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EL GIRO NORMATIVO EN EL DEBATESOBRE LO POLTICO
HUMBERTO SCHETTINO*
PRESENTACIN
Una de las caractersticas ms notorias del final del
sigloanterior y, sin duda, del inicio del XXI es la pretensin,tanto
desde la teora como desde la prctica poltica,de repensar la
poltica. Esta tendencia se muestra con claridaden la importancia
contempornea de los nuevos movimientossociales, de las
organizaciones no gubernamentales, de la rei-vindicacin de derechos
de grupos particulares y hasta delanarquismo. Por otro lado, tanto
desde la teora como desde lasociologa poltica, el pensamiento
poltico acadmico ha adop-tado como temas de moda la teorizacin de
las prcticas arribamencionadas; as, el multiculturalismo, la
diferencia, los dere-chos subjetivos, las formas participativas o
deliberativas de lademocracia son temas que se persiguen no slo en
funcin desus contenidos propios, sino como parte de una crtica
generaldirigida tanto en contra de las formas y actores
tradicionalesde la poltica (el Estado, los partidos, el
corporativismo, etc.)como de los temas tradicionales (el poder, el
sistema polti-co, la clase poltica, la circulacin de las lites,
etc.). Dos fen-menos hacen necesario pensar este proceso de
re-pensamientode la poltica: en primer lugar, la casi total
coincidencia entrequienes buscan nuevas formas de hacer y pensar la
poltica
* Investigador del Instituto de Investigaciones Filosficas de la
UNAM.
ElenaResaltado
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130 Redefinir lo poltico
(los intelectuales) y las organizaciones sociales que, tambin
casien su totalidad, funcionan fuera y en contra del Estado.
Ensegundo lugar, el hecho de que estos procesos tengan
comodenominador fundamental, desde la teora, lo que podramosllamar
el giro normativo: el intento de repensar a la polticadesde la
moral o desde la tica, o desde ambas.
La tesis que deseo defender en el presente trabajo es la
si-guiente: la tendencia (por no decir moda) contempornea arepensar
la poltica no es sino una reedicin, con peculiarida-des filosficas,
del viejo proyecto normativo, es decir, del viejoproyecto que
pretende analizar la poltica a partir de funda-mentos morales. En
segundo lugar, sostendr que ste es unproyecto equivocado justo por
las razones que ya Maquiaveloha planteado desde el siglo XVI: parte
de supuestos equivoca-dos respecto de la naturaleza humana,
establece fines a la pol-tica que sta, de entrada, no puede
cumplir, es incapaz de en-tender los imperativos propios de la
poltica y, comoconsecuencia fundamental de ello, presenta
propuestas que,en el mejor de los casos, son inocuas y, en el peor,
peligrosas.
En lo que sigue ofrecer, primero, una reconstruccin delas
caractersticas fundamentales de esta propuesta,
tpicamentenormativa, de repensar la poltica. En segundo lugar,
buscan-do servirme de lo que Norberto Bobbio ha llamado la leccinde
los clsicos, analizar los elementos bsicos del norma-tivismo en
poltica a travs de la obra de Cicern, as como lascrticas
fundamentales al mismo en la obra de Maquiavelo. Fi-nalmente,
ofrecer algunas consideraciones crticas acerca tantodel
normativismo como de la tendencia contempornea a re-pensar la
poltica.
NORMATIVISMO EN EL PENSAMIENTO POLTICO CONTEMPORNEO
La tendencia contempornea a repensar la poltica se presentade
dos maneras bsicas: por un lado, desde un punto de vistaradical,
como crtica de la poltica misma y, a travs del renaci-miento de la
vieja tendencia, claramente expuesta en las tradi-ciones
anarquistas y comunistas, de cancelar la dominacin;
ElenaResaltado
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 131
ejemplo claro de esto son muchos de los grupos que se enfren-tan
a la globalizacin, que han adoptado el viejo smbolo anar-quista
como su principal imagen. Por otro lado, desde una pers-pectiva
moderada, en la teora poltica contempornea se haimpuesto la
pretensin de definir los objetivos de la polticacomo sujetos a
derechos y/o deberes ticos; con ello la teorapoltica se concibe,
hoy en da, como un esfuerzo solamentenormativo. Aqu es necesario
introducir una distincin. Comoes sabido, una teora o un principio
normativo indica, precisa-mente, normas, que guan una accin. Estas
normas, sin em-bargo, pueden ser de distinta ndole, a saber, normas
jurdicas,tcnicas, morales, sociales y/o polticas.1 Siguiendo a
Bobbio,que a su vez sigue a Kant, en este trabajo se sostendr que
lasnormas morales tienen la forma de imperativos categricos,a
diferencia de las polticas, que tienen la forma de imperati-vos
hipotticos, es decir, se llevan a cabo siempre en funcindel fin que
se persigue y, en este sentido, persiguen un fin real,y no
posible.2 En este trabajo me interesa analizar las propues-tas de
los tericos que antes he llamado moderados, a quie-nes interesa
analizar la poltica, y no acabar con ella.
Es una opinin generalizada la que identifica la malafama y el
rechazo de la poltica con procesos sociales que ca-racterizan a los
ltimos veinte aos, a partir de la cada delsocialismo realmente
existente. En mi opinin, no son comose ha sostenido recientemente
ni la vertiginosa aceleracindel tiempo histrico, ni la globalizacin
de la economa y losmedios de comunicacin, ni el aparente
agotamiento delos marcos ideolgicos que por largo tiempo dieron
sentido yhorizonte a los actores e instituciones polticas, los
factorescruciales en el desprestigio generalizado de la poltica.3
Alcontrario, las tendencias a repensar la poltica surgen, tanto
enlos Estados Unidos como en Europa, en los aos cincuenta, enla
obra de Hannah Arendt, la Escuela de Frankfurt, C. Wright
1 Vase Bobbio, 1998, pp. 15-18.2 Bobbio, 1998, 71. El argumento
original se encuentra en I. Kant, Fundamentacin
de la metafsica de las costumbres, cap. 2.3 Vase L. Salazar, La
mala fama de la poltica, Revista Internacional de Filosofa
Poltica, nm. 10, 1997.
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132 Redefinir lo poltico
Mills, Herbert Marcuse o Michel Foucault4 (por mencionar alas
principales figuras), que establecen las coordenadas teri-cas que
dominarn el pensamiento social y filosfico radical ycontestatario
de los aos sesenta en adelante. Haciendo un re-sumen brbaro (y el
espacio no me permite hacerlo de otromodo), se puede decir que los
objetos de las crticas de los au-tores arriba mencionados eran: la
sociedad de masas, la polti-ca tradicional centrada en el Estado y
en la democracia re-presentativa y el capitalismo. As, es posible
sostener, almenos como hiptesis de interpretacin histrica, la idea
deque el escepticismo y el desencantamiento acerca de la pol-tica
surgen, a mitad de los aos cincuenta, en pensadores quevivieron (y
sufrieron) aquello que para muchos represent unavirtual quiebra de
la civilizacin occidental: la Gran Depre-sin, el ascenso del
totalitarismo en los aos treinta y los casiinimaginables excesos
cometidos durante la Segunda GuerraMundial. Como sus obras
muestran, estos pensadores plan-teaban ya en los cincuenta la
necesidad de repensar la demo-cracia representativa y sustituirla
por modelos republicanoso participativos (como Arendt o Wright
Mills), la necesidad decriticar cualquier forma del ejercicio del
poder (como Foucault)o la necesidad de hacer una crtica radical a
la cultura de lasociedad de masas (como Adorno y Horkheimer). Si la
hipte-sis planteada aqu es correcta, la conclusin necesaria,
relativaa nuestro tema, es que tanto la crtica de la poltica
realmenteexistente como la pretensin de repensar la poltica son
unareaccin ante la irracionalidad, tanto la real o
histrica,expresada con absoluta claridad en las dos guerras, el
ascensodel fascismo y del totalitarismo y la Gran Depresin, como
antela irracionalidad expresada, de diversas maneras, en el
mbitocultural. La irracionalidad poltica, cultural y econmica
tenasu contraparte terica en las teoras que defendan la
imposi-bilidad de establecer racionalmente las normas morales o
losfines de los seres humanos. Me refiero, evidentemente, a
lascrticas de la aspiracin fundamental de la Ilustracin y de la
4 Sobre la tesis que encuentra el origen de la cultura de la
protesta y la crtica alEstado y al capitalismo en los aos cincuenta
y no en los sesenta, vase A. Jamisony R. Eyerman, Seeds of the
sixties, Berkeley, University of California Press, 1995.
