-
Predilecciones o tentativa del fracaso.Interrogar al lenguaje es
esfuerzo intil.Cabe preguntarse ante conversacionesociosas, cuando
el aburrimiento asoma yla desidia habita la palabra, qu sostieneal
silencio. Diris algunos sobre la poe-sa, os escuchar exaltados
vuestra bocarepleta de slaba y satisfechos de oros yser odos.
Otros, pensaris en la plata,afanando con otro nombre y otro rostro
laque ha de ser una sonrisa irremediable-mente en la sombra. Sabed,
os repudio.An as pensis, por qu un poeta hadejado de escribir?, por
qu evita las
multitudes? El silencio entonces. Y sin pre-mbulos muere la
literatura desde las manoshasta la bocaesa boca que ms que unaboca
es un sucio jardn anegado por carmi-nes y ripios. Pere Gimferrer en
su conferen-cia Jorge Luis Borges: un destino literario(leda en la
Biblioteca Nacional a fecha de 4de diciembre de 1986) apuntaba la
siguienterespuesta de Jaime Gil de Biedma ante lapregunta de por qu
ahora no escriba?: "Lapregunta pertinente es porqu escrib. Al finy
al cabo, lo normal es leer". Avanzad en lapgina, es tiempo de
leer.
http://elpicudoblanco.blogspot.comhttp://elpicudoblanco.blogspot.com
Direccin y maquetacin:Jos Manuel Sanrodri.Subdireccin y
maquetacin:Manuel Valero Gmez.Consejo de redaccin:Pere Vicente
Agull, Antonio ZapataPrez, Miguel Salinas, Vanessa DiezTar y Josep
E. Rico Sogorb.
Diseo de la Portada:Ana Beatriz Reina Rojas.
Escritores:Francisco Lezcano LezcanoNicolas Zimarro BrawoAntonio
Zapata PrezCandida E. Vivero MarnManuel Valero GmezJess ZomeoJos
Manuel SanrodriOscar Martn CentenoEdith ChecaPere Vicente Agull
Harmoni Botella ChavesRodrigo Verdugo PizarroYamila Grecongeles
Garrido LunaJenifer Daz RuzToms Moreno MillnAna Esmeralda Pia
R.Francisco J. Gmez R.Joaquin GaitanoPaula Osorio PomaresMiguel
SalinasAbel Bri AgullAleqs GarrigzEverardo A. Torres GonzlezMarcela
PredieriMaria Eugenia Caseiro
Ilustradores:Josep Manel SnchezRaquel OrjuzSilvia Orozco Torres
(Irilien)Marylina Torres OttadoMarquevich RamiroIsabel Zapata
IborraNestor ZerdLus Martnez TortosaDiana Camacho BriceoMari Paz
Garca CrdobaMarilen Pont FontJuan F. Ponseti EspinetaAngelica
CorderoLourdes Lacalle MarijuanIris Moreno CuestaRoger PereiraMara
T. Valenzuela EscalonaPablo Valero GmezGloria MarioRosana
Demichelis LucenaRodrigo Javier MedranoDaniel Delgado FemenaDiego
W. Abelenda Alonsocaro Maiterena VallejoAdolfo Martnez Roca
ISSN: 1887-973XPatrocinio del:Ayuntamiento de Elche.
PresentacinPresentacinMANUEL VALERO GMEZ
La revista de expresin creativa en la cultura decadente
JOSEP MANEL SNCHEZ
RAQUEL ORJUZ
2
ELPICUDOBLANCOELPICUDOBLANCO@@GMAILGMAIL..COMCOM
-
La calle olvidadaFRANCISCO LEZCANO LEZCANO
3
La calle olvidada calle de oscuros recovecospara desamores sin
camino,el martillo de su ritmonada cuenta.
Negra serpiente en recodos,piel de asfalto,quisiera moderse la
colapero no la tiene.
Negra la calle de bautismo olvidado.La mano escultora de su
nombreya no existe.En el agua de las horas cadas,las palabras son
un terrn de silencio.
Negra calle de bautismo olvidado,lo inconfesableen sus rincones
de eterno mal aliento.
Entre bidones,tripones miedos con olor a orntienen voz de
gato.Los gatos silenciosostemen a su propia sombra.Codo con codo
danzan,en torbellinos de papel sucio,miserias sin nombreen perpetuo
coito con ellas mismas.(El Mal es andrgino).
Las aceras soncomo fsiles de tiempo epilptico;palabras,
petrificadasen sonrisas de calaveras de nadie,navegan por los
desages.
De losa en losa,todo lo que anda o repta,ha hecho inslitas
caligrafaspara iniciados fuera de todo censo.
Calle negra,de negros desertoresamparados por esa invisible
amebaque hiede a rata hmeday a pingajos en agua vieja.
Calle de blancos,letrgicos en colchones de agujas
hipodrmicas,tiene arrugas de pirmide.
Calle donde una hoja muerta parece vivay una flor viva se
marchita.
JOSEP MANEL SNCHEZ SILVIA OROZCO TORRES (IRILIEN)
-
Ha muertoNICOLAS ZIMARRO BRAWO
4
La vea todas las noches. Siempre se mostraba igual: enpose de
objeto y sola. Languideca sentada en un banco,esperando a que
alguien la mirara para ofrecerle en lasmanos en bandeja unos labios
de nen luminiscente.Beba los vientos por aquella mujer de labios
agraces,sensual y rutilante. Estaba posedo por ella. Sus ojos,
lacabellera, la boca y sus formas voluptuosas lo colmaban.Era
omnipresente e imperiosa: sentirla en su interior,repasar a placer
sus contornos, recrearse en su belleza yparticipar de su eterna
sonrisa constituan el nico ampa-ro y consuelo que le restaba para
enajenarse de la mis-rrima vida que le haba tocado en suerte. Y
nada en estemundo era comparable a contemplarla en todo su
esplen-dor sentada en aquel banco, aunque tuviera que hacerlodesde
la distancia y el anonimato, con los ojos nocturnosy el espritu
abatido de un pobre mendigo. Reconocaque no era nadie para
acercarse a aquel rayo de sol hechomujer, ni mucho menos para coger
sus manos y besar suslabios gneos, y a pesar de ello haca varios
das que laidea de abordarla se haba convertido en una obsesin.
