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Violencias: Violencias: Miradas desde la Antropología Miradas desde la Antropología BOLETÍN DE LA ESCUELA DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA DEL NORTE DE MÉXICO Año 2 Num. 2 Julio de 2013 Expedicionario Expedicionario Expedicionario
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expedicionario VIOLENCIA

Oct 28, 2015

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Violencias:Violencias:Miradas desde la AntropologíaMiradas desde la Antropología

BOLETÍN DE LA ESCUELA DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA DEL NORTE DE MÉXICOAño 2 Num. 2 Julio de 2013

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Ante la actual situación de “emergencia” que se vive en gran parte del territorio mexicano por el desbordamiento de la violencia relacionada con el crimen organizado, en la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México (EAHNM) se han abierto espacios académicos para revisar, discutir y proponer enfoques que permiten acercarse y explorar esta situación.

Con este número del Expedicionario se exponen algunos de los temas y perspectivas que han predominado en los distintos foros y espacios académicos internos de la Escuela. Por ejemplo, el tema ineludible de los cambios en las estrategias en el trabajo de campo en regiones rurales y urbanas que bien podrían caracterizarse como verdaderas “zonas de guerra”. Un tema que no sólo tiene que ver con nuevas estrategias para llevar a cabo las investigaciones de la antropología sin correr riesgo alguno; también toca temas sensibles de la antropología como la ética en el trabajo de campo cuando los datos etnográficos pueden poner en riesgo al informante y al propio antropólogo; o cuando el conocimiento de campo ayuda a un grupo (militar) para atacar a otro.

¿Qué hacer ante esta situación de riesgo? ¿Los antropólogos pueden seguir haciendo sus investigaciones en torno a la economía, los grupos domésticos, la religión, la política, en pueblos y ciudades que obedecen ahora a la dinámica del narcotráfico?

En vez de dar la vuelta y esperar tiempos menos violentos, en la EAHNM los antropólogos tenemos el compromiso de analizar aquello que nos está obligando a la investigación de gabinete. Tomar a la violencia como

presentación

eje para abordar el comportamiento humano y el cambio social.

En este sentido, los retos de la antropología ante la violencia no sólo tienen que ver con el trabajo de campo y el riesgo que implica tocar temas relacionados con el crimen organizado, también son de carácter teórico. La violencia, y en especial los eventos de brutalidad que presenciamos como espectadores de una realidad nunca antes vista, constituye uno de los eventos sociales más enigmáticos para las ciencias sociales. Se trata de comportamientos que tocan fibras sensibles en la población en general: ¿cómo es posible que existan seres humanos capaces de cometer tales actos de crueldad? Los espectadores y las víctimas de la violencia también buscan, como los científicos sociales, las respuestas que permitan explicar este tipo de comportamiento violento. Ante la necesidad de entender estos eventos de una complejidad inigualable, en la EAHNM se abrió el Proyecto de Investigación Formativa (PIF) “Antropología de la violencia” con un enfoque interdisciplinario como parte del proyecto La violencia en el Norte de México. Los distintos escenarios de la complejidad social en Chihuahua (154878) coordinado por el Dr. Andrés Oseguera Montiel, del Fondo sectorial SEP-CONACYT. Desde ahí, los integrantes de este PIF buscamos desentrañar los enigmas de los comportamientos relacionados con la violencia revisando los enfoques culturales e históricos, pero sin menospreciar las nuevas perspectivas evolutivas y cognitivas. Por supuesto que nuestro acercamiento todavía es preliminar y no tenemos las respuestas que se anhelan. Pero sin duda es un paso significativo que busca generar aportes teóricos que permitan acercarse a los enigmas del comportamiento violento.

ANDRÉS OSEGUERA M.

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EAHNM

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Expedicionario

En los últimos seis años, la violencia se ha apoderado del país. Como es bien sabido, sus principales víctimas han sido habitantes del norte: Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas, Baja California Norte, Sinaloa y Durango. Basten sólo estas cifras referidas al caso de Ciudad Juárez: en promedio los asesinatos por mes fueron: 135 en 2008; 229 en 2009; 259 en 2010; 173 en 2011; y 89 en los primeros meses de 2012. Este contexto de violencia –del que en este espacio no se discutirá– indudablemente interpela a los antropólogos, en especial a quienes vivimos en el norte, al menos en dos sentidos que representan un auténtico dilema epistemológico.

El primero de ellos se refiere al estatuto metodológico en el que es pensable hoy hacer antropología en contextos de violencia. Como es bien sabido, si algo distingue el quehacer de los antropólogos es el recurso al trabajo de campo como forma privilegiada de acercarnos a la realidad social y tratar de entenderla de manera comprensiva, tratando de recuperar la mirada y la voz de los actores sociales. La pregunta, entonces, es obvia: ¿Puede acaso la antropología mantener incólume su principio epistemológico básico, el de la etnografía directa e in situ, en estos tiempos aciagos de violencia? Y, en caso de que así fuera, ¿habría que aceptar que el mejor resultado que nos cabe imaginar a los antropólogos es el de convertirnos en corresponsales de guerra? Y aun en este caso, ¿en qué bando y bajo qué bandera y jerarquía deberíamos enrolarnos?

En mi opinión, y en contra de lo que algunos han planteado, una opción de tal naturaleza nos llevaría a nuestra autodestrucción. Porque esta guerra en medio de la cual vivimos no es una guerra convencional e incluso a veces pareciera tener más bien carácter de guerra civil. En todo caso, es claro que la observación participante presenta pocas alternativas para quienes no se

identifican ni adhieren con ninguna de las ideologías de los dos bandos en contienda: el de la violencia organizada o desorganizada y el del estado policial y militarizado. Por otra parte, es muy probable que adentrarse a fondo en el entorno de la violencia para entenderla desde sus propias entrañas, represente un camino sin regreso. Frente a esta opción, para mí, no hay duda que primero está la vida, y que si por algo hemos de pelear hoy los antropólogos es por defenderla y preservarla.

En el caso de los antropólogos que trabajamos en el norte del país, estas premisas se han convertido en materia de discusión cotidiana. En el escenario de descomposición social que estamos viviendo, añoramos los días en los que podíamos emprender largas temporadas de trabajo de campo con grupos numerosos de estudiantes tanto en el medio urbano como en el rural e indígena. Hoy, el olfato etnográfico y el miedo, no dejan de advertirnos que vale más nuestra seguridad que la pasión por el saber científico.

En muchos casos lo que vemos y sabemos de los entornos sociales en los que trabajamos no puede ser dicho ni escrito, porque hacerlo público equivale a exponernos y, por ende, exponer la seguridad de nuestros interlocutores y sujetos de estudio. Y cada vez que nos preguntamos acerca de cómo enseñar a nuestros alumnos qué es y cómo se hace antropología, nos enfrentamos a la evidencia de que muchos de nuestros tradicionales campos de acción y de experimentación social nos están hoy vedados por una profunda inseguridad y miedo a la violencia.

