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Estudios Pblicos, 21 (verano 1986).
DOCUMENTO
TAMARA AVETIKIAN BOSAANS. Profesora de Ciencia Poltica,
Universidad Catlicade Chile.
* Transcripcin revisada de las exposiciones efectuadas los das
26 y 27 denoviembre de 1985, en el Seminario Acuerdo Nacional y
Transicin a la Democracia,organizado por el Centro de Estudios
Pblicos.
ACUERDO NACIONAL YTRANSICION A LA DEMOCRACIA *
Editor: Tamara Avetikian
El Centro Estudios Pblicos, considerando la relevancia de la
firma ydivulgacin del documento Acuerdo Nacional para la Transicin
ala Plena Democracia, organiz un seminario los das 26 y 27
denoviembre de 1985, para analizar el texto y sus proyecciones.Gran
parte de la polmica en torno al Acuerdo Nacional el recono-cimiento
o no de la Constitucin de 1980, la ambigedad en la formade poner en
prctica las medidas inmediatas, la imprecisin del textoy el papel
asignado al Gobierno en su discusin y negociacin se vereflejada en
las exposiciones de los participantes en la primera se-sin, y
tambin en la mesa redonda de Sergio Molina y los directoresde
medios de comunicacin social.Con la publicacin de dicha mesa
redonda y de las intervenciones,revisadas, de Jos Zabala, Edgardo
Boeninger, Angel Flisfisch, OscarGodoy y Jaime Guzmn, Estudios
Pblicos ofrece un material tilpara su discusin, anlisis y estudio.
Se han incluido como anexoslas declaraciones oficiales del Gobierno
en torno al documento, ascomo las de otros sectores relevantes.
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2 ESTUDIOS PBLICOS
Primera Sesin, 26 de noviembre de 1985
Sr. Sergio Baeza:*A nombre del Centro de Estudios Pblicos doy
por iniciado el Semi-
nario Acuerdo Nacional y Transicin a la Democracia, que intenta
ofrecerun anlisis desapasionado y a fondo acerca de la naturaleza y
alcance dedicho documento, en el contexto de una transicin pacfica
a la democraciapoltica.
Espero que el examen que se lleve a cabo en los das 26 y 27
denoviembre entregue a ustedes informacin, perspectivas y elementos
dejuicio tiles para tomar decisiones hoy en funcin del maana.
Participarn en esta reunin los seores Jos Zabala,
EdgardoBoeninger, Angel Flisfisch, Oscar Godoy y Jaime Guzmn,
quienes tendrndiez minutos en su primera intervencin y cinco
minutos finales.
En la segunda sesin de este seminario, el seor Sergio Molina
res-ponder a las preguntas que le formularn los directores de los
principalesdiarios y revistas.
Ofrezco la palabra a don Jos Zavala.
Sr. Jos Zabala:*La tarea que se me encarg es la de hablar sobre
la intencin, la
historia y el espritu del Acuerdo Nacional para la Transicin a
Plena De-mocracia.
Empezar por la intencin y me parece que, al referirse a ella,
hay quecontestar, en primer lugar, una crtica o afirmacin
frecuente: El Arzobispose est metiendo en poltica. Yo afirmo que el
Arzobispo no se meti enpoltica... ni contingente ni de la otra.
El Arzobispo es un Pastor. El Pastor, por su oficio, est en
contactocon la miseria, la marginacin, la frustracin, con el odio,
con el nada queperder y el algo que ganar, con la juventud sin
presente ni futuro y contodo lo que se vive en las poblaciones
perifricas de Santiago. El Arzobispoteme, como lo temen todos los
que estn en contacto con esa realidad, quela polarizacin de fuerzas
se incremente en Chile; que el control de la irracio-nalidad se
haga difcil, que la violencia de la desesperanza crezca y
tambincrezca la violencia de la represin, que entre una violencia y
la otra y quequieren dilogo y entendimiento.
* Presidente del Consejo Directivo del Centro de Estudios
Pblicos.** Miembro de la Comisin Elaboradora del Acuerdo
Nacional.
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TAMARA AVETIKIAN 3
Un Arzobispo un Pastor que en esas circunstancias no
busquecaminos de reconciliacin, aunque se le acuse de meterse en
poltica, si nolo hace no es un Pastor, sino un irresponsable. Lo
que el Arzobispo preten-di, y pretende, es dilogo repito y subray,
dilogo; dilogo que despo-larice; que nos aleje de la
irracionalidad; que el devolver esperanzas refrenela violencia y
que haga posible la reconciliacin.
El Arzobispo ya intent ese dilogo en 1983 cuando el
MinistroJarpa y los lderes polticos usaron su casa como lugar de
encuentro. Qupas entonces? Hubo excesiva publicidad; hubo
demasiadas declaraciones;el tema, podramos decir, se mosque. La
autoridad deca entonces ydice ahora no sin razn: Con quin dialogo?
Quin es mi interlocutorvlido? La civilidad chilena est dividida en
tantos grupos, que resulta im-posible saber con quin dialogar;
saber quin representa a quin. Como esoes o era cierto, la autoridad
concluye diciendo, otra vez no sin razn, elda que dejemos el
gobierno: el caos. Despus de m, el diluvio.
El Arzobispo se hizo cargo de esa legtima inquietud de la
autoridady busc un consenso de la civilidad; busc identificar un
interlocutor vli-do para la iniciacin de un dilogo y busc algo ms
importante an, buscun acuerdo bsico sobre gobernabilidad del pas
para el da en que el actualgobierno sea reemplazado. As, a fines de
1984 inici un dilogo; un dilogopersonal, discreto y privado, para
evitar los errores publicitarios de 1983,con unos que lo iban a ver
y con otros a los que fue llamado. Avanz conbastante rapidez hasta
que se presentaron dos imprevistos; el primero fue elterremoto del
3 de marzo, que le puso otras prioridades y, el segundo, fue
sunombramiento de Cardenal y el viaje que despus tuvo que hacer a
Roma.Fue un atraso, pero tambin fue un respaldo bastante
grande.
Inici as una cadena de entrevistas. Lleg el momento en que
esenmero de entrevistas fue suficiente para tener ideas claras;
para cubrir unarco poltico bastante amplio. El crculo, en realidad,
no estaba cerrado, niera un crculo exclusivo, pero permita darse
cuenta del ambiente y el Arzo-bispo estim que no deba demorar ms, y
esto sin intencin de excluir anadie sino de avanzar. El Arzobispo
se atrevi a reunir a todos aquellos conquienes haba conversado
privadamente y esto se hizo el 22 de julio enCalera de Tango.
En esa reunin de Calera de Tango los llam a aunar voluntades;
arenunciar a ideologismos excesivos y posiciones rgidas; a actuar
con hu-mildad, buscando el bien de Chile y el bienestar y la paz de
los chilenos. Leshizo ver las coincidencias que haba detectado en
las reuniones que porseparado haba tenido con cada uno de
ellos.
Cules eran esas coincidencias? La primera coincidencia era
una
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unnime disposicin a dialogar con otras corrientes de opinin; la
segunda,un unnime rechazo a la violencia y a aquellos que la usan
como objetivo ocomo prctica poltica. La tercera coincidencia, y
esto lo destaco especial-mente, era la necesidad de llegar a un
entendimiento con el gobierno de lasFuerzas Armadas. La cuarta, la
necesidad de un plan econmico-social, ade-ms de uno sociopoltico, y
la quinta y tambin lo destaco, el reconoci-miento de que la actitud
del Partido Demcrata Cristiano era la espinadorsal de cualquier
consenso.
En resumen, haba consenso en fijar lo que se llam un cierto
raya-do de la cancha, cancha en la cual algunos estaran interesados
en jugarms a la izquierda; otros ms al centro y otros ms a la
derecha, pero todoscomprometidos a no salirse del rayado de la
cancha. La respuesta a losplanteamientos del Cardenal fue bastante
entusiasta y bastante generosa.
En Calera de Tango, estbamos tambin tres auxiliares, tres
ayudan-tes, tres, como ustedes quieran llamarlos, ...tres hombres
del Cardenal: Fer-nando Lniz, Sergio Molina y yo. Los asistentes
pidieron que nosotros tresintegrramos una comisin que reuniera todo
el material posible de consen-so que cada sector pudiera tener; que
redactramos en base a eso un borra-dor de un posible acuerdo; que
consultramos ese borrador a cada uno delos participantes en la
reunin y que intentramos as llegar a un documentode consenso total
que estuviera abierto a la adhesin de otros sectores.
La Comisin empez a trabajar ese mismo da 22 de julio.
Reunimosbastante material y redactamos un documento. Despus de
redactado apa-reci un problema. Cmo hacamos las consultas? Uno por
uno, lo quesignificaba un largo proceso de aproximaciones
sucesivas, o distribuyendoel borrador y fijando un plazo para las
observaciones. El primer procedi-miento resultaba lento, y el
segundo nos haca temer, no sin razn, que alda siguiente iba a estar
en los diarios, antes que hubisemos tenido tiempode discutirlo. En
vista de eso decidimos llamarlos a todos a una reuninconjunta para
leer y discutir nuestro trabajo. Esa reunin fue el 20 de agos-to, a
dos das de cumplirse un mes desde Calera de Tango, en el
CrculoEspaol. Avanzamos bastante; hubo una aprobacin general del
documen-to e iniciamos la aprobacin por prrafos. Esta aprobacin no
era por mayo-ra y esto es importante sino por consenso. Cada prrafo
se iba aproban-do con la opinin unnime a favor de l.
El 23 de agosto seguimos con la aprobacin por prrafos y ms
omenos a las 4 de la tarde de ese da tropezamos con un problema
grave yque nos pareci en cierto momento insalvable; el motivo de
ese problemagrave era la posicin frente a los movimientos
antidemocrticos y ms espe-cficamente frente al Partido
Comunista.
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Ah se nombr una Comisin constituida por nosotros tres, Fernan-do
Lniz, Sergio Molina y yo, ms un representante de la Izquierda que
fueLuis Maira; un representante de la Derecha que fue Andrs
Allamand y unrepresentante del Centro, que fue Patricio Aylwin.
El sbado 24 de agosto estuvimos en una larga sesin. Fue unasesin
en la que cada uno defendi sus puntos de vista con bastante
fogo-sidad y firmeza, pero tambin con bastante generosidad.
Llegamos finalmen-te a una frmula de consenso y que no fue fcil de
alcanzar, porque ningu-no de los contrincantes, y muchos de ustedes
los conocen, es dcil. Y cadauno, adems, se senta responsable ante
aquellos que los haban nombradoen la Comisin.
Se ha dicho que la redaccin es imprecisa, confusa y vaga. La
ver-dad es que con los antecedentes que he dado, sostengo que es
bastanteprecisa en lo que se refiere a la inconstitucionalidad de
los movimientosantidemocrticos.
Este esfuerzo del sbado 24 de agosto permiti que en la reunin
delda siguiente, domingo 25 de agosto, se avanzara rpidamente. A
las 10 dela noche se haba llegado de acuerdo. Nosotros habamos
conseguido unamuy eficiente secretaria que en una pieza contigua
iba sacando cada pginaque se completaba, de manera que a las 22.30
el documento estaba firmadoy las 23 horas Fernando Lniz, Sergio
Molina y yo llegamos a la casa delCardenal para entregarle un
documento. Haba transcurrido un mes y 3 dasdesde la reunin de
Calera de Tango.
