Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Filosofía y Letras Historia SUA Trabajo final: Entre el espacio privado y público, la contribución de las mujeres mexicanas del Porfiriato a la formación de buenos ciudadanos
Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Filosofía y Letras
Historia SUA
Trabajo final: Entre el espacio privado y público, la contribución
de las mujeres mexicanas del Porfiriato a la formación de buenos
ciudadanos
2
Introducción
El propósito de este trabajo refleja mi inquietud por investigar aspectos
relacionados con el espacio privado y sus protagonistas. De manera específica,
centro mi análisis en la educación y roles sociales desempeñados por las mujeres
de clase media y alta –el bello sexo- en la época porfiriana. Parto de la dicotomía
entre espacio público y privado y analizo los discursos, costumbres y
representaciones hechas por los intelectuales del siglo XIX, para justificar el trato
desigual dado a las mujeres de la época. También analizo la contribución de las
mujeres a la vida pública a través de la educación formal como maestras. Para
realizar el análisis y conceptualización del espacio recurrí a geógrafos, quienes
aportan la ubicación y significado de espacio como objeto de estudio de la
geografía. Particularmente retomo las teorías de las geografías feministas y de
género, pues el sustento teórico que manejan me es útil para comprender mi
objeto de estudio.
El espacio objeto de análisis social
El espacio es un componente esencial de la geografía ya que constituye su objeto
de estudio. Ortega Valcárcel, advierte que a partir de diversos soportes teóricos,
ideológicos y epistemológicos, los geógrafos han buscado construir un campo de
conocimiento y un objeto de estudio específico para la disciplina. “Desde el medio,
hasta el espacio como producto social hay un largo recorrido”. Las distintas
sensibilidades geográficas desarrolladas en el devenir reciente, han proporcionado
enfoques y perspectivas renovados.1
Dichas perspectivas y enfoques se orientan a la delimitación del espacio como un
concepto geográfico, de este modo neopositivistas, radicales, humanistas y
feministas, reconocen al espacio como objeto de estudio.
1 José Ortega Valcárcel, (2000), "El Objeto de la geografía: las representaciones del espacio", en José Ortega
Valcárcel, Los Horizontes de la geografía. Teoría de la geografía, Madrid, Editorial Ariel. p.337
3
Sin embargo el espacio no ha sido observado, comprendido y estudiado con los
mismos propósitos, conviene resaltar, que el modo de entenderlo difiere y que el
acento se coloca en cada caso en aspectos distintos. Se habla de lugares,
paisajes, regiones, configuraciones espaciales y espacio social, todos constituyen
disímiles formas de representar el espacio como objeto geográfico.2
David Harvey hace énfasis en esta heterogeneidad y nos dice que el registro
histórico y antropológico está lleno de ejemplos acerca de la gran variación que
puede haber en los conceptos del espacio, mientras que las investigaciones de los
mundos espaciales de los niños, los enfermos mentales, las minorías oprimidas,
las mujeres y hombres de diferentes clases, los pobladores rurales y urbanos
ilustran una diversidad similar dentro de poblaciones aparentemente
homogéneas3.
En este trabajo, interesa analizar el espacio desde una perspectiva social,
relacionándolo con la categoría de género como elemento de diferenciación
social. Desde el punto de vista de Ana Sabaté, en el análisis espacial “la
geografía ha considerado a la sociedad como un conjunto neutro, asexuado y
homogéneo, sin plantear las profundas diferencias que se dan entre los hombres y
mujeres en la utilización del espacio”4.
Desde mi punto de vista, es muy importante analizar estas diferencias, para
explicar las desigualdades históricas, que han justificado, la desvalorización
constante y sistemática de la participación de las mujeres en la sociedad a través
del tiempo, asignándoles roles y un lugar social poco reconocido.
