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El Último Deseo - Andrzej Sapkowski

Nov 06, 2015

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Gustavo David

primer libro de la saga.
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  • Geralt de Rivia, brujo y mutante sobrehumano, se ganala vida como cazador de monstruos en una tierra de ma-gia y maravilla: con sus dos espadas al hombro la deacero para hombres, y la de plata para bestias dacuenta de estriges, mantcoras, grifos, vampiros, quimer-as y lobisomes, pero slo cuando amenazan la paz.Irnico, cnico, descredo y siempre errante, sus pasos lellevan de pueblo en pueblo ofreciendo sus servicios, hal-lando las ms de las veces que los autnticos monstruosse esconden bajo rostros humanos. En su caminosortear intrigas, elegir el mal menor, debatir cues-tiones de precio, hollar el confn del mundo y realizarsu ltimo deseo: as comienzan las aventuras del brujoGeralt de Rivia.

  • Andrzej Sapkowski

    El ltimo deseoGeralt de Rivia Libro I

  • Ttulo original: Ostatnie yczenieAndrzej Sapkowski, 1993Traduccin: Jos Mara Faraldo

  • La voz de la razn 1

    Vino a l al romper el alba.Entr con mucho cuidado, sin decir nada, caminando silen-

    ciosamente, deslizndose por la habitacin como un espectro,como una visin, el nico sonido que acompaaba sus movimien-tos lo produca el albornoz al rozar la piel desnuda. Y sin em-bargo, justo este sonido tan dbil, casi inaudible, despert albrujo. O puede que slo le sacara de una duermevela en la que seacunaba montono, como si estuviera en las profundidades in-sondables, colgando entre el fondo y la superficie de un mar encalma, entre masas de sargazos ligeramente movidos por las olas.

    No se movi, no pestae siquiera. La chica se acerc, se quitel albornoz despacito, vacilando apoy la rodilla doblada en elborde de la cama. l la observ por debajo de las pestaas casicerradas, fingiendo que an dorma. La muchacha se subi concuidado al lecho, encima de l, apretndole entre sus muslos.Apoyada en los brazos abiertos le roz ligeramente el rostro conunos cabellos que olan a manzanilla. Decidida y como impa-ciente, se inclin, toc con la punta de sus pechos sus prpados,sus mejillas, su boca. l se sonri, asindola por los hombros conun movimiento muy lento, muy cuidadoso, muy delicado. Ella seirgui, huyendo de sus dedos, resplandeciente, iluminada, di-fuminado su brillo en la claridad nebulosa del amanecer. l semovi, manteniendo la presin de ambas manos le impeda

  • suavemente cambiar de posicin. Pero ella, con movimientos decaderas muy decididos, le exigi respuesta.

    l respondi. Ella ces de intentar escaparse de sus manos,ech la cabeza hacia atrs, dej caer sus cabellos. Su piel estabafra y era sorprendentemente lisa. Los ojos que contempl cuandoacerc el rostro a su rostro eran grandes y oscuros como los ojosde una ninfa. El balanceo le sumergi en un mar de manzanillaque le agitaba y le murmuraba, embargndole de paz.

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  • El brujo

    IDespus dijeron que aquel hombre haba venido desde el norte

    por la Puerta de los Cordeleros. Entr a pie, llevando de las rien-das a su caballo. Era por la tarde y los tenderetes de los cordelerosy de los talabarteros estaban ya cerrados y la callejuela se encon-traba vaca. La tarde era calurosa pero aquel hombre traa un ca-pote negro sobre los hombros. Llamaba la atencin.

    Se detuvo ante la venta del Viejo Narakort, se mantuvo de pieun instante, escuch el rumor de las voces. La venta, como de cos-tumbre a aquella hora, estaba llena de gente.

    El desconocido no entr en el Viejo Narakort. Condujo elcaballo ms adelante, hacia el final de la calle. All haba otrataberna, ms pequea, llamada El Zorro. Estaba casi vaca.Aquella taberna no gozaba de la mejor fama.

    El ventero sac la cabeza de un cuenco con pepinillos en vina-gre y dirigi su mirada hacia el husped. El extrao, todava con elcapote puesto, estaba de pie frente al mostrador, rgido, inmvil,en silencio.

    Qu va a ser?Cerveza dijo el desconocido. Tena una voz desagradable.El posadero se limpi las manos en el delantal de tela y llen

    una jarra de barro. La jarra estaba desportillada.

  • El desconocido no era viejo, pero tena los cabellos completa-mente blancos. Por debajo del abrigo llevaba una rada almilla decuero, anudada por encima de los hombros y bajo las axilas.Cuando se quit el capote todos se dieron cuenta de que llevabauna espada en un cinturn al dorso. No era esto extrao, pues enWyzima casi todos portaban armas, pero nadie acostumbraba a ll-evar el estoque a la espalda como si fuera un arco o una aljaba.

    El desconocido no se sent a la mesa, entre los escasos cli-entes, continu de pie delante del mostrador, apuntando hacia elposadero con ojos penetrantes. Bebi un trago.

    Posada busco para la noche.Pues no hay refunfu el ventero mirando las botas del cli-

    ente, sucias y llenas de polvo. Preguntad acaso en el ViejoNarakort.

    Preferira aqu.No hay. El ventero reconoci al fin el acento del descono-

    cido. Era de Rivia.Pagar bien dijo el extrao muy bajito, como inseguro.Justo entonces fue cuando comenz toda esta abominable his-

    toria. Un jayn picado de viruelas, que no haba apartado sulgubre mirada del extrao desde el momento mismo de su en-trada, se levant y se acerc al mostrador. Dos de sus camaradasse quedaron por detrs, a menos de dos pasos.

    Ya te han dicho que no hay sitio, bellaco, rivio vagabundo!gargaje el picado de pie junto al desconocido. No necesit-amos gente como t aqu, en Wyzima, sta es una ciudad decente!

    El desconocido tom su jarra y se apart. Mir al ventero, peroste evit sus ojos. No se le ocurrira defender a un rivio. Al fin yal cabo, a quin le gustaban los rivios?

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  • Todos los rivios son unos ladrones continu el picado, de-jando un olor a cerveza, ajo y rabia. Escuchas lo que te digo,degenerado?

    No te oye. Tiene boigas en las orejas dijo uno de los queestaban detrs. El otro se ri.

    Paga y lrgate vocifer el caracaado.El desconocido le mir por primera vez.Cuando termine mi cerveza.Te vamos a echar una mano gru el jayn. Arranc la

    jarra de las manos del rivio y al mismo tiempo, agarrndole porlos hombros, clav los dedos en las correas de cuero que cruzabanel pecho del extrao. Uno de los de detrs prepar el puo paragolpearle. El extrao se revolvi en su sitio, haciendo perder elequilibrio al picado. La espada silb en el aire y brill un mo-mento a la luz de las lamparillas. Hubo una agitacin. Gritos. Unode los otros parroquianos se precipit hacia la salida. Una sillacay con un crujido, la loza de barro se desparram por el suelocon un chasquido sordo. El ventero, con los labios temblando,mir a la destrozada cara del picado, cuyos dedos aferrados alborde del mostrador se iban desprendiendo, desapareciendo de lavista como si se hundiera en el agua. Los otros dos estaban ten-didos en el suelo. Uno inmvil, el otro retorcindose de dolor yagitndose en un charco oscuro que creca rpidamente. En elambiente vibr, hiriendo los odos, un agudo e histrico grito demujer. El ventero, asustado, tom aliento y comenz a vomitar.

    El desconocido retrocedi hasta la pared. Encogido, tenso,alerta. Sujetaba la espada con las dos manos, agitando la punta enel aire. Nadie se mova. El miedo, como un viento helado, cubralas caras, soldaba los miembros, cegaba las gargantas.

    Un piquete de la ronda, compuesto por tres guardias, entr enla venta con estruendo. Deba de haber estado cerca. Para el

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  • servicio llevaban porras envueltas en tiras de cuero pero, al ver loscuerpos, echaron mano con rapidez a los estoques. El rivio peg laespalda contra la pared y con la mano izquierda sac un estiletede la bota.

    Tira eso! vocifer uno de los guardias con la voztemblona. Tralo, canalla! Te vienes con nosotros!

    Otro guardia dio una patada a la mesa que le impeda acer-carse al rivio por detrs.

    Ve a por refuerzo, Treska! grit al tercero, que estaba mscerca de la puerta.

    No hace falta dijo el extrao, bajando la espada. Ir pormi propio pie.

    Claro que vienes, hijo de perra, pero encadenado le in-crep el que estaba temblando. Arroja la espada o te rompo lacrisma!

    El rivio se enderez. Con rapidez, coloc la hoja debajo de laaxila izquierda y con la mano derecha elevada hacia arriba, en dir-eccin a los guardias, marc en el aire un rpido y complicado si-gno. Comenzaron a brillar los numerosos gemelos situados en lasvueltas de los puos, unos puos largos hasta los codos del caftnde cuero.

    Los guardias se retiraron, protegindose los rostros con susantebrazos. Uno de los parroquianos dio un salto, otros, de nuevo,se acercaron a la puerta, la mujer volvi a gritar, salvajemente,con estridencia.

    Ir por mi propio pie repiti el desconocido con una ex-traa voz metlica. Y vosotros tres por delante, llevadme al cor-regidor. Desconozco el camino.

    S, seor barbot el guardia, dejando caer la cabeza. Semovi hacia la puerta, inseguro. Los dos restantes salieron detrsde l, apresurados. El extrao sigui sus pasos, guardando la

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  • espada en su vaina y el estilete en la bota. Cuando pasaban lasmesas, los clientes escondan los rostros entre los gorgueros de losjubones.

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  • II

    Velerad, corregidor de Wyzima, reflexionaba sobre la cuestinmientras se rascaba la barbilla. No era supersticioso ni cobarde,pero no le agradaba quedarse con el albino a solas. Se decidi porfin.

    Salid orden a los guardias. Y t sintate. No, no aqu,all, ms lejos, si te parece.

    El desconocido se sent. No tena ya ni la espada ni el capotenegro.

    Escucho dijo Velerad, jugueteando con una pesada mazaque estaba sobre la mesa. Soy Velerad, corregidor de Wyzima.Qu me has de decir, seor bandido, antes de que te mande a lamazmorra? Tres muertos, intento de lanzar un hechizo, no estmal, nada mal. Tales crmenes se castigan aqu en Wyzima conempalamiento. Pero como soy una persona justa, te escucharantes. Habla.

    El rivio se desabroch la almilla, sac de debajo de ella un per-gamino de blanca piel de cabrito.

    Clavis esto en las tabernas y en los cruces de caminos dijocon voz queda. Es verdad lo que pone aqu?

    Aj murmur Velerad, contemplando las runas escritas enla piel. As que es eso. Que no me haya dado cuenta de ello en-seguida! As es, la verdad de las verdades. Est firmado porFoltest, rey de Temeria, Pontar y Mahakam. Lo que quiere decir

  • que es cierto. Pero las proclamas son proclamas y la ley es la ley.En Wyzima soy yo quien guarda de la ley y del orden! No consi-ento que se mate a nadie! Entiendes?

    El rivio asinti con la cabeza en seal de que entenda. Veleradresopl rabiosamente.

    Tienes la divisa de brujo?El desconocido rebusc de nuevo dentro del caftn, extrajo un

    medalln redondo en una cadena de plata. El medalln tena elgrabado de una cabeza de lobo mostrando las fauces abiertas.

    Tienes nombre? Da igual el que sea, no te pregunto porcuriosidad, slo para hacer ms fcil la conversacin.

    Me llamo Geralt.Sea pues Geralt. De Rivia, como concluyo por tu acento?De Rivia.Bien. Sabes, Geralt? Tmatelo con calma. Velerad seal

    la proclama con la mano abierta. Es un asunto serio. Ya lo hanintentado muchos. Esto, hermano, no es lo mismo que rebanarleel pescuezo a un par de bravucones.

