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Una visin medieval de la ronterade la muerte: status viae y
status finalis
(1200-1348)
Hablar de la muerte es referirse a un misterio; es tambin
tenerque abordar el lenguaje del catecismo clsico, a saber: las
represen-taciones por medio de las cuales se ha intentado
expresarlo ~.
Para un tema tan universal, sean cuales sean las civilizaciones
quelo han abordado, existe siempre, segn E. Morin, una triple
constan-te: una conciencia realista que conduce a un sentimiento de
prdidade la individualidad; una conciencia traumtica de vaco donde
sehaba dado antes una plenitud individual; y, por ltimo, la
afirma-cin de un ms all de la muerte 2
Para el Occidente europeo y, de forma ms concreta, para la
etapamedieval, han sido numerosos los estudios realizados desde un
tiem-po a esta parte ~. A travs de ellos se ha intentado forjar una
meto-dologa que afronte el problema. Ello conleva la fijacin de los
tiposde muerte o de actitudes ante la muerte que el historiador
delsiglo xx puede reconocer a travs de los ms variados
testimonios:histricos, literarios en el sentido ms amplio de la
expresin, jurdico-cannicos, arqueolgicos, epigrficos, etc.. - Ello
ha de suponer, deentrada, una verdadera recopilacin y codificacin
de trminos bajolos cuales el hombre del Medievo defina el hecho
crucial de la muer-te o, si se prefiere, la relacin
vida/muerte.
1 X. LEN-Duroua: Jess y Pablo ante la muerte, p. 19 Madrid,
1982.2 El hombre ante la muerte, PP. 32 a 37, Barcelona, 1974.
A los aportes ya clsicos de HUIzINGA o de TENENTI se han sumado
obrascomo las de Ph. ARIEs, entre las que cabe destacar por su
volumen Lhommedevant la mort, Pars, 1977, y M. VOVELLE: La mort et
lOccident de 1300 a nosjours, Paris, 1983. Entre otras obras
colectivas sobre el tema destacan en losltimos aos: un nmero
especial de la revista Annales ESC, 1976, y algunas delas
comunicaciones presentadas en distintos encuentros de
medievalistas: Lamort au Mo yen Age, Strasbourg, 1977, Le sentiment
de la mort au Moyen Age,Montreal, 1979, y Death in the Midle Ages,
Mediaevalia Lovaniensia, 1983.
En la Espaa Medieval. Tomo V. Editorial de la Universidad
Complutense. Madrid 1986
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666 Emilio Mitre Fernndez
lina de las visiones ideolgicas del problema, peridicamente
adap-tada a las diversas pocas y situaciones, abund en el
sentimiento deprovisionalidad de la vida terrena en funcin del
propio destino so-brenatural del hombre que la Redencin haba hecho
posible. La vidaterrena, prlogo a otra vida eterna de la que se vea
separada por lamuerte biolgica, adquira las caractersticas de un
status viae, unaespecie de situacin intermedia del hombre, de
acuerdo con los es-quemas fijados por algunos autores.
La Europa del periodo comprendido entre 1200 y 1348 momentodel
se legaba un mensaje a los siglos futuros ~.
1. TR~sro~rno Y PRECEDENTES BBLICOS Y PATRSTICOS
La idea del hombre como peregrino en la tierra, exiliado,
desterra-do, prisionero, etc.., es consustancial a la tradicin
judeocristiana3.El propio Adn cuyo pecado es el directo causante de
la muertepara l y todo el linaje humano ser, en este caso, el
primer exilia-do 6 Abraham> a su vez, se presentar como el
exiliado-peregrino porantonomasia desde el momento en que, por
orden del Seor, partadesde Harn a Canan k La figura del Exodo del
pueblo de Israeles, sin duda, la mejor expresin colectiva de la
figura del exilio. Enla forma del nomadismo poca tomada como dorada
para algunastradiciones o en la de los desplazamientos forzados por
motivos po-
4 El 1200 tiene su significado no como inicio de una centuria,
sino como elmomento inmediato al ascenso al pontificado (1198) de
Inocencio III, quien,veremos ms adelante, es uno de los ms
importantes filsofos de la muerte>del Medievo. El 1348, fecha ya
de obligada referencia, no es slo la de la PesteNegra que invade
Europa. En este ao muere Laura, la amada de Petrarca, ytal
acontecimiento inspirar al poeta una serie de consideraciones sobre
lamuerte que desbordan con mucho los propsitos de este trabajo.
Pero tambinpor estas fechas, Juan Ruiz redacta su Libro del Buen
Amor, en donde sehacen algunas consideraciones importantes sobre la
muerte que han sidomotivo de especulacin para los especialistas.
Pensamos, con Lapesa, que lavisin del arcipreste en torno a este
tema dista bastante de ser la clsica quesc haba tenido en el perodo
anterior. La muerte en el Libro del BuenAmor, en De la Edad Media a
nuestros das, Madrid, 1967.
5 Sobre este punto hay algunas atinadas precisiones en 5.
LEcLERO: Espiri-tualidad occidental. Fuentes, pp. 43 y ss.
Salamanca, 1967; P. A. SIGL: Les mar-cheurs de Dieu, p. 5, Pars,
1974; M.-H. VcAme:
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Una visin medieval de la frontera de la muerte... 667
lticos, el sentido grupal de la peregrinado va a ser un
importantetema escriturario. Habr tambin, sin embargo, otras
expresiones re-feridas a un exilio en sentido individual: el de los
profetas ,y el de losjustos.
En cualquier caso, la idea de provi~ionalidad y de pertenencia
aotra comunidad natural en el ms all, se mantiene de forma
con-tinuada.
As, al llegarle la muerte, Jacob dir que va a reunirse con los
su-yos s. Algo similar se dice para David ~, Salomn 10 o Ezequas ~.
