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Oct 27, 2018

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HenriLoevenbruckEltestamentodelossiglos

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ADelphine

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Prólogo

Elvientonocturno soplaba sobre lasmontañascalcáreasdeldesiertode Judea.Eraelsoplograveycontinuoqueanuncialallegadadelamanecer,lahoraenquelos primeros buitres empiezan su ronda silenciosa más allá de las cimas dePalestina.

Al este, las estrellas del cielo ceniciento se reflejaban aún en el aguaaceitosadelmarMuerto,enmediodeenormesbloquesdesalgris.Elpuntomásbajodelglobo.Allísoplabaelvientoquesemetíaentrelasdunasblancas,enlospequeños valles sinuosos, a través de los campamentos de beduinos, y llegabahastaloscañonesculminantes.

ApocoskilómetrosdeJerusalén,ymuylejosdelmundosinembargo,enelsecreto de aquellas cimas invisibles, se escondía la silueta baja de un antiguomonasterio. Un bloque de piedra gris unido a la pared rocosa. Austeraconstrucción en la que se abrían solamente unas ventanas primitivas. Ni unacarretera,niuncaminollevabahastaallíalviajeroimprudente.Nadaparecíauniraquel edificio inaccesible al resto delmundo.Allí reinaba como único amo elsilenciodeldesierto.

Algunas cabras monteses dispersas rodeaban el edificio, en las escasaszonasverdes,ytrepabanporlaslargasescaleraserosionadas,talladasenlarocaamarilla.Unapoleademaderarechinabaysebalanceabadelantedelafachada.Enelprimerpiso,laluzvacilantedeunavelabrillabadetrásdeunaventana.

Enaquellapequeñaestanciadespojadarezabaunanciano.

Vestido de tela blanca, con el cráneo desnudo y los ojos cerrados,salmodiaba de rodillas, inclinado ante la ventana. Su larga barba gris serestregaba sobre su pecho al ritmode sus reverencias.Apesar del silencio deaquellosparajes,apenasseoíaelsonidodesuvozgrave.

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Cuandoacabósuplegariaselevantólentamenteysedirigióhaciaelfondodelaestancia,dondeungranpilóndepiedrasobresalíadelapared.Estaballenodeaguafríaenlacualelancianosumergiólasmanos.Hizocorrerelaguasobresu frente, sobre su rostro, después por los pies, pronunciando nuevas plegariasconfusas.Ibaconlospiesdesnudoscomosímbolodesucomuniónconlatierra,yaqueallílatierraeraunservivoysagrado.

Alfinal,volvióasumodestolecho,queeraunasimplecubiertacolocadadirectamente en el suelo. Se echó allí de espaldas ymantuvo los ojos abiertosunos instantes. Ninguno de los otros doce religiosos que vivían en aquelmonasterio olvidado se había despertado aún. Los muros ancestrales de aquelrecintoestabanllenosdeunsilenciomagistral.Perofuera,elancianooíaelruidocontinuo de la noche. Dejó que su espíritu se evadiese entre los murmullosnocturnos.Invitóalsueñosiguiendoelritmodesurespiración.

Era un hombre justo y sabio, que había consagrado toda su vida a lacomunidaddelmonasterio,esperandocomosushermanoseladvenimientodelaNueva Alianza. Se inició a la edad de trece años, y desde entonces ya jamásabandonóelmonasterio.Comosushermanos,observabaescrupulosamentetodaslas leyes de la comunidad, y no se alimentaba más que de pan, agua, raícessilvestresyfrutos,eintentabacultivarensímismolapurezaylahumildad.Comosus hermanos, repartía su tiempo entre la meditación, la agricultura y elartesanado.Ycomo sushermanos, desdehacía largo tiempohabíaolvidadoLarealidaddelmundoprofano.Olvidóasuspadres,sufamilia,Jerusalénytodoloque los hombres habían hecho. Sólo Dios ocupaba su vida. Dios y su últimosecreto.

De repente fue como si la noche se callase, sofocada.Los llantos de loschacalesseextinguierondegolpeylosbuitressequedaronsilenciosos.

Elmonjeabriólosojosyseincorporólentamente.Aguzóeloído.Perotodosehabíasilenciado.Sóloquedabaelsoplodelviento.Aquellonoeranormal.

De golpe, sonó el ruido atronador de una enorme explosión. Como unacorde de órgano incongruente enmedio del silencio nocturno. Losmuros y eltechovibraron,yunaluzintensayblancasecolóporlasventanas.

Elancianoselevantóycorrióhacialapuerta.Cuandosalióalalargacrujíaque dominaba los jardines del monasterio, descubrió horrorizado que unasenormesllamasinvadíansusparedes.Despuésresonóunanuevaexplosión,yotramásaún.Elecoensordecedordelasdeflagracionesparecíanoquererextinguirsejamás.Bloquesenterosdepiedraseseparabandelostechosylosmurosycaían

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conestrépitoalolargodelacrujíaoenlosjardinesquehabíadebajo.

El anciano no sabía qué hacer. En qué dirección correr. Dónde buscarrefugio en medio de aquel incomprensible diluvio. Poco a poco fueronapareciendo otros monjes en las puertas del pasillo. Sus rostros, como el delanciano, estabanmarcados por el terror.Nadie podía comprender el origen deaquelsúbitoapocalipsisenmediodelanoche.

Pronto,unahumaredanegrasubióhastaelprimerpisoyenvolvió todoeledificio.

El viejo monje tosió para expulsar el humo ácido que penetraba en sugarganta,ydespués,llenodepánico,sedecidióacorrerhacialasescalerasmáscercanas.Dobladopor lamitad,siguiólabarandilladepiedraypasóenmediodel estrépito, a través de las llamas y el humo. Enmedio de la crujía vio derepenteaunodelosmiembrosdelacomunidadquesedesplomabaanteélcomofulminado.Elreciénllegado.Elmásjoven.

Con las manos temblorosas y los ojos llenos de lágrimas, se acercólentamentealcuerposinvidadesuhermano.Largosreguerosdesangre,cadavezmásintensos,manchabanlaampliatúnicablanca.

Laatmósferasehacíairrespirablepormomentos,yelcalordelasllamaslemordía las mejillas. Pero el anciano se dejó caer de rodillas. Ya no le cabíaningunaduda.Nosaldríajamásvivodeaquelinfierno.Lamuertelerodeabaportodaspartes.Prontoselollevaría.

Tomólamanodesucompañeroechadoanteélylecerrólosojos.Unsolopensamientoleocupabaya.¿Erapuro?¿Habíaalcanzadolapurezaenelsenodesucomunidad,ahoraquedebíareunirseconelEterno?

Habíaunsecretoenlomásprofundodesualma.Unsecretoquenohabíacompartido jamás.Comoenelcorazónde todos loshombres.Elúltimo recintoamuralladodesuintimidad.Entonces,¿erapuroono?

RogóparaqueDiosleaceptaseensureino,ydeprontosintióunterribledolorenelpecho.Comounapicadurafulminante.

Encontró fuerzas para sonreír y después,mientras las llamas rodeaban sucuerpoinmóvil,murió.

Cuando el estruendo cesó por fin, diez siluetas negras surgieronrápidamente y sin ruido del edificio en llamas. Diez hombres con el rostroenmascarado.MetralletasMP-5modificadas, sistemas demirilla láser, brújula

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digital,GPS,proyeccionesinformáticas,monosdekevlar...llevabanencimacasicincuentakilosdeequipo.

Laintervenciónsehabíaestudiadoypreparadominuciosamente.Cadaunosabíaloqueteníaquehacer.Elplanodelosedificiossevisualizabaenimágenesdigitalesensuspantallas.Gestoscienvecesrepetidos.

Elataquesólohabíaduradounosminutos.Lospuntosrojosparpadeantesseextinguieronunoaunoenlaspantallasdevidrio.Lamayorpartedelosmonjesmurieronmientrasdormían.Nadiehabíadadolaalerta.Nadiesobrevivió.

Cuandolosdiezmercenariosbajaronlapendienteocredelmonteenllamas,llevándoseconellosuntesorodelcualnopodíanniimaginarlaimportancia,elviento nocturno soplaba todavía sobre las montañas calcáreas del desierto deJudea.

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Yosoyeltenebroso,elviudodesolado,PríncipedeAquitaniaensuTorreabolida,Misolaestrellahamuerto,ymilaúdconsteladoLlevadentroelSolNegrodelaMelancolía.

ElDesdichado,GÉRARDDENERVAL

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Uno

Yo levaba once años sin ver a mi podre el día queme llamó un notario paraanunciarmequehabíamuerto.

Enesosmomentosunonuncasaberealmentequédecir,yyonotéqueeltipoqueestabaalaparatosesentíamásviolentoaúnqueyomismo.ElsilencioquesehizoentoncesnoteníanadaqueverconningúndesfasedelsonidoentreParísyNuevaYork,niconelhechodequedebíadehacercuatroocincoañosqueyonohablabaniunasolapalabradefrancés.Sencillamente,nosabíaquédecir.

Hacía once años que vivía en Nueva York, siete que trabajaba comoguionistaparalatelevisiónyquelosproductoresdelinventoseextasiabanalverel «toque francés» que yo había aportado al SaturdayNight Live, tres que miserieSexBotteníaungranéxitoenlaHBOporquelosespectadoresnoteníanlacostumbre de oír hablar tan abiertamente de sexo en televisión, y solamente unañoquehabíadecididodejardejugaralmillonariodesengañadoquesepulesusdólares en coca y en restaurantes de lujo porque no sabe ya qué hacer con losceros que se acumulan en sus cheques. El día que Maureen me abandonó,comprendíqueAméricamehabíaconvertidoenelpeordelosamericanos,yquehabíafranqueadohacíatiempounoslímitesquenovalíalapenatraspasar.Queteplanteunaactrizdesegundaquepasamástiempoconlanarizmetidaenelpolvoqueenunplatóhacequeaunolecambienlasideasrápidamente.Nohevueltoaprobar la coca. Nadie puede odiarla más que aquel que la amó mucho en elpasado.Dealgunamanera,todoesomepusoenelbuencamino.Uncaminotristeysolitario,peroenelcualyointentabanohaceryamásdañoanadie,nunca,yamíelprimero.

En resumen: Francia no era más que un recuerdo, mi padre apenas unapesadilla, y París se resumía en una torre Eiffel de tarjeta postal. Mi pasadoestabatanlejosqueenlosrestaurantesdeGreenwichVillageencontrabaexóticoqueloscamarerosmellamasen«monsieur»enunfrancésmacarrónico.

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—Pero¿cómohasido?—conseguíbalbuciralfinal,afaltadealgomejor.

—Unestúpidoaccidentedecoche.Diosmío,hasidotanabsurdo...¿PiensaustedveniraParís?

«Venir a París.» De pronto, la idea de que mi padre estaba muerto deverdadsehacíamásreal.Másconcreta.Eraunodeaquellosmomentosenqueelpresenteestámarcadoporunacontecimientotanfuertequecasinotamospasarlossegundos.Casi seoyechasquearelmecanismo inmensodeun reloj imaginario.Nunca teníauna sensacióndevivir tan intensa comoen aquellos silencios.Lossilenciosqueacompañanalosdramas.Soydeesosquesequedanhorasyhorassentados delante de la CNN tragándose sus imágenes repetidas una y otra vezdurantelasguerrasdelGolfooelataquealWorldTradeCenter,porquesiempretengo la sensación de inscribirme en la historia, de vivir cada segundo de uncambio,deunabisagra.Departiciparenunaemocióndemasas.Deestarvivo,ensuma.

Yallí,silenciosoantemi teléfono, igualqueante las imágenesde lasdostorres que se derrumbaban, me sentía vivo. Y sin embargo, hacía muchísimotiempoquemedabaabsolutamenteiguallasuertedelhombrequemehabíatraídoalmundo.

—Yo...Puesnosé.¿Esrealmentenecesario?

ImaginabalasorpresadelnotarioalotroladodelAtlántico.

—Bueno... —empezó lentamente—, hay que arreglar los asuntos de laherencia,ydespuéselentierrotambién,cómolodiría...Ustedeselúnicofamiliarque tenía... Pero si realmente le supone algún problema, podemos intentarresolverlotodoporteléfono.

Teníamuchasganasdedecirquesí.Dedicarunúltimocortedemangasaaquel viejo corto de miras que, después de todo, tampoco había intentadocontactarconmigoduranteaquellosonceaños.Peroalgomeempujabaair.Quizálasganasdecambiar.Volveraponerlospiesenelsuelo.Yademás,aunquemesentíaprotegidodesdehacíaonceañosenelcapulloneoyorquino,algunacosasehabíarotoenmiamorporesegranpaísidiota.Mecostabamuchoseguirjugandoaseramericano.Enelfondo,lamuertedemipadrecasimeibabienytodo.UnabuenaexcusaparavolveraFrancia.

—Intentarécogerunaviónmañanamismo—soltéalfinal,suspirando.

Aldíasiguiente,despuésdearreglardecualquiermaneratodoslosdetallesconmiaterrorizadoagente,despeguéalas14.28horasdelaeropuertoKennedy,

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endirecciónaParís,dejandotrasdemíelskylinedesfiguradodelreinodelateleporcable.

Pronto me di cuenta: me sentía feliz de volver a París. O de abandonarNuevaYork.MividaenEstadosUnidossehabíavueltodemasiadocomplicada.Apasionante y terrorífica a la vez. Como la mayor parte de los habitantes deManhattan,yoteníaconlaislaquenoduermejamásunarelacióndeamoryodiomezcladosquenecesitabaunpocodedistanciamiento.

Contrariamente a la imagen puritana que los franceses tienen de EstadosUnidos,yohabíaencontradoenlatelevisiónporcabledeNuevaYorkmuchamáslibertaddelaquepodíaofrecermeningúnproductorfrancés.EncadaepisodiodeSexBotyo contaba la agitada vida sexual de unnuevohabitante deManhattan.Con todo detalle. Una por una, iba reflejando las costumbres de todos loshabitantes de la ciudad, sin tabúes, sin reservas, incluso, en lo posible, con untoque de cinismo. Homosexualidad, tríos, eyaculación precoz, intercambio deparejas, cuantas más cosas incluía, más gustaba. Desde luego, la televisiónamericananomenecesitabaamíparahablardesexo,perocreoquefuielprimerguionista que puso en escena una verdad tan cruda. El primer condón que serompióentelevisiónfueobramía.Losprimerosdebatessobreelolordelsudordespuésdelamor...Míotambién.Todoelmundoencontrabaalgo.Losobsesossedeleitabanconlasescenascalientes,losneuróticosseencontrabanmenossolos,los neoyorquinos se complacían en su peculiaridad, los otros se extasiaban ofingían sentirse escandalizados... La nueva moda consistía en adivinar, cuandouno se encontraba con alguien, cuál era su personaje favorito en la serie. Enresumen,eléxitofuemuchomáslejosde loqueyohabíasoñadoy,sobre todo,muchomásrápido.SexBotestabaen laonda.Trendy,comodicenellos.Habíacaído en el lugar adecuado, en el momento adecuado. De pronto ya no teníanecesidaddereservarconmesesdeantelaciónparapodercenarenlasmejoresmesas de la ciudad. Mi cara aparecía en todos los platós de televisión y enportadadelasrevistasmásmalignas.DespuésmeencontréenbrazosdeMaureen,antes de pasar a los brazos de la cocaína, y acabar en los de un médicoespecializadoen toxicomaníasyunabogadoexpertoendivorciosde famosos...Paralamayorpartedelaspersonaseldelmatrimonioeselmejordíadesuvida.Paramí,fueeldemidivorcio.NuevaYorkmeofreciótodoaquelloymuchomásaún.

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Los años habían pasadomuy deprisa, demasiado deprisa, y nome habíatomadotiemporealmenteparareflexionarenloquemeibacayendoencima.Eraelmomentodelargarse.Derecuperarauntipoalquepudieseverenelespejoaldespertarme,sinpreguntarmequiénerayquénariceshacíaallí.Ysobretodo,yanomehacíatantagraciavivirencasadelTíoSam.

Con la cabeza pegada a la ventanilla del taxi blanco queme conducía alhotel, redescubríParísensilencioa travésde lasnubesdevahoquemialientodibujabaenelvidrio,delantedemí.Habíapedidoalconductorquepasaseporelcorazónde la ciudadparadisfrutar enseguidadel espectáculo.La lluvia, desdeluego,no loestropeaba.Envolvía laciudadenun resplandorextrañoypesado,hacíabrillarlasaceras,sonarlacalle,correralagente.Unballetdeparaguassecruzaba en los pasos de peatones. Todo era de un gris azulado. La gente, lascasas,elSenaysusmuelleshundidos,elcielo.Nohabíaformamejordeacogermihumorindiferenteyfríoaqueldía.Mesentíafelizdeestartriste.

Parísnohabíacambiadomuchoenonceaños,apartedelaBastilla,quizá,que parecía llevar unamáscara torpe, una capa de platino demasiado espesa ymalaplicada.TodosloscafésseparecíanalosloungebarsdeNuevaYork,decolor naranja, negros y demadera, abarrotados y fríos a la vez.Y la ópera devidrio, por muy bella que fuese, desequilibraba el conjunto, como si hubiesendesplazado el centro de gravedad de aquella plaza ancestral. Yo había salidohaciaNuevaYork justo después de que se acabase la ópera, y no había tenidotiempodeacostumbrarme.

Enresumen:meregocijabaconlaideadevisitardenuevolaciudaddemiinfancia cuando el taxi me depositó al fin delante de mi hotel, en la plazaVendôme.ADave,miagente,comobuenamericano,noselehabíaocurridonadomejor que reservarme una habitación en elRitz, y aquello nome entusiasmabaparticularmente.

Yo había abandonado París pelado, y volvía casimillonario. GastarmisdólaresenAméricanomedabayamiedodespuésdemidivorcio(algomásqueno se llevaríami ex), pero allí, en aquella ciudad donde teníamis raíces, esaciudad que me había visto como un niño perdido o como un adolescenteenamorado,experimentabaunaespeciededesazónantelaideadealojarmeenunhotel en el que, once años antes, ni siquiera me habría permitido tomar undesayunosintenerquereclamaramipadreundineroquenoqueríapedirle.

Me apresuré a hacer subir mi maleta, eché una ojeada divertida a lasuntuosa habitación (dorados, madera y cortinajes a placer) y abandoné aquel

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hotelexcesivamentedecoradoparairaveralnotario.Pormuchaaprensiónquemecausaralacita,queríalibrarmedeaquelasuntocuantoantes.

ElestudiodelprofesorPaillet-Laffite seencontrabaenunviejo inmuebledelacalleSaint-Honoré.Redondeadoydepizarragrisazulada,conlafachadadepiedrablancamanchadaporeltráfico,grandespuertasdevidrio,alfombrasenelsuelo y ascensor ridículamente embutido en un hueco de escalera demasiadoestrecho, era el inmueble parisino por excelencia. El profesor Paillet era elnotariodelafamilia,eldemipadreymiabuelo,peroyosólolehabíavistounavez,ynoenlasmejorescircunstancias,eldíaqueenterramosamimadreenelcementeriodeMontparnasse.Comolamayorpartedelosamigosdelafamilia,alvenirhabíadescubiertoconhorrorqueyomeencontrabasoloante la tumba.Elcabróndemipadrenosehabíamolestadoenaparecer.

—Siéntese,elprofesorPailletlerecibiráenseguida.

Habíaolvidadoelruidomágicodelosviejosparquésparisinos.Nohayniun solo apartamento en Nueva York en el que el suelo cruja con ese encantoanticuado. Al pasar por la puerta que me abría una secretaria regordeta, muysonriente, no pude evitar pensar en la sala de espera del dentista donde pasétantas horas en mi infancia, muerto de inquietud ante las pilas arrugadas deMadameFigaro,ParisMatchyotrasgloriosasrevistas,escuchandoalolejoselchillidoestridentedelasfresas...

Peroelnotarionomehizoesperardemasiado,yprontomeencontrésentadodelantedesuenormeescritoriodeministro,admirandounfalsoDalíqueteníaasuespalda.UncuadrodeJesucristo,blancocomoelpapel,comosiesperaseenlacruzqueMartinScorsesevinieseacambiarlelasideas.

—Buenosdías,señorLouvel,graciasporhabervenidotanrápido...

Enrealidad,elCristodalinianoencontrapicadoyconelcuerpotanpálidoparecíavelarporél.

El hombre puso las dosmanos encima de la carpeta de cartón que teníadelante.

—Perdóneme si le parezco indiscreto—continuó—, pero usted no habíavistoasupadredesde...

Aparté la mirada del cuadro y sonreí al notario. Era un hombrecillorechoncho,conlapielbronceadayarrugada.Conelcabellonegro,corto,espeso,ylosojosprofundos,teníaelfísicodeuncorso,peroconeltactoyladiscrecióndeuninglés.Segúnmiscálculos,teníaquehaberalcanzadolasesentena,perono

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parecíamayor de cincuenta. Era uno de esos tipos que, después de una ciertaedad,aterrorizadosporlabarriga,dejanelwhiskyysepasanalaguaPerrierconlimón.YameloimaginabayojugandoalgolfenSaint-Nom-la-Bretècheoaltenisen la propia ciudad.Yme lo imaginé también a punto de reventar, con la caraenterrada en la tierra batida, fulminado por una crisis cardíaca bajo lamiradaaterrorizadadeunamigoabogadoquelehabíahechocorrerdemasiado.

—Desdehaceonceaños.Leviunasolavezdespuésdelentierro,notuveelvalordeecharlelasmanosalcuelloymefuiaEstadosUnidos.

Elnotariobajólacabeza,fingiendonohaberoídomiúltimaobservación.

—Ustedessuúnicoheredero.Suúnicafamilia.

Hablabarápido.Comosiyahubieserepetidodiezveces laescenadentrodesucabeza.

—...supadre lohabíaprevisto todo,notendráqueocuparsedelentierro.Sólohayquefirmaralgunospapeles.

—Mejor.

—Pero está el tema de la sucesión... Él le ha legado todos sus bienes, yustedtendráquedecidirquéesloquequierehacer.

—Yaveo.Enrealidad,nome interesasudinero.Peroquizáhayaalgunascosas demimadre... El resto lo daré para obras de caridad. Así no se paganimpuestos,¿verdad?

Pailletsefrotólabarbilla.

—Aquí tengo la lista de sus bienes, Damien. Sus padres tenían muchoscuadros con bastante valor. Tendremos que hablar de ello. Y, en efecto,seguramentehaytambiéncosasquepertenecieronasumadre,enelapartamentodeParís,yquizátambiénenlacasadeGordes...

—¿Dónde?

Levantó sus ojos hacia mí sin bajarse las gafas, que tenía puestas en lafrente.

—Gordes.SupadrecompróunacasaenProvenza,haceunosdosaños.¿Noestabaustedalcorriente?Allífuedondetuvoelaccidente.EstáenVaucluse,másexactamente...

—Pero,¿quénariceshacíaélalláabajo?¡Creíaqueodiabalasprovincias!

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Elnotarionorespondió.Parecíamolesto.Metendióloqueparecíaunafotodelacasa.

—Elcuerpo...¿estátodavíaallí?—lepregunté,cogiendolafoto.

Lapalabra«cuerpo»suenabastantemalcuandounoserefiereasupropiopadre...;hayalgunostabúesalosquenisiquieralosmáscínicosescapan.

—No, fue repatriado a París, y el entierro, si usted no tiene ningúninconveniente,tendrálugarpasadomañana.

—¿EnMontparnasse?

Elnotarioasintió,violento.Elcanallademipadrehabíatenidoelmorrodepedir que lo enterrasen al lado de su mujer, en el cementerio donde, que yosupiera, jamáshabíapuesto lospies.Adiviné en lamiradadel profesorPailletquetemíamireacción.Pero,reflexionando,aquellonomemolestabademasiado.Nosoydeesosquevanallorarencimadeunatumba.Nonecesitopiedraspararecordaralaspersonas,yesesímboloenconcretonomedecíanada.Sielviejoquisotranquilizarsuconcienciapidiendoreposarjuntoalamujeralaquehabíaabandonado,aquellonocambiabanadaparamí.Leenterrasenallíoencualquierotro sitio, elmal estaba hecho, y eso no cambiaría tampoco gran cosa paramimadre,ahora...

Mirélafoto.Eraunapolaroid,peroseveíabienlapropiedad.Unacasitadepiedra,estrechayplantadaenmediodeunjardínflorido.¡Noparecíapropiodemi padre! Pero, ¿le conocía yo en realidad?Después de todo, había tenidotiempo de cambiar a lo largo de aquellos años. Si es que un hombre puedecambiar.

—GordesesunodelospueblosmásbellosdeFrancia,yasabe,enloaltodeunaroca,es...esprecioso.

Enrealidad,yonoleescuchaba.Intentabacomprender.

—¿Cómotuvolugarelaccidente?

—Eranlasdosdelamañana,supadrecogiómalunacurva,elcochecayóenunbarranco...Acincominutosdesucasa...

—¿Yquéhacíaencochealasdosdelamañanaenesepuebluchoperdido?

ElprofesorPailletseencogiódehombros.

Había algo que no cuadraba. Yo no llegaba a imaginarme la escena. ElviejoquecomprabaunacasaenunpueblecitodelsurdeFrancia.Quizáhubiese

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unamujerporallí.Peroelnotariosindudanoestaríaalcorriente...

MipadrehabíanacidoenParís,yhabíavividosiempreallí.Allíestudió,yallítrabajó.ConocióamimadreenParís,secasaronenParís,lehizounhijoenParís,ylaabandonóenParíscuandoaparecióelcáncer.Sentíahorroralcampo,horroralasprovincias.LasafuerasdeParís,paraél,yaestabandemasiadolejos.No llegabaa encontrarniuna solamalaexcusaparaque se refugiaseenel surcomounbanqueroretirado.

—MegustaríamuchoiraverelapartamentodeParís—dije,fingiendounasonrisa.

—Claro. Tenga cuidado con la alarma, le daré el código. Con todosaquelloscuadros,supadrehizoinstalarunaalarmadeúltimomodelo.

Estaba claro que el notario tenía prisa por desembarazarse también deaquelasunto.Nosécuáleshabíanllegadoasersusrelacionesconmipadre,peroveíaensusojosquenohabíaolvidadoelsórdidoentierrodemimadre...

Meentregódosllaverosllenosdellavesyunacarpetadecartón.

—Esteeselcódigodelaalarma,lasllavesdelapartamento,lasdelacasa,lasdesucoche,queseencuentraenelaparcamientoenParís...elnúmero114.Esun406.TambiénteníauncocheenGordes,peroestáparaeldesguace.Noestoysegurodequéesloqueabrentodaslasllaves,peroyaloiráaveriguandousted.Ycuandotengatiempo,tendríaquemirarsetodosestosdocumentosyfirmarlos...

Melevantéyletendílamano.

—¿Notengoquehacerningunagestiónparaelentierro?

—No,no,yomeocupodetodo,supadrelohabíaarreglado.Sinembargo,puedeavisarquizáalagentedesuentorno...

Hice señas afirmando, pero en el fondo me preguntaba a quién podríaavisar.

Elviejohabíamuertosolo,yseiríasoloalatierra.Ysiteníaquecorreralguna lágrima por mis mejillas, sería por mi madre, cuyo recuerdo no podíaevitarevocar.

Mis padres no se habíanmudado desdemi nacimiento.Aunque eranmuyacomodados,habíanconservadoaquelpisomodernodecincohabitacionesenla

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calleSèvres,desdedondemipadrepodíairapiealaplazadeFontenoy.TodasuvidaocupóunaltocargoadministrativoenlaUnesco.

Mi padre era un personaje extraño. Cuando no se le conocía demasiado,parecía encantador. Atento, fino, cultivado. Bibliófilo docto, amante del arte,intelectualdecentro-izquierda,seleoíaenlossaloneshablardeMontaigneodeChagall, le hacían muchas preguntas, y uno podía presentarlo orgulloso a susamigos.«Yademás,elseñorLouveltodavíaencuentratiempoparatrabajarenlaUnesco.»Altoyelegante,parecíacongeladoenelencantodelacincuentena,conlassienesgrisesylasarrugasdeexpresión.Llevabasiempreunamanometidaenel bolsillo del pantalón, con la graciosa desenvoltura de un dandi. La gente loadoraba.

Pero en realidadmi padre era un auténtico cabrón.Le vi apretarmuchasmanos,peronotengoniunsolorecuerdodeélbesandoasumujer.Oasuhijo.Cuandosecerrabalapuertadetrásdelúltimoinvitado,mipadredesaparecíaensudespachoynoseleoíahablarmáshastalasiguienterecepción.Eracomosiaquelhombrehubiesepasadosuvidaenteralamentandonosólohabersecasado,sino, mucho peor aún, haber engendrado un niño. Y cuando uno es el niño encuestión,esoresultabastantedurodeaceptar.

Recuerdoqueundíaasistíaunaconversaciónbastanteconmovedoraentredosamigos.Unoteníaunpadreintelectualquedetestabalosdeportes,yotrounpadre deportivo que detestaba a los intelectuales. Como resultado, mis dosamigosenvidiabancadaunoalpadredelotro.Yonoteníanielunonielotro.Mipadrenoteníanadaquecompartir.Hastasuamorporlosbelloslibrosycuadrosseloguardabaparasí.Secontentabaconponerloslobastantealtosparaqueyono llegara a cogerlos. Yo no tenía ninguna relación con él. Ni tierna, niconflictiva.Nada.

Perocuando losmédicos anunciaronamimadreque sufríauncáncer fuecuandocomprendíhastaquépuntosumaridoeraundesgraciado.

Mimadreeratodolocontrariodesuesposo.Nuncacomprendíenrealidadpor qué se habían casado. Sin duda, una historia de comodidad. Mi padrenecesitabaunamadecasa,ymimadreunacuentaenelbanco.Laúnicacosaquepuedo reprocharle amimadre es no haberse atrevido jamás a alzar la voz, niconmigo ni con sumarido. Era una dama generosa, tierna y dulce.Y era bellatambién, por sus ojos, por los gestos de sus manos, pero también por suselecciones. Hija de una familia burguesa de la región bordelesa, tuvo querenunciar a muchas cosas al casarse con mi padre, y creo que toda su vida

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lamentóhaberabandonadosuprovincia sinatreverse jamásaconfesárseloa sumarido parisino. Después del tercer aborto, su médico sugirió incluso laposibilidaddequeParísnofueseelentornoidealparaella.Alañosiguiente,sinembargo, nací yo. Y creo que la alegría de mi madre fue inversamenteproporcionalalamolestiademipadre.

Cadaunodelosgestosdemimadre,cadaunadesusatencioneseracomouna forma de excusar el egoísmo de mi padre. Como si ella hubiese queridocompensarme,indemnizarmeporaqueldaño.Nuncadejédeadoraramimadre.

Pasé cuatromeses a su lado, en la habitación del hospital.Cuatromesesdurante los cuales invertimos los papeles. Fui yo quien compensé la ausenciacrueldemipadre,yyoquienaprendíelsecretodelassonrisasforzadas.

Cada vez que la puerta de su habitación se abría a mi espalda, la veíalevantar los ojos llena de esperanza. Pero nunca era mi padre quien entraba.Entonces ella sonreía al visitante, almédico, a la enfermera. Su boca sonreía.Perosusojosdecíanunacosamuydistinta.

Nuncasupeencontrarlaspalabrasquehubieranpodidohacerlaolvidar.Noestoy segurodeque existieran talespalabras.Cuando lopiensohoyendía,mepreguntodóndeencontré la fuerzaparaacompañarlaasí, solo,hastael final.Enaquellaépocanomehacíaesapregunta.

Perohoyendíacreo saberlo.Creo saberdedónde sacaba la fuerza.Delodio. El odio que sentía por mi padre. A fin de cuentas, pienso que fueprovidencial quenoviniese tampoco el díadel entierro.Habríapodido acabarmal...

Pero,porelcontrario,yomefuiaNuevaYork.

TeníatodoestoenlacabezamientrassubíaporelpequeñoascensordelacalleSèvres.Todoesoyademásmuchaaprensión.

Alabrir lapuertameasaltóelolordelpiso,unolorquenohabíanotadodesdehacíadiezaños.Sinduda,nuncamehabíaparecidotanfuerte.Elperfumesecoyantiguodelmimbre.ElolorqueparamíevocabaaBurdeos,misabuelos,los juegos de niño, los meses de vacaciones, mi madre... Todos los postigosestabancerradosyelpisosehallabasumergidoenlaoscuridadtotal.Esperéunmomentoantesdedarlaluz.

Cerrélentamentelapuertablindadadetrásdemí,ypresionéelinterruptor.Entonces vi lo que había sido «mi casa» durantemás de veinte años. El salóndoble,coneltechoalto,losmueblesantiguosquemeparecíanmásoscurosymás

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pequeños, los numerosos cuadros, pinturas contemporáneasoriginales, entre lascualeshabíaunChagall—mipadrevenerabaaChagall—yunóleodeDuchamp,la chimenea condenada con sus dos morillos en forma de busto de húsar, lalámparademadera,elgransofádecueromarrón,lasgruesascortinasazulreal,laalfombrapersausaday,aladerecha,enunamesitabaja,elenormereceptordeteléfonoanticuado,congrandesbotonescromados...Nadahabíacambiado.Nada,ocasinada.

Una sola cosa difería, y eso me conmocionó enseguida, ya que aquelladiferenciatransformabaporcompletolaenormesala.

Labibliotecaestabavacía.

Noconteníaniunsololibro,niunsoloobjeto;nohabíanadaenabsolutoenlosestantesderoblequerecorríanelmuroblancofrentealaventana.Nadamásqueunafinacapadepolvo.Sinembargo,mipadre teníaunacolecciónnotable,inestimable. Ediciones originales, estampas, bellas encuadernaciones... Meacordabadealgunasobrasquelegustabanespecialmente,comoaquellaediciónoriginal en vitela de La caída de la casa Usher, traducida al francés porBaudelaire,ounaencuadernaciónfirmadaporDuboisd'EnghiendelosCuentosynovelas en verso de La Fontaine, pero sobre todo, la colección completa enduodécimode losViajesextraordinariosde JulioVerne, deHetzel.Todavía leoigoexplicarasusinvitadosqueloscoleccionistasdespreciaban,erróneamente,esa ediciónen formatodebolsillo, cuandoen realidad se tratabade la ediciónoriginal(apartedelapublicaciónenfolletín),yqueesoslibrosamenudoestabanadornados con grabados extraídos de publicaciones en octavo que no seencuentransiempreenlasedicionesmáscélebresengranformato.Entonces,todoaquelloparamínoeramásqueungalimatías,peroesonomeimpedía,llegadalanoche,cogeraquellosvolúmenesaescondidasparaleeraJulioVernealaluzdemimesilla de noche, aspirando el aroma de las viejas páginas, y pasando losdedos por los finos grabadosmientras viajaba a las Indias o al corazón de laTierra.

¿Adónde habían ido a parar, pues, todos aquellos libros? Decidí seguiradelante,visitarlasotrashabitaciones,yenpocosminutosrecorrítodoelpisoydescubrí que en casa de mis padres no quedaba ni un solo libro. Era másasombrosoaúndadoquenofaltabaabsolutamentenadamás.

Meneé la cabeza, intentandoaclararmis ideas. ¿Habrían robadoencasa?No había señal alguna de robo. ¿Habría decididomi bibliófilo padre llevarsetodos los libros al sur?Tal cosa era posible, cierto, pero un poco rara por su

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extremismo. ¿Y por qué llevarse todos los libros y ni un solo cuadro?Habríapodidocontentarseconhacerunaseleccióndeobras,lasquenohabíaleídoaún,porejemplo.¿Cuántaspersonassedicenqueesperaránasujubilaciónparaleerconretrasoesemontóndelibrosquesenosacumulanatodosenlasbibliotecas?Incluso se ha inventado una palabra para eso: «bibliotafio». Pero de ahí allevárselotodo...No,realmente,todoaquelloeramuyraro.

Decidí llamaralnotario,yalmarcarsunúmeromedirigíhacia lacocinaparaservirmeunwhisky.Sólounchupitodewhisky.

—¿Hola?¿ProfesorPaillet?SoyDamienLouvel.Lellamodesdelacasademipadre...

TodavíaquedabaunabotelladeO'Banenelarmariodelacocina.Lamarcapreferidademipadre.Unodelosrarosgustosqueamboscompartíamos.

—¿Vatodobien?—seinquietóelnotarioalaparato.

—Sí.Sóloque,¿sabeustedadóndehanidoaparartodosloslibrosdemipadre?

—Ah,sí.Teníaquehabérseloadvertido,enefecto.LosvendiótodoshacedosañosparacomprarlacasadeGordes.

Conseguídisuadirledequevendieseloscuadros,peroloslibrosno...

—¡Quevendiótodossuslibros!—exclaméyo,volviendoataparlabotelladewhisky.

—Lacoleccióncompleta.AuncoleccionistadeAmiens.

—¿YtuvosuficienteparapagarlacasadeGordes?

—No,creoqueno.Meparecerecordarquesacóalrededordeseiscientosmil francos. Por eso quería vender también algunos cuadros. Pero acabé porconvencerledequeeramejorvendersusacciones...

—Supongoquehizoustedbien.Peroesquemehasorprendidomucho.¡Legustabantantosuslibros!¡Teníaqueapetecerlemuchísimocompraresacasa!

Elnotarionorespondió.Ledilasgraciasycolgué.

Me quedé casi una hora en el salón mirando aquella biblioteca vacía,sentadoenelsofá,conelvasodewhiskyenlamano.Sihubiesetenidounmandoadistancia,sindudahabríaencendidola televisiónyzapeadoestúpidamentedecadenaencadena,acunadoporlaprogresióncromáticadelosdiferentescanales.Peroestabaallícomocortado,inmóvil,ylasideasseatropellabanenmimente.

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¿Porqué teníaaquella sensación tan fuertedequehabíaalgoquenocuadraba?¿Era, sencillamente, porque me había convertido en un extraño, y me costabamuchoadmitirque lascosasconcernientesamifamiliasemepudiesenescapartanto?Lacasaenelsur,elaccidentealasdosdelamañana,labiblioteca...Nollegaba a hacerme a la idea, realmente, y dominaba mal mi humor. A ratos,oleadas de cólera expulsaban a la nostalgia, y después el whisky lomezclabatodounpoco,ymiorgullotambiénsenegabaaadmitirquelamuertedemipadrepudieseafectarmedeningunamanera.Ysinembargo...Todoaquelloparecíaunmal folletín. Ese en el cual un hijo lamenta no haber tenido tiempo dereconciliarse con su padre. Salvo que, en mi caso, yo no lamentaba nada.Simplemente,estabatristeydesorientado.Ysobretodo,estabasolo.Realmentesolo por primera vez.No tener ganas de ver uno a su padre es una cosa, y nopoderverasupadreesotramuydistinta.

Depronto,lamusiquillademiteléfonomóvilmesacódemiestuporycogíelaparatoquevibrabaenmibolsillo.

—¿Sí?

Reconocí en el acto la voz de DaveMunsen, mi agente. La Agencia deArtistasStephenD.AldrichmehabíaendosadoaaqueltipodesdeeléxitodeSexBot,y el pobre hombre hacía todo lo posible por complacerme sin conseguirocultar suangustia,quenoera sindudamásqueunpálido reflejode lade sussuperiores:yoeraenaquellosmomentossuprincipalfuentedeingresos,ysiundía me daba por cambiar de agencia, habían contratado a tanta gente en losúltimos tiempos que sin duda tendrían que cerrar. Por tanto, tenían pequeñasatencionesconmigoysehabíanconvertidoenmaestrosdelartedelhalago...Loquenosabíaneraqueyonoteníaningunaintencióndeabandonarlos,aunquedeboconfesarquenopodíaevitaraprovecharmedelasituaciónparahacerlosdesfilardejandoflotar laduda...Medivertíacomounniñocon losnerviosdeDave,unjueguecito algo cruel, cierto, pero yo esperaba que el tipo acabase por notomárselo demasiado a pecho. Y después de todo, su porcentaje sobre misderechosdeSexBotteníaqueayudarlesasoportartodoaquello...

—¿Todovabien,Damien?

Desdehacíadosaños,Davehacíaesfuerzosconsiderablesparapronunciarminombrealafrancesa,peroyonopodíaevitarreírmeencuantosedirigíaamí.

—Sííí,Daaave,todovabien.¡Notepreocupes!

—¿Yelhotel?

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—Bueno,eselRitz,enfin...

—Ah,esqueyoenrealidadno loconozco,sabesquenuncaheestadoenFrancia...Dehecho,ayermeolvidédedecírtelo,pero tenemosunaagenciaquenos representa en París. Si tienes necesidad de cualquier cosa allí, seguro queellos podrán ayudarte. No es una agencia muy grande, los franceses no tienenningunaagenciagrande,perosonencantadores.

—Yalosé,Dave,yosoyfrancés¿recuerdas?

—Sí,sí,claro.¿Yquiereselnúmero?

—No,no, nohace falta, gracias... Peronecesitaría quemealquilaras unamoto.

—¿Noquieresdesplazarteentaxi?—seextrañó.

—PorParíssí,perovoyahaceruntrayectomáslargo...

Adivinélacaraquepusosóloporelsilencioquesiguió.Dave,ysindudatodo el equipo Aldrich, temían que mi estancia en Francia se eternizase. Yallevabadossemanasderetrasoparalaentregafinaldelosúltimosguionesdelatercera temporadadeSexBot,y losdeproducción seguramente llamaban todoslos días a la agencia paramanifestar su impaciencia creciente. «Pero ¿por quéesos malditos franceses se tienen que retrasar siempre?» Los guiones estabantodos acabados, ya que mis productores habían contratado a un ejército deguionistas,destoryeditorsydescriptdoctors,peroyoteníaquedarsiempreelúltimovistazo,añadirmitoquepersonalydarlaaprobaciónfinal.

—Pero...¿adóndevas?—tartamudeóDave.

—MevoyalsurdeFrancia.

—¿Cómo?

—Voy aGordes, en Provenza.Mi padre había comprado una casa allí ytengoquearreglarunpardeasuntos.

—¿Ytardarásmucho?

—Nolosé.

AdivinéquelosdedosdeDavesecrispabansobreelauricular.

—Pero...pero...¿yeldeadline,Damien?

—Acabo de perder a mi padre, Dave—le respondí, fingiendo sentirmeescandalizado.

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¿Sepuedesermáscruel?Elpobrechicosequedócallado.Decidíponerfinasuangustia.

—Vamos,hombre,estarémuytranquiloalláabajoypodréacabarelcurrotranquilamente en la choza esa.No os preocupéis en la agencia.Os enviaré laversióndefinitivadelosguionesporcorreoelectrónicoenlospróximosdías.

Colguésonriendoycontemplémireflejoenelgranespejodelsalón.Intentéverbajomirostrolosrasgosdemipropiopadre.Reconocersusojos.Suboca.Peroloúnicoqueveíaeraunabarbadetresdías,unasgrandesojerasyalgunosremolinos batallando entre mis espesos cabellos negros. Algo un poco irreal.Otroyoquenohabíavistodesdehacíatiempo,yquerealmentenoteníaningunasganasdeescribirhistoriasdeculosneoyorquinos...

Decidíaprovecharel tiempoquemequedabaenParísparadesgastarmissuelasensusestrechascallejuelas,yapurarhastaelfinalellicordeesePanamebicéfalo,nobleycargadodehistoriadedía,yesnobysensualporlanoche.Ibasaltandodeguíaenguía,delMuseoOrsayalLouvre,degustéel lujodelDodinBouffantyelsteaktartaredelascervecerías,admirélapacienciadelostaxistasenun tráfico imposible, sonreía lasparisinasde largaspiernasen losCamposElíseos,diunasmonedasalosmúsicosdelmetro,mesumergíenlaelectrónicaespesadelosclubesnocturnos,enlosquebebídemasiado,ypasélanocheconuna inglesa a la que ni siquiera recordaba haber invitado cuando, ya demadrugada,levantélasábanablancaquecubríasucuerpodormido.¿Cómopodíaolvidarme así en brazos de una morena? ¿Con cuántas mujeres me habríaacostado,alsalirdelasveladasneoyorquinas,sindarmecuentaenrealidad,sinquererlo,comoelpeordeloscrápulas,elmásindiferentedeloscerdos?¿Yporqué? Después de destetarme de la dama blanca, encontré en el alcohol unacompañía menos peligrosa, pero que me arrastraba a menudo a aventurasinconfesables.Lahabitacióndelhotel transparentaba losestigmasdeunanochedeabandono,ycuandosefuelachica,discreta,nomedionisunombreniningunapromesaestúpida,sólounbesotierno.Fueotrapasajera,comotodasaquellasquesemehabíandeslizadoentrelosdedosdespuésdemiseparacióndeMaureenysupolvoinfame.Esamañana,comootrasmuchas,mehicelapromesadenovolverabeberasíjamás.

Habían pasadodos días y, con la frente atenazada por una sólida resaca,enterré a mi padre, solo, bajo la mirada discreta de dos o tres enterradores.

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Cuandohicieronbajarelataúdalhoyo,intentéverlacajadondeseencontrabamimadre,peroel fondoestabademasiadooscuro.Eraunpozo inmenso,dispuestopararecibirageneracionesdecadáveresapilados,yelconceptodelamuertemepareciódeprontoterriblementematerial.

Dialgunosbilletesaesoshombresdeazulquepasanlosdíascompartiendonuestrosduelosyllevandonuestrosataúdes,ydespuésfuiaaprovecharmiúltimanocheenelRitzdegustandounoscoñacscontrufasenelbarHemingway,mientrasescuchabaaunpianistademasiadolistoquehacíaquetodassusmelodíassonasencomosifueranbaladasdeSinatra.

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Dos

AlguienquehayahechountrayectolargoenunaHarleyaunqueseaenunaElectraGlide, uno de los modelos más cómodos de la gama, comprenderá que yoprefiriesehacerelviajeendosdías.Enprimerlugar,paraaprovecharelpaisaje—el principal placer de conducir una moto— y también para ahorrarme losdoloresqueamenazanatodotraserosometidoalasvibracionesprolongadasdeunbicilindroenV.Decidí,pues,darunpequeñorodeoturísticoypartirelviajeendos.

Me dejé seducir por ese país increíble donde la historia surge en cadapequeño pueblecito, detrás de cada colina, de campanario en abadía, de callepavimentadaa sinuosacarretera,pasandoante lamiradaapaciblede losviejossentados en los bancos públicos, recuperando el olor y el ruido de los baresdondetodoelmundosehabla,yolvidando,encantado,NuevaYork.

Paséunanoche espantosay ruidosa enClermont-Ferrand, enunode esoshoteles miserables y amarillentos donde tuve que hacer cola para la ducha encalzoncillos, y después llegué demasiado tarde a la planta baja para que eldesagradablepropietarioaceptaseservirmeunabirriadedesayuno.Despuésdedos noches en el Ritz, el encanto de un motel barato de carretera resulta tanescaso...

Bajéatodaprisaalaparcamientoparaponerenmarchadenuevoelmotorde mi bella inmigrante, que, como yo, se alegró muchísimo de volver a lascarreteras,apegarsea lascurvasyverdesfilarelalquitrán.Mesumergíen lasgargantasdelLozère,bajounsolradiante.Alfinaldelamañana,almorcéatodaprisaydespuésabandonéaregañadienteslasbellasmontañasdeGévaudanymedesviéhaciaeleste,dondeesperabaencontrarlasrespuestasalaspreguntasquemeperseguíandesdehacíadosdías.

LleguéprontoalamesetadeVaucluse,yenseguidaencontréelpueblecito

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demipadre,comolaluzalsalirdeuntúnel.

El notario no me había mentido. Gordes, efectivamente, es uno de lospueblosmásbellosdeFrancia.Noolvidaréjamáslavistaqueofreceelrelievedelacarreteracuandounollegadesdeelladoopuesto,yaparecedeprontoesaciudadelaencaramadaenloalto,comounapirámidedepiedrasecaquesubeenespiralenmediodelosverdesmontes.

Gordesesunode losmilagrosdelpaisaje francés.Durantecentenaresdeaños,lavillaseerigiócongusto,respetadaporelurbanismosalvaje,comosiungeniobenéficohubieseveladoporsulógicaarquitectónicaatravésdelossiglos.Lascasasgrisesyblancas,altasyesbeltas,parecendesposarseconlamontaña,dibujarlecollaresdepiedras.Comounencantamientomonocromático,lavillaserecorta en las tierras ocres de Provenza como una pieza montada, donde laarquitecturadeloshombresyladelasmontañasseconfundenconarmonía.Entrelos olivos, los robles verdes y blancos, los cedros y las acacias, las casas sealzanporencimadelastierrasdelLuberoncomosivelasenporellas.

Detuve lamotoalotro ladodelvalle,bajéymequedéduranteun tiempocomo absorto en el esplendor único del panorama. El sol de mayo empezabaapenas a desaparecer detrás de losmontes verdes.Volví a subir a laHarley ydescubríelcorazóndelpueblobajolosúltimosrayosdeluz.

Millegadaalapequeñaplazacentral,alpiedelimponentecastillo,nopasóinadvertida. Había pocos turistas en aquella época del año y los rugidos delmotordemimotoatrajeronunascuantasmiradasdivertidas.Medirigíhacia laterrazadeunodelosnumerososcafésquerodeanlaplaza,mequitéelcascoconesfuerzoypedíauncamarerosipodíaindicarmelacalledondeseencontrabalacasa demi padre. Éste accedió, como si comprendiera por fin la razón demipresencia,ymeindicóelcamino.

Seguí las calles pavimentadas con piedras que se insinuaban entre lassombrasdelviejopuebloylleguéantelacasaquehabíavistoenlapolaroiddelnotario.

Estabaenunacallecita silenciosayestrecha,muyempinada,y lacasadepiedraseca,conlospostigoscerrados,sealzabadetrásdeunjardínpocohondo,cerradoconunarejanegra.

Aparquéprovisionalmentemimotoenlaaceradeenfrente,queeraunpocomás ancha. Sujeté mi casco a la parte posterior del sillín, esperando que losladrones proliferasen menos en Gordes que en París. Saqué mi bolsa y miordenadorportátildelamaletadeatrás,ymeloechéalhombro.Avancéhaciala

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entradacubiertadehiedra,buscandoelmanojodellavesenelfondodelbolsillo.Mis pasos resonaban entre los muros de la callejuela. Me costó un tiempoencontrarlallaveadecuada,perocuandoalfinlacerraduraseabrió,empujélaverjayentrélentamenteenelpequeñojardínconelsuelocubiertodeguijarros.Uncuadroderoblesrodeabalacasa,yaquíyallásobrevivíanaduraspenasunosarriatesabandonados.

Teníalaextrañaimpresióndeserobservado.Impresióncausada,sinduda,porelsilenciorepentinoquesiguióalmomentoenqueapaguéelmotor.Echéunamirada discreta a las ventanas de las casas de alrededor, pero no vi a nadieespiándome. Sonreí para ahuyentar aquella impresión estúpida yme apresuré aentrarenlacasa.

Me quedé un instante inmóvil en la entrada y observé lo que tenía a mialrededor.Laideadequemipadrehubiesepodidovendertodossuslibrosparacompraraquellacasacontinuabaasombrándome.Pormuybelloquefueseaquelpueblo, no imaginaba a mi padre entre aquellas paredes. Y sin embargo meparecióreconocerunabrigo,unamesa,quizáinclusounespejo.Mipadrehabíavividoallí,desdeluego,ytodohacíapensarquesolo.Quizánisiquierahubieseunamujerdetrásdetodoaquello...

Sinperdereltiempoenquitarmelacazadora,dejéelequipajealaentraday recorrí todas las habitaciones de la casa. En la planta baja sólo había uninmenso salón-comedor, la entrada, con una pequeña puerta bajo la escalera, yuna cocina grande. Nada de aquello atrajo particularmente mi atención. Lashabitacioneseranfuncionaleseimpersonales.Niunsolocuadro,niunafoto,nadaqueindicaselavoluntadporpartedemipadredesentirseverdaderamenteensucasa.Subíporlaescalerademaderaquecrujíaalpisarlayvisitéelprimerpiso.Metidasbajoeltejadopuntiagudoseencontrabanallídoshabitacionesyunbaño.Unadelashabitacioneserademipadre,ylaotra,apenasarreglada,sindudanose había usado desde hacía mucho tiempo. Pero no noté nada especial allítampoco.

Quemipadrehubiesevendidotodossuslibrosyaresultabadifícildecreer,pero que en dos años no hubiese comprado ninguno me parecía de lo másinverosímil. Y sin embargo, aunque busqué por todas partes, no vi ni un sololibro,niunsolocuadro.

Desde el jardín había visto dos tragaluces a cada lado de la puerta deentradaquedemostrabanlaexistenciadeunsótano.Eramiúltimaoportunidaddeencontrarunarespuesta.Miúltimaesperanza.Bajésindemorahacialapequeña

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puertaquehabíavistobajolaescalera.

De todas laspuertasde lacasa,aquellaquehabíabajo laescaleraera laúnica cerrada. Probé las numerosas llaves queme había dado el notario, peroninguna correspondía a aquella cerradura.Miré a mi alrededor, en la entrada,junto al teléfono, encima de una mesa pequeña, pero en ninguna parte vi otrallave.

Volví al salón, después a las habitaciones, perdiendo la paciencia, abrítodosloscajones,unotrasotro,losarmarios,lascajas...Peronohabíanada.

Mesentéunmomentofrentealaentrada.Veíalapequeñapuertademaderadesde el sillón dondeme había instalado. ¿Qué podía haber detrás de aquellapuerta?¿Porquéhabríacerradoelsótanomipadre?

No pudiendo contener más la curiosidad, me levanté precipitadamente,decididoaecharlapuertaabajo.Evidentemente,esmuchomásfácildecirloquehacerlo... Pero al cabo de unos cuantos intentos, una última patada consiguióhacersaltarlosgoznesylapuertaacabóporceder.Sedesplomóhaciaadentroycayóruidosamenteporunosescalonesdemadera.Cuandoelecodesucaídaseextinguió al fin, avancé lentamente hacia aquel umbral y busqué a tientas elinterruptor,alotroladodelmuro.

Elsótanosellenóalfindeluzydescubríentonceselespectáculoinsólitoque ofrecía el subsuelo de aquella pequeña casita de Vaucluse. Comprendíenseguida que la impresión extraña que me asaltó desde mi encuentro con elnotarioestabamásquejustificada.

Mientras todo el resto de la casa estaba perfectamente ordenado y casivacío, el sótano en cambio estaba sobrecargado y sumido en un desordenindescriptible.Eracomosimipadresólohubiesevividoenaquellahabitación,como si no hubiese comprado la casa más que por aquel asombroso sótanoabovedado.

Estanteríasdesequilibradasporpilasypilasdelibrosllenabantresdelascuatro paredes.Había allímuchosmás libros de los que contenía la colecciónparisinaquemipadrehabíavendido.Erancentenaresdevolúmenes,mezcladosunosconotrossinningúnordenaparente.Enlacuartapared,recortesdeprensa,fotosynotasmanuscritas sehallaban sujetasconchinchetasunasencimade lasotras en un batiburrillo indescriptible. Parecía el tablón de anuncios de una

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comisaríadebarrio,dondelosasuntosseamontonandedíaendía.Enmediodela pared, casi apretujados entre las diversas capas de papel, destacaban dosgrandescuadros.

Bajéporlapequeñaescalerita,queparecíamásbienunaescala,yobservéloscuadros.UnareproducciónfieldeLaGiocondayungrabadoantiguollenodeminuciososdetalles.

Fruncílascejasyfranqueélosúltimospasos.

En medio de aquella habitación húmeda y oscura, dos grandes tablasapoyadasenunoscaballetessoportaban tambiénelpesodealtaspilasdeobrasantiguas ymodernas, algunas abiertas aún, otras amenazando con desplomar laestructuraentera.Desdeelsuelotambiénsealzabancolumnasdelibrosypapelesen medio de un fárrago monstruoso de botellas vacías, vasos o tazas caídas,papelesarrugados,cajasrepletas,embalajes,papelerasdesbordantes...

Lentamente me acerqué al centro del sótano intentando no tirar nada alpasar. Uno a uno, fui mirando los títulos de las obras acumuladas sobre loscaballetes. Había, en primer lugar, numerosos libros de historia. Observé endesordentítuloscomoLaIglesiadelosprimerostiempos,oJesúsensutiempo,Losárabesen lahistoria,MahomayCarlomagno, librossobre la Inquisición,sobreelpapado,librosdearte,entreellosvariossobreLeonardodaVinci.Perolamayorpartedelasobrascontenidasenaquellabibliotecasubterráneatratabande esoterismo, historia secreta y otras ciencias ocultas, cosa que me parecíaabsolutamente increíble viniendo de mi padre. Estaban allí todos los tratadosnotorios del perfecto ocultista aficionado. Cábala, francmasonería, templarios,cátaros,alquimia,mitología,piedrafilosofal,simbolismo...Todoloquemipadremásdetestaba,oalmenosésaeralaimpresiónquemehabíadadosiempreaquelcartesianoateo.

Ni Dumas, ni Julio Verne, ni ninguno de aquellos libros que antesconstituían el orgullo y la alegría demi padre. ¿Cómohabía podido vender sucolección completade las edicionesFurnedeBalzacpara comprar en su lugarlibros de bolsillo sin valor alguno? Aquélla ya no era la biblioteca de uncoleccionistadelibrosantiguos,sinoladeunestudiosoouninvestigador.Aquí,laediciónno tenía importanciaalguna; sólocontabael texto.Yesomeparecíamuchomásincreíble,dadoqueeltemadesuestudioalparecerteníarelaciónconelesoterismo...

Peronoeraesolomásasombrosodeaquellabibliotecasubterránea.

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Despuésdehojearalgunoslibros,incrédulo,vienunrincóndelsótanoquese encontraba ami derecha una enorme estructura demaderamuy rara. No separecíaanadaqueyopudiera identificar,erauncuriosoaparatodemedirodeastronomíaantiguo,inacabado.Enconjuntoteníaeltamañodeunmueblemedianoyseelevabahasta laalturademipecho.Enelcentrode laestructura,unacajaperforadaparecíapodercorrerentodoslossentidosgraciasaunareddearcosdemaderagraduadosquesecruzabanpordebajo.

Retrocedí, pasmado, y me dejé caer encima de una silla, en medio delsótano.Mefrotabalosojoscomoparaasegurarmedequenosoñaba.¿Mehabríaequivocadode casa? Imposible.Tenía la impresióndevivir una alucinación, ounapuestaenescena.Esperabaveraparecera los risueños realizadoresdeunagrotescacámaraoculta.Ysinembargo, todoaquelloeraperfectamentereal.Nosolamentemi padre había comprado de verdad una casa enVaucluse, sino queademáshabíallevadoacaboallíunasinvestigacionesmuyextrañas,encerradoenunsótano,tomandoinfinidaddenotassobrecientosdelibros,antesdemorirenunestúpidoaccidentedecarretera...Sinhablardeaquellacuriosaestructurademadera que podía ser perfectamente una invención de algún geniomaníaco deJulio Verne. La realidad exigía demasiado a mi credulidad, por muybienintencionadaqueéstafuese...Yohabíaescritodemasiadosguionestronadosenmi vida para aceptar sinmás que todo aquello era absolutamente real. Perocomonosoñaba,seguramentehabríaalgunaexplicación.

Pasadalasorpresa,nopudeevitarunaespeciederisalocaqueresonóenelsótano,acentuandomimalestarymisoledad.¿Sehabríadeslizadomipadrehaciala demencia? ¿Se habría dejado embaucar por alguna secta o alguna sociedadsecreta seudoesotérica? Me habría gustado creer que sólo tenía la inocenteintencióndeinformarseunpoco,perolaconfiguracióndeaquelsótanoindicabaun frenesí y un encarnizamiento que se parecían más al fanatismo que a lacuriosidad. Empezaba a pensar que mi padre se había vuelto loco y habíasucumbido a la manía de las analogías ocultas en las que historia y mitos seconfundenenunbosquedecontrasentidos,dementirase ilusionesmásomenosvoluntariasydeespejosdeformantes.

Avancé de nuevo hacia una de aquellas mesas e intenté descifrar uncuaderno de notas demi padre. En un principio no conseguí leer lo que habíaescrito.Reconocíasuescritura,peronolalenguaqueutilizaba.Noseparecíaanada.Luegocomprendí.

Las notas estaban escritas al revés. En francés, sí, pero de derecha aizquierda.Estavezsíqueestuveseguro:mipadresehabíavueltocompletamente

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loco.Descifré con gran esfuerzo algunas líneas confusas, resumidas, y localicédosotrespalabrasqueserepetíandeformaregularcuando,depronto,laverjadeljardínseabrióruidosamenteporencimademí.

Elchirridomesobresaltó,dejéelcuadernoymeinclinéparaintentarver,atravésdeltragaluz,quiénpodíaentrarasí,sinadvertenciaalguna.Vidossiluetasvestidasconabrigosnegrosquemeparecieronunpocogruesosparalaestación...Eldescubrimientodelsótanomehabíasumergidoenunaatmósferaextraña,quedebíadenutrirmiparanoia,ymelevantéensilencio,conlasmanostemblorosas.

Cuando la puerta de entrada se abrió lentamente, sin que se hubiesendignadollamarsiquiera,elmiedoacabódeinvadirmeymequedéinmóvil,juntoalaescalera.Oíalosruidosdelospasosqueseacercabanalapuertaqueteníaencima.¿Seríanladrones?¿Personasquesabíanquemipadrehabíamuertoyquelacasa,portanto,debíadeestarabandonada?Pero,enesecaso,¿porquénosehabíanasombradodeencontrarlapuertaabierta?Intentépersuadirmedequemimiedoerairracional,yapretélospuñosbuscandoelvalorsuficienteparasubirlaescalera.

Diunpasohaciaelprimerescalón.El ruidodearriba sedetuvo. Inspiréprofundamente.Diunsegundopaso.Lasangrelatíaenmisvenas.Medolíanlasmandíbulas de tanto apretar los dientes. Intenté relajarme un poco cuando viaparecerlasiluetadeunodelosdoshombresenloaltodelaescalera.Reculéunpocoyretuveelaliento.Lentamente,eldesconocidoavanzóhaciaelsótano.

La ideadequepudieran tomarmeporun ladrónme impulsóa señalarmipresencia.Notuvetiempodereflexionar.Miinstintosesobrepuso.

—¿Quiénandaporahí?—pregunté tontamente, con lavozmásgravequepude.

Enseguida la silueta quedó inmóvil, y después los dos hombres seprecipitaronhacialasalidadelacasa.

Sinreflexionar,subílosescalonesdedosendosparaatraparlos.

Llegadoalaentrada,oísuspasossobrelosguijarrosdeljardín.Melancéaperseguirlos.Alfinpudeverlos.Noparecíanenabsolutounossimplesladrones.Uncochelargoynegrolesesperabaaunosmetrosdelacasa.Pasaroncadaunoaunladodelvehículoyabrieronlaspuertas.

Casimecaigoalresbalarenlagravadeljardín,peroconseguírecuperarelequilibrioy,enciertomodo,aquelloacelerómicarrera.Cuandolleguéalacalle,elmotordelcochesedetuvo.Meprecipitéhaciaelparabrisasdelvehículo,con

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laesperanzairreflexivadeversusrostrosoquizáinclusodetenerlos.Meagarréalapuertacuandoelvehículoarrancó,entreunrechinardeneumáticos.Enaquelmismo momento recibí lo que debió de ser un violento puñetazo, que pareciósurgirdelanada,yperdíelconocimientoenmediodelacalle.

Cuando volví en sí, no tenía ni idea del tiempo que había pasadoinconsciente. Pero encima de mí se dibujaban poco a poco los rasgos de unamujerquemecontemplabafijamente.

Las preguntas se atropellaban enmimente, pero todavía estaba atontado,mecorríalasangreporlafrenteyesperéunpocoantesdedecidirmeahablar.Elentornodelacalledabavueltasamialrededorcomountiovivo.

Lamujer queme contemplaba debía de tener treinta años, quizá un pocomenos, tenía lapiel terriblementeblanca, los rasgos finos,elpelonegroy liso,cortadoconpulcritudalaalturadeloshombros,y,detrásdelcristalbrillantedesusfinasgafasdoradas,sereflejabaensusojosnegrosunaespeciedeserenidadtranquilizadora.Teníaunairecomodeañosveintequehacíajuegoextrañamenteconsuaspectodemujer fatal.Modernay retroa lavez.Eradelgada, altayunmaquillajediscretocompletabasuimagendemaniquídecera.

Desdeelprincipiomeasedióunaanalogíaturbadora.Divertida,casi.Ellaera el vivo retrato de Mia Wallace, el personaje de Urna Thurman en PulpFiction.Fría,profunda,excesivamentesensual.

Lamujeresbozóunasonrisa.

—¿Quiénesusted?—articuléalfin,lamentandohaberhabladoporelfuertedolordecabezaquetenía.

Lajovenmepusoundedoenloslabios.

—Unaamigadesupadre.

«¿Unaamigademipadre?¿Mipadreteníaamigas?¿EnGordes?»

—Levántese,lollevaréamicasa,noesprudentequedarseaquí.

«¿No es prudente?» Me dolía demasiado para protestar, y dejé que meayudaseaponermeenpie.Mellevóhastasucoche,unAudiA3negroparadoenmediodelacalle.Mesentéenelasientodelpasajeroyellamepidiólasllavesparacerrarlacasademipadre.

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Volvióconmibolsaymiordenadorportátil,losechóalasientodeatrásyseinstalóalvolante.

—Nosepuededejarlacasaasí—farfullé.

—No se inquiete, lo he cerrado todo. Ya volveremos cuando se hayacurado.

Antes de que hubiese tenido tiempo de preguntarme si debía confiar enaquella desconocida, el coche había abandonado yaGordes, y algunosminutosmás tardeyoestabaechadoen sucasa,unacasitapequeñaen lapartebajadelpueblo,enunahabitacióndecoradacomosifueseunacasademuñecas.

Habíadosmaletas colocadas encimadeun sofá,unamesitabaja conunabandejadeté,yunadecoraciónunpocokitschhechadecuadrosmalosyadornosdesparejados.

La jovenapareciódenuevoami ladoyempezóadesinfectarme la frenteconunalgodónempapadoenalcohol.Apretélosdientesparanogritaralnotarelcontactoardientedellíquidoenlaherida,ydespuésellamepusounapósitocondelicadeza. Yome dejaba hacer, cautivado por sumirada. Las gafitas doradasdabanasusojosnegrosunbrillosingular.

—Sehadadoungolpecontralaparedalcaer—dijoella,alejándosehaciaunamesitadondellenóunvasodeagua—.Sehahechounapequeñaherida,peronadagrave.

Metrajoelvasoymetendióunatableta.

—Estodeberíacalmarleunpocoeldolor.

«Soy una amiga de su padre», había dicho ella. ¿Sería quizá su amante?¿Habríavenidomipadreaesconderseallíporella?Mecostabamuchocreerlo.Erademasiadojoven,ysindudademasiadoUmaThurmanparaél...Metraguéelmedicamento.Aquellachicameparecíamuyrara.

—¿Ha llamadoa lapolicía?—lepregunté, intentandohablar lomásbajoposible,pormiedoadespertardenuevoeldolordelafrente.

Elladudóantesderesponderme.

—Porelmomento,no.Siquierepodemosllamarlos,peroprimerotenemosquecontarnosalgunascosas...Seríamejorquedescansara,antesdenada.

Lasituacióneracadavezmássurrealista.Levantéelcojínqueteníadetrásymeincorporéaduraspenas.

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—No, no. No entiendo lo que está pasando. ¿Por quéme ha traído a sucasa?Ylacasademipadre...¡Ellosvolverán!

Ellacogiómivasovacíoyvolvióhacialamesa.

—¿Quiereunpocodeté?—mepreguntó,mientrasseservíaunataza.

—¿Quéhagoyoensucasa?—repetí,impaciente.

Ellasellevólatazahumeantealoslabiosydiounsorbo.

—Creo que no es muy prudente quedarse en casa de su padre, por elmomento.Estaráustedmejoraquí.

—¿Quenoesprudentequedarmeencasademipadre?

—¿Havistoustedcómotienelacabeza?¿Creeustedquelosdostiposqueletumbaronestabanallíporcasualidad?

Meneélacabeza,consternado.

—Pero,entonces,¿porquénollamamosenseguidaalapolicía?

—Puesporquecuandolehayadicholoquetengoquedecirle,buenhombre,quizánotengaganasdellamaralapolicía...

«¿Buen hombre? ¿Qué tono condescendiente es ése? No me extraña quefueseamigademipadre...»

—¿Quéesloquetienequedecirme,buenamujer?

Ellahizounamuecadivertida.

—En primer lugar, dígame qué es lo que vio en casa de su padre—mepreguntóellalentamente,comoparacalmareltonodenuestraconversación.

Suspiré.Tenía la impresióndeque lapesadillaquehabíacomenzadoconmientradaenelsótanonohacíamásquecontinuar.Lacalmayelcarismadelajoven me incomodaban mucho; yo no comprendía nada de lo que me estabapasando, y ella parecía tener todos los peones en susmanos. O en todo caso,parecía sabermuchomás que yo. Tenía necesidad de información, pero estabaclaroquenolaobtendríasinhaberladadotambiényo.

—Montonesdelibros,notas,papeles...Unauténticofollón.¿Quésabeusteddetodoesoydequéconocíaamipadre?

Ella dejó la taza vacía en la mesita y fue a sentarse frente a mí en unabutaca.Cruzólaspiernasconungestoeleganteyapoyóambosbrazosenlosdel

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sillón.Habíaalgoficticioensusgestossensuales.Comosiellaestuviesejugandoaunjuegodelcualyoignorabalasreglas.

—Deacuerdo.Miversióndelahistoria—dijoentonces—.Soyperiodistaytrabajoenlatelevisión...

Y de pronto algo me pareció evidente: cuanto más la miraba, con sudesenvolturaysuporte,ylatranquilidadburlonadesusojos,másmedecíaquedebíadeserunamujer...atraídaporlasmujeres.Parahablarsinceramente,habíaalgoensuaspectoqueledabaunairedelesbiana.Oquizádelaimagenqueseforman los imbéciles como yo de una lesbiana.Aunque hubiese vividomás dediez años en Nueva York, aunque hubiese escrito de todo sobre el sexo y lasexualidad, siempre me encontraba muy incómodo frente a la homosexualidad.Sobretodocuandoanidabatraslamiradadeunamujerespléndida.Pero¿porquédemonios no podía reaccionar yo comoun adulto? ¿Comoun neoyorquino?Noalterarme...

—¿Enquécadena?—lainterrumpí,intentandoocultarmiintuición.

—CanalPlus.

—¿Trabajaenlosinformativos?

—No, hago documentales, periodismo de investigación. Trabajo para unprogramaquesellama90minutos...

—¡Quéoriginal!—meburlé—.Como losSixtyminutes de la CBS peromáslargo,¿no?

—Siquiereverloasí...ElprogramaamericanoSixtyminuteses,enefecto,una de nuestras referencias. Un guiño a un cierto tipo de periodismo a laamericana.

Una periodista comprometida. Así que era eso. Empecé a comprendermejoralpersonaje.

—Personalmente—seguíyo—,apartedelperiodismogonzoconelquemepartíaderisa,yalgunasexcepcionescomoMichaelMooreysuequipo,encuentroalosperiodistasamericanoscadavezmásremilgados...

—DesdeReagan,esverdad—concedióella—.Perobueno,hemosllamadoasíalnuestrounpococomohomenajeaeseprograma,sobretodoporloqueeraantaño.

—Yaveo.

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—Aquífaltabaunprogramadeesetipo...

—¿Tieneunaespecialidad,dentrodesuequipo?

—Desde el principio de mi carrera me consagré a Oriente Medio yPróximo,ymehanidointeresandocadavezmáslasreligiones.Adecirverdad,empecéadarmeaconocerenelserviciopúblicoconunainvestigaciónsobrelosrehenesdeLíbano...¿Seacuerda?

Acordarme.Desdequehabíavuelto,nohabíahechootracosa.Acordarmedemipadre.Demimadre.Demipaís.Comounapelículaantigua,delacualunoapenasrecuerdaelnombredelrealizador.

—Sí, sí, me acuerdo de que todas las noches a las ocho nos tocaba lasesión: «Ciento cincuenta días de detención de Jean-Paul Kaufmann, MarcelFontaine»yblablabá...¡Usteddebíadesermuyjoven!

Ellasonrió.

—Fueenel88, teníadiecinueveaños.Conel títulodebachilleratodesdehacía dos, y un diploma de historia, decidí jugar a la reportera. Era un pocoinconsciente pero estaba muy motivada, y tuve mi cuarto de hora de gloriajugando a los reporteros antes de tiempo. Desde entonces he hecho muchasinvestigacionessobreIrán,Iraq,Israel,Jordania.DespuésdevariasestanciasenJerusalén,meempecéa interesarpor lahistoriade las religiones.He realizadoalgunosdocumentalessobreelVaticano...Enresumen,yparavolveraltemaquenos ocupa, su padre contactó conmigo hace un año para hablarme de undescubrimientoextraordinarioquehabíahecho...

Sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo de su pantalón y continuóhablandomientrasquitabadelicadamentelaenvolturadecelofán.

—Duranteunaño,nosvimosvariasveces.Yonomelotomérealmenteenserio, pero no tengo la costumbre de mandar a paseo a las personas que mellaman.Mehacíapreguntasextrañas,sobrelareligión,sobrelosárabes,medecíaque tenía que hacerme una revelación, pero que aún era demasiado pronto...Acabéporencontrarlesimpático.

—¿Simpático?

—Sí.Llenodetacto...

—¡Ah,claro!—suspiré,levantandolascejas.

Laperiodistaparecíaencontrardivertidamiirritación.

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—Después,undía,meprometió laexclusividaddesus revelacionessi leayudabaensusinvestigaciones,yhacediezdíasconsiguióconvencermeparaqueviniese a Gordes. Pero antes de que pudiese decirme de qué se trataba enrealidad,lascosassetorcieron.

Fruncíelceño,peroellacontinuó.

—YoestabaapuntodevolveraParíscuandosupeque ibaavenirustedtambién. Fui a avisarle de que quizá no fuese prudente alojarse en casa de supadre,peroalparecer,lleguéjustodespuésdelgong...

Nosquedamoslargoratomirándonosensilencio.Yointentabacomprenderloqueellaacababadedecir,yellaesperabaqueenmicabezaseencendieselalucecita.Encendióuncigarrillo.

—Pero,¿quétonteríassonéstas?—balbucíalfinal—.¿Yquésignificaesodeque«lascosassetorcieron»?

—Un coche que se sale de la carretera a las dos de lamadrugada, unaspersonasquetevigilandíaynoche,unosdocumentosquedesaparecen,atodoesolellamotorcerselascosas...Sinhablardelbonitochichónquelehanhechoenlafrente.Que,porotraparte,lequedamuybien.

Sequedócalladaymemiróduranteuntiempo.Pudeleerensurostrounacierta forma de desafío. Quizá me había mostrado demasiado impaciente. Noestábamosapuntodehablar,estábamosensituacióndeluchar.Yalgomedecíaqueenaqueljuegoyonollevabaprecisamentelasdeganar.

Era necesario que le diera otra oportunidad a nuestra conversación.Necesitaba recuperarme. Necesitaba que ella me explicase todo aquello concalma.Todo loqueme teníaquedecir.Pormuy locaquepareciesesuhistoria,teníaqueescucharlahastaelfinal.

—¿Cómosellama?—lepreguntéalfin.

Elladiounalargacaladaalcigarrilloyvolvióaexpulsarelhumoconunasonrisa.Noeraninguna tonta.Creoquesabíaexactamenteporqué fasesestabapasandomihumordesdequemerecogióenlacalle.Sinduda,esoformabapartedelascualidadesquerequiereunaperiodista.Unaformadeclarividencia.

—SophiedeSaint-Elbe—dijo,tendiéndomelamano.

«¿DeSaint-Elbe?EsolevamuchomenosqueMiaWallace...»

Sonreíyleestrechélamano.

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—Escuche,señoraSaint-Elbe...

—Señorita—corrigióella,fingiendosentirseofendida.

—Puesseñorita,laverdadesquesímevendríabienunpocodeté.Huelemuybien...

Ellaaprobó.

—Esdarjeeling.Sólobebodeéste.Eltéesunpococomoeltabaco.Unoseenganchaenseguida.NopuedofumarotracosaqueChesterfield.

Apagóelcigarrilloenuncenicero,selevantódespacio,sequitóloszapatosunotrasotrosinagacharse,caminóhacialamesitaymesirvióunataza.Cadaunode sus gestos era de una sensualidad extraña. Su forma de levantarsedelicadamentelasgafasconelíndice,suformadefumar,suformadeandar.Teníaelfísicodeunajovenyuppieylosgestosdeunaviejaactrizdevueltade todo,una antiguapin-updesengañada.Un cóctel de una cierta potencia erótica, perocompletamentedesplazada...

—Comprendo muy bien que le haya costado creerme prosiguió—. Yomisma tomé a su padre por un loco, aunque amable, al principio. ¿Toma ustedleche?

—Sí,porfavor...

Dejóeltéeninfusiónunosinstantesyluegosirvióunanubedeleche.Ellasacóotrocigarrillodelpaqueteyselocolocóentreloslabios.Después,metrajoel tésinencenderelcigarrillo.Con lacabezaerguida, los labios fruncidos, lasmanos ocultas por lasmangas demasiado largas de su grueso jersey, caminabasobre un hilo imaginario, con los pies desnudos, alineando graciosamente suspasos.Suactitudteníaalgodeteatral.Comosinodejasenadaalazar.Metendióeltéyyomeincorporédeltodo,apoyándomeenlapared.Ellavolvióalsillón,se apoyó en los brazos, colocó los pies encima del asiento y se sentó con laspiernascruzadas.

Bebíalgunossorbos.Sutéeradelicioso.Susonrisatambién.

—Sophie,¿leimportaríacontarmetodoestoconunpocomásdeprecisión?

Recordarémuchotiempolaprimerafrasequemedijolaperiodistacuandoempezóaexplicarmetodalahistoria:«Antesquenada,quieroquesepaqueyono

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sécuáleselsecretoquedescubriósupadre.Perounacosaessegura:mientrasnoloaverigüe,noviviréparaotracosa».Recordarémuchotiempoesafraseporqueresume en sí misma lo que ha venido a ser mi vida desde aquella tarde. Yjustamente, teníanecesidaddecambios.NohabíavenidoaFranciasólopormipadre. Inconscientemente, quizá, vine a buscar un cambio de agujas. Como unexamen oral de recuperación. Lo que la periodista podía ofrecerme no era,ciertamente, lo que habría podido imaginar, pero yo no soy de los que les danvueltasalascosas.

Unañoantes,mipadrellamóaSophiedeSaint-Elbeporqueestimabaqueella se interesaría por su historia, y que además se mostraría dispuesta acolaborary seríadiscreta.Ynoseequivocabaenese respecto.En resumen: leanunció que había hecho un descubrimiento fabuloso que, según sus propiaspalabras,erasindudaunodelosmayoresenlosúltimosveintesiglos.Nadamásynadamenos.

—Alprincipioyodesconfiaba—meexplicólaperiodista—.Nosepuedeimaginarlacantidaddebromistasquenosllamanparacontarnosquetienenunasrevelacionesincreíblesquehacernos...Perosupadrenoeracomolosdemás.

—Eslomenosquesepuededecirdeél.

—Mellamóregularmenteduranteunañoynosreunimosvariasveces.Eramuy educado, y me hacía preguntas extraordinariamente agudas. Se habíaconvertido en un juego para mí averiguar las respuestas. A veces, tenía quevolverlea llamaralcabodevariosdíasdebúsqueda.Ydespués,haceunpocomás de una semana, me envió por fax unos documentos y me dio veinticuatrohorasparatomarunadecisión.

—¿Quédecisión?

—Abandonar mi trabajo en curso, venir a Gordes y ayudarle en susinvestigacionesduranteeltiempoquefuesenecesario.

—¿Yquéeranesosdocumentos?—pregunté,intrigado.

SophiedeSaint-Elbe,conunalentitudexageradamentedramática,tomóunnuevocigarrillodesupaquete.Sinapartarlosojosdemí,loencendió.

—¿HaoídohablardelapiedradeIorden?

—No—confesé.

Nuevotiempomuerto.Susojosmemirabandehitoenhito.

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—Esunareliquia.

—¿Unareliquia?

—Sí, el cristianismo rebosa de reliquias a cuál más increíble. Es unahistoriamuyantigua...

—¿QuieredecirunareliquiacomoelsudariodeTurin?

—Exactamente. Para consagrar una iglesia, antaño era absolutamentenecesario que contuviese los restos del santo al cual estaba dedicada. Así seperpetuóelcultode las reliquias,hasta talpuntoquesehan inventariadocosastanabsurdascomoplumasdelarcángelsanMiguel,prepuciosdeJesús...

—¿Esbroma?

—Enabsoluto,laIglesiahaconsagradoalmenosochoprepuciosdeJesús.Sincontarlasinnumerablesespinasdelacorona,loskilómetrosdefragmentosdela cruz o litros de leche de la Virgen... Sólo en Francia se ha reunido unacoleccióncompleta:lacruzdeCristo,susangre,lasmantillasqueleenvolvierondepequeño,elmanteldelaUltimaCena,lapartesuperiordelcráneodesanJuanBautista,¡yaúnmeolvidomuchasmás!Enfin,elcasoesquelapiedradeIordenes una de las reliquias másmisteriosas de la historia cristiana. Una joya que,segúnlaleyenda,pertenecióalpropioCristo.

—¿Unajoya?¿Nohabíahechovotodepobreza?

—No,lacosanoseplanteóenrealidadenesostérminos.Peroesverdad,cuestaimaginarseaJesúsllevandounajoya.Perotranquilo,quedesdeluegonoeraunasortijadeCartier.Debíadeserbastantesencilla.Y,desdeluego,esajoyadesapareció,oincluso,paramuchos,noexistiójamás...Sinembargo,supadremeenvióporfaxalgunosdocumentosque,segúnél,pruebanqueesareliquiaerareal.Peroesonoestodo.Meexplicóporteléfonoqueésanoeramásqueunapequeñapartedesudescubrimiento...

—Y¿quéquieredecireso?

