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Cultura, Ciencia y Tecnologa, ASDOPEN-UNMSM / N 4 / Julio -
Diciembre 2o13
EVANGELIZACIN COLONIAL Y RELIGIOSIDAD ANDINA
Blas Gutirrez Galindo (*)
Resumen
En la implantacin de la religin cristiana en el Per no solo se
observa la accin compulsiva de los colonizadores en general y de
los evangelizadores en particular, sino tambin la constante
resistencia y respuesta de los nativos. Frente a esta resistencia
los misioneros utilizaron hbil-mente algunos componentes de la
religin autctona (cantos, danzas, etc.) para atraerlos hacia el
cristianismo, con relativo xito. Y la consecuencia de este proceso
sociocultural se puede apreciar actualmente en dos festividades
religiosas: el Bautismo y la Fiesta de las Cruces.
(*) Antroplogo social. Profesor Principal D.E de la Facultad de
Ciencias Sociales. Doctor por la UNMSM y por lEcole des Hautes
Etudes en Sciences Sociales (Pars)
INTRODUCCION
Nadie que visite un pueblo de nuestro pas puede ignorar la
presencia de una cruz so-bre la cumbre de algn cerro. Casi ninguno
de nosotros estamos sin bautizar. En estas pginas intentar explicar
estos hechos va-lindome de fuentes escritas que los coloni-zadores
nos dejaron, ya sea en su calidad de funcionarios de la Corona
espaola ya sea como miembros de la Iglesia que, por el afn de
evangelizar a los indios, dejaron muchos testimonios de sus
experiencias. As, se har una reflexin etnohistrica con el afn de
explicar la presencia y vigencia de la fe catlica y sus
festividades religiosas en nuestra sociedad y particularmente en la
so-ciedad rural. Tras siglos de cristianizacin e imposicin de
nuevos valores los indgenas han sabido combinar la vertiente
occidental y la vertiente nativa en pos de una forzada convivencia
pero siempre como perdedores
o vencidos. Este proceso se ilustrar con dos festividades de
amplia actualidad.
1. LA EVANGELIZACIN COLONIALLa espada y la cruz guiaron la gesta
de la conquista de Amrica; hay que recordar que esta conquista fue
autorizada y apoyada por el Papa mediante la Bula de Concesin,
ex-pedida por su Santidad Alejandro VI a los Re-yes Catlicos D.
Fernando y Doa Isabel, Roma, 3 de Mayo de 1493 y en ella se
re-comendaba a los reyes que la fe catlica y la religin cristiana
sean exaltadas, que ellas se extiendan por todo el espacio
conquistado para la buena salud de las almas y por lti-mo que
lasnacionesbrbarasseansubyu-gadasyatradosalafecristiana.(Levillier,
Vol. II: 7).
Es por ello que una expedicin militar habi-tualmente se haca
acompaada por un cura, tericamente para impedir excesos por
parte
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de los conquistadores. Inicialmente la impo-sicin de la religin
catlica se llev a cabo al interior de las Encomiendas, es decir
terri-torios con poblacin india incluida donados a los espaoles
como recompensa a su es-fuerzo conquistador. Esta poltica serva
para que el encomendero se beneficiara con los tributos que los
indios estaban obligados a darle. Por su parte el encomendero
estaba obligado a evangelizar a sus indios y para cumplir esto
pagaba a un sacerdote que se encargaba de adoctrinarlos. En el caso
de que no se poda encontrar uno disponible el encomendero recurra a
un laico capacitado para esta labor evangelizadora.
