8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
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VIl La guerra contra el Islam
J.
l problema morisco
Dos
religiones universales se enfrentaban en
el
Medite·
rráneo y
las aspiraciones al dominio de
cada
una
eran
abso·
lutas.
Pero
en España cristianos y moros habían vivido juntos
durante siglos: ínmerlíatameme después de la Reconquista los
españoles habían tolerado ta religión musulmana y ia Iglesia
había templado su
hostilidad con
una cierta
comprensión
Esta
actitud
cambió
no
por causa
de la creciente intransigen
cia
de los Austrias
y de
sus consejeros espirituales
sino
por
el poder en aumento
del Islam.
A lo
largo
de
la mayor
parte
del
siglo XVl, España nunca se
pudo
dar el lujo de
tolerar
el
Islamismo
ni
siquiera de
aceptar unas condiciones de t. Ocxis·
tcncia. Después
de la rápida extensión del
poder
otomano du-
rante el siglo xv el confHcto cristiano
con el
Islam era una
lucha no por la supremacía sino por la subsistencia. En Amé·
rica y
Extremo
Oriente
la impetuosa empresa
misionera
de
la Contrarreforma dio unas
nuevas
fronteras a la
Cristiandad.
En cambio en el Mediterráneo
oriental las fronteras
c r i s t i ~
nas se
encogían y el golpe tenía repercusiones aun en Ocd·
dente.
España
en
particular
se
encontraba a
la defensiva
con-
tra el avance circundante
del
Islam
procedente
del
Este
y
del
Norte de Afnca. Los turcos
otomanos y sus
aliados identifi·
cando
acertadamente
el mayor obstáculo a su supremacía em-
..
prendieron
una
guerra
sln cuartel contra
e1
lmpedo
rival
sin
1 concederle otra alternativa que
las
armas.
1
En el
conflicto subsiguiente
era
inevítable
que Jos primeros
en
sufrir
habían de
ser
los
partidarios
del
Islam que
se
contraban dentro
de
la misma España. Como minoría
aislada
había sido tolerada; como aliados potenciales del enemigo na·
cional se los tenía
por un
riesgo
intolerable a la
seguridad
re-
flejo más del t ~ m o r oficial que de una opresión. La uueva po-
lítica se inició
en 1502 cuando los musulmanes
de Castilla
t u ~
vieron
que
enfrentarse
con
la
alternativa de la
conversión al
Cristianismo o la
expulsión;
en 1526 se
propuso
Jo mismo a
U
los
de Aragón. Con
las
conversiones masivas
subsiguientes oH-
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dalmente se eliminó
de
Espaf¡a el Mahometismo;
pero de
hecho
>lguíó
dando
que hacer
duranlc
todo
el
s1glo. Puvs
los moriscos, tal cumo se llamaba a f o ~
n:d< n
cunvcrtídos,
~ - h a b í a n
aceptado
el baulismo
bajo
la coacdón, sin
convicci(m
ni instrucción. Siguieron con.tituyendo una comunidad apar·
te, obstinadameJHt" fiel a su antigua religión, lt-nglla, vestido y
1
adicioncs. E x a s p \ ~ r a d o ,
d Gobierno
probó
todas las medidas
que supo duran
le den afius" Su
u z g a d o ~ ,
adoctrtnados, u vece .
fa\·oreddos, siempre sospecho;-;o , y .;argados tfL'
i m p u e s t o ~ - ,
fin
fueron expulsados por
la
dmmática
decisión k
1609.
La
política rcpresin1 s.e debía fundamentatmente a los re
petidos
fraraso:s: de Ios i n h : n t o ~
de
conversión v asirnihil'jón;
como se trataba ante
todo
de lln
conflicto
n:·lig{(;so, resultaba
dificil
de
solucionar. Pt•ro la Jifkultad creci con las d r c u u < > ~
tandas políticas. Se dHba por
dcscontndo que
Jos
moriscos
mantenían
contacto con
los
enemigos nacionales. Quizás se
exageraron
estas
sospechas, pero
importa
comprender por
qué
cobraron consistencia. Pues sin lugar
a
dudas,
los
moriscos
constituían
un prob t•ma
de
Sl'guddad. Aunque no
hubiera
co-
municación t n t n ~ las dos religiones rivales. la frontera qu..:
separaba España
del
Islam no era
nin¡.,runa
cortina
de
acero.
Los moriscos
eran un
pueblo incansable, dando lugar a una
corriente ininterrumpida
d.: ..:rnigrantes
que,
a
través de loSe
Pir-i?eos,
Francia
e Italia, Hegaba a
Constantinopla, donde
podmn scrv1r
al
Turco como soldados.
espías
o intérpretes;
por el mar, desde el Sur
de
Espaf1a al Norte
de
Ah-ica, Dado
que las autoridades españolas no podían mantener un servicio
permanente de patruiJaje por
las
costas
levantinas
v meridio
nales, tampoco podían
cortar
el tráfico en amhas cÜrecciones
entre su propio territorio y
el
Norte de Afríca ni detener la
corriente de refugiados hacia fuera
ni
los ingresos de armas
_
municio?es
hada
dentro. Se producían ataques rápidos,
de
trpo
gucrnHero,
en
los que los
desertores volvían.
liberaban a
sus parientes
y amigos
y
de paso se
Hevaban
cristianos
c a u ~
tivos
para
vender
en
ei
mC'rcado
de
Argel.
En agosto de
1565,
estos ataques.
preparados
con la
avuda
de co1aboradores m,_
ris..:os,
penetraron
hasta úrgiba,
en-
el reino
de
Granada. Tam
bién
iba en
aumento
Ia colaboración con los corsarios berbe
riscos. En ocasiones hubo hasta confraternización entre cris
tianos
y
moriscos,
en una dirección que el Estado no
podía
l. BJUIJOCL,
La Médizerranée et le
monde
nuidírenanéen iJ t ipoque
de Philip¡u: J, p 583.
270
ignorar. En 1540, con ocasión d
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3/21
tu que aHí se
encontraban
lejos, de las autoridade .
polítkas
y cdesiástícas. Pero hay que
añadir
que
eHo
no
se
debió
a
:su
gusto,
dado que los cristianos
.se
hablan ya apoderado de
las mejores tierras. as fértiles huertas
valencianas
no eran
éomo se imagina a menudo, vedados moriscos, sino un p r á c ~
tico monopolio cristiano. a
inferioridad
morisca
todavía
q u e ~
daba más acentuada con
su
situación
servil, pues pcrtenecian
a la nobleza, En esta parte de España.
la Reconquista
había to
t ~ a d o
la
forma de rendición por parte de los
moros,
que a
par-
tir de
e ? t o n c _ e ~
sobrevivieron en
_gran
número
y
gozaron de
; o l c ~ a n c 1 a
rehg10sa.
T ; ~ . m b i é n
siguieron ocuPando y
trabajando
ta t i ~ r r a ,
pero como esta
Ja daban
los
reyes de Aragón a
sus
seguidores
nobles,
los
labradores musulmanes
pasaron a
ser
propkdad de los
nuevo:,.
dueños;
luego, fueron
decantados
p ~ c ~ a p o c o ~ .las regiones meno5 fértiles por
los propietarios
cns tanos
rec1er:
U e g ~ d o s .
_Pero
su
habilidad
para
trabajar
aun
la
t1erra de: cahdad mfenor hacia de ellos
una
fuente de re
: ~ s o s
y t r a ~ ~ o
para sus señores,
quienes
por
ello
tenían
sohdas Y dec1S1vas razones pam propugnar una política de
t o l e r a n d ~ ,
Esta
situación se
rompió, no por el Estado.
sino
por los rebeldes
de
la Germanía,
que
se
levantaron contra el
poder aristocrático
y
real
e.n
1519
y comenzaron a
atacar
a jos
p r o t e c t o r e ~
nobles los labradores
moriscos,•
Repentinamen-
te, los monscos habum de resolver un
dilema
todavía peor
que
el que
nunca
les halna de imponer la
política
real: eJ
bautis-
mo
o
la muerte.
Así
fueron acorralados
hacia .las convcrsion t:s
amados
cristianos nuevos
o moriscos.
Era, sin duda
discuti
ble la validez
de
tales
bautismos, dudándose
de ello Í:anto en
Roma como en España; pero el asunto quedó z.anjado a satis
facción
de
las
autoridades españolas en 1526 cuando
Carlos y
reconoció
o _ f i ~ i ~ l m e n t e Jas ~ o n v e r s i o n e s
y r ~ t i f i c ó
la pofítíca
que las postb1htaba. Una mmoría mora todavía se negó a
50
.
meterse, algunos de los
cuales fueron
expulsados.
