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2 La figura del huaso en la Música Típica Chilena. Un ejemplo de “tradición inventada” Marco Parra M. Magister © Estudios Latinoamericanos Universidad de La Serena, Chile Resumen El presente trabajo es un acercamiento ala llamada Música Típica Chilena, sucontexto, su orientación ideológica, su legado y los mecanismos performativos utilizados por sus representantes  para transformar este género musical en una verdadera tradición folklórica, cuyo símbolo mayor es la figura del huaso tal como hoy la conocemos. Figura presente en el imaginario social como uno de los prototipos más distintivos de la chilenidad. Conceptos clave: identidad cultural, folklore, música típica chilena, huaso. Introducción El primer tercio del siglo XX fue agitado para Chile. Junto con las temáticas aparejadas al Centenario (básicamente la de definir una identidad chilena y la facticidad o posibilidad de una modernidad efectiva), se produce el llamado fin del sistema oligárquico imperante en materia  política (con el hito de la Constitución de 1925), lo que implicaba el acceso ya definitivo, al menos teóricamente, de las clases medias y bajas al escenario político en tanto movimientos visibles, con demandas, propuestas y votantes. Se produce también, el arribo de las vanguardias, con sus disrupciones y digresiones frente a la modernidad europea, que son teorizadas y practicadas desde los disímiles contextos del país. Surgen, además, el cine y la radio, con inusitadas posibilidades de masificación en la transmisión de mensajes de todo tipo. En este ambiente de acomodos en busca de una nueva articulación social que cohesione los factores que han comenzado a influir en el quehacer social, político y cultural, se plantearán diversas narrativas identitarias en respuesta a estos desafíos. Una de estas narrativas de identidad surgirá, hacia fines de la década de 1920, desde el reservorio de tradición del folklore, del que se ha acopiado un acervo de datos tanto desde de la academia (la Sociedad de Folklore Chileno es fundada en 1909, pero los estudios formales se inician con la llegada de Rodolfo Lenz al país en 1890) como desde la literatura (por obra de los llamados costumbristas desde los inicios de la independencia, y de los representantes del criollismo hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX). Con parte de este material y desde el ámbito de la música, ya mediatizada masivamente por medio de la radio, se dará forma, mediante un aparato discursivo y performativo, a un tipohumano: el huaso, que mutado desde su representación original, se metamorfoseará en símbolo interesado de un
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El huaso en la música típica chilena

Oct 17, 2015

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  • 2La figura del huaso en la Msica Tpica Chilena.Un ejemplo de tradicin inventada

    Marco Parra M.Magister Estudios LatinoamericanosUniversidad de La Serena, Chile

    ResumenEl presente trabajo es un acercamiento a la llamada Msica Tpica Chilena, su contexto, suorientacin ideolgica, su legado y los mecanismos performativos utilizados por sus representantespara transformar este gnero musical en una verdadera tradicin folklrica, cuyo smbolo mayor esla figura del huaso tal como hoy la conocemos. Figura presente en el imaginario social como uno delos prototipos ms distintivos de la chilenidad.

    Conceptos clave: identidad cultural, folklore, msica tpica chilena, huaso.

    IntroduccinEl primer tercio del siglo XX fue agitado para Chile. Junto con las temticas aparejadas alCentenario (bsicamente la de definir una identidad chilena y la facticidad o posibilidad de unamodernidad efectiva), se produce el llamado fin del sistema oligrquico imperante en materiapoltica (con el hito de la Constitucin de 1925), lo que implicaba el acceso ya definitivo, al menostericamente, de las clases medias y bajas al escenario poltico en tanto movimientos visibles, condemandas, propuestas y votantes. Se produce tambin, el arribo de las vanguardias, con susdisrupciones y digresiones frente a la modernidad europea, que son teorizadas y practicadas desdelos dismiles contextos del pas. Surgen, adems, el cine y la radio, con inusitadas posibilidades demasificacin en la transmisin de mensajes de todo tipo.En este ambiente de acomodos en busca de una nueva articulacin social que cohesione los factoresque han comenzado a influir en el quehacer social, poltico y cultural, se plantearn diversasnarrativas identitarias en respuesta a estos desafos.Una de estas narrativas de identidad surgir, hacia fines de la dcada de 1920, desde el reservorio detradicin del folklore, del que se ha acopiado un acervo de datos tanto desde de la academia (laSociedad de Folklore Chileno es fundada en 1909, pero los estudios formales se inician con lallegada de Rodolfo Lenz al pas en 1890) como desde la literatura (por obra de los llamadoscostumbristas desde los inicios de la independencia, y de los representantes del criollismo haciafines del siglo XIX y comienzos del XX).Con parte de este material y desde el mbito de la msica, ya mediatizada masivamente por mediode la radio, se dar forma, mediante un aparato discursivo y performativo, a un tipo humano: elhuaso, que mutado desde su representacin original, se metamorfosear en smbolo interesado de un

