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GRUPO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES
MARTINISTAS & MARTINEZISTAS DE ESPAÑA
-G.E.I.M.M.E.- Fundado el 12 de Octubre de 2.003
Inscrito en el Registro Nacional de Asociaciones con el Número
Nacional 171370 de la Sección 1ª.
Ministerio del Interior. España.
BOLETÍN INFORMATIVO Nº 21
21 de Septiembre de 2.009
S U M A R I O
TEOREMAS sobre la
TABLA NATURAL DE LAS RELACIONES QUE EXISTEN ENTRE
DIOS, EL HOMBRE Y EL UNIVERSO de
LOUIS-CLAUDE DE SAINT-MARTIN
Por el S I Dimitri P. Sémelas - Seláït-Ha
(1.884 – 1.924)
Concesión del Archivo Histórico de la Orden del Lirio y del
Águila
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GEIMME © 2.009. Todos los derechos están reservados de acuerdo a
la Ley y a las normas de las convenciones internacionales.
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Primera página del documento manuscrito original. -Archivo
Histórico de la Orden del Lirio y del Águila-
El Documento completo fue publicado en 1.923 por la Revista EON,
fundada por D.
Sémelas en 1.920 como órgano de comunicación de la Orden del
Lirio y del Águila. Las imágenes del Tarot que acompañan a la
presente edición son las que aparecieron en la
Revista EON.
(Sobre Dimitri Sémelas, ver también el Boletín Informativo nº 4
de Enero de 2.005: “Sémelas, Papus y los Hermanos de Oriente”, por
Serge Caillet)
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La Tabla Natural de las Relaciones que existen entre Dios, el
Hombre y el
Universo, por L. C. de Saint-Martin (El Filósofo Desconocido),
es una obra superior que trata de la Naturaleza del Hombre y de sus
relaciones con el Universo y con Dios. Habiendo estudiado esta obra
varias veces, he podido comprobar las dificultades que surgen en
aquél que intenta penetrar su sentido.
He querido prestar un servicio a los que se encuentran deseosos
de conocer la filosofía de L. C. de Saint-Martin, exponiendo en
forma de Teoremas las principales ideas de algunos de los capítulos
de la obra.
También me he servido de un Arcano simbólico, pudiendo así
traducir la idea dominante de cada capítulo para todos aquellos que
desean meditar sobre temas útiles para la evolución de los
Seres.
CAPÍTULO I
TEOREMA I:
El Primer Móvil al que tienden las Verdades fecundas y
luminosas, para multiplicar ante nuestros ojos los rayos de su
propia luz, ha escrito todas estas verdades en todo lo que nos
rodea, en la fuerza viviente de los elementos, en la armonía de
todas las acciones del Universo y especialmente en el carácter
distintivo que constituye el Hombre.
Razonamiento.- Si tienen lugar cerca de nosotros mismos tantos
hechos instructivos, es para que los meditemos y comprendamos; esto
quiere decir en relación al Primer Móvil que éste cumpliría el
objeto principal, que consiste en acercarnos a él y reunir los dos
extremos. TEOREMA II:
Demostración.- El Hombre, para dar existencia a una obra
material, procede por actos que son, por así decir, las Potencias
Creadoras.
Las Potencias Creadoras del Hombre operan interiormente y de
forma invisible, siendo fáciles de distinguir por su rango sucesivo
y por sus diferentes propiedades.
Estas facultades invisibles son muy superiores a su obra,
permaneciendo siempre independientes de ella, puesto que a pesar de
tener el poder de destruirla no lo hace, dejándola llevar su
existencia. Si esta obra pereciese, las Potencias Creadoras que le
dieron la vida seguirían siendo lo que eran antes y durante su
duración.
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TEOREMA III: Las Potencias Creadoras del Hombre no son
únicamente superiores a sus
producciones, sino que además son superiores y extrañas a su
cuerpo, ya que operan en la calma completa de todos los sentidos
del Hombre, del que estos últimos no son más que los órganos y los
ministros. TEOREMA IV:
Las Potencias Creadoras actúan por deliberación y tienen, por el
apoyo de la Voluntad, un poder real sobre los sentidos.
En tanto que los sentidos actúan por impulsos, teniendo un poder
pasivo sobre estas facultades invisibles, que consiste en
absorberlas para ejecutar la obra o la produc-ción material
concebida por ellas. TEOREMA V:
Comparaciones.- Ahora bien, los resultados materiales más
perfectos, tal como la Naturaleza física, son los producidos por
las Potencias Creadoras superiores en estos resultados. Esta idea,
a la vez simple y extensa, nos demuestra una idea fecunda y a la
vez luminosa que reside en el siguiente axioma:
“Cuanto más una obra contiene la perfección, más señala en ella
su principio generador”. TEOREMA VI:
Los hechos u obras de la Naturaleza son materiales como los del
Hombre; los órganos físicos de la Naturaleza Universal
(correspondientes a los sentidos en el hombre) que han procedido a
la ejecución de estos hechos u obras, solo conocen a las Potencias
Creadoras que les han creado y que les dirigen, así como las obras,
los sentidos y el cuerpo del hombre solo conocen a las que sabemos
existen en él. TEOREMA VII:
También la Obra Universal de las Potencias Creadoras, la
Naturaleza, podría no haber existido jamás, o bien podría perder la
existencia que ha recibido sin que las facultades que la han
producido perdieran nada de su potencia, tal y como las facultades
invisibles del Hombre permanecen después de su obra tal y como eran
antes y durante su duración. TEOREMA VIII:
Conclusiones.- Repetimos, por lo tanto, que el Universo existe
por el apoyo de las Potencias Creadoras, invisibles en la
Naturaleza; estas facultades tienen una existencia necesaria e
independiente del Universo. TEOREMA IX:
De esta comparación y de esta demostración resulta que el Hombre
es un Ser superior, puesto que él sirve, por las facultades que le
son propias, para demostrar la existencia del Principio activo,
invisible, que produce el Universo y crea sus leyes. Por lo tanto,
concluimos que el Hombre lleva en sí mismo el Principio del Ser y
de la Vida.
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TEOREMA X: Segunda demostración.- Sin embargo, el Hombre tiene
una dependencia
relativamente absoluta de sus ideas físicas y sensibles, puesto
que no puede tener la idea de ningún objeto sensible si éste no se
le comunica a través de sus impresiones. Por comparación, las ideas
conducen al Hombre a segundas ideas y, por una serie de
inducciones, el conocimiento de los objetos presentes le hace
formar conjeturas acerca de los objetos lejanos. TEOREMA XI:
A partir de las ideas sensibles, el hombre tiene ideas de otra
clase que son las de una ley, de una Potencia que dirige el
Universo, de un Orden que lo preside, finalmente de la Armonía que
parece engendrar y conducir todo.
El hombre, no pudiendo crearse una sola idea, tiene sin embargo
una fuerza y una sabiduría superiores, que son el término de todas
las leyes, el enlace de toda armonía, la base y centro del que
emanan y al que confluyen todas las Virtudes de los seres. TEOREMA
XII:
Desde el momento que estas últimas ideas, absolutamente
diferentes de las primeras (físicas y sensibles) no pueden
producirse por la acción refleja de los objetos que nos rodean, y
habiendo sido establecido que ninguna idea en el Hombre puede
revelarse sin una intervención exterior, resulta que el Hombre es
igualmente depen-diente de sus ideas intelectuales y de sus ideas
sensibles. Él no es ni el maestro ni el autor, pues está forzado a
esperar que reacciones superiores o exteriores vengan a hacerlas
nacer.
El Hombre no puede ocuparse de cualquier objeto y asegurar
cumplir su objetivo sin ser desviado por la influencia de miles de
ideas extrañas, de reglas penosas e inoportunas que le persiguen,
obstaculizando sus juicios intelectuales más satisfactorios.
