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EL MITO DE LA DESTERRITORIALIZACIN. DEL FIN DE LOS TERRITORIOS A
LA MULTITERRITORIALIDAD
Rogrio Haesbaert da Costa
Traduccin Marcelo Canossa Mxico, Siglo XXI editores, 2011
Primera edicin en portugus, 2004 Editora Bertrand Brasil, Ro de
Janeiro ________________________________________
PRLOGO Parte II
El mito de la desterritorializacin es el mito de los que
imaginan que el hombre puede vivir sin territorio, que la sociedad
puede existir sin territorialidad, como si el movimiento de
destruccin de territorios no fuese siempre, de algn modo, su
reconstruccin sobre nuevas bases. El territorio, visto por muchos
desde una perspectiva poltica o incluso cultural, es enfocado aqu
desde una perspectiva geogrfica, intrnsecamente integradora, que
concibe la territorializacin como el proceso de dominio
(poltico-econmico) o de apropiacin (simblico-cultural) del espacio
por los grupos humanos, en un complejo y variado ejercicio de
poder(es). Cada uno de nosotros necesita, como un recurso bsico,
territorializarse. No en los moldes de un espacio vital
darwinista-ratzeliano, que impone el suelo como un determinante de
la vida humana, sino en un sentido mucho ms mltiple y relacional,
inserto en la diversidad y en la dinmica temporal del mundo.
Estamos llenos de dicotomas, y el discurso de la
desterritorializacin est repleto de ellas: materialidad e
inmaterialidad, espacialidad y temporalidad, naturaleza y cultura,
espacio y sociedad, global y local, movimiento y estabilidad.
Expresiones clsicas, como la de aniquilacin del espacio por el
tiempo, fueron las responsables de gran parte del preconcepto
espacio-territorial que hizo que los territorios se vieran cada vez
ms teidos de una carga negativa, pasando a ser percibidos como
obstculos para el progreso y a la movilidad, al punto de
(tericamente, al menos) hallarse sumergidos en el mar de la fluidez
que todo lo disuelve y lo disgrega. Pero qu sera del hombre si
sucumbiera a ese ocano de indiferenciacin y movilidad? De ninguna
manera se trata de las nostalgias de una Gemeinschaft, de una vida
comunitaria cerrada y autrquica, que en cierta forma solo existi en
la simplificacin de algunos cientficos sociales.
El gran dilema de este comienzo de milenio, creemos, no es el
fenmeno de la desterritorializacin, como sugiere Virilio, sino el
de la multiterritorializacin, la exacerbacin de esa posibilidad que
siempre existi, pero nunca en los niveles contemporneos de tener la
vivencia de diferentes territorios al mismo tiempo, reconstruyendo
constantemente el nuestro. Sabiendo, para empezar, que
multiterritorializarse, para la mayora, en cierto sentido, no es ms
que una mera virtualidad. La humillante exclusin, o las inclusiones
extremamente precarias a las que las relaciones capitalistas
relegaron a la mayor parte de la humanidad, hacen que muchas
personas, en vez de compartir mltiples territorios, vaguen en busca
de uno, el ms elemental territorio de la supervivencia cotidiana.
De esta forma, los territorios mltiples que nos rodean incluyen
esos mbitos precarios que albergan a los sin techos, a los sin
tierra y a tantos grupos minoritarios que parecen no tener lugar en
un desorden de aglomerados humanos que, entre tantas redes,
estigmatiza y separa cada vez ms.
As, el sueo de la multiterritorialidad generalizada, de los
territorios-red que conectan a la humanidad entera, parte, ante
todo, de la territorialidad mnima, la proteccin y el bienestar,
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condicin indispensable para estimular a la vez la individualidad
y promover la convivencia solidaria de las multiplicidades, de
todos y de cada uno de nosotros.
Captulo II 2. DEFINIR TERRITORIO PARA ENTENDER LA
DESTERRITORIALIZACIN1
Finalmente, de qu territorio hablamos cuando nos referimos a
desterritorializacin? Si la desterritorializacin existe, est
siempre referida a una problemtica territorial y, consecuentemente,
a una determinada concepcin de territorio. Para algunos, por
ejemplo, la desterritorializacin se vincula a la fragilidad
creciente de las fronteras, en especial de las estatales: all el
territorio es, sobre todo, un territorio poltico. Para otros,
desterritorializacin est vinculada a la hibridacin cultural que
impide el reconocimiento de identidades claramente definidas: aqu
el territorio es, ante todo, un territorio simblico o un espacio de
referencia para la construccin de identidades.
Nuestra definicin de desterritorializacin cambiar, en
consecuencia, de acuerdo con la concepcin de territorio que
tengamos. De esta forma, es posible percibir la enorme polisemia
que acompaa su utilizacin entre los diversos autores que la
discuten. Como ya lo hemos subrayado, muchos ni siquiera hacen
explcita la nocin de territorio con la que estn lidiando, y debemos
deducirla nosotros mismos. De all la importancia de aclarar, de
entrada, las principales lneas terico-conceptuales en las que se
utiliza o se puede utilizar el trmino, sin la menor pretensin de
imponer la conceptualizacin a la problemtica, pero mostrando
siempre la diferenciacin y transformacin de los conceptos en funcin
de las cuestiones priorizadas.
A pesar de la relativa negligencia de las ciencias sociales con
relacin al debate sobre el espacio y, ms especficamente, sobre la
territorialidad humana2, por lo menos desde la dcada de 1960 se
viene planteando la polmica sobre la conceptuacin de territorio y
territorialidad. Ya en 1967, Lyman y Scott, en un incitante
artculo, hacan un balance sociolgico de la nocin de
territorialidad, considerada de modo sistemtico como una dimensin
sociolgica que ha sido descuidada. A travs de este texto se
evidencia no slo la poca consideracin de la sociologa respecto a la
dimensin espacial/territorial, sino sobre todo la falta de dilogo
entre las diversas areas de las ciencias sociales. La geografa, por
ejemplo, a la que le debera corresponder el papel principal, estaba
completamente ausente de dicho debate.
Sin contar con los trabajos ms puntuales de Jean Gottman (1952,
1973, 1975), podemos considerar como la primer gran obra escrita de
modo especfico sobre el tema del territorio y la territorialidad en
la geografa al libro Territorialidad humana, de Torsten Malmberg
(1980, escrito originalmente en 1976), obra de referencia, pero
cuya fundamentacin terica conductista fue motivo de fuertes
crticas. Aunque haya establecido las bases de un dilogo ms
frecuente con otras reas, su propsito fue sobre todo el de la
refutacin, ya que el fundamento del concepto implica una asociacin
demasiado estrecha entre territorialidad humana y territorialidad
animal, siguiendo la estela de la polmica tesis del imperativo
territorial biolgico de Robert Ardrey (Ardrey, 1969 [1967]).
Adems de las perspectivas externas a las ciencias humanas, en
especial las vinculadas a la etologa, de la cual surgieron las
primeras teorizaciones ms consistentes sobre territorialidad, la 1
Algunas partes de este captulo toman como referencia el artculo con
el mismo ttulo publicado en la antologa Territrio, territrios
(Haesbaert, 2002a). 2 Territorialidad aparece en la bibliografa
tanto sealando el presupuesto general para la transformacin de
territorios (constituidos concretamente o no), como privilegiando
su dimensin simblica-identitaria.
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antropologa, la ciencia poltica y la historia (con incursiones
menores tambin de la psicologa) son los otros campos en los que,
junto con la geografa y la sociologa, encontramos el debate
conceptual, lo que demuestra su enorme amplitud y, a la vez,
refuerza nuestra percepcin sobre la precariedad del dilogo,
interdisciplinario, que es por donde intentaremos, dentro de lo
posible, conducir nuestras reflexiones.
2.1. La amplitud del concepto
A pesar de ser un concepto central para la geografa, territorio
(y territorialidad), por estar relacionado con la espacialidad
humana3, tiene una cierta tradicin tambin en otras reas, cada una
con un enfoque centrado en una perspectiva determinada. Mientras el
gegrafo tiende a poner el nfasis en la materialidad del territorio,
en sus dimensiones mltiples (que debe[ra] incluir la interaccin
sociedad-naturaleza), la ciencia poltica pone el acento en su
construccin a partir de relaciones de poder (la mayora de las veces
vinculada a la concepcin de Estado); la economa, que prefiere la
nocin de espacio a la de territorio, con frecuencia lo percibe como
un factor locacional o como una de las bases de la produccin (en
tanto fuerza productiva); la antropologa destaca su dimensin
simblica, principalmente en el estudio de las sociedades llamadas
tradicionales (pero tambin en el abordaje del neotribalismo
contemporneo); la sociologa lo enfoca a partir de su intervencin en
las relaciones sociales, en sentido amplio, y la psicologa,
finalmente, lo incorpora al debate sobre la construccin de la
subjetividad o de la identidad personal, amplindolo hasta la escala
del individuo.
Una idea ntida de la amplitud con la que el concepto de
territorio se trabaja en nuestros das puede surgir de esta lectura,
que va de la perspectiva etolgica (o sea, vinculada al
comportamiento animal) a la psicologa:
El territorio en el sentido etolgico es entendido como el
ambiente [environment] de un grupo [] que no puede por s mismo ser
objetivamente localizado, sino que est constituido por patrones de
interaccin a travs de las cuales el grupo o banda garantiza una
cierta estabilidad y localizacin. Exactamente del mismo modo el
ambiente de una sola persona (su ambiente social, su espacio
personal de vida o sus hbitos) puede ser visto como un territorio,
en el sentido psicolgico, en el cual la persona acta o al cual
recurre.
En este sentido ya existen procesos de desterritorializacin y
reterritorializacin en curso como procesos de dicho territorio
(psicolgico), que designan el estatus de la relacin interna al
grupo o a un individuo psicolgico (Gunzel, s/d).
Partiendo de la etnologa, donde minimiza el valor de las bases
materiales, objetivas, de la
constitucin del territorio, el autor propone la construccin de
un territorio a nivel psicolgico. Es interesante observar que
reconoce el carcter metafrico de la nocin al utilizarla entre
comillas, aunque, como veremos en el prximo captulo, no sea
exactamente como la metfora con que Gilles Deleuze y Flix Guattari
abordan el territorio, en especial en Qu es la filosofa? (Deleuze y
Guattari, 1991).
