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Fermandois; Mundo y Fin de Mundo

Jan 20, 2016

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  • CONSE.JO NACIONAL DE. LA CULTURA Y LAS ARTES

    Conseo Nacional del Libro y !

  • A mis profesores

    Mario Gngora del Campo (1915-1985) Rugo Gonzlez Araya, "Talanga" (1933-1999)

    Hctor Herrera Cajas (1930-1997) R.P. Hernn Parada Cobo SS.CC. (1916-1982)

    R.P. Armando Undurraga Correa SS.CC. (1920-1970)

  • In dice

    PROLOGO 15

    CAPITULO I LA HERENCIA 2l Entre dos cataclismos: la poca de la expansin y de las revoluciones 21 El aprendizaje del Estado: formacin 27 Visin y actores del nuevo Estado 30 Guerra, frontera, patriotismo 34 La post-guerra . 38 La "Paz Armada", 1892-1902 40

    CAPITULO II LAS TAREAS DE LA PAZ Y DEL NUEVO SIGLO 1900-1910 45 Final y comienzo: interpretaciones de la posicin internacional 45 La poltica exterior: los hombres y el medio 48 La poltica regional 53 La mirada ordenadora: las relaciones con Europa 55 Coexistencia en la distancia: la presencia de EE.UU. y el Pacfico 56 La defensa en momentos de distensin 60 La inmigracin y el cambio de rostro interno 62 Economa de monoexportacin: el salitre 66

    CAPITULO III CONCIENCIA DE CRISIS Y CRISIS MUNDIAL 1910-1920 El Centenario: fiesta y crisis El despunte de una nueva polaridad Chile y la Gran Guerra: la neutralidad y sus peligros EE.UU. en guerra, la incertidumbre de la paz y de la Sociedad de las Naciones

    CAPITULO IV MODERNIZACION Y ABISMO 1920-1932 Tiempos de cambio Impulso internacional Tacna y Arica: el problema pendiente

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    82

    87 87 89 91

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  • Nueva conciencia acerca de Estados Unidos La Misin Kemmerer El "Chile Nuevo" y la nueva conciencia de mundo Hacia el abismo: Chile y la Gran Depresin El abismo poltico

    CAPITULO V RECUPERACION Y ESPECTRO IDEOLOGICO 1932-1938 Arturo Alessandri y el nuevo perodo democrtico Fin al abismo econmico: la obra de Gustavo Ross Gustavo Ross, el hombre pblico Comercio internacional y relaciones con EE.UU. La guerra que viene La crisis ideolgica mundial: marxismo y antimarxismo

    CAPITULO VI GUERRA Y HEGEMONIA 1939-1945 El Frente Popular y la poltica exterior De la "guerra del 39" a Pearl Harbor El significado: la influencia alemana y la "cuestin judia" El camino a la ruptura: comedia de equivocaciones, provincia) o consecuencia? La ruptura Las Fuerzas Armadas y su nuevo "aliado natural" Chile declara la guerra

    CAPITULO VII

    93 96

    101 109 111

    115 115 118 123 125 129 137

    145 145 149 153

    159 166 168 170

    EL SISTEMA CORFO Y LA ERA DEL "SUBSIDIO" 1939-1973 173 Nacimiento del "sistema CORFO" El debate Los aos fundacionales: punto de referencia Cuello de botella La industrializacin como meta Las races de la "cuestin del cobre" Del impulso a la frustracin La contribucin internacional como subsidio La bsqueda de la reforma y de la asistencia La comprensin de los lmites: haba alternativa< El subsidio natural: auge de la "cuestin del cobre"

    CAPITULO VIII FINIS TERRAE Y EL MUNDO: LOS CHILENOS DE LOS 1920 A LOS 1960 Encanto y desencanto de s mismo El problema del "excepcionalismo" El sistema relaciones internacionales A favor y en contra de los diplomticos

    173 175 177 178 180 181 182 183 185 188 193

    199 199 203 207 210

    Internacionalizacin de la poltica o poltica mundial? Visiones sobre la poltica mundial Visin del sistema internacional en los uniformados La Iglesia, ms all o ms ac de la poltica El chileno y el mundo

    CAPITULO IX ALINEAMIENTO Y CAMINO PROPIO 1945-1958 Discordia y concordia aparentes Confrontacin interna, alineamiento continental El debate por la "defensa de la democracia" La insercin en el sistema interamericano y el camino propio Camino nuevo con Ibez? La regin: la frgil concordia EE.UU. y el sistema interamericano El renacimiento europeo

    CAPITULO X RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL Y REFORMA FALLIDA 1958-1964 El Paleta, fuerza y precariedad Poltica exterior de identidad nacional El elemento conflictivo en las. relaciones corr Argentina La estrella solitaria reluce en el sistema interamericano La 'cuestin cubana' La poca de las visitas: Charles de Gaulle La pregunta abierta: el futuro poltico.

    CAPITULO XI TRIUNFO Y TORMENTA 1964-1970 Continuidad y cambio Eduardo Fre, el poltico de la idea Internacionalizacin de las elecciones de 1964 La estrella solitaria busca el puesto bajo el sol La visita a Europa Las dos Amricas El paisaje poltico: "los sesenta". El "Consenso de Via del Mar" Hacia el desenlace: las elecciones de 1970 La campaa y la "intervencin" De septiembre a noviembre: entre la desazn y el embeleso

    CAPITULO XII EN EL, OJO DEL HURACAN DE LA GUERRA FRIA 1970-1973

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    Salvador Allende El propsito internacional El marxismo, occidental, antioccidental La transicin, un modelo revolucionario La atmsfera de la "va chilena" Polmica y talante en 1973: la Declaracin de la Cmara El golpe que viene, de quin? La politizacin de la Fuerzas Armadas

    CAPITULO XIII EN EL OJO DEL HURACAN DE LA GUERRA FRIA 1970-1973(2) Poltica exterior: nueva interpretacin de la continuidad Coexistencia con los pases latinoamericanos Europa Occidental y la "moderna utopa" El "imperialismo": las relaciones con Estados Unidos Keynesianismo a ultranza, inflacin, reservas, mercado negro El paradigma lejano: el bloque sovitico El compromiso revolucionario: la presencia de Cuba

    CAPITULO XIV LOS AOS DE HIERRO: EL GOBIERNO MILITAR 1973-1990 De la utopa moderna a la antiutopa La fuerza sorpresiva de la "clase militar" Augusto, el supremo Ensayo de explicacin de la violencia Chile y dos casos de intervencin militar: Francia e Indonesia El xito de la 'clase militar' El antimarxismo y la toma de partido en la Guerra Fra La institucionalizacin, lo "forneo" y las semillas La poltica exterior: de la improvisacin al manejo de crisis Peligro y oportunidad La Iglesia entre las corrientes dscolas

    CAPITULO XV MANEJO DE CRISIS Y REORDENAMIENTO, 1973-1990 De la guerra interna a la guerra internacional Campo de guerrilla permanente, los organismos internacionales El repudio (limitado) europeo La paradoja espaola La actitud europea El coloso del Norte y las paradojas de la historia De Carter a Reagan El corredor boliviano La guerra que vena La intervencin papal Mediacin, Filipinas, Malvinas, Tratado de paz

    339 340 342 343 347 349 352 354

    359 359 362 363 373 378 382 388

    393 393 393 397 400 402 403 404 409 412 417 420

    425 425 426 428 431 432 434 437 439 441 447 450

    La reforma econmica entre abismos Nuevo abismo y nueva recuperacin El estallido de la violencia La estrategia del bloque sovitico La visita de Juan Pablo II La convergencia en el "modelo occidental" Confrontacin y renovacin Orden internacional y equilibrio poltico en Chile Del enfrentamiento a la paz: los das del plebiscito Reforma, nuevo plebiscito y elecciones La transicin internacional

    CAPITULO XVl EL ESPLENDOR Y SUS LIMITES 1990-2004 El aire inaugural La Presidencia La poca del "malestar con la poltica" La "internacionalizacin" de la poltica chilena La poltica exterior bajo el signo del xito Alegra y malestar con el "modelo chileno" La transformacin material y las dudas La consigna: el libre comercio Los restos de la "crisis asitica" Amores y olvidos del coloso: las relaciones con Washington La regin, nueva realidad y viejas lecciones Los lmites de la realidad: Bolivia, "caso Honecker", "caso Pinochet", Irak Los "nuevos temas": minoras Nuevas y antiguas concepciones de seguridad Chile y el futuro del estado nacional

    ndice de abreviaturas ms empleadas

    Notas

    Bibliografa

    ndice de Nombres

    455 464 465 467 469 472 474 476 481 484 486

    493 493 495 503 505 508 512 515 519 520 524 527

    537 544 546 548

    552

    553

    608

    630

    l3

  • Prlogo

    "Antes de esta ltima fecha , los acontecimien-tos en todo el ecmene se desarrollaban sin ninguna relacin recproca, por falta de cualquiera unidad de concepto, de realizacin y de lugar; pero desde este momento la historia parece convertirse en un solo cuer-po. Los acontecimientos de Italia y de Mrica se entrelazan con los de Asia y Grecia, y todos los hechos se pueden referir a un nico fin ( ... ) As como la fortuna ha hecho tomar una sola dreccin a todos los acontecimientos ecumnicos, obligndolos a inclinarse hacia un solo y mismo fin, de igual manera la historia debe poner a los lectores en con-diciones de poder abrazar con una sola mirada los medios de que se ha valido la fortuna para la realizacin de sus fines generales ( ... ) Solamen-te poniendo en relacin recproca todos los hechos y comparndolos entre s, evidenciando sus analogas y dferencias, puede no llegar asa-car no slo utilidad sino tambin placer de la historia"1

    (Polibio, Las Historias de Polibio de Megpolis) "Hubiera querido que mis impresiones finales entregaran un cuadro ms completo y vvido acerca de este pas y de su pueblo tan amistoso, al que se sola llamar la 'Inglaterra de Amrica Latina'. Sin embargo, Chile est completamente absorto en un proceso de luchas internas, polticas y econmicas. La poltica invade ahora todo su pensamiento, toda su literatura, todo su arte, todo. Tiene un gran poeta, Pablo Neru-da, con un extraordinario talento para las palabras y una voz extraa y montona, que atrae mucho ms de lo que repele; (y tiene) un gran pintor, Roberto Matta. Ambos son activos comunistas. Compromiso por una parte, emigracin o completa pasividad, no parece haber otra eleccin. Si Chile tiene un inters no menor en el mundo, es porque el combate entre las fuerzas marxistas y las antimarxistas, como al interior de los mismos grupos marxistas, se lleva a cabo en una sociedad abierta y no detrs de una cortina de hierro"2

    (Embajador D. H. T. Hildyard, 13 de marzo de 1973).

