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Estudio confirmatorio acerca de la frecuencia y percepción de la violencia: El VIDOFyP como instrumento de evaluación y algunas reflexiones psicosociales Confirmatory study about the frecuency and perception of the violence: The VIDOFyP like an evaluation instrument and some psychosocial reflections P. TRUJANO* C. NAVA* E. TEJEDA* S. GUTIÉRREZ* RESUMEN Este trabajo tuvo como objetivo confirmar la utilidad, confiabilidad y validez del instru- mento llamado VIDOFyP (Violencia Doméstica: Frecuencia y Percepción) (Mendoza y Truja- no, 1998; en Trujano y Mendoza, 2003), para identificar qué actitudes y comportamientos perciben como violentos en una situación de pareja mujeres de diferentes edades y niveles educativos, y saber con qué frecuencia y modalidades se presentan; a partir de esta infor- mación, conocer la posible correlación entre la percepción de conductas violentas y su ocu- rrencia, replicando dos estudios anteriores que conforman una investigación más amplia. La muestra se integró con 200 mujeres divididas en dos Estudios. En el primero se incorporó a 50 mujeres adolescentes y a 50 jóvenes; en el segundo a 50 mujeres con nivel educativo profesional (licenciatura) y a 50 con un nivel básico (primaria). La información se obtuvo aplicando el VIDOFyP, y permitió observar la presencia de comportamientos violen- tos en ambos estudios. En general, las mujeres jóvenes y las de nivel profesional mostra- Intervención Psicosocial, 2006, vol. 15 n.º 1 95 Intervención Psicosocial, 2006, Vol. 15 N.° 1 Págs. 95-110. ISSN: 1132-0559 INVESTIGACIONES APLICADAS * Carrera de Psicología, Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México. Fecha de Recepción: 18-06-2004 Fecha de Aceptación: 30-03-2006
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Estudio confirmatorio acerca de la frecuencia y percepción de la violencia: El VIDOFyP como instrumento de evaluación y algunas reflexiones psicosociales

Mar 08, 2023

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Estudio confirmatorio acerca de la frecuencia ypercepción de la violencia: El VIDOFyP comoinstrumento de evaluación y algunas reflexionespsicosociales

Confirmatory study about the frecuency andperception of the violence: The VIDOFyP like anevaluation instrument and some psychosocialreflections

P. TRUJANO*C. NAVA*

E. TEJEDA*S. GUTIÉRREZ*

RESUMENEste trabajo tuvo como objetivo confirmar la utilidad, confiabilidad y validez del instru-

mento llamado VIDOFyP (Violencia Doméstica: Frecuencia y Percepción) (Mendoza y Truja-no, 1998; en Trujano y Mendoza, 2003), para identificar qué actitudes y comportamientosperciben como violentos en una situación de pareja mujeres de diferentes edades y niveleseducativos, y saber con qué frecuencia y modalidades se presentan; a partir de esta infor-mación, conocer la posible correlación entre la percepción de conductas violentas y su ocu-rrencia, replicando dos estudios anteriores que conforman una investigación más amplia.

La muestra se integró con 200 mujeres divididas en dos Estudios. En el primero seincorporó a 50 mujeres adolescentes y a 50 jóvenes; en el segundo a 50 mujeres con niveleducativo profesional (licenciatura) y a 50 con un nivel básico (primaria). La información seobtuvo aplicando el VIDOFyP, y permitió observar la presencia de comportamientos violen-tos en ambos estudios. En general, las mujeres jóvenes y las de nivel profesional mostra-

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Intervención Psicosocial, 2006, Vol. 15 N.° 1 Págs. 95-110. ISSN: 1132-0559

INVESTIGACIONES APLICADAS

* Carrera de Psicología, Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México.

Fecha de Recepción: 18-06-2004 Fecha de Aceptación: 30-03-2006

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ron una mayor percepción de la violencia. La modalidad de violencia mejor percibida enambos estudios fue la psicológica; una mayor experiencia y un grado más alto de escolari-dad parecen facilitar (aunque no garantizar) una mayor percepción y una menor frecuen-cia de comportamientos violentos. El instrumento mostró su utilidad al observarse nivelessatisfactorios de confiabilidad y validez.

PALABRAS CLAVEViolencia Doméstica, Género, Victimización.

ABSTRACTThe current job had as objective to confirm the utility, reliability and validity of the ins-

trument named VIDOFyP (Violencia Doméstica: Frecuencia y Percepción) (Mendoza y Tru-jano, 1998; en Trujano y Mendoza, 2003), to identify what attitudes and behaviors areperceived like violent in a couple of women of different ages and educative level situations,and also knowing with what frequency are presented, and from this information, to knowthe possible relationship between the violent behavior perception and it’s happening, repl-ying two previous studies part of a bigger investigation.