As naci el Acuerdo. Se dice que ha sido firmado por polticos de
muydistintas tendencias y tradiciones y eso es cierto, pero tambin
es cierto queesos polticos han madurado; que las experiencias
ensean y que se nos estolvidando un poco la democracia, porque
democracia es, justamente, ponerde acuerdo a los que no estn de
acuerdo, porque hacer un acuerdo entre losque estn de acuerdo no
creo que tenga ningn sentido.
He hablado hasta aqu la intencin y la historia del Acuerdo.
Cules el espritu de Acuerdo? No cabe duda de que el Acuerdo tiene
porfinalidad promover dilogo; un dilogo entre la autoridad y la
civilidad; undilogo antes de que la irracionalidad impere en
Chile.
Se dice que el Acuerdo no puede promover dilogo porque no
reco-noce la Constitucin de 1980. Quien lea el documento comprobar
que laConstitucin de 1980 no se menciona y no puede, por tanto,
decirse que sedesconoce, ni tampoco que se reconoce. Frente a
distintos grados de adhe-sin a esa Constitucin, slo se habla de lo
que hay que hacer para latransicin a la democracia y eso se puede
hacer con la Constitucin de 1980
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o sin la Constitucin de 1980; respetndola o no respetndola. Lo
importan-te es que se haga y eso solamente es lo que dice el
documento.
Se dice que el Acuerdo no puede promover dilogo porque
pretendeacelerar la salida del actual Presidente de la Repblica. La
verdad es que enninguna parte del Acuerdo se dan fechas, y tampoco
se habla de acelerarnada; lo nico que se menciona son ciertas
medidas inmediatas, pero cual-quiera de las medidas inmediatas
tiene un proceso de maduracin y dedesarrollo que es largo.
Repito que el espritu del Acuerdo es promover un dilogo entre
laautoridad y la civilidad, antes de que sea demasiado tarde. Al
respecto,quiero terminar diciendo que me dej bastante pensativo El
Mercurio delsbado pasado. Dice en la pgina editorial:
Los conductores polticos de oposicin no han podido exhibir
antela ciudadana una postura elevada para enfrentar los dilemas
actua-les. La eventual ruptura entre los firmantes del Acuerdo es
unamanifestacin ms de la incapacidad de los dirigentes polticos
chile-nos para conciliar posiciones diversas. Con ello frustran,
una vezms, las aspiraciones de algunos sectores ciudadanos que
miraroncon optimismo la posibilidad de un entendimiento en favor de
lademocracia.
Termino aqu la cita de la pgina editorial de El Mercurio. Si lo
quese quiere, como dice esa editorial, son posturas elevadas y
capacidad paraconciliar posiciones diversas, creo que hay que leer
tambin en El Mercu-rio de ese da sbado la cita que se hace de un
discurso de Su Excelencia elPresidente de la Repblica. En un prrafo
dice:
Nada puede ser ms importante para un soldado que tener muyclaros
sus objetivos y que al servicio de ellos ponga toda su volun-tad de
vencer, la que slo podr ser limitada por los principiosmorales a
los que obligan el honor y la fe en Dios.
Eso lo dijo Su Excelencia el da en que celebraba sus 70 aos,
aquellaque los orientales llaman la edad de la serenidad.
En El Mercurio del mismo sbado, a su vez, un Ministro de
Estadoque est muy lejos de los 70 aos y lo digo con envidia
descalifica elAcuerdo; descalifica a la oposicin y sus lderes;
mientras en el mismo dael diario publica que el Embajador de
Estados Unidos visita a Gabriel Valdsen su oficina y el Embajador
de Alemania explica por qu los embajadoresde los pases de la
Comunidad Econmica Europea se reunieron con losdirigentes de las
colectividades que suscribieron el Acuerdo. Y dice el Em-
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TAMARA AVETIKIAN 7
bajador de Alemania: Un acuerdo en s no es nada, depende del
esprituque lo anima y este Acuerdo me parece animado de un espritu
de paz y deconciliacin, de entendimiento y de dilogo.
Confiemos en que la serenidad impere y en lugar de permanecer
cadauno en su trinchera, en un inmovilismo que hace perder la
calma, la autori-dad y la civilidad inicien ese dilogo que el
Acuerdo Nacional siempre haintentado promover.
A. Significacin del Acuerdo Nacional
Sr. Edgardo Boeninger*:El Acuerdo constituye, a mi juicio, el
paso ms importante y el hecho
poltico de mayor trascendencia potencial en estos aos.De
partida, es un aporte al futuro orden democrtico. Genera por
primera vez en vastos sectores la percepcin de que la democracia
es viabley no un salto al vaco; una alternativa fundada, y no slo
una aspiracinmayoritaria. Creo que esto ocurre tanto entre los
civiles como al interior delas Fuerzas Armadas y es atribuible al
consenso logrado por los firmantesen torno a las bases
constitucionales, polticas y econmico-sociales de lademocracia, lo
que sin duda aminora la incertidumbre acerca del futuro.
El rayado de la cancha que hace el Acuerdo aparece avalado
pordirigentes representativos de no menos de un 75 a 80% del
espectro nacio-nal. Se trata no de una coalicin de gobierno ni un
programa poltico, pero sde un imprescindible pacto de
gobernabilidad. El grado de precisin de susplanteamientos es
coherente con la naturaleza que reviste, al concitar porprimera vez
en varias dcadas la firma y adhesin de sectores de
Derecha,Izquierda y Centro. Sienta as los fundamentos para el
inicio del trnsitohacia la democracia y representa, al menos en lo
tocante a las reglas deljuego, el trmino de la divisin del pas en
tres tercios inflexibles.
De un modo ms especfico, su aporte consiste en que rene a
opo-sitores al rgimen militar y a sectores que han sido sus
partidarios y quehoy en da estn en una actitud independiente,
tendindose as, tambinpor primera vez, un puente que tal vez ayude a
superar la polarizacin impe-rante. El Acuerdo muestra al pas una
Derecha que redescubre la democra-cia como valor y objetivo
poltico; una Izquierda socialista que abandona elmaximalismo y el
leninismo, para transitar por los caminos del reformismopoltico; y
una Democracia Cristiana que abandona su tradicin de camino
* Director del Centro de Estudios del Desarrollo.
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propio y est dispuesta a promover coaliciones ms amplias,
capaces de daruna slida base de sustentacin al rgimen democrtico.
Esta unin en ladiversidad configura, justamente, el mayor mrito del
Acuerdo y es unacaracterstica consustancial a cualquier democracia
que quiera ser estable.
Representa asimismo el Acuerdo un gran aporte al proceso de
transi-cin, ya que plantea las condiciones necesarias, a juicio de
los firmantes,para un trnsito pacfico a la democracia. Ellas
difieren, sin duda, del itinera-rio oficial y de la realidad
presente, pero no han sido formuladas comoantagnicas, lo que abre
la puerta a eventuales negociaciones.
B. De qu modo logra el Acuerdo estos avances en relacin al
ordendemocrtico futuro y al proceso de transicin?
En primer trmino, a travs de una propuesta constitucional y de
lasllamadas polticas inmediatas.
La disyuntiva polarizante de si se acepta o rechaza la
Constitucinde 1980, en trminos de su legitimidad y/o contenido, es
superada mediantela formulacin de un planteamiento consensual,
expresado de manera sim-ple en cuatro propuestas fundamentales. La
primera, la eleccin populardirecta del Presidente de la Repblica y
de la totalidad de los integrantes delCongreso Nacional, cuerpo al
que se dota de claras facultades legislativas,fiscalizadoras y
constituyentes. Se postula, adems, un procedimiento razo-nable de
modificacin constitucional, lo que en el actual esquema es
prcti-camente imposible. Se regulan los estados de excepcin, de
modo de asegu-rar la vigencia permanente de los derechos humanos,
en especial la validezde los recursos de amparo y proteccin en toda
circunstancia. Finalmente,se otorga a un tribunal constitucional,
adecuadamente constituido, la facul-tad de condenar y proscribir a
los partidos o grupos cuyos objetivos, actoso conductas transgredan
las reglas democrticas que el propio Acuerdoenumera con precisin,
incluidos quiero hacerlo notar especialmente anteeste auditorio los
derechos de las minoras.
Las medidas inmediatas propiciadas por el Acuerdo procuran
impri-mir normalidad y transparencia al proceso poltico. El imperio
de las liberta-des pblicas y la dictacin de leyes polticas
constituyen una condicinnecesaria para hacer posible un proceso de
transicin hoy inexistente ypara facilitar la entrega ordenada del
poder poltico en un acto de purezademocrtica la eleccin popular a
autoridades que quedarn investidasas de una legitimidad
indiscutible.
En segundo lugar, el Acuerdo contribuye al orden democrtico y
latransicin, a travs de la explicitacin de los consensos alcanzados
respec-
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TAMARA AVETIKIAN 9
to de los criterios fundamentales del futuro orden econmico y
social. Eldocumento asegura la estabilidad de las reglas bsicas;
sienta las bases deuna estrategia de desarrollo que envuelve el
compromiso simultneo con elcrecimiento y una mayor equidad; despeja
incgnitas y temores, a travs dela garanta constitucional al derecho
a propiedad sobre los medios de pro-duccin y del descarte de
polticas econmicas expropiatorias; concibe alEstado y la empresa
privada en una relacin complementaria y no de anta-gonismo; y
privilegia la participacin y la concertacin social entre
actoresempresarios y trabajadores que acten con igualdad de
derechos y decapacidad negociadora.
El Acuerdo incluye materias que revisten crucial inters para
lasFuerzas Armadas. Estipula el compromiso que asumen sus
signatarios deluchar contra la violencia y el terrorismo y de
sancionar con eficacia, aun-que sin incurrir en ninguna caza de
brujas, actos o conductas de gruposantidemocrticos. Postula adems
el retorno de las Fuerzas Armadas a susfunciones permanentes con
pleno respeto de sus valores, dignidad y reque-rimientos
institucionales. Tercero, seala que es preciso atender las
exigen-cias de la justicia de manera congruente con la necesidad de
reconciliacin.En lo tocante a las violaciones de derechos humanos,
ello implica descartartodo gnero de juicio colectivo, tribunales
especiales o legislacin de repre-salia.
Si el Acuerdo lograra fortalecerse y profundizarse,
personalmentevislumbro all el germen de un gran compromiso que
puede dar a Chile unprimer gobierno democrtico con apoyo
suficientemente mayoritario defuerzas de Derecha, Centro e
Izquierda, en torno a un programa elaboradopara hacer frente a los
enormes desafos de la prxima dcada. Slo unrespaldo claramente
mayoritario, que implica superar la polarizacin extremadel pasado y
del presente, permitir al pas xito en este empeo.
C. De qu manera encara el Acuerdo los problemas ms
conflictivosque estn hoy en el debate pblico?
En lo tocante a la Constitucin del 80, deja de lado el debate
sobre lalegitimidad y se centra en sus contenidos esenciales. En
forma implcita,pero clara, el documento indica que si se acogen sus
propuestas sobre lamateria, los sectores firmantes que rechazan ms
globalmente esa Constitu-cin aceptaran las reglas del juego que se
convengan y lucharan despus,en el marco que ellas determinen, por
reformas adicionales. Hay aqu, pues,un avance hacia una eventual
negociacin poltica; ms an, un plantea-miento que debiera entenderse
como un paso concreto en esa direccin.
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El documento comparte el propsito del artculo 8 de la
Constitu-cin, en orden a excluir del juego poltico a los grupos
cuyos objetivos,actos o conductas sean antidemocrticos. Exige s que
el fallo quede enmanos de un tribunal que sea de veras autnomos del
Poder Ejecutivo yque opere en un marco de autntica libertad
democrtica.
