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EL MITO DE LA DESTERRITORIALIZACIÓN. DEL “FIN DE LOS TERRITORIOS” A LA MULTITERRITORIALIDAD Rogério Haesbaert da Costa Traducción Marcelo Canossa México, Siglo XXI editores, 2011 Primera edición en portugués, 2004 Editora Bertrand Brasil, Río de Janeiro ________________________________________ PRÓLOGO Parte II El mito de la desterritorialización es el mito de los que imaginan que el hombre puede vivir sin territorio, que la sociedad puede existir sin territorialidad, como si el movimiento de destrucción de territorios no fuese siempre, de algún modo, su reconstrucción sobre nuevas bases. El territorio, visto por muchos desde una perspectiva política o incluso cultural, es enfocado aquí desde una perspectiva geográfica, intrínsecamente integradora, que concibe la territorialización como el proceso de dominio (político-económico) o de apropiación (simbólico-cultural) del espacio por los grupos humanos, en un complejo y variado ejercicio de poder(es). Cada uno de nosotros necesita, como un “recurso” básico, territorializarse. No en los moldes de un “espacio vital” darwinista-ratzeliano, que impone el suelo como un determinante de la vida humana, sino en un sentido mucho más múltiple y relacional, inserto en la diversidad y en la dinámica temporal del mundo. Estamos llenos de dicotomías, y el discurso de la desterritorialización está repleto de ellas: materialidad e inmaterialidad, espacialidad y temporalidad, naturaleza y cultura, espacio y sociedad, global y local, movimiento y estabilidad. Expresiones clásicas, como la de “aniquilación del espacio por el tiempo”, fueron las responsables de gran parte del “preconcepto espacio-territorial” que hizo que los territorios se vieran cada vez más teñidos de una carga negativa, pasando a ser percibidos como obstáculos para el “progreso” y a la movilidad, al punto de (teóricamente, al menos) hallarse sumergidos en el mar de la “fluidez” que todo lo disuelve y lo disgrega. ¿Pero qué sería del hombre si sucumbiera a ese océano de indiferenciación y movilidad? De ninguna manera se trata de las nostalgias de una Gemeinschaft, de una vida comunitaria cerrada y autárquica, que en cierta forma solo existió en la simplificación de algunos científicos sociales. El gran dilema de este comienzo de milenio, creemos, no es el fenómeno de la desterritorialización, como sugiere Virilio, sino el de la multiterritorialización, la exacerbación de esa posibilidad –que siempre existió, pero nunca en los niveles contemporáneos– de tener la vivencia de diferentes territorios al mismo tiempo, reconstruyendo constantemente el nuestro. Sabiendo, para empezar, que “multiterritorializarse”, para la mayoría, en cierto sentido, no es más que una mera virtualidad. La humillante exclusión, o las inclusiones extremamente precarias a las que las relaciones capitalistas relegaron a la mayor parte de la humanidad, hacen que muchas personas, en vez de compartir múltiples territorios, vaguen en busca de uno, el más elemental territorio de la supervivencia cotidiana. De esta forma, los territorios múltiples que nos rodean incluyen esos ámbitos precarios que albergan a los sin techos, a los sin tierra y a tantos grupos minoritarios que parecen no tener lugar en un desorden de “aglomerados humanos” que, entre tantas redes, estigmatiza y separa cada vez más. Así, el sueño de la multiterritorialidad generalizada, de los “territorios-red” que conectan a la humanidad entera, parte, ante todo, de la territorialidad mínima, la protección y el bienestar, 16
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Nov 09, 2015

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  • EL MITO DE LA DESTERRITORIALIZACIN. DEL FIN DE LOS TERRITORIOS A LA MULTITERRITORIALIDAD

    Rogrio Haesbaert da Costa

    Traduccin Marcelo Canossa Mxico, Siglo XXI editores, 2011

    Primera edicin en portugus, 2004 Editora Bertrand Brasil, Ro de Janeiro ________________________________________

    PRLOGO Parte II

    El mito de la desterritorializacin es el mito de los que imaginan que el hombre puede vivir sin territorio, que la sociedad puede existir sin territorialidad, como si el movimiento de destruccin de territorios no fuese siempre, de algn modo, su reconstruccin sobre nuevas bases. El territorio, visto por muchos desde una perspectiva poltica o incluso cultural, es enfocado aqu desde una perspectiva geogrfica, intrnsecamente integradora, que concibe la territorializacin como el proceso de dominio (poltico-econmico) o de apropiacin (simblico-cultural) del espacio por los grupos humanos, en un complejo y variado ejercicio de poder(es). Cada uno de nosotros necesita, como un recurso bsico, territorializarse. No en los moldes de un espacio vital darwinista-ratzeliano, que impone el suelo como un determinante de la vida humana, sino en un sentido mucho ms mltiple y relacional, inserto en la diversidad y en la dinmica temporal del mundo.

    Estamos llenos de dicotomas, y el discurso de la desterritorializacin est repleto de ellas: materialidad e inmaterialidad, espacialidad y temporalidad, naturaleza y cultura, espacio y sociedad, global y local, movimiento y estabilidad. Expresiones clsicas, como la de aniquilacin del espacio por el tiempo, fueron las responsables de gran parte del preconcepto espacio-territorial que hizo que los territorios se vieran cada vez ms teidos de una carga negativa, pasando a ser percibidos como obstculos para el progreso y a la movilidad, al punto de (tericamente, al menos) hallarse sumergidos en el mar de la fluidez que todo lo disuelve y lo disgrega. Pero qu sera del hombre si sucumbiera a ese ocano de indiferenciacin y movilidad? De ninguna manera se trata de las nostalgias de una Gemeinschaft, de una vida comunitaria cerrada y autrquica, que en cierta forma solo existi en la simplificacin de algunos cientficos sociales.

    El gran dilema de este comienzo de milenio, creemos, no es el fenmeno de la desterritorializacin, como sugiere Virilio, sino el de la multiterritorializacin, la exacerbacin de esa posibilidad que siempre existi, pero nunca en los niveles contemporneos de tener la vivencia de diferentes territorios al mismo tiempo, reconstruyendo constantemente el nuestro. Sabiendo, para empezar, que multiterritorializarse, para la mayora, en cierto sentido, no es ms que una mera virtualidad. La humillante exclusin, o las inclusiones extremamente precarias a las que las relaciones capitalistas relegaron a la mayor parte de la humanidad, hacen que muchas personas, en vez de compartir mltiples territorios, vaguen en busca de uno, el ms elemental territorio de la supervivencia cotidiana. De esta forma, los territorios mltiples que nos rodean incluyen esos mbitos precarios que albergan a los sin techos, a los sin tierra y a tantos grupos minoritarios que parecen no tener lugar en un desorden de aglomerados humanos que, entre tantas redes, estigmatiza y separa cada vez ms.

    As, el sueo de la multiterritorialidad generalizada, de los territorios-red que conectan a la humanidad entera, parte, ante todo, de la territorialidad mnima, la proteccin y el bienestar,

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  • condicin indispensable para estimular a la vez la individualidad y promover la convivencia solidaria de las multiplicidades, de todos y de cada uno de nosotros.

    Captulo II 2. DEFINIR TERRITORIO PARA ENTENDER LA DESTERRITORIALIZACIN1

    Finalmente, de qu territorio hablamos cuando nos referimos a desterritorializacin? Si la desterritorializacin existe, est siempre referida a una problemtica territorial y, consecuentemente, a una determinada concepcin de territorio. Para algunos, por ejemplo, la desterritorializacin se vincula a la fragilidad creciente de las fronteras, en especial de las estatales: all el territorio es, sobre todo, un territorio poltico. Para otros, desterritorializacin est vinculada a la hibridacin cultural que impide el reconocimiento de identidades claramente definidas: aqu el territorio es, ante todo, un territorio simblico o un espacio de referencia para la construccin de identidades.

    Nuestra definicin de desterritorializacin cambiar, en consecuencia, de acuerdo con la concepcin de territorio que tengamos. De esta forma, es posible percibir la enorme polisemia que acompaa su utilizacin entre los diversos autores que la discuten. Como ya lo hemos subrayado, muchos ni siquiera hacen explcita la nocin de territorio con la que estn lidiando, y debemos deducirla nosotros mismos. De all la importancia de aclarar, de entrada, las principales lneas terico-conceptuales en las que se utiliza o se puede utilizar el trmino, sin la menor pretensin de imponer la conceptualizacin a la problemtica, pero mostrando siempre la diferenciacin y transformacin de los conceptos en funcin de las cuestiones priorizadas.

    A pesar de la relativa negligencia de las ciencias sociales con relacin al debate sobre el espacio y, ms especficamente, sobre la territorialidad humana2, por lo menos desde la dcada de 1960 se viene planteando la polmica sobre la conceptuacin de territorio y territorialidad. Ya en 1967, Lyman y Scott, en un incitante artculo, hacan un balance sociolgico de la nocin de territorialidad, considerada de modo sistemtico como una dimensin sociolgica que ha sido descuidada. A travs de este texto se evidencia no slo la poca consideracin de la sociologa respecto a la dimensin espacial/territorial, sino sobre todo la falta de dilogo entre las diversas areas de las ciencias sociales. La geografa, por ejemplo, a la que le debera corresponder el papel principal, estaba completamente ausente de dicho debate.

    Sin contar con los trabajos ms puntuales de Jean Gottman (1952, 1973, 1975), podemos considerar como la primer gran obra escrita de modo especfico sobre el tema del territorio y la territorialidad en la geografa al libro Territorialidad humana, de Torsten Malmberg (1980, escrito originalmente en 1976), obra de referencia, pero cuya fundamentacin terica conductista fue motivo de fuertes crticas. Aunque haya establecido las bases de un dilogo ms frecuente con otras reas, su propsito fue sobre todo el de la refutacin, ya que el fundamento del concepto implica una asociacin demasiado estrecha entre territorialidad humana y territorialidad animal, siguiendo la estela de la polmica tesis del imperativo territorial biolgico de Robert Ardrey (Ardrey, 1969 [1967]).

    Adems de las perspectivas externas a las ciencias humanas, en especial las vinculadas a la etologa, de la cual surgieron las primeras teorizaciones ms consistentes sobre territorialidad, la 1 Algunas partes de este captulo toman como referencia el artculo con el mismo ttulo publicado en la antologa Territrio, territrios (Haesbaert, 2002a). 2 Territorialidad aparece en la bibliografa tanto sealando el presupuesto general para la transformacin de territorios (constituidos concretamente o no), como privilegiando su dimensin simblica-identitaria.

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  • antropologa, la ciencia poltica y la historia (con incursiones menores tambin de la psicologa) son los otros campos en los que, junto con la geografa y la sociologa, encontramos el debate conceptual, lo que demuestra su enorme amplitud y, a la vez, refuerza nuestra percepcin sobre la precariedad del dilogo, interdisciplinario, que es por donde intentaremos, dentro de lo posible, conducir nuestras reflexiones.

