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Gandhi - La Verdad Es Dios

Jul 30, 2015

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Page 1: Gandhi - La Verdad Es Dios

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Page 2: Gandhi - La Verdad Es Dios

Colección «EL POZO DE SIQUEM»

174 Mohandas K. Gandhi

«La Verdad es Dios» Escritos desde mi experiencia de Dios

Edición de R.K. Prabhu

Editorial SAL TERRAE Santander

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Título del original en inglés: Truth is God.

Gleanings from the writings of Mahatma Gandhi bearing on God, God-Realization and the Godly Way

© 1955 by Navajivan Trust Ahmedabad - 380 014 (India)

Traducción: María del Carmen Blanco Moreno

y Ramón Alfonso Diez Aragón

Para la edición española: © 2005 by Editorial Sal Terrae Polígono de Raos, Parcela 14-1

39600 Maliaño (Cantabria) Tfno.: 942 369 198 Fax: 942 369 201

E-mail: [email protected] www.salterrae.es

Diseño de cubierta: Fernando Peón <[email protected]>

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida,

sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra

por cualquier método o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático,

así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Con las debidas licencias Impreso en España. Printed in Spain

ISBN: 84-293-1590-X Depósito Legal: BI-331-05

Fotocomposición: Sal Terrae - Santander

Impresión y encuademación: Grato, S.A. - Basauri (Vizcaya

índice

Prólogo, por C. Rajagopalachari 7 Cronología de la vida de Mohandas Gandhi . . 9 Al lector 13

1. Mi búsqueda 15 2. Dios es 20 3. Sólo Dios es 24 4. La Verdad es Dios 28 5. Dios es Amor 32 6. Dios es Verdad, Conocimiento y Felicidad . . . . 36 7. Dios y la naturaleza 39 8. Dios como Daridranarayana 44 9. La voz de Dios 47

10. Experiencia de Dios 52 11. El camino de la no violencia 58 12. Oración: la esencia de la religión 64 13. ¿Por qué orar? 68 14. Cómo, a quién y cuándo orar 73 15. Ayunos 77 16. El duelo eterno 82 17. Autopurificación 85

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18. El valor del silencio 87 19. Igualdad de las religiones 90 20. Tolerancia 94 21. Conversión 97 22. Por qué soy hindú 106 23. Budismo, cristianismo e islam 110 24. Dios y dioses 115 25. Templos e ídolos 121 26. Culto a los árboles 126 27. Razón y fe 129 28. Escrituras 132 29. El mensaje del Gita 137 30. La belleza de la Verdad 148 31. Ramanama 153 32. Naturopatía 157 33. La unidad de toda vida 162 34. Qué es el brahmacharya 168 35. Pasos hacia el brahmacharya 173 36. El matrimonio, un sacramento 178 37. El evangelio de la no posesión 182 38. El trabajo como culto 186 39. Sarvodaya 191 40. Ética de la bomba atómica 195 41. Paz en la tierra 198 42. Obiter dicta 202

Glosario 215

Fuentes 225

índice analítico y onomástico 227

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Prólogo

< * *

El director de la editorial Navajivan ha sido víctima de una costumbre que se está imponiendo por todas partes: quiere que escriba un prólogo para una antología de textos de Gandhi sobre la religión y sobre Dios. Tanto el tema como el autor tendrían que haber bastado para que Shri Jivanji no hubiera sido víctima de esta moda. Pero ésta es tan fuerte que, a pesar de todo, ha actuado como los demás y quiere que escriba un prólogo que es totalmente innecesario.

Dios y, por tanto, la religión son necesidades funda­mentales para una vida normal y sana -tanto del individuo como de las naciones-. En este libro el lector escuchará a Gandhi hablando desde el corazón en diversas ocasiones a lo largo de treinta años del periodo más maduro de su vi­da. Lo que un hombre de nuestro tiempo, que realizó obras magníficas, pensó sobre el tema de Dios y de la religión no dejará de ser instructivo, en estos días difíciles, para los hombres y las mujeres instruidos.

«Los miembros de la familia humana no somos todos filósofos. De un modo u otro, queremos algo que podamos tocar, algo que podamos ver, algo ante lo cual podamos

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arrodillarnos. No importa si es un libro, un edificio de pie­dra vacío o un edificio de piedra habitado por muchas imá­genes», escribió Gandhi para defender el culto en los tem­plos, teniendo como trasfondo otras grandes religiones.

«El dharma"] hindú es como un océano sin límites re­pleto de joyas inestimables. Cuanto más profundamente se sumerge uno, tantos más tesoros encuentra», dijo Gandhi.

Quien desee entender qué clase de hombre fue el Padre de la Nación tiene que leer este libro. Es posible que algu­nas personas no quieran saber acerca de la religión nada que no se encuentre en nuestros Shastras* o en las escri­turas de otras religiones. Pero aquí hay una faceta funda­mental de la mente de un gran hombre al que amamos y al que nuestra nación está agradecida. El valor de esta anto­logía es mayor que el de un libro de instrucción religiosa.

C. RAJAGOPALACHARI2

1. Se marcan con un asterisco (*) las palabras cuyo significado se expli­ca en el Glosario (pp. 215-223). [Nota de los traductores],

2. C. Rajagopalachari (1878-1972). popularmente conocido como «Rajaji», el primer y único indio que llegó a ser Gobernador General de la India, fue un reformador social pionero, un pensador incisivo y un gran sabio. Sobresalió también como hombre de Estado y hábil ad­ministrador. Colaboró estrechamente con Gandhi y luchó apasionada­mente por la libertad. [Nota de los traductores].

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Cronología de la vida de Mohandas Gandhi3

<*&

1869 2 de octubre. Mohandas Karamchand Gandhi, hijo de Karamchand y Putlibai Gandhi, nace en Porban-dar, India.

1882 A la edad de trece años se casa con Kasturbai Makanji.

1888 4 de septiembre. Viaja a Londres para estudiar Derecho.

1891 11 de junio. Queda registrado en el Colegio de Abogados, obtiene el título de abogado y se embar­ca de regreso a la India al día siguiente.

1893 Abril. Viaja a Durban, Sudáfrica, para ejercer la abogacía. Una semana después de su llegada, y de­bido al color de su piel, es arrojado de un tren por negarse a pasar a un vagón de tercera clase. A par-

3. Tomada de MAHATMA GANDHI, «Mi vida es mi mensaje». Escritos so­bre Dios, la verdad y la no violencia, Sal Terrae, Santander 2003, pp. 11-14. [Nota de los traductores].

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tir de entonces decide dedicar todas sus energías a luchar contra el racismo y la injusticia.

1904 Funda un semanario: Iridian Opinión. - Compra cuatro hectáreas junto a Durban y funda la Granja Phoenix, su primer ashram.

1906 11 de septiembre. En una manifestación en Johannesburgo, pronuncia un encendido discurso con el que exhorta a miles de indios a desobedecer las leyes racistas. - Hace voto de castidad. - Publica Hind Swaraj [«Autogobierno de la India»], donde aboga por la independencia de la India y la vuelta a la vida en las aldeas.

1908 10 de enero. Sufre el primer arresto y la primera no­che en prisión, en Johannesburgo; adopta el término satyagraha y anima a los indios a quemar las tarje­tas de registro.

1909 Empieza a mantener correspondencia con Tolstoi. 7970 Compra cuarenta y cinco hectáreas cerca de

Johannesburgo y establece la Granja Tolstoi, su se­gundo ashram.

1913 Encabeza la gran marcha de Newcastle a Volksrust y es arrestado.

1914 Negocia el proyecto de Ley para el socorro a los in­dios con el gobierno sudafricano. - 18 de julio. Abandona Sudáfrica y visita Inglaterra.

7975 9 de enero. Regresa a la India. 7976 Establece el Ashram «Satyagraha» cerca de

Ahmedabad; viaja por toda la India. 7977 Empieza la campaña en Champarán a favor de los

campesinos pobres; atrae la atención nacional.

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1918 Dirige la huelga de trabajadores textiles en Ahmedabad.

7979 6 de abril. Convoca una huelga nacional, un día de oración y ayuno; la India queda paralizada. - 13 de abril. Los soldados británicos asesinan a 379 personas que se manifestaban pacíficamente en Amritsar. - Funda dos semanarios: Navajivan y Young India.

1920 Reorganiza el Partido Indio del Congreso, lanza la Campaña Satyagraha, y el movimiento por la inde­pendencia empieza de nuevo.

7922 Suspende la campaña de desobediencia civil, debi­do a la violencia, pero es arrestado. - 18 de marzo. En el «Gran Juicio» es condenado a seis años de cárcel.

7924 5 de febrero. Es excarcelado, debido a su delicado estado de salud. - Hace un ayuno de veintiún días por la unidad en­tre hindúes y musulmanes.

7926 Empieza a escribir su Autobiografía: la historia de mis experimentos con la verdad.

1930 12 de marzo -6 de abril. Lleva a cabo la Marcha de la Sal desde Sabarmati hasta Dandi; lanza una nue­va Campaña Satyagraha. - 4 de mayo. Es detenido y encarcelado.

7937 Agosto-diciembre. Participa en la Conferencia de la Mesa Redonda en Londres.

7932 4 de enero. Es detenido y encarcelado una semana después de volver de Inglaterra. - 20 de septiembre. Empieza un ayuno hasta la muerte para poner fin a la «intocabilidad».

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1933 Mayo. Es puesto en libertad después de haber em­pezado otro ayuno de veintiún días. - Deja el Ashram de Sabarmati y se traslada a Wardha; empieza un recorrido por toda la India; funda un semanario: Harijan.

1935 Construye «Sevagram», o aldea modelo, en Wardha. 1942 8 de agosto. Hace un nuevo llamamiento a la deso­

bediencia civil contra la dominación británica. -9 de agosto. Es detenido y encarcelado.

1944 22 de febrero. Kasturbai muere en la cárcel con Gandhi a su lado. - El 6 de mayo es puesto en libertad.

1946 Agosto. Empieza una marcha pacifista de seis me­ses por la región de Noakhali, desgarrada por la guerra.

1947 15 de agosto. La India consigue la independencia; Gandhi ora y ayuna por la unidad y la no violencia. - 1 de septiembre. Empieza un «ayuno hasta la muerte» para poner fin a los violentos disturbios y matanzas en Calcuta. Tres días después, cuando ter­mina la violencia, Gandhi interrumpe el ayuno.

1948 13 de enero. Empieza un ayuno hasta la muerte pa­ra detener la violencia en Delhi. - 30 de enero. A la edad de 79 años, Mohandas Gandhi es asesinado en Delhi cuando se dirige a la oración de la tarde.

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Al lector

Me gustaría decirle al diligente lector de mis escritos, y a quienes estén interesados en ellos, que no me preocupa en absoluto parecer coherente. En mi búsqueda de la Verdad he descartado muchas ideas y aprendido muchas cosas nuevas. Pese a mi avanzada edad, no tengo la sensación de haber dejado de crecer interiormente, ni de que mi creci­miento vaya a detenerse con la disolución de la carne. Lo que me preocupa es mi disposición a obedecer a la llama­da de la Verdad, que es mi Dios, en todo momento; por tanto, cuando alguien encuentre alguna incoherencia entre dos escritos míos que traten el mismo tema, si aún tiene fe en mi sensatez, hará bien en elegir el último de los dos.

- Harijan, 29 de abril de 1933

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Mi búsqueda

« ^

No soy más que un buscador de la Verdad. Estoy conven­cido de haber encontrado un camino que me conduce a ella y afirmo que me estoy esforzando incesantemente por encontrarla, pero reconozco que aún no la he encontrado. Hallar la Verdad completamente es lograr la realización personal y el cumplimiento del propio destino, es decir, llegar a ser perfecto. Soy dolorosamente consciente de mis imperfecciones, y en este conocimiento reside toda la fuerza de que dispongo, porque es raro que un ser huma­no conozca sus limitaciones.

- Young India, 17 de noviembre de 1921

Si fuera perfecto, las desgracias de mi prójimo no ten­drían que afectarme tanto. Si fuera perfecto, tendría que analizarlas, prescribiría un remedio e impondría su aplica­ción por la fuerza de la Verdad incuestionable que habría en mí. Pero por el momento sólo veo las cosas como a tra­vés de un espejo, borrosamente, y sólo puedo convencer a los demás, por tanto, a través de un lento y laborioso pro­ceso; pero no siempre lo consigo. Así las cosas, ni siquie-

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ra sería humano si, conociendo la miseria evitable que lle­na el país y viendo a tantas personas que son como esque­letos bajo la sombra del Señor del Universo, no sufriera yo mismo con y por los millones de indios sin voz.

- Young India, 17 de noviembre de 1921

No soy más que una pobre alma luchadora que ansia ser completamente buena -totalmente veraz y totalmente no violenta en sus pensamientos, palabras y obras-, pero que nunca consigue alcanzar el ideal que sabe que es verdade­ro. Es una subida penosa, pero el dolor que me produce es un placer positivo para mí. Cada paso que doy hacia la ci­ma hace que me sienta más fuerte y más capaz de dar el siguiente.

- Young India, 9 de abril de 1925

Conozco el camino. Es recto y estrecho. Es como el filo de una espada. Me alegra caminar por él, y lloro cuando co­meto un error. Dios dice: «Quien se esfuerza nunca pere­ce». Yo creo implícitamente en esta promesa. Por eso, aun cuando por mi debilidad caigo mil veces, no pierdo la fe, sino que espero ver la Luz cuando la carne haya sido so­metida perfectamente, lo cual sucederá sin duda algún día.

- Young India, 17 de junio de 1926

Yo no he visto ni he conocido a Dios. He hecho mía la fe que el mundo tiene en él; y como mi fe es indestructible, la considero como si fuera una experiencia. No obstante, como podría afirmarse que definir la fe como experiencia

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es manipular la Verdad, tal vez sea más correcto decir que no tengo palabras para caracterizar mi creencia en Dios.

- Autobiography (1948), p. 341

Afirmo que creo en la verdad desde mi infancia. La verdad era lo más natural para mí. En mi oración busqué y en­contré la reveladora máxima de que «La Verdad es Dios», en lugar de la habitual «Dios es Verdad». Dicha máxima me permite ver a Dios cara a cara, por decirlo así. Siento que El llena todas las fibras de mi ser.

- Harijan, 9 de agosto de 1942

La No-violencia es mi Dios, y la Verdad es mi Dios. Cuando busco la No-violencia, la Verdad dice: «Encuén­trala a través de mí». Cuando busco la Verdad, la No-vio­lencia dice: «Encuéntrala a través de mí».

- Young India, 4 de junio de 1925

Para ver cara a cara al Espíritu universal y omnipresente de la Verdad, tenemos que ser capaces de amar a la más pequeña de las criaturas como a nosotros mismos. Y una persona que aspira a ello no puede permanecer fuera de ningún campo de la vida. Por esta razón, mi devoción a la Verdad me llevó al terreno de la política; y puedo decir sin la menor vacilación, a la vez que con toda humildad, que quienes afirman que la religión no tiene nada que ver con la política no saben lo que significa la religión.

- Autobiography (1948), p. 615

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Estoy esforzándome por ver a Dios mediante el servicio a la humanidad, pues sé que Dios no está en el cielo ni en el infierno, sino en todas y cada una de las personas.

- Autobiography (1948), p. 615

No deseo un reino de la tierra perecedero. Me esfuerzo por llegar al Reino de los cielos, que es la salvación [moks-ha*]. Para alcanzar mi meta no tengo necesidad de buscar el refugio de una cueva. Un troglodita puede hacer casti­llos en el aire, mientras que quien vive en un palacio, co­mo Janaka*, no tiene necesidad de construir castillos. El cavernícola que vuela por el mundo sobre las alas del pen­samiento no tiene paz. Una persona como Janaka, aunque viva en medio de la «pompa y circunstancia», puede tener una paz que sobrepase todo conocimiento. En mi opinión, el camino hacia la salvación pasa por el trabajo incesante al servicio de mi país y, a través de él, a toda la humani­dad. Quiero identificarme con todos los seres vivos.

- Young India, 3 de abril de 1924

No quiero hacer realidad la fraternidad o identidad sólo con las criaturas llamadas humanas, sino que deseo alcan­zar la identificación con todos los seres vivos, incluso con las criaturas que se arrastran sobre la tierra, como las ser­pientes. Deseo -y espero que no os escandalicéis por ello-identificarme incluso con las serpientes que se arrastran sobre la tierra, pues afirmamos que provenimos del mismo Dios, y por eso toda vida, cualquiera que sea la forma en que aparezca, tiene que ser esencialmente una.

- Young India, 4 de abril de ¡929

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Ni existe el «gandhismo» ni quiero dejar tras de mí nin­guna secta. No tengo pretensión alguna de ser el origen de ninguna nueva doctrina. Sencillamente, he tratado de apli­car, a mi manera, las verdades eternas a los problemas de nuestra vida cotidiana. La verdad y la no violencia son tan antiguas como las colinas. Lo único que yo he hecho ha si­do experimentar con ambas en una escala tan vasta como me ha sido posible. Al hacerlo, a veces me he equivocado y he aprendido de mis errores. De este modo, la vida y sus problemas se han convertido para mí en otras tantas oca­siones para poner en práctica la verdad y la no violencia.

- Young India, 28 de marzo de 1936

Mi fe en la verdad y en la no violencia se acrecienta cada vez más, y como siempre trato de seguirlas en mi vida, también yo crezco en todo momento. Veo nuevas implica­ciones sobre ellas. Las veo bajo una luz más nueva cada día y descubro en ellas un significado más nuevo.

- Harijan, 2 de marzo de 1940

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2 Dios es

<*&

Hay un indefinible y misterioso Poder que lo llena todo. Yo lo siento, aunque no lo veo. Este Poder invisible se ha­ce sentir por sí mismo y, sin embargo, se resiste a toda de­mostración, porque es totalmente diferente de lo que per­cibo a través de mis sentidos. Este Poder trasciende los sentidos.

Con todo, es posible razonar acerca de la existencia de Dios hasta cierto punto. En la vida ordinaria, sabemos que las personas no conocen quién gobierna, ni por qué y có­mo gobierna. Y, sin embargo, sabemos que existe un poder que ciertamente gobierna. En mi viaje del año pasado a Mysore visité a muchos aldeanos pobres y descubrí, des­pués de preguntar, que no sabían quién gobernaba Mysore. Simplemente, decían que algún dios gobernaba. Si el co­nocimiento de aquellas pobres personas acerca de su so­berano era tan limitado, yo -que, en relación con Dios, soy infinitamente menor que ellas con respecto a su soberano-no tengo que sorprenderme si no experimento la presencia de Dios, el Rey de reyes. No obstante, siento, como los po­bres aldeanos de Mysore, que hay un orden en el univer­so, que hay una Ley inalterable que gobierna todas las co-

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sas y a todos los seres que existen o viven. No es una ley ciega, pues ninguna ley ciega puede gobernar la conducta de los seres vivos, y, gracias a las maravillosas investiga­ciones de Sir J.C. Bose, ahora se puede demostrar que in­cluso la materia es vida. Así pues, esa Ley que gobierna toda vida es Dios. La Ley y el Legislador son uno. Yo no puedo negar la existencia de la Ley o del Legislador, por­que es muy poco lo que conozco sobre Ella o sobre Él. Del mismo modo que mi negación o ignorancia de la existen­cia de un poder terreno no me servirá de nada, tampoco mi negación de Dios y de su Ley me liberará de su acción. Por otro lado, la humilde y silenciosa aceptación de la autori­dad divina hace más fácil el camino de la vida, al igual que la aceptación de un gobernante terreno facilita la vida ba­jo su régimen.

Percibo débilmente que, mientras todo a mi alrededor cambia de continuo e incluso muere, en todo este cambio subyace un Poder vivo que es inmutable, que lo mantiene todo unido, que crea, disuelve y re-crea. Ese Poder o Espí­ritu que da vida a todo es Dios. Y como ninguna otra cosa de las que veo únicamente a través de los sentidos puede persistir ni persistirá, sólo Dios es.

Y este Poder ¿es benigno o es maligno? Yo lo conside­ro exclusivamente benigno, pues puedo ver que en medio de la muerte persiste la vida; en medio de la mentira per­siste la verdad; en medio de la oscuridad persiste la luz. De ahí deduzco que Dios es Vida, Verdad, Luz. Dios es Amor. Es el sumo Bien.

Pero Dios no se limita a satisfacer el intelecto. Para ser Dios, tiene que reinar en el corazón y transformarlo. Dios tiene que expresarse incluso en el acto más pequeño del

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creyente. Y esto sólo es posible a través de una toma de conciencia concreta más real que la que los cinco sentidos puedan ofrecer jamás. Las percepciones de los sentidos pueden ser, y son a menudo, falsas y engañosas, por muy reales que puedan parecemos. Cuando se produce una to­ma de conciencia fuera de los sentidos, es infalible. Se de­muestra, no por una prueba extraña, sino en la transfor­mación de la conducta y el carácter de quienes han senti­do la presencia real de Dios dentro de sí.

Este testimonio se encuentra en las experiencias de una línea ininterrumpida de profetas y sabios en todos los países y climas. Rechazar esta evidencia es negarse a sí mismo.

Esta toma de conciencia está precedida por una fe ina­movible. Si alguien quiere tener en sí mismo la experien­cia de la presencia de Dios, sólo podrá lograrlo con una fe viva. Y, dado que la fe no se puede demostrar con pruebas extrañas, el proceso más seguro es creer en el gobierno moral del mundo y, por consiguiente, en la supremacía de la ley moral, la ley de la Verdad y del Amor. El ejercicio de la fe será más seguro cuando haya una clara determi­nación de rechazar sumariamente todo lo que es contrario a la Verdad y al Amor.

No puedo explicar la existencia del mal con ningún método racional. Si quisiera hacerlo, pretendería ser igual a Dios. Por eso soy lo bastante humilde para reconocer el mal como tal. Y afirmo que Dios es magnánimo y pacien­te precisamente porque permite el mal en el mundo. Sé que no hay mal en Él; y, sin embargo, si el mal existe, El es el autor del mal, aun cuando no esté afectado por él.

Sé que nunca conoceré a Dios si no lucho contra el mal, incluso a costa de mi vida. Esta creencia se ve forta-

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lecida por mi humilde y limitada experiencia. Cuanto más puro trato de ser, tanto más cerca me siento de Dios. ¡Y es­taré mucho más cerca cuando mi fe no sea una mera apo­logía, como hoy, sino que haya llegado a ser tan inamovi­ble como el Himalaya y tan blanca y brillante como la nie­ve de sus cumbres! Mientras tanto, invito a mi correspon­sal a orar con Newman, que cantó desde la experiencia:

«Guíame, Luz bondadosa, en medio de la oscuridad que me rodea;

guíame Tú. La noche es oscura y estoy lejos de mi hogar;

guíame Tú. Cuida mis pies, no pido ver muy lejos;

un paso es suficiente para mí».

- Young India, 11 de octubre de 1928

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3 Sólo Dios es

« ^

Dios es para mí Verdad y Amor. Dios es ética y moral. Dios es intrepidez. Dios es la fuente de la Luz y de la Vida y, sin embargo, está por encima y más allá de todo esto. Dios es conciencia. Dios es incluso el ateísmo de los ateos. Dios trasciende el lenguaje y la razón. Es un Dios personal para quienes necesitan su presencia personal. Dios toma cuerpo para quienes tienen necesidad de palparlo. Dios es la más pura esencialidad. Dios, simplemente, es para quienes tie­nen fe. Él es todo para todos. Dios está en nosotros, pero también por encima y más allá de nosotros. Podremos des­terrar la palabra «Dios» del Congreso, pero no tenemos po­der para desterrar Su realidad. Ciertamente, la conciencia no es más que una pobre y laboriosa paráfrasis de la senci­lla combinación de las cuatro letras que forman la palabra Dios. Él no puede dejar de ser Dios por el hecho de que se comentan en Su nombre inmoralidades abominables o bru­talidades inhumanas. Dios es magnánimo y paciente, pero también es terrible. Es el personaje más exigente de este mundo y del mundo venidero. Nos mide con la medida con que nosotros medimos a los demás -hombres y animales-. Con Él, la ignorancia no sirve de excusa. Y, con todo, Dios siempre perdona, porque siempre nos da la posibilidad de

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arrepentimos. Dios es el mayor demócrata que el mundo haya conocido, pues nos deja «sin trabas» para elegir entre el bien y el mal. Y es también el mayor tirano jamás cono­cido, porque con frecuencia nos quita la copa de los labios y, so capa de libre albedrío, nos deja un margen tan com­pletamente inadecuado que ello sólo le proporciona rego­cijo a costa nuestra. Por esta razón el hinduismo afirma que todo es un juego -Lila*- de Dios o una ilusión -Maya*-. Nosotros no somos, sólo Él es. Y si nosotros queremos ser, tenemos que cantar eternamente Su alabanza y hacer Su voluntad. Dancemos al son de Su bansi* -flauta-, y todo estará bien.

- Young India, 5 de marzo de 1925

Advaitismo y Dios

[En respuesta a las preguntas de un amigo, Gandhi escribió:]

Soy advaitista* y, sin embargo, puedo sostener el dvaitis-mo (dualismo). El mundo cambia continuamente y es, por lo tanto, irreal; no tiene existencia permanente. Ahora bien, aun cuando está cambiando constantemente, hay en él algo que persiste y, por consiguiente, hasta cierto punto es real. Por ello no pongo objeciones a quienes afirman que el mundo es real e irreal, ni al hecho de que, en con­secuencia, algunos digan que soy un anekantavadi* o un syadvadf. Ahora bien, mi syadvada* no es el syadvada de los letrados, sino que es exclusivamente mío. Pero no voy a debatir con ellos. Mi experiencia me permite afirmar que soy siempre veraz desde mi punto de vista, y que muchas veces estoy equivocado desde el punto de vista de mis crí-

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ticos sinceros. Yo sé que tanto ellos como yo tenemos ra­zón desde nuestros respectivos puntos de vista. Y este co­nocimiento me libra de atribuir prejuicios a mis adversarios o críticos. Los siete ciegos que hicieron siete descripciones diferentes del elefante tenían razón desde sus respectivos puntos de vista; cada uno de ellos estaba equivocado desde el punto de vista de los demás, y todos ellos tenían razón y a la vez estaban equivocados desde el punto de vista del hombre que conocía al elefante. Me complace sobremane­ra esta doctrina de la multiplicidad de la realidad. Esta doc­trina me ha enseñado a juzgar al musulmán desde su pun­to de vista, y al cristiano desde la perspectiva cristiana. Antes solía criticar la ignorancia de mis adversarios. Hoy puedo amarlos, porque he recibido el don de una mirada que me permite verme como me ven los demás, y vicever­sa. Quiero acoger a todo el mundo en el abrazo de mi amor. Mi anekantavada" es el resultado de las doctrinas gemelas del satyagraháh y de la no violencia.

Hablo de Dios exactamente como creo que El es. Y creo que es tanto creador como no creador. Este es tam­bién el resultado de mi aceptación de la doctrina de la mul­tiplicidad de la realidad. Desde la perspectiva de los jaina pruebo el aspecto no creador de Dios, y desde la de Ramanuja* el aspecto creador. De hecho, todos nosotros pensamos acerca de lo Impensable, describimos lo indescriptible, tratamos de conocer lo Desconocido, y por esta razón nuestro discurso fracasa, es inadecuado y, a me­nudo, incluso contradictorio. Por este motivo los Veda* describen a Brahmán* como «no esto», «no esto». Ahora bien, si Él o Ello es «no esto», El o Ello es. Si nosotros existimos, si nuestros padres y los padres de nuestros pa-

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dres han existido, entonces es apropiado creer en el Progenitor de toda la creación. Si Dios no existe, nosotros no estamos en ninguna parte. Y por esta razón todos noso­tros con una sola voz llamamos al único Dios de manera diferente, como Paramatma*, Ishwara*, Shiva*, Visnú*, Rama*, Alá*, Khuda*, Dada Hormazda*, Yahvé*, Dios y una infinita variedad de nombres. Dios es uno y, no obs­tante, muchos; Dios es menor que un átomo y mayor que el Himalaya. Dios está contenido incluso en una gota del océano y, sin embargo, ni siquiera los siete mares pueden abarcarlo. La razón no puede conocer a Dios, que está más allá de su alcance. Pero no hace falta que insista en esta idea. La fe es esencial en esta cuestión. Mi lógica puede formular y refutar innumerables hipótesis. Un ateo podría rebatir todos mis argumentos en un debate. Pero mi fe avanza mucho más deprisa que mi razón, hasta el punto de que puedo lanzar un desafío al mundo entero y decir: «Dios es, ha sido y será siempre».

No obstante, quienes quieran negar Su existencia pue­den hacerlo libremente. Dios es misericordioso y compa­sivo. Dios no es un rey terreno que necesite un ejército pa­ra obligarnos a aceptar Su dominio. Dios nos permite ser libres, y, sin embargo, Su compasión nos exige obediencia a Su voluntad. Pero si alguno de nosotros se niega a incli­narse ante Su voluntad, Él dice: «De acuerdo. Mi sol no brillará menos para ti, mis nubes no lloverán menos para ti. No necesito obligarte a aceptar mi señorío». Que el ig­norante discuta sobre la existencia de Dios. Como millo­nes de personas sabias, yo creo en Dios y nunca me he cansado de inclinarme ante Él y de cantar Su gloria.

- Young India, 21 de enero de 1926

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4 La Verdad es Dios

[En respuesta a una pregunta que le hicieron en un encuentro en Suiza, cuando regresaba de la Conferencia de la Mesa Redonda, Gandhi dijo:]

Me ha preguntado usted por qué considero que Dios es Verdad. Siendo muy joven, me enseñaron a repetir lo que en las Escrituras hindúes se conoce corno «los mil nom­bres de Dios». Pero estos mil nombres no son exhaustivos en modo alguno. Nosotros creemos -y yo pienso que es verdad- que Dios tiene tantos nombres como criaturas existen. Por eso también decimos que Él no tiene nombre. Y así como Dios tiene muchas formas, también considera­mos que no tiene forma alguna; y del mismo modo que Dios nos habla a través de muchas lenguas, también con­sideramos que no habla; y así sucesivamente. De hecho, cuando empecé a estudiar el islam*, descubrí que también el islam tiene muchos nombres para llamar a Dios. Con los que dicen «Dios es Amor», yo digo que Dios es Amor. Pero en lo más hondo de mi ser afirmo que, aunque Dios sea Amor, por encima de todo Dios es Verdad. Yo había llegado a la conclusión de que la descripción más plena de Dios que los seres humanos pueden alcanzar es: «Dios es Verdad». Pero hace dos años di un paso más y dije que la

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Verdad es Dios. Hay una sutil distinción entre ambas afir­maciones: «Dios es Verdad» y «La Verdad es Dios». Lle­gué a esta conclusión después de una búsqueda continua e incesante de la Verdad que empezó hace aproximadamen­te cincuenta años. Más tarde descubrí que lo que más nos acerca a la Verdad es el amor. Pero también comprendí que la palabra «amor» tiene muchos significados, y que el amor humano, entendido como pasión, puede convertirse en algo degradante. También percibí que el amor, entendi­do como no violencia, tenía pocos partidarios en el mun­do. Pero nunca descubrí un doble sentido en relación con la verdad, y ni siquiera los ateos ponen objeciones a la ne­cesidad del poder de la verdad. Sin embargo, en su pasión por descubrir la verdad, los ateos no dudan en negar la existencia misma de Dios -lo cual es una consecuencia ló­gica, desde su punto de vista-. Debido a este razonamien­to, comprendí que, en lugar de decir «Dios es Verdad», tengo que decir «La Verdad es Dios». Recuerdo que Char­les Bradlaugh se complacía en llamarse ateo, pero yo, que conocía algo de su personalidad, nunca habría afirmado que él era un ateo. Más bien lo habría llamado «hombre te­meroso de Dios», aun cuando sé que él habría rechazado mi pretensión. Se habría sonrojado si yo le hubiera dicho: «Señor Bradlaugh, usted es un hombre amante de la ver­dad, no un hombre temeroso de Dios». Y yo habría refuta­do automáticamente su crítica diciendo que la Verdad es Dios, del mismo modo que he rebatido las críticas de mu­chos jóvenes. A ello hay que añadir la gran dificultad que supone el hecho de que, en nombre de Dios, millones de personas hayan cometido atrocidades indescriptibles. También es cierto que con frecuencia los hombres de cien-

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cia cometen atrocidades en nombre de la verdad. Sé que en nombre de la verdad y de la ciencia se perpetran cruel­dades inhumanas con animales, cuando los hombres los viviseccionan. Así pues, hay una serie de dificultades en el camino, cualquiera que sea la descripción que se haga de Dios. Pero la mente humana es limitada, y tenemos que trabajar en medio de limitaciones cuando reflexionamos sobre un ser o una entidad que excede la capacidad de comprensión del ser humano.

Ahora bien, no podemos olvidar que, según la filosofía hindú, sólo Dios es, y no existe nada más. Y esta misma verdad se encuentra subrayada y ejemplificada en el kal-mcf del islam, que afirma claramente que sólo Dios es y que no existe nada más. De hecho, la palabra sánscrita tra­ducida por Verdad es Saf\ que significa, literalmente, «lo que existe». Por estas y otras muchas razones que puedo dar, he llegado a la conclusión de que la definición «la Verdad es Dios» es la que más me satisface. Y si queremos encontrar la Verdad como Dios, el único medio inevitable es el Amor, es decir, la no violencia. Y como creo que, en última instancia, los medios y el fin son términos inter­cambiables, no dudo en decir que Dios es Amor.

«Entonces, ¿qué es la Verdad?». Ésta es una pregunta difícil, pero yo me la he respon­

dido afirmando que es lo que nos dice la voz interior. Entonces -podríamos preguntar-, ¿cómo se explica que diferentes personas conciban verdades diferentes y hasta contrarias? Pues bien, si tenemos en cuenta que la mente humana opera a través de innumerables medios, y que la evolución de la mente humana no es la misma para todos, se sigue que aquello que puede ser verdad para uno puede

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ser mentira para otro; y por ello quienes han hecho estos experimentos han llegado a la conclusión de que hay cier­tas condiciones que se han de observar al hacer tales ex­perimentos. Del mismo modo que para realizar experi­mentos científicos hay que adquirir los conocimientos científicos indispensables, así también quien quiera estar cualificado para hacer experimentos en el ámbito espiri­tual tiene que someterse a una estricta disciplina prelimi­nar. Así pues, cada cual ha de percatarse de sus limitacio­nes antes de hablar de su Voz Interior. Por ello nosotros creemos, basándonos en la experiencia, que quienes em­prendan individualmente la búsqueda de la Verdad como Dios tienen que hacer varios votos como, por ejemplo, el voto de la verdad, el voto de brahmacharya* (pureza) -pues no resulta posible compartir el amor a la Verdad y a Dios con ninguna otra cosa-, el voto de no violencia, el de pobreza y el de no posesión. Quien no se imponga estos cinco votos, no podrá iniciar en modo alguno el experi­mento. Hay otras condiciones necesarias, pero no es pre­ciso que las exponga todas. Baste decir que quienes han hecho estos experimentos saben que no conviene que na­die afirme que escucha la voz de la conciencia. Y precisa­mente porque hoy todos apelan al derecho de conciencia sin pasar por ninguna disciplina, y se transmiten tantas mentiras a un mundo desconcertado, todo lo que puedo asegurar con absoluta humildad es que la verdad no puede encontrarla quien no tenga un abundante sentido de hu­mildad. Quien quiera nadar en el seno del océano de la Verdad tiene que reducirse a la nada. Ahora bien, en este fascinante camino no puedo avanzar más.

- Yoimg India. 31 de diciembre de 1931

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5 Dios es Amor

«^»

Los científicos nos dicen que sin la presencia de la fuerza de cohesión entre los átomos que forman nuestro mundo, éste se desharía en pedazos y nosotros dejaríamos de exis­tir; y del mismo modo que hay fuerza de cohesión en la materia ciega, así también tiene que haberla en todas las cosas animadas. Ahora bien, el nombre de esa fuerza de cohesión entre los seres animados es el Amor. Lo percibi­mos entre padre e hijo, entre hermano y hermana, entre dos amigos. Pero tenemos que aprender a usar esta fuerza en medio de todos los seres vivos; y en usarla consiste nuestro conocimiento de Dios. Donde hay amor, hay vida; el odio conduce a la destrucción.

- Young India, 5 de mayo de 1920

Aunque hay bastante repulsión en la Naturaleza, ésta vive gracias a la atracción. El amor mutuo hace posible que la Naturaleza subsista. El ser humano no vive por la destruc­ción. El amor a nosotros mismos nos obliga a respetar a los demás. Las naciones se asocian porque hay un respeto

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mutuo entre los individuos que las forman. Algún día ten­dremos que extender la ley nacional al universo, del mis­mo modo que hemos extendido la ley familiar para formar naciones -que constituyen una gran familia.

- Young India, 2 de marzo de 1922

He descubierto que la vida persiste en medio de la des­trucción; por consiguiente, tiene que haber una ley supe­rior a la de la destrucción. Sólo esta ley posibilita la exis­tencia de una sociedad bien ordenada y hace que la vida sea digna de ser vivida. Ahora bien, si ésta es la ley de la vida, tenemos que cumplirla en nuestra vida diaria. Allí donde haya un conflicto, allí donde nos encontremos fren­te a un adversario, tenemos que vencerlo con amor. De es­ta manera rudimentaria he puesto yo en práctica esta ley en mi vida. Lo cual no significa que haya resuelto todas mis dificultades. Pero sí he descubierto que esta ley del amor ha conseguido lo que nunca había alcanzado la ley de la destrucción.

- Young India, 1 de octubre de 1931

Creo que la suma total de la energía de la humanidad no tie­ne que abatirnos, sino elevarnos, y éste es el resultado del funcionamiento concreto, aunque inconsciente, de la ley del amor. El hecho de que la humanidad persista muestra que la fuerza de cohesión es mayor que la fuerza de repul­sión, que la fuerza centrípeta es mayor que la centrífuga.

