76 • SIGLO NUEVO que desfiló con los tísicos y como su contingente fue de los primeros en completar el recorrido pudo volver antes. Su declaración pues, no le ofrece coartada y lo encarcelan. Unas horas después, el hieromon- je se enfrenta a una sólida recons- trucción de los hechos armada con envidiable celeridad. Que un hombre de Dios, de ese Dios proscrito, haya cometido el asesinato aumenta la atrocidad del acto y confirma que el régimen hizo bien al prohibir la re- ligión. Además, el criminal no sólo hundió la navaja sino que tuvo por cómplice a su cuñada. Sabina había amenazado de muerte a Nicolás; la mujer era in- capaz de apreciar el noble gesto de su cónyuge, quien había decidido, sin presión de ningún tipo, donar su molino al Partido. Vale decir que las autoridades le habían explicado a conciencia que esa era la mejor forma de dar gracias por todos los beneficios recibidos: la derrota de las fuerzas nacionales, la ocupación, la prisión y los trabajos forzados, la liberación que, en el caso de Nicolás, le permitía operar ese molino y en- tregar los productos de su trabajo al Partido. No cederlo equivalía a ser malagradecido. Su esposa pensaba de modo distinto. Lo mataría, si fir- maba, con ese cuchillo, ese que des- cansaba sobre la mesa, ese que aca- bó convertido en el arma homicida. EXPERIENCIA Constant Virgil Gheorghiu, periodis- ta y poeta, trabajó en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rumania. Su carrera como diplo- mático fue truncada por la Segunda Guerra Mundial. Acabó prisionero de los soviéticos en varios campos de concentración. Su título más conoci- do es La hora 25 y enseguida viene La segunda oportunidad. Se le considera un autor depri- mente aunque la etiqueta resulta in- suficiente. En La condottiera pone al lector en contacto con las heridas que un Estado inflige a su vecino, de masa a masa, de individuo a individuo. Tan devoto como realista, tan pesimista como creyente, así se nos presenta el escritor rumano en estas páginas que tienen en la devoción mariana uno de sus rasgos distinti- vos. La Madre de Cristo es la capita- na, la condottiera, ella es la que dirige a los No-sentados, ella es la que con- duce a puerto seguro a los exiliados, en ella se depositan las esperanzas, y es ella la que responde a las plegarias. La síntesis de carne y espíritu es la esencia de un personaje entraña- ble: el poeta Ovid Panteleimon que, como su creador, ocupó una cartera en el gobierno de la derrota. Ovid le cobra afecto a los dos hermanos, uno simboliza el cielo y el otro la tierra; el poeta enseña a Nicolás a tener fe en la condottiera. Desea que el Acathista terrenal consiga un moli- no y produzca la harina para el pan de las mesas y de la comunión. En la resolución no intervienen fuerzas sobrenaturales, pero sí in- tervienen factores externos. CONTRASTES En ésta obra, Gheorghiu también advierte contra los riesgos de caer en el modelo norteamericano, uno que produce individuos en serie ajustados a ciertos estándares: eficiencia y eficacia, promotores de la libre empresa, mentalizados para negociar desde la certeza de que todo está a la venta. Constantin Virgil Gheorghiu. Foto: Dominique Fuebey