Eneste mismo personaje se utiliza el smil de la provisionalidad del
n-mada cuando, al sentirse enfermo, habla de cmo su vida terrenal
seescapa en la misma forma que la tienda del pastor es enrollada
parallevarla a otra parte 12
De hecho, toda la vida de Cristo se ajusta al esquema de una
sali-da del Padre hacia el mundo para luego, dejando ste, retornar
alPadre, tal y como se recoge en un pasaje del cuarto Evangelio
can-nico ~. Cristo aprovecha esta explicacin de su experiencia
persona]para transmitrsela a sus discpulos, a fin de prepararles
para unafutura etapa de dispersin en el mundo, en la que habran de
sufrirgraves tribulaciones 14
San Pablo, en quien la riqueza de testimonios sobre la muerte
esrealmente extraordinaria, retoma la idea de la tierra como
alberguetransitorio o tienda de campaa provisional, a diferencia de
la casaestable y dl albergue eterno en la otra vida 15 La vida
terrenal sirve,
16fundamentalmente, para aguardar la feliz esperanza -
El autor de la Epstola a los Hebreos se dirige, a su vez, a un
grupode expulsados de Jerusaln judeocristianos posiblemente a
quie-nes desea animar frente a las vejaciones de sus antiguos
correligiona-rios. Se les recuerdan las afrentas sufridas por
anteriores hroes dela fe que fueron desplazados, maltratados y que
se vieron obligadosa vagar de un lugar a otro sin que el mundo
fuera digno de ellos ~.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento la muerte erafin
de la vida y consecuencia del pecado 19 En el Nuevo Testamento,
8 Gen. 49, 29.9 1 Reyes, 2,10.~ 1 Reyes, 11, 43. 2 Par. 32,
33.12 Is. 38, 9-3.13 Jn. 16, 25.14 Jn. 16, 32-34.15 2 Cor. 5, 1-4.
Cit. por X. LEN-DUFOUR: Op. cit., p. 259, recogiendo opinio-
nes de A. FEUILLET: Exegese de 2 Cor. 5, 1-10 et contriljution a
letude des fon-dements de leschatologie paulinienne, en Recherches
de Science religieuse,1956.
1~ Tit. 2, 13.17 Ivleb. 11, 1 a 38.18 Nm. 6, 6.
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668 Emilio Mitre Fernndez
sin embargo, se abundar en la idea de una resurreccin con
Cristo,especialmente apreciada en San Pablo ~. La vida terrena el
statusvicie adquiere> as, toda su dimensin gracias al status
finauis, a launin del hombre con Dios, que es lo que le da
verdadero sentido 21
* * *
En el Occidente de los inicios de la Gran Iglesia, Cipriano de
Car-tago redact, en torno al 252 un pequeo tratado bajo el
significativottulo de De mortalitate. Mezclando reminiscencias
estoicas a los sen-timientos cristianos, se aspiraba a fortalecer
el nimo de la poblacinde un Africa del Norte asolada por una
terrible epidemia de peste.Sobre la base de que en este mundo no
hay paz, es preferible siemprela perspectiva de un gozo eterno,
razn por la cual la muerte fsicano tiene que asustar a los
cristianos. De momento sostena el me-tropolitano todas las
incomodidades del cuerpo seran comunes apaganos y cristianos hasta
que el cuerpo corruptible se vista de laincorrupcin, y esta carne
mortal reciba el goce de la inmortalidad.Incitando a una renuncia
al mundo, Cipriano insiste en el viejo es-quema: epitre aux
romains,Pars, 1973.
21 D. von HILDEBRAND: Sobre la muerte, Pp. 79-80, Madrid, 1980.
CIPRIANO. Sobre la peste, versin castellana de De mortalitate,
en
Obras de San Cipriano, ed. 3. Campos, p. 258, Madrid, 1964.~
Ibid., p. 271.24 San AMBROSIO: De fuga saeculi lber unus, en PL.,
tomo 14, col. 593.
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Lina visin medieval de la frontera de la muerte... 669
idea de la humanidad y de su trayectoria histrica, como la de un
lar-go exilio cuajado de pruebas y calamidades. Sin embargo, la
presen-cia ya moral, la institucional (la Iglesia) de la Ciudad de
Dios permitevislumbrar un status jinafls prometedor para los
justos, como sba-do y descanso perpetuos ~.
Incidiendo en criterios como los de San Juan, Gregorio Magnodar
tambin una visin de Cristo como peregrino >~.
La expatriacin/exilio/peregrinacin ser> desde el siglo iv en
quese redact la Vida de San Antonio Abad, una de las
caractersticasdel primitivo monacato. San Jernimo escribira que no
es posiblepara un monje alcanzar la perfeccin en su patria 27 Sern
los mon-jes celtas quienes lleven a su grado mximo de
institucionalizacin elprincipio de peregrinatio pro Christo.
Costumbre que, en el caso dealguno de los productos del monacato
insular San Bonifacio pue-de conducir hasta el martirio.
Dentro de la tradicin que se iba forjando y proyectndose haciael
corazn del Medievo, el peregrinus presenta un cristiano
insatis-fecho que aspira a otra patria. La peregrinatio, en un
principio formade ascsis, acabar constituyendo una expresin capaz
de permeabi-lizar los sentimientos de amplias capas sociales del
mundo medieval 28
La relacin vida/muerte fue enriqueciendo su vocabulario a lo
lar-go de los siglos. Expresiones como transitus o peregrinatio
cobrarnfortuna. Una popularizacin que se deba en buena medida a la
pri-
29mera produccin hagiogrfica del Occidente -
II. TRNSITO POR EL MUNDO Y cONTEMPTU5 MUNDJ
El menosprecio del mundo dada la caducidad de las cosas
aparen-temente valiosas, acompa a las distintas generaciones de
cristianoscomo imagen complementaria de la del hombre como
viador.
