-
RICARDO DE LA CIERVADespus de la venganza, la mentira,La
calumnia y la incompetenciaFRANCOLA HISTORIA
Victoria contra el comunismo hasta siete aos despus de su muerte
(Santiago Carrillo). - Mantener a Espaa en el Occidente libre (G.
Fernndez de la Mora). - Salvar una sociedad (Franco a don Juan). -
Salvar a la Iglesia en la Cruzada (Pablo VI al embajador
Garrigues). - Evitar la entrada en la guerra mundial (Scalfaro,
Quaroni). - Transformar una nacin, modernizacin de la economa y la
sociedad. Crear una gran clase media (objetivo y logro bsico). -
Restaurar la Monarqua para reconciliacin (El Rey tiene que venir
como pacificador, 1937). - Erradicar el analfabetismo y decuplicar
la educacin. - Acabar con el paro. - Terminar con el hambre
histrica. -Salvar a sesenta mil judos de la muerte. - Prefiero a
Franco (Negrn a Azaa en 1938, ante las presiones separatistas,
Memorias de Azaa IV, p. 701). - Toda Catalua deseaba ya a Franco
(Informe al general V. Rojo en 1939). - Las tres Provincias
Vascongadas en cabeza de la economa y la renta. EDITORIAL FNIX
SERIE MXIMAndicePgs.Prlogo: La memoria histrica sobre Franco en el
ao 2000
CAPTULO 1. - UNA INFANCIA ENTRE DOS SIGLOS TRGICOS. 1892-1907Una
familia noble por los cuatro costadosLos padres y la familia ntima
de FrancoLa circunstancia infantil y adolescente de Franco; entre
dos siglos trgicos de EspaaLa articulacin mundial del poder
capitalistaLas instituciones que condicionaron la vida de FrancoLa
circunstancia galaicaEl hondo impacto del Desastre en la vida de
Franco
CAPTULO 2. - LA ACADEMIA DE TOLEDO Y EL DESTINO A
FRICA.1907-1912El ingreso en la Academia de InfanteraLa formacin
militar de Franco en ToledoLa reanudacin de la guerra de frica
CAPTULO 3. - LAS PRIMERAS CAMPAAS DE FRANCO EN FRICA HASTA SU
HERIDA MORTAL. 1912-1916El bautismo de fuego en el frente exterior
de MelillaEl teniente Franco en las campaas de TetunLa guerra de
Marruecos ante la Gran Guerra europeaUna herida mortal ante las
columnas de Hrcules
CAPTULO 4. - INTERMEDIO PENINSULAR EN OVIEDO: LA REVOLUCIN DE
1917. 1917-1920La revolucin sovitica y la revolucin espaola de
1917Las tres convulsiones espaolas de 1917La autntica intervencin
del comandante Franco en los sucesos de 1917La nica mujer de su
vidaEl encuentro con Milln Astray en ValdemoroLa creacin del Tercio
de Extranjeros
CAPTULO 5. - FRANCO EN LA LEGIN: LA CAMPAA DE MELILLA.
1920-1922Franco en la organizacin del TercioLas operaciones de
XauenEl Desastre de Annual y sus consecuencias
-
La Legin en la reconquista de Melilla
CAPTULO 6. - FRANCO JEFE DE LA LEGIN: SUS GRANDES CAMPAAS,
TIFARUIN, XAUEN Y ALHUCEMAS. 1923-1926Jefatura de la Legin y
regreso a fricaLa Dictadura y su aceptacin generalLa boda en
OviedoFranco rechaza a Abd el Krim en la lnea exterior de MelillaEl
incidente de Ben TiebFranco en la retirada de XauenFranco en el
desembarco de AlhucemasEl general FrancoFranco observa el final de
frica desde su mando en Madrid
CAPTULO 7. - FRANCO Y LA ACADEMIA GENERAL MILITAR: DESDE LA
DICTADURA A LA AGONA MONRQUICA 1927-1931Los problemas militares de
la DictaduraFranco en Zaragoza: la Academia General MilitarFranco
valora la Dictadura desde ZaragozaFranco ante el final de la
DictaduraLa desercin de los monrquicos liberalesFranco despliega a
la Academia contra los rebeldes de JacaFranco ante la proclamacin
de la segunda Repblica
CAPTULO 8. - FRANCO Y LA REPUBLICA: CHOQUE, COLABORACIN, CHOQUE.
1931-1936Manuel Azaa suprime la Academia General MilitarFranco no
interviene en el pronunciamiento de SanjurjoFranco en Mallorca el
ao de HitlerFranco ante la nueva situacin de centro-derechaFranco
contra la Revolucin de OctubreJefe de Estado Mayor Central de la
RepblicaFranco ante las elecciones del Frente PopularFranco en la
gran conspiracin de 1936La seal: el asesinato de Jos Calvo SoteloEl
esperpento pstumo del propagandista feroz
CAPTULO 9. - LA VICTORIA DE FRANCO EN LA GUERRA
CIVIL.1936-1939Las fuentes para el estudio de la guerra civilLas
fuerzas en presenciaLa sublevacin de Franco en CanariasLa
contrafigura de Franco en el AlzamientoLas decisiones estratgicas
de las primeras semanasLa desaparicin del general SanjurjoEl
problema de la intervencin extranjeraFranco en la guerra de
columnas: la columna MadridLa eleccin de Franco a la jefatura
supremaEl fracaso frontal y lateral de Franco sobre MadridLa triple
campaa y la victoria estratgica de Franco en el Norte y en su
propia retaguardiaTeruel y las grandes maniobras de LevanteLa
batalla del Ebro y el final de la guerra civilLa guerra civil en la
memoria y el archivo de FrancoCAPTULO 10: FRANCO PRESERVA A ESPAA
DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. 1939-1945El desfile de la VictoriaLa
reconstruccin de la Espaa destrozadaLos cuatro pilares del rgimenLa
gran sorpresa: el pacto germano-soviticoEl tercer pilarEspaa ante
la guerra civil de Europa
-
La doble baza de Franco para evitar la entrada de Espaa en la
guerraAlemania, duea de Europa continentalLa tentacin que no se
consumoHitler quiere la cesin de Gran CanariaLa entrevista de
Hendaya: los nuevos testimoniosHitler archiva la operacin FlixEl
ultimtum final sobre GibraltarCaudillo, nunca se le perdonar su
victoriaLas Reivindicaciones de EspaaLa gran crisis de mayo de
1941El acuerdo con el Vaticano en 1941Rusia es culpableLos primeros
brotes de la oposicin organizadaCambio de signo estratgico en
1941/1942La Divisin Azul entra en fuegoEspaa ante la guerra del
PacficoLa segunda fase de la conspiracin monrquicaHitler describe a
la Divisin AzulUn significativo viaje a BarcelonaFranco cambia el
rumbo en junio de 1942Franco ante la Masonera universal y los judos
de EuropaLa solucin final y las listas de FrancoLa cada de Ramn
Serrano SuerLa carta de Roosevelt a FrancoEl gran testigo vuelve de
la HistoriaDon Juan de Borbn y la ofensiva monrquicaLa invasin de
Italia y la cada de MussoliniCruce de telegramas con don Juan y
escrito de los generalesLos peores momentos de la guerra y la
ruptura de Franco y don Juan IEl final de la crisis, el
nombramiento de Gil Robles y el homenaje a Espaa de Winston
ChurchillInvasin aliada de Europa, invasin comunista de EspaaEl
manifiesto de Lausana en la rbita de YaltaEspaa (no) pierde la
segunda guerra mundialLa Iglesia salva a Franco en 1945
CAPTULO 11: EL CERCO INTERNACIONAL Y LA SEGUNDA
VICTORIA.1945-1955Don Juan llega a Estoril: Churchill habla en
MissouriEspaa responde en la calle a la condena de la ONULa
estrategia americana prefiere a Franco y margina a la oposicinLas
intrigas de Philip BonsalNacimiento y consolidacin del Opus DeiLa
guerra fra y la misin Carrero a EstorilEl manifiesto de Estoril
contra el proyecto de ley de SucesinLa modificacin de la ley
sucesoria en las CortesLa apoteosis de EvitaEl referndum de julioLa
conjura de los tres titanes y el vital documento Keenan-MarshallLa
entrevista del Azor y el fin de la conspiracin monrquicaLa
retractacin de la ONU y el comienzo de la prosperidad
CAPTULO 12. - LA PLENITUD EN LA VIDA DE FRANCO:LA TRANSFORMACIN
DE ESPAA Y LA SUCESIN MONRQUICA.1956-1969La rebelin de la
UniversidadLa forzada independencia de MarruecosLa crisis de
febrero de 1957El Plan de Estabilizacin fue mucho msEl abrazo de
Franco y Eisenhower
-
Un accidente de caza: el secreto de la salud de FrancoLa boda
real en AtenasEl contubernio de MunichLos XXV aos de pazLa Ley de
prensa y la Ley OrgnicaLos resultados del desarrolloLa concertacin
del pacto dinsticoSegundo apunte sobre la transformacin de EspaaLa
sucesin como cumbre histrica en la vida de Franco
CAPTULO 13. - LA LARGA AGONA Y LA PROLONGADA MUERTEDE FRANCO.
1969-1975El escndalo MATESA y sus consecuencias1970: Franco ante el
proceso de Burgos1971: La Asamblea ConjuntaEl acoso del Pardo a la
Zarzuela en 1972Presidencia y asesinato del almirante CarreroEl ao
regresivo e incierto, 1974Amago mortal de Franco, traspaso de
poderes y golpe de Estado de FrancoEl salvaje crimen de la calle
del CorreoEl ltimo ao: tortura y enterezaLa primavera de FragaEl
gobierno secreto de la transicinLa trgica muerte de Fernando
Herrero TejedorUna evocacin de Cnovas en plena tormentaEl ltimo
veranoLa ofensiva terrorista y la pretensin de impedir al Estado su
defensa legtimaEl odio comunista contra Franco y el PrncipeUna
peligrosa decisin del PrncipeLa ltima manifestacinEl contexto
estratgico para la agona personal de FrancoUn consejo de ministros
vigilado por monitorFranco recurre a su hija para su despedidaJos
Sols viaja a MarruecosLa transmisin de poderesUna operacin
desesperadaLos acuerdos de MadridLa hibernacinEl testamentoEPLOGO:
EL LEGADO DE FRANCO
Prlogo
LA MEMORIA HISTRICA SOBRE FRANCO EN EL AO 2000 Este libro no es,
en mi intencin, un libro para la polmica sino para la Historia. Lo
escribo profesionalmente como historiador, no como apologa sino
como fruto del anlisis histrico. Pero no pretendo tampoco
escribirlo de forma intemporal, desde fuera de mi tiempo. Nac en
1926, el ao en que Franco fue ascendido a general por mritos de
guerra y guardo con todo respeto y afecto rasgos de memoria
personal e histrica sobre mi tiempo desde 1929 en atisbo, desde
1931 de forma ordenada y coherente. O hablar en mi familia del
general Franco desde mi infancia y le conoc personalmente a l, a su
esposa y a su hija en Salamanca, a fines de noviembre de 1936, a
poco de cumplir los diez aos. Luego he hablado varias veces con doa
Carmen Polo de Franco y con la duquesa de Franco. He visto
personalmente a Franco muchas veces y le he tratado con cierta
intensidad entre los aos 1969 y 1974, con vistas a mi primer ensayo
biogrfico sobre su figura y su tiempo. He conocido y tratado a
numerosos testigos primarios y secundarios de Franco y de su poca.
Esto significa que no hablo solamente de odas sino desde el
conocimiento personal y directo del personaje y su
circunstancia.
-
He interpretado como un deber personal escribir este libro sobre
Franco en el ao 2000, por un motivo semejante al que me impuls,
desde 1966, a escribir sobre la Repblica y la guerra civil espaola.