Estos autores se refieren a una nocin an ms amplia de
territorio, como uno de los conceptos clave de la filosofa, en
dimensiones que van de lo fsico a lo mental, de lo social a lo
psicolgico y de escalas que pasan de una rama de rbol
desterritorializado a las reterritorializaciones absolutas del
pensamiento (1991:66). Dicen ellos:
3 Algunos autores distinguen espacio como categora general de
anlisis, y territorio, como concepto. Segn Moraes (2000), por
ejemplo, desde el punto de vista epistemolgico, se transita de la
vaguedad de la categora espacial al concepto preciso de territorio
(p.17)
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Ya en los animales, sabemos de la importancia de las actividades
que consisten en formar territorios, en abandonarlos o en salir de
stos, e incluso en rehacer territorios sobre algo de otra
naturaleza (el etlogo dice que el compaero o el amigo de un animal
equivale a un hogar, o que la familia es un territorio mvil). Con
ms razn an, el homnido, desde su registro de nacimiento,
desterritorializa su pata anterior, la arranca de la tierra para
hacer de ella una mano, y la reterritorializa sobre ramas y
utensilios. Un cayado es, a su vez, una rama desterritorializada.
Es necesario ver cmo cada uno, en cualquier edad, tanto en las
menores cosas como en los mayores desafos, procura un territorio
para s, soporta o carga desterritorializaciones, y se
reterritorializa casi sobre cualquier cosa, recuerdo, fetiche o
sueo (1991:66). Pero no pensemos que esta polisemia termina cuando
nos adentramos en el campo de la
geografa. Se hace muy visible en la entrada correspondiente del
diccionario Les Mots de la Gographie, organizado por Roger Brunet y
otros (1993:480-481). ste rene nada menos que seis definiciones
para territorio.4 Una de stas se refiere a la red de gestin del
espacio, de apropiacin todava no plenamente realizada; otra habla
de espacio apropiado, con sentimiento o conciencia de su
apropiacin; una tercera remite a la nocin al mismo tiempo jurdica,
social y cultural, e incluso afectiva, aludiendo adems a un carcter
innato o natural de la territorialidad humana; finalmente, se alude
al sentido figurado, metafrico, y al sentido dbil, como sinnimo de
un espacio cualquiera. Una definicin diferente evoca la distincin
entre red, lineal, y territorio, areal (de rea), en verdad dos
caras de un mismo todo, ya que el espacio geogrfico es siempre
areal o zonal y lineal o reticular, en tanto el territorio est
compuesto por lugares, que estn interconectados (p.481).
En nuestra sntesis de las diferentes nociones de territorio
(Haesbaert, 1995 y 1997; Haesbaert y Limonad, 1999), agrupamos
estas concepciones en tres vertientes bsicas:
- Poltica (referida a las relaciones espacio-poder en general) o
jurdico poltica (relativa tambin a
todas las relaciones espacio-poder institucionalizadas): es la
ms difundida, en la que el territorio es concebido como un espacio
delimitado y controlado, a travs del cual se ejerce un determinado
poder, la ms de las veces aunque no exclusivamente asociado con el
poder poltico del Estado.
- Cultural (muchas veces culturalista) o simblico-cultural:
prioriza la dimensin simblica y ms subjetiva, en la que el
territorio es visto, sobre todo, como el producto de la
apropiacin/valorizacin simblica de un grupo en relacin con su
espacio vivido.
- Econmica (con frecuencia economicista): menos difundida,
destaca la dimensin espacial de las relaciones econmicas, el
territorio como fuente de recursos o incorporado al conflicto entre
clases sociales, y en la relacin capital-trabajo como producto de
la divisin territorial del trabajo, por ejemplo. Posteriormente,
agregamos otra interpretacin natural(ista), ms antigua y poco
difundida hoy en
da en las ciencias sociales, que se vale de una nocin de
territorio basada en las relaciones entre sociedad y naturaleza, de
manera especial en lo concerniente al comportamiento natural de los
hombres en relacin con su ambiente fsico. Brunet et al. (1992)
recuerdan la acepcin de territorio aplicada al mundo animal en
cuanto a su equilibrio entre el grupo y los recursos del medio.
Como veremos un poco ms adelante, dicha acepcin muchas veces termin
por extenderse hacia la esfera social (en particular a travs de los
debates que gener la ya citada obra de Robert Ardrey), discutindose
la parte que le corresponde a lo innato y a lo adquirido, a lo
natural y a lo cultural, en la nocin de territorialidad humana
(p.481).
4 En una obra ms reciente, de carcter semejante, Jacques Lvy
(Lvy y Lussault, 2003) identifica un nmero an mayor: nueve
definiciones, incluyendo la suya, correspondiente a un espacio de
mtrica topogrfica, continua, frente a los espacios de mtrica
topolgica o de las redes, y que ser objeto de discusin en el
captulo 7, cuando abordemos la relacin entre territorio y red.
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Aun si se reconoce la importancia de la distincin entre las
cuatro dimensiones con las que usualmente se enfoca el territorio
la poltica, la cultural, la econmica y la natural , es conveniente
organizar nuestro punto de vista a partir de una base diferente, ms
amplia, en la cual dichas dimensiones se hallen insertas dentro de
la fundamentacin filosfica de cada abordaje. De esta manera,
optamos por adoptar aqu un conjunto de perspectivas tericas, con
base en un artculo reciente (Haesbaert, 2002a) en el que discutimos
la conceptuacin de territorio segn:
a. El binomio materialismo-idealismo, desarrollado en funcin de
otras dos perspectivas: i. la visin
que denominamos parcial de territorio, al resaltar una dimensin
(sea la natural, la econmica, la poltica o la cultural); ii. la
perspectiva integradora de territorio, en respuesta a problemticas
que, condensadas a travs del espacio, o de las relaciones
espacio-poder, abarcan en conjunto esas esferas.
b. El binomio espacio-tiempo, en dos sentidos: i. su carcter ms
absoluto o relacional: tanto en el sentido de incorporar o no la
dinmica temporal (relativizadora), como en la distincin entre
entidad fsico-material (como cosa u objeto) y social-histrica (como
relacin); ii. su historicidad y geograficidad, o sea, si se trata
de un componente o condicin general de cualquier sociedad y espacio
geogrfico o si est histricamente circunscrito a determinado(s)
periodo(s), grupo(s) social(es) o espacio(s) geogrfico(s).
Parece evidente que la respuesta a estos referentes depender,
sobre todo, de la posicin filosfica
adoptada por el investigador. As, un marxista, desde el
materialismo histrico o dialctico, podr defender una nocin de
territorio que: i. privilegia su dimensin material, en especial en
el sentido econmico; ii. aparece contextualizada histricamente, y
iii. se define a partir de las relaciones sociales en las cuales
est inserta, o sea, tiene un sentido claramente relacional.
Debemos reconocer, sin embargo, que actualmente experimentamos
un entrecruzamiento de proposiciones tericas y muchos, por ejemplo,
se oponen a que la lectura materialista sea la responsable de los
fundamentos primarios de la organizacin social. Una vez ms, nos
vemos tentados a tratar de superar la dicotoma material/ideal, en
la que el territorio abarca, al mismo tiempo, la dimensin espacial
material de las relaciones sociales y el conjunto de
representaciones sobre el espacio o el imaginario geogrfico, que no
slo mueve sino que integra o forma parte indisociable de estas
relaciones.
2.2. Territorio desde las perspectivas materialistas
Si percibimos al territorio como una realidad efectivamente
existente, de carcter ontolgico, y no como un simple instrumento de
anlisis, en el sentido epistemolgico, como recurso conceptual
formulado y utilizado por el investigador, tenemos tradicionalmente
dos posibilidades, difundidas por aquellos que priorizan su carcter
de realidad fsico-material o realidad ideal, en el sentido de mundo
de las ideas. A muchos les puede resultar un contrasentido hablar
de concepcin idealista de territorio, si partimos de la carga de
materialidad que parece tener naturalmente incorporada, pero, como
veremos, incluso entre gegrafos encontramos tambin a aquellos que
defienden el territorio definido, en primer lugar, por la
conciencia o por el valor territorial, en el sentido simblico.
Dentro del par materialismo-idealismo, podemos pues afirmar que
la vertiente predominante es, de lejos, aquella que ve el
territorio desde una perspectiva materialista, aunque no por fuerza
determinada por las relaciones econmicas o de produccin, como en
una lectura marxista ms ortodoxa que se difundi en las ciencias
sociales. Esto se debe, muy probablemente, al hecho de que el
territorio, desde su origen, tuvo una connotacin fuertemente
vinculada al espacio fsico, a la tierra.
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Etimolgicamente, la palabra territorio, territorium en latn,
deriva de modo directo del vocablo latino terra, y la emple el
sistema jurdico romano dentro del llamado jus terrendi (en el
Digesta, del siglo VI, segn Di Mo, 1998:47) como el pedazo de
tierra que fue apropiado, dentro de los lmites de una determinada
jurisdiccin poltica-administrativa. Di Mo comenta que el jus
terrendi se confunda como el derecho de aterrorizar (terrifier, en
francs).
Si recurrimos al Dictionnaire timologique de la Langue Latine,
de Ernout y Meillet (1967[1932]: 687-688), y al Oxford Latin
Dictionary (1968:1929), se percibe la gran proximidad etimolgica
existente entre terra-territorium y terreo-territor (aterrorizar,
aquel que aterroriza). Segn, el Diccionnaire timologique, territo
estara ligado a la etimologa popular que mezcla terra y terreo
(p.688), dominio de la tierra y terror. Territorium, en el Digesta
del emperador Justiniano (50, 16, 239), se define como universitas
agrorum intra fines cojusque civitatis (toda tierra comprendida en
el interior de lmites de cualquier jurisdiccin).
El Oxford English Dictionary presenta como dudoso este origen
etimolgico latino a partir del termino terra (que habra sido
modificado popularmente para terratorium)5 o terrere (asustar,
derivado a territorium va territor, como se seal antes). Roby
(1881), en su Gramtica de la lengua latina, citado por el
Diccionario Oxford, tambin coloca un signo de interrogacin junto al
trmino que habra dado origen a la palabra territorium: terrere,
i.e., a place from which people are warned off (p. 363), lugar de
donde las personas son expulsadas o donde se les advierte que no
entren.
De cualquier forma, dudosa o no, es interesante destacar esta
analoga, ya que mucho de lo que se difundi ms tarde acerca de
territorio, incluso en el mbito acadmico, en general alberg directa
o indirectamente estos dos sentidos: uno, predominante, relacionado
con la tierra y, por lo tanto, con el territorio como materialidad;
otro, minoritario, referido a los sentimientos que el territorio
inspira (por ejemplo, de miedo para quien queda excluido de l, de
satisfaccin para quienes lo usufructan o se identifican con l).
Para nuestra sorpresa, incluso uno de los conceptos ms respetados
hoy en da, el concebido por Robert Sack (1986), de territorio como
rea de acceso controlado, est claramente presente en la acepcin
comentada por Henry Roby.