TEOREMA XIII:
Conclusión.- Habiendo sido demostrado que el Hombre y la
Naturaleza poseen facultades invisibles e inmateriales (Potencias
Creadoras), anteriores y necesarias a la producción de sus obras y,
por otro lado, habiendo quedado establecido que el Hombre está
subordinado por sus ideas físicas y sensibles o intelectuales a una
influencia exterior o superior, parece pues incontestable que
existen además Potencias de un orden más superior al suyo y al de
la Naturaleza, facultades intelectuales pensantes análogas a las
del Hombre y que producen en él los móviles de su pensamiento.
TEOREMA XIV:
A pesar de que el Hombre es pasivo en sus ideas sensibles e
intelectuales, tiene sin embargo la facultad de examinar las ideas
que le son presentadas, de juzgarlas, de adoptarlas o rechazarlas y
de actuar a continuación conforme a su elección con la esperanza de
alcanzar algún día la felicidad del pensamiento puro.
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TEOREMA XV: La Libertad es un atributo propio en el Hombre y que
pertenece a su Ser, pero la
Voluntad, esclava de la inclinación ante influencias externas,
le obliga en más de una ocasión a actuar sin poder hacer uso de su
libertad, dado que las causas de sus determinaciones le son
extrañas. TEOREMA XVI:
La Libertad en el Hombre debe ser considerada bajo dos aspectos:
como Libertad Principio y como Libertad Efecto.
La Libertad Principio es la verdadera fuente de nuestra
determinación; es esa facultad que nos hace seguir en nosotros la
ley que nos es impuesta, en definitiva, es la facultad que guarda
fidelidad a la luz que continuamente se le presenta.
La Libertad Principio se manifiesta en el Hombre aunque sea
esclavo de las influencias extrañas a su ley, y es por ello que
antes de tomar determinaciones compara los diferentes impulsos que
le dominan, oponiendo sus hábitos y sus pasiones y eligiendo
aquello que más le atrae.
La Libertad Efecto es la que únicamente se dirige según la ley
dada a la Naturaleza intelectual del Hombre. Ella supone la
independencia y rechaza toda acción forzada o influencia contraria
a esta ley.
El hombre que posee la Libertad Efecto sólo admite su propia ley
y todas sus determinaciones y actos son el efecto de esta ley que
le guía, y de esta forma es verdaderamente libre, no admitiendo
jamás ningún impulso extraño más que aquél que derive de su
voluntad. TEOREMA XVII:
La Fuerza pensante Universal, superior a las facultades del
Hombre y de la Naturaleza, demostrada por el estado pasivo con el
cual se mueven estos dos últimos, difiere mucho de aquella de los
otros seres, pues tiende en sí misma a su propia ley, poseyendo su
entera libertad y no pudiendo ser extraviada por ningún impulso
extraño. TEOREMA XVIII:
Esta Fuerza Pensante Universal es el Principio Supremo, origen
de todas las Potencias, sean aquellas que vivifican el pensamiento
del Hombre, sean las que engendran las obras visibles de la
Naturaleza material. Este Ser, término final al que todo tiende, es
Aquél que los hombres llaman generalmente Dios.
Examinando en profundidad las facultades y virtudes de este Ser
se reconocerá que él es el Bien en Esencia. No se puede volver más
sensible la Naturaleza de este Ser, por lo que será necesario
conocer alguno de sus números.
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CAPÍTULO II
TEOREMA I:
El Universo, tras ofrecer un espectáculo majestuoso de Orden y
Armonía, manifiesta signos de desorden y confusión, clasificándose
así en el rango más inferior.
TEOREMA II: El Universo no tiene relación con Dios; es un
ser aparte, es extraño a la divinidad y no contiene de Su
esencia; no participa de Su perfección y, por consiguiente, no se
haya comprendido en la sim-plicidad de las leyes de la Naturaleza
divina.
TEOREMA III: El Universo no tiene relaciones más directas
con Dios de las que nuestras obras tienen con nosotros. Pero el
Universo no le es desconocido ni indiferente a la divinidad, porque
ella se ocupa del cuidado de conservarle y gobernarle.
TEOREMA IV: Este conjunto de desórdenes y deformidades, de
simpatías y antipatías, de
similitudes y diferencias, proviene de que los cuerpos generales
y particulares de la Naturaleza solo existen por la subdivisión y
la mezcla de sus principios constitutivos; la muerte de estos
cuerpos sólo es el desprendimiento de sus principios constitutivos
y su retorno a la unidad particular de cada uno de ellos. Todo se
devora en la Creación, porque todo tiende a la Unidad de donde todo
ha salido. TEOREMA V:
Las mezclas de las que la naturaleza física está formada no
tienen relación con el carácter constitutivo de la Unidad
Universal, porque la imperfección unida a las cosas temporales
prueba que no son iguales ni coeternas a Dios, al que sólo
pertenece la perfección de la vida. Los hombres que han errado
sobre estos objetos, sólo pueden confundir al Universo y Dios.
Demostración TEOREMA VI:
En efecto, si la vida o el movimiento fuese el principio
esencial de la materia para formar un mundo, no habría sido
necesario requerir de la materia y del movimiento, ya que
obteniendo uno se habría tenido necesariamente lo otro.
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TEOREMA VII: En el orden intelectual, es lo superior que nutre a
lo inferior, al contrario del orden
físico en que lo inferior nutre a lo superior. En efecto, es el
principio de la vida quien conserva en todos los seres la
existencia
que les ha dado. Es de esta primera fuente de la Verdad que el
hombre intelectual recibe continuamente sus ideas y la luz que le
guía. Por contra, en el cuerpo material del hombre, el vientre es
el que conserva la vida de todos los órganos que le son superiores,
tales como los pulmones, el corazón y el cerebro, como la Tierra
mantiene su existencia por sus propias producciones: los abonos por
un lado, las lluvias, los rocíos, las nieblas, que son sus propias
exhalaciones y que la fertilizan al volver a caer sobre su
superficie. TEOREMA VIII:
En el Principio supremo, todo es esencialmente Orden, Paz y
Armonía; también la confusión que reina en todas las partes del
Universo, este desorden aparente o real, es el efecto de una causa
inferior y corrompida. Esa causa inferior actúa fuera del principio
del Bien y resulta nula e impotente a la vista de la Causa Primera
y Superior; y por consiguiente, todo actúa parcialmente en los
mundos creados, ella no puede nada sobre la esencia misma del
Universo material. TEOREMA IX:
Es imposible que esas dos Causas (Causa superior: el Bien, y
Causa inferior: el Mal) puedan coexistir fuera de la Clase de las
Cosas temporales, porque desde que la Causa inferior ha cesado de
ser conforme a la ley de la Causa Superior, ha perdido toda unión
con ella. TEOREMA X:
La Causa superior actúa igual con el hombre que con la Causa
inferior, dejándole a diario perder la extensión de sus facultades,
cuando por los actos inferiores, las afecciones viles, éste se
aleja de los objetos que convienen a su naturaleza. TEOREMA XI:
En el Universo, la Causa inferior y el hombre sometido a su ley
no hacen sino particularizar lo que por esencia debiera de ser
general, o dividir las acciones que debieran estar unidas, o
contener en un punto lo que debiera circular sin cesar en toda la
economía de los seres, y finalmente han conseguido volver sensible
lo que ya existía en principio inmaterial. TEOREMA XII:
Razonamiento.- Si pudieran eliminarse los desarrollos groseros
del Universo, se encontrarían los gérmenes y las fibras principios
dispuestos en el mismo orden que su producción. Es ahí donde los
observadores se encuentran extraviados, anunciando lo que pertenece
esencialmente al Universo invisible y principiante como
perteneciente al Universo visible.
