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franco-ese

Apr 07, 2018

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    FRANCO ESE

    Mirando hacia atrs con ira

    F. Mateu

    EPIDAURO EDICIONESISBN 84 85309014Depsito Legal: B.43617 1977Impreso en Tipografa Emporium, S.A.Ferlandina, 9-11, Barcelona-1

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    I N D I C E

    A Francisco FrancoPRIMERA PARTE

    Quin manch de sangre mis manos?Por qu hicimos la guerra, mi general?No hay ms remedio que proceder a vuestra desmitificacinPor qu faltando a vuestro juramento nos arrastrsteis a una guerra fratici-da?Vuestra insurreccin dividi Espaa en dos bandos irreconciliablesEs injusto atribuir a la Repblica lo que sucedi a partir de la sublevacinmilitarSlo con mercenarios pudo Franco iniciar su insurreccin

    Es triste decirlo, mi general, pero siempre estuvsteis conspirandoTestimonio del conde Ciano en su diarioDespus de los mercenarios de Africa, vinieron los de Italia.

    SEGUNDA PARTETuvieron alguna vez fundamento las leyes fundamentales?Corrupcin a todos los nivelesDe verdad hacan falta agentes provocadores en la Universidad?El dogal inicuo de la censuraEl fracaso del triunfalismo

    Por qu odisteis tanto a Don Juan?El presunto estadista, economista y genial guerreroEl no es ms que franquista, y ser Jefe del Estado hasta la muerteLos generales mueren siempre en la camaNo os molestaba el lujo, pero hay que ver lo que lo lucsteis.

    TERCERA PARTETerror Rojo. Terror blanco.Una carta de HemingwayAsesinatos y atrocidades cometidos en la zona nacional

    Limpieza en la retaguardiaTestimonio de BrenanEnigmas de la historia. G. Orwell

    CUARTA PARTEHabla Franco, y un excombatiente le contestaPalabras de Unamuno y la iglesia de FrancoMensaje a los jvenes de hoyYa no habr tiempo para crear nuevos caudillosIn memoriam

    CONTRAPORTADAReferencia sobre el autor del libro

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    Dedico estas lneas a todos los infelicesde mi generacin que, escuchando la vozde las Jerarquas Eclesisticas, dieron su

    sangre y su juventud para encumbrar aun despiadado Dictador.

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    A

    FRANCISCO FRANCO

    Caudillo de la nueva Reconquista,Seor de Espaa, que en su fe renace,

    sabe vencer y sonrer, y hacecampo de paz la tierra que conquista.

    Sabe vencer y sonrer. Su ingenio

    militar campa en la guerrera gloriaseguro y firme. Y para hacer HistoriaDios quiso darle mucho ms: el genio.

    Inspira fe y amor. Doquiera llegael prestigio triunfal que lo acompaa,mientras la Patria ante su impulso crece,

    para un maana, que el ayer no niega,para Espaa ms y ms Espaa,la sonrisa de Franco resplandece!

    Manuel Machado

    Maana cuando yo mueraNo me vengis a llorarNunca estar bajo tierraSoy viento de libertad.

    J. P. Txiki pobre e insignificante muchacho legalmenteasesinado a la mayor honra y gloria del gran Caudillo de la Re-conquista.

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    PRIMERA PARTE

    QUIEN MANCH DE SANGRE MIS MANOS?

    Desde el primer momento para que nadie se llame a engao, he dehacer constar que no fui lo que se llam un rojo en nuestra guerracivil, sino un nacional y un excombatiente.

    Acud a engancharme como voluntario en el bando nacional sinningn bagaje poltico, y sin tener ni idea de quien era Franco. Fueronlas ideas religiosas que me haban imbuido desde mi ms tierna infan-cia las que me indujeron a dar aquel paso. Tena diecinueve aos y si aalguien he de dar las gracias de que mis manos se mancharan con san-gre fraterna, es a aquel grupo de jerarcas eclesisticos que mano en alto

    con el saludo fascista proclamaron que se trataba de una cruzada, dela lucha de Espaa contra la anti-Espaa, de la religin contra elatesmo, de la moral contra el libertinaje obligando a la joven gene-racin que nada tenia que ver con aquel estpido aquelarre a sacrificarsu vida por Dios y por Espaa. Con el tiempo he podido comprenderque ni Dios ni Espaa intervinieron para nada. No hubo cruzada, ni pa-triotismo, slo una guerra fraticida promovida para conservar unos pri-vilegios abusivos de determinada clase.

    La gente, en general, se ha escandalizado leyendo el libro de Fran-co Salgado sobre su primo el dictador Francisco Franco. Digo en gene-ral porque por desgracia el buen pueblo espaol ha estado como siem-pre en la inopia de todo lo que ha sucedido y los hechos manipuladosque a l llegaron, haban logrado crear una imagen sacralizada del dic-tador. Por esto estas memorias de Franco Salgado han sido como unabocanada de aire fresco en el recinto ftido de un ambiente de tumba. A

    pesar de tratarse tambin de un libro manipulado.

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    En realidad lo que Franco Salgado revela respecto a su primo, esmuy poco teniendo en cuenta la enormidad de la realidad, pero -comoquiera que la censura nunca haba dejado filtrar nada y que las re-

    velaciones son a nivel de Hola, el xito ha sido considerable.Los avisados saban lo que se cuenta y mucho ms.La historia ir poco a poco dejando al descubierto desmanes ante

    los cuales los que hasta ahora se conocen, sern puro juego de nios.Ahora que parece que se puede empezar a abrir la boca sin que se

    la llenen de moscas, he decidido iniciar este dilogo con Franco, al cualcreo tener derecho despus de haber combatido tres aos a sus rdenes.

    No es que est muy seguro de que pueda llevar a cabo el intento a

    pesar del resultado de las elecciones, porque en un pas en el que duran-te tantos aos ha reinado la ley del embudo, es muy difcil que sta des-aparezca de sbito, entre otras razones porque los que gozaron del caogordo harn lo posible por impedirlo desde sus puestos de privilegio ycon los miles de millones amasados durante la poca franquista. Tam-poco la Iglesia se apear de su nacional catolicismo ms que de unaforma aparente, sino obsrvese la ltima maniobra por la cual la jerar-

    qua ha sacado 30.000 millones de pesetas a un Estado cargado de pro-blemas econmicos y al lmite de la quiebra segn los economistas. Dealguna manera tena que resarcirse de lo que ha perdido con la muertede Franco. Finalmente la extrema derecha nunca abdicar de su caci-quismo y de su prepotencia, todas las mutaciones sern circunstancia-les, pero nada ceder en el fondo. Hay tanto ganster y mercenario en elmundo dispuesto siempre a matar por dinero!

    Con todo es preciso arriesgarse, hay que aportar el granito de arena

    en esta lucha titnica, que dura siglos, del buen vasallo espaol quenunca hubo buen seor. Es preciso aprovechar ese tenue claro entredensos nubarrones, para poder clamar la verdad. Quiz no dure muchoy otro espadn surja en el horizonte marcndonos inflexible, el nicocamino a seguir: el de su verdad.

    Escribo estas pginas porque creo que es mi deber y el de todoscontribuir a desmitificar la figura de Franco para el bien de todos losespaoles. No me gua ningn odio ni deseo de venganza. Creo sincera-mente que el espaol ha de saber lo que fue Franco y su reinado, para

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    emprender el futuro sin complejos, de la misma manera debe conocercon claridad el nefasto papel que la Iglesia catlica ha representado yrepresenta en Espaa para que se acaben de una vez las peridicas

    quemas de conventos y las venganzas violentas y se decida serenamen-te la separacin de la Iglesia y el Estado y se implante de verdad lalibertad de conciencia, de pensamiento y de palabra en nuestro pas,con el resto de los derechos humanos y que, si es cierto que hay mu-chos catlicos en Espaa, se haga de modo que sean ellos los que sos-tengan a su iglesia y no el Estado que lo es de todos los espaoles yque tiene otros problemas acuciantes.

    No se puede considerar un gobernante excelente al hombre que ha

    exiliado ms espaoles que todos los dems gobernantes que en Espaahan sido, ni buen estadista a quien resolvi el problema econmico delpas a base de vender mano de obra barata a Europa esparciendo espa-olitos por todas las naciones haciendo el papel que en Grecia antiguacumplan los hilotas.

    Es tan inmenso el dao que la Censura disfrazada de orientacinbibliogrfica ha hecho al pas, que es muy difcil mirar atrs sin ira.

    Pero hay que intentarlo. Es particularmente difcil dejar de odiar al gru-po mafioso que sin nombre aparente, en la sombra y sirvindose depeones insignificantes como un Snchez Marn, durante aos con so-berbia satnica y espritu de inquisidores medievales han tenido amor-dazado el entendimiento de los hispanos y ha perseguido con saa ma-soquista al hombre que ha pretendido luchar contra sus injusticias in-habilitndole y hacindole la vida imposible, colocndole el sambenitode rebelde, aunque este hombre hubiera ido a la guerra cantando

    aquella cancin de los primeros tiempos de lucha en que an luca unaesperanza.

    Despierta ya burgus y comunistafalanje trae la revolucinla muerte del cacique y del bolchevistadel holgazn y de la reaccin.

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    POR QU HICIMOS LA GUERRA, MI GENERAL?

    La verdad es que cientos de veces me he preguntado por qu hice

    yo la guerra y otras tantas veces he inquirido el por qu la hizo usted,mi General, y si bien es cierto que en mi caso encuentro respuesta plau-sible, para el vuestro no!

    Yo fui voluntario a la guerra civil fraticida y miserable que noprovoc mi generacin sino la vuestra a la edad de diecinueve aos.Yo no tena ningn ideal poltico determinado, ni saba quien era usted,y con los debidos respetos, me importaba un bledo... Porque yo era elresultado o la vctima del monopolio que sobre la educacin de la ju-

    ventud ha ejercido siempre la Iglesia Catlica en Espaa y no necesita-ba, seor, ni el carisma de vuestra personalidad providencial, ni susmotivaciones geniales para actuar. Haba sido educado en las sacrosan-tas creencias religiosas tradicionales y en un momento dado se me pre-sent frente a mi conciencia el dilema de la Espaa y la Anti-Espaa,de la lucha por salvar la religin del atesmo, el orden del caos y laobligacin ineludible de ofrecer, si fuera preciso, mi vida por Dios y

    por Espaa. Yo acud exclusivamente a la obligatoriedad que en miespritu creaban los principios religiosos que desde nio me haban im-buido con impunidad y alevosa.

    Sarcsticamente el dulce Jess de Nazaret todo amor y poesa, laVirgen Mara reina del amor hermoso y las flores de mayo, el Diosbondadoso del ama a tu prjimo como a ti mismo ponan en mis ma-nos la bomba y el fusil.