Me interes cada vez ms profundamente, desde la infancia, por la
historia de lo que estbamos viviendo y mi biblioteca sobre la
guerra civil, que hoy es muy copiosa, se inici durante el primer ao
del conflicto, en San Sebastin, con dos libros: el que dedic el
padre Risco a la gesta del Alczar de Toledo y el que escribi, en
cuatro tomitos, el cronista portugus Mauricio de Oliveira sobre la
tragedia espaola en el mar. Andando los aos fui leyendo cuanto caa
en mis manos sobre la guerra de Espaa. Hasta que en 1961 apareci,
con resonancia mundial, el famoso libro de Hugh Thomas acompaado
por otros tres que, como l, me impresionaron profundamente: el de
Burnett Bolloten que en su primera versin se titul The Grand
Camouflage, el gran engao; el de monseor Antonio Montero sobre la
persecucin religiosa en Espaa; y algo ms tarde, en 1965, el del
hispanista Gabriel Jacson que trataba conjuntamente la Repblica y
la guerra civil como un bloque histrico inseparable. Me
convencieron plenamente los libros de Bolloten sobre el verdadero
papel de los comunistas en la guerra civil y el de don Antonio
Montero. Reconoc un serio intento de objetividad en el libro de
Hugh Thomas, que luego fue mejorando mucho en sucesivas ediciones;
pero aqulla no era la guerra civil que yo haba vivido. Acept como
una importante tesis la de Jacson sobre el tratamiento conjunto de
la Repblica y la guerra civil; pero me pareci sencillamente falsa
la imagen tpicamente izquierdista que ofreca sobre todo el perodo.
Simultneamente se produjeron dos hechos que cambiaron mi vida.
Acced por oposicin al Ministerio de Informacin y Turismo donde se
me releg, con escasas funciones, a un despacho repleto de libros
sobre la guerra civil; tena poco que hacer y me los le todos. Y en
un consejo de ministros del ao ltimamente citado, 1965, el de
Asuntos Exteriores, Fernando Mara Castiella, present con alarma el
libro de Jacson y pregunt si haba algn especialista que pudiera
contestarle. El ministro de Informacin, Manuel Fraga Iribarne, dijo
que s exista y dio mi nombre. As empec a escribir de Historia, para
lo que cre muy conveniente, por motivos de credibilidad, ganar, por
oposicin, las ctedras de Historia de Instituto y luego de
Universidad. Mi inters por la figura de Franco surgi de motivos
semejantes. En 1971, cuando an faltaban cuatro aos para la muerte
de Franco, haban aparecido ya varias biografas estimables sobre su
trayectoria; las britnicas de George Hills y Brian Crozier, las
francesas de Claude Martn y el socialista Max Gallo, la alemana de
Helmut Gnther Dahms. Inmerso ya en varios proyectos histricos se me
ocurri de pronto que si la vida de Franco interesaba a respetables
autores extranjeros de varias tendencias, no sera conveniente que
algn historiador espaol lo intentase tambin, despus de algunos
libros muy anteriores e inevitablemente desfasados? Es decir, que
nadie me sugiri escribir sobre Franco; fue exclusivamente idea y
responsabilidad ma. Hoy, en el ao 2000, sucede exactamente lo
mismo. En la misma portada de este libro lo explico. Recientemente
se han publicado biografas breves, pero dignas de consideracin,
tanto en Espaa (Juan Pablo Fusi) como fuera de Espaa (Stanley G.
Payne, Bartolom Bennasar). Pero por desgracia abundan ms y han
alcanzado mucha mayor resonancia libros agresivos, no sobre Franco
sino contra Franco que con toda sinceridad me parecen escritos
desde un profundo sentimiento de venganza, sea sta de origen
comunista (Vzquez Montalbn, Francisco Umbral) o de origen ms o
menos monrquico-juanista (Jos Luis de Vilallonga, Luis Mara Anson)
y por supuesto desde posiciones prximas al contexto de la
Internacional Socialista (Paul Preston, Santos Juli) que como he
demostrado ms de una vez coincide con lo que entendemos normalmente
como Masonera. Han aparecido tambin, recientemente, algunos
libros-bomba contra Franco, como el pstumo del lder mundial de la
propaganda antifranquista y ms que frustrado historiador Herbert
Rutledge Southworth, El lavado de cerebro de Francisco Franco.
Estos intentos biogrficos, directos o indirectos, totales o
parciales, se combinan con una autntica oleada de escritos en forma
de libro o de artculo para los medios de comunicacin, que con
alarmante frecuencia parecen provenir de la mentira, la calumnia,
la ignorancia o la incompetencia acerca de la figura de Franco y su
circunstancia. En posiciones antifranquistas que creo histricamente
infun
-
dadas y superficiales se han distinguido historiadores como don
Javier Tusell y por supuesto toda la escuela histrica creada en
Espaa desde los aos sesenta por el historiador don Manuel Tun de
Lara, de patente origen y ejecutoria comunista, atemperada por un
cierto ropaje liberal. Claro que este tipo de expresin contra
Franco, que no sobre Franco, no es nica. El profesor Luis Surez
Fernndez, como es bien sabido, ha escrito en ocho tomos para la
Fundacin Francisco Franco una obra magna sobre Franco y su tiempo
que me parece imprescindible, as como los cuatro tomos que ha
publicado en la misma Fundacin sobre documentos inditos de Franco y
los dos que han aparecido con su firma en la acreditada editorial
Actas: Franco, crnica de su tiempo. En medio del ruido y la furia
provocados por la antibiografa de Paul Preston tuvimos la
satisfaccin de compulsarla con los excelentes trabajos del profesor
Stanley G. Payne y el ilustre escritor ngel Palomino, Caudillo. Me
han interesado tambin otras obras como la del coronel don Carlos de
Meer. Sin embargo, los alardes del antifranquismo visceral
consiguen, por desgracia, mayor resonancia en los desorientados
medios de comunicacin espaoles y extranjeros frente a los trabajos
que no se cien a lo polticamente correcto, definido por un Gran
Hermano eficaz aunque imbcil. Faltaba la guinda: ese libro escrito
por un militar espaol, historiador y profesor de Historia militar,
el coronel don Carlos Blanco Escol, en que se trata de demostrar,
como reza su ttulo, La incompetencia militar de Franco. Menos mal
que tuve el honor de editar recientemente, con mucho ms xito, el
excelente libro de otro gran militar y tambin profesor en altos
centros militares, el general don Rafael Casas de la Vega, Franco,
militar (Ed. Fnix) Al cumplirse los veinticinco aos de la muerte de
Franco, el 20 de noviembre de este ao, son de esperar publicaciones
de todo gnero y me temo que las antibiografas agresivas no hayan
agotado an su reserva de falsedades, calumnias, ignorancias y
venganzas. Por eso me he decidido a escribir este libro. Insisto en
que sin afanes polmicos aunque naturalmente sin ignorar la polmica.
De muchos libros visceralmente antifranquistas y por lo tanto
antihistricos he dado ya buena cuenta recientemente en una obra de
esta misma Editorial, El 18 de julio no fue un golpe militar
fascista, no exista la legalidad republicana, a propsito de un
imperdonable desliz de la anterior Comisin de Asuntos Exteriores
del Congreso, que por fortuna no se repetir en los prximos cuatro
aos por haber variado sustancialmente la composicin de la Cmara. No
volver en este libro sobre esas polmicas que creo sustanciadas. Me
referir, no faltaba ms, al libro del coronel Blanco Escol, que es
muy reciente, si bien le guardar la misma consideracin que l dedica
a mi anterior biografa de Franco, por ms que prescinda de un
plumazo del resto de mis obras. Slo le dir, por el momento, que de
esas obras que l desprecia existen 160 ttulos en la Biblioteca
Nacional de Madrid y ms de noventa en la Library of Congress de
Washington como acabo de comprobar en Internet. Y creo sinceramente
que el libro del coronel Blanco Escol queda irremisiblemente
calificado por la seleccin y la posicin de su inefable prologuista,
el conocido periodista don Miguel ngel Aguilar. No es sta mi
primera biografa de Franco, sino la ltima y, por mi parte,
definitiva. La primera apareci en 1973, (Editora Nacional) en vida
de Franco. La segunda en 1981, (Ed. Planeta) mucho ms amplia,
cuando volv a mi actividad de historiador despus de una breve pero
intensa actuacin en la vida pblica democrtica espaola. Poco despus
la propia Editorial Planeta publicaba mi tercera biografa, ms
abreviada, en 1985. Luego prepar una cuarta biografa que se public
por entregas semanales en el diario ABC, pero que hube de repudiar
porque al llegar a los captulos referentes a las relaciones entre
Franco y don Juan ese diario manipul contra mi voluntad los textos
que yo enviaba; por tanto, esa biografa no la reconozco como ma.
Apuntes biogrficos breves se han insertado en otros de mis libros.
Pero sta no es una reedicin ni una adaptacin. Es una biografa
histrica enteramente nueva, que va a ceirse a los problemas
histricos fundamentales planteados por la
-
vida de Franco y su circunstancia. Muchas veces desde fuentes
nuevas, en algunos casos descubiertas por m. Insisto que sin nimo
polmico aunque, por supuesto, con el mismo espritu crtico que
siempre me ha impulsado. Al presentarle mi primera versin biogrfica
en 1973 pronostiqu a Franco que cuando l faltase se levantara
contra l una marea negra de fango histrico, que yo tena decidido
contrarrestar con mis escritos cindome al anlisis histrico. Este
libro es un nuevo y definitivo cumplimiento de ese compromiso.
Cuando otras posiciones contrarias seran seguramente ms
convenientes y remuneradoras. Pero no he utilizado jams a la
Historia como traicin y no lo har mientras viva. En un primer
esquema pens titular a este libro Las doce victorias de Franco. Voy
a enumerarlas todas pero prefiero un ttulo ms escueto, bien
centrado, adems, en la marea negra que se retras ms de lo esperado,
pero que ha terminado por irrumpir de forma aparentemente
incontenible. Slo aparentemente porque con ese tipo de mareas no se
construye la autntica Historia en que yo creo. Dejo para el final
la motivacin ms profunda de todas cuantas me han impulsado a
escribir este libro. Como espaol y sobre todo como historiador
espaol yo no puedo aceptar que a Franco se le considere por
algunos, segn ha dicho un poltico vasco alienado, como un criminal
de guerra ni como un secuaz servil de Adolfo Hitler ni como el
gobernante espaol ms nefasto de la Historia. Tampoco puedo tolerar
sin una fundada y documentada protesta que los cuarenta aos de
Franco se consideren, tomando la frase de los liberales exaltados
que enjuiciaban a don Fernando VII; como los mal llamados aos ni
siquiera, como hoy parecen coincidir muchos, denominarles
simplistamente la dictadura de Franco. No voy a adelantar aqu las
que sern conclusiones de este estudio histrico en el que pretendo
que la verdad resplandezca sobre el desnudo fundamento de los
hechos comprobados. Por supuesto que no voy a exaltar a Franco como
un demcrata, segn intentaron los comunistas con Josif Stalin, cuyo
rgimen se denomin oficialmente La gran democracia socialista. Pero
pese a la propaganda histrica dictada por la falsedad, la mentira y
la venganza persistente no voy a avergonzarme aqu por haber vivido
en la poca de Franco ni voy a pedir perdn por ello. Soy uno de los
millones de espaoles que recibieron con todo respeto el testamento
de Franco y siguieron la direccin que en l se nos marcaba. Estoy
completamente convencido de que al entregar a su hija ese
testamento Franco lo haba pensado y escrito con una sinceridad
absoluta, totalmente conforme con lo que haba sido la verdad de su
vida. Segu, por tanto, con millones de espaoles el camino que nos
propona ese testamento y trabaj en la medida de mis fuerzas para
que Espaa lograse el rgimen democrtico que por vez primera en su
historia era ya posible, y al que nos convocaba quien sucedi a
Franco a ttulo de Rey. Jams he aceptado la tesis de quienes han
acusado al Rey de perjuro por indicar ese camino del que Franco era
perfectamente consciente, sobre lo que existen pruebas histricas.
