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coD.913s

S E RV ¡CIO DE DOCUMENTACIONEN CIENCIAS SOCIALES

E. DURKHEIM

LOS HECHOS SOCIALES

FUNDACTON DE CULTURA UNIVERSITARIA

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E. DURKHEIM

LOS HECHOS SOCIALES

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PREFACIO DE LA SEGTJNDA EDICION

La primera edición de este libro, promovió controversias bastanta vivas.Como desconcertadas, las idegs coffientes resistieron en un principio de unamanera tan enérgica, que casi nos fue imposibie hacernoE entender. Sobre -aquellos mismos puntos en que nos habfamos explicado de la manera másexplfcita, se nos achacó gratuitamente opiniones que nada tenían de comúncon las nuestras, y se creyó refutamos al refutarla¡. Aun cuando afirmába-mos varias veces que la conciencia, tanto individual como social, no era pamnosotros nada sustaneial, sino rlnicamente un conjunto, más o menos siste-matizado, de fenómenos sui géneris, tachósenos de realismo y de ontologis.mo. Cuando sostuvimos expresamente y repetido de todas las maneras que lavida social está completamente constituida por representacioneso se nosacusó de eliminar de la sociologfa e}elemento mental. Se llegó hasta eI ertre-mo de restaurar, en contra nuestra, procedimientos de discusión que se po-dfan ereer definitivamente desaparecidos. Se nos imput6, en efectoo ciertasopiniones por nosotros nunca sostenidas, eon el pretexto de que estaban'rconformes con nuestros principio$". La experiencia, ein embargo, habfaevidenciado todos los peligros de aquel métodp que, permitiendo construira¡bitrariamente los sistemas que se discuten, permite tambidn triunfar deellos sin mucha pena.

No creemos pecar de exagerados si afirmamos que las resistencias dismi-nuyeron progresivamente. Sin duda, no se admiten aún toda¡ nuestras propo-siciones. Pero no nos admiramos ni quejamcs de estas saludables disputas; esevidente, en efecto, gue nuestras fórmulas están destinadas a ser reforzadasen el ponrenir. Resumen de una práctica personal foruosamente lirnitada,deberán evolueionar necesariamente a rredida que se vaya adquiriendo unaexperiencia más extensa y profunda de la realidad social. Ademris, el métodosólc, puede ser provisional, pues los métodoe cambian a medida que Ia cienciaadelanta. Es evidente que en estos últimos años, a pesar de la oposicién

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encontrada, la causa de la sociologfa objetiva, específiea y metódica, ha idoganando tereno sin interrupción. La fundación de L'Année Sociologiquecontribuyó en mucho a este resultado. Por abrazar todo el dominio de laciencia, L'Année, mejor que ninguna obra especial, pudo dar una idea de loque la sociolcgía debe y puede devenir. De esta rnanera se ha podido ver quela sociología no estaba condenada a ser una rarna de la füosofía general, yque, de otra parte, podía entrar en contacto con el detalle de los hechos sinriegenerar en pura erudición. Aprovechamos esta ocasión pa:a rendir home-naje -homenaje siempre prálido- a Ia actividad y deslnterés de nr-restyos ccla-boradores; gracias a ellos se pudo intentar y continuar esta demostración porei hecho.

Sin embargo, por reafes que sean estr:s progresos, €s indiscutible que loss;:Tores y confusiones pasados, ::o deslrpa:,ecieron pi:r completo. Por estcquere;ncs aprcveehar esia segunda edíci.ón pe.ra añadir ¿l.gunas explicacio:':esa las ya dadas, respon.{,er a cierhas críticas y aportar aigunas precisiones i*!:iealgunos puntos.

I

- Nuestra afirmación de que los hechos sociales deben ser traiados collriotosas -afirmación que ccnstituye la base de nuestrc método-, es, quizá,laque enconkó entre todas, la máyor oposición. Se ha consideraáo óaru¿¿ji"oe indigno que asimiláramos las realidades dei mundo social a las realidadesdel mundo exterior.

Sin embargo, todo esto e¡a un simple equívoco sobre el sentido y alcancede esta asimllación, cuyo objeto no es rebajar las formas supenoren del ser ala; formas infericres, sino por el contrario, reitrnCicar para las pnrnera.s ung:.'ado de realidad. pcr 1o fflenos Sgual a aquél que tod-o el mundc reconoce alas segundas. Nosotros no decimos, en efecto, que los hechos sociales soncosas materiales, sino cosas con el mismo derecho que las cosas materiales,aunque de otra manera.

¿Qué es una cosa? La cosa se opone a la idea, como 1o que se conoceexteriormente de io que se conoce interiormente. Es cosa todo objeto deconocimiento que no es natwalmente comprensible a la inteligencia; todoaquello de lo eual no podemos tener una noción adecuada por un simpleproeedimienic de anáisis mental; todo aquello que el espíritu sólo puedellegar a comprender a condici.ón de salir de sí mismo por vía de observacio-nes -v de experimentaciones, pasando progresivarnente d-e los caracteres rsásextenores y más inrnediatamente accesibles a los menos visibles y m¿ísprcfi".:.ndr;s, Trata"r hechos de un cieri;o orden corno cosa$> no es. pu.es, cias!,fi-canlos en tal o ci:al categoría de lo real, es obser'¡a¡ ccn ellos una dererrruaa-da actitud mental. Es abordar su estudio partiendo del principio de que seignorara de manera absoluta lo que son, y que sus propiedades ca¡acterísti-cas, al igual que las causas desconocidas de que dependen, no pueden serdescubiertas ni siquiera por la instrospección más atenta.

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Deffnidos los términos de esta maner&, lejos de ser nuestra proposiciónuna paradoja, podría casi pasar por una verdadera perogrullada-il ño fueratodavfa tan olvidada por las ciencias que tratan del hombre, y especialmente ls.qor ta sociologfa. En efecto: en este eentido plede afrmarse quelodo objetode ciencia es una cosa, eon ercepción, guieá, de los objetos matemrítióos;pues por lo que a istog se refiere, bomo somos nosotros mismos quienés lojconstnryen, desde los mris sencillos a los más complejos, para saber lo queson, basta metemos en nuestro yo y analiza¡ interiormente el proceso mentAde donde provienen. Pero desde el momento en que se trata de hechos pro-piamentc dichos, cuando tratamos de hacer con ellos cienciia, son necesa¡ia-mente para nosotros, incógniüas, coscs ignoradas, pues la representación quese haya podido tener de ellas en la vida, como se formaron sin.método nicrítica, carecen de todo valor científico y deben ser descarüadas. Los mismoshechos de la psicología individual presentan este carácter y deben considerar-se desde el mismo punto de vista. En efecto; aungue sean interiores por defi-nición, la conciencia gue de ellos tenemos no nos revela su naturalezá internani su génesir. I,a conciencia nos los hace conocer hasta un cierto punto, perode la misma manera que las sensaciones nos revelan el eolor o la luz, el soni-do o la eleetricidad; recibimos impresiones confusas, pasejeras, subjetivas,pero no _nociones claras y distintas, conceptos explicativos. Precisamente poresta razón se ha fundado en el siglo XIX una psicología objetiva, cuyareglafundamental es estudia¡ los hechos mentaies exteriormente, es decir, eomocosas. Con mayor nz6n debe suceder lo mismo con los hechos sociales, puesla coneiencia no puede tener más competencia para conocer estos heehos guepara conocer su vida propia (1). Se nos objetará que siendo obra nuestra,basta¡á con tener conciencia de nosotros mismog para saber qué son y cómoestán forrnados. Pero, en primer lugar, observa¡emos que la mayor parüe de.las instituciones sociales provienen, completamente formadas, de las genera-ciones anteriores; nosotros no tuvimos la menor parüe en su formación, y,por consiguiente, no es interogrtndonos coFo podremos descubrir las causasque las engendraron. Además, aun cuando hayamos colaborado en su génesis,apenas entrevemos --y todavía esto de una manera confusa y casi siempreinexscta- las verdaderas razones guc nos impulsaron a obrar y la naturalezade nuestra acción. Hasta cuando se tmta de nuestra conducta privada, cono- ..:,!

cemos muy imperfectamente los nóviles relativamente simples que [os',, "

guían; nos creemos deeintercsados, cuando obramos domo egoíitas;óreemosobedecer al odio, cuando cedemoe al amor, aLatazón, cuando somos escla:,'vos de prejuicios irracionales, etc. ¿Cómo podríamos, pues, tener la facultadde di¡cernir con mayor cla¡idad las causas complejas de que procede la mane.ra de obrar colectiva? En lo colectivo, cada hombre sólo interviene en una

(1) Como se ve, pata admitir esta proposiclón no e¡ necesario so¡tener que la vida socialestá integ:ada solamenüe por representaciones, puee basüa con afirmar que lar repre-sentacioner, tanto individualee como colectivar, sólo pueden ¡er cientfficamente e¡tu-diadas a condición de ¡er e¡üudiadar objetivamente.