Constantemente la imaginaba bailando en medio de unaconstelacin
de labios de plstico y envindole besospintados con carmn sangre que
prometan saciar su sedfebril, y fantaseaba que sorteaba aquellos
besos fsilessuspendidos en el aire para salir a su encuentro y
morderlos fresones de lujuria con los que le obsequiaba lamujer. En
ese momento la tena enfrente, en la otraacera,, magnfica e
insinuante, y no se pudo reprimir.Todo sucedi en unos minutos: cruz
la calle, desencajla tapa de la alcantarilla ms prxima, y con la
pieza dehierro rompi la cristalera del escaparate de la
boutiquedonde luca su hermosura; con un salto gil se introdujoen el
interior de la vidriera, corri hacia el banco, se aco-mod junto a
ella, le rode la cintura con un brazo y laatrajo hacia s. Haba
llegado el instante sublime que tan-tas veces soara. Pero
inopinadamente, cuando se dispo-na a besarla, la cabeza de la mujer
cay rodando alsuelo. La solt horrorizado, y el cuerpo decapitado
queacababa de abrazar se desplom al parqu. Sinti vrti-go, y hubo de
agarrarse al asiento del banco. Observaba atnito el cuerpo tendido
a sus pies y la cabe-za separada de l unos cuantos metros. Carecan
de vita-lidad, ni tan siquiera palpitaban. Aquel tronco y
susextremidades eran aglomerado de madera, y la testa car-tn
piedra, el pelo fibra de nylon, los labios carne deltex y los ojos
albercas heladas de cristal. No comprenda qu haba ocurrido. La
mujer de susanhelos yaca descabezada en el entarimado del
exposi-tor hecha una piltrafa. En un segundo El corazn de suvida,
su alegra y su delirio se haban convertido en unailusin
desvanecida. Y desolado, llor en silencio la tra-gedia. Permaneci
en el lugar hasta que lleg la polica.Cuando los agentes se le
acercaron quedaron impresio-nados por su deplorable aspecto.
Aptico, con los ojosvidriosos y la tez cadavrica, musit con voz
trmula:"Ha muerto".
MARILYNA TORRES OTTADO
DANIEL DELGADO FEMENA
-
Me aburren las esperas, por eso siem-pre que me acuerdo
improviso unlibro de mi biblioteca y lo adoso a mirionera, para
hacer ms apacible sutrnsito por estas amplias salas delconsumo. Y
leo pginas desazonadas,llenas de orfandad existencial. Lagente est
sola, como nace y muere.Igual que esas cabezas huecas queslo son
miradas clavculasabajo, mscaras sin carne.Cmo entrar el mundo
porsus vacos ojos?Aguardo y sigo atento estelibro de un tal
Francisco,libro al que le di escasaimportancia cuando lo repasen su
da. Tal vez no era elmomento apropiado paraleerlo, porque ahora, en
esteinstante de solaz reposo -sen-tado sobre tiras paralelas
demadera que an huelen a cha-musquina de bosques en lla-mas- leo
con atencin .! Sonbuenos estos relatos! Porqu no lo advert
antes?Serverdad que todo libro tiene sumomento y su lugar? El gento
me distrae, cierro ellibro, las cabezas huecas traslos enormes
cristales, nocambian sus expresionesvacas, con sus cromatismosde
quita y pon, como frescos de esca-sa calidad, accesibles a
cualquier dile-tante o novicio de los pinceles.Suenan besos, muac,
muaacc, sonjvenes afectados por las modas, pan-talones a media raja
y besos onomato-pyicos escandalosos.. son las"modas".Todos somos
esclavos deellas, de su presente, un presente quetampoco tiene cara
para mirarlo, por-que slo ves una nuca que se alejaperdiendo sus
perfiles. Vuelvo a la lectura de este tal
Francisco, me estn gustando sus
neuras, agota los pebeteros y las esen-cias ms afirmadas, sus
protagonistasnaufragan en las letras y convergen enel embudo de
cada pgina, rellenandola memoria de los lectores. Alguien seha
sentado a mi lado, mirndome des-confiado con ojos de tiburn,
cansadode dar aletazos a la vida y al amorevanescente, fatuas
pirotecnias, de
cortas pasiones y desengaos largos.Como estas mujeres que pasean
antem por dos viales: uno, imaginario, elque dio vida Francisco en
el papel, elotro, el que discurre mirando lascaprichosas prendas
que portan laseunucas de plstico; contraste yobservacin literaria
que hace msamable mi lectura de coronado padre,guardin por los
hijos, herederos tam-bin de estos muladares de escoria ypropaganda.
El libro de Francisco esla almadia que me salva del naufra-gio, en
este mar de seres con cabezas
llenas de viento: nadie sabe qu va apensar esa hermosa calavera
dentrode cinco segundos. Episodios de lavida telrica que deja en
sus pisadassus misterios, para ser grabados en elpergamino de una
mente que fabrica-r historias.Ay amigo!, que razn tienen tusletras,
que ahora se han apoderado de
ti, para presentarte a mi veredafra como un ectoplasma detinta,
con la angustia antiguade los incomprendidos, los quesufren la
inquisicin de la indi-ferencia y la cuchufleta, bur-las, que
siempre ha caracteri-zado a los zafios con nfulascancerosas. No
temas por tusescritos, estn a buen recaudoesta noche. Puedes
desapare-cer y devolverme las palabrasque portas tatuadas por todo
elcuerpo. No me dejes el libroen blanco y descansa tranqui-lo, que
siempre habr una per-sona en su garita, aguardandoa alguien, ya sea
su prole, sunovia, su mujer o su querida; yleyendo con atencin
"Losdas sin ti." Puedes marcharteorgulloso, no me aparezcasms como
un vampiro de tusletras, stas, ya no te pertene-cen.No lo
entiendes? El libro
ya no es tuyo, es mo, y su lecturatambin.
En ese instante desapareci de milado, con un chasquido blanco.
Laspginas del libro recobraron susentresijos y tribulaciones
humanas.Continu leyendo atento a las paginasy confundido con los
traseros almido-nados que haban invertido sus pau-tas.
ISABEL ZAPATA IVORRA
5
Bitcora I ANTONIO ZAPATA PREZ
-
En la memoriaCNDIDA ELIZABETH VIVERO MARN
LUS MARTNEZ TORTOSA
De entre los cielos emerge la siegacon voz, cuerpo y vestido de
palmera.Sacude marrn y verde palmera,todos saben de tu sangre
labriega!
Quin, pero dime quin, desasosiegatus altos quehaceres de
bandera?Oh falo indmito baado en maderaquin a tus pies niebla te
anula y ciega?
