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Acta Poetica 24-2OTONO
2003
Enzo TraversoTrad. Esther Cohen y Melina Balcazar
Los inteleetuales y el antifascismo.Por una historizacion
critica
Asistimos hoy a un fenomeno paradojico e inquietante: el
au-mento de movimientos politicos de inspiracion fascista en
Eu-ropa (desde Erancia hasta Italia, desde Belgica hasta
Austria)que se acompafia, en el seno de los medios inteleetuales,
deuna vasta campana de denigracion de toda la tradicion
antifas-cista. En Italia, los medios presentan al antifascismo como
elresponsable de la dedva catastrofica de la pdmera Repiiblica,y el
principal biografo de Mussolini, Renzo de Eelice, encabe-z6 una
batalla para superar el "paradigma antifascista" que se-ria, a sus
ojos, la tara mayor de la historiografia de la posgue-rra.' En
Alemania, despues de la reunificacion, el apelativo"antifascista"
se emplea como un insulto, olvidando mas o me-nos conscientemente
todo lo que el antifascismo represento pa-ra el exilio aleman y
para la lucha contra e! regimen hitleda-no, antes de transformarse
en idcologfa de Estado de la ^
' Cf. R. De Felice, Rosso e nero, Turin, Baldini & Castoldi,
1995.^ En su editorial del 22 de jiilio de 1991, la Frankfurter
AUgemeine Zeitung es-
cribi'a que "no hay aniifascismo que no sea culpable" y
anunciaba los anos noven-ta como una nueva era de "antifascismo"
(cf. Wolfgang Schneider, "Deutschlanderwacht", Konkret, num. 10,
1991, 30-34). Cf. tambien Anionia Grunbeig, Anti-faschismus. Ein
deutsches Mythos, Hamburgo, Rowolhit, 1993.
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En Francia, la campana contra el antifascismo se lanzo,
hacealgunos anos, a partir de un artieulo de Annie Kriegel en
Com-mentaire? Conoeio su momento mas bajo en el momento de
laapadcion de un innoble panfleto que pretendia presentar aJean
Moulin como un agente sovietico,'* y su coronacion, enun nivel
cultural mas elevado, con Le passe d'une illusion deFran9ois Furet,
un libro donde el antifascismo se reduce a unagigantesca empresa de
mistificacion que habria permitido altotalitarismo sovietico
extender su influencia sobre la culturaoccidental.^
Lo que esta en juego es capital: ^que queda del
compromisoantifascista de los intelectuales? ^Podemos, hoy,
llamamos anti-fascistas? Aquellos que estan convencidos, como lo
estoy yo,del valor historico y de la actualidad politica del
antifascismoy, por lo tanto, de la necesidad de combatir una mala
forma derevisionismo, no pueden permitirse responder a estas
pregun-tas amparandose detras de una idealizacion apologetica del
pa-sado. Estariamos tentados a responder que, al librarnos del
an-tifascismo, se corre el riesgo de borrar el unico rostro
decenteque Italia supo dar de si misma entre 1922 y 1945;
Alemania,entre 1933 y 1945; Francia, entre 1940 y 1944; Espana y
Por-tugal, durante cerca de cuarenta anos. Pero, aunque
necesaria,esta respuesta no es suficiente. Para defender al
antifascismocomo memoria "ejemplar", en el sentido mas noble del
termi-no y como leccion aiin viva del pasado, hay que proceder a
suhistorizacion critica, entender sus debilidades y sus
limites,que, a menudo, van acompaiiados de su grandeza. Y, para
com-prender la relaeion de los intelectuales con el antifascismo,
hayque partir de lejos, de los origenes de su compromiso.
^ A. Kriegel, "Sobre el antisfascismo", Commentaire, num. 50,
1990.* Thiery Wolton, Le grand recrutement, Paris, Grasset, 1993,
obra que tiene el
merito de haber provocado la respuesta de Pierre Vidal-Naquet,
Le trait empoi-sonn6. Reflexions sur I'ajfaire Jean Moulin, Paris,
La D6couverte, 1993.
^ F. Furet, Le passe d'une illusion. Essais surl'idee communiste
au xxe siecle,Paris, Laffont / Calmann-L^vy, 1995.
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Uno de los ultimos ensayos de George Orwell, Writers
andLeviathan, esta dedicado a la relacion que se establece en
Eu-ropa, durante los anos treinta, entre los inteleetuales y la
poli-tica. A partir de una reflexion ampliamente autobiografica,
se-nala el caracter casi inevitable de la irrupcion de la politica
enla cultura. Los escritores no podian encerrarse mas en un
uni-verso de valores esteticos, protegidos de los conflictos que
des-garraban al viejo mundo: "En la actualidad escdbia nadiepodria
dedicarse a la literatura de manera absoluta, como lo ha-cian Joyce
o Henry James".^ El mismo balance ya habia sidosacado, con una
decena de aiios de antedoddad, poco antes dela guerra, por Walter
Benjamin, quien afirmaba la necesidadde oponer la politizacion del
arte y de la cultura o sea, elcompromiso de los artistas y de los
inteleetuales a la esteti-zacion de la politica puesta en obra por
el fascismo: Fiat ars,pereat mundus, tal es la consigna del
fascismo que, Madnetti loreconocia, espera de la guerra la
satisfaccion artistica de unapercepcion sensible modificada por la
tecnica. Evidentemente,se encuentra aqui la perfecta realizacion
del arte por el arte.En tiempos de Homero, la humanidad se ofrecia
como espec-taculo a los dioses del Olimpo; ahora, se ha hecho su
propio es-pectaculo. Se volvio extranjera para si misma, al extremo
delograr vivir su propia destruccion como un goce estetico de
pri-mer orden. He aqui la estetizacion de la politica que practica
elfascismo. La respuesta del comunismo es "politizar el
arte".^Dicho de otro modo, el intelectual debia "empaparse",
frotarsecon las asperidades del presente, volverse a su modo
"militan-te", si no queria enmohecerse como un fosil, como una
figuraanacronica e iniitil, de letrado que vive fuera de su
tiempo.