Lo anterior significa que si el Partido Comunista planteara la
dictadu-ra del proletariado, la colectivizacin indiscriminada de la
economa o laviolencia como mtodo legtimo de accin poltica, sera sin
duda declaradofuera de la ley por ese tribunal. Pero si una vez
restaurada la democracia ylegalizados los partidos no se
persistiera en esa postura, la declaratoria deinconstitucionalidad
no llegara a materializarse. La norma propuesta serasin duda
aplicable al presente, pero cabe advertir que el PC ha
manifestadoreiteradamente que su condicin de declarar vlidas todas
las formas delucha es aplicable estricta y nicamente a la actual
situacin dictatorial.
Otro problema crucial lo constituye el trmino del actual
gobierno,estipulado en la Constitucin para 1989. Los independientes
firmantes delAcuerdo aceptan y estn explcitamente comprometidos con
ese plazo yconfan lograr, a travs de negociaciones, la
materializacin de las propues-tas del Acuerdo, modificatorias de la
realidad actual. Los opositores firman-tes del Acuerdo no plantean
la exigencia que el cambio poltico se produzcaantes de 1989, pero
es bien conocido su deseo de un cambio ms rpido,aspiracin poltica y
juicio de necesidad por los que seguirn abogando pormtodos
pacficos, con vistas a persuadir al pas y al propio
Gobierno.Nuevamente, hay aqu un camino posible de negociacin. Si se
aceptaranlos planteamientos del Acuerdo, se entrara en una dinmica
de democrati-zacin cuyos plazos estaran determinados por el proceso
mismo. Dichoms crudamente, para los opositores la aceptacin de
plazos y fechas deter-minadas (1989 y otra), supone superar la
radical desconfianza que les inspi-ra el general Pinochet, en quien
no ven intencin alguna de transferir elpoder, por lo que cualquier
concesin aparente de su parte sera apenas unmero paso tctico.
Esta desconfianza no se extiende a las Fuerzas Armadas como
insti-tucin. Sin embargo, ellas estn representadas por su
Comandante en Jefe,que desempea a la vez la Presidencia de la
Repblica. Si se superara laextrema desconfianza existente,
cualquier solucin se tornara posible. Po-dra hacerse entender al
rgimen de que, en aras de la concordia, es aconse-jable acortar
todos o algunos de los plazos; o, inversamente, los
opositoressignatarios del Acuerdo podran incluso someterse a un
itinerario que cul-minara en 1989.
El Acuerdo Nacional no se pronuncia sobre la supuesta
disyuntiva
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negociacin poltica-presin social. Involucra s un compromiso con
el trn-sito pacfico a la democracia y condena la violencia. Los
independientesprivilegian la negociacin poltica y temen con razn la
violencia no desea-da que resulta a menudo de la presin social. Los
opositores, por su parte,estiman que si el pueblo no expresa su
demanda por cambio poltico, steno se producir ni habr voluntad de
negociacin por parte del generalPinochet, posicin sin duda avalada
por los dichos y hechos del propio Jefedel Estado. Los opositores
estn conscientes de los riesgos de la presinsocial y se esfuerzan
por darles cauces que eviten la violencia, como loprueba la
reciente concentracin del Parque OHiggins. Por mi parte, consi-dero
que no hay salida pacfica a la democracia sin negociacin poltica;
locontrario implica la guerra civil o la ilusoria va del colapso o
derrocamientodel rgimen, alternativas difcilmente imaginables
debido al carcter profe-sional de las Fuerzas Armadas del pas.
Todos estn de acuerdo en la necesidad de negociar, de llegar a
unacuerdo con las Fuerzas Armadas y con el gobierno, en la medida
que stees de las Fuerzas Armadas. Estamos, sin embargo, en un punto
muerto. Losopositores no creen en la posibilidad de negociar con el
general Pinochet,quien, a su turno, ha rechazado, hasta ahora, toda
posibilidad de negocia-cin. Considero que el nico camino de salida
es que el Jefe de Estadoresponda al intento de negociacin que el
Acuerdo constituye en s mismo.La extrema desconfianza existente slo
se va a superar abriendo perspecti-vas de un dilogo fructfero entre
las Fuerzas Armadas y la civilidad, si elgeneral Pinochet se decide
a dar, no importa que sea de buen grado o conprofundo disgusto, el
prximo paso. Este implica aceptar explcitamente lasmedidas
inmediatas y el sistema de sucesin presidencial, propuestos en
elAcuerdo, as como eliminar la camisa de fuerza que impide de hecho
hoy dacualquier reforma constitucional.
Sr. Angel Flisfisch*:Estoy totalmente de acuerdo con la
descripcin que ha hecho Edgar-
do Boeninger respecto de los aportes que el Acuerdo Nacional
significapara el desarrollo poltico chileno. Sin embargo, me parece
que ms quedifcil sera absurdo aun surrealista, podra decirse
abordar el tema delAcuerdo sin referirse, de manera muy principal,
a los escollos que el Acuer-do Nacional enfrente hoy en da.
Adems de la exigencia de un mnimo de realismo, conviene
procuraridentificar las causas de las dificultades por las que
atraviesa el Acuerdo
* Profesor Investigador de Flacso.
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Nacional, por cuanto ello es una condicin necesaria para
superarlas conxito.
La razn primordial de esas dificultades no reside en una
peculiari-dad chilena, sino en un rasgo que es comn a las
situaciones y procesos detransicin a la democracia. En efecto, en
estas situaciones tanto las fuerzaspolticas opositoras como aqullas
que sin serlo se orientan por la meta deun desenlace democrtico,
padecen de lo que puede llamarse un dualismode intereses.
Por una parte, el conjunto de esas fuerzas comparte un inters
enlograr la democratizacin de la vida poltica y consolidar un
sistema demo-crtico. Por otra, cada una de ellas posee una
identidad propia, expresada enproyectos, programas, principios,
bases sociales peculiares, historias parti-culares, etc. Esa
identidad, que cada una persigue afirmar, las conviertepotencial o
efectivamente en competidores (rivales o antagonistas).
Hay as, conjuntamente con el inters comn en la democracia,
uninters de cada fuerza en cautelar sus propias chances o
posibilidades pol-ticas futuras, que las lleva a esforzarse por
asegurarlas y maximizarlas. Enotras palabras, adems de atender al
logro de una democracia estable, cadafuerza poltica cuida de sus
chances o posibilidades en la competencia pol-tica que el
advenimiento de la democracia traer consigo.
El problema reside en que esas posibilidades no son
independientesde la naturaleza del escenario de transicin que acabe
por configurarse. Deotra manera, el escenario que sobrevenga, sea
como producto de estrate-gias comunes, sea como producto de
factores azarosos o aleatorios, afectalas chances de cada uno,
favorecindolas en unos casos, perjudicndolasen otros.
De all que en los intentos por buscar salidas o estrategias en
co-mn, se combine el inters por la democracia con el inters propio
que cadacual tiene en definir salidas o estrategias que se perciben
como las msfavorables a las propias posibilidades.
Hay entonces condiciones para conflictos de intereses.
Normalmen-te, segn lo prueban las situaciones de transicin en
general y el caso deChile en particular, estos conflictos se
producen. Si ellos son suficientemen-te intensos, pueden desembocar
en un bloqueo de la situacin, generandodificultades casi
insalvables para la cooperacin entre partidos.
Hay una dimensin especfica en el dualismo de intereses que
con-viene destacar. Los partidos son grupos heterogneos, en cuyo
interiorcoexisten visiones distintas, y se desarrollan pugnas por
poder. Ello implicaque, en sus decisiones, los dirigentes tienen
que atender a dos clases deobjetivos que pueden ser
contradictorios. Primero, a objetivos polticos y
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sociales generales. Segundo, al objetivo de preservar la cohesin
interna departido y mantenerse ellos mismos en la posicin de
dirigentes. De all que,frecuentemente, decisiones que parecen
irracionales atendidos objetivosgenerales que se profesan
explcitamente, sean perfectamente racionales sise considera la
situacin partidaria interna.
Si bien hay casos de transicin donde el papel de los partidos
hasido secundario por ejemplo, en Argentina, en otros ellos han
desempe-ado un papel protagnico: por ejemplo, Brasil y Uruguay.
Estos ltimoscasos muestran que si bien el dualismo de intereses
afecta desfavorable-mente las probabilidades de una transicin, esta
condicin puede, no obs-tante, superarse. Qu peculiaridades hay
entonces en Chile que acentannotablemente ese dualismo?
La dificultad principal que enfrenta hoy el Acuerdo Nacional
resideen el conflicto centrado en la oposicin, negociacin versus
movilizacin.En el fondo, este conflicto descansa en preferencias
distintas, y hasta ahoraintensamente antagnicas, por dos tipos
genricos diversos de escenariosde transicin.
Sucintamente, se podra decir lo siguiente. En la percepcin de
losactores de derecha, un escenario cuyo principio organizador o
elementodominante es la negociacin, es un escenario que maximiza
sus chancespolticas futuras. Inversamente, en la percepcin de estos
actores un esce-nario cuyo carcter especfico viene dado por altos
niveles de movilizacinperjudica considerablemente esas chances.
En las percepciones del resto de los actores, aunque aqu hay
cierta-mente matices que convendra tomar en cuenta, por lo menos es
preferibleun escenario que comporte grados importantes de
movilizacin, atendido elobjetivo de maximizar chances polticas
futuras.
Puesto de otra manera, en las percepciones de los actores un
esce-nario dominado por la negociacin hace muy probable de un
desenlacedemocrtico significativamente conservador en sus
contenidos. Contraria-mente, si el elemento dominante es la
movilizacin, es probable un desenla-ce democrtico con contenidos ms
radicales.
As, el debate en torno a la oposicin movilizacin versus
negocia-cin es la expresin superficial de algo ms profundo. Lo que
est en juegono son los mritos comparativos de dos clases distintas
de estrategias esdecir, una pura cuestin instrumental, sino una
preocupacin obsesiva porasegurar las propias posibilidades polticas
futuras. El hecho de que elAcuerdo Nacional no sea un producto
endgeno de la actividad de lospartidos, sino el resultado de la
iniciativa de una institucin la Iglesia,
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14 ESTUDIOS PBLICOS
que se gobierno segn una lgica peculiar, distinta de la de los
partidos,abona esta conclusin.
Esa preocupacin obsesiva recin referida la explican tres
fenmenos.Primero, una exacerbacin y sacralizacin de las identidades
polti-
cas, en cuanto identidades colectivas. Cada partido, pese a las
declaracio-nes en contrario y a las buenas intenciones tantas veces
profesadas, operacon una lgica de partido nico, con pretensiones de
autosuficiencia frentea los restantes y de monopolio sobre
verdades, principios, concepcin de labuena vida, etc. A la vez,
cada partido desarrolla temores intensos a conta-minarse a travs de
relaciones cooperativas con otros. Ello trae dos conse-cuencias.
Por una parte, se privilegia la dimensin partidaria interna y
elproblema de la cohesin o unidad. Por otra, el juego poltico
presente yfuturo, ms que un juego de suma nula, se percibe como un
asunto de vidao muerte, y por eso siempre se bordea peligrosamente
la lgica de la guerra.
