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EL RAPTO Y MILENARISMO Se ha estado hablando desde bastante tiempo ya de la posibilidad de una acción divina sobre la humanidad específicamente sobre la Iglesia que acontecería al final de los tiempos como un preámbulo al mismo, este acontecimiento se conoce como El Rapto sujeto a la Gran Tribulación. Es un término que utiliza en demasía la iglesia protestante y dado a que es en esa vertiente del cristianismo que se difunde con más fuerza tal acontecimiento para dar un análisis completo sobre el asunto tendríamos que entrar en materia teologal relacionado al milenarismo y sus implicaciones, no obstante trataré de dar un toque menos técnico y de mayor comprensión para que podamos entender la realidad de esta mal interpretación bíblica. Para ello estaré utilizando un artículo del P. Jordi Rivero y el Catecismo de la Iglesia Católica sobre el tema. Este término Gran Tribulación se refiere al tiempo de persecución que se denota de las palabras de Jesús sobre el fin del mundo. En esto se hace alusión al rapto, no obstante antes de ir más a fondo en este asunto es necesario hacer notar que el término rapto para la Iglesia significa un anonadamiento, un éxtasis. Santa Teresa de Ávila lo define como: ³arrobamiento, éxtasis o rapto, que todo es uno a mi parecer" (M 6,4 tit., cf V 20,23 y 21,8). Su concepto se deriva del texto Paulino en II Cor 12,2-4. "si esto pasa en el cuerpo o no, yo no lo sabré decir; al menos ni juraría que está en el cuerpo ni tampoco que está el cuerpo sin alma" (M 6,5,8). La alusión a un rapto en la cual Jesús aparecerá en el cielo al final de los tiempos de forma invisible para raptar a la Iglesia es totalmente falso, Jesucristo vendrá al fin del tiempo pero será una venida visible y gloriosa que nadie podrá ignorar (Cf. Ap 1,7) Será entonces cuando ocurrirá el juicio final; vivos y muertos serán llevados de este mundo a la presencia del Señor. No existirá un "rapto secreto" anterior al fin del mundo. Esta modalidad ha tenido gran acogida en algunas iglesias especialmente de corte pentecostal, no obstante P. Jordi nos presenta las objeciones a ésta. Objeciones contra "El Rapto" 1- El rapto se fundamenta en una errada interpretación de la Biblia.  Os decimos eso como Palabra des Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron. El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que
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El Rapto y Milenarismo

Apr 06, 2018

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EL RAPTO Y MILENARISMO

Se ha estado hablando desde bastante tiempo ya de la posibilidad de una acción divina sobre

la humanidad específicamente sobre la Iglesia que acontecería al final de los tiempos como un

preámbulo al mismo, este acontecimiento se conoce como El Rapto sujeto a la Gran

Tribulación.

Es un término que utiliza en demasía la iglesia protestante y dado a que es en esa vertiente

del cristianismo que se difunde con más fuerza tal acontecimiento para dar un análisis

completo sobre el asunto tendríamos que entrar en materia teologal relacionado al

milenarismo y sus implicaciones, no obstante trataré de dar un toque menos técnico y de

mayor comprensión para que podamos entender la realidad de esta mal interpretación bíblica.

Para ello estaré utilizando un artículo del P. Jordi Rivero y el Catecismo de la Iglesia Católica

sobre el tema.

Este término Gran Tribulación se refiere al tiempo de persecución que se denota de las

palabras de Jesús sobre el fin del mundo. En esto se hace alusión al rapto, no obstante antes

de ir más a fondo en este asunto es necesario hacer notar que el término rapto para la Iglesia

significa un anonadamiento, un éxtasis. Santa Teresa de Ávila lo define como: ³arrobamiento,

éxtasis o rapto, que todo es uno a mi parecer" (M 6,4 tit., cf V 20,23 y 21,8). Su concepto se

deriva del texto Paulino en II Cor 12,2-4. "si esto pasa en el cuerpo o no, yo no lo sabré decir;

al menos ni juraría que está en el cuerpo ni tampoco que está el cuerpo sin alma" (M 6,5,8).

La alusión a un rapto en la cual Jesús aparecerá en el cielo al final de los tiempos de forma

invisible para raptar a la Iglesia es totalmente falso, Jesucristo vendrá al fin del tiempo pero

será una venida visible y gloriosa que nadie podrá ignorar (Cf. Ap 1,7) Será entonces cuando

ocurrirá el juicio final; vivos y muertos serán llevados de este mundo a la presencia del

Señor. No existirá un "rapto secreto" anterior al fin del mundo.