Alza tus joyas al ter reidasmientras dormida aparentas al
sueocabellos de hiedra recin enredados.
Despierta y abriga ancianos los cuidadosque de la muerte ninguno
es el dueoebrias tus races de una y mil vidas.
Soneto de la palmera
MANUEL VALERO GMEZ
6
Nacer habiendo muerto, parido conun esfuerzo ajeno. Nunca de m
sedir que cumplo aos, pues no hevenido al mundo con los ojos
abier-tos. Corazn que ya no late, que seha quedado mudo, y slo por
elsilencio, se le reconoce el cansan-cio prematuro.Nacer, o mejor
dicho, ser expulsadoen medio de un llanto amargo, queanuncia
recibimiento sin ilusin.Estar: cuerpo vaco, acurrucadobajo miradas
atnitas: cmo imagi-
nar un alma que se ha negado a per-manecer temporalmente.
Estar aqu, slo por unas cuantashoras, a merced del
escalpelo.Tendrn que decidir si hoy he falle-cido, aun cuando no
viva. Esperar,contenido en un pequeo envase:receptculo que no
exhibe lo mni-mo que soy: mis cenizas compartenel espacio con las
de objetos varios.Despus morir, por segunda vez, enla memoria.
NESTOR ZERD
-
Este revlver se carga con seis balas.La primera es la bala que
lleva el nombre de la calle dondeme ca al suelo. Estaba fro y
alguien haba escupido antes.La segunda bala brilla como la sonrisa
de alguien a quienhan empujado desde el tico de un rascacielos con
un mar-tini en la mano. Se pregunta, mientras cae, si tendr tiem-po
de escupir el hueso de la aceituna que lleva en la boca.La tercera
no tiene nombre, es como esas balas que uno seencuentra en el suelo
del supermercado cuando acaban deatracar al dueo y le han volado la
cabeza. Te ves abraza-do a la bolsa de papel llena de latas en
oferta con comidapara gatos y le sonres a la cmara de seguridad
intentan-do mantener una actitud digna por si reproducen despusla
secuencia en televisin.La cuarta bala es la bala de la suerte,
cuando han falladotodas las dems y an tienes delante las llaves del
cochepara irte a otra parte, para no llegar a casa, para no
tenerque apartar al perro de una patada cuando casi te hace
Poesa cunticaJESS ZOMEO
77
MAR PAZ GARCA CRDOBA
DIANA CAMACHO BRICEO
caer al suelo, para no tener que fingir que sabes darbesos en la
mejilla y para no tener que soportar alvecino que mira por la
ventana al otro lado de la calle.La quinta es la peor de todas, es
la barra del bar y elchiste fcil a la chica de al lado, es la
colilla queaplastas en la frente del camarero, es el grito de la
cer-veza caliente y el pao sucio con que limpia el cama-rero la
barra del bar dos veces cada minuto, cuatroveces cada dos minutos,
seis veces cada tres minutos,ocho veces cada cuatro minutos...
mientras no tienesotra cosa mejor que hacer que seguir
contndolas.La sexta es una bala de fogueo, es aquella con la queme
disparo a la sien cada da.Sobrevivo, parece que eso es lo
importante en estaciudad.
-
Conservo entre mis prpados cada leve mirada, y sobre ellas el
oleaje de la decepcin, el asco amargo de mi debilidad, y aquel
largo silbido que me prenda el diablo sobre el pecho para intentar
salvarme. Porque apagas el mundo cada vez que me miras, cada vez
que araas la memoria para hablarme y empujas mis palabras ro arriba
en las barcas del poniente. All aprenden a aullar y a sonrer en un
largo sollozo que de noche te pone en sueos un vestido de besos y
araazos y la piel de gallina a las estrellas. Cuando despus el vino
celebra entre el recuerdo de tus piernas la larga cacera, recito a
voces, totalmente borracho, los versos que encontr bajo la carne. Y
hago llorar a solas, con voz cansada y ronca, la blanca soledad de
las paredes.
OSCAR MARTN CENTENOJUAN FRANCISCO PONSET ESPINETA
Lograste ser guila para otear
Con voz cansada y ronca
EDITH CHECA
Lograste ser guila para otear el rumbo de mis pasos bajo las
nubes. Pequeos pasos que tan slo perduran como las ondas de la
lluvia al caer en un estanque plateado por el tiempo. Pasos
acompasados por el ritmo de un poema tan oscuro como un bosque
donde a la luz no le dan permiso de entrada. Pdeme el silencio, el
secreto de la corteza de este rbol que contiene la meloda de la
respiracin de los duendes. Pdeme la muerte en los flancos del aire
y del recuerdo, que escribo ebria de sombras y simas
en las hojas del libro interminable. Pdeme la sabia de mi pluma
que dibuja los contornos de los prpados sorprendidos de alba y de
crepsculo. Pdeme el silencio y la amnesia de un torbellino de
anulaciones. Pdeme el tiempo, y mis anhelos, y mi ansias de
ternura, y esta sonrisa de hierbas, y estos ojos de girasol que
persiguieron tu sombra. Pdeme que desmaye la utopa sobre tu roca y
la hamaca de tu siesta. Pdeme que olvide o que recuerde. Pdeme la
luna... Que slo te dar mis versos.
8
-
Llevaba ya un tiempo, que la llavede mi buzn le costaba abrir
sucerradura y despus de varios inten-tos por fin consegua que
aquellacancelita chapada se abriera parapoder hurgar en su
interior. Habavarias cartas, ojendolas todas uname llam mucho la
atencin, noexista por ningn lado el remite.Pens que podra ser esa
carta publi-citaria en la que te venden algunacosa, o te dicen lo
que deber-as de hacer, pero por ms quemiraba el sobre de
arribaabajo y de abajo arriba, nohaba ningn logotipo deempresa, ni
una marca queorientase la sospecha dequin podra ser el autor de
lamisma.Apret el botn del ascensor ala vez que rasgaba la
partesuperior del sobre para sacarla hoja de su interior.
