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1Hernn Corts, que despus de Tabasco bien poda considerarse la
figura ms prometedora de la conquista, haba nacido en Medelln,
localidad de Extremadura, hacia 1485.Sus primeros pasos los haba
dado muy lejos de la guerra. Con ms blasones que fortuna, su
familia se haba preocupado de asegurar su futuro envindolo, muy
joven, a la clebre Universidad de Salamanca. Hubiera podido ser una
gran oportunidad. Pero no lo
Hernn Corts
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2fue. Sin temperamento para los libros, Corts sufri all su
primer tropiezo. A duras penas logr sacar el grado de bachiller
antes de volver a su casa con el rabo entre las piernas.Salamanca
no era su mundo. Lo que en realidad fascinaba a ese joven inquieto
y ambicioso era Amrica, esa tierra llena de promesas en la que su
imaginacin juvenil poda vagar a gusto: hazaas, peligros, oro y
fama.()Despus de su fracaso salmantino, sus padres no tuvieron ms
remedio que aceptarlo: Hernn estaba hecho para Amrica. No tena
dinero ni estudios, pero entusiasmo y juventud le sobraban.Desde
Sevilla se embarc con rumbo a La Espaola. All encontr a Nicols de
Ovando, su pariente, que lo ayud a asentarse. Inesperadamente sus
escasos estudios le resultaron tiles: el imperio requera letrados
para llevar la administracin de sus nuevas posesiones. ()Fue la
poca ms plcida de su vida. A los pocos aos de haber llegado posea
una extensa hacienda, abundantes indios en calidad de esclavos,
miles de cabezas de ganado y minas suficientes para amasar una
fortuna. Por muchos conceptos, lo haba logrado.
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3Incluso su aspecto lo manifestaba. Tena el rostro fino y la
frente espaciosa; usaba vestidos refinados y llevaba la barba muy
cuidada. Su fisonoma era en todo la de un funcionario: eficiente,
bien pagado y satisfecho. Exactamente lo contrario de un
aventurero.Pero, era de verdad as? Aunque siempre es difcil decir
hasta qu punto las apariencias reflejan la realidad, bien puede
suponerse que, en este caso, lo hacan poco. En realidad, Hernn
Corts haba asumido aquella vida sin dejarse atrapar por ella. Ms
an.(). Por eso, cuando Velsquez decidi nombrarlo Capitn General de
una flota de conquista, Corts sinti bruscamente llegada su hora.
Ahora s: el prlogo de su existencia haba finalmente
terminado.Ansioso de enfrentar aquella aventura, emple casi toda su
riqueza en equipar once carabelas, adelantando dinero propio a los
que se alistaban como voluntarios. ()Una vez establecida la paz con
los caciques, Corts volvi a embarcarse. A los pocos das pona pie en
San Juan de Ula. Todo contribua a ofrecerle la certeza que buscaba.
Era evidente que haba entrado en la zona de influencia de un gran
imperio. Por todos lados oa hablar de su pueblo, el azteca; de su
ciudad,
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4Tenochtitln; y de su emperador, Moctezuma.Su primera
preocupacin fue fundar una nueva ciudad, Veracruz. Se trataba de un
hbil subterfugio para romper toda relacin con Diego Velzquez. El
nuevo emplazamiento necesitaba una autoridad: un cabildo. Al
crearlo, el conquistador poda recibir de l su autoridad. Y as fue:
Corts fue inmediatamente designado Capitn General y Justicia Mayor
por el recin creado cabildo de Veracruz. Con tal nombramiento, ya
poda continuar tranquilo su marcha.Por el camino Corts se preocup
de ir estableciendo relaciones con los nativos. No perdi ninguna
ocasin de impresionarlos con sus caballos, sus sables y sus
bombardas; necesitaba fortalecer el mito que se haba fraguado en
Tabasco y, al mismo tiempo, enviar un mensaje al soberano de
aquellas tierras: se aprestaba a visitarlo en el corazn de su
imperio, Tenochtitln.Moctezuma reaccion de forma ambigua ante
aquellos recados. Por una parte, envi abundantes presentes a los
extranjeros. Pero por otra, se preocup de acompaarlos con equvocas
advertencias: los hombres blancos y barbados eran bienvenidos en
sus tierras, pero por ningn motivo deban continuar
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5su camino. Los dioses no vean con buenos ojos su marcha.Corts
no se qued atrs en aquellas sutiles escaramuzas diplomticas.