    Lo s. Es mi oficio, corregidor. Est escrito: recompensa detres mil ducados.

    Tres mil. Velerad hizo una mueca. Y la princesa como es-posa, aunque nuestro amado Foltest no lo haya aadido.

    No estoy interesado en la princesa dijo tranquilo Geralt.Estaba sentado, inmvil, con las manos sobre las rodillas. Estescrito: tres mil.

    Qu tiempos, Seor! refunfu el corregidor. Quasquerosos tiempos! Hace slo veinte aos, a quin se le iba aocurrir, ni siquiera borracho, que pudiera haber tales profe-siones? Brujos! Trashumantes cazadores de basiliscos! Asesinosambulantes de dragones y utopes! Geralt? En tu gremio se ospermite beber?

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  • Por supuesto.Velerad dio una palmada.Cerveza! grit. Y t, Geralt, sintate ms cerca. Qu ms

    me da.La cerveza estaba fra y espumosa.Vivimos tiempos asquerosos monologaba Velerad mien-

    tras daba sorbos de la jarra. Pululan por ah todo tipo de por-queras. En Mahakam, en las montaas, hormiguean los bo-bolakos. Antes en los bosques aullaban los lobos y ahora, sin irms lejos, hay espectros, borowikis de esos, lobisomes y otras bas-uras. En las aldeas, las nyades y las plaideras roban nios, lomenos ciento llevan ya. Monstruos de los que nadie haba odohaca tiempo, se le ponen a uno los pelos de punta. Y encima estopara acabar de rematarlo! Empuj el rollo de pergamino por en-cima de la mesa. No es de extraar, Geralt, que haya tanta de-manda de vuestros servicios.

    Esto es una proclama real, corregidor. Geralt levant lacabeza. Conocis ms detalles?

    Velerad se ech para atrs en su silla, puso las manos sobre labarriga.

    Detalles, dices? Los conozco. No de primera mano, pero defuentes bien informadas.

    De eso se trata.Eres obstinado. Como quieras. Escucha. Velerad dio un

    trago de cerveza, baj la voz. Nuestro amado Foltest, cuandoan era prncipe, en el reinado del viejo Medell, su padre, nos en-se de lo que era capaz, y era capaz de mucho. Contbamos conque se le pasara con la edad. Y hete aqu que poco antes de sucoronacin, justo poco despus de la muerte del viejo rey, Foltestse super a s mismo. Todos nos quedamos boquiabiertos. En po-cas palabras: le hizo un hijo a su propia hermana Adda. Adda era

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  • ms joven que l, siempre estaban juntos, pero nadie se lo podaimaginar, bueno, quizs la reina. Rpidamente: nos damoscuenta, y aqu Adda con una tripa as, y Foltest comienza a hablarde boda. Con la hermana, te das cuenta, Geralt? La situacin sevolvi crtica de la leche, porque justo entonces a Vizimir de Novi-grado se le ocurri querer casar a su Dalka con Foltest y envi unembajador, y entonces tuvimos que agarrar al rey de las manos yde los pies porque quera insultar y golpear a los mensajeros. Loconseguimos, y menos mal, porque si Vizimir se hubiera enfadadonos habra sacado los hgados. Despus, no sin la ayuda de Adda,que tena influencia sobre su hermano, conseguimos quitarle de lacabeza al rapaz la idea de una boda inmediata. Bueno, y luegoAdda dio a luz en la fecha prevista, y cmo! Ahora estate atentoporque la cosa empieza. A aquello que naci no lo vio muchagente, pero una comadrona se tir por la ventana de la torre y semat, y la otra perdi el seso y hasta el da de hoy sigue grillada.Por ello juzgo que el bastardo no deba de ser especialmente en-cantador. Era una nia. De todas formas muri enseguida, nadie,en cualquier caso, se haba dado mucha prisa en anudarle elcordn umbilical. Adda, por suerte, no sobrevivi al parto. Yluego, hermano, Foltest cometi de nuevo otra estupidez. Habraque haber quemado a la bastarda, qu s yo, o haberla enterradoall en algn despoblado, y no guardarla en un sarcfago en lossubterrneos del alczar.

    Demasiado tarde ahora para discutirlo. Geralt levant lacabeza. En cualquier caso, habra que haber llamado a algn Sa-bio Encantador.

    Te refieres a esos engaabobos con estrellitas en lascapuchas? Pues claro, acudieron a docenas, pero despus, cuandoapareci lo que est dentro del sarcfago. Y lo que se arrastrafuera de l por las noches. Y no empez a salir desde el principio,

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  • claro que no. Despus del entierro tuvimos siete aos de tranquil-idad. Hasta que una noche, con la luna llena, algazara en el pala-cio, gritero, jaleo. Para qu hablar ms, sabes de lo que se trata,has ledo la proclama tambin. La cra se haba desarrollado en sutumba, y bastante adems, y los dientes le crecan a ojos vista. Enuna palabra, una estrige. Una pena que no hayas visto loscadveres, como yo. Seguro que dejaras a un lado Wyzima dandoun buen rodeo.

    Geralt no dijo nada.Entonces continu Velerad, como te dije, Foltest con-

    voc a toda una manada de encantadores. Vociferaron el uno de-trs del otro, por poco no se pegaron con esos garrotes que llevan,seguramente para espantar a los perros cuando alguien los azuzacontra ellos. Y me da la sensacin de que les echan los perros reg-ularmente. Perdname, Geralt, si tienes una opinin distinta delos hechiceros, seguro que la tienes, dada tu profesin, pero param no son otra cosa ms que gorrones e idiotas. La gente confams en vosotros, los brujos; sois, por as decirlo, ms concretos.

    Geralt se sonri, no dijo nada.Pero, al grano. El corregidor fue hasta un barril, ech ms

    cerveza al rivio y a s mismo. Algunos de los consejos de loshechiceros no parecan nada estpidos. Uno propuso la quema dela estrige, junto con el alczar y el sarcfago, otro aconsej cor-tarle la cabeza con una laya, el resto era partidario de clavar es-tacas de abedul en diversas partes del cuerpo, por supuesto deda, cuando la diablesa durmiera en su tumba, cansada de sus es-capadas nocturnas. Sin embargo haba uno, un eremita giboso, unnecio que llevaba un gorro de cucurucho sobre un crneo com-pletamente calvo. A ste se le ocurri que se trataba de un hech-izo, que se poda romper y que la estrige volvera a ser de nuevo lahija de Foltest, hermosa como una pintura. Tan slo haba que

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  • aguantar en la cripta toda una noche y hala, listos. Despus de de-cir esto, te imaginas, Geralt, vaya un mentecato que sera, semeti en el alczar a pasar la noche. Como te ser fcil adivinar,no qued mucho de l, ni siquiera el gorro ni la vara. Pero Foltestse aferr a esta idea como a un clavo ardiendo. Prohibi cualquierintento de matar a la estrige y trajo a Wyzima a los charlatanes delos ms remotos rincones del pas para que transformaran a la es-trige en una princesa. stos s que eran pintorescos. Una ta son-ada, un cojo, tan sucios, hermano, tan piojosos, daban pena. No, yvenga a echar encantos, sobre todo encima de no s qu barreosy jarras. Por supuesto, Foltest o el consejo desenmascararon rpi-damente a varios, incluso colgaron a un par de ellos de las almen-as, pero a muy pocos, a demasiado pocos. Yo los hubiera colgadoa todos. El que la estrige, entretanto, se devorara cada da a al-guien ms, no prestando atencin a los estafadores y sus hechizos,creo que no tengo ni que decirlo. Ni tampoco que Foltest ya noviva en el alczar. Nadie viva ya all.

    Velerad hizo una pausa, dio un trago de cerveza. El brujocallaba.

    Y esto contina, Geralt, desde hace seis aos, porque elbicho naci hace unos catorce. Entretanto hemos tenido algunasotras preocupaciones, porque nos peleamos con Vizimir de Novi-grado, pero por razones comprensibles y honestas, se trataba dedesplazar algunos mojones fronterizos y no de yo qu s qu hijaso qu uniones. Foltest, dicho sea de paso, comienza ya a hablar dematrimonio y mira los retratos enviados por los palacios vecinos,cuando antes simplemente los hubiera tirado a la letrina. Pero devez en cuando le invade de nuevo su mana y enva jinetes a bus-car otros hechiceros. E incluso ofreci un premio, tres mil, lo quehizo que se reunieran unos cuantos chiflados, caballeros an-dantes, y hasta un pastorcillo, cretino bien conocido por todos

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  • estos alrededores, que en paz descanse. Y a la estrige le va muy bi-en. Slo que de vez en cuando se come a alguien. Se puede unoacostumbrar a todo. Y al menos sacamos algn provecho de estoshroes que intentan desencantarla, porque la bestia se atiborra ensu rincn y no pindonguea fuera del alczar. Y Foltest tiene unpalacio nuevo, bien bonito.

    Durante seis aos. Geralt levant la cabeza. Duranteseis aos no hubo quien solucionara el problema?

    Y no. Velerad mir al brujo fijamente. Porque segura-mente el problema no tiene solucin y hay que resignarse a ello.Me refiero a Foltest, nuestro amado y benvolo seor, el cual to-dava contina mandando clavar esas proclamas en las encru-cijadas de los caminos. Slo que, de alguna manera, cada vez haymenos voluntarios. ltimamente, es cierto, hubo uno, pero queralos tres mil por adelantado. As que le metimos en un saco y leechamos al lago.

    No faltan pcaros.No, no faltan. De hecho, ms bien sobran asinti el corre-

    gidor sin desviar la mirada del brujo. Por eso, si vas al palacio,no pidas dinero por adelantado. Si es que vas a ir.

    Voy a ir.Bueno, es asunto tuyo. Sin embargo, no olvides mi consejo.

    Y ya que hablamos de la recompensa, ltimamente se ha empez-ado a hablar de su segunda parte, como te he mencionado antes.La mano de la princesa. No s a quin se le ocurri, pero si la es-trige tiene el aspecto que se dice, se trata de una broma bastantepesada. No obstante, no faltaron idiotas que se fueron al palacio agalope en cuanto cundi la noticia de que haba una oportunidadde entrar dentro de la familia real. En concreto, dos aprendices dezapatero. Por qu los zapateros son tan tontos, Geralt?

    No lo s. Y brujos, corregidor? Lo han intentado?

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  • Algunos hubo, cmo no? Normalmente, cuando es-cuchaban que haba que desencantar a la estrige en vez dematarla, encogan los hombros y se marchaban. Por eso tambinaument mi respeto por los brujos, Geralt. Bueno, y luego vinouno, ms joven que t, no me acuerdo de su nombre, si es quelleg a decirlo. Aqul lo intent.

    Bien, y qu?Nuestra dentuda princesa dispers sus tripas a lo largo de

    una buena distancia, como de medio tiro de arco.Geralt balance la cabeza.Eso fue todo?Hubo uno ms.Velerad call durante un momento. El brujo no le apremi.S dijo por fin el corregidor. Hubo uno ms. Al principio,

    cuando Foltest le amenaz con la horca si mataba o hera a la es-trige, se ri y comenz a hacer las maletas. Pero luego

    Velerad de nuevo baj la voz casi hasta convertirla en un su-surro, mientras se inclinaba sobre la mesa.

    Luego se puso manos a la obra. Sabes, Geralt, hay aqu enWyzima un par de personas razonables, incluso en puestos eleva-dos, a los cuales todo este asunto les repugna. Hay rumores deque estas personas convencieron al brujo en secreto de que no seentretuviera con ninguna ceremonia ni ningn sortilegio, mataraa la estrige y le dijera al rey que el hechizo no haba funcionado,que la nia se haba cado por las escaleras, en fin, que haba ten-ido lugar un accidente de trabajo. El rey, por supuesto, se enfure-cera, pero todo vendra a dar en que no pagara ni un ducado derecompensa. El pcaro del brujo dijo que si era sin cobrar, quefuramos nosotros mismos a matar a la estrige. Bueno, y qu sepoda hacer Nos enfadamos, regateamos un poco Pero no salinada de todo esto.