San Agustn sostuvo que desde que el hombre comienza a existiry
residir en este cuerpo mortal, no puede evitar que venga sobre lla
muerte, pues lo que hace su mutabilidad en todo el tiempo de lavida
mortal (si es que debe llamarse vida) es que se acabe por llegara
la muerte ~.
2~ La Ciudad de Dios, lib. 22, cap. 30, ed. E. Montes de Oca,
Mxico, 1978.26 Homiliarium in Evangelia, lib. 1, en PL., tomo 76,
col. 1106.~ VIcxRe: Op. ct., p. 25.28 J~ LEcLERO: Op. cit., pp. 46
y ss.29 P. BoGLIONI: La mort dans les premiers hagiographies
latines, en Le
sentment..., pp. 185 a 210.~ La Ciudad..., lib. XIII, cap. X.
Salida lgica dada la miserabilizacin de
todas las tentaciones libidinosas que hace el Hiponense en
Confesiones, lib. X,cap. XXX y ss., ed. E. Ceballos, Madrid,
1962.
-
670 Emilio Mitre Fernndez
En los aos finales del siglo xii, el cardenal Lotario de Segni
(papaInocencio III desde 1198) redact, siguiendo principios
similares, unaobra que habra de hacerse famosa en el terreno de la
espiritualidad:De contemptu mundi. Se ha sostenido que supone la
mxima expre-sin del principio del horno viator. Algunos de sus
pasajes dan unavisin escarnecedora de la vida carnal rayana en lo
estremecedor.As: la mujer concibe con suciedad y fetidez, pare con
tristeza y do-
31br, amamanta con dificultad y trabajo, vigila con ansiedad y
temor -
En una lnea similar a la del Hiponense, Inocencio III dir en
uncaptulo, significativamente titulado. De vicinitat inortis, que
mejores morir la vida que vivir la muerte; porque nada es vida
mortal sinomuerte viviente. - - la vida pasa rpidamente y no es
posible retenrla:la muerte tiene lugar de forma instantnea, no es
posible impedirla.Esto es tambin admirable porque cuanto ms se
crece ms se d9cre-ce; porque cuanto ms se ha avanzado en la vida
tanto ms s estcerca del fin 32~
En los aos siguientes, este tipo de consideraciones fueron
objetode una abundante literatura.
Vicente de Beauvais, uno de los autores ms populares del
BatoMedievo, recogi en su obra enciclopdica gran cantidad de
conside-raciones en este sentido, inspirndose tanto en autores
paganos comocristianos. Las miserias y el tedio de esta vida y la
infelicidad del al-ma en el cuerpo mortal conducen, de forma
incuestionable, a una ne-cesidad de la muerte ~ El momento supremo
va acompaado de docesignos que, en todo caso, son una agudizacin de
las debilidades pro-pias del cuerpo humano: Desarreglo del gusto,
mala digestin, muta-cin del rostro, pulso desigual, sueo inquieto,
sudor desordenado,aliento hediondo, prdida de la palabra, fallos en
la memoria, prdidadel movimiento, prdida del aliento y prdida del
tacto ~. La vida esbreve escapa como una sombra y nunca se
permanece en el mis-mo estado ~. El hombre, nacido de mujer, est
sometido a mltiplesmiserias 36, El hombre, en definitiva, ha sido
prestado a la vida, nodonado a ella, de donde se infiere la ley
universal del nacimiento yla muerte ~.
31 PL, tomo 217, col. 705, pasaje en el que, por otro motivos,
incide J. Hu-ZINGA: El otoo de la Edad Media, p. 194, Madrid,
1961.
32 Ibid., cols. 713-714. Sobre la fugacidad del tiempo que
conduce irremisible-mente a la muerte se insiste en estos aos desde
las ms diversas pticas,Guillermo DE LoaRs, en el Roman de la Rose,
dir que El tiempo que marchanoche y da 1 sin reposo ni detenimiento
que se aleja de nosotros tan furtiva-mente / que siempre parece
inmvil mientras que no se detiene jams.Cfr. G. PARs y E. LNGLoIs:
Chrestomathie du Moyen Age, p. 259, Pars, 1919.
Speculum doctrinale, cols. 463470, Douai, 1624.34 Speculum
morale, cols. 730-734, Douai, 162435 Speculum naturale, col. 2373,
Douai, 1624.36 Ibid., cols. 2375 y 2376.~ Ibid., col. 2377.
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Una visin medieval de la frontera de la muerte... 671
Desprecio del mundo que, a lo largo del perodo que tratamos,
pue-de adquirir otros matices. Tres podemos destacar.
Ramn Llul (uno de los grandes popularizadores de la
dualidadmuerte corporal/muerte espiritual) llega a concebir tambin
una suer-te de simbiosis vida/muerte en este mundo, al estilo de la
marcadapor Inocencio III, al escribir que Ninguna cosa de este
mundo estan propia al otro siglo como la muerte, por tratarse del
necesarioexpediente para contemplar el semblante de Dios ~.
Algunos aos despus, el agustino Bernat Oliver, insistir en
lasmiserias de este mundo ardores, sudores, peligros> trabajos,
daosy afanes de esta vida material pero siempre como paso
necesariopara alcanzar el refrigerio y reposo de la vida
perdurablemente glo-riosa ~. A lo largo de su vida, el hombre es
acechado por mltiplespeligros hasta el punto que la muerte puede
parecr ms vida y con-solacin que pena y dolor. Cuando se habla de
lo terrible del momen-to de la muerte ojos que giran, venas que se
rompen, el coraznque muere y el espritu que se separa del cuerpo,
no voluntariamentesino a la fuerza se hace hincapi que sta es la
muerte del pecador,atormentado por la idea del juicio y las penas
del infierno ~.
