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Gracie/a Monta/do (Universidad Simn Bo/var, Caracas)
De la mano del caos: sujetos y prcticasculturales
ResumenEste artculo expone algunas hiptesis sobre ciertas formas
del arte y cultura, en Amrica
Latina, a fines del siglo XIX ya fines del siglo XX, a travs de
las categoras de masa y multitudy de reproductibilidad tcnica de
los bienes culturales. Se trata de una propuesta para leer
enquafect la aparicin de la masa, como sujeto poltico y cultural,
el conjunto de la produccinde bienes simblicos y cmo se estableci
una nueva dinmica, con su aparicin, entre lasdiferentes formas de
produccin cultural. El trabajo tambin se pregunta sobre las
intervencio-nes de los artistas, los intelectuales, el Estado y el
mercado en la dinmica cultural y sobre elpesode las instituciones
en el marco de la nacin. Finalmente, el artculo trata de leer el
lugar delamultitud en la cultura moderna y su reactualizacin
contempornea.
Palabras clave: crtica cultural, cultura de masas, Modernidad
latinoamericana, Nacin.
AbstractsFrom the Hand o/ Chaos: Subjects and Cultural
Practices
This article exposes some hypothesis about certain forms of art
and culture in Latin America,towards the end of the nineteenth and
the 20th century, through the categories of mass andmultitude and
the reproduction techniques of cultural goods. It is a proposal to
read to whatextent the appearance ofthe masses as a political and
cultural subject, affected the productionof symbolic goods and
established a new dynamic between the different forms of
production.This article, also questions the intervention of
artists, intellectuals, state, and market in culturaldynamics and
the weight of institutions in the national frame. Finally, this
piece tries to read theplace of multitude in modern culture and its
contemporary revival.
Key Words: Cultural Crticism, Mass Culture, Latin American
Modernity, Nation.
Cuadernos de Literatura, Bogot (Colombia), 8 (J5): 8,
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GRACIELA MONTALDO
Las multitudes
Con la certidumbre que imponen las frases rotundas, el siglo
XIX, cargado deacontecimientos radicales, fue llamado "el siglo de
las masas". Durante los procesosrevolucionarios modernos, este
nuevo sujeto hace su aparicin en la escena poltica ycultural a
travs del discurso de las elites y 10 hace de la mano del escndalo
y elterror: la violencia, la usurpacin, el acoso, 10 informe
apropindose del espacio pbli-co y contaminando la escena moderna
con el despliegue de su manifestacin catica.Se trata del
sujeto-monstruo que se hace extremadamente visible en ese momento
yque tiene, como todo monstruo, muchos nombres: masas, turbas,
multitudes, muche-dumbres, populacho, clases peligrosas. La amenaza
que representa para los nuevosvalores modernos puede medirse en la
proliferacin de saberes nacidos paradiagnosticarlo, desde la teora
poltica hasta la psicologa social. Ese sujeto, amenazavisible
despus de las revoluciones europeas, adquiere tambin presencia
fundamen-tal en Amrica Latina, donde las despreciadas multitudes de
la formacin de las na-ciones modernas, representaron un peligro no
menos difuso y cada da ms perturbadordesde las guerras de
Independencia. Pero aquellas multitudes no han quedado refu-giadas
en grabados caricaturescos, en diagnsticos tremebundos, en
fotografasgrandilocuentes; ellas son hermanas de las actuales, que
no dejan de ocupar a diario,y en diferentes pases, el espacio
pblico. Es cierto que se hermanan en un soloaspecto, pero ese
aspecto es fundamental y el libro ms deslumbrante sobre el
tema,Masa y Poder de Elas Canetti (1960), 10 defini como una
condicin de 10poltico: laaparicin de la masa es siempre una
representacin de 10 social, una forma de poneren escena la
conflictividad social, que se desarrolla a travs de un ritual
pblico. Deaqu la posibilidad de formular una pregunta acerca del
lugar de las masas en la cultu-ra del siglo XIX, cuando nacen, y en
nuestro presente.