  • 3sector que intenta delimitar lo nacional desde una mirada impositiva y no integradora. As, y enconsonancia con la nocin de invencin de tradiciones de Hobsbawm (2002), se crear, a partirdel material ya mencionado, una narrativa de identidad que invisibilizar y obviar manifestacionesculturales en uso, con el fin de homogeneizar a partir de un modelo previo la idiosincrasia de loshabitantes de la nacin. En esta apuesta, segn menciona Donoso (2006), se ponen en contrapuntolos dos tipos humanos en los que desde la Colonia se ha intentado sintetizar la idea de chilenidad:el roto y el huaso, inclinndose la balanza claramente hacia la figura del huaso, modelo de unmestizaje acotado geogrfica e ideolgicamente, que no alcanza a representar todo el espectrocultural del pas. Pero tambin se pone en juego una estrecha concepcin de folklore, msinteresada en rescatar especmenes folklricos que de entender la dinmica de lo popular en tantocultura viva y en continuo cambio.Este trabajo comenzar explicitando la idea de narracin identitaria, su relacin con la nocin detradicin inventada y el engarce que esta nocin tiene con los estudios folklricos. En un segundomomento abordar el tema de los inicios de los estudios folklricos formales en Chile y la tempranapolmica que en este campo se produce. Luego se sealarn las prcticas discursivas yperformativas utilizadas en la construccin, desde la msica, de la tradicin del huaso, el contextoen que esta surge, as como el trasfondo histrico e ideolgico que la sustent. Finalmente serealizar un balance sobre la actualidad y vigencia de esta tradicin.

    Nuestra intencin es enmarcar este escrito en la rbita del anlisis crtico del discurso tal como loentiende Van Dijk, esto es: Tipo de investigacin analtica sobre el discurso que estudiaprimariamente el modo en que el abuso del poder social, el dominio y la desigualdad sonpracticados, reproducidos, y ocasionalmente combatidos, por los textos y el habla en el contextosocial y poltico (Van Dijk 1999, 23)

    Identidades culturales, narrativas identitarias y tradiciones inventadas.En el proceso de produccin de la identidad personal, resultan muy significativas las afiliaciones,caractersticas o lealtades grupales que el individuo pueda establecer pues contribuyen aespecificarlo como sujeto. Estas caractersticas compartidas implican la idea de identidad colectiva,expresadas en categoras como gnero, clase, etnia, sexualidad, nacionalidad, etc. Es lo que StuartHall (1997) llama identidades culturales, esto es, caractersticas culturalmente definidas que ungran nmero de individuos comparten.Siguiendo a Brunner (s/f) asumimos que las identidades colectivas, por ejemplo aquella quellamamos identidad nacional, son un tipo de entidades que existen slo segn las formas quehablamos de ellas. Dice Brunner: las identidades colectivas pertenecen a esa clase de objetosque son creados por la manera cmo la gente habla de ellos. En verdad, tales identidades depueblos, etnias, naciones o continentes carecen de sustancia; no estn ah afuera, como algo quepudiramos aprehender ms all de nuestras maneras de hablar de ellas. Mas bien, estnsuspendidas ntegramente sobre la fina red de las palabras que las nombran; su sustancia sondiscursos, interpretaciones (s/f, 191). Las identidades colectivas existen, pues, por medio deconversaciones, textos, producciones discursivas y comprensiones. Funcionan en tanto producensignificados e historias con las cuales las personas pueden identificarse. Benedict Anderson lo

  • 4caracteriza como comunidad imaginada; una construccin social (Berger y Luckmann 2003), lanacin, sostenida por la percepcin de personas que se entienden a s mismas como parte de ungrupo homogneo y con sentido de pertenencia: nunca conocern a la mayora de sus compaerosmiembros, ni estarn con ellos ni siquiera los oirn, sin embargo, en la mente de cada uno de ellosvive la imagen de su comunin (Anderson, tomado de Larran 2001, 38).Las identidades nacionales, pues, son formadas y transformadas dentro de y en relacin arepresentaciones. Una nacin no es solamente una entidad poltica, sino algo que producesignificados, un sistema de representacin cultural. Las personas no son nicamente ciudadanoslegales de una nacin, ellos participan de la idea de nacin tal como esta es representada en sucultura nacional.Este tipo de identificacin colectiva termina generando verdaderas narrativas de nacin presentes enlas historias nacionales, la literatura, los mass media, la cultura popular, que singularizan lanacionalidad en eventos tenidos por gloriosos, cierta gastronoma, algunos tipos humanos, smbolospatrios, paisajes caractersticos, algunos rituales y tradiciones, inventadas o no, que expresansimblicamente continuidad con un honroso y unificante pasado en comn. Por su parte el discursode lo nacional demanda constantemente a los individuos la repeticin de estas narrativas denacin. Todo ello de manera no casual ni espontnea, sino que manejada por intereses tendientes aestablecer cohesin, una caracterstica considerada propia de las naciones modernas. Es a este tipode discurso, aquel que estandariza la identidad nacional en smbolos culturales de todo tipo, al quellamaremos narrativa identitaria; en ella la identidad es definida por medio de la enunciacin de unejemplo concreto, de un smbolo.