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ínfima parte; cada uno de nosotros tiene una multitud de colaboradores, ylo que pasa en los demás nos es desconocido.-Nuéstra

regla no implica, pues, ninguna concepción metafísica, ningunaespeculación sobre el fondo de los seres. Lo que síexige es que el sociólogoponga su espfritu al nivel del del físico, del químico, del fisiólogo, cuando se

aventura en una región, todavía inexplorada, de su dominio científico. Espreciso que al penetrar en el mundo social se haga cargo de que penetra en 1o

desconocido; es necesario que se sienta frente a hechos cuyas leyes son tanpoco sospechadas como podían serlo las de la vida, cuando la biología aúnno estaba constituida; es preciso que se prepare a hacer descubrimientos queie sorprenderán y le desconcertarán. Y es neeesario que la sociología alcaneeeste grado de madurez intelectual. Mienbras que el sabio que estudta la natu-yaleza física tiene idea de la resistencia que ésia le opane y se hace caigo de1o que le costará el tiunfo, pareee que el sociólogo se moviese en medio decosas inmediatamente transparentes para el espíritu; a esta conclusión llega-rnos después de observa¡ Ia facilidad con que resuelve las cuesiiones rnásoscuras. En el estado actual de la ciencia, ni siquiera sabernos qué son, reai-rnente, las principales instituciones sociales, como el Estado, Ia familia, elrierecho de propiedad, el contrato, la pena, la responsabilidad, etc; ignoramcscasi completamente las causas de que dependen, Ias funciones que cumplen,las leyes de su evolución; apenas si iobre determinadas materias comenzarnosa visit¡.mbrar algunos puntos !,uminosos. Y, sin embargo, basta echar unaojeada sobre las abras de sociología, para ver lo rara que es la idea de estaigncrancia y de estas dificuitades, no solamente el saciólogo se eonsideracolrio obiigado a dognatizar a }a vez sobre todos los problemas, sino quecon algunas páginas o con algunas frases, cree haber penetrado en 1a esenciamisma c1e los fenórnenos más complejos. La consecuencia es que tales teoríasnc expresan los hechos, impesibies de agotar con tania rapidez, sino ia pre-i¡ención que de ellos tenfa el autor antes de comenzar la investigación. Sind.uda, la idea que nos forjamos de las prácticas colectivas, de lo que so¡¡ o delo que deben ser, es rin factor de su desarrollo. Pero esta id.ea rnisrna es unhecho que para ser convenientemente determinado debe también ser estudia-do objetivamente. Y esto porque lo que importa conocer no es ia maneracomo tal o cual pensador se representa individualmente una institución,sino la concepción que de ella se formó el grupo; esta concepción es laúnica soeialmente eficaz. Ahora bien, dicha concepción no pued-e conoceroepor la simple observación interior, pues no se encuentra toda entera en nin-guno de nosotros; es necesario, por tanto, buscar algunos signos exterioresque la hagan sensible. Además, es evidente que no se ha engendra-do de lanada, sino que es un efecto de causas extemas que es preciso conocer parapoder apreciar su papel en el powenir. Hágase io que se haga, hay que volversiempre al mismo método.

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II

otra prop-osición no menoÉ vivaménte discutida que la precedente, es laque presenta los fenómenos sociales como exteriores á los individuos. Se nosadmitc hoy dfa -a eoto todavfa casi por la fuerza- que los hechos de la vidacolecüva y_de la vida individual son, en cierta manerar heterogéneos: y hastapodemos afi¡mar que sobre este punto, las opiniones están en caninó de a¡-gronizarse, si no. de una manera unánime, por loo menos, en Bu mayor parte.Casi ningún sociólogo niega a la sociologfa una total especifrcidad. páro elhecho de eEta¡ integada la Eociedad solamente por individuos (2), deducesentido comrin que la vide eocial no puede tener ot¡o eustracto que la con.cieneia individuat¡ de otra manera le parece que flota en el vacfo.

Sin embargo, lo que se cree fdcümente inadmisible cuando se trata delos hechos sociales, está generalmente admitido en los demr{s reinoe de laNaturaleza. Siempre que al combinarse distintss elementos, originan por sumisma esmbinación fenómenos nuevos, hay que reconocer que estos fenó-menoc no provienen de los elementos, sino del todo formado por su unión.La célula viva, sólo contiene partfculas minerales, de la misma manera que lasociedad s6lo contiene individuos: y, sin embargo, es evidenternente imposi-ble que los fenómenos caracterfsticos de la vida residan en los átomos dehidrógeno, oxfgeno, ca¡bono y nitrógeno. ¿Cémo podrfan producirse losmovimientos"vithlés enrel seno,de elementos no vivientes? Ademris; ¿cómose repartirfan enbe eüoE las ¡iropiedades biológicas? Estas propiedades nopodrfan encontra¡se igualmente en todos, pues no son de la misma natrualeza; el carbono, no es el nitrógeno, y, por consiguiente, no puede tener lasmismas propiedades, ni desempeñar el mismo papel. No es menos inadmisi.ble que cada aspecto de la vida, cada uno de sus principales caracteres, seencarnara en un grupo diferente de átomos. La vida no puede descomponer-se de esta manera; la vida es una, V, por consiguiente, sólo puede tener porasiento la suetancia viviente en su totalidad. La vida está en el todo, no en laspartes. No son las partículas no vivientes de la céluJa, las que se nutren, sereproducen, en una palabra, las que viven; es la eélula misma y sólo ella. Ylo que decimos de la vida, podríamot repetirlo de todas las sfntesis posibles.La dr¡reza del bronce no reside cn ekobre, ni en el estaño, ni en el plomoque sinrieron para formarlo y que son en sÍ mismos cuerpos blandos y fle-xibles, sino en su mezcla. La fluidez del agua, sus propiedades alimenticias ylas demás gue posee, no residen en los dos gases que la integan, sino en lasustancia compleja que forman al asociame.

Apliquemos este principio a la sociología. Si, como se admite, estasfntesis sui géneris, que constituye toda sociedad, produce fenómenos nue-vos düerentes de los engenüados en las conciencias individuales, hay queadmitir que estos hechos especfficos residen en la mhma sociedad que los

(2) Esta proposición no es, de otra parte, más que parcidmente exacta. Ademrís de losindividuos, existen cosas que son también elementos integrantes de la sociedad. Loúnieo cierto es que los lndividuos son loe rlnicos elementog activos.