El segundo fenmeno tiene que ver con la peculiar sociologa
nacio-nal. El pas ha terminado por configurarse en trminos de
segmentos ocompartimentos que guardan entre s distancias
socioculturales expresas enhostilidades y antagonismos casi
insalvables, sin que existan zonas socio-culturales grises
importantes. Frente a este fenmeno de polarizacin socio-cultural
caben dos actitudes posibles. Una, que la polarizacin poltica
ex-presa necesaria o fatalmente la polarizacin sociocultural. En
este caso, lapoltica es irrelevante: pasa a ser epifenmeno o
superestructura en el msfuerte de los sentidos y, de haber
transicin, ella depender de factoresaleatorios y adoptar formas
independientes de la voluntad de quienesquieren protagonizarla. La
otra actitud que cabe es que si bien la polariza-cin sociocultural
refuerza la polarizacin poltica, restan sin embargo gra-dos de
libertad suficientes como para que la clase poltica pueda definir
unaestrategia comn de transicin. Obviamente, el espritu del Acuerdo
Nacio-nal es el de apostar a que esos grados de libertad
existen.
El tercer fenmeno se refiere al carcter peculiar que ha asumido
elautoritarismo en Chile: su extraordinaria rigidez, su notable
personalizacin,sus contenidos polticos profundamente antiliberales.
Como consecuencia,el autoritarismo mismo se ha convertido en un
smbolo de condensacin,con fuertes connotaciones afectivas, tanto
positivas como negativas, querefuerzan las polarizaciones poltica y
sociocultural. Esto es clave para en-tender que en el debate sobre
la cuestin de la movilizacin versus la nego-ciacin no slo hay
consideraciones instrumentales involucradas, sino tam-bin una
intensa expresividad emotiva o afectiva. Probablemente, estaltima
prima sobre las primeras.
Qu posibilidades de salida hay en una situacin semejante?
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TAMARA AVETIKIAN 15
El problema principal reside en la premisa, unnimemente
compartida,de que en cualquier escenario de transicin la lucha
poltica ser altamentecompetitiva y enfrentar, por as decirlo, unas
pretensiones de hegemonacontra otras. Conjuntamente con las
condiciones imperantes, someramenteesbozadas, esta premisa y las
expectativas que conlleva acentan el dualis-mo de intereses, hasta
extremos patolgicos.
Esa premisa es errnea, no en el sentido de que un escenario
conesas caractersticas no llegue a existir. De hecho, si todos los
actores esti-man que ese escenario es el ms probable, entonces se
comportarn demodo de que justamente a existir ese escenario y no
otro.
La premisa es equivocada en el siguiendo sentido: si ese es el
esce-nario que llega a existir, entonces la probabilidad de xito de
los primerosgobiernos democrticos es muy baja, y la probabilidad de
fracaso de unproceso de consolidacin democrtica es muy alta.
Se puede invocar evidencia suficiente en favor de la afirmacin
deque en Chile, durante los ltimos treinta aos, se ha generado un
empatesociopoltico que imposibilita un triunfo duradero de
cualquiera de las pre-tensiones hegemnicas en juego. Hasta ahora, y
especialmente hoy en da,ese empate ha sido catastrfico. De perdurar
esa catstrofe, la nocin mismade chances o posibilidades polticas
futuras de cualquier fuerzas polticacarece de sentido. Con relativa
independencia de motivaciones altruistas, esentonces racional para
cada fuerza poltica, en el ms estrecho de los signifi-cados del
trmino racional, buscar un escenario de transicin que impida
lareproduccin de un empate catastrfico.
Ese empate se puede evitar de dos maneras. Primero, por la
confor-macin de una mayora absoluta estable. Segundo, por la
emergencia de unestilo poltico acentuadamente consociativo, es
decir, un estilo de privilegiola corresponsabilidad del conjunto de
actores polticos y sociales en lasdecisiones colectivas. Se trata
de ese gran compromiso que evocaba recinEdgardo Boeninger.
Desde el punto de vista de cualquiera de los actores, la
primeraalternativa encierra dos riesgos claros. Primero, como no
hay garanta deestar incluido en la mayora, hay el peligro de
sacrificar casi definitivamentelas propias chances futuras.
Segundo, el sistema de partidos pasa a ser unsistema de partido
hegemnico, con riesgos ciertos de patrimonialismo esta-tal,
corrupcin, vulneraciones de derechos humanos, etc.
Para cada actor es entonces racional buscar un escenario de
transi-cin que ponga condiciones favorables para una democracia que
de hechosea acentuadamente consociativa. Si este argumento es
persuasivo, el desa-fo en trminos del Acuerdo Nacional reside en
subordinar discusiones so-
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16 ESTUDIOS PBLICOS
bre movilizacin versus negociacin y otras conexas por ejemplo,
la queversa sobre el Partido Comunista a otras mucho ms sustantivas
sobrecmo alcanzar corresponsabilidad en decisiones que la crisis
mundial hacedifciles, graves y, valga la redundancia,
particularmente decisivas. Una dis-cusin semejante tendra que
incluir necesariamente a actores sociales.
Para terminar, se podra decir que la paradoja reside en que,
para salirdel autoritarismo, conviene poner el nfasis
primordialmente en cmo con-solidar la democracia y secundariamente
en cmo salir del autoritarismo.
Sr. Oscar Godoy*:Voy a tomar como marco de referencia de estas
consideraciones so-
bre el Acuerdo Nacional para la Transicin hacia la Plena
Democracia,dos juicios de valor de muy distinto origen. El primero
dice as: El Acuerdono es sino una gelatina destinada a disfrazar
los evidentes desacuerdos queexisten entre sus adherentes. Su autor
es Jaime Guzmn. El segundo juicio,por su parte, sostiene: El
Acuerdo naci con carga negativa porque lasostensibles imposiciones
de la derecha ms reaccionaria en lugar de congre-gar, dispersan a
la ms amplia unidad opositora imprescindible. (Luis Guas-tavino, ex
parlamentario del Partido Comunista, actualmente en exilio).
Se trata de dos visiones que no comparto y mis palabras son
unaexplicacin de por qu, para m, no como cientista poltico o
politlogo, sinocomo un ciudadano con percepciones polticas de
Derecha, el Acuerdo noes un disfraz de desacuerdos, ni tampoco un
intento poltico nacido concarga negativa, disgregador y
divisor.
La primera consideracin que me parece necesario hacer es que
elAcuerdo se inscribe de lleno en una aspiracin a reintegrar o
volver a enrai-zar nuestra vida poltica, social y econmica
individual y social, en la cons-titucin permanente de Chile, segn
el concepto clsico que esta nocintiene para un pensador conservador
como Edmundo Burke. En efecto, eltexto nos remite a la tradicin
cultural y de libertad de los chilenos, encuyo seno la democracia
es el mejor sistema posible de vida. La evoca-cin de nuestra
tradicin cultural aquello que nos une con el pasado de unmodo vivo
constituye un acto de fidelidad a nuestra propia identidad
his-trica. No hay carga negativa, ni exclusiones, sino integracin
en un con-tinuo histrico comn.
A partir de la premisa descrita, el Acuerdo tampoco es una
gelati-na que encubre desacuerdos. Intuyo que a travs del texto es
posiblediscernir, claramente articulado, un proyecto liberal de
sociedad. Es efectivo
* Director Instituto Ciencia Poltica, Universidad Catlica.
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TAMARA AVETIKIAN 17
que todos los partcipes del Acuerdo han cedido, con el nimo de
asociarseentre s, pero esa cesin involucra la definicin de un
espacio social, polti-co e ideolgico mnimo, pero comn. En las
mutuas concesiones que se hanhecho los firmantes, se definen
positivamente las bases de un sistema de-mocrtica pluralista, de un
rgimen socioeconmico capitalista. O sea, lasdelimitaciones mnimas
son liberales, aun cuando se establezcan diferenciasa partir de ese
espacio comn. Tales diferencias son correctoras de exce-sos que a
la luz de otras posiciones ideolgicas pueden ser inaceptable, yque,
sin embargo, en un modelo libera puro, sin concesiones seran
plena-mente aceptables. No creo que esto entrae encubrimiento de
desacuerdo.
El proyecto liberal implcito en el Acuerdo y por lo mismo
acepta-ble para la Derecha involucra:
a) La aspiracin a constituir un sistema poltico en que opera una
divi-sin del poder, no solamente de acuerdo al clsico esquema de
Mon-tesquieu, sino tambin como diseminacin o dispersin. Estoltimo
entraa la voluntad de fortalecer esas instancias entre el
indi-viduo y el Estado que el pensamiento conservador ha llamado
so-ciedad o grupos intermedios. El Acuerdo, en forma clara, recoge
lascrticas contemporneas al excesivo crecimiento del Estado o a
laausencia de proteccin del individuo frente al poder estatal.
Cuandoel Acuerdo nos dice que la participacin social exige que la
socie-dad civil se organice en torno a las actividades que afectan
directa-mente sus intereses; que se busquen formas de arbitrar los
conflic-tos y que el Estado descentralice sus funciones de manera
de daruna responsabilidad creciente a las organizaciones sociales
interme-dias en la solucin de sus propios problemas, tambin est
afirman-do, en forma indirecta, que desea autonoma y ms libertad
para elindividuo y los grupos intermedios.
b) El Acuerdo se refiere constantemente al origen de la
autoridad por lava del sufragio universal y la aplicacin de la
regla mayoritaria y laconcurrencia pacfica por el poder a travs de
un sistema pluriparti-dista.
c) Tambin el Acuerdo incluye los derechos de las minoras y la
alter-nancia del pode, o sea, la posibilidad real de que partidos o
grupospolticos diferentes, y que hoy pueden no ser mayoritarios,
tenganacceso a gobernar. Este ltimo punto es fundamental, en el
contextode un proyecto liberal, porque se funda en la no hegemona
totali-zante de ninguna ideologa o utopa poltica. El Estado est
siempredisponible y ninguna mayora puede pretender usurparlo para
s.
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18 ESTUDIOS PBLICOS
d) El Acuerdo, adems, est permeado por el concepto liberal del
Esta-do de derecho, por el imperio de la ley, que subordina tanto a
los quegobiernan como a los gobernados.
e) El Acuerdo, por ltimo, refirindose al orden econmico-social,
des-cribe los elementos mnimos, pero bsicos de un sistema
capitalista,que abarca la propiedad privada de medios de produccin
y distribu-cin y el mercado como un mecanismo espontneo de
asignacin delos recursos. Es evidente, como no podra ser menos, que
el textotambin incluye modificaciones o rectificaciones a lo que
podraser un modelo capitalista puro. Esto no debe sorprendernos, en
pri-mer lugar, porque los firmantes han hecho concesiones
sacrificando,justamente, sus esquemas globales e incontaminados.
Pero, porotra parte, tambin creo que se ha considerado la realidad
de nuestropas. En efecto, se habla de planificacin directa del
Estado sobresus propios recursos y tambin de planificacin
indicativa respectode la totalidad del sistema econmico. Al lmite
esta inclusin podraentraar una discrepancia desde el punto de vista
del pensamientoliberal, sin embargo, no lo es desde el punto de
vista de un rgimende convivencia econmica, como tampoco bajo el
supuesto de laactual estructura del Estado. Hace poco un ex
Ministro de Haciendasealaba que en 56 aos de historia econmica de
nuestro pas elEstado ha crecido sostenidamente y que los gobiernos
que ms hanhecho crecer al gasto pblico en relacin con la produccin
son losgobiernos de Jorge Alessandri, Salvador Allende y del
segundogobierno del actual mandatario (1982) adelante). Nosotros no
podra-mos pensar que la Izquierda tiene el privilegio de hacer
crecer alEstado, no es as, nos encontramos con una situacin de
hecho:vivimos en un sistema de economa mixta, en que los sectores
priva-do y pblico deben convivir.