Respondi ceremoniosamente a los halagos, acept los ricos presentes
y envi alguna baratija para corresponderlos. Pero cuando se le
mencion el terminante consejo del soberano, se manifest
determinado. Ira a Tenochtitln, fuera en calidad de amigo o de
enemigo.Por el camino, Corts continu articulando su estrategia. La
recepcin que lo acogi en la ciudad de Cempoala fue particularmente
cordial. Los indios haban sido advertidos del poder de aquellos
extraos huspedes llegados del mar, y la ciudad se visti de gala
para recibirlos. ()El conquistador no demor mucho en comprender el
tenor de aquel recibimiento. No era slo cortesa. Los jefes de
Cempoala estaban tan vidos de agasajarlo como de hacerle ver la
arbitrariedad de los tributos que les impona Moctezuma. No se
trataba de impuestos, sino de jvenes totonacas mandados al matadero
para saciar la sed de Huitchopoctli, el dios de la guerra adorado
por los aztecas. Corts sonri enigmticamente. Era lo que haba estado
esperando: aliados. Acaso exista otro modo de conquistar el imperio
que tena por delante?
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6A pesar de aquel espaldarazo, la empresa de conquista
arrastraba graves falencias. La sorda rivalidad que Corts mantena
con Velsquez haba empezado a tomar cuerpo en su misma tropa. Muchos
de sus hombres comenzaban a aorar las seguridades que haban dejado
en la isla de Cuba. Despus de aquel camino victorioso, acaso la
prudencia no impona el regreso? Tenan riquezas y mujeres en
abundancia, qu otra cosa haban venido a buscar?Al percibir aquella
inquietud serpenteando entre su gente, Corts actu con dramtica
premura. Siempre haba tenido un gran sentido de la oportunidad, y
esta vez su instinto le adverta que no deba perder el tiempo en
titubeos ()Cuenta l mismo en sus Cartas de Relacin que so color de
que los navios no estaban para navegar, los ech a la costa, por
donde perdieran la esperanza de salir a la tierra y yo hice mi
camino ms seguro. En otras palabras, los mand hundir. Cinco en un
primer momento y otros cuatro, das ms tarde. Slo uno qued a
flote.Con aquella jugada se acab de golpe la posibilidad del
regreso. No haba barcos para volver a Cuba: en la prctica Corts
haba obligado a su ejrcito a conquistar Mxico.
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7() Sin navos, afirm Corts, no exista ms alternativa que vencer
o morir. De ahora en adelante, no slo lucharan por Dios y por el
rey, sino tambin por su propia vida. Y con lo mejor de su arsenal
retrico ofreci a los pusilnimes el ltimo barco que todava se meca
sobre las aguas. Lo pona a sus pies junto con su desprecio. Despus
de aquella arenga, nadie acept abandonar la empresa.Como siempre,
Corts haba triunfado. Poda darse el lujo de echar al agua con gesto
displicente el ltimo de sus barcos. La gran aventura haba
comenzado. El conquistador tena a sus rdenes casi quinientos
espaoles. Con ellos intentara la conquista de una tierra que, en
extensin, triplicaba el territorio de Espaa.La ltima etapa del
camino de los conquistadores hacia Tenochtitln fue Tlaxcala. El
emperador Moctezuma se haba esforzado en vano por someter aquella
extensa provincia bajo su yugo, pero haba sido incapaz de lograrlo.
Ms an, Tlaxcala se haba constituido en el centro de la resistencia
al imperio azteca.Teniendo en mente esta rivalidad, los enviados de
Cempoala haban esperado convencer a los tlaxcaltecas para aliarse
con los espaoles. Pero,
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8inesperadamente, la diplomacia no haba logrado cosechar frutos.
Tlaxcala era una nacin guerrera por temperamento, celosa de su
independencia y orgullosa de sus triunfos. Nunca haba capitulado
ante Moctezuma, por qu deba hacerlo ante aquellos extranjeros?
