla expulsin. Los hombres nuevos son los otros; y
plantear al otro con ese tonoimplica un maniquesmo donde la
alteridad se identifica con la negacin; esdecir, los otros son el
mal. De otra manera: a partir del ocio, de los
elementosreaccionarios subyacentes en el estilo de los seores del
80 y de la visin delmundo en el que se inscribe, la obra de Can ()
se convierte en una paulatinarecopilacin de antecedentes para la
ley de residencia67.
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
103Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
64. Ibdem.
65. Josefina Ludmer hace una observacin semejante respecto de
las leyes de educaciny matrimonio civil en su 1880: los sujetos del
estado en Op. cit., p. 70 y ss.
66. En Literatura Argentina y realidad, p. 205.
67. Esta ley redactada e impulsada por Can en 1902 daba
discrecionalidad al Poder Eje-cutivo para expulsar a cualquier
extranjero considerado peligroso y de impedir la entrada
decualquier inmigrante, sin necesidad de contar con orden judicial
previa. La medida como bienpuntualiza Fernando Devoto en su
Historia de la inmigracin, pg. 275 era
manifiestamenteinconstitucional () ya que el artculo 14 del texto
de 1853 [N. de A.: la Constitucin Nacional]consagraba iguales
derechos para nativos y extranjeros, englobados ambos bajo el rtulo
dehabitantes.
-
El segundo autor emblemtico de este grupo que da tema a la
inmigra-cin novelesca es Lucio V. Lpez68 en La Gran Aldea. Bajo el
subttulo deCostumbres Bonaerenses se perfila la misma actitud
nostlgica de Canante un tiempo que se ha ido y una Buenos Aires que
hasta dos dcadasatrs exhiba resabios coloniales y que al presente
de la escritura se ha con-vertido, por efecto del progreso
modernista, en la gran Babel americana. Deritmo desparejo, con una
primera parte literariamente ms elaborada y unasegunda ms
periodstica y descuidada, la novela narra la historia de Julio,un
nio provinciano (alter ego del autor), quien al morir sus padres es
recogi-do por unos tos y quien luego de una serie de incidentes y
peripecias dediverso tenor deviene en adulto.
Tambin al igual que en Can, observamos una doble mirada hacia
losvascos. Una, de respeto y familiaridad con los que pertenecen a
su clase;otra, de distancia, rechazo y sospecha cuando esos vascos
forman parte dela inmigracin reciente.
El cambio de domicilio fue un acontecimiento para m; la
esplndida casa demi to Ramn, mi ropa flamante de luto, la nueva faz
de mi vida, ejercieron en miespritu toda la influencia de la
novedad. Haba alguna diferencia, por cierto,entre la pobre morada
de mi padre y la esplndida mansin de mi to, o msbien dicho de mi
ta, pues todo lo que haba en ella, hasta el ltimo alfiler, comoella
deca, era suyo propio y lo haba heredado del famoso mayor
Berrotarn,terror de los indios y loor del ejrcito69.
La ta del acongojado hurfano es una vasca, representante tpica
delpatriciado: Yo me llamo Berrotarn y usted es un pobre diablo,
hijo de unlomillero70, le dice a su propio esposo en un momento de
enojo y al esta-llar el escndalo por las aventuras
extramatrimoniales de su marido, leenrostrar:
Usted ha manchado mi familia y mi nombre, arrastrndolo por las
ltimascapas sociales. El nombre de los Berrotarn! Si mi padre
viviera, ya te habramolido las costillas; treinta aos fue militar y
mi madre no tuvo jams unaqueja71.
Hay pues, una mirada complaciente y risuea, en la evocacin de
estamujer que como una etxecoandre organiza su casa, sus bienes, su
herencia,
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1810-1955
104 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
68. Hijo del historiador Vicente Fidel Lpez, nieto de Vicente
Lpez y Planes autor de laletra del Himno Nacional Argentino,
abogado, se dedic al periodismo y a la funcin pblica.Entre sus
obras se destaca, adems de La Gran Aldea, Recuerdo de viaje. Muere
en 1894,como consecuencia de las heridas recibidas en un duelo con
el Coronel Sarmiento, al que hadesafiado al recibir por parte de
ste la acusacin de corrupto durante su gestin estatal.