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TEOREMA XIII: La Causa inferior actúa en el espacio tenebroso
donde se encuentra reducida y
todo lo que exista en este espacio, sin excepción, está expuesto
a sus ataques. La Causa inferior no puede nada contra la Causa
primera, ni sobre la esencia misma del Universo, pero puede
combatir a sus agentes insinuando su acción desordenada a los Seres
particulares con el fin de aumentar el desorden. TEOREMA XIV:
La Causa inferior puede oponer su acción a la de la Causa
superior, y el Mal puede existir en presencia de las cosas divinas,
sin que éstas participen de él. TEOREMA XV:
Axioma.- El Ser Creador produce sin cesar Seres fuera de él,
como los principios de los cuerpos producen sin cesar fuera de
ellos su acción.
El Ser Creador es Uno y Simple en su esencia; no puede producir
combinaciones o Seres compuestos. TEOREMA XVI:
Axioma.- Los Seres creados son igualmente simples y no
compuestos, por consiguiente no pueden ni disolverse ni destruirse
como las producciones materiales y compuestas. TEOREMA XVII:
Relación.- Al igual que la Corrupción, la Descomposición y el
Mal se manifiestan en las producciones materiales por la alteración
de la forma que las constituye. De la misma forma, la corrupción de
las producciones inmateriales es cesar de ser en la ley que las
constituye. TEOREMA XVIII:
Razonamiento.- La corrupción de los Seres inmateriales no puede
provenir de la misma fuente que la de las producciones materiales,
puesto que la ley contraria que actúa sobre los seres compuestos no
puede actuar sobre los seres simples. TEOREMA XIX:
Las Producciones inmateriales, en calidad de seres simples, no
pueden recibir ni descomposición ni mutilación por ninguna fuerza
extraña. De esto resulta que, si han podido corromperse, no
solamente han sido el sujeto de su corrupción, sino que también
fueron el órgano y el agente. TEOREMA XX:
Observación.- El hombre, para proceder a un acto, es empujado
por un motivo y su acto es dirigido hacia un objeto. El motivo
puede ser verdadero o falso; esto depende de la fuerza del
razonamiento del hombre y del nivel de su pureza. Es en el motivo
donde puede residir el Mal y no en el objeto. No hay que confundir
pues el objeto con el motivo; uno es externo, el otro nace en el
hombre.
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TEOREMA XXI: En el Ser Intelectual libre, la corrupción no puede
nacer sin que él mismo
produzca el germen y la fuente, resultando claramente que el
Principio Divino no contribuye al mal y al desorden que pueden
nacer entre sus producciones, y siendo la pureza misma, no puede
participar del mal; y por último, como ser simple, es impasible a
toda acción extraña. TEOREMA XXII:
Los mayores trastornos que la Causa inferior o los Seres libres
y corrompidos pueden llevar al orden físico, esos trastornos y
corrupciones sólo pueden extenderse sobre los objetos secundarios y
no sobre los principios primeros. Su desorden y su confusión no
pueden alcanzar más que a los frutos y producciones de la
Naturaleza física y jamás a sus apoyos fundamentales que sólo
pueden ser sacudidos por la mano que los ha hecho. TEOREMA
XXIII:
Relación.- La Voluntad del hombre dispone de algunos movimientos
de su cuerpo, pero nada puede sobre las acciones esenciales de su
vida animal que es incapaz de contener las necesidades. Si el
hombre se ataca en su misma existencia, puede acabar el curso
aparente, pero nunca podrá destruir ni el principio generador de su
existencia ni la ley innata a este principio. TEOREMA XXIV:
Relación.- Igualmente, el Gran Principio envía sobre el hombre
sus influencias intelectuales, y si son interceptadas o alguna
contradicción desvía los efectos, aquél que le envía estos
presentes salvadores tiene siempre la misma actividad y no cierra
nunca su mano bienhechora. TEOREMA XXV:
El Mal no puede ser atribuido a la naturaleza física, puesto que
ésta no puede nada por sí misma y su acción proviene de su
principio individual, el cual siempre está dirigido o reaccionado
por una fuerza separada de él. TEOREMA XXVI:
Conclusión.- Siendo cierto que el Mal no puede tener su origen
en Dios ni en la Naturaleza física, se encuentra forzado a ser
atribuido al Hombre o a todo Ser que tenga como él un rango
intermediario. TEOREMA XXVII:
Relación.- La Naturaleza física actúa bajo los ojos de una
inteligencia superior; es por ella que posee un movimiento
ordenado.
También el hombre, haciendo el bien, camina por la luz y el
auxilio de la inteligencia superior que le guía; si hace el mal,
sólo se le puede atribuir a él.
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TEOREMA XXVIII: No se puede conocer la naturaleza esencial del
Mal; para comprenderla, sería
necesario que fuera verdadera, y entonces dejaría de ser Mal,
porque lo Verdadero y el Bien son la misma cosa. TEOREMA XXIX:
El Mal tiene, como el Bien, su peso, su número y su medida. La
relación del Mal al Bien en cantidad es de nueve a uno; en
intensidad es cero a
uno, y en duración es de siete a uno.
CONCLUSIÓN GENERAL TEOREMA XXX:
Concluimos por tanto que:
1º. El hombre puede convencerse de la existencia inmaterial de
su Ser y de la de su Principio Supremo;
2º. El hombre no puede confundir la materia y la corrupción con
esta vida imperecedera del Ser que no tiene comienzo, de la cual
sus producciones inmediatas, únicas, participan por el derecho de
su origen.
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CAPÍTULO III
TEOREMA I: Un hombre que produce una obra o expresa un
pensamiento trata de hacer visible o tangible su concep-ción con
tanta conformidad como le es posible. TEOREMA II: Estando el hombre
ligado por trabas físicas, tiene necesidad de signos sensibles para
comprender o ser comprendido; sin esto, toda concepción del hombre
sería nula para los demás, a los que no les podría llegar. TEOREMA
III:
El hombre emplea todos los medios de exterio-rización y de
realización de sus concepciones, porque desea acercarse a sus
semejantes, asimilarlos extendiendo sobre ellos una imagen de sí
mismo, reunirlos con él y esforzarse para envolverlos en su unidad,
de la que están separados.
TEOREMA IV: La ley universal de Reunión se hace notar por la
atracción recíproca entre todos
los cuerpos, mediante la que, al aproximarse, se sustentan y se
nutren los unos a los otros; es por la necesidad de esta
comunicación que todos los individuos se esfuerzan en ligar a ellos
los seres que les rodean, confundiéndolos en ellos y absorbiéndolos
en su propia unidad a fin de hacer desaparecer las subdivisiones;
lo que está separado es reunido y lo que está en la circunferencia
retorna al centro, lo que está oculto retorna a la luz. Es gracias
a esta ley de la Reunión universal que la armonía y el orden supera
la confusión que tienen todos los seres en el trabajo. TEOREMA
V:
Conclusión comparativa.- Puesto que existe una gran analogía
entre las obras del hombre y las Obras de Dios, aplicando el
sistema de relaciones, concluimos que al igual que las obras
materiales y groseras del hombre expresan su pensamiento y sus
facultades invisibles, de igual forma la Creación del Universo
expresa el pensamiento y las facultades creadoras de Dios.
Finalmente, igual que todas nuestras acciones tienen por objeto la
extensión y la dominación de nuestra unidad, así la Obra universal
de Dios tiene por objeto la extensión y la dominación de su Unidad.
TEOREMA VI:
Dios, creando el Universo, ha recurrido a signos visibles para
comunicar su pensamiento a los seres separados de su Unidad; de
esto resulta que los seres corrom-pidos separados voluntariamente
de la Causa primera y sometidos a las leyes de su Justicia en el
recinto visible del Universo, son el objeto del amor de Dios.
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Es por este amor que Dios pone tanto cuidado en imprimirles este
carácter de unidad al que el hombre en todas sus obras tiende
activamente. TEOREMA VII:
La ley de tendencia a la unidad se aplica a todas las clases y a
todos los Seres. Así, los principios universales generales y
particulares se manifiestan, cada uno en sus producciones, a fin de
aportar de este modo sus virtudes visibles a los seres distintos de
ellos y comunicarles el socorro de estas virtudes por estos medios.