    La identidad nacional, una de las identidades colectivas que surgen en la modernidad, esactualmente a la que mayor importancia le concedemos en tanto fuente de identidad cultural. Lasidentificaciones que en las sociedades pre modernas estaban dadas por la tribu, el ascendiente dealguna persona en particular, la religin o la regin, han sido transferidas, en las sociedadesoccidentales, al mbito de la cultura nacional o del Estado territorial, entendiendo por tal unainstitucin que establece un principio de autoridad sobre los habitantes de un espacio geogrficodemarcado un trozo del mapa dice Hobsbawm (1994, 6).En el lapso de historia en que surgen los nacionalismos en Europa, la figura del Estado adquiererelieve por dos razones: 1) es interpretado cada vez ms como el escenario donde se ejecutan lasactividades de mayor importancia para los sbditos y ciudadanos, las que finalmente determinabansu existencia civil; 2) se est estandarizando la administracin, el derecho y la educacin,transformando a las gentes en ciudadanos. En este marco no es raro que la poltica comenzara adesarrollarse a nivel nacional y con organizaciones que actuaban dentro de los lmites de la nacin.Como afirma Hobsbawm (2002, 275): El estado, la nacin y la sociedad convergan.Esta identidad estatal-territorial ha tenido, desde su aparicin hacia fines del siglo XVIII, dospresupuestos que la contaminan: a) se entiende que todos los ciudadanos de tal o cual Estadopertenecen, de alguna manera, a la misma comunidad; b) lo que une a estos ciudadanos es ciertorasgo comn (etnicidad, lengua, cultura, raza, religin, antepasados o historia en comn, etc.). Deeste modo es que Estado y nacin pasan ha convertirse en sinnimos. Afirma Hobsbawm alrespecto:Bsicamente, el equvoco se produce entre el Estado como comunidad poltica, definidoterritorialmente, y las comunidades en el sentido antropolgico, sociolgico o existencial del

  • 5trmino. En efecto, la confusin parti de modo natural del origen revolucionario de la nacinpoltica moderna, la cual se basaba en el concepto implcitamente democrtico de soberana delpueblo, que a su vez implicaba una voluntad poltica comn y vnculos comunes de accin polticatales como el patriotismo orientados al bien comn. Mientras le fue negada la plenaciudadana a la masa del pueblo y su participacin activa en poltica no fue necesaria, ni deseada,este concepto de soberana popular se mantuvo ms bien en un plano meramente acadmico. Sinembargo, con el surgimiento de la poltica democrtica y la consecuente necesidad de movilizar ala poblacin, el pueblo, como un todo, se convirti en actor y se le confiri necesariamente elcarcter de una comunidad, sin tener en consideracin las diferencias internas que lo dividan(Hobsbawm 1993, 7).Esta idea de comunidad nacional estaba enormemente reforzada con la nocin de genio nacional(Volksgeist) planteada por el romanticismo alemn, y por el nfasis en la base racial de lascomunidades que pregonaba el social darwinismo francs. As, en la idea de nacin se enlaza ladefinicin republicana con una de corte tnico y lingstico: lo que daba cohesin a las nacionesno eran los lmites de su territorio ni las instituciones que los regan, sino su base tnica y cultural.El idioma, las tradiciones, los recuerdos compartidos, el folklore y la raza se convertan enelementos relevantes a la hora de definir los lazos nacionales (Dummer 2010, 87)

    Frente a un escenario en que grupos, entornos y contextos sociales piden, hacia fines del siglo XIX,mecanismos que estructuren las relaciones sociales y que a le vez aseguren y expresen la cohesinde las identidades nacionales entendidas desde el Estado territorial nacional, los Estados tienden adesarrollar una estandarizacin u homogeneizacin social, funcionalmente necesaria para laciudadana, y a fortalecer aquellos vnculos que mantienen a esta ciudadana ligada a un gobiernonacional. Cohesin y continuidad sern las dos ideas fuerzas con las que se estructurarn,inventarn dice Hobsbawm, tradiciones (smbolos como banderas y escudos, rituales, celebraciones,hroes, etc., etc.) que se insertarn en el discurso sobre lo nacional como garantes de continuidadhistrica. Al hablar de tradicin inventada Hobsbawm explicita que esto implica un grupo deprcticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tcitamente y de naturalezasimblica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento pormedio de su repeticin, lo cual implica automticamente continuidad con el pasado (2002, 8).Tres son las categoras de tradicin que Hobsbawm reconoce, a saber: 1) aquellas que establecen osimbolizan cohesin o pertenencia a un grupo; 2) aquellas que establecen o legitiman instituciones;3) aquellas cuyo propsito es la socializacin e imposicin de ideas y valores.

