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El verdadero rostro de la Iglesia repleto y saturado de Divinidad Mi canto de amor a la Iglesia MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIA SÁNCHEZ MORENO Fundadora de La Obra de la Iglesia El verdadero rostro de la Iglesia Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia
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El verdadero rostro de la Iglesia repleto y saturado …...45 5 Ct 1, 13. 6 Os 2, 21. Encarnado que sale del seno del Padre rom-piendo en Palabra y abrasándose en el Espíritu Santo.

Jul 31, 2020

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El verdadero rostrode la Iglesia

repleto y saturadode Divinidad

LIBRERIA EDITRICE VATICANA00120 Città del Vaticano

Mi cantode amor

a la Iglesia

MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIASÁNCHEZ MORENO

Fundadora de La Obra de la Iglesia

El verdadero rostro de la Iglesia Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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1 Ct 1, 15. 2 Ct 4, 3.

3 Ct 6, 4 = Jl 2, 5. 4 Ap 5, 5.

14-11-1959

EL ROSTRO DE LA IGLESIA

Iglesia mía, ¡qué hermosa eres...! Toda her-mosa eres, Hija de Jerusalén.

«Tus ojos son palomas»1, porque tu mirar escon el mismo mirar del Padre.

Tu boca es toda dulce, suave, porque tu bocaes el mismo Verbo Encarnado que, rompiendoen Palabra, sale y se nos desparrama por ti endivino cantar de eternas e infinitas perfecciones.

Iglesia mía, estás encendida. «Tus mejillasson como la grana»2, enrojecidas por el fuegomismo del Espíritu Santo.

Eres «ejército en batalla»3, reina con tu rea-leza recibida del mismo ser de Dios, fuerte conla misma fortaleza del «León de Judá»4.

¡Ay, Iglesia mía!, toda hermosa, engalanadacon la misma Divinidad que te penetra, te satu-ra, te ennoblece, enalteciéndote con tal fecun-didad, que tú, Iglesia mía, eres el mismo Verbo

Nihil obstat: Julio Sagredo Viña, CensorImprimatur: Joaquín Iniesta Calvo-Zataráin

Vicario GeneralMadrid, 6-6-2002

6ª EDICIÓN

Separata de libros: «LA IGLESIA Y SU MISTERIO»«VIVENCIAS DEL ALMA»

1ª Edición: noviembre 1999© 2002 EDITORIAL ECO DE LA IGLESIA

LA OBRA DE LA IGLESIAMADRID - 28006 ROMA - 00149C/. Velázquez, 88 Via Vigna due Torri, 90Tel. 91.435.41.45 Tel. 06.551.46.44

E-mail: [email protected]

www.clerus.org Santa Sede: Congregación para el Clero(Librería-Espiritualidad)

ISBN: 84-86724-41-4Depósito legal: M. 35.579-2006

El verdadero rostro de la Iglesia Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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5 Ct 1, 13. 6 Os 2, 21.

Encarnado que sale del seno del Padre rom-piendo en Palabra y abrasándose en el EspírituSanto. ¡Ésa es tu Real Cabeza, Iglesia mía!

¡Qué hermosa eres con la hermosura delmismo Dios Altísimo y Santísimo! ¡Si se te de-rrama toda la divinidad de tu Esposo por todostus miembros vivos...!

Iglesia mía, tú eres Madre con el mismo cora-zón del Padre. La única Paloma blanca que en-cierra en su seno a toda la adorable Trinidad.

¡Ay, Iglesia mía!, toda candor de palomaeres... Tus perfumes se extienden por todos losconfines de la tierra. Eres «manojito de mirra»5

metida en el mismo seno del Altísimo; y tanamorosa, que el mismo Padre, que no tienemás complacencia que en sí mismo, en su Hijoy su común Espíritu Santo, se recrea y se com-place en ti, porque tu Cabeza y tu Corona essu mismo Hijo Unigénito Encarnado.

Iglesia mía, ¿dónde está Salomón para que tecante en sus poemas...? ¿Dónde todos los poetaspara que puedan cantar algo de las hermosurasde la Iglesia mía...? Pero no, no hay poeta quepueda cantarte como tú mereces. Hay que cono-certe como tú eres, y solamente el Padre te con-templa adecuadamente en toda tu hermosura,porque tú, en tu Cabeza, eres su Verbo.

Y tampoco hay ninguna palabra que puedacantarte, Iglesia mía, Iglesia amada, porque, alno conocerte, ¿quién sabrá expresarte? ¿Quiénpodrá deletrear el romance de amor infinitoque Dios realizó en ti y contigo, como Esposoenamorado, ¡oh Celestial Jerusalén!, en el díade tus bodas en desposorio perpetuo y eter-no, según las promesas del que Es, anuncia-das a la humanidad desde el principio de lostiempos?

Pero sí, que tú misma, en tu Real Cabeza, tecantas y expresas, ya que Ella es la Palabra fe-cunda que sale cantando del seno del Padre,hermoseándote con tu corona real de Divinidadgloriosa como a Esposa del Cordero Inmacu-lado; sellándote en tu frente con su Sangre divi-na, derramada en el ara de la cruz, que quitalos pecados del mundo; y enjoyándote con to-dos los dones, frutos y carismas del EspírituSanto, que te hizo romper en palabra de fuegopor su impulso amoroso en Pentecostés.

¡Ay, Iglesia mía...!, ¿quién podrá amarte co-mo tú mereces? No hay amor creado, Iglesiamía, Verbo del Padre... Tan maravillosa eres,que el mismo Amor Infinito es el que te cua-dra, y te ama y se desposa contigo en matri-monio eterno. Y, abrasándote en sus llamas,te une «en justicia y en verdad»6 con el Verbo

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7 Col 2, 3.

de la Vida, de tal forma que, entre tu Cabezay tus miembros, el mismo Amor obra un granmisterio, imagen de la Encarnación; y en talconsumada perfección, que así como la natu-raleza humana y divina se unen en una solaPersona, que es el Verbo, así, entre todo elCuerpo Místico y su divina y Real Cabeza, serealiza una unión tan íntima y divina que es elCristo Total;

Real Cabeza, que te corona, Iglesia Santa,de justicia, de paz y amor; ennobleciéndotecon la Verdad infinita y coeterna de la mismaTrinidad que, en ti y por ti, nos manifiesta,nos dona y nos regala «todos los tesoros dela sabiduría y ciencia de Dios»7, que se nosdan por Cristo y a través de María en tu senode Madre, repleto y saturado de Divinidad;para embriagar, saturando, a todo el que be-ba de los torrenciales afluentes de las eternasFuentes, que brotan desde el Seno del Padre,por el costado abierto de Cristo, y se desbor-dan desde tu seno de Madre a la humanidad,con corazón de Padre, canción de Verbo yamor de Espíritu Santo.

