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El viejo juego del naufragioPublished on Centro Onelio (http://www.centronelio.cult.cu)
El viejo juego del naufragio Por: Omar Almaguer Guerra [1]
El viejo juego del naufragioPublished on Centro Onelio (http://www.centronelio.cult.cu)
matar?Antes de poner en acción al Buick, Mario alcanzó a meter la cabeza por la ventanilla del copiloto:—¿Les dijiste quién eras?—No, nunca lo creerían.—¿Quieres que llame a alguien?—Estoy bien —respondí y eché a andar el cacharro del 57.Enfilé hacia el malecón y abordé la noche. Cálida como el sur de California. Mahler en RadioEnciclopedia y un par de Bucanero en el asiento de al lado. Las miré y pensé que se podría tratar dela última noche. Siempre imaginé la última noche como un lugar al que uno llega y le piden que seponga cómodo, de manera que decidí procurarme una compañía mejor. No tenía que ir muy lejos omás lejos. Estaban ahí tan cerca como las frutas de un bonsái. Cuando Hemingway, les llamaban académicas, ahora jineteras; igual siguen siendo más ilustradas que tú y que yo. En fin, allí estabapor quinta vez tratando de conseguir algo para abrazar en una última noche, cuando se me atravesóun Lada amarillo. La mano que salió por la derecha apuntando hacia la orilla tenía las uñas largas ypintadas. Me detuve y ellos también. Junto con la mano venía un cuerpo de veintipocos años.Caminó hacia mí. —No siga intentándolo —dije.—¿Qué cosa? —preguntó ella.—No es mi tipo. No quiero tener sexo con usted.—Mire, viejo, vine a disculparme. Si bien parece un impostor, lo cierto es que usted es tan feo comoBukowski, al menos en eso se parecen.—Gracias.—Me llamo Tamara.—Lorca, un placer.—Bueno, yo tampoco quiero tener sexo con usted, solo que…—Está bien, puedes entrar.Entró.—¿Puedo abrir una?—Siéntete a gusto —le pedí.El Lada echó a andar y me quedé observando cómo se convertía en un punto amarillo en ladistancia. Entonces mi viejo amigo del 57, esta chica veinteañera y yo, tomamos por una avenida endirección a la luna. Pero antes, paré cerca de un poste de luz, saqué la cabeza y allí sobre el conténfue a dar un litro de cerveza mezclado con espaguetis, queso, y algo negro que no supe identificar.Esto es lo que mató a Hemingway, pensé. Luego abrí la otra Bucanero, hice gárgaras y volví a cogerel rumbo.—¿Está mejor?—Sí —contesté.
El viejo juego del naufragioPublished on Centro Onelio (http://www.centronelio.cult.cu)
moda y yo repartía cartas de vez en cuando. Cinco de cada seis hombres en un bar eran padres defamilia, dos de cada tres familias guardaban sus armas en el ropero. El vecino del frente podíamatarte por un mínimo de seis cervezas. En fin, no tenías que inventar la locura. Entonces recibí untelegrama: “Chico, esta mañana descubrí que el electrochoque es mejor que el daiquirí. E.H.”.Cuatro meses después la noticia de que había grabado sus sesos en la pared. Todo era tan obvio,que no costaba nada pensar en el suicidio ocasionalmente. Pero no fue hasta tres años más tardeque volví a encontrarme con él y por única vez me alegró saber que fui engañado.Támara hacía girar el vaso sobre una mano:—No sé, no me convence.—Es mejor así —dije.—Debe haber otra explicación, una mejor explicación.Entonces le hablé de esa vez en Avalon, y no recuerdo que más hasta que me dormí. A la mañanasiguiente continuaba vivo, me di cuenta cuando detrás de un bostezo comenzó a salir más deaquello negro que mató a Hemingway. Miré alrededor, Tamara se había esfumado y con ella, AMoveable Feast. Caminé hacia una ventana, el sol continuaba saliendo por el este. Eran las nueve dela mañana cuando comencé a desempaquetar.
Premio César Galeano - 2017 [2]
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[4] PREMIOLa Silicíada [5]Por: Carlos Rivero Silva [6]
MENCIÓNSombras [7]Por: Manuel Alejandro Guerrero Cruz [8]
MENCIÓNEl viejo juego del naufragio [9]Por: Omar Almaguer Guerra [1]