- Young India, 12 de noviembre de 1931

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Si el amor o la no violencia no es la ley de nuestro ser [...], no podremos evitar un recrudecimiento periódico de la guerra, y cada guerra superará a la anterior en ferocidad.

- Young India, 26 de septiembre de 1936

Todos los maestros de la historia han predicado la ley [del amor o de la no violencia] con más o menos vigor. Si el amor no fuera la ley de la vida, ésta no habría persistido en medio de la muerte. La vida es un triunfo perpetuo so­bre la tumba. Si hay una distinción fundamental entre el hombre y el animal, es el reconocimiento progresivo, por parte del primero, de la mencionada ley y de su aplicación en la práctica a su vida personal. Todos los santos del mundo, antiguos y modernos, han sido, según sus respec­tivas luces y capacidad, un ejemplo vivo de esa ley supre­ma de nuestro ser. Es muy cierto que muchas veces pare­ce que el animal que hay en nosotros consigue triunfar fá­cilmente. No obstante, esto no refuta la ley, sino que muestra lo difícil que resulta ponerla en práctica. ¿Acaso podría ser de otra forma con una ley que es tan alta como la misma verdad? Cuando la práctica de la ley sea univer­sal, Dios reinará sobre la tierra como reina en el cielo. No es preciso recordar que la tierra y el cielo están en noso­tros. Conocemos la tierra, pero desconocemos el cielo que hay dentro de nosotros. Si se reconoce que algunas perso­nas pueden poner en práctica el amor, sería una arrogancia no admitir siquiera la posibilidad de que todos puedan po­nerlo en práctica. Algunos antepasados nuestros no muy lejanos fueron caníbales y ejercieron otras muchas prácti-

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cas que nosotros hoy calificaríamos de abominables. Es indudable que también en aquellos días hubo personas que, como Dick Sheppard, fueron objeto de burla y que posiblemente fueron castigadas públicamente por predicar la (para aquéllos) extraña doctrina de negarse a comer car­ne humana.

- Young India, 26 de septiembre de 1936

[De una carta privada (fechada el 1 de junio de 1942)] Dios no es un Poder que resida en las nubes. Dios es un Poder invisible que reside dentro de nosotros y está más próximo a nosotros que las uñas a la carne. Hay muchos poderes que están ocultos en nuestro interior, y los descu­brimos si nos esforzamos constantemente. Del mismo mo­do, podemos encontrar este Supremo Poder si buscamos diligentemente con la firme determinación de encontrarlo. Un camino para encontrarlo es el de la no violencia. Es tan necesario porque Dios está en todos y cada uno de noso­tros, y por eso tenemos que identificarnos con todos los seres humanos sin excepción. En el lenguaje científico, es­to se llama cohesión o atracción. En el lenguaje popular, se llama amor. El amor nos une entre nosotros y con Dios. La no violencia y el amor son una sola cosa.

- Harijan, 28 de marzo de 1953

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6 Dios es Verdad, Conocimiento

y Felicidad

La palabra Satya* (Verdad) se deriva de Sat*, que signifi­ca «ser». En realidad, nada es ni existe, excepto la Verdad. Por ello, Sat o Verdad es quizás el nombre más importan­te de Dios. De hecho, es más correcto decir que la Verdad es Dios que decir que Dios es Verdad. Ahora bien, así co­mo no podemos vivir sin un gobernante o un general, hay nombres de Dios, como «Rey de reyes» o «Todopodero­so», que se usan y se seguirán usando normalmente. Con todo, si lo pensamos más detenidamente, comprendere­mos que Sat o Satya es el único nombre correcto y plena­mente significativo de Dios.

Y donde hay Verdad también hay un conocimiento que es verdadero. Donde no hay Verdad no puede haber cono­cimiento verdadero. Por esta razón la palabra Chit* o Cono­cimiento se asocia al nombre de Dios. Y donde hay verda­dero Conocimiento hay siempre Felicidad (Ananda*) y no cabe el dolor. Y del mismo modo que la Verdad es eterna, también lo es la Felicidad que se deriva de ella. Por eso co­nocemos a Dios como Sat-Chit-Ananda, Aquel que auna en Sí mismo la Verdad, el Conocimiento y la Felicidad.

La entrega a esta Verdad es la única justificación de nuestra existencia. Todas nuestras actividades tienen que

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estar centradas en la Verdad. La Verdad tiene que ser el aliento mismo de nuestra vida. Una vez que se alcanza es­te estado en el avance del peregrino, todas las demás nor­mas de la vida buena vendrán sin esfuerzo, y la obedien­cia a ellas será instintiva. Pero sin la Verdad sería imposi­ble observar ningún principio o norma en la vida.

En términos generales, se entiende que la observancia de la ley de la Verdad significa únicamente que tenemos que decir la verdad. Pero en el ashram* tenemos que en­tender la palabra Satya o Verdad en un sentido mucho más amplio. Tiene que haber Verdad en el pensamiento, Verdad en la palabra y Verdad en la acción. A la persona que ha comprendido esta Verdad en su plenitud ya no le queda na­da más por conocer, porque en ella está necesariamente in­cluido todo conocimiento. Lo que no está incluido en ella no es Verdad y, por tanto, no es verdadero conocimiento; y no puede haber paz interior sin verdadero conocimiento. Si aprendemos cómo aplicar este test de la Verdad que nunca falla, seremos de inmediato capaces de descubrir lo que merece la pena hacer, lo que merece la pena ver, lo que merece la pena leer.

Ahora bien, ¿cómo se puede comprender esta Verdad que es comparable con la piedra filosofal o con la vaca de la abundancia? Por medio de la devoción sincera (abhya-sa*) y la indiferencia respecto de todos los demás intere­ses de la vida (vairagya*), responde el Bhagavad Gita*. No obstante, a pesar de esa devoción, a menudo lo que pa­ra una persona puede parecer verdad parece mentira para otra. Mas quien busca no tiene que preocuparse por ello. Donde se da un esfuerzo honesto, se comprenderá que las que parecen ser verdades diferentes son como las innume-

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rabies -y al parecer diferentes- hojas del mismo árbol. ¿Acaso Dios mismo no se presenta a diferentes personas bajo diferentes aspectos? Y, sin embargo, sabemos que El es uno. La Verdad es la correcta designación de Dios. Por eso no tiene nada de malo que cada cual siga la Verdad se­gún Dios le dé a entender. De hecho, éste es el deber de to­do ser humano. Cuando se sigue de este modo la Verdad, todos los errores que se puedan cometer se corrigen auto­máticamente. Pues la búsqueda de la Verdad exige el ta­pas* -el sufrimiento aceptado voluntariamente, a veces hasta la muerte-. En ella no puede haber lugar ni siquiera para el menor asomo de interés personal. En tal búsqueda desinteresada de la Verdad nadie puede extraviarse duran­te mucho tiempo. En cuanto se equivoca de camino, tro­pieza, y de ese modo es dirigido de nuevo al recto ca­mino. Por eso la búsqueda de la Verdad es la verdadera bhakti* (devoción). Es el camino que lleva a Dios, y en Él no hay lugar para la cobardía ni para la derrota. Es el ta­lismán por el que la misma muerte se convierte en la puer­ta de entrada a la vida eterna.

A este respecto sería bueno considerar las vidas y los ejemplos de Harishchandra*, Prahlad*, Ramachandra*, el imán Hasan* y el imán Husain*, los santos cristianos, et­cétera. ¡Qué hermoso sería que todos nosotros, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, nos entregáramos por ente­ro a la Verdad en todo cuanto hacemos mientras estamos despiertos, ya sea trabajar, comer, beber o jugar, hasta que la disolución del cuerpo nos haga uno con la Verdad! Dios como Verdad ha sido para mí un tesoro inestimable. Ojalá lo sea también para todos y cada uno de vosotros.

- From Yeravda Mandir (1945), cap. 1

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7 Dios y la naturaleza

<^>

Nosotros no conocemos todas las leyes de Dios ni su fun­cionamiento. El conocimiento del científico más eminen­te o del maestro espiritual más importante es como una partícula de polvo. Dios no es para mí un ser personal co­mo mi padre terreno, sino que es infinitamente más. Él go­bierna mi vida hasta en los detalles más minúsculos. Creo literalmente que ni una sola hoja se mueve sin que Él lo quiera. No podría respirar ni una sola vez más si Él no lo permitiera.

- Harijan, 16 de febrero de 1934

Él y su Ley son una sola cosa. La ley es Dios. Todo cuan­to se atribuye a Él no es un mero atributo. Él es el atribu­to. Él es Verdad, Amor y Ley y un millón de cosas más que la inteligencia humana podría nombrar.

- Harijan, 16 de febrero de 1934

Las leyes de la Naturaleza son inmutables, invariables, y no hay milagros -entendidos como transgresiones o inte-

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rrupciones de las leyes de la Naturaleza-. Pero nosotros, seres limitados, imaginamos toda clase de cosas e imputa­mos nuestras limitaciones a Dios. Nosotros podemos imi­tar a Dios, pero Él no puede imitarnos. Nosotros no pode­mos dividir el Tiempo de Dios. El tiempo es para Él eter­nidad. Para nosotros hay pasado, presente y futuro. ¿Y qué es una vida humana de cien años sino una simple mota en la eternidad del Tiempo?

- Harijan, 17 de abril de 1937

Dios no se ha reservado el derecho a revisar Sus leyes y, por otro lado, no tiene necesidad alguna de revisarlas. Dios es omnipotente y omnisciente. Él conoce al mismo tiempo y sin ningún esfuerzo el pasado, el presente y el fu­turo. Por consiguiente, no tiene nada que reconsiderar, na­da que revisar, nada que alterar y nada que corregir.

- Young India, 25 de noviembre de 1926

Nuestra existencia terrena es más frágil que los brazaletes de cristal que llevan las mujeres. Es posible conservar los brazaletes de cristal durante miles de años si se guardan en un arca y no se permite que nadie los toque. Pero esta exis­tencia terrena es tan mudable que puede ser destruida en un abrir y cerrar de ojos. Por lo tanto, mientras sigamos con vi­da, liberémonos de las distinciones entre lo superior y lo in­ferior, purifiquemos nuestros corazones y dispongámonos a encontrarnos cara a cara con nuestro Hacedor si nos sor­prende un terremoto, alguna calamidad natural o la muerte.

- Harijan, 2 de febrero de 1934

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Comparto con todo el mundo -civilizado y no civilizado-la creencia según la cual las calamidades (como, por ejem­plo, el terremoto de Bihar de 1934) golpean a la humani­dad como castigo por sus pecados. Cuando esta convic­ción viene del corazón, las personas oran, se arrepienten y se purifican. [...] Mi conocimiento de los designios de Dios es limitado. Tales calamidades no son un mero ca­pricho de la Divinidad o de la Naturaleza. Obedecen a le­yes inmutables, del mismo modo que los planetas se des­plazan obedeciendo a las leyes que gobiernan su movi­miento. Ahora bien, nosotros no conocemos las leyes que gobiernan esos acontecimientos, y por eso los llamamos calamidades o perturbaciones.

- Harijan, 2 de febrero de 1934

Detrás de cada calamidad hay un designio divino. Es muy posible que la ciencia perfecta pueda un día predecir de antemano cuándo van a tener lugar los terremotos, del mismo modo que hoy predice los eclipses. Ello constitui­rá otro triunfo de la mente humana. Pero tales triunfos, aun cuando se multipliquen indefinidamente, no pueden producir ninguna purificación de uno mismo, sin la cual nada tiene ningún valor.

- Harijan, 8 de junio de 1935

Pido a quienes aprecian la necesidad de la purificación in­terior que se unan en la oración para que podamos inter­pretar el propósito de Dios en tales acontecimientos, para que éstos nos hagan humildes y nos preparen para el en-

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cuentro con nuestro Hacedor cuando nos llame, y para que siempre estemos dispuestos a compartir los sufrimientos de nuestro prójimo, quienquiera que sea.

- Harijan, 8 de junio de 1935

Tal vez no resulte agradable oír que Dios permite el mal en este mundo. Pero si El es considerado responsable del bien, se sigue que también tiene que ser responsable del mal. ¿Acaso no permitió Dios a Ravana* exhibir una fuer­za sin igual? Quizá la causa raíz de la perplejidad brote de la falta de comprensión real de lo que Dios es. Dios no es una persona. Dios trasciende toda descripción. Es el Le­gislador, la Ley y el Ejecutor. Ningún ser humano puede arrogarse estos poderes. Si lo hiciera, sería considerado un dictador puro y duro.

- Harijan, 24 de febrero de 1946

En un sentido estrictamente científico, Dios está en la ba­se del bien y del mal. El dirige el puñal del asesino lo mis­mo que el bisturí del cirujano. Ahora bien, por razones hu­manas, decimos que el bien y el mal son distintos e in­compatibles entre sí, como Dios y Satanás, y que sus sím­bolos son las tinieblas y la luz.

- Harijan, 20 de febrero de 1937

No veo a Dios como una persona. Para mí la Verdad es Dios, y la Ley de Dios y Dios no son cosas o hechos dife­rentes -en el sentido en que lo son un rey terrenal y su

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ley-. Porque Dios es una Idea; El mismo es la Ley. Por consiguiente, es imposible concebir la idea de que Dios transgrede la Ley. El no gobierna nuestras acciones y se retira. Cuando decimos que El gobierna nuestras acciones, simplemente estamos usando el lenguaje humano y tratan­do de limitar a Dios. Por lo demás, Él y su Ley moran en todas partes y lo gobiernan todo. Así pues, no pienso que El responda con todo detalle a todas nuestras peticiones, pero es indudable que gobierna nuestra acción, y yo creo literalmente que ni una brizna de hierba crece o se mueve sin que El lo quiera. El libre albedrío de que disfrutamos es menor que el de un pasajero en la cubierta de un barco atestada de gente.

«¿Experimenta usted un sentido de libertad en su co­munión con Dios?».

Sí. No me siento apretujado como lo estaría en un bar­co repleto de pasajeros. Aunque sé que mi libertad es me­nor que la de uno de esos pasajeros, aprecio esa libertad, porque he asimilado por completo la enseñanza central del Gita*, según la cual la persona es autora de su propio des­tino, es decir, tiene la libertad de elegir la manera de usar tal libertad. Pero no controla los resultados. En el momen­to en que piensa que lo hace, fracasa.

- Harijan, 23 de marzo de 1940

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8 Dios como Daridranarayana*

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Daridranarayana es uno de los millones de nombres que la humanidad emplea para llamar a Dios -que es innom­brable e insondable para el conocimiento humano- y sig­nifica Dios de los pobres, Dios que se aparece en los co­razones de los pobres.

- Young India, 4 de abril de 1929

Para los pobres lo económico es lo espiritual. No se pue­de hacer ningún otro llamamiento a los millones de indi­gentes que pasan hambre. Caería sobre ellos como un ja­rro de agua fría. Pero si una persona les da comida, verán en ella a su dios. Son incapaces de pensar de otra manera.

- Young India, 5 de mayo de 1927

He tocado con mis propias manos la suciedad incrustada en sus harapos. No tiene sentido hablarles del progreso moderno. Es un insulto tomar el nombre de Dios en vano ante ellos. Sin embargo, a ti y a mí nos llamarán amigos si les hablamos de Dios. Pues el Dios al que conocen, si es

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que tienen conocimiento de él, es un Dios de terror, de venganza, un tirano inmisericorde.

- Young India, 15 de septiembre de 1927

No me atrevo a presentarles el mensaje de Dios. Da igual anunciar el mensaje de Dios a un perro que a esos millo­nes de hambrientos que no tienen brillo en sus ojos y cu­yo único Dios es el pan que ansian. El único modo de lle­varles un mensaje de Dios es ofrecerles el mensaje del tra­bajo, que para ellos es sagrado. Es muy fácil hablar de Dios mientras estamos aquí cómodamente sentados, des­pués de un buen desayuno y sabiendo que nos aguarda una buena comida. Pero ¿cómo puedo hablar de Dios a millo­nes de personas que ni siquiera comen dos veces al día?

- Young India, 15 de octubre de 1931

Afirmo que conozco a millones de indios hambrientos. Estoy con ellos todas las horas del día. Ellos son mi pri­mera y última preocupación, porque el único Dios al que reconozco es el que se encuentra en los corazones de esos millones sin voz. Ellos no reconocen Su presencia, pero yo sí. Y adoro al Dios que es Verdad, o a la Verdad que es Dios, a través del servicio a ellos.

- Young India, 11 de marzo de 1939

Pienso que todos somos ladrones en cierto sentido. Si me apropio de algo que no necesito para usarlo de inmediato, y lo retengo, estoy robándoselo a alguien. Me atrevo a su-

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gerir que hay una ley fundamental de la Naturaleza que no tiene excepción, a saber: que la Naturaleza produce lo su­ficiente para nuestras necesidades de cada día y que, si ca­da cual se conformara con lo que necesita, y nada más, no habría pobreza, y nadie moriría de hambre en este mundo.

- Mahatma Gandhi (1918), p. 189

En la India hay muchos millones de personas que tienen que conformarse con una comida al día, que consiste en un chapad* sin grasa y una pizca de sal. Ni vosotros ni yo te­nemos derecho a nada de lo que poseemos mientras esos millones de seres humanos no estén vestidos y mejor ali­mentados. Vosotros y yo deberíamos conocer mejor nues­tras necesidades, reducirlas e incluso estar dispuestos a pa­sar hambre voluntariamente para que ellos pudieran cui­darse, alimentarse y vestirse.

- Mahatma Gandhi (1918), p. 189

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9 La voz de Dios

«&

Cuando afirmo que he escuchado la voz de Dios, no estoy diciendo nada nuevo. Lamentablemente, sólo conozco una manera de demostrar esta afirmación: a través de los re­sultados. Dios dejará de ser Dios si permite que Sus cria­turas lo conviertan en un objeto de demostración. Mas Él da a Su esclavo voluntario el poder de pasar las pruebas más difíciles. He sido un esclavo voluntario del Amo más exigente durante más de medio siglo. La voz de Dios se ha hecho cada vez más audible, a medida que los años han ido pasando. Dios nunca me ha abandonado, ni siquiera en los momentos más oscuros. Dios me ha salvado muchas veces de mí mismo y no me ha dejado ni una pizca de in­dependencia. Cuanto mayor ha sido mi entrega a Dios, tanto mayor ha sido mi alegría.

- Harijan, 6 de mayo de 1933

Por lo que yo sé, nadie ha puesto en tela de juicio la posi­bilidad de que la Voz Interior hable a algunas personas, y es beneficioso para el mundo que se pueda sostener real­mente la afirmación de una persona que dice hablar bajo

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la autoridad de la Voz Interior. Muchos hombres lo afir­man, pero no todos son capaces de justificarlo. No obs­tante, esa afirmación no puede ni debe ser suprimida para evitar las falsas pretensiones de algunos. No hay ningún peligro en el hecho de que muchas personas puedan hablar realmente en nombre de la Voz Interior. Lamentablemente, no hay ningún remedio contra la hipocresía. La virtud no debe ser suprimida porque muchos finjan ser virtuosos. En el mundo ha habido siempre seres humanos que han afir­mado que hablaban en nombre de la Voz Interior. Y sus efímeras actividades no han hecho ningún daño al mundo. Antes de ser capaces de escuchar esa Voz, hay que pasar por un largo y muy severo proceso de aprendizaje, y cuan­do es la Voz Interior la que habla, es inconfundible. Al mundo no se le puede engañar siempre con éxito. Así pues, no hay peligro de que se establezca la anarquía por el hecho de que un hombre humilde como yo no sea eli­minado y se atreva a invocar la autoridad de la Voz Interior, cuando cree que la ha escuchado.

- Harijan, 18 de marzo de 1933

Para mí la Voz de Dios, de la Conciencia, de la Verdad, la Voz Interior o «la silenciosa y suave Voz» significan una misma y única cosa. No he visto ninguna forma. Y nunca lo he intentado, pues siempre he creído que Dios no tiene forma alguna. Pero una vez oí algo así como una Voz leja­na y, sin embargo, bastante cercana. Era tan inconfundible como una voz humana; me hablaba claramente y era irre­sistible. En el momento en que escuché la Voz no estaba soñando. La escucha de la Voz estuvo precedida por una

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terrible lucha dentro de mí. De pronto la Voz me habló. Escuché, me cercioré de que era la Voz, y la lucha cesó. Me quedé tranquilo. Y tomé la determinación de ayunar periódicamente en recuerdo de aquel día y de aquella ho­ra. La alegría me invadió. Sucedió entre las 11 y las 12 de la noche. Me sentí renovado y empecé a escribir acerca de esta experiencia la nota que el lector ha debido ver.

- Harijan, 8 de julio de 1933

Me han preguntado si podría aportar alguna prueba de que aquello que escuché era realmente la Voz y no un eco de mi imaginación desbordada. No tengo ninguna prueba más para convencer al escéptico, que es libre de pensar que todo ello fue un autoengaño o alucinación. Quizá fue así. No puedo demostrar lo contrario. Pero sí puedo decir que ni siquiera el veredicto unánime de todo el mundo contra mí podría apartarme de la creencia según la cual lo que oí fue la verdadera Voz de Dios.

- Harijan, 8 de julio de 1933

Ahora bien, algunos piensan que Dios mismo es una crea­ción de nuestra imaginación. Si esta visión es correcta, en­tonces nada es real, todo es producto de nuestra imagina­ción; y mientras mi imaginación me domine, sólo puedo actuar bajo su hechizo. Las cosas más reales son sólo re­lativamente reales. Sin embargo, para mí la Voz es más re­al que mi propia existencia. Nunca me ha fallado a mí ni a ninguna otra persona.

- Harijan, 8 de julio de 1933

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Y quien lo desee puede escuchar la Voz. Ella está dentro de cada persona. Pero, como todo lo demás, requiere una preparación previa y determinada.

- Harijan, 8 de julio de 1933

No sufro ninguna alucinación. He afirmado una sencilla verdad científica, que debe ser probada por todas aquellas personas que tienen voluntad y paciencia para adquirir las competencias necesarias, increíblemente sencillas de comprender y suficientemente fáciles de adquirir cuando hay determinación. Lo único que puedo decir es lo si­guiente: «Tenéis que creer en vosotros mismos. Tenéis que tratar de escuchar la Voz Interior; y si no os gusta la ex­presión "Voz Interior", podéis usar la expresión "dictados de la razón", a la que tendríais que obedecer; y si no que­réis hacer alarde de Dios, no me cabe duda de que haréis alarde de alguna otra cosa que finalmente se demostrará que es Dios, pues afortunadamente no hay nadie más, no hay nada más que Dios en este universo». Desearía tam­bién sugerir que no todos los que pretenden actuar apre­miados por la Voz Interior son inspirados por ella. Después de todo, como sucede con todas las demás facul­tades, esta facultad de escuchar la silenciosa y suave Voz Interior exige un esfuerzo y un adiestramiento previos, quizá mucho mayores que los que se requieren para la ad­quisición de cualquier otra facultad; y aun cuando entre los miles de personas que afirman escuchar esa Voz, sólo unas pocas consigan demostrar su afirmación, merece re­almente la pena correr el riesgo de que haya algunas que afirmen falsamente que actúan bajo la inspiración divina o

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los impulsos de la Voz Interior sin que ello sea cierto. A éstas les irá peor que a quienes afirman falsamente que ac­túan bajo la autoridad de un soberano terreno. Éstos, cuan­do sean atacados, escaparán con algún daño físico, pero en el caso de aquéllas tanto el cuerpo como el alma podrían perecer juntos. Algunos críticos benévolos no me ven co­mo impostor, pero sugieren que es muy probable que yo actúe bajo el efecto de alguna alucinación. Aunque así fue­ra, para mí el resultado no sería muy diferente del que se obtendría si mi pretensión fuera falsa. Un humilde busca­dor -y esto es lo que yo creo ser- necesita ser sobremane­ra cauto y, para preservar el equilibrio de la mente, tiene que reducirse a la nada antes de que Dios pueda guiarlo. Ahora bien, en este camino no puedo avanzar más.

- The Bombay Chronicle, 18 de noviembre de 1933

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10 Experiencia de Dios

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La Verdad es para mí el principio soberano que incluye otros muchos principios. Esta Verdad no es sólo la veraci­dad de palabra, sino también la de pensamiento; ni es só­lo la verdad relativa de nuestra concepción, sino la Verdad Absoluta, el Principio Eterno, que es Dios. Hay innume­rables definiciones de Dios, porque Sus manifestaciones son igualmente innumerables. Ellas me hacen sobrecoger­me de asombro y reverencia, y por un momento me dejan perplejo. Pero yo adoro a Dios sólo como Verdad. Todavía no lo he encontrado, pero lo estoy buscando, y estoy dis­puesto a sacrificar las cosas que más quiero con el fin de continuar esta búsqueda. Incluso si el sacrificio exigiera mi propia vida, espero estar dispuesto a entregarla. Pero como aún no he experimentado esta Verdad Absoluta, ten­go que apoyarme en la verdad relativa tal como la he con­cebido. Mientras tanto, esa verdad relativa tiene que ser mi faro, mi escudo y mi protección. Aun cuando este camino es recto, estrecho y afilado como el filo de una navaja, pa­ra mí ha sido el más rápido y fácil. Incluso mis errores, enormes como el Himalaya, me han parecido insignifican­tes, porque nunca me he desviado de ese camino, el cual

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me ha salvado de la amargura, y he podido avanzar por él orientado por mi luz. Muchas veces he vislumbrado en mi caminar leves destellos de la Verdad Absoluta, que es Dios, y todos los días crece en mí la convicción de que só­lo Él es real, y todo lo demás irreal.

-Autobiography (1948), pp. 6-7

Al mismo tiempo, ha ido creciendo en mí el convenci­miento de que todo lo que es posible para mí es también posible incluso para un niño, y tengo razones de peso pa­ra afirmarlo. Los instrumentos para buscar la Verdad tie­nen tanto de simples como de difíciles. Pueden parecer imposibles para una persona arrogante y, a la vez, perfec­tamente posibles para un niño inocente. Quienes buscan la Verdad tienen que ser más humildes que el polvo. El mun­do aplasta el polvo bajo sus pies, pero los buscadores de la Verdad tienen que humillarse tanto que hasta el polvo pue­da aplastarlos. Sólo entonces, y únicamente a partir de en­tonces, obtendrán un atisbo de la Verdad.

-Autobiography (1948), p. 7

Esta creencia en Dios tiene que basarse en la fe que tras­ciende la razón. De hecho, incluso la llamada visión de Dios tiene en su base un elemento de fe sin el cual no pue­de sostenerse. Tiene que ser así por la misma naturaleza de las cosas. ¿Quién puede traspasar los límites de su propio ser? Estoy convencido de que la clara y completa visión de Dios es imposible en esta vida encarnada. Tampoco es ne­cesaria. Una fe viva e inamovible es todo lo que se exige

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para alcanzar la mayor altura espiritual que pueden lograr los seres humanos. Dios no está fuera de nuestra condición terrena. Por tanto, la prueba exterior no sirve de mucho, si es que tiene alguna utilidad. Tenemos incluso que dejar de percibir a Dios a través de los sentidos, porque Dios está más allá de ellos. Podemos sentir a Dios, si lo deseamos, pero tenemos que prescindir de los sentidos. Dentro de no­sotros suena incesantemente la música divina, pero los rui­dosos sentidos ahogan la delicada música, que es diferen­te e infinitamente superior a todo cuanto podemos percibir o escuchar con nuestros sentidos.

- Harijan, 13 de junio de 1936

He visto y creo que Dios nunca se nos aparece en perso­na, sino en la acción, que es lo único que puede explicar nuestra liberación en el momento más difícil.

- Harijan, 10 de diciembre de 1938

Mi experiencia constante me ha llevado al convencimien­to de que no hay más Dios que la Verdad. [...] Los peque­ños y fugaces vislumbres [...] que he podido tener de la Verdad apenas pueden dar una idea del indescriptible es­plendor de la Verdad, que es un millón de veces más in­tenso que el del sol que vemos cada día con nuestros ojos. De hecho, lo que he percibido no es sino un débilísimo atisbo de ese poderoso resplandor. Pero puedo decir con seguridad, como resultado de todos mis experimentos, que una visión perfecta de la Verdad sólo puede ser conse­cuencia de una realización completa de la no violencia.

- Young India, 7 de febrero de 1929

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No tengo una revelación especial de la voluntad de Dios. Creo firmemente que Dios se revela diariamente a todos los seres humanos, aunque cerramos nuestros oídos a esa silenciosa y suave Voz. Cerramos nuestros ojos para no ver la Columna de Fuego que está delante de nosotros. Ahora bien, yo experimento Su omnipresencia.

- Young India, 25 de mayo de 1921

El fin último de la humanidad es la visión de Dios, y todas nuestras actividades -políticas, sociales y religiosas- tie­nen que estar guiadas por el fin último de la visión de Dios. El servicio inmediato a todos los seres humanos se convierte en una parte necesaria de este esfuerzo, sencilla­mente porque la única manera de encontrar a Dios es ver a Dios en Su creación y ser uno con Él. Y esto sólo puede hacerse sirviendo a todos. Soy una parte integrante del to­do, y no puedo encontrar a Dios separado del resto de la humanidad. Mis compatriotas son mis vecinos más próxi­mos. Se han vuelto tan desvalidos, tan carentes de recur­sos, tan inertes, que tengo que concentrarme en servirles. Si llegara a persuadirme de que tengo que encontrar a Dios en una cueva del Himalaya, iría allí inmediatamente. Pero sé que no puedo encontrar a Dios si no es a través de la humanidad.

- Harijan, 29 de agosto de 1936

La impenetrable oscuridad que nos rodea no es una mal­dición, sino una bendición. Dios nos ha hecho capaces de ver qué paso tenemos que dar, y bastará con que la Luz

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Celestial nos revele ese paso. Entonces podremos cantar con el cardenal Newman: «Un paso es suficiente para mí». Y gracias a nuestra experiencia del pasado podemos tener la seguridad de que el paso siguiente siempre estará a la vista. En otras palabras, la impenetrable oscuridad no es tan impenetrable como imaginamos. Pero lo parece cuan­do, por nuestra impaciencia, queremos ver más allá del si­guiente paso.

- Harijan, 20 de abril de 1934

Estoy más seguro de la existencia de Dios que del hecho de que tú y yo estamos sentados en esta habitación. Y pue­do atestiguar también que soy capaz de vivir sin aire y sin agua, pero no sin Él. Podrías arrancarme los ojos, pero ello no me causaría la muerte. Podrías cortarme la nariz, pero ello no me causaría la muerte. Pero si destruyes mi fe en Dios, moriré sin remedio. Podrás pensar que esto es una superstición, pero yo confieso que es la superstición a la que me aferró, del mismo modo que en mi infancia solía pronunciar el nombre de Rama* cuando había alguna cau­sa de peligro o de alarma. Esto fue lo que me enseñó una anciana nodriza en mi infancia.

- Harijan, 14 de mayo de 1938

Dios es el capataz más severo que he conocido jamás en este mundo, y nos pone a prueba una y otra vez. Y cuando descubrimos que nuestra fe se debilita o que nuestro cuer­po flaquea y nos hundimos, Dios viene a ayudarnos de al-

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gún modo y nos demuestra que no tenemos que perder nuestra fe y que Él está siempre a nuestra disposición, pe­ro a Su manera, no a la nuestra. Esto es lo que he descu­bierto. En verdad, no puedo recordar ni un solo caso en que, en el último momento, Él me haya abandonado.

- Speeches and Writings of Mahatma Gandhi (1933), p. 1069

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11 El camino de la no violencia

El camino de la Verdad es tan estrecho como directo. Lo mismo sucede con el de la no violencia. Es como mante­nerse en equilibrio en el filo de una espada. Gracias a la concentración, el acróbata puede caminar sobre la cuerda floja. Pero la concentración exigida para avanzar por el ca­mino de la Verdad y la no violencia es mucho mayor. La menor falta de atención nos hace caer por tierra. Sólo po­demos tener experiencia de la Verdad y de la no violencia si nos esforzamos incesantemente. [...]

La no violencia no es tan ruda como la han presenta­do. Es indudable que no herir a ningún ser vivo es una par­te de la no violencia, pero es sólo su expresión menos im­portante. Cualquier pensamiento perverso, la prisa excesi­va, la mentira, el odio o el simple hecho de desear mal a alguien significa transgredir el principio de la no violen­cia. También lo transgredimos cuando retenemos para no­sotros lo que el mundo necesita. Ahora bien, el mundo ne­cesita incluso lo que comemos cada día. En el lugar que ocupamos hay millones de microorganismos a los que per­tenece ese lugar y que sufren daño por nuestra presencia. Entonces, ¿qué hemos de hacer? ¿Tenemos que suicidar­nos? Ni siquiera eso sería una solución, puesto que cree­mos que, mientras el espíritu está unido a la carne, cada

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vez que el cuerpo es destruido, el espíritu se teje un cuer­po nuevo. El cuerpo sólo dejará de existir cuando no ten­gamos ningún apego a él. Esta liberación de todo apego es la experiencia de Dios como Verdad. Esta experiencia no se puede tener de un modo precipitado. El cuerpo no nos pertenece. Mientras dure, tenemos que servirnos de él co­mo algo que se nos ha confiado y de lo que somos res­ponsables. Si tratamos de este modo lo que pertenece a la carne, podemos esperar liberarnos un día del peso del cuerpo. Si comprendemos las limitaciones a que está suje­ta la carne, tenemos que esforzarnos diariamente por al­canzar ese ideal con todas nuestras fuerzas.

Quizás ahora resulte claro, gracias a lo que acabamos de decir, que sin la no violencia no es posible buscar y en­contrar la Verdad.

La no violencia y la Verdad están tan estrechamente unidas que es prácticamente imposible desunirlas y sepa­rarlas. Son como las dos caras de una misma moneda o, mejor aún, como un disco metálico aún no acuñado: toda­vía no se puede decir cuál de los dos lados será el anverso y cuál el reverso. Del mismo modo, la no violencia es só­lo un medio; el fin es la Verdad. Para que los medios sigan siendo medios tienen que estar siempre a nuestro alcance. Por eso la no violencia es nuestro deber supremo. Si cui­damos los medios, antes o después alcanzaremos el fin. Una vez comprendido este punto, la victoria final es in­cuestionable. Cualesquiera que sean las dificultades con que nos encontremos o los aparentes reveses que soporte­mos, no podremos renunciar a la búsqueda de la Verdad, la cual es única, porque se identifica con el mismo Dios.

- From Yeravda Mandir, cap. 2

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La no violencia es una fuerza activa del orden más eleva­do. Es la fuerza del alma o el poder de la Divinidad den­tro de nosotros. El ser humano imperfecto no puede cap­tar la totalidad de esa esencia -pues no puede soportar to­do su resplandor-; pero una sola fracción infinitesimal de ella, cuando llega a actuar dentro de nosotros, puede hacer milagros. El sol que brilla en el cielo llena todo el univer­so con su calor vivificante. Pero si alguien se acercara de­masiado a él, quedaría reducido a cenizas. Lo mismo su­cede con la Divinidad. Nos hacemos semejantes a Dios en la medida en que vivimos la no violencia; pero nunca po­dremos llegar a ser del todo iguales a Dios. La acción de la no violencia es como la del radio: una cantidad infinite­simal de radio introducida en un tejido maligno actúa con­tinuamente, en silencio y sin cesar, hasta que transforma toda la masa del tejido enfermo en tejido sano. Del mismo modo, un poco de verdadera no violencia actúa de un mo­do silencioso, sutil e invisible y fermenta toda la sociedad.

- Harijan, 12 de noviembre de 1938

La verdad sin humildad sería una caricatura arrogante. Quien pretende practicar la verdad sabe cuan difícil resul­ta. El mundo podría aplaudir los supuestos triunfos de esa persona, porque apenas conoce sus fallos. Una persona ve­raz es disciplinada. Y tiene que ser humilde. Quien desea amar a todo el mundo, incluso a quienes se consideran sus enemigos, sabe hasta qué punto es imposible conseguirlo sólo con las propias fuerzas. Tiene que hacerse como el polvo antes de poder comprender los elementos de la no violencia. No es nada si cada día no crece en humildad al

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mismo tiempo que crece en amor. [...] Nadie puede ver a Dios cara a cara si no ha reducido a la nada el yo que hay en él. Quien quiera ver a Dios tiene que anonadarse. En es­te universo tempestuoso, ¿quién se atreverá a decir: «He vencido»? Nosotros nunca triunfamos; es Dios quien triunfa en nosotros. [...] Lo que vale en el mundo material, es válido también en el mundo espiritual. Si, para ganar una batalla mundana, Europa sacrificó varios millones de vidas en la última guerra, que fue un acontecimiento tran­sitorio, ¿qué tiene de asombroso que en la batalla espiri­tual tengan que perecer millones de personas en el intento de dejar al mundo un ejemplo consumado?

- Young india, 25 de junio de 1925

La no violencia es la fuerza suprema a de que dispone la humanidad. Es más poderosa que el arma de destrucción más potente concebida por la inteligencia humana. La des­trucción no es la ley de los humanos. El ser humano sólo vive libremente si está dispuesto a morir, si es preciso, a manos de su hermano, sin cometer nunca un asesinato. Todo asesinato o cualquier otro daño perpetrado o infligi­do contra otro es, cualquiera que sea su causa, un crimen contra la humanidad.

- Harijan, 20 de julio de 1935

Las virtudes de la misericordia, la no violencia, el amor y la verdad en cualquier persona sólo se pueden poner a prueba realmente cuando se oponen a la crueldad, la vio­lencia, el odio y la mentira.