—Susinvestigacionesnotendíanaprobarqueexistíalareliquia(eso,paraél,estabaclaro),sinomásbienacomprenderquésignificaba.Yaque,segúnél,teníaunsignificadoconcretoymuyimportante,perosenegóadecirmenadamássinoaceptabaveniraayudarle.

—¿Yesobastóparaconvencerla?Resultaunpocoestrafalario,¿no?

—Estudiésusdocumentostodalanocheyaldíasiguienteacepté.

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—¿Porqué?

—Uno de los documentos que me envió por fax es... insólito. Era elprincipio, la primera página de un manuscrito de Alberto Durero, el pintoralemán. Después de algunas investigaciones, descubrí que se trataba de unmanuscrito al que hacen referencia varios críticos, pero que jamás se habíahallado.Sieldocumentodesupadreeraauténtico,aquellobastabayaparaqueresultase interesante paramí...No estaba convencida de que hubiese detrás detodo esto una trama tan importante como pretendía su padre, perome dije quevalíalapenaexaminartodoestomásdecerca.

—¿YeldocumentohablabadelapiedradeIorden?

—Nolodescifréporcompleto,ysupadresólomeenvióelprincipio,perohacíareferencia,enefecto...

—Yelotrodocumento,¿quéera?—laacosé,intrigado.

—Un texto de Carlomagno en el cual hacía inventario de los bienes queofrecióaAlcuino,suconsejeromásfiel,cuandoésteseretiróalaabadíadeSanMartíndeTours.

—¿Ybien?

—EnlalistaestabalapiedradeIorden.

—Interesante—admití.

Ellaseechóareír.

—¡Eslomenosquesepuededecir!Dosdocumentosquehacíanreferenciaaesapiedra,unoquedatabadelsigloIX,elotrodelsigloXVI...¡Leconfiesoqueteníamuchasganasdeversieranauténticos!VineaGordesaldíasiguiente.Alprincipiomealojéenunpequeñohotelenelcentrodelpueblo,ymeviconsupadreenelrestaurante,enlaplantabaja.Estabamuyalterado,mehablabaenvozbaja,mirabatodoelratoasualrededor.Noquisodecirmenadaconcreto,ymeexplicóqueeratodavíademasiadopronto,ymediocitaparaeldíasiguientealmediodía, en otro restaurante, más discreto, según él. Al salir me pidió queprestara atención, pero no precisó a qué. Sinceramente,me pareció que estabamuymayor.Elproblemaesquedurante lasveinticuatrohorasquesiguieronmepersuadídequemeestabanespiando.Alprincipiocreíaquemeimaginabacosas,peroprontomedicuentadequenosoñaba.Probablementeeranlosdostiposqueleatacaronestatarde.Comollevanesostrajesnegrosyolesllamoloscuervos.Aldíasiguientesupadrenoacudióalacita.Habíasufridoeseaccidente...

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Levantólosojoshaciamí,compungida.Nosupesicontarlequelamuertemipadrenoresultabatanpenosaparamí...

—¿Creequenofueunaccidente?

—Cuandovolvíamihotel,habíanregistradomihabitacióndearribaabajoymehabíanrobadouncuadernodenotasylosdosdocumentosquemeenviósupadre por fax. Me dije que realmente estaba pasando algo anormal, y decidíinvestigarmásdecerca.Llaméamiredactorjefeylepreguntésipodíaprepararun programa, en caso de que encontrase alguna cosa. Él me dio tres días.Enseguidasupequeveníaustedparaacá...

—¿Ycómo?—lacorté.

Ellamemiró,sonriente.Comosiapreciasemidesconfianza.

—Por su agencia. Su padreme dijo que tenía un hijo, y quise conocerloparaversisabíaalgo.Hicealgunasinvestigacionessobreusted.Cuandodescubríaquésededicaba,hicecreerasuagenciaquequeríahacerleunaentrevistasobreSexBot,que,vayacasualidad,vaaseremitidoporelPlusesteverano...

—Gracias,yaestabaalcorriente...

—LagentedesuagenciamedijoquenopodíaverloporqueustedsehabíaidoalsurdeFrancia,acasadesupadre.Entoncesdecidíesperarlocontinuandomiinvestigación.Despuésdelepisodiodelhotel,healquiladoestacasaacostadelprograma.Hedadounnombrefalso,estáunpocoapartadadelpueblo,perotampocoestoyseguradeconservarelanonimato...

HizounapausayjugóunascuantasvecesconelcierredesuZippoantesdeseguir:

—Entonces, según su opinión, ¿llamamos a la policía o intentamoscomprenderloqueestápasando?

Habríajuradoquehabíaunaciertamaliciaensumirada...

—¿Les dijo usted a los responsables del hotel que habían registrado suhabitación?

Elladijoquenoconlacabeza.

—Si lecontamos todoestoa lapolicíanos tomaránporchiflados—dije,sarcástico.

—¿Nosabíaustedabsolutamentenadadeestahistoria?

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—No.Hevenidoporquemeparecióraroquemipadrehubiesecompradoestacasa...¿Seloimagina?¡Meparecíararoeso!

Ella se encogió de hombros.Me observó con una intensidad nueva. Susojostransparentabanlaseddeexclusivas.

—Señor Louvel, dígame exactamente lo que ha visto en el sótano—mepreguntólaperiodista,echándosehaciadelanteenelsillón.

En aquel instante tuve que tomar algunas decisiones importantes para losacontecimientos que vendrían a continuación. ¿Debía intentar comprender lossecretosdemipadre,ysieraasí,debíahacerloencompañíadeSophiedeSaint-Elbe? Yo estaba seguro de que ella no me lo había contado todo. Era unaprofesional,yseguramenteseguardabaalgúnasenlamanga.Pero,¿nomehabíareveladoacasolosuficienteparaqueyomedecidieraaconfiarunpocoenella?Además,siqueríacomprenderalgodeaquellahistoria,ellaseguramentemeseríadegranayuda.Ydespués,yporencimadetodo,laseñoritadeSaint-Elbeeraunamujerconlacualteníaganasdepasarunciertotiempo...Todoenellatranspirabaaventura,loinesperado,loinédito.Todasesascosasquemefaltabandesdehacíatantotiempo.Meimportabaunpimientoquefueselesbianaono.SophiedeSaint-Elbemegustaba.

Ledediquéunasonrisaeintentérecordarloquehabíavistoenelsótano.

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Tres

Laperiodistapreparó lacomidamientrasyo lecontabacon lamayorprecisiónposible lo que había visto en casa demi padre. Lomás sencillo, desde luego,habríasidovolverjuntosallí,peroeratarde,ylaacogidapococalurosaquemehabíanreservadohizoquenosdecidiéramosaesperaraldíasiguienteparallevaracabounainvestigaciónmásafondo.

—Leadvierto—meinterrumpióella—quenohaygrancosaenestacocina,noséloquepodrépreparar...Intentaréhacerlealgoadecuadoparalaocasión,osea,alaprovenzal.

Yoestaba sentadoenelbordede lamesade la cocina,unpocoaturdidoaún, y la miraba ir y venir de los armarios a los fogones, de los armarios alfregadero.Noestabaensucasaypor tanto, ibabuscandoa tientas todo loquenecesitaba.Peroellasabía loquehacía.Noveíaprepararalgodecomeraunamujer con tanta destreza desde hacía mucho tiempo. Después de once añospasados en una ciudad donde sólo se come en los restaurantes, había olvidadoqueelplacerdelacomidaempiezaporsupreparación.Todosesosoloresquesemezclan,loscoloresquesevancomponiendo...

—Loquemásmeasombró—continué, siguiéndolacon lavista—fueesamáquinaantiguayextrañaenel sótano.Penséquequizá fueseunobjetoqueyaestabaallí cuandomipadre compró la casa,una especiede antiguoaparatodemedicionesoalgoasí...Peroenrealidadtuvelasensacióndequenoestabaallíporcasualidad.Pegabaconelrestodelahabitación.

—¿Y cómo es eso?—me preguntó ella, cortando en trocitos un filete depavo.

—HabíaunacopiadeLaGiocondaenlapared,ynumerososlibrossobreLeonardodaVinci.Yaquelaparatoseparecía,dehecho,alasextrañasmáquinasquedibujabaDaVinciensuscódices,yasabe...

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Ella asintió con la cabeza. Yo me interrumpí, viéndola trabajar. Ellaprocedíaconagilidadysuavidad.Yglotonería.Seleveíaenlosojos.

Nuncahabríasabidoyohacerestosgestos,tansencillossinembargo.Sólosu forma de sujetar la sartén para dorar la carne en una mezcla de aceite ymantequillademostrabaunahabilidadyunadestrezaenvidiables.Peroyoestabapresodelclichémasculino.Mipadrenococinaba;yotampocococino.Yonoeramásqueunpretextomásparalasfeministasdelmundoentero.

—Y eso no es todo—añadí, mientras ella empezaba a cortar tomates ypimientos a daditos encima de una tabla de madera—. Las notas de mi padreestabanescritasalrevés...

—¿Alrevés?—seasombróella,ysevolvióhaciamíconuncuchilloenlamanoderecha.

—Como las de Leonardo da Vinci. Ese loco escribía todas sus notas alrevés,dederechaaizquierda,comoreflejadasenunespejo.¿Nolosabía?

—Ahora que lo dice, me acuerdo... No era más que un jueguecitointelectual,¿verdad?Nadademasiadoextraordinario.

Sevolvió y cortó unas cebollas en rodajas, picó unos ajos y troceóunasramitasdeapio.

Yomeencogídehombros.

—No,desdeluego,nitampocoeraindescifrable.Perodeboconfesarlequeestomedejamásperplejoaúndeloqueyaestaba...Tengola impresióndeunaincreíble puesta en escena. Mi padre no era una persona muy sensata, perotampocoeraunpsicópata.Ysinembargo,elsótanoquehevisitadoanteseraelrefugiodeunenfermomental...

Ellaañadiótodaslasverdurasalacarne,locondimentótodocontomillo,salypimientaydespuésdejóqueelplatofuesecociendoafuegolento.Encendióunnuevocigarrilloymetendióelpaquete,queyorechacé,cerrandolosojos.

—Veamos—dijo—,escribiralrevésnosignificaserunenfermomental...Su padre decía haber descubierto un secreto extraordinario. Quizá ese secreto(seaauténticoono)lesumergieraenunaatmósferaunpocomística...¡Estámuydemodalomístico!HastaFranceTelecomorganizasusreunionesenloslocalesdelosRosacruces,enestosmomentos...

—¡Quéhorror!

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—Oquizá, simplemente, supadre fueseadmiradordeLeonardodaVinci.EscribiralrevésnoesunjuegomáslocoqueresolverloscrucigramasdeMichelLaciostodaslasmañanas...¿Hatenidotiempodeleeresasfamosasnotas?

—Vagamente.Nosoyunexpertoenlecturainversa.

—¿Havistoalgoespecialenellas?

—No he entendido gran cosa. Pero había dos palabras que aparecíanregularmente,envariaspáginas.

—¿Cuáleseran?—apremióella.

—Laprimera,lorecuerdobien,eraunaabreviatura:«I.B.I.».

Vienseguidaensusojosquelaabreviaturateníasentidoparaella...Inclinélacabeza,enesperadeunaexplicación.

—IeshouabenIosseph—explicóella—.Jesús,hijodeJosé, talcomolohatraducidofielmenteChouraqui.

Yoasentí.

—Desdeluego.Teníaquehaberloadivinado...

—Ya que el secreto de su padre concierne, al parecer, a la piedra deIorden,nohaynadaderaroenello,enefecto...¿Ylasegundapalabra?

Elolordelpavoempezabaallenarlacocina.

—Deéstanoestoyseguro.Parecíaalemán.«Bildberger»,oalgoasí...

—¿Bilderberg?—preguntóella,frunciendolascejas.

—¡Sí,sí,esoes!—exclamé,asombradodequeellaconocieseesapalabraqueyomismonohabíaoídojamásantes.

—¿Estáseguro?—insistió,comosilanoticialaalterase.

Yoestabaabsolutamenteseguro.La imagenmuyprecisade lapalabramehabíavueltoalfin.

—Sí,Bilderberg.¿Quésignifica?

—Puessinceramente,noségrancosadeltema.Mepreguntoquétienequeveresoaquí...

—Pero¿quées?—insistí,impaciente.

—Una especie de think tank internacional. Ya sabe, esos grupos de

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pensamientoquesehanpuestotandemodaenEstadosUnidoshoyendía.

Yo no comprendía de quéme hablaba ella. Sin duda se dio cuenta ymededicóunasonrisaviolenta.

—Nopuedodecirlemuchomás,deverdad, sólo tengoalgunos recuerdosvagosdelBilderberg.Debídeleerunartículosobreelloshacemuchotiempoenun periódico, nada más. En resumen, es una gente, políticos, economistas,industriales e intelectuales, que se encuentra todos los años de manera más omenosoficialparahablardelporvenirdelmundo.

—¡Encantador! Uno se creería en plena teoría de la conspiración... NosabíaquemipadreeraunseguidordeExpedienteX.

Laperiodistainclinólacabeza,conairedivertido.

—Noexageremos,esagentenodecidenuestroporvenir,sólohablan.Yonocreoquesepuedahablarrealmentedeconspiración...

—¡Si usted lo dice! —ironicé—. Resulta curioso que ustedes, losperiodistas,nonostenganalcorrientedeestetipodecosas.

—¡Haytantascosasdeesetipoquecubrir!

—¿TieneaccesoaInternet?

—Hayunatomatelefónicaymiordenadorestáenelcoche.

—Yotengoelmíoaquí.PodríamosbuscaralgosobreelBilderberg...

—Sí,peroprimerovoyaacabaresto—dijoella,señalandolasarténquetenía detrás—, y enseguida podremos comer tranquilamente, en la mesa delcomedor,comolaspersonascivilizadas...

—Desdeluego—repliquéyo,algocohibido.

Ella se volvió y ligó la salsa con unas cucharadas soperas de crema deleche.Dejócocerelplatotodavíaunosdiezminutosmás,mientrasyolaayudabaaponerlamesa.

Creoqueenonceañosdevidaneoyorquinanopuseniunasolavezlamesaenmicasa.Aduraspenasconseguínoequivocarmedeladoalponerloscuchillosy los tenedores. Tenía la impresión de hacer una cura de desintoxicación.Recuperarlosgestossencillos.Sentíavergüenza,peroaquellomedivertía.

Unos minutos después, la periodista entró en el comedor con el plato yanunció,imitandoelacentomeridional:

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—¡Fricasédepavo a la provenzal!Unpoco elemental, peronos tenemosquearreglarconloquehay.Tenga,nomegustandemasiadolosvinosdelsurdelvalle del Ródano, aparte del Châteauneuf-du-Pape, desde luego, pero resultademasiadocaro...AsíquehecogidounClosBagatelle.

—¿Yesoquées?

—UnSaint-Chinianmuybueno.Despuésde todo,noestamos tan lejosdeHérault...

Yo no tenía sus conocimientos de vinos, desde luego, yme contenté conasentir, pero su plato fue un verdadero regalo. Ella se divirtió conmi silencioelocuentedurantetodalacena,ydespuésyofuiaprepararelcafé,esperandoasíhacerolvidarunpocomiineficaciaculinaria.

Cuandoloserví,observéqueellamemirabaconunaireextraño.

—¿Quépasa?—pregunté,dejandolacafetera.

Ellaencendióuncigarrillo.

—Desdequenoshemosencontrado, te estáspreguntando si soy lesbiana,¿verdad?

Medejécaerenmiasiento,ysemesubieronloscoloresalasmejillas.

—Eeeh...no,desdeluegoqueno,yo...

—Vamos,sinceramente,tepreguntassisoylesbiana.

—No...

—¿Temolestaríaque lo fuese?—insistióella, sinpiedadhaciamiapurocreciente.

—¡Puesclaroqueno!¡Faltaríamás!¡Yonosoyningúnhomófobo!¡VivoenNuevaYork!

Ellaseechóareír.

—Noeraéseelsentidodemipregunta.Yonotepreguntosiereshomófobo.Tepreguntositemolestaríasaberquesoylesbiana.

No sabía cómo salir de aquella situación. ¿Por qué me hacía aquellapregunta? ¿Significaba aquello que, efectivamente, era homosexual? Habíacomprendidopormimiradaqueyomelopreguntaba.Sinduda,eraunamiradaala cual estaba acostumbrada.Peroyome sentía completamenteperdido.Decidíresponderconlamayorsencillezposible.

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—No,nomemolestaría.Mesentiríaunpocotristepor loshombres,perocontentoporlasmujeres...

Ellameneó la cabezaconaire consternado.Sinduda,noera la respuestacorrecta.

—Y¿porqué?¿Ereslesbianaacaso?—meatreví,conunasonrisaqueeraunamueca.

—¡Ah!¿Vescomosíquetelopreguntabas?¡Estabasegura!

Ellasedivertía tanvisiblementecomomolestomesentíayo.Yseguíasinsaber...Medijequeelúnicomediodesalirdeaquellasituacióneraintentarsersincero.

—Bueno,deboconfesarquemehedicho,enefecto,quequizá...

Ella inclinó lacabeza, sonrió largamente,ydespuésdejó su tazadecafé,avanzóhaciamíymediounbesoenlafrente.

—¿Vamos a hacer la búsqueda en tu ordenador? —me propuso, condesenvoltura.

Estabaclaroqueseburlabademí.Yteníadequéburlarse.Yoeratantorpequeresultabaridículo.

—Sí,sí,vamos—respondí,tontamente.

Subimos a la habitación para conectarmi portátil a la toma telefónica einiciarnuestrabúsquedade informaciónen línea,y,parami felicidad,yano sehablómásdehomosexualidad...

Hacia las dos de lamadrugada, no habíamos encontrado nada interesantesobreelBilderberg.LamayorpartedelaspáginasdeInternetquehablabandeéleran páginas antisemitas, de extrema derecha, en las cuales la mitología de laconspiraciónesuncaballodebatalla.Algunasotraspáginasmuchomásrarasydignasdeconfianzadabanvagasinformacionessobreesegrupomisterioso,peronada concreto, y sobre todo, nada oficial. Y con razón. La única informaciónfiablequedescubrimoseraqueelBilderbergnoemitíacomunicadosdeprensa,yque prohibía la presencia de periodistas en sus reuniones anuales. Con elloalimentabalateoríadelaconspiraciónenlaspáginasextremistas,perotambiéndespertaba nuestra desconfianza e inquietud. Si ese grupo no era más que unsimple think tank,cuyoúnico objetivo era hacer un balance anual de un ciertopensamientopolíticointernacional,¿porquépermanecerensecreto,ycuálpodíaser su relación con la piedrade Iordeny lasmisteriosas investigacionesdemi

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padre?

Cuandonosdecidimosainterrumpirnuestrasinvestigacionesacausadelafatiga,SophiesedispusoacerrarlaconexiónaInternet.

—¡Espera!—exclaméyo,observandoalgoenlapantallademiordenador.

—¿Quépasa?

—Esemensajeenelforo—dije,señalandoconeldedoalapantalla.

—¿Sí?

—¡Está firmadoconelmismoseudónimo!Sphinx.Heobservadocuatroocincovecesqueapareceesemismoseudónimoenlosdistintosforosquehemosvisitado.

—Exacto—admitióSophie.

—Sus intervenciones son muy pertinentes en todos los casos, y parecealguienmuybieninformado.

—¿Intentamoscontactarconél?

Esbocéunamuecaescéptica.

—¿Creesquevalelapena?

—Nocuestanada—decidióella—.Voyadejarleunmensaje.

—¿Tienedireccióndecorreoelectrónico?

—No.PerohayunnúmerodeICQensusdatos.¿TieneselprogramaICQentuordenador?

—Puesno—confeséyo—.¿Quéeseso?

—Un programa que permite dialogar en directo por escrito. Te lo voy ainstalar,asípodremosversiesefamosoSphinxestáenlínea.

Laperiodista, evidentemente, teníamuchamás costumbrequeyo en estascosas. Vi cómo lo hacía, intentando no sucumbir a la fatiga. En Nueva Yorkraramente me acostaba antes de las tres o las cuatro de la madrugada, perodespués de una semana en Francia, empezaba a sentir los efectos del desfasehorario.

Sophiesevolvióaponerlasgafas,bajóelprograma,loinstalóeintrodujoelnúmerodeICQdelmisteriosoSphinx.

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Apareció el seudónimo en una pequeña ventanita, pero con la menciónaway.

—Noestáenlínea—meexplicólaperiodista—.Peropodemosdejarleunmensaje.

Yo asentí. Ella tecleó: «Periodista. Busco información sobre Bilderberg.Porfavor,contacte».

—¿Teparecebien?

—Bueno,esunpocodirecto,peromeparecebien.Yaveremosmañana—dije,intentandocontenerunbostezo—.Esperoquenoshayarespondido.

—Sí,yaveremosmañana—dijoSophie,apagandomiordenador.

—Tendréqueiracasademipadre.Deborecuperarsusnotas.Ymimoto,también.

—Ah, ¿es tuya esa moto enorme que estaba delante de la casa? —seasombróella.

Yoasentíyellaseechóareír.

—Bueno, ya veremos mañana—insistí yo haciendo una mueca, un pocoofendido—.En el peor de los casos, si esemisteriosoSphinx no nos contesta,tengounamigofrancmasónqueestámuyal tantode lashistoriasdesociedadessecretasytodosesostemas,yquizápuedaayudarnos.

—¿Un amigo francmasón? Vaya. En realidad, el Bilderberg no es unasociedadsecreta.

—Sí, ya lo sé —respondí yo—, pero ese amigo no solamente sabe desociedades secretas, es que también es diputado... Si hay alguien entre laspersonas que conozco que puede tener información sobre ese tipo de cosas,seguramenteseaél.Élsabráorientarnosennuestras investigaciones.Lellamarémañana.

—¿Undiputadofrancmasón?¡Perfecto!—exclamólaperiodista,sonriendo—. Siempre hay que tener un amigomecánico, un amigo fontanero y un amigodiputadofrancmasón.

Yomeneélacabezacondesesperación.

—Bueno,yotedejodormir,Damien.Yoestaréenlahabitacióndeallado.Elcuartodebañoestáenfrentedetupuerta.

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Ella me llamaba por mi nombre por primera vez. Decidí devolverle lacortesía.

—Gracias,Sophie.Graciaspor todo.¿Elprimeroquese levante llamaalotro?

—Deacuerdo.¡Buenasnoches,señormotero!

Ella desapareció y yome eché sobre la cama sin perder tiempo siquieraparadesnudarme.Eldíahabíasidolargo.Muylargo.Lasemana,incluso,habíasidomás ricaenacontecimientosqueunañoentero,y laheridaque teníaen lafrentenoarreglabalascosas.Nodormídemasiado,perosíprofundamente.

Me desperté sobresaltado por la periodista. Ella golpeaba con fuerzamipuertayentróenmihabitación,alarmada.

—¿Nohasoídoa losbomberos?¡Levántate, rápido! ¡Lacasade tupadreestáardiendo!

Todavíamedolíalacabezay,desdeluego,nohabíadormidonilamitaddeloquemicuerpomereclamaba,peromelevantélomásrápidoquepude.

Veinte minutos más tarde, después de haber atravesado el pueblosaltándonos algunos semáforos en rojo y cogiendo al menos dos direccionesprohibidas,bajamosdesuAudiantelacasademipadre,rodeadadebomberosyde mirones. No habíamos intercambiado ni una sola palabra durante todo eltrayecto, sin duda abrumados por los mismos sentimientos de perplejidad, derabiaymiedomezclados.Sincontarconqueyoestabaligeramentecrispadoporlaconduccióntemerariadelaperiodista...

Elhumoseelevabaporencimadelascasas,dibujandoenelcielooscurasamenazas.Parecíaque todoel pueblo sehubiese reunidoentre losmurosde lacallejuela. Se oía el parloteo de los habitantes del pueblo, confusos oasombrados. Las luces de los bomberos no cesaban de dar vueltas, enviandorelámpagosazulessobrelamultitudylosmuros.

—¡Yatehabíadichoqueno teníamosquedejar lacasasinvigilancia!—suspiré,cerrandomipuerta.

Noscolamosmalquebienhacia laverjadel jardín.El fuegoestabacasiextinguido,perolosbomberosnosimpedíanentrar.Saquémicarnédeidentidad

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paradarmeaconocer,ycogíaunodelosbomberosporelbrazo.

—¡Elsótano!—ledije,enseñándolemispapeles—.¡Hayquesacar todoslosdocumentosquehayenelsótano!

Elbomberoseencogiódehombros.

—¡Meextrañaríamuchoquequedasealgoensusótano!¡Esdeahídedondehasalidoelfuego,señor!

Lancé una mirada desesperada a Sophie, y una hora más tarde ella meacompañóalacomisaría,dondepasamosbuenapartedeldía.

Nuncamehagustadoiralascomisarías.Loscomisariostienenlahabilidadextraordinaria de hacer que te sientas culpable, aunque no tengan nada quereprocharte.Sussilenciossonacusadores,susmiradasproducenconfusión,yelruidodesusdedosaporreandoeltecladoparecesersolamenteunanticipodesupropensión al golpe. Siempre he tenido miedo de la poli, y entrar en unacomisaríaparamíesunsupliciotaninsoportablecomoelolordeloshospitalesdespuésdelamuertedemimadre.

Contamosporprimeraveznuestrahistoriaaunpolicía,éstenospidióqueesperásemosydesaparecióenseguidaenellaberintodepasillosgrisverdoso,ydespuésunsegundovinoabuscarnosynosacompañóhastasudespacho.Noshizoseñasdesentarnos.Altoyfuerte,teníalamiradabrillante,lasmejillasrojasysuacentoprovenzal lehacíamásbiensimpático.Simpáticoperopolicía,de todosmodos...

—Bueno—empezó, colocándose ante el teclado de su ordenador—. Lesresumo la situación. Esta mañana hemos recibido una llamada en el centrooperativo para informarnos del incendio de su casa. Se ha avisado al fiscal, yahoramismo tenemos en el lugar un equipo de la brigada de investigación deldepartamentoquevaaintentardeterminarsielorigendelsiniestroesaccidentalocriminal.Perolesconfieso,deentrada,quenosinclinamosporunincendiodeorigencriminal,yaquehemoshalladoalgunosrestosdeacelerantedeltipowhitespirit.

—Yaveo...

Queelincendiofueseprobablementeprovocadonoeraparamímásquelaconfirmacióndeunaevidencia,ymeentrópánicoantelaideadenomostrarmelobastantesorprendido.

—La brigada local, paralelamente, va a proceder a la selección de las

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declaraciones,esdecir, losprimerosque llegaron,bomberosy testigos.Enestemarco, vamos a tomarle a usted declaración, y enseguida le tendremos alcorrientedelainvestigación.¿Sevaaquedarporaquí?

—Puesaúnnolosé—respondíyo,encogiéndomedehombros.

Él asintió y volvió los ojos hacia su pantalla.Cuandohubopreparado elarchivodelactaensuordenador,Sophieyyo lecontamosmásomenos loquehabíapasadodesdelavíspera,omitiendounsolodetalle:elsecretodemipadre.Explicamos que Sophie era una amiga demi padre—después de todo, así fuecomosepresentóellaenprimerlugarantemí—,quellegójustodespuésdequemeagredieran,yquetodavíanohabíamosidoapresentarladenunciaacomisaríaporque...porqueSophiehabíadecididocuidarmeprimeroy,yaquelosagresoresnohabíanrobadonada,nosdijimosquenoeratangrave...

Nuestra versión de los hechos, un poco vacilante, no era demasiadoconvincente,desdeluego,peroenaquelmomentoelpolicíarecibióunallamadaque nos disculpaba al menos en parte: los vecinos habían visto a los dosincendiarios, dos hombres vestidos de negro que habían huido en un coche delcualhabíantomadoelnúmerodematrículaenparte.

—Ah, bien, esto va bien—nos confió el policía—. Podremos hacer unabúsquedaenelficheronacionaldepropietariosdevehículoseidentificarquizáalos fugitivos. Desgraciadamente, me temo, señor Louvel, que nos vemosobligados a abrir a partir de esta misma tarde una investigación de flagrantedelito.

—¿Yporquédicelode«desgraciadamente»?

—Porqueeso significaqueusted tienequequedarseenGordesunosdíasmás.

—¿Cuántotiempo?

—Lasinvestigacionesdeflagrantedelitoduranochodíascomomáximo.

EchéunaojeadaaSophie.

—Loprincipalesqueustedesdetengana losculpables—dijoella,comoparatranquilizaralpolicía.

—Desde luego. Pero antes todavía tengo algunas preguntas que hacerles,puraformalidad.Yaséqueahoraestáustedunpocoaturdido,asíquevamosairrápido.SeñorLouvel,ustedeselúnicoherederodesudifuntopadre,¿verdad?—mepreguntóelpolicía.

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—Sí.

—Bien.

Conlosojospegadosalapantalla,nodejabadesubirseybajarselasgafas.

—Yvinoustedaquíparaversucasa,¿noescierto?

—Exactamente.

—Perohayalgoquenoentiendo.¿Nohabíavistoustednuncaestacasa?

—No.YovivoenNuevaYork.

—¿EnNuevaYork?PeroyocreíaqueustedveníadeParís...

—No,enParísestáelpisodemipadre.

—¡Ah,vaya!¡Entoncesestabaequivocado!

Hizounamuecaycorrigiócongranesfuerzosudeslizenelordenador.

—El sistema no deja de cambiar. ¡Es tremendo! Pronto tendremos queestudiarinformáticaparaescribirunacta...

—Ah,sí,desdeluego—repliqué,intentandoocultarmiironíaconunafalsasonrisacompasiva.

—Bueno, ya está corregido. Entonces, dígame: ¿ha observado usted algoespecialenlacasadesupadre?

Yo me aclaré la garganta con una discreción que sin duda habría hechosaltaraundetectordementiras.

—No,nadaespecial.

—¿Nadadenada?

—Nada—repetí.

Élmeneólacabezalentamente,ysefrotólanarizantesdeproseguir:

—¿Supadreposeíaalgunosobjetosdevalor?

—No, en realidad no, y desde luego no los tenía en Gordes. Todos loscuadrosestánenParís.Nohabíamásquealgunoslibros,muebles...Nisiquierateníatelevisor.

—¿Nolerobaronnadaayer?

—No.Hoynolosé,lacasaestácarbonizada...Esdifícilasegurarlo.Sobre

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tododesdeelexterior.

—Bueno,sí,claro.Ylosdoshombresqueleagredieron,¿podríadarmesusseñas?

Sucolegayamehabíahecholapreguntadosveces,yyointentéconservarlacalma.

—No.Nopudeverleslacara.Erandoshombresaltos,fornidos.Llevabanabrigosnegros, como losmalosde las películas americanas, y un coche, negrotambién.CreoqueeraunVolvo,estoycasiseguro.

—Bien.YaveremossieldelosquevieronhuirsusvecinoseraunVolvo.¿Ysupadreteníaenemigos?¿Alguienquequisierahacerledaño?

—No,queyosepa.

—¿Algunadiscusiónconsuentorno,sufamilia?

—No.

—¿Yusted?

—Yo tampoco.Yo vivo enNuevaYork desde hacemás de diez años, nisiquierasabíaqueexistieraestacasa...

—Bien.Porelmomento,bastaconesto.

Imprimióelactaparaqueyolafirmara.

—Tendré que hacerle algunas preguntasmás, después.Ya le llamaré estatardeparadecirlesiabrimosunainvestigacióndeflagrantedelito.Correspondealprocuradortomarladecisión.¿Puedolocalizarleenestenúmerodemóvil?

—Sí.

Volvíaleerladeclaraciónquemetendíaylafirméensilencio.

—Detodosmodos,seríamuyamableporsupartesisequedaraenGordeslos próximos días—concluyó el policía, solemne, como un sheriffque pide aJohnWaynequenodeje laciudad—.Porelmomentonopuedoobligarlo,perotengalaamabilidaddeavisarmesirealmentetienequemarcharse.

—Seloprometo—respondíyo, levantándome,conprisaparasalir—.Lollamaré.

—Sí.Yyapuedeprepararseparaqueloacosenlosdelseguro—añadióelpolicía,conunaireirónico—.Elaccidentedesupadre,suagresión,lacasaque

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sequemaytodolodemás...nolesvaahacerningunagracia...

—¿Ah,sí?Puesyoencambioestoymuertoderisa...

Casivicompasiónensumirada,enelespaciodeunsegundo,perodespuésvolvióasumergirseensusdocumentos.

Sophie y yo salimos rápidamente de la comisaría, un poco aturdidos, ysubimos al Audi que estaba en el garaje de nuestros anfitriones de azul.Atravesamoselpuebloenelotrosentidoparairdenuevoacasademipadre.Losbomberos estaban allí todavía, igual que los curiosos, y, saliendoprecipitadamente del coche, yo interpelé de nuevo al zapador que me habíarespondidoaquellamismamañana.

—¿No hay ninguna posibilidad real de que hayan quedado algunosdocumentosenelsótano?—lepregunté,suplicante.

—Meextrañaríamuchísimo,señor.Lospocospapelesquehayanescapadoalasllamasnolohabránhechoalasmangueras,nosésimeexplico...

Seexplicabaperfectamente.

—¿Ynopuedo iramirar?—mearriesgué, señalando tímidamenteconundedohaciaelsótano.

—No es seguro, créame. Todavía está ardiendo ahí abajo, y además, detodosmodos,lapolicíalovaasellartodoparalainvestigación.Vamos,noeranmás que papeles, debe usted sentirse feliz de que no haya habido ningunavíctima...

—Sí, claro, sólo son papeles—repetí, contemplando a Sophie con airedesesperado.

Amedidaqueavanzabaeldía,elpánicoyeldesconciertosetransformaronlentamenteenalgoparecidoalterror.Yoibatomandoconcienciaprogresivamentedelagravedaddelasituación.Nosólomipadrehabíamuertoenunaccidentedecoche que teníamuchas posibilidades de no ser un simple accidente, sino queademásacababandeprenderfuegodeliberadamenteasucasayenparticularasusótano, el lugar de todas sus investigaciones y fuente esencial para las que laperiodistayyonosdisponíamosallevaracabo.Noteníaniideadecuálpodíaserelsecretodescubiertopormipadre,peroahorateníaunacerteza:habíaalgomuyimportanteenjuegodetrásdetodoaquello...oentodocaso,otraspersonas,apartedemipadre,parecíancreerloasí.

—¡Vamos!Volvamosacomeralgunacosa,nohemostomadonadaentodo

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eldía—propusoSophie,cogiéndomeporelbrazo.

—¿Teimportaquetesigaconlamoto?—lepregunté,comounidiota—.Siladejoaquí,Diossabeloquepodríapasarle...

Ellasonrió.

—¿Una Harley en mi jardín? Ni hablar. Sólo porque estés triste yvulnerable...¡Perono!Esbroma.¡Hazloquequierascontumoto,hombre!

Ella se dirigió hacia su coche y yo, avergonzado, hacia la Electra, y encuanto me puse el casco, observé entre la multitud a un hombre que mecontemplaba y a quien ya había visto al llegar por la mañana al lugar delincendio.Élvioqueyomehabía fijadoynoapartó losojos.Comosiquisieraqueyoleviera.

Eraunhombredeunossesentaaños,conelcabellogris,yponiéndomedepuntillas para verlemejor, vi el alzacuellos que asomababajo su chaqueta.Unsacerdote.

Un camión de bomberos se puso en camino, hubo un movimiento en lamultitud y no volví a ver al hombre que me espiaba unos segundos antes. Lobusquéconlamiradaentreloscuriosos,perohabíadesaparecido.

Decidí dejarlo por el momento, puse en marcha la moto y me uní a laperiodistaenlacarretera.Ellasubióalcocheylaseguíhastasucasa.Duranteeltrayecto,acunadoporelrugidogravedelabicilindro,mepreguntabaadóndenosllevaríatodoaquello.Noestabasegurodetenerganasdecomprenderlo,nideseodesaberlo.Unasolacosaerasegura:apesardelalocuradelosúltimosdías,apesardemimiedocrecienteyapesardelevidentepeligro,hacíamuchotiempoquenomesentíatanagustoconunamujer.

François Chevalier era un amigo al que conocí en el primer cursopreparatorio para el ingreso en la EscuelaNormal Superior.Nuestro amor porAlejandroDumas yUmberto Eco, y nuestro odio por Jean-Paul Sartre yAlainRobbe-Grillet, nuestra pasión por los pubs irlandeses y las películas de TerryGilliam,todaunavidadeculturatandiversacomocompartida,noshabíapuestoen el mismo camino, un camino poco frecuentado por nuestros compañeros deestudios,yaquellosellónuestraamistadparamuchotiempo.

Al año siguiente, lógicamente, yo pasé al segundo curso preparatorio,

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mientrasqueéldecidiócambiardevíaypresentarseaCienciasPolíticas,dondetuvo mucho más éxito que yo en la Normal Superior. Sin embargo, nuncaperdimos el contacto, y un año antes de que yo me fuese a Estados Unidos,Françoisvinoavermepara informarmedequeingresabaenelGranOrientedeFranciayproponermehacerlomismo.Yoenparteteníadeseosdeaceptar,perolaenfermedaddemimadreeraloquemásmepreocupabaenaquellosmomentos,y la idea de pertenecer a un grupo, fuera el que fuese, me asustaba un poco.Aunquemeseducíanlasideasqueseencontrabanenlabasedelafrancmasoneríadeclinésuoferta,peroleaniméensuelección.Durantetodamividanodejédeoscilarentreelarrepentimientoyelorgullodehaberrehusado.Arrepentimientoporque yo jamás había tenido el valor de adquirir un compromiso filosófico opolítico semejante, y orgullo porque espero haber conservado de ese modo elejerciciodeuna cierta libertaddepensamiento.Además, aunque los principiosoriginalesdelamasoneríamegustaban,noteníademasiadaconfianzaenaquelloqueloshombresseguramentehabríanhechoconella.Aeso,Françoismehabríarespondidoque lamejorformademejorar lamasoneríaeraparticiparenella...Ciertamente.Éltambiénteníaelmismodiscursoconrespectoalapolítica.

Y, efectivamente, la última vez que vi a François antes de abandonarFrancia me anunció que había decidido dedicarse a la carrera política, queingresaba, desde luego, en un partido radical de izquierda, y algunos añosmástarde,despuésdelrecorridohabitual,seconvirtióenconcejal,alcaldeydespuésdiputadoenÎle-de-France.

DurantelosonceañosquepaséenNuevaYork,nopasóunsolomessinqueFrançoismeenviasenoticiassuyasporcorreoelectrónico.Yonohabíatenidoelmismorigor,peromiamistadporélnohabíafalladonunca.

Tengo por ahí en algún sitio un ejemplar de Alicia en el país de lasmaravillasqueFrançoismeregaló.Unaediciónmagnífica,conlasilustracionesoriginales de John Tenniel. Como símbolo de nuestra amistad, yo le habíaofrecidoexactamenteelmismolibro.Ynoslohabíamosdedicadoelunoalotro.Laidea—robadaaSiemprehacebuentiempo,unaantiguacomediamusicaldelosañoscincuentadeGeneKellyyStanleyDonen,delacualéramosadmiradores—eraquedebíamosreunirnostreintaañosdespués,cadaunoconsuejemplardelanoveladeLewisCarroll,anteelliceoChaptal.Unapromesadeadolescentes,desdeluego,perocargadadesentido.¿Sabíamosyaentoncesquelavidaseparasiempre a los amigos, hasta a los más fieles? Los treinta años no han pasadotodavía.ConservomiejemplardeAliciaenelpaísdelasmaravillas.Ycuandollegueeldía,estarédelantedelliceoChaptal,paseloquepase.

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Mehabría gustadomucho llamar a aquel amigo fiel sin tener quepedirlenada,simplementeparainvitarleatomaralgo,peroyaquelascircunstanciaseranlasqueeran,ytalcomohabíadecididolavíspera,aquellamismatardetelefoneéamiamigodiputadoparapedirleayuda.Despuésdesortear laboriosamente lasmúltiplesbarrerasburocráticasqueseparanaundiputadodeunsimpleciudadanocomoyo,alfinoílavozdeChevalieralotroladodelaparato.

NohabíaavisadonisiquieraaFrançoisdemiestanciaenFrancia,ymenosaúndelamuertedemipadre,yporesolecontémihistoriaunpococonfuso.Élsemostrócomprensivo,ycreoqueyo tenía lágrimasen losojos.Abandonarelpaísdemipadremehabíacondenadotambiénavivirlejosdelalmamásfraternalque lavidamehabíaofrecido,ymaldije el tiempoperdido. ¿Porquénohabíahecho el esfuerzo de venir a ver a François más a menudo? ¿Qué monstruosoegoísmomehabíaapartado tanto tiempodeél?¿Sepuedenrecuperaracaso losaños perdidos, las largas conversaciones, las veladas de cine, los informes delecturas,lascañasenlasterrazasdeloscafés?

Pero, ¿le habría yo visto verdaderamente tan a menudo, ahora que eradiputado? Tenerle al otro lado del hilo hizo queme diera cuenta de hasta quépunto yome había convertido en un solitario.Hay soledades de las que no setoma concienciamás que después.Yo tenía la extraña impresión de estar en elbordedeunabismo,perodeespaldas.Sólodependíademínocaerhaciaatrás.

—François—leprometí,envozbaja—,cuandosalgadetodaestahistoriadelocos,iréaParísparahacerjusticiaanuestraamistad.

Cada uno de nuestros silencios estaba cargado de una emociónsobreentendida.Ydemilesdelamentaciones.

—Bueno,¿quépuedohacerporti?—mepreguntó,comoparaponerfinaunarrebatodesentimentalismoquesindudasevolvíaalgoembarazoso...

—En primer lugar, me gustaría que me dieras tu número de móvil, parapoderlocalizartemásfácilmente,amigo,porqueesposiblequetengaquellamartemásamenudodeloquepuedasoportartuejércitodeayudantes...

Hice señasaSophiedequemepasaraunblocdenotas.Entoncesviqueellamemirabaconunaintensidadnueva.Comosihubiesedetectadolaemociónen mi voz. Me tendió el bloc de papel y anoté el número que me dictabaChevalier.

—YtambiénnecesitoquemebusquesinformaciónsobreelBilderberg.

—¿ElBilderberg?—seasombró—.Pero¿quétienequeverelBilderberg

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contupadre?

—Esquemegustaríaentender...

Françoisdudóunmomento.

—QuizátengarelaciónconsupuestoenlaUnesco—aventuró.

—Mesorprenderíamucho.Puedescomprobarlo,peronopiensoeneso.Detodosmodos,loquenecesitoporelmomentoesinformacióngeneral.Pormipartenoconsigoaveriguargrancosa.

—Francamente,yotampocoségrancosa.Loúnicoqueséesquesetratadeuna especie de club para ricos... Sime dejas que te llamemañana, tendrémásinformación,siquieres.

—Sí,encantado—accedí—.Eintentaenterarteunpocodelasnovedades.Qué hacen en estosmomentos, quién se ocupa, cuándo tendrá lugar su próximareunión...

—Deacuerdo.Voyaverloquepuedoencontrar.Mehaencantadovolveraoírtuvoz.TienesqueveniravernosantesdevolveraNuevaYork.

—Nomehas dado noticias deEstelle—intervine entonces, antes de quecolgase—.Estáembarazada,¿verdad?

Acababadeacordarmedequemehabíacontadoaquelloensuúltimacarta.FrançoisestabaconEstelledesdehacíamuchotiempo.¡YasalíanjuntosantesdequeyoconocieseaFrançois!Formaban,másomenos,laparejaideal,cosaquenodejabaderecordarme,yaenlaépoca,hastaquépuntonodabayoniuna...

—Sí.Estáenelquintomes—meconfirmó,sorprendido,aparentemente,dequemehubieseacordado—.Bueno,noolvidesveniravernosantesdeirte.

—Prometido.

Ledilasgraciasycolgué,aregañadientes.

Habíatomadoalgunasnotasdurantenuestraconversación,yledejéleerlasaSophieporencimademihombro.Cuandomevolví,viqueellateníadosvasosdewhisky.Metendióunosonriendo.

—¿Nos tomamosunpequeñoestimulanteyvamosacomeralgo fuera?—propuso,levantándose.

Yo levanté los ojos y la miré. Ella inclinó la cabeza, esperando unarespuesta.Me dejó el vaso sobre lamesa y encendió un cigarrillo.Yo cogí el

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vasodewhiskyybebíunsorbo.

—¿Hacemuchotiempoqueunamujernoteinvitaaunrestaurante?

—¿Porquétienequesertodosiempretancomplicadocontigo?—respondíyo—.Créeme,noereslaprimeraquemeinvitaaunrestaurante.

—Entonces,¿esquesí?

—Encantado—respondíconunasonrisa—,peroteinvitoyo.YalejémonosunpocodeGordes...

—Deacuerdo.YoiríaaAviñón—sugirióella.

Enaquelmomentosonómiteléfono.Suspiréylevantélosojosalcielosinresponder.Notaba elmóvil vibrar enmi bolsillo. Sophieme lanzó unamiradadesilusionada. El pequeño descanso que tanto necesitábamos los dos debíaesperar.Ycuandosaquéel teléfonodemibolsillosupequeaquelcontratiempoeramuchopeordeloqueyohabíaimaginado.

Reconocí enseguida el número que aparecía en la pantallita verde demiteléfono.Dave,miagente.Habíaolvidadoporcompletotodaaquellapartedemivida,ehiceunamuecaquealmenostuvoelméritodedivertiraSophie.

HabíaabandonadoNuevaYorkhacíaunasemana,ynoteníaniunosolodelos,últimosguiones...Mehabíaacostumbradodesdehacíatiempoatrabajarconretraso, pero por primera vezme pregunté cómo iba a acabar aquel trabajo, yDavedebiódenotarloeneltonodemivoz...

—Damien, la gente de la HBO amenaza con emitir los episodios sin tuaprobaciónfinal.

—¡Peronotienenderecho!—meindignéyo.

—¡Sinoenvíastuapprovalantesdeladeadlineprevista,esoesmotivoderupturadelmalditocontrato,Damien!

Dave raramente era grosero.Debía de empezar a pensar que yo le iba adejarenlaestacada.Yencuantoalcontrato,teníatodalarazón.Losabíatanbiencomoél.EstadosUnidosquizáseaelparaísodelaretribuciónparaunguionista,perotambiéneselpaísdondelosderechosdeautorestánmenosprotegidos,ydeahí a que el ejército de abogados de la HBO consiguiese desposeerme de micriatura, no había más que un paso que yo estaba a punto de franquear si noencontraba una solución... Aunque fuese un miembro fiel del sindicato deguionistas,yestuvieraportantorelativamentebienprotegido,nopodíacorrerel

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riesgodeofenderalosproductoresdelacadena.

—¡Pero si casi he terminado! —mentí, guiñando los ojos—. De todosmodos, no había gran cosa que cambiar. Diles que esperen un poco... Heavanzadomucho,teloaseguro.

—¡Tengoqueenviarlesalgoestamismatarde!—mecortóDave—.Dameloquehayasacabado,aversiasíconsigoquetenganunpocodepaciencia.

—¡Te lo enviaré todomañana!—le esquivé, sabiendo perfectamente queme sería absolutamente imposible releer y modificar lo que fuese para el díasiguiente—.¡Mañana,Dave!¡Teloprometo!

Colguéel teléfonoantesdequemiagenteescuchase las risasqueSophieapenaspodíacontener.

—¡Mierda!—refunfuñé—.¡Estoyfatal!

—Ya iremos a Aviñón en otra ocasión... —propuso ella—. Tienes quetrabajarestatarde,esimprescindible...Osino,tendrásproblemas.

—¡No,no!Tengoque refrescar las ideas...Yademás,nuncaheestadoenAviñón...Parecequehayunpuenteextraordinario.

Sophienoinsistiómás,ysalimosenseguidahacia laciudaddelospapas,dondeladecoraciónylafinagastronomíanossedujeronsinborrarporcompletonuestrainquietud.

Sinembargo,descubríconelplacerdeunexpatriadolabellezadeAviñón,encaramada sobre las rocas de losDomsy extendidamás allá, a través de lassucesivasmurallas guarnecidas de almenas y dematacanes. El palacio, con sumajestuosidadgóticaysuinmensaplaza,ellaberintodecallespavimentadasylastiendecitasprovenzalesdelbarriodelaBalance...

EncontramosrefugioenunpequeñorestauranteaorillasdelSorgue,detrásde una hilera de plátanos que filtraban apenas el ruidode las viejas ruedas deagua.Yoyamehabía tomadounwhiskyantesdesalir,ymeneguéabeberunagotamásdealcohol.Sophiedebiódecomprenderquehabíaunahistoriaoscuraentre la bebida y yo cuando pedí dos veces, febrilmente, agua con gas. Noabordamoseltema,peroviensusojosmuchamáscomprensióndelaquehabíaesperado.

—¿Por qué periodista? —le pregunté, para pensar en otra cosa, perotambiénporqueteníaganasdesabermáscosasdeella.

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—AcausadeAlanJ.Pakula.

—¿Perdón?

—¿No viste Los hombres del presidente, con Robert Redford y DustinHoffman?

—¿LapelículasobreelWatergate?

—Sí...Viesapelículacuando teníaquinceaños.Mipadre lagrabóen latelevisión.Megustótantoquelaviporsegundaveznadamásacabarla,ydespuésseconvirtióenmipelículadeculto.Yasabes,esapelículaqueunovemilveces.

—¡Sí,lamíaeraLossietemagníficos!—leconfesé,riendo.

—Laveíaalmenosunavezporsemana—continuóella—.

Y desde ese día, cuandome preguntaban qué quería hacermás adelante,respondíaquequeríaserperiodistaenelWashingtonPost.

—Ah.Entonces,fuistefielatusueñodeinfancia.Yoqueríaserunaestrelladelrock.Nomehasalidodemasiadobien.

El camarero nos trajo el postre. Sophie encendió un cigarrillo.Debía defumarsealmenosdospaquetesaldía.Quizáeraesoloqueledabaesecolortanblanco a su piel. Pero, en el fondo, le iba demaravilla. Formaba parte de supersonaje. Sin sus ojeras y susmejillas pálidas, Sophie no habría tenido aqueldeliciosofísicotipoañoscincuenta.

—¿Sabesloquemásechodemenoseneloficiodeperiodista?

Dijequenoymecomíunacucharaditadecremaquemada.

—El ruido de las máquinas de escribir. Me encanta ese ruido. En lapelícula se oye a los periodistas y las secretarias teclear comoobsesos en susgrandesmáquinasdeescribirmetálicas,yelruidodelosrodilloscuandosacanlahoja...Esunaidiotez,peromeencanta.Ahora,conlosordenadores,eseruidohadesaparecidoporcompletode lassalasderedacción.Yademás, losdespachoscadavezestánmáscompartimentados.

—¡Sólotienesquetrabajarconunamáquinadeescribir!

—Bah.Megustaelruido,peroesmuchomásprácticoconelordenador.Yademás,lagentecomoyohoyendíapasalamayordeltiempoenInternet.

—Ya, al menos tenemos eso en común: yo tengo la nariz metida en unapantalladeordenadortodoeldíatambién.

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—¡Noesesoloquedicetuagente!

—¡Ah, no, no! ¡No me hables de él! Estoy aquí para olvidar, te lorecuerdo...Háblamedeti,loprefiero.Tuspadres,porejemplo...

—¡Ah,vaya!¿Esuninterrogatorio?

Sophielevantólascejasyechóatráslasillamientrascruzabalaspiernas.

—Bueno,túconocisteamipadre.Yonosénisiquierasitienesfamilia.¡Nosénadadeti!

Ellasonrió.Adelantódenuevolasilla,pusoloscodosenlamesa,uniólasmanosbajolabarbillaymirándomederechoalosojos,decidióresponderme.Almenos,enparte.

—De acuerdo. Vamos pues. Nací en París, soy hija única, como tú.Mispadresestánjubiladoslosdos...Sonestupendos.Hetenidomuchasuerte.

—Mimadreeragenial,teloaseguro...

Ellasonrió.

—¿Yaquésededicabanantes?—insistí.

—Mi padre trabajó toda su vida en la educación. Enseñaba filosofía ensecundariayenlafacultad.Fueélquienmeenseñóatenerespíritucrítico,comose suele decir. En verano, como tenía dosmeses de vacaciones, me llevaba aviajarportodaspartes.Mimadreseuníaanosotrosdurantetressemanas,peroelrestodel tiempoestabasolaconél. ¡Era increíble!FuimosaEstadosUnidos,aChina,aMoscúeinclusoaJapónyalaIndia.Cuandolopiensomedavergüenza,tantomemimó.Laúnicacosaquemepedíaacambioeraquellevaseundiariodeviajecadavez.

—Quégracioso...

—Todos los veranos yo llenaba un cuaderno de un centenar de páginasdonderecogíamisimpresionessobreelpaísquevisitaba.

—¿Losconservas?

—Puesclaro.Estánmuymalescritos,peromipadreleíatodaslaspáginascon atención y yo estaba muy orgullosa. Me imaginaba ya que era una granreportera...

—¿Ytumadre?

—Ella era médica. Estaba menos presente. Pero es también una mujer

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extraordinaria.Uncaráctermuyfuerte,muchovalor,muchadevoción...

—Ensuma,tuvisteunainfanciaideal.

Ellasecallódeprontoeinclinólacabeza,mirándomefijamentecomoparaanalizarmimirada.

—¿Ideal?Bueno,sí,quizá.Quieresdecirquesoyunaniñamimada,¿no?

Nopudecontenerunasonrisa.

—No, en absoluto. No, al contrario, son pocas las personas que se dancuentade loquedebenasuspadres.Es... conmovedor. ¡Mehandadoganasdeconocerles!

—¡Quiénsabe!Cuandoacabetodoestopodríamosiravisitarles.Mipadreesuncocineroexcelente...

—Ah,deahítevieneentonces...Escurioso,alfinalparecequeestabasmásunidaatupadre.Enmicasoeratodolocontrario.

—Esloquemehaparecidoentender...

Unavezmássemostródiscretaynoquisosabermás.Sinduda,notabaqueyonoteníaganasenrealidaddeexplayarmesobreeltema.Mipadreestababiencomoestaba.

—Ahorametocaamí—continuóellaentonces—.Tengounapregunta.¿PorquéNuevaYork?

Abrímucholosojos.

—¿QueporquéNuevaYork?¡Yyoquésé!Francamente,creoquemefuiporquemediolaventolera.Alamuertedemimadre,noteníamásqueundeseoyeraalejarmedemipadre.LosvuelosparaNuevaYorknoerancaros,nopensabaennadaymefui.Nisiquierateníaintencióndequedarmedeverdad.Ydespués,alfinal,meenamoré...

—¿Deunaneoyorquina?

—No.DeNuevaYork.

—Ah.¿Nohayningunaneoyorquinaentuvida?—seasombróSophie,conojosburlones.

—No,no. ¡Tendría lasensacióndeacostarmeconunodemispersonajes!Hubo una californiana, pero obedecimos a las estadísticas y nos divorciamosdespuésdealgunosañosdematrimonio...

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—Espera.UnricoguionistadeNuevaYork,autordeunaseriedeéxito,¿ytodavíaestássoltero?

—Bah,desengáñate,todoesoenrealidadnometraesuerte...

Ellabarrióelaireconlamano,ungestoquenosésiexpresabacompasiónoincredulidad.

—¿Ytú?¿Vivessola?—lepregunté,conindiferencia.

—No,vivoconmiportátil—ironizó.

—No,enserio...

—No sé si una periodista puede vivir en pareja, ya sabes.Y además, nisiquierasésirealmentemeapetecería.Noestoynuncaenelmismositio,siempreandoconlanarizmetidaenlasinvestigacionesmásraras,todaalterada...PasolamitaddeltiempoalteléfonoylaotramitadenInternet.Lasraraspausasquehagosonparairalmédico,paraquemeprescribacalmantes...No,enserio,nopodríavivirenpareja.

—Pero¿hasestadoenamorada?—arriesgué.

—Sí.

Un momento de silencio. Una vacilación. Como si ella me estuviesejuzgando.Yoesperaba.

—Estuve enamorada de una... persona que enseña historia del arte ymatemáticas.

Vaya.Habíadudadoaldecir«persona».Peroestaba segurodequehabíaestadoapuntodedecir«mujer».Sehabíatraicionado.Sonreí.

—¿Y quién te dice que no esté enamorada en este momento? —dijo,divertida,mirándomefijoalosojos.

No respondí. Sophie tenía el don de incomodarme, y ella lo sabía. Y leencantaba.

Cambiéde temaynospusimosahablarde la lluviaydelmal tiempo,decocina,decineydeliteratura.Aellalegustabaelinvierno;amí,laprimavera.Ella detestaba la comida basura; yo fingí que pensaba lo mismo. A ella leencantaba Woody Allen, a mí también. No le gustaba nada Spielberg, a mítampoco.PaulThomasAndersoneraparamílarevelacióndeladécada;aellalehabíagustadoMagnolia,peroleparecíaqueyoexageraba.UnLelouchdecadadosladejabaindiferente;verificamossieranlosmismosqueparamí.Lehabía

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encantadoElnombredelarosaysehabíaaburridoconElpéndulodeFoucault;amímeencantabanlosdos.EllaadorabaaProustaescondidas;Sobrelalecturaera mi libro de cabecera... Expusimos los dos nuestros gustos y discutimosnuestraspreferenciashastaque sehizo tarde.Lamayorpartede los clientes sehabía idoya,yella seguíadiciendo«megusta»y«nomegusta»,yyoyano laescuchabadesdehacíamuchorato.Aunquehacíatodoloposibleparapensarenotra cosa, con un oído escuchaba «sexo, sexo, sexo», y con el otro «lesbiana,lesbiana,lesbiana».

Deprontonotéquesuvozsehabíaapagado.Ellaselevantóyseacercóamí,comoparahablarmealoído.

—Megustantambiénloschicos—susurró,antesdeirseallavabo.

Ymeencontré,comounidiota,soloenlamesa,oyendosinpararelecodesufrase.Sufrasecitaasesina.Ycuandoellavolvió,eracomosinohubiesedichonada.

—¿Nosvamos?—dijo,conunamiradacándida.

EnunodemisguionesparaSexBot,elhéroesehabríaabalanzadoentoncessobre la periodista, descubriendo sin duda, al cabo de unas horas de tórridofolleteo, que las costumbres sexuales de lamorena eran incompatibles con suspropiasexigencias.Sesepararíandemadrugada,haciéndoselafalsapromesadellamarsealgúndía,yquizá, efectivamente,volvieranaverse treso cuatroañosmástarde,eltiempojustoparaintentarlodenuevoyconstatarquesusexualidadseguíasinsercompatible...Amis fans leshabríaencantado.Amisproductorestambién.

Peroen lavida real,me limitéapagar lacuentayvolvimosacasapocodespués de medianoche. Ella me deseó buenas noches bostezando, y yo mecontentéconpensarenellamientrasesperabaelsueño.

MediahoramástardeSophiellamóamipuerta.

—¿Sí?—murmuré,mediodormido.

—¡Damien!—cuchicheóella.

Empecéapreguntarmequéquerría.Elcorazónmelatíaconfuerza.

—¡Damien!¡Sphinxestáenlínea!¡Ven,rápido!¡Mehacontestado!

Sphinx.Eltíodelosforos.Noeraenabsolutoloqueyohabíaimaginado.Niesperado.Sacudílacabezaparaespabilarme.

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—¡Yavoy!—respondí,ymelevanté.

Me puse un pantalón de cualquier manera y me reuní con ella en suhabitación.

—¿Ynoduermeaestashoras?—pregunté,sentándomealladodeSophie.

—AlomejornisiquieraestáenFrancia,yparaélesporlamañana...

«¿Paraquéperiódicotrabajas?»

Sophiememiró.

—¡Uf!Nousalajergaesagilipollas.Almenosmetratabien...Undíaseguíunaconversaciónentredoshackersynomeenterédenada.Bueno,¿jugamosconfranquezaconélono?

Yomeencogídehombros.

—Puesno losé,esmuy tardeyno tengo las ideasclaras.Mientrasno ledigasnadademipadre...Tedejohacer,túereslaprofesional.

Acercandosusillaalescritorio,ellalanzóunsuspiro,sefrotólasmanosyempezóateclear.Estabaasusanchas,comopezenelagua.

«TrabajoparaCanalPlus.»

«¿Quéprograma?»

«90minutos.»

«¿YporquéHaigormeyer?»

—¿Quéesesoquedice?—meextrañé,mirandoaSophie.

—EsmiseudónimoenICQ.Haigormeyer.Aparezcoconesenombre.Creoqueéldebedeestarintentandoidentificarme.

«Es una referencia al Watergate. Alexander Haig formaba parte de laadministracióndeNixon,yCordMeyereraunagentedelaCIA.¿HaigoMeyer?SonlosdospersonajesdelosquemássospechoquepudieronserelmisteriosoconfidentedelosperiodistasdelPost.»

«OK. El famoso Garganta Profunda. Divertido. ¿Fuiste tú quien hizo eldocumentalsobreelcasoRobertBoulin?»

«No.Fueotroequipo.»

«¿Yquéhashecho,entonces?»

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«Elmásrecienteerasobreeluranioempobrecido.»

La pantalla quedó en blanco casi unminuto. Sophie esperaba. Yo estabatenso.Elambienteerararo.Uninterlocutordelquenosabíamosnada,alquenoveíamos.Noteníalacostumbredemanteneresetipodeconversaciones.

—¿Quécoñoestáhaciendo?¿Yanonoshablamás?

—Espera.Quizáestémanteniendovariasconversacionesalavez...Oalomejor...

«SophiedeSaint-Elbe,¿verdad?»

—Loquemetemía.Hahechosusinvestigaciones.

—¡Quérápidoes!—exclamé.

Ellaasintió.

«PrefieroHaigormeyer».

«OK. ¿Qué quieres saber del Bilderberg? ¿Estás haciendo un reportajesobreellos?»

«Digamosqueporelmomentosólorecojo información...Dehecho,noségrancosasobreeltema,todoloquetengasmeinteresa...»

«¿Yporquétendríaqueresponderte?»

«Porque si encuentro alguna cosa, te dejaré la primicia on-line. Estoydetrás de algo grande. No puedo decir demasiado por el momento, pero teprometo que si encuentro lo que ando buscando, serás el primer informado, ytendráslaexclusivaon-line.¿Teparecebien?»

LancéunamiradareprobatoriaaSophie.Ellamehizoseñasdequenomeinquietara. Yo decidí obedecerle. Después de todo, nadie nos obligaba acontárselotodoaaquelextrañopersonaje.Sophieparecíadominarlasituación.

«OK.»

«Entonces,háblamedelBilderberg.»

«No,aquíno.»

«¿Porqué?»

«Bigbrotheriswatching!»

«¿Tetienenvigilado?»

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«Sí.Ofcourse.Detodosmodos,el ICQnoesseguro...YdespuésestáelEchelon...»

«OK.»

—¿Quéeseso?—intervineyo.

—Echelon (oEscalón). ¿Nohas oído hablar nunca de él?Pero dime, ¿túleeslaprensaalgunavez?

—¡Ah, no, yo soy guionista de una serie cómica americana! ¿Crees quetengo tiempo de leer otra cosa que las revistas de cotilleos? —respondí consorna.

—Echelonesun sistemadevigilanciaquepusieronapunto los serviciossecretos americanos en los años cincuenta.Noha dejadode evolucionar desdeentonces.HoyendíaestátandesarrolladoquepermitealaNSA{1}supervisarlasconversaciones telefónicas y los e-mails del mundo entero, con un sistemaactivadoporpalabrasclave.

—¿Meestástomandoelpelo?

—En absoluto. Un solo ordenador del sistema Echelon es capaz desupervisar diez millones de comunicaciones simultáneas. Hasta tal punto quealgunoshackerssediviertenendivulgarlaspalabrasclavequedesencadenanelsistema de vigilancia, y recientemente hubo unas jornadas anti-Echelon enInternet.Enveinticuatrohoras,miles depersonas enviaronmillonesde correoselectrónicos que contenían la mayor parte de las palabras clave, a fin desobrecargarlosservidoresdelaNSAhastacolgarlos...

—¡Esunalocura!

—Sí.Sobretodo,porqueelEchelonnoestaneficaz,porloqueparece:nopermitióa losserviciossecretosamericanosevitarelatentadodelWorldTradeCenter,porejemplo...

UnnuevomensajedeSphinxaparecióenlapantalla.

«VamosacomunicarnosconelIRC.Esmástranquilo.»

«Losiento,noconozcoelIRC.»

«Es el Internet Relay Chat. Clásico, pero si se accede por un buenservidor,estranquilo.AhíesdondeibaMitnickensusbuenosmomentos.Esmássegurodeloquecreemos.Sobretodo,losservidoresdeAméricadelSur.CargaelprogramaIRC.ConéctateconelservidorUnired,enChile.Acabodeocuparel

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lugardeladministrador,seestámuytranquilo.Sinotedesconectas,reconocerétudirecciónIPypodremoshablartranquilamente.»

«OK.Hastaahora.»

Yonoentendíanipalabrade todoaquelgalimatías,peroSophiediounaspalmadas.Estabamuyemocionada.Yomismo inclusomeolvidéde lo cansadoqueestaba.

—¿Estásseguradeloquehaces?

—Demomento,noarriesgamosnada.Espera,hayquecargarelprogramadelquenoshahablado.

—¡Nohagas tonterías, nome cuelgues el ordenador, que tengo todosmisguionesdentro!

—¿Quieresquevayaabuscar elmíoal coche?—propusoella, haciendounamueca.

—No,no,sigue.Peroconcuidado.

La vi actuar. Ella dominaba Internet a la perfección. Con tres golpes deratón,encontróelprogramayesperamosuncuartodehoraaquese transfiriesecompletamenteamidiscoduro.

Hacia las dos de la mañana estábamos por fin conectados a Unired, elservidor sudamericanomencionado por elmisteriosoSphinx, que nos esperabapacientemente.

«Bravo.Bienvenidaabordo,Haigormeyer.»

«Gracias.Entonces,¿quésabesdelBilderberg?»

«Lo que puedo decirte ya es que debes tener mucho cuidado. Se dicenmuchastonteríassobreelBilderberg,porquehaymuchosecretismoentornoaél.Ylosagitadoresdeextremaderechaseaprovechanparadarcabidaasuparanoiade la conspiración... Hay que desconfiar de las revelaciones, que suelen serfalsas,deesosfachasqueproliferanportodaspartes.PeroelBilderbergexiste,desgraciadamente.»

«Noheencontradonadainteresanteenlínea...»

«Normal.ElBilderbergnobuscapublicidad.Loesencialde suactividadconsisteenuna reuniónanualen lacualpolíticosyotrosque seautoproclamanpensadoresparticipanenunasesióndemasturbaciónintelectualmutua...»

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«¿Conquéobjetivo?»

«Oficialmente,esasreunionespermitenasusparticipanteshacerbalancedelasperspectivaspolítico-económicas internacionales.Porestemotivo,sinduda,estointeresasobretodoaljefedelIFRI...»

—¿Quéeseso?—preguntéyo,todavíaperdido.

—El InstitutoFrancés deRelaciones Internacionales—precisóSophie—.Unorganismoquesirvedeconsultoralospolíticoseindustrialesenmateriaderelacionesinternacionales.

«¿Ycómosehaceunomiembro?»

«¿Tienesintencióndeinscribirte?»

«Ja,ja.»

«Hayunsistemadepatrocinio...»

«Pero¿quiénlocreó?»

«Elgruposecreóaprincipiosdelosañoscincuenta.»

«¿Guerrafría?»

«¡Desdeluego!LaprimerareuniónoficialtuvolugarenHolandaenelhotelBilderberg.Deahíelnombre.AlprincipioeraelpríncipeBernardodelosPaísesBajosquienloorganizaba,peroen1976,acausadelescándalodelossobornosdelaLockheed,sevioobligadoadejarsulugara...Rockefeller.Detodosmodos,éleraelartíficedesdeelprincipio,aunquenodemaneraoficial...»

«¿Cuálessuimportanciareal?»

«Sipreparasuninformesobreesto,tevasaponerlasbotas.Pecesgordos,muygordos.LaorganizacióndelBilderbergestámuyunidaadosgruposmásquetienenmásomenoselmismoobjetivo...»

«¿Ycuáles?»

«Oficialmente,construirlaunidadoccidental.»

«¿Yoficiosamente?»

«Prepararlapuestaenmarchadeungobiernomundial.»

«Ah,sóloeso...»

—¡Ya te había dicho que estamos metidos en una historia de

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conspiraciones!—exclaméyo.

Sophielevantólascejasyvolvióateclear.

«¿Ylasotrasorganizacionesquemencionabas?»

«La Trilateral, que se conoce mejor en Francia porque Raymond Barreconfesó pertenecer oficialmente a ella en los años ochenta, y el Council onForeignRelationsoCFR.¿Hasoídohablardeellos?»

«DelaTrilateralsí,vagamente.»

«Puesbien,sireúnesesostres,CFR,TrilateralyBilderberg,obtendráslaflor y nata de los financieros, universitarios, políticos y otros lumbrerasultraliberalesdelmundoentero.Lamayorpartesonmiembrosdelostresgruposala vez, o almenos de dos de las organizaciones. Bush,Kissinger, el barón deRothschild,eljefedelIFRI,RaymondBarreeinclusoquizáelpropioJospin.Yademás hay otras personas, como el antiguo secretario general de laOTAN, eleditordelLondonObserver,oDulles,elantiguodirectordelaCIA.»

«Encantador.Pero...¿Jospin?¿Estásseguro?»

«Séqueparticipóalmenosenunadelasreuniones...Fueen1996,creo.¡Esmuydifícilestarsegurodealgoconellos!PeroelinteresanteentodoestonoesJospin.SonmásbienKissingeroDulles.Sibuscasalgocaliente,hayqueseguirporahí...»

«¿Ycuándotendrálugarlapróximareunión?»

«Es difícil decirlo. Las fechas de sus reuniones se mantienen en secretodurante largo tiempo, para evitar que afluyan los periodistas... Yo organizo unconcursoon-lineesteaño.ElprimeroquedescubradóndeycuándosecelebrarálareunióndelBilderbergloganará.Tengoamuchagentebuscandolapista...En1993yalesdescubrióuninternauta.Desdeentoncessonmásdesconfiados.»

«Pero¿porquétienentantomiedodelosperiodistas?»

«Parasersincero,avecesacudenperiodistas.RecuerdoqueWilliamRees,un cronista del London Times, fue e incluso escribió un artículo sobre supresenciaenlareunióndelBilderberg.EnFrancia,eljefedelosEchosparticipótambién. Pero es muy raro. Oficialmente, la excusa es que la presencia deperiodistas desnaturalizaría los debates, ya que los participantes tenderían aquerermostrarsepolíticamentecorrectosantelascámaras...Quégracia,¿eh?»

«OK.Unapreguntitamás,Sphinx...¿Cómosabestodoesto?»

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«Meinteresamuchotodoaquelloquenosenosquieredecir.Eslafilosofíade loshackers.Bueno, de los verdaderoshackers.La información pertenece atodoelmundo.»

«También es la filosofía de los periodistas de investigación. Estamoshechosparaentendernos...»

«Ya veremos. Tenme al corriente de tus avances. Vuelve aquí, con esteservidor,cuandotengasalgunanovedad.»

«Prometido.Muchasgracias,temantendréinformado.»

«Cuentoconello.»

Sophie cortó la conexióny cerrómi portátil suspirando.Luego se volvióhaciamí.

—¿Conseguirásdormir?

—Nolosé.Megustaría.

Ellaaccedió.

—Es...muyfuerte,¿verdad?—ledije.

—Habrá que verificar todo esto... Pero si es verdad... ¡pues sí, es muyfuerte!

—Vamosaintentardormir,venga—dije,levantándome.

Volví ami habitación.No sabía si era el cansancio o lo que acababa derevelarnosaquelhacker,elcasoesquemeencontrabaenunaespeciedeestadodeconmoción.Nollegabaaconvencermedel tododequeaquelloeracierto.Ymecostómuchísimoconciliarelsueño.

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Cuatro

Cuandosonómi teléfonoenmediodeldesayuno,esperéoír lavozdeFrançoisChevalier, y rogué que no fuese la de Dave Munsen. Pero la mañana nosreservabaunasorpresamuydistinta.

Elhombrequemehablabateníaunfuerteacentoitaliano,ysepresentóconel nombre de Giuseppe Azzaro. Decía que era periodista deLa Stampa y mepidiósincomplejossiyohabíarecuperado«ciertomanuscritodeAlbertoDurerosobrelaMelencolia»quemipadrehabíaprometidoenviarlehacíavariosdías...

Yo abrí mucho los ojos y lancé unamirada alucinada a Sophie. Ella nopodía oír la conversación y me hizo un gesto de incomprensión. Me retiré elmóvildeloídoparaversiaparecíaalgúnnúmeroenlapantalla,perolallamadaeraanónima.Melevantéprecipitadamente,cogíunbolígrafoyelblocdenotasenelcualyahabíaescritolavíspera,yanotéelnombredemiinterlocutor.GiuseppeAzzaro.

—Losientomuchísimo,noherecuperadoeldocumentodelquemehabla...Lacasademipadrehasufridounincendio,¿sabe?Pero¿cuándodicequesevioustedconmipadre?

Elotrocolgóalmomento.

—Pero¿quéesestalocura?—exclaméyo,apagandoelmóvil.

—¿Quiénera?—preguntóSophie,impaciente.

—Un tío que decía que era periodista deLa Stampa,y que dice quemipadrelehabíaprometidoenviarleunmanuscritodeDurero...

—Me extrañaría mucho —dijo Sophie, con ironía—. ¿Un periodistaitaliano?Tupadremehabríahabladodeél,¿no?

—Sí, y sobre todo, no me habría colgado cuando le he pedido más

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explicaciones...

Ella se levantó ymehizo señas de que le siguiera al primer piso, dondeencendió mi ordenador. Buscó en línea el número de teléfono de La Stampa,llamó a Roma, y en un italiano que me pareció bastante correcto, preguntó altelefonistasitrabajabaenlaredacciónalguienquesellamabaGiuseppeAzzaro.Evidentemente,noeraasí.

—¡Daríaalgopor saberquiéneraése!—exclamé,alterado—.Y tambiénmegustaríasabercómohaobtenidoesetíominúmerodeteléfono...

—Yclaro,sunúmeronoaparecía...

—¡Claro!Peropuedequeexistalaposibilidaddeobtenerloatravésdelacompañíatelefónica...

—Esimposible.Notienenderechoahacertalcosa.

—Sí,peroquizápodemospedirlesquelobusquen,¡esuncasoespecial!—protesté.

—Sindudaharíafaltalaautorizacióndeunjuezparaobligaralacompañíaa comunicar el número en el transcurso de una investigación criminal... Y noseríastúquienobtuvieseelnúmero,sinolapolicía,además.¡Olvídatedelasunto!

—SólotenemosquepedírseloalapolicíadeGordes—bromeé.

—Sí,oatuamigodiputado.

—No es su estilo... ¿Y tú no conocerás a alguien que pueda darnos esecondenadonúmero?¿NotrabajasparaCanalPlus?CanalPlus,Vivendi,SFR...

Ellasonrió,despuésdudóunmomento.

—Sí, hay alguien en el Servicio Secreto que me debe un favor, pero teconfiesoquememolestaunpocotenerquequemaresecartuchosóloparaobtenerunnúmerodeteléfono.

—Eslaúnicapistaquetenemos,porelmomento...

—Peronoesunapistaenrealidad.Despuésdetodo,quizáeraunantiguoperiodistaquehaoídohablardetodoesto,nosécómo,yquehaintentadosacartealgodeinformación...

—¡Sí,hombre!—meburlé.

Ellahizounamueca.Letendímimóvil.

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—¡Vamos,Sophie,inténtalo!Poralgúnsitiotenemosqueempezarnuestrasinvestigaciones...

Ella aceptó, suspirando, y llamó a su contacto del Servicio Secreto.Mehundíenmisillónparaadmirar la fuerzapersuasivade laperiodista.ElagentequeestabaalteléfonosehizorogarcasimediahoraantesdedecirleaSophiequevería lo que podía hacer. Sophie apretó los puños en señal de victoria y medevolviómiteléfono,orgullosa.Melevantéylabeséenlamejilla.

—¡Bienhecho!—lafelicité.

Bajamos para acabar de desayunar juntos. La seguí por la escalera. Ellaandabadeunamaneraincreíble.Habíaalgofelinoensuscaderas,ysuvelocidadparecíacasialralentí.

«¡Tengo que dejar de mirarle el culo todo el día! Al final voy a tenertortícolis...»

Nosinstalamosdenuevoentornoalamesadeldesayunoyellamesirvióotratazadecafé.

—El italiano que ha llamado ha mencionado un nombre a propósito delmanuscritodeDurero—dije,despuésdedarunsorbo—.Nosésies italianoolatín...

—¿Melencolia?—sugirióSophie.

Asentí.

—Eselnombredelgrabadoalquehacereferenciaelmanuscritodelquetupadreme envió un extracto—me explicó ella—. Los grabados deDurero sonextremadamentecomplejosy simbólicos,pero,comoya tehabíadicho, tenía laventajadeofreceralaposteridadnotasexplicativasdesustrabajos.Melencoliaes el único grabado de Durero del que jamás se encontraron las notascorrespondientes. No es mi especialidad, pero he hecho mis pequeñasinvestigacionesalrespecto,despuésdelasnumerosasllamadasdetupadre.Loscríticos Panofsky y Saxl mencionan la existencia de ese texto explicativo, unmanual completo, que perteneció al amigo deDurero, el humanista Pirkheimer,antesdedesaparecer.

—Pero¿cómohacespara recordar todoeso?—measombré, con labocaabierta.

—Es mi profesión... En resumen, el manuscrito del grabadoMelencoliaseríaelquealparecerestabaenposesióndetupadre.Nosé,porotraparte,cómo

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pudoencontrarlo...

—¿Ycómoesesegrabado?

—Representa aunpersonaje con alasde ángel, sentado junto auna casa,conunaire... ¡melancólico!Asualrededorhaymuchosobjetos...Resultadifícildedescribir,porqueelgrabadoesmuyricoydenso.

—Eselquevienelsótanodemipadre,juntoalacopiadeLaGioconda.Esabsolutamentenecesarioquevayamosalacasa,digaloquedigaelbombero,porquequizáquede alguna cosa recuperable en esemaldito sótano.Ydebemossernosotrosquieneslarecuperemos...

—Lacasaestásellada,Damien,yseguramentelosguardiasdebenvigilarla.

—Bah,noexageres.Además,noestaránallíabajodíaynoche.Noesmásqueun pequeño incendio.Ydespués de todo esmía la choza. ¡Almenos tengoderechoaentrar!

Sophiesonrió.

—¿Sugieresunapequeñaexpediciónnocturna?—preguntó,maliciosa.

—¿Quieresacompañarme?

—Bueno—suspiróella—,hacecasidosdíasqueestamosaquímetidosenesta casa siniestra. Si paso un díamás aquí, acabaré por prender fuego a esascortinasinmundasotirartuportátilporlaventana...Notengonadaencontradeunpoquitodeacción—concluyó,guiñándomeelojo.

Cuando me echan esos cables, me pongo muy tonto con las mujeres.Cualquier Bruce Willis habría aprovechado la ocasión para darle un buenrevolcónaSophie,peroyomecontentéconsonreírlecomounidiota,intentandoconvencermedequeseguramentenohabíaenaquelloningunadobleintención.Sinungramode alcohol en la sangre era incapaz de seducir a unamujer, ymuchomenosaunalesbiana.Misfansamericanosseguramentemehabríanabucheadosihubiesendescubiertomi inesperada timidez,perosinduda ignoran loque todoslosfrancesessabenperfectamente:losquemáshablansonlosquemenoshacen.

HaciaelfinaldelamañanameentraronganasdeestirarlaspiernasyverGordes bajo una luz mejor, así que decidí ir a dar una vuelta por la ciudad.SophieaprovechómientrastantoparacontinuarsusinvestigacionessobreDurero.

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—Almenosséprudente—medijomientrasyosalíadecasa.

Mefuiapie,subiendoalegrementelacuestaqueconducíaaGordes.Entrarenlaciudaderacomoentrarenunparquedeatracciones.Comosinadahubiesequedado al azar, como si cada noche unos empleados invisibles acabasen depintar las paredes y limpiar las calles para conservar aquella perfección casiirreal.Hastaenlamiradadignadeloshabitantesbrillabalaexcepcionalidaddeaquellugar.

Fuipaseandoporlasarteriaspavimentadas,conlasmanosenlosbolsillos.Pasé ante las agencias inmobiliarias y los anuncios de casas inmensas con suspiscinas azuladas. Admiré los alineamientos de fachadas grises, las hileras detejados naranjas más abajo, los montes entre las casas, las rocas blancas queaparecíanaquíyallá,recortadas.Entréenunatienda,mirélaspostales,sinverlasenrealidad.Miespírituestabalejos.

Seguí caminando así por las calles de la ciudad y después, sin pensar,lleguéantelainmensaiglesiaquedominalaplazacentral.Mequedéinmóvilalasombradelosárboles,acunadoporelsilencioyelviento.Allí,muchomásqueenningúnotrolugar,enaquelpuntodelaciudaddondesealineabanlasterrazasde los cafés, Gordes parecía esperar pacientemente el verano, las hordas deturistasquetraeelsolyqueprovocantantolaalegríacomoladesgraciadetodosaquellos que los reciben. Espectáculo ridículo bajo la mirada ancestral de laviejaiglesia,congeladaeneltiempo.

Decidí entrar en la iglesia cuando me di cuenta de pronto de que a susombra,enelladoderecho,unsacerdote,completamentevestidodenegro,salíaporunapuertecitademadera.Caminabaconpasorápido,lacabezahundidaentrelos hombros como si tuviese frío.El recuerdome invadió de golpe.Era él.Elsacerdote quemehabía observado enmedio de lamultitud, ante la casa demipadre.¿Porquémeespiabaasí? ¡Quémiradamásextraña!Eracomosi tuviesealgunacosaquedecirme,peronoseatrevieseaacercarseamí.