Cuandolleg el ascensor abr la puer-ta, me introduje dentro yapret
el nmero cinco, asaprovechaba la subida paracomenzar su lectura que
esta-ba escrita con las teclas deuna mquina de escribir, talvez una
olivetti. Cuando leas esta cartaentenders por qu vamos asuicidarnos
Un hedorrecorri todo mi cuerpo, lospelos de mis brazos y piernasse
erizaron, aquellas primeras letraseran escalofriantes. El ascensor
paren la planta, abr la puerta metlica yme detuve en el portal de
mi casacon la intriga de saber quin iba amorirSaber que has estado
junto anosotras y derivamos de lo que t
eres, de lo que soy yo?, no
comprenda a qu se refera y conti-nu leyendo, posiblemente
teestemos confesando nuestro suicidioporque cada vez te preocupas
menosde nosotras No entenda aquellacarta y empec a hacer memoria
detodas las chicas con la que habamantenido relaciones ms o
menosconvulsas, pero no me vino a lamente ninguna que me pudiese
gas-tar aquella broma, lo que real
mente lees son las ltimas letras, unaforma de remover tu
conciencia aeste manifiesto. Si por casualidadfumas, enciende un
cigarro y hastaque no se consuma del todo no le desla vuelta a esta
carta, para que no teresulte violento lo que puedas pre-senciar, y
si ya no fumas, espera
unos veinte minutos y pausadamentele das la vuelta a esta misiva
queests leyendo ahora.La curiosidad hizo que le diese lavuelta en
ese mismo instante perodetrs no haba nada escrito. La
cartaevidentemente deba de ser una ino-centada, no haba una firma
ni unnombre. Mientras abra la puerta demi casa curioseaba la carta
pordelante y por detrs sin encontrarle
sentido a todo aquello, nisiquiera poda imaginar quinme haba
mandado aquellacarta tan inquietante o de tanmal gusto. La dej
encima delrecibidor y me fui a dar unaducha y ponerme ropa cmo-da.
Despus cog la carta delrecibidor mirando sus letras,supuse que
habra pasado msde media hora o un poco ms,le volv a dar la vuelta
perosegua sin haber nada escritoy cuando quise volver a leer-la, la
hoja estaba en blancocompletamente, me sent enel sof del saln a
reflexionarsobre aquella carta sin encon-trar explicacin de cmohaba
podido quedarse enblanco, record que aos atrshaba sido un buen
lector ydevoraba libros a diario yahora eran sus letras
quienesintentaban llamar mi aten-cin, pues junto a m haba unlibro
abierto por una de sus
pginas y aleatoriamente remarcadasen negrita para que destacase
sobrelas dems letras poda leerse: Nonos abandones y regresa a
nuestrosmundos que tambin son los tuyos,porque as volveremos a
sentir esacomplicidad que nos llena de vidaexistiendo en el
recuerdo de nuestrashistorias.
Unas ltimas palabrasJOS MANUEL SANRODRI
MARILEN PONT FONT
9
-
Se le par el corazn de paradoPERE VICENTE AGULL
10
Fue en una maana radiante, soleada de promesas. Nopara l, que
por no sentir no senta nada: ni fro ni calorni ilusin. Se hallaba
hacinado en la cola de espera de la desespe-ranza.Tena un creciente
malestar en el pecho, adquiridomeses atrs. Cuando dej de ser til
para el engranaje desu, entonces, "cadena perpetua" y la tensin
empez aacribillarle. Era comprensivo, entendi la necesidad
del"reajuste" para que el resto de la empresa pudiera conti-nuar.
Como el sacrificio de soldados de vanguardia: endecisivas batallas
daban su vida para salvar a los dems;todo por la victoria. Pero en
tiempos de paz no habrahroes para la historia y la muerte por
miseria es mslenta y annima que la de aquellos camicaces,
pensabamientras avanzaba hacia los, para l, temidos
hornoscrematorios de las ventanillas administrativas. Lorenzo Lpez
Ramos, ese era su nombre, ya inscrito enlos modernos archivos de la
apata burocrtica . Estabaen la mitad de la cola del paro, en la
mitad (relativa) desu vida, en el centro de gravedad de su sensacin
de estarde sobra en todo. Ya nadie lo necesitaba. Para unas
labo-res, le decan, demasiado viejo y para otras, no lo
sufi-ciente. Sinti el avispero fatal de su mente "tal vez slo
sea ste para mi un mal da, o un mal ao.. o toda unamala vida",
difcil parar la gris tela de araa que se leenredaba hasta empaar su
mirada futura. Sus islas deoptimismo prefabricado eran invisibles .
El tedioso da de oficina tena hambre de sensacionesextraordinarias,
Lorenzo en esa atmsfera pareca nadarincmodo esquivando las miradas
de sus semejantes,derrotados y expulsados del paraso como l.Los
minutos le parecan horas atrasadas, horas comoaquellas tan eternas
y manchadas de cansancio queahora, cmo es la vida,
aoraba.Finalmente la muchedumbre avanz con lentitud.Alguien se
sinti mal y cay al suelo. Era Lorenzo. Elfuncionario que iba a
atenderle, desde la ventanilla, alver el incidente, dijo, con voz
de robot: "que pase elsiguiente".Lorenzo muri a los pocos minutos
en el fro suelo dela Oficina de Indiferencias.Ni se inmut la maana
primaveral por este simple suce-so (que ocup dos lneas de letra
pequea en el diariolocal).Al da siguiente, en los dgitos del
ordenador principaldel Ministerio, haba una cifra de un nmero menos
enel cmputo global de desempleados.
MARILYNA TORRES OTTADO
-
Puta. Me llaman Putay nac virgen, incauta y sensible.Mis auroras
eran primaveras,mi vida era dura pero honesta.El hambre me expuls
de mi tierray llegu a un mundo llamado paraso.Paraso para los dems,
no para m.La hambruna se apoder de mi almay marc con un ltigo a mis
hijos indefensos.La calle, la calle fue la nica solucin.
Destellos rojizos y plateadosengalanaron mi cuerpo flcido.Mis
ojos vacos se adornaronde tonos agresivos y hechicerosque
escondieron la amargura de mi mirada.
Soy mujer de la noche.Mis labios incandescentes y bermejosllaman
al cliente furtivo.Mis manos afiladas, de uas carmesacarician la
espalda de los transentesmi yo artificial sucumbe con repulsinal
fervor asqueroso de la bestia en celo.Cuerpo y alma lacerados,
violados,heridos y explotados.Este es mi destino.Destino de
puta.