La nocion de "intelectual", que entra defmitivamente al
vo-cabulado occidental en el momento del caso Dreyfus, designa
* G. Orwell, Collected essays, vol. 4, London, Penguin Books,
1986, p. 409.(La traducci6n es nuestra.)
^ W. Benjamin, "L'ouvre d'art h l'^poque de sa reproductibilit6
technique",Essais 1935-1940, Paris, Denoel-Gonthier, 1983, p.
126.
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precisamente esta interferencia entre literatura y politica
quemarcar^ profundamente toda la historia del siglo xx.
Eviden-temente, a esta figura no le faltan ilustres precedentes,
desdelos filosofos de las Luces hasta las revoluciones de 1848,
enlas cuales participan numerosos hombres de letras; pero, apartir
del cambio de siglo, ese fenomeno adquiere dimensio-nes nuevas
hasta volverse, durante el periodo de entreguerras,una cuestion de
mayor importancia dentro de la cultura euro-pea y occidental. En La
trahison des clercs, Julien Benda tratode capturar esta imagen de
literato comprometido medianteuna definicion ideal tipica: "los
hombres cuya funcion es la dedefender los valores etemos y
desinteresados, como la justiciay la razon".^ Ahora bien, si se
observa con atencion la entradaen la politica de los intelectuales,
esta no siempre se fundo so-bre dichos valores. Ya el caso Dreyfus
fue una querella deintelectuales: Maurice Barres contra Emile Zola,
Edouard Dru-mont contra Bemard-Lazare. Dicho de otro modo, el
nacionalis-mo contra el universalismo, el antisemitismo contra la
igualdad,el militarismo contra la repiiblica. Durante los aiios
veinte ytreinta, estos conflictos se acentiian: al lado de los
intelectua-les que se movilizan para defender la democracia, hay
otrosque laboran para abatirla. Una amplia parte de la cultura
euro-pea se adhiere a valores que se inscriben contra la tradicion
de1789: el nacionalismo, el antisemitismo, la "revolucion
con-servadora", el elitismo antidemocratico y el fascismo
ejercenuna atraccion considerable en gran numero de intelectuales
enItalia, en Francia, en Alemania e, inclusive, en un foco
tradi-cional del liberalismo como Inglaterra.^ Con frecuencia,
ten-demos a olvidarlos por una especie de choque de frente
retros-pectivo que oculta el hecho de que Gramsci se volvio una
figuracentral de la cultura italiana solamente despues de la
guerra
^ J. Benda, La trahison des clercs, Paris, Grasset, 1975. (La
traducci6n es nuestra.)'^ Cf. Alistair Hamilton, L'illusion
fasciste. Les intellectuels et le fascisme
1919-1945, Paris, Gallimard, 1973.
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y la caida del fascismo; de que Maurras y Ddeu la Rochelleeran
tan influyentes, en la Erancia de los anos treinta, comoMalraux y
Gide, y de que, bajo la repiiblica de Weimar, ErnestJtinger era tan
famoso como Eric Mada Remarque, y OswaldSpengler mucho mas lefdo
que Walter Benjamin o Ernst Bloch.
Una prefiguracion literada de esta dicotomia de un ladoel
intelectual democratico, racionalista y antifascista; del otro,el
nihilista romantico y apocaliptico, sublevado contra la mo-dernidad
fue esbozada por Thomas Mann, a principios delos anos veinte, en La
montana mdgica. A los dos heroesde esta novela, Settembdni y
Naphta, se Ios ha interpretadocomo las dos almas del autor, quien
habia publicado, a finalesde la Pdmera Guerra Mundial, un
manifiesto de la "revolu-cion conservadora", las Consideraciones de
un apolitico, yquien encarnara luego la conciencia democratica de
su paiscuando, exiliado en los Estados Unidos, lance sus "Llamadosa
los alemanes" para denunciar los crimenes del nacionalso-cialismo.
Otros vieron ahi la transfiguracion literada del dia-logo que
Thomas Mann habia entablado con su hermanoHeindch, cuya filosofia
recuerda de cerca el positivismo hu-manista de Settembrini. Mas
recientemente, este conflicto no-velesco, situado por el autor en
el corazon de los Alpes suizosen la vispera de la Primera Guerra
Mundial, se ha evocadocomo la prefiguracion de otra celebre disputa
filosofica, estavez completamente real, que tendra lugar en Davos,
en 1929,entre el ultimo representante de la Aufkldrung alemana,
elneokantiano Ernest Cassirer, y Martin Heidegger, el jovenautor de
El ser y el tiempo, fundador de una nueva forma deontologia
politica que debia conducirlo, algunos anos mas tar-de, a adherirse
al regimen nazi.'*^
La parabola de la inteligencia europea de entreguerras se
de-sarroUa entre estos dos polos filosoficos y politicos,
ciertamen-te opuestos, pero no siempre sin interferencias. Ciertos
criticos
'" Cf. Rudiger Safranski, Martin Heidegger, Paris, Grasset,
1996, pp. 197-202.