En definitiva, hacia 1347, Petrarca redactaba su Secreto, en
dondeen dilogo con San Agustn, el autor llegar a decir que has
amonto-nado miserias y defectos tan sin nmero que casi me
arrepiento dehaber nacido hombre 4
III. ENTRE LA IDEOLOGA Y LAS REALIDADES: peregrinacin,cruzada y
muerte
Los idelogos del perodo que estamos tratando, opusieron
confrecuencia las imgenes de dos mundos separados por el momentode
la muerte biolgica. Lo que, en palabras de Ramn Llul, eranaquest
mon y el autre segle 42
Para el primero, verdadera peregrinacin, se establecieron una
se-rie de etapas, tanto para el hombre en particular como para la
histo-ria en general. Etapas, que segn San Agustn, culminaran en el
mo-
~sDoctrina pueril, tomo 1, de Obres de Ramon Lul, pp. 168-170,
Mallor-ca, 1906.
39 Exctator de la pensa a Deu, ed. P. Bohigas, p. 241,
Barcelona, 1929.~Ibid., Pp. 91 a 107.~ Secreto mo, en Obras. 1.
Prosa, ed. E. Rico, p. 78, Madrid, 1978. Las
consideraciones a primera vista moralizantes idea hoy puesta en
tela dejuicio permitieron hace aos a algunos autores subtitular
esta obra comoDe contemptu mund tambin; vid. K. VossLEiz: Historia
de la literatura italia-na, p. 46, Madrid, 1925. Los sntomas
corporales del momento de la muerte quePetrarca recoge son muy
similares a los dados por Vicente de Beauvais.
42 Libre de contemplaci en Deu, vol. II, de Obres p. 288,
Mallorca, 1906.
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672 Emilio Mitre Fernndez
mento en que como sptimo da, descansar Dios, cuando el
mismosptimo da, que seremos nosotros, lo har Dios descansar en s
mis-mo
A comienzos del siglo xiii, Diego Garca, utilizando las viejas
pau-tas, estableci una similitud entre las seis edades del mundo,
las dela Iglcsia y las del hombre. La quinta edad del hombre era la
senectus,que se iniciara en torno a los ochenta y cuatro aos (se ha
pensadoque la edad del autor en aquellos momentos). La sexta
corresponde-ra a la senium, de la que se dice no se conoce el fin a
ciencia ciertay que culmina con la decrepitud de la vida ~.
Casi un siglo ms tarde, Dante Alighieri fijara cuatro etapas
enla vida del hombre, correspondientes a la adolescencia, juventud,
se-nectud y senilidad. A esta ltima le otorgaba, aproximadamente
diezaos de duracin ~. La nobleza, convertida en una especie de
motorde la vida humana, es analizada a lo largo de estos cuatro
momentos.Y, al llegar al final stas son las dos razones que mueven
al almanoble: desea partir de esta vida como esposa de Dios y
quiere mos-trar que su creacin fue un puro don de Dios t
Con menos proclividad a una sistematizacin, Petrarca pondr
enboca del Hiponense que no te engae la pluralidad de los das ni
lacompleja divisin del tiempo: la vida toda de los hombres, por
mu-cho que se dilate, no es ms larga que un solo da y an apenas
en-tero> .
* * *
En este contexto, la figura de la vida humana como
peregrinacinadquiere una serie de matices cuando descendemos de los
esquemasgenerales y muy doctrinales 47 biS a situaciones personales
o institu-cionales ms concretas.
~ La Ciudad..., lib. XX, cap. 30. Esta proclividad a la divisin
del procesohistrico y su equivalencia en los diversos estados dc la
vida del hombre seencuentra en la mayor parte de los autores
inmediatamente posteriores a SanAgustn, En cl mundo hispnico, por
ejemplo, San ISIDORO abundar en lasseis edades de los tiempos
(Etimologas, lib. V, cap. 39, ed. J. Oroz, M. Daz yA. Marcos, tomo
1, Madrid, 1982) y las seis edades dcl hombre (Etimologas,lib. XI,
cap. 2, en la misma edicin, tomo II, Madrid, 1983). Y TuoN:
Semen-tiarums, lib. III, cap. IV, en Espaa Sagrada, cd. Risco, tomo
31, hablar dccinco etapas en la vida del hombre: infancia,
puericia, adolescencia, juventudy senectud, desde la que se pasa a
la muerte.
Planeta, cd. M. Alonso, pp. 337.338, Madrid, 1943.~ DANTE
ALICHIERI El-corwite,~; cr Obras completas, cd. N. Gonzlez
Ruiz,
p. 679, Madrid, 1965.~ PrrRxnt~: Op. ct., p. 140.47 bis As, un
R. JIMNEZ DE RADA podr decir del gnero humano que in te-
era miseriae aberravit. En Opera, p. 5, Valencia, 1968
(reproduccin facsmilde la cd, de 1793).
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Una visin medieval de la frontera de la muerte... 673
La peregrinacin, destierro o exilio del colectivo de la
humanidaden marcha hacia un fin que supone el de este mundo
visible, se recogeen diversas ocasiones.
Diego Garca, dentro de unas pautas que nos recuerdan el
Evange-lio jonico, presentar la victoria de Cristo como un proceso
identifi-cable con los tres estados de la vida del hombre: Cristo
vence a lanaturaleza produciendo al hombre por medio de su bondad,
desde elno ser al ser. Cristo reina humillando al hombre por su
culpa, me-diante su justicia, arrastrndole del paraso al sepulcro.