Otros se le
vantaron en
las ago estes montañas
de
Espadán en
1526. Fue
una lucha acerba, agravada
para
las
autoridades
por
la
repug
n ~ n c i a de
la
nobl7za a
emplear
sus fuerzas contra sus
pro.
p10s v a s a H _ o ~ . Al fma1 fue doblegada
la
resistencia,
pero
sólo
con
el auxtho de 3.000 soldados alemanes em'íados por
el em·
perndor.
5
4. Cf supra, pp
5 ~ 5 > .
5. P.
BoRONAT,
Los
motlscos
espw/oles y -H• . , x p • d ~ i : J u
{2
vols.
Va
lencla, l90I}, vol. I,
p.
160.
272
'
Esta rebelión puso
de
manifiesto
la
fuerza iatcnte de tos
moriscos, rrum:iobrando éstos para
obtener
unas condiciones
relativamente moderadas: aunque
scguia en
píe
la
obligadón
de
aCiEptar
el
Cristianismo. se les pennitía
conservar sus pro
pias costumbres
y quedaban exentos de
la
jurisdicción de la
Inquisición
durante
cuarenta
afios}' Esto significaba
la :uel,ta
a una
política
más
tolerante,
aunque todavía no daba n m g u ~
sentido a las conversiones que
seguían
siendo meramente o f t ~
dales.
Los
moriscos eran cristianos por fuerza y musulmanes
por
incHnación. Mientras,
la
política
ofidal
,cada
vez .estab:t
más
huérfana de
ideas.
Fluctuando
entre la mdulgencm Y la
represión, parecía que
el
Estado no se novia más
que
por con
sideraciones financieras, pues los moriscos colaboradores t'C·
sulta.ban
buenos
contribuyentes. Las
autoridades
eclesiásticas,
negándose
a que se predicara
en árabe y.
fuera de
pocas
ex
cepciones, sin
poder
mantener ningún
programa
de instruc-
ción,
no
11cgaban ni a l:ls
mentes ni
a lvs cora¿ones de
los
nu::
vos
convertidos.
7
En
t'spiritu, lu
Valencia
morisca
siguió
s i e n ~
do
pane
del Islam, atenta
a
cualquier cambio
en la balam.a
de P·mreTes en el Mediterráneo, nación dentro de otm nación,
con sus propios jefes que hadan valer
sus
intereses delante
de Ja
corona
v
cuidaban
de
obtener
con frccuencla de lo'>
corsarios
m.::dios
de
transporte marítimo para
los
que desea·
ban emigrar a Arge-l. Du:rnnte Jz¡ segunda mitad del siglo au
mentaron
de
número
mucho más rápidamente
que Jos
cris-
tianos vieios,
hecho
que no
pasó
desapercibido ya entonce-s Y
que los eSpañoles
atribuyeron
a
la ausencia
del cA:Hbato ecle·
s-iástico en la religión musulmana, Como
comunidad
en
cre
cimiento, era objeto de sospechas todavía mayores.. El
Estado
veía
en
elfos un peligro para
la
seguridad;
la
Iglesia,
una a m e ~
naza para la
religión;
la
masa de -cristianos
pobres los
miraba
con
odio nacido
de la envidia y el r-esentimiento. Sólo los no·
blcs se
sentían
satlsfechos de
eHos_,
pues aumentaban sus
l a ~
bradores,
.. y
sus rentas. El tamaño real
de
esta comunidad
extrai'ia
foe
una
de las causas
de
su ruina
final:
la expulsión
6. bid., pp. 160-161.
7.
HALPEitiN
Dor-tGHl, >
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4/21
de 1609, medí4a que ya había aconsejado el Consejo de E s ~
tado eu 15trV
En
Aragóu, Ja
comunidad
morisca reproducía alguna de
Ias
caracterü.ticas
de a
de
Valencia, formando
una
mlnoria
respetable
concentrada en
una parte dej
país,
en
este caso
el fértH valle del Ebro, en especial en los alrededores
de
Za
ragoza, w Aqui a
Reconquista había
seguido las
mismas
líneas
que en Valencia,
permaneciendo
allí la may
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
5/21
nas, donde la resistencia prosiguió
durante
dos años más. En
este momento
llegó el
decreto de 11
de febrero de
1502 por
el que se ofrecía a todos los
moros
del reino de Castilla la
alternativa de la conversión o la
expulsión. La
mayoría esco
gió lo
primero,
pero, igual que
en
Valencia y Aragón, su cris
tianismo fue meramente exterior y también aquí la Iglesia se
vio impotente para desarraigar
las
persistentes costumbres
moriscas.
La decisión
tomada en 1502
fue
aplicada no solamente a
Jos
habitantes de Granada recientemente sometidos, sino aun
a los antiguos mudéjares,
moros
de Castilla
que
habían vi-
vido
durante
largo tiempo entre los cristianos y practicado
libremente su religión.
Numéricamente
no era un grupo im
portante, por lo que no
representaba una
amenaza a la segu
ridad.
Pues
en Castilla la Reconquista había
sido
despiada
y total:
mientras
que Aragón
había
sometido y explotado los
moros,
Castilla los
había expulsado, repoblando la tierra
con
cristianos.
Por
tanto, sólo
pudo sobrevivir una pequeña mi·
noría diseminada por una vasta extensión y que
sólo
alcan
zaba
proporciones dignas de tener
en cuenta en
Murcia y
Andalucía; además, tendían a
concentrarse
en las ciudades.
donde llevaban una vida de ghetto, en sus antiguas morerías.
2. La guerra de
Granada
En
Granada,
los moriscos
formaban
un
grupo
social
más
compacto y próspero, siendo ellos
los
que constituían el nú
cleo
más
complicado de
todo el problema
morisco.
En
la ciu
dad de Granada y la mitad oriental
del reino sobrevivía
una
sociedad
autóctona
morisca,
poderosa
y
numéricamente
en
aumento, con su propia clase dirigente. Esta
gente,
indepen-
diente hasta hacía poco, había
de
sentir cualquier ataque a sus
condiciones básicas de vida.
Desde
el punto de
vista
político,
el
reino de
Granada
fue
simplemente anexado
a
Castilla en
1492, sin que se le concediera ningún
privilegio
de autonomía.
Obtuvo
representación en las
Cortes, pero
esto significaba
muy
poco. De hecho, el
plan
de Castilla era
absorber
y asi
milar
Granada lo
más
rápidamente posible.
Una
vez recon
quistada, señores cristianos se
instalaron
en sus
tierras
fér
tiles e intensamente cultivadas. A continuación fueron los fun
cionarios
y los
clérigos,
unos menos íntegros
que otros,
pero
todos aprovechándose
de
las
ventajas
del
país. Así
tuvo
lugar
276
•
•
un ejemplo de
colonialismo dentro
de la propia. E s ~ a ? a :
nueva clase dominante, población
sometida y opresiÓn CIVIl Y
militar.B No se hizo todo esto en
nombre
de la
religión:
la
mayor
parte
fue debidoClaramcnte a
una
a v a l a n c ~ a hui?amt.
ante
una nueva conquista, económicamente atractiva. ClerLl
mente los
moriscos,
como los indios
del Nuevo Mundo,
-
vieron sus protectores, como el modélico
Hernando
de Tala
vera,
primer
arzobispo
.de
Granada,
q:Ue
dedicó
.su v i ~ a a :a
conversión de
los monscos por medJO de la s1mpatia Y .a
comprensión,
y
la
familia Mondéjar, capitanes
generales. per
petuos de Granada,
que
con frecuencia
pusieron
en nesgo
sus cargos
y
su fama
por
defender a los m ~ r i s c o s Pero la
política oficial
no
fue
consecuente
y
los m o n s o ~ unas vece.s
eran
perseguidos en momentos adversos y otras Ignorados, a
cambio
de
los
sustanciosos
impuestos que pagaban.
La
economía de los moriscos de Granada, como la de
sus
antecesores moros,
se basaba primordialmente en el comer-
cio sedero
con
Italia. Granada, como
Almería
y Málaga, tenía
fábricas
que
tejían
sedas finas, contando con
telares
en la
mayoría de ]as aldeas.
La seda
era casi la única fuente_ de
ingresos en .}as Alpujarras: como
los capullos
son tan
lige
ros, su transporte
en mulas era
barato
y los
montes
h a b ~ a n
sido cubiertos con plantaciones
de
moreras. La producción
y manufactura de la seda,
pues,
era una fuente
p ~ o v e c h o < ; a
de impuestos,
fuente que la
corona explotó al max1mo; ade
más, las peticiones regias de dinero no cesaban n u n c ~ c ~ m -
prando
así los moriscos las atenciones del
rey.
15
Tarnb1cn
Iba
en aumento
}a presión
sobre
las
tierras
moriscas.
Desde 1559,
los representantes de la corona fueron revisando ~ o d o s los
títulos de propiedad, con
el fin de recuperar las tierras
de
realengo; cuantos no pudieron probar sus d e r e _ c ~ o s
de
pro-
piedad tuvieron
que
pagar
una tasa
?e c ~ - ? p o S I C I Ó n a
la
co
rona, a no
ser
que aceptaran la
conhscacwn
y venta de ella.