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  • Geralt levant las cejas.Nada, digo afirm Velerad. El brujo no quiso ir en-

    seguida, la primera noche. Anduvo un poco, ech un vistazo, de-ambul por los alrededores. Por fin, dicen, vio a la estrige, segura-mente en accin, porque la bestia no se arrastra de su cripta slopara estirar las piernas. La vio, digo, y aquella misma noche selarg. Sin despedirse.

    Geralt levant el labio superior en un gesto que con toda prob-abilidad quera ser una sonrisa.

    Estas personas tan razonables habl seguramente tienentodava el dinero. Los brujos no cobran por adelantado.

    Claro dijo Velerad, por supuesto que lo tienen.Los rumores no dicen cunto es?Velerad mostr los dientes.Unos dicen que ochocientosGeralt neg con la cabeza.Otros murmur el corregidor hablan de mil.No es mucho, si tenemos en cuenta que los rumores todo lo

    exageran. Al fin y al cabo el rey da tres mil.No olvides a la prometida se mof Velerad. Pero, de qu

    hablamos? Est claro que no conseguirs los tres mil.Por qu est claro?Velerad dio un puetazo sobre la mesa.Geralt, no te cargues la imagen que tengo de los brujos!

    Esta historia ya dura seis aos y pico! La estrige acaba con mediocentenar de personas al ao, ahora algo menos, porque todos semantienen alejados del alczar. No, hermano, yo creo en los hech-izos, he visto ms de uno y creo, hasta cierto punto, por supuesto,en las capacidades de magos y brujos. Pero ese desencantamientoes una tontera, ideada por un viejo giboso y lleno de mocos quese volvi tonto perdido de tanto comer comida de eremita, una

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  • tontera en la que no cree nadie. Exceptuando a Foltest. No, Ger-alt. Adda dio a luz a una estrige porque se acost con su propiohermano, sta es la verdad y ningn sortilegio puede hacer nada.La estrige devora personas como todas las estriges y hay quematarla, simple y llanamente. Escucha, hace dos aos unos palur-dos de un pueblo en el culo del mundo, all por Mahakam, a losque un dragn se les coma las ovejas, se fueron todos juntos, se locargaron a estacazos y ni siquiera vieron necesario jactarse deello. Y nosotros, aqu en Wyzima, esperamos a que suceda un mil-agro, echamos el cerrojo a las puertas cada luna llena o atamos alos criminales a un palo delante del alczar, contando con que labestia se los coma y vuelva a su tumba.

    No es un mal mtodo sonri el brujo. Se ha reducido lacriminalidad?

    Ni pizca.Cmo voy al palacio se nuevo?Te acompaar personalmente. Qu pasa con lo propuesto

    por las personas razonables?Corregidor dijo Geralt. Por qu apresurarse? Acaso

    pueda ocurrir de verdad un accidente de trabajo, independiente-mente de mis intenciones. Entonces, las personas razonablesdebieran pensar en cmo salvarme de la clera del rey y tambinpreparar esos mil quinientos ducados de los que hablan losrumores.

    Eran mil.No, seor Velerad contest el brujo con firmeza. Aqul a

    quien le disteis mil huy ante la vista de la estrige, ni siquiera reg-ate. Esto quiere decir que el riesgo es mayor que mil. Y yaveremos si no es mayor que mil quinientos. Por supuesto, si esmayor, yo me ir.

    Velerad se rasc la cabeza.

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  • Geralt? Mil doscientos?No, corregidor. No es un trabajo fcil. El rey da tres, y debo

    deciros que a veces desencantar es ms fcil que matar. Al fin y alcabo, cualquiera de mis antecesores hubiera matado a la estrige sihubiera sido tan fcil. Pensis que se dejaron devorar sloporque tenan miedo del rey?

    Vale, hermano. Velerad afirm tristemente con lacabeza. Trato hecho. Pero delante del rey ni po sobre posiblesaccidentes de trabajo. Te lo aconsejo de corazn.

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  • III

    Foltest era delgado, tena un rostro hermoso, demasiado her-moso. El brujo calcul que no tena todava cuarenta aos. Estabasentado en un sitial esculpido en madera negra, los pies dirigidoshacia la chimenea, delante de la que se calentaban dos perros.Junto a l, sentado en un arca, estaba un viejo barbado de com-plexin fuerte. Detrs del rey, de pie, haba otra persona rica-mente vestida, con un rostro de aspecto orgulloso. Un noble.

    Brujo de Rivia dijo el rey despus de unos instantes de si-lencio que siguieron a las palabras de Velerad.

    S, seor. Geralt inclin la cabeza.Por qu se te ha encanecido la cabeza? Por los encantami-

    entos? Veo que no eres viejo. Vale, vale, basta, es una broma, nodigas nada. Alguna experiencia tienes, como me atrevo asospechar?

    S, seor.Me alegrara orlas.Geralt se inclin incluso ms.Sabis seguro, seor, que nuestro cdigo nos prohbe hablar

    de lo que hacemos.Un cdigo muy oportuno, seor brujo, muy oportuno. Pero

    as, en general, has tenido algo que ver con trasgos?S.Con vampiros y con silvias?

  • Tambin.Foltest vacil.Con estriges?Geralt levant la cabeza, mir al rey directamente a los ojos.Tambin.Foltest desvi la mirada.Velerad!Escucho, su majestad.Le has informado de los detalles?S, su majestad. Afirma que se puede desencantar a la

    princesa.Eso lo s desde hace tiempo. De qu forma, seor brujo?

    Ah, es verdad, me olvid. El cdigo. De acuerdo. Slo una advert-encia. Aqu han venido ya unos cuantos brujos. Se lo has conta-do, Velerad? Bien. Por ello s que vuestra especialidad es ms bi-en matar, y no quitar los hechizos. Esto no entra dentro de lo pos-ible. Si a mi hija se le cae un slo pelo de la cabeza, la tuya ir aparar al tablado. Eso es todo. Ostrit y vos, don Segelin, quedaos,dadle toda la informacin que desee. Los brujos siempre pregun-tan mucho. Dadle de comer y que duerma en el palacio. Que novagabundee por las tabernas.

    El rey se levant, silb a los perros y se dirigi hacia la salida,dispersando la paja que cubra el suelo de la habitacin. Al llegar ala puerta se volvi.

    Si lo logras, brujo, la recompensa ser tuya. Puede queaada algo ms, si lo haces bien. Por supuesto, los cuentos delpopulacho que se refieren a la mano de la princesa no contienenni una sola palabra de verdad. No pensars que doy a mi hija alprimero que llega.

    No, seor, no lo creo.Bien, esto demuestra que eres inteligente.

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  • Foltest sali, cerrando la puerta tras de s. Velerad y el noble,que hasta entonces estaban de pie, se sentaron inmediatamente ala mesa. El corregidor se termin la jarra que el rey haba dejado amedias, la contempl, lanz una maldicin. Ostrit, que haba ocu-pado el lugar de Foltest, mir al brujo con el ceo fruncido, acari-ciando con sus dedos los esculpidos brazos del silln. Segelin, elbarbudo, hizo una seal a Geralt.

    Sentaos, seor brujo, sentaos. Ahora nos traern la cena.Sobre qu querrais hablar? Creo que el corregidor Velerad ya oslo habr dicho todo. Lo conozco y s que antes habr contado de-masiado que demasiado poco.

    Slo unas pocas preguntas.Preguntad pues.El corregidor dijo que, cuando apareci la estrige, el rey

    mand llamar a muchos Sabios.As fue. Pero no digis estrige, decid la princesa. Fcil-

    mente cometerais este error ante el rey y os podra suceder al-guna desgracia.

    Haba alguien conocido entre los Sabios? Alguien famoso?Los hubo tanto entonces como despus. No recuerdo los

    nombres Y vos, Ostrit?No recuerdo dijo el noble. Pero s que algunos gozaban

    de fama y reconocimiento. Se habl mucho de ello.Estaban de acuerdo en que se poda deshacer el hechizo?Se mostraron bien lejos de cualquier acuerdo sonri Se-

    gelin. En cada detalle. Pero hubo quin afirm esto tambin. Setrataba de algo sencillo, que incluso no precisaba de habilidadesmgicas y, por lo que entend, bastaba con que alguien pasara lanoche desde la puesta del sol hasta el tercer gallo en el subter-rneo, junto al sarcfago.

    De verdad, muy sencillo resoll Velerad.

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  • Me gustara que me describierais a la princesa.Velerad se levant de la silla.La princesa parece una estrige! grit. La ms estrige de

    las estriges de las que jams haya odo! Su alteza la infanta,maldita bastarda, mide cuatro codos de altura, recuerda a un bar-ril de cerveza, tiene un morro de oreja a oreja, lleno de dientescomo estiletes, los ojos colorados y las greas bermejas! Las gar-ras, afiladas como las de un lince, le cuelgan hasta la mismatierra! No te extraes de que todava no hayamos empezado amandar sus miniaturas a los palacios de nuestros amigos! Laprincesa, as se la trague la tierra, tiene ya catorce aos, es hora depensar en darla en matrimonio a algn prncipe!

    Tranquilzate, corregidor. Ostrit frunci el ceo, mirandohacia la puerta. Segelin se sonri ligeramente.

    La descripcin, aunque tan plena de imgenes, es bastanteexacta y justo esto es lo que quera el brujo, no es cierto? Veleradolvid aadir que la princesa se mueve con una velocidad in-creble y que es mucho ms fuerte de lo que se puede suponer porsu complexin y su estatura. Y que tiene catorce aos es un hecho,si sirve para algo.

    Sirve dijo el brujo. Ataca slo durante el plenilunio?S respondi Segelin. Si ataca fuera del alczar viejo. En

    el alczar, independientemente de las fases de la luna, siempremora gente. Pero sale slo durante el plenilunio, y no todos.

    Ha habido siquiera un solo ataque a la luz del da?No, de da no.Devora siempre a sus vctimas?Velerad escupi con energa sobre la paja.Que nos van a traer la cena, Geralt! Puaj! Devora, mord-

    isquea, lo deja, depende del humor que tenga, digo yo. A uno slo

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  • le mordi la cabeza, a un par los destrip, y a otros los dej limpi-os, hasta el hueso podra decirse. Su puta madre!

    Ten cuidado, Velerad increp Ostrit. Di lo que quierasde la estrige, pero no insultes a Adda delante de m, slo porqueno te atreves delante del rey!

    Hubo alguien que sobreviviera a uno de los ataques? pre-gunt el brujo, sin prestar atencin al estallido del noble.

    Segelin y Ostrit se miraron el uno al otro.S dijo el barbudo. Al principio, hace seis aos, se les

    ech encima a dos soldados que estaban de guardia en la cripta.Uno pudo escapar.

    Y luego intercal Velerad el molinero, al que atac cercade la ciudad. Os acordis?

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  • IV

    Al da siguiente por la noche trajeron al molinero a la hab-itacin del cuerpo de guardia en la que haban alojado al brujo. Lotrajo un soldado vestido con un abrigo con capucha.

    La conversacin no arroj ningn resultado. El molinero es-taba asustado, balbuceaba, tartamudeaba. Ms informacin le di-eron al brujo sus cicatrices: la distancia entre las mandbulas de laestrige era impresionante y, por supuesto, tena los dientes pun-zantes, incluyendo unos largusimos colmillos superiores, cuatro,dos en cada lado. Las uas estaban seguramente ms afiladas quelas de los linces, aunque menos torcidas. Slo por ello el molinerohaba logrado arrancrselas.

    Terminada la inspeccin, Geralt los despidi con un gesto. Elsoldado empuj al molinero al otro lado de la puerta y se quit lacapucha. Era Foltest en persona.

    Sigue sentado, no te levantes dijo el rey. sta no es unavisita oficial. Satisfecho de la entrevista? He odo que estuvisteen el alczar esta maana.