69. Lpez, Lucio V. La Gran Aldea. Buenos Aires: Centro Editor de
Amrica Latina, 1980; p.18. La novela puede leerse en versin digital
publicada por la Universidad Nacional de San Luisen:
http://www.unsl.edu.ar/librosgratis/gratis/aldea.pdf
70. Ibd., p. 19.
71. Ibd., p. 11.
-
y hasta es capaz de incidir en la vida comunitaria de la
apacible aldea queera la Buenos Aires de antao. Es esa ciudad que
ya en la dcada de 1860,luego de la cada de Rosas, ha comenzado a
recibir el primer caudal inmigra-torio, el que por su volumen an
incipiente, todava no ha despertado la sos-pecha paranoica que
veremos nacer veinte aos despus. Ilustrativa resultaen este
sentido, la estampa del tendero don Narciso Bringas:
Los tratamientos variaban para l segn las horas y las personas.
Por lamaana se permita tutear sin pudor a la parda [N. de A.:
morena o mulata] ochina [N. de A.: india o mestiza] criolla que
volva del mercado y entraba en sutienda. Si la clienta era hija del
pas, la trataba llanamente de hija; hija por arribae hija por
abajo. Si l distingua que era vasca, francesa, italiana,
extranjera, enfin, iniciaba la rebaja, el ltimo precio, el se lo
doy por lo que me cuesta, por eltratamiento de madamita. Oh! ese
madamita lanzado entre 7 y 8 de la maana,con algunas cuantas
palabras de imitacin de francs, que l saba balbucir,
erairresistible72.
La nota risuea con que Lpez evoca a los vascos del ayer se
vuelve tr-gica cuando mira el presente de la escritura. No es una
eleccin autoral ino-cente que la responsabilidad sobre el hecho
luctuoso narrado al final de lanovela (la muerte de la pequea prima
de Julio, como consecuencia de unincendio hogareo) sea el producto
de la coquetera de una vasca. Ms an,es el resultado de un
travestismo o mejor, de una transgresin que, en tantopracticada por
los sujetos de la elite liberal resultaba jocosa como hemosvisto
recientemente en la aventura de los vascos en la Juvenilia de
Can,ejercida en cambio por los parvenus de la inmigracin deviene en
horror ydestruccin.
Veamos cmo se plantean los hechos en la ficcin: la linda y
traviesafrancesita73 Graciana (una criada de la nueva casa que el
to del protago-nista ha levantado con Blanca, una mujer frvola,
tras quedar viudo al morirla vasca Berrotarn) es invitada a un
baile de carnaval por otro de los cria-dos. La vacilacin inicial de
la empleada se resuelve con una economanarrativa pasmosa sexismo
incluido: La mujer es un ser dbil en todaslas clases sociales.
Graciana comenz por resistir y Alejandro termin porvencer74.
La muchacha entonces se dispone a salir rumbo al baile en un
salnpopular de nombre La Alegra:
Despus de media hora de silencio, notando que la tranquilidad de
la casaera completa, salt de la cama, descalza, para no hacer ruido
() sali en pun-
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1810-1955
105Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
72. Ibd., pp. 38-39.
73. Ibd., p. 144. En el devenir del texto se aclara que se trata
de una muchacha que pro-viene de Iparralde. Como bien seala Alberto
Sarramone en Los abuelos vascos que vinieron deFrancia, muchas
veces esos vascos fueron anotados en los registros como franceses y
enmuchos casos, fueron reconocidos socialmente como tales.
74. Ibdem.
-
tas de pie llevando en una mano un par de botines de raso y
suspendiendo en laotra nada menos que el domin con que Blanca haba
asistido disfrazada la pri-
mera noche de carnaval al baile del Club del Progreso. La
interesante mascaritacerr cuidadosamente la puerta y, ayudada por
su amante, sin muchas exigen-cias de recato por su parte, se
disfraz en un instante; se calz sus botinesblancos, se coloc la
mscara de raso, y ambos bajaron resueltamente la esca-lera
principal. [Subrayados nuestros]
()
Alejandro entr al baile del brazo de su compaera, cuyo esplndido
dominlevant el cotarro [N. de A.: alboroto] de todas las princesas
negras que vieronpasar a su lado aquella vasca plebeya, pero
blanca. Alejandro, rendido ante unaextranjera de Europa! Qu
decepcin! l, el ms aristocrtico swell [N. de A.:petimetre] de la
clase, la flor y nata de las academias de baile entregado a
unagringa!75.