Luego han ocurrido muchas cosas que ya no pertenecen a la biografa
de Franco sino a la historia, an no escrita, de la llamada
transicin. Creo estar muy seguro de lo que Franco fue y tambin de
lo que Franco no fue. Y voy a exponerlo, con toda claridad y
sencillez, en este libro. Hace casi veinte aos que abandon
prcticamente la actividad poltica, por lo que atribuir intenciones
polticas a este libro me parece cansino y anacrnico. He desempeado
puestos de cierta importancia en la Espaa democrtica y particip en
la elaboracin constitucional. Actu lealmente con Franco y su rgimen
pero segu, como tantos espaoles, el testamento de Franco que nos
animaba a secundar la alta poltica del Rey. Este libro no es
hagiogrfico sino histrico, aunque por supuesto no participa de la
actual moda de abominacin unilateral contra Franco y su poca. Este
libro se escribe desde una posicin personal de centro-derecha, no
de extrema derecha entre otros motivos porque Franco no fue nunca
de extrema derecha. No tengo sobre el franquismo, por supuesto, las
mismas ideas que farfulla el todava presidente del PNV don Javier
Arzalluz, ni las ideas enquistadas en el inmovilismo histrico de
los enemi
-
gos profesionales de Franco. Estoy seguro de que muchos lectores
lo van a comprender as. En resolucin, ratifico una vez ms mi
acatamiento a la Constitucin de 1978 que modestamente contribu a
redactar; seis de mis enmiendas personales estn incluidas en su
texto. No escribo desde la nostalgia; porque ya antes de la muerte
de Franco dije y escrib varias veces que el franquismo, ms que un
sistema, era una poca y que sera imposible su continuacin despus de
Franco y, adems, Franco lo saba perfectamente, como demuestran los
testimonios de su interlocutor atlntico el general Vernon Walters y
del propio Rey de Espaa. Me asombra y me repele el descarriado
ejemplo de una parte de la derecha espaola, la que he llamado
derecha de Edipo, como la de una parte de la Iglesia espaola y de
los medios de comunicacin liberales o conservadores que abominan
ritualmente de Franco. No voy a ocultar, como no ocult en vida de
Franco, serias crticas sobre Franco y su rgimen. Pero tampoco soy
adicto a la historia-ficcin que se nos quiere imponer. Escudo de
armas de Francisco Franco Bahamonde, trazado sobre datos revisados
en estos cuatro carteles: Franco (superior izquierda), Bahamonde
(superior derecha). Salgado-Araujo (inferior izquierda) y Pardo de
Andrade (inferior derecha). Los motivos fundamentales de este ltimo
pasaran luego a la herldica del jefe del Estado espaol y a la
simbologa nacional y del nuevo Ejrcito. ***Captulo 1: Una infancia
entre dos siglos trgicos (El Ferrol, 1892-1907) UNA FAMILIA NOBLE
POR LOS CUATRO COSTADOS Francisco Franco Bahamonde naci en la
ciudad naval-militar del Ferrol a las cero horas treinta minutos
del 4 de diciembre de 1892. Su infancia y adolescencia
transcurrieron en su ciudad natal, los primeros quince aos de su
vida hasta que sali de all para iniciar su carrera militar en la
Academia de Infantera de Toledo. En aquel ao 1892 se celebraba el
Cuarto Centenario del Descubrimiento de Amrica; un siglo despus,
cuando Espaa viva los aos desenfrenados y corruptos de la larga
noche socialista, no se conmemor oficialmente el Quinto Centenario
del Descubrimiento porque oficialmente no hubo tal Descubrimiento
sino un acontecimiento extrao denominado Encuentro, no se sabe
entre quines; y por supuesto se ech encima todo el silencio y la
basura posibles sobre el primer centenario del nacimiento de
Franco, cuya figura se haba proscrito al frente de los escalafones
militares, donde antes haba brillado. Por tanto, ni centenario del
Descubrimiento (ni menos de la Evangelizacin, vivamos en una Espaa
secularizada) ni centenario de Franco. Absurdos que parecan
normales en esa Espaa oficial, empeada en despreciar cuanto
ignoraba. El nacimiento tuvo lugar en una casa de la calle de Mara
(hoy Frutos Saavedra 136) y el nio sera bautizado el da 17 en la
parroquia castrense de San Francisco con los nombres de Francisco
(por su abuelo paterno) Paulino (por su to y padrino) Hermenegildo
(por su ta y madrina) y Tedulo (santo del da). Sus apellidos fueron
Franco Bahamonde Salgado-Araujo y Pardo de Lama. Este 1 En las
partidas de nacimiento y bautismo figura el apellido Pardo. Franco
indic al autor en 1971 que el apellido completo es Pardo de Lama.
Ver Luis Alfonso Vidal y de Bamola Genealoga de la Familia Franco
Madrid, Editora Nacional, 1975, p. 42. Ms datos en mi Franco de
1982, 1, 8, 28 ltimo apellido haba sido Lama-Andrade, luego
reducido a Pardo de Andrade. El Andrade era el apellido ms noble de
la genealoga y Franco le prefiri para su seudnimo Jaime de Andrade
con el que registr su relato Raza en la Sociedad de Autores. En la
genealoga de Franco, que reproduzco en la ilustracin de este
captulo y l acept, y en el excelente estudio citado del
genealogista Vidal de Barnola (miembro de la familia de Franco)
puede comprobarse que aquel nio nacido en 1892 era de sangre
hidalga por los cuatro costados. La hidalgua equivale en Espaa a la
nobleza menor no titulada, muy extendida en la sociedad espaola y
muy especialmente en las
-
regiones del Norte peninsular (Galicia, Asturias, Cantabria,
Vascongadas, Navarra, norte de Aragn y de Catalua) donde la
tradicin familiar reconoce un origen entre los llamados cristianos
viejos y descendientes de los reconquistadores y pobladores que
bajaron hacia el sur, al expulsar a los islmicos, a partir del
siglo VIII. Por supuesto que existen aun hoy numerosas familias de
tradicin hidalga fuera de esas regiones del Norte pero en stas la
hidalgua era casi consubstancial en buena parte de su poblacin, aun
la dedicada a trabajos humildes; por ejemplo vascos, cntabros y
asturianos se consideraban casi automticamente miembros de la
nobleza menor. Franco comunic al autor de este libro un documento
familiar antiguo en que se sealaba el origen alto-medieval de los
Franco en el reino de los francos histricos, nada menos, dos de los
cuales se unieron a don Pelayo en el siglo VIII pero se trataba de
una acariciada leyenda familiar, no de una prueba. S est demostrado
en cambio que la ascendencia paterna de Franco proviene de la baha
gaditana (Puerto Real, Puerto de Santa Mara) con una tradicin
indefectible de servicio a la Marina y a la Administracin naval por
lo menos desde principios del siglo XVII; el ms antiguo antecesor
conocido de Franco es, en aquella poca, don Juan Franco de Reyna y
el primer Franco de esta familia se estableci en El Ferrol en 1730.
Una tradicin parecida de administracin naval se transmiti de padres
a hijos en la familia materna de Franco, los Bahamonde (que al
nacer Franco an se escriba sin h intercalada y a veces con V). Para
el servicio de la Marina y de la administracin naval se requera por
estrictos reglamentos de pureza de sangre un certificado de
nobleza, que todos los antecesores de Franco, paternos y maternos,
posean. Esta condicin, documentalmente demostrada, excluye una
extraa obsesin de algunos bigrafos de Franco que le atribuyen un
remoto origen judo. Como en tantas otras ocasiones de este libro me
bastara ahora descartar sin ms esa pretensin, por absoluta falta de
pruebas; nunca una mentira repetida muchas veces puede convertirse
en una verdad, pese a los mtodos del doctor Goebbels. Pero en este
caso poseo, adems, una prueba negativa que considero importante. Al
regresar de un encuentro de historiadores organizado por la
Universidad de Wisconsin en 1972 tuve la suerte de sentarme durante
las largas horas de avin junto al eminente investigador y acadmico
don Julio Caro Baroja a quien expresamente consult sobre el
presunto origen judo de Franco. Me respondi inmediata y
tajantemente que no; que nunca poda deducirse en Espaa ese origen
por un apellido que algunos judos haban llevado. El apellido Franco
significaba la pertenencia a una calle o villa franca, a una
profesin u oficio libre, a un origen remoto en Francia pero no
necesariamente, ni mucho menos, a una ascendencia juda. Por otra
parte el eminente genealogista don Alfonso de Figueroa, duque de
Tovar me dijo hace tiempo en la Gran Pea de Madrid: Franco hubiera
podido cruzarse calatravo de haberlo pedido. Posea todos los
apellidos nobles necesarios, y ms. Francisco Franco no perteneca,
por tanto, como se ha dicho absurdamente, a la clase media-baja
sino a la nobleza menor, que ostentaron y probaron todos los
antecesores varones y, por tanto, tambin femeninos, de su familia
paterna y materna. Casi todos ellos fueron, adems, longevos. Varios
alcanzaron el grado equivalente al generalato en la administracin
naval-militar, empezando por su propio padre, don Nicols. LOS
PADRES Y LA FAMILIA NTIMA DE FRANCO Franco mostr muchsimo inters
por mi difcil intento biogrfico de 1971-1972 sobre el que no me
impuso censura ni siquiera insercin alguna. Se limitaba a recibir
el original de cada captulo, lo lea y repasaba con atencin y cuando
algo le extraaba subrayaba la frase y me peda aclaracin o prueba,
aunque a veces me aada un testimonio directo personal, sin
imposicin alguna. Adems de mis encuentros personales el
intermediario para este proceso, que evidentemente enriqueca mis
originales, era un pariente suyo, el almirante Enrique Amador
Franco, hijo de un oficial de la Legin muerto en la guerra de
frica. Conservo esos originales subrayados y esas notas como un
valioso testimonio. Ya he indicado una primera observacin sobre su
propia genealoga, que l mismo haba estudiado por su cuenta muy
ampliamente; le encant el libro de su pariente el genealogista
Vidal de Barnola as como el rbol genealgico que re
-
produzco en la primera ilustracin de este libro. Pues bien, al
hacerme yo eco de algunas crticas bastante duras al comportamiento
familiar de su padre, del que hasta la muerte de ste se mostr muy
distanciado, no corrigi nada pero se limit a comentar: S, pero
nunca le privaron de la patria potestad. Es decir, que reconoca lo
inadecuado de ese comportamiento pero sugera que se haba exagerado
la nota; que en trminos tcnicos su padre no viva con la familia en
Ferrol cuando los hijos ya crecieron, pero que tampoco era verdad
que la separacin fuese absoluta, equivalente al abandono. El padre
y la madre de Franco ejercieron una influencia determinante en su
infancia y adolescencia, como por lo dems sucede en todas las
familias. La influencia, en el caso paterno, fue contradictoria;
positiva en algunos aspectos, negativa en otros. El tema era tan
delicado, como comprender el lector, que me pareci conveniente una
consulta directa al propio Franco, a propsito de la opinin, muy
crtica, que sobre su padre haba vertido uno de sus bigrafos
ingleses, George Hills, por lo dems muy respetuoso siempre con la
figura de su personaje. Hills acusaba a don Nicols de calavera y de
haber abandonado a su familia. Franco me pidi, de forma
excepcional, que no incluyera esas dos descripciones. No le gusta
deca a travs del almirante Amador Franco que se diga as. En la
forma que est dicho no es cierto. Me dice el Caudillo que su padre,
en tanto sus hijos fueron jvenes, se ocup totalmente de su educacin
y de sus estudios y su vida matrimonial fue normal.. Luego aadi la
frase ya citada sobre que no le privaron de la patria potestad. La
separacin del hogar no ocurri, segn el testimonio del propio
Franco, hasta el ao 1907, cuando ya todos los varones haban
comenzado su formacin profesional fuera del hogar, Don Nicols
Franco era un excntrico, lo que su hijo, con motivo de la consulta
anterior, interpretaba como un rebelde, expresin que en labios de
Franco casi nunca tena sentido negativo. Nicols Franco y
Salgado-Araujo naci en 1865, ingres en la Marina a los dieciocho
aos dentro de la escala de la administracin naval, como varios de
sus antecesores, y pas a la reserva en 1924, tras cincuenta aos de
servicio activo y con la graduacin equivalente al generalato.