The sample was formed by 200 women divided in two studies. In the first one, therewere incorporated fifty teenagers women and fifty young women; and in the second one,fifty women with a high professional level (degree) and fifty with a basic level (primaryschool). The information was found by using the VIDOFyP, and it allowed to see the pre-sence of violent behaviors in both studies. In general, the young women and the womenwith a professional level showed a bigger perception of violence. The violence modality bet-ter perceived in both studies was the psychological one. A high experience and a high pro-fessional level apparently provide (although no guarantee) the bigger perception and thefewer frequency of violent behavior. The instrument showed its utility by been observedsatisfactory level of reliability and validity.

KEY WORDSDomestic Violence, Gender, Victimization.

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ANTECEDENTES

La violencia como problema social

La violencia constituye uno de los pro-blemas cada vez más frecuentes ennuestros días, e irrumpe un espacio tra-dicionalmente concebido como de mayorseguridad y bienestar, el hogar, al cualse le conoce como Violencia Doméstica.Al respecto, Giddens (2000c) señala queel análisis de género ha mostrado que esuna forma de dominación que incluye elcontrol y el ejercicio del poder incluso enlos ámbitos de la intimidad, tales comoel familiar, el conyugal y el sexual. Yaunque tradicionalmente el generador dela violencia suele ser el varón, y las vícti-mas las mujeres, niños y ancianos, elabuso puede provenir de cualquiera delos miembros; además, se presenta entodos los estratos sociales, no siendodeterminante, la etnia, el credo, ni elrégimen político.

Desde la perspectiva de género seadmite el carácter relacional de las inter-acciones genéricas, y por ende, la consi-deración de que, aunque ciertamente lasmujeres siguen siendo las más victimiza-das, actualmente (quizás por el periodode transición que estamos viviendo),cada vez más los combates son mutuos,y también, cada vez más hombres sonvíctimas de la violencia de sus mujeres(Trujano, Martínez y Benítez, 2002), loque puede observarse en el incrementode sus denuncias, aunque todavía sehable muy poco de esta cara del fenóme-no. Ello nos lleva a estudiar la violenciacomo un hecho deplorable (sobre todopor sus efectos en el entorno familiar)que requiere de programas de prevencióne intervención urgentes que permitanfortalecer el equilibrio intrafamiliar delpoder, propio de la democracia familiar(Giddens, 2000ª), en el que se sostiene asu vez, la consolidación de la democraciasocial y política (Trujano, M.; 2003).

Dado que las cifras de violencia en con-tra de las mujeres siguen siendo las másdramáticas, por ahora nos centraremosen ellas.

Violencia Doméstica

Muchos estudios han dirigido susinvestigaciones a la búsqueda de perfilesdel generador de violencia y de la vícti-ma. Nuestra postura es que esta visiónya resulta difícilmente sostenible, pues,aún cuando no podemos descartar laexistencia de rasgos de personalidadantisocial en algunas personas, o la pre-sencia de psicopatías en otras, en gene-ral, cada vez más estudios señalan lacomplejidad de la violencia, por lo que laconsideramos un fenómeno multidermi-nado (Trujano, 1994; Corsi, Dohmen,Sotés y Bonino, 1995; Neiding y Fried-man, 1988), en el que entran en juegovariables que incluyen desde lo psicológi-co, lo biológico, lo socio-cultural, lo edu-cativo, etcétera. Para autores comoLevande, Koch y Koch (1983), la violen-cia dentro de la pareja suele estar rela-cionada con la interacción de diferentesfactores como la actitud ante la violen-cia, las circunstancias socioeconómicasy la conducta de los miembros de ladíada, así como el sexo y las ideas quesostienen sobre sí mismos y sobre su rolde género. Por otro lado, para Dibble yStrauss (citados en Levande, et.al, 1983)las tasas de violencia doméstica suelenestar relacionadas con aspectos como lascreencias previas acerca del uso de laviolencia (p.ej., pensar que golpear esnormal) y circunstancias como los ingre-sos, el estatus en el empleo y el sexo.