La criada vasca francesa no slo baila ataviada con las ropas de
su amaaristocrtica, sino que adems y de manera anloga al
comportamientosocial de sta en el selecto Club del Progreso
concentra todas las miradasde la concurrencia en el Club de la
Alegra. En definitiva: la joven inmigrantese ha hecho cargo no slo
de la apariencia sino tambin de los atributos dela clase patricia.
El resultado no puede ser otro que el incendio que desen-cadena el
infierno tan temido.
Tal dualidad de registros frente a la inmigracin que venimos de
apuntaren la obra de Lpez como en la de Can, es observada tambin
por RogelioC. Paredes, quien sintetiza:
Esta particular ambigedad en la creacin de los personajes
literarios proce-dentes de la inmigracin genera un doble juego de
cooptacin y sospecha, recha-zo y asimilacin, que se desarrolla
entre la conciencia de una eventualcompetencia por el liderazgo, y
una supuesta amenaza general a los valores deidentidad y de orden
social en proceso de construccin76.
Cabe sealar, por otra parte, que estos autores han sido
consideradoscomo figuras centrales del canon oficial que atraves la
enseanza de la lite-ratura durante todo el siglo XX, llegando
incluso hasta nuestros das. Cmoleyeron en la escuela pblica,
consagrada por la ley de educacin comn, loshijos de inmigrantes
vascos y de la vieja Europa estos textos que menosca-baban su
propia identidad? Cuntas voces debieron llamarse a silencio?Con qu
estrategias de supervivencia se mantuvieron prcticas, lenguajes
yrituales considerados vergonzantes por la institucin educativa?
Las res-puestas a estos interrogantes exceden los lmites del
presente trabajo, perono por ello resulta menos pertinente su
formulacin.
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
106 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
75. Ibd., pp. 145-146.
76. Paredes, Rogelio. Op. cit., p. 209.
-
Un caso peculiar entre los nombres del canon es el de Lucio V.
Mansi-lla77. La crtica sociolgica ha visto en l al arquetipo del
escritor del 80: elgentleman ocioso, vestido a la moda, habitu del
Club del Progreso, el Joc-key Club o el Crculo de Armas78, suerte
de enfant terrible mimado por la altasociedad portea. A nuestro
entender, sin embargo, Mansilla es una figuracompleja, fronteriza,
de una modernidad y una lucidez que no tienen sus con-temporneos y
por eso la dificultad para su encuadre.
Rodolfo Vinacua79 observa que este escritor asiste a buena parte
de lahistoria del pas. Ciertamente. Sobrino de Rosas de quien
necesita distan-ciarse a los ojos de la elite triunfante despus de
Caseros, coronel en eldesierto y en la frontera contra el indio por
encargo de la nueva clase en elpoder, diplomtico y viajero
incansable de la Argentina celebrante del Cente-nario, el viejo
Mansilla puede decir que lo ha visto todo, sin que ello resulteun
mero ejercicio de la hiprbole.
Hay, no obstante, una tentacin frente a su obra. Y es la de caer
en latrampa de atribuir a la figura del autor que aparece en su
literatura la encar-nadura de una persona real. Curiosamente, la
crtica ha incurrido muchasveces en ese engao, olvidando la clsica
expresin de Grard Genette: Elperro muerde, la palabra perro no
muerde. La confusin se explica, a nues-tro entender, porque ms all
del egotismo y el narcisismo declarados ensu prosa los lmites de la
escritura de Mansilla son fluctuantes y estn enconstante
desplazamiento. Cuando escribe, por ejemplo, Una excursin a
losindios ranqueles80, no construye una ficcin sobre la frontera,
sino que sudiscurso es en s mismo la frontera: diario de viaje,
parte militar, relato
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
107Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
77. Nace en Buenos Aires en 1831 y muere en Pars en 1913. Hijo
del general del mismonombre y de doa Agustina Ortiz de Rosas,
hermana de don Juan Manuel. De nio particip enla vida social y
poltica que rodeaba al Restaurador. Luego se alist con Urquiza, su
vencedor.Fue jefe de la frontera en Ro Cuarto, de cuya experiencia
dio testimonio en Una excursin a losindios ranqueles; diputado
nacional; representante diplomtico en Berln. Durante sus ltimosaos
viaj por Europa. Otras obras: De Edn a Suez; Mximas y pensamientos;
Mis Memorias.
