LOS CHAMANES DE MEXICO VOLUMEN III
Jacobo Grinberg-Zylberbaum
Pachita
Jacobo Grinberg-Zylberbaum
Pachita
Los Chamanes De Mexico Volumen IiiINDICE
INTRODUCCION A LA PRESENTE EDICION
PRESENTACION
CAPITULO 1. LA ENTRADA
CAPITULO II. EL ESPRITU SOBRE LA MATERIACAPITULO III. LOS
DAOS
CAPITULO IV. EL APORTE
CAPITULO y. EL SEPTIMO DA DEL SEPTIMO MESCAPITULO VI. LA
UNIDAD
CAPITULO VII. CUAUHTEMOC
CAPITULO VIII. LOS SERES
CAPITULO IX. EL HOMBRE
CAPITULO X. PATRONES
CAPITULO XI. PARRAL
CAPITULO XII. EL INICIO
CAPITULO XIII. LAS VISITAS
CAPITULO XIV. EL HUO DE PACHITA
CAPITULO XV. EL EXORCISMO
CAPITULO XVI. EL MONTE BLANCO
CAPITULO XVII. LAS CONSULTAS
CAPITULO XVIII. LA INDIVIDUALIDAD
CAPITULO XIX. LO QUE USTEDES LOS MORTALES LLAMAN EGOCAPITULO XX.
FAUSTO
CAPITULO XXI. LA OBRA
CAPITULO XXII. LOS GUERREROS
CAPITULO XXIII. QUETZALCOATL
CAPITULO XXIV. PRIMERO DE SEPTIEMBRECAPITULO XXV.
VIBRACIONES
CAPITULOXXVI. ENTRE LA JUSTICIA Y LA RUEDA DE LA FORTUNA
CAPITULO XXVII. EL CORAZON
CAPITULO XXVIII. LO ABSOLUTO Y LO RELATIVO
CAPITULO XXIX. EL MEDIUM DAADO
CAPITULO XXX. LA MUERTE DEL PAPA
CAPITULO XXXI. EL DAO DE ARMANDO
MURMULLOS DEL SILENCIO
PACHITA
Pachita fue una de las ms grandes chamanes de Mxico.
Este libro describe las experiencias que el autor tuvo la
oportunidad de vivir al lado de esta extraordinaria mujer cuyo nico
motivo para vivir era ayudar a su prjimo.
Pachita posea un control extraordinario sobre la materia y la
energa. Era capaz de realizar operaciones quirrgicas tales como
trasplantes de rganos en las cuales objetos y rganos biolgicos se
materializaban a partir de la lattice del espacio-tiempo.
No existe parte alguna de este libro que haya sido resultado de
la fantasa o la imaginacin. Lo que el autor escribe sucedi
exactamente tal y como este libro lo describe.
Es un libro verdico y real en su totalidad y en todos sus
detalles.
El libro incluye una serie de fotografas (sin retoque alguno)
amablemente donadas por Pedro Romaniuk.
INTRODUCCION A LA PRESENTE EDICION
El libro que presento a continuacin es la versin completa y
original de la descripcin que result de mi trabajo al lado de
Brbara Guerrero Pachita.
Una versin previa fue publicada en forma de dos volmenes
(Pachita y Cuauhtemoctzin) por la editorial EDAMEX.
Consider necesario reunir aquellos dos volmenes en uno solo y
aadirle una introduccin y una seccin de presentacin. La razn de
incluir estas dos nuevas secciones obedece a las preguntas que
surgieron en los lectores acerca de una posible explicacin
cientfica del trabajo que realizaba Pachita.
Es mi intencin ofrecer esta explicacin, aunque antes debo
advertir que sta es nicamente una hiptesis de trabajo muy modesta y
limitada.
LA LATTICE DEL ESPACIO- TIEMPO
La mecnica cuntica actual ha desarrollado una concepcin acerca
de la estructura del espacio que nos va a servir de punto de
partida para intentar explicar el trabajo de Pachita.
El concepto de lattice considera que la estructura fundamental
del espacio es una red o matriz energtica hipercompleja de absoluta
coherencia y total simetra. A esta red se le denomina lattice y se
considera que en su estado fundamental constituye el espacio mismo
omniabarcante y penetrando todo lo conocido.
La lattice permanece totalmente invisible hasta que alguna de
sus porciones (por cualquier causa) altera su estado de coherencia.
Una partcula elemental es precisamente una desorganizacion
elemental de la lattice en cualquiera de sus localizaciones.
Cualquier tomo o compuesto qumico es una particular conformacin
estructural de la lattice con respecto a su estado fundamental de
mxima coherencia.
La concepcin de lattice surgi de los estudios de cristolografa,
porque la estrucura de cualquier cristal es una lattice de alta
coherencia que se asemeja a la lattice del espacio.
A partir de Einstein, el concepto de espacio ha sido inseparable
del tiempo, por lo que la consideracin de la lattice del
espacio-tiempo se refiere a ambos unificndolos. Si la lattice
desapareciera el espacio y el tiempo haran lo mismo.
Cualquier objeto material es en realidad una organizacin
irrepetible de la estructura de la lattice. En su estado
fundamental de total coherencia, fuera de la misma lattice no
existen ni objetos ni alteraciones temporales. Es nicamente cuando
la lattice cambia su estructura fundamental que el tiempo
transcurre y los objetos aparecen.
EL CAMPO NEURONAL
El cerebro humano es la conformacin ms compleja conocida de la
estructura de la lattice (exceptuando la estructura fundamental de
la lattice misma). Cada una de las doce mil millones de neuronas
del cerebro humano junto con todas sus conexiones anatmicas son
otras tantas alteraciones de la estrucura fundamental de la
lattice. Cada vez que una neurona se activa y su membrana celular
cambia su potencial de reposo produciendo cambios elctricos de
superficie, la,lattice cambia su conformacin. El conjunto de las
modificaciones de la estructura de la lattice que resultan de toda
la actividad del cerebro crea una alteracin colosalmente compleja
de la lattice.
Esta alteracin ocurre en todas las dimensiones del espacio y se
le denomina campo neuronal. El campo neuronal de un cerebro vivo
continuamente interacta con la lattice produciendo en ella
conformaciones energticas a las que denominamos imgenes
visuales.
En realidad, el campo neuronal y la lattice forman una unidad y
es la misma lattice la que sirve de fundamento al campo neuronal.
Sin embargo, por razones didcticas hablar de interaccin entre el
campo neuronal y lattice cuando haga referencia al efecto que el
cerebro tiene sobre la estructura de la lattice.
El mundo que conocemos resulta de la interaccin entre el campo
neuronal y la lattice. Todos vemos un mundo similar porque la
estructura de nuestros cerebros es muy parecida y por lo tanto, los
campos neuronales cjue producimos son semejantes aunque
irrepetibles y nicos a cada momento.
Existen, sin embargo, diferentes niveles de interaccin y
prcticamente un infinito nmero de conformaciones que el campo
neuronal puede adoptar.
Las estructuras cerebrales que ms se han utilizado durante la
evolucin son las ms fijas estructural y energticamente hablando.
Esto explica la relativa fijeza de nuestra percepcin visual. Al
mismo tiempo, las estructuras cerebrales ms nuevas, evolutivamente
hablando, no tienen tal fijeza ni producen campos neuronales tan
parecidos. Por ello, las creaciones intelectuales y el pensamiento
son tan variables y con tanta capacidad de originalidad aunque
ambos, el mundo visual y el mundo del pensamiento tienen el mismo
origen en la interaccin del campo neuronal y la lattice.
De acuerdo a los estudios de la conciencia que indican que sta
posee valores discretos dando lugar a niveles cualitativamente
diferenciados de la experiencia, es posible suponer que la
interaccin entre el campo neuronal y la lattice posee congruencia
solamente con ciertas bandas o niveles mientras que otras no. Por
ello existen mundos auditivos diferenciados de los visuales u
olfatorios y niveles particulares que la conciencia mstica oriental
conoce tan bien.
Algunos niveles de interaccin solamente son accesibles despus de
un entrenamiento riguroso mientras que otros son ms cotidianos y
comunes. En todos los niveles, sin embargo, el cerebro afecta la
estructura de la lattice.
EL TRABAJO DE PACHITA
Tal como el lector podr constatar a travs de la lectura de este
libro, el nivel de la conciencia de Pachita era extraordinariamente
diferenciado. Durante las operaciones que realizaba ella era capaz
de materializar y desmaterializar objetos, rganos y tejidos. El
manejo de las estructuras orgnicas, le permitan realizar
trasplantes de rganos a voluntad, curaciones de todo tipo y
diagnsticos a distancia con un poder y exactitud colosales.
Estar junto a Pachita era una experiencia nica en la cual se
experimentaba el poder de su mente capaz de conocer los contenidos
del pensamiento, las intenciones y las experiencias ms ntimas de
sus colaboradores y pacientes como si fueran un libro abierto.
Adems Pachita lograba penetrar el tiempo prediciendo eventos
futuros corno si su campo neuronal en interaccin con la lattice del
espacio-tiempo decodificara y modificara la estructura temporal de
la realidad.
Todos estos portentos pueden ser explicados si se acepta la
posibilidad de que las modificaciones de la lattice producidas por
el campo neuronal de Pachita eran capaces de modificar
sustancialmente a aqulla produciendo conformaciones similares a la
de los objetos (en caso de las materializaciones) o retornos a la
estructura de la lattice de los objetos (en caso de las
desmaterializaciones).
Pachita posea un control nico sobre su campo neuronal
transformndolo y modificando con l a la estructura de la lattice.
Aunque sus efectos parecan ser milagrosos se basaban, de acuerdo
con esta hiptesis, en el mismo mecanismo que todos utilizamos para
crear nuestras imgenes o nuestros pensamientos.
LOS ORBITALES DE LA CONCIENCIA
La existencia, antes mencionada, de niveles discretos
congruentes en la interaccin del campo neuronal y la lattice
explica al Hermano Cuauhtmoc. Pachita deca que el espritu del ltimo
emperador Azteca trabajaba a travs de su cuerpo realizando su
trabajo. Ella se introduca a un trance transformando su
personalidad y efectuando las operaciones a las que he hecho mencin
y que se describen con lujo de detalles en este libro.
De acuerdo a la hiptesis que he presentado, el campo neuronal de
Pachita era capaz de interactuar en forma congruente con una banda
de la lattice que ella denominaba Cuauhtmoc. A estas bandas la
teora sintrgica las denomna los orbitales de la conciencia.
LA CONCIENCIA DE UNIDAD
El campo neuronal es capaz de mimetizar la estructura
fundamental de la lattice. Esto se logra incrementando la
coherencia inter y transhemisfrica. Cuando la coherencia cerebral
es as incrementada, el campo neuronal deja de modificar la
estructura fundamental de la lattice y la conciencia se vuelve de
Unidad. En este estado de Unidad total desaparece el ego y el
sujeto de la experiencia se vuelve una especie de rey de la creacin
capaz de modificar la realidad desde sus orgenes.
No puedo explicar la existencia de Pachita y sus efectos a menos
que acepte que ella haba logrado llegar a la conciencia de Unidad.
Esto me explicarla su capacidad de reconocer cualquiera de las
mentes que se le aproximaba y su habilidad de hacer aparecer su
conciencia en diferentes localizaciones del Universo. Pachita deca
ser capaz de salirse de su cuerpo y hacer aparecer su experiencia
en localizaciones extracorpreas. Esta capacidad implicaba entre
otras la de poder focalizar su atencin total en diferentes
porciones de la lattice.