Esta modalidad ha tenido gran acogida en algunas iglesias especialmente de corte

pentecostal, no obstante P. Jordi nos presenta las objeciones a ésta.

Objeciones contra "El Rapto" 

1- El rapto se fundamenta en una errada interpretación de la Biblia. 

Os decimos eso como Palabra des Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos

hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron. El Señor mismo, a la

orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que

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murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que

quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los

aires. Y así estaremos siempre con el Señor. -1 Tes. 4,15-17

Este pasaje se refiere al fin del mundo y no a una venida secreta anterior. S. Pablo demuestra

que es el fin del tiempo: "Y así estaremos siempre con el Señor".

2-La creencia en "el rapto" no es bíblica.

La auténtica interpretación Bíblica no acepta novedades y el concepto del rapto no era

conocido en la cristiandad hasta el siglo XVIII.

Como comienza la creencia en el rapto: Según la investigación de Paul Thigpen, autor de "The

Rapture Trap", la doctrina del rapto nace en el siglo XVIII. Un ministro Puritano llamado

Increase Mather escribió sobre cristianos arrebatados por los aires antes de que el mundo

fuera consumido por el fuego del juicio divino. Mas tarde otros publicaron ideas similares.

Un Jesuita chileno llamado Manuel Lacunza, en su libro La Venida del Mesias en Gloria y

Majestad, publicado en 1812, especula que los fieles que han recibido la comunión con

frecuencia serán, hacia el fin del mundo, recogidos por Jesucristo para tenerlos seguros por 

45 días mientras el mundo es castigado. Este libro fue traducido al inglés y sus ideas sobre el

rapto tuvieron gran influencia entre algunos grupos de cristianos sectarios.

3- ¿Tres venidas de Jesucristo en vez de dos? 

Según el esquema del rapto, faltan aun dos venidas de Cristo: Una para llevarse a los suyos

en el rapto y otra venida al final del tiempo. Serían la Segunda y la Tercera Venida (la Primera

fue en la Encarnación).

La verdad es que Cristo vino en su Primera venida y solo falta la Segunda Venida. Esta venida

marcará el fin del mundo. Ese día Cristo reunirá a todos: A los que estén vivos para ese

tiempo y también a los muertos los cuales resucitarán. Después de ese evento este mundo ya

no existirá.

4- El rapto para evitar la tribulación: Falsa evasión del sufrimiento 

Los que creen que el rapto será antes de la Gran Tribulación del Anticristo piensan que solo

los malos van a sufrir ese tiempo de persecución. ¡Si esto fuese cierto, entonces el Anticristo

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no tendría a quien perseguir porque ya todos los fieles estarían con Cristo fuera de este

mundo!

Olvidan que el sufrimiento tiene un profundo significado bíblico. El hecho es que Cristo sufrió y

su Cuerpo Místico que es la Iglesia lleva una continua trayectoria de sufrimiento y

persecución. Pero habrá una persecución final que será extraordinaria, antes del final. Los

cristianos no pueden estar esperando un rapto prematuro sino que deben estar 

fortaleciéndose para vencer en la prueba.

Pablo relata ampliamente sus propios sufrimientos en la persecución de su tiempo y nos

exhorta para que no tengamos miedo de morir por Cristo en las pruebas que ciertamente

vendrán a la Iglesia y a cada creyente en particular. Por eso enseña que los que creyentes

que sobrevivan la persecución del Anticristo y estén vivos cuando Cristo venga no tendrán

ventaja sobre los que hayan muerto en la fe. Ambos grupos se reunirán con Cristo para

siempre. (Cf 1 Tes 4,15-17; CIC 1001) Padre Jordi Rivero .

Sobre este tema el Catecismo dice lo siguiente:

La última prueba de la Iglesia 

675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que

sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña

a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "Misterio de

iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una

solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La

impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que

el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la

carne (cf. 2 Te 2, 4-12; 1Te 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).

676 Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende

llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá

del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha

rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS

3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente

perverso" (cf. Pío XI, "Divini Redemptoris" que condena el "falso misticismo" de esta

"falsificación de la redención de los humildes"; GS 20-21).

677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que

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seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará,

por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso

creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20,

7-10) que hará descender desde el Cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre

la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida

cósmica de este mundo que pasa (cf. 2 P 3, 12-13).