Desde mucho antes de su llegada, haba decidido recibir en armas a
los invasores.Cada vez ms seguros de su propia superioridad blica,
los espaoles no esquivaron el desafo. Prepararon sus armas,
dispusieron la caballera e impusieron crudamente su dominio. Tres
ejrcitos de tlaxcaltecas desparecieron en aquel choque. El brutal
resultado acab con todas las suspicacias.Das ms tarde, una solemne
embajada tlaxcalteca se present ante Corts para solicitar
condiciones de paz. Los indios estaban dispuestos a pactar su
sometimiento. Despus de aquella carnicera, consideraban a los
espaoles como seres sobrenaturales, teles, a los que era preferible
mantener propicios.() . Entre ambos pueblos se sellaba una alianza
que resultara crucial para el destino de Mxico.Una ltima batalla
acab de abrir el camino de los conquistadores hacia Tenochtitln.
Despus de Tlaxcala, las huestes espaolas fueron recibidas en
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9Cholula, la ciudad sagrada aliada de los aztecas. La bienvenida
fue muy correcta pero tensa. En realidad, la ciudad preparaba una
celada organizada a la distancia por el mismo Moctezuma.()Corts
logr adelantarse a la emboscada e imponer el ms duro escarmiento
entre los indios. Sera ese el primer captulo de la guerra entre
espaoles y aztecas? No. A los pocos das llegaba un correo imperial.
Moctezuma mandaba decir que repudiaba el atrevimiento de Cholula y
que slo lamentaba la escasa severidad del castigo que el gran Corts
haba impuesto. El cinismo de aquella misiva era demasiado
obvio.Quin era aquel soberano? De dnde sacaba ese brutal
desparpajo? Qu le permita tomar distancia de unos sbditos a los que
l mismo haba enviado al matadero? Para Corts, aquellas preguntas no
tenan respuesta.El gran Moctezuma era el postrer representante de
una dinasta fuerte, temida y poderosa. Desde haca doscientos aos su
imperio dominaba con mano de hierro el valle de Mxico. Pero su
glorioso pasado no lograba opacar el incierto presente. En los
ltimos aos la nacin haba afrontado temblores, hambrunas y desastres
militares. Las profecas y visiones de sus sacerdotes haban llegado
a sembrar la duda sobre el futuro del reino.
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Aquellos acontecimientos haban ido trasformando el carcter del
emperador Moctezuma. La confianza con que haba iniciado su reinado
se haba ido diluyendo entre catstrofes y premoniciones. A la
llegada de Corts, el soberano se haba vuelto impotente y taciturno,
equilibrando arranques de clera con ataques de pnico. No era
inusual que castigara a alguno de sus sbditos matndolo de hambre o
simplemente desollndolo.La noticia de aquellos hombres blancos y
barbados llegados del mar lo haba sumido an ms en la melancola. Tal
vez se trataba del cumplimiento de las profecas. Si as era,
aquellos huspedes no eran slo intrusos: venan comandados por el
propio dios Quetzalcoatl o Serpiente Emplumada.Segn el mito, en un
pasado remoto, Quetzatcoatl haba llegado a tierra azteca desde un
pas lejano. Tomando la figura de un hombre blanco, les haba
ofrecido sabia doctrina, predicando el amor y prohibiendo los
sacrificios humanos. Pero al ver que sus esfuerzos no daban frutos,
se haba marchado navegando hacia el oriente y anunciando que
regresara por el mismo camino.Qu poda hacer Moctezuma de frente a
una profeca como esa? El dios de sus padres era Huitchilopoctli,
seor de la guerra y hermano de Quetzalcoatl. l haba
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conducido a los ejrcitos aztecas, regalndoles su imperio,
engrandeciendo su capital y asegurndoles su dominio sobre las
tribus vecinas.Aquel dios vulnerable necesitaba la sangre de los
hombres para renovar su vida. La sangre humana, derramada a
torrentes en los santuarios, lo haca eternamente joven. Cmo habra
podido evitar Moctezuma cumplir sus deberes religiosos? Todas las
guerras que haba emprendido, todos los prisioneros que haba
capturado, todos los tributos que haba cobrado, haban sido para
proveer sus templos de vctimas palpitantes.Quetzalcoatl, sin
embargo, era el Mesas vengador. Su retorno significaba la derrota
de los aztecas y la muerte de su hermano Huitchilopoctli. Cmo poda
actuar ante su llegada? Luchar, rendirse, establecer condiciones?