¡Cómo ama mi Trinidad Una a su IglesiaSanta...! Tanto la ama, que la hizo depositariade su vida divina para que llenara a todos sus

hijos de Divinidad; de tal forma que es miMadre Iglesia el corazón de Dios en la tierra, laexpresión cantora del Infinito, la manifestacióndel Amor Eterno en su ser y en sus personas.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo aman ala Iglesia con caridad eterna, ya que Dios, alamar, lo hace con todo su ser en Trinidad dePersonas.

Todo lo que el Padre conoce, el Verbo loexpresa y el Espíritu Santo lo ama. Todo loque el Padre es por su ser, el Verbo y el Espí-ritu Santo lo son.

Y así, cuando el Padre ama a su Iglesia, tanmaravillosamente lo hace, que le dice –comoen un romance de inédita ternura y misericor-dia infinita en derramamiento de su amoreterno– todo lo que Él es, tan perfectamente,que con la misma Palabra que Él tiene en suseno para expresarse a sí, me lo expresa a míen mi Iglesia Santa; y me expresa todo lo queÉl es y tal como lo es, estándoselo siendo yteniéndoselo siempre sido sin principio y sinfin en subsistencia y suficiencia eternas, en suacto inmutable de vida familiar y trinitaria.

¡Ay, Amor Infinito...! No te bastó un Pro-feta ni un Ángel para que me dijera, abrasadoen tu amor divino, lo que Tú eres, sino que,rompiendo a hablar de tu seno en mi Iglesia,¡oh mi Padre Dios!, me das tu Palabra canto-

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8 Jn 1, 14. 9 1 Cor 2, 10. 10 Gén 12, 3. 11 Jn 15, 15. 12 Jn 3, 16.

ra, tu Palabra infinita, la misma que tienes enTi para decirte tu ser eterno. Es tu Verbo, tuúnica Complacencia, tu Explicación, la queTú me has dado en tu Iglesia Santa; el cual,«poniendo entre nosotros su tienda»8, nos di-ce el secreto divino, recóndito y arcano delSancta Sanctórum del misterio insondable dela vida trinitaria.

¡Así amó el Padre a su Iglesia! No hay nadapor infinito, misterioso y perfecto que sea, queel Padre, al querer revelárnoslo, no haya dichoa la Iglesia mía. Quiso decirle todo, y para eso,le dio su Verbo, su Decir eterno e infinito que,vuelto hacia mí, me expresó, en un romancede amor, la sabiduría amorosa que, en un con-cierto infinito, es mi Padre Dios.

¡Ay Iglesia Santa!, eres toda hermosa porquetienes en ti la sabiduría del Padre que, en ex-presión divina y humana, te la deposita en tuseno de Madre.

¡A ver si hay algo que mi Iglesia Santa a míno me diga! ¡A ver qué secreto hay escondidoen lo recóndito de Dios que, revelado a suIglesia, ella no me manifieste...! «Porque a no-sotros nos lo reveló Dios por medio del Espí-ritu, pues el Espíritu todo lo sondea, aun lasprofundidades de Dios»9.

¡A ver!, ¿hay algo que el Verbo no nos hayadicho en el seno de la Santa Madre Iglesia, fun-dada por Cristo, el Mesías prometido a nuestroPadre Abraham, en cuya descendencia «seránbendecidas todas las naciones de la tierra»10;anunciada por los santos Profetas y encomen-dada a sus Apóstoles, cual Nueva y CelestialJerusalén? «Porque todo lo que oí de mi Padreos lo manifesté»11.

El Verbo Divino es el Habla infinita en Dios,y cuando habla, dice el regazo de nuestra Fa-milia Divina, y lo ha dicho en su Iglesia.

¡Qué maravilloso es Dios! Tanto, que nos daa su unigénito Hijo para demostrarnos el amorque nos tiene, y, en un exceso de ese mismoamor, nos lo entrega en la cruz desamparado,cantándonos, en su cántico sangriento deDivinidad, el corazón del Infinito. «Tanto amóDios al mundo que entregó a su Hijo único pa-ra que no perezca ninguno de los que creenen Él, sino que tengan vida eterna»12.

Mi Iglesia Santa es la Trinidad en la tierra enexpresión divina y humana.

Mi Iglesia es el Habla de Dios a los hom-bres.

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13 Ef 3, 9-11. 14 Sal 39, 8 = Heb 10, 7. 15 Sal 39, 9.

Mi Iglesia es mi Dios con corazón de Madre.

¡Mi Iglesia es mi Madre con corazón deDios!

¡Iglesia mía!, si no te puedo mirar... Porqueeres tan hermosa, ¡tanto!, que yo jamás podrédecir la alegría eterna de la felicidad infinitaque en tu seno se encierra. Eres ánfora precio-sa repleta de Divinidad; el manantial por don-de la divina Sabiduría se da en Canción san-grienta de Amor infinito a los hombres; la úni-ca depositaria de todo el secreto de Dios parasus hijos. En ti está encerrado «el Misterio es-condido desde los siglos en Dios, Creador detodo, para que sea manifestada ahora, median-te la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios,según el designio eterno, realizado en Cristo,Señor nuestro»13.

¡Cómo ama el Verbo a su Iglesia...! Tanto laama, que, enviado por el Padre e impulsadopor el Espíritu Santo, se entregó contento y di-choso, en la cruz, por ella.

Mi Iglesia es toda hermosa, está toda enga-lanada y enjoyada con la misma Deidad, yaque sobre ella se derrama en cataratas de ser yen Trinidad de Personas.

Es voluntad del Padre que el Verbo se en-carne para que diga a los hombres los recón-ditos secretos de la vida trinitaria. Y en el mo-mento que se obra el gran misterio de laEncarnación, la postura sacerdotal del alma deCristo, vuelta hacia el Padre, es un decir: «Heaquí, Dios mío, que vengo a cumplir tu vo-luntad»14. Tú has querido que Yo venga a can-tar a los hombres nuestras infinitas perfeccio-nes y «tu ley está en medio de mi corazón»15.He aquí que vengo como Palabra a decir loque Tú eres, oh Padre, lo que Yo mismo soyy lo que es nuestro común Espíritu Santo. Yesto lo haré depositando todo nuestro tesoroen el seno de la Iglesia, ya que una sola vida,un solo ser, los Tres tenemos, y queriéndonosderramar sobre ella, la engalanamos comuni-cándole todo el secreto de nuestra vida íntima.

Así ama el Verbo a su Iglesia: cumpliendo lavoluntad del Padre de decirle todo lo que Éles. Y no contento de expresárselo con un Cán-tico infinito de júbilo gozoso, se lo dice tam-bién en una agonía tristísima de Getsemaní, enun reventón sangriento de amor, en una des-trucción total de su naturaleza humana, quenos canta en la cruz, muriendo, el amor infini-to de nuestro Padre Dios.

El verdadero rostro de la Iglesia Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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17 Heb 9, 13-14. 18 Is 7, 14. 16 Jn 1, 18.

¡¿A ver qué hay en el seno de mi TrinidadSanta que el Verbo Infinito no nos lo haya ma-nifestado en su Iglesia?! «A Dios nadie le vio ja-más; el Hijo único que está en el seno delPadre, Él nos lo manifestó»16.