Como pueden ver, no exista tal cosa como un Rapto sino que la Iglesia entrará en la Gloria de

Dios mediante la imitación de Jesús quien se autodenominó Camino de Salvación, aquel que

quiera llegar al Padre debe tomar ese único Camino a Él, nadie podrá lograrlo sino es

mediante el seguimiento de Cristo. Eso implica un compromiso real y verás con el Evangelio,

tomar nuestra Cruz y seguir sus pasos, hacer como Él hizo y cumplir con lo que nos mandó a

cumplir.

"El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre"; "verán al Hijo del hombre venir entre

nubes"; "como el relámpago fulgurante bitilla de un extremo a otro del horizonte, así sucederá

con el Hijo del hombre cuando llegue su día" (Mt. 16, 27; Mc. 13, 26; Lc. 17, 24). Estos

pasajes bíblico vienen a evidenciar que el llamado Rapto no en bíblico pues hacen alusión a

que todos conoceremos el momento de la Segunda Venida.

 Aquí no podemos menos de reconocer rasgos de las esperanzas y especulaciones

"apocalípticas", con un largo pasado tras sí, que revivieron con fuerza durante los años

febriles que precedieron la ruina de Jerusalén. Los cristianos primitivos compartían muchas de

estas esperanzas. Las discutían con angustia, como sabemos por escritos del Nuevo

Testamento, fuera de los Evangelios. Se comprende que se asieran con avidez a cualesquiera

palabras recordadas de su Señor, que parecieran tener alguna conexión con tales

esperanzas. Pero se desvirtuó aquella esperanza en un pensamiento apocalíptico y

excluyente que hace ver la Revelación como una falsa. Dios quiere que todos se salven y el

milenarismo en sus dos acepciones indica que solo un grupo será llevado al Cielo o al Reino

terreno. Esas dos acepciones del milenarismo tienen para muchos católicos que creen en el

rapto una base en el Catecismo, ellos presentan estos numerales;

668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (Rm 14, 9).

La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la

autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: Posee todo poder en los cielos y en la tierra. El

está "por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación" porque el Padre "bajo sus

pies sometió todas las cosas"(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf. Ef 4, 10; 1 Co

15, 24. 27-28) y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación

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encuentran su recapitulación (Ef 1, 10), su cumplimiento transcendente.

669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf. Ef 1, 22).

Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su

Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo,

ejerce sobre la Iglesia (cf. Ef 4, 11-13). "La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en

misterio", "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 3;5).

670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la

"última hora" (1 Jn 2, 18; cf. 1 P 4, 7). "El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la

renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real

está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por 

una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48). El Reino de Cristo manifiesta ya

su presencia por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-18) que acompañan a su anuncio por la

Iglesia (cf. Mc 16, 20).

... esperando que todo le sea sometido 

671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con

gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este

Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2 Te 2, 7) a pesar de que estos

poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido

sometido (cf. 1 Co 15, 28), y "mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite

la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este

tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en

dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG 48). Por 

esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1 Co 11, 26), que se apresure

el retorno de Cristo (cf. 2 P 3, 11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (cf.1 Co 16, 22; Ap

22, 17-20).

672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso

del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-

9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El

tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf Hch 1, 8), pero

es también un tiempo marcado todavía por la "tristeza" (1 Co 7, 26) y la prueba del mal (cf. Ef 

5, 16) que afecta también a la Iglesia(cf. 1 P 4, 17) e inaugura los combates de los últimos

días (1 Jn 2, 18; 4, 3; 1 Tm 4, 1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13,

33-37).

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El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel 

673 Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (cf Ap 22, 20) aun

cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su

autoridad" (Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32). Este advenimiento escatológico se puede cumplir en

cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1 Te 5, 2), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le

ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Te 2, 3-12).

674 La Venida del Mesías glorioso, en un momento determinad o de la historia se vincula al

reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está

endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad" respecto a Jesús (Rm 11, 20). San Pedro dice a

los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que

vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y

envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el

tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-

21). Y San Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué

será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la

plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de

los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24), hará al Pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo"

(Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 Co 15, 28).

La última prueba de la Iglesia 

675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que

sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña

a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "Misterio de

iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una

solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La

impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que

el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la

carne (cf. 2 Te 2, 4-12; 1Te 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).

Pero lo dejan hasta aquí, quien no investiga se queda con esa impresión y todo el adorno que

le incluyen. No obstante el numeral más importante nunca lo incluyen o si lo hacen no

abundan sobre el mismo. Aquí lo incluyo y enfatizo en negrillas lo que desmiente toda la

filosofía milenarista existente.