2 Ibíd., p.338
3 David Harvey, (1990) La condición de la posmodernidad, Buenos Aires, Amorrortu, p. 227
4Ana Sabaté, et al., (1995) Mujeres, espacio y sociedad: hacia una geografía del género, Madrid, Síntesis,
p.14
4
Como docente de historia en niveles básico y superior, he observado
constantemente que el estudiantado en general, no reconoce la participación
activa y sistemática femenina en la historia, cuando se les ha preguntado cómo ha
sido la participación de las mujeres en las sociedades en diferentes épocas, no
identifican su actuación en la construcción y transformación social, las respuestas
han sido “no han participado” “no hacían nada” “¿también participaban?” Les he
pedido que mencionen algunas mujeres cuya actuación social haya sido relevante
para la sociedad y de manera recurrente mencionan una o dos mujeres5, pero no
más, en contraste con la enunciación de hombres valiosos protagonistas de la
historia.
David Harvey advierte que “nuestra representación del espacio y el tiempo en la
teoría importa porque afecta la forma en que interpretamos el mundo y actuamos
en él y por la forma en que los otros lo interpretan y actúan en el.6 Al respecto
reflexiono que de manera general, las actividades realizadas por las mujeres en el
espacio privado no se toman en cuenta y es menester su reconocimiento a la par
de las realizadas por los hombres en el espacio público, con el fin de lograr una
comprensión equitativa de la participación femenina y masculina en los diversos
procesos históricos, a fin de lograr una convivencia armónica en sociedad, libre de
prejuicios y dominio de un género sobre otro.
Conviene ahora identificar la dicotomía entre espacio público y privado. Según
Hanna Arendt, en las ciudades estado de la antigüedad, había una división entre
el mundo público y privado, la oposición esencial entre ambos era la libertad y la
necesidad. El mundo de lo público correspondía a las actividades políticas, 5 En el caso de la historia de México, Josefa Ortiz es una de las más mencionadas, sin embargo cuando les
pregunto ¿Qué hizo? Se limitan a contestar que fue esposa del corregidor Miguel Domínguez y avisó a los insurgentes que la conspiración de 1810 había sido descubierta, creen que esa fue toda su participación en el proceso de Independencia. Históricamente se sabe que fue aprehendida y recluida en un convento acusada de traición, que fue liberada hasta 1817 y durante toda su vida estuvo relacionada con los grupos políticos liberales, participando activamente a favor de la república, en contra del imperio de Iturbide. En cuanto a la historia universal, reconocen a Juana de Arco como una mujer guerrera que luchó por la liberación de Francia, pero no saben ni la época en que vivió, ni la situación particular que atravesaba Francia en la guerra de los cien años, mucho menos que encabezó el ejército real y logró varias batallas importantes, que fue acusada de herejía y quemada viva, una vez muerta santificada por la Iglesia. 6 Harvey, Op. Cit, p. 229
5
comerciales, de relaciones sociales. Era el lugar de la libertad y de la relación
entre iguales, de los ciudadanos pertenecientes a la polis, en este mundo, sólo
unos cuantos pertenecían a esta categoría, los esclavos, extranjeros, niños y
mujeres no formaban parte de él. En contraste la esfera privada era el mundo
oculto e íntimo de la familia, de las actividades relativas a la conservación de la
vida, la crianza de los hijos y la perpetuación de la descendencia, garantía de la
reproducción social. En su seno la violencia y la fuerza se justificaban, en
consecuencia las relaciones eran entre desiguales, con el jefe de familia a la
cabeza y los esclavos, mujeres y familiares supeditados. Ambas esferas estaban
relacionadas, ya que era esencial satisfacer las necesidades vitales en la familia
como condición para acceder a la libertad de la polis, “entonces la libertad fue
posible por la existencia de la esfera privada, por la permanencia de los esclavos y
las mujeres en el mundo de la necesidad, privados de derechos y todo
reconocimiento”7
El espacio público es del reconocimiento individual y el poder, de la relación entre
iguales. Mientras que el privado, es de la diferencia, de lo pasivo, oculto, sereno,
apacible, seguro.