Qu sera de l mismo, siervo de Huitchilopoctli, que no haba dudado
en sumergir sus manos hasta los codos en la sangre de los
sacrificios?Mientras Moctezuma y su corte se atormentaban en tales
cavilaciones, los espaoles se acercaban a marchas forzadas a la
capital azteca. Aquellos titubeos constituan la exacta confirmacin
de su propio estado de nimo: el gran imperio estaba a punto de caer
en sus manos.Cuando finalmente lograron avistarla, la impresin
que
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les dej aquella urbe construida sobre una laguna fue fulminante.
Nada de lo que haban odo haca realmente justicia a Tenochtitln. Las
plazas, los mercados, las joyas y las telas: todo deslumbr a los
espaoles. En el colmo de la impresin, Bernal Daz la compar con
Bizancio y Roma... .nos quedamos admirados y decamos que pareca las
cosas de encantamiento que cuentan en el libro del Amads, por las
grandes torres y cues (templos) y edificios que tenan dentro en el
agua, y todos de calicanto.Cuando los espaoles entraron en la
ciudad, el emperador escondi todos sus dramas internos para
agasajarlos con el tono de un gran seor. Pretenda impresionarlos, y
lo hizo. Les regal oro, plata, joyas, orfebreras... ()Mientras los
espaoles todava se hallaban bajo el hechizo de Tenochtitln,
Moctezuma quiso poner a prueba las ideas que lo haban abrumado
durante los das previos. Despus de haberlos recibido con todo lujo
en su palacio, decidi llevar a Corts al templo de Huitchilopoctli,
el Teocalli. Estaba a punto de producirse el ms violento choque
cultural de la conquista.Despus de subir los 114 escalones que
daban acceso a la terraza superior, el conquistador y los
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pocos hombres que lo acompaaban sufrieron la ms intensa de los
impresiones. Los sacerdotes se encontraban terminando las labores
sacrificatorias. Cinco indios con el vientre abierto, desde el
esternn hasta el pubis, yacan al pie de los dolos. Sus corazones,
todava palpitantes, se estremecan sobre un gran brasero.Aquellos
muertos constituan el alimento del dios Huitchilopoctli: la vida
que necesitaba para iluminar los caminos del pueblo elegido, el
azteca. La inmolacin se realizaba en los altares del templo, donde
se extraa el corazn de la vctima an viva. La sangre se juntaba en
grandes piedras cncavas, ubicadas al pie de las imgenes, y los
crneos eran ensartados en lanzas de madera, en testimonio de
fervor. Cabelleras, huesos y corazones secos se amontonaban
desordenadamente en el suelo.Corts y sus hombres sufrieron una
impresin atroz ante la escena. El ttrico Teocalli tena en las
paredes tantas costras de sangre y el suelo estaba todo baado en
ella; comparado con los mataderos de Castilla no haba all tanto
hedor. Salieron de all entre arcadas y maldiciones. Desde ese
momento su peor pesadilla fue la de terminar en las manos de un
sacerdote indgena.
