Prólogo de Hija, por Ricardo Herrera
(Sobre) Hija. Poemas de Felipe Caro
Se debe partir a pie porque los trenes ya han muerto.
“Los errores no existen,/ únicamente los encuentros
desafortunados,/ los lugares prohibidos,/ el tiempo menos
indicado es lo que existe”, dice Felipe Caro en su poema “Para
Armando desde la insolencia del agua”, y un cierto eco de
Pacheco viene a la memoria, a la cual quizás no debemos
creerle, porque recordamos ( también quizás) porque
intentamos olvidar: inútil pero entretenida batalla,
parafraseando a Felipe (“un entretenido imposible”), sabiendo
que nada “puede mantener en pie la ilusión de alguna casa”.
En este poema, uno de lo más logrados del conjunto que se nos
presenta bajo el nombre de Hija, Felipe Caro abandona ese
rumiar su propia herida, su propio yo que sentimos “chorrea de
sangre la ciudad”, como de Rokha o Cáceres “cuando (esta)
empieza a encender sus luces”. Un yo que es Felipe, si la teoría
no existiera, y que agradecemos tan poco camuflado, tan poco
arropado en el lenguaje, cuando todos quieren esconderse en la
palabra (como Alejandra) porque sentimos miedo. Y la noche
es tan larga.
“Para Armando desde la insolencia del agua” es un poema que
arrastra a los demás con su fuerza: en él se resume y resuelve
gran parte de lo que creo es el intento de estos textos: decirnos
que es hermoso (pero nunca fácil) estar aquí. Y aquí puede ser,
por ejemplo, la orilla de una ventana que el poeta Armando
Rubio abre “para que se larguen,/ no interesa donde” los
rostros que agobian. Un yo que vuelve también en toda la
última poesía joven (como bien advierte José Ángel Cuevas en
relación a la novísima) y que está bien que regrese. Un yo que
resiente la distancia lírica, un yo golpeado por la objetividad y
el objetivismo (que tan bien nos ha hecho, por cierto).
Poemas organizados en torno a la paternidad (“son tuyas todas
mis lunas” le dirá el poeta a su hija Matilda en el hermoso
poema “Lunas para ti”) y el amor. Poemas que quieren ser un
“tratado sobre la pena”, sobre la imposibilidad de fundar un
pueblo, cualquier pueblo: un viaje al fondo o el fin de la noche
en busca del “edén embargado”, sin miedo a la orfandad,
porque Felipe parece no tener miedo a quedar sin ninguna
certeza y, como El Gaviero, prefiere negar toda orilla. Porque
el vacío (como dice en “Al inicio del eriazo”) no quiere
llenarlo, “únicamente adornarlo un poco” para no sentirse tan
solo. “De esto se trata” dice Caro y yo creo que sí, que es
necesario quitarle tanta gravedad al asunto: no tomar ni
tomarse tan en serio y ese poema es una bella síntesis de esa
idea, cuando entendemos que la escritura son caricias o
rasguños en la cara y utilizamos las palabras más sencillas para
decir aquello que nos desborda: levedad (no liviandad) del ser
y la palabra.
“Ha partido a pie/ que es como se debe partir,/ porque los
trenes ya han muerto” dice Felipe en “Poema abierto para ti”,
como homologando las mentiras a las palabras, unas mentiras
que dice a una niña, una mujer, una bicha a la cual se le “ha
desabrigado el corazón”, palabras de ella que hablan y caen por
la boca del hablante del poema, en esa mezcla o confusión que
del amor y la palabra quieren hacer los que se aman: el amor
(“algo que nunca logra conocerse del todo/ por mucho que sea
probable que cada uno/ de nosotros sepa de qué se trata y
consiga/ comunicárselo al otro”) o una niña ( “mi genio no es
otro que una niña”) a la cual le ofrece “un cariño irrevocable de
perro”. Poética de la nieve que cae sobre una ciudad en llamas.
Ricardo Herrera
Alarcón.
Carahue, Mayo de
2010.
Hija
Felipe Caro Pérez
A la espera del fin de la noche
Bajo el silencio de tu cuello merodea anónima mi piel
(en el recrudecimiento de la soledad)
donde las manos deshacen la esperanza
en un juego de niños aprendido el día
que comprendimos la importancia de perdernos del sol.
Dices que se te cae la cara
igual que al invierno se le cae el cielo
que no puedes contra eso
pero si contra mí.