A diferencia del pueblo, interlocutor legtimo en la poltica
moderna, la masa deCanetti (y la multitud para las recientes teoras
de Antonio Negri, Michael Hardt yPaolo Vimo) es siempre un enemigo
del poder, una amenaza, pues se confronta con lavoluntad
disciplinaria de los proyectos modernizadores, para quienes es un
sujeto delcaos que no puede ingresar a la racionalidad poltica y
est condenado a ser unaencarnacin de la conflictividad social. Si
para el discurso modernizador la masa y lamultitud se consolidan
como el rostro condenable de 10 que no se integra, remanentedel
pasado brbaro que debe ser extirpado, y que, como tal, impide o
traba el avancedel progreso, para Canetti es la puesta en escena de
un ritual, que siempre es polticoy que no debe subordinarse al
orden. Para el discurso modernizador, que condena lasdiferencias,
masa y multitud no hablan, solo actan y, por tanto, se auto
excluyen delpacto poltico moderno operando, subversivamente, por
fuera, sin posibilidad de ingre-sar a la racionalidad de la
poltica: no tienen lugar porque no tienen discurso ni formade ser
representados, se mantienen en un estado pre-social, pre-poltico.
El graba-do primero (la caricatura) y la fotografa y el cine
despus, recogern algunas mani-
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DE LA MANO DEL CAOS: SUJETOS y PRcnCAS CULTURALES
festacionesde la masa pero en el siglo XIX su fuerza sigue
siendo vectorial y se ocultaalavisibilidadmoderna. Sern las
grandilocuentes representaciones del siglo XX las quecomponganlas
imgenes ms impactantes de esa multitud siempre al borde de
cruzarlas fronteras de lo prohibido si no se la ordena. De all la
necesidad de crear saberesespecficosque expliquen y justifiquen su
manejo. Como en el caso de las feministas, losrevolucionarios,los
enfermos mentales, los homosexuales, los criminales, surgirn
rpi-damenteteoras que expliquen y definan a aquellos sujetos que
pugnan por tener visibi-lidaden la nueva sociedad pero que actan
segn lgicas autnomas, que no se avienencon la razn moderna, y sern
rechazados y condenados por ella. Un siglo y mediodespus,muchos de
estos estigmas se siguen usando para describir a los outsiders
quesemanifiestany que responden a comportamientos y lgicas
diferentes.
Si, como seala Ral Antelo, el sentimiento moderno ms emblemtico,
el senti-mientode inadecuacin, es individual y a la vez es "el ms
pblico que existe", lasmultitudesno vienen a poner en escena esa
afeccin en el seno de la modernidad sino,por el contrario, a
detallar la diseminacin de la experiencia, el borramiento de
lasfronteras disciplinarias. Masa y multitud fueron y son los
nombres de fenmenosdisolventes,de la reaccin a la modernizacin
disciplinaria; por eso tambin vuelven ausarseen el siglo XXI,
cuando parece cerrarse el ciclo de las naciones y de la
moder-nidady los grupos escasamente identificados irrumpen
fragmentarios y --otra vez-desordenados,fuera de la lgica del
Estado y cuestionando la representacin. MichaelHardty Antonio Negri
en Imperio, describen el efecto desterritorializante de las
mul-titudesactuales, como formas de un poder que querra hoy la
defeccin, la desercindelEstado y de las instituciones y que su sola
presencia (no una ideologa) las vuelvecontrainsurgentes. Estas
multitudes avanzando sobre las diferencias borran una fron-teraque
la modernidad dibuj con trazo grueso entre la prctica poltica y la
culturalejerciendoas una primera distribucin de roles pblicos.
Lasmultitudes vienen a decir a gritos que no hay frontera que no
pueda ser atravesadapuesellasmismas son el emblema de una falsa
oposicin que se reconstruye como raznmoderna.Si algo seala la
aparicin de la masa en el mbito de la cultura letrada es que
supoderreside precisamente en su irrupcin, en su indiferencia
respecto de los lmites queseparanlas prcticas culturales modernas,
en su desconocimiento de las estratificacionesy lasjerarquas que la
cultura moderna desarroll con exasperacin. Y muchos aspectosde este
desconocimiento perturbador pueden verse en las prcticas
contemporneas; sibienlacontemporaneidad no manifiesta una
explicitacin de los lmites yjerarquas y apelaaundiscursoconciliador
respecto de las diferencias, es claro que de los medios
culturalesnose hace un uso democrtico sino cada vez ms concentrado
a travs del poder econ-micoy la escena pblica es hoy el mercado.
