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El Metatexto Historiografico y la Historiografia
IndianaAuthor(s): Walter D. MignoloSource: MLN, Vol. 96, No. 2,
Hispanic Issue (Mar., 1981), pp. 358-402Published by: The Johns
Hopkins University PressStable URL:
http://www.jstor.org/stable/2906354 .Accessed: 04/01/2014 23:27
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El Metatexto Historiografico y la Historiografia Indiana
Walter D. Mignolo
I. Introduccion
Nuestra literatura es hecha en casa. Sus generos nacientes son
la Cr6nica y el Teatro Misionario o de Evangelizaci6n.1
De la cita de Reyes, nos interesa solo la Cronica; su
determinacion generica y su inclusion en la literatura. La
estructura conceptual de la afirmacion de Reyes presupone que la
cronica es un genero y, ademas, que es un genero literario.
eRealmente es asi?
Si nos preguntamos "que es literatura" o "que es un genero" nos
enfrentamos con un problema complejo pero que, no obstante, puede
resolverse derechamente diciendo que la literatura es lo que todos
sabemos, por tradicion, que es literatura y que los generos son
clases de textos, tales como la cronica o el teatro misionario.
Esto es, que se trata, simplemente, del ge'nero y de la especies.
Pero, en la frase de Reyes, el concepto de especie ha desaparecido;
el de
1 Letras de la Nueva Espafia, Mexico: FCE, 1948: 46. Los juicios
que relegan a la literatura todo texto con aspiraciones a la
historia, que no liena los requisitos de una moderna concepci6n de
la historiografia, son bastante comunes. Por ejemplo, Men- denez y
Pelayo asevera que los Comentarios Reales no son historia sino
novela ut6pica (Historia de la Poesza Hispanoamericana); R6mulo
Carbia, argumenta para expulsar La Argentina, de del Barco
Centenera, de la historia de la historiografia argentina (Historia
de la Historiografia Argentina, 1940; pp. 7). En fin, Anderson
Imbert retoma la clasificaci6n de Reyes para sentar las bases
tipol6gicas de la primera parte de su Historia de la Literatura
Hispanoamericana: "Pero, apartando lo que se hizo en lengua
indigena, aqui solo nos concierne la literatura de lengua
espafnola, dos generos, aunque de apariencia medieval, son los que,
al contacto con la nueva realidad americana, adquieren fuerza
creadora: la cr6nica y el teatr6 medieval" (Mexico: FCE,
1967:19).
MLN Vol. 96 Pp. 358-402 0026-7910/81/0962-0358 $01.00 ? 1981 by
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genero ha ocupado su lugar y un vacio terminologico ha quedado
en el lugar de genus. Auin aceptando estas respuestas nos quedarian
todavia otras preguntas: eno seria acaso la cronica un genero de la
historiografia mas que de la literatura? 0, si respetamos la
etimologia de los vocablos, epuede una especie pertenecer a dos
generos, el literario y el historiograifico? Auin mas: ecomo es que
la cronica ha pasado a ser un genero literario, puesto que si
conside- ramos su origen, la cronica no solo no era parte de la
poesia (en el sentido general que hoy damos al concepto de
literatura), sino que tambien se la tenia por cosa separada de la
historiografia.
Una manera de responder a las preguntas que sugiere la cita de
Reyes (y que representa, adema's, criterios difundidos y aceptados
en las historias de la literatura hispanoamericana) es la de
orientar la invetigacion hacia los dos aspectos fundamentales que
presupone la cita y que generan las preguntas:
(1) poner de relieve los presupuestos epistemol6gicos que, en
nuestro siglo, hacen legitima la clasificaci6n de "cr6nicas
literarias" a una masa de textos que, durante una cierta
cronologia, tuvieron como t6pico central la descripcion y la
narraci6n de la naturaleza de las Indias, de las culturas
precolombinas y de la conquista hispainica;
(2) poner de relieve los presupuestos epistemol6gicos que, en
los siglos XVI y XVII, orientaban la escritura de los textos que
describian y narraban la naturaleza de las indias, las culturas
precolombinas y la conquista hispinica.2
2 Nos limitamos aqui s6lo a una clase de textos: los
historiograficos. Estos no son los uinicos que pueden definirse con
cierta precisi6n segun los criterios de la epoca. Tambien pueden
distinguirse las cartas y las relaciones (cfr. "Cartas, cr6nicas y
re- laciones de la conquista y del descubrimiento" en Historia de
la Literatura His- panoamericana" (Epoca colonial), L. Ifiigo
Madrigal (compilador), Madrid: Catedra, 1980. Hay tambien una
categoria de textos "mixtos" que se construyen en el margen entre
la literatura y la historia (e.g. La Araucana, El Carnero, El
Lazarillo de Ciegos Caminantes) o la literatura, la historia y la
oratoria (El Cautiverio Feliz). Un caso especial de texto mixto por
la complejidad de tipos discursivos (cfr. 111.3. en este articulo)
que se integran en su composici6n, es La Nueva Cor6nica y Buen
Gobierno de Guaman Poma de Ayala. Algunos aspectos del libro han
sido recientemente puestos de relieve (cfr. Rolena Adorno,
"Paradigm Lost: A Peruvian Indian Surveys Spanish Colonial Society"
in Studies in the Anthropology of Visual Communication (5:2, 1979;
78-96); "Of Caciques, Coyas and Kings: The intricacies of Points of
Views" in Dis- positio, IV, 10; 1979: 27-48; Mercedes-L6pez Baralt
"Guaman Poma de Ayala y el Arte de la Memoria en una cr6nica
ilustrada del siglo XVII" Cuadernos Americanos, Mexico, XXXVIII,
1979: 119-151; Juan Ossio, "GPA y la historiografia indianista de
los siglos XVI y XVII", en Historia y Cultura, Lima, 10, 1978; J.
Ortega, "Guamain Poma de Ayala y la producci6n del texto",
Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, 360, 1980; 1-12. La tendencia
a la "mezcla de generos" (e.g. tipos discursivos), es al parecer,
corriente en el "renacimiento" europeo (cfr. R. L. Colie, The
Ressources of Kinds, Berkeley: UP, 1973) y cuya validez para los
textos escritos sobre Indias habria que investigar.
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En la medida que los puntos (1) y (2) apuntan a aclarar los
concep- tos de "literatura", "cronica", "historia" en uno y otro
momento historico, en ellos se delimita un problema de tipologia
textual; con la diferencia que mientras en el punto (1) se atiende
al contexto de recepcion; en el punto (2) se atiende al contexto de
produccion. Nuestro objetivo fundamental esta orientado hacia el
punto (2). No obstante, en la medida en que elaboremos este punto
podremos, al mismo tiempo, decir algo sobre el punto (1) y de esta
manera ir sugiriendo respuestas a las preguntas que suscita la
afirmacion de A. Reyes.
II. Principios de tipologia textual
Aceptamos hoy como uno de los supuestos basicos en el analisis
de la produccion y recepcion de textos que estos, en la
comunicacion social, siempre aparecen como manifestacion de ciertas
clases.3 Lo cual significa suponer que tanto el productor (o el
autor) escribe su texto respondiendo a un horizonte de expectativas
de su audien- cia; como que la audiencia interpreta el texto en
cuestion sobre el horizonte de expectatives que el texto orienta
por la clase a la cual pertenece. La clasificacion de textos
depende, por lo tanto, de la cultura y, al ser asi, hace ociosa la
tarea del estudioso que intente definir clases de textos o generos,
puesto que las clases estain ya definidas en la cultura. La tarea a
realizar, en los estudios tipologicos, es la de describir cuales
son las operaciones concep- tuales mediante las que los
participantes en situaciones comunica- tives (autor y audiencia)
clasifican los textos. Si aceptamos este principio, el estudio de
la tipologia textual involucra:
(a) los fundamentos biol6gicos-cognitivos de la actividad
clasificatoria en general y de los objetos verbales en
particular;
(b) los criterios hist6ricos puestos en prictica, por una
comunidad, para clasificar los textos que regulan su actividad
comunicativa.
3 La perspectiva general desde la que abordo el problema de la
tipologia se en- cuadra en una teoria general del texto, en la
linea que esboza, por ejemplo, S. Schdmit en "Some problems of
Communicative Text Theories", in W. U. Dressler (ed) Current Trends
in Textlinguistics, N.Y.: De Gruyter, 1977); y en W. Mignolo,
Elementos para una teoria del texto literario; Barcelona:Critica,
1978; en especial, cap. IV. Se trata basicamente de lo siguiente:
a) todo acto comunicativo textual pre- supone que el texto
pertenece a cierta clase; b) el analisis de las clases de textos
puede, a su vez, realizarse de manera abstracta, en el modo de una
"gramatica tipol6gica"; o puede estudiarse en las formas en que los
textos han sido clasificados en la historia. Este segundo aspecto
exige ciertos conceptos previos sobre los cuales se realizara el
analisis. Y este segundo aspecto es, precisamente, el que
desarrollamos en este articulo.
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Si bien nos limitaremos aqui al punto (b), ambos, (a) y (b),
orientan los aspectos sustantivos de la tipologia textual. Si nos
preguntamos, en cambio, como podemos lievar adelante el estudio de
los aspectos sustantivos, nos orientamos hacia la problematica
metodol6gica. Al- gunas observaciones sobre el aspecto metodologico
son necesarias antes de pasar a los aspectos sustantivos.
La distincion entre tipologia discursiva y tipologia textual,4
es -metodologicamente-basica. La primera se ocupa del problema
tipologico en situaciones comunicativas (dialogales, cara a cara)
naturales. La segunda, del problema tipologico en situaciones
comunicativas institucionales. Aunque esta distincion requeriria
mayores explicaciones, ella es, tal como se la formula, suficien-
temente clara para nuestros propositos. Uno de los rasgos que
caracteriza la tipologia textual institucional es que en este
nivel, no solo contamos con los textos (e.g. novelas, historias,
biografias epopeyas, autobiografias, etc.), sino que nos
encontramos tambien con el metatexto mediante el cual los propios
practicantes (e.g. roles institucionales) definen su actividad y
los rasgos o propiedades que los textos deben tener para pertenecer
a una determinada clase. Las Poeticas, para el caso de la
literatura, y los tratados historio- graficos (como lo veremos)
para el caso de la historiografia, ilustran lo que llamamos
metatexto. Pero, claro esta, estos dos grupos no son los uinicos
que pueden reducirse a este principio. Michel Foucault se ha
preguntado, aunque ajeno a preocupaciones de tipologia textual,
sobre que principios basan su unidad esas grandes familias de
enunciados que reconocemos como la economia, la gramaitica, la
medicina, etc. Foucault empleo primero la expresion "formaciones
discursivas" para capturar las grandes masas de dis- cursos sobre
cuya unidad se preguntaba.5 Luego, partiendo del principio de que
las formaciones discursivas son el resultado de ciertas formas de
control de la produccion textual, sugirio que la disciplina es el
"lugar" desde donde esa fuerza se ejerce. La disci- plina es,
sugiere Foucault, la que fija los limites y asegura la iden- tidad
de una familia de enunciados mediante la formulacion y la
permanente actualizacion de las reglas.6 Estos principios permiten
inferir que si la disciplina es el "lugar" desde donde se
manifiesta la
4 Cfr. W. Mignolo, op. cit. para la distinci6n entre texto y
discurso (p. 256 y ss) de donde se deriva la distinci6n entre
tipologia textual y tipologia discursiva.