    2.1. La amplitud del concepto

    A pesar de ser un concepto central para la geografa, territorio (y territorialidad), por estar relacionado con la espacialidad humana3, tiene una cierta tradicin tambin en otras reas, cada una con un enfoque centrado en una perspectiva determinada. Mientras el gegrafo tiende a poner el nfasis en la materialidad del territorio, en sus dimensiones mltiples (que debe[ra] incluir la interaccin sociedad-naturaleza), la ciencia poltica pone el acento en su construccin a partir de relaciones de poder (la mayora de las veces vinculada a la concepcin de Estado); la economa, que prefiere la nocin de espacio a la de territorio, con frecuencia lo percibe como un factor locacional o como una de las bases de la produccin (en tanto fuerza productiva); la antropologa destaca su dimensin simblica, principalmente en el estudio de las sociedades llamadas tradicionales (pero tambin en el abordaje del neotribalismo contemporneo); la sociologa lo enfoca a partir de su intervencin en las relaciones sociales, en sentido amplio, y la psicologa, finalmente, lo incorpora al debate sobre la construccin de la subjetividad o de la identidad personal, amplindolo hasta la escala del individuo.

    Una idea ntida de la amplitud con la que el concepto de territorio se trabaja en nuestros das puede surgir de esta lectura, que va de la perspectiva etolgica (o sea, vinculada al comportamiento animal) a la psicologa:

    El territorio en el sentido etolgico es entendido como el ambiente [environment] de un grupo [] que no puede por s mismo ser objetivamente localizado, sino que est constituido por patrones de interaccin a travs de las cuales el grupo o banda garantiza una cierta estabilidad y localizacin. Exactamente del mismo modo el ambiente de una sola persona (su ambiente social, su espacio personal de vida o sus hbitos) puede ser visto como un territorio, en el sentido psicolgico, en el cual la persona acta o al cual recurre.

    En este sentido ya existen procesos de desterritorializacin y reterritorializacin en curso como procesos de dicho territorio (psicolgico), que designan el estatus de la relacin interna al grupo o a un individuo psicolgico (Gunzel, s/d).

    Partiendo de la etnologa, donde minimiza el valor de las bases materiales, objetivas, de la

    constitucin del territorio, el autor propone la construccin de un territorio a nivel psicolgico. Es interesante observar que reconoce el carcter metafrico de la nocin al utilizarla entre comillas, aunque, como veremos en el prximo captulo, no sea exactamente como la metfora con que Gilles Deleuze y Flix Guattari abordan el territorio, en especial en Qu es la filosofa? (Deleuze y Guattari, 1991).

    Estos autores se refieren a una nocin an ms amplia de territorio, como uno de los conceptos clave de la filosofa, en dimensiones que van de lo fsico a lo mental, de lo social a lo psicolgico y de escalas que pasan de una rama de rbol desterritorializado a las reterritorializaciones absolutas del pensamiento (1991:66). Dicen ellos:

    3 Algunos autores distinguen espacio como categora general de anlisis, y territorio, como concepto. Segn Moraes (2000), por ejemplo, desde el punto de vista epistemolgico, se transita de la vaguedad de la categora espacial al concepto preciso de territorio (p.17)

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  • Ya en los animales, sabemos de la importancia de las actividades que consisten en formar territorios, en abandonarlos o en salir de stos, e incluso en rehacer territorios sobre algo de otra naturaleza (el etlogo dice que el compaero o el amigo de un animal equivale a un hogar, o que la familia es un territorio mvil). Con ms razn an, el homnido, desde su registro de nacimiento, desterritorializa su pata anterior, la arranca de la tierra para hacer de ella una mano, y la reterritorializa sobre ramas y utensilios. Un cayado es, a su vez, una rama desterritorializada. Es necesario ver cmo cada uno, en cualquier edad, tanto en las menores cosas como en los mayores desafos, procura un territorio para s, soporta o carga desterritorializaciones, y se reterritorializa casi sobre cualquier cosa, recuerdo, fetiche o sueo (1991:66). Pero no pensemos que esta polisemia termina cuando nos adentramos en el campo de la

    geografa. Se hace muy visible en la entrada correspondiente del diccionario Les Mots de la Gographie, organizado por Roger Brunet y otros (1993:480-481). ste rene nada menos que seis definiciones para territorio.4 Una de stas se refiere a la red de gestin del espacio, de apropiacin todava no plenamente realizada; otra habla de espacio apropiado, con sentimiento o conciencia de su apropiacin; una tercera remite a la nocin al mismo tiempo jurdica, social y cultural, e incluso afectiva, aludiendo adems a un carcter innato o natural de la territorialidad humana; finalmente, se alude al sentido figurado, metafrico, y al sentido dbil, como sinnimo de un espacio cualquiera. Una definicin diferente evoca la distincin entre red, lineal, y territorio, areal (de rea), en verdad dos caras de un mismo todo, ya que el espacio geogrfico es siempre areal o zonal y lineal o reticular, en tanto el territorio est compuesto por lugares, que estn interconectados (p.481).

    En nuestra sntesis de las diferentes nociones de territorio (Haesbaert, 1995 y 1997; Haesbaert y Limonad, 1999), agrupamos estas concepciones en tres vertientes bsicas:

    - Poltica (referida a las relaciones espacio-poder en general) o jurdico poltica (relativa tambin a

    todas las relaciones espacio-poder institucionalizadas): es la ms difundida, en la que el territorio es concebido como un espacio delimitado y controlado, a travs del cual se ejerce un determinado poder, la ms de las veces aunque no exclusivamente asociado con el poder poltico del Estado.

    - Cultural (muchas veces culturalista) o simblico-cultural: prioriza la dimensin simblica y ms subjetiva, en la que el territorio es visto, sobre todo, como el producto de la apropiacin/valorizacin simblica de un grupo en relacin con su espacio vivido.

    - Econmica (con frecuencia economicista): menos difundida, destaca la dimensin espacial de las relaciones econmicas, el territorio como fuente de recursos o incorporado al conflicto entre clases sociales, y en la relacin capital-trabajo como producto de la divisin territorial del trabajo, por ejemplo. Posteriormente, agregamos otra interpretacin natural(ista), ms antigua y poco difundida hoy en

    da en las ciencias sociales, que se vale de una nocin de territorio basada en las relaciones entre sociedad y naturaleza, de manera especial en lo concerniente al comportamiento natural de los hombres en relacin con su ambiente fsico. Brunet et al. (1992) recuerdan la acepcin de territorio aplicada al mundo animal en cuanto a su equilibrio entre el grupo y los recursos del medio. Como veremos un poco ms adelante, dicha acepcin muchas veces termin por extenderse hacia la esfera social (en particular a travs de los debates que gener la ya citada obra de Robert Ardrey), discutindose la parte que le corresponde a lo innato y a lo adquirido, a lo natural y a lo cultural, en la nocin de territorialidad humana (p.481).

    4 En una obra ms reciente, de carcter semejante, Jacques Lvy (Lvy y Lussault, 2003) identifica un nmero an mayor: nueve definiciones, incluyendo la suya, correspondiente a un espacio de mtrica topogrfica, continua, frente a los espacios de mtrica topolgica o de las redes, y que ser objeto de discusin en el captulo 7, cuando abordemos la relacin entre territorio y red.

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  • Aun si se reconoce la importancia de la distincin entre las cuatro dimensiones con las que usualmente se enfoca el territorio la poltica, la cultural, la econmica y la natural , es conveniente organizar nuestro punto de vista a partir de una base diferente, ms amplia, en la cual dichas dimensiones se hallen insertas dentro de la fundamentacin filosfica de cada abordaje. De esta manera, optamos por adoptar aqu un conjunto de perspectivas tericas, con base en un artculo reciente (Haesbaert, 2002a) en el que discutimos la conceptuacin de territorio segn:

    a. El binomio materialismo-idealismo, desarrollado en funcin de otras dos perspectivas: i. la visin

    que denominamos parcial de territorio, al resaltar una dimensin (sea la natural, la econmica, la poltica o la cultural); ii. la perspectiva integradora de territorio, en respuesta a problemticas que, condensadas a travs del espacio, o de las relaciones espacio-poder, abarcan en conjunto esas esferas.

    b. El binomio espacio-tiempo, en dos sentidos: i. su carcter ms absoluto o relacional: tanto en el sentido de incorporar o no la dinmica temporal (relativizadora), como en la distincin entre entidad fsico-material (como cosa u objeto) y social-histrica (como relacin); ii. su historicidad y geograficidad, o sea, si se trata de un componente o condicin general de cualquier sociedad y espacio geogrfico o si est histricamente circunscrito a determinado(s) periodo(s), grupo(s) social(es) o espacio(s) geogrfico(s).

    Parece evidente que la respuesta a estos referentes depender, sobre todo, de la posicin filosfica

    adoptada por el investigador. As, un marxista, desde el materialismo histrico o dialctico, podr defender una nocin de territorio que: i. privilegia su dimensin material, en especial en el sentido econmico; ii. aparece contextualizada histricamente, y iii. se define a partir de las relaciones sociales en las cuales est inserta, o sea, tiene un sentido claramente relacional.

    Debemos reconocer, sin embargo, que actualmente experimentamos un entrecruzamiento de proposiciones tericas y muchos, por ejemplo, se oponen a que la lectura materialista sea la responsable de los fundamentos primarios de la organizacin social. Una vez ms, nos vemos tentados a tratar de superar la dicotoma material/ideal, en la que el territorio abarca, al mismo tiempo, la dimensin espacial material de las relaciones sociales y el conjunto de representaciones sobre el espacio o el imaginario geogrfico, que no slo mueve sino que integra o forma parte indisociable de estas relaciones.

    2.2. Territorio desde las perspectivas materialistas

    Si percibimos al territorio como una realidad efectivamente existente, de carcter ontolgico, y no como un simple instrumento de anlisis, en el sentido epistemolgico, como recurso conceptual formulado y utilizado por el investigador, tenemos tradicionalmente dos posibilidades, difundidas por aquellos que priorizan su carcter de realidad fsico-material o realidad ideal, en el sentido de mundo de las ideas. A muchos les puede resultar un contrasentido hablar de concepcin idealista de territorio, si partimos de la carga de materialidad que parece tener naturalmente incorporada, pero, como veremos, incluso entre gegrafos encontramos tambin a aquellos que defienden el territorio definido, en primer lugar, por la conciencia o por el valor territorial, en el sentido simblico.

    Dentro del par materialismo-idealismo, podemos pues afirmar que la vertiente predominante es, de lejos, aquella que ve el territorio desde una perspectiva materialista, aunque no por fuerza determinada por las relaciones econmicas o de produccin, como en una lectura marxista ms ortodoxa que se difundi en las ciencias sociales. Esto se debe, muy probablemente, al hecho de que el territorio, desde su origen, tuvo una connotacin fuertemente vinculada al espacio fsico, a la tierra.