Y, por lti-mo, Cristo impera por su misericordia, llevando al
hombre desde elsepulcro al cielo ~. Haciendo un trueque del papel
de Cristo por el deMara, Alfonso el Sabio creara algunas imgenes
semejantes en susCantigas, contraponiendo la culpa de Eva al papel
de la Virgen como
49liberadora de la prisin -La tradicin artrica, por su parte,
creara una de las ms bellas
imgenes literarias: la de la bsqueda del Grial. Larga
peregrinacincaballeresca cuyo trmino marcar tambin el fin del drama
humano,completar la gloria de Dios sobre la tierra y har posible la
salva-cin del mundo como final glorioso de la historia ~.
En trminos de exilio, Vicente de Beauvais plante la
relacinvida/muerte, al dar de esta ltima entre otras definiciones,
las demis exilii, reditus cid patriam o peregrinationis terminus
~.
Y Jacobo de Vorgine, en los inicios de su obra ms popular,
ex-pondr a modo de filosofa de la historia el convencimiento
deltiempo de la peregrinacin que es ste de la vida presente en la
que
52viajamos y combatimos siempre
* * *
Estas figuras adquieren su verdadera naturaleza cuando se
apli-can a casos y experiencias concretas.
En el campo de la hagiografa, Gonzalo de Berceo difundi un
ricovocabulario en el que resultan moneda corriente aquellas
expresiones
48 Diego GARCA: Op. ci., p. 451.49 Eva nos foi deitar do demn su
prijon e Ave en sacar / e por esta
razn / Entre Ave Eva / gran departimenta, ALFONSO X: Cantigas de
amor,de escaro e de lauvor, ed. R. Carballo y C. Garca Rodrguez, p.
84, La Corua,1983. Y tambin Sen calor nen tardar deve todavia
omonrrar e loar /a Santa Maria Ca ela non tardou quando nos acorreu
e de prijonsacou du Eva nos meteu u pesar e cuidar sempre nus
creqia maisguiar / e levar foi u Deus siia, en ibid., p. 142.
50 C. GARCA GUAL.
-
674 Emilio Mitre Fernndez
que hacen referencia a la provisionalidad de este mundo, del que
sonsacados sus hroes ~.
Conectada con figuras descritas anteriormente, el siglo xiii
man-tuvo la llamada por Vicaire circulacin perpetua del Apstol
que,en el caso del Languedoc da las figuras seeras de un Diego de
Osmao un Domingo de Guzmn itinerantes, dedicados a la debelacin
dela hereja ~.
La piedad mendicante, surgida en buena medida de este tipo de
ex-periencias a menudo traumticas, utiliz, para hablar de la vida
desus ms conspicuos representantes, las imgenes de la peregrinaciny
el exilio.
As> Francisco de Ass ser el feliz viador que anhelaba salir
deeste mundo como lugar de destierro y peregrinacin ~.
Para los predicadores se dir algo similar. De Santo Domingo
sedice que troc el lgubre destierro por el consuelo de la celeste
mo-rada en el momento de morir ~. Y de Jordn de Sajonia se dircosas
parecidas 5. Ms an, del propio fundador de la orden se dir,en
alguna de sus biografas, que muri justamente en el momento enque se
dispona a emprender una peregrinacin ~
Con una amarga experiencia en cuestiones de exilio, Dante
estable-cer smiles de la muerte natural como resultado de la
fatalidad, atravs de metforas como la del exiliado que retorna a su
patria o elbarco que entra en buen puerto ~. Imgenes que tomar
tambin Pe-trarca en alguno de sus sonetos al hablar de la larga
prisin sufren el ciego leo hasta que las seas yo vi de la otra vida
/ y suspirpreviendo ya mi fin ~.
Pero tambin Dante aportar otras imgenes de la relacin
vida/muerte, en las que la experiencia del horno vicitor y de la
peregrina-cin ms o menos mstica tienen un papel primordial. As,
recordandola muerte de Beatriz, el autor habla de un grupo de
peregrinos con
5 J SAUGNIEUx: Le vocabulaire de la mort dans lEspagne du xii
sicle,daprs loeuvre de Berceo, en Death..., En el caso, por
ejemplo, de San Millnse dice que Amava desti mundo seer
desembargado de la temporal vida erafuert enojado bien amae que
fuesse so corso acabado e exir dest exilio demalveztat poblado.
Vida de San Milln, ed. B. Dutton, p. 90, Londres, 1967.
~4 Vc~uRn: Op cit., pp. 33 a 35.55 Toms de CELANO: Vida segunda,
en San Francisco de Ass. Escritos. Bio-
grafas. Documentos de la poca, ed. J. A. Guerra, p. 325, Madrid,
1980.56 Sordan DE SAJoNI.-Orgenes de la Orden de Predicadores, en
Santo Do-
mingo de Guzmn. Su vida. Su Orden. Sus escritos, ed. M.
Gelabert, J. M. Mi-lagro y J. M. de Garganta, p. 176, Madrid,
1966.
5 Gerardo DE FRAcHET.
-
Una visin medieval de la frontera de la muerte... 675
los que se encuentra en su camino que iban a ver la bendita
imagende Cristo dejada como ejemplo de su hermosisimo rostro [en el
suda-rio de la pasin] el cual [directamente] contempla mi dama
gloriosa-mente ~ La peregrinacin fsica tiene, as> su
equivalencia en otrade signo metafsico.. - Idea que el poeta
reitera en un soneto Sobre laesfera en cuya tercera parte dice
haber visto una dama all arri-ba glorificada, y lo llamo entonces
espritu peregrino, puesto que es-piritualmente va a lo alto y, como
peregrino que est fuera de supatria, all permanece ~.
No en balde, Dante ha sido tomado comnmente como el gran
di-vulgador de los tipos de peregrinacin mayor en el Medievo. Y no
enbalde tampoco, su Vida Nueva pasa por ser una especie de prlogoa
la Divina Comedia... o, al menos se ide pensando en su proyecto,ya
que se dice que slo se volver a hablar de la bienaventurada
Bea-triz en el momento en que pueda hacerlo ms dignamente ~.