EL FACTOR DE DIRECCIONALIDAD Y EL PROCESADOR CENTRAL
Normalmente hacemos algo similar con nuestra atencin; la
focalizamos en diferentes regiones de la interaccin entre el campo
neuronal y la lattice. La capacidad atentiva de Pachita era, sin
embargo, extraordinariamente acrecentada. En ambos casos; la de la
atencin normal y la de la acrecentada, se requiere de un factor
explicativo adems de la interaccin entre campo neuronal y lattice.
A este factor la teora sintrgica lo denomina factor de
direccionalidad.
El factor de direccionalidad hace aparecer la experiencia
consciente en diferentes regiones de la lattice y requiere de la
existencia de un controlador del mismo al que la teora sintrgica
denomina procesador central.
Acerca de este ltimo poco se sabe y solamente se puede
conjeturar que pertenece al Observador independiente de la lattice
y el campo neurona].
Este Observador en diferentes tradiciones se ha denominado Ser,
Purusha o Atman.
La existencia del Observador se encuentra en la frontera del
conocimiento cientfico precisamente por la necesidad de
considerarlo independiente de la lattice. La aceptacin del
Observador como independiente del mundo fsico no ha sido aceptada
por la ciencia aunque para Pachita su realidad era
incuestionable.
EL HIPERCAMPO
Una consecuencia lgica de todo lo que antecede es la idea de que
sumada a la organizacin propia de la lattice y a su interaccin con
el campo neuronal, sea necesario considerar a las interacciones
entre todos los campos neuronales existentes en el seno de la
lattice. A esta lattice que incorpora todos los campos neuronales
se le denomina hipercampo.
Pachita pareca poseer la capacidad de decodificar el hipercampo
conociendo, de esta forma, el estado de la conciencia planetaria.
Esta capacidad de decodificacin no era pasiva puesto que ella
afirmaba que, a travs del Hermano Cuauhtmoc se realizaban misiones
planetarias de direccionalidad y modificacin del hipercampo.
Cualquier alteracin del hipercampo afecta a todos los campos
neuronales y por lo tanto determina cambios en la conciencia
individual y colectiva.
Una de las facetas ms extraordinarias de Pachita era
precisamente su trabajo en el hipercampo y su ideal de
transformacin para bien de la humanidad.
Jacobo Grinberg-Zylberbaum
Ciudad Universitaria, 19 de mayo de 1987.
Nota: Al lector que tiene inters en profundizar ms en estos
aspectos tericos, se le recomienda leer los siguientes libros:
Grinberg-Zylberbaum J. 1979. El Cerebro Consciente. Trillas.
Mxico.
Grlnberg-Zylberbaum J. 1981. El Espacio y la Conciencia.
Trillas. Mxico.
PRESENTACION
Conoc a Pachita cuando deba conocerla. Me preguntaba en ese
entonces hasta dnde deba impulsarse la individualidad. An ms, me
interrogaba acerca del sentido real de la individualidad y todo lo
que encontraba como respuesta no me satisfaca. Al mismo tiempo,
algo dentro de m no estaba completo. Con Pachita aprend que la
individualidad se conserva an despus de la muerte corporal, que la
sensacin de ser un yo mismo independiente y completo es sana y debe
expandirse hasta acceder al todo, que la Unidad no se alcanza
destruyendo el yo sino transformndolo despus de aceptarlo. Todo me
recordaba a John Uooke quien deca que el ego debe ser amado,
conocido y despus olvidado. Su regalo ms grande fue el entender que
se es siempre y que por lo tanto es necesario respetar la vivencia
de la existencia y no invalidarla.
Lo que vea en casa de Pachita desafiaba en un grado tan
fundamental mis concepciones acerca del cuerpo y su importancia que
despus de la primera sesin de operaciones sal a la calle sintindome
un espritu y viviendo mi cuerpo como una especie de vehculo. Las
notas despus de esta sesin reflejaban ese estado de nimo:
... mi cuerpo, mi cuerpo es slo un instrumento, me dije a la
salida de la casa de Pachita.
El mercado con las flores brillaba en esa madrugada y yo me
senta unido con todo.
Las flores son hermanitas, la tierra es hermanita, los gusanos
son hermanitos, los pjaros, las vboras, los ojos.
Mi cuerpo no me pertenece, mi cuerpo es un instrumento, el
espritu se mueve.
Mis manos estaban rojas de la sangre vertida con el cuchillo de
monte...
En esa primera sesin de operaciones yo haba visto como una mujer
se aproxim a Pachita para acostarse en una cama improvisada hecha
de tablas semirrotas y all en medio de todos, un cuchillo de monte
se introdujo en su vientre para sacar un tumor y transpatar algn
rgano interno. Esa mujer, la primera persona que vi operar, me dej
una huella indeleble. Recuerdo que a punto de desmayarme tras ver
la operacin, algo en m decidi proseguir y tomar todo con
naturalidad y fuerza. Qu fue y como logr no gritar de horror o
salir corriendo de all? No lo s! Lo cierto es que a partir de
cierto instante me sent como en mi casa y lo nico que deseaba era
ayudar y aprender.
Recuerdo que despus de esa sesin estaba tan hambriento que decid
ir a cenar a un restaurante. Me sent y vi que todos se me quedaban
viendo. Volte a ver mis manos y me di cuenta que estaban rojas de
sangre.
El caso ms extraordinario y el que me ense que realmente no
existen lmites, fue el de una nia, quien en una operacin
convencional haba sido sobreanestesiada, dejndole su cerebro muerto
por la falta de oxgeno. Los padres, desesperados despus de ver una
docena de neurlogos, dieron con Pachita y le pidieron ayuda.
Pachita acept y la segunda operacin que vi aquella primera noche,
fue un trasplante de corteza cerebral en la nia
sobreanestesiada.
Aquello fue demasiado difcil para m.
Durante ms de diez aos me he dedicado a investigar algunos
aspectos de la fisiologa cerebral y aunque me considero bastante
revolucionario entre mis colegas, jams me imagin, ni podra haber
aceptado, que una parte del cerebro pudiera trasplantarse de un ser
humano a otro. Jams lo hubiera aceptado de no haberlo visto, pero
el caso es que lo vi y eso me transform tan profundamente que a
partir de ese momento, todas mis concepciones psicofisiolgicas
cambiaron. La nia era un vegetal que no se mova ni hablaba ni
controlaba sus esfnteres. En esa operacin, y en cuatro
subsecuentes, Pachita cort el cuero cabelludo con el cuchillo de
monte y despus abri el hueso del crneo usando un pedazo de sierra
de plomero.
Yo vea eso y parte de m pensaba que no era cierto y otra que era
maravillosamente real.
Despus Pachita hizo aparecer una seccin de corteza humana, tom
un pedazo en sus manos, le lanz su aliento y le orden que viviera:
vive!, vive! le gritaba.
Despus, con la ayuda del cuchillo, introdujo el pedazo de
corteza al crneo de la nia y con una serie de movimientos extraos,
lo dej depositado all. Por fin, la herida se cerr despus de que yo
fui invitado a colocar mis manos encima de la misma. A eso se le
llamaba saturar. La nia fue vendada y devuelta a sus padres.
La operacin se realiz sin anestesia, sin asepcia y considerando
su magnitud y seriedad, lo que se poda haber esperado como mnima
reaccin era una meningitis fulminante. En lugar de ello, la nia se
present a los quince das para una nueva operacin, sin infecciones,
sin haberse muerto de shock postoperatorio y con algn sntoma de
mejora. De hecho, despus de cuatro operaciones similares a la
descrita, yo vi a esa nia empezar a tener movimientos voluntarios,
balbucear vocablos, quejarse de dolor y molestias y sonrer, s!
sonrer!
Cuando yo vi sonrer a esa nia y alcanc a comprender los motivos
de su alegra, entend que lo ms fundamental es lo de mayor alcance
espiritual, lo que cualquiera comprende, lo que se encuentra
presente en todos los niveles, lo clsico, lo que se siente como
certeza y mismidad.
Era el cumpleaos de Cuauhtmoc y el recinto de las operaciones
fue vestido de flores y saturado de incienso. Pachita se sent en el
centro del cuarto, respir profundamente y unos minutos ms tarde, el
saludo de Cuauhtmoc nos introdujo a un mundo mgico. En un mensaje
magnfico, el Hermano nos comunic sus deseos y su amor. En cierto
momento empez a hablar de Dios y de sus designios. La nia en su
silla de ruedas estaba en el recinto acompaada de sus padres y en
el instante en el que el Hermano llega a la mxima profundidad
espiritual, la nia sonri. Cada vez que Cuauhtmoc alcanzaba un nivel
que yo slo podra catalogar como de total trascendencia, la nia
volva a sonrer. Fuera de esos niveles, yo no notaba reaccin alguna
en ella. Aquello me ense lo que ya mencion y me llen de fe.
Una de las facetas ms misteriosas de la obra era lo que aconteca
con la conciencia de Pachita durante las operaciones. Recuerdo que
cuando le le el libro, la ms asombrada era ella como si no
recordara lo que aconteca en las operaciones o como si no hubiese
estado en ellas. Esto ltimo pareca lo ms probable. Pachita, la
conciencia de Pachita estaba ausente durante las operaciones. Cmo
explicar esto? En realidad no lo s.
Armando y la misma Pachita decan que el espritu de Pachita se
iba de su cuerpo y que el espritu del Hermano lo ocupaba mientras
tanto. Creo que esta ltima era una explicacin demasiado simple para
lo que verdaderamente aconteca. Quiz, Pachita funcionaba en un
nivel en el que su conciencia se conectaba con la estructura ms
fundamental de lo que la fsica llama lattice y de all extraa todo
su poder.
Una muestra de este poder yo la tuve en Parral. Cuando llegamos
a esta ciudad, una sequa la tena sedienta durante meses. Los campos
estaban secos y la gente se quejaba del calor y de la falta de
agua. Pachita hizo lo mismo. Usando el peor cal, maldijo la sequa y
pidi lluvia. A la media hora empez a caer una llovizna ligera y en
la noche comenz una tormenta que no disminuira su volumen de
precipitacin durante varios das.
Los ros de Parral se empezaron a desbordar y en las calles la
gente volteaba a ver el cielo y con ademanes de sorpresa y
beneplcito agradecan la lluvia.
En el estado de Morelos yo haba visto a Don Lucio controlar una
tormenta y me haba maravillado de su poder. Lo que haca Pachita me
maravillaba an mas. De dnde vena su fuerza?
De pequea, Pachita haba sido abandonada por sus padres y
adoptada por un negro africano llamado Charles. Durante 14 aos
Charles cuid de Pachita y le ense a ver las estrellas y a
curar.
Despus, Brbara Guerrero (Pachita) luch al lado de Villa, fue
cabaretera, vendedora de billetes de lotera, cantaba en camiones de
paso... Creo que haber vivido tantas experiencias la conectaron con
lo que trascenda de todas ellas. De alguna manera, Pachita haba
logrado dejar atrs muchas ilusiones y eso la colocaba en un punto
de contacto ntimo co la verdadera Realidad. La verdadera Realidad
era lo que haca.
Me parece que lo que he dicho no logra explicar por qu Pachita
no era consciente durante las operaciones, a menos de aceptar que
lo que nosotros conocamos de Pachita, la personalidad que nos
mostraba cotidianamente era una especie de matriz de relaciones
aparentes que desapareca cuando la verdadera Pachita apareca.
Creo que Armando no estara de acuerdo con lo anterior. El era el
ayudante ms veterano de Pachita y l mismo tambin se dedicaba a
curar.
Sin embargo, l s conservaba su conciencia habitual. Alguna vez
me dijo que haba hecho un trato con el Hermano y que este trato
consista en que a cambio de mantener su conciencia, no recibira
tanta proteccin como Pachita. Por eso, me confes, -he tenido tantos
daos y Pachita me ha tenido que operar tantas veces-.