Esto no significa, sin embargo, que hemosllegadoal momento del
triunfo de la multitud, sino precisamente a su contrario, porque
ladestruccindel orden que form a las masas como pueblo, que
estableci los lmites entreculturay poltica, entre alto y bajo,
paradjicamente, multiplic y sigue multiplicando esoslmitesdemanera
sideral y volvindolos hoy ms difusos.
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GRAClELA MONTALOO
y frente a la masa, estuvo y est ese sujeto que hace de la
individualidad el bienms preciado: el artista, el intelectual. En
esta dinmica, la masa puede entendersecomo un tipo de representacin
de lo social que establece tambin un vnculo proble-mtico con las
nuevas prcticas culturales modernas. Desde el comienzo, el
creci-miento del nmero de los que leen, gracias a las polticas
pblicas de alfabetizacin, esun problema para la cultura
tradicional. Esos sujetos nuevos son el gran problema,porque se
resisten a la clasificacin y porque solo comparten algunos medios
con lossectores tradicionalmente cultos: saben leer, pero no tienen
una formacin clsica;pueden gustar de un cuadro, de una pelcula, de
una composicin musical, pero nopueden justificar su gusto y, mucho
menos, descubrir cosas nuevas en lo que perciben;pueden amar las
cosas culturalmente valiosas pero tambin las ms burdas
represen-taciones y reproducciones; se trata siempre de la misma:
son peligrosos, en la poltica,porque desconocen los lmites; y en la
cultura, por lo mismo, son despreciados.
Lo que perciben, por lo dems, a diferencia de lo que pasa con
los artistas eintelectuales tradicionales que naturalmente se
relacionan con la cultura, en el casode la masa est explcitamente
mediado por el consumo. Ese pblico bajo ser pena-lizado siempre por
lo mismo (no sabe, no entiende) y en la alocada carrera por
alejarlo,los artistas e intelectuales se volvern cada vez ms
sofisticados. John Carey sostieneque la aparicin de las masas es el
nico motor del arte modernista en Europa; enAmrica Latina no' ser
el nico pero s un factor de disrupcin que no puede sinohacer
cortocircuito permanente en el interior de la cultura moderna. De
este modo,algo hay en la presencia de ese sujeto del caos que
vuelve a las prcticas culturalesletradas reactivas y des
integradas, y que hace a la percepcin de lo esttico parte deun
trabajo intelectual progresivo y a la razn misma, principal rgano
de disfrute.Trabajo intelectual y razn funcionan con el alimento de
las tradiciones culturales queactivan toda una maquinaria de
conocimiento, actualizacin, rechazo y construccinde jerarquas, que
no estn disponibles para todos. En Amrica Latina, donde el acce-so
a esas tradiciones nunca fue igualitario, la separacin de pblicos
fue muyjerarquizada aunque con aspiraciones a la democratizacin.
Actualmente, el abismoes mayor no solo en cuanto a los hbitos sino
en cuanto al nmero.
El surgimiento de las industrias culturales est al servicio de
las masas, tambinconformndolas. Con ellas aparecen simultneamente,
y como su efecto, lasimprecisiones ms perturbadoras referidas al
arte, las letras y las viejas humanidades.Krakauer sostena, en los
aos veinte, que el alma de las masas era colonizada por
losproductos de la industria cultural, pero pareciera que el
fenmeno es reversible: lasmasas no han dejado de colonizar al arte
y la cultura exponindolos abiertamentecomo fenmenos mercantiles y
subrayando el carcter de mercanca de toda la cultu-ra en la
Modernidad. La posibilidad de aceptar este pacto por parte de las
masas tienesu reverso en la negacin del mundo intelectual a
aceptarlo, an en pocas de pop-art y de desarrollo de la actitud
irnica. El siglo XX es el progresivo avance de esosprocesos
colonizadores.