Y, por ltimo, sin entrar en los temas de fondo de la suprema
obrade Dante utilizada a conciencia por Allard en el antes
mencionadoartculo la Divina Comedia, es, a fin de cuentas, la
descripcin deuna magna peregrinacin a travs de los distintos
estados del alma
4
humana -* * *
Para el perodo posterior al asesinato de Tomas Becket, las
muer-tes por la va martirial disminuyen drsticamente en el
Occidente, se-gn ha destacado recientemente M. Vovelle ~.
Algunos ejemplos, son, sin embargo, ilustrativos. As, la
muertede Pedro de Castelnau en 1208 adquiri todas las
caractersticas delmartirio, como la de Pedro Pascual, obispo de
Jan, casi un sigloms tarde. Sin llegar a la canonizacin, se
asimilaron tambin al mar-tirio por parte de algunos autores ciertas
muertes como la de Simnde Montfort. El fin de ste impacto de una
piedra lanzada por lostolosanos y el del protomrtir Esteban pasaron
a ser equiparados ~.
No faltan tampoco las frustradas bsquedas del martirio:
SanFrancisco, cuyo sustitutivo estara en los estigmas de la Pasin
67 oRamn Llul. Y no falta tampoco la exaltacin profusa del
martirio
61 En Vida nueva, en Obras completas, p. 563.62 Ibid., p. 664.63
Ibid., p. 564.64 Citado por m en Historiografa y mentalidades
histricas en la Europa
Medieval, p. 112, Madrid, 1982.~ M. VOVECLE: Op. ci., p. 30.66
p~ DE VAUX-DE-CERNAY: Histoire albigeoise, ed. H. MAISONNEUVE y P.
GUEBIN,
p. 234, Pars, 1951.67 San BUENAVENTURA: Leyenda mayor>, en
San Francisco..., p. 442.
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676 Emilio Mitre Fernndez
en una de las obras clave de la hagiografa medieval: la
LeyendaAurea., en donde dos terceras partes de los biografiados
mueren vio-lentamente confesando su fe, aunque casi siempre se
trate de perso-najes de los primeros siglos del Cristianismo.
La muerte martirial en el siglo xiii (al igual que en la
anteriorcenturia) sufre la ventajosa competencia de la cruzada,
peculiar for-ma de sublimacin de la idea del hamo viator, en la que
las imgenesde la Jerusaln terrestre y la Jerusaln celestial
entraron en una cu-riosa simbiosis4. Si el hombre en general es un
expatriado, el cruza-do lo es por antonomasia.
La expresin cruzada es de tarda aparicin, como se ha
destacadopor algunos autores. Son otros vocablos los que se suelen
emplear:passagium, trcinsitum, iter hierosolymitanum, etc... que
recuerdanmucho las expresiones que los idelogos del Medievo
utilizaban paradesignar el paso del hombre por esta vida terrenal.
En Berceo se en-
70cuentra la palabra crugada, pero para designar la muerte en la
cruz -
Si bien la idea cruzadista experimenta en el siglo xiii un
sensibleenfriamiento en relacin con las pasadas emociones, los
ejemplos deutilizacin de este expediente no slo a ttulo militar
(muy frecuente)sino tambin a ttulo de sublimacin del paso del
hombre por el mun-do, no faltan ni mucho menos.
Los concilios ecumnicos de la poca, a nivel institucional,
abun-daron en este smil.
As, en el IV Concilio de Letrn, Inocencio III hablar de una
tri-ple pascua que deseaba celebrar: corporal, espiritual y eterna.
Laprimera correspondera al trnsito a Tierra Santa para la
liberacinde Jerusaln. La segunda equivaldra al paso de un estado a
otro, quepropiciara la reforma de la Iglesia universal. La tercera
seria lapascua eterna, que supondra el trnsito de una vida a otra,
a fin deobtener la gloria celestial ~. An dndose gran importancia a
las dosprimeras, es la tercera pascua la ms singular, ya que supone
diceel papa el paso del dolor al gozo, de la pena a la gloria y de
lamuerte a la vida por la gracia de Jesucristo. No poda expresarse
deotra forma quin era autor del De contemptu mundi.
4 De hecho, la disociacin no se har, al menos, hasta que surja
la Cru-zada. Y las razones que ligan a una Jerusaln con otra en una
unidad mscompleja, y tambin ms singular, parecen estar
suministradas por las tradi-ciones escatolgicas tan vivas en el
siglo xi, en vsperas de la Cruzada, E. AL-PHANDERY y A. DUPRONT: La
Cristiandad y el concepto dc Cruzada, p. 16, Mxico,1959.
4 E. CARDINI: II movimiento crociato, p. 69, Florencia, 1972.~
Gonzalo nn BERCEO. ~Duelo de la Virgen el da de la Pasin de su
Hijo,
en Signos que aparecern antes del Juicio Final. Duelo de la
Virgen. Martiriode San Lorenzo, cd. A. M. l{amoncda, p. 190,
Madrid, 1980.
71 MANSI: Sacrorurn Conciliorum nova el amplissinza collectio,
vol. 22,col. 969.