    Desde sus orgenes, la historia de Chile estuvo vinculada a los grandes cambios mundiales. Naci a la vida como resultado de la expansin de Europa. Surgi a la vida republicana, como una de las consecuencias del nacimiento de la polti-ca moderna y de la "era de las revoluciones". En Chile existieron marxismo y

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    MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLTICA MUNDIAL 1900-20041 JOAQUN FERMANDOIS H.

    antirnarxismo antes de la Revolucin Rusa; entre los pases latinoamericanos, el espectro ideolgico de los aos 1930 era el ms simultneo con el mundo; la Guerra Fra no fue esencialmente impuesta desde afuera, sino que nace del interior de su vida poltica e intelectual; Allende y Pinochet son conceptos universales en casi todos los ambientes polticos del mundo; Chile pareciera vivir ms intensamente el clima poltico y cultural de la post Guerra Fra que otros pases de la regin. Por otro lado, en 1900 se tom conciencia que era un pas inexcusablemente atrasado en trminos econmicos y sociales, en relacin a sus recursos y posibi-lidades. En diversos niveles, este ha sido el gran tema a lo largo del siglo XX. Era asimismo otra muestra de la universalidad de Chile, por ms que geogrficamente se encuentre donde el mundo se acaba, en finis terrae. Este pas no ha sido jams una realidad aislada, que se pueda comprender slo en s misma. Toda sociedad tiene elementos comparables con cualquier otra compuesta por seres humanos. Chile es parte de Occidente, como la sociedad iberoamericana o latinoamericana, aunque sea un hijo distante. Aun entre diver-sas culturas, un aspecto central de su existencia ha sido el contacto entre ellas, o el "contacto de las civilizaciones en el tiempo y el espacio", corno lo dijera Arnold Toynbee, todava muy ledo entre los historiadores cuando ingres a estudiar historia en la Universidad Catlica de Valparaso en 1966. En un crculo de estudio ms concentrado, existe otra pertenencia a un mun-do, la unidad (relativa) de organizacin y mentalidad que provoca el mundo moderno, la dimensin "planetaria" de la existencia de los dos ltimos siglos, que lleva a esa convergencia de los acontecimientos que observaba Polibio, el historiador de cultura griega, pero incorporado a la romana, autor del primer epgrafe. Esto debe ser una primera seal de alerta, de que lo sucedido en Chile, no slo es comparable con experiencias anlogas en nuestra poca, sino que no ha sido del todo nueva en la historia. Porque esa es una de las primeras ambigedades que ella nos entrega, el que los hechos son nuevos y antiguos a la vez, que somos una realidad aparte, y tambin pertenecemos a una entidad ms amplia. Poder distinguir qu es lo uno y qu es lo otro, es la suprema ciencia en este tipo de conocimiento histrico y, quin puede arrojar la pri-mera afirmacin de que lo ha logrado? Existe un tercer crculo de esta identificacin de una sociedad como la chilena. Es aquella de la poltica mundial. Este concepto se comenz a emplear insis-tentemente en el siglo XIX, y tiene muchos significados, aunque casi todos emparentados con aquello que generalmente se llama "relaciones interna-cionales"; y se vincula con la planetarizacin ocurrida entre los siglos XVIII

    PRLOGO

    y XIX, que ahora en un giro de la moda algunos llaman "globalizacin". Con todo, mientras "relaciones internacionales" tienen que ver con vnculos entre estados y fenmenos sociales que cruzan estados, la expresin "poltica mundial" dice algo ms, y muchas veces se la vincula tanto con la poltica exterior como con la poltica interna de las grandes potencias, a veces con las tensiones internas de alguna sociedad ms pequea. Esto nos conduce a lo que pretendo sealar aqu. Se llamar poltica mundial" a un fenmeno muy caracterstico del mundo moderno. gonsiste_ en ql!e l!n sus. ideas y sentimientos en la realidad ge las sociedc!es que. hacen a e modelo o paradigma, o de un grupo d_e t:llas, y rpidamente ?.e

    e:onverte-en-propsito de identificacin, en "tema" de casi todo el mundo, de gran parte del globo. Se dice "casi", porque la realidad no puede ser del todo homognea, y siempre habr excepciones ms o menos importantes. El comu-nismo, corno el anticomunismo del siglo XX, son los fenmenos ms acusados de este ejemplo, pero ni con mucho son los nicos casos, ni estos hechos pertenecen exclusivamente a la poltica. Analizar adems la poltica mundial desde esta perspectiva, tiene la ventaja, me parece, de vincular de manera ms patente las relaciones internacionales de un Estado y una sociedad, con lo que normalmente se entiende es su poltica interna, la manera como plantea sus dilemas y sus expectativas. La historia de Chile del siglo XX, que es la que trata este libro, es un ejemplo adelantado de la experiencia de la poltica mundial. Al menos en las formas, como dije, la sociedad chilena ha sido la ms contempornea del continente en este sentido. Y me parece, que en general no se piensa el pas desde esta perspec-tiva. El embajador Hildyard, autor del segundo epgrafe, al informar perceptiva-mente sobre las elecciones de marzo de 1973, expresaba esta realidad y no sin asombro, de cmo la historia de Chile que se desarrollaba ante sus ojos pareca repetir a la historia europea de un par de dcadas antes. Constituye esta situacin una eterna falsificacin de la "realidad chilena"? En Amrica Latina siempre ha sido muy comn hablar acerca de la "prdida de identidad", en relacin a la historia europea y norteamericana. Se ver como esta definicin de qu es lo nuestro y qu es lo ajeno?, recorre la historia de Chile del siglo XX. Slo que tambin la recorre en una gran mayora de las sociedades del mundo. Vuelvo a 1966 y a las clases de mi profesor, Hctor Herrera Cajas. Haca una distincin muy sencilla, carente de toda pedantera o complejidad artificial, entre "imitacin" y "apropiacin", conceptos extrados de la antropologa,

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    MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN U\ POLTICA MUNDIAL 190020041 JOAQUN FERMANDOIS H.

    pero que l saba emplear con plasticidad. La primera era la adaptacin mec-nica, casi servil, de formas, desprovistas del contenido y de su espritu. La segunda, era la manera cmo el ser histrico asume la creacin de su congne-re, de otro ser humano, u otra sociedad o cultura, la hace propia y la desarro-lla. Toda sociedad, todo ser humano, se encuentra ante estos hechos bsicos de la vida, que son como esas constantes insustituibles: sstole y distole de la historia, en cuanto verdaderas categoras para el ser humano. Claro, en ese entonces, en la atmsfera de aquellos aos, se deca que todo ello "no tena que ver con la realidad nacional". Tena todo que ver. Son esas categoras las que estarn en la historia de Chile del siglo XX que aqu se tiene. Las alternativas del siglo XX chileno salieron del mundo; salieron tambin del corazn del alma chilena. Para no hablar de que no se puede entender un fenmeno histrico, si no existe al menos una alusin comparativa a otros fenmenos anlogos. En estas ltimas dos dcadas no se ha escriw poco sobre historia de Chile del siglo XX. En muchas de ellas, especialmente en el Ensayo de Mario Gngora, se ha llamado la atencin hacia este fenmeno que aqu denomino poltica mun-dial. El lector interesado puede hallar un abundante corpus de literatura al res-pecto4. Este libro no tiene la pretensin excesiva de "superar" lo que antes se ha publicado, lo que casi es un lugar comn para quien escribe despus de otro. Pretendo, aproximadamente desde la perspectiva historiogrfica de la llamada "historia internacional", aportar un ngulo distinto de la historia de Chile del siglo XX hasta la actualidad. Todo lo que se ha dicho desde esta especialidad del escribir me ha ayudado, para comenzar con la muy recurrida obra de Mario Barros van Buren, Historia diplomtica de Chile (1541-1938), pionera en el si-glo XX5. He escrito este libro segn el supuesto de que las relaciones internacio-nales pertenecen al sustrato ntimo de lo que conforma la identidad de un pas o sociedad, como podran serlo los procesos culturales, econmicos o demogrfi-cos. No poda ser menos su relacin con la _poltica mundial. En otro sentido, el libro corresponde al gnero de "historia general", que es tanto un ensayo como una investigacin. Algunas partes, algunos prrafos, son interpretaciones que podran considerarse de tipo ensaystico. La historia general las debe recoger. Muchas partes pertenecen a una larga serie de pro-yectos, en general con el patrocinio de FONDECYT, y que son producto de extensas investigaciones. Asimismo, el historiador contemporneo, que ha vi-vido una parte del tiempo del que trata la obra, ese tiempo "le es presente". Por lo tanto, asumo que yo tambin soy fuente, por lo vivido, lo percibido, lo temido, lo ansiado, lo gozado.

    PRLOGO

    El libro cita, creo, una abundante literatura y muchas referencias de fuentes. Sin embargo, no pretende ofrecer una bibliografia completa; no es su objetivo. El manuscrito se termin de redactar en febrero de 2004, y la historia, por decirlo as, llega hasta ese momento. Por motivos de espacio, deb reducir la extensin de algunos captulos, lo que siempre presenta elecciones dficiles al autor. El ltimo captulo, experiment las reducciones ms drsticas; ser el ger-men de un nuevo libro en el cual, entre otros aspectos nuevos, aparecer lo que fue podado. En la realizacin de este libro, he gozado de la colaboracin de muchas perso-nas. Desde un primer momento cont con el apoyo de la Editorial de la Pontificia Universidad Catlica, la que, con paciencia, esper la finalizacin del manuscri-to. El proyecto naci de un impulso de Nicols Cruz, recogido por Gabriela Echeverra. Con el temor de dejar inadvertidamente a alguien afuera, me atrevo a nombrar a Andrea Botto, Patricia Campos, Karin Schmutzer, Macarena Carri, Mara Jos Henrquez, Mara Jos Sarmiento, Bernardita Mazo, Fernanda Hevia, Carla Pozo, Mnica Kast y a Carla Soto, como ayudantes de investigacin. Ana Mara Stuven, Ricardo Couyoumdjian, Ren Millar, Alfredo Riquelme, Raffaele Nocera, Pedro Martnez Lillo, Fernando Camacho, Pablo Lacoste, Dan L. Michael, Eduardo Gomien y Claudio Rolle han contribuido con informacin. Dos evaluadores nnimos efectuaron crticas que intent asumir. El personal del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, y de la biblioteca del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, se afan en ubicarme material. Beatriz Berger, Ximena Ulibarri y Rosa Mara Espinoza me asistieron con mucha competencia en la edicin final. La publicacin final ha sido posible gracias al apoyo del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, proyecto 9623.

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  • CAPITULO 1

    La Herencia

    Desde la llegada de los espaoles en el siglo XVI hasta 1900, qu rasgos que se pueden considerar "histricos" son necesarios tener presente para comprender la posicin internacional del pas al comenzar el siglo pasado, y que tienen quizs todava significacin en el siglo XXV A continuacin, se indican algunos elementos claves de Chile hasta 1900. Es la herencia con la que el pas enfrent al siglo XX.