5 Larcheologie du savoir; Paris: Gallimard; p. 44ss. 6L'ordre du
discours, Paris: Gallimard; p. 10.
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fuerza de control, el metatexto es el "medio" por el cual las
reglas y su reactualizacion se transmiten.
Estas premisas orientan, por lo tanto, las preguntas que le
hagamos a las familias de textos que la cultura agrupa en clases; y
orientan tambien que es lo que queremos saber de ellas. Y lo que
queremos saber, en este caso, es de que manera se elaboran, en el
metatexto, las categorias tipologicas mediante las cuales se
conside- ra legitimo producir e interpretar textos seguin el marco
de ex- pectativas de la clase a la cual pertenecen. Ma's
especificamente, si aceptamos hablar de "formaciones discursivas"
para designar, en general, familias de enunciados que se agrupan
bajo un nombre (la historiografia, la literatura, la economia,
etc.), podemos tambien aceptar-y distinguir-en la formacion
discursiva, dos niveles de los textos que pertenecen a ella: el
nivel del dominio de objetos (del contenido, de lo que se habla,
etc. en la economia, la historiografia, etc.; poco importa, para el
caso de la literatura, que en gran parte el dominio de objetos sea
considerado ficticio) y el nivel de los textos en los cuales se
"construye" el dominio de los objetos. Finalmente, si aceptamos
esta distincion lo hacemos sobre la base del metatexto puesto que
es en el donde encontraremos los principios que defi- nen y
delimitan tanto el dominio de objetos como los requisitos que deben
llenar los textos que, junto con el dominio de objetos y el
metatexto, configuran la formacion discurvisa.
Nuestro objeto de estudio no es por tanto el "genero", sino la
formacion discursiva historiografica y la manera en que ella se
define (auto-define) en el metatexto. 0, a la inversa, nuestro ob-
jetivo es el metatexto en la medida en que, a traves de el, los
par- ticipantes en situaciones comunicativas definen y actuian bajo
los principios reguladores de la formacion discursiva. Pero ede que
manera el metatexto define a la formacion discursiva? Esta pre-
gunta quedara mejor respondida en el apartado III. No obstante, es
preciso adelantar un "bosquejo" conceptual que organice lo que
diremos alli. Este bosquejo conceptual, por otra parte, no es
meramente ad hoc, para el caso de la historiografia, sino que pre-
tende tener el alcance de una hipotesis que orienta el estudio de
la tipologia textual. El metatexto, en esta hipotesis, configura y
ar- ticula la formacion discursiva en tres niveles:
(a) el de sus principios generales en los cuales se establecen
tanto el dominio de objetos como las reglas y definiciones que
regulan la "forma" de los textos que deben dar cuenta (narrar,
describir, explicar, etc.) del dominio de objetos en cuesti6n;
(b) el de los tipos discursivos (nivel cercano al sentido
general de la palabra "genero"),
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(c) el de los rasgos o estructuras discursivas (i.e.
descripci6n, narraci6n, metifora, metonimia, etc.) apropiados para
el tipo discursivo de la formaci6n (i.e. la metafora es una figura
de "estilo" en for- maciones discursivas como la historiogrifica o
la literaria, en tanto que es una estructura cognitiva por
analogia, en la formaci6n dis- cursiva filos6fica.)
Resumiendo lo dicho hasta aqui y orientando las paginas que si-
guen, suponemos que: 1) Los aspectos sustantivos de los estudios
tipologicos se esbozan en los criterios mediante los cuales una
dis- ciplina articula un metatexto cuya funcion es la de controlar
la produccion de discursos y el dominio de objetos. La formacion
discursiva que intuitivamente concebimos al considerar el dominio
de objetos, los textos y el metatexto, queda configurada como una
clase de textos (e.g. los textos historiograficos); 2) los aspectos
metodologicos de los estudios tipologicos quedan configurados por
los criterios que el analista establece para describir los aspectos
sustantivos (e.g. formacion discursiva, metatexto, estructuras dis-
cursivas, principios generales de la formacion); y por el objetivo
que se fija: describir c6mo se clasifican los textos y no
re-clasificarlos. Sobre esta base, en el apartado III se describen
los criterios clasificatorios empleados durante la epoca en que se
escribe la historiografia indiana. En el apartado IV se describe y
analiza el concepto historiografico que tenian los historiadores
indianos. En ambos casos "el corpus" esta' constituido por los
enunciados metatextuales. Esto es, no intentamos analizar relatos
historio- graficos especificos, sino solo aquel cuerpo de
enunciados (tanto en tratados o injertos en los relatos
historiograficos), en los cuales se delimita la formacion
discursiva (e.g. el concepto historiografico). Al final del
recorrido podremos mostrar que, de acuerdo a la epistemologia del
momento en que se escriben los textos de la historiografia indiana,
muchos de ellos se inscriben explicitamente en la formacion
discursiva historiograffica. Desde este punto de vista es impropio
tomarlos como "cronicas" y como genero literario. En cambio, tal
clasificacion no es impropia si se considera que cuando se la hace
(e.g. A. Reyes) el concepto de historiografia ha cambiado y la
formacion discursiva ha sufrido una clara reactuali- zacion de sus
reglas.
III. La formacion discursiva historiografica
111.1. En los siglos XVI y XVII, periodo de mayor auge de la
historiografia indiana, una notable cantidad de tratados
historio-
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graficos se publican en Europa.7 El hecho es indicativo de un
cambio de no poca importancia: si bien hasta el siglo XVI la
historiografia se analizaba en relacion a las otras artes (e.g.
retorica y poetica), no se la consideraba a ella misma un arte. No
solo que asi lo expresa Luis Vives, en 1531, considerando como
"artes" solo aquellas que se disciplinan en reglas y preceptos;8
sino que no es hasta el siglo XVI que el vocablo "Ars" aparece en
los tratados de historiografia.9 A la vez que los siglos XVI y XVII
cambian el plano en que se tenia la actividad de escribir historias
(reactualizando as i las reglas de la formacion discursiva), los
siglos siguientes serain los testigos de un nuevo cambio que nos
acerca a la concepcion actual de historiografia. La historiografia
como "ars" se vera desplazada por una consideracion mas
"filosofica". Si bien los siglos XVI y XVII ponen mayor enfasis en
"como escribir una narracion historio- grfica", los siglos
siguientes acentuarain mas el problema de "como concebir el
desarrollo historico de la humanidad". (e.g. las tres edades de
Vico; la dialectica del espiritu de Hegel, la lucha de clases de
Marx). En lo que respecta a la "narracion historiografica", la
culminacion de la era humanista y el desplazamiento del lugar
central de la retorica, dan paso a la era de la ciencia y al
lugar
7 El panorama de los tratados historiograficos en el mundo
hispanico los resume Menendez y Pelayo, Historia des las Ideas
Esteticas en Espania, Consejo Superior, Mad- rir, 1974 y Montero
Diaz, "La doctrina de los tratadistas espafioles del siglo de Oro",
Hispania, 1941, IV, p. 3-39; Un resumen que parte de la antigua
grecia y alcanza hasta el siglo XVII, en E. Maffei, Trattati dell
Arte Storica dal Rinascimento Fino al Secolo XVII, 'Napole, 1897.
De los espafioles, Maffei solo incluye a Cabrera de C6r- doba. De
la colecci6n Artis Historicae Penus, (Basel, 1579) se ocupan G. H.
Nadel, "Philosophy of History before Historicism, in G. H. Nadel,
(ed), Studies in the Philosophy of History, New York: Harper,
1955:49-73 y B. Reynolds, "Shifting Cur- rents in Historical
Criticism" in Renaissance Essays, P. 0. Kirsteller and Ph. Wiener
(ed), New York: Harper, 1968: 113-136. Se encuentra tambien un
resumen en P. C. Daunour, Cours d'Etudes Historiques, Paris, 1842,
Vol. VII, p. 34-69.
8De disciplinis, 1531, Parte II, Libro I, cap iii. 9 Notemos que
nuestras observaciones se limitan a una orientaci6n de la
historiografia dominante en los siglos XVI y XVII, pero que no
es ella la unica. Es necesario recordar que el siglo XVI ve tambien
la aparici6n de la obra de Jean Bodin (Methodus ad Facilem
Historiarum Cognitionem, 1566) y, previo a el, los escritos de
Francois Baudouin, (Institutione historia universa et ejus
cumjurisprudentia con juctione prolegomenon, 1561), en los cuales
la concepci6n historiografica va ligada no a la ret6rica sino a la
jurisprudencia. H. H. Franklin (Jean Bodin and the
Sixteenth-Century Revolution in the Methodology of History, N.Y.:
Columbia University Press, p. 85). Si bien la obra de Bodin
establece un nuevo tipo de reflexi6n historiografica, su in-
fluencia sera recien notada en el siglo XVIII. Un ejemplo hispanico
acorde con esta observaci6n es el discurso de Gaspar
MelchorJovellanos "Sobre la necesidad de unir al estudio de la
legislaci6n el de nuestra historia", pronunciado ante la Real
Academia de la Historia el 4 de Febrero de 1780; recogido en Obras
en Prosa, Madrid, Clasicos Castalia, 1969, p. 71-102.
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central que pasa a ocupar la l6gica. El discurso historiogrnfico
da lugar al planteo de problemas que tocan a la adecuacion de los
niveles explanativos en una empresa que se concibe y se centraliza
en su nivel cognitivo, y que se resuelve o bien en el paradigma
cientifico o bien en el paradigma hermeneutico.10 La abundancia de
las discusiones, a finales del siglo XIX, que tratan de conciliar
la historiografia con el "arte" o con la "ciencia", son claros
testimonios del dilema que presenta una formacion discursiva en
plena trans- formacion.1" La caracterizacion del discurso
historiografico que es- bozamos en las paginas que siguen se
esfuerza por capturar los aspectos generales de la formacion
discursiva anterior a la "edad moderna", cuando historiografia y
retorica estaban todavia es- trechamente unidas.12 A esta
caracterizacion responden, como
'0 Momento en que la formaci6n discursiva historiografica se
convierte en punto de referencia privilegiado de la polemica entre
"ciencias naturales y ciencias del espiritu"; polemica que marca, a
su vez, el desplazamiento del foco de atenci6n disciplinario: ya no
sera la preocupaci6n por la correcta articulaci6n narrativa la que
preocupara a quienes reflexionan sobre la historiografia, sino el
correcto proceder y el modo cognoscitivo de la disciplina. Un
panorama en torno a las especulaciones historiograficas en el siglo
XIX, se encuentran en R. Aron, Philosophie critique de ihistoire,
Paris: Seuil, 1968; H. White: Metahistory: The Historical
Imagination in Nineteenth Century Europe, Johns Hopkins University
Press, 1973. El desarrollo pos- terior de esta tradici6n
decimon6nica, para resumirlo en dos trabajos fundamen- tales, en el
articulo clasico de K. Hempel, "The Function of General Laws in
His- tory" (publicado por primera vez en 1942), recogido en Aspects
of Scientific Explana- tions, N.Y. Mac Millan, 1965: 231-244 y,
opuesto a Hempel defendiendo el punto de vista hermeneutico, W.