Relevancia

Las últimas dos décadas se hancaracterizado por un interés crecientepor la violencia doméstica, debido quizás

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a su alta incidencia y al daño que puedeocasionar en sus víctimas. Sin embargo,las cifras no son contundentes, pues sesigue calculando que solamente un 10%a 30% de las víctimas denuncian, ymuchas de ellas ni siquiera acuden acentros o asociaciones de ayuda. Porotro lado, un común denominador esque, a pesar de lo grave que puede ser,muchas víctimas permanecen con esapareja durante periodos prolongados detiempo, más de 10 años por términomedio. Incluso, en muchos casos, y trasla intervención terapéutica, se regresa ala relación anterior. Además, el maltratosuele iniciar desde el comienzo de larelación (antes de formalizarla) e ir enaumento tanto en frecuencia como enintensidad. Desafortunadamente, cuantomás tiempo se permanezca dentro deuna relación abusiva, la probabilidad deque las consecuencias psicológicas secronifiquen es mayor, y en consecuencia,el pronóstico de recuperación es másdesfavorable (Zubizarreta, Sarasua,Echeburúa, De Corral, Sauca y Empa-ranza, 1994). Al respecto, en México,datos revelados por el CAVI (Centro deAtención a la Violencia Intrafamiliar) dela Procuraduría General de Justicia delDF apuntan a que en el 72% de los casosatendidos en los últimos años, se pudodetectar que la violencia se inició desdeel noviazgo (Calderón, 1994; Trujano yMata, 2002). Un problema adicional esque las cifras muestran una lenta y pau-latina reversión entre sus protagonistas,pues en 1997 se calculaba que el 1% delas mujeres maltrataba a sus compañe-ros; para 1998 la cifra aumentó a un 2%,y para el 2005 se registran de un 3% aun 10% de varones maltratados quedenuncian en México, si bien en algunospaíses europeos hay quien asegura un20% y en Estados Unidos hasta un40%.También se empieza a observar unamayor tendencia a los combates mutuos(un 23% aproximadamente), aunque lamayor parte de las denuncias (más o

menos un 75%) siguen siendo de muje-res victimizadas.

Planteamiento

Lo anterior nos lleva a la necesidad dederivar medidas eficaces, y el punto departida puede ser tener una perspectivamás clara y abarcativa, pues actualmen-te la mayoría de las investigaciones sehan centrado en la violencia física o en lasexual, quizás por ser las más evidentesy según algunos autores, las más dañi-nas. Sin embargo, es momento de con-templar otras modalidades que por inte-grarse de una manera menos drástica ala cotidianeidad, se vuelven más permi-sibles socialmente, y más fácilmentetolerables. En este sentido, la categoriza-ción propuesta por CORIAC (Colectivo deLucha por Relaciones Igualitarias) en1998, que incluye la violencia física,sexual, psicológica, financiera, objetal ysocial, parece responder con mayor justi-cia a las vivencias de maltrato demuchas personas, y puede permitir unmejor entendimiento de sus posiblesmanifestaciones y una actitud general demayor reflexividad (Giddens, 1997).Paralelamente, llamar la atención sobrela diversidad de expresiones de “lo vio-lento”, favorecerá también una mayorsensibilización y conciencia social, espe-cialmente por el impacto que puedetener en la sociedad y en las instanciasciviles y gubernamentales que proveenapoyo a las víctimas. Por otro lado, nosinteresa rebasar lo meramente cuantita-tivo y buscar análisis con perspectivasmás integrales que permitan ubicar a laspersonas dentro de sus contextos paraentender por qué la gente recurre a laviolencia. Por ello queremos saber ade-más qué perciben las personas como“violento”, y con qué variables sociocul-turales puede estar relacionado. Esteplanteamiento surge de la premisa (deri-vada del Construccionismo Social) de

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que, más que suponer que los individuoso sus familias poseen ciertas caracterís-ticas “naturales” que determinan susconductas, es el significado que losmiembros atribuyen a los hechos lo queestá influyendo en su comportamiento(Limón, 1997; 2005). Dicho significadose construye socialmente, por lo queahondar en cuáles comportamientos per-ciben las personas como violentos nospermitiría corroborar que “lo violento” enun contexto puede no percibirse como talen otro (y por lo mismo, quizás, permitir-se y validarse como una forma de resol-ver conflictos o enfrentar situacionescotidianas). Desde esta postura, se deci-dió confirmar la confiabilidad y validezde un instrumento de evaluación previa-mente diseñado y probado de maneraexploratoria. La intención es pues, que elinstrumento se convierta en un comple-mento de análisis si logra insertarse enuna óptica integrada que consideredesde los niveles micro (individuales ofamiliares) hasta los macro (comunita-rios y sociales), favoreciendo con ellointervenciones multidisciplinarias,teniendo además la ventaja de no atri-buir a priori características a un gruposocial que han sido preconcebidas desdela óptica del investigador (Ferraris,2003).