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Con aquella visin grabada en la retina, a los espaoles les fue
imposible establecer cualquier tipo de confianza con Moctezuma y su
pueblo. Aquel espectculo nauseabundo haba terminado de
convencerlos: los indios adoraban potencias diablicas. Desde la
visin del Teocalli, la guerra se hizo inevitable. Todas las
atenciones de Moctezuma se haban convertido en las zalameras de un
tirano.Una tensa desconfianza fue tejindose entre espaoles e
indgenas. Con el correr de los das, Moctezuma se fue convirtiendo
inevitablemente en prisionero de los espaoles. Era su nico seguro
de vida en medio de aquella masa azteca que, a distancia de su
soberano, los miraba con los ojos inyectados en sangre. Ms todava
despus de que una expedicin de espaoles sucumbiera a manos
indgenas, poniendo en cuestin el mito de la inmortalidad de los
teles.No obstante sus mltiples manifestaciones de buena voluntad (o
tal vez precisamente por ellas), Moctezuma fue obligado a abandonar
su residencia y entregar su autoridad. Cuando lleg el momento,
Corts fue a buscarlo a su palacio. El soberano hubiera podido
masacrar a la delegacin que haba ido a
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prenderlo, pero el peso de las leyendas lo haba vencido y ya no
saba qu partido tomar. Para el pueblo de Mxico fue un espectculo
apocalptico: Moctezuma sali de su palacio escoltado por espaoles,
con el rostro baado en lgrimas, en direccin al palacio de
Azayacatl, en calidad de prisionero. El universo azteca haba
comenzado a derrumbarse.Atenindose rigurosamente a un plan fijado
de antemano, Corts dio un nuevo paso. Subi a lo alto del Teocalli
y, armado con una barra de hierro, derrib las estatuas de
Huitchilopoctli. ()Das ms tarde, Moctezuma colaboraba activamente
con Corts, exhortando a su pueblo a someterse a la autoridad de los
recin llegados. Se haba cumplido la profeca de Quetzalcoatl:
Huitchilopoctli haba dimitido ante su hermano. Los jefes aztecas no
tardaron en seguir sus huellas: todos ellos juraron solemne
fidelidad a un emperador desconocido, que se hallaba del otro lado
del ocano.Sin rey ni dios, los aztecas entraron en la peor de las
agonas. El pulular de los tlaxcaltecas en su propia ciudad y el
reparto del tesoro real acabaron de sumir al pueblo en la ms negra
melancola. Cuando el quinto real fue enviado a Espaa, Moctezuma le
aadi sus propias joyas encargando transmitir al
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emperador Carlos estas irnicas palabras: Disculpa la
insignificancia de estos presentes. No me queda ya nada. Todo lo
dems me lo habis quitado.El destino pareca hallarse enteramente en
manos de Corts. En catorce meses haba conquistado un imperio. La
riqueza pareca inagotable, la afluencia de nuevos espaoles
engrosaba constantemente sus filas y el Emperador se mostraba
obsequioso hasta el servilismo. Corts mandaba, depona y condenaba
con la misma autoridad de la que haba despojado a Moctezuma.Pronto,
sin embargo, le saldran al camino enemigos inesperados. Velsquez
haba mandado una flota de 18 embarcaciones a cargo de Panfilo de
Narvez para capturarlo: el gobernador cubano no haba perdonado
aquella traicin y lo quera vivo o muerto.Salido a conjurar el
peligro, Corts debi dejar Tenochtitln al mando de Pedro de
Alvarado, uno de sus lugartenientes. Duro destino el de este
capitn! Qu tena para mantener la paz, custodiar el tesoro y
conservar la vida? Apenas ochenta espaoles y cuatrocientos
tlaxcaltecas; una gota de agua en un ocano de 300.000 aztecas.Entre
las fiestas religiosas de los aztecas haba una especialmente
dramtica, que se celebraba durante
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el mes de toxcatl. El da prefijado se reuna en la capital una
multitud que danzaba, cantaba y se emborrachaba en honor a sus
dioses. Corts haba aprobado aquella celebracin a fin de no aumentar
la humillacin indgena de las ltimas semanas. La nica condicin que
haba impuesto era que no se realizaran sacrificios humanos.Cuando
lleg el momento de la fiesta, el conquistador haba partido haca
varios das a enfrentar las huestes de Panfilo de Narvez. Las tropas
hispanas sufran intensamente la orfandad en que las haba dejado
Corts, y tenan razn. Todo lo que haban logrado hasta ese momento,
lo deban al talento estratgico y militar de su jefe.Para aquellos
soldados, que se sentan siempre en estado de asedio, el espectculo
de aquella celebracin ritual fue tan imprevisto como aterrador.
