1 R EPISTOLARIO DE DON PASCUAL DE GAYANGOS CON DON ADOLFO DE CASTRO (1849-1861) Son varios los centenares de cartas de don Pascual de Gayangos que han visto la luz pública desde el fallecimiento del docto académico y catedrático. No muchas si se considera la enorme cantidad de corresponsales, pero las suficientes para añadir un poco de agua a la corriente de los que sostenemos, frente a la tradicional opinión, que en España se han escrito más Memorias y más Epistolarios de los que el vulgo cree. Don Pedro Roca, en su inconclusa biografía de Gayangos 1 , dijo haber tenido presentes, para redactarla, las correspondencias que cruzó con don Santiago de Massarnau, don Juan José Bueno, don Mariano Murillo, don Manuel Remón Zarco del Valle y Marqués de Jerez de los Caballeros, aunque, por desgracia, sólo llegó a imprimir algunas del primero de los nombrados. Las escritas a George Ticknor lo fueron ya por los biógrafos de este erudito norteamericano 2 , mientras que muchas de las que le dirigiera don Serafín Estébanez Calderón vieron la luz entre los apéndices del libro de Don Antonio Cánovas del Castillo, delicioso por muchos conceptos, El Solitario y su tiempo 3 . Recientemente, J. Simón Díaz ha aportado gran cantidad de materiales para el epistolario de Gayangos, dando a la estampa nada menos que 144 textos, de los cuales sólo dos, dirigidos a Bueno, conoció Roca. Larguísima serie, de importancia capital para su biografía, ocupan __________________ 1 Pedro Roca: Noticia de la vida y obras de D. Pascual de Gayangos, en RABMUS, 3ª época, I (1897) 544; II (1898) 13, 70, 110, 561; III (1899) 101. 2 Roca menciona las contenidas en Life, letters and journals of George Ticknor, London, 1876: t. II. pp. 131-213. Véanse los dos siguientes magníficos libros de nuestra excelente amiga C. L. Penney: George Ticknor; letters to Pascual de Gayangos from originals in the collection of the Hispanic Society of America, ed. by Clara Louisa Penney. New York, 1927. (8ª, xliv-578 PP.) Prescott; unpublished letters to Gayangos in the library of the Hispanic Society of America, ed. with notes Clara Louisa Penney. New York, 1927. (xxi-215 PP.) Otras cartas de Prescott han sido impresas por Roger Wolcott. 3 Antonio Cánovas del Castillo: El Solitario y su tiempo, biografía de D. Serafín Estébanez Calderón y crítica de sus obras, t. II, Madrid, 1883. Cfr. las pp. 317-387.
EPISTOLARIO DE DON PASCUAL DE GAYANGOS CON DON ADOLFO DE CASTRO (1849-1861) Son varios los centenares de cartas de don Pascual de Gayangos que han visto la luz pública desde el fallecimiento del docto académico y catedrático. No muchas si se considera la enorme cantidad de corresponsales, pero las suficientes para añadir un poco de agua a la corriente de los que sostenemos, frente a la tradicional opinión, que en España se han escrito más Memorias y más Epistolarios de los que el vulgo cree.
Welcome message from author
This document is posted to help you gain knowledge. Please leave a comment to let me know what you think about it! Share it to your friends and learn new things together.
Transcript
1
R
EPISTOLARIO DE DON PASCUAL DE GAYANGOS
CON DON ADOLFO DE CASTRO (1849-1861)
Son varios los centenares de cartas de don Pascual de Gayangos que
han visto la luz pública desde el fallecimiento del docto académico y
catedrático. No muchas si se considera la enorme cantidad de
corresponsales, pero las suficientes para añadir un poco de agua a la
corriente de los que sostenemos, frente a la tradicional opinión, que en
España se han escrito más Memorias y más Epistolarios de los que el
vulgo cree.
Don Pedro Roca, en su inconclusa biografía de Gayangos 1, dijo
haber tenido presentes, para redactarla, las correspondencias que cruzó
con don Santiago de Massarnau, don Juan José Bueno, don Mariano
Murillo, don Manuel Remón Zarco del Valle y Marqués de Jerez de los
Caballeros, aunque, por desgracia, sólo llegó a imprimir algunas del
primero de los nombrados.