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Si esto es así, entonces es incorrecto decir que la no violencia no sirve de nada ante un asesino. Ciertamente, se puede decir que experimentar con la no violencia frente a un asesino es buscar la autodestrucción. Pero ésta es la prueba real de la no violencia. En modo alguno se puede decir que hayan superado la prueba quienes se dejan ma­tar por pura impotencia. En cambio, son realmente no vio­lentos quienes no sienten odio contra sus asesinos e inclu­so piden a Dios que los perdone. Esto es lo que la historia nos cuenta de Jesucristo, que dijo al morir en la cruz: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Pode­mos poner ejemplos parecidos de otras religiones, pero ci­tamos esta frase porque es conocida en todo el mundo.

Otra cosa es que nuestra no violencia no haya llegado a ese nivel. Nos engañaríamos absolutamente si redujéra­mos el nivel de la no violencia por razón de nuestra fragi­lidad o falta de experiencia. Si no comprendemos de ver­dad el ideal, nunca podremos tener la esperanza de alcan­zarlo. Es preciso, por tanto, que apliquemos nuestra razón a la comprensión del poder de la no violencia.

- Harijan, 28 de abril de 1946

La no violencia [ahimsaÁ'\ es un principio comprehensivo. Somos seres mortales desvalidos, atrapados en el conflic­to de la violencia [himsa' ]. Decir que la vida vive de la vi­da tiene un profundo significado. El ser humano no puede vivir sin cometer, consciente o inconscientemente, violen­cia exterior. El mero hecho de vivir -comer, beber y mo­verse- implica necesariamente algo de violencia -destruc­ción de vida-, aunque sea mínima. Por consiguiente, el se-

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guidor de la no violencia permanece fiel a su fe si la fuen­te de todas sus acciones es la compasión, si evita del me­jor modo posible la destrucción de la más pequeña de las criaturas, si trata de salvarla y, de ese modo, se esfuerza in­cesantemente por liberarse de la espiral mortal de la vio­lencia. Crecerá constantemente en su autocontrol y com­pasión, pero nunca llegará a verse completamente libre de la violencia exterior.

- Autobiography (1948), pp. 427-428

Dado que el fundamento de la no violencia [ahimsa] es la unidad de todas las vidas, el error de una de ellas afecta necesariamente a todas y, por lo tanto, el ser humano no puede ser totalmente libre de la violencia [himsa]. Mien­tras siga siendo un ser social, no puede dejar de participar en la violencia que implica la existencia misma de la so­ciedad. Cuando dos naciones están enfrentadas, el deber de un seguidor de la no violencia es detener la guerra. Quien no está a la altura de este deber, quien no tiene po­der para resistirse a la guerra, quien no está en condicio­nes de oponerse a ella, podría tomar parte en ella y, no obstante, tratar de todo corazón de liberarse a sí mismo, a su nación y al mundo, de la guerra.

- Autobiography (1948), pp. 427-428

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12 Oración: la esencia de la religión

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Creo que la oración es el alma y la esencia misma de la re­ligión y que, por lo tanto, tiene que ser el centro mismo de la vida del ser humano, pues nadie puede vivir sin religión. Hay quienes, llevados del egoísmo de su razón, declaran que no tienen nada que ver con la religión. Mas eso es co­mo si alguien dijera que respira, pero no tiene nariz. Ya sea por razón, por instinto o por superstición, el ser humano reconoce alguna forma de relación con lo divino. El ag­nóstico más radical reconoce la necesidad de un principio moral y asocia algo bueno con el cumplimiento de tal prin­cipio, y algo malo con su incumplimiento. Bradlaugh, cu­yo ateísmo es bien conocido, insistió siempre en procla­mar su más íntima convicción. Tuvo que sufrir mucho por decir de este modo la verdad, pero se alegró por ello y di­jo que la verdad era su recompensa. Lo cual no significa que fuera insensible a la alegría que resulta de la obser­vancia de la verdad. Ahora bien, esta alegría no es com­pletamente mundana, sino que brota de la comunión con lo divino. Por esta razón he dicho que incluso quien re­chaza la religión no puede vivir y no vive, de hecho, sin religión.

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Pasemos ahora al siguiente punto, a saber: que la ora­ción es el centro mismo de la vida del ser humano, al igual que es la parte más vital de la religión. La oración es de pe­tición o, en su sentido más amplio, es comunión interior. En ambos casos, el resultado último es el mismo. Incluso cuando es de petición, ésta debe ser hecha para limpiar y purificar el alma, para liberarla de las capas de ignorancia y oscuridad que la rodean. Quien tiene el ansia de que lo divino despierte en su interior tiene que volver a la oración. Pero ésta no es un mero ejercicio consistente en hablar o en escuchar; no es una mera repetición de una fórmula vacía. Repetir el nombre de Dios [Ramanama*], por muchas ve­ces que se haga, es inútil si ello no conmueve el alma. En la oración es mejor tener un corazón sin palabras que pala­bras sin corazón. La oración tiene que ser una clara res­puesta al espíritu que tiene hambre de lo divino. Y del mis­mo modo que una persona hambrienta sabe apreciar una comida saludable, así también un alma hambrienta se de­leitará con una oración sincera. Gracias a mi experiencia y a la de mis compañeros, puedo afirmar que quien ha expe­rimentado la magia de la oración puede estar sin comer va­rios días seguidos, pero no puede vivir ni un solo momen­to sin la oración, pues sin oración no hay paz interior.

Alguien podría decir que, si las cosas son así, debería­mos ofrecer nuestras oraciones en cada minuto de nuestra vida. Así es, indudablemente; pero nosotros, que somos mortales y falibles y tenemos dificultades para entrar en nuestro interior a fin de experimentar la comunión interna siquiera por un momento, consideraremos imposible per­manecer perpetuamente en comunión con lo divino. Por eso establecemos algunas horas en las que nos esforzamos

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decididamente por liberarnos de los apegos del mundo du­rante algún tiempo, y nos proponemos firmemente perma­necer fuera de la carne, por así decirlo. Ya conocéis el him­no de Surdas*: es el grito apasionado de un alma que an­sia la comunión con lo divino. En nuestra opinión, fue un santo; pero el se consideraba un pecador manifiesto. Espiritualmente iba muy por delante de nosotros, pero sin­tió la separación de lo divino tan intensamente que lanzó un grito de angustia nacido de la desesperación y el abo­rrecimiento: «¿Quién es tan corrupto, malvado y lascivo como yo?».

He hablado de la necesidad de la oración y, como con­secuencia de ello, he tratado sobre la esencia de la oración. Hemos nacido para servir a nuestros semejantes, y no po­demos hacerlo si no estamos bien despiertos. Hay una lu­cha eterna que tiene lugar en el corazón humano entre los poderes de las tinieblas y los de la luz, y quien no tiene el ancla de la oración para aferrarse a ella será víctima de los poderes de las tinieblas. Las personas de oración estarán en paz consigo mismas y con todo el mundo. Quienes se ocupan de los asuntos del mundo sin un corazón entrega­do a la oración serán miserables y llenarán también el mundo de miseria. Así pues, la oración, además de estar vinculada a la condición de la humanidad después de la muerte, tiene un incalculable valor para la humanidad en el mundo de los vivos. La oración es el único medio para poner orden, paz y reposo en nuestros actos diarios. Preo­cupémonos de lo más vital, y lo demás vendrá por sí solo. Tracemos correctamente un ángulo del cuadrado, y los otros ángulos serán automáticamente rectos.

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Empezad el día, pues, orando, y hacedlo con tanto sen­timiento que la oración pueda acompañaros hasta la no­che. Y terminad el día orando también, para que paséis la noche en paz, libres de sueños y pesadillas. No os preocu­péis por la forma de la oración. Cualquiera que sea nues­tro modo de orar, lo importante es que nos lleve a la co­munión con lo divino. Ahora bien, sea cual sea ese modo, no permitáis que el espíritu ande vagando mientras las pa­labras de la oración siguen saliendo de vuestra boca.

Todas las cosas en el universo, incluidos el sol, la luna y las estrellas, obedecen a ciertas leyes. Sin la influencia limitadora de esas leyes, el mundo no seguiría existiendo ni un solo momento. Vosotros, cuya misión en la vida es el servicio a los demás, os destrozaréis si no os imponéis al­guna forma de disciplina, y la oración es una disciplina es­piritual necesaria. Es la disciplina y la moderación lo que nos separa de los animales. Si queremos ser hombres y mujeres que caminan con la cabeza erguida y no a cuatro patas, comprendamos y sometámonos voluntariamente a la disciplina y la moderación.

- Young India, 23 de enero de 1930

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13 ¿Por qué orar?

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¿Por qué orar? ¿Acaso Dios, si es que existe, no sabe lo que ha sucedido? ¿Necesita la oración para poder cumplir con Su deber?

No, Dios no necesita que le recordemos nuestras nece­sidades. Dios está dentro de todas las personas. Nada su­cede si Él no lo permite. Nuestra oración es una búsqueda del corazón. Es un recordatorio de que nada podemos sin la ayuda de Dios. Ningún esfuerzo es completo sin la ora­ción, sin un reconocimiento explícito de que el mejor es­fuerzo humano no surte efecto alguno si no es bendecido por Dios. La oración es una llamada a la humildad. Es una llamada a la purificación de nosotros mismos, a la bús­queda interior.

- Harijan, 8 de junio de 1935

En mi opinión, Rama*, Rahamán*, Ahuramazda*, Dios o Krishna* significan otros tantos intentos humanos de dar nombre a esa fuerza invencible que es la mayor de todas las fuerzas. Aun cuando el ser humano sea imperfecto, hay en él un deseo innato de esforzarse por lograr la perfec-

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ción. Al intentarlo, se hace falsas ilusiones. Y del mismo modo que un bebé que trata de mantenerse en pie, cae una y otra vez y, finalmente, aprende a caminar, así también un hombre, a pesar de toda su inteligencia, no es más que un niño en comparación con el Dios infinito y eterno. Esto podría parecer una exageración, pero no lo es. El hombre sólo puede describir a Dios con su pobre lenguaje. El po­der que llamamos «Dios» está por encima de toda des­cripción. Por otro lado, ese poder no tiene necesidad de ningún esfuerzo humano que lo describa. Es el ser huma­no el que necesita los medios para poder describir ese po­der, que es más inmenso que el océano. Si se acepta esta premisa, no hay necesidad de preguntar por qué oramos. El ser humano sólo puede concebir a Dios dentro de las li­mitaciones de su mente. Si Dios es inmenso e ilimitado como el océano, ¿cómo va a poder una minúscula gota, como el hombre, imaginar lo que El es? El ser humano só­lo puede experimentar lo que es el océano si se sumerge y se funde en él. Esta experiencia escapa a toda descripción. Según Madame Blavatsky, el hombre, cuando ora, da cul­to a su propio yo glorificado. Sólo puede orar verdadera­mente quien está convencido de que Dios está dentro de él. Quien no lo está, no necesita orar. Dios no se sentirá ofen­dido, pero yo puedo decir por propia experiencia que quien no ora es ciertamente un perdedor. ¿Qué importa, pues, si una persona adora a Dios como Persona, y otra lo adora como Fuerza? Ambas actúan correctamente según sus capacidades. Ninguna de ellas sabe, y quizá nunca sa­brá, cuál es el modo absolutamente apropiado de orar. El ideal tiene que seguir siendo siempre el ideal. Sólo nece­sitamos recordar que Dios es la Fuerza entre todas las

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fuerzas. Todas las demás fuerzas son materiales, pero Dios es la fuerza o espíritu vital omnipresente y omnicompre-hensivo, y por eso está por encima del saber humano.

- Haríjan, 18 de agosto de 1946

Un diálogo con un budista

El doctor Fabri, seguidor de Buda, visitó a Gandhi en Abbottabad y le preguntó: «¿Se puede cambiar la Mente Divina por medio de la oración? ¿Se puede llegar a cono­cer esa Mente por medio de la oración?».

«Me resulta difícil explicar debidamente lo que hago cuando oro», dijo Gandhi. «Pero tengo que tratar de res­ponder a su pregunta. La Mente Divina es inmutable, pero la Divinidad está en todas las personas y en todas las cosas -en los seres animados y en los inanimados-. Si oro, es porque quiero tener experiencia de esa Divinidad. Ahora bien, aun teniendo esta convicción intelectual, podría care­cer de dicha experiencia. Y cuando oro por el swaraf (in­dependencia) para la India, oro o deseo el poder adecuado para conseguir ese swaraj o para que mi contribución sea la mejor posible en esta causa; y sostengo que puedo reci­bir ese poder como respuesta a mi oración».

«Entonces no está usted justificado para llamar oración a su experiencia; orar significa pedir o suplicar», dijo el doctor Fabri.

«Sí, ciertamente. Usted podría decir que yo pido desde mí, desde mi yo Superior, desde el yo Real con el que aún no me he identificado completamente. Y podría describir

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mi oración como un deseo continuo de perderme en la Divinidad que lo abarca todo».

«¿Y las personas que no pueden orar?», preguntó el doctor Fabri.

«Yo les diría que sean humildes», dijo Gandhi, «y que no limiten al Buda real según su concepción de Buda. Él no habría podido gobernar las vidas de millones de seres humanos, como lo hizo entonces y lo hace hoy, si no hu­biera tenido humildad suficiente para orar. Hay algo infi­nitamente superior al entendimiento que nos gobierna a nosotros y también a los escépticos. El escepticismo y la filosofía no sirven de ayuda a los escépticos en los perio­dos más difíciles de sus vidas. Ellos necesitan algo mejor, algo que esté fuera de su persona y pueda sostenerlos. Y así, si alguien me plantea un enigma, yo le digo: "No po­drá usted conocer el significado de Dios o de la oración mientras no se reduzca a la nada. Tiene que humillarse hasta que vea que, a pesar de su grandeza y de su magní­fico entendimiento, no es más que una mota de polvo en el universo. Una concepción meramente intelectual de las cosas de la vida no es suficiente. La concepción espiritual supera al entendimiento y es lo único que puede satisfacer nuestros anhelos. Hasta las personas adineradas pasan por periodos críticos en su vida. Aunque estén rodeadas de to­do lo que el dinero puede comprar y todo lo que el afecto puede dar, en ciertos momentos de su vida se encuentran completamente confundidas. Es en esos momentos cuan­do vislumbramos a Dios, cuando tenemos una visión de Aquel que guía cada uno de nuestros pasos en la vida. Esto es la oración"».

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«Se está refiriendo a lo que podríamos llamar una ver­dadera experiencia religiosa, que es más fuerte que la con­cepción intelectual», dijo el doctor Fabri. «En mi vida he tenido dos veces esa experiencia, pero después la he per­dido. Mas ahora encuentro gran consuelo en uno o dos di­chos de Buda: "El egoísmo es la causa del sufrimiento" y "Recordad, monjes, que todo es pasajero". Pensar en esto casi equivale a creer».

«Eso es la oración», repitió Gandhi con una insistencia perfectamente convincente.

- Harijan, 19 de agosto de 1939

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14 Cómo, a quién y cuándo orar

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«Muchas veces nos pide usted que demos culto a Dios y que oremos, pero nunca nos dice cómo orar y a quién orar. ¿Podría iluminarme acerca de este punto, por favor?», pre­gunta un lector de Navajivan. Dar culto a Dios es cantar las alabanzas de Dios. La oración es la confesión de la in­dignidad y la debilidad de la persona. Dios tiene mil nom­bres o, mejor dicho, es Innombrable. Damos culto o reza­mos a Dios con el nombre que más nos agrada. Unos lo llaman Rama*; otros, Krishna*; otros, Rahim*; y otros, Dios. Todos dan culto al mismo espíritu; pero del mismo modo que no todas las comidas sientan bien a todo el mundo, tampoco todos los nombres atraen a todas las per­sonas. Cada una escoge el nombre que más le agrada, y El, que es el In-habitador, Todopoderoso y Omnisciente, co­noce nuestros sentimientos más íntimos y nos responde según nuestros deseos.

La oración no hay que hacerla con los labios, sino con el corazón. Por eso pueden hacerla igualmente el mudo y el tartamudo, el ignorante y el estúpido. Y las oraciones de aquellos cuyas lenguas destilan néctar, pero cuyos corazo­nes están llenos de veneno, nunca son escuchadas. Así

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pues, quien quiera orar a Dios tiene que purificar su co­razón. Rama no estaba sólo en los labios de Hánuman*, sino que estaba entronizado en su corazón. Él dio a Hánuman una fuerza inagotable. Con Su fuerza subió a la montaña y cruzó el océano. La fe nos conduce a través de mares tempestuosos, la fe mueve montañas y atraviesa los océanos. Esta fe no es sino la conciencia viva y completa­mente despierta de Dios dentro de nosotros. Quien ha al­canzado esta fe no desea nada. Aunque su cuerpo esté en­fermo, él está espiritualmente sano, es físicamente puro y abunda en riquezas espirituales.

Con todo, alguien podría preguntar: «¿Cómo se puede limpiar el corazón hasta este punto?». El lenguaje de los labios se enseña fácilmente; pero ¿quién puede enseñar el lenguaje del corazón? Sólo el bhakta* -el verdadero devo­to- lo conoce y puede enseñarlo. El Gita definió el senti­do del bhakta en tres lugares y habló de él de forma gene­ral en todas partes. Pero el conocimiento de la definición de un bhakta no es una guía suficiente, pues son raros en nuestro mundo. Por eso he sugerido que el medio es la Religión del Servicio. Dios quiere que Su sede sea el co­razón de quien sirve a su prójimo. Por esta razón Nara-simha Mehta*, que «vio y conoció», cantó: «El verdadero vaishnava* es el que sabe ablandarse ante el dolor del otro». Así fue Abu Ben Adhem*. El sirvió a su prójimo, y por eso su nombre ocupa el lugar más alto en la lista de los servidores de Dios.

Pero ¿quiénes son los que sufren y los angustiados? Los oprimidos y los indigentes. Así pues, quien quiera ser un bhakta tiene que servirles con el cuerpo, con el alma y con la mente. ¿Cómo puede servir con el cuerpo a las cla-

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scs «oprimidas» quien las ve como intocables? Quien ni siquiera se digna emplear su cuerpo para hilar por los po­bres y alega excusas poco convincentes, no conoce el sig­nificado del servicio. Una persona pobre pero sana no me­rece limosnas, sino una exhortación a que trabaje para ga­narse el pan. Las limosnas la envilecerían. Quien hila an­te los pobres invitándoles a hilar también ellos sirve a Dios más que cualquier otra persona. «Quien Me dé una insig­nificancia, como un fruto, una flor y hasta una hoja, con el espíritu de bhakti* [devoción] es Mi siervo», dice el Señor en el Bhagavad Gita. Y Él tiene Su escabel donde viven «los humildes, los pobres y los descarriados». Así pues, hilar por estas personas es la oración más grande, el culto más grande, el sacrificio más grande.

La oración, pues, se puede hacer invocando cualquiera de los nombres de Dios. Un corazón piadoso es el vehícu­lo de la oración, y el servicio hace que el corazón sea pia­doso. Los hindúes que en nuestro tiempo sirven de todo corazón a los intocables hacen verdadera oración; los hin­dúes y todos aquellos que hilan piadosamente por los po­bres y los indigentes hacen verdadera oración.

- Young India, 24 de septiembre de 1925

No se puede establecer ninguna regla fija relativa a los tiempos de los actos de devoción, pues éstos dependen del temperamento individual. Los actos de devoción son mo­mentos preciosos de la vida diaria. Tales ejercicios están previstos para que nos serenemos, nos humillemos y com­prendamos que nada sucede si Él no lo quiere, y que no somos más que «arcilla en manos del Alfarero». Son mo-

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mentos en los que revisamos nuestro pasado inmediato, confesamos nuestra debilidad y pedimos perdón y fuerza para ser mejores y actuar mejor. Un minuto podría ser su­ficiente para algunos, mientras que para otros veinticuatro horas podrían ser muy pocas. Para las personas que están llenas de la presencia de Dios en ellas, trabajar es orar. Su vida es una oración o un acto de adoración continuo. En cambio, quienes actúan sólo para pecar, para autocompla-cerse, y viven para sí mismos, tendrían que orar continua­mente. Si tuvieran paciencia, fe y voluntad de ser puros, harían oración hasta sentir la presencia purificadora y con­creta de Dios dentro de sí. Para nosotros, seres mortales comunes, tiene que haber un término medio entre ambos extremos. No somos tan perfectos como para poder decir que todos nuestros actos son fruto de nuestra entrega a Dios, y tal vez no hayamos llegado al extremo de vivir únicamente para nosotros mismos. Por esta razón todas las religiones establecen tiempos especiales para la devoción general. Lamentablemente, estas devociones se han con­vertido en actos meramente mecánicos y formales, cuando no hipócritas. Lo que hace falta es que tales devociones se realicen con la actitud correcta.

La oración personal, es decir, la oración en la que pe­dimos algo a Dios, hemos de hacerla ciertamente en nues­tra lengua materna. No puede haber nada más grande que pedir a Dios que nos haga ser justos para con todos los se­res vivos.

- Young India, 10 de junio de 1926

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15 Ayunos

Un ayuno auténtico purifica el cuerpo, la mente y el alma. En la medida en que crucifica la carne, da la libertad al al­ma. Una oración sincera puede hacer milagros. Es un in­tenso anhelo del alma que desea ser aún más pura. La pu­reza alcanzada de este modo se convierte en oración cuan­do se utiliza para un fin noble. El uso mundano del gaya-tri*, su repetición para sanar a los enfermos, ilustra el sen­tido que hemos dado a la oración. Cuando el mismo gaya­ta japa* es realizado con una mente humilde y concentra­da de un modo inteligente en momentos de dificultades y calamidades nacionales, se convierte en el instrumento más poderoso para evitar el peligro. No puede haber error más grande que suponer que la recitación del gayatri, el namaz* o la oración cristiana son supersticiones que pue­den ser practicadas por el ignorante y el crédulo. El ayuno y la oración, por consiguiente, son un proceso muy pode­roso de purificación, y lo que nos purifica nos capacita del mejor modo posible para cumplir nuestro deber y alcanzar nuestra meta. Si a veces parece que el ayuno y la oración no responden, no es porque no haya nada en ellos, sino porque no se hacen con el espíritu correcto.

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Un hombre que ayuna y se pasa todo el día apostando -como hacen tantos en el día de janmashtami*- no sólo no alcanza una mayor pureza como resultado del ayuno, sino que, por el contrario, queda degradado por ese ayuno di­soluto. Para que un ayuno sea verdadero tiene que ir acompañado de la disposición a recibir pensamientos pu­ros y de la determinación de resistir a todas las tentaciones de Satanás. Del mismo modo, para que una oración sea verdadera tiene que ser inteligible y clara. Uno tiene que identificarse con ella. Pasar las cuentas con el nombre de Alá en los labios mientras la mente divaga en todas las di­recciones, no sólo es inútil, sino algo todavía peor.

- Young India, 24 de marzo de 1920

No hay que negar que los ayunos pueden ser realmente coercitivos. Así sucede en el caso de los ayunos para al­canzar un objetivo egoísta. Un ayuno emprendido para sa­car dinero a una persona o para conseguir algún fin perso­nal equivaldría al ejercicio de la coerción o de una in­fluencia indebida. Yo mismo me he resistido con éxito a ello en los ayunos que se han emprendido contra mí o con los que me han amenazado. Y si se argumenta que la línea divisoria entre un fin egoísta y un fin desinteresado es a menudo muy estrecha, yo insistiría en que una persona que considera que el fin de un ayuno es egoísta o vil de­bería rechazarlo enérgicamente, aun cuando ese rechazo pudiera ocasionar la muerte de la persona que ayuna. Si las personas cultivan el hábito de hacer caso omiso de los ayunos que en su opinión se hacen con fines indignos, ta­les ayunos quedarán privados de su capacidad de coerción

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e influencia indebida. Como todas las instituciones huma­nas, el ayuno puede ser usado legítima e ilegítimamente. Pero, dado que es una gran arma en el arsenal del satya­graha*, no se puede renunciar a ella por temor a los posi­bles abusos. El satyagraha ha sido diseñado como un sus­tituto eficaz de la violencia. Esta técnica está en sus co­mienzos y, por lo tanto, aún no es perfecta. Ahora bien, co­mo autor del satyagraha moderno, no puedo abandonar ninguno de sus múltiples usos sin renunciar a mi preten­sión de manejarlo con el espíritu de un humilde buscador.

- Harijan, 9 de septiembre de 1933

Objeciones cristianas

[A propósito de una carta de C.F. Andrews, que expresaba la repulsa moral entre los cristianos ingleses contra el «ayuno hasta la muerte», Gandhi escribió:]

La literatura religiosa hindú está llena de casos de ayunos, y miles de hindúes ayunan todavía hoy con el menor pre­texto. Es lo que menos daño hace. No cabe duda de que también se abusa de los ayunos -como de todo lo que es bueno-. Esto es inevitable. Nadie puede abstenerse de ha­cer el bien por el hecho de que a veces se haga el mal so capa de bien.

Lo que de verdad me resulta difícil es entender la pos­tura de mis amigos protestantes cristianos, que son nume­rosos y cuya amistad valoro sobremanera. Permítaseme confesarles que, aun cuando desde mi primer contacto con ellos he conocido su aversión a los ayunos, nunca he sido capaz de comprenderla.

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Todo el mundo considera que la mortificación de la carne es una condición del progreso espiritual. No hay oración sin ayuno, si se entiende el ayuno en su sentido más amplio. Un ayuno completo es una negación comple­ta y literal de uno mismo. Es la oración más verdadera. «Tomad mi vida, y que sea siempre y sólo para Vos» no es -o no debería ser- únicamente una frase dicha con los la­bios o una expresión en sentido figurado. Tiene que ser una entrega incondicional y gozosa sin la menor reserva. La abstención de comida e incluso de agua no es más que el comienzo, la parte menor de la entrega de uno mismo.

Mientras reflexionaba sobre las ideas de este artículo, he recibido un folleto escrito por cristianos que contiene un capítulo donde se afirma que el ejemplo es más nece­sario que el precepto. En él se encuentra una cita del capí­tulo 3 del libro de Jonás. El profeta había predicho que Nínive, la gran ciudad, iba a ser destruida cuarenta días después del comienzo de su predicación:

«Los ninivitas creyeron en Dios, organizaron un ayuno, y grandes y pequeños se vistieron de saco. El anuncio llegó hasta el rey de Nínive, que se bajó del trono, se quitó su manto, se cubrió de saco y se sentó en la ceni­za. Luego mandó proclamar en Nínive este decreto del rey y sus ministros: "Que hombres y bestias, ganado mayor y menor, no prueben bocado, ni pasten, ni beban agua. Que hombres y animales se vistan con sacos e in­voquen a Dios con insistencia; y que cada uno se con­vierta de su mala conducta y de sus acciones violentas. A ver si Dios se arrepiente y se compadece, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos". Cuando Dios vio lo

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que hacían y cómo se convertían de su mala conducta, se arrepintió del castigo que había anunciado contra ellos, y no lo ejecutó»4.

Así pues, fue un «ayuno hasta la muerte». Ahora bien, el ayuno hasta la muerte no es un suicidio. Este ayuno del rey y del pueblo de Nínive fue una gran y humilde oración a Dios para pedir la liberación. Si no eran liberados, mori­rían sin remedio. Así fue también mi ayuno, si es que pue­do compararlo con el ayuno bíblico. Este capítulo del libro de Jonás es semejante a un episodio del Ramayana*.

- Harijan, 15 de abril de 1933

4. Jonás 3,5-10, en Biblia de Jerusalén. Nueva edición revisada y aumentada, Desclée De Brouwer, Bilbao 1998, p. 1.364. [Nota de los traductores!.

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16 El duelo eterno

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El propósito del hombre es conquistar viejos hábitos, ven­cer el mal que hay en él y restablecer el bien en el lugar que le corresponde. Si la religión no nos enseña cómo lo­grar esta conquista, no nos enseña nada. Pero no hay un «camino real» hacia el éxito en esta empresa, que es la más verdadera en la vida. Tal vez la cobardía sea el mayor vicio que sufrimos y también, posiblemente, la mayor vio­lencia, ciertamente mucho mayor que el derramamiento de sangre y otras cosas semejantes que generalmente se atribuyen a la violencia, pues la cobardía procede de la fal­ta de fe en Dios y de la ignorancia de Sus atributos. [...] Puedo dar testimonio de que una oración sincera es, sin duda alguna, el instrumento más poderoso que el ser hu­mano posee para superar la cobardía y todos los demás há­bitos viejos y malos. La oración es imposible sin una fe vi­va en la presencia de Dios dentro de la persona.

El cristianismo y el islam describen el mismo proceso como un duelo entre Dios y Satanás -pero no un duelo ex­terior, sino interior-; la religión zoroastriana, como un duelo entre Ahuramazda* y Ahrimán"; el hinduismo, co­mo un duelo entre las fuerzas del bien y las fuerzas del

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mal. Tenemos que optar y decidir si queremos aliarnos con las fuerzas del mal o con las fuerzas del bien. Y orar a Dios no es sino esa alianza sagrada entre Dios y el hombre por la que éste alcanza su liberación del dominio del príncipe de las tinieblas. Pero una oración sincera no es una recita­ción sólo con los labios. Es un anhelo que brota del inte­rior y se expresa en todas las palabras, en todos los actos y, más aún, en todos los pensamientos del hombre. Si un pensamiento malo llega a apoderarse de él, ha de saber que ha ofrecido su oración sólo con los labios, y lo mismo se puede decir a propósito de las palabras malas que se es­capan de sus labios o de los actos malos que realiza. La verdadera oración es una protección y un escudo absoluto contra esta tríada de males. El éxito no se logra siempre con el primer esfuerzo en esa verdadera oración viva. Te­nemos que luchar contra nosotros mismos, tenemos que creer a pesar de nosotros mismos. Tenemos, pues, que cul­tivar una paciencia ilimitada si queremos alcanzar la efi­cacia de la oración. Habrá oscuridad, decepciones y cosas aún peores; pero hemos de tener coraje suficiente para lu­char contra todo ello y no sucumbir a la cobardía. Un hombre de oración no opta nunca por la retirada.

Lo que digo no es ningún cuento de hadas. No he tra­zado un retrato imaginario. He resumido el testimonio de hombres que con la oración han superado todas las difi­cultades en su progreso personal y he añadido mi propio testimonio humilde, según el cual, cuanto más vivo, tanto mejor comprendo cuánto debo a la fe y a la oración, que son para mí la misma cosa. Y me baso en una experiencia que no se limita a unas pocas horas, días o semanas, sino que se extiende por un periodo ininterrumpido de casi cua-

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renta años. He tenido mi parte de decepciones y he expe­rimentado la extrema oscuridad, la desesperación y los más sutiles arrebatos de orgullo; pero puedo decir que mi fe -y sé que ésta es todavía muy pequeña, y en modo al­guno tan grande como yo quisiera que fuera- ha vencido finalmente, hasta ahora, todas esas dificultades. Si tene­mos fe en nosotros mismos, si tenemos un corazón orante, no tentaremos a Dios ni trataremos de llegar a un acuerdo con él. [...] Mientras no nos hayamos reducido a la nada, no podremos conquistar el mal que hay en nosotros. Lo que Dios nos pide es nada menos que la entrega completa de nosotros mismos como precio a pagar para obtener la única libertad real que merece la pena. Y cuando nos per­demos de esta manera, nos encontramos inmediatamente en el servicio a todo lo que vive. Ello se convierte en nues­tra delicia y nuestra recreación. Somos personas nuevas y nunca nos cansamos de gastarnos en el servicio a la crea­ción de Dios.

- Young India, 20 de diciembre de 1928

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17 Autopurificación

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El resultado del amor y de la no violencia es incompara­ble. Pero en su acción no hay agitación, espectacularidad, ruido ni pancartas. Presuponen la confianza en uno mis­mo, la cual, a su vez, presupone la autopurificación. Los seres humanos sin mancha y autopurificados inspirarán confianza con facilidad y purificarán automáticamente la atmósfera que los rodea.

- Young India, 6 de septiembre de 1928

La identificación con todo cuanto vive es imposible sin autopurificación. Sin autopurificación, la observancia de la ley de la no violencia no es más que un sueño vacío. Nadie puede tener experiencia de Dios si no es puro de co­razón. Por consiguiente, la autopurificación tiene que rea­lizarse en todos los ámbitos de la vida. Y como la purifi­cación es muy contagiosa, la purificación de uno mismo lleva necesariamente a la purificación de las personas que lo rodean.

- Autobiography (1948), p. 615

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Pero el camino de la autopurificación es difícil y empina­do. Para alcanzar la pureza perfecta tiene uno que liberar­se absolutamente de las pasiones del pensamiento, del len­guaje y de la acción; tiene que elevarse por encima de las corrientes contrarias del amor y el odio, del apego y la re­pulsa. Soy consciente de que todavía no he alcanzado esta triple pureza, a pesar de que continuamente me esfuerzo en ello. Por esta razón, los elogios mundanos no me afec­tan y, de hecho, muchas veces me aguijonean. Me parece que el dominio de las pasiones sutiles es mucho más difí­cil que la conquista material del mundo por la fuerza de las armas.

- Aulobiography (1948), pp. 615-616

No reconozcas nunca una derrota en una causa sagrada, y en adelante no vuelvas a dudar que serás puro y que en­contrarás una respuesta de Dios. Pero Dios no escucha nunca las oraciones de los arrogantes ni de quienes rega­tean con Él. [...] Si quieres pedir a Dios que te ayude, tie­nes que dirigirte a El en toda tu desnudez, acercarte a Él sin reservas, sin temor y sin dudar en absoluto que El pue­de ayudar a un ser caído como tú. Dios, que ha ayudado a millones de personas que se han acercado a El, ¿acaso va a abandonarte a ti? Dios no hace excepciones de ninguna clase, y tú descubrirás que todas y cada una de tus oracio­nes serán respondidas. Incluso la oración del más impuro será respondida. Lo afirmo desde mi experiencia personal. Yo he pasado por el purgatorio. Busca primero el Reino de los cielos, y todo lo demás se te dará por añadidura.

- Young India, 4 de abril de 1929

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18 El valor del silencio

*&

He pensado muchas veces que un buscador de la verdad tiene que ser silencioso. Conozco la maravillosa eficacia del silencio. Durante mi estancia en Sudáfrica, visité un monasterio trapense. Era un lugar hermoso. La mayoría de los que habitaban en aquel lugar habían hecho voto de si­lencio. Pregunté al abad cuál era el motivo, y me dijo que el motivo era evidente: «Somos seres humanos frágiles. Muchas veces no sabemos lo que decimos. Si queremos escuchar la silenciosa y suave Voz que siempre habla den­tro de nosotros, no podremos oírla si no dejamos de ha­blar». Yo entendí aquella preciosa lección y ahora conoz­co el secreto del silencio.

- Young india, 6 de agosto de 1925

La experiencia me ha enseñado que el silencio es parte de la disciplina espiritual del seguidor de la verdad. La ten­dencia a exagerar, a suprimir o a manipular la verdad, vo­luntaria o involuntariamente, es una debilidad natural del ser humano, y el silencio es necesario para superar ese de­fecto. Una persona de pocas palabras rara vez dice algo sin pensarlo, y sopesa cada palabra que pronuncia. Hay mu­chas personas que se impacientan por hablar. En todas las

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reuniones, los presidentes se ven asediados por quienes pi­den autorización para hablar. Y cuando conceden la pala­bra a alguien, el orador, por lo general, excede el tiempo límite, pide más tiempo y sigue hablando sin autorización. Difícilmente se puede decir que esta verborrea puede pro­porcionar beneficio alguno a la humanidad. No es más que pérdida de tiempo.

- Autobiography (1948), p. 84

Cuando uno lo piensa seriamente, no puede dejar de ad­mitir que aproximadamente la mitad de la miseria del mundo desaparecería si nosotros, inquietos mortales, co­nociéramos la virtud del silencio. Antes de que la civiliza­ción moderna llegara a nuestro país, disponíamos al me­nos de un periodo de entre seis y ocho horas de silencio cada día. La civilización moderna nos ha enseñado a con­vertir la noche en día, y el dorado silencio en descarado bullicio y ruido. ¡Qué admirable sería si nosotros, en nues­tra ajetreada vida, pudiéramos retirarnos a la soledad cada día al menos un par de horas y preparáramos nuestra men­te para escuchar la Voz del Gran Silencio! La Radio divi­na está siempre emitiendo; lo único que hemos de hacer es disponernos a escucharla, lo cual es imposible si no hay si­lencio. Santa Teresa usó una encantadora imagen para re­sumir el dulce resultado del silencio:

«Y entenderán -en comenzando a rezar- que se vienen las abejas [los sentidos] a la colmena y se entran en ella para labrar la miel, y esto sin cuidado nuestro; porque ha querido el Señor que por el tiempo que le han teni­do, se haya merecido estar el alma y voluntad con este señorío, que en haciendo una seña no más de que se

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quiere recoger, la obedezcan los sentidos y se recojan a ella. Y aunque después tornen a salir, es gran cosa ha­berse ya rendido, porque salen como cautivos y sujetos y no hacen el mal que antes pudieran hacer; y en tor­nando a llamar a la voluntad, vienen con más presteza, hasta que a muchas entradas de éstas, quiere el Señor que queden ya del todo en contemplación perfecta»5.

- Young India, 24 de septiembre de 1938

El silencio ha llegado a ser una necesidad para mi cuerpo y para mi espíritu. Al principio hice silencio para aliviar la sensación de presión. Más tarde busqué tiempo para escri­bir. Ahora bien, después de practicarlo durante algún tiem­po, descubrí su valor espiritual. De pronto, mi mente ex­perimentó que el silencio era el ambiente más adecuado para mantener la comunión con Dios. Y ahora me siento como si mi naturaleza estuviera hecha para el silencio.