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han formulado tambien la hipotesis de que Thomas Mann sehabria
inspirado para el retrato del nihilista Naphta en el jovenGeorg
Lukacs, el autor de El alma y las formas, atraido, desdeel final de
la guerra, por el comunismo, hasta volverse, en1919, comisario del
pueblo por la Educacion en la efimera Re-piiblica Sovietica Hungara
dirigida por Bela Kun.^ ^ Como ro-mantico, Naphta es una especie de
Jano con dos cabezas, unaconservadora e incluso reaccionaria; la
otra, revolucionaria.Esta figura metaforica sirve aquf para
recordamos que muchosintelectuales a menudo judios y antifascistas,
destinados adesempefiar un papel nada despreciable en la renovacion
de lafilosofia politica de la posguerra, fueron los discipulos de
Hei-degger. Pensemos solamente en Hannah Arendt y en HansJonas o,
mas aun, en los marxistas Herbert Marcuse y GuntherAnders. El hecho
es que, durante los anos treinta, Naphta teniaque escoger: su
rechazo de la Zivilisation podria albergarseunas veces en las
mitologias teutonicas cultivadas por el nacio-nalsocialismo, hasta
aceptar la mistica de la sangre y del suelo;otras veces, en una
critica radical del rostro de la modernidadencarnada por el
fascismo. ^ ^
Si el intelectual "comprometido", el humanista rebelde pin-tado
por Benda "en situacion", de acuerdo con la defini-cion que dara de
el Sartre algunos anos mas tarde, se en-cuentra asf lejos de
imponer su presencia en el transcurso dela primera mitad del siglo,
conocera, no obstante, un augeconsiderable durante los anos
treinta. El momento crucial quemarca el compromiso polftico de los
intelectuales no es 1917,la Revolucion de octubre, sino 1933, la
Uegada de Hitler alpoder en Alemania. Es verdad que este compromiso
coincide
' ' Esta hipotesis esta en el centra de toda la segunda parte de
la obra de JudithMarcus, Georg Lukdcs and Thomas Mann. A Study in
the Sociology of Literature,Amherst, The University of
Massachussetts Press, 1987. Sobre las multiples carasdel
romanticismo, cf. Michael Lowy y Robert Sayre, Revolte et
melancolie. Le ro-mantisme a contre-courant de la modemite, Paris.
Payot, 1992.
'^ Cf. Jeffrey Herf, Reactionary Modernism. Technology, Culture
and Politicsin Weimar and the Third Reich, New York, Cambridge
University Press, 1984.
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a menudo con su entrada en el campo magnetico del comunis-mo
que, sin embargo, no constituye el punto de partida, sinosolamente
el resultado de su radicalizaci6n. En 1917, JohnReed, para quien
los Soviets rusos iban a "sacudir el mundo",se mantiene como una
excepci6n. En cambio, en 1934, Hein-rich Mann se encuentra lejos de
estar aislado cuando publicaEl odio. Al final de la Primera Guerra
Mundial, Louis Aragon,el futuro chantre de Stalin y poeta oficial
del comunismofrances, habfa reducido la Revolucion de octubre a una
sim-ple "crisis ministerial". Nadie podfa reaccionar con la
mismaligereza frente al nazismo. A partir de 1933, el
compromisoantifascista de los intelectuales sera masivo, y hara que
mu-chos de los que se habfan mantenido indiferentes o que no
ha-bfan ocultado su escepticismo frente a los obreros insurrectosde
Turfn, Berlfn y Budapest en 1919-1920, se acerquen a laUnion
Sovietica, a la cual perciben como una defensa contrala expansion
de la peste parda en Europa.
Esta movilizacion antifascista estara marcada, entre 1935 y1937,
por la celebracion de dos congresos internacionales endefensa de la
cultura: el primero en Parfs, el segundo en Va-lencia, en la Espana
Republicana, y en ellos participan variasde las personalidades mas
significativas de la cultura de laepoca.'^ Encontrara su apogeo
durante la Guerra Civil espa-iiola, en la cual la defensa de la
Repiiblica parece identificarsecon la de la cultura europea.
Numerosos son los escritores quese enrolan en las brigadas
internacionales o van a Espana parasostener la Republica, desde
George Orwell hasta Ernest He-mingway, de Andre Malraux a Arthur
Koestler, de W. H. Audena Stephen Spender, de Benjamfn Peret a
Octavio Paz. La alian-za entre la inteligencia antifascista y el
comunismo, sacudida
'^ Sobre el congreso parisino de 1935, cf. Michel Winock, Le
siecle desintellectuels, Paris, Seuil, 1997, cap. 27; y Herbert
Lottman, La rive gauche.Du Front populaire a la guerre froide, II,
cap. 6, Paris, Seuil, 1981. Sobre elcongreso de Valencia, cf.
Andres Trapiello, Las annas y las letras. Literatura yguerra civil
(1936-1939), Barcelona, Planeta, 1994, cap. 10.
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por el Pacto ruso-germdnico de 1939, despues reanudada en1941 y
sellada por la Resistencia, se mantendra durante mu-cho tiempo. En
1945, la cultura europea esta, en gran medida,situada bajo el
horizonte del antifascismo.
Varios elementos estan en el origen de este cambio politicode
los intelectuales. ^ "^ En principio, la Uegada de Hitler al po-der
en Alemania, seguida un ano mas tarde por el golpe deestado
cledgo-fascista de Dolfuss en Austria, luego por el
pro-nunciamiento de Eranco en Espana, se vivio como un ver-dadero
traumatismo. Si el fascismo italiano permanecia comoun fenomeno
nacional, aislado, mal conocido y mal compren-dido, al que habia
podido unirse un sector importante de lacultura italiana, de
D'Annunzio a Gentile, e incluso de su van-guardia (los futuristas),
el advenimiento del nacionalsocialis-mo en Alemania daba
repentinamente al fascismo una dimen-sion europea, haciendolo
parecer como una terrible amenazano solo para el movimiento obrero,
sino, mas en general, parala democracia y la cultura a nivel
continental. Esta amenaza nose limitaba a la esfera politica, ya
que parecia poner nueva-mente en cuestion la civilizacion misma.
Bastaba con escucharlas declaraciones de los jefes nazis para
comprender que laherencia de las Luces estaba en peligro: Goebbels
ya habiaanunciado que "el ano 1789 sera borrado de la
historia".^^El antifascismo se identificaba tambien con la lucha
por la pazen un continente donde las heridas de la Primera Guerra
Mun-dial estaban aun abiertas y donde los equilibrios politicos
pare-cian cada vez mas precarios. La agresion italiana contra
Etio-pia, la remilitarizacion de Renania, la guerra de Espana,
laguerra chino-japonesa, despues Munich y, finalmente, unanueva
guerra: esta escalada suscitaba en Europa una inquietudcreciente de
la que el arte y la cultura fueron el eco. Last but
''' Cf. Eric J. Hobsbawm, "Gli intellettuali e I'antifascismo",
Storia del mar-xismo, vol. 3, t. II, Torino, Einaudi, 1981, pp.
441-490.
'^ Citado en Karl D. Bracher, La dictature allemande. Naissance,
structure etconsequences du nationalsocaillisme, Toulouse, Privat,
1986, p. 31.