Considero como fuentes directas e inmediatas muy importantes los
dos libros dedicados a Franco por su pariente, futuro ayudante y
secretario militar el teniente general Francisco Franco
Salgado-Araujo, familiarmente conocido como Pacn. Los dos libros se
titulan Mis conversaciones privadas con Franco y Mi vida junto a
Franco. En el segundo (p. 14 s) dice Franco Salgado, como se le
sola llamar, y que por cierto no era primo, segn se afirma siempre,
sino to de Franco: Nuestra ta Pilar (la madre de Franco, en
realidad prima del testigo) era una verdadera madre para nosotros.
Sus consejos y enseanzas y su arraigada religiosidad fueron de gran
valor en nuestra educacin. No fue lo feliz que mereca ser por todos
los conceptos, ni en su matrimonio ni tampoco con sus hijos, ya que
para una madre tenerlos casi siempre en peligro, como le ocurra con
Paco y Ramn... Mi tutor (se refiere a Nicols Franco padre, a quien
encomend sus hijos el padre de los Franco Salgado en 1900 al morir)
era un hombre de mucha inteligencia, pero excntrico, como ocurre
muchas veces con personas de ese tipo. Tena una gran personalidad
propia que le invitaba a hacer lo que le pareca sin preocuparse del
qu dirn. De carcter seversimo y muy austero, no gozaba de muchas
simpatas entre sus compaeros. Con sus hijos fue siempre
excesivamente exigente y severo. A continuacin confirma lo que
hemos indicado sobre la preocupacin constante de don Nicols por los
estudios de sus hijos y la comunicacin continua que con ellos
mantena. El 24 de mayo de 1890 don Nicols Franco y Salgado-Araujo,
contador de navo a los treinta y cuatro aos de edad (lo que
demostraba una excelente carrera) se casaba en la iglesia ferrolana
de San Francisco con una seorita de excelente familia y bastante ms
joven que l, doa Pilar Baamonde y Pardo de Andrade, hija de un
intendente general de la Armada, don Ladislao Baamonde Ortega de
Castro-Montenegro, casado con doa Mara del Carmen Pardo de Andrade.
Los abuelos paternos y los maternos de Franco haban nacido en El
Ferrol y en la genealoga de las dos familias aparecen varios
apellidos de rancio abolengo. Entre 1891 y 1898 el matrimonio
Franco-Bahamonde tuvo cinco hijos: Nicols (1 de julio de 1891)
futuro marino e ingeniero na
-
val, futuro poltico y embajador y hombre de negocios en el
rgimen de su hermano, a quien divertan sus hazaas mundanas;
Francisco, nuestro personaje; Pilar, bautizada el 27 de febrero de
1894 la hermana extrovertida, simptica y parlanchina, admiradora de
sus hermanos; Ramn (2 de febrero de 1896) el rebelde, aviador y
hroe del Plus Ultra, anarquista y diputado republicano en 1931,
tras participar en la conspiracin militar contra la Monarqua,
sumado luego al bando de su hermano en la guerra civil, durante la
cual muri en servicio de guerra; y Mara de la Paz, nacida en 1898 y
muerta cuatro aos ms tarde. Todos los hermanos Franco Bahamonde,
sin excep Barcelona, Planeta, 1976 y 1977, respectivamente. cin,
fueron de carcter abierto, extrovertido y muy sociable. Esta
descripcin, corroborada directamente por m en los casos de Nicols y
Pilar, tambin se aplic a Francisco hasta su choque personal con la
Repblica en abril de 1931, como me aseguraron testigos inmediatos
que le conocieron antes y despus de esa fecha, como su sobrino el
almirante Amador Franco, su pariente el almirante Jess Fontn Lob y
su amigo hasta 1939, don Pedro Sainz Rodrguez. Aquel choque cambi
el carcter de Franco, que se hizo receloso, reservado y
desconfiado. En lo que tambin coinciden todos los testigos
inmediatos y fiables es en la descripcin de doa Pilar Bahamonde y
la influencia, beneficiosa y profunda, que ejerci sobre su hijo
Francisco, que la adoraba. Era el tipo clsico y afortunadamente muy
frecuente incluso hoy de mujer espaola tradicional, hondamente
religiosa sin beateras pero con prctica muy consciente de la
religin, callada pero simptica, muy hermosa en su juventud, capaz
de perdonar a su esposo sus excentricidades y sus veleidades, alma
de la familia, consagrada al bien y la educacin de sus hijos. Acuda
cada tarde al rezo del rosario y participaba en una escuela
nocturna para hijos de obreros. Nunca manifest una queja por el
posterior comportamiento de su esposo, que viva amancebado en
Madrid. Nadie influy ms que ella en la formacin religiosa y moral
de su hijo Francisco, que mientras vivi en El Ferrol la acompaaba
con frecuencia en sus devociones y paseos. LA CIRCUNSTANCIA
INFANTIL Y ADOLESCENTE DE FRANCO ENTRE DOS SIGLOS TRGICOS DE ESPAA
No tengo la menor intencin de insertar la infancia y adolescencia
de Franco en El Ferrol dentro de un pretencioso ensayo sobre la
circunstancia espaola de ese perodo; citar nicamente los rasgos que
ms pudieron influir en su vivencia y en su formacin. El siglo XIX,
pese a los desaforados optimismos de algunos historiadores de
liberalismo exacerbado, haba sido un siglo trgico; el siglo XX
vivira Espaa la mayor tragedia de su historia desde la llamada
prdida de Espaa a principios del siglo VIII, con la invasin
islmica; me estoy refiriendo naturalmente a la guerra civil de
1936-1939. La infancia y adolescencia de Franco se enmarca, por
tanto, entre dos siglos trgicos. Hasta 1892 Espaa haba sufrido
cuatro guerras civiles (la guerra de la Independencia fue tambin
una guerra civil entre espaoles); haba sufrido la amputacin de su
horizonte americano, tres crueles guerras dinsticas, cuatro
reinados caticos (Carlos IV, Femando VII, Isabel II y Amadeo I de
Saboya) una Primera Repblica que no haba sido solamente catica sino
el mismo caos y la cada violenta desde el rango de las primeras
potencias mundiales (que haba ostentado hasta 1805) a la condicin
de potencia marginal de tercer orden, atrasada en todos los
aspectos de la vida pblica, nacional e internacional. Esta
trayectoria suicida pareci cambiar desde fines del ao 1874, cuando
advino, gracias a la magia de un gran estadista
liberal-conservador, Antonio Cnovas del Castillo, (en combinacin
con un joven Rey excelente, don Alfonso XII) el rgimen de la
Primera Restauracin, que tericamente continuaba en 1892, el ao
natal de Franco; desde 1875 se haba cancelado la ltima guerra civil
dinstica y Espaa haba entrado en un perodo de regeneracin nacional,
apertura poltica y progreso econmico pero por desgracia el joven
Rey muri por sus excesos personales y su enfermedad tsica en 1875 y
la Reina Regente doa Mara Cristina de Austria, admirable por tantos
conceptos, hubo de enfrentarse con un perodo cada vez ms enconado
de luchas sociales internas y creciente peligro de agresin
estratgica exterior por parte del reciente imperialismo de los
Estados Unidos, que ambicionaban apoderase de
-
los restos de nuestro imperio en Cuba, Puerto Rico y las islas
Filipinas y Marianas. La economa espaola y el atraso social y
cultural se iban enderezando lentamente pero el rgimen liberal que
estableci la Constitucin de 1876 no fue nunca democrtico, por la
discordancia evidente entre las que llamara Jos Ortega y Gasset en
1914 la Espaa vital y la Espaa oficial. En Espaa eran demasiado
tenues las clases medias y el analfabetismo afectaba a una porcin
intolerable de la sociedad. En el marco de la Primera Restauracin
pudo Espaa, seguramente, desarrollarse al comps de Europa en los
aspectos poltico, econmico y social pero ese proceso de
regeneracin, presentido y proclamado por ncleos intelectuales y una
parte ilustrada de la clase poltica, fue brutalmente truncado por
la agresin imperialista exterior a fines del siglo XIX, lo mismo
que la agresin revolucionaria y napolenica exterior de 1808 tras el
hundimiento de nuestra Escuadra y nuestro horizonte americano en
Trafalgar, el ao 1805 haban sumido a Espaa en su trgico siglo XIX.
El Desastre militar y nacional de 1898 marc de forma decisiva, como
vamos a comprobar, el alma infantil de Francisco Franco, que
entonces pasaba de la infancia a la adolescencia. Si sus aos de
infancia se haban desarrollado en una Espaa que caminaba
indefectiblemente al Desastre de 1898, su adolescencia, a partir de
ese ao terrible, se desenvolvi entre los intentos de regeneracin
nacional que siguieron al Desastre y que naufragaron en una Espaa
aislada e invertebrada, mientras surgan o se enconaban problemas
gravsimos que afectaran tambin directamente a la juventud y la
madurez de Franco. La poblacin de Espaa en 1892 era muy inferior a
la mitad de la actual y ascenda a unos diecisis millones y medio de
personas. La mortalidad infantil equivala al doble de la europea.