- Harijan, 10 de diciembre de 1938

El silencio es una gran ayuda para un buscador de la ver­dad como yo. En actitud de silencio, el alma encuentra el camino hacia una luz más clara, y lo que parece esquivo y engañoso se vuelve claro como el cristal. Nuestra vida es una larga y ardua búsqueda de la Verdad, y el alma re­quiere serenidad interior para alcanzar su plenitud.

- Harijan, 10 de diciembre de 1938

5. TERESA DE JESÚS. Camino de perfección, capítulo 28,7 (versión del Autógrafo de Valladolid). en (Alberto Barrientos [ed.]) Santa Teresa de Jesús. Obras completas. Editorial de Espiritualidad, Madrid 1984-% p. 716. [Nota de los traductores].

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19 Igualdad de las religiones

Las religiones son diferentes caminos que convergen en el mismo punto. ¿Qué importa que tomemos diferentes ca­minos, si llegamos a la misma meta? En realidad, hay tan­tas religiones como individuos.

- Hind Swaraj (1946), p. 36

Creo que todas las grandes religiones del mundo son ver­daderas en mayor o menor medida. Digo «en mayor o me­nor medida» porque creo que todo lo que toca la mano hu­mana se torna imperfecto, por la sencilla razón de que los seres humanos son imperfectos. La perfección es un atri­buto exclusivo de Dios y es indescriptible e intraducibie. Creo que todo ser humano puede llegar a ser perfecto co­mo Dios es perfecto. Todos necesitamos aspirar a la per­fección; pero cuando se alcanza ese estado bienaventura­do, se torna indescriptible, indefinible. Y, por lo tanto, ad­mito con toda humildad que incluso los Veda*, el Corán y la Biblia son una palabra imperfecta de Dios, y como no­sotros somos seres imperfectos, llevados de acá para allá por una multitud de pasiones, nos resulta imposible com­prender siquiera esta palabra de Dios en su totalidad.

- Young India, 22 de septiembre de 1927

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La creencia en un solo Dios es la piedra angular de todas las religiones. Pero yo no auguro un tiempo en el que sólo se practique una religión en la tierra. En teoría, dado que hay un solo Dios, sólo puede haber una religión verdadera. Pero, en la práctica, yo no he conocido a dos personas que tengan la misma e idéntica concepción de Dios. Así pues, tal vez siempre haya diferentes religiones que respondan a diferentes temperamentos y condiciones climáticas.

- Harijan, 2 de febrero de 1934

Lo que hace falta hoy no es una única religión, sino la to­lerancia y el respeto mutuo entre los creyentes de las dis­tintas religiones. Nosotros no queremos una desoladora uniformidad, sino la unidad en la diversidad. Todo intento de sofocar las tradiciones religiosas -que se transmiten co­mo una herencia y sufren el condicionamiento del clima y del ambiente- no sólo está destinado al fracaso, sino que es un sacrilegio. El alma de las religiones es una, pero es­tá revestida de multitud de formas. Éstas persistirán hasta el final de los tiempos. Los hombres sabios ignorarán la corteza exterior y verán que la misma alma vive bajo dife­rentes cortezas.

- Young India, 25 de septiembre de 1925

En el hinduismo hay espacio suficiente para Jesús, y tam­bién para Mahoma, Zoroastro* y Moisés. Para mí las dife­rentes religiones son flores hermosas del mismo jardín o ramas del mismo árbol majestuoso. Por consiguiente, son igualmente verdaderas, aun cuando sean recibidas e inter-

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pretadas a través de instrumentos humanos igualmente im­perfectos. Me resulta imposible aceptar la idea de conver­sión tal como se concibe hoy en la India y en otras partes. Es un error que tal vez constituya el mayor impedimento para el progreso del mundo hacia la paz. La expresión «re­ligiones en pie de guerra» es blasfema y describe adecua­damente la situación que existe en la India, que, a mi jui­cio, es la madre de la Religión o de las religiones. Si esto es así, la maternidad está siendo puesta a prueba. ¿Qué ra­zón hay para que un cristiano quiera convertir a un hindú al cristianismo, y viceversa? ¿Por qué no debería sentirse satisfecho si el hindú es un hombre bueno o piadoso? Si la ética de un hombre no es causa de preocupación, la forma de un culto particular en una iglesia, una mezquita o un templo, es una fórmula vacía; podría incluso ser un obstá­culo para el crecimiento individual y social; y la insisten­cia en la repetición de un credo podría ser una causa po­derosa de violentos altercados que llevarían al derrama­miento de sangre y terminarían en la total increencia en la Religión, es decir, en el mismo Dios.

- Harijan, 30 de enero de 1937

No me corresponde a mí criticar los textos sagrados de otras religiones ni señalar sus defectos. Por el contrario, mi privilegio es y debería ser proclamar y practicar las verdades que pueda haber en ellos. Así pues, no debería criticar o condenar contenidos del Corán o de la vida del Profeta que no puedo entender. Acojo todas las oportuni­dades que tengo de expresar mi admiración por los aspec­tos de su vida que he sido capaz de apreciar y entender.

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Por lo que respecta a aquello que me plantea dificultades, estoy contento de verlo a través de los ojos de amigos mu­sulmanes devotos, a la vez que trato de entenderlo con la ayuda de los escritos de eminentes intérpretes musulma­nes del islam. Sólo si me aproximo con respeto a las de­más religiones, puedo comprender el principio de la igual­dad de todas ellas. Por otro lado, mi derecho y mi deber es señalar los defectos del hinduismo para purificarlo y man­tenerlo puro. Ahora bien, cuando críticos no hindúes em­piezan a juzgar sus defectos y a catalogar sus fallos, lo único que hacen es mostrar su propia ignorancia del hin­duismo y su incapacidad para verlo desde el punto de vis­ta hindú. Ello desfigura su visión y vicia su juicio. Así, mi propia experiencia de los críticos no hindúes del hinduis­mo me persuade de mis limitaciones y me enseña a ser cauto antes de lanzar una crítica contra el islam o el cris­tianismo y sus fundadores.

- Harijan, 13 de marzo de 1937

Alá, el Dios del islam, es el mismo que el Dios de los cris­tianos y que Ishwara*, Dios de los hindúes. Del mismo modo que en el hinduismo hay muchos nombres de Dios, también los hay en el islam. Los nombres no indican indi­vidualidad, sino atributos, y el pobre ser humano ha trata­do de describir humildemente al Dios poderoso dándole atributos, aunque El está por encima de todos los atributos y es Indescriptible, Inconcebible e Inmensurable. La fe vi­va en este Dios significa aceptar que todos los hombres son hermanos. También significa el mismo respeto por to­das las religiones.

- Harijan, 14 de mayo de 1938

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20 Tolerancia

* § ¡ »

No me gusta la palabra «tolerancia», pero no encuentro otra mejor. La tolerancia puede implicar la suposición gra­tuita de que las otras religiones son inferiores a la nuestra, mientras que la no violencia nos enseña a respetar las cre­encias religiosas de los demás igual que la nuestra, con lo cual admitimos la imperfección de ésta. A un buscador de la Verdad, que sigue la ley del amor, le resultará fácil ad­mitirlo. Si hubiéramos llegado a la plena visión de la Verdad, ya no seríamos meros buscadores, sino que nos habríamos hecho uno con Dios, pues la Verdad es Dios. Pero como sólo somos buscadores, proseguimos nuestra búsqueda y somos conscientes de nuestra imperfección. Ahora bien, si somos imperfectos, la religión, tal como no­sotros la concebimos, tiene que ser también imperfecta. Nuestra experiencia religiosa no es perfecta, y tampoco lo es nuestra experiencia de Dios. Puesto que la religión tal como la concebimos es imperfecta, siempre está sujeta a un proceso de evolución y reinterpretación. El progreso hacia la Verdad, hacia Dios, sólo es posible gracias a esa evolución. Y si todas las religiones concebidas por los se­res humanos son imperfectas, ni siquiera se plantea la

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cuestión acerca de cuál de ellas es superior. Todas las reli­giones constituyen una revelación de la Verdad, pero todas son imperfectas y falibles. El respeto por las creencias re­ligiosas de los demás no tiene que impedirnos ver sus de­fectos. Debemos ser profundamente conscientes de los de­fectos de nuestra religión; sin embargo, no hemos de aban­donarla por esa razón, sino que hemos de tratar de superar tales defectos. Si contempláramos con imparcialidad todas las religiones, no sólo no dudaríamos en incorporar a nuestra religión todas las características aceptables de las otras, sino que pensaríamos que ése es nuestro deber.

Entonces se plantea la siguiente cuestión: ¿por qué tie­ne que haber tantas religiones? Sabemos que hay una gran variedad de confesiones religiosas. El alma es una, pero los cuerpos a los que da vida son muchos. No podemos re­ducir el número de cuerpos y, sin embargo, reconocemos la unidad del alma. Del mismo modo que un árbol tiene un solo tronco, pero muchas ramas y hojas, así también hay una sola religión, pero muchos credos. Todas las religio­nes son un don de Dios, pero participan de la imperfección humana al pasar a través del ser humano. La religión co­mo don de Dios está por encima de toda explicación. Los seres humanos imperfectos sólo pueden expresarla con el lenguaje de que disponen, y sus palabras son interpretadas por otros hombres igualmente imperfectos. ¿Cuál es la in­terpretación que hay que considerar verdadera? Todos tie­nen razón desde su punto de vista, pero es posible que to­dos estén equivocados. De ahí la necesidad de la toleran­cia, que no significa indiferencia hacia la propia religión, sino un amor más inteligente y más puro hacia ella. La to­lerancia nos da una capacidad de penetración espiritual

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que dista del fanatismo tanto como dista el polo norte del polo sur. El verdadero conocimiento de la religión derriba las barreras entre una creencia religiosa y otra, dando ori­gen a la tolerancia. El cultivo de la tolerancia con respec­to a otras religiones nos dará una comprensión más autén­tica de la nuestra.

Es obvio que la tolerancia no pone en tela de juicio la distinción entre lo correcto y lo erróneo, o entre el bien y el mal. Aquí nos hemos referido siempre a las principales religiones del mundo, que están basadas en principios fun­damentales idénticos y que pueden señalar a hombres y mujeres santos que las siguieron en el pasado y las siguen en la actualidad. Por lo que respecta al bien y al mal, te­nemos que cultivar la caridad para con los malos tanto co­mo para con los buenos, para con los pecadores tanto co­mo para con los santos, a la vez que aborrecemos profun­damente la maldad y el pecado.

- Young India, 2 de octubre de 1930

La regla de oro de nuestro comportamiento es, por consi­guiente, el respeto mutuo, ya que nunca pensaremos todos igual, y siempre veremos la Verdad de manera fragmenta­ria y desde diferentes perspectivas. Cada cual tiene su con­ciencia. Por lo tanto, aunque sea una buena guía para la conducta individual, la imposición de esa conducta a los demás será una intromisión intolerable en su libertad de conciencia.

- Young India, 23 de septiembre de 1926

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21 Conversión

<^>

[Tomado de un discurso a misioneros extranjeros:]

Vosotros, los misioneros, venís a la India pensando que llegáis a una tierra de paganos, de idólatras, de personas que no conocen a Dios. Uno de los mayores teólogos cris­tianos, el obispo Heber, escribió dos líneas que siempre me han aguijoneado: «[La India,] donde todas las espe­ranzas tienen cabida y sólo el hombre es vil». ¡Cómo de­searía que no hubiera escrito estas palabras...! Mi propia experiencia, obtenida en mis viajes a lo largo y ancho de la India, muestra lo contrario. He viajado de un extremo al otro del país sin ningún prejuicio, en una búsqueda incan­sable de la verdad, y no puedo decir que en esta tierra her­mosa, regada por el gran Ganges*, el Brahmaputra* y el Yamuna*, el hombre sea vil. No es vil, sino que busca la verdad tanto como vosotros y como yo, y posiblemente más que nosotros. Esto me recuerda un libro francés tra­ducido para mí por un amigo francés. Es un relato de una expedición imaginaria en busca de conocimiento, que cuenta cómo un grupo desembarcó en la India y encontró la Verdad y a Dios en persona en la pequeña cabana de un paria*. Os digo que hay muchas cabanas pertenecientes a

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los intocables donde ciertamente encontraréis a Dios. Ellos persisten en la creencia de que Dios existe, aunque no razonen sobre ella. Dependen de la ayuda de Dios y la encuentran. A lo largo y ancho de la India se cuentan mu­chas historias sobre estos nobles intocables. Aunque algu­nos puedan ser viles, en medio de ellos se encuentran mo­delos de humanidad nobilísimos. Pero ¿se agota mi expe­riencia sólo en los intocables? No. Y quiero deciros que hay no brahmanas* que son ejemplos tan excelentes de humanidad como los que se puedan encontrar en cualquier otro lugar de la tierra. En la India hay en nuestros días brahmanas que encarnan el sacrificio personal, la santidad y la humildad. Hay brahmanas que se dedican en cuerpo y alma al servicio de los intocables sin esperar recompen­sa de éstos, y que son considerados abominables por los partidarios de la ortodoxia. Pero esto no les importa, por­que al servir a los parias sirven a Dios. Puedo citar ejem­plos de mi experiencia. Os expongo estos hechos con toda humildad, sencillamente para que podáis de este modo co­nocer mejor esta tierra, la tierra a la que habéis venido a servir. Estáis aquí para conocer profundamente la angustia del pueblo de la India y para acabar con ella. Pero espero que estéis aquí también con un estado de ánimo receptivo y que, si hay algo que la India pueda daros, no cerréis vuestros oídos ni vuestros ojos ni endurezcáis vuestros co­razones, sino que abráis vuestros oídos, vuestros ojos y, por encima de todo, vuestros corazones para recibir todo lo que pueda haber de bueno en esta tierra. Os aseguro que en la India hay muchas cosas buenas. No os aduléis a vo­sotros mismos creyendo que la mera recitación del famo­so versículo de san Juan convierte a un hombre en cristia-

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no. Si mi interpretación de la Biblia es correcta, puedo de­cir que conozco a muchas personas que nunca han oído el nombre de Jesucristo o que incluso han rechazado la in­terpretación oficial del cristianismo y que, si Jesús se en­carnara hoy en medio de nosotros, probablemente se ad­herirían más a él que muchos de nosotros. Así pues, os pi­do que afrontéis el problema que tenéis ante vosotros con sinceridad y con humildad.

No puedo dejar de recordaros la conversación que tu­vo lugar en la Missionary Language School de Darjeeling. Lord Salisbury era esperado por una delegación de misio­neros destinados en China que querían protección. No puedo recordar las palabras exactas de Lord Salisbury, pe­ro os transmito el contenido de su respuesta: «Caballeros, si quieren ustedes ir a China para predicar el mensaje del cristianismo, entonces no pidan ayuda al poder temporal. Arriesguen su vida, y si el pueblo de China quiere quitar­les la vida, piensen que han sido asesinados por servir a Dios». Lord Salisbury tenía razón. Los misioneros cristia­nos llegaron a la India bajo la sombra o, si se prefiere, ba­jo la protección de un poder temporal, y ello ha creado una barrera insalvable.

Si me decís que las estadísticas demuestran que mu­chos huérfanos se han convertido y han abrazado la fe cris­tiana, lo acepto, pero ello no me convence de que sea ésa vuestra misión, la cual, en mi opinión, es infinitamente su­perior. Vosotros queréis encontrar hombres en la India, y si es eso lo que queréis, tenéis que ir a las humildes caba­nas, no para darles algo, sino para tomar algo de ellos. Afirmo que soy un verdadero amigo de los misioneros de la India y de los europeos, y os digo lo que siento en lo

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hondo de mi corazón. Lo que os pido es receptividad, hu­mildad y disposición por vuestra parte para identificaros con las masas de la India. Os he hablado desde el corazón. Ojalá encuentre una respuesta de vuestros corazones.

- Young India, 6 de agosto de 1925

Sostengo que hacer proselitismo disfrazado de trabajo hu­manitario es, cuando menos, malsano. Es algo que indu­dablemente indigna a los habitantes de la India. Después de todo, la religión es un asunto profundamente personal, que toca al corazón. ¿Qué razones hay para que yo cambie mi religión por el hecho de que un médico que profesa la religión cristiana me haya curado de alguna enfermedad? ¿Acaso hay alguna razón para que el médico espere o me sugiera ese cambio mientras yo estoy bajo su influencia? ¿No es la curación médica como tal la recompensa y sa­tisfacción del médico? ¿Qué razones hay para que se me imponga la enseñanza cristiana mientras estoy en una ins­titución educativa misionera? En mi opinión, estas cosas no son edificantes y dan origen a la sospecha e incluso a una hostilidad secreta. Los métodos de conversión tienen que estar, como la mujer del César, por encima de toda sospecha. La fe no se comunica como los asuntos secula­res. Se transmite por medio del lenguaje del corazón. Si un hombre tiene una fe viva, difunde su aroma igual que la rosa su perfume. Debido a su invisibilidad, el alcance de su influencia es mucho mayor que el de la belleza visible del color de los pétalos.

No estoy contra la conversión, sino contra los métodos que se emplean actualmente. La conversión se ha transfor-

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irado hoy en un asunto de negocios como cualquier otro. Recuerdo haber leído el informe de un misionero que decía cuánto costaba la conversión de una persona, y después presentaba un presupuesto para «la próxima cosecha».

Sí, mantengo que a la India le basta con sus grandes re­ligiones. Aparte del cristianismo y el judaismo, del hin-duismo y sus vastagos, el islam y el zoroastrismo son reli­giones vivas en la India. Ninguna religión es perfecta; to­das ellas son igualmente queridas por sus seguidores. Lo que hace falta, por tanto, es que los seguidores de las gran­des religiones del mundo vivan amistosamente en contacto recíproco y no choquen entre sí por el intento estéril, por parte de cada comunidad, de mostrar la superioridad de su religión sobre las demás. A través de ese contacto amisto­so será posible que todos nosotros liberemos a nuestras res­pectivas religiones de sus defectos y excrecencias.

De ello se sigue que la India no necesita la clase de conversiones a que me he referido. La conversión en el sentido de autopurificación, de autorrealización, es una necesidad apremiante de nuestro tiempo. Sin embargo, no es en esto en lo que se piensa cuando se habla de hacer proselitismo. ¿No se podría decir a quienes quieren con­vertir a la India: «Médico, cúrate a ti mismo»?

- Young India, 23 de abril de 1931

Recuerdo que en mi juventud conocí a un hindú que se convirtió al cristianismo. Toda la ciudad comprendió que la iniciación de este hindú bien formado tuvo lugar mien­tras comía carne de vaca y bebía coñac en nombre de Jesucristo, a la vez que rechazaba el traje nacional. Más

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adelante supe que este convertido, como dicen muchos de mis amigos misioneros, pasó de una vida de esclavitud a una vida de libertad, de una vida de penuria a una vida de riqueza. En mis recorridos a lo largo y ancho de la India, veo a muchos indios cristianos casi avergonzados de su nacimiento y ciertamente abochornados de su ancestral re­ligión y de su no menos ancestral ropaje. Que los angloin-dios imiten a los europeos está bastante mal, pero que los imiten los convertidos indios es una violencia contra el pa­ís e incluso contra su nueva religión. En el Nuevo Testa­mento hay un pasaje donde se pide a los cristianos que no coman carne, si ello puede escandalizar a otros. En mi opi­nión, «carne» incluye aquí la bebida y el vestido. Puedo apreciar que se evite inflexiblemente todo cuanto hay de malo en lo antiguo; pero donde no sólo no hay nada malo, sino que una práctica antigua podría ser incluso deseable, sería un crimen renunciar a ella cuando estamos seguros de que esa renuncia hiere profundamente a amigos y co­nocidos. La conversión no tiene que significar desnacio­nalización. La conversión tendría que significar una re­nuncia definitiva a todo cuanto hay de malo en lo antiguo y adoptar todo cuanto hay de bueno y evitar escrupulosa­mente todo cuanto hay de malo en lo nuevo. Por consi­guiente, la conversión debería significar una vida de ma­yor dedicación al propio país, una mayor entrega a Dios, una mayor autopurificación. [...] ¿No es verdaderamente deplorable que muchos cristianos indios rechacen su pro­pia lengua materna y eduquen a sus hijos para que sólo ha­blen inglés? Al actuar de este modo, ¿no se desvinculan por completo de la nación en la que tienen que vivir?

- Young India, 20 de agosto de 1925

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Vivir el evangelio es el modo más eficaz [...], el más efi­caz al comienzo, en el medio y al final. Sospecho de los misioneros que predican, y amo a los que no predican nun­ca pero viven según Dios les da a entender. Sus vidas son testimonios silenciosos y, sin embargo, sumamente efica­ces. Por consiguiente, no puedo decir qué hay que predi­car, pero sí puedo decir que una vida de servicio y simpli­cidad absoluta es la mejor predicación. Una rosa no nece­sita predicar. Simplemente, difunde su fragancia. Esa fra­gancia es su sermón. Si ella tuviera entendimiento huma­no y pudiera poner a su servicio a algunos predicadores, éstos no serían capaces de vender más rosas que la fra­gancia por sí sola. La fragancia de la vida religiosa y espi­ritual es mucho más fina y sutil que la de la rosa.

- Harijan, 29 de marzo de 1935

No puedo pedir a un cristiano, a un musulmán, a un parsi o a un judío que cambien su religión si yo no estoy dis­puesto a cambiar la mía. Lo cual no significa que ignore las limitaciones de quienes profesan esas religiones, del mismo modo que no me hace ignorar las graves limitacio­nes de quienes profesan la mía. Y como veo que necesito todos mis recursos para tratar de que mi vida esté al nivel de mi religión y para predicar lo mismo a mis correligio­narios, no sueño con predicar a los seguidores de otras re­ligiones. «No juzguéis y no seréis juzgados» es una sólida máxima para nuestra conducta personal. Cada día estoy más convencido de que las grandes y ricas misiones cris­tianas prestarán un verdadero servicio a la India si son ca­paces de limitar sus actividades a los servicios humanita-

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ríos sin el motivo ulterior de pretender convertir a la India -o al menos a sus sencillos aldeanos- al cristianismo, o de destruir su superestructura social, que, a pesar de sus nu­merosos defectos, se ha mantenido en pie desde tiempo in­memorial frente a los ataques dirigidos contra ella desde dentro y desde fuera. Querámoslo o no tanto ellos -los mi­sioneros- como nosotros, lo que hay de verdadero en la re­ligión hindú permanecerá, y lo que hay de no verdadero se deshará en pedazos. Para poder existir, toda religión viva ha de tener en sí misma el poder de rejuvenecer.

- Harijan, 28 de septiembre de 1935

Shuddhi* y tabligh*

En mi opinión, en el hinduismo no existe el proselitismo tal como se concibe en el cristianismo y, en menor medi­da, en el islam. Pienso que el Arya Samaj* ha copiado a los cristianos al planificar su propaganda. El método mo­derno no me atrae. Ha hecho más daño que bien. Aun cuando sea considerado sólo como un asunto del corazón, como algo entre el Hacedor y uno mismo, ha degenerado en un llamamiento al instinto egoísta. [...] Mi instinto hin­dú me dice que todas las religiones son más o menos ver­daderas. Todas proceden del mismo Dios, pero todas son imperfectas, porque han llegado hasta nosotros a través de instrumentos humanos imperfectos. El verdadero movi­miento shuddhi debería consistir en que cada persona tra­tara de llegar a la perfección en su propia religión. ¿Qué sentido tiene pasar de un compartimiento a otro, si ello no

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implica una elevación moral? ¿Qué sentido tiene que yo líate de convertir a otros al servicio a Dios (pues éste de­be ser el objetivo del shuddhi o del tabligh), cuando quie­nes pertenecen a mi redil niegan a Dios todos los días con sus acciones? El proverbio «Médico, cúrate a ti mismo» es más verdadero cuando se aplica a las cuestiones religiosas que a las mundanas.

- Harijan, 29 de mayo de 1924

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22 Por qué soy hindú

<*&

Como creo en la influencia de la herencia y he nacido en una familia hindú, sigo siendo hindú. Estaría dispuesto a rechazar el hinduismo si descubriera que es incoherente con mi sentido moral o con mi crecimiento espiritual. Después de examinarlo, he descubierto que es la más tole­rante de todas las religiones que conozco. El hecho de que no tenga dogmas me resulta muy atractivo, ya que da al adepto el mayor ámbito de autoexpresión. Como no es una religión exclusiva, capacita a quienes la siguen no sólo pa­ra respetar a todas las demás religiones, sino también para admirar y asimilar cualquier cosa que pueda ser buena de las demás religiones. La no violencia es común a todas las religiones, pero ha encontrado su expresión y aplicación más elevada en el hinduismo. (Considero que el jainismo* o el budismo no están separados del hinduismo). El hin­duismo cree en la unidad no sólo de todos los seres huma­nos, sino de todos los seres vivos. Su culto a la vaca es, en mi opinión, su contribución específica a la evolución del humanitarismo. Es una aplicación práctica de la creencia en la unidad y, por consiguiente, en la sacralidad de todos los seres vivos. La gran creencia en la transmigración es una consecuencia directa de esa creencia en la unidad.

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Finalmente, el descubrimiento de la ley del varnashrama es un magnífico resultado de la incesante búsqueda de la verdad.

- Young India, 20 de octubre de 1927

Me considero un hindú sanatani* porque:

1. Creo en los Veda*, en los Upanishad, en los Purana* y en todo cuanto pertenece a las escrituras hindúes y, por lo tanto, en los avatara* y en los nuevos nacimientos.

2. Creo en el varnashrama dharma en un sentido, en mi opinión, estrictamente védico*, pero no en su actual sentido popular y rudo.

3. Creo en la protección de la vaca en un sentido mucho más amplio que el popular.

4. No soy escéptico con respecto al culto a los ídolos.

El lector observará que me he abstenido intencionada­mente de usar la expresión «origen divino» para referirme a los Veda o a otras escrituras sagradas. No creo que los Veda hayan sido los únicos textos inspirados por Dios. Creo que la Biblia, el Corán y el Zend Avesta* fueron tan inspirados por Dios como los Veda. Mi fe en las escrituras hindúes no me exige aceptar que todas las palabras y to­dos los versículos son fruto de la inspiración divina. No pretendo tener un conocimiento de primera mano de esos libros maravillosos. Con todo, afirmo que conozco y me adhiero a las verdades de la doctrina esencial de las escri­turas. No estoy dispuesto a sentirme atado por ninguna in­terpretación que repugne a la razón o al sentido moral,

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aunque sea defendida por los eruditos. No rechazo tajan­temente la pretensión (si es que la tienen) de los actuales shankaracharyas* y shastris* de dar una interpretación correcta de las escrituras hindúes. Por el contrario, creo que nuestro conocimiento actual de tales libros se encuen­tra en un estado sobremanera caótico. Creo implícitamen­te en el aforismo hindú según el cual nadie conoce verda­deramente los Shastras* si no ha alcanzado la perfección en la Inocencia (Ahimsa), la Verdad (Satya*) y el Auto­control (Brahmacharya*), y no ha renunciado a toda ad­quisición o posesión de riqueza. Creo en la institución de los gurús*, pero en nuestro tiempo millones de personas no pueden tener un gurú, porque es raro encontrar una combinación de pureza perfecta y aprendizaje perfecto. Pero no hay que perder la esperanza en que es posible co­nocer la verdad de la propia religión, porque los elemen­tos fundamentales del hinduismo, al igual que los de todas las grandes religiones, son inmutables y se comprenden fácilmente. Todo hindú cree en Dios y en su unicidad, en los nuevos nacimientos y en la salvación. [...] Soy un re­formador de pies a cabeza. Pero mi celo no me lleva nun­ca a rechazar ninguno de los elementos esenciales del hin­duismo. He afirmado que no soy escéptico con respecto al culto a los ídolos, aunque éstos no suscitan en mí ningún sentimiento de veneración. Pienso que el culto a los ídolos forma parte de la naturaleza humana, pues los seres hu­manos estamos sedientos de simbolismo. ¿Por qué tene­mos que adoptar una actitud más serena en una iglesia que en otros lugares? Las imágenes son una ayuda para el cul­to. Ningún hindú considera que una imagen sea Dios. Yo no pienso que el culto a los ídolos sea un pecado.

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De la exposición anterior se sigue claramente que el hinduismo no es una religión exclusiva. En ella hay espa­cio para el culto a todos los profetas del mundo. No es una religión misionera en el sentido ordinario del término. Es indudable que ha absorbido a muchas tribus en su redil, pero esta absorción ha tenido un carácter evolutivo, im­perceptible. El hinduismo enseña que cada persona tiene que dar culto a Dios según su propia fe o dharma*, y por ello vive en paz con todas las religiones.

- Young India, 6 de octubre de 1921

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23 Budismo, cristianismo e islam

*§>

He oído innumerables veces, y lo he leído también en li­bros que pretenden expresar el espíritu del budismo, que Buda no creía en Dios. En mi humilde opinión, tal creen­cia contradice el hecho central de la enseñanza de Buda. [...] La confusión ha surgido porque Buda rechazó -y con razón- todas las cosas viles que en su generación eran atri­buidas al nombre de Dios. Es indudable que rechazó la no­ción según la cual un ser llamado Dios actuaba motivado por la malicia, podía arrepentirse de sus acciones y, como los reyes de la tierra, podía verse sometido a tentaciones y sobornos, y también tener favoritismos. Toda el alma de Buda se alzó con poderosa indignación contra la creencia en que un ser llamado Dios exigía para su satisfacción la sangre viva de animales -animales que eran criaturas su­yas- para sentirse complacido. Por eso Buda volvió a en­tronizar a Dios en el lugar debido y destronó al usurpador que en aquel momento parecía ocupar ese Trono Blanco. Él subrayó y volvió a declarar la eterna e inalterable exis­tencia del gobierno moral de este universo y dijo, sin du­darlo ni un momento, que la ley era el mismo Dios.

- Young India, 24 de noviembre de 1927

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Las leyes de Dios son eternas, inalterables e inseparables del mismo Dios. Ésta es una condición indispensable de Su misma perfección. Por esta razón surgió la confusión según la cual Buda no creía en Dios, sino que únicamente creía en la ley moral, y, debido a esta confusión sobre Dios mismo, surgió la confusión sobre la comprensión correcta del gran término nirvana*. Es indudable que el nirvana no es la extinción completa. Hasta donde yo he podido en­tender el hecho central de la vida de Buda, el nirvana es la completa extinción de todo cuanto hay de vil en nosotros, todo lo vicioso, todo lo corrupto y corruptible que hay en nosotros. El nirvana no es como la negra e inerte paz de los cementerios, sino la paz viva, la felicidad viva de un al­ma que es consciente de sí misma y de haber encontrado su morada en el corazón del Eterno.

- Young India, 24 de noviembre de 1927

Aunque la contribución de Buda a la humanidad fue gran­de por el hecho de haber restablecido a Dios en Su lugar eterno, en mi humilde opinión su contribución a la huma­nidad fue aún más grande por su extraordinario respeto a todos los seres vivos, incluidos los más viles.

- Young India, 20 de enero de 1927

Podría decir que nunca he estado interesado en un Jesús histórico. Si alguien llegara a probar que el hombre llama­do Jesús no vivió nunca y que lo que se narra en los evan­gelios es producto de la imaginación de sus autores, no me preocuparía, pues el Sermón de la Montaña seguiría sien­do verdadero para mí.

- Young India, 31 de diciembre de 1931

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No puedo atribuir a Jesús una divinidad exclusiva. El es tan divino como Krishna*, Rama*, Mahoma o Zoroastro*. Así mismo, no considero que todas las palabras de la Biblia estén inspiradas, como tampoco pienso que todas las palabras de los Veda* o del Corán estén inspiradas. La totalidad de cada uno de estos libros está ciertamente ins­pirada, pero rechazo la existencia de la inspiración en mu­chas de las cosas tomadas individualmente. Para mí, la Biblia es un libro tan religioso como el Gita o el Corán.

- Harijan, 6 de marzo de 1937

¿Qué significa Jesús para mí? Para mí, Jesús es uno de los maestros más grandes de toda la historia de la humanidad. Para los cristianos es el Hijo unigénito de Dios. El hecho de que yo acepte o no esta creencia, ¿hace que Jesús ten­ga una influencia mayor o menor en mi vida? ¿Quedaría yo por ello privado de toda la grandeza de Su enseñanza y de Su doctrina? Creo que no.

- The Modern Review, octubre de 1941

Creo que es imposible estimar los méritos de las diferentes religiones del mundo; más aún, creo que es innecesario y dañino el mero hecho de intentarlo. Ahora bien, cada una de ellas encarna, a mi juicio, una fuerza motivadora co­mún: el deseo de elevar la vida humana y darle un propó­sito. Y dado que la vida de Jesús tiene el significado y la trascendencia a que he aludido, creo que Jesús pertenece no sólo al cristianismo, sino a todo el mundo, a todas las razas y a todas las personas, sin que importe demasiado ba-

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jo qué bandera, nombre o doctrina puedan trabajar, profe­sar una fe o adorar a un dios heredado de sus antepasados.

- The Modern Review, octubre de 1941

No he podido encontrar ninguna diferencia entre el Ser­món de la Montaña y el Bhagavad Gita. Lo que el Sermón describe de una manera gráfica, el Bhagavad Gita lo re­duce a una fórmula científica. Tal vez no sea un libro cien­tífico en el sentido aceptado de este término, pero ha de­batido a fondo la ley del amor -la ley del abandono, como yo prefiero llamarla- de una manera científica. El Sermón de la Montaña expresa la misma ley con un lenguaje ma­ravilloso. El Nuevo Testamento me proporcionó un con­suelo y una alegría sin límites, pues lo leí después de ha­ber sentido aversión hacia algunas partes del Antiguo Testamento. Suponiendo que hoy me viera privado del Gita y olvidara todos sus contenidos, si tuviera una copia del Sermón, me produciría la misma alegría que el Gita.

- Young India, 22 de diciembre de 1927

Pienso que el islam es una religión de paz en el mismo sentido en que lo son el cristianismo, el budismo y el hin-duismo. Es indudable que hay diferencias de grado, pero el objeto de estas religiones es la paz.

- Young India, 20 de enero de 1927

Las aportaciones características de la cultura nacional de la India son su creencia no adulterada en la unicidad de Dios y una aplicación práctica de la verdad de la fraterni-

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dad del ser humano con todos los que pertenecen a su es­pecie. Quiero recordar estas dos aportaciones característi­cas. Porque en el hinduismo el espíritu de la fraternidad se ha vuelto demasiado filosófico. Así mismo, aun cuando el hinduismo filosófico no tiene más dios que Dios, no se puede negar que el hinduismo práctico no es tan inflexible como el islam en este punto.

- Young India, 21 de marzo de 1929

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24 Dios y dioses

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- Si el hinduismo se hiciera monoteísta -sugirió el sacer­dote católico-, el cristianismo y el hinduismo podrían ser­vir a la India colaborando entre sí.

- Me gustaría ver esa colaboración hecha realidad -di­jo Gandhi-, pero eso no es posible mientras las actuales misiones cristianas persistan en atacar y ridiculizar al hin­duismo y en decir que nadie puede ir al cielo si no renun­cia al hinduismo y reniega de él. En cambio, pienso que es posible que un buen cristiano trabaje silenciosamente y extienda el suave aroma de su vida sobre las comunidades hindúes, como la rosa, que no necesita ningún discurso pa­ra difundir su fragancia, sino que la propaga porque tiene que hacerlo. Lo mismo sucede con una verdadera vida es­piritual. Si se dieran estas condiciones, ciertamente habría paz en la tierra y buena voluntad entre los hombres, pero esto no se producirá mientras haya un cristianismo mili­tante o «muscular». Éste no se encuentra en la Biblia, pe­ro sí en Alemania y en otros países.

- Pero si los indios empiezan a creer en un solo Dios y abandonan la idolatría, ¿no piensa usted que todas las di­ficultades quedarían resueltas?

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- ¿Quedarían los cristianos satisfechos con ello? ¿Acaso están todos ellos unidos?

- Por supuesto que no todas las confesiones cristianas están unidas -dijo el sacerdote católico.

- Entonces está planteando usted una cuestión pura­mente teórica. Y yo me atrevo a preguntarle si hay alguna forma de unión entre el islam y el cristianismo, aunque se diga que estas dos religiones creen en un solo Dios. Si és­tas no están unidas, hay menos esperanza aún de unidad entre los cristianos y los hindúes del modo que usted su­giere. Yo tengo mi propia solución; pero en primer lugar pongo en cuestión la afirmación según la cual los hindúes creen en muchos dioses y son idólatras. Los hindúes afir­man que hay muchos dioses, pero también declaran in­confundiblemente que hay UN DIOS, el Dios de dioses. Por consiguiente, no es correcto sugerir que los hindúes creen en muchos dioses. Es cierto que creen en muchos mundos. Del mismo modo que hay un mundo habitado por hom­bres y otro por animales, así también hay un mundo, habi­tado por seres superiores llamados dioses, que nosotros no vemos y que, sin embargo, existe. Toda la dificultad se de­be a la traducción de la palabra deva* o devata*, para la que los europeos no han encontrado un término mejor que «dios». Pero Dios es Ishwara*, Devadhideva\ Dios de dioses. Así pues, lo que ha dado origen a la confusión ha sido el uso de la palabra «dios» para describir a diferentes seres divinos. Yo creo que soy un hindú de una pieza, pe­ro no creo en muchos dioses. Ni siquiera en mi infancia tu­ve esta creencia, y nadie me enseñó nunca a tenerla.

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Idolatría

- Por lo que respecta al culto a los ídolos, nadie puede prescindir de él, sea cual sea la forma que adopte. ¿Por qué da un musulmán la vida por defender una mezquita que para él es una casa de Dios? ¿Y por qué los cristianos van a la iglesia y, cuando se les pide que pronuncien un jura­mento, juran por la Biblia? Mas yo no pongo ninguna ob­jeción a estas prácticas. ¿Y qué es, sino idolatría, entregar incalculables riquezas para construir mezquitas y tumbas? ¿Y qué hacen los católicos cuando se arrodillan ante la Virgen María y ante los santos, figuras imaginarias de pie­dra o pintadas en lienzos o en vidrieras?