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 133
modernidad hechas por Nietzsche, Weber, Freud, Heidegger oPareto
(por citar, de nuevo, slo a los autores cruciales) y que
seexpresaban en tesis tales como la del politesmo de los valores,la
crtica a la moral judeo-cristiana, el desencantamiento delmundo, el
dominio de los instintos o pasiones sobre la razn, ola llamada ley
de hierro de la oligarqua (de Robert Michels).Es necesario recordar
que, tambin en el arte de inicios delsiglo XX, la irracionalidad se
impone al orden y academicismoclsicos, como lo muestra el cubismo o
los experimentos litera-rios de James Joyce, por ejemplo.5
Los intentos de repensar la poltica y la sociedad llevadosa cabo
durante los aos cincuenta pueden ser vistos, entonces,no tanto como
respuesta a los excesos de la sociedad democr-tica, capitalista y
masificada, que slo tuvo rasgos claramentedefinidos hasta finales
de los aos sesenta, sino contra distin-tos procesos de
irracionalidad que parecan llevar a la huma-nidad,
irremediablemente, a una total alienacin (o deshuma-nizacin). Si,
de nuevo, la hiptesis es correcta, podemosentender las
caractersticas fundamentales de lo que, de me-diados de los aos
setenta en adelante, se convertira en el gironormativo: en contra
de la distincin entre hechos y valores,y de la tesis que sostiene
la imposibilidad de fundamentar va-lores (el politesmo de los
valores), la tesis de la posibilidadde fundamentar racionalmente
valores y normas morales; encontra de las limitaciones que la
complejidad de las socieda-des modernas impone al funcionamiento de
la democracia (re-presentacin), la tesis de que slo es legtima la
democracia enla que todos los que deseen hacerlo participen; en
contra de latesis que sostiene que o no hay fines claros de la
poltica o elEstado (Weber), o que stos tienen que ver
exclusivamente conla seguridad y la paz (realismo poltico), la idea
de que el obje-tivo fundamental de la sociedad y el Estado es la
defensa delbien comn, o el establecimiento de sociedades justas; en
con-tra de la idea de que el Estado es resultado de un proceso
natu-ral, la recuperacin de diferentes maneras del contractua-
5 Sobre el irracionalismo de finales del siglo XIX y principios
del XX, vaseJ. W. Burrow, The crisis of reason, New Haven, Yale
University Press, 2000, particular-mente el eplogo.
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134 Redefinir lo poltico
lismo, es decir, de la idea de que el Estado slo es legtimo
sidepende del consenso, racionalmente motivado, de los indivi-duos;
y, finalmente, frente a la concepcin del ser humano
comoprofundamente irracional, dominado por instintos, pulsionesy/o
pasiones, la defensa, de estirpe kantiana, del individuoracional y
autnomo. En lo que sigue veremos cmo estosmotivos dominan el
intento contemporneo de repensar lapoltica.
Lo que deseo mostrar en las lneas que siguen no es, enmodo
alguno, una tesis novedosa o arriesgada. De hecho, casino habra
necesidad de demostrar que la filosofa poltica con-tempornea es un
ejercicio normativo. Los propios filsofos pol-ticos sostienen que
sta es la nica va legtima de aproxima-cin filosfica a los problemas
de la poltica. Como ha sosteni-do un importante filsofo de la
poltica, en un libro recienteconcebido como una introduccin a
...los debates con-temporneos en filosofa poltica...:
El material cubierto [en el libro] incluye casi completamente
tra-bajos recientes en filosofa poltica normativa y, en
particular,teoras recientes de la sociedad libre o buena. No cubre,
exceptode manera tangencial, ni a las figuras histricas ms
importan-tes, ni muchos otros temas que alguna vez fueron
consideradoscomo el objeto central de la filosofa poltica por
ejemplo, elanlisis conceptual del significado de poder, o soberana,
o lanaturaleza de la ley. stos eran tpicos populares hace
veinticin-co aos, pero recientemente el nfasis ha sido puesto en
los idea-les de justicia, libertad y comunidad que son invocados
cuandoevaluamos tanto polticas pblicas como instituciones
polticas.6
En efecto, y particularmente durante los ltimos treintaaos, la
filosofa poltica influida por las obras de Rawls,Nozick, Dworkin,
Habermas o Apel, slo para citar a los auto-res ms influyentes, se
ha convertido en un ejercicio fundamen-talmente normativo. Estos
autores han decidido, sin aportar de-masiados argumentos para
defender tal decisin, que los temas
6 W. Kymlicka, Contemporary political philosophy. An
introduction, Oxford,Clarendon Press, 1990, p. 1.
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 135
centrales de la filosofa poltica son la justicia y la
legitimidad, yque la mejor manera de enfrentarse a tales temas no
es me-diante una combinacin de marcos tericos y anlisis empri-cos,
sino mediante el establecimiento de principios o
valores,justificados mediante argumentos trascendentales que
espe-cifiquen ordenamientos justos o legtimos desde el punto
devista de la razn autnoma. sta es una perspectiva que
intentaanalizar la poltica desde la moral y desde el derecho. No
escasualidad que la influencia de Rawls se haya sentido con fuer-za
en el dominio de la jurisprudencia, ni que el libro ms im-portante
de Habermas sobre poltica sea, en realidad, un textode filosofa del
derecho. El objetivo final de esta escuela con-siste en la completa
cancelacin de la nocin y el fenmeno dela dominacin poltica, as como
de la nocin de poder so-bre, para reemplazarla con la nocin de
legitimacin y po-der para. ste es un estilo de filosofa poltica que
se asumecomo utpico y que, por ello, est muy cerca (si no
comple-tamente) de proponer teoras profundamente antipolticas.
Un elemento interesante de este modo de aproximarse a lapoltica
es que, a pesar de la insistencia en el carcter analti-co de su
ejercicio terico, en las obras de estos autores hayuna casi total
ausencia de reflexin justo sobre el concepto depoltica. Como
ejemplos, baste sealar, en primer lugar, queuno no puede encontrar
la voz poltica (politics) en varios ma-nuales recientes sobre el
tema, ni en una Introduccin com-puesta por numerosos artculos de
especialistas.7 En segundolugar, baste recordar que tom a Rawls
veinte aos darse cuentade que a su teora original de la justicia le
faltaba el anlisis deun concepto central: la poltica.8
Este breve panorama de las preocupaciones centrales dela
filosofa poltica normativa no se agota en aquellos pensa-dores que,
por simplicidad en la exposicin, podemos deno-
7 Vase, como ejemplo de la ausencia de teorizacin de la nocin de
poltica,R. Goodin y P. Petti (eds.), A companion to contemporary
political philosophy, Oxford,Blackwell, 1995. En lo que a libros de
introduccin respecta, el tema est ausente deKymlicka, 1990 (vase
arriba), J. Wolf, An introduction to political philosophy,
OxfordUniversity Press, 1996, y J. Hampton, Political philosophy,
Boulder, Westview, 1997.
8 J. Rawls, Political liberalism, Columbia University Press,
1993, p. xvi.