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produce y no en sus partes, es decir, en sus miembros. En este sentido, son,pues, ext-eriores a las lonciencias individuales consideradas como ta1es, de lairirnia manera que ios caracteres distintivos de la vida son exteriores a la¡sustancias minerales que componen el ser vivo., No se los puede reducir a loselementos sin contradecirse, pues, por definición, suponen algo diferente de

1o qt," sontienen dichos elernentos. De esta manera, y pol una,razón nueva,qu"hu justificada la separación que _establecimos antes ent¡e- la psicología

üropíaáente dicha, o ciencia del- individuo mental y la sociología. Los h.e-

ittoi sociales y los'psíquicos no difieren solamente en calidad, sino que tie'nen otro sustracto,-no

-evolucionan en el mismo medio, no dependen de las

mismas condiciones. Esto no quiere decir que en ciert-o sentido no sean psí-quicos, pues todos consisten en maneras de pensar o-de obrar. Pero los esta'eios de la conciencia colectiva no son de igual naturaleza que los estados de

tra conciencia individual; son representaciones de otra clase. La :nentalidadde los g1upos no es la de los particulares, sino que tiene sus leyes prapias"

Ambas iieneias son, pues, tan netamente distintas como pueden serlo dos

ciencias, sean cualei fueren, de otra parte, las relaciones que pueden sostener

entre sf.Sobre este punto, es preciso hacer una distinción que contribuirá, quizá,

a ilu"stra¡ esta controversia.Que lo matería de ]a vida social no pueda expiicarse por factores pula-

ment-e psicológicos, es decix, por estados de la conciencia individual, es para

nosotros completamente evidente. En efeeto, las representaciones colectivasmanifiestan cómo se piensa el grupo en sus relaclones con los objetos que loafectan. Ahora bíen, el grupo está constituido de maaela distinta que eI

individuo, y las cosas que 1o afectan son de otra naturaleza. Representacionesque !1o expresan los misrnos sujetos, ni los rnismos objeios, no pueden depen-der de las nrismas causas. Para comprender cómo la sociedad se reptesenta así mlsrna y *1 mundo que tra rodea, es preciso eonsiderar !a natixaleza de estasociedad, no la de los parliculares. Los símbolos bajo ios cuales se piensa así rniss-na cambian de acuerdo a lo que es. Por ejemplo, si se considera comoengendrada por un animal epónimo, es señal de que integra uno de esosgrupos especlales que se llaman clanes. Donde el aninnal es reemplazado porun antepasado humano pero igUalmente mítico, es que el clan ha cambiadode naturaleza. Si por encima de las divinidades locales o familiares, imaginaotras de las cualei cree depender, es que los gupos locales y familiares deque está ccmpuesta, tienden a concentratse y a unificarse;y elerado de uni-dad que presenta un panteón religioso, corresponde al grado de unidad queen esó momento tiene la sociedad. Si condena determinadas formas de con-ducta, es que hieren algunos de sus sentimientos fundamentaies;y estos sen-timientos áependen de su constitución, de la misma manera que ios del indi-viduo de su temperamento físico y de su organización rnental. Y de estarnanera, aunque ia psicologfa individual no tuviera secretos para nosotros,no podría darnos la solución de ninguno de estos problemas, pues se refierena órdenes de hechos que ignora.

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Pero una vez reconocida esta heterogeneidad, cabe preguntarse si lasrepresentaciones individuales y las representaciones colectivas no se asEni'e-jan, sin embargo, por el hecho de ser unas y otras igualmente representacio-nes; y si, a consecuencia de estas semejanzas, no tendrán ambos reinos algu-nas leyes abstractas comunes. Los mitos, las leyendas populares, ias concép-ciones religiosas de toda clase, las creencias morales, etc., expresan una reali-dad distinta de la individual; pero podría suceder que la manera de ahaerse ode repelerse, de agtegarse o separarse, fuera independiente de su contenido, yse basa¡a únicamente en su cualidad general de representaciones. y estandben todo constituidas de una manera diferente, en sus relaciones mutuas secomporiarfan como las sensaciones, las imágenes o las ideas en ei individuo.¿No podría ser, en efecto, que Ia contigüidad y la semejanza,los contrastes ylos antagonismos lógicos obraron de la misma rnariera, fueren cuales fgereñlas cosas representadas? De esta manera, se llega a concebir ia posibiiidad deuna psicología cornpletamente formal, que sería algo asf como un ter*enoccrnún Ce la" psicalogía individual y de la sociolcgía, y er: esto estriba, quizá,la causa del escrr.ipulo que sienten algunos espíritus para distinguir eon mt¡-eha nitidez annbas ciencias.

Hablando con ngor, en ei estado actuel d.e nuestros conoeimientos, plan-teada !a cuestién d,e esta rnanera, es imposible resoiverla categóricarnenié. Enefecto, d.e una parte, cuanto sabemos acerca de la manera de combinayse lasideas individuales se reduce a algunas proposieiones, muy generales y vagas,que se llarnan habitualmente leyes de la asociación de ideas. Todavía conoce-mos rnenos las leyes relativas a la ideacién colectiva. La psieolcgía social,que debería tener por nnisión determinarlas, casi no es rnás gue una palabraque designa toda suerte de generalidades, variadas e imprecisas, y sin objetodefinido. Lo oportuno serfa investigar, mediante la comparacíén de losmiios, de las leyendas y de las tradiciones populares, de las lenguas,la mane-ra cómo las representaciones sociales se atraen y se excluyen, se fusionan odistinguen entre sí, etc. Si el problema es digno de tentar la curiosidad de losestudiosos, puédese afirmar que casi no fue abordado; y en tanto no se hayanencontrado algunas de estas leyes, será evidentemente imposible saber concerteza si repiten o no las de la psicología individual (*).

Sin embargo, a falta de una eeú&za absoluta, es por lo menos probableque, si existen semejanzas entrg esta¡ dos clases de leyes, sus diferencias ncdeben ser menos pronunciadas. Parece, en efecto, inadmisible que la materiaintegrante de las representaciones no obre sobre sus maneras de combinarse.Es verdad que los psicólogos hablan muchas veces de las leyes de la asocia-ción de ideas, como si fueran las mismas para todas las especies de represen-taciones individuales. Pero esto no puede admitirse; las imrágenes no secombinan entre sí en Ia misma forma que las sensasiones, ni los conceptoscomo las imrágenes. Si la psicología estuviera nrás adelantada, comprobarfa,sin duda alguna, que cada categoría de estados mentales tiene sus leyes

(*) La "psicología social" es una disciplina que adquirió un notable desarrollo durantelos dos últimos decenios, especialmente en los paÍses anglosajones (N. del E.).

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forrnales propias. Esto supuesto, a fortiori debe suponerse que las leyes delpensarniento social sean tan específicas como las del pensamiento mismo.Y en efecto, por poco habituados que estemo¡ en el eetudio de est€ orden dehechos, es difícil no advertir la idea de esta especificidad. ¿No es acaso estaespecificidad la causa de que nos pareuca tan extraña la lnanera especial có-mo lae concepciones religiosas (que son ante todo colectivan), se inezclan o8e separan, se transfor$¡an unfls en otras, originando compuestos contradic-torios, que contrastan con los produetos ordinarios de nuestxo pensamientoprivado? Del hecho de que sea probabie que algunas leyes de la rnentalidadsocial recr;erden, efectivarnente, otras estableeidas por los psicélogos, nodebe deduciree que las prirneras sean un simple caso particula¡ de las segun-dns, sino qr:e entre unes y *'iraeo d lactrp cle difevencías eiertamente irnprrtan-leso existen cen'rejanaa* que la al:,strncclén podrá pt:ner ei"! *].arc, am,:;iec h*ydfa sean desconocidas. Es cieeir', que en ningÍrn caso, la **r:iolcgfa, ¡-=odrá"lcmer pura y si.mplemente, de la psicoiogía, nlng3rna efe sus prcposir;ionee,para apliea.rla sin modificaciones a los hechos socia]es, sino que .üorio elpeneamiento eolectivo, tanto en su forrna corns en su matena, debe eer estu-diado en sí misrno, por sÍ rnisnnon con la idea de lo que tier¡e de especial,dejando para el porvenir el düucidar la rnedida eil que se asemeja al pensa-rniento de los particulares. Este problema pertenece más bien aia filósoffageneral y a la lógica abstracta, que al estr¡dio científico de los hechos sociales(3).

III

Réstanos decir algunas palabras sobre la definición, que dimos de loshechos-sociales, en el primer capítulo de esta obra. Afirmamos que son ma-noras de haaer c de pensar, reconocibles por la particularidad áe que sonsusceptibles de ejercer una influencia coercitiva sobre las conciencias particu.lares. sobre este punto se ha producido una confusión, que es preciso hacerresaltar.