Ambas esferas son necesarias para la vida en sociedad, pero no igualmente
valoradas y reconocidas, históricamente a las mujeres se les ha asignado roles en
el espacio privado, apelando a la división sexual del trabajo, tomando como
argumento un discurso biológico sobre lo que pueden hacer en función de su
sexo. En este sentido, estoy de acuerdo con el planteamiento de Linda McDowell,
geógrafa feminista, que identifica la importancia de estudiar la relación que hay
entre las divisiones de género y las divisiones espaciales, “para descubrir cómo se
constituyen mutuamente y mostrar los problemas ocultos tras su aparente
naturalidad”8
7 Hannah Arendt. (1974) La condición humana. Barcelona: Seix Barral, p. 54
8 Linda McDowell (2000) Género, Identidad y lugar. Un estudio de las geografías feministas, Madrid, Cátedra,
p. 27
6
Situaré mi análisis en la forma de vida de las mujeres mexicanas de la época
porfiriana, particularmente en las de estratos medios y altos, denominadas por los
intelectuales de la época “el bello sexo”. Puesto que las mujeres pertenecientes a
estas clases tuvieron su principal aportación a la esfera pública a partir de la
crianza de los hijos y el resguardo de la familia, actividades realizadas desde la
esfera privada que no gozaron de un pleno reconocimiento social, pero que fueron
fundamentales en la consolidación de la sociedad mexicana en la época moderna.
Panorama histórico
El siglo XIX desde sus inicios se caracterizó por una actividad política y militar
constante, primero con la lucha de Independencia y después en el proceso de
construcción de una nación. México al constituirse como un país independiente,
mostró problemas constantes, el Estado era débil y los poderes locales fuertes, el
bandolerismo y contrabando generalizados, el crecimiento de la economía y la
población lentísimo, el sistema financiero precario, y las propuestas de conducción
del país contrarias. Todo lo anterior obligó a depositar los valores del orden y la
estabilidad, en el mundo privado, en el hogar. 9
Aunque confuso y lleno de proyectos políticos, el siglo XIX mantuvo
también elementos de continuidad: los de la mentalidad y los
sentimientos que cambian lentamente y con otro ritmo; los que no
obstante permean la vida cotidiana y dan valores a la sociedad más allá
de los cambios políticos, accedemos a una moral social construida a lo
largo de los siglos en torno a arquetipos rígidos… el lugar considerado
propio para las mujeres en el México decimonónico fue el hogar: entre
yorkinos y escoceses, federalistas y centralistas, liberales y
conservadores, las mujeres se dedicaron a mantener el ámbito privado
en paz y en orden, a preservar el mundo de la reproducción: tuvieron
hijos y fueron madres ejemplares.10
9 Julia Tuñón, 2004, Mujeres en México, Recordando una historia, CONACULTA INAH.p 93
10 Ibid., p. 94
7
Así, a pesar de las diferencias políticas, en las ideas que atañen a las mujeres, las
coincidencias entre los grupos liberal y conservador son manifiestas.
La Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma, marcan el momento culminante
de la definición liberal, al otorgar al país un marco legal para el desarrollo del
capitalismo y la creación de una clase burguesa. En 1867, después de guerras
civiles, cambios de gobierno, dos imperios y varias intervenciones extranjeras, se
restauró la República y quedó históricamente derrotado el proyecto monárquico.
La Reforma significó la paz, la oportunidad de ejercer los ideales que la guerra sin
tregua había impedido. A partir de la República Restaurada, con las figuras de
Juárez y más tarde de Porfirio Díaz, la nación adoptaría abiertamente un rumbo
capitalista.
Enrique Florescano señala que “Díaz fue el constructor del primer Estado fuerte y
moderno del siglo XIX. Su habilidad política generó un largo periodo de paz y
produjo crecimiento económico y riqueza. Sin embargo, la ambición de poder
transformó el sueño republicano en una dictadura. En unos cuantos años las
libertades y derechos constitucionales, el equilibrio entre los tres poderes y la
autonomía de los gobiernos estatales y municipales fueron avasalladas por el
poder sin límites del presidente.11
Argumentos científicos para justificar el orden social
En teoría, el camino al progreso y la modernidad implicaba la igualdad de todas
las personas, sin embargo las grandes diferencias sociales y económicas hicieron
esto imposible. El punto resulta especialmente álgido en cuanto a la diferencia
sexual, en el sector femenino. Como apunta Montserrat Galí Boadella:
11
Enrique Florescano, 2002 "Olvido y memoria: del colapso de la república a la historia de la nación". en Enrique Florescano, Historia de las historias de la nación mexicana, México, Taurus, p. 347
8
La educación femenina no se estableció a partir de la igualdad
proclamada por las constituciones modernas, sino a partir de la
desigualdad exaltada por el romanticismo, en esto no hay diferencia
entre liberales y conservadores. Florencio Galli, liberal radical escribía
en El Iris que era necesario proporcionar una educación basada en la
naturaleza, sin embargo consideraba necesario “advertir que siendo
desigual la constitución de los dos sexos esa misma educación no es
propia para ambos. La elasticidad que el hombre tiene en el espíritu, la
mujer la tiene en el corazón y mientras uno sube a las causas con más
penetración, la otra sondea los efectos con más sensibilidad. Téngase
este principio por base en el sistema de educación y no se tema dar a
cada sexo lo que le corresponde12
Esta situación diferenciada se justificó de forma científica durante el gobierno
porfirista que adoptó la ideología positivista de Comte. Los hombres del régimen
fueron llamados científicos y las ideas liberales organizaron la política económica.