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136 Redefinir lo poltico
minar como defensores del proyecto ilustrado. Tambin
enpensadores a quienes podemos colgar la etiqueta de posmo-dernos
encontramos, con claridad, este giro normativo. Slocomo ejemplo
deseo utilizar las propuestas de dos de los msimportantes crticos
contemporneos del proyecto ilustrado:Foucault y Derrida. En una de
sus muchas entrevistas, Foucaultdej en claro que uno de los motivos
fundamentales de su pro-yecto filosfico era, precisamente, repensar
la poltica, con elobjetivo de avanzar hacia una moralizacin de la
misma. Enuna entrevista realizada a principios de los aos
ochenta,Foucault responde a la pregunta expresa de si es un
pensadorpoltico: Yo estara ms o menos de acuerdo con la idea deque
lo que de hecho me interesa es mucho ms la moral de lapoltica, o,
en cualquier caso, la poltica como una tica.9Foucault propone
explcitamente el motivo central de su tra-bajo, que est, hasta
cierto punto, implcito en su obra: Dehecho, he querido
especialmente cuestionar la poltica, y traera la luz en el campo
poltico, as como en el campo de la inte-rrogacin histrica y
filosfica, algunos problemas que no ha-ban sido reconocidos
antes.10 Como se sabe, el problema po-ltico fundamental al que el
filsofo francs otorga su atencines el del poder. Sin entrar aqu en
disputas escolsticas acercade exactamente cul era la posicin de
Foucault respecto delpoder, o cul era su concepcin general del
mismo, y recono-ciendo que el propio autor cambi, hasta cierto
punto, sus opi-niones sobre el tema al final de su vida, hay que
reconocer que,al menos en los textos ms acabados, en Foucault
aparece unaconcepcin negativa del poder (es slo dominacin) y
dema-siado general para servir de instrumento analtico (todo
espoder). Lo que la concepcin foucaultiana del poder intentamostrar
es la necesidad de sujetar al poder a normas o virtu-des morales
que lo transformen de un instrumento de control,disciplina y
castigo, en un instrumento de emancipacin.11El proyecto es, de
nuevo, claramente normativo.
9 Foucault, 1983, p. 375.10 Idem.11 Como ejemplos de la
pretensin emancipatoria del discurso foucaultiano,
vanse los siguientes prrafos, tomados de la traduccin inglesa de
una entrevista
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 137
Algo similar puede decirse de la posicin de Derrida.A pesar de
la enorme oscuridad de sus textos, es posible, con laayuda de
intrpretes inteligentes, rastrear las pretensiones nor-mativas que,
probablemente malgr Derrida, tiene su discurso.Richard J. Bernstein
ha tomado la difcil tarea de descifrar lostextos de Derrida y
encontrar en ellos un horizonte tico-po-ltico12 que les otorga
relevancia poltica. Bernstein destacaun tema crucial para entender
el horizonte tico-poltico de laobra de Derrida: la crtica a la
pretensin de la metafsica occi-dental de establecer un centro
firme,13 racionalmente justifi-cado, que permita distinguir entre
lo bueno y lo malo yentre lo verdadero y lo falso. En la
interpretacin queBernstein ofrece de las ideas de Derrida, esta
crtica a los fun-damentos tiene una importante consecuencia
tico-poltica:la crtica de toda violencia colonial, de todo
imperialismolingstico y, en general, de toda concepcin del otro
comoajeno y diferente, siempre y cuando est basada en la defini-cin
de un centro o sustrato racional.14 Derrida establececon alguna
claridad la importancia de defender la eman-cipacin en su texto
denominado Fuerza de ley:
Nada me parece menos periclitado que el ideal
emancipatorioclsico. No se puede intentar descalificarlo hoy, de
manera gro-sera o sofisticada, sin al menos pecar de cierta
ligereza ademsde convocar las peores complicidades. Tambin es
cierto que esnecesario, sin que haya que renunciar a l sino al
contrario,
originalmente publicada en italiano (por ello cito en ingls): I
hold that the role ofthe intellectual today is not that of
establishing laws or proposing solutions orprophesying, since doing
that one can only contribute to the functioning of adeterminate
situation of power that to my mind must be criticized y ...I
concernmyself with determining problems, unleashing them, revealing
them within theframework of such complexity as to shut the mouths
of prophets and legislators: allthose who speak for others and
above others [M. Foucault, Remarks on Marx.Conversations with
Duccio Trombadori, Nueva York, Semiotext(e), 1991, pp. 157 y 159.La
conclusin que yo obtengo de prrafos como los anteriores es sta: hay
que en-frentarse a toda forma de poder, sea el de los profetas,
polticos, profesores, etc., y,por ello, la crtica a la que Foucault
hace referencia slo puede tener una pretensinemancipatoria.
12 Bernstein, 1987.13 Ibid., p. 175.14 Ibid., p. 182.
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138 Redefinir lo poltico
reelaborar el concepto de emancipacin, de manumisin o
deliberacin...15
Para Derrida es indispensable repensar la emancipacin(tema
tico-normativo si los hay) para enfrentarse a proble-mas del
presente que suelen parecer marginales, tales como
...la enseanza y prctica de las lenguas, la legitimacin de
loscnones, la utilizacin militar de la investigacin cientfica,
elaborto, la eutanasia, los problemas del trasplante de rganos,del
nacimiento extrauterino, la bioingeniera, la experimentacinmdica,
el tratamiento social del SIDA, las macropolticas omicropolticas de
la droga, de los sin techo, etc., sin olvidarpor supuesto el
tratamiento de lo que se llama vida animal, laenorme cuestin de la
animalidad.16
El proyecto de Derrida es claro (hasta donde la claridad sepuede
predicar de sus escritos): a partir de la crtica de la me-tafsica
occidental, y aceptando la importancia (la necesidad)de mantener
como gua ideolgica la nocin de emancipa-cin, se debe procurar el
apoyo, desde la teora y en la prcti-ca, a grupos que se ocupan de
cuestiones marginales, esdecir, no de las grandes cuestiones (el
Estado, el mercado, elpoder, etc.), que no son sino instrumentos de
dominacin, sinode temas y prcticas que cuestionan los poderes
estableci-dos y las certezas de la metafsica occidental.
Ciertamente, hay enormes diferencias de perspectiva en-tre los
tericos que aqu he denominado ilustrados y los quehe llamado
posmodernos, principalmente en lo que respec-ta a su confianza en
la razn, tanto como instrumento del co-nocimiento como gua de la
prctica. Sin embargo, los dos gru-pos de autores coinciden en su
defensa del normativismo ticocomo la va correcta de pensar los
problemas de la poltica.Para ambos grupos de pensadores la poltica
debe ser pensadadesde, y ha de sujetarse a, valores y principios
morales.
15 Derrida, 1994, p. 66.16 Idem.
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 139
Los elementos centrales del normativismo tico-poltico
Las caractersticas centrales de esta concepcin general de
lapoltica y la manera de estudiarla pueden ser resumidas me-diante
el anlisis de la obra de John Rawls, que es una de
laspresentaciones clsicas. En la tercera y ms reciente versin desu
teora de la justicia, Rawls expone con claridad su concep-cin de la
filosofa poltica, su concepcin del problema cen-tral que la misma
ha de tratar y su concepcin del supuestofundamental de la teora de
la justicia.
Rawls encuentra cuatro roles para la filosofa poltica; lostres
primeros cabran, sin duda, en cualquier descripcin desus tareas
bsicas. Se trata de analizar, en primer lugar, el pro-blema del
conflicto poltico y del orden; en segundo, de orien-tar la accin
hacia fines razonables, y en tercero, de cumplircon el rol de
reconciliar nuestra frustracin con la sociedad einstituciones al
demostrarnos que
...cuando son correctamente entendidas desde un punto de
vistaracional, son racionales [las instituciones] y han sido
desarrolla-das a travs del tiempo para obtener su forma presente,
racional[Rawls, 2001, p. 3].
El rol que resulta realmente interesante para nuestros
pro-psitos es el cuarto: para Rawls, la filosofa poltica puede
serrealistically utopian.17 Se trata de que la filosofa poltica
seacapaz de ofrecer futuros alternativos, pero posibles, que
per-mitan pensar cmo sera una sociedad no perfecta pero
razo-nablemente justa. Cul es el problema con esta pretensin?Aparte
de la confusin con la que est planteada (cmo po-dra ser real una
utopa?) el problema queda claro en el mo-mento que Rawls explica el
segundo rol sealado antes:
La filosofa poltica, como una obra de la razn, hace esto
[orien-ta a los individuos entre diferentes fines posibles para la
socie-dad] especificando los principios que identifican fines
razona-bles y racionales de diferentes tipos, y mostrando cmo
estos
17 Rawls, 2001, p. 4.
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140 Redefinir lo poltico
fines pueden ser coherentes dentro de una concepcin
bienarticulada de una sociedad razonable y justa [Rawls, 2001, p.
3].