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not least, el fascismo habia hecho de los intelectuales uno
desus blancos privilegiados, como lo testimonian los miles de
es-critores, periodistas, cientificos, universitarios y artistas
cons-treiiidos a emigrar. La cultura antifascista fue tambien, en
granmedida, una cultura del exilic Su unidad estaba cimentada
poruna multitud de parias que erraban de un pais a otro, de
uncontinente a otro, como los embaj adores de una Europa huma-nista
amenazada por la aniquilacioh. El antifascismo se expre-saba
tambien gracias a una pleyade de revistas de lengua ale-mana
publicada en Pan's, Londres, Praga, Zurich, Amsterdam,Moscu y Nueva
York, por los exiliados de Europa central, ju-dios en la mayor
parte de los casos. Todos estos intelectuales,escribio Peter Gay,
contribuyeron a dar al espiritu de Weimar"su verdadero hogar: el
exilio".^^
Muchos criticos han senalado los-limites de este compromi-so
antifascista, a menudo tan generoso como ciego: no erantinicamente
los intelectuales "organicos" y los companeros decamino de los
partidos comunistas quienes se negaban a ver losaspectos tiranicos
del estalinismo. Retour de I'URSS, de AndreGide; Hommage a la
Catalogne, de George Orwell; S'il estminuit dans le siecle, de
Victor Serge y Darkness at Noon (Zeroet I'infini), de Arthur
Koestler, publicados todos entre 1936 y1940, son excepciones que
pasaron inadvertidas en el momentode su publicacion o que fueron
pronto olvidadas como el librode Gide despues de una resonancia
efimera. Con respecto alregimen sovietico, la tonalidad general del
antifascismo eramas bien la de cierta complacencia, si no es que de
una ad-miracion acritica. Ya en el congreso parisino de 1935,
Mag-deline Paz y Henri Poulaille tuvieron muchas dificultades
paraleer un llamado a favor del escdtor libertario Victor Serge,
de-portado a Siberia. ^ ^ Con respecto a la URSS, la actitud
domi-
'^ p. Gay, Le suicide d'une republique. Weimar 1918-1933, Paris,
1993,Calmann-Levy, p. 180.
'^ H. Lottman, op. cit., p. 193.
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nante no es la de Gide o la de Orwell, sino la de los
socialistasfabianos Sydney y Beatriz Webb, dos intelectuales
profunda-mente ajenos al comunismo por tradicion, cultura y
tempera-mento que, sin embargo, publican una obra titulada
SovietCommunism: a New Civilization (1935), o aun la del
escritoraieman Lion Feuchtwanger, que asiste a los procesos de
Mos-cu y los aprueba con entusiasmo, en Moscow 1937. Sin embar-go,
despues de 1933, no hay que convertirse forzosamente alculto de
Stalin para defender a la URSS. El antifascismono se reduce a una
simple variante del comunismo sovietico.En Le passe d'une illusion,
Fran9ois Furet estigmatiza "la ideacompletamente negativa del
antifascismo" como el productodel "gran hito kominterniano de
1935", con el cual, gracias auna habil mistificacion, el
totalitarismo ruso se habria disfraza-do de heraldo de la
democracia. ^ ^
Esta tesis simplifica la realidad historica al menos por
dosrazones: borra todas las tendencias no estalinistas e inclusolas
antiestalinistas que actuaban en el seno de la cultura
anti-fascista y, sobre todo, parece ignorar el hecho de que en
Euro-pa occidental no se podia combatir el fascismo privandoseo
estando en contra de la aportacion de los comunistas y dela Union
Sovietica. Ignorar estos hechos no puede sino lle-var hacia una
deriva peligrosa, como lo ha senalado reciente-mente una figura
limpida del antifascismo liberal, NorbertoBobbio:
A lo largo de estos ultimos anos de revisionismo historico,
hellegado a constatar con amargura que el rechazo del antifas-cismo
en nombre del anticomunismo ha conducido a menudo aotra forma de
equidistancia que me parece abominable: aquellaentre erfascismo y
el antifascismo.'^
'^ F. Furet, op. cit., p. 193.'^ N. Bobbio, De Senectute,
Torino, Einaudi, 1996, pp. 8-9. (La traduccion es
nuestra.)
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El hito del Kominteni, en 1935, aunque no lo determina, seadapta
a un momento crucial que se inicio, tanto en el mo-vimiento obrero
como en el mundo intelectual, desde 1933.En Francia, la primera
llamada para la unidad de accion encontra del fascismo se da
algunos dias despues de los motinesdel 6 de febrero de 1934. Esta
firmada por surrealistas (AndreBreton, Rene Crevel y Paul Eluard) y
por escritores atraidospor el comunismo, como Jean-Richard Bloch o
Andre Mal-raux. Algunos dias mas tarde, un llamado analogo, lanzado
porel filosofo Alain y los etnologos Paul Rivet y Paul
Langevin,obtendra en algunos meses varios miles de firmas. Se
confor-mara asi un Comite de Vigilancia de los Intelectuales
Anti-fascistas (CVIA).-^ *^ En resumen, lejos de constituir un
sub-producto, el antifascismo de los intelectuales precede a
lapolitica de frente popular que adoptaron el Partido Comunistay la
SEIO.
La alianza entre una parte de la cultura europea y el comu-nismo
es producto del fascismo. La incapacidad, o falta de vo-luntad,
para ver el verdadero rostro del estalinismo se acentuatanto mas
cuando la amenaza del fascismo es grande, inme-diata, terrible. En
Europa, son pocos los antifascistas dispues-tos a denunciar los
crimenes de Stalin, a comprender que, sibien los comunistas son un
aliado indispensable en la luchacontra el fascismo, su politica no
debe ser avalada, y que elcombate antifascista mismo corre el
riesgo de ser descalifica-do si se pasa en silencio el despotismo
sovietico, los procesos,las ejecuciones sumarias, las
deportaciones, los campos (sinmencionar la colectivizacion forzada,
ignorada en la epoca in-cluso por la literatura anticomunista mas
encamizada). Tal esla orientacion seguida por los surrealistas que,
en 1936, de-
^ Cf. Pascal Ory, Jean Francois Sirinelli, Les intellectuels en
France, deI Affaire Dreyfus a nos jours, Paris, Armand Coli, 1986,
pp. 98-99; Herbert R.Lottman, La Rive gauche. Du Front populaire a
la guerre froide, Paris, Seuil,1981, especialmente el cap. 5 de la
segunda parte, pp. 148-158.