    S, mi seor.Cuando te pondrs manos a la obra?Faltan cuatro das para el plenilunio. Despus.Quieres verla antes?No hay necesidad de ello. Pero una princesa saciada ser

    menos activa.

  • Estrige, maestro, estrige. No perdamos el tiempo con dip-lomacias. Despus se convertir en princesa. De hecho, sobre elloquera hablar contigo. Contstame, extraoficialmente, claro y sen-cillo: lo ser o no lo ser? Pero no te escondas detrs de yo no squ cdigos.

    Geralt se rasc la cabeza.Confirmo, majestad, que es posible deshacer el hechizo. Y, si

    no me equivoco, ciertamente pasando una noche en el alczar. Eltercer canto del gallo, si sorprende a la estrige fuera del sarcfago,acabar con el encantamiento. Por lo general, as es como se actacon las estriges.

    As de simple?No es tan simple. En primer lugar, hay que sobrevivir una

    noche. Es posible tambin que haya desviaciones de la norma. Porejemplo, que sean necesarias tres noches seguidas, y no una. Haytambin casos bueno sin esperanza.

    S se estremeci Foltest. Algunos me dicen esto a todashoras. Mata al monstruo, porque esto es un caso incurable. Maes-tro, estoy seguro de que ya habrn hablado contigo. No es cierto?Para que mates a la devoradora de seres humanos de un hachazo,sin ceremonias, y le digas al rey que no se poda hacer otra cosa.Si el rey no paga, nosotros pagamos. Una forma muy cmoda. Ybarata. Porque el rey manda decapitar o ahorcar al brujo y eldinero se queda en los bolsillos.

    El rey mandar decapitar en cualquier caso al brujo? seenfad el brujo.

    Foltest mir a los ojos del rivio durante un largo momento.El rey no sabe dijo al fin. Pero el brujo debiera contar

    con tal posibilidad.Ahora fue Geralt el que call un instante.

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  • Pienso hacer lo que est en mi mano dijo al cabo. Pero silas cosas no van bien, defender mi vida. Vos, mi seor, tambinhabris de tener en cuenta tal posibilidad.

    Foltest se levant.No me entiendes. No tiene nada que ver con eso. Est claro

    que la matars, si la cosa se pone fea, tanto si me gusta como sino. Porque si no lo haces, ella te matar a ti, con seguridad y sinvuelta de hoja. No lo dir en voz alta, pero no castigara a nadieque la matara en defensa propia. No obstante, no permitir que lamaten sin intentar salvarla. Hubo ya intentos de quemar el alcz-ar viejo, le tiraron flechas, le cavaron trampas, le pusieron cepos ylazos, hasta que mand colgar a algunos. Pero no se trata de eso.Maestro, escucha.

    Escucho.Despus de los tres cantos del gallo no habr estrige, si no te

    he entendido mal. Y qu habr?Si todo va bien, una quinceaera.Con los ojos rojos? Con dientes de cocodrilo?Una quinceaera normal y corriente. Slo queQu?Fsicamente.Acabramos. Y psquicamente? Cada da un cubo de san-

    gre para desayunar o un muslo de doncella?No. Psquicamente no hay forma de preverlo A mi juicio,

    al nivel de, qu s yo, un nio de tres o cuatro aos. Precisar deatentos cuidados durante muchsimo tiempo.

    Eso est claro. Maestro?Decidme.Puede volverle eso? Ms tarde?El brujo permaneci en silencio.Aj dijo el rey. Puede. Y entonces qu?

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  • Si despus de un largo desfallecimiento de varios das muri-era, hay que quemar el cuerpo. Y rpidamente.

    La expresin de Foltest se ensombreci.No pienso, sin embargo aadi Geralt, que se llegue a

    eso. Para mayor seguridad os dar algunos consejos, seor, queharn disminuir el riesgo.

    Ahora? No es demasiado pronto, maestro? Y siAhora le cort el rivio. Pueden suceder muchas cosas,

    rey. Puede suceder que por la maana hallis en la cripta a laprincesa desencantada y mi cuerpo tendido.

    Es posible? Pese a mi permiso de que puedas defenderte?Permiso que en cualquier caso ni siquiera te era necesario.

    ste es un asunto serio, rey. El riesgo es muy grande. Poreso, escuchadme: la princesa debe llevar siempre al cuello un za-firo, mejor un incls, en una cadena de plata. Siempre. De da y denoche.

    Qu es un incls?Un zafiro con una burbuja de aire dentro. Aparte de eso, en

    la habitacin en la que vaya a dormir hay que quemar en la chi-menea, cada cierto tiempo, unos vstagos de enebro, retama yavellano.

    Foltest se qued pensativo.Te agradezco el consejo, maestro. Har uso de ellos si Y

    ahora escchame con atencin. Si te convences de que se trata deun caso incurable, la matas. Si deshaces el hechizo y la nia noes normal si tuvieras siquiera la sombra de una duda dehaberlo logrado completamente, la matas tambin. No temas,nada te amenaza por mi parte. Tendr que gritarte delante de lagente, te echar del palacio y de la ciudad, pero nada ms. La re-compensa, por supuesto, no la cobrars. Puede que les saquesalgo, ya sabes a quines.

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  • Se mantuvieron en silencio un instante.Geralt. Foltest por primera vez se dirigi al brujo por su

    nombre.Decidme.Cunto hay de verdad en lo que se dice de que la nia sali

    as y no de otra manera porque Adda era mi hermana?No mucho. Los encantamientos hay que echarlos, ninguno

    se echa por s mismo. Pero pienso que la relacin con vuestra her-mana fue causa de que os lanzaran el hechizo, y con talesconsecuencias.

    Eso pensaba. Lo mismo dijeron algunos de los Sabios,aunque no todos. Geralt? De dnde salen estas cosas? Encan-tamientos, magia?

    No lo s, rey. Los Sabios se ocupan de investigar las causasde estos hechos. A nosotros, los brujos, nos basta saber que unavoluntad concentrada puede producir tales efectos. Y saber cmocombatirlos.

    Matar?Casi siempre. Al fin y al cabo por eso nos pagan. Poca gente

    pide que deshagan un hechizo, mi rey. Normalmente quieren queles protejan de las amenazas sin ms. Y si el monstruo tiene a al-guien sobre su conciencia, a ello se aaden motivos de venganza.

    El rey se alz, dio algunos pasos por la habitacin, se detuvoante la espada del brujo que colgaba en la pared.

    Con esto? pregunt, sin mirar a Geralt.No, sta es para seres humanos.Me lo han contado. Sabes qu, Geralt? Voy a ir contigo a la

    cripta.Descartado.Foltest se volvi, los ojos brillantes.

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  • Sabes, hechicero, que yo no la he visto? Ni cuando naci,ni despus. Tena miedo. Puede que no la vea nunca, no escierto? Tengo derecho al menos a ver cmo la matas.

    Repito, descartado. Es una muerte segura. Tambin para m.Si se me debilita la atencin, la voluntad No, rey.

    Foltest se volvi, se fue hacia la puerta. A Geralt, durante unmomento le pareci que se ira sin decir una palabra, sin un gestode despedida, pero el rey se detuvo, le mir.

    Despiertas confianza dijo. Pese a que s que eres unabuena pieza. Me han contado lo que pas en la venta. Estoy se-guro de que mataste a aquellos rufianes nicamente para dartenombre, para asustar a la gente, a m. Estoy seguro de que podrashaberles derrotado sin matarlos. Tengo miedo de que nuncallegue a saber si ests dispuesto a salvar a mi hija o a asesinarlasin ms. Pero accedo a esto. Tengo que acceder. Sabes por qu?

    Geralt no contest.Porque pienso dijo el rey, pienso que ella sufre. No es

    cierto?El brujo clav sus penetrantes ojos en el rey. No asinti, no

    movi la cabeza, no efectu el ms mnimo gesto, pero Foltest lovio. Supo la respuesta.

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  • VGeralt mir por la ventana del alczar por ltima vez.Anocheca muy deprisa. En la orilla del lago destellaban vaga-mente las luces de Wyzima. Alrededor del alczar haba undescampado, un cinturn de tierra de nadie con el que la ciudad, alo largo de seis aos, se haba ido distanciando del foco de peligro.No quedaba all nada sino algunas ruinas, vigas podridas y restosde almenas desportilladas que, por lo visto, no mereca la penadesmontar y llevarse. El propio rey haba trasladado su residencialo ms lejos posible, al otro confn de la villa: la cpula abombadadel nuevo palacio se recortaba a lo lejos sobre el fondo del cielogranate.

    El brujo volvi a la mesa polvorienta delante de la que, en unade las habitaciones vacas y saqueadas, se estaba preparando sinprisas, tranquilo, cuidadosamente. Saba que tena mucho tiempo.La estrige no saldra de la cripta hasta la medianoche.

    Encima de la mesa tena una pequea arqueta cerrada con uncandado. La abri. En su interior haba unos frasquitos de vidrionegro, muy apretados entre tabiques rellenos de hierba seca. Elbrujo tom tres de ellos.

    Alz del suelo un paquete alargado, envuelto en una gruesapiel de oveja y atado con correas de cuero. Lo desenroll, sac unaespada con el puo labrado, en una vaina negra, cubierta con

  • brillantes lneas de smbolos y de runas. Desenvain el filo, quebrill en un limpio y espejeante relmpago. La hoja era de platapura.

    Geralt susurr una frmula, bebi uno tras otro el contenidode dos frasquitos, colocando la mano izquierda encima de la em-puadura de la espada despus de cada trago. Luego, envolvin-dose slidamente en su capote negro, se sent. En el suelo. Nohaba ninguna silla en la habitacin. Ni, de hecho, en todo elalczar.

    Se sent inmvil, con los ojos cerrados. Su respiracin, al prin-cipio tranquila, se volvi de pronto acelerada, desigual, inquieta.Y luego se detuvo por completo. La mezcla, con la cual el brujoadquira absoluto control sobre todos los rganos del cuerpo, secompona principalmente de veratro, estramonio, oxiacanta ylechetrezna. Otros ingredientes no posean nombre en ningunalengua humana. Para cualquier persona que, como Geralt, no es-tuviera acostumbrada a ella desde la niez, la substancia resul-tara un veneno mortal.

    El brujo volvi la cabeza violentamente. Su odo, sensible eneste momento ms all de cualquier medida, percibi en el silen-cio con gran facilidad el rumor de pasos en el patio cubierto de or-tigas. No poda tratarse de la estrige. Era demasiado pronto. Ger-alt coloc la espada en la espalda, escondi su fardo en el hogar deuna chimenea arruinada y, silencioso como un murcilago, corripor las escaleras.

    En el patio haba todava suficiente claridad como para que elindividuo que vena pudiera verle la cara al brujo. El hombreera Ostrit dio un violento salto y una mueca involuntaria demiedo y asco le deform los labios. El brujo se sonri torvamente:saba qu aspecto tena. Despus de beber la mezcla de bel-ladonna, aconitum y eufrasia el rostro toma un color de creta y las

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  • pupilas ocupan todo el iris. Pero el elixir permite ver en las ti-nieblas ms oscuras y justo esto es lo que quera Geralt.

    Ostrit se control rpidamente.Pareces un cadver, hechicero dijo. Seguro que a causa

    del miedo. No temas. Te traigo el indulto.El brujo no respondi.No has odo lo que te he dicho, charlatn rivio? Ests sal-

    vado. Y eres rico. Ostrit balance una talega bastante grandecon la mano y la ech a los pies de Geralt. Mil ducados.Tmalos, monta en tu caballo y lrgate de aqu!

    El rivio permaneca en silencio.No me mires con esos ojos! Ostrit alz la voz. Y no me

    hagas perder tiempo. No pienso quedarme aqu hasta la medi-anoche. Es que no entiendes? No quiero que deshagas el hechizo.No, no pienses que lo has adivinado. No estoy con Velerad y Se-gelin. No quiero que la mates. Simplemente tienes que irte. Todoha de quedar como estaba.