Desde el advenimiento de la Restauracin Espaa empez a regenerarse
econmicamente pero a un ritmo insuficiente que precisamente en 1892
se traduca en una recesin. Ms de la mitad de la poblacin espaola
era analfabeta, un 56 por ciento. Ms de la mitad de la poblacin era
rural; viva en el campo y de la agricultura, que precisamente
entonces entraba en aguda crisis por la invasin de un parsito de
las vides, la filoxera, que arruin la produccin y exportacin de
vino, el rengln ms importante de las exportaciones. La industria no
alcanzaba ni de lejos el nivel europeo aunque haba empezado un
intenso desarrollo en Vizcaya y lo confirmaba en la produccin
textil de Catalua. La renta por habitante en la Espaa de 1892,
calculada en pesetas de 1970, no alcanzaba las 15.000 por ao,
magnitud de partida muy interesante para establecer comparaciones
serias sobre el desarrollo econmico y social de Espaa a lo largo de
los ltimos aos del siglo XIX y todo el siglo XX; porque durante el
reinado de don Alfonso XIII esa renta por habitante fue ascendiendo
muy lentamente, al absorber apenas el incremento de la poblacin
hasta unas veinte mil pesetas por habitante y ao en 1931, comienzo
de la segunda Repblica; despus se estanc en la Repblica y se despe
en la guerra civil hasta quedar en unas 17.000 pesetas equivalentes
para luego emprender un ascenso primero firme, luego vertiginoso,
durante el rgimen de Franco, como tendremos ocasin de comprobar. La
deficiente estructura econmica, social y cultural que define la
circunstancia natal, infantil y adolescente de Franco era prueba
palpable de un dramtico proceso de decadencia desde fines del siglo
XVIII, cuando con el reinado de Carlos III Espaa figuraba en el
plano de las grandes potencias mundiales por la amplitud de su
imperio, la capacidad de su economa y el empuje de su cultura
ilustrada, hasta fines del siglo XIX, en que esa decadencia
histrica se despe en tres Desastres tan colosales que suelen
escribirse a veces con mayscula: el de 1898 (guerra de Ultramar) el
de 1921 (catstrofe de Annual) y el de 1936 (guerra civil tras el
fracaso de la Repblica). El divorcio entre la Espaa vital y la
Espaa real, la situacin de angustia y penuria en que viva una gran
parte de la poblacin espaola y el ejemplo de los movimientos
obreros internacionales que haban surgido en Europa durante la
segunda mitad del siglo XIX, con importantes ecos en Espaa, fueron
las causas de una tensin social insufrible y creciente que revent
en la segunda Rep1 Estadsticas en mi Francisco Franco, de
1972-1973, coleccionable Espaa 80 aos, p. 1. blica y en la guerra
civil. Esos movimientos obreros fueron principalmente tres, que
agruparon a partes significativas del que llam uno de sus
promotores, Anselmo Lorenzo, El proletariado militante. El primero
fue el movimiento anarquista y anarcosindicalista, promovido por la
Primera Internacional (fundada, con el concurso de Carlos Marx en
Londres y en 1864) que pronto se sacudi la impronta mar
-
xista, particip en la anrquica Comuna de Peris en 1871 (de
carcter predominantemente anarquista y masnico) y se dividi en dos
corrientes muy interpenetradas: el anarquismo violento y
sanguinario que buscaba el poder social y poltico mediante la
destruccin de burguesa, aristocracia y sus instrumentos, pues como
tales consideraban a la propiedad privada, la Iglesia, el Derecho y
las fuerzas armadas; y el sindicalismo menos extremista pero
igualmente voluntarista y agresivo, que trataba de vertebrar a la
clase obrera en sindicatos nicos muy infiltrados por la corriente
anarquista. Este movimiento anarquista o libertario lleg a
extinguirse prcticamente en Europa a lo largo de la primera dcada
del siglo XX; pero se mantuvo pujante en Espaa, por el mucho mayor
retraso relativo de la clase obrera en lo social y en lo cultural,
y se articul en el ms numeroso de los sindicatos espaoles, la
Confederacin Nacional del Trabajo CNT, cuyos mandos tomaron, contra
los moderados, los grupos anarquistas violentos e implacables que
en los aos veinte del siglo XX se articularon en la Federacin
Anarquista Ibrica o FM. Pero los anarcosindicalistas no
consiguieron el dominio exclusivo de la clase obrera. Se les
opusieron precisamente los seguidores de Carlos Marx, que crearon
poco despus de la muerte del profeta revolucionario (ocurrida en
1883) la Segunda Internacional, evolucionada luego hasta su forma
actual de Internacional Socialista y muy relacionada, como haba
sucedido en el caso de la Primera, con lo que llamamos Masonera y
luego detallaremos. La Segunda Internacional era marxista pura y
dura, autoritaria frente a los libertarios de la Primera
Internacional, pero casi tan radical como ellos; preconizaba la
lucha de clases, la dictadura del proletariado y toda la panoplia
revolucionaria del marxismo. La Segunda Internacional inici muy
pronto una evolucin desde la exacerbacin revolucionaria al
reformismo que la condujo a una cooperacin con los sectores
liberales y radicales, mientras centraba su principal objetivo en
evitar la guerra mundial (que ya se prevea desde principios del
siglo XX) entre naciones europeas enfrentadas por sus intereses
imperialistas y econmicos; la Segunda Internacional consideraba
atinadamente ese enfrentamiento como el choque entre las burguesas
nacionales y volc toda su influencia en evitar esa guerra mediante
una actitud pacifista de todo el proletariado mundial. Como es
notorio fracas en ese empeo y los partidos socialistas de cada pas
se unieron a los respectivos gobiernos burgueses en las llamadas
uniones sagradas de matiz nacionalista y belicista. Ante ese
fracaso la Revolucin comunista triunfante en Rusia por obra de
Lenin en 1917 proclam: La Segunda Internacional ha muerto. Viva la
Tercera Internacional. En efecto, la Segunda Internacional haba
fracasado en su principal empeo, la paz mundial, y llev una vida
lnguida e ineficaz hasta que la estrategia de los Estados Unidos
tras la guerra mundial segunda (1939-1945) la resucit con el nombre
de Internacional Socialista, mucho ms moderada que la versin
anterior, compatible con la confesin religiosa y con la estructura
capitalista de la sociedad, pero sin renegar de sus orgenes
marxistas. Es la Internacional Socialista de hoy, cada vez ms
identificada con la Masonera universal. La estrategia
norteamericana articul la nueva Internacional Socialista como un
valladar de izquierdas contra la expansin mundial de la URSS,
principal vencedora en la segunda guerra mundial, sobre todo para
Europa y Asia. Dos aos despus de su victoria de 1917 en la
Revolucin bolchevique Lenin cre la Internacional Comunista o
Tercera Internacional, con el propsito de suplantar a la Segunda y
asumir la direccin mundial de las agrupaciones polticas
proletarias. La Internacional Comunista fue siempre un instrumento
dcil de la poltica exterior sovitica con claro objetivo de
conseguir la hegemona mundial. Disuelta oficialmente en 1943, para
no asustar a los aliados capitalistas de la URSS, la Internacional
Comunista pervivi con diversas apariencias hasta el hundimiento de
la URSS en 1989-199 1 y desde entonces sus fuerzas dominantes
trataron de infiltrarse en la Internacional Socialista para formar
una Casa comn de la izquierda como la defini el ltimo presidente de
la Unin Sovitica, Mijal Gorbachov. As contina. LA ARTICULACIN
MUNDIAL DEL PODER CAPITALISTA La trayectoria de Francisco Franco se
vio profundamente afectada por esta articulacin del poder
revolucionario desde la segunda mitad del siglo XIX y a lo lar
-
go de todo el siglo XX. Nadie negar esta tesis. Pero se conoce
mucho menos otra articulacin de poder mundial, la del mundo
capitalista, en relacin con el proceso que ha conducido a la
hegemona mundial nica de una gran potencia, los Estados Unidos de
Amrica. El punto de partida puede resultar sorprendente. Durante el
reinado de Carlos III Espaa intervino a favor de los nacientes
Estados Unidos contra Inglaterra en la guerra de la independencia
norteamericana. Los primeros presidentes de los Estados Unidos
soaban en una frontera compartida con Espaa que era nada menos que
el ro Mississippi, al Este para la nueva gran nacin y al oste,
hasta el Pacfico, para Espaa, que ya estaba all desde siglos antes.
Muy poco despus Espaa entraba en su desintegrador proceso de
decadencia y a fines del siglo XIX trataba de salir de su estado de
postracin como potencia de tercer orden mientras los Estados Unidos
se haban convertido, sin que Europa se enterase, en la primera
potencia mundial. La guerra de agresin contra Espaa en el Caribe y
en el Pacfico, durante el ao 1898, fue una de las primeras
manifestaciones de la superioridad estratgica y del imperialismo
norteamericano, que tras la victoria aliada en las dos guerras
mundiales del siglo XX convirti a los Estados Unidos en potencia
hegemnica, arrinconando para ello al Imperio britnico en
descomposicin, hasta que el mundo libre, bajo el liderazgo
indiscutible de los Estados Unidos, provoc el hundimiento del
marxismo-leninismo y del poder sovitico, que haba competido con el
norteamericano. En mi reciente libro Los signos del Anticristo he
publicado una primera aproximacin a la articulacin del poder
capitalista mundial en nuestro tiempo. Esa articulacin se denomina
hoy mundialismo o bien globalizacin y afirma esa hegemona mundial
nica de los Estados Unidos, pero no slo ejercida directamente sino
a travs de unas instituciones de poder mundial que se llaman
Consejo de Relaciones Exteriores, Comisin de Bilderberg y Comisin
Trilateral, que se van creando y configurando, muy relacionadas
entre s, a lo largo del siglo XX. Esas tres instituciones son de
demostrada fundacin masnica y representan uno de los dos frentes
del mundialismo, mientras que la Internacional Socialista
resucitada por la estrategia norteamericana en los aos cincuenta
del siglo XX y muy vinculada a la Masonera por prctica
identificacin, equivale a un segundo frente muy implicado con el
primero. He rechazado siempre el demasiado famoso libro Los
protocolos de los sabios de Sin, amaado a principios de siglo por
la polica secreta de la Rusia zarista en pugna con las primeras
manifestaciones de la Revolucin bolchevique, pero el carcter
apcrifo de ese libro no puede ocultar la realidad del auge del
poder judo mundial, identificado tambin a lo largo del siglo XX con
el movimiento sionista y claramente presente en las citadas
instituciones mundialistas. Adelantemos que el general Franco, que
jams se comport como un antisemita, conoca profundamente, mucho ms
de lo que sus adversarios profesionales conceden, la Historia de
Espaa en el contexto de la Historia Universal. Y a la hiptesis
mundialista que acabo de resumir sola referirse confusamente con
dos trminos: plutocracia (etimolgicamente, poder del capital) y
conspiracin judeomasnica. He investigado a fondo la entraa de esas
dos ideas de Franco y estoy convencido de que aunque su formulacin
es simplificadora e inadecuada tiene mucho que ver con la
articulacin del mundo capitalista contemporneo en los dos frentes
que acabo de resumir y que analizo con ms detalle en mi citado
libro. Franco no fue nunca enemigo del mundo occidental ni de la
libertad de mercado y hasta la guerra civil se comport siempre como
un militar liberal-conservador, ya lo comprobaremos. Insisto en que
no era antisemita e incluso salv a miles de judos que trataban de
escapar a la persecucin nazi. Estos son hechos histricos
comprobados pero en la mente de Franco eran compatibles con esa
visin, firme y confusa, sobre las articulaciones del poder
capitalista en el siglo XX que acabo de esbozar. Desde el principio
de esta nueva biografa de Franco me parece fundamental resaltarlo.