Así, pues, los moriscos tenían
necesidad
de sus títulos de pro-
piedad
árabe
más
que
nunca,
en el preciso momento en q ~ ~
la campaña contra
su lenguaje
y
cultura alcanzaba
su
cémt.
13 BRAUDEJ. op. cit.
pp.
580-581.
14: H. C.
Li A
The Moriscos
of Spain
Filadelfia, 1901),
p.
212.
15. Dos de
Jos
cabecillas
de la
rebelión de 1_569
estaban conectados
con el comercio de tintes:
Aben
Aboo era un tmtorero, y
Aben
Farax,
el jefe
del ataque de Nochebuena
sobre el
Albaicln, era
jornalero. de
un tintorero. Cf. K. GARRAD The Original Me" orial of
'Don
Francrsco
Nrillez M r ~ l e y , en ~ A t l a n t e » , 11 1954), p. 223,
num.
4.
277
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
6/21
Pero la crisis en las relaciones entre e) Estado y Jos mº '
riscos de Granada
no era imputable éXdu•jivamente a )os
españoles. En el Norte de Africa y por todo el Mediterrá-
neo,
Argel
declaraba
la
guerra
a
España, amenazando no
sólo sus embarcaciones sino ann la seguridad costera. El
foco de ]a presión turca, aunque más
Jejano,
era más
po
deroso, por
lo
que
parecia
que las
fuerzas
combinadas del
Islam
iban
a
enguUir
todo
el Mediterráneo. EJ
pe-ligro- se
agudizó más que nunca durante el sexto
decenio.
Los
t u r ~
cos empezaron
a
introducirse
en
el
Mediterráneo
o c d d e n ~
tal y en 1565 pusieron cerco a Malta, Al mismo tiempo se
intensificaban
los ataques
corsarios a la
costa granadina.
a
partir de sus bases en Tetuán,
Cherchel1
y
Arge1. En
1558,
una
fuerza
de
4.000 soldados atacó Berja;
en
1559, 150 turcos arge
linos atacaban el castillo de Fuengirola; en 1560, los corsarios
moriscos desembarcan
en Castil
de
Ferro y
se Hevan a Jos
habitantes de la aldea de Notaes. Pero la
acción
más espe
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
7/21
prestigiO,
Francisco
Núñez
Muley, presentaba un
memorán.
dum
a Deza,
en
el
que
hacía profesión
de
su lealtad pasada y
presente
frente
a
la
ruda
persecución de
que eran
objeto,
y
replicando que
desde
un
punto
-áe--vista
religioso las costum
bres moriscas condenadas por
el
edicto
tenían
un carácter
estrictamente
étnico
no
incompatible con la doctrina
cristia·
na, que desde
un punto de vista
económico
el
comercio
sufri·
ría una
baja
y los
ingresos reales también, si se
daba ejecu
ción
al edicto. Estos argumentos
fueron
eficaces
en
el
pasa.
do,
en
especial
ante la administración más tolerante
o
más
en aprietos- de Carlos V. Pero
ahora
hicieron poca mella en
Felipe
11
que,
como
comunicó
Deza a
Núñez
Muley,
«ponía
la
religión
por delante del dinero».
19
Podía
haber
añadido que
la situación política en el Mediterráneo
ya
no era
propicia
para
la
tolerancia.
Las negociaciones duraron un año
y
cuando
Jos
moriscos
se
dieron cuenta de su inutiJidad,
hizo explosión
repentina·
mente todo el resentimiento acumulado,
decidiendo
una vez
más
ir
al levantamiento. La fecha
escogida
fue la Nochebuena
de Navidad de
1568;
aunque
los
rebeldes fracasaron en
el
Al
baicín, el movimiento se extendió rápidamente por los mon.
tes de
las Alpujarras,
entre la
Sierra
Nevada y la costa.
Su
cabecilla,
Fernando de
Valor,
era
de viejo
linaje árabe,
des
cendiente de los califas
de
Córdoba; recuperando su nombre
árabe
de Aben
Omeyya, fue proclamado
rey
bajo
un
olivo.
Un
año más tarde
fue étsesinado,
succdiéndole
su primo
Aben
Aboo. La
rebelión
pronto tomó cuerpo y
en
marzo
de
1569
extendióse de
las montañas
a
ios
Hanos;
en
este momento
se
calculaba
que
los insurgentes eran unos
150.000,
de los
que
45.000 estaban armados. Dato todavía más importante: pron
to
establecieron
contacto
con el
Norte
de Africa: recibieron
desde
Argel
voluntarios,
municiones
y
abastecimientos,
paga
do todo
con cautivos cristianos.
Argel
tenía un interés
reli
gioso en la guerra de Granada, reuniéndose en una
mezquit3.
las numerosas armas recogidas
para
los rebeldes. Pero
tam
bién se aprovechaba de ella: mientras
que
España
quedaba
inmovilizada,
Euldj Ali tomaba
Túnez en
1570. Los
turcos
tam-
19 El
memorial
de Núñez Mulcy
ha sido publicado por Guuun,
op.
ctl.
pp. 204-226. Sobre la respuestn de Deza. cf Luis
IJF.t. MARMOL
CARVAJ.-\L Rebelión y Castigo de
los
Moriscos
de
Granada (1606) (Biblio
teca de Auleres
Españoles,
Madrid,
1852), p. 166;
ésla
y Diego
HuRTADO
DE M E N D O Z ~ Guerra
de
Granada (BAE. Madrid, 1852), son las fuentes
narrativas cl.:;sicas ~ o b r e la
rebelión
y la guerra.
280
1
1
•
1
¡
bil-n
nprovccharon
la oportunidad.
Enviados moriscos fueron
a
Constantinu¡;b
a
buscar ayuda, por
lo
que
Madrid cierta
mente
llegó a tomar
en cuenta la posibilidad de una interven
ción
turca. Pero
el
sultán prefirió aprovechar la
ocasión
para
sus propios intereses en
el
Mediterráneo oriental
y aunque
flota
abandonó
el puerto, fue para atacar
Chipre,
no para
avudar a
los moriscos.
- Con todo, aun sin la
intervención turca, fueron
ailos difíci
les
para España.
El
gobierno
.fue tomado
de sorpresa en Gra
nada.
Aunque apoyó
la política de sus funcionarios
y
las
campailas de
la
Inquisición,
parece que
lo
último
que
le
pref)..
cupó
fue
la preparación militar. El Sur de
España
hacía poco
que
había sido
vaciado
de las
tropas
regulares,
con
el
fin
de
abastecer los
tercios
del
duque
de
Alba
en los
Países
Bajos,
donde Felipe
1I
se
había de enfrentar con una rebelión te
dada mayor.
Por tanto, España
tuvo
que hacer frente
a
la
guerra de Granada en un
momento
en que
sus
recursos esta
ban reducidos
al
mínimo
y
sus
intereses quedaban
en peligro
por muchas partes distintas.
En
consecuencia,
durante el
pri
mer año de las hostilidades
se
encontró paralizada por la
indecisión sobre la
táctica
a
adoptar. Resultaba
difícil
alcan
zar
a
los
rebeldes
en sus
fortalezas
montañosas
o cortar
sus
contactos
con sus
aliados
en
la costa; aunque
las
~ a e r a s
es
pañolas tenían orden de estar alerta, era imposiblf aislar
toda la línea costera
del
territorio
rebelde,
con sus inconta
bles ensenadas y
su
accesibilidad
a
las embarcaciones
de Ar
geJ.20 En tales circunstancias la guerra
se
convirtió en una
larga serie de acciones
patrulleras y
de emboscadas,
Iuchándo
se por ambas partes
con igual salvajismo, nacido en los moris
cos de su desesperación
y
en los españoles de
su debilidarL
Los rnonfí s -bandoleros moriscos que vagaban
por
la
Sierra
Nevada
en grupos
y
sembraban el terror por
toda
la zona,
aun en
tiempo de p z
eran musulmanes
fanáticos
que
ma·
taban y torturaban
a
todo sacerdote que pudieran capturar.
Por su parte,
los
españoles vengaban tales hechos
indiscrimi
nadamente.
Sólo
a partir
de
enero
de 1570
el
jefe de las tro
pas
españolas,
Don
Juan
de Austria,
movido por el temor
de
una
intervención mora procedente del exterior, se
decidió
a
emprender una campaña en regla
con
tropas
regulares
proce-
20. Acerca de
las
medidas tomadas
por
Felipe 11 para la defensa
costera,
cf su
correspondencia con
Medina
Sidonia.
en Duotrn R MAu
Ro\, cd., El
designio
de Felipe J y el episodio de l Armada Invencible
(Madrid, 1957).
p.