Dray, Laws and Explanations in History, Oxford, 1957. Por otra
parte, con el reciente libro de H. White (Tropics of Discourse,
Baltimore: J. H. University Press, 1978) se preanuncia una
reorientaci6n hacia el estudio de los aspectos textuales del
discurso historiografico.
" Menendez y Pelayo "De la historia considerada como obra
artistica", Discurso de Ingreso a la Real Academia de la Historia,
1883, reproducido en Estudios de Critica Literaria, Madrid, 1893,
Vol. I, p. 81-135; B. Croce "La storia ridotta sotto el concetto
generale dell'arte", en Primi Saggi, Bari, 1919, Vittorio Cian,
L'estetica della storia considerata specialmente nelle sue
manifestazione letterarie, Messina, 1896.
12 Nagel, op. cit., apunta a una cuesti6n capital al hablar de
"la filosofia de la historia antes del historicismo". Nuestra
concepci6n de "metatexto" corresponde, precisamente, a ese momento
de la historiografia. Requeriria un mas extenso de- sarrollo el
analisis del paso de la historiografia anterior a su transformaci6n
en una disciplina cuyos soportes ya no son la ret6rica ni la
jurisprudencia sino la ciencia, en su sentido moderno, por un lado,
y la hermeneutica, por el otro. Las relaciones entre la
historiografia y la ciencia desplazan la vigencia preceptiva de la
historiografia anterior hacia la vigencia analitica; por su parte,
si bien la her- meneutica tambien se forja mas sobre la
analiciticidad que sobre la preceptiva, se distingue ademas de la
historiografia apoyada en la ret6rica en el hecho de que mientras
la primera pone enfasis en la "producci6n del discurso" (de ahi la
impor- tancia que tiene el historiador), la hermeneutica lo pone
sobre la "recepci6n". En resumen, se trataria de establecer las
correspondencias entre lo que en la teoria textual denominamos
"metatexto" y lo que, en la filosofia de la historia se ha de-
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tratarenios de mostrar en IV, una gran parte de los textos de la
historiografia indiana que se manifiestan explicitamente como
historias y no como cronicas.
111.2. Principios generales de la formacion discursiva
historiografica
111.2.1. La conciencia de una actividad disciplinaria se
manifiesta en el vocablo que la designa. (QNo volvemos, acaso, a
cada momento sobre el sentido original de la palabra poetica?. eNo
estamos pre- senciando, acaso, el mismo fenomeno con la palabra
semiotica en los momentos en que en torno a ella se trata de
organizar una actividad disciplinaria?). La historiografia no
escapa a este principio. Historia, se recuerda y se repite en los
tratados de los siglos XVI y XVII, "trae su origen en la voz griega
Isorein que suena como ver, como si el que narra hubiera visto y
sido testigo ocular de lo que narra" (L. Vives, De rationi dicendi,
1532).'3 El vocablo istoreo, derivado de iso- rein, significa al
menos dos cosas: 1) ver o recibir informacion de testigos oculares
y 2) el informe verbal correspondiente a la infor- macion
recibida.14 Historia, en su version latina, no lleva implicito en
sus origenes el elemento temporal y es por eso que, en la an-
tiguedad clasica, se escriben historias de los animales, de las
plantas y de la naturaleza.
La edad clasica latina transmite al "renacimiento" las am-
biguedades del vocablo. Cuando Ciceron (guia obligada para
tratadistas e historiadores), define la historia como "narracion
ver- dadera de los hechos pasados" (De Oratore, II, 36;32) deja
latente el problema de decidir si con el vocablo historia se esta
refiriendo al dominio de objetos (hechos pasados) o al informe que
los recupera y organiza (texto, narracion historiografica). La
definicion de Ciceron deja tambien latente-como lo iremos viendo-si
el dominio de objetos debe definirse solo en los hechos pasados o
debe incluir los hechos presentes; y, tambien, si el texto
historiografico debe
nominado "metahistoria" (cfr. A. Bullock, "The Historia Purpose:
History and Metahistory", in H. Meyerhoff (ed), The Philosophy of
History of our Time, 1959, J. W. Yolton, "History and Metahistory",
Philosophy and Phenomenological Research, 1955; H. White:
Metahistory, op. cit.).
13 Cito por la traducci6n de Lorenzo Riber, Madrid: Aguilar,
1948, Libro III, cap. III. Cfr. De Disciplinis, Parte I, Libro II,
cap v.
14 Cfr. Keuck: Historia: Geschichte des Wortes und seiner
Bedeutung in der Antike und in den romanischen Sprachen, Munster,
1934.; R. Flint, History of the Philosophy of History, Edinburgh,
1893.
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M L N 367
limitarse uinicamente a la narracion o si hay otros medios de
"fijar" los hechos pasados y/o presentes. Este utltimo aspecto lo
trataremos mas en detalle en el apartado III. Con respecto al pre-
cedente (si la historia o, mejor, el dominio de objetos de la
forma- cion discursiva historiografica se define por los hechos
pasados o incluye tambien los presentes), podemos recordar que esta
am- biguedad se manifiesta en los mismos historiadores. Y es asi
que podemos explicar el hecho de que Tacito titule Historias los
relatos que coinciden con el tiempo de su propia biografia y Anales
a la narracion de los hechos que el no ha podido conocer como
testigo ocular (desde la toma del poder por Tiberio hasta la muerte
de Neron).
En lo que respecta a la primera ambiguedad sefialada (si el
voca- blo historia designa el dominio de objetos o el texto que los
recupe- ra y organiza), podemos recordar que los tratadistas del
re- nacimiento dividen sus opiniones. Algunos opinan que por
historia se define el dominio de objetos (res gestae); otros que se
define la narracion (rerum gestarum). 0, mejor aun, que historia es
uno o lo otro. Lorenzo Duccio, por ejemplo, define la historia como
narra- cion verdadera de acciones verdaderas.'5 En su definicion se
pone de relieve la narracion (rerum gestarum) y no las acciones
(res gestae). S. Maccio, poco ma's adelante, retoma el problema
pero le da una solucion distinta y opuesta a la de Duccio. Para
Maccio la historia es res gestae puesto que los hechos, sefiala
Maccio, han occurido inde- pendiente de que se los narre o no.16 A.
Mascardi comparte, por el contrario, la opinion de Duccio y afirma
"non veggo per qual rag- gione res gesta debba dirsi historia,
s'ella e un verificato racconto delle cosse accadute, e non le
stesse cose accadute"'17
Hasta finales del siglo XVI y principios del XVII la ambiguedad
del vocablo se mantiene entre el dominio de objetos y la narracion
que debe dar cuenta de ellos. A principios del siglo XVII la forma-
cion discursiva se ve "agraciada" con un nuevo vocablo (historica)
y con un nuevo nivel en consideracion. Vossius le otorga al vocablo
historia una dimension cognitiva de la que adolecian las opiniones
que la reducian o bien a res gestae o bien a rerum gestarum.
Vossius considera que la historia es arte y no ciencia (IV); no se
define ni por los hechos pasados ni por su caracter narrativo, sino
por su ser "conocimiento de los hechos pasados" (cognitio
singularium). Vossius
15 Ars Historica, Ferrariae, 1604, I. 16 De Historia Libri Tres,
Venetiis, 1613; III, 12. 17 Dell'Arte Historica, Roma, 1636, I.
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368 WALTER D. MIGNOLO
no solamente incorpora esta nueva dimension en la definicion de
la historia, sino que introduce, adema's, el vocablo historica para
desig- nar el nivel de la preceptiva (metatexto), que equipara a la
poetica y a la retorica. La historica tiene la tarea de preceptuar
el discurso del historiador, de la misma manera que la poetica y la
retorica lo hacen con el discurso del poeta y del orador. (cap.
XXIX-XXX)'8 La formacion discursiva se constituye, de esta manera,
no solo por el dominio de objetos, por la narracion o por la
cognicion de los hechos, sino tambien por el conjunto de enunciados
que "definen" el uno y el otro.
111.2.2. Si hay un principio general necesario en la definicion
de la formacion discursiva historiografica, este es-a no dudarlo-el
criterio de verdad. No obstante, seria equivoco encontrar en el la
differentia specifica del discurso historiograffico, puesto que
tambien la filosofia y la logica apelan a la verdad. Por lo tanto,
no es el principio mismo el que se constituye en uno de los rasgos
distin- tivos, sino la manera en que se concibe la verdad y la
manera en que se relaciona con otros principios que delimitan la
formacion dis- cursiva historiografica. En consecuencia, nos
interesara' especificar que se quiere decir cuando se sostiene que
la historia es narracion verdadera de hechos verdaderos. Esto es,
si en el pairrafo anterior nos ocupamos del sentido que, para la
historiografia, tiene narracion (rerum gestarum) y hechos pasados o
presentes (res gestae), en este nos ocuparemos del modificador
"verdadera/o".
Los criterios de verdad en la tradicion logico-filosofica estain
re- lacionados con el estudio del lenguaje (verbos, sustantivos y
propo- siciones) y a sus relaciones con la experiencia mental o con
el pensamiento. La propiedad de verdadero o falso se atribuye al
pensamiento que se representa en la proposicion, y no a un verbo o
a un sustantivo aislado (De Interpretatione, I; Sofista; 263b.).
Por otra parte, los valores verdadero/falso se contemplan tambien
en la teoria de las modalidades y se aplican y analizan tanto en el
silogismo como en la proposicion. En la teoria modal los valores de
verdad se relacionan con las modalidades aleticas (lo posible, lo
actual y lo necesariamente verdadero; (De Interpretatione, 12 y 13;
Primeros Analiticos I, 8-22). Pero lo que sin duda es de mayor
interes
18 ("Certe nihil magis extra controversiam poni debet, quam
historicam differre ab historia, qua ratione distinguitur poetica a
poesi ... Nam utra que disponit praecepta; illa ad conficiendam
historiam; haec ad poesin. Atque id ipsum historicae indicat, quod
ab historia est" (cap. I; ver tambien, sobre el tema, cap. VII y
VIII)Ars Historica, 1653, (Lugduni Batavorum:
Ex-officina-MAIRE).