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Una visin medieval de la frontera de la muerte... 677
En el II Concilio dc Lyon el esquema se reiterar, al insistirse
enel tema cruzadista con ms enjundia que en el 1 Concilio
Lugdunense.En el discurso de apertura, el general de los dominicos
Humberto deRomains se remite al precedente de los que murieron
recibiendo elmartiiio y establece un destino similar para quienes
se arriesguen aperecer en una nueva operacin en Tierra Santa 72
El reflejo histrico y literario de este tema es patente. El
Vers73
de la mort, de R. Le Clerc y otros similares as lo expresan -En
el campo de la lrica trovadoresca se llegar tambin a una im-
portante smosis entre muerte por causa del pecado/muerte
poramor/toma de la cruz. Ser el caso de Albrecht von
Johannsdorf,muerto hacia l209~~. Ms clsico es el caso de Conon de
I3ethune: al-canzar la vida gloriosa y conquistar el apreciado
Reino para los quecojan la cruz
Sin embargo, es en Ja muerte de San Luis de Francia, segn
des-cripcin que nos leg el seor de Joinville, donde mejor se ve
estaequivalencia de cruzada/muerte/imitacin de la muerte de
Cristo.Las tres veces que el monarca pone son cors en aventura de
mort,coinciden con pasajes de su vida en Ultramar, hasta culminar
dram-ticamente en 1270 delante de los muros de Tnez. Son las grans
pei-nes que il souffri au pelerinaige de la croiz par lespace de
six anz queje fu en sa compaignie, el por ce meismemcnt que il
ensui Nostre.Seigneur ou fait de la croiz. Car se Dien morut en la
croiz, aussi fist-il, car croisiez estoil-il quand mourut a Thunes
~. El memorialistaalcanza la ms alta cota en el sistema de
equivalencias mencionadocuando afirma que el monarca rindi su alma
al Seor a la mismahora en que lo hizo Jess en la cruz para la
salvacin del mundo 7T
Todava, unos aos ms tarde, un hombre de la compleja
persona-lidad de Petrarca seguir haciendo un canto a la cruzada,
pero enton-ces no se tratar de abundar en las metforas del pasado,
sino deexaltar la figura y las posibles empresas de un personaje
determi-nado -
72 MANsI: Op. cit., vol. 24, col. 114; tambin, C. CAaozzI.-
Humbert de Ro-mans el lHistoire, en 1274, Anne Charnre. Mutations
et continuits, pp. 851-854. Pars, 1977. Las imgenes en las que
abunda el general de los dominicosreiteran la idea de vaciar el
mundo para colmar cl cielo.
73 A. Ch. PAYEN.- ~, en Death..., pp. 205 a 216. Tambin la
cruzada aparecercomo expresin del da del Juicio que ha llegado. J.
BODa: ~
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678 Emilio Mitre Fernndez
CoNcLusIoNEs PARA UN JUEGO DE IMLIGENES
De todo lo que acabamos de exponer, una idea permanece clara.El
exilio del hombre aparece en estos momentos, siguiendo una delas
imgenes ms caras del Medievo, como una especie de microcos-mos del
exilio colectivo de la humanidad tras el primer pecado ~.
Ahora bien, de un anlisis detenido de los textos manejados,
puedepensarse que las imgenes que se van deslizando en los
distintos dis-cursos distan mucho de tener una clara homogeneidad.
Ms bien sepodra decir que estamos en presencia de un conjunto de
imgenesduales. Unas veces sus esferas de accin parecen bien
delimitadas.Otras veces, por el contrario, se prestan a la
confusin.
a) En primer lugar, siguiendo los ms aejos principios
escritu-rarios, los intelectuales del Medievo insistieron en la
existencia de dosmuertes: la del cuerpo y la del alma, ms terrible
la segunda que la
soprimera
b) La idea de estados intermedios cobra una mayor riquezaa lo
largo de estos aos. No lo es solamente esta vida temporal (algu-nos
autores hablarn de status mediocris) sino tambin el Purgatorio
81
o lugares afines previos a la conquista de la Vida Eternac) La
imagen de la vida terrenal como destierro puede adquirir
tambin muy especiales matices. El destierro en este mundo
puededoblarse con otro destierro liberador que prepare para el Ms
All.Las prcticas del eremitismo, de las que la literatura
hagiogrfica sehizo amplio eco seran el ms claro paradigma. As, la
leyenda deSanta Mara Egipciaca, de amplia difusin en toda la
Cristiandad, yotras de proyeccin ms restringida, como la de San
Milln ~ estable-cen las diferencias (o el complemento?) entre los
dos exilios: el obli-gado de todos los humanos y el voluntario y
purificador de los esp-ritus ms selectos.
de la cruzada que se preparaba en 1333. Muchos de los recursos
que se usan,son adems invocacin a Rmulo, remembranza de la
expedicin de Jerjescontra Grecia... demasiado humansticos>.
79 San AGUSTN: La Ciudad..., lib. XXII, cap. 22.~0 Extremo ste
que merecera la pena un trabajo ms especfico.~ Tema ste
recientemente tratado por J. Ln Gorr: La naissance du Purga-
toire, Pars, 1981. El estudio de este problema cara al Medievo,
no se agota,lgicamente, en los abundantes materiales utilizados por
este autor. Las im-genes legadas por la literatura ms o menos
popular son tambin de enormeinters. En el mundo artrico, el , en
Vida de San Milln, p. 87. Y tambin, querra estavida en otra demudar
e vevir solitario por la alma salvar, ibid., p. 88.
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Una visin medieval de la frontera de la muerte. - - 679
De manera pareja, la peregrinatio en la tierra puede
articularsecon otras peregrinaciones purificadoras (in poenam)
entre las quedestacar la propiciada por Bonifacio VIII al declarar
el 1300 comoao jubilar para todos los peregrinos que acudieran a
Roma ~
d) San Agustn habl de dos resurrecciones: la de los muertos enel
fin del mundo, y la de las almas en el momento en que se hacen
re-ceptivas a la voz del Hijo de Dios ~ Tradicionalmente tambin
sehaba hablado de un Juicio Universal, pero, a lo largo del Pleno
Me-dievo, se fue poniendo nfasis en otro: el juicio individual que
requiereuna especial preparacin del hombre ante la muerte. Las
Artes mo-rieticli del Bajo Medievo tendrn, as, su precedente en la
codificacinde ceremonias y gestos previos al momento decisivo:
confesin, vi-tico, extremauncion... bsicas para conocer la
tanatologa de fines dela Edad Media y comienzos de la Modernidad
~
e) Junto al trnsito por esta vida la peregrnatio metafricahay
otro trnsito que se produce desde el momento de la muerte f-sica.