La tarea de la filosofa poltica, entonces, consiste en
estable-cer fines razonables y en analizar cmo es que tales fines
soncoherentes (o contradictorios) con una concepcin correcta deuna
sociedad razonable y justa. Esta concepcin de la filosofapoltica
depende de un par de supuestos, tambin claramenteestablecidos por
Rawls. Por un lado, lo que Rawls llama la ideams fundamental [sic]
de esta concepcin de la justicia, es de-cir, la ...idea de una
sociedad como un sistema justo de coope-racin social a travs del
tiempo, de una generacin a otra. Estaidea se ofrece, a su vez,
acompaada de otras dos: la idea deciudadanos como personas libres e
iguales y la de una sociedadbien ordenada, es decir de ...una
sociedad efectivamente re-gulada por una concepcin pblica de la
justicia.18
Para redondear esta brevsima exposicin de algunos pun-tos bsicos
de la propuesta rawlsiana, concebida aqu comoparadigma del
normativismo contemporneo, es necesario cla-rificar la concepcin de
Rawls del sujeto de la poltica, el ciuda-dano libre e igual que,
adems de estas dos caractersticas fun-damentales, tiene dos poderes
morales. Uno es una capacidadparticular, el sentido de la justicia,
que Rawls define como lacapacidad de ...entender, aplicar y actuar
a partir de (y noslo de acuerdo con) los principios de la justicia
poltica queespecifican los trminos justos de la cooperacin social.
El otroconsiste en tener una concepcin del bien, que ...es la
capaci-dad de tener, revisar y perseguir racionalmente una
concep-cin del bien.19
Partiendo del supuesto metodolgico propuesto porNorberto Bobbio
sobre la relevancia de atender la leccin delos clsicos, tanto para
entender la historicidad de los argu-mentos como para evitar
confundir modas con novedades,propongo al amable lector analizar el
tema del normativismoy las posibles crticas que se le puedan hacer
a partir de unepisodio de la historia del pensamiento poltico. Me
refiero a la
18 Rawls, 2001, p. 5.19 Ibid., pp. 18-19.
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 141
relacin terica entre la obra de Cicern y la de
Maquiavelo.Propongo tomar a cada una como paradigmas clsicos
delnormativismo (Cicern) y el realismo (Maquiavelo); el episo-dio
es interesante porque, como han mostrado Quentin Skinnery Marcia
Collish,20 es posible leer los textos de Maquiavelo comorespuestas
puntuales a muchos de los argumentos centralesde Cicern. El anlisis
de los elementos centrales de la obra delromano y de las crticas
del florentino nos permitirn tener unpanorama claro, en primer
lugar, de los dos modelos bsicosdel pensamiento poltico
(normativo/realista) y, en segundolugar, entender tambin que, en el
intento de repensar la pol-tica, ms que con novedades nos
encontramos con argumen-tos reciclados que siempre se refieren a
algunas concepcionesclsicas sobre lo que debe ser la poltica, sobre
las caractersti-cas bsicas de los actores de la poltica y sobre los
fines de lamisma. Supongo, finalmente, que la pertinencia de este
ejerci-cio podr ser evaluada slo despus de efectuado.
CICERN Y MAQUIAVELO.DOS MODELOS BSICOS DE LA POLTICA
Cicern
Cicern no ha sido un autor favorito de los filsofos polticos,al
menos durante el siglo XX. El poltico romano ha sido consi-derado
como un autor menor, sin profundidad filosfica, cuyonico valor,
desde el punto de vista de la historia de la filoso-fa, radica en
la popularizacin (y, muchos diran, vulgariza-cin) del pensamiento
estoico. El rechazo que la modernidadmostr hacia Cicern es
significativo si tomamos en cuenta que,como ha sealado Richard
Tuck, los nios de Europa estuvie-ron expuestos, por 1 500 aos (del
siglo IV al XIX), a dos gruposde textos como base de su educacin:
la Biblia y la obra de
20 Sobre la hiptesis que sostiene que uno de los objetivos
centrales de los textosde Maquiavelo es responder a Cicern, vanse
Q. Skinner, Machiavelli, Oxford, OxfordUniversity Press, 1981, cap.
1, y M. Collish, Ciceros De Officis and MachiavellisPrince,
Sixteenth Century Journal, IX (4), 1978.
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142 Redefinir lo poltico
Cicern.21 En efecto, a pesar del rechazo del siglo XX, es
indis-pensable reconocer que la obra de Cicern tuvo una
enormeinfluencia en la educacin de las lites europeas, influencia
queresult de enorme importancia en dos grandes campos: la re-trica
y la moral (que, para Cicern, inclua claramente la pol-tica). La
influencia de Cicern fue especialmente notable du-rante el
Renacimiento, particularmente en el movimientocultural que hoy se
denomina humanismo.22 Los elementosdel modelo que llamar aqu
clsico-normativo, tomados dela obra de Cicern, son los
siguientes:
1) Concepcin racionalista de la naturaleza humana.2) Concepcin
teleolgica del cosmos.3) Concepcin de la existencia de una esfera
trascendente
de valor, que la razn descubre y plantea en trminos de la
leynatural. El fundamento de la ley natural es la voluntad de
Dios.
4) Concepcin legalista de la vida moral, basada en el
esta-blecimiento de obligaciones derivadas de la ley natural.
5) Definicin del objetivo de la poltica como la consecu-cin del
bien comn, a partir de la voluntad divina expresadaen la ley
natural. Por lo tanto, dependencia completa de la po-ltica respecto
de la tica.
Para el poltico romano, es justo la razn, que es una facul-tad
de la que estn dotados los seres humanos, lo que los distin-gue de
los animales y les permite, en primer lugar, entender:
Instinto comn de todos los animales es el apetito de unirse,
conel fin de procrear y tener cierto cuidado de la prole. Pero
entre elhombre y los dems animales hay esta gran diferencia, que
stosse mueven solamente en cuanto los estimula su sentido, y se
aco-modan tan slo a lo que tienen delante de s con muy poco
sen-timiento de lo pasado y lo futuro. El hombre, en cambio,
estan-do dotado de razn por la que distingue los efectos, ve las
causas
21 R. Tuck, Humanism and political thought, en A. Goodman y A.
MacKay(eds.), The impact of humanism on Western Europe,
Londres/Nueva York, Longman,1990.
22 Vase Ch. Nauert, Humanism and the culture of Renaissance
Europe, Cambridge,Cambridge University Press, 1995, cap. 1.
-
El giro normativo en el debate sobre lo poltico 143
de las cosas, prev sus procesos y sus antecedentes, compara
sussemejanzas, enlaza ntimamente a lo presente lo futuro, ve todoel
curso de la vida y prepara lo necesario para ella [Deberes, I,
4].
Es justo la capacidad racional lo que, adems de distinguira los
seres humanos (convertirlos en un imperium in imperiocomo dira
Spinoza) del resto de la naturaleza, les permite com-prender que
hay un orden de valor trascendente que estable-ce, en primer lugar,
el objetivo al que los seres humanos debenconducir sus acciones y,
en segundo lugar, las obligaciones quede ste se derivan. Me
refiero, como es obvio, a la nocin deley natural que, si bien no es
un invento de Cicern, s en-cuentra su primera expresin coherente en
la obra del romano.Dicho muy en breve, la enseanza tico-poltica de
Cicern,expuesta en De los deberes, se resume en la propuesta
siguiente:lo til es, tambin, lo honesto. Ahora bien, qu es lo
honesto?
...sustraer algo a otro y que el hombre aumente su beneficio
conel dao de otro es ms contrario a la naturaleza que la
pobreza,que el dolor, que todo lo dems que puede acaecer al cuerpo
o alos bienes externos. Pues ante todo quita la vida en comn y
lasociedad humana. Si estamos habituados a que cada cual despo-je
al otro para conseguir su propia ventaja, se disgregar la
con-vivencia humana, que es lo ms conforme que hay con la
natu-raleza [Deberes, III, 5].