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M L N 369
para la concepcion de verdad historiograffica son las
modalidades de dicto y de re. La distincion no es, al parecer, ni
en su trayectoria ni en la actualidad, del todo clara.19 No
obstante, es suficientemente clara la intuicion que motiva la
distincion: el valor de verdad puede atribuirse tanto a la
proposicion (verdad de dicto) como al objeto, persona a accion a la
cual la proposicion remite (verdad de re); en la historiografia-de
manera anailoga-el valor de verdad puede a- tribuirse tanto a la
narracion (de dicto) como a los hechos pasados o presentes (de re).
Tendremos ma's para decir sobre este aspecto en unos momentos. Nos
interesa sefialar, antes, que en la historiografia los valores de
verdad se apoyan ma's sobre criterios pragmaIticos que
logico-semainticos; y, por lo tanto-al menos en el periodo
cronologico que estamos considerando-no se establecen relaciones
directas entre los criterios logicos e historiograficos de verdad.
Es por esta razon que la historiografia apoyara fuer- temente los
valores de verdad sobre la "causa eficiente" (el his- toriador) y
sobre la "causa final" (el fin de la historia: magistra vitae).
Cuando, por ejemplo, Cabrera de Cordoba sostiene, resumiendo una
opinion bastante comuin, que
Es la historia narraci6n de verdades por hombre sabio, para
ensenar a bien vivir (I, IV)20
comprobamos tanto que se conserva, por un lado, la ambiguedad
entre la verdad de dicto o de re, como que se la hace depender de
la "causa eficiente" (e.g. "hombre sabio") y de la "causa final"
(e.g. "ensefiar a bien vivir"). La estructura preposicional de la
frase ("de verdades") en vez de adjetival (e.g. "narracion
verdadera"), indica que el valor de verdad se atribuye a los
hechos. No obstante, cuando lineas mas adelante, Cabrera define la
historia atribuyen- dole la propiedad de "verdadera" y la distingue
de la poesia, a- tribuyendole la propiedad "vero-simil", claramente
emplea el valor de verdad ligado a la modalidad de dicto. Pero, y
adema's, al intro- ducir al historiador ("hombre sabio") en la
definicion, esta adquiere una dimension cuyo respaldo
epistemologico se encuentra no en la "l6gica" sino en la
"pragmatica" platonica: En El Cratilo (388-90), conocido pasaje por
lo dema's, se considera que la verdad del nom-
19 Cfr. M. Kneale, "Modality De Dicto and De Re", in Nagel,
Suppes and Tarski (eds.), Logic, Methodology and Philosophy of
Science, Stanford: UP., 1962, A. Platinga. "De Re et De Dicto".,
Nous: 1969: III, 3; 235-258.
20 De Historia para escribirla y entenderla, (1611); Madrid:
Instituto de Estudios Politicos, Ed. y estudio preliminar de S.
Montero Diaz, 1948.
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370 WALTER D. MIGNOLO
brar no es tarea para cualquiera ni para gente sin talento;
puesto que si la palabra de los dioses lieva en ella misma la
garantia de su verdad, la palabra de los hombres necesita la
garantia del hombre sabio. La verdad, finalmente, queda legitimada
por el fin de la historia, puesto que no se considerarian verdades
aquellas que contradijeran las ideas dominantes sobre lo que
constituye el bien vivir. El respaldo epistemologico, en esto caso,
se encuentra en la etica y la garantia no es la palabra divina ni
la palabra del hombre sabio, sino la palabra del poder.
111.2.3. Pese a la complejidad que reviste el anailisis de los
criterios de verdad manejados en la formacion discursiva his-
toriografica, no es aventurado pensar que los aspectos basicos de
ellos residen en el plano de las modalidades de dicto y de re y en
la responsabilidad etico-pragmaitica que se deposita en el
historiador. No es otra la razon, con respecto al segundo punto,
por la cual los tratados historiograficos no dejan passar un
pairrafo-cuando no son enteros capitulos- dedicados a hacer el
listado de los requisitos exigidos al historiador. Casi podriamos
decir que, de los dos as- pectos basicos sefialados (modalidades y
responsabilidad etico pargmaitica), el primero queda supeditado al
segundo. El Carmelita Jeronimo de San Jose nos da claras muestras
de ello. En la con- cepcion del carmelita, la herencia platonica,
aunque matizada por el dogma religioso, se percibe cuando este
sostiene que la verdad de la historia solo se plantea en la
historia humana, pero que ella no tiene cabida en la historia
divina; y lo define en una oracion que tiene todas las apariencias
de una tautologia:
... la Historia propiamente verdadera es narraci6n verdadera de
hechos verdaderos (I, v)21
Pero un somero anailisis de la definicion muestra que estal
lejos de serlo. Como se notara, ya no solo se trata del modificador
(ver- dadero/a) atribuido a la narracion y a los hechos sino
tambien (y quiza's fundamentalmente) a la historia misma
("propiamente ver- dadera"). Jeronimo de San Jose tiene sus razones
para repetir el modificador despues de historia, de narracion y de
hechos; y tam- bien es consciente de la extrafieza que puede causar
su definicion. Es asi que prosigue:
Parecera dificultoso que haya narraci6n verdadera y que sea de
cosas falsas, porque la verdad o la falsedad de la narraci6n se
toma de las cosas
21 Genio de la Historia (1651), Ed. por Fr. Higinio de Santa
Teresa, Victoria: El Carmen, 1957.
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M L N 371
narradas. Pero bien considerada la naturaleza de la verdad y de
la falsedad, hallaremos que se puedejuntar de algin modo y sentido
la verdad de la narraci'6n con la verdad de las cosas narradas (I,
v)
Ya no se trata de optar por la modalidad de dicto o de re, sino
que ellas deben "juntarse" para que la "historia sea propiamente
ver- dadera". Pero ede que modo se pueden "juntar" la verdad de la
narracion con la verdad de los hechos?. De dos maneras, nos pro-
pone el autor (1) Una, subjetiva, que llama "verdad moral",
consiste en un "ajustamiento y conformidad de las palabras con la
mente o concepto e inteligencia de las cosas". En este sentido, la
formula- cion no deja de sugerir los ecos del primer capitulo de De
Inter- pretatione. (2) Otra, objetiva, que llama "verdad natural" y
consiste en un "ajustamiento de las palabras y mente con las cosas
mismas en la realidad de su ser". Si bien la "historia propiamente
verdade- ra" se define asi en el doble "ajuste" de la narracion con
la "in- teligencia de las cosas" y con "las cosas mismas en la
realidad de su ser", Jeronimo de San Jose es ma's explicito-y ello
no debe ex- trafiarnos de acuerdo a lo sugerido sobre lo
predominante de los criterios etico-pragmaiticos para atribuir el
valor de verdad-sobre la verdad moral que sobre la verdad natural.
Es tambien por esta razon que podemos explicar el interes de
Jeronimo de San Jose en marcar la independencia entre la verdad de
la narracion y la ver- dad de los hechos. Dicho de otra manera, si
la "historia pro- piamente verdadera" requiere "juntar" la verdad
natural y la verdad moral, no debemos olvidar tampoco que ellas
pueden analizarse independientemente. De esta manera, Jeronimo de
San Jose puede salvaguardar la integridad del historiador y de la
verdad moral de su historia, aunque ella sea falsa en lo que
respecta al plano natural (e.g. el de la verdad de las cosas) Y es
asi como procede a analizar este aspecto:
Pudiendo pues, la mente estar mal informada y hacer concepto
errado y falso de algun suceso, la narracion que lo declarase de la
manera en que se concibe, no seria por esta parte falsa, sino
verdadera; y asi lo seria tambien la Historia sustancialmente; pues
loformal y sustancial de ella, que es la narraci6n, seria en el
modo dicho verdadera. Y en este sentido debemos tener por
verdaderos a todos los historiadores que escriben lo que entendian
era verdad, aunque no lofuese (I, v; enfasis mio).
En ufltima instancia, parece decirnos Jeronimo de San Jose, la
ver- dad de dicto, garantizada por lo que el historiador cree y
sostiene ser lo verdadero, es el criterio basico para juzgar el
valor de verdad.
111.2.4. Creo que seria dificil llegar a bosquejar un
criterio
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372 WALTER D. MIGNOLO
unanime de que es la historia y cuales son los criterios
parajuzgar el valor de verdad.22 Sin embargo, la unanimidad se
encuentra en el hecho de que hay que definir la historia en
relacion a los hechos pasados o presentes y que el criterio de
verdad es sustancial para la formacion discursiva
historiografica.23 Cabria agregar que entre los principios
generales no solo es fundamental decir lo que la historia es sino
tambien lo que no es. Y, en este sentido, los principios generales
de la formacion discursiva se confrontan con y se distin- guen de
los principios generales de otras formaciones discursivas; en
especial, con la poetica y con la retorica. Para acortar nuestro
recorrido comentaremos este aspecto al analizar los tipos discur-
sivos de la formacion.
22 La naturaleza del "hecho hist6rico" no era un problema para
la ontologia his- toriografica de estos siglos: cuando se insiste,
por ejemplo, en que la narraci6n debe seguir el orden de los hechos
o, mas explicitamente, que la narraci6n se compone de "palabras y
de cosas", es porque se confia en que los "hechos hist6ricos"
suceden, en tanto "hechos historicos" como tales (y no en tanto un
mero acontecer en la interac- ci6n humana o de la evoluci6n
natural) y que la narraci6n no hace sino "tomarlos" e introducirlos
en el discurso historiografico. Para la conciencia moderna, en
cambio, la noci6n de "hecho hist6rico" es problematica. Lo poco que
podemos decir en una nota, es que la conciencia moderna analiza el
hecho hist6rico como "constructo conceptual" y como "estructura
significativa" que se produce en la confluencia de una filosofia
del acontecer hist6rico y una filosofia de la historiografia; en
donde se analiza la narraci6n como instrumento con el que se
"construye" el hecho hist6rico. Cfr., para el concepto de "hecho
hist6rico", J. Topolsky, Methodology of History, Hol- land: Reidel,
1976, 219-238; A. Schaff, History and Truth, Pergamon Press, 1976;
167-198; Becker C. L. "What are the Historical Facts", in H.
Meyerhoff (ed.) op. cit., 1955; para la narraci6n historiografica,
Cfr. W. H. Dray "On the nature and Role of Narrative in
Historiography", History and Theory; A. Danto "Narrative
Sentences", History and Theory, 1962; p. 146-179.
23 Conviene, todavia, tener en cuenta otros dos aspectos sobre
este problema: a) por un lado estan aquellos que mantienen una
vision positiva con respecto a la verdad historiografica (cfr. A.