TEOREMA VIII:
Siendo dado que todas las producciones y todos los individuos de
la Creación general y particular son la expresión visible del
principio, sea general, sea particular que les constituye, deben
llevar todos las marcas evidentes de este principio y deben
anunciarlo en la manifestación de sus virtudes, acciones y hechos
que operen. TEOREMA IX:
Para todo lo que existe hay una ley fijada, un número inmutable
y un carácter indeleble. Todo está reglamentado, todo se encuentra
determinado en las especies y en los individuos. Cada clase, cada
familia, posee una barrera que ninguna fuerza podrá jamás
franquear. TEOREMA X:
El hombre, como cada producción de la Naturaleza, tiene su
carácter determi-nado, porque proveniente, como todos los seres, de
un principio que le es propio, debe de ser como ellos la
representación visible del principio que lo ha constituido, y debe,
como ellos, manifestarlo visiblemente. TEOREMA XI:
Independientemente del pensamiento y de otras facultades que
hemos reconocido en el hombre, él ofrece hechos completamente
extraños a la materia; ahora bien, se encuentra forzado a atribuir
estos hechos a un Principio activo teniendo cualidades tales como:
las previsiones, las combinaciones de toda especie, las ciencias
audaces por las que enumera, mide y pesa en cierto modo el
Universo, etc., etc., y que son bien diferentes y muy superiores a
aquéllas del Principio pasivo de la materia. TEOREMA XII:
El hombre se distingue totalmente de todos los seres
particulares de este Universo porque no sólo trata de expresar sus
pensamientos o concepciones, sino que busca tanto como le es
posible representarse él mismo en sus obras por la pintura, la
escultura y otras muchas artes; da a los edificios que construye
proporciones relativas a su cuerpo, verdad profunda que podrá
descubrir un espacio inmenso a los ojos inteligentes que le
compararán a los demás Seres.
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TEOREMA XIII: Abusamos al atribuir todas las acciones del hombre
a sus órganos materiales,
porque en dicho caso habría que suponer que la especie humana es
invariable en sus leyes y sus acciones, como lo son los animales,
cada uno según su clase. TEOREMA XIV:
Por contra, el hombre no ofrece más que diferencias y
oposiciones con sus semejantes. Difiere de ellos por las
costumbres, los gustos, las obras y los conocimientos. Abandonado a
sí mismo, el hombre combate a sus semejantes en la ambición, en la
codicia, en la posesión, en los talentos y en los dogmas, ya que
cada hombre es semejante a un soberano en su imperio y él mismo
tiende a una dominación universal. TEOREMA XV:
El hombre, no sólo difiere de sus semejantes, sino que en todo
instante difiere de sí mismo. Quiere y no quiere; odia y ama; a
veces rehúye lo que le complace y se aproxima a lo que le repugna;
va al encuentro de los males, los dolores y a veces de la muerte.
TEOREMA XVI:
Primera Conclusión.- Si fuera el conjunto de sus órganos, si
siempre fuera el mismo móvil el que dirigiera sus actos, el hombre
mostraría más uniformidad en sí mismo y con los demás, y como las
diferentes clases de animales de un mismo tipo, tendría una misma
forma de vivir y de actuar común a todos los individuos. TEOREMA
XVII:
Así, se puede decir que tanto en sus sombras como en su luz, el
hombre manifiesta un principio totalmente diferente del que opera y
que mantiene el conjunto de sus órganos porque, como hemos visto,
el uno puede actuar por deliberación y el otro por impulso. (Fin de
la primera conclusión).
TEOREMA XVIII:
Al igual que él no es ninguna substancia elemental que contenga
en ella propie-dades útiles, según su especie, tampoco es en el
hombre donde se pueden hacer desarrollar los gérmenes de la
justicia y la beneficencia que él posee. TEOREMA XIX:
Las consecuencias que se han pretendido poder sacar de
educaciones infructuosas son nulas y abusivas; para que tuvieran
algún valor sería necesario que el instructor fuera perfecto y que
estuviera ejercitado en el arte de comprender el carácter y las
necesidades propias del discípulo, sin rechazar pues la
imperfección de la naturaleza del discípulo, lo cual no sería más
que la consecuencia de la incapacidad y de la insuficiencia del
Maestro. Exceptuando algunos monstruos, que sólo son inexplicables
porque en el principio se les ha buscado mal el centro de su
corazón, no existe ningún pueblo o ningún hombre que no posea algún
vestigio de virtud.
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TEOREMA XX: El hombre posee en él los gérmenes de todas las
virtudes; ellas están en toda su
naturaleza. Dejado a su suerte, se limita a desarrollar una
virtud por la cual desatiende a las otras. No hay que concluir por
tanto que las mismas virtudes no se encuentran en todos los
individuos y en todos los pueblos, y no siendo generales, no
podrían ser de la esencia del hombre. TEOREMA XXI:
Es cierto, por tanto, a pesar de los errores de los hombres, que
todas sus sectas, que todas sus instituciones sagradas, sociales o
políticas, que todas sus costumbres se apoyan sobre una verdad,
sobre una virtud. TEOREMA XXII:
Si es verdad que el hombre no tiene una sola idea suya, no
obstante se despiertan en él los gérmenes de las virtudes que
posee, demostrando su relación con la acción suprema. En todos
estos indicios no podemos ignorar el Principio del hombre. TEOREMA
XXIII:
Todos los seres que han recibido la vida solo existen para
manifestar las propie-dades del Agente que se la ha dado. El Agente
del que el hombre ha recibido la suya es la misma Divinidad, puesto
que descubrimos en él tantas marcas de un origen superior y de una
acción divina. TEOREMA XXIV:
Conclusión general del Capítulo III.- El Ser que ha producido al
hombre es una fuente inagotable de pensamientos, de ciencias, de
virtudes, de luz, de fuerza, de poderes y finalmente de un número
infinito de facultades de las que ningún principio de la Naturaleza
puede ofrecer la imagen.
Reconozcamos pues en alto: si cada uno de los seres de la
naturaleza es la expresión de una de las virtudes temporales de la
Sabiduría, el hombre es el signo o la expresión visible de la misma
Divinidad; es por ello que debe tener en él todos los rasgos que la
caracterizan; de lo contario, si la semejanza no fuera perfecta, el
modelo podría ser desconocido. Y aquí podemos ya formarnos una idea
de las relaciones naturales que existen entre Dios, el hombre y el
Universo.
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CAPÍTULO IV
TEOREMA I: El hombre, inducido por un instinto secreto para
dominar, sea por la fuerza, sea por la rectitud aparente de su
doctrina, parece de ese modo estar únicamente ocupado en probar la
existencia de un Dios y mos-trarlo a sus semejantes. TEOREMA
II:
El ateo que se declara contra el Ser eterno, infini-tamente
justo, no hace sino substituir el nombre de este Ser por otro.
Lejos de destruir su indestructible existencia, demuestra su
realidad y todas las facul-tades que le pertenecen. TEOREMA
III:
Todos los Seres de la naturaleza son la expresión visible de las
facultades creadoras del Principio Supre-mo; el hombre debe serlo a
su vez, tanto de sus facul-
tades creadoras como de sus facultades pensantes.
(Observación).– El impío no puede sustraerse a una ley que le es
común con todo
lo que está contenido en la región temporal.
Teoremas demostrativos
TEOREMA IV: Antes que las cosas temporales tuvieran la
existencia que nos las hace visibles,
hubo elementos anteriores e intermediarios entre ellas y las
facultades creadoras, porque estas cosas y las facultades de las
que ellas descienden son de una naturaleza muy diferente y no
pueden estar unidas sin intermediario.- (Comparación). El azufre y
el oro, el mercurio y la tierra, solo pueden unirse por una
substancia intermediaria.
TEOREMA V:
Estos elementos intermediarios, desconocidos, pero de los cuales
la inteligencia atestigua la existencia, están determinados en su
esencia y en su número.