Entre las concepciones materialistas tenemos, en un extremo, las
posiciones naturalistas, que reducen la territorialidad a su
carcter biolgico hasta el punto de que la propia territorialidad
humana est moldeada por un comportamiento instintivo o genticamente
determinado. En el otro extremo encontramos, inmersos por completo
en una perspectiva social, aquellos que, como muchos marxistas,
consideran la base material, en especial las relaciones de
produccin, como el fundamento para comprender la organizacin del
territorio. En un punto intermedio tendramos, por ejemplo, la
lectura del territorio como fuente de recursos. Destacaremos aqu,
en tres tems diferentes, las concepciones que denominaremos
naturalista, econmica y poltica de territorio, aun a sabiendas que
se trata de divisiones arbitrarias y que en algunos momentos, en
especial en el caso de la llamada concepcin poltica, tambin
dialogan directamente con el campo simblico.
2.2.1. Las concepciones naturalistas
Aqu se trata de discutir en qu medida es posible concebir una
definicin naturalista de territorio, tanto en el sentido de su
vinculacin con el comportamiento de los animales (el territorio
restringido al mundo animal o entendido dentro de un comportamiento
natural de los hombres), como en la relacin de la sociedad con la
naturaleza (el territorio humano definido a partir del nexo con la
dinmica o incluso el poder natural del mundo).
Segn Di Mo, la concepcin ms primitiva de territorio es la de un
espacio defendido por todo animal confrontado con la necesidad de
protegerse (1998:42). Para la etologa, 5 Segn el Dicionrio
Etimolgico da Lngua Portuguesa (Machado, 1977), la palabra
territorio se utilizaba con la grafa terratorium en los Documentos
gallegos de los siglos XIII al XVI (1422).
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el territorio es el rea geogrfica en los lmites de la cual la
presencia permanente o frecuente de un sujeto excluye la
permanencia simultnea de congneres pertenecientes tanto al mismo
sexo (machos), a excepcin de los jvenes (territorio familiar), como
a los dos sexos (territorio individual) (Di Mo, 1998:42). Los
estudios referentes a la territorialidad animal son relativamente
antiguos en el mbito de la
etologa. Trabajos clsicos como el de Howard (1948, original:
1920) lanzaron el debate a partir del estudio del territorio de
ciertos pjaros. Ya en esa ocasin se discuta la amplitud de la
concepcin y las dificultades de extenderla, como regla, al mundo
animal en su conjunto. No obstante, aun con la dificultad de
generalizarla a todo el mundo de los animales, se realizaron
numerosas extrapolaciones hacia el campo humano o social. El propio
Howard afirmaba que no podran existir territorios sin algn tipo de
lmite (o frontera), que a su vez no podra existir sin algn tipo de
disputa, de manera anloga a lo que ocurre en el mundo de los
hombres.
El autor que llev ms lejos esta tesis de la extensin de la
territorialidad animal al comportamiento humano fue Robert Andrey,
referencia clsica en lo que respecta a la lectura neodarwinista de
la territorialidad, al afirmar que no slo el hombre es una especie
territorial, sino que este comportamiento territorial corresponde
al mismo que se puede percibir entre los animales. Ardrey
(1969[1967]:10) define territorio como:
un rea del espacio, sea de agua, de tierra o de aire, que un
animal o grupo de animales defiende como una reserva exclusiva.
Tambin se utiliza la palabra para describir la compulsin interior
en seres animados de poseer y defender dicho espacio (p.15). Al
extender la nocin a todos los seres animados, entre los cuales se
encuentra el hombre,
Ardrey promueve la argumentacin completamente equivocada de que
los hombres, como los animales, poseen una compulsin ntima o un
impulso tendiente a la toma y defensa de territorios, y de que todo
su comportamiento estara moldeado de manera idntica:
Actuamos de la forma como actuamos por razones de nuestro pasado
evolutivo, no por nuestro presente cultural, y nuestro
comportamiento es tanto una marca de nuestra especie cuanto lo es
la forma del hueso de nuestra cadera o la configuracin de los
nervios en un rea del cerebro humano. [] si defendemos el ttulo de
nuestra tierra o la soberana de nuestro pas, lo hacemos por razones
no menos innatas, no menos inextirpables que las que hacen que la
cerca del propietario obre por un motivo indistinguible del de su
dueo cuando la cerca fue construida. La naturaleza territorial del
hombre es gentica e inextirpable (p.132). Segn Taylor (1988), a
pesar de que muchos consideran las tesis de Andrey por completo
superadas, han surgido adeptos de su principal tesis la de que
la territorialidad se aplica a los comportamientos en escalas muy
diferentes, desde interacciones entre dos pueblos hasta choques
entre naciones, y la de que la territorialidad es un instinto
bsico, incluso recientemente, entre escritores reputados (p. 45).
El trabajo del gegrafo sueco T. Malmberg, Territorialidad humana,
publicado en 1980 (pero escrito en 1976), es uno de los mejores
ejemplos. Malmberg propuso la siguiente definicin:
La territorialidad comportamental humana es principalmente un
fenmeno de ecologa etolgica con un ncleo instintivo, que se
manifiesta como espacios ms o menos exclusivos, a los cuales estn
vinculados emocionalmente individuos o grupos de seres humanos y
que, por la posible evitacin de otros, se los
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distingue por medio de lmites, marcas u otros tipos de
estructuracin con manifestaciones de adhesin, movimientos o
agresividad (pp. 10-11). Sin embargo, l advierte que,
contrariamente a las lecturas como la del etlogo Konrad Lorenz,
el
aspecto cotidiano del territorio es ms el de uso de recursos que
el de defensa y agresin. Algunas semejanzas, no obstante, son
cuando menos sorprendentes. Aunque la tesis de Konrad Lorenz (1963)
sobre la asociacin amplia entre defensa del territorio y el
instinto de agresividad se encuentre hoy en da superada,6 algunas
consideraciones de este autor merecen ser mencionadas. Por ejemplo,
es interesante percibir que entre los animales el territorio puede
ser una cuestin de control no slo del espacio, sino tambin del
tiempo. Al comentar el trabajo de Leyhausen y Wolf, Lorenz afirma
que:
La distribucin de animales de una determinada especie sobre el
biotopo disponible puede verse afectada no slo por una organizacin
del espacio sino que tambin por una organizacin del tiempo. Entre
los gatos domsticos que viven libres en una zona rural, muchos
individuos pueden hacer uso de la misma rea sin entrar nunca en
conflicto, por su utilizacin de acuerdo con un horario (p.27).
Incluso entre animales slo gobernados por el espacio (como algunos
mamferos carnvoros),
el rea de caza no debe imaginarse como una propiedad determinada
por confines geogrficos; est determinada por el hecho de que en
cada individuo la preparacin para luchar es mayor en el lugar ms
familiar, o sea, en el medio de su territorio. Cuanto ms apartado
de su ncleo territorial de seguridad, ms evita el animal la lucha,
la disputa, por sentirse ms inseguro (Lorenz, 1963:28).
Aunque las analogas con el contexto social sean siempre muy
peligrosas, citamos estos ejemplos por el simple hecho de que a
travs de ellos es posible reconocer la no exclusividad de algunas
propiedades que muchos consideran prerrogativas de la
territorialidad humana. Incluso si se trata de mera coincidencia,
sin posibilidad algunas de establecer correlaciones con el
comportamiento humano, estas caractersticas muestran que algunas de
nuestras constataciones para la territorialidad humana no son
privilegio de la sociedad. A partir de diferentes estudios sobre la
territorialidad animal, clsicos o ms recientes, es posible
constatar que el territorio animal (o en l):
- en trminos de tiempo, puede ser cclico o temporal; - en lo que
se refiere a sus fronteras o lmites, puede ser gradual a partir de
un ncleo central de
dominio del grupo y contar con diversas formas de demarcacin,
con delimitaciones no siempre claras o rgidas7;
6 Segn Lorenz, podemos afirmar con certeza que la funcin ms
importante de la agresin intraespecfica es la distribucin uniforme
de los animales de una especie particular sobre un zona habitable
(p.30). De acuerdo con Thorpe (1973:251), Lorenz comete el error de
extrapolar fcil y acrticamente el comportamiento de los vertebrados
inferiores tales como peces y muchos pjaros al comportamiento de
animales superiores e incluso al propio hombre. Lorenz considera
que la agresin es algo espontneo, que encuentra expresin,
inevitablemente, en la violencia, independientemente de los
estmulos externos. Waal (2001), aunque tambin defienda la relacin
entre agresin animal y humana, afirma que hoy el pensamiento sobre
la temtica es mucho ms flexible, y se abandona el concepto
lorenziano, que ve la agresin como algo inevitable, y se buscan
determinantes ambientales. En esta visin, la violencia [animal y
humana, se puede deducir] es una opcin, que se expresa solamente
bajo condiciones ecolgicas [sociales, en el caso de los hombres]
especiales (p 47.). 7 Segn Kruuk (2002), algunas fronteras son en
realidad zonas en disputa constante, y otras, cercas o caminos bien
definidos. Para prevenirse de la violencia en sus territorios,
muchos animales, como los carnvoros, utilizan sistemas de
sealizacin muy diversificados, a travs de gestos o marcas: levantar
la pierna, arrastrar el trasero, refregarse las mejillas, araar el
suelo o un rbol Orina, heces, glndulas anales restregarse contra
objetos o en el suelo, o rascarse (p.38). Para Lorenz (1966), los
lmites, ms que estar marcados en el suelo, pueden ser resultantes
mviles de una balanza de poder (p.29).
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- la diversidad de comportamiento es la norma, e incluso existen
aquellos animales que los etlogos llaman no territoriales, en el
sentido de que vagan ms o menos de forma nmada, como los grandes
ungulados, las abejas de tierra y muchos otros (Lorenz, 1963:31).8
Como ya lo hemos afirmado, es difcil generalizar respecto a la
territorialidad animal porque sta
sirve a diferentes funciones en diferentes especies y tiene un
gran nmero de desventajas (Huntingford, 1984:189). De all la
importancia de analizar la contextualizacin de cada comportamiento
territorial. Entre los beneficios ms generales de la
territorialidad animal, que vara de modo sustancial segn la
especie, tenemos:
- la base de recursos que sta ofrece para la supervivencia de
los animales (territorios
alimentarios); - las facilidades que proporciona para el
apareamiento y la reproduccin (algunos animales slo
definen territorios durante la poca de reproduccin, territorios
de apareamiento); - la proteccin de las cras durante el
crecimiento, para evitar a los predadores.
Adems de una especie de juego costo-beneficio que la
territorialidad proporciona a travs de ese
sentido funcional, para algunos autores como Deleuze y Guattari
habra tambin otra dimensin, la de la expresividad. Se trata
probablemente de la caracterstica ms sorprendente de la
territorialidad animal, o mejor dicho, de ciertos grupos de
animales especficos, como algunas aves y peces, inusitada y
polmica, ya que muchos la consideran la ms exclusivamente humana de
las caractersticas de la territorialidad.