¡Ay, mi Esposo inmaculado...!, dame sabercantar la alegría de mi Trinidad-Amor, decir lasriquezas que en mi Iglesia se encierran, descu-brir el misterio de tu alma santísima, proclamara tu Madre Inmaculada, sabiendo correspondera tan gran don con una entrega total en res-puesta de amor.

¡Cómo ama el Espíritu Santo a mi IglesiaMadre...! Una sola voluntad las tres divinas Per-sonas tienen, un solo querer que, derramándosesobre su criatura, le dan todas las riquezas de suamor infinito.

Es el Espíritu Santo el Amor que, en la Trini-dad, envuelve y penetra a esta misma Trinidad.

Es el Espíritu Santo la Caridad infinita y per-sonal que, en voluntad amorosa, mueve al Pa-dre para que nos entregue su Verbo diciéndo-nos su secreto divino y eterno, y abrasa al Ver-bo, en su fuego infinitamente amoroso, pa-ra que muera en la cruz entregándose por la

Iglesia, como expresión del amor eterno que laTrinidad le tiene.

«Si la sangre de machos cabríos y de torosy el rociar de las cenizas de una becerra tienenel poder de consagrar a los profanos, devol-viéndoles la pureza externa; cuánto más la San-gre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eter-no, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sinmancha, podrá purificar nuestra conciencia delas obras muertas, llevándonos al culto del Diosvivo»17.

Es el Espíritu Santo el que obra el gran mis-terio de la Encarnación en las entrañas purísi-mas de Nuestra Señora, toda Virgen, que con-cebiría y daría a luz un hijo, al cual pondríapor nombre Emmanuel: «Mirad: la Virgen con-cebirá y dará a luz un hijo y le pondrá pornombre Emmanuel, que significa “Dios-con-no-sotros”»18; aunque, siempre que Dios mira ha-cia fuera, las tres divinas Personas actúan deconjunto, haciéndolo cada una según su fiso-nomía personal.

Y así el Padre, principio y fuente de la vidaincreada, nos da su Verbo para que nos descu-bra su secreto eterno; el Verbo nos lo canta enla cruz; siendo la donación del Padre y el cán-tico sangriento del Verbo la demostración de la

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19 Sal 75, 5.

caridad infinita que el Espíritu Santo tiene a suIglesia. ¡Así ama la Trinidad a mi Iglesia mía!

¡Ay, Espíritu Santo!, Amor eterno que enga-lanas a la Iglesia Madre, Caridad infinita queenvuelves a mi Iglesia Santa, Beso amorosoque unges y penetras a todos los miembros demi Iglesia; dame ser yo, con todas mis almasqueridas, un beso generoso de retornación enel seno de la Trinidad, que bese a cada una delas Personas en el instante en que, como mues-tra de amor hacia el hombre, se entregan comodonación sobre mi Iglesia.

Espíritu Santo, eres Tú el que, derramándotesobre la Iglesia, la enriqueces con todos tusdones y carismas.

Es por Ti, Amor Infinito, por el que, el díade Pentecostés, aquella primera reunión reven-tó en Palabra de fuego, en expresión infinitade Divinidad.

Por Ti los miembros de la Madre Iglesia, pe-netrados en tu caridad eterna, se van enrique-ciendo con los dones que Tú, como regalo deamor, has depositado en ella para enjoyarla; deforma que, como Madre y Señora, reparte to-dos los tesoros de tu corazón con corazón deMadre a todos sus hijos.

Eres Tú, mi Espíritu Santo, mi Esposo inma-culado, el Amor que empuja al Padre y alVerbo en donación hacia nosotros, y la Caridad

que envuelve, penetra, satura y ennoblece a miIglesia Santa.

Eres el Amor mediante el cual el Padre porel Verbo, abrasados en Ti, mirando hacia fuera,obran la creación.

Por Ti, las Personas divinas miran hacia elhombre nuevamente y, mediante tu caridad in-finita, en un exceso del amor trinitario paracon la humanidad caída, el alma de Cristo yMaría son creación.

Tu amor lanza al Verbo del seno del Padreal seno de la Señora, para que, rompiendo enPalabra de fuego, el Verbo divino en la tierranos diga a todos los hijos de Dios el calor trini-tario de la Familia Divina.

Por Ti, mi Espíritu infinito, en una muestrainimaginable e inconcebible de amor, el VerboEncarnado muere gozoso, ofreciéndose por laIglesia, y el Padre glorioso lo entrega, abrasadoen tu caridad eterna, en donación y regalo deamor, a la Iglesia inmaculada.

Por Ti, el día de Pentecostés, mi Iglesia San-ta queda enjoyada y llena de sabiduría, tenien-do todos tus dones en plenitud, y penetrandopor tu medio en la Palabra infinita que, «bajan-do de los collados eternos»19, nos dijo en can-

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20 Jn 16, 13-15. 21 1 Cor 2, 9.

22 Jn 20, 22b. 23.23 Mt 18, 18.

24 1 Pe 1, 16.25 Jn 7, 37-39a.

ción sangrienta el misterio amoroso y secretode la Deidad. «El Espíritu de la verdad os guia-rá hasta la verdad plena. No hablará de por sí,sino que todo cuanto oye lo hablará y os anun-ciará lo que está por venir. Él me glorificaráporque tomará de lo mío y os lo dará a cono-cer»20.

¡A ver si hay algo en Dios que, al querer co-municarlo, el Espíritu Santo no diera a miIglesia Madre...! ¡A ver si hay algo en Dios queel Amor eterno no regalara a la Iglesia mía...!¡A ver si hay algo en Dios, en su Trinidad infi-nita y en su ser eterno, que mi Iglesia Santa nosepa deletrearme con corazón de Madre y conamor de Espíritu Santo...!

Soy hija de Dios, partícipe de la vida divina,Dios por participación, heredera de la vida tri-nitaria del Infinito. Y todo porque mi TrinidadUna, abrasada en el fuego del Espíritu Santo, sederramó sobre mi Iglesia mía, para que ésta,con señorío infinito, me diera todo lo que elhombre por sí jamás pudo ni soñar, ni poseer,ni siquiera apetecer, por no comprender «loque Dios ha preparado para los que le aman»21.

Es mi Iglesia, por medio del Espíritu Santo,la que ha abierto en mí ansias insaciables delInfinito. Es la Iglesia la que, por medio de los

Sacramentos, comunica a los hombres los po-deres divinos del Hijo de Dios Encarnado:«Recibid al Espíritu Santo; a quienes les per-donéis los pecados les quedan perdonados; aquienes se los retengáis les quedan reteni-dos»22. Por lo que la Iglesia es la única quetiene el poder de atar y desatar en el Cielo yen la tierra: «Os aseguro que todo lo que atéisen la tierra quedará atado en el Cielo, y todolo que desatéis en la tierra quedará desatadoen el Cielo»23.