Las escritas a George Ticknor lo fueron ya por los biógrafos de este
erudito norteamericano 2, mientras que muchas de las que le dirigiera
don Serafín Estébanez Calderón vieron la luz entre los apéndices del
libro de Don Antonio Cánovas del Castillo, delicioso por muchos
conceptos, El Solitario y su tiempo 3.
Recientemente, J. Simón Díaz ha aportado gran cantidad de
materiales para el epistolario de Gayangos, dando a la estampa nada
menos que 144 textos, de los cuales sólo dos, dirigidos a Bueno, conoció
Roca. Larguísima serie, de importancia capital para su biografía, ocupan
__________________
1 Pedro Roca: Noticia de la vida y obras de D. Pascual de Gayangos, en RABMUS, 3ª época, I
(1897) 544; II (1898) 13, 70, 110, 561; III (1899) 101.
2 Roca menciona las contenidas en Life, letters and journals of George Ticknor, London, 1876: t.
II. pp. 131-213. Véanse los dos siguientes magníficos libros de nuestra excelente amiga C. L.
Penney:
George Ticknor; letters to Pascual de Gayangos from originals in the collection of the
Hispanic Society of America, ed. by Clara Louisa Penney. New York, 1927. (8ª, xliv-578 PP.)
Prescott; unpublished letters to Gayangos in the library of the Hispanic Society of America,
ed. with notes Clara Louisa Penney. New York, 1927. (xxi-215 PP.)
Otras cartas de Prescott han sido impresas por Roger Wolcott.
3 Antonio Cánovas del Castillo: El Solitario y su tiempo, biografía de D. Serafín Estébanez
Calderón y crítica de sus obras, t. II, Madrid, 1883. Cfr. las pp. 317-387.
2
las cartas cruzadas con don Francisco de Borja Pavón, no menos de 65 y
a 55 llegan las que ha seleccionado de los papeles del doctísimo Asenjo
Barbieri 1.
Algunas más hay, impresas en diferentes lugares, pero como no es
nuestro propósito hacer aquí la bibliografía epistolar de Gayangos, baste
esta muestra y señal de lo conocido y a mano, para que por ella se
calcule lo mucho que aún deberá existir en colecciones y archivos.
La vida larguísima de don Pascual (1809-1897) y sus relaciones con
infinidad de eruditos, historiadores y coleccionistas, hace suponer que de
su pluma salieron millares de epístolas, que, a estar hoy reunidas e
impresas, podrían servir para redactar capítulos curiosos de una historia
de la bibliofilia en España durante el siglo XIX.
Confesamos que no nos es grata muchas veces la actitud de
Gayangos y sus procedimientos para adueñarse de libros curiosos, ni la
conservación de éstos, aún sabiendo su fraudulento origen, ni sus
trapicheos de comerciante, atestiguados con abundancia en sus propias
cartas. Pero la falta de escrúpulos recae sobre muchos coleccionistas de
su generación, y hay que ver las cosas con la necesaria perspectiva
cronológica para que no hieran demasiado nuestro modo de pensar.
No tuvo rival Gayangos en la adquisición de libros. Bibliófilos
hubo de 1830 a 1890 –la Edad de Oro de la bibliofilia española– que
pudieran superarle en amor, en entusiasmo por los viejos volúmenes
impresos o manuscritos, pero ninguno puso una inteligente voluntad, una
pasión tan constante y fervorosa por conseguir los restos de nuestro
pasado histórico y literario, de Lisboa a Viena y de Berlín a Gibraltar,
como don Pascual.
Así como hay bibliófilos que sólo adquieren libros impecables, bien
encuadernados, que previamente hayan salido en grandes subastas o en
catálogos de libreros de categoría, háilos también que apenas pasan por
establecimientos para nutrir sus anaqueles, sino que personalmente
recorren zaquizamís de prendero aldeano, buhardillas y mansardas en
casa de viudas o de herederos poco duchos en achaque de papeles,
polvorientos y sucios almacenes de traperos y cacharreros en donde es
fácil la adquisición a tanto el kilo.