-Yo llevo conmigo una foto de mi madre y la beso con veneración. Pero no la adoro, ni tampoco adoro a los san­tos. Cuando adoro a Dios, reconozco que es el Creador y más grande que todos los seres humanos -objetó el sacer­dote católico.

- Tampoco nosotros damos culto a una piedra, sino a Dios en imágenes de piedra o de metal, por muy rudas que sean.

- Pero los aldeanos dan culto a las piedras como Lsi fueran] Dios.

- No, le digo que no dan culto a nada que sea inferior a Dios. Cuando ustedes se arrodillan ante la Virgen María y piden su intercesión, ¿qué es lo que hacen? Lo que piden es establecer contacto con Dios por medio de ella. Del mismo modo, un hindú trata de establecer contacto con Dios a través de una imagen de piedra. Yo puedo entender que ustedes pidan la intercesión de la Virgen. ¿Por qué se llenan los musulmanes de temor reverencial y exultación

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cuando entran en una mezquita? ¿Por qué? ¿Acaso no es todo el universo una mezquita? ¿Y qué decir sobre el mag­nífico baldaquín de los cielos que se extiende sobre noso­tros? ¿Acaso es menos que una mezquita? Mas yo com­prendo y simpatizo con los musulmanes. Es su manera de acercarse a Dios. Los hindúes tienen su propia manera de acercarse al mismo Ser Eterno. Nuestros modos de apro­ximación son diferentes, pero ello no hace que El sea di­ferente.

- Sin embargo, los católicos creemos que Dios nos re­veló el verdadero camino.

- ¿Por qué dicen los católicos que la voluntad de Dios está expresada sólo en un libro llamado Biblia y no en otros? ¿Por qué circunscriben el poder de Dios?

- Jesús demostró con milagros que había recibido la palabra de Dios.

- Eso lo afirma también Mahoma. Si ustedes aceptan el testimonio cristiano, tendrían que aceptar también el testimonio musulmán y el testimonio hindú.

- Pero Mahoma dijo que él no podía hacer milagros. - No. Mahoma no quiso probar la existencia de Dios

con milagros, pero afirmó que recibía mensajes de Dios.

- Harijan, 13 de marzo de 1937

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Encarnación

Dios no es una persona. Afirmar que baja a la tierra de vez en cuando en forma de ser humano es una verdad parcial que sólo significa que esa persona vive cerca de Dios. Puesto que Dios es omnipresente, habita dentro de todos los seres humanos y, por consiguiente, se podría decir que todos ellos son encarnaciones de Dios. Pero eso no nos lleva a ninguna parte. Rama*, Krishna*, etcétera, son lla­mados encarnaciones de Dios porque les atribuimos cua­lidades divinas. En realidad, son creaciones de la imagi­nación humana. Que hayan vivido o que no hayan existi­do no afecta a la imagen que la mente humana tiene de ellos. El Rama y el Krishna de la historia presentan mu­chas dificultades que es preciso superar con toda clase de argumentos.

La verdad es que Dios es la fuerza. Él es la esencia de la vida. Es la conciencia pura y sin mancha. Es eterno. Y, sin embargo, por extraño que pueda parecer, no todas las personas son capaces de beneficiarse de Su presencia viva y omnipresente ni de refugiarse en ella.

La electricidad es una fuerza poderosa. Pero no todas las personas pueden beneficiarse de ella. Sólo puede ser producida si se siguen ciertas leyes. Es una fuerza sin vi­da. El ser humano puede utilizarla si se esfuerza mucho hasta conseguir el conocimiento de sus leyes.

Así mismo, la fuerza viva que llamamos Dios puede ser encontrada si conocemos y seguimos Su ley, que nos lleva a descubrir Su presencia en nosotros.

- Harijan, 22 de junio de 1947

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El dharma" hindú es como un océano sin límites repleto de joyas inestimables. Cuanto más profundamente se su­merge uno, tantos más tesoros encuentra. En la religión hindú se conoce a Dios con varios nombres. Es indudable que miles de personas ven a Rama y a Krishna como figu­ras históricas y creen literalmente que Dios bajó en perso­na a la tierra en la forma de Rama, el hijo de Dasharatha*, y que si le dan culto, pueden alcanzar la salvación. Lo mis­mo se aplica también a Krishna. La historia, la imagina­ción y la verdad están mezcladas inextricablemente. Es ca­si imposible desenredarlas. Yo he aceptado todas las for­mas y todos los nombres atribuidos a Dios como símbolos que connotan un Rama omnipresente y sin forma. Para mí, por consiguiente, Rama descrito como señor de Sita, hijo de Dasharatha, es la esencia todopoderosa cuyo nombre, inscrito en el corazón, elimina todo sufrimiento -mental, moral y corporal.

- Harijan, 2 de junio de 1946

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25 Templos e ídolos

No considero que la existencia de un templo sea un peca­do o una superstición. Alguna forma de culto común y un lugar común de culto son, al parecer, necesidades huma­nas. Que los templos contengan imágenes o las excluyan es una cuestión de temperamentos y gustos. Pienso que un lugar de culto hindú o católico que contenga imágenes no es necesariamente malo o supersticioso, y creo que una mezquita y un lugar de culto protestante no son buenos ni están libres de superstición por el mero hecho de que ex­cluyan las imágenes. Un símbolo, como una cruz o un li­bro, puede llegar a ser fácilmente idolátrico y, por lo tan­to, supersticioso. Por otro lado, el culto a una imagen de Krishna* Niño o de la Virgen María puede ser ennoblece-dor y liberar de toda superstición. Depende de la actitud del corazón de la persona que da culto.

- Young India, 5 de noviembre de 1925

Los miembros de la familia humana no somos todos filó­sofos. Somos muy terrenos y no estamos satisfechos con la contemplación del Dios Invisible. De un modo u otro,

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queremos algo que podamos tocar, algo que podamos ver, algo ante lo cual podamos arrodillarnos. No importa si es un libro, un edificio de piedra vacío o un edificio de pie­dra habitado por muchas imágenes. Un libro satisfará a unos, un edificio vacío satisfará a otros, y otros muchos no se sentirán satisfechos hasta que vean algo que habite en esos edificios vacíos. Lo que yo os pido es que no os acer­quéis a esos templos como si representaran un cuerpo de supersticiones. Si os acercáis a esos templos teniendo fe en ellos, sabréis que cada vez que los visitéis saldréis de ellos purificados y con una fe cada vez mayor en el Dios vivo.

- Harijan, 23 de enero de 1937

Los devotos van al templo para purificar su alma. Quien da culto saca lo mejor de sí mismo. Al saludar a una per­sona viva, puede sacar lo mejor de ella si el saludo es de­sinteresado. Todos los seres vivos son más o menos fali­bles. Pero en el templo se da culto al Dios vivo, cuya per­fección supera todo lo imaginable. Las cartas escritas a personas vivas producen con frecuencia desconsuelo, aun cuando sean respondidas -y no hay garantía de que siem­pre reciban una respuesta-. Las cartas a Dios -que, según la imaginación del devoto, reside en templos- no requie­ren ni pluma ni tinta ni papel, ni siquiera palabras. El me­ro culto silencioso constituye la carta que recibe su propia respuesta infalible. Todo acto de culto es un hermoso ejer­cicio de fe. En él no hay pérdida de esfuerzos, ni descon­suelo, ni peligro de ser mal interpretado. El escritor tiene que tratar de entender la sencilla filosofía que subyace al

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culto en los templos, las mezquitas o las iglesias. Entenderá mejor lo que quiero decir si comprende que no establezco ninguna distinción entre estas diferentes mora­das de Dios, las cuales son lo que la fe ha hecho de ellas. Son una respuesta al anhelo del hombre de alcanzar de al­gún modo lo INVISIBLE.

- Harijan, 18 de marzo de 1933

Soy un idólatra y a la vez un iconoclasta -según lo que, a mi juicio, es el verdadero sentido de estos términos-. Valoro el espíritu que hay detrás del culto a los ídolos. Es­te desempeña un papel importantísimo en la elevación de la raza humana. Me gustaría tener la capacidad de defen­der con mi vida los miles de templos sagrados que santifi­can nuestra tierra.

- Young India, 28 de agosto de 1924

Soy un iconoclasta en el sentido de que quiero destruir la sutil idolatría en forma de fanatismo que niega la existen­cia de toda virtud en cualquier otra forma de culto a la Divinidad que no sea la nuestra. Esta forma de idolatría es más mortífera, porque es más sutil y esquiva que la forma tangible y ruda de culto que identifica a la Divinidad con un pequeño trozo de piedra o con una imagen de oro.

- Young India, 28 de agosto de 1924

Muchas veces los templos, las iglesias y las mezquitas muestran corrupción, y con más frecuencia aún deterioro.

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No obstante, sería imposible probar que todos los sacer­dotes son malos o han sido malos, y que todas las iglesias, templos y mezquitas son semilleros de corrupción y su­perstición. Hay que observar un hecho fundamental, a sa­ber: que toda religión necesita una casa de culto. Y puedo añadir que, por la naturaleza misma de las cosas, no pue­de existir una religión sin casa de culto mientras la consti­tución del hombre siga siendo la misma. El cuerpo huma­no ha sido llamado con razón «Templo del Espíritu San­to», aunque muchos de esos templos desmienten ese he­cho y son semilleros de corrupción usados para la disipa­ción. Se puede demostrar que hay algunos cuerpos que son verdaderos templos del Espíritu Santo. Y supongo que se aceptará como conclusión que todos los cuerpos deben ser destruidos por la corrupción de muchos. Pero hay que bus­car en otra parte la causa de la corrupción de tantos cuer­pos. Los templos de piedra y argamasa no son más que una extensión natural de esos templos humanos y, aun cuando indudablemente fueron concebidos como moradas de Dios, al igual que los templos humanos, han estado su­jetos a la misma ley de la decadencia que éstos.

- Harijan, 11 de marzo de 1933

No conozco ninguna religión o secta que no haya tenido o no tenga su Casa de Dios, que puede recibir diversos nom­bres: templo, mezquita, iglesia, sinagoga o agiari*. Tam­poco es cierto que alguno de los grandes reformadores, in­cluido Jesús, destruyera o rechazara todos los templos sin excepción. Todos los grandes reformadores trataron de desterrar la corrupción tanto de los templos como de la so-

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ciedad. Parece que algunos de ellos, si no todos, predica­ron desde los templos. Hace años que no visito ningún templo, pero ello no hace que me considere mejor perso­na que antes. Mi madre nunca dejó de ir al templo mien­tras tuvo salud para ello. Es probable que su fe fuera mu­cho mayor que la mía, aunque yo no vaya al templo. Hay millones de personas cuya fe está basada en los templos, las iglesias y las mezquitas. No todas son seguidoras cie­gas de una superstición, ni son fanáticas. La superstición y el fanatismo no son monopolio suyo. Estos vicios tienen su raíz en nuestro corazón y en nuestra mente.

- Harijan, 11 de marzo de 1933

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26 Culto a los árboles

Un corresponsal escribe:

«Es frecuente ver en este país a hombres y mujeres que dan culto a maderos, piedras y árboles, pero me ha sor­prendido comprobar que incluso mujeres cultivadas per­tenecientes a las familias de trabajadores sociales entu­siastas practicaban este culto. Algunas de esas hermanas y amigas defienden esta práctica diciendo que, como es­tá fundada en la pura reverencia a lo divino en la natura­leza, y no en falsas creencias, no se puede clasificar co­mo superstición, y citan los nombres de Satyavan* y Savitri*, cuya memoria -dicen- conmemoran de este modo. Este argumento no me convence. ¿Podría pedirle que arrojara alguna luz sobre esta cuestión?».

Me gusta este tema, pues plantea la antiquísima cues­tión del culto a las imágenes. Yo soy a la vez defensor del culto a las imágenes y contrario al mismo. Cuando este culto degenera en idolatría y se introducen en él falsas cre­encias y doctrinas, es preciso combatirlo como un gran mal social. Por otro lado, el culto a las imágenes entendi­do como configuración concreta del propio ideal es inhe-

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rente a la naturaleza humana, e incluso valioso como ayu­da para la devoción. Así, damos culto a una imagen cuan­do rendimos homenaje a un libro que consideramos santo o sagrado. Damos culto a una imagen cuando visitamos un templo o una mezquita con sentimientos de santidad o re­verencia. No veo nada malo en todo esto. Por el contrario, como el ser humano está dotado de una comprensión fini­ta y limitada, difícilmente puede actuar de otro modo. Le­jos de ver algo intrínsecamente malo o dañino en el culto a los árboles, encuentro en él un impulso instintivo carac­terizado por un profundo pathos y una belleza poética. Este culto simboliza la verdadera reverencia a todo el rei­no vegetal, que con su infinito panorama de hermosas fi­guras y formas nos declara en un millón de lenguas, por así decirlo, la grandeza y la gloria de Dios. Si en nuestro planeta no hubiera vegetación, la vida no se prolongaría ni siquiera un momento. Especialmente en los países donde hay escasez de árboles, el culto a los árboles asume una profunda significación económica.

No veo, por tanto, la necesidad de encabezar una cru­zada contra el culto a los árboles. Es verdad que las pobres e ingenuas mujeres que dan culto a los árboles no tienen una comprensión razonada de las implicaciones de su ac­to. Es posible que no puedan dar ninguna explicación de por qué lo realizan. Actúan desde la pureza y desde la completa simplicidad de su fe. Ésta no tiene que ser des­preciada, porque es una fuerza grande y poderosa que he­mos de ver como un tesoro.

Muy diferente, sin embargo, es el caso de los votos y oraciones que los piadosos ofrecen ante los árboles. No hay que fomentar los votos y las oraciones que se hacen

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con fines egoístas, ya se ofrezcan en las iglesias, en las mezquitas, en los templos o ante árboles y santuarios. El culto a las imágenes no guarda una relación causa-efecto con las peticiones egoístas o el ofrecimiento de votos. Una oración personal egoísta es mala, ya se haga ante una ima­gen o ante un Dios invisible.

No obstante, que nadie deduzca de esto que pretendo defender el culto a los árboles en general. No defiendo el culto a los árboles por considerar que es una ayuda nece­saria para la devoción, sino únicamente porque reconozco que Dios se manifiesta de innumerables formas en este universo, y que todas las manifestaciones de Dios merecen mi respeto espontáneo.

- Young India, 26 de septiembre de 1929

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27 Razón y fe

«^>

La experiencia me ha humillado lo suficiente como para hacerme comprender las limitaciones específicas de la ra­zón. Del mismo modo que las cosas materiales extraviadas terminan convirtiéndose en basura, así también la razón mal usada se vuelve locura.

- Young India, 14 de octubre de 1926

Los racionalistas son seres admirables, pero el racionalis­mo es un monstruo horrible cuando sostiene que es omni­potente. Atribuir la omnipotencia a la razón es una mani­festación de idolatría tan mala como dar culto a un trozo de madera o a una piedra creyendo que son Dios. No pido la supresión de la razón, sino el debido reconocimiento de aquello que en nosotros santifica a la razón.

- Young India, 19 de octubre de 1926

Hay temas en los que la razón no puede llevarnos lejos y tenemos que aceptar las cosas por la fe. La fe, pues, no contradice la razón, sino que la trasciende. La fe es una es-

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pecie de sexto sentido que actúa en cuestiones que quedan fuera del alcance de la razón.

- Harijan, 6 de marzo de 1937

La fe nos conduce a través de mares tempestuosos, la fe mueve montañas y atraviesa los océanos. Esta fe no es sino la conciencia viva y completamente despierta de Dios den­tro de nosotros. Quien ha alcanzado esta fe no desea nada. Aunque su cuerpo esté enfermo, él está espiritualmente sa­no, es físicamente puro y abunda en riquezas espirituales.

- Young India, 24 de septiembre de 1925

Sin la fe, este mundo quedaría aniquilado en un momento. La verdadera fe es la apropiación de la experiencia razo­nada de personas que, según creemos, han vivido una vi­da purificada por la oración y la penitencia. Así pues, la creencia en profetas o encarnaciones que han vivido en épocas remotas no es una superstición inútil, sino la satis­facción de una íntima necesidad espiritual.

- Young India, 14 de abril de 1927

Todos tenemos fe en Dios, aunque no todos lo sepamos. Porque todos tenemos fe en nosotros mismos, y esto, ele­vado a la enésima potencia, es Dios. La suma total de to­dos los seres vivos es Dios. Aunque no somos dioses, so­mos de Dios, del mismo modo que una pequeña gota de agua es parte del océano. Imaginémosla separada del océano y arrojada lejos de los otros millones de gotas.

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Apartada de su entorno, está desprotegida y no puede sen­tir el poder y la majestad del océano. Pero si alguien pu­diera indicarle que es parte del océano, su fe reviviría, danzaría con alegría, y todo el poder y la majestad del océano se reflejarían en ella.

- Harijan, 3 de junio de 1939

Ver a Dios cara a cara es sentir que está entronizado en nuestros corazones del mismo modo que un niño siente el afecto de su madre sin necesidad de ninguna demostra­ción. ¿Acaso razona un niño la existencia del amor de su madre? ¿Puede demostrársela a los demás? Le basta con declarar triunfalmente: «Es así». Lo mismo sucede con la existencia de Dios, pues El desafía a la razón. Pero pode­mos tener experiencia de Dios. No rechacemos la expe­riencia de Tulsidas*, Chaitanya*, Ramadas y una miríada de maestros espirituales, al igual que tampoco rechazamos la experiencia de los maestros del mundo.

- Young India, 9 de julio de 1925

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28 Escrituras

MR. BASIL MATHEWS: ¿Dónde se encuentra para usted la sede de la autoridad?

GANDHI: Está aquí (señalándose el pecho). Ejercito mi juicio sobre todas las escrituras, incluido el Gita. No per­mito que ningún texto escriturístico reemplace a mi razón. Creo que los libros principales están inspirados, pero pien­so que sufren un proceso de doble destilación. En primer lugar, llegan hasta nosotros a través de un profeta humano y, después, a través de los comentarios de los intérpretes. Nada en ellos viene directamente de Dios. Puede suceder que Mateo dé una versión de un texto, y Juan ofrezca otra. Acepto la revelación divina, pero no renuncio a mi razón. Y, sobre todo: «La letra mata, pero el espíritu da vida». Con todo, no debe usted malinterpretar mi postura. Yo también tengo fe y creo en cosas que la razón no puede ex­plicar, como, por ejemplo, la existencia de Dios. Ningún argumento puede apartarme de la fe; y, como aquella mu­chacha que repetía de un modo irracional: «Y, sin embar­go, somos siete», me gustaría repetir, si mi argumentación es superada por la de una inteligencia muy superior: «Y,

sin embargo, Dios existe». - Harijan, 5 de diciembre de 1936

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El conocimiento de las cosas divinas no se aprende en los libros. Hay que experimentarlo personalmente. Los libros son, en el mejor de los casos, una ayuda; pero muchas ve­ces no son más que un obstáculo.

- Young India, 17 de julio de 1924

Un error no se convierte en verdad por el hecho de que se propague indefinidamente; pero tampoco una verdad se convierte en error por el hecho de que nadie la vea.

- Young India, 26 de febrero de 1925

Estaría dispuesto a rechazar toda autoridad que esté en conflicto con la lucidez de la razón o con los dictados del corazón. La autoridad sostiene y ennoblece a los débiles cuando es fruto de la razón, pero los humilla cuando su­planta a la razón, sancionada por la silenciosa y suave Voz interior.

- Young India, 8 de diciembre de 1920

No soy un literalista. Por consiguiente, trato de entender el espíritu de las diversas escrituras del mundo. Aplico el cri­terio de interpretación de la Verdad y de la No violencia establecido por tales escrituras. Rechazo lo que no es co­herente con ese criterio y hago mío todo lo que es cohe­rente con él. Rechazo como interpolación la historia del shudra* que fue castigado por Ramachandra* por atrever­se a aprender los Veda*. Y, en todo caso, doy culto a Rama* -el ser perfecto tal como yo lo concibo-, no a los

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hechos de una persona histórica cuya interpretación puede variar con el progreso de nuevas investigaciones y descu­brimientos históricos. Tulsidas* no tuvo nada que ver con el Rama de la historia. Juzgado con un criterio histórico, su Ramayana* tendría que ir a la basura. Pero como expe­riencia espiritual, en mi opinión, su libro no tiene par. Y, sin embargo, tampoco juro por todas las palabras que pue­den encontrarse en las numerosas ediciones publicadas del Ramayana de Tulsidas. Es el espíritu que atraviesa el libro lo que me tiene fascinado.

- Young India, 27 de agosto de 1925

No sé si el Krishna* del Mahabharata* existió o no. Mi Krishna no tiene nada que ver con ninguna persona histó­rica. Yo me negaría a inclinar mi cabeza ante un Krishna que estuviera dispuesto a matar porque su orgullo había si­do herido, o ante el Krishna a quien los no hindúes pre­sentan como un joven disoluto. Creo en el Krishna al que imagino como una encarnación perfecta, inmaculado en todos los sentidos de la palabra, el inspirador del Gita y el inspirador de las vidas de millones de seres humanos. Y aun cuando se me demostrara que el Mahabharata es his­toria en el mismo sentido en que lo son los libros históri­cos modernos, que todas las palabras del Mahabharata son auténticas y que el Krishna del Mahabharata realizó realmente algunas de las acciones atribuidas a él, yo no dudaría -aun a riesgo de ser desterrado del pueblo hindú-en rechazar a ese Krishna como Dios encarnado. Para mí, el Mahabharata es un libro profundamente religioso, en gran parte alegórico, que en modo alguno se presenta co-

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mo una crónica histórica. Es la descripción del duelo eter­no que tiene lugar dentro de nosotros mismos, presentada de forma tan viva que nos hace pensar por un momento que las acciones descritas en él fueron realizadas efectiva­mente por los seres humanos. Pienso que el Mahabharata tal como ha llegado hasta nosotros no es una copia impe­cable del original. Por el contrario, considero que en él se han hecho muchas correcciones.

- Young India, 1 de octubre de 1925

La experiencia y el estudio devoto son esenciales para una interpretación correcta de las escrituras. El mandato según el cual un shudra* no tiene que estudiar las escrituras no carece por completo de significado. Un shudra es un hom­bre espiritualmente inculto e ignorante. Por eso es proba­ble que malinterprete los Veda* y otras escrituras. No to­das las personas pueden resolver una ecuación matemáti­ca, porque para ello es imprescindible un cierto estudio preliminar. ¡Cuánto daño hace la gran verdad «soy un Brahmán*» en labios de un hombre lleno de pecado! ¡Para qué propósitos innobles se servirá de ella! ¡Qué distorsión sufrirá a manos suyas!

Así pues, un hombre que quiera interpretar las Escri­turas ha de ser espiritualmente disciplinado. Tiene que practicar los yamas y los niyamas*' -las normas eternas de conducta-. En consecuencia, una práctica superficial es inútil. Los Shastras* insisten en la necesidad de un gurú*. Pero como los gurús son escasos en nuestros días, los sa­bios han sugerido un estudio de los libros modernos que inculque la bhakti*. Quienes carecen de bhakti o carecen

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de fe están cualificados también para interpretar las escri­turas. Los eruditos pueden proponer una interpretación minuciosamente docta, pero no será la verdadera interpre­tación. Sólo los experimentados llegarán a la verdadera in­terpretación de las escrituras.

Pero incluso para los inexpertos hay ciertos cánones. La interpretación que entre en conflicto con la Verdad no es verdadera. Para la persona que duda incluso de la Ver­dad, las escrituras no tienen significado. Nadie puede po­lemizar con ella.

- Young India, 12 de noviembre de 1925

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29 El mensaje del Gita

« ^

1. Ya en 1888-1889, cuando me familiaricé con el Gita, percibí que no era una obra histórica, sino que bajo la apa­riencia de la guerra describía el duelo que tiene lugar per­petuamente en los corazones de los seres humanos, y que la guerra era librada sólo para que la descripción del due­lo interno resultara más atractiva. Esta intuición prelimi­nar quedó más confirmada cuando estudié más de cerca la religión y el Gita. El estudio del Mahabharata* me reafir­mó nuevamente en ello. Pienso que el Mahabharata no es una obra histórica en el sentido aceptado comúnmente. El Adi Parva* contiene pruebas de peso que apoyan mi opi­nión. Al atribuir orígenes sobrehumanos o infrahumanos a los personajes principales, el gran Vyasa* prestó poca atención a la historia de los reyes y de sus pueblos. Es po­sible que las personas descritas en él sean históricas, pero el autor del Mahabharata las ha usado únicamente para explicar con claridad el tema religioso.

2. El autor del Mahabharata no ha argumentado en favor de la necesidad de la guerra; por el contrario, ha probado su inutilidad. Ha presentado a los vencedores derramando lágrimas de pena y arrepentimiento, y no les ha dejado más que un legado de miserias.

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3. La corona de esta gran obra es el Gita. En el capítulo 2 de este libro no se enseñan las normas de la guerra, sino que se dice cómo se conoce a un hombre perfecto. Entre las características del hombre perfecto del Gita no veo ninguna que corresponda a la guerra. Todo su propósito es incoherente con las normas de conducta que gobiernan las relaciones entre las partes beligerantes.

4. El Krishna* del Gita es la perfección y el recto conoci­miento personificados; pero el retrato es imaginario. Esto no significa que el Krishna adorado por el pueblo no exis­tiera históricamente. Pero la perfección es creada por la imaginación. La idea de una encarnación perfecta es fruto de una reflexión posterior.

5. En el hinduismo, la encarnación se atribuye a alguien que ha realizado algún servicio extraordinario a la humani­dad. Toda vida corporeizada es en realidad una encarna­ción de Dios; pero no es común considerar que todo ser vi­vo sea una encarnación. Las generaciones futuras rinden este homenaje a quien dentro de su propia generación ha si­do extremadamente religioso en su conducta. No puedo ver nada malo en este procedimiento: ello no resta nada a la grandeza de Dios ni hace violencia alguna a la verdad. Hay un dicho urdú que reza: «Adán no es Dios, pero sí una chis­pa de lo Divino». Por eso, quien se comporta más religio­samente participa en mayor medida de la chispa divina. De acuerdo con esta línea de pensamiento, Krishna goza en el hinduismo del status de la encarnación más perfecta.

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6. Esta creencia en la encarnación es un testimonio de la elevada ambición espiritual del ser humano. Este sólo en­cuentra la paz consigo mismo cuando se asemeja a Dios. El esfuerzo por alcanzar este estado es la suprema ambi­ción, la única ambición que merece la pena tener. Y en es­to consiste la autorrealización. Esta autorrealización es el tema del Gita y de todas las escrituras. Pero su autor cier­tamente no lo escribió para establecer esa doctrina. A mi juicio, la finalidad del Gita es mostrar el camino más ex­celente para obtener la autorrealización. Lo que, de un modo más o menos claro, se encuentra disperso aquí y allá en los libros religiosos hindúes ha sido expresado con el lenguaje más claro posible en el Gita -aunque a veces ha­ya en él repeticiones.

7. El remedio incomparable consiste en renunciar a los frutos de la acción.

8. Éste es el eje alrededor del cual gira el Gita. Esta renun­cia es el sol central, en torno al cual la devoción, el cono­cimiento y todo lo demás giran como planetas. Se ha com­parado al cuerpo con una prisión. Donde hay cuerpo tiene que haber acción. Ningún ser corpóreo está exento del tra­bajo. Y, sin embargo, todas las religiones proclaman que el hombre puede alcanzar la libertad si trata su cuerpo como templo de Dios. Toda acción está manchada [por el peca­do], aunque sea completamente trivial. ¿Cómo podemos hacer que el cuerpo sea templo de Dios? En otras palabras, ¿cómo puede uno ser libre de la acción, es decir, de la man­cha del pecado? El Gita respondió a esta pregunta con un lenguaje tajante: «Por la acción sin deseo; renunciando a

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los frutos de la acción; dedicando todas las actividades a Dios, es decir, sometiéndose a El en cuerpo y alma».

9. Pero la renuncia o ausencia de deseos no se produce por el mero hecho de hablar sobre ella. No se obtiene por una hazaña intelectual. Se alcanza sólo gracias a la búsqueda constante del corazón. Para lograr la renuncia es necesario un conocimienic justo. El conocimiento de los letrados no es suficiente, pues pueden recitar los Veda* de memoria y, no obstante, ser demasiado indulgentes consigo mismos. Para que el conocimiento no se exceda, el autor del Gita ha insistido en la necesidad de que vaya acompañado de la devoción, y ha dado a ésta el primer lugar. El conocimien­to sin devoción es como un tiro fallido. Por eso dice el Gita: «Tened devoción, y el conocimiento vendrá por sí solo». Esta devoción no es el mero culto de los labios, si­no una lucha con la muerte. Por esta razón el juicio del Gita acerca de las cualidades del devoto es semejante al que hace de las del sabio.

10. Así, la devoción requerida por el Gita no es un senti­mentalismo sumiso. Ciertamente no es una fe ciega. La de­voción del Gita no tiene nada que ver con las apariencias. Un devoto puede -si ello le complace- usar rosarios, mar­cas en la frente, hacer ofrendas...; pero estas cosas no son prueba de su devoción. El verdadero devoto no tiene celos de nadie, es una fuente de misericordia; no es egoísta, es desinteresado; le da igual el frío que el calor, la felicidad que la miseria; siempre perdona, siempre está contento; sus resoluciones son firmes, ha consagrado mente y alma a Dios; no aterra a nadie ni tiene miedo a nadie; está libre de

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la exultación, de la pena y del temor; es puro, está versado en la acción y, sin embargo, no se deja afectar por ella; re­nuncia a todo fruto, bueno o malo, trata igual al amigo que al enemigo; no se deja afectar por el respeto o la falta de respeto, no se vanagloria por las alabanzas; no se deprime cuando la gente habla mal de él; ama el silencio y la sole­dad y tiene una razón disciplinada. Tal devoción no es po­sible si al mismo tiempo existen apegos fuertes.

11. De este modo vemos que ser un verdadero devoto es realizarse personalmente. La autorrealización no es algo aparte. Con una rupia podemos comprar veneno o néctar; pero con el conocimiento o la devoción no podemos com­prar ni la salvación ni la esclavitud, porque éstas no son moneda de cambio, sino aquello mismo que queremos. En otras palabras, aun cuando los medios y el fin no son idén­ticos, casi lo son. El extremo de los medios es la salvación. La salvación del Gita es la paz perfecta.

12. Ahora bien, para que tal conocimiento y tal devoción sean verdaderos tienen que pasar la prueba de la renuncia a los frutos de la acción. El simple conocimiento de lo jus­to y de lo injusto no nos hace aptos para la salvación. Según la opinión general, un letrado no es más que un pandit*, pues no necesita realizar ningún servicio. Consi­derará que es una esclavitud el simple hecho de levantar una pequeña Iota*. Donde la prueba del conocimiento es la no disposición a servir, no hay espacio para un trabajo mundano como el de levantar una Iota.

13. Consideremos ahora la bhakti*. Según la noción popu­lar, la bhakti es magnanimidad, es pasar las cuentas, etcé-

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tera, y despreciar incluso la acción de un servicio amoro­so para no dejar de pasar las cuentas... Por eso, el devoto que practica esta bhakti deja el rosario sólo para comer, beber y otras actividades semejantes, pero nunca para mo­ler trigo o curar a los pacientes.

14. Sin embargo, el Gita dice: «Nadie ha alcanzado esta meta sin acción. Incluso hombres como Janaka* alcanza­ron la salvación a través de la acción. Si yo fuera perezo­so y dejara de trabajar, el mundo perecería. Entonces, ¿cuánto más necesario no será que el pueblo en general se entregue a la acción?».

15. Mientras que, por un lado, es indiscutible que toda ac­ción ata, por otro lado es igualmente verdadero que todos los seres vivos tienen que realizar algún trabajo aunque no quieran. Bajo el término «acción» hay que incluir aquí to­da actividad, ya sea mental o física. Entonces, ¿cómo pue­de uno estar libre de las ataduras de la acción? La forma en que el Gita ha resuelto el problema es, por lo que yo sé, única. El Gita dice: «Haz el trabajo que se te ha asignado, pero renuncia al fruto; abandona el apego y trabaja; no de­sees ninguna recompensa y trabaja».

Según una de las enseñanzas inequívocas del Gita, quien desiste de la acción cae. Quien renuncia sólo a la re­compensa, se eleva. Pero la renuncia al fruto en modo al­guno significa indiferencia hacia el resultado. Al realizar una acción cualquiera, tenemos que conocer el resultado que esperamos de ella, los medios que necesitamos para conseguirlo y nuestra capacidad para ello. Se dice que ha renunciado a los frutos de su acción aquella persona que,

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equipada de esta manera, no desea el resultado y, sin em­bargo, se entrega por completo al cumplimiento de su tarea.

16. Que nadie considere que la renuncia significa falta de fruto de la persona que renuncia. La lectura del Gita no confirma este significado. La renuncia significa ausencia del deseo de los frutos. De hecho, quien renuncia cosecha el mil por uno. La renuncia del Gita es la piedra de toque de la fe. Quien está siempre obsesionado por el resultado, con frecuencia pierde fuerza para la realización de su de­ber. Se impacienta, da alas a la ira y empieza a hacer co­sas indignas; salta de una acción a otra y nunca permane­ce fiel a ninguna de ellas. Quien se obsesiona por los re­sultados es como un hombre entregado a los objetos de los sentidos; siempre está distraído, no tiene ningún escrúpu­lo; a su juicio, todo lo que hace es correcto, y por eso re­curre a medios viles para conseguir el fin que se propone.

17. A partir de las amargas experiencias del deseo de los frutos, el autor del Gita descubrió el camino de la renun­cia al fruto y lo expuso ante el mundo del modo más con­vincente. Suele creerse que la religión se opone siempre a los bienes materiales. Muchos sabios que conocen el mun­do dicen: «No es posible actuar religiosamente en los asuntos comerciales y en otras actividades semejantes. En estas ocupaciones no tiene cabida la religión; ésta sólo sir­ve para alcanzar la salvación». En mi opinión, el autor del Gita desveló este engaño, pues no trazó una línea de sepa­ración entre la salvación y las ocupaciones mundanas. Por el contrario, mostró que la religión tiene que gobernar también nuestras actividades mundanas. He experimenta-

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do que el Gita nos enseña que no se puede llamar religión a aquello que no se puede seguir en la práctica cotidiana. Así, según el Gita, son tabú todos los actos que no pueden ser realizados sin apegos. Esta regla de oro salva a la hu­manidad de muchos peligros. Según esta interpretación, el asesinato, la mentira, la conducta disoluta y otros compor­tamientos parecidos tienen que ser considerados pecami­nosos y, por consiguiente, tabú. Entonces la vida del hom­bre se vuelve sencilla, y de esta sencillez brota la paz.

18. Pensando de este modo, he percibido que estamos obligados a seguir la verdad y la no violencia, cuando tra­tamos de poner en práctica en nuestra propia vida la ense­ñanza central del Gita. Cuando no hay deseo de los frutos, no hay tentación de mentir ni de ser violentos. Pongamos un caso de mentira o de violencia, y descubriremos que detrás de él estaba el deseo de alcanzar el fin deseado. Pero podemos admitir libremente que el Gita no fue escri­to para establecer la no violencia. Ésta era un deber acep­tado y primario ya antes de la existencia del Gita. Esta obra tenía que transmitir el mensaje de la renuncia a los frutos. De hecho, esta idea se presenta claramente ya en el capítulo 2.

19. Pero si el Gita creía en la no violencia o si ésta estaba incluida en la ausencia de deseo, ¿por qué puso el autor el ejemplo de la guerra? Cuando el Gita fue escrito, aunque las personas creían en la no violencia, las guerras no sólo no eran tabú, sino que nadie observaba la contradicción entre ellas y la no violencia.

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20. Al valorar las implicaciones de la renuncia a los frutos, no se nos exige que sondeemos la mente del autor del Gita para descubrir sus limitaciones con respecto a la no vio­lencia. Del hecho de que un poeta exponga ante el mundo una verdad particular no se sigue necesariamente que ha­ya conocido o desarrollado todas sus grandes consecuen­cias o que, si lo ha hecho, sea capaz de expresarlas siem­pre plenamente. Tal vez en esto radique la grandeza del poema y del poeta. El sentido de un poeta es ilimitado. Al igual que el hombre, también el sentido de los grandes es­critos experimenta una evolución. Al examinar la historia de las lenguas, observamos que el significado de palabras importantes ha cambiado o se ha ampliado. Esto es verdad por lo que respecta al Gita. El autor de esta obra amplió los significados de algunas de las palabras comunes. No­sotros podemos descubrir esto incluso con un examen su­perficial. Es posible que en la época anterior a la escritura del Gita se permitiera ofrecer animales en sacrificio. Pero no hay rastro de ello en el sacrificio tal como lo entiende el Gita. En el Gita el mayor de los sacrificios es la con­centración continua en Dios. Parece que el capítulo 3 muestra que el sacrificio significa principalmente trabajo físico para el servicio. Los capítulos 3 y 4, leídos juntos, nos presentan otros sentidos de sacrificio, pero nunca el sacrificio animal. Así mismo, el sentido de la palabra sannyasa" ha experimentado una transformación en el Gita. El sannyasa del Gita no tolerará el cese completo de toda actividad. El sannyasa del Gita es todo trabajo y, sin embargo, no es trabajo. De este modo, el autor del Gita, al ampliar los significados de las palabras, nos ha enseñado a imitarlo. Admitamos que es posible afirmar que, según

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el texto del Gita, la guerra es coherente con la renuncia a los frutos. Pero después de cuarenta años de esfuerzos ininterrumpidos y dedicados íntegramente a practicar la enseñanza del Gita en mi vida, he descubierto con toda humildad que la renuncia perfecta es imposible sin la ob­servancia perfecta de la no violencia en todos sus aspectos y formas.