1L
281
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
8/21
dentes de Italia y de España oriental, en lugar de la miHcia
andaluza. Esta
medida
fue
acompañada de
una política de
expulsión en las
tierras
~ j : ' _ ~ . con el
fin
de
aislar los rebel
des
de
las
montañas de
sus aliados y fuentes de a b a s t e c i m i e n ~
t ?.
Según un decreto de junio de 1569, 3.500
moriscos de
la
< : m ~ a d de
Granada
fueron
sacados fuera de su tierra patria
Y
diSpersados
por toda La Mancha. Faltos de
ayuda,
persegui
dos encarnizadamente
y,
durante
las útrimas acciones,
obliga
dos a saHr
de las
cuevas con humo
hacia una
muerte brutal,
los rebeldes de las
montañas
fueron aplastados durante el
año 1570, La
escena
final tuvo lugar
en
una
cueva
de Berchu
les, donde Aben Abóo fue muerto por sus propios
seguidores.
La rebelión se
había prolongado
dos años, agotando hasta
el
extremo los recursos
del
pais. Las
consecuencias,
por tan
to,
habían
de
ser
duras.
Se decidió deportar todos
Jos
morls·
cos del
reino
de Granada, tanto
si habían
tomado parte en
el
alzamiento como
no, hacia las regiones interiores
de
España.
EJ
28 de octubre de 1570
se dieron las
órdenes
para evacuar
Y
Don
Juan fijó el
día
1 de noviembre
como fecha
de
reu
nión: encadenados
y esposadOs, los
moriscos
fueron
conduci
dos en largos convoyes hacia
ht
madura,
Galicia, La Mancha y
CastHla
la Vieja. De los 150,000
?er:ortados, no todos llegaron a su destino;
e1
viaje en
un duro
tnVJerx;o
tuvo QUe pagar
Un
duro
pTCCÍO
de
vidas, iJegando
las h
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
9/21
contar todos Jos m o r i ~ < O S que se tlectaran enemigos, tanto
los
originarío;,
de
CastiJia como lo$ deportados re-cientemente
de
G r a n i t d ~ L . . , que son tan moros como los de Africa.» z Más
adelante, Juego del
reinado de Felipe 11
lu opiriión oficial
consideró
toda
Ja
política de dispersión
un
error de juicio:
«Fue
un gran error expulsar a los
moriscos
de Castilla de la.-;
Alpujarras;
habría
sido
mejor
mantenerlos
bajo
vigilancia,
a su propia costa, que no esparcirlos por todo el
r e i n o . » : ~
Durante los cuarentn años
siguientes fueron
una constank
preocupación
para
el Gobierno, como consta por
los
pedódí.
~ . · o s informes sobre su número y residencia pedirlos a Jos
corregidores y autoridades religiosas. La
intención
había
sido
t•spnrdrlo.s
por una
gran cxtt:nsión. Pero cHos, en cambio,
tendieron a abandonar los Jugares designados y su instinto
~ - r r a b u n d o
hada
difícil seguir sus pasos.
r-;o
todas las
zonas
previstas recibieron
la
cuota planeada: muy pocos llegaron
< 1 Galkia y a Castilla la Vieja; en cambia, Cnstilla la Nuev:1.
La Mancha
y Andalucía recibieron fuertes contingentes.
Den
tro
de
estas zonas se
concentraron
en las ciudades, d
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
10/21
sus_tento
como
dos familias
de
m o r i s c o s ~ 9 Así pues, aunque
la mdustria de los
moriscos
ha
sido exagerada
y
de
ninguna
manera eran los únicos trabajadores
en
España,
su fertilidad
e? r e ~ r s o s e s ~ á fuera
de
toda
duda
y su afortunada super
VIvencia
constituía una
afrenta
para
la sensibilidad espa
ñola.
Y a pesar
de todo, lo que, en último término, diferenciaba
a los moriscos del
resto
de
los
españoles
era su religión.
Como
declaró el arzobispo de Toledo,
orson
verdaderos
mu
suhnanes, como
los
de
Argel».
30
La
acusación
puede haber
sido intolerante,
pero
también
era verdadera.
Los moriscos
permanecieron
inadaptados
e inadaptables. España, que ini
el período
moderno
de su historia tolerando una amplia
rr.-mona
heterodoxa -mues tra
única,
aunque
ya sin importan
cta.
durante
el siglo XVT, acabó intentando forzarla al some
timiento y, finalmente, aceptó la
derrota.
La
política
de ex
pulsión
adüptada en
1609 fue una confesión de impotencia.
3. a
defensa del Mediterráneo
El
problema morisco
solamente
fue un
aspecto
de
la
ba
talla
española
contra
el
Islam. En
el
Mediterráneo,
España
se hal1aba a la
defensiva
contra
el
poder
combinado
del
Imperio
otomano
y de
sus
aliados en el Norte de África.
En
consecuencia,
tenía que mantener
sus posesiones
disemina
das
en el
Norte de
África, defender sus propias costas y las
de ~ u s dominios
mediterráneos, proteger su comercio y su
marma
y
detener
la
expansión
hacia Occidente de los turcos
otomanos.
Felipe
había
heredado
de
su desprevenido
padre
~ o d o s estos
problemas
irresueltos, junto con
un
poder naval
madecuado
para sus
compromisos.Jt Entonces
era
todavía la
zona donde los intereses
de
España
se
encontraban más com
prometidos.
Por tanto, durante los primeros veinte años de
su
reinado,
la
primera
preocupación
de
la política
exterior
española no
fue el
problema del Protestantismo
ni las
rela
ciones con la Europa septentrional, sino la defensa y
contn
ataque frente al
Islam
en el Mediterráneo.
La fuente del poder islámico
era
Turquía y su jefe, Soli-
29. 8oRONAT,
op.
cit.
VOl J, p.
596.
. 30. Citado
en
BRAUDEL,
op. cit.
p. 593. Sobre la religión
de los mo
nscos. cf.
P. LoNGÁS,
Vida religiosa
de
tos
moriscos Madrid, 1915 .
31.
Cf.
supra pp.
98-100 y
115-120.
286
í
1
•
•
•
mán el Magnífico. El triple contenido de su política l a ex·
pansión
religiosa,
imperial y
económica-
se basaba
en
una
potente
armada y
en
el escogido
cuerpo de
jenízaros.
En
el
campo
ideológico, no
flaDía ninguna esperanza
de transac
ción: ni Io deseaba
España ni tampoco
Turquía. El
sultán
sin
duda
estaba rodeado
de extremistas
que
pretendían llevar
su política más
allá
de los límites
del realismo: un
grupo
de
fanáticos
musulmanes de
Constantinopla, encabezados
por
Mohamed
Skoli,
le presionaba para que atacara a la
misma
España
y
en
1569
los revolucionarios de Granada estaban en
contacto con este grupo. Pero
en
la· capital turca actuaban
otras
influencias
y presiones, la política
francesa, y
más tarde
también
la inglesa,
se hacía oír
allí,
pues los
enemigos euro·
peas
de
España buscaban alianzas políticas y
comerciales.
La mayoría de los
elementos
hostiles a
España
en el Medite
rráneo
convergían
en
Constantinopla. Por medio del c:pmercio
internacional, unos pocos
mercaderes
de origen
oriental
pero
que
últimamente
había
residido en la Península
Ibérica lo
graron hacerse
con
una
influencia
entre los
turcos.
Ferozmen
te
antiespañolcs, de
ordthario estaban
animados por
un
pro
fundo odio a
la
Cristiandad. Uno de los
más importantes
de
éstos fue el rico mercader
judío
Joseph Miques-Mendes, co
nocido indistintamente como Jefe de Israel
y
duque de
Na
xos,
que había
llegado a
Constantinopla por Venecia
hacia
1550.
Amigo
y confidente deJ sultán y su abastecedor
de
vinos f inos- ,
trató también de ejercer
influencia
política,
de
lo cual
pueden_encontrarse pruebas
en la
mayoría de los
planes turcos de agresión, incluido el dirigido contra Chipre
en 1570.
32
Más cercano a
España,
Argel
constituía
de hecho
otro
Es
tado
turco, y éste era
ya
una
amenaza directa a la
Península,
como hemos visto.
Pero aunque
Argel
era
el más
fuerte
de
los Estados berberiscos, no
era
el único. Al este del Magreb,
el
reino
de Trípoli
iba creciendo
según el modelo
de Argel.
Dado que la
región
interior era extremadamente pobre,
Trí
poli tenía
que
vivir del
mar; por tanto, su lucha
con
España
era una
lucha
por
su supervivencia material,
en
la que que
daban comprometidas todas
las provisiones alimenticias
de
todo
el Mediterráneo occidental.
España
tenía que
luchar
para
proteger sus
rutas
marítimas y su abastecimiento de granos
desde Sicilia
contra
un Estado habilidoso,
pirata...
y con
32. 8RAUDEL, op cit.
p.