Si bien estas barreras epistemológicas nos alertan al modo de una alarma y limitan seriamente nuestras posibilidades de acercarnos a la realidad social

El dilema epistemológico de la antropologíaen tiempos de violencia

JUAN LUIS SARIEGO RODRÍGUEZ

Señalamiento de la Cd. de Chihuahua. Fotografía Juan Luis Sariego

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–al menos como lo hacíamos antes–, no menos es cierto es que los cuestionamientos planteados por esta nueva realidad de la violencia resultan difícilmente evadibles y escamoteados. Porque, a diferencia de lo sucedido antes, hoy la violencia ha dejado de ser un fenómeno coyuntural y aislado para convertirse en un eje toral alrededor del cual se entretejen muchos de los sentidos de la vida social. Estado, sociedad civil, economía, desarrollo, salud y bienestar social, política exterior, futuro del país y hasta nuestros anhelos profundos acerca del sentido sobre la vida y la muerte, todo, absolutamente todo, ha sido atravesado por este brutal rayo y trueno de luz que ha teñido de color rojo sangre todas las cosas. En otras palabras: ¿Cómo evitar tratar de entender el contexto en que nosotros mismos nos movemos? ¿Acaso no depende el futuro de cada uno de nosotros y el de nuestro país el salir de este oscuro callejón?

Ante esta situación, el dilema que se nos presenta pudiera plantearse en estos términos: o renunciar a nuestro modo convencional de conocer manteniendo una postura de lejanía y neutralidad en medio de los escenarios de violencia de los que no podemos evadirnos, o asumir que es preciso construir otra forma de conocimiento y práctica de la antropología que nos ayude a entrar y a intervenir en este escenario de caos, pero también a encontrar una salida que nos lleve a una era de post-violencia.

Tengo la impresión que, al menos en algunas regiones del país, de la forma como se resuelva este dilema dependerá el futuro próximo de nuestra disciplina y de las comunidades científicas que la practicamos. Me atrevo entonces a proponer algunas sugerencias que puedan ayudarnos a resolver este paradójico dilema en que nos encontramos.

Mi primera propuesta consiste en sugerir la urgente necesidad de entender el problema de la violencia desde una perspectiva global. Con ello quiero decir varias cosas; una de ellas es que debemos superar esa etnografía puntual y retratista que narra hechos casuísticos, pero que no va más allá de la escena de la violencia. Mis disculpas por haberlo hecho en una parte de este escrito. Por el contrario, me inclino a pensar que sería más útil una visión holística y sin duda interdisciplinaria del fenómeno de la violencia que nos ayude a entender qué pasó y está pasando en nuestra sociedad, y por qué la opción por la delincuencia volvió tan recurrente en amplios sectores de la población, en especial entre los jóvenes. ¿No es acaso éste el tiempo ideal para entender las profundas transformaciones sociales que se están operando en el seno de las familias, territorio de estudio predilecto de nuestra disciplina? En concordancia con nuestros saberes, deberíamos estar particularmente atentos a encontrar las raíces y expresiones culturales de

la crisis de violencia y legitimidad por la que atraviesa nuestra sociedad. Y, ¿acaso no es ahora el momento más oportuno para investigar, discutir y analizar los déficits de valores éticos que quizás están permeando los espacios de la educación, las prácticas religiosas y, en general, las formas de sociabilidad?

¿Qué decir de la política, del proceder de sus emisarios, del nivel de corrupción que atraviesa no sólo a los aparatos e instituciones del Estado sino incluso a la cultura política de la vida civil? El examen cuidadoso de la economía y, en particular, de la desigualdad social, estigma inveterado de los sucesivos modelos de desarrollo por los que este país ha transitado por largos siglos, resulta uno de los principales y más evidentes causales de la violencia.

La segunda propuesta planteada es consecuencia directa de una visión integral de la violencia y consiste en enfrentar, desde una perspectiva tanto de investigación como de intervención social, el grave problema de las víctimas visibles e invisibles de la violencia organizada y desorganizada. De su cuantía y de la gravedad de su situación ya hemos hablado con antelación. De su realidad profunda es poco lo que se sabe y mucho, creo, que podría aportar la antropología al respecto.

Si resulta urgente la construcción de nuevas interpretaciones sobre la realidad tan cambiante de nuestra sociedad, en la que la violencia se ha convertido en un eje rector, no es menos cierto que esta coyuntura debería ser para nosotros, los antropólogos, un acicate para reinventar nuevas modalidades de aplicar y ejercer de forma socialmente responsable nuestros saberes y habilidades con el objeto de contribuir a la reconstrucción del tejido social, la reafirmación de los modos de identidad que favorecen la adscripción de los grupos sociales y, en fin, la invención de todo tipo de estrategias que permitan reencontrar la tan ansiada paz social que hoy muchos reclaman.

Sugiero, en consecuencia, que esta amplia y compleja temática debe estar en el centro de los contenidos curriculares de la antropología que enseñamos, de las habilidades y competencias que tratamos de difundir y, sobre todo, de los valores que tratamos de inculcar en nuestros jóvenes alumnos. En estos días aciagos, y quizás más que nunca, urge incitarnos a la imaginación sociológica que, además de vislumbrar la utopía de una sociedad más justa, equitativa y respetuosa de la diferencia, sea lo suficientemente ingeniosa para descubrir las estrategias distintivas con las que los antropólogos podamos contribuir a encontrar salidas a este complejo laberinto en que vivimos.

Estudiantes en trabajo de campo. Fotografía Nereyda

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Michoacán, una tierra caliente

LUIS VÁZQUEZ LEÓN

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De entrada se debe recordar que este libro ha sido doblemente premiado por el INAH en cuanto investigación y luego por la UNAM en cuanto artículo. Ambos premios son harto merecidos y realmente es poco lo que puedo agregar a tales reconocimientos públicos, a los cuales me sumo gustoso. Pero más allá de toda apología, es preciso reflexionar en su contenido por su interés para entender la violencia en que vivimos.

Al respecto asumo que mi opinión puede no ser compartida aun por el propio autor quién –hay que decirlo– se decanta mejor por una “antropología en los márgenes del Estado”. Al respecto de su propia adscripción teórica he de admitir que la perspectiva de plantar los estudios en los espacios limítrofes entre la legalidad y la ilegalidad, ha resultado empíricamente en nuevos avances, de los que el propio libro es prueba. No hace mucho también otro estudioso, Kevin B. Anderson, abordó a Marx en los márgenes, como si su pensamiento fuera el de un inmigrante de por vida. El resultado de este tratamiento es de los mejores que se han hecho hasta el momento, y anuncia el regreso de un marxismo humanista; sin embargo, en todos los casos, el Estado sigue siendo un valladar del pensamiento social, y eso vale también para nuestro personaje. Después de todo, vivimos una guerra sucia que tiene como protagonista central al brazo armado del Estado.

Pero lo que he sostenido desde que leí el libro poco antes de ser premiado por el INAH, se puede sintetizar al decir que lo considero una genuina

aportación en un campo que apenas se abre brecha con dificultad en nuestra antropología, no obstante que en otros lugares se le conoce ya como los “estudios de seguridad”. Un signo inequívoco de su afianzamiento como themata es que ya cuenta con compendios y manuales, recursos que hablan tanto de una especialización como de una normalización académicas.