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676 Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende

llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá

del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia

ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS

3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado,

"intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, "Divini Redemptoris" que condena el "falso

misticismo" de esta "falsificación de la redención de los humildes"; GS 20-21).

Entonces, ¿Por qué pensar en un acto divino que no está contemplado en la Revelación? Son

muchos los que pensando en pluralismos, democracias, derechos y necesidades han pensado

erradamente que la Doctrina es manipulable, manejable y hasta cuestionable. Por esas

razones básicamente se han dado separaciones en la Iglesia, y el sectarismo surge a raíz de

ese tipo de pensamiento limitante. La verdadera libertad está en la completa obediencia

doctrinal y su aplicación debida al tiempo en que vivimos, pues de más está decir que la

manera de ver la Doctrina hace 200 años no es aplicable a nuestro tiempo, pero eso no hace

distinción en la Doctrina misma sino en nuestra manera de verla. La Iglesia desde sus inicios

ha sido y seguirá siendo guiada a la verdad plena por el Espíritu Santo (Juan 16, 13) en ese

sentido todo desvelo doctrinal no viene a ser un cambio en la doctrina sino un complemento

de la misma.

El milenarismo tiene que verse a la luz de lo revelado, no con interpretaciones propias. El

Rapto en definitiva es un concepto equivocado sobre la Segunda Venida de Jesús y una

interpretación errónea a las palabras de Jesús sobre el fin del mundo. Específicamente este

pasaje:

Mateo 24, 37-42:

Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé.

En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró

en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo

sucederá cuando venga el Hijo del hombre.

De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres

que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no

saben qué día vendrá su Señor.

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La interpretación correcta no es la del Rapto sino la del Juicio Final véanlo en Mateo 25,31-33:

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su

trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de

otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a

estos a la izquierda.

Si Jesús hablara de un rapto, ¿No creen que lo explicaría claramente y no hubiera esta

aparente contradicción en el mismo Evangelio escrito por san Mateo? Es por ello imperativo

no hacer calculaciones e interpretaciones fuera de contexto. Siempre debemos mirar la

Revelación en su amplitud para poder ver, juzgar y actuar conforme a ella. De ese modo y

confiados en que es la Santa Madre Iglesia la única llamada a interpretar la Revelación, no

caeremos en conceptos equivocados como el Rapto y el Milenarismo.

Espero que esta humilde aportación les haya ayudado a ver lo errado del concepto milenarista

del Rapto. Dios les colme de bendiciones.

MILENARISMO 

La palabra "milenarismo" viene de "milenio", que significa mil años. Según la doctrina del

milenarismo, Cristo vendrá a reinar físicamente en la tierra por mil años al fin de los cuales

regresará al cielo.

Dos versiones del "milenarismo" 

1- Jesús vendrá antes de su venida definitiva para reinar mil años y al fin de este tiempo

regresará al cielo.

2- Cuando venga Cristo glorioso al final del tiempo todos resucitarán y Cristo establecerá en la

tierra un reino material y espiritual sobre el cual reinará físicamente. Los justos participarán

victoriosos de este reino mientras los enemigos de Dios serán vencidos. Al final de los mil

años los justos irán al cielo y los condenados iran al infierno. Esta doctrina se apoya en una

errónea interpretación del Apocalipsis 20,1-5. Después de la era Apostólica muchos cristianos

adoptaron el concepto mesiánico judío de un reino terrenal. Es así como se propagó el

milenarismo aun entre algunos Padres como el Obispo Papias de Hierapolis, San Justino y

San Ireneo.

El milenarismo, en ambas versiones, ha sido específicamente condenado por la Iglesia (CIC

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duración de este glorioso reino de Cristo y sus santos sobre la tierra, es frecuentemente

considerada de mil años. Es por ello que es comúnmente conocido como ³milenio´, mientras

que lacreencia en la futura realización del reino es llamado ³milenarismo´ (o ³chiliasmo´, del

Griego chilia, scil. ete .)

Sin embargo, este término de mil años no es de ningún modo un elemento esencial del milenio

como es concebido por sus adherentes. El alcance, detalles de su realización, condiciones,

lugar, del milenio fueron descritos de diversos modos. Son esenciales los siguientes puntos:

y  el pronto retorno de Cristo en todo su poder y gloria,

y  el establecimiento de un reino terrenal con los justos,

y  la resurrección de los santos muertos y su participación en el reino glorioso,

y  la destrucción de los poderes hostiles a Dios, y

y  al final del reino, la resurrección general con el juicio final, después del cual los

 justos entrarán al cielo, mientras que los malvados serán enviados al eterno fuego

del infierno.