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DE LA MANO DEL CAOS: SUJETOS y PRCTICAS CULTURALES
Actualmente, es en verdad el lmite entre lo ms elaborado y lo ms
vulgar lo queprovoca la dise~inacin de la cultura tradicional pues
es la voluntad de la comunidadletrada y artstica, con sus
diferentes formas de prestigiarse a s misma, que decidequ cosa cae
de cada lado. Y tambin hoy sigue decidiendo parte de la cuestin
laculturamasiva, con su capacidad de apropiacin rpida de los medios
de las elites.AmricaLatina est llena de estos conflictos, cuyo
punto condensador fue el Moder-nismo de fines del siglo XIX. Como
sabemos, el Modernismo literario en AmricaLatinaarticul, a [mes del
siglo XIX, un discurso terico muy sofisticado y activ unaideologa
de artista provocadora y audaz, sin embargo, solo por estar
insertada en elncleoms duro de la institucin literaria tradicional
sigue logrando huir de la catalo-gacinde kitsch. Sin duda fue el
momento "ms moderno" de la literatura latinoame-ricana -mucho ms
que la vanguardia-, que permiti las posteriores aperturasestticasy
tericas y se sostuvo en la expansin de la lectura, en el auge del
periodis-moy en la difusin de lo esttico ~omo valor moderno-- en
prcticas sociales muyvariadas. Es en ese momento en que el cruce de
fronteras pasa de ser perturbador aconvertirse en una prctica
crecientemente corriente. Conviene no olvidar los esfuer-zos de
Rubn Daro por dejar en claro que su poesa es innovadora no slo
respectode sus pares sino respecto de los "versificadores" de la
industria cultural; y tampocohayque olvidar que parte de su poesa
pasar a la retrica del bolero y del tango, conpocas transiciones y
en muy pocos aos.
Pero el fenmeno no deja de reactualizarse permanentemente.
Figuras como lasde Octavio Paz (en El laberinto de la soledad) y
Borges (en Evaristo Carriego)establecieron formas para pensar las
relaciones con la industria cultural en librosclavesobre la
identidad nacional, que recurren a las prcticas simblicas de los
suje-tospeligrosos, a los que se mira desde un lugar que excede el
populismo de la poca.Ambossern, posteriormente, centro de las
elites culturales, clsicos nacionales, perotambinfiguras de los
medios, completamente integradas a sus respectivas
mitologasnacionales a pesar de la sofisticacin de sus escrituras.
No parece tratrse de parado-jas sino de las respuestas necesarias a
las confrontaciones culturales que la moderni-dadpone en escena, a
las constantes transacciones de artistas e intelectuales con
losusosy costumbres de la gente peligrosa y su legitimacin esttica.
De all a la literatu-ra de los premios millonarios, a los/as
escritores/as estrellas, a la consolidacin de lafarndulaartstica,
hay muchos pasos pero que fueron dados rigurosamente para quehoy
consideremos a casi toda forma cultural como fronteriza, en el
borde entre locultoy lo meditico. .
El borde, la frontera, como las soberanas polticas lo dejan bien
en claro, sonformas permeables, pero tambin de ejercicio del poder
y la represin, formas decontaminacinpero tambin de diferenciacin.
La lgica binaria y simple que suponenno nos aleja de otra amenaza
perturbadora, la de caer, sin damos cuenta, en unasuertede coma
perceptivo, democratizado e igualador, que nos detenga justo antes
delumbralde la crtica y nos devuelva al mundo del consumo como nica
instancia de
Cuadernosde Literatura, Bogot (Colombia), 8 (15): 8, enero-junio
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GRACIELA MONTALOO
validacin. Quizs instalados all olvidemos que no hay.pultura sin
instituciones que lasostengan, prestigien y que soporten los
valores que consumimos. Esas institucionesfueron, durante la
modernidad, intervenciones disciplinarias, en su mayora del
Estado,o de sujetos que actuaron a travs de l. Desde all, muchos
artistas e intelectualesdifundieron un determinado modelo de
cultura y repartieron roles en solidaridad, lamayora de las veces,
con los intereses de la poltica. Pero en la cultura contempor-nea,
cuando progresivamente en muchos pases latinoamericanos el Estado
se retirade ese mbito que pareci pertenecerle en exclusividad, se
desdibuja el entramadoque sostiene "lo que nos gusta" y no resulta
tan claro qu o quin naturaliza comovalioso lo que consumimos y cmo
se reparten los lugares de privilegio. Tampoco eneste caso se trata
del triunfo de la multitud sin embargo, sino de su regreso
comofantasma para reactualizar su amenaza pues cuanto ms
proliferante es el sistema deproduccin cultural, menos claras son
las direcciones del consumo.