¿Qué puede faltarle a mi Iglesia Santa quemi Dios no le diera? Son los Sacramentos losque me han capacitado para poseer al Eterno.Son los dones del Espíritu Santo los que, purifi-cándome y santificándome –«sed santos por-que Yo soy Santo»24–, me capacitan para viviren la tierra en sabiduría y amor, saboreando ala misma Divinidad. «“El que tenga sed, quevenga a mí; el que cree en mí, que beba.Como dice la Escritura: de sus entrañas mana-rán torrentes de agua viva”. Decía esto refirién-dose al Espíritu, que habían de recibir los quecreyeran en Él»25.

Es la Iglesia, en su Liturgia, el cántico delVerbo, y la que me deletrea el mensaje divinoencerrado en su corazón de Madre.

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18 19

También, oh Iglesia mía, el Amor Infinitoha querido regalarte una Madre. Y para eso, Élse creó su Madre, María Inmaculada, para dár-tela a ti en donación y en regalo de su corazónde Padre.

Dios creó, mirando a su Iglesia y amándola,una Madre para Él y para su Iglesia Santa, y ledio todo aquello que en la Iglesia había de de-positar; de tal forma que toda la donación dela Trinidad a su Iglesia, antes de ser entregadaa ella, la depositó en la Madre de la Iglesia,por el misterio de la Encarnación, mediante suMaternidad divina y universal, para que Ésta sela diera, con corazón de Madre, canción deVerbo y amor de Espíritu Santo.

Quiso el Amor dar una Madre a su IglesiaSanta, y para dársela según Él mismo necesita-ba, primero se la hizo para Él, para podernosdar su misma Madre.

¡Así ama Dios a su Iglesia! De forma que,cuando le quiere dar una Madre, le da la queÉl mismo se creó para sí. No le da menos, nose conforma con menos.

María, la Señora, es donación de Dios a suIglesia. No quiso mi Padre Dios que faltara na-da en la corona real de mi Iglesia Santa, y co-mo quería que fuera engalanada con todos susdones, también, como regalo de amor, para

que nada le faltara, le dio a su Madre porMadre.

¡Así ama el Padre a su Iglesia, dándole a suHija por Madre; el Hijo, dándole a su Madrepor Madre; y el Espíritu Santo, dándole a suEsposa por Madre!

María es la gran donación de la Trinidad asu Iglesia, siendo la Virgen el medio por el cualel Padre le dice su Palabra, el Espíritu Santo sela entrega y el Verbo muere crucificado porella; ya que, por voluntad divina, metiéndola enel plan de la Redención, la Virgen fue el medioque Dios se escogiera para donarse a su Iglesia.Por lo que es la Virgen, Madre de la DivinaGracia, la que tiene la «culpa» de que todos loshombres se llenen de gracia y vayan a Dios.

María da su donación a la Iglesia, que es suHijo y el Unigénito del Padre. ¡También Ellanos da la Palabra divina para que nos diga elCántico del Infinito! ¡Tampoco Ella se confor-ma con menos que con darnos a su Hijo, a laPalabra del Padre, para que nos diga en un ro-mance de amor todo el secreto de nuestraTrinidad Una!

María cooperó con su fíat, en el día de laEncarnación, a la donación de las tres divinasPersonas a la Iglesia, de forma que las Tres es-peraban su «sí» para donarse. Impulsado porel Espíritu Santo, el Verbo fue entregado como

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27 Lc 1, 49. 48. 28 Heb 12, 22-24. 26 Jdt 15, 9.

donación por el Padre a la Madre de la Iglesia,y desde su seno, mediante su voluntad mater-nal, se hizo la donación de Dios a los hom-bres, la restauración de la humanidad y la in-jerción de los hombres en Dios.

Es maravilloso contemplar a la Señora, comoMadre de la Iglesia, recibiendo, unida a todossus hijos, la gran donación de Dios al hombrepor el Verbo; y es maravilloso mirar a la Señoraen el plan divino, junto al Verbo Encarnado,para, desde Dios, dar la vida a los hombres.

María está metida en todo el plan divino,tanto, que si Ella no hubiera cooperado en unamisma voluntad con Dios sobre este plan, losdesignios eternos sobre la Iglesia y el mundono hubieran sido cumplidos.

Así que María, metida en el plan de Dios,en el día de la Encarnación, y después en lacruz, entregó a su Hijo a la Iglesia y, juntocon Él, se entregó Ella; y con el Hijo nos en-trega al Padre y al Espíritu Santo, según elpensamiento de Dios; el cual nos creó sólo yexclusivamente para que le poseyéramos, ha-ciéndonos hijos suyos, partícipes de la vidadivina y herederos de su gloria.

María es «el orgullo de Jerusalén, la gloriade Israel, la honra de nuestro Pueblo»26, por-

que por Ella «hizo el Señor obras grandes» ypor eso «todas las generaciones la proclama-rán bienaventurada»27.

Un manto real de sangre envuelve a mi Igle-sia Madre; un manto real que su Esposo, CristoJesús, le puso el día de sus bodas, ya que, en-loquecido de amor por ella, le dio como regalotoda su Sangre divina con la cual pudiera per-donar, penetrar y divinizar a todos sus hijos.«Vosotros os habéis acercado al monte Sión,Ciudad del Dios vivo, Jerusalén del Cielo, a laasamblea de innumerables Ángeles, a la fiestauniversal, a la Iglesia de los primogénitos ins-critos en el Cielo, a Dios, juez de todos, a lasalmas de los justos que han llegado a su desti-no y al Mediador de la Nueva Alianza, Jesús, ya la aspersión de la Sangre, que habla mejorque la de Abel»28.

¡Qué hermosa es mi Iglesia Madre! En ellase encierra, oculto en la Hostia blanca, el mis-mo Verbo Infinito, expresando en cada sagrariode la tierra, en un silencio incomprensible, elamor eterno que a mi Madre Iglesia tuvo suEsposo divino, el cual, queriendo estar con ellahasta la consumación de los siglos, se ocultabajo la apariencia de un pedacito de pan, para

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22 23

29 Jn 6, 55-57. 30 2 Pe 1, 4. 31 Cfr. 2 Cor 8, 9.

que ella pueda dar en comida y en bebida atodos sus hijos la misma Palabra eterna que tie-ne en su seno: «El que come mi Carne y bebemi Sangre permanece en mí y Yo en él. Comoel Padre, que vive, me ha enviado, y Yo vivopor el Padre; del mismo modo, el que me co-me vivirá por mí»29.

La Iglesia es el Verbo Encarnado, con suMadre Santísima, con todos los Apóstoles, losMártires, las vírgenes, los Santos...

Pero la Iglesia, por ser tan hermosa y tan fe-cunda, no sólo es Iglesia en todos sus miem-bros vivos y vivificantes, que contempla con elPadre, canta con el Verbo y se abrasa con elEspíritu Santo; no sólo es el conjunto de todossus miembros que, unidos, forman el CristoTotal y místico, sino que cada uno de los queviven su ser de Iglesia participa de todas lashermosuras que en infinitud brotan del Senodel Padre. Porque, por su ser de Iglesia, todocristiano que vive en gracia tiene en participa-ción lo que Dios tiene por naturaleza, pues noshizo «partícipes de su naturaleza divina»30, acada uno en la medida de su ser de Iglesia,que es la de su transformación en Dios.