537.
28
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
11/21
hambre. A partir
de
1Sé0
los
corsarios
berberiscos infestaban
por entero el Medíterráneo occidental, actuando en poderosa
escuadras que llevaban a cabo ataques rePentinos y masivos.:u
D u r a 1 ~ t e
el
verano_ de 1561. Dragut impuso un bloqueo
de
de Napoles
con tremta
y
cinco navíos; una vez, los
corsarios
c a p t u ~ n = : n en una
s o J ~
a c ~ i ó n
ocho
galeras; en 1566,
apresa·
ron vemtlO:h naves VIZcamas a la salida de Málaga; eri sólo
una
campana se llevaron cincuenta
navíos
del estrecho
de Gi
braltar
Y l a ~ t:OS as
atlánticas Andalucía y
el Algarve;
L ~ n a
correrra al
mtenor de
Granada
les
proporcionó 4.000 cau
tiVos. En_tre 1570
y
1620 los
corsarios estuvieron
en
su
apo..
geo.
P a r t l c n ~ o
de
sus
bases en Argel, Bizerta, TrípoH, Tetuá..n
Y ~ r a < l l ~ ,
mtcrceptaban los galeones y las
carracas de las
Ind1as
Onentales Y.
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
12/21
sapar_e_cido
i elemento
sorpresa:
Dragut
estaba preparado y
tamb1en la flota turca. Como la p ~ s a d a escuadra, dirigida en
la parte
naval
por Gian Andrea Doria, sombra de su famoso
tío, hizo con gran
lentitud
la
ya
publicada travesía a TripoJi,
todavía dieron más tiempo al enemigo para preparar el cor
1
ttaataque.
Pues
era una locurn
navegar en diciembre· en
efecto,
tuvieron
que
detenerse en Malta, Luego, habiendo d d
1
ocasi_?n a Dragur para que
escapara
de Djerba a
Trípoli,
los
espanoJes
c r ~ y e r o n
que Jes sería más fácH atacar Ia
primera,
tomando
la
Js a
en lugar de la
dudad
y
ganando una base
para
futuras
operaciones.
La
fuerza expedicionaria
desem·
barcó t;l
7.
de marzo
de
1560,
sin dificultades.
Con ello, se po·
nía
a
SI
m1sma en una
posición imposible, Jo
que puso
d-e
ma·
nifiesto el
error de
apreciación en
que se
basaba
toda
Ja
t xpedición. E n pdmer Jugal", quedaba a merced
de
los abast-:
dmientos
por
mar,
en
un momento
en
que la supremacía tur
ca
en
h:s •nares
no
ofrecía
dudas.
Plali
Pat:há
se dispuso
a dur
a
Espana una
lección de
táctica naval. Con
rapirle_z asombro
sa sacó la
Bota
turca de Constantinopla el mes
de
abril y
~ t a c ó _ e.l_ 12 de
mayo.
Los jefes
españoles, paralizados
por a
mdectswn
y obstaculizados por la inferioridad de sus fuerzas
sólo
pensaron
en la huida.
Con
el pánico subsiguiente p e r d i c ~
r-?n c u ~ r e n t ~ y
dos
de
las
ochenta
naves, Aunque Doria
y Me·
dmaceh pud1eron
escapar,
varios centenares
de soldados
que
daron atrapados
en el fuerte, asediado por la flota turca.
Felipe II
decidió
abandonarlos a su
suerte, diciendo
que con·
taban
con
más recursos
que
el enemigo. Pero,
de
hecho,
es·
tab'.ln a merced del Turco y
la
escasez de agua les obligó a
capitular el 31 de julio, España, así,
perdía
18.000 hombre-s
y
la flota turca regresaba triunfalmente a
Constantinopla,
con
su redada de buques y prisioneros,
~ j e r b a
fue
un p r ~ ~ n d o desastre
del que se
salvó poco, gol
pe 1nmenso al presttgto
y
al poder de
España y una de
las
mayores
victorias del Islam
en
su Jucha por eJ control
del
Med1terráneo centraL Pero fue también una
lección. Ahora
Felipe II vio claro que no
podía
mantener a raya al Turco,
ni tan siquiera sostener Jas costas de sus Estados mediterrá·
neos
sin
una
fuerza naval.
A partir de 1560 dio comienzo a su
pro?rama
de
rearme
naval
en
los
puerros y
muelles
de Sicl1ia,
Italia
y
Cataluiia.
35
Inmediatamente
después de la
p z
de
Cha·
t e a u ~ C a m b r é s i s la
flota
española
en
el Mediterráneo consta·
}5 BRAUtlEi, op cit. pp 813.828.
290
l
1
l
1
'
'
ba
de
unos noventa buques, divídidos principalmente en cua·
tro
escuadras
de galeras: las de
España, Nápoles, Sicilia
y
la unidad genovesa
alquilada. Muchas
de estas-embarcaciones
se
perdieron
en Djcrba, pero
entre 1560 y 1564
se reorgani
zaron
y
se
rehicieron
las
tripulaciones
de estas
escuadras.
Los
astilleros
JtaHanos respondieron
con
rapidez a la nueva
exigencia.
aunque para ello hubo que
pagar;
en
1560 Felipe II
recibía
una
contribución del p,apa.
en forma
de impuesto so
bre el
clero
español, suplementario del de la cruzada.
Como
estaba
en juego
la
defensa de la Cristiandad,
Felipe
1I
espe·
raba una ayuda de sus
aliados italianos:
Sabaya,
Florencia
y
Génova, y también de Portugal; pero éstos prefirieron alqui·
lar sus propios navíos, por
lo
que también hubo que
pagarlos.
En consecuencia, dío comienzo a un
renovado esfuerzo
a
cuenta de la misma España.
Desde
1561
se reactivó
el trabajo
en
íos astiUeros
de
Barcelona,
con ayuda de perítos
genoveses
y
vascos.
En diciembre de 1562, Jas Cortes de
Castilla se r e u ~
nieron en convocatoria
cxtraordin..'ll'ia
para
votar un
subsidio
fuera de presupuesto, con destino at programa n a v a l ~ El
fruto
de estos
esfuerzos fue
que en
setiembre de
564
Garda
de
Toledo,
comandante
en jefe de la flota mediterránea, pudo
disponer
de unas 100 galeras, con destino a las aguas comM
prendidas entre Jas costas de Africa
y
España.
El inexplicable respiro concedido por el Turco
durante
estos años
permitió
a Felipe
JI
hacer
una
prueba de sus nue
vas fuerzas contra los corsarios. La gran ofensiva
argeJina
contra Orán,
una de
las posesiones españolas
más importantes,
fue repelida luego de un asedio de dos meses --abril-junio
de 1563.
La
guarnición
recibió
ayuda y la escuadra de Has·
san Barbarroja
fue
derrotada
decisivamente.
Pero
fue
más
importante
la
forma en que
aconteció
la derrota que ésta
misma. Aprendiendo una vez más la lección
de Djerba,
Fe·
Hpe II
organizó
la acción
de
socorro
con rapidez
y eficacia.
Coordenandu
los varios
cuerpos. mandando venir }as galeras
de Italia, reuniéndolas
en
Cartagena, despachándolas con
presw
teza,
Uegó a superar
los
tremendos obstáculos de comunicaw
ción
con
una eficiencia
que contradice
la imagen tradicional
del monarca,
en Jo que se refiere a su lentitud y cautela. Gra·
cías
a
su iniciativa, hacia
1564
Espafia
estaba en
condiciones
de pasar a la
ofensiva
en el Mediterráneo occidental, lo
que
consideraba como
objetivo mínimo,
en
especial
después
de
FmudNDBZ. DURQ,
Armada española vol II,
p.
49.
291
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
13/21
la denota de
Djerha.
Pues todavía no habia dccídído
enfren.
t¡1rsc directamente con el Turco ni tampoco acelerar la gran
batalla, c;1 la que
más adelante se
había d ~ : ver
envueltoP
Sea
como ;;,e U, todavía había dt::
llenar
algunos huecos en el ~ · · ·
nHo
defensivo y
m e j o r < ; ~ r algunos defectos
de
organización.
En mayo de 1565, la
flota
turca
llegó inesperadamente a Malta,
la
ü.:a
de
los cabaHeros de
san
Juan,
ya expulsados
por So.
Hmán de Rodas y Trípoli. Ya hacia tiempo
que
se sospechab,1
que su
flota se
iba a dirígír
hacia el
oeste, pero el destJno
permanecía
1ncJerto. A
pesar
de
las
repetidas
advertencia;;.
los responsables de n
defensa
de
a isla ~ l s autoridades es"
pañolas y el Gran Maestre de
los caballeros-
fueron sorpren
didos
por
la rapidez del ataque, Los cabnllt:ros defendieron la
hita (:on
valentía,
pero no pudieron impedir que el Turco de·
sembarcara 25,000
soldados
y se adueñara de la
misma.