78. Instituciones de la oligarqua tradicional argentina.
79. Vinacua, Rodolfo. Lucio V. Mansilla. En: Captulo: Historia
de la Literatura Argentina,Fascculo N 26. Buenos Aires: Centro
Editor de Amrica Latina, 1980.
80. Vinacua sintetiza la historia del texto de esta manera:
Hacia fines de 1868, Mansillallega a Crdoba [N. de A.: Provincia de
Argentina] con su cargo de comandante de fronteras, ycumpliendo
rdenes de Sarmiento, entonces presidente de la repblica, trabaja en
la extensinde la frontera hasta el Ro Quinto. Dos aos despus,
Mansilla decide celebrar un tratado depaz con los indios ranqueles.
Los borradores del tratado van y vienen y Mansilla,
impaciente,decide visitar a los indios en su propia toldera. Pide
el permiso y el 30 de marzo parte conun grupo de 19 hombres hacia
Leubuc, toldera capital de la tribu india, lo que le permite depaso
trazar un croquis del camino. Dieciocho das despus est de regreso,
con sus objetivoscumplidos. Sin embargo, sus propsitos favorables
al indio sern frustrados. La poltica oficiales otra. Mansilla es
destituido de su cargo y su plan naufraga. Entonces empieza a
escribirsus Cartas en las que adems de emitir sus opiniones sobre
el problema del indio ofrece allector la novedad de una descripcin
veraz del mundo salvaje, en una prosa ligera, accesible, aveces
sonriente, siempre incisiva y totalmente ajena a la distorsin del
tema indiopropia de latradicin romntica(Op. cit., p. 87).
-
pico, novela epistolar, testimonio histrico, ensayo antropolgico
entreotros modos posibles de lectura que el texto propone. Todo est
en laExcursin, desde el conquistador americano hasta el viajero
europeo,desde la relectura progresista de la antonimia
civilizacin-barbarie de los pri-meros liberales hasta sus ansias
delirantes de emperador, desde sus sue-os e imgenes onricas hasta
datos fehacientes de la realidad. Justamentepor ello, no nos llama
la atencin que Auza utilice como fuente de informa-cin entre otros
ese texto para rastrear la genealoga vasca de los apelli-dos
Baigorria y Baigorrita, caciques indgenas81. En ese aspecto,
podramosdecir que la escritura de don Lucio es excesiva.
Quizs la sntesis de la frontera que tanto deslumbra a Mansilla y
con-funde a ciertos lectores sea el propio Baigorrita. De sangre
indgena, hijo delcacique Pichn, adopta el nombre vasco de su
padrino: el coronel ManuelBaigorria, un blanco que vivi ms de dos
dcadas entre los indios. Es aluci-nante. Nada est donde debera
estar: el hijo que no es hijo, sino ahijado; elcoronel blanco que
no es jefe de soldados blancos, sino cacique de indios;el vasco que
no es vasco, sino ranquel pero al que Mansilla describe comosu
igual:
Baigorrita tiene la talla mediana, predominando en su fisonoma
el tipo espa-ol. Sus ojos son negros, grandes, redondos y
brillantes; su nariz respingada yabierta; su boca regular; sus
labios gruesos; su barba corta y ancha. Tiene unacabellera larga,
negra y lacia, y una frente espaciosa, que no carece de nobleza.Su
mirada es dulce, brava algunas veces. En este conjunto sobresalen
los ins-tintos carnales y cierta inclinacin a las emociones
fuertes, envuelto todo en lasbrumas de una melancola genial82.
En rigor de verdad, los daguerrotipos de Baigorrita nos muestran
otraimagen muy distinta de la del espaol de frente noble, aunque
eso pocoimporta. Como apunta Jens Andermann: la escritura de
Mansilla postula lanecesidad de otro espacio esttico83. Tambin
axiolgico. En este aspecto,cabe resaltar que sus textos plantean el
vnculo con el Otro, desde unamediana cercana. Por ejemplo, sobre la
inmigracin y sus agentes escribeen sus Memorias:
El italiano no haba comenzado an su xodo de inmigrante. De
Espaa, engeneral de El Ferrol, de La Corua, de Vigo sobre todo, s
llegaban muchos barcos
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
108 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
81. Auza, Gonzalo Javier. Baigorria y Baigorrita, caciques entre
los indios de la pampa [enlnea]. Euskonews, N 217 (4 al 11/07/2003)
[Consulta: 28 abril de
2007]http://www.euskonews.com/0217zbk/frkosmo.htm
82. Mansilla, Lucio V. Una excursin a los indios ranqueles.
Buenos Aires: Centro Editor deAmrica Latina, 1980, Vol. 2; p. 40.