Objetivo General

A partir de los resultados obtenidosen dos estudios previos (Trujano y Mata,2002; Trujano y Mendoza, 2003), quefueron a nivel exploratorio, se considerónecesario realizar un tercer estudio anivel confirmatorio que con rigidez meto-dológica nos permitiera validar el instru-mento, así como conocer e identificarqué actitudes y comportamientos perci-ben como violentos en una situación depareja mujeres de diferente nivel educa-tivo y edades; asimismo, saber con quéfrecuencia y modalidades se presentan.

A partir de esta información, conocer laposible correlación entre su percepciónde conductas violentas y la ocurrencia deéstas, para finalmente ubicar los resulta-dos en un contexto de análisis psicoso-cial.

Método

Se llevaron a cabo dos estudios utili-zando el VIDOFyP (Mendoza y Trujano,1998; en Trujano y Mendoza, 2003), con-templando las variables edad y nivel deescolaridad. Se realizó un análisis esta-dístico y psicosocial.

Estudio 1

Asumimos que la violencia es aprendi-da a través de un conjunto de patronessocioculturales (Giddens, 2000d), por loque es de esperarse que éstos también sedesarrollen y consoliden al interior de lasrelaciones; de ahí que el objetivo de esteprimer estudio fue investigar las posiblesdiferencias en muestras de mujeres queinician una relación de pareja (adoles-centes) y aquellas que ya tienen algunaexperiencia (jóvenes).

Desde el estudio exploratorio (Trujanoy Mata, 2002) y en este (confirmatorio),ha sido una inquietud el trabajar con losy las jóvenes desde edades muy tempra-nas, especialmente cuando inician susrelaciones de pareja, pues los periodosde adolescencia y juventud suelen carac-terizarse por el desprendimiento de lafamilia y el supuesto de que el noviazgorepresenta un periodo de entrenamientopara una posible unión conyugal. Sinembargo, un porcentaje importante derelaciones violentas tuvieron lugar desdesus primeras etapas, dado el estereotipotradicional de romanticismo y amor idea-lizado al que comúnmente se le asocia.La experiencia (desarrollo psicosocial)

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aunada a la madurez biológica, tendríaque proveer de mayores repertorios deafrontamiento. Suponemos por ello, queen nuestro estudio las adolescentes per-cibirán menos los comportamientos vio-lentos mostrados en el instrumento, ytendrán niveles de frecuencia mayoresen los mismos.

• Participantes: 100 mujeres de entre15 y 22 años, que mantuvieran unarelación de pareja.

• Muestra 1: 50 adolescentes de entre15 y 18 años.

• Muestra 2: 50 jóvenes de entre 19 y22 años.

El promedio de edad fue de 18.29 yD.S. de 2.32 para la muestra en general.Mientras que la media de edad para lasadolescentes fue de 16.3 y D.S. de 1.07.Y para la muestra de jóvenes el promediode edad fue de 20.28 y la D.S. de 1.28.Ambas muestras de mujeres teníanpareja en el momento de la aplicación delos instrumentos

• Escenario: Para contactar a las ado-lescentes, se acudió a la Preparato-ria Oficial Lázaro Cárdenas, ubicadaen el Municipio de Cuautitlán Izca-lli, Estado de México.

Para la muestra de jóvenes se acudióal plantel de la FES Iztacala, UNAM, ubi-cada en el Municipio de Tlalnepantla,Estado de México.

• Instrumentos: Se utilizó el inventa-rio diseñado por Mendoza y Trujano(1998; en Trujano y Mendoza, 2003)llamado VIDOFyP (Violencia Domés-tica: Frecuencia y Percepción).Consta de 30 reactivos que incluyenviolencia física, sexual, psicológica,social, económica y objetal, y debenresponderse dos veces: la primera

del lado izquierdo para evaluar lafrecuencia, y la segunda del ladoderecho para medir la percepción,sobre una escala de Lickert de cincoopciones. Los niveles de fiabilidadde alfa de Cronbach para este estu-dio fueron de .9871, y el alfa parti-cular para cada ítem fluctuó entre.9854 y .9865.

• Procedimiento: Se pidió a las parti-cipantes su colaboración, y se lessensibilizó acerca de la importanciade su cooperación y honestidad alresponder. Se les instruyó sobre eluso del material, y se ofreció res-ponder a cualquier posible duda.