Se está de tal manera acostumbrado a aplicar a las cosa.s sociológicas lasfgymas del pensamiento fiiosófico, que no pocas veces se vio en eütá detini-ción.preiimínar

_unq espeeie de filosoffa del hecho social. se ha dicho quu *i-plicábamos los fenórnenos socigles por la coacción, de la misn"ra manera quepar{e los explica por la imiÉaaión. N*n"u tuvimos'tal arnbicron, n¡ sonamosjamás.con_ que nadie podría algun dfa átribuírnosla; ¡tan contra¡io es a todornótodol Lo que nos propusimos no fue anticipar filo!óficamente las eonclu-siones de la ciencia, sino indicar simplemerite con qué signos exteriores esposible reconocer los hechos que debe tratar, a fin de que el estudioso puedaconocerlos donde se encuentren y no loe confunda con otros. Trataba de

( I ) Es inritil eeñalar cómo, desde esüe punto de vieta, la necesidad de estudiar los hechosobjetivamente aparece con una r¡ayor evidencia, ¡rues resultan de síntesis que serealizan fuera de nosotroe, y de las cualea ni oiquiera tenemoe aquelia percepciónconfuEa que la conciencia puede dar¡¡os de los fenémonos interioree.

1.0

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delimitar lo mejor posible el campo de investigación, no de aba¡ea¡lo en unaespecie ¿u it1¿uifión exhaustiva. De otra parte, aceptamos gustosos el repro-che que se nos hizo de no expresar en nuest¡a definición todos los caract-eresdel hecho social, y, por consiguiente, de no ser la única posible. No eonside-ramos inconcebibie que pueda ser caracterizado de distintas ma.neras, puesno existe razón alguna para gue sólo posea una prcpiedad distinti¡.'a (4). l,*qu-e irnpuita es €scüger !a que parezca mejor. pa.ra eL fin prcpr:estr'. Liári;a es,:r:L¡/ p"esi.bLe errpl*a-r aJ. prcp!c tiemp* rnuchce crifi;-¡.*ri:, s*giin l.a¡ ci.¡ct-rnstarr-cia¡. ils';a es lc rtru-,: e¡.r ri..1i'l.i¡tia¡i ccasin¡::eg i-i;:i:rrcs re=*n**;ii* t;Éi ¡:€,.J:$art* ilp_..i¡e. ;¡, sctioic';f;^, ¡:i.l-*s ¿i:3 Éfgunlls cÉ.Íss? ei ca:ácie1 cü..ic;rivü :ct ¡;s .,.:ie!1::n,jntjeperrspiibLe,

'ilo¡::o sa tráta d-e una" oefrniciór¡ irricial, ha.v que p:Jcura.r c¡u+ ias cerac-i;e-rísticas a ernplear, ce$r inmediat¿.- ¡ente rliscemibies, y pu-eda¡¡ ser fijadasanies de ia investigaeió*. Y esta eoodición na ia ilenan las dlefinicionee qu€aigunos han opuesto a La nuestra. $i dijo, por ejenrptro, gue hecho sociaS es"todo 1o que se proCuce en y por la sociedad", o todavía'olo que de algunarnaneta iirteresa y afecta al grupo". Fero con todc esto, sólo cuando !a cien-cia est¿í bastante adelar:tada se puede llegar a saber si la sociedaci es o no lacausa de un hecho, o si este hecho produce efectos sociales. Con taies defini-ciones no será posibie determinar el objeto de ia investigación que comienza.Fa:a gue puedan uti-lizarse, es r¡ecesario que el estudio de los hechos s+cialesesté bastante adeianiad.o y, por consiguiente, que se haya descLibierlc anteun medio pa.ra reconocerlos alií donde se encuentren.

Mientras unos encontraron nuestra definición demasiado estrecha, otrosia han üildado excesivamente amplia, pues en su opinión, cornprende easitodo lo real. H:r efe*ic, se ha dicho, todo medio físico ejerce una coacciór¡sobre ios seres que sufre¡r si* acción, pues en cierta medida están o'nligadosa. adapiarse a éi. Fe¡* e¡¡tre estas dos forrnas Ce eoaceión, e:liste Ia i::isr¡radiferencin, qu€ $oapass" un medic' físlco de un ¡neclic nicral" La" prasíó;:", *jer-cicla" ¡ror unrJ c más c*.e:'pos sol're o;brcs o hasba s*bre voh.lniadeo, uo pl:edecanfu¡rdirse cc¡n la qure *jerce Ia conciencia de un grupo sobre la cor"rcienciade sus míemk¡rps. L* sspeciai de ia eoacción social, consiste en l"ril d-eberse adeterminadas combinaciones moleculares, sino al prestigio de que estáninvestidas ciertas repreentaeiones. Es verdad que las costumbres, individua-

(4) El poder coercitivo que le atribuimos no constituye la esencia del hecho social, puespuede presentar igualmente el carácte¡ opuesto. Y esto porque si las instituciones senos imponen, también nos adherimos a ellas; nos obligan y las amamos; nos coaccio-nan, y, sin embargo, aprovechamos zu funcionamiento y su misma coacción. Estaantftesis la han señalado muehas veces loe moralistas entre las nociones del bien y deldeber que expresan dos aspectos diferentes, pero igualmente reales, de la vida moral.Ahora bien, apena$ si encontrarfamos alguna práctica colectiva que no ejerza sobrenosotros esta doble acción, que de otra parte sólo es contradictoria en apariencia. Sinos definimos por este vínculo especial, a la vez interesado y desinteresado, es porqueno ¡e manifiesta por signos exteriores, fácilmente perceptibles. El bien es algo másinterno, más fntimo que el deber, y por consiguiente, es menos tangible.

11

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les o hereditarias, presentan desde ciertos puntos de vista esta misma propie-dad. Estas costumbres nos dominan y no$ imponen creencias o prácticas"Solamente que nos dominan por denho, pues están enteras en cada uno denosotros. Por el contrario las creencias y las prácticas sociales r:bran sobrenosotros desde el exterior; como se ve, la influencia ejercida por unas y otrases, en el fondo, muy diferente.

De otra parte, no hay para qué admirarse que los fenómenos de los otrosreinos de la naturaleza, presenten, bajo otras formas, el misnao carácter quenos sirvié para definir los fenómenos sociales. Esta similitud proviene senci-llamente de que unos y otros son cosas reales. Y esto porque todo lo real tie-ne una naturaleza definida que se impone, con la cual es preciso contar, yque, aun cuando se la llegue a neutralizar, nunca queda completamente ven-cida. Y, en el fondo, esta es una de las notas esenciales que presenta la no-ción de coacción social. Pues todo lo que implica, estriba en que las manerascolectivas de obrar o de pensar tienen una realidad independiente de la de losindividuos, la cual se conforma a aquélla en todos los momentos. Son cosasque tienen su existencia propia. El individuo las encuentra completamenteformadas, y no puede hacer que no sean o que sean de otra manera de lo queson; está, pues obligado a tenerlas en cuenta, y le es tanto mrís difícil (nodecimos imposible) modificarlas, por cuanto, en grados diversos, participande la supremacía material y moral que la sociedad tiene sobre sus miembros.Claro está, que el individuo interviene en su génesis, pero para que exista unhecho social, es preciso que muchos individuos hayan combinado por lomenos, su acción, y que esta combinación engendre algún producto nuevo"Y como esta síntesis se realiza fuera de nosotros (pues entran en ella unapluralidad de conciencias), tiene necesa¡iamente por efecto fijar, instituirfuera de nosotros, determinadas maneras de obra¡ y determinados juicios,que no dependen de cada voluntad particular tomada separadamente. Comose ha hecho notar {5), existe una palabra, que amplificando un poco su senti-do ordinario, expresa bastante bien esta manera de ser muy especial; nosreferimos a Ia palabra institución. Sin desnatu¡alizar el sentido de esta expre-sión, se puede, en efecto, llamar ínstitución, a todas las creencias y a tódaslas formas de conducta instituidas'por la colectividad; la sociologíá podría,por tanto, definirse como la ciencia de las instituciones, de su génesis y de sufuncionamiento (6).

(5) Véase el artÍculo "sociologfa" de la Grand.e Encyclopédie, de FAUCONNET yMAUSS.