    El brujo no se movi. No quera que el noble se diera cuentade lo acelerados que eran en aquel momento sus reacciones ymovimientos. Oscureca rpidamente y el elixir era tan activo queincluso la penumbra del crepsculo resultaba deslumbrante parasus dilatadas pupilas.

    Y por qu todo ha de quedar como estaba? pregunt, in-tentando pronunciar lentamente cada una de las palabras.

    Esto Ostrit alz la cabeza con orgullo no debiera impor-tarte ni un pimiento.

    Y si ya lo supiera?Interesante.Ser ms fcil echar a Foltest del trono si la estrige contina

    atormentando a la gente, si la locura del rey hasta hasta el lmitea los nobles y al populacho, verdad? Vine aqu a travs de

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  • Redania, por Novigrado. All se habla mucho de que hay en Wyzi-ma quien ve en el rey Vizimir a su salvador y verdadero monarca.Pero a m, don Ostrit, no me importan ni la poltica, ni los suce-sores al trono, ni las revueltas palaciegas. Yo estoy aqu para hacerun trabajo. No habis odo nunca hablar del sentido del deber yde la honestidad comn y corriente? De la tica profesional?

    No sabes con quin ests hablando, vagabundo! gritfurioso Ostrit mientras pona la mano en el puo de la espada.Basta ya, no tengo costumbre de discutir con don nadies. Miradlo,tica, cdigos, moralidad? Y quin dice esto? Un rufin, queapenas lleg y comenz a matar gente? Que se inclinaba en rev-erencia ante Foltest y a sus espaldas trataba con Velerad como unesbirro a sueldo? Y t te atreves a alzar la cabeza, lacayo? Ahacer como que eres un Sabio? Un mago? Un hechicero? T,brujo del diablo! Vete de aqu antes de que te golpee con la es-pada en los morros!

    El brujo ni siquiera palpit, se mantuvo de pie contranquilidad.

    Mejor que os vayis vos, don Ostrit dijo. Estoscureciendo.

    Ostrit retrocedi un paso, sac rpidamente la espada.T lo has querido, hechicero. Te matar. No te ayudarn

    para nada tus artes. Llevo conmigo un caparazn de tortuga.Geralt se sonri. La opinin sobre el poder del caparazn de

    tortuga era tan falsa como extendida. Pero el brujo no pensabagastar fuerzas en sortilegios, ni mucho menos arriesgar la hoja deplata en el choque con el filo de Ostrit. Maniobr por debajo delos molinetes de la espada y golpe al noble en la sien con el cantodel puo y los gemelos de plata de sus mangas.

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  • VI

    Ostrit recobr pronto el conocimiento, gir los ojos alrededoren la ms completa oscuridad. Percibi que estaba atado. No vio aGeralt, que estaba junto a l. Pero se dio cuenta de dnde estaba ylanz un aullido prolongado, terrible.

    Calla dijo el brujo. O la atraers antes de tiempo.Maldito asesino! Dnde ests? Destame inmediata-

    mente, canalla! Te ahorcarn por esto, hijo de perra!Calla.Ostrit respir con dificultad.Me dejars aqu para que me devore! Atado? pregunt,

    ya ms bajo, agregando terribles invectivas en un murmullo apen-as audible.

    No dijo el brujo. Te soltar. Pero no ahora.Maldito silb Ostrit. Para atraer a la estrige?S.Ostrit call, ces de forcejear, se mantuvo tendido sin

    moverse.Brujo?S.Es cierto que quera derribar a Foltest. No slo yo. Pero slo

    yo quera su muerte, quera que muriera bajo tortura, que sevolviera loco, que se pudriera vivo. Sabes por qu?

    Geralt continuaba en silencio.

  • Yo amaba a Adda. La hermana del rey. La amante del rey. Laputa del rey. La amaba brujo, ests ah?

    Estoy.S lo que piensas, pero no fue as. Creme, no arroj ningn

    hechizo. Slo una vez dije, lleno de rabia Slo una vez. Brujo,me escuchas?

    Te escucho.Fue su madre, la vieja reina. Seguro que fue ella. No poda

    ver que l y Adda No fui yo. Slo una vez, sabes, intent per-suadir a Adda Brujo! Me trastorn y dije Brujo? Fui yo?Yo?

    Eso ya no importa.Brujo? Falta poco para la medianoche?Poco.Sultame antes. Dame algo ms de tiempo.No.Ostrit no escuch el chirrido de la lpida de la tumba al mo-

    verse, pero el brujo s. Se inclin y con el estilete cort las ligadur-as del noble. Ostrit no esper a decir nada, se las arranc, renqueentumecido y torpe, ech a correr. Sus ojos se haban acostum-brado ya a la oscuridad de tal modo que vea el camino que con-duca de la sala principal a la salida.

    Con estruendo, se abri en el suelo la losa que bloqueaba laentrada a la cripta. Geralt, prudentemente escondido detrs de labalaustrada, contempl la horrible silueta de la estrige, arrastrn-dose con presteza, rpida y sin duda en pos del retumbo de lasbotas de Ostrit. La estrige no produjo ni el menor sonido.

    Un grito monstruoso, desgarrado, frentico, atraves la noche,sacudi los viejos muros y continu, alzndose y decayendo, vi-brando. El brujo no pudo determinar correctamente la distancia

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  • su sensibilizado odo se equivocaba pero supo que la estrigehaba alcanzado a Ostrit muy rpido. Demasiado rpido.

    Sali al centro de la sala, estaba de pie junto a la entrada a lacripta. Dej caer el capote. Encogi los hombros para acomodar laespada. Se puso unos guantes. Tena todava un poco de tiempo.Saba que la estrige, aunque saciada despus del ltimoplenilunio, no abandonara rpidamente el cuerpo de Ostrit. Elcorazn y el hgado eran para ella valiosas reservas de provisionespara mantenerse durante el prolongado letargo.

    El brujo esper. Calcul que quedaban todava tres horashasta la aurora. El canto del gallo podra hacer que se equivocara.De todos modos, no haba con toda seguridad gallo alguno poraquellos andurriales.

    Escuch. La estrige caminaba despacio, arrastrando los piespor las baldosas. Por fin la vio. La descripcin haba sido correcta.Una cabeza grande y desproporcionada colocada sobre un cuellocorto estaba rodeada por una larga y enmaraada aureola de ca-bellos rojizos. Los ojos brillaban en la oscuridad como dos tizones.Se qued de pie, inmvil, mirando a Geralt. De pronto abri lasfauces, como si estuviera mostrando orgullosa las hileras de di-entes blancos y agudos, despus de lo que chasque las mandbu-las con un crujido que recordaba un arca al cerrarse. Y sin pausaalguna salt, desde el mismo sitio, sin tomar carrerilla, apuntandoal brujo con unas garras manchadas de sangre.

    Geralt se ech a un lado, gir en una pirueta fulgurante, la es-trige le roz, gir tambin, cort el aire con las zarpas. No perdiel equilibrio, atac de nuevo, inmediatamente, dio media vuelta,cerrando los dientes justo delante del pecho de Geralt. El riviosalt hacia el otro lado, cambi por tres veces la direccin de susvueltas en una pirueta sbita que desorient a la estrige. Mientrassaltaba la golpe con fuerza en la parte de atrs de la cabeza con

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  • unas pas de plata que llevaba en el dorso de los guantes, en lasfalanges.

    La estrige lanz un bramido terrible, llenando el alczar de uneco atronador, cay a tierra, qued inmvil y comenz a gair,ronca, maligna, rabiosa.

    El brujo sonri con malicia. La primera prueba, comopensaba, haba funcionado. La plata era mortal para las estriges,como para la mayor parte de los monstruos trados a la vida porembrujos. Exista, pues, una oportunidad: la bestia era comootras, y esto poda garantizar un desencantamiento efectivo, peroen cualquier caso, como ltimo recurso, la espada de plata podasalvarle la vida.

    La estrige no se apresur con el siguiente ataque. Esta vez seacerc despacio, mostrando los colmillos, babeandoasquerosamente. Geralt se ech hacia atrs, anduvo en semicr-culo, dando pasos con mucho cuidado, acelerando y deteniendosu movimiento desconcentr a la estrige, le dificult su prepara-cin para el salto. Mientras caminaba el brujo desenroll una ca-dena larga, pesada y fuerte, con un peso al final. La cadena era deplata.

    En el momento en que la estrige se tens y salt, la cadena sil-b en el aire y, disolvindose como cera, cubri en un instante losbrazos, el cuello y la cabeza de la fiera. La estrige cay en el salto,lanzando un aullido que traspasaba los odos. Se agit por el pavi-mento, bramando terriblemente, no se saba si de rabia o del pun-zante dolor que le produca el odiado metal. Geralt estaba satis-fecho. Matar a la estrige, si lo quisiera, no supondra, ahoramismo, ni el ms mnimo problema. Pero el brujo no ech mano ala espada dado que, hasta el momento, nada en el comportami-ento de la estrige haba dado motivos para sospechar que pudieratratarse de un caso incurable. Geralt retrocedi hasta una

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  • distancia adecuada y, sin apartar la mirada de la forma que se re-volva por el suelo, respir hondo, se concentr.

    La cadena estall, los eslabones de plata se derramaron comolluvia por todos los rincones, tintineando por la piedra. Cegadapor la rabia, la estrige se lanz de nuevo al ataque. Geralt espertranquilo y alzando la mano derecha traz sobre s la Seal deAard.

    La estrige vol hacia atrs unos pasos, como si la hubieragolpeado un martillo, pero se mantuvo de pie, sac las garras, en-se los dientes. Sus cabellos se alzaron y revolotearon como siestuviera siendo afectada por un viento fortsimo. Con esfuerzo,renqueando, paso a paso, lentamente y pese a todo, fueacercndose.

    Geralt se sinti intranquilo. No haba pensado que una Sealtan simple paralizara por completo a la estrige, pero tampoco es-peraba que la bestia superara la resistencia con tanta facilidad. Nopoda sostener la Seal demasiado tiempo, era extenuante, y a laestrige le quedaban poco ms que diez pasos para alcanzarle.Sbitamente, rompi la seal y salt a un lado. Tal como espera-ba, la estrige qued sorprendida, se precipit hacia adelante, per-di el equilibro, se dio la vuelta, se escurri por las baldosas ycay por las escaleras a travs de la humeante abertura de entradaa la cripta. Se oy desde arriba su infernal aullido.

    Para ganar tiempo, Geralt salt a los escalones que llevaban ala galera. No haba recorrido ni siquiera la mitad de los peldaos,cuando la estrige surgi de la cripta, arrastrndose como unaenorme araa negra. El brujo esper a que le siguiera por las es-caleras y entonces pas por encima de la balaustrada y saltabajo. La estrige se volvi en las escaleras, se tens y vol hacia len un imposible salto de casi diez metros. Ya no se dejaba engaartan fcilmente con sus piruetas: ara por dos veces con sus

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  • garras el caftn de cuero del rivio. Pero, de nuevo, un golpe ter-rible con las pas de plata del guante arroj lejos de s a la estrigey la hizo tambalearse. Geralt, sintiendo la rabia concentrada en l,se balance, arque el torso hacia atrs y con un potente puntapien el costado derrib a la bestia.

    El grito que lanz fue el ms sonoro de todos. Hasta caan ped-azos del enlucido del techo.

    La estrige se alej, tiritando de malignidad indominable y dedeseos de matar. Geralt esper. Ya haba desenvainado la espada,marc en el aire un crculo, anduvo, rode a la estrige, poniendocuidado en que el movimiento de la espada no fuera el mismo queel ritmo y el tiempo de sus pasos. La estrige no salt, se acerc conlentitud, dirigiendo sus ojos hacia la brillante estela de la hoja.

    Geralt se detuvo sbitamente, se qued quieto con la espadaen lo alto. La estrige, confundida, tambin se detuvo. El brujo de-scribi un lento semicrculo con la espada. Dio un paso en direc-cin a la estrige. Luego otro. Y luego salt, haciendo molinetes porencima de la cabeza.

