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2La figura del huaso en la Msica Tpica Chilena.Un ejemplo de
tradicin inventada
Marco Parra M.Magister Estudios LatinoamericanosUniversidad de
La Serena, Chile
ResumenEl presente trabajo es un acercamiento a la llamada Msica
Tpica Chilena, su contexto, suorientacin ideolgica, su legado y los
mecanismos performativos utilizados por sus representantespara
transformar este gnero musical en una verdadera tradicin folklrica,
cuyo smbolo mayor esla figura del huaso tal como hoy la conocemos.
Figura presente en el imaginario social como uno delos prototipos
ms distintivos de la chilenidad.
Conceptos clave: identidad cultural, folklore, msica tpica
chilena, huaso.
IntroduccinEl primer tercio del siglo XX fue agitado para Chile.
Junto con las temticas aparejadas alCentenario (bsicamente la de
definir una identidad chilena y la facticidad o posibilidad de
unamodernidad efectiva), se produce el llamado fin del sistema
oligrquico imperante en materiapoltica (con el hito de la
Constitucin de 1925), lo que implicaba el acceso ya definitivo, al
menostericamente, de las clases medias y bajas al escenario poltico
en tanto movimientos visibles, condemandas, propuestas y votantes.
Se produce tambin, el arribo de las vanguardias, con
susdisrupciones y digresiones frente a la modernidad europea, que
son teorizadas y practicadas desdelos dismiles contextos del pas.
Surgen, adems, el cine y la radio, con inusitadas posibilidades
demasificacin en la transmisin de mensajes de todo tipo.En este
ambiente de acomodos en busca de una nueva articulacin social que
cohesione los factoresque han comenzado a influir en el quehacer
social, poltico y cultural, se plantearn diversasnarrativas
identitarias en respuesta a estos desafos.Una de estas narrativas
de identidad surgir, hacia fines de la dcada de 1920, desde el
reservorio detradicin del folklore, del que se ha acopiado un
acervo de datos tanto desde de la academia (laSociedad de Folklore
Chileno es fundada en 1909, pero los estudios formales se inician
con lallegada de Rodolfo Lenz al pas en 1890) como desde la
literatura (por obra de los llamadoscostumbristas desde los inicios
de la independencia, y de los representantes del criollismo
haciafines del siglo XIX y comienzos del XX).Con parte de este
material y desde el mbito de la msica, ya mediatizada masivamente
por mediode la radio, se dar forma, mediante un aparato discursivo
y performativo, a un tipo humano: elhuaso, que mutado desde su
representacin original, se metamorfosear en smbolo interesado de
un
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3sector que intenta delimitar lo nacional desde una mirada
impositiva y no integradora. As, y enconsonancia con la nocin de
invencin de tradiciones de Hobsbawm (2002), se crear, a partirdel
material ya mencionado, una narrativa de identidad que
invisibilizar y obviar manifestacionesculturales en uso, con el fin
de homogeneizar a partir de un modelo previo la idiosincrasia de
loshabitantes de la nacin. En esta apuesta, segn menciona Donoso
(2006), se ponen en contrapuntolos dos tipos humanos en los que
desde la Colonia se ha intentado sintetizar la idea de
chilenidad:el roto y el huaso, inclinndose la balanza claramente
hacia la figura del huaso, modelo de unmestizaje acotado geogrfica
e ideolgicamente, que no alcanza a representar todo el
espectrocultural del pas. Pero tambin se pone en juego una estrecha
concepcin de folklore, msinteresada en rescatar especmenes
folklricos que de entender la dinmica de lo popular en tantocultura
viva y en continuo cambio.Este trabajo comenzar explicitando la
idea de narracin identitaria, su relacin con la nocin detradicin
inventada y el engarce que esta nocin tiene con los estudios
folklricos. En un segundomomento abordar el tema de los inicios de
los estudios folklricos formales en Chile y la tempranapolmica que
en este campo se produce. Luego se sealarn las prcticas discursivas
yperformativas utilizadas en la construccin, desde la msica, de la
tradicin del huaso, el contextoen que esta surge, as como el
trasfondo histrico e ideolgico que la sustent. Finalmente
serealizar un balance sobre la actualidad y vigencia de esta
tradicin.
Nuestra intencin es enmarcar este escrito en la rbita del
anlisis crtico del discurso tal como loentiende Van Dijk, esto es:
Tipo de investigacin analtica sobre el discurso que
estudiaprimariamente el modo en que el abuso del poder social, el
dominio y la desigualdad sonpracticados, reproducidos, y
ocasionalmente combatidos, por los textos y el habla en el
contextosocial y poltico (Van Dijk 1999, 23)
Identidades culturales, narrativas identitarias y tradiciones
inventadas.En el proceso de produccin de la identidad personal,
resultan muy significativas las afiliaciones,caractersticas o
lealtades grupales que el individuo pueda establecer pues
contribuyen aespecificarlo como sujeto. Estas caractersticas
compartidas implican la idea de identidad colectiva,expresadas en
categoras como gnero, clase, etnia, sexualidad, nacionalidad, etc.
Es lo que StuartHall (1997) llama identidades culturales, esto es,
caractersticas culturalmente definidas que ungran nmero de
individuos comparten.Siguiendo a Brunner (s/f) asumimos que las
identidades colectivas, por ejemplo aquella quellamamos identidad
nacional, son un tipo de entidades que existen slo segn las formas
quehablamos de ellas. Dice Brunner: las identidades colectivas
pertenecen a esa clase de objetosque son creados por la manera cmo
la gente habla de ellos. En verdad, tales identidades depueblos,
etnias, naciones o continentes carecen de sustancia; no estn ah
afuera, como algo quepudiramos aprehender ms all de nuestras
maneras de hablar de ellas. Mas bien, estnsuspendidas ntegramente
sobre la fina red de las palabras que las nombran; su sustancia
sondiscursos, interpretaciones (s/f, 191). Las identidades
colectivas existen, pues, por medio deconversaciones, textos,
producciones discursivas y comprensiones. Funcionan en tanto
producensignificados e historias con las cuales las personas pueden
identificarse. Benedict Anderson lo
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4caracteriza como comunidad imaginada; una construccin social
(Berger y Luckmann 2003), lanacin, sostenida por la percepcin de
personas que se entienden a s mismas como parte de ungrupo homogneo
y con sentido de pertenencia: nunca conocern a la mayora de sus
compaerosmiembros, ni estarn con ellos ni siquiera los oirn, sin
embargo, en la mente de cada uno de ellosvive la imagen de su
comunin (Anderson, tomado de Larran 2001, 38).Las identidades
nacionales, pues, son formadas y transformadas dentro de y en
relacin arepresentaciones. Una nacin no es solamente una entidad
poltica, sino algo que producesignificados, un sistema de
representacin cultural. Las personas no son nicamente
ciudadanoslegales de una nacin, ellos participan de la idea de
nacin tal como esta es representada en sucultura nacional.Este tipo
de identificacin colectiva termina generando verdaderas narrativas
de nacin presentes enlas historias nacionales, la literatura, los
mass media, la cultura popular, que singularizan lanacionalidad en
eventos tenidos por gloriosos, cierta gastronoma, algunos tipos
humanos, smbolospatrios, paisajes caractersticos, algunos rituales
y tradiciones, inventadas o no, que expresansimblicamente
continuidad con un honroso y unificante pasado en comn. Por su
parte el discursode lo nacional demanda constantemente a los
individuos la repeticin de estas narrativas denacin. Todo ello de
manera no casual ni espontnea, sino que manejada por intereses
tendientes aestablecer cohesin, una caracterstica considerada
propia de las naciones modernas. Es a este tipode discurso, aquel
que estandariza la identidad nacional en smbolos culturales de todo
tipo, al quellamaremos narrativa identitaria; en ella la identidad
es definida por medio de la enunciacin de unejemplo concreto, de un
smbolo.