(6 ) De que las creencias y las prácticas soeiales peneüran en nosotros desde lo exterior, noha de deducirse que las recibamos pasivamente y sin hacerlas experimentar ningunamodificación. Al reflexionar las instituciones colectivas, al asimilárnoslas, las indivi-dualizamos, les imprimimos con mayor o menor fuerza nuestro sello personal; y asíes como al reflexionar sobre el mundo sensible, cada uno lo colorea a su manera, y deigual forma se explica que distintos sujetos se adapten diferentemente a un mismomedio fÍsico, Y pot esto cada uno de nosotros se hace, en cierta medida, su moral, EUreligión, su técnica. Todo conformismo social implica una gama de matiees individua-

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- Respecto a las otras controversias que suscitó esta obra, nos parece inútiidecir algo sobre ellas, pues no hacen referencia a nada esencial. La orienta"ción- general del método no depende de los procedimientos que se prefieranemplear, ya para clasificar los tipos sociales, ya pam distinguir lo n-ormal delo patológico. Además, estas discusiones se originan casi siempre por admitir,o admitir con reservas, nuestro prilcipio fundamental, ia realidad objetivade los hechos sociales. Es, pues, sobre este principio donde todo se tunda-menta y reduce. Por esto nos ha parecido conveniente subrayarlo una vezmás,- separándolo de toda cuestión secundaria. Estamos segtros de que atri-buyéndole esta preponderancia nos mantendremos fieles a la tradición soeio-lógica; pues en el fondo, la sociologíaha surgido toda entera de esta concep-ción- En efecto, esta ciencia sólo podía nacer el día en que se presintió qüelos fenómenos sociales, aun sin ser materiales, no dejan por eso de ser colasreales que permiten su estudio. Para poder llegar a pensar que era posibleinvestigar lo que son, era preciso haber comprendido que eran de una maneradefinida, que tenían una manera de ser constante, una naturaleza que no de-pende del arbitrio individual y de la cual derivan relaciones necesarias.También la historia de la sociología no es sino un largo esfuerzo para precisaresta idea, profundizarla y desarrollar todas la.s consecuencias que implica.Pero a pesar de los grandes progresos realizados en este sentido, en el eursode este libro se verá que quedaq todavía numerosas supewivencias del postu-lado antropocéntrico, que aquí, como en otras partes, dificrüta el cáminode la ciencia. El hombre no puede conformarse con renunciar a aquel poderilimitado que desde hace tanto tiempo se atribuyó sobre el orden social, y,de otra parte, le parece que, si existen verdaderamente fuerzas colectivas,está necesariamente condenado a sufrirlas, sin poderias modifica¡. por estose inclina a negarlas" Es inútü que repetidas experiencias le hayan enseñadoque esta omnipotencia, en cuya ilusión vive complacido, fue para él unacausa de debüidad; que su imperio sobre las cosas, sóio ha comenzado real-mente a partir del momento en que reconoció que tienen una naturalezapropia y se resignó a buscar en ellas lo que son. Desterrado de las demásciencias, este lamentable prejuicio se sostiene obstinadamente en la sociolo-gía. No hay, pues, ta¡ea más urgente que tratar de eliminarlo definitivamentede nuestra ciencia, tal es el objeto principat de nueshos'esfuerzos.

les, No hay, sin embargo, que olvidar que el campo de las variaciones permitidas eslimitado. Es nulo o poco menos en el circulo de los fenómenos religiosos y morales,en donde la variación deviene fácilmente crimen; en todo lo referente a la vida econó-mica el cfrculo es más amplio, Pero aun en este rlltimo caso, tarde o temprano seencuentra un límite imposible de franquear.

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INTRODUCCION

. Hasta el presente, los sociólogos se han preocupado muy poco de caracte-nzar y definir ei método que aplican al estudio dé tos hechos sociales. En lasobras -sociológicas de spencer, el problema metodológico es deseonocido; laIntroduceiórz a la eieneia socíal ciryo título hace ceniebir algunas üusiones,está c-onsagrada a demostvar las dificultades y la posibllidacl de la so*iaiegfain*-,a. la expcsieión e)"-e l+9 prcced-imiel*cs que iebc: ernpl*ar. Es verdad i;t:é3¿5ill. se i:reoeu,có mueho ie esta cu.estión {?}, pero se iimita a ci*tiear ie dieh*p*r_ Co*:'i;e, sin *.ñaff: ;iada p*rsonnl" Un capítulo d* ilo¡¿¡: de p&jJ+eop.h.isposltiue, es e*si el único estudio orig:.:rd e impori,anie c¡ue tenem*s slbreesta mateda- {8)"

Este deseuido apnrente, no tien*, por ntra parie, nada de sosprendenü*"En efecto, los grandes scciólogcs cuyos nombres acabamos de recardar,apenas si hicieron aigc n'rás que escrlbir generalidades sobre la naturaleza délas sociedades, las relaciones entre ios reiiros social y biolégico, sobre la mar-cha general del progreso; hasta la voluminosa sociología de $pencer apenas sitiene- otro gbietg que ei mostrar cómo la trey de la evolución universalse apli-ca a las sociedades" Y para tratar estas cuestiones filosóficas, no son necesa-rios procedimientos especiales y cornplejos. se creía. pues, suficiente, pesarlos inéritos cernparados de la deducciór y de la inducción y para h.acei unaencuesta sumaria sobre-los recurso$ rnás generaJes de que dispone ia investiga-_ción soeiológica. Fero las precauciones que se toma¡án en la obsewación-deIos hechos, la manera_de plantear los principdes problemas, el sentido en quedeben orientarse las investigaciones, las prácticas especiales cuyo ernpled treperrnitirán llegar hasta el fin, ias reglas que deben piesidir }a aárninistraciónde la prueba, tcd* esto quedaba indetenninado"

un feliu cürlcur$o de circunstancias, en cuyc pnmer término es j*st,:coi.o*ar La iniciativa que ha creado en mi favor, er¡ la Fac':lta.d d.e teteas deBurdeos, un ciri.q* reguiar de sociología, me pemdtié consagrarrne aL estudicde la ciencia seclal, y hasta haeer dé etta ei objeto de r¡iis pre*cu1:a.eionesnrofesionales, hacíendo posible que pudíérarnos-abai:.donar estas cuestiu:nesdem?tsiado generales y abordar urr cierto número de problernas parbiculares.Por la fuerza misrna de ias cosas, pues, hernos sido lievados a cbnstituin:.ssun método mr{s definido -por 1o menos así lo creemos-, más exactamenteadaptado a la naturaleza particula¡ de los fenómenos sociales. En este mo-mento pretendemos. exponer en su conjunto, y someter a discusión, losresultados d9 la- aplicación de nuestras rógtas y principios. sin duda, estáncontenidos implÍcitamente en nuestro libro iobre Lá diuision d.u'trauailsocial Pero nos pareéió que tendría algún interés el separarlos y formular-fos aparte, acompañados de sus pruebas e ilustrarlos con ejemplos sacados,

tr (7)'sysúrim'e de logíque,'ri vI, capi. v¡i:xll, (Hay versión óastéllana; trad; de-E.ovejeioy Maury, Ed, Jorro, Madrid, 191?). (N. del E.).

(8) Véase 2a. ed,, págs.294-886,

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ya de eota obra, ya de_trabajos inéditos. De esta manera se podrá juzgarmejor sobre la orientación que quisiéramos imprimir a los estudios sociológi-co8.

Capftulo Primero

¿QIJE ES HEcIIo 9OCIAL?

Antes de indagar el rnétodo que conviene al estudio de los hechos socia-es, es preciso saber a qué hectros se da esie nonabre.

La cuestión es ta&to miás neceearia cuanto gue se emplea aquel caSificati-vo si¡¡ mueha precisión; se 1* ernpiea corienteresnte para designa¡ a casitoclos los fenómens.q qu€ üci;$en en ei interior de la sociedaci, púr pocü quspresentera, junilo a ur¡a cierta generalidad, algún ínterós social" Fero, par'cien-do de esta base, apenas si podríamos encontrar algÉn hecho humano que nopudiera ser caiificado de sociai. Todo indivtduo bebe, duerrne, comei razona,y !a sociedad tiene un gran interés en que estas funciones se aurnplan regular.menüe" $i estos heahos fueran, ptres, sociales, la sociología no tendría objetopropio, y su dominio se confundirfa con eI de la biología y el de la psicolo-gía.. Pero en realidad, en toda sociedad exist¿ un grupo determinado de fenó-menos que se distinguen por caracteres bien definidos de los que estudian lasdemás ciencias de la naturaleza.