Por supuesto que los daos y su significado merecen algn intento
de explicacin. Pachita y todo el chamanismo mexicano distinguen
entre enfermedad buena y enfermedad mala. La enfermedad buena la
consideran natural y curable con medicinas convencionales. La
enfermedad mala, en cambio, son los daos. Alguien tiene una envidia
(me explicaba alguna vez Don Lucio) y la persona envidiada recibe
una carga energtica que lo enferma. Los daos son las introyecciones
de los malos pensamientos de los otros, son las malas intenciones
detectadas a niveles corporales.
Me parece que toda la concepcin de los daos merece un estudio
profundo, sobre todo para entender cmo una alteracin en las
caractersticas del campo neuronal puede materializarse en un
cuerpo.
A las materializaciones a partir de la aparente nada, Pachita
las denominaba Aportes. De pronto, Pachita haca una serie de
movimientos extraos con las manos y sin que previamente hubiera un
objeto, algo apareca en la palma de su mano. Estas
materializaciones eran cotidianas y parte normal de las sesiones.
La fsica actual tambin ha observado algo similar en la sbita
aparicin de partculas elementales a partir de la lattice. Creo que
el cerebro de Pachita era capaz de alterar la morfologa del espacio
y eso se manifestaba como una sbita materializacin de un
objeto.
A m me dio un aporte que describo en uno de los captulos de este
libro. Por supuesto que la explicacin que he ofrecido no dice nada
acerca de la especificidad de los aportes. Yo recib un pequeo leo
pintado por un artista chino llamado Fo; Memo, un hijo de Pachita,
una medalla de oro con los smbolos de las doce tribus de Israel;
Armando, algo diferente. De dnde provenan esas formas
materializadas y cmo surgan tan perfectas e impecables? No lo
s!
Pachita se consideraba miembro de la tribu perdida de Israel. En
realidad, histricamente las doce tribus de Israel se dividieron
hace miles de aos. Diez tribus abandonaron el territorio de Israel.
De esta forma, se puede hablar de la existencia de diez tribus
perdidas de Israel. Pachita aseguraba pertenecer a una de
ellas.
No puedo aadir nada ms porque nunca habl con Pachita acerca de
ello.
Los pacientes que iban a ser operados, se sometan a la ingestin
pre-operatoria de una serie de medicinas provenientes de otras
tantas hierbas naturales. Memo ayudaba en la confeccin de las
mismas y alguna vez me explic cmo las preparaban. En las consultas,
estas hierbas eran recetadas. Su variedad era extraordinaria lo
mismo que las formas en las que se preparaban. Recuerdo que a los
pacientes diabticos Pachita les recomendaba tomar un vaso de agua
con clavos oxidados (solamente el agua por supuesto). Algunos de
estos remedios los describo en el libro, por lo que all refiero al
lector interesado.
En las primeras sesiones, yo no distingua o ms bien no aceptaba
que el Hermano y no Pachita operaba. Por supuesto, el cuerpo de
Pachita no desapareca durante las operaciones, lo que se
transformaba era su personalidad. Yo estaba acostumbrado a meditar
y saba que una etapa de la meditacin se caracteriza por un estado
de apertura hacia contenidos inconscientes. Cuando se llega all, se
reciben mensajes y se vislumbra la existencia de un estado de
conocimiento puro y alejado de convencionalismos. Todo ello se
experimenta y se vive como algo maravilloso, pero se siente que
pertenece al uno mismo, que el yo no desaparece y otra entidad
ocupa el cuerpo.
No, eso no se experimenta! Ms bien la sensacin es la de estar en
contacto con otro nivel de uno mismo. Para Pachita y para Armando,
una transformacin similar indicaba la entrada de otra entidad, el
abandono del cuerpo por el uno mismo y la ocupacin del mismo cuerpo
por otro ser. Yo no poda creer eso y me resist a aceptar la
transformacin que vea en la personalidad de Pachita como seal de la
desaparicin de Pachita y la aparicin del hermano Cuauhtemoc. Ms
bien, supona que Pachita se introduca a un nivel de s misma
extraordinariamente poderoso y diferente al de su yo normal, pero
era ella misma transformada y no otro ser ocupando su cuerpo.
Al terminar la primera sesin de operaciones, acompa a una de las
ayudantes de Pachita a su casa. Platicamos durante el trayecto:
Mi hija no poda respirar, escupa sangre y no haba nada que
hacer. La llev con el Hermano, le sac los pulmones, materializ unos
pulmones nuevos y se los injert. Slo se me ocurri preguntarle si
haba podido respirar entre la extraccin y el injerto.
- Pudo respirar?
La mujer se ri y me dijo que haban sido unos pocos segundos de
intervalo entre una y otra maniobra...
Recuerdo que yo estuve a punto de decirle que no era el Hermano
el que haba hecho aquello sino la misma Pachita en otro nivel de
conciencia pero me contuve. Quin era yo despus de todo para afirmar
algo as? Jams en ninguna meditacin haba yo llegado a un nivel en el
que pudiera trasplantar unos pulmones. Cmo poda yo saber si en
verdad Cuauhtmoc exista y era capaz realmente de ocupar el cuerpo
de Pachita?
A partir de ese momento decid no juzgar y simplemente aceptar lo
que vea y oa.
Pero no era fcil. Yo pensaba que la Unidad exista y que la
individualidad deba desaparecer para lograr la Unidad y he aqu que
si Cuauhtmoc era una entidad individualizada, entonces la
individualidad no desapareca. El intento de equilibrar mi concepto
de Unidad con el de individualidad me llev a una etapa de confusin
de la que sal cuando meses despus de la muerte de Pachita conoc a
los Sufis.
Un maestro Sufi hablaba con Dios:
Dios, le deca, mustrame tu presencia sin el velo de tus
atributos.
Dios le contestaba con una negativa
NO!
El Sufi le rogaba:
Te lo suplico! Dios le deca:
NO!, porque no podrs resistir la soledad de mi divina
unidad.
El Sufi emocionado replicaba:
Pero si eso es precisamente lo que deseo, llegar a la
Unidad!
Pues bien, Dios acceda, sabe entonces que t eres aquello. .
T eres aquello! Esa respuesta me convenci de la ausencia de una
real dicotoma. En la Unidad, la experiencia de existencia persiste.
En la Unidad se llega al uno mismo que es idntico para todos.
No intento invalidar la existencia del Hermano. Simplemente
describo lo que vi sin negar experiencias y sin someter las
vivencias a juicios crticos reduccionistas. Por ello, hablo de
Cuauhtmoc y de Pachita y de Armando y de m mismo como seres
diferentes uno del otro, cuando en realidad todos somos un mismo y
nico Ser.
Durante toda mi experiencia al lado de Pachita, ;icogniciones
interesantes aparecieron en mi mente. Las he compilado y algunas de
ellas las reproduzco al final de este libro. Las he titulado
MURMULLOS DEL SILENCIO aparecieron en momento de silencio
conceptual y de gran paz. Aunque no relatan incidentes y
aparentemente no estn relacionadas con el resto de la obra, creo
que su inclusin est justificada por haber aparecido durante mi
colaboracin con Pachita y porque enriquecen el texto.
Aunque en ocasiones la tentacin casi traicion mi prudencia, no
he querido retocar los captulos que ya estaban escritosni tampoco
aadir nuevas descripciones. Creo que haberlo hecho atentara en
contra de la frescura del texto. Una posible desventaja, sin
embargo, es que algunas frases pudieron mejorar con una correccin o
una, descripcin clarificarse usando el mismo procedimiento. Espero
que el lector disculpe tales faltas y aprecie la frescura original.
Esta ltima (cuando existe) resulta de haber escrito mis
experiencias el mismo o el siguiente da despus de las sesiones.
Algo en m mismo se comprometi a escribir con la mayor cantidad de
detalles y eso slo era posible hacerlo con un intervalo mnimo entre
la experiencia y la descripcin de la misma. Sin embargo, confieso
que mis propias carencias son un lmite insalvable y que jams pude
describir todo lo que yo deseaba. Espero que lo descrito sea
suficiente para que el lector sienta el carcter y la atmsfera de la
obra de Pachita y del Hermano.
Mis antecedentes como psicofisilogo estn incluidos en algunos
captulos y secciones. Quiero decir con lo anterior que en algunas
partes me introduzco en tecnicismos y explicaciones fisiolgicas que
quiz slo sean entendibles para el especialista. Creo que tengo algn
derecho de incluir mi propia visin de esta obra y por ello me he
atrevido a no suprimir las partes del libro con sabor
fisiolgico.
Han transcurrido aos desde que viv las experiencias con Pachita
y siento que no soy el mismo que era antes de conocer a esa
maravillosa mujer. Su amor hacia todos sus pacientes era ejemplar,
su entrega a la obra de curarlos total y su buen humor y frescura
hacan especialmente deliciosas las ocasiones en las que tuve
oportunidad de acompaarla. En verdad, la extrao y la recuerdo
mucho.
Considero que este libro es una continuacin de la obra iniciada
por Pachita y su heredad. Ojal que el que lo lea impulse su amor al
prjimo, a s mismo y a Dios.
CAPITULO I
LA ENTRADA
Encontr la casa frente a un mercado lleno de flores. Se adverta
un bullicio frente a la puerta; algunas sillas de ruedas, nios
gritando y uno que otro ser extrao, maltrecho por heridas o daos.
Como siempre, la llegada estuvo repleta de pruebas. Siempre que se
inicia algo sucede que alguien prueba al aspirante.
Todo es tan frgil! La conciencia, el cuerpo... pueden enfermar
tan fcilmente.
Todos los das veo una foto del planeta Tierra tomada desde el
espacio. Una esfera llena de tonos de azul y rosa, rodeada de
negro. Entreveo figuras formadas por las nubes; seres sonrientes o
enojados, colaborando entre s o pelendose.
Me imagino que cada forma representa la conclusin global de
millones de conciencias individuales y que cada guerra, disputa
poltica o movimiento religioso se materializa en esas entidades
formadas por reflejos de agua, nubes y contornos de
continentes.
En ocasiones, el reflejo de la resolana pinta un guila blanca
con alas extendidas flotando sobre la colosal esfera. La cuida y
es, al mismo tiempo, la resultante total. Un dolor de su cabeza
representara una guerra entre dos pases; un dolor de su estmago,
los estertores de un fallido movimiento de liberacin y una paz
interna el da de la Navidad.
No todo debe ser consciente para esa guila; slo emocionalmente,
slo sintrgica y gestlticamente; slo un sentimiento, resumen de
todos los sentimientos o un dolor, pinculo de todos los dolores en
cada una de sus clulas.
Pero ms all de resultantes sintergistas y procesos gestlticos,
ms all de los sentimientos globales, ms all lo que decide...
Toqu la reja y me pidieron esperar.
Ayer les dije en un ruego, Pachita me invit a ayudar al
Hermano.
Dganle que Jacobo lleg.
Me introducen a un garaje lleno de macetas colgantes de un
techo. Siento que penetro en filas de dolientes esperanzados;
siento que no estoy preparado, me enoj con un chofer de taxi que me
cerr el camino; me puse de malhumor por haberme perdido en calles
desconocidas. Todava vivo en el filo de una navaja y en ocasiones
me atrae la muerte y no puedo elaborar mis muertes...
Espero y veo caras. Una nia de ojos brillantes, incapaz de
hablar, caminar o pensar, sonre milagrosamente. La amo y pregunto a
sus padres por su mal.
Hace un ao, me dice una madre cuidadosa, hace un ao la operaron
de las anginas y se les pas la anestesia. Se convirti en un vegetal
y ahora, por lo menos, sonre. Pachita la ha operado varias veces y
ha mejorado mucho...