La identidad nacional, una de las identidades colectivas que
surgen en la modernidad, esactualmente a la que mayor importancia
le concedemos en tanto fuente de identidad cultural.
Lasidentificaciones que en las sociedades pre modernas estaban
dadas por la tribu, el ascendiente dealguna persona en particular,
la religin o la regin, han sido transferidas, en las
sociedadesoccidentales, al mbito de la cultura nacional o del
Estado territorial, entendiendo por tal unainstitucin que establece
un principio de autoridad sobre los habitantes de un espacio
geogrficodemarcado un trozo del mapa dice Hobsbawm (1994, 6).En el
lapso de historia en que surgen los nacionalismos en Europa, la
figura del Estado adquiererelieve por dos razones: 1) es
interpretado cada vez ms como el escenario donde se ejecutan
lasactividades de mayor importancia para los sbditos y ciudadanos,
las que finalmente determinabansu existencia civil; 2) se est
estandarizando la administracin, el derecho y la
educacin,transformando a las gentes en ciudadanos. En este marco no
es raro que la poltica comenzara adesarrollarse a nivel nacional y
con organizaciones que actuaban dentro de los lmites de la
nacin.Como afirma Hobsbawm (2002, 275): El estado, la nacin y la
sociedad convergan.Esta identidad estatal-territorial ha tenido,
desde su aparicin hacia fines del siglo XVIII, dospresupuestos que
la contaminan: a) se entiende que todos los ciudadanos de tal o
cual Estadopertenecen, de alguna manera, a la misma comunidad; b)
lo que une a estos ciudadanos es ciertorasgo comn (etnicidad,
lengua, cultura, raza, religin, antepasados o historia en comn,
etc.). Deeste modo es que Estado y nacin pasan ha convertirse en
sinnimos. Afirma Hobsbawm alrespecto:Bsicamente, el equvoco se
produce entre el Estado como comunidad poltica,
definidoterritorialmente, y las comunidades en el sentido
antropolgico, sociolgico o existencial del
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5trmino. En efecto, la confusin parti de modo natural del origen
revolucionario de la nacinpoltica moderna, la cual se basaba en el
concepto implcitamente democrtico de soberana delpueblo, que a su
vez implicaba una voluntad poltica comn y vnculos comunes de accin
polticatales como el patriotismo orientados al bien comn. Mientras
le fue negada la plenaciudadana a la masa del pueblo y su
participacin activa en poltica no fue necesaria, ni deseada,este
concepto de soberana popular se mantuvo ms bien en un plano
meramente acadmico. Sinembargo, con el surgimiento de la poltica
democrtica y la consecuente necesidad de movilizar ala poblacin, el
pueblo, como un todo, se convirti en actor y se le confiri
necesariamente elcarcter de una comunidad, sin tener en
consideracin las diferencias internas que lo dividan(Hobsbawm 1993,
7).Esta idea de comunidad nacional estaba enormemente reforzada con
la nocin de genio nacional(Volksgeist) planteada por el
romanticismo alemn, y por el nfasis en la base racial de
lascomunidades que pregonaba el social darwinismo francs. As, en la
idea de nacin se enlaza ladefinicin republicana con una de corte
tnico y lingstico: lo que daba cohesin a las nacionesno eran los
lmites de su territorio ni las instituciones que los regan, sino su
base tnica y cultural.El idioma, las tradiciones, los recuerdos
compartidos, el folklore y la raza se convertan enelementos
relevantes a la hora de definir los lazos nacionales (Dummer 2010,
87)
Frente a un escenario en que grupos, entornos y contextos
sociales piden, hacia fines del siglo XIX,mecanismos que
estructuren las relaciones sociales y que a le vez aseguren y
expresen la cohesinde las identidades nacionales entendidas desde
el Estado territorial nacional, los Estados tienden adesarrollar
una estandarizacin u homogeneizacin social, funcionalmente
necesaria para laciudadana, y a fortalecer aquellos vnculos que
mantienen a esta ciudadana ligada a un gobiernonacional. Cohesin y
continuidad sern las dos ideas fuerzas con las que se
estructurarn,inventarn dice Hobsbawm, tradiciones (smbolos como
banderas y escudos, rituales, celebraciones,hroes, etc., etc.) que
se insertarn en el discurso sobre lo nacional como garantes de
continuidadhistrica. Al hablar de tradicin inventada Hobsbawm
explicita que esto implica un grupo deprcticas, normalmente
gobernadas por reglas aceptadas abierta o tcitamente y de
naturalezasimblica o ritual, que buscan inculcar determinados
valores o normas de comportamiento pormedio de su repeticin, lo
cual implica automticamente continuidad con el pasado (2002,
8).Tres son las categoras de tradicin que Hobsbawm reconoce, a
saber: 1) aquellas que establecen osimbolizan cohesin o pertenencia
a un grupo; 2) aquellas que establecen o legitiman instituciones;3)
aquellas cuyo propsito es la socializacin e imposicin de ideas y
valores.
El nacimiento de la poltica de masas dentro de los estados
nacionales hizo necesario establecernarrativas de cohesin que
debieron recurrir a mbitos que pudieran fomentar el desarrollo de
unsentimiento nacional, y lograr as que el Estado sea reconocido
como fruto de las accionescolectivas de los ciudadanos. Esta
necesidad socio-poltico llev a las ciencias a crear espacios
delegitimacin para el estudio de los aspectos sociales y culturales
de una sociedad, surgiendo ydesarrollndose rpidamente disciplinas
como la Antropologa, la Sociologa, la Psicologa y laEtnografa. Es
dentro del campo de sta ltima disciplina que surge como ciencia
validada elestudio del Folklore, que se convertir, por, como vimos,
influjo del romanticismo alemn y elsocial darwinismo francs, en una
de las ms importantes referencias para la construccin de todotipo
de narrativas identitarias y tradiciones inventadas tendientes a
fortalecer la identidad nacional apartir de ciertos rasgos que se
identificaban previamente con la cultura de los pueblos. Dice
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6Hobsbawn (2002) que los gobernantes y observadores de la clase
media han notado, ya en estepunto, la importancia que tienen los
elementos irracionales para mantener el tejido y el orden
social.Tenemos, entonces, que el pueblo comienza a existir como
referente del debate moderno a fines delXVIII y principios del XIX,
como consecuencia de la formacin, en Europa, de estados
nacionalesque intentan abarcar a todos los niveles de la poblacin.
Tal intento estaba, eso s, marcado por unsesgo ilustrado, que vea
al pueblo como el legitimador de un gobierno secular y democrtico,
perotambin como el portador de supersticin e ignorancia, es decir,
alejado de la razn. Comienza,entonces, a desarrollarse una
estrategia de inclusin abstracta y exclusin concreta (Martn-Barbero
2003, 16).Comienzan los letrados a preocuparse de conocer las
costumbres populares e impulsan losestudios folclricos. Se inicia,
as, una exaltacin de las maneras populares de expresin,volcndose a
situaciones particulares donde se subraya la diferencia y el valor
de lo local,reivindicando lo extico. Toda esta preocupacin estaba
signada por el espritu cientfico propiodel positivismo de la poca.
Ello implicaba tomar distancia de los conocedores aficionados
ycriticar la cultura popular. A este afn se una una intencin de
redencin social. En efecto, eltrabajo folclrico fue un movimiento
de hombres de elite, que no buscaban slo el conocimiento delmundo
popular con el afn de formar una nacin moderna integrada, tambin
era utilizado paraliberar a los oprimidos y resolver la lucha de
clases.El concepto de folklore (del ingls folk: pueblo y lore:
saber. sabidura del pueblo) es puesto encirculacin el ao 1848.
Desde un principio se intent clarificar ambos trminos del
nuevoconcepto. As, para limitar el folk se intent dividir las
sociedades, en bajas clases, gruposmedios y an grupos primitivos.
En cuanto al lore, el debate se centr en si se inclua tanto
lomaterial como lo inmaterial. Con una mirada cientificista, se
crea un objeto de estudio mediante elcual se buscaba comprender los
elementos materiales e inmateriales que, trasmitidos por herencia
ymediante principalmente la oralidad, eran considerados propios del
carcter o identidad de losgrupos en estudio, en tanto antiguos,
arraigados en la tradicin. La relacin casi espontnea entrelas
nociones de folklore e identidad, fue empleada como herramienta
para el fortalecimiento delconcepto de nacionalidad tanto en el
nuevo como el viejo mundo. En torno a lo que se entendacomo
folklrico se urde toda una narrativa de pertenencia a la comunidad
nacional.
Central en todo este proceso son los conceptos de tradicin y
supervivencia. Lo popular setransforma as en un residuo elogiado
(Garca Canclini 1989), lugar donde se almacena lacreatividad
campesina, la transparencia de la comunicacin cara a cara, lo
profundo de la identidadque se perda con el advenimiento de lo
moderno. La actividad letrada se vuelca hacia una oralidadque se
cree en vas de extincin (Rama 2004). Los objetos y las costumbres
populares sonconcebidos como restos de una estructura social que se
apaga, por ello no existe una realpreocupacin por entenderlas en
toda su magnitud socioeconmica. Finalmente se sostendr que
loespecfico de la cultura popular es su fidelidad con el pasado
rural, cegndose a los cambios que laiban redefiniendo en las
sociedades industriales y urbanas. Al creer que la cultura popular
esautnoma, los letrados se niegan a reinterpretarla a partir del
nuevo escenario cultural que estsurgiendo.Existe, pues, una especie
de doble sometimiento de lo popular. Por un lado el de los
folcloristasincapaces de llevar los estudios a sus ltimas
consecuencias, y por otro, el acto mismo de transferirlo popular a
la escritura, eminente dispositivo de normalizacin y formalizacin,
medio ytecnologa, racionalidad y tcnica de fabricacin
(Martn-Barbero 2003).
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7Todo estos entrecruces entre los conceptos de nacionalidad,
folklore y cultura popular sucedendesde la segunda mitad del siglo
XIX (Hobsbawm ubica el momento de mayor produccin detradiciones
inventadas entre 1870 y 1914), periodo que corresponde tambin al
auge de los estudiosfolklricos en Europa occidental, surgiendo a
mediados del siglo XIX las primeras Sociedades deFolklore (la
primera en Inglaterra en 1878) y tambin tratados sobre teora y
metodologa enAlemania, Francia e Inglaterra.
El inicio de los estudios folklricos en Chile: contexto y
primeros pasos: las dos miradas a lacultura popularEn Amrica Latina
el nacimiento del folklore como ciencia es contemporneo al del
ingreso de laregin en un proceso de modernizacin econmica, poltica,
administrativa y social que se iniciaalrededor de 1870. Tal proceso
ampliar el crculo letrado, propiciando mayor riqueza de opcionesy
cuestionamientos en mbitos econmicos, sociales y culturales. Para
el caso de Chile, se fija elinicio del proceso con el fin de la
Guerra del Pacfico (1884).Junto con los intentos gubernamentales de
insertarse en la expansin mundial del mercado, seproducen fenmenos
internos cruciales, como la emigracin de la poblacin a las grandes
ciudades;el aumento de la cobertura en educacin, con la
consiguiente disminucin del analfabetismo; latensin laico-clerical;
un replanteamiento de la identidad nacional a partir de problemas
limtrofesinternos y externos; los primeros atisbos de la cuestin
social y un incipiente proceso deurbanizacin.Contiguos a los
procesos de alfabetizacin que incorporaron a emergentes sectores
medios en laadministracin y las instituciones pblicas, comienzan a
generarse otros mbitos de discusinrelativos a la cosa social
emergente, que necesitaron otro tipo de intelectuales. Rama
(2004)menciona la educacin, el periodismo y la diplomacia, siendo
el segundo quien mayor autonomaalcanzar en relacin al control del
Estado. La letra comienza, as, a ser vista como palanca deascenso
social, respetabilidad pblica y acceso a centros de poder. Ejemplo
de esta perspectiva es lafigura de la maestra normal.Surge tambin
hacia esta poca, un espacio menos dependiente del poder en la
academia, queintentar abarcar las demandas de los estratos bajos.
Esto contribuir a la configuracin de gruposopositores al poder,
todos urbanos y letrados, caracterizados por espontneas
coincidenciasprotestatarias, manifestaciones y reclamaciones
multitudinarias (Rama, 2004).Toda esta irrupcin de intelectuales
provenientes de capas sociales distintas a la oligarquaprovocar un
proceso de recomposicin hegemnica, que cambiar el escenario
cultural del pas aldiversificarlo (Subercaseaux, 1988). Aunque no
se trata de una ruptura, si es el inicio deimportantes
transformaciones que implicarn, entre otras cosas, una
autonomizacin del campoliterario en conflicto con el discurso
tradicional, un replanteamiento de los mecanismos identitariosdel
pas y un acercamiento a lo que se considerar folclrico y
tradicional.
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8En Chile el estudio sistemtico del folklore comienza con la
llegada de Rodolfo Lenz (1863-1938)al pas en 1890. Heredero del
auge de la etnografa en Europa, Lenz sienta las bases para
unaaproximacin erudita a la cultura popular de tradicin oral,
aproximacin que se verinstitucionalizada con la fundacin en 1909 de
la Sociedad de Folklore Chileno, cuyos objetivosson: fomentar el
estudio del Folklore Chileno y facilitar la publicacin de toda
especie de trabajosreferentes a esta ciencia (Lenz 1911, 3).Este
inters por lo folklrico tuvo bastante consonancia con una ya
existente voluntad de reflexionaracerca del carcter nacional, en
una tarea destinada a dar definiciones en torno a lo
chileno,acicateadas en mayor o menor forma por la celebracin del
centenario de la independencia. Es ascomo se desarrolla una gran
actividad investigativa y editorial en torno a lo folklrico,
actividadmarcada por un lenguaje y una actitud elitaria, que desde
una perspectiva paternalista yproteccionista se enredaba ms bien en
lo pintoresco. La cultura letrada se interesa por la culturaoral y
tradicional en tanto la percibe como expuesta a un peligro de
extincin y la valora comoexpresin de un modo de ser chileno.
Como ya se ha dicho, es innegable la relacin que el discurso de
lo nacional ha establecido entreidentidad nacional y folklore. Se
rescatan, pues, elementos pertenecientes al folklore
paraincorporarlos en el imaginario de la nacin y generar un sentido
de identidad y pertenencia a lochileno, que marca nuestra
diferencia con lo extranjero. Tenemos, entonces, que dependiendo de
lasdefiniciones que ha ido adquiriendo el concepto folklore a lo
largo de nuestra historia, se decantandistintas formas de entender
la cultura popular y cmo sta se integra o excluye en un concepto
decultura nacional.Siguiendo a Donoso (2006), reconocemos para
Chile dos grandes lneas tericas con respecto a quse entiende por
folklore: a) una que defiende el folklore de las clases populares
con sus racesmestizas e indgenas; b) otra proveniente de la elite
nacionalista conservadora, vinculada al
mundoinstitucional-acadmico, que aboga por un folklore que resalta
la matriz espaola desdeando elaporte indgena en la tradicin
criolla.Ambas lneas tienen su tipo humano caracterstico, el roto y
el huaso respectivamente, y a lolargo del siglo XX han tenido sus
defensores y detractores. En lo que sigue intentaremos
acotarnuestra mirada en el debate generado por los primeros
estudios folklricos durante el perodo queva de 1890 a 1930.Para la
Sociedad del Folklore Chileno el folklore era la cultura oral,
mestiza, popular y noacadmica que caracterizaba al bajo pueblo. Su
tarea fue darse a la bsqueda de todos losejemplares que de esa
cultura an permanecieran entre la poblacin en el entendido, ya se
advirti,que tal cultura, principalmente la oral, estaba en peligro
de extincin. Tal trabajo se realizfecundamente y podemos decir que
lo que caracteriza a la primera camada de investigadores
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9folklricos fue el acopio y descripcin de aquella cultura ms que
a la teorizacin de lo que es elfolklore.Frente a esta definicin del
folklore y su consiguiente tarea, surge una serie de crticas que
noofrecen una definicin distinta, sino que sencillamente niegan que
parte de ese material deba serconsiderado folklrico o perteneciente
a la identidad nacional.Donoso (2006) afirma que el momento ms
lgido de este contrapunto en torno al folklore, seproduce en 1911
con la publicacin, en los Anales de la Universidad de Chile, del
artculo deEliodoro Flores, miembro de la Sociedad Chilena de
Folklore, titulado Adivinanzas Corrientes enChile. Ante los
ejemplos presentados por Flores en tal publicacin, se levant toda
una querellapor parte de medios de prensa de corte conservador.El
Diario Ilustrado afirm que se trataba de un artculo torpe, grosero,
repugnante, nauseabundoes un atentado contra la moral, un insulto
contra la cultura nacional, una afrenta vergonzosa parala
Universidad (Tomado de Donoso 2006). Por su parte el diario La Unin
escribi que elartculo exhiba una abundante coleccin de indecencias
tan inmundas, tan asquerosas, tanrepugnantes y tan burdas, que no
es posible insinuar siquiera en qu consisten. So pretexto de
lasadivinanzas, se estampan en letras de molde, en el rgano oficial
de la Universidad del Estado, enel medio de comunicacin con los
centros cientficos europeos, todo lo que constituye la delicia
delos bajos fondos sociales, lo ms grosero que pueda discurrir la
malicia y la ignorancia populares,esos acertijos de doble sentido
cuya miga est en su estructura brutalmente torpe, ya que
lassoluciones resultan totalmente imbciles (dem).La Sociedad se
defendi argumentando que si bien tales adivinanzas atentan contra
la moral,pertenecen a la tradicin popular y que tratndose de un
trabajo cientfico simplemente no se podanomitir a antojo. Tales
explicaciones acadmicas, que no intentaron reivindicar la cultura
popularpues su inters era ms cientfico que social, no fueron
aceptadas por las clases conservadoras.En una poca en que se est
reconfigurando el sentido de lo nacional, el sector de la
eliteconservadora simplemente neg que tales manifestaciones
culturales fueran parte de la identidadchilena. Se trataba de
manifestaciones de sencillo mal gusto, de pura chabacanera que ms
bieninsultan la cultura nacional y no la representan. Es decir, una
parte de la cultura del pas no esrepresentativa del carcter
nacional, carcter que se encuentra en otras manifestaciones
culturales deverdadera tradicin y con caractersticas ms bien
europeizantes.En toda Amrica Latina se producir este efecto en que,
frente al inters por definir una identidadnacional surgido a fines
del siglo XIX producto de los cambios generados por el proceso
demodernizacin, se levanta un discurso hegemnico, que intenta
diseminar en la mentalidad de laspersonas ciertos patrones
culturales considerados definitorios de lo nacional. El folklore
esutilizado, as, como un dispositivo externo de representacin, que
establece un recorte y unasimbolizacin, de carcter esencialista,
que intenta naturalizar la identidad de las culturas populareso
tradicionales representadas, por medio de filiaciones selectivas e
interesadas con aspectos de lofolklrico, lo popular, lo vernculo.
Como dice Garca-Canclini, es un proceso de invencinmelanclica de
tradiciones.
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Para el caso de Chile, la respuesta ante esta nocin de folklore,
que amenaza con permitir el ingresoen nuestro carcter de
manifestaciones aberrantes, es una especie de blanqueamiento del
folklore apartir de lo musical y apoyado por los medios de
comunicacin masiva. En este punto es necesariomencionar que en
Chile, hacia la tercera dcada del siglo XX, est emergiendo la
cultura de masas.As, junto a los procesos polticos y sociales, en
que destaca el triunfo populista de ArturoAlessandri, se produce un
cambio en el mundo de las comunicaciones y la cultura, al aparecer
laindustria cultural, que establece nuevas formas de vinculacin a
gran escala.Es as como surge la hoy llamada Msica Tpica Chilena
(Gonzlez 1996), a la poca llamadamsica criolla, que no es sino la
reinterpretacin de canciones campesinas en el medio urbanohacia
fines de la dcada de 1920, llamada tambin cancin urbana de raz
folklrica (Rimbot 2008)(sobre ella abundaremos en el siguiente
apartado). Esta prctica musical consistente en la ejecucinde
distintos gneros de msica y cancin urbanas de raz folklrica, ha
tenido sucesivas etapas hastafines de 1980, cristalizadas en los
movimientos musicales conocidos como Msica Tpica Chilena(1927),
Neofolklore (1963) y Nueva Cancin Chilena (1965) (Gonzlez
1996).
Resumiendo, podemos decir que en respuesta a lo presentado como
folklore en los primerosestudios relativos a esta materia, surgen
nociones elitistas que, desconociendo el mestizaje, dejanfuera
tanto algunas manifestaciones del bajo pueblo, de los rotos, como
las contribuciones delcomponente indgena, inclinndose por definir
la cultura nacional desde la matriz arbigo-andaluzay
castellano-catlica, esforzndose por difundir y homogeneizar esta
visin.
Gnesis, ejecucin y escenario de una tradicin inventada: el huaso
en la Msica TpicaChilenaAsumimos que en la produccin cultural y
artstica de una sociedad determinada se realizanrepresentaciones de
lo que esa sociedad entiende por propio y peculiar.En la cancin
urbana de raz folklrica en Chile se construye, hacia la dcada del
1920, unimaginario nacional y un discurso de identidad del que
decantar la figura del huaso tal y como laconocemos hoy.Qu es lo
que este smbolo intent representar y cmo, quin lo represent, a
instancias de qugrupo socio-cultural, institucin o estructura, en
qu contexto y con qu fines y hacia quien seproyectaba esta
representacin son algunas de las interrogantes a las que intentar
dar respuesta estaparte del artculo.Nuestro anlisis estar orientado
tanto por la textualidad de las canciones implicadas (en
estaprimera aproximacin slo los ttulos de las canciones), como por
todas las estrategiasperformativas que dan contexto y sentido a las
canciones. Tales estrategias implican aspectosinterpretativos
(timbre, volumen, articulacin, modulacin, etc.) y de escenificacin
orepresentacin (gesto, actitud, carisma, vestuario, etc.).
Siguiendo a Juan Pablo Gonzlez puedecaracterizarse el performance
como desempeo del msico sobre el escenario, su gestualidad, sumodo
de relacionarse con los otros msicos y con el pblico, su
vestimenta, la ilacin dramtica
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del concierto y la propia produccin del espectculo, implica
tambin aspectos composicionalescomo el arreglo o la improvisacin
(Gonzlez 1996, 25)El performance ha sido fundamental para construir
estas expresiones musicales (su gnero; susignificado; la imagen del
grupo o intrprete). De este modo es que se han propuesto gneros
yrepertorios basadas en tradiciones folklricas comunes (espaolas,
criollas o mestizas, vigentes oextintas), pero en un marco urbano y
con diversos propsitos artsticos e ideolgicos. Dice Rimbot(2008,
61): Tanto la letra como las estrategias performativas, junto con
el aparato paratextual dedichas canciones (ttulos de lbumes, nombre
de los conciertos, entrevistas, etc.) entran en laconstruccin de
sentido de los distintos gneros.
El siempre polmico tema de la identidad en Latinoamrica, tanto a
nivel continental comonacional, tuvo un gran referente en el
movimiento literario llamado criollismo, surgido hacia finesdel
siglo XIX y comienzos del XX. De resonancia continental, el
criollismo es contemporneo a lasreflexiones sobre la nacionalidad
(Vergara 1994, 36) a propsito de la entrada de la regin en
unproceso modernizador que exige redefiniciones en todos los mbitos
de lo social y la cultura, a finde prepararse para el inminente
advenimiento del progreso. Puestos en la necesidad de buscarpuntos
de comunin social que otorgaran sentido de cohesin nacional a los
grandes desafos quedeban enfrentarse, el criollismo, sobre todo en
la produccin pictrica y literaria, se presenta comoun sitio
privilegiado de relevancia de lo nacional, frente a un
universalismo que se entiende comoavasallador de las costumbres y
la tradicin. Valindose de filiaciones con lo popular, lo folklricoy
lo vernculo, centra su mirada en el mundo campesino con sus
peculiaridades geogrficas yhumanas que se transforman en
referencias patrimoniales de lo que significa ser chileno. La
pticacriollista tiene, sin duda, un referente en los llamados
costumbristas, surgidos hacia inicios de larepblica (al respecto
Rojas et al 1957). Para Rimbot (2008), esta base discursiva que
representa alhombre de campo, su paisajstica y costumbres, en
conjunto con una vertiente, tambin literaria yplstica, relativa a
una pica fundacional del pas con hitos, fechas y prceres, son la
base de losemblemas e conos, ella habla de ncleos de identidad, que
forman parte de uno de los msfuertes imaginarios sociales
chilenos.Pero el criollismo no era el nico referente. La nocin de
genio nacional proveniente de laconcepcin romntica de nacin,
aquella que centra su mirada en la filiacin tnica y cultural,
pusode moda, tambin en Chile, la idea de bsqueda de un alma
nacional, donde el concepto de razase torn muy relevante.Comienza
as, hacia el cambio de siglo, una bsqueda de tradiciones y
representantes del origenracial que dieran respuesta al tema de la
identidad. Frente a un Chile que se present durante todo elsiglo
XIX en trminos republicanos, esto es, con un imaginario en el que
la idea de nacin surga delos procesos ilustrados que enmarcaron las
guerras de independencia, surge toda una simbologaidentitaria
empapada de contenidos folklricos e indigenistas, que implicaban
una idea de nacinconcebida como una entidad de existencia anterior
a su formacin como repblica (Dmmer2010, 82), es decir, prexistente
en trminos tnicos y culturales. Surge as toda una
corrienteintelectual que incluye a pensadores como Nicols Palacios
(1858-1911), Francisco Encina (1874-1965), Gonzalo Bulnes
(1851-1936), Alberto Edwards (1874-1932) y Alberto Cabero
(1874-1955),que aboga por la recuperacin del alma nacional chilena,
por el retorno a lo primigenio de la raza,volcando su mirada hacia
el pasado fundacional de lo ms autntico del ser chileno. As es
que,aparte del imaginario del criollismo que centraba su visin en
lo campestre y la tradicin espaola,aparecen otros imaginarios en
que se rescatan tradiciones y tipos humanos urbanos e indgenas.
Esas que aparecen, renovados, las representativas figuras del
huaso, del roto y del araucano (el
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trmino mapuche no era usado a la poca), siendo los dos primeros
quienes mayor significacintuvieron en cuanto smbolos de chilenidad,
existiendo verdaderas legiones de huasistas yrotistas que
reclamaban la prioridad genealgica de sus smbolos (al respecto
Donoso 2006 yGarrido 1979. Para el caso particular del roto,
Gutirrez 2010).
La Msica Tpica Chilena y su tipo humano el huaso, sern la punta
de lanza con que se insertaren el imaginario nacional una tradicin
tendiente a socializar ideas y valores afincados en las
claseshegemnicas. Con su referencia a tradiciones folklricas, la
Msica Tpica toca el tema de laidentidad y se constituye en
constructor de lo nacional, instalando nuevos imaginarios
socialesarropados en imgenes de tradicin, inventando, literalmente,
con su msica y potica, prototiposnacionales que no siempre tienen
un asidero histrico social, pero que sin embargo han funcionadocomo
smbolos de lo chileno. Estas nuevas representaciones del espacio
nacional y la geografahumana de Chile presentes en la Msica Tpica,
son una de las respuestas que desde la cancinpopular se han
levantado en torno al tema de la identidad, incorporando u
ocultando algunosaspectos del otro social, para decantar modelos
ideologizados y funcionales de identidad.Recordemos que, como
dijramos, la Msica Tpica surge desde la elite conservadora como
unaforma de exorcizar aquella cultura popular que no representaba a
la cultura nacional, sino ms bienla ofenda. Y es que la elite
social, gobernante del pas desde su origen, no tena hacia los
aosveinte una msica que los representara cabalmente en el mbito
urbano y le incomodaba que lamsica considerada tradicional se
manifestara mayoritariamente en prostbulos y lugares de
dudosareputacin, el lugar de los rotos. Como afirma Rolle (2004,
4): Si en las primeras dcadas delnuevo siglo un chileno o un
extranjero quera escuchar en Santiago o Valparaso conjuntos dearpa,
piano y guitarras, y ver bailar bien la cueca, tena que acudir a
estos lugares Haba, pues,que rescatar tal msica de los arrabales y
se vali para eso de la industria discogrfica y delespectculo.Con
referentes de identidad, provenientes casi exclusivamente de los
sectores rurales de la zonacentral, la Msica Tpica se dar, hacia
fines de la dcada del 1920, a la tarea de rescatar y restituiren el
medio urbano el espritu principalmente festivo de los campos
chilenos. Todo un aparato deproduccin cultural (autores,
compositores, intrpretes, los emergentes mass media, la radio y
elcine, el circuito de escenarios de todo tipo desde los cabarets a
los elegantes salones de baile)trabajar en seleccionar elementos de
la tradicin rural que se adecuen a la evocacin del campo taly como
desean mostrarlo. Todo ello girando bsicamente alrededor de dos
gneros ejemplares decanto campesino: la tonada y la cueca. La Msica
Tpica ser pues, un hibrido que partiendo deinsumos folklricos
incorporar elementos de tcnica artstica para estilizar el canto
campesino, queser evocado por cuartetos masculinos caracterizados
en su mayora por la vestimenta del huaso,asumido como cono de
representacin nacional (Manns 1987, Rimbot 2008).
El primer grupo musical que difundir este nuevo tipo de msica,
el folklore urbanizado, ser elgrupo Los Huasos de Chincolco hacia
1923. Pero es un cuarteto vocal llamado Los Cuatro Huasos,que
inicia sus presentaciones en 1927, quin llevar el gnero a una
popularidad verdaderamentemasiva. Estos estudiantes universitarios
que aprendieron guitarra y recibieron repertorio demadres y tas que
hacan msica de saln y que habran integrado estudiantinas de
seoritascuando eran jvenes (Rolle 2004, 3), eran representantes de
la elite social y fueron los pioneros deuna tendencia en su momento
muy nutrida y que se mantiene hasta hoy en la figura de los
HuasosQuincheros: conjuntos tpicos de huasos surgidos en mbitos
universitarios. Artistas con una carreraprofesional paralela.
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Partiendo por el nombre de las agrupaciones, todo el proyecto
artstico de la Msica Tpica tendrpor protagonista al huaso, que ser,
a la vez objeto y sujeto lrico o potico de las canciones a lavez
tema y voz de las canciones (Rimbot 2008, 63). La figura del huaso
ser replanteada,otorgndosele sentidos y atribuciones sociales que
inicialmente no posea, hasta erigirlo enemblema de la chilenidad. Y
es que siempre la elite terrateniente se identific con un
imaginario delhuaso que apelaba a la hidalgua del espaol, la
austeridad, la sencillez, siendo su principalvnculo con la tierra,
el fundo o el latifundio que los form identitariamente (Donoso
2009, 35).
El huaso en principio es el hombre de baja condicin social que
trabaja en el campo, esto lodiferencia del hacendado o dueo de
fundo que tambin trabaja en el campo. As lo delimitaclaramente
Recaredo Tornero (1872, 472): La raza que puebla nuestros campos,
los llamadoshuasos, es la nacin primitiva; apenas si tienen en sus
venas una dcima parte de sangre europea.Forma dos categoras
distintas: el pen y el inquilino. El primero es un empleado a
sueldo que setoma a tarea o por da, dedicando todo su tiempo a los
trabajos que se le encomiendan. El segundo,el huaso, es un
verdadero siervo del sistema feudal; todo l, su familia, sus
haberes, dependen delpatrn. An en 1918 el huaso era definido como
campesino mal vestido, enrevesado para hablar,pero alegre y
picaresco (Valenzuela 1918, 341).Haciendo de lado las diferencias
socio-econmica, la Msica Tpica propondr un huasoestandarizado (el
que vive en el campo, monta a caballo y se viste como tal). Este es
el huaso queser representado por los principales artistas de la
tendencia. As, estos msicos y cantantes, en sumayora pertenecientes
a la oligarqua del latifundio en Chile, con formacin musical
formal,crearn un tipo humano emblemtico sin correlato en la
realidad social. Como bien se afirma en laentrada correspondiente
de la pgina web Memoria Chilena: Con el tiempo, la imagen del huaso
seidealiz. Ms que una figura ingenua e inocente, se identific con
el campesino montado y, porende, poderoso; se le atribuy, as, la
gallarda representativa de la exaltacin nacional. Setransform en un
personaje viril, bien puesto, fuerte y ricamente vestido; con manta
espaola,delicadas y firmes botas, cuidadas espuelas y fina montura.
El huaso, que es un referente del vallecentral de Chile, se
transform en el smbolo de los valores de todo el territorio
nacional; de losgrandes fundos y la tradicin de esas tierras. Su
consiguiente msica, ejemplificada principalmenteen la cueca y la
tonada, se transform en el smbolo de Chile.Performativamente el
huaso de la Msica Tpica, tanto en el escenario como en la
iconografapromocional, lleva relucientes botas de cuero adornadas
con espuelas de plata (smbolo de estatuspues denota la tenencia de
un caballo), pantaln y chaquetn corto con sombrero aln del
tipoandaluz, elementos todos que ms bien representan al hacendado
que al huaso tpico presentado enla iconografa de autores que
pudiramos considerar clsicos1. A estos elementos de vestuario
seagrega un poncho corto de colores (comnmente rojo, blanco y
negro) que es claramente unelemento de ornato y no de abrigo, muy
distinto de los ponchos de lana largos y gruesos quecaracterizan a
los peones e inquilinos. Dice Rimbot al respecto: Al pasar de huaso
de campo a
1 En el anexo iconogrfico es posible ver las caracterizaciones
hechas por Tornero (1872). Se aprecia que eltipo que ms se acerca
al huaso de la Msica Tpica es el hacendado. Tampoco hay mucha
cercana en el casode la lmina del Atlas de Gay titulada Trajes de
la gente de campo, ni en las otras seleccionadas querepresentan
actividades y espacios que pueden entenderse como propias del
huaso. Finalmente el famosocuadro El huaso y la lavandera de
Rugendas, tampoco muestra mucha concordancia.
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huaso de escenario, el huaso como figura conoce un inesperado
ascenso social, que no traduceotra cosa que la voluntad, de parte
de los artistas, de fabricar un folklore y una identidad afines asu
propia condicin social (2008, 64).Tal vez en la vestimenta sea
donde mejor se aprecia el verdadero sentido de invencin y
deascendiente social que esta emergente figura del huaso
manifiesta. Si bien es difcil encontrarsmiles del traje masculino
en la iconografa histrica, para el caso del atuendo femenino el
asuntoes an ms dramtico, pues se crea por imitacin un traje para la
mujer socialmente equivalente altraje del hacendado. En efecto, Ral
de Ramn (1929-1984), un conocido compositor e intrpretede msica
tpica chilena, arquitecto de profesin e hijo de una alcurniosa
familia de origen cataln,remplazar el vestuario femenino
correspondiente a la china o sirvienta (vestido de flores
condelantal blanco) inventando un traje negro, con idntica chaqueta
y sombrero del traje masculino,ms una falda estrecha, larga y sin
vuelo, con una abertura para lucir una enagua de encaje, y
botasvaqueras. Todo porque su esposa, compaera de escenarios, no
siempre quera lucir traje desirvienta (Rimbot 2008). La falda
estrecha oblig, por otra parte, a variar la ejecucin del baile,pues
los pasos ms estrechos redundaron en una cueca ms distinguida que
la popular.Adems de la vestimenta, se utilizarn nombres y
denotaciones referidas a espacios determinados,visibles en el uso
de vocablos, modismos y pronunciacin del habla rural,
interjecciones y/o gritosde alegra o nimo, que son considerados
caractersticos de este constructo de tipo humano.Como ya se dijera,
los ritmos musicales ms utilizados son la cueca y la tonada, las
formas mtricasy rtmicas tradicionales de mayor presencia en los
circuitos artsticos nacionales. A este respectovale realizar
algunas acotaciones. No exista, antes de la Msica Tpica, una
tradicin masculina decancin huasa distinta a la paya, gnero muy
especfico y circunscrito y que, por sobre todo, no sebaila. Tanto
la tonada como la cueca era canto de mujeres. Esta separacin era
bastante estricta y yala haba consignado Lenz (1919, 521): Es un
rasgo muy caracterstico de la poesa popularchilena el que se divida
rigurosamente en una rama masculina y una femenina. Cada una de
ellastiene sus argumentos, su mtrica, su canto y sus instrumentos
particulares y propios. Agrega msadelante: En general no cabe la
menor duda de que ya solamente el canto femenino con suspoesas
livianas (tonadas) y acompaamientos de bailes (cuecas), es
verdaderamente popular; elcanto masculino lo ha sido en sus
orgenes, pero hoy sobrevive nicamente en pobres restos, que,por
esto, son tanto ms interesantes para el folklorista (dem, 522).
Tenemos entonces que, en loscampos chilenos, las cantoras cumplan,
a la poca, una funcin social mucho ms visible que loshombres, pues
eran constantemente invitadas para avivar todo tipo de
festividades. Esta labor socialfue asumida por los huasos de Msica
Tpica, quienes desde entonces tambin podan animarfiestas.Otra
innovacin en cuanto a lo musical es que la mayora de los grupos
representantes de latendencia son cuartetos de voces, frente a una
cancin campesina que se interpretamayoritariamente de forma
individual. Se crea, as, un nuevo producto a partir de adaptaciones
queintervienen las formas originales por medio de arreglos y
estilizacin de las formas y las voces. Sibien era conocido que la
cancin rural tradicional era interpretada con voces agudas y
nasales (Lenz1919, Barros et al 2002), la Msica Tpica impondr voces
cultivadas, de diccin articulada yanacin precisa, apropiadas para
el medio social acomodado donde eran admirados (Gonzlez1996,
26).
En lo relativo a las letras de las canciones, las temticas son
apologticas del mundo campesinoprincipalmente en sus aspectos
festivos y picarescos. Hay una gran aoranza del terruo y la casa
de
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campo, la hacienda, expresada en nostlgicas descripciones del
paisaje y las actividades del campodel Valle central (Zona agrcola
por excelencia donde se ubican los grandes latifundios). Abundan,as
las canciones costumbristas donde se describen banquetes, jolgorios
y aventuras. Todo con unmarco humano reducido al huaso y la china,
siempre leales al patrn, reflejado tambin en unaperpetua fiesta de
bonhoma y familiaridad (Manns 1987, 47), y sin conflictos de tipo
social. Esdecir, todo enmarcado en un orden hacendal que se
mantendr en Chile hasta la dcada de 1960.Seala Manns al respecto:
estas agrupaciones cantarn al campo chileno, al paisaje, a
lanostalgia del arroyo, a la china de trenzas, a la tranquera, a la
vieja casa de campo (la casapatronal). (Manns 1987, 46). Un cuadro
comparativo con los ttulos de las canciones de un discode tres
grupos representantes del gnero nos servirn para ilustrar este
punto.
Los Cuatro Huasos Los Huasos Quincheros Los ProvincianosDisco:
Tradicin chilenaAo: 1959 (pstumo)Sello: RCA Victor
Disco: Chile cantaAo: 1959Sello: EMI Odeon
Disco: Paisajes ChilenosAo: 1941Sello: RCA Victor
Ttulos Canciones:1. Bajando pa' Puerto Aysen2. Fiesta Linda3.
Bajo el sauzal4. Camino agreste5. Nia de los ojos claros6. El
tortillero7. Matecito de plata8. El martirio9. As es mi suerte10.
Aguacero en ao seco11. Si ya mi dicha pas12. Mantelito blanco
Ttulos Canciones:1. Chile lindo2. Manta de tres colores3. Dos
corazones4. La torcacita5. El cantar de mi guitarra6. Campo lindo7.
Abran quincha abran cancha8. Cura de mi pueblo9. El frutero10. El
yerbatero11. Matecito de plata12. Que bonita va13. Trompo de siete
colores14. De punta y taco15. El organillero
Ttulos Canciones:1. Matecito de plata2. Canto a Puerto Natales3.
Camino cordillerano4. Caminando pa' la trilla5. Pajarillo volador6.
Vidita ma
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16. Nostalgias colchaginas
En cuanto a las portadas de los discos y el aparato publicitario
seala Manns (1987, 47): bellasmuchachas rollizas, de trenzas negras
y ojos oscuros que miran picarescamente a los patrones;ellos
apoyados en las tranqueras con aire paternal o cabalgando briosos
corceles bien enjaezados;el colorido pico del rodeo y sus caballos
piafantes; las alegoras de la cueca, una danza en que elhombre
corteja a la mujer, la acorrala, y finalmente, la domina, rodeados
por un coro debullangueros, guitarristas, arpistas y cantores:
tales sern las portadas de los discos y tal la tnicade la
propaganda.
Desde el ao 1927 en que aparecen los Cuatro Huasos y hasta
mediados de los aos 60, la MsicaTpica Chilena adquiere gran
relevancia, transformndose en una corriente especfica,
conexponentes, repertorio y escenarios (hoteles, embajadas, clubes
sociales), una imagen prolijamentedefinida y caracterstica, una red
de difusin que inclua programas radiales y las pginas culturalesdel
El Mercurio, y un pblico cautivo. Llegaron a existir hasta 20
agrupaciones con este formato(Rolle 2004) durante el perodo de
apogeo, siendo las ms conocidas, a parte de Los Cuatro
Huasos(1927-1956), Los Huasos Quincheros (1937-), Los Provincianos
(1938-1958) y Los Huasos deAlgarrobal (1966-)
Tambin el teatro contribuy en la difusin de este costumbrismo
musical cultivado desde los aosveinte, con autores, compaas y
repertorio que popularizaron msica, bailes y
costumbrestradicionales chilenas (Manns 1987, Rolle 2004). Pero
sera la produccin discogrfica la quemayor impacto producira como
mediadora de la msica chilena tanto en la ciudad como en elcampo.
Prontamente la industria radial y cinematogrfica se sumaran al auge
de lo folklrico,convergiendo todas en la aparicin de un artista del
folklore.El rotundo xito que signific la Msica Tpica entre los aos
1930-60, se ha explicado por lamasiva presencia en la ciudad de
sectores ligados al campo (dueos de tierra o inmigrantes),
quevieron en ella una evocacin que los vinculaba a una especie de
nostlgico paraso perdido. Talmsica, pues, se adecu al gusto de un
pblico urbano de clase media alta, que se ha criado entrela ciudad
y la casa de campo o el fundo familiar. Se trata de un pblico
deseoso de encontrarmodos de convocar y perennizar de manera amena
fragmentos de su identidad, de sus races o desu pasado (Rimbot
2008, 66).La radiodifusin de esta corriente termina por hacer que
esta sea adoptada como un nuevo folklore,esta vez masificado, entre
los sectores urbanos de clase media. Esta ser la imagen de folklore
quela cultura oficial comenzar a difundir como emblema de
chilenidad, tanto dentro como fuera delpas2.En esta representacin
oficial queda bastante desmedrada la figura tanto del roto como de
losindgenas de ambos extremos del pas. Ello se explica por
elementos histricos acerca de la2 En la biografa del grupo Los
Cuatro Huasos aparecida en la pgina web msica popular.cl, se afirma
que:En 1939, y por expresa peticin del gobierno de Pedro Aguirre
Cerda, el conjunto represent a Chile en laExposicin Mundial de
Nueva York
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formacin y los lmites de Chile en la realidad y el imaginario
nacional. Vale recordar que laterritorialidad actual del pas se
remonta a fines del siglo XIX y tiene dos hitos relevantes:1) La
Guerra del Pacco (1879-1884), con la anexin de las provincias de
Antofagasta y Tarapac,de antigua soberana boliviana y peruana
respectivamente.2) La llamada Pacificacin u Ocupacin de la
Araucana, una verdadera guerra de exterminio quesignifico la
normalizacin administrativa de los territorios del Bo-Bo al sur.
Vale mencionar quetal frontera, el ro Bo-Bo, haba quedado
tcitamente establecida desde los levantamientosmapuches del siglo
XVI (con el hito del llamado Desastre de Curalaba en 1598, que segn
lahistoriografa pone fin a la Conquista y da inicio a la
Colonia).En ambas instancias se trata de un movimiento expansivo
que surge desde el centro del pas, laregin del llamado Valle
Central.Rojas et al, a propsito de los costumbristas chilenos,
explicita cul era el Chile geogrfico que estemovimiento abarcaba:
En el costumbrismo chileno hay un curioso fenmeno,
derivadoprincipalmente de circunstancias histricas: su escenario,
es decir, la extensin geogrfica queabarcaron los costumbristas,
apenas alcanza a ser un poco ms que la cuarta parte de la
extensinde Chile, o sea, la zona templada, desde el grado 27 hasta
el 37. Lo dems, el Norte Grande, comose le llama hoy, y lo que en
un tiempo se llam la Frontera, hasta Tierra del Fuego, permaneci
noslo intocado por ellos, sino tambin ignorado. Esos veintiocho
grados ignorados eran, en tiempode los primeros costumbristas,
lugares desrticos, despoblados o en trance de conquista. Alaparecer
los ltimos costumbristas, alrededor de 1900, ya haba all poblacin y
hasta habaocurrido una guerra en una de esas regiones, el Norte
Grande, pero los pueblos estaban apenasformndose, y no haba en
ellos tradicin ni cultura, y en muchos no haba ni siquiera
peridicos;las distancias eran enormes y escasos y muy lentos los
medios de comunicacin (Rojas et al 1957,19).El Chile que iba desde
Copiapo hasta el Bo-Bo, el Chile histrico fundado por Pedro de
Valdivia,permanece por toda la colonia y los primeros 70 aos de
vida republicana. Estos antecedentesexplican que la representacin
del pas como territorio y la concepcin de la nacin y sus
objetosculturales tienen un carcter eminentemente centralista, que
Rojas asume cuando afirma que lospueblos del Norte Grande, bajo
soberana chilena desde el fin de la Guerra del Pacfico, no
tenantradicin ni cultura. Este centralismo se manifiesta, para
nuestro caso, en la eleccin de formasmusicales de exclusiva
pertenencia a la cultura del Valle Central.La chilenidad
representada en el huaso, basada en constructos socioculturales
intencionalmenterelevados, dejando de lado otros, carece de
substancia socio cultural y funciona como motivo, comovoz lrica de
un discurso emanado por una clase social que, por ideologa, ha sido
tradicional ehistricamente opuesta al sector del que emerge la
figura del huaso histrico: el trabajador decampo, no el hacendado.
Al respecto afirma Manns que esta es la primera cancin poltica
quealcanza masividad, aunque no toque tema poltico alguno: por un
proceso de ocultamiento, dedeformacin sutil y calculada de la
realidad, moviendo los resortes del ensueo, desarrollando
odestacando ciertos valores esenciales de toda nacionalidad, pero
transformndolos en sucontrapartida (el amor al campo chileno y, por
ende, al sistema de tenencia de la tierra, porejemplo) se convierte
en el arma poltica ms eficaz que ha conocido la historia de nuestra
cultura(Manns 1987, 45-46).
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ConclusionesEl imaginario nacional que pone en circulacin la
Msica Tpica Chilena, con toda su cargaideolgica de defensa de un
orden hacendal donde la tnica son la fiesta y la familiaridad, es
puestoen cuestin por cultores que desmienten la versin oficial del
folklore, e incluyen dentro de l otrasmanifestaciones de la cultura
popular, las que se preocupan de recoger y difundir, todo ya,
porsupuesto, a nivel de medios masivos de comunicacin (es la etapa
del llamado Neofoklore configuras como Violeta Parra, Margot
Loyola, Hctor Pavz, y Gabriela Pizarro entre otros, que
haceneclosin hacia fines de la dcada de 1950). No obstante este
ataque, la narrativa identitaria que estaversin tradicionalista de
folklore escenifica, ha tenido tal reconocimiento y arraigo en
elimaginario de los sujetos, precisamente porque ficcionaliza un
tipo humano efectivamenterepresentativo del pasado histrico
cultural, que logra pervivir para transformarse en sinnimo
defolklore, en la figura inmediata de lo chileno con que se
alegoriza todo en las fechas denacionalismo oficial. Es el
folklore, por cierto, que se ensea y fomenta en las escuelas sin
ningntipo de mediacin o contextualizacin previa. Si bien existen
otros imaginarios, este perduraaceptado masivamente, con total
espontaneidad, como una manifestacin prstina de nuestrapeculiaridad
y reivindicado por las mismas hegemonas que lo pusieron en
circulacin, insistiendoen su tradicionalidad y
representatividad.Esto ltimo queda claramente graficado en la
polmica que levantara una diputada de la derechams extrema de
Chile, a propsito de la gala artstica brindada por Ricardo Lagos en
la EstacinMapocho a autoridades extranjeras en el marco de su
asuncin como Presidente el ao 2000.En efecto, en aquella
oportunidad, uno de los nmeros contemplados era la presentacin del
grupoLos Chileneros, los ms reconocidos representantes de la
llamada cueca brava y un smbolo de latradicin rota, que acompaados
de una pareja de baile entonaron y danzaron una cueca al mspuro
estilo de las viejas casas de canto de los bajos fondos
santiaguinos. Frente a esta manifestacinla diputada UDI Mara
Anglica Cristi, apoyada por los diputados de su partido, seores
HaroldoFossa Rojas, Mario Bertolino Rendic y Alberto Cardemil
Herrera, present un oficio ante elMinisterio de Educacin,
manifestando su molestia y expresndose en los siguientes
trminos:Tal presentacin fue de muy mal gusto, porque no
representaba en nada a quienes siempre hansido los ms autnticos
exponentes de la msica chilena. Si bien entiendo que la msica
chilena noslo debe ser mostrado por huasos, por gente del norte o
de Chilo, creo que esa ocasin si loameritaba. La gala de la Estacin
Mapocho fue hecha con mucho esfuerzo, y habiendo grancantidad de
conjuntos folclricos con tanto prestigio no slo en Chile, sino en
el mundo, el queactu hizo una presentacin similar a lo que ofrece
una tanguera, porque ms bien pareca unapareja que bailaba tango en
lugar de msica chilena. A mi juicio, lo hizo bien, pero
norepresentaba a nuestro folclor autntico. Tenemos el Bafochi, el
Bafona, los Huasos Quincheros,que recin ganaron el festival de
msica folclrica de Via del Mar. Hay nios y grupos de todoChile que
son espectaculares, por qu tenamos que dar a todas esas visitas
extranjeras la imagende que esa pareja de bailarines con ese grupo
de msicos eran representativos de nuestro folclornacional?
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En ese sentido, solicito que se oficie en mi nombre, a travs de
la Cmara, a las nuevas autoridadesque estarn a cargo de la cultura
en el pas, imagino que preferentemente del Ministerio deEducacin,
para solicitar que nunca ms se presente, en especial cuando
queramos mostrarnuestra msica al extranjero, un acto folclrico que
no corresponda a lo que es lo intrnseco, lobsico, lo fundamental.
Ojal no sea sa la cultura que se va a exponer en Chile en lo que
respectaa la msica chilena (Tomado de Guzmn 2007, 65-66).He aqu
nuevamente el contrapunto entre huasistas y rotistas, donde el
argumento a favor delhuaso es su continuidad con el pasado europeo,
visin que fue consagrada finalmente por RenLen Echaiz en su libro
sobre el huaso que data de 1954. All caracteriza al huaso como
mestizoascendente, pues educado por padre espaol es heredero de
todas sus tradiciones, en tanto al rotolo tilda de mestizo
descendente y lo describe como sigue: el mestizo descendente, por
elcontrario, se sumi en la masa indgena de su linaje materno.
Adquiri las costumbres del indio, sunaturaleza, sus creencias, su
idioma. Actu y pens ms como indio que como espaol; y, adiferencia
del mestizo ascendente, los rasgos tpicos del mestizo se combinaron
en l en forma dedar una clara preponderancia a los caracteres
indgenas. Es por lo general vicioso e indolente,como el indio; y
como l, no puede resistir al alcohol y a la embriaguez, por un
proceso confuso yancestral, en el que la desesperanza de muchas
generaciones busca el solaz en el olvido (LenEchaiz 1971, 18-19).
Como vemos, Len Echaiz termina aunando, para renegar de ellos, los
dostipos humanos que compiten con el huaso por la preminencia como
smbolo de identidad: el roto esfinalmente un indio, de ah su
degradacin.La idea de que existen rasgos culturales vigentes y en
uso que no representan la verdadera identidadnacional, presente en
las primeras polmicas sobre el folklore en Chile, se mantiene viva
en esteimaginario nacional del huaso, que denota una concepcin
esencialista de identidad que se solaza enel smbolo definitivo, sin
abrirse a la riqueza de lo diverso y la posibilidad del cambio
integrador.Tal concepcin no se condice con las nuevas formas de
entender lo social, donde lo que se busca es,ms bien, la
articulacin de diferencias. A eso se refera Lechner cuando al
hablar de laposmodernidad en el contexto latinoamericano nos dice
que lo que sta nos plantea es: invertirnuestro enfoque: en lugar de
preguntarnos, a partir de una unidad supuestamente dada,
cuntapluralidad soportamos, la llamada posmodernidad consiste en
asumir la heterogeneidad socialcomo un valor e interrogarnos por su
articulacin como orden colectivo (Lechner 1988, 183).
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