21. El Gita no es una obra aforística; es un gran poema re­ligioso. Cuanto más se sumerge uno en él, tanto mayor es la riqueza de significados que capta. Como estaba destina­do al pueblo en general, se complace en la repetición. En cada época las palabras importantes recibirán significados nuevos y cada vez más amplios. Pero su enseñanza central nunca cambiará. El buscador es libre para extraer de este tesoro cualquier interpretación que le agrade y le permita poner en práctica en su vida la enseñanza central.

22. El Gita no es una colección de obligaciones y prohibi­ciones. Lo que es lícito para una persona puede ser ilícito para otra. Lo que puede ser permisible en un determinado momento o lugar, tal vez no lo sea en otro momento o lu­gar. El deseo de los frutos es la única prohibición univer­sal. La ausencia de deseo es obligatoria.

23. El Gita ha cantado las alabanzas del conocimiento, pe­ro éste está más allá del mero entendimiento; se dirige esencialmente al corazón y puede ser comprendido por el corazón. Por consiguiente, el Gita no está destinado a quienes no tienen fe. El autor pone en boca de Krishna* las siguientes palabras:

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«Lo que se te ha revelado no debes transmitirlo nunca a quien no es austero y no tiene devoción, ni tampoco a quien no atiende [a esta enseñanza] o vive de espaldas a Mí. Quien con gran devoción hacia Mí expone este ele­vado misterio a los que Me aman, sin duda llegará a Mí. [...] Y la persona que simplemente lo escuche con res­peto y sin contradicciones mentales, se liberará y alcan­zará las gloriosas regiones de los justos»6.

- Young India, 6 de agosto de 1931

6. Bhagavad Cita 2,67-68 y 2,71, en (Consuelo Martín [ed.]) Bliagavad Gita. Con las comentarios advaita de Sankara, Trotta, Madrid 19l)7, pp. 323-324. [Ñola de los traductores].

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30 La belleza de la Verdad

<*?

Las cosas tienen dos aspectos: el exterior y el interior. Para mí es una cuestión de acentos. Lo exterior sólo tiene sen­tido en la medida en que corresponde a lo interior. Por es­ta razón, todo arte verdadero es expresión del alma. Las formas exteriores sólo tienen valor en la medida en que son la expresión del espíritu interior de la persona. El arte de esta naturaleza es el que más me atrae. Sé que muchas personas se llaman artistas y son reconocidas por muchos como tales; sin embargo, en sus obras no hay absoluta­mente ningún rastro de la inquietud y el deseo que el alma tiene de elevarse.

Todo arte verdadero tiene que ayudar al alma a reali­zar su yo interior. En mi caso, me parece que puedo al­canzar la plenitud total de mi alma sin necesidad alguna de las formas exteriores. Puedo afirmar, por tanto, que en mi vida hay un arte verdaderamente eficiente, aun cuando tal vez no me veáis como autor de lo que llamáis obras de arte. Puedo desnudar por completo las paredes de mi ha­bitación; puedo incluso retirar el techo con el fin de con­templar mejor la bóveda estrellada del cielo que se ex­tiende en un espacio de belleza infinita. Cuando contem­plo el cielo con todas sus estrellas brillantes, me pregunto

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si hay alguna obra de arte humana que pueda ofrecerme algo más bello. Con todo, ello no significa que me niegue a aceptar el valor de las obras de arte que son reconocidas generalmente como tales; ahora bien, personalmente pien­so que son inadecuadas en comparación con los símbolos eternos de la belleza que se encuentran en la Naturaleza. Estas producciones del arte humano únicamente tienen valor en la medida en que ayudan al alma a alcanzar su plena realización.

Veo y encuentro la belleza en la Verdad o a través de la Verdad. Todas las verdades, y no sólo las verdaderas ideas, sino también los rostros sinceros, los cuadros vera­ces o los cánticos, son muy hermosos. Por lo general, la gente no ve la Belleza que hay en la Verdad; el hombre or­dinario se aleja apresuradamente de ella y se vuelve ciego para la belleza que encierra. Cuando los seres humanos empiecen a ver la Belleza que hay en la Verdad, entonces brotará el verdadero arte.

Para un verdadero artista sólo es hermoso el rostro en el que, aparte de la apariencia exterior, resplandece la Verdad que hay en el alma. No hay [...] Belleza separada de la Verdad. Por otro lado, la Verdad puede manifestarse de formas que exteriormente tal vez no sean hermosas. Se cuenta que Sócrates era el hombre más veraz de su tiem­po; y, sin embargo, se dice que sus rasgos eran los más feos de Grecia. En mi opinión, era hermoso porque toda su vida fue un esfuerzo por alcanzar la Verdad; y podríamos recordar que su aspecto exterior no impidió a Fidias apre­ciar la belleza de la Verdad en él, aunque como artista es­taba acostumbrado a ver la Belleza también en las formas exteriores.

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La verdad y la mentira coexisten con frecuencia; mu­chas veces el bien y el mal se encuentran juntos. No es ra­ro que también en un artista coexistan la percepción co­rrecta y la percepción errónea de las cosas.

Las creaciones verdaderamente hermosas sólo se pro­ducen cuando se percibe correctamente. Si esos momentos son raros en la vida, también lo son en el arte.

Esas realidades hermosas («una puesta de sol o una media luna que brilla en medio de las estrellas por la no­che») son veraces en cuanto que me hacen pensar en el Creador del que proceden. ¿De qué otro modo podrían ser hermosas, si no fuera por la Verdad que está en el centro de la creación? Cuando admiro la maravilla de una puesta de sol o la belleza de la luna, mi alma se ensancha para adorar al Creador. Yo trato de ver a Dios y Sus misericor­dias en todas las criaturas. Pero incluso las puestas de sol y los amaneceres serían meros obstáculos si no me ayuda­ran a pensar en Él. Todo lo que es un obstáculo para el vuelo del alma es un engaño y una trampa; como el cuer­po, que muchas veces nos impide avanzar por el camino de la salvación.

- Young India, 13 de noviembre de 1924

La Verdad es lo primero que hay que buscar, y la Belleza y la Bondad se nos darán por añadidura. Esto es lo que Cristo enseñó realmente en el Sermón de la Montaña. Jesús fue, a mi juicio, un supremo artista, porque vio y ex­presó la Verdad; también lo fue Mahoma, pues el Corán es la composición más perfecta de toda la literatura árabe -en todo caso, esto es lo que afirman los eruditos-. Dado que

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ambos se afanaron por encontrar la Verdad, recibieron na­turalmente la gracia de la expresión; y, con todo, ni Jesús ni Mahoma escribieron sobre arte. Éstas son la Verdad y la Belleza que anhelo, por las que vivo y por las que estaría dispuesto a morir.

- Young India, 20 de noviembre de 1924

También aquí, al igual que en otras partes, tengo que pen­sar en los millones de personas de nuestro pueblo. A ellas no podemos adiestrarlas para que adquieran una percep­ción de la Belleza que les haga ver la Verdad que hay en ella. Mostrémosles primero la Verdad, y después verán la Belleza. [...] Para mí es hermoso todo aquello que pueda ser útil para [...] los millones de personas hambrientas. Demos hoy primero las cosas esenciales de la vida y des­pués vendrán todos los adornos y ornamentos.

- Young India, 20 de noviembre de 1924

El arte verdadero no tiene en cuenta únicamente la forma, sino también todo lo que hay detrás de ella. Hay un arte que mata, y otro que da vida. El arte auténtico tiene que poner de manifiesto la felicidad, la satisfacción y la pure­za de sus autores.

- Young India, 11 de agosto de 1921

De algún modo nos hemos acostumbrado a creer que el ar­te es independiente de la pureza de la vida privada. Ba­sándome en toda la experiencia de que dispongo, estoy en

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condiciones de afirmar que no puede haber nada más fal­so. Ahora que estoy acercándome al final de mi vida en la tierra, puedo decir que una vida pura es la forma de arte más elevada y verdadera. Hay muchas personas que culti­vando su voz son capaces de interpretar hermosas melo­días, pero son muy pocas las que dominan el arte de pro­ducir esa música desde la armonía de una vida pura.

- Harijan, 19 de febrero de 1938

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31 Ramanama

«^»

Aunque hace mucho tiempo que mi razón y mi corazón comprendieron que el atributo y el nombre supremo de Dios es Verdad, yo identifico la Verdad con el nombre de Rama*. En los momentos más difíciles de mi vida, ese nombre me ha salvado y aún sigue salvándome. Podría de­berse a la experiencia de mi infancia o a la fascinación que Tulsidas* ha ejercido sobre mí. Pero ese hecho fundamen­tal está ahí, y mientras escribo estas líneas, mi memoria revive las escenas de mi infancia, cuando acostumbraba a visitar diariamente el Ramji Mandir*, cercano a la casa de mis antepasados. Mi Rama residía entonces allí. Él me sal­vó de muchos miedos y pecados. Para mí no fue una su­perstición. Tal vez el guardián del ídolo fuera un hombre malo. Yo no sé nada acerca de él. Es posible que se come­tieran delitos en el templo. Tampoco sé nada a este res­pecto. Lo que sé es que millones de hindúes han tenido y tienen la misma experiencia que yo.

- Harijan, 18 de marzo de 1933

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Me río para mis adentros cuando alguien objeta que Rama o el canto del Ramanama* es sólo para los hindúes, o cuando se afirma que los musulmanes no pueden recitar­lo. ¿Hay un Dios para los musulmanes y otro para los hin­dúes, los parsis o los cristianos? No. Hay un solo Dios om­nipotente y omnipresente, que recibe diferentes nombres y a Quien recordamos por el nombre que nos resulta más fa­miliar.

Mi Rama, el Rama de nuestras oraciones, no es el Ra­ma histórico, el hijo de Dasharatha*, el Rey de Ayodhya*. Es el eterno, el no nacido, el primero sin segundo. Sólo a él adoro. Busco únicamente Su ayuda, y todos deberían hacer lo mismo. El pertenece a todos por igual. Por consi­guiente, no veo por qué razón un musulmán o cualquier otra persona debería poner objeciones al hecho de que se recite su Nombre. Nadie está en modo alguno obligado a reconocer a Dios como Ramanama. Una persona puede pronunciar el nombre de Alá o Khuda* con tal de no echar a perder la armonía del sonido.

- Harijan, 28 de abril de 1946

He sido un devoto de Tulsidas* desde mi infancia y, por lo tanto, he adorado siempre a Dios como Rama. Pero sé que si recorremos -empezando por Omkar*- toda la gama de los nombres de Dios en todos los climas, en todos los países y en todas las lenguas, el resultado es el mismo. El y Su ley son una misma realidad. Por lo tanto, observar Su Ley es la mejor forma de culto. Una persona que se iden­tifica con la Ley no necesita recitar el nombre de Dios. En otras palabras, un individuo en quien la contemplación de

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Dios ha llegado a ser tan natural como respirar, está tan lleno del espíritu de Dios que el conocimiento o la obser­vancia de la Ley se convierte en su segunda naturaleza, por así decirlo.

La cuestión que se plantea a continuación es por qué, a pesar de tener a mano este remedio, que es el mejor, cono­cemos tan poco sobre él, y por qué incluso quienes saben algo no lo recuerdan, o lo recuerdan sólo dándole culto con los labios, no desde el corazón. Repetir el nombre de Dios como podrían hacerlo los loros significa ser incapaces de reconocer que Él es la panacea de todos los males.

- Harijan, 24 de marzo de 1946

Se puede decir que un devoto de Rama se identifica con la persona que está firmemente asentada en el conocimiento espiritual {sthitaprajnya*) de que habla el Gita. Si profun­dizamos un poco más, veremos que un verdadero adorador de Dios obedece fielmente a las cinco fuerzas elementales de la Naturaleza. Si obedece, no caerá enfermo. Y si acaso cayera enfermo, se curaría con la ayuda de las fuerzas ele­mentales. Quien sabe que habita en el cuerpo no se preo­cupa de curar las dolencias de éste a toda costa; pero quien cree que no es nada más que cuerpo llegará hasta los con­fines de la tierra para curar sus enfermedades. Quien com­prende que el alma está separada del cuerpo, aunque esté en el cuerpo, y que es imperecedera, en contraste con el cuerpo perecedero, no se perturbará ni se lamentará si fa­llan las fuerzas elementales. Por el contrario, recibirá a la muerte como a una amiga. Él mismo se convertirá en su propio sanador, en lugar de buscar la ayuda de los médicos.

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Vivirá en la conciencia del alma interior y cuidará, por en­cima de todo y siempre, del alma que habita en el cuerpo.

Semejante persona pronunciará el nombre de Dios con cada respiración. Su Rama estará despierto, aun cuando su cuerpo esté dormido. Rama estará siempre con ella en to­do cuanto haga. La muerte real para tal persona devota se­rá la pérdida de esta sagrada compañía.

Como ayuda para conservar su Rama consigo, tomará lo que le den las cinco fuerzas elementales. Es decir, em­pleará el modo más sencillo y más fácil de obtener todos los beneficios que pueda de la tierra, el aire, el agua, la luz del sol y el éter. Esta ayuda no es complementaria con res­pecto al Ramanama. No es más que un medio de su reali­zación. De hecho, el Ramanama no requiere ninguna ayu­da. Pero no es legítimo afirmar que se cree en el Ramana­ma y, al mismo tiempo, recurrir a los doctores.

Así como el cuerpo no puede existir sin la sangre, del mismo modo el alma necesita la fuerza incomparable y pura de la fe. Esta fuerza puede renovar todos los órganos corporales humanos debilitados. Por esta razón se dice que, cuando el Ramanama es venerado en el corazón de una persona, ésta experimenta un nuevo nacimiento. Esta ley se aplica a los jóvenes y a los ancianos, a los varones y a las mujeres por igual.

- Harijan, 29 de junio de 1947

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32 Naturopatía

*&

La naturopatía es el tratamiento apropiado para el hombre. «Hombre» significa aquí no sólo el hombre como animal, sino como criatura que posee mente y alma, además de cuerpo. Para este ser, el Ramanama es la terapia natural más verdadera. Es un remedio infalible. De él deriva la ex­presión ramabana, o curación infalible. La naturaleza in­dica también que éste es el remedio digno del ser humano. Cualquiera que sea la dolencia que sufra, la recitación del Ramanama desde el corazón es la sanación segura. Dios tiene muchos nombres. Cada persona puede elegir el nom­bre que más signifique para ella. Ishwara*, Alá, Khuda* y Dios significan lo mismo. Pero no tenemos que recitar co­mo papagayos, sino que la recitación tiene que nacer de la fe que se pondrá de manifiesto en la práctica. ¿En qué tie­ne que consistir la práctica? El hombre tiene que buscar y limitar los medios de la curación a los cinco elementos de que se compone el cuerpo, es decir, tierra, agua, akash*, sol y aire. Por supuesto, el Ramanama tiene que ser un acompañamiento imprescindible. A pesar de ello, la muer­te sobreviene. Pero tiene que ser bien recibida. La ciencia no ha descubierto hasta ahora ninguna receta para conse-

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guir que el cuerpo sea inmortal. La inmortalidad es un atri­buto del alma. Ésta es ciertamente imperecedera, pero el deber del hombre es tratar de expresar su pureza.

- Harijan, 3 de marzo de 1946

Si aceptamos el razonamiento anterior, quedarán limitados automáticamente los medios permisibles en la naturopatía. Y de este modo el ser humano se verá libre de toda la pa-rafernalia de grandes hospitales, eminentes doctores, etcé­tera. La gran mayoría de las personas del mundo no tienen acceso a ello. Entonces, ¿por qué unos pocos tienen que desear lo que la mayoría no puede tener?

- Harijan, 3 de marzo de 1946

Con todo, la potencia del Ramanama está sujeta a ciertas condiciones y limitaciones. El Ramanama no es como la magia negra. Si alguien sufre un empacho y quiere curar­se de sus efectos para volver a comer desenfrenadamente, el recurso al Ramanama no le servirá de nada. El Ramana­ma sólo puede ser usado para un fin bueno, no para un fin malo; de lo contrario, los ladrones y los atracadores serían los mayores devotos. El Ramanama es para los puros de corazón y para quienes desean alcanzar la pureza y con­servarla. Nunca puede ser un medio para cometer excesos. El remedio del empacho es el ayuno, no la oración. La ora­ción sólo puede intervenir una vez que el ayuno ha cum­plido su función. La oración puede hacer que el ayuno re­sulte fácil y soportable. Así mismo, el Ramanama no tiene

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ninguna eficacia cuando una persona lo recita al mismo tiempo que se intoxica con medicinas. Si un médico usa su talento para que el paciente siga manteniendo sus vicios, se degrada él mismo y degrada al paciente. ¿Acaso puede haber peor degradación que la que comete quien, en lugar de ver en su cuerpo un instrumento para dar culto a su Ha­cedor, lo convierte en objeto de adoración y malgasta su dinero para mantenerlo con vida a toda costa? Por otro la­do, el Ramanama purifica a la vez que cura y, por lo tan­to, eleva a la persona. En ello radica tanto su utilidad co­mo su limitación.

- Harijan, 7 de abril de 1946

Es lógico preguntarse por qué una persona que recita el Ramanama regularmente y lleva una vida pura puede caer enferma. El ser humano es por naturaleza imperfecto. La persona juiciosa se esfuerza por lograr la perfección, pero nunca la consigue. Tropieza en el camino, aunque sea in­conscientemente. Toda la ley de Dios se encarna en una vi­da pura. Lo primero es ser consciente de las propias limi­taciones. Tendría que resultar evidente que, en el momen­to en que uno transgrede esos límites, cae enfermo. Así, una dieta equilibrada ingerida de acuerdo con nuestras ne­cesidades nos libra de enfermedades. ¿Cómo puede cono­cer cada cual la dieta más conveniente para él? Se pueden hacer muchas preguntas como ésta. El sentido que tiene todo ello es que cada cual tiene que ser médico de sí mis­mo y descubrir sus limitaciones. El ser humano que lo ha­ga vivirá seguramente 125 años.

- Harijan, 19 de mayo de 1946

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Mi amor a la naturopatía y a los sistemas autóctonos no me impide reconocer el avance de la medicina occidental, pe­se a que a veces la he tachado de «magia negra». He em­pleado un término muy duro, y no me retracto, porque la medicina occidental ha aprobado la vivisección, con toda la crueldad que implica, porque recurrirá a cualquier prác­tica, por perversa que sea, si sirve para prolongar la vida corporal, y porque hace caso omiso del alma inmortal que reside en el cuerpo. Me aferró a la naturopatía a pesar de sus grandes limitaciones y a pesar de las pretensiones tan poco convincentes de los naturópatas. Por encima de todo, en la naturopatía cada cual puede ser médico de sí mismo, cosa que no es posible en otros sistemas médicos.

- Harijan, 11 de agosto de 1946

La fuerza espiritual es como cualquier otra fuerza puesta al servicio del hombre. Aparte del hecho de que ha sido utilizada durante siglos, con mayor o menor éxito, para sa­nar las dolencias corporales, sería intrínsecamente erróneo no utilizarla -si es que se puede utilizar con éxito para la curación de las enfermedades del cuerpo-. Porque el ser humano es materia y espíritu, y ambas cosas se interrela-cionan y se influyen mutuamente. Si uno se libra de la ma­laria tomando quinina, sin pensar en los millones de per­sonas que no pueden conseguirla, ¿por qué habría de ne­garse a usar el remedio que tiene dentro de sí por el hecho de que millones de personas no lo usen debido a su igno­rancia? ¿Acaso no puede una persona estar limpia y en­contrarse bien por el hecho de que millones de seres hu­manos no lo estén, debido a su ignorancia o, peor aún, a su

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perversión? Si no nos purificamos de las falsas ideas de la filantropía, nos negaremos a nosotros mismos el derecho a servir a millones de personas, porque seguiremos sucios y enfermos. E, indudablemente, negarse a estar bien y lim­pio espiritualmente es peor que negarse a estar bien y lim­pio físicamente.

-Harijan, 1 de septiembre de 1946

La salvación no es ni más ni menos que estar bien en to­dos los sentidos. ¿Por qué habríamos de negarnos esto a nosotros mismos, si con ello mostramos el camino a otros y, además, les servimos con nuestra buena salud?

- Harijan, 1 de septiembre de 1946

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33 La unidad de toda vida

*§>

Mi ética no sólo me permite, sino que me exige afirmar mi parentesco, no sólo con el mono, sino también con el ca­ballo y con la oveja, con el león y con el leopardo, con la serpiente y con el escorpión (aunque ellos no se conside­ren parientes míos). La exigente ética que gobierna mi vi­da -y que, a mi juicio, debería gobernar la de todos los hombres y mujeres- nos impone esta obligación unilate­ral. Y nos la impone porque sólo el ser humano ha sido he­cho a imagen de Dios. Esta realidad no cambia aunque al­gunos de nosotros no reconozcamos nuestro status. Ahora bien, si no lo reconocemos, no nos beneficiamos de él, del mismo modo que un león criado en compañía de ovejas no conoce su status y, por tanto, no recibe los beneficios que de él se derivan; sin embargo, ese status le pertenece, y en el momento en que toma conciencia de ello empieza a ejercer su dominio sobre las ovejas. Pero ninguna oveja disfrazada de león podrá obtener nunca el status de león. Y para probar la afirmación de que el ser humano ha sido hecho a imagen de Dios, ciertamente no es necesario po­ner de manifiesto que todos los seres humanos exhiben esa imagen en sus personas. Basta con mostrar que al menos

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un ser humano lo ha hecho. ¿Se atreverá alguien a negar que los grandes maestros religiosos de la humanidad han exhibido la imagen de Dios en sus personas?

- Young India, 8 de julio de 1946

No quiero vivir a costa de ninguna vida, ni siquiera la de una serpiente. Tendría que dejar que me mordiera, y que con ello me produjera la muerte, antes que matarla. Pero si Dios me somete a esa prueba cruel y permite que una serpiente me ataque, es probable que yo no tenga coraje para morir y, por el contrario, el animal que hay en mí po­dría rebelarse y tratar de matar a la serpiente para defen­der mi cuerpo perecedero. Admito que mi fe no ha llega­do a estar tan encarnada en mí como para garantizar enfá­ticamente que he expulsado todo temor a las serpientes hasta el punto de fraternizar con ellas como desearía. Creo implícitamente que las serpientes, los tigres, etcétera, son la respuesta de Dios a los malos pensamientos, venenosos y malvados, que albergamos. [...] Creo que todas las for­mas de vida son una sola. Los pensamientos adoptan for­mas definidas. Los tigres y las serpientes están emparen­tados con nosotros. Son una advertencia para que evite­mos albergar pensamientos malos, lujuriosos y malignos. Si quiero liberar la tierra de animales y reptiles venenosos, tengo que liberarme yo mismo de todos los pensamientos venenosos. Y no podré hacerlo si, por mi impaciente igno­rancia y mi deseo de prolongar la existencia del cuerpo, trato de matar a los reptiles y animales llamados veneno­sos. Si muero por no tratar de defenderme contra tales ani­males nocivos, volveré a la vida como hombre mejor y

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más completo. Si tengo esta fe, ¿por qué razón iba a tra­tar de matar a una serpiente, con la que me unen lazos de parentesco?

- Young India, 14 de abril de 1927

Estamos viviendo en medio de la muerte, tratando de bus­car a tientas nuestro camino hacia la Verdad. Quizá tam­bién estemos asediados por peligros en todos los momen­tos de nuestra vida, pues, a pesar de nuestro conocimiento del peligro y de nuestra precaria existencia, nuestra indi­ferencia a la fuente de toda vida sólo es superada por nues­tra asombrosa arrogancia.

- Young India, 1 de julio de 1927

Todo ser vivo existe si comete cierta himsa* [violencia]. Por eso la religión suprema ha sido definida con una pala­bra negativa: ahimsa [no violencia]. El mundo está sujeto a una cadena de destrucción. En otras palabras, la himsa es una necesidad inherente a la vida corporal. Por esta razón, un seguidor de la ahimsa ora siempre por la liberación de­finitiva de la esclavitud de la carne.

- Young India, 4 de octubre de 1928

Soy penosamente consciente de que mi deseo de seguir vi­viendo en el cuerpo me hace cometer himsa [violencia] constantemente. Por esta razón, cada vez me hago más in­diferente a mi cuerpo físico. Sé, por ejemplo, que al respi­rar destruyo innumerables gérmenes invisibles que flotan

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en el aire. Pero no dejo de respirar. El consumo de vegeta­les implica himsa, pero descubro que no puedo prescindir de ellos. También hay himsa en el uso de antisépticos, pe­ro no soy capaz de renunciar al uso de desinfectantes co­mo el queroseno, etcétera, para liberarme de la peste del mosquito y de otras. Tolero que se mate a las serpientes en el ashram* cuando es imposible capturarlas vivas y evitar que hagan daño. Tolero incluso el uso de varas para con­ducir a los bueyes en el ashram. Así pues, la himsa que co­meto directa o indirectamente no tiene fin. Si, como resul­tado de esta humilde confesión mía, mis amigos pensaran que soy un caso perdido, lo sentiría, pero nada me induci­ría a tratar de encubrir mis imperfecciones en la práctica de la ahimsa [no violencia]. Todo lo que afirmo de mí mis­mo es que siempre trato de comprender las implicaciones de grandes ideales como la no violencia, y practicarlos de pensamiento, palabra y obra, y que pienso que en ello he tenido un cierto éxito. Pero sé que debo recorrer todavía una enorme distancia en esta dirección.

- Young India, 1 de noviembre de 1928

Creo que estoy saturado de ahimsa o no violencia. La no violencia y la Verdad son como mis dos pulmones. No puedo vivir sin ellos. Pero veo en todo momento, con ma­yor o menor claridad, el inmenso poder de la no violencia y la pequenez del hombre. Ni siquiera quien habita en el bosque está completamente libre de violencia, a pesar de su compasión ilimitada. Cada vez que respira, comete una cierta cantidad de violencia. El cuerpo mismo es un mata­dero y, por consiguiente, la moksha* y la bienaventuranza

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eterna consisten en la liberación perfecta del cuerpo y, por lo tanto, todo placer, salvo la alegría de la moksha, es eva­nescente e imperfecto. Así las cosas, en la vida diaria te­nemos que tomar muchos tragos amargos de violencia.

- Young India, 21 de octubre de 1926

Creo verdaderamente que el hábito que el ser humano tie­ne de matar a otros seres humanos con el menor pretexto ha oscurecido su razón, y que se concede libertades con otras formas de vida que aborrecería si realmente creyera que Dios es un Dios de Amor y Misericordia. De todos modos, aun cuando por miedo a la muerte yo pueda matar tigres, serpientes, pulgas, mosquitos, etcétera, siempre pi­do la iluminación que expulse todo miedo a la muerte y, de este modo, me niego a quitar la vida a otros seres y co­nozco el camino mejor, pues...

«...el ejemplo del Poder que de mí se compadece me enseña a respetar la vida que merecen»7.

- Harijan, 9 de enero de 1937

Célebres versos de Oliver Goldsmith (¿I730?-1774), tomados de The Vivar ofWakefield, cap. 8, «A Bailad», estrofa 6: «No flocks that ran-ge the valley free / To slaughter 1 condemn, / Taught by the Power that pities me / I learn to pity them». Los dos primeros versos se podrían traducir como sigue: «A ¡os rebaños del valle que pastando veo / al ma­tadero condenarlos yo no quiero». (Nota de los traductores].

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La vaca

La vaca es la clase más pura de vida subhumana. Ella im­plora justicia en favor de todas las especies subhumanas-Implora justicia al hombre, el primero de todos los seres vivos. Parece como si nos hablara a través de sus ojos: «No habéis sido establecidos sobre nosotras para matarnos y comer nuestra carne o tratarnos mal, sino para ser nues­tros amigos y guardianes».

- Young India, 26 de junio de 1924

Para mí es un poema de piedad. Le doy culto, y defenderé este culto contra el mundo entero.

- Young India, 1 de enero de 1925

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34 Qué es el brahmacharya*

*&

Un amigo me pregunta: «¿Qué es el brahmacharya! ¿Es posible practicarlo de un modo perfecto? Y si lo es, ¿lo practica usted?».

El significado completo y más propio de brahmachar­ya es «búsqueda de Brahmán*». Brahmán llena a todos los seres y puede, por tanto, ser buscado por quien se sumerge y toma conciencia del yo interior. Esta toma de conciencia es imposible si no se ejerce un control completo sobre los sentidos. Así pues, brahmacharya significa control en el pensamiento, en la palabra y en la acción de todos los sen­tidos en todos los tiempos y en todos los lugares.

Un hombre o una mujer que practique plenamente el brahmacharya es absolutamente libre de la pasión. Por eso vive cerca de Dios y es semejante a Dios.

No tengo la menor duda de que es posible practicar tal brahmacharya de pensamiento, palabra y obra hasta el límite.

- Young India, 5 de junio de 1924

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Quien se ha desposado con la Verdad y adora sólo a la Verdad es infiel a ella si aplica sus facultades a otra cosa. Entonces, ¿cómo puede satisfacer las necesidades de los sentidos? Quien consagra todas sus actividades a la reali­zación de la Verdad, que exige un desinterés absoluto, no puede tener tiempo para el propósito egoísta de engendrar hijos y mantener una familia. Después de lo que hemos di­cho, debería resultar claro que la realización de la Verdad a través de la gratificación personal es una contradicción en los términos.

Si nos situamos en la perspectiva de la ahimsa o no violencia, descubrimos que el perfeccionamiento de la no violencia es imposible sin un desinterés absoluto Ahimsa significa amor universal. Si un hombre da su amor a una mujer, o una mujer a un hombre, ¿qué queda para el resto del mundo? Esto significa simplemente: «Primero noso­tros dos, y al diablo los demás». Del mismo modo que una esposa fiel tiene que estar preparada para sacrificarlo todo por su marido, y un marido fiel debe hacer lo mismo por su mujer, está claro que ninguno de los dos puede elevar­se a las alturas del amor universal ni considerar a la hu­manidad como familia suya, pues han construido un muro alrededor de su amor. Cuanto mayor sea su familia, tanto más lejos estarán del amor universal. Así pues, quien de­sea obedecer a la ley de la no violencia no puede casarse, y mucho menos buscar gratificación fuera del matrimonio.

¿Cuál es, pues, la situación de las personas que ya es­tán casadas? ¿No podrán realizar nunca la Verdad? ¿No podrán ofrecer nunca todo lo que tienen en el altar de la humanidad? Hay una solución para ellas. Pueden compor­tarse como si no estuvieran casadas. Quienes han podido

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gozar de este feliz estado podrán confirmar mis palabras. Por lo que yo sé, muchos han realizado esta experiencia con éxito. Si los esposos pueden considerarse mutuamen­te como hermano y hermana, quedan disponibles para el servicio a la humanidad. Un hombre queda inmediata­mente ennoblecido y liberado de sus cadenas cuando pien­sa que todas las mujeres del mundo son para él hermanas, madres, hijas. El marido y la mujer no pierden nada por ello, sino que aumentan sus recursos y los de su familia. Su amor se libera de la impureza del deseo y se hace más fuerte. Al desaparecer esta impureza, pueden servirse me­jor mutuamente, y las ocasiones para discutir son meno­res. Hay más ocasiones para discutir cuando el amor es egoísta y limitado.

Si se reconoce el valor de la argumentación preceden­te, la cuestión de los beneficios de la castidad para el cuer­po pasa a un segundo plano. ¡Qué necio es quien derrocha intencionadamente las energías vitales en los placeres sen­suales! Es un grave abuso derrochar en la búsqueda de los placeres físicos lo que se ha dado al hombre y a la mujer para que puedan desarrollar plenamente sus poderes cor­porales y mentales. Este abuso es la causa profunda de muchas enfermedades.

El brahmacharya*, como todos los demás votos, debe ser observado de pensamiento, palabra y obra. Se nos dice en el Gita, y la experiencia lo corrobora, que el hombre necio que parece haber dominado su cuerpo, pero alberga pensamientos malos en su mente, hace un esfuerzo vano. Puede ser peligroso refrenar el cuerpo si al mismo tiempo se deja vagar a la mente. Cuando la mente se extravía, es preciso que antes o después el cuerpo la siga.

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Es necesario observar aquí la importancia de una dis­tinción: una cosa es permitir que la mente albergue pensa­mientos impuros, y otra completamente distinta es que la mente, a pesar de nosotros, se extravíe. Al final la victoria será nuestra, si no colaboramos con la mente en sus per­versos vagabundeos.

A cada momento experimentamos que muchas veces, mientras el cuerpo está sujeto a nuestro control, no somos capaces de dominar la mente. No hay que relajar nunca es­te control del cuerpo, y además tenemos que hacer un es­fuerzo constante por asegurarnos el dominio de la mente. No podemos hacer nada más, pero tampoco nada menos. Si cedemos a nuestra mente, el cuerpo y la mente tirarán de nosotros en direcciones diferentes, y nos engañaremos a nosotros mismos. Se puede decir que el cuerpo y la men­te van unidos mientras nosotros sigamos resistiéndonos a aceptar todo pensamiento malo.

Se ha creído que era muy difícil, casi imposible, ob­servar el brahmacharya. Cuando tratamos de encontrar la razón de esta creencia, percibimos que el brahmacharya ha sido entendido en un sentido estricto. Se ha pensado que el mero control de las pasiones animales equivale a la observancia del brahmacharya. Yo considero que esta concepción es incompleta y falsa. Brahmacharya signifi­ca control sobre todos los órganos de los sentidos. Quien intenta controlar sólo un órgano y da vía libre a todos los demás tendrá que reconocer necesariamente la inutilidad de su esfuerzo. Escuchar relatos sugerentes con los oídos, ver escenas atractivas con los ojos, saborear comidas esti­mulantes con la lengua, tocar objetos excitantes con las manos y, al mismo tiempo, imaginar que podemos seguir

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controlando el único órgano restante, es como poner las manos en el fuego y esperar que no nos queme. Así pues, quien ha tomado la determinación de controlar un órgano tiene que estar decidido a dominar los demás. Siempre he pensado que se ha hecho mucho daño con la definición es­tricta del brahmacharya. Si practicamos el autocontrol en todas las direcciones a la vez, nuestra tentativa será cientí­fica y podrá tener éxito. Tal vez el paladar sea el principal responsable. Por eso en el ashram* hemos asignado al control del paladar un lugar aparte entre nuestros votos.

Recordemos el sentido etimológico de brahmacharya. Charya* significa norma de vida; brahmacharya designa la conducta adaptada a la búsqueda de Brahma*, es decir, de la Verdad. De este significado etimológico surge el sentido especial, a saber: el control sobre todos los senti­dos. Tenemos que olvidarnos totalmente de la definición incompleta, que se restringe exclusivamente al aspecto sexual.

- Frotn Yeravda Mandir (1945), cap. 3

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35 Pasos hacia el brahmacharya

<*?

El primer paso consiste en comprender su necesidad. El siguiente es el control progresivo de los sentidos.

Un brahmachari* tiene que controlar su paladar. Tiene que comer para vivir, no para disfrutar. Tiene que ver sólo cosas puras y cerrar los ojos ante todo lo impuro. Así, es signo de buena educación caminar mirando al suelo y no desplazando la visión de un objeto a otro. Del mismo mo­do, un brahmachari no oirá nada obsceno o impuro, ni olerá aromas fuertes o estimulantes. El olor de la tierra limpia es mucho más dulce que la fragancia de los perfu­mes y esencias artificiales. Que el aspirante al brahma­charya mantenga también las manos y los pies ocupados en actividades sanas en todas las horas de vigilia. Y que ayune ocasionalmente.

El tercer paso es tener compañeros puros: amigos pu­ros y libros puros.

El último, pero no el menos importante, es la oración. Que repita el Ramanama* con todo su corazón regular­mente todos los días, y pida la gracia divina.

Ninguna de estas cosas es difícil para el común de los mortales. Son la simplicidad misma. Pero su propia sim-

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plicidad es embarazosa. Donde hay voluntad, el camino es suficientemente sencillo. Pero las personas no tienen vo­luntad para ello, y por eso caminan a tientas y en vano. El hecho de que el mundo descanse sobre la observancia -en mayor o menor medida- del brahmacharya o autocontrol, significa que éste es necesario y practicable.

- Young India, 29 de abril de 1926

Muchas personas que aspiran a mantener el voto de brah­macharya fracasan porque quieren utilizar los otros senti­dos como quienes no son brahmacharis. Su esfuerzo es, por tanto, idéntico al de quien trata de experimentar el frío vigorizante del invierno en los meses abrasadores del ve­rano. Tiene que haber una clara línea de separación entre la vida de un brahmachari y la de quien no lo es. La se­mejanza que hay entre ambos es sólo aparente. La distin­ción debería ser tan clara como la luz del día. Ambos usan la vista, pero mientras el brahmachari la usa para contem­plar las glorias de Dios, el otro la usa para ver la frivolidad que hay a su alrededor. Ambos usan los oídos, pero mien­tras uno sólo oye las alabanzas de Dios, el otro se harta de oír obscenidades. Ambos se acuestan tarde, pero mientras uno se dedica a la oración, el otro malgasta el tiempo en diversiones incontroladas y pródigas. Ambos alimentan al hombre interior, pero mientras uno lo hace sólo para man­tener el templo de Dios en buen estado, el otro convierte el vaso sagrado en un canal fétido. Así pues, ambos viven como polos contrarios, y la distancia que los separa au­menta con el paso del tiempo.