El panorama del consumo
La sociedad de masas, la industria cultural, el avance de la
alfabetizacin, introdu-jeron la variante definitiva en la cultura
moderna que sigue oscilando entre la disemi-nacin de los
instrumentos de instruccin y la preservacin de una elite. El
Estado,tutor siempre de las diferencias, fue rbitro a travs de
varias instituciones. Desdeentonces, ha habido una constante
aspiracin a la diferencia de las clases ilustradas,una carrera
contra la apropiacin y el mercado, contra la masa, ese monstruo
anni-mo que devora inocente y perversamente sus obras, pero tambin
ha habido ince-santes incursiones en territorio ajeno. Y no es
dificil ver en los museos, jardinesbotnicos, zoolgicos,
exposiciones mundiales y otras formas de organizar el ociodesde
fines del siglo XIX, el trazado de una frontera monumental y de
pretensin cultafrente a las colecciones de libros baratos, revistas
populares, tarjetas postales, esta-dios deportivos, parques de
diversiones, panoramas y otros signos de la cultura plebe-ya; la
batalla del buen contra el mal gusto se haba iniciado. La cultura
reproducida, sinaura, se diriga al consumidor pobre que
experimentaba lo esttico precisamente en lainmersin multitudinaria
de la sala de cine, en los programas participativos, en
losespectculos musicales, en los nuevos escenarios masivos donde,
hoy de manera anms exasperada, lo bizarro reina. La proliferacin de
mediaciones habilita estas gue-rras que siempre se definen en
trminos jerrquicos. Desde ya hace ms de un siglo,provocar, invadir,
pisar el territorio ajeno ha sido un ejercicio constante.
Susan Buck-Morss seala en Dreamworld and Catastrophe que la
construccinde una utopa de masas fue el sueo del siglo XX; fue la
fuerza ideolgica conductorade la modernizacin industrial tanto en
las formas capitalistas como socialistas y queese sueo fue el motor
de una iconografia monumental que se sirvi de la reproduc-cin
mecnica para difundirse. Sus anlisis del paralelismo entre la
iconografia delcapitalismo y el socialismo en los aos '30 abre los
ojos para seguir recolectan-
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DE LA MANO DEL CAOS: SUJETOS y PRCTICAS CULTURALES
do escenas de e..autopa en Amrica Latina, desde los sueos
arltianos de revolucin,almuralismo mejicano, desde la antropofagia
brasilea hasta la postulacin de la razacsmicao del hombre nuevo. La
centralidad de la masa en el imaginario poltico yestticodel siglo
XX est muy presente en las ansias de saber y representar y,
esacentralidadse convirti, en muchos pases latinoamericanos, en
imagen de la nacinbajolos regmenes populistas, que legitimaron el
ingreso de la masa bajo la forma depueblo. El desvanecimiento de un
pacto cultural sostenido por los valores de la nacinhacehoy ms
dificil esa reconversin y, por ello, las multitudes actuales
parecen seranms peligrosas que las que amenazaron a las elites
durante la modernidad. Ya noes posible postular medios para lograr
que el caos que ellas representan se vuelvaorden gracias a valores
sostenidos por la comunidad; la dispersin contemporneatiendems bien
a indiferenciar lo comn en 10 informe del mercado, pues ni el
Estadoni la nacin tienen la fuerza de aglutinar la disciplina.
Si el arte, la literatura y la letra en general haban servido
como el aglutinante de lanacin,almismo tiempo, fueron el lugar
donde se cuestionaba el afn homogeneizador.Conmayor o menor nfasis,
se trata de un problema planteado en todo el arte moder-no:cmo
seguir .siendo artistas en un mundo que ha eliminado la distincin y
est envasde abolir la identidad y la prctica autnoma del arte. Ya
todos deben responderselapregunta sobre cmo seguir produciendo arte
en un mundo que se ha apropiado deloestticoy lo ha difundido en
formas mercantiles al alcance de todos, desde la moday los
cosmticos hasta las reproducciones baratas de obras literarias,
plsticas, musi-cales,dramticas, desde la televisin a los fetiches
religiosos o sexuales. El consumoesten el centro del problema,
porque 10 atractivo de lo esttico bajo las formas queofreceel
mercado, crea esta guerra por la apropiacin de un resto, un plus
del arte,quenunca se lleg a definir pero siempre fue un postulado
sobreentendido entre losartistas.Hoy todo ello se ha expandido a
tal punto que la pregunta que sostena loestticose ha borrado y
olvidados de los lmites, parecemos haber olvidado tambinqueese
trnsito implic, como sealan Hardt y Negri, el paso de la sociedad
discipli-nariaa la sociedad de control donde la poca visibilidad de
lo que nos mira, sin embar-go, no puede ocultar plenamente su
presencia. Esto vale, ms que nunca, para elmundode los bienes
culturales.