Segn Deleuze y Guattari (2002), el territorio, ms que ser
funcional, posesivo, es un resultado del arte, expresivo, dotado de
cualidades de expresin. Esta expresividad estara presente en los
propios animales, representada en la marca o pster de un color (en
el caso de ciertos peces) o de un canto (en el caso de algunas
aves),9 por ejemplo. Para loa autores, esta constitucin o liberacin
de materias expresivas sera arte bruto, lo que hara que el arte no
fuese un privilegio de los seres humanos (p.316). Concordar con
Deleuze y Guattari significara ampliar la lista de semejanzas entre
las territorialidades animal y humana hasta un nivel probablemente
muy problemtico, en donde podramos aproximarnos de manera peligrosa
a las tesis de los que defienden una correspondencia casi
irrestricta entre el mundo animal y el humano.
A pesar de todas estas posibilidades de encontrar analogas,
sorprende que las discusiones de los gegrafos sobre el territorio
aborden poco o nada el tema de la territorialidad animal. Ello
resulta tanto ms sorprendente cuando recordamos que uno de los
debates centrales imputados al gegrafo es el de la relacin
sociedad-naturaleza. No obstante, se ha abierto un campo muy
novedoso, principalmente a travs de lo que algunos gegrafos
anglosajones denominan geografas animales, un debate serio sobre
las formas de incorporacin de los animales al espacio social10. Los
pocos gegrafos que osaron tender el puente entre territorialidad
humana y territorialidad animal cayeron en la interpretacin, ya
comentada aqu, segn la cual la territorialidad humana puede ser
tratada como una simple extensin del comportamiento animal, en un
sentido neodarwinista.
8 Kruuk (2002), citando tesis de Pemberton y Jones, comenta el
caso de ciertos carnvoros que no poseen una territorialidad
definida, como algunos marsupiales de Tasmania, que pueden
organizarse perfectamente bien en un sistema no territorial (p.36).
No patrullan ninguna frontera y con frecuencia tienen un
comportamiento espacial totalmente catico. 9 Genosko (2002) afirma
que, para Deleuze y Guattari, el devenir-expresivo de un componente
tal como la coloracin marca un territorio (p.49). 10 Es posible
obtener un panorama sinttico de los avances en esta temtica a travs
del artculo Animating Cultural Geography (Wolch, Emel y Wilbert,
2003).
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-
Pero suele ocurrir que la seal de alerta en cuanto al riesgo de
pensar nuestra territorialidad de igual forma que la animal
proviene de los propios bilogos. Thorpe (1974), por ejemplo,
advierte sobre los serios daos que provocaron (y continan
provocando) algunos investigadores (como Ardrey) al concluir que
nuestra propia territorialidad es totalmente comparable a la de los
animales (p.252). Peor que esto, se cita el origen de los hombres
entre los predadores para justificar un instinto no slo agresivo,
sino que conlleva tambin la necesidad biolgica de dominar un pedazo
de tierra.
A pesar de todas estas crticas, no se trata de tesis que hayan
sido sepultadas definitivamente; por el contrario, la tendencia es
que stas ganen nuevo aliento, en especial a partir de los avances
en el campo biogentico. Recientes descubrimientos en el mbito de la
etologa y el crecimiento de campos como el de la sociobiologa han
llevado a consideraciones muy polmicas y a un retorno de la trampa
biologista.
Waal (2001) permite que percibamos con claridad este riesgo al
comentar las dos formas de abordar la relacin entre el hombre y los
otros animales: la que descarta todo tipo de comparacin y que an es
lugar comn en las ciencias sociales, y la que, a partir de la teora
darwinista, percibe el comportamiento humano como producto de la
evolucin, sujeta, por lo tanto, al mismo esquema explicativo del
comportamiento animal (p.4). Percibimos, en efecto, que la
distincin es relevante y que las dos proposiciones son criticables.
La cuestin es que Waal va demasiado lejos al optar por la segunda
perspectiva, cuya respetabilidad y ampliacin, segn l, han sido
crecientes, principalmente en funcin de los avances de la teora
sobre los comportamientos de los animales:
Comprensiblemente, acadmicos que han empeado su vida condenando
la idea de que la biologa influencia el comportamiento humano son
reacios a cambiar de rumbo, pero estn siendo superados por el
pblico en general, que parece haber aceptado que los genes se
hallan presentes en casi todo lo que nosotros somos y hacemos (p.2)
[] inclusive los orgenes de la poltica humana, del bienestar y de
la mortalidad se estn discutiendo a la luz de la observacin de los
primates (Waal, 2001:4) En lugar del comportamiento, o de modo ms
especfico, de instintos contra la agresin, ahora
es el turno de la gentica en sentido amplio. El serio riesgo que
corremos es, una vez ms, el de atribuirle todo, o el fundamento de
todo, al campo biolgico, natural. A tal punto que la ecuacin puede
incluso invertirse: si la naturaleza natural del hombre no explica
comportamientos como los relacionados con nuestra mltiple
territorialidad, las manipulaciones genticas podran realizar lo que
esta biologa socialmente no manipulada no logr hacer, o sea,
dirigir el comportamiento humano, aun en su relacin con el
espacio.
Las afirmaciones del antroplogo Jos Luis Garca, realizadas ya en
1976, sin duda mantienen su actualidad:
no sabemos, y difcilmente podremos llegar a conocer algn da,
hasta que punto las observaciones extradas del comportamiento
animal pueden ser aplicadas, aunque sea analgicamente, al hombre.
Nos faltan datos objetivos sobre el significado real de la conducta
animal, sobre todo si nos introducimos en el mundo motivacional, y
naturalmente el antroplogo, que ha experimentado en sus estudios
transculturales el grave peligro del etnocentrismo, difcilmente se
puede convencerse de que salvar el incgnito espacio que separa la
especie animal de la humana sin sumergirse, a su vez, en el
antropocentrismo ms descarado. No queremos con eso dejar de
considerar los estudios del comportamiento animal, sino simplemente
prevenir sobre la inadecuada aplicacin de sus conclusiones al mundo
humano (Garca, 1976:17-18). Si tomamos la crtica por el otro
extremo, el de los abordajes que excluyen por completo
cualquier
discusin sobre la relacin sociedad-naturaleza y abrevan del
antropocentrismo sealado por Garca, frente a algunos fenmenos como
el de los conflictos por el dominio de recursos (como el petrleo,
las tierras cultivables y, en algunos casos, aunque de forma ms
indirecta, la propia agua), parece
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quedar otra leccin: la de que, ms que nunca, separar naturaleza
y sociedad, comportamiento biolgico y comportamiento social, es
temerario, como mnimo.
Al huir del tan criticado determinismo ambiental o geogrfico, se
hizo muy comn, incluso entre los gegrafos, restar importancia a la
relacin entre sociedad y naturaleza11 en la definicin de espacio
geogrfico o de territorio. Por tal visin antropocntrica del mundo,
menospreciamos o sencillamente ignoramos la dinmica de la
naturaleza que, calificada hoy en da como indisociable de la accin
humana, la mayora de las veces termina perdiendo por completo su
especificidad.
Si se exagera, podramos incluso discutir si no existira tambin
una especie de desterritorializacin natural de la sociedad, en la
medida que fenmenos naturales como vulcanismos y terremotos suelen
provocar cambios radicales en la organizacin de muchos territorios.
Las recientes erupciones de un volcn en el Congo, que obligaron a
decenas de miles de personas a abandonar la ciudad de Goma, y en la
isla Strmboli, en Italia, figuran entre los varios ejemplos de este
proceso. Aun sabiendo que los efectos de esta desterritorializacin
son muy variables de acuerdo con las condiciones sociales y
tecnolgicas de las sociedades, no hay dudas de que tenemos all otra
fuerza, no humana, que interfiere en la construccin de nuestros
territorios.
Incluso si no convenimos con el trmino desterritorializacin, en
sentido estricto, para caracterizar dichos procesos ya que, como
acabamos de ver, sera absurdo considerar la existencia de
territorios naturales desvinculados de relaciones sociales no
podemos ignorar este tipo de intervencin por el simple hecho de que
el hombre, por ms que haya desarrollado su aparato tcnico de
dominio de las condiciones naturales, no ha logrado ejercer un
control efectivo sobre una serie de fenmenos vinculados de forma
directa a la dinmica de la naturaleza o, incluso, con su aplicacin
provoc reacciones completamente imprevisibles.
Adems, si tomamos en cuenta la discutible tesis de aquellos
autores que amplan de forma tal la nocin de poder que ste termina
superando los lmites de la sociedad, es posible extrapolar y decir
que el territorio, aun en la lectura ms difundida en las ciencias
sociales, que privilegia su vinculacin con las relaciones de poder,
tambin incorpora una dimensin natural en su constitucin,12 o por lo
menos la capacidad de las relaciones sociales de poder de imponerse
sobre la dinmica de la naturaleza.
Desde una perspectiva diferente, una especie de territorio
natural al revs (nada natural) es aquel que se define a partir de
las llamadas reservas naturales o ecolgicas. Obligando a reinventar
la naturaleza a travs de concepciones como la ecologa, la biosfera
y el medio ambiente, el hombre se vio en la contingencia de
producir concretamente una separacin que nunca habra existido
entre
11 Es importante recordar que muchos autores consideran el
trmino naturaleza en un sentido muy amplio, que se torna as
prcticamente en un sinnimo de materialidad o de experiencia
sensorial. Whitehead (1993[1920], por ejemplo, en su libro El
concepto de naturaleza, la define como aquello que observamos en la
percepcin mediante los sentidos (p.7). Optamos aqu por una
interpretacin ms estricta, con el nico objetivo de resaltar la
existencia de una dinmica de la naturaleza de algn modo diferente
(aunque no disociable) de la dinmica de la sociedad. 12 Reconocer
la importancia de una dimensin natural en la composicin de
territorios no significa, pues, concordar con la posicin de
aquellos autores que llegan a ampliar la nocin de poder hasta la
esfera de la naturaleza. Para Blackburn, por ejemplo, [] es posible
atribuirle el poder a propiedades de la naturaleza tanto como a
propiedades de la especie humana, tales como el poder mltiple del
medio ambiente sobre las comunidades humanas. De hecho, el
surgimiento de nuestra especie y de la propia evolucin de la vida
demostr el poder de la seleccin natural. Se puede definir
provisoriamente poder, en un sentido general, como la habilidad de
crear, destruir, consumir, preservar o reparar. Los poderes
productivos accesibles a la sociedad, que para Marx son sinnimos de
fuerzas productivas, confluyen con los de la naturaleza, como la
fertilidad natural del suelo y la capacidad de procrear del mundo
animal. Los poderes destructivos de la naturaleza incluyen la
entropa, los terremotos y los relmpagos; sus poderes preservadores
y restauradores abarcan sistemas de inmunidad biolgica, coberturas
forestales y lava solidificada. La historia humana se ha venido
desarrollando en una tensin creativa con esos poderes fundamentales
de transformacin y preservacin. El autor define, adems, el poder
humano como la habilidad de [llevar a cabo las intenciones o
potencialidades humanas de] crear, destruir, consumir o preservar
cosas, tales como la independencia y autoridad en la esfera
poltica, riqueza en la economa o poder en la esfera militar, a
travs de la intervencin en esos poderes de la naturaleza
(Blackburn, 1992[1989]:287).