    Entre dos cataclismos: la poca de la expansin y de las revoluciones A quienes se extraen de que en el siglo XX Chile haya demostrado tanta iden-tificacin de sus formas polticas con las tendencias mundiales, habra que decir-les que esto se inscribe en su origen. Chile naci como sociedad y despus como "pas" en cuanto producto de las conmociones cataclsmicas de la historia mun-dial. En primer lugar, la expansin europea de los siglos XV y XVI origin la creacin de las sociedades iberoamericanas, de las cuales Chile al comienzo no fue ms que frgil apndice. Esto es cierto, en especial, en el caso de su depen-dencia del Virreinato de Lima, del que recin adquiere autonoma formal en 1787. Adems de fuente de riquezas, las posiciones americanas de la corona espaola, eran parte de su activo en la puja de dos siglos con el resto de las potencias europeas, como Inglaterra, Francia y los Pases Bajos. Esto acentuara no slo la necesidad de consolidar el dominio espaol, sino que tambin su defensa ante la avidez de sus rivales. Economa y estrategia parecen haber sido los grandes puntos de referencia en el primer desarrollo de la "razn de ser" de Chile en la segunda mitad del XVI. A esto le antecedi, por cierto, la combinacin de aventura, codicia, impulso de poder y de gloria que estuvo en la mentalidad de los conquistadores, para esta-blecer un dominio como medio de riqueza personal y de reconocimiento social. Junto a l, rpidamente llega el enviado de la Corona, que establece una relacin de subordinacin y de vigilancia, creando la diferencia de intereses que eclosionar en el levantamiento de 1810. La conquista fue financiada por un sistema proto-capitalista, pero bajo ella subsista un sistema de relaciones militares que tenda a

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    MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN L' POLTICA MUNDIAL 1900-2004 1 )OAQUK FERMA:JDOIS H.

    favorecer el caudillaje, la "estructura bsica y elemental de la hueste de guerre-ros"! . Se definira una estirpe rural y militar en todo el mundo hispanoamericano que en Chile tendra connotaciones especiales, pero en lo bsico reproducira la cultura ibrica en un nuevo entorno. Como en todas las relaciones entre metrpoli y colonia, a pesar de que la prime-ra haya sido la que coloniza el nuevo territorio, genera al mismo tiempo las bases de la secesin. El tipo de dominio como el de Chile, no crea una minora de pied noires, como los franceses en Argelia o los ingleses en Rhodesia. Pero tampoco sera el desplazamiento de los indgenas, como en las colonias anglosajonas. Si bien la poblacin local sufri enormemente por la conquista, quizs debido ms que nada a nuevas enfermedades, el hecho bsico que origina a Chile es el mestizaje, aunque se conservara una estructura social en la que, en forma vaga, la pirmide social culminara en rasgos tnicos ms espaoles. Algunos de sus aspectos sociales, polticos y geogrficos de los dos primeros siglos ten-dran repercusin por largo tiempo. Por una parte exista una clase dirigente con una base primaria en la agricultura, que simultneamente poda tambin ejercer el comercio, pero Chile no sera una autntica "sociedad de comerciantes". En los hechos, no ha llegado a ser todava lo que a fines del siglo XX se llam un "trading S tate". Tuvo el primer ejrcito permanente en todo el mundo hispanoamericano, aunque su efectivi-dad y espritu de cuerpo haya cado muchas veces en la inercia. Se desarrollaron dos centros de poder, Santiago y Concepcin, interconectados de manera estre-cha. Ni demasiado juntos, como para que al caer uno caiga sin resistencia el otro; ni demasiado alejados, como para poner en tela de juicio la unidad territo-rial. Esta se extenda a lo largo de un fecundo valle central de clima templado, entre el ro Bo-Bo y la zona de Copiap. Esta es la base social y territorial de lo que se puede llamar la sociedad y cultura chilenas. Existan tambin algunos enclaves, como la isla de Chilo y la ciudad de Valdivia. Al norte las cosas estaban ms establecidas, pero no bien delimitadas. En el siglo XX calara a fondo en la conciencia de los chilenos el mito, en el sentido peyora-tivo del trmino, de que "perdimos la Patagonia". Este, a su vez, estaba susten-tado en el supuesto de que "regalamos" la provincia de Cuyo. En realidad, haba sido legalmente parte de la Capitana General de Chile, pero en una poca "pre-nacional", por decirlo as, y pas al recin formado Virreinato de la Plata, en el simblico ao de 1776, con el que tena una relacin ms vitaF. En el siglo XVI la Capitana General de Chile haba recibido ttulos que le otorgaban lo que despus se llam la Patagonia; pero estos ttulos, aunque nunca del todo abol-dos, fueron erosionados por disposiciones jurdicas de la Corona en favor de Buenos Aires3 . En todo caso, los ttulos ele ambas capitanas se superponan sin mayor problema, ya que sin duda la Corona no pensaba en trminos de "frontera".

    CAPITULO l 1 LA HERENCIA

    Por lo dems, en los territorios que se disputaran en el siglo XIX habitaban casi, de manera exclusiva, sociedades indgenas en la cordillera a ambos lados de la misma. Las expediciones, asentamientos e incluso misiones fueron mnimos en el corazn de esos territorios. El mito, en su parte verdadera, aluda a que, antes de la Independencia, las que seran las fronteras tenan un valor muy relativo, cuando no slo referencial para el habitante de estas tierras. Ms importante para la emancipacin posterior, la crea-cin del Virreinato del Plata mostraba un realineamiento de fuerzas en el mundo colonial, ya que la ciudad de Buenos Aires reforzaba su importancia econmica y poltica como puente del imperio espaol. Esto afloj los estrechos lazos de de-pendencia entre Lima y la Capitana General del extremo sur, fnis terrae. Fue un primer cambio internacional de Chile en la regin. Aqu se debe anotar otro aspecto de la significacin del pas en el extranjero. Para llegar a existir, amn del espritu de conquista -riquezas y gloria- operaron dos poderosas motivaciones. Ambas tenan que ver con el Virreinato de Lima. Por una, parte, este ltimo era valiossimo para la Corona, por lo que se requera de una posi-cin avanzada, una especie de contrafuerte, que le sirviera de defensa hacia el sur, ante el empuje naval de los rivales de Espaa. Esta razn de ser, estratgi-ca, est en el parto de Chile. Por otro lado, la estructura compleja del Virreinato peda alimentacin. La agricultura chilena constituy, a lo largo de todo el perodo colonial, una fuente de primera magnitud para las necesidades de la sociedad virreina!, sobre todo en vista del poderoso polo minero del Potos4 . En este sentido, se puede decir que la raz de la existencia internacional de Chile est en haber sido "dependencia de una dependencia", aunque sera apresurado sacar muchas conclusiones a partir de un juego de palabras. Sin embargo, este proceso se dilua con la aparicin de Buenos Aires como un factor de poder regional; creaba una suerte de equilibrio de fuerzas que poten-cialmente favoreca a Chile como un actor provisto de autonoma. En 1787 esta se hizo expresa para la Capitana General de Chile. En todo caso, salvo escaramuzas y la vigilancia superficial, la verdadera guerra se libr contra un grupo de indgenas, los mapuches, que resistieron la embestida espaola y de la sociedad colonial chilena. Pero sera mucho llamar a esta situacin un "conflicto internacional", aunque sin duda era un conflicto "intersocietal". De haber sobrevivido la autonoma mapuche hasta mediados del siglo XX, hubiera dado nacimiento a un Estado nacional. Por otro lado, mantuvo una estrecha relacin fronteriza con la sociedad colonial y para 1810 ya estaba impregnada de los elementos criollos. La frontera era primordialmente una zona de contacto e influencias en direccin de los mapuches5 . Hacia el final de este libro se ver cmo la potencialidad distanciadora ante el Estado nacional chileno resurge a fines del siglo XX, como parte de un factor internacional.

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    MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLTICA MUNDIAL 1900-20041 JOAQUN FERMANDOIS H.

    Todava a comienzos del siglo XXI muchos, al pensar en los pases latinoameri-canos, no aciertan a definir en una categora el tipo de "modernidad" que repre-sentan en la sociedad internacional del siglo XX. Se habla a veces de que no son sociedades modernas; seran meros "mitos"_ Para abreviar, Chile es parte de la versin hispanoamericana de la historia europea. No fue la pennsula ibrica un actor en la creacin de "lo moderno". Desde que se comenz a hablar de la "decadencia de Espaa", se plante lo que hoy se llamara su dificultad en incor-porar lo moderno. En pases como Chile, no deba ser muy diferente, slo que el camino podra estar todava ms erizado de obstculos6 Uno de ellos sera el aislamiento frente al desarrollo europeo, que no crea un muro infranqueable; quizs, en cambio, le da ms atractivo a la tentacin por lo nuevo, un rasgo permanente de la "cultura chilena"7 Por otra parte, una primera piedra que imprimir por siempre en poltica exterior, ellegalismo en su expresin al menos formaJS . Desde la Independencia, la idea de que Chile debe ser moderno, con diferentes nominaciones, ha sido un elemento central de los debates acerca de su devenir. Lo mismo se ha deseado en su incorporacin al sistema internacional. Incluso cuando se ha insistido en un "camino propio", se ha seguido alguna de las definiciones surgidas de la historia europea; ms recientemente interviene aqu tambin la historia norteamericana. Un nuevo cataclismo, la "era de las revoluciones" o, quizs mejor, la creacin de la "poltica moderna", ca. 1776-1848, dar vida a Chile (e Iberoamrica) como miembros plenos del sistema internacional. Se trat de un desarrollo europeo y anglo-norteamericano violento o evolutivo, pero en el cual el desarrollo poltico interno se combin con una convulsin del sistema interestatal europeo y, hasta cierto punto, con el flamante y nuevo EE.UU. Se las ha llamado "las revolucio-nes atlnticas". La modernidad poltica, con todas sus contradicciones fuera de su suelo originario, tambin comenz a sacudir las costas del Pacfico sur. La tcita rivalidad entre peninsulares y criollos, vigilada por la Corona, se trans-form en una pugna primero por el autogobierno, y despus, en una atmsfera de verdadera guerra civil, en un sanguinario y barbrico conflicto, que pesara en profundidad en la poltica de los pases hispanoamericanos9. En Chile, sus efec-tos fueron limitados, lo que ayud a la presencia internacional del naciente y frgil Estado chileno. Chile nace a la vida republicana como vstago de Hispanoamrica. Sin embar-go, su aprendizaje como Estado nacional bebe no slo de la ilustracin espa-ola, sino que del momento fundacional de la poltica moderna, en sus dos primeras grandes manifestaciones, la independencia de EE.UU. y, sobre todo, de la Revolucin Francesa y sus consecuencias10 . El lenguaje con el que se funda el Estado y la poltica es una sntesis de ciertas tradiciones hispnicas, con el lenguaje republicano del momento nacional. La empresa de la indepen-dencia (ca. 1810-1824) es, al mismo tiempo, una empresa continental,