Le pido a Dios y volteo y sigo sintindome no preparado. No me
abren y s la razn. A pesar de todo, insisto de nueva cuenta. Decido
sentarme en el suelo para meditar.
Como siempre, comienzo la lucha; la nica posibilidad es
aceptarlo todo. Decidir que algo est mal y algo est bien es
anteponer alguna estructura a la sabidura interna. Me dejo libre y
una negrura me invade. Poco a poco comienzan los pensamientos y en
un descuido mi tonal toma un ligero tinte azulado y penetro en
l.
Aparece la primera imagen, todo un procesamiento colosal
transformado y decantado y purificado y manifestado y corregido y
doy gracias por la maravilla.
Me invade una sensacin de paz, toco los tentculos de mi ser y en
otro descuido me deslizo por uno de ellos en direccin a mi
centro.
Ahora no slo es paz, sino certeza. Estoy conmigo y con l y con
todo y s que s.
Abro los ojos, me aproximo a la puerta y en ese instante,
sincronsticamente me anuncian:
El Hermano quiere que pases!
CAPITULO II
EL ESPRITU SOBRE LA MATERIA
Una vez conoc un amigo que viva en el presente no por decisin ni
por mandato. Tampoco por cuestiones ideolgicas o por sostener
cierta enseanza. Simplemente le sucedan demasiadas cosas y no tena
tiempo para pensar en el pasado.
Sus facciones estaban en constante movimiento; gestos de asombro
lo atravesaban a cada instante y pareca atender a mil cosas al
mismo tiempo, como llamadas de seres que siempre lo asombraban.
Antes de iniciar este captulo tuve que pedir permiso y al igual
que mi amigo, comenc a ser invadido por cogmcones. La mayora no las
recuerdo; slo s que existe un momento en el que se atraviesa un
umbral y lo que antes era oscuridad se ilumina con la luz.
Pero la luz tambin es capaz de engaar. He tenido, ahora
recuerdo, miles de luces y cada una de ellas me fue abandonada y
sirvi de catapulta para la siguiente hasta que apareci la
verdadera. Pero he aqu una trampa mortal; no puedo decir verdadera,
cuando todo es real. Creo que lo nico que podra afirmar es que cada
quien tiene la oportunidad de conectarse con algo que est ms de
acuerdo con su naturaleza y que cumple los requisitos y las
alternativas de la etapa en la que se vive y la sensacin que se le
estimula es la de la llenura.
Pero puesto que siempre se avanza (excepto si existe una atadura
redundante), lo siguiente siempre es inimaginable. As (por lo
menos) me ha sucedido a mi innumerables veces. Creo que ya llegu y
siempre tengo la buenaventura de encontrarme con algo que me
sobrepasa. Sin embargo, existe una plataforma que se conserva y que
matiza. Hace aos empec a tener imgenes. Siempre nuevas, siempre
originales y desconocidas. Cre que eso era y me vanaglori de haber
logrado la verdadera plenitud. Luego me di cuenta de que pensaba y
que exista una pregunta que deba responder. Fui matizado por ella
durante aos y jams me imagin que pudiera existir algo ms imposible
que responder y algo que incluyera mas.
Me cuestion acerca del origen de la experiencia y puesto que
todo es experiencia me cuestion (supona yo) acerca del origen del
todo.
Alguna vez entrev que poda existir algo ms all de la
experiencia; pero confieso que me asust. Lo que si me sucedi es que
termin desconfiando de cualquier contestacin. Arrib as a la
conclusin del Ser como magnificante concentrador de toda la
sabidura y trascendente entidad por encima y ms all de cualquier
consideracin humanoide.
Sin embargo, la primera vez que perd mi forma humana cre
quedarme an sin el Ser, ms bien sin el Ser que yo haba sentido como
tal. La verdad es que me conect con lo que externamente poda haber
sido juzgado como cinismo, pero tuve la suerte de reconocerme como
ilimitado.
Ahora s que eso fue el antecedente de lo que me iba a suceder
despus de operar con Pachita. Los cuerpos, riones, mdulas, dedos,
cerebelos, edificios, coches, plantas, se convirtieron en tentculos
de Dios, cosas sin importancia comparadas con la magnificencia del
espritu.
Me burl de mi propio cuerpo como me he burlado de todo
convencionalismo y estructura. Cerrar los ojos y estar all
despegado de mi cuerpo vindolo, arreglando los asuntos que ms me
competen como ser. Veo que todo se dirige a esa condicin de
ilimitada magnificencia y veo que todo me prepar para la
revelacin.
Hace aos me introduje al cerebro creyendo encontrar en l las
respuestas.
En mi infancia viv los motores elctricos, los campos magnticos y
los radios como la esencia.
Despus la fsica y mi inters por el cerebro (impulsado por un
cncer sufrido por mi madre) no fueron muy diferentes de mi asombro
ante el movimiento de una bobina.
Ahora, a punto de penetrar en una habitacin alumbrada por una
vela y plagada de olores de estmagos descompuestos y entraas
podridas, algo en m decidi que nada seria igual que antes.
Debo decir otra cosa, antes de relatar lo que viv.
Existe una lucha colosal entre la luz y la oscuridad. Las llamo
as por no tener otros trminos. Cada accidente es una prueba, cada
cada una seal que una inteligencia inconmensurable manda a cada una
de sus partes. Lstima que existen quejas, catarsis y salidas
superficiales. No permiten ver y antes bien se conectan en un
circuito de retroalimentacin del que no existe escape mientras se
siga alimentado.
Una pequea antesala, resguardada del cuarto de trabajo del
Hermano por una cortina, me dio la bienvenida. Todo pareca muy
natural, excepto la custodia de la entrada. Un muchacho preocupado
impeda o facilitaba la entrada, dependiendo de las instrucciones
del Hermano Cuauhtmoc. Descorr la cortina y unos cuerpos envueltos
en sbanas y acostados en el piso me saludaron como presencia del
familiar y simultneamente aterrorizante espectculo. Despus entend
que los operados reciban en ese cuarto la energa suficiente para
cicatrizar las heridas y acomodar y equilibrar sus campos
energticos.
Mi nio, acrcate, llegaste en el tiempo preciso.
La voz del Hermano me recibi hacindome sentir en familia,
cuidado y bendecido.
Pachita se encontraba sentada en una silla junto a una cama de
tablas, cubierta de un colchn de hule espuma con plstico encima.
Sus ojos cerrados miraban a Leo, su ayudante durante seis aos,
siempre presente dos das a la semana. Leo me salud y me acomod a su
izquierda. Me arremangu la camisa y me prepar para recibir
instrucciones. Junto a mi, un parapsiclogo argentino tomaba
fotografas.
La imagen de mi primera entrevista con Don Lucio apareci. En
Nepopualco la mesa de operaciones era un altar y los instrumentos
eran huevos, palma y agua purificada. Aqu los mismos manejos se
hacan con un cuchillo de monte. Apareci una seora. enferma del
estmago.
Hermanita linda, qu te pasa?
Tengo dolor, Hermano, no puedo vivir con l. Aydame en el nombre
del Padre.
As sea, mi hijita, acustese, mi preciosa.
Nos trajeron una sbana. Cada enfermo traa una, junto con una
venda y unos broches.
Le desabrochamos la falda y Leo pidi unos algodones secos. Los
coloqu alrededor del estmago y antes de poder pronunciar palabra
alguna, el cuchillo de monte en manos del Hermano penetr en la
carne.
Ped a Dios no desmayarme y supe que deba darle fuerzas a la
hermanita. Le pregunt su nombre, le tom la mano y la consol y
acarici mientras vea salir la sangre de una herida de 15 centmetros
hecha por el cuchillo. La mano de Pachita auscult el interior del
vientre, pidi unas tijeras y cort algo que produjo un olor ftido.
En dos minutos haba concluido la operacin. Leo me indic que pidiera
un algodn empapado en alcohol y me orden que saturara.
Saturar?
Rpido, satura la herida. -.
Supe que deba colocar el algodn sobre la herida y colocar mis
manos sobre l. Lo hice y la herida cerr instantneamente. Me dieron
una venda y cubr el vientre con ella.
La mujer rea y daba gracias; la levant, sintindola sin peso,
despus de cubrirla con la sbana y se la llevaron a descansar. La
colocaron en el suelo sin queja alguna. Volte a ver al Hermano y a
Leo y les dije que estaba. con Dios. Sent que haba cerrado una
herida, que el Hermano haba manejado la materia como si fuese un
juguete, que Leo era un santo; me dije que esto era, que no exista
lmite, que Dios exista, que ramos dioses, que ramos, ramos.
Despus, una fuerza me gui en 15 operaciones ms; carmo, di amor,
inspirado por esas gentes, y cur.
Quines ramos! Qu es lo que nos traspasaba?
Quin era el Hermano, quin Pachita. . .? Todo es posible!
A partir de esa primera intervencin, todo fue natural. Me sent
como en mi hogar, el mismo que visito en mis meditaciones. Por
primera vez no hubo diferencia alguna entre mi pensamiento y el
mundo; por primera vez en mi vida, realmente hice algo.
No hay anestesia, no se suturan las heridas; apenas si hay
dolor, los operados ren mientras sus entraas y su sangre nos
baan...
Me cost un ao llegar al silencio. Cuando regres de Tepoztln por
poco muero de angustia. En ese pueblo mgico se lea el pensamiento y
se haca llover y en una ocasin vi al Tepozteco rebozante de energa
mandar truenos al valle, en respuesta a una oracin. En Tepoztln
hubo maravillas, pero no haba silencio. Los pobladores gustaban
lanzar cohetes en los momentos ms significativos del da y las
mujeres cazaban a los hombres como conejos. Rita haba comprado una
jaula en la que encerr a dos pjaros. Los bautiz con mi nombre y el
de O. y los observaba. As nos vigilaba. Sara lanzaba el orculo y
viajaba en vidas pasadas y Paul vea platillos voladores. Don Lucio
se comunicaba don el espritu de los daos y con el seor de la luz;
tampoco haba limites, pero no exista el silencio.
Cuando escriba en Tepoztln, lo haca entre las posturas de yoga,
sentado en un jardn, con un cuaderno al lado. En las noches dorma
en el prtico de mi casa viendo las estrellas, pero no haba
silencio.
Aqu, entre el atronador sonido de la sangre y el susurro del
cuchillo penetrando los huesos, haba silencio. El mismo silencio
que haba aprendido a vivir en la meditacin, el mismo que permita
volar hacia el infinito y trabajar en el lugar que ms me gustaba;
pero del que generalmente slo rememoraba la sensacin placentera de
haber estado.
Solamente una vez haba podido seguir a mi conciencia durante sus
viajes. Recuerdo haber visto gente y haber trabajado con ella en
algn proyecto colosal. Aqu haba silencio y era ese mismo lugar;
pero en conciencia, en vigilia, despierto, conmigo, sin necesidad
de recordar. La segunda operacin fue la de la nia sobreanestesiada.
Le acarici la cara, le bes sus ojitos dulces y le tom la mano; le
di todo, mientras el Hermano aplicaba su cuchillo en la parte
posterior de la cabeza. Con un movimiento intenso penetr el cuero
cabelludo mientras yo y Leo dbamos energa. Abri el hueso y de
pronto un tejido fresco se materializ en la mano izquierda del
Hermano. Con el cuchillo levant la carne e introdujo ese tejido en
el crneo. Coloqu mis manos sobre un algodn mojado, lo apliqu y me
orden cerrar la herida. Como en la primera operacin, la herida cerr
instantneamente.