Se saca el da la envoltura del espacioquedan encrucijadas,
perfiles dibujados en las paredest y yo y nuestro prstamo de
cenizast y yo que desentraamos la noche.Alguien hablaba de nacer o
morirmientras dejbamos un solo murmullo en la formacin de las
agujas.Le dbamos su totalidad al ngel que se quem los ojos con opio
y con semen.ramos los nicos que sabamos que el centro de la
tierraslo aparece al contacto de una boca.A nuestro alrededor
pasaban noches encargadas por las espinas.Se daban inagotables los
remolinos convidados a los miembros.Una venganza de latidos
aparentaban las olas.Ahora lo que guardo de ti es un soplo que
sobrevive en las costas.Siempre advienes con eso que le rapta la
noche a la sangrepero no es lo nico.La voz del cielo pasa por ti y
sin volverse mineralte deja caer para mis hilos mortales.
Puta
Entre latitudes
HARMONI BOTELLA CHAVES
RODRIGO VERDUGO PIZARRO
11
ANGLICA CORDERO
DIANA CAMACHO BRICEO
-
12
Despert y me prepar algo caliente. Creo que era leche,tambin era
caf, quizs era esperma. Lo tom de untrago, luego apoy la taza sobre
mis piernas. Mi necesi-dad de calor afecta a los objetos. A causa
de esto, sufrvarios accidentes. Cuando voy a depilarme, la chica
queme atiende no puede creer el estado en que se encuentranmis
piernas. Un da me pregunt a que se deba.Supongo que es la pava, le
dije. Me mir como si yoestuviera vulgarmente loca. Esto no es
realmente impor-tante si se toma en cuenta que la que va a
depilarse nosoy yo, ni la que toma un taxi, ni la que busca
trabajo, nisiquiera la que mis amigos quieren.
Era viernes. Me invitaron a una fiesta. Yo hubiera pre-ferido
asistir a un velorio, as que, despus de pensarlounos minutos,
acept. Haca fro y mi tumor sangraba.
-Soy hija de desaparecidos -comenc a decir.-Pero sos igual a tu
pap.-Ah, s?
Creo que la melancola que me supone no poder des-prenderme de la
infancia me lleva a la invencin. Minariz sangraba y mis vestimentas
me hacan sentir inc-moda. Alguien me oblig a cambiarme; murmur tres
ocuatro veces por ah y, yo, acept. No existe ropa con laque me
sienta verdaderamente cmoda. Desnuda mesiento peor.
Regres a casa junto a mi hermano.-Esto es el infierno.Intent
abrazarlo, pero cuando lo hice no sentimos nada.Nos acostamos.
Comenz a mearme. Me me durantehoras mientras deca que me amaba. Yo
comenc a decirte quiero como si fuera duea de treinta y cinco
almas.Nos mirbamos pero nada se incendiaba.Quise gritarle:-No
funciona! -pero haba en el ambiente un acuerdotcito.Creo que fue el
momento ms romntico de mi vida.
HematuriaYAMILA GRECO
LOURDES LACALLE MARIJUAN
Ya se cierran los prpados del mundo.Presumido, el sol, marcha a
otras laderas.Se abre la verja de un jardn profundopoblado de csped
y enredaderas.
La verja chirra, llena de orn.Avisa que el sueo, llega por
fin.
Todos los temores desaparecencuando las raras flores se
iluminanen formas geomtricas que parecenextraos laberintos, que
culminan
en la nada ms profunda del jardn.Y... ya no chirra...la
verja...de orn...
El sueoNGELES GARRIDO LUNA
-
Fue mi madre sobre todo la que se encarg de miboda: no de los
preparativos ni de los invitados. No.Del novio. Se encarg de
buscarlo y de encontrarlosin importarle lo que yo pudiera pensar o
sentir. Porsuerte, dio con Toni. Me acuerdo de cuando mimadre
apareci con l por la puerta de casa, mientrasyo, con unos
pantalones de dormir cortos, tenda laropa en el patio. Vino mi
hermana pequea corrien-do a avisarme. Me dijo: y qutate esos
pantalonesque va a pensar que eres demasiado fcil. Y yopens, aunque
no se lo dije, que qu ms daba lo quepensara de m y que cmo no le
iba a resultar fcil sitodo estaba acordado sin mi consentimiento.
Msfcil que eso, dime t qu hay, ni unos pantalonescortos ni nada. De
todas formas, me fui a cambiarporque saba que ese comentario nos
naca a todas dedentro por la educacin que nos ha dado mi madre,ms
que porque mi hermana lo pensara de verdad.Me cambi y me puse una
falda larga y ancha hasta el suelo. Se me olvid cambiarme la parte
de arriba del pijama,as que, cuando llegu, l me mir aguantndose la
risa. Es guapo, pens, y cuando sonre parece un nio pequeo.Desde que
en casa se hablaba de mi boda que yo andaba baja de moral. No me
poda creer que fuera a abandonar micasa y fuera a vivir con un
desconocido con el que seguramente tendra que dormir y tener hijos
y hasta fingir queme gustaba. Pero apareci Toni y sonre por dentro,
pensando que, al final, la cosa no iba a ser tan cruel. Mi padre,en
cambio, cuando vio a Toni, cuando le tuvo cara a cara, suspir como
diciendo: se acabar enamorando de ti, mela robars. Se organiz la
boda para una semana ms tarde. En aquella semana yo poda ver a Toni
slo en compaade nuestras familias. Adems tenamos que hacer varias
ceremonias antes. Una en la que mi madrina, que fue mi her-mana
mayor, tena que hacer un baile para todos en mi honor. Otra en la
que la madre de Toni me invitaba a su casay me entregaba el anillo
con el que ella se cas. Otra en la que tenan que comprobar que yo
era virgen. Cuando medijeron aquello, me fui a hablar con mi padre.
Le dije: tienes que ayudarme. Me dijo, llorando, que no poda.
Queadems era yo quien tena que ayudarle a l porque lo estaba
pasando muy mal, que estaba sufriendo mucho por culpade Toni. No
pude contar con l y, no s por qu, me sorprend de que as fuera. En
aquel momento, cuando mi padreme neg su ayuda, crec. Fue en un
segundo, o en menos, crec, me hice mayor, comprend. Un da en el que
no habaceremonia de nada, le pregunt a mi madre qu les pasaba a
aqullas que no haban llegado vrgenes al matrimonio.Me dijo: toda su
familia y la del novio, el que iba a ser el novio, porque la boda
se suspende, todos, le tiran piedras.Despus me dijo: pero t no te
preocupes, ni siquiera has tenido novios. Y tena razn. Por un
momento me tranqui-lic: no haba tenido novios. En esas reuniones en
las que Toni y yo nos veamos con la compaa de nuestras fami-lias,
imaginaba cmo sera mi vida con l. Se lo dije. Le mand un papel y le
dije: me pregunto qu tal esposa ser.Y l me mir y me sonri como un
nio pequeo y decid que le quera. Fue igual de rpido que cuando
crec. Horasantes de la boda, se hizo la ceremonia de la virginidad.