Don Pascual de Gayangos usaba de todas las armas para vencer en
la diaria conquista del volumen apetecido, y lo mismo se hacía traer de
Londres o París el soberbio ejemplar ofrecido por Quaritch o Charavay
que andaba en tratos con el organista cegato de Córdoba para sacarle
buenos góticos a cambio de tomos de la Biblioteca de Rivadeneyra. De
otros pocos honestos procedimientos hemos tenido que hablar en una pu-
___________________
1 Esta correspondencia apareció como Suplemento a los tomos II (1948), III (1949) y IV (1950) de
la Revista Bibliográfica y Documental, que se publicaba en Madrid.
3
blicación nuestra 1, y no queremos volver sobre ello.
Casi setenta años consagrado día a día a esta tarea dieron por
resultado una biblioteca particular realmente fabulosa. Sólo en
manuscritos occidentales reunió más de mil quinientos, de los que hay,
aunque sumario y rudo, catálogo impreso 2; varios centenares de árabes,
turcos, chinos, etc., y una inmensidad de impresos rarísimos en su mayor
parte, están diseminados entre la Biblioteca Nacional y la de la Real
Academia de la Historia.
Todavía muchos años después de muerto don Pascual, herederos
suyos vendieron a diferentes libreros madrileños los desechos y sobras,
el papel inútil. Todos los aficionados recordamos un famoso carro
cargado con esta basura que adquirió don Estanislao Rodríguez en pocos
cientos de pesetas –los que le pidieron–, en donde iba, entre otras cosas,
el Cancionero de Llavia.
Gayangos utilizó en múltiples publicaciones los innumerables
tesoros literarios allegados, y su bibliografía, si alguna vez se hace,
revelará que fué uno de los hombres que más trabajaron en materias
eruditas en su época. La Biblioteca de Rivadeneyra, el Memorial
Histórico y las Memorias de la Academia de la Historia, la Sociedad de
Bibliófilos Españoles, etc., tuvieron en don Pascual un apoyo
eficacísimo y constante.
Bien es verdad que la mayor parte de su obra es hoy revisable,
porque los criterios científicos modernos exigen del editor de textos
mayor escrupulosidad que la acostumbrada entonces, y del crítico, un
más amplio panorama universal en el que encajar los resultados de su
especulación. Pero sin la multitud de trabajos que Gayangos desparramó
durante muchos años, sin la gran cantidad de textos que por vez primera
dió a conocer, sin la constante ayuda que proporcionó a los demás
eruditos de su tiempo, muchos capítulos de nuestra literatura, y aun de
nuestra historia, hubieran tardado bastantes años en poder redactarse.
Uno de los amigos españoles de Gayangos con que tuvo mayor
intimidad fué el literato gaditano don Adolfo de Castro y Rossi, catorce
años más joven que él, puesto que había nacido en Cádiz el 6 de
septiembre de 1823, durante el sitio que a la ciudad puso el ejército del
Duque de Angulema. De vivo ingenio, inteligencia nada común y pasión
por los estudios literarios e históricos, puede decirse que apenas salido
de la escuela entregóse con fervor a leer cuanto caía en sus manos, y
aprovechándose de que las bibliotecas públicas y privadas de Cádiz de
entonces eran muchas e importantes, reunió a los veinte años una
erudición envidiable 3.
__________________
1 A. Rodríguez-Moñino: La de San antonio de 1823. Valencia, 1957.
2 Pedro Roca: Catálogo de los manuscritos que pertenecieron a D. Pascual de Gayangos,
existentes hoy en la Biblioteca Nacional. Madrid, 1904. 4.º, 401 [1] pp.
4
Las tertulias en casa del librero Moraleda y el trato y conversación
diarios con bibliófilos de la talla de don Joaquín Rubio, don Francisco
Domecq y Víctor, don Joaquín Aguilar, don Juan Bautista Cabaleri-
Pazos, etc., hicieron que se desarrollasen sus aficiones hasta el límite, no
ciñéndose al círculo de lo conocido, sino buscando en manuscritos y
antiguas ediciones las fuentes puras de la historia.