En mis das de estudiante y despus como psicofisilogo pude
observar el choque espinal. Basta cortar la medula espinal para
dejar paralizada a una persona sin remedio y de por vida. Eso fue,
al menos, lo que aprend en esos das. Nos trajeron a un muchacho, de
30 aos, en una silla de ruedas. En un accidente automovilstico su
mdula espinal recibi un impacto atroz y la corriente nerviosa
proveniente de las reas motoras corticales dej de activar los
msculos de las piernas. Parlisis de parte del tronco y de las
extremidades inferiores fue el resultado.
Acustate, mi nio precioso, mi amor, mi pobrecito angelito.
Hermano, me operaron y me pusieron dos barras de metal y no
siento mis piernas ni las puedo mover. Aydame!
As sea, en el nombre del Padre.
La voz del Hermano era la de una madre y vi lgrimas en los ojos
del muchacho.
Se acost boca abajo, entre Leo y yo descubrimos su espalda y la
rodeamos de algodones.
El cuchillo penetr las vrtebras y descubri la mdula espinal. El
Hermano uni los extremos despedazados y pidi un injerto de hueso.
Un ayudante le trajo un frasco de vidrio del que sac un hueso y con
el mango del cuchillo lo incrust en la espalda. Leo, ms precavido
que yo se cubri con las manos. Yo fui salpicado y unas gotas rojas
en mi oreja quedaron como testigos del portento.
Apliqu mis manos y la herida cerr y el muchacho comenz a mover
una pierna. Ligera pero segura la conexin quedaba restablecida y
slo era cuestin de tiempo. Acarici la pierna del operado y di
gracias al Cielo.
Despus trajeron a un viejito de 85 aos. Obrero de una fbrica, no
poda comer. Su esfago se haba cerrado haca tres meses y slo se
alimentaba de lquidos.
El Hermano lo hizo acostar y pas sus manos sobre el vientre del
enfermo. Vio lo que tena adentro y supo qu hacer. Abri desde la
garganta hasta el estmago e introdujo sus manos en el conducto
esofgico. Lo despeg y lo dej libre. Luego tom el pene del enfermo e
introdujo el cuchillo por el conducto urinario. Volte a verme y
todava con los ojos cerrados brome: Aqu hacemos de todo!
Cerr la herida y el Hermano pidi un bolillo duro.
Cmetelo, buen hombre, angelito de Dios, cmetelo. El viejito neg
con la cabeza.
Te digo que te lo comas, no seas terco.
Mordi el bolillo, lo mastic y despus se lo trag.
Ya ves, hermanito, las obras del Padre no tienen lmite. -
El viejito rea y Leo y yo nos abrazamos.
En mi vida anterior muchas veces me extra de adquirir fuerzas
con el trabajo. En ocasiones poda escribir durante horas y cada vez
sentirme ms fresco en lugar de cansado. Pero el esfuerzo muscular
me estaba negado. Quiero decir, que no suceda lo mismo que con el
pensamiento. Inclusive de joven me suceda lo mismo. Viv en un
Kibutz y en las noches, despus de cosechar duraznos y acomodarlos
en cajas, cargbamos camiones. Siempre acababa molido por el
esfuerzo.
Aqu, con el Hermano, despus de cargar a los enfermos, vendarlos
y darles fuerzas, me senta cada vez ms energetizado. Pero el
siguiente enfermito no requera esfuerzo muscular. Cuando lo vi
empec a sudar. Una niita con trenzas alumbradas de moos, de ojitos
curiosos, fue trada y colocada encima de una sbana. Mir a Leo y
luego al Hermano, encarnado en Pachita. Los tres empezamos a
acariciar el cuerpecito blando y dulce de la criatura y a hablarle
con palabras amorosas. El Hermano pregunt acerca de la enfermedad y
el padre de la niita habl de una parlisis y una rotura vertebral
con seccin medular. El Hermano nos pidi que rezramos. Despus, abri
la espalda de la criatura. Cuando recin la acostamos en la cama
haba llorado, pero ahora se calm. El hermano injert un hueso,
cerramos la herida y la dulce palomita empez a rer y a mover sus
piesecitos.
La besamos, acariciamos sus trenzas y se la devolvimos a su
padre.
Todos reamos y nos hacamos bromas y nuestro ser daba gracias por
todo lo visto y hecho.
Alguien vino a decirle al Hermano que la mujer que necesitaba un
injerto de vejiga haba llegado. Pachita levant los brazos y vi como
algo se materializaba entre sus dedos.
Es una vejiga, me dijo, sabiendo lo profundo de mi asombro.
Una mujer joven entr al cuarto y se acost. El Hermano hizo un
corte extenso e introdujo una mano al interior de la herida.
Localiz algo y me invit a sentirlo. En la tarde de ese da me haba
cortado un dedo y tem infectar a la enferma o a m mismo. Iba a
decirlo y de pronto me pareci ridculo; introduje mi mano y sent un
conducto delgado.
Toca bien, hermano Jacobo, y sentirs una piedrita en el conducto
renal.
La sent y en ese momento desapareci.
Esta nia est curada y no necesita vejiga dijo el Hermano con su
voz llena de certeza.
Volte a ver la mesilla junto al cuerpo de Pachita y me di cuenta
que la vejiga haba desaparecido.
Hermano pregunte, en dnde est la vejiga?
Ay, dulce nio me contest, si no se necesita, no se necesita y se
va ella solita.
Cerr la herida y esper el prximo enfermo. Una mujer entrada en
aos ocup la cama.
Cmo est mi amor? le pregunt el Hermano.
La mujer no contest. Vena acompaada de su hijo y l dijo que su
madre tena cncer.
Bueno, mi nia, vamos a quitrselo con la ayuda del Seor.
El cncer estaba localizado en las fosas nasales. El Hermano
introdujo el cuchillo en una de ellas y empez a raspar. Se tardo
varios minutos mientras reconoca el interior de las cavernas y.
despus con una sonrisa dijo:
hecho est en el nombre de mi Padre. Terminamos a las 12 de la
noche. Todos rodeamos al Hermano y pedimos su bendicin.
Supe que despus de cada jornada el Hermano atenda a sus
ayudantes, les daba consejo y aclaraba sus dudas.
Al terminar y en un movimiento marcial, el Hermano levant su
brazo derecho y dijo:
Me despido de ustedes, vayan con Dios! Hubo un momento de
tensin; entre la salida del Hermano y la recuperacin de Pachita
pasaron unos segundos. El cuerpo de Pachita se desmay en ese lapso
y despus se recuper. Me mir extraada y me pregunt que de dnde haba
yo salido. Su conciencia era tan distinta que no recordaba haberme
visto durante las operaciones.
Me da mucho gusto verte, hermano Jacobo. Cuando Pachita fue por
primera vez a la casa donde yo la conoc le sucedieron muchos
percances. Entre ellos, la prdida de una de las casas en las que
operaba. La duea la haba corrido el mismo da en el que visit la
mansin donde me fue presentada. Haba solicitado un nuevo lugar y
puesto que nos habamos conocido en aquella importante residencia,
pensaba que yo poda interceder, para conseguirla. Esa noche,
momentos despus de despedirse, el Hermano me haba preguntado si yo
pensaba ayudar. Le dije que lo hara en lo que pudiera, pero no
pareci satisfecho.
Ahora, ya siendo Pachita, me confes que no entenda a la gente
que viva en esa gran casa, rodeada de vigilancia policaca
precisamente por la importancia de sus habitantes.
Son muy diferentes, Jacobo, me dan miedo tantos guaruras.
Yo sabia que era una prueba para Pachita. No deba pedir nada
material, an cuando no fuera para su beneficio, sino el de
otros.
Cuidate, Pachita, le dije con nfasis. Es una prueba y no debes
dejarte.
La abrac y tom su cabeza entrecana en mis brazos.
Cuidate, hermanita linda, y gracias por dejarme ayudarte.
CAPITULO III
LOS DAOS
Los haba odo en boca de Don Lucio. La gente es envidiosa y hace
trabajos. Los celos enredan el espritu; la envidia provoca daos.
Luego es necesario hallarlos y echarlos fuera.
Cmo? pregunt a Don Lucio.
Cuando el espritu est enredado es necesario desenredarlo. Yo uso
la palma y a veces algn seguro.
Seguro?
Los gallos rojos se tragan los daos; se hace un agujero enfrente
de la casa y despus de trabajar con el animal se le encierra all.
Los daos duermen la conciencia y el que no est precavido se muere.
Don Lucio pareca ver el enredo de los espritus. Paraba al enfermo
frente a l y empezaba a azotar el aire alrededor del cuerpo daado.
Una vez le pregunt si los vea. Me observ con ojos de
incredulidad:
Pues claro, Jacobo! Si no... cmo fregaos..
En el altar de su casa Don Lucio guarda el corazn de su mesa.
Despus de practicar muchos meses la psicometra psquica se lo ped
para verlo. Recuerdo que dud un instante y despus se acerc a un
pequeo recipiente colocado entre sus velas, retratos de santos y
flores, y me dio una moneda.
A ver qu ve, Jacobo?
La tom entre mis manos, me puse en silencio y dej fluir las
imgenes. Sent un calor que me subi por todo el brazo y al poco
tiempo apareci un palacio majestuoso flotando entre las nubes. Se
lo dije y le pareci familiar. Me pregunt de qu color eran las
columnas y me impuls a penetrar a su interior. All vi a un hombre
barbado cubierto con una tnica. Tambin se lo dije y no me contest
nada. Al poco rato se me dijo que devolviera ese corazn de mesa y
as lo hice.
Don Lucio me miraba atentamente. Las arrugas en forma de rayas,
alrededor de sus ojos, parecian brillar...
Le ofrec el paso a O. y despus penetr en la antesala.
Atravesamos la cortina y observ que el Hermano rodeaba a una mujer
sentada en una silla a la mitad del cuarto. Haba tensin y silencio.
Estaba operando unos ojos y el Hermano, junto con Leo, parecan
profundamente atentos. Nos pidieron hacer una cadena tomndonos de
las manos y de pronto alguien vio a O. y dijo que no era lugar
apropiado para nias.
Es peligroso sigui diciendo, debe salir!
Iba a protestar cuando el Hermano contest que no era nia; era mi
mujer y bienvenida.
Acabamos y al soltar las manos de los dems las cruc en actitud
de reposo.
No cruces las manos me dijo Leo alarmado. Es peligroso. Y adems
no te distraigas con nada. Aqu hay una bajo astral y si te distraes
te penetra.
Nos colocamos alrededor de la cama, yo con Leo a mi derecha y el
Hermano frente a nosotros, sentado en su silla.
Muchachita linda, acrcate a tu compaero le dijo a O. con voz
grave el Hermano.
O. se coloc a mi izquierda, pero por poco tiempo. El
parapsiclogo argentino pidi permiso para acercarse a tomar fotos
con flash.Las del otro da no salieron y quiero probar suerte de
nuevo- Se llamaba Francisco y era enviado de un arzobispo
argentino, mismo que preparaba su viaje para ser curado por el
Hermano en un futuro cercano.
O. tom los algodones y al poco rato desapareci. Haba preferido
ayudar con consuelo a los hermanos, antes y despus de las
operaciones.
Yo me senta dbil. Mir a Leo y se lo dije. El Hermano me
reconvino, dicindome que haba yo bajado la energa del lugar. Yo
siento que hay baja energa. Lo siento, le dije a Leo en un susurro.
Leo me pregunt que cmo lo saba.
Lo siento en mi cuerpo.
El Hermano se me acerc y en voz baja me dijo que haba un dao
flotando. Pareca hablar con mucha precaucin y cuidado. Despus frot
las palmas de sus manos con el plstico de la cama. Todo alrededor
de sus dedos se ilumin de un violeta elctrico. Las pasaba muy
lentamente, dejndolas resbalar por el plstico.
Eso no tiene nada de extrao, pens para m. Est creando una fuerza
electrosttica por frotamiento. Se desprenden electrones y fotones y
los vemos. Leo hizo lo mismo, con similar resultado.