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nuncian los procesos de Moscu como una "abyecta puesta enescena
policiaca". Tambien sigue esta orientacion el medio in-telectual
reagmpado en Nueva York alrededor de la PartisanReview, sobre el
cual Trotsky ejerce una influencia muy amplia,que sostiene una
comision de investigacion, presidida por JohnDewey, cuyo proposito
es desenmascarar estos procesos-far-sa.^' Podriamos agregar los
nombres de los intelectuales comu-nistas que rompen con el
estalinismo, desde Paul Nizan hastaManes Sperber, desde Arthur
Koestler hasta Willy Mlinzenberg.Durante su intervencion en el
Congreso por la libertad de lacultura en 1935, el antifascista
italiano Gaetano Salvemini, enesa epoca exiliado en Estados Unidos,
expresa de manera muyexplicita sus reservas frente al estalinismo,
ocasionando asi,como lo habia hecho ya Breton antes que el, la
reprobacion deuna amplia parte del piiblico:
No tendria derecho de protestar contra la Gestapo y la
Ovrafascista, si tratara de olvidar que existe una policia
politicasovietica. En Alemania hay campos de concentraci6n; en
Ita-lia hay islas transformadas en lugares de detencion, y en
laRusia sovietica esta Siberia.^ ^
Ademas, la teoria del totalitarismo (que enfrenta, sin
darventaja a ninguna de las dos, a la Rusia de Stalin y a la
Ale-mania hitleriana como dos formas de un nuevo absolutismo),cuyas
primeras formulaciones son elaboradas por algunos en-sayistas ex
comunistas (Franz Borkenau) o liberales conser-vadores (Eric
Vbegelin y Waldemar Gurian, luego FriedrichHayek y otros), se
percibe mucho mas como el signo de unaretirada de los intelectuales
hacia una actitud de pasividad es-
2' Cf. Alan Wald, The New York Intellectuals. The Rise and
Decline of theAnti-Stalinist Left from the 1930s to the 1980s, The
University of North CarolinaPress, Chapel! Hill & London, 1987,
especialmente el cap. 5, pp. 128-162.
^^ Citado en Marcello Flores, L'immagine del'URSS. L'Occident e
la Russiadi Stalin (1927-1956), Milano, II Saggiatore, 1990, p.
214.
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ceptica y de pesimismo impotente que como un ejemplo
decompromiso mas eficaz y liicido. Los teoricos del totalitaris-mo
ciertamente captaron la naturaleza despotica del regimende Stalin,
pero la conclusion logica implicita en su tesis laimposibilidad de
una alianza con la URSS se volvia, a par-tir de 1941, completamente
irreal. Ellos mismos, comenzandopor Raymond Aron, se rehusaron a
sacar tal conclusion. Estadialectica infernal entre fascismo y
estalinismo explica engran medida, sin justificarlo, el silencio de
los intelectualescon respecto a los crimenes del estalinismo.
En principio, la amenaza del fascismo, luego del
inmensoprestigio y de la legitimidad historica adquirida por la
URSSdurante la Segunda Guerra Mundial, lleva a una parte
consi-derable de la cultura occidental a ignorar, a subestimar, a
dis-culpar, e incluso a legitimar el regimen sovietico. Los
ejem-plos citados mas arriba de los surrealistas, de los New
Yorkintellectuals y de otros socialistas independientes prueban
quese podia ser a la vez antifascista y antiestaliniano, y que
lafascinacion ejercida en la epoca por el estalinismo sobre la
in-teligencia antifascista no era irresistible. En cambio,
Furetopone las virtudes beneficas de un liberalismo
historicamenteinocente y politicamente clarividente, verdadera
antitesis delos totalitarismos, al antifascismo de los
intelectuales. Cuantomas unilateral es su vision del antifascismo,
tanto mas ahisto-rica es su apologfa del liberalismo. Una de las
condiciones paraesto, que se encuentra en la base de la
radicalizacion politica yde la adhesion de los intelectuales al
comunismo, dentro de uncontexto de depresion economica y de aumento
del fascismo,reside precisamente en la crisis profunda de las
institucionesliberales, sofocadas y sacudidas por la Primera Guerra
Mun-dial, socavadas por los embates nacionalistas y, lo que es
mas,profundamente incapaces de oponerse al fascismo. Si el
fas-cismo habia nacido del desmoronamiento del antiguo orden
li-beral, ^como identificarse con este ultimo para combatir su
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monstruosa progenitura? Si el fascismo enterro la
democracialiberal, lo hizo atacando en principio la izquierda, el
movi-miento obrero, luego a los judios y a otros "elementos
antina-cionales" y no poniendo nuevamente en cuestion a las elites
tra-dicionales, que habian establecido su poder en el marco delas
instituciones liberales. ^Podemos olvidar la adhesion alfascismo de
todos los pilares del liberalismo italiano: la mo-narquia, la
burguesia e incluso una parte no despreciable dela cultura
(Vilfredo Pareto y Giovanni Gentile, sin olvidar,hasta en 1925, a
Benedetto Croce)? ^Podemos olvidar el elo-gio de Mussolini por
Winston Churchill? ^Podemos olvidar elencarnizamiento con el que,
entre 1930 y 1933, las elites pru-sianas se deshicieron de su
liberalismo de fachada y desman-telaron la democracia de Weimar
preparando el advenimientode Hitler?