Mis hermanas, con una sbana blanca y grande, me rodeaban.Entraba
conmigo el padre del novio, de Toni, que tena que meterme los dedos
en la vagina para comprobar si erapura, como o decir una y otra
vez. Not cmo el padre de Toni meti sus dedos dentro de m y cmo los
mova comosi buscara algo que se le hubiera perdido. No puedo decir
que aquella sensacin fuera nueva para m, haca tiempoque haba
descubierto qu se siente al ser penetrada, pero aquella vez fue
diferente. El padre de Toni no buscabadarme placer. Se notaba. Toc
y despus yo slo sent gritos y ms gritos. No s qu pas. Yo tena los
ojos cerrados,estaba pensando en esa leve diferencia. Mi madre
vino, me mir a los ojos, despus me abofete. Toni llor en silen-cio,
mirndome muy serio. Despus me llevaron al patio de mi casa, me
pusieron contra la pared, desnuda. Me tira-ron piedras. Todos. Una
vez que mir, vi a mi madre loca, desesperada, tirndome las piedras
ms grandes, Toni tenauna en la mano que apenas le caba. Me tiraron
todos piedras. Todos. Menos mi padre. All, solo, ajeno.
Arrepentido,
quizs.13
ToniJENIFER DAZ RUZ
IRIS MORENO CUESTA
-
Als meus temps joves, quan encara no m'havien atacat les
arrugues i la ci-tica, un bon dia anava jo caminant pels camps
taciturn i embadalit; quanvaig topar en un ribs amb una jove
ufanosa i alegre, morena de pl i clarade cutis, amb ulls penetrants
i boca de mel. Em vaig torbar de sobte, se'mva accelerar el cor i
se'm va posar la carn de gallina. La vaig mirar i vaigcreure haver
pujat als cels, que els peus ja no em tocaven terra i que lesmeues
nfimes llums havien finit davant tanta bellesa. Em vaig acostar
aella i, sense xit vaig pretendre articular paraula; la mudesa em
va atacar iels meus ulls es van eixir de les rbites i, no
responent-me els sentits, vaigoptar per fugir espantat. Desprs de
set hores corrents sense mirar enrere, amb els peus en carn
viva,enfitat i confs, vaig parar. El meu escs enteniment i les
meues poques for-ces van fer la resta; em vaig encomanar a un
vellet que em va arreplegar ijunt amb una dona torta i barbuda em
van acostar al convent, all vaig estardormint en una cella,
quaranta dies i quaranta nits, sense menjar ni beure,sense moure un
mscul. Em vaig alimentar de pensaments, del record d'unatrobada
celestial.El dia quaranta-un, vaig despertar embolicat en una manta
infecta entresuors freds i somnis calents. Nu i desorientat em vaig
posar a caminar, emvaig dirigir al passadis i vaig mirar al meu
voltant: un immens mur rodeja-va el recinte, un silenci noms
trencat pels cants dels pardals i el vent suaufregant les copes
dels arbres. Llavors vaig descobrir que jo hi estava en elmeu lloc,
que all acabaria els meus dies, i que mai no tornaria a menjar
nibeure, doncs el meu aliment seria per sempre aquella cara dola i
graciosa,perqu, jo ja no era d'aquest mn.
TOMS MORENO MILLN
Als meus temps joves
ROGER PEREIRA14
-
Todo el mundo en el lugarsabe de la pena de Samira.Cada amanecer
baja a laplaya, para ver si hoy porfin regresa Omar, su jovenamado.
l march unamaana al alba, en unpequeo cayuco. Corranmalos tiempos
en el pobla-do. El tifus y la malariahaban devastado a ms dela
mitad del clan familiar, ySamira y l haban huidohacia la costa. All
habaconstruido una pequeacabaa de adoquines, yunas tablas de
madera. Enese lugar haba planeadoque deba aguardar ellahasta su
regreso, al menosas tendra un techo endonde cobijarse.
Prometivolver antes del nacimiento
del pequeo Mohamed, conalgo de dinero para poderhacer frente al
duro invier-no.Omar parti al amaneceruna maana de primavera.Atrs
qued ella, deshechaen llanto. Mientras se aleja-ba de la costa, hay
quiendice que se escuch llorarde pena al mismo sol, quebrillaba
inmisericorde lamaana de su partida.Omar no dejaba de sonrer,al
tiempo que su alma y sucorazn se hacan aicossobre las aguas. La
jovendestrozada por la pena alverle partir, acariciaba suvientre
como quien se afe-rra al ms preciado talis-mn.De repente lleg la
soledad
y el miedo a la desesperan-za; tan slo horas despusde dejar su
alma rota, juntoa su mujer, en aquella fat-dica playa. Cay la noche
ydespus la maana; y conello el fro y el miedo a per-der. Trat de
abrigarse condulce recuerdos, y con losltimos resquicios de su
fe.La luna le tendi su mantode estrellas, pero el destinono tard de
mostrar su ladoms cruel. Dicen que le vie-ron clamar piedad al
cielo,cuando con fuerza empeza llover. Se desat sobre labarcaza el
ms feroz de loscastigos, en forma de tor-menta atroz. La
muerteirrumpi frente a l, rom-piendo cada uno de sus sue-os y
anhelos. Entonces
supo que jams iba a vol-ver. Jams encontraron sucuerpo, tal vez
la noche selo llev con l.Un mal da alguien le dijo aSamira que Omar
jamslleg a su destino.- Omar prometi que vol-vera, tal vez hoy le
vuelvaa ver- Se limit a responderCuentan los ancianos dellugar que
Omar teje paraella bellos sueos, que lmismo le trae al llegar
elanochecer; y es su almaquien le abriga, cuando ellaya suea con
verle otra vez.
15
La pena de SamiraANA ESMERALDA PIA RECUENCO
ADOLFO MARTNEZ ROCA
-
Padre, te veo cada da un poco ms mayor, observo tu elegante y
silenciosa decadencia,los surcos coronan tu frente y rostro,ros de
vida que culminan tus 71 preciosos aosy me duele, de verdad me
duele.
Veo tu mano temblar, tu pulso vacilarme duelen tus retrocesos,
aunque tu hijotampoco puede hablar muchocuarenta y dos tacos,
caminito de los 50y no soy un hombre precisamente de provechocomo
tal vez t quisieraspero callas en silencio de padre que aceptaa su
hijo como es, sin ms.