    El nacimiento de la poltica de masas dentro de los estados nacionales hizo necesario establecernarrativas de cohesin que debieron recurrir a mbitos que pudieran fomentar el desarrollo de unsentimiento nacional, y lograr as que el Estado sea reconocido como fruto de las accionescolectivas de los ciudadanos. Esta necesidad socio-poltico llev a las ciencias a crear espacios delegitimacin para el estudio de los aspectos sociales y culturales de una sociedad, surgiendo ydesarrollndose rpidamente disciplinas como la Antropologa, la Sociologa, la Psicologa y laEtnografa. Es dentro del campo de sta ltima disciplina que surge como ciencia validada elestudio del Folklore, que se convertir, por, como vimos, influjo del romanticismo alemn y elsocial darwinismo francs, en una de las ms importantes referencias para la construccin de todotipo de narrativas identitarias y tradiciones inventadas tendientes a fortalecer la identidad nacional apartir de ciertos rasgos que se identificaban previamente con la cultura de los pueblos. Dice

  • 6Hobsbawn (2002) que los gobernantes y observadores de la clase media han notado, ya en estepunto, la importancia que tienen los elementos irracionales para mantener el tejido y el orden social.Tenemos, entonces, que el pueblo comienza a existir como referente del debate moderno a fines delXVIII y principios del XIX, como consecuencia de la formacin, en Europa, de estados nacionalesque intentan abarcar a todos los niveles de la poblacin. Tal intento estaba, eso s, marcado por unsesgo ilustrado, que vea al pueblo como el legitimador de un gobierno secular y democrtico, perotambin como el portador de supersticin e ignorancia, es decir, alejado de la razn. Comienza,entonces, a desarrollarse una estrategia de inclusin abstracta y exclusin concreta (Martn-Barbero 2003, 16).Comienzan los letrados a preocuparse de conocer las costumbres populares e impulsan losestudios folclricos. Se inicia, as, una exaltacin de las maneras populares de expresin,volcndose a situaciones particulares donde se subraya la diferencia y el valor de lo local,reivindicando lo extico. Toda esta preocupacin estaba signada por el espritu cientfico propiodel positivismo de la poca. Ello implicaba tomar distancia de los conocedores aficionados ycriticar la cultura popular. A este afn se una una intencin de redencin social. En efecto, eltrabajo folclrico fue un movimiento de hombres de elite, que no buscaban slo el conocimiento delmundo popular con el afn de formar una nacin moderna integrada, tambin era utilizado paraliberar a los oprimidos y resolver la lucha de clases.El concepto de folklore (del ingls folk: pueblo y lore: saber. sabidura del pueblo) es puesto encirculacin el ao 1848. Desde un principio se intent clarificar ambos trminos del nuevoconcepto. As, para limitar el folk se intent dividir las sociedades, en bajas clases, gruposmedios y an grupos primitivos. En cuanto al lore, el debate se centr en si se inclua tanto lomaterial como lo inmaterial. Con una mirada cientificista, se crea un objeto de estudio mediante elcual se buscaba comprender los elementos materiales e inmateriales que, trasmitidos por herencia ymediante principalmente la oralidad, eran considerados propios del carcter o identidad de losgrupos en estudio, en tanto antiguos, arraigados en la tradicin. La relacin casi espontnea entrelas nociones de folklore e identidad, fue empleada como herramienta para el fortalecimiento delconcepto de nacionalidad tanto en el nuevo como el viejo mundo. En torno a lo que se entendacomo folklrico se urde toda una narrativa de pertenencia a la comunidad nacional.

    Central en todo este proceso son los conceptos de tradicin y supervivencia. Lo popular setransforma as en un residuo elogiado (Garca Canclini 1989), lugar donde se almacena lacreatividad campesina, la transparencia de la comunicacin cara a cara, lo profundo de la identidadque se perda con el advenimiento de lo moderno. La actividad letrada se vuelca hacia una oralidadque se cree en vas de extincin (Rama 2004). Los objetos y las costumbres populares sonconcebidos como restos de una estructura social que se apaga, por ello no existe una realpreocupacin por entenderlas en toda su magnitud socioeconmica. Finalmente se sostendr que loespecfico de la cultura popular es su fidelidad con el pasado rural, cegndose a los cambios que laiban redefiniendo en las sociedades industriales y urbanas. Al creer que la cultura popular esautnoma, los letrados se niegan a reinterpretarla a partir del nuevo escenario cultural que estsurgiendo.Existe, pues, una especie de doble sometimiento de lo popular. Por un lado el de los folcloristasincapaces de llevar los estudios a sus ltimas consecuencias, y por otro, el acto mismo de transferirlo popular a la escritura, eminente dispositivo de normalizacin y formalizacin, medio ytecnologa, racionalidad y tcnica de fabricacin (Martn-Barbero 2003).

  • 7Todo estos entrecruces entre los conceptos de nacionalidad, folklore y cultura popular sucedendesde la segunda mitad del siglo XIX (Hobsbawm ubica el momento de mayor produccin detradiciones inventadas entre 1870 y 1914), periodo que corresponde tambin al auge de los estudiosfolklricos en Europa occidental, surgiendo a mediados del siglo XIX las primeras Sociedades deFolklore (la primera en Inglaterra en 1878) y tambin tratados sobre teora y metodologa enAlemania, Francia e Inglaterra.