Empero, ubicarlo así puede parecer una impertinencia de mi parte, pues sabido es que este campo se asocia o surge asociado a las instituciones de seguridad del Estado. Aclaro de inmediato que no es el caso del estudio de Maldonado en el Valle de Apatzingán, y por esa causa le agrego un matiz a mi clasificación, al existir también el sub-campo denominado “estudios críticos de seguridad”, que se aviene mejor con su contenido. Luego volveré sobre ello adelante. Mas no puedo dejar de mencionar asimismo que como campo mayor de estudio abarca multiplicidad de temas, entre ellos los conflictos y su resolución, la violencia, la guerra y la paz, la insurgencia y la contrainsurgencia, la estrategia militar, el terrorismo, etc. Muchos de los estudios sobre las guerrillas y el ejército mexicano muy bien podrían leerse como incipientes incursiones en este campo.

Por supuesto que una variante muy desagradable de este campo es la llamada “antropología militar”, que ha ganado adeptos entre los antropólogos de Estados Unidos y ofrece un ejemplo de lo contradictorio que resulta este campo de estudio. Quizás, en descargo de estos pecados de nuestra profesión, haya que decir que una Red de Antropólogos Preocupados publicó en 2009 un manual de contra-contrainsurgencia, prologado por Marshall Sahlins (The Counter-Counterinsurgency Manual, Prickly Paradigm Press, Chicago, 2009), opuesto a la supuesta “ética” sostenida por los antropólogos que participan en el Human Terrain System (ver, por ejemplo, Lucas Jr., George, Anthropologists in Arms. The Ethics of Military Anthropology. Altamira Press, Lanham, 2009), donde las unidades militares llevan adscrito a un oficial antropólogo para detectar los puntos vulnerables de los enemigos “tribales” en Irak y Afganistán. De paso, declaro que no me atrevería a sumar a esa red crítica el reporte hecho por una lingüista bastante conocida entre nosotros, Mary Louise Pratt, cuando escribió su Harm's Way: Language and the Contemporary Arts of War (Publications of the Modern Language Association of America, New York, 2009) a solicitud del Pentágono, señal de que los lingüistas tampoco han puesto reparos en militarizarse. Sirva sólo para mostrar lo contradictorio que resulta meterse en estos terrenos.

Se entiende entonces que yo mismo desmarque a Salvador Maldonado de estos pecados de la antropología al llamarle “estudio crítico de seguridad”. En tal descargo debo asentar que, a primera vista, el estudio de Maldonado parece ser histórico, pues se apoya en la consulta de archivos (donde tuvo la fortuna de encontrar los partes militares), pero el capítulo final va en un sentido opuesto al demostrar su preocupación actual por la ciudadanía en un mundo de violencia permanente, y donde resulta claro que a lo largo de todo el libro venía hablando de los antecedentes históricos y contextuales de lo que sería la Operación Conjunta Michoacán desde el 2006, operación que se mantiene y ha creado incluso Bases de Operaciones Mixtas en los lugares más inesperados de Michoacán, militarizado casi todo. Este

Reseña: Maldonado Aranda, Salvador (2010). Los márgenes del Estado mexicano. Territorios ilegales, desarrollo y violencia en Michoacán. El Colegio de Michoacán, Zamora.

Los márgenes del Estado mexicanoTerritorios ilegales, desarrollo

y violencia en Michoacán

Salvador Maldonado

El Colegio de Michoacán

Portada del libro “Territorios ilegales, desarrollo y violencia en Michoacán”

Los márgenes del Estado mexicano.

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Maldonado establece a 1959 como el año de la primera campaña contra el narcotráfico; sin embargo, en varios puntos de la Tierra Caliente los agricultores más viejos hablan de un hecho paradójico: que el ejército norteamericano habilitó estos cultivos para consumo de sus fuerzas combatientes durante la Segunda Guerra Mundial, cultivos entonces protegidos por el ejército mexicano. De ser ciertas tales informaciones, éstas han de estar muy bien guardadas en el Archivo de la Defensa, y desde luego son previas a la documentación examinada por Maldonado.

De la violencia se podrían decir cosas parecidas. Los campesinos y los caciques se acostumbraron a “resolver” sus disputas a balazos. La foto que sirve de portada al libro es impactante: en ella se puede apreciar que los AKA (“cuernos de chivo”) ya circulaban en 1959, y debieron causar alarma entre la oficialidad instruida en la guerra fría, y ya no más en el recuerdo de la revolución. Tal violencia es de larga data en la Tierra Caliente, lo cual no significa que sea normal y mucho menos digna de elevarla a “uso y costumbre”, como hoy se acostumbra decir. Sin duda es de origen cultural y se extiende a la Tierra Caliente de Guerrero, muy relacionada a la noción de hombría, al paso de niñez-adultez (cuando el padre hace hombre al hijo regalándole una pistola), al coleccionismo de armas y a la vez la protección de tierras, cultivos, ganado y seguidores. Por supuesto, este patrón cultural se engarzó bien con los conflictos agrarios, las afiliaciones políticas y el narcotráfico. Una tierra de frontera, pero también de insurgencia armada. Maldonado dedica una rápida atención a la coincidencia entre la Guerra de Independencia y la región; tal coincidencia parece ser más trascendente: fue el escenario de cruentas batallas contra los españoles y de gran parte de la campaña de Morelos, amén de la promulgación de la primera Constitución en 1814. Sobre el simbolismo de dicha Constitución se pueden ver en su libro dos tipos de escenas el mismo día: por la mañana la parada militar intimidante (lo que en el resto del país se ve el 16 de Septiembre) y por la noche la entrega ciudadana al animado recordatorio, aun con las ruidosas trocas de los retadores narcos. Maldonado llega a decir que lo dejó perplejo la celebración cívica, como si la población esa noche “se apropiara del nacionalismo revolucionario con tanta fuerza”, según sus alusivas palabras. En efecto, este fenómeno no se da del mismo modo en otros lados, digamos, el 5 de Mayo en Puebla, donde el desfile es cívico-militar y la noche es feriada. Esta es una impostura ritual, pues se sabe que el Gral. Zaragoza quería volver los cañones para bombardear a la ciudad traicionera que repicaba campanadas para celebrar a los invasores. Lo de los poblanos no es precisamente nacionalismo, sino olvido intencional. Entonces, ¿estamos acaso en presencia de una ciudadanía parecida a la que provocó la Guerra de Independencia en Estados Unidos, donde el ciudadano reivindica su derecho a las armas para la doble defensa de su propiedad y de la nación? Un tema, para la historia de larga duración.Tengo la firme convicción de que la parte más crítica del estudio de Maldonado se encuentra en el futuro de la ciudadanía en esta región en guerra, lo que conlleva su tácita criminalización, el último avatar del viejo estigma de clase peligrosa que arrastra desde de la Guerra de Independencia. Sorprende que nuestro autor se desprenda de toda teorización al respecto, y nos diga con su mayor autenticidad: “Lo que he intentado demostrar a lo largo de todo el libro es que la ciudadanía no puede ser entendida como un valor dado, un número, un atributo que los individuos pueden o no tener, sino una condición humana, esencialmente relacionada con formas de convivencia conforme ideales de respeto e igualdad”. Aunque semejante concepción tiene resabios de derecho natural, es del todo comprensible que se levante en momentos en que una nueva guerra sucia se esté profundizando como una “historia llena de desigualdades y arbitrariedades propiciadas por la ley”. Y lo que dice Maldonado nos concierne a todos como ciudadanos de éste México atribulado por las sombras de sesenta mil muertos y veinticinco mil desaparecidos forzados.

presentismo etnográfico resulta mucho más ostensible en su artículo premiado “Drogas, violencia y militarización en el México rural. El caso de Michoacán”, publicado dos años después que el libro. Aquí se invierten las cosas; quiero decir, la historia es un referente, y el centro es “la rebelión de sus márgenes” en una región neoliberalizada y desregulada –en esa medida sin ley– pero imbuida en el narcotráfico, lo que es tanto como decir que el propio Estado ha creado esta situación adversa al sacar las manos de la economía agrícola, por un lado, y por otro, al acrecentar nuestra integración al mercado norteamericano. ¿No es eso acaso la clave de la industria de la droga toda?