En la propuesta de Cicern, el nexo honesto-til que-da expuesto
con claridad. Si lo honesto consiste en respetar lapropiedad ajena
y en evitar el dao a los dems, resulta evi-dente para nuestro autor
que vivir de acuerdo con tales normases, adems, til, en tanto que
slo as se evitar el conflictoy, por tanto, la vida en comn y la
sociedad humana podrnmantenerse. Hasta aqu no habra demasiado que
objetar aCicern, ms all de que es una propuesta demasiado
abstrac-ta para poder ser considerada como un principio gua de
laaccin poltica. El problema aparece en la ltima lnea:la
convivencia humana es lo ms conforme que hay con lanaturaleza. Cmo
sabemos esto? Porque tal cosa es lo que... busca [...] la razn
natural, que es la ley divina y humana[Deberes, III, 5]. Quien
quiera vivir de acuerdo con esta ley, y
-
144 Redefinir lo poltico
slo los racionales podran querer tal cosa, entendern quela ...
cortesa, la justicia, la liberalidad, son mucho ms con-formes a la
naturaleza que el placer, que la vida, que las rique-zas, y es
propio de un alma grande y elevada despreciar todoesto y tenerlo
por nada en comparacin con el bien comn[Deberes, III, 5].
Esta razn natural aprehende, fundamentalmente, la
leynatural:
...la ley es la razn soberana, grabada en nuestra naturaleza,
queprescribe lo que debe hacerse y prohbe lo que es preciso
evitar.La misma razn slidamente establecida y realizada en la
mentedel hombre, es la ley [...] la ley [...] es la fuerza de la
naturaleza,ella es el espritu y la razn del hombre prudente, ella
es la reglade lo justo y de lo injusto [Leyes, I, 6].
De dnde surge esta ley? Cul es su origen? Cicern ofreceuna
respuesta que no deja lugar a dudas: Dios es el origen dela ley
natural (que es la ley de la razn y, como vimos, tambines la ley
divina):
Ahora bien, todos obedecen al orden que reina en los cielos,
alprincipio divino que anima el mundo, y al Dios todopoderoso,de
suerte que el universo entero debe ser considerado como lapatria
comn de los dioses y de los hombres [Leyes, I, 7].
El hombre, sostiene nuestro autor, ha sido creado por Diosen una
condicin especialsima, pues slo l est dotado deconciencia y de
pensamiento. Adems, Dios ha establecido lanaturaleza con el fin de
satisfacer los deseos y las necesidadesde los seres humanos:
Por eso la naturaleza ha sido tan prdiga de todo lo que hacepara
ventaja y utilidad de los hombres, de suerte que todo loque se
produce parece que nos lo ha dado premeditadamente,y que no ha
nacido por casualidad; y no solamente los granos ylas frutas que
produce la tierra fecundada, sino tambin los ani-males, que se ve
claramente que unos han nacido para el servi-cio de los hombres, y
otros para que gocen de sus productos, yotros para que se alimenten
de su carne [Leyes, I, 8].
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 145
El modelo, me parece, est claramente expuesto en los tex-tos de
Cicern (de los que he tomado slo algunos prrafosrepresentativos). A
pesar de que Cicern sostiene, en el De Re-pblica, que la ciencia
poltica tiene por objetivo analizar elcamino y las desviaciones de
los estados, para evitar errores yguiarla por el buen camino,23 los
prrafos citados antes mues-tran con claridad que Cicern no tena en
mente una cienciapoltica de corte pragmtico, sino una teora poltica
comociencia prctica, de acuerdo con la definicin ofrecida enpginas
anteriores.
Maquiavelo
Como el amable lector podr imaginarse, el caso de Maquiaveloes
el opuesto. Para analizar el modelo maquiavlico sernecesario partir
del famoso captulo XV de El prncipe:
Pero, siendo mi propsito escribir algo til para quien lo lea,
meha parecido ms conveniente ir directamente a la verdad real dela
cosa que a la representacin imaginaria de la misma. Muchosse han
imaginado repblicas y principados que nadie ha vistojams ni se ha
sabido que existieran realmente; porque hay tantadistancia de cmo
se vive a cmo se debera vivir, que quiendeja a un lado lo que se
hace por lo que se debera hacer, apren-de antes su ruina que su
preservacin: porque un hombre quequiera hacer en todos los puntos
profesin de bueno, labrarnecesariamente su ruina entre tantos que
no lo son. Por todo elloes necesario a un prncipe, si se quiere
mantener, que aprenda apoder ser no bueno y a usar o no usar de
esta capacidad en fun-cin de la necesidad.
Este prrafo contiene, in nuce, la propuesta tico-poltica
ymetodolgica de Maquiavelo, y muestra con claridad (que
serreforzada en otros puntos de su obra) su profunda
diferenciarespecto del modelo ciceroniano. En primer lugar, no es
desca-bellado sostener que lo que Maquiavelo propone aqu,
comocriterio de verdad propio de la reflexin acerca de la
poltica,
23 Repblica, II, p. 25.
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146 Redefinir lo poltico
es un criterio pragmtico o pragmatista. En otras
palabras,Maquiavelo sostiene que el objetivo de una teora es
eminen-temente prctico. Se trata de buscar la verdad real
[veriteffetuale] de la cosa, a diferencia de una representacin
imagi-naria de la misma. En qu consiste esta verdad efectiva?Cul es
su criterio? El criterio es la utilidad, es decir, que loque se
sostiene haya mostrado su eficacia o, dicho de otro mo-do, que en
efecto sirva como gua de la accin poltica eficaz.24La prueba ltima,
sin duda, consistira en mostrar que las en-seanzas de Maquiavelo en
efecto permiten conseguir el podery la grandeza de los estados.
Esto no se puede probar a priori;slo es posible mostrar, de nuevo,
que tales enseanzas sonconsecuencias de la experiencia y la
historia. Lo que interesaaqu es la diferencia, respecto del modelo
ciceroniano, en loque a perspectiva epistemolgica se refiere:
Maquiavelo noparte del anlisis de una ley establecida por la razn,
sino de laexperiencia y la historia. En las palabras del
florentino, toma-das de la carta en la que Maquiavelo presenta El
prncipe a Lo-renzo de Mdicis:
...no he encontrado entre mis pertenencias cosa alguna que
con-sidere ms valiosa o estime tanto como el conocimiento de
lasacciones de los grandes hombres, adquirido por m medianteuna
larga experiencia de las cosas modernas y una continua lec-tura de
las antiguas...
Si el punto de partida es distinto, la concepcin del agentede la
poltica (los seres humanos) tambin es diferente. Ma-quiavelo, en
contra de lo que sostendrn historicismos poste-riores, acepta la
nocin de una naturaleza humana que se man-tiene a travs del tiempo,
pero no la concibe en los trminosdel modelo ciceroniano, es decir,
como fundamentalmente ra-cional.25 Los seres humanos no somos, para
Maquiavelo, unimperium in imperio, ni estamos fuera de la
naturaleza. Al con-trario, estamos sujetos a las pasiones y,
particularmente en
24 Vase sobre este tema A. Velasco, El criterio de verdad
efectiva de NicolsMaquiavelo, Dinoia, XXXI, 1985.
25 Vase por ejemplo, Prncipe, XVII, y Discorsi, II, Proemio, y
III, p. 43.
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 147
poltica, debemos aprender a usar de nuestro lado animal.
Comoseala nuestro autor con absoluta claridad en el captulo XVIIIde
El prncipe, hay dos formas de combatir, con las leyes y conla
fuerza. La primera es propia de los humanos y la segundade las
bestias, pero ...como la primera muchas veces no basta,conviene
recurrir a la segunda. Por tanto, es necesario a unprncipe saber
utilizar correctamente la bestia y el hombre...Para Maquiavelo es
claro que lo que nos distingue del resto dela naturaleza es una
cuestin de grado (mayor inteligencia), masno de calidad. Si no hay
diferencia entre nosotros y la natura-leza, no puede haber un
origen o justificacin trascendente devalores e instituciones. stos
tendrn, necesariamente, que serresultado de la experiencia y las
circunstancias, es decir, de lacondicin humana, y no de alguna
condicin supra o infrahumana. La mejor va para entender el
naturalismo y elinmanentismo de Maquiavelo es el tratamiento que
ofrece dela nocin de fortuna. Maquiavelo ya no concibe a la fortuna
nicomo parte de la providencia, ni como una fuerza csmica
cuyoorigen y designio son incognoscibles. Maquiavelo usa fortu-na
para referirse simplemente al cambio de los tiempos.La fortuna no
es una fuerza de consecuencias irremediables;al contrario, las
consecuencias del cambio en las circunstan-cias pueden ser, si no
canceladas, s al menos controladas, si setoman precauciones. No hay
nada mstico o supra-humano eneste anlisis: los polticos deben estar
preparados para situa-ciones inesperadas, aunque, dada la
complejidad de los asun-tos humanos, la preparacin absoluta es
imposible (cosa que,como sabemos, ignoraban los planificadores
soviticos).En palabras de nuestro autor:
Creo, adems, que prospera aquel que armoniza su modo deproceder
con la condicin de los tiempos y que, paralelamente,decae aquel
cuya conducta entra en contradiccin con ellos. Por-que se puede
apreciar que los hombres proceden de distintamanera para alcanzar
el fin que cada uno se ha propuesto, estoes, gloria y riquezas: uno
acta con precaucin, el otro con mpe-tu; el uno con violencia, el
otro con astucia... y a pesar de estosdiversos procedimientos todos
pueden alcanzar su propsito[Prncipe, XXV].