Cuando yo cumplo mi deber de hermano, de esposo o de ciudadano,cuando ejecuto las obligaciones a que me'comprornetí, cumplo deberes defi-nidos, con independencia de mí mismo y de mis actos, en el derecho y en lascostumbres. Aún en los casos en que están acordes con mis se¡¡tinnientospropios, y sienta interiormente su realidad, ésta no deja de ser objetiva, puesno soy yo quien los ha inventado, sino que los recibÍ a través de la educa-ción. ¡Curíntas veces ocur¡e que ignoramos el detalie de las obligaciones quenos incumben, y para conocerJas tenemos necesidad de consultar el código ysus iriterpretes autorizados! De la misma manera, al nacer el creyente ha en-contrado completamente formadas sus creencias y prácticas; si existían antesque é1, es que tienen vida independiente. El sistema de signos de que me siwopara expresar mi pensamiento, el sistema moneta¡io que uso para pagar misdeudas, los instnrmentos de crédíto que utilizo en mis relaciones comercialee,las prácticas seguidas en mi profesión, etc., funcionan con independencia delempleo que hago de ellos. Tómense uno tras otro losmiembros que integran

:la sociedad, y lo que precede podrá afirmarse de todos ellos. FIe aquí, pues,i rnaneras de obrar, de pensar y de sentir, que presentan la importante propie'i dad de existir con furdependencia de las conciencias individuales.\ Y estos tipos de conducta o de pensamiento r:o'sólo son exteriores al

individuo, sino que están Coüados de una fuerza írnperativa y coercitiva, porla cual se le inrponen, quiera o no. Sin duda, cuando rne confor¡no con ellosde buen gpado, cor¡ro esta coacción no existe o pesa poco, es inútil; pero nopor esto áeja de constiiuir un carácter inürínseco de estos hechós, y la prueba

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la tenemos en que se afirma, a pa¡tir del momento en que intentamos resistir.Si yo trato de violar las reglas del derecho, reaccionan contra mí, para impe-dir mi acto si todavía hay tiempo, o para anularlo y restableserlo en su formanormal si se ha realizado y es ieparable, o pata hacérmelo expiar si no puedeser reparado de otra manera. ¿Se trata de máximas puramente morales? Laconciencia pública impide todo acto que Ia ofenda, por la vigilancia queejerce sobre la conducta de los ciudadanos y las penas especiales de que dis'pone. En otros casos la coacción es menos violenta, pero existe. Si yo no mesometo a las convenciones del mundo, si al vestirme no tengo en cuenta lascostumbres seguidas en mi paÍs y en mi clase, Ia risa que provoeo' el aisla-miento en que se me tiene, producen, aunque de una manera más atenuada,los mismos bfectos que una pena propiamente dicha. Además, no por ser Iacoacción indirecta, és menoi eficá2, Yo no tengo obligación de hablar enfrancés eon mis compatriotas, ni de emplear las monedas legales; pero me esirnposible hacer otra cosa. Si intentara escapar a esta necesidaci, mi tentativafracasaría rnise¡ablenoente. Industrial, nada me impide irabajar con procedi-mientos y métodos del siglo pasado; pero si lo hago me anuinaré ir¡emedia-blemente. Aun cuando pueda liberarme de estas reglas y violarlas con éxito,no lo haré sin lucha, Aun cuando pueda vencerlas definitivarnente, siemprehacen sentir lc sufieiente su fuerza coaetiva por !a resistencia que oponen.Ningun hnovador, por feliz que haya sido en su empresa, puede vanagloriar-se de no haber encontrado obstácdos de este género.

*l- He aquí, pues, un orden de hechos que presentan caracteres muy especia-

1 les; consisten en maneras de obrar, de pensar y de sentir, exteriores al indivi-{ duc, y estrín dotadas de un poder coactivo, por el eual se le imponen. Por{ consiguiente, no pueden confundirse con los fenómenos orgánicos, pues con-- sisten en representaciones y en acciones; ni con los fenómenos psíquieos, quesólo tienen vida en la conciencia individual y por ella. Constituyen, pues, unaespecie nueva, a que se ha de dar y reserva¡ la calificación de soc¿¿les. Estacalificación les conviene, pues no teniendo por sustracto al individuo, esevidente gue no pueden tener otro que la sociedad, sea la soeiedad políticaen su totalidad, sea algunos de los gtupos parciales que contiene, confesionesreligiosas, escuela¡ políticas, literarias, corporaciones profesionales, etc.Ademiis, podemos afirmar que sólo conviene a ellos, pues la palabra soeial,sólo tiene un sentido definido a condición de designar únicamente fenóme-nos que correspondan a ninguna de las categorfas de hechos constituidos ycalificados. Constituyen, pues, el dominio propio de la sociología. Es verdadque la palabra coacción, con la cual los definimos, corre eI riesgo de asustara los partida¡ios entusiastas de un individualismo absoluto. Como éstos creenque el individuo es perfeetamente autónomo, consideran que se disminuyesu valor, cuando se intenta hacerlo depender de algo que no sea é1 mismo.Mas siendo hoy ya indudable que la mayoría de nuestras ideas y tendenciasno son elaboradas por nosotros, sino que provienen del exterior, es evidenteque sólo pueden penetrar en nosotros, por medio de la imposieión, esto es

cuanto signífica nuestra definición. Además, es cosa sabida gue toda coac-

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ción social no es neeesariamente exclusiva de la personalidad individual (9):Sin embargo, como los ejemplos gue acabamos de citar (reglas jurfdicas,

morales, dogmas religiosos, sistemas financieros, etc.), consisten todos encreencias y en prácticas constitufdas, de lo que antecede podrÍa dedueirseque el hecho social debe ir forzosamente aeomparlado de una organizacióndefinida. Pero existen otros hechos gue, sin presentar estas formas cristaliza-das, tienen la misma objetividad y el mismo ascendiente sobre el individuo.Nos referimos a lo que se ha üamado corrientes sociales. Por ejemplo, en unaasamblea, los grandes movimientos de entusiasmo, de indignación, de piedad,que se producen, no se originan en ninguna conciencia particular. Vienen acada uno de nosotros de afuera, y son capaces de a:rastrarnos aun contranuestro deseo. $in duda, puede suceder que si me abandono a ellos sin reser-va, ne sienta la presión que ejercen sobve mí. Pero aparece desde el momentoen que intente resistirlos. Trate un individuc de oponerse a una de estas ma-nifesiaciones colectivas, y los sentimientos que niega se rnrelven en su contra.Ahora bien, si esta fuerza de coerción extema se afirma con tal claridad enlos casos de resistencia, es que existe, aunque inconsciente, en los ca.scs con-tra¡ios. Entonces somos víctimas de una üusión que nos hace creer que he-rnos elaborado por nosottos mismos 1o que se nos impone desde afue¡g. Perosi la complacencia con que creemos esto, desfigura el impulso sufrido, no 1o

suprime" El aire tampoco deja de ser pesadon porque no sintamos su peso.Aun cuando, por nuestra parbe, hayamos colaborado a la emoción común,laimpresión que sentimos es muy diferente de la que hubiéramos experimenta-do de estar solos. Una vez terminada la reunión, y cesado de obrar sobrenosotros aquellas influeneias sociales, al encontrarnos solos con nosotrosmismos, los sentimientos por que hemos pasado nos hacen el efecto de algoextraño en lcs cuales no nos reeonocemos. Entonces comprendemcs que loshemes sufrido mucho más de lo que en eilos hemos colaborado" Hasta pue'den inspirarnos horror, por 1o contrarios que son a nuestra naturaleza. Y deesta manera, individuos generalmente inofensivos, reunidos en manada,pueden dejarse arrastrar por actos de verdadera atrocidad, Ahora bien: cuan-to hemos dicho de estas explosiones pasajeras, se apiica igualmente a esosmovimientos de opinión, más dutaderos, que se producen sin cesar a nuestroalrededor, ya en el conjunto de la sociedad, ya en círculos más limitados,referidos a materias religiosas, políticas, literarias, artísticas, etc.