Las raíces de la creencia en un reino glorioso, parcialmente natural, parcialmente [[Orden

Sobrenatural|sobrenatural, se encuentran en las esperanzas de los judíos en

un Mesías temporal y en la apocalíptica judía. Bajo la irritante presión de sus circunstancias

políticas la expectativa en la mente judía de un Mesías que liberaría al pueblo de Dios, asumió

un carácter que fue en gran medida terrenal; los judíos anhelaban sobre todo un salvador que

los liberara de sus opresores y restaurara el anterior esplendor de Israel. Estas expectativas

generalmente incluían la creencia de que Yahveh conquistaría a todos los poderes hostiles aÉl y a su pueblo escogido, y que establecería un definitivo glorioso reino de Israel. Los libros

apocalípticos, principalmente el libro de Enoc y el cuarto libro de Esdras, indican varios

detalles de la llegada del Mesías, la derrota de las naciones hostiles a Israel, y la unión de

todos los israelitas en el reino mesiánico, seguido por la renovación del mundo y la

resurrección universal.

Lo natural y lo sobrenatural están mezclados en esta concepción del reino mesiánico como el

acto final de la historia del mundo. Las esperanzas judías de un Mesías, y las descripciones

de los escritores apocalípticos estaban combinadas; era entre el cierre del orden mundialpresente y el comienzo del nuevo, que este sublime reino del pueblo escogido iba a tener 

lugar. No fue sino natural, que muchos detalles de estas concepciones permanecieran

indiferenciadas y confundidas, pero el reino mesiánico siempre es pintado como

algo milagroso, aunque los colores son a veces mundanos y sensuales. Los relatos

evangélicos claramente prueban cuan fervientemente los judíos del tiempo de Cristo

esperaban un reino mesiánico terrenal, pero el Salvador vino a proclamar el reino espiritual de

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Dios por la liberación de hombre de sus pecados y por su santificación, un reino que en

realidad comenzó con su nacimiento. No hay rastros de milenarismo que pueda encontrase en

los Evangelios o en las Epístolas de San Pablo; todo se mueve en la esfera espiritual y

religiosa; aún las descripción del fin del mundo y del juicio final llevan este sello. La victoria

sobre la bestia simbólica (el enemigo de Dios y de los santos) y sobre el Anticristo, así como el

triunfo de Cristo y sus santos, son descritos en el Apocalipsis de San Juan (Ap. 20-21), en

figuras que recuerdan las de los escritores apocalípticos judíos, especialmente de Daniel y de

Enoc. Satanáses encadenado en el abismo por mil años, los mártires y los justos se levantan

de la muerte y comparten el sacerdocio y reinado de Cristo. Aunque es difícil enfocar 

agudamente las imágenes usadas en el Apocalipsis y las cosas expresadas por ellas, no

cabe duda que la descripción completa se refiere al combate espiritual entre Cristo y

la Iglesia por un lado y los poderes malignos del infierno y del mundo por otro. No obstante un

gran número de cristianos de la era post-apostólica, particularmente en Asia Menor, se

entregaron tanto a la apocalíptica judía como para poner un significado literal en esas

descripciones del Apocalipsis de San Juan; el resultado fue que el milenarismo se esparció y

ganó acérrimos defensores no solamente entre los heréticos sino también entre los

cristianos católicos.

Uno de los herejes, el gnóstico Cerinto, quien floreció hacia fines del siglo I, proclamó un

espléndido reino de Cristo en la tierra que Él establecería con los santos elevados en su

segunda venida, y pintó los placeres de este milenio en gruesos y sensuales colores

(Cayo en Eusebio, "Hist. Eccl.", III, 28; Dionisio Alex. en Eusebio, ibid., VII, 25). Más tarde

entre los católicos, el obispo San Papías de Hierápolis, un discípulo de San Juan, apareció

como un abogado del milenarismo. Reclamaba haber recibido su doctrina de contemporáneos

de los apóstoles, e San Ireneo narra que otro presbítero, quien había visto y escuchado al

discípulo Juan, aprendió de él la creencia en el milenarismo como parte de la doctrina del

Señor. De acuerdo con Eusebio (Hist. Eccl., III.39) Papías en su libro aseveraba que

la resurrección de los muertos sería seguida por mil años de un visible glorioso reino terrenal

de Cristo, y de acuerdo con Irenaeo (Adv. Haereses, V, 33), él pensaba que los santos

también disfrutarían de una superabundancia de placeres terrenos. Habría días en los cuales

las viñas crecerían cada una con 10,000 ramas, y en cada rama 10,000 ramitas, y en cada

ramita 10.000 brotes y en cada brote 10,000 racimos y en cada racimo 10,000 uvas, y cada

uva produciría 216 galones de vino, etc.