Pueden ser vistos como los primeros signos de las facultades
superiores de las que han salido inmediatamente. TEOREMA VI:
El hombre, en sus obras, está ligado, como los demás Seres, a
estos signos primitivos; él no puede imaginar ninguna forma, no
puede hacer nada voluntaria o involuntariamente que no haya salido
de estos modelos exclusivos.
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TEOREMA VII: Es cierto también que los sonidos y los caracteres
alfabéticos, que sirven de
instrumentos fundamentales de la expresión primera de nuestras
facultades pensantes, deben contener a los signos, a los sonidos
anteriores que les sirven de base. TEOREMA VIII:
Estos sonidos y estos caracteres primitivos, siendo los
verdaderos signos sensibles de nuestros pensamientos, deberían ser
también los signos sensibles de la Unidad pensante, ya que sólo hay
una idea como sólo hay un principio de todas las cosas.- Así el
hombre no puede proferir una sola palabra, trazar un sólo signo,
que no manifieste la facultad pensante del Agente Supremo. TEOREMA
IX:
Estamos por tanto justificados a decir que el hombre es el signo
y la expresión de las facultades universales del Principio Supremo
del cual ha sido emanado. TEOREMA X:
Cuando el hombre produce exteriormente algún acto intelectual,
este móvil que emana de él y que llevado a otros les hace actuar o
les proporciona una virtud, este móvil, digo, aunque saliendo del
hombre, aunque siendo, por así decir, un extracto de su propia
imagen, no le privará de producir semejantes.
Tal es el verdadero sentido de la emanación. TEOREMA XI:
El hombre, por sus propios hechos, nos anuncia que él ha sido
emanado de las facultades divinas, sin que éstas últimas hayan
sufrido en la emanación ni separación, ni división, ni ninguna
alteración en su esencia. TEOREMA XII:
Si recordara que sólo hay un único Autor y Creador de todas las
cosas, el hombre vería porqué en sus obras sólo comunica
resplandores pasajeros, mientras que el Autor universal comunica la
existencia misma y la vida imperecedera. TEOREMA XIII:
Esta doctrina sobre la emanación del Ser intelectual del hombre
concuerda con aquella que nos enseña que todos nuestros
descubrimientos sólo son un tipo de reminiscencias. TEOREMA
XIV:
Si somos emanados de una fuente universal de Verdad, ninguna
Verdad debe parecernos nueva. Vemos, en las leyes simples y físicas
de los cuerpos, una imagen sensible de este Principio: que el
hombre no es más que un ser de reminiscencia.
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TEOREMA XV: El hombre intelectual, por su primitiva existencia
debida a su árbol generador, es,
por así decir, el testimonio de todo lo que ha existido en su
atmósfera, y como esta atmósfera está por encima de la que
habitamos, y que lo intelectual está por encima de lo material, los
hechos en los que el hombre ha participado son superiores porque,
estando ligado a la Verdad, ha participado, aunque pasivamente, de
esta Verdad. TEOREMA XVI:
Puede decirse, por anticipado, que todos los seres creados y
emanados en la región temporal, y el hombre por consiguiente,
trabajan en la misma obra, que consiste en recobrar su semejanza
con su Principio, su árbol generador. He aquí porqué el hombre,
teniendo una reminiscencia de Verdad, prueba que ha descendido de
esa misma verdad.
(Fin de los Teoremas demostrativos)
TEOREMA XVII:
El hombre ha nacido para ser la cifra [el número] universal, el
signo viviente y el cuadro real de un Ser infinito. Ha nacido para
probar a todos los Seres que hay un Dios. TEOREMA XVIII:
Feliz el hombre si sólo ha anunciado a Dios manifestando sus
poderes y no, como el materialista, el impío y el ateo,
usurpándolos. TEOREMA XIX:
Las facultades del Ser Supremo son infinitas como Él; desde que
puso sobre el hombre la expresión de su número, es necesario que él
tenga los trazos de su univer-salidad. TEOREMA XX:
El hombre no puede revocar este Principio Supremo que lleva su
origen hasta Él, pues todas las producciones son inferiores a su
Principio generador, puesto que el hombre sólo es la expresión de
las facultades divinas y del Número divino, y no de la naturaleza
misma de esas facultades y de ese Número que es el carácter
distintivo de la Divinidad TEOREMA XXI:
El hombre, en general, no vive en quietud y no está contento
consigo mismo más que cuando sólo considera aquello que está por
encima de él.
Si el hombre quiere preservarse de todas las ilusiones y
especialmente de los cebos del Orgullo por los que se encuentra a
menudo reducido, que no tome nunca a los Hombres, sino siempre a
Dios como término de comparación.
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CAPÍTULO V
TEOREMA I: Elevándose hacia el Principio Supremo, sin el
cual no existiría la Verdad, se ve que todas sus Facultades
deben de ser reales, fijas, positivas, es decir, constituidas por
su propia esencia; lo que las sustrae siempre de toda destrucción,
puesto que es sólo en ellas que reside toda su ley, así como la vía
que conduce al santuario de su existencia.
TEOREMA II:
Ningún Ser puede ni podrá jamás nada contra Dios; para aquellos
que se declaren sus enemigos, sólo necesita para vencerles el
dejarlos en sus propias tinieblas; aquellos que quieren atacarle se
vuelven ciegos por el simple hecho de querer atacarle.
TEOREMA III:
Para que un hombre pueda servir de señal a la Divinidad suprema,
es necesario que tenga la
libertad de contemplar los derechos reales, fijos y positivos de
Dios, y que tenga un título que le conceda la entrada en su Templo,
a fin de disfrutar del espectáculo de toda Su Grandeza.
TEOREMA IV:
Como se complace en encontrar la luz en otro lugar diferente que
en el Ser, quien es el hogar, el santuario, y que sólo allí podría
dársela, cree poder obtenerla por otra vía que por ella misma:
cree, en una palabra, que las facultades reales, fijas y positivas
pueden encontrarse en dos Seres a la vez. Deja de fijar su vista
sobre aquello en que ellas viven con toda fuerza y con toda su
claridad, para llevarla sobre otro Ser, del que osa creer que va a
recibir los mismos auxilios. TEOREMA V:
En verdad, el Bien y el Mal persiguen al hombre en su vida
temporal. El primero le persigue con cuatro fuerzas, y el segundo
sólo con dos. Ahora bien, el hombre debería tener también cuatro
fuerzas, viéndose cuál sería la celeridad de la unión si fuese sin
detenerse hacia el que tiene el mismo número.
TEOREMA VI:
Puesto que el Ser divino es el único Principio de la luz y de la
verdad, puesto que sólo él posee las facultades fijas y positivas
en las que reside exclusivamente la vida real
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y por esencia: desde que el hombre ha buscado estas facultades
en otro Ser, ha debido, necesariamente, perderlas de vista y no
encontrar más que simulacros de todas estas virtudes. TEOREMA
VII:
El hombre se ha extraviado al ir del cuatro al nueve. Ha dejado
el centro de las verdades fijas y positivas que se encuentran en el
número cuatro (4 elementos - 4 puntos cardinales), siendo éste
último la fuente y la correspondencia de todo lo que existe, el
número universal de nuestras medidas y de la marcha de los
Astros.
Finalmente, el hombre se ha unido al número nueve de las cosas
pasajeras y sensibles, donde la Nada y la Vida se encuentran
escritas sobre la misma forma circular o novenario 9. TEOREMA
VIII:
Como cada uno de los Seres que componen la región temporal es
completo y entero en su especie, los ojos de este desgraciado
hombre permanecen fijos sobre los objetos que representan en efecto
la unidad, pero que sólo la representan mediante imágenes muy
falsas y muy defectuosas; puesto que todas están formadas mediante
ensamblajes; puesto que, las que pueden ser vistas por nuestros
ojos materiales son necesariamente compuestas, sabiendo que nuestro
ojos materiales son compuestos en sí mismos y que sólo existe
relación entre Seres de la misma naturaleza. TEOREMA IX:
El hombre se encuentra por lo tanto reducido, permaneciendo en
esta región temporal, percibiendo sólo unidades aparentes: es
decir, que sólo puede conocer en este momento los pesos, las
medidas y los números relativos, en lugar de los pesos, las medidas
y los números fijos que empleaba en su lugar natal. TEOREMA X:
Sin embargo, estas cosas sensibles que solo son aparentes y
nulas para el espíritu del hombre, tienen una realidad análoga a su
Ser sensible y material. La Sabiduría es tan fecunda que establece
proporciones en las virtudes y en las realidades, relativamente a
cada clase de sus producciones.