    Aquellos Prelados de la Santa Iglesia que siempre me haban ense-

    ado a respetar y a amar como bondadosos pastores del rebao de Cris-to, con sus brazos en alto, haciendo ostentacin vergonzante de fascis-mo proclamando La Santa Cruzada en aquella guerra fraticida, fue-ron los que determinaron mi decisin. Y como consecuencia fui volun-tario a la guerra civil que V.E. haba iniciado. Y as qued marcado ytraumatizado para toda mi vida, porque yo no he sabido ser como voshombre de partido ni jefe de faccin, la de los vencedores, yo slo hesabido ser espaol y en mis sueos a lo largo de mi existencia mis ma-nos manchadas de sangre han sido una horrible y constante pesadilla.

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    Estaba yo, cuando vos, mi General, faltando al juramento quehabais prestado al Estado de Derecho del cual dependais: la RepblicaEspaola, y gracias al cual disponais de mando, de armas y de hom-

    bres que slo os pertenecan en funcin del juramento prestado, esta-ba digo, en La Grau, un pueblecito cerca de Toln en una casa de estu-dios llamada La Navarre. A travs de Le Petit Vard y la Croix recib lasprimeras noticias de vuestra sublevacin en Marruecos.

    Para m Vos, Mola, Queipo de Llano y vuestras motivaciones ca-recan de inters; el peregrino concepto que el militar tena del servicioa la Patria que converta en chachas de las mujeres de los oficiales alos individuos convocados para los altos destinos de servir a Espaa o

    en machacas y asistentes que eran una especie de criados medievalespara todo, no me haca gracia. Esa sacrosanta manera de servir a la pa-tria que poda permutarse por dinero hacindose soldado de cuota ocomprando a otro hombre para servir al Rey, me llenaba de confusin.Los polticos, los herederos de la guerra carlista, con sus lemas tan ale-jados del vivir europeo y del mundo de la ciencia que se nos vena en-cima, me hacan sonrer. A mi entender era un pasado que haba que

    olvidar con todas las pesadillas del siglo XIX. Qu importancia tenaun Borbn o un Austria si todos eran extranjeros?La frmula de los nuevos de las camisas azules Arriba Espaa!

    me complaca, era joven y renovadora, pero el otro slogan de Por elImperio hacia Dios me pareca demencial, lo mismo que las extrava-gancias sin sentido comn de un Izurdiaga Lorca y su cuadrilla de poe-tas chiflados. Y de frailes lunticos como el padre Prez de Urbel.

    Pero haba algo que yo no poda desor y fue el llamamiento de la

    Iglesia a travs de sus jerarquas de los obispos capitaneados por elprimado Cardenal Gom. La llamada de Dios para la defensa de la tra-dicin, la historia gloriosa, el orden, la fe, moral, de todo aquello quecon premeditacin y alevosa siembra la Iglesia en el corazn de losespaolitos y que necesitan luego toda una vida para arrancarlo a jiro-nes con los consiguientes traumas en su vida emocional, intelectual ysexual.

    As que un buen da, escuchando la voz de Dios a travs de sus re-presentantes en la Tierra, yo como un nuevo cruzado me puse en cami-

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    no hacia la Espaa nacional en compaa de otro muchacho algo mayorque yo natural de Salamanca, Iscio Morales. Antes me desped de nu-merosos amigos que haba hecho en Francia y que no entendan ni

    compartan mi manera de obrar y que aun exponindose a herir missentimientos me decan que era estpido ir a exponer mi vida por unpronunciamiento militar de los que Espaa haba sido siempre tanprdiga.

    Los militares cuando se insubordinan tienen siempre unas razo-nes retricas aparentes que esconden las verdaderas intenciones quecasi siempre son inconfesables -me dijo mi profesor de historia france-sa al que faltaban tres dedos de la mano izquierda que haba perdido en

    la batalla de Verdn.Piensa muchacho que vas a ponerte a las rdenes de un subleva-

    do, de un amotinado contra el legal poder constituido que es la Re-pblica. El Ejrcito no es Espaa y menos un ejrcito de mercenariosque acaba de pasar frica para invadir la pennsula.

    Yo me opona a estas razones mostrando peridicos de Toln confotografas de Iglesias quemadas, conventos destruidos y turbas desafo-

    radas.S, pero esto no lo ha provocado la Repblica como tal, sinoFranco, con su insobordinacin que ha roto el equilibrio de las leyes ysituaciones normales.

    Y la religin? Y la Iglesia perseguida?Quiz en Espaa la Iglesia no sea tan inocente como t crees en

    lo que est pasando. Es muy sintomtico que el buen pueblo espaolsiempre que puede arremete contra la Iglesia, esto no sucede en Francia

    ni en ningn otro pas y me temo que sea seal inequvoca de un odioque se ha acumulado a travs de siglos de opresin desptica y contrala cual el pueblo no ve otro camino de vindicacin que la violencia.

    A pesar de todos los razonamientos yo segu impertrrito en miidea de ir a luchar por Dios y por Espaa.

    Un gesto emotivo fue para m el del bodeguero de la Navarre, ungigantn robicundo, era alsaciano, de ojos azules y cabello blanqueanteque haba luchado en la guerra del 14-18 y que me regal un detente,un trozo de bandera francesa con el corazn de Jess bordado en el cen-

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    tro de la tricolor descolorida por tantos sudores que la haban empapadoen largos das y meses entre la piel del pecho y el uniforme. An ahorala conservo.

    Otra despedida que me conmovi fue la que tuve en mi ltima visi-ta a la Cartuja de Montreux donde estaba recluido como monje un ara-gons llamado Gonzlez al que haba visitado en alguna ocasin duran-te mi estancia en Francia. Nunca pude aclarar el porqu aquel hombrejoven de negra barba y apasionado, estaba all. Por ciertos recuerdosdeslabazados creo recordar que perteneca a una familia acomodada deZaragoza que se dedicaba a la fabricacin de chocolate y que habamediado la actuacin de una mujer en la reclusin de aquel hombre en

    la cartuja.Cuando le comuniqu mi decisin de marchar a Espaa se puso

    frentico de entusiasmo y de emocin. El Pilar, el Dos de Mayo,Agustina de Aragn y Santiago y cierra Espaa. Estaba dispuesto aseguirme. Yo no le anim, cuando observ que todos sus entusiasmosse apagaban ante la presencia del prior. Yo estaba en las nubes, pero lviva fuera del tiempo y del espacio.

    El tren que nos acerc a la frontera estaba lleno de espaoles queacudan voluntarios a Catalua en defensa de la Repblica. Iscio Mora-les y yo ramos los nicos en nuestro vagn que no llevbamos en lasolapa la contrasea de los grupos que se trasladaban a Catalua. Senos miraba de reojo, incluso se nos pregunt a dnde bamos, pero es-tuvimos quietos y mudos. La rechifla se arm cuando tuvimos quehacer transbordo para enlazar con la linea de Lourdes, pues la nicaentrada que nosotros tenamos en aquellos momentos era por Saint Jean

    de Pie de Port, Arnegy y Valcarlos, pues ni Irn ni San Sebastin hab-an cado an en manos nacionales.

    Tuvimos que correr entre gritos e insultos.Instalados ya en el tren que nos convena, tambin nos fue hostil el

    ambiente del departamento. Nuestro aspecto joven, nuestras maletas ylos gritos con que habamos sido acompaados delataron nuestras in-tenciones. A nuestro alrededor se inici una conversacin medio enfrancs medio en Patois con frecuentes intercalaciones.

    Franco au potau!

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    Hubo un nuevo cambio de tren para tomar otro de cercanas que ibaa dejarnos en la misma frontera y en ste un oficial francs que dijo ve-nir de Argelia nos recomend prudencia si no queramos ser internados

    antes de pasar. Yo hice toda clase de protestas, pero el oficial se limita sonrer.En mi travesa por mar desde las colonias se oan fuertes explo-

    siones hacia el estrecho. La cosa se est poniendo al rojo vivo.

    S que otros muchachos se unieron a nosotros pero no logro indivi-dualizar el momento hasta haber formado ya el grupo en Pamplona y enla toma de Tolosa, pero s recuerdo sus nombres. Fueron Alfonso y

    Carlos Maristany. Alfonso que fue medio novio de la Pepa, Jefa de laFalange de San Sebastin, y muri luciendo ya una estrella de alfrezde la Falange. Carlos, que era oficial de complemento de caballera, fueherido en una pierna. Clariana que fue fusilado por los nacionales acu-sado de espa, cosa poco conocida y que se ha querido tener oculta,pues en la Iglesia de Pompeya de Barcelona se estuvieron celebrandodurante varios aos misas por El cado por Dios y por Espaa. Un tal

    Claramunt que cogi purgaciones, l deca que haciendo el amor conuna casera y as se qued despistado en el hospital de sangre de Tolosa.El ms pequeo de los hermanos Alier, los papeleros de Barcelona, quelloraba como un nio al ver la destruccin del paseo de Coln de Irnpensando en las casas que su familia posea en Barcelona, aunque luegole vi llorando alguna que otra vez en las trincheras y Juanito Ansuaste-gui deca que era de miedo. Y un tal Fbregas o Fabregat que declarser falangista de primera hora, haber estado luchando en los Carmelitas

    de Barcelona y que se haba podido quedar escondido en una fila debutacas estirado entre los asientos y los barrotes del cine Kursal deBarcelona. Este al parecer recibi un tiro en las nalgas en la toma delcasero de las Siete Ventanas frente al Fuerte de Santa Brbara; al me-nos cuando yo fui a un hospital improvisado en unos chalets de Amo-rabieta estuvo siempre en posicin supina.

    Con todo este grupo que procedan de Catalua tuve relacioneshasta despus de la toma de San Sebastin. Exactamente entre la tomadel Mendizorrots y la de Motrico se produjo la desbandada del grupo.

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    Tambin conect con otros muchos catalanes. Pero estos que he nom-brado fueron los primeros que top al entrar en la Espaa de Franco.

    Entramos en la zona nacional por Arnegy -Valcarlos y fuimos reci-

    bidos no con excesiva cordialidad por los Boinas Rojas que custodia-ban aquel sector de la frontera y no se nos concedi plena confianzahasta que en una parada en Burguete camino de Pamplona yo me enterque en el Monasterio de Roncesvalles se encontraba el Obispo donMarcelino Olaechea que haba sido profesor mo en los Salesianos yque me trat con toda amabilidad.

    Vuestra Excelencia, mi general, debe acordarse de don Marceli-no, era hijo de un obrero de Bilbao y no simpatiz con el levantamiento

    militar. Vos comprsteis su adhesin hacindole arzobispo de Valencia.Fuimos acompaados hasta Pamplona con cordialidad despus de

    mi identificacin por el Obispo Olaechea por policas vestidos de pai-sanos y all nos encontramos inmersos en un estado de exaltacin y pa-roxismo sin lmites, mezcla de ensueos de catolicismo medieval, decruzada por la fe y bullicio de sanfermines. Despus de algunas vacila-ciones nos alistamos en Falange. Era lo ms moderno, la idea del re-

    quet nos pareca trasnochada, si alguna salvacin poda llegar a nues-tro pas haba de ser a travs de aquel grito de Arriba Espaa! que eracomo un despierta Espaa y cuyo ideario poda electrizar a una juven-tud predispuesta al entusiasmo.

