Ángel Garrido Bullón Departamento de Matemáticas Fundamentales Facultad de Ciencias de la UNED EL AJEDREZ, MOSCA DROSOPHILA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Abstract: From remote times, the history of the human being is a succesive chain of steps, until the relative sofistication of the modern brains and their culture. Paralelly, we will describe the evolution of more universal and probably most prestigious game: the Chess. Many great thinkers should study the more efficient way of win, personally or through a machine. In this line, the Artificial Intelligence appears in the 20th Centhury, and principally from 1956, obtaining very impressing results; many times, using the Chess as “drosophila fly” of AI. We comment here this interconnection and the actual situation, with special incidence in the great educative value of chess into the human mind, and the usefulness in the classroom exposition of AI techniques. XI CONGRESO INTERNACIONAL DE INFORMATICA EDUCATIVA UNED, Madrid, 2006 1
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Garrido bullón, ángel el ajedrez, mosca drosophila de la inteligencia artificial (uned,2006)
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Ángel Garrido Bullón
Departamento de Matemáticas Fundamentales
Facultad de Ciencias de la UNED
EL AJEDREZ, MOSCA DROSOPHILA DE LA
INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Abstract: From remote times, the history of the human being is a succesive chain
of steps, until the relative sofistication of the modern brains and their culture.
Paralelly, we will describe the evolution of more universal and probably most
prestigious game: the Chess. Many great thinkers should study the more efficient way
of win, personally or through a machine. In this line, the Artificial Intelligence
appears in the 20th Centhury, and principally from 1956, obtaining very impressing
results; many times, using the Chess as “drosophila fly” of AI. We comment here this
interconnection and the actual situation, with special incidence in the great educative
value of chess into the human mind, and the usefulness in the classroom exposition
of AI techniques.
XI CONGRESO INTERNACIONAL DE INFORMATICA EDUCATIVA
UNED, Madrid, 2006
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HISTORIAS DEL AJEDREZ
Lo que se cuenta de los orígenes suele ser nebuloso y legendario. Se
entremezclan la fantasía y la necesidad de adjudicarse dioses y héroes.
Parece que los orígenes más remotos del ajedrez se remontan a unos seis
mil años. La zona donde apareció sería la limítrofe entre las actuales China
y Cachemira. Aquí podemos ver cómo fue su distribución, en una etapa
inicial:
Sólo que su forma era bastante diferente de como actualmente lo
conocemos. Y tampoco era un juego en sus principios, sino que se utilizaba
para las artes adivinatorias, revestido de un carácter bastante místico. Para
lo cual eran lanzadas las piezas sobre el tablero y según cómo caían, se
podía afirmar cuál era la situación del equilibrio actual entre el Yin y el
Yang.
Una de dichas artes adivinatorias chinas primitivas aún la podemos
encontrar en la obra clásica I Ching, también llamada el Libro de los
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Cambios. Consta de 64 hexagramas. Y esto es un innegable preludio de las
64 casillas actuales de nuestro tablero.
En tiempos posteriores aún tenía formas muy distintas de la actual. Pero
iba perdiendo ese carácter místico de los orígenes. Así, era jugado en
Egipto, Grecia o Roma. Pues aparecen representadas personas jugándolo en
pinturas aparecidas en el interior de las Pirámides, en vasos o cráteras
griegas, etc.
Aunque en la forma más parecida a la nuestra, surge al principio de
nuestra Era, al Norte de la India. Se llamaba, en sánscrito, chaturanga.
Desde allí fue evolucionando de distinto modo, según cuál fuera la
dirección en que avanzase y cuál la cultura con que se encontraba, para
enraizarse en ella. Así, fue dando lugar a diversas “versiones”: el ajedrez
coreano, el “go” japonés, el “xia quing” de China o el “shatranj” de los
persas.
Por eso, más adelante, cuando apareció el Islam, en tierras de la actual
Arabia Saudí, y se fue extendiendo como un fuego abrasador que avanza
por el desierto, tras devorar el antiguo Imperio Persa-Sasánida, llevó
consigo el “shatranj” a las tierras del Norte de Africa, del Sur de Italia y de
la Península Ibérica.
En el mundo árabe se siguió desarrollando, y se escribieron incluso
tratados que intentaban sistematizarlo, comparándolo con las herramientas
matemáticas conocidas hasta la fecha.
Así, se hizo famoso en el siglo XI el tratado de Ar-Razi: Jugar al
ajedrez con elegancia. O en los reinos cristianos, el Libro de ajedrez, dados
y tablas, obra encargada por Alfonso X el Sabio, en 1283.