Los lemas que guiaron los designios de la nación fueron: paz, orden y progreso,
poca política y mucha administración. En el ámbito social, la élite política impulsó
un programa antes imposible de imaginar, cuya ambición era desaparecer las
diferencias mediante la forja de una identidad cultural compartida por los diversos
grupos sociales”13 Se abandonó la idea de revolución como medio para el
progreso y se apostó a la evolución social, basada en los pilares del progreso, la
ciencia y la educación.
El principio darwinista respecto a la supervivencia del más apto se aplicó a la
sociedad y los diferentes grupos humanos se definieron a partir de criterios de
naturaleza. En este sentido, se construyó un discurso diferenciado entre lo que
significa ser hombre y ser mujer, discurso centrado en la naturaleza a partir de dos
12
Montserrat Galí Boadella, 2002, Historias del bello sexo la Introducción del Romanticismo en México, UNAM IIE, p. 27. 13
Enrique Florescano, 2002 "Olvido y memoria: del colapso de la república a la historia de la nación". en Enrique Florescano, Historia de las historias de la nación mexicana, México, Taurus, p. 347
9
aspectos básicos: la biológica corporal y el carácter afectivo, dando como
resultado una educación acorde al papel desempeñado por ambos en la sociedad.
Entre el espacio privado y público, la contribución de las mujeres a la
formación de buenos ciudadanos
Resulta interesante analizar cuáles fueron los roles desempeñados por las
mujeres durante el Porfiriato, si bien en lo general las mujeres burguesas estaban
confinadas al hogar, para los liberales la misión que ellas desempeñaban al tener
bajo su cuidado la formación del hogar y la familia era una actividad que
garantizaba el fortalecimiento social. No obstante a partir de una condición
inequitativa con los hombres y una minusvaloración de sus capacidades.
El bello sexo fue la manera como los intelectuales, políticos y educadores de la
época romántica del siglo XIX nombraron a las mujeres, haciendo alusión a la
belleza, delicadeza, finura, debilidad, ternura, fragilidad, etc. etc. “virtudes” que
toda mujer debía poseer “naturalmente”, de acuerdo con los estereotipos
aceptados socialmente en aquel momento y que podemos ver reflejados en los
mandamientos para las mujeres citados por Julia Tuñón14:
1. No engañar a la madre
2. No cambiar la flor de la inocencia por el favor y desprecio de ningún
hombre
3. No preferir sedas y diamantes al bienestar de la familia
4. No mirar la lisonja, ni la coquetería como camino para adquirir la
popularidad
5. No chismear
6. No hablar alto, ni usar maneras atrevidas para llamar la atención
7. No estudiar más con los pies que con la cabeza
8. No beber sino agua, ni andar con quienes no beban sino agua
9. No desatender el servicio de Dios, Creador de todas las cosas.
14
Julia Tuñón, 2004, Mujeres en México, Recordando una historia, CONACULTA INAH, p. 124
10
Como podemos observar estos mandamientos normaban el comportamiento
femenino, en ellos se aprecia de forma clara algunos valores propios del bello
sexo como: el ser educada, recatada, honesta, abnegada, humilde y caritativa.