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148 Redefinir lo poltico
Este prrafo introduce otro elemento crucial para entenderla
naturaleza de la teora de la accin humana de Maquiavelo.El
florentino parte de un hecho: los hombres buscan un par defines en
sus acciones, la obtencin o de gloria o de riquezas.Siguiendo la
pista de Spinoza, podemos decir que Maquiavelopretende entender a
la naturaleza humana y no slo prescribir, yque sus prescripciones
(su teora de las instituciones polticas)son resultado justo de tal
entendimiento. Para Maquiavelo losseres humanos no actan guiados
por la razn, sino por la ne-cesidad: ...los hombres slo obran bien
por necesidad, perodonde se puede elegir y hay libertad de accin se
llena todo,inmediatamente, de confusin y desorden [Discursos, I,
3]. Sonlas circunstancias las que constrien a los seres humanos a
ac-tuar y, an ms, slo bajo tal constriccin pueden tomar deci-siones
eficaces o, mejor, racionales. No hay, entonces, una
guatrascendente, cognoscible mediante la razn, que permita a
losseres humanos orientar su accin. Contamos slo con ciertosrasgos
de carcter (virtudes) y la experiencia de cosas pasa-das y
modernas.
Finalmente, todo este discurso sobre la poltica no plantea-ra
una diferencia radical respecto del modelo ciceroniano siMaquiavelo
aceptase la justicia y el bien comn como los obje-tivos de la
poltica (de la actividad humana que llamamos po-ltica). Es posible
afirmar que Maquiavelo inventa el realismopoltico porque establece,
como problemas bsicos a analizar,los problemas de la seguridad y el
poder. El objetivo de la po-ltica no es la gloria, como muchos
intrpretes han sosteni-do, sino la seguridad. Las ciudades y los
estados se establecenpara lidiar con la inseguridad producida tanto
por la escasezcomo por la naturaleza conflictiva de los seres
humanos.26Maquiavelo, a diferencia de los defensores del
modelociceroniano, no se hace ilusiones: sin dominacin, la
seguri-dad es imposible: ...los hombres no pueden garantizar su
se-guridad ms que con el poder... [Discursos, I, 1].
26 Vase al respecto Discursos, LI, cap. I.
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 149
CONTRA EL NORMATIVISMO
Como demuestran, en mi opinin, las crticas de Maquiavelo
aCicern, los intentos contemporneos de repensar la polticason,
fundamentalmente, una reedicin del viejo proyecto desometer la
poltica a la tica y al derecho. En pocas palabras,los intentos de
repensar la poltica, que, como hemos visto, sontico-normativos,
pretenden cumplir con el proyecto platni-co, recogido en la obra de
Cicern, de Rousseau y de Kant,entre muchos otros, de cancelar o
disolver la poltica y to-dos sus conflictos, desigualdades,
problemas, en normas queson primero morales y luego jurdicas. se
era el proyecto dePlatn, de Cicern y de Kant, y es el proyecto de
todos aque-llos que, desde planteamientos morales y desde cualquier
puntodel espectro poltico, de la defensa radical de los derechos
in-dividuales de Nozick a la defensa del sujeto frente a
cualquierforma de dominio propuesta por Foucault, pasando por la
de-fensa del Estado de bienestar y los derechos sociales de Rawlsy
Habermas, proponen hoy repensar la actividad poltica.
Las preguntas que se imponen son, por qu no habra quedefender a
los individuos y los derechos sociales? Por qu nohabra que
transformar el discurso del poder en el discurso delos derechos? No
es claramente preferible la defensa de losderechos al uso de la
fuerza? Dicho de otro modo, por qu esan hoy relevante la crtica de
Maquiavelo al normativismode Cicern?
Los problemas del normativismo son, hoy en da, los mis-mos que
Maquiavelo seal a mediados del XVI: planteamien-tos de este tipo
son, en primer lugar, intiles, en segundo lugar,no permiten
entender cmo, de hecho, funciona la poltica (a nivelde la accin
poltica, de las instituciones polticas y hasta delos valores
polticos) y, en tercer lugar, pueden tener consecuen-cias
peligrosas para la seguridad y la estabilidad de las socie-dades.
Para concluir este trabajo presentar una breve reflexinsobre cada
uno de estos puntos.
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150 Redefinir lo poltico
La inutilidad del normativismo
De la misma manera en que Maquiavelo, primero, y Spinoza,ms
tarde, insistan en la necesidad de proponer una teorapoltica til,
crticos contemporneos del normativismo insis-ten en sealar el
problema que siempre ha plagado alnormativismo, el problema, en
palabras de Giovanni Sartori,de la ...gestin de los ideales.27 En
efecto, uno de los dos pro-blemas prcticos fundamentales a los que
todo normativismomoral se enfrenta es el de la puesta en prctica de
sus proyec-tos. Para entender las dificultades de proyectos
tico-normati-vos, es til analizar el otro gran problema al que se
enfrentan:el hecho de que la poltica y el Estado no funcionan como
lostericos normativos sostienen que tendran que funcionar.Me
refiero, por ejemplo, al hecho de que, a pesar de toda la dis-cusin
sobre los nuevos movimientos sociales y las ONG, sonlos partidos
polticos los que, en todos lados, mantienen y ges-tionan el poder
poltico. En la misma lnea argumental pode-mos sealar, como ejemplo,
el hecho de que siempre y en to-das partes el poder poltico
consiste en dominacin autorizaday se ejerce a travs de la amenaza
del uso de la fuerza, y decastigos y recompensas; que hay fenmenos
como los secretosde Estado (arcana imperii) que no se han podido
eliminar (aun-que s reducir), o que, tambin siempre y en todos
lados, a pesarde que exista o no un Estado de derecho, los
conflictos extre-mos (y algunos que no lo son tanto) se resuelven
mediante lanegociacin poltica. Sabemos, adems, lo que sucede
cuandose intenta imponer un proyecto como el comunismo, basado
enconsideraciones morales y en la certeza de que la razn indica-ba
la necesidad histrica de la puesta en prctica del proyecto.
Por otro lado, varios de los defensores de esta posicin
sos-tienen que sus propuestas no pretenden ponerse en prctica,sino
servir como modelos racionales que permitan estable-cer los lmites
de la legitimidad de la poltica.28 La pregunta
27 Sartori, 1993, p. 73.28 Como ha sealado recientemente un
intrprete de Habermas, respecto del
uso prctico de la situacin ideal de dilogo: Pero la situacin
ideal de dilogosirve de rasero al menos para que en todo momento
podamos enjuiciar las cuestio-
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 151
que se impone es: cul es la utilidad de modelos que partende
supuestos totalmente fuera de la experiencia humana, talescomo la
racionalidad pura (ahistrica) de los individuos, elvelo de la
ignorancia, o la situacin ideal de dilogo? Si to-mamos en serio las
propuestas de Rawls o de Habermas, po-dramos encontrar algn Estado
que fuese legtimo, es decir,resultado de la discusin libre de
constreimientos ilegtimoso alguna sociedad que fuese justa, o sea,
resultado de una deli-beracin bajo el velo de la ignorancia y en la
que se mantenganlas libertades y, al mismo tiempo, las
desigualdades beneficiena los ms desfavorecidos y estn abiertas a
todos por igual? Esla radicalidad de las exigencias (para definir
legitimidad y jus-ticia) lo que hace a tales propuestas, en la
prctica, profunda-mente intiles.