TEOREMA XI:
Las cosas corporales y sensibles, no siendo nada para el Ser
intelectual del hombre, ven cómo debe apreciarse lo que llamamos
muerte, y qué impresión puede producir sobre el hombre sensato que
no se identifica con las ilusiones de sus subs-tancias
corruptibles
Demostración.- El hombre, aunque verdadero para los demás
cuerpos, no tiene como ellos ninguna realidad para la inteligencia
que apenas debe darse cuenta de que está separada de allí: en
efecto, cuando lo deja, sólo deja una apariencia, o mejor dicho, no
deja nada.
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TEOREMA XII: No solamente el autor de las cosas ha hecho existir
para nosotros y por nosotros
necesarios todos esos elementos y Agentes de la Naturaleza, de
los que pervertimos su uso, sino que ha producido también en
nosotros estas facultades que debieran ser el signo de su grandeza
y que empleamos atacándole y combatiéndole: de manera que los
hombres que deberían de ser los Satélites de la verdad, son más
bien sus perseguidores; y al juzgar al hombre servil hoy en la
reprobación, en el crimen y en el error, el que sólo había sido
emanado para mostrar que hay un Dios parece más propio a mostrar
que no lo hay. TEOREMA XIII:
El hombre, al poner en contradicción sus acciones con su
orgullo, borra en él este título glorioso, al mismo tiempo que
quiere revestirse de él. Así, toma la vía más segura para destruir
a su alrededor toda idea del verdadero Dios, presentando él mismo
un Ser de mentira, de furor y devastación; un Ser que no actúa sino
para desnaturalizarlo todo, para corromperlo, y que no demuestra la
superioridad de su poder más que por la superioridad de sus locas
injusticias, de sus atrocidades y de sus crímenes.
TEOREMA XIV:
Aunque no podemos comparar nuestros títulos con la ignominia que
nos cubre, sin inclinarnos hacia la tierra y sin buscar el
sepultarnos en sus abismos, se nos ha querido persuadir, sin
embargo, de que somos felices, como si se pudiera negar la verdad
universal de que no hay felicidad para un Ser en tanto que no se
encuentre en su ley. Los hombres ligeros, después de haberse cegado
a sí mismos, se esfuerzan por comunicarnos sus extravíos. Comienzan
por cerrar sus ojos sobre sus enfermedades, después nos invitan a
que los cerremos también sobre las nuestras, pretendiendo
persuadirnos de que aquéllas no existen y que nuestra situación es
propia de nuestra verdadera naturaleza.
TEOREMA XV:
El dolor, la ignorancia, el temor, esto es lo que encontramos a
cada paso en nuestro tenebroso recinto: estos son todos los
aspectos del estrecho círculo en el que una fuerza a la que no
podemos vencer nos mantiene encerrados. El hombre es pues, aquí
abajo, semejante a esos criminales que en algunas Naciones la Ley
hacía atar vivos a los cadáveres.
TEOREMA XVI:
Si dirigimos nuestros ojos sobre nuestro mismo Ser, tanto como
para sentir las relaciones, vagaremos en medio de un sombrío
desierto, cuya entrada y salida parecen huir igualmente ante
nosotros. Si destellos brillantes y pasajeros surcan algunas veces
nuestras tinieblas, ello no hace que las sintamos menos horribles,
envileciéndonos más y dejándonos percibir lo que hemos perdido; y,
si persisten, si las penetran, sólo son vapores nebulosos e
inciertos, porque nuestros sentidos no podrían mantener la claridad
si se muestra al descubierto. Por último, el hombre es, en relación
a las impresiones de la vida superior, como el gusano que no puede
soportar el aire de nuestra atmósfera.
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TEOREMA XVII: Animales feroces nos rodean en medio de estas
tinieblas; nos fatigan con sus
gritos irregulares y lúgubres; dan punzadas súbitamente sobre
nosotros y nos devoran antes de que les hayamos percibido. Azufres
inflamados retumban sobre nuestras cabezas y por sus destellos
imponentes parecen pronunciar mil veces sobre nosotros la sentencia
de muerte. La misma Tierra está siempre dispuesta a estremecerse
bajo nuestros pies y nunca sabemos si en el instante que seguirá al
presente no se entreabrirá para engullimos en sus abismos. TEOREMA
XVIII:
Este lugar ¿sería pues, en efecto, la verdadera estancia del
hombre, de este Ser que corresponde al centro de todas las ciencias
y de toda felicidad? Este que, por sus pensamientos, por los actos
sublimes que emanan de él y por las proporciones de su forma
corporal, se anuncia como el representante del Dios viviente,
¿estará situado en un lugar cubierto de leprosos y de cadáveres, en
un lugar donde sólo pueden habitar la ignorancia y la noche;
finalmente, en un lugar donde este desgraciado hombre no encuentra
dónde reposar su cabeza? En el estado actual del hombre hasta los
más viles insectos están por encima de él. Ellos tienen al menos su
rango en la armonía de la Naturaleza; ellos encuentran su lugar y
el hombre no encuentra el suyo. TEOREMA XIX:
Todos los títulos del Universo están en una continua acción.
Disfrutan sin interrupción de la porción de derecho que se le
atribuye a cada uno de ellos, según el curso y las leyes de su
existencia; como sólo subsisten por el movimiento mientras existen,
el movimiento no se interrumpe jamás para ellos. Así, las plantas,
los animales, todas las Virtudes de la Naturaleza tienen una
actividad que no cesa, porque si cesara un instante toda la
Naturaleza sería destruida. TEOREMA XX:
Y bien, entre estos seres que siempre están en el disfrute y en
la vida, un Ser incomparablemente más noble, el hombre, el
pensamiento del hombre, su inteligencia, están sujetos a
intervalos, a reposos, a suspensiones, es decir, a la inacción y a
la nada. Dejemos pues de creer que el hombre ocupa su lugar aquí
abajo. “Él se encuentra atado a la Tierra como Prometeo, para ser,
como él, desgarrado por el Buitre”. Su misma paz no es un disfrute:
sólo es un intervalo entre sus torturas.
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CAPÍTULO VI
TEOREMA I: Este sería el lugar para hablar sobre el primer
crimen del hombre. Sobre este asunto podemos destacar que el
hombre sólo aporta al mundo arrepen-timiento y no remordimiento;
aún estos arrepenti-mientos son ignorados por la gran mayoría,
porque sólo se puede tener dolor por los males que se conocen,
porque sólo se pueden conocer y sentir los males primeros con mucho
trabajo, y la mayor parte de los hombres no hacen ninguno. He aquí
lo que aporta la verdad de ese crimen tan incierto a sus ojos,
mientras que sus efectos son tan manifiestos.