Se llegó incluso a considerar una de las artes obligadas en la formación
de un noble caballero. Así, el converso Pedro Alfonso (1062-1125), en su
obra Disciplina Clericalis, fijaba que esas artes debían ser: equitación,
arco, natación, cetrería, lucha, ajedrez y poesía.
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Posiblemente sea legendaria la historia que transmite la tradición árabe
sobre la invención del ajedrez. Cuentan que un rey hindú, llamado Balhait,
se aburría infinitamente de tanto no hacer nada. Así que a un filósofo y
consejero suyo, Sassa, se le ocurrió que debía inventar algo para distraerle.
Para ese fin concreto se dice que diseñó el juego.
Al rey le gustó tanto que le propuso que pidiera lo que quisiese. El
filósofo comenzó diciendo que él era un hombre modesto, por lo que sólo
le pediría simples granos de trigo. Y le pidió, exactamente:
por la primera casilla 02 1= ,
,
,
por la segunda casilla 12 2=
por la tercera casilla 22 4=
. . . . . . . . . . . . . . . . .
, por la casilla 64-ava 632
En total:
= 263
63
0
1 2 4 ... 2 2i
i=
+ + + + =∑ 64-1 granos de trigo
Se trata, pues, de la suma de los 64 primeros términos de la progresión
geométrica de primer término 1 y razón 2. Desde luego, el filósofo no era
nada tonto, pues se trataba de una cantidad tan grande que poniendo un
grano tras otro, bastarían para dar muchas vueltas a la Tierra.
Los cambios fundamentales que convirtieron el juego primitivo en el
ajedrez actual se observan a finales del siglo XV.
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Hasta entonces, los peones sólo podían avanzar una posición en cada
movimiento, incluso al comienzo de la partida. Se admitió luego que fuesen
dos, si es que partían desde su posición inicial.
También la Dama (la pieza que hoy suele llamarse la Reina) era hasta
entonces muy estática, sin apenas movimientos admisibles. Se le dotó de
una gran movilidad. Con lo cual se convirtió en una de las piezas más
poderosas del tablero. Esto algunos lo relacionan con un preludio de lo que
luego sería la “liberación de la mujer”.
Dentro de la curiosa “prehistoria” de las máquinas diseñadas (o
supuestamente diseñadas) para jugar al ajedrez, tenemos el famoso caso del
Turco:
El Turco en acción
Que fue creado en el siglo XVIII. Lo hizo construir el Barón Von
Kempelen, aficionado a los artilugios mecánicos y natural de Bratislava.
Alcanzó gran notoriedad en la sociedad vienesa. Era la época de la
Emperatriz María Teresa.
Ese nombre, de “el Turco”, procedía de su representación como
muñeco de tamaño natural con los ropajes y el bigotón típicos de un
otomano.
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Consiguió “vencer” este artilugio a grandes ajedrecistas del momento.
Incluso a personajes tan notorios como Napoleón Bonaparte o Benjamín
Franklin.
Pero al final, resultó ser un truco, más que un turco. Pues en realidad, la
gran mesa contenía un operario, el jugador polaco Worowski, que había
perdido las piernas en la guerra. Desde su refugio, desplazaba los resortes,
parece que muy sabiamente.
Aquí puede verse en un antiguo grabado, “con bicho dentro”, dicho sea
de broma:
El artilugio fue a parar a Filadelfia y allí se consumió en el gran
incendio de la ciudad, a mediados del siglo XIX.
Hoy en día puede verse una reproducción suya en un céntrico café de la
capital eslovaca.
Es cierto que su funcionamiento suscitase el interés del gran escritor
Edgar Allan Poe, que no tardó en descubrir el engaño.
Tras la desaparición del exitoso “Turco”, se trató de llenar el vacío
creado.
Charles Hopper, de Bristol, presentó para ello su creación “Ajeeb”,
también llamado “el Egipcio”, con la cual dio la vuelta al mundo:
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Entre otros, se dice que “lo habitó” (o fue operado por) el gran
ajedrecista Pillbury.
Otro ingenio famoso fue el denominado “Mephisto”, también en el siglo
XIX. Este era manejado a distancia por grandes jugadores de la época.
Quien realmente creó una máquina de jugar al ajedrez, eficaz y bastante
eficiente, fue nuestro ingeniero e inventor, el famoso don Leonardo Torres
Quevedo (en la imagen, su hijo Gonzalo, mostrando este invento de su
padre al matemático Norbert Wiener):
Pero quien realmente vino a dar al estudio del ajedrez su forma más
sistemática y rigurosa fue Whilhelm Steinitz. Este auténtico pensador había