Me incitaron a probar y por ms que frot no apareci nada. En
verdad que s es extrao. Adems rno tengo energas, volv a pensar.
Debo decirles que no puedo trabajar hoy.
Pero antes de poder abrir la boca haban trado a la primera
enferma. Hablaba con una voz dulce y melodiosa. Pareca una nia y
cont su historia.
Fue un accidente dijo con un tono suave. Se me cort la mdula y
luego me operaron. No puedo andar, ni controlar mis esfnteres y se
me dobla la espalda. Por eso uso este corset tan rgido.
Tanto el Hermano, como Leo y yo la consolamos. Le quitamos el
corset y el Hermano la empez a palpar.
Le has puesto las pomadas, hijito? pregunt al acompaante de la
muchacha.
Si, Hermano contest un joven con voz segura. Yo iba manejando
cuando chocamos y yo la cuido. Le he puesto todo lo que nos ha
dicho.
Bueno, mi amor, veo que todava est dbil. Vamos a esperar un poco
y mientras tanto, sigue cuidando a esta muchachita preciosa.
Mientras la envolvamos en su sbana, segua yo sintiendo que algo
andaba mal. Los ayudantes de Pachita se notaban nerviosos y de vez
en cuando venan a pedirle consejo. El Hermano nos volte a ver y nos
dijo:
No tuvimos huevos suficientes!
Por alguna razn, en ese instante sent que la energa retornaba.
Prob frotando las palmas de mis manos contra el plstico y la
luminosidad fosforescente apareci sin esfuerzo.
En ese momento entr una seora que hablaba con acento
extranjero.
Hermano le dijo, aqu estn los seores franceses. Vienen de
Marsella. El tiene un problema de rin.
Claro, hermanita linda, me acuerdo! Trajo su trasplante?
Si, Hermano, silo trajo.
Pas un seor de aspecto y conformacin atltica, alto, de espaldas
anchas, que hablaba un ingls con acento francs.
Acustate, niito lindo, acustate, que nada va a pasarte.
Yo le tom la mano y Leo lo tranquiliz. Seal el lugar enfermo y
despus de palparlo, el Hermano nos dijo que iba a ser muy
fuerte.
Ped algodones, hice un campo operatorio y sent cmo penetraba el
cuchillo. Unos huesos tronaron y la apertura ms grande que haba
visto fue abierta en el costado de ese hombre.
De vez en cuando ste lanzaba exclamaciones de dolor. El Hermano
le introdujo el rin que el hombre haba trado en una bolsa. Despus
abri cerca de la mdula y tambin cur. Yo cerre la herida y el hombre
agradecido nos lanzaba miradas y trataba de tocamos con las
manos.
Su compaera, Margaret, ya no quera vivir. Dolores intensos,
mareos, nuseas la acompaaban da y noche.
Se acerc a la cama y se acost en ella boca arriba. Pareca querer
llorar. El Hermano le habl con palabras dulces. Yo le tom la mano y
mientras el cuchillo penetraba en su vientre, Leo la acariciaba y
consolaba.
Padrecito mo! exclam en un susurro el Hermano. Esto es
cncer!
Oi un corte de tejido interno y el Hermano me tom de la mano y
me hizo sostener un pedazo de intestino.
Que no se te resbale, hermano Jacobo. Ahora, introduce tu dedo
por l.
Tom aquel tejido en forma de tubo y mientras lo sostena, el
Hermano sacaba algo de aspecto macabro y olor ftido.
Quiero agua caliente y blsamo, orden el Hermano a sus
ayudantes.
El blsamo fue vertido en la cavidad abierta y por fin el
intestino que yo sostena fue colocado en su lugar.
Satura, hermano Jacobo, rpido, satura. Coloqu mis manos sobre la
herida y se cerr inmediatamente. Margaret pareca revivida.
Los quiero a todos deca en ingls. Los amo. Dios los bendiga! El
amor es todo. Los quiero, los quiero. Dios los bendiga...!
Pachita no entenda nada y de pronto empez a hablar en nahuatl.
Su discurso fue melodioso y lleno de entonaciones dulces.
Si ella habla en algo que no se entiende, yo tambin puedo
hacerlo! No?
Todos nos reamos y besamos las manos de Margaret y nos
despedimos mientras ella segua hablando de amor, de Dios y de
bendiciones.
O. me cont que a la salida los ojos de Margaret haban cambiado.
Bendeca a todos y, por fin, despus de muchos aos, tena la vida y el
deseo de vivirla.
En un ambiente de fiesta trajeron a una mujer de mediana edad.
Hermano -dijo con voz suplicante, mi cabeza me duele da y noche
desde hace dos aos. Crame, Hermano, y que Dios te bendiga.
Tus mismas palabras son para ti contest el Hermano. Acustate, mi
nia preciosa, y ya vers que todos tus males desaparecern.
La acostamos boca abajo y despus de palpar su cabeza, el Hermano
diagnostic un tumor en el cerebelo.
Necesito la sierra.
La mujer chillaba y se retorca mientras la mano de Pachita
cortaba su cuero cabelludo y su hueso. Peda morir, la pobre mujer,
mientras se oa el sonido de la sierra abriendo su crneo. Por fin el
tumor fue extrado y con l cesaron los gritos de la mujer. Yo sent
que su dolor era, en parte, no completamente aliviado por nuestra
culpa. Mientras la operbamos segua parte de nuestro ser con
Margaret. No dije nada y satur. Todo haba resultado bien y la mujer
no poda creer la ausencia de dolor.
De pronto, Leo me advirti en tono preocupado. Los que siguen son
daos materializados. No te distraigas ni por un segundo. No cruces
tus brazos, no mires a otro lado.
Francisco haba permanecido junto a m, sacando fotos con su flash
y enceguecindonos. Le pedimos que no lo hiciera, para contrarrestar
lo que siguiera.
Una mujer, de alrededor de 45 aos, baja de estatura y cara dulce
aunque surcada de arrugas de tensin, se acerc al Hermano.
Qu te pasa, mi palomita linda?
Ay, Hermano, siento algo en la nuca que me duele. Siento que se
mueve y no puedo acostarme boca arriba. He ido a ver a mdicos y
ellos me han mandado con psiquiatras porque dicen que son nervios.
Me han dado medicinas y curaciones y no encuentran nada.
Cmo van a encontrar algo? -dijo sbitamente Leo. Si ha tenido
usted suerte de que no la enviaran a un manicomio.
Hace cunto tiempo que sientes eso, mi nia?
Hace 12 aos!
Dios santo! exclam involuntariamente. Doce aos!
Tienes alguna enemistad? pregunt yo.
Pues cuando nos casamos, haba gente con envidia. Pero despus,
nada.
Bueno, vamos a ver -dijo el Hermano, acustese mi hermosa.
Pero no puedo, me duele mucho.
Acustese mi nia. Ya s que duele, pero vinieron desde El Paso y
no para nada. Andele, acustese, mi amor.
Volte a pedir un algodn y Leo me golpe con su codo.
Qu no te distraigas, carajo, esto es muy peligroso! T vas a
ayudar a sacar el dao.
Y cmo se hace eso?
T fjate y no pierdas detalles de lo que pase.
Con un movimiento rpido, el Hermano cort la piel y con las
tijeras seccion todo el pedazo. Con el cuchilo levant el cuero
cabelludo y empez a raspar el crneo.
Tiene que salir con todo y races y est muy duro -dijo el
Hermano.
Despus de un esfuerzo tremendo, algo sali por debajo de la piel;
una masa oscura, con salientes largas.
Yo estaba muy enojado y empec a mandarle maldiciones a aquella
entidad que durante doce aos haba martirizado a un ser humano. Un
ayudante se acerc con un papel negro y el Hermano introdujo eso all
y fue retirado despus de ser encerrado.
Ya sali, hermanita. Se acabaron tus males le dijo el Hermano a
la seora.
Yo empec a hablar y de nuevo Leo me reconvino.
No creas que acab el peligro. Ahora recin empieza. El dao est
herido y va a penetrar en quien se distraiga.
Creo que nunca he puesto ms atencin a cada movimiento, ruido,
susurro. Sutur. Leo vend la cabeza.
Qu era eso? pregunt.
Dentro de 24 horas adquirir forma y lo sabremos, me contest
Leo.
Es un animal?
S, y empezar a moverse dentro del papel negro.
En ese momento record que al verlo recin extrado, not un
palpitar ligero en la masa oscura y con patas.
Es un dao materializado -dijo el Hermano, y oremos porque ya no
d lata.
Todos rezamos y me di cuenta que alrededor nuestro todos los
ayudantes habanse tomado de las manos, haciendo cadena de
proteccin.
Que pase el hermanito que sigue...
Era el esposo de la mujer del dao. Un hombre recio, vestido de
tejano, con sombrero de vaquero y botas altas.
Aqu estoy, pues.
Y que le pasa, hermanito?
Pues a mi nada. Nunca he sentido dolores; pero desde hace 12 aos
nada me sale bien.
Acustese, mi hombre, que algo trae usted en el estmago.
El gigante de El Paso ocupaba toda la cama. Le abrimos la
chaqueta y ped algodones para limitar un campo.
Hagan cadena, mis pequeos, que ste tambin trae dao nos dijo con
dulzura el Hermano.
La gente que haba visto operar siempre se quejaba en el momento
en que el cuchillo atravesaba su cuerpo. Este hombre, sin embargo,
no se quej ni un instante. El Hermano abri 20 centmetros de vientre
y comenz a indagar en el interior del mismo. Se volvi a yerme y me
dijo que yo sacara el dao
Yo?
A ver, hermano Jacobo, prsteme su mano y mtala aqu.
Obedec y de pronto sent lo que pareca ser un cordel enredado. Lo
tom fuertemente y o al Hermano decir que no lo soltara, que si se
me escapaba all terminaba todo. Me aferr a esa cosa y empec a
jalara mientras el hermano segua cortando con el cuchillo. Por fin
algo parecido a una cuerda enredada alrededor de una masa compacta
sali del vientre. La coloqu eh otro papel negro, lanzndole todas
las maldiciones que poda y se lo llevaron. Haban hecho una cadena
alrededor nuestro. Sutur, vend y se llevaron al gigante a
reposar.
No haba lanzado una sola queja y despus, cuando O. y yo llevamos
a la pareja a su hotel, tampoco lo hizo. Su constitucin le haba
quitado dolores y ahora lo protega en contra de cualquier
debilidad.
El cuerpo de Pachita se levant de su silla y se encar con un
hombre que recin haban trado. Tom una palma idntica a la de Don
Lucio y lo limpi con ella. Su fuerza era inconcebible. Despus de la
talma, carg al hombre en vilo y dijo que ya estaba listo. Se sent
en una silla y nos dijo que estaba listo para contestar preguntas.
Algunos preguntaron y otros callaron. Habl acerca de los exorcismos
que algunos sacerdotes hacan y del peligro de usar cruces o imgenes
que haban estado en contacto con exorcisados.
CAPITULO IV
EL APORTE
El cielo de la ciudad de Mxico tena un tinte violeta cuando
llegu a la casa de Pachita.
Me extra no ver a algn enfermo y la luz prendida en el recinto
de operaciones.
Penetr al mismo tiempo y me encontr con Pachita y Armando. Los
salud mientras oa su conversacin.
Recin haban regresado de la ceremonia de inauguracin del jardn
de nios que Pachita haba donado para uso de los infantes
pobres.
Me sent y escuch lo que Armando deca:
A mi me encantan las mujeres dijo en un tono intenso, considero
que son lo ms bello de la creacin. Sin embargo, me hicieron un dao
terrible. Cuando conoc a Pachita desconfiaba intensamente de ella.