De otra parte, para confirmar con una experiencia característica estadefinición del hecho social, basta observar cómo son educados los niños.Cuando se miran los hechos tales como son y como siempre han sido, saltaa los ojos que toda educacién consiste en un esfuerzo continuo para imponera los niños-maneras de ver, de sentir y de obrar, a las cuales no habrÍan llega-

, rr do espontáneamente. Desde los primeros momentos de su vida les obligamosi l! a comer, a beber, a dormir con regularidad, a ia limpieza, al sosiego, ala obe'i i diencia; más tarde les forzamos para que tengan en cuenta a los demás, P$&

: (9) Esto no significa que toda coacción sea moral. Volveremos a trata¡ de esta cuesüión

más adelante.

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que rcspeten sus uso$ converitencla¡l les coacclonamos para que babaien'ete., etc. Si con cl tiempo dejan de eentir esta csaccié$ 9s que poco a¡rocooneina hábitoE y tendehcias

"üntamas que lg hacen l4út$' pcro que s6lo lareehptazan pordue derivan de ella. Es vótdad que, según Spencet, una educa.elón

-raeiondt ¿éUerfa rcprobar tales procedlmientos y detar en completa

lib,ertad al nlño; pero eomo esta teor'lla pedagQgi.ca n-o fue practicada porrfn$fn pueblo óonoctdo, sóIo consdtuye un deafdandüum personal, rio unhecho qüo pueda oponelse a los hechos prec_edentes. Lo -que hace a estosütimos'pa*icularménte instruetlvos, es el-hecho de tener la-educación pre-eisamenti por objeto el constituir aI aer social¡ en ella ae puede veÍf como.enresumen, Ii manrira eomo en la hlstoria se eonetituyó $te ser. Esta presiénde todoslos momentos que sufre el niño es la presién misma del medio eoeialque üende a modelarlo á su imagen, S dd eual los padres y los meestros noson sino los representantes y los lntemrodia¡ios"

No es su gexraralidad loque puede serr¡irnos pam carecte¡izar los fen6mo.nos sociales. Un pensamienté que se eneuentre en todas }es eoneiencias par-tieularcs, un movimiento que repitan todos los individuosr Ro son, por-esto,hechos sociales. $i para delinirlos se contenta el sociólogo eon este eatáeter,es quer equivocadanente, los confunde con 1o que podrfamos llamar sus

encarnacioies individuales. Lo que los constituye son las ereencias, lastendencias, las práqücas del grupo tomado colectivamente¡ en cuanto a lasfornras que revisten los estados colecüivos al refractarse en los individuos,son cosas de otra fndole. Lo que dernuestra categóricamente eeta dudidadde natr¡ralesa es que estos dos órdenes de hechos se presentan muchas vecesdisoeiados. En efecto, algunas de estas maneras de obrar y de pensar adquie'renr por su repeüición, una espesie de csnsistencia que' por decirlo asf, Iospreclpita y los afsla de los hechos particulares que los refleian. De esta mane'ra afectan un euerpo y una fomra sensible que les es propior y constituyentrna realidad suü ¿dmerüs muy distinta de los hechos individuales que lasmaniffestan. El hdbito eolectivo no existe sólo en estado de inmanencia enlos acüos sucesivos que determina, sino que, por un privilegio sin par en elreino biológico, se expresa de una vez para siempre en una fórmula que serepite de boca en boca, se hasmite por la educación y hasta se fiia porecdto. Tat es el origen de las reglas iurfdicas, morales, de los aforismos ydichos populares, de los artfeulos de fe, en donde las sectas religiosas ypolfticas condensan sus creencias, de los códigos del gusto que erigen laseseuelas Utera¡ias, etc. Ninguna de ellas se eneuentra por completo en lasaplicaciones que hacen las particulares, pues hasta pueden existir sin seractualmente aplicadas.

Sin duda, esta disoeiación no se ¡uesenta siempre eon la misma cla¡idad.Pe¡o basta co& que exista de una manera indiscutible en los importantes ynurnerasos easos que acabqmos de recorda¡, para demostrar que eI hechosoeial es distinto dé sw repercusiones individuales. Ademris, aun cuando nose pnesente inmeüatanrenüe a la observación, puédese ésta realiza¡ medianteciertos artifieios de método; hasta es necesario proceder a esta operación si sequiere separa¡ el hecho social de toda mescolanza, para observa¡lo en estado

3.S

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de pureza. Y de esta manera, existen ciertas corrientes de opinión que iósepnuian con. una desigual intensidad, según los tiempos y los paÍses, unao porejemplo, hacia el matrimonio, ottra, al suicidio o a una nataiidád más o meirosfuerte, Y todo esto son evidentemente hechos socialea. A ia priroera impre-sión parecen inseparables de las formas que adquieren en los óasos partieula-res; pero la estadística nos proporciona medios para a:slarlos. En efecto;nosin exactitud estrín expresados por el tanto por ciento de nacimientos, dematrimonios, de suicidios, es decir, por el número qr¡e se oljtiene dividiendoel totai medio anual de los matrimonios, de los nacimientos, de las muerüesvoluntarias por ios hombres en edad de casarse, de procrear, de suicidarse(10). Y esto porque como eada una de estas cifras comprende todos los casosparLiculares indistintamente, las circunstancias individuales que pued,en tenercierta influencla en la produccién del fenómeno, se neuiralizan mutuarnentey, por consiguiente, no contribuyen a su determinación. Expresan un deter-minado estado del alma colectiva.

He aquí 1o que son los fenómenos sociales una vez que se los ha desemba-tazado de todo elemento extraño. En cuanto a sus rnanifestaciones privadas,podemos afirmar que tienen algo de social, pues reproducen en parie unmodelo colectivo; para cada una de ellas depende también, y en mucho, deia constitución orgánico-psíquica del individuc, de las circunstancias particu-Iares a que está sometido. Estas manifestaciones no so¡l, pues, fenómenospropíamente sociolégicos. Pertenecen a ia vez a dos reinos, se las podrfa lla-mar socio-psíquÍcas. Interesan al sociólogo, sin ccnstituir la mateia inmedia-ta de la sociología. Dentro dei organismo se encuentran también fenórnenosde naiuraleza rnixta que estudian las cieneias mixtas, corno la químicabiológica.

Pero, se dirá, un fenórneno sólo puede ser eolectivo siernpre que sea eo-m{ln a todos los miembros de la sociedad, o, por 1o menos a la rnayoría deellos, y, por consiguiente, si es general. Sin duda, pero si es general, se Cebe aque es colectivo (bs decir, más.o menos obiigatorio), bien lejos de ser colecti-vo porque es general. Es un estado del grupo que se repite en los individuosporgue se les impone. Existe en cada parte porque está en el todo, lejos deque esté en el todo porque está en las parles. Esto es especialmente evidentede esas creencias y de esas prácticas que ias generaciones anteriores nos trans-mitieron cornpletamente formadas; las recibimos y las adoptamos, pcrquesiendo a la vez una obra eolectiva y una obra secular, están investidas de unaautoridad particular que la educación nos enseñó a reconocer y a respetar.Ahora bien; hay que notar que la inmensa mayoría de lc¡s fenómenos socialesnos itregan por este camino. Aun cuando el hecho social sea debido en parte anuestra colaboración directa, no por esto cambia de naturaleza. Un senti-nriento colectivo que se manifiesta en una asarnblea, no expresa solamente1o que había de común entre todos los sentimientos individuales, sino querepresenta algo compietamente distinto, como ya hemos demostrado. Es unaresultante de la vida común, un producto de las acciones y reacciones que se

(10) No se suicida en todas las edades, ni en todas las edades con la misma intensidad.

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desa¡roüaban entre las concÍencias individuales; si resuena en cada una deellas, es en virtud de la energfa especial que debe precisamente a su origencolectivo. Si todos los corazones vibran al unísono, no es a consecuencia deuna concordancia espontánea y preestablecida, sino porque una miema fuer-za los mueve en el miemo sentido. Cada uno es arastrado por todos.