Y no me queda más que recorrer con mi lengua
la historia de tu vida
hasta
el primer silbido de la mañana.
Para cuando vuelva a enfrentar tus ojos
soñarás con dientes en vez de estrellas
en la herida dejada por el viento
que trae el ruido del primer rocío de primavera.
Edén embargado
La sangre arrastra la culpa por las sábanas
perdiéndose
en el lado trémulo de tu voz.
Dices - mejor que duela
a que no –
Y bailas en los dedos
se marca la muerte en todos tu movimientos
cuando aún desciende
la culpa
como sangre de nariz con restos de vidrio.
Al séptimo día
Nunca digo nunca al encontrarte leyendo
los domingos la vida sexual y afectiva de la cuarta
donde un chico pregunta
si con 25 cm. hace feliz a una mujer
si al besar a su amigo y chupársela
se vuelve gay
o la muchacha que desea saber
cuántos hombres pueden disparar a su inocencia
maquillada de placer
en una noche de villera y reggaeton.
Me contagias tu risa
atrasando el día en las sábanas
que no manchas
hace mes y medio ya.
Para Armando desde la insolencia del agua.
Los errores no existen,
únicamente los encuentros desafortunados,
los lugares prohibidos,
el tiempo menos indicado es lo que existe.
Miras desde la profundidad de tus ojos
incitando a despertar a esa herencia animal,
la que aseguras poseer, porque hoy
te hace falta tanto cariño
y nada
puede mantener en pie la ilusión de alguna casa.
Ya no vas a intentar otra vez olvidar,
te diste cuenta de que es inútil,
un entretenido imposible.
Dejarás que el día se consuma
como lo haces con tu vida,
piensas:
“Es injustificado empapelar mis paredes con rostros…”,
por eso abres la ventana para que se larguen,
no interesa donde,
importa que se vayan lejos,
más allá del fin del infinito,
para decir en tu soledad despoblada:
“así te llamaré desde hoy,
así te llamaré en secreto”,
mientras en tu cabeza escuchas
una oscuridad de risas.
Desde muy lejos
Desde el pueblo que no he podido fundar
te envío correos de blanco teñido
porque entre las patas de las mesas
no está permitido creer
y menos engañar a la soledad.
Lunas para ti
a Matilda
Son tuyas todas mis lunas:
las escondidas tras nubes,
las flacas solitarias,
las que no caben en el cielo
o las que el día no puede acallar.
Son tuyas,
así que combínalas con tus ojos brillosos,
con tu piel tan viva,
con tus labios de lenguaje extraño
y con tu cabello tan esperado.
Tal vez esto resulte
y no haya distancias entre
-un-tú-y-un-yo-
ya que me puedes llevar por siempre
a donde arroje el sueño que te nazca,
porque a mí se me crispa la vida
sólo por ti.
Se habla de mí
A Claudia y Cristina,
mis hermanas.
Que se busque una niña
que rehaga su vida
que la soledad duele
y que duele un poquito más cuando se escribe
que salga con los amigos
que no beba tanto
que vuelva a casa
qué hace cuando desaparece
que llora por su hija
que no pierda el contacto
que llora por su hija
que aún escribe por ella
que se corte el pelo
que se lo lave
que no use ese collar de cintillo
que haga ejercicio
que no se siga metiendo en problemas
que se busque un trabajo
que no aburra cuando converse
que sea el hombre de la casa
que se vea por lo menos más hombre
que no hace juicio
que se vaya a la mierda
que ya está grande
que es un pendejo
que hoy está contento
que hoy se le ve enojado
que no contesta el teléfono
que se deshaga de una vez por todas de ese polerón
que está tan retraído
qué vamos a hacer con él.
Al inicio del eriazo
Yo no quiero llenar el vacío
únicamente adornarlo un poco.
No me gusta sentirme tan solo.
De esto se trata.
Poema abierto para Ti
No te basta que diga:
“mis bolsillos están repletos de mentiras”,
es más, decirte:
“se me caen / son tantas,
se me caen,
forman un camino hasta mí”
casi llorando / casi riendo / casi algo.
Estás intranquila, se te ha desabrigado el corazón.
Reprochas a mi ausencia,
ésta se amurra bajo tu cama.
Alguien más, en tu país,
ha partido al exilio. Allá,
tras esa cordillera de puchos y colas.