    El inicio de los estudios folklricos en Chile: contexto y primeros pasos: las dos miradas a lacultura popularEn Amrica Latina el nacimiento del folklore como ciencia es contemporneo al del ingreso de laregin en un proceso de modernizacin econmica, poltica, administrativa y social que se iniciaalrededor de 1870. Tal proceso ampliar el crculo letrado, propiciando mayor riqueza de opcionesy cuestionamientos en mbitos econmicos, sociales y culturales. Para el caso de Chile, se fija elinicio del proceso con el fin de la Guerra del Pacfico (1884).Junto con los intentos gubernamentales de insertarse en la expansin mundial del mercado, seproducen fenmenos internos cruciales, como la emigracin de la poblacin a las grandes ciudades;el aumento de la cobertura en educacin, con la consiguiente disminucin del analfabetismo; latensin laico-clerical; un replanteamiento de la identidad nacional a partir de problemas limtrofesinternos y externos; los primeros atisbos de la cuestin social y un incipiente proceso deurbanizacin.Contiguos a los procesos de alfabetizacin que incorporaron a emergentes sectores medios en laadministracin y las instituciones pblicas, comienzan a generarse otros mbitos de discusinrelativos a la cosa social emergente, que necesitaron otro tipo de intelectuales. Rama (2004)menciona la educacin, el periodismo y la diplomacia, siendo el segundo quien mayor autonomaalcanzar en relacin al control del Estado. La letra comienza, as, a ser vista como palanca deascenso social, respetabilidad pblica y acceso a centros de poder. Ejemplo de esta perspectiva es lafigura de la maestra normal.Surge tambin hacia esta poca, un espacio menos dependiente del poder en la academia, queintentar abarcar las demandas de los estratos bajos. Esto contribuir a la configuracin de gruposopositores al poder, todos urbanos y letrados, caracterizados por espontneas coincidenciasprotestatarias, manifestaciones y reclamaciones multitudinarias (Rama, 2004).Toda esta irrupcin de intelectuales provenientes de capas sociales distintas a la oligarquaprovocar un proceso de recomposicin hegemnica, que cambiar el escenario cultural del pas aldiversificarlo (Subercaseaux, 1988). Aunque no se trata de una ruptura, si es el inicio deimportantes transformaciones que implicarn, entre otras cosas, una autonomizacin del campoliterario en conflicto con el discurso tradicional, un replanteamiento de los mecanismos identitariosdel pas y un acercamiento a lo que se considerar folclrico y tradicional.

  • 8En Chile el estudio sistemtico del folklore comienza con la llegada de Rodolfo Lenz (1863-1938)al pas en 1890. Heredero del auge de la etnografa en Europa, Lenz sienta las bases para unaaproximacin erudita a la cultura popular de tradicin oral, aproximacin que se verinstitucionalizada con la fundacin en 1909 de la Sociedad de Folklore Chileno, cuyos objetivosson: fomentar el estudio del Folklore Chileno y facilitar la publicacin de toda especie de trabajosreferentes a esta ciencia (Lenz 1911, 3).Este inters por lo folklrico tuvo bastante consonancia con una ya existente voluntad de reflexionaracerca del carcter nacional, en una tarea destinada a dar definiciones en torno a lo chileno,acicateadas en mayor o menor forma por la celebracin del centenario de la independencia. Es ascomo se desarrolla una gran actividad investigativa y editorial en torno a lo folklrico, actividadmarcada por un lenguaje y una actitud elitaria, que desde una perspectiva paternalista yproteccionista se enredaba ms bien en lo pintoresco. La cultura letrada se interesa por la culturaoral y tradicional en tanto la percibe como expuesta a un peligro de extincin y la valora comoexpresin de un modo de ser chileno.

    Como ya se ha dicho, es innegable la relacin que el discurso de lo nacional ha establecido entreidentidad nacional y folklore. Se rescatan, pues, elementos pertenecientes al folklore paraincorporarlos en el imaginario de la nacin y generar un sentido de identidad y pertenencia a lochileno, que marca nuestra diferencia con lo extranjero. Tenemos, entonces, que dependiendo de lasdefiniciones que ha ido adquiriendo el concepto folklore a lo largo de nuestra historia, se decantandistintas formas de entender la cultura popular y cmo sta se integra o excluye en un concepto decultura nacional.Siguiendo a Donoso (2006), reconocemos para Chile dos grandes lneas tericas con respecto a quse entiende por folklore: a) una que defiende el folklore de las clases populares con sus racesmestizas e indgenas; b) otra proveniente de la elite nacionalista conservadora, vinculada al mundoinstitucional-acadmico, que aboga por un folklore que resalta la matriz espaola desdeando elaporte indgena en la tradicin criolla.Ambas lneas tienen su tipo humano caracterstico, el roto y el huaso respectivamente, y a lolargo del siglo XX han tenido sus defensores y detractores. En lo que sigue intentaremos acotarnuestra mirada en el debate generado por los primeros estudios folklricos durante el perodo queva de 1890 a 1930.Para la Sociedad del Folklore Chileno el folklore era la cultura oral, mestiza, popular y noacadmica que caracterizaba al bajo pueblo. Su tarea fue darse a la bsqueda de todos losejemplares que de esa cultura an permanecieran entre la poblacin en el entendido, ya se advirti,que tal cultura, principalmente la oral, estaba en peligro de extincin. Tal trabajo se realizfecundamente y podemos decir que lo que caracteriza a la primera camada de investigadores