El texto tambin puede leerse en
Internet:http://www.librosgratisweb.com/pdf/mansilla-lucio/una-excursion-a-los-indios-ranqueles.pdf
83. En Mapas de poder: Una arqueologa literaria del espacio
argentino. Rosario: BeatrizViterbo Editora, 2000; p. 118. Andermann
es uno de los pocos crticos que propone un nuevoespacio de lectura
de la obra de Mansilla, desde la concepcin de que los parentescos
de laliteratura se van construyendo post factum.
-
de vela, rebosando de trabajadores, aprensados como sardinas,
cuyos consignata-rios ms sonantes se llamaban Enrique Ochoa y Ca.,
Jaime Lavallol e hijos. Encierto sentido eran como cargamento de
esclavos84. [Subrayado nuestro].
No hay dogmatismo en su mirada. Esta reflexin sobre las
condicionesde viaje de los inmigrantes es impensable en los dems
autores centralesde su generacin. Su relacin con la alteridad no se
cifra en la amenaza talcomo hemos sealado sino en una proxenia
inteligente. Sin renunciarjams a los postulados de su clase, los
asume de manera crtica, porque sesiente un liberal disidente y el
Otro para l no es objeto de phobos sino depathos o, en el peor de
los casos, de curiosidad.
Se comprende entonces la irritacin que puede producirle al
patriciadoun interrogante como ste:
O son mejores los Anchorena, los Guerrico, los Paz, los Arana,
los Insiarte,los Vela, los Lahite, los Torres, los Unzu, los Roca,
los Baudrix, los Terrero, losPea, los Pereira, los Garrigs, los
sera cosa de nunca acabar, de ahora, quesus antepasados?.. Las
faltas de los padres recaen en los hijos hasta la cuartay quinta
generacin85.
Las respuestas, las crticas, las nuevas preguntas de Mansilla
para unmundo cambiante estn all, en la frontera.
En otro tipo de frontera se encuentran, en tanto, las
producciones deJos Antonio Wilde y Juana Manuela Gorriti, autores
que la crtica ha signadocomo menores y que ocupan, no sin justicia,
un lugar secundario en el siste-ma literario argentino.
Wilde86 no es un escritor deslumbrante. Es ms bien un cronista
testi-monial que desempea su oficio casi sin sobresaltos. Su tono
despojado lequita al relato todo brillo y su Buenos Aires desde 70
aos atrs parece tenercomo destinatario un pblico escolar. Hay una
intencionalidad pedaggicaencubierta en su escritura costumbrista
que, morosamente, intenta cotejarpasado y presente. La
caracterizacin que sobre el relato premoderno vascorealiza Jon
Kortazar es igualmente apropiada para aproximarnos a la narrati-va
de Wilde: Los personajes son planos, no experimentan desarrollo,
nosufren conflictos, son dichosos o desgraciados desde el principio
y, pese atodo lo que hagan, su suerte no cambiar87.
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
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84. Mansilla, Lucio V. Memorias. Buenos Aires: El Ateneo, 1978;
p. 148.
85. Citado por David Vias en su Literatura argentina y realidad,
p. 160.
86. Naci en Buenos Aires en 1813, hijo de Santiago, ciudadano
britnico recin llegado alPlata, de gran figuracin en el periodismo.
Estudi medicina, form parte del servicio de sani-dad del ejrcito
que combati contra Rosas. Public varios textos escolares para
grados inferio-res, as como obras vinculadas a la higiene y la
salud pblica. Director de la Biblioteca Nacionaldesde 1884 a 1887,
fecha de su muerte.