Luego de un tiempo de adoctrinamiento re-cin se poda administrar
el bautismo a los indios para reconocerlos como cristianos y por
eso los sacerdotes pusieron sumo empe-o en la administracin de este
sacramento. Pero esta misin enfrentaba la barrera del idioma,
problema que fue sabiamente en-carado por los religiosos con el
aprendiza-je del idioma nativo. Reconocido mrito de estos
religiosos fue haberse dedicado pa-cientemente a estudiar los
idiomas nativos y confeccionar gramticas y diccionarios que
sirvieron para ser reeditados o hacer adap-taciones para
confeccionar cartillas de cate-quizacin o confesionarios, siempre
con la finalidad de adoctrinamiento.1 Todo ello fa-cilit la
catequizacin y la administracin del bautismo y la premura era tal
que los indios adultos eran bautizados solo con una ligera
instruccin religiosa o en el peor de los ca-sos hasta a la fuerza;
los curas incluso los atraan con muchos recursos, como fue el caso
de regalarles objetos novedosos como cintas, peynes, chaquiras,
quentas, cas-cabeles,yotros juguetesqueellosestimanenmucho para dar
a los indios y ganarlesla voluntad para que se bautizen (De la
Pea Montenegro: 357). En algn momento hasta haba una competencia
en adminis-trar el bautismo ya que algunos religiosos se ufanaban
de la gran cantidad de indios que haban bautizado. Seguramente al
conside-rar este entusiasmo desmedido, el I Concilio de Lima (1551)
dio instrucciones precisas para la administracin del bautismo, segn
las cuales los indgenas mayores de 8 aos de edad deban recibir este
sacramento vo-luntariamente, prohibiendo a los sacerdotes bautizar
sin previamente adoctrinarlos por lo menos durante 30 das; adems un
nio no puede ser bautizado sin el consentimiento de sus padres.
1 Estos encomiables esfuerzos se plasmaron en el Vocabulario de
la lengua general del Per de Fray Domingo de Santo Toms publicado
en 1563, el primer vocabulario quechua-espaol, adems de dos textos
tambin importantes: el Diccionario quichua de Diego Gonzales Holgun
y el Vocabulario aymara del P. Ludovico Bertonio, ambos publicados
en 1608.
Dibujo de Guamn Poma: Sacramento del Bautismo
Para este fin incluso se redact un Catecis-mo especial (Vargas
Ugarte, Vol. I: 2 y 11).
Salvadas las barreras del idioma y ya norma-da la administracin
del bautismo, se presen-taba otro problema: la completa
dispersin
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de la poblacin nativa, lo que dificultaba la misin de los
religiosos y tambin la adminis-tracin colonial. Lo que haca muy
penosa la misin de los curas pues supona ir de ayllu en ayllu en
busca de los futuros cristianos. Al mismo tiempo esta situacin haca
tediosa la tarea de recaudar el tributo o enrolar a los indios para
los trabajos forzados (mita). A fin de encarar este problema la
Corona dio una Cdula Real de 1549 mediante la cual se au-toriza
reunir a los nativos en nuevos pueblos, llamada Reduccin, con la
cual se facilitara la evangelizacin. Asimismo se orden que estas
Reducciones deban contar con un Al-calde encargado de administrar
justicia, con Regidores elegidos por los nativos mismos y con
Alguaciles, ayudantes de los misioneros. Adems este pueblo de
indios deba contar con una iglesia, una prisin, un mercado y otros
edificios pblicos (Citado en Armas Me-dina: 379).
El licenciado Garca de Castro fue el iniciador de la fundacin de
pueblos indios o reduccio-nes y cuando informa al Rey sobre su
misin expresaba: queenprovinciaahabidodonderedujeron a quarenta
pueblos quinientos ysesentaytrespueblosqueava ( Levillier,
1921-1922, Vol. III: 277). Claro, segn esta versin era ms fcil
administrar 40 nuevos pueblos que 563 ayllus. Viendo la eficiencia
de esta medida el Virrey Toledo, a partir de 1571, hizo un trabajo
sistemtico de reduc-ciones. De esta manera estos nuevos
asen-tamientos deban facilitar la evangelizacin, se recaudara mejor
los tributos de los indios, se controlara el trabajo forzado y se
impar-tira mejor la cultura occidental. Pero esta nueva situacin no
sirvi de mucho a los na-tivos, al contrario se acentuaron los
abusos contra ellos, a pesar de que el mismo Toledo estableciera en
1574 el cargo de Protector de Indios. Por desgracia no solo los
espao-les abusaban de los indios sino tambin los kurakas, jefes
nativos, que con frecuencia se conculcaban con los extranjeros.