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  • Etimolgicamente, la palabra territorio, territorium en latn, deriva de modo directo del vocablo latino terra, y la emple el sistema jurdico romano dentro del llamado jus terrendi (en el Digesta, del siglo VI, segn Di Mo, 1998:47) como el pedazo de tierra que fue apropiado, dentro de los lmites de una determinada jurisdiccin poltica-administrativa. Di Mo comenta que el jus terrendi se confunda como el derecho de aterrorizar (terrifier, en francs).

    Si recurrimos al Dictionnaire timologique de la Langue Latine, de Ernout y Meillet (1967[1932]: 687-688), y al Oxford Latin Dictionary (1968:1929), se percibe la gran proximidad etimolgica existente entre terra-territorium y terreo-territor (aterrorizar, aquel que aterroriza). Segn, el Diccionnaire timologique, territo estara ligado a la etimologa popular que mezcla terra y terreo (p.688), dominio de la tierra y terror. Territorium, en el Digesta del emperador Justiniano (50, 16, 239), se define como universitas agrorum intra fines cojusque civitatis (toda tierra comprendida en el interior de lmites de cualquier jurisdiccin).

    El Oxford English Dictionary presenta como dudoso este origen etimolgico latino a partir del termino terra (que habra sido modificado popularmente para terratorium)5 o terrere (asustar, derivado a territorium va territor, como se seal antes). Roby (1881), en su Gramtica de la lengua latina, citado por el Diccionario Oxford, tambin coloca un signo de interrogacin junto al trmino que habra dado origen a la palabra territorium: terrere, i.e., a place from which people are warned off (p. 363), lugar de donde las personas son expulsadas o donde se les advierte que no entren.

    De cualquier forma, dudosa o no, es interesante destacar esta analoga, ya que mucho de lo que se difundi ms tarde acerca de territorio, incluso en el mbito acadmico, en general alberg directa o indirectamente estos dos sentidos: uno, predominante, relacionado con la tierra y, por lo tanto, con el territorio como materialidad; otro, minoritario, referido a los sentimientos que el territorio inspira (por ejemplo, de miedo para quien queda excluido de l, de satisfaccin para quienes lo usufructan o se identifican con l). Para nuestra sorpresa, incluso uno de los conceptos ms respetados hoy en da, el concebido por Robert Sack (1986), de territorio como rea de acceso controlado, est claramente presente en la acepcin comentada por Henry Roby.

    Entre las concepciones materialistas tenemos, en un extremo, las posiciones naturalistas, que reducen la territorialidad a su carcter biolgico hasta el punto de que la propia territorialidad humana est moldeada por un comportamiento instintivo o genticamente determinado. En el otro extremo encontramos, inmersos por completo en una perspectiva social, aquellos que, como muchos marxistas, consideran la base material, en especial las relaciones de produccin, como el fundamento para comprender la organizacin del territorio. En un punto intermedio tendramos, por ejemplo, la lectura del territorio como fuente de recursos. Destacaremos aqu, en tres tems diferentes, las concepciones que denominaremos naturalista, econmica y poltica de territorio, aun a sabiendas que se trata de divisiones arbitrarias y que en algunos momentos, en especial en el caso de la llamada concepcin poltica, tambin dialogan directamente con el campo simblico.

    2.2.1. Las concepciones naturalistas

    Aqu se trata de discutir en qu medida es posible concebir una definicin naturalista de territorio, tanto en el sentido de su vinculacin con el comportamiento de los animales (el territorio restringido al mundo animal o entendido dentro de un comportamiento natural de los hombres), como en la relacin de la sociedad con la naturaleza (el territorio humano definido a partir del nexo con la dinmica o incluso el poder natural del mundo).

    Segn Di Mo, la concepcin ms primitiva de territorio es la de un espacio defendido por todo animal confrontado con la necesidad de protegerse (1998:42). Para la etologa, 5 Segn el Dicionrio Etimolgico da Lngua Portuguesa (Machado, 1977), la palabra territorio se utilizaba con la grafa terratorium en los Documentos gallegos de los siglos XIII al XVI (1422).

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  • el territorio es el rea geogrfica en los lmites de la cual la presencia permanente o frecuente de un sujeto excluye la permanencia simultnea de congneres pertenecientes tanto al mismo sexo (machos), a excepcin de los jvenes (territorio familiar), como a los dos sexos (territorio individual) (Di Mo, 1998:42). Los estudios referentes a la territorialidad animal son relativamente antiguos en el mbito de la

    etologa. Trabajos clsicos como el de Howard (1948, original: 1920) lanzaron el debate a partir del estudio del territorio de ciertos pjaros. Ya en esa ocasin se discuta la amplitud de la concepcin y las dificultades de extenderla, como regla, al mundo animal en su conjunto. No obstante, aun con la dificultad de generalizarla a todo el mundo de los animales, se realizaron numerosas extrapolaciones hacia el campo humano o social. El propio Howard afirmaba que no podran existir territorios sin algn tipo de lmite (o frontera), que a su vez no podra existir sin algn tipo de disputa, de manera anloga a lo que ocurre en el mundo de los hombres.

    El autor que llev ms lejos esta tesis de la extensin de la territorialidad animal al comportamiento humano fue Robert Andrey, referencia clsica en lo que respecta a la lectura neodarwinista de la territorialidad, al afirmar que no slo el hombre es una especie territorial, sino que este comportamiento territorial corresponde al mismo que se puede percibir entre los animales. Ardrey (1969[1967]:10) define territorio como:

    un rea del espacio, sea de agua, de tierra o de aire, que un animal o grupo de animales defiende como una reserva exclusiva. Tambin se utiliza la palabra para describir la compulsin interior en seres animados de poseer y defender dicho espacio (p.15). Al extender la nocin a todos los seres animados, entre los cuales se encuentra el hombre,

    Ardrey promueve la argumentacin completamente equivocada de que los hombres, como los animales, poseen una compulsin ntima o un impulso tendiente a la toma y defensa de territorios, y de que todo su comportamiento estara moldeado de manera idntica:

    Actuamos de la forma como actuamos por razones de nuestro pasado evolutivo, no por nuestro presente cultural, y nuestro comportamiento es tanto una marca de nuestra especie cuanto lo es la forma del hueso de nuestra cadera o la configuracin de los nervios en un rea del cerebro humano. [] si defendemos el ttulo de nuestra tierra o la soberana de nuestro pas, lo hacemos por razones no menos innatas, no menos inextirpables que las que hacen que la cerca del propietario obre por un motivo indistinguible del de su dueo cuando la cerca fue construida. La naturaleza territorial del hombre es gentica e inextirpable (p.132). Segn Taylor (1988), a pesar de que muchos consideran las tesis de Andrey por completo

    superadas, han surgido adeptos de su principal tesis la de que la territorialidad se aplica a los comportamientos en escalas muy diferentes, desde interacciones entre dos pueblos hasta choques entre naciones, y la de que la territorialidad es un instinto bsico, incluso recientemente, entre escritores reputados (p. 45). El trabajo del gegrafo sueco T. Malmberg, Territorialidad humana, publicado en 1980 (pero escrito en 1976), es uno de los mejores ejemplos. Malmberg propuso la siguiente definicin:

    La territorialidad comportamental humana es principalmente un fenmeno de ecologa etolgica con un ncleo instintivo, que se manifiesta como espacios ms o menos exclusivos, a los cuales estn vinculados emocionalmente individuos o grupos de seres humanos y que, por la posible evitacin de otros, se los

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  • distingue por medio de lmites, marcas u otros tipos de estructuracin con manifestaciones de adhesin, movimientos o agresividad (pp. 10-11). Sin embargo, l advierte que, contrariamente a las lecturas como la del etlogo Konrad Lorenz, el

    aspecto cotidiano del territorio es ms el de uso de recursos que el de defensa y agresin. Algunas semejanzas, no obstante, son cuando menos sorprendentes. Aunque la tesis de Konrad Lorenz (1963) sobre la asociacin amplia entre defensa del territorio y el instinto de agresividad se encuentre hoy en da superada,6 algunas consideraciones de este autor merecen ser mencionadas. Por ejemplo, es interesante percibir que entre los animales el territorio puede ser una cuestin de control no slo del espacio, sino tambin del tiempo. Al comentar el trabajo de Leyhausen y Wolf, Lorenz afirma que:

    La distribucin de animales de una determinada especie sobre el biotopo disponible puede verse afectada no slo por una organizacin del espacio sino que tambin por una organizacin del tiempo. Entre los gatos domsticos que viven libres en una zona rural, muchos individuos pueden hacer uso de la misma rea sin entrar nunca en conflicto, por su utilizacin de acuerdo con un horario (p.27). Incluso entre animales slo gobernados por el espacio (como algunos mamferos carnvoros),

    el rea de caza no debe imaginarse como una propiedad determinada por confines geogrficos; est determinada por el hecho de que en cada individuo la preparacin para luchar es mayor en el lugar ms familiar, o sea, en el medio de su territorio. Cuanto ms apartado de su ncleo territorial de seguridad, ms evita el animal la lucha, la disputa, por sentirse ms inseguro (Lorenz, 1963:28).

    Aunque las analogas con el contexto social sean siempre muy peligrosas, citamos estos ejemplos por el simple hecho de que a travs de ellos es posible reconocer la no exclusividad de algunas propiedades que muchos consideran prerrogativas de la territorialidad humana. Incluso si se trata de mera coincidencia, sin posibilidad algunas de establecer correlaciones con el comportamiento humano, estas caractersticas muestran que algunas de nuestras constataciones para la territorialidad humana no son privilegio de la sociedad. A partir de diferentes estudios sobre la territorialidad animal, clsicos o ms recientes, es posible constatar que el territorio animal (o en l):

    - en trminos de tiempo, puede ser cclico o temporal; - en lo que se refiere a sus fronteras o lmites, puede ser gradual a partir de un ncleo central de

    dominio del grupo y contar con diversas formas de demarcacin, con delimitaciones no siempre claras o rgidas7;

    6 Segn Lorenz, podemos afirmar con certeza que la funcin ms importante de la agresin intraespecfica es la distribucin uniforme de los animales de una especie particular sobre un zona habitable (p.30). De acuerdo con Thorpe (1973:251), Lorenz comete el error de extrapolar fcil y acrticamente el comportamiento de los vertebrados inferiores tales como peces y muchos pjaros al comportamiento de animales superiores e incluso al propio hombre. Lorenz considera que la agresin es algo espontneo, que encuentra expresin, inevitablemente, en la violencia, independientemente de los estmulos externos. Waal (2001), aunque tambin defienda la relacin entre agresin animal y humana, afirma que hoy el pensamiento sobre la temtica es mucho ms flexible, y se abandona el concepto lorenziano, que ve la agresin como algo inevitable, y se buscan determinantes ambientales. En esta visin, la violencia [animal y humana, se puede deducir] es una opcin, que se expresa solamente bajo condiciones ecolgicas [sociales, en el caso de los hombres] especiales (p 47.). 7 Segn Kruuk (2002), algunas fronteras son en realidad zonas en disputa constante, y otras, cercas o caminos bien definidos. Para prevenirse de la violencia en sus territorios, muchos animales, como los carnvoros, utilizan sistemas de sealizacin muy diversificados, a travs de gestos o marcas: levantar la pierna, arrastrar el trasero, refregarse las mejillas, araar el suelo o un rbol Orina, heces, glndulas anales restregarse contra objetos o en el suelo, o rascarse (p.38). Para Lorenz (1966), los lmites, ms que estar marcados en el suelo, pueden ser resultantes mviles de una balanza de poder (p.29).