    La estrige se agach, escap en zigzag. Geralt estaba de nuevomuy cerca, la hoja centelleaba en su mano. Los ojos del brujo seencendieron con un brillo maligno, un ronco bramido atravessus apretados dientes. La estrige se ech atrs de nuevo, traspas-ada por el poder del odio, la maldad y la violencia concentradosque emanaban del hombre al que estaba atacando. Las olas desentimientos la golpeaban, le traspasaban el cerebro y las en-traas. Afectada hasta el punto de producirle dolor por unos sen-timientos hasta ahora desconocidos para ella, lanz un pesado ytrmulo gemido, se dio la vuelta en el sitio y se arroj a una locahuida por el laberinto helado de los corredores del alczar.

    Geralt, sacudido por un escalofro, estaba de pie en el centrode la sala. Solo. Mucho ha durado, pens, hasta que este baile en

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  • los lmites del abismo, este loco, macabro ballet de lucha ha ob-tenido el resultado deseado, la unidad psquica con el contrario.Conseguir la conquista de los depsitos de voluntad concentradaescondidos dentro del engendro, la perversa y maligna voluntadpor cuyo poder surgiera la estrige. El brujo tembl al recordar elmomento en el que haba absorbido dentro de s tal carga demaldad para dirigirla, como un espejo, hacia el monstruo. Nuncaantes se haba encontrado con tanta concentracin de odio y delocura asesina, incluso entre los basiliscos, que en este aspectogozan de la peor fama.

    Mucho mejor, pens, mientras se diriga hacia la entrada de lacripta, que se recortaba en el suelo como un enorme charco.Mucho mejor porque este poderoso golpe lo haba recibido lapropia estrige. Esto le daba algo ms de tiempo para seguir actu-ando, antes de que la bestia se sacudiera el shock de encima. Elbrujo dud de si se atrevera a otro esfuerzo similar. El efecto delos elixires se debilitaba y el amanecer todava estaba lejos. La es-trige no deba alcanzar la cripta antes de la aurora, de lo contrariotodo el esfuerzo habra sido en vano.

    Baj las escaleras. La cripta era pequea, haba en ella tressarcfagos de piedra. El primero contando desde la entrada tenala losa abierta hasta la mitad. Geralt extrajo del seno el tercerfrasquito, bebi rpidamente su contenido, entr en el sarcfago,se sumergi en l. Como esperaba, la sepultura era doble, para lamadre y la hija.

    Cerr la cubierta slo cuando escuch de nuevo el grito de laestrige. Se ech boca arriba junto a los restos momificados deAdda, por dentro de la losa marc la Seal de Yrden. Puso la es-pada sobre su pecho y coloc un pequeo reloj de arena fosfores-cente. Cruz los brazos. No escuchaba ya los bramidos de la

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  • estrige que retumbaban en el alczar. De hecho, ya no escuchabanada pues la digital y el quelidonium haban comenzado a actuar.

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  • VII

    Cuando Geralt abri los ojos, la arena del reloj se deslizabahacia su final, lo que quera decir que el letargo haba durado msde lo planeado. Aguz el odo y no escuch nada. Su cabeza fun-cionaba ya con normalidad.

    Tom la espada con la mano, movi la mano a lo largo de latapadera del sarcfago murmurando una frmula y despus, li-geramente, levant la losa unas pulgadas.

    Silencio.Corri la tapa algo ms, se sent, y, con la espada dispuesta,

    asom la cabeza fuera del sepulcro. La cripta estaba oscura pero elbrujo saba que en el exterior ya amaneca. Enchisc fuego y pren-di un candil en miniatura, lo elev, produciendo en las paredesde la cripta unas sombras extraas.

    Vaco.Sali con dificultad del sarcfago, dolorido, entumecido, pas-

    mado de fro. Y entonces la vio. Estaba tumbada boca arribadelante del sepulcro, desnuda, inconsciente.

    Era ms bien fea. Delgaducha, con pequeos pechospuntiagudos, sucia. Los cabellos, de un rubio rojizo, le llegabancasi hasta la cintura. Colocando el candil encima de la losa, sepuso de rodillas, se inclin sobre ella. Tena los labios muyplidos, en los pmulos una herida enorme producida por losgolpes de Geralt. El brujo se quit los guantes, solt la espada, sin

  • ceremonias tante con un dedo la mandbula superior. Tena losdientes normales. Busc su mano, escondida entre los cabellosdispersos. Antes de que pudiera encontrar el brazo, vio que tenalos ojos abiertos. Demasiado tarde.

    Le clav las garras por debajo del cuello, hiriendo profunda-mente, la sangre le salpic la faz. Aull, apuntando a los ojos conla otra mano. l se ech sobre ella, agarrndole las dos manos porlas muecas, fijndolas al suelo. Chasque los dientes ahora de-masiado cortos justo delante de su cara. La golpe en el rostrocon la frente, la aplast con vigor. No tena ya las fuerzas de antes,se revolva por debajo de l, aullaba, escupiendo la sangre lasangre de Geralt que le resbalaba hasta los labios. La sangreflua con rapidez. No quedaba tiempo. El brujo se agach y lamordi enrgicamente en el cuello, justo por debajo de la oreja,hundi los dientes y apret hasta que el aullido inhumano setransform en grave y desesperado grito y, por fin, en un ahogadosollozo: el llanto de una muchacha de catorce aos.

    La solt cuando dej de moverse, se puso de rodillas, sac deun bolsillo en la manga un pedazo de lienzo, se vend el cuello.Tom la espada que estaba tirada a su lado, le puso la hoja en elcuello a la ahora inconsciente chiquilla, se inclin sobre sus de-dos. Las uas estaban sucias, rotas, ensangrentadas, pero nor-males. Completamente normales.

    El brujo se levant con esfuerzo. A la entrada de la cripta sederramaba el hmedo, grisceo y viscoso color del amanecer. Sedirigi hacia los escalones, pero se detuvo, se sent en elempedrado. A travs de la tela que envolva el cuello manaba lasangre, caa por los brazos, chorreaba hasta las manos. Desab-roch el caftn, rasg la camisa, la deshizo, la convirti en trapos,los envolvi alrededor del cuello sabiendo que no tena demasiadotiempo, que ahora mismo iba a desmayarse

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  • Lo logr. Y se desmay.En Wyzima, junto al lago, un gallo, erizando las plumas por la

    fra humedad, cant roncamente por tercera vez.

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  • VIII

    Contempl los blancos muros y las vigas del techo de la hab-itacin del cuerpo de guardia. Movi la cabeza, frunciendo el ceopor el dolor, gimiendo. Tena en el cuello un vendaje slido,grueso y muy profesional.

    Estate tendido, hechicero dijo Velerad. Estate tendido,no te muevas.

    Mi espada.Claro, claro. Por supuesto, lo ms importante es tu plateada

    espada de brujo. Est aqu, no temas. La espada y el cofre. Y tresmil ducados. S, s, no digas nada. Yo soy un viejo tonto y t eresun brujo listo. Foltest repite estas palabras desde hace dos das.

    DosPues s, dos. No te trinch mal el pescuezo, se vea todo lo

    que tienes por dentro. Perdiste mucha sangre. Por suerte corri-mos al alczar nada ms cantar el tercer pollo. En Wyzima nodurmi nadie aquella noche. No se poda. Metisteis un ruido tre-mendo. No te cansa mi palabrera?

    La prin cesa.La princesa, pues como princesa. Delgada. Y ms bien tir-

    ando a tonta. Llora sin tregua. Y se mea en la cama. Pero Foltestdice que cambiar. Pienso que no ser a peor, no, Geralt?

    El brujo cerr los ojos.

  • Vale, ya me voy. Velerad se levant. Descansa. Geralt?Antes de que me vaya, dime, por qu la mordiste? Eh? Geralt?

    El brujo dorma.

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  • La voz de la razn 2

    IGeralt.Alz la cabeza, expulsado del sueo. El sol estaba ya muy alto,

    traspasaba con violencia las molduras de los postigos cegndolecon manchas de oro, penetraba la habitacin con tentculos deluz. El brujo se tap los ojos con las manos, sin necesidad, ungesto instintivo del que nunca se haba librado, pues bastaba slocontraer las pupilas hasta volverlas apenas unas rendijasperpendiculares.

    Ya es tarde dijo Nenneke, abriendo las ventanas. Oshabis dormido. Iola, desaparece. Ya no ests aqu.

    La muchacha se levant con rapidez, salt de la cama, reco-giendo el albornoz del suelo. En los brazos, en el lugar donde unsegundo antes haban estado sus labios, Geralt sinti restos desaliva que se iban disipando.

    Espera dijo inseguro. Ella mir hacia l, volvi la cabezarpidamente.

    Haba cambiado. No posea ya nada de la ninfa, de la luminosaaparicin perfumada que haba sido al amanecer. Sus ojos eranazules y no negros. Y su piel estaba poblada de pecas: en la nariz,en el escote, en los brazos. Aquellas pecas estaban llenas de gra-cia, le sentaban bien al tono de su piel y a sus cabellos rojizos.Pero no las haba visto entonces, al amanecer, cuando ella era an

  • su sueo. Con vergenza y tristeza se dio cuenta de que lo quesenta hacia ella era resentimiento, resentimiento porque nohaba seguido siendo un sueo. Y supo que nunca se perdonara as mismo ese resentimiento.

    Espera repiti. Iola QuisieraNo le digas nada, Geralt dijo Nenneke. Y de todas formas

    no te va a contestar. Desaparece, Iola. Date prisa, chiquilla.La muchacha, envuelta en el albornoz, se arrastr hacia la pu-

    erta, haciendo ruido en el suelo con sus pies desnudos, turbada,sonrojada, torpe. Ya no recordaba en nada a

    Yennefer.Nenneke dijo l, alcanzando la camisa. Espero que no

    pretendas No la vas a castigar?Idiota resopl la sacerdotisa, acercndose a la cama. Te

    has olvidado de dnde ests. Esto no es una cueva de ermitaos niun convento. Esto es el santuario de Melitele. Nuestra diosa noprohbe a las sacerdotisas nada. Casi.

    Me has prohibido hablarle a ella.No te he prohibido nada, llam tu atencin sobre su inutilid-

    ad. Iola no habla.Cmo?No habla porque hizo un voto. Es una especie de renuncia

    gracias a la que Aj, qu te voy explicar, si ni as lo vas a en-tender, ni siquiera vas a intentar entenderlo. Conozco tu opininsobre las religiones. No, no te vistas todava. Quiero comprobarcmo cicatriza tu cuello.

    Se sent al borde de la cama, con gran habilidad desenroll losgruesos vendajes de lino que envolvan el cuello del brujo. lapret los labios a causa del dolor.

    A poco de llegar a Ellander, Nenneke le haba retirado el hor-rible hilo de zapatero con el que le haban cosido en Wyzima,

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  • haba abierto la herida y la haba revisado. El resultado haba sidoel previsto: haba llegado al santuario casi curado, puede que unpoco rgido, y ahora estaba otra vez enfermo y dolorido. Pero noprotest. Conoca a la sacerdotisa desde haca aos, saba logrande que era su sabidura mdica y la rica y amplia farmacia dela que dispona. La convalecencia en el santuario de Melitele slopoda serle beneficiosa.

    Nenneke palp la herida, la lav y comenz a maldecir. Sesaba esto ya de memoria, pues haba empezado desde el primerda y nunca olvidaba blasfemar cada vez que vea los recuerdosdejados por las zarpas de la princesa de Wyzima.

    Vaya una monstruosidad! Dejarse zurrar as por unasimple estrige! Msculos, tendones, por un pelo no te afect laarteria! Por la Gran Melitele, Geralt, qu te pasa? Cmo le de-jaste acercarse tanto? Qu queras hacer con ella? Trajinrtela?