Ence
rrados en unas
pocas
fortakzas,
tus
defensores
resistieron
bravamente Jos
asaltos
turcos durante
casi ~ ; u a t r o meses, pero
hada
setiembre velan acabárseles las provisiones. Y
durante
todo este
tíempo,
¿dónde estaban las
fuerzas
de socorro? Fe·
lipe II ha
sido objeto
de
.críticas
por su típica vacilación-en
las situaciones de
emergencia. La reaJ:ción española fue c i e r r a ~
mente lenta, aunque siempre hay
que medir
la
lentitud con
lo
regla de
los
obstáculos de distancia
y
organización. García de
Toledo
no quería
improvisaciones ni que
sus
fuerzas
fueran
barridas por el Turco;
prefería
emplear una
flota
única y po
derosa, capaz de asestar un golpe
bien dado.
Pero esto costaba
tiempo
y,
en
estas condiciones, la
maquinaria españo a
y
ta
colaboración entre
Felipe J
y su comandante fueron
puestas
a prueba, con un resultado sorprendentemente
bueno. Estó
lo mostró el resultado. Garcia de
Toledo
sacó Ias fuerzas de
socorro de la infantería española eu
Nápoles y
SiciHa
y
batió
a
los
turcos
decisivamente:
con
una
breve campaña los puso
en fuga de
la isla.
Los año.s 1559-1565
marcan
el
último
periodo
de
Ja supre
macía turca sin disputa.
La
victoria de Malta dio un nuevo
impulso a la reactivación española. Desde
1565
el
programa
de
construcción
naval
en
Barcelona, Nápo1es y Sicilia se inten
sificó. España,
luego
de haber
bloqueado
temporalmente la
ruta turca hacia el oeste, estaba
ahora en condkíones
de en
frentarse
con
los corsarios por separado
y
asegurarse cierta
seguridad
en
Ia navegación. En 1566 moría Solimán el Mag>
37. BRAL'Dhl., op cit. pp 841-843.
T
l
'
'
'
nlfico
y el Imperio otomano J ? ~ s a b a a las
~ o s
más
débiles
de
Selim II. Pero si
esto
sigmftcaba el comtenzo del fin para
Turquía; Felipe II no dio
m ~ e s t r a ~
~ e q u ~ r e r acelerar el pro-
o
C
on
una
extraordinana clanvtdencta mantuvo su polí·
ces
. ó
d
tica
en
tos
límites más
estrictos.
de la d e f e n ~ a y se neg . a a
. -
lantar
sus proyectos.
También
hay
que
decir
que
las ctr.cun.;.
tancias
durante la segunda mitad de
la sexta
década
le 1mpc·
dian prestar entera atención al M e d ~ t e r r á n ~ .. o m o ,tambtén
aprovecharse
enseguida de su ventaJOSa
postc1on
alh. A par
tir de
1566,
los Países
Bajos
empezaron
a
reclamar con
m ~ y o r
urgencia ta
atención de la
política
~ s l ? a ñ o l a y a
e m ~ u J a r l a
hacia el norte.
Una
vez Felipe ll dec1dtó que el
desafto
a
su
autorídad allí había que reprimirlo por la fuerza, puso tod?
el peso
de
la
fuerza
militar española al servicio su dec1.
sión.
Pero esto suponía despojar las
defensas m e d t t e . n · á n ~ ~ s
de sus mejores fuerza'>; tambit n,
desviar
en otra direcclOn
los
recursos
financieros, pues los terdos v e t e r a n o ~ de. Nápo
les, LombanHa y Sícílía
formaban el
núcleo
del
e ~ é c t t o
del
duque de A1ba y estaban
estacionados
en
Gante, ~ e j a
Y Bru·
selas_3l
Esto supuesto,
no
le quedaba
otra
alternahva
que
;;u;:-
tuar con
prudencia
en el Mediterráneo, Fue la doble respon
sabilidad de la política española y no los defectos de
perso
nalidad que los historiadores se complacen
t a ~ t o
en encontrar
en
Felipe n. la responsable de sus dudas
evidentes.
No
c o ~ -
taba
w
medios suficientes para llevar a cabo ambos
c o m e t ~ ·
dos
con perfección
y
rapidez
ni
para satisfacer todas
las soli
citaciones que le
llegaban. El
papa
urgfa
para que se f?rmma
una
Liga contra el Turco, pero preocupado por
los
Pa1ses Ba·
jos y deseando no provocar las ~ u s c e p : i b i l i d a d e s protestantes
con una
alianza espectacular
en
el rmsmo momento
en
llevaba
a cabo una gran expedición al norte
de
Europa, Feltpe
no pudo ofrecer su
colaboración. _Al
mismo t i ~ m p o
no ten(a
realmente
una
opción
de
alternativas:
el
Medtterráneo
o
lo
Países
Bajos. España siempre
tuvo
que luchar contra el
Turco,
pues siempre tenía que defenderse
a
si misma. Pero
:ma
o ~ n ~
slva desgraciada contra el infle} era otra cosa: se
rmpcdmn
sus compromisos
en
Jos Países Bajos y las oporturudades que
éstos
ofrecían
a sus enemigos
del
norte
de
Europa.
Durante
los
años 1567 y 1568,
por
tanto, el Mediterráneo se
convirtió momentáneamente en una
escena secundaria
de
guerra, en parte por las preocupaciones nórdicas y en parte
38. lbid.
p.
873.
293
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
14/21
porque
el
propio su1t:án ofreció un breve respiro. Selim TI
sufrió
fuertes
pérdidas
en
su campaña húngara de
1566 y en
1568 firmó una
tregua
de ocho años con el
emperador;
quizá
lo que
en
realidad deseaba era concentrar
toda
su-r;tenCión en
un ataque colosal
sobre
Venecia y Chipre, España agradecí:\
este nuevo respiro,
en
especial
desde
que en 1569 tenia que
vérselas con una segunda rebelión, la de Granada. Los Países
Bajos
ya
consumían tropas
y dinero,
lo que dejaba a Espafia
e
Itaiia abiertas
a Ja
flota turca, que
abora
tenia un nuevo
aliciente en
la
cabeza
de
puente
de Granada.
Por
tanto,
los
ailos 1569-1570 fueron allos críticos
para
Eí>paña, quizá
su
crisis mayor durante
e1
siglo xvt. a perspectiva de una cru-
zada
contra el Islam est:>ha. ciertamente,
lejana.
4
Lepanto
y después
En julio de 1570
fuerzas
turcas do;scmbarcaban
en
Chi·
pre
y el 9
de setiembre caía Nicosía,
Chipre era posesión ve·
neciana,
valiosa por
sus plantaciones
de
caña
d ~ c a r sus
minas de sal,
su
producción de
algodón
y
vino. Venecia
vio,
pues,
obligada a rearmarse y a
buscar
aliados.
Con sus
fuerzas ocupadas en Granada
y
los
Paises Bajos, las
p r o o c u p ~ -
dones
de
Felipe
II
se
movían más
cerca de
casa,
empezando
a mejorar
sus
defensas
en
Italia y
el
Norte de Africa. Luego,
presionado por
el papa y
por Venecia
dio órdenes, a su pesar,
para que la flota se dirigiera al este, en un esfuerzo
desespe-
rado
por
salvar Chípre. Los
navíos españoles
Se
reunieron
con
la
f u e r ~ a
improvisada
compuesta de unidades
venecianas,
ge.
novesa.s y
pontificias,
haciéndose a la
vela
en setlembre de
1570, Jamás llegó a su destino. Apoli Jada por
desconfianzas
naciona)es, combntida por
las
dificultades atmosféricas } p a ~
ralizada por las noticias de nuevos
éxitos
turcos en Chipre, ia
flota regresó
desmoralizada a sus bases.Yl La proyectada
alian-
za cristiana había recibido un d uro golpe.
Sola,
Venecia estaba indefensa. Em una potencia naval
con
la
que hahfa que contar ~ u n q u e
su
flota en
reserva
es
taba
en
muelles
secos---. pero no
contaba
ni con los
hombres
ni con las provísíones para una
guerra
de
gran volumen
c o n ~
tra
el Turco. Su
interés, por
tanto,. era
alinearse
con Occi
dente y hacer
de
su guerra local una
general, en la
que queda"
39. L SERRA;..;o,
a Liga de
epanto
entre Espaifu Venecia y
la
Santa
Sede, 157fM573 Z vols • Madrid, t9JS-192C), vol. J.
pp.