Dudé un momento y luego decidí seguirlo. Abandonó la pequeña placitasombreadaenmediodeloscafésyseinternóenunacalleenpendiente.Aceleréelpasohastalaentradadelacalle,despuésseguíaunritmonormal.Noqueríaatraparlo enseguida. Quería ver adónde iba. Saludó a una pareja a su paso, ydespuésdiolavueltahaciaunacallecitaalaizquierda.Yofuiaminorandoelpasoymedistanciépormiedodequemehubiesevisto,esperédetrásdelaesquinoydespués, cuando llegué al otro lado de la calle, volví la cabeza y lo videsaparecerenunacasaunpocomásarriba.

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Sinreflexionarcorríhaciaélylollamé.

—¡Padre!

Élsesobresaltó.Cuandomevio,comprendíquemereconocía.Lanzóunamiradaporencimademihombroymehizoseñasdequeentrase.

—¿Puedoofrecerleuncafé?—mepropuso,convozgrave.

Unpocosorprendido,aceptéy le seguíhacia loquedebíade ser lacasaparroquial.Ladecoraciónalparecernohabíacambiadodesde losaños treinta.Todosloscoloresestabandesvaídos,lamaderahundidaporlosaños,lospapelespintados desgastados. Losmuebles rústicos, sin florituras, se integraban en lasparedes. Algunos objetos religiosos espantosos y horribles cuadros bíblicosterminabandedarallugarunvelosiniestroyanticuado.Peroenelsalónflotabaundeliciosoaromaacarneasada.

Una mujer gorda e hirsuta apareció detrás de la puerta con un delantalgrotesco—enélseveíaunacaricaturadeGiscardconlafrase:«Adivinaquiénvieneacenarhoy»—yunaszapatillasenormes.

—Huelemuybien,Jeanne—afirmóelsacerdote,dirigiéndoleunasonrisa.

—Gracias.¿Elseñorcomeráaquí?—preguntó,apuntandohaciamíconlabarbilla.

—No,no—respondíyo,alinterrogarmeelsacerdoteconlamirada—.Nopuedoquedarme.

Lamujerasintióconlacabezayvolvióalacocina,arrastrandolospies.Elsacerdote me hizo señas de que me sentara en la enorme mesa del salón,desapareció en la cocina y volvió un rato después con dos tazas de café. Yoestabamuyviolento.Crucélasmanosencimadelmanteldeplásticoconcuadrosrojosyblancos.

—Lo siento muchísimo por la casa de su padre —suspiró él al fin,sentándosefrenteamí.

—¿Lo conocía usted?—pregunté, intrigado por averiguar por qué semehabíaquedadomirandofijamenteeldíaanterioryporquémeinvitabahoyasusiniestracasaparroquial.

—Fuiyoquienlevendílacasa.

Pronunció aquella frase como si se tratase de una confesión, un pecadoimperdonable.Yoelconfesoryélelpecador.Tuvelaimpresióndeestaralotro

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ladodelconfesionario.

—Yaveo...

Elsacerdotelevantólosojoshaciamí.Juraríaquevimiedoensumirada.

—¿Ledijoporquélaquería?—mepreguntó.

—No—respondíyo,interesado.

—Ah.¿Legustalaregión?

Meencogídehombros.Elsacerdoteestabavisiblementemásviolentoqueyo. Era uno de aquellos momentos en que los silencios se incrustan entre lasfrases,pesadosypenosos,lasmiradasnosabendóndeposarse,lasmanosdóndeesconderse...

—Sí—respondí,tontamente—.Esmuybonita.Aúnnohevistograncosa,perotodoesmuyhermoso.Peromediráustedporqué,padre...

—TendríaquevisitarBories—mecortó—.Esimpresionante.Unpobladoantiguoqueseremontaatresmilaños...

—¿Porquécomprómipadreesacasa?—insistíyo,viendoqueélintentabacambiardetema.

Elsacerdotesefrotólasmanosconairemolesto.

—EsacasapertenecióaChagall.

Hiceunamueca,extrañado.

—¿AChagall?

—Sí,comomuchospintores,vivióenGordesenlosañoscuarenta,antesdepartirhaciaEstadosUnidos.Teníaunacasagrande,consumujer,pero tambiénteníaestaotra...aescondidas.

—¿Aescondidas?¿Pararecibirasusamantes?—sugerí,riendo.

—No,enabsoluto.

—Peroentonces,¿paraqué?

—Pero,¿noledijonadasupadre?—seasombróelsacerdote,volviendoadejarlatazadecaféenlamesa.

—Puesenrealidadno...nonoshablábamos.Peroahoratengonecesidaddesaberlo.Encontrétodasesascosasrarasenelsótano...

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Elsacerdoteabriólosojosdeparenpar.

—Tendríaqueolvidartodoeso,joven.

—¿Olvidarelqué?¿Quéesloqueustedsabe?

—Su padre se imaginaba un montón de cosas completamente insensatas.Esa casa perteneció a Chagall, a su padre le gustaba mucho Chagall, y seobsesionóyempezóaimaginarcosas...

—¿Qué es lo queme está contando? Lo que había en el sótano no teníaningunarelaciónconChagall...

—¡Olvídesedetodoeso!Vendalacasayvuelvatranquilamentealasuya,nocometaelmismoerrorquesupadre...

Teníalasensacióndeestarsoñando.Lasfrasesdelsacerdoteerancadavezmásembrolladas,mássurrealistas.Parecíaunmalfolletín.Élhablabacadavezmásrápido,casielevandoeltono.

Selevantódegolpeyconaireseverodijo:

—Losientomuchísimo,perotengoqueprepararlamisa...¿Leacompaño?

Parecíaaterrorizado.Yomelevantétambién.Habríaqueridoinsistir,peronome atrevía a hablar más. Estaba tan sorprendido por la extraña actitud delsacerdotequenosabía,verdaderamente,quédecir.Élmeacompañóhastalacalleyantesinclusodequepudieradespedirme,cerrólapuertadetrásdemí.

Mequedéalgunossegundosinmóvilenlaacera,conundeseofuribundodeechar la puerta abajoy exigirle al sacerdote queme lo contara todo.Meneé lacabeza,incrédulo,ydecidívolverenseguidaconSophie.

Mediahoramástardecomíamosjuntosylecontabatodalahistoria.

—Esmuyraro—afirmólaperiodista.

—AmipadrelegustabamuchísimoChagall.PerodeahíacomprarsucasaenGordes...Mepreguntoquéesloqueocultaesecura.Teníamiedo.Miedodeverdad.

—Entodocaso,nosdaunanuevapistaqueseguir:Chagall.

Al principio de la tarde recibimos la llamada que esperábamos conimpaciencia. El contacto de Sophie en el Servicio Secreto nos dio una buenanoticia. Había conseguido identificar la fuente de nuestra misteriosa llamada.Antesderevelárnosla,ledijoaSophiequeestabanenpazylehizoprometerque

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nolevolveríaapedirjamásesetipodeservicios.Ellareplicóqueseguramenteun día tendría que hacer algún otro reportaje sobreOrienteMedio y eso bastóvisiblemente para poner en su lugar a su interlocutor.No sabía qué era lo quehabía entre ellos, pero Sophie lo tenía cogido por las pelotas, como se dicevulgarmente.

Elotromascullóalgoquenoentendí,despuésdictóaSophieunnombreyunnúmeroqueellacopióennuestralibreta.Lediolasgraciasycolgósinañadirnadamás.

—¡Bingo!—exclamóella,conunamiradaorgullosa.

—Bueno,¿qué?—meimpacientéyo.

—Nuestro amigo de esta mañana nos ha llamado desde Roma, pero nodesdeLaStampa.LallamadaveníadelasoficinasdeunasociedadllamadaActaFidei.

—¿Yquéeseso?

—¡Notengonilamenoridea!—confesóSophie,mientrasselevantaba—.Peronotardaremosensaberlo...

Subimos de nuevo al primer piso y volvimos a colocarnos ante miordenador para seguir con la investigación.Aquello se había convertido en unritual.Meencantabanaquellosmomentosenqueellatecleaba,yendodesitioensitio, pulsaba en los vínculos, suspiraba, se entusiasmaba, recogía los datosesencialessindarmetiemposiquieradeleerlotodo.Ellaestabaensuuniverso.Rápida.Agusto.Fumabaun cigarrillo tras otro, colgándoselos entre los labiosparatenerlasmanoslibres,losojosentrecerrados.Elhumosubíaporsucarayflotabaantelapantalla.Yolaobservabaalgoapartado,divertidoeimpresionadoalavez,ymeesforzabaporescucharsusexplicaciones.

Enseguida descubrió que Acta Fidei era una organización religiosadomiciliada en el Vaticano. Organización oficial, sí, pero muy... especial. Enprimer lugar, cada vez que encontrábamos una vaga alusión a Acta Fidei, elnombre estaba asociado al Opus Dei. Las dos sociedades tenían, en efecto,numerosos puntos en común, con una diferencia importante: la primera nobuscaba, aparentemente, ni la publicidadni el reclutamientomasivo con el quesoñabalasegunda.

ActaFideierapuesunmovimientoespiritualconobjetivosunpocovagosyquesebeneficiabadelosfavoresmásomenosdirectosdelVaticano.Erapoco,peroparaempezaryateníamosalgo.Peroloquellamónuestraatenciónfueque

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era casi tan difícil encontrar información sobre Acta Fidei como sobre elBilderberg. La misma imprecisión misteriosa reinaba en torno a esas dosorganizaciones. Y ninguna de ellas disponía de sitio oficial, cosa que nosimplificabaprecisamentelascosas.

—Estamosentuterreno—sugeríyo—.Lareligión.Tendríasquesercapazdeencontraralgunacosa.

Ellaseencogiódehombros.

—ConozcoelOpusDei,pero realmentenuncahabíaoídohablardeActaFidei...

—Bueno,puescuéntameloqueyasepasdelOpusDei...Porqueyoconfiesoquenosénada.

—Es una organización religiosa de principios del siglo XX, bastanteretorcida y que ha evolucionado bastantemal, que amenudo juega el papel delobby cristiano integrista y está muy a la derecha, afín a algunos poderespolíticos.

—¿Porejemplo?

—Sesospechaqueapoyóindirectamenteelrégimenfranquista,ladictaduradePinochet...

—Ah,quéencantodegente...

—Durante el Irangate se descubrió que el Opus Dei participó en lafinanciacióndelaContradeNicaragua.

Medabavergüenzaconfesarmiincultura,peronoteníaniideadeloquemeestaba hablando ella. Yo había estudiado literatura, y supongo que pasédemasiadotiempoocupadoconlaliteraturadelsigloXIXydemasiadopococonlosperiódicos...

—¿YquéeslaContra?

—Un grupo de extrema derecha que se oponía a los Sandinistas, enNicaragua.¿ElescándalodelIrangatetampocotedicenada?

—Sí—respondítímidamente—.PerocreíaquehacíareferenciaalasarmasqueReaganvendióaIrán...

—Sí, y el dinero le sirvió sobre todo para financiar a la Contra. Comodiversos lobbies de la extrema derecha, y en particular el Opus Dei, los

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americanoscometieronamenudoelerrordequerercombatirelmalconelmalfinanciando a veces a verdaderos canallas. Un poco como Bin Laden enAfganistán.

—Deacuerdo.

—En resumen, el Opus Dei ha aparecido mencionado varias veces enasuntosmuyturbios.Lafiscalidaddelaorganización,queestentacular,esdelomássospechosa,demodoqueamenudoselaconocecomoSantaMafia...CuandosesabequelaContrahaorganizadounareddetráficodecocaínaimposibledeerradicar,resultamuydivertidoquesedigaqueestabanfinanciadosporelojitoderechodelVaticano,¿no?

—Cadavezmásencantador.

—¿Quémástepuedocontar?Ah,sí,otroejemplodelicioso.ElOpusDeiestámuyligadoalaasociaciónHumanLifeInternational.

—¿Yquéeseso?

—Unosiluminadosprovida.Sitedigoeltítulodesulibrodecabecera,locomprenderás todo: El holocausto del aborto, la solución final de hoy.Compararelabortoconelholocaustoylosabortistasconnazisesencantador,¿noteparece?

—Ah, sí, esos comandos antiabortos que entran a la fuerza en loshospitales...

—¡Exactamente! Es una gente que no duda en tratar públicamente a loshomosexualesdecriminalesdesviados...

—Sí,yaveoelpanorama.Nosonprecisamente loquemimadre llamaba«buenoscristianos»,peroenfin...¿QuépoderrealtieneelOpusDei?

—Sobre todo político. Sin querer entrar en delirios paranoicos, esinnegable que varios gobiernos europeos han sufrido infiltraciones desimpatizantes del Opus Dei. Y su poder es también económico. El Opus Deiposeenumerosassociedadesanónimasquelessirvendepantalla...

—LosbancosdelSeñorsonimpenetrables...

—¡Yquelodigas!UnodelossimpatizantesdelOpusDeinoeraotroqueeltristementecélebrearzobispoMarcinkus,presidentedel Institutopara lasObrasde Religión, la banca del Vaticano, en la época del escándalo financiero delBancoAmbrosiano...¿Teacuerdas?

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—Vagamente...

—Lajusticia italianaobligóalbancoapagardoscientossesentamillonesdedólaresparareembolsaralosacreedoresdespuésdelescándalo.Numerososanalistasafirmanque fueelOpusDeiquienpagó lapartedel Institutopara lasObrasdeReligión,cosaqueexplicaría,sinduda,queelPapasesientaendeuda...

—Ah,sí,esverdad,yameacuerdodeesahistoria—admití—.Bueno,haysinvergüenzasportodaspartes...encuantohaydineroenjuego.Perobueno,esotampocosignificaquetodoelmundoenelVaticanoestéenelajo.

—Esperemosqueno...ElVaticanoya tieneotrasgloriasqueasumir.UnainvestigaciónrecientedelLondonTelegraphacabadedemostrarquelabancadelVaticanoeraelprincipaldestinatariodemásdecincuentaycincomilmillonesdedólares de dinero sucio italiano, y se colocaba así en el octavo puesto de losdestinosutilizadosentodoelmundoparaelblanqueodedinero.DelantedelasBahamas,SuizaoLiechtenstein...

—Deacuerdo,perounavezmás,esonosignificaquetodoelmundoenelVaticanosearesponsable...

—Sí.Peroelproblema,volviendoalonuestro,esquehoyendíaelOpusDei sebeneficiade laproteccióndirectade JuanPablo II, que lesdebemásomenos su acceso al Vaticano. Como resultado, el Opus Dei es prácticamenteinatacable.Asistimosaunverdaderoblindajecuandounointentatocaraunodelos pequeños protegidos del Papa. Personalmente, el Opus Dei me da laimpresióndesermásbienunasectalucrativaqueotracosa...

—EsverdadqueesunpocolaimagenquedasusitioenInternet.Lasfotosde niños guapos que sonríen, el sol que brilla... ¡Se creería uno entre loscienciólogos!

—Creo que prefiero a los cienciólogos, porque no se benefician de laproteccióndelPapa,almenos...Loquemedaganasdevomitarrealmenteesquerecluíanamenores.LospadresdeniñosquehabíansidoreclutadosporelOpusDeiyamontaronunaasociaciónpara informara lagentede lospeligrosdeesasecta.

—En resumen, una gente admirable. Pero, ¿cuál es su relación con ActaFidei?

—Notengoniidea—confesóSophie.

—¿Ysiselopreguntásemosanuestroamigoelhacker?Despuésde todo,

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parecequeleencantanestospequeñosmisterios...

—¡Buenaidea!

EntróenelprogramadecomunicacionesquenoshabíamosdescargadoyseconectóalservidordeAméricadelSur.Sphinxnoestabapresente,peroaparecióal cabo de unos minutos, sin duda advertido de nuestra presencia por suprograma.

«Buenosdías,Haigormeyer.¿Lacazahaidobien?»

«Nohahechomásqueempezar...Notenemosgrancosa,porelmomento.»

«Tencuidado,queunoseaficiona.»

«Tengootrapista.Quizásepasalgosobreesto:ActaFidei.»

«¡Noloheoídonunca!»

Hiceunamueca.

«EsunaorganizaciónreligiosadomiciliadaenelVaticano,queparecetenerrelacionesconelOpusDei...»

«¡Vaya! ¡ElBilderberg,elOpusDei! ¡Mesacas todoel repertorio!TengocientosdeficherossobreelOpusDei,peronorecuerdohabervistoniunasolavezlaspalabrasActaFidei...»

«Almenos,¿podríasinvestigarunpoco?»

«¿Noerestúlaespecialistaentemasreligiosos?¿QuérelaciónhayentreelBilderbergylacosaesa?»

—¿Quéledigo?—mepreguntóSophie.

—Algovago—sugerí—.Demomento,lacuriosidadbastaráparatentarlo.

«Queyosepa,ningunarelacióndirecta.Nohagomásqueinformarmesobrealgunasorganizacionesunpocomisteriosas,esoestodo.»

«Vale.Deacuerdo.Déjameunpocodetiempoytetraeréloquepueda.»

«Gracias.»

«Podríashacermeunpequeñofavor,acambio...»

Sophiesuspiró.

—Yatardaba—observéyo.

—Lonecesitamos.Averloquequiere...

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«Sipuedo...»

«¿Tienesalgúnamigoenlaprensaescrita?»

Sophiedudó.

«Puesclaro.»

«¿TieneslasuficienteinfluenciasobrealgunodeellosparaconvencerledequepubliqueunafotodeGeorgeBushquetevoyaenviar?»

«¿Quéfoto?»

«Una fotoanodina,quepodría ilustrarcualquierartículo sobreBush...Enestosmomentoshaymaterial.»

«Siesanodina,¿porquéquieresquelapubliqueenunperiódico?»

«Digamosquetienemifirma...Invisibleasimplevista.Nadamalo.Sólounpequeñodesafíoparamí.»

«Noestoyseguradecomprenderlo...»

«Teenvíounficheroconlafotoyprocuraquelapubliquenenunperiódicodegrantirada.Acambio,teencuentroinformacióncandentesobreActaFidei.Essencillo,¿no?»

Sophiesefrotólabarbilla.Dudóunmomentoydespuésvolvióateclear.

«Noquerrásmeterlesunvirus,¿verdad?»

«No,nadadeeso,teloprometo.»

«Bueno,tratohecho.»

«Teenvíoelficheroenseguidayvuelvocuandotengalainformaciónparati.»

Y se desconectó. Se abrió una ventana en la pantalla con el mensaje:«Acceptincomingfiletransfer?».Sophiepulsóenelsíyesperóaquebajaseelarchivo.

—¿Quéestodaesahistoria?—lepregunté,desconcertado.

—Supongoquealgún jueguecitodehacker.Lospiratasse lanzandesafíosdeeste tipoamenudo.Ganaelquedeja sumarcaenmayornúmerode sitios...Cuandopirateanunsitio,dejanunahuelladesupasoparademostrarsuhazaña.Enestecasosupongoqueesalgomuchomejoraún:vaadejarsuhuellaoffline,enunperiódicodegrantirada.

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—¿Suhuella?—meextrañé.

—Sí,sindudahayunmensajecodificadoenelinteriordelafoto.Unacosaquesóloseveconlupa,algoasí...

—Esunabobada,¿no?

—Formapartedel juego...Ycreoque también lohaceparaprobarme—añadióSophie,encendiendouncigarrillo.

Selevantóyfueaecharseenlacama,suspirando.Conlosojosclavadoseneltecho,dabalargascaladasasuChesterfield.

—¿Creesquesearriesgaráapedirnosotracosadespués?

—Sitodavíalenecesitamos,esposible...

—¿Ytieneslosmediosparaquepubliquensufoto?

—EnLibération,sinproblemas.

Nopudeevitarsonreír.

—Bueno, ¿qué hacemos mientras esperamos?—pregunté, apoyado en elmarcodelapuerta.

—Puesnolosé,perosupongoquequizáhemosencontradoahíunnexoconelcura...

—¿Cómo? ¿Estás de broma?No creerás quehay alguna relación entre ellocoquemehallamadodesdeRomayelcuradeunpueblecitodeProvenza...

—¿Yporquéno?Decíasqueparecíatenermuchomiedo.¿Quépuededartantomiedoauncura,sinounaorganizaciónmisteriosacercanaalVaticano?

Yomeneélacabezaconairedubitativo.

—Tengarelaciónono—continuólaperiodista,incorporándoseenlacama—,laactituddeesecuraeramuyrara,¿no?

—Puessí,pero...

—¿Ysilointentasesotravez?¿Sivolvierasaverlo?PodríasdejarcaerlaspalabrasActaFideienlaconversaciónyvercómoreacciona...

—No estoy seguro de que acepte volver a verme —repliqué—.Prácticamentemehapuestodepatitasenlacalle.

Sophieselevantóymeempujóanteella,hacialasescaleras.

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—Valelapenaintentarlo.Vamos.Detodosmodos,notenemosnadamejorquehacer,mientrasesperamosqueSphinxsepongaencontactoconnosotros.

Salimoslosdosdelacasa.

—¿Vamosapie?—propusoella.

—Yoyaheandadobastantehoy...¿Tellevoenlamoto?

—No,no.¡CogemoselAudi!

—¿Quéproblematienesconlasdosruedas?—lepregunté,irritado.

—Hacenmucho ruido, huelen fatal, no son cómodas, no se puede llevarequipaje y no tengo ganas de cogerme a tu cintura. Y además, por encima detodo...¡unaHarley!Pero¿notedascuentadelohorteraqueesunaHarley?

—Pues no—confesé, encogiéndome de hombros—. Contrariamente a loque tú dices, es más bien cómoda, divertida de conducir, se está en contactodirectoconelpaisaje,procurasensacionesfuertes...

—Mirami coche,Damien.EsunAudi. ¿Cómovoyapreferir tu inmundovibradoramericanogigantealmotorirreprochabledemicochealemán?

Meechéareír.

—Vale,deacuerdo—cedí,levantandolosbrazos.

MesentéasuladoyelcochesemetióporlacarreterasinuosaquesubíahastaGordes. Al sur, las líneas del horizonte de las colinas se cruzaban hastaperdersedevista,océanosdecanicasverdesmanchadasconcorderosblancos.

Estábamossolosy lejosde todo.YodeNuevaYork,elladeParís.Habíaalgo irracional en nuestra presencia. Como si la villa nos hubiese abducido.Gordes.Sesueledecirquelasciudadestienencorazón.Quetienenalma.Yquizáhastavarias,queflotabanalolargodelascalles,rebotabanenlosadoquines,secolaban como el viento a lo largo de los muros rugosos hasta la cima de losárboles, trepaban a las chimeneas para entrar en las casas comoAsmodeo quearrancalostejados.

Meencogídehombrosydesechéesasensaciónridícula.

Llegamosantelacasaparroquialhacialasseisdelatarde.Sophieaparcóel coche dos númerosmás allá. La calle estaba desierta. No pasaba nadie. Lamayorpartedelascasasparecíanvacías.Lospostigosestabancerrados.Sindudasellenaríanenverano.

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Yotemblédenuevo.Yahabíanotadoaquellaimpresiónextraña.EnSaint-Malo o en Carcasona, fuera de estación, en pleno invierno, cuando el frío haexpulsado hasta a los turistasmás tenaces. Pero la ciudad sigue allí. Vacía degente,perollenadealma.Nohaynadamás.Laciudad.Esascallesycallejasqueformanel alineamientode las casas.Postigos cerrados comoojosque reposan.Puertas cerradas para que las residencias callen. Son lasmismas fachadas, lasmismasaceras,losmismosadoquines.Peroelaireesdistinto.

Calmoyterroríficoalavez.

—Teesperoenelcoche—propusolaperiodista.

Salí, eché un vistazo a los dos lados de la calle y avancé hacia la casaparroquial con las manos en los bolsillos. Con la cabeza hundida entre loshombros y lamirada huidiza, tenía la sensaciónde ser elmal detective de unamalanovelapolicíaca.

Llegado ante la vieja casa del cura, eché una mirada a mi alrededor, ydespués,comonovitimbrealguno,golpeélapuerta.

Nohuborespuesta.Golpeédenuevo,másfuerte.Nada.Diunpasoatrásylevanté la cabeza para mirar en el primer piso. No había ninguna lámparaencendida,peroesonoqueríadecirnada,porquetodavíaeradedía.Despuésdedosminutosenterosdesilencio,concluíquelacasaestabavacía.

Volví la cabeza hacia el coche de Sophie.Vi sumirada en el retrovisor.Levantéloshombrosylosbrazosconairedeimpotencia.

Laperiodistasaliódelcocheyvinoaunirseamíenseguida.

—Nohaynadie—expliqué.

Sophietendiólamanohacialapuertaeintentógirarelpicaporte.Lapuertaseabrióantemí.

Yolamiré,perplejo.

—¿Novamosaentrar,verdad?—meofusquéyo.

—¡Sssh!Sólounmomento.Echamosunvistazonadamásynosvamos—insistióella,avanzandohacialaentrada.

Yomedisponíaaprotestar,perolaperiodistayaestabadentro.Yoechabapestes.Mevolvíparaversialguiennosobservabayentrésin ruidoen lacasaparroquial,cerrandosuavementelapuertadetrásdemí.

—¡Estás completamente loca! —murmuré, cogiendo a Sophie por el

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hombro.

—¿Porqué?Lapuertaestabaabierta.

—¿Yqué?Ésenoesmotivoparaentrar.

—¡No seas antiguo! —se burló ella, rechazando mi mano—. Vamos,démonosprisa.

Seprecipitóhaciaelsalón,dondeempezóaabrirloscajones.Yonocreíaloqueestabaviendo.

—¡Sophie!—insistí,levantandoeltono—.¡No!¡Noestoydeacuerdo!

—Escucha—replicó ella, lanzándome una mirada decidida—, este curatienealgoqueocultarytengolaintencióndeaveriguarqué.Asíqueomeayudasosalesdeaquí.

Sequedóinmóvilunossegundos,sindejardemirarme,ydespuéssevolvióenredondoysiguióregistrando.

Yo estaba desconcertado. Perome dije que si la ayudaba iríamosmuchomásrápido,sinduda,ysaldríamosantes.Suspiréymepusearegistrartambién.

Abrimostodosloscajones,todoslosarmariosdelaplantabaja.Peronadaatrajonuestraatención.Todoestaballenodepolvo.Bibliasantiguas,periódicosviejos,librosviejos,antiguosdiscosdemúsicasacra...

Sophieseprecipitóhacialaescalerayyolaseguíhastaelprimerpiso.Enelrellanohabíatrespuertascerradas.Sophiemelanzóunamiradainterrogativa.Yomeencogídehombros.

Ellaprobólaprimerapuertaa la izquierda.Eraelbaño.Cerróenseguidaesapuertayprobólasegunda.Duranteesetiempo,yoibaavanzandolentamentehacialaventanaparaintentarveratravésdelosvisillossiveníaalguien.

Oíruidodepasosenlacalle.Unostaconesdeaguja.Unajoven.Contuvelarespiración.Pasódelantedelacasasinentrarycontinuóhaciaelotroladodelacalle.

Sophie entreabrió la puerta. Yo me volví. Descubrí por encima de suhombro una habitación oscura, con los postigos cerrados. Sin duda la de lacriada.Nohabíagrancosaenelinterior,algunosadornos,algunasfotos,ropademujer,uncrucifijoencimadelacamayunaramasecametidadetrásdelCristo.

Sophie se agachó, echó una mirada debajo de la cama y salió de lahabitación.

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Enaquelinstantesonóunruidoenlaplantabaja.Sophiesequedóinmóviljustodelantedemí,abriendomucholosojos.

Tresgolpes.En lapuertadeentrada.Unsilencio.Después, lavozdeunamujerquellamaba.

—¿Señorcura?¿Estáahí?

Seoyóelecodesuvozenlacallejuela,atravésdelaventana.Nosotrosnonosmovimos.

Lentamente,lapuertadeentradaseabrió,chirriando.

YocogíaSophieporelbrazo,aterrorizado.

—¿Señorcura?—insistiólaseñoradelaplantabaja.

Seoyeronsuspasosenelvestíbulo.

—¿Hayalguien?

Después, ella rezongó algo sobre la puerta abierta y salió, cerrándola degolpe.Oíelruidodesuspasosquesealejabanporlacalle.

Sophiediounlargosuspirodealivio.Unagotadesudorsedeslizópormifrente.Melasequéconlamangaymurmuré:

—¿Nosvamos?

—¡Espera! —respondió ella—. Queda una habitación. Avanzó hacia latercera puerta y giró el picaporte. La cerradura emitió un sonidometálico. Lapuertaestabacerrada.

—¡Vaya!—exclamólaperiodista.

—¿Nosabesabrirpuertascerradas?—lepregunté,conuntonoburlón.

—¡Soyperiodista,noladrona!—replicóella,haciendounamueca.

—¿Ah,no?

Ella se puso a buscar por el rellano, esperando sin duda que la llaveestuvieseallí.Pasólamanoporencimadeunarmario,deslizólosdedossobrelasuperficiedeunacornisaquecorríaalrededordelahabitación.Peronoencontrónada.Lallaveestabaenotrolugar.Sinduda,enelbolsillodelsacerdote.

Sophielanzóunamaldición.Despuésmedirigióunamiradaimpaciente:

—¿Forzamoslapuerta?

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Yobufé.

—Pero, ¿estás completamente loca? ¡Acabas de decirlo, no somosladrones!¡Nosvamosahoramismo!

Ella cedió, a regañadientes, y me siguió escaleras abajo. Llegamos a laplanta baja, ymientras yomedisponía a abrir la puerta de entrada,Sophiemellamó.

—¡Espera!Elescritoriopequeñoquehaydebajodelaescalera,ahí...Nolohemosmirado.

—Rápido —le supliqué yo, dejando caer los hombros de nuevo,exasperado.

Ellaabrióelmueblecitoyempezóarebuscar.

—¡Hayunacartadetupadre!—exclamóderepente.

Se metió el sobre en el bolsillo, echó un último vistazo al interior delmuebleydespuéssereunióconmigoantelapuerta.

—Bueno,¿nosvamosyadeunavez?—dijeyo,esperandoquenohubiesenadiealotrolado.

Elladijoquesí,sonriendo.

Abrílapuerta,saquélacabezafuera.Habíavíalibre.HiceseñasaSophiedequemesiguieraycorrimoshaciasucoche.

Unavezensuinterior,Sophiesevolvióhaciamíyseechóareír.

—¡Robarenunacasaparroquial!—exclaméyo—.¡Quévergüenza!

—¡Notepases,Damien,sólohemoscogidounacarta!

Arrancóelcocheyeneseprecisomomentoviaparecerlasiluetadelcuraenelretrovisor.

Meechéalsueloparadesaparecerdetrásdelrespaldodemiasiento.

—¡Ahíletenemos!—murmuré.

Sophiesacódelicadamenteelcochedesusitioysiguióporlacalle.

—¡Quécosasmeobligasahacer!—mequejéyo,enderezándomecuandoyasalíamosdelaciudad.

—Esemocionante,¿no?Yespera,nohaacabadotodo,¡estanochevamosa

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casadetupadre,telorecuerdo!

—¡Metemolopeor!

Pero ella tenía razón. Era emocionante. Mucho más de lo que hubiesepodidoimaginar.Muchomásqueescribirguionesparalatelevisiónneoyorquina,encualquiercaso.

Algunosminutos después llegamos a su casa y ella se precipitó hacia elescritoriodelprimerpisoparaabrirelsobre.

Antesdeleerlacarta,sevolvióhaciamí.

—¿Puedoleerla?Esunacartadetupadre,despuésdetodo.Quizáquieras...

—No,no—lacorté—.¡Vamos!¡Léelaenvozalta!

Ellacolocólahojadelante,laalisóencimadelescritorioyempezóaleer.

Padre:

Ledoylasgraciasporsuúltimocorreo.

Leestoymuyagradecidoporladiligenciaylabuenavoluntadquemeha demostrado en este asunto. Gracias a usted, hemos podido concluirfelizmente una operación que nos satisface por completo. La casa espreciosa,yestaprimeraestanciaenGordesmehagustadomucho,másaún,mehaencantado.Yocreíaserunparisinoconvencido,perodeboconfesarleque he cambiado recientemente, y he podido encontrar en su acogedorpueblounatranquilidadyunaserenidadquenoseveránimpregnadasjamásdeaburrimientoalguno.

Como le prometí, le tendré al corriente si hago cualquierdescubrimiento. Fundo mis investigaciones en un cuaderno de notas deChagall que encontré en París, en un anticuario. Ese cuaderno hacereferencia a unosdocumentos sobreDureroqueChagall escondió en estacasita. Sé que usted no cree demasiado en ello, pero si elmaestro de lomaravilloso y lo naif, del sueño y las premoniciones, le vendiódirectamenteestacasaausted,ysiusted jamásencontrónada,sea loquesea,esporquequizáesosdocumentossiguenentresusmuros.Entodocaso,lasnotasafirmanqueelpintordejó todasesascosasensu lugarantesdepartir.ComosoyunapasionadodelaobraylavidadeChagall,éstaesparamí laexcusa idealparabuscarunpocodedescanso (¡bienmerecido!)en

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Gordes.

Reitero mi promesa: le tendré al corriente, tanto a usted como almuseo de Gordes, de mis descubrimientos futuros, y si puedo echar unamano al municipio o a su parroquia de una manera u otra, estaréabsolutamenteencantado.

Recibausted,padre,missaludosmásrespetuosos.

Sophiedejódeleeryvolvióameterlacartaenelsobre.

—Interesante—dijo,sencillamente.

—Unpococondescendiente,¿no?Sediríaqueeraunparroquianodevoto,yenrealidadjamáspusolospiesenunaiglesia...

Sophielevantólosojosalcielo.

—¡Elasuntonoesése!Lointeresanteesqueahorayasabemoscuáleslarelación entreChagall y lo demás. FueChagall quien puso a tu padre sobre lapistadeDurero.

—Sí.Asombroso.

—Yporesocomprólacasa.

—Yparecequeencontróloquebuscaba.

—ElmanuscritodeDurero.

—Loquenocomprendoeslaactituddelsacerdote.Mipadreparecíatenerbuenarelaciónconél...

—Sí, pero esta carta es anterior al descubrimiento del manuscrito deDurero.Lascosasquizáempezaronacomplicarsecuandotupadreencontróalgo.

—Sinduda.Entodocaso,esesacerdotesabemuchomásdeloquedice...

En aquel instante, el icono del programa IRC se puso a parpadear en lapartebajadelapantallaysonóunpitido.Sphinxestabadevuelta.

Sophieseprecipitóaltecladoyabriólaventanadediálogo.

«Hola,Haigormeyer.¿Hasrecibidomifichero?»

«Sí.MañanaledarétufotoaunamigoquetrabajaenLibé.Yatetendréalcorriente.¿Ytúquémepuedescontar?»

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«Ah,quesí.»

«??»

«He dado una vueltecita por un servidor muy curioso alojado en elVaticano.Loscibercatólicostodavíatienenqueaprendermuchascosasenmateriadeseguridadinformática...»

«¡Quiénsabe!¡Quizáacabesporiradarlescursos!»

«¿Por qué no? A finales de los noventa me cogieron por una chorrada.Todavía no tenía ni dieciocho años.LaDirección deSeguridadmepropuso untrato:omepresentabaanteeljuezolesdabalecciones...»

«¡Increíble!¿Yquépasó?»

«Aceptéenseñarlesalgunos trucos...Perono tepreocupes,no se locontétodo.»

«Divertido...Entonces,¿quépasaconActaFidei?»

«Encontré un servidor registrado a nombre de una sociedadque se llamaInadexa. Probablemente es una tapadera. Pero lo que es interesante es que losnombresdeActaFideiydeOpusDeiaparecíanenvariosdocumentos.Despuésdediversasinvestigacionessindemasiadointerés,diconlosestatutoscompletosdeActaFidei.»

«¡Excelente!»

«Sí, y además encontrarás allí la dirección de su sede en Roma, enWashingtonyenParís,dondesehaninstaladobajoelnombrefalsodeInadexa,y,¡tachan! una lista exhaustiva de los miembros de su comité directivo en losúltimoscincoaños.»

«¡Sphinx,eresungenio!»

«Espera,esonoestodo.Mehepermitidoecharunaojeadaaesalistay,alcruzar las referencias, he descubierto algo interesante sobre los miembros delcomité: ocho forman parte del Opus Dei, y dos de la Congregación para laDoctrinadelaFe.»

«¡Increíble!»

«¡Sí!Hasvueltoadarconpecesgordos,chica...¿Teenvíoelarchivo?»

«¡Puesclaro!»

«OK. Tenme al corriente, esto empieza a interesarme. Aquí está el

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documento.»

El archivo se descargó rápidamente. Era un archivo de texto pocovoluminoso.SophiediolasgraciasaSphinxyleprometióquecontactaríaconélaldíasiguiente.Élnossaludóydesaparecióenloslimbosdelared.

LaperiodistayyotuvimoselreflejodebuscarantesdenadaelnombredeGiuseppeAzzaroenlapreciosalista,peronofiguraba,desgraciadamente.

—Habríasidodemasiadofácil—suspiróSophie.

Melevantéyfuiasentarmealbordedelacama.

—NoheentendidobienloquehadichotuamigoelhackerapropósitodelosmiembrosdeActaFidei...

—Ha dicho que varios forman parte o bien del Opus Dei, o bien de laCongregaciónparalaDoctrinadelaFe.

—Justamente:yonosoyespecialistaenreligión.¿Quéesesacongregación?

—NoesotracosaquelaInquisición,querido.

—¿Cómoque la Inquisición?—repliqué, dubitativo—.Pero si eso ya noexiste...

—¡Sí, sí que existe!Ha cambiado dos veces de nombre, eso es todo. Sellamaba Santo Oficio a principios de siglo, y después del Vaticano II, cuandovolvió,seledioesenombremáspolíticamentecorrectodeCongregaciónparalaDoctrinadelaFe.Perosetrataexactamentedelamismacongregaciónpontificia.

—¿Esbroma?

—Enabsoluto—measeguróella.

—Pero¿quéesloquehacen?¿Persiguenbrujasycataros?—meburléyo.

—Noterías.HetenidoocasióndeestudiarmuydecercalahistoriadelaInquisición, y te aseguro que no hay motivos de risa. No te imaginas cuántosjudíos,protestantes,supuestosherejesylibrepensadoresfueronexterminadosporla Iglesia católica en nombre de la Santa Inquisición.Un chico como tú no leshabría durado mucho. Durante varios siglos, hombres, mujeres y niños fuerontorturados, mutilados, empalados y quemados vivos. En el siglo XIV, uninquisidorespañolllamadoTomásdeTorquemadafueresponsabledenuevemilmuertesélsolito.YlosbienesdelasvíctimasdelaInquisiciónselosquedabalaIglesia.Formanpartehoyendíadesumagníficopatrimonio...

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—Sí,perodeesohacemucho tiempo;desdeentonces la Iglesiahahechomuchosprogresos...

—Desde luego —admitió ella—, pero el hecho de que la Iglesia hayadecididoconservaresaorganización,queeslamásantiguadelascongregacionesdelaCuriaromana,aunqueseabajootronombre,amí,personalmente,meparecealgo raro... Los historiadores estiman que las víctimas de la Inquisición fueronmásdecincomillones,enelcursodelahistoria...

—¡Quéhorror!Perosigosinverparaquésirveyahoyendía...

—De memoria, según su última constitución vigente, tiene como deber«promover y proteger la doctrina y la moralidad conforme a la fe en todo elmundocatólico».

—¿Yconcretamente?

—Publica textos sobre la doctrina católica. No siempre cosas ligeritas...Recientemente, por ejemplo, su declaración Dominus Iesus ha creado unescándalo impresionante en el mundo cristiano. El cardenal Ratzinger escribíaallí que «igual que no existemás que un solo Cristo, no haymás que un soloCuerpo,unasolaEsposa:unasolayúnicaIglesiacatólicayapostólica».

—¿Yqué?

—Unaformamuyelegantedemandarapaseoalrestodelmundocristiano,alcuallaCongregaciónnoreconocenisiquieraelestatutodeIglesia.Pareceserque el Vaticano no es tan ecumenista como Juan Pablo II intenta demostrarorganizandograndesreunionesmediáticas...

—¿Yesoesloúnicoquehaceestaorganización?

—No,tambiéncondenalosescritosqueestimanoconformesaladoctrinacatólica,yavecesllegainclusoaexcomulgaralosautores.

—¿Todavíahoyendía?

—Desde luego. La última excomunión que recuerdo data de 1998. SetratabadeunteólogojesuitadeSriLanka.Quéironía:losprimerosinquisidoreseranprecisamentejesuitas...

—Laverdadesquenoteníaniideadetodoesto—confesé.

—¿Erescreyente?

—¿Cómo?

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—TepreguntosicreesenDios.

Hiceunamuecaindecisa.

—Puesnolosé,laverdad...Mispadreserancatólicos,yofuieducadoasí.Mipadrenoibajamásalaiglesia,peromimadreeramuycreyente.

—Sí,pero¿ytú?

—Francamente,nolosé.Enunmomentodadomeencontréunpocohartodeseguirla a la iglesia. Y después murió. No me planteo esa cuestión, es máspráctico.

—¡Ah,sí,espráctico!

—Creoquehaymuchosenmicaso.Ytú,¿erescreyente?

—No—respondióellaalmomento—.Exageradamenteatea.

—¿Exageradamente? Ah. ¿Se puede ser un poco atea o exageradamenteatea?

—Digamosquecuantasmásinvestigacioneshagosobrelasreligiones,másasqueadaestoy.

—¿YestásasqueadadeDiosodelasreligiones?

—Delasreligionesmásbien,esoescierto...

—Bueno,sindudaesmuchomejorparaunaperiodistaespecializadaeneltema.Almenosnotomaráspartidoporningunadeellas...

—Lasdetestotodas...

—Bueno.Entonces,nodebesdesertanobjetiva...

Ellasonrió.

—Esperonoescandalizartedemasiadoconestashistoriassobre laIglesia—siguióella,conaireinterrogante.

—Bah, en mi vida me he encontrado con un par de sacerdotesextraordinarios,peronuncamehehecho ilusiones sobre laejemplaridadde lasfinanzasdelVaticano.

Ellaseencogiódehombros.Comprendíporsumiradaloquequeríadecir.LoschanchullosfinancierosdelaIglesiadehoyendíanoerannadacomparadoscon loquepudohaber enelpasado...Meacordéentoncesdeuna frasequemiamigoChevaliermehabíadicho,hacíaunosaños:«Lassectasdehoyendíaserán

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las iglesias de mañana. Pronto, los cienciólogos u otros sinvergüenzas de lamisma calaña se habrán pagado una reputación respetable y las multitudesolvidarán sus delitos pasados como se intentan olvidar los de las grandesreligiones de hoy en día, que sin embargo antiguamente mataron a mucha másgente...». A lo cual su mujer, que era mucho más creyente y practicante quenosotros, respondió que la Iglesia también había salvado a muchísima gente...Pero,¿acuántoshabríaquesalvarparaexcusarlasmuertes?

—Escucha —continuó ella—, lo único que podemos concluir por elmomentoesquesilosmiembrosdeActaFideiformanparteseadelOpusDeiseade la Congregación, es que se trata de activistas de la fe extremadamente...motivados,esoestodo.

—Noseandanconbromitas,ensuma...

—EnloqueserefierealaCongregación,enefecto,noesgenteconlaquesepuedabromear.Y en cuanto alOpusDei, como te decía antes, tampoco sonningunosbromistas...

—Enresumen,estásapuntodedecirmequehayun tíoenRomaqueesobien un descendiente de los inquisidores o bien una especie de supersantomañoso,yquetieneminúmerodeteléfonopersonal...¡Ah,socorro!

Sophielevantólascejas.

—Noesnadatranquilizador,enefecto.Pero,¿quiénnosdemuestraqueeltipoquetehallamadoformaparte,verdaderamente,deActaFidei?Sunombrenoapareceenlosdocumentos...

—¿Sunombre?¿Quésabemosnosotros?Seguramentenomehabrádadosuverdaderonombre...

—Sí.PeroaunqueseaunmiembrodeActaFidei,¿quiénnosdicetambiénqueactúacomomiembrodeella?

—Enresumen,quenosabemosnada—concluíyo.

—En resumen—rectificóella—, loúnicoque sabemosesqueexisteunarelaciónentreelsecretodetupadre,elBilderbergyunposiblemiembrodeActaFidei.

—Noesmucho...

—Esunprincipio.

Suspiré.

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—Nonosquedamásque esperar quehayamás indicios estanoche en elsótano...

—Sí, justamente —replicó Sophie, levantándose—, vamos a prepararnuestroequipitodelperfectoladrón.

Laseguímaquinalmente,peromiespírituestabatodavíapreocupadoporlasrevelaciones sucesivasypoco tranquilizadorasquenos reservabael secretodemipadre.Mepreguntésinoharíamosmejor,sencillamente,enconfiarletodoesoalapolicía.Ysindudalohabríahecho,sinohubierasidoporSophie...

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Cinco

Cuando nos dimos cuenta realmente del grado de imprudencia de nuestraexcursión, era demasiado tarde para dar media vuelta. Teníamos un aspectoridículoconlasmochilasylaslinternasenunadelascallesmásestrechasdelaciudad, pero teníamos tantas ganas de descubrirmás cosas sobremi padre quenosesforzamospornopensarmásenello.

Eran casi las dosde lamañana cuando llegamos ante la verja del jardín.Habíamos dejado el coche tres calles más allá, y esperamos a que todas lasventanasdelvecindarioquedasenaoscuras,deseandoquelosvecinostuviesenelsueño lo suficientemente profundo para no oír los ruidos de esos nefastosladronesqueéramostantoellacomoyo.LacarreradeSophielahabíapreparadosindudamejorparaaquello,peroparamí,contandocon laexcursióna lacasadel cura, no eramás quemi segundo robo...De todosmodos, el hecho de quehubieseconservadounacopiadelasllavesnossimplificólatarea.

Nohabíacasiningunaestrellaenelcielo,yestabatanoscuroquemecostómucho encontrar la cerradura de la cancela. Sophieme hacía señas de quemeapresurase. Se acercaba un coche.Trasteé un poco con las llaves y conseguí aduras penas abrir la verja antes de que los faros del vehículo nos iluminasen.Volví a cerrar la canceladetrásdeSophieynosagachamosmientraspasabaelcoche.Duranteunbreveinstantemepreguntésinosepararíadelantedelacasa,peroelcochecontinuóydesaparecióporelextremodelacalle.Lancéunsuspirodealivioyavanzamoslentamentehacialapuerta,intentandonohacerruidoenlagrava.

—¡Estamosmaldelacabeza!—cuchicheé,inclinándomehaciaSophie.

Ella me hizo señas de callar y me empujó hacia la puerta. Yo rompí elprecintode lapolicía,unasimple tiradeplástico,abrí lacerradurayentramosporfinenlacasa.

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—Hayqueintentardirigirelhazdelaslinternashaciaelsuelo—murmuróSophie.

—Bien,estupendo.

La casa todavía estaba llena del calor del incendio, y reinaba un intensooloraquemado.

Medirigíhacia lapuertaquedabaa laescaleradel sótano.Enelmismomomento sonó mi teléfono, que llevaba en el bolsillo, y Sophie y yo nossobresaltamosalavez.

—¡Mierda!—exclamé,intentandocogerelmóvilloantesposible.

ReconocíelnúmerodeChevalierydescolgué,cerrandolosojos.

—¿Sí?

Era François. Tuve el reflejo algo extraño de agacharme, como si esopudieraprotegermemás...

—Eeeh...¿François?Nopuedohablarmásalto—cuchicheé—.¿Meoyes?

—Sí,sí—measeguróél.

Sophie parecía calmada. Me hizo señas de apagar mi linterna y vino asentarseamilado.

—¿Hasvistolahoraquees?—seguíhablando.

—Sí,losientomuchísimo,perohepensadoquenodebíasdeacostartemuypronto,contodasesashistoriastuyas.Yademás,sitehubiesesacostado,habríasapagadoelmóvilseguramente...Enfin,pensabadejarteunmensaje.¿Temolesto?

—Sí,osea,no,no,enrealidadno...¿Tienesalgunanovedad?

Leoísuspirar.Fruncílascejas.

—¿Qué?—insistí,intentandonoelevareltonodemivoz.

—Digamos que he dado con una coincidencia muy extraña sobre elBilderberg.

—Y¿cuáles?—leapremié.

—Al parecer acaba de haber una especie de cisma entre susmiembros...Haceapenasquincedías.Uncismade importancia.Enresumen:unade lasdosfaccionessehalargadoconlacaja.Sehaformadounescándalomonstruoso.Ymehandadoaentenderquemispreguntasnoerannadabienvenidas.Peronada,

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nada.Esos tiposnobromean.Nosédóndehasmetido lanariz,peroestohuelefatal...

—Creíaqueeransólounagentequedabaconferencias...

—Yotambiénlocreía.Quizáellostambiénlocreían.Peroalgunosdeentreellosalparecerhanhechosaltar losplomos.Noséhastaquépunto,niporquémotivo. Lo único que sé es que mi... informante ha utilizado el término «muypeligroso»,ymehapedidoqueolvidetodoesto.Yaimaginarásquemehandadoganas de investigar más a fondo, pero también he querido ponerte en guardia,Damien...

—Yaveo.

—¡No,novesnada! ¡Noestoydebroma!Siel tipoalquehe llamadohausadolapalabra«peligroso»,esqueesdeverdadmuy,muypeligroso.

—Vale,vale,yaloheentendido...Detodosmodos,creoqueyahetenidounanticipo...

—Damien,serámásprudentequevengasaParísyquehablemos losdos.Tenemosquecontárselotodoalapolicía...

—¡No!—protestéyo,yestaveznomurmuréyamás—.No,nolecuentesnadadetodoestoanadie,François,anadie,¿meoyes?Sideaquíaunasemananohe sabidonadamás,yaprevendremosa lasautoridades,peromientras tantoprométemequenodirásnada.¿Deacuerdo?

Suspiró.

—Tienes mi palabra. Todo esto me parece una verdadera locura, perotienesmipalabra.

—Tengomismotivos,amigo.Confíaenmí.Heaveriguadounpardecosasdeellos,pormiparte.Perolosquehanprovocadoelcismadelquemehablas,¿nosabesquiénesson?

—Evidentemente,notengoesainformación,Damien.Pero,comoves,estásapuntando a algo grande. Te doy un consejo: sé prudente—concluyó, antes decolgar.

Sophiemecogióelhombro.

—¿Lohasoído?—lepregunté.

—Másomenos.

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—Entonces,¿quéhacemos?

—Primerodetodovamosaveresesótano,¿no?

Acepté y pasé ante ella. La puerta estaba medio quemada, y cuando laempujédescubríqueyanohabíaescaleratrasella.Paseéelhazdelalinternaporel interior.Todo estaba negro, y había restos carbonizados y cenizas por todaspartes.Meagachédeespaldasalaaberturaymequedécolgandoenelvacíoparadescender.

—¡Tencuidado!

Sophiemecogióelbrazoyconlaotramanoiluminóelsuelobajomispies,para que pudiera ver dónde iba a ponerlos. Afortunadamente, la altura no eraexcesiva.Saltéalsótano.

—¡Hacecaloraquídentro!—exclamé,limpiándomelasmanos.

—Voycontigo—siseóSophie.

—No, quédate ahí, me ayudarás a subir. Es inútil que vengas aquí achamuscarteconmigo.Damelosguantes.

Ellaabriósumochilayme tendió losguantesde jardineríaquehabíamostraídoyque,almenosesoesperábamos,debíanayudaraquenomequemase.

Elbomberonohabíamentido.Lasllamaslohabíanarrasadocasitodo.Alcabodealgunosminutos,comprendíqueeravanobuscardurantemuchotiempo.Encontré, sin embargo, tres objetos que habían sobrevivido en bastante buenestadoparaquepudiera llevármelos.Elprimeroeranlosrestosdeuncuadernodenotas,milagrosamenterespetado,aunquesóloenparte,quizáporqueteníaunagruesacubiertadecuero.LosotrosdoseranloscuadrosdeDureroyDaVinci.Elvidrio estaba completamente ennegrecido, pero al parecer había protegido lascopias. Había fragmentos de papel aquí y allá, pero no me detuve a reuniraquellas migajas que seguramente no habríamos podido descifrar. Y deboconfesarqueteníamuchaprisaporsalirdelacasa.Pusedelicadamentelastresreliquiasenmimochilaydecidívolverasubiralaplantabaja.

—Creoquenoencontraremosnadamás—expliquéaSophie,alzando losbrazos.

—Yaestábien...Aunquenoveoen realidaddequépueden servirnos losdoscuadros...

—Me parece que había algunas anotaciones de mi padre en el grabado.

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Aquínoveonada,peroyalomiraremosconmáscalmaentucasa.

Ellameayudóasubirdenuevo.Salimosdelacasaensilencio,volviendoacolocarconmuchocuidadoelprecintodelapolicíaenlapuerta,ynosfuimosapaso rápido hacia el coche.Nadie parecía habernos visto, y yo lancé un largosuspirodealiviocuandoSophiepusoenmarchaelAudi.

La noche negra pesaba sobre las callejuelas de Gordes. Halos de luzamarillasehinchabanpenosamenteentornoalasfarolas,comoburbujasdeaireen un acuario gigante. El pueblo entero parecía dormido. El coche enfiló lascallejuelas pavimentadas con piedras hasta la gran bajada que llevaba al valleoscuro.

Cuandollegamosalfinantesucasa,viqueelrostrodeSophiesecrispaba.EllafrenóbruscamenteyapagólosfarosdelAudi.

—¿Quéhaces?—lepregunté,sorprendido.

—¡Hayuncocheennuestrojardín!

Inclinélacabeza.Lacasanoestabamásqueaalgunosmetros.Lasramasdeunárbolescondíanlafachada.Meadelantéunpocoenmiasientoymedicuentadequehabíauncocheaparcadoantelacasa.Nopodíadistinguirlaplacadelamatrículadelcoche.Peroyaestabacasiseguro:eralalargaberlinanegrademisdosasaltantes.

—¡Loscuervos!

—¡Mierda!—exclamé, dando un golpe sobre el salpicadero—. ¡Mierda,mierda!¿Quéhacemos?

Sophie había detenido el Audi justo ante la barrera que cerraba lapropiedad.Elsilencioqueseinstalóenelcochepareciódurarunaeternidad.

Lapuertadelacasaseabrió,yunhombredealtaestatura,vestidoconunlargoabrigonegro,aparecióenlaescalera.

Sophie puso enseguida la marcha atrás e hizo recular el coche hasta lacarretera.Losneumáticosderraparonenlaarena.

Elhombreseprecipitóhacialaberlina.Unsegundocuervosaliódelacasa.Deprontoseoyóunestampidofuerte,seguidodeunruidodechapa,y tardéunsegundoenteroendarmecuentadequenosdisparaban.Elsegundohombrecorríahacia nosotros, con el brazo extendido ante él, y pronto resonó una nuevadeflagración, precedida de un gran relámpago blanco. La bala hizo explotar el

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retrovisorderecho.

—¡Mierda!—repetíayo,tontamente,agachándomedetrásdelsalpicadero.

Sophieencendiódenuevolosfarosypisóelaceleradorafondo.ElAudiarrancóen trombaconunchirridoagudo.Tan lejosdelpueblo,nohabíaniunasolafarolaysedistinguíanmallosbordesdelacarretera.Unacarreterasinuosa.Peligrosa.Dondemipropiopadrehabíaencontradolamuerte.Unescalofríodeangustiamerecorriólaespalda.Cerrélosojoseintentéexpulsaresaimagen.Laimagendemipadreinanimadoentrelachaparetorcida.Sucuerpoensangrentado.

Sophiedabapequeñosgolpesdevolanteparaevitarlacuneta.Elcochenodejaba de derrapar, como si fuésemos a perder la carretera, pero yo sabía queella saldríaadelantemuchomejorqueyo.Mehabíaparecidoque legustaba lavelocidad,y en todocasoconocíabien sucoche.Agarrándomeal respaldodelasiento,mevolvíamiraranuestrosperseguidores.Lalargaberlinaacababadesalirporlaverja.Selanzabahacialacarretera,detrásdenosotros.

—¡Agárrate!—gritóSophie,justoantesdecogerunacurvamuycerradaalaizquierda.

Fui arrojado hacia la puerta yme golpeé violentamente el hombro. A lasalidadelacurva,medejécaerrápidamenteenelasientoymepuseelcinturón,haciendounamueca.Enelmismoinstanteresonóunnuevodisparo.Despuésotro.Unchasquidosecoymetálicohabíaseguidoalasdosdetonaciones.Lasbalassehabíanincrustadoenlachapa.

LancéunamiradaaSophie,queibaamilado.Conloslabiosfruncidosylas cejas contraídas, intentaba conducir a la máxima velocidad posible,acelerandoencuanto lavisibilidadse lopermitía.ElAudi seveía sacudidoalritmodelosviolentosacelerones.Yoestabaaterrorizado.Noveíasalidaposible.Acabaríanporatraparnosenaquellalargacarreteraoscura.

Los faros de la berlina iban creciendo en el retrovisor interior.Verifiquénuestrocontador.Sophieibaamásdecienkilómetrosporhora.Enaquellanocheoscura.Porunapequeñacarreterasinuosa,bordeadadependientesabruptas.Elmenorerrorseríafatal.Ynuestrosperseguidoresseibanacercando.

— ¡Es más fácil para ellos, se aprovechan de nuestros faros! —gruñóSophie,mirandoellatambiénporelretrovisor.

—¿Nollevarásunapistolaenlaguantera,porcasualidad?—lepregunté.

—No,tengounaencasayotraenParís.

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—¡Genial!

Nuevacurvaaladerecha.Aúnmáscerrada.Mecogíalasaquehabíaporencimadelapuertaydecidínosoltarlayamás.Alasalidadelacurva,Sophievolvióaacelerar,perolaberlinahabíaganadounpocodeterreno.

—¡Seacercan!

Ellaasintió.

—Yanodisparan—añadió—.Handebidodevaciarelcargador.

—¡Sí, pero nos van a echar a la cuneta!—farfullé yo. Sophie apagó losfaros.Yanoseveíalacarretera.Soltóuntacoylosvolvióaencender.

—¡Nohaymanera!

Enaquelmomento laberlina se incrustóennuestroparachoques.ElAudidio un salto hacia delante y patinó por detrás. Yo me di un golpe con elreposacabezas.Sophiecogiómásfuerteelvolante.Seseparóhacialaizquierdapara evitar una barandilla. Pasamos por encima de un puente. La berlina frenódetrás de nosotros, evitando por poco la barrera. Vi zigzaguear sus faros. Unbreveinstantederespiro.Después,nosvolvieronacoger.Intentaronmeterseporun lado para hacernos volcar. Sophie daba violentos volantazos a derecha eizquierda.Pormomentosnossalíamosunpocodelacalzadayelcocheseveíasacudidoporlossalientesdelosbordesdetierra.

La berlina consiguió pasar al fin al lado derecho. Pude ver el rostro delconductor, justoami lado.Cabellonegro,corto,en lacuarentena, lamandíbulalarga, un rostro duro. Un matón de serie B. Más real que la vida misma. Uncuervo.

El ruido de las chapas que se rozaban, el pánico, la velocidad, todo semezclaba. Sophie giró hacia la derecha y se arrojó sobre la berlina. Surgió ungranchorrodechispasymipuertasehundiódeunsologolpe.Perolaberlinaeramáspesada,ylentamentenosfueempujandohaciaelbordedelacarretera.

Las ramasde losárbolesempezabanagolpearelparabrisasanteSophie.Íbamosacaerprontoenlacuneta.Meagarréconlasdosmanosalsalpicadero,gritando.

Apenas unos centímetros antes de que nuestras ruedas se hundiesen en lazanja,mientras el coche traqueteaba por las asperezas del talud, nos salvó unacurvaalaizquierdaqueresultóprovidencial.Sophiegiróenelúltimosegundo,yla larga berlina negra que iba a nuestro lado no pudo girar con la suficiente

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velocidad.

Seoyóelgritoestridentedelosneumáticossobreelasfalto,ydespuéselcoche fue a incrustarse contra un árbol con un estruendo ensordecedor. SophiellevóelAudihaciaelmediodelacarreterayyomevolvíjustoatiempodeverlaexplosión escarlata, a unos metros por detrás de nosotros.Me quedé así unossegundosinterminables,conlosojoscomoplatos,incrédulo.

—¡Mierda,mierda!—exclaméalfin,dejándomecaerenelasiento.

Sophie tenía los ojos clavados en la carretera. Conducía aún a todavelocidad,comosilapersecuciónnohubieseacabado.

—Vale,Sophie,yapuedesaminorar.

Ellalanzóunlargosuspiroyfuesoltandoelacelerador.

Echó una mirada a los retrovisores. Las llamas se alejaban detrás denosotros.

—¿Quiéneseran,túquécrees?—mepreguntó—.¿BilderbergoActaFidei?

—Nolosé,peroapostaríaaquesonlostiposqueecharonamipadrealacuneta.

Ellacerrólosojosunmomentoyafirmó.Nosquedamossilenciososlargorato, perdido cadauno en sus pensamientos y susmiedos.El coche entró en elpequeñopueblodeCabrières.

—¿Nosparamos?—preguntóella.

—Puesnolosé.

Enrealidadnopodíareflexionar.Metemblabanlasmanos.LasdeSophieestabantodavíacrispadassobreelvolante.

Lentamente,ellaaparcóelcocheenelarcén.Estábamosenplenocentrodelpueblo,alasombradelosgrandesárbolesquebordeabanunmurodepiedragris.

Elruidodelmotorresonabaenlacalle.Peroyooíatodavíaloslatidosdemicorazón.Traguésaliva.

—VolvamosdirectamenteaParís—decidióellatranquilamente,sinapartarlamiradadelacarretera.

—¿Cómo?

—¡Volvamos!—repitióella.

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—¿Ytusnotas?

—Estántodasenmiordenadorportátil,enelmaletero.

—Pero¿ymiordenador?—exclaméyo—.¡Lohemosdejadoenlacasa!

Ellaseencogiódehombros.

—¡Misguiones!—protesté.

—Pídeleatuagentequetelosenvíepormail.

—¿Ymimoto?—continué,conuntonocadavezmásdesesperado.

Lentamente,unasonrisasedibujóensuslabios.

—¡Noesningunatontería!—protestéyo—.Además,sihubiésemoscogidolamoto,habríamosescapadomuchomásfácilmente.

Ella se echó a reír. Y yo pronto me uní a ella. La tensión se liberó depronto.Casiteníaganasdegritar.

—Sólotendrásquepagarleaalguienparaquevayaarecogerla.

Lancéunsuspiro.

—Sophie, no sé cómo vamos a salir de este lío. Los dos tipos que nosseguíandebendeestarmuertos,tucasaestáabiertadeparenpar,nosvamossinavisar,enresumen,hastaunciegoveríaqueestamosenelajo.Lapolicíasenosecharáencima.

—Cada cosa a su tiempo. Ahora, intentemos que no nos maten, ¿deacuerdo?Luego nos ocuparemos de la policía.Y además, hay una buena razónparanoquedarnosaquí.Comoyahasdicho, senosecharánencima,ynosotrosnecesitamosreflexionar.

—¡Sophie,estamosmetidosenunbuenlío!—insistíyo.

—Más vale estar en un lío que en la tumba. Esos dos tíos venían amatarnos.

Volvióacogerelvolanteyarrancó.

Mehundíenmiasientollevándomelasmanosalassienes.Detodosmodos,ellateníarazón.Noteníamoselección.Peroeraduroadmitirlo.

Mehiceunmasajeenlanuca,despuésmiréaSophieamilado.Lamujerque acababa de salvarme la vida. Unas gotas de sudor corrían por sus sienes,peroellaseguíaestandobella,sencillamentebella,alaluzdelsalpicadero.

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—Gracias—murmuré.

Ellasonrióymecogiólamanoconlasuya,sólounossegundos.Mesentíamuyvulnerable.

—¿Dóndehasaprendidoaconducirasí?

Ellavolviólacaraymemirófijamentealosojos.

—EnLíbano.Yatelocontaréotrodía.

Despuésvolvióamirarlacarretera.

—¿Estás seguradequequieresvolverdirectamenteaParís?Soncasi lastres de la mañana. Tu coche está todo abollado. Hay más de ocho horas decamino...¿Aguantarás?

Nosiremosturnando,beberemoscafé.Ymicochehavistocosaspeores.

La observé, entrecerrando los ojos. Sophie siempre tenía respuesta paratodo.Devezencuandoteníalaimpresióndequemetomabaporunniño.Entodocaso,ellaseenfrentabaalascosasmejorqueyo.

—¿HaylectordeCDenestecoche?

Me indicó la guantera. Allí encontré el panel frontal de un autorradio yalgunosdiscos.

—Supertramp,LedZeppelin,Barbaray...Grease—anuncié—.Nohaygrancosa,peroalmenosesvariado.Confiesoquetengonecesidaddealgodemúsica.¿EmpezamosporLed?

—¡Quéraro!—seburlóella.

—Eh,quesontusdiscos.

—¿Yqué?Tengoderechoaencontrardivertidoqueelijaséseenparticular—insistióella.

—¿Porquéesdivertido?

—PorquepareceseltipodetíoquesueleescucharLedZeppelin.ApuestoaquetieneslacoleccióncompletadeDeepPurple,BlackSabbath,Rainbowytodoelrepertorio.

Hiceunamueca.

—No,mefaltaunodeBlackSabbath...¿Temolesta?—lepregunté,unpocopicado.

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—Enabsoluto.LapruebaesquetengounCDdeLedZeppelinenelcoche.Pero digamos que la Harley Davidson y el rock duro juntos dan una imagenbastantetópica,¿no?

—¡No sólo escucho hard rock! —me defendí—. También me gustanGenesisyPinkFloyd...Higelin,Brassens...¡Tengogustosmuydiversos!

—¡Ymuymodernos!—seburlóella.

—¡Miraquiénfueahablar!¡ElCDmásrecientequetienesenelcocheeseldeSupertramp!

—Es verdad... Ah, pertenecemos a una generación muy triste, ¿verdad?Perotengocosasmásmodernasenmimaleta.LaquesequedóenGordes.

—¡Malasuerte!

—Bueno, venga, pon Zeppelin... —acabó ella, poniendo en marcha elaparato.

ElhorizonteensombrecidodeVauclusesealejabaalritmodelasguitarrasde Jimmy Page, y después de escuchar algunos fragmentos, cuando apoyé lacabeza en la ventanilla y dejé quemimirada se perdiese en el decoradode lanoche,misojos se llenaronde lágrimas.Volví lacabezaunpocomásparaqueSophie no me viese. Ya era la segunda vez que lloraba en dos días, y decidíatribuirloalestrésy la fatiga,aunque,enel fondo, sabíaqueestabaapuntodeproducirseunaconmociónmuchomásprofunda.Quizádebíaenterrarfinalmentealgomásqueamipadre...

Cuando Robert Plant concluyó la última canción del álbum con su vozvibrante y aguda, estábamos ya en la autopista. Yo tenía que luchar paramantenermedespierto.Fueunanocheextraña,quesólorecuerdoparcialmente,sindudaporquemedormívariasveces.Losrecuerdosdelasestacionesdeservicio,delospeajesydelasmáquinasdecafésemezclanhoyendíaenmicabeza.Lamirada de la gente, el coche abollado, nuestros rostros alucinados... CuandoagotamosnuestrareservadeCD,SophiedecidióponerlaradioenlaemisoraFIP,cosa que aumentó aún más la sensación de irrealidad. La música que habíaprogramadaaquellanocheen la radio teníaalgoextraño.Elsueño, los farosensentido inverso, el humo de los cigarrillos de Sophie, todome escocía en losojos. Nuestras conversaciones quedaban interrumpidas por largos silencios.Cogimos cada uno dos veces el volante, por turnos, pero yo era absolutamenteincapazdeconducirtanrápidocomoSophie.

ElsolyahabíasalidohacíamuchoratocuandollegamosaParís.Elhumo

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blanco de las enormes incineradoras de Ivry, la marea incesante en la rondaperiférica,lasalmenasbrumosasdelashilerasdeedificios,lostejadosazuladosen cascada, los paneles publicitarios, las pintadas, las vías del ferrocarrilmásabajo...UnaacogidacomoDiosmanda.Ydespués,observando laciudadcomodoshermanasbenévolas,EiffelyMontparnasse,alláabajo,parecían temblarenlaluzmatinal.Siempreerguidas.

Sophiemedioungolpecitoenelhombroparasacarmedemiestupor.

—¿Tienes preferencia por algún hotel? —me preguntó—. Te habríapropuestoiramicasa,peromepreguntosiseráprudente.

Yo estaba tan dormido que su pregunta dio unas cuantas vueltas antes deanidarenmicerebro.

—¿Eh... preferencia...? No. Un hotel donde se pueda dormir por lamañana...

Ellasonrió.

—ConozcounhoteltranquiloyagradableeneldistritoVII,peroesunpococaro.

Yovolvílosojoshaciaella.

—Sophie,puedopermitírmelo.

Ellaseechóareír.

—¿Entoncespodemoscogerdoshabitacionesseparadas?

Yofruncílascejas.

—Siquieres...

—¡Estabadebroma!—soltóella,poniéndomeunamanoenelhombro.

Yo no sabía si su broma era sobre el precio que podían costar doshabitaciones separadas o sobre el hecho de si podíamos o no acostarnos en elmismocuarto, ymenegué a intentar comprenderlo.De todosmodos,Sophie sedivertíaconmigodesdeeldíaenquetuveladesgraciadeencontraratractivasuhomosexualidad, y yo ya sabía a qué atenerme. Nos metimos en losembotellamientos del París matutino y un poco más de una hora despuésdormíamosunoalladodelotro,endoscamasiguales,enelúltimopisodelhotelLeTourville,intentandoolvidarlamuertequenoshabíarozadoenlascarreterasdeProvenza.

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Seis

Cuando me desperté por la tarde, Sophie estaba sentada al otro lado de lahabitación,inclinadasobreunamesitademadera.Elsoldibujabagrandesrayasblancasatravésdelascortinasclaras.Fueraseoíaelruidolejanodelascallesparisinas.Eraunahabitacióngrandeylujosacolorarena,conmueblesoscurosycortinajes ocre. En todas partes donde se posaba mi vista se veían flores: enjarrones, en cuadros, en las cortinas... Las cosas de Sophie y las mías habíanquedado descuidadamente tiradas por el suelo, junto a las camas. No noshabíamostomadotiempoparaordenarnadaalllegarporlamañana.Meincorporéhastalacabeceradelacamaymeapoyéenlapared.

Sophievolvió lentamente lacabezahaciamí.Anteellavielcuadernodenotasdemipadreylosdoscuadros.

—¡Ven!—meinvitó,viendoqueestabadespierto.

Yomedesperecé,gruñendo,deslumbradopor la luz.Laespaldamedolíahorriblemente.

—¡Tengohambre!—refunfuñé.

—¡Ven a ver esto, Damien! Tu padre había escondido el manuscritocompletodeDurerodetrásdelgrabadodeMelencolia.¡Esalucinante!

ElmanuscritodeDurero.Mipadre.Todovolvíaamícomoelrecuerdodeunahorrible pesadilla.Me senté en el bordede la cama, bostezando.Echéunaojeadaalrelojquehabíaenlamesilladenoche.Lasseis.

—¿Nomedejarásdarunaduchaalmenos?—hiceunamueca.

—¡Comoquieras!Tienesunbocadilloenlanevera.Tumóvilnohadejadodesonartodalamañana—añadió,antesdevolverseasumergirenelestudiodeldocumentoqueteníaanteella.

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—¿Ah,sí?—meextrañé—.Noheoídonada.

—Mehepermitidoquitarelsonidoyponerloenvibración.

—¿Hasmiradoquiénllamaba?

—Notodaslasveces.PerocasisiempreeraDave,tuagente,yunnúmerodeprovincias.Nosabíaquiénpodíaser,lohecomprobadoenlaredysetratadenuestrosamigoslospolis...

Levantólamiradahaciamíymedirigióunagransonrisa.

—¡Mierda!—exclaméyo,dejándomecaerdenuevoenlacama.

Teníamos a la poli ya pisándonos los talones yDave debía de estar casihistérico,alotro ladodelAtlántico.Nosólonohabíacorregidoniunosolodelos guiones, sino que tampoco los tenía ya... Mi ordenador había quedado enGordes.

—¿Sabesqueestamosenelmismobarriodondecrecíyo?—lepregunté.

—Sí.¿Yqué?

—No, nada.Nome trae buenos recuerdos precisamente, eso es todo. Laventajaesqueloconozcobien...Bueno—continué,levantándome—,voyalbaño.

Despuésdeunalargaduchayunbocadillomejordeloquemehabíatemidoenunprincipio,fuiainstalarmejuntoaSophie,entrelasdospuertascristalerasque daban a una terracita privada, y ella me contó, muy emocionada, lo queacababadedescubrir.

—¡Mira,eselmanuscritooriginal!

Cogí delicadamente el manuscrito entre mis manos. No era demasiadopesado y parecíamuy frágil.Me di cuenta de que casi teníamediomilenio deantigüedad. ¿Cuántas coincidencias sucesivashabíanpermitidoa aquellashojasatravesar lossiglosparaveniraparar justamentehastamí?Temblécasiante laideadetenerenmismanosaquellaobraúnica,quenosligabaatravésdeltiempoconsuautordesaparecido.

La vitela estaba cuarteada, y tenía numerosas huellas de humedad. Elmanuscrito constaba de una treintena de páginas, sólo por una cara, de unaescrituraclaraperodifuminadaenalgunospuntos.Nohabíaningunailustración,pero sí unos dibujos en los márgenes, trazados con tinta roja. Volví algunaspáginas, oí el ruido que hacía el papel. Por lo que yo podía juzgar, parecíaauténtico.

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—Yestonoestodo.EnelreversodeLaGiocondahayunareferencia.Estáescritaalrevés,asíquesupongoquefuetupadrequienlapusoahí.

—OLeonardodaVinci—bromeéyo.

—Muygracioso.HehechoalgunasinvestigacionesenlaredysetratadelareferenciadeunmicrofilmedelaBibliotecaNacional.

—¿Hayaccesoalaredenelhotel?—measombré.

—¡Desde luego! ¡Y nome interrumpas!Tendremos que ir a la bibliotecapara ver de qué trata esemicrofilme. En cuanto almanuscrito deDurero, es...¿cómo decirlo? Muy edificante. No lo entiendo todo, hay que encontrar undiccionarioalemán-francésahoramismo.

Estabamuyagitada,yaquellomeparecíaalavezencantadoryenervante.Pero sobre todo me costaba aceptar que aquel manuscrito de varias páginashubiesesidoredactadoenelsigloXVIporunpintoralemán...

—Porelmomento—continuóella—,loqueheentendidoesqueLeonardodaVincidescubrióelmisteriodelapiedradeIorden,yqueseloconfióaDurero,elcualhizoreferenciamásomenosensugrabadoMelencolia,¿mesigues?

—Relativamente...

—Laparte que estoy apuntodedescifrar habladeunmensajeque Jesúslegóalahumanidad...Noloentiendodeltodo,peroesapasionante.

—Creíaqueerasatea...

—¿Yquétienequevereso?

—Sieresatea,¿enquépuedeinteresarteunmensajedeJesús?

—Aunque no crea enDios, no pongo en cuestión la existencia de Jesús.Además, seguramente era un hombre extraordinario. No había necesidad deconvertirloenhijodeDiosparaquesuspalabras,pormuydeformadasqueesténhoyendía,tuviesenunalcancerealmentefilosófico.

—Sitúlodices...¿Quémáshasdescubierto?—lepregunté,inspeccionandoelmanuscritoporencimadesuhombro.

—Escucha, Damien, dame un diccionario y algunas horas y te diré algomás.

—¿YsobreLaGioconda?

—¡Ah,sí,LaGioconda!Mira—medijo, enseñándomeel cuadro, que se

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hallabaenunestadolamentable—.¿Nonotasnada?

—Bueno,queestámedioquemado—bromeé.

—¡Mirabien!Haymarcasdelápizportodaspartes.Pequeñoscírculos.Hecontadoyhayunatreintenadecirculitosdiseminadosaquíyalláenelcuadro.

Meacerquéunpocomásyvi,enefecto,lashuellasqueparecíanhabersidorealizadasconuncompás.

—Quécurioso—dije,frotándomelosojos.

—Es lomenosque se puededecir.No sé quépensar de esto, pero estoyseguradequenoesunazar.TupadrebuscabaalgoenLaGioconda.

—¿Hastenidotiempodeecharunaojeadaalasnotasdemipadre?

—Sí, pero es un resumen, no está demasiado claro.Creo que tendrémásfacilidadparadescifrarlascuandohayatraducidoeldocumentodeDurero,yaquelasnotasdetupadrehacenmuchasreferenciasaél.

—¡Bueno,yatienestrabajo,entonces!¿Yquéhacemosconlapolicía?

—Porelmomento,nosabendóndeestamos.

—¡Esoesloquemepreocupa!Voyallamarlos.

—¿Estás loco? No, en primer lugar resolvemos el enigma y luego se locontaremostodoalapolicía.

—¡Túsíqueestásloca!¡Yonoquieroacabarenlacárcel!

CogímimóvilymarquéelnúmerodelacomisaríadeGordes.Sophiemeloquitóenseguidadelasmanosycolgó.

—Cuarenta y ocho horas. Démonos cuarenta y ocho horas, y si hastaentonces no hemos resuelto nada, llamaremos a la poli. Después de todo, notenemosnadaquereprocharnos.Silesllamamosahora,yapuedesdeciradiósalsecretodetupadre.

Yo lancé un hondo suspiro. Ella estaba muy alborotada, y yo más bienaterrorizado.

—AquelpolicíamepidióexpresamentequeleavisarasimeibadeGordes.

Sophiemeneó lacabezaconairededesesperación,yme tendiómimóvilcondespecho.

—¡Eresundesastre!

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Yovolvíacogermiteléfonoymarquédenuevoelnúmerodelacomisaría.Sophieteníarazón.Yoeraundesastre.Peronopodíaevitarlo.

—¿Señor Louvel? —gritó el policía al otro extremo de la línea—. ¡LehabíadichoquenosefueradeGordes!

—Lo sientomuchísimo, pero nome gusta en absoluto estar en un pueblodonde la gente me dispara—repliqué—. Estoy en París, y mientras no hayandetenido a los tipos que nos agredieron dos veces en su bonito pueblo, nomeveránelpelo.

—¡Difícilmentepodríadeteneraunoscadáverescarbonizados!Yenloquerespecta adetener a alguien, esustedquienestá enelprimer lugardemi lista,Louvel.Hepedidoalfiscalqueleincluyaaustedenelficheronacional...

Yohiceunamueca.

—¿Hanidentificadoaesoshombres?—mearriesgué,bajandoeltono.

—SeñorLouvel, lo sientomuchísimo,pero le ruegoquevengausted a lacomisaríacuantoantesy...

Colguésinescucharmás.

Sophiememirófijamente.

—Lohashechomuybien—dijoconironía.

—Teníasrazón—confesé,frotándomelascejas—.Cuarentayochohoras.

Sonrió.

—¿Ytuagente?

Dudéunmomento,apaguémimóvil,loabríyquitélatarjetaelectrónicadelinterior.

—Cuarentayochohoras—repetí,metiéndomelatarjetaenelbolsillo.

Ellaasintió.

—Veabuscarunatarjetaprovisional,porquea lomejornecesitasusarelmóvil...

—Deacuerdo.Tambiénvoyaconseguirteundiccionario,ymientrastúvastraduciendotuversiónpocoapoco,echaréunaojeadaalasedeparisinadeActaFidei.Osea,Inadexa.

Ellasevolvióbruscamentehaciamí.

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—¿Estásloco?

—Enabsoluto.

—¡Peroesmuypeligroso!

—Esunaorganizaciónoficial,¿no?Unodesusmiembrosme telefoneó,yyosimplementevoyapreguntarquiénera.

—Una organización oficial instalada en París bajo el nombre de unasociedadtapadera...No,nomeparecequeseaunabuenaidea...

—Escucha,obieneltipoquenosllamónolohizoensunombre,yentoncescreo que les interesará, o están en el ajo, y entonces creo queme daré cuentaenseguida.Voycontodoeldescaro.Tengoquesaberlo.

Ellasuspiró.

—Noesunmétododemasiado inteligente...Tengounarmaenmicasa—añadió—,seríamásprudenteirabuscarla.

—Meparecequeno.¡Yosoyguionista,nopistolero!Yademás,novamosairatucasa,eselprimerlugardondelospolicíasyloscuervosiránabuscarnos.

Melevantéyellamecogióporelbrazo.

—Almenos,tenmuchocuidado—insistió.

—De momento voy a por un diccionario, eso no creo que sea muypeligroso.

Mediahoramás tarde ledejéunLaroussealemán-francésen larecepcióndelhotelypedíalbotonesqueselollevaseanuestrahabitación,ydespuésmefuiabuscarlasededeActaFidei.

El azar, con su enorme ironía, había hecho que la sede parisina de lasociedadInadexaseencontraseen lacalleJulioCésar,detrásde laplazade laBastilla, apenas a unos metros de uno de los centros de la Iglesia de laCienciología.Unamismacalleparaunagentetanguapa,esosólosepuedeverenNuevaYorkyenParís.Yesedía,justamente,loscienciólogosestabanenpiedeguerra.

EsosadeptosdócilessemanifestabanparaprotestarcontraelracismodelquesesentíanvíctimasenFrancia.Aveceshayquientieneunamolestatendencia

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a ver la paja en el ojo ajeno... Había cienciólogos de todos los países, quizáincluso muchos más cienciólogos extranjeros que franceses. Algunos llevabanunasenormeschapasamarillasenformadeestrelladeDavid,enlasqueseleía:«Miembro de una secta». Me dieron ganas de vomitar. Pensé en la suerte decentenaresdemilesdejudíosmediosigloantes,cuyorecuerdorecuperabanahoraaquellossinvergüenzassinescrúpulos...Despuésdetodo,elúnicoacosodelquehan sido víctimas realmente los niñitos de Hubbard en nuestro país es el deHacienda,queintentaquepaguensusfacturas...CompararesoconlasuertedelosjudíosdurantelaSegundaGuerraMundialsobrepasadelejoselsimplemalgusto.

Me abrí camino entre aquellos extrañosmanifestantes, intenté no levantarlosojosparaevitarcruzar lavistaconsusmiradaspegajosas,pormiedodenopoderresistirelimpulsodeinsultarles.