IJegamos, pues, a representarnos de una manera precisa el dominio de lasociologfa. Este dominio comprende solamente un grupo determinado defenómenos. Un hecho social se reconoce en el poder de coerción extema gueejerce o es susceptible de ejercer sobre los individuos; y la presencia de estepoder se reconoce a su vez, ya por.la existencia de alguna sanción determina-da, ya por la resistencia que el hecho opone a toda empresa individuat quetienda a hacerla violenta. Sin embargo, también se le puede definir por ladifusión que presenta dentro del grupo, con tal que, teniendo en cuenta lasprecedentes observaciones, se tenga cuidado de añadir, como segunda yesencial caracterÍstica, que exista con independeneia de las formas individua-les que toman aI difundirse, En algunos casos, este último criterio hasta esde una aplicación m¡ís sencilla que el anterior. En efecto; la coacción ee fácüde comproba¡ cuando se tladuce al exterior por alguna reacción directa dela sociedad, como sucede, por ejemplo, con el dereeho, con la moral, con lascreencias, con los usos y hasta con las modas. Peró cuando esta coacción esindireeta, como, por ejemplo, la que ejerce una organización económica, nose percibe siempre con la necesaria claridad. La generalidad, combinada conla objetividad, pueden entónces ser más fáciles de establecer..De otraparte,esta segunda definición no es más que la primera bajo una forma distinta;pues si una rlanera de obrar, que tiene vida fuera de las conciencias indivi-duales se generaliza, sólo puede hacerlo imponiéndose (11).

Sin embargo, se nos podría preguntar si es eompleta esta definición. Enefecto; los hechos gu,e nos han servido de base son todos moneras de hacer;son de orden fisiológico. Ahora bien, existen también Íwneras de eer colec-

(11)Poi lo dicho se comprende la distancia que media entre esta definición del hecho so-cial y aquella oüra que sirve de base al ingenioso sietema de Tarde. En primer lugar,debemoc declar.a¡ que nuestrae investigacioneE.no noa hicieron dercubrir, en ningunaparte, aquella influencia preponderante que Tarde atribuye a la imitaeión, 9n la géne-sls de loc hechoc'colectivos. Además, de la definición precedente --que no e8 una' teorfa sino un simple reEumen de los datog inr¡iediatos de la ob¡ervación-, pa¡ecere¡ultar que la imitación no sólo no 8e expresa siempre, sino que no expresa nunéa loesencial y caracterfsüico gue tiéne el hecho eocial. Sin duda, todo hecho social esimitado, y como acabamos de ver, tiene una tendencia a generalizarae; pero egto esporque ee social, es decir, obligatorio. Su fuetza de expansión no es la causa, bino laconeecuencia de su carácter sociológico. Si loe hechoc sociale¡ fueran loE rinicoe enproducir egüa coneecuencia, la imitación podrfa cervir, si no para explicarlos, por lomenos pará definirlos. Pero un estado indivldual que se repite no deja por'esto d"ser individual. Además habrÍa necesidad de aclara¡ ai la palabra inriteción er la mií¡conveniente para designar una propagación debida a una influencia coercitiva. Bqjoesta única expresión ¡e confunden fenómenog muy diferentes, que eería precieodistinguir.

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tivas, es decir hechos sociales de orden anatómico o rnorfológico. La sociolo;gía no puede desinteresa¡se de 1o que concierne al sustracto de la vida colec-tiva. Y sin embargo, el número y natwale2a de las partes elementales de queestá compuesta la sociedad, la manera de estar dispuestas, el grado de coales-'cencia que aleanzaron, la distribución de la pobiaeión por ei territorio, elnúmero y naturaleza de las vías de comunicación, la forma de las habitacio-nes, etc., no parecen, al primer examen, poder reducirse a roanera.s de obrar,de sentir, o de pensar,

Pero estos diversos fenómenos presentan, desde luego, la misma c¿üac-terística que nos sirvió para definir a los demás. Estas maneras de ser se im-ponen al individuo de la misma suerte que las maneras de hacer de que habla-¡nos. En efecto, cuandc se quiere conocer cómo una sociedad está divididapolíti:arrents, córnc están ccabinedas esi;as divisiones, la fusión más o rae-nos completa que exis¡e entre elias, no se puede obtener ningúri resultado¡nediante una inspección material o por inspecciones geográficas; y esto por-que aquellas divisiones son morales, aun cuando tengan cierta base en la na-turaleia física. Esta organizaei1n solamente puede estudiarse con el auxüiodel derecho público, pues es este derecho el gue la determina, de la mismamanera que determina nuestras relaciones domésticas y cívicas. Ella es, pues,igualmenüe obligatoria. Si lá población se aglomera en nuesttas ciudades enlugar de distribuirse por el campo, es señal de que existe una corriente deopinión, un impulso colectivo, que impone a los individuos esta concentta-ción. La libertad que tenemos para elegir nuestros vestidos, no es superior ala que tenemos para escoger la fo¡ma de nuestras cafias; tan obligatoria es unacosa como ia otra. Las vías de comunicación determinan de una manera im-perlosa el sentido de las migraciones interiores y de los cambios, y hasta laintensidad de estos cannbios y migraciones, ete. etc. Por consiguiente, a lalista de los fenómenos que hemos enr¡-meraCo, ecmo preseniando el signodistintivo sei hechc social, cuando mucho podríamos añadir otra categoría;pero como esta enuneración no podría sei rigurosamente exhaustiva, laadición no será indispensable.

Y ni siquiera sería útil, pues estas mane¡as de ser no son más que manerasde hacer consolidadas. La estructura de una sociedad no es más que la mane-ra cómo los distintos sectores que la componen han tomado la costumbre devivir entre sí. Si sus relaciones son tradicionalmente estrechas, los sectorestienden a confundirse; en el caso contrario, a distinguirse. El tipo de habita-ción que se nos impone, no es sino el resultado de cómo se han acostumbra-do a construir las casas, quiénes viven a nuestro'alrededor, y, en parte, lasgeneraciones anteriores, L,as vías de cornunicación no son más que ei cauceqr-1e se ha abierto a sí misma --al marchar en el mismo sentido- la eornentereguiar de los cambios y de las migraciones, ete. Sin duda, si ios fenómenosde orden nenrfológico fueran lcs únicos que presentasen esta fijeza, se podrfacreer que ccnstituyen una especie aparte. Pelo u'?a regla jurídiea es unacoordinación tan permanente como un tipo de arquitectura, y, sin embargo,es un hecho fisiológico. Una simple máxima moral es, a buen seguro, másmaleable, pero presenta formas más rígidas que una sencilla costumbre

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profesional o que una moda. Existe¡ pues, toda una gama de matices que,sin eolución de continuidad, erüaza lolhect¡og de estruótura más ca¡acúeriza-da con estas corrienües libres de la vida social que todavía no se moldearondefinitivamente. Enhe ellos no existen mrís que diferencias en el grado deconsolidación que presentan. Unos y otras no son otra cosa gue la üda mríso menos cristalizada. Sin duda, puede. haber algrln interés en resenrar elnombre de morfológicos a los hechos sociales que se refieran al eustractosocial, pero en este caso no se ha de perder de vista que son de la misma na.turaleza que los demás. Nuesüra definición entonces comprenderá todo lodefinido, si 9ecimos: Hecho eocíal es toda rnanera de hacer, fijada o no,susceptible de ejercer sobre eI indíviduo una coacción exterior; o bieniQue es general en el conjunto d,e urw sociedad, eonseruando una existenchpropia, independiente de sus manifettaciones individ,uales (L2).

(12)Este estrecho parentesco entre la vida y la edtn¡ctura, del órgano y de la función,puede estableee¡se fácilmente en la sociologfa, porque entre esüos dos üérminoe extre-mos, existe toda una serie de intermediarios inmediatamente observables que mues-tran su lazo de uni6n. La biologfa no posee esüe recurso, Pero tenemos derechos paracreer que las inducciones eobre eete punto de la primera de estas cienciae, son apliea-bles a la otra, y gue tanto en los organismos.como en las sociedades, sólo e¡ristenenüre egtos doe órdenes de heeho, diferencias de grado.

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Las fichas de este Servicio de Documentaeión enCiencias Soeiales son de cireuiacién :nterna, desti-nadas a estudiantes universitarios.

Depésito Lesal No. 2L2.877