Ha partido a pie / que es como se debe partir,
porque los trenes ya han muerto,
y heredamos rieles de sueños rotos que conducen
a una luz parpadeante de los lugares más oscuros de la
necesidad.
No te basta con que te enseñe mis mentiras,
con arrebatármelas,
no te basta con que te las regale para que puedas decir:
“Sí, son mías.
Se me resbalan en cada caída libre
desde la punta de tu lengua”
No te basta que les tenga afecto;
un cariño irrevocable de perro.
No te basta que las necesite;
un agosto sangriento de gato.
No te basta, declarado:
en tus párpados, agonías y malas noches;
en tu espalda, vaho y tiempo perdido.
Dices que nada más puede venir de mí,
que sólo la lengua funciona en mi cabeza,
que los colmillos son de juguetería,
y que he engordado,
que el deber se ha hecho trabajo,
que el resto del tiempo sólo es beber,
que soy un llorón sin coraje musitando su niña,
que cada día hay un poema un poco mejor.
Tratado sobre la pena
Pena también son manos rasgadas y caspa.
El que alguien pregunte: ¿han visto a felipe?
y nadie diga nada
pero suponen que estará tomando por allí.
No sólo los ojos llevan la marca de la pena.
Nariz, oídos
cuello descubierto
y el fin azulino de los pies llevan la marca.
En ella siempre hay un rostro que tiene
las voces gastadas de un montoncito de barro
que se sabe los finales de las canciones.
Pena es quedarse en la calle
como llaves en la puerta
y pensar en el paso del gas
que pudo quedar abierto.
Las pequeñas cosas llevan la pena en su ruido.
Procesión que lagrimea con cada cerrar de cortinas
teléfonos en serenidad eterna
un montón de hojas sin advertir
residuos de tu paso ¡inamovibles!
que rara vez se logran percatar de mí.
Saborear la pena de madrugada es arrastrar el peligro hasta la
cama
engañar en la última ida al baño
trancando la puerta con el alba
a la orilla de la garúa.
(desangra el grito que ha dormido en lo más oscuro del
bolsillo)
Quieto
mastico la pena
y trago!
Pena, ante todo
es un padre buscando su Hija
entre todas las demás hijas que ve en la calle.
Al hacer tiempo carcelariamente
por tres horas a la semana.
¡Ciento sesenta y cinco filos son los del luto!
Extraña ausencia de un dinosaurio
“Imaginen a los dinosaurios en la cama
Cuando el mundo tira para abajo”
Charly García
Papá,
los dinosaurios igual mueren.
Se quedan en los columpios
y para mí
han muerto.
Para mí respiran lejos de mis cajones, muy lejos
como respiras tú.
Papá,
no ha vuelto el dinosaurio,
lo he ido a buscar
pero los columpios están solos, muy solos.
Hoy entendí bien la muerte,
te entendí,
Pero falta una semana más
para decírtelo.
Prólogo de Azúcar, Por Ricardo Herrera
Un poema se parece a fumarse un cigarro con un
desconocido.
Azúcar. Poemas de Jorge Volpi.
Citando al poeta Rodrigo Massi creo que estos poemas de
Jorge Volpi son “canciones solas para personas solas”,
canciones escuchadas desde la Radio Nostalgia en la Pensión
Melancolía. Poemas que podrían ser uno de esos terrones de
azúcar que la madre nos impedía comer, pero que hurtábamos a
escondidas, y que le devuelven a la poesía su carácter
primigenio de comunión, que rozan la canción cebolla, el
bolero y lo saltan, despojados de toda pretensión retórica y
barroca y que al mismo tiempo llegan a una síntesis poética tan
difícil: decir más con menos.
Acostumbrados a mirarnos en el espejo convexo de la poesía
posmoderna (espejo hermoso y maravilloso, por cierto) leer
textos como “Pasan furgones escolares” nos hace volver a las
raíces, a Li Po y Emily Dickinson, a Cavafys y Teillier. Volpi
se enamora y va a buscar tomates, se enamora y duerme
envuelto en un chaleco grande, se enamora y solo por eso, para
celebrar el amor, roba agua de la llave. El milagro de lo
cotidiano que la poesía es capaz de revelarnos: “si me enamoro
de ti/ escucho canciones en las radios/ si me enamoro de ti/
pasan furgones escolares/ si me enamoro de ti/ leo libros en los
baños/ si me enamoro de ti/ encuentro una pera mágica/ si me
enamoro de ti/ hay harina tostada en mi corazón”.