Cuando Maldonado dice “territorio en el margen del Estado”, no está diciendo marginal al Estado. Por el contrario, la tierra caliente de Michoacán (que en realidad se compone tanto del valle de Apatzingán como también de la costa y la Sierra Madre del Sur) es una región con su distintivo desarrollo agropecuario, pero donde el Estado ha dejado hacer y pasar muchas cosas. Éste sólo empezó a hacerse presente bajo el cardenismo con la reforma agraria, la política hidráulica y el propio caudillismo del Gral. Cárdenas, que hizo de intermediario destacado. Pero lo que una vez fue su forma de integración más adelante resultó en su marginación. Aún en vida, Cárdenas debió sufrir la desconfianza de un ejército subordinado a Washington a causa de sus posturas pro-cubanas. Luego, la dialéctica negativa siguió al Frente Democrático Nacional tras las elecciones de 1988. La reconstrucción histórica hecha por Maldonado de toda esa historia represiva es lamentable a la vez que acuciosa.

Asimismo, el seguir el trazo de estos cambios a nivel local de la política ejidal, consigue ofrecer un cuadro detallado de los sucesos y, por cierto, no sólo los de índole política. Un argumento central en su análisis es el ajuste estructural y la restructuración que le sigue, lo que redefinió posiciones y oportunidades en toda la sociedad terracalenteña, tanto para grandes como para pequeños agricultores rancheros. Se había entrado en definitiva en un zona de ambigüedad, los márgenes del Estado propiamente dichos. El cultivo del algodón para exportación, sujeto a su propia crisis como cultivo comercial, llevó directamente a la elección de cultivar amapola y mariguana, también para el mercado externo. Una cuestión aún intrigante es que

Estado de Michoacán, México

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Las ciudades modernas se caracterizan por una sobreabundancia de sonidos. El trajín cotidiano no sólo produce sonidos que se sobreponen unos a otros, sino que en su mayoría pasan desapercibidos para el sistema auditivo de los habitantes de dichas ciudades. Sin embargo, ante el actual “estado de emergencia” en el cual se vive en gran parte del territorio nacional, algunos de estos sonidos adquieren mayor relevancia. Me refiero a las “sirenas” de la policía y de las ambulancias, los claxonazos de los automóviles, las alarmas de los bancos, entre otros. A estos sonidos se han incluido las constantes ráfagas y detonaciones de las armas de bajo y alto calibre, que continuamente se dejan escuchar en las principales ciudades de México.

¿Qué sucede cuando escuchamos estos sonidos? Nuestro sistema nervioso los procesa como información relevante por ser estímulos sensoriales de alta frecuencia. Nos ponen en alerta ante la posible presencia de algún peligro. Cuando estamos frente a una situación así, se producen diversas reacciones y emociones: correr, quedarse inmóvil, experimentar miedo, tensión, por citar sólo algunas; en otras palabras, la respuesta a este tipo de sonidos está determinada por nuestro sistema nervioso, que opera de acuerdo al proceso evolutivo de adaptación y selección que ha permitido la sobrevivencia de la especie humana.

Por supuesto que, además de este mecanismo de identificación de sonidos de alerta que permite reaccionar ante el peligro, existen otros aspectos importantes que hacen posible considerar relevantes a las detonaciones de las armas de fuego, sean éstas de bajo o alto calibre. Por ejemplo, el contexto de violencia en el que se vive hace posible considerar dicha información como relevante y digna de ser tomada en cuenta.

A continuación expongo una clasificación de los sonidos más relevantes relacionados con la violencia. Se trata de una propuesta preliminar que permitirá sustentar la propuesta cognitiva y evolutiva que pretendo desarrollar en la tesis de licenciatura.

Dentro de la clasificación de los sonidos se encuentran los “sonidos de alerta”, los cuales se distinguen de otros que, si bien pueden ser estruendosos, no generan estados de alerta en los individuos que los escuchan:

Alerta tipo 1: Detonaciones de armas de fuego.

Estos sonidos generan una paranoia y un comportamiento de huida para lograr refugiarse ante la amenaza detectada. Atentan contra la seguridad del individuo y son más comunes en sectores populares.

RAFAEL MUÑOZ PRADO

Notas para una clasificación de los sonidos de alerta

Alerta tipo 2: Sirenas de unidades policiacas, unidades de vialidad, ambulancias (torretas).

Al escuchar este tipo de alertas, el individuo infiere que hubo o hay algún tipo de peligro (acontecimiento violento), dada la intensidad del sonido. Genera gran preocupación y activa el estado de vigilia. Son identificables y reconocibles en la mayoría de las ciudades de México.

Alerta tipo3: Claxon.

Este sonido genera hostilidad, violencia y miedo a los conductores y transeúntes según la intensidad del sonido y su prolongación. Se presentan sobre todo en lugares de mucho tránsito vehicular.

Alerta tipo 4: Silbidos que son dirigidos a uno o varios individuos, en un contexto ajeno.

Pueden llegar a ser hostiles y provocadores, al igual que intimidantes; generan alerta, preocupación y miedo. Los silbidos llevan mensajes codificados que permiten la comunicación entre uno o más individuos.

Estos cuatro tipos de sonidos de alerta también se combinan. Cuando se presentan en un mismo espacio-tiempo los cuatro tipos de sonidos, sin duda generarán mucha mayor tensión y temor entre la población que si se presentan de manera aislada. La posibilidad de que se presente la violencia física dependerá de la intensidad del sonido y de la presencia de alguno de éstos; en otras palabras, a mayor intensidad del sonido es también mayor la posibilidad de que ocurra una situación de violencia. Este aspecto puede identificarse plenamente con el sonido del claxon, pues la intensidad del mismo es señal de una acumulación de la tensión y el enojo del conductor que puede terminar en violencia física hacia otro conductor o hacia un transeúnte.

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LUIS ADOLFO MÉNDEZ LUGO

Poder político, narcotráfico y violencia en México.

Los temas centrales del libro a que se hace referencia, reeditado por la colección “Crimen Organizado” de la revista Proceso y editorial Grijalvo, trata de la estrecha relación entre poder político y narcotráfico en México. Producto de una exhaustiva investigación eminentemente hemerográfica, Luis Astorga, miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, considerado el académico más experimentado en el tema del narcotráfico en México, da cuenta de la historia del narcotráfico en nuestro país desde finales del siglo XIX hasta la época actual.