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  • - la diversidad de comportamiento es la norma, e incluso existen aquellos animales que los etlogos llaman no territoriales, en el sentido de que vagan ms o menos de forma nmada, como los grandes ungulados, las abejas de tierra y muchos otros (Lorenz, 1963:31).8 Como ya lo hemos afirmado, es difcil generalizar respecto a la territorialidad animal porque sta

    sirve a diferentes funciones en diferentes especies y tiene un gran nmero de desventajas (Huntingford, 1984:189). De all la importancia de analizar la contextualizacin de cada comportamiento territorial. Entre los beneficios ms generales de la territorialidad animal, que vara de modo sustancial segn la especie, tenemos:

    - la base de recursos que sta ofrece para la supervivencia de los animales (territorios

    alimentarios); - las facilidades que proporciona para el apareamiento y la reproduccin (algunos animales slo

    definen territorios durante la poca de reproduccin, territorios de apareamiento); - la proteccin de las cras durante el crecimiento, para evitar a los predadores.

    Adems de una especie de juego costo-beneficio que la territorialidad proporciona a travs de ese

    sentido funcional, para algunos autores como Deleuze y Guattari habra tambin otra dimensin, la de la expresividad. Se trata probablemente de la caracterstica ms sorprendente de la territorialidad animal, o mejor dicho, de ciertos grupos de animales especficos, como algunas aves y peces, inusitada y polmica, ya que muchos la consideran la ms exclusivamente humana de las caractersticas de la territorialidad.

    Segn Deleuze y Guattari (2002), el territorio, ms que ser funcional, posesivo, es un resultado del arte, expresivo, dotado de cualidades de expresin. Esta expresividad estara presente en los propios animales, representada en la marca o pster de un color (en el caso de ciertos peces) o de un canto (en el caso de algunas aves),9 por ejemplo. Para loa autores, esta constitucin o liberacin de materias expresivas sera arte bruto, lo que hara que el arte no fuese un privilegio de los seres humanos (p.316). Concordar con Deleuze y Guattari significara ampliar la lista de semejanzas entre las territorialidades animal y humana hasta un nivel probablemente muy problemtico, en donde podramos aproximarnos de manera peligrosa a las tesis de los que defienden una correspondencia casi irrestricta entre el mundo animal y el humano.

    A pesar de todas estas posibilidades de encontrar analogas, sorprende que las discusiones de los gegrafos sobre el territorio aborden poco o nada el tema de la territorialidad animal. Ello resulta tanto ms sorprendente cuando recordamos que uno de los debates centrales imputados al gegrafo es el de la relacin sociedad-naturaleza. No obstante, se ha abierto un campo muy novedoso, principalmente a travs de lo que algunos gegrafos anglosajones denominan geografas animales, un debate serio sobre las formas de incorporacin de los animales al espacio social10. Los pocos gegrafos que osaron tender el puente entre territorialidad humana y territorialidad animal cayeron en la interpretacin, ya comentada aqu, segn la cual la territorialidad humana puede ser tratada como una simple extensin del comportamiento animal, en un sentido neodarwinista.

    8 Kruuk (2002), citando tesis de Pemberton y Jones, comenta el caso de ciertos carnvoros que no poseen una territorialidad definida, como algunos marsupiales de Tasmania, que pueden organizarse perfectamente bien en un sistema no territorial (p.36). No patrullan ninguna frontera y con frecuencia tienen un comportamiento espacial totalmente catico. 9 Genosko (2002) afirma que, para Deleuze y Guattari, el devenir-expresivo de un componente tal como la coloracin marca un territorio (p.49). 10 Es posible obtener un panorama sinttico de los avances en esta temtica a travs del artculo Animating Cultural Geography (Wolch, Emel y Wilbert, 2003).

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  • Pero suele ocurrir que la seal de alerta en cuanto al riesgo de pensar nuestra territorialidad de igual forma que la animal proviene de los propios bilogos. Thorpe (1974), por ejemplo, advierte sobre los serios daos que provocaron (y continan provocando) algunos investigadores (como Ardrey) al concluir que nuestra propia territorialidad es totalmente comparable a la de los animales (p.252). Peor que esto, se cita el origen de los hombres entre los predadores para justificar un instinto no slo agresivo, sino que conlleva tambin la necesidad biolgica de dominar un pedazo de tierra.

    A pesar de todas estas crticas, no se trata de tesis que hayan sido sepultadas definitivamente; por el contrario, la tendencia es que stas ganen nuevo aliento, en especial a partir de los avances en el campo biogentico. Recientes descubrimientos en el mbito de la etologa y el crecimiento de campos como el de la sociobiologa han llevado a consideraciones muy polmicas y a un retorno de la trampa biologista.

    Waal (2001) permite que percibamos con claridad este riesgo al comentar las dos formas de abordar la relacin entre el hombre y los otros animales: la que descarta todo tipo de comparacin y que an es lugar comn en las ciencias sociales, y la que, a partir de la teora darwinista, percibe el comportamiento humano como producto de la evolucin, sujeta, por lo tanto, al mismo esquema explicativo del comportamiento animal (p.4). Percibimos, en efecto, que la distincin es relevante y que las dos proposiciones son criticables. La cuestin es que Waal va demasiado lejos al optar por la segunda perspectiva, cuya respetabilidad y ampliacin, segn l, han sido crecientes, principalmente en funcin de los avances de la teora sobre los comportamientos de los animales:

    Comprensiblemente, acadmicos que han empeado su vida condenando la idea de que la biologa influencia el comportamiento humano son reacios a cambiar de rumbo, pero estn siendo superados por el pblico en general, que parece haber aceptado que los genes se hallan presentes en casi todo lo que nosotros somos y hacemos (p.2) [] inclusive los orgenes de la poltica humana, del bienestar y de la mortalidad se estn discutiendo a la luz de la observacin de los primates (Waal, 2001:4) En lugar del comportamiento, o de modo ms especfico, de instintos contra la agresin, ahora

    es el turno de la gentica en sentido amplio. El serio riesgo que corremos es, una vez ms, el de atribuirle todo, o el fundamento de todo, al campo biolgico, natural. A tal punto que la ecuacin puede incluso invertirse: si la naturaleza natural del hombre no explica comportamientos como los relacionados con nuestra mltiple territorialidad, las manipulaciones genticas podran realizar lo que esta biologa socialmente no manipulada no logr hacer, o sea, dirigir el comportamiento humano, aun en su relacin con el espacio.

    Las afirmaciones del antroplogo Jos Luis Garca, realizadas ya en 1976, sin duda mantienen su actualidad:

    no sabemos, y difcilmente podremos llegar a conocer algn da, hasta que punto las observaciones extradas del comportamiento animal pueden ser aplicadas, aunque sea analgicamente, al hombre. Nos faltan datos objetivos sobre el significado real de la conducta animal, sobre todo si nos introducimos en el mundo motivacional, y naturalmente el antroplogo, que ha experimentado en sus estudios transculturales el grave peligro del etnocentrismo, difcilmente se puede convencerse de que salvar el incgnito espacio que separa la especie animal de la humana sin sumergirse, a su vez, en el antropocentrismo ms descarado. No queremos con eso dejar de considerar los estudios del comportamiento animal, sino simplemente prevenir sobre la inadecuada aplicacin de sus conclusiones al mundo humano (Garca, 1976:17-18). Si tomamos la crtica por el otro extremo, el de los abordajes que excluyen por completo cualquier

    discusin sobre la relacin sociedad-naturaleza y abrevan del antropocentrismo sealado por Garca, frente a algunos fenmenos como el de los conflictos por el dominio de recursos (como el petrleo, las tierras cultivables y, en algunos casos, aunque de forma ms indirecta, la propia agua), parece

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  • quedar otra leccin: la de que, ms que nunca, separar naturaleza y sociedad, comportamiento biolgico y comportamiento social, es temerario, como mnimo.

    Al huir del tan criticado determinismo ambiental o geogrfico, se hizo muy comn, incluso entre los gegrafos, restar importancia a la relacin entre sociedad y naturaleza11 en la definicin de espacio geogrfico o de territorio. Por tal visin antropocntrica del mundo, menospreciamos o sencillamente ignoramos la dinmica de la naturaleza que, calificada hoy en da como indisociable de la accin humana, la mayora de las veces termina perdiendo por completo su especificidad.

    Si se exagera, podramos incluso discutir si no existira tambin una especie de desterritorializacin natural de la sociedad, en la medida que fenmenos naturales como vulcanismos y terremotos suelen provocar cambios radicales en la organizacin de muchos territorios. Las recientes erupciones de un volcn en el Congo, que obligaron a decenas de miles de personas a abandonar la ciudad de Goma, y en la isla Strmboli, en Italia, figuran entre los varios ejemplos de este proceso. Aun sabiendo que los efectos de esta desterritorializacin son muy variables de acuerdo con las condiciones sociales y tecnolgicas de las sociedades, no hay dudas de que tenemos all otra fuerza, no humana, que interfiere en la construccin de nuestros territorios.

    Incluso si no convenimos con el trmino desterritorializacin, en sentido estricto, para caracterizar dichos procesos ya que, como acabamos de ver, sera absurdo considerar la existencia de territorios naturales desvinculados de relaciones sociales no podemos ignorar este tipo de intervencin por el simple hecho de que el hombre, por ms que haya desarrollado su aparato tcnico de dominio de las condiciones naturales, no ha logrado ejercer un control efectivo sobre una serie de fenmenos vinculados de forma directa a la dinmica de la naturaleza o, incluso, con su aplicacin provoc reacciones completamente imprevisibles.

    Adems, si tomamos en cuenta la discutible tesis de aquellos autores que amplan de forma tal la nocin de poder que ste termina superando los lmites de la sociedad, es posible extrapolar y decir que el territorio, aun en la lectura ms difundida en las ciencias sociales, que privilegia su vinculacin con las relaciones de poder, tambin incorpora una dimensin natural en su constitucin,12 o por lo menos la capacidad de las relaciones sociales de poder de imponerse sobre la dinmica de la naturaleza.