Apenas anocheci, las calles se convirtieron en el centro de una
aparente adoracin satnica: brujos emplumados e dolos sangrientos
surgieron de la nada. ()En su dramtica vigilia, Alvarado poda
sentir cmo suba la temperatura de aquella pequea multitud de dos
mil personas reunidas en la plaza. Como todos sus hombres, se haba
convencido de que aquello era el prlogo de una rebelin en masa. Slo
atinaba a pensar en cmo lograra controlar a la muchedumbre cuando
llegara el
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momento del desbande.En medio de tales tensiones, uno de los
suyos se acerc a informarle que los sacerdotes, faltando a su
promesa, estaban a punto de sacrificar dos jvenes a
Huitchilopoctli. ()Los ochenta espaoles bajo su mando adivinaron
por la sola expresin de Alvarado el drama que estaba por
desencadenarse. Tensos como su jefe, casi le exigan que se
adelantara al ataque azteca. Alvarado no tuvo que repetir la orden;
apenas recibida la indicacin, sus soldados se agruparon
disciplinadamente en formacin de combate, sacaron las espadas y
cerraron las salidas de la plaza. Comenzaba la matanza.La respuesta
azteca no se hizo esperar. Aquella agresin, que para los indios
resultaba completamente injustificada, fue la gota que rebals el
vaso. ()En poco tiempo reorganizaron sus fuerzas y se lanzaron al
combate. Los ochenta espaoles debieron replegarse. Ante aquella
masa furiosa de atacantes, no tuvieron otra opcin que la de buscar
refugio en el palacio que les haba servido de albergue.Al verlos
acorralados, los aztecas sitiaron la residencia, cortaron el agua y
dieron lugar a un sitio en toda regla. Por primera vez la
iniciativa haba pasado al
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campo indgena. Ahora s podan esperar que el tiempo pusiera en
sus manos a sus enemigos. Tarde o temprano, agotados por el hambre,
la sed y el cansancio, todos ellos subiran las gradas del
Teocalli...()Tres semanas ms tarde, Corts lleg de vuelta a la
ciudad. Como siempre, regresaba con la victoria. Haba logrado
conjurar de forma milagrosa el peligro llegado de Cuba, y adems de
someter a Narvez, haba conseguido ampliar su tropa. Volva con 1.300
espaoles y varios miles de indios tlaxcaltecas recogidos por el
camino. Esperaba una recepcin triunfal y, con toda certeza, la
mereca.Al llegar a Tenochtitln se encontr con una ciudad desierta.
Los indios le haban despejado el camino para encerrarlo en la misma
ratonera en la que se amontonaba el resto de sus hombres.() Corts
advirti de inmediato que haba cado en una trampa. Organiz
apresuradamente a sus hombres y se aprest a resistir el ataque. Los
espaoles esperaron con el alma en vilo, en medio del silencio que
suele preceder a las tragedias. Hasta que se desat la tormenta.
Una tensa maana de junio, una multitud de indios
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armados con piedras, palos y lanzas se lanz al combate aullando
consignas de guerra. ()En un gesto desesperado, Corts quiso
contener a los atacantes presentndoles la figura de Moctezuma. A
aquellas alturas el soberano era una sombra del que alguna vez haba
sido; su hermano lo haba sustituido dirigiendo el asedio contra los
invasores.Conscientes de que era su nica posibilidad, los espaoles
lo vistieron y llevaron con sus mejores galas para que dirigiera la
palabra a su pueblo. El soberano se prest por ltima vez a sus
deseos. Sali a la terraza y comenz a exhortar a la multitud
hablando de Quetzalcoatl, pero un clamor de indignacin respondi a
sus palabras. Moctezuma ya no representaba al mundo azteca.Al
abucheo sigui una andanada de proyectiles y, casi al instante, el
monarca cay gravemente herido por una piedra en mitad de la frente.
Desesperado ante el desprecio de su pueblo, el soberano comenz a
llamar a gritos a la muerte mientras sus servidores lo retiraban
atropelladamente de la terraza. Fue la ltima aparicin de Moctezuma.
Horas despus mora, tal vez rematado por los mismos espaoles que ya
no podan esperar ningn beneficio de aquel prisionero.() Viendo
Corts que la tensin de los atacantes no
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ceda, decidi intentar la retirada. Se trataba de un movimiento
desesperado. Atravesar aquella masa indgena que los sofocaba pareca
poco menos que imposible. Pero no quedaba ninguna otra opcin.