Lo primero que llama la atención sobre el título es, en efecto, el hecho de que la relación entre poder político y narcotráfico en México se remonte a los orígenes del México posrevolucionario; no se trata entonces de una relación reciente, como podría pensarse debido al incremento de la violencia en los últimos años. De acuerdo con esta cronología, amena y no exenta de ironía, se trata no sólo de una relación histórica entre política y narcotráfico sino que Luis Astorga va más allá, pues el narcotráfico en México ha crecido a la sombra de un buen árbol: los gobiernos del “antiguo régimen” revolucionario; más aún, el visible incremento de la violencia desatada en los últimos años, según el autor, es producto del resquebrajamiento de este régimen político, presidencial y del partido de Estado.

Para llegar a esta conclusión, al especialista no le hizo falta acceder a archivos de extrema seguridad o confidencialidad; bastó con echar una atenta mirada a los archivos hemerográficos de diarios y revistas nacionales y locales, para este último caso, del estado de Sinaloa, de donde provienen los principales cárteles de la droga. Esto es sin duda uno de los principales aciertos en este trabajo de investigación.

Entre los hechos narrados sobre la estrecha relación entre política y narcotráfico, cabe destacar uno de los primeros crímenes políticos relacionados con el narcotráfico, el de un gobernador del estado de Sinaloa en los años cuarenta: el coronel Rodolfo T. Loaiza. Al respecto, Astorga narra lo siguiente:

“Antes de ser gobernador de Sinaloa (1941-1944), el coronel Rodolfo T. Loaiza fue senador y miembro de la Comisión de Salubridad del Bloque Nacional Revolucionario de la Cámara de Senadores. Dicha Comisión elaboró una propuesta, en 1937, para que México formulase un proyecto de 'Convención tipo' con el fin de que los países interesados en el 'exterminio de tráfico de estupefacientes… establezcan procedimientos represivos y de persecución semejantes'… Ya como gobernador de Sinaloa, la prensa destaca la acción de su gobierno en la destrucción de plantíos… En las primeras horas del 21 de febrero de 1944, durante las fiestas de carnaval mazatleco, el gobernador Loaiza es asesinado a quemarropa… Los testigos oculares identificaron inmediatamente a Rodolfo Valdés, o Valdez, alias el Gitano como el asesino… pistolero de los terratenientes del sur de Sinaloa… Dos días después de haber llegado el D.F. el Gitano tuvo una reunión a solas de más de una hora con el secretario de la Defensa Nacional, general Lázaro Cárdenas. No negó haber sido el autor material del asesinato, pero acusó al general Pablo Macías Valenzuela, gobernador de Sinaloa (1945-1950) y ex secretario de Guerra y Marina (1940-1942), de haber sido el autor intelectual… A finales de ese mismo año (1945), el Gitano es trasladado a la prisión del Cerro del Vigía en Mazatlán y sentenciado a veintiséis años de prisión en 1946. Se fuga a mediados de 1949. En 1952 es herido en Aguacaliente, su territorio de dominio, aprehendido y enviado a Lecumberri. Posteriormente, el gobernador Sánchez Celis (1963-1968) consigue su libertad y le da trabajo como guardaespaldas”.

Sin dejar de mencionar a los principales cárteles y bandas de narcotraficantes que han existido a lo largo de un siglo en el país, historias como la anterior, donde las relaciones entre poder político y narcotraficantes o sicarios son bastante visibles, abundan en el texto de Astorga; no obstante, las conclusiones del autor establecen que dichas relaciones no son simétricas, no son –explica– un “poder paralelo”. En México, a diferencia de Colombia, el narcotráfico no es o no son fuerzas independientes o con autonomía; estuvieron mucho tiempo cobijadas e incluso subordinadas al poder político. Así, en el último capítulo establece lo siguiente:

“Visto desde la perspectiva inmediatista del sentido común, el fenómeno aparece como 'penetración' de los traficantes en el campo político. Visto en perspectiva histórica, se observa el fin de un régimen, de una relación

Reseña: Astorga, Luis (2012). El siglo de las drogas. El narcotráfico, del Porfiriato al nuevo milenio. Eds. Grijalvo y Proceso, México.

Portada del libro “El siglo de las drogas. El narcotráfico, del Porfiriato al nuevo milenio. ”

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estructural de supeditación histórica, y por lo tanto una mayor probabilidad de autonomía relativa del campo del tráfico de drogas respecto del campo político”.

De igual forma, como parte de esta estrecha relación entre poder político y narcotráfico, las diferencias con Colombia, decíamos, son también de llamar la atención:

“En Colombia, por ejemplo, los sicarios, entrenados por mercenarios extranjeros –israelíes e ingleses, entre otros– contratados por los jefes de bandas, surgen de categorías sociales marginadas. En México… el ahorro en el pago de asesores militares especiales se da mediante el empleo de policías y ex policías como asesinos a sueldo –formados en corporaciones policiacas que parecen funcionar como escuela de criminales– lo cual no es poco frecuente.”

Ahora bien, la tesis de Luis Astorga respecto al incremento de la violencia resulta francamente desalentadora por contradictoria. Todo parece indicar, según interpreto, que ha sido el avance de la democracia y el deterioro del presidencialismo y el partido de Estado los que han desatado la violencia. Serían como las “patadas de ahogado” de dicho sistema el cual, según opinión de este reseñista, no se habrá de restablecer con el regreso del PRI y la denominada alternancia.

“El campo del poder político en México ha sufrido modificaciones importantes en los últimos años, las cuales han repercutido en la eficacia de los mecanismos tradicionales de intermediación entre dicho campo y el del tráfico de drogas… No es fortuito que el incremento de los niveles de violencia relacionados con el tráfico de drogas en los años noventa, se haya observado en un primer momento en algunos estados donde la oposición política se convirtió en gobierno, coincidentemente estados productores de plantas ilegales de tráfico y de tránsito de drogas, así como de lavado de dinero, y mercados potenciales para el consumo. Ejemplos: Baja California, Chihuahua, Jalisco, Nuevo León, y el D.F.”.

Existen otros temas en el libro de gran interés, aunque someramente desarrollados; éstos refieren asuntos relacionados con el fracaso de las estrategias prohibicionistas, que conducen de forma inevitable a poner en el tapete de la discusión la cada vez más frecuente propuesta de legalización de las drogas. Antes, sin embargo, a manera de antecedente Luis Astorga llama la atención sobre posiciones distintas a las estrategias prohibicionistas, como es el caso del doctor Leopoldo Salazar Viniegra, cuyo caso “parece ser único en este capítulo de la historia social del país”, pero que de manera muy temprana (años treinta) cuestiona “el discurso de los funcionarios gubernamentales relacionados con las instituciones responsables de la llamada 'lucha contra las drogas', discurso cargado de juicios de valor, generador de informaciones a medias y desinformación, discurso con aspiraciones universalizantes”.