Iglesia mía, tú en tu seno tienes todos losatributos y perfecciones del ser de Dios, que

en infinitud de matices, se te derrama engala-nándote y hermoseándote con su misma her-mosura, siendo tú como la Mujer vestida de soldel Apocalipsis.

Iglesia mía, tú eres la verdad, la santidad, launión, la caridad, la paternidad; porque tu realCabeza es el mismo Verbo que sale del Senodel Padre. Y eres tan sencilla, que ese Verbo, alcrearte, se vistió de una naturaleza humana, yquiso confiarte y perpetuar en ti su misión deevangelizar a los pobres, «habiéndose hechopobre el que es la Riqueza infinita, para enri-quecernos con su pobreza»31.

Tú, con Cristo y por Cristo, eres Madre detodas las almas. Todas han sido creadas parameterse en tu seno, para ser miembros tuyos;todas están llamadas por Dios para contemplarla Palabra que sale del mismo Dios altísimo,manifestándose por tu boca abrasada en las lla-mas letificantes del Espíritu Santo.

Ay, Iglesia mía, ¡cómo está cantando el Ver-bo del Padre en tu seno...! En todas partes estáel Verbo cantando en la Eucaristía en un cánti-co silencioso de expresión amorosa; ese mismoVerbo que en el Sacrificio incruento del Altar,perpetuación de la Encarnación, vida, muerte y

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32 Cfr. Jn 17, 3. 33 Ct 4, 12. 34 Ct 4, 12.

resurrección de Cristo, se está victimando enun grito sangriento de amor eterno e infinito.

Verbo del Padre, ¡cómo cantas en tu Igle-sia...! Toda ella está abrasada en el impetuosofuego del Espíritu Santo, está vestida de púrpu-ra real por la Sangre del Cordero de Dios que,brotando a raudales, se derrama por los Sacra-mentos sobre todos los hijos que quieren em-paparse en esa Sangre divina.

Iglesia mía, tú eres Cristo, y con Él, por Él yen Él, Sacerdote, Víctima y Altar; Sacrificio pe-renne que se ofrece para «que conozcan alPadre y a Jesucristo su enviado»32. Tú tienes lamisión maravillosa y divina de cantar, abrasadaen el fuego del Espíritu Santo, como fruto detu contemplación con el Padre, su Canción in-finita. Eres tú la que tienes que darnos el dog-ma vivo, en sabiduría amorosa, que en tu senode Madre se encierra, para vivificarnos a todos,dándonos la comida desmenuzada, según lostiempos, razas y capacidad de cada uno de tushijos.

Iglesia mía, ¡qué hermosa eres...! «Eres jardíncercado, hermana mía»33, que encierras en tucerca todo el ser de Dios, que, derramándose aborbotones en ti, divinizas a todas las almasque entran en tu Aprisco; «fuente sellada»34 con

el sello del Dios vivo y del Cordero, que ador-na y engalana tu frente de Reina.

Iglesia mía, tú siempre estás cantando laCanción que el Verbo ha puesto en tu seno. Túestás cantando, Iglesia mía, la vida divina portodos los confines de la tierra, que es la granmisión para la que el Verbo se encarnó y que ati, por Él, te fue encomendada.

Y esta Iglesia mía que es tan hermosa, tanfecunda, tan Señora, tan Reina y tan divina, esel orgullo de mi alma-Iglesia. ¡No tengo másalegría ni contento que ser hija de la Iglesia,porque sólo ella me hace hija de Dios, partíci-pe y heredera de su gloria!

Veo, en el seno de esta Santa Madre mía,unas cavernas abiertas, sin cicatrizar, sangran-do, esperando su llenura con la vuelta de unoshijos que, al marcharse, la dejaron herida, des-garrando sus entrañas amorosas. Y se fueronporque no conocieron a su Madre la Iglesia,porque, aunque fueron Iglesia y tal vez Iglesiadocente, no conocieron bien su ser de Iglesia.¡Si hubieran sabido lo que es ser Iglesia, y laverdad infinita y fecunda que se encierra en elseno de esta Santa Madre, y cómo la Iglesia losama y espera, y cómo se ha desgarrado, y dequé manera la han dejado herida, destrozada ymutilada, estos hijos, que fueron hijos predilec-

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35 Ct 1, 7.

36 Jer 2, 13. 37 Jn 7, 37; Ap 21, 6.38 Ct 1, 7.

39 Mt 16, 18a. 19. 40 Lc 22, 32.

tos de su seno amoroso y calentito, no se hu-bieran marchado de la Casa Paterna «extravián-dose tras los rebaños de sus compañeros»35!

Han salido de su seno de Madre porque noconocían la felicidad infinita que había en suseno, y porque nosotros, los que somos Iglesiay estamos cobijados bajo la Sede de Pedro, alno vivir hondamente sus riquezas, hemos des-figurado con nuestros fallos, inconsciencias, ti-biezas, cobardías, incluso traiciones, la faz her-mosa de esta Santa Madre.

Y ahora la Iglesia está como el padre del hi-jo pródigo, saliendo a su encuentro y atisban-do desde su altura divina, clamando desgarra-da, desconsolada y amargamente por el Vicariode Cristo en la tierra: «¡Unidad, Unidad...!».

¡Que vengan esos hijos que, separándose dela Casa Paterna, dejaron a la Madre Iglesia des-garrada, llorando su ausencia...!

Y la Iglesia, con sus entrañas de misericor-dia, derramándose en el amor del Espíritu San-to, sigue clamando, dispuesta a perdonar conla Sangre del Cordero a esos hijos que, yéndo-se del Aprisco del Buen Pastor, la dejaron cu-bierta con un manto de luto, con el cual ellacubre, disimulando, las cavernas abiertas que

esos hijos dejaron al abandonarla, llorandocon el Profeta: «¡Me dejaron a mí que soyFuente de aguas vivas, y se cavaron cisternas,cisternas rotas!»36; y con Cristo: «El que tengased que venga a mí y beba, que Yo le daré debalde del agua de la vida, que salta hasta la vi-da eterna»37.

Está clamando la Iglesia por el Santo Padre:¡Unidad! Está clamando, como en un grito dealarma: ¡Unidad!, porque ve en su divina mira-da que el enemigo confunde a las almas, dis-persando a las ovejitas del rebaño del BuenPastor. «Oh, dime, amado de mi alma, dóndepastoreas, dónde sesteas al mediodía, no ven-ga yo a extraviarme tras los rebaños de tuscompañeros»38.

¡Unidad!, está gritando el Verbo en el Senodel Padre y en el seno de su Iglesia por mediode Pedro, a quien Él mismo dijo al instituirla:«Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré miIglesia. A ti te doy las llaves del Reino de losCielos; todo lo que atares en la tierra será atadoen el Cielo, y lo que desatares en la tierra que-dará desatado en el Cielo»39. «Yo he rogado porti para que no desfallezca tu fe; y tú, una vezconvertido, confirma a tus hermanos»40.