Un da me dio su cuchillo y me dijo: tmalo y corta mi brazo. Yo no
quise hacerlo pero una fuerza me impuls y le hice una tajada
tremenda en su antebrazo. Muerto de miedo me prepar para la
terrible hemorragia, pero no sali ni una gota de sangre.
Mira me dijo Pachita; parece una pechuga de pollo. Ahora fjate.
Recuerdo que con su mano hizo un movimiento de frotacin y en ese
instante la herida se cerr sin dejar rastro alguno de haber
existido. Llor das enteros, abandon a mi esposa a los 31 das de
haberme casado y vine a trabajar con esta mujer, a quien amo mas
que a m mismo. Los ojos de Armando se llenaron de lgrimas mientras
continuaba su relato. Sufr pruebas terribles; durante 8 aos no pude
tocar a mujer alguna y el dao que me sac el Hermano fue el ms
grande que yo he visto. Cuatro gentes me sostuvieron en el aire
impidiendo mis forcejeos mientras ella me lo extraa. Este
desgraciado tena una nalgas de vieja en su panza dijo Pachita
sonriendo, fue algo tremendo
Un da -continu Armando, mientras estaba en mi bao o que alguien
me llamaba. Yo saba quien era, pero no me atrev a voltear. Por fin
sin aguantarme mas, mir el techo del bao y vi una luz intenssima
que me baaba. Supe que era Dios y volv a or mi nombre dos veces ms.
Sal despavorido del bao, me acost en mi camastro y llor durante
horas.
Aprend que existen etapas de aprendizaje. Primero te prueban
hasta que te quedas pelado de pensamientos y lleno de temor.
Aprendes a andar como en el filo de una navaja todos los minutos de
las 24 horas del da. Todo lo que creas se viene abajo y junto con
el temor te viene una confusin del carajo. Es la etapa del Crisol.
Despus empiezas a ver. Nunca el Hermano ha rechazado a nadie, nunca
ha permitido que el que venga a buscar salga con las manos vacas.
Yo vea todo eso y aprenda lo que es la bondad. Pero nadie lo
respetaba. La gente entraba al recinto de operaciones como quien
entra a un mercado. Se basaban en las apariencias y no en el
espritu. Vean suciedad y una cama hecha de tablas y una silla rota
y un cuchillo de monte y no se daban cuenta del verdadero
instrumental que all existe. Yo me parta de coraje mientras el
Hermano no deca nada, siempre amable, siempre dulce, siempre
amoroso.
Luego vena gente que se robaba el cuchillo y se sentaba en la
silla del Hermano. Esa silla es el trono del ltimo emperador azteca
y ese cuchillo es su reino y nadie lo respetaba. Aprend a ver detrs
de lo aparente, a respetar cualquier movimiento y a ser paciente y
a amar. Vea el cansancio de Pachita y la quera proteger y
cuidar.
Ella no come, Jacobo, tampoco duerme. Su corazn es un marcapaso
csmico, su carne es slo apariencia. Tambin aprend eso y sin embargo
la veo y es mi madre y es mi abuela, mi nia y toda mi capacidad de
amar est con ella.
Pachita escuchaba a su discpulo y de vez en cuando haca un ademn
como de querer acariciarlo.
En lugar de ello, tom mi cuaderno de notas y en la primera hoja
empez a escribir la slaba FLO y una serie de caracteres en columnas
verticales.
De pronto, dej de escribir y me extendi su mano abriendo la
palma que haba permanecido empuada unos segundos antes.
Un objeto extrao apareci en ella. Yo lo mir sin saber que hacer
hasta que Armando me dijo que era un Aporte y que Pachita lo haba
materializado para mi.
Me pareci un objeto tan comn que dud de la materializacin. Lo
tom y lo observ. Era una medalla en forma de valo, recubierta de un
cristal ligeramente curvo y enmarcada en un filo delgado de cobre
sosteniendo al cristal.
Alrededor, cobre trenzado de un color ms dorado que el cobrizo
marco le daba una apariencia de coronacin resguardando el valo.
La parte posterior tena una placa dorada y un alfiler para
sostener la medalla en la ropa.
Resguardada por el cristal, una pintura miniatura representaba
un rbol saliendo inclinado de un declive. Su tronco pareca vencer
la fuerza de gravedad puesto que tras un esfuerzo supremo elevaba
unas ramas gigantescas hacia el cielo. Todo su follaje era blanco
con salpicaduras rosadas. Una rama haba sido cortada exactamente en
el punto en el que el tronco abandonaba su inclinacin para salir
triunfante hacia el cielo, vertical y sano.
El declive era verde oscuro con salpicaduras de un verde claro.
A la izquierda y proveniente de la parte inferior, un camino de
tierra se alejaba hasta perderse en el infinito y confundirse con
un cielo color verde terroso.
Sobre el follaje, tres pjaros volaban.
La pintura estaba firmada por FLO subrayado en la parte inferior
derecha.
Yo haba visto un rbol as en el Tepozteco. Desafiaba la gravedad
y se alzaba majestuoso dirigiendo su follaje hacia el cielo.
Inclusive le dediqu un poema; lo escrib despus de verlo y lo
publiqu en El Despertar de la Conciencia como parte de la biografa
de Alejandro Cisto.
A UN ARBOL
Como un rbol que conoc.
Creca horizontal, surgiendo de un corte de montaa.
Para l, la tierra era planeta y no sabiendo (o acaso sabiendo?)
en donde se encontraba, haba decidido desprenderse de una de las
leyes eternas para los de su reino.., la gravedad. Se diriga
vertical y su referencia era una pared. Haba destruido su historia
y creado un mundo propio. Demostraba, ante el planeta, su capacidad
para convertir en ilusin lo que todos los dems llamaban
esencia.
As tambin ser por
todo lo que no ha sido...
Escrito tres aos antes de recibir este aporte y ambos (el poema
y el aporte) hablando del deseo de volar, de dejar atrs la
ilusin.
Lo vuelvo a leer y s que Dios existe.
Al da siguiente, durante la sesin matutina con m grupo de
meditacin apareci un pequeo cristal junto a la raz del rbol y creci
y creci hasta convertirse en un diamante pursimo. Mis ojos
desorbitados ante el portento y mi alma confortada agradecieron a
Dios por la seal.
Este aporte me dijo Armando, te lo enva el Hermano. Consrvalo
cerca de tu cuerpo para que se llene de ti.
Antes haba ms tiempo que ahora, sigui diciendo Armando. Nos
reunamos todas las tardes y nos visitaban seres maravillosos. Goya
nos pintaba cermica, artistas de otro tiempo nos envolvan en sus
poemas y todos agradecamos a Dios por sus bendiciones. Ahora slo
operamos y hay tanta gente necesitada que no tenemos tiempo para
nada ms.
Armando interrumpi un instante su relato y concentrndose en algo
que haba dejado inconcluso continu.
Despus de la etapa de Crisol, comienza el verdadero trabajo.
Es cierto lo interrump, yo he sentido todo eso. Lo nico que no
logro entender en m, es por qu antes era tan fcil y ahora debo
luchar como desesperado. Antes estar con Dios era natural, venan
pensamientos, haba pureza. Ahora he aprendido que existe la maldad
y debo meditar para inspirarme.
Es que antes me contest Armando, todo te era dado y ahora t eres
el que lo ests haciendo tuyo, ahora t lo construyes.
Era cierto, antes haba una voz que me hablaba y ahora todo era
mi propio aprendizaje.
Record la biografa de Jesucristo descrita en el Libro de
Urantia. Se hablaba all de un ajustador de pensamientos que poco a
poco se fue haciendo ms claro para Jess hasta que ste comprendi su
unin con Dios.
Es la luz pens, existe de pronto luz y algo que gua y claridad y
certeza y contacto con el Ser. Record todas mis teoras. Haba
analizado la estructura del cerebro y la del espacio tratando de
hallar algo en comn en ambas.
Me sostena mi anhelo por encontrar una explicacin
psicofisiolgica para la luz.
La expresin de dar luz, recibir luz, trabajar la luz, la haba
odo mencionar a Don Lucio.
Despus, cuando experiment la oscuridad supe lo que es sentir y
vivir en la luz. Por fin descubr y postul la Teora Sintrgica de la
Conciencia.
Tanto el espacio como el cerebro (haba llegado a la conclusin
haca meses), estn organizados de la misma forma. Cada punto
contiene el todo y lo concentra a travs de una organizacin
convergente.
En un espacio de alta sintergia, la concentracin de informacin
en cada punto es ms poderosa que en un espacio de baja sintergia.
En un espacio de alta sintergia no existe gravedad ni tiempo y la
redundancia informacional es mxima.
Un espacio de baja sintergia es la materia.
Un cerebro concentra informacin a travs de un manejo convergente
de la misma. Mientras ms concentracion de informacin exista en un
circuito cerebral de alta convergencia polisensorial y mientras ms
poderosos sean los neuroalgoritmos que en forma de patrones
neuronales aparecen en l (en el circuito de alta convergencia)
mayor es la unificacin y ms colosales son las abstracciones
resultantes.
Un cerebro de alta neurosintergia es un cerebro ms lleno de
luz.
Mis ideas me haban conducido hacia una concepcin sintrgica de la
conciencia.
La conciencia de Unidad es la de mayor poder sintrgico. Esta,
identificada con lo material es, al igual que la materia, la
conciencia de menor sintergia.
Cuando vea operar al Hermano siempre me tentaba el pensamiento
de estar frente a la ms poderosa sintergia.
Haba pensado que el cerebro crea un campo energtico, Campo
Neuronal y que la experiencia es el resultado de la interaccin de
ese campo con la estructura energtica sintrgica del espacio. Saba
que no alcanzaba a explicarlo pero a veces pensaba que Pachita
funcionaba en una elevada neurosintergia y por ello su Campo tena
tal poder sobre la materia. Por ello tambin est en contacto con
organizaciones energticas sutiles que llama el Hermano.
Por ello tiene certeza y est con Dios y puede saber lo que est
en el pensamiento y materializar y realizar tantos portentos.
Mis ideas me haban dirigido al encuentro de Pachita y mi deseo
de apartarme de las leyes de la gravedad y desprenderme (al igual
que el rbol del Tepozteco y el del aporte) de toda estructura me
haban llevado a ayudarla a operar.
Dios mo! son tan grandes y bondadosos tus designios, tan
hermosas tus pruebas y tan satisfactorias tus recompensas.
Despus de pensar todo eso volte a ver a Armando.
Cmo te sientes Armando le pregunt?
Me siento inconforme y frustrado. Quiero que el que penetre al
recinto sepa y respete - y aprenda. Quisiera poder transmitir lo
que he aprendido y no encuentro odos ni s cmo hacerlo.
Te aseguro le dije, que lo ests haciendo.
CAPITULO V
EL SEPTIMO DIA DEL SEPTIMO MES
Pasaron a la primera persona. Era una seora americana muy
delgada. Sufra cncer abdominal. Se acerc a la mesa rpidamente. Fue
tal la frialdad con que lo hizo y la seguridad con que se quit los
pantalones y se acost en la mesa, que todos nos sentimos
asombrados.
Yo le traduca las observaciones del Hermano y haca lo propio con
los de la enferma.
A ver mi nia valerosa, vamos a ver que tiene usted aqu.
El Hermano se refera a una bolsa de plstico que unida a los
rganos internos serva de receptculo para la orina.
Con un movimiento rpido, la mano de Pachita introdujo el
cuchillo de monte e hizo una incisin de 20 centmetros en el
abdomen. Ped un algodn empapado en alcohol en el que el Hermano
coloco dos trozos de tejido. Deben ser intestinos, pens para m.