Mascardi, op. cit., tratatto secundo) y aquellos que descreen la
posibilidad de alcanzar la verdad historica (F. Patrizi, op. cit.,
dialogo quinto). Para el primer caso, se encuentra una erudita
exposici6n en la obra de V. Frankl, El "Altijovio" de Gonzalo
Jimenes de Quesada y las concepciones de realidad y verdad en la
epoca de la contratreforma y el manierismo, Matrid: Cultura
Hispanica, 1963. Par la segunda, Meta Schelle, Wissen und Glaube in
Geschichtswissenschaft. Studium zum his- torischen Pyrrhonismus in
Frankreich und Deuschland, Heidelberg, 1930 y en J. L. Brown, The
Methodus ad Facilem Historiarum Cognitionem of Jean Bodin,
Washington: The Catholic University of America, 1939; 162-194; b)
por otro lado, aquellos que basan los criterios y la garantia de la
verdad en las "auctoritas" (":'auctoritas, nel senso di tradizione
clasica resta-non tanto come il dominio tiranico degli enunciati di
uno scittore, quanto, in manera piu sottile ma per questo anche
piul pericolosa, come senso della tradizione-il criterio della
verita"-G. Preti, Retorica e Logica, Einaudi, 1968; 64), y c)
aquellos que-como los historiadores indianos-comienzan a acentuar
el criterio de verdad sobre la experiencia (Cfr. J. A. Maravall,
"La con- cepci6n del saber en una sociedad tradicional" en Estudios
de Historia del Pensamiento Espanhol Madrid, Ediciones Cultura
Hispadnica, 1973.
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M L N 373
111.3. Tipos discursivos
111.3. 1. Ciertas formaciones discursivas, como la
historiografia y la literatura, ponen gran enfasis en los tipos
discursivos. El tipo dis- cursivo, dijimos, corresponde a lo que
generalmente se entiende por genero y, por lo tanto, una de sus
caracteristicas fundamentales es el de ser una unidad reconocida en
su completud, en la coherencia de las partes que lo componen. Los
tipos, en la forma- cion discursiva, son las clases de textos que
se construyen para dar cuenta del dominio de objetos. Los tipos,
que pueden ser tambien independientes de las formaciones
discursivas, se integran (por el tema o por la forma), a las
formaciones discursivas que estain en condiciones de incorporarlos
segun sus reglas y principios generales. Asi por ejemplo, la
epistola es un tipo discursivo inde- pendiente de toda formacion.24
Y como tal, la carta puede consi- derarse dentro de la formacion
discursiva historiografica, literaria, filosofica, etc., seguin sea
el interes temaitico de esta y/o la impor- tancia que, como rol
institucional, tenga el autor de ellas. Llegar- iamos aqui a una
primera explicaci6n de lo que sostiene Reyes con respecto a la
cronica como genero literario. La cronica, en su ori- gen, es un
tipo discursivo que-como veremos-es ajeno a la for- macion
discursiva historiograffica. Pasa luego, mediante la ac-
tualizacion de las reglas de la formacion, a ser parte de ella.
Pero, a su vez, cuando una nueva reactualizacion de las reglas
exige para el discurso historiografico ciertos requisitos
narrativos y explicativos, la cronica queda nuevamente fuera de la
historia. Por otra parte, la reactualizacion de las reglas de la
formacion discursiva literaria, que ya no se funda y distingue en
relacion a la historia, puede incorporar entre sus tipos, aquellos
que si bien en el pasado les eran completamente ajenos, ofrecen-en
el presente-determinados rasgos (e.g. estructuras discursivas) que
son compatibles con los principios generales de la formacion
discursiva literaria (e.g. ciertos rasgos de estilo que presentan
aquellos textos que se escribieron en estrecha relacion con los
preceptos de la retorica). Pero, vayamos por partes y
caractericemos primero los tipos de la formacion dis- cursiva
historiografica.
111.3.2. Cuando, en este nivel, nos encontramos con el vocablo
"historia" se le asigna un sentido distinto al que tiene cuando lo
encontramos en el contexto de los principios generales de la
for-
24 Cfr. J. R. Murphy, "'Ars Dictaminis', The Art of letter
writing", en Rhetoric in the Middle Ages, California: UP, 1974:
194-268.
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374 WALTER D. MIGNOLO
macion. Cuando "historia" aparece en este contexto, se la
compara y distingue de la oratoria y de la poetica; cuando
"historia" aparece en el contexto de los tipos discursivos, se la
compara y distingue de la cronica, los anales, la epica y el
discurso del orador. Este cambio de niveles en el sentido del
vocablo es, precisamente, el que permite distinguir la historia en
cuanto tipo, de la historia en tanto nombre comun de los principios
generales de la formacion discursiva.
De este modo, la historia en este nivel se compara y diferencia
primero de los anales. Esta distincion parece tener su origen en la
contraposicion que se convierte en un lugar comuin cuando se
comparan los historiadores (Herodoto, Polibio, Tucidedes) con los
"anales" de los logografos griegos-anteriores a Herodoto- quienes
escribian narraciones en prosa para trazar la cronologia de la
fundacion de las ciudades y la genealogia de los dioses. Cuando
Ciceron, muy a menudo (cfr. De Oratore, II, 23-24), compara la
historia con los anales lo hace lamentando su "parquedad de
estilo". Para Ciceron los anales solo se limitan a consignar fechas
y describir brevemente los hechos ocurridos. Esta distincion
persiste todavia en el siglo XVI y es asi que D. Atannagi repite a
Ciceron y recuerda que en los anales se mencionan los tiempos sin
ninguln ornamento de lenguaje.25 Esta propiedad (e.g. el estilo)
con la que se distingue la historia (en tanto tipo discursivo) de
los anales, se aplica tambien para distinguir-ma's tarde-la cronica
de la historia. G. Pool cita a Gervasio, monje de Canterbury, quien
en el siglo XII trazaba las fronteras entre uno y otro tipo
discursivo sobre criterios de estilo.26 Por otra parte, la historia
se compara con la epica. G. Pontano, por ejemplo, sugiere que
historia y epica se asemejan en la conservacion del recuerdo de las
cosas pasadas, en la descripcion de lugares y de caracteres, en el
castigo de los vicios y alabanza de las virtudes. Este utltimo
rasgo lleva a Pontano a reconocer en ambas, la historia y la epica,
el empleo de dos "generos retoricos", el deliberativo y
demostrativo-que se manifiestan en los discursos (conciones) de los
heroes epicos y de los personajes historiograficos.27 Las
diferencias se destacan, al igual que en la comparacion de la
historia con los
25 Ragionamento della Istoria, Venetia, 1560, in E. Kessler
(Ed.): Theoretiker Humanisticher Geschichtssehreibung Munchen:
Verlag, 1971). Mascardi op. cit. dedica todo un capitulo a las
distincions entre la Historia, efemerides, diarios, I, 3, pp.
43-66.
26 Chronicles and Annals, A Brief Outline of their Origin and
Growth, Oxford: Claren- don Press, 1926.
27 "Actius", in I. Dialoghi, A cura di Carmelo Previtera,
Firenze, 1943; pp. 192- 199; ver tambien "Antonious" pp. 58-62.
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M L N 375
anales y cronicas, en el estilo; pero, claro esta, en sentido
inverso. La historia, en este caso, es ma's decorosa que la epica
puesto que el fin es la verdad, en tanto que el fin de la epica es
la vero-similitud y lo maravilloso. Vemos asi que el tipo
discursivo historia se delimita por comparacion con otros tipos
discursivos, pero vemos tambien que en este caso, sobre todo en el
ejemplo de Pontano, las distin- ciones se hacen apelando a algunos
principios generales de la for- macion: cuando Pontano habla de lo
vero-simil y maravilloso como fines de la poetica y de la verdad
como fin de la historia, estal hablando, en realidad, ma's de los
principios generales de la for- macion discursiva que de dos tipos
especificos, historia y epica. Nada debe extrafiarnos en este
abrupto cambio de niveles puesto que, tanto en los historiadores
como en los tratadistas, esta es otra de las ambiguedades en el
empleo del vocablo.
Hacia finales del XVI y en el XVII se presencia una modificacion
en el empleo de los vocablos y, por lo tanto, una ligera
modificacion en la concepcion de los tipos discursivos. Anales y
Cronicas dejan ya de ser tipos discursivos ajenos a la
historiografia para pasar a ser, como bien lo pone Jeronimo de San
Jose, "otros nombres de la historia". Tendriamos aqui una segunda
explicacion a la frase de A. Reyes con la que iniciamos este
estudio: el "genero cronica" pasa a ser otro nombre del "genero
(tipo discursivo) historia".28 Este cam- bio lo encontramos, entre
otros tratadistas, en el citado Jeronimo de San Jose. En un
capitulo que se titula "Varios nombres que se dan a la historia",
el autor sostiene que "el primero y mas ordinario, y aun mas
universal, segun el comuin modo de hablar, es este nombre de
Historia, el cual se origina de una voz griega, que quiere decir
conocer, ver o mirar". En esta primera caracterizacion Jeronimo de
San Jose mantiene la ambiguedad del vocablo y en realidad se esta
refiriendo ma's a los principios generales que al tipo
28J. Topolsky sehala (op. cit., p. 49): "In the 16th century the
old annals and chronicles gradually faded out and historiae, i.e.
historical narratives of the gesta and vitae type, face increasing
critical requirements. Thus foundations arose for amal- gamating
all these trends and developing a fairly form type of history
writing, which evolved toward scientific history writing, and
giving it a necessarily common term of Geschichte or the history
type. This then freed itself and the process of its recon-
struction by and appropiate narrative". Este proceso que sehala
Topolski puede verse, ademds dealgunos detalles que vamos
sefialando, en su generalidad en la obra clisica de B. Sanchez
Alonso, Historia de la Historiografia, Madrid, C.S.I.C., 1947 y en
estudios monogrdficos tales como Luciano de la Calzada, "La
evoluci6n del pen- samiento historiogrdfico en la Alta Edad Media
Espafola", Anales de la Universidad de Murcia, 1943; Benito Ruano,
"La historiografia de la alta edad media espahola", en Cuadernos de
Historia de Espafia, XVII, 1952, 50-104; R. B. Tate, Ensayos sobre
la Historiografia Peninsular del siglo XV, Madrid: Gredos,
1970.
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376 WALTER D. MIGNOLO
discursivo, que pasa a considerar a renglon seguido, al decir
que Historia "Ilamase tambien Cronica" y al reunir cronicas y
anales bajo otros nombres de la historia:
Es, pues, Cr6nica la Historia difusa de alguna Repiublica
eclesiastica o seglar, ajustada a los anos, aunque no tan ceflida y
precisamente como los Anales o Diarios.29
"Cronica", se comprueba en el pairrafo, se considera como un
tipo de la formacion discursiva (historia) cuyo rasgo distintivo es
ser "difusa", contrapuesto al rasgo "cenido" de los Anales o
Diarios. Historia, se comprueba en el pairrafo, tiene el sentido de
"mediador" entre la formacion y el tipo puesto que si bien por un
lado las historias serian anales o cronicas, segun respondan al
rasgo difuso o cefiido de su cronologia; por otro lado, esta
caracterizacion mantiene latente los principios generales de la
formacion.