6 8 ~
294
T
ra
comprometida toda la Cristiandad. PDr otra parte, Venecia
tenía más argumentos para pactar con
el
Turco q u ~ para C
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
15/21
H o : r : n b ~
p r o ~ u n d a m e n t c espiritual teólogo,
sencillo
y sin ex.
penencza pohhca
se
negaba a admitir las .:razones
de
Estado»
como
d e d ~ i v a s para los
asuntos
poHtioos y religiosos. Habien,.
do combat1do
la herejía
en
ItaHa como gran
inquisidor y re.
f ? n ~ n a d o
Ja
Iglesia en Ja misma Roma
ahora
extendía sus sen
tJmJentos
reJigiosos a proyectos. e cruzada
contra
cl Protes.
lantism sinliera impresionado
por
los
m t e r e ~ e s
nac-IOnales
e
España
o Venecia.
Se negó
a
a ~ e n d e r
los
calculos comerculles
que
obsesionaban
a
Vene
Cia;.
tampoco
significaban
nada
p ; ; u · ~
él los
compromisos
d t ~
Fehpe lL Pero
aunque
combatió
rudamente
al rey español en
m a t ~ r i a s de jurisdicción cdesiástica hacía tíempo que reco
nocta
que él era
único de
quien se
podía fiar
para una Liga
contra
ei. Islam Nr el n..•y de Francia que mantenía lazos
pro
turcos m el
emperador
Maxímiiiano II que
estaba atado
por
~ n a tregua embarazosa con
eJ
sultán
haritm caso
a sus peti
ciones. Concent,ró,
pues.
su atención en España ofreciendo
n : J e v a ~ subvencmnes a Felipe II y envíandü a
su r e p r e s e n t a t
te,
LUJs
de
Torres para iníciar
las conven adones. Mientras
se ocupó per:-o:r:aimente en organizar
una
flota pontificia.
J
Las
negocJaCJOnes avam:
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
16/21
da y una
para
el pontífice. España, por tanto, cargaba con
el
mayor
peso,
pero
su contribución todavía fue más deci
siva
en
los abastecimientos no
militares.
Pues había
que
ali
mentar a
estas fuerzas
y
aprovisionar
a Venecia
mientras
sus
líneas
de
abastecimiento con el
Este
p e r m a n e c i ~ r a n cortada;
Felipe 11 se dispuso
a abrir
sus
mercados
italianos
a
Veneci;
y proteger
a
ésta
del alza de precios, estableciendo precios de
tasa
y suprimiendo
los excesivos impuestos de exportación.
Ésta
fue
una
de las medidas de
mayor
trascendencia del tra
tado:
sin
Jos
abastecimientos
españoles de
cereales, la
futura
campaña habría sido
imposible
.
_El
comandante jefe de las fuerzas de la Liga fue el ca
p i t a ~
gen_eral espanol Don Juan de Austria,
recién
llegado de
su v1ctona
contra
el Islam en Granada. Sensible a la condi
ción
de
su nacimiento y amargado por su
situación
social in
ferior, Don Juan no había podido librarse
de
la obsesión
de
una
presunta
v i c t i m a c ~ ó n . en
manos
de
su hermano regio.
Ahora,
.a
la edad
de
~ · ~ m t t c u a t r o años, parecía
que iba
a po
der s a t 1 ~ f a c e r su paswn por
la
acción y el mando
supremo.
Pero Fehpe
11,
a
pesar
de desear su nombramiento, no podía
superar una permanente
sospecha de
la juventud y
juicio de
h.ermanastro. Desde q u ~ le
había
dado su
primer
cargo
pubhco de comandante en
Jefe
de la
armada
española
al
reti
rarse
García de Toledo en
1568 y durante
la guerra de Gra
n a ~ a
lo
había mantenido bajo la tutela del magnate
c a t a l á : ~ l
Lms de Requesens, su antiguo
embajador
en Roma y futuro
g o b ~ ~ n d o r
los Países Bajos. Requesens, inteligente y de
e ~ p i _ n t u .ampho,
fue uno los administradores españoles más
d1stmgmdos
durante el Siglo XVI, pero era una
espina
al lado
Don
uan.
Contin_uó aún
así
durante el
año 1571.
Según las
mstrucctones de
Fehpe 11,
Don
Juan
tenía
asignado un conse
j,o con p o ~ e r e s demasiado absolutos
para
su
iusto,
dentro de
este: una
JUnta
menor
compuesta
por Requesens,
Gian Andrea
Dona, el
marqués
de Santa Cruz
y
Juan de Cardona tenía
el
encargo
de
guiarle en todas sus
acciones.4s
Además,
Re
quese.ns
quedaba asignado
a
galera,
con el
oficio
de una
especte
de
censor, y
todas
las ordenes y
correspondencia
ha
bían de pasar
por sus
manos
antes
de ser firmadas por el jo-
45.
l n s ~ r u c c i o n e s de
26
.de j u n i ~
de 1571. SERRANO op. cit. vol. 1
pp.
1.07"108,
acerca de
las mstruccwnes
suplementarias
y
un caso dll
confhcto entre Don
Juan
y Requesens,
cf
M FERNÁNDEZ E
NAvARRE
TE, _rae., eds.,
Colección
de documentos inéditos
para la historia
de
Es-
pana
vol. 111,
pp. 187-191, 194.
298
1
¡
ven. Decepcionado
por
semejantes restricciones, Don Juan
pronto se
encontró en
desacuerdo con sus consejeros, sobre la
-e-strategia.
Según
sus instrucciones, había
de
d i r i ~ i r las fuer
zas de la Liga hacia levante tan
pronto
como pudiera, con el
fin
de
presentar batalla
siempre
que hubiera ocasión; pero
no había de
poner en
peligro su flota, si no tenía certeza de
Ja
victoria, y había de regresar al
comienzo
del
otoño.
Aquí,
eran
posibles varias interpretaciones: el
instinto
del pro
pio
Don Juan le llevaba
a
la acción inmediata; pero,
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
17/21
agosto a c ~ i o n e s
j ~ s i g . n i ~ i c a n t e s
que cansaron
sus
fuerzas
Y
que
m
s;qmera pudJeron
lmpedir
que la flota veneciana
rol 'l
ptera la lmea Y se
juntara
con sus alíados. De
esta
forma. Jos
t ~ r c o s fueron
a r
combate luego de un verano cansado y ha.
~ t e n d o ya
traspasa.do el
momento
áJgido de su
preparación,
Lo
~ r d í o
de la
estactón,
así, se iba a
convertir en una oportu-
~ l d a d
para
1a
L i ~ ..oportunidad
que
Don Juan sabría aprove
c h ~ r ,
La
flota cnstuma
sa}jó
de Mesina
el
16 de setiembre
y
pnmcro enfC:Có, hacla Corfú. AHí supo que había caído Fa.
magusta,
Ja ult1ma plaza fuerte veneciana en Chipre. y que
la flota t':':Ca se hallaba
en
el golfo de Lepanto. Don Juan.
t·omprendlo
que había llegado el
momento de
arriesgar
todo. o
De
repente
las
dos flotas,
que
se
andaban buscando una a
Ia
otra,
se encontraron al amanecer
del
7 de octubre de 157 ,
a la c _ n t r a d ~ _del golfo dt:.:
lepanto, donde 1a flota crístian
3
pudo
lnmovthzar al
t-"Den:ugcY Frente a .:rente a
¡
0
¡
d
una Xt . , d argo
e
d'
e ens1on e unas cinco
míHas. cristianos y musulmanes
pu Jeron
cakutar a
Ultimo momento
las
fuerzas ajenas:
230
galeras turcas f ~ a 208 cri'slianas. aunque éstas
iban
equi.
padas
con art1flcna
de mayor calibre y contaban co 1 ·
fant_erfa
española.
bien armada,.JS Don Juan de acuerd: ~ ~
táctu.:a
con.te';lporánea.
adelantó sus
seis
g ~ l e o n e s
venecianos
p ~ r a constltmr una vanguardia de fuerte nnder t'll . d .
tras
rle 1
d.
d .
f l
,- -
ar 1
ero, e
H e l\'I
1
0
su
ota
de galeras en cuatro escuadras
e? nea de ~ o m b a t e : a la izquierda,
bajo
el
almirante
vene.
c:mno Barba_ngo; a la d e r e ~ : h a . bajo Doria· al
centro
él •
~ . e l enarto escuadrón, bajo Santa
Cruz, f ~ r m a n d o
r e = ~ :
ta .
Las
gaJ_eras turcas
estaban situadas
de manera
semejante
t:ac1a _medwdia cesó el viento
y
bajo
un
sol
abrasador y
un.
~ J e t o
sm .nubes,.enarbolándose mutuamente las banderas
5
a.
grad::,
dm com1enzo la
batalJa. Los turcos trataron de coger
por espalda .al enemigo por
ambos
extremos
d 1 r
la
~ e c h a , Doria
fue desplazado e
Jnducido
a
e : t ~ d e ~ ~ ~
d . sta el extremo;
así dejaba
un
hueco
en
el centro,
sien·
o a CJado
cada vez más
de la
acción principal,
en
la
que pudo
47 · Súbre
la
batana d , Le f S .