Nuevamente Astorga menciona al doctor Salazar al citar un artículo publicado en 1938 en la revista Criminalia en el que, además de criticar algunos de los trabajos más conocidos anteriores al suyo, “por no estar fundamentados científicamente”, refiere que “él mismo llevó a cabo experiencias con altos funcionarios, diplomáticos, médicos, abogados, ingenieros, estudiantes, damas distinguidas, maestras de escuela, periodistas, cabareteras y hasta niños”. En él se lee:

“Frente a nuestro real y formidable problema de alcoholismo, la cuestión de la mariguana no merece la importancia de problema social y humano… La

instrucción, la cultura, la orientación de nuestro pueblo, permitirá que el calumniado y hermoso arbusto no sea en el futuro más que lo que debe ser: una rica fuente de abastecimiento de fibras textiles”.

Asimismo, en referencia al artículo del doctor Salazar Viniegra, Astorga agrega que: “A excepción de los efectos tales como la taquicardia, enrojecimiento de conjuntivas y resequedad de las mucosas, niega, a raíz de sus experimentaciones, que la mariguana provoque trastornos mentales y que induzca al crimen”.

El destacado académico se solaza con cierta ironía y sarcasmo citando toda la serie de prejuicios sobre el uso de drogas como la mariguana, la adormidera y el opio, prejuicios que abundaban en las primeras décadas del siglo pasado y que evidentemente continúan a la fecha. En un inciso, cuyo título revela los mitos y prejuicios de la época, “Los productos que degeneran la raza”, la prensa –expresa el autor– califica a la mariguana de las siguientes maneras: “perjudicial, enervante, venenosa, peligrosa, fatal, terrible, perniciosa, fatídica y diabólica yerba”.

Ahora bien, respecto de las fracasadas estrategias prohibicionistas, Astorga pone de manifiesto la influencia de los Estados Unidos en la incorporación de las fuerzas militares en el combate a las drogas y el narcotráfico, situación que si bien tiene sus antecedentes en la Operación Cóndor de los años setenta, dicha intervención se hace más evidente durante los gobiernos panistas, a pesar de la intención inicial del gobierno de Vicente Fox de “no considerar el tráfico de drogas como un asunto de seguridad nacional, sino pública; retirar al ejército de la lucha antidrogas; desaparecer la PGR y en su lugar crear la Fiscalía General de la Nación y la Secretaría de Seguridad y Servicios a la Justicia, y concentrar a las policías e instituciones de inteligencia en esa Secretaría y quitarle el control a la Secretaría de Gobernación de las corporaciones policiacas que dependen de ella”. Fox cambió esta posición luego de una reunión privada que sostuvo con el “zar” antidrogas de los Estados Unidos, con ocasión del viaje que éste hiciera al país en agosto del año 2000.

“A casi un siglo del comienzo de la prohibición contra las drogas que conocemos hoy en día, y a juzgar por los resultados, la invariabilidad de los fundamentos que la sostienen lleva necesariamente a su auto-perpetuación. El fin mismo de esta llamada guerra parece ser el mantenerla. Las guerras sin fin no las ganan las sociedades. Además de los traficantes, quienes han sido autorizados para combatirlos tampoco están interesados en que la guerra se termine: es su razón de ser”. Ésta es una de las conclusiones de Luis Astorga en el último capítulo, mismo que fue escrito con motivo de la reimpresión del libro en el año 2012.

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EAHNMExpedicionario

ANDRÉS OSEGUERA MONTIEL

Propagación y epidemia de rumores sobre la violencia

La violencia que se vive actualmente en México no sólo está circunscrita a

los actos físicos que atentan contra la vida de aquellas personas

involucradas en el crimen organizado o que, sin estarlo, son “víctimas” del

fuego cruzado. De hecho, pretender definir la violencia sólo en estos

términos minimiza la complejidad del fenómeno y los distintos

comportamientos, situaciones y expresiones emocionales como el miedo y

la tensión, que están involucrados en los actos que fomentan la violencia

física (Collins, 2008). Por ejemplo, los mensajes difundidos por las redes

sociales alertando la detonación de la violencia, son causantes de una

verdadera psicosis colectiva que ha paralizado a varias de las principales

ciudades de México; es decir, los mensajes que previenen o amenazan ante

una inminente conflagración, son aceptados y difundidos con suficiente

éxito como para desatar la psicosis y provocar diversas respuestas:

quedarse en casa para evitar riesgo alguno; salir corriendo del trabajo para

rescatar a los hijos de las escuelas; ponerse boca abajo y prepararse

psicológicamente para escuchar las detonaciones de las armas de grueso

calibre; cerrar el negocio familiar por el temor de sufrir un saqueo o un

chantaje; salir de la ciudad o del país con la familia buscando refugio, etc. En

efecto, todas estas reacciones son producto del temor y la tensión que

generan los mensajes de alerta.

De acuerdo con la percepción oficial, los mensajes que alertan a la población

de posibles actos de violencia, transmitidos a través de las principales redes

sociales, son “simples rumores” y por ello no deben ser considerados

información fidedigna; sin embargo, los hechos recientes demuestran que

los “simples rumores” forman parte del contexto actual de violencia y que

son capaces de paralizar y generar miedo y tensión entre la población. No se

necesita un acto de violencia física, o la escena de un combate entre el

ejército y las bandas del crimen organizado, para estar o presenciar una

situación de violencia. Por ejemplo, hace apenas unos meses una serie de

rumores sobre hechos violentos congestionó las redes sociales en la

Ciudad de México. Diversos usuarios de Twitter advirtieron sobre posibles

enfrentamientos entre grupos relacionados con el crimen organizado en

Ciudad Nezahualcóyotl, Iztapalapa e Iztacalco. El pánico no se hizo esperar

extendiéndose por toda la zona Oriente de la capital. Se paralizó por

completo el comercio local y la gente abandonó las calles. Los medios

informaron que la palabra “Neza” llegó al primer lugar de los trending topics

nacionales, con cerca de 161 mil menciones durante más de 3 horas (Milenio:

López, 23-09-2012). El caos, producto de estos mensajes a través de las

redes sociales, fue el pretexto para que los congresos locales de distintos

estados promulgasen reformas al código penal encaminadas a la

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99

penalización de los rumores, atentando con ello contra la libertad de

expresión. Así sucedió en Tabasco, donde se aprobaron reformas para

penalizar con 6 meses a 2 años a aquellos que difundan los rumores en

torno a posibles atentados o confrontaciones entre las bandas del crimen

organizado (Proceso: Guzmán, 31-08-2011). El año pasado, en el Puerto de

Veracruz, la policía arrestó a 2 twitteros por difundir información sobre una

supuesta balacera en una de las primarias del puerto; los padres asustados

querían “salvar” a sus hijos de la inminente balacera generando el caos en las

calles del puerto. Esta situación fue lo que determinó que se considerara a

los twitteros responsables de propagar rumores que no eran verídicos.

Como advirtieron hace tiempo Gordon Allport y Leo Postman (1967: 33),

los rumores se caracterizan por transmitir información importante para un

grupo determinado y, al mismo tiempo, llevar una carga de ambigüedad, al

carecer de la suficiente certeza en cuanto a la veracidad de la información.