Cuentas tus batallas una y otra vezcomo si cada relato fuera
nuevo;el campo, el pueblo, la mili, el trabajose convierten en
relucientes espejos de tu paisaje.
Padre, te veo cada da ms concentradocontigo mismo, en tu soledad
de hombre buenoen el espacio de la casa que es tu centro;
he conocido tu fortaleza, tu valenta,tu determinacin de salir
adelante.
Habitas pechos de amor y comprensindesde tu almena oteas la
dureza del mundo y sus habitantesque te condenan al anonimatoy a la
detestable indiferencia.
Pero quiero que sepasque tu hijo te quiere, te querrsiempre, tal
y como erescomo el hombre imperfecto y limitadoque eres, que yo
mismo soy.
Nunca olvidar los mares que has navegado,las historias que has
vivido;tu rostro, escenario de mil batallas,tu bondad de hombre que
re las graciasde su nieto desde tu dentadura clareada.
El mundo es ms hermoso y humanoporque t habitas su reino. 16
FRANCISCO J. GMEZ RODRGUEZ
GLORIA MARIOPABLO VALERO GMEZ
Padre
16
-
Una pulga,de fro aterida,salta y saltade mata en
retama,desolada,al dios de las pulgas clama:
Hoy he de morir,si prontono encuentro abrigo,colchn donde
dormir,o pelodonde haga el nido.
Atin, por all a pasar,un perro,del hambre todo aburrido,sin
casaa la que guardary, de los humanos, se quejaba ofendido:
Cuantas manos he lamido,y heme flaco, aqu,
Qu pecado he cometido?Das hace que com.
Ms ligera que el viento,al escuchar tal lamento,la pulga,a su
rabo se encarama,poder de tal fortuna,alborozada clama: !
Yo ser tu consuelo,pues al rascarte,de tu hambre, podrs
olvidarte!
El perro, resignado,aceptara el pacto:Que puesto a morir de
hambre,mejor hacerlo acompaado.
Moraleja:De los dbiles y desahuciados,consuelo ser,sufrir
acompaados.
La pulga y el perroJOAQUIN GAITANO
ROSANA DEMICHELIS LUCENA
17
-
Las nubes cubren el cielo, amenazando lluvia, y el frohiela los
huesos de aquellos que se aventuran a salir ala calle. Y, a pesar
de todo, el recinto est a rebosar,como siempre. Hombres que han
dejado a sus mujeresen casa, esposas acompaadas de sus maridos e
inclusofamilias con nios pequeos que van a ver el espect-culo por
primera vez, todos ellos se encogen en susasientos, intentando
conservar un poco de calor, y espe-ran con impaciencia a que los
primeros hombres apa-rezcan sobre la arena.El prisionero, atrapado
en su celda, oye los gritos yaplausos con los que el pblico recibe
a los guerreros.Es la primera vez que est all, pero sabe lo que va
apasar. Todos lo saben, aunque ninguno de sus compae-
ros ha vuelto nunca para contarlo. As que cuando seabre la
puerta que lo mantiene encerrado, sabe quetiene que salir y
enfrentarse a ellos. Y lo hace. Sale ycorre y esquiva las armas,
pero no puede evitar lospicotazos, los golpes y las heridas que
poco a poco levan quitando las fuerzas. Oye los aplausos cada
vezque su sangre tie la arena y los gritos que celebrancada
tropiezo, cada traspis. Y tiene ganas de llorar yde gritar, de
preguntar por qu debe morir para que losdems se diviertan, por qu
lo torturan y lo humillan deesa manera. Pero no hay respuesta, y
cuando por finacaba su sufrimiento, lo nico que queda sobre la
arenaes el cuerpo del toro sin vida.
Sobre la arenaPAULA OSORIO POMARES
RODRIGO JAVIER MEDRANO 18
-
19
RAQUEL ORJUZ
Te llevar flores negrascomo las flores que mienten en las
lpidasFlix Grande.
Te llevar flores negras,besos negros, negras velas,pintar de
gris el cielocuando recorra el caminode cipreseshacia tu nicho,y en
mis nublados ojos lluevan gotas negras.
Te enviar versos negrosescritos con la tinta de mi sangre
podrida;le cantar lamentos a tu lpida maltrecha.
Le llorar lgrimas negrasa las golondrinas suicidasque anidan el
pantende tu recuerdo estulto.
Te llevar flores negras,te querr muerta,como
yaces,muerta,esperando a que florezcan las rosas negrasque
plantaste en m,y al abrir sus ptalos bruidos al son de la guadaa,no
volver a recorrer el camino de cipresesque nos separa.
MIGUEL SALINAS
De los caminos al silencioMARCELA PREDIERI
La distancia cree que el da le abrir las puertashace dibujos
desde el fin hacia afuera
descubre que nunca llegar.
No es un secreto -la profeca ya viaj tres veces por la
historia-el mundo no tiene espacio para ella
alega que es posesiva y violentaque sucumbir
difcil y pblicaa la tentacin de lo razonable.
Pero es necesario someterse al riesgoms concretamente
jugar un rol claveminucioso.
La tarea no es fcil.Puede producirse la posibilidad de
elegir
-mezquina bisagra contra lo cierto-
MAQUEVICH RAMIRO
-
Como alambres retorcidos las piernecillas le colgaban
temblorosas sobre el vaco. Las curiosas pupilas se asomaban alborde
del prpado y se deleitaban en el horrendo amasijo de escombros,
muebles, azulejos y muertos enroscados ale-atoriamente en torno al
agujero que se lo haba zampado todo. El primer meneo lo haba
atribuido a los vecinos quesaltaban con cada gol del Bara,
tambaleando hasta las lmparas. Con el segundo temblor se le
disiparon las dudas deque se trataba de un sesmo. Ramn se haba
cerciorado de que las ruedecillas de su silla estaban firmemente
asenta-das en las baldosas, ms le inquietaba en cambio lo endeble
del suelo que se haba quedado sin cimientos. Su fachadase vea a la
distancia como el nmero 13 de la Rue Percebe. Haba comprobado cmo a
lo lejos unos cuantos se hab-an agrupado mirndole curiosos por su
inestable posicin, incluso haba detectado en ellos sonrisas,
apuestas, y lamofa, sobre cul sera su destino. El propio Ramn
eracada vez ms pesimista en torno a su devenir, el accesopareca
imposible para cualquier gra, dado el estado delsuelo y los
escombros, y se preguntaba cunto podramantenerse en esa posicin.