    Desde una perspectiva diferente, una especie de territorio natural al revs (nada natural) es aquel que se define a partir de las llamadas reservas naturales o ecolgicas. Obligando a reinventar la naturaleza a travs de concepciones como la ecologa, la biosfera y el medio ambiente, el hombre se vio en la contingencia de producir concretamente una separacin que nunca habra existido entre

    11 Es importante recordar que muchos autores consideran el trmino naturaleza en un sentido muy amplio, que se torna as prcticamente en un sinnimo de materialidad o de experiencia sensorial. Whitehead (1993[1920], por ejemplo, en su libro El concepto de naturaleza, la define como aquello que observamos en la percepcin mediante los sentidos (p.7). Optamos aqu por una interpretacin ms estricta, con el nico objetivo de resaltar la existencia de una dinmica de la naturaleza de algn modo diferente (aunque no disociable) de la dinmica de la sociedad. 12 Reconocer la importancia de una dimensin natural en la composicin de territorios no significa, pues, concordar con la posicin de aquellos autores que llegan a ampliar la nocin de poder hasta la esfera de la naturaleza. Para Blackburn, por ejemplo, [] es posible atribuirle el poder a propiedades de la naturaleza tanto como a propiedades de la especie humana, tales como el poder mltiple del medio ambiente sobre las comunidades humanas. De hecho, el surgimiento de nuestra especie y de la propia evolucin de la vida demostr el poder de la seleccin natural. Se puede definir provisoriamente poder, en un sentido general, como la habilidad de crear, destruir, consumir, preservar o reparar. Los poderes productivos accesibles a la sociedad, que para Marx son sinnimos de fuerzas productivas, confluyen con los de la naturaleza, como la fertilidad natural del suelo y la capacidad de procrear del mundo animal. Los poderes destructivos de la naturaleza incluyen la entropa, los terremotos y los relmpagos; sus poderes preservadores y restauradores abarcan sistemas de inmunidad biolgica, coberturas forestales y lava solidificada. La historia humana se ha venido desarrollando en una tensin creativa con esos poderes fundamentales de transformacin y preservacin. El autor define, adems, el poder humano como la habilidad de [llevar a cabo las intenciones o potencialidades humanas de] crear, destruir, consumir o preservar cosas, tales como la independencia y autoridad en la esfera poltica, riqueza en la economa o poder en la esfera militar, a travs de la intervencin en esos poderes de la naturaleza (Blackburn, 1992[1989]:287).

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  • espacios humanos y naturales, como en una lectura de la geografa que separaba paisajes naturales y paisajes culturales o humanizados (Sauer, 1926).

    De esta forma, la reclusin a la que fueron relegadas algunas zonas del planeta, en funcin de su condicin de zonas protegidas, provoca la reproduccin de territorios que son una especie de clausura en el sentido inverso, ya que con frecuencia tienen casi vedadas la intervencin y la movilidad humana en su interior. Es evidente que all las cuestiones de orden cultural, poltico y econmico involucradas son tan importantes como los asuntos llamados ecolgicos. De cualquier modo, se trata de un ejemplo ms, muy rico, de un territorio interpretado desde una perspectiva materialista y que, aunque entrecruce estrechamente reas como la antropologa, la sociologa y la ciencia poltica, tambin est muy focalizado a partir de perspectivas como las de la ecologa.

    Dentro de la dimensin material del territorio, por lo tanto, de alguna manera es necesario considerar esa dimensin natural, que en algunos casos todava se revela como uno de sus componentes fundamentales. Pero es claro que nunca en forma disociada. En el fondo, la razn est del lado de autores como Bruno Latour (1991), para quien nos movemos mucho ms en el campo de los hbridos sociedad-naturaleza. La cuestin central, entonces, no es cuestionar la existencia de visiones naturalistas (como las nociones de territorio aqu discutidas), sino cmo desarrollar instrumentos conceptuales para repensarlas dentro de ese complejo hibridismo en el que cada vez ms se estn transformando.

    2.2.2. La concepcin de base econmica

    La opcin de la dimensin material, analizada aqu en su perspectiva ms extrema, la que comprende la concepcin naturalista de territorio, dominante en la etologa y en algunas posiciones de las ciencias sociales, se expande, no obstante, por varias otras esferas que van desde la ciencia poltica hasta la propia antropologa. Es como si muchos antroplogos, aun priorizando el mundo simblico, al referirse a la dimensin material apelaran a una categora como la de territorio, vindolo fundamentalmente desde esta perspectiva. Con frecuencia se trata de autores influidos por el marxismo, como es el caso de Maurice Godelier, que en su libro Lo ideal y lo material: pensamiento, economa, sociedades, define territorio a partir de procesos de control y usufructo de los recursos:

    Se designa como territorio la porcin de la naturaleza, y por lo tanto del espacio, sobre el que una sociedad determinada reivindica y garantiza a todos o a parte de sus miembros derechos estables de acceso, de control y de uso con respeto a la totalidad o parte de los recursos que all se encuentran y que dicha sociedad desea y es capaz de explotar (Godelier, 1984:112). Godelier mantiene en su definicin una fuerte referencia a la naturaleza, algo muy presente en el

    trabajo de antroplogos e historiadores que, con frecuencia, cuando analizan el territorio y los procesos de territorializacin, se refieren al anlisis de las sociedades tradicionales, como la sociedad indgena, que econmicamente dependen mucho ms de las condiciones fsicas de su entorno o que hacen uso de referentes espaciales de la propia naturaleza en la construccin de sus identidades. De all la importancia que Godelier otorga al territorio en tanto fuente de recursos, o su acceso, control y uso.

    Algunos antroplogos, en trabajos ms recientes, todava mantienen esa idea de territorio de basamento econmico-materialista como rea defendida en funcin de la disponibilidad y garanta de los recursos necesarios para la reproduccin material de un grupo. Es importante recordar, sin embargo, que no se trata de una caracterstica genrica de las sociedades tradicionales, como interpretan de forma apresurada diversos autores. Existe una distincin muy ntida entre diferentes formas de construccin del territorio y de la territorialidad en relacin con sus recursos, dependiendo de factores como el tipo de movilidad al que el grupo se halla sujeto.

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  • Lancaster y Lancaster (1992), por ejemplo, al analizar tribus de Omn, en la pennsula Arbiga, parten de la constatacin de que no existe la propiedad de los recursos naturales, ya que stos son compartidos por todos, como es tradicional entre los pueblos nmadas del desierto arbigo. Hay un sistema de acceso a los recursos dotado de flexibilidad, que depende de factores tales como preferencias basadas en el conocimiento de los recursos en la zona donde se halla cada familia o grupo y quin alcanzar primero determinada zona. Lo que se defiende es la idea de acceso, su legitimidad, el concepto ms que el objeto, ya que el objeto siempre puede ser renovado o desplazado (p. 343), en trminos aproximados, agregaramos, con lo que se establece as un patrn flexible de uso territorial (p.352)

    O sea, algo de la flexibilidad territorial que reivindicamos como caracterstica de la territorialidad (o incluso, para algunos, de la aterritorialidad) de nuestros tiempos pos- modernos encuentra refugio, de manera muy diferente en su forma, pero dentro de principios de convivencia social igualmente ricos, entre grupos sociales vistos de modo genrico como dotados de territorios estables y bien delimitados. En relacin con el trabajo de Lancaster y Lancaster, Casimir (1992) afirma que:

    Por no ser animales territoriales, pero poder, si es necesario, comportarse territorialmente, la mejor estrategia general para garantizar el acceso a los diversos tipos de recursos, bajo variadas condiciones sociales y/o naturales, es la flexibilidad (p.16). En la mayor parte de los lugares, actualmente estamos bien distantes de una concepcin de

    territorio como fuente de recursos o como simple apropiacin de la naturaleza, en sentido estricto. Ello no significa, sin embargo, como lo acabamos de demostrar, que dichas caractersticas se encuentren superadas. Dependiendo de las bases tecnolgicas del grupo social, su territorialidad an puede cargar profundas marcas de una vinculacin con la tierra, en el sentido fsico del trmino.

    Lo mismo ocurre en las zonas donde algunos fenmenos naturales (vulcanismos, movimientos ssmicos, huracanes) ejercen influencias profundas en la vida social. Adems, como ya hemos comentado, el agravamiento de las cuestiones ambientales ciertamente llevar a una valorizacin cada vez mayor del control de los recursos como el agua o los suelos cultivables, lo que puede generar nuevos conflictos por el dominio territorial (como viene ocurriendo ya en diversas regiones como el valle del Nilo, el Shel o la cuenca del Tigris y del ufrates).

    Aunque hayamos comenzado nuestra discusin sobre el abordaje que privilegia la dimensin econmica del territorio con el ejemplo ms extremo, en el sentido de asimilacin de una perspectiva materialista de territorio por parte de aquellos que, por las divisiones acadmicas del trabajo, estaran menos propensos a asumirla, o sea, los antroplogos, es evidente que otras reas, especialmente la economa, han producido abundantes obras dentro de esa perspectiva. La cuestin es que la mayora de los trabajos, en especial en el rea de la economa regional o espacial, hace un uso mucho mayor de conceptos como espacio, espacialidad y regin que de territorio, siendo por lo tanto temerario forzar a partir de all una interpretacin del concepto. Aunque se utilicen ampliamente trminos como divisin territorial del trabajo, se trata sobre todo de una divisin espacial del trabajo (Massey, 1984), ya que en contadas ocasiones se alude a la concepcin de territorio all incorporada.

    Entre los gegrafos, encontramos algunas posiciones que, aunque minoritarias y casi siempre impregnadas de fuertes vnculos con otras perspectivas, pueden ser consideradas, con cierta simplificacin, como abordajes que privilegian la dimensin econmica en la construccin del concepto de territorio. Es probable que la concepcin ms relevante y tericamente ms consistente sea la defendida por el gegrafo brasileo Milton Santos, en la que el uso (sobre todo econmico) es el definidor por excelencia del territorio.

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  • En defensa de un abordaje geogrfico integrador y totalizador, Santos utiliza la controvertida expresin territorio usado como correlato directo de espacio geogrfico (Santos et al., 2000:2), objeto de la disciplina geogrfica:

    El territorio usado se constituye como un todo complejo donde se teje una trama de relaciones complementarias y opuestas. De all el vigor del concepto, invitando a visualizar como proceso las relaciones establecidas entre el lugar, la formacin socioespacial y el mundo (p.3). El territorio usado, visto como una totalidad, es un campo privilegiado para el anlisis porque, por un lado, nos revela la estructura global de la sociedad y, por el otro, la propia complejidad de su uso (p.12). En una distincin muy interesante, probablemente inspirada en Jean Gottman, entre territorio

    como recurso y territorio como abrigo o refugio, Santos afirma que mientras para los actores hegemnicos el territorio usado es un recurso, garanta de realizacin de sus intereses particulares, para los actores hegemonizados se trata de un refugio, buscando constantemente adaptarse al medio geogrfico local, a la vez que recrean estrategias que garanticen su supervivencia en los lugares (pp.12-13). En la interaccin territorio-sociedad, el territorio participa en un sentido explcitamente relacional, tanto en su calidad de actor como en la de actuado u objeto de la accin (p.13).