Despus de la muerte de Moctezuma, permanecer en Tenochtitln hubiera
equivalido a condenarse a muerte.Corra el 30 de junio de 1520. Poco
antes de la medianoche la tropa se puso en marcha aprovechando las
sombras. Eran 1.100 espaoles, treinta caones, cerca de 100 caballos
y varios miles de indios tlaxcaltecas. Corts, al ver que la mayora
del oro quedaba en la ciudad, se limit a entregar a sus soldados lo
que quieran tomar. Se vena encima la noche triste.La salida fue
cruenta y dramtica. Grupos de aztecas los insultaban desde los
tejados, gritndoles ladrones y asesinos. Los espaoles, cabizbajos,
apuraban progresivamente el paso, conscientes de que en cualquier
momento estallara nuevamente la lucha y que, cuando lo hiciera,
careceran de cualquier parapeto. En la estrecha calzada por la que
huan no sera posible maniobrar caballos ni caones.A una seal
convenida, los aztecas descargaron toda la rabia acumulada en los
ltimos meses. Ahora los tenan en su propio terreno: podan
permitirse el lujo de no darles tregua. Comenzaron a atacarlos por
detrs, por arriba, por los flancos, desde el agua... ()
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La carnicera no se prolong ms de la cuenta. Los indios ni
siquiera se preocuparon de perseguirlos al llegar a tierra firme:
estaban demasiado ocupados en despojar a los muertos y preparar a
los heridos. Llevaban meses anhelndolo: los corazones deban caer
todava palpitantes en el brasero de Huitchilopoctli. Nada impedira
que Tenochtitln se emborrachara de alegra salvaje, sacrificando uno
a uno a los espaoles cados en sus manos.En aquella fuga los
espaoles perdieron la mitad de sus tropas, ms de 4.000 tlaxcaltecas
y toda la artillera. De la imponente fuerza de guerra slo quedaron
unos cuatrocientos soldados contusos, malheridos y desmoralizados.
Cuando los conquistadores se refugiaron en una colina para hacer el
recuento, Corts se retir bajo un ciprs y llor. En slo unos das haba
pasado de la ms embriagadora victoria a la derrota ms absoluta,
perdiendo Tenochtitln, su tesoro y su ejrcito.()En cuanto pudo
pensar con claridad, Corts comenz a urdir nuevos planes de
conquista. La ciudad haba sido suya y estaba seguro de que poda
volver a serlo. Por qu dudarlo? Tena los medios y el coraje para
tomarla de nuevo.En medio de grandes dificultades rehzo a su
ejrcito
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y construy una flota de trece bergantines. Si lograba dominar el
lago, pensaba, le bastara estirar la mano para hacer suya
Tenochtitln. Y esta vez sera para siempre.Durante aquellos meses,
los aztecas tambin se prepararon. Su nuevo soberano, Cuahctemoc, se
consagr a preparar el choque que prevea inevitable. Mujeres, nios y
ancianos salieron de la ciudad; se ensancharon fosos, se tendieron
trampas, se construyeron fortificaciones. La ciudad deba
convertirse en una fortaleza inexpugnable.() Meses despus, los
contendientes estaban listos para acometerse: el ejrcito sitiador,
compuesto por novecientos espaoles y cien mil aliados tlaxcaltecas,
se preparaba para entrar en Tenochtitln. Corts haba dividido a su
ejrcito en tres columnas de asalto; segn sus planes, cada una de
ellas penetrara a la ciudad con el apoyo de los bergantines desde
la laguna.La operacin, sin embargo, encontr obstculos insalvables
apenas abri fuego. Las tropas hispanas atacaban con cautela,
evitando por todos los medios quedar cercados por enemigos. No
quera repetir la experiencia de la noche triste. Los indios, por su
parte, resistan con bravura, sin ceder un
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palmo de terreno. En esas condiciones, el avance de los
conquistadores resultaba de una lentitud exasperante. Al poco
tiempo se hizo evidente que aquella lucha interminable no dara
nunca frutos.
Corts apenas demor en repensar sus planes. Cambiando
radicalmente de estrategia, mand replegar sus tropas, sitiar la
ciudad y rendirla por hambre. Fue el ms grande de sus aciertos.