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41 Mt 6, 9. 42 Mt 6, 10.

43 Os 2, 21. 44 Mt 6, 10. 45 1 Cor 2, 2. 46 Jn 10, 15.

Y este Pedro, que es el Santo Padre, estágritando desde el seno de Dios con el Verbo:¡Unidad de todas las ovejitas y de todos lospastores en su Aprisco...!

¡Unidad!, grita la Iglesia, rogando al Padre.

«Padre nuestro, que estás en los Cielos, san-tificado sea tu Nombre»41, conocido, amado yextendido por todos los confines de la tierra,vivido en su plenitud por todas las ovejitas delAprisco del Buen Pastor, y cantado y manifes-tado a todas las almas.

«Venga a nosotros tu Reino»42, por el cono-cimiento amoroso del tesoro de mi Iglesia, quees el Padre y el Espíritu Santo con Cristo yMaría habitando en ella, con todos los dones ycarismas que la misma Trinidad depositó en suseno el día que se desposó con ella «en justiciay amor»43.

«Hágase en la tierra tu voluntad»44 de unión,a imagen de tu unidad divina, de todos los que,habiendo salido del seno de la Iglesia, de una uotra manera se sienten Iglesia, y desean vivir,aunque dispersados de la Casa Paterna, el mis-terio de Cristo, que se nos da en toda su rea-lidad divina en el ánfora preciosa repleta y sa-turada de Divinidad de la Santa Madre Iglesiacatólica, Apostólica y bajo la Sede y el cobijo

de Pedro; el cual como buen Pastor, hecho unocon «Cristo y Éste crucificado»45, tiene que «darsu vida por sus ovejas»46.

Iglesia mía, estos hijos separados son losque tienen tus entrañas desgarradas con tus ca-vernas abiertas; esas cavernas que nadie sinoellos pueden llenar, y que estarán abiertas sincicatrizarse hasta su retorno.

Tienes otros hijos que, viviendo dentro detu mismo seno, son muertos ambulantes, cadá-veres flotantes, que hieren profundamente tusentrañas maternales, y son, Madre mía, aque-llos que, siendo hijos tuyos por el bautismo yla fe, viven en pecado mortal.

También tienes otros hijos que, estando engracia, no viven de la vida infinita que en tuseno se encierra, y son miembros enfermos yparalíticos.

Madre querida, veo que tienes una legiónde almas que son el pueblo escogido, la por-ción predilecta del rebaño del Buen Pastor.Son tus sacerdotes y almas consagradas; aque-llos que, de una manera eminente, «corrieronatraídos al olor de tus perfumes, porque sontus ungüentos suaves al sentido; es tu nombre

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47 Ct 1, 2-3. 48 1 Cor 13, 1. 49 Jer 31, 15. 50 Is 11, 9. 51 Mc 16, 15-16. 52 Mt 7, 15.

ungüento derramado, por eso te aman las vír-genes»47. Ésos en quienes Jesús ponía toda suesperanza y en quienes principalmente deposi-tó el tesoro y la misión de tu seno de Madre;ese tesoro que es lanzar a todas las almas la vi-da infinita que nuestro Padre Dios quiere dar-nos a través de tu faz de Iglesia, como prolon-gadora de la misma misión para la que se en-carnó tu Esposo.

Estos hijos tuyos, muchas veces, Iglesia mía,son «campana que retiñe»48. Porque las imper-fecciones voluntarias de muchas de las almasque están llamadas a ser continuadoras de lamisión de Cristo, ahogan con su vida raquíticay enfermiza la expansión de los latidos divinosde tu corazón de Madre, que quiere lanzar elpregón de amor eterno, que tu Esposo estáprolongando por ti durante todos los tiempos;para que todos tus hijos, viviendo su filiacióndivina, unidos con su Cabeza, Cristo Jesús, yMaría, la Madre de la Iglesia, formando elCristo Total, den a todas las almas la vida infi-nita que arde en el seno de la Trinidad.

Madre querida, Hija de Jerusalén, ¿quién po-drá consolar tu dolor...?

Eres «Raquel que está llorando sus hijosmuertos»49, esos hijos perdidos que se fueron

de la Casa Paterna; y, en tu Getsemaní, llorastambién la frialdad, tibieza y desamor de tus al-mas consagradas.

Iglesia mía, Nueva y Celestial Jerusalén, túestás en la cruz celebrando tu Misa perenneque ofreces por todas las almas para extender«el conocimiento de Yahvé por toda la tierracomo llenan las aguas el mar»50; y estás sufrien-do el desamor de muchas de tus almas consa-gradas…, de tus sacerdotes…; e incluso, a ve-ces, de algunos de los Sucesores de los Após-toles, a los cuales Jesús encomendó el pastoreode su Iglesia –«Id a todo el mundo y predicadel Evangelio a toda criatura. El que crea y sebautice, se salvará; el que no crea, se condena-rá. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio portodas partes, y el Señor actuaba con ellos yconfirmaba la Palabra con los signos que losacompañaban»51–; ya que hay entre tus Pasto-res, Iglesia Santa, quienes, por no conocerte a tibien, no recogen de tu seno la misión que elVerbo en ti depositó para continuarla durantetodos los tiempos; y los que, como Judas, sonpastores asalariados, «lobos rapaces, vestidoscon piel de oveja»52 y manso cordero, convir-tiéndose éstos en piedra de escándalo y ruinade las almas.

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53 Ct 1, 5a. 54 Ct 1, 15b.

Dios quiso darse al hombre, y Él mismo seencarnó. Y por este misterio, un gran prodigiose ha obrado entre Dios y su criatura, y es queel Pueblo de Dios se ha hecho tan divino, queuno de ellos es Dios; siendo Cristo el repre-sentante de todos sus hermanos, y siendo Él,por su divinidad, el Unigénito del Padre. Y asíse comprende que Cristo sea la Cabeza de to-da la Iglesia y que a toda ella se le llame «elCristo Total». Porque la Divinidad se ha unidocon la humanidad por la Encarnación delVerbo para darse al hombre y asociarlo a sí detal manera, que toda la Iglesia es el Cristo delPadre, abrasada en el amor del Espíritu Santo;por lo que la Divinidad se complace en suIglesia, aunque sea morena por los pecadosde sus hijos que así la han puesto: «Eres more-na pero hermosa, hija de Jerusalén»53, «tusojos son palomas»54, iluminada por la luz sa-piental del Espíritu Santo.

La Iglesia, porque es Cristo, es el habla deDios a los hombres, y lo que tiene que decir-les es la explicación del mismo Verbo que, porsu humanidad, se nos manifiesta en un roman-ce de amor en habla divina y humana. Por loque, cuando miro a mi Iglesia Santa, la veo in-jertada en la misma Divinidad por el Verbo,que mediante su humanidad, ha unido a sí a

todos los hombres, haciendo de todos ellos elCristo Total.