La incompetencia epistemolgica del normativismo
Otra de las crticas fundamentales que Maquiavelo dirige a laobra
de Cicern y que podemos extender al normativismomoral en general,
cuando se adentra en los dominios de la com-prensin poltica,
consiste, dicho muy en breve, en que quienparte de supuestos
morales simplemente no entiende lo quesucede. En particular, al
normativista se le escapan por com-pleto no slo aquellos procesos
definitorios de la actividad po-ltica, tales como la dominacin, el
afn de poder, la simula-cin, el engao, que suelen ser considerados
como parteesencial del realismo poltico, sino tambin aquellos
procesospositivos, que tambin son parte fundamental de la condi-cin
poltica y que tambin quedan ofuscados por el puri-tanismo
normativista. Me refiero a las artes de la composi-cin, de resolver
conflictos mediante la negociacin, la
nes que reclaman para s una presuncin de racionalidad o para
emprender la cr-tica de cuestiones dadas por supuestas o que
errneamente se presentan apoyadasen argumentos. Describe las
condiciones de posibilidad de la racionalidad en unmundo
aparentemente irracional y sirve de sustento para una praxis
emanci-padora. F. Vallespn, Habermas en doce mil palabras, Claves
de razn prctica,nm. 114, julio-agosto, 2001.
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152 Redefinir lo poltico
pacificacin y, ms importante, el aumento del poder de
cadaindividuo mediante el aumento del poder (entendido aqucomo
potencia) del Estado y sus instituciones. El normativismono
entiende ninguno de los dos procesos de toda poltica, tantoaquellos
que, a la luz de la moral privada (del imperativo cate-grico), son
del todo inmorales, como aquellos que permitenestablecer la
seguridad (solucionar, en efecto, conflictos) y 2me-jorar las
condiciones de vida de la poblacin. No lo entiendeporque no parte
de dos supuestos que, desde la perspectivadel realismo poltico
inaugurada por Maquiavelo, son cruciales:una concepcin conflictiva
y pasional de los actores de la pol-tica (los seres humanos) y la
definicin de la seguridad y lapaz como los fines fundamentales de
la poltica.
Ahora bien, no se incurre en una flagrante contradiccinal
proponer fines a la poltica? No es se un procedimientotpicamente
normativo? An ms, no defenda el propioMaquiavelo la libertad como
un valor poltico fundamental?La otra gran rea del pensamiento
poltico cuya comprensinest vedada al normativismo es la relativa a
la gnesis y el con-tenido de los valores y las normas polticas. En
efecto,Maquiavelo defiende la libertad y la igualdad, como gran
par-te de los tericos polticos de la modernidad. Lo mismo
puededecirse de aquel gran realista que era Marx, o de claros
defen-sores del realismo poltico en el XX, como Schmitt (el
conflictocomo valor fundamental), Weber (la libertad y la
responsabili-dad), Bobbio (la libertad y la igualdad), De Jouvenel
(la liber-tad). Estamos ante un claro caso de lo que Habermas
llamaracontradiccin performativa? La respuesta es necesariamen-te
negativa. No hay contradiccin, lo que hay es una defensade valores
y normas polticos que son diferentes de los valoresy normas morales
en contenido, aunque no en forma. Tambinprescriben acciones
consideradas buenas, pero desde el puntode vista poltico. Cul es el
punto de vista poltico? El quetiene que ver con la polis, con la
civitas, con el Estado. Loque distingue al punto de vista poltico
es, en primer lugar,aquello que distingue al Estado y, desde el
realismo poltico,hay dos atributos distintivos del mismo: en primer
lugar, si-guiendo la clsica definicin de Weber, el medio especfico,
la
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 153
violencia legtima, y en segundo lugar (y aqu en oposicin
aWeber), el fin del Estado (de la polis, civitas o
commonwealth),que consiste en la seguridad. ste es un atributo del
Estadoreconocido tanto por tericos clsicos, como Maquiavelo,Hobbes
o Spinoza, como por autores contemporneos. Comoha sealado
recientemente Michelangelo Bovero:
...creo que el poder poltico se define como poltico no slo
porser coactivo, por la pretensin de ser exclusivo y por su
dura-cin efectiva tal es tambin el poder de la mafia sino portener
un fin irrenunciable, sin cuya persecucin, directa o indi-recta, el
poder mismo se debilita: es el fin de organizar la convi-vencia, o
mejor dicho, usando una frmula negativa, el fin deimpedir la
disgregacin de la convivencia, de impedir la trans-formacin de la
convivencia en un conflicto generalizado, enguerra civil.29
Es indispensable reconocer este fin como necesario para
todaactividad que se pueda definir como poltica, y ello debido
justo alcarcter conflictivo de la naturaleza humana y a la
condicinde indefensin en la que se encuentran los seres humanos
frentea otros seres humanos y la naturaleza, si no estn reunidos
ensociedades jerrquicamente organizadas. Cmo sabemos esto?Para el
realismo poltico, como para Maquiavelo, la respuestaest en la
experiencia y en la correcta definicin del
supuestoantropolgico.
Lo mismo puede decirse respecto de los valores. Para el
rea-lismo poltico, libertad e igualdad son tanto condiciones
natura-les de los seres humanos, como condiciones de posibilidad
delmantenimiento de la seguridad. As, dicho muy en breve, nohay
nadie naturalmente tan poderoso que pueda, por s mismo,imponer su
voluntad sobre la de los dems. Igualmente, sin li-bertad, la
seguridad es, en el mejor de los casos, precaria y, en elpeor,
inexistente, como la Unin Sovitica bajo Stalin o Alema-nia bajo el
fascismo ilustran con lamentable claridad. Los valo-res polticos,
entonces, son el resultado de la reflexin sobre pro-
29 Bovero, 1997, p. 99; M. Bovero, La naturaleza de la poltica,
Revista Interna-cional de Filosofa Poltica, nm. 10, 1999.
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154 Redefinir lo poltico
cesos inmanentes a la condicin humana, y no sobre
principiosextra o sobre humanos.
Los riesgos del normativismo moral
Son tres, en mi opinin, los riesgos que conlleva el proyecto
deaproximarse al estudio y a la prctica de la poltica desde
lamoralidad. En primer lugar, el problema de la seguridad;
ensegundo, el problema del dominio de la ley sobre la poltica,y en
tercero, el de la ineficiencia de la accin poltica como re-sultado
de la moralizacin de la misma.
El primer gran problema es el de la seguridad y es quiz elque
con mayor claridad identific el propio Maquiavelo. O sereconocen
los imperativos propios de la poltica, o se corre elriesgo, para
quien gobierna, de perder el poder y, para los go-bernados, de
perder la seguridad que slo se obtiene a travsdel Estado.30 Dado
que tanto la naturaleza como la condicinhumana establecen la
necesidad del conflicto, resulta indispen-sable reconocer que el
problema fundamental es el control,mediante la fuerza o la amenaza,
si es necesario, del mismo.Slo se puede controlar el conflicto
mediante el Estado; es porello, como lo ha reconocido gran parte
del pensamiento polti-co occidental, que la tarea fundamental del
Estado es la segu-ridad y la paz, y no el establecimiento de una
sociedad justay la defensa del bien comn.31
El anlisis del segundo y tercer problema son desarrolla-dos,
aqu, a partir de algunas reflexiones de Richard Rorty so-bre la
poltica, la moral y los derechos. En contra de gran partede la
filosofa poltica acadmica, Rorty ha insistido, en los l-timos aos,
en que la izquierda acadmica32 ha equivocado tan-
30 El texto clsico sobre el tema es el cap. XV de El prncipe.31
A menos de que por bien comn se entienda, simplemente, la
seguridad
y la paz. ste no es, sin embargo, el significado comn del
concepto: usualmenterefiere a la imposicin de normas morales
sociales que toman precedencia sobre losderechos individuales.
32 Aunque Rorty se refiere fundamentalmente a la academia
norteamericana,el argumento puede ampliarse sin problemas a gran
parte de la cultura acadmicaoccidental. Para la cultura acadmica de
izquierda en el mundo de habla hispana,
-
El giro normativo en el debate sobre lo poltico 155
to el objeto como el contenido de sus crticas a la poltica.