El edificio de Inadexa era alto y estrecho. Era un inmueble moderno enmedio de otros más antiguos, construido con piedra blanca y lisa, y cuyasventanaserangrandesespejosazulados.

Me detuve al pie del edificio.No había ninguna placa, ningún signo queindicaselanaturalezadeaquellugar,peronocabíadudaalguna.Estabasegurodela dirección.Dos pequeñas cámaras encimade la entrada poníandemanifiestoquelaseguridaderaalgoquesetomabamuyenserioenelreinodeDios.

Medirigíhacialasgrandespuertasdecristaldeslizantes,queseabrieronalmomento.Entrélentamenteenunenormevestíbuloblanco,consueloglacial.Unapuertade ascensordividía endos lapareddel fondo, rodeadaa cada ladoporunaselegantesescalinatasnegras.Endistintoslugaresviunsímboloqueeraeldelaorganizaciónreligiosa,puestoquefigurabaenlosestatutosdeActaFideiquenoshabíaenviadoelhacker.Unacruzencimadeunsol.

Ami derecha, unamujer estaba sentada en la recepción, tecleando en unordenador. Debía de tener unos treinta años, delgada, muy maquillada, con untrajedechaquetaazuleléctricoyunasonrisafalsa.

—¿Puedoayudarle?

Meacerquéalarecepciónypuselasdosmanossobreelmostradorblanco,intentandoesbozarunasonrisatanampliacomoladeella.

—¿GiuseppeAzzaro?

Todosedijoconlamirada.Elladebiódeverladudaenmisojos,igualqueyo vi la sorpresa en los suyos. Un segundo de más en su reacción. Un latidocargadodesignificados.Ellaseechóatrás,mededicóunanuevasonrisaycogió

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elteléfono.Yodiunpasoatrás,metílasmanosenlosbolsillosdelpantalón,parasimular una cierta desenvoltura, pero la tensión estaba muy presente, era casimaterial.

Oíentoncesunaspalabrasenitalianoqueellasusurróalteléfono.Nolleguéa distinguirlas, ya que mi italiano es bastante mediocre. Ella no dejaba dedirigirmesonrisas.Demasiadassonrisas.

Oí pasos a mi izquierda. Volví la cabeza. Dos hombres bajaban por lasescaleras,alaizquierdadelascensor.SilosdosmatonesdeGordesnohubiesenardidoalpiedeunárbol,yohabría juradoqueeranellos.Largoabrigonegro,hombros anchos, cara cuadrada. Como una mala caricatura. Unos malditoscuervos.

Di un paso atrás.Al instante,me pareció que ambos aceleraban el paso.Volví la cabeza hacia la recepcionista. Ella ya no sonreía en absoluto.Mirabahacia la escalera. Los dos perros guardianes se abalanzaban sobre mí. En elúltimo segundo decidí que era el momento de salir corriendo. De un saltomeprecipitéhacialagranpuertadecristal,peronoseabrió.Losdostiposyaibancorriendo. Intenté separar las dos puertas. Imposible. Lleno de pánico, di unviolentogolpeconelhombro.Unodelosdosbatientescedióygiróunpocohacialaacera.Lapuertaestallóenmilpedazos,proyectandodiminutosfragmentosdecristalentodasdirecciones.

Salíalacalle.Decenasdecienciólogosenmanifestaciónmecontemplabanconlabocaabierta.Esoselementosibanasalvarme.Corríhaciaellos,mientraslosdosforzudosseencontrabansóloadospasos.Memetíentrelosmanifestantesalelados,sinmiraratrás.Mecoléatrompiconesentreellos,conloshombrospordelante,ymeabrí caminoentre aquelbosquedeadeptoshubbardianoshasta lacalledeLyon.

Atravesé el gran bulevar precipitadamente, sin preocuparme del tráfico,aunqueeraintenso.Unautobúscasimeatropella,ytuvoqueapartarsetocandoelclaxon.Unavez en la acera,mevolví paraverdónde estaban los forzudos.Laventaja, con aquel tipo de armarios, es que los músculos hacen más lenta sucarrera...Todavíaestabanenlaaceradeenfrente,ymebuscabanconlamirada.

MeagachéypartíapasoligerohacialaestacióndeLyon.Pegándomealassuciasparedes,metiéndomeentrequioscosyfuentesWallace,cogíunacallealaderechay,cuandoestuvebiensegurodenoencontrarmeyaensucampodevisión,echéacorrer.Corrídurantelargosminutos,yllegué,sinaliento,bajolasarcadasdelaavenidaDaumesnil.Agotado,medetuve,escrutéelhorizonteparaversimis

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sabuesosseguíanpisándomelos talonesy,comonolosvi,decidírefugiarmeenuncafé.

Entré en unbar del bulevarDiderot y, echando regularmentemiraditas alexterior,aprovechéparacomprarunatarjetaprovisionalparamiteléfonomóvil.Después, chorreando sudor, fui a tomar un café al mostrador, bajo la miradasuspicazdeloscamareros.

Intentandopasarinadvertidoanteelmostrador,yentrelosafablesasiduos,los borrachos escandalosos y los apostantes nerviosos, me tomé el cafépreguntándomedequémehabíaservidomipequeñaexcursiónalasededeActaFidei.Nomehabíaenteradodenada.Nada,apartedesaberquesuserviciodeseguridadme conocía y que, estaba claro, teníanmuchas ganas de atraparme...Incluso la recepcionistade lasedeparisinaparecíaestaralcorriente.Pero,¿alcorrientedequé,porotraparte?

El hecho de que los dos armarios roperos que me habían perseguidollevasen más o menos la misma ropa que los de Gordes no significabaforzosamente,sinembargo,queloscuatroperteneciesenalamismaorganización.Losguardaespaldassiempretienenlamismacarayllevanlamismaropa,deunextremoaotrodelplaneta.Peroaunasí...

Paguéelcaféysalí tranquilamentedelbareto.Cuandomenos lopensaba,me di de bruces con los dos siniestros vigilantes de Acta Fidei. Estabanbuscándomeaún,seveíaclaramente,peroparecierontansorprendidoscomoyo.

Sin pensar, me precipité hacia el bulevar Diderot, levantando la cabezacomo para recuperar mejor el aliento. Corrí como no he corrido en mi vida.Impulsando laspiernas con todasmis fuerzas,buscandomuy lejos, antemí, loscentímetros que, uno tras otro, debían alejarme de mis dos galgos. Oía surespiraciónroncadetrásdemí,elruidodesuszapatosgruesossobreelasfalto.Los curiosos se apartaban a nuestro paso, pasmados. Se preguntaban a quiéndetener.Alperseguidooa losperseguidores.Perono lesdábamos tiempoparaelegir,tanrápidocorríamos.

Meardíalagarganta,losmuslosempezabanadolerme,yyamefallabanlasfuerzas.Noibaapodercontinuarasímuchotiempomás.Decidícruzardenuevo,recordandoquealoscachasnolesgustabanadaaqueljueguecito.Peroallíhabíamuchomenostráfico,ynotuvieronproblemasparaseguirme.

Yo sentíaqueperdíavelocidadamedidaque subíapor el bulevar, ymisperseguidoresmanteníanladistancia.Loscancerberosquizáseanunpocolentos,perotambiénsonagresivosypersistentes.

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Lleguéprontoalavistadeunabocademetro.Sinreflexionarbajéatodaprisaporlosescalones,metiéndomeenelpasajesubterráneo.Enlapartebajadelaescaleraperdíelequilibrioycaídecabezaenelpasillodelmetro,arrastrandoa un joven enmi caída. Los dos vigilantes llegaban a lo alto de las escalerasgritando:

—¡Apártese!

Yoestabaparalizadoporelmiedo.Me ibanacoger.Ya losveíaecharseencimademí,conlospuñoscerrados.Meibanadarunapalizaenmediodelamultitudindiferente.

Elsilbatodel trenmesacódemiestupor.Eramiúltimaoportunidad.Melevantédegolpe,apoyándomeenelpechodelpobretíoalquehabíatirado.Corríhacia los torniquetes, salté por encima y bajé a saltos las escaleras quedescendíanhastaelandén.

El silbato del tren se detuvo. Las puertas iban a cerrarse.Yo bajaba losescalonesdecuatroencuatro.Oíelchasquidodelaspuertascorrederas.Elruidometálicode losbatientesquesecierran.Salté losúltimosescalonesycaíenelandén. Un paso más. Por poco, deslicé el pie en la abertura. Luego metí lasmanos.Contodasmisfuerzasseparélaspuertasyporfinconseguícolarmeenelinterior. Los dos batientes chasquearon violentamente detrás demí y el tren sepusoenmarcha.

Losdosmatonesllegaronalmomentoalandén.

—¡Mierda!—gritóelprimero.

Peroelsegundonoteníaintenciónalgunadeabandonar.Seechóacorreralladodelvagónytiródelaempuñaduratambién.Lapuertaestababloqueada,peroel maldito pesaba al menos ciento treinta kilos y era puro músculo. Los dosbatientesempezabanaalejarseelunodelotro.

Sindudar,lediunaviolentapatadaenlosdedos.Oísugritodedoloryelhombresacólamanoprecipitadamente.Laspuertassevolvieronacerraryeltrencontinuósucamino,distanciándosedemiperseguidor,sinalientoyconlamanoensangrentada.

Llegué a nuestro hotel al final del día, después de varias vueltascomplicadasenautobúsymetro,queriendodaresquinazodefinitivamenteamis

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perseguidores. Pero aquel día había acabado por volverme completamenteparanoico. Me sobresaltaba cada vez que veía pasar a un hombre vestido denegro, o cuando una berlina se detenía en un semáforo, o cuando alguien memirabadesoslayo...

Yohabíasufridoalgunaspsicosisenmivida,ylasdrogasmehabíanjugadoentiemposmásdeunamalapasadaenesesentido,peronuncahabíasentidounatensión psicológica semejante. Varias veces tuve que detenerme para intentarrecuperar el contacto con la realidad. Para pasar mi razón por la criba, einterrogarme con la mayor objetividad posible. Habían pasado tantas cosasextrañasentanpocosdíasqueacabépordudardemipropioentendimiento.¿Mehabríatendidounatrampamipadre?¿Nosperseguiríanverdaderamenteaquelloshombres? ¿No sufriríamos Sophie y yo un delirio común, una paranoia decomplot,ellaimpulsadaporlainvestigacióndelaexclusiva,yyoturbadoporlamuertedemipadre?

La angustia seguía invadiéndome.Miles de voces me gritaban que dieramarcha atrás.Que lo dejase todo. Tenía la sensación de hacer algomal.Y sinembargo,teníanecesidaddesaber.Lacuriosidad,sinduda,meayudabaaluchar.

Llamandoalapuertadenuestrahabitación,comprendíqueSophietodavíaestabasumergidaensutraducción,yaquelecostóveniraabrirme.

Cuando lecontémiaventura, ellaencendióuncigarrilloy, apoyadaen laventana,dijolentamente:

—Bueno,ahoraestamossegurosdequeActaFideiestámetidaenesto.Ysiverdaderamenteestánmetidos,esquetodoestoesmuygrave.

EstabaclaroquesetratabadelaúltimapruebaquenecesitabaSophieparapersuadirsedequenoalucinábamos.Elhumodesucigarrilloformabaunacortinadesvaídaantesurostro,yyonollegabaadistinguirsisusojosestabanllenosdeangustiaodeexcitación.Peroellasehallabayasilenciosaeinmóvil.

Contemplé el escritorio de nuestra habitación de hotel. Las notas de mipadre estaban esparcidas en torno al manuscrito de Durero, y Sophie habíallenadovariaspáginasdeunalibretagrande.

Avancéhaciaelminibarqueseencontrabadebajodeltelevisorymeservíunwhiskysolo.

—Necesito mucho una copa. ¿Quieres tomar algo? —pregunté,volviéndomehacialaperiodista.

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Ellaindicóconlacabezaqueno.Mesentéanteelescritorio,suspirando,yechéunvistazoasusnotas.

—Veoqueyahasavanzadomucho...

Ellatardóenresponderme,comosiprimerotuviesenecesidaddeasimilarlasnoticiasdelfrente.

—Sí.Heavanzadobastante.Y... francamente,meda lasensacióndeestarsoñando.Mepreguntoenquélíonoshemosmetido,Damien.Estoesunahistoriadelocos,desdeluego.

—¡Cuéntame!—lepedí.

Ellaapagósucigarrilloenelcenicerodelamesillayvinoasentarseamilado,enelbrazodemisillón.Yobebíunpocodewhiskyyellasepusoahablar.

—Sólo tengo el principio. Pero no está mal para empezar. A partir delmanuscritodeDurero,hepodidodescubrirmáscosasdelapiedradeIorden.Ylasnotasdetupadremehaniluminadomucho.Bueno,esunpococomplicado.

—Teescucho...

—En primer lugar, lo más importante (y esto sobre todo lo explican lasnotas de tu padre) es darse cuenta de que no existe ni un solo documentocontemporáneodeJesúsquemencionesuexistencia.

—¿Yquéquieredecireso?

—NohayhuellasdeJesúsenlosescritoshistóricosdesuscontemporáneos.Yexceptuando losEvangelios, lamenciónmásantigua,de lamanodePlinioeljoven,datade112,osea,unosochentaañosdespuésdelamuertedeCristo.

Dejódehablaryechóunaojeadaasusnotas.Teníaunaformadecolocarsebienlaspatillasdelasgafasalhablarqueledabaelaspectodeunaestudiantedehistoria,orgullosadesusinvestigaciones.

—Enelaño125—prosiguió—,MinucioFudanohabladeélenun relatosobre el emperadorAdriano. Pero Flavio Josefo, uno de los historiadoresmásfiables de la época, no menciona ni siquiera a los primeros cristianos. Enresumen: aparte de los escritos históricos de Plinio el Joven, los únicosdocumentosquetenemossobreJesúsylosprincipiosdelcristianismosontextosreligiosos, en primer lugar losEvangelios, que fueron escritos de todosmodosentrecincuentayochentaañosdespuésde lamuertedeCristo,yacontinuaciónlosHechosdelosApóstolesylasepístolasdesanPablo,tambiénposteriores.En

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suma,nadacontemporáneo.

—¿Adóndequieresiraparar?

—Espera... El último punto importante, en los escritos de tu padre,conciernealahistoriadelNuevoTestamento.Unahistoriatumultuosa,hechadetraducciones a veces irreflexivas, de copias edulcoradas, incluso de recortesbrutalesdurantelosprimerossiglos,cuandoeltextonoconveníaalosasuntosdelaIglesia.ElNuevoTestamentonoseestabilizóhastaalcabodevariossiglos.Esmuchotiempo...

No diré que no. Los Evangelios, en su origen, fueron escritos o biendirectamente por sus autores, o bien por escribas, en hojas de papiro que acontinuación fueron enrolladas o unidas en forma de códices. No conocemosninguno de esos originales, ni uno solo. Hoy en día sólo poseemos algunosfragmentosdecopiasquedatandelsigloII,ylaúnicacopiacompletadelNuevoTestamento que tenemos data del año 340. Además, está toda en griego.Ciertamente,era la lenguamásusadapara laescrituradesde laépocadeJesús,perounapartedelosoriginalesdebíadeestarescritaenarameo.Comoresultado,hoy en día, cuando comparamos las distintas copias de la época, observamos,fíjate bien, más de doscientas cincuentamil variantes. Los descubrimientos deQumrán permitieron constatar que nuestra versión del Antiguo Testamento eramuchomásfielaltextooriginal(sinembargo,muchomásantiguo)queelNuevoTestamento.

—¿EstásapuntodedecirmequeelNuevoTestamentonoesfiable?

—En todo caso, no se puede decir con rotundidad cuál es su grado defidelidadconrelaciónalostextosoriginales.Peroesonoestodo.Estátambiénloque reconoce la Iglesia y lo que no reconoce. El Evangelio de santo Tomás,encontradoenNagHammadi,ylosmanuscritosdelmarMuertonosonmásquedosejemplosdetodoslostextosquemolestanalaIglesia.

—¿Porquélesmolesta?

—Ah,porlosdetalles,amenudo.¿Jesúsestabacasado?¿Teníahermanos?Cuestiones estúpidas quemolestanmucho a la Iglesia y ponen nerviosos a lostragonesdeloscuras.

Pero hay otros temas mucho más interesantes. Por ejemplo, cuando seestudia el inicio del cristianismo, se constata que la secta judía a la que losprimeroscristianossehallabanmáscercanoseraladelosesenios.

—¿LosautoresdelosmanuscritosdelmarMuerto?

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—Entreotros.EnlosHechosdelosApóstoles,laimagenqueLucasdadelos primeros cristianos está extrañamente cercana a la que dará Filón de losesenios.EnsucelebracióndePentecostés,porejemplo.LaCenamisma,unodelossímbolosmásprofundosdelcristianismo,eslareproducciónexactadeunritoesenio,con laplegariade labendicióndelpany laextensiónde lasmanos.Elconcepto de comunidad de bienes también lo compartían los esenios y losprimeroscristianos.Bernabé,porejemplo,vendesustierrasyentregaeldineroalosapóstoles.Muyinstruidos,loseseniosteníanfuertescreenciasescatológicas.Existen, pues, muchas posibilidades de que la mayor parte de ellos seconvirtieranalcristianismo.Sinembargo,delastresgrandessectasjudías,ladelosesenioseslaúnicaquenosemencionajamásenelNuevoTestamento.Sinlosmanuscritos delmarMuerto, que la Iglesia e Israel intentaronmantener ocultosdurantemásdecincuentaaños,nosabríamosgrancosasobreellos. Inquietante,¿verdad?

—Sí. Nunca he entendido mucho por qué se ha tardado tanto tiempo enpublicarlosmanuscritosdelmarMuerto...

—Pedro,SantiagoyJuantienenenelEvangeliounlugardeprimerrango.Doceapóstoles,deloscualestresestánenprimerafila.Ahorabien,imaginaque,tradicionalmente, el consejo de la comunidad esenia comprendiese, como porcasualidad,docemiembros,deloscualestreserangrandessacerdotes.

—Cadavezmásinquietante,enefecto...¿LaIglesiaintentó,pues,ocultarelorigeneseniodelacristiandad?

—Esuna cuestiónquemerece serplanteada.Otro ejemplo interesante: laimportancia de Santiago, no el apóstol, sino el «hermano del Señor». Según tupadre, su papel es mal entendido en la Biblia, sin duda porque pertenecía alpartido enemigo del de Lucas y Pablo. En el Evangelio deTomás, Santiago elJusto es aquel hacia el cual los apóstoles deben ir después de la ascensión.Clemente,enlasHipotiposis,lomencionaconJuanyPedrodiciendoquerecibióla gnosis de Cristo resucitado. Y ahí es donde la cosa se pone interesante, yvolvemosalmanuscritodeDurero...¿Sabesquésignificalapalabra«evangelio»?

—No,tengoqueadmitirlo.

—Viene del griego euagelion,y significa «buena nueva». ¿Y cuál puedeser,segúntú,esabuenanueva?

—Nosé.¿QueJesúsharesucitado?

—¡No,hombre!LaBuenaNuevaeslaenseñanzadeCristo.Elproblemaes

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queJesúsnocesaderepetirqueélvieneaaportarlaBuenaNueva,perojamásladaclaramente.Mediantepequeñosapuntes,transmiteunmensajedepaz,deamor,ciertamente,peronoeslaBuenaNuevaqueélanuncia.Escomosifaltasealgunacosa...

—¡Bueno, tampoco hay que exagerar! El mensaje de Cristo es bienconocido,ylomenosquesepuededeciresquehatenidoéxito...

—¡Peronoporserconocidoescompleto!LagranfuerzadeJesúsesquesedirigealpueblojudíoconsencillez,mientrasqueelTalmudesmuchomáselitistayestácompletamentedesfasadoconlavidacotidianadeloscontemporáneosdeJesús.Si reflexionamosbien, esunpoco loquepasómil añosdespués con loscátarosenel surdeFrancia.Enelmomentoenqueeldiscursode la Iglesiasevolvió demasiado elitista, demasiado alejado del mensaje claro y simple deJesús,cuandolamisasedecíaenlatín, losúnicossacerdotesquesepusieronahablar sencillamente al pueblo en una lengua que comprendía tuvieron un éxitofenomenal. Un éxito tan grande que el Papa tuvo miedo de la competencia yordenóqueseloscargaranatodos,sinexcepción...

—«Matadlosatodos»...

—Sí.ElcasoesquetúdicesqueseconocenbienlasenseñanzasdeCristo,pero aun así, siguehabiendodos elementos singulares.Enprimer lugar, está laescenacompletamentesobrenaturaldelatransfiguración.

—Refréscamelamemoria...

—En resumen, Jesús lleva a Pedro, Santiago y Juan a una montaña, noestamos seguros de quémonte se trata, quizá elTabor, quizá elHermón, y allítomafiguradivina.

—¿Esdecirque...?

—Ésaeslacuestión...RecuerdaqueantestecontabaqueClemente,enlasHipotiposis, menciona otra escena durante la cual Santiago, Pedro y JuanrecibieronlagnosisdeCristoresucitado.

—¿Ybien?

—SegúneltextodeDurero,ylasinvestigacionesdetupadre,ahíesdondese encuentra la clave de los evangelios. Jesús habría entregado unmensaje, uneuagelion,peroquenosereveladirectamenteenlaBiblia.

—Sediríaqueesunanálisisdelacábala...

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—Sí,odelahermenéutica.ParaDurero,elmensajerealdeJesúsnoeseldelaBiblia,quenosería,segúntupadre,másqueunacronologíatruncadadelaprédica de Jesús. O sea, que su verdadero mensaje estaría en otro lugar. Sidebemos creer esos manuscritos, Cristo sería un iluminado, en el sentido másnoble del término, el poseedor de un secreto o de un saber absoluto, y suenseñanzanotendríaotrosentidoqueentregaresesaber.

—¿Unsaberabsoluto?

—Nosé...Unarevelación,unaverdad.Eleuagelion.

—¿Algocomo:«Diosexiste»?

—No.En aquella época, nadie lodudaba.Lanovedadhabría sidoquizá:«Diosnoexiste».Perono,creoquesetratadeotracosa...

—Pero¿elqué?

—Silosupiera,noestaríamosaquí...Creoqueesjustamenteeseeuagelionelobjetodelas investigacionesdetupadre,yhoyendíadelacodiciadeActaFidei,delBilderbergyprobablementedeunmontóndecuriososmás.

—¡Peroesoesunalocura!

—Notanto,sireflexionamosbien.Peroespera,estovamáslejosaún.EstoesloquetupadreconcluyósobreelmanuscritodeDureroque,telorecuerdo,lefueinspiradoaésteporLeonardodaVinci:Jesúsrecibióunsaber,unsecreto,nose sabe bien ni cuándo ni cómo, quizá de Juan elBautista, quizá directamente,comoprescienciaoinstinto...

—ComoEinstein,quesedespertógritando«E=mc2»...

—Quiénsabe.Entodocaso,empiezaadecirquetieneunconocimiento,unabuenanuevaquequerríaanunciara losnombres.Peropocoapocodescubre laauténtica naturaleza de sus contemporáneos y comprende que no puede darlesdirectamentesumensaje.Noestánpreparados.Nolocomprenderían.¿Nodijoélmismoacaso:«Nodeisalosperroslascosassagradas,noarrojéislasperlasaloscerdos»?oesmuytiernoquedigamos...

—No. Jesús no siempre es tierno. Entonces intenta hacer progresar a loshombres, para que estén dispuestos a recibir sumensaje. Les abre el espíritu.Segúntupadre,unadelasprincipalesenseñanzasdeCristo:«Amaoslosunosalosotros»,noseríamásqueunmediodeprepararaloshombrespararecibiresesaber.Dehecho, todosuministerio iríaenesesentido.Después,viendoque lohantraicionado,viendoquevaamorir,yconstatandoqueloshombressiguensin

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estar preparados para recibir sus enseñanzas, decide confiar su secreto a lasgeneracionesfuturasyloesconde.

—¿Cómo?

—Codificándolo.

—¿Estásdebroma?

—Enabsoluto.LaimagensegúnlacualJesúslegasugnosisaJuan,PedroySantiago,durantelatransfiguraciónodespuésdelaresurrección,vienedeahí.Yahí es donde entra en juego la piedra de Iorden.Varios textos apócrifos hacenreferenciaaella.Jesúsofreciósuúnicajoya,suúnicaposesión,asuamigomásfiel.Aeserespectolasversionesdifieren.AvecesesPedro,avecesSantiago,avecesJuan,yaveces los tres.Unode los textosdeNagHammadidice inclusoqueMaríarecibiólajoyadeCristo.

—¿YlapiedradeIordencontendríaelmensajesecretodeJesús?

Ellaseencogiódehombrosymesonrió.

—¿Ydicesquesólohastraducidoelprincipio?—exclamé,consternado—.¿Yquésecuentaenelrestodeltexto?

—¡Ah, eso! Me pides demasiado... El resto del texto parece contar lahistoria de la piedra de Iorden a través de las épocas. Durero, como nuestrosdiversosamigos,seguramentelabuscótambién,yalparecerhizoinvestigacionessobre el paradero de esa misteriosa reliquia. Pero ya no sé más. Seguirétraduciendomañana.Sinceramente,nopuedomás.

—¿YquérelacióntienetodoestoconMelencolia,elgrabado?

—No lo sé.Quizá sirvió de pretexto aDurero.Hay numerosos símbolosquehacenpensarentodaestahistoria,peroesdemasiadoprontoaúnparaqueyocomprendaloquesea.Hayuncuadromágico,unasherramientas,algunasdelascualeshacenpensarenlasimbologíamasónica,unangelote,unapiedratallada...Yoquésé.Tendréqueexaminarlotodoconmásdetenimiento.

Despuéscalló.Parecíaagotada.Peroseadivinabaunasonrisaensurostro.

Bebíuntragomásdewhisky.

—¿Quéhacemos?—pregunté, dejando el vaso vacío en el escritorio queteníadelante.

—¿Quéquieresdecir?

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—Nosé...Todoestotieneunairemuyestrafalario.¿Quierescontinuar?

—¿Estásdebroma?—seofuscóella—.Enelpeordeloscasos,todaestahistoria puede ser falsa. Pero, ¿qué podemos perder? Una historia falsa queinteresó a Da Vinci, Durero y que interesa hoy en día al Bilderberg y a unaorganizacióndeintegristascristianosessiempreunahistoriaquemerecelapenaconocer y revelar, ¿no? Y además, siempre existe la posibilidad de que estahistoriaseacierta...

—¡Eso es lo que más me preocupa! Un mensaje secreto de Jesús...Encriptado... Escondido durante dos mil años... ¿Crees realmente que somosnosotrosquienesdebemosbuscarlo?

—¿Preferiríasquefuesenlostiposquetehandadounapaliza?

Eradifícilresponderaeso,evidentemente.Detodosmodos,yosabíaquenopodríaconvencerlanuncadeabandonar.Aquellocasimeibabien,porquemedabaunaexcusa,afaltadevalor...yaque,despuésdetodo,deboconfesarqueyotambiénteníaganasdesabercosas.

—¿Entoncescontinuamos?

—¡Desde luego!Necesitounabuenanochede sueñoymañana continuaréconmisinvestigaciones.

—¿Yyo?

—TúirásalaBibliotecaNacionalabuscarelmicrofilmecuyareferenciaanotótupadrealdorsodeLaGioconda.

—Ah.Yaveoquelotienestodoprevisto...

Ellasonrió.

—Sí.

En aquel momento su ordenador emitió un leve pitido. Ella se sentó denuevoyyomiréporencimadesuhombro.

«¿Haigormeyer?»

Era nuestro amigo el pirata. No habíamos tenido noticias suyas desdeGordes.Habíasidohacíadosdías,peroparecíaunaeternidad.

«Sí.»

«Reconozcotuseudónimo,peronotuordenador.»

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—¿Reconocenuestroordenador?—measombréyo.

—Sí—respondióSophie—.Noesdemasiadodifícil.

«Es normal. He cambiado de ordenador... He tenido que reinstalar losprogramas,perosigosiendoyo.Hetenidoalgunosproblemas.Nadagrave.»

«Precisamente. Iba a prevenirte de que a mí también se me estabanponiendolascosasfeas.»

Sophiefrunciólascejasymelanzóunamiradainquieta.

«¿Quéquieresdecir?»

«DesdequeconectamosenelICQ,miordenadorpareceinteresaramuchagente.Felizmente,miPCestáblindado,perolosataquesnocesan.»

«¿Alguienintentapiratearte?»

«Sí.»

«Elcazadorcazado...»

«Sí,peroyonoarriesgonada.Tú,porelcontrario...»

«¿Creesquemevanaintentarpiratear?»

«¿Noteparece?»

«Sí,enefecto,pareceprobable.¿Quépodemoshacer?»

«Comonoconocesgrancosa,podríasempezarporinstalarteunlogger.»

«¿Qué?»

«Unpequeñoprogramaqueyohecreadoyquepermiteconservarunahuellade todas las transacciones IP en tumáquina. No te protege, pero sí te permiteverlotodo.»

«¿Noirásaenviarmeunvirus?»

«¡Brrrr!»

«¿Eso querrá decir que vas a tener acceso amis ficheros?» «Si estás deacuerdo.Terecuerdoqueelarchivomásinteresantequetienestelomandéyo...»

Sophievolviólacabezahaciamí.

—¿Quéhacemos?¿Confiamosenél?

—Sinceramente, si hubiese querido piratearnos, estoy seguro de que lo

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habríahechohacemuchotiempo...Porotraparte,iguallohahechoya.

—Entonces,¿Tedejamosinstalarsuprogramaenmiordenador?

—Siesopuedeprotegernosunpoco...

«Estábien.Envíalo.»

«Perfecto.Instalaelprogramayanteshazteunacopiadetodoslosarchivosrealmenteimportantesdetuordenador,endisqueteoenCD-Rom.»

«Deacuerdo.Vamosahacerlo.TufotosaldráenelLibédemañana.»

«¿Deverdad?¡Quéfuerte!»

«Yanospondremosencontactocuandohayanovedades.»

«Muybien.»

Nohabíarestauranteenelhotelydecidimossaliracenarfuera.Parísenelmesdemayosiempretienealgoespecial,ynodesde1968oAznavour.Eselfinaldelaprimavera,lallegadaperezosadeunveranoquesabehacerseesperar,lashojasquesalen,laslilasqueasomanlanariz.EntrelatorreEiffelylacúpuladelosInválidos,alolargodelaEscuelamilitar,caminamosuntiempoalamparodelaorillaizquierda,conunasonrisaprovocadaporelairefrescodelanoche.

Después de un pequeño rodeo hacia el Sena, finalmente recalamos en uncafégranderojoynegrojuntoalaEscuelamilitar,adospasosdelTourville.Yohabía comido allí varias veces en mi adolescencia, y por tanto garantizaba lafrescuradesumarisco.Elsitionohabíacambiadonada.Losmismoscueros,losmismoscobres,lamismaagitación,elecodeloscubiertosyvocesmezcladas,uncafé-restaurante francés en todo su esplendor. Y el camarero, desde luego, unpingüinodopadoconanfetaminasquenotemirajamásalosojos,conelpulgarmetidoenelabridorquellevaenelbolsillodelachaqueta,quenoolvidajamáselvino,quesepaga,perosíamenudoelaguaoelpan,quehayquepedirvariasveces.ParíssiempreseráParís.CenamosbienydespuésvolvimosalTourvilleyaentradalanoche.

Apenasllegóalahabitación,Sophiesequitóloszapatos,losarrojóenunasilla y fue a acostarse.Yo la vi echarse en la camaydespuésme instalé en elescritorio y apoyé la cabeza en las manos. El ordenador portátil de Sophie,colocadoantemí,mehizopensarenmitrabajo.Misguiones.TodohabíaquedadoenGordes.No tenía ningúnmediodehacer nada.Y, en ciertomodo,me sentíaaliviado.SexBotyanomemotivaba.NitampocoechabatantodemenosNuevaYork.

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CuandovolvílosojoshacialacamadeSophie,viqueyasehabíadormido.La luz leve de la lámpara del escritorio arrojaba sobre su cuerpo tendido unasuave luz velada y amarilla, y su sueño estaba lleno de gracia. Su rostro,congeladoenunasonrisapacífica,nomehabíaparecidonuncamástierno.EstabamuchomásbellaaúnenlosbrazosdeMorfeo.

Tenía que confesármelo. Estaba enamorado de aquellamujer. Enamoradodeunamujera laque legustaban también loschicos.Adecirverdad,nohabíaexperimentadonadaparecidoporningunamujer.Ciertamente,noporMaureen,nisiquieraenlosprimerostiempos.Sophieeradistinta.Independiente.Bellaensusoledad.Entera.¿PorquénaricesibaavolveryoaNuevaYork?

Abríelprogramadecorreoelectrónicoenelordenadordelaperiodistayempecéaredactarunmensajeparamiagente.

QueridoDave:

Sientomuchísimonohaberpodidodartenoticiasantes.Teníaalgunascosasqueresolver,ylaverdadesquenohetenidotiempodeocuparmedeti,nisiquiera,teloconfieso,delosguiones.

Perosindudaesmejorasí.Porquelaverdadesquetodoesoyanomeimporta.SexBotnome interesaya.Nodudodeque seráuna terriblenoticiaparavosotrosenlaagencia,perolaverdadesquenotengoganasdeseguirconestahistoria.Lacalidaddelaserieseresentiría.Pideaunodevuestros script doctors que haga la versión final de los cinco últimosguiones.Tedoymiconsentimiento.Mejoraún:tengolaintencióndecederíntegramente los derechos de la serie aHBO.Y querría que vosotros osencargaseisdelatransacción.SexBotestáahoraenlacumbredesugloria.Tendríais que poder sacar una bonita suma. Envíame un contrato y oscederéel15%deloquemepropongalaHBO.BuscaoslavidaparaquelaHBOconservealosmismosguionistas,porquesonpupilosvuestros,yasíconservaréisSexBotenvuestrocatálogo.Peroyoyaheterminado.

Sientomuchísimo fallarte de estamanera, pero esto es irrevocable,asíque,porfavor,teruegoquenointentesdisuadirme.

Tenme al corriente. Me quedo en Francia, seguramente por muchotiempo.Puedesponerteencontactoconmigoa travésdeestadireccióndecorreo.Noseladesanadiemás.Graciasportodo.

Conafecto,

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DAMIEN

Dudéuninstanteantesdemarcareliconode«enviar»,peroalfinlopulsé,suspirando.Elcorreoquedóenviadoenunsegundo.Unsegundoparacambiardevida.

Apaguéelordenadory locerré.MisojoscayeronentoncesenelgrabadodeDurero.Todavíanomehabíatomadoeltiemposuficienteparaexaminarlodeverdad.

Laescenadelgrabadosesituabaenunlugarelevado,ofreciendounavistadelmar a un lado.En el centro, un personaje alado, quizá unamujer, quizá unángel.Elrostroylaropahacíanpensarmásbienenunamujer,perolosmiembrosy laenvergadura lahacíanextrañamentemasculina.Sentadaanteunedificio sinventanas, teníaelcodo izquierdoapoyadoen la rodilla,ysesujetaba lacabezaconunaposturatristeygraciosaalavez.Enlamanoderechallevabauncompás,perosuespírituparecíaausente,conlamiradaperdidaalolejos.Enlacintura,colgando de una cinta, llevaba un manojo de llaves. A sus pies, un perroadormilado.Asuladoseveíaunángel,conunasalasridículamentepequeñasylos cabellos rizados. Con la mirada muy seria, escribía alguna cosa en unatablilla. Al lado del ángel, atravesando el grabado en diagonal, como parasepararelprimerplanodelsegundo,unaescalareposabaapoyadaenelmurodeledificio.Peroloquenopodíaevitarobservareralacantidadincreíbledeobjetosquehabíadesperdigadosporel suelooapoyadoseneledificio.A lospiesdelpersonajealado,unfuelle,clavos,unasierra,uncepillodecarpintero,unaregla,unaesfera,ydetrás,unaespeciedepiedraenormetalladaconmúltiplesfacetas,yenelmurodeledificiounabalanza,unrelojdearena,unacampana,unrelojdesolyunmisteriosocuadromágico...

Unbosquede símbolos,podríamosdecir.Difícil imaginarquesepudieraencontraralgunainterpretaciónaaqueldesorden,muyelegante,sinembargo.Sedesprendía de aquel grabado una impresión extraordinaria. Ilustrandoperfectamentesutítulo,Melencolia,evocabalatristeza,lasoledad,lanostalgia.Unaespeciededolordulce.

Apaguélalamparitadelescritorio.MelevantéymeacerquealacamadeSophie. Me incliné lentamente hacia ella y deposité un beso silencioso en sufrente, antes de irme a dormir. Cuando estuve instalado dentro de la cama, oídetrásdemíelsonidodesuvoz.

—Buenasnoches.

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Siete

Alamañanasiguientemedespertarontresgolpesquesonaronennuestrapuerta.Sophieyaestabavestida.Ellasedirigióhacia laentradayabrió lapuertaparadejar pasar al pequeño carrito que traía un empleado del hotel. La periodistahabíahechoquenostrajeraneldesayuno.

Diounapropinaalchicoyempujóelcarritoentrenuestrasdoscamas.

—¡Buenos días, motero!—dijo, abriendo las cortinas—. ¡Mira qué sol!¿Nohaceundíaidealparair...alaBibliotecaNacional?

Yomeincorporéymedesperecé.

—¿Eh,cómo?—balbucí.

Sophievinohacialamesita,cogióuncruasánylomordió,mirándomeconaireburlón.

—¿Hasdormidobien?

—Sí.

—Mejor.Nosesperaundíaintenso.

Fue a sentarse a su cama, se sirvió una taza de café y, apoyándose en lapared,empezóaleerunejemplardeLeMonde.

Nopodíacreerqueapesardetodosnuestrosproblemas,ellapudieseestarde un humor tan bueno. A mí me estaba costando mucho reponerme de misemocionesdelavíspera.Unavezmás,Sophiemeimpresionaba.

Meservíuncafétambiénycogíuncruasán,suspirando.

Estabarendido.Lalargapersecucióndeldíaanteriormehabíadejadoconagujetas.Probablementenohabíacorridoasídesdeelinstituto,yeraunodelos

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rarosneoyorquinosquenofrecuentabannuncalasaladelgimnasio.

De repente Sophie se incorporó con los ojos como platos. —¡Hay unartículosobrenosotrosenelperiódico!—exclamó.

Yocasimeatragantoconunsorbodecafé.

—¿Sobrenosotros?

—Bueno,sí,nodirectamente,perohabladelaccidentedeGordes.En lossucesos.Elperiodistamencionalamuertedetupadre,elincendiodesucasa,yelcoche que explotó anteayer...Al parecer, no se sabe gran cosa. «La policía seniegaahacercualquiercomentarioporelmomento.»

—¡Mierda! ¿Yquéhacemos ahora?Nopodemos seguir así... ¡Tendremosqueiradarunaexplicación!

—Sí,laverdadesqueeltiempoapremia—accedióSophie.

—Nopodemosirmásrápido...

—No,perotampocopodemosquedarnoseternamenteenestehotel.

—¿Yadóndequieresquevayamos?¿QuieresvolveraGordes?

—Claroqueno.Tenemosqueseguirescondidos,peroyonecesitoalgunascosas.Tengoqueiramicasa...

—Noesprudente.

—Noestoyobligadaaquedarme.Sóloquierorecogeralgunascosasyunosexpedientes.Tambiéntendréquedarseñalesdevidaconlagentede90minutos.SabenqueyoestabaenGordes.Sileenesteartículo,seinquietarán,seguro.

—Yo creía que teníamos que mantener un cierto anonimato mientras seresolvíatodoesto...

—Sí,esverdad—reconocióella—.Tenemosqueencontrarunasolución.Entodocaso,nohaytiempoqueperder.

Voyaintentarbajarunpocolapresióndelapolicía.Conunpocodesuerte,micontactoenelServicioSecretopodrátranquilizarlos.Peronoestoyseguradeque pueda hacerlo. Tú puedes ir a la biblioteca a buscar el microfilme quemencionabatupadre.

—¿Ydespués?

—¿Después? Pues no sé. Ya veremos lo que hacemos. Nos quedaremos

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escondidosmientrasyoacabolatraduccióndelmanuscritodeDurero.

Suspiré.

—¡Ahora no podemos dar marcha atrás!—exclamó Sophie, cogiéndomeunamanoentrelassuyas.

—No,claroqueno.

Apuréaquelmomentoespecial.Susmanosenlamía.Susonrisa,sencilla.Después,ellavolvióaleerelperiódico.

—Voyavestirme.

Me levanté y fui al cuarto de baño. No sobraba el tiempo, pero yonecesitabaunbuenbaño,relajarmeunpoco,porquenotabaqueelfuturocercanonosibaadejarpocorespiro.

Sumergidoentrelaespumablanca,oíalotroladodelapuertaaSophiequeexplicabalasituaciónasucontactoenelServicioSecreto.Sindecirdemasiado,le hizo comprender que necesitábamos un poco de tranquilidad. Un poco deanonimato.Peroporelsonidodesuvozantesdequecolgase,comprendíquesuinterlocutor no se había mostrado demasiado tranquilizador. Después de todo,impediralapolicíaqueinvestigasenoeracompetenciasuya...

Despuésdesecarmemevestíconlamismaropadeldíaanterioryvolvíalahabitación.

—Sophie, tienes razón, ¡yo también necesito algunas cosas! Necesitourgentementealgode ropa.Todo lo tengoenGordes.Hace tresdíasquenomecambio...

Laperiodistasevolvióhaciamíconlasonrisaenloslabios.

—Ah—dijo,constatandoquellevabalamismacamisaqueeldíaanterior—. Es verdad. Puedes ir a la tienda de ropa que hay justo debajo. Te puedenvestirdepiesacabeza,yconvariasmudas.Teirábien.

—¿Ah,sí?—measombréyo—.¿Túcrees?

Ella asintió con la cabeza y volvió al trabajo. Yo no sabía si se estababurlandodemíosihablabaenserio.Peronoimportabamucho:necesitabaropa,fueselaquefuese.

Una hora más tarde, en efecto, había conseguido un guardarropa nuevo.Debí de pasar por un excéntrico cuando pedí a los vendedores cambiarme deltodo en su probador, ropa interior incluida, yme costó un poco que aceptasen

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entregar el resto de las ropas que compré al hotel... Pero en Francia, como entodaspartes,eldineroacabaporarreglarlotodo.

Salíabuscaruntaxicomounjovenyuppie.

El taxista me habló todo el trayecto de la dura vida de los taxistasparisinos,deloshorariosimposibles,delosembotellamientos,delasagresionesydeesoscabronesdeamericanosquenoquierenpagarmásquecontarjeta.Paraevitarunincidentediplomático,lepedíquesedetuvieraanteunbancoparairabuscarefectivo,ydespuésdecidíacabareltrayectoapie.

FuibordeandoelSenahastaelmuelledeFrançoisMauriac,reconociendoapenastodaaquellapartedelaorillaizquierdaquehabíacambiadotantodesdemipartida.Nuevohorizonte,nuevopuente,nuevasexplanadas,nuevospaseantes.Nuevosnombresdelascalles también.Aquellascuatrotorresalzadasenmediode una llanura de piedras grises tenían algo que seducía, pero no pude evitarpensarenelencantodelantiguomuelledelaestación,dondehabíapasadotantotiempoenmiadolescencia.ElencantodelviejoParís,conloquecomportabadesuciedadydesorden,sí,perodevidatambién...

Subí lentamente los escalones grises de la biblioteca,maravillado por lamajestad del lugar y a la vez horrorizado por los grandes paneles de maderaanaranjadaqueaparecíandetrásdeloscristalesdelascuatrotorres.Unarupturatorpe de la armonía azul grisáceo del edificio. Atravesé el atrio gigantesco ydecidí dejarme conquistar por su belleza sencilla. Después de todo, un día, alcabodealgunoscientosdeaños,aquelloseríaelviejoParís...

Llegado al centro de la explanada, descubrí con placer los jardinesbrillantes escondidos en las profundidades de la biblioteca. Allí no todo eracristal u hormigón.Y la alquimia funcionabamuy bien. Recuerdo haber tenidoantes de partir hacia Estados Unidos la misma reacción con la pirámide delLouvre...La idea al principiomehabía parecido ridícula, incluso escandalosa,perounavezenellugar,labellezanaturaldelmonumentomesedujo.Lapirámidedecristalnoteníanadadeescandaloso.Alcontrario,elLouvrejamásmehabíaparecidotanbello.

Impulsado por el viento que se deslizaba a lo largo del atrio de labiblioteca, me dirigí rápidamente hacia la entrada. Después de cumplir lasformalidadesadministrativas,medispuseabuscarmimicrofilme.Nosabíaquéera lo que buscaba. Lo único que tenía era una simple referencia. La idea debuscarunmicrofilmedelquenosabíanadaresultabaemocionante.

Impaciente, tuve que encontrar primero la sala adecuada. La Biblioteca

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Nacionalestádivididaendosniveles,elsuperiordeljardín,deaccesolibre,yelinferiordeljardín,dondeseencuentralasaladeinvestigación,alaquesólosepuede acceder mediante una acreditación. Los dos pisos giran en torno a eseasombroso jardín rectangular. Pegado al cristal, admiré un momento losnumerososárboles,unguiñocómplicealosquehabíanservidoparafabricarlosmilesdelibrosacumuladosenaquellasaltísimastorres.

Sielmicrofilmeseencontrabaabajo,mivisitanohabríaserviciodenadaysería necesario que fuese la propia Sophie quien se desplazase, provista de sucarnédeprensa.Perodespuésdealgunasconsultasenelcatálogointernoalquese accedía desde los ordenadores de la biblioteca, descubrí que elmicrofilmeestabaenelpisodearriba,yportantoamialcance.

Diunas cuantasvueltas antesde encontrarmi caminoen aqueldédalodecristal,yacabéporfinenlasalaJ,metidaenunnivelintermedio,alladodelatorredelasLetras.Eraeldepartamentodefilosofía,dehistoriaydecienciasdelhombre.Sentíalgodealivio:¡noibaaencontrarmeconningúnoscurotratadodematemáticas!

Subílosescalonesydescubrílainmensasaladelectura,silenciosa,altaycalurosa.Medejéacunaruninstanteporlaatmósferaúnicadelasbibliotecas.Lacalmasagradadeunasaladeoración.Lapresenciadiscretaperopalpabledelosdemás lectores. El ruido de las páginas que se vuelven, de los teclados deordenador,algunaspalabrassusurradas.

Lancéunamiradacircularporlasalaysualtillo.Despuésmedirigíhaciaunadocumentalistasentadadetrásdeunaventanillaoval,conlamiradaclavadaenlapantalladesuordenador.Levantólosojoshaciamí.Eraunajovendeunosveinteaños,conelpelocortoymoreno,unasgruesasgafasy tandelgadacomouna modelo inglesa de los años noventa. Con aire un poco aburrido, perosonriente.

—¿Puedoayudarle?—mepreguntóenvozmuybaja.

Ledielnúmerodelmicrofilmeyellafueabuscarenuncajónquehabíaaalgunosmetrosdedistancia.Yoesperabaimpaciente,casiinquieto.¿YsiSophiesehabíaequivocado?¿Ysiaqueldocumentono teníanadaqueverconnuestroasunto?

Lajovenparecíaincapazdeencontrarlo.Congestosseguroshacíadesfilarloscentenaresdefichasbajosusdedos.

Cuandollegóalextremodelcajón,alzólascejasconaireperplejoyvolvió

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aempezardesdeelprincipio.

Yo empezaba a preocuparme de verdad. ¿Los otros habrían sido másrápidosquenosotros?¿Habríanrobadoelmicrofilme?

Ladocumentalistavolvióconunasonrisaestirada.

—Puesnoloencuentro—dijo,convozdepesadumbre.

—¿No?¿Ynolopuedenhaberprestado?—meextrañé.

—No, normalmente los documentos no salen de la biblioteca. Pero quizáalguienloestéconsultandoenestemismomomento.Voyacomprobarlo.

Mequedé inmóvil.Degolpe, la ideadeque algunaotra personapudieseestar en aquella sala de lectura consultando el microfilmeme parecía no sóloposible,sinoterrorífica.UnhombredeActaFideiodelBilderbergestabaquizáaunospocosmetrosdeallí.Quizáinclusomeobservabasinqueyopudieseverle...Intentandonodemostrarmiangustia,echéunamiradaamialrededor.

—Vaya, qué curioso—dijo la documentalista, sin apartar los ojos de lapantalladelordenador.

—¿Sí?—lainterroguéyo.

—Esemicrofilmefuedepositadoenlabibliotecahacecasidiezaños,antesinclusode trasladarnosaquí.Nofueconsultadoniunasolavezdurante los tresúltimosaños(misregistrosnoseremontanmásatrás),ydesdehacedossemanaslohanconsultadocuatroveces...¿Esalgúntemadeactualidad?

—Eeh...sí—balbucíyo—.Másomenos.

—Pero lo curioso es que ahora no lo están consultando. Tendría queencontrarseenelcajón...Espere...

Sepusoateclearensuordenador.

—Sí. Aquí está. Tiene suerte. Existe una copia delmicrofilme bajo otronúmerodereferencia.Espere,voyaversiéseestáenelcajón.

Volvióadesaparecer.

Teníalasensacióndequemeespiaban.Comounpicorenlanuca.Gotasdesudormecaíanporlafrente.Yenlalenguanotabaunsaborqueyaempezabaaconocerbien.Elsaborde laangustia,de laparanoia,quedesdeeldíaanteriorhabíadecididojugarconmisalud.

Lajovenvolvióconlasonrisaenloslabios.Teníaalgoenlamano.

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—Aquí está. Es la copia. Ya investigaré a ver dónde está el original.Esperoquenolohayanrobado...

Metendióelmicrofilme,metidoenunapequeñacajitadecartón.

—Gracias—dije,lanzandounsuspirodealivio.

—¿Sabecómofuncionaesto?—mepreguntó,sentándose.

—No.

—Vayausted a aquella sala—dijo, indicandounapuertaquehabía en elaltillo—, allí tiene retroproyectores. Coloque el microfilme debajo de lalámpara...Sinoseaclara,vengaaverme.

—Muchasgracias—dijeyo,dirigiéndomehaciaelaltillo.

Caminéconpasorápido,lanzandomiradasaderechaeizquierda,vigilandoa losdemásvisitantes,acechandoelmenormovimientosospechoso.Peronadieparecíaprestarmeatención.Laimpresióndeserobservadoempezóaatenuarse.

Después de subir las escaleras, entré en la pequeña sala. Constaté conalivioquenohabíanadieenel interior.Vivariosretroproyectoresalineadosendoslargasmesas,yelegíelmásalejadodelapuerta.

Mecostóunpocoencontrarelinterruptor,despuéspaséelmicrofilmeporlaranura.Unlargotextomanuscritoaparecióenlapantallablanca.Variaspáginassesucedíanunajuntoalaotra,comosifueselaplanchadeunimpresor.Elmenormovimientohacíacorrer la imagena todavelocidad, tangrandeeraelaumento.Habíaquesermuydelicado.Tirélentamentedelmicrofilmehaciaabajoparaleerel principio del texto, en la página que llevaba escrito un uno en númerosromanos.

Entoncesvieltítulodelmicrofilme.Laretiradadelosassayya.Empecéaleereltextoconcuriosidad.Estabaescritoenunestiloseudoperiodísticounpocopreciosista,cosaextraña,puestoquesetratabadeunmanuscrito.Enningunapartesehacíamenciónalautordeltexto,nidelmarcodentrodelcualsehabíaescrito.Pero rápidamenteme sentí cautivadopor su contenido.Después comprendíquetenía relación con nuestra historia, aunque no conseguía captar realmente susentido.

«(...) El desierto de Judea bordea el mar Muerto. El sol hace que laspiedrasardanallídesdelasdiezdelamañana.Adosadoalamontañasehallaunmonasterio escondido que ha sobrevivido desde los primeros siglos a lasagresiones de los hombres y del tiempo. ¿Ningún viajero venido de Europa,

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ningúnnómadasurgidodeldesiertohamancilladoaúnestelugar?Losmonjesqueocupanesaregióndesolada,¿seránacasodescendientesdirectosdelosmiembrosdeuna secta, los assayya,una comunidad religiosamarginal, contemporáneadeJesús?(...)»

Impaciente,mesaltéalgunaslíneasparatenerunaideaglobaldelcontenidodeltextoantesdesumergirmeenélconmásprecisión.Elautorllenabasuhistoriade frasesmisteriosas queme recordaban lo que Sophieme había dicho de laspalabrasdemipadre: «¡Ningúnbeduinohabría intentado romper el arcanoquepresideeldestinodeesosdisidentesespirituales,camufladosenlasgrutas!Losreclusosdeldesierto.

»¡Sí!Durantedosmilaños,losassayyahanpermanecidoenelmismositio.Hanpreservadouncismaquelesmantieneseparadosdelasdemáscorrientesdeljudaísmo,yendoarefugiarseenelsenomásáridodePalestina...elantiguoreinodeJudas,dominiodeloswadis,deloscañones,delascrestasydelosascetas».

«¡Convertíos,porqueelReinodelosCielosestácerca!,proclamóallíJuanelBautista.»

Más adelante aún, elmicrofilme explicaba cómo creían los historiadoresquehabíadesaparecidoaquellacomunidad:

«(...)Sinembargo,enelañosetentadespuésdeCristo,en laépocade ladestruccióndeltemplodeJerusalénytresañosantesdelacaídadeMassada,unamasacrehizodesapareceranuestroseremitasdeesaregióninhóspitaydestruyósuasilo.¡Esoesloquesecreía!».

La historia de su masacre se contaba con todo detalle. Me salté unospárrafosmás.Notabaqueelautorempezabaaabordareltemacentraldesutexto.Suemociónsetransparentabaeneltonodesusfraseseinclusoensuescritura.Elestilodesuprosatraicionabasuvoluntaddeconvencerallectordequeestabaapunto de transmitirle una información de lamáxima importancia.Así, revelabaqueenaquelmonasterioescondidoenlasmontañasdeldesiertodeJudeavivíanaúnlosdescendientesdirectosdeaquellosextrañosassayya.Hoyendía.Casidosmilañosmástarde.Empecéacomprenderelnexoposibleconnuestrahistoria...

En aquel instante la puerta de la sala pequeña se abrió de golpe.Yomesobresaltéyelmicrofilmesaltóde larendijaycayóenlamesademadera.Mevolvíyviaunhombredeunostreintaañosqueentrabaconunmicrofilmeenlamano.NollevabaeltrajenegrodelosamigosdeActaFidei,perosusfaccionesde mafioso sádico no me inspiraban confianza. O quizá era la paranoia, quecontinuabajugándomemalaspasadas.

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—Buenosdías—medijo,intentandoencenderunretro-proyector.

Yo respondí con una sonrisa y recogí el microfilme de la mesa. Iba avolverloaintroducirbajolaluzcuandolavozdelreciénllegadomesobresaltódenuevo.

—Es curioso la de cosas que se pueden encontrar en estos microfilmes,¿eh?—dijo,sinmirarme.

¿Eralamíaunadesconfianzaexageradaoacababadedirigirmeunaalusiónevidente?Yo sabía de lo que eran capaces nuestros perseguidores, y decidí notomarriesgoalguno.

—Sí,esmuycurioso—respondísinconvicción,ymelevanté.

Guardéelmicrofilmeenlacajitaymeprecipitealasalidasinreflexionar.Notuveelvalordevolvermeparaversieldesconocidomeseguía,ymedirigísinvacilarhacialaescalera.Ladocumentalistaseguíadetrásdesuventanilla.Fuihaciaellaconpasorápido.

—¿Haterminadoya?—mepreguntó,levantándoselasgafashacialafrente.

—Ah,sí.

Eché una ojeada hacia el altillo. La puerta de la pequeña sala se habíavuelto a cerrar. Pero el desconocido había tenido tiempo de salir de nuevomientrasyobajabalasescaleras.Quizámeesperaseenelvestíbulo.

—Sólo una pregunta —dije, acercándome a la joven—. ¿Podría usteddecirmequiéndepositóestemicrofilmeenlabiblioteca?

—Desdeluego.

Hizounabúsquedaensuordenador.Yoteníalasmanoshúmedasynotabacomohormigasenlaspiernas.

—UntalChristianBorella.Hacediezaños.

—¿Tienesusdatos?—lepregunté.

—Puesno.Losiento.

—Noimporta.Gracias,adiós.

Mesaludóycontinuóconsuspapeles.Yoinspiréprofundamenteymedirigíhacia la salida con angustia. ¿Iba a tropezar con el desconocido? ¿Tendría quehuirdenuevo?¿Tendríafuerzasparaello?

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Prudentemente,mirandoamialrededor,salídelasaladelectura.Nolovipor ninguna parte. Sonreí ante la idea de que había reaccionado quizá un pocodemasiado rápido, pero aún no estaba tranquilo del todo. Y sobre todo estabafuriosopornohaberpodidoleerelmicrofilmedetalladamente.

Atraveséel largopasillode labibliotecahasta la entrada.Nadieparecióseguirme. Pero seguí sin detenerme. Una vez fuera tomé un taxi y nome sentíaliviadohastaalcabodeunosminutos,cuandoestuvecasitotalmentesegurodequenomehabíanseguido.

Eramediodíacuando lleguéa lacalleparalelaa laavenidadeTourville,ante la fachada blanca del hotel. Pagué el taxi yme precipité hacia el interior,impaciente por contarlemi pequeña aventura a Sophie y descubrir lo que ellahabíatraducido.

Pero,justoalpasarlapuerta,meinterpelólarecepcionista.

—¡Señor!

Mevolví,extrañado.Engeneral,cuandounrecepcionistatellamaesparadarteunmensaje.Peronadieteníaquesaberqueyoestabaallí.ApartedeSophie.YSophieteníaqueestararriba,ennuestrahabitación...

—Señor—insistió la joven,conunasonrisaalgoviolenta—.Sumujersehaidohaceunamediahora,ymehapedidoqueledieraesto.

Cogíelsobrequemetendía.Leílanotaallímismo,impaciente.

«Damien, tenemosquecambiardehotel.Hecogidonuestrascosas,nohepagado.Nos vemos a las 14 horas delante del edificio donde trabaja aquel dequiensonloshombresdemipelículapreferida.»

Leílanotadosveces,paraestarsegurodequenosoñabayporqueelfinaldelafraseteníaunsentidoalgooscuro.Parecíaunacartaanónimadeunaantiguapelículadeespionaje.Peroyosabíaquesindudaaquelloeramuyserio.Noteníanecesidad de pruebas para saber que Sophie y yo estábamos en peligropermanente.Pero,¿dequéedificiomehablaba?

Reflexioné un momento y al fin lo comprendí. «Aquel de quien son loshombres.»AlanJ.Pakula.Loshombresdelpresidente.Erasupelículafavorita.TeníamosunacitaalasdosanteelpalaciodelElíseo.Noeratanoscuro.Peroloquemeextrañabaeraqueellahabíausadounaclaveparadarmeunacita.

¿Significaba eso que nos vigilaban de cerca? Era la hipótesis másverosímil, porque ya Sophie había dicho que debíamos cambiar de hotel.

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Esperabaquenofuesedemasiadotarde...

—¿La habitación está vacía? —pregunté a la recepcionista, cerrando lacartaymetiéndomeelsobreenelbolsillo.

—Sí,señor.Aquí tiene la tarjetadesuesposa.Ella insistióendejárnoslacomogarantía.Noeranecesario,enrealidad...

RecuperélatarjetadeSophiesonriendo,divertidoalverqueellasehabíahechopasarpormimujer.

—¿Puede darme la factura?—pregunté, sacando la cartera—. Le pagaréahoramismo,tengoqueirme.

—Desdeluego,señor.Yunmensajerohatraídounospaquetesparausted.

Reconocímiropa.Paguéalmomentoymellevélasdosbolsasderopa.

TeníatiempodecomerantesdelacitamisteriosadeSophie,peroalgomedecíaquenoeraprudentequedarmeenaquellazona,asíquecogíuntaxiunavezmásparaacercarmealElíseo.

HicepararaltaxienlosCamposycomídecualquiermaneraenelPlanetHollywood,noporgusto,sinobuscandoelanonimato.Eserestauranteesoscuroyestá abarrotado, unbuenmediodepasar inadvertido.Parecía un turistamás enmediodelosaccesoriosytrajesdiversosquehabíanpertenecidoalasestrellasdelcine.Sinventanas, la luzartificialde losneonesrosasyazules,decoracióntanchillonaquenosepodíalocalizaranadie.Metraguéunmenúamericanonosinplacer,yunpocoantesdelasdossalíalosCamposElíseos.

Los que subían hacia Étoile se cruzaban con los que bajaban hacia laConcorde,comodosejércitosdehormigasqueseignoran.Muchagenteenmitadde la jornada, en el mes de mayo. Mucha gente siempre. Chicas guapas encantidad, japoneses encorvados bajo el peso de lasNikon, escolares haciendonovillos,periodistasquehacencolaparaasistir aproyeccionespara laprensa,artistascallejerosdivirtiendoalosturistasenlasterrazasdeloscafésalineados,guardias juradosconlosbrazoscruzadosante losgrandes letreros,vagabundos,polis,chuchos...otroParís,ysinembargo,tambiénParís.

Despuéslassiluetasdelosmironescedieronsulugaralasdelosárboles,ycontinuéhastalaplazaClemenceau.AladerechavilaesbeltaestatuadelgeneraldeGaulle,caminandoconpasodecidido,eltorsoabombado,laspiernasrectas.Unanovedadmásquehabíaaparecidodurantemiausencia.GiréaladerechaporlaavenidadeMarignyylleguéalfinalacalledelFaubourgSaintHonoré,ante

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lasmurallas bien protegidas del palacio presidencial. La bandera ondeaba porencima de la enorme puerta abovedada, y una Marianne de piedra parecíadirigirmeunamiradaacusadora.

Noestabasegurodesermuydiscretocaminandoporallíenmediocomounimbécilconmisenormesbolsasllenasderopa,ylosmilitaresquecustodiabanelElíseoseguramentedebíandeobservarmeconojosdivertidos.Pero,felizmente,notuvequeesperarmucho.

Al cabo de unos minutos, un New Beetle gris se detuvo en la acera deenfrente,yviaparecerelrostrodeSophiealotroladodelcristal.Mehizoseñasdequesubieraalcoche.Atravesélacalle,echémisbolsasenelasientodeatrásysubíjuntoalaperiodista.

—¿Qué le ha pasado a tu Audi? —me extrañé, admirando el interiorimpecabledelVolkswagen.

—Hepreferidoalquilaruncoche.Necesitamosanonimato...

—¡Ah, sí, súper discreto el New Beetle! Desde luego, te encantan loscochesalemanes...Bueno,¿quésontodasesashistoriasdecambiodehotelydecitassecretas?

—Sphinx me ha enviado un mensaje esta mañana para decirme que mehabíanhackeadoelportátil—meanuncióSophie,poniendoenmarchaelcoche—.Según él, alguienha registradomi ordenador desde lejos.Y ese alguien encuestiónha localizado tambiénmipuntodeconexióna laweb,cosaque, segúnSphinx, no puede hacer cualquiera... Él no podía asegurarme que esto tuvierarelaciónconmisinvestigaciones,peromehedichoquedetodosmodosdebíamossalir corriendo, y era mejor no seguir usando mi portátil para conectarnos aInternet.

—¡Quélocura!

—Bueno,quémásdaya...—seburlóSophie.

—¿CreesquehasidoActaFidei?

—OelBilderberg,oalgúnotro...Pero,sisonellos,esoquieredecirquetenían un medio de saber que estábamos en el hotel Le Tourville... Tambiénhabránpodidoleerlosarchivosqueyonohabíasacadoaún.

—¿Loshabíasdejadoenelordenador?Sphinxtedijoquelosgrabarasendisquete...

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—Quitétodoloquesemeocurrió.PeroSphinxmehadichoquenohabíasuprimidolose-mailsnideterminadosarchivos temporalesqueseconservanenla memoria. Y eso incluye el principio de la traducción del manuscrito deDurero...¡Quéidiotasoy!

—Túnopodíassaber...

—¡Sphinxacababadeadvertirnos!¡Soyunaimbécil!

—Lo principal es que nos hemos dado cuenta con tiempo para irnos delhotel.Ahoraentiendoporquéhaspuestoenclaveelmensajeparanuestracita.

—Sí,noesquefuerauncódigodeunnivelmuyalto,peronoteníatiempodepensarenalgomás.Entodocaso,ledebemosunamuyimportanteaSphinx.Esimprescindiblequevuelvaacontactarconél. Justoantesdedesconectarme,meha dicho que iba a intentar identificar a las personas que nos han hackeadograciasalloggerquenoshabíaenviado...

—¿Ycómopodemoscontactarsinoutilizamostuordenador?

—Desdeuncibercafé.Eslomenosarriesgado.

Yoexpreséqueestabadeacuerdoconungestovagodelamano.

—Detodosmodos—insistí—,conloqueheencontradoen labiblioteca,Internet todavía nos puede ser muy útil... Tendremos que conectarnos en algúnsitio.

—¿Hasencontradoelmicrofilme?

MientraselNewBeetlellegabaalaplazadel'Étoile,lecontémihistoriacontododetalle.Cuandoledijequelosreligiososalosquehacíareferenciaeltextosellamabanlosassayya,Sophieabriómucholosojos.

—¡Nopuedeser!—exclamó.

—¿Qué?

—Ese manuscrito afirma que existe en nuestros días un monasterio deassayyaeneldesiertodeJudea,¿eseso?

—Sí.¿Porqué?¿Sabesquiénessonlosassayya?—lepregunté,intrigado.

—Sí.Assayyaenarameosignifica«aquellosquecuidan».

—¿Y?

—Engriego,seconvirtióenessaioi...¡ydeahíaesenios!¡Sonlosesenios,

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Damien!

—¿Estássegura?

—Escucha,yonosésiesetextodicelaverdad,nosésiesposiblequeunacomunidad de esenios haya sobrevivido durante dos mil años cuando loshistoriadores dataron su desaparición en el siglo II, esome parece imposible,pero de lo que sí estoy segura es de que assayya era el nombre dado a losesenios.Ysiesetextonocuentaenormeschorradas,esoquerríadecirque...No.Es imposible. Es completamente surrealista. ¡Sería tremendo! ¿Cómo habríanpodido permanecer inadvertidos tanto tiempo? ¿Cómo se irían renovando? ¡Esunalocura!

—Sitúlodices...Entodocaso,esintrigante.Habráqueexaminarlomásdecerca.

Sophie se quedó silenciosa hasta nuestra llegada a la avenidaCarnot.Yaveíaqueestabareflexionando,analizandolaverosimilituddeaquellarevelación.Íbamos de sorpresa en sorpresa.Y lo peor es que probablemente no habíamosacabadotodavía.

BajamosenelhotelSplendid,aunospasosdelaplazadel'Étoile,dondeestavezcogimosdoshabitacionesseparadas.Sinordenadorportátil,noteníamosexcusaalgunaparacompartirunasolahabitación.

El hotel, en la esquina de la calle de Tilsitt y la avenida Carnot, era uncuatro estrellas más lujoso peromenos íntimo que Le Tourville. Sin embargo,algomeconsolabadelacalmaperdida:mihabitaciónLuisXVdabadirectamentealArcodeTriunfo.

Despuésdedesembalarnuestrascosas,cadaunoporsulado,nosvolvimosaencontrarenlossillonesredondosdelbardelhotel.

—¿Quéquierestomar?—mepreguntóSophiecuandomesentéfrenteaella.

Dudéunmomento.Sophielanzóunsuspiroyseacercóamí.

—Escucha,Damien,teestástomandodemasiadoenseriotuhistoriaconelalcohol —cuchicheó, mirándome fijamente a los ojos—. ¡Suéltate un poco,hombre!Almenospodrástomarunacopa,¿no?¡Novasamontarunnúmerocadavezquetengasganasdebeber...!

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Yoestabatansorprendidoquenoconseguíaniresponder.

—Damien—siguióhablandoella,con tonosolemne—,yaeshoradequeempieces a confiar de nuevo un poco en ti mismo. No voy a hacerte ahorapsicologíadesalón,pero,francamente,creoquetepreocupasdemasiado.

Yoseguíainmóvil.Estabaalavezfuriosoydesconcertado.

—Noséquénaricestehapasado,perohoylavidaesbella.Tienesderechoarelajarteunpoco.

Lamiréconairepasmado.Nolehabíaoídonuncaaqueltonodevoz.Nilehabía visto aquella mirada. Tuve la impresión de oír a Chevalier. Un granhermano.Unagranhermana.Conmovedoraeirritantealavez.¡Tanseguradesímisma!

—¿Cómoquelavidaesbella?¿Relajarme?—conseguíbalbuciralfin.

—Sí. Vivir, qué narices. Eres un buen hombre. Pero te complicasdemasiadolavida.

Tenía ganas de decirle que ella era uno de los elementos que más mecomplicabalavidaenaquelmomento,peronoencontréelvalorsuficiente.

—No todo elmundo puede estar tan relajado como tú—le reproché, sinembargo—.Muybien,túnotienesningúncomplejo,¡enhorabuena!Peronotodossomoscapacesdesentirnosasíde...liberados.

—¡Yo no estoy liberada! Yo soy libre, y nome hago preguntas sobre lamiradade lagente...Mira,porejemplo,¿temolestaqueamímepuedangustariguallaschicasqueloschicos?Yonomeplanteolascosasasí.Yolotomocomoviene.Simeenamoro,puesmeenamoro...

—¡Ah,sí,quéfácil!

—Noestanfácil,perodetodosmodosnosetratadeeso—sedefendió.

—¿Dequése trata,entonces?Noestoysegurodeentender loqueintentasdecirme.Nisiquieraséporquémesueltastodoesto.

—Loqueintentodecirteesqueteculpabilizasdemasiado.Porlodetuex,portupadre,portupasadoengeneral,elalcohol,lasdrogas,NuevaYork,yoquésé...Tendríasquerespirarunpoco.

—Noestamosenlasituaciónidealpararelajarse,precisamente—repliqué,irónico.

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—Desdeluego—afirmóSophie—.Perosiloconsiguesahora,justoenelmomentoenqueresultamásdifícil,entonceshabrásganado.Yamímegustaríamucho.

Me quedé callado un momento. En el fondo sabía muy bien lo que ellaquería decirme. Quizá no había encontrado las palabras adecuadas, pero teníarazón.Miproblemaeramuysencillo:nomegustabaaquelloenloquemehabíaconvertido en Nueva York, y tenía necesidad de limpiarme. Purificarme.Absolverme.Y no lo había creído posible hasta el día en que nos conocimos.Sophieeralaúnicaquepodíahacermerenacer.Darmedenuevoloquemipasadomehabíarobado.Perohabíaunpequeñoproblema...Yolaamaba,yencambioaellalegustabanlasmujeres.

—¿Porquémedicesestoahora,ydeestamanera?—lepregunté,bajandolosojos.

—Porquemecaesbien.Deverdad.

Pormuysencillaytorpequefuese,eralacosamásamablequemehabíandichodesdehacíaaños.Ytambiénlamásincómoda.

—Y también—confesó—, porquememolestamucho ver que te agobiastantocadavezquetienesganasdetomarteunacopa.Oligarconmigo.

—¿Ligar?—meofusqué.

—Ligar,sí.¡Venga,Damien, tienesderechoaquererconquistarme!Tienesderecho a quererte ligar a quien te apetezca, igual que la persona a quien tequieresligartienederechoaserreceptivaono.¿Vescomotelotomasdemasiadoapecho?

Yotodavíaestabaconmocionado.Completamentehundidoenmisillón, lacontemplabaconaireazorado.

—Bueno—insistióella,sinpiedad—,¿québebesentonces?

Erainútilluchar.Sophieeraunaadversariademasiadobuena.

—Unwhisky.

Ellasonrió.

—Doble—añadíyo,esbozandounasonrisa.

Ella aplaudió y llamó al camarero. Le pidió nuestras bebidas y nosquedamossilenciosos,unpocoviolentossinduda,hastaquenossirvieron.

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—Perdonasihesidounpocoduracontigo—medijo,tímidamente,cuandohubobebidoalgunossorbosdesucosmopolitan.

—No, has hecho bien. Tienes razón.No llego a relajarme del todo... Yasabes,lapsicologíadesalónavecesnoestádeltodoequivocada...Creoqueenrealidadsíquetengonecesidaddedesculpabilizarme.

Yenaquelmomento,enmediodeaquellatardeextraña,enlapenumbradeaquelbarlujoso,Sophiemebesó.Enlaboca.Largamente.

Yomedejéhacer.Impotente.Estupefacto.Encantado.Despuésellavolvióahundirse en su asiento,mededicóunaamplia sonrisa,bebióun sorboy, con lapajitadelcosmopolitantodavíaenlaboca,medijo:

—Noestámalparaunalesbiana,¿eh?

Después se echó a reír. Pero no era una risa burlona. Era una risaencantadora.Yonoeracapazdedistinguirtodassusnotas,tantosemezclabanenelecodemiestupor.

Apurémiwhiskyhastaelfondo.

Despuésmeechéareírtambién.Eracomosilapresiónincreíblequenosacosabadesdehacíavariosdíasbajaseporfin.Unsegundoderespiroennuestracarreradesenfrenada.

Yparamí,elbesomásinesperado.

Nosquedamoscallados todavíaduranteun tiempoantesdequeSophiesedecidieseahablardenuevo.

—Bueno,almenoshetenidotiempodeadelantarunpocolatraducción—dijo,yaconotrotono.

—¡Estupendo! ¿Y qué hay? —le pregunté, incorporándome en mi sillónparafingirdesenvoltura.

Enrealidadmecostabapensarenotracosaqueenelbesoqueellaacababadedarme,peroteníaquehacerlo.YSophiehabíamantenidolospiesenelsuelo.Paraella, lavidaeraasídesencilla.Nomentía.Noseplanteaba laspreguntasabsurdasquemeimpedíanavanzar.Yaquelbesoloprobaba.

—No tengogran cosa en concretoquedecirte por elmomento.Lamayordificultadconsisteencomprendereltextoquetraduzcograciasalasnotasdetupadre. Y francamente, necesitaría documentos externos para hacer misverificaciones.

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Hacía mucho tiempo que había olvidado el sabor de un beso así. Unsencillobesodecolegial.Noesosbesosdesenfrenadosquedabaalastranseúntesnocturnasquepasabanpormilechoneoyorquino.No,unbesoauténtico,sencillo.Unbesodeenamorado.

—¿Ydóndeestás?—pregunté,unpocodistraído.

—Sóloestoyalprincipio.Durerodiounaspistasparaseguirlahistoriadela piedra de Iorden, y tu padre hizo algunas investigaciones, pero incompletas.Porelmomento,siloheentendidobien,DureroexplicaqueaquelaquienJesúsentregóeseobjetomisterioso(yaseaJuan,SantiagooPedro)loconfióantesdemoriraunosmonjesdeSiria.Hayqueverificarsisepuedenencontrarhuellasdeestehechoenlahistoriaono...Sinceramente,nocreoqueseacapazdehacerloenelhotel.Esnecesarioquevayaatrabajaralabiblioteca.

—Alomejorpuedoayudarte—propuseyo.

—No. Tú tienes que seguirle la pista al microfilme. Esa historia de loseseniosestremenda...

—¡NopiensovolveralaBibliotecaNacional!Esdemasiadopeligroso...

—No—dijoella—,perocomotieneselnombredelapersonaquedepositóel microfilme, podrías intentar encontrarla. Ver si es un iluminado o bien unapersonaseria.

—Vale.

—Teacuerdasdesunombre,¿no?

—ChristianBorella—leconfirmé.

—Bien. Intenta encontrarle. Durante ese tiempo yo iré a trabajar alBeaubourg.

—Deacuerdo,jefa.

—Pero primero vamos a un cibercafé a contactar con Sphinx, y acontinuaciónpodráshacertusinvestigacionessobreelautordelmicrofilme.

—Vamos—accedíyo,dejandoelvasoenlamesa.

Sophieme lanzó unamirada intensa.Yo sabía exactamente lo que queríadeciraquellamirada.Ellamepreguntabasi todoibabien.Mepreguntabasimeparecía bien queme hubiese besado.Y yo le devolví una sonrisa.Me parecíabien.

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«Esagentequeoshahackeadosonprofesionales,nadadechavalinesquesedivierten,yparecequehantrabajadodesdeEstadosUnidos,peroesonopuedoverificarloporelmomento.»

Sophie había elegido un cibercafé de moda en medio de la avenida deFriedland. Un loft gigantesco sumergido en una penumbra eléctrica. LadecoraciónteníaalgodeunadiscotecarococódelosañosochentaydeunasaladejuegosdeLosAngeles.Neones,diodos,focos,lapálidaluzdelaspantallas...la sombra de aquella guarida estaba traspasada por rayos fluorescentes. A lolargodelasparedessealineabanhilerasdeordenadoresdelantedeloscualesseaglomerabanadolescentesexcitados,con loscascosen lasorejas, lamiradadezombis,oscilandoconlasráfagasdeUziodeKalashnikovporjuegoenred.Untreintañero tímido de la recepción nos guió hacia el fondo del loft. Cabelloslargos,ojosrojosyconojerasdetrásdelasgafasdegruesamontura,sucuerpodelgadoflotabaenunacamisademasiadolargayunpantalóndemasiadoancho,yteníaaspectodenohabercomidonidormidodesdehacíadías.Loseguimoshaciaunapequeñaescaleradecaracolynosguióhastaunpequeñohuecoenelaltillo.

—Pónganseaquí.TienenelExploreryNetscape.Nosepuedeinstalarnada.Sintonterías.Paralosjuegoshayque...

—Nopensamosjugar.¿TenéisinstaladoelIRC?

Suspiró,farfullóalgoencimadelordenadoryaparecióunicono.Elúnicoprograma que necesitábamos. Se fue refunfuñando con un cigarrillo entre loslabios.

Estábamos muy tranquilos en un extremo del altillo, los chavales queteníamosalrededorseencontrabanenOtromundoynisiquieranoshabíanvistoentrar.Consuscascosylamúsicatecnoquedifundíanlosaltavocesdiseminadospor todaspartes, tampoconosoirían,ypodíamosdiscutir sin temoralguno.Meausenté unos instantes por una necesidad imperiosa y Sophie al pareceraprovechóparasocializarunpococonSphinx.Ellalerevelómiexistencia,entreotrascosas,ylospormenoresdenuestrainvestigación.

LafotodeBushqueelhackernoshabíaenviadoacababadeaparecerenLibération,cosaquehabíacomplacidomuchoanuestroamigoinvisible.

Cadaveznoscaíamássimpático,yyoteníaganasdesaberalgomásdeél.Después de todo, ni siquiera sabíamos la edad que tenía, aunque todo parecía

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indicarquedebíadetratarsedeunjovendeunosveinteaños.

Alprevenirnosdequenoshabíanhackeadoy seguido lapista, quizánoshabía salvado la vida. Sophie le prometió que sabríamos mostrarle nuestroagradecimiento.

«¿Sabessihantenidotiempodevertodoloqueteníaeneldiscoduro?»

«Sinningunaduda.»

«¿Tienesalgunaposibilidaddeidentificarlos?»

«Quizá, con el programaque tehice instalar.Pero seráperder el tiempo.EsoscerdososhanmetidouncaballodeTroya,debierondeesperarunmomentoenelquenoibaisausarelPCparatomarelcontroldelordenador.»

«Interesante.Peroaraízdeestoyanopuedousarelportátil,yesononosayudaráprecisamenteaacabarnuestrasinvestigaciones.»

«¿Puedohaceralgomásporvosotros?»

«Demomento, nada concreto.Pero estoy seguradequepronto tendremosmáspreguntasquehacerte.Mientrasesperamos,¿podríasintentaridentificarlos?»

«Harétodoloposible.VoyaintentarencontraralgomássobreActaFidei.Estahistoriameintrigarealmente.»

«TambiénpuedesprobarconelBilderberg.Hemos sabidoporuna fuentesegura que acaba de darse un cisma en el seno del grupo... Seguramente haymaterialparabuscarporahí.»

«Vale.¿Nosencontramosestanoche?»

«Vale.Despuésdecenar.»

Sophiecerróelprogramaymecediósusitio.

—Investiga sobre el autor del microfilme —me dijo—. Yo voy alBeaubourg. Nos encontraremos esta tarde en el hotel a las ocho para cenar, yluegovolveremosaveraSphinxenlínea.

—Deacuerdo.

Mediounbesoenlafrenteydesapareciódetrásdelascolumnasdepiedraquedividíanelaltillodelcibercafé.

SuspiréyabríunnavegadordeInternetenelordenadorqueteníaantemí.Decidíempezarporelsitiodelaspáginasamarillas,perocomonoteníaciudad

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concretani tampocoregión,descubríenseguidaquehabíademasiadosChristianBorellaenFranciaparaquemibúsquedaresultaseposibledeesemodo.Sóloenlaregiónparisinayahabíademasiados.

Sindemasiadaconvicciónescribíelnombredelautordelmicrofilmeenunbuscador.Despuésdevariaspáginassin interésdediversoshomónimos,viconsorpresa un enlace con un comunicado de la agencia AFP de título evocador.Impaciente,marquéeltítulo:«Israel:muerteinexplicabledeundirectordemisióndeMédicosSinFronteras».

Lentamente, la página se abrió en la pantalla de mi ordenador. Era unanoticiabreve,algunaslíneasapenas.

«JERUSALÉN (AFP).ElcuerpodeChristianBorella,directordemisióndeMédicos Sin Fronteras, fue encontrado esta mañana en un apartamento de lossuburbios de Jerusalén. Abatido por dos balas en la cabeza, este francés decincuentaytresañospasóbuenapartedesuvidaentrelosbeduinosdeldesiertodeJudea.Dadoelcarácterpuramentehumanitariodesumisión,lapolicíaisraelícreequehaypocasposibilidadesdequeelasesinatotengaalgunarelaciónconelconflicto palestino-israelí. Elmóvil del crimen, pues, sigue siendo unmisterioporahora.Quizáuncrimenpasional...»

Nohabíaduda.Setratabacontodaseguridaddelautordelmicrofilme.Lacoincidencia era demasiado grande. El monasterio al que hacía referencia elmanuscritodelaBibliotecaNacionalseencontrabajustamenteeneldesiertodeJudea.Yoestabapuesprácticamente segurodehaberencontrado lapista.Pero,pordesgracia,eraunavíasinsalida,porqueelfamosoBorellaestabamuerto.