    Unas horas para aprender el manejo del fusil y la bomba Lafitte enla vuelta del castillo y un amanecer montados en camiones que trans-portaban garbanzos al frente, marchamos hacia la toma de Tolosa. Deb-amos presentarnos al alfrez Estella que formaba parte de un dispositi-

    vo ms o menos mandado por el entonces comandante Sagardia.Estaba en mi luna de miel. Entramos en Tolosa y empec a presen-

    ciar lo que era una guerra poltica. Personajes como el comandanteMoreno, Sanz Orrio, abogado falangista que ms tarde ha sido Ministrode Trabajo y Apestiguia, lechero de Pamplona enfundado en un azulnazi, pusieron a prueba mis entusiasmos juveniles.

    Ya estaba en la Guerra Santa. Yo saba el por qu me encontrabaen ella. Pero vos, mi general, por qu estbais en la guerra?

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    NO HAY MAS REMEDIO QUE PROCEDERA VUESTRA DESMITIFICACION

    Es preciso desmitificaros, mi general, y mejor que nadie lo sabisvos.

    El sencillo pueblo espaol lo necesita para emprender un nuevocamino en que sea por primera vez protagonista y vos tambin paradescansar en paz en vuestra tumba y para que tengis la tranquilidad deque vuestro nombre no ser usado por banderas equvocas para hace-ros ganar batallas incuas despus de muerto.

    Espaa, vos lo sabis, es muy tradicionalista y creadora de mitos ycuando una institucin o una persona es mitificada ya nadie se permitejuzgarla, criticarla, ni estudiarla siquiera y si alguien lo pretende es ana-tema.

    Ved, sino, como ejemplos el Cid y la Iglesia Catlica. El Cid Cam-peador se ha convertido en mito de la raza cuando en realidad la revi-sin de sus actos con un criterio moderno le dejan a la altura de un ca-

    ballero de fortuna, casi un salteador de caminos. Pero, ay del que seatreva a proclamar esta verdad basndose en hechos y demostrar queAlfonso VI fue el gran rey que por primera vez intent acabar con lacarnicera de moros y cristianos imponiendo a aquellos vasallaje comoa los de Toledo y Andaluca.

    Aunque est claro que el Cid siempre vivi del robo, de la guerra,de la depredacin y de la violecia, no se puede proclamarlo y hay quesoportar el que todas las generaciones de jvenes que se han sucedido y

    se suceden en nuestra patria reciban la leccin de un Cid Campeador,modelo de virtudes y por tanto ejemplo a imitar y meta que conseguir.Nadie puede descabalgar a este aventurero que se enriqueci asaltandoy matando moros. Claro que los moros fueron considerados como losrojos de aquel tiempo y el robarles y matarles era tenido por obrameritoria. Pero es que despus se ali con ellos para ir en contra de loscristianos; quiz tambin en esto tampoco tuvo culpa, porque los cris-tianos eran catalanes y los moros de Zaragoza.

    Qu catadura moral pudiera tener aquel individuo?

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    Slo lo que vale la triste inmisericordia y ruindad que esconden suspalabras altisonantes y huecas.

    Nadie puede descabalgar al Cid porque se ha convertido en mito y

    sigue proyectando su mal ejemplo en la formacin de las generacionesde nuestros espaolitos que se ven obligados a admirar en l un hroeinexistente.

    Sera muy triste, mi general, que vos quedrais con el fondo colosaly teatral del Valle de Los Cados como un nuevo Cid, capitaneandoejrcitos de mercenarios de Africa y saltando a la pennsula para en-cender en ella la ms cruel y absurda guerra que Espaa ha tenido, co-mo ejemplo glorioso y perdurable que proyectara como mito una nefas-

    ta influencia en las generaciones venideras.Sera igualmente doloroso que vuestras instituciones, vuestras leyes

    fundamentales, que en realidad nunca tuvieron fundamento porque lesfalt lo esencial: el concurso del pueblo libremente expresado; todoaquello que vos pretendisteis dejar atado y bien atado se convirtieraen un dogal que ahogara el cuello de la nacin cada vez que sta pre-tendiera moverse, subir y marchar con los tiempos y las generaciones

    nuevas.Bastante tenemos con la mitificacin de la Iglesia y la sacrilizacinde sus instituciones que durante siglos han ahogado al pueblo espaolprivndole de movimiento, impidindole el pensar, crear y sentir conespontaneidad.

    El Cid es un ejemplo de persona mitificada e intocable y la Iglesialo es de institucin que se pone por definicin mucho ms all de todasospecha y su conducta ms all de toda crtica y discusin.

    La Iglesia influye fatdicamente en la vida espaola atenazando lasconciencias y yugulando el pensamiento. Un estremecimiento de miedocorre por todos los autores llamados del Siglo de Oro: es el pnico a laInquisicin. Ella est en el nudo de todas las oposiciones a la ciencia yal progreso. Encendiendo hogueras, amarga la existencia de los hijosms preclaros de Espaa y mantiene al pueblo en la ignorancia ms za-fia y en las supersticiones ms trgicas y pueriles... Piense por un mo-mento en los sortilegios, ensalmos y tontera que aplic la Iglesia a ni-vel de Obispo en el caso de Carlos II El Hechizado.

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    Pero a pesar de la evidencia, la Iglesia es un mito y como tal into-cable y un ejemplo pernicioso para las generaciones que en Espaa sesuceden y que desde su ms tierna infancia sufren su impronta.

    Muchos no estn conformes con su actuacin. Muchos no creen susdogmas ni sus doctrinas. Muchos incluso la odian por la perniciosa in-fluencia de sus enseanzas. Muchos creen y con razn que la actuacinde la Iglesia ha sido siempre un escarnio de las doctrinas de su funda-dor Jess de Nazaret. Que ninguna sociedad en la tierra ha desmentidocon ms descaro, con hechos, las doctrinas que predica... pero callan. Elque la ataca de frente es fulminado. Como actitud ms benvola se di-ce: Bah, no hables de estas cosas. Deja la Iglesia en paz. Es intil

    proclamar que uno dejara con mucho gusto la Iglesia en paz cuandoella le deje en paz a uno, no metindose en la vida particular imponien-do unas enseanzas y unas actitudes que uno no comparte, por la fuer-za.

    Es ms prudente callar... Dejarla de lado.Est mitificada y es mito intocable.Hombres sinceros e inteligentes proclaman que nada quieren en

    contra de la Iglesia, slo pretenden la separacin de ella del Estado paraque los espaoles tengan verdadera libertad de conciencia y de pensa-miento y no se vean obligados a solemnes juramentos confesionales,para representar en algo a sus conciudadanos.

    El autntico primer gobierno de la Monarqua y que al parecer seesfuerza en conducir a Espaa hacia la democracia, que pasa angustiasde parto y dificultades econmicas de toda ndole lo primero que se havisto obligado hacer es dar 30.000 millones de pesetas al ao a los que

    tienen tantas riquezas almacenadas en sus templos y tesoros e inversio-nes como para solucionar de un plumazo toda la miseria de las regionesdel campo espaol y dotar a todos los hospitales de deficiente economade Espaa. El caso de las riquezas y especulaciones de los cannigos deLrida ha provocado risas, pero no la indignacin e indagaciones quemereca.

    Y quin ha protestado? Quin ha levantado la voz para decir quehay necesidades ms perentorias que resolver un problema de la Iglesia

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    que en realidad no es un problema del Estado sino de ella misma o enltimo trmino de los catlicos?

    Y no slo esto.

    El concordato, esa antigualla servil que la jerarqua haba procla-mado que haba que suprimir cuando tuvo miedo que vuestra muerte,mi general, causara una reaccin violenta, se ha prolongado por tresaos y todos callando. Incluso estos gallitos de la prensa que tantas ve-ces han estado contra el nacional-catolicismo, no han dicho en esta oca-sin ni po. Y volveremos a tener Concordato! Y volver la Iglesia aejercer su nefasta influencia en la enseanza!

    Por esto, mi general, es preciso evitar que os conviertan en mito.

    Hemos de hacer todo lo que podamos para que no quede de vos unafalsa imagen sacralizada a la que el pueblo venere sin saber ni el porqu y de que tengan un respeto tan temeroso que no se atrevan casi ni anombraros. Como al cncer.

    En la obra de R. Hochhuth, EL VICARIO, el autor pone en boca delNuncio de S.S. Po XII en Berln las siguientes palabras: Pronto com-prender l (se refiere a Hitler) lo que sus amigos el seor Franco y el

    seor Mussolini han entendido hace tiempo: que slo con nosotros,slo con la Iglesia y no actuando contra nosotros, el fascismo es inven-cible.

    Vos s lo entendisteis, mi general. Mejor que Hitler. Pagasteis a laIglesia la factura que os pas y ms. El nacionalcatolicismo que fue unainvencin vuestra y del Cardenal Gom y Pla i Daniel, produjo ptimosdividendos.

    ltimamente estabais desconcertado. El gran pilar en el que os hab-

    ais apoyado estaba fallando. Os olvidasteis que que vos ganabais enastucia a Napolen, pero a la Iglesia no.

    Casaroli intuy que vuestra estrella se estaba eclipsando. No envano os estabais haciendo viejo. Y como siempre, inici la retirada.Hacia dnde? Pues hacia las fuerzas que os haban de sustituir. De re-pente descubri que erais un dictador absurdo e insoportable. Que RuizGimnez con su Democracia Cristiana un patriarca transnochado y quela nueva estrella se llamaba Surez. Y entr en juego la democracia deTARANCON. Lo importante es caer siempre de pie.

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    Vos no os arredrasteis y no tuvisteis escrpulos en zumbar al cle-ro sin daros cuenta que con ello hacais el juego a la Iglesia y la ayuda-bais a colocarse en la nueva posicin. Como siempre el clero gan y

    muerto vos ha seguido en el candelero y no slo no ha perdido nadasino que ha ganado con la muerte de su protector.En agosto del 1937 los generales Mola, Queipo de Llano, Cabane-

    llas, Dvila, Orgaz, Saliquet, Gil Yuste, Kindeln, Moreno Caldern yMontaner, que en virtud de todos los poderes que os haban otorgado enseptiembre de 1936 nombrndoos Generalsimo, crean que tenais queresponder ante ellos de vuestros actos, quedaron bien chasqueados.

    El artculo 47 de los estatutos que vos mismo, con vuestro cuado

    Serrano Suer, habais elaborado deca textualmente:

    El jefe Nacional de la Falange Espaola Tradicionalista y de laJ.O.N.S., supremo Caudillo del Movimiento, personifica todos los valo-res, todos los honores del mismo. Como autor de la Era histrica dondeEspaa adquiere las posibilidades de realizar su destino y con l los an-helos del Movimiento, El JEFE ASUME EN SU ENTERA PLENITUD

    LA MAS ABSOLUTA AUTORIDAD. EL JEFE RESPONDE ANTEDIOS Y ANTE LA HISTORIA.A parte de que la frasecita suena a medieval, a nazi y a cursi, al

    hombre actual de la sociedad de consumo le mueve a risa y a vmito.Responderis pero en verdad y sin mitos. En cuanto a la responsa-

    bilidad en el ms all Dios tenga misericordia de vos, mi general si esque la merecis!