    En uno de los textos ms consistentes en trminos de discusin conceptual sobre territorio, O retorno do territrio, Santos (1994a) comienza por criticar el legado moderno de los conceptos puros que hizo del territorio un concepto ahistrico al ignorar su carcter hibrido e histricamente mutable. As, lo que ste tiene de permanente es que se trata del marco de nuestra vida y lo que lo transforma en objeto de anlisis social es su uso, y no el territorio en s mismo (p.15).

    Este nfasis en cuanto al uso del territorio, al punto de distinguir entre el territorio en s y el territorio usado (lo cual recuerda sobremanera la distincin de Raffestin entre espacio y territorio), a la vez que explica una priorizacin de su dimensin econmica, establece una distincin discutible entre el territorio como forma y el territorio usado como objetos y acciones, sinnimo de espacio humano (Santos, 1994a: 16). De cualquier modo, no se trata nunca solamente de un territorio-zona (una superficie delimitada con claridad) como el de los estados-naciones modernos, sino tambin de lo que aqu denominaremos territorio-red: el territorio, hoy en da, puede estar formado de lugares continuos y de lugares en red (Santos, 1994a:16).

    La amalgama territorial, que en el pasado estaba dada por la energa, proveniente de los propios proceso naturales, a lo largo del tiempo fue cediendo espacio gradualmente a la informacin, hoy en da el verdadero instrumento de unin entre las diferentes partes de un territorio. El territorio rene informaciones definidas de manera local y externa, vinculadas a un contenido tcnico y a un contenido poltico, una dialctica que se afirma mediante un control local de la tcnica de la produccin y un control remoto de la parte poltica de la produccin (p.17). El mando local del territorio depende de su densidad tcnica o funcional-informacional (p.18), mientras que el control distante, global, la escala de la poltica, al revs de lo que ocurra antes del debilitamiento del Estado territorial (p.19), est disociado por completo, lo que agudiza los conflictos entre un espacio local, espacio vivido por todos los vecinos, y un espacio global racionalizador y en red.13

    Santos distingue as un territorio de todos, tambin denominado, retomando a Franois Perroux, espacio banal, frecuentemente contenido en los lmites del trabajo de todos, y un espacio de las redes, vinculando a las formas y normas al servicio de algunos. Existe all una diferenciacin entre el territorio en su totalidad y algunas de sus partes, o puntos, o sea, las redes (p. 18). Esta

    13 Esta distincin entre global y local tambin debe ser problematizada, principalmente debido a que el autor, en obras ms recientes (Santos, 1996:272), asocia orden global con desterritorializacin, en tanto separa el centro y la sede de la accin, y orden local y espacio banal, irreductible, con reterritorializacin.

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  • distincin, algo problemtica, debe ser relativizada por el hecho de que el autor afirma de igual modo que son los mismos lugares que forman redes y que forman el espacio banal. Son los mismos lugares, los mismos puntos, pero que contienen simultneamente funcionalizaciones diferentes, quiz divergentes u opuestas (1994a:16)

    Al definir el espacio geogrfico que, como vimos, puede ser sinnimo de territorio (o por lo menos de territorio usado) como la interaccin entre un sistema de objetos y uno de acciones, Santos explicita la base materialista de fundamentacin econmica en su trabajo. A pesar de criticar las limitaciones del abordaje analtico en torno a la dialctica de las fuerzas productivas y de las relaciones de produccin, asocia, aunque en forma simplista, como l mismo lo reconoce, un sistema de objetos con un conjunto de fuerzas productivas y un sistema de acciones con un conjunto de relaciones sociales de produccin (1996:52).

    La aplicacin de las categoras analticas internas a la nocin de espacio supone, como primer proceso bsico, el estudio de las tcnicas (1996:19), e incluso, con el reconocimiento, junto a la tecnoesfera, de una psicoesfera vinculada al reino de las ideas, creencias, pasiones (p.204), dicha nocin aparece de manera mucho ms sutil en el conjunto de su obra. El nfasis puesto en la funcionalizacin y en el contenido tcnico de los territorios permite incorporar la lectura de territorio elaborada por Santos en el marco de una perspectiva econmica. Debemos reconocer, sin embargo, el rico proceso de ampliacin y complejizacin del concepto, verificado en particular en sus ltimos trabajos14, adems del hecho, en extremo relevante, de que el autor nos alerta para que nunca concibamos la des-re-territorializacin slo a partir de la perspectiva poltico-cultural, incluyendo de forma indisociable los procesos econmicos, especialmente la dinmica capitalista del medio tcnico-cientfico informacional.

    2.2.3. La tradicin jurdico-poltica de territorio

    Por la amplitud de la temtica espacial, ciertos conceptos en geografa terminaron por priorizar un determinado tipo de cuestin y una dimensin social especfica, como por ejemplo el tratamiento de asuntos econmico-polticos a travs del concepto de regin, o de problemticas del campo de las representaciones culturales del espacio mediante el concepto de paisaje. En este sentido, no es equivocado afirmar que, aun en medio de una enorme diversidad de perspectivas, el territorio ganar su ms amplia tradicin en el campo de las cuestiones polticas.

    Por la importancia de este abordaje, la trataremos aqu en un punto separado dentro de las posiciones materialistas, aun a sabiendas de que varios de esos enfoques no se restringen al terreno de la materialidad de las relaciones sociales o de poder. Por lo menos entre algunos autores, se trata, de manera aproximativa, de una especie de acuerdo tcito, a fin de dar mayor rigor a sus conceptos, cada uno ocupado en problemticas especficas. Como veremos en el punto siguiente, la geografa cultural, al privilegiar la dimensin simblica o el campo de las representaciones, utiliza mucho ms otros conceptos como paisaje o lugar que el de territorio. En lo que respecta a la geografa poltica, territorio, e incluso territorialidad, son considerados como conceptos fundamentales. Segn Cox (2002), los conceptos centrales de la geografa poltica son, para simplificar, territorio y territorialidad (p. 3). Territorialidad, como veremos ms adelante, aun estando ms frecuentemente asociada a fenmenos de orden poltico (vase, por ejemplo, Sack, 1986), tambin aparece vinculada a cuestiones socio-culturales, como la identidad social.

    14 Vase, por ejemplo, la asociacin planteada entre territorialidad y cultura, territorialidad y memoria (efmera y longeva), en La naturaleza del espacio (Santos, 1996:262-263). Al asociar movilidad y desterritorializacin, el autor llega incluso a afirmar, como ya lo hemos destacado en la Introduccin, que desterritorializacin es, frecuentemente, otra palabra para significar extraamiento, que es, tambin, desculturalizacin (p.262)

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  • El vnculo ms tradicional en la definicin de territorio es el que realiza la asociacin entre territorio y los fundamentos materiales del Estado. En geografa, el autor clsico en tal discusin es el alemn Friedrich Ratzel. Segn Moraes (2000:19), en la ptica ratzeliana, el territorio es un espacio cualificado por el dominio de un grupo humano, estando definido por el control poltico de un determinado mbito espacial. Segn l, en el mundo moderno constituyen reas de dominacin estatal y, ms recientemente, estatal nacional. De esta forma, para Ratzel:

    Aunque incluso la ciencia poltica frecuentemente haya ignorado las relaciones de espacio y la posicin geogrfica, una teora del Estado que hiciera abstraccin del territorio no podra, jams, tener ningn fundamento seguro (p. 73). Sin territorio no se podra comprender el incremento de la potencia y de la solidez del Estado. (Ratzel, 1990:74). Freund (1977), por otro lado, al analizar la sociologa de Max Weber, afirma de una manera

    todava ms amplia (que asocia territorio y actividad poltica en sentido amplio): La actividad poltica se define, en primer lugar, por el hecho de desarrollarse en el interior de un territorio delimitado. [] las fronteras [] pueden ser variables; no obstante, sin la existencia de un territorio que particularice el agrupamiento, no se podra hablar de poltica. [] Se puede, pues, definir la poltica como la actividad que reivindica para la autoridad instalada en un territorio el derecho de dominio, que es la manifestacin concreta y emprica del podero. [] Ese podero y ese dominio, segn Max Weber, slo se vuelven polticos cuando la voluntad se orienta significativamente en funcin de un agrupamiento territorial, con vistas a realizar un fin, que slo tiene sentido por la existencia de dicho agrupamiento (pp. 160-161). Aunque su origen etimolgico se encuentre asociado a la idea de apropiacin o hasta de

    dominacin (poltica) del espacio por los hombres, las bases conceptuales de territorio y territorialidad fueron elaboradas por primera vez, como hemos visto, en el campo de la etologa. En verdad, podemos considerar que, en general, a lo largo de los siglos XIX y XX, los debates acadmicos sobre la territorialidad en la biologa y en las ciencias sociales corrieron paralelos. De forma sutil o enftica, segn el contexto histrico, poltico o ideolgico, en algunos momentos esas propuestas se cruzaron, sea en el sentido de hacer valer, unilateralmente, los paradigmas de la territorialidad animal sobre la humana, sea para que prevaleciera el sentido social, humano, de la territorialidad (como en la gran mayora de los estudios llevados a cabo en las ciencias sociales).

    De este modo, no siempre qued claramente establecida la distancia entre una visin naturalista de territorio y un abordaje poltico. Corrientes tericas materialistas fundamentadas en analogas con las ciencias biolgicas tendieron puentes, a veces inusitados, entre las construcciones poltica y biolgica de territorio. Al reivindicar para la sociedad el derecho natural a un espacio o incluso a la propiedad privada de la tierra, transformando en un derecho casi obligatorio, en tanto correspondera al espacio vital sin el cual no se dara el progreso social, algunos estudiosos desarrollaron la asociacin que hizo del territorio poltico de manera principal el territorio del Estado, en mayor o menor grado, una extensin de la dinmica que ocurra en el mbito del mundo biolgico, ms especficamente en el mundo animal.

    Aunque la rica perspectiva de Ratzel no se pueda reducir, en absoluto, a la visin organicista y determinista que muchos le atribuyeron, no hay dudad de que l se inspir en la naturaleza biolgica del hombre para presentar algunas de sus conclusiones ms importantes en relacin con el espacio y el territorio. El autor comienza la primera seccin de su libro Geografa poltica, denominada De la relacin entre el suelo y el Estado, discutiendo la concepcin biogeogrfica del Estado (Ratzel, 1988 [1897]). l recuerda que el movimiento de los hombres sobre la Tierra es de avances y retrocesos, contracciones y expansiones. Reconoce all una analoga con la biogeografa:

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  • Existen, para la biogeografa, espacios vitales, islas de vida, etctera, y segn sta el Estado de los hombres es, tambin l, una forma de propagacin de la vida en la superficie de la Tierra. Est expuesto a las mismas influencias que la vida en su conjunto. Las leyes particulares de propagacin de la vida humana sobre la Tierra determinan igualmente el surgimiento de sus estados. No hemos visto la formacin de estados ni en las regiones polares, ni en los desiertos, y stos permanecieron pequeos en las regiones poco pobladas de los trpicos, de las selvas vrgenes y de las ms altas montaas (p.11).