En todo caso, allí había qué investigar: de ahí a que su muerte tuvieserelación con el microfilme, no había más que un paso. Miré la fecha de lainformación.Databadehacíaapenastressemanas.Cadavezmásinquietante.

Alterado, continué investigando en los buscadores para encontrar otrasinformacionessobreBorella,peroapartedeunanoticiadeReuterssimilarmásomenosaladelaAFP,noencontrénadaconcreto.MedecidíentoncesaseguirmásbienlapistadeMédicosSinFronteras,ybusquésunúmerodeteléfono.Anotélosdatosenuntrozodepapelymedispuseaabandonarelescándalodelcibercafé.

Cuandolleguéabajo,vidoscochesdepolicíaaparcadosendoblefilajustoantelaentrada.Mequedéinmóvildeinmediato.¿Estaríanallípormí?Peroeranpolicías urbanos, nogendarmes. ¿Quéhacer?Nopodía correr elmenor riesgo.Juréinteriormente.¡IgualhabíaninterrogadoyaaSophie!

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Debídeponeruna caramuy rara, porque el tipode recepciónmedioungolpecitoenelhombro.

—¿Algúnproblema?

Mesobresalté.

—¿Eh?

—Quesitieneproblemas—repitióelmelenudo,echandounvistazohacialacalle.

Yodudé.

—¿Hayotrasalida?

Éldijoquesíconlacabeza.Memiróconairedivertido.Comodiciendo:«Quiénibaacreerqueuntíocomoyolepudierasalvarelculoauntíocomotú,¿eh?».

—Sígueme—me propuso al final, como si hubiese decidido que yo noparecíauncriminal.

Y fue hacia el fondo del loft.Sin dudar lo seguí a través de las filas degamers.Abrió una pesada puerta de hierro justo al lado de la entrada de loslavabos. Daba a un pasillo lleno de cajas de ordenador y viejos cablesenredados.Pasédetrásdeél.

—Puedessalirporahí—dijo,indicandounapuertadesocorroalfinaldelpasillo.

—Muchasgracias—lerespondí,algoviolento.

—Noimporta.

Volvióalinteriordelcibercaféantesinclusodequepudieraestrecharlelamano.

Medecidíasalir.Estabaalotro ladodeledificio,yparamialivionoviningúnpolicíaenaquellacalle.

Caminé a buen paso, volviéndome con frecuencia, temiendo verlos venirtras demí cada vez que oía el rugido delmotor de un coche.Atravesé variascalleshastaquepudeencontrarunlugartranquilo,lejosdeloscochesdepolicía,lejosdelParísdelosturistas, lejosdelosrostrosdemasiadonumerososquenomedejabanolvidarmiparanoiacreciente.

Me senté en un banco verde a la sombra de las primeras hojas de una

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pequeñaplacita silenciosa.Diun largo suspiro.Nomeacostumbrabaa aquellanuevavida.Alafuga.

Unas palomas daban saltitos en la arena ami alrededor, en busca de lasmigasdepanqueunaancianadebíadeecharlesregularmentedesdeaquelbanco.Algunos arbustos, la estatua de bronce de un mariscal cualquiera, unas rejasverdesalpiedelosplátanos...EstabaenelParísdemiinfancia.Aquelalcualmellevabamimadrelosmiércolesporlatarde.Meacuerdodesumanoapretandolamía.Ellamelevantabacuandoyobajabadelaacera.Elmercadoconsusflores,los espectáculos de marionetas en el Jardín Botánico, los espejos de CasaBerthillon...EraaquelParíselquehabíaechadodemenos.

Pero no era elmomento de recuerdos.No podía dejar queme ganase lamelancolía.Entoncesno.Cogíel teléfonomóvilquellevabaenelbolsillo.Aúnnohabía instalado la tarjetaprovisionalquehabíacompradoeldíaanterior.Laintrodujeenelteléfonoycomprobéquefuncionaba.

El logo de mi operador apareció en la pantalla y los indicadores decobertura se fueron apilando uno a uno. Marqué el número de Médicos SinFronteras. Una mujer joven me respondió. No había preparado la llamada.Improvisé.

—Buenosdías,LaurentChirolalhabla.

Fueelprimernombrequesemeocurrió.

—SoyperiodistadeCanalPlus—añadí.

Porprecauciónsolamente.Enelpeordeloscasos,siteníaqueprobarmisfuentes,SophieseguramentepodríacubrirmelasespaldasdesdeCanalPlus.

—Estoyhaciendouna investigaciónsobreChristianBorella...Megustaríamuchohablarconalguiendeustedesquelohubieseconocido.

—Noseretire—respondiólatelefonista,convozneutra.

Yoapreté lospuños,esperandoquenomecolgasen.Cuandosedetuvo lamusiquita de espera, fue una voz masculina la que rompió el silencio. Latelefonistamehabíapasado.

—¿SeñorChirol?

Eraunavozgrave,segura,unpocobroncaincluso.

—Sí—respondí.

—Buenos días, soy Alain Briard, trabajo en el Departamento de

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Distribuciónpara la sección francesa,yconocíabastantebienaChristian.Linemedicequeestáustedpreparandounartículosobreél...

—Puessí.

—Muybien.Nosésilopodréayudarenrealidad,peromegustaríamuchoverlosresultadosdesusinvestigaciones.

—Yaleenviaréunacopia—mentí.

—¿Quéquiereustedsaber?

—¿Le había hablado Christian de la investigación que llevaba a caboapartedesutrabajoparaMédicosSinFronteras?

—Puesenrealidadno.

—¿No le habló nunca de una pasión que no tenía nada que ver con lohumanitario?¿Oundescubrimientounpoco...fueradelocorriente?

—No—respondió mi interlocutor, con voz perpleja—. Su pasión era eldesiertodeJudea.Pasabaeltiempoallí,ynocreoquehubieselugarparamuchasotrascosasensuvida...

—Sí, justamente, ¿no le habló nunca de algo con respecto al desierto deJudeaquenotuviesenadaqueverconMSF?

—No veo adónde quiere ir usted a parar. ¿Encontró un tesoro por ahí oqué?

—No,no,enabsoluto—leaseguré.

—Pues la verdad es que no tenía tiempo de ocuparse de otras cosas, nisiquierateníatiempodeocuparsedesuhijaenParís...

—¿Desuhija?

—Sí,Claire,suhija.¿Nosabíaqueteníaunahija?

—Eeeh... No, estoy al principio de mi investigación... —¡Tendría queempezarporahí!Ellasabemáscosassobreélqueyo,seguramente.

—¿Tienesusdatos?

Éldudóunmomento.

—Vivíaencasadesupadre,creo...Peronopuedodarleladirección.Essuvidaprivada...

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—Locomprendo.

No quería forzar las cosas. Sobre todo, no debía hacerme notar. Pero yateníatodalainformaciónquenecesitaba.BuscaríaladireccióndeunatalClaireBorella, o de su padreChristian, en París. Esta vez tenía los datos suficientesparanoiratientas.

LedilasgraciasalseñorBriard,visiblementedecepcionadoalverquenole hacía ninguna pregunta, y colgué. Al momento marqué el número deinformaciónque teníaenelmóvilypedí ladireccióndeChristianBorella.Porcasualidad sólo había uno en París. Desgraciadamente, su dirección no eraaccesible.

Solonopodíairmásallá,ibaanecesitarlaayudadeSophieysuamigodelServicio Secreto. Pero quedabamucho tiempo hasta las ocho y, ya dispuesto ahacer llamadas, decidí recuperar una antigua pista que habíamos olvidado unpoco.ElcuradeGordes.

Encontréelnúmerodelacasaparroquialeninformación,ydecidí llamar.Demasiadaspreguntashabíanquedadoensuspensodesdenuestroencuentro.

Éldescolgóalsegundotimbrazo.

—Buenosdías,padre.SoyDamienLouvel.

Leoísuspirar.

—Buenosdías—respondió.

—¿Le molesto acaso? —me arriesgué, aunque la respuesta no ofrecíaningunaduda.

—Sí.

Almenosteníaelméritodeserclaro.

—Losientomuchísimo,padre,pero...

—¿Sabequelebuscalapolicía?

—Sí,entreotros...

—¿Ynoleimporta?

—Digamos que no está en el lugar más importante de mi lista deprioridades.Sientomuchísimomolestarle,repito,peroconfiesequeacabónuestraconversacióndeunamaneraunpocoseca,laúltimavez,y...

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—Estoyhaciendoelequipaje—mecortó,contonoexasperado.

—¿Seva?—measombré.

—Sí.

—¿Yadonde?

—ARoma.

—¿Cómo?—exclamé.

—Sí,aRoma.Mehantrasladado,señorLouvel.

—¿TrasladadoaRoma?¡Vaya,esunabuenapromoción!

—No,en realidadno...Megustamucho laparroquiadeGordes,yhabríaacabadomis días aquímuy bien. En resumen, señor Louvel, no es un ascenso.Másbienesunavíamuerta.

—Ah.¿Ynosepuedenegar?

Suspiródenuevo,intentandocalmarlavoz.

—¡Desdeluegoqueno!

—No sé, no conozco demasiado el tema del trabajo eclesiástico—dije,irónicamente.

—Mehantrasladado,esoestodo.Mevoy.

Yo estaba sin aliento. El sacerdote estaba visiblemente furioso y, a mipesar,encontrabaaquellocasidivertido.

—¿Creequelehantrasladadopara...hacerlecallar?

—Sincomentarios.

Oíelsonidodeunencendedor.Elpadreencendíauncigarrillo.¡Cadavezmejor!

—¿Sabequiénhapedidosutraslado?

Sequedócalladounmomento.

—No.Unonosabenuncadequiénviene.

Melancé.

—¿Ysiledijeraqueyosíquesédequiénviene?

—¿Ycómoeseso?

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—Séexactamentequiénhapedidosu traslado,yporqué.Querríadecirlemás, pero usted también tiene algunas cosas que decirme sobre mi padre,¿verdad?

Nuevosilencioviolento.

—Quizá—confesó,finalmente.

Cerrélospuños.Lacosaseponíainteresante.

—Escúcheme,padre,creoquetendríamosquehablardetodoestoconmástranquilidad.¿PuedeustedtomarseundíaodosdepermisoyreunirseconmigoenParís?

Dudó.

—Porquéno...

—Apunteminúmerodeteléfono.Peronoselodéanadie.LlámemecuandoestéenParís.Ytengamuchísimocuidado.Enserio.

—¿Ylapolicía?

—Noestáustedobligadoadecirlesquehahabladoconmigoporteléfono.

—Desdeluego.Secretoprofesional,hijomío—replicó,antesdecolgar.

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Ocho

ElPréCarré,elrestaurantedelhotelSplendid,gozabadeunambientetranquiloy,enlapartesuperior,unacalmaidealparadiscutirtranquilamente.Elproblemaesque eran ya las 20.30 y Sophie no había llegado aún. Llevaba media hora deretraso y yo empezaba a sentirme no sólo harto de los pistachos queme habíatraídolacamarera,sinocadavezmalinquieto.

YahabíatenidotiempodeimaginarcienposiblescatástrofesenlascualesSophie acababa liquidada por los matones de uno u otro de nuestrosperseguidoresencarnizados.Sinhablardelaposibilidad,cadavezmáscercana,dequelospolicíaslahubiesendetenidoalasalidadelcibercafé.Ynoimaginabatener que asumir nuestra historia yo solo. Yo no era nada sin Sophie. Lanecesitabaaella,suvalor,sudecisión,sussonrisas.

Estaba apuntodepedir un segundowhisky cuandoobservé con alivio lasiluetadelaperiodistaatravésdelosventanalesdelrestaurante.

Ellaseacercóamimesayenlaluzdesusojosviquenolehabíapasadonadagrave.

—Losientomucho,mehe retrasado,estabacautivadapor la traducción...HehabladoporteléfonoconlosdelPlus,estánimpacientes.

Se sentó frente a mí. Los reflejos azulados de los discretos plafonesiluminabansufrentecomounrayodesolatravésdeunavidriera.LaluzdelPréCarréteníaalgomágico.Azulenlosplafones,ámbarenlasmaderasyloslienzosdeparedclaros,alineadosdetrásdeSophie.Unaspequeñasbarrerasdemaderaacolchadanosseparabandelasmesasvecinasalaalturadelacintura,otorgandoanuestramesauna cierta intimidad.Lamesa estabamagníficamentepreparada.Plata, cristal, blancos suaves e intensos. Sophie acariciaba nerviosamente lasuperficiedelmantelconeldorsodelamano.Seveíaqueteníamuchasganasdecontarme lo que había descubierto, pero cuando se instaló, me pidió que

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empezaseyo.

—Creoquelapolicíanospersigue.Habíadoscochesdepolicíaalasalidadelcibercafé.

—¿Ya?¿Estásseguro?

—Nofuiapreguntárselo.Salípordetrás.Perosinoshanlocalizadoenelcibercafé,¿nosabránenquéhotelestamos?

Ellaechóunamiradaanuestroalrededor.

—Porelmomentoparecequehaycalma—dijo,sonriendo—.Yaveremos.

—¿Ya veremos? ¡Ésa sí que es buena! No tengo la costumbre de que lapolicíavengadetrásdemí.

—Yotampoco,peronopodemoshacergrancosa,apartedecubrirnos lasespaldas,comosedice.Bueno,¿quéhasaveriguado?

—Borellamurió—repliquéyoenseguida,muybiendispuestoacambiardetema—.Asesinado, en Jerusalén.Tenía una hija enParís. Está en la lista roja,temoquehabráquellamaratuamigodelServicioSecretootravez.

Sophiebufó.

—El pobre va a saltar... —me confió—. ¿Y si se lo pedimos mejor aSphinx?

—¿Por qué no? De todos modos, le has dicho antes que volveríamos ahablarestanoche.

Una empleada del restaurante se acercó a nuestra mesa y nos tendió elmenú.Ledilasgraciasconunasonrisa.

—¿Tienes hambre? —me preguntó Sophie cuando la camarera se huboalejado.

—Digamos que los dos nosmerecemos una buena cena, y que enNuevaYorknohabía,desgraciadamente,restaurantescomoéste...

—Creíaquehabíaunmontónderestaurantesfrancesesallí.

—Pero no son como éstos. La cocina francesa no sabe igual en elextranjero.Noséporqué.Quizáporquenoseencuentranlosmismosproductos.

Ella asintió sonriendo, y después sumergió sumirada en la carta del PréCarré.

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—Bueno,¿quévasapedir?—preguntó,sinlevantarlosojos.

Yodeslicéeldedovariasvecesporelmenú,indeciso.¡Quésupliciotenerqueelegirdeunalistaenlaquetodoparecesuculento!

—Creoquedeentradamedejaré tentarpor losescalopesdefoiegrasdepatosalteadosconmelocotónalhorno—anunciéfinalmente.

Ellasonrió.

—¿Ah,sóloeso?Bueno,despuésdetodo,tienesrazón,tevoyaimitar.¿Ydespués?

—Dudoentreelcarrédecorderoasadoaltomilloyelconejoconpiñonesyacelgas...

Ellasefrotólabarbilla,despuésseajustólasgafasylevantólavistahaciamí.

—Bueno, pide el cordero, yo tomaré el conejoynosdejamosprobar losplatos.

—¡Deacuerdo!

Llamé a la camarera, que no tardó en venir a tomarnos nota. Se retirócuandohubimosanunciadonuestraelección,ydejósu lugaraun jovenbastanteregordete.

—¿Tomaránvino?—preguntó,tendiéndomelacarta.

Dudéuninstanteantelalista,muycompleta.

—Paraelfoiegrassalteado,creoqueseimponeelSauternes...¿Sophie?

—Siquieres.OunBarsac—sugirióella,maliciosa—.¿Noloconoces?EsparecidoalSauternes,peromásligero,paramigusto.

—Perfecto—respondí,entusiasmado.

Le tendí la cartadevinos, algo incómodo.Sabíaqueella eramuchomásaptaqueyomismoparaelegirnuestrovino.¡Alamierdalatradiciónquequierequeseaelhombreelqueelija!Preferípasarporignoranteybeberbuenvino.

—EntoncespediremosunChâteauClimens—concluyóSophie.

—¿Del90?—sugirióelsumiller.

—Muybien.Luego,paralosplatos,serádifícilencontrarunvinoquevayaalavezconelconejoyelcarrédecordero...

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—Conmigonocuentes.Yoconfíoenti,Sophie.

—UnPauillacestaríabien—propusoella,mirándome—.Paraelcordero,encualquiercaso,nohaynadamejor.

Yoasentí,divertido.

—EntoncestomaremossuPichon-Longueville.

—Tenemosuncosechadel90también—replicóeljoven,sonriendo—.Unañoexcelente.

—Perfecto.

Recogiólascartasysefuealacocina.

CuandoSophiesevolvióhaciamí,yomeechéareír.

—¿Quépasa?

—No,nada—respondí,encogiéndomedehombros—.Mehacesgracia.

—¿Porqueelijoelvino?

—Nosé.Portodo.

—¡Gracias!

Creoqueeralaprimeravezquelaveíaenfurruñada.

Noséporqué,peromedijequeesodebíadeserbuenaseñal.

—¿Dóndehasaprendidoenología?—lepregunté,conmuchasuavidad.

—¡Yonosoyenóloga!Sencillamente,mipadreteníabuenosvinos,yyoleayudabaallevarsulibrodecava.Desdelosquinceodieciséisañosmeiniciéenlosdistintosvinos.

—Quésuertetuviste...

—Sí. La ventaja, cuando se empieza a saber un poco, es que se puedenencontrar buenos vinos por un precio razonable, mientras que un profano estáobligadoairapararalosvaloresseguros,muchomáscaros...

—¿TancaroscomounPauillac,porejemplo?—dije,irónico.

—Esverdad.Peroenlosrestaurantesnoeslomismo...

—¡Sí,yademássoyyoquienpagalacuenta!

Nos echamos a reír los dos. No es que fuera demasiado divertido, pero

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nuestros nervios, sometidos desde hacía varios días a una dura prueba, no seencontrabanprecisamenteensuestadonormal.

—Bueno, cuando acabes de burlarte demí—siguió ella, encendiendo uncigarrillo—, no tendrás más que contarme qué más has averiguado acerca denuestrahistoria...

—Bueno,comonohepodidoobtenerelnúmerodelahijadeBorella,mehededicadoaotrapista.HellamadoalcuradeGordes.

—Buenaidea.¿Yqué?

—Puesqueestabahaciendoelequipaje.LohantrasladadoaRoma,unavíamuerta,segúnél.

—¡Vaya!¿Tienealgunarelaciónconnosotros,segúntú?

—DebedevenirdeActaFidei,¿no?Mepareceevidente.

—Probable.

—En todo caso, noparecíademasiado contento.Pero la buenanoticia esquehaaceptadoveniraParísparaquepodamosintercambiarinformaciones.Yovoy a revelarle lo que sabemos de Acta Fidei, y creo que él tiene cosas quecontarmetodavíasobremipadre.Lehedadominúmero.

—¡Estásloco!—exclamóella.

—No.Noséporqué,meinspiraconfianza,apesardetodo.

—¡Esperoquenosevayadelalengua!Sincontarconqueseguramentesuteléfonoestarápinchado...

—Esverdad—confeséyo—.Nohasidodemasiadoastutopormiparte...Peronoveíacómoreunirmeconélsino.¡Noibaadarleladireccióndelhotel!

Sophiehizounamuecadeincredulidad.

—¿Ytú—lepregunté—,hashechoalgúnprogreso?

—¡Puessí!—respondióella,conunatisbodeorgulloenlavoz.

—Teescucho...

Sophieinspiróprofundamenteyapoyóambasmanossobrelamesa.

—¿Pordóndeempezar?Esunpococonfuso.Tengovariaspistasalavez...

—Intentaréseguirte—leprometí.

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Unaparejaacababadesentarseen lamesaque teníamosdetrás,ySophiebajóunpocolavoz.

—En resumen, es esto: si aceptamos la idea de base de Durero y de tupadre,suponemoslaexistenciadeunmensajecifradodeJesús.Ysihablamosdemensajescifrados,hablamosdeunaclave.Hay,pues,doselementos:porunlado,unmensaje codificado;por el otro, la clavequepermitedecodificarlo.Y si hecomprendidobien,laclaveeslapiedradeIorden.

—¿Yentoncesqué?

—Piensoque lapiedrade Iorden en realidad esuna especiede artefactoquepermitedecodificar elmensajedeCristo.Es lamismaconclusióna laquellegótupadre.

—Admitámoslo. Entonces, la piedra sería la clave. ¿Y dónde está elmensajecifrado?

—Esoloignoroporcompleto,ycreoquetupadreloignorabatambién.Meparece que no tenemos en la mano más que la mitad de las piezas delrompecabezas.LasquehacenreferenciaalapiedradeIorden.Entodocaso,hedecididoconcentrarmeprimeroenesto.

—Muybien.¿Yquémás?

—Pues que he encontradomuchasmás cosas de las que había esperado.¿Recuerdas que diversos textos apócrifos contaban que Jesús había dado lapiedraaJuan,aSantiagooaPedro?

—Oquizáalostres—recordéyo.

—Sí. Pues bien, según tu padre, fuemás bien Pedro quien lo heredó. Eljuego de palabras con el nombre del apóstol es un poco fácil, y los mismostraductoresseentregaronaélentusiasmados.

—«Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificarémi Iglesia»—anuncié—.PeroJesúsnohablabadelapiedradeIorden...

—No,desdeluego.Aunqueresultetentadorestablecerlarelación.

—Entonces,¿quéesloquehacequeteinclinesafavordePedro?

—Durero cuenta que la reliquia fue escondida en Siria en primer lugar.Otros documentos parecen confirmar esa tesis. Durante los primeros años quesiguieron a lamuerte de Jesús, el principal foco de expansión del cristianismonaciente fueSiria.Verdaderamente,ése fueelprimercentrocristiano...después

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de Jerusalén, claro. A finales de los años treinta, los helenistas expulsados deJerusalén se fueron casi todos a Antioquía. La primera crisis de la historiacristianaprocedeademásdelaoposiciónentreloscristianoshelenistasdeSiriaylosjudeo-cristianosdeJerusalén.

—¿Quétipodecrisis?

—Como siempre, tonterías. Historias de tradiciones, de ritos. Loshelenistas ponían en tela de juicio la práctica de la circuncisión, cosa que,evidentemente, no complacía a los cristianos de Judea... y adivina quién fue aSiriaenelaño49paraintentararreglartodoeso.

—¿Pedro?

—Exactamente. El antepasado de los papas. Pero al final Pedro noconsiguió calmar el escándalo. Ese año 49 marca, por el contrario, la rupturaentrelasdosfaccionescristianas.Apartirdeahí,lascosasempezaronairmal.Porun lado,elnacionalismo judío, impulsadopor loszelotes,aumentó frentealas presiones romanas, y por el otro, con Pablo, se desarrolló una iglesiamásbienvolcadahacialosgriegos.

—¿YporquéPablo?

—Un año antes, en el 48, los apóstoles celebraron lo que se ha dado enllamarelconciliodeJerusalén.Alacabaréste,sedecidióquePedroteníacomomisiónconvertiralosjudíosalcristianismoyquePablo,porsuparte,teníacomomisiónconvertiralospaganos.

—Yaveo...

—Y según tu padre, a Pedro le pareció que las cosas adquirían un carizmejor en Antioquía que en Jerusalén, y decidió entonces confiar la misteriosareliquiaalosprimeroscristianosdeSiria.Quizáesperabarecuperarlacuandolascosas se hubiesen calmado, pero, desgraciadamente, una quincena de añosmástardefuecrucificadoenelmonteVaticano.

—NocomprendoporquénoconservóéllapiedradeIorden...

—Yo tambiénme lopreguntaba.PeroJesús,posiblemente, leexplicóqueese objeto era lo más preciado, y que siempre debía conservarlo con todaseguridad.ImaginoquePedropensabaqueresultabademasiadopeligrosotenerlaél,sencillamente.Porlotanto,selaconfióaunacomunidaddecristianosdeSiriaenlaquedebíadeconfiar.

—Bien. Pero ¿cómo podía estar seguro de que la piedra estaba bien

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escondidaenSiria?

—Justamente.Tupadrehabíaencontradolapistabuena.¿RecuerdaslasdoscartasquemeenvióporfaxparaconvencermedequefueseaGordes?

—Sí,unaeraelprincipiodelmanuscritodeDurero,ylaotraundocumentorelativoaCarlomagno...

—¡Exactamente! Tenemos, pues, una prueba cierta de la existencia de lapiedradeIordenenesedocumentoconcernienteaCarlomagno.Yesopermitióatu padre, y a mí por tanto, ir remontándonos en el tiempo. Proseguir nuestrainvestigaciónalrevés...

En aquel instante el sumiller nos trajo el vino Barsac. Sin equivocarse,sirvió un poco a Sophie para que lo probase. Sujetando la copa con la manoderecha,ellahizogirarellíquidoespesoantesusojos,dejandocaerlafinacapadorada por la pared transparente para observar las lágrimas espesas de aquelvinobotritizado.Despuéssumergiólanarizenlacopa,inspirósinhacerruido,yporfindiounpequeñosorbo.Conservóelvinounmomentoenlaboca,loaireóaspirando entre los labios, lo bebió y después indicó por señas que estabadelicioso.

Sonreíalsumiller,quenosllenólasdoscopas.

—¡Atusalud!—propusoSophie.

Brindamosycuandonos trajeron losescalopesde foiegras,Sophiepudocontinuarsuhistoria.

—Hepodido constatar que diversos libros de historia hacenmención, enefecto, de unas reliquias cristianas (aunque no se nombra necesariamente lapiedradeIorden)queCarlomagnorecibiócomoregalodeHarunal-Rashid.Portanto,intentéretrocedereneltiempoapartirdeesapista...

Yomeencogídehombros.

—Lo sientomuchísimo, pero ahímepierdopor completo.Ni siquiera séquiénesHarunal-Rachín...

Sophienopudoevitarsonreír.

—Al-Rashid.Déjamequetelocuentetodoenelordencorrecto—propuso—.HayqueremontarseaMahoma.Comoyasabes,fueélquienconmocionólahistoriadelmundoárabe...

—Desdeluego.

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—AprincipiosdelsigloVII,Mahomatuvounarevelación,unailuminación.Convencido de la existencia de un dios único y de la inminencia de un juiciodivino,entróenconflictoconlareligiónpoliteístadeLaMeca.HayqueobservarqueMahomasehabíacasadoconlahijadeunricomercader,yquesuactividaddecomerciantelehabíapermitidoconocerajudíosycristianos,cosaqueexplicasusconocimientosdelasescriturasyquizásuaprecioporelmonoteísmo.ComoJesús, cuya fuerza residía en hablar la lengua del pueblo, Mahoma hacía susprédicas en árabe, llegando así de Forma mucho más directa al pueblo yparticularmentealospobres.Tuvotaléxitoque,comoJesús,empezóamolestar.FueperseguidoentonceshastaqueMedina,unavillavecinaycompetidoradeLaMeca,propusoacogerle.EnMedinavivíana laveztribusjudías,refugiadosdeJudeaytribusárabes...

—Tengolasensacióndevolveralcolegio...

—Espera,prontocomprenderásadóndequieroiraparar.Pocoapoco,loshabitantes deMedina se unieron aMahoma, de talmodo que en el año 622 suinstalación en la villa se hizo oficial. Se considera que 622 es, por tanto, elprincipiode lanuevaeraparael islam.La fuerzadeMahoma residíaenhaberconstruido un sistema religioso y político a la vez que no rompía con lastradiciones locales. La Arabia de la época era tribal, y las tribus estabandirigidas por un jefe, el sheik.Mahoma reprodujo el mismo esquema y seconvirtióélmismoensheikojeque,conladiferenciadequesupoder leveníadadoporDios.Porotraparte,suoposiciónalosquraisitasdeLaMecanohizomásquecrecer,hastaqueen630losdiscípulosdeMahomatomaronlavillaporasaltoyobligaronalosquraisitasaintegrarseenelsistemapolíticoyreligiosodelprofeta.Mahomamuriódos añosdespués, peroyahabíanacidoel islam,yaquello no eramás que el principio de su increíble expansión. ¿Te refresca lamemoriatodoesto?

—Claroquesí—mentíyo.

—Hayquetenerencuentaque,enaquellaépoca,OrientePróximoyOrienteMedioestabandivididosendosimperiosqueseenfrentaban:BizancioylaPersiasasánida.

—¡Estoentradellenoentusdominios!

—¡Sí,almenosporelmomento!Desgraciadamente,lasinvestigacionesquedeboemprenderaúnparecenbastantelejosdemitemapreferido,metemo.Perobueno,continúo,simelopermites...

Bebióunpocodevinoysiguió.

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—Enelaño628tuvieronlugarlasdosguerrasentreesosdosimperios.Sí,Bizanciosalióvictoriosa,perolosdosrivalesquedaronmuydebilitados,yahíseabrió una brecha que los musulmanes aprovecharon enseguida. Abu Bakr, elsuegrodeMahoma, se impusocomosucesordeéste.Fuenombradocalifa,quesignifica «diputado del profeta», y para asentar su autoridad empezó lasinvasiones y conversiones de Arabia. El movimiento ya estaba en marcha;siguieronIraq,SiriayEgipto.

—¡YavolvemosaSiria!—lainterrumpí.

—¡Exactamente!En636,osea,casiseiscientosañosdespuésdelviajedePedro a Antioquía, el ejército del califa Abu Bakr tomó el conjunto de Siria.Jerusalén siguió en 638. Lo más importante es que, contrariamente a lo queasegurael tópico, los árabesnoeranbárbarosque lodestruían todoa supaso.Porelcontrario,tuvieronlainteligenciadeintegrarlospaísesqueconquistabanen su propio sistema, de una forma lo suficientemente flexible para quefuncionase. Practicaban una conversión progresiva. De modo que las reliquiasencontradasenAntioquíayJerusalénnofuerondestruidas.Avecesloscalifasseapoderabandealgunas,perolasconservabanporqueeransagradas.Portanto,esmuyprobablequelapiedradeIordenfueserecuperadaenaquelmomentoporuncalifa,yqueacontinuaciónfuesetransmitidadegeneraciónengeneración.Loquesí sabemos, en todocaso, esquea finalesdel sigloVIII estabaenposesióndeHarunal-Rashid,sindudaelcalifamásimportantedeladinastíaabasí.

—¿YcómopasódeésteaCarlomagno?

—Yotengounaideaalrespecto,perotodavíanohepodidoverificarla.Sitodovabien,telodirémañana.

—¡Muybien!Felicidades...Esapasionante.

—Noesmásqueunahipótesis,perocomosabemosquelapiedradeIordenpasó de Jesús a Carlomagno a través de Harun al-Rashid, pienso que es lahipótesismásverosímil.

—Entodocaso,¡esincreíble!

—Lomásasombrosoesqueningunodesusposeedoresparecíasaberquéerarealmenteesapiedra.OalmenosningunotuvoconcienciadequesetratabadeunaclaveparadescifrarunmensajedeCristo...

—Siesqueeséseelcaso,enrealidad—objeté.

—Bueno,claro.Pero,encualquiercaso,lareliquiaestárodeadadeunaura

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excepcional. Todo el mundo sabe que viene directamente de Jesús, y todo elmundo parece concederle una importancia sin igual. Es un poco como si,tradicionalmente,susposeedoressucesivossehubiesenpasadoelmensaje.QuizáelmismoPedro estuvo en el origen de esa tradición.Ciertamente, él fue quienconfióaloscristianosdeSiriaelvalorinestimabledeesareliquia.

—Sinduda—admitíyo.

Cuandonosacabamoselfoiegras,lacamarerasellevólosplatosyvolvióalcabodeunmomentoconlosplatosprincipalesylabotelladePauillac.

Fuerayasehabíahechodenoche.Lashoraspasabanynosotrosestábamoscompletamente sumergidos en nuestra increíble investigación. Era como si nosencontrásemosfueradelmundo,fueradeltiempo.Mepreguntabacómoacabaríatodoaquello.

Nosquedamossilenciosos,degustandoconplacerlaexquisitezdenuestrosrespectivos platos, e intercambiando algunos bocados con discreción. Noteníamosmáshambreparatomarpostre,yambospedimosuncafé.

—Sophie—dijeyoentonces—.Mañanaharámásdecuarentayochohoras.

—¿Cómo?

—Acuérdate.Habíamosdecididotomarnoscuarentayochohorasantesdeavisaralapolicía...Noshabíamosdadocuarentayochohoraspararesolverelenigma.

Ellapusouncodoenlamesa.

—¿Quieresparar?—mepreguntó,levantandounaceja.

—Pues en realidad no. Pero debo confesar que no estoy demasiadotranquilo.Noséadóndenosdirigimos...¿Quéhacemos,intentamosentenderestahistoriaobien...?

—¿Obienqué?

Nollegabaaimaginarsiquieraloqueestabaapuntodedecir.

—¿Obien...loquehacemosesbuscarlapiedradeIorden?

—¿Sabes,Damien?YocreoquelapiedradeIordennobastará...Noesmásquelaclavequesirveparadescifrarelmensaje.

—Sí,peroentonces,¿esoquieredecirquelabuscamos?—insistí.

Sophiememiródehitoenhito.Inclinólacabezacomosiintentaraadivinar

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mispensamientos.

—¿Quéesloquetedamiedo?¿Elhechodebuscar,obienlaposibilidaddedescubrirelmensajedeCristo?

—¿Tedascuentade loqueacabasdedecir?¿Tedascuentadehastaquépuntosomospretenciosos,intentandoencomiarlo?

—Escucha, Damien. Cuando se descubrieron los manuscritos del marMuerto, la Iglesiaseabalanzósobreellosynosehasabidocasinadaconcretodurante casi cincuenta años. La edición completa que acaba de publicarse, porejemplo,noestancompleta,nimuchomenos...CuandoJFKfueasesinado,laCIAse apropió de los datos de la investigación, que siguieron en secreto durantevariosaños,¡yesoqueloshechossóloseremontanamediadosdelsigloXX!SinosomosnosotroslosquedescubrimoselsentidodelapiedradeIorden,¿quiénnosgarantizaqueelquelohagavayaahacerpúblicosudescubrimiento?Yonosési ese descubrimiento es realmente importante, no sé si tiene en realidad unmensaje escondido de Jesús, pero lo que sí sé es que no voy a dejar que elBilderbergoelActaFideiloencuentrenantesquenosotros.

—¿Ymepreguntasporquétengomiedo?—dije,consarcasmo.

—Hastaahoranoslashemosarregladobien,¿no?

—Cada día que pasa se multiplican nuestras posibilidades de tenerproblemas.Antes,cuandoveíaquenollegabas,hetenidomucho,muchomiedo.

—Losientomuchísimo.¿Vamosalcibercafé?

Sophieteníaeldondepasarrápidamentedeunacosaaotra,sobretodoenlosmomentosdramáticos.Seledababien.Irsaltando.Siempre.

—Pues...nolosé.

—Vamos,acabasdedecirquenotenemostiempoqueperder...

—Sí,pero¿ylospolicíasqueestabanallíantes?

—Podemosiraotro...

Asentí.Paguérápidamentelacuenta,ymediahoramástardeyaestábamosconectadosalawebenmediodelosgamersempeñadosenmasacrarseenred...

Segundo cibercafé, otro ambiente. Más estudioso, más cerrado, cables

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enredados, pantallas empotradas, luz blanca, paredes recién pintadas. Apenasalgomayorqueunapanadería.Laintimidadallíeramenor.

«¡Tengonoticiascalientesparavosotros!»

Sphinxnosesperabadesdehacíacasiunahora.Estabamuyalterado.

«¿Quéhasencontrado?»

«¡Heaveriguadoquiénoshahackeado!»

«¡Fantástico!»

«Noimaginabaquepudieraconseguirlo,perohepuestoavariaspersonasaseguirlapistahastalosservidores,yhanconseguidoremontarsehastalafuente.Esos cabrones son muy listos. Han utilizado varios servidores en serie paraintentarborrarsushuellas,peronoshemosremontadohastalomásalto,yhemosllegadonadamenosqueaunnúmerodeteléfonomóvilenEstadosUnidos.»

«¿Ybien?»

«Nomecreeréis...ElnúmeroestáregistradoanombredelaEscueladeLeyyDiplomaciaSimonD.deWashington...»

«¿Yqué?»

«¿Sabéisquiéneseldirectordeesaescuela?»

«No.»

«Victor L. Dean, un antiguo embajador americano que resulta ser... ¡elsecretariodelSteeringCommitteedelgrupoBilderbergparaEstadosUnidos!»

Sophiemelanzóunamiradadesorpresa.

—¡ElBilderbergnossiguelapista!—bufó.

Noacababadeversi loencontrabaterroríficooexcitante.Quizáunpocodelasdoscosas.Pormiparteyoestabahorrorizado.

«¿Osdaiscuenta?¡TenéisalBilderbergpegadoalculo!¡Esunapasada!»

«¿Túcrees?Amínomehacedemasiadagracia...»

«¡Estono lepasaacualquiera!Paraquehayanllegadoahackearvuestroordenadoresquerealmenteleshabéistenidoquetocarlasnarices...»

«Sinduda...Aunquesigosinsaberporqué.»

«Bueno, es evidente. Vosotros buscáis lo mismo que ellos, y os habéis

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adelantado.Esonodebedehaberlesgustadonada...»

«Peroaúnnolohemosencontrado...»

«Esoespero.Sino,querríadecirquemeestáisocultandoalgunacosa...Yyoquieroestaralcorrienteantesquelosdemás,¿eh?»

«Teloprometo.Peroahoranecesitamosundatomás.»

«Loquequeráis.»

«¿Podríasencontrarnoslosdatosdeunapersonaqueestáenlalistaroja?»

«¡Estáchupado!»

—Cuanto más seguimos con esto —intervine yo, sonriendo—, más mepreguntosinoestaremostratandoconunchavalitodecatorceaños...

Sophieinclinólacabeza.

—Si resultaquees eso, entonces estará en estamismahabitación—dijo,señalandoatodoslosadolescentesllenosdegranosquenosrodeaban.

«ChristianBorella,quizáestétambiénanombredesuhija,Claire.VivenenParís.»

«Vale.Vuelvoenseguida.»

Un cuarto de hora después, Sphinx nos envió, en efecto, el número deteléfonoy lodireccióndenuestramisteriosadesconocida.NossaludóySophieprometiódarlenoticiasencuantopudiésemos.

Salimos del pequeño cibercafé y volvimos alÉtoile.Ese barrio deParísestásiempreatestado.Siemprehaygenteenlasaceras,lucesenlosescaparates...Perolosrostrosnuncasonlosmismos.MerecordabaNuevaYork.

Cuando llegamos al bar del hotel era un poco tarde, pero aun así decidíllamaralahijadeBorella.Laimpacienciamedespojabademismodales.

Eltimbresonóvariasvecesydespuéssepusoenmarchauncontestador.

«EstásllamandoacasadeClaire,porfavor,dejaunmensajedespuésdelaseñal.»

Dudé.Laventajadelcontestadoresquenoseenfadaríaconmigo,yquelajovenpodríaescucharsindudatodomimensajehastaelfinal.Melancé.

—Buenasnoches,ustednomeconoce,peromegustaríasaberporquéfueasesinadosupadre,ymegustaríahablar...

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Sonóotroclicycomprendíqueellahabíadescolgado.

—¿Sí?—dijounavozfemenina.

Asíqueellafiltrabalasllamadas.

—Buenasnoches.

—¿Quiénesusted?

—Prefieronodarleminombreporteléfono,sinolemolesta.Podríadarleunnombrefalso,peroprefierosersincero...

Ellasequedócallada.

—¿Estaríadispuestaaquedarconmigo?—mearriesgue.

—No,sinomedicequiénesusted...

—Esquenopuedo,deverdad...

Sonóunnuevoclicyluegolalíneatelefónica.Habíacolgado.

—¡Mierda!—solté—.¿Lallamootravez?

Sophiesonrió.

—No.Mala idea.Creo que esmejor que vayas a verla. Seguro que eresmásconvincenteenpersona.

—¿Ah,sí?

—Sí,yademáspodrásdecirletunombre...

—De todosmodos, elBilderberg yActaFidei saben ya quién soy desdehacetiempo,noséporquémepongotannervioso.

Sophieasintió.

—Estarde—dijo—.Creoquemevoyaacostar.

—¿Quieresqueteacompañe?—lepropuse.

—¡Creoquesoycapazdeencontrarelcaminohastamihabitación!

Mediounbesotiernoenlamejillaydesaparecióhaciasucuarto.Yolancéunlargosuspiro.

AquellanochemequedévariashorassentadoenunsillóndelbardelhotelSplendid.Pedíunprimerwhisky,despuésunsegundo,elcamareromeofrecióuntercero,ybebítranquilamentemientrasdejabavagabundearmiespíritu.Vipasar

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amuchosclientesdelhotelanteelsalónrojoyorodondeestabarepantigado.Meentretuveimaginandodedóndevenían,quéhabíanhechoaquellanoche,quiéneseran.Lesinventénombres,profesiones,historiasdeamor.Sencillamente,noteníaganasde irme a dormir, y encontrabaque la atmósfera del hotel era ideal paraacompañar ami humor extraño.Unamezcla demelancolía, esperanza,miedo yamor.

Haciaelfinaldelavelada,sentímuchasganasdellamaraFrançois.Teníanecesidaddehablarconél.Deoírsuvoz.Busquésunúmeroenmicarteraylomarquéenelmóvil.

—¿Diga?

Estabavisiblementesorprendidodequelellamasentantarde.

—François,soyDamien...

—¡Damien!¡Socretino,hacedosdíasqueintentocontactarcontigo!¿Quéhashechocontuteléfono?

—Hecambiadodenúmero.Apúntateéste,eselbueno.Sientomuchísimonohabertedadonoticias.

—¿Dóndeestás?

—Estosiguesucurso.

—¿Siguessinquereravisaralapolicía?

—Pues ahoramismo no.De todosmodos, los gendarmes ya estánmás omenosalcorriente—leexpliqué,irónico.

—Damien,medasmiedo.¿Enquémierdatehasmetido?

—Pues no sabes lo peor —le dije, en tono confidencial—. ¡Me heenamoradodeunalesbiana!

Sequedócalladounmomento.Meimaginéloqueestaríapensando.

—¿Eh?

Meechéareír.Elalcoholempezabaahacerefecto...

—No,nada,estoyunpocoborracho—leconfesé.

—Damien, te echo demenos.No hagas el gilipollas, que tengo ganas devertedeunasolapieza,¿entendido?

—Sí,tío,noteenfades.¿Tehedespertado?

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—Amíno,peroamimujersí.

—¿Estelle?¿Cómoleva?

—Bien.Aellatambiénleencantaríavolveraverte.

—Dale recuerdos. Y dile que la felicito por el bebé. ¡Debe de estarenorme!¿Dóndevivísahora?

—EnunapequeñachozaenSceaux.

—¡Tevanbienlascosas,diputado!

—Puessí.Adecirverdad,eslafarmaciadeEstelleloquevabien...

—Ya veo. Y pensar que la última vez que la vi había acabado justo elbachillerato,yahoravaasermamá...QuéburrohesidopornoveniraFranciaentodosestosaños...

—¿Yahoratevasaquedar?

Yodudéunsegundo.Miréelbaramialrededor.

—Puescreoquesí.

—¡Entoncestehasenamoradodeverdad!—exclamóFrançoisalteléfono.

—Buenasnoches,François.¡Ygraciasportodo!

Colgué. Había hecho bien en llamarle.Me daba el valor suficiente paracontinuar.Unamotivaciónmás.VolveraveraFrançois,elespíritu libre.Hacialas dos de la mañana el camarerome propuso otra copa, pero preferí subir aacostarme.

Cuandomelevantéalamañanasiguiente,conlagargantasecaylacabezapesada, encontré la nota que Sophie había deslizado por debajo demi puerta:«VoyapasareldíaenelBeaubourg.Esperoacabarlotodohoy.BuenasuerteconlachicadeBorella.Besitos.Sophie».

Era muy propio de Sophie. Telegráfico. En cuanto a sus besitos, habríapreferido tenerlos en la piel,mejor que en papel, pero el día no empezaba tanmal.

ToméunbuendesayunoenelhotelymedirigíentaxihaciaelprincipiodelacalledeVaugirard,delladodelosbulevaresexteriores,dondeseencontrabael

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pisodeClaireBorella.LacalledeVaugirardeslamáslargadeParís.Yeneselado es también lamás impersonal.Un alineamiento de edificios residencialestípicamenteparisinos,algunastiendasaquíyallá,nadafascinante.Unacallegris,falsamentevivaysinsaboralguno.

Debíandeser lasdiezde lamañanacuandollaméal interfonodelportal.MisposibilidadesdedarconClaireBorellaeranmásbienescasas.Enefecto,nohuborespuestaalguna.

Decidí esperar pacientemente en un café que estaba justo enfrente de suportal. Uno de esos bares inimitables tan propios de Francia. Cartelitos derevistasfemeninasenlacristalera,untoldorojoconmarcasdecerveza,algunasmesitas redondasen laacera,LeParisiensujeto a una varilla para periódicos,ceniceros,espejos,cobres,percheros,unrincóndeventadetabaco,unavitrinadelaloteríanacional,unasmesasdecontrachapadoalineadasenlasalagrande,unabarradecincdondesuelenbeberloshabituales,quehablanfuerteyllamanalapatronaporsunombredepila,yenelsótanoloslavabosmássuciosdelmundo.Todoellobañadoenunolordetabacofrío,elruidodelalargamáquinadecaféplateadayelvagoecodeEurope1enunosaltavocesdemalacalidad.

Meinstaléenunrincón,justodelantedelacristalera,ybebívariastazasdecafévigilandolaentradadeledificio.Entróunjovenyvolvióasaliralcabodeuncuartodehora,ytambiénsalióunaancianaquesacabaapasearasuperrito,pero ninguna joven que pudiese ser mi misteriosa interlocutora. El tiempo ibapasando.

Unaparejade turistasamericanosentróenelcafé intentandocomunicarsede cualquier manera con el camarero, cuyo nivel de inglés no hacía honor alsistema escolar de nuestro bello país, y en lugar de ayudarles me divertíescuchándoles.Hubounmomento inclusoenqueelcamarero intentóhacerseelgracioso,seechóareír,tandivertidoseencontró,ylosdosamericanosserierontambiénparanoincomodarle,ydespuéslamujersevolvióasumaridoysusurró:«What did he say?». «I have no idea!», exclamó el chico como respuesta, sindejardesonreíralcamarero.Ésafuemiúnicadiversióndurantelamañanayelmediodía, y después de sacar uno por uno todos los papeles que llevaba en lacarterayvolverlosaguardarconcuidadoexactamenteenelmismositio,empecéaimpacientarmedeverdad.

Enaquelmomentomimóvilempezóasonar.MirélapantallaydistinguíelnúmerodeSophie.Contesté.

—Damien,soyyo.¿Tienesalgonuevo?

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—No,porahora.¿Ytú?

—Bueno,voyavanzando.PerotendríasquellamaratuamigoChevalier...

—Lollaméanocheporteléfono.

—Perfecto.Vuelveallamarlo.

—¿Porqué?

—Noséaúncuáles,perohayunarelaciónentre lapiedradeIordeny lafrancmasonería...

—Loquefaltaba.

—Mehabíasdichoqueéleramasón,¿verdad?

—Sí.¿Quérelación?

—Tedigoquenolosé.Peroacabodedescifrarunnuevofragmentodelasnotasdetupadre.EstableceunnexoentrelahistoriadelapiedradeIordenyelGranOrientedeFrancia.Nohetenidotiempodeprofundizar,estoyenotracosa,perotuamigoquizásepaalgodeesto.

—Vale,voyallamarle.

—Tenpaciencia.

Colgóenseguida.Sinesperar,llaméaFrançois.

—¿Diga?

—Soyyo,Damien.

—¿Todovabien?

—Sí.

—Ayernoche...

—Sí,nopasanada.Perotengoqueverte.Tenemosquehablardeunacosa.Peronoporteléfono.

—¿Esurgente?

—Bueno,ahoratodoloes...

—¿Dóndeestás?

—EneldistritoXVPerotengoquehacerunacosaprimero.

Dudó.

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—Bueno,teenvíoaBadji.

—¿Quién?

—Badji. Un amigo que trabaja en seguridad. Un guardaespaldas que haabiertosupropionegocio.Hacurradoparamímuchasveces.Esdeconfianza.

—¿Meenvíasunguardaespaldas?

—Sí. Tus historias no me tranquilizan demasiado. Si quieres que nosveamos,nomepareceríamalqueélteescoltase.Sinohasacabadoloqueestáshaciendo,teesperará.Despuéstetraeráadondeestoyyo.¿Teparecebien?

—Sí,deacuerdo—asentí.

Le di la dirección de Borella y colgué. Era agradable saber que podíacontarconél.Comosiempre,Françoiseraun tipoquenodecíanuncaquenoasusamigos.¿Hayotraformadevivirunaamistad?

Me disponía a pedir otro café cuando vi aparecer a una joven que seaproximabaalaentradadeledificio.Dejéunbilletesobrelamesaymeprecipitéfuera,casivolcandounasilla.

—¡Claire!—grité,desdelaotraacera.

Habíaunaoportunidadentrediezdequesetratasedeella.

Sevolvió.Eraunajovendeunosveinticincoaños,conelcabellocastañomuy corto, bajita y un poco regordeta. Ellame lanzó unamirada asombrada eintentó reconocerme. Yo crucé la calle y me reuní con ella ante la puerta deledificio.

Tenía la piel apagada, ojeras debajo de los ojos, algunas rojeces en elrostro, y un aire cansado. Y sin embargo, estaba llena de encanto. Su ropademasiadoanchaledabaunaspectodesenfadado.Llevabaunalargabufandadesedaqueleconferíainclusounairedehippieanacrónica.

—¿Nosconocemos?—mepreguntó,mirándomefijamente.

—Bueno,dealgunamanerasí,anochemecolgó...

Ellasuspiró.

—¡Ah,esusted!Mire,notengoganasdehablardeesto.

Mediolaespaldaysacólallavedelbolsillo.

—¡Espere!¡Demealmenosunaoportunidad!¡Encontréelmicrofilmedesu

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padreenlaBibliotecaNacional!

Su mano se detuvo al momento, a unos centímetros de la cerradura. Sequedóinmóviluninstanteyluegosevolviólentamentehaciamí.

—¿Quédicequehaencontrado?

—Elmicrofilmedesupadre.Eltextosobrelosassayya.

Depronto,ellaparecióinquieta.Abriórápidamentelapuertadelinmuebleymetiródelbrazo.

—¡Vamos,entra,rápido!—Yo...

—¡Shhh!—dijo,haciéndomeseñasdequecallara.

Laseguíporelvestíbulodeledificio,entramosenunminúsculoascensoryellasiguiócalladahastaquehubocerradolapuertadesuapartamento,despuésdeentrar.

Era un piso grande, típico de aquellos edificios de finales del sigloXIXque llenan el barrio. El suelo era de madera y crujía al andar, el techo alto,moldurasen lasyeserías,grandespuertascristaleras,mueblesantiguos,cuadrosenlasparedes...Nocorrespondíaenabsolutoalpersonaje.Demasiadollamativo,chicyexcesivamenteclásico.Perosindudadebíadeserelestilodesupadre.

—¿Quésabesdemipadre?—preguntó,cogiéndomeporelcodo.

Nisiquierasehabíaquitadoelabrigo,ysumiradaestabaalavezllenadeangustiayfuria.

—Sé que hizo un descubrimiento extraordinario, sobre una comunidadreligiosaeneldesiertodeJudea,séqueescribióuntextosobreesetemayquelodepositóenlaBibliotecaNacionalhacediezañosysé...quefueasesinadohacetres semanas en Jerusalén, y creo que todo esto tiene relación con unainvestigaciónqueestoyllevandoacabo.

—¿Unainvestigaciónsobrequé?—inquirióella.

—Nopuedodecirtecuáleseltema.

—¡Noempiecesotravez!—exclamó.

—Escucha, ya te he dicho demasiado, y tú en cambio no me has dichoabsolutamentenada.

—¿Cuáleseltemadetumalditainvestigación?—insistió.

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Se mostraba casi amenazadora. Pero me enternecía. Comprendía lo quedebía de sentir. La joven parecía a punto de sufrir un ataque de nervios, y yoestabasegurodequenohabíalamenormaldadensuinterior.Recuperéelaliento.

—Mipadrefueasesinadopocomásomenosalmismotiempoqueeltuyo.Yonoteníanadaquevercontodoesto.VivíaenEstadosUnidos.Perocuandoheempezadoainvestigarsobreloquehacíamipadreantesdemorir,hedescubiertounmontóndecosasapropósitode Jesús,de losesenios,deungrupo religiosollamado Acta Fidei y un think tankmás o menos secreto llamado Bilderberg.Tengotodoslosmotivosparacreerquemipadrefueasesinadoporunadeesasorganizacionesoporunosdisidentes.Lareferenciaalmicrofilmedetupadreseencontrabaenlasnotasdelmío,yporlotanto,estoycasisegurodequenuestrosrespectivospadresfueronasesinadosporlasmismaspersonas.¡Yaestá!¿Quéteparece?

—¿TúereshijodeÉtienneLouvel?—mepreguntólajoven,frunciendolascejas.

Saqué la cartera que llevaba en el bolsillo interior de la cazadora y leenseñémi pasaporte.ClaireBorella viomi nombre ymi foto.Entonces dio unlargosuspiro.

—Ay,Diosmío...—dijoentonces,albordedelaslágrimas—.Yo...yonosabíaqueLouvelteníaunhijo...

Sequitóelabrigo,loarrojóenlamesitadelaentradaysedirigióhaciaelsalónde supiso.SedejócaerenunsofáLuisXVyescondió lacaraentre lasmanos.

Yoentrétímidamenteenelsalónymesentéenunasillafrenteaella.Nosquedamosunmomentoensilencio.Veíaquenecesitabarecuperarlacompostura.

—Habríasimplificadomucholascosasquetehubieradadominombreayeral teléfono—dijeentonces,cuandoella levantó lacabeza—.Pero laverdadesquellevountiempounpocoparanoico.

—No, no, tenías razón. Lo sientomuchísimo.Creo que estoymuchomásparanoicaquetú,detodosmodos.Tengolasensacióndequemevigilantodoeltiempo...

Selevantó.

—¿Quierestomaralgo?

—Puesmeencantaría—confesé.

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—¿Whisky?

—¡Perfecto!

Desaparecióenlacocinayvolvióalcabodeunosmomentosconunvasoencadamano.

Parecía un poco perdida en aquel piso demasiado grande. Se sentíasuperadaporlosacontecimientos,abatidaporlamuertedesupadre,angustiada,solaenaqueledificioviejo.Comosiseencontraseadisgustoensupropiacasa.Latristezadesumiradaeratansinceraqueyomesentíacasimolesto.

—¿Cómo dices que se llaman esas dos organizaciones? —me preguntó,tendiéndomemiwhisky.

—ActaFideiyBilderberg.Noestánrelacionadas,queyosepa.LaprimeraestádomiciliadaenelVaticano,másomenosunidaalOpusDei,ylasegundaesunaespeciedesociedadsecretaultraliberal,todopoderosaeinternacional.

Ellaasintiólentamente.

—Creoquemipadremehabíahabladodeellas.¡Yelmuytontonoqueríadecirmenada!¡Queríaprotegerme!

—¿Quierescontarmeloquepasó?

Me lanzóunamirada larga e indecisa.Sindudano tenía la costumbredesincerarse, sobrecogida por la angustia desde la muerte de su padre. Pero senotabaquelonecesitaba.Hablar.Liberarse.Sinapartarlavistademí,bebióunsorbodewhiskyyselanzó.

—MipadrepasólamayorpartedesuvidaenPalestina.EneldesiertodeJudea, principalmente. Trabajaba para Médicos Sin Fronteras, y su verdaderapasióneranlosbeduinosdeldesierto.

Yo asentí sonriendo, para invitarla a continuar. Ella empezaba a cogerconfianza.

—Hace unos quince años descubrió una especie de monasterio, no muylejos de Qumrán. Hay muchas comunidades religiosas instaladas en la región,pero esa en particular era muy... cerrada. Cuando quiso informarse sobre esacomunidad, obtuvo tantas respuestas distintas que eso lo intrigó. Algunos ledecíanquesetratabadeunacomunidadjudía,otrosencambiososteníanqueerancristianos.Manteníanun total secretismoyno aceptabanvisitas.Peromipadreeraunhombre testarudo.Muy testarudo.Habíaaprendidoa tenerpacienciacon

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los beduinos. Acabó por conseguir entrar en el monasterio y hablar con susocupantes.Yahídescubrióesacosaincreíble.

—¿Eranesenios?

Ellaagachólacabeza.

—Almenos,esopretendían.Sucomunidadseremontaba,segúnellos,alaépocadeCristo,yasegurabanquejamáshabíacambiadodesdeentonces.

—¡Mepareceincreíble!¿Cómoencontrabanneófitos?

—Nolosé.Loúnicoqueséesquemipadreseapasionóporsuhistoria.Sevolviócompletamente loco.Escribióunmontónde textossobreel tema.Elqueestá en la Biblioteca Nacional no es más que un extracto de lo que él habíaescrito.

—¿Porquélodepositóallí?

—Noqueríarevelarsudescubrimientoanadie,peroquería,almenos,queestuvieseprotegidoenalgunaparteporsi...porsilepasabaalgo.

Bebióotrosorbodewhiskyysiguió:

—Hace algunas semanas, cuando se encontraba en Jerusalén, empecé arecibirllamadasdeteléfonoextrañas.Gentequequeríahablarconmipadreyquecolgabacuandolesdecíaquenoestaba.Aviséamipadreyélmeprometióquevolveríacuantoantes.Murióalgunosdíasmás tarde.Desdeentoncesno séquéhacer.Nomeatrevoaresponderalteléfono,nomeatrevoacontarletodoestoalapolicía,noheidoatrabajardesdehacetressemanas...Estoyaterrorizada.

Melevantéypermanecíasu lado. Intentandoescondermi turbación,cogísusmanosentrelasmíasprocurandotranquilizarla.Ellaserehízounpocoymedirigióunasonrisa,perosusojosnomentían,seguíaespantada.

—¿Cómosabíaselnombredemipadre?—lepregunté.

—Papámehabíahabladodeél.Mehabíadichoquetupadrequizátuvieseuna explicación al tema de los assayya. Decía que tu padre era un hombreextraordinario, quizá el único en quien confiaba. Esta historia le había vueltocompletamenteparanoicoaéltambién...

—Yacomprendo.

—Peroesonoestodo—dijoClaire,enderezándoseenelsofá—.¿Noestásalcorrientedelodelacomunidad?

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—¿Elqué?

—EncontréunartículoalgunosdíasdespuésdelamuertedemipadreenLeMonde. Informaba de lamasacre de una comunidad religiosa en el desierto deJudea.Nadamás.¡Unsimplesucesoenmediodelconflictopalestino-israelí!

—¿Fueronmasacrados?—exclaméyo.

Ellaasintiófebrilmente.

—Niunsolosuperviviente.Yelmonasterioardió.

Mequedéconlabocaabierta.Nopodíacreerlo.

—¿Hasguardadoaquelartículo?

—Claro,desdeluego.

Se levantó y en aquel mismo instante resonó una explosión violenta. Laventanadelsalónestallóenmilpedazos.Trocitosdecristalvolaronportodalasala.

Todo pasó en unos segundos. Unos segundos de confusión. El ruido mehabía sobresaltado de tal modo que caí de espaldas. Cuando me disponía aincorporarme noté un líquido pegajoso bajomimano, en la alfombra.Bajé losojosydescubríaterrorizadoqueerasangre.

Lentamente levanté la cabeza. Lancé un grito de horror. El cuerpo de lajoven estaba inmóvil, caído en el borde del sofá, y la sangre corría por latapiceríablancaasualrededor.Cerrélosojos.No,aquellonoeraposible.

Uncristalquehabíaquedadosujetoprecariamenteenelbordedelaventanasedesplomóalsuelo.Elruidomesacódemiestupor.Avancéunpoco.Entoncesviquelajovenseguíarespirando.Noestabamuerta.Labalalehabíaalcanzadoel hombro. El dolor, o la conmoción sin duda, le habían hecho perder elconocimiento.

Melevantéysaltéaloírunanuevaexplosión.Labalasilbóapenasaunoscentímetrosdemirostro.Metiréalsueloyrodéporél,cortándomelasmanosylasmuñecasconlostrozosdecristal.

Labalasealojóenlapared.Echéunaojeadarápidaalaventana.Habíaunedificiojustoenfrente.Eltiradorseguramenteestabaallí,porloquenodudéniunsegundomás. Cogí a la joven por el pie yme puse a reptar hacia la entrada,arrastrándoladetrásdemí,fueradelavistadelaventana.

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Cuando estuvimos a cubierto, me acerqué al rostro de Claire Borella.Volvíalentamenteensí.Depronto,abriómucholosojos.Empezabaaentenderloquepasaba.Elpánicoinvadiósumirada.

—¡Calma,calma!—susurré—.¡Voyasacartedeaquí!

Ella me miraba atentamente, aterrorizada. Me temblaban las manos. Yoestabadesamparado.Noconseguíareaccionar.¿Quéhacer?¿Huir?¿Esperaralapolicía?Lasdossolucioneseranigualdemalas.Sihuíamos,eltiradorounodesus cómplices probablemente nos abatirían a la salida del edificio. Pero siesperábamosalapolicía,todoseiríaalgarete.

Elproblemaeraque,siescapábamos,lapolicíaacabaríaporidentificarme.Misangreestabaportodaspartes,enelparqué.Ymehabíanvistotodalamañanaenelcafé.

Entonces yo no podía abandonar.Mi padre y el de aquella joven habíanmuertoporaquellainvestigación,yhabíaqueacabarla.Costaseloquecostase.Ylapolicíanomepermitiríahacerlojamás.Eranecesarioquesaliésemosdeallí.

En aquel instante sonó mi móvil en mi bolsillo. Me sobresalté. ¿Quiénpodíaser?Sólotrespersonasconocíanminúmero.Sophie,FrançoisyelcuradeGordes.

Clairememiraba.Sepreguntabasiyodescolgaría.Oíasurespiraciónamilado.Elteléfonoseguíasonando.Medecidíysumergílamanoensangrentadaenelbolsillodemipantalón.

—¿SeñorLouvel?

Noeralavozdelcura.Eraunavozgrave.Unavozquenoreconocí.

—¿Quiénhabla?

—Meenvíael señorChevalier.Estoyen lapartebajadeledificio.Teníaquevenirabuscarle...Yacabodeoírdisparos...

Me mordí los labios. Reflexioné. ¿Y si era una trampa? Todo iba tanrápido...

—¿QuiénmepruebaquevienedepartedeChevalier?

—Me llamoStéphaneBadji.El señor diputadomeha dichoque, si teníaqueidentificarme,bastabaquelehablasedeAliciaenelpaísdelasmaravillasyqueentoncesmecreería.

Nohabíaduda.EraelamigodeFrançois.

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—Deacuerdo.¿Puedesacarnosdeaquí?

—Bien. Escúcheme—siguió el tipo con una voz apremiante—. Hay unaescalera de emergencias en la parte trasera del inmueble. Una vieja escalerametálica que baja por toda la fachada. Yo le espero abajo en un Safrane azulmarino.Deseprisa,hevistoentraraunostíoseneledificio.

Colguéalmomento.Noteníatiempoqueperder.

Aspiré hondo. Para ir al otro lado del piso debíamos pasar por la zonaexpuesta al alcancedel tirador.Oía latirmipropio corazón.ClaireBorellamemirabaconairedesorientado.Seguíasaliéndolesangredelhombro.

—Saldremosporlaescaleradeemergencia—leexpliqué.

Ellameneólacabeza,balbuciendoalgunacosainaudible.

—¡Sshhh! —la corté yo—. Confía en mí. Por favor. Si quieres quesalgamosvivosdeaquí,tienesqueconfiarenmí.

Ellacerrólosojosymehizoseñasdequeestabalista,temblando.

Cuando vi que se rehacía un poco, me decidí. Me levanté para ir másdeprisa,laayudéaponerseenpiey,agachado,atravesétodoelpisoponiéndoladelantedemíparacubrirla.Laempujéhacialaestanciaopuestaalsalón.Oíunnuevodisparo.Nosechamosdelado.Perolabalaseincrustóalmenosunmetromás lejos, en un armario. De nuevo estábamos protegidos. Era un pequeñodespachoconunasegundapuertaalaizquierda.

Claire estaba acurrucada contra la pared. Yo repté hacia la ventana ydespuésmeincorporéparamirarfuera.Lentamente,puselosojosalaalturadelvidrio. Estaba aterrorizado. Quizá hubiese un tirador también por aquel lado.Peronovinadaaladerecha.Ningunaescalera.Meinclinéhaciaelotrolado.Yallí,adosventanasdedistancia,vilaescalerametálicaquebajabaalolargodeledificio.

Medeslicédelado,melevantéyabrílapuertaquehabíaalaizquierdadela habitación. Prudentemente, entré en la habitación yme acerqué a la ventana,con la espalda bien pegada a la pared.Habría que escalar un poco.No era loidealparaalguienquepadecevértigocomoyo,perosiempreeramejorqueunabalaenlacabeza.

Enaquelinstanteoíruidossordosenlaentrada.Alguienestabaintentandoecharabajolapuerta.Eltiempoapremiaba.

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Abrílaventanaehiceunaseñalalajovendequemesiguiese.Elladudó,pero los ruidos que sonaban en la puerta de entrada la decidieron. Pasó unapierna fuera.La escalera estaba a dosmetros de distancia, en el eje de lo quedebíaserelhuecodelascensordeledificiovecino.Habíaunacornisaamediaalturadelaventana.Noeramuyancha,perosílosuficienteparaponerlospies.Ayudé a Claire a subirse allí, sujetándome al mismo tiempo al marco de laventana.Lamuchachalanzóungritodedolor.Suhombrodebíadehacerlasufrirhorriblemente,peronopodíamosesperarmás.

Losruidossordosquesonabanen lapuertadeentradacadavezeranmásviolentos.Ibaacederenseguida,sindudaalguna.Yoteníalasmanoshúmedasymis dedos resbalaban. Pasé también al exterior. Con las piernas temblorosas,apretadocontra lapareddel inmueble,meesforzabapornomirar elvacíoqueteníadetrás.Deslicémipiederechohacialaescalera.Despuéselpieizquierdo.Pocoapocomeseparédelaventana.Almenorpasoenfalsoamboscaeríamosalvacío.Sinsoltarlaventanaconlamanoizquierda,tendíelbrazoderecholomáslejos que pude, y coloqué la mano sobre la cadera de Claire, para intentartranquilizarla.

—Avanzapocoapoco—ledije, sinaliento—.Unpiedetrásdeotro.Laescaleraestámuycerca.¡Encuantopuedas,cogelabarandilla!

Avanzó.Yolaseguí.Después,tuvequesoltarlaventana.

Apretélosdedosdelamanoizquierdacontraelmuro.Noteníayasujeción.Me costaba tanto respirar que me dio miedo. Un paso más. Otro. Nosacercábamos a la escalera oxidada mientras el viento soplaba en mis oídos.ProntolabarandillaquedóalalcancedeClaire.

—Vamos,estiralamano.

—¡Tengomuchomiedo!—dijoella,llorando.

Meacerquéaella.

—Yotesujeto.Notemas,nohayriesgoalguno.

Una mentira. Ambos arriesgábamos nada menos que nuestra vida. Ellatendió el brazo hacia la barandilla. El contrapeso casi le hace perder elequilibrio.Se pegódenuevo a la pared.Recuperando el aliento, dio unpasitohacia la derecha y probó otra vez. Estiró el brazo a ciegas, tenía demasiadomiedoparamirarhaciaatrás.

—Másarriba—susurré—.Levantamáselbrazo.

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Deprontoellanotóelcontactodelmetalenlosdedos.

Porfin.Seagarróalabarandillaydiolosúltimospasosenlacornisaantesdesaltaralaescalera.Elruidometálicoresonóenelpatiodeledificio.

Yomeuníaella.

—¡Baja!¡Rápido!

Losruidossordosenel interiordelapartamentohabíancesado.Lapuertahabíacedido,sinduda.Clairebajabalosescalonestanrápidocomopodía.Yolaseguíasólounpasopordetrás.

Lacabezamedabavueltas,peromesujetéfirmementealabarandillaparanocaerme.Bajamoslosseispisosatodavelocidad,sinvolvernosamirarniunasolavez.Cuandonoquedaronmásquealgunosescalones,saltéporencimadelabarandillayaterricéenlaaceradelcallejón,justodelantedeClaire.Letendílamanoparaayudarlaabajar.

Máslejos,enelextremodelcallejón,viconaliviounSafraneazulmarino.LehiceseñasaClaire.

—¡Rápido,tenemosquesubiraesecoche!—leexpliqué.

Lajovenechóacorrer.

Enesemomentosonóunnuevodisparo.Labalarebotócontraunmurodeladrillosrojosdelantedenosotros.Levantélosojos.Unhombreenlaventanameapuntabaconunrevólver.

LapuertatraseradelSafraneseabrió.Sóloquedabanunosmetros.Meechéa correr.Claire saltó al interior del coche; chillaba aterrorizada.Otro disparo.Porfinentré.

Elcochearrancóatodaprisa.Losneumáticosrechinaronsobreelasfalto.Lapartedeatrásdelcochepatinóhacialaderecha.Yocerrélapuerta.

Después,elSafraneseinternóenlacalleVaugirard.

—¡Bien hecho! —me dijo el chófer sin volverse—. Tenga, el señorChevalierquierehablarconusted.

Yme tendió un teléfono de coche grande. Eché un vistazo aClaire. Ellaparecíaalgomáscalmadaysesujetabaelhombrohaciendomuecas.

—¿Damien?—exclamóFrançois.

—Sí...

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Yoestabasinaliento,ylasangremelatíaenlassienes.

—¿Estásherido?

Mirémismanosensangrentadas.

—Unpoco,perosobretodolajovenqueestabaconmigo.Tieneunabalaenelhombro.

—¿Quiénes?¿Lachicaconlaquehasestadodesde...?

—No,no,yateloexplicaré.

—Sí, claro. Yo... vuelvo a casa. Pídele a Stéphane que os llevedirectamente allí.Voy a decirle aEstelle que venga también.Aguantad,Estellepodrácurarosencasa.

—Deacuerdo.Gracias...

—¡Hastapronto!

Colgó.

Devolvíelteléfonoalconductor.

—FrançoisnosesperaenSceaux—leexpliqué.

Élasintió.Eraunhombredeunostreintaañosyanchodeespaldas,negro,cuadradocomounboxeador,peroenormecomounjugadordebaloncesto.Conelcráneoafeitado,ojospequeñosyoscuros,losrasgosduros.Unfísicodeasesino,perounasesinoqueacababadesalvarnoslavida...

—Hay un botiquín de primeros auxilios debajo de su asiento —dijo,recuperandoelteléfono.

Meagachéycogí lacajitablanca.Cuandoquité la tapa,viqueClaire sehabíadesvanecido.

Intentandonocederalpánico, tomé loquehacía faltaenelbotiquínparaatendersuheridaenloposible.

Fuera,lascallesdesfilabanunastrasotras.ElconductorsedirigíahacialasafuerasdeParís.

Lasimágenessemezclaronenmicabeza.Lamuertehabíapasadocercaunavezmás.

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Nueve

El chalé en el quevivíanFrançois yEstelleChevalier se parecíamucho a unacasa inglesa. Se encontraba en la parte alta de Sceaux, en una larga carreterabordeada por árboles y arbustos, donde se erigía estilizado, enmedio de otrasresidenciasidénticas,deladrillomorado.Detrásdeunmodestojardín,lafachadablancayrojaimitabaladelascasasvictorianasdelosalrededoresdeLondres.Alolargodelapartedeatrásdebíadetenerunsegundojardín.

La calle parecía dormida. Muy tranquila. Pero en el silencio de aquelbarrio residencial tan elegante oía todavía el eco irreal de los disparos queresonabandetrásdemí.MispuñossóloseaflojaroncuandovialfinaFrançoisenelpequeñovestíbulo.

François Chevalier. No había cambiado nada. Quizá había engordado unpoco.Peroseguía teniendolasonrisaprofunda,perpetuaysinembargosincera,esecarismaenvolventequesedesprendíadesusiluetademetronoventadealto.Cuandoleconocí,FrançoisllevabayatanbienlostrajesquedabalasensacióndehabernacidoconunYvesSaintLaurentpuesto.LosdemásalumnosdelliceoChaptalnosmirabancomosifuésemosextraterrestres.Yo,conelpelolargoymiscamisetassucias,élconsustrajesysurelojdebolsillo.Yo,elrebeldeunpococolgado,él,elchicoguapoyllenodeencantoquesiemprellevabaenelfondodelosojoselbrillodeléxito.Detrásdeunapizquitademalicia.

Me estrechó entre sus brazos, con fuerza, y después acogió a la jovenBorella y nos condujo, pasando junto a la escalera, hacia una pequeña sala detelevisión donde nos esperaba la comodidad de un enorme sofá. Creo queFrançois me hablaba, pero yo en realidad no le escuchaba. Era como si laconmoción hubiese esperado todo aquel tiempo para dejarme completamenteparalizado.

Estelle llegó unos minutos después y me estrechó con fuerza entre sus

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brazos.Teníayaelvientrebastanteredondo.Notéqueunalágrimaasomabaamisojos.Ellaestabaresplandecienteconsus largoscabellos rubiosysuspecas,sucarita de niña y sumirada brillante.Mehabría gustado tanto volver a verla enotras circunstancias... Ella me volvió a abrazar y me susurró «bienvenido» aloído.

—Yo...losientomuchísimo—balbucí,violento.

Tenía sangre en las manos, un aspecto trastornado, sin duda, ydesembarcabadeprontoensucasaconunajovenherida.Noeran,realmente,lascondicionesidealesparaunreencuentro.

—Notienesporquésentirlo...Françoisyyoharemostodoloposibleporayudarte,Damien.Peroestoyunpocopreocupadaporti.

Laestrechédenuevoentremisbrazos.Sentísuvientreabultadocontraelmío.DespuésviqueellamirabaaClaireporencimademihombro.

—Vamos,venga,señorita,vamosaarreglartodoesoalláarriba.

—Notecansesdemasiado—ledije.

EstellepusolosojosenblancoyluegosellevóaClairealprimerpisoparaprodigarleunoscuidadosmuchomásprofesionalesquelosmíos.

Yomequedé en la planta baja conFrançois y su amigo, queme trajo unpocodealcoholyunalgodónparadesinfectarloscortesdelasmanos.

—Creoquetuamigonoshasalvadolavida—dijetorpemente,esbozandounasonrisa.

—Me alegro —respondió François, dirigiéndose hacia el sofá—.Acostumbra ahacerlo.Pero ahorame tienesque contar tuhistoria, porque estoempiezaaserunpoco...

—No,François.Ahorano.

—¿Teburlasdemí?—exclamóChevalier.

—Tendrás que confiar en mí —dije, intentando calmarle—. No puedocontártelo todo, y de todosmodos, no tengo tiempo. Pero puedes ayudarme unpocomás...

—¡Damien!¡AcabandetirotearteenplenocentrodeParís!Creoqueyavasiendohoradequemedigasloqueestápasando...

—No,noeselmomento.Loúnicoquepuedodecirteesqueestoybuscando

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unacosaqueyabuscabamipadre,yqueestá claroquemuchasotraspersonastambiénandantrasella.

—¿ElBilderberg?¿Creesquesonellosquienestehandisparado?

—Ellosuotros.

—Pero¿quéesesoquebuscáistodos?

—Puesnisiquieraestoysegurodesaberloyomismo...

—¡Déjateyadechorradas!

—Escucha,François,necesitoquemeayudesunpocomás.Obienconfíasenmí y te prometo que te lo contaré todo en cuanto sepa algomás, o bien lodejamosestar,yodesaparezcoydejodemolestarte.

Suspiró.

—¡Meestásdandounultimátum!

—Necesitoquemehagasdosfavores.

—Teescucho—soltó,conaireexasperado.

—Enprimerlugar,quieroquetequedesaestajovenylatengasenunlugarseguro.Ellatecontarátambiénunpocomejortodalahistoria.Nolaconozcoenrealidad,peroestoysegurodequeesunabuenachica.

—¿Entonceséstanoeslachicadelaquemehablabasayerporteléfono?

—No, en absoluto. La chica de la que te hablaba ayer por teléfono esperiodista,yestámetidaafondoconmigoenestahistoria.Yademástengoqueirareunirmeconellaenseguida.PeroprimeroprométemequeprotegerásaClaire.

—¡Puesclaroquelaprotegeré!—exclamó.

—Bien. El segundo favor es sobre un objeto del cual quizá hayas oídohablar,dadoquetesigueninteresandolascosascuriosas,contushistoriasdelamasonería...

Eché una mirada algo inquieta a su amigo guardaespaldas. Casi habíaolvidadosupresencia.

—No pasa nada —me tranquilizó François—. Stéphane sabe que soyfrancmasón.¿Quéobjetoesése?

—Unareliquia.LapiedradeIorden.¿Hasoídohablardeella?

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—Nunca...

—Es una reliquia que al parecer perteneció a Jesús, y que tiene algunarelación con elGranOrientedeFrancia.Mepregunto cuál, porqueno tengoniidea.¿Puedescomprobarlo?

—Desdeluego.LapiedradeIorden.

Cogióunblocdenotas,escribióelnombre,arrancólapáginayselametióenelbolsillo.

—Eso es todo —dije, levantándome—. Tengo que irme. Lo sientomuchísimo, sé que abuso de ti, pero debo acabar lo que he empezado, esimprescindible.

—¡Espera! —me interrumpió François, levantándose—. Acepto hacerteesosdosfavoresconunasolacondición.

—¿Qué?

—QuetellevesaStéphanecontigo.

Levantélascejas.

—¿Eh?

—Badji.Odejasque teacompañe,o lepidoque te tumbeenelactoy teingresoenunhospitalpsiquiátrico.

Nopudeevitarsonreír.Despuésreflexionéunmomento.

—Sinceramente, no me importaría que Stéphane, o sea, el señor Badji,vinieseconmigo...sipuede,claro.

Françoislanzóalfinunasonrisa.Sevolvióhaciasuamigo.Esteselevantóysevolvióaabrocharlaamericanadesuoscurotraje.

—Puedodedicarleunosdías—aseguróBadji—.Voyaavisarenlaoficinaysoytodosuyo.

—Stéphane ha trabajado varias veces para mí en el curso de los cincoúltimos años —me explicó François, señalando al guardaespaldas—. Confíoplenamente en él. Ha trabajadomucho tiempo en elMinisterio del Interior, enBeauvan.Conocebiensutrabajo,muybien.

—Yalohevisto.

Estelleyla jovenbajaronenaquelmomentolasescaleras.ClaireBorella

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llevabaunvendajeentornoalhombroyuncabestrilloparaapoyarelbrazo.

—¿Tevas?—medijolamujerdeFrançois.

—Sí—confesé, violento—.No tengo elección. Tengo que acabar lo queestaba haciendo, es imprescindible. Me da vergüenza aprovecharme así devosotros,peronohayotroremedio.¿Estábien?—pregunté,mirandoelhombrodeClaire.

—Sí,securará.Leheextraídolabala—explicóEstelle,apretandolamanode la joven—. Voy a tomarme unos días de descanso y me quedaré aquí conClaireparaquepuedareponersedetodoesto.Detodosmodos,comoelbebéyaempiezaamoverse,estoymuycansada,ytambiénnecesitoalgodedescanso.

—Gracias.Milvecesgracias.Soislosmejores...

Estelleme dedicó una tierna sonrisa.Yo, un guiño.Once años no habíanconseguidoborrarlaamistadquenosuníaalostres.Yelembarazolesentabademaravilla.

—Ostendréalcorriente—prometí,dirigiéndomehacialapuerta.

Elguardaespaldaspasóantemí.

Unosminutosmástarde,estábamosenelSafraneynosdirigíamoshaciaelBeaubourg.

—Muchasgraciasportodo,unavezmás—ledijeaBadjicuandoconsiguióquenosfuésemosintroduciendoentreeltráfico—.Sinustedcreoquenoshabríanmatado.

Conlanucaapoyadaenelreposacabezas,ylosojospegadosalacarretera,me sentía un poco tonto. Era la segunda vez en una semana y yo no tenía lacostumbredequemedisparasen...Perosospechabaqueélsíquesehabríavistoenocasionessimilares...

—Puesselashanarregladomuybien.

—Sí,peroconfiesoqueteníamuchomiedo.Además,tengovértigo.Allíenlacornisanoestabanadaorgulloso...

Élmedirigióunasonrisadecomprensión.

—Ahora habrá que tener muchísimo cuidado. ¿Ha tenido guardaespaldasalgunavez?

—No.

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—Intentarésermuydiscretoynomolestarle,perohayciertasreglasbásicasqueconvienerespetar.Laamenazaqueleacechaesmuyseria...

—¿Ah,lohanotado?—dije,irónico.

—Sí. Hacía tiempo que no veía tanto movimiento como éste. El señordiputadonotieneunavidatanajetreada...

—¿Trabajaamenudoparaél?—meextrañé.

—No,dehecho,muyraramente.

—Pero ¿por qué continúa haciendo de guardaespaldas, si tiene su propionegocio?

—Bueno,estonosuelepasarconfrecuencia.Sobretodoahoramededicoalaformación.Entrenoachavalesdeveinteañosparaqueseconviertanenagentesdeseguridadprivados.Todosseimaginanquesepuedendedicaralaseguridaddelanochealamañana.Esteoficioseestáconvirtiendoencualquiertontería.Yointento transmitirles lo que he aprendido. Y de vez en cuando trabajo para elseñorChevalier, en realidad,másque comoguardaespaldas, para supervisar laseguridadcuandoorganizacoloquiosocosassemejantes,sobretodo.Dehechonomenecesita,peronosentendemosbien.Yademástenemosalgoencomún...

—¡Ah,yacomprendo!—repliqué—.¡Ustedesfrancmasóntambién!

Élseechóareír.

—¡No,no!¡Enabsoluto!YaséquehaymuchosnegrosenelGranOriente,peroyono.