En tal contexto, en Europa occidental, la URSS parecia mu-cho
mas apta para servir de barrera contra el fascismo que lasfuerzas
tradicionales de un liberalismo delicuescente.^^ Pode-mos reprochar
a los intelectuales, que mantuvieron el mito dela URSS, el haberse
enganado y contribuido a enganar al mo-vimiento antifascista, del
que hubieran podido volverse laconciencia critica, en vez de
hacerse los propagandistas de unregimen despotico, pero podemos
estar seguros de que ningu-na movilizacion en masa en contra de la
amenaza nazi hubierapodido ver el dia bajo la direccion de los
viejos politicos libe-rales. La lucha contra el fascismo necesitaba
una esperanza,un mensaje emancipador y universal, que parecia
ofrecer elpais de la revolucion de 1917. Si una dictadura
totalitaria,como la de Stalin, pudo encarnar estos valores a los
ojos demillones de hombres y de mujeres y esa es justamente la
^^ Los liberales que se batieron en contra del fascismo, como el
movimientoitaliano de Justicia y Libertad, escogieron colaborar con
los comunistas. En rela-ci6n con esto, ver el testimonio y la
reflexion de Norberto Bobbio, que fue uno delos animadores (Dal
fascismo alia democrazia, Torino, Baldini & Castoldi,
1997).
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tragedia del comunismo en el siglo xx es precisamente por-que
sus origenes y su naturaleza eran profundamente diferen-tes de los
del fascismo. He aqui lo que el antitotalitarismo li-beral parece
en el fondo incapaz de comprender.
En cambio, mas complejo de descifrar es el silencio de
losintelectuales antifascistas frente a otra desgarradura del
siglo.XX, la de Auschwitz. Ahora bien, el genocidio de los judios
deEuropa una exterminacion que se querfa total, sin excepcio-nes no
era previsible. La mayoria de los historiadores se in-clinan mas
bien a pensar que Hitler no actuaba segiin un plancuidadosamente
establecido y que su antisemitismo radical nopudo transformarse en
proyecto genocida mas que en las con-diciones terribles de la
guerra del Este, que fue una guerra deconquista y de
aniquilamiento. Queda el hecho de que, desde1933, una fuerte
amenaza pesaba sobre los judios, incluso sino se podia aun captar
el desenlace catastrofico. La emigra-cion de cerca de 400 000
judios de Europa central, entre la lle-gada de Hitler al poder y el
estallido de la guerra, revelaba demanera incontestable la gravedad
de esta amenaza. Ahorabien, a lo largo de los aiios treinta, el
antisemitismo jamas fuepercibido por la cultura antifascista como
el principal elemen-to constitutivo del sistema nazi, sino mas bien
como el simplecorolario propagandista de un regimen que habia
encontrado asus enemigos en la democracia, el liberalismo, el
marxismo yel movimiento obrero, cuyo aplastamiento habia sido, por
otraparte, una de las primeras medidas, si no es que su
condicionmisma de existencia. Pocos intelectuales poseian la
clarivi-dencia de Gershom Scholem que, tres meses despues de la
lle-gada de Hitler al poder, escribia desde Palestina a su
amigoWalter Benjamin, exiliado en Francia, una carta en donde
de-finia el advenimiento del nazismo como "una catastrofe de
al-cance historico mundial: las proporciones de la derrota de
losmovimientos sociaUsta y comunista se imponen a nuestros ojosde
una manera siniestra e inquietante escribia pero la de-
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rrota del judaismo aleman puede verdaderamente comparar-sele."24
En otra carta a Benjamin, en febrero de 1940, Scholemplanteaba la
pregunta crucial: "^que sera de Europa despues dela eliminacion de
los judios?"^^
Inmediatamente despues de la guerra, la "Solucion Final"aparece
como una mas de sus muchas paginas tragicas, y noocupa mas que un
lugar marginal en la cultura y en el debateintelectual. La actitud
dominante es la del silencio. Auschwitzno es ni el caso Dreyfus ni
la Guerra Civil espafiola, y ni si-quiera la de Vietnam,
acontecimientos frente a los cuales losinteiectuales se sintieron
interpelados y reaccionaron asumien-do sus "responsabilidades". Las
Reflexiones sobre la cuestionjudia, publicadas por Sartre en 1946,
son un ejemplo reveladorde este "enceguecimiento de los letrados"
frente a Auschwitz.Sartre designa a los judios como las victimas
olvidadas de laguerra, pero no coloca jamas su genocidio en el
centro de sureflexion. Despues de los campos de exterminio nazis,
la"cuestion judia" sigue siendo a sus ojos el antisemitismo delcaso
Dreyfus y el de la Tercera Repiiblica. Este ensayo celebre,en el
cual las camaras de gas son apenas mencionadas, de ma-nera
totalmente marginal, bien podria ser interpretado como eltestimonio
mas significativo del enceguecimiento de la culturaeuropea frente a
una de las mas grandes tragedias del siglo.Pero el caso de Sartre
esta lejos de ser el linico.^^
Este enceguecimiento tenia ciertamente causas profundasque se
derivan tanto del contexto general de la guerra a pe-sar de su
especificidad, el sufdmiento judio participo de unamatanza
gigantesca que no habia perdonado a casi ningunanacion y su
visibilidad se aminoraba dentro de un continente
2'' Carta con fecha del 13 de abril de 1933, en G. Scholem, W.
Benjamin,Briefwechsel, Frankfurt, Suhrkamp, 1980.
5^ Idem, p. 319. Ver tambien G. Scholem, Walter Benjamin.
Histoire d'uneamitie, Paris, Calmann-L6vy, 1981, p. 247.
2* Ver, a este respecto, E. Traverso, L'Histoire dechiree. Essai
sur Auschwitzet les intellectuels, cap. 1, Paris, Editions du Cerf,
1997.