LAS INSTITUCIONES QUE CONDICIONARON LA VIDA DE FRANCO Pese a que el
continuado desastre del siglo XIX haba afectado seriamente a la
Corona, la institucin monrquica se mantena muy firme a fines del
siglo. Seguramente
-
el fracaso disgregador de la Primera Repblica en 1873 haba
tenido mucho que ver con ello, lo mismo que la regeneracin poltica
liberal que haba florecido, aunque fuera insuficientemente, con la
primera Restauracin. Ante la crisis del sistema de partidos que era
evidente en la ltima dcada del siglo XIX dos instituciones podan
considerarse como columnas de la nacin espaola: la Iglesia y el
Ejrcito. La Iglesia se haba recuperado de los traumas que la
infligi el liberalismo radical y anticlerical durante el rgimen de
1868 a 1874; su influencia era dominante en los mbitos rurales y en
grandes sectores urbanos; se haban fundado congregaciones
religiosas nuevas, por lo general dedicadas a la enseanza, sin
excluir, ni mucho menos, a las clases humildes; los obispos
resaltaban por su dedicacin y tanto el clero secular como el
regular se afanaban en la cura de almas, en la enseanza y en las
obras de caridad. La prctica religiosa era muy mayoritaria y poda
decirse sin la menor duda que Espaa era catlica. Algunas rdenes
religiosas, sobre todo la Compaa de Jess, participaban intensa y
selectivamente en el movimiento cultural de regeneracin que
alentaban grupos ilustrados de intelectuales a partir de los aos
sesenta. La Iglesia espaola se empezaba ya a preocupar seriamente
por la situacin y elevacin de la clase obrera, aunque el
catolicismo espaol distaba, por desgracia, de mostrar una
preocupacin social dominante. Al desencadenarse, en la dcada final
del siglo, un movimiento de migracin desde la miseria de grandes
regiones agrcolas (Andaluca, Extremadura, Castilla la Nueva) hacia
centros donde se necesitaba mano de obra para la industria en
expansin (Catalua, franja cantbrica) las masas proletarias
desarraigadas se sentan abandonadas por la Iglesia en los suburbios
de las poblaciones grandes y llenaban ese vaco con las promesas que
les brindaban las incipientes organizaciones revolucionarias, es
decir, los anarquistas y los socialistas. Estos grupos se mostraban
rabiosamente anticlericales, lo mismo que las corrientes del
liberalismo radical que se arrastraban a lo largo del siglo XIX y
slo en parte se haban integrado en el marco poltico de la
Restauracin. La conjuncin de estos dos frentes del
anticlericalismo, el obrero y el liberal-radical, impulsaron en la
ltima dcada del siglo XIX y en las cuatro primeras del XX unas
oleadas de anticlericalismo virulento que lleg a degenerar, atizada
por una propaganda tenaz, en verdaderas mareas de odio a la
Iglesia, identificndola, errneamente, con las clases ms altas y
poderosas de la sociedad. Insisto en que esa tesis, base de la
propaganda anticlerical, era completamente falsa; la Iglesia
espaola estaba profundamente conectada con las capas populares y
con los marginados de la sociedad espaola. La relacin de Francisco
Franco con la Iglesia catlica fue, durante todos los perodos de su
vida, sincera y honda, lo que se debi principalmente a la
influencia de su madre y de su educacin primaria. Esta religiosidad
de Franco se ha puesto en duda muchas veces por desconocimiento de
los hechos. Toda su vida, aun en plena Repblica, se mostr como
catlico creyente y practicante, incluso durante la etapa del Frente
Popular en 1936. Perteneci a la Adoracin Nocturna y, sin alardes de
beatera, se comport siempre como catlico. A partir de 1936 sera la
propia Iglesia Catlica quien se identificara con l. La segunda
institucin fundamental de la sociedad y del Estado a fines del
siglo XIX era el conjunto de las Fuerzas Armadas, integradas
entonces por el Ejercito, la Armada y la Guardia Civil. Esta,
fundada antes de mediar el siglo XIX, viva inmersa en la realidad
social espaola, estaba incondicionalmente con los Gobiernos y
desempeaba una funcin esencial y reconocida en el mantenimiento del
orden pblico. El Ejrcito mantena an una irresistible tradicin de
pronunciamiento, es decir, de intervencin poltica que se deba, como
haba afirmado Jaime Balmes no a su deseo de intervenir sino a la
manifiesta debilidad de las instituciones polticas del Estado, como
los propios partidos polticos que con mucha frecuencia buscaban un
brazo fuerte un general que les mantuviese en el poder o desalojase
de l a sus enemigos, en vista del viciado sistema liberal que no
impona a los gobiernos a travs de una participacin electoral seria
y digna, sino por la arbitrariedad de la Corona o los designios de
los propios partidos. La misma Restauracin de 1874, que brot
realmente de un amplsimo movimiento de opinin contra el desgobierno
vigente desde 1868, necesit, en la mente de algunos militares
influyentes, el pronunciamiento militar de Sagunto para imponerse,
aunque Canovas del Castillo, que suscit ese movimiento de opinin y
lo encauz, se mostr contrario al golpe militar. La primera Repblica
de
-
1873 haba fenecido a principios de enero de 1874 por un
pronunciamiento militar, a las rdenes del general Pava, que por vez
primera no representaba a una faccin militar sino a todo el
Ejrcito, aunque de forma negativa; porque ni l ni el Ejrcito
quisieron tomar el poder. Cnovas pact luego con los generales la
abstencin poltica del Ejrcito a cambio de que los Gobiernos no
intervinieran en la poltica militar. Aun as la Espaa de la primera
Restauracin vivi bajo la amenaza de los pronunciamientos, que se
concretaron varias veces en pequeas intentonas del sector militar
republicano. La amenaza se mantuvo y luego se increment tras el
Desastre de 1898, con dramticas consecuencias para el siglo XX. Las
Fuerzas Armadas padecan una hipertrofia en sus grados superiores y
un atraso considerable en su armamento y adiestramiento a finales
del siglo XIX. Pese a ello el rendimiento de la institucin militar
a lo largo de ese siglo resulta todo menos despreciable. La guerra
de la Independencia cont como factor esencial con la contribucin de
las guerrillas populares, pero fue ganada, a fin de cuentas, por el
ejrcito regular espaol ayudado por sus aliados britnicos. La
batalla de Bailn, primera derrota de los napolenicos en Espaa, fue
una notable victoria preparada por el Estado Mayor del general
Castaos y dirigida impecablemente por ste de poder a poder. La
defensa de Cdiz, plaza vital para mantener el esfuerzo de guerra en
la Espaa invadida, fue lograda por la Marina sutil espaola que cort
el paso al enemigo. La prdida de Amrica estuvo fatalmente
condicionada por el desastre de Trafalgar en 1805 (tras las
brillantes victorias de la Marina espaola bajo el reinado de Carlos
III) y tanto militar como socialmente ofreci un altsimo ejemplo
histrico que apenas se conoce ni hasta hoy se ha valorado en Espaa;
pese a que termin con la extincin de la soberana espaola en el
continente americano, en el que surgieron veinte nuevas naciones de
nuestra estirpe. Las guerras carlistas del siglo XIX desplegaron
innumerables gestos de valor y acierto militar pero por desgracia
tales gestos se derrocharon en una terrible lucha entre espaoles.
Las llamadas despectivamente aventuras militares exteriores durante
el reinado de Isabel II (anexin de Santo Domingo, expediciones a
Mxico y a Indochina, guerra del Pacfico) incluyeron resonantes
victorias navales y militares y demostraron el nuevo auge de la
Marina y la competencia del Ejrcito. Lo mismo sucedi en el mismo
reinado con la guerra de Marruecos (1859) provocada por un
incidente fronterizo, popularsima en toda Espaa y rematada en una
sealada victoria con la conquista de Tetun y el tratado de paz con
Marruecos. Luego, en 1893, otro incidente en las proximidades de la
ciudad de Melilla caus un conflicto localizado que, no sin
sensibles prdidas, se sald con otra victoria militar espaola. Sin
embargo, el Desastre ultramarino de 1898, que fue militar y poltico
igualmente, cubri con su sombra negra a toda la historia del siglo
XIX y alcanz gravsimas consecuencias en las primeras dcadas del
siglo XX. No hay que subrayar la vinculacin personal de Franco con
las fuerzas armadas: la Marina fue su vocacin y el Ejrcito toda su
vida. La oleada anticlerical que se manifest en Espaa desde las
quemas de conventos de 1834 y fue caracterstica del liberalismo
radical, estuvo alentada en los siglos XIX y XX por una sociedad
secreta que se conoce con el nombre genrico de Masonera y afect muy
profundamente a la vida de Francisco Franco. He propuesto varias
veces en otros libros una sntesis histrica de la Masonera espaola;
la ltima vez en Los signos del Anticristo (Editorial Fnix 1999) .
Creada en tiempos, todava no aclarados, de la Ilustracin espaola en
el siglo XVIII, la Masonera se identific en el siglo XIX con el
liberalismo radical para abrirse paso adems durante el siglo XX en
el socialismo. Los regmenes y partidos liberal-radicales de los
siglos XIX y XX han llevado siempre la impronta masnica. Y la clave
de la masonera, desde su refundacin moderna a principios del siglo
XVIII en Inglaterra hasta la actualidad ha sido la hostilidad y la
oposicin a la Iglesia catlica en el campo de la influencia social.
Las tormentas anticlericales que se recrudecieron en la ltima dcada
del siglo XIX y las primeras del XX reconocen un impulso claramente
masnico, lo mismo que la actuacin del liberalismo radical espaol en
sintona con el auge del imperio britnico en el siglo XIX y del
imperio americano en el siglo XX. La Masonera ha intentado
enmascarar en vano su flagrante colaboracin con la ruina del
Imperio espaol en Amrica en el primer cuarto del siglo XIX y con el
desastre de Ultramar en 1898. La
-
primera logia masnica espaola de la que se tiene noticia bien
documentada se fund dentro de la Marina de guerra a principios del
siglo XIX. A lo largo de ese siglo la Masonera se infiltr
profundamente en el Ejrcito hasta suscitar en su oficialidad un
movimiento antimasnico, la Orden Militar Espaola. Los dos
movimientos provocaron serias divisiones en el seno de la familia
militar durante los siglos XIX y XX hasta la guerra civil de 1936.
Desde el final de la guerra de la Independencia la mayora de la
oficialidad de las fuerzas armadas estaba adscrita al liberalismo,
radical o moderado, sobre todo cuando los oficiales adictos al
absolutismo y al Antiguo Rgimen trataron de sumarse a la causa
carlista. El liberalismo, muy templado ya por los militares
moderados, se hizo an ms conservador entre los militares tras el
fracaso total de la Revolucin liberal-radical y masnica de 1868;
qued tras 1874 una minora militar republicana y generalmente
masnica pero la mayora de la oficialidad responda a la descripcin
de liberal-conservadora. Francisco Franco perteneca a este sector
mayoritario. Insisto en que Franco fue testigo del auge masnico en
las fuerzas armadas, conoci mucho mejor de lo que se cree la
historia masnica en relacin con Espaa y se enfrent duramente con la
secta, a la que sus adeptos llaman orden, durante toda su vida
miliar y poltica. La Masonera fue, por tanto, un factor muy
importante en la divisin interna de las Fuerzas Armadas y esta
divisin alcanz consecuencias aterradoras en la poltica y en la vida
espaola de los siglos XIX y XX, hasta convertirse en un hecho
decisivo para el planteamiento y desarrollo de la guerra civil de
1936. LA CIRCUNSTANCIA GALAICA Durante la infancia y la
adolescencia de Franco su regin natal, Galicia, viva de espaldas a
Espaa sobre todo por lo insuficiente y precario de sus
comunicaciones y abierta a la emigracin de sus hijos al resto de
Espaa y sobre todo a Amrica espaola. Una vez reconocida por Espaa
la independencia de las nuevas naciones de Amrica las regiones
espaolas con menor capacidad de creacin de trabajo y, por tanto,
con mayor excedente de poblacin Galicia, Andaluca, Canarias
enviaron una intensa corriente migratoria a las posesiones espaolas
del Caribe y a las naciones hispnicas del continente, y la cota
mxima de esa emigracin en todo el siglo XIX se alcanz precisamente
en Galicia en el ao natal de Franco, 1892; doce habitantes de cada
millar. Desde entonces hasta hoy Galicia ha dado a la alta poltica
espaola muchos de sus ms ilustres hijos pero hasta los tiempos ms
recientes esos polticos gallegos no se esforzaron demasiado en
sacar a Galicia de su atraso secular. Hoy podemos llegar a Vigo en
cinco horas de automvil pero la comunicacin principal de Galicia
con el centro de Espaa a fines del siglo XIX, el ferrocarril,
adoleca de una intolerable lentitud e insuficiencia. Galicia tena
en 1892 grandes posibilidades de desarrollo agrcola e industrial
capaces de absorber sus excedentes de poblacin pero la agricultura
estaba agarrotada por el minifundio y la industria apenas empezaba
a despuntar. Y dentro de Galicia la ciudad de El Ferrol, capital de
uno de los tres departamentos martimos en que se divide la costa
espaola, mantena su poblacin estancada desde dos siglos antes. Su
principal activo era un puerto extraordinario, abrigado de todos
los vientos y con aguas profundas para la navegacin moderna. Esto
significa que su condicin principal era la de base naval, con
astilleros y arsenales de primer orden; significa tambin que esta
vinculacin a la Marina de guerra alcanzaba consecuencias muy
favorables en pocas de auge naval y muy desfavorables cuando decaa
la Marina, como inevitablemente sucedi tras el Desastre de Ultramar
en 1898. En 1892 la poblacin de El Ferrol apenas alcanzaba los
veinte mil habitantes. En esta regin atrasada y en esta ciudad
estancada se desarroll la infancia de Francisco Franco. Sus
bigrafos hostiles disertan profusamente sobre esa infancia que
creen desgraciada y sobre el carcter retrado del nio, que atribuyen
a una voz atiplada que le pona en ridculo ante los dems de su edad.