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    "transnacional" si se quiere, slo que todava no existan los Estados nacionales propiamente tales. Podr haber sido una delgada capa de liberalismo y democra-cia la que cubri la realidad ms barbrica de estas sociedades, pero ha sido el lenguaje que construy para siempre la identidad del continente. Lenguaje que, en diversas y a veces antagnicas versiones, formara la poltica mundial. Esto estaba en germen antes de la emancipacin, por ejemplo, en el esfuerzo de los jesuitas expulsados por hacer comprender lo americano ante los europeos11 . En la segunda mitad del siglo XVII ya se haba desarrollado, entre los escritores, un "amor a todo lo chileno" que anunciaba un patriotismo local, como en el abate Juan Ignacio Molina (1740-1829), para quien "Chile es uno de los mejo-res pases de Amrica", y en su agona final en el exilio como jesuita expulsado, peda beber "agua fresca de la cordillera de Chile" 12 . A comienzos del siglo XXI no sera prudente para la salud llegar y beber sin ms el agua otrora crista-lina de las quebradas de Chile. Estaba tambin el impulso por vincularse con la economa mundial, o libre comercio, que de Jacto exista como contrabando ms o menos tolerado 13 Pero ms importante, el lenguaje de la poltica moderna, que rpidamente se adquiri, sirvi para identificar al pas como par:de un proceso mayor, cuyo punto central era el desarrollo de la "democracia occidental", el "modelo occi-dental" con sus matices y con intentos de adaptarla a las "realidades" del pas. Incluso, los intentos por apartarse en forma drstica de sus caractersticas bsi-cas han tenido como punto de referencia, persuasiones surgidas de su corazn, esto es, la poltica moderna originada en Europa. Esto tendra y tiene hasta el da de hoy rasgos ingenuos y que distorsionan la comprensin de las cosas, pero es un elemento inalienable de la autointerpretacin del pas. Es lo que muestra a Chile como parte de la poltica mundial 14 . Y tambin el tipo de lenguaje que se adopta, los modelos al que se mira. Es el de lo que en este libro se llama el "modelo occidental", que en poltica es el que culmina en el moderno "estado de derecho", base de la democracia. Es notable que no se mirara esencialmente a la Revolucin Francesa, aunque se acogiera su estilo, que se configura en el sistema napolenico. En cambio, como lo dice el sacerdote Camilo Henrquez (1769-1825), el horizonte de las democracias anglosajonas sera determinante en los siglos XIX y XX:

    El gobierno britnico es un medio entre la monarqua, que se encamina a la arbitrariedad, la democracia, que termina en la anarqua, y la aristo-cracia, que es el ms inmoral de los gobiernos, y el ms incompatible con la felicidad pblica. Es pues un gobierno mixto en que estos tres

    se templan, se observan, se reprimen. Su accin y reaccin es-tablecen un equilibrio del que nace la libertad 15 .

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    Por ltimo, la emancipacin de Amrica espaola fue una empresa transnacional en el sentido de los estados nacionales que se consolidaron despus. En el caso chileno fue fundamental para la Independencia el apoyo que se origin en Buenos Aires; y el Chile surgido en 1817/18 fue uno de los actores de la emancipacin del Per. Las coaliciones entre los "partidos" independentistas fueron fundamentales para el xito de esta empresa. Asimismo, mientras la Independencia en s misma fue una guerra civil, las feroces luchas que despus surgen en casi todas partes, fueron fruto de conflictos entre coaliciones y cau-dillos, antes que "internacionales". Incluso la guerra entre Chile y la Confede-racin Per-Boliviana ( 1836-1839) puede ser considerada en esta perspectiva. Con todo, al ver los lderes chilenos que durante el combate el mayor peligro provena de Lima, se tendi a fijar una imagen de una amenaza. De ah siguen algunas consecuencias para el siglo XIX. Esto no quiere decir que un "Estados Unidos de Hispanoamrica" estaba al alcance de la mano. Historia y geografa conspiraban contra esta probabilidad. Muy luego las instituciones pblicas fueron siendo punto de referencia para los nacientes Estados nacionales. Algunos de ellos pudieron constituirse de manera diferente; algunos habran podido permanecer fusionados; otros po-dran haber experimentado mayores divisiones. El azar y la accin de cada momento determinaron la articulacin que se conoce. Una vez que esto suce-di, se tendi a levantar un vnculo "espontneo" con el pasado de cada socie-dad 16 . Habr sucedido as, pero la historia es siempre una combinacin de artificio y de espontaneidad. Lo creado de cualquier manera, se puede trans-formar, pero muestra una resistencia natural a desaparecer. El origen de las nacionalidades hispanoamericanas estaba centrado en las divisiones polticas y realidades sociales desarrolladas a lo largo de los siglos del imperio espaol. Hubiera sido posible una transferencia pacfica, estable y cooperativa del poder poltico( En otras palabras, fue precipitada la Independencia( Para unos es una pregunta de ciencia ficcin. Pero es inevitable cuando se piensa en el caso tan diferente de las colonias anglocsajonas en Amrica del Norte. Por otro lado, no hubo nada ms pacfico en Amrica que la independencia de Brasil, y este pas no llegara -no llega- a ser un pas moderno en los comienzos del siglo XXI. Nuevamente, lo que se debe tener en cuenta es que en nuestro origen como sociedad no estaba la mano de los creadores de lo moderno. Si la Pennsula Ibrica ha tenido que efectuar un largo recorrido, en algunos sentidos todava inconcluso, no menos pedregoso iba a ser el camino de sus reproducciones en Amrica. Entre otras cosas, stas no haban desarrollado las nociones y prcti-ca de autogobierno que tanto definieron a sus congneres en Amrica del Norte. Pero, eso s, iban a efectuar su aprendizaje internacional mirando el desarrollo del siglo XIX europeo.

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    El aprendizaje del Estado: formacin En el mundo moderno, la fe de bautismo internacional de una sociedad o de un pas ha estado muchas veces relacionada con la emancipacin brbara o civiliza-da frente a una antigua metrpoli. El movimiento descolonizador despus de 1945; o el nacimiento de decenas de nuevos estados tras el fin de la Guerra Fra dan ricos ejemplos de este tipo. En este sentido, las guerras civiles en que, en general, consisti la emancipacin hispanoamericana, eran tambin un intento de secesin que conduca a crear nuevos actores. Chile fue un caso ms, aunque la cohesin temprana como Estado nacional hizo del pas austral un caso relati-vamente excepcional en el continente. En su origen ayudaron las condiciones geogrficas, menos presentes en otros lugares de Amrica Hispana. Como se deca, la cooperacin intrarregional, es decir, entre las diversas socieda-des hispanoamericanas, fue un hecho de primer orden en el proceso emancipa-dor. Al comenzar a desarrollarse la vida poltica en cada uno de los nacientes pases, el tema internacional, en el sentido de relaciones entre Estados de la regin, tuvo un lugar secundario frente a la consolidacin interna. Sin embargo, no se puede dejar de mencionar dos hechos que determinaran fuertemente el puesto de la futura Amrica Latina. Aunque EE.UU. no apoy activamente la emancipacin, no slo sacaron provecho de ella, sino que como sociedad poltica inspiraron a los lderes hispanoamericanos. Ms todava, desde un comienzo hubo inters por mantener contactos con estos pases . .En el caso de Chile, las actividades del cnsul Poinsett ya en 1813, como las de Jos Miguel Carrera (1785-1821) en EE.UU., son ejemplo de esta realidad17 Al sumarse a Inglaterra en desalentar todo intento de reconquista espaola bajo el amparo de la Santa Alianza, es decir con la famosa "Doctrina Monroe" (1823), se garantizaba la recin lograda independencia de cada uno de estos pases frente a Espaa o Portugal. En el siglo XIX los Estados latinoamericanos efectuaron su aprendizaje internacional teniendo como espejo el desarrollo europeo; con la excepcin de Mxico, olvidaban que EE.UU. haba desempeado un papel singular en la retaguardia. Hasta los aos cincuenta del siglo XX, EE.UU. y Europa Occidental seran los que ms influiran en la evolucin latinoamerica-na y en sus relaciones internacionales; en alguna menor medida, esto todava es vlido hasta comienzos del siglo XXI. Hasta los aos 1830, en el contexto iberoamericano, Chile era un pas ignoto, un "don Nadie". De entonces hasta fines de siglo, llegara a ser una potencia regional, para declinar, en forma visible, despus. En la segunda mitad del siglo XX, este oscilar entre el brillo fulgurante y la sensacin de desplome lleg a experimentarse como un vivir al borde de un volcn, como geogrficamente de hecho lo hace. Mas, volviendo la mirada al primer tercio del XIX, cmo pudo transitar de la oscuridad al estrellato que lleg a tener(

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    Desde un punto de vista subjetivo, por haber sido una sociedad pobre y mar-ginal, hizo que cualquier desarrollo posterior llegara a ser mirado como un progreso impensado. Ms, de manera objetiva, Chile, tras un perodo del apren-dizaje y relativo caos poltico, entre ca. 1822 y 1830, tuvo una temprana consolidacin de sus instituciones polticas. Como se ha dicho, en Chile la institucionalidad precedi a la movilizacin. Exista una temprana conciencia de esta realidad. Bernardo O'Higgins (1778-1842) deca en 1821, que "mante-niendo buenas relaciones con ( ... ) Inglaterra, asentaremos nuestras glorias en principios fundamentales" 18 . Y en 1822, desde Londres Andrs Bello (1781-1865) indicaba que "el gobierno de S.M.B. aguarda a ver ms consolidadas las instituciones polticas de aquellos Estados. Qu especie de consolidacin es la que se echa de menos, no se nos dice, y as quedamos con la declaracin de que por ahora no se nos cree en disposicin de ser reconocidos" 19 Estas ltimas palabras reflejan tambin la ambigedad que se tendra en las relaciones con las democracias anglosajonas. La institucionalizacin cre una diferencia marcada con los pases de la regin. Junto con Brasil, fueron consideradas como las naciones estables del siglo XIX hispanoamericano, al menos en el mbito interior. No era la opinin generaliza-da de los europeos o norteamericanos. En el contexto regional, sin embargo, le permitira ser un actor internacional con relativa eficacia. Una vez ms, se poda comprender cmo el orden institucional interno, al menos en el largo plazo, tiene un impacto decisivo en la acomodacin hacia el exterior de una sociedad. Sobre todo, le permiti establecer relaciones dentro del continente para sacar provecho de la constitucin de un sistema de "equilibrio de poder" que operara hasta comienzos del siglo XX; en cierta manera, hasta la crisis de 1929. Ese equilibrio sera modificado por Chile a raz de la Guerra del Pacfico; por Argentina por su crecimiento en el cambio de siglo. Tambin, como se dijo, el aprendizaje internacional de los dirigentes del grupo de naciones de Amrica del Sur estuvo marcado por la mirada hacia la evolucin del sistema europeo, desde el concierto (relativo) de la Santa Alianza, salida del Congreso de Viena (1814-1815); pasando por el sistema de equilibrio ejemplificado en el Congreso de Berln, que se podra llamar "Europa bismarckiana"; hasta la "Paz Armada", ca. 1890-1914. Este perodo tempranamente formativo est, con justicia, asociado a la figura de Diego Portales (1793-1837), el clebre Ministro del Presidente Jos Joaqun Prieto (1786-1854), un general o'higginista, que uni su espada a la voluntad civilista de su colaborador20 . De este modo, los aos treinta del siglo XIX han pasado a ser emblemticos para los chilenos del resto de la centuria y del siglo XX. Es cierto que este sistema tambin esconda un dominio oligrquico, en