Muchos comentaristas han encontrado ideas milenaristas en la Epístola de San Barnabás, en

el pasaje que trata delsabbath judío; ya que el descanso de Dios en el séptimo día después de

la creación es explicado de la siguiente manera. Después de que el Hijo de Dios ha venido y

puso fin a la era de los malvados y los juzgó, y después de que el sol, la luna y las estrellas

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hubieron sido cambiados, entonces el descansará en gloria en el séptimo día. El autor tiene

por premisa que, si se dice que Dios creo todas las cosas en seis días, esto significa que Dios

completará todas las cosas en seis milenios, ya que un día representa mil años. Es cierto que

el escritor invoca el principio de la re-formación del mundo a través del segundo advenimiento

de Cristo, pero no está claro en las indicaciones si el autor de la carta era un milenarista en el

estricto sentido de la palabra. San Ireneo de Lyons, un nativo del Asia Menor, influenciado por 

las compañías de San Policarpo, adoptó ideas milenaristas, discutiéndolas y defendiéndolas

en sus trabajos contra los gnósticos (Adv. Haereses, V, 32). Desarrolló

esta doctrina principalmente en oposición a los gnósticos, quienes rechazaban toda esperanza

de los cristianos en un vida futura feliz, y percibían en el glorioso reino de Cristo en la tierra,

principalmente el preludio del reino espiritual final de Dios, el reino de la felicidad eterna. San

Justino de Roma, el mártir, se opone a los judíos en su Diálogo con Trifón (ch. 80-1) el

principio del milenio y asevera que él y los cristianos, cuya creencia es correcta en todos los

puntos, saben que habrá una resurrección del cuerpo y que la nuevamente construida y

agrandadaJerusalén durará por espacio de mil años, pero agrega que habrá muchos que,

aunque adhiriendo a la piadosasenseñanzas de Cristo, no creen en ellas. Un testigo de la

continua creencia en el milenarismo en la provincia de Asia esSan Melitón, obispo de Sardes

en el siglo II. Desarrolla el mismo esquema de pensamiento que San Irenæus.

El movimiento montanista tuvo su origen en Asia Menor. Las expectativas de una pronta

venida de la Jerusalén celestial sobre la tierra, que, se pensaba, aparecería en Frigia, estaba

íntimamente unida en las mentes de los montanistas con la idea del milenio. Tertuliano, el

protagonista del montanismo expone la doctrina (en su obra ahora perdida, "De Spe Fidelium"

y en "Adv. Marcionem", IV) de que al final de los tiempos el gran reino prometido, la nueva

Jerusalén, será establecida y permanecerá por mil años. Todos esos autores milenaristas

apelan a varios pasajes de los libros proféticos del Antiguo Testamento, a unos pocos pasajes

de las Cartas de San Pablo y al Apocalipsis de San Juan. Aunque el milenarismo ha

encontrado numerosos adherentes entre los cristianos y ha sido sostenido por 

varios teólogoseclesiásticos, ni en un período post-apostólico ni en el curso del siglo II,

aparece como una doctrina universal de la Iglesia o como una parte de la tradición apostólica.

El símbolo aApostólico primitivo menciona, por supuesto, la resurrección de la carne y el

regreso de Cristo a juzgar a los vivos y a los muertos, pero no dice una palabra del milenio.

Fue el siglo segundo el que produjo no solamente defensores del milenio sino pronunciados

adversarios de las ideasmilenaristas. El gnosticismo rechazó el milenarismo. En Asia Menor,

el principal asiento de las enseñanzas milenaristas, los así llamados Alogi se alzaron contra el

milenarismo así como contra el montanismo, pero fueron muy lejos en su oposición,

rechazando no solamente el Apocalipsis de San Juan, alegando que Cerinto era su autor, sino

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su Evangelio también. La oposición al milenarismo se hizo más general hacia el fin del siglo II,

yendo de la mano con la lucha contra el montanismo. El presbítero romano Cayo (fin del siglo

II y comienzos del III) atacó a los milenaristas. Por otra parte, San Hipólito de Roma los

defendió e intentó una prueba, basando sus argumentos en la explicación alegórica de los seis

días de la creación como seis mil años, como había aprendido de la tradición.