• Resultados: El primer paso en elanálisis consistió en obtener lospromedios de los puntajes delVIDOFYP y graficarlos. La figura1.1 muestra que los puntajes parapercepción de violencia delVIDOFYP fueron superiores paralas jóvenes en todos los casos y laviolencia psicológica fue la subes-cala de mayor puntaje. Es decir, lasadolescentes percibieron menosviolentas las actitudes señaladas enel instrumento, mientras que lasjóvenes fueron más sensibles parapercibirlas.

Como la gráfica muestra diferenciasen los niveles de respuesta de cadamuestra, quisimos saber si las diferen-cias eran realmente importantes o sóloatribuibles al azar, para lo cual aplica-mos un ANOVA de una vía.

La tabla 1.1 muestra que en efecto lasdiferencias encontradas son significati-vas en todos los casos. Parece viable lahipótesis que sostiene que las mujerescon más edad muestran una mayor per-cepción hacia los comportamientos vio-lentos, debido a que tienen una mayorexperiencia y un aprendizaje más amplio

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que les probabiliza mejores actuacionesen el establecimiento de sus relacionesde pareja. Por otro lado, las adolescentesestán en la etapa de aprendizaje y sonmenos perceptivas hacia las modalidadesde violencia.

Enseguida, en la figura 1.2 se presen-tan los valores para la frecuencia de vio-lencia observada a través del VIDOFyP.

Éstos muestran en las adolescentesmayor frecuencia de actos violentos porparte de sus parejas que las jóvenes, locual puede ser lógico si pensamos queidealmente, percibir una conducta comoviolenta tendría que movilizarnos en elsentido de desplegar habilidades condu-centes a evitarla, y subraya la importan-cia de trabajar con poblaciones de eda-des muy tempranas.

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Figura 1.1. Percepción de violencia (VIDOFyP), mujeresadolescentes y jóvenes

Tabla 1.1. ANOVA para percepción de VIDOFyP y subescalas

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Para corroborar este hallazgo nueva-mente se aplicaron pruebas de significa-ción no paramétricas (ji cuadrada) paraevaluar las posibles diferencias entre lasmuestras. Los resultados no fueron sig-

nificativos en ningún caso, aunque exis-te una tendencia mayor en las adoles-centes a manifestar una mayor frecuen-cia de violencia. Cuando se realizaron lascorrelaciones entre percepción y frecuen-

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Figura 1.2. Frecuencia de violencia del VIDOFyP paraadolescentes y jóvenes

Tabla 1.2. Análisis discriminante para clasificación por grupo de pertenencia

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cia de las modalidades de violencia no seencontraron diferencias significativas, sibien se observaron correlaciones de tiponegativo, lo que significa que una mayorpercepción de las actitudes violentasfacilita (aunque no garantiza) que existauna menor frecuencia de las mismas.Esto es importante, pues llama la aten-ción acerca de que no basta con tenerinformación y sensibilizar respecto a laviolencia que puede manifestarse en lasrelaciones de pareja, sino que es igual-mente importante tener los repertoriosde actuación que le permitan a la gentetomar medidas de seguridad.

Para finalizar, y subrayando que elobjetivo central de esta investigación fueconfirmar la utilidad, confiabilidad yvalidez del instrumento, quisimos probarla fuerza discriminativa del VIDOFyPpara identificar la pertenencia de lossujetos a los grupos particulares. Dichoanálisis se realizó a partir de las subes-calas de percepción de violencia que fue-ron significativas quedando fuera sólo lade violencia objetal por no cumplir conlos requerimientos del análisis. La tabla1.2 muestra que el 69% de los casos fue-ron clasificados de manera apropiadapor el análisis discriminante, lo que indi-ca una alta adecuación del instrumentopara discriminar muestras poblacionalesdiferentes.

Estudio 2:

Además de la experiencia de aprendi-zaje de las mujeres, existe otra variableque puede ser importante en la percep-ción y frecuencia de la violencia de pare-ja, y es la educación institucionalizada;es decir, la escolaridad puede hacer dife-rencias en las formas de percibir la vio-lencia, y lo mismo tendría que ocurrir enlas formas de actuar frente a ella.

El nivel educativo implica casi siem-

pre no sólo la instrucción escolarizadaen sí misma, sino el acceso a fuentes deinformación, a intercambios de opinio-nes, análisis y críticas en contextos quesuelen llevar a la reflexión y al cuestio-namiento de la propia vida, de las rela-ciones sociales, de los entramados eco-nómicos, políticos y sociales que los sub-yacen, etcétera, lo que suele facilitar elcuestionamiento de los roles de géneroestereotipado y con ello, la búsqueda derelaciones más equitativas. El acceso ala educación también está asociado conmayores niveles de sensibilización yactuación, y quizás, a mayores márgenesde percepción de comportamientos vio-lentos que probablemente en otros con-textos sean más permitidos. Por estarazón, suponemos que las mujeres conuna mayor escolaridad tendrán nivelesmás altos de percepción de las conduc-tas violentas, y con ello, menos frecuen-cia de las mismas.