    Las transformaciones incesantes de los estados, internas y externas, son testimonio precisamente de su vitalidad. Sea en las fronteras, que slo sabramos aprehender, cientficamente, como una expresin del movimiento tanto inorgnico como orgnico, sea en las formaciones estatales elementales, en las que la semejanza con un tejido celular salta a la vista [], en todo lugar se constata una analoga formal de todos los seres vivientes, en el sentido de que stos extraen del suelo su vitalidad. Esta vinculacin, de hecho, constituye para todos ellos, sean lquenes, corales u hombres, la caracterstica universal, caracterstica vital pues constituye la propia condicin de su existencia (p. 12). Los espacios vitales de la biogeografa son trasladados para la realidad territorial del Estado, el

    cual tambin es una forma de propagacin de la vida en la superficie de la Tierra. ste tiende a expandirse como se expanden las clulas y los organismos vivos, extrayendo del suelo su vitalidad. Raffestin, en el comentario agregado a esta obra de Ratzel, reconoce que la ontologa ratzeliana es de esencia ecolgica y funda la concepcin biogeogrfica del Estado (Ratzel, 1988:379). Esta relacin ntima entre suelo (naturaleza o, en la lectura ms amplia de Raffestin, espacio, substrato material)15 y Estado (o territorio), lleva a Ratzel a reconocer que:

    El suelo favorece u obstruye el crecimiento de los estados, segn el modo como ste favorece u obstruye los desplazamientos de los individuos y de las familias []. No se puede concebir al hombre sin el suelo terrestre, as como la principal obra humana: el Estado. [] El Estado vive necesariamente del suelo (p. 13). De cualquier forma, en Ratzel, el territorio queda definido en el eslabn indisociable que hay

    entre una dimensin natural, fsica, y una dimensin poltica (que aqu se confunde con estatal) del espacio. Esta concepcin acaba, de alguna manera, por aproximarse a aquella que, valorando la dimensin econmica, concibe el territorio como fuente de recursos para la reproduccin de la sociedad, ya que es tambin con base en la disponibilidad de recursos que Ratzel va a construir su concepto. El espacio vital sera, as, el espacio ptimo para la reproduccin de un grupo social o de una civilizacin, tomando en cuenta los recursos all disponibles que, segn la lectura del autor, deben tener una relacin de correspondencia con el tamao del agrupamiento humano existente en l.

    Es interesante percibir, sin embargo, que el enfoque de Ratzel no se reduce a una perspectiva materialista, en sentido estricto. Relecturas relativamente recientes han subrayado la relevancia del lado espiritual y ms subjetivo de su obra. Dijkink (2001), por ejemplo, alude a variantes del espritu universal hegeliano y de una concepcin idealista de naturaleza presentes en su interpretacin del Estado y, como consecuencia, podemos decir, del territorio.

    El concepto idealista de naturaleza se refiere ms a un estado ideal de la propia sociedad que a las cosas externas al hombre. La naturaleza se expresara a travs de los humanos, en su creacin artstica. En este sentido, el Estado mismo sera un trabajo de arte similar (Dijkink, 2001:125). En palabras del propio Ratzel: [] con y a travs de su pueblo y pas [Land] se torna individualizado y as desarrolla el organismo poltico-geogrfico del Estado, el cual crea [!] su propia rea natural

    15 Raffestin, en su Eplogo, afirma que Ratzel est tanto en el origen del concepto de centro-periferia (atribuido ms tarde a Lenin) como en la distincin entre espacio y territorio (vulgarizado actualmente por los autores anglosajones y, sobre todo, por el propio Raffestin en Por uma Geografia do Poder).

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  • [Naturgebiet] []. El todo nacional pretende tornarse un todo natural [] (Ratzel, en Dijkink, 2001:125).

    La ligazn espiritual con la tierra que Ratzel defiende hace de ese territorio estatal mucho ms que una entidad material. El sentido orgnico ptimo deseado por el Estado se expresara a travs de la idea de que gracias al territorio, o mejor dicho, al suelo, la nacin supera sus miserias y alcanza las condiciones para la proyeccin de su poder creativo (Dijkink, 2001:125).

    Ms de medio siglo despus, otro gegrafo que marc el debate de la geografa poltica y su concepcin de territorio fue Jean Gottman (1952). Para el autor, en el mundo compartimentado de la geografa, la unidad poltica es el territorio. Hay aqu una ampliacin del concepto que, a pesar de mantener su carcter jurdico-administrativo, va mucho ms all del Estado-nacin, y se expande hacia el conjunto de tierras agrupadas en una unidad que depende de una autoridad comn y que goza de un determinado rgimen. En cualquier caso, se trata de un compartimiento del espacio polticamente distinto y de una entidad jurdica, administrativa y poltica (p. 71). O sea, el carcter poltico-administrativo del territorio sigue siendo su caracterstica fundamental.

    A pesar de ese enfoque centrado en las entidades compartimentadas concretas de la geografa, o ms bien, en la idea de territorio como compartimiento, Gottman tambin incorpora una dimensin ms idealista al tratar de entender los territorios, en especial los estatales, al mismo tiempo en torno de lo que l denomina sistemas de movimiento o circulacin y sistemas de resistencia al movimiento o iconografas.

    Los sistemas de movimiento, ms concretos, estaran vinculados a todo lo que llamamos circulacin en el espacio, en tanto que los sistemas de resistencia al movimiento seran ms abstractos que materiales, una serie de smbolos que el autor denomina iconografas (p.214). Adems de una asociacin entre mundo material e ideal, aqu encontramos tambin, tal vez por primera vez de modo tan explcito, al territorio vinculado a la idea de movimiento, y no slo de fijacin, enraizamiento y estabilidad.

    Es interesante cmo, aun si se asume una posicin de corte materialista, se produce la valorizacin de una dimensin ms abstracta y simblica en la composicin de los territorios. Gottman reconoce la relevancia de un cemento slido que una a los miembros de la comunidad poltica. Ms que en las fronteras fsicas, las divisiones [cloisons] ms importantes estn en los espritus (p. 220). Y, al concluir su libro, prcticamente le concede prioridad a este mundo de las ideas, condena la geografa materialista y reconoce que los mayores hechos polticos no se dieron por la violencia sino por el poder simblico, la conversin de los espritus:

    La geografa no debe tratar de ser materialista en las escuelas: sta de ninguna manera lo es en la realidad viva y cotidiana. La poltica de los estados es sin duda materialista en sus fines: debe retirar de la geografa ciertos elementos que la liberarn de esta influencia. Los grandes xitos de la poltica nunca fueron obtenidos por la fuerza armada, sino por la conversin de los espritus (pp. 224-225). La relacin entre territorio y defensa, que se encuentra en los orgenes del trmino y se difundi

    tambin por medio de la visin neodarwinista de territorialidad, no es una caracterstica superada sino que est presente en diversas concepciones contemporneas, en especial la del neorrealismo en el anlisis de las relaciones internacionales. Cox (2002), por ejemplo, define los territorios como espacios que las personas defienden por la exclusin de algunas actividades y la inclusin de aquellas que realzan ms precisamente lo que ellas quieren defender en el territorio (p.3).

    Si acudimos a autores ms recientes, pero que ya son clsicos, como Claude Raffestin y Robert Sack, parece haber un consenso en que la dimensin poltica, ms all de su perspectiva jurdica y

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  • estatal, es la que mejor define al territorio.16 Dada la importancia de ese carcter poltico, y a partir del amplio sentido relacional que damos al concepto de poder (que incluye el propio poder simblico), dedicaremos a continuacin un punto especfico al anlisis del pensamiento de Sack y Raffestin.

    2.3. Territorio en las perspectivas idealistas

    Tomemos el ejemplo de muchas sociedades indgenas. Fcilmente podemos afirmar que construyen su territorio como rea controlada para el usufructo de sus recursos, sobre todo los naturales (algo bastante genrico y, por lo tanto, variable entre los diferentes grupos). Pero los referentes espaciales tambin all forman parte de la vida de los indgenas como elementos indisociables, en la creacin y recreacin de mitos y smbolos, e incluso pueden ser responsables por la propia definicin del grupo como tal.

    Incluso la definicin de Maurice Godelier, citada aqu en nuestra discusin sobre las perspectivas materialistas de territorio, presenta importantes matices y reivindica tambin la incorporacin de una dimensin ideal o apropiacin simblica, pues:

    lo que reivindica una sociedad al apropiarse de un territorio es el acceso, el control y el uso, tanto de las realidades visibles como de los poderes invisibles que los componen, y que parecen compartir el dominio de las condiciones de reproduccin de la vida de los hombres, tanto la propia de ellos como la de los recursos de los cuales dependen (p. 114, cursivas nuestras). A lo largo de las ltimas dcadas han aparecido referencias bastante ms enfticas a estos

    poderes invisibles que forman parte del territorio en varios trabajos de antropologa. Hall, por ejemplo, en su conocido libro La dimensin oculta (Hall, 1986), sealado como el primer antroplogo que emprendi un estudio sistemtico sobre el tema de la territorialidad, afirma que el territorio es considerado como un signo cuyo significado solamente es comprensible a partir de los cdigos culturales en los cuales se inscribe (en Garca, 1976: 14).

    Uno de los trabajos antropolgicos que se concentraron en forma ms directa en la discusin sobre este tema fue Antropologa del territorio, de Jos Luis Garca, escrito en 1976. Adems de defender la idea de que el territorio en la antropologa no tiene por qu coincidir con otras concepciones, como la de territorio poltico o legal y geogrfico, agrega:

    Si el territorio es susceptible de un estudio antropolgico, y no meramente geogrfico o ecolgico, es precisamente porque existen indicios para creer en el carcter subjetivo del mismo o, dicho de otra forma, porque [...] entre el medio fsico y el hombre se interpone siempre una idea, una concepcin determinada (p. 21). Garca cita el posibilismo geogrfico de Vidal de La Blache, la morfologa social de Marcel

    Mauss (en donde las condiciones del medio son mero sustrato de la vida social) y los indios del Brasil Central en Lvi Strauss (cuyo miedo a la sequa sera una creacin de sus mitos, ms que resultado de la sequa real a la que estaban sujetos), para sostener su tesis de que no son las caractersticas fsicas del territorio las que determinan la creacin de significados, su semantizacin. Dicho de otra forma, afirma, la semantizacin del territorio puede explicarse parcialmente a partir del medio, pero la investigacin del medio fsico nunca nos permitir concluir que debe darse un tipo determinado de semantizacin (p. 52) 16 Souza (1995), por ejemplo, destaca el carcter especficamente poltico del territorio (p.84), definindolo como un campo de fuerzas, en que las relaciones de poder estn delimitadas espacialmente y operan, pues, sobre un sustrato referencial (p. 97, cursivas del autor).