142;
también
del . e pamo,
e_ ERR-\.
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
18/21
marl>. Lepanto señaló
el
final de un periodo, el
fin
de
la
su
premacía turca. Más inmediatamente, las
gal
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
19/21
servó la cabeza y actuó con su habitual caltna
La
defección
de Vcnecía era,
ciertamente,
una
bendición disfrazada. E ; ; ~
paña todavía contaba con una poderosa flota, que podía
emplearse en objetiYos más limitados y más nacionales. Re
gresando a
uoa política africana, Felipe II
se
decidió
a
atacar
fúnez. Fue último gran error en el
Mediterráneo.
Don
Juan
tomó TUnez
sin difkuHad
el
11
de
octubre
de
1513
nombró un gobernador
nativo,
dejó
una guarnición
y regresÓ
a Nápoles. Pero esto
no era una victoria: la
operación
no
tocó el interior
del
país y Ja base misma era de dificil v
.;ostoso
mantenimiento
y
abastecimiento. Mientras
los
c s p ~ -
ñoles todavía daban
vueltas
en
sus
cabezas
sobre qué hacer
con
eHa
y
fluctuaban
entre las ideas
e x p a n s i o n i s t ~ s de
Don
Juan y la prudencia
de u
rey, la flota turca
atacó
en
julio
de
1574. a
guarnición
española capitulaba e l 13 de setiem
bre- mientras
Don
Juan. esperando
instrucciones
de
Es·
paña y desíiusiünádo hasta el Jt targo, Hegó demasiado tarde
para
poder haCer algo, excepto regresar a
España
para con
sultar con u hermano.
Solamente
tres
años
después
de
Lcpanto
los
turc-os ha
bían demostrádo una vez más la potencia de su flota y la
rapidez de
su
poder ofensivo, por lo
que Felipe H
tuvo
que
preocuparse de
nuevo
por
sus defensas en
el Mediterráneo.
Pero Túnez fue
la última gran victoria turca
antes
de Ia
decadencia. Fue
seguida
de un período en el que ambos PD'
deres
deseaban
descomprometerse.
Distraído
por
sus intc·
reses en Persia y por el hecho
de
que los moros
del
Norte
de Afríca ya no eran los
entusiastas
colaboradores del pasa·
do, ei sultán se vio
obligado
a limitar sus ambidones.
Por
su
parte,
Felipe
II
estaba demasiado
ocupado por los
Países
Bajos y
con
demasiado poco dinero en sus arcas para
poder
aprovechar la Véntaja
que
le suponían las dificultades de
su
enemigo Y poder proseguir la ofensiva. Indudablemente el
Mediterráneo era un
campo
de batalla t::xcesivamentc g r a ~ d e
sobrepasando Ias posibilidades de ambas
p o t t ~ n c i a s ; por
tan.
to,
la
retirada fue mutua
y,
en
algtín
momento, trajo un
alto en el antiguo conflicto,
En esle
sentido, Ia política de
descscalada de Fc:ipe
II estaba más
justificada que la poli
tica
ambiciosa
de Don Juan, El freno que aplicó a
su
her
mano no era
una
cuestión úe envidia, ;;ospecha ni exce·
siva prudenda: a
diferencia
de Don
Juan,
que
se obsesionaba
con sus propios
proyectos,
el rey podía ver todo el panorama
y
se
daba cuenta
de
que el breve intermedio
que había hecho
304
•
pasible Lepanto no podía durar indefinidamente. Felipe
II
nunca estuvo
en
capacidad de poder dar
más de un golpe al
mismo tiempo
o dedicarse
él
y sus medios a una
e m p r e s ~
Aceptaba
estas
Mmi.f:.acione. >,
y u realismo fue
una
ventaJa
para España; no perdió
su cabeza
e s t o s
perros
turcos» a
través de
lazos diplomáticos
formales,
pues el es..
cándalo, la
versatilidad y
la
posible
humillación
eran
e x e ~
sivas
para ser soportadas. Los turcos,
por
su pa_rte,
se
r e s t s ~
tían
a
negociar
con
nadie más que
con
una
embaJada. a u ~ q u e
aceptaron la
tregua
de un año en 1578, otra en 1580 y, fmal
mente otra
de tres
años en
1581.
Esto
suponía
una
nueva
etapa ·en
Jas
relaciones externas de
E s ~ a ñ a
con
el.
Islam:
desde la llegada
de
Felipe
II nunca habta
emprend1do c r ~ ~
zadas· ahora demostraba claramente aprovecharse de la Sl
ruaciÓn,
D e ~ p u é s de la
misión de Margliani, fue
efectiva
una
paz reconocida,
pues
parece que la
paz
de 1581 fue
reno-
54. S o b ~ las treguas
y
s ~ t negociación,
cf
BR.UJDFI., op. cit. pp, 984
IOOS
1074-1084.
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
20/21
vada en 1584 y
otra ve:e:
en 1587 C .
vamente las hostilidades
d ·
u a n ~ o _
reapn_recJcron nue-
taba prírmuiamente por
-nmu:;::te
dectma dccada,
se tra
lnterpretar la
distC;lSlón
con el PT r / s• de una f ~ l f a r r o n a d a
rüu religioso en la poli
i _
ul co c o ~ o el
fm
del espí
dido
ésta Tanto ¡ ·
t ca
espano a, sena no haber en ten-
. os m
ereses
polttkos
co
1 ¡· .
bían inspirado la
poli
t _
mo
·os re 1g1osos ha-
primeros afros
de su
r e i n a : < ~ e:mr
Felipe
II desde
los
sores. Después
de
1580
_
b s e m e ; ~ r : - 7 . a
de sus predece·
h b
, . SUS O JCtiVOS
pohflcos
· V
_re)itt; •
se
a U.Ut onentado
hacia otra d i r e ~
. , .,..osos--
la
fuerza que había si
:lo
d
-
.d
rir::al Society serie 4a •
V (l922).
1-1:7; C.S.P. Ve.
netitm (LondreS,
1894-1897), vol.
VIH; Bruuoot, op cit. pp. 489,
1075.
307
8/17/2019 España bajo los Austrias, 2 vols.
21/21
las propostcwnes inglesas fracasaron, tanto antes como des
pués de la
Armada. Políticamente, el Mediterráneo había sido
neutralizado; ahora, el campo de batalla de España
era
el
Atlántico.
308
VIII España y la Contrarreforma
J.
a
campaña
por
l uniformidad
a liquidación de
la
guerra contra
el
Islam era una
con·
secuencia
de
fa
creciente presión procedente
rlel
Norte
de
Europa.
Aquí, también, surgían las pasiones religiosas: la
rebelión
de
Jos
Paises
Bajos y la hostilidad
de Inglaterra
constituían
una
afrenta para Ja sensi.bilídad católica de los
espaí'ioles,
así
como un golpe para
u
intereses políticos y
económicos. Pero Espafia --«martillo de los herejes, Juz de
Tre-nto, espada
de
Roma,
cuna de
Sao
Ignacio»- ya
no se
sen
tia cruzada frente
al
Protestantismo, como
ya
tampoco
lo
era frente al Islam. Considerarla paladín
de
la Contrarre
fonna
es ignorar el contenido profano de su
política
exterior,
sus accidentadas relaciones con el Papado
y
su propio de
sarrollo religioso a lo largo del siglo XVI. Significa también
desfigurar
el
carácter de
la
propia
Contrarreforma. España,
como ya hemos visto, se había adelantado en la refonna de
la
Iglesia
aun al
mismo
Lutero, y. a continuación, había abra
zado con entusiasmo la causa
de
Erasmo.
2
Sin
embargo,
hacia la quinta década, los
erasmistas habían sido
dispersa
dos, la Inquisición aumentaba su vigilancia, y un
acercamiento
conciliatorio a Jos problemas religiosos se hacía cada
vez:
mtis
dificil.
Entre 1556, año del
retiro de Carlos
V a Yuste,
y
1563,
año de
la
clausura
del Concilio de Trento, el clima de la
opinión
religiosa en
España
sufr ió todavía nuevos cambios.
a Inquisición espai\ola estaba
ahora
en manos distintas y
más
duras:
Hernando
de
Valdés, arzobispo de- SevilJa e in
quisidor general
desde 1547 a 1566,
reforzó
su odio
impla
cable
a la he:rejia con la ambición
personal
de
hacerse
prescindible a la corona con sus afortunadas
campañas
en
defensa
de
la ortodoxia,
Su
consejero teo16gico era ei do
minico
Melchor
Cano, cuyas profundas investigaciones y
es
1. La descripción pertenece a Menéndez Pelayo.
2. Cf SUPUJ. pp. 81·92
::____
309