A los veinte años pasó una temporada en Sevilla, precisamente en la
época en que fué sitiada la ciudad por las tropas de Van Halen. Allí trató
a los principales eruditos que entonces residían: Amador de los Ríos,
Juan José Bueno, José Joaquín de Mora, Rafael M.ª Baralt, etcétera,
alguno de los cuales habían de trasladarse pronto a Madrid, dedicados a
la cátedra o al periodismo. Amistad probablemente hecha en Cádiz y
afianzada por aquel tiempo, fué la de don Bartolomé José Gallardo.
De vuelta a su ciudad natal, en 1844, comenzó a imprimir el fruto
de sus vigilias, y sucesivamente fueron viendo la luz pública sus Historia
de Cádiz y de Jerez, monografías sobre el Conde Duque de Olivares,
Lesage, Calderón, etc.; la Historia de los Judíos en España, y otros
varios trabajos eruditos que alternaba con los poéticos y de pura
creación.
El 1848 marca una fecha señalada en la vida literaria de Castro con
la superchería del Buscapié, historia bien conocida que no vale la pena
de recontar. Gallardo fué el primero que acusó el fraude, y su ataque
motivó una polémica en la cual el bibliófilo extremeño se quedó casi
solo, pero con la razón y la verdad 1.
Estébanez Calderón, Cánovas y Gayangos, entre otros, ayudaron a
Castro en la lucha literaria, que duró hasta la muerte de Gallardo (1852),
con curiosas derivaciones judiciales. Durante los cuarenta y seis años
que le sobrevivió, Castro ocupó cargos en la política y la administración,
dirigió periódicos, fué nombrado miembro correspondiente de las
Academias Española y de la Historia y sostuvo relaciones con casi todos
los que se ocupaban de estudios literarios o históricos en nuestro país.
Falleció en Cádiz en 1898.
La obra erudita de Castro no es desdeñable ni mucho menos. Casi
siempre toca problemas importantes, arrojando sobre ellos luces nuevas
para aclarar sus tinieblas, como en el caso del Centón epistolario o de la
Epístola moral, pero hay una punta de desconfianza en el lector porque a
veces las consecuencias que saca de premisas débiles llevan más allá de
lo justo: tal con las Obras inéditas de Cervantes.
__________________
3 La biografía más antigua que conocemos del escritor gaditano en la de Emilio Bravo, titulada
D. Adolfo Castro, breve reseña de sus obras, aparecida en el periódico madrileño La
Ilustración, nº 15, sábado 12 de abril de 1851. Se completa con el artículo correspondiente del
Diccionario Hispano Americano editado por Montaner y Simón.
4 Cayetano Albero de la Barrera: El Cachetero del buscapié, Santander, Lib. Moderna, 1916, 4.º,
XI-[1]-282 pp.
5
Contagiado de las mañas bibliopiráticas de Gayangos, parece que
no fué ajeno a los saqueos de la Colombina y de otras colecciones
sevillanas: así nos lo aseguró don Francisco Rodríguez Marín, y así se
desprende de menciones impresas de Menéndez y Pelayo 1. No hemos
podido comprobar con testimonios fehacientes estas aseveraciones.
Pruebas sobradas hay de su generosidad facilitando datos y noticias
a otros investigadores; háilas también de sus escasos escrúpulos en
maltratar honras ajenas: Cabaleri Pazos 2 y Gallardo sean buenos
testigos.
Con sus cualidades positivas y negativas, la figura de Castro tiene el
interés suficiente, como tipo de un erudito del siglo XIX, para que se le
consagre una monografía detallada y se haga un recuento de sus tareas,
desperdigadas en multitud de publicaciones periódicas.
Ignoramos lo que habrá sido de sus libros y papeles. En 1956 vino a
Madrid parte de ellos, que se distribuyó entre libreros: de Antonio
Chiverto, de Antonio de Guzmán y de los hermanos Montero, hemos
adquirido algunos, entre los cuales figura un buen lote de cartas de
eruditos y contemporáneos suyos.