Sin duda alguna, el contexto en el cual se transmiten los rumores sobre

posibles confrontaciones entre las bandas del crimen organizado, explica

parte del éxito de su diseminación como información importante en las

principales ciudades de México. Los mensajes se presentan en una sociedad

donde los atentados son el “pan de cada día”; es raro no escuchar por la

radio, ver por televisión o leer en los diarios una noticia de violencia en la

que se detalla la forma brutal en la cual se priva de la vida a hombres y

mujeres por igual. Si el contexto actual de noticias e imágenes de

decapitados fuera una excepción y no la regla, es muy probable que estos

rumores carecieran del éxito que tienen (en términos de su difusión), pues

pasarían totalmente inadvertidos. En palabras de Allport y Postman (1967:

34), poco importa que se difunda un rumor entre los ciudadanos

norteamericanos sobre el precio de los camellos en Afganistán, pues esa

información no es importante para su vida cotidiana; la gente en Estados

Unidos no se transporta en camellos y por lo tanto nada tiene que ver con

el contexto inmediato y relevante de su vida cotidiana.

Remitirse al contexto permitiría explicar la propagación inmediata de los

rumores sobre la violencia y su efecto emocional en la gente que está

expuesta cotidianamente a la información de noticias con contenidos

violentos. De acuerdo con lo anterior, a mayor exposición de estímulos

agresivos a través de los medios de información masiva (especial la

televisión y las redes sociales), mayor susceptibilidad habrá en la población

de aceptar como verídicos los rumores en torno a la violencia.

Pero el hecho de estar fuera de la comprobación empírica que permita

considerar su veracidad, da a los rumores otra dimensión. La ambigüedad

tiene un efecto emocional importante para su aceptación y difusión. Si los

rumores se centran en una información de importancia contextual y al

mismo tiempo llevan una carga de ambigüedad que impide saber la

veracidad de los hechos, es muy probable que generen ansiedad y pánico,

emociones que indudablemente pueden generar caos entre la población. El

miedo y la tensión que genera la violencia, se vuelven factores importantes

para la aceptación de los rumores; dicho en otras palabras, los rumores

aparecen como los detonadores de estas emociones que son las que

determinan las diversas situaciones de violencia. La ambigüedad, es decir, la

incertidumbre de que algo puede pasar, genera ansiedad y temor; es un

temor relacionado con la pérdida de los seres queridos, de los amigos, de

los hijos, etc. Las reacciones de los padres que se vuelcan a las calles para

“salvar” a sus hijos, demuestran que dichos padres están conscientes de la

existencia de algún tipo de peligro y harán todo lo posible por sacar a sus

hijos de ahí; es demasiado el riesgo que se corre y se ven obligados a actuar

de inmediato.

Así, con los rumores siempre existe la posibilidad de que sean verídicos (es

parte de la ambigüedad), y esto es más que suficiente para entrar en un

estado de “pánico generalizado”. Existe una atracción a la idea de que puede

suceder una tragedia; se activa en la mente la posibilidad del peligro. Como

señala Nicholas DiFonzo (2008), los seres humanos tenemos una tendencia

innata a ser crédulos y aceptar como verdadero lo dicho por un conocido o

un pariente, pero también creer en las palabras vertidas por un completo

extraño sobre la existencia de un posible atentado. Esta credulidad está

presente sobre todo cuando se trata de rumores que activan poderosas

estructuras mentales relacionadas con el peligro físico que puede terminar

con la vida de nuestra propia persona o con la vida de nuestros conocidos.

Conforme se va transmitiendo una noticia de alerta tanto en redes sociales

como por vía oral, de persona a persona, el rumor va incrementando su

veracidad y nada hay que pueda revertirlo. Este mecanismo de propagación

implica considerar otros aspectos cognitivos, como el hecho de que somos

más receptivos a las malas noticias que a las buenas noticias (DiFonszo,

2008), y el hecho de que existan más rumores anunciando malas noticias

que rumores que difundan buenas noticias. Sin duda, vivir en una sociedad

donde se presenta un alto índice de homicidios relacionados con el crimen

organizado, no sólo estará garantizando que los rumores de la violencia se

propaguen más que otro tipo de rumor, también demuestra que existirá

una alta posibilidad de que dichos rumores sean determinantes para

generar ansiedad en la población, lista para actuar ante cualquier indicio de

que los rumores se hagan realidad. Es decir, se tomarán como rumores

verídicos aun cuando las versiones oficiales se empeñen en convencer a la

gente que se trata sólo de “simples rumores”.

BIBLIOGRAFÍA

Allport, Gordon W. y Postman, Leo (1967). The psychology of rumor. Russell &

Russell, New York.

Collins, Randall (2008). Violence. A Micro-sociological Theory. Princeton University

Press.

DiFonzo, Nicholas, (2008), The Watercooler Effect: An Indispensable Guide to

Understanding and Harnessing the Power of Rumors, Penguin Group US.

Guzmán, Armando (2011). “En Tabasco tipifican como delito difundir rumores”.

En: Proceso, agosto 31.

López Recek, Yazmín (2012). “Rumores y redes sociales”. En: Milenio Diario,

septiembre 23.

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Agenda Académica-Cultural de la EAHNM CARMEN GRAJEDA V.

Conferencia inaugural del ciclo escolar 2012-2 impartida por la Dra. Sandra Bustillos, Doctora en Ciencias Sociales, con la especialidad en Sociedad y Territorio

por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, en está conferencia se trataron diversos temas sobre el quehacer de la Antropología en el

Norte de México en cuestiones metodológicas, teóricas y prácticas. La conferencia fue llevada a cabo en el Colegio de Ingenieros Civiles de Chihuahua A.C. el

27 de Agosto. El evento fue organizado por la Subdirección de Difusión, Vinculación y Extensión en coordinación con la Dirección de la EAHNM.

Investigación Social en el Norte de México

Dra. Sandra Bustillos. Fotografía Milagros García Conferencia Investigación Social en el Norte de México. Fotografía Carmen Grajeda

Foro en el que participaron diversas instituciones como la CONAFOR, el Instituto de Ecología A.C. (INECOL), la fundación Tarahumara “José A. Llaguno”, la Secretaría de Desarrollo Forestal, la Junta Municipal de Agua y Saneamiento (JAMS), la Comisión Nacional para el Derecho de los Pueblos Indígenas, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y el Centro de Desarrollo Alternativo Indígena, A.C. (CEDAIN). El objetivo del foro fue analizar las diferentes problemáticas ambientales a nivel sociocultural por las que atraviesa actualmente la Sierra Tarahumara y proponer nuevas alternativas a dichas problemáticas. La organización de este evento corrió a cargo de la Subdirección de Difusión, Vinculación y Extensión de la EAHNM en colaboración con la EAHNM en Creel.

Presidium inauguración foro“Antropología de los Recursos Naturales: Agua y Bosque en la Sierra Tarahumara”. Fotografía Ahidaly Ponce de León

Asistentes foro “Antropología de los Recursos Naturales: Agua y Bosque en la Sierra Tarahumara”. Fotografía Ahidaly Ponce de León

Antropología de los Recursos Naturales: Agua y Bosque en la Sierra Tarahumara.

Curso impartido a los alumnos de la EAHNM en Creel, Mpio. de Bocoyna por el Dr. Andrés Fábregas Puig, quien pertenece al Sistema Nacional de Investigadores y ha

sido maestro de innumerables generaciones de estudiantes de Antropología o de Ciencias Sociales en diferentes recintos académicos del país y del extranjero. Autor de

múltiples publicaciones. El evento fue organizado por la Coordinación de la Licenciatura en Antropología Social, en coordinación con la EAHNM en Creel y la

Subdirección de Difusión, Vinculación y Extensión.