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    donde la clase de origen terrateniente se disciplin con las nuevas instituciones, aunque las haca funcionar en su provecho, separada la masa campesina o de origen campesino, carente de educacin y con rasgos tnicos que denunciaban un mestizaje ms fuerte. El dominio adems se asentaba en un estilo duro de gobernar y no carente de rasgos despticos con su cortejo de encarcelamientos y ejecuciones. Por aadidura, no habra verdadera estabilidad, y todava en los aos 1850 una serie de rebeliones casi da al trasto con el "sistema portaliano". Pero, ayudado quizs por el asesinato de Portales, el pas encontr un punto de referencia institucional, que mostr incluso capacidad de adaptarse hasta la guerra civil de 1891 y dara origen a la imagen exagerada pero no del todo falsa acerca de lo que se podra llamar "excepcionalismo chileno". Los aos de Portales ayudaron tambin a crear una conciencia colectiva de la idea de "Chile ante el mundo" de una manera casi indeleble. Al haber impulsa-do el Ministro la guerra contra la Confederacin Peruano-Boliviana, obedeca a un patrn de los conflictos post-emancipacin en Hispanoamrica. El Mariscal Andrs de Santa Cruz era tambin un factor en la poltica interna de Chile; en su momento (hasta 1879), la expedicin militar chilena en Per (1837-1839) no fue vista por los peruanos como una invasin extranjera, sino como parte de una guerra civil propia. Pero en otro sentido, la "guerra de Portales" s tuvo una connotacin interna-cional. Mientras Chile mantuvo una poltica de atenerse al derecho en su rela-cin con las potencias europeas, las guerras civiles en Hispanoamrica hacan difcil que se pudiera aplicar la misma nocin en Amrica del Sur. Exista un lazo de dependencia con Per; las exportaciones a ese pas por momentos eran el grueso del comercio exterior chileno. Exista un encono soterrado, por ser una especie de "pariente pobre"; y por la arrogancia de la que se culpaba a la clase dirigente peruana. Por otro lado, fue parte de la bsqueda de la seguridad del pas mediante la supremaca en el Pacfico sur. Portales crea que, de consolidarse la Confedera-cin, la existencia de Chile llegara a ser imposible. Quizs pensaba en la interrelacin entre las luchas polticas en los tres pases. Sus herederos, el Estado chileno principalmente, lo vieron como parte de la inauguracin internacional del pas21 . Para Portales, Chile deba ser la potencia dominante en el Pacfico sur; adems no le importaba que Santa Cruz dominase en Per o en Bolivia; pero que lo hiciese en ambos pases era mirado como un peligro. Era asimismo la visin del argentino Juan Manuel de Rosas. En esto se ve cmo este perodo se pareca todava a la poltica de poder y de equilibrio de la Europa del XVIII. Pero tambin fue un momento formativo del Estado nacional en Chile. En el lenguaje internacional chileno del siglo XX, retumb la "poltica de poder" de Portales,:que ha llevado a veces a ilusiones acerca de la "fuerza", aunque cada

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    vez ms alicada en el siglo XX. Particular inters tiene su "profeca" acerca del peligro que revesta EE.UU. para las nuevas repblicas iberoamericanas: "Yo creo que todo esto obedece a un plan combinado de antemano (por EE.UU.); y se sera as: hacer la conquista de Amrica, no por las armas, sino por la influencia en toda esfera"22 . Este ha sido un elemento recordado, de manera profusa, y sostenido en el siglo XX por todas las fuerzas polticas. Buena parte de este libro tendr que vrselas con esta "leccin", aunque la sabidura de la mis-ma no debe tomrsela como dogma de fe. Tambin, la guerra fue un "cemento de la sociedad" en Chile. Ayuda a nacer la imagen del "roto chileno", paradoja en tierras donde la jerarqua social tiene un papel destacado. Paradoja aparente; en realidad, esto permite un vnculo transversal que es un elemento que sostiene al pas como pas. La guerra estu-vo en el comienzo de la sociedad chilena23 . Y sera un elemento coadyuvante a la estabilidad poltica del siglo XX, haciendo de las fuerzas armadas institucio-nes que tendran un papel ligeramente diferente en el pas austral que otros hispanoamericanos, un punto que ha destacado con particular agudeza Mario Gngora (1915-1985)24 .

    Visin y actores del nuevo Estado En la configuracin de una cultura de "relaciones internacionales" apenas si puede ser exagerada la importancia de Andrs Bello (1781-1865). Fue quizs el ltimo "Padre de la Patria", el cuarto, despus de Pedro de Valdivia, Bernardo O'Higgins y Diego Portales; con este venezolano que ha llegado ser una gloria de Chile se cierra el crculo. Virtual Ministro de Relaciones Exteriores por mu-chos aos, redactor del Cdigo Civil, llamado a tener visible influencia en la regin, redactor del diario El Araucano, rgano oficial del Gobierno, y de este modo una suerte de "idelogo" (ms profundo) del Estado chileno; Rector de la Universidad de Chile (1842-1865), sus palabras no deben pasar inadvertidas para la autoconciencia posterior de la relacin del pas con el mundo. Sus ideas sobre el puesto en el sistema internacional, en cuanto a enseanza que ingresa a la mentalidad colectiva, han llegado a ser, en general, las ms aceptadas por la clase poltica en el curso del siglo XX. Es cierto que ha habido otras versiones, que se vern, pero desde los das de la "Paz Armada" hasta el "caso Pinochet", las principales fuerzas han reconocido su validez o al menos su opor-tunidad. Los siguientes prrafos revelan la "larga duracin" de ciertas nociones acerca del orden internacional:

    En cuanto a los tratados de derecho internacional, los hay, como sabe El Mercurio, de dos clases: tericos y positivos; entre los cuales, hay poco ms o menos la misma diferencia que entre una teora abstracta de legislacin

    CAPITULO I 1 LA HERENCIA

    civil y un cdigo civil. En los primeros, se averigua a priori cules son las reglas que deberan observar entre s las naciones para vivir en paz, y promover el bien general de la especie humana; en los segundos, sin perder enteramente de vista lo que dicta la justicia natural en orden a las relaciones entre los estados, se examina cules son las reglas que las nacio-nes han convenido de hecho en adoptar y a que ajustan en la prctica sus pretensiones mutuas y los medios de realizarlas: reglas en que el voto de los estados poderosos es generalmente el que prevalece, porque la igual-dad de las naciones ante la ley internacional es una quimera terica; ha habido siempre, hay y habr una oligarqua de estados que promulga esta ley, y no slo la promulga, sino la hace cumplir por la fuerza ( .. .)25

    Estas palabras extraordinarias mereceran un largo anlisis. Ahora basta con indi-car hacia sus presupuestos implcitos, que hablan desde lo que despus se llama-ra "realismo poltico", atento al tamao del poder, medido en trminos de eficacia y de capacidad de imponer su voluntad. Se le puede objetar tambin que esta posicin, llevada a su lgica extrema, pierde flexibilidad para entender la "realidad" y se transforma en una "quimera". Pero, en forma bsica, las ideas de Bello corresponden a la lgica necesaria de los "pases pequeos en el sistema internacional". Si se ven las alusiones que Bello les aade, el lector de comienzos del siglo XXI creer reconocer un paisaje familiar:

    Como quiera que sea, una exposicin del derecho de gentes positivo no puede prescindir de presentar las cosas como son. Los tratados tericos se proponen diversos objetos; aspiran a otro gnero de utilidad. No expo-nen los que es, sino lo que, en concepto de sus autores, debe ser ( ... ) Nada nos anuncia la cercana de una poca en que las naciones acuerden reglas precisas y uniformes para sus relaciones recprocas; mientras haya oposicin de intereses, que ser probablemente mientras dure el mundo, habr oposicin de doctrinas ( ... ) La industria adelanta a pasos agiganta-dos; la moral poltica, apenas. La decencia de las formas externas es el gran progreso de las naciones modernas; la justicia intrnseca es poco ms o menos lo que ha sido siempre. El hombre extiende cada da su poder sobre la naturaleza fisica; tiene ms imperio que antes sobre sus pasiones y apetitos? Lo que tiene, es ms medios de comentarlos y de ser injusto impunemente. ( ... ) Pero abramos los ojos, apreciemos los hechos. La opinin del mundo, expresada de ese modo, es una ldra que con cada una de sus cabezas proclama un principio verdadero o falso, una pasin innoble o generosa, un inters que puede coincidir con el de la humani-dad o serie contrario; la legitimidad monrquica en Viena, la omnipoten-cia democrtica en Washington; el sufragio universal ac, el socialismo all; tarifas altas, protectoras de las manufacturas domsticas, dicen unas; tarifas bajas, protectoras de la agricultura nacional, responden otras; las

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    mquinas fomentan la riqueza y felicidad de los pueblos; claman stas; las mquinas hacen la miseria del pueblo, clamorean aqullas; nada que no se controvierta, desde los primeros principios hasta las ltimas con-secuencias; aun en cuestiones de inters material, sujetas a la experiencia y al clculo. Y sern las materias de poltica externa en las que el mundo se pronuncie uniforme y constantemente a favor de la buena causa? ( ... ) La opinin del mundo hace justicia, no lo negamos; pero un poco ms tarde. El mundo ha hecho justicia a la despedazada Polonia; Y qu es de Polonia? Qu han dado a ese pueblo heroico las simpatas del mundo? Un epitafio honroso.