  • 9folklricos fue el acopio y descripcin de aquella cultura ms que a la teorizacin de lo que es elfolklore.Frente a esta definicin del folklore y su consiguiente tarea, surge una serie de crticas que noofrecen una definicin distinta, sino que sencillamente niegan que parte de ese material deba serconsiderado folklrico o perteneciente a la identidad nacional.Donoso (2006) afirma que el momento ms lgido de este contrapunto en torno al folklore, seproduce en 1911 con la publicacin, en los Anales de la Universidad de Chile, del artculo deEliodoro Flores, miembro de la Sociedad Chilena de Folklore, titulado Adivinanzas Corrientes enChile. Ante los ejemplos presentados por Flores en tal publicacin, se levant toda una querellapor parte de medios de prensa de corte conservador.El Diario Ilustrado afirm que se trataba de un artculo torpe, grosero, repugnante, nauseabundoes un atentado contra la moral, un insulto contra la cultura nacional, una afrenta vergonzosa parala Universidad (Tomado de Donoso 2006). Por su parte el diario La Unin escribi que elartculo exhiba una abundante coleccin de indecencias tan inmundas, tan asquerosas, tanrepugnantes y tan burdas, que no es posible insinuar siquiera en qu consisten. So pretexto de lasadivinanzas, se estampan en letras de molde, en el rgano oficial de la Universidad del Estado, enel medio de comunicacin con los centros cientficos europeos, todo lo que constituye la delicia delos bajos fondos sociales, lo ms grosero que pueda discurrir la malicia y la ignorancia populares,esos acertijos de doble sentido cuya miga est en su estructura brutalmente torpe, ya que lassoluciones resultan totalmente imbciles (dem).La Sociedad se defendi argumentando que si bien tales adivinanzas atentan contra la moral,pertenecen a la tradicin popular y que tratndose de un trabajo cientfico simplemente no se podanomitir a antojo. Tales explicaciones acadmicas, que no intentaron reivindicar la cultura popularpues su inters era ms cientfico que social, no fueron aceptadas por las clases conservadoras.En una poca en que se est reconfigurando el sentido de lo nacional, el sector de la eliteconservadora simplemente neg que tales manifestaciones culturales fueran parte de la identidadchilena. Se trataba de manifestaciones de sencillo mal gusto, de pura chabacanera que ms bieninsultan la cultura nacional y no la representan. Es decir, una parte de la cultura del pas no esrepresentativa del carcter nacional, carcter que se encuentra en otras manifestaciones culturales deverdadera tradicin y con caractersticas ms bien europeizantes.En toda Amrica Latina se producir este efecto en que, frente al inters por definir una identidadnacional surgido a fines del siglo XIX producto de los cambios generados por el proceso demodernizacin, se levanta un discurso hegemnico, que intenta diseminar en la mentalidad de laspersonas ciertos patrones culturales considerados definitorios de lo nacional. El folklore esutilizado, as, como un dispositivo externo de representacin, que establece un recorte y unasimbolizacin, de carcter esencialista, que intenta naturalizar la identidad de las culturas populareso tradicionales representadas, por medio de filiaciones selectivas e interesadas con aspectos de lofolklrico, lo popular, lo vernculo. Como dice Garca-Canclini, es un proceso de invencinmelanclica de tradiciones.

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    Para el caso de Chile, la respuesta ante esta nocin de folklore, que amenaza con permitir el ingresoen nuestro carcter de manifestaciones aberrantes, es una especie de blanqueamiento del folklore apartir de lo musical y apoyado por los medios de comunicacin masiva. En este punto es necesariomencionar que en Chile, hacia la tercera dcada del siglo XX, est emergiendo la cultura de masas.As, junto a los procesos polticos y sociales, en que destaca el triunfo populista de ArturoAlessandri, se produce un cambio en el mundo de las comunicaciones y la cultura, al aparecer laindustria cultural, que establece nuevas formas de vinculacin a gran escala.Es as como surge la hoy llamada Msica Tpica Chilena (Gonzlez 1996), a la poca llamadamsica criolla, que no es sino la reinterpretacin de canciones campesinas en el medio urbanohacia fines de la dcada de 1920, llamada tambin cancin urbana de raz folklrica (Rimbot 2008)(sobre ella abundaremos en el siguiente apartado). Esta prctica musical consistente en la ejecucinde distintos gneros de msica y cancin urbanas de raz folklrica, ha tenido sucesivas etapas hastafines de 1980, cristalizadas en los movimientos musicales conocidos como Msica Tpica Chilena(1927), Neofolklore (1963) y Nueva Cancin Chilena (1965) (Gonzlez 1996).