    No respondi, sonri ligeramente.No pongas esa sonrisa de tonto. La sacerdotisa se levant,

    tom una bolsa con vendas que estaba sobre la cmoda. Pese a sucorpulencia y baja estatura se mova con agilidad y gracia. No esnada divertido lo que ha pasado. Ests perdiendo reflejos, Geralt.

    Exageras.No exagero. Nenneke coloc sobre la herida un paquete

    verde que exhalaba un penetrante olor a eucalipto. No debes de-jarte herir, y te dejaste, y esto es muy serio. Yo dira que fatal. In-cluso con tus extraordinarias facultades de regeneracin pasarnunos meses hasta que recuperes la completa movilidad del cuello.Te lo advierto, en este tiempo no pruebes tus fuerzas en una peleacon un contrincante que sea muy rpido.

    Te agradezco la advertencia. Puedes adems darme un con-sejo: de qu voy a vivir durante este tiempo? Junto a unas

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  • cuantas seoritas, compro un carro y organizo una casa de citasambulante?

    Nenneke encogi los hombros mientras le vendaba el cuellocon rpidos y certeros movimientos de sus rollizas manos.

    Tengo que darte consejos de cmo vivir? Qu pasa, quesoy tu madre o qu? Ya ests listo. Puedes vestirte. En el re-fectorio te espera el desayuno. Date prisa o en caso contrariotendrs que cocinrtelo t mismo. No pienso tener a las chicas enla cocina hasta el medioda.

    Dnde puedo encontrarte ms tarde? En el santuario?No. Nenneke se levant. En el santuario no. Eres un

    husped bienvenido, brujo, pero no me andes dando vueltas porel santuario. Vete a dar un paseo. Y ya te encontrar yo misma.

    De acuerdo.

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  • II

    Geralt recorra por cuarta vez el paseo de lamos que llevabade la puerta al edificio residencial, en direccin al bloque del tem-plo y del santuario mayor, que estaban hundidos en el precipiciodel acantilado. Despus de pensrselo brevemente, decidi novolver bajo techo, dobl en direccin a las huertas y los edificiosde labranza. Unas cuantas sacerdotisas vestidas con grises mantosde trabajo se afanaban all en escardar percherones y alimentarlas aves en el gallinero. Predominaban entre ellas las que eranjvenes y muy jvenes, casi nias. Unas cuantas, cuando pasabajunto a ellas, le saludaron con un ademn de la cabeza o una son-risa. Respondi a los saludos, pero no reconoci a ninguna.Aunque visitaba el santuario a menudo, una vez, a veces dos, alao, nunca se haba encontrado con ms de tres o cuatro carasconocidas. Las muchachas iban y venan, como sibilas para otrossantuarios, como comadronas y sanadoras especializadas en en-fermedades infantiles y femeninas, como druidas viajeras, ayas omaestras. Pero nunca faltaban nuevas que llegaban de todos la-dos, incluso de los lugares ms lejanos. El santuario de Meliteleen Ellander era muy conocido y gozaba de merecida fama.

    El culto de la diosa Melitele era uno de los ms antiguos y, entiempos, ms extendidos. Sus comienzos se perdan en olvidadaspocas todava prehumanas. Casi cada raza prehumana y cadaprimigenia y an errante tribu humana haban adorado algn tipo

  • de diosa de la cosecha y la fertilidad, protectora de campesinos yhortelanos, patrona del amor y el matrimonio. La mayor parte deestos cultos se haban concentrado y unido en el culto a Melitele.

    El tiempo, que se haba ensaado con otras religiones y cultos,aislndolos eficazmente en capillas y templetes olvidados, apenasvisitados, escondidos entre los edificios de las ciudades, habamostrado sin embargo piedad hacia Melitele. A Melitele todavano le faltaban ni creyentes ni patrocinadores. Los estudiosos queanalizaban este hecho explicaban la popularidad de la diosaechando mano de los primitivos cultos a la Gran Matriarca, a laMadre Naturaleza, apuntaban su relacin con los ciclos de la nat-uraleza, con el renacimiento de la vida y con otros procesos denombres sonoros. Un amigo de Geralt, el trovador Jaskier, al quele gustaba aparecer como especialista en todos los campos pos-ibles, haba buscado una explicacin ms sencilla. El culto a Mel-itele, haba concluido, es un culto tpico para mujeres. Melitele esal fin y al cabo la patrona de la fertilidad, de los nacimientos, es laprotectora de las comadronas. Y una mujer que est dando a luztiene que gritar. Adems de los gritos habituales, que por lo gen-eral se componen de falsas promesas de que nunca ms en la vidase volvern a dejar hacer por ningn asqueroso jovenzuelo, lamujer que est pariendo tiene que llamar en su ayuda a alguna di-osecilla, y Melitele es perfecta para ello. Y como las mujeres handado a luz, siguen dando a luz y seguirn dando a luz, asegurabael poeta, por ello Melitele no debe tener miedo de perder supopularidad.

    Geralt.Aqu ests, Nenneke. Te estaba buscando.A m? La sacerdotisa le mir con aire de burla. No a

    Iola?A Iola tambin reconoci. Tienes algo en contra?

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  • En este momento, s. No quiero que la molestes ni distraigassu atencin. Tiene que prepararse y rezar, si algo tiene que salirdel trance.

    Ya te dije afirm con frialdad que no quiero trance al-guno. No creo que un trance me pueda ayudar en algo.

    Y yo, sin embargo se enfad ligeramente Nenneke, nocreo que un trance as te perjudique en algo.

    No se me puede hipnotizar, soy inmune. Tengo miedo porIola. Puede ser un esfuerzo demasiado grande para una mdium.

    Iola no es una mdium ni una vidente mentalmente en-ferma. Esta chiquilla goza de una proteccin especial de la diosa.No pongas ese gesto de idiota, si no te importa. Ya te dije queconozco tus opiniones sobre la religin, nunca me han molestadodemasiado y seguro que tampoco en el futuro van a hacerlo. Nosoy una fantica. Tienes derecho a creer que nos gobierna la Nat-uraleza y la Fuerza oculta en ella. Tienes derecho a pensar que losdioses, y entre ellos mi Melitele, son slo personificaciones de estafuerza, inventados para el uso de necios, para que la comprendanms fcilmente, para que acepten su existencia. Segn t, es unafuerza ciega. Y para m, Geralt, la fe permite esperar de la nat-uraleza aquello que encarna mi diosa: el orden, el derecho, el bi-en. Y la esperanza.

    Lo s.Pues si lo sabes, por qu esa reserva ante el trance? De qu

    tienes miedo? De que te mande ponerte de rodillas en el suelodelante de la estatua y entonar cnticos? Geralt, simplemente nosvamos a sentar un rato juntos, t, yo y Iola. Y probaremos si lasfacultades de esta muchacha nos permiten leer en el torbellino delas fuerzas que te rodean. Puede que nos enteremos de algo queestara bien que supiramos. Y puede que no nos enteremos denada. Puede que las fuerzas del destino que te rodean no quieran

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  • revelrsenos, se mantengan ocultas e incomprensibles. Pero, porqu no podemos probar?

    Porque esto no tiene sentido. No me rodea ningn torbellinodel destino. E incluso si as fuera, por qu diablos revolver en l?

    Geralt, ests enfermo.Herido, querrs decir.S lo que quera decir. Algo raro hay en ti, lo percibo. Por

    algo te conozco desde que eras eso, un pipiolo, cuando te conocno me llegabas ni al cinturn de la falda. Y ahora siento que dasvueltas en torno a algn maldito vrtice, enredado por completo,amarrado en un lazo que se cierra poco a poco. Quiero ver de quse trata. Yo sola no puedo, necesito de las habilidades de Iola.

    No pretendes ir demasiado lejos? Para qu tantametafsica? Si quieres, me sincerar contigo. Llenar tus nochescon relatos de los sucesos ms interesantes de los ltimos aos.Prepara un barril de cerveza para que no se me seque la gargantay podemos empezar incluso hoy mismo. Me temo, sin embargo,que te aburrir, porque no encontrars ningn vrtice ni ningntorbellino. Tan slo historias de brujo comn y corriente.

    Te escuchar con gusto. Pero el trance, te repito, no teperjudicara.

    Y no juzgas sonri que mi incredulidad en el significadode tal trance impedir el xito de antemano?

    No, no lo creo. Y sabes por qu?No.Nenneke se inclin, le mir a los ojos con una sonrisa extraa

    en los plidos labios.Porque sa sera la primera prueba que llegase a mi conoci-

    miento de que la incredulidad tenga alguna clase de poder.

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  • La semilla de la verdad

    IUnos pequeos puntos negros en el cielo cubierto de madejas

    de niebla atrajeron la atencin del brujo con su movimiento. Eranmuchos. Los pjaros describan crculos, girando con lentitud yespaciosidad, luego, sbitamente, descendan y enseguida volvana ascender, moviendo las alas.

    El brujo observ los pjaros durante bastante tiempo, calculla distancia y el tiempo aproximado que tardara en atravesarla,aadiendo algo por la dificultad del terreno, la espesura delbosque, la profundidad y la disposicin de los barrancos que seesperaba en el camino. Al final se quit el capote, apret dosagujeros del cinturn que le cruzaba el pecho al bies. La em-puadura y el puo de la espada colgada a su espalda sobresalanpor su hombro derecho.

    Vamos a dar un pequeo rodeo, Sardinilla dijo. Nos sali-mos del sendero. Esos pajarillos, me parece, no andan dandovueltas por ah sin un motivo.

    La yegua, por supuesto, no contest, pero se movi, sirviendoa la voz a la que estaba acostumbrada.

    Quin sabe, puede que sea un alce muerto dijo Geralt. Ypuede que no sea un alce. Quin sabe?

    El barranco estaba justo all donde se lo esperaba. En ciertomomento el brujo se encontr mirando desde arriba a las copas

  • de los rboles que cubran densamente la hondonada. La pendi-ente del barranco no era, sin embargo, demasiado pronunciada, yel fondo estaba seco, sin endrinas, sin troncos podridos. Atravesel barranco con facilidad. Al otro lado haba un bosquecillo deabedules, detrs de l un gran claro, un brezal y un terreno dondeyacan los enmaraados tentculos de ramas y races arrancadaspor el viento.

    Los pjaros, espantados por la aparicin del jinete, se elev-aron, graznaron salvajemente, agudamente, roncamente.

    Geralt vio de inmediato el primer cuerpo: el blanco de unazamarra de carnero y el azul celeste de un vestido de mujerresaltaban entre los amarillentos cipreses del soto. No vio el otrocuerpo, pero percibi donde estaba: la situacin del cadver latraicionaban tres lobos que miraban al jinete con tranquilidad,apoyados en las patas traseras. La yegua del brujo resopl. Loslobos, como obedeciendo una orden, en silencio, sin apresurarse,trotaron hacia el bosque, volviendo de tanto en tanto la cabeza tri-angular hacia el recin llegado. Geralt baj del caballo.

    La mujer de la zamarra y el vestido celeste no tena rostro, gar-ganta ni la mayor parte del muslo izquierdo. El brujo pas delargo sin agacharse.

    El hombre estaba tendido con la cara hacia abajo. Geralt nodio la vuelta al cuerpo, viendo que tampoco aqu los pjaros y loslobos haban estado ociosos. Tampoco haba necesidad de una ob-servacin ms atenta de los restos. Los brazos y la espalda deljubn de lana estaban cubiertos por un dibujo bien ramificado desangre seca. Estaba claro que el hombre haba muerto de un golpeen la nuca y que slo despus los lobos haban masacrado elcuerpo.