    Sobre todo en su alusin a Polonia, estas palabras que tendran su confirmacin hasta lo inverosmil en el siglo XX, apuntan a la idea razonable que, ante el azar de la historia, no necesariamente las relaciones internacionales se inscriben en un proceso de "triunfo del bien", aunque a la vez aceptan que el procesoprin_ci-pal corresponde a una civilizacin posible y digna de imitar. Existi otra posibilidad, que ya marcaba a Chile como parte de la "poltica mun-dial", y que es la idea "latinoamericanista", mejor dicho en su poca, "americanista". Est en Bilbao (1823-1865), en Santiago Arcos (1822-1874), en un Benjamn Vicua Mackenna(1831-1886) joven, y que se podra decir representa la mirada de unificacin "libertaria", "progresista" de la humanidad, en contrapunto a la idea de permanencia del conflicto (o de la "necesidad") en Bello. Al leer a Francisco Bilbao se puede tener una visin diferente al sistema internacional, al "mundo":

    Debemos pues, fomentar el espectculo de nuestra Unin Republicana. Todo clama por la Unidad. La Amrica pide una autoridad moral que la unifique. La verdad exige que demos la educacin en la libertad a nuestros pueblos; un gobierno, un dogma, una palabra, un inters, un Vnculo soli-dario que nos una. Una pasin Universal que domine al nacionalismo estrecho i que fortifique los puntos de contacto ( ... ) La Amrica ha dicho: Soi pueblo i la igualdad es su medida; ser nacin i la independencia es su honor; quiero ser soberano i la libertad ser mi fuerza; soi humanidad, i la fraternidad ser mi pacto26

    Desde esta perspectiva, el sistema internacional medido como ecuacin de fuer-zas, tena que ser considerado como aberrante; la mirada de aprendizaje que un Bello lanza al mundo, es decir, a Europa, era admirable. Bilbao, recogiendo por lo dems una persuasin poltica europea, sostiene que una igualdad americana es la verdadera forma de insertarse de nuestros pases en el mundo. La confianza y el optimismo son acicates del "mejoramiento", un ingrediente de la poltica moderna y de su parte de alcances internacionales. Aunque ambas visiones no

    CAPITULO 1 1 LA HERENCIA

    son incompatibles en todos sus aspectos, representan dos polos que en las ideas y en la prctica del siglo XX tendran un claro desarrollo. Ambos lenguajes, en relaciones internacionales, eran tambin parte del nacimiento de la poltica en

    chile a partir de la llamada generacin de 184227 . Un pas tiene una variedad de vinculaciones internacionales; la religin puede ser el ms fuerte de ellos. A partir de mediados de la dcada de 1850 estalla un conflicto entre el Gobierno (el Estado) y la Iglesia. Alcanzar especial virulencia en los aos 188028 . Esto se enmarca en la lucha entre liberales y conservadores que se produjo en Amrica Latina entre mediados del siglo XIX y principios del XX. Ms que el problema en s (el patronazgo, las "leyes laicas", .. ), lo que inte-resa es apuntar a que la identificacin mayoritaria del pas con la Iglesia Catlica, con diversos grados de compromiso, tambin ha sido un importante factor in-ternacional en el siglo XX, como lo fue entonces. A pesar de cierta crisis de la religiosidad en la segunda parte del siglo XX, el tercio final de este mismo revel de manera ms patente, si cabe todava, a la Iglesia chilena como actor interna-cional del pas y de la sociedad. La universalidad de la Iglesia Catlica mostrara tambin un rostro con la influencia callada del Vaticano. Este proceso de configuracin del Estado nacional, que necesariamente tambin es una cara frente a un mundo internacional, iba acompaado por la integracin a la economa del mundo. Aunque de diversas maneras, ya en la colonia Chile estaba incorporado indirectamente a una que iba ms all de la del Virreinato de Lima y de Espaa. La integracin a los grandes centros dinmicos era una idea fuerte de los Padres de la Patria; para ellos era el smbolo del progreso. La po-tencia "globalizadora" del XIX era Inglaterra, y la inclusin de Chile en la mo-derna economa mundial fue por esa va. Las empresas y los bancos ingleses fueron protagnicos en la presencia extranjera en el pas. Pero el fenmeno tuvo tambin caractersticas sociales, al crearse una pequea pero dinmica e influ-yente inmigracin de ingleses en varias ciudades chilenas. En general eran em-presarios, profesionales, tcnicos, empleados y tutores que por uno u otro moti-vo permanecan en el pas. No se debe olvidar que junto con el modelo de cultura francesa, sobre todo en los estratos altos, tambin el modelo educacional ingls fue el otro gran paradigma del siglo XIX. La ciudad de Valparaso, de meterico crecimiento en ese siglo, y de lamentable decadencia despus, fue impregnada por este espritu "gringo", que lleg a ser parte de Chile. Los recuerdos y crnicas de Joaqun Edwards Bello dan testimo-nio de este hecho29 . Valparaso, sin duda, lleg a ser la ventana de Chile al mun-do, y desarroll un espritu empresarial, "burgus" si se quiere, de tica del trabajo en su clase dirigente, que pareca eclipsar a Santiago, aunque esta ltima sociedad no perdi jams el cetro poltico. Pero, para insistir en el problema de una larga historia, Chile no ha sido una sociedad que haya podido lograr una

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    posicin de avanzada en el comercio internacional o en los servicios. Desde un comienzo la vinculacin con la economa mundial estuvo mediatizada, de ma-nera fuerte, por la exportacin protagnica de un solo producto. Los ciclos del trigo y de la plata constituyeron el primero de varios espejismos a los que nos acostumbrara "nuestra mentalidad econmica". A pesar de la inmigracin y de golpes de ingenio, laboriosidad y creatividad que se desplaza ms all de las fronteras, Chile no ha podido encaminarse seguramente hacia una "sociedad de clase media".

    Guerra, frontera, patriotismo La guerra de la Confederacin Per-Boliviana, no fue un combate en que la idea de Estado-territorial haya sido importante; es decir, no fue por litigios fronteri-zos ni menos expansionistas. En cambio, el factor de hegemona s jugaba tanto en la mentalidad de un Santa Cruz como de un Portales. Toda la segunda mitad del XIX, en lo internacional, Chile estuvo principalmente identificado con los conflictos limtrofes, que llevaron primero a una guerra que sera quizs el lti-mo acto fundacional de la conciencia de "ser chileno"; y a una carrera hacia una confrontacin con Argentina que por un momento pareci imparable. Al inicio, las grandes masas territoriales dejadas bajo soberanas imprecisas por los papeles de la Corona no provocaron un inters demasiado grande. El primer acto que se podra llamar de "geopoltica", fue la toma del Estrecho de Magallanes en 1843. Una va de comunicacin martima pareca mucho ms importante que las vastas y al parecer inaprovechables llanuras de la Patagonia. En esto hubo, a la larga, un acuerdo ms o menos tcito con Argentina. Pero, siguiendo la tendencia mundial y, probablemente, ante el "reparto imperial" que efectuaban las naciones europeas, vino la urgencia por delimitarlos en la segunda mitad del XIX. Aqu s que los nimos se encresparon ante la importancia concedida a la superficie de kilmetros cuadrados como expresin del "poder nacional", tr-mino por entonces todava no empleado, pero que refleja las nuevas percepcio-nes territoriales que s existan. Las fronteras se iran estableciendo, de manera legal, a partir del uti possidetis, es decir, aceptando la divisin establecida por la Corona. El proceso posterior ira definiendo estas lneas abstractas, confusas adems, que no reflejaban la socie-dad real, con fronteras ms concretas, que fueron parte de la construccin del Estado nacional que, como se sabe, en el Chile del siglo XIX estuvo imbricado con la guerra. Mientras que los pases hispanoamericanos y Amrica Latina en su conjunto en el siglo XX ha sido mirada desde fuera como un continente poltica-mente inestable, semi-brbaro a decir verdad, ha sido sin embargo una regin con escasos conflictos internacionales, mientras que en Europa la controversia entre Estados ha sido la constante d( siglos30 .

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    CAPITULO I ! LA HERENCIA

    Pero entre las excepciones ha estado Chile. Y esto se debe casi exclusivamente a la Guerra del Pacfico31 . Con todo, esta magna-guerra (en trminos sudame-ricanos), fue parte de una carrera por la constitucin definitiva del Estado territorial sudamericano. Tanto la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), como la expansin de la autoridad pblica hacia la Patagonia en Argentina y la accin anloga en Chile a comienzos de los ochenta, pertenecen en un sentido extendido al mismo fenmeno. Este comprenda la construccin de la frontera como parte inalienable del Estado nacional moderno32 . Tambin la lucha de la Cudruple Alianza (Chile, Per, Bolivia, Ecuador) contra Espaa en 1865/ 66, aunque formalmente tuvo_ un sabor "americanista", ayud a perfilar la idea de un sistema de Estados en el cono sur y a que se viera un juego poltico estratgico frente a Argentina, Brasil y Uruguay, por lo que se miraba como una guerra abusiva contra Paraguay. Esta nueva percepcin comprenda la fundicin de la idea de Estado nacional con patriotismo ardiente y con nacio-nalismo. Fue un estado de nimo que lleg a casi todas partes del mundo; en Chile, quizs la causa originante ms marcada fue la experiencia de la Guerra del Pacfico (1879-1883). No se olvide, en todo caso, que el desarrollo de esta conciencia de frontera y de un sistema internacional sudamericano en analoga al europeo, tambin se rela-ciona con la plena introduccin del continente, hacia mediados de siglo, a la economa mundial. Cada trozo de territorio, por razones reales o fantasiosas, tambin pasaba a tener un valor econmico maysculo. Por otro lado, el poder de Argentina y Brasil, y la respetabilidad por la estabilidad institucional del se-gundo y la que empezara a adquirir la primera, creara una nueva realidad. Esta respetabilidad sera tambin un activo para Chile, por ms que en muchos senti-dos haya sido una sociedad oligrquica y premoderna. El mismo dilema volvera a repetirse para Chile, en otro nivel, en el segundo tercio del siglo XX. Mas, antes de ver las consecuencias de la Guerra del Pacfico y de la "Paz Arma-da", no se debe olvidar que de los aos sesenta a los noventa, Chile y Argentina extendieron su Estado territorial hacia el norte y hacia el sur. Adquirieron o tomaron posesin (de superficies "no-estatales") territorial mientras competan por delinear sus respectivas fronteras sobre amplias superficies de escaso o nulo valor econmico y de muy limitado valor estratgico, aunque de alto simbolismo y prestigio, aspecto no desdeables en las relaciones internacionales. Por ltimo, dentro de la lgica del sistema internacional europeo, que se trasladaba a la percepcin de los sudamericanos, la guerra pareca legtima como un instru-mento posible y probable de las relaciones exteriores. En la regin, esto fue cierto, en, especial, entre los sesenta y los noventa del siglo XIX. La Guerra del Pacfico surgi de una fuerte competencia poltico-estratgica, en la que estaba incluida el Pacfico y el Atlntico, como de una mentalidad de

