cuadrado. Tienen un tiempo de tres meses para salir a la superficie, para poder ger- minar y también para procrear, antes de que las altas temperaturas acaben con sus vidas. El verdadero rostro de este desierto es duro. Los turistas que se acercan en cualquier momento del año a enfrentar- se con la inmensidad soportan tempera- turas extremas, que varían más de 30 grados centígrados entre el día y la noche. Así, la matinal oscila entre los 4 a 10 °C y la máxima puede alcanzar los 45°C a plena irradiación solar. Entonces la piel y los ojos sufren ante el altísimo volumen de radiaciones ultravioletas que hacen imprescindible el uso de gafas y cremas protectoras. Cuando han logrado asomarse a la superficie tras décadas sin atisbo de ve- getación, esas flores y plantas muestran curiosos mecanismos de supervivencia. Son capaces de penetrar por debajo de la costra salada sobre la que se asienta la superficie desértica atacameña, patrones de reproducción rápida, adaptaciones EN PORTADA para fabricación de baterías, además de boro, nitrato de sodio y sales de potasio. Los depósitos líquidos de salmuera de litio se esconden bajo la seca capa de cor- teza del desierto. El contenido de esos depósitos es bombeado a la superficie. Esta salmuera se esparce luego en lagunas de evaporación, donde se deja que el desier- to haga su trabajo evaporando el agua y dejando como resultado un barro de sal- muera con altas concentraciones de litio. Muchas de las baterías de nuestros telé- fonos móviles nacen de las entrañas de este lugar de Chile donde el mundo ha geométricas de las semillas para poder rodar mejor. Pero cuando está libre de plantas –es decir, casi siempre–, el rasgo caracterís- tico más definitorio de este rincón del planeta no es el litio de las baterías, con- vertido en el nuevo «oro negro». Atacama es un auténtico mar de sal, una visión que no deja indiferente a nadie. El salar de Atacama es el depósito salino más grande de Chile cuya superficie, blanca y rugosa, oculta a simple vista un gran lago salobre. Su tamaño es de 300.000 hectáreas y pue- de ser apreciado en su totalidad gracias a que el aire está completamente seco. Sin embargo esta grandiosa visibilidad dis- torsiona la apreciación de las distancias. Todo parece estar cubierto por la sal, lo que implica unas irremediables ganas de beber agua. Es el sulfato de calcio el que confiere a las rocas el aspecto blanqueci- no, como si una mano divina lo hubiera cubierto todo. Los habitantes de la zona, no dejan de sorprenderse cuando el marrón habitual deja paso a una nueva paleta de colores gracias a esas copiosas precipitaciones que regaron el secarral. Brunilda Gonzá- lez, la alcaldesa de la localidad de Calde- ra, explica que «resulta impresionante ver cómo un lugar donde normalmente no existe vegetación, marrón, de repente se transforma en una increible alfombra tupida de vivos colores. Cómo las flores, los insectos y los caracoles aparecen de la nada, es realmente impresionante». «Un buen método para saber dónde saldrán las flores es observar si en la superficie del suelo hay caracoles, éste es el animal más voraz del desierto. Si los hay, lo que quiere decir es que el terreno está plagado de semillas», aconseja Bru- nilda. La cultura changuita, a la que pertene- cían los ancestros de la alcaldesa, ya utilizaban las flores como aliño de sus comidas, como remedio para curar todo tipo de enfermedades, para mejorar la leche de las madres primerizas o para fabricar tejidos. Eso sí, al igual que ahora, una vez cada muchos años, sólo cuando las lluvias tiñen de vivos colores el desier- to de Atacama. No todas las plantas brotan al mismo tiempo y en la misma zona. Cada una obedece a propios patrones genéticos EFE puesto los ojos a raíz de la odisea de los mineros. OLOR A VIDA En estos días, la floración masiva engaña al visitante, pues es un espectáculo que sólo verán unos pocos afortunados. Ata- cama es la antítesis de esta alfombra de flores cuyas semillas estaban latentes bajo la tierra. No huele tanto a vida porque habitualmente no hay ni rastro de esas patas de guanaco, lirios, cebollinos, mal- villas, botones de alforja, añañucas... más de 200 especies de flores, siete por metro ÁNGEL SASTRE El desierto cambia estos días su árida imagen habitual El altísimo índice de radiaciones ultravioletas hace imprescindible el uso de gafas y crema solar A TU SALUD VERDE DOMINGO. 5 de SEPTIEMBRE de 2010 • 11 •