La voz atiplada de Francisco y su carcter gallego son prcticamente
los nicos datos a que pueden reducirse esas dis
-
ertaciones. Evidentemente que el nio era gallego y por los
cuatro costados; pero ya hemos indicado que ello no significaba ni
mucho menos, hasta 1931, aislamiento personal ni retraimiento. Uno
de sus primeros antibigrafos, Luis Ramrez, seudnimo de un escritor
extremadamente hostil, Luciano Rincn, expresa una gran verdad
cuando pretende menospreciar a Franco con esta frase: No era ms que
un nio cualquiera. La mana de la voz atiplada, que no era sino una
voz infantil aguda, como tantas otras, nunca provoc complejos a
Franco ni extraeza en los dems nios o mayores. Hoy disponemos de
una explicacin a esta circunstancia en el original estudio del
doctor Julio Gonzlez Iglesias, Los dientes de Franco, donde cita un
testimonio del principal dentista de Franco, el doctor Jos Iveas, a
quien dijo su paciente muchos aos despus: A mi me nacieron los
dientes en Ferrol, las muelas del juicio en la Academia de Toledo y
empec a perder dientes en frica. Franco naci sin dientes, y la
mayor afeccin que padeci a lo largo de toda su vida, hasta las
vsperas de su muerte, fue precisamente dentaria, lo que hasta el
citado autor nadie haba advertido. Establece el doctor Iglesias que
Franco respiraba mal por la nariz a causa de un tabi1 Luis Ramrez:
Francisco Franco, historia de un mesianismo, Paris, Ruedo Ibrico,
1940, p. 40 que nasal algo torcido y un paladar estrecho. De ah la
configuracin de su voz que como concluye el citado especialista fue
advertida por el propio Franco, que lleg a dominarla en lo
esencial: Ha vencido la tenacidad, el esfuerzo, la firmeza y el
espritu, l solo ha conseguido superarse. No ha hecho falta el
concurso de ningn psiquiatra ni de ningn endocrinlogo. Aun
admitiendo lo que no consta en parte alguna que la crueldad
habitual de otros nios y otros adolescentes ridiculizasen en algn
momento su diccin, tal dificultad qued plenamente superada en la
Academia de Toledo y no caus problema alguno de Franco ni en su
relacin social que fue muy intensa ni en su capacidad de mando, que
ha sido unnimemente reconocida. Franco recibi el sacramento de la
confirmacin en la misma iglesia donde haba sido bautizado. Luego
ingres en un colegio catlico de enseanza primaria, el del Sagrado
Corazn, dirigido por un sacerdote, don Manuel Vzquez Leal y despus
por un profesor seglar, don Manuel Comellas Coimbra. No conozco
testimonio directo alguno de carcter negativo sobre la infancia de
Franco. En cambio existen varios muy positivos. Un antiguo
asistente de don Nicols Franco, don Jos Ramn Rito, gallego de
Becerre, acompaaba muchas veces a Francisco y su hermano Ramn al
colegio del Sagrado Corazn y refiere que Paquito se impona al resto
de sus amigos por su firmeza de carcter y por el incipiente sentido
de justicia que denotaban algunos de sus actos2. Hizo su primera
comunin durante su estancia en el mismo colegio, en el que curs
tambin el ingreso y el primer ao de bachillerato. A los doce aos se
traslad al colegio ferrolano de Nuestra Seora del Carmen, donde se
preparaba el ingreso a las academias del Ejrcito y la Marina,
dirigido por el capitn de corbeta don Saturnino Suanzes y Carpegna,
padre del futuro ministro de Franco y creador del INI. El colegio
del capitn de corbeta Suanzes gozaba de gran crdito y consegua el
ingreso de casi todos sus alumnos; all tambin se prepar el pariente
de Franco, Francisco Franco Salgado, que al contar sus experiencias
junto a Franco a lo largo de toda la vida nunca tuvo pelos en la
lengua y seala: Franco era el ms joven de los alumnos de dicho
colegio preparatorio, slo contaba doce aos. Se defenda muy bien en
matemticas y sobre todo en problemas. En la parte terica, ayudado
de su gran memoria, tampoco tena dificultades. Por ello haca un
buen papel sin matarse a estudiar. Empezaba ya a acostumbrarse a
tratar con muchachos de ms edad que l, como hizo casi siempre y
ello le agradaba mucho. Uno de los condiscpulos 1 Madrid, Fnix,
1996, p. 25 y siguientes. 2 Ver mi Franco de 1982, Ed. Planeta, 1,
p. 30-32 y amigos de Franco era Juan Fontn, lejano pariente suyo, a
cuyo hermano Jess Fontn, futuro ayudante de Franco, encarg ste la
custodia de los archivos sobre la Masonera reunidos en Salamanca;
Franco Salgado aade que el inters de Franco por la Masonera data
precisamente de su poca en la academia preparatoria del capitn de
corbeta Suanzes. Para el ingreso en las Academias militares se
requera la aprobacin de varias asignaturas del bachillerato, de las
que Franco acuda, con sus compaeros, a examinarse por libre en el
Instituto de La Corua.
-
Varios testimonios reflejan la convivencia estrecha de Franco y
sus hermanos con sus parientes prximos, los hermanos Franco Salgado
y sus primos hermanos, los La Puente Bahamonde, hijos de una
hermana de doa Pilar y de un capitn de corbeta. Juntos organizaban
los juegos habituales de su edad, desde la pelota hasta los
rudimentos de la navegacin a vela y los juegos de piratas en balsas
que botaban en alguna playa prxima. El propio Franco, en su relato
de claros trazos autobiogrficos con destino a la pelcula Raza
explicaba sus juegos infantiles con esos parientes y amigos, que al
escuchar a los mayores las noticias sobre las guerras ultramarinas
de Espaa al acercarse el Desastre reproducan los combates en
trincheras y balsas, divididos en dos bandos; los espaoles y los
enemigos a los que llamaban mambises, insurrectos y masones Las
guerras de Ultramar y el desastre en que terminaron se
inscribieron, por tanto, con singular viveza en los recuerdos
infantiles de Francisco Franco2. EL HONDO IMPACTO DEL DESASTRE EN
LA VIDA DE FRANCO La guerra de Ultramar entre los Estados Unidos y
Espaa est hoy histricamente aclarada en sus aspectos esenciales,
aunque algunos escritores y periodistas parecen no haberse
enterado. En vsperas del Desastre las fuerzas militares y navales
espaolas tanto en Cuba como en Puerto Rico y Filipinas haban
derrotado, total o virtualmente, a los insurrectos que promovan la
independencia de aquellas islas, consideradas por Espaa no como
colonias sino como provincias de Ultramar e integrantes del
territorio nacional. Una parte decisiva de la opinin Franco
Salgado, op. cit. Mi vida... p. 16. 21~T~ J. de Andrade Raza.
Anecdotario para el guin Ode una pelcula. Madrid, Ediciones
Numancia, 1942. en todas ellas respaldaba la posicin de Espaa. Pero
esta posicin choc frontal-mente con los intereses estratgicos de
los Estados Unidos, guiados entonces por el resonante libro del
marino Alfred Mahan El poder naval en la Historia que a fines del
siglo imperialista por excelencia, el XIX, marcaba a los Estados
Unidos el camino acelerado hacia su configuracin como potencia
naval con el fin de asegurar sus crecientes comunicaciones
comerciales con todo el mundo. De acuerdo con esa directriz
estratgica, a la que se unieron con fuerza ensordecedora los
intereses econmicos y polticos de los Estados Unidos en el Caribe y
en Extremo Oriente y la prensa amarilla o sensacionalista de
enormes tiradas, que se erigi en portavoz de esos intereses, los
Estados Unidos haban construido una gran escuadra de guerra,
modernsima en blindaje y artillera, que podra barrer sin dificultad
alguna a la Marina de guerra espaola, como acreditan varios
importantes estudios de historia naval. Las islas Filipinas y sobre
todo las islas espaolas del Caribe caan, sin ms que mirar al mapa,
dentro del mbito estratgico norteamericano y resultaran de casi
imposible defensa en caso de conflicto. Sin embargo durante la
Primera Restauracin, una vez pacificado el pas tras la ltima de las
guerras carlistas, los Gobiernos intentaron dotar a Espaa de una
fuerza naval importante, lo cual ya haba ocurrido en la poca de
Isabel II aunque en la ltima dcada del siglo los navos espaoles de
guerra, varios de ellos de construccin moderna, no podan competir
ni de lejos, en blindaje y artillera, con las unidades de la
escuadra norteamericana, que se distribuyeron en dos grandes
formaciones; una fondeada en la base britnica de Hong Kong y
destinada a las Filipinas, otra en los puertos del Atlntico contra
Cuba. La prensa sensacionalista o amarilla de los Estados Unidos
(cadenas Pulitzer y Hearst, el ciudadano Kane de la famosa pelcula
de Orson Welles) haba contribuido ya a resucitar por estmulo
exterior la insurreccin cubana contra Espaa y slo esperaba un
pretexto para incitar a la opinin pblica, al presidente MacKinley y
al Congreso para declarar la guerra de agresin a Espaa. El pretexto
fue, el 15 de febrero de 1898, la voladura del crucero protegido
Maine fondeado en el puerto de La Habana con la excusa de proteger
los intereses norteamericanos en la isla. Una publicacin reciente
de la misma Marina norteamericana, debida al prestigioso almirante
Hyman Ricover, creador de los submarinos nucleares, ha demostrado
de forma pa
-
lmaria que la explosin del navo no fue obra de un torpedo, como
declararon oficialmente los Estados Unidos, sino resultado de una
combustin interna de la que fue responsable la desidia de su
comandante Sigsbee. Pero en 1898 esa explosin provoc la guerra, o
mejor el chispazo para la guerra. El 20 de abril los Estados Unidos
dirigieron un humillante ultimtum a Espaa para que abandonase Cuba
al que la Reina Regente doa Maria Cristina respondi negativamente
con toda dignidad. A poco las dos Cmaras del Congreso declararon la
guerra a Espaa aduciendo falsedades evidentes en esa declaracin. La
escuadra americana del Pacfico, a las rdenes del comodoro Dewey,
penetr en la baha de Manila, hundi como en un ejercicio de tiro a
los barcos de guerra espaoles, algunos de madera, y aca116 a las
bateras de costa que opusieron una enconada y desigual resistencia.
Al desembarco americano se unieron los insurrectos filipinos (que
haban firmado con Espaa un acuerdo de paz en 1897) y la capital del
archipilago hubo de rendirse poco despus. La escuadra espaola del
Atlntico, muy superior en blindaje y artillera a la de Filipinas,
pero aun as muy insuficiente, consigui eludir el bloqueo de la
escuadra americana y refugiarse en el puerto de Santiago de Cuba,
lo que no fue pequea hazaa; pero all qued embotellada, y el
almirante enemigo Sampson la consider presa segura. Espaa haba
acumulado en Cuba un importante ejrcito de unos doscientos mil
hombres, aunque las enfermedades tropicales haban hecho estragos en
sus filas. La mayor parte de esas fuerzas estaban destinadas a la
defensa de La Habana y no rebasaban los 1700 los encargados de
defender la plaza de Santiago de Cuba, en cuyo puerto se haba
refugiado la escuadra de Cervera. Contra la ciudad y sobre todo
contra la escuadra los Estados Unidos enviaron a Santiago un cuerpo
de ejercito abrumadoramente superior, ms de quince mil hombres
perfectamente pertrechados. La resistencia de los soldados espaoles
en las defensas exteriores de Santiago de Cuba El Caney y las
colinas de San Juan fue de extremo valor y eficacia en el combate
contra las tropas de los Estados Unidos el 1 de julio. Tanto que el
general Shafter, jefe del cuerpo expedicionario, propuso al
presidente y al almirante de la flota la retirada ante las
terribles prdidas sufridas a causa de la enconada defensa espaola.