Atardeca y nada parecavariar, salvo su disposicin. Ramn haba
asimilado ple-namente la idea de su inminente y ms que
probablemuerte ante un buen nmero de espectadores. En
estosinstantes inclinaba su cuerpo hacia el suelo, estirando lamano
y los dedos, no para tratar de ubicarse en suelofirme, sino para
alcanzar un folio. Las ruedecillas de lasilla avanzaron dos
centmetros ms hacia su muerte,pero se mostr Ramn satisfecho de
haber logrado elansiado folio. Sac un bolgrafo del bolsillo y
apoyado enel muslo escribi con una inspiracin casi divina. Todoslos
sbados por la maana haba escrito Ramn una cartaal director a una
publicacin diferente cada vez, cambian-do en cada una su firma y su
direccin de correo. En ellasverta toda la mala uva que le corroa
por los muchos aosde contemplar los vicios de la sociedad humana,
la sin-vergonzonera de la clase poltica, de los funcionarios, delos
empresarios, de los vagos obreros, de los rateros, delos banqueros
y maestros y de todo hijo de vecino engeneral. Sus cartas haban
sido siempre de una precisin,una mordacidad y una crueldad tal, que
nunca un peridi-co haba rechazado publicarlas. Con ellas haba
configu-rado todo un lbum de recortes de diario que secretamen-te
guardaba. Esta vez en cambio haba escrito una cartadiferente, un
texto que tena definido en la mente desdehaca aos. Hasta ahora
siempre sus opiniones haban sido destructivas, hirientes,
demoledoras. Esta en cambio esta-ba llamada a cerrar un ciclo. Por
primera vez ofreca soluciones a los problemas, abra una puerta a la
esperanza, aloptimismo, a la confianza en la condicin humana, y
estaba escribiendo con tal inspiracin y acierto de vocabularioque
le sorprenda, siendo adems la situacin tan crtica como la suya. Una
vez finalizado el texto derram una lgri-ma, orgulloso. No habra en
la historia testamento ms digno y memorable. Firm con su nombre
entero por vez pri-mera y pleg la hoja dando origen a un perfecto
avin de papel que lanz aprovechando una brisa de levante. El
avion-cillo plane juguetn entre la destruccin y las ruinas hasta
posarse a los pies de un simptico nio rubio. El pequeotom el folio,
lo despleg y lo ley. Ah est mi eternidad, mi gran historia, pens
Ramn. De pronto el nio mostruna sonrisa amplia, estruj el papel
hasta formar una pelota que pate brevemente. Luego se cans de ella
y la dej enlos escombros, condenada al olvido, a la destruccin.
Ramn intent llamar su atencin, gritarle, se abalanz al
frenteintentando agarrar al lejano nio, trataba de obligarle a
coger de nuevo el papel, no poda dejarlo ah. Los curiosos levieron
caer al vaco. Uno de ellos sonri y le dijo al otro, "Yo gano, al
final se ha suicidado".
Temblor de piernasABEL BRI AGULL
20
DIEGO WALTER ABELENDA ALONSO
-
CARO MAITERENA VALLEJO
La soledadALEQS GARRIGZ
La soledad es una sombra gris, casi negra,que extiende su mancha
impalpablesobre la monotona de nuestras horas.
La soledad ocupa los cuartos, las habitaciones,y alguna vez
habla. A travs de las grietas de un muro viejodonde crees reconocer
caras, animales imposibles,rboles de un jardn imaginario, escuchars
su voz.Y tendido en rigidez, como sobre una plancha de
hospital,exclamars -Quin eres?, y ella contestar: -Soy tu soledad.
Hemos estado juntos desde tu nacimiento;pero a veces miras las
nubes, encuentras a un amigo,te embriagas, te olvidas de m.Pero
siempre voy pegada a tu cuerpo como una capa. Sinteme; reconoce en
mi voz tus ntimos pensamientos,tus versos, tu asfixia
rutinaria.
Entonces, nos levantamos precipitados de espantocomo un muerto
que resucita en el lecho;y en el espejo nos inspeccionamoslo mismo
que un mdico a un enfermo Terminal,volviendo a caer en la cuenta de
que somos uno, slo uno, solo uno,contra el mundo, contra todo lo
dems.
21CARO MAITERENA VALLEJO
-
La eternidad ignora las costumbres.Eliseo Diego
El rbol de tus huesos con sus cuernos afiladosreson en el hambre
como msica extraacreci en el ala de la sombraatravesado de pjaros y
capiteles con sus sierpesde nios hurfanos con el taln hendido en el
relojcon la sonrisa fija en el pasadocon la mirada torva y la
inocencia inclume.
Crecimos sobre l los que te amamoslos que sin perder el hbitode
atesorar lo que de sobra sabemos sin regresoarracimamos el cario
como aves rapacesapartando en captulos las tardes con sus
vueltaslos mundos entramados de azogue y aserrnlas pantallas de
vulnerabilidad
Atamos las aristas del pasadocon colores ampulosos y
prolficospor los cuatro pasajes del amor sin tiempo,para no
claudicarpara no salirnos del empalme de tu rbolcon la inercia
trepidante por las oscilacionesaguzando el odo cerca de la
escarchaen el ligero trino de lo que no vuelve,abrimos el libro de
las estacionesque se coagula en lo alto;t, yo, los tejados
amarillos vistos desde Dioscon las chimeneas de trompas de
elefantecon sus gatos floreados cascabeleandocon tejones de azcar y
sus canalonesesperando la lluvia de los tiempos.
Y el viento llevaba el perfumehasta la bandada de sueosen lluvia
de trinos llevabalos ptalos de tus manos tibias.Tus manos de
tierrabaada de otoo.
Las flores nacan en tus pechosparcela inundada con la melodade
la luna eterna...Y toda la nochemiraba tus flores aromando
sueossacudiendo a ratos las ramasy el vuelo de un pjaro.
Eran como estrellascolor de los labios incendiando
auroras.Eran...tan pequeascomo las caricias del viejo rococuando
nace el viento.
Eran como besos nacidos al albaen tu ser dormidoen tus ojos
tmidosen tus pechos pjaro.
Las flores nacan en tus manosEVERARDO ANTONIO TORRES GONZLEZ
22
MARA TERESA VALENZUELA ESCALONA
MARA EUGENIA CASEIRO
De la perpetuidad de enarbolarte