—Perdón—susurré—.Entonces,¿qué?

—Elboxeo.

—¿Eh?¿Françoispracticaelboxeo?—exclaméyo.

Él soltó otra carcajada. Tenía una risa extraordinaria, grave y profunda,muycomunicativa.

—No —explicó—. Vamos juntos a ver los combates. Los dos somosgrandesaficionados.¿Austednolegustaesedeporte?

—¡Puesno,nada!—confesé—.Esdemasiadoviolentoparamí...¡NosabíaqueaFrançoislegustaba!

—¿Estádebroma?¡Nosepierdeunsolocombate!Encuantohayalgunoenla región parisina, vamos, o si no seguimos la WBC, la WBA y todos los

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campeonatosensucasa,ensutelevisor16por9.¡LaseñoraChevalierseponecomoloca!

—Yameloimagino...Yusted,¿hapracticadoelboxeo?

Levantólascejas.

—¿Lodiceporquetengonarizdeboxeador?

Se echó a reír de nuevo. Empezaba a encontrarlo verdaderamentesimpático.

—No—siguió—.Hepracticadomuchosdeportesdecombate,peroboxeono.Bueno,digamosqueenseriono.

Yo asentí con la cabeza. Ahora comprendía por qué había debido desimpatizarFrançoisconél.Teníaunaspectocompetente,honrado,ynoparecíatomarse a sí mismo demasiado en serio, una cualidad rara sin duda en suprofesión.Engeneral,semidemásbienlaprofesionalidaddeunguardaespaldasporsuseriedad...PeroBadjino teníamiedodebromear.Sinembargo,algomedecíaqueesonoleimpedíaserextremadamenteprofesional.

—¿Ycómosehizoguardaespaldas?—lepregunté,cuandosalíamosde laronda.

—¡Ah,eso!Esunalargahistoria...

—Meencantanlashistoriaslargas.

—Entoncesleexplicarélaversióndeldirector...LleguéaFranciaalaedaddequinceaños—empezó.

—¿Desdedónde?

—DeSenegal.Sólohabíaidodosañosalcolegio,tanperdidoestaba.Ynosóloanivelescolar,sinotambiénenlavidacotidiana.Leaseguroquecuandounoha vivido toda su vida en África y de repente desembarca en París, sufre unatremendaconmoción.Yonoeranadafeliz.Nomegustabalagente,nilaschicas,ni el clima. No me gustaba casi nada aparte de la lele. Bueno, en resumen,despuésdequeme ridiculizaranenel colegio,hice laestupidezmásgrandedetodamivida.

—¿Elqué?

—Entré en la escuela de infantería de marina y comandos en Lorient.DespuésmeintegréenelcomandodePenfentenyo.

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—Nomedicenada—confesé.

—Para darle una idea, mi compañía estaba especializada en elreconocimientode lugaresy servicios tácticos.Nuestrasoperacioneshabitualesconsistían en recogida de información, infiltración y exfiltración de personal...esetipodediversiones.

—Genial.

—Eso mismo. Me convertí en especialista de combate en mediosrestringidos,ynoeracosadebromatodoslosdías.Participéenoperacionesdelascualesnoguardomásquebuenosrecuerdos...

—¿Porejemplo?

—AlgunasmisionesenLíbanoentre1983y1986,ydespuésenMururoa,enlas Comores, en el Golfo. En Somalia, donde participé en la evacuación deresidentesextranjeros...

Levantélascejas,perplejo.

—Sí —continuó él, sonriente—. ¡Sólo buenos recuerdos! Me fuireenganchando hasta los veintinueve años. No me disgustaba aquello, perocuantosmásañospasabanmáslamentabanohaberestudiado.Pareceunatontería,perome di cuenta de queme había perdido algo...No tenía ganas tampoco dehacer ciencias políticas, tranquilo... Bueno, el caso es que cuando cumplí losveintinueve y volví de una operación en Bosnia, decidí colgar el uniforme.Reflexionéy,conloquehabíaaprendidoenelejército,comprendíquelomejoreradedicarmealosserviciosdeinformaciónoa laseguridad.Ydeunacosaaotra,alfinaldecidíestudiarderecho.

—¿Ah,sí?

—Esraro,¿verdad?¡Unnegroteenormeycachas,comandodemarina,enlosbancosdelafacultad!

—¿Teníahechoelbachillerato?

—No,primerotuvequehacerundiplomaespecialdederecho,durantedosaños.Estabamuymotivado.Despuéspudeinscribirmeenlafacultad.

—¡Enhorabuena!

—Gracias. Después me habría gustado continuar, pero la verdad es queresultaba difícil económicamente. Por tanto monté una empresa de seguridad,especializada en la protección de políticos. Con un curriculum como el mío,

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prontomeintrodujeenlaplazaBeauvau.Yoeramipropiojefe,empecécondosasalariados,alcabodecincoañosyasomosocho,yfrancamente,estoycontento.¿Yusted?¿Aquésededica?

Resoplé.

—¿Yo?Bueno...Enrealidad,nolosé.Antesescribíahistoriasdesexoparalatelevisiónneoyorquina,yahorahagodeblancovivienteparatodaslasmafiasdelmundo.

EncontramosaSophieenelúltimopisodelCentroPompidou,enlaterrazadelacafetería.Yalahabíalocalizadoensumóvilylehabíahechounresumendelasituación.LahijadeBorella,losdisparos,François...

Alllegarmeabrazóysoltóunlargosuspiro.

—¿Quieresdejarlo?—mepreguntó,contristeza.

—Alcontrario,nuncahabíatenidotantasganasdeseguir.

Ellaaccedióydespuéssaludóalguardaespaldasqueestabadetrásdemí.Hicelaspresentaciones.

—Sophie de Saint-Elbe, Stéphane Badji, un amigo de François que seproponeayudarnos.Elcaballerotrabajaenseguridadprivada...

—Encantada. ¿Ycomoha sido todoesto?—preguntó, cogiéndomepor elbrazo.

—Puesnolosé—confesé—.Supongoquehabríaalgúntipoquelavigilabadesde hacía tiempo.Ha debido de verme entrar en el piso, y quizá ha dado laordendedisparar.Eslaexplicaciónmássencillaquepuedoencontrar.LahijadeBorellaharecibidounabalaenelhombro,yyohetenidounasuerteincreíble.

—Yaeshoradeterminar,peronosécómoacelerarlascosas.Supongoquetendríamosqueencontrarlapiedra...

—YalehepedidoaFrançoisquebusquedatosenesesentido.Y tú,¿hasterminado?—lepregunté.

—EnloqueconciernealmanuscritodeDurero,sí.

Lagentenosmirabaalgoextrañada.Yoconlasmanosheridas,yBadji,conloshombrosmásanchosqueunacamadematrimonio,noresultábamosdemasiado

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discretos. Nos instalamos en una mesa. Sophie me cogió las manos, llenas decortesquenocubríantodoslosvendajes.

—¿Teduele?

—No,no.

Badjicarraspeóeintervino.

—Losientomuchísimo,perotengoqueverificaralgunosdatos.

—¿Qué?—pregunté.

—Suteléfonomóvil,¿estáasunombre?

—No.Hecompradounatarjetaprovisional,yhedadounnombrefalso.

—Perfecto.¿Yusted?—preguntóaSophie.

—Sí,estáaminombre.Esmimóvilhabitual...¿Creeque...?

—Sí —la cortó Badji—. Quítele la tarjeta inmediatamente. Sería mássensatoquecogiera tambiénunaprovisional,demomento.Porotraparte, tengounos chalecos antibalas en el coche y seríamejor que llevasen uno puesto, losdos.

—¿Estádebroma?—soltóunarisitaSophie.

—No,nobromea—repliquéyo—.Creoquetienerazón.Teloaseguro,labala no pasó demasiado lejos, y no me importa llevar todos los chalecos delmundo.

—Bueno,deacuerdo—cedióSophie.

—Se lospondránencuantovolvamosal coche—sugirióBadji—.Sientomuchísimoimportunarlesconesto,peroenfin...

—Locomprendo—afirmóSophie.

Ledirigíunasonrisa.Meapoyéenlamesayacerquémiasientoalsuyo.

—¿Ybien?—lepregunté—.Elmanuscrito...

—Sí.Elmanuscrito.¿Dóndeestábamos?—preguntó,unpocoperdida.

Sonreí.Nuestraconversacióneracasisurrealista,enlomásaltodelCentroPompidou.

—EstábamosenCarlomagno—susurré.

—Ah,sí.¿Realmentequieresquetecuentetodoestoahora?

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—¡Unpoco,sí!

—Espera—propusoSophie—.Primerovamosapediralgodebeber.

—Nodiréquenoaunwhisky—asentí—.Badji,¿quieretomaralgo?

—UnaPerrierconlimón—respondióelguardaespaldas,mecánicamente.

Sophiehizoelpedido.

—Bueno—dijeentonces—.TendríasquecontarmecómopasólapiedradeIordendemanosdeHarunal-RashidalasdeCarlomagno.

Sophiemelanzóunamiradallenadesimpatía.Parecíaencontrardivertidoqueyotuviesetantaprisaporsaberloqueellahabíadescubierto.Enrealidad,lahistoriadelapiedradeIordeneraapasionante,yademásyoteníamuchasganasdeacabar.Nosoñabamásqueconunacosa:ponertérminoaaquelasuntoypoderrespirar.Tomarmeunmerecidodescanso.Irnosdeviajeellayyo,porejemplo,lejosdetodoaquello.Pero,porelmomento,queríasaber.

—Bueno—empezóella,echandomiradasasualrededorparaverificarquenadienosoía—,todovinodeCarlomagnoysuvoluntaddejugaraprotectordelcristianismo. En aquella época, los ojos de los cristianos del mundo enteroestabanvueltoshaciaJerusalén.Perolavillasantaestabadesdehacíaunsigloymedioenmanosdelosárabes.

—Esonodebíadefacilitarlascosas—aventuré.

—Era menos complicado de lo que se podía creer—replicó Sophie—.Comotedijeayer,losmusulmanesdejabanaloscristianostranquilos,yllegarona cohabitar sin demasiados problemas. Ellos rezaban en lamezquita deOrnar,pero no impedían que los otros fuesen en peregrinaje siguiendo las huellas deCristo,nialpatriarcadeJerusalénquecelebrase todas las fiestasquequisiera.PerolascomunidadescristianasdePalestinaeranvíctimasamenudodeataquesde beduinos nómadas. Por esemotivoCarlomagno decidió enviar embajadorespara restablecer el contacto con el califa de Bagdad, con el fin de que éstemejoraselaseguridaddeloscristianos.

—Pero¿Carlomagnonoestabaenguerraconlosmusulmanes?

—No, contra esos musulmanes no. Más bien ambos tenían enemigoscomunes.

—¿Porejemplo?

—ElcalifatodeEspaña,querepresentabaalavezunaamenazadeinvasión

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paraCarlomagnoyuncontrapoderparaHarunal-Rashidenelmundomusulmán,perosobretodoelImperiobizantino.Enresumen:comoCarlomagnoyal-Rashidtenían losmismos enemigos, encontraron un terreno de entendimiento. Así, losembajadoresfrancosfueronmuybienrecibidosporelcalifadeBagdad.Entrelosaños797y802hubovariosintercambiosdeembajadoresentreHarunal-RashidyCarlomagno,ycadavezesasmisionesfueronacompañadasdenumerososregalos.Elmáscélebredetodosfueunelefante,elfamosoAbúAbas,queelcalifaofrecióalemperador.

—Ah,sí,meacuerdodeeso...

—PerolomásinteresanteesunahistoriadeprotectoradosobrelosSantosLugares.

—¿Quésignificaeso?—pregunté,completamenteignorante.

Lacamareranostrajolasbebidasenaquelmomento.Diunsorboalwhiskyconplacer.

—Loshistoriadoresnoseponendeacuerdoeneste tema—siguióSophie—, pero en resumen, entre los favores que el califa habría concedido aCarlomagno estaba la soberanía sobre Jerusalén. Para determinadoshistoriadores, al-Rashid concedió al emperador soberanía sobre toda la TierraSanta; según otros, como Arthur Kleinclausz, más realista, a mi parecer,simplemente le ofreció de forma simbólica un protectorado sobre el SantoSepulcro, es decir, sólo la tumba de Cristo. Sea como sea, el simbolismo erafuerte. El califa cedía autoridad al emperador sobre el nudo geográfico de lacristiandad. Pero lo queKleinclausz no cuenta es queHarun al-Rashid acentuóesesimbolismoofreciendoaCarlomagnootroobjetosimbólico...

—LapiedradeIorden.

—Sí.LajoyaquehabíapertenecidoaCristoyque,segúnnuestrahipótesis,estabaenposesióndeloscalifasdesdehacíavariasgeneraciones.

—¿Cómopodemosestarseguros,siloshistoriadoresnolocuentan?

—No he dicho que los historiadores no lo cuenten. He dicho queKleinclausznolocuenta.Porelcontrario(y,créeme,meheesforzadomuchoporverificarlo),enunnúmerodelaRevuehistoriquede1928,unartículodeBédiersobre los regalos de los embajadores deHarun al-Rashid hace referencia a lapiedradeIorden.Yparaconcluir,eldocumentodetupadrepruebaqueestabaenposesióndeCarlomagno.Quoderatdemostrandum.

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—¡Bravo!¿YahíacabaeltextodeDurero?

—En absoluto.Recuerda que el texto que tu padre encontró probaba queCarlomagnohabíaofrecidolapiedraaAlcuino...

Como cada vez queSophieme contaba sus pequeñas historias,me sentíamuyinculto.Cadavezteníamásvergüenza,peroesodebíadedivertirlamásqueotra cosa. Y ya veía que, a mi lado, Badji no podía evitar escuchar nuestraconversación.Éltambiénparecíaencontrarapasionantetodoaquello...

—... Alcuino era un clérigo anglosajón a la cabeza de la escuelacatedraliciadeYork.Autorypensadordegenio,estabaconsideradocomounodelosmaestrosdelaculturacristianainglesa.TantoesasíqueCarlomagnolehizovenir aFranciaydecidióofrecerle lapresidenciade la escueladelpalaciodeAix-la-Chapelle.Losdoshombresseentendíanalaperfección,yAlcuinodirigíala política escolar de Carlomagno. Alcuino está en el origen de lo que loshistoriadores llaman «el renacimiento carolingio». Al final se convirtió en elconsejeromásfieldelemperador,ycuandoen796seretiróa laabadíadeSanMartíndeTours,Carlomagnolecubrióderegalos,entreelloslafamosapiedra.Tenemoslapruebasobretodoporeltextoquetupadreencontróymeenvióporfax.CuandomurióAlcuino,enelaño804,suponemosqueseladejóalosmonjesdelaabadía,probablementealoscopistasdelscriptorium.Después,enelsigloIX, la abadía fue saqueada por los normandos. Y ahí se perdió la pista de lapiedra de Iorden. Tu padre hizo muchísimas búsquedas, pero al parecer noencontrónada.Yo tambiénhebuscadounpoco,peronoapareceni rastrode lapiedra durante casi tres siglos, hasta que reapareció en 1130 enmanos de sanBernardo,quefundólaabadíadeClairvauxen1115yseconvirtiótambiénensuprimerabad.Fueunpersonajeesencialdelmundocristiano,queintervinoengranmedidaenlosasuntospúblicosconLuisVIysuhijoLuisVILBastantepolémico,no dudaba tampoco en aconsejar a los papas o criticarlos. Pero lo que nosinteresaaquíessurelaciónconlostemplarios...

—NomedigasquelapiedradeIordentienetambiénrelaciónconlaOrdendelTemple...—leinterrumpí,incrédulo.

—¿QuiénmejorquelosguardianesdelatumbadeCristoparaconservaruntesoro tan sagrado? Pero no hemos llegado allí todavía... Te introduzco en elcontexto.AfinalesdelsigloXI,lasrelacionesentreFranciaylosárabesnoeranlasmismasqueenlaépocadeCarlomagno.En1095,elpapaUrbanoIIllamóalaprimera cruzada. Era la hora de las hostilidades. Los cruzados pasaron porConstantinopla,despuésporSiria,tomaronAntioquía...

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—Vaya...

—Sí, y en 1099 tomaron Jerusalén. Progresivamente se formaron cuatroestadoslatinos:elcondadodeEdesa,elprincipadodeAntioquía,elcondadodeTrípoliyporfinelreinodeJerusalén.Eloccidentecristianoseinstalóenplenocorazón del territorio ocupado por los árabes. Podían comenzar ya losperegrinajes,peroeraunviajepeligroso,yporesemotivo,aprincipiosdelsigloXII,uncruzado,HugodePayns,decidiócrearunamiliciaparaprotegeralosqueacudíantraslospasosdeCristoaJerusalén.

—LaOrdendelTemple...

—Exactamente. Pero no se llamaba aún así. Al principio se les llamabaCaballerosdeCristo,MilesChristi,esdecir,ensuversión larga, laMiliciadelos Pobres Caballeros de Cristo. Estamos alrededor de 1120. La orden, yareligiosa, no tiene todavía una carta auténtica y, a decir verdad, causa algunosproblemas relativos a la incompatibilidad entre el estatuto de monje y el decaballero.Alprincipio sanBernardo,que, comoya tehedicho, eraunhombremuyinfluyente,semostrabamásbienhostilaesamilicia.PerocuandoconocióaHugodePaynsseconvencióde lapurezadesus intencionesysobre todode lanecesidaddelosfamososcaballerosdeCristo.En1129seestableciólaregladelos templarios durante el concilio deTroyes, en presencia de sanBernardo.Yparaconfortarlos,élmismollegaríaaescribiruntextocélebre:Delaudenovaemilitiae. Justificaba mediante este texto su misión, explicando que los SantosLugaresdebíanserlesconfiados,perotambiénquesedebíanrealizardonacionesparafacilitarsutareaylaconstitucióndelaorden.Ydesdeluego,dioejemplo.

—¿LesofreciólapiedradeIorden?

—No sólo se la dio, sino que les pidió que la llevasen a Jerusalén, dedondenohabríatenidoquesalirjamás.Algunosañosmástarde,BalduinoII,reydeJerusalén,lesalojóenunaladelpalacio,enellugardeltemplodeSalomón.AllíesdondetomaronelnombredeOrdendelTemple.Variosdocumentosdelaépoca demuestran que la piedra quedó en su posesión durante casi doscientosaños.Lostemplarios,ciertamente,perdieronJerusalénen1187,peroseinstalaronenAcreydespuésenChipre,yencadatrasladoelGranMaestredelaordensellevó la piedra con él, entre numerosas reliquiasmás del Santo Sepulcro. SanBernardohabíacalculadobien:lostemplariosfueronlosguardianesmássegurosdeesapreciosareliquia.Desgraciadamente,aprincipiosdelsigloXIV,FelipeIVel Hermoso, que debía mucho dinero a los templarios y envidiaba su riquezalegendaria,buscóunamaneradelibrarsedeellos...

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—Siempresehabladesutesoro,pero,¿realmenteerantanricos?

—¡Sí, es lomenos que podemos decir! La bula del papa Inocencio II en1139 no solamente les exoneraba de diezmos, sino que les otorgaba además elderechoahacercolectasypedirlimosnas.Ycuandosetratabadehacerofrendasa los protectores de la tumba de Cristo, los cristianos semostrabanmuy,muygenerosos.Además,todoslosnoblesqueseuníanalaordenlecedíansusbienes,casas, tierras, dinero... En resumen, el Temple, que también hacía de usurero,poseía una fortuna colosal, a la medida del odio que les profesaba el rey deFrancia. Los bienes inmuebles de la orden eran alucinantes. Sólo en París, losmonjessoldadosposeíanunbarrioentero...

—ElbarriodelTemple...

—¡Qué deducción! —se burló Sophie—. Después de numerosasmanipulacionesyapesardelaproteccióndelPapa,FelipeelHermosoacabóporhacerdeteneralostemplarios.AlprincipioelpapaClementeVechabachispas,perodespués,viendoquesindudaerademasiadotarde,noseopusoalrey,peroleexigióquelosbienesdelTemplepasaranalatuteladelaIglesia.

—Noeratonto...

—Losbienesdelaordenhabíansidosecuestradosporlosagentesreales,perocomoelPapa loshabía reivindicado,despuésdemuchos tratos,yal finaldel seudo-proceso, Felipe elHermosoaceptó entregar todas las posesiones delostemplariosalaOrdenHospitalaria,quehabíanacidomásomenosalmismotiempoenJerusalén.Enresumen,en1312,cuandollevabandiezañosinstaladosenlaisladeRodas,loshospitalariosdeSanJuanheredaronelfamosotesorodelTemple.

—ConlapiedradeIorden.

Sophieafirmóconlacabeza.

—Puessí.YahíesdondeterminaelmanuscritodeDurero.Segúnél,unadelas reliquias más misteriosas de la historia se encontraba en posesión de loshospitalarios.HayquerecordarqueDureroescribíaestoalrededorde1514,justoantes de que la Orden Hospitalaria fuese expulsada de Rodas por el sultánSuleimánelMagnífico,ydequeCarlosVlescedieselaisladeMaltaacambiodesuayudacontralosturcos.EntoncesfueronrebautizadoscomocaballerosdelaordendeMalta...Pero,apartirdeahí,nirastrodelapiedradeIorden.Yahíesdondemehequedadoyo...Ytupadrenohabíaidotampocomásallá.

—Entonces,tenemosqueemprendernuevasinvestigaciones—propuse.

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—Sí.Está lapistade la francmasonería,que tupadre rozóvagamente.ElnexodemasiadoevidenteconlaordendeMaltao,peoraún,conlostemplarios,mepareceunpocofalso...

—LehepedidoaChevalierquehagasus investigacionesaeste respecto.Conunnombrecomoelsuyo,seimpone.

Nosquedamosensilenciounmomento.Yolacontemplabaconadmiración.Habíatrabajadoaunavelocidadasombrosa.Mipadrehabíatenidobuenavistaalelegirlaparaque lo ayudase en suspesquisas.Sophie estaba en su terreno, eraapasionada, y su erudición le permitía avanzarmuchomás rápido de lo que lohabríahechoyo.

—Sophie...¡memuerodehambre!

—¿Nohascomido?

—¿Entrebalaybaladelasquemeibandisparando?Puesno,nohetenidotiempo—ironicé.

—Son casi las seis de la tarde. Un poco temprano para cenar, peropodemosbajaracomerunbocadilloenunbaroenunMcDonalds.

—Entoncesvamos.

Badji nos precedió. Yo casi me sobresalto. El ya estaba en su papel deguardaespaldasyamímecostabaunpocoacostumbrarme.Fuimospisándolelostalones.

Había mucha gente en las escaleras mecánicas que se deslizan por losgrandes tubos de cristal del Beaubourg. Decenas de visitantes que se dejabanllevar,quesubíanobajabanentrelosniveles.Pocoapoconotéqueamiespaldaaumentaba la inquietud familiar que me había hecho huir de la BibliotecaNacional.La impresión de ser observado.Todas esasmiradas con las que noscruzábamos, ¿no se detenían demasiado tiempo sobre nosotros? ¿Estábamosverdaderamenteasalvodentrodeaquellaenormeestructuradecristal?

MeacerquéaSophieenlosescalonesdeacerodelaescaleramecánicaylecogíelbrazo.Ellamesonrió.YoechéunaojeadaaBadji.Intentéleerensurostrolamenor alerta, lamenormarca de inquietud. Pero él parecía tranquilo. Puedequemiinstintomeengañara.Intentérelajarme,olvidarlasheridasqueteníaenlasmanos, el eco de los disparos en mi cabeza. La sombra de los cuervos querevoloteabanamialrededor.

Llegamos a la plaza del Centro Pompidou. Los turistas se arremolinaban

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alrededordelosmúsicoscallejeros.Unguitarristaaltoynegroconelpelolargose movía al ritmo de su amplificador, tocando una canción de Hendrix. Allítambién,unfaquircaminabasobrecascosdebotellas.Nosintrodujimosentrelosmironesyloscaricaturistas.

CuandollegamosalacalleBerger,Badjimeindicóunasandwicheríaconaireinterrogativo.Yoestuvedeacuerdo.Nossentamosenelinteriorypedimos.

Sophieempezóadecir,envozbaja:

—Damien,tenemosquepensarlo,decidirquévamosahacerahora.YoheacabadoyaeltrabajodeDurero.Hayqueorganizarse.

—¿Cuál será nuestra próxima etapa? ¿Encontrar la piedra de Iorden?—pregunté,tímidamente.

—Sí, pero eso no bastará. Te recuerdo que no es más que la clave quepermitedescifrarelmensajedeCristo.Peroelmensajemismoseguimossinsaberdóndeestá.Esperabaencontraralgunacosaallí,alfinaldeltextodeDurero,peronohabíanada.

Diunlargosuspiro.Tantoelunocomoelotro teníamosganasdeavanzarmásrápidoennuestrainvestigación,peronosabíamosquépistaseguir.

—Espera—exclamé,depronto—.Mehabíaolvidadodecontarteunacosaquepodríaaportarnosalgunapistaparalainvestigación.

—¿Elqué?—replicóSophie,impaciente.

Lacamarerametrajoelsándwichypaguélacuenta.Diunbocado.Sophiemehizoseñasdequeacelerase.Traguéconesfuerzolamezclaunpocosecadepanycharcutería.

—La hija de Borella —dije— encontró un artículo en Le Monde querelatabalamasacredelosreligiososdelosquehablabasupadre.

—¿Losesenios?

—Sí,siesquerealmentesetratadelosesenios...Seacomosea,eledificiofue enteramente destruido y no quedó un solo superviviente. Al parecer, elartículonodecíamuchomás...Estabatratadocomounsimplesuceso.Contodoloquepasaen la región, losperiodistasnoseextrañandemasiadopornada.Peroson demasiadas coincidencias. Borella asesinado, la comunidad que él habíadescubiertomasacrada lamisma semana,mipadre, yhoydisparan a la hija deBorella...

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—Sepuedesuponerquesonlasmismaspersonasquelohanhecho.Pero,¿entuopiniónquésignifica?

—Los esenios sabían algo... Querían hacerlos callar. O quizá, másverosímil,poseíanalgunacosa...

—¿EltextocodificadodeJesús?—sugirióSophie,conlaluzenlamirada—.ObienlapiedradeIorden...

—No—repliquéyo—.EsmásprobablequefueseeltextodeJesús,porquela comunidad pretendía descender en línea directa de los contemporáneos deCristo. Y tú has descubierto que la piedra de Iorden había viajado por todaspartesatravésdelahistoria.No,siesacomunidadhabíapermanecidoensecretodurantemásdedosmilaños,era sindudaporquevelabaalgunacosapreciosa,quenosehamovido.Aimagenysemejanzadelostemplarios,quecustodiabanlatumba de Cristo, esos religiosos protegían otra cosa. Tuvieron la suerte depermanecer en un lugar aislado, y no en el corazón de Jerusalén.Y si los hanmatadoalcabodedosmilañosesporqueseguíanposeyendoesebienpreciado.MeinclinaríamásbienporelmensajecifradodeJesús.

Sophieestuvodeacuerdo.

—Parece lógico. Fueron a robárselo, pero para evitar que hablasen, losmataronatodos.AcontinuacióneliminaronaBorella,quesabíademasiado.

—Yencuantoasuhija,debíanesperaraversisabíaalgunacosa,ycuandomehanvistoentrarensucasa,handecididocargárselaaellatambién.

—¿Yquiénessonellos?

—¡Ah, ésa es la cuestión! El Bilderberg o Acta Fidei—propuse—. Yasabemosdeloquesoncapaces.

—Noesmásqueunahipótesis,peroesplausible.Yquerríadecirqueunode los dos elementos de la investigación lo han encontrado nuestros enemigosinvisibles:eltextocifrado.

—Yelsegundoelemento,laclave,sigueperdido.

—Peroamijuicionuestrosenemigosdebíandecreerquetupadreposeíaese segundo elemento, la piedra de Iorden, y por eso lo asesinaron y fueron aregistrarlacasadeGordescuandotúllegaste.

—¡Desdeluego!AhoradebendepensarquesoyyoquientienelapiedradeIorden.

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—Lahipótesis se sostiene cada vezmejor. Sólo hay un elemento quemepreocupa.

—¿Cuál?—lepregunté.

—LaGioconda.LeonardodaVinci.Seguimossinsaberquépintaentodoesto.

—Ah, sí. Y la extrañamáquina que había en el sótano demi padre. Sinhablar de Melencolia de Durero. Aunque su manuscrito nos haya enseñadomucho,nosabemosverdaderamentequétienequever todoestoconelgrabado.Esonosabreuntemadeinvestigación...

—Mientras esperamos que Chevalier nos dé noticias sobre la piedra deIorden.

—¡Excelente! —confirmé—. Lo que me da miedo es que, si queremosresolveresteenigma,undíauotrotendremosquerecuperarelmensajecifradodeJesús...,que,segúnnuestrahipótesis,unadelasdosorganizacionesharobadoalos esenios. Y veomuy difícil recuperarlo, ya sea en el Bilderberg o enActaFidei.Notengomuchasganasdevolveraponerlospiesallí.

—Cadacosaasutiempo...Enprimerlugar,LaGioconda.

Sophieselevantóysepusoelabrigo.

—¿Adóndevamos?—lepregunté,imitándola.

—ALondres.

Abrímucholosojos.

—¿Cómo?

—VamosaLondres—repitióSophie,muyorgullosodesuefecto.

StephaneBadjiporsupartenoparecíaencontrarlotandivertido.

—¿Estásdebroma?¿QuéesloquevamosahacerenLondres?—exclamé.

—Vamosacasadeunaamigamía,queseguramentepodráayudarnosconlodeDaVinciyDurero.

—¿EnLondres?

—Sí.Vamos,Damien,yasabesqueconelEurostarnoestátanlejos.

Yomeencogídehombros.

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—¿Ynosvamosasí,sinnada?

—¿Cómoquesinnada?

—Bueno,yoquésé,siquieresqueellanosayudedeverdad,tendremosquellevarlealgúndocumento...ElmanuscritodeDurero,porejemplo...

—Lollevo.

Señalóconelpulgarporencimadesushombroslamochilaquellevaba.

—¿LacopiadeLaGioconda?

—Tambiénlallevo.

—Bueno—suspiré—. Ya veo. ¡François se pondrá contento! ¿Y no haynadieunpocomáscercaquepuedaayudarnosconDaVinciyDurero?

—No.Notanbiencomoella.Yséqueharácualquiercosaporayudarme.

—¿Esunaartista?—pregunté.

—No.Mejorqueeso.Unapersonaque a lavez tieneuna licenciatura enmatemáticasyundoctoradoenhistoriadelarte.

—Quéoriginal.¿YquéhaceenLondres?

—Investigaciones sobre el Renacimiento. Podrá ayudarnos. Conoce muybieneseperíodo,hizosutesisdoctoralsobrelahomosexualidadenlaspinturasdelRenacimiento.

—Ah,yaveo.Unaamiga...Peroespera—medicuenta,degolpe—.¿Noserálapersonadelaquemehablasteelotrodía?

Sophiesevolvióymelanzóunamiradadivertida.

—¿Tehablédeella?

—Sí...Una«personaqueenseñamatemáticasehistoriadelarte»,delaqueestuvisteenamorada...

Elladiomediavueltayechóaandardelantedenosotros,riendo.Yoestabaasombrado.Sophienosllevabaaveraunadesusantiguasamantes.ALondres.Verdaderamente,noeralaformaidealdeacabarlavelada.

MiréaBadji,confuso.

—London,baby,yeah!—solté,irónicamente—.¿Vieneconnosotros?

—Desde luego. No les dejaré ni a sol ni a sombra. Pero tenemos que

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informaraChevalier.Ycomousteddice,nocreoquesepongamuycontento...

Meencogídehombros.

—Loqueselemeteenlacabezaaestamujer...

Badjiasintió,ydespuésesperóaqueyoiniciaraelpasoymesiguió.Nosdetuvimosanteunacabina,SophietelefoneóaLondresparaadvertirasuamigay,después, siguiendo losconsejosdeBadji, fueacomprarseunanueva tarjetadeteléfono.Duranteesetiempo,yollaméaFrançoisparaavisarledequeíbamosahacerunviajecitorápidoaLondres.

Una vez en el coche, Sophie y yo nos tuvimos que poner los chalecosantibalasdeBadji.ElSafrane se transformóenunprobador, cosaqueprovocóalgunasrisaslocas,pocoacordesconlagravedaddelasituación.

MenosdeunahoradespuésllegábamosalaestacióndelNorte.

Al salir del coche en la plaza de Napoleón III, alcé los ojos hacia lagigantescafachadadelaestacióndelNorteysuscolumnascorintias.Observéconplacer con qué elegancia se oponía la piedra neoclásica a las estructuras defundiciónydecristal.Lamezcladegénerossehabía llevadotodavíamáslejosdesde que yome fui de Francia: habían añadido a la derecha del edificio unanuevaterminal.

Fue precisamente hacia ese nuevo vestíbulo blanco adonde nos dirigióBadji.Sindudaqueríaevitaralamultitudqueseagolpabaenlapuertaprincipal.Llegados al nivel del hotel Apolo, atravesamos la calle entre taxis yembotellamientos, cláxones y bocinazos, y después el guardaespaldas nos dejópasardelantedeélhaciaelnuevoedificio.

Yo empujé la puerta de cristal. La noche no tardaría en caer, pero lainmensabóvedatodavíaestabainundadadeluz.Laenormevidrieraeneltechoylos ventanales con cristal por encima de las puertas dejaban entrar los últimosrayos de sol, que se reflejaban sobre los muros y el suelo blancos como siestuviéramosenplenodía.

Me dirigí hacia las primeras taquillas, justo delante. Amitad de caminoSophiemeretuvo.

—Espera.AquísólovendenbilletesparaÎle-de-France.

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Tenemos que ir allá abajo—dijo, indicando la parte más antigua de laestación,anuestraizquierda.

Yoasentí,ydespuésmevolvíderepente.Sophiememiró, frunciendolascejas.Lehiceseñasdequeavanzase.Nospusimosenmarcha.

Sonóunanuncioconfusoenlosaltavocesdelvestíbulovecino.Lavozdeunamujerresonóenelinmensoespaciodelaestación.Volvílacabezadenuevo.Sophiemeinterrogóconlamirada.Norespondí.Meacerquéaellaylecogíelbrazo.Cuandountiradorescondidolehadisparadoaunoesamismamañana,yuno se sabe objeto de diversas codicias poco simpáticas, se tiene la molestatendenciaaverenemigosportodaspartes...

Depronto,Badjinosempujóporlaespaldaparahacernosacelerarelpaso,mirandohaciaatrás,yentoncescomprendíqueteníalamismasensaciónqueyo.Nosoñaba.

Todavíanosseguían.

Loscuervos.¿Cómopodíanhaberseguidotanfácilmentenuestrashuellas?¿Desdecuándonosseguían?YonoleshabíavistoalsalirdecasadeFrançois.NienelCentroPompidou.

Vi en la mirada de Sophie que ella también sentía su presencia ahora.Estabanallí.Comounaamenaza,comouna tormentaqueseprepara.Unaodossiluetasvistasdemasiadasveces.Unmovimientoentrelamuchedumbre.Cadavezmáscercano.

Mehabían perdido en la calleVaugirard, pero nomeperderían aquí.Nopodríahuireternamente.

—Nosévosotros—dije,volviéndomehaciaSophie—,peroyoempiezoaestarhartodeestacazadelhombre.

Sophieparecíaasombrada.Sindudahabíaalgoenmivozquenuncaanteshabíaescuchado.Cólera.

—Stéphane—continué,sindejardeavanzar—.¿Leshavisto?

Élasintió.

—¿Cuántosson?

—Dos—respondióél,haciéndomeseñasdequenomevolviese.

—¿Estáseguro?

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—Alnoventaporciento.

—¿Yquéhacemos?

Badjidudó,miróensudirecciónydespuéshizounamueca.

—Vale—dijo,cogiéndonosa losdospor loshombros—.LassalidasdelEurostarestánenelprimerpiso.Sinosvensubiralláarriba,sabránquevamosaInglaterra.Hayquedarlesesquinazo.

—Ya estoy harto de huir —repuse yo—. ¿No podría ir sencillamente yromperleslacrisma?

—No, hombre. Vamos, no tenemos tiempo que perder. Cuando les dé laseñal, corran a toda velocidad hacia las escalerasmecánicas, justo delante delbar.Tenemosquedesaparecer lomás rápidamenteposible enelpisodeabajo.Allíestán lospasillos largosquevanalRER.Conunpocodesuerte,pensaránquenoshemos idopor allí.En realidadvolveremosa subir enseguidaporotraescalera.Esarriesgado,perohayqueintentarlo.

—Perderemoseltren—intervinoSophie.

—Vamos,muévanse,seacercan.

Ellaaccedió.

—¡Ya!—soltóBadjialmomento,empujándonosanteél.

Sophie pasó la primera, y yo corrí detrás de ella. Sin volvernos, nosprecipitamos hacia las escaleras mecánicas, metiéndonos entre los pasajerosextrañadosylashilerasdecolumnasverdesdefundiciónquesosteníanlainmensacristaleradelaestación.Corrimoslostresunotrasotro.Conunpocodesuerte,la gente pensaría que llegábamos tarde, y no nos prestaría demasiada atención.Pero no por mucho tiempo. Seguramente los cuervos reaccionarían. Sophietropezóconunamaleta.Rodeóunacolumna.Pasó juntoaunquiosco.Después,resbalandounpocoporelsuelodeplásticoblanco,searrojóhacialasescalerasmecánicas, dejando que sumano se deslizase por la barandilla de caucho. Yoapenaspodíaseguirla.

—¡Vamos,corran!—gritabaBadji.

Saltábamoslosescalonesdedosendos.Badjimesujetabaporlacadera,comositemieraquemecayese.Lagenteseapartabaantenosotros,nosdejabanbajaratodaprisalaescalera,perplejos.Nosabíamostodavíasiloscuervosnoshabían seguido, pero si era así, no iban a tardar en aparecer en lo alto de la

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escalera.Nohabíaqueperderniunsegundo.

Llegadaabajo,SophiesevolvióhaciaBadji,conlosojosmuyabiertos.ÉlseñalóconeldedounodelospasillosblancosquellevabanalRER.

—¡Lasescaleras,porallí!—susurróél.

Volvimos a ponernos en marcha. Corrimos con todas nuestras fuerzas.Nuestros pasos resonaban por el largo pasillo subterráneo.Me empezaba ya afaltar el aliento cuando llegamos a la parte baja de las escaleras. Subiendo denuevohacialosandenesnosarriesgábamosmucho.Sinonoshabíanseguido,nostropezaríamosconelloscaraacara.

—¡Rápido!¡Arriba!¡Juntoalapared!—ordenóBadji.

Si por casualidad nos habían seguido, no debían vernos volver a subir.Sophiesubía.Yolaimité.Elcorazónmelatíacomoloco.Notabaquelasgotasdesudormerodabanporlasmejillasylanuca.Losúltimosescalonesfueronlosmásduros.Lafatigayelmiedosemezclaban.Sophiellególaprimera.Lavivolversevariasveces.Losbuscabaconlamirada.PeroBadjinonosdejóentretenernosniunsegundo.

—Vamos,alastaquillas.Andenrápidoperosincorrer.Nohayquehacersenotar.Vayanlosdosdiscretamente,voyaversileshemosdespistado.Comprenlosbilletes.NosencontraremosdelantedelaescaleraqueconducealassalidasdelEurostar.

Dudéuninstante.Noestabasegurodetenerganasdesepararmedelenormenegro,peroSophiemecogióporelbrazoymearrastróhacialastaquillas.

Pasamosbajoelpaneldevisualizacióndelasllegadas.Habíaunmontóndepersonas.Gente que se cruzaba en todos los sentidos.Viajeros que esperaban,sentadossobresusmaletas,obienenlosandenespararecibiraalguien.Algunosnosmirabanalpasar.Estábamosempapados,sinaliento.Peroenunaestaciónunorecuperaenseguidaelanonimato.

Amedidaque avanzábamoshacia las taquillas,me costaba cadavezmásver aBadji.Me volvía regularmente, pero al cabo de unmomento le perdí devista.

Llegamosanteunlargomostradordeventaysuhileradetaquillas.Sophieseinclinóhaciaelmicrófono.

—TresbilletesdeidayvueltaparaelpróximoEurostar,porfavor.

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Yo ledi la espaldaymeapoyécon los codosenelborde,mirandoamialrededor mientras ella compraba los billetes. Esperaba ver salir a los doscuervosentredoscolumnasverdesdetrásdelosotrosusuarios,odelosenormesmacetonesconfloresdispuestosanteelvendedordeperiódicos.Perono.Yanoestabanallí.ElplandeBadjihabíafuncionado.Oesoparecía.

Todavía estaba examinando a la multitud cuando Sophie me dio unosgolpecitosenlaespalda.

—Saledentrodeveintidósminutos—dijo,enseñándomelosbilletes—.Lavueltaesmañana.Tendremosqueirdeprisa.

—Perfecto.VamosareunimosconBadji.

Medispuseadarmediavuelta,peroentoncesvielterrorreflejadoenlosojos de Sophie como si se tratase de una corriente eléctrica. Ni siquiera tuvetiempodepreguntarlequépasaba,porqueellamecogiódelamanoymearrastróenelsentidoopuesto.Yomequedésinaliento.Peromepuseacorrer trasella.Porinstinto.Comprendiendoenseguida.

Sophie empujó a una mujer de unos cuarenta años sin pedirle perdónsiquiera.Lamujercayóalsueloyyoestuveapuntodepisarla.Casiperdiendoelequilibrio, me sujeté al borde de la taquilla que tenía a la izquierda. Alincorporarmeechéunaojeadadetrásdemí.Y loquevinopudo sorprendermemás.Elcuervonoestabalejos.

Sophiehabíatomadoladelantera.Dudéunsegundo.¿Podríamoshuirdeél?¿Hasta qué punto? Pero si decidía quedarme para enfrentarme a él, no teníaningunaoportunidad.Esostiposestabandispuestosamatar.Yalohabíanprobadovariasveces.Conlospuñoscerrados,meprecipitéparaunirmeaSophie.

En la estación, la gente empezaba a gritar.El cuervodebía de empujar amásgentequenosotros.Sophiecorríadelantedemí,conlosbilletesenlamano.Ellalanzabarápidasojeadasenmidirecciónparacomprobarqueyolaseguía.Yyocorríabastante, en efecto.Pero seguía sinver adóndenospodía llevar todoaquello.

Elconductordeunlargotrenecitoeléctricoquellegabaensentidoinversotocó el claxon al vernos correr directos hacia él, pero Sophie no cambió dedirección.Acelerandoelritmodesucarrera,pasóanteelpequeñotrensindirigiruna sola mirada al conductor disgustado. De pronto, dio un quiebro hacia laizquierda. La salida de la estación. Salió por una de las enormes puertas decristal.Yocorrítrasella.Elairefrescomeazotóelrostro.Elcuervoseacercaba.

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Yasóloestabaaunospasos.Esperéunsegundoycuandoestuvocasiencimademí,cerréviolentamentelapuerta.Élnopudodetenerseatiempoylarecibióenplenacara.Unbreverespiro.Meechéacorrerpor laacera.Perodetrásdemíadivinéqueprontomevolveríaaseguir.

Yaeradenoche,perolacalleseguíallenadegente.Laaceraestabarepletade viandantes. Sophie se precipitó hacia la entrada de un pasaje subterráneo.Malaidea,penséyoenelfondo.Peronotuvetiempodedisuadirla.Ellabajabalosescalonesa lo locodelantedemí.Corrí tras ella.Nohabíademasiada luz.Perodespuésdehaberbajadounoscuantosescalones,comprendíqueelpasajeestabacerrado.Enlapartebajadelosescaloneshabíatrespuertascerradas.Loquemehabíatemido.Sophieaminoródelantedemí.

—¡Mierda!—exclamó.

Medetuveenmediodelosescalones.Sophiesevolvió.Mebastóconversus ojos para comprender lo que pasaba detrás demí. De todosmodos, ya lehabíaoídollegar.Estabaallí.Elcuervo.Encimadenosotros.Enlomásaltodelaescalera.

Mevolví lentamentey le vi, unanegra estatuaque se recortaba contra elParísnocturno.Unafarolaqueteníadetrásdibujabaunhalodeluzentornoasucabeza.Nosepodíaversurostro.Perohabríajuradoquesonreía.Hundiendolamanoenelbolsillointeriordesuabrigo,pusounpieenelprimerescalón.

Yobajéandandohaciaatrás.Instintivamenteseparélosbrazos.NosabíaacienciaciertasieraungestoderendiciónobienunintentoridículodeprotegeraSophie, que estaba detrás de mí. Tragué saliva. Nadie podía vernos. Habríaqueridogritar,peronoencontrabalasfuerzas.Estabaagotadoyaterrorizadoalavez.Estaveznofallaría.

Lentamente vi su mano salir del bolsillo. Dio un paso más. Sus anchoshombrosparecieronensancharseaúnmásacadapasoquedaba.Después,elmetalnegro de su revólver brilló ante el cuello de su abrigo largo. Pensé en loschalecosantibalasquellevábamos.Nopodríanprotegernosdeaquelverdugo.Nose iría hasta que nosotros estuviésemos muertos y bien muertos. Esta vez, no.Apuntaríaalacabeza.Sinduda.

Depronto,unasombrasurgiótrasél.Unruidoseco.Despuésaparecióunasiluetaasuespaldayélsedesplomóporlosescalones.Sucuerpocayócercadedondeestábamosnosotros.Meechéaunladoylevicaerhastaabajo,golpeandoencadaescalón,ydeteniéndosealfinantelospiesdeSophie.Elladiounpasoatrásylanzóungrito.YolevantélacabezayreconocíaBadji.

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Éste se quedó inmóvil un segundo, después bajó hacia nosotros a todavelocidad.

—Siento muchísimo el retraso —bufó—. He tenido algunos problemascon...sucolega.

Medioungolpecitoenelhombrocomoparacomprobarquetodavíapodíatenermeenpie,ydespuéstendiólamanoaSophie,queparecíaparalizada.

—Vamos,vengan,yanohaynadaquetemer.

—Yasabíaqueacabaríaporromperleslacrisma—comenté.

Sophie lanzó un largo suspiro, pasó por encima del cuerpo inmóvil delcuervoysubiólosescalonesdetrásdeBadji.

—¿Lodejamosahí?—pregunté,perplejo.

—¿Quiere llevarlo a objetos perdidos? —dijo el guardaespaldas, conironía—.Vamos,deprisa.Sólolehedadoungolpe,notardaráenvolverensí.

Yo estaba a punto de seguirlos, pero dudé unmomento. El cuervo no semovía.Quizá estuviesemuerto.Meagachéy lemetí lamanoenelbolsillodelabrigo.Lecogílacarteraydespuésmeuníalosotros.

Eltrenpartióalas19.34.Faltópocoparaqueloperdiéramos.

Unavezmás, el amigodeFrançoismehabía salvado la vida.Durante laprimera media hora no conseguí hablar. Seguía en estado de choque. Aquellajornadahabíasidomuyduraparamí.Sophietambiénpermanecíaensilencio.Nosmirábamos, nada más. Incrédulos. Embarcados ambos en el mismo embrollo.Cadaunoadivinandolospensamientosdelotro,compartiendolamismaangustia,lamismafatiga.Nerviosos.Sinembargo,habíaqueseguiradelante.Controlarse.

Después,cuandoFrancia,alláafuera,hubodesaparecidoporcompletobajoelvelonegrodelanoche,yomedecidíahablar.

—Gracias,Stéphane.

Lesonreí.Élasintiócon lacabeza,pero teníaunairegrave. Inquieto.Sepreguntaba, sin duda, quéotra sorpresanos esperaba.Oquizá se preguntaba siestaríamossegurosenaqueltren.

—Bueno,¿yesacartera?—mepreguntóSophie,volviéndosehaciamí.Por

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finteníamosunindicio,unmediodeidentificaraloscuervos.Losaquédelfondodemi bolsillo, eché un vistazo a los asientos vecinos para comprobar que nohabíamosatraídolaatencióndelosdemásviajerosydespuéslaabrísobremisrodillas.

Encontré documentos de identidad. Italianos. Paulo Granata. Nacido en1965.SelostendíaBadjiporencimadelapequeñarepisaquenosseparaba.

—¿Creequesonauténticos?

Éllesechóunvistazoyseencogiódehombros.

—Sí,esoparece.

No había gran cosamás en la cartera.Una tarjeta bancada con elmismonombre que los documentos de identidad, algunos recibos, un plano de París,billetesdemetro...Perohabíatambiénunatarjetaquemellamólaatención.Unatarjetadevisita impresaenunacartulinadegrancalidad.Sinnombre, sólounadirección.En elVaticano.Y encima, un símbolo que reconocí sin duda alguna.Unacruzencimadeunsol.

LeenseñélatarjetaaSophie.Ellahizounamueca.

—Estonohacesinoconfirmarloqueyasabíamos.

Yo asentí. Sí. No hacía más que confirmarlo. Confirmar que estábamosmetidosenunbuenlío.

Sehizoelsilenciodenuevo.VicerrarlosojosaSophie.Hadjianuncióqueibaabuscaruncaféenelvagónsiguiente.Empezabaarelajarseunpoco.

Yo apoyé la cabeza en la ventanilla que tenía ami izquierda. El paisajenocturno que desfilaba se confundía con el reflejo del interior del tren en elcristal. Yo estaba conmocionado. Adormilado, atontado, como después de unlargodíademarcha.Lasimágenesdelasúltimasveinticuatrohorasmevolvíanalamente en cascada. Semezclaban, vagas, imprecisas. Todo se aceleraba.Mesentíacomoaspiradoporunacorrientedemasiadorápida.

Intenténopensarmás,despuésmeadormiléantesinclusodequevolvieseBadji.

Alas21.28,horalocal,eltrenentróenlaestacióndeWaterloo.

Subirenun trenenParísysalirenLondresmenosde treshorasdespués,para un expatriado como yo, tenía algo de increíble. Pero ya nome importabanada.

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La amiga de Sophie había asegurado que podíamos llegar a su casa acualquierhora.ApenasllegadosaWaterloocogimosuntaxidirectamente.

Yo no había estado en Londres desde hacía años—mi madre me habíallevadoallídoso tresveces—yel trayectoa travésde laciudadnospermitióadmirarlacapitalbajosuaspectonocturno.Elespectáculoeramagníficoycasimehizoolvidarlassucesivasdesgraciasdeaquellahorriblejornada.Enelfondo,completabaalaperfecciónelcuadrosurrealistaenelcualteníamoslasensacióndenoserotracosaquepequeñostoquesdepinturasometidosalpinceldelazar.

El enorme taxi negro salió de la estacióndeWaterlooy el túnel azul delEurostar,comoun largocordónumbilicalqueune InglaterrayFrancia, sealejólentamente detrás de nosotros. Al acercarnos al Támesis, vimos dibujarse laenorme rueda blanca del London Eye, que giraba lentamente y llevaba a susvisitantesaloscieloscomounmolinodeaguagigantescoquerozaseelrío.Laspequeñascápsulasdevidrioen lasqueseextasiabanaquellosespectadoresdelcielobrillabancomotubosdeneónenelcielovioleta.

El taxi encaró el puente de Waterloo. Badji y Sophie se maravillabantambién,ensilencio.Yovolvíalacabezaaderechaeizquierda,ymimiradaseposó un instante, a lo lejos, en la cúpula blanca de la catedral de San Pablo,sostenida por un orgulloso collar de columnas corintias.Después dejé quemisojosseperdieranenlascurvasdelTámesis.Ellargopasillonegroseinternabaentrelosedificiosiluminadosporlaluzsepiadelosproyectoresylasfarolas.

Más lejos, como un espejismo en el horizonte del desierto, se adivinabaCanaryWharf,elnuevocentrodenegocioslondinense,ungrupodeedificiosdecristal, paraíso del valor añadido, infierno de los pequeños inversores. El taxipasó por encima de un badén en medio del puente. Yo cerré los párpados unsegundo. Cuando los volví a abrir, descubrí la City y la sede de los reyes,Westminster.ElviejoLondres,unaciudaddeoro.

—¿Quierenquemeocupedeencontrarunhotelmientrasustedeshablanconsuamiga?—preguntóBadji.

—No,no,nosepreocupe,Jacquelineseguramenteyanosencontraráalgo.

EltaxillegóalotroladodelríoysedesvióalaizquierdaenTheStrand,una de las calles más antiguas de Londres, y después llegó hasta los leonesgigantescos de Trafalgar Square. Yo sonreía. Tenía la sensación de volver avisitar Londres en sueños. Imaginaba casi lamano demimadre sosteniendo lamía,unanocheigualdeprimavera,enaquellamismaplaza.Eracomoviajarenmisrecuerdosoabrirunacajadeantiguaspostales.Laspalomas,losleones,las

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columnasdeNelson,laenormefuente,ylasnubesdeturistas,conlasmanosenlosbolsillosyloshombrosencogidosparaprotegersedelfríodelanoche.ComoatraídoporlaluzdelosneonesylosenormespanelesluminososdeCoca-ColayBurger King que invadían fachadas enteras, el taxi se dirigió hacia PiccadillyCircus.Elruidodelmotorestabatanpresenteylasuspensióneratanrígidaqueteníamoslasensacióndeirmuydeprisa,ymepreguntécómopodríandetenerlosfrenosunamasatangrande,lanzadaporRegentStreetcomounobúsenuncañón.

—Esunaciudadmagnífica—dije,volviéndomehaciaSophie.

—Estábienparavenirapasarunfindesemana,peroparatodoelaño...

—¡Esloquesedicesiempredelasciudadesenlasqueunonohavivido!—repliqué,burlón.

—¿EsquehasvividoenLondres?

—No,peroalsalirdeParísaprendíquesepuedevivirenotroslugares.

—Nuncahedichoquenopudiesevivirenotrolugar...PeroenLondres,no.

—¿Porqué?

—Demasiadocaro,demasiadoinglés,demasiadoartificial.

Yomeechéareír.

—Bueno, si le reprochas a la capital de Inglaterra que sea demasiadoinglesa...Peroentonces,¿dóndetegustaríavivir,apartedeParís?

—Yasabesqueyotengomásbienuncarácterdenómada.Megustaviajar.Atravesar países. Desiertos. Me gusta el norte de África, Oriente Medio... Elpanoramaes allí realmentemuchomáscercanoalhombrequenuestrasgrandesciudadesoccidentales.Aquíseconstruyenedificiosquenosenosparecen.

Yomeencogídehombros.

—Es raro. Yo tengo la sensación de estar en mi sitio, en esas grandesciudadesoccidentales.Noestántanmal.Mira,mira...

EltaxiestabaatravesandoOxfordCircus.

—...miratodaesagente.Nocheydía.¡Siemprehaygente!Dedíavanalosgrandesalmacenes,aSelfridgesoaHarrod's.Denoche,pasean,seencuentranoseignoran.Perosiemprehaygente.Yesometranquiliza.Meencanta.

Ellamemiró,sonriendo.

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—Sí,yalosé—dijo,poniéndomelamanoenlarodilla.

Ynoeracondescendencia.No.Ensumiradaviqueerasincera.Ellasabía.Sabíaqueyonecesitabagente,notarlagenteamialrededor.Nosentirmesolo.

Algunosminutosdespués,eltaxinosdepositóanteeledificiodondevivíasuamiga.

Si me habían hecho falta algunos días para adivinar las preferenciassexuales de Sophie, las de su amiga no ofrecían duda alguna. El piso deJacqueline Delahaye estaba lleno de libros sobre homosexualidad, de cuadrosmuysugerentesyunamagníficabanderaconloscoloresdelarcoiriscolgabadeltechoenlaentrada.

Entodocaso,laamigadeSophienoeraunamujercorriente,desdeluego.Completamentevisceral,afectadaycaótica,cínicaytierna,eraunpersonajefuerade lo común. Además era muy simpática, viva, con respuestas para todo yvisiblemente brillante.Me costabamucho imaginar que ella y Sophie hubiesensidoamantesenalgunaocasión,peromedicuentadequeafindecuentasaquellonomemolestabatanto.Jacquelineeraunapersonainteresante,ypunto.

Sinembargo,elladebíadenotarqueyonomesentíatotalmenteagusto,ysin duda había comprendido que yo experimentaba por Sophie algo más queamistad, ya quememiraba ron unos ojos llenos demalicia y quizá incluso decompasión.

Era mucho mayor que Sophie, pero había en sus ojos una juventudinmutable. Llevaba unas grandes gafas de concha, un vestido grueso de lanamarrón, amplio, y una camisa larga de flores arrugada. En torno al cuello, unpañuelo largo y blanco que le caía por la espalda. Parecía una profesora dehistoria de los años setenta, perfectamente integrada en el aspecto y el espíritulondinenses.

—Bueno—dijo,despuésdehabernosservidoatodosunacopadebrandy—,¿quéestodaesahistoria?¿QuéesloquetraeaLondresauntríocomoéste?

—Necesitamos que nos hables de La Gioconda y de Melencolia —respondióSophie,sonriendo.

JacquelinevivíaenunpisodetreshabitacionesenelcorazóndeLondres,enunviejoinmuebledonde,alparecer,ningunaparedformabaángulorecto.Creo

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quejamáshabíavistounpisotanmonstruosamentedesordenado.Inclusoelsótanode mi padre en Gordes parecía ordenado, en comparación. No se veían losmuebles, tan cubiertos estaban por un fárrago que evocaba a las capassedimentarias.Untelevisorpequeñoamenazabaconcaersedeloaltodeunapiladerevistas.Lasestanteríasdeunagranbibliotecadesbordaban,convariasfilasdelibroscomprimidoslosunoscontralosotrosbajounaespesacapadepolvo,detrás de un amontonamiento de objetos diversos y variados: marcos de foto,cajas pequeñas, estatuillas africanas, despertadores, plumas, tazas, teléfono,walkman, cámara de fotos, carteles enrollados y una verdadera montaña deutensiliosnoidentificados.Lahabitaciónenteraeracomoundesafíoalaleydelagravedad.Por todasparteshabíaobjetosdescansandoenequilibrio sobreotrosobjetosqueasuvezsólosesostenían,sinduda,porlamagiavudúdeunodelosgrandeshechiceroscuyasmáscarascolgabanenlasparedesdelrecibidor.

Echéunamiradadivertida alpobreBadji, queparecíamuyadisgustoenmediodeaqueldesordenmonstruoso.Conlosbrazoscruzados,noseatrevíaniasentarse,ymovíalospiesenunrincón.Nohabíasitioenningunaparteparaungrandullóncomoél.

—¿Quiere una silla el forzudo? —preguntó Jacqueline, señalando alguardaespaldas.

—Yavoyacogerunaalacocina—replicóBadji,sonriendo.

Seausentómeneandolacabeza.

Lostresestábamosexhaustosyteníamoshambre,peronohabíamosllegadoallí de vacaciones, y sólo contaba una cosa: adelantar nuestra investigación.Decidíiniciareltema.

—Sophie me ha dicho que ha estudiado a la vez matemáticas y arte—empecé,cortésmente,volviéndomehaciaJacqueline—.¡Esasombroso!

—Bueno,notanto.

—Peroaunasí...¿cómosepasadelasmatemáticasalahistoriadelarte?

Badjivolvióconunasillayseinstalófrenteanosotros.Jacquelinelelanzóunamiradamolesta.Habíaunacierta tensiónenelaire.LaamigadeSophiesesentíavisiblementeincómodaportenerungorilaensuapartamento...

—Bueno,primeroseguíunasclasesespecialesdematemáticas—respondióella—.Después,unalicenciaturaenmatemáticas,yalfinalmedicuentadequeno podía seguir avanzando por esa vía. Siempre he tenido una relación muy

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especialconlasmatemáticas...

—¿Cómoeseso?

—Esdifícildeexplicar...¿Legustalamúsica?

—Sí.

Sophiemelanzóunamiradaburlona.

—¡DamienesfandeDeepPurple!

—Perfecto—replicóJacqueline—.Cuandoescuchaunfragmento,¿llegaatenerescalofríos,carnedegallina?¿Aentrarcasientrance,tantoleconmueve?

—Eh...bueno,sí—confesétímidamente,bebiendounsorbodewhisky.

—Bueno,pormuyraroquepuedaparecer,amíesloquemepasacuandoresuelvounproblemaimportantedematemáticas.

—¿Ah,sí?

—Sí.¿Leextraña?

—Bueno... ya sabe, a mí, las matemáticas... más bien me producíanurticaria.

—Lástima.Lasmatemáticas son comouna religiónparamí.Es difícil deentender,yalosé...Pero,comosabrá,lasmatemáticasseenseñanmuymalenlasescuelas,yseolvidahastaquépuntopuedenllegarasermágicas.Porejemplo:fíjeseenlaOfrendamusicaldeBach.Esefragmentoesunejemplomaravillosodesimetríabilateral.

Yohiceunamuecatonta.

—¿Yquéquieredecireso?

—Es una especie de canon, si quiere. Los dos pentagramas de esefragmentosonsimétricoselunoalotro.

—¿Quiere decir que cada pentagrama es el opuesto exacto al otro? —pregunté,intrigado.

—Totalmente. Una especie de palíndromo musical. Eso puede parecercompletamente artificial, son matemáticas puras, y sin embargo, el fragmentoresulta suntuoso... Y no tiene nada de extraño, en realidad. Las leyes de laarmoníanosonenelfondomásqueleyesmatemáticasyfísicas.Elhechodequeunaquintaresuenetanperfectamenteconsutónicanoesunacuestióndegusto,de

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culturaodeconvenciones.Esunaleynatural.Lasdosfrecuenciassecombinan,casan y resuenan de forma natural durante muchomás tiempo cuando se tocanjuntas.Lanaturalezaesmatemática,ylanaturalezaesestética...Elarte,comolasmatemáticas,nospermitepercibirelritmodelascosas,losnexosqueunentodosnuestrossistemas.¿Comprende?

Semostrabacompletamenteapasionada,yaunqueyonoestabademasiadosegurodecomprenderadondequeríairaparar,loencontrabainteresantísimo.

—Matemáticosyartistastienenelmismoenfoque.Buscamosinterpretarelmundo.Descubrirlasrutinas,lasredes,laestructurasecretadelascosas.

—Deacuerdo—afirmé.

—Enresumen:enunmomentodadoempecéaentreverunpuenteentrelasmatemáticasylaestética.Unnexoevidente.Yenlugardehacerunasimpletesisdematemáticas,decidídejarlasmatemáticasyemprenderlosestudiosdehistoriadelarte.DesdeelprincipiomeintereséporelRenacimiento,yenparticularporLeonardodaVinci.

—Cuadrabien—comenté.

—¿SabeloquedecíaDaVinci?Nonmileggachinonematematico.

—Quenomeleanadiequenoseamatemático—tradujoBadji,inmóvilensusilla.

Jacquelinelelanzóunamiradaasombrada.

—Sí.Bueno,siconoceunpocolavidadeLeonardo—siguió—,entonces,la ideadequeexisteuna relaciónevidenteentre arteymatemáticasnodeberíaparecerletanextraña...

—No,desde luego—afirméyo—.Pero estamoshablandodel sigloXVI.Lasmatemáticasdelaépocateníanalgoderomántico.Realmente,noeslomismohoyendía.

—¡Desengáñese!¡Esefueexactamenteeltemademisestudios,cariño!Lossistemasdelcaosenelarte,lafilosofíaylasmatemáticas.

—¿Cómo?

Ellalevantólosojosconairedisgustado.

—¡La teoría del caos!Es la revoluciónmás importante de la física y lasmatemáticasdesdelarelatividadylamecánicacuántica.Habráoídohablardela

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teoríadelcaos,almenos...

—Desdeluego...

—Desde hace mucho tiempo los científicos intentan resolver problemascotidianos, aparentemente insolubles, porque son discontinuos y estándesordenados.

—¿Dequétipo?

—¿Cómo se forman las nubes? ¿Cómo se explican las variaciones de lameteorología? ¿A qué ley obedece el trayecto del humo que se escapa de uncigarrillo?

—Deacuerdo,elazar.

—¡No! El caos. Más o menos, cómo la menor modificación, la menorseparaciónalprincipiodeunsistemapuede suponeral finaldeésteuncambioradical.

—Ya veo. Un pequeño imprevisto y todo cambia. De ahí esa famosahistoriadeunamariposaquemuevelasalas—asentí.

—Exactamente.UnamariposabatelasalasenJapónyengendraenelaireuna variación suficiente para influir en el orden de las cosas y provocar, porejemplo,unatormentaelmesquevieneenEstadosUnidos.

—Esbonito.

—¿Aquesí?

—¿Yquérelacióntieneesoconelarte?

—¡Sólotienequeleermitesis!

—Meencantaría,peroestanochequizáno...

—Labellezadel caos reside en su apariencia engañosa.El caos tieneunaspectodesorganizado,yparecenoobedeceraleyalguna.Ysinembargo,elcaostieneunordeninherente:eldelanaturaleza.Yelarteobedecealasmismasleyes.Esoesloqueheintentadodemostrar.

—Francamente,leerésutesisconplacer.

—Peronoesesoloqueoshatraídoaquí...

Sophie,quesindudaseimpacientaba,asintió.

—Bueno —prosiguió entonces la historiadora-matemática, volviéndose

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hacia Sophie—, La Gioconda yMelencolia... ¿No podrías precisar un poco?PorquenoveoquépuedodecirteyodeLaGiocondaquenosehayarepetidoyamilveces...

—¿Crees que La Gioconda puede esconder un verdadero misterio? —aventuróSophieconvozinsegura.

—¿Hablasenserio?

—Sí—replicó Sophie—. No habría atravesado la Mancha si no. Se haarmadomuchojaleoentornoaesecuadro,pero,entuopinión,¿tienerealmentealgúnsentidooculto,algo?

—¿Y cómo quieres que yo lo sepa? Mira, si La Gioconda tuviese unsentido oculto, uno solo, se habría descubierto hace mucho tiempo, dado elnúmerodehorasqueloshistoriadoresylosanalistaslehandedicado...

—¡Peroalmenosesverdadquehayalgoespecialenesapintura!—insistióSophie.

—¿Oseaquehashechotodoestetrayectoparasalirmeconestastonterías,cuandononosveíamosdesdehacíaochomeses?—replicónuestraanfitriona.

Yonosabíasiestabafuriosadeverdadosinoeramásqueunjuegoentrelasdosamigas.

—Jacqueline—intervinoentoncesSophie—,déjamequeteexplique.Estoyhaciendo...bueno,preparandoundocumentalsobreunareliquiaqueprocededeJesús. Es una reliquia muy misteriosa, sobre la cual Durero escribió un textolargo.

—Durero escribió montones de textos. Entre ellos, un tratado muyinteresantesobrelaperspectiva...

—Sí—lacortóSophie—.PeroesetextoeselqueconcierneaMelencolia,que Durero había entregado a su amigo el humanista Pirkheimer, y que acontinuacióndesapareció...

—Ah, sí,PanofskyySaxlhablandeél en suestudio sobreDinero.Creíaqueesemanuscritoeraunapurainvención...

—No.Existe.Y,precisamente,elpadredeDamienloencontró.

Sophiepusolamanoensubolso,queteníaasulado.

—¿Lotienesahí?—exclamóJacqueline,incrédula.

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—Sí.

—Aver...

—Enseguida.Primero,respondeanuestraspreguntas.ParecequeexisteunarelaciónmisteriosaentrelaMelencoliadeDurero,LaGiocondadeLeonardoyuna reliquia que perteneció a Jesús. Nada más que eso. Lo hemos averiguadodurantenuestrainvestigación...

—¿Y necesitáis un guardaespaldas para esta investigación? —intervinoJacqueline,señalandoaBadji.

—Sí.Necesitamosunguardaespaldas.Asíes.Túmeconocesysabeshastaquépuntolacosavaenserio.Nosoydeesasquecogenunguardaespaldassólopara chulear. ¿Vale? Bueno, pues continúo—siguió Sophie—. Durante nuestrainvestigación,encontramosunacopiadeLaGiocondaconunatreintenadezonasenelcuadroqueestabanrodeadasconlápiz.Estamossegurosdequeexisteunarelación con nuestra reliquia, porque Durero lo dice en su texto. ExplicaclaramentequeLeonardodaVinci...trabajabasobreesemisterio.Enresumen,enprimer lugar querríamos saber si es posible que La Gioconda encierre unmisteriodeestetipo.

—¡Esunalocura!—exclamólaamigadeSophie—.Tehasmetidoenunafarsagigantesca,mipobreamiga...

—No,no,teloaseguro,estovaenserio.¡Porfavor,dimealgoquepuedaayudarme!¡Reflexiona!

Jacqueline dio un largo suspiro. Cogió su vaso de brandy escondido enmediodeunajungladeobjetosenlamesitabajadelsalón,despuéssehundióenelsofácubiertoderopas,cenicerosyrevistas.

—Bueno—empezó conun tono exasperado, encendiendoun cigarrillo—.Primero,elasuntodelasfechas.LaGiocondasepintóentre1503y1507.Esunade lasúltimasobrasdeDaVinci, quemurióquince añosdespués, en1519.EncuantoaMelencolia,sinorecuerdomal,elgrabadodeDurerodatade1515...

—1514—corrigióSophie.

—Y Durero murió en 1528. O sea, también unos quince años después.Bueno,yaestáresueltotuenigma,¡graciasyadiós!

Las dos amigas se echaron a reír al mismo tiempo. Yome contenté consonreírparanomolestarlasydirigíaBadjiunamiradaconfusa.

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—Bien—siguióJacqueline,alverqueyonomereíaacarcajadas—,ahoramásenserio.Sí,LaGioconda,evidentemente,tienealgodemisterioso,peronoenel sentidoque leatribuísvosotros.Tienealgodemisteriosoporque teníaunsignificadoespecialparaLeonardodaVinci,ynosehasabidonuncarealmentecuál. Hasta tal punto que, aunque fue un encargo de Juliano de Médicis, yFranciscoIlepropusocomprarla,DaVincisenegóasepararsedeellaysiguióensutallerhastasumuerte.

—Interesante—susurróSophie.

—Sí,peronohaynadadeesotéricoeneso.Sencillamente, loquepasabaeraqueDaVinciibadesdehacíamuchotiempoenbuscadelaperfección,ysinduda sabía que La Gioconda era su obra más conseguida, aunque no fueseabsolutamenteperfecta.

—Sitúlodices—intervinolaperiodista,tanescépticacomoyo,sinduda.

Jacquelinepusolosojosenblancoconairedesengañado.

—¡Se han imaginado miles de explicaciones distintas sobre laespecificidadextrañadeesecuadro,hijamía!

—Entonces,¿nadaserioenrealidad?—insistióSophie.

—¿Cómo saberlo? ¿Era la identidad secreta de la modelo? AlgunoshistoriadoressuponenqueDaVincihizounautorretratocamufladocomoretratodeunamujerimaginaria.Yolocreíduranteunsegundo,peroresultadivertidosipensamosqueDaVincieraunmaricón.

—¿Cómo?—exclamé,medioalelado.

—¡Venga,hombre,esunsecretoavoces!Loshistoriadorespuritanosnohandejadode imaginarmediosdedesmentirlo,pero laverdadesqueDaVincieramaricón,ypunto.Inclusoselecitaapropósitodeunprocesoporsodomíadeunjovendediecisieteaños,yaunqueesavezledejaronenlibertad,pasóseismesesenprisióntresañosdespuéspor«malavida».

—Loignoraba—confesé,desconcertado.

—Sí,seomiteamenudoensubiografía...Gracioso,¿eh?Detodosmodos,bastaconecharunvistazoasuscódicesyleersusanotacionesjuntoasusdibujosanatómicosyyanonosquedadudaalguna.

—Bueno,vale—intervinoSophie—.¿Yquémás?

—Bueno,alomejoresesevuestromisterio...Entodocaso,esverdadque

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DaVinciteníamuchoapegoaesecuadro.

—¿Y no sabes nada especial sobre su elaboración? —pregunté,aventurándome.

—Podría hablaros durante horas de la construcción geométrica de LaGioconda,delamirada,delasonrisa,delaposicióndelasmanos.Peronoveoenquépodríaayudaroseso.Quizátendríaisquetraermeesacopiaconlasmarcasdelápiz,yquizávieraalgoquevosotrosnohayáisvisto.¿Quépuedodeciros?Lointeresante con respecto a La Gioconda son las capas de pintura. Da Vincipintaba al óleo, al cual añadía un pocode disolventemuydiluido, cosa que lepermitía aplicar muchas capas de colores transparentes. Así pudo trabajarindefinidamenteenelmodeladodelrostro,enbuscadelaperfección.Esloqueélllamabasfumato.

Miré a Sophie. Allí quizá hubiese una pista interesante. Sin dudacompartimosenaquelmomentoelmismoinstinto.Lamismapremonición.

—Tevoyaenseñarlacopiaahoramismo—prometióSophie—.Quizálostrazosdelápizquehayencimatediganmásqueanosotros.PerodeMelencolia,enprincipio,¿quépuedesdecirnos?

—Bueno,ésaesotrahistoria.Porqueaquísetratadeungrabadosimbólico,ynodelosmássencillosprecisamente...Nohayniunsolocentímetrocuadradodegrabadoquenoestéatiborradodesímbolos.Yaospodéisimaginarlasmilesde interpretaciones posibles que historiadores y críticos han hecho desde queexiste...

—Pero,asíenplanresumido,¿quéesloquepuedesdecirnos?—insistíyo—.¿Quérepresentaeseángel...?

—¡No es un ángel!—corrigió Jacqueline, levantando los ojos—. Es unaalegoría.La alegoría de lamelancolía, evidentemente.Además, el título exactodel grabado no esMelencolia, sinoMelencolia I.Y, creedme, también se handichomuchastonteríassobreeseI.Perocontinuemos.Elpersonaje,pues,esunaalegoría, tiene todos los atributos de laMelancolía clásica, hasta el perro queduermeasuspies,ytodoslossímbolosreferidosaSaturno,comoelmurciélago,labalanza,elbraserodelosalquimistasque,sinorecuerdomal,ardeenúltimoplano.

Sophiesacóunacopiadelgrabadoqueteníaensumochilayselatendióasuamiga.

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—Gracias. Sí, y aquí, como veis, muchos elementos hacen pensar en lainterpretacióncristiananeoplatónicadelacreacióncomoordenmatemático...

—¿Eh? La interrumpí—. ¡Por favor, no use palabras tan raritas! Mássencillo...Losiento,perosoybastantealérgicoalajergadeloscríticosdearte.

Ellasonrió.

—Digamos que, como Leonardo da Vinci o Jacopo de Barbari, AlbertoDureropensabaqueexisteunarelaciónestrechaentrelageometríaylaestética.El arte ya está en la naturaleza, en la belleza de las leyes naturales, armonía,geometría,aritmética...

—¡Vale, vale! ¡Leeré su tesis! Pero, en resumen, el sentido global delgrabado...

—LaMelancolía,enresumen,eslaconstatacióndelfracasodelaerudiciónprofana.¿Mesigue?

—Vagamente...

—Sea cual sea nuestra erudición, por mucho que conozcamos las artes(como lassieteartes liberales, representadasenestegrabadopor laescalaconlossietepeldaños,aquí),jamáspodremosllegaralconocimientoabsoluto.

Yomiré aSophie.La relación connuestro enigmade repentemeparecíaevidente.Elconocimientoabsoluto.¿NoeraesoacasoelmensajedeJesús?¿Noera acaso Jesús un iniciado, aquel que había recibido, precisamente, elconocimiento?

—Podría haceros un análisis simbólico durante horas —siguió lahistoriadora,mostrándonoselgrabado—,pero lomás interesantees la relaciónentreDaVinciyDurero.Yaqueahísíquehayunverdaderomisterio.

Jacquelineapagósucigarrilloenelceniceroapoyadoenelsofáyseacercóunpocomásanosotros.

—No sabemos si se conocieron —siguió explicando—. A menudo sellamaba aDurero «el Leonardo delNorte», porque su obra estaba fuertementeinspirada en la de Da Vinci. A decir verdad, Durero estaba fascinado por sutrabajo.SobretodocopiólaseriedelosNudosdeDaVincidelaAccademia,ycontinuóalgunasinvestigacionessobrelanaturalezaylasproporcioneshumanasquehacíaDaVinci.SesabetambiénqueseinteresóporelcompásdeDaVinci,que permitía dibujar óvalos, sin hablar del célebre prospectógrafo queDurerorepresenta en cuatro grabados y que fue dibujado originalmente por Leonardo.

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¡InclusoelpoliedroqueencontramosenMelencoliaesunhomenajeaDaVinci!

—Sonmuchasreferencias,enefecto...

—Hayun cuadrodemediadosdel sigloXVI, que fue realizadopor tantounatreintenadeañosdespuésdesumuerte,dondeseveaLeonardorepresentadoentreTizianoyDurero.

—¿Esosignificaríaquerealmenteseconocieron?—preguntóSophie.

—No podemos estar seguros, pero es probable. El cuadro se atribuye altallerdeAgnoloBronzino.Nosesabesiessimplementeunapinturaenhomenajeaesos tres ilustrespersonajesosihace referenciaaunaescenaqueocurriódeverdad. En ese cuadro, Da Vinci está vuelto hacia Durero y le habla. Da laespaldaaTiziano.Sediríaquepasacompletamentedeél,yqueestámuchomásinteresado en Durero. Hace un gesto con las manos un poco raro, como siexplicasealgunacosaalpintoralemán.

—Interesante.

—En todo caso, lo que sabemos—continuó ella— es que Durero fue aItalia,yenunadesuscartasmeparecequehacereferencia,másomenos,aDaVinci.Esperad,voyacomprobarlo.

Jacquelinese levantóydesaparecióen lahabitacióndeal lado.Yo lancéunamiradainquietaaSophie.

—¿Creesqueserácapazdeencontraralgoenestefollón?—murmuré.

Laperiodistasonrió.

—Sí,nosécómolohace,perosiempreconsigueencontrarlo...

Jacquelineaparecióunosinstantesdespuésconsugruesovestidodelanayunenormevolumenabiertoentrelasmanos.

—Aquíestá.Esunacartadeoctubrede1508.DurerodicequeplaneairdeVeneciaaBolonia,cito,«poramoralartedelaperspectivasecreta,quealguienestádispuestoaenseñarme».

Noslanzóunamiradallenadeorgullo.

—¡Bueno,siestonohabladeDaVinci—siguió—,melacorto!

Yobufé.

—Noseránecesario—intervinoSophie—.¡Tecreemos!Bueno,elcasoesqueexisteunarelaciónciertaentreDureroyDaVinci,einclusoentreMelencolia

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yDaVinci,¿deacuerdo?

—Innegable—confirmó la historiadora—.Pero tienes que dejarme echarunvistazoavuestromanuscritoyavuestraGioconda.

—Sí,peronosvamosmañana,ynopodemosdejártelos...

—Bueno,mequedalanoche...

Sophieledirigióunasonrisamolesta.

—Escucha,sinoencuentrasnadanoimporta,noshasayudadomucho.

—Veréloquepuedohacer.¿Queréisdormiraquí?—propusoJacqueline.

—No,no—repliqué—.¡Noqueremosmolestar!Vamosabuscarunhotel.

—¿Aestashoras?¡Noserátanfácil!

—Noqueremosabusardetuhospitalidad,querida—dijoSophie.

—Perosinomemolestáisenabsoluto...De todosmodos,creoquevoyapasarmetodalanocheleyendolovuestro...

—Bueno,entoncesdeacuerdo—respondióSophieantesdequeyotuviesetiempodenegarme.

Jacqueline sin duda era adorable, pero la idea de dormir en casa de unaantiguaamantedeSophienomellenabadealegríaprecisamente.Perotendríaqueadaptarme.

Enaquelinstantesonómiteléfonoenmibolsillo.Dudéantesderesponder,mirando aBadji, como si esperase su autorización. Él se encogió de hombros.Saquéelteléfono.Descolgué.EraelcuradeGordes.

Estaba en París. Conmucha prisa al parecer, ymuy inquieto, nome diotiempoadecirlegrancosaymediounacita,simplemente.

—¿Puede venir mañana a las 13 horas a la iglesia deMontesson, en elextrarradio,aloeste?

—Espere yo... no estoy enParís ahoramismo.No sé si habré vuelto porentonces.

MevolvíhaciaSophie.Ellabuscabaensumochilaymirólosbilletesdetren.LavueltaaParísestabaprevistaparalas14.17.

—Noseráposible—leexpliquéal sacerdote—.Digamosmásbiena las16.

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—Deacuerdo.A las16en la iglesiadeMontesson.Elcuraesunamigo.Estaremostranquilos.Cerrarálaiglesiamientrashablamos.Hastamañana.

Colgóalmomento.

Yocerréelteléfonoymeloguardéenelbolsillo.Sophiemeinterrogóconlamirada.

—EraelcuradeGordes.Mehacitadoparamañana.

NoqueríadecirmásdelantedeJacqueline.Sophieasintió.

—Bien—dijolahistoriadora,levantándose—,voyallamaraunchinoparapedir la cena, ¿os parece bien?A estas horas no se puede elegirmucho. Peroprimeroosenseñarélashabitaciones.Notengomásquedos,asíquetendréisquecompartirlas...

—Yo puedo compartir la habitación con Damien —replicó Sophie, connaturalidad.

Estaba tanasombradoquemequedéparado. Jacqueline frunció lascejas,despuéspareciódivertida.

—Vamos,venid,osenseñarélashabitaciones.

Hacia la una de la madrugada, después de haber comido y discutido,decidimosqueyaerahoradeirnosadormir.Habíamostenidoundíamuyduro,yel día siguiente nos reservaba seguramente otras sorpresas. Jacqueline nosexplicóqueellaibaatrabajarunpocoenelmanuscritoyLaGioconda,ydespuésnosdijoqueestábamosennuestracasa.

UnosminutosmástardemeencontréasolasconSophieenunahabitaciónminúscula donde no había otra cosa que pilas de libros y un colchón doblecolocadodirectamenteenelsuelo.

—Eh,¿estásseguradequequieresquedurmamoslosdosaquí juntos?—dijeyo,comounimbécil.

—Ah,mipobreDamien,novoyaimponertedormircontuángelguardián...

—Perosiesmuysimpático—repliquéyo.

—Siinsistes...