• Participantes: 100 mujeres de dife-rente nivel educativo, y de entre 22y 30 años de edad que mantuvieranuna relación de pareja al momentode colaborar en el estudio. La edadpromedio para la muestra completafue de 25.03 y D.S. de 2.25. La edadpromedio para las mujeres de niveleducativo básico fue de 24.30 y D.S.1.93, mientras que para las profe-sionales fue de 25.76 y D.S. 2.33.

• Muestra 1: 50 mujeres de nivel edu-cativo básico (primaria).

• Muestra 2: 50 mujeres de nivel edu-cativo profesional (licenciatura).

• Escenario: Para aplicar los inventa-rios a las mujeres con nivel educati-vo básico se acudió a la Escuela Pri-maria para Adultos en el Municipiode Ecatepec, Estado de México. Parala muestra de mujeres con nivelprofesional se acudió a la FES Izta-

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cala, UNAM, ubicada en el Munici-pio de Tlalnepantla, Estado de Méxi-co.

• Instrumentos: El mismo que parael Estudio 1. En este caso los nive-les de fiabilidad alfa de Cronbachfueron de .9784 con alfas particu-lares por ítem de entre .9781 y.9772.

• Procedimiento: Similar al Estudio 1.

• Resultados: Como primer paso en elanálisis, deseamos conocer los pun-tajes promedio para la percepcióndel VIDOFyP en ambas muestras.Como se puede observar en la figura2.1, las mujeres con un nivel educa-tivo profesional tuvieron mayores

puntajes en cuanto a percibir loscomportamientos violentos respectode las de nivel básico, tal comoesperábamos. La subescala demayor promedio fue la de violenciapsicológica.

Para determinar si las diferenciaseran importantes se recurrió al análisisde varianza de una vía. La tabla 2.1muestra que las subescalas en donde seencontraron diferencias significativasfueron la de violencia psicológica, socialy económica; no así para la violencia físi-ca, sexual y objetal. Al parecer, el niveleducativo permitió percibir mejor aque-llas modalidades más sutiles y menosobvias de violencia, lo cual tiene impor-tantes implicaciones para futuras inter-venciones desde lo psicológico y lo social.

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Figura 2.1. Percepción de violencia (VIDOFyP): universitarios y de nivel básico

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El mismo procedimiento se siguiópara analizar las frecuencias de violen-cia en estas mujeres, lo que se puedeobservar en la figura 2.2. En este caso,las diferencias son mínimas, es decir,

hubo muy poca diferencia entre la fre-cuencia de violencia expresada por lasmujeres con niveles educativos básicosy las de nivel profesional. Por estarazón, se llevaron a cabo los análisis noparamétricos (ji cuadrada) correspon-dientes, no encontrándose diferenciassignificativas. Lo mismo sucedió cuandose realizaron correlaciones entre percep-

ción y frecuencia de las modalidades deviolencia, observándose una correlaciónnegativa, aunque no de manera signifi-cativa.

Como último propósito de este segun-do estudio efectuamos el análisis discri-minante respectivo, con el fin de probarla potencia del instrumento para la iden-tificación y asignación de las mujeres asu grupo respectivo.

El análisis discriminante se realizó apartir de las subescalas que mostraron

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Figura 2.2. Frecuencia de violencia del VIDOFyP parauniversitarias y de nivel básico

Tabla 2.1. ANOVA para percepción de VIDOFyP y subescalas

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ser significativas en el análisis de varian-za. La tabla 2.2 muestra que el 75% delas participantes fueron asignadas demanera correcta a su grupo de pertenen-cia, lo que ratifica la pertinencia del ins-trumento para discriminar muestraspoblacionales diferentes.

Análisis conjunto: Una vez realizadoslos análisis para los estudios individua-les, resta por establecer una prueba másde la validez de la escala VIDOFyP. Deentre las variables que podíamos elegirpara esta prueba conjunta como edad,tipo de muestra y escolaridad, optamospor esta última debido a que en la prue-

ba de predicción del análisis discrimi-nante obtuvo niveles bastante elevados.Empleamos las subescalas como varia-bles independientes de la pertenencia delos individuos a un grupo particular. Eneste momento esperábamos que a partirde las subescalas del VIDOFyP se predi-jera correctamente el nivel académico depertenencia de cada una de las partici-pantes.