Los trminos bajo los que los autores medievales designan
esteinstante crucial salida, trnsito, etc... son suficientemente
ilus-trativos.
9 El vocablo morada tiene, por ltimo, dos significados
perfec-tamente convergentes: uno el de morada terrestre que camina
a la des-truccin y otro el de la morada que viene de Dios. Las
diversas repre-sentaciones lanzadas no llegaron a dar de sta una
imagen suficiente-mente clara. Desde San Pablo se vena sosteniendo
que esa moradasera Cristo en persona. O, al menos, se tratara de
una donacin par-cial de esa morada en espera de la parusa ~. Una
forma, en definiti-va, de neutralizacin por la Iglesia de las
corrientes de signo escatol-gico 5.
* * *
De acuerdo con los testimonios manejados, la idea del status
viaeen el periodo 1200-1348 responde a una visin de las relaciones
vida-
83 Lr Gorr: Op. cit., pp. 442-443.84 La Ciudad..., lib. XX, cap.
6.85 Resulta difcil admitir la afirmacin de X. LEN-DUFOUR, para
quien
basta despus del siglo xv no se forj Ja nocin de juicio
particular, sin fun-damento suficiente en la Biblia ni en la
patrstica ni en los concilios; op. cit.,nota 101 de la p. 54. ElIo,
sin embargo, no fue obstculo para que algunosautores del Medievo
abundaran en esta idea, como es el caso de Vicente DEBnAuvAs, quien
de forma expresa afirma que es justo un juicio general paratodos,
pero que tambin es lcito pensar que cada cual tenga su juicio
particu-lar en el momento inmediatamente posterior a la muerte,
aunque en l lasnimas de los justos no reciban an toda la gloria ni
las de los rprobos todala pena; Speculum morale, col. 777.
86 X. LEN-DUFOUR: Op. ct., p. 259.87 Sobre esta cuestin, vid. R.
BULTMANN: Historia y escatologa, p. 62, Ma-
drid, 1974.
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680 Emilio Mitre Fernndez
muerte muy propias de las lites. Efectivamente, los personajes
pre-sentados son, en su inmensa mayora, pertenecientes a las
categorassocial o moralmente privilegiadas.
Sin embargo, hay que tener en cuenta tambin que obras comola
Leyenda aurea desempe un singular papel cara a la cultura demasas.
La Iglesia Romana y sus agentes institucionales podan pre-sentar,
as, una visin de la muerte que pareciese lo ms intercasistaposible.
La duplicidad de imgenes creaba, sin duda alguna, equvo-cos. Pero
los equvocos jugaban tambin a favor de la traslacin deesperanzas
desde un mundo cargado de limitaciones a otro que seprometa pleno
de venturas para los justos. De ah los repetidosintentos de
desdramatizacin del instante decisivo de la muerte bio-lgica.
Que el xito de la Iglesia institucional en este empeo fuera
limi-tado, es otra cuestin. Pero tambin parece fuera de duda que
losargumentos del contemptus mundi corno pieza fundamental de
unpensamiento cristiano infiltrado de principios estoicos,
traspasantodo tipo de barreras cronolgicas. La brillante hiptesis
de Huizin-ga, para quien la popularidad de la obra de Inocencio III
no llegarams que a fines del Medievo, no parece hoy defendible. Y
no sloslo porque buena parte de sus manuscritos se redactan a lo
largodel siglo xiii ~ sino tambin porque muchas de sus figuras se
rei-teran en otras obras de esta centuria.
1348 deja de ser la fecha recodo en lo que se refiere a la
evolucinde los sentimientos sobre la muerte?
Todo es relativo.Es evidente que cierto tipo de reflexiones
sobre la muerte propias
del ocaso del Medievo y de la Modernidad particularmente laidea
del desprecio del mundo tienen sus races en corrientes
depensamiento como las antes analizadas ~.
Pero otras visiones que se van abriendo paso en torno a esta
fe-cha ~ tienden a despegarse de valoraciones anteriores. La
muerte, se
~ Idea recogida por R. BULTOT y reproducida por B. Roy. La danse
destrois aveugles, en Le sentiment.,., pp. 121-137.
89 Pueden recordarse, en este sentido algunos pasajes de la obra
del maes-tro Alejo VEMEGs: Agona del trnsito de la muerte, p. 23,
Madrid, 1969, especial-mente en donde se dice inspirndose en Sneca
que la vida es un largotormento de muerte, ya que cada da morimos
un poco, porque nos quitamosuna parte de nuestra vida.
90 Recordemos lo dicho anteriormente, en nota 4; LipusA: Op.
cit., p. 74, hadicho atinadamente que en el Arcipreste se encuentra
una alteracin del sis-tema tradicional de valores: cl bien y el mal
no corresponden ya al esprituy la carne respectivamente, sino a la
vida y la muerte. Una posicin ya esenciaLmente vitalista.
-
Una visin medieval de la frontera de la muerte... 681
piensa, libera una serie de energas que no slo facilitan el fin
sobre-natural del hombre ~. Tambin compensacin del triunfo
universalde la muerte contribuyen a exaltar la lama del difunto,
aquellaque a los hombres salir hace del sepulcro de nuevo hacia la
vida ~.
Emilio MITRE FERNNDEZ(Universidad de Alcal de Henares)
91 Triunfo de la Muerte, en E. PETRARCA:rrera, p. 123, Madrid,
1983. La muerte aparecebra para las almas nobles, y amargura
1fango.
92 bid., p. 137 de forma especial