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espacios humanos y naturales, como en una lectura de la geografa
que separaba paisajes naturales y paisajes culturales o humanizados
(Sauer, 1926).
De esta forma, la reclusin a la que fueron relegadas algunas
zonas del planeta, en funcin de su condicin de zonas protegidas,
provoca la reproduccin de territorios que son una especie de
clausura en el sentido inverso, ya que con frecuencia tienen casi
vedadas la intervencin y la movilidad humana en su interior. Es
evidente que all las cuestiones de orden cultural, poltico y
econmico involucradas son tan importantes como los asuntos llamados
ecolgicos. De cualquier modo, se trata de un ejemplo ms, muy rico,
de un territorio interpretado desde una perspectiva materialista y
que, aunque entrecruce estrechamente reas como la antropologa, la
sociologa y la ciencia poltica, tambin est muy focalizado a partir
de perspectivas como las de la ecologa.
Dentro de la dimensin material del territorio, por lo tanto, de
alguna manera es necesario considerar esa dimensin natural, que en
algunos casos todava se revela como uno de sus componentes
fundamentales. Pero es claro que nunca en forma disociada. En el
fondo, la razn est del lado de autores como Bruno Latour (1991),
para quien nos movemos mucho ms en el campo de los hbridos
sociedad-naturaleza. La cuestin central, entonces, no es cuestionar
la existencia de visiones naturalistas (como las nociones de
territorio aqu discutidas), sino cmo desarrollar instrumentos
conceptuales para repensarlas dentro de ese complejo hibridismo en
el que cada vez ms se estn transformando.
2.2.2. La concepcin de base econmica
La opcin de la dimensin material, analizada aqu en su
perspectiva ms extrema, la que comprende la concepcin naturalista
de territorio, dominante en la etologa y en algunas posiciones de
las ciencias sociales, se expande, no obstante, por varias otras
esferas que van desde la ciencia poltica hasta la propia
antropologa. Es como si muchos antroplogos, aun priorizando el
mundo simblico, al referirse a la dimensin material apelaran a una
categora como la de territorio, vindolo fundamentalmente desde esta
perspectiva. Con frecuencia se trata de autores influidos por el
marxismo, como es el caso de Maurice Godelier, que en su libro Lo
ideal y lo material: pensamiento, economa, sociedades, define
territorio a partir de procesos de control y usufructo de los
recursos:
Se designa como territorio la porcin de la naturaleza, y por lo
tanto del espacio, sobre el que una sociedad determinada reivindica
y garantiza a todos o a parte de sus miembros derechos estables de
acceso, de control y de uso con respeto a la totalidad o parte de
los recursos que all se encuentran y que dicha sociedad desea y es
capaz de explotar (Godelier, 1984:112). Godelier mantiene en su
definicin una fuerte referencia a la naturaleza, algo muy presente
en el
trabajo de antroplogos e historiadores que, con frecuencia,
cuando analizan el territorio y los procesos de territorializacin,
se refieren al anlisis de las sociedades tradicionales, como la
sociedad indgena, que econmicamente dependen mucho ms de las
condiciones fsicas de su entorno o que hacen uso de referentes
espaciales de la propia naturaleza en la construccin de sus
identidades. De all la importancia que Godelier otorga al
territorio en tanto fuente de recursos, o su acceso, control y
uso.
Algunos antroplogos, en trabajos ms recientes, todava mantienen
esa idea de territorio de basamento econmico-materialista como rea
defendida en funcin de la disponibilidad y garanta de los recursos
necesarios para la reproduccin material de un grupo. Es importante
recordar, sin embargo, que no se trata de una caracterstica genrica
de las sociedades tradicionales, como interpretan de forma
apresurada diversos autores. Existe una distincin muy ntida entre
diferentes formas de construccin del territorio y de la
territorialidad en relacin con sus recursos, dependiendo de
factores como el tipo de movilidad al que el grupo se halla
sujeto.
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Lancaster y Lancaster (1992), por ejemplo, al analizar tribus de
Omn, en la pennsula Arbiga, parten de la constatacin de que no
existe la propiedad de los recursos naturales, ya que stos son
compartidos por todos, como es tradicional entre los pueblos nmadas
del desierto arbigo. Hay un sistema de acceso a los recursos dotado
de flexibilidad, que depende de factores tales como preferencias
basadas en el conocimiento de los recursos en la zona donde se
halla cada familia o grupo y quin alcanzar primero determinada
zona. Lo que se defiende es la idea de acceso, su legitimidad, el
concepto ms que el objeto, ya que el objeto siempre puede ser
renovado o desplazado (p. 343), en trminos aproximados,
agregaramos, con lo que se establece as un patrn flexible de uso
territorial (p.352)
O sea, algo de la flexibilidad territorial que reivindicamos
como caracterstica de la territorialidad (o incluso, para algunos,
de la aterritorialidad) de nuestros tiempos pos- modernos encuentra
refugio, de manera muy diferente en su forma, pero dentro de
principios de convivencia social igualmente ricos, entre grupos
sociales vistos de modo genrico como dotados de territorios
estables y bien delimitados. En relacin con el trabajo de Lancaster
y Lancaster, Casimir (1992) afirma que:
Por no ser animales territoriales, pero poder, si es necesario,
comportarse territorialmente, la mejor estrategia general para
garantizar el acceso a los diversos tipos de recursos, bajo
variadas condiciones sociales y/o naturales, es la flexibilidad
(p.16). En la mayor parte de los lugares, actualmente estamos bien
distantes de una concepcin de
territorio como fuente de recursos o como simple apropiacin de
la naturaleza, en sentido estricto. Ello no significa, sin embargo,
como lo acabamos de demostrar, que dichas caractersticas se
encuentren superadas. Dependiendo de las bases tecnolgicas del
grupo social, su territorialidad an puede cargar profundas marcas
de una vinculacin con la tierra, en el sentido fsico del
trmino.
Lo mismo ocurre en las zonas donde algunos fenmenos naturales
(vulcanismos, movimientos ssmicos, huracanes) ejercen influencias
profundas en la vida social. Adems, como ya hemos comentado, el
agravamiento de las cuestiones ambientales ciertamente llevar a una
valorizacin cada vez mayor del control de los recursos como el agua
o los suelos cultivables, lo que puede generar nuevos conflictos
por el dominio territorial (como viene ocurriendo ya en diversas
regiones como el valle del Nilo, el Shel o la cuenca del Tigris y
del ufrates).
Aunque hayamos comenzado nuestra discusin sobre el abordaje que
privilegia la dimensin econmica del territorio con el ejemplo ms
extremo, en el sentido de asimilacin de una perspectiva
materialista de territorio por parte de aquellos que, por las
divisiones acadmicas del trabajo, estaran menos propensos a
asumirla, o sea, los antroplogos, es evidente que otras reas,
especialmente la economa, han producido abundantes obras dentro de
esa perspectiva. La cuestin es que la mayora de los trabajos, en
especial en el rea de la economa regional o espacial, hace un uso
mucho mayor de conceptos como espacio, espacialidad y regin que de
territorio, siendo por lo tanto temerario forzar a partir de all
una interpretacin del concepto. Aunque se utilicen ampliamente
trminos como divisin territorial del trabajo, se trata sobre todo
de una divisin espacial del trabajo (Massey, 1984), ya que en
contadas ocasiones se alude a la concepcin de territorio all
incorporada.
Entre los gegrafos, encontramos algunas posiciones que, aunque
minoritarias y casi siempre impregnadas de fuertes vnculos con
otras perspectivas, pueden ser consideradas, con cierta
simplificacin, como abordajes que privilegian la dimensin econmica
en la construccin del concepto de territorio. Es probable que la
concepcin ms relevante y tericamente ms consistente sea la
defendida por el gegrafo brasileo Milton Santos, en la que el uso
(sobre todo econmico) es el definidor por excelencia del
territorio.
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En defensa de un abordaje geogrfico integrador y totalizador,
Santos utiliza la controvertida expresin territorio usado como
correlato directo de espacio geogrfico (Santos et al., 2000:2),
objeto de la disciplina geogrfica:
El territorio usado se constituye como un todo complejo donde se
teje una trama de relaciones complementarias y opuestas. De all el
vigor del concepto, invitando a visualizar como proceso las
relaciones establecidas entre el lugar, la formacin socioespacial y
el mundo (p.3). El territorio usado, visto como una totalidad, es
un campo privilegiado para el anlisis porque, por un lado, nos
revela la estructura global de la sociedad y, por el otro, la
propia complejidad de su uso (p.12). En una distincin muy
interesante, probablemente inspirada en Jean Gottman, entre
territorio
como recurso y territorio como abrigo o refugio, Santos afirma
que mientras para los actores hegemnicos el territorio usado es un
recurso, garanta de realizacin de sus intereses particulares, para
los actores hegemonizados se trata de un refugio, buscando
constantemente adaptarse al medio geogrfico local, a la vez que
recrean estrategias que garanticen su supervivencia en los lugares
(pp.12-13). En la interaccin territorio-sociedad, el territorio
participa en un sentido explcitamente relacional, tanto en su
calidad de actor como en la de actuado u objeto de la accin
(p.13).
En uno de los textos ms consistentes en trminos de discusin
conceptual sobre territorio, O retorno do territrio, Santos (1994a)
comienza por criticar el legado moderno de los conceptos puros que
hizo del territorio un concepto ahistrico al ignorar su carcter
hibrido e histricamente mutable. As, lo que ste tiene de permanente
es que se trata del marco de nuestra vida y lo que lo transforma en
objeto de anlisis social es su uso, y no el territorio en s mismo
(p.15).
Este nfasis en cuanto al uso del territorio, al punto de
distinguir entre el territorio en s y el territorio usado (lo cual
recuerda sobremanera la distincin de Raffestin entre espacio y
territorio), a la vez que explica una priorizacin de su dimensin
econmica, establece una distincin discutible entre el territorio
como forma y el territorio usado como objetos y acciones, sinnimo
de espacio humano (Santos, 1994a: 16). De cualquier modo, no se
trata nunca solamente de un territorio-zona (una superficie
delimitada con claridad) como el de los estados-naciones modernos,
sino tambin de lo que aqu denominaremos territorio-red: el
territorio, hoy en da, puede estar formado de lugares continuos y
de lugares en red (Santos, 1994a:16).