En el futuro, corresponder a la Derecha proponer e impulsar la
ex-pansin de la propiedad privada de los medios de produccin y la
reduc-cin del tamao del Estado. Lo preocupante es que los sectores
privados dela produccin, el comercio, la industria y la
agricultura, no se incorporen yaa la construccin de un rgimen de
convivencia pluralista, que haga posibleluchar democrticamente por
esos objetivos.
En consecuencia, mi conclusin es que tanto desde el punto de
vistade la estructura poltica y social como de la estructura
econmica, el Acuer-do contiene las percepciones bsicas de un
proyecto liberal y conservador.Me parece que el Acuedo incorpora
real y efectivamente a todo un amplio
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TAMARA AVETIKIAN 19
sector de nuestro pas, ese sector que se denomina la Derecha y
que, a mijuicio, tiene un papel histrico que desarrollar en el
prximo futuro democr-tico de Chile.
Sr. Jaime Guzmn*:Cuando fue publicado el documento que se
denomina Acuerdo Na-
cional para la Transicin a la Plena Democracia, la Unin Demcrata
Inde-pendiente (UDI), movimiento al cual pertenezco, crey su deber
plantearsede modo inmediato frente al significado que ese documento
tena o podallegar a tener en la vida del pas. Lo hicimos sealando,
en primer lugar, yquisiera subrayarlo hoy da, que el tono moderado
que exhibe su texto esindudablemente un elemento de avance positivo
respecto de la conductaobservada por los sectores opositores en la
apertura de 1983 y 1984. Aadi-mos que, cualquiera fuera el mvil de
ese cambio o giro, ello deba servalorado como un elemento altamente
positivo.
Pienso que en la perspectiva de lo que ha expuesto esta tarde
donJos Zabala, no cabe la menor duda de que cualquier impugnacin
que sehaga al texto del Acuerdo o a la forma en que l ha pretendido
llevarseadelante debe partir por el reconocimiento de la recta
intencin que hamovido o ha debido mover a todos quienes han
participado en esta iniciati-va. Creo que de este primer
reconocimiento debiera entenderse que todaslas crticas que formulo
no van dirigidas a la intencin del Acuerdo, nimucho menos a la de
quienes participaron en l, sino a lo que ste represen-ta como
documento poltico, y ms que eso, como un hecho o realidadpoltica
que puede irse desenvolviendo hacia adelante de muy
variadasmaneras.
Ciertamente que la primera y ms fundamental crtica que
observa-mos respecto de este documento es la extrema vaguedad
genrica de casitodos sus postulados. Esa extrema vaguedad genrica
permita presumir,desde un inicio, que se podra darle a su texto
interpretaciones muy distin-tas y contrapuestas, dada la profunda
heterogeneidad de los firmantes.
Aqu quiero ser muy claro para sealar que el hecho de que
perso-nas que siempre han discrepado en poltica se pongan de
acuerdo y firmenun texto en conjunto, no me parece en s mismo algo
negativo. Ms an,lleva en principio un germen de algo positivo. Lo
que sucede es que si seanaliza qu es lo que esas personas firmaron,
se llega a la conclusin de quela vaguedad genrica no constituye
precisamente un consenso mnimo,sino que es algo que se le opone, o
al menos se les diferencia notablemente.
* Profesor de Derecho, Universidad Catlica.
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20 ESTUDIOS PBLICOS
Se aproxima ms bien a un paraguas que se extiende para aparecer
concor-dando en materias en las cuales en realidad pueden seguir
divergendo,como se ha comprobado en las ltimas semanas que
realmente es lo queocurre en este caso.
Cuando dos personas que estn en desacuerdo ceden, cada una enuna
parte determinada, para ponerse de acuerdo en algo preciso, ese
acuer-do puede no ser muy extenso ni muy amplio en lo que abarque,
pero tieneque ser ntido. Eso slo existe en este Acuerdo respecto de
algunas delas medidas inmediatas que se incluyen al final de l,
pero no se pudesostener lo mismo respecto del grueso del documento
en los acpites que loanteceden, denominados acuerdo constitucional
y acuerdo econmico-social.
Esta extrema vaguedad genrica, suscrita por personeros que
handiscrepado profundamente y por dcadas hasta el da antes de
firmarla,permita predecir que a muchos aspectos del texto se les
iba a dar, por lospropios firmantes, interpretaciones muy
divergentes y contrapuestas. Aho-ra bien, esto se agravaba por el
anuncio que hacan los partcipes de estainiciativa, de que saldran a
recolectar masivamente firmas de adhesin enrespaldo a esta
iniciativa, configurando un nuevo hecho poltico, que po-dra derivar
en un alud de desenlaces imprevisibles.
Con el objeto de colaborar de la manera ms constructiva
posiblepara que si las aprensiones de la UDI eran equivocadas o
excesivas, ellasfueran satisfactoriamente aclaradas, formul nueve
preguntas a los firman-tes de Acuerdo (ver Anexo 3), en un
seminario organizado por la revistaQu Pasa. Todas esas preguntas
apuntaban a temas que, por su conteni-do, eran y son vitales en el
tema que nos ocupa. No quise referirme a nadaque el Acuerdo no
tocara. Solamente me refer a materias que abordaba enforma directa
o en forma implcita o indirecta.
Las nueve preguntas se orientaron a saber si el documento
reconoceo no la Constitucin vigente; si reconoce o no el plazo
establecido para elactual perodo presidencial, y si implica o no la
proscripcin del PartidoComunista, tal cual lo conocemos en Chile,
independientemente de quequien reconozca la vigencia de la
Constitucin debe admitir que ya hasido declarado inconstitucional
por el Tribunal Constitucional.
Tambin solicitaban dichas preguntas una definicin de si los
fir-mantes auspician o no un rgimen presidencial de gobierno,
sealandocomo punto de referencia al respecto el proyecto aprobado
por el Consejode Estado, que presidiera don Jorge Alessandri y que,
en esa materia, fuesustancialmente recogido por la Constitucin
vigente.
Otra de mis preguntas buscaba averiguar cul es el papel que se
les
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TAMARA AVETIKIAN 21
asignaba por el Acuerdo a las Fuerzas Armadas en el futuro
democrticode Chile, lo cual est solamente referido en el documento
por la frase de queellos debern abocarse a sus indispensables
funciones permanentes, fra-se que admite la ms amplia gama de
interpretaciones posibles. (Es eso a locual aludo como gelatina
cuando he usado ese trmino respecto delAcuerdo. Otro ejemplo
igualmente tpico de gelatina es cuando se ha-bla de una adecuada
participacin de los poderes Ejecutivo, Legislativo yJudicial en la
conformacin del Tribunal Constitucional, lo que no dice nidefine
nada medianamente ntido y consistente).
Otra de mis preguntas apunt al derecho a la propiedad.Interrogu
si acaso la coexistencia de la propiedad privada, mixta y
estatal de los medios de produccin se postula, por ejemplo,
conforme alcriterio del rea de propiedad social dominante de la
Unidad Popular, oconforme al principio de subsidiariedad, o a otro
criterio distinto.
Formul tambin una pregunta referida al derecho de propiedad,
parasaber si acaso las garantas que la actual Constitucin
establece, en formamuy precisa, en el nmero 24 del artculo 19 de la
Constitucin, son compar-tidas o no por los firmantes de este
documento, y si no son compartidas,qu enmiendas proponen.
Pregunt, en fin, si el Acuerdo es o no compatible con que
suspartcipes continen auspiciando jornadas de movilizaciones
sociales se-mejantes a las protestas de todos conocidas, o si el
rechazo del documen-to a la violencia excluye tal hiptesis.
Todas estas preguntas fueron formuladas con el mayor respeto,
te-niendo especial cuidado de que no hubiera ninguna referencia a
la actua-cin personal de alguien en el pasado, que pudiera
entenderse como elintento de una descalificacin personal o de
grupo. Tampoco contenanningn adjetivo o calificativo que pudiese
sugerir la idea de que yo preten-da erigirme como un fiscal
respecto de los firmantes de este documento,para lo cual carezco de
todo ttulo y lo cual habra sido una pretensinabsurda y nada
constructiva de mi parte.
Las preguntas fueron formuladas por m y asumidas luego
oficial-mente por la UDI de manera objetiva y precisa, para que se
esclareciera loque los firmantes pensaban. Creo que, mirada ya con
la perspectiva dealgunos meses, toda la actuacin de la UDI prest un
servicio inapreciableal pas, porque acarre como consecuencia que
los firmantes empezaran aresponder esas preguntas. Y entonces se
comprob que ellos diverganprofundamente de las interpretaciones que
le daban al contenido del docu-mento en la generalidad de los
puntos sobre los cuales versaban las interro-gantes.
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22 ESTUDIOS PBLICOS
Es as como para muchos de los firmantes el Acuerdo representa
laaceptacin o el reconocimiento implcito de la Constitucin de 1980,
mien-tras que otros se adelantaron a decir que no es as, en trminos
que hemosescuchado aqu reiterados. Unos dijeron que estaba
implcita, por tanto, laaceptacin del perodo presidencia hasta 1989,
y otros manifestaron que nohaba referencia ninguna en el documento
al respecto y que l no envolvaningn compromiso en este punto.
Respecto de la proscripcin del Partido Comunista, unos
respondie-ron que era inequvoco que el documento deba acarrear esa
proscripcin yotros situaron el punto en un terreno condicional como
aqu tambin se haescuchado, mientras no faltaron quienes adems
sealaron que el Acuer-do no lo exclua, como fue el caso de don
Carlos Briones.
Sobre el tema de las Fuerzas Armadas, no ha habido
absolutamenteningn pronunciamiento.
Acerca del tema del rgimen presidencial tampoco.Y sobre el tema
del derecho de propiedad, han surgido justamente
las contradicciones que preveamos, en el sentido de que para don
CarlosBriones el sistema de propiedad que l auspicia es el que
configur el rgi-men popular (refirindose al gobierno de Salvador
Allende), mientras quepara los sectores derechistas del Acuerdo,
naturalmente que el significa-do de las referencias al derecho de
propiedad que hay en el texto revistencaracteres muy diferentes y
contrapuestos a eso.
Qued en evidencia que existan profundos desacuerdos al
interiorde los partcipes del denominado Acuerdo, en puntos que eran
capitalesy que de alguna manera sta tocaba o insinuaba tocar. Si no
hubiera sidoas, es evidente que la respuesta inmediata y uniforme
de ellos hubiera sidode que estos temas no eran atinentes a la
iniciativa que los congregaba.Pero como todas eran materias muy
pertinentes al Acuerdo, las respues-tas surgieron. Y surgieron
contradictorias entre sus firmantes o partcipes.
Para procurar obviar el bochorno, se insinu entonces la tesis
deque esto era nada ms que un primer paso. Que haba que entender
quepodan subsistir importantes desacuerdos, incluso respecto de lo
que esta-ban comunicando estar de acuerdo a la opinin pblica,
porque se tratabaslo de un primer paso. La pregunta que hay que
hacerse, entonces, si setrataba de un primer paso, es por qu se
pretendi y se ha seguido preten-diendo obtener firmas de respaldo
para un documento que an requiere serprecisado por sus actores para
darle una envergadura y una consistenciareal, ntida y
enjundiosa.