87. Kortazar, Jon. Lengua y Literatura Vasca. Curso Jakinet.
Fundacin Asmoz, en:
http://ikastaroak.asmoz.org/file.php/36/1.LenguayLiteratura_CASTELLANO_.pdf
-
Adolfo Prieto cree encontrar una velada actitud crtica en el afn
testimo-nial de Wilde:
Desde que los personajes, las instituciones y las formas de vida
aludidas enLa gran aldea desaparecieron, la novela fue de ms en ms
apreciada como lacrnica nostlgica y burlona de una poca.
Insensiblemente ubicada en la lneatestimonial de obras como Buenos
Aires desde 70 aos atrs de Jos AntonioWilde, las Memorias de un
viejo de Quesada o Las beldades de mi tiempo de Cal-zadilla, se
rescatan as los signos puramente documentales de la misma, perose
corre el riesgo de olvidar demasiado la voluntad crtica que preside
la evoca-cin de esas imgenes88.
En ese contrapunto entre el ayer y el hoy, el autor testifica la
presenciade los vascos. No hay en l una mirada xenfoba hacia la
inmigracin, antesbien, reconoce en los nativos de Euskal Herria una
excelente mano de obra,atribuyndoles caractersticas de fortaleza,
honradez y aseo personal. Conrespecto a este ltimo rasgo podramos
decir que est presente la miradadel mdico sanitarista, el que ha
visto la epidemia de fiebre amarilla en laBuenos Aires de 1871 y la
del clera en Quilmes, dos aos antes:
Empezaron luego a venir los vascos; aqu aparecieron con su
boina, suancho pantaln, su andar especial, su aire satisfecho,
formando, notable con-traste con el resto de la poblacin, que vesta
la librea que Rosas nos habaimpuesto, a extremo de que ver un
hombre, era ver a todos, en cuanto al traje.Slo despus de cado
Rosas, tom nuestro pas el aspecto cosmopolita quehoy presenta,
tanto en traje como en costumbres.
Empezaron a venir los vascos, decamos; magnfica inmigracin,
compuesta,en su mayor parte, de hombres atlticos, honrados y
laboriosos, dedicndoseentonces casi todos ellos a trabajos de
saladero. Ms tarde, fueron ms varia-das sus ocupaciones, hacindose
labradores, lecheros, horneros, etc. Algunosse ocuparon como
picadores en las tropas de carreta, habiendo llegado hoymuchos a
ser dueos de tropas bien organizadas, con peones vascos
tambin;haciendo largas travesas en nuestra campaa, tan
familiarizados ya con estaclase de trabajo como el hijo del
pas.
Otros tienen buenas majadas y aun rodeos; en sus
establecimientos se notaaseo, prolijidad y buen gobierno.
Otro ramo de industria a que se han dedicado con especialidad es
el de tam-bos en grande escala, en los alrededores de la ciudad, en
los partidos de Quil-mes, Flores, Morn, etc.; algunos de sus
propietarios estn hoy ricos89.
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
110 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
88. Prieto, Adolfo. La generacin del ochenta. La imaginacin. En:
Captulo: La historiade la literatura argentina. Buenos Aires:
Centro Editor de Amrica Latina, fascculo 27, 1980;p. 107.
89. Wilde, Jos Antonio. Buenos Aires desde 70 aos atrs [en
lnea], Biblioteca VirtualMiguel de Cervantes [Consulta: 28 de abril
de 2007]
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/77475607534003151954879/index.htm?marca=vascos#PagInicio
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La crnica resulta fidedigna y responde cabalmente a la realidad
histri-ca. Veamos de inmediato, cmo un incipiente ncleo narrativo
(que podrahaber dado lugar a un interesante relato) se diluye en el
tono evocativo:
Casi no se ve en el da, en las calles de la ciudad, un lechero
que no seavasco. Sobrios y de buenas costumbres, aunque
ahorrativos, son gastadores ensus reuniones. Son muy trabajadores y
no se oye de crmenes perpetrados entreellos; sin embargo, sabido es
que no hay regla sin excepcin, y en prueba deello, en 1846 un
vasco-francs asesin del modo brutal al infortunado
corredorAchinelli. Este seor, era cuado del seor Bay, tambin
corredor afamado deaquellos tiempos. El vasco pidi a Achinelli
llevase a su habitacin 1.700 pesosoro, y que all le abonara su
importe. Mientras que Achinelli contaba el oro, leasest un terrible
golpe en la cabeza, dndole luego varias pualadas. El tiempoha
venido a demostrar que sta fue una verdadera excepcin en una
poblacintan moral y laboriosa90.