TEOREMA II:
Podemos creer que el crimen del hombre fue el haber abusado del
conocimiento que tenía de la unión del Principio del Universo con
el Universo. No podemos dudar que la privación de este
conocimiento
no sea la verdadera pena de su crimen, ya que todos sufrimos ese
irrevocable castigo, por la ignorancia en la que estamos debido a
los lazos que atan al ser intelectual con la materia. TEOREMA
III:
La prueba manifiesta de que este conocimiento no puede sernos
dado perfectamente durante nuestra estancia en la Tierra es que, no
siendo de este bajo mundo, por sufrir la privación de la Luz que
dejamos escapar, si pudiéramos recobrar plenamente dicha Luz, no
estaríamos más en privación y por consiguiente no estaríamos ya en
este bajo mundo. TEOREMA IV:
Considerando la luz elemental en sus efectos relativos a los
tres reinos terrestres señalaremos que los minerales, estando bajo
tierra, están totalmente privados de esta luz; que los vegetales no
están privados, pero la reciben sin verla ni disfrutarla1; que los
animales la ven y la disfrutan, pero no pueden ni contemplarla ni
penetrar en el conocimiento de sus leyes; finalmente, que este
último privilegio sólo está reservado al hombre o a todo Ser dotado
como él de las facultades de la inteligencia. TEOREMA V:
Es allí donde aprendemos a reconocer todo lo que nos falta para
poseer la luz intelectual; hay Seres inteligentes que están
totalmente separados de esa luz, hay quienes 1 No consideramos el
tema bajo el punto de vista del heliotropismo.
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no están separados, pero que sólo participan a estos efectos
exteriormente; hay quién recibe interiormente los rayos, pero que
se encuentran en una absoluta ignorancia de las vías por las cuales
[la luz] se propaga; además están quienes son admitidos a su
consejo, o a la misma ciencia de la que desciende todo y que puede
recobrar ese conocimiento primitivo, porque no sólo pueden a la vez
recibir la luz, verla, disfrutarla y compren-derla, finalmente es
allí donde se despliegan con una eficacia superior todos los
poderes del gran cuaternario, ya que en esta clase suprema residen
todos los tipos de los cuatro puntos cardinales del mundo
elemental. TEOREMA VI:
El hombre no ha podido conservar ese sublime goce que fue en
otro tiempo de su exclusividad, y ha querido trasladar el orden de
estos cuatro puntos fundamentales de toda luz y de toda verdad.
Ahora bien, al trasladarlos, los confunde, y confundirlos es
perderlos y privarse de ellos.
Es por esto que el hombre está hoy rebajado en las clases
inferiores, donde no sólo no conoce ya la luz intelectual que, a
pesar de todos nuestros crímenes, conserva eterna-mente su
esplendor, sino que también tiene la pena de percibirla algunas
veces, volvién-dose frecuentemente por ello como están los
minerales en relación a la luz elemental. TEOREMA VII:
Sin embargo, es en medio de esta privación que los hombres
imprudentes se dejan llevar concibiendo ideas tan absurdas acerca
de su naturaleza, construyendo sistemas ciegos sobre las ligaduras
que nos retienen en esclavitud, persuadiéndonos incluso de que
mediante el suicidio podemos llegar a romperlas.
Si es Dios quién únicamente conoce las cadenas que ligan a
nuestro Ser intelectual con la región temporal, sólo él, sin duda,
tiene el poder para operar su ruptura. Pero no tememos decir que no
tiene la voluntad, esperando que actuara entonces contra su
justicia. TEOREMA VIII:
El hombre, pudiendo mancharse de varios crímenes durante su vida
e identifi-cándose con una multitud de objetos contrarios a su Ser,
debe, después de su muerte, probar sucesivamente todas las
impresiones relativas a esos objetos, y debe aún nutrirse de las
afecciones y los gustos que le han mostrado los más inocentes
durante su vida, pero que, no pudiendo ya ofrecerle un objetivo
sólido y verdadero, dejan su Ser en la inacción y la nada. TEOREMA
IX:
Tras los principios precedentes, podemos ya reconocer la
sabiduría y la bondad del Ser divino en el que todos los decretos
llevan el carácter del amor. Él solo pide a los hombres lo que
puede acercarles a él; sólo les defiende de aquello que los aleja,
y todas las leyes de la Naturaleza y de la Razón prohíben el
suicidio, cosa que engaña al hombre en vez de hacerlo más
feliz.
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TEOREMA X: Esta sabiduría y esta bondad se manifiestan
igualmente por el nacimiento del
hombre a la vida terrestre; puesto que le permite aliviar,
mediante sus combates y esfuerzos, una parte de los males que el
primer crimen ha ocasionado sobre la Tierra, ya que le confía el
secreto y la obra de la misma divinidad que le admite a poder
concurrir en su esfera particular a la reparación de los desórdenes
de la especie humana. TEOREMA XI:
El hombre, al unirse por una consecuencia de la corrupción de su
voluntad a las cosas mixtas de la región aparente y relativa, está
sujeto a la acción de los diferentes principios que la constituyen
y a aquella de los diferentes agentes encargados para sostenerla y
para presidir en la defensa de sus leyes, y estas cosas mixtas solo
producen en su combinación fenómenos temporales lentos y sucesivos,
resultando que el tiempo es el principal instrumento de los
sufrimientos del hombre, así como el poderoso obstáculo que le
mantiene alejado de su Principio. (El tiempo es el veneno que le
corroe mientras que era él quién debía purificar y disolver el
tiempo). TEOREMA XII:
En efecto, el tiempo no es más que el intervalo entre dos
acciones, no es más que una contracción, una suspensión en la
acción de las facultades de un Ser al igual que cada año, cada mes,
cada semana, cada día, cada hora y cada momento, el principio
superior quita y devuelve las potencias a los Seres, y esta
alternancia es la que forma el tiempo. Puedo añadir de paso que la
extensión prueba igualmente esta alternancia y que se encuentra
sometida a las mismas progresiones que el tiempo, lo cual hace que
el tiempo y el espacio sean proporcionales. TEOREMA XIII:
No se debe dudar de que la verdadera acción del hombre no fuera
hecha para estar sujeta a la región sensible. Puesto que la luz
hace progresos para comunicarse con él a medida que la acción
sensible le abandona y se despoja de él, ya que debe atender a
todos sus sentidos, y sólo la percibe cuando sus sentidos están
calmados en una especie de nulidad para su inteligencia.
Pues sería un error el juzgarla subordinada a lo sensible, ya
que su espíritu sigue como un amante el crecimiento y la
degradación del cuerpo. TEOREMA XIV:
Esto puede ser verdadero en la infancia, donde cada hombre,
debiendo sufrir los primeros efectos de su degradación, presenta el
ejemplo de un avasallamiento total por la acción de los Seres
temporales.
Pero en lo referente a que lo sensible pueda perjudicar a lo
intelectual y suspender la actividad, no hay porqué concluir que
las facultades intelectuales del hombre sean el fruto de sus
sentidos y la producción de los principios materiales que actúan en
él.
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TEOREMA XV: Si las leyes de los Seres, sin que manifiesten todas
sus facultades, sin confundirse
con ninguna substancia heterogénea, si todos los Seres físicos
siguen exactamente esas leyes, cada uno según su clase, cuando no
son molestados en sus propios actos, ¿porqué el hombre estaría solo
privado de ese poder? TEOREMA XVI:
Percibiendo tanta belleza en las producciones de los Seres
físicos, donde la ley no ha sido perturbada, podemos hacernos una
idea de las maravillas que el hombre haría eclosionar en él si
siguiera la ley de su propia naturaleza, y que la imagen de la mano
que le ha formado cumple en todas las circunstancias de su vida,
siendo más grande que lo que hace; su Ser intelectual llegaría al
término de su carrera temporal con la misma pureza que tenía al
comienzo del curso. Se vería en su vejez unir los frutos de la
experiencia con la inocencia de su primera edad. TEOREMA XVII:
Puede decirse que si la mayoría de los hombres están tan
alejados de semejante calma en el momento de esa importante
separación, es que durante su vida no han sido lo bastante
ingeniosos ni lo bastante orgullosos como para percibir su grandeza
y para conservarla, de manera que habiéndola confundido con las
cosas mixtas y temporales creen que van a perderla cuando aquéllas
les abandonan.