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Meencogídehombros,unpocomolesto.Ellasonrió.Mevolvíparacerrarlascortinas.Sophienosehabíamovido.Estabajustodelantedemí.Memirabafijamente.Sentíquemicorazónlatíaconfuerza.Ellaestabatanbellaeneljuegode sombras y halos de luz anaranjada... Yo estaba seguro de no avanzar, y sinembargonuestrosrostrosparecíanaproximarse.Lentamente.Oíelsoplotranquilodesurespiración.Ellayanosonreía.Memirabafijamente.Serena.Despuésnotéqueunamanoseapoyabaenmicadera.Otramano.Subocaestabamuycercadelamía.Susojosenlosmíos.Elladiounúltimopasoymebesóconpasión.Yomedejéhacer.

Ella me retuvo así largo rato, apretado contra ella. Después, con muchasuavidad,apartóelrostro.Yoteníalasensacióndeestarflotando.Derevivirunasemocionesquehabíaolvidadodurantemuchotiempo.Diounpasoatrás,mecogióporlamanoymellevóconellahaciaelcolchón.Sencillamente,decidídejarmeguiar.YvivirelinstantecomoSophievivíasuvida,escuchandomisdeseos.

Bajo la luz discreta que procedía de la entrada, como dos jóvenesadolescentesquetienenmiedodesersorprendidos,hicimoselamorlargamente,ensilencio,hastaquenuestroscuerpossedesplomaronyseunierondenuevoenunsueñoapacible.

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Diez

—Jacquelinenosacompaña.

—¿Cómo?

—QuevieneaParísconnosotros.

Jacquelineestabapreparandosuequipaje.Sophie,detrásdeella,memiróyseencogiódehombros.

Yomehabíadespertadodegolpe,enelviejocolchóndenuestrapequeñahabitación,yduranteunossegundosmecostómuchorecordardóndeestaba,yquéhabíapasadoeldíaanterior.CuandorecuperélaconcienciamedicuentadequeSophieyanoestabaamilado,ymevestíatodaprisaparairalsalónaverquépasaba.

Sentado en el mismo sitio que la noche anterior, Badji me dirigió unasonrisa.Yolesonreítambién,unpocoinquieto.Aquelhombremehabíasalvadodos veces la vida y todavía era capaz de sonreír, mientras que nosotros lehabíamos llevado a Londres sin pedirle opinión. Desde luego, le pagaría poraquello.PeroyaveíaenlasonrisadeBadjiqueélnoestabaallíúnicamentepormotivosprofesionales.

Fuera,elsolhabíasalidodesdehacíapoco,yconservabatodavíasustintesanaranjados. La luz del día atenuaba un poco la impresión de caos delapartamento.

—¿Haencontradoalgo?—pregunté,rascándomelacabeza.

—Puesenrealidadno.Peroahoraestoyconvencidadequehayalgo,yquenoloconseguiréissinmí.Haycaféenlamesa.Sírvase.YcomotenéisquevolveraParís,puesmevoyconvosotros...—Pero...

—Nohayperoquevalga,voy,mehacemuchailusión,avosotrostambién

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os va bien, y no se hable más. Sigo teniendo un piso en París, también haydocumentaciónallí,ypodrétrabajartranquilamente.Decidido.

Hablabadeprisa,sinmirarme,ocupadaenllenarsubolsadeviajeenmediodelsalón.Llevabaelmismovestidodelanaquelavísperayalgoensupeinado,susojerasysunerviosismomehacíacomprenderquenohabíadormidoentodalanoche.

—Bueno, puesgracias—dije, sencillamente, yendo a sentarme a lamesadondelostresparecíanhabertomadoyaeldesayuno.

—Nohaydequé—respondióella,cerrandolacremalleradesubolsadeviajedeungolpe.

Después se enderezó, dio media vuelta y, con una gran sonrisa, mepreguntó:

—¿Entonces,habéisdormidobien?

—Eh... sí, sí —balbucí yo, intentando no parecer demasiado cortado—.Esto...¿aquéhorasaleeltren?

Meservíunatazadecafé.

—A las 10.23, o sea que tenemos poco tiempo —respondió Sophie—.Badji y yo te acompañaremos a Montesson. Mientras tanto, Jacqueline podrácontinuarsuanálisisdelmanuscrito.

Yoaccedíydesayuné.ApenasmeatrevíaamiraraSophie.Ellametratabacon indiferencia, aunque habíamos hecho el amor aquella noche. Me habríagustado mucho poderla ver a solas aquella mañana. Hablar un poco. Pero losotrosdosestabanallí.Badjinonosdejabaniunsegundo,y la situaciónnoerapropicia.Ydetodosmodos,enrealidad,noteníamostiempo.

Enningúnmomentotuveocasióndehablarleasolas,yprontotuvimosquesalirdenuevohacialaestaciónparavolveraParís.

Enel trenquenos llevabadevueltaaFrancia,nopudeexpulsardel todolas imágenes deLondres que acosabanmis recuerdos, las imágenes de aquellaciudaddondemehabíaacostadoconSophie.

MontessonestabasolamenteavarioskilómetrosdeParís,peroyacasisehallabaenelcampo.Casitasbajas,callesempinadas,yalolejosinclusocampos

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einvernaderoshacíanolvidarcasilacapital,quesinembargoestabamuycerca.

HabíamosdejadoaJacquelineenun taxien laestacióndelNorte,ellasehabíaidoasupisoparisinoconelmanuscritodeDureroylacopiaanotadadeLaGioconda, y después nosotros habíamos recuperado el Safrane para ir aencontrarnosconelcuraa lahoraacordada,enelextrarradio,aloeste.ApenaspodíacreerqueaquellamismamañanaestuviésemosenLondres.Ysinembargo,nosoñaba.Elritmodenuestracarreraparecíadestinadoaacelerarsemásymásaún, durante el tiempo que fuese necesario, sin duda, para resolver nuestroenigma,amenosquealguienconsiguiesedetenernuestroimpulso.

Badjiestabaenguardia.Lacitasehabíafijadoporteléfono,demodoquenuestro anonimato no estaba garantizado por completo, y él esperaba a cadamomento una mala sorpresa. Los cuervos nos habían acostumbrado a susrepentinas apariciones. Estaba de un humor menos ligero que el día anterior.AparcóelSafraneenunpequeñoaparcamientoa resguardode lasmiradas,meabriólapuertayseechóaandarantenosotros.

El paisaje de aquel extrarradio parisino no tenía nada que envidiar aInglaterra. Allí no había dos casas iguales, no eran blancas sino grises, laarquitectura general debía más al batiburrillo medieval que a la casita demuñecas. De vez en cuando pasaban viejos ciclomotores por la calle,manteniendoenequilibriopenosamentesobresussillinesaabueloscongorra.

Laiglesiaestabaenunacalleempinada,tanabruptaqueporelladodelafachada (pegadaa lacasaparroquial)habíaque subir tresaltosescalonesparallegarhastalaentrada.Apartedelosciclomotoresquepasabandevezencuandoy de algunas señoras que iban andando con sus cestas de la compra, no habíamuchagenteenlaplacitatriangular,aprimerahoradelatarde,ylostres,Sophie,Badjiyyo,entramosbajolabóvedasilenciosayoscuradeNuestraSeñoradelaAsunción.

Doshombresdiscutíanenpieanteelaltar.Unodeellos,aquiennohabíavistonunca,debíadeserelcuradeMontesson.Deestaturapequeña,tezmateyojosoblicuos,yonollegabaadistinguirsieravietnamitaocoreano,peroteníaelrostroserenodelosasiáticos.Elotro,quenollevabanilasotananieltradicionaltrajeoscuroconlacruzenelojal,noeraotroqueelcuradeGordesconropadeseglar...

Cuandonosvieron llegarsecallaronalmomento.Elcura localpasóantenosotros,nosdedicóunasonrisadiscretayluegosaliódelaiglesia.Badjicerrólaenormepuertadetrásdenosotrosyverificó lasolidezde lacerradura.Levi

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inspeccionartodalaiglesiaconlavista.

—Buenos días, señor Louvel—me acogió el sacerdote, avanzando hacianosotros.

—Estos son dos amigosmuy cercanos—le dije, señalando a Stéphane ySophie.

—Señora,señor...

Ellos le saludaron. El cura me tendió la mano y se la estrechévigorosamente entre las mías, como para agradecerle haber venido desde tanlejos.ConFrançois,BadjioJacqueline,eraunpeónmásenmiladodeltablero.Un pequeño guerrero testarudo que aceptaba luchar, a su manera, contra unosenemigostanpoderososcomoinvisibles.

El cura nos hizo señas de que le siguiéramos a la nave lateral. Nossentamos en unas sillas que había dispuesto en círculo. Badji permaneció algoapartado.

—Notenemostiempoqueperder—empezóelsacerdote,conuntonomuygrave—. Tengo la firme convicción de que me vigilan. El padre Young haaceptadorecibirnosaquídiscretamente.Esunviejoamigo.Estáacostumbradoalas sorpresas peligrosas que proceden de lo más alto del escalafón, si puededecirseasí...

—Las sorpresas que vienen de la parte baja del escalafón nunca causandemasiadodañoalcaer—intervinoSophie.

Elcuraasintió.Estábamosenlamismaonda.

—Estoydispuestoaentregarlesunelementoesencialparasuinvestigación,peroprimeroquierosaberquésabenustedessobremitraslado.Melotomomuyenserio,comopodránimaginar.

—¿Conoce usted la organización Acta Fidei?—le pregunté, sin esperarmás.

Él dijo queno con la cabeza.Miré aSophie.Ella comprendió lo queyoesperaba y le contó todo lo que sabía, todas las informaciones que nosotroshabíamos reunido o que Sphinx nos había transmitido con respecto a laorganización. El cura escuchaba con atención, y cuando la periodista huboconcluidosuexplicación,estabahundido.

—¿CreenustedesverdaderamentequeelVaticanoestáalcorrientedetodo

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esto?—preguntó,despuésdehaberreflexionadolargamente.

—¿QuiéndelVaticano?Noestansencillo.Forzosamentehaygentequeestáalcorriente,yaquevariosmiembrosdelcomitédeActaFideiformanpartedelaCongregación para la Doctrina de la Fe. Ahora, si eso significa que otraspersonasenelVaticanoestánalcorriente...nopodemossaberlo.

—¡Siloquedicenustedesescierto,esnecesarioqueesabombaexplote!

—¡Pero no ahora mismo! —intervino Sophie—. Créame, haremos queexploteesabomba.Peronodeinmediato.

El cura asintió con la cabeza. Se frotó el rostro con aire desesperado, ydespuéssacóunalibretaquellevabaenelbolsillo.

—Estolepertenece—dijo,tendiéndomelalibreta.

—¿Quées?

—Supadremecontóunapartedesuhistoria.Sinceramente,estoysegurodeque hay algo de verdad en todo esto, perome temo que lamayor parte de lascosasdelasquehablabanoeranmásqueunmontóndetonterías.Perolaverdad,despuésdeloqueacabadedecirme,estoydispuestoatodo.ÉlsabíaqueyoeraamigodeunrelojerodeGordes,ymepidióqueleconstruyeseunaparato.

—¿Quéaparato?

—El que vio usted en su sótano. Y que después ardió. Un trastocompletamenteabsurdo.Aparentemente,setratabadeuninventodeLeonardodaVinci.

DirigíunasonrisaaSophie.

—Ya verá, está todo en esta libreta: los croquis, las explicaciones, lasnotas de su padre... Intentó explicármelo, pero confieso que yo no entendí grancosa.Mecontentécontransmitirlelosplanosalrelojero,quefabricóelaparato.El otro día el relojero me llamó para decirme que se había olvidado dedevolverlelalibretaasupadre,yyolarecuperé.Esperoqueustedescomprendanalgo.Segúnsupadre,lamáquinapermitíaencontrarunmensajeescondidoenelinteriordeLaGioconda...

Sophieme dirigió unamirada de perplejidad. ¡Extraordinario! Lo que elcuraacababadedarnoseraabsolutamenteextraordinario.Yocasitemblaba.

—¡Tenemos que reconstruir ese aparato!—exclamó Sophie, cogiéndomeporelbrazo.

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—Meextrañaríaqueloconsiguierantanfácilmente—intervinoelpadre—.Erabastantecomplicado,hayunosespejos,unaslupas,unsistemadeengranajes...Seríamássencillopedirlealrelojeroquelavuelvaahacer.

—¡NotenemostiempodevolveraGordes!—protestóSophie,impaciente.

—Pueshagámosleveniraquí—propuseyo.

—¡Peroesonopuedeser!—replicóelcura.

—¿Porquéno?

—Porquetienetrabajoquehacer...

—¿Tienesunúmerodeteléfono?

Elsacerdoteasintió.

—Démelo.

Me dirigió una mirada de asombro, después rebuscó en su bolsillo,mientrassacudíalacabeza.

—Tenga—dijo,enseñándomesuagenda.

Yomarquéalmomentoelnúmeroenmimóvil.

—Bueno—suspiróelcura—,nopierdeneltiempoustedes,losparisinos,¿eh?

—¿Hola?—dije,cuandodescolgóel relojero—.Buenosdías,soyelhijodelseñorLouvel.

—Ah,buenosdías—medijoelhombre—.Leacompañoenelsentimiento.

—Gracias.Tengoquepedirleunfavor.

—Ah,bueno.Losientomuchísimo,señor,noquerríaparecerlemaleducado,pero,¿sabeustedquelebuscanlosgendarmes?

—Sí, sí, ya lo sé. ¿Cuánto le pagó mi padre por hacer la máquina quefabricóusted?

—¡Dios mío, qué chisme más retorcido el aparato ese! No sé para quésirve,peroesunaparatomuycurioso...

—Sí,bueno...¿Cuánto?

—Su padre me dio mil quinientos euros, me parece. Pero ya los valía,porqueledediquémuchotiempo,seloaseguro.—Leofrezcodiezvecesmássi

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aceptavenirahoramismoaParísyhacerunsegundoejemplardeesamáquina.

Hubounlargosilencio.

—¿Hola?—repetí,yaqueelrelojeroseguíamudo.

Sophieresoplabaamilado,yelsacerdotesehabíacogidolacabezaentrelasmanos.Nocreíaloqueestabaoyendo.

—¿Qué ha dicho usted?—me preguntó el relojero, que parecía tambiénbastanteperplejo.

—Que le ofrezco quince mil euros, en metálico, si acepta usted venir aParísahoramismoparareproducirlamáquinadeDaVinci.Contodoslosgastospagados.Lepagoeltrenyelalojamiento.

—Pero,¿estáustedchiflado?—exclamóelrelojero,incrédulo—.¡Yotengounnegocioaquí!

—Espere—ledije—,noseretire.

Cogíalcuraporelbrazo.

—Usted puede convencerle. Dígale que yo soy una persona seria —cuchicheé—.¡Selosuplico!Hágalevenir.

Leobliguéacogerelteléfono.Elcuraestabatotalmenteido.

—¿Hola,Michel?—balbució—. Sí. Soy el cura.No, el señor Louvel esunapersonamuyseria.Desdeluego.No,noesningunabroma.

CogílamanodeSophieylaapretémuyfuerte.Ellameguiñóelojo.

—NotienemásquedecirlequevieneaecharmeunamanoparaprepararmitrasladoaRoma—siguióelcura—.Bah,unamentirijilladevezencuandoseguroque se le perdonará,Michel.Y después no tendrámás que ofrecerle un bonitoregalo a su señora cuando vuelva, y ella estará encantada. Con lo que le va apagarelseñorLouveltendráconquéhacerlo...Bien.Sí.Deacuerdo.Entendido.

Elcurametendióelteléfono.Parecíamolestoporhaberleobligadoahaceraquello.

—Estádeacuerdo—afirmó,suspirando.

Yoapretélospuñosenseñaldevictoria.

—¿Tieneustedelnúmerodesuhotel?—preguntéalsacerdote,envozbaja.

Élbuscóensubolsilloymeenseñóunatarjeta.

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—¿Hola? —dije yo entonces, volviendo a coger el móvil—. Mire, leexplico.Llameustedalseñorcuracuandosepalahoradelallegadadesutren,yyoenviaréaalguienparaque levayaarecogera laestación. Intentevenirestamismatarde,omañanaporlamañanacomomuytarde.

Ledictéelnúmerodelhotel.

—Le doy las gracias mil veces, señor, me hace usted un favor enorme.¿Cuántotiempocreeustedquelecostaráfabricarelartefacto?

—Esunmontajemuycomplejo,¿sabe?Yademás, sinestarenmi taller...Intentaréllevarmisherramientasyalgodematerial, loquemequedadelaotravez.Tardédossemanasenhacerlo,perocomoyalohiceunavez,ahoraseguroqueirémásdeprisa.

—Necesitoqueloconstruyaustedenveinticuatrohoras.

—¡Estáustedmaldelacabeza!

—¡Lepagounbuenprecio!Hastapronto,señor.

Lesaludéycolgué.Sophieseechóareír.Mehabíasuperadoamímismo.AcababadehacerdeSophie,nimásnimenos.Apiñónfijo.Sepodíadecirqueellaestabacasiorgullosademí.Enrealidad,desdelapersecucióndelaestacióndel Norte yo había decidido no dejarme sobrepasar ya más por losacontecimientos. Si queríamos salir de aquel trance, tendríamos que tomar elcontroldenuestrainvestigaciónacualquiercoste,ynosufrirlamás.

Noseryapeones,sinojugadoresdeajedrez.

UnpocoantesdelasochodelanochellegamosalfinaSceaux,acasadelos Chevalier. No estaba descontento de volver a la comodidadmullida de supequeño chalé.En aquellosmomentos, era lo quemás se parecía paramí a unrefugio.Casicomomicasa.Undomiciliofijo.

Estellenoshabíapreparadoalgodecenar,yelexquisitoolordesusplatosflotabahastalaentrada.Françoisparecíaimpacienteporvernos.

—¿Qué tal ha ido por Londres? —preguntó, colgando nuestros abrigosdetrásdelapuerta.

—Muybien.LaamigadeSophiehavenidoconnosotros.Vaaayudarnos.

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—Perfecto. ¡Tengo novedades para vosotros, chicos! —exclamó,dejándonosentrarensucasa.

ClaireBorellaestabasentadaenelsalón,ysonrióalvernosllegar.Parecíamuchomástranquilaqueeldíaanterior,yestabaclaroqueseentendíamuybienconlosChevalier.

Pasamosa lamesa enseguida, despuésdequitarnos los abrigos.Françoisestabamuyalterado.Sophiesesentóamilado.Claire,porsuparte,parecíateneryasu lugarhabitual, a laderechadeEstelle.Lasdos sehablabany semirabancomoviejasamigas.

—Escuchadesto—empezóFrançois, sirviéndonosvino—.He llamadoaldocumentalistadelGranOrientedeParís,queesunbibliófiloextraordinario,unpococomotupadre,Damien.Verdaderamente,unhombreestupendo.Enresumen,como vosotros buscabais una relación entre vuestra investigación y el GranOriente, le he hablado de la piedra de Iorden. Y fíjate que justamente me haaseguradoquehayvariosdocumentossobreesetemaenlabibliotecadelacalleCadet.

—¡Excelente!—repliqué.

—¿QuéhayenlacalleCadet?—preguntóSophie.

—El templodelGranOrientedeFrancia—expliquéyo,queporunavezsabíamásqueella.

—¡Ah, fantástico! —se burló Sophie—. ¡Vamos a buscar nuestrainformaciónalcorazóndelasecta!

—¡Noesningunasecta!—replicóFrançois,enfadado.

—Bah,nolehagascaso—dijeyo,paracalmarle.

—De acuerdo. Bueno, si queréis—continuó—, puedo llevaros hasta allímañanaporlamañana.Lohearregladoconmisecretaria.

—¡Mientrasno intentes iniciarnosa traición!—respondióSophie,quenoperdíaunasolaocasión.

Françoisnopudoevitarsonreír.Enlugardemolestarse,decidióseguirleeljuego.

—Mipobreniña,ningunalogiatequerría,noteinquietes—ledijo.

—Hablando en serio —intervine yo—, no me gustaría que todo esto tecausaraproblemas.

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—No,no,nohayningúnproblema,mientrastuamigasepacomportarse...

—¿Estásseguro?¿Noesdemasiadoarriesgadoqueentremosallí?—insistíyo.

—No. Además, la biblioteca está abierta al público la mayor parte deltiempo.

—Sí,sí,lamayorpartedeltiempo...—seburlóSophie.

—¿Ossirvo?—propusoEstelle,mientrastraíaelprimerplato.

Empezamosacomertranquilamente,aprovechandoaquelcortorespiroyelambiente familiarde lacasaChevalier.François intentabanohacercasode lasprovocaciones de Sophie, a quien le gustaba cargar las tintas contra lafrancmasonería,aunquealfinalsecomportócomounabuenachica.

Medicuentaderepentedequesinduda teníaantemía lasdospersonasquemásamabaenelmundoenaquelmomento.SophieyFrançois.Ysindudanoerademasiadoraroquesededicaranlosdosapelearsecomoadolescentestodoelrato.

Después,derepente,Sophiesevolvióhaciamíydijo:

—Damien, cariño, tendrías que avisar a François quizá del asunto delrelojero...

Mehablabacontantaconfianzaqueinclusomehabíallamadocariño.

Yoabrímucholosojos.Sophiesequedóinmóvil.Dirigióunamiradaalosotrosinvitados,despuésseencogiódehombrosymesonrió.

MiréaFrançois,quememirabafijamente.

«Sí, colega, en Londres he follado con una lesbiana de la que estoylocamenteenamorado,yalaquenolegustandemasiadolosfrancmasonesniloscuras.Así son las cosas.No intentes comprenderlo,yomismonoentiendomuybienquépasa...»

Mequedécallado.

—¿Quéesesahistoriadelrelojero?—dijofinalmenteChevalier.

—Ah,sí—dije,confuso—.Bueno...¿haysitioentugaraje,verdad?

—¿Quégilipollezesésa?

—Digamosquenecesitamosquenoshagasunpocodesitioentugaraje.

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—¿Cómo?

Le expliqué nuestra historia con todo detalle a François, que no pareciódemasiado encantado. Le enseñé el cuaderno de mi padre y el croquis de lamáquina.

—ElrelojerodeGordeshaaceptadoveniraquíareconstruirlamáquinadeLeonardo da Vinci. Tendremos que estudiar de cerca las notas demi padre, ydeberíamos poder usar lamáquina para descifrar unmensaje escondido enLaGioconda.

—¡Al final estaremosunpocoapretados aquí!—exclamóEstelle, al otroladodelamesa.

Yo me mordí los labios. La pobre Estelle... Me di cuenta de lo queestábamos imponiendo a aquella pobre mujer, que debía de estar ya bastanteafectadaporsuembarazo.

Françoisledirigióunamiradainterrogativa.Ellaseencogiódehombros.

—Bueno,yaharemosalgodesitio—suspiró,dedicándomeunasonrisa.

Yoleguiñéelojo.Eratangenerosacomosumarido.

—Puedodejarlemihabitación—propusoClaire,tímidamente.

—No te inquietes—intervino Estelle—, ya le encontraremos sitio. Perotendrásqueocupartedetodotú,François,¡yoestoyagotada!Peroosconfiesoquetengo muchas ganas de ver esa máquina... —se entusiasmó, contemplando loscroquisenlalibretademipadre.

François accedió y continuamos cenando. Intentamos cambiar un poco detema, olvidar por un instante el estrés, pero sin llegar a conseguirlo. Todossabíamos que aquello no había acabado, y que nuestras posibilidades de teneréxitoenaquellacarreracontra lamuerteeranmuydébiles;afindecuentas, losotros competidores ya tenían mucha ventaja y disponían de mediosdesproporcionados.

MientrasFrançoistraíaelqueso,ClaireBorellanoscontóunpocolavidade su padre. Susmisiones enMédicos Sin Fronteras, sus largas ausencias, susdescubrimientos... Se notaba que sentía por él un profundo respeto. Yo leenvidiabacasihaberconocidoesesentimiento.

HacialasoncenosdespedimoshastaeldíasiguienteyBadjinosacompañóanuestrohotel.

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Sophie durmió en su habitación y yo en lamía. Quizá habría tenido queinvitarlaaquevinieraconmigo.Quizáellaesperabaqueselopidiera.

Peroenunanochenoseaprendeahablarconlasmujeres...

AlamañanasiguienteFrançoisyBadjivinieronabuscarnosalhotel,parairluegoaldistritoIX.

—¿Nohaynoticiasdevuestrorelojero?—preguntóFrançois.

—No,porelmomentono.Esperoquevengaenseguida.

Habíamos aparcado en la calleDrouot y subimos por la calle Provence,pasandojuntoalosanticuarios,lastiendasdesellosantiguosylosgabinetesdetasadores.LacalleCadet,semipeatonal,estaballenadegente,tantoenlasacerascomoenlacalzada.Pequeñoscafés,hoteles,carnicerías,lastiendassesucedíanconladensidaddeunbarriopopular.

El templo del Gran Oriente de Francia era un edificio relativamentemodernoeimponente,quecontrastabaconlosviejosedificiosquelorodeaban.Sualtacristaleraplateadadebiódeparecermuyfuturistacuandoloconstruyeron,peroahorateníaelencantokitschdeundecoradodepelículadecienciaficciónde los años setenta. Igual que delante de las iglesias, escuelas o sinagogas, lapolicíahabíainstalado,enestostiemposturbulentos,unasbarrerasalolargodetoda la fachada para impedir que estacionasen los vehículos, lo que daba altemplounaspectodeembajada.

Estaba claro que Badji ya había acompañado antes a François al GranOriente.Consupistolabajoelbrazonopodíaentrar,asíquefueaesperarauncaféquehabíajustoenfrente.

El guardaespaldasme guiñó el ojo antes de abandonarnos.Yome estabadando cuenta de que, desde su llegada, la paranoia me iba abandonandoprogresivamente.Élhabíaprometidoserdiscretoydesdeluegoloera,ymuchomás que eso. Era a la vez caluroso y tranquilizador. Como un hermanomayor,comounescudoquerecibierapartedelestrésennuestrolugar.Yesohacíamuchobien.Yohabíasorprendidounpardellamadasquehabíarecibido.Susempleadoslepreguntabansipensabaestarausentemuchotiempomás.Élexplicabacadavezque estaba realizando una «misión importante», y que se tomaría el tiemponecesario.Noscolocabaanosotrosantesqueasuempresaysusalumnos.Eraun

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buenhombre.Untipoíntegro.UnbuenamigodeFrançois.

Después de dar la contraseña a la entrada del templo, entramossilenciosamenteenlabiblioteca.Sophieestabaalacecho.Dispuestaacriticarelmenorerror,lamenorfaltadegusto.

ElbibliotecariovioaFrançoisynosacogiócalurosamente.Eraunhombredeunossesentaaños,congafasdemedialuna,elpelogrisyrizadoyunaslargascejasblancas.

—Aquítienes—dijo,tendiéndoleunahojaaFrançois—,lapalabraIordenaparecealmenosunavezencadaunode los librosque tienesaquíen la lista.Quetengasbuenasuerte,hermano.

—Gracias—respondióFrançois.

Nosinstalamosenunadelasmesasdelabiblioteca,mientrasFrançoisibaa buscar las diferentes obras que había apuntado el bibliotecario. Éramos losúnicosvisitantes,ymepreguntéinclusosiFrançoisnohabríahechoabrirlasalasóloparanosotros.Reinabaunambienteextraño.Casimístico.Lanaturalezadellugarimpregnabaelaireanuestroalrededor.

—Aquí están —murmuró François, volviendo con las manos llenas—.Toma,Damien,buscaahí,ytú,Sophie,cogeestoslibros...

Distribuyóequitativamenteloslibrosynossumergimoscadaunoennuestrotrabajocomoescolaresmodelo.

LapiedradeIordennofigurabasiquieraenlosíndicesdelasdosobrasqueFrançoismehabíapasado,cosaqueprobabaquelasreferenciasdelbibliotecarioeran particularmente precisas, así que decidí ir hojeando lentamente los dosvolúmenes a la búsqueda de nuestra palabra clave. El primero era un libro dehistoria del Gran Oriente de Francia. Trazaba el contexto en el que nació laobediencia francesamás antigua, amediados del sigloXVIII.La primera parteeraenrealidadunareproduccióndemalacalidaddeunaobrabastanteantigua,demodoqueeltipodeletraresultabaunpocoborrosoydifícildeleer.Lasegundaparte, que cubría el período 1918-1965, era de factura más moderna, impresadirectamente, y por tanto más agradable de leer. Por mucho que buscaba noencontrabaalusiónalgunaalapiedradeIorden.Ellibroerabastantedenso,ynoestaba seguro de poderlo recorrer entero de forma eficaz. Decidí dejarlo a unladoporelmomentoyexaminarlasegundaobra,muchomásdelgada.Setratabadeunarevista,coleccióndeartículosdiversosoinclusodeestampasograbadosrealizadosporalgunosmasones.Examinélostítulosdelosartículosparaversi

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alguno de ellos podía evocar a la piedra de Iorden o al resto de nuestrainvestigación,peronoencontrénadaevidente.Sinembargo,meentretuveenunartículo titulado«BienesdesaparecidosdelGODF»,quemeparecíapertinente.Loleíunaprimeravez,despuésunasegunda,yenningunapartevilapalabraquebuscaba.Medisponíaaconsultarotroartículocuandomisojossevieronatraídosdeprontoporunanotaenlapartebajadelapágina:«2.Ver,aesterespecto,laanécdota de la piedra de Iorden, en la revista Nouvelles Planches, enero de1963».

—¡Heencontradoalgo!—anuncié,intentandonohablardemasiadofuerte.

—¡Ssshhh!—replicóSophie—.Yotambién.

—Yyotambiéntengoalgo—añadióFrançois.

—Esperad—repitióSophie—.¡Dejadmeacabar!

Me sumergí de nuevo en mi artículo y fui siguiendo los párrafos hastaencontrar la frasea laquecorrespondía lanota:«...durante laSegundaGuerraMundial, una gran parte del patrimonio masónico fue vendido en subastapública».

No encontré nada más preciso, y examiné de nuevo la primera obra.Despuésdevariosminutosdebúsquedainfructuosa,levantélacabezayesperéaque Sophie hubiese acabado de leer un artículo que devoraba con los ojos.Cuandoalfinterminó,nosdirigióunamiradallenadesatisfacción.

—¿Quéhasencontrado?—mepreguntó,envozbaja.

—La referencia a un artículo que cuenta una anécdota a propósito de lapiedradeIorden—expliqué—.Toma,mira.

Leenseñélanota.

—¡Evidentemente!—exclamóella—.¡Eselartículoqueacabodeleer!

Levantólarevistaqueteníaenlasmanosymeenseñóeltítulo.

—Ah...Nolosabía.Bueno,¿qué?

—Pues la piedra de Iorden perteneció durantemucho tiempo a una logiaquesellamabalalogiadelasTresLuces,queformabapartedelGranOrientedeFranciayquehoyendíayanoexiste.En1940fuevendidaensubastapúblicaporelGobierno...

—¡Increíble!—murmuré.

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—Notanto—intervinoFrançois—.Esloquepasóenmuchasdelaslogiasde la época.Apartir de1940,Francia se volvió furiosamente antimasónica, almismotiempoqueantisemita.

—Todavía hay personas hoy en día a las que no les vuelven locos losmasonesprecisamente...—intervinoSophie,conunaampliasonrisa.

—¡Ya me había dado cuenta! —replicó François—. ¡Tendrías que estarorgullosa,tienesunpuntoencomúnalmenosconlosnazis!

—Vengaya,vosotrosdos,basta...¡Quépesadosquesois!Bueno,François,estabasdiciendo...

—Sí...Aquí está. Losmasones fueron perseguidos durante la guerra, esotodoelmundolosabe,¿no?

—¿Ycómosepudieronvendersusbienesensubastapública?

—Marquer,queeraministrodeInterior,prohibiólegalmentelassociedadessecretas en 1940, y el Gran Oriente, como todas las obediencias, fue disueltotambién de paso. Aunque ciertas logias se apresuraron a destruir sus propiosarchivos para evitar que cayesen en manos de los alemanes, la Gestapo tuvotiempo,sinembargo,deprocederamuchosarrestos.EntodaFrancia,ocupadaono,lostemplosfueronrequisadosdeoficio.ObienfueronentregadosalEstado,obienvendidosaparticulares,oinclusoprestadosaasociacionescercanasaVichy.Encuantoalosbienesmobiliarios,cuadrosydemás,fueronvendidosensubasta,enefecto.

—¡Quépocoamable!

—Sí, no es precisamente un período glorioso de nuestra historia. Lacampañaantimasónicareposaba,comosiempre,enlaacusacióndecomplot,yselesreprochabahaberservidoalosinteresesdelosjudíos...ElGobiernofrancésfuemuylejos,sinembargo.HubounaexposiciónantimasónicaenelGrandPalaisque circuló después por toda Francia y Alemania, y, el súmmum: en 1941, elGobierno hizo publicar en elDiario Oficial una lista de quince mil personasacusadas de pertenecer a la francmasonería para denunciarlas ante la opiniónpública.

—Cadavezmásencantador.

—Ah, sí, hay determinados periodistas a los que les gustaría repetir lahazaña... Cada año, L'Express publica un informe que llama «candente» sobrenosotros.Esovende...

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LanzóunamiradafalsamentedeenfadoaSophie.

—¡Bueno,deacuerdo!—cedióella—.Meestabacachondeandounpoco,peronosoydelosquepersiguenanadie.Cadaunoquehagaloquequiera...

—¿Sabes, por ejemplo, que los locales donde estamos servíande cuartelgeneralparalacampañaantimasónicadelGobierno?—siguióFrançois.

—¡Vaya!Daescalofríos...Bueno,puessegúneltextodeSophie,lapiedrafuerevendidadurantelaguerra.¿Ytúquéhasencontrado?

—He encontrado una alusión a la piedra en un capítulo dedicado aNapoleón—respondióFrançois,enseñándonosellibroqueteníadelante.

—¿Ah,sí?¡Cuenta,cuenta!

—Enprimerlugar,tengoqueexplicarosunpocoelcontexto.

—Sí,nolodudes.Sophieestestigodelomalqueestoydehistoria...

—De acuerdo. Contrariamente a lo que piensan muchas personas, laRevoluciónestuvoapuntodedestruirlafrancmasoneríaenFrancia.Aunquelosvalores masónicos de igualdad, justicia y fraternidad inspiraron en parte laRevolución,apartirde1792elGranOrientesevolviócadavezmáscríticohacialosexcesosdelarepúblicanaciente.Detalmodoqueseacusóalamasoneríadecomplotsantirrepublicanosdurantealgunosaños,¡elcolmo!Comoconsecuencia,entre1792y1795noerademasiadosaludablesermasónenFrancia,ymuchaslogiasdesaparecieron.Sóloen1795,bajoelimpulsodelaslogiasparisinasyenun clima un pocomás favorable, la francmasonería se rehízo un poco. CuandoNapoleóntomóelpoder,losmasonesyanoestabanfueradelaleysinomásbienalcontrario.HayquedecirquelafamiliadeBonaparterebosabademasones.Suhermano,suscuñados,todosloeran...Yaunquenoseencontrónuncaelactadesuiniciación,quizáélmismo lo fuese también.En todocaso, suhermanoJoséeraGran Maestre del Gran Oriente de Francia. Sin hablar de Cambacérès, elarchicancillerdelemperador,quetambiéneramasón,odeoncedelosdieciochomariscalesnombradosporelemperador,quetambiénhabíansidoiniciados,comoMasséna, Brune, Soult... En suma, Napoleón vio en la masonería un aliadoimportante,eintentómetérselaenelbolsillo.AhoraosleoestacartaquePortalis,ministrodelInteriorydeCultos,envióaNapoleón:«Hasidoinfinitamentesabiodirigir las logias,puestoquenose laspodíaproscribir.Elverdaderomediodeimpedirquedegenerenenasambleas ilícitasy funestashasidoconcederlesunaproteccióntácita,haciéndolaspresidirporlosprimerosdignatariosdelEstado».Nopuedeestarmásclaro.Yestoosvaainteresar:elcapítulodeestelibrorelata

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cómo Napoleón donó diversos objetos preciosos a un tal Alès d'Anduze,dignatario masón, que no era otro que el vicario general del arzobispado deArras.EltextoexplicademanerabastantecuriosaqueNapoleónteníauninterésparticularenofreceresosobjetosaesehombredeIglesia.Noentiendomuybienporqué...Pero,¿noadivináisquéhabíaentreesosregalos?

Losdosrespondimosacoro:

—¡LapiedradeIorden!

—Bingo.Yasumuerte,Alesd'Anduzelalegóasulogia,quesellamaba...

—¡TresLuces!—completóSophie.

—¡Exactamente!Asísecierraelcírculo.

—Sí—añadíyo—,salvoquenosabemoscómopodíaestarNapoleónenposesióndelareliquia,niporquéladonóalvicario.

—Yotengomihipótesisalrespecto—intervinoSophie.

GuiñéelojoaFrançois.

—Teescuchamos—aseguróél.

Sophie echó un vistazo al bibliotecario. Parecía concentrado en suordenador.Estábamostranquilos.

—Bien. El último rastro que tenemos de la piedra de Iorden, segúnrecordarás,eradealrededorde1312,cuandoelpapaClementeVconsiguióquela orden de los Hospitalarios de San Juan recuperase los bienes de lostemplarios.Y,¿adóndefueronapararloshospitalarios,acontinuación?

—AMalta...

—Exactamente.Yen1798...—empezóSophie.

—... la flota de Napoleón tomó la isla de Malta —terminó François,asintiendoconlacabeza—.¡Claro,desdeluego!

—Eh,tranquila,noolvidesqueyosoyuninculto...

—Estábien,tehagounresumen—propusoSophie—.EstamosafinalesdelsigloXVIII.LaordendeMalta(elnuevonombrequetomaronloshospitalarios)ya no tiene el aura que tenía en la EdadMedia. Su razón de ser es casi nula,teniendoencuentalacaídadelImperiootomano.YsobretodoFrancia,queeralaprotectora tradicional de la orden, la abandonó más o menos durante laRevolución, llegando incluso a privar a los caballeros de su nacionalidad

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francesa.Y por último, los habitantes de la isla deMalta soportaban cada vezpeor la dominación de esos caballeros arrogantes que les agobiaban conimpuestosexagerados.AsíqueNapoleón,quetodavíanoeramásquegeneral,yaquien elDirectorio envió en expedición a Egipto, no tuvo problema alguno enobtenerlaautorizacióndelGobiernofrancésparaapoderarsedelaisla,depaso.

—¿Atacódirectamentealoshospitalarios?—measombréyo.

—Sí.Napoleónteníadosmotivosexcelentesparaquerer tomarMalta.Enprimerlugar,porquetieneunaposiciónestratégicasinigualenelMediterráneo,pero también por una razón menos oficial. Se decía que la ciudadela de LaValette,capitaldeloshospitalarios,encerrabagrandestesoros,entreellosdesdeluego los heredados de la Orden del Temple. Y Bonaparte tenía una grannecesidaddedineroparacomprarcomplicidadesyprepararelgolpedeestadodel18brumario.Elcasoesqueenjuniode1798tomólaislaysehizoconunapartedelbotín.

—YprobablementetambiénconlapiedradeIorden.

—Probablemente —confirmó Sophie—. Algunos años después quizá seenteró de la verdadera naturaleza de la reliquia, y sin duda se dijo que estaríamejor en manos de un hombre de la Iglesia... Y quizá por eso la donó a esefamosoAlèsd'Anduze.

—Quizá—dijeyo—.Sonmuchos«quizá»...

—Entodocaso—intervinoFrançois—,sabemosquepertenecíaasulogiatodavíaaprincipiosdelaúltimaguerra,cientocincuentaañosdespués...

—La cuestión—prosiguió Sophie— es saber quién la compró en 1940,cuandoelEstadolavendióensubasta.

—Eso deberíamos ser capaces de averiguarlo —replicó François,levantándose—.Esperad,voyapreguntar.

Sedirigióhaciaelbibliotecarioy losdoshermanosseenzarzaronenunalarga conversación en voz baja. Sophie aprovechó para examinar los demásvolúmenes, y por la velocidad a la que pasaba las páginas se veía que teníacostumbres de investigadora. Yo la contemplaba mientras, encantado por lagravedadde sumirada.Estabamuyguapa cuando se ponía seria.Estaba hechaparaello.

Françoisvolvióhacianosotros,seinclinósobrelamesaynosexplicó:

—Voya salir unmomento.Dehecho, tenemos suerte.Todos los archivos

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fueronclasificadosporlosalemanes,queselosllevaronaBerlín,ydespuésselos quitaron los rusos. ¡Imaginaos el trayecto! No hemos recuperado una granpartedelosarchivosdelGranOrientehastahacepoco,cuandolosrusossehandecididoadevolvérnoslos.Voyaecharunaojeadaaloslibrosdecontabilidad.Allí no podéis acceder vosotros. Pero podéis esperarme aquí o reuniros conStéphanefuera,enelcafé,comoqueráis...

Interrogué aSophie con lamirada.Ella hizo señas de quenohabía vistonadainteresanteenloslibrosypodíamossalir.

—Teesperamosfuera—confirmé.

LamentabanotenermástiempoparavisitareltemplodelqueFrançoismehabíahabladotanto,peronoeraaquélelmomento,sinduda,ySophienoeralapersonaidealconlacualvisitaruntemplomasónico.

Salimos,pues,cogidosdelbrazo.

—Nos acercamos al final—medijo ella,mientras avanzábamos hacia elpasodepeatones.

—Sí.Mepreguntoquéesloquevamosaencontrar...

—Esgracioso,estoytanconcentradaenlainvestigaciónquenisiquieramehetomadotiempoparapensareneso.¿Quéesloquevamosaencontrar?¿QuéfueloqueJesucristopudolegarcomomensajealahumanidad?

—Detodosmodos—repliqué—,nosabemossienrealidadhayunmensajeono...Todoestopuedequenoseamásqueungrancamelo.

—¡Espero que no! —exclamó Sophie—. Me daría muchísima rabia,despuésdetodoloquehemoshecho...

Yo le apreté lamano y cruzamos. Stéphane nos vio llegar a través de lacristaleradelpequeñobarenelcualnosesperaba.Cogióunasegundamesaparacolocarlajuntoalasuyaypusomássillasalrededor.

—¿Elseñordiputadotodavíaestádentro?—preguntó,levantándose.

—Sí,sí,siéntese,vamosaesperarle.¿Québebes?—preguntéaSophie.

—Uncafé.

Pedídosexpresos.Despuéssonreíampliamente.

—¿Quépasa?—seextrañóSophiealverme.

—Nada,esqueadoroesteambiente.Notepuedesimaginarhastaquépunto

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lo echaba de menos en Nueva York. Hay algo verdaderamente único en laatmósferadeloscafésdeParís.

—Damien,eresunromántico.HayqueestarmuchotiempoenNuevaYorkparadarsecuentadeesetipodecosas—bromeólaperiodista.

—Sinduda.Esunpocotriste.Estamosobligadosanoverlascosasdurantemuchotiempoparadarnoscuentadehastaquépuntosonbellas.

—Tambiénpasalomismoconlaspersonas—precisóSophie,mientraselcamareronostraíalasdostacitasblancas.

—Sí,perovaya,porotraparte,yonohabíavistoamipadredesdehacíadiezañosycuandovolví,meseguíapareciendounauténticogilipollas...

Badjicasiseahoga.Sophiefrunciólascejas.

—Noesmuydelicadoportuparte—mereprochó—.Ynoestoyseguradequepiensesrealmenteloquedices.

—¿Porqué?

—¿Tieneslamismaopinióndetupadreahoraquehaceonceaños?

Yomeencogídehombros.

—Yanopiensoenél.

—¿Ah,no?Vamos...¿Noteplanteasningunapregunta?¿Losañosquehanpasadonohancambiadoennadalaimagenqueteníasdetuspadres?

—Nolosé...

Enrealidadlosabíamuybien.Mehorrorizabapensarlo,peroenelfondocreoqueestabaperdonandoamipadre.Casipreferíanoquererleya.

Aquel hombre me había hecho sufrir. Y sin embargo... Me quedé unmomentoensilencio.Sophiedebiódeverqueestabaemocionado,ymecogiólamanopordebajodelamesa.

François hizo su aparición justo antes de que nuestro silencio fuesedemasiadolargopararesultarsoportable.

—Bueno—anunció, de pie ante nuestramesa—.Ya tengo el nombre deltipoquecomprólapiedraen1940.

—¡Genial!

—¿Leconocemos?

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—Creoqueno—replicóFrançois.

Sacóuntrozodepapeldesubolsillo.

—StuartDean—leyó—.Un americano, pormuy increíble quenospuedaparecer.

ViquelosojosdeSophieseabríanenormemente.

—¡No!—exclamó,incrédula.

—¿Qué?

—¡Damien! ¿Te acuerdas del nombre del hombre que hizo piratear miordenadordesdeWashington?

—¿ElsecretariogeneralamericanodelBilderberg?

—Sí.SellamabaVictorL.Dean.¡Lacoincidenciaesenorme!

Deprontomeacordéde todo.Sentí que el corazónme latía con rapidez.Estábamosllegandoalfinal.Elcírculosecerraba.

—Esperad —intervino François—. Hay muchas personas que se llamanDeanenEstadosUnidos...¿PorquénoJamesDean,yaqueosponéis?

—Puessí.Peroaunasí,esunacoincidenciamuyrara...Pero tienes razón—reconocióSophie—.Hayqueverificarsiexistealgunarelaciónentrelosdos.

—¿Notengotiempodetomaruncafé?—reclamóFrançois,aúndepie.

—¡Yatomarásunomástarde!—exclamóSophie,levantándose.

Mi amigo diputado se quedó con la boca abierta. Yo resoplé. StéphanesonrióynosprecedióhastaelSafrane.SindudajamáshabíavistoanadievolverlocoasuamigocomoestabahaciendoSophie,yaquellodebíadedivertirletantocomoamí.

—Estoesloqueospropongo—explicóSophie,sentándoseenlapartedeatrás del coche—.Vosotros id a comprobar esto en un cibercafé, y yome voypitandoacasadeJacquelineaenseñarlelalibretadenotasylosbocetosquenoshadadoelcura.

—¡Túereslajefa!—capitulé.

MediahoramástardehabíamosdejadoaSophieenlapuertadelacasadeJacqueline, y ya estábamos en el cibercafé de la avenida de Friedland. Estabaclaro que François jamás había puesto los pies en un lugar parecido, y se

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encontrabaunpocoincómodo.

Nos instalamos ante un ordenador. Yo introduje la palabra clave quemehabíadadolapersonaderecepción,yaparecióellogodeWindows.Entréenelexplorador de Internet, abrí la página de un buscador y tecleé los nombres.Estábamosapretadoselunocontraelotro,conlosojosclavadosenlapantalla,mientrasBadjiibahaciendoguardiadetrásdenosotros.

Los resultados de la búsqueda aparecieron en pantalla. Pasé algunaspáginas,leyendorápidamentelostítulos.Después,depronto,medetuveyentréenunodelossitios.UnabiografíadeVictorL.Dean,nuestrofamosoembajador.

Eltextoaparecióprogresivamenteantenuestrosojosconunabonitafotodeuncincuentóndesonrisafalsa.Françoisleyólabiografíaenvozbaja.Enningunaparte hacía referencia al Bilderberg, evidentemente. Pero al final del primerpárrafoencontramos loquebuscábamos:«(...)hijodeStuartDean,diplomáticoinstaladoenParísentre1932y1940».

—¡Aquí está! —exclamé, golpeando la mesa con el puño, un pocodemasiadofuerteparaelgustodelosdemásinternautas.

—¡Caray!—exclamóFrançois,perplejo.

YocogíelmóvilymarquélomásrápidoquepudeelnúmerodeSophie.

—¿Diga?—respondióella.

—Lohemosencontrado.StuarteselpadredeVictor,¿quéteparece?

—¡Estabasegura!

—ElBilderbergtienelapiedra—dije,comosimecostarapersuadirmedeello.

—Eso quiere decir que los dos elementos del rompecabezas están ya enmanosdelenemigo—suspiróSophie.

—EltextocifradodeJesúsylapiedradeIorden,quepermitedescifrarlo.

—Dos hipótesis —propuso Sophie—. O bien es la misma organizaciónquienposeelasdospiezasdelrompecabezas,encuyocasonotenemosnadaquehacer...

—Obiencadaunadelasdosorganizacionesposeeunodeloselementos,elBilderberglapiedrayActaFideieltexto.

—Encuyocaso,ningunodelosdospuededescifrarloquesea—concluyó

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Sophie.

—Ynosotroscomoidiotas,enmedio—suspiréyo.

—Bueno,déjamereflexionar.LapiedraprobablementeestáenposesióndelBilderberg desde hace mucho tiempo, si creemos que Victor Dean la entregódesdeelprincipioasuorganización.

—Sí.

—Encuantoaltexto,nuestrahipótesisesquefuerobadoalosassayyadeJudeahaceunastressemanas.

—Sí—repetíyo.

—PerolostiposdelBilderbergpiratearonmiordenadorhacemenosdeunasemana.Siellostienenensupodereltexto,¿porquéhanpirateadomiordenador?¡HabrándescifradoelmensajedeCristodesdehacemuchotiempo!

—Estábien—afirméyo—.HaymuchasposibilidadesdequeeltextoestémásbienenmanosdeActaFidei.

—Esloqueyopienso—confirmóSophie—.Cadaunodeellos tieneunodelosdoselementos.

—Nosotrosnotenemosnielunonielotro.

—Sí,peropuedenosertangrave.EmpiezoacomprenderparaquépodríaservirLaGioconda...Venrápidoaunirteanosotros, intentaremosdescifrar lasnotasdetupadre.

—Vale,yavoy.

—¡Espera!—siguióSophie—.AntesintentacontactarconSphinxypídeleque investigue siActa Fidei puede haber conseguido el texto de Jesús.Que seinformesobreesahistoriadelmonasteriodestruidoeneldesiertodeJudea.

—Entendido.

Ellacolgó.

Yo me introduje en el programa IRC sin esperar más. Me conecté alservidor de América del Sur. El nombre de Sphinx apareció en nuestro canalsecreto.Elhackerestabaallí.

«Hola.Soy...»

Teníaqueencontrarunseudónimo.Muyrápido.

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«SoyAlice.ElamigodeHaigormeyer.»

LeguiñéelojoaFrançois.Élnoentendíagrancosa,peroalmenoshabíacogidolareferenciaanuestrolibrodeculto.Aliciaenelpaísdelasmaravillas.

«¿Amigo,noamiga?¿Alice?Esunnombredechica...»

«¿Ah,sí?¿YAliceCooperesunachica,entonces?»

«Lol.»

—¿QuéquieredecirLol?—seasombróFrançois.

—Laughoutloud.Esoquieredecirqueseestádesternillando.

«¿Ereselamigoquecurraconella?»

«Sí.»

«Ellamehahabladodeti.¡SoyfandeSexBot!»

«Deacuerdo.Alaporramianonimato.»

«Noteinquietes,aquíestamos100%tranquilos.»

«Entoncesteenviaréunautógrafo.»

DecidíquesindudaerapreferibleabstenermedeavisaraSphinxdequeyotenía la intención de desembarazarme de Sex Bot. No era ni el lugar ni elmomento,yteníamoscosasmuchomásimportantesquetratar.

«Bueno,¿quéhaydenuevo?»

«Hemosavanzadobastante.¿TeacuerdasdeVictorL.Dean?»

«¿ElpiratadelBilderberg?»

«Sí.Puesbien;esélquienestáenposesióndelapiedradeIorden.»

«¡Quéfuerte!»

«Esomismo.Ahora, necesitamosquenoshagaunapequeña investigaciónmássobreActaFidei.»

«Siempre es un placer. Ahora ya empiezo a conocer mucho mejor suservidor...»

«Hace tres semanas, un monasterio aislado en el desierto de Judea fuecompletamentedestruido,ytodossusocupantesasesinados.Pensamosqueallíseencontraba un documento muy importante, y que fue robado durante el ataque.

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QuerríamossabersitienerelaciónconActaFidei,ysiéseeselcaso,sielloshanrecuperado, efectivamente, ese documento... Ah, un detalle: los religiosos sellamabanlosassayya.»

«Está bien. Es un poco vago, como información, pero voy a ver lo quepuedohacer.»

«¡Gracias!¡Eresextraordinario!»

«Yalosé.»

«Dehecho,nonoshasexplicadoenningúnmomentoporquéhacesesto...»

«Sí,yaoslohedicho...Eslafilosofíadeloshackers.»

«Sí.Deacuerdo,pero,enprincipio,¿porqué?»

«¿Quépasa,hallegadoelmomentodelasconfidencias?»

«Sí,porquéno...Túsabesmuchomásdemí.»

«Pueslohagoporque...bueno,esunahistoriadefamilia.»

«¡Claro!¡Todostenemoshistoriasdefamilia!»

«Sí.LamíaparecedeZola.Miabuelojudíofuefusiladodurantelaguerra,yo no conocí amimadre, ymi padre es un antiguomilitante trotskista que sepudreenlacárcel.¿Quiéndamás?»

«Vale,estábien,merindo...Peronoestaráenlacárcelporser trotskista,¿verdad?»

«¡No,claro!Pero seguroqueesono lehaayudado...En todocaso, tengoquetomarmelarevancha.MedesahogoenInternet.»

«Deacuerdo,lohepillado.»

«Bueno, ya nos pondremos en contacto de nuevo cuando tenga algunanovedad...»

«¡Estomarcha!»

Sunombredesapareciódelcanal.

—¿Quiénesesetío?—preguntóFrançois,cadavezmásdesorientado.

—Puesnolosé,laverdad.Nolehemosvistonunca.Unchaval,sinduda.LehemosconocidoenInternet.Noshaayudadomucho.Yatelocontaré.

—¡Llegadosaestepunto,seríamásrápidoqueescribierasunlibro!

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—Notepreocupes,creoqueSophieharáundocumentalmuydetallado.

Yoapaguéelordenadorynoslevantamosysalimosdelcibercafé.Cuandollegamos fuera,mimóvil empezó a sonar.Yo respondí.Era el curadeGordes,queme daba la hora de llegada del relojero. Estaría en la estación de Lyon aprimerahoradelatarde.Ledilasgraciasycolgué.Sehabíadadoprisa.

Lentamente,levantélosojoshaciaFrançois.

—¿Qué pasa? —refunfuñó—. ¿Quieres que vaya también a buscar a turelojero?

Asentíconlacabeza,avergonzado.

—¿Quénoharíaporti?Bueno,voyabuscarleylellevoaSceaux.

—VeconBadji—sugerí—,yovoyabuscarmelavida.

—Nihablar,Stéphanesequedacontigo.Túlenecesitasmuchomásqueyo.

Sabíaqueerainútilresistirse.

—¿Metendrásalcorriente?—insistió.

—Sí.

—Noteinquietes,harétodoloposibleparafacilitarlatareadelrelojero.

SubióalSafraneyyomedirigí conBadjihaciaunaparadade taxis.Lascosasseaceleraban.

Llegamos a casa de Jacqueline Delahaye hacia el mediodía. Las dosmujeres se habían sentado en el suelo en medio del desorden fenomenal quereinaba en aquel apartamento del distritoVILA decir verdad, éste era inclusomucho peor que el deLondres, ya que Jacqueline no vivía allí desde hacía untiempo,yelpolvosehabíaaposentadoasusanchas.

Ambashabíanapartadolamesadelsalón,colocadolosdoscuadrosenelmismo suelo y, sentadas con las piernas cruzadas en medio de la habitación,rodeadasdelibrosydedocumentos,trabajabansobrelasnotasdemipadre.

Jacquelinehabíavenidoa abrirnos lapuerta,yparamigran sorpresamebesó calurosamente y después me empujó hacia el salón, muy emocionada,dejando a Badji plantado en la entrada. El guardaespaldas se instaló

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discretamenteenelsofáycogióunarevista.

—¡Ya verás lo que hemos encontrado, chaval!—exclamó, invitándome asentarmejuntoaSophie.

De repente se tomaba confianzas conmigo, me tuteaba y me llamaba«chaval».Yonosalíademiasombro.Preferínoimaginarloquelasdosamigashabían debido de contarse antes de que llegásemos, y me dejé guiar hacia laleonera. Sobre todo, estaba impaciente por oír las explicaciones de sudescubrimiento.

—¡Es una pasada!—confirmó Sophie, que ni siquierame había dirigidounamirada,conlacabezasumergidaenunlibroenorme.

—Bueno,contádmelo,porfavor—supliqué.

—Vale. Te advierto que esto está hecho un caos, aún no lo hemosreorganizado...

—¡Yaverás,esunalocura!—insistióSophie.

Estabaninsoportables,ysospechabainclusoquelohacíanapropósito...

—¡Venga,contádmelo!

—Bien.En1309,antesde irseaMalta, loshospitalariosse instalaronenRodas, ya que habían tomado aquella isla a los bizantinos. ¿Me sigues hastaahora?

—Puessí.

—Laordensequedócomodueñayseñorade la isla,un lugarestratégicodonde los haya, tanto desde el punto de vista militar como geográfico.Aprovechandoestasituaciónexcepcional,unosbanquerosvenidosdeFlorencia,deMontpellierydeNarbonaseinstalaronenRodasparaponersusmanosenelmercadodelasespeciasylastelas.

—Muybien.¿Yquémás?

—TodoibabienhastafinalesdelsigloXV,épocaenlaqueOrienteempezóadespertarsedenuevo.En1444,elsultándeEgiptohabíaasediadoyalavilla,ydespués,en1480,fueMohamedIIdeConstantinopla.Yaquellavezlaordensedijoquequizáseríamássensatotrasladarunapartedesusbienes.Unadelegacióndecaballerossehizoalamary,detrásdelosbanquerosflorentinos,quevolvíanacasa,aquítenemosanuestroscaballerosqueseunenalHospitaldeFlorencia.Losbienesmáspreciadosde laordensequedanallíhastaqueestoscaballeros

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heredansunuevasede,Malta.Pero,¿quiénseencontrabaenFlorenciaen1480?

—¡LeonardodaVinci!—exclamóJacqueline.

—Según tu padre —continuó Sophie—, el pintor visitó varias veces elhospital,yencontrólaincreíblereliquia.LapiedradeIorden.

—En aquella época —intervino Jacqueline, impaciente—, Leonardo seapasionabayadesdehacíamuchotiempoporlaciencia,lageometría,latécnicaeincluso la criptografía... Por ejemplo, escribía siempre de derecha a izquierda,comosisereflejaraenunespejo...

—¡Yalosé!—lacorté—.Mipadrehizoalgoparecidoensusnotas...

—Exactamente.EnelCodexTrivulziano,DaVincihabladeunobjetoquevioenFlorenciayquellevabauncódigosecreto,queélestabatanorgullosodehaberpuestoaldíaquequeríacopiarlodenuevo.Noesmuchomáspreciso,peroahíesdondeentraenjuegoelmanuscritodeDurero.

—El pintor alemán—siguió Sophie— explica que DaVinci se lo contótodo.Leonardo,paraprobaralaposteridadquehabíaencontradoelcódigodelapiedra,decidióreproducirloyhacerlomáscomplejoaún.

—¿EnLaGioconda?

—Sí. Le costó veinticinco años poner a punto su procedimiento...Veinticincoaños,¿teimaginas?

—¡Tremendo!Enresumen,¿esosignificaqueLaGiocondaesunsustitutodelapiedradeIorden?

—Exactamente. Da Vinci copió en La Gioconda el código que estáescondido en la reliquia.Por eso tu padredirigía sus investigacioneshaciaDaVinci,porquesabíasindudaquenopodríarecuperarlapiedra,dadoqueestabaenmanosdelBilderberg.

—entonces—resumíyo—,siconseguimossacarelcódigodeLaGiocondapodremosolvidarnosdelapiedra...Nonosfaltarámásqueeltextocifrado...

—Absolutely,mydear!

—Sí, esono impidequenos cuestemuchísimo echarmano a esemalditotexto—farfullé—.NoestoysegurodequeesagentedeActaFideiestédispuestaaprestárnoslo...

—Yaveremos.

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—Admitámoslo. Pero entonces, ¿cómo se esconde el código en LaGioconda?—lespregunté.

—Pues no lo sabemos a ciencia cierta —confesó Jacqueline—. Perotenemosunapista.¿Sabesloqueeslaesteganografía?

—Eeeh...¿laestenografíaconunasílabamás?

—¡Muygracioso!—replicóJacqueline—.Puesno,esunprocedimientodecifradoqueconsisteendisimularunmensajedentrodeotro,porejemploenunaimagen.Enlugardeteneruncódigoquesaltaalavista,elcódigoestáescondidoen el interior de una información aparentemente anodina. Hoy en día, con lainformática,esunprocedimientoqueseusa frecuentemente:nadamás fácilqueesconder un código en una imagen, porque esta misma, digitalizada, es en símismayauncódigo.

—Recuerda la fotoqueSphinxnoshizopublicarenLibé. ¡Probablementeeraunaesteganografía!

—Paraesconderunmensajeenunaimageninformática,bastaporejemploconmodificarunoscuantospixelsenunalocalizaciónconvenida.Reemplazamosesos pixels por otros cuyos números codifican las letras del mensaje. Lamodificaciónesinvisibleasimplevista.

—¡Genial!—afirmé.

—Bueno —prosiguió Sophie—, suponemos que Da Vinci usó el mismométodo, más o menos. Sería como el antepasado de la esteganografíainformática...

—Después de él —informó Jacqueline—, otros pintores se divirtieronescondiendocosasensuscuadros.HayunejemplocélebreenLosembajadoresdeHansHolbein.Esuncuadrode1533,osea,catorceañosdespuésdelamuertedeDaVinci.Hayuncráneohumanoescondidoenlapartebajadelcuadro.Paraverlo hay quemirar el cuadro de lado, ya que el dibujo está deformado.Es elprincipiodelaanamorfosis...

—¿Comoelcinemascope?¡Increíble!¿Yentonces,enLaGioconda...?

—Pues sí, el código estaría escondido en el interior, Probablementeinvisibleasimplevista.

—Según tu padre —explicó Sophie—, habría treinta y cuatro signosescondidosenLaGioconda.¿Te acuerdas?Había trazadounos circulitos en elcuadro...

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MeenseñólacopiaestropeadadeLaGioconda.Conté,enefecto,treintaycuatromarcasdelápiz.

—¿Hasvistoalgo,acaso?

—No—respondióJacqueline—.Nosabemosmuybienquébuscar.Quizáletras minúsculas, pero eso me extrañaría, porque La Gioconda ha sidoinspeccionadacon lupamillonesdevecesa lo largode lossiglos,ysihubiesehabidoletras,lashabríanvisto.

—Alparecer—precisóSophie—,no sepuedenver esos signosmásqueconlafamosamáquina...

—¡Ah,mierda!—exclamé—.¡Estoesunalocura!

—Yatelohabíamosadvertido...

—Yesonoes todo—siguióJacqueline,cadavezmásemocionada—.Tupadre no encontró esto por casualidad. Al parecer, el modo de empleo estabaescondidoenMelencolia,deDurero.Miraahí,porejemplo.Elcuadromágico.

—¿Sí?

—La suma de todas las líneas horizontales, verticales o diagonales dasiempretreintaycuatro.

—ElnúmerodesignosescondidosenLaGioconda—añadióSophie.

—¡Esextraordinario!

—PorelmomentonohacemosmásquesospecharlasrelacionesexistentesentreMelencoliayLaGioconda.Estáeldecoradoenúltimoplano,elpersonajefemenino, pero que, en las dos obras, tiene un lado masculino turbador, elpoliedrodeMelencoliaqueesunareferenciadirectaaDaVinci,yporúltimo,lasproporciones. La Gioconda fue pintada en una plancha de setenta y sietecentímetrosporcincuentaytres,osea,exactamentetresveceslasdimensionesdeMelencolia.Creo que de hecho, gracias aMelencolia, sabremos cómo usar lamáquinapreparadaporDaVinciydescifrarLaGioconda.Sophiemedicequelamáquinatienetresejesdistintosy,portanto,variasposicionesposibles,ysobretodoespejosylupas,¿esasí?

—Sí.

—Casiapostaríaaquehaytreintaycuatroposicionesposibles,lascualesdeben permitir ver en La Gioconda los treinta y cuatro signos ocultos. Elproblemaesquemepreguntocómopodemosestarsegurosdequelossignoshan

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pervivido.LaGioconda no se encuentra precisamente en un óptimo estado deconservación:Leonardo,comobuenquímicoaficionado,fabricabaélmismosuscolores.Esoledejaba,desdeluego,unamayor libertad,ycomoosdecía,pudohacercapasmuyinteresantes,perocomoresultadoloscoloressehanoscurecidomuchobajolosefectosdel tiempo.Además,esunapinturasobremadera,yportantoestámuchopeorconservadaqueunsimplelienzo...

—SincontarconquenocreoquepodamosentrarenelLouvreconnuestroaparatoparairaauscultarLaGioconda—añadióSophie.

—Tendremosquehacer unaprueba con la copia—sugerí—.Yaveremosentonces.

—Esloquehemospensado.

Miré los dos cuadros tirados en el suelo. Inspiré profundamente y luegolevantélosojoshaciaSophieyJacqueline.

—¡Soisestupendas,chicas!Osinvitoacomer,conelamigoBadjitambién,desdeluego...

BajolaatónitamiradadeStéphane,nosabrazamoslostres.Compartíamoslasensacióndehaberresueltounenigmaqueteníasiglosdeantigüedad,yaquelloresultabaverdaderamenteembriagador.

—¿Y qué hacemos con todo esto? —preguntó Sophie, señalando lospapelesyloscuadrosquehabíaporelsuelo.

—CogeLaGioconda—propusoJacqueline—.Sindudalanecesitarásparadescifrarla cuando el relojero haya acabado sumáquina. Pero déjame el resto,voyaecharunaojeadaatodoestanoche,aversidescubroalgomás.

MediahoramástardecomíamosloscuatrojuntosenunpequeñorestaurantesituadodebajodelacasadeJacqueline.Estábamosmuyrelajados,olvidadoscasidelapresiónquenohabíadejadodeaumentardesdehacíadías.

Haciaelfinaldelacomida,recibíunallamadadeFrançois.

—¿Temolesto?

—Estamosenelrestaurante—confesé.

—¡Vaya,hayalgunosquenoselopasandeltodomal!

—¿Todovabien?—lepregunté,algomosqueado.

—Sí,muybien.Turelojerohallegadoya,hamontadounpequeñotalleren

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elgarajeysehapuestoa trabajar.Queríaquedescansaraunpoco,peroestabamuyentusiasmadoconlaideadehacerlamáquina.Noséquélehasdicho,peroelhombreestámuymotivado...

Sonreí.

—¿Essimpático?

—¡Encantador!Parece unpersonaje de dibujos animados, una especie deGepetto, con sus gafitas y sus utensilios anticuados. Le he instalado en unahabitacióndelprimerpiso,ylediréqueestáensucasa...

—Gracias,François.Noséloqueharíasinti.

—Lasmismastonterías,probablemente...

Me deseó buena suerte, me anunció que había conseguido tener el díasiguiente también libre, ymehizo prometer que le llamaría después para darlenoticias.

Pasamos la tarde en casa de Jacqueline, continuando nuestrasinvestigaciones.Hacialasonce,demasiadocansadosparacontinuar,ladejamosynos fuimosdenuevoalbarriodeÉtoile.Propuseque fuésemosaver siSphinxteníanoticiasparanosotros.Hicimos,pues,unaltoenelcibercafé,perosinéxito.Sphinxnoestabaenlínea.

Despuésdeesperarcasiunahoranavegandoendiferentessitios,decidimosdejarloynosfuimosadormiralhotel.

Badji sedespidiódenosotroshasta lamañanasiguienteyyoacompañéaSophieasuhabitación.Mepidióquemequedaseconella.Nohicimoselamoraquellanoche,peroellameapretómuyfuerteentresusbrazosysedurmióamiladoalcabodeapenasunosminutos,dulceybella...

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Once

Aldíasiguienteporlamañanamedespertóelruidodeladucha.Sophiesehabíalevantadotemprano.Yomequedéholgazaneandounratoyluegomelevanté,mepuseunalbornozyenchufélacafeteraquehabíaenlamesa,delantedelaventana.Abríamediaslascortinasparadejarpasarlaluzdelamañana.Puselatele,cogíel periódico que nos habían metido por debajo de la puerta y me instalécómodamenteenunodelosdosgrandessillones.

Aúnnoestabadespiertodeltodo.Conlacabezaapoyadaenelrespaldodelsillón,cerrélosojos.Sophiesaliódeladucha.Sedetuvodetrásdelsillón,pasólos brazos en torno a mi cuello y me besó. Yo abrí un ojo y le dediqué unasonrisa.

—Voy al Plus —dijo ella, yendo a peinarse ante el espejo de nuestrahabitación.

—¿Ah,sí?

—Esnecesarioquevayaadar señalesdevida.Mi redactor jefe acabaráporenfadarse.

—Yyo,¿quéhago?—lepregunté—.¿Quieresqueteacompañe?

—No.IntentaversiSphinxestádenuevoenlínea.QuizáhayaencontradolainformaciónsobreActaFidei.Después,nonosquedarámásqueesperaraqueel relojero haya acabado la máquina e intentaremos descubrir el códigoescondidoenLaGioconda.NotenemosmásquevolveraencontrarnosdespuésencasadelosChevalier.

—Nomegustademasiadolaideadequenosseparemos...

—Asíiremosmásrápido.Yademás,túnopuedesveniralPlusconmigo.

La veía deambular detrás de mí en el reflejo de la televisión. Había

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cambiadomucho. O quizá eramimirada la que había cambiado. La veíamásfrágilymásgenerosaalavez.Menosdura,menossecreta.Surostroyanoeraelmismo.Habíanaparecidonuevasarrugasquelahacíansonreír.Unanuevaboca,másdulce.Sushombros.Supecho.Sophieerauncuadroviviente.MiGiocondaparticular.

—¡Bueno,mevoy!—anuncióella,cogiendosuabrigoenlaentrada—.MevoyenmetroytúpuedescogerelVolkswagen,siquieres.¡Hastaluego!

—¡Séprudente!

Ellasonrióydesapareciódetrásdelapuerta.

Yopasé largosminutosdelantedel televisor, zapeandoentreLCIyCNN,buscando cuál de los dos era menos objetivo, y divirtiéndome al encontrardiferencias como un padre que mira a sus dos hijos y se pregunta cómo hanpodido crecer sin parecerse en nada. Me sentía tan ajeno a todo aquello,entonces... Estados Unidos, Francia. Aquel noticiario me parecía irreal.Anecdótico...

RecibíunallamadadeBadjiporlalíneainternadelhotel.Meesperabaenelvestíbulo.Larealidadvolvíaaatraparme.

Mereuníconélabajo.Medejóeltiemponecesarioparatomarundesayunocompletoydespuésnosfuimosapiealcibercafé.Casisehabíaconvertidoenunarutina,peroyosuponíaqueaquellonomolestaríaaBadji.Suvidadebíadeestarhechaderutinas,detrayectosmilvecesrepetidos.

Nos instalamosennuestroordenadorhabitual.Loschavalesyel tíode laentradanoseextrañarondevernos.Formábamosyacasipartedeldecorado.Elnegrograndoteyelmorenopequeñajo.Una imagenpococorriente,ciertamente,pero,¿quéhaydenormalenlaatmósferadefluorescentesdeuncibercafé?

EntréenelprogramaIRCymeconectéalservidor.Lalistadeloscanalessalió al momento. Entré en el de Sphinx. Estaba vacío. Nuestro amigo hackerseguíasinaparecer.Erararo,ciertamente,perono inquietante. Intentéprobarelotromedio que habíamos utilizado para contactar con él la primera vez. ICQ.Encontré su número de nuevo en el foro que habíamos visitado, e inicié labúsqueda.Peroseguíasinaparecer.

LancéunamiradaperplejaaStéphane,ydespuésdejéunmensajealhacker.

«Mepaséayerporlanocheyestamañana.Hastaluego,Alice.»

—Esperoquenolehayapasadonada—dije,volviendomehaciaBadji—.

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Bueno,vamosadarunavueltayvolveremoshaciaelmediodíaaversihayalgúnmensaje.

El guardaespaldas asintió y salimos hacia Étoile. Lentamente, volvimoshacialaplaza.

—¿Adóndequiereir?—mepreguntóStéphane.

—Pues no lo sé... Tenemos quematar un par de horas.Hacíamuchísimotiempoquenomepasabaesto.¿Tienealgunaidea?

Badjiseencogiódehombros.Miróanuestroalrededor.

—¿SabíaquelasalaWagrameralaplazafuertedelboxeoaprincipiosdesiglo?—dijo,señalandoalacallehomónima,queestabaunpocomáslejos.

—No.¿Yqué?

—No,nada...

—¿NoquerráquevayamosavisitarlasalaWagram?—meextrañé.

Élseechóareír.

—No,no.Ydetodosmodos,nonosocuparíadoshoras...

Busqué en mis bolsillos, un poco al azar, y encontré la llave del NewBeetlealquiladoporSophie.Leenseñélasllaves.

—Vamosadarunavueltaencoche—propuse.

—HevenidoconelSafrane...

—Sí,perotengoganasdeconducir.Hacemuchotiempo...

—SerámejornocogerelSafrane,entonces,enefecto—dijo,sonriendo.

Volvimos hacia el aparcamiento del hotel y unos minutos despuésrodábamos ya hacia el corazón de la capital.Yo no había conducido un cochedesdehacíaunaeternidad,yaunquehubiesepreferidoatravesarParíssobredosruedas, también encontraba un cierto placer en bajar por las grandes avenidas,bordearlosmuelles,atravesarlospuentes...Conducíasinreflexionar,guiadoporun soplo invisible. Acunados por una retransmisión radiofónica de la PasiónsegúnsanJuandeBach,Badjiyyonoexperimentábamossiquieralanecesidadde hablar.Éramos los huéspedes dePaname, una pequeña bolita de plomoquerodabaporlospasillosdeaquellaenormemáquinadelmillón.

Lascallessesucedían,lossemáforoscambiabanalverde,lasfachadasiban

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desfilando,ydespuésmeperdíenunadulceensoñación.Depronto,viquehabíaaparcadoelcoche.Casisindarmecuenta.

—¿Quéhacemos?—mepreguntóBadji,conaireinquieto.

Volvílacabezahacialaizquierda.Reconocíellargomuroqueseextendíaamilado.EraelrecintodelcementeriodeMontparnasse.¿Quégenioaudazmehabíaempujadohaciaallí?

—Stéphane —suspiré—, creo que voy a dar una vuelta para visitar latumbademispadres.

Hiceunapausa,comoasombradodeloqueyomismoacababadedecir.

—¿No le molesta, verdad? —le pregunté, dirigiéndole una miradaavergonzada.

—Enabsoluto.Vamos.

SalimosdelVolkswagenynosdirigimoshacialaentradaprincipal.Lacalleestaba en silencio y sombreada.Los recuerdos empezaban a volver.Losmalosrecuerdos. Pero quería continuar. Pasamos bajo la entrada y enseguida nosdirigimosaladerecha.DespuésdeunospasosmedetuveyleseñaléaBadjilatumbadeJean-PaulSartreySimonedeBeauvoir.

—Este tipo me tocó muchísimo los cojones en el instituto —expliqué,sonriendo—.Nuncaheentendidobienelexistencialismo.

Stéphanemediounapalmaditaenlaespalda.

—Alomejoresquenohabíagrancosaquecomprender.

Mevolvíaponerenmarcha,con lasmanosen losbolsillos.Llegamosalextremo de la avenida y luego giramos a la izquierda. Un estremecimientomerecorrió la espalda. Sólo había estado dos veces en aquel cementerio, primeroparaenterraramimadre,luegoamipadre.Era,pues,laprimeravezqueacudíasin enterrar a nadie, sólo de visita. Un primer peregrinaje. No me hacíademasiadagracia.SindudahabríadadomediavueltasinohubieseestadoBadjiamilado.Comounviandante.Supresenciametranquilizaba,ymehabríasentidomuytontoarrepintiéndomeamitaddecamino.

Las tumbas se sucedían a cada lado. Vi la de Baudelaire a nuestraizquierda. Éste nuncame habíamolestado. Los versos deSpleenvolvían a míoportunamente.

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HayenmímásrecuerdosqueenmilañosdevidaUnacómodagranderepletadebalancesEsquelasamorosas,versos,pleitos,romanzasYpesadoscabellosenvueltosenrecibosGuardamenossecretosquemitristecerebroEscomounapirámide,unpanteóninmensoQuecontienemásmuertosquelafosacomúnSoycomouncementerioqueaborrecelalunaYpordondesearrastranrencorososgusanosQuesecebansintreguaconmisamadosmuertos.

Suspiré.Françoisyyocompartimosdurantelargotiempounamoringenuohacia el poeta, y con la arroganciade los jóvenes letrados, competíamos averquiénseaprendíamásversosparabrillarenlasveladasdelinstituto.¡Quétontoséramos!Peroesosversosyanosemeolvidaronnunca.Mehabíanconmovidoenlomásprofundodemiser,ymeseguíanconmoviendoentonces,alrecitarlos.

Por fin llegamosante la tumbademispadres.Hice señasaBadjidequehabíamosllegado.Mecostababorrardemirostrounasonrisaunpocotonta.Eramásfuertequeyo.Sentíavergüenzaporhaberqueridoacudirallí.

Me puse de pie ante la tumba, cruzando lasmanos sin darme cuenta.Mecostabaconcentrarme.Nosabíaquépensar.

«Nomeplanteolacuestión,esmáspráctico.»Mispropiaspalabrasvolvíanamícomounasentencia.

No podía ver a Badji, que se había mantenido apartado, pero sentía supresencia.Debíadepensarqueyoestaba rezando.Es loquehace lagentequecree.Peroyo«nomeplanteolacuestión,esmáspráctico».

Yallí, inmóvilanteaquellapiedragrabada,medijequenosentíaningunapresenciadivina.Sencillamente,estabasolo, terriblementesolo.Ynosabíaquéhacer.Llorar.Recordar.Perdonar.

Traguésalivaydiunpasoatrás.

—¿Suspadresaúnviven,Stéphane?

Élseacercódespacio.

—Sí.PerovolvieronaDakar.Nolesveodesdehacemuchotiempo.

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—¿CreeenDios,Badji?

Éldudó.Yoteníalosojosfijosenelnombregrabadoenelmármol,peroélmemirabaamí.Creoqueintentabacomprenderelsentidoocultodemipregunta.

—Bueno, ya sabe —dijo por fin, con su voz suave y grave—, no haynecesidaddecreerenDiospararecogersedelantedeunatumba.

Yoasentícon lacabeza.Élhabíacomprendidoelsentidodemipregunta.Mejorqueyomismo,incluso.

Mequedéunossegundosmásallíinmóvil,ydespuésdimediavuelta.

—Bueno,vámonos.

Élmesonrióynosdirigimosalasalidadelcementerio.Yoteníaunnudoenlagarganta,peromeencontrababien.Estabamuchomejor.

PasabayadelmediodíacuandoBadjiyyoentramosenunnuevocibercafé.Meinscribíenlaentradayfuiasentarmeanteunordenador.Estabaimpacienteporver siSphinxyahabíavuelto.Empezabaa inquietarmeunpocopor él.Noconseguía olvidar la frase que le había dicho a Sophie en nuestra primeraentrevista.Bigbrotheriswatching.

Busquéenelcontenidodelordenador,peronoteníainstaladosnielIRCnielICQ.TeníaqueinstalarlosyomismoparacontactarconSphinx.Cadavezmásimpaciente,entréenelexploradordeInternetyfuiabuscarlosprogramasenunsitio de descargas gratuitas. La transmisión duró varios minutos, luego lainstalación,exageradamentelarga,consumióaúnmásmipaciencia.

HacialasdoceymediaalfinconseguíconectarmealservidorIRCchileno.Conlosdedostemblorosos,busquéanuestromisteriosointerlocutor.Lalistadecanalesseveíaenlapantalla,peroseguíasinaparecerSphinx.Diungolpeconelpuñoenlamesa.Decidíprobarlaúltimaoportunidad.ICQ.Introdujeelnúmerodelhacker.Nada.Nosolamentenoestabaenlínea,sinoquenohabíarespondidoal mensaje que yo le había dejado. Esa vez ya me entró el pánico. Éramosnosotros quienes habíamos arrastrado a Sphinx a aquello, y no podríaperdonármelonuncasileocurríaalgomalo.

—¡Mierda!—exclamé,sacandoelmóvildemibolsillo.

MarquédenuevoelnúmerodeSophie.Eranecesarioquelaadvirtieseyle

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preguntase si había algún otromedio de contactar con elhacker.Pero salió elcontestador.

—Sophie,soyyo, llámameencuantorecibasmimensaje—anuncié,antesdecolgar.

Cogímiabrigo.

—Bueno, vamos a comer al hotel, hay que tener paciencia—propuse aBadji.

Después de escapar a los embotellamientos del mediodía parisino,llegamosalSplendidÉtoile.Dejéelcocheaunempleadodelhotel,ypasamosbajo lamarquesinadeestiloartnouveauquecubría laentrada.Fuidirectoa larecepción.

—¿Nohabráalgúnmensajeparamí,porcasualidad?

Noshabíamosinscritoconunnombrefalso,ylasposibilidadesdequenospudiesendejarunmensajeeranescasas.Sophie, llenade imaginación,nohabíaencontradonadamejorparanosotrosqueseñoryseñoraGordes.

Elrecepcionistadijoquenoconlacabeza,pesaroso.

—¿Estáustedseguro?—insistí.

Éllevantólascejas.

—Desde luego. No hay ningún mensaje. Pero esa señorita que está ahíbuscaaunatalseñoritadeSaint-Elbe.Yalehedichoquenohabíanadieconesenombre en este hotel, pero ha insistido en esperar. ¿No será el nombre de suesposa,quizá?

Me volví enseguida y miré en la dirección que me indicaba elrecepcionista, y vi, sentada en uno de los sofás del vestíbulo del hotel, a unajovenquedebíadetenerdieciochoañoscomomucho.Llevabaelcabellolargoynegro, gafas redondas, era delgada, iba vestida con unos pantalones y unacazadora vaquera, y un enorme chal arrugado que le caía por las rodillas, ymasticaba ruidosamente un chicle. Parecía angustiada e incómoda.No la habíavistoenmivida,ymepreguntabaquiénpodríaser.