Curso Investigación Antropológica. Diseño y Critica.

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1111

Seminario impartido por el Antrop. José Lucas Avendaño en el Aula Magna de la UPN, Lucas tuvo su formación en los estudios acerca del Patrimonio

Cultural en la comunidad Muxe de Istmo de Tehuantepec, Oaxaca y tiene una amplia trayectoria en la Danza y las Artes Performáticas. El seminario abordó

los siguiente módulos: Del cuerpo biológico al cuerpo escénico, el bios escénico, cuerpo escénico y finalmente, entorno construido y arte acción. Dentro

del seminario se llevó a cabo la conferencia “Del cuerpo biológico al cuerpo escénico” en las instalaciones de la EAHNM. Este seminario tuvo como resultado la

presentación por parte de los participantes y Lucas A. en la Casa Siglo XIX del Instituto Municipal de Cultura de la ciudad de Chihuahua. El evento fue

organizado por Subdirección de Difusión, Vinculación y Extensión en coordinación con el colectivo Frecuencia Perforadora.

Performance Arts Seminario

Conferencia impartida por el Dr. José Luis Vera Cortés en el Colegio de Ingenieros Civiles de Chihuahua A.C. En ella se analizaron casos relacionados con

anomalía en Latinoamérica. Tales fueron: el caso de mexicana Julia Pastrana o “La Donna Scimmia”, el polémico caso de dos hermanos microcéfalos, Brótola y

Máximo o mejor conocidos en la literatura como “los últimos Aztecas”. El evento fue organizado por la Subdirección Académica en coordinación con la

Subdirección de Difusión, Vinculación y Extensión.

El sueño de la razón produce monstros. Anomalía y Evolución del Siglo XIX.

Presentación del “Performance Arts Seminario” Fotografía Ahidaly Ponce de León Participantes del “Performance Arts Seminario” Fotografía Ahidaly Ponce de León

Dr. José Luis Vera. Fotografía Carmen Grajeda Asistentes a la conferencia “El sueño de la razón produce monstros. Anomalía y Evolución del Siglo XIX. Fotografía Carmen Grajeda

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1212

Impartido por el Mtro. Octavio Hernández Espejo,

de Medios Audiovisuales de la ENAH-Cuicuilco, quien realizó su

investigación de Licenciatura desde la Antropología Visual sobre la Semana

Santa entre los Rarámuri. Dentro del curso se abordaron temas sobre el

discurso visual, se llevo cabo un análisis de diferentes fotografías

etnográficas a manera de taller, se trataron temas sobre técnicas

fotográficas y se abordó el tema de la fotografía digital. El curso quedo a

cargo de la Secretaría Académica de la EAHNM en coordinación con la

Subdirección de Difusión, Vinculación y Extensión.

jefe del departamento

Conferencia impartida por el Dr. José Luis Vera Cortés, actual director de la

ENAH-Cuicuilco en la ciudad de México, el Dr. José Luis Vera Cortés tiene

formación en la Antropología Física por la ENAH, Maestría en Ciencias

Biológicas con orientación en Historia y enseñanza de la Biología por la

UNAM, realizó su Doctorado en Lógica y Filosofía de las Ciencias por la

Universidad de Valencia, España. La conferencia trató sobre la construcción

de lo corporal y las visiones sobre el cuerpo desde la Antropología Física,

además de los avances, debates y tendencias a un siglo de la Antropología

Física en México. En la conferencia confluyeron alumnos de la EAHNM y

público en general. El evento fue organizado por la Subdirección Académica

de la EAHNM en coordinación con la Subdirección de Difusión, Vinculación

y Extensión.

Los Paradigmas del Cuerpo en la Antropología Física

Curso impartido por el Mtro. Alberto Vallejo Reyna en los salones de la

EAHNM, el Mtro. Vallejo es profesor de la carrera de Antropología Social y

Etnología en la ENAH-Cuiculco y sus investigaciones han sido realizadas en

la territorio Maya en Guatemala. El curso trató sobre los diversos debates

que nacen de la relación del Materialismo Histórico proveniente del

Pensamiento Marxista y la Ciencia Antropológica. Dentro del curso se llevo

a cabo la conferencia “Antropología Dialógica y Descolonización”. El evento

fue organizado por la coordinación de la carrera en Antropología Social en

coordinación con la Subdirección de Difusión, Vinculación y Extensión.

Curso de Fotografía Antropológica

Curso Antropología Marxista

Conferencia “Los Paradigmas del Cuerpo en la Antropología Física”. Fotografía Carmen Grajeda

Curso Antropología Marxista. Fotografía Carmen Grajeda

Curso de Fotografía Antropológica. Fotografía Carmen Grajeda

Page 15: expedicionario VIOLENCIA

IndiceDirectorio

Presentación

El dilema epistemológico de la antropologíaen tiempos de violencia

Michoacán, una tierra calienteReseña: Maldonado Aranda, Salvador (2010). Los márgenes del Estado mexicano. Territorios ilegales, desarrollo y violencia en Michoacán. El Colegio de Michoacán, Zamora.

Notas para una clasificación de los sonidos de alerta

Poder político, narcotráfico y violencia en México.Reseña: Astorga, Luis (2012). El siglo de las drogas. El narcotráfico, del Porfiriato al nuevo milenio. Eds. Grijalvo y Proceso, México.

Propagación y epidemia de rumores sobre la violencia

Agenda Académica-Cultural de la EAHNM

Andrés Oseguera M.

Juan Luis Sariego Rodríguez

Luis Vázquez León

Rafael Muñoz Prado

Luis Adolfo Méndez Lugo

Andrés Oseguera Montiel

Carmen Grajeda Valdéz

Instituto Nacional de Antropología e Historia

Mtra. María Teresa Franco GonzálezDirección General

Dr. Bolfy Efraín Cottom UlínSecretaría Técnica

Lic. Eduardo Vázquez MartínCoordinación Nacional de Difusión

Héctor ToledanoDirección de Publicaciones

Escuela de Antropología e Historia del Norte de México

Antrop. Rodolfo Coronado RamírezDirector

Mtra. Blanca Lilia Martínez De León MármolSubdirectora Académica

Antrop. Mónica Sofía Iturbide RoblesSubdirectora de Difusión, Vinculación y Extensión

Consejo editorial

Antrop. Rodolfo Coronado RamírezDr. Andrés Oseguera MontielMtro. Daniel Calderón CarrilloMtro. Raúl González TejedaArqlga. Nelsy Requena YáñezMtra. Erika Torres TerrazasAntrop. Mónica Sofía Iturbide Robles

Coordinadora de la edición

Arqlga. Nelsy Requena Yáñez

Edición y diseño

Lic. Ahidaly Ponce de León Prieto

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Instituto Nacionalde Antropologíae Historia

ESCUELA DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA DEL NORTE DE MÉXICO

Calle 5 de Febrero e Instituto Politécnico Nacional (Calle 28) #301 Col. Guadalupe C.P. 31410 Tels. (614)433.10.40, 433.43.49 y 433.42.46 [email protected]

Chihuahua, Chih., México.

www.eahnm.edu.mx