    En un cinturn muy amplio, junto a un corto cuchillo en unavaina de madera, el hombre llevaba una saca de cuero. El brujo la

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  • tom, arroj luego sobre la hierba un eslabn, un pedazo de yeso,cera para sellar, un puado de monedas de plata, una navaja deafeitar cerrada con las cachas de hueso, una oreja de conejo, unllavero con tres llaves, un amuleto con un smbolo flico. Doscartas, escritas en un lienzo, mojadas por la lluvia y el roco, lasrunas se haban desfigurado, desintegrado. Una tercera, en unpergamino, estaba tambin afectada por la humedad pero anlegible. Era una cdula de crdito, expedida por un bancopropiedad de enanos de Murivel a un mercader de nombre RulleAsper o Aspen. La cantidad a crdito no era muy alta.

    Agachndose, Geralt levant la mano derecha del hombre.Como se esperaba, un anillo de cobre que estaba incrustado en undedo hinchado y amoratado llevaba la seal del gremio de losarmeros: un estilizado casco con visera, dos espadas cruzadas y laruna A grabada debajo de ellas.

    El brujo regres al cuerpo de la mujer. Cuando dio la vuelta alcuerpo algo le pinch en un dedo. Era una rosa prendida alvestido. La flor se haba comenzado a marchitar pero no habaperdido color. Los ptalos eran de un azul muy oscuro, casi ail.Geralt vea por primera vez en su vida una rosa as. Dio la vueltadel todo al cadver y se estremeci. En la deforme y destrozadanuca de la mujer se podan ver claramente seales de colmillos. Yno de lobos.

    El brujo retrocedi con cuidado hacia el caballo. Sin perder devista los confines del bosque, se subi a la silla. Dos veces recorriel claro, inclinado, escudri atentamente la tierra, observandotodo.

    S, Sardinilla dijo en voz baja, deteniendo el caballo. Lacosa est clara, aunque no del todo. El armero y la mujer venan acaballo, desde aquel bosque. Sin duda se encaminaban desdeMurivel a su casa, porque nadie lleva consigo durante mucho

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  • tiempo una cdula de crdito sin realizar. No s por qu iban poraqu y no por el sendero. Pero atravesaron el brezal el uno al ladodel otro. Y entonces, no s por qu, los dos bajaron del caballo ose cayeron. El armero muri en el acto. La mujer ech a correr,luego tropez y tambin muri y algo que no ha dejado huellas laarrastr por la tierra con los dientes apretados a su nuca. Sucedihace dos o tres das. Los caballos se escaparon, no vamos abuscarlos.

    La yegua, por supuesto, no contest, resopl inquieta, reac-cionando al familiar tono de voz.

    Lo que mat a los dos continu Geralt, mirando a loslmites del bosque no era ni un lobisome ni una silvia. Ni el unoni la otra hubieran dejado tanta carne para los comedores de car-roa. Si hubiera por aqu una cinaga dira que se trata de unakikimora o de un vipper. Pero aqu no hay cinaga alguna.

    Agachndose, el brujo afloj un tanto la gualdrapa que cubrael costado del caballo, dejando al descubierto otra espada, sujeta alas albardas, que tena una vaina brillante y decorada y una em-puadura negra como el carbn.

    S, Sardinilla. Daremos un rodeo. Hay que comprobar porqu el armero y la mujer iban por el monte y no por el sendero. Sipasamos de largo con indiferencia tales acontecimientos, noganaremos ni siquiera para tu avena, no es cierto, Sardinilla?

    La yegua se movi servicialmente hacia adelante a travs delcalvero, apoyndose con cuidado en los tocones derribados por elviento.

    Aunque no sea un lobisome, no vamos a arriesgarnos con-tinu el brujo, sacando de una bolsa en la silla un ramillete secode toja y colgndolo junto a la boquilla. La yegua resopl. Geraltdesanud un poco el caftn debajo del cuello, sac un medallncon la cabeza de un lobo mostrando los dientes. El medalln, que

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  • colgaba de una cadena de plata, se bamboleaba al ritmo del movi-miento del caballo, brillando como el mercurio bajo los rayos delsol.

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  • II

    Vio por vez primera las rojas tejas de la techumbre cnica deuna torre cuando alcanz la cumbre de una elevacin, a la que seencaramaba para acortar el arco de la curva de un sendero pocomarcado. El desvo, poblado de avellanos, obstruido por ramassecas, cubierto por una gruesa alfombra de hojas amarillas, no erademasiado seguro para cabalgar. El brujo retrocedi, avanzandocuidadosamente por la pendiente, volvi al camino. Cabalgabadespacio, cada cierto tiempo detena el caballo, se agachaba en lasilla, observaba las huellas.

    La yegua agit la cabeza, relinch salvajemente, patale, bail-ote en el sendero, levantando un remolino de hojas secas. Geralt,agarrando el cuello del caballo con el brazo izquierdo, dirigi lamano izquierda hacia la cabeza de su montura, con los dedos enforma de la Seal de Axia, silbando el conjuro al mismo tiempo.

    Tan malo es? murmur, mirando alrededor sin dejar dehacer la Seal. Tan malo? Tranquila, Sardinilla, tranquila.

    El hechizo funcion con rapidez pero la yegua mova suspezuas obligada, con torpeza, desconcertada, falta de naturalid-ad, perdiendo el elstico ritmo de la marcha. El brujo salt atierra, sigui a pie llevando el caballo de las riendas. Vio un muro.

    Entre el muro y el bosque no haba solucin de continuidad, nitransicin evidente. rboles jvenes y arbustos de enebro entre-mezclaban sus hojas con la hiedra y la vid silvestre, pegadas a las

  • paredes de piedra. Geralt alz la cabeza. En ese mismo momentosinti cmo se le aferraba y se le arrastraba por el cuello, erizn-dole e irritndole los cabellos, una blanda criatura invisible. Sabalo que era.

    Alguien le estaba mirando.Se volvi con lentitud, con fluidez. Sardinilla resoll, los ms-

    culos de su cuello temblaron, se movieron por debajo de la piel.En la pendiente de la loma por la que haba venido haca unos

    momentos estaba de pie e inmvil una muchacha que apoyabauna mano en el tronco de un aliso. Su largo vestido blanco con-trastaba con el brillante negro de los largos y sueltos cabellos quele caan sobre los hombros. A Geralt le pareci que sonrea, perono estaba seguro: se encontraba demasiado lejos.

    Hola dijo, levantando una mano en gesto amistoso. Dio unpaso hacia la chica. sta, girando levemente la cabeza, sigui susmovimientos. Tena el rostro muy plido y unos enormes ojosnegros. La sonrisa si era una sonrisa desapareci de su caracomo si se la hubieran borrado. Geralt dio un paso ms. Las hojascrujieron. La muchacha ech a correr por la pendiente como uncorzo, se desliz por entre las matas de avellano, era ya slo unaestela blanca cuando desapareci en lo profundo del bosque. Sulargo vestido pareca no estorbar en nada su libertad demovimiento.

    La yegua del brujo relinch quejumbrosamente, alzando sucabeza. Geralt, todava mirando en direccin al bosque, la calmcon la Seal. Abraz al caballo alrededor del muslo y avanz conlentitud siguiendo el muro, hundindose en el sendero entre lashojas de las bardanas.

    La puerta, slida, cubierta de hierro, sujeta por unas oxidadasbisagras, estaba provista de una gran aldaba de latn. Despus dedudar un momento, Geralt alz la mano y toc la enmohecida

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  • bola. Hubo de dar de inmediato un salto porque en ese momentola puerta se abri, chirriando, chasqueando, apartando hacia loslados montoncillos de hierba, guijarros y ramas. Al otro lado de lapuerta no haba nadie: el brujo vio tan slo un patio desierto, des-cuidado, obstruido por las ortigas. Entr, llevando al caballo de-trs de l. Embotada por la Seal, la yegua no se resisti, peroasentaba las pezuas insegura y con rigidez.

    El patio estaba rodeado en tres de sus lados por una pared yciertos restos de estructuras de madera, el cuarto lado lo con-stitua la fachada de un pequeo palacio, marcada por la virueladel revoco cado, sucia de chorreras de humedad, embellecida porguirnaldas de hiedra. Los postigos, de los que se haba despren-dido la pintura, estaban cerrados. La puerta tambin.

    Geralt ech las riendas de Sardinilla a un poste que estabajunto a la puerta y anduvo lentamente en direccin al palacio, at-ravesando un paseo cubierto de grava que discurra junto al vasode una pequea fuente cubierta de hojas y de basura. En el centrode la fuente, en un pedestal de fantasa, haba un delfn labrado enpiedra blanca, alzando hacia el cielo una cola rota.

    Junto a la fuente, sobre algo que haca muchsimo tiempohaba sido un macizo de flores, haba un rosal. Aquel rosal no sediferenciaba en nada de otros que Geralt haba tenido la ocasinde ver, excepto en el color de sus flores. Las flores eran excep-cionales: tenan un color ndigo, con ligeros ribetes prpuras enlas puntas de algunos ptalos. El brujo toc una de ellas, acerc elrostro, la oli. La flor posea el tpico aroma de las rosas, pero, dealgn modo, ms intenso.

    Las puertas del palacio y al mismo tiempo todos los posti-gos se abrieron con un estruendo. Geralt alz la cabeza sbita-mente. Por el paseo, levantando nubes de gravilla, se arrastrabaen direccin a l un monstruo.

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  • La mano derecha del brujo se elev rpidamente hacia arribapor encima del hombro derecho mientras que la mano izquierdatiraba con fuerza del cinturn del pecho, gracias a lo cual el pomode la espada salt a los dedos. La hoja, saliendo con un silbido dela vaina, describi un corto semicrculo y se detuvo, apuntandocon el filo a la bestia atacante. El monstruo, a la vista de la espada,fren, se detuvo. La gravilla salt a todos lados. El brujo nisiquiera respiraba.

    El ser era de aspecto humano, vestido con una ropa destrozadapero de calidad, y sin que le faltaran adornos de buen gustoaunque absolutamente innecesarios. El aspecto humano, sin em-bargo, no alcanzaba ms all del sucio cuello de la camisa: sobreella se alzaba una gigantesca cabeza, velluda como la de un oso,con enormes orejas, un par de ojos salvajes y un morroamenazador lleno de colmillos afilados entre los cuales, como unfuego, temblaba una lengua roja.

    Vete de aqu, mortal! grit el monstruo, agitando lasmanos pero sin moverse del sitio. Que te devoro! Que te hagocachos!

    El brujo no se movi, no baj la espada.Ests sordo? Vete de aqu! bram el ser, despus de lo

    que expuls un sonido que estaba entre el gruido de un cerdo yel bramido de un ciervo macho. Los postigos de todas las ventanasse cerraron y golpetearon, haciendo caer cascotes y yeso de losmuros. Ni el brujo ni el monstruo se movieron.

    Escapa, mientras ests entero! grit el ser, pero como si sesintiera menos seguro. Porque si no

    Si no, qu? le interrumpi Geralt.El monstruo resoll salvajemente, inclin la enorme cabeza.Vedlo ah, que atrevido dijo tranquilo, mostrando los col-

    millos y mirando a Geralt con los ojos enrojecidos. Baja ese

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  • hierro, si no te importa. Puede que no te hayas dado cuenta deque te encuentras en el patio de mi propia casa? O es que dedonde vienes es costumbre amenazar con una espada al anfitrinen su propio patio?

    Lo es afirm Geralt. Pero slo al anfitrin que recibe alos huspedes a gritos y anuncia que los cortar en pedacitos.

    Ah, cuernos se exalt el monstruo. Y todava me va aofender, el vagabundo. Vaya un husped! Se mete en el patio,destroza flores ajenas, campa por sus respetos y encima piensaque le van a dar el pan y la sal. Puff!

    El ser escupi, resopl y cerr el morro. Los colmillos inferi-ores se quedaron en el exterior, otorgndole el aspecto de unjabal.

    Y qu? dijo el brujo al cabo de un rato, bajando la es-pada. Nos vamos a quedar as, de pie?

    Y qu propones? Que nos tumbemos? buf el mon-struo. Guarda ese hierro, te digo.

    El brujo meti diestramente el arma en la vaina de su espalda,sin bajar la mano acarici el pomo que sobresala por encima delhomb