Naturalmente, no hay por qu pedirle a un grupo de personas que
serene a buscar un consenso que lo logre de inmediato. Puede
obtenerlo, en
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TAMARA AVETIKIAN 23
una primera fase, slo de modo embrionario, a modo de esbozo y de
borra-dor. Pero en ese caso, debe informarle al pas que slo ha
conseguido unesbozo o un borrador. Y aadir que seguir profundizando
el anlisis deltema hasta perfilar lo que proclaman como sus
objetivos, es decir, un con-senso mnimo para dar a Chile un marco
de gobernabilidad futura, sobre labase de alcanzar tambin un
acuerdo bsico para la transicin hacia esaplena democracia.
Ninguna de esas cosas se ha logrado. La realidad del curso
posteriorde los hechos no nos ha informado de ningn avance entre
los partcipesdel documento, ms all de lo que su texto inicial dice.
Y s nos vamosinformando diariamente, en cambio, de dificultades o
tropiezos que ellosencuentran cada vez en mayor medida, como aqu
mismo se ha reconocidoesta tarde.
Resulta evidente que la interpretacin que se acaba de hacer en
elsentido de que, en materia econmico-social, este documento
sentara lasbases suficientes y razonables de una sociedad
satisfactoria para el pensa-miento liberal o para el pensamiento
conservador (en el sentido que estasexpresiones son usualmente
empleadas en Chile), no puede ser aceptadopor don Carlos Briones y
por don Luis Maira, y como un acuerdo polticono tiene ms valor que
el que quieran darle sus partcipes, tal interpretacincarece de toda
validez prctica.
De manera que, en definitiva, estamos frente a un documento que
noes ms que un esbozo, un primer borrador que, si se hubiese
presentado as,o si an hoy se trabajara y se profundizara en la
medida en que ello loreclama, podra haber prestado o prestar un
servicio til al pas. Pero en lamedida en que se siga presentndolo
como un documento acabado respec-to del cual, por una parte, se
recaban adhesiones y, por otro lado, se preten-de convertirlo en un
actor de la vida poltica, creo que slo se induce aconfusiones muy
perturbadoras.
Por tanto, termino sealando que si lo que se buscaba era
favoreceruna negociacin de los sectores civiles o polticos con el
Gobierno, bastabamucho menos de lo dicho. Pero lo que ocurre es que
se quiso tambin dar lasensacin de que la coalicin representada en
el Acuerdo garantiza unmarco de gobernabilidad futura y que ha
surgido una alternativa viable degobierno para Chile, aunque se
diga que no se trata de un pacto poltico. Yentonces habra sido
necesario mucho ms de lo dicho. Por eso, en razn deexceso o en razn
de defecto, el denominado Acuerdo no cumpli nicumple hasta ahora
con fines claros que permitan estimarlo una
iniciativaconfiable.
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24 ESTUDIOS PBLICOS
Sr. Sergio Baeza:Iniciamos ahora la segunda vuelta de
intervenciones; lo hace en
primer lugar y por 5 minutos don Jos Zabala.
Sr. Jos Zabala:La verdad es que no soy poltico; menos cientista
poltico y mucho
menos orador. Me ha tocado vivir el privilegio de una
experiencia muyespecial, que ha sido la gestacin de este Acuerdo
Nacional y cuandohablo sobre l, hablo ms con el corazn que con la
cabeza en muchosaspectos. Yo he visto en esta experiencia tan fuera
de mi oficio; tan fuera decontexto para m, como el que muchas
voluntades se hayan unido muchasvoluntades con criterios muy
distintos, ha creado una esperanza a muchagente en Chile; en un
Chile donde haba mucha desesperanza. Evidentemen-te esa esperanza
ha nacido en funcin de que se abriera un dilogo; de quehubiera un
puente que permitiera un entendimiento entre la autoridad y
laoposicin.
No hemos tendido an ese puente y hemos visto, en cambio,
uncierto inmovilismo. El inmovilismo para los polticos as me lo han
dicho yas lo sienten, el inmovilismo les hace sufrir la presin de
sus bases, ycuando ellos sufren la presin de sus bases, caen
frecuentemente en decla-raciones, en movilizacin social, en actos
pblicos y en una serie de cosasque son producto de ese inmovilismo
y de ese no pasar nada que haceque, frente a sus bases, tengan que
hacer algo. De esto comienzan a nacerdivergencias ms o menos
notorias. Yo, realmente, me niego a pensar queexista una estrategia
de no tender el anhelado puente del dilogo, sinoesperar a que los
firmantes se enfrenten y el Acuerdo se rompa. Repito queme niego a
pensar eso, porque, quin gana? La verdad es que creo queslo gana
una violencia creciente y una represin creciente, y ambas no nosvan
a conducir sino a una irracionalidad incontrolable en que todos
vamosa perder.
Frente a eso, creo que todos tenemos que actuar con nimo
cons-tructivo. Yo creo en esta mesa aqu a mi lado a un hombre que
acabo deconocer, ya que nunca he estado con l y le he dado la mano
por primeravez hoy da; un hombre, sin embargo, que he admirado
mucho y todosnosotros seguramente desde aquella poca de la UP en
que desde A estaHora de Improvisa defenda con tanto calor cosas que
todos queramosmucho. Yo creo que hombres inteligentes, como Jaime
Guzmn, pueden sertremendamente destructivos o tremendamente
constructivos en esta alter-nativa que vive Chile.
El habla de las vaguedades. Yo creo que se ayuda ms buscando
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TAMARA AVETIKIAN 25
reducir las vaguedades, que enfatizndolas. Se ayuda provocando
un dilo-go y no divulgando nueve dudas por la prensa. El puede
ayudar y es miopinin muy franca, muy modesta y a lo mejor muy
ingenua contribuyen-do a que el dilogo se ample; a que el puente se
tienda; a que aunque unolo llamen acuerdo y otros lo llamen esbozo
de acuerdo, todos se sienten auna mesa para dialogar y as devolver
la racionalidad a este pas.
Sr. Angel Flisfisch:Despus de las palabras de don Jos Zabala,
quizs el silencio sera
lo ms adecuado.No obstante, hay algunas consideraciones que
merecen rectificacio-
nes.
Primero, es mi opinin que cuando el Partido Socialista suscribe
elAcuerdo Nacional, expresa la clara conviccin de que la estructura
polticasfutura de Chile debe ser democrtico-liberal.
Segundo, cuando el Partido Socialista suscribe el Acuerdo
Nacional,entiendo que reconoce que el rgimen socioeconmico, por
varias dcadas,poseer una naturaleza esencialmente capitalista.
Obviamente, hay capitalismos y capitalismos. Mi opinin es que
lavoluntad del Partido Socialista es luchar por que el rgimen
socioeconmicose oriente definitivamente hacia la realizacin de los
intereses generales dela economa nacional y hacia la satisfaccin de
las necesidades mayorita-rias, evitando una economa especulativa,
antinacional y que privilegie a lossectores de ms altos
ingresos.
Hay un punto sobre el que conviene volver. Los protagonistas
delAcuerdo Nacional pueden, a travs de sus acciones, otorgarle dos
signifi-cados distintos. Uno es el del rayado de la cancha. Si bien
ello es primordial,puede ocurrir que a partir de ese rayado de la
cancha simplemente se dejeque la vida poltica recobre los rasgos
que adquiri desde comienzos de losaos sesenta. Hoy en da, las
dificultades del proceso de transicin derivanen medida no
despreciable de la persistencia de esos rasgos.
Sin embargo, los mismos protagonistas del Acuerdo Nacional
pue-den optar por otro significado: el significado de un contrato
social muyinclusivo, en proceso de permanente readecuacin, que
contiene tanto ac-tores polticos como actores sociales.
Ese segundo significado es probablemente necesario para una
con-solidacin de la democracia en Chile. Por ejemplo, es difcil que
el pasenfrente con xito, sin quebrantos serios de una futura
institucionalidaddemocrtica, los desafos de la crisis en ausencia
de procesos de concerta-cin entre trabajo, capital y Estado. A la
vez, es difcil que una concertacin
-
26 ESTUDIOS PBLICOS
semejante opere si el sistema de partidos sigue funcionando como
funcionen el pasado. En el presente y en el futuro, el principio
rector del funciona-miento del sistema de partidos, para adecuarse
a las exigencias de concerta-cin socioeconmica, tendra que ser uno
de corresponsabilidad en las de-cisiones colectivas.
Ese principio no implica eliminar la competencia del sistema de
parti-dos. La competencia es deseable porque garantiza
representatividad social,control sobre el gobierno y el Estado, y
tutela de los derechos bsicos.Simplemente, significa atenuar quiz
de manera importante la intensidadde la competencia
interpartidista, premiando la cooperacin entre partidos.
El Acuerdo Nacional contiene embrionariamente ese segundo
signi-ficado. De sus protagonistas depende que se consolide o no en
ese senti-do. Obviamente, el proceso por el cual vayan dndole
contenido al Acuerdoes un proceso de aprendizaje. Si bien el
aprendizaje en poltica se hace bajocondiciones que no se eligen, y
en tiempos que tampoco se eligen, inexora-blemente el aprendizaje
no puede dejar de hacerse.
Sr. Oscar Godoy:Evidentemente que el documento no puede ser, ni
creo que ha sido o
fue la pretensin de sus autores, un texto orgnico y cuyas
palabras tuvie-sen un sentido unvoco. Eso es absolutamente
imposible: solamente losconcilios, en el pasado, conseguan la
univocidad de los conceptos; dondecada uno de ellos era
perfectamente definido y ensamblado con el resto.Nosotros sabemos
que modernamente esto es mucho ms difcil, y veanustedes el ejemplo
del ltimo Concilio, cuyos textos admiten ser interpreta-dos de
distinta manera. Creo que en esta materia Jaime Guzmn tiene
algunaexperiencia.
En consecuencia, nosotros no podramos pedirles univocidad a
to-dos los trminos contenidos en el Acuerdo: en parte, sus
conceptos sonanalgicos, otros, son efectivamente unvocos y ms de
alguno puede serequvoco: corresponde a la lgica analizar el texto y
su contexto. Pero creoque quienes han hecho una hermenutica
correcta concuerdan en que elAcuerdo refleja una concurrencia de
voluntades fundada en definicionesmnimas; adems, por otra parte, el
Acuerdo solamente ha abierto un proce-so de discusin y de accin
poltica, que debe ser profundizado, comoalgunos dirigentes de
distintos sectores polticos lo han sealado.
Pero ya querra referirme tambin a las conversaciones. Es
evidenteque nosotros no le podemos pedir al Sr. Briones que se
convierta a unliberalismo integral, como tampoco podra pedrseme a m
que me conviertaa un socialismo integral; se trata de algo
absolutamente distinto: en un pas
-
TAMARA AVETIKIAN 27
de subconsensos o de consensos quebrados podemos llegar a
unconsenso mnimum, para definiciones mnimas, a mi juicio, son
esencial-mente liberales, y en ese sentido hay que reconocer que
hay un sectorimportante de la Izquierda de este pas que se ha
convertido en el sentidoalto y honesto de la palabra; en el sentido
de que han revalorizado aquelloque se llam una democracia puramente
formal, la propiedad privada y elmercado, como ya dije en mi
anterior intervencin.
Es cierto que el texto dice el mercado, la concertacin y la
accin delEstado constituyen, entre otros, mecanismos de asignacin
eficiente delos recursos, pero el solo hecho que exista un grupo de
personas de Izquier-da que reconoce la validez que tiene uno de los
elementos bsicos delcapitalismo significa un enorme paso. Paso
reafirmado por una concertacinde voluntades para construir una
sociedad en cuyo interior los partidos vana poder concurrir
pacficamente por el poder poltico, se va a aplicar la
reglamayoritaria y respetar los legtimos derechos de las
minoras.
A m me parece que ese patrimonio mnimo, que es
fundamental,constituye la esencia de un proyecto liberal, y si yo
le escucho a AngelFlisfisch, aqu delante de todos ustedes,
afirmarlo y sostenerlo, yo no po-dra imputarle una intencin que
fuese distinta a lo que sus palabras estnexpresando, porque si lo
hacemos realmente no podemos llegar a ningunaparte, en cuyo caso
tendramos que cancelar o suprimir nuestra ciudadanapara entregrsela
entera al soberano y creo que eso es inadmisible.
El Gobierno y la Oposicin coinciden en una interpretacin
bsica,acerca de la constitucin permanente, pero discrepan tanto en
la concre-cin de sta en una constitucin positiva (Constitucin de
1980, an sinaplicarse, versus otra constitucin que surgir sea de la
modificacin asta, sea de un nuevo acto constituyente), como las
modalidades que deberevestir el paso del gobierno autoritario al
sistema democrtico. Una delas principales discrepancias radica en
lo que llamo el tiempo vaco y queconsiste en el uso, por parte del
gobierno, del concepto de cronogramacomo opuesto al proceso de
transicin que vive el pas real.
El cronograma es el itinerario, en el tiempo, de la aplicacin de
lasdistintas etapas de cambio de rgimen descritas en el articulado
transito-rio de la Constitucin de 1980. Hasta la fecha, esas etapas
han sido condu-cidas por el Gobierno de modo tal que podemos
caracterizarlas as:
a) Opacidad de la actividad legislativa encaminada a elaborar
las le-yes orgnicas, necesarias para poner en funcionamiento las
institu-ciones de la Constitucin de 1980. Esta falta de
transparencia esobvia, y el pas real la resiente. Incluso para los
niveles ms altos de
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28 ESTUDIOS PBLICOS
la intelillentsia chilena es sorprendente el carcter cerrado y
cuasi-secreto de este extrao procedimiento, propio por los dems de
losregmenes autoritarios personalistas.
b) Exclusin de los actores polticos, sociales y econmicos del
ca-lendario de actividades consignados en el cronograma. El pas
realest marginado y no comparte la gran tarea comn de disear
elproyecto chileno de futuro. Esta exclusin reposa sobre una
actitudeminentemente paternalista del poder poltico, que deja
entrever, sinmucha claridad, que la voluntad soberana del Prncipe
puede donar-le al pas un rgimen democrtico, pero sin la
participacin de lasociedad y sus representantes, actuales o
histricos.
c) Obscuridad en el horizonte poltico. El poder se guarda el
desti-no del pas a travs de un sistema de aluciones siempre vagas
eimprecisas que no permiten prever nuestro futuro poltico.
Estrate-gias, tcticas, acciones, marchas y contramarchas, ataques y
apela-ciones conciliatorias, operaciones orquestadas de divisin de
la De-recha, etc., que bien podran orientarse en un escenario 1989
en quela alternativa sea Yo o el Caos. Hablo con potencial porque
lanaturaleza del Prncipe no permite, justamente, pronsticos o
preci-siones ligeramente razonables. Todo puede ser o no
ser.Opacidad, exclusin, obscuridad definen un tiempo vaco. E
ncambio, a meses de la fecha lmite, debera estar en marcha un
pro-ceso, en que de modo transparente y sin exclusiones el pas
realse encamine en forma integrada, solidaria y creativa, hacia
metasperfectamente claras y definidas.Un cronograma no es un
proceso, aun cuando todo proceso tengaun cronograma.
Sr. Jaime Guzmn:En realidad no es ni fcil ni grato mi papel en
esta reunin, porque
hacer de aguafiestas no es una cosa mayormente simptica para
nadie. Perosupongo que me han invitado con esa funcin, de modo que
si no la asu-miera faltara, creo yo, a las expectativas de los
anfitriones.
Quiero fundamentalmente subrayar algunas ideas muy bsicas
paradejar fijada mi posicin al respecto, de manera que no haya
lugar a equvocoy que don Jos Zabala tenga la absoluta seguridad de
que ella es construc-tiva para los nobles propsitos que l
persigue.
Primero, se puede llegar a un consenso mnimo, pero la expresin
deese consenso mnimo debe ser lo ms preciso posible. Y justamente
durantelargos aos, deben ser pacientes y prudentes para ir
avanzando de modo
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TAMARA AVETIKIAN 29
gradual hasta obtenerlo, en lugar de tratar de precipitar hechos
que, ms allde sus intenciones, pueden llevar a resultados muy
distintos, peligrosos odainos.
Por la propia forma en que nos ha contado don Jos Zabala que
sedesarroll este documento, es imposible que entre todos los que
concurrie-ron a firmarlo haya habido ni el tiempo ni la posibilidad
para que su texto sedecantara y que se alcanzara un verdadero
acuerdo o consenso mnimo enlos puntos que all se tocan, o al menos
en muchos de ellos. Y como nopoda haber tiempo para alcanzarlo, se
obvi el inconveniente a travs deuna formulacin genrica que
permitiera interpretaciones variadas o equvo-cas. Que permitiera
que el documento tuviera, como ahora se usa decir,varias lecturas
posibles. Es eso precisamente lo que impugno, porquecreo que no
contribuye a los propsitos que se persiguen.
Si fuerzas polticas dispares profundizan un principio de acuerdo
y lovan desarrollando en el tiempo con paciencia y con realismo,
poco a pocovan a ir advirtiendo, y vamos a ir advirtiendo todos, si
se van forjandomayores acuerdos, que realmente tengan vigor, raz y
solidez, o si en reali-dad estamos llevados an por una ilusin y un
anhelo muy noble, pero queno logra todava plasmarse en la realidad
del modo en que l aparecer pro-yectado en un documento como
ste.
Es esa manera de aproximarse al problema la que creo
fundamental-mente distinta a la que el Acuerdo ha empleado, aunque
la intencin quenos pudiera mover fuera la misma. Si lo que se
persigue es procurar unanegociacin con el Gobierno, es evidente que
el camino buscado no hapodido ser objetivamente menos acertado, no
obstante la buena intencin,insisto, que pueda inspirar a sus
actores.
Pero pienso que ms que ese objetivo, que ciertamente tiene valor
oimportancia, Angel Flisfisch ha dicho aqu una cosa que, a mi modo
de ver,es tal vez de lo ms importante que he escuchado hoy en torno
al tema. Hasealado que debiera darse ms importancia en los anlisis
que se hagan enel campo poltico chileno, a las caractersticas y
formas que debe tenernuestra futura convivencia democrtica, que a
la transicin o camino paraalcanzarla.
Esa afirmacin, tan lcidamente formulada por l, quisiera
subrayarlay hacerla ma, porque creo que priorizar el problema de la
transicin escolocar el tema del poder, que bien sabemos cun
neurlgico y conflictivoes hoy en Chile, en el eje y tal vez en la
trabazn de cualquier avancehacia la plena democracia.
Si, en cambio, se procura enfatizar lo que se anhela que sea
nuestrafutura convivencia democrtica, se va a advertir de inmediato
que quizs
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30 ESTUDIOS PBLICOS
hay mucho, como han dicho Oscar Godoy y Angel Flisfisch, que
puedehaberse avanzado durante estos aos hacia un consenso mnimo al
respec-to, y en ello los merecimientos estn repartidos mucho ms all
de lo quecada cual quisiera monopolizar. Pero puede ser que se
compruebe, tambin,que hay importantes diferencias no salvadas y
quiz no susceptibles de sersalvadas por ahora. Y en ese caso, es
mejor reconocer cules son esasdiferencias y constatar entre quines
estn situadas, para acortarlas bien ypara no alentar esperanzas que
ms tarde se vean defraudadas.
Si hay algo de la experiencia poltica chilena de las ltimas
dcadasque no debemos repetir jams, es nuestra tendencia como pueblo
a alentaresperanzas desaprensivas y eufricas. A no escuchar ninguna
voz que, enel momento de la euforia en que esa esperanza crece y en
que la fiesta seinicia, haga alguna advertencia de los riesgos que
ella entraa. A considerarque quien formula cualquier prevencin es
alguien que no quiere subirse alcaso de la historia, expresado en
la nueva iniciativa mgica o cuasimgicaque cada cierto tiempo se le
presenta al pas como la panacea.
Por eso, para evitar la repeticin de dicho problema, se debe ser
muyriguroso, porque es cierto que sera mucho ms grato volvernos a
ilusionartodos de que estamos de acuerdo ms all de nuestro real
grado de acuer-do, pero ello podra verse frustrado muy pronto, con
consecuencias tal veztrgicas.
De ah que ser riguroso a veces quiz puede no ser simptico,
peropienso que generalmente resulta extraordinariamente
constructivo y til. Eslo que la UDI ha tratado de aportar al
enfoque del denominado Acuerdo,albergando la certeza de haberle
prestado con ello al pas un muy sealadoservicio.
Sr. Edgardo Boeninger:Las dificultades que se han suscitado en
torno al Acuerdo se han
centrado en los problemas tcticos, esto es en los pasos que es
preciso daren el corto plazo. El punto ms conflictivo como lo
sealaba en mi primeraexposicin, es la disyuntiva
negociacin-movilizacin. Las discrepancias alrespecto facilitan la
estrategia de ataque al Acuerdo impulsada por el gene-ral Pinochet
y sus allegados ms cercanos, la cual se refleja ciertamente enel
tipo de argumentacin que ha esgrimido aqu Jaime Guzmn.
La negativa a dialogar por parte del Ejecutivo radicaliza a la
oposi-cin y deja sin piso, en el aire, a los independientes
firmantes del Acuerdo,quienes, como se sabe, privilegian la
negociacin. Se genera as en lospartidos opositores la percepcin de
que es poco lo que socios indepen-dientes pueden aportar en el
proceso. Esta estrategia del general Pinochet
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TAMARA AVETIKIAN 31
pretende en definitiva la ruptura del Acuerdo y forzar un
reacomodo deestos independientes, por falta de otra alternativa,
bajo el alero de una ciertacontinuidad del rgimen. Paralelamente se
despliega una campaa bastanteespectacular, en que el Ministro
Cuadra asume como generalsimo de lacandidatura del Jefe del Estado
para el ao 1989.
El anlisis de los conceptos vertidos reiteradamente por Jaime
Guz-mn es inquietante. Su visin de la poltica es de una rigidez tan
extrema quepuede aspirar, en el mejor de los casos a una coalicin
de gobierno querepresente a un tercio del electorado en el supuesto
de que se reconstituyatoda la Derecha y que sta abrace los
postulados de la UDI.
Jaime Guzmn es incapaz de concebir que alguien como Carlos
Brio-nes acepte una democracia pluralista y un capitalismo inicial
sometido areformas graduales en el transcurso del tiempo.
Descalifica esa posibilidadprcticamente a priori, por el mero hecho
de tratarse de un dirigente socialis-ta. Lo que pasa es que Guzmn
tiene una imagen fijada histricamente de loque es socialismo, y de
sa no se mueve. En consecuencia, Jaime estcondenado a constituir,
en el mejor de los casos, una minora de un terciosin posibilidades
de alianza. En un contexto democrtico, ello impide acce-der al
gobierno, por lo que si se quiere conservar o llegar al poder,
sloquedara el recurso de recurrir al apoyo de las Fuerzas Armadas,
lo cualconllevara un nuevo colapso del rgimen democrtico. Adems, es
eviden-te que las instituciones castrenses podran optar por otras
alternativas, loque convierte tales esquemas en un juego de
resultado impredecible.
Por otra parte, Jaime Guzmn evala el Acuerdo no desde la
perspec-tiva de un rayado de cancha, sino desde una que le atribuye
el carcter deprograma poltico acabado. Trata luego de discernir si
este ltimo coincide ono con el programa poltico y la plataforma o
declaracin de principios de laUDI. La verdad es que Guzmn tiene su
propio rayado de cancha, que no esotro que el itinerario oficial
vigente en este momento. Es natural, en conse-cuencia, que
cualquier frmula que insine una negociacin, que insinesiquiera un
rayado de cancha un tanto diverso, haya sido hasta aqu des-cartado
de plano.
Creo que en mi primera intervencin hice referencia en trminos
bas-tante claros a varios de los temas en los que Guzmn insiste con
sus pre-guntas: la legitimidad de la Constitucin, el plazo de 1989,
la negociacin, lamovilizacin, etc. Por lo tanto, me har cargo
nicamente de la supuestavaguedad del consenso mnimo, expresada en
la afirmacin de que en reali-dad quienes suscriben el Acuerdo se
han limitado a poner su firma a algu-nas palabras vacas. Jaime
Guzmn no aprecia lo que significa que el PartidoSocialista y la
Izquierda Cristiana acepten garantizar constitucionalmente la
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32 ESTUDIOS PBLICOS
vigencia del derecho de propiedad. No llega a comprender la
transcendenciade que los perseguidos de este tiempo adhieran a un
compromiso que des-carta cualquier gnero de vendetta, juicio
colectivo o cosa que se le parezca.No valora el hecho de que la
Derecha firmante del Acuerdo, que ha sidopartidaria del rgimen
actual, acepte que es imprescindible introducir modifi-caciones,
pocas pero muy fundamentales, a la Constitucin poltica vigentepor
la que ella vot en 1980.
Tampoco Guzmn capta la importancia del consenso acerca de
lasbases del futuro orden socioeconmico, el cual no puede ser
reducido a loque pase con el derecho de propiedad o el principio de
subsidiariedad.Cuando uno es capaz de remontarse por encima de los
simplsimos, descu-bre que en cualquier economa con mercado que
opera en un contexto de-mocrtico, coexisten la concertacin entre
los actores sociales organizadosque cada vez tienen un papel ms
importante y, naturalmente, las instan-cias de decisin poltica,
reguladoras y en materia de polticas redistributi-vas, por
ejemplo.
La dualidad de intereses de los partidos a que aludi Angel
Flisfisches, a mi juicio, un hecho real y muy serio. Sin duda, es
imprescindible mirarel largo plazo, o sea, considerar la
consolidacin democrtica como el hori-zonte de tiempo que los
distintos actores de este escenario deben usar paradelinear sus
estrategias polticas. Si el problema se lo mira desde el punto
devista del inters nacional, evidentemente lo que se requiere hoy
da no es,como dijo el general Pinochet, la voluntad de vencer, sino
un consenso, sinvencedores ni vencidos. Todos deben ceder algo de
sus propias posicio-nes, en aras de un acuerdo ms general. La
superacin del dualismo deintereses mencionado por Flisfisch slo se
hace racional si se mira el largoplazo porque en tal perspectiva se
podra concebir un primer gobierno de-mocrtico carente de voluntad
hegemnica de grupo alguno, una especie deneutralizacin de la
competencia poltica en un primer perodo. Tal opcinsera,
evidentemente, una salida ms conservadora en el corto plazo que
laque podra representar, a modo de ejemplo, la libre eleccin de un
Presiden-te de la Repblica, por parte de la Alianza Democrtica,
pero facilitara refor-mas ulteriores ms sustantivas y ms firmemente
aceptadas por la sociedadsi en esa forma se contribuye a consolidar
el sistema democrtico.
Lo que ocurre es que como ningn grupo ni partido est en
condi-ciones de establecer por s solo la hegemona, asistimos a un
juego quepodra resultar muy peligroso. La Democracia Cristiana es
un partido muygrande que se ubica en el Centro poltico, entre el
MDP, por un lado, y laDerecha, por el otro. Esta y aqul compiten
con el objetivo de desplazar a laDC hacia su propio modo de mirar
las cosas. Una estrategia del primer tipo
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TAMARA AVETIKIAN 33
apunta a generar una alianza de toda la oposicin actual. Me
parece queuna coalicin de esas caractersticas sera insuficiente, en
trminos de apo-yo electoral, para hacer frente a los desafos del
futuro; adems, por s sola,no asegurara una superacin pacfica del
rgimen militar. Ahora bien, labsqueda de una alianza Democracia
Cristiana-Derecha significara polarizartodava ms al pas. El
resurgimiento de la Confederacin Democrtica(Code) slo podra traer
aparejada la reconstitucin de la Unidad Popular.La conciliacin
democrtica se hara as imposible.
La importancia que para el futuro poltico del pas tiene la
aparicin yel fortalecimiento de una izquierda democrtica es un
fenmeno absoluta-mente subestimado e incluso ignorado por quienes
asumen enfoques comolos que postula Jaime Guzmn. Entonces, el
problema del socialismo demo-crtico cuya existencia es vital para
Chile, de modo que la alternativa en elpoder ese torne posible,
simplemente es descartado de plano, ya que seotro rayado de cancha
considera nicamente a un grupo de actores deorientacin centro
derechista, dejando al resto de las fuerzas polticas almargen de
toda posibilidad de acceso al poder, condenada a una especie
deoposicin permanente, pretensin que es, sin duda, incompatible con
larealidad social y poltica del pas.
La miopa con que algunos examinan el cuadro poltico
prevalecientehace indispensable privilegiar la consolidacin
democrtica como el hori-zonte fundamental de la estrategia de los
partidos de los partidos. An ms,dira que la transicin real a la
democracia slo ser posible verdaderamenteen la medida que se
privilegie explcitamente esa consolidacin. La verdades que en esto
se ha avanzado al concurrir sectores de derecho a la firma
delAcuerdo Nacional, sumndose as a los opositores, que ya haban
firmadomuchos documentos juntos. Este fenmeno obedece a que el
Acuerdo con-templa justamente la ptica del largo plazo, a travs de
la explicitacin decriterios sobre el orden econmico social y de una
serie de otras cosas quesi bien no inciden en la transicin, s
inciden en la democracia del futuro. Lasuperacin de la actual
crisis y de los desafos de la prxima dcada condu-ce nuevamente a lo
que es para m la conclusin fundamental: el imperativode un gran
esfuerzo colectivo que sume fuerzas de Derecha, Centro e
Iz-quierda. El punto de partida de un proceso de estas
caractersticas slopuede ser algo como el Acuerdo Nacional. Es
cierto que ste atraviesa pordificultades, pero mantiene
posibilidades de fortalecerse y perfeccionarse.Ello depender de la
buena voluntad, clarividencia y lucidez de los distintosactores
polticos.
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34 ESTUDIOS PBLICOS
Segunda Sesin, 27 de noviembre de 1985
Sr. Enrique Barros*:A nombre del Consejo del Centro de Estudios
Pblicos tengo el
agrado de saludarlos y agradecerles su asistencia a esta segunda
sesin delseminario sobre el Acuerdo Nacional y Transicin a la
Democracia, quese organiz con el objeto de analizar este documento
poltico.
En esta ocasin participar don Sergio Molina, coordinador
delAcuerdo Nacional. Hago presente que el tercer miembro de la
Comisin delAcuerdo, don Fernando Lniz, no ha podido intervenir en
este foro en raznde una enfermedad. La reunin de hoy da se va a
concentrar en la discu-sin de ciertos puntos sobre el temario libe,
entre don Sergio Molina ydiversos representantes de medios de
difusin. El formato bsico consistiren lo siguiente: cada uno de los
seores invitados, don Hermgenes Prezde Arce que concurre en
representacin del director de El Mercurio; donCristin Zegers,
director del diario La Segunda; don Rigoberto Daz G.,que concurre
en representacin del director del diario La Tercera; donRoberto
Pulido, director de la revista Qu Pasa; don Emilio Filippi,
direc-tor de la revista Hoy; don Sergio Marras, director adjunto de
la revistaApsi, y doa Carmen Gardeweg, en representacin de revista
Ercilla, vaa hacer secuencialmente una pregunta o va a plantear una
inquietud al Sr.Molina, quien va a responder a ellas.
Para iniciar el debate, quisiera hacer una primera intervencin,
a ttu-lo estrictamente personal y preguntarle al Sr. Molina, a
manera de introduc-cin, cul es la razn en virtud de la cual l se
vio involucrado e inici suparticipacin en este llamado Acuerdo
Nacional?
Sr. Molina*:Ciertamente sta va a ser la pregunta ms fcil.Tengo
una larga vinculacin con la Iglesia, no slo de carcter espi-
ritual, sino que tambin una vinculacin de servicio, lo que en
distintasoportunidades me ha permitido servir a esa institucin. En
esa condicin fuidurante muchos aos presidente de la Fundacin para
el Desarrollo, unaorganizacin del Arzobispado de Santiago, y as he
colaborado con el ante-rior Arzobispo y Cardenal, Monseor Ral
Silva, desde ese cargo y en unarelacin personal.
* Consejero del Centro de Estudios Pblicos.* Coordinador del
Acuerdo Nacional.
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TAMARA AVETIKIAN 35
Cuando fue designado Arzobispo de Santiago Monseor Fresno,
lemanifest que sera conveniente no seguir ocupando esa posicin,
porqueen la misma fecha haba sido designado vicepresidente del
Partido Dem-crata Cristiano y no pareca adecuado mezclar las dos
cosas. As fue comodon Jos Zabala me reemplaz en el cargo de
presidente de la Fundacinpara el Desarrollo, pero Monseor Fresno me
pidi que continuara en sudirectorio y que junto con Jos Zabala o
acompaara en esas actividades.De vez en cuando me reuna con Monseor
Fresno para comentar sobre lasituacin nacional desde el punto de
vista econmico, social, poltico, tra-tando de darle una visin lo ms
objetiva posible de mi opinin sobre eltema. Se fue creando as un
vnculo de amistad y confianza que, en definiti-va, cuando se trat
de buscar a las personas que podan ayudar en estainquietud, me pidi
a m que colaborara, junto con Fernando Lniz y JosZabala en esta
iniciativa que l emprenda bajo la inspiracin fundamentalde la
reconciliacin en Chile, as empez.
Despus de concluido el proceso, pensamos que nuestra misin ha-ba
terminado y as lo hicimos saber a los firmantes del Acuerdo. Ellos
nossolicitaron, por unanimidad, que continuramos colaborando en la
tarea quequedaba por cumplir, y en esa condicin, dado que la
situacin de JosZabala y de Fernando Lniz era distinta a la ma, me
pidieron que permane-ciera como coordinador y presidiera las
reuniones del Acuerdo Nacional.Estimo que estoy haciendo un
servicio pblico, yo soy un hombre de servi-cio pblico, no tengo
ningn inters personal, ni lo hago por figurar o porun inters de
futuro; creo que estoy sirviendo al pas a travs de esta laborque
por accidente me ha tocado cumplir.
Sr. Enrique Barros:Iniciamos la rueda de intervenciones
periodsticas siguiendo el or-
den de la mesa.
Sr. Hermgenes Prez de Arce*:Cuando se trata de llegar a un
acuerdo, compromiso o convencin
entre un nmero de personas, y se pretende que esta convencin sea
adhe-rida tambin