Temprana-mente alfabetizados los kurakas fueron un eficaz enlace
entre la cultura occidental y la nativa. Pero tambin fueron en
algunos ca-sos seria amenaza para sus paisanos.
Frente a esta nueva situacin la respuesta de los nativos no se
hizo esperar; muchos huan a sus ayllus originarios para escapar de
las obligaciones impuestas como eran tri-buto, mita, trabajo en
minas, en obrajes, ser-vidumbre en hogares espaoles, catequesis,
etc. y adems se iban para seguir practican-do sus cultos
ancestrales. A pesar del ahn-co de los evangelizadores gran parte
de los nativos no estaban an del todo convencidos de las bondades
de sus prdicas, al contrario la duda y la desconfianza se
apoderaban de ellos. La duda que cunda entre los indios fue
percibida por los curas y uno de ellos pre-viene a sus colegas al
sealarles:
Dizen[losindios]algunasvecesdeDiosquenoesbuenDios,yquenotienecuidadodelospo-bres,
yquedevalde le siguen los IndiosQue como los christianos tienen
imgenesylasadoranassepuedenadorarlasHua-casYquelaimgenessonlosdolosdeloschristianosPonen
en duda y dificultad enalgunasvecesde la fe (Torres Rubio: 5). Como
es de suponer esta actitud mermaba la asistencia de los indios a
las iglesias y los evangelizadores pronto se dieron cuenta que los
indios persistan en sus idolatras, obra del demonio. Entonces la
Iglesia reaccion con fuerza y sin piedad alguna, inicindose as una
severa persecucin de los idlatras y una masiva destruccin y saqueo
de sus huacas o lugares de culto. Tal fue la repre-sin por parte de
los catlicos de entonces que hacia 1550 casi todos los santuarios
reli-giosos indgenas habran sido destruidos to-tal o parcialmente
(Duviols: 111.) Incluso el II Concilio de Lima (1567) daba
instrucciones precisas para erradicar las prcticas de los ritos de
pasaje como el sutiachi (imposicin del nombre del nio), rutuchico
(corte de cabello del nio), el guarachico (imposicin del pantaln al
nio), etc. so pena de ser azo-tados.
A pesar de toda esta coaccin el nativo no perda la ocasin para
salirse con la suya. Al-gunas veces aprovechaba la ocasin de
una
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fiesta catlica para rendir culto en simultneo a sus propias
deidades, como el caso de la procesin de Corpus Cristi del Cuzco.
Inclu-so el Virrey Toledo en una de sus visitas de 1572 se enter de
que en dicha procesin
sehallhabertraidolosdolosdesustie-rrasytraerlosenlaprocesinensusandas.(Levillier,
1921-1922: 113). Para su suerte la fiesta del Corpus Cristi
coincida con el cul-to al sol y entonces los nativos no se hacan
mayores problemas pues al asistir obedecan a los misioneros y al
mismo tiempo aprove-chaban para practicar su propia religin.