El más poderoso adversario del milenarismo fue Orígenes de Alejandría. En vista del neo-

platonismo sobre los que estaban fundamentadas sus doctrinas y de su método espiritual-

alegórico de explicar las Sagradas Escrituras, el no podía tomar partido con los milenaristas.

Los combatió expresamente, y, debido a la gran influencia que sus escritos ejercían en la

teología eclesiástica, especialmente en los países Orientales, el milenarismo desapareció

gradualmente de la idea de los cristianos orientales. Solamente conocemos unos pocos

defensores tardíos, principalmente adversarios teológicos de Orígenes. Alrededor de la mitad

del siglo III, Nepos, obispo en Egipto, quien se unió a las listas contra el alegorismo de

Orígenes, propuso además ideas milenaristas y ganó algunos adherentes en la vecindad de

 Arsino. El cisma amenazó, pero la prudente y moderada política de Dionisio, obispo de

 Alejandría, preservó la unidad y los milenaristas abandonaron sus opiniones (Eusebio "Hist.

Eccl.", VII, 14). Egipto parece haber albergado adherentes al milenarismo en momentos aún

más tardíos. Metodio, obispo de Olimpo, uno de los principales oponentes de Orígenes a

comienzos del siglo IV, apoyó el milenarismo en su Symposion (IX, 1, 5). En la segunda mitad

del siglo IV esas doctrinas encontraron su último defensor en Apolinario, obispo de Laodicea y

fundador del apolinarismo. Sus escritos en esta materia se han perdido, pero San Basilio de

Cesarea (Epist. CCLXIII, 4), San Epifanio (Haeres. LXX, 36) y San Jerónimo (In Isai. XVIII)

testifican que él fue un milenarista. Jerónimo además agrega que muchos cristianos de

aquellos tiempos compartían las mismas creencias; pero después de ello, el milenarismo no

encontró ningún franco adalid entre los teólogos de la Iglesia Griega.

En Occidente, las expectativas milenaristas de un glorioso reino de Cristo y sus justos, halló

adherentes por largo tiempo. El poeta Comodiano (Instrucciones, 41, 42, 44) así como

Lactancio (Instituciones, VII) proclaman el reino milenario y describen su esplendor,

parcialmente dibujándolos sobre las tempranas profecías milenaristas y sibilinas, parcialmente

tomando prestados sus colores de la ³edad dorada´ de los poetas paganos; pero la idea de los

seis mil años de duración del mundo es siempre conspicua. San Victorino de Pettau fue

también un milenarista aunque en la copia existente de su comentario sobre el Apocalipsis no

pueden ser detectadas alusiones al mismo. San Jerónimo, él mismo un decidido oponente a

las ideas milenaristas, tacha a Sulpicio Severo como adherido a ellas, pero en los escritos de

este autor en su forma presente no se puede encontrar nada que avale este cargo. San

 Ambrosio ciertamente enseña la doble resurrección, pero las doctrinas milenarias no se

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destacan claramente. Por otra parte, San Agustín fue por un tiempo, como el mismo testifica

(De Civitate Dei, XX, 7), un destacado campeón del milenarismo; pero él ubica al milenio

después de la resurrección universal y se lo mira con una luz más espiritual (Sermo. CCLIX).

Sin embargo, cuando él acepta la doctrina de sólo una resurrección universal y un juicio final

siguiéndola inmediatamente, no puede más adherir al principio más importante del temprano

milenarismo. San Agustín finalmente se adhirió a la convicción de que no habrá un milenio. La

lucha entre Cristo y sus santos por un lado y el mundo malvado y Satán por el otro, es librada

en la Iglesia sobre la tierra; así el gran Doctor lo describe en su obra ³La Ciudad de Dios´. En

el mismo libro nos da una explicación alegórica del Capítulo 20 del Apocalipsis. El nos dice

que la primera resurrección, de la cual este capítulo trata, se refiere al renacimiento espiritual

en el bautismo; el sabbath de mil años después de seis mil años de historia es la vida eterna

completa---o en otras palabras, el número mil intenta expresar perfección, y el último espacio

de mil años debe ser entendido como refiriéndose al fin del mundo; en todos los casos, el

reino de Cristo, del que el Apocalipsis habla, sólo puede ser aplicado a la Iglesia (De Civitate