Los museos de arte son la escena donde se representa mejor la
paradoja contem-pornea:ofrecen las obras al gran pblico, pero las
distancian de l a travs del apa-ratocrtico y de la naturalizacin de
los procesos de legitimacin de las obras. Las queenellos se exponen
son obras de arte porque estn en el museo y el camino entre
lasalade exposicin y la tienda de reproducciones es casi ms corto
que el que separala obra de su "explicacin". El afn reproductivo no
afecta solo a las obras de arte,comosabemos, sino a todos los
bienes culturales. Partiendo de una motivacin seme-jante, frente a
la amenaza del consumo annimo, surge la "ideologa de artista"
comofundamento de la valoracin esttica y el performance de la
identidad como partecentraldel arte moderno, extraando a una minora
del resto mundo. El trabajo de las
Cuadernos de Literatura, Bogot (Colombia), 8 (J5): 8,
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GRACIELA MONTALDO
instituciones y la difusin de las vidas de artista le
develvieron a las obras algo equiva-lente al aura que el mercado
les iba borrando; y son formas que an hoy se practicanfrente a la
centralidad del mercado: el auge de las biografias de artista y el
montaje delas retrospectivas que organizan los grandes museos
siempre se hacen bajo la tuteladel nombre de autor. La celebracin
de los premios (de los grandes grupos editoriales,el Nobel, el
Prncipe de Asturias, y casi todos) coloca en el centro a ese sujeto
que yaha aprendido a comportarse ante las cmaras y cuyo modelo ha
mutado: ya no losexcntricos artistas de las novelas decadentes sino
el "artista" de cine y televisin.
Estos comportamientos no pueden ser sino la actuacin de una
identidad a la queno se sustraen tampoco las obras, que desganadas
de luchar contra s mismas y con-tra la multitud parecen haber
optado por desenmascarar sus veleidades modernistassin resignarse
al destino de desaparicin al que este reconocimiento las
conducira.Hoy parece dificil sustraerse a los efectos de la doble
colonizacin cultural ---de lasmasas por el mercado, de los bienes
culturales tradicionales por las masas. No sehace necesario afirmar
que puede ser una condicin de la produccin de bienes cultu-rales.
Es, sin duda, la condicin bajo la cual las disfrutamos.
La pregunta que Hardt, Negri y Virno se hacen hoy respecto de la
poltica-esdecir, frente al poder descentrado del Imperio, frente a
la preeminencia del trabajoinmaterial que caracteriza el sistema
productivo bajo la globalizacin, frente a la con-centracin de la
produccin de subjetividad a travs de la sociedad del
espectculo,bajo qu formas puede aparecer la resistencia a la
homogeneizacin del poder- estformulada en trminos culturales. La
multitud vuelve a ser un problema en el mundocontemporneo; 10 es
para las elites intelectuales y polticas de Amrica Latina, que
laconciben como sobra y resto sobre el fondo de los diferentes
procesos modernizadores.Sigue siendo el gran sujeto peligroso de la
poltica pero tambin de la cultura, que seexpande ms all de los
lmites de la representacin y que con su sombra vuelvemenos visible
el orden al que nos sometemos. Apelar al monstruo, al fantasma,
siem-pre fue un modo de diagnosticar la imposibilidad de ser
modernos y la fatal tendenciaa la barbarie; recomendar su
extirpacin, pareci la manera de curarse de todos losmales. En el
reverso de esta diagnosis, podemos creer que fue un modo de
percibir laexistencia de formas de ser por fuera de la
modernizacin, y que los nuevos desplaza-dos de hoy reactualizan la
batalla por la integracin y la exclusin. Y si bien estediscurso no
es una resistencia a la imposicin de la modernidad como globalidad
yhegemona, se constituye como una diferencia en la que habra que
poder leer otrasrepresentaciones de 10 social y de la cultura y
especialmente ver en las produccionesde nuestro tiempo contra qu
cosas hemos dejado de atentar.
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DE LA MANO DEL CAOS: SUJETOS y PRCTICA CULTURALES
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