A fines del S. XVI y comienzos del siglo si-guiente la religin
autctona todava estaba presente en el espritu de los nativos. Fue
cuando se renov la represin religiosa y esta vez con mayor
intensidad que en mu-chos casos lindaba con el terrorismo. Esta
brutal persecucin, que se conoce en nuestra historia como la
extirpacin de la idolatra, consisti en la destruccin de los templos
y la persecucin de los idlatras sin misericor-dia alguna. Esta
persecucin tuvo su cspide entre 1619 y 16212
Como seal de triunfo cristiano frente a la idolatra de los
indios, Pedro de Villagmez, obispo de Arequipa (1635), despus de
in-sistir en la prohibicin de los ritos indgenas so pena de recibir
100 latigazos, instaura so-lemnemente la Fiesta de la Santa Cruz a
ce-lebrarsecadaaoparasiemprejamsenmemoriadel triunfoquemedianteella
seatenidodelaidolatra (Villagmez: 73). Des-de entonces se pondran
cruces preferen-temente sobre las cumbres de las antiguas
huacas, como smbolo de la cristianizacin de un pueblo. Estas
acciones cierran el pri-mer perodo de la cristianizacin peruana,
denominado por el padre Manuel Marzal el perodo constitutivo que
comprende desde el I Concilio de Lima de 1551 hasta la extir-pacin
de las idolatras, 1660. (Marzal: 233).
Pero la resistencia de los nativos no se do-blegaba a pesar de
la persecucin, muchos persistan en su religin y hasta hubo casos de
venganza, como fue el caso del envene-namiento de un Obispo que
haca su visita en Recuay (Duviols: 403), muchos otros mez-claban
ciertos elementos cristianos como el agua bendita, las cruces, la
invocacin a los santos, etc.- con sus prcticas curativas o sus
pagos a la tierra, vigentes hasta hoy. A fines del S. XVI surgi un
movimiento espe-cial donde los nativos practicaban cnticos y bailes
en forma frentica hasta llegar a expe-rimentar convulsiones, todo
en honor a sus deidades. Fue lo que se conoce como el taki onqoy
(la enfermedad del canto) y fue una respuesta religiosa de los
nativos a la repre-sin cristiana y un rechazo a lo hispano y un
fuerte intento de volver a su panten incaico. Esta prctica se llev
a cabo principalmente al sur del actual Departamento de Ayacucho,
gran parte de Andahuaylas y Apurimac. 3
2. LA RELIGIOSIDAD ANDINA: DOS CASOS
Se puede afirmar sin atenuantes que con la Colonia el indio fue
ubicado en la escala so-cial ms baja del pais por los siglos de los
siglos. Pero segn la enseanza de la fe ca-
2 Esta persecucin est consignada en el testimonio de un cura que
particip en la represin religiosa: Pablo Jos de Arriaga, Extirpacin
de la idolatra en el Per (1621), Coleccin de libros y documentos
referentes a la Historia del Per, Lima, 1920, 2da serie, Vol.
1.
3 Este evento est descrito por el religioso Cristbal de Molina
quien, enviado a Huamanga para ver el problema de los diezmos
(impuestos de los propietarios y hacendados) que la Iglesia deba
recibir, descubri all en 1571 la existencia del movimiento del taki
onqoy. Vase Pierre Duviols, Un indit de Cristbal de Albornoz: La
Instruccin para des-cubrir todas las guacas del Per y sus camayos y
haziendas 1582, in: Journal de la Societ des Americanistes, Paris,
56 (1), 1967: 7-39. ltimamente se dispone de un texto que examina
en detalle este fenmeno: L. Millones et al., El retorno de las
huacas. Estudio y Documentos sobre el Taki Onqoy, siglo XVI, IEP
SPP, Lima, 1990.
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tlica ellos seran recompensados en la otra vida, en el cielo,
siempre que ellos cultivaran los valores de la humildad, la
obediencia y la resignacin. A pesar de esta condicin el indio ha
sabido resistir e incluso sublevarse, como atestiguan las grandes
rebeliones ocu-rridas a travs de nuestra historia.
Frente a tanta presin y represin de parte de la religin oficial
durante la Colonia a los indgenas no les quedaba sino ceder y
aden-trarse en la religin del colonizador, pero pro-fesando una
religin catlica a su manera. Se produjo entonces un sincretismo
religioso en los Andes, es decir una mezcla selectiva de elementos
religiosos occidentales y nativos.