Dios quiere entregarse al hombre y crea unahumanidad en la cual todos sus hijos están in-jertados, y la une a sí en unión personal, y Éstees el Cristo Total, Cabeza y miembros.

Dios, en sí mismo, es donación de riquezainfinita que se da al Verbo, y Éste se retorna alPadre en el amor infinito del Espíritu Santo;siendo la vida de las tres divinas Personas unacomunicación de donación y retornación entresí. Dios mismo en sí, por sí y para sí, en sub-sistencia eterna de vida trinitaria, al ser dona-ción, exige respuesta infinita, estando total-mente descansado en su mismo seno, en sunecesidad de comunicación.

El fruto de la mirada del Padre es el Verbo;por eso cuando se mira hacia dentro, el Verboresponde, abrasado en el amor del EspírituSanto, a toda la donación que el Padre le da,teniendo recopilada en sí la donación infinitadel Padre.

El Padre mira hacia fuera y nos da el frutode su mirar, que es el Verbo. Pero, como sudonación tiene que ser respondida, y el Verboes la Respuesta infinita del Padre, el Verbo senos da en la Encarnación, recopila en sí a to-da la creación y, en el amor del Espíritu San-to, se retorna en respuesta al Padre. Aquí está

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55 Cfr. Ct 7, 3. 56 Jn 17, 20-21. 57 Ct 2, 14.

58 Cfr. 2 Pe 1, 4.59 Ct 5, 1.

60 Jn 10, 10. 61 Jn 17, 3.

también encerrado el gran misterio de laEncarnación con toda su prolongación, que esel Cristo Total, el cual ha de adherirse en to-dos sus miembros a su Cabeza que es el frutode la Mirada del Padre, y con Cristo, por Él yen Él, abrasados y abrazados en el amor delEspíritu Santo, retornarse a la Mirada infinitadel Padre, como respuesta de don a su dona-ción para con nuestras almas.

Hijos separados de la Iglesia, venid a su «se-no de Madre que es ánfora preciosa, en la queno falta el vino mezclado; y su vientre, acervode trigo rodeado de azucenas»55. Oíd la voz delBuen Pastor que está clamando: «Unidad», ex-presión de esa infinita unión de las tres divinasPersonas. «Que todos sean una sola cosa, comoTú, Padre, en mí y Yo en Ti, que ellos tambiénlo sean en nosotros, para que el mundo creaque Tú me has enviado»56.

Católicos todos, oíd la voz de vuestra SantaMadre Iglesia que os llama a compenetraroscon ella, a vivir de su vida divina. Oíd «su vozque es dulce»57 y suave al paladar de Dios; yaque su voz es la Canción infinita del Padre,deletreada en un romance de inédita ternurahacia la humanidad caída, para que ésta se re-torne al Amor Infinito y llene el fin para el

cual hemos sido creados, siendo hijos de Dios,herederos de su gloria y «partícipes de la vidadivina»58.

Oíd la voz del Unigénito de Dios, Encar-nado, que retiñe en el cántico infinito de laIglesia, que os invita amorosamente diciendo:«Venid a coger de mi mirra y de mi bálsamo, acomer de la miel virgen del panal, a beber demi vino y de mi leche, venid y embriagaos con-migo, carísimos»59.

Almas consagradas todas, sacerdotes deCristo, que, ungidos por el óleo suavísimo,símbolo de la Divinidad, como el aceite que,ungiendo la cabeza de Aarón se deslizó por surostro derramándose hasta la orla de sus vesti-duras, tenéis que ser óleo suavísimo que, ensobreabundancia de vuestra unción sacerdotal,deis a todas las almas esta vida que Cristo vinoa traernos, como Él dijo: «Yo he venido paraque tengan vida y la tengan en abundancia»60;«Y la vida eterna consiste en que te conozcana Ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo tuEnviado»61.

¿Sabemos, sacerdotes de Cristo, almas con-sagradas todas, miembros vivos y vivificantesdel Nuevo Pueblo de Dios por nuestra injer-ción en Cristo, que somos nosotros, por nues-

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tra vida de entrega, de renuncia, de olvido denosotros mismos, y especialmente por nuestravida de oración, los que tenemos que entrar,viviendo más íntimamente nuestro ser deIglesia, en una intimidad profunda con esePadre nuestro que Jesucristo vino a manifestar-nos, y arrancar la espina honda que taladrabasu alma cuando, a través del Evangelio, se que-ja dolorosamente clamando: «Ni me conocéis amí, ni conocéis a mi Padre...»62, «Padre justo, ¡yel mundo no te ha conocido!»; «Vino a los su-yos y los suyos no le recibieron»63?

Pero ¿cómo lo conseguirás, si, por tu escasavida de oración, no sabes de intimidad con elAmigo Divino, el cual te espera siempre? ¡Almaquerida, si al menos tú le escucharas, le amarasy supieras recibirle...!

Que seamos nosotros los íntimos de Jesús,para que, recibiéndole amorosamente, no nospueda decir, tal vez después de mucho tiem-po de vida sacerdotal o consagrada: «¡¿Tantotiempo estoy con vosotros y aún no me ha-béis conocido...?!» ¿No sabéis que «quien meve a mí ve al Padre»64...? «El Padre y Yo so-mos una misma cosa»65.

Sacerdote, alma consagrada, ¿sabes los lati-dos íntimos del alma de tu Cristo, que, palpitan-

62 Jn 8, 19.63 Jn 17, 25; Jn 1, 11.

64 Jn 14, 9. 65 Jn 10, 30.

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66 Cfr. Evagrio delPonto.

67 Jn 1, 5. 68 Jn 19, 28.

69 Jn 10, 10. 70 Jn 19, 30.

do en el alma de tu Iglesia y desgarrándola, estágritando: ¡Unidad!? Apóyate para ello, como SanJuan, sobre su pecho, pues «el que descansa so-bre Él será predicador de lo divino»66.

Tú, al menos, ¿eres jardín florido, huerto ce-rrado, que viviendo en intimidad con Cristo, notienes más movimientos en tu alma que los desu alma santísima, penetrando los dolorosos la-tidos que la laceraban hondamente? ¿Sabes queJesús, por ser el Verbo del Padre, lo que haceesencialmente, por razón de su Persona, es ex-presar en el seno de la Iglesia el secreto infini-to de la vida divina?

Él, muriendo en la cruz, reventando en san-gre, dio el grito máximo de amor infinito.

Y se desgarraron sus entrañas de dolor al verel desamor de las almas, porque «la Luz vino alas tinieblas y las tinieblas no la recibieron»67; yentre ellas, muchas de sus almas consagradas,por lo que clamaba: ¡«Tengo sed»68 de comuni-carles la vida divina «en abundancia...»69! Y de-positando en su Iglesia Católica y Apostólica, ci-mentada en la Roca de Pedro, la misión para laque Él se encarnó, dio el grito supremo de amoreterno hacia el Padre y hacia los hombres cla-mando: «Todo está consumado»70.