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
111Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
90. Ibdem.
Vasco lechero (1880). El oficio fue ampliamente desarrollado en
la Argentina por la inmigracinvasca, llegando a constituir casi un
arquetipo literario, como se ve en toda la narrativa ruralistade la
poca, e incluso en la urbana de matices costumbristas.
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El texto se cierra con una pudorosa y escueta descripcin de la
mujereuskara: Entre las vascas hay caras muy lindas, y en general,
son de bue-nas facciones91. Esa censura sobre el cuerpo femenino
nos reafirma laintuicin de que su autor estaba pensando en un
pblico escolar mientrasescriba su Buenos Aires Al parecer no fueron
suficientes sus buenasintenciones para ser incluido en el canon
oficial ni para gozar de los favoresdel pblico.
Juana Manuela Gorriti92 es tambin otra figura marginal en el
mundo del80. Ms all de las razones de gnero que, con justicia,
pueden esgrimirsefrente a la misoginia de los escritores gentlemen,
convengamos en que notuvo a la pluma por aliada. La crtica fue
ciertamente implacable con ella;Ricardo Rojas la sentenci a muerte:
su obra es deleznable desde el puntode vista literario93. Despus de
tal juicio en boca del fundador de la ctedrade Literatura Argentina
de la Universidad de Buenos Aires, resulta difcilremontar el ro y
los intentos por rescatarla se han basado generalmente enrazones
extra-literarias.
Una de las tentativas ms ensayadas para su reivindicacin es el
de sucondicin de mujer:
Juana Manuela se nos aparece como mujer primera y ltima de una
estirpe.ltima Gorriti entregada al pas, primera novelista
argentina. ltima en una gestade hombres, primera en una tradicin de
mujeres94.
Es cierto que su vida constituye de por s un gran relato, en el
que seconjugan herosmo, adversidad y una frrea voluntad por
resurgir de las ceni-zas, como el ave fnix, ante cada golpe del
destino. Esto mismo lo reconoceRicardo Rojas, pero convengamos
tambin en que una existencia azarosa noda mritos literarios.
Interesa, atrae y conmueve su figura como una de lasfascinantes del
siglo XIX; no su letra. De esa fascinacin emblemtica darcuenta la
novela de Marta Mercader que la toma como protagonista; sobreella
volveremos luego.
Otro intento de rescate apunta a valorar su produccin como
aportevasco a la literatura argentina, tal es la formulacin de
Beatriz M. Haitshan-
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
112 Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
91. Ibdem.
92. Naci en 1819 en Salta (Argentina), en el seno de una familia
ilustre, que por razonespolticas se exilia en Bolivia. All casa con
Manuel Isidoro Belz, caudillo militar que llegar a serpresidente de
dicho pas. Desafiando prejuicios de la poca se divorcia instalndose
en Lima,donde se gana el afecto de Ricardo Palma y de la
intelectualidad peruana con sus clebres ter-tulias literarias.
Vuelve al pas en 1884, donde edita la mayor parte de sus libros: La
tierranatal, El pozo de Yocci, Cocina eclctica y una suerte de
diario personal titulado Lo ntimo. Aqumuere en 1892.
93. Historia de la literatura, Vol. 8, p. 490.
94. Mizraje, Mara Gabriela. La escritura velada (historia y
biografa en Juana Manuela Gorri-ti) [en lnea], Universidad de Texas
[Consulta: 14 de marzo de 2007].
http://lanic.utexas.edu/project/lasa95/gorriti.html
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diet95. En efecto, la Gorriti traza su rbol genealgico en Lo
ntimo, dondecampea la rama paterna, en tanto que la materna es
llamada a silencio.Todos los hombres que menciona han tenido
incidencia directa en la historianacional: Juan Ignacio, Jos
Ignacio, Francisco y Celedonio.
Empedernidamente mujer entre los hombres, en el lmite en el que
la picapatria, la biografa, la escritura memorialista y la ficcin
van a converger paraescamotear los datos privados y elaborar el
encomio de su genealoga
insiste Mizraje96. Si la resistencia a la adversidad no da
mritos literarios;tampoco lo hace el linaje de la sangre.
