[email protected] http://issuu.com/conanimodelucha La representatividad de las elecciones M ás de la mitad de los colombianos aptos para votar no lo hacen (ver tabla) y de quienes lo hacen, muchos tie- nen sus votos “amarrados”, es decir, suje- tos a favores, en el mejor de los casos. Lo anterior implica que los candidatos electos lo son con bajos porcentajes de re- presentatividad con respecto al potencial de votantes; veamos dos ejemplos: Uribe, fue reelegido con un 27,67% 3 del poten- cial de votantes en el 2006, es decir, fui- mos gobernados por un presidente por el cual votaron 3 de cada 10 personas aptas para votar; para el caso de Santos, en el 2010, esta cifra disminuye a 22,7%, es de- cir 2 personas de cada 10 (en la primera vuelta) votaron por Santos y fue “nues- tro” gobernante entre 2010 y 2014. Algunos pensarán: pero ¿por qué quienes se abstienen, mejor no votan por alguien que represente a los de abajo, al pueblo? la experiencia demuestra que quienes tie- nen expectativas para ingresar a la ma- quinaria estatal para representar los inte- reses de los más pobres se encuentra con varias talanqueras: 1) Tienen poco capital, y una campaña política llega a costar entre 2.000 y 5.000 millones 4 , claro, hay unos topes estable- cidos por el Consejo Nacional Electoral (CNE), pero todos sabemos que una cosa es lo que dice el papel (301 millones de pesos autorizó la CNE 5 ) y otra lo que se hace; 2) Si avanza y logra conseguir pa- trocinio para su campaña, sus intereses originales ya quedan sujetos a aquellos poderes económicos que lo “ayudaron” a subir, y por lo tanto, por más bonito y democrático que suene, ya sirve a otros intereses ajenos a los populares; 3) Sólo un bajo porcentaje, un 10% 6 , alcanza a meterse en el poder burocrático con es- tas quijotescas condiciones, pero, poco logran hacer en un aparato mayormente gobernado por los poderes tradicionales; 4) En los casos más extremos, cuando al- gún caudillo o partido supera estas peri- pecias, es asesinado o envuelto en un cer- co de interminables trampas, quedando enredado en dicho intento, recordemos la UP, entre otros casos. Aunque suene duro para muchos, por estas vías “democráticas”, no es posible (como lo ilustra la historia colombiana y mundial) que representantes del pueblo lleguen al gobierno; estos aparatos están cooptados por los poderes tradicionales, representantes de grandes grupos eco- nómicos locales o nacionales. La cul- tura política impuesta por nuestros go- bernantes consiste en la “movilización” de las mayorías a las urnas cada cierto tiempo, a costa de una sarta de mentiras; estos politiqueros amarran sus votos a prebendas bien conocidas por todos: “el tamal”, “el guaro”, “dinero”, “promesas de trabajo”, “contratos”… en fin una multi- tud de sobornos que –aprovechándose de la necesidad del pueblo- garantizan que aquellos que tienen el poder lo sigan teniendo. Un caso recientemente denun- ciado y representativo de lo que pasa en el país es el de los Curi 7 en Cartagena, in- vestigados y judicializados por vínculos con los paramilitares y enriquecimiento a costa de los dineros de pueblo, sin em- bargo no dudemos que les sean endosa- dos sus votos a familiares o representan- tes de los mismos. Ante este panorama algunos proponen la opción de votar en blanco, sin embargo, aunque la ley dice que de ganar el voto en blanco tendrían que cambiarse todos los candidatos, no es así para los partidos políticos representantes de los más ricos y poderosos, pues estos, al tener amarra- dos muchos votos, pasarían el umbral ne- CON ANIMO DE LUCHA Colombia, Marzo 2014 BOLETIN ESTUDIANTIL