Bajo este designio, tanto liberales como conservadores impusieron a las mujeres
el destino de madre y la profesión de ángel del hogar, expresados con argumentos
científicos. Por distintos medios, entre los que destaca el discurso médico, se
exaltó la maternidad: se consideraron desperdiciados los cuerpos que no cumplían
esta función y la castidad se censuró con burla.15 La soltería se asociaba con la
virginidad y si a los catorce años una niña era candidata al matrimonio, a los
treinta una mujer se consideraba solterona llamada “doncella vieja”. El noviazgo
tenía el valor de ser una etapa clave en la vida de las mujeres.
Los discursos de la escuela, la iglesia y el Estado definieron a las mujeres por el
sexo, por su papel en la reproducción, pero las mismas instituciones les
impidieron, por el pudor considerado el mayor adorno femenino su conocimiento
sobre el tema.
A continuación presento cuatro pinturas realizadas por Manuel de Ocaranza entre
1868 y 1874, que reflejan la forma en que se concebía el ser de las mujeres
burguesas del siglo XIX, o bello sexo, en las cuales persisten los rasgos de
feminidad asociados a la castidad y a la nobleza de la maternidad. Las dos
primeras tienen como tema común el papel de la castidad como elemento
ennoblecedor de las mujeres jóvenes que aún están solteras y cuyo símbolo
según Angélica Velázquez está representado por la flor de azucena blanca16.
En la primera imagen se observa una mujer que quizá ya perdió su virginidad
entregándose a un desenfrenado y loco amor que no cumplió sus promesas, su
rostro muestra la desazón ante la inocencia perdida.
15
Tuñón Op.cit p. 124 16
Angélica Velázquez Guadarrama, “Castas o marchitas: El amor del colibrí y La flor muerta de Manuel Ocaranza, 1868-1869” IIE, UNAM
11
En la segunda se muestra el recato de la joven frente al aleteo del colibrí, símbolo
masculino, que vuela y se posa en la azucena
Colibrí
Muchacha recatada
Azucena
Azucena
La flor muerta, 1868
Óleo sobre tela
169 x 117.5 cm.
Museo Nacional de Arte
El amor del colibrí, 1869 Óleo sobre tela 145 x 100 cm. Museo Nacional de Arte
Rostro de muchacha afligida y suplicante
12
Las otras dos imágenes muestran a la mujer en su faceta maternal.
En la primera se observa que la mujer enseña a su hija o hijo pequeño la
importancia de la caridad al dar limosna en la Iglesia, dinero que quizá sea
empleado en pro de los desamparados. Además muestra las virtudes de toda
mujer perteneciente al bello sexo: virtuosa, prudente, noble, caritativa.
La segunda muestra el dolor de una madre frente a la pérdida de su bebé,
representado por la cuna vacía, el rostro triste y el pañuelo con el cual enjuga sus
lágrimas
La caridad, 1871 Óleo sobre tela 140 x 103.3 cm. Museo Nacional de Arte
La cuna vacía, 1871 Óleo sobre tela 80.5 x 56.5cm. Museo Nacional de Arte
13
Por otro lado, las mujeres eran consideradas inferiores a causa de un supuesto
límite impuesto por la biología a su raciocinio. Sin embargo, se consideraba loable
su escasa ambición, su capacidad afectiva y su tendencia a cumplir labores de
servicio que les daban superioridad moral, por lo tanto se consideraba que la
mujer solo tenía un sitio digno para desarrollarse: su casa y una misión en la vida:
su familia, como afirma Valentina Torres Septién:
La familia se constituyó en el ámbito privilegiado a partir del cual se
daría continuidad a las jerarquías culturales y a los papeles sociales.
La familia era representada como la institución responsable de
promover y consolidar la estabilidad en el orden social. Prueba de lo
anterior lo constituye una frase publicada en 1887 en un artículo de la
Revista La Familia, en donde se afirmaba que “la familia no era más
que la sociedad misma en miniatura”“Fuera de las dulces afecciones de
la vida conyugal, no hay otra que pueda labrar la ventura de la mujer”
Así se expresaba el educador al referirse al estado ideal de la mujer en
la edad adulta17.