La crtica contempornea ensaya una tercera argumentacin: hay
quesituar a la Gorriti en su contexto:
Sin dudas, una evaluacin justa de su produccin exige enmarcarla
en supoca, en los cdigos estticos y en las inquietudes histricas y
sociales. Sepa-rada de su contexto, la obra incurre en todas las
mediocridades que algunos cr-ticos sealan, pero inserta en l se
revaloriza el esfuerzo de escritura que lamisma significa97.
Si bien es cierto que toda obra responde al sentir de su tiempo,
cree-mos que el contrato de lectura no debera basarse en la
condescendencia.Nos parece ms honesto en cambio, reconocer que
estamos en presenciade una autora que no puede romper con las
convenciones genricas que laencorsetan. Y si hay una obra que la
hay en la que su escritura se suelta yen la que percibimos que
Juana Manuela juega, re y se divierte, es en suCocina eclctica98,
texto que la sociedad de su tiempo no poda aceptarcomo literario99.
All es precisamente donde la Gorriti levanta vuelo.
La calificacin de eclctica es pertinente, aunque no entendida en
el sen-tido que cualquier lector desprevenido podra darle al
trmino: la inclusin deuna variedad extrema de platos, rasgo que, en
definitiva, es frecuente en
Iriart, Viviana: Los vascos en la literatura argentina
1810-1955
113Rev. int. estud. vascos. 53, 1, 2008, 83-151
95. Haitshandiet, Beatriz M. Otros aportes vascos a la
literatura [en lnea], Buenos Aires,Fundacin Vasco-Argentina Juan de
Garay, [Consulta: 22 de marzo de 2007]
http://www.juandegaray.org.ar/fvajg/docs/La_inmigracion_vasca_en_la_Argentina
96. Mizraje, Mara Gabriela. Op. cit.
97. Ruiz, lida. Las escritoras: 1840-1940. En: Captulo: Historia
de la Literatura Argenti-na, Fascculo N 58. Buenos Aires: Centro
Editor de Amrica Latina, 1980; p. 293.
98. Puede leerse en versin digitalizada del diario Clarn [en
lnea] en:
http://www.biblioteca.clarin.com/pbda/miscelanea/cocina_eclectica/cocina_00indice.htm[Fecha
de consulta: 05/03/07]
99. En otras pginas hemos desarrollado la hiptesis de que la
escritura femenina a lolargo de la modernidad, ha circulado a travs
de gneros discursivos propios, carentes social-mente de investidura
literaria. Hablamos en particular, del recetario culinario, de la
carta perso-nal y del diario ntimo, enunciados recuperados
posteriormente por la posmodernidad. (Cf. Iriart,Viviana. Una mujer
desnuda y en lo oscuro, poca Seccin Cultura, Corrientes, 30 de
sep-tiembre de 1995).
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este gnero discursivo, en el que la Gorriti se las amaa para
ordenar y clasi-ficar las unidades con la lgica del buen gourmet y
la eficiencia de otra etxe-koandre. El adjetivo, si en algo se
acerca a la conciliacin de sistemasdiversos, es tanto en los
lugares de procedencia de las recetas (BuenosAires, Crdoba,
Rosario, Salta, La Paz, Tacna, Lima, Arequipa, Montevideo,Montt,
Santiago, Mjico, Pars), como en el origen social de esas
escrituras,donde ella como generosa anfitriona mixtura a las damas
de alta alcurniacon las annimas cocineras sin linaje: la negrita
Encarnacin de Salta, lanapolitana Pardini o la Chinga de Buenos
Aires. Esta actitud autorreflexivahacia el propio texto y sus
condiciones de produccin es un gesto que con-vierte a Juana Manuela
ya al final de su vida en una escritora moderna.
Encontramos en esa cocina otras voces femeninas, muchas de
ellastambin de ascendencia vasca100: nombres que aunque nada dicen
a laliteratura supieron mantener el sabor del afecto y alimentar
los lazos en ladispora.
Cabe sealar que con este ltimo objetivo como programa haban
nacidoya en el pas las primeras asociaciones vascas. El pionero
Laurak Bat en1877 respuesta de los vascos del sud del Pirineo
radicados en la Argenti-na al zarpazo dado por el gobierno espaol
contra las libertades vas-cas101, que al cumplir su primer ao de
vida contaba con 225 socios, lamitad de ellos residentes en el
interior. Le sigui en 1894 su homnimo d