La mismísima reflexión metapoética en Jorge es incorporada a
sus textos sin drama, como todo lo que roza y toca su poesía.
Es así como los poemas o la poiesis son simples “actividades”:
“en la mañana un poema puede ser/ como abrir una ventana/
dejando ventilar un poco el aire” (“Actividades”). Y esa falta
de dramatismo la agradecemos. No hay llanto aquí, sino una
fina melancolía (“La tristeza tiene pelo blanco/ y arrienda pieza
en esta casa/ cuando llega por acá/ me pide azúcar/ un poco de
hilo verde” –“Pensión Melancolía”-). Frente al derrumbe y la
desesperación nos plantea quietud y calma, porque en Volpi
hay esperanza y sabe que el vacío zen no es para destruirnos
sino para crear mil mundos distintos. Para escribir poesía en el
fondo. Bien en el fondo.
La realidad está de fiesta en estos textos: a la micro “le agrada
pasar a diario por la Feria Pinto” (“Autorretrato”), frente al
Muñoz Hermanos comeremos chocolitos y le diremos te quiero
a quien amamos ( “Al frente del supermercado”), el corazón se
reintegra al ritmo del universo y es una sombra “que vuela con
los treiles/ un textil recuperando los colores/ una hoja” (“Una
hoja”): se cuelgan zapatos en los cables eléctricos como a la
entrada del pueblo fundado por el gran pez (“Zapatos en los
cables eléctricos”).
Yo también creo con Volpi que la poesía es “conversar con los
amigos/ disfrutando del acto sin pensar en ello” o que te pasen
a buscar “para salir a pedir fiado/ un kilo de azúcar para el
futuro”. Nótese que en este texto llamado “La poesía”, Jorge no
habla que la poesía se parece a salir a comprar, sino a pedir
fiado, instalando la precariedad, la fragilidad del acto poético,
del decir. Quiero creer (también) con Mutis que existen hilos
invisibles que hacen cierto destino, que todo no tiene que ver
con trenes que parten y azar, que todavía podemos confiar en
alguna redención, alguna confianza. Eso nos hace sentir Volpi:
que se puede ser un medio kilo de pan, una caja de vino para
rematar la noche, un libro a medio leer, un gato ronroneando
junto a la cocina a leña del corazón. Y que para algunos, para
todos nosotros, no es necesario ser nada más.
Ricardo Herrera
Alarcón.
Carahue, Mayo de
2010.
Azúcar
Jorge Volpi Bravo
Escribir la noche
escribir la noche es danzar
con la huella de una muerte
que nos espera a la vuelta de la esquina
con un vaso de ron a medio tomar
escribir la noche es leer murallas
escritas con lágrimas y manchas
de una luz más rara
escribir la noche es buscar lunas eléctricas
en el cielo contaminado de la soledad
Actividades
en la mañana un poema puede ser
como abrir una ventana
dejando ventilar un poco el ambiente
tomando desayuno hay que pensar en los poemas
como una casa donde sus habitantes
no esperan ser más que aves de madera
me gustan los poemas que son como el lavaplatos
donde mi gata se sueña diosa de Egipto
al medio día un poema podría ser
como cultivar marihuana
teniendo de vecino a un paco y un rati
en la tarde hay que escribir poemas
como yendo a llamar con cien pesos
a un último teléfono fijo
o como queriendo ir a pedir un libro
a una biblioteca pública
me gusta creer que un poema
puede ser como ponerse una bufanda
en el cuello de la orfandad
o un paisaje donde nadie está tan cansado
de hablar y de creer
prefiero saber que un poema se parece
a fumarse un cigarro con un desconocido
prender una vela al inicio de la noche
Zapatos en los cables eléctricos
afuera del consultorio venden ropa.
Gritos de sangre. Besos solos.
zapatillas en los cables eléctricos
vestirnos y decir que estamos tristes
zapatos en los cables eléctricos
para irnos en carreta hacia las nubes
zapatillas en los cables eléctricos
otra tarde como la de ayer
y caen muertas las palomas
zapatos en los cables eléctricos
como cuerpos que se botan al río.
Sangre. Besos solos.