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en ruinas, como de una incomprension mas antigua de lanaturaleza
del antisemitismo nazi. A este ultimo se le conside-raba como un
residuo oscurantista y medieval, y no como unadoctrina moderna,
racionalizada en Alemania con la ayuda dejuristas, etnologos,
biologos y medicos. Era, segun un estereo-tipo que se remontaba a
la cultura socialista del siglo xix, "elsocialismo de los
imbeciles", es decir, una simple arma depropaganda. Un genocidio
industrial y burocratico era una no-vedad absoluta cuya posibilidad
no tenia cabida en las cate-gorias de la cultura
antifascista.^^
De los regimenes de Mussolini y de Hitler, este ultimo noretuvo
mas que su caracter "regresivo" y puramente negativo:el
antiliberalismo, el anticomunismo, el antiindividualismo,
elantiparlamentarismo, el antirracionalismo. Asi, el fascismo
sereduce exclusivamente a su aspecto reaccionario. Pocos
sonaquellos que identificaron las raices de los movimientos
fas-cistas en la sociedad industrial, en la movilizacion de las
ma-sas y en la cultura de la tecnica, o sea, los que reconocieron
elfascismo como una variante reaccionaria de la modemidad.Nada mas
desconcertante, en el piano ideologico, que los mo-vimientos
fascistas, una nebulosa en la cual cohabitan con-servadudsmo y
eugenesia, futudsmo y neoclasicismo, pesi-mismo cultural y
"revolucion conservadora", espidtualismo yantisemitismo,
romanticismo regresivo y totalitarismo tecno-cratico; dicho de otra
manera, un magma eclectico en dondeencontramos a Georges Valois y a
Alfred Rosenberg; a FilippoT. Madnetti y a Arno Brecker; a Julius
Evola y a AlbertSpeer; a Oswald Spengler y a Ernst Junger; a
Giovanni Gen-tile y a Carl Schmitt. Este farrago de sensibilidades
contradic-todas ocultaba la naturaleza de los fascismos como
regimenes"revolucionados", cuyo rechazo de la modernidad liberal
ydemocratica no se proponia el regreso a un pasado caduco,
^^ Cf. Dan Diner, "Antifaschistische Weltanschauung. Ein
Nachruf, Kreis-laufe. Nationalsozialismus und Geddchtnis, Berlin,
Berlin Verlag, 1995, p. 91.
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sino la instauracion de un orden nuevo, jerarquico,
autodtado,desigual, nacionalista, ineluso racial, pero no.apegado
al pasa-do: el misticismo fascista se biologiza, su culto a la
tecnica seestetiza, su desprecio por la democracia se funda sobre
la mo-vilizacion de las masas, su rechazo al individualismo se
pro-clama en nombre de una "comunidad del pueblo" apinada porla
guerra.
Ahora bien, era imposible comprender la modernidad delos
fascismos sobre la base de una filosofia de la historia
quepostulara la evolucion de la humanidad hacia el tdunfo
in-eluctable de la Razon. Una caracteristica importante del
anti-fascismo, que contdbuye a explicar tanto su complacenciacon
respecto al estalinismo como su enceguecimiento frente algenocidio
judio, reside en su defensa encarnizada de la ideade "Progreso",
una de las grandes categorias heredadas de lacultura europea del
siglo xix. James D. Wilkinson escribio enThe Intellectual
Resistance in Europe: "Los hombres y lasmujeres de la Resistencia
se parecen a sus antepasados espid-tuales del siglo xviii, los
filosofos."^^ La pleyade de revistasque surge o se renueva en 1945
Esprit, Les Temps modernes.Critique, en Francia; Der Ruf y Der
Anfang en Alemania; //Ponte, Belgafor y Nuovo Politecnico en Italia
reclama expli-citamente este racionalismo humanista encamado por
Les-sing, Voltaire y Cattaneo. El regreso a la libertad y a la
demo-cracia se vive como un nuevo tdunfo de las Luces, de laRazon y
del Derecho que hace parecer al fascismo como unparentesis de la
Histoda, una regresion efimera, una recaidaanacronica y absurda en
una barbarie ancestral, una tentativafracasada de detener la marcha
de la humanidad hacia la paz yel progreso. En este clima de
confianza en el porvenir, en don-de la Histoda parece finalmente
tomar su via natural, nadie sepreocupa de los sobrevivientes de los
campos de exterminio
2^ J. D. Wilkinson, The Intellectual Resistance in Europe,
Cambridge, HarvardUniversity Press, 1981, p. 276. (La traducci6n es
nuestra.)
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nazis. Nadie tiene ganas de escuchar su relato, y Primo Levise
enfrentara a las mas grandes dificultades para publicar Sequesto e
un uomo, rechazado en 1947 por la editorial Einaudi,la mas
prestigiada editorial antifascista en Italia.
La Union Sovietica aprovecha los beneficios del tributo quepago
por veneer al Tercer Reich: la lucha por el progreso seidentifica
con el combate por la defensa de la patria del socia-lismo. El
espiritu de la epoca habia sido anticipado, en la vis-pera de la
guerra, durante una conversacion con RogerCaillois, por el filosofo
Alexandre Kojeve, que creyo haberpercibido en Stalin, como antano
Hegel habia percibido enNapoleon en Jena, el Espiritu del mundo, el
hombre del Finalde la Historia.^^ En cambio, para Theodor Adomo, el
nacio-nalsocialismo era una refutacion de la filosofia de la
historiade Hegel. En 1944, creia nuevamente haber encontrado a
suvez el Espiritu del mundo (Weltgeist), no a caballo, ni bajo
laforma de un carro sovietico, sino en los V2 hitlerianos,
esasbombas robot que, a la manera del fascismo, "alian a la
per-feccion la tecnica mas adelantada a una total ceguera".^
La postura filosofica de Adorno es la de la Escuela deFrankfurt,
que reagrupa una de las corrientes mas significa-tivas del exilio
antifascista aleman. Quienes animan esta co-rriente, al ser judios
extraterritoriales y "sin contactos", partici-pan en el movimiento
antifascista manteniendose al margen,conscientes de que, a pesar de
su derrota, el nazismo ha cam-biado ya el rostro del siglo y la
imagen del Hombre. El sen-timiento de aniquilamiento definitivo del
mundo judio deEuropa central atraviesa los escritos de la
inteligencia judeo-alemana en el exilio. Auschwitz les parece como
una cesura enla historia, como "una ruptura casi total en el flujo
ininterrum-
2' Cf. Denis Hollier (ed.), Le college de philosophie 1937-1939,
Paris, Folio-Gallimard, 1995, pp. 67-68. Ver tambien Lutz
Niethammer, Posthistoire. 1st dieGeschichte zu Ende?, Hamburg,
Rowohit, 1989, p. 77.