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71 Ct 1, 4. 72 Ct 2, 2.

73 Ct 2, 4. 74 Ct 2, 14.

75 Ct 1, 15.

Volviendo al Padre, de donde había salido,se derramó en sus Apóstoles, e iluminándoles,los abrasó en el fuego del Espíritu Santo, elcual los hizo romper en palabra de fuego. Yaquel día de Pentecostés las tres divinas Perso-nas, abalanzándose sobre su Iglesia naciente,la enjoyaron y engalanaron.

Iglesia mía, ¡qué hermosa eres...! «¡Llévanostras de ti, corramos; introdúcenos en la cáma-ra del Rey, y nos gozaremos y regocijaremoscontigo y cantaremos tus amores más suavesque el vino!»71.

¡Qué hermosa eres...! «Como lirio entre loscardos es mi amada entre las doncellas»72. «SuAmado la ha llevado a la sala del festín, y la ban-dera que contra ella alzó es bandera de amor»73.

¡Oh, Iglesia mía!, te decimos con el Esposo:«Danos a ver tu rostro, danos a oír tu voz»74,que tu voz es suave, porque es la del Verbo, ytu rostro es amable, porque refleja a la mismaDivinidad. «Tus ojos son palomas»75 cuyos di-vinos rayos, desde el corazón de tus Apóstoles,reverberaban en todas las almas la misma luz yamor que es Dios.

Iglesia mía, Madre amada, recreo y compla-cencia del mismo Dios, ¡avanza triunfante! Eres«torre fortificada contra el enemigo»76, «eresfuente sellada, huerto cerrado, jardín florido»77.Eres «como un ejército en batalla»78, dispuestaa enloquecer a Dios de amor.

¡Avanza!, que nosotros, unidos a tu Cabezavisible, cantaremos la alegría eterna de tu senode Madre, entrando por ti en el regazo denuestro Padre Dios, y en él viviremos de CristoJesús, el cual, por medio de María, nos cantósus amores y los tuyos en tus brazos materna-les; y abrasando a todas las almas en el fuegodel Espíritu Santo, daremos un grito de ¡Uni-dad!, viviendo para que se forme «un soloRebaño y un solo Pastor»79.

¡Iglesia mía!, ¡qué hermosa eres…! ¡Cuántote amo!

76 Sal 60, 4. 77 Ct 4, 12.

78 Ct 6, 4. 79 Jn 10, 16.

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13-1-1970

AUNQUE TE HAYA VISTO TRISTE

Aunque te haya visto triste, morena y desencajada, ocultándote en tu luto y en tierra abofeteada; tras tu tristeza y tu angustia, tras tu entraña desgarrada, apercibo en tus pupilas, en tu profunda mirada, una luz tan infinita que me deja subyugada.

Es la mirada del Verbo que, en centelleantes llamas, revienta por tus pupilas en sapientales palabras; expresando en un concierto de melodías sagradas, las perfecciones eternasdel que en tu seno remansa.

Aunque en mi oración, a veces, te vea tan ultrajada, siempre trasunto en tu vida la riqueza que te embarga,

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las Aguas en que te anegas, al mirarte en tu mirada.

Iglesia, ¡cómo te veo...!: ¡tan divina como humana!,siendo el Verbo el que se expresacuando tu canción proclamas;mientras que yo te contemplotoda en tu ser impregnadade eterna sabiduríapor tu divina Palabra;llena de infinitos dones y en caridad repletadacuando te miro en tu hondura, aunque me ocultes tu cara.

Y aunque te quieras mostrar a mi ser tan ultrajada, tirada en tierra y llorosa, jadeante y encorvada, tú sabes que te conozco; y que, por muy humillada que ante mí tú te presentes, veo en tu pena callada al Esposo que, en tu seno, descansado, se remansa.

Pues aunque sé que estás triste y en tus miembros desterrada, también sé que eres gloriosa en la Fiesta del que amas.

Iglesia, ¡qué hermosa eres...! cual Esposa engalanada,rodeada de los hijos que, llegando en la mañana al día eterno de Dios, en su festín te regalan. Y «allí», sin velo de luto, sin tu faz desencajada, sin tu mirada entre llanto, con tus sienes coronadas, te veo fluyendo en Luz de rompientes cataratas, abrasada y reposando en el pecho del que amas.

Son tus mejillas luceros por donde el Sol se derrama, como volcán encendido en refrigerantes llamas.

Te veo llena de hijos, como virgen desposada, palpitante y rebosando, cual Esposa enamorada, del manantial infinito de la dicha que en ti mana.

Iglesia, ¡eres la misma...!, aunque te vea tirada, aunque me pidas ayuda...

Y aunque me ocultes tu cara, envolviéndote en tu manto

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cual mujer abandonada, yo sé mirar en tu angustia la hermosura que te embarga,la belleza del Dios vivo que, tras tus noches, me habla.

Por eso, cuando te miro en esta tierra manchada, y te quieren destronar, aunque nunca lo lograran, mi alma revienta en llanto por tu dolor anegada, ante el amor que te tengo y la unión que a ti me abraza, en medio de la tiniebla de densas noches cerradas y repletas de dolor en que te mira mi alma...

Iglesia, ¡ponte de pie! ¡y descúbrete tu cara! ¡Tira tu velo de luto!, ¡preséntate repletada!, ¡y aplasta con tu poder, con la luz de tu mirada, la soberbia que te escupe en tus mejillas sagradas...!

¡Levántate, Iglesia!, ¡pronto!, ¡que la confusión avanza

y se asustan los pequeños con la doctrina que engaña!

¡Descúbrete pronto, Iglesia!, ¡y con tu fuerza arrebata los corazones sencillos; al mismo tiempo que aplastas la soberbia de los grandes con tu divina Palabra...!

¡Levántate, Iglesia!, ¡no tardes!, ¡hoy te lo implora mi alma!, que si me pides ayuda, todo mi ser está en guardia, esperando que Dios hable diciéndome su palabra.

Yo iré donde Él me mande, yo correré sin tardanza, ¡pero no te quiero ver con tu faz desencajada, tirada en tierra y llorosa, jadeante y encorvada...!

¡Tira tu velo de luto!, ¡anda, Iglesia, Madre amada!, y muéstrame nuevamente por tu infinita Palabralas riquezas del Excelso, la belleza que te embarga,como Esposa del Dios vivoque tras tus noches me habla...

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Anda, Iglesia, ¡no te tardes!, que mi alma está enceladapor la gloria del Coeterno y de su Esposa ultrajada; y si le pides ayuda, ¡con su milicia está en guardia!

16-11-1964

PEREGRINA EN TIERRA EXTRAÑA

Peregrina en tierra extraña voy por la vida sufriendo,a todos voy sonriendocon la tristeza en el alma.

Mi país no es el destierro,sólo en Dios mi ser descansa,y en su espera noche y díajadeante está mi alma,penando por encontrarmeya para siempre en mi Casa.

El verdadero rostro de la Iglesia Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia