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En la biblioteca

May 13, 2023

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Tú y yo, que manera de quererte

Todo les separa y todo les acerca. Cuando AlmaLancaster consigue el puesto de sus sueños en KingProductions, está decidida a seguir adelante sin aferrarseal pasado. Trabajadora y ambiciosa, va evolucionando enel cerrado círculo del cine, y tiene los pies en el suelo. Sutrabajo la acapara; el amor, ¡para más tarde! Sin embargo,cuando se encuentra con el Director General por primeravez -el sublime y carismático Vadim King-, lo reconoceinmediatamente: es Vadim Arcadi, el único hombre que haamado de verdad. Doce años después de su dolorosaseparación, los amantes vuelven a estar juntos. ¿Por quéha cambiado su apellido? ¿Cómo ha llegado a dirigir esteimperio? Y sobre todo, ¿conseguirán reencontrarse apesar de los recuerdos, a pesar de la pasión que lespersigue y el pasado que quiere volver? ¡No se pierda Tú contra mí, la nueva serie de EmmaGreen, autora del best-seller Cien Facetas del Sr.Diamonds!

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Poseída

Poseída: ¡La saga que dejará muy atrás a Cincuentasombras de Gre!

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Muérdeme

Una relación sensual y fascinante, narrada con talentopor Sienna Lloyd en un libro perturbador e inquietante,a medio camino entre Crepúsculo y Cincuenta sombras

de Grey.

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Megan Harold

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TODO POR ÉL

Volumen 8

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1. Fotos comprometedoras

Esta mañana mi mente vaga de aquí para allá. Adamacaba de irse y Claire decidió desayunar con mi hermano.Desde que Ryan se mudó a su nuevo apartamento, luegode dejar Nueva York para instalarse en San Francisco, micompañera de piso y mi amiga necesita verlo con muchamás frecuencia.

¡Vaya, vaya, estos jóvenes enamorados!

Lo confieso, siempre siento la necesidad de ver aAdam lo más que pueda, de estar con él, en sus brazos.

Adam…

Cuando lo encontré en el Club de Golf Presidio, detrásdel bar, estaba lejos de imaginar el duro pasado que cargasobre él. Uno piensa que los millonarios son muy felices yviven resguardados de todo. Sólo que esto es en el planomaterial. Si Adam hubiera podido escoger entre una vidarodeada por una familia afectuosa, una vida sin mentiras,sin amenazas y su vida actual, no estoy tan segura de queel optaría por sus millones de dólares.

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Adam nunca había pensado en remontarse en su pasadohasta que comprendió que fue engañado por los cuentos deLorraine. Mintió, escondió la verdad; peor que eso, tramoartimañas diabólicas para separarnos. De tanto quereratacarnos, sembró la duda en la mente de su sobrino. Alhaber investigado sobre su infancia, Adam descubrió quesu padre nunca lo había abandonado. Al contrario, sehabía encargado de su madre y de él, en Riverton, enWyoming, satisfizo desde lejos sus necesidades. ¿Peropor qué a distancia? ¿Por qué no vivió con ellos? Y ¿porqué cuando la madre de Adam murió, Adam no se fue avivir con su padre, aquí, en San Francisco? ¿Por quéLorraine fue nombrada su tutora legalmente? Muchaspreguntas dan vuelta en este momento en la cabeza deAdam, muchas preguntas cuyas respuestas parecendifíciles de obtener.

El pasado de Adam está bien escondido. Pero sabedemasiado para detenerse ahora. Sé que continuarábuscando, aunque desenterrar el pasado parece no gustarlea Lorraine. Sus amenazas se multiplican. La paliza querecibió Adam en Riverton, las tentativas de manipulaciónen los medios, las falsas acusaciones, el incendio denuestra casa, la de Claire y yo… Todos esos incidentesnos llevan a Lorraine, pero sin pruebas concretas que nospermitan detenerla. Sin embargo Paul, antes de suicidarse,

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me confesó los planes de su madre.

Es un decir, su madre… Pobre Paul.

Saber que Lorraine no era finalmente más que sumadrastra, que a él también se le mintió toda la vida, fuemuy duro tener que soportarlo. El primo de Adam seaventó dentro de su auto a un barranco… La familia Hillmultiplica las zonas de oscuridad. ¿Por qué todos estossecretos?

Suspiro profundamente.

¡Si solo fuera posible deshacerse de todas estascomplicaciones! Podríamos, Adam y yo, saber lo que esuna relación sencilla de pareja –pero intensa–, como lade Ryan y Claire…

El sonido de mi teléfono me saca de mis pensamientos.Programé una alarma para recordarme que los ensayos enla Filarmónica comienzan más temprano. Es una época deadaptación, de ajustes entre músicos y el momento detomar el ritmo de dos conciertos por semana. Tomo miviolín, mi magnífico Stradivarius y corro a encontrar amis guardaespaldas. Desde el día en que comenzaron aseguirnos, a mi hermano y a mí por poco nos atropellan,Adam insiste en que sea vigilada de más cerca. Y por esta

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vez, confieso que no me molesta dejar a esos dosprofesionales encargarse de mi vida diaria: entre lainvestigación de Adam y la música que me ocupa cada vezmás, no tengo cabeza para estar alerta. Sigo teniendoderecho a tomar mi auto, pero en compañía de alguno demis samaritanos. El segundo nos sigue detrás en su auto yvigila nuestra espalda.

¡Qué pronto todo esto acabe!

«Éléa, cambio de programa para el próximo concierto.Te puse una nueva partitura en tu casillero. ¡Ensayamos alcomenzar la tarde»! me ordena Max, justo cuando apenasacabo de atravesar la puerta del conservatorio.

¿A qué se debe este apuro? ¡Ni si quiera nos hemossaludado!

No le reprocho nada a Max, siempre va al grano.Comienzo ahora a conocerlo mejor. El nuevo profesorrecientemente contratado por la Filarmónica mostró susméritos cuando tuve que grabar dos fragmentos con OslavKievsky, el famoso violinista, para su nuevo álbum. Maxes muy profesional, tiene un acercamiento muy modernode la música. Desempolva un poco a la Filarmónica, y suenergía es comunicativa.

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Me reúno con mis colegas violinistas en nuestra sala deensayos. El entendimiento es perfecto, no hay envidiasentre nosotros. Nadie se cree una vedette y aprendemosmucho unos de otros.

¡Qué así sea por mucho tiempo!

Charlamos, abandonando la música por un momento. Yevidentemente, el señor Glen, escoge este momento paravenir a hablar con nosotros. El secretario de laFilarmónica, el gran administrador, de alguna manera, elque se encarga de todo, se preocupa de todo, se encuentraseguido bajo presión.

¡«Veo que aún no han empezado a ensayar! ¡Es muybueno escucharlos, pero no es charlando que podránseducir al público en escena»! nos interpela el señor Glensituándose en medio de la habitación.

Como alumnos sorprendidos por el profesor en mediode la travesura, miramos nuestros pies.

«Dicho esto, pasemos a la organización de nuestrosconciertos de esta semana. Éléa, tomará el lugar delprimer violín. Max vendrá a verla para ensayardetalladamente sus pasajes. Para que cada uno pueda a suvez practicar este ejercicio, el lugar de Éléa no será

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definitivo. Con la publicidad que nos ha traídorecientemente junto a Oslav Kievsky, la Filarmónicadecidió ponerla delante por un cierto número deconciertos. Por supuesto, escogeremos más tarde, unsegundo violín, y ajustaremos sus lugares en función desus cualidades».

Primer violín… Es un privilegio para mí, tuve estelugar en el primer concierto de la Filarmónica en SanFrancisco, no pensaba conservarlo. Espero que todo esteruido a mi alrededor no vaya a provocar el enojo de miscolegas…

No lo necesito en este momento.

«Si tienen alguna duda, no duden en venir a verme a mioficina. Por el momento, ya tienen sus partituras, puedencomenzar a trabajar. ¡Y no olviden que esperamos deustedes la excelencia»! concluye el Señor Glenmarchándose.

Mis colegas me felicitan, unos más que otros, esverdad.

¡Estoy impaciente de que otro tome mi lugar para queyo deje de ser el centro de atención!

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Los ensayos comienzan en medio del buen humor, luegomuy pronto, nos dejamos atrapar completamente por laconcentración. Además de ensayar juntos, debemos, cadaquien por su lado, practicar personalmente las partes quenos causan algún problema. Los profesores tienen el oídofino y saben detectar en cada uno de nosotros lo que noestá bien. Max entró y se encarga de todos los violinistas.

Nuestra sesión privada ocurre como sucedió en losensayos del álbum: Max es exigente, no suelta nada y mehace volver a empezar una y otra vez. Aunque sea duro noes por eso menos agradable. Nos entendemos realmentemuy bien.

¡Tengo que presentárselo a Adam!

Las horas pasan rápido y es tarde cuando salgo delconservatorio. Adam me dejó un mensaje, me propone ir abuscarlo a su suite en el Mandarin.

Debe estar allí esperándome desde hace muchotiempo.

Mis guardaespaldas continúan detrás de mí. Miapretada agenda de trabajo debe repercutir seguramenteen sus vidas personales. Unos minutos más tarde, toco a lapuerta de la magnífica suite, un poco debilitada y

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fastidiada después de un largo día de ensayos.

«Pensé que me habías olvidado», dice Adam alabrirme la puerta.

Mi enamorado me acoge de todos modos con losbrazos abiertos. Huele a fresco, a jabón, tuvo el tiempo debañarse y de ponerse unos jeans y una camiseta cómodos.

– Lo siento mucho, no vi tu mensaje. Ensayé con todosesta mañana y luego también con Max, no vimos pasar eltiempo, dije estrechándolo contra mí.

– ¿Max, el nuevo profesor? Pasas más tiempo con élque conmigo en estos últimos días…

¿Esto que escucho se trata acaso de una declaraciónde celos?

Miro a Adam a los ojos, parece un poco molesto.

–Sí, es él. Es verdad, trabajamos mucho tiempojuntos… Fui escogida para ser el primer violín para lospróximos conciertos y de pronto, es él quien dirige miensayo, añado suavemente.

– Te estoy molestando corazón, responde Adam conuna gran sonrisa. Sé lo que significa estar acaparado porel trabajo. ¡Cada quien con su turno! ¡Primer violín,

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hermosa ejecución!– Es de alguna manera gracias a ti… La Filarmónica

aprovecha mi encuentro con Oslav para atraer a lamultitud.

– ¡Cielos, yo provoqué mi pérdida! Exclama Adambajo una postura muy teatral.

Reímos. Coloco mis cosas. En el rincón de la suite, lacena, cubierta con campanas de cristal, nos espera. Adamsorprende mi mirada hacia la mesa y explica:

– Mi día ha sido muy largo, prefiero que cenemos aquí,tranquilamente.

– Hiciste muy bien. ¡Muero de hambre!

¡Estas comidas rápidas serán la causa de unos kilosdemás!

Adam es precavido, atento. Le hago notar:

–¡Cuidado, voy a acostumbrarme a tus pequeñosdetalles, voy a llegar tarde más seguido!

– Me gusta preocuparme por ti, corazón. Y al ver turostro cansado, me parece que lo necesitas, dice con unasonrisa encantadora. ¡Y además, necesito que tengas ganasde verme después de tantas horas junto a ese Max!

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¡Sé que me esta molestando, pero se estáobsesionando un poco!

– No tienes nada que temer sobre Max, nos entendemosbien, pero es todo. Además, me gustaría muchopresentártelo un día, ¡estoy segura que también teagradará!

– Buena idea, ¡le mostraré que no tiene ningunaoportunidad contigo!

– ¡Adam!– Hay que empezar siempre con buenas bases antes de

iniciar cualquier relación de amistad, continua bromeandoAdam.

Adam está celoso…

Me siento halagada. La cena se termina de formaagradable. Sin embargo Adam me dice que no ha tenidonoticias del nuevo abogado, el señor Bruger, encargadode reunir la información sobre su padre. Me quedanbastantes fuerzas para llevar a Adam a la habitación.Estoy dispuesta a mostrarle que él sigue siendo el hombrede todas mis fantasías. Su mirada se ilumina y eso avivaaún más mis deseos enardecidos por la noche.

Regreso al conservatorio para un nuevo día de ensayos.Espero haber tranquilizado lo suficiente a Adam para que

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deje de preocuparse por Max, y por cualquiera… Leprometí cenar con él esta noche, en un restaurante quedesea mostrarme. Veo a Max con gusto. Vuelvo a pensaren las palabras de Adam. Aprecio al nuevo profesor, perosin ninguna otra intención. Por más que sea encantador conese aire de surfer australiano, no me siento atraída por él.Y pienso que a él le pasa lo mismo. ¡Y además, siento queprogreso tanto en su compañía! El señor Glen se reúnecon nosotros en el pequeño salón de ensayos para hacer elbalance con Max. Me deja terminar mi parte y me escuchaatentamente. De vez en cuando, sorprendo un intercambiode miradas aprobatorias entre los dos hombres.

– Verdaderamente Éléa, su música evolucionó estasúltimas semanas, comprueba el secretario de laFilarmónica. Ha ganado mucha profundidad en suinterpretación y técnica.

– Gracias, señor Glen, dije ruborizándome. Tengobuenos maestros.

– No estoy seguro de que Éléa ya esté en la cima de suarte, interviene Max con su habitual franqueza, pero entodo caso, está en camino. Me siento curioso de saber adónde puede llevarla su entrenamiento, añadedirigiéndose al señor Glen.

– Lejos, espero, concluye el señor Glen dejándonos,para retomar sin duda su paseo por los corredores quellevan a los salones de ensayo.

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– Es muy amable, digo a Max una vez que el señorGlen se ha ido. Desde que toqué con Oslav, tengo laimpresión de haber pasado una etapa.

– Los buenos músicos se nutren de sus encuentros,Éléa. Tienes mucho potencial, una hermosa técnica, sólote hace falta inspiración para evolucionar. ¡Por cierto, esome hace pensar en algo! Esta noche hay una proyecciónmuy interesante sobre la música, entenderás mucho mejorlo que quiero decirte al verla. ¿Me acompañas?

– ¿Esta noche? Ya tenía previsto algo…– Cancélalo, vas a ver, es verdaderamente instructivo y

no volverá a ocurrir, insiste Max. Debes verla, formaparte de tu aprendizaje ver este tipo de documentales.

¿Pero qué dirá Adam?

Pero al mismo tiempo, este tipo de proyeccionesdedicada a la música son tan raras…

Sé que comprenderá

– OK, acepto, termino diciendo.– Magnífico. Ensayamos y vamos después.

Durante una pausa, envío un SMS a Adam. Me sientonerviosa, no me gusta cancelar así en el último momento,pero ésta oportunidad no se volverá a repetir…

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Espero que esto no despierten sus celos.

[Lo lamento mucho, tengo que cancelar nuestra cena.Hay una proyección esta noche sobre la música, megustaría verla. Max me acompaña. ¿Nos vemos mañana?Besos.]

La respuesta llega al anochecer, en el momento en quenos preparamos, Max y yo, para partir.

[¡Ese Max ha decidido definitivamente hacersepresente! Voy aprovechar para trabajar hasta tarde.Cuídate, corazón.]

¡Realmente necesito presentarle a Max a Adam, esoborrará cualquier duda!

Fuera de la Filarmónica, Max se muestra como siempremuy agradable. Es imposible negar que somos cómplices.Tenía razón, la proyección desarrolla varios puntosinteresantes. Para que mi música evolucione, deboabrirme al mundo que me rodea. Es verdad que en estosúltimos meses, no he tenido el tiempo de interesarme enotra cosa que no sean los eventos de mi vida… Max meinvita a tomar una copa. Acepto con gusto para podercontinuar y conversar con él. Es tarde cuando misguardaespaldas me llevan a casa. Han sido muy discretos,

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Max no los notó. Mucho mejor, no tengo ganas de exponermi vida privada.

Mientras le cuento a Claire durante el desayuno minoche, tocan a la puerta. La fuerza de los golpes nossorprende, e intercambiamos una mirada de intriga.

¿Quién puede tocar a la puerta de esta manera?

Dejo que Claire abra. Reconozco la voz, fría,perturbada de Adam. Aparece de inmediato en la sala, elrostro visiblemente contrariado. Lanzo una mirada aClaire quien levanta los hombros, sorprendida ellatambién de verlo en este estado.

– ¿Adam? ¿Qué pasa? Le pregunto de inmediato.– ¿Puedes explicarme esto? Dice, frío, la mirada

glacial, aventando sobre la mesa un enorme sobre depapel kraft.

Adam nunca se había dirigido a mí de esta manera. Sumirada me hiela. No comprendo su actitud. Tomo elsobre, contiene unas fotos y de pronto me sientohorrorizada. Claire se acerca a mí y mira por arriba de mihombro. Una por una, paso las fotos y lo que veo en cadauna me deja atónita. Aparezco en compañía de Max, en elbar de ayer por la noche, frente a la Filarmónica. Es

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espantoso, da la impresión de que estamos juntos, queestamos tomados de la mano en algunas, que vamosbesarnos en otras, que tenemos gestos cariñosos el unohacia el otro… El montaje está muy bien cuidado. Sé queMax y yo no hemos hecho nada, que estas fotos estántruqueadas. Mis ojos se dirigen a Adam, quien sigueobservándome fríamente.

¡Oh! Dios mío, ¿cree que lo engañé?

– Estas fotos están truqueadas, digo, con un nudo en lagarganta.

– ¿Y cómo quieres que te crea? ¡De todas formasparecen muy cercanos! Explota.

¡¿Adam duda de mí?!

– ¡Cómo quieres creerme! Pues para empezar teniendoconfianza en mí, respondo, sintiendo el enojo en micuerpo.

– Voy a dejarlos, dice Claire, desapareciendo.– ¡Pasan mucho tiempo juntos y ahora, estas fotos! Qué

curiosa coincidencia, ¿no crees? Continúa Adam con elmismo tono.

No puedo creer lo que escucho, ¿Adam me tienedesconfianza hasta este punto? ¿Está verdaderamente

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dudando? ¿Me conoce así de mal? Sin embargo creí queeso había terminado…

Exploto a mi vez:

¡«No puedo creerlo! ¿En verdad no me tienesconfianza? ¡Cuando te digo que no tienes nada que temer,no me crees! ¡Cuándo te digo que estás fotos son falsas!,¿crees que te miento? ¡Pensaba que me conocías un pocomejor Adam! ¡No es la primera vez que intentansepararnos! Como si esto fuera algo nuevo.»

La sangre golpea mis venas, estoy fuera de mí, frente aestas fotos.

¡«Así que si dicen esto o cualquier cosa sobre ti, debotenerte confianza! Continúo. Pero cuando se trata de mí,¿dudas de inmediato? ¡Siguen buscando atacarnos y caesen el juego! ¡Llegas aquí, con una idea muy hecha, como sifuera evidente que te engaño! Pellízcame, ¿acaso estoysoñando? ¡Siguen buscando hacernos daño, separarnos!¿Nunca se va a acabar esto»?

Me detengo, una idea llega a mi cabeza. ¿Y si fueraMax quien estuviera detrás de todo esto, y si fuera élquien estaba buscando suscitar estos momentos juntospara tomar estas fotos?

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«Estoy harta, siguen buscando que me revuelque en ellodo. Voy ir a ver a Max, voy a preguntarle si él estádetrás de todo esto. Si es él, no pienso seguir trabajandocon él, ¡por supuesto que no! Y tú, digo dirigiéndomehacia Adam, si tu crees eso, pues bien, todo terminó entrenosotros, si esa es la confianza que tienes en mí, no sirvede nada que continuemos.»

Retomo mi aliento, debo estar llena de coraje. Deboparecer un monstruo. Miro a Adam, pienso que se iráazotando la puerta. En lugar de eso, su mirada estásuavizada. Da vuelta a la mesa, se acerca a mí e intentaacercarme a él. Rechazo el contacto, lo desafío con lamirada. Estoy muy molesta.

Esa falta de confianza…

«Corazón, perdóname, dice con una voz dulce. Losiento mucho, tienes razón, caí en la trampa. Tengoconfianza en ti, te lo juro, pero.. Creo que estoy un pococeloso. Pasas tanto tiempo con ese Max, y ayer por lanoche, cuando cancelaste… Perdóname corazón, meequivoqué.»

Intenta acercarme hacia él una vez más. Dejo que lohaga. No quiero la guerra, pero Adam me ha lastimado. Yesas fotos…

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– Tuve miedo de perderte, prosigue. Tengo tanto miedode que te canses de esta vida complicada, de todas esasamenazas… Imaginé que…

– Adam, es a ti a quien amo, y no tengo ningunaintención de dejarte porque tu vida es un caos, le repliquémirándolo directo a los ojos. Tienes que tenermeconfianza, debes saber que quiero estar junto a ti. Y nuncadudar de mí.

La mirada de Adam se ha nublado y brilla con otraintensidad.

– Estoy tan aferrado a ti, corazón…– Yo también, le respondo, dándole un beso de

reconciliación.

Claire nos da un poco de tiempo antes de salir de suhabitación. Adam se recupera y se enfurece de nuevo. Sino lo tranquilizo, sería capaz de ir a ver a Max ydesnucarlo con estas fotos. Pero nada prueba que él sea lacausa de ellas. Decido ocuparme yo misma de eso;después de todo, soy yo a quien quieren lanzar al lodo.Adam me deja en el conservatorio, frustrado, perocomprensivo. Para que lo perdone, reitera su invitación dela noche anterior y me hace prometer que no voy acancelarle esta vez.

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En la Filarmónica, ningún rastro de Max, el señor Glenacaba de decirme que no vendrá hoy, sin másexplicaciones. Esta ausencia sucede justo después de lasfotos. ¿Y si le hubieran pagado sólo por acercarse a mí?No puedo impedir sentir una congoja en el corazón. Maxparecía ser alguien bueno, me ha enriquecido tanto,¿estará implicado en todo esto? Si su ausencia fuerasimplemente una coincidencia…

El día transcurre lentamente y no pongo mucha pasiónen lo que toco. Sin embargo, no dejo el conservatorio mástemprano. Salimos tarde y me reúno de inmediato conAdam en el restaurante. El lugar es muy select, cada mesagoza de una verdadera intimidad y un mesero personal.Adam me da la bienvenida con una copa de vino mientrasel mesero me ofrece la silla con delicadeza. Después deun sorbo de este néctar excepcional, le informa a Adamque Max no fue a trabajar hoy. Para él, éste es un malpunto para el profesor. Intentamos hablar de otra cosa, deolvidar nuestra disputa de la mañana, cuando de pronto,en una mesa más alejada, distingo que Max se instalaacompañado de otro hombre.

–¡Max acaba de entrar! Exclamo.– ¿Dónde? Pregunta Adam girando sin discreción.– No te muevas voy a saludarlo. Vamos a ver su

reacción, digo levantándome.

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Mi corazón se entusiasma pero quiero estar segura.Encontrar a Max en el mismo restaurante que nosotros esuna señal del destino. ¡Voy a saber en este momento siestá implicado o no!

«Max, qué sorpresa, nos hiciste falta hoy», digo,cordialmente, al llegar a su mesa.

Primero sorprendido, Max se levanta, sonriendo:

¡«Éléa! Exclama Max. Te presento a Alan, mi marido.¡Nos casamos esta mañana!»

¿Max es gay? ¿Está casado? ¡Adam no tiene nada quetemer! Pero entonces, ¿las fotos?

«¡Felicidades! Tenías una ocasion mucho mejor quetener que ir al conservatorio!»

Me siento sinceramente feliz por Max y su compañero.Se ven visiblemente felices. Alan me sonríe también. Missuposiciones se esfuman, Max no puede ser la causa deestas fotos…

– No voy a molestarlos entonces, solo quería saludarte,me apresuro a decir.

– ¿No quieres cenar con nosotros? Me pregunta Max.

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¡Estaremos encantados de compartir nuestra felicidadjuntos!

– No estoy sola, Adam viene conmigo y…– ¡Razón de más! Conoceremos al famoso y magnífico

Adam Ritcher, sonríe Max.

Miro a Alan, quien asienta.

¡Es verdad, es la oportunidad!

Regreso con Adam para avisarle. Acepta gustoso cenarcon Max y Alan, sobre todo cuando le informo quefestejamos su matrimonio. Primero sorprendido, Adamsonríe y ríe por sus recientes celos. Nuestro mesero seapresura para añadir dos nuevos cubiertos en nuestramesa y Adam pide una nueva botella de ese Romanée-Conti delicioso. El encuentro transcurre de maneranatural, los recién casados conversan fácilmente. Adam yMax se entienden rápidamente, Alan se muestra un pocomás discreto, pero atento a la conversación. Deconfidencia en confidencia, tocamos el tema delicado delas fotos. Adam confiesa haberse sentido celoso de él, loque provoca las risas en la mesa. Mi profesor sientecuriosidad de ver las fotos, Alan también. Adam no lastrae consigo, pero las fotografió esta mañana con suteléfono. Las fotos dan la vuelta, Alan y Max se sientenprimero sorprendidos, luego impresionados. Les explico

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rápidamente que Adam y yo somos el blanco fácil de lospaparazzi y no nos sorprendemos de ver este tipo de fotos.

No hay ninguna necesidad de entrar en detalle.

Max termina encontrando el asunto muy gracioso,bromea sobre «la nueva pareja de la Filarmónica» queformamos él y yo.

Me siento tranquila. Mi impresión sobre Max siguesiendo buena. No es la causa de todo esto. ¿Pero entoncesquién? ¿Lorraine?

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2. Visita sorpresa

Mi nueva amistad con Max se reafirma. Sin duda soyuna de las pocas personas en la Filarmónica que sabe desu matrimonio, y esta complicidad refuerza nuestros lazos.No obstante, eso no implica que mi tutor sea menosexigente. Al contrario, ayer durante la cena me dijo quequiere desarrollar mi potencial, ayudarme a llevarlo a lomás alto. Cabe mencionar que los ensayos me ponen enapuros pero eso me alegra. Sólo de esta manera puedomejorar. Durante la pausa tomo mi teléfono, veo queAdam me ha dejado un mensaje

[Tengo noticias sobre mi padre. ¿Puedes venir a comerconmigo?]

Ya está, lo tenemos.

Adam esperaba este momento con impaciencia. Meapresuro a responderle.

[Estaré ahí en una hora.]

Tengo tantas ganas de irme ahora mismo con él, saber

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que ha sido lo que encontró el abogado, pero debo repetiruna sección con los otros violinistas. Tengo los ojospegados al reloj y cuando Max anuncia el momento finalde la clase, junto mis cosas rápidamente, digo adiós atodo el mundo y me dirijo al auto.

Una vez en el vestíbulo de las oficinas de Adam yaconozco muy bien el camino. Me tomo un poco de tiempopara llegar hasta su puerta, toco discretamente. Me asomoun poco y veo a Adam sumergido en sus documentos. Nome escuchó.

¿«Puedo pasar»? pregunto calmadamente.

Bruscamente Adam levanta su cabeza, su cara seilumina al verme. Se levanta y se dirige hacia mí.

«Mi amor, no te escuché. Leía los documentos que medio el abogado esta mañana», me dice besándome.

Sus labios están húmedos y calientes, su beso es tierno.Me toma de la mano y me pide sentarme en el sofá,regresa a su escritorio, junta los papeles y los pone en lapequeña mesa en frente de mí. Sentado junto a mí, Adamme tiende los documentos.

– Bruger pudo reunir una gran parte de los documentos

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de mi padre. En ellos se encuentra todo lo que conciernecon la creación de su compañía farmacéutica. El abogadono ve nada extraño en ellos, todo está en regla, firmadopor los tres socios.

– ¿Has encontrado algo en todo eso? preguntoseñalando todo los papeles sobre la mesa.

– Sé que mi padre era el propietario de la casa dondevivimos mi madre y yo en Riverton. Estas son lasescrituras de la propiedad. Mi padre la compró enefectivo y la puso a nombre de mi madre.

– Tu padre pensó en todo, le digo.– Sí. Él contribuyó lo más que pudo para que nos

instaláramos allá. También tengo la prueba que él abrióuna cuenta a nombre de Leslie Ritcher con una suma muygrande. Con esto, estábamos protegidos ante todo.

Adam medita. La implicación de su padre en la vida desu madre como en la de él es ahora innegable.

– Así que el sacerdote Gate tenía razón cuando decíaque tu madre y tú vivían bien. Tu padre satisfacía todassus necesidades.

– Creí durante años que mis padres no habían estado ala altura, y ahora, resulta que es todo lo contrario.

– Pienso que debes limitarte a la evidencia que tienes,Lorraine llenó tu vida de mentiras. Creciste con tu tía, ellate hizo creer que tu madre era mala, que había cortado

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todo lazo con tu padre, que él no sabía dónde seencontraban ustedes… Él se volvió la gran ausencia de tuvida, pensaste que él jamás quiso ocuparse de ustedes.Lorraine arregló la realidad a su conveniencia ¡Estoy cadavez más segura de eso!

– Mi madre era una persona buena y mi padre sabíaexactamente dónde vivíamos, ya que fue él quien comprónuestra casa. Mis padres se amaron siempre. El epitafiosobre la tumba de mi madre, ¿te acuerdas? «Para ti en laeternidad»… Y el sacerdote que veía a mi madre tristecuando hablaba de él. Lorraine ennegreció la pintura, mepuso en contra de mis padres. Y lo logró, puesto quenunca pregunté acerca de ellos ¡Cómo pude haber sido tanestúpido! Molesto, Adam le pega a la mesa.

Coloco mi mano sobre su hombro.

– No tenías razones para creer lo contrario, intentoconsolarlo. Siempre pensaste que Lorraine era alguienbuena, y es normal, elle fue quien se ocupó de ti despuésde la muerte de tu madre… Si ella no hubiera queridosepararnos, si ella no hubiera aparecido en nuestras vidas,tú no habrías puesto en duda su relación.

– Tengo la sensación de haber sido manipulado ¡ComoPaul! Se expresa Adam con un tono amargo.

– Ahora tienes la situación bajo control, eso es lo quecuenta, le digo, tratando de mostrarme convincente.

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– Tengo que saber porqué mis padres no vivían juntos,siento que había algo que se los impedía ¿Pero qué? Estoydecidido a conocer el final de esta historia, y en cuanto aLorraine, será mejor que ponga atención a lo que hace,agrega Adam, convencido.

A mí también, me encantaría saber el por qué. Quelleguemos a esclarecer esta historia. Que descubran aLorraine un día de estos, ¡de una vez por todas!

– Escucha, en la serie de descubrimientos, encontré quemi padre murió el mismo día que mi tío, continua Adamdándome un acta de defunción.

– ¿Y eso tampoco lo sabías? Pregunto consternada.– No. Cuando Henry murió, sólo había vivido un año

con ellos. Tenía siete años. Lorraine nos dijo, a Paul y amí, que él había tenido un accidente. Y como éramospequeños, nos mantuvieron alejados de los funerales. Yono sabía que mi padre estaba con él. Lorraine siempredijo que él estaba muerto. Al decirme esto, ella sabía queyo no pediría verlo.

– Si tu padre vivió tanto tiempo después de la muertede tu madre, ¿por qué no viviste con él?

Adam me mira, desliza sus manos a sus bolsillos, daunos pasos y reflexiona.

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– ¿Sabes?, al ver el epitafio en su tumba descubrí quemi padre vivió todavía después de la muerte de mi madre.Hoy, comprendo que él vivió todavía durante mi primeraño en San Francisco. Yo me pregunto lo mismo que tú,me dice Adam al tirarse al sofá.

– Lorraine construyó un muro a tu al rededor, no esposible, exclamo ¿Es todo lo que el abogado te trajo?

– Sí, por el momento. Continuará buscando y memantendrá al tanto si hay algo nuevo.

Un silencio se apodera de nosotros y nos lleva anuestros pensamientos.

Mientras más avanzamos, más se complica

«Tengo que digerir toda la nueva información y pensarque estamos avanzando, dice Adam al levantarse.Tenemos pistas que aprovechar, ya no caminamos aciegas. No puedo esperar a saber más».

Me levanto, Adam me abraza.

«Yo también», digo en un suspiro.

Adam posa su cabeza contra la mía. Con todas misfuerzas trato de pasarle mediante este contacto una cargade buenas energías, para dirigir la balanza hacia nuestro

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lado, que el cielo se despeje. Adam está determinado enborrar todas las sombras de su pasado, sé que es capaz demover montañas si fuese necesario.

– Debo llamar a alguien, ¿comemos después? Mepregunta luego de un instante.

– Claro, aún tengo tiempo libre ¿Puedo utilizar tucomputadora?

Tengo una idea en la cabeza, o más bien curiosidadque saciar

Adam asiente con la cabeza al tomar su teléfono. Mesiento en la silla de Adam delante del monitor. En elbuscador de Internet escribo el nombre de Howard Hill.Una foto de él aparece, oprimo sobre ella para agrandarla.Observo con atención todos los pliegues de su cara. Elhombre de la foto debe tener al menos cuarenta años, tienebarba, y algunas arrugas se resaltan en su cara. Suexpresión es neutral, difícil de descifrar. Él y Adam tienenun aire familiar sin duda. No he visto las fotos de Leslie,pero Adam heredó de su padre el mentón cerrado y elcabello. Observo a Howard directo a los ojos.

Howard, ¿qué esconde usted?

Leo rápidamente los resultados, hasta que encuentro un

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archivo. Un viejo artículo de un periódico aparece antemis ojos, escaneado incorrectamente. Se puede observaruna foto obscura, pliego los ojos para poder reconocer dequé se trata. La historia llega a mi auxilio: «Accidente dehelicóptero». Leo el artículo:

«El helicóptero que trasportaba a Howard y HenryHill fue encontrado poco tiempo después del anunciode su accidente. La investigación indica que fue unafalla técnica la causa del accidente.»

¿«Qué lees»? me pregunta Adam a mi espalda.

Me asusto, no escuché cuando se acercó.

– Investigo acerca de tu padre. Murió con Howard, enel mismo helicóptero, le respondo mostrándole lapantalla.

– Sabía lo del accidente de mi tío, dice Adam con untono neutro. Pero no sabía que…

Adam empalidece y se toma un largo tiempo para leerel artículo con mucha atención. Nunca lo había visto tantrastornado. Baja la cabeza, los ojos perdidos. Siento queesta noticia lo ha sacudido.

¿«Nadie te había mencionado sobre esto»? Le pregunto

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acariciándole la mano.

Adam se tarda en responderme, y termina por tomarconciencia.

– Sabes, cuando tomé la decisión de no ocuparme delos negocios de mi padre, me alejé de su mundo, de susrelaciones, de las personas que lo podrían haberconocido. Creé mi universo donde todas sus historias notenían lugar.

– También hay fotos de tu padre, agrego regresando amis búsquedas anteriores.

– Ah, pero, yo sé cómo era mi padre. Vi fotos suyas enlas oficinas de su empresa y…

– ¡Oh! ¡Mira! Le interrumpo, Una foto de Lorrainedespués de los funerales de su marido tomada del brazocon Ambrose Carter! «La viuda desconsolada»… Estaescena me es familiar…

– Tuvo que haber montado una farsa en ese momento.Dice Adam sin pensar.

El sonido del teléfono de la oficina nos interrumpe.Adam descuelga.

– ¿Sí?– Ambrose Carter está aquí, señor Ritcher. ¿Lo dejo

entrar?

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¿Ambrose?

Adam y yo cruzamos las miradas sorprendidos.

«Hazlo esperar un poco».

Adam pone la llave.

«Me pregunto qué viene hacer aquí… Nunca viene, sepregunta Adam en voz alta. Acomodemos los papeles, nodebe saber nada».

Cierro la página de Internet, e incluso pienso en borrarel historial de navegación.

Uno nunca sabe.

Adam reúne todos los papeles y guarda los archivos enun cajón de su escritorio, cerrado con llave. Un rápidovistazo a la oficina le permite constatar que no hay cosasfuera de lugar. Una vez tranquilo, Adam abre la puerta desu oficina y da la bienvenida a Ambrose.

«Buenos días Ambrose, ¿qué le trae por aquí»? lepregunta Adam dejándolo pasar.

Tuve tiempo de sentarme de nuevo en el sofá. Melevanto de nuevo en cuanto Ambrose cruza la puerta. El

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asociado de Howard y Henry Hill, el encargado actual dela empresa farmacéutica junto con Lorraine, no puedeevitar hacerse para atrás al verme. El pequeño hombre,arrugado y calvo, aprieta los labios. Claramente noesperaba verme aquí. Adam también se da cuenta de sureacción y frunce el ceño.

No titubé en ningún momento en el funeral de Paul,¡no voy hacerlo ahora!.

Muestro una amable sonrisa y tiendo la mano aAmbrose.

– Buenos días, señor Carter.– Señorita Haydensen, me responde con los labios

apretados, Ambrose, obligado a saludarme. Después,dándose vuelta hacia Adam: Pasaba por la zona, y tuve laidea de venirte a ver, Adam.

– Muy bien, tome asiento. Nos disponíamos a comer¿quería hablar de algo en particular? Pregunta Adaminvitando a Carter a sentarse.

¿Qué ha venido a hacer aquí? Lo observo, esperando aver qué pasa.

– Vine a ver come te sientes tras la muerte de Paul…Es muy doloroso para Lorraine, ¿sabes? Le deberías

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llamar, le dará gusto, dice Ambrose.– Últimamente tengo mucho trabajo, responde Adam

con un tono neutro.

Siento que Adam está a la defensiva.

«Tu compañía tiene buenos resultados, estoy contentopor ti. Es una lástima que Paul no haya tenido el talentopara los negocios», continua Ambrose con un tono deburla.

¡Dios mío!, ¿a dónde quiere llegar?

«Escuché que viajaste a Riverton hace poco tiempo,continua Ambrose. Sabes, tu tía está muy triste, sabe quehas estado buscando información sobre tu madre. Con lamuerte de Paul, y tú que te alejas, se siente abandonada».

Ah, ya llegamos a al punto… ¿Ambrose quiere queAdam se apiade de Lorraine?

– ¿Es usted su informante, Ambrose? Pregunta consorpresa Adam.

– ¡Oh! Ya conoces a tu tía, es demasiado orgullosapara venirte a ver. Pero en el fondo tiene mucho miedo deperderte, sonríe Ambrose con un semblante de falsacomplicidad. Para ella, eres como el último hijo que le

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queda. Desde que estás con… agrega señalándomevagamente con su mano, pasas mucho menos tiempo con tutía. Es una pena, puesto que son los únicos miembros quequedan en su familia.

– Éléa, se apresura a precisar Adam. Mi familiatambién crece de mi lado, Ambrose. Lorraine deberíaestar satisfecha de verme feliz.

– Y lo está, de verdad, Adam, intenta tranquilizarloAmbrose. Supongo que Éléa… podría entender quepasaras más tiempo con tu verdadera familia.

En el papel de diplomático, Ambrose es un pésimoactor.

¿Es tan complicado decir mi nombre sin mostrardesprecio al pronunciarlo?

– OK. Ambrose, coméntale a Lorraine que no la heolvidado. Ahora, si nos disculpas, tanto Éléa como yotenemos una agenda muy cargada, Adam corta de golpe laconversación, apresurado en querer terminarla.

– Claro, yo también tengo muchas citas, dice Ambroseal levantarse. Háblale a tu tía, estará muy contenta deescucharte. Le hará mucho bien.

Ambrose ni siquiera se molesta en despedirse y se vade la oficina casi empujado por Adam. Una vez la puerta

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cerrada, Adam explota:

«Hay qué ver esto. ¡Ahora resulta que tengo que tenerpiedad de mi tía!, ¡ella no tuvo piedad cuando le dijo aPaul que me interceptara y que me diera una golpiza»!

Creo que esto es grave. Lorraine no duda que estamosal corriente de su pequeño complot. Ella no sabe que Paulme confesó todo antes de morir, al igual que sabemos queella no es su verdadera madre…

– Al menos, Lorraine no sabe todo lo que sabemosacerca de ella, intervengo. ¿Crees que Ambrose vino aconvencerte de volver a acercarte a ella?

– No sé qué vino a hacer aquí, ¡todo lo que dijo sonabatan falso! ¿Estarán jugando un nuevo juego para intentarreestablecer alguna comunicación con nosotros? Piensoque no saben en qué punto me encuentro en mi búsqueda yeso los perturba, eso es lo que creo, retoma la palabraAdam.

– Es cierto, ¡Ambrose no tiene el talento de actor quetiene Lorraine! Agrego suspirando ¿Viste su reaccióncuando me vio?

– Todo esto me da asco. Vamos a comer ¡Necesitamostomar un poco de aire! Concluye Adam tomándome de lamano.

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Ambrose y Lorraine se quedan en el centro de nuestrospensamientos, incluso si intentamos esconderlos. Regresoal conservatorio a reencontrarme con Max y sus ensayos.Es suficiente pensar en Ambrose Carter, en su desprecioal mirarme, para impulsarme en avanzar y mejorar mimúsica ¡Me imagino que al convertirme en una afamadaviolinista, ese pequeño hombre seco y frío tendrá queadmitir que existo!

No veo a Adam esta noche. No obstante creo quedeberíamos tener una pequeña pausa sensual. Claire merecibe con una sonrisa.

– Éléa, tengo una súper idea, comienza ella.– Ah, dime todo…– ¡Hagamos una fiesta! ¡Hace mucho que no

organizamos una, me hace falta!– Es verdad. ¿Cuándo te gustaría hacerla?– Mañana en la noche.– ¿Ya mañana?– Después tendrás todos tus conciertos. Además, ¿qué

pasa si se nos cruza algo más? Es mejor queaprovechemos el momento, ¿no?

Es cierto, entre el incendio, el viaje a Riverton, nuestrodía a día es bastante imprevisible…

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– OK, tienes razón ¿Estás segura que todo el mundoestará disponible?

– Sí, mira, ya he hecho una lista.

Claire me pide que le ayude con la organización. Nopudimos haber hecho algo mejor para despejarme lasideas. Sobre todo porque mi compañera es un verdaderotorbellino cuando se trata de preparar una fiesta.

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3. Confidencias

Organizar una fiesta en menos de veinticuatro horas,enviar las invitaciones, esperar la confirmación, hacer lascompras, preparar la casa, limpiar los muebles y cocinar,es un desafío para mí y un enorme placer para Claire. Laveo en el desayuno, para hacer algunas compras y discutirsobre nuestro menú. Adam me propuso que pidiéramoscomida preparada. Esa solución nos hubiera desahogadopero no nos habría permitido divertirnos como niñas entrelos pasillos del super, ni tachar nuestra lista paraolvidarnos de todo y dar un toque superfluo al momento.Tenemos ganas de darnos gusto, de anunciar a todos demanera oficial que este nuevo apartamento es ahora«nuestra casa». Nos despedimos de nuestra casa, quedesapareció entre el humo. Paul se fue, y se llevó con él laverdad sobre el autor del incendio. ¿Terry Miller actuópor si solo o bajo las órdenes de Paul o las de Lorraine?

¿Lo sabremos algún día?

Esta prueba nos ha acercado todavía más a Claire y amí, nos ha unido. ¡Afortunadamente Max es comprensivo!

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De acuerdo, le prometí que repondría mis horas deensayo.

Me deja ir dos horas más temprano que de costumbrepara que pueda reunirme con Claire y preparar todo. Alany él aceptaron nuestra invitación. Claire estará contenta deconocerlos.

¡«Soy yo»! grité al entrar al apartamento.

Encuentro a mi compañera de piso en la cocina, frenteal libro de recetas.

Enhorabuena, llego a tiempo, la cocina y Claire…

«Llegas justo a tiempo, iba a comenzar a cocinar. Tepropongo algo: tú cocinas, yo me ocupo de lo demás ¿Deacuerdo»? me pregunta, su mirada llena de esperanza.

Lastima que tengamos tan poco tiempo por delante, lahabría forzado a…

«Sí, pienso que así es mejor», acepto poniéndome eldelantal.

Me dedico a mi labor: preparar un menú para unasveinte personas en menos de tres horas…

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¡Vamos, puedo hacerlo!

Me gusta mucho cocinar, además, si no fuera violinista,es un oficio que hubiera podido escoger. Después de unadecena de panecillos con tocino, un plato de canapés,bocadillos salados y dulces, empiezo a darme cuenta consatisfacción de que logré adminitrarlo todo. Claire, queacaba de acomodar los muebles para hacer un poco deespacio y que podamos circular, viene a verme.

– Wow, ¿tú hiciste todo esto? Dice, llena deadmiración.

– Sí, ¿crees que sea suficiente?– Sí, yo creo. La mesa tiene bastantes provisiones,

mira…

Lanzo una mirada a la mesa, junto a la pared.

Efectivamente…

– ¿Qué te falta por hacer? Si no es muy complicado,puedo remplazarte. Tienes que prepararte, me proponeClaire.

– Bueno… Tengo algo en el horno que hay que sacar encinco minutos y cubrir esos mouses y ponerlos al fresco.Luego, limpiar un poco la cocina, enumeré.

– Muy bien, puedo hacerlo, ¡anda!

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Nos quedan aún unos veinte minutos para nosotrosantes de que los primeros invitados lleguen. Tomo unbaño rápido, y me pongo un vestido color ciruela,sostenido detrás de mi nuca con un nudo. Me gustan suspliegues de satín, la ligereza de la tela que caeperfectamente donde nacen mis rodillas. Me atrevoincluso a usar tacones altos.

¡No voy a tropezarme por unos cuantos pasos entre lacocina y la mesa!

Un maquillaje rápido para tener buena cara, borrar elcansancio, las ojeras, el estrés de los próximosconciertos, las tres últimas horas que pasé en la cocina. Ypoder estar presentable. Al verme, Claire confirma miatuendo con un movimiento de cabeza. Luego me ofreceuna copa de vino.

¡«Mira, podemos comenzar oficialmente nuestra fiesta!Dice levantando su copa. ¡Por nuestra nueva casa»!

Brindo con ella. Descanso al fin y saboreo este vinodelicioso.

¿«Te das cuanta de todo lo que nos ha sucedido en todoeste tiempo? Encuentro un trabajo magnífico, tú conoces aAdam, te graduas, logras formar parte de la Filarmónica,

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tienes que usar una silla de ruedas por culpa de un sismo,y luego el incendio de nuestra casa, Ryan y yo, Adamdesaparece, todas las amenazas…»

¡Y todo lo que no te imaginas!

– No sé tu, pero yo tengo ganas de pulsar sobre elbotón de «Pausa», añade Claire llevando la copa entre suslabios.

– Estoy de acuerdo. Si pudiéramos detener el tiempo,sólo para respirar un poco. ¡O al menos para que estetorbellino se calme! Admito.

– Pero ¿sabes?, no lamento nada. Ya antes fuimos muycercanas, pero ahora, con todo lo que hemos vividojuntas, formamos parte de la misma familia… y no sóloeso por que casi me convierto en tu cuñada.

Claire ríe.

– ¡Es verdad que ahora entenderás aquello que te decíasobre nuestras reuniones familiares! Serás el centro deatención de mi madre. ¡Te estás metiendo con su hijoquerido, ten cuidado!

– ¿Qué dices? ¡Tú les llevas a un millonario, yo noestoy a la altura!

– Mi mamá ya conoce a Adam, pero aún no te conoce ati… ¡Te van a llover miles de preguntas!

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– ¡Querida suegra Maggie, aquí voy!

Explotamos las dos con una gran carcajada. La próximavisita de mis padres, prevista para este fin de semana,promete ser muy divertida. Me gusta la idea de que Clairese convierta en mi cuñada, un día, quizá…

– ¿Mi hermano te hace feliz? Pregunto con el tono de laconfidencia.

– Sí, confiesa ruborizándose. Tengo ganas de creer quees él quien, tú sabes…

Sí, entiendo…

– ¿Y tú, con Adam? Seriamente, con todo lo que tienesque pasar junto a él, ¿nunca has tenido ganas de dejartodo? Me interroga Claire de pronto con un tono serio.

– No, pero… a veces tengo miedo que no seamos losuficientemente fuertes, que todas esos cuentos vayandemasiado lejos y nos obliguen a separarnos, murmuro,con la mirada baja.

– ¿Lo amas?

Digo sí con la cabeza.

«Bueno entonces, eso es lo que importa. ¡No dejes queotros roben tu felicidad»! exclama Claire, con la mirada

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decisiva.

Chocamos una vez más nuestras copas. Todo estádicho.

Los invitados llegan y, poco a poco, nuestra sala sellena. Claire invitó a algunos colegas, Ryan está aquí porsupuesto, Alan, Max también y Hayley pudo escaparse desu reportaje de último momento. Adam llega un poco mástarde, una reunión lo detuvo más tiempo de lo queesperaba. Pero nos da la sorpresa de haber traído con éluna caja de cristal Roederer, que Claire acepta con gusto.En el transcurso de la noche, siento que Adam estáausente. Intenta interesarse en las discusiones, respondemuy amablemente a las preguntas de los colegas deClaire, que no esperaban evidentemente encontrarse conun millonario esta noche, pero siento que está en otraparte.

Así que, cuando ya todo el mundo se marcha y queClaire y Ryan se retiran bajo el pretexto de que se sientenmuy cansados, me apresuro a averiguar sobre lo que tantoocupa la mente de Adam.

– ¿Estás bien? Pregunto acercándome a él. Parecíasmuy preocupado durante toda la noche.

– Pensé que había logrado parecer natural, gesticula

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Adam.– Lo lograste, yo me dí cuenta porque empiezo a

conocerte. Dime.– Tengo que decirte algo, comienza Adam. ¿Podemos

dejar todo esto e ir a tu habitación?

La limpieza puede efectivamente esperar hasta mañana.No me gusta el tono de Adam, me inquieta. Lo siento tanintranquilo… tiene algo que decirme. Espero que no seaalgo grave…

Una vez en mi habitación, nos sentamos en el borde dela cama. Adam comienza por quitarse su chaqueta,deshace su corbata y desabotona su camisa para sentirsecómodo.

«Éléa, corazón, lo he pensado desde hace algunos díasy… »

Dios mío, ¿qué quiere anunciarme? ¿Se quiere echarpara atrás? ¿Que su investigación lo acaparademasiado y que quiere dedicarse a ella por completo?

«… me gustaría que nos hiciéramos las pruebasnecesarias para que ya no necesitemos más de ningunaprotección, prosigue. Si estás de acuerdo.»

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Me tomo unos momentos para entender.

¿Adam se quiere hacer la prueba del VIH?

«Es una etapa pero creo que podemos atravesarlajuntos. Sólo estás tú y colmas todos mis deseos. Y ya noquiero esta barrera entre nosotros, mi ángel… »

Siento fuegos artificiales en mi cabeza.

Adam considera nuestra relación lo bastante seriapara dejar el preservativo. ¡Por supuesto que estoy deacuerdo!

«Estoy de acuerdo, sí», digo en una exhalación.

El rostro de Adam se ilumina, me da un beso delicadosobre mis labios.

– ¿Por eso estabas tan preocupado esta noche?Pregunté, extrañada.

– Un poco sí, podías haber rechazado, esperar a estarsegura… Con todas esas historias de mi familia, tienestodas las razones para salir corriendo.

– ¡Me lo hubieras dicho cuando llegaste, hubieraspasado una mejor noche!

Le reclamo amablemente a Adam. Él y yo tenemos

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finalmente los mismos miedos… no puedo creerlo, esaprueba, es como si nos comprometiéramos el uno con elotro. Me siento conmovida. Al leer en los ojos de Adam,pienso que tampoco le es indiferente que nuestra relaciónavance. Sus dedos suben dulcemente por mi brazo,alcanzan mi nuca. La mirada de mi amante se iluminadeshaciendo el nudo de satín de mi vestido. Me muerdo ellabio, en señal de arrojo. Adam me empuja delicadamentehacia atrás, nuestra noche sólo acaba de comenzar…

Adam no pierde el tiempo. Piensa hacer la toma desangre rápidamente y aprovechar un momento libre en suprograma usualmente cargado. Así que apenas se levanta,llama a su médico. Éste está dispuesto a recibirnos en suclínica privada. ¡Ni pensar en un desayuno tranquilo conClaire y Ryan para conversar sobre la noche anterior!Tomo mi violín y mando un beso al aire a mi compañera ya mi hermano, todavía con el mareo del sueño.

El médico de Adam nos recibe muy calurosamente. Nopasamos juntos a consulta, el secreto médico lo exige así.Como Adam tiene más prisa, lo dejó pasar en primerlugar. Su mirada brilla, su entusiasmo me da gusto. No mesiento muy a gusto con las agujas, ni mucho menos con lasconsultas médicas. Estoy contenta, pero lo estaré másdespués. Adam sale rápidamente del consultorio y mealcanza en la pequeña sala de espera.

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– El doctor te espera mi ángel, me dice por arriba demi hombro.

– Así que es mi turno, digo con una ligera aprensión enla voz.

– ¿Estás inquieta?– Digamos que no soy fan de las agujas…– Ah si, la enfermera es muy dulce ya verás. Y además

piensa en mí, en todo lo que haremos después de esteexamen, añade Adam, con la mirada traviesa.

Adam me besa para que me de una idea.

Umm…

– Tengo que irme, ¿no te molesta si no me quedo?Continúa Adam. Tu auto está afuera.

– No, adelante. Puedes quedarte tranquilo, ¡si medesmayo, los guardaespaldas estarán allí para levantarme!Respondo intentando hacer un todo jovial.

– Nos vemos más tarde, avísame cuando hayas salidode aquí.

Adam me aprieta contra él, su boca se tarda un pocomás de tiempo sobre la mía. Termina por irse, no sinlamentarlo.

¡Bueno, ya me veo sola frente a la aguja!

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Me toca entrar al consultorio y respondo correctamentea las preguntas del medico. Todo va bien, hasta que laenfermera entra con su bandeja. Siento que meestremezco, volteo la cabeza e intento pensar en otra cosa,pero ningún pensamiento aparece. Espero, ansiosa, lapunzada de la aguja. Cuando la enfermera me dice:«Listo», la miro con sorpresa. Varios frascos de sangreestán a su lado y un pequeño punto rojo se dibuja sobre mibrazo. ¡Admiro su habilidad! El médico de Adam meaconseja consultar, si lo deseo, su colega ginecólogo. Estádisponible y tengo un poco de tiempo. Acepto sin dudarlo,sólo necesito renovar la receta de anticonceptivos.

Pregunto amablemente a uno de los guardaespaldas sipuede conducirme a la Filarmónica. No es que lo tomecomo mi chofer, pero acabo de hacerme unos exámenesalgo íntimos, evaluar mi estado de salud y espero unosresultados muy importantes. Además hay que añadir quemi mente está en otra parte, lo que no me dejaríaconcentrarme en el camino. No estoy angustiadaparticularmente por la prueba del VIH, mi experienciaantes que Adam es poca y siempre he hecho lo que eranecesario. Pero es una linda etapa en nuestra vida depareja, al menos para mí, no es algo banal… Me preguntolo que esto cambiará en nuestra intimidad. ¿Tendré mássensaciones? ¿Será más intenso?

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Umm, estoy un poco impaciente por intentarlo…

Siento que me sonrojo, aquí, sentada al lado de mi buenprotector.

¡Ups, contrólate por favor!

El ambiente en la Filarmónica es un poco tenso. Noensayamos cada uno por su lado sino juntos esta vez, elconcierto tendrá lugar mañana. Y como de costumbre, elseñor Glen se preocupa por todo. Esta presión esexaltante y los nervios oprimen nuestro vientre musical,estamos ansiosos por tocar frente al público. Después detodo es nuestra vocación, tocar para los otros… Mientrasque ensayamos en escena, la sala de conciertos estátambién en plena actividad. Podría decirse simplementeque estamos en una colmena. Este frenesí me domina,escucho los últimos consejos de Max, aplico a la letra loque aprendí con él estos últimos días. Me siento en mielemento y me olvido de la inyeccion de esta mañana.

Una pausa es totalmente bienvenida. Aprovecho paraconsultar los mensajes sobre mi contestador, pues laclínica prometió que nos comunicaría rápidamente losresultados. Tengo un mensaje. Llamo inmediatamente y elmedico de Adam me confirma que todo está bien y mepide pasar mañana por la mañana para recoger mis

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resultados. Envío de inmediato un mensaje a Adam,impaciente por conocer lo que le dijeron a él.

[Acabo de llamar a la clínica. Todo bien. Besos.][Estoy en una reunión, OK, todo bien también para mí.

Paso a buscarte esta noche, lo festejaremos. Estoyansioso.]

[¿Envías mensajes durante tus reuniones?][Sí, soy un simple auditor esta vez. Qué llegue pronto

esta noche…]

Max interrumpe mi diálogo con Adam y me avisa quelos ensayos han vuelto a empezar. No puedo evitar unasonrisa. Todo va bien por los dos lados, y esta noche,pasaremos una noche a solas.

¡Y cómo me gustan nuestras noches a solas!

Me encuentro con Adam en el vestíbulo delconservatorio, en plena conversación con el señor Glen,quien nos deja de inmediato.

– Vaya, ¿está un poco estresado? Me pregunta Adamseñalando con la cabeza al secretario de la Filarmónica.

– Sí, el concierto es mañana, ¡está vuelto loco!– Mi ángel, dice Adam tomándome por la cadera y

atrayéndome hacia él. Esta noche es nuestra.

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Adam me besa apasionadamente. Me lleva afuera, ensu coche. Sobre el asiento trasero, no suelta mi mano, yacaricia mis dedos con su pulgar.

– ¿A dónde vamos? Me pregunta.– Es una sorpresa, responde Adam, enigmático.

El auto se detiene en un barrio residencial de SanFrancisco. Frente a nosotros se encuentra uno de los spasmás lujosos de la ciudad.

¡«Oh! ¡Adam»! exclamo.

Siempre he soñado con venir aquí, relajarme, estirarmi cuerpo en la tina de un hidromasaje, dejarme llevar porel masaje, dejarme mimar…

«Pensé que después de tu prueba con la aguja estamañana, merecías que cuidara de ti.»

Adam me hace entrar en este lugar donde la luz está,desde la recepción, tamizada. Los perfumes de aceites deesencias me envuelven, una suave música relajantecompleta el ambiente.

Una burbuja, acabo de entrar a una burbuja debienestar…

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– Reservé el lugar sólo para nosotros, estaremostranquilos…Preparé para ti un masaje muy personal, unabaño de rosas, todo lo necesario para relajarnos y pasaruna noche perfecta, me dice Adam.

– ¿Me vas a dar un masaje?– Recuerdo que habías estado muy receptiva a mis

masajes, ¿te acuerdas?

¡Oh! Sí, me acuerdo… y me acuerdo también comoconcluyó todo…

Me dejo llevar por Adam. Estamos efectivamentesolos. Si el personal se encuentra por aquí debe serbastante discreto. El agua apacible y azul turquesa de lapiscina interior me llama. Arlado del jacuzzi, una botellade champaña y dos copas nos esperan. Una pequeña salacon un baño contiguo están reservados para nosotros. Esaquí donde nos quitamos nuestra vestimenta para podersentirnos más comodos. Tengo incluso la posibilidad deescoger entre varios trajes de baño. Escojo uno de dospiezas. La parte de arriba se anuda con cordones.

Adam seguramente lo apreciará…

Estamos los dos en bata y pantuflas suaves. Saber quenos encontramos casi desnudos y que el lugar nospertenece me provoca escalofríos. La atmósfera es dulce,

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como la mirada que me ofrece Adam. Pero todo puedemuy pronto electrizarse...

«Así es como me gustaría admirarte», me dice Adamquitándome la bata.

La pieza de tela cae a mis pies, y me descubre casidesnuda, en dos piezas. La mirada de mi amante seilumina. Me mira fijamente y con la punta de los dedos, sedivierte con los cordones que detienen el conjunto.Bastaría con que jale uno de los cordones para que mequede completamente desnuda. Mi corazón comienza alatir muy rápido. Siento una ola de calor penetrar entre losmás ínfimos rincones de mi cuerpo. El dulce calorhúmedo del lugar no es el responsable de mi repentinapalpitación. Por los ojos ávidos de Adam, me sientodeseosa, deseada. Instintivamente, mi mirada se dirigehacia su bajo vientre. Detrás de su bata, que no hacerrado, se esconde apenas el cuerpo musculoso de midivino amante y su short oprime una elevaciónprominente. Me muerdo el labio…

La noche acaba de comenzar, y ya tengo ganas de él.

Trago mi saliva con dificultad, experimento un deseofulgurante. Quiero sentir su sexo junto al mío, tengo ganasde que resbale su mano entre mis piernas para que se de

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cuenta de que estoy lista para recibirlo.

¿«Por dónde quieres comenzar, mi ángel»?

Quitarte tu short, deslizarte en mí, moverme…

Reprimo mis fantasías, me sorprendo yo misma dequerer hacer el amor lo más pronto posible con Adam alver que el lugar es magnífico.

Los aceites de esencia desvanecidos deben tener unpoder afrodisíaco…

Andar con un pequeño atuendo no me hace sentirparticularmente a gusto, yo que regularmente escondo miscurvas generosas. Adam nunca ha hecho ningunaobservación sobre la forma de mi cuerpo y la manera enque me mira me tranquiliza. En cuanto a sus manos,siempre acarician mi cuerpo con avidez. Al recordar esecontacto sobre mi piel, siento una descarga en el fondo demi vientre. Tengo unas terribles ganas de que mi amanteme roce, me deshoje, me domine, me tome las nalgas y mepenetre…

¡Hay algo en este lugar que exalta mi deseo!

Adam me invita a entrar a la tina de hidromasaje. Lomiro directamente a los ojos cuando deslizo un pie en el

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agua, luego el otro.

¡No me parezco a una sirena pero puedo al menosaparentarlo!

Las pequeñas burbujas explotan en la superficie y meacogen explotando alrededor de mí. Al instalarme en unode los rincones confortables del jacuzzi, un chorro de aguapoderoso toca mi pelvis. Reprimo un gemido. Estoy másque lista para acoger a Adam en mí. Levanto la miradahacia él, su mirada se ha vuelto erótica, ardiente de deseocomo yo. El ambiente del spa parece tener el mismoefecto en él. Mientras abre la botella de champaña, adoptoun aire espontáneamente travieso y paso mi lengua entremis labios. Tomo el cordón que sostiene mi traje. Jalodulcemente el lazo, y sigo mirando fijamente los ojos demi amante… Mi pecho se libera bajo el agua, Adam nopuede ver nada bajo las burbujas, cuento con suimaginación. Sus ojos se cierran y la inflamacion de sushort se acentúa un poco más. Lanzo mi traje a la orilladel jacuzzi. Mi amante se muerde los labios… Escondidapor el agua y sus numerosos burbujeos, me siento bastanteen confianza para alimentar el espectáculo que observaAdam de más alto. Pego mi espalda contra la pared,separo mis piernas. Sé que Adam puede percibir mimovimiento bajo el agua. Lo siento cautivo. Llevo mimano a mi pecho, dibujo con la punta de mi dedo la forma

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de mi seno. Luego, el segundo entra en juego, me acaricio,cosquilleo mis pezones… Es la primera vez que me tocofrente a Adam, es excitante, cierro los ojos, gimo bastantefuerte para que mi amante me escuche. Cuando lo miro denuevo, tiene la boca entreabierta, su respiración se haacelerado y sus manos aprietan la copa de champaña quesostiene todavía…

Doy un pequeño grito, invitándolo a reunirse conmigo.Adam no se hace del rogar. Coloca nuestras copas dechampaña, se deshace con un movimiento del hombro desu bata. Mi corazón se acelera cuando entra al agua, lamirada ávida, enardecida. En dos pasos está junto a mí, seapodera de mi boca con un beso lleno de fuego. Su lenguase impone y encuentra la mía. Su mano resbala entre miscabellos, la otra se pega a mi espalda. Nuestro beso esapasionado, nos devoramos, estamos locos el uno por elotro.

«Mi ángel, podría tomarte ahora mismo.»

La voz de Adam es ronca, me muerde el labio, elmentón, inclina mi cabeza de lado para alcanzar mi cuello.Me siento de un humor travieso, quiero llevar nuestrodeseo al paroxismo, que nuestras ganas del uno por el otronos lastime… Mi mano se resbala bajo el agua y mientrasmis ojos se clavan en los de Adam, conducen la suya por

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el camino que elegí. Me estremezco cuando pongo sumano en mi entrepierna. Bastaría con que resbale un dedobajo el tejido para que se de cuenta como estoy abiertapara él.

Pero no aún…

Me muerdo los labios, sonrío, adopto un aireprovocador y prosigo mi camino, bajo el agua, hasta losnudos sobre mis caderas. Adam ha entendido, jala de unlado, luego del otro… mi traje llega a la superficie,sacudido por las burbujas. Estoy completamente desnuda,ofrecida a él. Los movimientos del agua me acarician lapiel, tengo la impresión de que el jacuzzi se diviertetambién arrancándome ligeros gemidos. Me tomo deAdam, pongo mis manos sobre su nuca mientras mispiernas lo rodean. Nuestros dos sexos se encuentran,Adam me toma por las nalgas… Sólo un pedazo de tela leimpide penetrarme, aquí, ahora.

«Quiero que te acaricies para mí… Excítame aún más,corazón.»

¡¿Acariciarme, aquí?!

Nunca he aventurado mi mano entre mis piernas…Adam se desliza detrás de mí y nos sentamos sobre la

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pequeña plataforma del jacuzzi. Mi amante me toma lasmanos y me guía, primero sobre mis senos. Mis pezonesestán erguidos, tensos, casi dolorosos, las descargas deplacer que me poseen me transportan. Y luego, Adam meconduce más abajo, sobre mi vientre, sobre mi pubis,entre mis piernas. Me acaricio con la punta de mis dedos,mi cuerpo se tensa de pronto, mi respiración cambia deritmo. En mi espalda, siento el aliento de Adam en elhueco de mi hombro, sobre mis nalgas, siento su sexoduro. Mi amante me lleva todavía un poco más cerca dellugar secreto que él conoce bien, me invita con susexpertos movimientos a recorrerme, a explorarme. Escaliente, dulce. Bajo la presión de su mano, me acariciocon más seguridad, descubro los lugares sensibles. Gimoun poco más fuerte, cosquilleo mi clítoris, provocando enmi espalda baja un cúmulo de descargas eléctricas. Mearqueo, Adam me aprieta más fuerte contra él, su manoapoyada sobre la mía, y me invita a moverme cada vezmás fuerte. Escucho su gemido que se mezcla con losmíos, siento que él difruta mi placer tanto como yo.Cuando siento una ola de calor que surge desde lo másprofundo de mí ser, retiro mi mano con un movimientorápido y la coloco esta vez sobre la suya. Doy un gritocuando siento su contacto sobre mi sexo tenso, ávido denuevas sensaciones. Soy yo quien lo dirige ahora. Miamante se deja llevar, su otra mano se pega sobre mi seno.

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Adam me tiene, me aprieta en una postura erótica. Susdedos se acercan a mi cueva íntima y se introducen. Depronto, lo suelto y me penetra definitivamente. Gimo,Adam emite un gemido ronco. Se mueve en mi interior. Micuerpo se tiende completamente hacia sus dedos que meexploran con avidez. Y de pronto, siento que ya no puedoretener este orgasmo que me asalta, me dejo sumergir eneste poder implacable, grito de placer pronunciando elnombre de mi amante.

Adam respira sobre mi espalda, siento todos losmúsculos de su cuerpo erecto. Se retira de mi sexo reciéncolmado y comienza a acariciarme al interior de laspiernas. Se relaja. Pero no aprieta mis piernas, mi vientreestá en la espera de otra cosa, mi cuerpo entero espera lacontinuación. Este orgasmo solo ha sido un aperitivo queha despertado aún más mis sentidos. Mi excitación estálejos de haberse calmado, al contrario. Quiero sentirmeplena con Adam, quiero sentir su sexo entero, el contactode su piel, quiero satisfacer mi curiosidad: el amor sinpreservativo, ¿cómo es? Ahora que ya no necesitamos esepedazo de látex, tengo la impresión de que nuestros dossexos van realmente a conocerse.

Mi vientre se contrae, mi deseo me lastima, minecesidad es imperiosa, ya no me reconozco. Me giro, conla mirada implorante:

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«Adam, tómame... me duele, necesito que me tomes,que te hundas en mí… Por favor… »

Los ojos de mi amante se iluminan con un nuevo brillo.

– Mi ángel, dímelo otra vez.– ¡Hazme el amor! ¡Ahora!

En un gesto rápido, Adam de pronto ya no tiene short.Intento presenciar el espectáculo de esta liberación perode pronto siento ya que me toma por las nalgas y me lleva.Me saca del agua y se sienta en la orilla del jacuzzi. Estoysobre sus rodillas. Entre nosotros su sexo tenso hacia mí,orgulloso, listo para responder a mis necesidades. Adamse acaricia, su boca está abierta, su mirada en la mía,tentador, irreverente. Ya no puedo aguantar, pero tampocopuedo desprenderme de este espectáculo. Mi amante juegacon su sexo, se muerde los labios mientras sus ojosresbalan por mis senos. Adam no me toca, pero el efectoes el mismo. Soy la musa de su deseo, su mirada es unmordisco entre mi piel. Mi excitación me quema elvientre, mi pulso se acelera. Creo que podría venirmeahora bajo esta tensión entre nosotros al borde delparoxismo. Adam cierra los ojos, gime… Su mano cubremi seno con el hueco de su palma, luego la segunda. Miamante se pone a lamer las dos extremidades que se hanpuesto duras, las aspira entre sus labios. Gruño de deseo,

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cierro los ojos.

Su sexo… quiero sentir su sexo.

Mi mano lo encuentra, lo cubre a su vez entre misdedos. Mi amante da un grito, pegado a mis senos. Loquiero, tengo ganas de gritárselo.

¡«Adam»!

Grito con una voz ahogada por la pasión. Mi amante seinclina hacia atrás, pega sus dos manos al suelo. Lamo susexo. La mirada erótica que Adam me lanza esinequívoca. Me coloco justo arriba de él, sobre sumiembro erecto que lentamente me penetra. Hago durar elmomento, subo, bajo, suavemente. Poco a poco, el sexo deAdam se hace un camino, se hunde cada vez más lejos.Gemimos al mismo tiempo cuando su miembro caliente yvigoroso se apodera de mi completamente. Adam seendereza y nuestras pelvis se mueven al mismo ritmo.Estoy sobre él, soy yo quien dirige. Y tengo ganas de ircada vez más rápido. Su sexo se resbala perfectamente,siento el calor de su piel, como una caricia de seda. Estoyconcentrada en este descubrimiento, en esta nuevasensación.

¡El contacto es tan diferente!

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Bajo mi cuerpo, Adam exhala de placer, cuando depronto, se contrae, su orgasmo llega. Acentúo todavía másel movimiento, quiero que su placer sea intenso, fuerte ylargo. El mío está aquí, y nos venimos al mismo tiempo.Siento que mi amante se expande en mi interior y mearranca un grito de sorpresa.

Siento que Adam se destila en el centro de todo miser, en lo más profundo…

Mi amante me levanta y pone sobre mis hombros subata. De pie, nos estrechamos el uno contra el otro. Estoysobre una nube. Mi deseo está satisfecho y se deleita aúnentre estos últimos instantes. Mis piernas se sienten unpoco débiles. Mis fuerzas me han abandonado. Adam metrae una silla larga, donde me estiro con gusto. Lo observoregresar al jacuzzi, completamente desnudo. Sus pequeñasnalgas redondas y musculosas están para comerse. Admiroel espectáculo, Adam es tremendamente guapo, sexy, suandar es casi felino.

No, no estoy admirando, saboreo lo que veo.

«No sé si debo sentirme halagado por tu mirada uofuscarme, parecería que estás a punto de comerme», medice sonriendo.

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Alcanzo la copa de champaña que me ofrece. Adam secoloca a mi lado, sobre el colchón de la reposera vecina.

«Creo que me falta un poco más de tiempo, pero sí,podría saltarte encima, pero no para comerte… »

Adam se estira a mi lado, la cabeza sostenida por sumano. Chocamos nuestras copas, antes de saborear estadeliciosa champaña.

«Descansa, esta noche tenemos todo el tiempo», dicellevando la copa a sus labios.

Descanso la cabeza y cierro los ojos. Mi corazón haretomado su ritmo normal. Me dejo llevar por la música,tan Zen, tan apaciguante. En un rincón del spa canta unafuente. El agua aquí omnipresente y el ruido del chapoteome arrullan suavemente. Me relajo, animada por losolores de plantas que nos rodean. Una sensación debienestar me envuelve, mis músculos se liberan… Cuandode pronto, siento un pequeño susurro junto a mí. Abro losojos, Adam está de rodillas a mi lado, la miradanuevamente iluminada. Conozco esta mirada, séinmediatamente lo que mi amante trama en su mente. Missentidos se ponen nuevamente alerta.

«Relájate, mi ángel… sé lo que necesitas», murmura

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Adam justo arriba de mí.

Separa mi bata, y descubre mi desnudez. Un líquidofrío corre sobre mí. Dejo escapar un grito y mira a Adam,sorprendida. Está vertiendo su copa de champaña sobremis senos, sobre mi vientre…

«Me pregunto qué sabor tiene la champaña sobre tupiel… »

Para empezar, Adam lame el líquido sobre mis senos.Su lengua recorre mi cuerpo, creando detrás de ella uncamino ardiente. El líquido frío es remplazado por untrazo caliente, casi me quema. Mi amante me bebeliteralmente, resbala su lengua en mi ombligo. Con sudedo, riega la champaña para que resbale hacia mi pubis,entre mis piernas. Me contraigo de nuevo, mi cuerpo setensa, ávido de las sensaciones provocadas por estalengua exploradora. Adam me separa las piernas y llegapara hundirse entre ellas. Su rostro está de frente a misexo, su lengua recorre los labios. Luego, suavemente, seintroduce entre ellos. Adam me bebe a lengüeteadas,gimo, mi deseo se despierta, mi vientre se curvea. Nopuedo hacer nada, sólo me dejo llevar, completamenteabandonada.

Adam sube hasta mí, coloca sus brazos alrededor de

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mí, su vientre pegado al mío. Nuestros labios se unen,saboreo su lengua. Sabe a champaña mezclada con miintimidad… Más abajo, siento el sexo de mi amante quese erecta nuevamente.

Instintivamente, separo un poco más las piernas, elevomi vientre. Adam me penetra dulcemente, bajo un gemidoprofundo. Nuestras lenguas no se sueltan, continúan sudanza apasionada bajo los movimientos tiernos de miamante. Hacemos el amor, suavemente, a la escucha denuestras sensaciones. Su sexo entra y sale lentamente,cada penetración me arranca un suspiro de placer. Adamme revela otra faceta de él, una ternura que me conmueveprofundamente. La voluptuosidad nos sumerge, nosenganchamos el uno al otro cuando el placer nostransporta. Mi orgasmo es magnífico, lleno totalmente deotro sabor.

¿Así que esto, es hacer el amor con el hombre que unoama?

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4. Rumor

Despierto en una nube al comenzar el día. Esa noche enel spa, ese momento tan lleno de sensaciones, esa burbujaromántica, siguen transportándome. Al cerrar lo ojos,tengo la impresión de sentir aún los aceites de esencias,de escuchar el chapoteo de las fuentes y la música…

Y mi querido Adam, siempre tan hábil al darme unmasaje.

Evito pensar en el concierto de esta noche, quieropermanecer en mi burbuja. Quiero sentirme hermética,lejos de todas las agresiones del exterior, que nada puedaalcanzarme. Me siento deliciosamente bien esta mañana ytengo la intención de no permitir que nadie me robe estadulce quietud.

Mi desviación hacia la clínica privada para recoger losresultados del día anterior me permite conservar un pocomás mi estado de felicidad. Pero mi burbuja explota de ungolpe, de pronto, de manera completamente inesperada.Me encuentro cara a cara con Emy. Imposible noreconocer a la joven, su color de piel siempre bronceado,

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su largo cabello rubio, esa típica californiana que se veríamejor sobre las playas de los Ángeles que sobre las callesaccidentadas de San Francisco. Ella y yo estamos igual desorprendidas por encontrarnos aquí.

Imposible poder esquivarla…

Mil y un pensamientos atraviesan mi mente en unamilésima de segundo: me imagino saltándole encima llenade furia, vengándome por sus mentiras, por su falsoembarazo… Le sigo guardando rencor por haber dichoque yo había sido quien había roto «la futura familia» queella iba a formar con Adam. ¿Estaba hablando en serio?Adam y ella nunca fueron pareja, fue Lorraine quien«puso» a Emy a su lado cuando él era soltero, Adam nopidió nada, él… O bien ¿le podría dar un empujón eignorarla? Demasiado tarde, veo en el rostro de Emy queperdí la oportunidad de salir corriendo. La sorpresa sobresu rostro da lugar a una gran sonrisa sarcástica. Mira lospapeles que sostengo en mi mano, se levanta, avienta sulargo cabello rubio hacia atrás y abre la boca.

– ¡Éléa! ¡Qué sorpresa!– Emy…– Vaya, ¿conoces esta clínica? Supongo que ya sabes

que tienen muy buen servicio de obstetricia, dice. ¡Oh!¡¿No estarás embarazada?!

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Sabes bien que si lo estuviera no serías la primera ensaberlo…

– Vine a… recoger unos papeles, dije prudentemente.– ¡Sería un plan magnífico para conservar a Adam! Fue

algo que no pude lograr hacer, llegaste demasiado pronto,me reprocha ella entrecerrando los ojos.

No lo puedo creer, ¿me está diciendo que le habríagustado embarazarse solo para conservar a Adam?Encantador…

– No funciono de la misma manera, Emy, respondo a ladefensiva.

– Vamos, tú y yo, somos muy parecidas. ¡Lograsteatrapar a un millonario! Adam es adorable, pero suprincipal interés es su dinero ¿no?

Voy a vomitar…

– Tengo que irme Emy, ¡me están esperando! Concluyo.– ¡Toma mi número, llámame! ¡Podríamos llegar a ser

amigas!

Emy logra ponerme su tarjeta en la mano. Se aleja paradejarme pasar. Mi rabia crece.

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¿Volverme su amiga?

¡Tengo escalofríos! A mi espalda, escucho su risa dehiena que me persigue…

¡Qué horror, qué chica tan desvergonzada!

Me tranquilizo detrás del volante de mi auto. Miguardaespaldas se reúne con su colega en su auto, sinpreguntarme a dónde vamos. Por mi rostro, seguroentendió que no era el momento. Muero de rabia antes dearrancar. ¡Esa chica acaba de arruinarme la mañana!

Mi mal humor me persigue hasta el conservatorio.Ceño fruncido, cabizbaja, me dirijo a mi lugar e instalo miviolín sobre mi hombro. La música me tranquiliza. Elconcierto tendrá lugar esta noche, no es el momento deañadir más estrés a este ambiente de por si ya es tenso.Logro sacarme de la cabeza a Emy y relajarme. Mi díaretoma un giro más agradable, sobre todo cuando me doycuenta de que Adam está en la sala, sentado sobre unsillón, listo para escuchar el ensayo. Le hago una seña conmi arco, me sonríe. Es una agradable sorpresa. Me miratocar, sin dejar de mirarme. Somos unos cuarenta músicossobre escena y solo es a mí a quien mira. Una ola de calorme envuelve. En el momento en que la pausa se anuncia,bajo los escalones para encontrarlo.

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– ¿Qué haces aquí? Le pregunto con una gran sonrisa.– Vengo para llevarte a comer, mi ángel, me confiesa,

en voz baja. No logro olvidar nuestra noche, tengo ganasde pasar un poco de tiempo contigo. Esta noche, estarásbastante ocupada…

– Voy a buscar mis cosas, espérame en el vestíbulo.Me encontré con Emy esta mañana frente a la clínica,tengo que contarte.

– ¿Emy? Se sorprende Adam, su sonrisa se esfuma.– ¡Vengo en un momento!

Me encuentro con Adam unos minutos más tarde.Parece molesto. No tengo mucho tiempo para comer y, unavez en la mesa, le cuento a Adam la escena de la mañanacon Emy. Adam tiene la mirada oscura, se muerde loslabios.

– ¡Esa chica es despreciable! ¿Todavía se imagina quehabría podido pasar algo entre nosotros? ¡Sigue viviendode fantasías! Refunfuña Adam.

– Cree también que ella y yo podríamos ser amigas…¡No tiene miedo de nada! Añado.

– ¡Recuérdame decir a tus guardaespaldas queintervengan en caso de que vuelva a acercarse a ti!

– ¡Oh! no Adam. Puedo arreglármelas con Emy, no tepreocupes… No estoy segura de que sea tan mala.

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Mi teléfono suena. Es Hayley, mi amiga periodista. Leoriento que responda el contestador. La llamaré al salir.

– Ten cuidado mi ángel, Emy es capaz de todo pordinero, insiste Adam. ¿Quién sabe lo que puede llegar ahacer por un gran cheque?

– ¡Tendré cuidado, te lo prometo!

Hayley insiste. No es su costumbre…

– ¿Qué pasa corazón? Se preocupa Adam.– Es Hayley, no deja de llamarme…– Contesta, quizá es importante.

Asiento y respondo.

– ¿Hayley?– ¡Ah, Éléa! ¡Discúlpame por insistir tanto pero

necesito hablar contigo!– ¿Qué pasa? Me preocupas…– No te va a gustar. Desde esta mañana, sólo se habla

de eso, corre un rumor sobre ti: ¡de que estás embarazada!– ¿Qué?– Sí, aparece en línea en algunos sitios people, los

comentarios no pueden parar… Incluso hay fotos de tifrente a una clínica. Tenía que avisarte. Te envío las fotospor e-mail, las verás tú misma.

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–OK… gracias Hayley.

Cuelgo el teléfono y me quedo sin voz. Adam meinterroga con la mirada.

– Prepárate. Corre la noticia de que estoy embarazada.La noticia está en línea en sitios people, y parece que lasredes sociales están también muy entusiasmadas, digo,pasmada.

– ¡¿Qué?!

Adam también está atónito. Acabo de recibir un e-mailde Hayley. Sigo el sitio que me envía y encuentro unasimágenes. Nada extraordinario, aparezco frente a laclínica. Muestro mi teléfono a Adam.

– ¿Tú crees que sea Emy…?– Sin ninguna duda, me parece muy sospechoso, me

interrumpe Adam. Te la encuentras, te habla deembarazos… Estoy segura de que ella logró vender susfotos a muy buen precio. Cuando te decía que estabadispuesta a hacer todo por dinero.

Intercambiamos una mirada inquieta.

¡Así que ahora estoy embarazada!

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– Bueno, ¡voy a pedir que se desmienta la noticia!Todo esto dejará de estar en línea por la tarde, metranquiliza Adam.

– Si hubiese imaginado que un día aparecería en losperiódicos people… ¡Claire se va a morir de risa!

– Yo desafortunadamente estoy acostumbrado a esetipo de cosas…Pero se arregla bastante rápido, no tepreocupes, corazón.

Terminamos nuestra comida decididos finalmente areírnos de este rumor. Es tan desconcertante sentirse elcentro de atención, que unos desconocidos se interesenpor mi sencilla vida al punto de crear un rumor.Afortunadamente mis padres no están al tanto de ese tipode prensa, si no, me imagino la cara que pondría mimadre… ¡¿«Qué»?! ¡¿«Mi hija embarazada y yo no sénada»?! Tengo confianza en el equipo de Adam,acostumbrado a tratar con este tipo de problema. Pero detodos modos…

¡Realmente, Emy no tiene miedo de nada!

Le importan muy poco las consecuencias de sus actos,el impacto que podría tener este tipo de rumor.

¡Pero pobre chica!

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Adam me besa tiernamente al dejarme frente alconservatorio. Tiene pensado enviarme un mensajecuando su equipo de comunicación haya arreglado esteproblema, y que todo este rumor se haya borrado. Viene alconcierto esta noche, estoy impaciente por que me escuchetocar. Es lo más importante para mí.

Max me recibe en el vestíbulo ofreciéndome una tazade café. Su mirada brilla.

– Entonces… ¿al parecer estás embarazada? Me dicecon un tono burlón.

– Ah, tú también estás al tanto. Yo que quería esperarantes de anunciarlo, ironizo.

– ¡A eso se debía tu mal humor de esta mañana! ¡Lashormonas ya están haciendo de las suyas!

Me echo a reír. Sé que Max no se deja engañar.Seguimos riendo en el corredor que nos lleva a escena.

– Cuidado, el café no se recomienda a mujeresembarazadas, Max continúa molestándome.

– ¡¿Embarazada?! Exclama una voz detrás de nosotros.

Max y yo nos volteamos al mismo tiempo. Frente anosotros, el señor Glen nos mira estupefacto.

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¿«Éléa, está usted embarazada»? repite el secretario,visiblemente perturbado por la noticia.

Ni siquiera he respondido nada cuando de pronto searranca en un gran monólogo:

– ¡Dios mío! ¡Un embarazo! Habrá que revisar todanuestra organización, estará usted indispuesta, tendremosque cambiar el orden de los violinistas. ¡Vaya, vaya!Creíamos haber encontrado un equilibrio y ahora todotiene que rehacerse, se preocupa el señor Glen sacudiendola cabeza.

– ¡Señor Glen, no estoy embarazada! Intervengo paracalmar su angustia.

– ¿En verdad? Pregunta el secretario, lleno deesperanza.

– Sí, se lo aseguro. Se trata de un rumor que circula eneste momento en los sitios de prensa people. Pero no es laverdad, expliqué. Se desmentirá todo, no se preocupeseñor Glen, todo está bien.

– Ah bueno, un rumor, repite el.– Sí, ya sabe usted, Éléa es un poco conocida, está

cerca de Adam Ritcher, es un blanco perfecto para esaprensa, interviene Max.

– Sí, sí, entiendo… ¡Qué mundo! Exponer la vida delos otros de esta manera. Siento mucho si me dejé llevarÉléa, me siento un poco tenso con el concierto sabe, se

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disculpa el señor Glen.– No se preocupe, todos estamos un poco tensos. ¡Por

cierto, hay que regresar! Le recordé a Max, con ganas determinar con este malentendido.

Dejamos detrás de nosotros al señor Glen. Su estrés esdemasiado expresivo a mi parecer y yo tengo ya bastantecon mis propios nervios. La hora del concierto se acerca ydebemos proceder con los ajustes de último minuto, unmomento que se somete nuestros nervios con ruda prueba.Afortunadamente, como en cada concierto, todo el grupose reúne para respirar un poco antes de subir a escena.Nos hemos puesto nuestra vestimenta para la gran noche.Mientras la sala se llena, charlamos de todo un poco,excepto de música. Las risas son tensas, pero esteparéntesis es esencial. Hago una última escala en elcamerino para revisar mi teléfono. Tengo un mensaje deAdam. Es hombre de palabra.

[Problema resuelto. Estoy en la sala, ansioso deescucharte tocar.]

Suspiro de placer. Adam cuida verdaderamente demí…

Mis guardaespaldas están en los corredores. Adamseguro les pidió estar cerca mí. Recuerdo que, durante el

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último concierto, recibí un paquete anónimo, un pájaromuerto… Adam toma sus precauciones. Le agradezcomucho, no tengo ganas de revivir otro episodio tanfunesto.

¡Ya tuve mi porción por este día!

Me reúno con mis compañeros, mi violín en mano. Yano es momento de pensar en nada de eso.

¡Qué viva la música!

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5. Angustiosa revelación

Me despierto esta mañana con la desagradableimpresión de no saber dónde me encuentro. La oscuridadinvade la habitación, no distingo nada en la penumbra. Micerebro se despierta un poco después y los recuerdosllegan a mí. El concierto, los aplausos, la alegría de todoslos músicos en los bastidores… Fue una hermosa noche.Pasé la noche con Adam en su casa, en las alturas de SanFrancisco. Me volteo, pensando que voy a encontrarlo ami lado. Mi brazo cae en el vacío.

¿Qué hora es?

Mi mano emprende la búsqueda de mi teléfono sobre lamesita de noche. ¡Son más de las diez! Me levanto deinmediato.

¡Mis padres llegan esta mañana, no voy a estar listaa tiempo!

Sin más, aviento la sábana lejos de mí y me levanto. Elrostro descansado que veo en el espejo del baño metranquiliza.

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Bueno, dormí hasta muy tarde, pero al menos me hizobien. ¡Es un reproche que mamá no podrá hacerme!

Necesitaba verdaderamente dormir. Creo que Morfeome llevó ayer por la noche desde el momento en que pusela cabeza sobre la almohada.

Bajo. Escucho voces en la cocina.

No pueden ser mis padres, su avión aterriza a lasonce. Así que deben ser…

– ¡Finalmente aquí está la dormilona! Me recibe la vozde Claire.

– Ah, lástima, quería ir a despertarte con mi dulzuratradicional, añade mi hermano.

Me froto los ojos, dudando de pronto de mi estado.

¿Sigo durmiendo o Ryan y Claire están aquí? Debíanllegar al mismo tiempo que mis padres.

Adam viene hacia mí, la sonrisa en los labios, contentopor esta nueva sorpresa.

– ¿Dormiste bien, mi ángel?– Sí, pero demasiado, ¡me hubieras despertado! Dije

besándolo.

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– Necesitabas descansar después de tu concierto. Yademás, vuelves a empezar esta noche…

Adam, Claire y Ryan retoman su conversación mientrasme instalo en la mesa para desayunar rápido. Es muybonito ver cómo se entienden bien estos tres…

Por otro lado, nadie parece preocuparse por losminutos que pasan.

– Ryan, termino yo preguntando. ¿No se supone quenuestros padres van a aterrizar muy pronto? ¿Vamos a ir abuscarlos al aeropuerto?

– No te preocupes, Adam ya planeó traerlos enhelicóptero para evitar el tráfico demasiado pesado a estahora, me responde mi hermano.

Casi me ahogo con mi café.

– ¿En helicóptero? ¿Papá y mamá en helicóptero?– ¡Oh! Están encantados, ríe mi hermano. Darán un

pequeño paseo sobre San Francisco, será como su bautizoen helicóptero de alguna manera.

Mis padres en un helicóptero… No lo puedo creer, noson muy aficionados a las sensaciones fuertes.

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«Buenos días», dice Gloria entrando a la cocina.

Gloria, la domestica de la casa, entra con los brazosllenos por las compras. Adam y Ryan van a su ayuda.

– ¡Buenos días Gloria! Respondo. ¿Vació elsupermercado?

– Es la primera vez que Adam recibe a… sus suegros.¡Es importante que el tenga una buena impresión! Sonríeella.

Miro a Adam. Nos invitó a todos a su casa a pasar elfin de semana. Esta gran casa, de costumbre tan tranquila,tan vacía, está a punto de animarse. Y daremos tambiénmás trabajo a Gloria y a su marido, John. Pero espero quemi madre no la deje sola demasiado tiempo.

Ryan y Claire se desaparecen. Decidieron aprovecharla piscina y vigilar el cielo para ver si el helicóptero estáal llegar. Adam me lleva a la terraza que tiene vista a suinmenso jardín. Se coloca detrás de mí, me abraza. Apoyomi cabeza contra su pecho.

– Esta casa nunca había estado tan viva, dicedulcemente.

– Y no has visto nada, mi madre no ha llegado…– Es verdad, admite. Creo que tengo un poco de

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nervios…

Me volteo.

¿Adam, nervioso? ¿Él que está a cargo de unasociedad enorme? ¿Que trata con miles de personas?

Me acurruco contra él.

«No sé cómo sucede en otras familias, en nuestro caso,somos parecidos a un torbellino. Sólo debes dejartellevar», le digo tiernamente.

El helicóptero se escucha a lo lejos.

¡Tengo curiosidad de ver la cara que mis padrestendrán al bajar!

Ryan, abajo, debe tener la misma idea. Acaba de salirdel agua y se está secando con una toalla. No se quiereperder nada…

La pista de aterrizaje se encuentra más lejos. Nosdirigimos los cuatro hacia el helicóptero que apenasacababa de aterrizar. Ryan y yo avanzamos delante, comodos niños, listos para burlarnos de la cara pálida denuestros padres. Una vez que las hélices se han detenido,podemos acercarnos. La puerta se abre y mi mamá es

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quien desciende primero. Decepción. Ostenta una gransonrisa, parece más que encantada. Incluso mi padre, enplena conversación con el piloto, no parece para nadaestar perturbado por el vuelo.

Mi madre nos besa mientras que mi padre se demoraalrededor del aparato en compañía del piloto. Adam nosrebasa y lo alcanza. El saludo de mano entre él y mi padrees caluroso. Ahora son tres los que pasean alrededor delhelicóptero.

¡«Hijos! ¡Fue sublime! Se extasía mi madre. ¡Un pocoimpresionante en el despegue, pero una vez allá arriba!¡Tengo que agradecer a Adam por esta buena idea»!

Mi madre se da la vuelta, bajo el brazo de Ryan. Claireme alcanza.

«Te lo dije, no estoy a la altura de Adam. Puso unagran barrera con el paseo en helicóptero… ¿Crees quepuedo impresionar a tus padres con mi famosa receta deMargarita»? me pregunta con un falso tono serio.

La miro, tan seriamente como ella:

«Umm…No. Pero puedes intentarlo…»

Estallamos de risa.

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Adam lleva a mis padres a visitar su casa y les muestrasu habitación. Mi padre se muestra silencioso pero mimadre no deja de dar gritos de admiración.

Mamá ha sido siempre muy expresiva.

Ryan, Claire y yo ayudamos a Gloria en la cocina.Comemos en la terraza superior, la que ofrece una vistamagnífica sobre la bahía de San Francisco. El día esmagnífico.

La comida transcurre muy bien. Adam es un anfitriónexcelente. Mis padres y él no se acaban de conocer y hayuna cierta familiaridad entre ellos. Mi madre no solo veúnicamente su lado «millonario», la relación se vuelvecada vez más natural. Adam llega de todas maneras a quese olvide rápidamente ese lado.

En cuanto a mi padre, es mucho más prudente.

No puedo pasar la tarde con ellos, debo regresar alconservatorio para interrogar a todo el mundo sobre elconcierto de la noche anterior, ensayar un poco yprepararme para el de esta noche. Ryan decidió llevar aconocer su nuevo apartamento a nuestros padres,mostrarles su nuevos campus, tranquilizarlos en lo que

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concierne con su mudanza apresurada. Claire está deacuerdo. Mis padres recibieron la noticia de su reciénidilio con una sonrisa. No sé muy bien que mezclaresultará entre la franqueza de mi madre y la de Claire…Adam debe por su parte arreglar algunos negociospendientes. Y todos vendrán a escucharme esta nocheantes de que vayamos a cenar a un restaurante.

Como el día anterior, el concierto transcurre sinninguna falsa nota. Adam nos reservó una mesa en unrestaurante tranquilo y encantador. No escogió una mesaen algún palacio de la ciudad, sabiendo que mis padres nose sentirían muy cómodos. Yo sólo puedo sonreír ante estadelicada atención.

Adam, con nosotros tiene tantos pequeños detalles…

Al instalarnos en la mesa, le digo discretamente aloído:

«Ten cuidado, a este ritmo, ¡toda la familia Haydensenva a mudarse a San Francisco»!

Ordenamos los platillos y mientras levantamos nuestrascopas bajo un tintineo cristalino, mi padre se interesa depronto por la región.

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– Adam, tienes muy bonitos parques alrededor de SanFrancisco. ¿Tienes buenos lugares para pescar? Preguntami padre.

– ¡Oh! ¡Jeff! ¡No te vas a poner a pescar durantenuestra estancia aquí! ¡No vas a aislarte precisamenteahora que venimos a ver a nuestros hijos! Lo regaña mimadre.

La pesca es el pasatiempo favorito de mi padre…

– Pues sí, está el lago Tahoe, pero le confieso Jeff, noestoy muy seguro de que sea un buen lugar para pescar,responde mi padre.

– ¿No le gusta la pesca, Adam? Continúa mi padre.– En realidad nunca lo he intentado.– ¿No pescaba con su padre? Se extraña el mío.

Silencio. Levanto la mirada hacia Adam. Temadelicado… Adam toma su tiempo para responder.

«No conocí a mi padre. Y mis negocios me acaparanmucho para dejarme algún momento para este tipo depasatiempo», confiesa suavemente Adam.

– En ese caso, tiene que intentarlo al menos una vez,declara mi padre.

– Podemos hacerlo mañana, si le parece, proponeAdam. Voy a informarme sobre un buen sitio, me dice lo

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que nos hace falta y ¡vamos! ¿Qué piensas tú, Ryan?

¿Adam en la pesca? ¿Después mis padres estar unhelicóptero, Adam con botas y una caña de pescar?

Mi padre está encantado con la propuesta y acepta deinmediato, a pesar de las protestas de mi madre.

En la casa, una vez solos, no puedo evitar molestar aAdam:

– ¿Sólo querías darle gusto a mi padre o en verdadtenías ganas de pescar?

– Tengo muchas ganas en verdad. ¡Y pienso que tupadre puede ser muy buen profesor!

– ¡Me gustaría ser un ratoncito para verlos a los tresmañana!

– No puedes saber hasta qué punto me sientoentusiasmado. Nunca he vivido esa clase de convivencia,tú sabes, dice Adam, melancólico. Y además, imagina,insiste, ¡si la pesca me apasiona, pasaremos nuestros finesde semana a la orilla del agua, y comeremos pescadofrito!

– No puedo… toco el violín, dije levantando la miradaal cielo.

Conozco la pesca, mi padre nos llevaba a mi hermano y

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a mí, cuando éramos adolescentes,… Está por demásdecir que no heredé el gen de mi padre.

Nos abrazamos tiernamente. Adam está cansado ymañana, su día sera pesado y ajitado. Decidieron partirmañana bien temprano en la mañana. Mi padre ya le habíarecomendado a Adam el material que van a necesitar,antes de que partan mañana, todos los articulos seránentregados. Incluso Gloria ya sabe que debe preparar unsólido almuerzo para el pic-nic de los tres hombres…

Adam me despierta con un beso sobre mi frente.

– ¿Qué hora es? Pregunto con una voz adormilada.– Temprano, nos vamos, vuélvete a dormir, murmura

Adam.

La pesca…

Abro los ojos. Los de Adam brillan.

– ¿Ya se van?– Sí, en plena madrugada, como dice tu padre. Nos

vemos esta noche, mi ángel.– ¡Cuídate mucho! Le digo mientras atraviesa la puerta.

Me acomodo de nuevo sobre la almohada.

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Espero que piensen en tomar fotos…

Cuando bajo para encontrarme con mi madre, la veosin sorpresa en la cocina conversando con Gloria. Claireya se fue también a su sesión de deporte y debeencontrarnos aquí por la tarde. Le propongo a mi madreque hagamos un paseo por la ciudad. Para esta ocasión,les pedí a los guardaespaldas ser muy discretos, no quieropreocupar a mi madre.

Mi madre se comporta como una perfecta turista. Es deesa clase de personas a quienes les gusta entrar a lastiendas de recuerdos solo por placer y llevar lo que seade sus viajes.

– ¿Sabes? Gloria me ha hablado un poco sobre Adam.Al parecer no lleva una vida muy alegre, comenta mimadre.

– Digamos que está demasiado ocupado con susnegocios, digo sin entrar en detalle.

– Al fin de cuentas, Adam es una persona de bien. Condinero o sin dinero, subraya mi madre. ¡Oh!, ¡mira, unavidente! ¿No tienes ganas de conocer tu futuro? Mepregunta mi madre de pronto muy animada.

– No precisamente…– ¡Oh! ¡Vamos, yo tampoco lo he hecho nunca, puede

ser divertido!

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– Mamá, no creo en nada de eso.

Mi madre me jala literalmente al interior de la tienda,una clase de pequeña sala silenciosa. Enseguida, unamujer aparece, con un aspecto un poco gitano: falda larga,túnica amplia apretada a las caderas por un cinturón,cabellos largos y negros.

¡Qué tal con el cliché!

En sus orejas cuelgan aretes que suenan con cadamovimiento de su cabeza.

No logro describir su mirada. Sus ojos son negros, deun bonito terciopelo negro, pero es imposible saber siexpresan bondad o desprecio.

– Buenos días señora, ¿sería posible que a mi hija lehaga una consulta?

– Mamá… ¿Y por qué no tú? Intento seguir luchando.– Mi vida ya está hecha, Éléa. ¡La tuya no!

La vidente abre su cortina y nos pide que la sigamos.Entramos a una habitación tan silenciosa como la primera.La decoración es agradable, telas colgadas de lasparedes, la luz exterior baña el lugar. Recorro el espaciocon la mirada.

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Ninguna bola de cristal.

En un rincón, sobre una mesa, están sobrepuestos librosantiguos con cobertura de piel. Desde el sitio donde meencuentro, no distingo los títulos. Un gran mueble demadera, con un estilo muy antiguo, ocupa una gran partede la pared, frente a la puerta. Allí también, unos librosocupan los estantes. Sólo los ramos de flores frescascolocado en la orilla de la ventana da un poco dejovialidad a la habitación. Tomo un lugar detrás de lamesa redonda, no sin lanzar una mirada fulminante a mimadre, quien toma un lugar detrás de mí en un sillón decolores sobrios. Del otro lado de la mesa, la vidente memira fijamente, tengo la impresión de que está buscandoleer alguna cosa sobre mí…

¡Qué comedia!

«Voy a tirarle las cartas», me indica.

Mientras revuelve las cartas y las distribuye sobre lamesa, continúa observándome. Incluso cuando coloca suscartas en forma de cuadro unas después de las otras, nodeja de mirarme. No me siento cómoda. Deja al fin demirarme, respiro nuevamente. Se tarda un poco, las manosarriba de la mesa.

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Sus ojos están cerrados y sus dedos rozan las cartasboca abajo. La observo, intrigada. Respira profundamentey abre al fin sus ojos. Su mirada negra está perdida, enotro lado. Es extraño, la vidente está frente a mí, pero lasiento completamente lejos… Voltea las cartas una poruna, delicadamente, como si pudieran romperse, como sifueran de porcelana. Una serie de figuras se descubren.Distingo una clase de diablo, luego un sol, un hombrecolgado de los pies… Ninguna de estas cartas me dicenalgo pero tengo miedo, en el fondo de mí, de ver aparecerla muerte. De pronto, la vidente deja escapar un grito, sumano se pone a temblar. Todas las cartas están ahora bocaarriba. La muerte no aparece pero la reacción de lavidente me hiela la sangre.

«Veo la amenaza, dice en una exhalación. Está en todoslados. Se esconde, pero está lista para atacarla… Sufuturo es sombrío, veo una niebla… Usted ha atraído elodio… el odio y el amor… Ese hombre… »

La vidente se inclina hacia atrás en su sillón. Me mira,su aspecto es pálido, sus ojos están llenos de pavor.

«Un hombre, el que está en su corazón, tienedificultades, no se encuentra bien… Es más fuerte que él,más grande, no puede luchar. Veo un accidente… »

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Mi vientre comienza a oprimirse.

No sé si está actuando, pero comienza ainquietarme… Adam…

«Veo la muerte alrededor de usted. Usted está rodeada,protegida, pero la amenaza… no tiene miedo de nada… »

Las lágrimas comienzan a correr, la vidente llora.Detrás de mí, mi madre se ha levantado y ha puesto sumano sobre mi hombro.

«Le quieren hacer daño, tiene que tener cuidado. Estaamenaza… ya ha matado a alguien… no tiene miedo decontinuar… »

La vidente coloca las manos sobre la mesa y con unrápido gesto, reúne todas las cartas. Murmura una clase deoración inaudible e intenta recuperar un poco la calma. Yano me mira, parece ahora ignorarme, como si mi solapresencia pudiera nuevamente llevarla a ese profundodesaliento. Respiro rápido…

Yo sé que mi vida no es de las más tranquilas, peroesta amenaza de la que habla…

Estoy pálida y temblorosa cuando me levanto, mi

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madre no se encuentra tampoco muy bien. ¿Y si le hasucedido algo a Adam? La vidente nos pide, extenuada,que partamos. Me mira con compasión, me toma de lamano y continúa diciendo una oración. Nadie ha pensadoen la remuneración, las tres estamos impresionadas.

En la acera, mi madre no sabe qué decir. El regreso esen silencio, estoy perdida en mis pensamientos. Adam…Intento llamarlo a su teléfono, pero me responde sucontestador. No debe de haber señal donde se encuentran.Mi madre me propone manejar para regresar a casa deAdam. Con el GPS, la dejo desenvolverse en las callesanimadas de San Francisco. Siento que ella también estátensa. Debe lamentar su insistencia. Generalmente no creoen esa clase de cosas, pero la reacción de la vidente eratan impresionante…

Cuando llegamos a la casa, el enorme jeep de Adamestá estacionado. ¡Si regresaron tan temprano quiere decirque pasó algo! Salgo hecha una furia del auto, dejando ami madre detrás de mí. Corro hasta la casa, abro la puerta,entro. En el salón, Adam está sentado sobre el sofá. Tieneel rostro lleno de rasguños y la frente morada.

¡Adam!

– ¡Adam! Grité al llegar junto a él.

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– ¡Mi ángel, todo está bien! Es menos grave de lo queparece. Pareces muy asustada, ¿ocurrió algo?, se preocupaAdam.

– ¡Es a ti a quien debo preguntar eso!– ¡Oh! bueno, creo que me falta entrenamiento para

salir de excursión, dice con pena. Quise escalar unpequeño montículo rocoso… Las piedras no soportaronmi peso, resbalé y unas piedras me cayeron encima…

– ¿Es todo?– Sí es todo. Pero a ti, ¿qué te pasa?– ¡Oh! nada, te cuento más tarde…

Respiro, aliviada. La vidente vio el accidente, pero noes nada grave. Esta coincidencia me consterna. Ryan y mipadre salen de la cocina con una bolsa de hielo que mipadre ofrece a Adam.

– Ah, hermanita, Adam, nos hizo reír mucho. Un pocode miedo al principio, pero nos reímos, me cuenta Ryan.

– Es verdad, aprueba mi padre, sonriendo. No es unmal pescador, pero no sabe caminar.

– Cuento con ustedes para entrenarme y no tropezar almenor obstáculo, añade Adam.

Mi madre acaba de hacer su aparición en la habitación.Su rostro sigue contrariado por lo que escuchó con lavidente. Al escuchar a los tres hombres bromear, se

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relaja.

– Mi ángel, ¿estás segura que te sientes bien? Noparecen muy bien las dos, me interroga una vez másAdam.

– Te lo explicaré más tarde, no te preocupes. ¡Loesencial es que estés bien! respondo con un tono neutro.

John entra en la habitación y le entrega un sobre que unmensajero vino a dejar esta tarde. Aprovecho paraquitarme mi abrigo y respirar. Adam está bien…

Ya hablaremos más tarde sobre lo que confesó lavidente.

Me volteo hacia Adam, su rostro se contrae de pronto.Nuevamente, la angustia me oprime el vientre. Adamlevanta la mirada, el ceño fruncido:

– Es una invitación de Lorraine. Nos invita a cenar ensu casa.

– ¿Lorraine?

Adam mueve la cabeza. Me muestra la invitación. Lapequeña letra de Lorraine nos está invitandoefectivamente, a Adam y a mí, a ir a cenar a su casa parauna comida informal. No puedo creer lo que ven mis

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ojos… Lorraine escribió mi nombre. Me dan escalofríos.¿Qué quiere de nosotros? Siento nuevamente la amenazaencima de mi cabeza.

¿Y si la vidente hubiese dicho la verdad?

Continuará... ¡No se pierda el siguiente volumen!

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En la biblioteca:

Mr Fire y yo – Volumen 1

La joven y bella Julia está en Nueva York por seis meses.Recepcionista en un hotel de lujo, ¡Nada mejor paraperfeccionar su inglés! En la víspera de su partida, tieneun encuentro inesperado: el multimillonario DanielWietermann, alias Mister Fire, heredero de unaprestigiosa marca de joyería. Electrizada, ella va asometerse a los caprichos más salvajes y partir alencuentro de su propio deseo… ¿Hasta dónde será capazde ir para cumplir todas las fantasías de éste hombreinsaciable? ¡Descubra la nueva saga de Lucy Jones, la serie eróticamás sensual desde Suya, cuerpo y alma!

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