La amalgama territorial, que en el pasado estaba dada por la
energa, proveniente de los propios proceso naturales, a lo largo
del tiempo fue cediendo espacio gradualmente a la informacin, hoy
en da el verdadero instrumento de unin entre las diferentes partes
de un territorio. El territorio rene informaciones definidas de
manera local y externa, vinculadas a un contenido tcnico y a un
contenido poltico, una dialctica que se afirma mediante un control
local de la tcnica de la produccin y un control remoto de la parte
poltica de la produccin (p.17). El mando local del territorio
depende de su densidad tcnica o funcional-informacional (p.18),
mientras que el control distante, global, la escala de la poltica,
al revs de lo que ocurra antes del debilitamiento del Estado
territorial (p.19), est disociado por completo, lo que agudiza los
conflictos entre un espacio local, espacio vivido por todos los
vecinos, y un espacio global racionalizador y en red.13
Santos distingue as un territorio de todos, tambin denominado,
retomando a Franois Perroux, espacio banal, frecuentemente
contenido en los lmites del trabajo de todos, y un espacio de las
redes, vinculando a las formas y normas al servicio de algunos.
Existe all una diferenciacin entre el territorio en su totalidad y
algunas de sus partes, o puntos, o sea, las redes (p. 18). Esta
13 Esta distincin entre global y local tambin debe ser
problematizada, principalmente debido a que el autor, en obras ms
recientes (Santos, 1996:272), asocia orden global con
desterritorializacin, en tanto separa el centro y la sede de la
accin, y orden local y espacio banal, irreductible, con
reterritorializacin.
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distincin, algo problemtica, debe ser relativizada por el hecho
de que el autor afirma de igual modo que son los mismos lugares que
forman redes y que forman el espacio banal. Son los mismos lugares,
los mismos puntos, pero que contienen simultneamente
funcionalizaciones diferentes, quiz divergentes u opuestas
(1994a:16)
Al definir el espacio geogrfico que, como vimos, puede ser
sinnimo de territorio (o por lo menos de territorio usado) como la
interaccin entre un sistema de objetos y uno de acciones, Santos
explicita la base materialista de fundamentacin econmica en su
trabajo. A pesar de criticar las limitaciones del abordaje analtico
en torno a la dialctica de las fuerzas productivas y de las
relaciones de produccin, asocia, aunque en forma simplista, como l
mismo lo reconoce, un sistema de objetos con un conjunto de fuerzas
productivas y un sistema de acciones con un conjunto de relaciones
sociales de produccin (1996:52).
La aplicacin de las categoras analticas internas a la nocin de
espacio supone, como primer proceso bsico, el estudio de las
tcnicas (1996:19), e incluso, con el reconocimiento, junto a la
tecnoesfera, de una psicoesfera vinculada al reino de las ideas,
creencias, pasiones (p.204), dicha nocin aparece de manera mucho ms
sutil en el conjunto de su obra. El nfasis puesto en la
funcionalizacin y en el contenido tcnico de los territorios permite
incorporar la lectura de territorio elaborada por Santos en el
marco de una perspectiva econmica. Debemos reconocer, sin embargo,
el rico proceso de ampliacin y complejizacin del concepto,
verificado en particular en sus ltimos trabajos14, adems del hecho,
en extremo relevante, de que el autor nos alerta para que nunca
concibamos la des-re-territorializacin slo a partir de la
perspectiva poltico-cultural, incluyendo de forma indisociable los
procesos econmicos, especialmente la dinmica capitalista del medio
tcnico-cientfico informacional.
2.2.3. La tradicin jurdico-poltica de territorio
Por la amplitud de la temtica espacial, ciertos conceptos en
geografa terminaron por priorizar un determinado tipo de cuestin y
una dimensin social especfica, como por ejemplo el tratamiento de
asuntos econmico-polticos a travs del concepto de regin, o de
problemticas del campo de las representaciones culturales del
espacio mediante el concepto de paisaje. En este sentido, no es
equivocado afirmar que, aun en medio de una enorme diversidad de
perspectivas, el territorio ganar su ms amplia tradicin en el campo
de las cuestiones polticas.
Por la importancia de este abordaje, la trataremos aqu en un
punto separado dentro de las posiciones materialistas, aun a
sabiendas de que varios de esos enfoques no se restringen al
terreno de la materialidad de las relaciones sociales o de poder.
Por lo menos entre algunos autores, se trata, de manera
aproximativa, de una especie de acuerdo tcito, a fin de dar mayor
rigor a sus conceptos, cada uno ocupado en problemticas especficas.
Como veremos en el punto siguiente, la geografa cultural, al
privilegiar la dimensin simblica o el campo de las
representaciones, utiliza mucho ms otros conceptos como paisaje o
lugar que el de territorio. En lo que respecta a la geografa
poltica, territorio, e incluso territorialidad, son considerados
como conceptos fundamentales. Segn Cox (2002), los conceptos
centrales de la geografa poltica son, para simplificar, territorio
y territorialidad (p. 3). Territorialidad, como veremos ms
adelante, aun estando ms frecuentemente asociada a fenmenos de
orden poltico (vase, por ejemplo, Sack, 1986), tambin aparece
vinculada a cuestiones socio-culturales, como la identidad
social.
14 Vase, por ejemplo, la asociacin planteada entre
territorialidad y cultura, territorialidad y memoria (efmera y
longeva), en La naturaleza del espacio (Santos, 1996:262-263). Al
asociar movilidad y desterritorializacin, el autor llega incluso a
afirmar, como ya lo hemos destacado en la Introduccin, que
desterritorializacin es, frecuentemente, otra palabra para
significar extraamiento, que es, tambin, desculturalizacin
(p.262)
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El vnculo ms tradicional en la definicin de territorio es el que
realiza la asociacin entre territorio y los fundamentos materiales
del Estado. En geografa, el autor clsico en tal discusin es el
alemn Friedrich Ratzel. Segn Moraes (2000:19), en la ptica
ratzeliana, el territorio es un espacio cualificado por el dominio
de un grupo humano, estando definido por el control poltico de un
determinado mbito espacial. Segn l, en el mundo moderno constituyen
reas de dominacin estatal y, ms recientemente, estatal nacional. De
esta forma, para Ratzel:
Aunque incluso la ciencia poltica frecuentemente haya ignorado
las relaciones de espacio y la posicin geogrfica, una teora del
Estado que hiciera abstraccin del territorio no podra, jams, tener
ningn fundamento seguro (p. 73). Sin territorio no se podra
comprender el incremento de la potencia y de la solidez del Estado.
(Ratzel, 1990:74). Freund (1977), por otro lado, al analizar la
sociologa de Max Weber, afirma de una manera
todava ms amplia (que asocia territorio y actividad poltica en
sentido amplio): La actividad poltica se define, en primer lugar,
por el hecho de desarrollarse en el interior de un territorio
delimitado. [] las fronteras [] pueden ser variables; no obstante,
sin la existencia de un territorio que particularice el
agrupamiento, no se podra hablar de poltica. [] Se puede, pues,
definir la poltica como la actividad que reivindica para la
autoridad instalada en un territorio el derecho de dominio, que es
la manifestacin concreta y emprica del podero. [] Ese podero y ese
dominio, segn Max Weber, slo se vuelven polticos cuando la voluntad
se orienta significativamente en funcin de un agrupamiento
territorial, con vistas a realizar un fin, que slo tiene sentido
por la existencia de dicho agrupamiento (pp. 160-161). Aunque su
origen etimolgico se encuentre asociado a la idea de apropiacin o
hasta de
dominacin (poltica) del espacio por los hombres, las bases
conceptuales de territorio y territorialidad fueron elaboradas por
primera vez, como hemos visto, en el campo de la etologa. En
verdad, podemos considerar que, en general, a lo largo de los
siglos XIX y XX, los debates acadmicos sobre la territorialidad en
la biologa y en las ciencias sociales corrieron paralelos. De forma
sutil o enftica, segn el contexto histrico, poltico o ideolgico, en
algunos momentos esas propuestas se cruzaron, sea en el sentido de
hacer valer, unilateralmente, los paradigmas de la territorialidad
animal sobre la humana, sea para que prevaleciera el sentido
social, humano, de la territorialidad (como en la gran mayora de
los estudios llevados a cabo en las ciencias sociales).
De este modo, no siempre qued claramente establecida la
distancia entre una visin naturalista de territorio y un abordaje
poltico. Corrientes tericas materialistas fundamentadas en analogas
con las ciencias biolgicas tendieron puentes, a veces inusitados,
entre las construcciones poltica y biolgica de territorio. Al
reivindicar para la sociedad el derecho natural a un espacio o
incluso a la propiedad privada de la tierra, transformando en un
derecho casi obligatorio, en tanto correspondera al espacio vital
sin el cual no se dara el progreso social, algunos estudiosos
desarrollaron la asociacin que hizo del territorio poltico de
manera principal el territorio del Estado, en mayor o menor grado,
una extensin de la dinmica que ocurra en el mbito del mundo
biolgico, ms especficamente en el mundo animal.
Aunque la rica perspectiva de Ratzel no se pueda reducir, en
absoluto, a la visin organicista y determinista que muchos le
atribuyeron, no hay dudad de que l se inspir en la naturaleza
biolgica del hombre para presentar algunas de sus conclusiones ms
importantes en relacin con el espacio y el territorio. El autor
comienza la primera seccin de su libro Geografa poltica, denominada
De la relacin entre el suelo y el Estado, discutiendo la concepcin
biogeogrfica del Estado (Ratzel, 1988 [1897]). l recuerda que el
movimiento de los hombres sobre la Tierra es de avances y
retrocesos, contracciones y expansiones. Reconoce all una analoga
con la biogeografa:
31
-
Existen, para la biogeografa, espacios vitales, islas de vida,
etctera, y segn sta el Estado de los hombres es, tambin l, una
forma de propagacin de la vida en la superficie de la Tierra. Est
expuesto a las mismas influencias que la vida en su conjunto. Las
leyes particulares de propagacin de la vida humana sobre la Tierra
determinan igualmente el surgimiento de sus estados. No hemos visto
la formacin de estados ni en las regiones polares, ni en los
desiertos, y stos permanecieron pequeos en las regiones poco
pobladas de los trpicos, de las selvas vrgenes y de las ms altas
montaas (p.11).