Sesenta y cinco das dur el sitio. Los aztecas resistieron
heroicamente aquel cerco imprevisto. Cuando terminaron sus
provisiones, se alimentaron con la sangre de los cadveres y la
carne de los lagartos. Pero no fue suficiente. Esta vez la suerte
haba cado en el campo de los sitiadores. Finalmente, entre los
gritos jubilosos de los tlaxcaltecas, la ciudad capitul. De los
300.000 habitantes de la antigua Tenochtitln slo quedaban unos
cuantos miles; el emperador haba muerto y junto con l toda la
nobleza.El triunfo de Corts esta vez fue total. Inmediatamente mand
aplanar los escombros del antiguo Mxico para construir una nueva
ciudad sobre sus ruinas. En el lugar del gran Teocalli mand erigir
un templo en honor de san Francisco y en el
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centro de la ciudad, una gran plaza mayor. Bajo sus nuevos amos,
Tenochtitln no volvera jams a ser la misma.
As fue. El tiempo se mostr inmisericorde con el pasado. Slo
cuatro aos ms tarde, trabajando bajo rdenes hispanas, los mismos
aztecas haban borrado por completo el rostro de la antigua ciudad.
Dos mil familias haban llegado de la pennsula para poblar la
primera capital virreinal americana. Cada espaol inmi-grado haba
recibido una concesin de tierras y abundante mano de obra indgena.
Se haban importado plantas y semillas; y multiplicado las casas,
los naranjos, las huertas y las torres. Frailes franciscanos y
dominicos haban comenzado la cristianizacin de Mxico.Corts, el gran
vencedor de aquella aventura, cambi su residencia a su palacio de
Coyoacn. Desde all comenz a reinar como un soberano imperial,
rodeado de consejeros, nobles y cortesanos. Pareca ser el mismo
triunfador de siempre. Haca slo algunos meses haba llorado las
amarguras de la noche triste a las afueras de Tenochtitln; hoy poda
considerarse amor y seor de todo Mxico.()
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GLOSARIO
1. Blasn: Cada figura o pieza de las que se colocan en un escudo
familiar. Representan los orgenes.2. Bachiller: persona que ha
estudiado el bachillerato y ha obtenido dicho grado.3. Asentar:
sentarse en un lugar/ adquirir firmeza y establidad.4. Fisonoma:
aspecto exterior de las cosas/ aspecto particular del rostro de una
persona. 5. Subterfugio: pretexto, excusa, escapatoria.6.
Emplazamiento: ubicacin.7. Cabildo: corporacin municipal.8.
Bombarda: antigua mquina militar que se usaba para arrojar
piedras.9. Aprestaba: dispona, preparaba.10. Escaramuzas: ria,
pelea de poca importancia.11. Falencias: carencias, debilidades.12.
Arsenal: depsito de armas.13. Retrico: relativo a la retrica.
Retrica: arte de dar buenos discursos, bien armados, con muy buen
vocabulario y que tienen el fin de convencer de algo.14. Arenga:
discurso solemne, en general se usa para preparar, fortalecer y
enardecer los nimos para una tarea difcil.15. Huestes: ejrcitos /
conjunto de partidarios de una persona o de una causa.16.
Escarmiento: castigo, multa, pena. 17. Desparpajo: facilidad en el
hablar o en las acciones.18. Vulnerable: que puede ser herido o
recibir lesin, fsica o moralmente. 19. Agasajar: Tratar con atencin
cariosa/ halagar a uno con regalos.20. Fervor: apasionamiento/
vehemencia/ celo religioso.21. Nauseabundo: que causa nuseas, ganas
de vomitar.22. Agona: angustia y congoja del moribundo.23. Asediar:
rodear y cercar un punto fortificado, para impedir que salgan los
que estn en l o que les lleguen socorros. 24. Vigilia: Accin de
estar despierto o en vela.25. Replegarse: retirarse las tropas,
retroceder.26. En vilo: suspendido con poca seguridad o firmeza.
Inquietud.
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27. Sustitudo: reemplazado28. Exhortar: Inducir con razones o
ruegos a que alguien haga o deje de hacer alguna cosa.29.
Contendientes: que contienden. Contender: pelear, batallar.
30. Inmisericorde: sin misericordia, sin piedad, sin lstima.
Elaborado por: Gerardo Vidal en El tiempo de las reformas y de
los descubrimientos.
Editorial Universitaria, 2009.