TEOREMA XVIII:
La cantidad de tiempo que el hombre debe sufrir para cumplir su
obra es propor-cional al número de niveles bajo los cuáles ha
descendido, pues cuanto más una forma caída es elevada, más tiempo
y esfuerzos hacen falta para remontarla. TEOREMA XIX:
La acción del tiempo sobre el hombre es proporcional a la
grandeza de las virtudes inherentes a los niveles que debe
recorrer, porque cuanto más son poderosas y necesarias al hombre,
más larga debe de ser la privación, penosa y dolorosa para él. Es
por esto por lo que su estado es tan cruel y tan afligido, porque
si esos niveles son la expresión y la fuerza de las virtudes
divinas, si están animados de los rayos de la vida misma, si portan
en ellos un fuego primitivo tan necesario a la existencia de todos
los seres, mientras el hombre está separado su privación es total y
absoluta. TEOREMA XX:
Aún cuando el hombre sea lo bastante feliz para formarse,
durante su estancia sobre la Tierra, un conjunto de luces y
conocimientos que abarquen una especie de unidad, no podría aún
vanagloriarse de tener el complemento de los verdaderos disfrutes,
puesto que estos son superiores al orden terrestre y solo tendría
el bosquejo y la representación de estas verdaderas luces, ya que
aquí, al ser todo relativo, no puede, por así decir, poseer nada
real y verdaderamente fijo.
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TEOREMA XXI: Todo confluye para probar al hombre que, después de
haber recorrido laboriosa-
mente esta superficie, hay que alcanzar niveles más fijos y más
positivos, y que haciendo una mayor analogía con las verdades
simples y fundamentales cuyo germen está en su naturaleza,
finalmente llega la muerte, que realiza el conocimiento de los
objetos que no se han podido percibir aquí más que en
apariencia.
TEOREMA XXII:
Sin embargo, es inevitable para el hombre que sufra las
suspensiones, recorriendo los nuevos niveles de su rehabilitación,
ya que estos son la continuación de esa barrera terrible que le
separa de la gran luz, y la tierra sólo es el primero de todos los
niveles. Ahora bien, si hay un espacio entre la prisión del hombre
y su lugar natal, es indispen-sable que lo recorra y que pruebe
sucesivamente todas las acciones. TEOREMA XXIII:
El hombre no puede recorrer las regiones fijas y reales de
purificación sin adquirir una existencia más activa, más entendida,
más libre; es decir, sin respirar un aire más puro y descubrir un
horizonte más vasto; a medida que se acerca a la cumbre deseada,
cuanto más vemos que los principios de los cuerpos se simplifican,
mejor adquieren las virtudes. TEOREMA XXIV:
Como las verdades fijas y reales que el hombre puede alcanzar en
la muerte son de orden intelectual, que es el único verdadero, no
resulta sorprendente que en tanto estemos sepultados en la materia,
que es relativa y aparente, nunca nos daremos cuenta de esos
trabajos de los otros hombres, ya separados de sus cuerpos, aunque
la sola luz de la inteligencia nos demuestre evidentemente la
necesidad. TEOREMA XXV:
Es allí [en la muerte] que quedan nuestros juicios tan inciertos
sobre la suerte de los hombres después de la separación de su Ser
intelectual con su cuerpo, ya que no podríamos justificar parecidos
juicios más que apoyándolos sobre una base fija y determinada,
poseyéndolos solo de forma aparente y relativa. TEOREMA XXVI:
Todo lo que podemos permitirnos, sobre los objetos de esta
importancia, es trazar algunas inducciones después de fieles
observaciones sobre la ley de los cuerpos. TEOREMA XXVII: Y para
dar mayor peso a estas verdades, diré que, tras la muerte, los
Criminales quedan bajo su propia justicia, que los Sabios están
bajo la justicia de Dios y que los Reconciliados son su
misericordia.
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TEOREMA XXVIII: Pero lo que no nos permite pronunciarnos sobre
la medida según la cual se operan
estos diferentes actos, o estas diferentes cantidades de
tiempos, es que la justicia no actúa sola, y que hay otras Virtudes
que, combinándose con ella, no cesan de dirigir la acción hacia el
mayor bien de los Seres, que es el retorno a la Luz.
FIN
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NOVEDAD EDITORIAL
RÉNÉ GUÉNON Y EL RITO ESCOCÉS RECTIFICADO
Jean-Marc Vivenza
Editorial Manakel – Colección Martinista Tel. y Fax:
914729071
E-mail: [email protected] ISBN: 978-84-9827-150-8
158 páginas PVP: 10 Euros
Sabemos de la profunda y duradera incomprensión de René Guénon
(1886-1951) respecto al pensamiento de Martines de Pasqually
(1710-1774) y las prácticas observadas por la Orden de los
Caba-lleros Masones Elegidos Coëns del Universo, sus significativas
reservas relativas a la teosofía de Louis-Claude de Saint-Martin
(1743-1803), y sus vivas críticas hacia Jean-Baptiste Willermoz
(1730-1824) y el Rito Escocés Rectificado, posicionamientos y
criterios que calarán sus diferentes análisis en cada ocasión que
abordará estos temas, y sobre los cuales no juzgó necesario volver
sobre ellos. Esta sorprendente actitud, motivada por oscuros
“sentimientos”, subtendida por una inverosímil confusión ante los
fundamentos del cristianismo, y sobre todo, por unas muy confusas
razones en el
plano iniciático, obligaba ineludiblemente a que fuera
emprendido un trabajo de clarificación y explicación de lo que
condujo a René Guénon, e igualmente a todos aquellos que aún hoy
apelan a su obra, a considerar que la doctrina de Martines de
Pasqually, la perspectiva teosófica del Filósofo Desconocido y la
rectificación elaborada por Jean-Baptiste Willermoz, estaban todas
ellas contaminadas por elementos que las descalificaban y excluían
de las esferas reservadas a la “Tradición”, mientras que, muy al
contrario, esta corriente específica en el seno del esoterismo
cristiano, de la que participaban los Elegidos Coëns, la Sociedad
de los Íntimos de Saint-Martin y la Francmasonería willermoziana,
es sin lugar a dudas la más claramente autorizada en poder
reivindicar una verdadera autenticidad y profunda fidelidad
respecto a lo que las santas Escrituras contemplan como la
“verdadera” fuente espiritual del hombre, y designan bajo el nombre
de “Divina Tradición”. Parece pues que, cuando buscamos examinar
serenamente las causas que configuran las inexactas afirmaciones de
René Guénon, encontramos que ellas reposan sobre el completo
desconocimiento de la historia y estructuras propias de la Orden de
los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, y en especial,
sobre una increíble ignorancia de las enseñanzas originales y
doctrina específica que subyace secretamente, pero a la vez
congénita y formalmente, en el Régimen Escocés Rectificado.
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Grupo de Estudios e Investigaciones Martinistas y Martinezistas
de España G.E.I.M.M.E.
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“EL CORAZÓN HUMANO CONOCE LOS TESOROS LIGADOS AL AMOR PATERNAL.
TUS HIJOS SON PARA TI UNA IMAGEN QUE REFLEJA TU VIDA. TU VIDA ES
AUMENTADA CON LA DE ELLOS; ES UN TRIBUTO JUSTO QUE TE PAGAN, PUES
LA DE ELLOS COMENZÓ DE LA TUYA.
EL CORAZÓN HUMANO ENTREGADO AL AMOR PATERNAL YA NO TIENE LUGAR
PARA EL CRIMEN Y LA INJUSTICIA. REPOSA PACÍFICAMENTE EN MEDIO DEL
MAL, PORQUE EL MAL
NO ENTRA EN ÉL, PORQUE SU AMOR DESEA EL ORDEN Y ESTÁ UNIDO AL
ESPÍRITU Y A LAS VIRTUDES […]
VERBO DE VIDA, CUANDO TE INSINÚAS AL HOMBRE, ¿QUIÉN ES CAPAZ DE
RESISTIRLE? HACES DE ÉL UN HOMBRE NUEVO, UN HOMBRE INCOMPRENSIBLE
PARA LOS OTROS Y
PARA SÍ MISMO, UN HOMBRE QUE ES ACTIVADO EN TODOS SUS
MIEMBROS”.
El Hombre de Deseo - epígrafe 80. Louis-Claude de
Saint-Martin
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