Dei, XX 5-7). Esta explicación del ilustre Doctor fue adoptada por los teólogos occidentales

que lo sucedieron, y el milenarismo en su forma original no recibió más apoyo. Cerinto y

los ebionitas se mencionan en los escritos posteriores contra los herejes defensores del

milenario, es cierto, pero como separados de la Iglesia. Además, la actitud de la Iglesia hacia

el poder secular había experimentado un cambio con su conexión más cercana con el imperio

Romano. No hay duda que este cambio en los acontecimientos hizo mucho por despegar a los

cristianos del viejo milenarismo, el que, durante la época de la persecución había sido la

expresión de sus esperanzas de que Cristo reaparecería pronto y derribaría a los enemigos de

sus elegidos. Las opiniones milenaristas desaparecieron todas lo más rápidamente, porque,

como se destaca más arriba, a pesar de su amplia difusión, aún entre sinceros cristianos, y a

pesar de su defensa por prominentes Padres de la primitiva Iglesia, el milenarismo no fue

 jamás sostenido en la Iglesia Universal como un artículo de fe basado en las tradiciones

 Apostólicas.

La Edad Media nunca fue manchada con el milenarismo; fue extraño tanto para la teología de

ese período como para las ideas religiosas de la gente. Las visiones fantásticas de los

escritores apocalípticos (Joaquín de Fiore, los espiritualesfranciscanos, los Apostolici ), se

refieren solamente a una forma particular de renovación espiritual de la Iglesia, pero no incluye

un segundo advenimiento de Cristo. Los ³mitos del emperador´, que profetizaban el

establecimiento de un feliz reino universal por el gran emperador del futuro, contienen, sin

duda, descripciones que recuerdan uno de los antiguos escritos sibilinos y milenaristas, pero

nuevamente falta un rasgo esencial, el retorno de Cristo y la conexión del reino dichoso con la

resurrección de los justos. Por lo tanto el propio milenio es desconocido para ellos.

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El protestantismo en el siglo XVI guió en una nueva época a las doctrinas milenaristas. Los

fanáticos protestantes de los primeros años, particularmente los anabaptistas, creían en una

nueva, dorada edad bajo el cetro de Cristo, luego del derrocamiento del papado y de los

imperios seculares. En 1534 los anabaptistas establecieron en Münster (Westfalia) el nuevo

Reino de Zion, el que abogaba por la propiedad compartida y las mujeres en común, como un

preludio del nuevo reino de Cristo. Sus excesos fueron combatidos y su milenarismo

repudiado tanto por la Confesión de Augsberg (art. 17) como por la Helvética (ch. 11), de

modo que no obtuvo admisión dentro de las teologías luterana y reformada. Sin embargo, los

siglos XVII y XVIII produjeron nuevos fanáticos y místicos apocalípticos que esperaban el

milenio de una forma u otra: en Alemania, los Hermanos Bohemios y Moravos (Comenius);

en Francia, Pierre Jurien (L'Accomplissement des Propheties, 1686); en Inglaterra, en época

de Cromwell, los Independientes y Jane Leade. Una nueva fase en el desarrollo de las

visiones milenaristas entre los Protestantes comenzó con el pietismo. Uno de los principales

adalides del milenio en Alemania fue I.A. Bengel y su discípulo Crusio, a quienes se les

unieron luego David Rothe , Volch, Thiersch, Lange y otros. Protestantes de Wurtemberg

emigraron a Palestina (Comunidades del Templo) con el objeto de estar más cerca de Cristo

en su segundo advenimiento. Ciertas sectas fantásticas de Inglaterra y Norteamérica, tales

como los Irvingitas, Mormones, Adventistas, adoptaron ambas visiones: la apocalíptica y la

milenarista, esperando el retorno de Cristo y el establecimiento de su reino en una fecha muy

próxima. Algunos teólogos católicos del siglo XIX defendieron un milenarismo moderado y

modificado, especialmente en conexión con sus explicaciones del Apocalipsis; como Pagani

(El Fin del Mundo, 1856), Schneider (Die chiliastische Doktrin, 1859), Rohling (Erklärung der 

 Apokalypse des hl. lohannes, 1895; Auf nachSion, 1901), Rougeyron Chabauty (Avenir de

l'Eglise catholique selon le Plan Divin, 1890).

Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Millennium and Millenarianism." The Catholic Encyclopedia.

Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. Traducido por Luis Alberto Álvarez

Bianchi. L H M