^^ Th. W. Adorno, Minima moralia. Reflexions sur la vie mutilee,
Paris, Payot,1991, p. 53.
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pido de la historia occidental tal como el hombre la habia
co-nocido durante mas de dos milenios",^^ escribira HannahArendt en
Los origenes del totalitarismo.
Para los intelectuales de la Escuela de Frankfurt, el
recono-cimiento de Auschwitz como ruptura de civilizacion es
indi-sociable de una puesta en cuestion radical de la idea de
Pro-greso. Si el nazismo trato de borrar la herencia humanista
delas Luces, debe comprenderse tambien, dialecticamente, comoun
producto de la civilizacion occidental misma, con su racio-nalidad
tecnica e instrumental desde ese momento liberada detoda mira
emancipadora y reducida a un proyecto de domina-cion. Desde esta
perspectiva, Auschwitz no puede ser apre-hendido ni como
"regresion" ni como parentesis, sino masbien como un producto
autentico de Occidente, como la emer-gencia de su rostro
destructor. En 1944, Horkheimer y Adornopercibian a Auschwitz como
el simbolo de una "autodestruc-cion de la razon".^^ Exiliado en
Estados Unidos, GuntherAnders sera uno de los primeros, junto con
Albert Camus yGeorges Bataille en Francia, en considerar a
Hiroshima comoel acontecimiento fundador de una era nueva en la
cual la hu-manidad esta irrevocablemente en posibilidad de
destruirseella misma.^ -^ Lejos de celebrar un nuevo triunfo de las
Luces,estas figuras aisladas no permiten pensar la guerra como
unaepopeya victoriosa del Progreso. Ante el espectaculo de una
ci-vilizacion que ha transformado la tecnica moderna en un
"fe-tiche de la decadencia" (Benjamin), el unico sentimiento
posi-
^' H. Arendt, Les origines du totalitarism. L'imperialisme,
Paris, Fayard,1982, p. 11.
^^ M. Horkheimer, Th. W. Adorno, Dialectique de la raison,
Paris, Gallimard,1974, p. 15.
^^ G. Anders, "Uber die Bombe und die Wurzeln unserer
Apokalyse-Blind-heit", en Die Antiquiertheit des Menschen. 1. Uber
die Seele in Zeitalter derzweiten industriellen Revolution,
Munchen, C. H. Beck, 1985. Ver tambien A.Camus, "8 aout \9A5",
Actuelles, Ecrits politiques, Paris, Folio-Gallimard, 1997,pp.
67-69. Sobre las reflexiones de Bataille despues de Hiroshima, cf.
MichelSurya, Georges Bataille, la mort a l'ouvre, Paris, Gallimard,
1992, pp. 437-442.
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ble es la verguenza, una "verguenza prometeica" (Anders) a
lamedida de la extension del desastre.
Si quisieramos extraer un balance critico del
compromisoantifascista de los intelectuales durante los anos
treinta y cua-renta, tal vez esta corriente, pesimista en el fondo,
totalmentemarginal en la cultura europea, en la cual introduce una
diso-nancia dialectica, melancolica y desesperada, pareceria
ahorala mas interesante y liicida. Ahora bien, la profundidad de
lamirada de estos intelectuales se debe tambien a su aislamien-to,
cuyo precio fue el de una invisibilidad y de una impotenciapolftica
casi completas, lo que no podia mas que acentuar sudesesperacion.
Esta lucidez, favorecida por el exilio, suponiaun alejamiento, una
distancia critica que no siempre se dio aaquellos que, en Europa,
estaban comprometidos en la lucha.Aquf, donde el combate
antifascista se identificaba con la es-peranza de un mundo nuevo,
el estado de animo de los inte-lectuales era diferente.
Ciertamente, en este combate no fue-ron ni los mas numerosos ni los
mas generates. Los maquis^hace falta recordarlo nuevamente? estaban
conformadospor proletarios, no por escritores. Entre estos ultimos,
algunosescogieron la colaboracion; otros optaron por diferentes
for-mas, mas o menos confortables, de "adaptacion",^'* pero
suparticipacion en la Resistencia no fue despreciable. Fueronellos
quienes dieron forma a la cultura de la Resistencia, quie-nes
escribieron para su prensa, quienes le dieron su color y es-tilo.
Por un momento, encarnaron verdaderamente, a los ojosdel mundo, los
valores universales de la justicia y de la razonde los que Benda
habia hablado quince aiios antes. Por eso, lamemoria de aquellos
que escogieron batirse contra el fascis-mo, con sus plumas y a
menudo con sus armas, debe preser-varse. Es tambien gracias a los
miles de intelectuales, comu-
3'* Ph. Burrin, La France a I'eure allemande 1940-1944, Paris,
Seuil, 1995,que analiza las formas de la "adaptaci6n" de los
intelectuales franceses a la ocu-pacion alemana (cap. XXI, pp.
321-345).
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nistas o no, anonimos o celebres, que fueron fusilados,
quemurieron en combate, en la carcel o en un campo de
concen-tracion, que el aire que respiramos hoy es mas libre que el
dela Europa que los devoro. Si no consideramos la democraciacomo
una simple norma de procedimiento segun la visionde Hans Kelsen,
sino como una conquista historica, debe-mos concluir que, al final
del siglo xx, es imposible ser demo-crata, sin ser al mismo tiempo
antifascista. Una democracia"no antifascista" seria muy fragil, un
lujo que Europa conti-nental, que tan bien conocio a Hitler, a
Mussolini y a Franco,no puede permitirse.^^ He aqui una leccion que
la historia dela Resistencia intelectual deberia, clara y
definitivamente, ha-bemos ensenado.
^^ De acuerdo con Marco Revelli, "el paradigma antifascista es,
de una ciertamanera, el paradigma democrdtico historizado,
contextualizado, adaptado a la6poca de los totalitarismos y de las
dictaduras de masa." (G. De Luna y M. Re-velli, Fascismo,
antifascismo, Firenze, La Nuova Italia, 1995, p. 30.)
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