Muy tempranamente los evangelizadores, al observar que los
nativos eran muy procli-ves a la prctica de cantos y danzas en sus
propias festividades, optaron por atraerlos hacia la fe catlica
mediantes esas prcti-cas. Felipe Guamn Poma de Ayala, indio del sur
ayacuchano y testigo de esa poca, nos cuenta que en ocasin del
bautizo de un nio indio se les permitan que los padres del nio(a),
los familiares y amigos fuesen a la iglesia acompaados de msica y
danzas autctonas; terminada la ceremonia religiosa iban a la casa
del nio a festejar el aconte-cimiento y mientras duraba el banquete
se ejecutaban taquies (cantos), cachua (dan-zas) y haylles(cnticos
de triunfo) a la usan-za e ellos. (F. Guamn Poma: 614). Es muy
probable que para el indio este jolgorio de la fiesta era ms
importante que el significado mismo del sacramento.
As como esta ceremonia fue adoptada y adaptada por los nativos
hubo muchas otras donde ellos pusieron elementos de su pro-pia
tradicin. Tanto en lo concerniente a los sacramentos como a otros
aspectos de la fe catlica, hubo un claro proceso de yuxtaposi-cin
de varios aspectos de ambas religiones, tanto en la forma como en
el fondo, estable-cindose as devociones populares; es decir su
propia religiosidad. Como referencia voy a
detenerme solo en dos: el bautismo y la fies-ta de la cruz.
a). El Bautismo: El pre-hispnico rito de pasaje denominado
Sutiachi (imponer el nombre) por el cual se le pona el nombre al
nio(a) fue reprimido y prohibido por la Igle-sia. Un cronista de la
poca cuenta que un nio entre los 15 y 20 das de nacido reciba su
nombre (Cieza de Len: Cap. LXV); esto fue corroborado por un cura
agustino quien, refirindose a este rito, deca que en esa oca-sin se
celebrabaunamaneradebaptismoqueeldemonio leshamostrado (Annimo
Agustino: 43). Esa relacin con el demonio era una alusin al nombre
indgena que se acostumbraba poner, el cual evocaba siem-pre a sus
propias deidades y a las que ha-can ofrendas en esta ocasin. El
obispo Pe-dro de Villagmez menciona que
Enponerlosnombrestienentambingrandessupers-ticionesmuchosdelosindiosycasitodoslosprincipalestienenlosnombresdealgunasdesus
huacas y suelen hacer grandes
fiestascuandolesponenestenombre.(Villagmez: f. 46). Aun con estas
advertencias los indios se ingeniaban para usar el nombre cristiano
ante los espaoles y sus nombres nativos cuando se relacionaban
entre ellos.
Cabe sealar que tanto el Bautismo como el Sutiachi tienen una
funcin muy clara: po-ner el nombre al nio (a). Esta similitud de
funcin facilit la yuxtaposicin de estos ri-tos. Para el nativo no
habra mayor problema de acercarse al Bautismo si ste era para el
mismo fin y al mismo tiempo se le permita celebrarlo con sus
propias danzas y cnticos.
Pero la novedad era la prohibicin de usar nombres nativos y en
su lugar se oblig a po-nerles nombres occidentales. Ya el III
Conci-lio de Lima (1582-1583), en su captulo De los nombres de los
Indios ordena desechar los nombres nativos cuando se bautice un
nio(a) indio(a) y poner ms bien nombres cristianos (Levillier,
1919, Vol. II: 174). Los rituales catlicos insistirn en estas
instruc-
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ciones de la Iglesia. As, Gernimo de Or advierte: Aconsejeel
curaque se le
pongaalbaptizadoelnombredealgnSancto,paraqueimitndolealgunaexelentevirtudysancti-tudsunimoseadespertadoconmsfervoralserviciodeDios:yesperequeelSancto,cuyonombrerecibe,adesersupatrnparavencertodas
lasmolestias del nima y del cuerpo (Or: 40). A partir de entonces
el nombre que llevaba el indio era el del santo (a) cuya
festivi-dad de celebraba el da de su bautizo.