Como se puede observar en la tabla2.3, el análisis discriminante mostró quelas subescalas resultaron buenos predic-tores de la pertenencia de las participan-tes a sus grupos de referencia. Esto

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Tabla 2.2. Análisis discriminante para clasificación por grupo de pertenencia a universitarias y de nivel básico.

Tabla 2.3 Análisis discriminante para clasificación por grupo de pertenenciade los estudios

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implica que el instrumento contiene muybuenos niveles de validez predictiva, locual resulta de gran importancia al tra-bajar en la identificación de casos espe-cíficos de violencia.

ANÁLISIS Y CONCLUSIONES

De la violencia doméstica a la nuevaindividualidad reflexiva generadorade la democracia familiar

A partir de los resultados, alcanzamosel objetivo y principal aportación de estainvestigación: se validó el instrumento(VIDOFyP) y sostuvo su confiabilidad. Espertinente mencionar que también sediseñó un cuestionario que manipulabala variable socioeconómica. Sin embargono observamos diferencias significativas,por lo que se eliminó.

En nuestro trabajo encontramos quela modalidad de violencia mejor percibi-da (pero también la que tuvo mayoresniveles de frecuencia) por las diferentesmuestras fue la psicológica. Esto debesubrayarse ya que apunta a que la genteempieza a considerarla como algo real ytangible, y a pensar que un grito, uninsulto, o una humillación son violentos.Al mismo tiempo, el que esta modalidadhaya tenido los mayores niveles de fre-cuencia nos habla de la permisividadsocial que aún la rodea y quizás de lafalta de repertorios y habilidades de lagente para poder detenerla. En este sen-tido, nuevamente hemos de señalar quelos contextos culturales (sobre todo losmás tradicionales) tienden a facilitar elrecurso de la violencia psicológica. Dehecho, se ha observado que las personascon apego a ideologías conservadorassuelen emitir juicios más culpabilizado-res hacia las víctimas por los ataquesque han sufrido, y a buscar en sus atri-butos personales, características físicas,

así como en sus “valores morales” la jus-tificación de su victimización, lo quesuele resultar en la exoneración de losagentes maltratantes (Vala, Monteiro yLeyens, 1988; Ortet, 1990; Ortet, 1991;Trujano, 1992).

Del Estudio 1 se desprende que, con-forme a lo esperado, las mujeres jóvenestuvieron una mayor percepción de loscomportamientos violentos que las ado-lescentes en todas las modalidades deviolencia, si bien la psicológica resultóser la mejor percibida. Este hallazgo con-firma la hipótesis de que el aprendizajesocial provee de experiencias que gene-ran mejores estrategias de afrontamien-to. Por otro lado, ratifica la necesidad dedifundir información y establecer habili-dades en las personas desde edades muytempranas (recordemos que el maltratoen la pareja puede iniciar desde elnoviazgo). Con respecto a la frecuenciaobservada, encontramos que en las ado-lescentes hubo la tendencia a mayoresniveles de violencia, aunque los resulta-dos no fueron significativos. Finalmente,con respecto a correlacionar la percep-ción y la frecuencia, podemos decir queexiste una tendencia negativa, pero node forma significativa. Esto implicaríaque una mayor percepción de la violen-cia, se correspondería con una menorfrecuencia. Desafortunadamente nues-tros resultados no son concluyentes alrespecto, pues aunque de entradasupondríamos que si una persona escapaz de percibir modalidades inclusomuy sutiles de violencia entonces debe-ría de poder evitarlas, no tenemos la evi-dencia suficiente para sostener esteargumento. Las implicaciones son cla-ras: es necesario proveer de suficienteinformación y formación de recursos alas/los adolescentes desde el hogar y laescuela, pero también desde los aparatosinstitucionales y gubernamentales, diri-giéndose a la reflexión y con ello a laerradicación de los roles de género este-

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reotipados, tan vinculados a las relacio-nes violentas. Pues así como existenseñales de alarma para detectar a unagente maltratante, también se hanencontrado otras que facilitan que unapersona (especialmente si es joven) seconvierta en la víctima, entre ellas, elque ante una situación de abuso no seatreva a reclamar ni a defender sus dere-chos y necesidades; el que se entreguesin reservas al “amor idealizado”; o queanteponga a su novio/a a cualquier pro-yecto, persona o cosa, justificando cual-quier actuación “en nombre del amor”(García, 1998). En oposición, el individuoreflexivo busca el amor confluente, carac-terizado por su distanciamiento de latradición contractual del matrimoniopara centrarse en la propia relación quele permite ser y sentirse un individuointegrado a una pareja, confluente (Gid-dens, 2000c).