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    "burguesa nacional" en sectores dirigentes chilenos, que se aliaron en forma estrecha al Estado para reclamar por sus derechos que crean amagados por Bolivia; por un inters de superar la crisis econmica de 1878 con una actividad dinmica del mismo Estado; y por la presencia de una activa poblacin chilena trabajadora y profesional en el norte, entonces boliviano y hasta peruano33 . Asimismo el vigor institucional chileno contrast con la inestabilidad casi crni-ca en Per, y usual en Bolivia, lo que cre una dinmica de alteracin que no pocas veces precede a los conflictos. Dramtico era el caso de Bolivia, que rompi unilateralmente sucesivos tratados con Chile, como consecuencia de las crisis polticas internas. Creyndose Chile al borde de una cuadrillazo no muy diferente al sufrido por Paraguay (aunque tambin se vea la temeridad de Solano Lpez), sobre todo ante el conocimiento de un Tratado Secreto entre Per y Bolivia de 1873, y ante la ruptura de las clusulas econmicas del Tratado de 1874 por parte de este ltimo pas, Chile se lanza a la aventura internacional ms impor-tante de su historia. Tras comienzos dudosos en entusiasmo, la Batalla Naval de Iquique (21 de mayo de 1879) la transforma en una guerra patritica. A pesar de que la gigantesca organizacin que logr crear demostr una larga serie de falencias, la de sus adversarios fue peor. El arrojo de sus fuerzas -las peruanas muchas veces no le iban a la zaga en este aspecto y Bolivia se encerr en sus conflictos internos-, le otorg una victoria fulminante. La epopeya de Iquique, la de Punta Gruesa, la captura del Huscar, la Campaa del Desierto, la toma del Morro de Arica, y al final la toma de Lima, crearon una narracin mtica en Chile que penetr profundamente en lo que se podra llamar "cultura chilena", con todos los pro-blemas que ofrece el uso de este concepto. Le dio a Chile una extraordinaria autoconciencia y seguridad en s mismo como Estado nacional. La Guerra del Pacfico oper en este sentido como el ms importante -ms visible en todo caso- "cemento de la sociedad". El relato mtico -tomado en su sentido antropolgico- que qued, influye todava en la educacin bsica en Chile y, si se remueven frases de circunstancias, en casi todos los estratos etarios y en todos los estratos sociales, en ocasiones, emerge alguna dosis de chauvinis-mo. Adems, el Chile de la crisis social que surgir a partir de ca. 1900 tuvo como contrapunto el orgullo -y arrogancia- de tener sus hroes indiscutidos hasta hoy. En particular, Arturo Prat (1848-1879) es una marca de orgullo para todo chileno histricamente consciente todava a comienzos del siglo XXI; de manera rpida se transform en un "santo secular"34 . En Chile, en la prctica, no ha habido "revisionismo historiogrfico" en torno a esta guerra. Se le po-dr dar ms peso a razones estratgicas o econmicas, se podr decir que hay que evitar un recuerdo que menoscabe a los pases vecinos, pero de su legiti-midad no ha dudado jams el Chile poltico y cultural.

    CAPITULO I 1 LA HERENCIA

    Esto permite afirmar que la guerra fue, quizs, el ltimo acto fundacional de Chile como nacin. Es en este sentido que el mito de la guerra, es decir, que su relato sea una imagen que identifique a los chilenos como chilenos, adquiere un valor tan alto en la cultura popular y en general en la cultura cvica del pas del siglo XX. Asimismo fue la consolidacin de un "Chile patritico" que tendra gran presencia en la vida cvica en la primera mitad del siglo XX, pero que no desaparecer nunca del todo. Finaliz el proceso que va de la emancipacin, como rebelda poltica, hasta conformar una conciencia nacional, esa referencia mental tan huidiza, tan intangible, de la cual tantas veces se abusa y se la desfigu-ra, mas como cimiento de la construccin de "lo chileno" tiene una importancia peculiar. A esto se refera el gran Vicente Prez Rosales (1807-1886) cuando escribi que:

    Las voces Patria y Chile no fueron voces sinnimas en los primeros tiem-pos de nuestra vida republicana. Patria no significaba al pie de la letra lo que ahora significa Chile, sino un conjunto de principios democrticos que luchaban a cuerpo partido contra los absolutistas de la monarqua espaola ( ... ) y esto explica por qu tuvimos entonces Patria Vieja y Patria Nueva35 .

    Prez Rosales describe aqu la emancipacin como acto poltico, que es la pri-mera piedra de la creacin de los nuevos Estados nacionales en los siglos XIX y XX. Pero luego se forma la conciencia de que se trata de un territorio y de una comunidad con exigencias y voluntad de lealtades. El fin de este proceso es, para Chile, la Guerra del Pacfico. A partir de ella Chile es una historia que combina su relato, sus instituciones, su orden poltico-social y su propsito de futuro, el "plebiscito cotidiano" del que ha hablado Ernest Renan. La Guerra del Pacfico dej tambin su huella en su mirada hacia el mundo, que fortaleca la conciencia de pertenecer a un suelo nutricio, es decir, una realidad histrica que es pasado, presente y futuro. Esto, en s, no tiene nada de peyorativo; es parte de la identificacin de las sociedades como particulari-dades. Por otro lado, puede haber sido un factor en la creacin de un confor-mismo frente al "hacer bien hecho", es decir, en vez del esfuerzo cotidiano, se asienta la idea de que llegado el momento, un esfuerzo titnico podr arreglar las cosas. Tambin se hace ms fuerte la idea de un "excepcionalismo chileno", por engaoso y arrogante que pueda ser muchas veces. El triunfo nacional, logrado con un esfuerzo colectivo que vincul a las diversas clases sociales, se debi en parte a la deficiente preparacin de Per y de Bolivia36 . Con todo, ello no es para que el pas no lo mirara -y en cierta manera lo mire-como un "momento estelar".

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    La post-guerra Fue una guerra que se inici como un reflejo defensivo, pero concluy como guerra de expansin. En la lgica interestatal del siglo XIX, en especial de la poltica europea, el modelo para estos pases, era lo ms normal del mundo. El conflicto franco-prusiano de 1870-1871 proporcion el modelo definitivo. En el cono sur, Argentina y Chile tuvieron formas relativamente paralelas de exten-sin -expansin- territorial hacia el norte y hacia el sur. Pero en el caso de la postura de Chile en el concierto sudamericano las consecuencias seran mayores; en la regin, sern quizs inextinguibles, por mucho que los recuerdos se vayan poniendo ms borrosos. Chile no slo derrot, en forma decisiva, en una guerra internacional a dos pases vecinos. Ocup por tres aos la capital y gran parte del territorio del Per, lo que de por s conlleva una relacin abusiva entre ocupantes y ocupa-dos. Debi combatir adems una "guerra irregular" en la sierra, de la que sali tambin triunfante, pero dejando tras de s una estela no pequea de tropelas, propias de este tipo de conflicto. Al final, con el Tratado de Ancn (fines de 1883), se arriba a un acuerdo provisional. Chile posterga un final definitivo en un momento en el cual, incluso, eran posibles concesiones que despus, con la conciencia del territorio ya establecida en la mente y en corazn de los chilenos, eran ya imposibles. Hay otro elemento de la guerra, que tendra consecuencias en las relaciones vecinales del futuro. La "Guerra con Chile" fue tambin un hito fundador del Estado y de la nacin peruanos. Es un recuerdo doloroso que unifica, y que por lo mismo le dara un color especfico a la mirada de los perua-nos hacia el pas, al menos hasta el Tratado de 1929; en el Per oficial y pblico, las huellas todava no se borran a comienzos del siglo XXI. En este contexto, la guerra cre la imagen de Chile como la "Prusia de Sudamrica", muy aludida en torno a 1900, lo que tuvo influencia negativa en la regin en las primeras dcads del siglo XX, y fue un factor de relativo aislamiento en esos aos. Esto se agravaba por la postergacin de la "cuestin de Tacna y Arica", provincias cuyo destino deba decidirse posteriormente, y que fue un flanco dbil hasta 1929; como de la falta de tratado final con Boli-via, ya que slo haba tregua indefinida. La continuacin de las tensiones en el cono sur alimentaban un revanchismo que sicolgicamente hablando, era la cosa ms comprensible del mundo. Al igual que frente a Argentina, Chile (o los pases de la regin), mostr una singular escasez de habilidad en dar por finiquitadas las disputas, dejando elementos litigiosos que podran haberse zanjado en las situaciones favorables que se daban. Finiquitar en momentos de xito puede incluir concesiones que seran difciles una vez transcurrido el tiempo, cuando aparecen envueltas como cesiones hechas bajo la presin de la fuerza o del miedo.

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    La Guerra del Pacfico acentu otra herencia del siglo XIX al lugar de Chile frente al mundo en el siglo XX. Se trata de la monoexportacin de la "mentalidad de subsidio", que surge al incorporar el salitre a la vida nacional. Ms adelante se hablar de su papel en la relacin de Chile con la economia mundial. Ahora hay que destacar que gener inmensas riquezas al pas en trminos de ingresos fiscales; y gener un movimiento obrero combativo por las condiciones de la vida en el desierto y por la aglomeracin humana. Fue la va de ingreso ms importante de las ideas revolucionarias caractersticas del siglo XX. Obras pblicas y movimiento de riqueza opulenta tuvieron una fuerte relacin con el salitre. Es imposible pen-sar que otros sectores fuera de las elites no se beneficiaron tambin con su riqueza. Posterg algunas reformas, que slo se efectuaran despus de la primera crisis del salitre, en los aos veinte (Cap. N). Pero tambin es pertinente la pregunta de si no exacerb la nocin de economa poltica internacional en la cultura chilena, de que existe una puerta mgica al desarrollo; o existe una expoliacin (ms o menos mgica, tambin) que explicara las falencias del pas. As, la sociedad chilena se escabulla del problema del verdadero funcionamiento de la economa mundial. Pero, indudablemente, al Chile de 1900 le proporcion un rostro de poder econmico y un elemento peculiar de contacto con las grandes potencias37 . La guerra hizo ver otro aspecto de la relacin del pas con el mundo, la relacin con las grandes potencias. En el sistema internacional, cuando existe un conflic-to se crea un vaco de poder que puede afectar decisivamente a las grandes po-tencias. Para qu decir cuando se trata de Estados marginales, en plena poca del "imperialismo" por aadidura! Ya se habl sobre un sentimiento casi general de rechazo en Amrica del Sur al resultado expansionista de la guerra; este fue particularmente notorio en Venezuela, lo que tendra algunas consecuencias en la segunda mitad del siglo XX. Las potencias europeas, acostumbradas a ser rbitros del mundo, quisieron hacer lo propio. Slo el desinters de la ya tan poderosa Alemania las detuvo. Hasta la Segunda Guerra Mundial se tendra, a raz de esto, un recuerdo agradecido del Prncipe Bismarck, cualesquiera que hayan sido las reales intenciones de este ltimo. Con todo, las potencias europeas cargaron la mano, no sin razn muchas veces, en las cuestiones de los daos infligidos por tropas nacionales a sus intereses; o por la deuda que deba asumir el gobierno en inversiones que pasaban a manos chilenas. EE.UU. intent mediar, e incluso dio a entender que no poda haber guerra que tuviera como objetivo la expansin territorial (y la expansin norteamericana en el XIX1), Pero al final no pudo o no quiso influir en el resultado, aunque su presencia sera constante. Es claro que Chile no habra tenido este resultado si la Guerra del Pacfico hubiera ocurrido despus de 1898; para entonces la etapa "imperialista" de Washington en Amrica Central y el Caribe alcanzara al

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    menos para un acto hegemnico en el cono sur. El territorio supo de esa mano pesada en 1891/1892 con el incidente del Baltimore. Una ria iniciada en un prostbulo, termina con amenaza de guerra de parte de Washington y con in-demnizaciones pagadas por Chile. Por cierto, haba tambin responsabilidades locales. Para la Guerra del Pacfico como para la Guerra Civil de 1891, se crearon condi-ciones de vaco de poder, o vaco de orden, si se quiere. En esos casos, siempre, se incrementa ms la presencia de las grandes potencias. En esto no hay que ver pura "arrogancia de poder". Muchas veces es parte de un orden civilizado de las cosas; las naciones pequeas o dbiles, cuando llega la ocasin, dentro de sus dimensiones, pueden cometer actos de prepotencia y de abuso que hacen empa-lidecer la de aquellas "imperialistas" o de las grandes potencias. Como sea, en el desarrollo de ambos conflictos haba envueltos tambin intereses de una socie-dad internacional as como percepciones de las grandes potencias. Nadie puede negar que, en todo caso, hubo un "final feliz" para Chile. Pero el tema sera consustancial al Chile del siglo XX, sobre todo a partir de los aos 1930, hasta el momento en que se escriben estas lneas. Al comenzar el siglo siguiente, y una vez alcanzado el dificil pero tambin feliz acuerdo con Argentina, Santiago tena que mantener una cuidadosa poltica con Washington, ya que haba alcanzado a percibir la fuerza de sus garras.