Muchos aos ms tarde el general Franco, que haba estudiado
detenidamente la guerra de Cuba y Filipinas, se asombraba de que el
grueso del ejrcito espaol no intentase una marcha desde La Habana
para socorrer a los sitiados de Santiago. Sospechosamente los
norteamericanos dejaron intacto el cable submarino que comunicaba a
La Habana con Espaa, por el que el gobierno liberal, presidido por
el conspicuo masn don Prxedes Mateo Sagasta, comunic al capitn
general de La Habana, Blanco, la orden de que la escuadra del
almirante Cervera saliese de su refugio para evitar la captura. As
se hizo y el 4 de julio, fiesta nacional de los Estados Unidos, los
barcos de Cervera salieron uno a uno, conscientes de que iban al
sacrificio por salvar el honor de la nacin. Todos fueron hundidos o
quedaron varados al intentar lo imposible. Santiago de Cuba se
rindi y Espaa pidi la paz, que le fue concedida a precio de perder
las islas de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Marianas. El impacto en
toda Espaa, que alucinada por lo que entonces mismo se llam una
prensa infame fue demoledor; el pas, como sentenci el gran poltico
Francisco Silvela, qued sin pulso y sumido en una desmoralizacin
absoluta. El ms duro impacto de toda Espaa lo recibi la ciudad
naval-militar de El Ferrol, que llor a muchas vctimas navales del
Desastre. El enfrentamiento entre las fuerzas armadas y la clase
poltica, que se hacan mutuamente responsables del Desastre se gest
y se encon inmediatamente. El horizonte espaol de Ultramar, como se
deca entonces, se volvi a hundir y la desaparicin de lo que haba
sido nuestro Imperio en Amrica y Extremo Oriente abrum a la opinin
espaola y a todo el pueblo espaol. El intenso esfuerzo
regeneracionista de la Restauracin y la Regencia qued, por el
momento, en suspenso, aunque no es fcil que una nacin como Espaa
sufra de abatimiento absoluto y permanente y muy pronto surgieron
nuevos brotes de regeneracin tanto en al mbito cultural (los
titanes de la llamada generacin del 98 como Baroja, Azorn, Ramiro
de Maeztu, Ramn del Valle Incln, Antonio Machado y sus epgonos
Miguel de Unamuno y Jos Ortega y Gasset y en al mbito poltico
(Francisco Silvela, Camilo Garca Polavieja
-
, Antonio Maura, Jos Canalejas) mientras la Regencia de Mara
Cristina trataba de dar paso en 1902 a una nueva Monarqua
encabezada por un Rey de diecisis aos, don Alfonso XIII. Pero en El
Ferrol el alma de la ciudad pareca entrar en eclipse. La Marina,
sealada por todos como smbolo del Desastre (en realidad haba sido
su vctima principal) vio que un real decreto de 28 de marzo de 1901
suprima los ingresos en la Escuela Naval, en vista de la prdida de
barcos ocurrida en el Desastre. Ao y medio ms tarde se anul la
medida; pero pronto se cerr finalmente en 1906 la Escuela Naval
Flotante, sita en la fragata Princesa de Asturias en Ferrol desde
1903, y no se reabri en Cdiz hasta 1912. Nicols Franco Bahamonde
pudo incorporarse a la Marina hasta convertirse en ingeniero naval
militar, pero su hermano Francisco, cuando terminaba su preparacin
premilitar en 1907, se encontr con la Escuela Naval clausurada.
Entonces, con toda decisin, opt por el ingreso en la Academia de
Infantera, segn el mismo confes despus contra la voluntad de mi
padre. El Desastre de 1898 marc para siempre a Francisco Franco.
Como demuestra hasta el recuerdo novelado de sus juegos infantiles,
atribuy siempre las principales responsabilidades a la Masonera, en
lo que sin duda no le faltaba razn; el historiador militar Carlos
Martnez de Campos atestigua los increbles fallos en la municin de
la artillera naval espaola durante el conflicto y todo el mbito
liberal-conservador atribuy a la secta masnica gran parte de la
culpa del Desastre, aunque no sea, aadamos hoy, la nica culpable.
Pero es que, adems, el Desastre, que convulsion a toda la vida
pblica espaola, provoc tambin un recrudecimiento del nacionalismo
separatista centrfugo en Catalua y en el Pas Vasco. El nacionalismo
cataln haba surgido en la segunda mitad del siglo XIX entre la
burguesa de Catalua, que con el Desastre vio perderse los mercados
para sus productos textiles en Ultramar; el nacionalismo vasco, que
hunde sus races en la supresin de los Fueros como represalia de
Madrid tras la ltima guerra carlista, se exacerb al contacto de su
fundador, don Sabino Arana, con el nacionalismo cataln durante su
estancia para estudios en Barcelona. Arana lleg hasta el extremo de
enviar un telegrama al presidente de los Estados Unidos por su
victoria en la guerra contra Espaa. Las Fuerzas Armadas se
mostraron excepcionalmente sensibles a esta progresin de los
nacionalismos separatistas (porque su horizonte era claramente
separatista, como se demostr andando las dcadas) y Franco reaccion
con suma energa y dureza ante el peligro de desintegracin que esas
tendencias representaban. Las Fuerzas Armadas, que haban sufrido ms
que nadie los traumas del Desastre, se identificaron cada vez ms
con la unidad de Espaa y no fue un gobierno conservador, sino
liberal, el que hizo aprobar en 1906 la famosa Ley de
Jurisdicciones que atribua a la jurisdiccin militar los delitos
contra la Patria y el Ejrcito. As se sentaban las bases de una
peligrossima divisin y enfrentamiento entre lo que se llamaron, a
lo largo del siglo XX, poder civil y poder militar. El aspirante
naval Nicols Franco Bahamonde junto a su hermano Francisco, cadete
en Toledo, en 1908. La primera imagen de Franco militar, con sable
y ros. Captulo 2: La Academia de Toledo y el destino a frica EL
INGRESO EN LA ACADEMIA DE INFANTERA A primeros de junio de 1907
Francisco Franco, todava con catorce aos de edad, viaja a Toledo
para presentarse al examen de ingreso en la Academia de Infantera,
instalada en el Alczar desde que unos aos antes se hubiera
cancelado la primera poca de la Academia General Militar, centro de
formacin comn para los aspirantes a todas las Armas y Cuerpos del
Ejrcito. Le acompaaba otro joven ferrolano amigo suyo, Camilo
Alonso Vega, cuyo destino se unira al de Franco. El examen de
ingreso se celebr a fines de junio. Los aspirantes a ingreso en
aquella convocatoria eran unos mil quinientos de toda Espaa y
Franco se examin en una de las ltimas sesiones, la nmero 31, con el
nmero 1354 de la lista. El nmero final de aprobados fue de 352. Su
amigo Alonso Vega aprob a la primera con Franco, cuyo nmero de
orden segn la calificacin fue el 251, que no debe valorarse slo en
relacin con los primeros de esa lista sino en comparacin con el
nmero total de aspirantes, de los que la gran mayora resultaron
excluidos, entre ellos su pariente Francisco Franco Salgado-Araujo,
quien hubo de esperar a la siguiente convocatoria por fallar en el
dibujo, en el
-
que Franco descollaba, lo mismo que en matemticas. El ilustre
cronista de la ciudad, Luis Moreno Nieto, informa que la filiacin
de los aprobados y comienzo del curso tuvo lugar el 20 de agosto,
con estreno de un nuevo modelo de uniforme cuello y bocamangas de
pao encarnado y las hombreras doradas; se sustituy la gorra
teresiana por la inglesa de pao azul con vivos encarnados y emblema
y corona real dorados. Para diario y polainas tenan los alumnos el
traje gris de estambre formado por la polaca y pantaln breac,
llevando para campamento y marchas el ros de corcho con fondo de
hule gris y las polainas de cuero avellana con calzado de igual
color. Los veteranos entregan a los novatos los sables
reglamentarios y los aspirantes se someten a una dura instruccin
durante mes y medio hasta que el 13 de octubre juran bandera en el
patio del Alczar, junto a la estatua erguida de Carlos V. Todos
responden con firmeza al juramento que les propone el capelln de la
Academia, tras la arenga del coronel director, San Pedro Cea: Juris
a Dios y prometis al Rey seguir constantemente sus banderas,
defenderlas hasta verter la ltima gota de vuestra sangre y no
abandonar al que os estuviere mandando en funcin de guerra o
preparacin para ella? A continuacin la que ya es XIV promocin de
Infantera marcha en fila de uno en uno para besar, descubiertos, la
bandera de Espaa y el acto se cierra con el desfile de los
caballeros alumnos. La mayora porta el fusil reglamentario que
haban utilizado durante la instruccin. Algunos, aunque no slo
Franco, como l mismo puntualiz muchos aos despus, disponan, por su
menor estatura y fortaleza, de un mosquetn, bastante ms pequeo. LA
FORMACIN MILITAR DE FRANCO EN TOLEDO Es lamentable costumbre de los
antibigrafos de Franco, posedos de antimilitarismo ritual, abominar
de la enseanza y formacin que recibi Franco en Toledo lo mismo que
en su momento abominarn de la organizacin y direccin, por el mismo
Franco, de la Academia General Militar de Zaragoza entre 1927 y
1931. Acierta mucho ms un militar profesional, el artillero
britnico George Hills, cuando analiza objetivamente la enseanza
militar impartida en uno y otro centro. Por designio certero de
Canovas del Castillo los Reyes de la primera Restauracin se
vincularon profesionalmente a las Fuerzas Armadas. Cnovas quiso
presentar a don Alfonso XII como un Rey militar y de hecho
particip, no sin graves riesgos, en la ltima guerra carlista junto
a las fuerzas de vanguardia. La Reina Regente, satisfecha con los
resultados de ese ejemplo, se preocup de la formacin militar de su
hijo don Alfonso XIII, que cont con militares ilustrados entre sus
profesores y convivi con una promocin de Infantera en la Academia
de Toledo, todava no instalada en el Alczar por reparaciones tras
un grave incendio. El joven Rey, que haba comenzado su reinado
efectivo en 1902 y se haba casado con la princesa de Gran Bretaa e
Irlanda doa Victoria Eugenia de Battenberg en 1906, volvi
frecuentemente a Toledo para visitar a los caballeros alumnos y
participar en sus actos solemnes y maniobras militares. Alfonso
XIII se senta un Rey militar, consideraba como compaeros a los
militares y se mantuvo durante toda su vida en estrecho contacto
con el Ejrcito, cuyas campaas africanas sigui con apasionado inters
y serio Para todo lo que se refiere a la relacin de toda una vida
entre Franco y la ciudad de Toledo ver Luis Moreno Nieto, Franco y
Toledo, Toledo, Servicios Culturales de la Diputacin, 1972.
conocimiento. George Hills apunta que a la vez que Franco ingresaba
en la Academia de Toledo el futuro mariscal Bernard Law Montgomeiy,
futuro hroe de la segunda guerra mundial y acreditado historiador
del arte de la guerra, entraba en la Academia militar de Sandhurst,
donde haba cursado por algn tiempo el rey don Alfonso XII despus de
recibir una in