El fenomeno que presenciamos no es el del mero cambio de
nombres, sino el de una redistribucion de los tipos discursivos de
la formacion. Al final del capitulo en cuestion, Jeronimo de San
Jose sugiere, todavia, otros nombres de la historia tales como la
Topografia, la Genealogia, la Efemerides, los Diarios y los Comen-
tarios. El fenomeno que creo percibir es el de cierta complejidad
de la formacion discursiva que comienza a distinguir varios tipos
cuando, con anterioridad, el uinico tipo pertinente a la formacion
era el designado por el hombre de "historia". Esta intuicion la
confirma, a principios del siglo XIX, el capitulo que Gomez de
Hermosilla dedica a la historia en su Arte de Hablar en Prosa y en
Verso (1826). Hermosilla se encuentra en una posicion que le per-
mite organizar con claridad el dominio historiograffico y el
capitulo aludido es un "modelo" de las distinciones que el
metatexto ha ido forjando. Con respecto al topico que nos interesa,
Hermosilla sos- tiene:
Las composiciones son de varias clases: hay historias generales
y particu- lares; hay anales, memorias y vidas" (11,6) (enfasis
mio).30
Hermosilla no solo emplea el vocablo " composicion" para
englobar, obviamente, los diversos tipos discursivos "historias
generales y particulares, anales, etc."), sino que tambien habla de
"varias clases" (i.e. varios tipos). Auin ma's, "historia" en la
cita, nos remite claramente al tipo discursivo que divide, por un
lado, por la
29 op. cit., I, iv, 4. 30 Arte de Hablar en Prosa y en Verso,
Madrid: Imprenta, Real, 1826, tomo Iho.
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M L N 377
amplitud del tema, en generales y particulares y, por otro lado,
la "historia" se considera el tipo de mayor relevancia en la
formacion discursiva, puesto que los anales se limitan
fundamentalmente a la cronologia; en tanto que las memorias y las
vidas (hoy diriamos, biografia y autobiografia) a la narracion de
los pensamientos y acciones de una persona en particular y no a la
colectividad de un pueblo o nacion. (Algo ma's tendremos que decir
sobre este aspecto, y en particular a las "vidas", en la seccion
IV).
111.4. Estructuras discursivas
111.4.1. En nuestra epoca hemos visto crecer la importancia en
el analisis de la "estructura" de los textos bajo la premisa de que
una estructura es una totalidad compuesta de "partes". A estas
partes es a las que nos referimos cuando hablamos de "estructuras
discur- sivas". Los nombres con que las distinguimos y los diversos
niveles que podemos poner de relieve en un texto son, entre otros,
narra- cion, descripcion, metafora, metonimia, etc. Aunque cada una
de estas "partes" puede constituir un campo autonomo de investiga-
cion, cuando se trata del anallisis de textos, lo que nos interesa
es ver de que manera ellas estan "soldadas" para asegurar la
coherencia que le atribuimos. Suponemos, por otra parte, que
tambien hay estructuras particulares para diferentes tipos de
textos. 0, para emplear criterios ma's amplios, que algunas
estructuras son ma's privilegiadas que otras en ciertos tipos
aunque ellas no constituyan la diferencia especifica del tipo de
texto en cuestion. Es asi, por ejemplo, que la narracion,
estructura basica de la formacion dis- cursiva historiograifica
(e.g. "el alma de la historia") no solo es comun a distintos tipos
discursivos verbales sino tambien, la narratologia reciente se ha
ocupado de ello, de "codigos" no estric- tamente verbales, como la
cinematografia. En la medida en que los tipos discursivos pueden
analizarse y descomponerse en estruc- turas discursivas, estas
serian a los tipos-para sugerir una analogia meramente
ilustrativa-lo que las estructuras linguisticas son a la
oracion.
Estos aspectos del "discurso" no les eran ajenos ni a los
tratadistas de la historiografia ni a los historiadores mismos. Si
consideraban la narracion el "alma de la historia" y la descripcion
de lugares y los parlamentos de los "personajes" de la historia
(conciones) le siguen en importancia, no se le escapan tampoco las
"figuras" y los re- tratos, las sentencias, etc. que deben tenerse
en cuenta tanto para escribir como para comprender el relato
historiografico. Si bien la
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378 WALTER D. MIGNOLO
atencion prestada a las estructuras discursivas la encontramos
desde la antigiuedad clasica, es recien hacia la mitad del siglo
XVI que se incorpora en los tratados la detallada preceptiva de las
estructuras discursivas y comienza a manifestarse, como
consecuencia de ello, la preocupacion por la unidad de la
composicion historiograifica: la preocupacion por las "partes" trae
aparejada la necesidad de con- siderarlas reunidas en el "todo".
Hasta la epoca sefialada, son los principios generales de la
formacion y los tipos discursivos los que reciben mayor atencion.
Uno de los primeros tratados historiog- ralficos que destaca las
estructuras discursivas es el de Viperani.31 Si bien en los
primeros capitulos encontramos aquello que es comun a los que lo
preceden (definicion de la historia, historia en relacion a los
anales, a la poetica, a la retorica, etc.), los uiltimos capitulos
se dedican a las particularidades de la descripcion de per- sonas o
de acontecimientos; a la manera adecuada de insertar las
disgresiones; las descripciones y conciones en la narracion; y,
final- mente, a la elocutio (de cura verborum) del discurso
historiografico. Igual enfasis encontramos en la segunda parte del
tratado de Cabrera de Cordoba (De Historia, 161 1). Mascardi
(Dell'arte historica, 1636) le dedica los capitulos IV y V de su
tratado y en el de Jeronimo de San Jose (Genio de la Historia,
1651) las estructuras discursivas ocupan, proporcionalmente, casi
la mitad del libro. Para los historiadores actuales de la
historiografia este aspecto es el menos reconocido. Asi, por
ejemplo, Montero Diaz, al hacer al- gunas anotaciones al libro de
Cabrera de Cordoba, subraya que la segunda parte es de poca
originalidad puesto que en ella se repite lo dicho y conocido en
los tratados de retorica. Sin duda, pero no se lo repite en funcion
de la oratoria sino de la formacion discursiva historiografica. Y
es precisamente este aspecto el que debe intere- sar al estudioso
de la tipologia textual cuando trata de describir los criterios que
los propios practicantes empleaban para caracterizar los discursos
de acuerdo a sus propiedades y, en consecuencia, para
clasificarlos.
111.4.2. Cuando los tratadistas e historiadores consideran las
es- tructuras discursivas lo hacen, obviamente, en relacion a los
tipos discursivos y no a los principios generales de la formacion.
No obstante, los criterios de pertinencia de una estructura en un
tipo dependen de los principios generales de laformacion. La
narracion, por ejemplo (como cualquier otra estructura discursiva),
es un rasgo especifico de la historia y como tal se diferencia de
la narracion epica; pero la
31 De Scribenda Historia Liber, Antuerpiae, Christophori
Plantini, 1569.
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M L N 379
manera en que la narracion se distingue, por su funcion, en uno
u otro tipo discursivo (historia o epica) depende de los principios
de la formacion discursiva historiografica o poetica a las cuales
per- tenecen los tipos discursivos en cuestion.31a Resulta obvio,
por ejemplo, que si se pueden distinguir tipos discursivos entre
si, la base de tal distincion reside en las estructuras discursivas
que se consideran pertinentes para cada tipo y en los principios
generales de la formacion discursiva a la cual el tipo
pertenece.
La toma de conciencia de las estructuras discursivas y de su im-
portancia en la escritura del "discurso historiografico", conduce a
una exigencia fundamental: la de coherencia o, en terminos de los
propios tratadistas, de la unidad del todo con las partes. En el
siglo XVIII, P. Forner,32 haciendose eco de las bases ret6ricas y
poeticas en la escritura del discurso historiografico, destaca el
sistema que encuentra en la poetica y lo contrapone a la
indeterminacion de la historia. En su concepcion, valen para la
historia los principios del todo y la unidad que Aristoteles mostro
para la poetica cuando in- dago "el centro intimo adonde debian ir
dirigidas todas las partes y la belleza de la composicion". De ello
resulta uno de los principios maximos de la poesia, "a saber, que
todo poema debe constituir no solo un todo, sino una unidad
completa en lo posible". Sobre esta base, Forner critica la
practica historiografica que le precede observando que "es
cabalmente la (unidad) que se le escapo a la perspicacia de los que
formaron el arte historico, naciendo de aqui que sus reglas se
dirigian a formar cumulos y no unidades, siendo asi que las his-
torias mismas que les suministraron las reglas eran unidades dis-
puestas y trabajadas con la misma atencion que usan el buen poeta y
pintor en la composicion de sus obras; en la exposicion de lo
verdadero caben las mismas reglas que en la ficcion y en la expres-
sion de lo verosimil". No es por ventura que, a principios del
siglo XIX, cuando Hermosilla recoge, a manera de resumen
casi-final, la tradicion retorico-historiografica, haga de la
coherencia uno de los aspectos fundamentales del discurso
historiografico: "y faltaria groseramente a este gran principio de
la unidad tan necesario de observarse en toda composicion
literaria, el historiador que limi- tandose a un solo suceso
memorable, no acertase a reunir y enlazar
31a Como se recordara, Quintiliano (Institutione Oratoria, Libro
II, cap. V) distingue tres clases de narraciones: lafabula, remota
de la verdad, corresponde a la tragedia y a los poemas epicos; el
argumentum, que clasifica de falso, correponde a la comedia; y la
historia, que corresponde a la verdadera narraci6n de los
hechos.
321J. P. Forner, La historia de Espafia, edici6n de F. L6pez,
Textos Hispanicos Modernos, Madrid: Labor, No. 23, 1973, p.
114-115.
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380 WALTER D. MIGNOLO
todos los hechos subalternos de que se compone, de modo que
formen un solo todo." (II, 67)
111.4.3. Quien escribia "historias" en los siglos XVI y XVII y
la audiencia que las leia compartian un conjunto de expectativas
que hemos tratado de bosquejar, en sus lineas generales, bajo el
con- cepto de formacion discursiva. Quienes escribieron para
informar sobre la naturaleza, las culturas precolombinas y la
conquista his- panica en indias lo hicieron, en mucho casos,
conformaindose a las reglas de la formacion discursiva
historiografica. Su intencion, podemos decir, era claramente la de
escribir historias y no cronicas. Tal intencion no es ningun
misterio que hay que adivinar, puesto que los mismos escritores se
ocuparon, la mayoria de las veces, de hacerlo explicito en los
enunciados metatextuales. En las paiginas siguientes nos
limitaremos a ordenar los diversos aspectos de la formacion
discursiva a los que apelaron aquellos que escribieron historias,
haciendolo manifiesto en el curso de la misma narracion o en los
prologos de ellas.
IV. El Metatexto Historiografico en la Historiografia
Indiana
IV.1. El hombre de letras y los nombres de la historia
IV.1.1. La formacion discursiva historiografica acepta por
sinonimos, en el siglo XVI y XVII, los de historia, cronica, anales
(y aun relacion) para referirse al texto historiografico. Por lo
tanto, cuando los nombres empleados son cronica, anales o relacion,
encontramos-al mismo tiempo-claras referencias a los principios
generales de la formacion discursiva historiograffica. Asi en Cieza
de Leon, el titulo es La Chronica del Peru. .Que nos dice Cieza en
el "Proemio del autor"?
... y c6mo notase tan grandes y peregrinas cosas como en este
Nuevo-Mundo de Indias hay, vinome gran deseo de escrebir algunas
dellas, de lo que yo por mis propios ojos habia visto, y tambien de
lo que habia oido a personas de credito. Mds como mirase mi poco
saber, desechaba de mi este deseo, teniendole por vano; porque a
los grandes juicios y dotos fue concedido el componer historias,
dandoles lustre con sus claras y sabias letras, y a' los no tan
sabios, aun pensar en ello es desvario (.. .) Y cobrando animo, con
mayor confianza determine de gastar algun tiempo de mi vida en
escrebir historia33
33 cito de la edici6n B.A.E., Madrid, 1947, XXVI, p. 350.
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M L N 381
No solo habla en el proemio de "escrebir" historia (aunque el
titulo sea el de "chronica"), sino que tambien sabe que la historia
no la escribe cualquiera sino el "hombre de letras". Se podria
objetar que este es simplemente el topico de la "falsa modestia".
Puede serlo; pero sin embargo es ma's que eso. Sabemos que Cieza no
es letrado sino soladado.34 Escribir una carta no exige esta
advertencia; como tampoco la exige el "tipo discursivo" relacion,
forjado sobre los pedidos de la Corona de Espafia primero y sobre
el cuestionario de Ovando y Godoy y Velasco despues.35 Escribir una
carta es una cuestion personal exigida por la necesidad de
comunicar y por lo tanto hace totalmente impertinente el
disculparse porque no se es quien para escribirla. Aunque la carta
es tambien funcion del
34 J. A. Maravall ha trazado el proceso de la "formaci6n de la
conciencia estamen- tal" de los letrados; conciencia que Ileva y
situia el ejercicio de las letras como una actividad institucional.
Este hecho explica en parte, a nuestro entender, los enun- ciados
en que los escritores de Indias manifiestan el conflicto entre el
rol social (el soldado, el descubridor) y el rol textual
(historiador, escritor), que normalmente se expresan en las
"disculpas" al emprender una actividad que tiene exigencias ins-
titucionales sobre quien debe ejercerla. Allgunos parrafos de
Maravall pueden quizas mejor aclarar esta observaci6n: "Literatura,
no sabiduria, rechazando con ello lo que puede ser un mero saber
natural y limitindose s6lo a la profesi6n aprendida segun una
educaci6n formalmente organizada. Esta es, por otra parte, desde el
punto de vista de la conciencia estamental de los letrados, el
unico procedimiento de selecci6n valido, no el empleado por otros
grupos, como la sangre o herencia, por ejemplo ( ...). De tal
manera, los "hombres de saber" o "los hombres de ciencia", como los
Illamara Hernando del Pulgar (Claros varones de Castilla), utilizan
ese saber cientifico cuya posici6n consiguen en las altas escuelas
o Universidades, para apr- opiarse las posibilidades econ6micas que
su funci6n ofrece: el saber les da la exclusividad de la funci6n y
les asegura, en consecuencia, exclusivamente, el dis- frute de los
provechos que aquella le confiere. La naturaleza de la profesi6n
suscita un modo de vida que a fines del siglo XV esta ya tan
establecido, tan constituido, que obliga a comportarse socialmente
de manera distinta en el trato de los letrados respecto al que hay
que observar a los restantes grupos" ("Los 'hombres de saber' o
letrados y la formaci6n de la conciencia estamental", en Estudios
de Historia del Pen- samiento Espanol, Madrid: Cultura Hispanica,
1975, pp. 355-390; la cita corresponde a las pp. 382-84). En
Jer6nimo de San Jose (Genio de la Historia, 1651), encontramos
todavia algunas repercusiones: "Nace de las entrafias del primer
requisito del his- toriador, que es la sabiduria, la necesidad del
segundo, que es la entereza y rectitud, sin la cual no sera
verdaderamente sabio, como sin sabiduria enteramente recto".
Tambien contempla el t6pico, Cabrera de C6rdoba (De Historia para
entenderla y escribirla, libro I, cap. V); tambien Paez de Castro
en su De las cosas necesarias para escribir Historia (escrito hacia
1555, publicado en Fr. Eustasio Esteban, en 1892, La Ciudad de
Dios, No. 28-29; pp. 601-10 y 27-37.
35 cfr. Marcos Jimenez de la Espada: Relaciones geogrficaas de
Indias (1881-1897); B.A.E., 1965. Vol. 183-186; H. F. Cline, "The
'Relaciones geograficas' of the Spanish Indies", The Hispanic
American Historical Review, XLIV, 3, 1964, p. 341-374. Un analisis
mas extenso, desde esta perspectiva, W. Mignolo, "Cartas, cr6nicas
y relaciones del descubrimiemto y de la conquista" Historia de la
Literatura His- panoamericana, L. Ifhigo-Madrigal, Ed.,
Madrid:Catedra, 1980.
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382 WALTER D. MIGNOLO
"segretario"36 y el "segretario" es un hombre de letras, como lo
evidencia la dedicatoria de Vives a Idiaquez, secretario del Rey
(De Conscribendis Epistolis),37 tambien es una necesidad personal y
por lo tanto toda persona esta "legalizada" para ello. De la misma
manera la relacion: seria totalmente contradictorio que el autor de
una relacion, a quien se le obliga a hacerla porque es la persona
que por su experiencia puede informar lo que se le pide, diga que
no esta en condiciones de hacerla. Todo lo contrario ocurre con la
historia, aceptada ya como una actividad institucional y exigida
solo a aquellos que estan en condiciones de escribirla.38 Sin duda
que el principio no hace de ninguna manera ilegitima la tarea que
em- prende Cieza; solamente permite explicar el por que de sus a-
claraciones.
Encontramos tambien en A. Zarate, "secretario del Real Consejo
de Castilla", un ejemplo paralelo al de Cieza. El titulo, en este
caso, es el de Historia del descubrimiento y conquista de la
provincia del Peru'. Zafrate comienza empleando el vocablo
"relacion" para referirse al tipo discursivo: "No pude escribir
ordenadamente esta relacion (que no importara poco para su
perfeccion)". La importancia que tiene el orden para "la perfeccion
de la relacion", queda claro en el parrafo siguiente:
Necesit6me a cesar alla en la escriptura, y a traer aca para
acabarla los memoriales y diarios que pude haber, por medio de los
cuales escribi una relaci6n que no lieva la prolijidad y
cumplimiento que requiere el nombre de historia, aunque no va tan
breve ni sumaria, que se pueda llamar comen- tarios, mayormente
yendo dividida por libros y capitulos, que es muy diferente de
aquella manera de escribir39
El cu'mulo de vocablos es sin duda ma's que sugestivo. En primer
lugar, "memoriales y diarios" no tienen, en este contexto, el
sentido de tipo discursivo sino el de mero documento o apunte que
le sirve de base para escribir su "relacion" ("Memorial: el libro o
quaderno
36 Sansovino, Francisco, Del Secretario, 1569; Guarini, G. II
segretario, 1600; E. Dolet, Le prothocolle des Secretaires,
1550.
37 L. Vives, De conscribendis epistolis, 1536. 38 Cabria aqui
preguntarse sobre "la formaci6n de las modalidades enunciativas
de la historia", de manera semejante a la formulaci6n de M.
Foucault con respecto a la formaci6n de las modalidades
enunciativas de la medicina: zQuien habla en la historia? zQuien
entre todos los individuos hablantes tiene derecho a emplear tal
suerte de lenguaje? zCudl es la institucion que lo respalda? zCudl
es la posici6n del "sujeto de la historia"? etc. (cfr. M. Foucault,
L'archeologie, . . . op. cit., pp. 68ss).
39Historia del descubrimiento y conquista de la provincia del
Perui, (1555); B.A.E., XXVI, 1947, p. 459.
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M L N 383
en que se apunta o annota alguna cosa necessaria para algun
fin", Autoridades; Diario: Usado como sustantivo, significa la
relacion historica de lo que ha ido sucediendo por dias ui de dia
en dia, en una expedicion, viage, etc....", Autoridades). Los que
si son tipos discursivos alternativos, en el contexto de la cita,
son relacio'n y comentarios: la primera se diferencia de la
historia por ser menos "prolija"; los segundos, por no estar
usualmente divididos en capi tulos y libros; lo cual es mas
apropiado para la historia en su sentido de tipo discursivo
("Comentario: Historia o cosa escrita con bre- vedad. . .",
Autoridades).
Pero esto no es todo. Ni Cieza ni Zarate solo se refieren a los
tipos discursivos, sino que invocan tambien-en relacion a ellos-los
principios generales de la formacion. Al final del "proemio del
autor" Cieza observa que "si no va escripta esta historia con la
suavidad que da' 'a las letras la sciencia, ni con el ornato que
requeria, va a lo menos llena de verdades". La biografia de Cieza,
quien paso a las Indias entre los trece y los quince afios y llego
a contribuir de cerca con hombres en funciones de gobierno (e.g. el
licenciado Gasca, que menciona en La guerra de Quito, cap. xxxiii,
en relacion a la historia que escribe), no tiene ninguna educacion
su- perior. Lo cual muestra cuan arraigados estaban los principios
generales de la formacion discursiva historiografica. Y tambien,
como circulaban en medios no necesariamente universitarios, los
"ejemplos" que guiaban la escritura de la historia: "El antiguo Di-
odoro Siculo, afirma Cieza, en su proemio dice que los hombres
deben sin comparacion mucho a los escriptores, pues mediante su
trabajo viven los acaescimientos hechos por ellos grandes edades. Y
asi llamo a la escriptura Ciceron, testigo de los tiempos, maestra
de la vida, luz de la verdad. Lo que pido es, que en pago de mi
trabajo, aunque vaya esta escriptura desnuda de retorica, sea
mirada con moderacion". La referencia a Ciceron es claramente de
"oidas" puesto que por un lado reemplaza historia por escritura y,
por otro, las propiedades de la clasica definicion es incompleta
(testigo 'de los tiempos, maestra de la vida, vida de la memoria,
luz de la verdad y mensajera de la antiguedad); cosa que no se le
escapara a hombres letrados como, por ejemplo, a Bartolome de
Escobar que reduce "a disposicion, lenguaje y estilo" la Cronica
del Reino de Chile de Pedro Marino de Lobera;40 o a un hombre como
las Casas que, por cierto, la
40 Cr6nicas del Reino de Chile, Madrid; B.A.E. 1967, CXXXI, p.
231: "No quiero cansar al lector acumulando razones para apoyar la
utilidad y aun importancia de escribir historia; baste para
conformaci6n de todo, el haberla usado gravisimos
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384 WALTER D. MIGNOLO
citara en latin. Por su parte, Zairate comenta de esta manera,
pro- siguiendo el pairrafo antes citado:
... aunque no va tan breve ni sumaria, que se pueda llamar
comentarios (.. .). No me atreviera a emprender un estilo ni el
otro si no confiara en lo que dice Tulio, y despues de el Cayo
Plinio, que, aunque la poesz'a y la oratoria no tienen gracia sin
mucha elocuencia, la historia, de cualquier manera que se escriba,
deleita y agrada, porque por medio della se alcanzan a saber nuevos
acontecimientos ...