En el Estudio 2 observamos, deacuerdo a nuestra hipótesis, que lasmujeres con nivel profesional mostraronuna mayor percepción de los comporta-mientos violentos que las mujeres connivel básico, y nuevamente la modalidadpsicológica fue la mejor percibida conrespecto a las demás, si bien también seobtuvieron importantes puntajes en laviolencia social y económica. El resulta-do es interesante, pues como sabemosexiste un debate teórico con respecto asi la escolaridad por sí misma permitedecrementar los niveles de violencia enla pareja. Nosotros creemos que la esco-laridad facilita, pero no garantiza unmejor afrontamiento de la conducta vio-lenta. De hecho, nuestros resultadosapuntan a que las mujeres profesionalesperciben mejor modalidades sutiles ypoco obvias de violencia, como lo son lapsicológica, la social y la económica;esta habilidad puede estar relacionadacon el acceso a más fuentes de informa-ción, toma de conciencia de los proble-mas sociales, una mayor sensibilidad

hacia los mismos, y por ende, un mayorrepertorio de habilidades. Por ello, otrofrente de entrada sería el derecho a laeducación en su sentido más amplio yconcientizador, pues la educación,según Hierro (1981; citada en Cuevas ycols., 1991), es un proceso ético-positi-vo, consciente y voluntario el cual con-forma la transmisión y adquisición delconocimiento, los valores, las actitudes ylas habilidades. Desafortunadamente,en muchos contextos la educación hasido entendida y utilizada como unmedio de adiestramiento y domestica-ción para asumir y perpetuar los rolesgenéricos tradicionales (Hernández,Oderiz y Paniagua, 1991). Ahora bien,en lo que se refiere a las modalidadesmás obvias, como son la física y lasexual, no encontramos diferenciasimportantes entre las muestras. Conrespecto a la frecuencia de episodios vio-lentos, y opuesto a lo que esperábamos,tampoco encontramos diferencias signi-ficativas entre las mujeres con educa-ción profesional y básica, ni se pudoobservar una correlación entre nuestrasvariables. Así que nuevamente podemosargumentar que una buena percepciónde la violencia no garantiza (aunquepuede probabilizar) evitar que ésta ocu-rra.

Concluimos, finalmente, que la igno-rancia, la falta de interés y la difusióndistorsionada acerca de la violenciadoméstica favorecen que las creenciaspreconcebidas y los estereotipos socialessean considerados realidades sin pasarpor el cuestionamiento de las implicacio-nes ideológicas y prácticas que conlle-van, siendo una de las más graves laaceptación de la violencia en cualesquie-ra de sus manifestaciones, y señalamosla necesidad de considerar las caracte-rísticas de las muestras de estudio, puesla edad, la escolaridad, el contexto psico-social, las prácticas de crianza, el apegoa la religión, y muchos factores más

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están presentes y requieren considerarsus particularidades, dejando atrás losperfiles y los estereotipos. Otra actua-ción urgente es proveer a las personasno únicamente de información y sensibi-lización, sino también de habilidadesconcretas y específicas que les permitanreflexionar, enfrentar, y/o abandonar lasrelaciones violentas. Terminamos subra-yando la importancia de erradicar la vio-lencia, y de generar condiciones quefavorezcan el establecimiento de relacio-nes justas e igualitarias que dejen atrásel ejercicio del poder, especialmente en laépoca actual, en donde la tendencia aempatar en las condiciones de poderconyugal o de pareja, debería obligar aldiálogo colectivo, a la reflexividad y a labúsqueda de soluciones que permitanampliar los márgenes de bienestar afecti-

vo y de cumplimiento de metas indivi-duales (incluso en la propia familia), alcual se ha denominado democracia fami-liar (Giddens, 2000b). En este sentido,nuestros esfuerzos tendrían que condu-cir al “empoderamiento” de hombres ymujeres, entendido como el control sobresus propias vidas, y a la posibilidad dediseñar proyectos encaminados al bien-estar propio y del entorno familiar, esdecir, a la generación de nuevas relacio-nes de democratización generalizables,sostenidas sobre el respeto, la buenacomunicación y la construcción de con-fianza mutua que evite la presencia delpoder arbitrario, la coerción, o la mismaviolencia (Giddens, 2000b). Requerimos,además, coordinar los esfuerzos con elfin de optimizar recursos y hacerlos máseficaces.

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