    Resumiendo, podemos decir que en respuesta a lo presentado como folklore en los primerosestudios relativos a esta materia, surgen nociones elitistas que, desconociendo el mestizaje, dejanfuera tanto algunas manifestaciones del bajo pueblo, de los rotos, como las contribuciones delcomponente indgena, inclinndose por definir la cultura nacional desde la matriz arbigo-andaluzay castellano-catlica, esforzndose por difundir y homogeneizar esta visin.

    Gnesis, ejecucin y escenario de una tradicin inventada: el huaso en la Msica TpicaChilenaAsumimos que en la produccin cultural y artstica de una sociedad determinada se realizanrepresentaciones de lo que esa sociedad entiende por propio y peculiar.En la cancin urbana de raz folklrica en Chile se construye, hacia la dcada del 1920, unimaginario nacional y un discurso de identidad del que decantar la figura del huaso tal y como laconocemos hoy.Qu es lo que este smbolo intent representar y cmo, quin lo represent, a instancias de qugrupo socio-cultural, institucin o estructura, en qu contexto y con qu fines y hacia quien seproyectaba esta representacin son algunas de las interrogantes a las que intentar dar respuesta estaparte del artculo.Nuestro anlisis estar orientado tanto por la textualidad de las canciones implicadas (en estaprimera aproximacin slo los ttulos de las canciones), como por todas las estrategiasperformativas que dan contexto y sentido a las canciones. Tales estrategias implican aspectosinterpretativos (timbre, volumen, articulacin, modulacin, etc.) y de escenificacin orepresentacin (gesto, actitud, carisma, vestuario, etc.). Siguiendo a Juan Pablo Gonzlez puedecaracterizarse el performance como desempeo del msico sobre el escenario, su gestualidad, sumodo de relacionarse con los otros msicos y con el pblico, su vestimenta, la ilacin dramtica

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    del concierto y la propia produccin del espectculo, implica tambin aspectos composicionalescomo el arreglo o la improvisacin (Gonzlez 1996, 25)El performance ha sido fundamental para construir estas expresiones musicales (su gnero; susignificado; la imagen del grupo o intrprete). De este modo es que se han propuesto gneros yrepertorios basadas en tradiciones folklricas comunes (espaolas, criollas o mestizas, vigentes oextintas), pero en un marco urbano y con diversos propsitos artsticos e ideolgicos. Dice Rimbot(2008, 61): Tanto la letra como las estrategias performativas, junto con el aparato paratextual dedichas canciones (ttulos de lbumes, nombre de los conciertos, entrevistas, etc.) entran en laconstruccin de sentido de los distintos gneros.

    El siempre polmico tema de la identidad en Latinoamrica, tanto a nivel continental comonacional, tuvo un gran referente en el movimiento literario llamado criollismo, surgido hacia finesdel siglo XIX y comienzos del XX. De resonancia continental, el criollismo es contemporneo a lasreflexiones sobre la nacionalidad (Vergara 1994, 36) a propsito de la entrada de la regin en unproceso modernizador que exige redefiniciones en todos los mbitos de lo social y la cultura, a finde prepararse para el inminente advenimiento del progreso. Puestos en la necesidad de buscarpuntos de comunin social que otorgaran sentido de cohesin nacional a los grandes desafos quedeban enfrentarse, el criollismo, sobre todo en la produccin pictrica y literaria, se presenta comoun sitio privilegiado de relevancia de lo nacional, frente a un universalismo que se entiende comoavasallador de las costumbres y la tradicin. Valindose de filiaciones con lo popular, lo folklricoy lo vernculo, centra su mirada en el mundo campesino con sus peculiaridades geogrficas yhumanas que se transforman en referencias patrimoniales de lo que significa ser chileno. La pticacriollista tiene, sin duda, un referente en los llamados costumbristas, surgidos hacia inicios de larepblica (al respecto Rojas et al 1957). Para Rimbot (2008), esta base discursiva que representa alhombre de campo, su paisajstica y costumbres, en conjunto con una vertiente, tambin literaria yplstica, relativa a una pica fundacional del pas con hitos, fechas y prceres, son la base de losemblemas e conos, ella habla de ncleos de identidad, que forman parte de uno de los msfuertes imaginarios sociales chilenos.Pero el criollismo no era el nico referente. La nocin de genio nacional proveniente de laconcepcin romntica de nacin, aquella que centra su mirada en la filiacin tnica y cultural, pusode moda, tambin en Chile, la idea de bsqueda de un alma nacional, donde el concepto de razase torn muy relevante.Comienza as, hacia el cambio de siglo, una bsqueda de tradiciones y representantes del origenracial que dieran respuesta al tema de la identidad. Frente a un Chile que se present durante todo elsiglo XIX en trminos republicanos, esto es, con un imaginario en el que la idea de nacin surga delos procesos ilustrados que enmarcaron las guerras de independencia, surge toda una simbologaidentitaria empapada de contenidos folklricos e indigenistas, que implicaban una idea de nacinconcebida como una entidad de existencia anterior a su formacin como repblica (Dmmer2010, 82), es decir, prexistente en trminos tnicos y culturales. Surge as toda una corrienteintelectual que incluye a pensadores como Nicols Palacios (1858-1911), Francisco Encina (1874-1965), Gonzalo Bulnes (1851-1936), Alberto Edwards (1874-1932) y Alberto Cabero (1874-1955),que aboga por la recuperacin del alma nacional chilena, por el retorno a lo primigenio de la raza,volcando su mirada hacia el pasado fundacional de lo ms autntico del ser chileno. As es que,aparte del imaginario del criollismo que centraba su visin en lo campestre y la tradicin espaola,aparecen otros imaginarios en que se rescatan tradiciones y tipos humanos urbanos e indgenas. Esas que aparecen, renovados, las representativas figuras del huaso, del roto y del araucano (el