Las transformaciones incesantes de los estados, internas y
externas, son testimonio precisamente de su vitalidad. Sea en las
fronteras, que slo sabramos aprehender, cientficamente, como una
expresin del movimiento tanto inorgnico como orgnico, sea en las
formaciones estatales elementales, en las que la semejanza con un
tejido celular salta a la vista [], en todo lugar se constata una
analoga formal de todos los seres vivientes, en el sentido de que
stos extraen del suelo su vitalidad. Esta vinculacin, de hecho,
constituye para todos ellos, sean lquenes, corales u hombres, la
caracterstica universal, caracterstica vital pues constituye la
propia condicin de su existencia (p. 12). Los espacios vitales de
la biogeografa son trasladados para la realidad territorial del
Estado, el
cual tambin es una forma de propagacin de la vida en la
superficie de la Tierra. ste tiende a expandirse como se expanden
las clulas y los organismos vivos, extrayendo del suelo su
vitalidad. Raffestin, en el comentario agregado a esta obra de
Ratzel, reconoce que la ontologa ratzeliana es de esencia ecolgica
y funda la concepcin biogeogrfica del Estado (Ratzel, 1988:379).
Esta relacin ntima entre suelo (naturaleza o, en la lectura ms
amplia de Raffestin, espacio, substrato material)15 y Estado (o
territorio), lleva a Ratzel a reconocer que:
El suelo favorece u obstruye el crecimiento de los estados, segn
el modo como ste favorece u obstruye los desplazamientos de los
individuos y de las familias []. No se puede concebir al hombre sin
el suelo terrestre, as como la principal obra humana: el Estado. []
El Estado vive necesariamente del suelo (p. 13). De cualquier
forma, en Ratzel, el territorio queda definido en el eslabn
indisociable que hay
entre una dimensin natural, fsica, y una dimensin poltica (que
aqu se confunde con estatal) del espacio. Esta concepcin acaba, de
alguna manera, por aproximarse a aquella que, valorando la dimensin
econmica, concibe el territorio como fuente de recursos para la
reproduccin de la sociedad, ya que es tambin con base en la
disponibilidad de recursos que Ratzel va a construir su concepto.
El espacio vital sera, as, el espacio ptimo para la reproduccin de
un grupo social o de una civilizacin, tomando en cuenta los
recursos all disponibles que, segn la lectura del autor, deben
tener una relacin de correspondencia con el tamao del agrupamiento
humano existente en l.
Es interesante percibir, sin embargo, que el enfoque de Ratzel
no se reduce a una perspectiva materialista, en sentido estricto.
Relecturas relativamente recientes han subrayado la relevancia del
lado espiritual y ms subjetivo de su obra. Dijkink (2001), por
ejemplo, alude a variantes del espritu universal hegeliano y de una
concepcin idealista de naturaleza presentes en su interpretacin del
Estado y, como consecuencia, podemos decir, del territorio.
El concepto idealista de naturaleza se refiere ms a un estado
ideal de la propia sociedad que a las cosas externas al hombre. La
naturaleza se expresara a travs de los humanos, en su creacin
artstica. En este sentido, el Estado mismo sera un trabajo de arte
similar (Dijkink, 2001:125). En palabras del propio Ratzel: [] con
y a travs de su pueblo y pas [Land] se torna individualizado y as
desarrolla el organismo poltico-geogrfico del Estado, el cual crea
[!] su propia rea natural
15 Raffestin, en su Eplogo, afirma que Ratzel est tanto en el
origen del concepto de centro-periferia (atribuido ms tarde a
Lenin) como en la distincin entre espacio y territorio (vulgarizado
actualmente por los autores anglosajones y, sobre todo, por el
propio Raffestin en Por uma Geografia do Poder).
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[Naturgebiet] []. El todo nacional pretende tornarse un todo
natural [] (Ratzel, en Dijkink, 2001:125).
La ligazn espiritual con la tierra que Ratzel defiende hace de
ese territorio estatal mucho ms que una entidad material. El
sentido orgnico ptimo deseado por el Estado se expresara a travs de
la idea de que gracias al territorio, o mejor dicho, al suelo, la
nacin supera sus miserias y alcanza las condiciones para la
proyeccin de su poder creativo (Dijkink, 2001:125).
Ms de medio siglo despus, otro gegrafo que marc el debate de la
geografa poltica y su concepcin de territorio fue Jean Gottman
(1952). Para el autor, en el mundo compartimentado de la geografa,
la unidad poltica es el territorio. Hay aqu una ampliacin del
concepto que, a pesar de mantener su carcter
jurdico-administrativo, va mucho ms all del Estado-nacin, y se
expande hacia el conjunto de tierras agrupadas en una unidad que
depende de una autoridad comn y que goza de un determinado rgimen.
En cualquier caso, se trata de un compartimiento del espacio
polticamente distinto y de una entidad jurdica, administrativa y
poltica (p. 71). O sea, el carcter poltico-administrativo del
territorio sigue siendo su caracterstica fundamental.
A pesar de ese enfoque centrado en las entidades
compartimentadas concretas de la geografa, o ms bien, en la idea de
territorio como compartimiento, Gottman tambin incorpora una
dimensin ms idealista al tratar de entender los territorios, en
especial los estatales, al mismo tiempo en torno de lo que l
denomina sistemas de movimiento o circulacin y sistemas de
resistencia al movimiento o iconografas.
Los sistemas de movimiento, ms concretos, estaran vinculados a
todo lo que llamamos circulacin en el espacio, en tanto que los
sistemas de resistencia al movimiento seran ms abstractos que
materiales, una serie de smbolos que el autor denomina iconografas
(p.214). Adems de una asociacin entre mundo material e ideal, aqu
encontramos tambin, tal vez por primera vez de modo tan explcito,
al territorio vinculado a la idea de movimiento, y no slo de
fijacin, enraizamiento y estabilidad.
Es interesante cmo, aun si se asume una posicin de corte
materialista, se produce la valorizacin de una dimensin ms
abstracta y simblica en la composicin de los territorios. Gottman
reconoce la relevancia de un cemento slido que una a los miembros
de la comunidad poltica. Ms que en las fronteras fsicas, las
divisiones [cloisons] ms importantes estn en los espritus (p. 220).
Y, al concluir su libro, prcticamente le concede prioridad a este
mundo de las ideas, condena la geografa materialista y reconoce que
los mayores hechos polticos no se dieron por la violencia sino por
el poder simblico, la conversin de los espritus:
La geografa no debe tratar de ser materialista en las escuelas:
sta de ninguna manera lo es en la realidad viva y cotidiana. La
poltica de los estados es sin duda materialista en sus fines: debe
retirar de la geografa ciertos elementos que la liberarn de esta
influencia. Los grandes xitos de la poltica nunca fueron obtenidos
por la fuerza armada, sino por la conversin de los espritus (pp.
224-225). La relacin entre territorio y defensa, que se encuentra
en los orgenes del trmino y se difundi
tambin por medio de la visin neodarwinista de territorialidad,
no es una caracterstica superada sino que est presente en diversas
concepciones contemporneas, en especial la del neorrealismo en el
anlisis de las relaciones internacionales. Cox (2002), por ejemplo,
define los territorios como espacios que las personas defienden por
la exclusin de algunas actividades y la inclusin de aquellas que
realzan ms precisamente lo que ellas quieren defender en el
territorio (p.3).
Si acudimos a autores ms recientes, pero que ya son clsicos,
como Claude Raffestin y Robert Sack, parece haber un consenso en
que la dimensin poltica, ms all de su perspectiva jurdica y
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estatal, es la que mejor define al territorio.16 Dada la
importancia de ese carcter poltico, y a partir del amplio sentido
relacional que damos al concepto de poder (que incluye el propio
poder simblico), dedicaremos a continuacin un punto especfico al
anlisis del pensamiento de Sack y Raffestin.
2.3. Territorio en las perspectivas idealistas
Tomemos el ejemplo de muchas sociedades indgenas. Fcilmente
podemos afirmar que construyen su territorio como rea controlada
para el usufructo de sus recursos, sobre todo los naturales (algo
bastante genrico y, por lo tanto, variable entre los diferentes
grupos). Pero los referentes espaciales tambin all forman parte de
la vida de los indgenas como elementos indisociables, en la creacin
y recreacin de mitos y smbolos, e incluso pueden ser responsables
por la propia definicin del grupo como tal.
Incluso la definicin de Maurice Godelier, citada aqu en nuestra
discusin sobre las perspectivas materialistas de territorio,
presenta importantes matices y reivindica tambin la incorporacin de
una dimensin ideal o apropiacin simblica, pues:
lo que reivindica una sociedad al apropiarse de un territorio es
el acceso, el control y el uso, tanto de las realidades visibles
como de los poderes invisibles que los componen, y que parecen
compartir el dominio de las condiciones de reproduccin de la vida
de los hombres, tanto la propia de ellos como la de los recursos de
los cuales dependen (p. 114, cursivas nuestras). A lo largo de las
ltimas dcadas han aparecido referencias bastante ms enfticas a
estos
poderes invisibles que forman parte del territorio en varios
trabajos de antropologa. Hall, por ejemplo, en su conocido libro La
dimensin oculta (Hall, 1986), sealado como el primer antroplogo que
emprendi un estudio sistemtico sobre el tema de la territorialidad,
afirma que el territorio es considerado como un signo cuyo
significado solamente es comprensible a partir de los cdigos
culturales en los cuales se inscribe (en Garca, 1976: 14).
Uno de los trabajos antropolgicos que se concentraron en forma
ms directa en la discusin sobre este tema fue Antropologa del
territorio, de Jos Luis Garca, escrito en 1976. Adems de defender
la idea de que el territorio en la antropologa no tiene por qu
coincidir con otras concepciones, como la de territorio poltico o
legal y geogrfico, agrega:
Si el territorio es susceptible de un estudio antropolgico, y no
meramente geogrfico o ecolgico, es precisamente porque existen
indicios para creer en el carcter subjetivo del mismo o, dicho de
otra forma, porque [...] entre el medio fsico y el hombre se
interpone siempre una idea, una concepcin determinada (p. 21).
Garca cita el posibilismo geogrfico de Vidal de La Blache, la
morfologa social de Marcel
Mauss (en donde las condiciones del medio son mero sustrato de
la vida social) y los indios del Brasil Central en Lvi Strauss
(cuyo miedo a la sequa sera una creacin de sus mitos, ms que
resultado de la sequa real a la que estaban sujetos), para sostener
su tesis de que no son las caractersticas fsicas del territorio las
que determinan la creacin de significados, su semantizacin. Dicho
de otra forma, afirma, la semantizacin del territorio puede
explicarse parcialmente a partir del medio, pero la investigacin
del medio fsico nunca nos permitir concluir que debe darse un tipo
determinado de semantizacin (p. 52) 16 Souza (1995), por ejemplo,
destaca el carcter especficamente poltico del territorio (p.84),
definindolo como un campo de fuerzas, en que las relaciones de
poder estn delimitadas espacialmente y operan, pues, sobre un
sustrato referencial (p. 97, cursivas del autor).