Poco ma's adelante defiende su escrito, refiriendo a "lo que
toca a la verdad, que es donde consiste el anima de la historia".
No importan las apoyaturas clasicas, cual sea el autor citado. Lo
que importa es que se citan aquellos pairrafos que hablan de los
mismos topicos: el tipo discursivo historia, la formacion
discursiva, la verdad, los re- quisitos exigidos al
historiador.
Si encontramos esta conciencia del hacer historiografico en
hombres como Cieza y Zarate, no debe sorprendernos encontrarla aun
mas aguzada en hombres de letras como Gomara o Las Casas. En la
primera parte de la Historia General de las Indias42 de Lopez de
Gomara, se hace un breve recuento de los requisitos que impone la
escritura de la historia. En la segunda parte, que imprime no bajo
el nombre de historia sino de cro'nica, el prologo deja claramente
sen- tada la importancia de la historia.43 Para la conciencia
moderna esta segunda parte se acerca mucho a lo que llamamos
"biografia" y que en la epoca se llamaba "vida"; y asi lo deja
pensar la organizacion misma del relato que comienza con el
nacimiento de Cortes y ter- mina con su muerte. No obstante, para
la epistemologia de la epoca y para la conciencia de Gomara, no hay
lugar a equivocos. Asi lo pone claramente en la advertencia a la
Cronica de los Barbarrojas:
Dos maneras hay, muy ilustre Senor, de escrevir historias; la
una es quando se escrive la vida, la otra quando se quentan los
hechos de un emperador, 6 valiente capitan. De la primera usaron
Suetonio Tran- quillo, Plutarcho, Sant Hieronimo y otros muchos. De
aquella otra es el comun uso que todos tienen de escrevir, de la
qual para satisfacer al oyente bastara relatar solamente las
hazanas, guerras, victorias y desastres del
autores y los dichos de todos los sabios que intiman este asunto
como absolutamente necesario. No poco ponder6 Cicer6n este punto
cuando dijo en lo de oratore: la historia es testigo de los
tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria y maestra de la
vida".
41 op. cit., p. 459. 42 B.AE., 1946, XXII, p. 157. 43 Conquista
de Mexico, B.A.E., 1946, XXII, pp. 295-96.
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M L N 385
capitan: en la primera hanse de de~ir todos los vi~ios de la
persona de quien se escribe; verdadera y descubiertamente ha de
hablar el que escrive vida; no se puede bien escrevir la vida del
que aun no es muerto; las guerras y grandes hechos muy bien, aunque
este vivo ... .) Ninguno me re- prehenda al presente, si dixere
algo 6 echare de menos alguna cosa en esta mi scriptura, pues no
escrivo vida, sino historia (. . .).4
Decir que la "historia es el comun uso que todos tienen de
escrevir", es tambien reconocer que esta es el tipo discursivo
predominante. Por otra parte, titular la obra "cro'nica" y decir
que es "Historia y no vida", es reconocer que cro'nica e historia
son sinonimos y nombran al tipo discursivo. En tercer lugar,
distinguir como se lo hace, la "vida de la historia", significa
reconocer que el uinico tipo discursivo de la formacion no es la
historia (que es el comuin modo de escribir) sino que existe la
posibilidad de escribir vidas; diferencias entre ambas que se
esbozan en el parrafo citado.45
Pero quiza's el prologo a la Historia de Indias de Bartolome de
las Casas es el que, por un lado, ejemplifica en su mayor amplitud
los criterios historiograficos del momento. En Las Casas tambien se
manifiesta la intercambiabilidad de los vocablos "cronica" e "his-
toria", sobre los que no abundaremos. Por otra parte, dada la fun-
cion (e.g. fin y utilidad) que Las Casas atribuye a la escritura de
la historia, en concomitancia con las ideas de su tiempo, se
pronuncia sobre las personas que pueden emprender adecuadamente tal
tarea
44 Memorial Hist6rico Espahol: Coleccion de documentos,
opu~sculos y antigiiedades, Real Academia de la Historia, Madrid,
1853, tomo VI, p. 331-332.
45 Las relaciones entre el tipo discursivo "vida" y la
"historia" necesitaria de un analisis de los textos que establecen
estas conexiones, de manera semejante a lo sugerido sobre los
"anales" y las "cr6nicas" con respecto a la historia.
El estudio de Romero ("La biografia como tipo historiograifico:
en Sobre la biografia y la historia) se reduce especificamente al
siglo XV. Por su parte, H. De- lehaye (Les legendes
hagiographiques, Bruxelles, 1906) se esfuerza por relacionar
claramente e integrar la hagiografia a la historiografia. Para ello
Delehaye cita a Cicer6n en aquellos parrafos (De Legibus, I 2, 5;
De Oratore, 66; Institutione, X, 1, 31) en que se subraya la
elocuci6n de la narraci6n historiognifica. De ello Delehaye
concluye que el historiador ocupa un termino medio entre el orador
y el poeta (p. 75). Destaca que los ret6ricos tenian un concepto
amplio de la verdad; y ello le permite incorporar la hagiografia a
la historia sobre la base de que los criterios de verdad no eran
demasiado estrictos y mostrando la preocupaci6n de los hagi6grafos
por el "ornato" de la narraci6n. Sin duda que los hagi6grafos
pudieron haber seguido los modelos ret6ricos, pero del hecho de que
los ret6ricos compararan el discurso del orador con la relaci6n
historiogrifica, no se sigue que la hagiografia sea parte de la
historiografia. La vida, como tipo discursivo de la historia si se
comienza a considerar en los tratados de siglo XVI (cfr. Mascardi,
op. cit. cap. III, pp. 63-66.)
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386 WALTER D. MIGNOLO
Tampoco conviene a todo genero de personas ocuparse con tal
ejercicio, segun sentencia de Metastenes, sino a varones escogidos,
doctos, prudentes, fil6sofos, perspicad'simos, espirituales y
dedicados al culto divino, como entonces eran y hoy son los sabios
sacerdotes (p. 6)46
IV.2 El conocimiento historiografico: experiencia y verdad
IV.2. 1. Sabemos que una gran parte de la historiografia indiana
del siglo XVI basa el conocimiento historiografico sobre la
experiencia. Sabemos cuanto ha insistido en ello Fernandez de
Oviedo; y como se ocupo de castigar a quienes osaban escribir
historias de las Indias desde Espafia.47 Uno de esos fustigados es
Lopez de Gomara. Poco dice este autor sobre el problema en la
Historia General (primera parte).48 Pero alude claramente al
problema del conocimiento his- toriogratfico en relacion al
criterio de verdad en la Cro'nica de los Barbarrojas. El
conocimiento historiografico, para Gomara, no es necesariamente la
experiencia sino el justo equilibrio en el manejo de la informacion
de las epocas pasadas o de testigos oculares.
Para entender en estas historias he hecho gran diligencia y la
hago todavia y hare de aqui adelante para poder de esto decir toda
verdad, sin haber de fingir mentiras 6 verisimilitudines, como
hacen los que no alcancan lo verdadero de las historias y los que
escriben cosas antiguas y alla del otro siglo. Muy dificultoso y
muy trabajoso es saber la verdad, aun en la historia moderna,
quanto mas en la vieja: porque en la una hemos de acudir a lo
antiguo y por ventura a lo olvidado, y en la otra tomar lengua y
noticia de los que se hallaron presentes en las guerras y cosas de
que tratamos, y aun a las veces de quien lo oy6 contar al que lo
vi6, los quales todos suelen por odio 6 por ynvidia 6 por gracia y
lisonja,
46 Historia de las Indias, Edici6n de Agustin Millares Carlo y
estudio preliminar de L. Hanke, Mexico: FCE, 1951, 3 vol.
47 A. Salas, "Fernandez de Oviedo" en Tres Cronistas de Indias
Mexico, FCE, 1959, p. 63-160 especialmente p. 111-14 (en la nota
78, Salas anota diversas partes de la Historia General y Natural,
donde se alude a la experiencia). Tambien J. A. Maravall "La
circunstancia del descubrimiento de America" y "La experiencia
personal y la autonomia de la Raz6n", en Los factores de la idea de
progreso en el renacimiento espafiol, Madrid: Real Academia de la
Historia. 1963: 80-108 y 109-131; 0. Gorman, Edmundo, especula
sobre el paso, en Oviedo, de "los libros de ficci6n" (Claribalte)
al "descubrimiento" de la naturaleza de Indias a traves de la
experiencia "Oviedo y su 'Historia General y Natural de las
Indias"' en Cuatro Historiadores de Indias, Mexico: Septsesentas;
p. 1977, 47-84.
" "Contar cuando, d6nde y quien hizo una cosa, bien se acierta;
empero decir c6mo es dificultoso" (Historia General de las Indias,
primera parte, B.A.E., 1946, XXII, p. 155.)
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encubrir la verdad, contando las cosas muy al reves de lo que
fue. (p. 334-35).49
El problema del conocimiento historiografico, queda asi encua-
drado en los limites de la dificultad de liegar a la verdad, en la
historia pasada o presente, y en evitar la verosimilitud que, como
lo vimos, no es el proposito de la historia sino de la poetica y de
la oratoria. Los historiadores indianos se encontrarafn, a medida
que transcurre el tiempo, con el problema de resolver si el co-
nocimiento historico es s6lo del presente y por la experiencia
directa (tal la etimologia del vocablo, como lo subraya Las Casas
al recordarla: "porque de los antiguos ninguno osaba ponerse en tal
cuidado, sino aquel que a las cosas que acaecian se hallaba
presente, y veia por sus ojos lo que determinaba escribir", p. 6);
o si, por el contrario, deben tomarse recaudos para el conocimiento
de los hecho