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Brahmacharya significa control de los sentidos de pensamiento, palabra y obra. Día tras día, he ido com­prendiendo cada vez mejor la necesidad de establecer los límites que acabo de exponer. Las posibilidades de renun­cia no tienen límite, como tampoco lo tienen las posibili­dades del brahmacharya. Éste es imposible de alcanzar si sólo se realizan esfuerzos limitados. Para muchos el brah­macharya permanece sólo como un ideal. Quien aspira al brahmacharya será siempre consciente de sus defectos, tratará de conocer las pasiones que permanecen en lo más hondo de su corazón y se esforzará incesantemente por li­brarse de ellas. Mientras el pensamiento no esté bajo el control absoluto de la voluntad, no puede haber un brah­macharya en plenitud. El pensamiento involuntario es una enfermedad de la mente; por tanto, controlar el pensa­miento implica controlar la mente, que es más difícil de dominar que el viento. Es la existencia de Dios en el inte­rior de cada persona, con todo, lo que hace que resulte po­sible controlar la mente. Que nadie piense que es imposi­ble por el hecho de que sea difícil. Es la meta suprema, y no es extraño que para alcanzarla haya que realizar los es­fuerzos más extremos.

Fue después de regresar a la India cuando comprendí que tal brahmacharya era imposible de lograr mediante el mero esfuerzo humano. Hasta entonces yo creía errónea­mente que una dieta de frutas me permitiría erradicar to­das mis pasiones, y me complacía creyendo que no tenía que hacer nada más.

Pero no tengo que adelantar el capítulo de mis luchas. Mientras tanto, permítaseme aclarar que quienes desean observar el brahmacharya con el objeto de experimentar a

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Dios no tienen que desesperarse, con tal de que su fe en Dios sea igual a su confianza en el propio esfuerzo:

«Los objetos se retiran de quien se abstiene de ellos, pe­ro no el gusto de disfrutarlos. Pero hasta este deseo lo pierde quien ha tomado conciencia del Absoluto»8.

Por lo tanto, Su nombre y Su gracia son los últimos re­cursos de quien aspira a la moksha*. No descubrí esta ver­dad hasta que regresé a la India.

- Autobiography (1948), pp. 258-260

Para mí, incluso la observancia del brahmacharya físico ha estado llena de dificultades. Hoy puedo decir que me siento completamente a salvo, pero todavía tengo que al­canzar el dominio completo sobre el pensamiento, que es tan esencial. No me falta voluntad ni dejo de esforzarme, pero el hecho es que todavía supone un problema para mí el ver cómo, de repente, me invaden pensamientos inde­seables. No dudo que existe una llave para cerrar el paso a tales pensamientos, pero cada cual tiene que encontrarla por sí mismo. Los santos y los videntes nos han transmiti­do sus experiencias, pero no nos han dado recetas infali­bles y universales. Porque la perfección o ausencia de error procede sólo de la gracia, y por eso los buscadores de Dios nos han dejado mantras*, tales como el Ramana-

8. Bhagavad Gita 2,59, en (Consuelo Martín fed.]) Bhagavad Gita. Con los comentarios advaita de Sankara, Trotta, Madrid 1997, p. 72. [Nota de los traductores].

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ma , santificados por sus austeridades y repletos de su pu­reza. Sin una entrega absoluta a Su gracia es imposible do­minar por completo el pensamiento. Ésta es la enseñanza de todos los grandes libros religiosos, y yo estoy tomando conciencia de la verdad que hay en ella cada vez que me esfuerzo por conseguir el perfecto brahmacharya.

-Autobiography (1948), p. 388

Tengo que reconocer que la observancia de la ley de la continencia es imposible sin una fe viva en Dios, que es la Verdad viva. Hoy se ha puesto de moda desterrar a Dios de la vida por completo e insistir en la posibilidad de alcan­zar la forma suprema de vida sin necesidad de una fe viva en un Dios vivo. Tengo que confesar que soy incapaz de comprender la verdad de esta ley para quienes no tienen fe ni necesitan un Poder infinitamente mayor que ellos. Mi propia experiencia me ha llevado al conocimiento de que la vida más plena es imposible sin una fe inconmovible en una Ley Viva que es obedecida por todo el universo en su movimiento. Una persona sin esa fe es como una gota de agua sacada del océano, la cual perece necesariamente. Todas las gotas que hay en el océano participan de su ma­jestad y tienen el honor de darnos el ozono de la vida.

- Harijan, 25 de abril de 1936

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36 El matrimonio, un sacramento

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El ser humano es, sin lugar a dudas, un artista y un crea­dor. Indudablemente, ha de tener belleza y, por lo tanto, color. Lo mejor de su naturaleza artística y creadora le ha enseñado a discriminar y a saber que no toda mezcla de colores es señal de belleza, y que no todo sentido del pla­cer es bueno en sí mismo. Su capacidad artística le ha en­señado a buscar el placer en lo inútil. Así, en una fase pri­mitiva de la evolución aprendió que tenía que comer no por comer, como todavía hacemos algunos de nosotros, si­no para poder vivir. En una fase posterior aprendió que no había belleza ni alegría en vivir para sí, sino que tenía que vivir para servir a las demás criaturas y, a través de ellas, a su Hacedor. Del mismo modo, cuando reflexionó sobre el fenómeno del placer de la unión sexual, descubrió que, como sucede con todos los demás órganos de los sentidos, también se puede usar y abusar del órgano de la reproduc­ción. Vio que su verdadera función, su uso correcto, esta­ba restringido a la procreación. También comprendió que todos los demás usos eran horribles y que tenían muchas consecuencias graves, tanto para el individuo como para la raza.

- Harijan, 4 de abril de 1936

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La sociedad humana crece incesantemente, experimenta una evolución en términos de espiritualidad. Esta evolu­ción tiene que estar basada en una limitación creciente de las exigencias de la carne. Así pues, el matrimonio tiene que ser considerado un sacramento que impone la disci­plina a los cónyuges y les permite la unión física sólo en­tre sí, y únicamente con la finalidad de la procreación, cuando ambos cónyuges la desean y están preparados pa­ra ella.

- Young India, 16 de septiembre de 1926

No puede haber dos opiniones sobre la necesidad del con­trol de la natalidad. El único método transmitido de gene­ración en generación es el autocontrol o brahmacharya. Es un remedio soberano e infalible que hace bien a quienes lo practican. Y los médicos merecerían la gratitud de la huma­nidad si, en lugar de inventar métodos artificiales de control de la natalidad, descubrieran el medio del autocontrol.

- Young India, 12 de marzo de 1925

Los métodos artificiales son como la concesión de un pre­mio al vicio. Hacen que el varón y la mujer se vuelvan imprudentes. Y el respeto que se tiene por estos métodos acelerará necesariamente la disolución de las limitaciones que la opinión pública nos impone. La adopción de méto­dos artificiales tendrá como resultado necesario la imbe­cilidad y la postración nerviosa. El remedio será peor que la enfermedad.

- Young India, 12 de marzo de 1925

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Es erróneo e inmoral que tratemos de librarnos de las con­secuencias de nuestros actos. Si una persona come en ex­ceso, es bueno que sienta dolor y ayune. Es malo que co­ma sin control y después se libre de las consecuencias de sus actos tomando medicinas. Y es aún peor que una per­sona dé rienda suelta a sus pasiones animales y se libre de las consecuencias de sus actos. La naturaleza es implaca­ble y se venga rigurosamente cada vez que se violan sus leyes. El progreso moral sólo puede producirse cuando se aplican limitaciones morales.

- Young India, 12 de marzo de 1925

La existencia del mundo depende del acto de la genera­ción, y como el mundo es el escenario de Dios y un refle­jo de Su gloria, el acto de la generación debería estar con­trolado para que el mundo creciera ordenadamente.

- Autobiography (1948), p. 251

El deseo sexual es algo bueno y noble. No hay por qué avergonzarse de ello. Pero está destinado únicamente al acto de la procreación. Cualquier otro uso de él es un pe­cado contra Dios y contra la humanidad.

- Harijan, 28 de marzo de 1936

Es un pecado traer al mundo hijos no deseados, pero pien­so que es un pecado aún mayor evitar las consecuencias de nuestras propias acciones. Esto, sencillamente, deshuma­niza al hombre.

- Harijan, 7 de septiembre de 1935

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El ser humano tiene que elegir uno de los dos caminos: el ascendente o el descendente; pero como tiene un animal dentro de sí, elegirá con más facilidad el descendente que el ascendente, sobre todo cuando aquél se le presenta bajo un hermoso disfraz. El ser humano se rinde fácilmente cuando se le presenta el pecado disfrazado de virtud, y es­to es lo que Marie Stopes y otros están haciendo.

- Harijan, 31 de enero de 1935

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37 El evangelio de la no posesión

Un buscador de la Verdad, un seguidor de la Ley del Amor, no puede guardar nada para el día siguiente. Dios nunca almacena para el día siguiente. Nunca crea más de lo que es estrictamente necesario para cada momento. Por tanto, si ponemos nuestra fe en Su providencia, hemos de tener la seguridad de que Él nos dará cada día nuestro pan coti­diano, es decir, todo cuanto necesitamos. [...] Nuestra ig­norancia o negligencia de la Ley divina, que proporciona al hombre cada día su pan cotidiano y nada más, ha dado origen a las desigualdades actuales, con todas las desgra­cias que les son inherentes. Los ricos poseen muchas co­sas superfluas que no necesitan y que, por tanto, se olvi­dan y se desperdician, mientras que millones de personas mueren de hambre por falta de ellas. Si cada uno poseye­ra sólo lo que necesita, nadie carecería de nada y todos vi­viríamos contentos. Tal como están las cosas, los ricos se sienten tan descontentos como los pobres. El pobre dese­aría ser millonario, y el millonario querría ser multimillo­nario. A menudo, los pobres no están satisfechos, porque apenas consiguen lo suficiente para llenar el estómago; ahora bien, tienen derecho a ello, y la sociedad tendría que poner todos los medios para que lo consiguieran. Los ricos deberían tomar la iniciativa de la desposesión para hacer posible que todo el mundo pudiera estar satisfecho. Basta-

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ría con que mantuvieran su propiedad dentro de unos lí­mites moderados, para que los pobres pudieran ser fácil­mente alimentados y se sintieran contentos -no sólo ellos, sino también los ricos-. El perfecto cumplimiento del ide­al de la no posesión exige que el hombre, como las aves, no tenga un techo bajo el que cobijarse, ni vestidos ni pro­visión de alimentos para el mañana. Por supuesto que ne­cesitará el pan de cada día, pero será Dios, no él mismo, quien deba proporcionárselo. Ahora bien, son muy pocas las personas que pueden alcanzar este ideal. Nosotros, buscadores comunes, hemos de tenerlo siempre presente, y a su luz debemos examinar críticamente nuestras pose­siones, tratando de reducirlas cada día. La civilización, en el sentido real del término, no consiste en multiplicar las necesidades sino en reducirlas voluntaria y deliberada­mente. Esto es lo que proporciona la verdadera felicidad y satisfacción y acrecienta la capacidad de servir. Podemos reducir nuestras necesidades si somos perseverantes. Y si las reducimos, seremos felices: tendremos un cuerpo sano y una mente pacífica.

Desde el punto de vista de la verdad pura, también el cuerpo es una propiedad adquirida por el alma. Por el de­seo de gozar hemos creado y seguimos manteniendo un cuerpo para nuestra alma. Cuando este deseo desaparece, el cuerpo ya no es necesario, y la persona queda libre del círculo vicioso de nacimientos y muertes. El alma es om­nipresente; ¿qué interés puede tener en estar encerrada dentro del cuerpo, que es como una cárcel, o en hacer el mal e incluso matar por el bien de esa cárcel? De este mo­do llegamos al ideal de la renuncia total y aprendemos a utilizar el cuerpo, mientras exista, para servir, ya que el ser-

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vicio, no el pan, se convierte en el eje de nuestra vida. Co­memos y bebemos, dormimos y nos despertamos... sólo para servir. Esto nos proporciona la verdadera felicidad... y la visión beatífica cuando llegue el momento. Examinemos nuestras posesiones desde este punto de vista.

Tenemos que recordar que la no posesión es un princi­pio aplicable a los pensamientos tanto como a las cosas. La persona que llena su mente de conocimientos inútiles viola este principio inestimable. Los pensamientos que nos apartan de Dios o que no nos conducen hacia El cons­tituyen impedimentos de los que tenemos que librarnos lo antes posible. En relación con esto podemos considerar la definición de conocimiento contenida en el capítulo 13 del Gita, donde se nos dice que la humildad (amanitvam*), et­cétera, constituye el conocimiento, y que todo lo demás es ignorancia. Si esto es verdad -y es indudable que lo es-, muchas de las cosas que hoy consideramos conocimiento no son más que pura y simple ignorancia y, por lo tanto, sólo nos hacen daño y no nos aportan beneficio alguno. Ello hace que la mente se disperse, quedando incluso re­ducida a la vacuidad, y que el descontento florezca en in­numerables ramificaciones del mal. Huelga decir que esto no es una defensa de la inercia. Todos los momentos de nuestra vida tienen que estar ocupados por alguna activi­dad, pero ésta tiene que ser sattvika*, es decir, tiene que tender a la verdad. Quien ha consagrado su vida a servir no puede estar ocioso ni un solo momento. Pero hay que aprender a distinguir entre actividades buenas y activida­des malas. Este discernimiento acompaña naturalmente a quien se ha consagrado por entero a servir.

- From Yeravda Mandir (1945), cap. 6

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Así pues, renunciemos a todo, consagrémoslo a Dios y, después, vivamos. El derecho a vivir, por tanto, se deriva de la renuncia. No tenemos que decir: «Cuando todos ha­gan su parte del trabajo, yo haré la mía», sino: «No te pre­ocupes de los demás; haz primero tu trabajo y deja que El se ocupe del resto».

- Harijan, 6 de marzo de 1937

Jesús, Mahoma, Buda, Nanak*, Kabir*, Chaitanya*, Shankara*, Dayananda* y Ramakrishna* fueron hombres que ejercieron una inmensa influencia y moldearon el ca­rácter de miles de personas. El mundo se ha enriquecido más porque ellos vivieron en él. Y todos ellos abrazaron deliberadamente la pobreza como su lote.

- Speeches and Writings of Mahatma Gandhi (1933), p. 353

La regla de oro [...] es rechazar con abierta y decidida­mente lo que millones de personas no pueden tener. Esta capacidad de renuncia no nos sobrevendrá de repente, co­mo caída del cielo. Lo primero que hemos de hacer es cul­tivar la actitud mental de no tener posesiones o comodida­des que les son negadas a millones de seres humanos, y lo segundo es reorganizar nuestras vidas, tan pronto como sea posible, de acuerdo con esa mentalidad.

- Young India, 24 de junio de 1926

Si nosotros cuidamos del hoy, Dios cuidará del mañana.

- Young India, 13 de octubre de 1921

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38 El trabajo como culto

«&

«Brahma* creó a su pueblo imponiéndole el deber del sa­crificio y dijo: "Por medio de él floreceréis. Que sea él quien cumpla todos vuestros deseos"... Quien come sin hacer este sacrificio come pan robado», dice el Gita. «Comerás el pan con el sudor de tu frente», dice la Biblia. Los sacrificios pueden ser de muchas clases. Uno de ellos puede ser el trabajo para ganarse el pan. Si todos trabaja­ran por el pan que necesitan, y no más, entonces todos ten­drían suficiente comida y suficiente tiempo libre. Enton­ces no habría que inquietarse por la superpoblación, por las enfermedades y por todas las miserias que nos rodean. Ese trabajo será la forma más elevada de sacrificio. Es in­dudable que las personas harán otras muchas cosas por medio de su cuerpo o de su mente, pero todo ello será un trabajo desinteresado por el bien común. No habrá ricos y pobres, superiores e inferiores, tocables e intocables.

- Harijan, 29 de junio de 1935

Es posible que éste sea un ideal inalcanzable. Pero no te­nemos que dejar de esforzarnos por conseguirlo. Aunque no cumplamos toda la ley del sacrificio, es decir, la ley de

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nuestro ser, si realizamos un trabajo físico suficiente para ganar el pan de cada día, avanzaremos mucho hacia el ideal.

- Harijan, 29 de junio de 1935

Si lo hacemos así, nuestras necesidades se reducirán al mí­nimo, nuestro alimento será sencillo. Entonces comere­mos para vivir, en lugar de vivir para comer. Si alguien du­da de la exactitud de esta proposición, que sude para ga­narse el pan, y experimentará el mayor placer gracias al producto de su trabajo, mejorará su salud, y descubrirá que muchas cosas que tomaba eran superfluas.

- Harijan, 29 de junio de 1935

¿No pueden, entonces, los seres humanos ganarse el pan con el trabajo intelectual? No. Las necesidades del cuerpo tienen que ser satisfechas mediante el esfuerzo del cuerpo. Es posible que la expresión «Dad al César lo que es del César» tenga su aplicación en este contexto. El trabajo meramente mental, es decir, intelectual, es para el alma y su satisfacción. Nunca debería ser pagado. En el Estado ideal, los doctores, abogados, etcétera, trabajarán única­mente por el bien de la sociedad, no para sí mismos.

La obediencia a la ley del trabajo para ganarse el pan producirá una revolución silenciosa en la estructura de la sociedad. El triunfo del ser humano consistirá en luchar por el servicio mutuo, en vez de luchar por la existencia. La ley de los animales será reemplazada por la ley del hombre.

- Harijan, 29 de junio de 1935

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El retorno a las aldeas significa un reconocimiento volun­tario y categórico del deber del trabajo para ganarse el pan y todo lo que éste conlleva.

- Harijan, 29 de junio de 1935

Dios quiere que Su sede sea el corazón de quien sirve a su prójimo. Así fue Abu Ben Adhem*. Él sirvió a su prójimo, y por eso su nombre ocupa el lugar más alto en la lista de los servidores de Dios.

- Young India, 24 de septiembre de 1925

Pero ¿quiénes son los que sufren y los angustiados? Los oprimidos y los indigentes. Así pues, quien quiera ser un bhakta* tiene que servirles con el cuerpo, con el alma y con la mente. ¿Cómo puede servir con el cuerpo a las cla­ses «oprimidas» quien las considera intocables? Quien ni siquiera se digna emplear su cuerpo para hilar por los po­bres y alega excusas poco convincentes, no conoce el sig­nificado del servicio. Quien hila ante los pobres invitán­doles a que hilen también ellos, sirve a Dios más que cual­quier otra persona. «Quien me dé una insignificancia, co­mo un fruto, una flor y hasta una hoja, con el espíritu de bhakti* [devoción], es Mi siervo», dice el Señor en el Bhagavad Gita. Y Él tiene su escabel donde viven «los hu­mildes, los pobres y los descarriados». Así pues, hilar por estas personas es la oración más grande, el culto más gran­de, el sacrificio más grande.

- Young India, 24 de septiembre de 1925

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PREGUNTA: ¿NO sería mejor que, en vez de emplear el tiempo en dar culto a Dios, las personas se consagra­ran a servir a los pobres? El verdadero servicio... ¿no hace innecesaria la adoración devota?

RESPUESTA: Pienso que en este asunto la pereza mental es también agnosticismo. Los más grandes karmayoguis* nunca abandonaron los cantos devotos ni el culto. En teoría, se podría decir que el verdadero servicio a otros es un acto de culto, y que tales devotos no necesitan dedicar tiempo a los cantos, etcétera. Pero, de hecho, los bhajans*, etcétera, son una ayuda para el verdade­ro servicio y mantienen vivo el recuerdo de Dios en el corazón del devoto.

- Harijan, 13 de octubre de 1946

Ningún trabajo es pequeño si se hace en Su nombre y se consagra a Él. Todo trabajo que se haga de este modo tie­ne el mismo mérito. Un basurero que trabaje a Su servicio merece la misma distinción que un rey que usa sus dones en Su nombre y como mero administrador.

- Young India, 25 de noviembre de 1926

No puedo imaginar nada más noble o más nacional que dedicar una hora al día, por ejemplo, al trabajo que tienen que hacer los pobres, para identificarnos de este modo con ellos y, a través de ellos, con toda la humanidad. No pue­do imaginar un culto mejor a Dios que trabajar, en Su nombre, por los pobres tal como ellos lo hacen.

- Young India, 20 de octubre de 1921

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Nunca se insistirá demasiado en la importancia del traba­jo. Yo me limito a repetir el Evangelio enseñado por el Gita, donde el Señor dice: «Si no estuviera trabajando siempre, sin descansar ni un momento, daría mal ejemplo a la humanidad».

- Harijan, 2 de noviembre de 1935

Deberíamos sentirnos avergonzados por poder descansar o disfrutar de una comida abundante mientras haya un hom­bre o una mujer capaces de trabajar y que no tienen traba­jo ni comida.

- Young India, 6 de octubre de 1921

El servicio no es posible si no está arraigado en el amor o en la no violencia. El verdadero amor es ilimitado como el océano, crece y aumenta dentro de la persona, se extiende fuera de ella y trasciende todas las fronteras, hasta envol­ver al mundo entero. También este servicio es imposible para quien no trabaja con el fin de ganarse el pan -el tra­bajo que el Gita define como yajna*-. El hombre y la mu­jer sólo tienen derecho a vivir cuando realizan su trabajo físico para servir a los demás.

- Young India, 20 de septiembre de 1928

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39 Sarvodaya*

*&

Nuestro cuerpo nos ha sido dado únicamente para que sir­vamos con él a toda la creación. Por eso, como dice el Gita, quien come sin ofrecer yajna9 come alimentos roba­dos. Para quien desea llevar una vida de pureza, todo acto, cualquiera que sea, ha de tener la naturaleza del yajna*. Puesto que el yajna nos acompaña desde que nacemos, so­mos deudores durante toda nuestra vida y, de este modo, estamos obligados a servir al universo. Del mismo modo que el esclavo recibe el alimento, el vestido, etcétera, del amo a quien sirve, así también nosotros tenemos que acep­tar con agradecimiento los dones que nos asigna el Señor del universo. Lo que recibimos tenemos que considerarlo un regalo, porque, como deudores, no tenemos ningún de-

9. Gandhi ha explicado en un párrafo anterior del capítulo 14 de From Yeravda Mandir lo que significa yajna: «Yajna designa un acto que tie­ne como fin el bien de "otros" y que se realiza sin esperar ninguna re­compensa temporal o espiritual. "Acto" se ha de entender aquí en su sentido más amplio, e incluye el pensamiento y la palabra tanto como la acción. El término "otros" incluye no sólo a la humanidad, sino to­das las formas de vida. Por consiguiente, y desde el punto de vista de la no violencia, el sacrificio de animales inferiores no es un yajna, aun cuando se realice con el fin de servir a la humanidad».

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recho a remuneración alguna por el cumplimiento de nuestras obligaciones. Por eso, si no recibimos nada, no debemos culpar al Señor. Nuestro cuerpo le pertenece, y Él puede estimarlo o rechazarlo a su arbitrio. Esto no pue­de ser motivo de queja, ni siquiera de compasión; por el contrario, es un estado natural, e incluso agradable y de­seable, siempre que comprendamos cuál es el lugar que nos corresponde en el esquema divino. En efecto, necesi­tamos una fe vigorosa si queremos experimentar esta feli­cidad suprema. Parece que todas las religiones tienen un mandamiento común: «No os preocupéis en modo alguno por vosotros mismos, confiad toda preocupación a Dios...».

Pero esto no tiene por qué atemorizar a nadie. Quien se consagra al servicio con una conciencia clara sentirá cada día una necesidad de servir en mayor medida, y su fe se enriquecerá continuamente. Quien no está dispuesto a re­nunciar a su interés personal y a reconocer las condiciones de su nacimiento difícilmente podrá seguir el camino del servicio. Consciente o inconscientemente, cada uno de no­sotros realiza algún tipo de servicio. Si cultivamos el há­bito de realizar este servicio deliberadamente, nuestro de­seo de servir se fortalecerá sin cesar y no sólo nos hará fe­lices a nosotros, sino a todo el mundo.

- From Yeravda Mandir (1945), cap. 14

Un seguidor de la no violencia no puede adherirse a la fór­mula utilitarista (del bien más grande para el mayor nú­mero de personas). Se esforzará por lograr el mayor bien

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para todos y morirá en el intento de realizar este ideal. Por consiguiente, estará dispuesto a morir para que otros pue­dan vivir. Al morir, se prestará un servicio a sí mismo, a la vez que a los demás. El bien más grande para todos inclu­ye inevitablemente el bien del mayor número de personas; por tanto, él y el utilitarista coincidirán en muchos puntos, pero llegará un momento en que tendrán que apartarse e incluso trabajar en direcciones opuestas. El utilitarista, pa­ra ser lógico, nunca se sacrificará.

- Young India, 9 de diciembre de 1926

Creo que no es posible [...] que un individuo pueda pro­gresar espiritualmente mientras estén sufriendo quienes lo rodean. Creo en el advaita*. Creo en la unidad esencial de la humanidad y de todo cuanto vive. Por tanto, creo que si una persona avanza espiritualmente, todo el mundo avan­za; y si una persona retrocede, todo el mundo retrocede en la misma medida.

- Young India, 4 de diciembre de 1924

No hay ni una sola virtud que tenga como finalidad o afec­te únicamente al bienestar del individuo considerado ais­ladamente. Y, viceversa, no hay ni una sola ofensa que no afecte, directa o indirectamente, a otras muchas personas, además de a quien la ha cometido. Por lo tanto, que un in­dividuo sea bueno o malo no es algo que sólo le afecte a él, sino a toda la comunidad, más aún, al mundo entero.

- Ethical Religión (1927), p. 55

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Una vida de servicio tiene que ser una vida de humildad. Quien quiera sacrificar su vida por los demás apenas ten­drá tiempo para reservarse un lugar bajo el sol. No hay que confundir la inercia con la humildad, como ha sucedido en el hinduismo. La verdadera humildad exige el esfuerzo más arduo y constante, dirigido por completo al servicio a la humanidad. Dios actúa continuamente sin descansar ni un solo momento. Si queremos servir a Dios o hacernos uno con Él, nuestra actividad tiene que ser tan incansable como la Suya.

- From Yeravda Mandir (1945), cap. 12

La gota de agua que se ha separado del océano podría te­ner un momento de descanso, pero la que está en el océa­no no conoce tal descanso. Lo mismo sucede con noso­tros. Tan pronto como nos hacemos uno con el océano (Dios), ya no hay descanso para nosotros y, de hecho, ya no necesitamos descansar nunca más. Incluso nuestro sue­ño es acción, porque dormimos con el pensamiento de Dios en nuestro corazón. Esta actividad continua constitu­ye el verdadero reposo. Esta agitación incesante contiene el secreto de la paz inefable. Es difícil describir este su­premo estado de entrega total, aunque no excede los lími­tes de la experiencia humana. Lo han alcanzado muchas almas entregadas, y también podemos alcanzarlo nosotros.

- From Yeravda Mandir (1945), cap. 12

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40 Ética de la bomba atómica

* § >

Amigos norteamericanos han sugerido que la bomba ató­mica favorecerá la no violencia como ninguna otra cosa. Lo hará, en efecto, si ello significa que su poder destructi­vo repugnará tanto al mundo que lo apartará para siempre de la violencia. Es como un hombre que se harta de man­jares exquisitos hasta llegar a sentir náuseas y deja de in­gerirlos sólo para entregarse de nuevo a la gula con celo redoblado una vez que han pasado los efectos de las náu­seas. Del mismo modo volverá el mundo a la violencia con celo renovado una vez que haya pasado el efecto de la aversión a la misma.

Con frecuencia el bien procede del mal. Pero esto de­pende de Dios, no de los hombres. El ser humano sabe que el mal sólo puede producir mal, y que el bien sólo puede producir bien.

Aun cuando los científicos y los militares norteameri­canos han usado la energía atómica sólo con fines des­tructivos, cabe la posibilidad, sin duda, de que otros cien­tíficos la utilicen con fines humanitarios. Pero no es esto

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lo que quieren decir mis amigos norteamericanos. Ellos no son tan candidos como para plantear una cuestión cuya respuesta sea una verdad tan obvia. Un pirómano usa el fuego para llevar a cabo sus destructivos y detestables fi­nes; un ama de casa lo utiliza diariamente para preparar la comida de toda la familia.

Estoy convencido de que la bomba atómica ha matado el sentimiento más noble que ha sostenido a la humanidad desde siempre. Antes existían las llamadas leyes de la gue­rra, que la hacían tolerable. Ahora conocemos la verdad desnuda. La guerra no conoce más ley que la del poder. La bomba atómica ha dado una victoria vacía a los ejércitos aliados, pero al mismo tiempo ha tenido como consecuen­cia la destrucción de Japón. Todavía es muy pronto para ver lo que ha sucedido en el alma de la nación destructo­ra. Las fuerzas de la Naturaleza actúan de una manera mis­teriosa. Nosotros sólo podemos resolver el misterio si de­ducimos el resultado desconocido a partir de los resulta­dos conocidos de acontecimientos similares. El propieta­rio de un esclavo no puede mantenerlo si no vigila él mis­mo, o su guardián, la prisión donde se encuentra el escla­vo. Que nadie piense que pretendo defender las atrocida­des cometidas por Japón en el intento de conseguir su in­digna ambición. Entre los adversarios sólo había una dife­rencia de grado. Doy por sentado que la codicia de Japón era más indigna. Pero la mayor indignidad no daba dere­cho a los menos indignos a destruir sin piedad a hombres, mujeres y niños de Japón en un área concreta.

La enseñanza moral que hay que deducir legítimamen­te de la suprema tragedia de la bomba es que ésta no será destruida con contra-bombas, del mismo modo que la vio-

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lencia no puede ser destruida con contra-violencia. La hu­manidad sólo podrá salir de la violencia a través de la no violencia. El odio sólo puede ser vencido por el amor. El contra-odio sólo hace que el odio se extienda y se haga más profundo. Soy consciente de que estoy repitiendo lo que ya he dicho muchas veces y he practicado lo mejor que he sabido y podido. Lo que he afirmado no es en sí na­da nuevo. Es tan antiguo como las colinas. Pero yo no lo he recitado como si se tratara de una máxima teórica, sino que he anunciado definitivamente lo que creo con todas las fibras de mi ser. Sesenta años de práctica en diversas situaciones han aumentado mi fe, que se ha visto fortale­cida por las experiencias de mis amigos. Esta es la verdad central por la que una persona puede mantenerse firme sin acobardarse. Creo en lo que dijo Max Muller hace años, a saber: que la verdad tiene que ser repetida mientras haya personas que no crean en ella.

- Harijan, 7 de julio de 1946

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41 Paz en la tierra

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Estoy convencido de que la Europa de nuestros días no re­presenta el espíritu de Dios o del cristianismo, sino el es­píritu de Satán. Y Satán obtiene el éxito mayor allí donde se presenta con el nombre de Dios en los labios. La Europa de hoy es cristiana sólo de nombre, pero en reali­dad adora a mammona*. «Es más fácil que un camello pa­se por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos»: así lo dijo Jesucristo realmente. En cambio, quienes se llaman discípulos suyos miden su progreso mo­ral en función de sus posesiones materiales.

- Young India, 8 de septiembre de 1920

Bebed por todos los medios de la fuente que se os da en el Sermón de la Montaña. Ahora bien, después tenéis que vestiros de saco y ceniza. La enseñanza del Sermón de la Montaña está destinada a todos y cada uno de nosotros. No podemos servir a Dios y a mammona". Dios, el Com­pasivo y el Misericordioso, que es la Tolerancia encar­nada, permite que mammona sea la maravilla de un día. Pero yo os digo que huyáis del espectáculo destructor de mammona.

- Young India, 8 de diciembre de 1927

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Está llegando el tiempo en que quienes hoy corren aloca­damente para multiplicar sus necesidades, pensando en vano que éstas añaden de algún modo a la verdadera esen­cia, al verdadero conocimiento del mundo, volverán sobre sus pasos y dirán: «¿Qué hemos hecho?». Diversas civili­zaciones han aparecido y han desaparecido y, a pesar de todo nuestro cacareado progreso, tengo la tentación de preguntar de nuevo: «¿Para qué?». Wallace, contemporá­neo de Darwin, dijo lo mismo. Cincuenta años de brillan­tes inventos y descubrimientos, afirmó, no han añadido ni un par de centímetros a la estatura moral de la humanidad. También lo dijo Tolstoy, un soñador y visionario -si así queréis calificarlo-. Y Jesús, Buda y Mahoma, cuya reli­gión es negada y falsificada hoy en mi propio país.

- Young India, 8 de diciembre de 1927

No creer en la posibilidad de la paz permanente es no cre­er que la naturaleza humana ha sido creada por Dios. Los métodos adoptados hasta ahora han fracasado porque ha faltado la sinceridad fundamental por parte de las personas que los han puesto en práctica. Pero éstas no han adverti­do tal carencia. La paz es inalcanzable mediante una rea­lización parcial de las condiciones, del mismo modo que la combinación química es imposible si no se dan todas las condiciones para conseguirla. Si los líderes reconocidos de la humanidad que tienen el control sobre las armas de destrucción renunciaran por completo a usarlas con pleno conocimiento de las implicaciones, se podría obtener la paz permanente. Esto es claramente imposible si las su-perpotencias de la tierra no renuncian a sus proyectos im-

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perialistas. Lo cual parece también imposible si esas su-perpotencias no dejan de creer en la competición deshu-manizadora y no dejan de multiplicar las necesidades y, por consiguiente, de aumentar sus posesiones materiales. Estoy convencido de que la raíz del mal es la falta de una fe viva en un Dios vivo. Es una tragedia humana de primer orden el que los pueblos de la tierra que afirman creer en el mensaje de Jesús, a quien describen como Príncipe de la paz, muestren en la práctica la poca fe que tienen en él. Es penoso ver cómo algunos teólogos cristianos limitan el alcance del mensaje de Jesús a los individuos. Me han en­señado desde la infancia -y la experiencia me ha demos­trado que es verdad- que las virtudes primarias de la hu­manidad pueden ser cultivadas por los seres más despre­ciables de la especie humana. Es esta indudable posibili­dad universal la que distingue a los humanos del resto de la creación de Dios. Bastaría con que una gran nación re­alizara incondicionalmente el supremo acto de la renuncia para que muchos de nosotros conociéramos en vida la paz visible establecida en la tierra.

- Harijan, 18 de junio de 1938

Si las mejores mentes del mundo no asimilan el espíritu de la no violencia, responderán al gangsterismo con violen­cia. Ahora bien, esto sólo demostrará que apenas hemos superado la ley de la jungla, que todavía no hemos apren­dido a apreciar la herencia que Dios nos ha dado y que no hemos hecho muchos progresos como seres humanos, a pesar de la enseñanza del cristianismo -que tiene mil no­vecientos años de antigüedad-, del hinduismo y del budis-

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mo -que son más antiguos- e incluso del islam. Ahora bien, aun cuando yo podría entender el uso de la fuerza por parte de quienes no tienen el espíritu de no violencia, deseo que quienes conocen la no violencia hagan todos los esfuerzos posibles para demostrar que hay que responder con la no violencia incluso al gangsterismo.

- Harijan, 10 de diciembre de 1938

La fuerza bruta ha sido el factor que ha dominado el mun­do durante miles de años, y la humanidad ha venido reco­giendo su amarga cosecha durante todo ese tiempo. Hay pocas esperanzas de que algo bueno pueda venir de ello en el futuro. Si la luz pudiera surgir de las tinieblas, sólo en­tonces el amor podría surgir del odio.

- Sayagraha in South África, p. 289

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42 Obiter dicta0

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Muerte

¿Por qué ha de turbarnos la muerte de los niños o de los jóvenes? No hay ni un solo momento en el que no nazca o muera alguien en este mundo. ¿Por qué hemos de sentir la estupidez de alegrarnos por un nacimiento y lamentarnos por una muerte? Quienes creen en el alma -¿y qué hindú, musulmán o parsi no cree en ella?- saben que el alma nun­ca muere. Las almas de los vivos y las de los muertos son todas ellas una sola alma. El eterno proceso de creación y destrucción continúa sin cesar. No hay en él ninguna razón por la que tengamos que entregarnos a la alegría o a la pe­na. Aun cuando extendamos la idea de relación sólo a nuestros compatriotas y experimentemos todos los naci­mientos del país como si tuvieran lugar en nuestra propia familia, ¿cuántos nacimientos celebraremos? Si lloramos por todas las defunciones que tienen lugar en el país, las lágrimas de nuestros ojos nunca se secarán. Esta línea de

10. La expresión latina obiter dicta se podría traducir por «dichos ocasio­nales». [Nota de los traductores].

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pensamiento tiene que ayudarnos a librarnos de todo te­mor a la muerte.

- Young India, 13 de octubre de 1921

El nacimiento y la muerte no son dos estados diferentes, si­no dos aspectos diferentes del mismo estado. Es tan poco razonable alegrarse por aquél como lamentarse por ésta.

- Young India, 20 de noviembre de 1924

Inmortalidad

Creo en la inmortalidad del alma. Y para hablar de ella me gustaría proponeros la analogía del océano. El océano es­tá compuesto de gotas de agua; cada gota es una entidad y, sin embargo, es parte del todo, «el uno y lo múltiple». En este océano de la vida todos somos como pequeñas gotas. Mi doctrina enseña que tengo que identificarme con la vi­da, con todo cuanto vive, que tengo que participar de la majestad de la vida en presencia de Dios. La totalidad de esta vida es Dios.

- India 's Case for Swaraj (1932), p. 245

Seguridad

Yo pensaba que el seguro de vida implicaba temor y falta de fe en Dios. [...] Al firmar la póliza de mi seguro de vi­da, había robado a mi mujer y a mis hijos la seguridad en sí mismos. ¿Qué motivos tenía yo para suponer que no po-

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drían cuidar de sí mismos? ¿Qué les sucedía, en circuns­tancias semejantes, a las innumerables familias de los po­bres del mundo? ¿Por qué no había de considerarme yo como uno de ellos? ¿Qué razones tenía para suponer que la muerte iba a llamar a mi puerta antes que a la de los de­más? Después de todo, el verdadero protector no éramos ni mi hermano ni yo, sino el Dios Todopoderoso.