Julia Tuñón nos dice que “el matrimonio era el espacio óptimo para ejercer lo
aprendido durante la infancia y también para ejercer una sexualidad decente, cuyo
fin debía ser la maternidad; es conocido el rezo que se citaba antes del coito:
No es por vicio
Ni es por fornicio
Sino por hacer un hijo
En tu santo servicio”18
En este sentido, podemos inferir que la vida del bello sexo transitaba entre los
ciclos de reproducción de la vida y la muerte, puesto que en aquella época la
mortalidad infantil era común. Desde el punto de vista de los liberales, ahí
cumplían su misión al acatar su loable labor dentro del espacio privado y el tener
a la maternidad como principal función. Olvidándose de sí mismas para dar a la
familia y a la patria aquellos ciudadanos que necesitase “La supuesta función
17
Valentina Torres Septién, “Un ideal femenino: los manuales de urbanidad 1850-1900”. en: Gabriela Cano, Georgette José Valenzuela, (Coord.) Cuatro estudios de género en el México Urbano del siglo XIX, UNAM PUEG-PORRUA, p.126. 18
Julia Tuñon, Op.cit., p.114.
14
natural por excelencia de la mujer, a saber, la maternidad, es representada
apelando a una exaltación romántica de dicha condición, cuyos frutos conducirían
al engrandecimiento nacional” 19
Sin embargo, en este contexto ideal del papel que debían desempeñar las
mujeres, el sistema económico obligó a un amplio sector a incorporarse al trabajo
productivo en el ámbito público y muchas mujeres sobre todo de clases bajas
ampliaron su nivel de participación en el mercado porque así convenía al nuevo
sistema de orden y progreso como explica Julia Tuñón:
Las mujeres incrementaron su participación como obreras en las
nuevas fábricas y empezaron a ocupar puestos en las oficinas públicas
y en los comercios. En los hogares no obstante la mujer seguía siendo
el alma y para los poetas inspiración y finalidad. Incluso los testimonios
obreros apuntalaban el ideal femenino como ente doméstico y
criticaban la situación que obligaba a la mujer a asistir a la fábrica
descuidando su propio ámbito20
Por tanto, mientras las que pertenecían a los sectores populares se incorporaban
a las fábricas textiles y tabacaleras principalmente, las de clase media y alta
apuraban su entusiasmo por educarse21
Educación superior del bello sexo
Cuando hablamos de “educación superior” nos viene a la mente la idea de los
estudios profesionales universitarios. Sin embargo, durante el siglo XIX eran
aquellos estudios posteriores a la primaria, donde se incluían en el currículo,
materias que permitieran a las y los estudiantes formarse como personas cultas
capaces de aprender los conocimientos científicos de su tiempo.
19
Ibid., p. 87 20
Ibid., p. 126 21
Ibid., p. 125
15
El ciclo educativo secundario se crea durante el gobierno de Benito Juárez, un
nivel de estudios entre la enseñanza elemental y la superior. Para las mujeres se
funda en 1869 la Escuela Secundaria para Niñas, dirigida a las jóvenes de
estratos sociales medios y altos. Y para los hombres se abre la Escuela Nacional
Preparatoria.
Desde la óptica liberal, la escuela Secundaria para Niñas tenía como finalidad
prepararlas para ser cultas, pues su misión era el cuidado de la familia y la
formación de buenos ciudadanos, por tanto debían adquirir un nivel de
conocimientos más elevado que el aprendido en la instrucción primaria.
Mientras que la función de la Escuela Nacional Preparatoria era preparar sobre
todo a aquellos estudiantes que quisieran cursar las carreras universitarias de
ingeniería, jurisprudencia y medicina, pues las demás carreras profesionales,
podían ser cursadas al terminar la primaria.
En este punto es importante resaltar la educación diferenciada que se impartía a
mujeres y hombres, pues los estudios impartidos en la Secundaria para Niñas
eran de corte terminal, mientras que la Preparatoria daba la opción de continuar
estudios en la Universidad en las carreras ya mencionadas.
La Secundaria para Niñas seguía los preceptos del gobierno republicano y laico.
Su programa de estudios era muy completo, incluía 20 materias, entre las cuales
se encontraban: gramática, lectura, escritura, principios de álgebra y geometría,
cosmografía, medicina (primeros auxilios) deberes de la mujer en sociedad,
idiomas, deberes de la madre en relación con la familia y el Estado, labores
manuales y desde 1878 método de enseñanza comparada, que era una materia
enfocada a preparar futuras preceptoras. A esta escuela asistían muchachas de
clase media.