Cort algo y despus introdujo el primer pedazo. La enferma se
quejaba y me apretaba fuertemente la mano.
Despus de acomodar el primero, introdujo el segundo tejido.
- Satura hermano Jacobo!
Ped un algodn mojado, coloqu mis manos sobre ella y la herida se
cerr inmediatamente.
Listo le dije a la operada en ingls. Se acab el cncer y las
molestias!
Gracias a Dios me contest y me pidi que quitramos la bolsa de
plstico.
Le traduje la peticin al Hermano y l se neg a hacerlo.
Dije me dijo, que vaya al lugar en el que se la pusieron y pida
all que se la quiten.
Pero no van a querer me contest la seora. Yo los conozco y se
van a negar.
Cuando vean que estas curada lo harn le dije yo.
La vend, envolv en una sbana y Armando junto con otro ayudante
del Hermano, se la llevaron cargando.
Reposa las siguientes 72 horas y cuidate le alcanc a decir
mientras se alejaba.
La segunda operacin era un caso de suprarrenales enfermas. Una
mujer de mediana edad, voz aguda y acompaada de su esposo se acerc
al Hermano.
Hermanito le dijo con voz nerviosa, tengo mucho miedo y estoy
demasiado inquieta.
Pachita la reconoci y le dijo que estaba a punto de tener un
paro cardaco por los nervios.
As no te puedo operar mi muchachita linda. Qu tal si algo pasa y
nos llevan a todos a la crcel y t te nos vas.
Entonces no es seguro verdad?
Pues si no te calmas, si puede pasar algo grave, mi cariosa
nia.
En ese instante la voz del Hermano me traspas. Por alguna razn
la haba sentido siempre muy natural, pero en ese momento la percib
como proveniente de ultratumba. Era grave y directa, penetrante y
profunda.
Bueno dijo la mujer, tratar de calmarme.
As est bien mi nia. Ahora acustate.
A punto de hacerlo, la mujer se levant como impulsada por un
resorte.
Me va a doler verdad? No, mejor me voy.
En ese momento su esposo pidi permiso de intervenir y le dio un
regao descomunal.
Si no te calmas le grit con voz tronante, no te vas a curar. El
Hermano movi su cabeza de un lado a otro y dijo:
.. .vaya matrimonio; con razn, con razn!...
A m me pareci extrao el suceso. En la primera operacin, un
acompaante de la seora americana haba solicitado permiso para tomar
fotos durante la operacin.
El Hermano le haba dicho que la nica que podra autorizarlo era
la enferma. Esta haba accedido y el acompaante (creo que era su
esposo) se dispuso a tomar fotos como si se tratara de un circo. El
Hermano se acerc a m y en un susurro me dijo... - al fin no
salen!.....
Ahora el esposo de esta mujer la trataba como un material de
desecho. As ha sido este da, pens, a todos nos han tratado as.
Por fin, la mujer se acost y por poco me fractur los huesos de
mi mano al apretrmela. Mientras el cuchillo cortaba su carne segua
preguntando si saldra bien.
Armando le pidi que rezara y lo empez a hacer con tal intensidad
que inclusive el esposo la felicit. Yo le acariciaba su cabeza
tratando de disminuir el dolor. Por fin, el Hermano termin. Haba
transformado algo en el interior de la mujer sin que eso afectara
en lo ms mnimo su carcter. Despus de vendarla no me quera soltar la
mano y me peda que no la dejara sola.
Tengo miedo me deca entre sollozos agradecidos, por favor no me
dejes.
Por fin la convencimos de que todo estaba bien. Me acerqu a
Armando sin poder reprimirme le dije:
Qu mujercita tan chiqueada!
Esos no son chiqueos me contest muy serio, eso es pecado!
Despus trajeron a un nio de unos ocho aos. Lloraba sin poder
contenerse. Quera decir algo pero era absolutamente
ininteligible.
Era una operacin de cerebro. Yo le sostuve la cabeza mientras
Armando y Z. forcejeaban, intentando mantener quieto su cuerpo. El
Hermano introdujo el cuchillo y abri el cuero cabelludo. Despus
perfor el hueso con la punta y con movimientos rtmicos localiz la
zona enferma y la perfor. A m me era casi imposible sostener la
cabeza quieta. Por fin todo termin, satur y Armando vend. Agotado,
me sent en el filo de la mesa y observ el cuerpo de Pachita. No
mostraba ninguna seal de cansancio.
El siguiente enfermo era un nio, pber, obeso y sumamente
inquieto. Fue imposible convencerlo para que se acostara. Tras diez
minutos de intentos fallidos nos dimos por vencidos.
Despus de un rato entr una enferma. Me acord de ella y de la
receta que se le haba dado. En ella se le peda que trajera un
intestino fresco de cadver humano, de 30 centmetros de longitud. Se
acost boca arriba y el Hermano abri su abdomen y despus de
reconocer su interior me pidi le sostuviera un extremo del
intestino mientras injertaba el otro lenta, pero confiadamente.
Despus de introducirlo, lo acomod y me pidi que saturase. La
operada vena acompaada de su esposo, que tambin pidi permiso para
tomar fotos. El Hermano le dijo que el permiso deba otorgarlo la
persona operada.
Esta gente -dijo el Hermano, manejan su curiosidad antes que sus
sentimientos.
Descansbamos despus de esta operacin cuando alguien llam a Z. Un
momento despus Armando se acerc al Hermano y le dijo que el esposo
de la americana no quera pagar el intestino, pues deca que era
falso, que se lo hubiesen injertado a su esposa. Dice que puesto
que no se utilizo no tiene por qu pagarlo.
Djalo, hermano Armando -dijo el Hermano, son gente sin
sentimientos, pero l no tiene la culpa aadi es su cultura.
Yo no lo poda creer.
Es una barbaridad -dije en voz alta, es increble que tal
frialdad exista. Ese seor acta como si estuviese en un
supermercado, es increble.
Todos volteamos a ver una presencia colosal. Una seora
gigantesca y gordsima se aproxim a la mesa de operaciones.
Tambin era americana y sus riones haban dejado de funcionar. Sin
una queja, sin lanzar exclamacin alguna, se acost y no pestae
cuando el cuchillo penetr su costado.
Es usted muy valiente le dije despus de vendarla.
Cuatro personas la cargaron y tambalendose la llevaron a
reposar. Habamos terminado la sesion. Yo ped alcohol para limpiarme
mis manos y Pachita se sent junto al altar del recinto.
Muy bien, mis nios, muy bien estuvo hoy.
Enrique, el hijo de Pachita y la hija de esta ltima, se
acercaron al Hermano.
Estamos preocupados -dijeron casi al unsono. Hemos odo que tu
carne morir en diciembre y queremos saber si eso es cierto.
No, mis nios, no se preocupen. En el pecho de mi carne no hay
corazn como el de los hombres. Mi carne no es carne y mis venas
tampoco. Todava queda mucho por hacer y el Padre no se la llevar
pronto. Dos veces antes se la ha querido llevar, pero yo he pedido
que la deje un tiempo ms y l ha accedido.
Lo nico que no funciona de mi carne son los ojos. Les doy
permiso que la lleven a revisar, que la curen de todo mal pero no
encontrarn ninguno, sin embargo, as se calmarn mis nios.
Yo s quien morir de aqu y cuando. S cuntos das tiene todo aquel
que me viene a visitar. Conozco los designios del magnfico y a mi
carne no se la llevar pronto.
Hermanos -dijo dirigindose a todos, me despido de ustedes. Quien
quiera preguntar que pregunte.
El cuerpo de Pachita levanto su brazo derecho, y despus lo baj.
Armando abri sus palmas y las dirigi hacia el cuerpo de la mujer
dndole proteccin. Lo mismo hicimos los dems.
Esperamos unos segundos y nos dimos cuenta que algo muy extrao
aconteca.
De pronto, el cuerpo de la santa pareci revivir. Pero todava no
era Pachita. El Hermano o alguien parecido a l comenz a hablar por
boca de Pachita.
A ti te digo comenz dirigindose a m.
A m?
S, a ti te digo que va bien, que tu pluma de oro siga
escribiendo la verdad de lo que veas aqu.
A nadie pidas opinin de tus papiros y contina la obra que
empezaste.
Yo te digo continuaba cada vez ms emocionado, que t fuiste
apstol en aquellos tiempos y que es gracia del Padre que nuestros
caminos se hayan cruzado.
En ese momento sent lo ms extraordinario que he experimentado en
toda mi vida. Un flujo energtico luminoso me llen y vi luz
alrededor del cuerpo de Pachita. lodo mi ser se sinti elevado a un
plano de conciencia iluminada y en un movimiento incontenible me
acerqu a la santa y le bes la mano.
T continu dicindome, fuiste Andrs, mi primer apstol, mi
escribano.
Ve y di a todo el mundo que la nueva Era est por llegar, anuncia
a los cuatro vientos la venida del Mesas y sabe que eres testigo y
vivirs en la Nueva Jerusaln.
Anncialo con tu pluma de oro y no dudes mas.
Dios mo, pens, yo tuve en Tepoztln, un da, una imagen de m mismo
en el Templo mismo de Jerusaln en el ao 30. Supe que era yo el que
viva en esa poca. Sentados en el altar, unos ancianos conversaban
entre s y hablaban de lo ms alto y de lo ms profundo.
En esa poca de mi vida en Tepoztln, un grupo de gente y yo,
estudibamos la tcnica que denominamos Anlisis Reencarnacional. En
una sesin experimental me haba lanzado en busca de mi propia
identidad y me haba visto a m mismo en Jerusaln en el ao 30. En
otra ocasin y tambin en Tepoztln, haba tenido la imagen de una
crucifixin. Ahora se me confirmaba una vida anterior.
Tambin te digo continu dicindome aquel espritu, que pronto
encontrars al hermano que tanto has buscado.
Dios mo, tambin era cierto. Durante aos he buscado a alguien sin
saber a quin. Todos mis trabajos y mis libros eran la transmisin de
una enseanza localizada en mi interior y plasmada all por alguien a
quien yo buscaba encontrar de nueva cuenta.
Mi espritu haba sufrido golpes que lo haban alejado de la fe.
Luchando en contra de estructuras y solamente deseando estar con
Dios, me haba enfrentado con gente egosta y haba sentido la maldad
y poco a poco haba olvidado.
Yo, que luchaba en contra de todo lo que no fuera libre de
espritu, tambin haba cado y ahora senta que mi fuerza no era
suficiente.
Iba a decirle al espritu que yo no era nadie, que yo no tena la
misma luz que antes, que no me lo mereca, cuando el cuerpo de
Pachita levant su brazo derecho y casi a punto de despedirse de
nuevo me hizo la ltima pregunta.
Qu es lo que deseas?
Quiero luz! dije tronando las palabras..
Quiero que haya LUZ!
As sea!
Con el brazo en alto, el espritu se despidi de todos.
El cuerpo de Pachita entr en un espasmo y tanto Armando como yo
la protegimos con nuestras palmas.
Por fin, Pachita se recuper. Pidi lquido balsmico y se enjuag la
frente y cuello. Not que sus manos no tenan trazas de sangre,
mientras que las mas estaban completamente rojas a pesar de
habrmelas enjuagado con alcohol. Todos pedimos blsamo y nos
frotamos con l.
Don Lucio tambin utilizaba un lquido parecido para sus limpias.
El tomaba dos huevos y despus de pasarlos por el cuerpo de la
persona que solicitaba la limpia, los verta en sendos vasos de
agua. Esa prctica tambin la utilizaba Pachita, lo mismo que el
lquido balsmico.
En verdad, pens, el chamanismo en Mxico es toda una institucin.
Me acerqu a abrazar a Pachita la que al verme dijo:
Hola, Jacobo qu bueno que ests aqu!