Poco a poco los indios no tuvieron mayor re-paro en bautizarse
si con esto se evitaban muchos problemas con los colonizadores y al
contrario ante stos ganaban cierto pres-tigio y hasta en algunos
casos se puso de moda llevar nombres espaoles, poniendo en peligro
la seriedad del sacramento. Un religioso alerta a sus colegas que
pongan cuidado en administrar el bautismo porque algunos indios
reciban doble bautismo, todo por querer llamarsePedrooJuan (Armas
Medina: 250 y 260).
Paulatinamente el Sutiachi fue reemplaza-do por el Bautismo y
finalmente ste se ha impuesto como un importante acto religioso y
social. Actualmente el bautizo supone una serie de elementos: la
eleccin de padrinos, con los cuales los padres del nio crearn lazos
de lealtad y ayuda mutua; la eleccin de la vestimenta del
bautizado(a) por la ma-drina; alistar el cebo padrino, cantidad
apreciable de monedas o golosinas que se echan al salir de la
iglesia para alegra de los nios; la dote de los padrinos que debe
dar al bautizado(a) (dinero, ganado, etc.); prepa-racin del
banquete por parte de los padres del nio(a) donde el mejor plato
ser para los padrinos y que ser amenizada por msicos, bastante
bebida alcohlica y el recordatorio o capillo. El bautizo en la
sociedad rural ac-tual es, pues, una ocasin para renovar los lazos
sociales en la comunidad.
Hoy ya nadie recuerda el Sutiachi y tam-poco otros ritos
autctonos que fueron se-
veramente prohibidos. Solo supervivi el rutuchico (primer corte
de cabello) que con denominaciones como warka rutu, cortapelo,
rutuy, chukcha rutuy, landarrutuse, etc, es practicado en muchas
partes de la patria.
En nuestros das las nuevas generaciones de campesinos llevan
nombres que nada tienen que ver con la tradicin catlica; nombres de
futbolista o artistas famosos se encuentran en la poblacin rural
actual, sin duda producto de la influencia de los medios de
comunicacin.
b). La fiesta de las Cruces: En las fiestas religiosas de
nuestros pueblos se aprecia siempre la presencia de elementos
occiden-tales y de componentes autctonos y el culto a la Cruz en la
poblacin rural no escapa de esta realidad.
Antes de abordar la fiesta de las cruces es bueno mencionar una
festividad acompa-ada de la Cruz . Se trata de lo que hoy se conoce
como Safa-casao Wasichakuy (construccin de la casa) que en la
Colo-nia tambin se dieron cuenta de las idola-tras y borracheras al
construir una casa. El extirpador de idolatras Pablo de Arriaga
advierte: En hazer sus casas tienen
comoentodaslasdemscosasmuchassupersti-ciones,combidandodeordinarioalosdesuAyllo,rocanconchichaloscimientos..yenalgunasparteslaponenelnombredealgnIdolo,aquiendedicanlacasa(Arriaga:
64). Por supuesto que esta prctica tambin fue prohibida y se impuso
la costumbre de colo-car una cruz sobre el techo de la casa. Los
compadres se encargan de llevar la cruz y el nmero de cruces sobre
la casa indica el nmero de compadres del propietario de la casa.
Todava persiste el rociar chicha cuan-do se abre el cimiento, adems
se pone en una pequea botella maz, hojas de coca y otros productos
para colocarla al interior del techo para que proteja la casa.
Incluso con el boom actual de la construccin no es raro poner una
pequea cruz de flores cuando se termina el vaciado del techo de la
vivienda.