- Autobiography (1948), pp. 320-321

Medios y fines

Algunos dicen: «Después de todo, los medios no son más que medios». Yo prefiero decir: «A fin de cuentas, todo de­pende de los medios». Los medios determinan el fin. No hay ningún muro de separación entre los medios y el fin. De hecho, el Creador nos ha dado tan sólo el control (y un control muy limitado) sobre los medios, no sobre el fin. La consecución de la meta es exactamente proporcional al buen uso de los medios. Y ésta es una regla sin excepción.

- Young India, 17 de julio de 1924

Política

Para ver cara a cara al Espíritu universal y omnipresente de la Verdad debe uno ser capaz de amar a la más peque­ña de las criaturas como a sí mismo. Y una persona que as­pira a ello no puede permitirse permanecer fuera de nin­gún campo de la vida. Por esta razón, mi devoción a la Verdad me llevó al campo de la política; y puedo decir sin

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la menor vacilación, a la vez que con toda humildad, que quienes dicen que la religión no tiene nada que ver con la política no saben lo que significa la religión.

-Autobiography (1948), p. 615

Para mí, la política despojada de la religión es una absolu­ta inmundicia que debe ser evitada. La política tiene que ver con el bienestar de las naciones, y todo cuanto tiene que ver con el bienestar de las naciones ha de constituir una de las preocupaciones de una persona con inquietudes religiosas; en suma, de un buscador de Dios y de la Verdad. Para mí, Dios y la Verdad son términos intercam­biables; y si alguien me dijera que Dios es un Dios de la mentira o un Dios de la tortura, dejaría de adorarlo. Por consiguiente, también en la política tenemos que estable­cer el Reino de los cielos.

- Young India, 18 de junio de 1925

No puedo llevar una vida religiosa si no me identifico con toda la humanidad, y no puedo hacerlo si no participo en la vida política. Toda la gama de las actividades de la hu­manidad constituye un todo indivisible. No podemos divi­dir el trabajo social, económico, político y puramente reli­gioso en compartimentos estancos. No conozco más reli­gión que la actividad humana. Ésta proporciona una base moral para todas las demás actividades, que, de otro mo­do, carecerían de ella, de manera que la vida quedaría re­ducida a un laberinto «que no significaría nada».

- Harijan, 24 de diciembre de 1938

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Page 104: Gandhi - La Verdad Es Dios

Predestinación

PREGUNTA: El tiempo, el lugar y el modo de la muerte de cada individuo ¿han sido predeterminados por el Todopoderoso? Si es así, ¿por qué preocuparnos, aun cuando estemos enfermos?

RESPUESTA: NO sé si el tiempo, el lugar y el modo de la muerte están predeterminados. Sólo sé que «ni una brizna de hierba se mueve si Él no lo quiere». No obs­tante, lo sé confusamente. Pero lo que hoy es confuso resultará claro mañana o pasado mañana, si espero en actitud orante. Mas una cosa debe quedar clara: el Todopoderoso no es una persona como nosotros. Él o Ello es la Ley o Fuerza viva más grande del mundo. De modo que no actúa caprichosamente, y esa Ley no ad­mite ninguna corrección o mejora. Su voluntad es fir­me e inmutable, mientras que todo lo demás cambia cada segundo. A buen seguro, de la doctrina de la pre­destinación no se sigue que no tengamos que «preocu­parnos» por nosotros mismos aunque estemos enfer­mos. La indiferencia a la enfermedad es un crimen ma­yor que el de caer enfermos. El esfuerzo por ser hoy mejores que ayer no tiene fin. Hemos de «preocupar­nos» y descubrir por qué estamos o hemos caído en­fermos. La ley de la naturaleza es la salud, no la «en­fermedad». Investiguemos la ley de la naturaleza y obedezcámosla, si no queremos estar enfermos o si, tras haber caído enfermos, deseamos recuperarnos.

- Harijan, 28 de julio de 1946

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Progreso

La evolución es siempre experimental. Todos los progre­sos se logran cometiendo errores y corrigiéndolos. Ningún bien llega plenamente acabado, como salido de la mano de Dios, sino que tenemos que conquistarlo a través de repe­tidos experimentos y repetidos fracasos. Ésta es la ley del crecimiento individual. La misma ley controla también la evolución social y política. El derecho a equivocarse, que significa la libertad para realizar experimentos, es la con­dición universal de todo progreso.

- Speeches and Writings of Mahatma Gandhi (1933), p. 245

Las naciones han progresado por evolución y por revolu­ción. Aquélla es tan necesaria como ésta. La muerte, que es una realidad eterna, es revolución, como el nacimien­to, y después es evolución lenta y constante. La muerte es tan necesaria para el crecimiento de la persona como la vida misma. Dios es el mayor Revolucionario que el mun­do ha conocido y conocerá jamás. Dios envía diluvios. Envía tormentas donde poco antes había calma. Allana montañas que ha modelado con exquisito cuidado e infi­nita paciencia. Observo el cielo, y ello me llena de temor y asombro. En el sereno cielo azul, tanto de la India co­mo de Inglaterra, he visto cómo las nubes se reúnen y descargan con furia ensordecedora. La historia es más una crónica de asombrosas revoluciones que el supuesto progreso ordenado.

- Young India, 2 de febrero de 1922

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Page 105: Gandhi - La Verdad Es Dios

Nuevo nacimiento

Creo en el ciclo de nacimientos y nuevos nacimientos. Todas nuestras relaciones son el resultado de los sanska-ras que llevamos con nosotros y que proceden de los na­cimientos anteriores. Las leyes de Dios son inescrutables y son objeto de una búsqueda infinita. Nadie puede com­prenderlas completamente.

- Harijan, 18 de agosto de 1940

Educación religiosa

Pienso que el Estado no tiene que preocuparse de la ins­trucción religiosa ni hacerse responsable de ella. Creo que la educación religiosa debe ser asunto exclusivo de las asociaciones religiosas. No hay que mezclar la religión con la ética. Creo que la ética fundamental es común a to­das las religiones. E, indudablemente, la enseñanza de la ética fundamental es una función del Estado. Al referirme a la religión no pienso en la ética fundamental, sino en lo que se ha dado en llamar «confesiones religiosas». Hemos sufrido bastante por causa de la religión subvencionada por el Estado y por causa de una Iglesia estatal. Una so­ciedad o un grupo cuya religión dependa parcial o total­mente de la ayuda del Estado no merecen o, mejor aún, no tienen ninguna religión digna de tal nombre. No necesito poner ningún ejemplo para sostener una verdad que me parece tan obvia.

- Harijan, 31 de agosto de 1947

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Ideal religioso

La virtud de un ideal religioso reside en el hecho de que no puede ser realizado por completo en la carne, pues tie­ne que ser probado por la fe. ¿Y qué papel puede desem­peñar la fe si la perfección puede ser alcanzada por el es­píritu mientras éste está todavía envuelto en su «vestidura terrena decadente»? ¿Dónde habría espacio para su ex­pansión infinita, que es su característica esencial? ¿Dónde habría espacio para ese esfuerzo constante, esa búsqueda incesante del ideal que es la base de todo progreso espiri­tual, si los mortales pudieran alcanzar el estado perfecto mientras viven aún en el cuerpo? Si fuera posible alcanzar esa fácil perfección en el cuerpo, lo único que tendríamos que hacer sería seguir simplemente un modelo ordinario. Así mismo, si todos pudieran seguir un código de conduc­ta perfecto, no habría espacio para la diversidad de credos y religiones, porque sólo habría una religión prototípica que todos tendrían que seguir.

- Young India, 22 de noviembre de 1928

La virtud de un ideal consiste en que éste sea ilimitado. Los ideales religiosos tienen que seguir siendo, por su pro­pia naturaleza, inalcanzables para los seres humanos im­perfectos. En virtud de su carácter ilimitado, puede pare­cer que se alejan cada vez más de nosotros, aunque nos acerquemos cada vez más a ellos. Y, sin embargo, están más cerca de nosotros que nuestras manos y nuestros pies, porque estamos más seguros de su realidad y de su verdad

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Page 106: Gandhi - La Verdad Es Dios

que de nuestro ser físico. Esta fe en los propios ideales constituye la verdadera vida y es, de hecho, lo que hace al ser humano.

- Young India, 22 de noviembre de 1928

Derechos

La verdadera fuente de los derechos es el deber. Si todos cumplimos con nuestros deberes, no habrá que buscar los derechos muy lejos. Si no cumplimos con nuestros debe­res, pero exigimos nuestros derechos, éstos se nos escapa­rán como una quimera. Cuanto más los persigamos, tanto más lejos volarán. Krishna* inmortalizó esta misma ense­ñanza en las siguientes y lapidarias palabras: «Sólo la ac­ción está en tus manos. El fruto no depende en modo al­guno de ti». La acción es el deber. El fruto es el derecho.

- Young India, 8 de enero de 1925

Secreto

He llegado a considerar que el secreto es un pecado. [...] Si experimentáramos la presencia de Dios como testigo de todo lo que decimos y hacemos, no tendríamos que ocul­tar nada a nadie en la tierra; porque no tendríamos pensa­mientos impuros ante nuestro Hacedor y, claro está, no los diríamos. Es la impureza lo que busca el secreto y la os­curidad. La tendencia de la naturaleza humana es ocultar la suciedad; no queremos ver ni tocar cosas sucias; quere­mos mantenerlas fuera del alcance de nuestra vista. Lo

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mismo hemos de hacer con nuestras palabras. Me gustaría sugerir que deberíamos evitar incluso tener aquellos pen­samientos que desearíamos ocultar al mundo.

- Young India, 22 de diciembre de 1920

Pecado

No busco la redención de las consecuencias de mi pecado; lo que busco es ser redimido del pecado como tal o, mejor dicho, de la idea misma de pecado. Mientras no haya al­canzado ese fin, tendré que contentarme con estar inquieto.

- Mahatma Gandhi's Ideas (1930), p. 70

A los ojos de Dios, el santo es igual que el pecador. Los dos tendrán la misma justicia, y ambos tienen la misma oportunidad de avanzar y de retroceder. Los dos son hijos de Dios, criaturas Suyas. Un santo que se considera supe­rior a un pecador pierde su santidad y se hace peor que el pecador, el cual, a diferencia del santo orgulloso, no sabe lo que está haciendo.

- Harijan, 14 de octubre de 1933

He admitido con toda franqueza mis numerosos pecados. Pero no llevo su peso sobre mis hombros. Siento que es­toy caminando hacia Dios y me siento seguro, porque per­cibo el calor del sol de Su presencia. Sé que mis austeri­dades, ayunos y oraciones no tienen valor si me baso en ellos para reformarme. Pero tienen un valor inestimable si

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representan -así lo espero- los anhelos de un alma que se esfuerza por recostar su cansada cabeza en el regazo de su Hacedor.

- Harijan, 18 de abril de 1936

Esplritualismo

Nunca he recibido comunicaciones de los espíritus de los muertos. No tengo prueba alguna que justifique mi des­confianza en la posibilidad de tales comunicaciones. Pero desapruebo enérgicamente la práctica de quienes mantie­nen tales comunicaciones o tratan de establecerlas. Muchas veces son engañosas y son productos de la ima­ginación. Suponiendo que tales comunicaciones sean po­sibles, la práctica es dañina tanto para el médium como para los espíritus. Ella atrae y ata a la tierra al espíritu in­vocado de este modo, el cual, por el contrario, debería es­forzarse por separarse de la tierra y ascender más arriba. Un espíritu no es necesariamente más puro por el hecho de no tener cuerpo, pues lleva consigo la mayoría de las fragilidades a las que estuvo sometido mientras vivió en la tierra. Así pues, la información o los consejos que pue­da dar no son necesariamente verdaderos o sensatos. Que el espíritu se complazca en comunicarse con los seres hu­manos que se encuentran en la tierra no produce placer. Por el contrario, habría que superar tales apegos ilícitos. Valga lo dicho por lo que respecta al daño que se hace a los espíritus.

- Young India, 12 de septiembre de 1929

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Por lo que respecta al médium, sé positivamente que todos los médium que conozco se han trastornado, han perdido la razón o han quedado incapacitados para los trabajos prácticos mientras mantenían -o creían mantener- tales comunicaciones. Ni uno solo de mis amigos se ha benefi­ciado en modo alguno por haberlas mantenido.

- Young India, 12 de septiembre de 1929

Superstición

Las supersticiones y otras cosas igualmente indeseables desaparecen en cuanto empezamos a vivir como es debi­do. No me preocupan las creencias, sino hacer lo que es correcto. Cuando una persona hace lo que es correcto, su creencia se justifica.

- Young India, 11 de agosto de 1927

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Page 108: Gandhi - La Verdad Es Dios

Glosario

Abhyasa: Repetición, práctica, estudio. Abu Bakr: Suegro de Mahoma y primer califa tras la muerte de

éste. Abu Ben Adhetn: Santo musulmán, creado por la imaginación

poética de Leigh Hunt y representado como aquel que, aun cuando se conformaba con ser conocido sencillamente co­mo alguien que amaba a su prójimo, encontró su nombre en el libro de los ángeles que contenía la lista de quienes ama­ban al Señor.

Adi Parva: Primer libro del Mahabharata, la gran epopeya hindú.

Advaita: «No dualidad». Filosofía no dualista hindú. Advaitista: Persona que profesa el no dualismo. Agiari: Templo del fuego en la religión zoroastriana. Ahimsa: No violencia; en su aspecto positivo es el amor a to­

dos los seres vivos. Ahrimán: Espíritu del Mal en la religión zoroastriana. Ahuramazda: Nombre zoroastriano de Dios. Akash: Éter; cielo. Alá: Nombre musulmán de Dios.

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Page 109: Gandhi - La Verdad Es Dios

Amanitvam: Humildad. Ananda: Felicidad; alegría. Anekantavada: Creencia en muchas doctrinas; escepticismo. Anekantavadi: Persona que cree en muchas doctrinas;

escéptico. Arya Samaj: Organización reformista hindú, fundada por

Swami Dayananda Saraswati en el siglo xix. Ashram: Morada de un maestro espiritual y, por extensión,

grupo de discípulos que se reúnen alrededor de un maestro para aprender y practicar una disciplina espiritual. El mis­mo término designa también el lugar donde tales discípulos viven en comunidad, y uno de los cuatro estados de vida se­gún el hinduismo.

Avatar(a): Encarnación de Dios. Ayodhya: Capital del reino de Rama, héroe épico.

Bansi: Flauta. Bhagavad Gita: «Canto del Excelso [o del Señor]». Poema de

700 estrofas de carácter eminentemente filosófico, que for­ma parte del Mahabharata y en el que Krishna, Dios encar­nado, diserta sobre las verdades eternas.

Bhajan: Himno; cantar himnos. Bhakta: Devoto. Bhakti: «Devoción». Amor a Dios, entrega al gurú y a la divi­

nidad ideal elegida. Brahma: Nombre hindú de Dios en cuanto Creador. Brahmachari: Célibe; persona que lleva una vida

autocontrolada. Brahmacharya: «Continencia, castidad, pureza, celibato».

Continencia de pensamiento, palabra y obra. Brahmán: Dios. El eterno e inmutable Absoluto; la Realidad

suprema y no dual.

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Brahmana: Miembro de la primera casta entre los hindúes, for­mada por los sacerdotes.

Brahmaputra: Río del nordeste de la India.

Chaitanya: Reformador religioso bengalí del siglo xv d.C. que predicó la bhakti o devoción a Dios.

Chapati: Torta o pan sin levadura. Charya: Conducta; práctica. Chit: Conocimiento.

Dada Hormazda: Nombre zoroastriano de Dios. Daridranarayana: Dios en la persona y en la forma de los

pobres. Dasharatha: Rey de Ayodhya y padre de Rama,

héroe épico. Deva, Devata: Dios. Dayananda: Swami Dayananda Saraswati, que fundó en el siglo

xix la organización reformista hindú Arya Samaj. Devadhideva: Dios de (los) dioses. Dharma: De la raíz dhri-, «mantener, sostener(se)». Designa

«todo aquello que constituye nuestro verdadero ser» y equi­vale a norma, ley, deber, rectitud. Es la base de la moral y de la ética y el fundamento de la religión.

Dvaita: Filosofía dualista hindú. Dvaitismo: Doctrina del dualismo.

Ganges: Río sagrado de la India. Gayatri: Mantra (fórmula o texto) védico sagrado que recitan

los hindúes ortodoxos en su oración diaria. Gita: Véase Bhagavad Gita. Gurú: «Maestro», especialmente en el sentido de maestro

espiritual.

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Page 110: Gandhi - La Verdad Es Dios

Hánuman: El rey de los monos, capaz de atravesar el aire en vuelo. Es una conocida figura del Ramayana, venerada co­mo divinidad por los hindúes.

Harijan: Literalmente, «hijo de Dios», «gente de Dios». Tér­mino empleado por Gandhi para designar a los intocables o parias.

Harishchandra: Antiguo rey hindú que lo sacrificó todo por la verdad.

Himsa: Violencia.

Imán Hasan e imán Husain: Hijos santos de Hazrat Alí, yer­no del profeta Mahoma.

Ishwara: Nombre hindú de Dios. Es Brahmán concebido de forma concreta.

Islam: Religión fundada por el profeta Mahoma.

Jainismo: Antigua religión de la India propagada por veinti­cuatro Tirthankars o Sabios. El primero de ellos fue Rishabha, y el último Mahavira, contemporáneo de Buda en el siglo vi a.C. Una de las doc­trinas principales del jainismo es laAhimsa, o No violencia.

Janaka: Antiguo rey hindú que fue un gran filósofo. Janmashtami: Día del nacimiento de Shri Krishna, encarna­

ción hindú de Dios, a quien se atribuye el Bhagavad Gita [«Canto del Excelso (o del Señor)»].

Japa: Repetición silenciosa. Judaismo: La religión de los judíos.

Kabir: Poeta y santo del norte de la India que vivió en el siglo xv d.C. y predicó la unidad esencial de la Divinidad y la ar­monía de todas las religiones.

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Kalma: Una fórmula musulmana de oración. Karmayogui: Persona que sigue el camino de la acción

desinteresada. Khuda: Nombre musulmán de Dios. Krishna: Figura central del Mahabharata que es venerada por

los hindúes como Dios encarnado.

Lila: Juego. Lota: Botella de agua usada en Asia.

Mahabharata: Gran epopeya hindú cuyo tema central es la gran guerra entre los Pandavas y sus primos, los Kauravas, que pugnaban por el trono de Hastinapur (la antigua Delhi).

Mammona: Dinero. Mandir: Templo hindú. Mantra: Fórmula o texto sagrado. Manu: Antiguo legislador hindú. Maya: Ilusión; poder divino. Moksha: Emancipación, salvación; liberación de la esclavitud

terrena y del ciclo de nacimientos.

Namaz: Oración diaria de los musulmanes. Nanak (1469-1538 [o 1539] d.C):

Fundador del sikhismo. Narasinha Mehta: Poeta y santo de Gujarat que vivió

en el siglo xv d.C. Nirvana: Emancipación final del dominio de las pasiones; en el

budismo es el fin último de la vida. Niyamas: Normas o reglas de conducta.

Omkar: Om, sílaba sagrada y mística.

219

Page 111: Gandhi - La Verdad Es Dios

Pandit: «Letrado, sapiente». Es el doctor o letrado que estudia y explica teóricamente los textos sagrados, sin interesarse necesariamente en la realización efectiva de la doctrina.

Paramatma: El Dios Supremo o «Alma del mundo». El Sí mismo en cuanto Conciencia absoluta idéntica al Brahmán.

Parias: Los «intocables» entre los hindúes. Prahlad: Hijo de un rey-demonio mitológico y devoto del dios

Visnú, que afrontó pruebas terribles por la defensa de su fe y se mantuvo fiel hasta el fin.

Purana: Libros mitológicos hindúes.

Rahamán: Nombre musulmán de Dios. Rahim: Nombre musulmán de Dios. Rama, Ramachandra: Héroe del Ramayana, considerado co­

mo hombre y rey ideal y adorado como la séptima encarna­ción o avatara del dios Visnú.

Ramakrishna: Santo bengalí (1836-1886 d.C.) que enseñó la unidad de la Divinidad y la armonía básica de todas las religiones.

Ramanama: Nombre de Rama (es decir, de Dios). Ramanuja: Santo y filósofo hindú del siglo xi d.C. que defen­

dió el Vishishtadvaita o monismo cualificado. Ramayana: Epopeya hindú que narra la historia de la abduc­

ción de Sita, esposa de Rama, príncipe de Ayodhya, por Ravana, rey-demonio de Lanka, y su rescate por Rama des­pués de la destrucción del demonio.

Ravana: Jefe de los demonios y rey de Lanka. El Ramayana lo presenta como una especie de encarnación del mal. Tenía el poder de asumir cualquier forma a voluntad.

Sanatani: Persona que profesa el hinduismo ortodoxo. Sannyasa: Renuncia a los lazos mundanos.

220

Sanskaras: Tendencias innatas heredadas de vidas pasadas. Sarvodaya: Bienestar de todos. Sat: Verdad; lo que existe. Sat-Chit-Ananda: Verdad-Conocimiento-Felicidad. Sattvika: Persona virtuosa. Satya: Verdad. Satyagraha: Gandhi definió el satyagraha como «adherirse a

la Verdad», «aferrarse a la Verdad», «perseguir la Verdad» o «fuerza de la Verdad», y también como «acción directa constante y no violenta por la verdad» y «desobediencia ci­vil no violenta». «Satyagraha significa resistir a la mentira con medios sinceros», explicó Gandhi en un discurso pro­nunciado en 1911.

Satyavan: Esposo de Savitri, heroína de un famoso episodio mitológico, que salva a su marido de Yama, dios de la muerte.

Savitri: Célebre heroína. Véase Satyavan. Shankara: Filósofo hindú del siglo vm d.C, defensor del ad-

vaita o No dualismo absoluto. Un nombre de la Divinidad. Shankaracharya: Lo mismo que Shankara. Miembro de la or­

den de monjes fundada por Shankara. Shastra: Instrucción, tratado, manual de enseñanza.

Los Shastras son los textos sagrados hindúes, es decir, los Veda y otros libros sagrados concordantes con ellos.

Shastri: Persona versada en las escrituras. Shiva: «El Benévolo, el Amistoso». Tercera divinidad de la Tri-

murti o trinidad hindú, formada por Brahma, Visnú y Shiva, donde representa al dios de la disolución y la destrucción.

Shuddhi: Literalmente, «purificación»; conversión al hinduismo.

Shudra: Cuarta casta de la sociedad hindú, formada por los operarios y servidores.

221

Page 112: Gandhi - La Verdad Es Dios

Sthitaprajnya: Persona que está firmemente establecida en el conocimiento trascendental.

Surdas: Poeta y santo hindi ciego del norte de la India, que vi­vió en el siglo xvi d.C.

Swaraj: Autogobierno de un individuo o de una comunidad. En sentido amplio, independencia de la India. A juicio de Gandhi, el único medio para alcanzarla es «que mantenga­mos fielmente nuestra promesa de verdad y no violencia» (palabras pronunciadas en el «Dis-curso en la víspera de la marcha de la sal a Dandi», el 11 de marzo de 1930).

Syadvada: Filosofía de la «probabilidad» en lo relativo a la percepción de los sentidos; una forma de escepticismo. Es profesada por una sección de los pensadores jainistas.

Syadvadi: Persona que profesa el syadvada.

Tabligh: Propaganda y conversión al islam. Tapas: «Calor, ardor, ascesis». Esfuerzo intenso y continuo,

unido a diversas austeridades o penitencias, que se consi­dera necesario para alcanzar la meta propuesta.

Tulsidas: Poeta indio que vivió en el siglo xvu d.C. y compuso, entre otras obras, el Ramcaritmanas («El Lago sagrado de la vida de Rama»), versión libre en hindi del Ramayana, muy influyente entre los hindúes del norte de la India desde su composición hasta nuestros días.

Upanishad: Antiguos tratados filosóficos. Los hindúes creen que contienen la verdad revelada.

Vairagya: Aversión a la vida mundana. Vaishnava: Devoto del dios Visnú, el «Preservador» en la

Trimurti o trinidad hindú.

222

Varnashrama: El sistema de las cuatro castas de la sociedad hindú: brahmana, kshatriya, vaishya y shudra.

Veda: El (o los) Veda es el conjunto de los textos más antiguos de la literatura india, a los que los hindúes atribuyen origen sobrehumano y autoridad divina.

Védico/a: Relativo a los Veda. Visnú: El «Preservador» en la Trimurti o trinidad hindú. Vyasa: Compilador de los Veda y autor del Mahabharata.

Yahvé: Nombre hebreo de Dios. Yajna: «Yajna significa literalmente adoración; de ahí, sacrifi­

cio y, consiguientemente, todo acto sacrificial o todo acto de servicio» (Young India, 13 de mayo de 1926, p. 179).

Yamuna: Río del norte de la India, santificado por estar aso­ciado con Krishna, encarnación de Dios.

Zend Avesta: Escritura de la religión zoroastriana. Zoroastro: Fundador de la religión zoroastriana, profesada por

los parsis de la India. También conocido como Zaratustra.

223

Page 113: Gandhi - La Verdad Es Dios

Fuentes

ANDREWS, C.F., Mahatma Gandhi's Ideas, Alien and Unwin, London 1930.

GANDHI, M.K., An Autobiography or The Story ofMy Experiments with Truth, Navajivan Trust, Ahmedabad 1948.

GANDHI, M.K., Ethical Religión, S. Ganesan, Madras 1927.

GANDHI, M.K., From Yeravda Mandir, Navajivan Trust, Ahmedabad 1945.

GANDHI, M.K., Hind Swaraj or Indian Home Rule, Navajivan

Trust, Ahmedabad 1946.

GANDHI, M.K., Satyagraha in South África, Navajivan Trust,

Ahmedabad 1928.

GANDHI, M.K., Speeches and Writings of Mahatma Gandhi,

G.A. Natesan & Co., Madras 19334.

GANDHI, M.K., The Nation's Voice, Navajivan Trust, Ahmedabad 1947.

Harijan (1933-1956), semanario en lengua inglesa, publicado en Ahmedabad.

Mahatma Gandhi, Ganesh & Co., Madras 1918.

The Bombay Chronicle, diario publicado en Bombay.

The Modern Review, periódico mensual publicado en Calcuta.

Young India (1919-1931), semanario en lengua inglesa, publicado desde octubre de 1919 bajo la dirección de Gandhi en Ahmedabad.

224

índice analítico y onomástico,

Abhyasa, 37 Abu Ben Adhem, 74, 188 Acción, sin deseo, 139, 142, 210 Adán, 138 Adi Parva, 137 Advaita, advaitismo, 25, 193 Agiari, 124 Ahimsa, 62, 63, 108, 164, 165,

169 Ahrimán, 82 Ahuramazda, 68, 82 Akash, 157 Alá, 27, 78, 93, 154, 157 Alma, 148, 15-157, 160, 183,

202-203 Amanitvam, 184 Amor: -divino, 21,24, 28-30, 32-35,

39, 166 - ley del, 33, 94, 113,182 Ananda, 36 Andrews, C.F., 79 Anekantavada, anekantavadi,

25,26 Angloindios, 102 Animales, sacrificio de, 110,

145, 191

Arte, artista, 148-152 Arya Samaj, 104 Ateísmo, ateo, 24, 27-29, 64 Ausencia de deseos, 140,

143-146 Autocontrol, 63, 108, 172, 174,

179 Autoentrega, 84 Autoridad, 132-133 Autorrealización, 101, 139, 141 Avatara, 107 Ayodhya, 154 Ayuno, 49, 77-81, 158, 173,211

Bansi, 25 Belleza, 100, 148-151, 178 Bhagavad Gita, véase Gita. Bhajans, 189 Bhakta, bhakti, 38, 74-75, 135,

141-142, 188 Biblia, 90, 99, 107. 112,

115-118, 186 Blavatsky, Madame, 69 Bomba atómica, 195-196 Bose, SirJ.C, 21 Bradlaugh, Charles, 29, 64 Brahma, 172, 186

225

Page 114: Gandhi - La Verdad Es Dios

Brahmachari, brahmacharya, 31, 108, 168-179

Brahmán, 26, 135, 168 Brahmana, 98 Brahmaputra, 97 Buda, 70-72, 110-111, 185, 189 Budismo, 106, 110, 113, 120 Búsqueda de la Verdad, 13,

29-31,38,52,59,89,97, 107

Calamidad, 40-41,77 Carne: - esclavitud de la, 164 -ley de la, 179 Castidad, 170 Católicos, 115-118, 121 César, 100, 187 Chaitanya, 131, 185 China, 99 Chit, 36 Civilización, 88, 183 Cobardía, 38, 82-83 Comer carne, 102 Comer carne de vaca, 101, 167 Comunión, con Dios, 43, 64-67,

89 Conciencia, 24, 31,48, 119 Confesiones religiosas, 95, 116,

208 Conocimiento, 36-39, 44, 97,

138-141, 146, 184 Continencia, 177 Control de la natalidad, 179 Control de los sentidos, 175 Control del paladar, 172-173 Conversión, 92, 97-102 Corán, 90, 92, 107, 112, 150

Cristianismo, 82, 92-93, 99, 101, 104, 110-116, 198,200

Cristo, véase Jesucristo.

Cruz, 62, 121 Culto a los árboles, 126-128 Culto/adoración, 8, 69, 73, 92,

106-109, 113, 117, 120-128, 138-154, 159, 167, 186, 189, 198

Dada Hormazda, 27 Daridranarayana, 44 Darwin, 199 Dasharatha, 120, 154 Dayananda, 185 Deber, 38, 59, 68, 77, 93, 143,

158,210 Derechos, 210 Deva, Devata, 116 Devadhideva, 116 Devoto, devoción, 37-38, 74-76,

122, 127-128, 139-142, 158, 188-189

Dharma, 109, 120 Dieta, 159, 175 Dios de (los) dioses, 116 Dios: - existencia de, 20, 27, 29-30,

56,98, 118, 131-132, 175 - ley de, 39, 42, 111, 159 - nombres de, 27, 28, 36, 44, 65,

68,73,75, 120, 154-157 - unidad/unicidad de, 45, 50, 91,

113, 115-116, 154 - e s amor, 21, 28, 30 - e s Verdad, 13,21,38,42,45,

54, 59, 94, 150, 205

Disciplina, 3, 60, 67, 87, 135, 179

Dvaita, dvaitismo, 25

Educación religiosa, 208 Encarnación, 119, 138-139 Escrituras, 28, 107, 108,

132-136, 139 Espíritu Santo, 124 Espiritualismo, 212 Eternidad, 40 Ética, 92, 162, 195,208 Europa, 61, 198 Evolución, 207 Experiencia de Dios, 52-57, 59,

85,94, 131

Fabri, D.R., 70-72 Fe, 16,22-24,27,53,56-57,63,

74, 82-84, 93, 100, 109, 122-123, 129-136, 143, 156, 163, 177, 192, 200

Felicidad, 36, 183 Fidias, 149 Fines y medios, 204 Fraternidad, 18, 113-114 Fuerza del alma, 60 Fuerza espiritual, 160

Gandhismo, 19 Ganges, 97 Gayatri, 77 Generación, 180 Gita, 37,43.74-75, 112-113,

132, 134. 137-147, 155, 170, 184-191

Grecia, 149

Guerra, 34, 61-63, 137-138, 144-146, 196

Gurú, 108, 135

Hacer proselitismo, 100, 101, 104

Hánuman, 74 Harishchandra, 38 Heber, obispo, 97 Hilar, 75, 188 Himalaya, 23, 27, 52, 55 Himsa, 62,63, 164-165 Hinduismo, 25, 82, 91,93, 101,

104-109, 113-115, 138, 194, 200

Historia, 112,207 Humanitarismo, 106 Humildad, 60, 98, 184, 194

Ideal religioso, 209 ídolo, idolatría,

culto a los ídolos, 107-108, 117, 121-125

Iglesia, 92, 108, 117, 123,208 Imagen, culto a las, 108, 117,

121-123, 126, 128 Imán Hasan e imán Husain, 38 Inmortalidad, 158-160,203 Intocables, 75, 98, 186, 188 Ishwara, 27, 93, 116, 157 Islam, 28, 30, 82, 93, 101,

110-114, 116,201

Jainismo, jainistas, 106 Janaka, 18, 142 Janmashtami, 78 Japa, 11 Japón, 196 Jesucristo, 62, 99, 101, 150, 198

227

Page 115: Gandhi - La Verdad Es Dios

Jonás, 80-81 Judaismo, 101

Kabir, 185 Kalma, 30 Karmayogui, 189 Khuda, 27, 154, 157 Krishna, 68, 73, 112, 119-121,

134, 138, 146,213

Leyes de la naturaleza, 39-40 Libertad, 43 Lila, 25 Literalista, 133

Madre de Gandhi, 117, 125 Mahabharata, 134-135, 137 Mahoma, 91, 112, 118, 150,

151, 185, 199 Mal, 22, 42, 79, 82-84, 195, 200 Mammona, 198 Mantras, 176 Mathews, Basil, 132 Matrimonio, 178-181 Maya, 25 Medios y fines, 59, 204 Mezquita, 92, 117-118, 121-125,

127-128 Milagros, 39, 60, 77, 118 Misioneros, 97-104 Moisés, 91 Moksha, 18, 165, 166, 176 Muerte, 21, 34, 38, 56, 140, 155,

157, 202-203, 207 Muller, Max, 197 Música, 152

Nacimiento, 202-203, 207

Namaz, 77 Nanak, 185 Narasimha Mehta, 74 Naturaleza, 32, 39-41, 46, 149,

155, 180 Naturopatía, 157-161 Newman, 23, 56 Nínive, 80-81 Nirvana, 111 Niyamas, 135 No posesión, 31, 182-185 No violencia, 19,29-35,54,

58-63,85,94, 106, 144-146, 164-165, 169, 190, 192, 195, 197, 200-201

Nuevo nacimiento, 208 Nuevo Testamento, 102, 113

Omkar, 154 Oración, 64-67, 68-72, 73-76,

77-84, 128, 158, 173

Paramatma, 27 Parias, 98 Paz en la tierra, 198-201 Pecado. 41,96, 121, 135, 139,

180,211 Pobreza, 46, 185 Política, 17,204-205 Prahlad, 38 Predestinación, 206 Profeta, 109, 130, 132 Progreso, 207 Proselitismo, 100-101, 104 Purana, 107 Pureza, 31,78, 86, 108 Purificación del yo, 41, 68,

85-86, 101-102

228

Racionalismo, racionalista, 129 Rahamán, Rahim, 68, 73 Rama, Ramachandra, 27, 38, 56,

68,73,74, 112, 119, 120, 133, 153-156

Ramabana, 157 Ramadas, 131 Ramakrishna, 185 Ramanama, 65, 153-156,

157-159, 173, 176 Ramanuja, 26 Ramayana, 81, 134 Ravana, 42 Razón, limitaciones de, 27, 53,

64, 129-131, 132 Reino de los cielos, 18, 86, 201 Religión, 64-67, 82, 91-96,

100-104, 108, 124, 137, 143, 208

- y política, 17, 205 Religiones, igualdad de, 90-93 Renuncia, 59, 79, 102, 108,

140-146, 175, 183, 185,200 Revelación, 55, 95, 132 Revolución, 207

Sacrificio, 52, 98, 145, 186 Salisbury, Lord, 99 Salvación, 18, 108, 120,

141-143, 150, 161 San Juan, 98 San Mateo, 132 Sanatani, 107 Sannyasa, 145 San.skaras, 208 Santa Teresa, 88-89 Santos, 34, 38, 96, 117, 176 Sarvodaya, 191-194

Sat, 30, 36 Satán/Satanás, 42, 78, 82, 198 Sat-Chit-Ananda, 36 Sattvika, 184 Satya, 36,37, 108 Satyagraha, 26, 79 Satyavan, 126 Savitri, 126 Secreto, 210 Seguridad, 203 Sermón de la Montaña, 111,

113, 150, 198 Serpientes, 162-166 Servicio a la humanidad, 18,

170, 194 Shankara, 185 Shankaracharyas, 108 Shastra, shastris, 108,135 Sheppard, Dick, 35 Shiva, 27 Shuddhi, 104-105 Shudra, 133, 135 Silencio, 87-89, 141 Silenciosa y suave voz, 48, 50,

55,87, 133 Simbolismo, 108 Sinagoga, 124 Sita, 120 Sócrates, 149 Sthitaprajnya, 155 Stopes, Marie, 181 Suiza, 28 Superstición, 56, 64, 121, 124-

126, 130, 153,213 Surdas, 66 Syadvada, syadvadi, 25

Tabligh, 104-105

229

Page 116: Gandhi - La Verdad Es Dios

Tapas, 38 Templos, 121-125, 128 Terremoto, 40-41 Tiempo, 40 Tolerancia, 91,94-96, 198 Tolstoy, 199 Trabajo como culto, 186-190 Transmigración, 106 Tulsidas, 131, 134, 153, 154

Upanishad, 107 Utilitarista, 193

Vaca, 106-107, 167 Vairagya, 37 Vaishnava, 74 Varnashrama, 107 Veda, 26, 90, 107, 112, 133,

135, 140 Verdad es Dios, la, 17,28-31,

36,94 Vida sexual,

deseo sexual, 178, 180 Vida: - ley de la, 33-34

- sacralidad de la, 106 - unidad de la, 63, 106,

162-166, 193 Violencia, 62, 63, 144, 164-166,

195, 197 Virgen María, 117, 121 Visnú, 27 Vivisección, 160 Voto, 31, 127-128, 170-172,

174 Voz de Dios/Voz interior, 31,

47-50,55,87, 133 Vyasa, 137

Wallace, 199

Yahvé, 27 Yajna, 190-191 Yantas, 135 Yamuna, 97

ZendAvesta, 107 Zoroastrismo, 82, 101 Zoroastro, 91, 112

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