La poesía
la poesía se parece
a comer todo el día
pan duro con margarina
levantarse de una borrachera
y no intentar la arqueología
de la embriaguez
a conversar con los amigos
disfrutando del acto sin pensar en ello
ir a comprar el pan
fumarse el último cigarro de la noche
mirar la primera lluvia desde una ventana
la poesía se parece
a estar aburrido en casa viendo tele
y que un amigo te pase a buscar
para salir a pedir fiado
un kilo de azúcar para el futuro
Una hoja
la sonrisa de un niño
es un mensaje
la caída de la fruta de su árbol
y el dibujo de sus alas
la sonrisa de un niño
es la sombra que despierta del hastío
una lágrima vedada
aquel pudú habitante de las nubes
descendiendo claro por nosotros
como bosques
esa sombra es un corazón
que vuela con los treiles
un textil recuperando los colores
una hoja
Bolsas de té
debe ser por algo
que la poesía y el vino
son extraños aguaceros
por como inundan
en cuenco de los corazones
esos que a veces no son más
que usadas bolsas de té
botadas bajo la mesa
Autorretrato
No soy predio forestal,
soy un huerto cultivado
de a poco por la luna.
No soy partido de fútbol
con asados y cervezas,
prefiero ser medio kilo de pan
una tarde de domingo.
No soy botella de exportación,
soy una caja con un poco de vino
para rematar la noche.
A veces soy
una planta de interior
mi primer gorro de lana
un niño subiendo a los árboles frutales
del patio de los sueños,
puedo ser un perro que viaja
por el bosque de la memoria
o una micro que le agrada pasar a diario
por la Feria Pinto.
Me gusta ser
un libro a medio leer
un canasto de mimbre
un gato ronroneando
junto a la cocina a leña del corazón.
Pensión Melancolía “La radio era un artefacto más
de la melancolía”
Gonzalo Millán
La tristeza tiene pelo blanco
y arrienda pieza en esta casa
cuando llega por acá
me pide azúcar
un poco de hilo verde
la tristeza no barre el polvo,
limpia el televisor.
Lo apaga. Lo enciende.
Se come las uñas
se rasca la cabeza
se acuesta en un rincón
pidiendo cariño
a la hora del almuerzo
la tristeza cocina sopa
con cebollas rancias
que toma sin ganas
como una abuela sola
que en la pensión limpia el televisor
lo apaga y no lo enciende.
Al frente del supermercado
si comemos chocolitos
te diré te quiero
al frente del Muñoz Hermanos
te diré me gustas
como me gusta que hayan árboles
en los patios de las casas
te diré te quiero
si comemos chocolitos
al frente del supermercado
Pasan furgones escolares
si me enamoro de ti
voy a buscar tomates
si me enamoro de ti
duermo envuelto en un chaleco grande
si me enamoro de ti
robo agua de la llave
si me enamoro de ti
siembro nubes en mis ojos
si me enamoro de ti
escucho canciones de la radio
si me enamoro de ti
pasan furgones escolares
si me enamoro de ti
leo libros en los baños
si me enamoro de ti
encuentro una pera mágica
si me enamoro de ti
hay harina tostada en mi corazón.
Tarde
“La tarde es un sollozo contenido”
Sergio Hernández
Tarde
nadie llama
nadie a quien contestar
llega sola la nostalgia
vecinas mirando tele
cien pesos de pan
mortadela en una bolsa negra
Tarde
mis vecinas se cambian ropa
y van al mall
van en micro
a la vuelta traen bolsas
que llenan con otras bolsas
que se juntan
a la vuelta de la multicancha
Vamos a quemar los pinos
“Veo ejércitos de pinos”
Leonel Lienlaf
Ven a quemar los pinos
que están secando el corazón
quemar los eucaliptus
Ven a quemar los pinos
a besar con la brutalidad del azúcar
que los árboles vuelven
Vamos a quemar los pinos
a buscarnos por el bosque nativo
del amor
Poema
quiero escribir un poema de dolor y no puedo
quiero escribir un poema y no puedo
quiero besar las palabras que se escapan de esta noche
quiero ver estrellas que golpeen en mis ojos
quiero dibujar esta canción cebolla
y bailarla al escribir.
Quiero que escriban de esta noche amarga
quiero que beban sus letras de extraño alcohol
y quiero que bailen
quiero que lloren
quiero que hablen
que se escriban corazones
quiero escuchar el sonido de los vasos quebrados
sangrando como noche
esta noche sin sol