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  • El territorio semantizado para Garca significa, en un sentido amplio, un territorio socializado y culturalizado, ya que todo lo que se encuentra en el entorno del hombre est dotado de algn significado. Es precisamente este significado o idea que se interpone entre el medio natural y la actividad humana lo que, con relacin al territorio, tratamos de analizar [...]. El estudio de la territorialidad se convierte as en un anlisis de la actividad humana en lo que respecta a la semantizacin del espacio territorial (Garca, 1976: 94).

    La geografa, como sera de esperar, al contrario de la antropologa, tiende a poner ms el nfasis en la dimensin material del territorio. Incluso la llamada geografa cultural de surgimiento relativamente reciente pero que algunos ya llegaron a erigir como un nuevo paradigma, asociado tambin a las corrientes humanistas o idealista de la geografa prefiere utilizar otros conceptos, como lugar y paisaje, para analizar fenmenos vinculados a la dimensin cultural del espacio.17 An as, existen algunos autores que dan una importancia mayor a la perspectiva ideal-simblica del territorio. Entre ellos se encuentran los gegrafos franceses Bonnemaison y Cambrzy (1996).

    Para Bonnemaison y Cambrzy, la lgica territorial cartesiana moderna, pautada en el rompecabezas de los estados-naciones, que no admite superposiciones y acenta poco los flujos, el movimiento, hoy en da se ve suplantada por la lgica culturalista o, si lo preferimos, posmoderna, que la geometra no permite medir ni la cartografa, menos an, representar. Dentro de esta [...] perspectiva, la pertenencia al territorio implica la representacin de la identidad cultural y ya no ms la posicin en un polgono. sta supone redes mltiples, se refiere a geosmbolos ms que a fronteras, se inscribe en los lugares y caminos que superan los bloques de espacio homogneo y continuo de la ideologa geogrfica (trmino de Gilles Sautter para definir la visin cartesiana moderna de espacio).

    Para estos autores, actualmente hay un enfrentamiento entre la lgica funcional estatal moderna y la lgica identitaria posmoderna, contradictorias, reveladoras de dos sistemas de valores y de dos ticas distintas frente al territorio. Aunque no sea una simple cuestin de cambio de escala, tambin hay una revaloracin de la dimensin local. El territorio refuerza su dimensin en tanto representacin, valor simblico. El abordaje utilitarista del territorio no explica los principales conflictos del mundo contemporneo. Por ello el territorio es primero un valor, ya que la existencia, e incluso la imperiosa necesidad para toda la sociedad humana de establecer una relacin fuerte, o hasta una relacin espiritual con su espacio de vida, parece claramente establecida (p. 10).

    A continuacin, Bonnemaison y Cambrzy afirman: El poder de los lazos territoriales revela que el espacio est investido de valores no slo materiales, sino tambin ticos, espirituales, simblicos y afectivos. Es as que el territorio cultural precede al territorio poltico y todava con ms razn an precede al espacio econmico (1996: 10). En las sociedades agrcolas preindustriales y en las sociedades primitivas de cazadores y

    recolectores, el territorio no se defina por un principio material de apropiacin sino por un principio cultural de identificacin o, si lo preferimos, de pertenencia. Este principio explica la intensidad de la relacin con el territorio. ste no puede ser percibido tan slo como una posesin o como una entidad exterior a la sociedad que lo habita. Es un fragmento de identidad, fuente de una relacin de esencia afectiva o incluso amorosa con el espacio.18

    17 Lo que no quiere decir que muchos de los debates sobre paisaje y, especialmente, sobre lugar, no encuentren varios puntos de correspondencia con los relativos al territorio y, en particular, la territorialidad, como lo veremos poco despus. Ms que marcar diferencias, los conceptos deben revelar su multiplicidad, los posibles eslabones con otros conceptos que permiten expresar la complejidad de las cuestiones que buscan responder. 18 La gran influencia emprica recibida por Bonnemaison en sus reflexiones es producto de su trabajo en la isla de Tanna, en el archipilago de Vanuatu, donde, segn l, el grupo local no posee el territorio sino que se identifica con ste. El principio de identificacin prevalece sobre el principio de apropiacin [en contraposicin a la distincin lefebvriana entre

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  • Los autores enfatizan que la ligazn de los pueblos tradicionales con el espacio de vida era ms intensa porque, adems de territorio-fuente de recursos, el espacio era ocupado de manera an ms intensa a travs de la apropiacin simblico-religiosa:

    Pertenecemos a un territorio, no lo poseemos, lo guardamos, lo habitamos, nos impregnamos de ste. Adems, los seres vivos no son los nicos que ocupan el territorio, la presencia de los muertos lo marca ms que nunca con el signo de lo sagrado. En conclusin, el territorio no est relacionado solamente con la funcin o con el tener, sino con el ser. Olvidar este principio espiritual y no material es exponerse a no comprender la violencia trgica de muchas luchas y conflictos que afectan al mundo de hoy: perder el territorio es desaparecer (Bonnemaison y Cambrzy, 1996:13-14). Aunque se refieran en especial a las sociedades tradicionales, Bonnemaison y Cambrzy dejan en

    claro la primaca que conceden a la naturaleza simblica de las relaciones sociales en su definicin posmoderna de territorio. La fuerza de esta carga simblica es tanta que el territorio se concibe como un constructor de identidad, tal vez el ms eficaz de todos (p. 14).

    Es importante, sin embargo, volver a subrayar que incluso en las sociedades tradicionales, como las indgenas citadas inicialmente, existen diferentes formas de incorporar a su mundo los referentes espaciales. El grado de centralidad del territorio en la concepcin del mundo de los grupos sociales puede ser muy variable.19 Por ello se debe tener siempre sumo cuidado con el trasplante y la generalizacin de conceptos como el de territorio, forjados en nuestra realidad, para contextos distintos, como el de las sociedades genricamente denominadas tradicionales. Adems de nuestra distancia en relacin con stas, se trata de sociedades muy diversificadas y tambin distantes entre s, en donde el nico contacto entre ellas suele ser a travs de nuestros conceptos.

    Un aspecto importante a recordar en este debate es que, ms que el de territorio, el concepto utilizado para resaltar las cuestiones de orden simblico-cultural es el de territorialidad. Territorialidad, adems de su acepcin genrica o sentido lato, por la cual se la entiende como la simple cualidad de ser territorio, muchas veces se concibe en sentido estricto como la dimensin simblica del territorio.

    Cuando se habla de territorialidad, se destaca el carcter simblico, aunque ste no sea el elemento dominante ni agote las caractersticas del territorio. Es posible establecer numerosas relaciones a partir del propio sufijo de la palabra, como la nocin de identidad territorial (a ese respecto, vase Haesbaert, 1999c). Esto significa que el territorio cargara siempre, de forma indisociable, una dimensin simblica, o cultural en sentido estricto, y una material, de carcter predominantemente econmico-poltico. Este abordaje integrador del territorio, para diversos autores difcil de encontrar en extremo en las prcticas polticas sociales contemporneas, es la temtica que abordaremos en el prximo punto.

    apropiacin y dominacin, aqu se trata de distinguir identificacin y apropiacin]. No existe entre la sociedad y su espacio una simple relacin de territorialidad, sino tambin una ideologa de territorio. [] sta se evidencia en todos los conflictos agrarios y geopolticos, actuales o pasados, tal como se la destaca en su mitologa: los hombres de la isla son, como ellos mismos dicen: man-ples, hombres-lugares. (Bonnemaison, 1997:77; cursivas del autor). Se trata realmente, dice el autor, al menos en el caso de Tanna, del territorio no como producto de su sociedad sino como una entidad que precede y funda la sociedad. Su espacio es vivo, es un personaje poltico, un lugar de meditacin entre l y el cosmos [] Su territorio es un espacio encantado (1997:78). 19 La propia diferenciacin de formas que adquieren las fronteras entre esas sociedades, ya sean ms ntidas y cerradas o ms abiertas y flexibles, demuestran claramente esta diversidad de papeles de los referentes espaciales en la definicin del grupo.

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  • 2.4. Territorio desde una perspectiva integradora

    Encontramos aqu otro debate trascendente: el que encara la lectura del territorio como un espacio que no puede considerarse ni estrictamente natural, ni solamente poltico, econmico o cultural. El territorio slo podra ser concebido a travs de una perspectiva integradora entre las diferentes dimensiones sociales (y de la sociedad con la propia naturaleza). El territorio desempeara, de esta manera, un papel similar al que le caba a la regin como el gran concepto integrador en la perspectiva de la geografa clsica.

    Entre los conceptos geogrficos, se puede afirmar que el de regin fue el ms pretencioso, principalmente en el anlisis lablacheano. Aunque tambin exista la tradicin de privilegiar los procesos econmicos en la construccin de regiones, sin duda la idea de fondo es que siempre habra, si no la conocida y difcilmente alcanzable sntesis geogrfica, cuando menos un elemento diferenciador estructurante, especie de fundamento que servira de amalgama en la organizacin del espacio regional, ya fuera la naturaleza (para el primer La Blache), la economa (urbana, en el segundo La Blache)20 o la cultura.

    Un poco de estas lecturas de regin clsica todava se reproduce en la actualidad en los debates sobre el territorio, algunos centrados en el poder poltico, otros en los smbolos de la cultura y unos ms en la base tcnico-econmica, a fin de demostrar los fundamentos de la organizacin territorial de la sociedad. Como se vio en los puntos anteriores, privilegiar una de dichas dimensiones sucede principalmente en funcin de nuestros recortes disciplinarios o de las problemticas a las que se pretende responder.

    De esta forma, si la etologa tiende a poner en cuestin por qu diversos animales se comportan territorialmente, la ciencia poltica procura analizar el papel del espacio en la construccin de las relaciones de poder y la antropologa aborda el tema de la creacin de smbolos a travs del territorio. No le cabra, pues, a la geografa, por privilegiar la mirada sobre la espacialidad humana, tener una visin integradora del territorio, capaz de evidenciar la riqueza o la condensacin de las dimensiones sociales que el espacio manifiesta?

    Una de las cuestiones ms serias es que, al revs de la regin en la versin lablacheana de comienzos del siglo XX, difcilmente encontremos hoy en da un espacio capaz de integrar en forma cohesionada las mltiples esferas o lgicas econmica, poltica, cultural, natural. De all que algunos defensores de una visin totalizadora o integradora del territorio aboguen por su superacin. Es el caso de Chivallon (1999), que defiende el uso de la nocin de espacialidad para sustituir a la de territorio, definido como