ViqueStéphaneseponíaenguardia.Contemplófijamentealajovenypasóunpocodelantedemí.

—Nopasanada,Badji—intentétranquilizarle.

Avancéhacialajoven,queselevantóalvermellegar.

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—Hola—dije,frunciendolascejas—.¿BuscasalaseñoritadeSaint-Elbe?

—¿Alice?—dijoentonces la joven,mirándomea losojos, con la cabezainclinada—.¿TúeresAlice?

—¿Sphinx?—exclaméyo,asombrado.

—¡Sí!—confirmóentonceslajoven,levantándosedeunsalto.

En sus ojos brilló una luz de alivio.Yo retrocedí un poco.Me esperabacualquier cosa menos aquello. Una chica. Me parecía increíble. ¿Y si no eraSphinxenrealidad?

—Eeeh...¿cómopuedoestarseguro?—lepregunté,violento.

—¿Haigormeyer,Unired,Chile...?—enuncióella,conaireinterrogativo.

Eraél,desdeluego.Omásbienella.

—Pero,¿quéedadtienes?—nopudeevitarpreguntarle,sorprendido.

—Diecinueve.

—¿Y qué haces todo el día delante de un ordenador, es que no vas a launiversidad?

Ellahizounamueca.

—¿Esuninterrogatoriooqué?Meecharonenoctubre.

—¿Te echaronde la universidad? ¡Eso tienemérito! ¿Yquéhaces ahora,entonces?

Debía de pensar que yo era un gilipollas, pero es que no conseguíacreérmelo... Una chica de diecinueve años que pasaba los días haciendoinvestigacionesmásomenospiratasenInternet...Resultabadesconcertante.

—Escucha, Damien (porque te llamas así, ¿verdad?), tengo diecinueveaños,nodoce.Melasarreglomuybien,notepreocupespormí.Meganomejorlavidaenlíneaquesihubieseestudiadomedicina...

—Vale,vale—accedí.

Después de todo, con lo que nosotros le habíamos visto hacer, la creía.Todavíaestabaasombrado,peroempezabaaaceptarlaidea.

—Bueno,¿yquédemonioshacesaquí?

Ellaempezabaarespondermeperolainterrumpíenseguida.

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—Espera,serámejornohablardetodoesoaquí.TepresentoaStéphane,quenosacompaña.

—Hola.

Ellahablabadeprisa,comosi temieranotener tiempoparacontarlotodo.Badjisecontentóconasentirconlacabeza.

—¿Hascomidoya?—lepregunté.

—No.¡Perotengoquehablarcontigo!

Sefrotabalasmanos,angustiada.Seguroquehabíapasadoalgo.

—Bueno,vamosainstalarnosenunamesatranquilaymelocuentastodo...

Mesiguióhaciaelrestaurantedelhotel.Elcamareronosindicóunamesaalgoapartada.Yasehabíaacostumbradoaminecesidaddeaislamiento.Conmisextrañoscomportamientosyelguardaespaldas,debíadetomarmeporunmañosoounagentesecreto...

—¿Qué ocurre? —pregunté a la chica, intentando sonreírletranquilizadoramente.

—Haigormeyer...bueno,Sophie...¿Noestá?

—No.

—Heencontradoloqueestabaisbuscando.

—¿TienesinformaciónsobreActaFidei?

—Mejorqueeso.

Se mordió los labios. Miró rápidamente a su espalda. Parecía másparanoicaaúnqueyo.

—Mehecoladoensuservidor.¡Leshemangadoelmalditodocumento!

—¿Cuál?

—Nomecreerás.

—¡Dilo!

—¡Unafotodelatablillaquelesrobaronalosreligiosos!

Yoabrílosojosdeparenpar.

—¿Estásdebroma?

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—No.

Sacó un CD-Rom del bolsillo de su cazadora vaquera usada y lo pusodelantedemí.

—Todoestáaquí—aseguró,sinapartarlosojosdemí.

Yonomehacíaalaidea.Yademásnoestabasegurodeentenderlobiendeltodo. ¿Había encontrado ella realmente el texto cifrado de Jesús? ¿O bien setratabadeotracosa?

—¿EstáahíeltextodeJesús?—insistíyo.

—Sufoto,entodocaso.Unescaneadoencolor.Buenacalidad.

Yo la contemplaba absolutamente alucinado. Tenía la sensación de estarsoñando.

—Eeeh...—balbucí—,¿estáscompletamentesegura?

Ellalanzóunsuspiro.

—Notengolamenorduda.Eslafotodeunatablilladepiedra.Hayuntextograbadoenella.Bueno,nosetratadeuntextoenrealidad,sinodeunasletras.

—¿Cuántas?

—¿Cómoquecuántas?¡Nolashecontado!

—Así,enconjunto...—insistí—.¿Másbiendiez,omásbiendiezmil?

—Comounatreintena—calculóella.

—¿Unastreintaycuatro,másomenos?—sugerí,cadavezmásalterado.

—Esposible.

—¿Enquéidioma?

—Pues no lo sé, no eran palabras, sólo letras, pero parecíamás bien elalfabetogriego...

—Ah,mierda.Eeeh...¿Cómotellamasdeverdad,porcierto?

—Lucie.

—¿Lucie?¡Ereslamejor!

—¡Sí,perotambiénsoylamejorliándola!¡Hedejadoquemepillaran!

—¿Quéquieresdecir?

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—Puesqueheburladolaseguridaddesuservidor,peromehanseguidolapista.Séquemehancogido.HeapagadoelPCdeinmediato,peroerademasiadotarde.Hesalidopitandodecasa,peroseguroqueellosyaestánallí.

—¡Mierda!—soltéyo.

—¡Sí,mierda! ¡Es fatal!Porque esos tiposnoparecenprecisamenteunosbromistas...

Yoreflexioné.

—Bueno, no te inquietes. Te mantendremos a cubierto algunos días,mientrassearreglalasituación.

—¡Yonoestaréjamásacubierto,conesostipos!—exclamóella,dandoungolpesobrelamesa.

Losdemásclientesnosmiraronexasperados.

—Que sí, te lo aseguro. Encontraremos la forma. Tengo que llamar aSophie.Quieroqueellaestépresentecuandomiremoslafoto.YdespuésiremosaSceauxacasadeunamigomío.

Badjiresopló.Yovolvílacabeza.UninvitadomásparaFrançoisyEstelle.Aquelloeraridículoperonoteníaelección.

—¿Quiénestuamigo?—seinquietólajoven.

—Notepreocupes.Esundiputado.Podráocuparsedetuseguridad.¿Vivessola?

—Desdeluego.

—Ah,bien.VoyallamaraSophie.

Marquésunúmero.Saltódenuevoelcontestador.

—¡Mierda!Bueno,lointentaréenelPlus.Haidoaverasuredactorjefe.

Llamé a información, encontré los datos de la cadena de televisión ymepasaronalaredacciónde90minutos.

—Buenosdías,querríahablarconelredactorjefe.

—Noseretire.

Meendilgaronla tradicionalmúsicadeespera.Yoibatabaleandoconlosdedosenlamesa,impaciente.Porfinrespondióelperiodista.

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—¿Diga?

—Buenosdías,mellamoDamienLouvelysoy...

—Sí,yaséquiénes—mecortó—.¿SabedóndeestáSophie?

Parecíainquieto.

—¿Noestáconusted?

—Habíamosquedadohacedoshoras,ysigoesperándola.

Deprontomeentróelpánico.Estabaclaro.LehabíapasadoalgoaSophie.Noconseguíanihablar.Elcorazónmelatíacomoloco.

—Ella...¿notieneningunanoticia?—balbucí.

—No.¡Hacedoshorasquelabuscodesesperadamente!

—¡Mierda!

—Escuche,nosealarmedemasiado,noseríalaprimeravezquellegatardeaalgo.Voyatenerquesalir,peropóngamealcorrienteencuantotenganoticiassuyas.

—Deacuerdo—dijesolamenteantesdecolgar.

Badjimemirabafijamente.Esperabaqueyoledijesequéhacer.Viensusojosunasomodeculpabilidad.

—¡Noteníaquehaberdejadoqueosseparaseis!—masculló.

Peroyocasinoleescuchaba.Estabareflexionando.¿Quéhacer?¿Adóndeir?¿Avisara lapolicía?Mesentía incapazde tomar lamenordecisión.Estabacompletamenteaterrorizado.Sujetandoelmóvil firmementeen lamano,diunosgolpecitosconlaantenacontralamesa,comoparaponerritmoamiangustia.

La joven se retorcía lasmanos. No se atrevía a decir nada, aterrorizadatambién,sinduda.

—¿Quésesuelehacerenestoscasos?—lepreguntéaBadji—.¿Sellamaalapolicía?¿Aloshospitales?

—¿Cómohaidohastaallí?—preguntóelguardaespaldas,pensativo—.¿Entaxi,enmetro?

Notuvetiempoderesponderle:miteléfonosepusoasonar.ElnúmerodeChevalieraparecióenlapantallita.

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—¿Damien?

—¿Sí?

—¡HansecuestradoaSophie!—exclamóFrançoisalteléfono.

—¿Cómo,quiénes?¿Ycuándohasido?¿Cómolosabes?

—¡Noséquiénesson!—exclamóChevalier,nervioso—.Acabandellamaral móvil de Claire Borella. ¡Dicen que se han llevado a Sophie! ¡Quieren lapiedradeIordenacambio!¿Túcreesqueesunfarol?¿Noestácontigo?

Hablaba muy rápido. Pero yo no conseguía responderle. Me faltaba elaliento.Memordíloslabios.Teníaquereaccionar.

—¿Damien?¿Meoyes?

—Sí.No,noestáconmigo.Ynohaacudidoalacitaconelredactorjefede90minutos.¡Malditasea!Noteníaquehaberladejado...

—¡Entoncesesquelahansecuestradodeverdad!—soltóFrançois.

—¿HandichoquequierencambiarlaporlapiedradeIorden?—pregunté,incrédulo.

—¡Sí!

—¡Pero nosotros no tenemos esa maldita piedra...! —me desahogué—.Bueno,ahoramismovoy.

Colgué,melevanté,mepuseelabrigo,dejéunosbilletessobre lamesaehiceseñasalosotrosdosdequemesiguieran.

—VamosdirectosaSceaux—expliqué,precipitándomealacalle.

Elpánicomehelabalasangre.Elmiedomeroíalasentrañas.Teníaunnudoenel estómago.Medolíahorriblementenopoderhacernada.Sentíadeseosdevolveratrás.Dedejarlo todo.Dedecirlesqueme importabaunpitosumalditapiedra,sumalditomensaje.LoúnicoquequeríaeraaSophie.

Perosóloelvacíodelacallesehacíaecodemiterror.

—Van a llamar para darte una cita —me explicó François mientras yointentabaenvanocalmarme,echadoensusofádecuero—.Creenquetútieneslapiedra.SabenqueClairepodíacontactarcontigo.

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—¡Pero la van a matar! —exclamé, lleno de pánico—. ¡Es evidente!¡Cuandoveanqueyonotengolapiedra,lamatarán!

Chevalier lanzó un largo suspiro. Desde mi llegada intentabatranquilizarme, pero no conseguía calmarse ni él mismo siquiera. Estábamostodosreunidosenelsalón,esperandoconangustiaquesonaseelteléfono.Estelle,Claire, François, Stéphane, incluso Lucie, que se encogía sentada en un sillónjuntoalachimenea.

—Bueno —dije entonces, levantándome de golpe—. Ellos quieren lapiedra. Y el Bilderberg tiene la piedra. Por lo tanto, ellos sin duda son ActaFidei. Y tienen el texto. Esto lo sabemos seguro, porque Lucie ha conseguidobajarselafotodesuservidor.Porlotanto,quierenlapiedra,porqueenellaestáelcódigoquepermitedescifrarsutexto.Nosotrosnotenemoslapiedra,perosíque tenemos una oportunidad de descifrar el código, almenos. Porque éste sehallatambiénescondidoenLaGioconda.Lacuestiónes:¿secontentaránconelcódigo,silesdigoquenotenemoslapiedra?

—Detodosmodos,no tendránelección—respondióFrançois, levantandolasmanos.

—Entonces,tenemosqueapresurarnosaencontrarlamierdadecódigoese.Estelle,¿sabescómovaelrelojero?

—No ha parado de trabajar. La última vez que he ido a ver, ya habíaavanzadobastante.¿Quieresquevayaadecírselodenuevo?

—No,no,yairéyo,notecanses.

Peroellayaestabadepie.

—Noimporta—dijoella—,asícambiodeaires,yademásmegustamuchoverletrabajar.

Se fue al garaje. Se oían los ruidos de las herramientas, chirridos,martillazos...Loqueestabaclaroesquenohabíaacabadoaún.

—Bueno,intentemosmantenerlacalma—dije,comoparaconsolarmeamímismo.

François se dejó caer de nuevo en su sillón. Badji estaba de pie en laentrada.Desdedondemeencontraba,yopodíanotarsufrustración.

—¿Ysi,mientras tanto,nosenseñases la fotode la tablilla?—preguntéaLucie,intentandosonreír.

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—¿Hayunordenadorporaquí?

—Enelprimerpiso—respondióFrançois—.Oelportátil, lo tengoenelcoche.

—¡Voy a buscarlo! —intervino Badji, que estaba claro que necesitabamoverse.

Volvióunosmomentosdespués con el ordenador deFrançois, seguidodeEstelle,quevolvíadelgaraje.

—Elrelojerocreequehabráacabadoestatarde—explicó.

—¡Estupendo!

—Estáagotado,elpobre...Yhaoídoqueteníamosmiedo.Mehacostadotranquilizarle,osloconfieso...

—¿Quieres quedarte allí con él?—le pedí—. Háblale, tranquilízale, nosé...¡Necesitamosunmilagro,ytúereslareinadelosmilagros!

—Nohacefaltaquemehagaslapelota...Claire,¿vienesconmigo?

La jovenseunióaellayvolvieronasaliral tallerprovisionalquehabíainstaladoelrelojero.

A mi lado, Lucie había puesto en marcha el portátil. Esperó a que seiniciaralasecuenciadeaperturaydespuésintrodujoelCD-Romenellector.Yomedesplacéenelsofáparaacercarmeaellaymirarporencimadesuhombro.Françoisacercótambiénsusillón.

La joven entró en Photoshop. El programa se abrió lentamente. DespuésseleccionóellectordeCD-Romypulsóunficherotitulado«tab_af_ibi2.eps».

Lafotofueapareciendopaulatinamenteenlapantallaplanadelordenadorportátil.Sepodíaverunatablilladepiedragris,rectangular,muyantigua,ajuzgarporsuestado,ysobrelacualsehabíangrabadoalgunasletrasseguidas.

El alfabeto era griego, sin duda. No perdí un solo segundo y empecé acontarlasletrasunaporuna.

—¡Vaya! —me extrañé—. Qué raro. No cuento más que treinta y tresletras...

Contédenuevo.Peronomehabíaequivocado.

—¿Yporquées raro?¿Porquesesuponequees laedadque teníaCristocuandomurió?—preguntóLucie,turbada.

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—No,esoesunatontería.No,encuentroqueesextrañoporquepensabaquehabríaunamás.SophieyJacquelinemehabíandichoque,segúnMelencolia,sepodíasuponerqueelcódigotendríatreintaycuatroletras,yaqueéstasindicaríantreintaycuatroposicionesenLaGioconda...

—Elcódigo—repitióLucie—. ¡Peroéstenoes el código, es elmensajecifrado!Elcódigoesloquepermitedescifrarlo...

—Sí,enfin,sihaytreintaycuatroelementosenelcódigoparadescifraruntextodetreintaytresletras,resultaunpocoextraño...

—Salvo si el elemento número treinta y cuatro del código sirviese paracodificarlosespacios,porejemplo—replicóLucie.

—Cosaqueexplicaríaquetodaslasdemásletrasestuviesenseguidasenlatablilla—indicótambiénFrançois—.¡Noesningunatontería!

Sonreí aLucie ymiré las letrasmásde cerca.Eran letras griegas, desdeluego, recordabavagamente loscursosdeaquella lenguamuertaqueFrançoisyyohabíamostomadoenelinstituto,peroloquehabíaallíescritonoteníaningúnsentido.

—¿Yporquéestáengriego?—preguntóLucie.

—Por escrito, según Sophie, era una de las lenguasmás utilizadas en laépocadeJesús,aunquesehablabamáselarameo.

—¿Ycuántasletrashayenelalfabetogriego?

—Veinticuatro—respondióFrançois.

—Entonces, el código comprende más elementos que letras hay en elalfabeto.Nosetratasencillamentedeunalfabetocodificado.Sisuponemosqueel trigésimo cuarto elemento del código corresponde a otra cosa que una letraaparte, por ejemplo, los espacios, eso significa por tanto que habrá tantoselementosenelcódigocomoletrasenelmensaje.Treintaytres.Eltipoquecifróestodebíadesertopeinteligente...

—Eh,queestáshablandodeJesús...

Nos echamos a reír los tres.Apesar de la situaciónde tensión, decir deJesúsquedebíadeser«topeinteligente»resultabatansurrealistaquenosepodíaresistir.

—Bueno,era...sí,inteligente—repitióLucie,haciendounamueca.

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—¿Porqué?

—Lamejormaneradecifrarunmensajeeshacerlode talmodoquehayaunaclaveporletra.Asínohaycicloalguno,nimotivorecurrente.Evidentemente,elcódigoestanlargocomoeltexto,cosaquehaceque,deestamanera,raramentesecifreuntextodemasiadolargo,peroparaunmensajedetreintaytresletras,esloideal.

—¿Quieresdecirquecadaelementodelcódigoesunaclavediferenteparacadaletradelmensaje?

—Probablemente—afirmóLucie—.Bastaría, por ejemplo, que fueseunasimplecifra.Unacifraporletra,quedéeldesfasedelaletraenelalfabeto.

—Dameunejemplo...

—Esquenoconozcoelalfabetogriego...

—Connuestroalfabeto.

—SiyoquisieraescribirlapalabraMESporejemplo.Elmensajetienetresletras. Por lo tanto, necesito tres elementos en mi código. Digamos, parasimplificar,1,2y3.Entonces,elmensajepodríaserLCP.

—Ah, ya lo entiendo—afirmé—. L+1 daM, C+2 da E, y P+3 da S. YtenemosMES.Sevadesplazandoenelalfabeto.Yaloentiendo.123asociadoaLCMnosdaMES.

—Exactamente.Acadaletrase leasociaunacifra.Tenemostreintay tresletrasenelmensajecifrado,ytreintaytrescifrasenelcódigo.

—Sí,salvoqueaquítenemostreintaycuatro.

—De todos modos, no podemos hacer nada, mientras no tengamos lamáquina.

Peroestábamosmuycerca.Todoseencontrabaallí.Alalcancedelamano.Lamáquina,yportantoenseguidaelcódigoyelmensaje.Yonopodíacreérmelo.Unmensajequehabíapermanecidoensecretodurantedosmilaños.

Miré a mis dos compañeros. Aquel diputado tan poco común, y aquellachiquillaquehabíacrecidodemasiadorápido.

—Prometedmeunacosa—lespedí,convozinsegura.

—¿Qué?

—Que esperaremos a Sophie. Cuando tengamos el código, no

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descifraremoselmensajeinmediatamente.EsperaremosaSophie.Selodebemos.

—Locomprendo—afirmóLucie.

—¡Evidentemente!—exclamóFrançois.

Luciecerróelficheroenelordenador,sacóelCD-Romymelotendió.

—Ten.Lotenéisquehacerlosdosjuntos.

—¿Estássegura?

—Sí.Detodosmodos,nosoyidiota,¡heconservadounacopia!—añadióella,haciendomuecas—.Sidecidísguardarosestoparavosotros,noosgarantizoqueesperemuchotiempo.

—Notepreocupes,tehemosprometidoquetelocontaríamostodo.Ytelocontaremos.

MelevantéyfuiaguardarmeelCD-Romenelbolsillodelabrigo.

—François—dije,volviendoal salón—,debemosencontrarunasoluciónparaprotegeraLucie.

Eldiputadoasintió.

—Sí.De todosmodos,yahepensadoen todoesto.Lo sientomuchísimo,Damien,pero tienessólohastaestanochepara resolver tuproblema.Ocurra loque ocurra,mañana debemos poner al corriente a las autoridades. Esto se estávolviendodemasiadopeligroso.

Yoasentíconlacabeza,resignado.

—Tendremos que explicarle todo esto a la policía, pero también a losgendarmesdeGordes...Ydeunaformauotra,tendremosqueprevenirtambiénalVaticano. ¡Tienen que hacer una buena limpieza! Cuando se haya revelado laverdad de los secretos de Acta Fidei, supongo que no todo el mundo en elVaticanoloencontrarámuycatólico...

—Sinduda.Mientrastanto,tenemosquedescubriralgúnmediodesacaraSophiedeesto...

Me senté de nuevo en el sofá y nos quedamos así casi una hora,intercambiandoalgunasbrevespalabras,algunasmiradas.Lossegundospasabanysellevabanconellosmisúltimosatisbosdepaciencia.

Después, a media tarde, Claire entró precipitadamente en el salónlevantandosumóvil.

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—¡Estásonando!—exclamó.

Mesobresalté.Françoisselevantó.AparecióEstelledetrásdelajoven.Elteléfonoseguíasonando.

—¿Quieresresponder?—mepreguntóClaire,tendiéndomeelmóvil.

Yodijequesíconlacabeza.Cogíelteléfono.

—¿Diga?—respondí,algorápido—.¿Diga?

Estabaconlosnerviosaflordepiel.

—¿SeñorLouvel?

—¿DóndeestáSophie?—grité,furioso—.¡Ellanotienenadaqueverconesto,dejadlaenpaz!

—Alas22horas,antelatumbadeMichelet.Llevelapiedraoellamorirá.

—Perosiyonotengo...

Notuvetiempodeacabarlafrase.Habíancolgado.

Medejécaerdenuevoenelsofá,conlacabezaentrelasmanos.

—¿Quéhandicho?—mepreguntóBadji,depieantemí.

—Veintidóshoras,estanoche,antelatumbadeMichelet—balbucí.

—¿Ydóndeestáenterradoése?—replicótorpementeelguardaespaldas.

—EnelPère-Lachaise.

—AesahoraestácerradoelPère-Lachaise—añadióBadji.

—Sindudaporesohanfijadoallílacita...

—Tendremosquesaltarelmuro—concluyóelguardaespaldas.

—Me pregunto por qué habrán elegido el Père-Lachaise... Es un pocorarito,¿no?Habríamospodidoquedarenunaantiguafábricaabandonadadelosalrededores...

—No—replicóBadji—.Porlanochenohaynadieenelcementerio,apartedealgunospunkiscolgados.Esdifícilpedirauxilio.Yademáshayobstáculosportodaspartes,estállenodelugaresdondeesconderse...Meparecelógico.

—Loquemeinquieta—lecortéyo—esquenotenemoslapiedra...

—Tendránquecontentarseconelcódigo—dijoFrançois—.Ollamamosa

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lapolicía.

—¡Ni hablar! —exclamé yo—. Es el medio más seguro de que se lacarguen.¡No!Vamos,lesexplicamosquetenemoselcódigo,peronolapiedra,ylesrogamosqueacepteneso.

—¿Éseestuplan?—intervinoFrançois—.¿Rogar?

—¿Tienesalgunomejor?

Dijoquenoconlacabeza.MevolvíhaciaEstelle.

—¿Cómovaelrelojero?

—Avanzando,perotodavíanohaterminado.

—Ni siquiera sé qué tenemos que hacer exactamente con esa malditamáquina.HabráquellamaraJacqueline...

Cogí el teléfono y llamé enseguida a la amiga de Sophie. Intentando notransmitirlemiangustia, leexpuse lasituación.Ella tambiénseasustómuchoalprincipio,peroledijequenoteníamostiempoparadejarnosllevarporelpánico,quehabíaqueactuar.

—Bueno, necesito el código esta noche. ¿Qué hago con esa malditaGioconda?¿Hastenidotiempodeadelantaralgo?

Sólo había visto a Jacqueline dos veces, pero tenía la impresión deconocerladesdehacíamuchotiempo.ComosiSophiemehubiesetransmitidolaestimaqueteníaporlamatemáticayestudiosadelarte.

—Sí.Heavanzado.Noestoyseguradenada.Perolointentaremos.TienesquecolocarLaGiocondavertical,exactamentea52,56cmdelamáquina.

—¿Cuánto?—exclamé.

—52,56cm.Esuncodo.EnlaépocadeDureronosecontabaenmetros.

—¿Ycómolohasaveriguado?

—¿Quieressaberlodeverdad?Esalgocomplicado.

—Bueno,inténtalo—lainvité.

—Elcuadromágico,ademásdedarunresultadodetreintaycuatroentodoslos sentidos, da también unas coordenadas que se deben seguir en el seno delgrabado.Estascoordenadascaenenunosobjetososignosqueformanunaespeciedefraseque,supongo,eselmododeempleodelamáquina.Noestoyrealmente

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segura de esto, pero parece lógico, cosa que no estámal. De todosmodos notenemoselección.

—Bien.

—Haydoscoordenadas,que,siloheentendidobien,indicanladistanciaala cual debe encontrarse La Gioconda: la primera cae justo en el codo delpersonaje.«I»y«codo»,hededucidoquehayqueponerelcuadroaladistanciadeuncodo,osea,52,56cm.

—Deacuerdo.Estáunpococogidoporlospelos,peroprobaremos.

—¿Tienesalgomejorqueproponer?

—No—confesé.

—Entonces,confiemosenmiinterpretación.Yaveremos.Fíjatebien:tieneque estar perfectamente vertical, y a 52,56 centímetros exactos de lamáquina,frentealconoquesaledelacajapequeña.

—¡Espera!¡Voyaltaller!—expliqué,saliendodelsalón—.Lamáquinanoestá terminadadel todo, peroyapuedo instalar el cuadro...No se encuentra enmuybuenestado,conelincendioyeso,peroesperoquefuncionedetodosmodos.

Lleguéaltaller.Saludéalrelojero,quemedirigióunamiradasorprendida.Noteníatiempodeexplicarlenadanidecortesías.

Alvolvermeviquetodosmehabíanseguido.Notendríamossitio.

—¡Salidtodos!—ordené—.¡ExceptoLucie!

Eralamásindicadaparaayudarmeenaquelasunto.

—Nocuelgues,Jacqueline,voyaponerelmanoslibresparapoderhacerloquemedicesmientrasvamoshablando.

SalídelgarajeyfuialcocheabuscarelauriculardeBadji,yloconectéenmiteléfono.Mepuseelmóvilalacinturayvolvírápidamentealgaraje.

—Yaestá, estoypreparado.Entonces,dime,debocolocar el cuadroa52centímetrosdelantedelamáquina...

—52,56centímetrosexactamente.

—¿Aquéaltura?

—La parte baja del cuadro tiene que coincidir exactamente con lahorizontaldelapartebajadelprimerespejo...

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—¿Ycómocalculoeso?

—Puesnolosé.Conunareglayunnivel,oconunaplomada...

—Deberíaencontraralgodeeso,¡despuésdetodoestoyenelgarajedeunfrancmasón!—exclamé,bromeando.

Mepuseabuscarentrelasherramientas.Intenténohacerdemasiadoruidopara no molestar al relojero. Finalmente encontré lo que buscaba después dedesordenartodoslosarmariosydesplazarlamitaddelascajasquehabíaenelgaraje.Unareglalarga,unnivel,unosclavos,unmartilloydostrípodesaltosquesindudahabíanservidoparacolocarunosaltavoces.

Con la ayuda de Lucie intenté fijar el cuadro encima de uno de los dostrípodes.Despuésdevariastentativasinfructuosas,acabédejandoelcuadroenelsuelo,suspirando.

—Bueno, Jacqueline, es un poco complicado, voy a colgar e intentaréhacerlobien.Yatellamaré,¿deacuerdo?

—¡Vamos,ánimo!

Llamé en mi ayuda a François. Estaba claro que se había quedadoescuchando detrás de la puerta, porque apareció enseguida. Conocía su garajebastantemejorqueyo,yno lecostóencontrar lasherramientasmásadecuadas.Sin interrumpirel trabajode lamáquinadeDaVinci,el relojeronosfuedandoalgunosconsejosyfinalmenteconseguimoscolocarelcuadrosólidamentesujeto.

François verificó varias veces que estaba a la distancia y en la posiciónadecuada. Sin embargo, era difícil obtener una precisión absoluta... ¡52,56centímetros!Conlaayudadelrelojero,éstefijótambiénlamáquinaalsueloparaevitartenerquecalcularlootravez.

YovolvíacogerelteléfonoyllamédenuevoaJacqueline.

—¡Ya está! —anuncié—. Pero es muy difícil comprobar que está biencolocado...

—Noesdemasiadograve—metranquilizóella—.Siloheentendidobien,laprimeraposicióntepermitecalibrarelaparato.

—¿Ah,sí?Entoncesporesosindudahabíatreintaycuatro,mientrasnohaymásquetreintaytresletras.

—Seguramente. En fin, no entiendo muy bien por qué, pero la primeraposicióntedaloqueDurerollamóla«paleta».

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—¿Yesoquésignifica?

—Creo que quiere decir que los elementos del código son en realidadcolores.

—¿Peroloscolorescorresponderíanaunascifras?

—¿Porqué?—preguntóJacqueline.

—Porque,segúnLucie,esposiblequeelcódigoseaunasucesióndecifras.Pero¿cómopuedencorresponderloscoloresaunasdeterminadascifras?

Luciemecogióelbrazo.Mepidióque le repitiera loque lehabíadichoJacquelinealteléfono,ylohice.

—¡Esgenial!—exclamó.

—¿Qué?

Lajovenpaseabaarribayabajo,muyalterada.

—¡DaVinci era una pasada, de verdad!—murmuró, como si acabase decomprenderlaresolucióndelenigmaenelinteriordesucabeza.

—¡Explícamelo!

—¡Inventó la digitalización antes de tiempo! Es un procedimiento muysimilaraloquesehaceeninformáticahoyendía...

—¿Cómo?

—Esunpocoelmismosistemaque lacompresiónde ficherosGIF.CadaimagenGIFdisponede una paleta de colores que le es propia, una especie deíndicenumerado,integradoenelfichero.Acadacolorseleatribuyeunnúmeroprecisoenesapaleta.YDaVinciseguramentehabíapensadoyaenesesistemadecodificaciónsupersencillo.¡Piensa!Nopodíacorrerelriesgodeutilizarcódigosdecolor,sabiendoqueéstospodíanenvejecer.Yporotrapartehizobien,porquelostintesdesupinturasehanoscurecido,enefecto.Portanto,insertósupaleta,es decir, la referencia de sus colores, en el propio cuadro. De este modo, lapaletahasufridoelmismoenvejecimientoqueloscoloresdelcuadro.

—Ah.¿Ytúsabescómofuncionaesto?

—¡Puesclaro!—replicóLucie,muyalterada—.¡Almenosesocreo!Mira.Laprimeraposicióndelamáquinavaapermitirnoshacerunzoomenloquedebede ser la paleta. Si nome equivoco, descubriremos una serie de treinta y trescolores, alineados uno detrás del otro. Así, sabremos que el primer color

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corresponde a la cifra 1, el segundo a la cifra 2, y así sucesivamente. Acontinuación, las treinta y tres posiciones, casi lo podría asegurar, nos darántreintaytrescolores,unocadauna,ynotendremosmásqueobservarlaposicióndeesecolorenlapaletaparaencontrarlacorrespondenciaencifras.

—Bueno,sitúlodices...

—¡Evidentemente!¡Esperfecto!¡Tendremosnuestrocódigodetreintaytrescifras!

—Muybien.Pero sihay treintay trescoloresordenados,habrápor tantocifrasqueirándelunoaltreintaytres,mientrasnohaymásqueveinticuatroletrasenelalfabetogriego.

—¡Pero si no se trata de letras, sino de cifras! Cifras que nos indicancuántas posiciones hay que desplazar las letras delmensaje cifrado... Hay queconsiderarqueelalfabetoesunbucle.SiteníamoslaCyel2,nosdabaE,¿deacuerdo?

—Sí.Esoyalohabíaentendido.

—PerositenemosCy30...esodaría...espera,quecalculo.

Vicómohacíadesfilarlasletrasporsucabeza.

—¡NosdaríaG!¡Hemosdadotodalavuelta!

—Ya,entendido.Deacuerdo.Entoncesnonosquedamásqueesperaralamáquina...—exclaméyo,impaciente.

—Habré terminadodentro de algomás de unahora—dijo el relojero—.Peronecesitounpocodesilencio,sinolesimporta.

Elpobrehombresindudaapenaspodíaconcentrarseenmediodenuestroescándalo.Hiceseñasalosdemásdequesalieranyvolvimosalsalón.PrometíaJacquelinellamarlaencuantotuviésemoslamáquinalista.

Losminutosque siguieronnosparecieron interminables.Yonodejabadesentarmeylevantarme,frotándomelasmanoscomoparaexpulsarelnerviosismo.Estellenoshizoté,yLucieintentóhacernoscomprendermejorsurollosobrelapaleta de Leonardo. Estaba subyugada por el ingenio del pintor italiano, y senotabaqueteníamuchasganasdeiracontarloenunodelosnumerososforosenlosqueseencontrabaconsusamigoshackers.Peronoeraelmomentodehacerdivulgaciónenlínea.Todollegaría.

Después, a últimahora de la tarde,Estelle nos propuso preparar algo de

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cena. Pero nadie tenía hambre. François fue a conectar el televisor, y unossegundosdespuésloapagó,dándosecuentadequenopodíasoportarelruido.

Deprontoelrelojeroirrumpióenelsalón.

—¡Yaheterminado!—anunció,sonriente.

Todosnoslevantamosdeunsalto.

—¡Esperen...!—dijo,intentandoquenoscalmásemos—.Parairmásrápidohe descuidado un poco la solidez de algunas piezas. Por tanto, es un aparatoextraordinariamentefrágil.¡Deberántenermuchísimocuidado!

—Desdeluego—letranquilicé—.SóloLucieyyoentraremosenelgaraje,losdemásmirarándesdelapuerta.

—¿NoquieresqueesperemosaSophie?—dijoEstelle.

—¡No, claro que no! —exclamó François, impaciente—. ¡No te hasenteradodenada!Loquebuscamosahoraeselcódigo.Novamosadescifrarelmensaje,sóloabuscarelcódigo.¡LonecesitamosparaliberaraSophie!

—Perdonadme,perovuestroasuntonoesnadafácil...

Lucie y yo seguimos al relojero.Nosmostró, orgulloso, su obramaestra.Habíatrabajadoaunavelocidadnotable,yconunadiscreciónquemerecíatodoel respeto.Leestreché lamanode lamaneramáscalurosaquepude,ydespuésllaméaJacqueline.

—¿Hola?SoyDamien.Bueno,ya está.Estoydelantede lamáquina.Estápreparada.Yelcuadroensulugar.

—¡Perfecto!Entonces,vamosaver.¿Veslapartecentral?¿Esaespeciedecajaquesedeslizasobrelosejesdentados?

—Sí.

—Llévalaaladerecha,todoloquepuedas,hastaquetropiececoneltopepequeño.

Cogí aquello que se parecía al célebre perspectógrafo de Da Vinci y lodeslicéhacia laderecha.Sonaronunospequeños tintineosamedidaque lacajaavanzabasobrelasmuescasdelengranaje,ydespuéstodoelconjuntosefijóenelbordedelamáquina.

—¿Vabien?—preguntóJacqueline.

—Esocreo.

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Luciesemovíaimpacientedetrásdemí.

—Bueno,ahorahazalgoparecidoperodeabajoarriba.Empujalapartedeatrásdelacajaparaqueselevantelapartedelantera.

—Deacuerdo.

Repetíelgestominuciosamente.Elrelojero,justoallado,mecontemplaba.Oíasurespiracióninquietaamiespalda.Lapresióneraenorme.Todoelmundomemiraba.Teníamiedodeestropearlamáquinaodesplazarla.

—¿Yaestá?

—Sí—anuncié,soltandolacajitademadera.

—Bien.Entonces,tienequehaberunagujeritoredondoenlapartedeatrásdelacaja,detulado.Esunvisor,comoenunacámaradefotos...

—Ah,sí.Bueno,noesredondo,escuadrado—precisé—,perocreoqueesporqueelrelojeronohatenidotiempoderedondearlo.

Mevolví.Elartesanoasintiómoviendolacabezarepetidamente.

—Bien, pues mira dentro y dime qué ves. Lógicamente, deberías ver elcuadroaumentadocientosdeveces.

Mefrotélasmanosyacerquéelojoalacajita.Teníalaimpresióndemirarporelmicroscopiomásantiguodelmundo.Ynoelmáspráctico.

—Bueno,puesveo...unoscolores,vagamente.Nadapreciso.

—Estábien.Ahoraescuando tienesqueajustar lamáquina—meexplicóJacqueline—.Notienesquetocarlacajita,solamenteelmarco.Deberíaspoderlohacer girar dederecha a izquierdayde arriba abajo también,muy suavemente.Debebastarconunmilímetro.Tienesqueencontrarlapaleta.

—¿Yquéeseso?—pregunté,empezandoamoverelaparato.

—Pues una serie de colores, ¡yo qué sé! ¡Busca! Una vez que tengas lapaleta,éstanosolamentetedaráelíndicedeloscolores,sinoquetambiénestarásseguro de que lamáquina está bien calibrada para las treinta y tres posicionesrestantes.

Metemblabanlosdedos.Noconseguíaserpreciso.

Meincorporé,suspirando.

—Lucie,pruebatú.¡Yonosoylobastantehábil!

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Lajovenocupómilugar.Ellamedíaveintecentímetrosmenosqueyoyelaparatoestabamejoradaptadoasuestatura.Peroademásellaeramuchomáságilymeticulosa.Delicadamente,hizopivotarelmarcodelamáquinadeDaVinci.

—¿Qué?—lapresioné.

—¡Sssh!—decíaella,sinmoverse.

Levantó una mano, ajustó un poco más el aparato y después retrocediólentamente.

—¡Mira!¡Hayqueparareneleje!Esexactamenteloquepensaba...

Yo avancé lentamente hacia el visor. Teníamiedo demover el aparato ydescompensarlotodo.

—¡Espera! —gritó Jacqueline al aparato—. Cuando lo tengáis biencalibrado,antesdehacertonterías,apretadeltornillodelmarco...

—¿Quétornillo?

Elrelojeroseaproximó.

—Aúnnohepodidoponerel tornillo—murmuró—.Espere,voyaponerunoahoramismo.Sujetebienelmarcoparaquenosemueva...

Fue a buscar un tornillo perforante y un destornillador y luego fijósólidamente elmarco.Acerqué el ojo a la abertura.Y entonces, efectivamente,aparecieron una serie de colores perfectamente alineados, pequeños toquesverticalesqueLeonardodaVincihabíaescondidoenelcuadro.Unaespeciedecódigodebarrasancestralyahumado.

—Pero ¿cómo pudo pintar esos detalles tan pequeños?—me asombré—.¡Tenemossuertedepoderlosverenestareproducción!

—Esunareproducciónexcelente—intervinoJacqueline.

—Sí,perohasobrevivido inclusoaun incendio.Yesono respondeamipregunta.

—Creoqueutilizóunsistemadelupasyunpincelconunsolopelo.Oquizálopintóconunaaguja.Nolosé...

—Entodocaso,veoclaramenteloscolores.Voyaintentarcontarlos.

Lo intentévariasveces.Las referencias estaban tan cerca lasunasde lasotrasquecostabamuchonoconfundirse.Peroloscoloresestabanbienclaros.YaunqueLa Gioconda en conjunto daba una impresión bastante monocromática,

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contétreintaytrescoloresdiferentesdisimuladosenaquelrincóndelcuadro.

—¡Bingo! —exclamé—. ¡Treinta y tres colores! ¡Qué locura! No sé nisiquiera en qué parte del cuadro estoymirando. Probablemente, en una de laszonasseñaladasconlápizpormipadre.

LucieseacercóaLaGiocondaypasósumanoporlasuperficiehastaqueyopudeversusdedos.

—¡Alto!—ladetuve—.¡Ahí,esahí!

Teníaeldedoenlapartesuperiorderechadelcuadro,precisamenteenunodeloslugaresmarcadospormipadre.

—¡Esahí!Oseaquemipadreestabamuycercadeconseguirlo...

—Bueno —siguió Jacqueline, al teléfono—. Ahora será un poco máscomplicado.Debestenerunabuenamemoriavisual.Unaporunatienesquebajarlasmuescasdelejehorizontalyelvertical.Unadecadalado,yalmismotiempo.Asítendrástreintaytresnuevasposiciones.Cadaunadeellasdeberíadarunsolocolordelcuadro.

—Sí—seguí yo—.Y la posición de ese color en la paletame dará unacifra...Lucielohabíaadivinadomuybien.

—Excelente.¡Yapuedesempezar!

Inspiréprofundamente.Sabíaqueaquellonoibaaserfácil.Notendría lamemoriasuficientepara recordar laposiciónde talocualcoloren lapaleta,ytendríaquevolverregularmentea laprimeraposición.Noerasencillo,peronohabíatiempoqueperder.

AccionélafabulosamáquinadeLeonardodaVinci.Unoaunoaparecieronloscolores,luminosos,enelpequeñovisor.Luciemetendióunpapelyunlápiz,yempecéatomarnotas.Meequivoquémuchasveces.Volvíatrás.Tachéloqueyahabía escrito. Volví a empezar. Los ojos me escocían. Mi vista se nublaba.Retrocedíunpoco,meneélacabezayvolvíaponermealtrabajo.

Era un momento mágico. La habitación permanecía en un silenciorespetuoso y angustiado. Todos esperábamos el secreto que Da Vinci nostransmitíaatravésdelossiglos.Yoteníalasensacióndeencontrarmeensutallerde Milán, de oír su risa detrás de mí. Leonardo satisfecho. Su astucia habíatriunfado.

Alcabodeunamediahoraotalvezmás,meincorporéyanunciéatodoel

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mundoquehabíaterminado.

—¿Ybien?—mepreguntóFrançois.

—¿Qué?—ledije,mostrándolemisnotas—.¡Sonsólonúmeros!

Miréel reloj.Eran las21.15.No teníamos tiempodeexaminarel códigomás de cerca. Las treinta y tres cifras estaban allí. Enmimano. La clave quepermitiríadescifrarelmensajedeJesús.YdebíadárseloaaquellosquesehabíanllevadoaSophie.

¿Qué esperaban? ¿Descubrir el mensaje antes que todos los demás yquedárseloparaellos?¿Sabíanquenosotroshabíamosrecuperadoeltexto,yquepodríamos tambiéndescifrarlo?Entonces, ¿ibana intentareliminarnos?Eraunaposibilidad.Una evidencia casi.Peroyono tenía tiempode reflexionar.Por elmomento,sólounacosacontaba.SalvaraSophie.

—¡Vamos!TenemosquellevartodoestoenseguidaalPère-Lachaise.¡Eslaúnicaoportunidadquetenemos!

—¡Sí,vamos!—repitióFrançois.

—No—lecortéyo—.Túno.IréyosoloconStéphane.

—¿Bromeas?

—No,habloenserio,François.Quedaostodosaquí.Noquierocagarla.Irésolo,conStéphanenadamás.

Badjiavanzóenlasala.

—Enefecto,nopuedeustedvenirdeningunamanera,François.Meniegoaasumireseriesgo.Porelcontrario,señorLouvel—continuó,volviéndosehaciamí—,noiremossolosallí.

—¿Quédiceahora?

—Voyallamaraloschicosdemiempresa.

—¡Estáloco!¡Novamosallíenplancomando!

—Escuche,Louvel,yo le tengomuchocariño,perono tenemos tiempodediscutir,¿deacuerdo?¿Sabedispararunapistola?

—No.

—¿Haparticipadoenunaoperaciónderescatederehenes?

—Puesno,pero...

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—Puesyosí—mecortó—,esmioficio,¿deacuerdo?Debeconfiarenmí,yponertodaslasposibilidadesdenuestraparte.

—¡Noqueremosquelacosaseestropee!—repliquéyo.

Él asintió. Cogió su móvil y partió hacia el coche. Le vi buscar en elmaleterodelSafranehablandomientrastantoasuscolegasporteléfono.

Françoisvinoacolocarseantemí.

—Llamadnos cada tres minutos, porque aquí nos quedaremos muyinquietos...

—Quizánopuedacadatresminutos—repliqué—,perosíqueosllamaré,teloprometo.

Nosquedabantrescuartosdehoraparallegaralcementerio.Noteníamosun solo minuto que perder. No tendríamos más que el trayecto en coche paraponernosensituación.

Estelle me trajo el abrigo, yo me metí la nota donde había copiado elcódigoenelbolsilloymefuihaciaelSafrane.

Mientras Stéphane me ayudaba a colocarme el chaleco antibalas, vi queLuciememiraba.Creo que jamás había visto unamirada tan intensa.Como sihubiesequeridotransmitirmealgo.Unpocodevalor,sinduda.Yoleguiñéelojo,dirigíunasonrisaalosChevalierymesubíenelasientodelanterodelSafrane.

Sin duda no había sufrido tanta angustia en mi vida como durante losinterminables minutos que nos separaban de la cita. En cuanto a Stéphane,conducía mucho más rápidamente aún que Sophie el día de nuestra huida deGordes.Peroeraunprofesional,yyonoteníacasimiedo.Casi.

Durante todo el trayecto, Badji intentó tranquilizarme. Estaba claro quehabíatenidotiempodeprepararunplandeúltimomomentoconsuscolegasymeexplicóquesequedaríaescondidoalgoretirado,detrásdeunatumba,dispuestoainterveniralmenorgolpe.

—¿Ysuscolegas?—lepregunté,inquieto.

—Normalmentenosedejanver.

—Peronoiránajugaraloscowboys,¿eh?

—Sitodovabien,notendremosqueintervenir.Estamosallí,enprincipio,paraprotegerle.

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Yo tragué saliva ruidosamente y apreté los puños. Tenía frío, me sentíadébil.Estabaparalizado.

—Sobretodo—medijo—,nolesdigaquenotienelapiedra.Nolesdiganada.Lleveelpapelconelcódigoenlamano.Serásucebo.Aunqueveanquenoeslapiedra,querránverloquetieneapuntado.

—Esperoquetengarazón.

LaslucesdeParíssemezclabanenuncuadroborrosoquedesfilabadetrásdelcristal.YonosabíayasiBadjimehablaba.Miespírituestabaenotrolugar.Absorbido por el recuerdo de Sophie. No vi pasar los últimos minutos. Losúltimosmetros.

Unpocoantesdelasdiez, llegamosanteelcementerio,alpiedeldistritoXX. El Père-Lachaise estaba sumergido en el crepúsculo primaveral. Algunosárbolesquerebrotabansurgíandetrásdellargomuroquerodeabaelcementerio.BadjiaparcóelcocheenelbulevarMénilmontant.Vinoaabrirmelapuerta.Yoestaba como desamparado en el interior. Inmóvil.Después, dándome cuenta dequelapuertaestabaabierta,salíalacalle.Lasfarolasinundabanlaaceraconunaluz anaranjada. Stéphaneme dio un golpecito en el hombro.Debía dominarme.Nospusimosencamino.

El Père-Lachaise es un pueblo de tumbas que se extiende en una ampliacolina,entresenderospavimentados,bordeadosde tilosycastaños.Peropor lanochenoesmásqueunaenormemasaoscuradondelassombrasdelosárbolesseconfundenconlasdelastumbas,enunfrescoinmensoeinquietante.Yotemblaba.

Todaslasentradasestabancerradasdesdehacíamuchorato,asíquefuimossiguiendoelaltomurodepiedrahastaunacallejuelaquesecurvabaenelángulosurdelinmensocementerio.LacalledelReposo,debuennombre.Allíhabíaunlugardondeelrecintoeramenosalto,yunpostepegadoalmuronospermitiríatrepar. Una de las puertas del cementerio estaba situada un poco más lejos, yhabríaqueserprudente,yaqueallíseencontrabaunedificioquequizáfueselacasadelguarda.

Volvíasentir lasensaciónextrañaquehabíatenidoconSophieennuestraexpedición nocturna a la casa quemada de mi padre. La impresión de ser unladrón.Unladrónmediocre.Peroestavezelmiedosemultiplicaba.Eraélquiendirigíacadaunodemisgestos.

El guardaespaldas me aupó y yo me agarré al poste. Apoyé la rodillaizquierda contra la pared. La superficie rugosa se me clavaba a través del

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pantalón.Peroempecéatrepar.Empujandocontralaparedylevantándomeconlaayudadelposte,lleguéalfinalaloaltoypasélaspiernasalotroladodelmuro,teniendo mucho cuidado con los pinchos de metal destinados a disuadir a losvisitantesnodeseados.ConcuidadomevolvíytendílamanoaStéphane.Peroélnonecesitabamiayudaytrepóconlafacilidaddeunalpinista.

Saltéalotrolado,seguidodecercaporBadji,queaterrizójustoamilado,en medio de los arbustos. Ante nosotros se alzaba hasta perderse de vista lacolinadetumbasengullidasporlanoche.Lasdiezmenosochominutos.Teníamosmenosdediezminutosparallegaralacita.

—¿Dóndeestánsusamigos?

—Yaestándentro,apostados.

Derepentehablabacomounmilitar.

—¡Nisiquierasabemosdóndeestálatumba!—farfullé.

—Hayunalistahacialaentradaprincipal—informóBadji.

Yseechóacorrerdelantedemí,intentandoretenersuspasosyevitarlasramas, para no hacer demasiado ruido. Yo le seguí, echando un vistazo a mialrededorparaversinosseguían.Peronovianadie.Corrimosentrelastumbas,saltando por encima de lasmacetas, inclinados hacia delante para protegernosdetrásdelasestelasylascapillitas.Mirecintodelcementerioproyectabasobrenosotros una sombra protectora. Con tan poca luz, me dije que sólo los gatospodían vernos, los únicos que iban y venían por el Père-Lachaise noche y díacomoalmasenpena.

Llegamos sin aliento ante un viejo panel verde que daba la lista de lastumbasdefamosos.Latintaestabaunpocoborrada,peroencontréelnombredeMicheletenmediodeunacolumna.Divisióncincuentaydos,casienelcentrodelcementerio. Los secuestradores habían elegido una tumba que estaba losuficientementealejadadelaspuertasydelacasadelguardaparagarantizarleslatranquilidad.

—Bueno—empezóBadji,enseñándomeelplanodelcementerio—.Vamosasepararnos.Esmejorquenonosvean llegar juntos.Dehecho,amínodebenvermeenabsoluto.Vayasiguiendoelcaminomásdirecto,elmáslógico,pasandoporlascallesdelcementerio.Yotomaréposiciónalgomásatrás.Levigilaré.

Buscóensubolsilloysacóunrevólver.

—Tenga.

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Yoretrocedíunpoco.

—Eh...¿seguroqueesnecesario?

—Nohagaelburro,Louvel.

Almenoslarespuestaerasincera.

—¿Tieneotro?—lepregunté.

—Dosmás.

Era inútil resistirse.En realidad,aunquedetestaba lasarmasde fuego,nomesentíadeltododisgustadodeircubierto.

—Nohagatonterías—refunfuñéencambio—.TenemosquesacaraSophiedeestelío.Nadadedisparosinútiles,¿deacuerdo?

El no juzgó necesario responder. Conocía su oficio, y sin duda sepreocupabamáspormí...Estabasegurodequeharíatodoloquepudiera.Peronoestabaseguro,sinembargo,dequeesobastase...

Medioungolpecitoenelhombro,meguiñóelojoydesaparecióentrelasfilasdelápidasgrises.

Entonces fue cuando de verdadme invadió el pánico. Solo enmedio delcementerio, en la oscuridad de la noche, la vida de Sophie enmis manos. Laecuaciónerasencilla.Yoeralaúnicapersonaquepodíasalvarla.Ynollegabaaasumiraquellaresponsabilidad,esepoder.Porquelaecuaciónnoerajusta.

Yonoteníalapiedra.

Inspiré profundamente, intenté coger valor, hurgando enmis recuerdos; elrostro de Sophie, su sonrisa, su fuerza, su voluntad, su oculta ternura. NuestranocheenLondres.Ydespuéslasquesiguieron.Mepuseenmarcha.

El viento se colaba entre las tumbas hasta mi espalda. Algunos gatosmaullabanyseescabullíanporlasavenidas.CadapasomealejabadelruidodeParís.Cadametromeseparabaunpocomásdelmundoreal.Eracomosumergirseenelcorazóndelastinieblas,comocogerelinfiernoporlacintura.Yocaminabaporencimade losmuertosparaatravesar laEstigia.Partíahaciauna islade lacualnoqueríavolversolo.

Mis pasos resonaban sobre las calles pavimentadas del cementerio.Algunaspalomaspresasdelpánicoseecharonavolardelantedemí.Alolejos,vidibujarseenlasombralaplacitajuntoalacualdebíaencontrarselatumbadeMichelet.Peroseguíasinveranadie.

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Metiendo las manos en los bolsillos, bajando la cabeza, luché contra elmiedoquemeimpulsabaadesandarelcamino.Cadapasoeraunavictoria,yunnavajazo a la superficie de mis venas. Luchar por avanzar, luchar por creer.Nuncamehabíasentidotansolo.

Pronto, sin darme cuenta en realidad del camino recorrido, me encontrédelantedelatumba.Distinguíamallosalrededores,unbosquedesombrasydepiedras.LasepulturadeMicheleteraunpequeñomonumento,unalápidagrandedonde un fresco, rodeado de dos columnas romanas, representaba a un espírituenvuelto en un ropaje que se elevaba por encima de una tumba. La nocheproyectabasombrasinquietantesenlablancuradelaescultura.Yomeestremecía.

De pronto, oí un ruido detrás demí.Me sobresalté.Lentamente, volví lacabeza.Peronovinada.Empecéaretrocederbuscandounareferencia,unapoyo.Estabaaterrorizado.Yelmiedomedabafrío.

Después aparecióuna sombranegra antemí, como surgidadeuna tumba.Me quedé inmóvil. Dos siluetas se dibujaron ante mis ojos, recortadas comosombraschinescasenlaparedblancadeunpanteónqueseencontrabatrasellas.Habíaunhombreyunamujer.

RápidamentereconocíaSophie.Ellateníalasmanosatadasalaespalda,yunamordazaenlaboca.Elhombrequeestabaasuladoapoyabaunrevólverensusien.Laempujabaanteél.

Yo temblaba.Oía la respiraciónentrecortadadeSophie.Ella lloraba, sinduda.Nopodíaverclaramentesurostro,peroadivinéelpánicoensusgestosysualiento.Estabaallí,antemí,comounapromesaquedebíacumplir.Tanpróximaysinembargotaninaccesible.Habríaqueridodetenereltiempo.Detenerelmundo.ArrancaraSophiedeaquellahistoriayhuir.Huirconella,sencillamente.

—¡La piedra!—exclamó el hombre, apoyando el arma en la frente de laperiodista.

Unas gotas de sudor corrían pormi nuca, y ya no controlabamismanos.Inspiréprofundamenteintentandoreponerme.Sophieestabaapenasaunospasos.Nohabíaposibilidaddeerror.

Deslicélentamentelamanoenmibolsillo.Notéelpapelentremisdedos.El código. Tenían que aceptar el código. Tragué saliva y, con la mandíbulaapretada,saquélentamentelahojademibolsillo.

Eranuestraúnicaoportunidad.LavidadeSophieacambiodeuntrozodepapel.

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—Toma—dije,tendiendolahojadepapelantemí.

El papel temblaba en la punta demis dedos.Un rectángulo blanco en lanochenegra.Unsoplodeviento levantó lahoja.Dosveces.Después, sedoblócontramipulgar.Yanosemoviómás.

Depronto,eldesconocidohizoungestobrusco.SacudióaSophie,alaquesosteníaporelbrazo.

—¿Seestáriendodemí?—chilló—.¡Estonoeslapiedra!

—Espere...—balbucíyo—.Eselcódigo...notengolapiedra,pero...

Notuvetiempodeacabarlafrase.

El disparo resonó dentro de un relámpago blanco. Seco. Violento.Repentino.Nosésielsonidollegóantesquelaluz.Elcasoesquecerrélosojosdosveces.Mesobresaltédosveces.Sonóungrito.Mío,sinduda.Ladetonaciónretumbóentrelaspiedrassepulcrales.Resonóconeleco.

Después,lentamente,comoalaluzdeunflash,vielcuerpodeSophiequecaíahaciadelante.

Conlasmanosalolargodelcuerpo.Niungestopararetenersucaída.Niun reflejo. Un maniquí sin vida. Con la cabeza caída sobre el pecho, ella sedesplomópesadamente,comounamuñecadecarne.

Oíel ruido terroríficodesucráneocontra losadoquines.Yquizávolvíachillar cuando resonó el segundodisparo.Peroyanovi nadamás.Nooí nadamás.Ymesentícaer,caer.

El zumbido en mis oídos se mezcló con otros disparos. Deflagracionessucesivas. Oleadas de ecos. Un tiroteo a mi alrededor. Pero yo ya no estaba.Relámpagosblancos.

«No.Asíno.Asíno.»

De pronto, me vi proyectado hacia atrás. Un dolor terrible en el pecho.Ruidodepasos.Gritos.Otrosdisparos.

Después, el silencio.Y lentamente, las lágrimasque se agolpaban enmisojos.Unnudoenlagarganta.Eldolor.Sólorecuerdoeldolor.

Después,Badji.Colocandosumanosobremishombros.

«Harecibidounabala.»

Murmuraba.

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«Elchalecohaparadoelgolpe.»

¿Desdecuándoestabaallí?¿Eranocheoscura,oesqueyoyanoveíanada?Habría querido perder el conocimiento. Desaparecer. No saber nada más. Nosentir.Quecesaraeldolor.Alejarlejosdemíaquelpensamientoqueinvadíamicabeza.Esafraseirreversible.Esaspalabrasdemás.Sophieestámuerta.

Peronohabíanadamásqueeso.Esoyeldolor.

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Doce

Cuandolopiensohoyendía,siempremeasombrahaberconseguidosobreviviría.NuncahabíaamadocomoaméaSophie,ysindudanuncamástendréfuerzasparahacerlo.

Durantelargotiempoelmundocontinuógirandosinmí.Yoyanoeraactor,sinounsimpletestigo.Noeramásqueunpingajo,silencioso,ciegoysordoenelfondo de un sillón, en el cual seguía hundiéndome. Como si la caída noconcluyese nunca. Como si aquellos brazos de cuero me aspirasen hacia unagrietaquesecerrabaporencimademí.

SinEstelleyFrançoissindudahabríasucumbidoaldeseodeponer finamisdías.Nomefaltabamásquelalibertaddehacerlo.Noelvalor.Peroellosseocuparondemícomodeunamnésicoquevuelvepocoapocoa lavida.Yonohacía nada por ayudarles. No cogí ninguna de las manos que se me tendían.Incluso creo que no les veía. Su amor era como una camisa de fuerza quemeimpedíacortarmelasvenas,esoestodo.

Cadadíamehablaban.Intentabanhacermevolveralpaísdelosvivos.Metenían al corriente de la evolución de las cosas. Como para darme puntos dereferencia.

Me lo contaron todo.Yo iba almacenando las informaciones, indiferente,perdiéndomesindudalamitad.

Meexplicaroneltiroteodelcementerio.LabalaqueSophiehabíarecibidoen la nuca.Murió al instante, sin sufrir. La bala que había recibido yo. En elpecho.Salvadoporelchalecoantibalas.GraciasaBadji,perohabríapreferidomorirtambién.Nolodije,peroseguroqueloleyeronenmisojos.

Los hombres de Badji estaban al acecho para interceptar a dos de lossecuestradoresantesdequesaliesendelcementerio,ylosentregaronalapolicía.

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Después de unas pesquisas, se descubrió que estaban relacionados con ActaFidei. Evidentemente. Después hubo una larga investigación por parte de lagendarmeríaylapolicía.ConcluyeronquemipadreyeldeClairehabíanmuertoamanosdelosmismostiposquemataronaSophie.Ungrupodeenfermossalidosde una organización católica integrista. Algo así. Gracias a las conexiones deFrançoisnomepusieronendetenciónpreventivadurante la investigación,y lasdiligenciasdelasqueeraobjetodesdemihuidaaGordesfueronarchivadassinmáspreguntas.Vinoavermeunpsiquiatrayanuncióqueporelmomentoestabaconmocionado,yportantonopodíahablar.Pobreidiota.¿Yhacenfaltaestudiosdepsiquiatríaparavereso?

Perocontinuaroninformándome.Undía,Françoismeleyóenunperiódicola declaración del Vaticano, que condenaba oficialmente a Acta Fidei. Laorganización fue desmantelada. Pero sus relaciones con el Opus Dei y laCongregación para la Doctrina de la Fe apenas se nombraron. Era demasiadofuerteparaserverdad.Losperiodistasnosiempretienenpelotasenestepaís.

ElcuradeGordes,desdesunuevopuestoenelVaticano,enviódurantelasprimerassemanasalgunascartasaFrançoisparacontarlecómoevolucionabalasituación,vistadesdeelinterior.ComoenNuevaYorkyenParís,enRomahubonumerososarrestos,despuésalgunoscambiosinternosdiscretos,y,trasaparecerenprimeraplanadetodoslosperiódicositalianos,elasuntocayóenelolvido.ElcuradeGordesnosuponadamás.CuandopreguntóasussuperioressiActaFideiestaba en el origen de su traslado, se rieron en sus narices y nunca más tuvoocasióndequejarse.

En cuanto al Bilderberg, su nombre ni siquiera fue mencionado por losperiodistas. François supo, sin embargo, que los miembros disidentes fuerondetenidosunoauno,perolaprensanocubrióningunodeesosarrestos.Detodosmodos,laprensanohablajamásdelBilderberg.Jamás.

Y,evidentemente, enningunaparte sehablóde lapiedrade IordennidelmensajecifradodeJesús.Sehablósimplementedeunconflictodeinteresesentremipadre,eldeClaireBorellayActaFidei,perojamásseprecisódequétratabaeseconflicto.

ElmensajedeJesús.Laclavequelesfaltaba.

Todos y cada uno venían a verme para contarme aquello. Estelle, con sudulce voz, el bebé en su vientre. François, el amigo fiel. Badji, queme habíasalvadolavidatantasveces.Lucie,lapequeñaLucie,quemehablabacomoaunhermanomayoryavecessequedabahorasconmigo,sujetándomelamano.Todos

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mehablabanymesuplicabanquevolvieseensí,peroyonoconseguíareaccionar.Nollegabasiquieraainteresarme.Despuésdehaberperdidoamispadres,habíaperdido a la primeramujer a la que había amado de verdad.Y no encontrabacómoasirmealavida.

ClaireBorellamedecíaqueyodebíaanuestrosrespectivospadresacabarsu investigación. Tenía todos los elementos en mi mano. Pero a mí no meimportaba.ElmensajedeJesúsnomedevolveríaaSophie.YesoClairenopodíacomprenderlo.

Pocoapocolagentesefuedesanimando.ClaireBorellaabandonóelchaléde los Chevalier. Vendió el piso de su padre, semudó a un estudio a algunascallesdedistanciayreemprendiósuvidanormal.

FrançoisyEstelleacabaroncasiporolvidarqueyoestabaallí.Mehabíaconvertido en un mueble del salón. A veces venían a hablarme, pero sinconvicciónalguna.

Badjivolvióahacersuscursosdeformación.

JacquelineprolongósuestanciaenFrancia.Eralaúnicaquenomehablabanunca.Sindudahabíacomprendidoquenoservíaparanada.Oquizásupenaeratangrandecomo lamía.Unavezpor semanavenía a casade losChevalier, sesentabaamiladoyseservíaunwhisky.Laoíabeber,jugarconelcubitodehieloensuvaso,suspirar,peronisiquieralaveía.

Ysinembargoundíaporfinvolvíaremontar.

Fue una tarde como las demás.Mis ojos, ardientes de lágrimas, estabanapenasabiertos.Hundidoenmisillón.Conlasmanostocandoelsuelo,alladodeunabotellavacía.Habíapasadounmes.Oquizámás.Fuera,elveranoempezabaaaplicarsuscoloresantemiindiferencia.Mehacíafaltamuchomásqueesoparadecidirmealmovimiento.Nisiquierateníacalor.Sólosed.

Hacia lascuatro,mientraselsolde junioapenasconseguíapenetrarentrelospostigosqueyoteníacerrados,LuciellamóacasadelosChevalier.

NormalmenteellapedíanoticiasyhablabaunratoconEstelle.Peroaquellavez le pidió que me pasara a mí el teléfono. Ella sabía perfectamente, sinembargo,queyonohablaba,quemenegabaasalirdemimutismo.Françoisnoestaba, ocupado en sus tareas políticas, y yo pasaba los días con Estelle, que,

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ironíasdeldestino,dedicabasupermisodematernidadacuidarmeamí.

Estelle se acercó a mí y me puso el teléfono en la oreja, sin confiardemasiado.Yonisiquieramemoví.

—Damien—empezóLucie,convozdecidida—,Sphinxalaparato.Dentrodeunahora,sinohasmovidoesegordoculotuyodelsillón,voyadescifrarelmensajeentulugar.

Suvozresonóduranteuntiempoenmicabeza.Comosidebieserecorrerunlargocaminoantesdellegarasuobjetivo.

Pero el mensaje, como por milagro, me llegó al fin. Clic. Como unengranajeque sedesatasca.Ydeprontomedecidí a abrir la boca.Por fin.LaprimerafrasequepronunciédespuésdelamuertedeSophiefue:

—¡Yamíquémeimporta!

Estelle,queseguíaapoyandoelteléfonoenmioído,abriómucholosojos.Nohabíaoídomivozdesdehacíatantotiempoquenoselopodíacreer.

—¿Ah,sí?—insistióLucie—.CreoqueSophiehabríaestadoorgullosadeti.Superorgullosa.¡Vayaidiota!

Colgódegolpe.

Oílalíneadelteléfonoenmioído.Estellenosemovió.Mecontemplaba.NoestoysegurodequehubiesecomprendidoqueLucieyanoestabaalaparato.Perodeprontomelevantéexclamando:

—¡Esagilipollas!

Meprecipitéhaciaelprimerpisodelchalé.Echéacorrerescalerasarriba,abandonando aEstelle en el salón.Corría a toda velocidad, como si estuvieseloco.Estelledebiódecreerqueibaasaltarporlaventana.Selevantóparacorrerdetrásdemí.Perocuandollegóaldespachodesumarido,sinaliento,sujetándoseelvientre,vioqueyoestabasentadoanteelordenador.Quenoibaasaltarporlaventana.

Las lágrimas corrían pormismejillas. Pero eran unas lágrimas llenas devida. Ya tenía los ojos bien abiertos. Miraba la pantalla del ordenador. Ladevorabaconlavista.

Había guardado el código en el fondo demi bolsillo desde lamuerte deSophie.Siempre lo llevabaapretadoenelpuño,dispuestoa tirarlo,peronuncaencontréelvalorsuficiente.Enunamanoteníaelcódigo,enlaotra,elrestodela

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balaquesehabíaaplastadocontramichaleco,enmipecho.Labalaquehabríatenidoquematarme.

Pero aquel día saqué el código del bolsillo y lo coloqué encima delescritorio.Sorbiéndome losmocoscomounniñoque llora, lo leí,pasándole lamanoporencima.

Después,levantélosojoshaciaEstelle.

—VeabuscarelCD-RomdeLuciequetengoenelabrigo—lepedí,sinlamenoreducación.

Ella estabamuy contenta de volver a oírmi voz. Sin dudar, fue hacia laescaleraylabajótanrápidocomolepermitíasuembarazo.

Entré en Photoshop. El programa se abrió lentamente. Estelle volvió aaparecer en el despacho.Me tendió el disco. Tenía los ojos brillantes.YomefrotélasmanosydespuéscogíelCD.Lometíenelordenadoryabríelfichero.

Lentamente,lafotodelatablillaaparecióantemisojosllenosdelágrimas.Losdoselementosdelrompecabezasvirtualmentereunidosantemí.ElcódigodelapiedradeIorden,encontradoenLaGioconda,yunafotodel textocifradodeJesús.Inspiréprofundamenteymesequélosojosconlamangadelacamisa.

Empecé a comparar las dos imágenes. A la izquierda unas cifras, a laderechaunasletrasgriegas.Noteníamásquedescifrarlo.Elmensajeestabaahí.Expuesto.Dospiezas separadasque esperabandesdehacíadosmil años aquealguienlasuniesedenuevo.

Yosabíacómohacerlo.ComolohabríahechoLucie.ComolohabríahechoSophie. Pero me correspondía hacerlo a mí. Una por una, fui desplazando lasletras de la tablilla según la cifra que correspondía. Imposible de memorizar.Cogíunbolígrafodelescritorio,coloquélahojadelcódigoencimadelamesayempecéadescifrar,escribiendolasletrasdescodificadasunaauna.

Estellememiraba, retorciéndose lasmanos.Susojos ibandelpapelamirostro,buscandounarespuesta,unconsuelo.Depronto,yomeechéareír.

Estelleretrocedióunpaso.Debíadetomarmeporloco.

—¿Quépasa?—dijo,cogiéndomeporelhombro.

—Hatenidoquehaberalgúnerror,estoesungalimatías.Noquieredecirnada.

—¿Estásseguro?—seinquietóella,mirandolafoto.

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—¡Sí,mira!¡Estonosignificanada!

Leenseñéelpapeldondehabíaescritolasucesióndenuevasletrasgriegas.Noaparecíaningunapalabra.Ningunalógica.Algofallaba.

—¡Peronoesposible!—exclamóella—.Estástancercadelfinal...Pruebaotravez...

Hice algunas comprobaciones, pero no me había equivocado. Las letrasdescifradasnoteníanningúnsentido.

—¿Estáenladireccióncorrectalatablilla?—preguntóEstelle.

—Puesclaroqueestáen ladireccióncorrecta...—repliquéyo—.Yavesquelasletrasestánalderecho...

Leenseñélafotoenelordenador.

Ydeprontocomprendí.

—¡Espera!—exclamé—.¡Claro,tienesrazón!¡Quéidiotasoy!

—¿Cómo?

Meechéareírotravez.Volvíacogerelbolígrafoquehabíaarrojadosobrelamesayempecéaescribirdenuevo.

—¡Da Vinci escribía al revés! —expliqué—. Ese idiota de Da Vinciescribíadederechaaizquierda,yhayquehacerlomismoconlapaleta.Hayquecogerlascifrasenelotrosentido.

Nosabíasilaslágrimasquecorríanpormismejillaserandetristezaodealegría.Sinduda,unpocodelasdoscosas.

Intentando mantener la calma, transcribí las letras unas tras otras. Laprimera.Lasegunda.Dudé.Al fin,mequedóclaro. Ibaadescubrirelmensaje.Nuncapodríaestar segurodesiprocedíaonodeJesús,perodebía leerlo.PorSophie.Porelidiotademipadre.

Medetuveydejéelbolígrafoenlapágina.Memordíloslabios.

—Estelle—dije,volviéndomehaciaella—.Temolestasi...

Notuvenecesidaddeacabarmifrase.Ellalacomprendióymesonrió.

—Deacuerdo,yatedejo.Nohayproblema.Mevoyabajo.

Salió lentamentedeldespacho,andandohaciaatrás.Sonreía.Susojosmedecíanquemantuvieraelvalor.Sabíaqueyonecesitabaestarsolo.

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Estelle era la mejor amiga con la que podía soñar. Como François, meconocíaquizámejorqueyomismo.Entodocaso,mequeríamuchomásdeloqueyo me quería a mí mismo, desde luego. Cerró con suavidad la puerta deldespacho.

Meencontrésolo.Soloanteelfinaldelenigma.HabríadeseadoqueSophieestuvieseallí.Peroteníaquehacerlosinella.Porella.

Allí estaba, el asidero que podía sujetarme a la vida.En aquella tablillaqueteníaantemí.Aquelmensajequesólorequeríasertraducido.Aquelmensajecuya existencia no había sospechado la prensa. Aquel mensaje que nuestrosenemigosnohabíanpodidodescifrar,yaquelasdospartesdelrompecabezasnosehabíanreunidonunca.Quedabatodoporhacer.Asentíconlacabeza,acerquélentamente mi silla al escritorio y empecé la transposición de las letras. Elmensaje me pertenecía. Por derecho propio. Era la herencia que me dejabanSophieymipadre.

Una a una continué desplazando las letras. La tercera. La cuarta.Progresivamente el mensaje tomó forma bajo mis ojos. Una palabra y unasegunda.Una sencilla fraseengriego.Quizádedosmil añosdeantigüedad.ElmensajedeCristoalahumanidad.

Eleuagelion.

La enseñanza que sus contemporáneos no eran dignos de recibir. ¿Ynosotros hoy en día? ¿Seríamos dignos por fin de comprender lo que habíaquerido enseñarnos aquel extraño hombre? ¿Habíamos progresado duranteaquellosdosmilaños?¿Quéprogresohabíaen lamuertedeSophie?¿Yen loscrímenesdelBilderbergyelActaFidei?¿Seríamosrealmentemásdignosqueloshombres que le habían crucificado? ¿Cuántos hombres habrían muerto paraconservaraquelsecreto,ycuántosparadescubrirlo?

Me temblaban los dedos. Con la yema del índice subrayé el texto queacababadetranscribir.

Ochopalabrasgriegas.Jesúshablabaarameo,perosumensajenoslohabíalegado en griego. La lengua noble. La lengua de los instruidos. Yo no habíaestudiadogriegodesdehacíamásdediezaños,yreleílafrasevariasveces.Sinembargo, no necesité mucho tiempo para darme cuenta por fin de cuál era elmensaje.

De lomás sencillo. No era unmensaje religioso. No era una revelaciónirracional.Niundogma.Niunaley.Niunmandamiento.Unasimpleafirmación.

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Εντὦκóσyωεσμενμóνoιπαὦταὦóντὦςγης.

Repetílafrase,sonriendo:«Entôkosmoesmenmonoipantaxoutèsgès».Transcribíenmicabezalafraseconpalabrasdehoyendía:«Estamossoloseneluniverso».Treintaytresletrasgriegaspararevelarnosunsecretotansencillo,ysinembargoesencial.

Escondidodurantedosmileniosenelcorazóndeunapiedra,talerapueselsaberabsolutodeCristo.Elconocimientoquelehacíaúnico.Élsabía.¿Eraésalarespuestaanuestrapreguntauniversal?¿Eraéseelmisteriodelamelancolía,laúnicacosaquenopodíamosconocer fuesecual fuesenuestrodominiode lasciencias y las artes? ¿Cómo saber, en un universo infinito, si otros seres nosesperan?¿Cómoresponderaesapreguntaeterna?Por fin locomprendía.Saberqueestamossoloseselconocimientoabsoluto,yaquejamáspodremosvisitareluniversoinfinito.Eselúnicointerrogantealquejamáspodremosresponder.

No sé si este mensaje es auténtico. ¿Cómo saberlo? Y si lo fuese, nadaprueba que Jesús tuviese razón. ¿Era él acaso el iluminado noble que habíarecibidolaomnisciencia?

Perohoyendíahecomprendidoquetodoestonotieneningunaimportancia.Seaciertaono,esafrasehacambiadomivida.

Mejoraún:lehadadounsentido.

Porqueporprimeravezenmividaheentrevistoqueesaverdadpuedeserabsoluta.Heentrevistolaposibilidaddequeestemosrealmentesolos.Soloseneluniverso.

Mehedadocuentadequeesoloponetodoencuestión.Quecambiatodasnuestrasperspectivas.

La pregunta se sigue planteando siempre. Desde hace siglos, el hombrebusca otras presencias en el universo. Dioses, extraterrestres, espíritus... Unapresencia, simplemente. No estar solo. Y continuamos buscando. Para muchosinclusorepresentaunaesperanza.Peroesaesperanza,¿nonosalejaacasodeloquedeberíamosbuscardeverdad?Esahuidahaciaelotro,hacialodesconocido,¿nonosapartaacasodenuestraresponsabilidad?

¿Ysiderepenteladudaquedaseresuelta?¿Ysienuninstanteseaceptaseese sencillo mensaje que ha recorrido los siglos? ¿Y si se escuchasen las

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enseñanzasdeesehombrepococomún?¿Ysinoestuviesepermitidayaladuda?¿Ysibuscarenotroslugaresnotuvieseyaningúnsentido?

No dejo de pensar entonces en nuestra responsabilidad. En el sentido denuestrasvidas,siesquesonúnicas.Enla importanciadecadaunadeellas,enrelaciónconnosotrosmismosyen relaciónconeluniversoentero.Nodejodepensar en el sentido de la humanidad. De nuestra humanidad. De nuestrapresencia.

Porque, si estamos solos, no tenemosderechoadesaparecer.No tenemosderechoaequivocarnos.

Todoresideahí.Notenemosderechoaextinguirnos.

Desdeeldíaenquetradujeesemensaje,nopuedoevitarpensarenlavidade Jesús.Enel sentidode susenseñanzas.Hoyendía todoesomeparecemuydiferente.

RecuerdolaspalabrasdeSophieque,sinembargo,nocreíaenDios.Ellahabíadichoalgoasícomo:«UnadelasprincipalesenseñanzasdeCristo:"amaoslos unos a los otros" no esmás que unmedio de preparar a los hombres pararecibirsumensaje».

Todoslosdíasesaspalabrasresuenanenmicabeza.

Nosécuálesseránlasconsecuenciasdenuestrodescubrimiento.Segúnmipadre, Jesús no quería revelárselo a sus contemporáneos, ya que estimaba quetodavíanoestabanpreparados.

Perolaauténticapreguntaes:¿loestamoshoyendía?

¿Cómoreaccionaríalagente?¿EsemensajeponeencuestiónlaexistenciadeDios?¿Estándispuestosloshombresaaceptarqueestánsolos?¿Quenohabrárespuesta más allá? ¿Ni salud más allá? Y que quizá debemos encontrar larespuesta nosotrosmismos.Que no podemos confiarmás que en el hombre.Yque,poresomismo,debemoshacernosdignosdenuestrapropiaconfianza.

¿Estamoslobastantemadurosparacomprenderelalcancedeesemensaje?

Nolosé.

Demomento,nopiensomásqueenunacosa.Vivir.Yyaesunprimerpaso.

MepreguntosirealmentevalíalapenaquemuriesenSophieymipadreporesemensaje.¿EratanimportanteparaqueActaFideiyelBilderbergestuviesendispuestosamatar?No,desdeluego.Ningúnsecretodelmundopuedejustificar

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jamás lamuertedenadie.Nadiepodráhacermeolvidar aSophie.Nadiepodrácerrarmiherida.

Pero es así. Acta Fidei y el Bilderberg estaban dispuestos a matar paraconocerelsecretodeJesús.Porotraparte,noconocíantodavíaelcontenidodeesemensajecuandollegaronatodoaquello.Quizáimaginabanqueesecontenidorepresentaba una amenaza de gran envergadura para sus respectivasorganizaciones.Oquizáesperabanqueesesecretolesdieseunpoderquenadaenelmundopodríacomprar.

Detodosmodos,seequivocaban,ySophieestámuerta.

El redactor jefe de 90 minutos me ha preguntado si podía acabar lainvestigacióndeSophie.Yoleherespondidoquenopuedooponerme.RecuerdolaspalabrasdeSophie:«SinosomosnosotroslosquedescubrimoselsentidodelapiedradeIorden,¿quiénnosgarantizaqueelquelohagavayaahacerpúblicosudescubrimiento?».

Porahora,quierodejarpasaruntiempoparareflexionar.Yamehesecadolaslágrimas.LehepedidoperdónaFrançois,aEstelle.AlapequeñaLucie.Novolveré a Nueva York. Mañana iré a Gordes. Allí tengo una casa. Creo quetambiénunamotoquepuedorecuperar.

Ya lomejorhagocasode losconsejosdeFrançois:escribirun libro.Siencuentrolaspalabrasadecuadas.Lahabitacióndemipadreenelsegundopisode la casa de Gordes debe de ser un lugar ideal para escribir tranquilamente.Escribirotracosa,porfin.

Y después, tengo que tomar una decisión. Estelle y François me hanpreguntadosiquieroserelpadrinodesuhija.¿Porquéno?

Peroantesquenada, iré a casade Jacqueline, antesdequeellavuelvaaInglaterra.Nostomaremosunwhiskyenmemoriadelamujeralaqueamábamos.Eintentaréreír.

CreoqueaSophielehabríagustado.

FIN

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Agradecimientos

Yoteníaestanovelaenelcorazónylacabezadesdehacíamuchosaños.Acabarlahasidounsueñoparamí,queavecesmeparecíainaccesible,ysiestesueñosehaconvertidopor finen realidadhasidosobre todograciasaaquellosque,deunaformauotra,mehanayudadoaescribirla.

Por tanto, me gustaría dar las gracias a Emmanuel Baldenberger, Jean-Bernard Beuque, Stéphanie Chevrier y Virginie Pelletier, James Gauthier,PhilippeHenrat,ValentinLefèvre,Jean-PierreLoevenbruck,LoïcLofficial,PaulayMichaelMarshallSmith,FabriceMazzayBernardWerber,quemeayudaronenelcursodelosdiversosestadiosdelaescrituradeestanovela.

También a la familia y los amigos que siempre me apoyan: losLoevenbruck, Pichon, Saint Hilaire, Allegret, Duprez y Wharmby BarbaraMallison,StéphaneMarsan,AlainNévant,DavidOghiayEmmanuelReynaud.

Y gracias por fin a mis dos musas, Delphine y nuestra pequeña Zoé, aquienesselodebotodo.

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Títulooriginal:LeTestamentdesSiècles

©ÉditionsFlammarion,2003

Primeraedición:noviembrede2006

©delatraducción:AnaHerrera©deestaedición:RocaEditorialdeLibros,S.L.

Marquèsdel'Argentera,17.Pral.1.a08003Barcelonacorreo@rocaeditorialcomwww.rocaeditorial.com

ImpresoporPuresa,S.A.

Girona,206Sabadell(Barcelona)

ISBN10:84-96544-67-2

ISBN13:978-84-96544-67-3Depósitolegal:B.38.598-2006

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{1}NSA(NationalSecurityAgency):agenciadeseguridadydeinformaciónoficialamericanaencargadadelacriptología,sobretodoenlaluchaantiterrorista.