    POR QUE FALTANDO A VUESTRO JURAMENTONOS ARRASTRASTEIS A UNA GUERRA FRATICIDA?

    Vos, erais un profesional, sabais lo canallesco, lo infame, lo in-humano y vergonzoso que es una guerra y ms una guerra entre herma-nos Por qu nos llevasteis a ella?

    Por qu faltasteis a vuestro juramento prestado solemnemente a laRepblica que era el poder legalmente constituido y por tanto un estado

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    de derecho, para con vuestra rebelin y a base de mucha sangre y mu-chas lgrimas, establecer un estado que nunca ha pasado de estado dehecho?

    Contestis a esta pregunta y en multitud de discursos diciendo queFuisteis a salvar a Espaa del comunismo, del desorden y de la anar-qua y en contra de una conjuracin judeo marxista masnica - se-paratista...

    Por favor, Excelencia, estos bulos ya no se los cree nadie y por depronto nunca los cresteis vos. Espaa tiene cada vez menos analfabetosy es cada vez ms difcil engaar a nuestra gente con mitos trasnocha-dos. Los pudisteis sostener en otros tiempos porque detrs tenais las

    bayonetas que cerraban las bocas que se carcajeaban. Cuando con vues-tra pequea figura de corta talla -con perdn, la naturaleza no os favo-reci con un aspecto noble y hubierais sido un tipo ideal para caricatu-ras si...

    y vuestras dotes oratorias que tampoco eran muy notables; lanza-bais vuestras balbucientes proclamas con voz de falsete, haba que au-tosugestionarse para creer en ellas. Mirabais de suplirlo con teatro pues

    ya le echabais lo suyo con vuestra guardia mora, con sus turbantes, suscapas azules y con los cascos dorados de sus cabellos que parecan uncortejo de los Reyes Magos y que durante muchos aos fueron el haz-mereir de toda Europa. Vos habais dicho Slo me sublevara contra larepblica en caso de que esta intentase disolver al ejrcito o a la Guar-dia Civil o que viese claramente que haba llegado la hora del comu-nismo. En estas circunstancias con los que me siguiesen me echara alcampo.

    Pero la ambicin es mala consejera y vos os sublevasteis sin que sediera ninguna de estas circunstancias, pero como os deca Orgaz eltriunfo era seguro y era como una perita en dulce que iba a comerseotro general.

    Qu cinismo! Llamar perita en dulce al destino trgico de unanacin de treinta millones de personas que se pretenda asaltar como seasalta un banco.

    En fin, es mejor tomrselo con calma. Lo cierto es que vos inicias-teis una guerra ofensiva con soldados mercenarios trados de frica y

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    de otros pases como Italia y Alemania contra vuestro pueblo y quedesde el primer momento fueron el brazo derecho de la sublevacin.

    Yo soy testigo ocular ya en la toma de Irn. Las tanquetas italianas

    estuvieron en San Sebastin estacionadas junto a la antigua crcel demujeres, hoy inexistente, y tomaron parte en la siguiente accin de latoma de Medizorrotz en la que yo tambin estuve presente y fui heridoen una pierna. Y los alemanes de la Legin Condor con sus avionesdestruyeron Guernica y la artillera italiana que abri brecha en Glda-cano, rompiendo el cinturn de hierro. Y firmasteis un acuerdo secretocon Italia ya en el 1936 a fin de recibir ayuda en hombres y materialpara la guerra fraticida.

    Nunca, mi general, hubierais hecho nada contando nicamente conel apoyo voluntario de los espaoles. La no intervencin que at lasmanos a Francia e Inglaterra dej el campo libre a Italia y a Alemania.

    Yo estuve en los primeros grupos de voluntarios de Navarra antesde que se organizaran las clebres brigadas y aquellos grupos de com-batientes eran puro remedo de las guerras civiles carlistas del siglo pa-sado. Qu hizo Mola con sus hericos voluntarios navarros, aparte de

    sacrificarlos a las rdenes de Garca Escamez o de Garca Valio? Pro-clamar una y mil veces que les insourgs sont arrive aux environs deMadrid sin que en realidad pudiera andar un paso ms all de las pri-meras montaas. Ni pudieron llevar a cabo la operacin de conquista dela capital de Espaa, remedo de la que ide Napolen cuando acudi enauxilio de su hermano Pepe Botella.

    Si en lugar de un Casares Quiroga, que quiz por los trastornos dela tuberculosis que padeca, hasta el ltimo momento crey en la caba-

    llerosidad de los militares y en el cumplimiento de la palabra dada a laRepblica y se neg a dar armas al pueblo, se hubiera canalizado la in-dignacin popular contra la prepotencia de aquellos hombres que abu-saban de las armas que la nacin les haba dado y de los hijos del pue-blo, para levantarse contra el mismo, en ninguna parte hubiera triunfa-do el alzamiento sino que la reaccin popular y la indignacin, de lasmultitudes, los hubiera hecho aicos. Pero vinieron los componendas,entr en juego la Iglesia, la tradicin, los intereses creados y tantasmonsergas: Los Reyes Catlicos, Otumba, Lepanto, San Marcial, y el

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    seor March con sus millones y la familia Oriol y los Urquijo y los Lu-ca de Tena... y todo qued ahogado en cambalaches y traiciones y elms duro y el ms ambicioso se llev la moza al ro, la viol y luego la

    ahog en sus aguas teidas de sangre.Una vez ms en Espaa se quitaba la iniciativa al pueblo y se trun-caba el desenvolvimiento normal de su historia interfiriendo el prota-gonismo de la gran mayora para que en nombre de unos principios fa-vorecedores de ciertas clases privilegiadas, marcarle la senda que debaseguir a golpe de tranca. Naturalmente en bien de su tranquilidad. Se hadespotricado contra el Frente Popular como unin de izquierdas contrael cual dicen que se levant el Ejrcito, pero se ha ocultado que exista

    igualmente el Frente Nacional de derechas y monrquicos y fe de ellola da el historiador Hugh Thomas: Constituan el primero adems delos liberales como Casares, el gran Partido Socialista y el reducido Par-tido Comunista. Tras el Partido Socialista, la U.G.T. (Unin General deTrabajadores) uno de los movimientos obreros ms organizados de Eu-ropa. El Frente Nacionallo constituan no slo la CEDA sino tambinmonrquicos agrarios representantes de los grandes terratenientes del

    Sur y del centro y otros partidos de derechas. Era el frente poltico detodas las fuerzas de la vieja Espaa: del Ejrcito, la Iglesia, la burgues-a. Se clam contra el Frente Popular porque era de izquierdas peroqu es sino un Frente de la derecha y Centro ese partido de partidosmontado por el seor Surez? Pero las elecciones de febrero de 1936las gan el Frente Popular. Esto es, el pueblo obrero de tendencias iz-quierdistas. A qu vena la rebelin militar en julio?

    Esta situacin me recuerda un hecho acaecido cuando yo estudiaba

    Bachillerato. Tenamos de profesor de Historia a don Antonio Mateoque un da entr en clase entre irritado y emocionado con el peridicoen la mano para hablarnos de los increbles desmadres que ocurran enNorteamrica. Era el tiempo de Al Capone y de la lucha de gansters enChicago que el pueblo norteamericano pretenda dominar con la ley enla mano y sin salirse jams de la Constitucin. Nosotros en cambiogozbamos de la paz octaviana del dictador de turno que era entoncesPrimo de Rivera.

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    Dnde va a ir a parar aquel pueblo infeliz? -clamaba el pobre donAntonio- el desorden, la falta de moral, la irreligin le conducir alcaos. El pueblo Norteamericano ahogado por la corrupcin camina

    hacia el aniquilamiento. Si al menos surgiera entre ellos un hombreprovidencial como el que Dios nos ha proporcionado a nosotros! (Na-turalmente se refera al espadn que nos gobernaba.)

    Por desgracia siempre ha surgido en nuestras latitudes este ser pro-videncial que no ha dejado que nos equivocramos, ha velado por suorden, su justicia, su moral, su conciencia y se ha preocupado de quelos entendimientos hispanos no se apartaran de los rales intelectuales

    marcados por la Santa Iglesia Romana y as nos ha lucido el pelo.La pobre Norteamrica que slo ha tenido su constitucin como

    gua y el voto libre de todos sus conciudadanos ha llegado a ser el pue-blo ms poderoso del mundo, la fuente de los grandes acontecimientosy descubrimientos que ha logrado el avance de la humanidad a la quehemos tenido que acudir nosotros mendigando para poder seguir connuestros vacos oropeles de desfiles y pontificales, ilusionados estpi-

    damente en que somos la reserva espiritual del mundo. "Es para morir-se de risa". Y no vale el argumento de que nuestro suelo es pobre.Mentira! Con el suelo ms rico de Espaa han pasado siempre hambrelos andaluces y ahora que Espaa tiene hasta petrleo son los norteame-ricanos los que nos ensean donde est y se aprovechan de su descu-brimiento. Son las instituciones sociales! Han sido nuestra Iglesia ynuestros dictadores que no han dejado respirara Espaa. Incluso hoyque Espaa llora, Norteamrica sigue viviendo con su gasolina a precio

    irrisorio.ltimamente han aparecido algunos libros preguntndose qu

    hubiera sucedido en Espaa si en lugar de haber ganado la guerra civilFranco, la victoria hubiese sido de la Repblica de trabajadores. Queme perdonen sus autores, pero creo que esta pregunta y su contestacinno va a ninguna parte ni sirven para otra cosa que para pasar el rato. Loque de verdad nos interesa porque puede ser aleccionador, es intentaraveriguar lo que hubiera sucedido si los militares no se hubieran amoti-

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    nado y nuestra Repblica de trabajadores hubiera podido seguir hastasu total acomodacin.

    Si en lugar de surgir el ambicioso militar de turno todos hubira-

    mos tenido paciencia y hubiramos aguantado el sarampin de la adap-tacin hasta llegar a conseguir la plena democracia. Al fin y al cabo lahistoria nos ensea que todos los cambios polticos y de regmenes delarga duracin producen siempre su secuela inevitable de vctimas. Sinduda hubiramos tenido que soportar desmanes, que en realidad se lehubieran podido perdonar al sufrido pueblo espaol despus de tantosaos de esclavitud ideolgica y poltica pero al fin hubiramos podidolograr el acoplamiento social e ideolgico con los pueblos demcratas

    europeos. Pero no tuvimos esta suerte. Sali el acostumbrado redentory en vez de las cinco mil vctimas que quiz hubiera podido producir larepblica en su aclimatacin, se caus un milln de muertos para nosolucionar nada, dejarnos donde estbamos y tener que empezar denuevo.

    Porque no nos engaemos y no seamos tan ingenuos para no darnoscuenta de que cuarenta aos no pasan en balde y que es estpido com-

    parar los tiempos actuales con situaciones anlogas de casi hace mediosiglo. Porque,. no porque la penicilina se haya inventado en tiempos deFranco y tambin el avin a reaccin, junto con la cadena de electro-domsticos que han enriquecido el hogar, todas estas cosas hay queatribuirlas al rgimen dictatorial que nos ha gobernado durante estosaos.

    Y cosa curiosa para ser tenida en cuenta, Hemingway opina en unade las cartas escritas desde Madrid al pueblo norteamericano, que pro-

    bablemente Hitler no se hubiera atrevido a desencadenar la SegundaGuerra Mundial si en la pennsula Ibrica en vez de un rgimen fascistahubiera gobernado una repblica democrtica.

    Por favor, Excelencia, que cesen vuestros panejiristas de sostenerestas tonteras que ya nadie cree, slo confundiendo a propsito y sos-teniendo el sofisma que fueron lo mismos los tiempos del pleno domi-nio de la Repblica y los que sucedieron despus de vuestra insurrec-cin, puede encontrarse algn apoyo a estas motivaciones que vossiempre quisisteis hacer valer. Los males endmicos que ha sufrido Es-

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    paa pueden atribuirse a muchas causas, pero nunca a las izquierdasque jams han gobernado Espaa. Los desastres nacionales de todandole que hemos padecido a travs de nuestra historia han de achacar-

    se forzosamente a dos constantes que la presiden: la Iglesia, y las mi-noras de ultraderecha a ella adheridas. pero nunca a las izquierdas queno han tenido ni voz ni voto. Todas las estupideces que nuestros gober-nantes han cometido en el largo peregrinar en la procesin de los das,nunca fueron cometidas por hombres de izquierdas.

    Ha existido siempre un sofisma que se ha propagado con toda lamala intencin. Se juzga a la Repblica no por lo que hizo cuando fuetal, sino por lo que sucedi despus del levantamiento militar que pro-

    dujo la subversin de todos los extremistas como sucede en todas lasausencias de poder. Pero el desorden y el crimen y el pillaje no fueprivativo de la Repblica, tambin la Espaa nacional sufri las mismasplagas, con un agravante creo yo, por parte de la Espaa de Franco.Hubo asesinatos de toda ndole y venganzas en el territorio ms o me-nos dominado por la Repblica, pero igualmente las hubo en la zona deFranco, aunque de signo contrario.

    Los cratas y los descamisados aprovecharon la confusin para ma-tar a curas y propietarios; pero los nacionales y sus caciques extermina-ron a los obreros por el simple hecho de ser socialistas, como explicacon su sentido notarial Ruiz Vilaplana en su libro DOY FE. A los na-cionalistas vascos a pesar de ser catlicos, los pasaron por las armas sinmiramientos, sin exceptuar a curas, o bien como el fusilamiento de lasmuchachas pertenecientes al Batzoki en el cementerio de Hernani y alos obreros de las papeleras en el cementerio de Tolosa, despus de un

    irrisorio proceso presidido por Sanz Orrio y Apesteguia.La circunstancia para m agravante de estos desmanes, que tngase

    bien en cuenta, tuvieron todos su origen con el levantamiento militar, esque en la zona llamada roja cesaron cuando el mando de la repblicavolvi a dominar la situacin y en cambio en la zona franquista perdu-raron amparados por leyes incalificables que alentaban el asesinato ylas torturas, de tal manera que terminada la guerra y con procesos su-marsimos, fueron ejecutados en Espaa 197.000 presos polticos.

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    Los nacionales siempre ocultaron sus crmenes y dirigieron in-formacin basndose en los intereses de las clases conservadoras y laiglesia, en cambio los rojos han declarado su impotencia para domi-

    nar las bandas incontroladas entre otras cosas porque estaban sin polic-a a la que tuvieron que enviar a los frentes para oponerse a los milita-res sublevados.

    Con el corazn transido de pena y con los ojos arrasados de amar-gas lgrimas os vuelvo a preguntar:

    Por qu os sublevasteis, mi general?Por qu trajisteis a Espaa las tropas mercenarias de las colo-

    nias?

    Por qu pedisteis la ayuda a los soldados de Mussolini y Hitlercontra vuestros propios hermanos?

    Por qu admitisteis que la Alemania de Hitler experimentara susnuevos artefactos de destruccin en las carnes de vuestro pueblo?

    Por qu? por qu?

    POR QU LO DE GUERNICA?

    Truman pasar a la historia como el primer ser humano que auto-riz el lanzamiento de una bomba atmica y caus la masacre deHiroshima y Nagasaky. Pero vos mi general, arrastraris eternamente elbaldn de haber autorizado el primer blitz de la historia humana so-bre ciudades abiertas.

    Qu gloria!Y pudisteis dormir tranquilo despus de autorizar lo de Guernica?

    Y pudisteis seguir echando barriga sin perder el sueo por toda laeternidad?

    Si existe este Dios que pregonan vuestros compaeros de camino,supongo que ya os habr ajustado las cuentas en el ms all.

    Quin puede creer honestamente a estas alturas y en realidadNUNCA que hombres como Azaa, Alcal Zamora, Prieto, Portela Va-lladares... ni siquiera Largo Caballero pretendieron llevar a Espaahacia el Comunismo? Nadie. Slo hombres como Vos mi general, que

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    al da siguiente del triunfo de la Repblica empezaron a conspirar, hanusado tan miserables calumnias al servicio de su ambicin.

    La Repblica vino con flores y alegra. Con juventudes entusiastas

    e ilusionadas por la libertad pero el mismo da la derecha empez ya aconspirar.Las ltimas elecciones, que han dado un NO rotundo al fallecido

    Dictador, han llegado igualmente con transportes de alegra y cantos delibertad. Pero Por Dios! no bajis la guardia. La derecha est ya cons-pirando en el preciso instante del triunfo de las izquierdas. Para ciertasgentes lo razonable y lo justo no significan nada. Slo cuentan los in-tereses de casta.

    Me gustara saber qu lugar ocupa de nclito demcrata en lanueva situacin, el juez Coronel de Palma, hermano del horondo Direc-tor del Banco de Espaa y de las Cajas de Ahorro, que me proces yme conden por haber publicado La Religiosa de Diderot obligndomea acudir a juicio escayolado y entablillado pues acababa de sufrir unaccidente de coche, como si fuera un criminal y un asesino al que no sedeba dar cuartel. Del Arco me vio en el Palacio de Justicia, me hizo una

    caricatura de las suyas y me someti a un interrogatorio. Luego dem-cratas de rancio abolengo como God y adltares le negaron el que lopublicara en La Vanguardia.

    Si la justicia de Dios os condena a sufrir los mismos males quevuestro orgullo y vuestra ambicin han provocado entre vuestros con-temporneos, no s si la misma eternidad ser tiempo suficiente paraque experimentis las torturas sdicas que vuestros esbirros en vuestronombre aplicaron. Los tormentos innobles, los enfrentamientos morales

    y corporales que convirtieron en gusanos a seres humanos nobles y ge-nerosos.

    Sin duda habis sido, general, el jefe de gobierno que ha echado deEspaa a ms espaoles. Ni siquiera Isabel y Fernando en clebres ex-pulsiones de moriscos y judos os ganaron y sin duda tambin ostentisel rcord del personaje bajo cuyo mando se ha matado a ms personas,se ha torturado a ms gentes, se ha asesinado a ms espaoles, inclu-yendo en la comparacin a las vctimas de la Inquisicin. Vala la pe-na, general, estos ros de sangre, estas montaas de cadveres, estos

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    coros de grito desgarrado, obtenidos por la tortura, estos torrentes delgrimas?

    Franco y Bahamonde. Dos apellidos equiparables a Napoleone y

    Buonaparte. A ste no le import sacrificar el pueblo francs, al fin y alcabo l era corso y de origen italiano y Vos? Qu tenais de espaolen vuestra sangre?

    En Espaa durante vuestra usurpacin de poderes no ha habidoverdadera justicia, slo venganza de vencedores contra vencidos. Vahevictis! Gritasteis una vez como grit a los romanos aquel jefe de hordasde brbaros.

    VUESTRA INSURRECCIN DIVIDI ESPAAEN DOS BANDOS IRRECONCILIABLES

    Las palabras que a continuacin citamos, fueron pronunciadas pordon Emilo Castelar, presidente de la primera Repblica espaola yestn consignadas en la antologa de las cortes constituyentes, tomo 1 ,

    siglo XIX y dicen as:

    No hay nada ms espantoso, ms abominable que aquel gran im-perio espaol que es como un sudario que se extenda por todo el pla-neta. No tenemos agricultura porque hemos expulsado a los moriscos.No tenemos industria porque arrojamos a los judos. No tenemos cien-cia porque somos un miembro atrofiado de las ciencias modernas yencendimos las hogueras de la Inquisicin y arrojamos en ellas a nues-

    tros pensadores y ya no hubo en Espaa ms que un montn de rui-nas.

    En estas situaciones que se han ido prolongando a travs de los si-glos, nada ha tenido que ver esta izquierda espaola que se la ahogsiempre antes de nacer. Si analizamos los males que ha sufrido histri-camente Espaa, hasta llevarla a una postracin de pas de tercer mun-do, segregada de la marcha intelectual y poltica de Europa, siguiendoun mtodo de eliminacin cientfica, veremos que la constante que per-

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    dura a travs de la historia, dominando y aplastando, es el poder des-mesurado del catolicismo y de la mentalidad de ultraderecha represen-tada por la aristocracia y las grandes familias que a su socaire se desa-

    rrollaron. Todos los dems elementos que espordicamente pueden apa-recer -como Los Comuneros, Las Germanias, Las Fuenteovejunas, ElsSegadors, La semana trgica, van y vienen pero nunca se asientan nison constantes. No influyen ni determinan. Son slo protestas desepe-radas ahogadas en sangre. Slo unos nicos microbios de desintegra-cin perduran siempre. Son la eterna constante: la religin y el poderdesmesurado y sin control de unas minoras. Siempre las mismas.

    Por tanto es injusto y abominable que como justificacin de la re-

    belin militar contra un rgimen legalmente establecido por la voluntadcasi unnime de todos los espaoles, se aduzca el pretexto de salir alpaso de los peligros del dominio de las izquierdas que lo nico que enverdad podan representar era una esperanza de resurreccin.

    Sabe usted perfectamente, mi general, como lo saben ya todos losespaoles de buena fe, que cuando estall el movimiento, no exista niel comunismo en Espaa, ni el fascismo. En ningunas elecciones logra-

    ron los comunistas representacin apreciable en las Cortes o algo consuficiente influencia que pudiera llamarse tal. Nadie lo vot de maneraconsistente como nadie vot tampoco el falangismo de Primo de Rive-ra, ni las JONS de Onsimo Redondo.

    Fue usted Excelencia el que dio vida a estos dos extremismos.Slo despus del alzamiento militar surgieron manadas de gentes

    airadas y justamente enfurecidas que genricamente se llamaron comu-nistas en el campo de la repblica y manadas de falangistas en el campo

    nacional. Gentes estas ltimas que no saban otra cosa de la Falange,sino que llevaba camisa azul y que era como un escudo contra la terri-ble represin franquista.

    Yo que estaba entonces en Pamplona y en el cuartel de la falangeestablecido en el Colegio de los Salesianos y que fui uno de estos fa-langistas de nuevo cuo, pude ver el reclutamiento de las banderas defalange que engrosaban los hombres huidos de la Ribera, de Tudela yde Tafalla, que al no ser carlistas de tradicin deban apresurarse a ves-tir la camisa azul si queran conservar la vida.

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    Yo vi como se reconstrua el himno de la falange, el clebre CARAAL SOL, que ni los jefes saban y que el director de la banda del cole-gio mir de recrear con lo que le canturreaba uno de los falangistas

    que llegaron a Pamplona huido de Madrid; otro aport la letra y as seform el espritu de aquellas banderas gloriosas que representaron elfascismo de Espaa, que no existan Excelencia hasta que vos no le dis-teis vida, como disteis igualmente vida con la violencia de las armas ylos atropellos de la rebelin militar a la radicalizacin de las mentalida-des de izquierda en la repblica.

    Nadie quera el comunismo en la repblica de trabajadores y de in-telectuales que vino a Espaa entre alegra y entre flores abrileas, has-

    ta que el estruendo de las armas obligaron a violencias de todo gnero,pues no se poda detener con palos y con ideas democrticas y pacifis-tas a quienes invadan la patria capitaneando a moros y a mercenariosque no otra cosa eran La Legin Extranjera y los cabileos que pasa-ron el estrecho a vuestras rdenes.

    Cmo puede tenerse el cinismo de llamar comunista a la segundarepblica espaola, que haba estado respondiendo con mesura y digni-

    dad a las provocaciones de todo gnero que desde el primer momentole lanz la ultra-derecha representada por la charranadas de Sanjurjo yCavalcanti, en un alzamiento de sainete y por las provocaciones de laIglesia representadas por los sermones y las pastorales de un purpuradocomo el Cardenal Segura? La repblica que se opuso con gran pesar,pero con firmeza a los desmanes del anarquismo y de las minoras li-bertarias?

    La totalidad de nuestros intelectuales estuvieron con la repblica,

    lo ms sano e inteligente de Espaa estuvo con la repblica, el ochentapor ciento del pueblo espaol estuvo con la repblica y el golpe militarque vos capitaneasteis nunca hubiera triunfado sin las ayudas extranje-ras. Los cabileos, los tabores de regulares, las mehalas del Rif os si-guieron por la soldada que cobraban que les iba a permitir comprar mu-jeras cuando volvieran al Africa. Los italianos de Musolini y la LeginCndor de Hitler tenan sus propios intereses inconfesables que coin-cidan con los vuestros.

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    Cuando por primera vez en la historia de Espaa el pueblo pasa aser protagonista y llega el cambio de un rgimen gastado y podrido, poruno joven y lleno de ilusiones, desde el primer momento esta extrema

    derecha de nuestros pecados empieza a ponerle trabas y a conspirar.El 14 de abril llega la Repblica y con la alegra desbordante de to-do un pueblo. E1 8 de mayo parte la primera ofensiva de boca de unpersonaje que representa la Iglesia. E1 Cardenal Segura lanza la prime-ra andanada desde el plpito de la catedral de Sevilla contra el rgimenrecin estrenado y con palabras que son una verdadera incitacin a larebelda:

    Si permanecemos quietos y ociosos y nos dejamos ir hacia laapata y la cortedad, si dejamos el camino abierto a los que intentandestruir la religin, si esperamos la benevolencia de nuestros enemigospara alcanzar el triunfo de nuestros ideales, no tendremos ningn de-recho a quejarnos cuando la amarga realidad nos muestre que hemostenido la victoria en nuestras manos pero que no hemos sabido lucharcomo intrpidos guerreros dispuestos a sucumbir gloriosamente.

    Este hombre orgulloso e inepto, pas en aquellos momentos comohroe de la ultraderecha, de esta minora que nunca represent de ver-dad a Espaa aunque us este nombre sagrado para designar a su grupoclasista y enemigo de la Espaa autntica formada por igual por todoslos espaoles. Ms adelante este individuo que lleg a soliviantar a suclero de Sevilla para que vendiera el patrimonio de la Iglesia y lo pusie-ra en manos de los enemigos de su patria en vez de dedicarlo a socorrer

    la endmica miseria del pueblo andaluz, dej de ser considerado elprimer mrtir de la malvada repblica para pasar a ser un perturbadomental. Qu lstima, mi general, que lo que luego dijisteis sobre elpurpurado de Sevilla, no lo hubieris declarado en el momento oportu-no de su primera rebelin.!

    Segn vuestro primo Franco Salgado, muchas veces os quejasteisde este cardenal que os impidi entrar bajo palio en la Catedral de Sevi-lla y que os dio numerosos chascos... pero prefiero citar uno de los nu-merosos prrafos que dedicasteis en vida al cardenal, que es por s

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    mismo lo suficiente elocuente y compenda en cierto modo todos losdems:

    Yo no he pedido la destitucin del cardenal, pese a su actitud vio-lenta contra m sin motivo alguno para ello, antes al contrario, puessiempre le trat con toda consideracin. Lo haba aguantado como unacruz que Dios me mandaba y la llevaba con la mxima paciencia. Loque sucedi es que a Roma han llegado informes sobre la violencia delcardenal contra todo el mundo; el abuso de las excomuniones; el noquerer tomar parte en actos a que asistan las ms elevadas autorida-des del Estado y de la Iglesia, como sucedi recientemente en Zarago-

    za el da del Pilar en el acto cumbre del ao mariano en Espaa, parael que su Santidad nombr legado suyo al cardenal de Toledo, y yocomo jefe de Estado ofrec Espaa a la Virgen; en una palabra el Car-denal Segura, por motivos de perturbacin mental u otros que se des-conocen, actuaba en plan de tal violencia, con manas persecutoriasque no conducan a nada bueno, y por ello la iglesia cort por lo sanodestituyndole. Ayer tarde lleg a Espaa por avin y segn los testi-

    gos que le vieron bajar tuvieron que auxiliarle tres sacerdotes dado suestado de postracin. La noticia de su destitucin le habr causado,cuando se la notificaron en Roma, una gran impresin. Su marcha fueacogida con una sensacin de alivio grande, era una pesadilla que pa-decan los sevillanos.

    Este fue el gran mrtir sacrificado por la Repblica pero que enrealidad de quien recibi la puntilla fue de S. E. que sugiri la decisin

    a Roma.Sigui inmediatamente la provocacin de los monrquicos.

    Monrquicos de qu? Qu hicieron por defender sus ideales y paraayudar a Alfonso XIII? Monrquicos de pega, como clase y como clan,como minora de opresin y privilegio. Grupos que siempre han credoque Espaa les pertenece como feudo y que se han atribuido la nica ysola representacin genuina de la patria, de sus glorias, de sus magnifi-cencias, pero nunca de sus desastres a los que tan directamente contri-buyeron.

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    Aqu tambin tenemos que hacer la misma intercalacin que hici-mos con respecto al cardenal: Qu lstima que no expusirais antes, migeneral, como habis hecho despus en las conversaciones con vuestro

    primo Franco Salgado, la opinin que os merecen estos grupos demonrquicos de siempre. Como habis expuesto, sin pelos en la len-gua lo que pensbais de un Sanjurjo veleidoso, de un Queipo de Llanomonrquico-republicano-monrquico, y de tantos caballeros masones,traidores, aprovechados, intrigantes y que antes que espaoles son almenos cuatro cosas. (Ungra, Beigbeder, Aranda, Kinideln... y tantosotros.)

    El da 14 de mayo, de 1931, en el crculo monrquico de la calle deAlcal, los balcones abiertos de par en par, y de manera provocativa, secantaba y se bailaba la marcha real. Un Luca de Tena, egregia familiaduea del ABC que no tuvo empacho en pactar con Azaa, el republi-cano, para que les conservase el peridico y ponerse en cierta forma alservicio de la repblica -esta ancdota la s por vuestra propia confe-sin, excelencia-, lleg en taxi hasta la puerta del crculo y al or los

    acordes del regio himno exclam exaltado Viva la Monarqua! Contra-riado y molesto el taxista le contest con un Viva la Repblica! y poresto fue molido a palos por los contertulios del crculo.

    Qu tiene de extraordinario frente a estos hechos y a otros actosde provocacin que enumera Hugh Thomas que una parte del popula-cho o grupos del populacho se lanzara a la quema de conventos? Laquema de conventos no produjo ninguna vctima. No fue una autnticaparticipacin del pueblo y se le ha querido dar una significacin supe-

    rior a la que tena. En muchos casos no se hubiera producido si losmismos ocupantes de los edificios no los hubieran abandonado antes deque se produjera el ataque de las mal llamadas turbas que muchasveces no eran ms que grupos de mozalbetes que hoy llamaramosgamberros o si la fuerza pblica hubiera hecho un mnimo gesto deoponerse al desorden, pero las fuerzas del orden de aquellos tiemposmandadas por monrquicos, torpedearon las rdenes del ministro de lagobernacin Don Miguel Maura para obligarle a declarar la ley marcialque es precisamente lo que perseguan los enemigos de la Repblica

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    que lo eran tambin de Espaa en aquellos momentos, de la verdaderaEspaa del pueblo. La ley marcial que arrebatara el poder al pueblo y lopona en manos de militares.

    Me contaba un amigo mo testigo ocular por encontrarse exacta-mente en el Colegio de Campello de los padres Salesianos de Alicante,que el edificio y sus pertenencias fueron abandonados por sacerdotes yestudiantes antes de que nadie les atacara. No hubo prcticamente in-cendio sino saqueo de grupos de desarrapados que ante la absoluta im-punidad empezaron primero por la bodega y luego ya medio borrachoslo siguieron todo en busca de dinero.

    No era tan malo el pueblo espaol como se ha pretendido hacer

    creer, aunque tena motivos para serlo y slo vuestra insurreccin, migeneral, dividi a Espaa en dos bandos irreconciliables. Violencia creaviolencia y siguiendo vuestro ejemplo todos abandonaron las leyes y elrespecto a las instituciones. Ms adelante ya no hubo ms remedio paramuchas gentes, que empezaron odindoos, que agruparse a vuestro al-rededor, porque erais el ms fuerte y cuando menos representbais untipo de ley y un determinado orden.

    Sinceramente, mi general, a la altura de mis aos y con una vida amis espaldas y en realidad ya sin demasiadas ilusiones polticas para elfuturo, creo realmente que no haba motivos para vuestra sublevacin ypara las inmensas calamidades que trajisteis a la Patria.

    La Repblica, con un caminar lento y seguro y con la paulatinaformacin poltica del pueblo espaol, hubiera llegado a la Democraciaautntica, y ahora una vez desaparecido vos, hemos de iniciar de nuevola marcha con un milln de muertos a la espalda, miles y miles de re-

    presiones de todo gnero que generosamente habr que intentar olvidar,con grandes desigualdades frente a la ley que habr que nivelar, conuna asquerosa podredumbre que habr que drenar y con la tela de araade incontables Decretos Leyes, que todo lo ligan, todo lo babean y qui-tan toda espontaneidad y alegra a los movimientos del pueblo espaoly pone en manos de nuevos caciques los puntos vitales de la economay de la riqueza de Espaa.

    Cmo me hubiera gustado, que hubirais podido ver la sana alegr-a popular de los ltimos carnavales, que fueron los primeros, porque

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    vos, aconsejado por la Iglesia y en defensa del orden pblico y las leyesmorales y bla, bla, bla..., los habais suprimido! Daba gozo ver aqueljbilo y comprobar la innecesaria presencia de grises y dems fuerzas

    secantes. Qu contraste con el sudario de tristeza de dolor y hambre deaquellos vuestros primeros aos triunfales!

    ES INJUSTO ATRIBUIR A LA REPBLICA LO QUE SUCEDIOA PARTIR DE LA SUBLEVACIN MILITAR

    El asesinato de Calvo Sotelo?

    Por Dios que causa risa a estas alturas hablar de estas tonteras.Por qu la Repblica tena que ser responsable de la muerte de CalvoSotelo? Os sentsteis acaso vos culpable del asesinato de CarreroBlanco, o el Presidente Surez de la masacre de los abogados laboralis-tas de la calle de Atocha?

    Calvo Sotelo como excusa, vale, como motivo no. Unos das antesen Madrid dos personas haban cado bajo las balas de los pistoleros de

    la extrema derecha y una de ellas era el capitn Castillo, que lo era delos guardias de asalto.Aparte de que el seor Sotelo no era en ninguna manera una perso-

    na cmoda y a veces ni educada.Yo pienso leyendo las actas de las cortes de aquellos tiempos que

    por la milsima parte de los insultos y amenazas que Calvo Sotelo pro-fera a diario contra el gobierno legalmente constituido, durante vuestrorgimen, centenares de personas han recibido cruentos castigos y se han

    podrido durante aos en vuestras crceles.En fin. que me quedo sin encontrar causa razonable a vuestra in-

    subordinacin, mi general, y que lamento que todo cuanto se ha dichoha dejado de ser motivo vlido para manchar de sangre las manos denadie. Creis que vala la pena ir a una guerra de exterminio que haproducido ros de sangre, venganzas cruentas, destrucciones de camposy ciudades, para evitar las cinco mil vctimas que con un clculo exage-rado podemos conceder, como mximo, que hubiese producido la Re-pblica en su lento caminar hacia la democracia?

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    Cunto exterminio. Cunto dolor. Cunto sufrimiento. Cunta ju-ventud sacrificada... por nada! Pero los muertos no escriben la historiacomo dijo vuestro compadre Mussolini y los vencedores tienen siempre

    la razn.El 26de julio de 1971, En la advocacin que hicisteis ante la ima-gen de Santiago Apstol de Compostela, stas fueron vuestras palabras:

    En los meses de nuestra cruzada de Liberacin se repiti el hechode que los combates decisivos en la guerra se resolvan decididamenteen los das en que se celebraban las mayores festividades de la Iglesia;con toda claridad se acusa en la batalla de Brunete, que despus de

    varios das de empeados combates, se resolvi la pugna a las doce dela maana del da de nuestro santo Patrn. Y no puede ser de otro mo-do cuando se combate por la fe, por Espaa y por la justicia. La guerrase hace ms fcil cuando se tiene por aliado a Dios.

    Y en la fecha de vuestras grandes masacres? De los fusilamientosindiscriminados de gentes republicanas. De los barridos de ametrallado-

    ra sobre los prisioneros formados en columna de a doce. De los ametra-llamientos en las plazas de toros repletas de pobres infelices que habanluchado por la Repblica, nico gobierno legal. Del garrote vil dado ahombres probos que se negaron a unirse a la revuelta y fueron ejecuta-dos por auxilio a la rebelin. Qu escarnio!

    Tambin todas estas fechoras en Das Santos? Tambin tenais aDios por aliado en la ejecucin de estos crmenes que llegaron a alar-mar hasta a vuestros aliados nazis y fascistas? Ciano, Canaris, Cantalu-

    po, Gambara, Mutti, Roata, Faldella, el Coronel Gech... y tantos otrosque a pesar de ser hombres curtidos en la poltica, la guerra y la violen-cia, estaban horrorizados de vuestro furor en los asesinatos y en el pro-grama de exterminio de lo que vos llamabais la anti-Espaa.

    Qu horror y qu asco, mi general!Slo se puede disculpar vuestra actuacin pensando en que erais un

    ser anormal. Un enfermo mental. Un manaco homicida a estilo deHitler. Hay manacos de muchas especies... Y el hecho que cuenta elDoctor Gil, vuestro mdico de cabecera, que cuando ibais de caza os

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    ponais a disparar como un poseso hasta llegar a consumir 6.000 cartu-chos en un da es un dato muy significativo para calibrar vuestra saludmental. Los manacos que han causado las grandes tragedias de la

    humanidad no han sido precisamente los sexuales sino los sdicos fros,imperturbables frente al dolor ajeno, los hombres de un slo libro, losTorquemadas. Y al parecer vos habis pertenecido a esta especie.

    Por esto no hay que achacar ni a la Repblica, ni a los comunistas,ni a los rojo-separatistas, ni a los masones, ni a los judos ni a los anar-quistas la causa de vuestra insurreccin. El demonio familiar lo lleva-bais dentro.

    SOLO CON MERCENARIOSPUDO FRANCO INICIAR SU INSURRECCIN

    Una de las mentiras de mayor volumen y tambin de mayor desfa-chatez que se han hecho circular como verdad incontrastable es la de

    que cuando Franco lanz desde frica el grito de santa rebelin y cris-tiana cruzada por Dios y por Espaa, la nacin como un solo hombre, elejrcito en todos sus estamentos y el pueblo espaol al alirn le aclama-ron y le siguieron como a Caudillo enviado de Dios... etc., etc.

    Mentira!Franco se levant apoyado en un ejrcito de mercenarios, de gentes

    deleznables, legionarios, regulares, cabileos. Gente que guerreabanpor dinero y casi nadie ms le sigui. El apoyo incondicional de Hitler

    y Mussolini le dieron la victoria y con ella para muchos la razn.Esta afirmacin que acabo de hacer se puede probar con miles de

    testimonios y ms adelante expondremos textos de diversos autores yde diversas nacionalidades, pero quiero empezar con uno irrecusable,que es del autor que ms ha hecho por Franco, su gran panegirista; merefiero a Joaqun Arrars.

    Estas alusiones y citas que demuestran sin proponrselo que slolos mercenarios se unieron a Franco, estn extradas de la sptima edi-cin del libro de Joaqun Arrars, titulado Franco, publicado a travs

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    de la Librera Santarn de Valladolid en el ao 1939. En el mismo vo-lumen se anuncia que la biografa de Franco de Arrars ha sido si-multneamente publicada en Argentina, Italia, Francia, Chile, EE. UU.,

    Alemania, Inglaterra, Dinamarca, Holanda y se anuncian las edicionesde Rumania, Hungra y Brasil. No cabe por tanto la menor duda de quese trata de una biografa oficial y en manera alguna sospechosa.

    Citaremos textos que demuestran que slo los oficiales y ciertos je-fes de las fuerzas mercenarias que estaban al servicio de Espaa porqueles pagaban, como era la legin, los regulares, los tabores y las mejalas,encabezaron la rebelin y no los autnticos mandos de aquellos solda-dos provenientes de las quintas normales que representaban las juven-

    tudes espaolas y que prestaban servicio en aquellos momentos enAfrica. Escribe Arrars:

    Al medioda del 17 de julio se recibi en Madrid un mensaje tele- fnico que proceda de Tetun. Era una sencilla felicitacin por laonomstica de un ciudadano, de nombre y apellidos vulgares, firmadapor un nombre ms vulgar an. Sin embargo se trataba de un mensaje

    sensacional. El nombre del felicitado tena once letras y el del remiten-te diecisiete. Y aquel mensaje, al parecer tan inocuo, enviado por or-den del coronel Yage, deca nada ms que esto: Las tropas de fricase han sublevado a las 11 de la maana del da 17. Los sucesos no co-rrespondan con toda exactitud a esta referencia, pues el ejrcito defrica no se sublev hasta la tarde...

    El Movimiento se inici en Melilla en las primeras horas de latarde del 17 de julio. Acordado para la medianoche, hubo de precipi-

    tarse porque el General Romerales, comandante de aquella plaza, sos- pechando que algo se tramaba, mand practicar un registro en el Hogar de la Comisin Geogrfica de Lmites, donde se reunan loscomprometidos. Solan coincidir all el Teniente Coronel Segu, queera alma y jefe de la conspiracin, los tenientes coroneles Bartomeu yGazapo, el capitn Medrano, los tenientes Orgaz y Ojedo, de regula-res, Surez de Ingenieros y el falangista Antonio Cuadrado, que efec-tuaba servicios de enlace.

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    El prrafo anterior demuestra que no es el Comandante de la Plazasino unos segundones de la Comisin de Limites los que van a procedera la sublevacin. Veamos ahora las tropas que se sublevan. Seguimos

    citando a Amars.

    Cinco de la tarde del da 17 de julio, memorable para siempre enlos anales de la Patria. Treinta camiones van hacia Melilla con lasfuerzas del segundo tabor de Alhucemas mandado por el Mixzian y lacompaa de ametralladoras del primero. Aquellos hombres califica-dos despus desde Madrid de facciosos y sublevados, lanzan comoconsigna estos gritos de rebelda: Viva Espaa, Viva Franco. Otras

    fuerzas -una compaa de ametralladoras y un escuadrn de regularesde Melilla n 2, se apoderan del campo de aviacin de Tahuima. Esocupado El Atalayn despus de vencer una corta resistencia que nosproduce las tres primeras bajas de la guerra: un sargento y dos solda-dos de regulares muertos. Prosigue el avance sobre Melilla. Los legio-narios dominan ya el valle Real. Las fuerzas de regulares penetrandesplegadas en el hipdromo. Por la noche la hidra revolucionaria

    est acogotada y rendida.

    (Hemos querido subrayar la procedencia de las tropas y el jefe delas mismas: todas ellas mercenarias y su jefe moro, El Mizzian. Lahidra revolucionaria son naturalmente los soldados espaoles fielesa su patria.)

    A primera hora de la noche Casares Quiroga, que no ha obtenido

    respuestas satisfactorias de los jefes militares africanos en quienesconfiaba, llama al Alto Comisario, Alvarez Buylla, para conocer lo quepasaba.

    El Alto Comisario quiso tranquilizar al Ministro:Por aqu no pasa nada grave ni puede pasar. Si alguien intenta-

    ra algo subversivo, seria reducido en el acto.Qu dice Gmez Morato?Se encuentra en Melilla, donde al parecer hubo algn contacto

    de indisciplina, que ya estar reducido...

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    Casares Quiroga le recomend que se mantuviera vigilante y noquiso sacar al Alto Comisario de su optimismo inconsciente y mientrasAlvarez Buylla se crea dueo y seor del norte africano, el teniente

    coronel Sez de Buruaga -que en otro tiempo mand un grupo de regu-lares de Tetun n 1. haba distribuido sigilosamente las fuerzas y eradueo de la ciudad. Sin que se diera cuenta el Alto Comisario estabacopado...

    Un oficial de la legin irrumpi en la estancia (se entiende del Al-to Comisario).

    Dse preso. Las ametralladoras de mis soldados estn emplaza-das y a una orden ma comenzar el fuego.

    Alvarez Buylla call y su silencio fue conformidad a la conmina-cin del oficial. El Alto Comisario en calidad de preso, atraves eljardn donde dos legionarios haban emplazado las ametralladoras.

    Eran las dos de la madrugada del da 18.

    Queda bien claro que no es el ejrcito de frica ni son sus autori-dades militares las que se sublevan, sino un grupo de aventureros y

    mercenarios.Sigamos citando a D. Joaqun de Arrars en su biografa glorifica-dora de Franco.

    El teniente coronel Yage ordena la salida de camiones que reco-jan a la 5. bandera, la de Castejn, que est en el zoco de Arbaa.

    Poco despus embarcaban en Ceuta las primeras fuerzas de regu-lares. E1 contratorpedero Churruca y el mercante Lzaro transporta-

    ban a Cdiz el tabor que mandaba el comandante Oliver y el es-cuadrn de regulares del capitn Luis Sanjun. En el muelle les espe-raba el general Varela. Resonaban las descargas de los amotinadosque resistan (los amotinados, seor Arrars? ). A las seis de la ma-ana se efectu un desembarco y apenas realizado, el Churruca sealej del puerto con su tripulacin sublevada para unirse a la escuadraroja...

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    El da 19 por la maana llegaban a Algeciras las fuerzas regularesdel 2 tbor de Ceuta al mando del teniente coronel Amador de losRos. Todo el Campo de Gibraltar estaba en poder de los marxistas.

    Los aviones rojos voltejeaban sobre las tropas africanas.En el estrecho la escuadra amotinada enarbolaba la bandera de larevolucin.

    Se llama amotinados y sublevados a unos hombres que se niegan aobedecer a unos oficiales que haban faltado a su juramento y habantraicionado a la patria en la persona de un poder legalmente constituido.De dnde crean que provena su autoridad aquellos oficiales descas-

    tados, traidores a sus juramentos y a su pueblo? Por qu crean quedeban obedecerles unos soldados que prestaban servicio no por dinerosino por deber y amor a Espaa? Slo la casta militar era mercenariaen esta contienda, pero ellos eran los profesionales que cobraban y viv-an de su uniforme. El pobre soldado era fiel, mrtir y gratis.

    Franco volaba sobre Tetun.

    Es tal la confusin y el cinismo en estas narraciones que hiela lasangre. Quines eran los amotinados? Los soldados leales quehaciendo honor al juramento prestado a la Repblica Espaola, que erael poder legal establecido en Espaa con el consenso de la mayora delos espaoles. o los grupos de rifeos, de cabileos, de gente de colorencuadrada en el ejrcito colonial y los legionarios, hez de los aventu-reros sin patria?

    Lo nico que suena a autntico y refleja la realidad en esta narra-

    cin de los primeros hechos del levantamiento militar son las palabrasque en nombre del Gobierno difundi Unin Radio.

    Una parte del ejrcito que representa a Espaa en Marruecos seha levantado en armas contra la Repblica, sublevndose contra lapropia Patria y realizando un acto vergonzoso y criminal de rebeldacontra el poder legtimamente constituido.

    El Gobierno declara que el movimiento est exclusivamente cir-cunscrito a determinadas ciudades de la zona del protectorado y que

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    nadie absolutamente nadie se ha sumado en la pennsula a tan absurdoempeo. Por el contrario, los espaoles han reaccionado de un modounnime y con la ms profunda indignacin contra la tentativa repro-

    bable y frustrada ya desde su nacimiento,

    Sobran comentarios.Ms adelante veremos glorificar el valor personal y la sangre fra

    de un Queipo de Llano, que valindose de la prestancia de su uniformey abusando de la misma, redujo a la guarnicin de Sevilla y que luego,con cuatro soldados y un cabo, hasta que recibi refuerzos de la legin,acogot al sufrido pueblo sevillano y al eternamente humillado paisano

    andaluz.Este tipo de valenta poda cantarse en romances de ciego en tiem-

    po del Tempranillo o de los Siete nios de Ecija pero en nuestros dascivilizados, lo tomamos por lo que es: como un asalto delictivo, unabuso por la violencia de un hombre cuya moral est a la altura decualquier atracador.

    ES TRISTE DECIRLO, MI GENERAL,PERO SIEMPRE ESTUVISTEIS CONSPIRANDO

    Franco se pone al frente de este ejrcito de mercenarios sublevadosy con esto culmina una actuacin que tiene unos antecedentes que narrael mismo Arrars pretendiendo enaltecer la accin de Franco, cuandoen realidad sirven para las generaciones futuras y la actual nuestra, de

    testimonio de que l y otras personas de responsabilidad quieren tor-cer por la fuerza la voluntad del pueblo y el triunfo obtenido legalmentepor la unin de todas las izquierdas con el nombre de Frente Popular.

    Estamos en febrero de 1936:

    E1 General Franco llam al General Pozas, director de la Guar-dia Civil, para decirle:

    Te supongo enterado de lo que sucede.No creo que pase nada, replic Pozas indiferente.

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    Por eso te llamo para informarte de que las masas estn en lacalle y que se quiere sacar de esas elecciones y en orden a la revolu-cin, unas consecuencias que no estn implcitas, ni mucho menos, en

    el resultado y me temo que aqu y en provincias van a comenzar losdesmanes, si es que no han comenzado ya.Creo que tus temores son exagerados.Ojal suceda as, mas por si no lo son, te recuerdo que vivimos

    en una legalidad constituida, que yo acepto, y que nos obliga, aunqueparticularmente sea contrario a este sistema, a aceptar el resultado delas urnas. Mas todo lo que sea rebasar el resultado un solo milmetro,ya es inaceptable por virtud del mismo sistema electoral y democrtico.

    No ser rebasado, te lo aseguro.Creo que prometes lo que no podrs cumplir. Ms eficaz sera

    que las personas de responsabilidad y las que ocupamos determinadospuestos al servicio del Estado y del sistema constituido, establecira-mos el contacto debido para que la masa no nos rebase. (Clara incita-cin a la rebelda.)

    El Director de la Guardia civil no quera entender aquel lenguaje.

    Vuelvo a decirte que la cosa no tiene la importancia que le con-cedes. A mi parecer, lo que ocurre es slo una legtima expansin de laalegra republicana. No creo que haya fundamento para temer nadagrave.

    Ante la actitud adulatoria y servil de Pozas para la revolucin, elgeneral Franco comprendi que no se poda contar con l para nada.

    A1 correr de la noche horas lentas, cargadas de amenazas, presa-gios y de gritos roncos- el general Franco es avisado por amigos bien

    informados de que la presin roja estalla ya en desrdenes en muchaslocalidades, de que se temen mayores desmanes y de que Portela, de-primido, es slo un guiapo en poder de la revolucin. (Todo informa-cin tendenciosa de los que quieren la guerra antes que perder sus pri-vilegios.)

    Eran cerca de las tres de la madrugada cuando Franco llam alministro de la Guerra, general Molero, que se hallaba durmiendo. Lodespert. Molero empez a hablar sin haber ahuyentado el sopor del

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    primer sueo, que turbaba su cerebro. Se manifestaba atnito por loque el general Franco le deca.

    Y qu cree usted que puedo hacer?

    Lo primero, llevar al Consejo de Ministros la declaracin del es-tado de guerra.Lo sabe Portela?Yo le hablar ahora mismo.En efecto, le habl, y en el Consejo celebrado el lunes, se acord

    declarar el estado de guerra en toda Espaa. El general Franco tenaredactadas las oportunas rdenes, que puso en circulacin tan prontocomo se le comunic por telfono la decisin de los ministros. A la vez,

    inici una serie de conversaciones con los comandantes generales, quehubo de suspender ante el aviso que le transmita un ayudante de queel seor Portela le llamaba con toda urgencia.

    Era para comunicarle la irritacin del Presidente de la Repblicaal conocer el acuerdo del Consejo de Ministros de declarar el estadode guerra, y su resolucin de no tolerarlo, pues lo estimaba como unaprovocacin al pueblo.

    Y usted, qu opina? -le interrog Franco.Yo -aadi Portela obedezco las rdenes de Alcal Zamora.Portela se resignaba a esto y a mucho ms. Sin embargo, ante los

    deseos expresados por el general Franco, celebr aquella misma nocheuna entrevista con ste, concertada por mediacin de don Natalio Ri-vas.

    El general alent a Portela para que, a pesar de la oposicin dedon Niceto Alcal Zamora, declarara el estado de guerra y fuera todo

    lo adelante que hiciera falta para vencer a la anarqua que se estabaapoderando de Espaa.

    Portela rechazaba la sugestin:Yo soy viejo. Soy viejo... -repeta-. La empresa que me propone

    es superior a mis fuerzas. Sin embargo, yo le digo que es usted el nicoque me hace vacilar... Pero no... Eso es para un hombre con msenergas que yo.

    Ustedes han llevado al pas a ese trance y estn en el deber desalvarlo...

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    Y por qu no el Ejrcito? -pregunt por sorpresa Portela.El Ejrcito -replic Franco- no tiene an la unidad moral nece-

    saria para acometer esa empresa (lase: no est preparado para la

    sedicin). Usted, y por eso debe intervenir, tiene autoridad sobre Pozasy cuenta todava con los recursos ilimitados del Estado, con la fuerzapblica a sus rdenes, ms las colaboraciones que yo le prometo y queno le han de faltar.

    Portela se agitaba inquieto. Se levantaba, daba unos pasos, sevolva a sentar. Pareca febril y nervioso. Anhelaba el final de aquelforcejeo. Termin diciendo:

    Djeme que consulte con la almohada.

    E1 general Franco le replic:Ya s lo que le va a decir: que no, y la urgencia es tal, que no

    caben consultas ni dilaciones.Portela repeta.Djeme meditar.Al dia siguiente, la meditacin dio el resultado previsto. El jefe del

    Gobierno haca saber al general Franco que la situacin no era tan

    grave como l la pintaba. Que las cosas se encauzaran por un Minis-terio de izquierdas y que no era de temer el porvenir catastrfico que elgeneral pronosticaba.

    Entretanto, Portela pacta la traicin con el Gran Oriente de laMasonera, Martnez Barrio, que vigilaba de cerca al jefe del Gobiernoy no le abandonaba un momento. (Ya sali el gran fantasmn.)

    En conversacin se hallaban los dos masones, cuando irrumpi enla sala otro hermano caracterizado: el general Pozas.

    Seor Presidente -exclam el recin llegado con frase alteradapor la emocin-, vengo a denunciarle, porque lo s con absoluta certe-za, que los generales Franco y Goded estn sublevando a las guarni-ciones.

    Martnez Barrio simul gran sorpresa e indignacin