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Protector del pueblo
Traslado de la cruz
Pero las cruces no solo estn en los techos de las casas sino
tambin y sobre todo en la cumbre de los cerros en cuyo culto se
hacen vistosas fiestas. Al revisar muchas de estas fiestas
celebradas en diferentes lugares de nuestra patria he podido
establecer un es-quema, cuyas partes se repiten aunque con
particularidades locales.
Estas son:
La fecha: El 3 de mayo es el da central de esta festividad; en
algunos lugares se cele-bra el 14 de setiembre, da de la Exaltacin
de la Santa Cruz.
La organizacin: Como regla general, es la misma poblacin que se
encarga de designar a las personas para determinadas funciones, con
poca o ninguna participacin del prroco. Los encargados pueden ser
el Mayordomo o Carguyoq, Alferado y alguna Hermandad.
Traslado de la cruz: Se debe llevar la cruz al pueblo desde los
cerros o desde las cer-canas del pueblo, all la cruz es reparada y
adornada para la ocasin.
La misa: Acto central de la fiesta religiosa, celebrada por el
prroco en el templo del pueblo.
El banquete: Ofrecido por los organizadores donde la comida, la
msica, la danza y sobre todo la bebida estn siempre presentes. La
industria cervecera engrosa su produccin para atender la demanda de
esta fiesta y so-bre todo de las fiestas patronales.
El despacho: Entre msica y bebida se devuelve la cruz a su
emplazamiento origi-nal.
Todo provinciano no es ajeno a esta festivi-dad y aun en Lima
habr visto en los me-dios de comunicacin la conmemoracin de la Cruz
del cerro San Cristbal. A modo de ilustracin tomo algunos ejemplos
etnogr-ficos de manera arbitraria. Por ejemplo en la ciudad de
Hunuco se celebra el Seor de Mayo y la fiesta transcurre del 1 al 6
de mayo. Se inicia con el pachachi, consisten-te en dar la
bienvenida y alojamiento a los visitantes al son de msica lugarea;
el 3 de mayo se celebra la misa. La fiesta concluye con una corrida
de toros.
En Huarz, se celebra la fiesta del Seor de la Soledad el da 3 de
mayo; se ameniza con danzas como los Shacshas, los Negritos, los
Huaquillos. En Piscobamba se conmemo-ra la Cruz de Tsunta hirka y
acuden al cerro de Chontajirca. Abunda la comida, bebida y danzas
del Anti-chuncho y los Negritos. En Recuay es la Santsima Cruz del
Seor de Mayo que recibe el homenaje. Ambas fies-tas se celebran el
3 de mayo. En cambio en Corongo se celebra el 6 de mayo la Cruz de
Allaucan.
En el centro del Per puede observarse par-
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ticularidades, en Cerro de Pasco se celebra esta festividad
entre el 3 y el 10 de mayo en cada capilla de los barrios de la
ciudad: Huancapucro, San Antonio, Curupuquio, San Cristbal, etc. A
parte del banquete donde abunda la bebida, en esta ocasin es muy
llamativa la danza de la Chonguinada. Solo en el barrio de Paraqsha
esta fiesta se cele-bra el 14 de setiembre.
En Huancavelica, primeramente bajan la cruz el 01 de mayo para
adornarla; al da si-guiente se hace el Cruz velakuy: es decir, los
devotos encienden velas alrededor de la cruz pidiendo el
cumplimiento de sus de-seos, despus se queman fuegos artificia-les,
se bebe y se baila hasta el amanecer. El 3 de mayo se celebra una
misa solemne y se realiza la procesin de la Cruz. La fiesta
concluye con una corrida de toros.
Saliendo de la misa
kaipim cruz (Descanso)
En el Cuzco se acostumbra hacer el Cruz velakuy con similares
caractersticas que en el caso anterior, aqu se sirve licor, ponche
y la reunin es amenizada con danzas folklri-cas. El da 3 de mayo
llevan las cruces hasta el templo donde el prroco celebra la
misa.