    La "Paz Armada", 1392-1902 La "Paz Armada" fue el perodo de tensiones y de carrera armamentista en Euro-pa, que precedi al estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914. Tambin en esto hubo un paralelismo y un aprendizaje frente al sistema internacional europeo. A riesgo de aparecer de un ridculo chauvinismo provinciano, habra que decir que en este cono sur se dio alguna leccin a las potencias europeas. El aparentemente imparable trayecto hacia un conflicto entre Chile y Argentina, experiment un punto de inflexin que lo hizo culminar en negociaciones arbitrales que sepulta-ron por ms de medio siglo todo litigio de importancia. En la dcada de 1870 apareci como posible que los dos pases fueran a la lucha armada. Incluso, en la Guerra del Pacfico, Chile pudo haber tenido que enfrentar adems a sus vecinos transandinos. Predomin, sin embargo, la in-efable combinacin de clculo y cordura. El 23 de julio de 1881 se firm el tratado fundamental que hasta el da de hoy rige en jerarqua la fijacin de las fronteras entre ambos pases. Eran momentos de fuerza y debilidad de Chile, por lo que ha sido criticado. Pero proporcion la base jurdica permanente para la delimitacin fronteriza. Fue tambin una transaccin entre las dos refe-rencias mencionadas, Chile quedaba con el Estrecho de Magallanes, aunque

    CAPITULO 11 LA HERENCIA

    con prohibicin de fortificarlo; Argentina retena la Patagonia. Ya se ha habla-do sobre las razones de ello. El problema surgira en sus delimitaciones, que las ms altas cumbres no coincidan necesariamente con la divisin de las aguas (oriente u occidente de la Cordillera de los Andes), que era la clusula central del Tratado. En un caso, Chile poda avanzar hacia la Patagonia y hasta el Atlntico; en el otro, Argentina lo haca sobre el Pacfico. Sobre esta diferencia se desarroll la controversia que llev a la "paz armada" y a una alta probabi-lidad de guerra38 . En vez de ello, se firm el Tratado de 1881. En la atmsfera internacional europea, la guerra apareca como recurso con cierta legitimidad. Despus de la Guerra de la Triple Alianza y de la Guerra del Pacfico, en ambos pases se poda tener la sensacin de que el conflicto era un recurso del cual se podan obtener ventajas. Haba un estado de nimo pblico en el cual la "concesin" de sus respectivos gobiernos poda aparecer inaceptable y en el que se respiraba un "ambiente saturado de plvora, que haca tan popular la guerra al uno como al otro lado de los Andes" (24 de diciembre de 1901 ), como lo deca aos despus quien haba sido Ministro de Guerra argentino, Pablo Ricchieri39 . Esto implica-ba que en ambos pases haba un "partido de la paz", en sintomatologa tpica de la guerra de una parte de la era democrtica y otro "partido de la guerra", con apelacin popular, que se asentaba en la confianza del crecimiento de poder que cada pas haba dado a la seguridad en s mismo. En el caso argentino, era el crecimiento incesante en su economa, en su poblacin y en su influencia regio-nal. En el caso chileno, los recursos del salitre; en gran parte la "leccin de la historia" con el triunfo pico en la Guerra del Pacfico; la confianza de que el "sufrido roto chileno" podra otorgar un nuevo triunfo militar. El "partido de la paz" objetaba lo dudoso de, como se dira hoy en da, la relacin "costo-beneficio". Se vea que la expansin por medio de la conquista estaba desacreditada en la poltica internacional sudamericana, por lo que es-casamente poda venir por ah una retribucin a un supuesto triunfo de las armas chilenas. Ms importante, el ambiente en Amrica del Sur -y, desde luego, en Estados Unidos- no era favorable a la posicin chilena por la ima-gen que dej la Guerra del Pacfico. Si en un momento Brasil ayud poltica-mente a Chile, ello en parte fue la poltica del Emperador Pedro II. El Brasil republicano junto a Argentina, trat de censurar a Chile en la primera Confe-rencia Panamericana de 1889. La constelacin internacional estaba cargada de un grado visible de desconfianza hacia Chile. No resolver la cuestin de Tacna y Arica era un elemento vulnerable en la postura chilena. Ms importante, era evidente para los chilenos que su pas estaba quedando atrs en la "carrera econmica"; Argentina no slo la haba sobrepasado en poblacin, sino que en lo que despus se ha llamado "desarrollo econmico" y "desarrollo social".

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    La carrera armamentista, daando a ambos pases, debilitaba claramente en mayor medida a Chile. Por ltimo, un imponderable que puede tener mucha importancia, en Chile al menos no habfa un sentimiento popular "antiargentino" formado, que hubiera operado como un sentimiento patritico capaz de arras-trar al Gobierno a polticas que no deseaba. No se dio el sndrome con que termin la "otra" Paz Armada, la europea, la crisis de julio de 1914, en la cual los gobiernos hasta cierto punto fueron juguetes de la maquinaria poltico-militar que haban creado. Se estuvo cerca de este resultado, pero a la postre se evit la guerra y vino la paz. Ya se la preciaba entonces40 As como en diciembre de 1978 ambos pases estuvieron al borde de la guerra, lo mismo sucedi en diciembre de 1901. En los aos noventa haba habido acuerdos, como el Protocolo de 1893, que afirm el principio de divisin ocenica, que Argentina no tiene costas en el Pacfico ni Chile en el Atlntico; el acuerdo sobre la Puna de Atacama, en 1898, que por muchos en Chile ha sido mirado como una concesin gratuita, olvidndose que esa zona lejana era fruto de la victoria, y con el acuerdo de alguna manera ambos pases tendran inters en el statu cuo. Haba habido un punto de inflexin en el espritu negociador, el "Abrazo del Estrecho", el12 de febrero de 1899, entre los presidentes Roca y Errzuriz, un hito en las relaciones y en el mundo internacional. A partir de ah, la "diplomacia presidencial" tendr un papel cada vez ms relevante, aunque no siempre sea la solucin a los problemas. En forma paralela a los trabajos de la comisin arbitral, los peritos chilenos y argentinos, y los ingleses, al mando del formidable Holdich, entre malentendidos, rupturas y acuerdos, haban prepara-do el terreno41 Las presiones de agentes econmicos y del gobierno ingls, como de Washing-ton y el Vaticano en 1978, hicieron su parte al entregar retazos de solucin. Finalmente los "Pactos de Mayo", 28 de mayo de 1902, y el ltimo veredicto a nombre de la corona inglesa, en)).oviembre de ese ao, result en el triunfo del "partido de la paz" y la certeza de los lideratos polticos en todo el siglo XX, de que esa solucin haba sido prudente. Es cierto que se dio un senti-miento paralelo, en especial en Chile, de que se haba perdido la oportunidad del triunfo en la Guerra del Pacfico para quedarse con la Patagonia o parte de ella. Mas, se trataba de un sentir difuso, repetido de boca en boca, a lo largo de gran parte del siglo, que en la mayora de ste no implicaba un desconoci-miento de la clase poltica a la sabidura de los Pactos, aunque en Argentina qued un sabor amargo entre los nacionalistas, porque los Pactos alejaron a Per y Bolivia de Buenos Aires. Cuando se habla de Pactos es porque se incluy un acuerdo de desarme parcial y limitacin de armamento naval. Aunque antes de una dcada su virtualidad estaba olvidada, ambos pases fueron pioneros de uno de los mayores objetivos

    CAPITULO 1 1 LA HERENCIA

    declarados de la poltica internacional despus de la Primera Guerra Mundial. A comienzos del siglo XXI, todava no hay otro acuerdo de restriccin armamentista en Amrica del Sur que tenga la envergadura de aquel42 . En la segunda mitad del siglo XX los problemas limtrofes con Argentina resurgiran, a veces con gran tensin. Pero subsisti como seal el hecho de que los dos pases con la frontera ms extensa del mundo han estado al borde de la guerra, pero no han tenido una, puesto que en definitiva se impuso el mpetu negociador y transaccional. En 1902, Chile comenzaba a divisar el final del tnel del asedio en que se senta. Esto se confirmara en 1904, con el Tratado de Paz con Bolivia. Pero ello no significaba que las relaciones interna-cionales del pas se hicieran ms fciles. Las complejidades del siglo se veran en su vinculacin con la poltica mundial. La sensacin de ser parte de un mundo como la de estar solitarios, o aislados, marcaran un contrapunto que se arrastra hasta comienzos del siglo XXI. Pero, no es tensin la mirada de toda sociedad ante el mundo? As, un proceso tpico a cualquier sociedad moderna haba concluido. El Estado territorial, y la conciencia nacional, es decir, de chilenos y chilenas, de ser inte-grantes de un determinado territorio, ya estaba firmemente fijada. Quizs Jos Manuel Balmaceda (1840-1891) es quien mejor resume esa ida:

    (Las) montaas abruptas y nevadas de los Andes y el Ocano Pacfico, las inclemencias del polo en la regin austral y los desiertos del norte, disean la fisonoma de una repblica excepcionalmente favorecida en la colectividad de los pueblos cultos43 .

    Todo proceso de vinculaciones con "el mundo" deba empezar por reconocer ese hecho. Los avatares haban decidido gran parte de su configuracin geogr-fica; pero una vez culminados, sa era su realidad. Es la base sobre la que se crea la sensacin de"excepcionalismo" (bueno o malo) chileno, idea comn a toda sociedad por lo dems, y una plataforma de sus relaciones Puede que esta base no sea inamovible dentro del azar de los cambios en la historia. Pero dentro de lo humanamente previsible, su relacin con el mundo y su integracin parcial en l tena como base este hecho concreto.

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    Las Tareas de la Paz y del Nuevo Siglo 1900-1910