El 28 de febrero de 1878 se expidió un Reglamento para la Escuela Secundaria de
Niñas, que modificó y amplió el de 1869, la institución cambió su nombre por el de
Escuela Nacional Secundaria de Niñas. Además este reglamento incorporó al
plan de estudios la "enseñanza objetiva" y algunos de los principios del método del
pedagogo suizo Johann Pestalozzi, dando un carácter pedagógico a la
16
enseñanza. Protasio Tagle incluyó en este nuevo plan de estudios, cursos de
ciencias físicas y naturales, higiene, medicina, economía doméstica, repostería y
pedagogía que impartía el doctor y pedagogo Manuel Flores.14
En este punto observamos como a finales del siglo XIX comienzan a abrirse las
posibilidades laborales para las mujeres y aunque las materias que se impartían
seguían ligadas al ámbito privado, les podrían permitir trabajar en el ámbito
público.
Un aspecto importante que se debe mencionar, es que a pesar de que había poca
apertura para que las mujeres realizaran estudios universitarios, algunas lograron
titularse como profesionistas: Margarita Chorné y Salazar, primera mujer en
América Latina que presentó un examen profesional como dentista en 1886;
Matilde P. de Montoya se recibió como médico cirujano en 1887 y María
Sandoval de Zarco quien obtuvo su título como abogada en 1889. Sin embargo, la
opción profesional que toman muchas mujeres durante este tiempo es titularse de
profesoras de instrucción primaria.
La Escuela Normal para Profesoras abrió sus puertas por primera vez el 11 de
febrero de 1890, Miguel Serrano, director de la escuela Normal de profesores dijo
en discurso inaugural: que “esperaba que así como el siglo XVIII dio al hombre la
libertad por medio de la educación, el siglo XIX diera a la mujer la igualdad por
medio de ella”15 Esta escuela tuvo tanta demanda que en 1895 fue necesario
cerrar la inscripción por falta de cupo para todas las alumnas que solicitaban el
ingreso, en este sentido podemos identificar que a partir de este momento la
docencia se vuelve una actividad mayoritariamente femenina. La docencia ejerció
un fuerte impacto en las mujeres de fin de siglo XIX, pues saltaron del modelo
tradicional impuesto a las mujeres: ser madre “modelo de virtud y esposa
ejemplar" a la docencia como forma de vida. Para ilustrar esta idea Pilar Gutiérrez
14
Galván Lafarga, Elena, “Del Arte de ser maestro o maestra a su profesionalización” http://biblioweb.dgsca.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_15.htm 15
María Arredondo, 2003, Obedecer, servir y resistir. La educación de las mujeres en la historia de México, p.221.
17
nos refiere el caso de Wilibalda Rodríguez Jiménez, maestra de Jalisco quien
pensaba que la libertad era el mayor de los logros alcanzados en el desempeño
de su profesión:
”Yo nací libre como el aire, por esa nunca me casé, soy amante de mi libertad,
porque la libertad bien dirigida da buenos rendimientos”16 .
La frase de esta maestra revela que en ciertas mujeres ya había un cambio en la
forma de pensar, se consideraban autosuficientes, y con una opción de vida
distinta a la del matrimonio, además la docencia estaba siendo reconocida y
prestigiada, pues los liberales creían que a través de esta se alcanzaría: el
progreso, entonces las mujeres podían tomarla sin temor a ser mal vistas.
Desde la óptica del Estado se apostaba por la supuesta capacidad innata de las
mujeres para las tareas educativas, para el cuidado moral y maternal de la niñez.
Justo Sierra afirmó: “Para nada son más aptas” Además se les podía pagar
menores sueldos que a los profesores y no reclamaban y tenían mejor
desempeño en el aula. Estas ventajas hicieron a los políticos positivistas de
aquella época recibir con agrado a las mujeres como guías en el campo educativo,
y en general en los sectores laborales de servicios.