4 Aparte de muchos estudios recientes sobre esta fiesta, donde
se presentan elementos ya modernos, es bueno referirse a los
siguientes estudios etnogrficos importantes para esta parte del
Per. Arguedas, Jos Mara, La fiesta de la Cruz. Danza de los
Sijllas, in: Revista del Instituto Americano de Arte, Cuzco 1943, N
1-2: 18-21. Nez del Prado, Juan y Bonino Nieves, Marco, Una
celebracin mestiza del Cruz-Velakuy en el Cuzco. in: Allpanchis,
Cuzco 1969, N 1: 43-60. Irarrazaval, Diego, Fiesta de la Cruz: Del
campesino o del misti, in: Pastoral Andina, Cuzco 1980, N 32: 5-16.
Millones, Luis y Tomoeda, Hiroyasu, La cruz del Per, Fondo
Editorial del Pedaggico de San Marcos, Lima, 2003; este ltimo
muestra la fiesta de la cruz en un pueblo
Al devolver la cruz al cerro correspondiente y colocarla en su
sitio, los campesinos comen, beben y danzan.En Apurimac y Ayacucho
la celebracin de esta fiesta es bastante similar y en ella
participan campesinos y mestizos de la zona.4
Para ilustrar la regin sur he tomado como re-ferencia a Puno y
Tacna. En Puno se celebra generalmente cada sbado del mes de mayo y
est a cargo de un alferado. Como en los casos anteriores, despus de
la misa se lleva a cabo el banquete amenizado por msica; se baila y
bebe con entusiasmo. Son impor-tantes las fiestas de La Cruz de
Azoguini, La Cruz de Ventilla, La Cruz de Moro Orco, La Cruz de
Morocollo. Por ltimo, en Tacna esta fiesta es espectacular por la
presencia de cientos de cruces (alguna vez se cont hasta 300) que
son tradas hasta la catedral desde diferentes cerros y desde
santuarios de los alrededores de la ciudad. Las Hermandades son las
encargadas de organizar la fiesta y en especial en hacer los
arreglos de la Ca-tedral donde el 3 de mayo se celebra una
apotesica misa. Algunos casos ilustrativos: -la Santsima Cruz de
Huaylillas es bajada
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desde un cerro ubicado a 4,700 m.s.n.m., del Distrito de Palca;
antes de bajarla hacen una ofrenda a la tierra (pachamama)
consistente en hojas de coca, fetos de llama, frutas, etc. la
Santsima Cruz de Livin, ubicada a 4,780 m.s.n.m. la Santsima Cruz
de Tarucachi, ubicada a 3,700 m.s.n.m. Santsima Cruz del Cerro
Intiorko, ubicada a 780 m.s.n.m. sobre el cerro tutelar de la
ciudad de Tacna. Con la presencia de estos centenares de cru-ces se
celebra la misa solemne y despus se festeja en casa de la Hermandad
a donde va de visita la cruz respectiva.
Por ltimo es bueno referirse a una fiesta que acapara la atencin
de los medios de comunicacin capitalinos: la Cruz de Chal-pn.
Aunque forma parte del culto a la Cruz, sin embargo escapa de los
marcos de festi-vidades aqu tratadas. Segn cuenta la tra-dicin, se
trata de una cruz tallada y dejada por un religioso ermitao que
desapareci de un momento a otro. No se tuvo noticia de la
existencia de esa cruz sino hasta que un lu-gareo la descubri el 5
de agosto de 1868 en una caverna del cerro de Chalpn, a 10 Kms. del
pueblo de Motupe (Lambayeque). El 5 de agosto se celebra
pomposamente su festividad.
Finalmente cabe sealar, pues, que la reli-giosidad de nuestra
poblacin campesina es el producto de un lago proceso donde han
confluido la imposicin occidental y la resis-tencia autctona para
luego recrear su pro-pia prctica religiosa. Y lo podemos apreciar
cuando asistamos a cualquier festividad reli-giosa del pas.
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