De este conjunto separamos hoy la correspondencia que le dirigió
don Pascual de Gayangos. No son muchas epístolas, pero no creemos
que nadie pueda tachar de ociosa su publicación. Lamentable es que,
como sucede casi siempre, sólo conozcamos una voz del diálogo:
probablemente las respuestas de Castro se hallarán entre los papeles que
conserven los descendientes del académico arabista o en el mar sin fondo
de la Biblioteca Nacional; en uno o en otro caso, imposibles de traer hoy
a estas páginas. Contentémonos con las curiosas noticias que nos ofrecen
los renglones del erudito gaditano, en los cuales hay suficientes datos de
la vida intelectual de esos años para que sirvan de ampliación a las
biografías de sus contemporáneos.
A. RODRÍGUEZ-MOÑINO.
___________________
1 En carta de 25cde septiembre de 1905 decía Menéndez y Pelayo a Rodríguez Marín: “Tengo la
casi certeza de que la paráfrasis de los Tópicos de Cicerón estaban en la Colombina cuando yo
la visité por primera vez, allá en 1878, antes de la temporada funesta de D. Adolfo”.
Epistolario de Menéndez Pelayo y Rodríguez Marín (1891-1912), Madrid, 1935, p. 285.
2 A Cabaleri-Pazos hemos dedicado larga nota en nuestro trabajo La de San Antonio de 1823.
Castro, que había sido amicísimo suyo, simplemente porque no aceptó la superchería del
Buscapié, publicó contra él un feroz libelo titulado: Semblanza del Dr. D. J. B. C.-P. Gran
literato. Escrita en malos versos con buenas notas aclaratorias, por uno que no lo es. Cádiz,
Imp. y Lib. del Propagador, 1848 (8º, 16 pp).
6
I
Abril 3. 1849.
Mi querido amigo: Despues de lo que le manifesté a V. en mi
última con respecto á los libros, ha resultado que algunos de ellos, los
más caros, no se hallaban en perfecto estado de conservación. Y como
yo soy muy escrupuloso en estas cosas, se los he devuelto a su dueño,
previniendole que se lo avisaria a V. El Retablo de la Vida de Cristo,
Valladolid 1605 tiene la portada manuscrita y algunas hojas remendadas.
El Valera, Cronica de España es un ejemplar cansado, en pergamino y
bastante recortado de margenes. Y por ultimo el Corellas edicion de
Valladolid 1543, 4.º, tiene la portada y la primera hoja manuscritas,
aunque por lo demas es muy buen egemplar y está en pasta. Si a V. no le
hacen mucha falta dichos libros, tenga V. paciencia que ya los
encontraremos mejor tratados y mas baratos. Si no puede V. pasarse sin
ellos, digamelo y obraré con respecto á lo que V. me diga. Aun no
desespero de hacer que el dueño, vista la imperfeccion de ellos, me haga
una rebaja mayor. De todos modos sepa V. que yo tengo en mi librería
del 1º la edicion de Alcalá de Henares 1593 por Sebastian Martinez fol.
Del segundo la misma edicion de 1562 y otra anterior tambien de Sevilla
1539 aunque falta. Y por último del Corellas, la edicion de Zaragoza de
1547.
Como yo ando tan ocupado, no cuidé de mirar bien los dichos libros
al recibirlos y pagar su importe; pero repito han vuelto á su dueño, y
puede V. tomarlos ó no como le acomode.
Estoy trabajando en la confeccion de mi catalogo, y voy
encontrando algunos duplicados. Ya le avisaré á V. á su tiempo. No me
olvido del Valdés.
Entre mis manuscritos ví dias pasados uno cuyo titular es:
Genealogia valdè antiqua et bona neophitorum Antiquorum qui conversi
fuerunt, tempore beati Vincentii ferreri confessoris ordinis
praedicatorum 4º. Escribióla un asesor del Tribunal de la Inquisicion, el
cual dice que habiendo tenido que salir de Zaragoza el año de 1507 de
resultas de la peste de dicha Ciudad, y habiendo intervenido en la
expulsion de los Judíos verificada el año de 1492, se entretuvo en formar
el indice de todas las familias descendientes de judios que habia en
Aragon, con sus entronques y alianzas. Es un tomo en 4º con 293 hojas
útiles y parece el original. Entre las familias nombradas se hallan las de