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El territorio semantizado para Garca significa, en un sentido
amplio, un territorio socializado y culturalizado, ya que todo lo
que se encuentra en el entorno del hombre est dotado de algn
significado. Es precisamente este significado o idea que se
interpone entre el medio natural y la actividad humana lo que, con
relacin al territorio, tratamos de analizar [...]. El estudio de la
territorialidad se convierte as en un anlisis de la actividad
humana en lo que respecta a la semantizacin del espacio territorial
(Garca, 1976: 94).
La geografa, como sera de esperar, al contrario de la
antropologa, tiende a poner ms el nfasis en la dimensin material
del territorio. Incluso la llamada geografa cultural de surgimiento
relativamente reciente pero que algunos ya llegaron a erigir como
un nuevo paradigma, asociado tambin a las corrientes humanistas o
idealista de la geografa prefiere utilizar otros conceptos, como
lugar y paisaje, para analizar fenmenos vinculados a la dimensin
cultural del espacio.17 An as, existen algunos autores que dan una
importancia mayor a la perspectiva ideal-simblica del territorio.
Entre ellos se encuentran los gegrafos franceses Bonnemaison y
Cambrzy (1996).
Para Bonnemaison y Cambrzy, la lgica territorial cartesiana
moderna, pautada en el rompecabezas de los estados-naciones, que no
admite superposiciones y acenta poco los flujos, el movimiento, hoy
en da se ve suplantada por la lgica culturalista o, si lo
preferimos, posmoderna, que la geometra no permite medir ni la
cartografa, menos an, representar. Dentro de esta [...]
perspectiva, la pertenencia al territorio implica la representacin
de la identidad cultural y ya no ms la posicin en un polgono. sta
supone redes mltiples, se refiere a geosmbolos ms que a fronteras,
se inscribe en los lugares y caminos que superan los bloques de
espacio homogneo y continuo de la ideologa geogrfica (trmino de
Gilles Sautter para definir la visin cartesiana moderna de
espacio).
Para estos autores, actualmente hay un enfrentamiento entre la
lgica funcional estatal moderna y la lgica identitaria posmoderna,
contradictorias, reveladoras de dos sistemas de valores y de dos
ticas distintas frente al territorio. Aunque no sea una simple
cuestin de cambio de escala, tambin hay una revaloracin de la
dimensin local. El territorio refuerza su dimensin en tanto
representacin, valor simblico. El abordaje utilitarista del
territorio no explica los principales conflictos del mundo
contemporneo. Por ello el territorio es primero un valor, ya que la
existencia, e incluso la imperiosa necesidad para toda la sociedad
humana de establecer una relacin fuerte, o hasta una relacin
espiritual con su espacio de vida, parece claramente establecida
(p. 10).
A continuacin, Bonnemaison y Cambrzy afirman: El poder de los
lazos territoriales revela que el espacio est investido de valores
no slo materiales, sino tambin ticos, espirituales, simblicos y
afectivos. Es as que el territorio cultural precede al territorio
poltico y todava con ms razn an precede al espacio econmico (1996:
10). En las sociedades agrcolas preindustriales y en las sociedades
primitivas de cazadores y
recolectores, el territorio no se defina por un principio
material de apropiacin sino por un principio cultural de
identificacin o, si lo preferimos, de pertenencia. Este principio
explica la intensidad de la relacin con el territorio. ste no puede
ser percibido tan slo como una posesin o como una entidad exterior
a la sociedad que lo habita. Es un fragmento de identidad, fuente
de una relacin de esencia afectiva o incluso amorosa con el
espacio.18
17 Lo que no quiere decir que muchos de los debates sobre
paisaje y, especialmente, sobre lugar, no encuentren varios puntos
de correspondencia con los relativos al territorio y, en
particular, la territorialidad, como lo veremos poco despus. Ms que
marcar diferencias, los conceptos deben revelar su multiplicidad,
los posibles eslabones con otros conceptos que permiten expresar la
complejidad de las cuestiones que buscan responder. 18 La gran
influencia emprica recibida por Bonnemaison en sus reflexiones es
producto de su trabajo en la isla de Tanna, en el archipilago de
Vanuatu, donde, segn l, el grupo local no posee el territorio sino
que se identifica con ste. El principio de identificacin prevalece
sobre el principio de apropiacin [en contraposicin a la distincin
lefebvriana entre
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Los autores enfatizan que la ligazn de los pueblos tradicionales
con el espacio de vida era ms intensa porque, adems de
territorio-fuente de recursos, el espacio era ocupado de manera an
ms intensa a travs de la apropiacin simblico-religiosa:
Pertenecemos a un territorio, no lo poseemos, lo guardamos, lo
habitamos, nos impregnamos de ste. Adems, los seres vivos no son
los nicos que ocupan el territorio, la presencia de los muertos lo
marca ms que nunca con el signo de lo sagrado. En conclusin, el
territorio no est relacionado solamente con la funcin o con el
tener, sino con el ser. Olvidar este principio espiritual y no
material es exponerse a no comprender la violencia trgica de muchas
luchas y conflictos que afectan al mundo de hoy: perder el
territorio es desaparecer (Bonnemaison y Cambrzy, 1996:13-14).
Aunque se refieran en especial a las sociedades tradicionales,
Bonnemaison y Cambrzy dejan en
claro la primaca que conceden a la naturaleza simblica de las
relaciones sociales en su definicin posmoderna de territorio. La
fuerza de esta carga simblica es tanta que el territorio se concibe
como un constructor de identidad, tal vez el ms eficaz de todos (p.
14).
Es importante, sin embargo, volver a subrayar que incluso en las
sociedades tradicionales, como las indgenas citadas inicialmente,
existen diferentes formas de incorporar a su mundo los referentes
espaciales. El grado de centralidad del territorio en la concepcin
del mundo de los grupos sociales puede ser muy variable.19 Por ello
se debe tener siempre sumo cuidado con el trasplante y la
generalizacin de conceptos como el de territorio, forjados en
nuestra realidad, para contextos distintos, como el de las
sociedades genricamente denominadas tradicionales. Adems de nuestra
distancia en relacin con stas, se trata de sociedades muy
diversificadas y tambin distantes entre s, en donde el nico
contacto entre ellas suele ser a travs de nuestros conceptos.
Un aspecto importante a recordar en este debate es que, ms que
el de territorio, el concepto utilizado para resaltar las
cuestiones de orden simblico-cultural es el de territorialidad.
Territorialidad, adems de su acepcin genrica o sentido lato, por la
cual se la entiende como la simple cualidad de ser territorio,
muchas veces se concibe en sentido estricto como la dimensin
simblica del territorio.
Cuando se habla de territorialidad, se destaca el carcter
simblico, aunque ste no sea el elemento dominante ni agote las
caractersticas del territorio. Es posible establecer numerosas
relaciones a partir del propio sufijo de la palabra, como la nocin
de identidad territorial (a ese respecto, vase Haesbaert, 1999c).
Esto significa que el territorio cargara siempre, de forma
indisociable, una dimensin simblica, o cultural en sentido
estricto, y una material, de carcter predominantemente
econmico-poltico. Este abordaje integrador del territorio, para
diversos autores difcil de encontrar en extremo en las prcticas
polticas sociales contemporneas, es la temtica que abordaremos en
el prximo punto.
apropiacin y dominacin, aqu se trata de distinguir identificacin
y apropiacin]. No existe entre la sociedad y su espacio una simple
relacin de territorialidad, sino tambin una ideologa de territorio.
[] sta se evidencia en todos los conflictos agrarios y geopolticos,
actuales o pasados, tal como se la destaca en su mitologa: los
hombres de la isla son, como ellos mismos dicen: man-ples,
hombres-lugares. (Bonnemaison, 1997:77; cursivas del autor). Se
trata realmente, dice el autor, al menos en el caso de Tanna, del
territorio no como producto de su sociedad sino como una entidad
que precede y funda la sociedad. Su espacio es vivo, es un
personaje poltico, un lugar de meditacin entre l y el cosmos [] Su
territorio es un espacio encantado (1997:78). 19 La propia
diferenciacin de formas que adquieren las fronteras entre esas
sociedades, ya sean ms ntidas y cerradas o ms abiertas y flexibles,
demuestran claramente esta diversidad de papeles de los referentes
espaciales en la definicin del grupo.
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2.4. Territorio desde una perspectiva integradora
Encontramos aqu otro debate trascendente: el que encara la
lectura del territorio como un espacio que no puede considerarse ni
estrictamente natural, ni solamente poltico, econmico o cultural.
El territorio slo podra ser concebido a travs de una perspectiva
integradora entre las diferentes dimensiones sociales (y de la
sociedad con la propia naturaleza). El territorio desempeara, de
esta manera, un papel similar al que le caba a la regin como el
gran concepto integrador en la perspectiva de la geografa
clsica.
Entre los conceptos geogrficos, se puede afirmar que el de regin
fue el ms pretencioso, principalmente en el anlisis lablacheano.
Aunque tambin exista la tradicin de privilegiar los procesos
econmicos en la construccin de regiones, sin duda la idea de fondo
es que siempre habra, si no la conocida y difcilmente alcanzable
sntesis geogrfica, cuando menos un elemento diferenciador
estructurante, especie de fundamento que servira de amalgama en la
organizacin del espacio regional, ya fuera la naturaleza (para el
primer La Blache), la economa (urbana, en el segundo La Blache)20 o
la cultura.
Un poco de estas lecturas de regin clsica todava se reproduce en
la actualidad en los debates sobre el territorio, algunos centrados
en el poder poltico, otros en los smbolos de la cultura y unos ms
en la base tcnico-econmica, a fin de demostrar los fundamentos de
la organizacin territorial de la sociedad. Como se vio en los
puntos anteriores, privilegiar una de dichas dimensiones sucede
principalmente en funcin de nuestros recortes disciplinarios o de
las problemticas a las que se pretende responder.
De esta forma, si la etologa tiende a poner en cuestin por qu
diversos animales se comportan territorialmente, la ciencia poltica
procura analizar el papel del espacio en la construccin de las
relaciones de poder y la antropologa aborda el tema de la creacin
de smbolos a travs del territorio. No le cabra, pues, a la
geografa, por privilegiar la mirada sobre la espacialidad humana,
tener una visin integradora del territorio, capaz de evidenciar la
riqueza o la condensacin de las dimensiones sociales que el espacio
manifiesta?
Una de las cuestiones ms serias es que, al revs de la regin en
la versin lablacheana de comienzos del siglo XX, difcilmente
encontremos hoy en da un espacio capaz de integrar en forma
cohesionada las mltiples esferas o lgicas econmica, poltica,
cultural, natural. De all que algunos defensores de una visin
totalizadora o integradora del territorio aboguen por su superacin.
Es el caso de Chivallon (1999), que defiende el uso de la nocin de
espacialidad para sustituir a la de territorio, definido como