Finalmente un aspecto que me interesa subrayar es la paulatina transformación de
la conciencia de género y clase que adquieren las mujeres de clase media y
obreras, al producir riqueza y no sólo hijos o casas limpias, pueden también
acercarse a su país, preocuparse por las organizaciones y movimientos sociales y
participar en ellos. En palabras de Julia Tuñón, el porfirismo inauguró un periodo
de gran actividad femenina y feminista. Las maestras fueron las protagonistas
principales de esta lucha, ya que su participación laboral les advertía de la
manifiesta desigualdad entre hombres y mujeres; se convirtieron en pioneras de la
causa feminista, a la par de las obreras quienes también tuvieron una participación
significativa17
16
Citado en: Gutiérrez Lorenzo Ma. Del Pilar, pag.3 17
Ibid., p.134
18
Conclusiones
En el siglo XIX hubo grandes debates para definir qué tipo de educación se debía
proporcionar a las mujeres. Sin importar si el discurso era liberal o conservador, en
ambos se apelaba a naturalizar el comportamiento y función de las mujeres en la
sociedad a partir de aspectos biológicos.
A finales de siglo las mujeres, quienes habían concebido como espacio
primordial en su vida el cuidado del hogar y la familia comenzaron a dirigirse a
espacios del ámbito público, realizando labores que en muchos casos se
consideraban una extensión del hogar como el magisterio, o actividades
relacionadas con la enfermería y los servicios, además de diversos oficios y
trabajo fabril. Su contribución social desde estos ámbitos les permitió tomar
conciencia de clase y género, y con una mirada distinta volverse críticas del
sistema porfirista que por más de treinta años mantuvo sumido al país en una
dictadura, gobierno autocrático que reforzó la desigualdad entre clases.
Es importante visibilizar la contribución de las mujeres desde el espacio privado a
la vida social, si en realidad queremos mejorar las condiciones sociales y
encaminarnos hacia la equidad entre géneros.
Por otra parte resulta muy interesante el análisis que desde la geografía se realiza
al espacio como objeto de estudio, la multiplicidad de perspectivas y enfoques que
nos permiten comprender la relación que tenemos con el ambiente natural y
social.
19
Fuentes consultadas
Arredondo María Adelina, (coordinadora) 2003, Obedecer, servir y resistir.
La educación de las mujeres en la historia de México, México, UPN
Florescano Enrique, 2002 "Olvido y memoria: del colapso de la República a
la historia de la nación". en Enrique Florescano, Historia de las historias de
la nación mexicana, México, Taurus
Galí Boadella Montserrat , 2002, Historias del bello sexo la Introducción del
Romanticismo en México, UNAM IIE
Galván Lafarga Elena, “Del Arte de ser maestro o maestra a su
profesionalización” [página electrónica]
http://biblioweb.dgsca.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_15.htm
Consulta: 26 de noviembre de 2013
Gutiérrez Lorenzo María Del Pilar: “Escuela para señoritas fundada por las
Hermanas de la Caridad en 1861: el primer plantel de maestras de Jalisco”
en: Trabajo presentado en el Primer Congreso Internacional sobre los
Procesos de Feminización del Magisterio. San Luis Potosí, febrero 21 a 23
de 2001
Harvey David (1990) La condición de la posmodernidad, Buenos Aires,
Amorrortu,
McDowell Linda (2000) Género, Identidad y lugar. Un estudio de las
geografías feministas, Madrid, Cátedra
Sabaté Ana, et al., (1995) Mujeres, espacio y sociedad, hacia una
geografía del género, Madrid, Síntesis
Torres Septién Valentina “Un ideal femenino: los manuales de urbanidad
1850-1900”. en: Gabriela Cano, Georgette José Valenzuela, (Coord.)
Cuatro estudios de género en el México Urbano del siglo XIX, UNAM
PUEG-PORRUA, p.126.
20
Tuñón Julia, 2004, Mujeres en México, Recordando una historia,
CONACULTA INAH.
Universidad de las Artes, “Imágenes del Arte Mexicano” Universidad de
Aguascalientes,
http://www.aguascalientes.gob.mx/temas/cultura/webua/catalogo/manueloc
araza.html Consulta: 5 de diciembre de 2013
Velázquez Guadarrama Angélica “Castas o marchitas: El amor del colibrí y
La flor muerta de Manuel Ocaranza, 1868-1869” en Anales del Instituto de
Investigaciones Estéticas, México, UNAM, IIE, núm. 73, 1998.