Rortyparte de un diagnstico que resulta claramente aplicable a
laizquierda norteamericana y, en menor grado, a la europea. Si
separte de la premisa, dice Rorty, de que la tarea de la
izquierdaes ... proteger a los pobres frente a la rapacidad de los
ricos...,la conclusin necesaria es que, durante la posguerra, la
izquier-da no ha cumplido con su tarea.33 El aumento de la
desigual-dad, inclusive en los pases desarrollados,
simplementerefuerza su hiptesis.34 En todo caso, la descripcin de
la inca-pacidad de la izquierda que el filsofo norteamericano
ofrecees, a todas luces, aplicable fuera del mbito
poltico-culturalnorteamericano: por ejemplo, slo los partidos
moderados, ode centro derecha, han sido capaces, en la mayora de
los pa-ses latinoamericanos, tanto de culminar con xito
transicionesa la democracia como de reorientar las economas
destruidaspor el estatismo, condicin de posibilidad del
mejoramientode los niveles de vida.
Para Rorty la izquierda es ineficiente, tanto en la teora comoen
la prctica, debido a que ha cometido un par de errores:uno es aquel
viejo problema de la izquierda, el radicalismo; otroes el dominio
del discurso de los derechos sobre el discurso dela poltica.35 El
radicalismo es un error porque en la bsquedade la pureza y de la
emancipacin no puede ver los avances,parciales pero reales, que, a
favor de la reduccin de la cruel-dad, han tenido lugar durante la
posguerra. El segundo errores el que me interesa destacar aqu. Este
error surge, nos diceRorty, del nico gran triunfo de la izquierda
norteamericanaen la segunda mitad del siglo XX: el movimiento por
los dere-chos civiles. El xito del movimiento mostr a la izquierda
unamanera equivocada de hacer poltica: transformar los conflic-
vase R. del guila, Intelectuales impecables y la crisis del
discurso izquierdista,Claves de razn prctica, nm. 113, junio,
2001.
33 Richard Rorty, Whats wrong with rights, Harpers Magazine,
junio, 1996.34 Sobre el aumento de la desigualdad en el mundo vase
R. Brenner, The
economics of global turbulence, The New Left Review, nm. 229,
1998, particular-mente pp. 190 a 213.
35 Vase Rorty, 1996, p. 15, y Rorty, 1987, pp. 564-568. El
argumento completode Rorty sobre la incompetencia de la izquierda
aparece en R. Rorty, Achieving ourcountry, Harvard University
Press, 1997.
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156 Redefinir lo poltico
tos polticos en conflictos jurdicos. Para Rorty, a pesar del
xi-to del movimiento a favor de los derechos civiles,
...el problema con el lenguaje de los derechos [rights talk]
[...] esque hace a la moralidad poltica no un resultado del
discursopoltico de reflexin, compromiso y eleccin del mal menorsino
de un imperativo moral incondicional: se trata de algo
quecorresponde a una cosa dada de antemano, de la misma maneraen
que la voluntad de Dios o la ley de la naturaleza es supuesta-mente
dada.36
El argumento de Rorty puede ser replanteado en los trmi-nos
expuestos en el presente trabajo. El problema del lenguajede los
derechos es que transforma disputas que pueden serresueltas
mediante el dilogo, el compromiso y la negociacin,en problemas
radicales que involucran ya no intereses o valo-res en lucha sino
la necesidad de decidir acerca del bien o elmal, del deber y las
obligaciones, a partir de contenidos cuyavalidez depende de ser
considerados como racionales, es de-cir, ajenos a toda discusin.
Adems, convertir problemaspolticos en problemas de derechos produce
un problema ul-terior, tambin sealado por Rorty: los problemas son
resuel-tos mediante la promulgacin de decisiones vinculantes
incon-dicionadas: no hay espacio para las artes polticas del
acomodoy del acuerdo.
Esta preeminencia del normativismo tico-jurdico ha pro-vocado, a
su vez, el trastrocamiento de las prioridades polti-cas. Como el
propio Rorty ha establecido en su libro Achievingour country,
partir de consideraciones morales y/o jurdicaspara analizar la
poltica suele producir una prctica polticaprofundamente ineficaz.
As, los defensores intelectuales delnormativismo moral han
establecido como prioridades la lu-cha por los derechos de minoras,
el multiculturalismo, el fe-minismo, los contenidos curriculares en
las escuelas, los dere-chos de los animales y hasta del medio
ambiente, y han dejadoa otros aquellos temas que, en ltima
instancia, son los que enverdad cuentan en poltica: el acceso y el
ejercicio del poder, la
36 Rorty, 1996, p. 15.
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El giro normativo en el debate sobre lo poltico 157
direccin de agencias desde las que se establecen las
polticaspblicas, o el establecimiento de la agenda de prioridades
eco-nmicas. Para Rorty, ya es tiempo de que la izquierda acad-mica
deje de dominar la prctica poltica y la izquierda norte-americana
recupere su dimensin poltica, dimensin que paranuestro autor
mantuvo desde la Gran Depresin hasta media-dos de los
sesenta.37
Lo que, en mi opinin, la posicin de Rorty deja en claro esque es
justo el giro normativo lo que ha impedido tanto unapercepcin clara
de los temas y problemas fundamentales dela poltica contempornea
como la puesta en prctica de polti-cas que permitan resolver los
problemas fundamentales: la dis-tribucin del poder y de la riqueza.
El normativismo tico-ju-rdico, por un lado, lo que ha producido ha
sido slo la defensade grupos minoritarios que han sido a veces
realmente (y aveces imaginariamente) discriminados y, por el otro,
ha per-mitido el ascenso y victoria de fuerzas polticas de
ideologatotalmente opuesta a la suya. Sin embargo, los
normativistasno proponen el fortalecimiento de partidos polticos
socialde-mcratas, la negociacin con los centros de poder
financieroen el mundo para limitar el libre flujo de capitales o
para mejo-rar la condicin de obreros, o el fortalecimiento del
Estado comonico instrumento viable de reduccin de las
desigualdades.Los normativistas insisten en la defensa de derechos,
inclusiveaquellos que slo pueden ser aspiraciones, como el
derechoal trabajo y muchos derechos sociales, en el carcter
injusto,ilegtimo e inmoral de las instituciones realmente
existentes,en la necesidad de plantear formas alternativas de
polticay, en fin, en rechazar al Estado como instrumento de
cambiosocial.38 Esta posicin ha sido expresada recientemente, con
ab-soluta claridad, por John Rawls:
Para que una concepcin poltica [de la justicia] evite ser
polticade la manera equivocada, debe formular una visin
autnoma[free-standing] de los ms grandes valores (morales) que se
apli-
37 R. Rorty, 1996.38 Sobre este punto vase Rorty, 1996, pp.
17-18.
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can a la relacin poltica. Debe tambin especificar una base
p-blica para la justificacin de instituciones libres de manera
acce-sible a la razn pblica. Por contraste, una concepcin polticaes
poltica de la manera equivocada cuando es propuesta comoun
compromiso efectivo entre intereses polticos conocidos yexistentes,
o cuando acude a doctrinas comprensivas que exis-ten de hecho en
una sociedad y se acomoda a ellas para ganar suapoyo.39
La posicin de Rawls es clara: una concepcin equivocadade la
poltica, aplicada a una teora de la justicia, es aquella quees
concebida como un compromiso efectivo entre intereses yposiciones
polticas ya existentes. Es decir, para Rawls la polti-ca realmente
existente es inaceptable como criterio vlido para es-tablecer una
sociedad justa. En ltima instancia, entonces, Rawlsregresa al
esquema de la ley natural, planteado por Cicern,como el modelo
correcto para proponer principios polticos.La realidad es injusta
y, por lo tanto, inaceptable; por ello es ne-cesario recurrir a
principios que no hayan sido contaminados porprocesos efectivos de
creacin de identidades polticas, es decir,a principios ticos
establecidos por la razn. El proyecto, del quela obra de Rawls no
es ms que un ejemplo, es claro: no parta-mos de la poltica
realmente existente, sea por irracional sea porinmoral (o por
ambas); propongamos, mejor, principios mora-les y/o racionales que
establezcan criterios racionales (no dis-cutibles) de justicia,
legitimidad o de emancipacin. El proble-ma con estos proyectos,
como he intentado mostrar en el presentetrabajo, es que estn
dirigidos, como sealaba Spinoza (en el pri-mer captulo del Tratado
poltico), a sociedades que se parecenmucho a la edad dorada de los
poetas, en donde no hacenninguna falta.
39 Rawls, 2001, p. 188.
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