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    trmino mapuche no era usado a la poca), siendo los dos primeros quienes mayor significacintuvieron en cuanto smbolos de chilenidad, existiendo verdaderas legiones de huasistas yrotistas que reclamaban la prioridad genealgica de sus smbolos (al respecto Donoso 2006 yGarrido 1979. Para el caso particular del roto, Gutirrez 2010).

    La Msica Tpica Chilena y su tipo humano el huaso, sern la punta de lanza con que se insertaren el imaginario nacional una tradicin tendiente a socializar ideas y valores afincados en las claseshegemnicas. Con su referencia a tradiciones folklricas, la Msica Tpica toca el tema de laidentidad y se constituye en constructor de lo nacional, instalando nuevos imaginarios socialesarropados en imgenes de tradicin, inventando, literalmente, con su msica y potica, prototiposnacionales que no siempre tienen un asidero histrico social, pero que sin embargo han funcionadocomo smbolos de lo chileno. Estas nuevas representaciones del espacio nacional y la geografahumana de Chile presentes en la Msica Tpica, son una de las respuestas que desde la cancinpopular se han levantado en torno al tema de la identidad, incorporando u ocultando algunosaspectos del otro social, para decantar modelos ideologizados y funcionales de identidad.Recordemos que, como dijramos, la Msica Tpica surge desde la elite conservadora como unaforma de exorcizar aquella cultura popular que no representaba a la cultura nacional, sino ms bienla ofenda. Y es que la elite social, gobernante del pas desde su origen, no tena hacia los aosveinte una msica que los representara cabalmente en el mbito urbano y le incomodaba que lamsica considerada tradicional se manifestara mayoritariamente en prostbulos y lugares de dudosareputacin, el lugar de los rotos. Como afirma Rolle (2004, 4): Si en las primeras dcadas delnuevo siglo un chileno o un extranjero quera escuchar en Santiago o Valparaso conjuntos dearpa, piano y guitarras, y ver bailar bien la cueca, tena que acudir a estos lugares Haba, pues,que rescatar tal msica de los arrabales y se vali para eso de la industria discogrfica y delespectculo.Con referentes de identidad, provenientes casi exclusivamente de los sectores rurales de la zonacentral, la Msica Tpica se dar, hacia fines de la dcada del 1920, a la tarea de rescatar y restituiren el medio urbano el espritu principalmente festivo de los campos chilenos. Todo un aparato deproduccin cultural (autores, compositores, intrpretes, los emergentes mass media, la radio y elcine, el circuito de escenarios de todo tipo desde los cabarets a los elegantes salones de baile)trabajar en seleccionar elementos de la tradicin rural que se adecuen a la evocacin del campo taly como desean mostrarlo. Todo ello girando bsicamente alrededor de dos gneros ejemplares decanto campesino: la tonada y la cueca. La Msica Tpica ser pues, un hibrido que partiendo deinsumos folklricos incorporar elementos de tcnica artstica para estilizar el canto campesino, queser evocado por cuartetos masculinos caracterizados en su mayora por la vestimenta del huaso,asumido como cono de representacin nacional (Manns 1987, Rimbot 2008).

    El primer grupo musical que difundir este nuevo tipo de msica, el folklore urbanizado, ser elgrupo Los Huasos de Chincolco hacia 1923. Pero es un cuarteto vocal llamado Los Cuatro Huasos,que inicia sus presentaciones en 1927, quin llevar el gnero a una popularidad verdaderamentemasiva. Estos estudiantes universitarios que aprendieron guitarra y recibieron repertorio demadres y tas que hacan msica de saln y que habran integrado estudiantinas de seoritascuando eran jvenes (Rolle 2004, 3), eran representantes de la elite social y fueron los pioneros deuna tendencia en su momento muy nutrida y que se mantiene hasta hoy en la figura de los HuasosQuincheros: conjuntos tpicos de huasos surgidos en mbitos universitarios. Artistas con una carreraprofesional paralela.

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    Partiendo por el nombre de las agrupaciones, todo el proyecto artstico de la Msica Tpica tendrpor protagonista al huaso, que ser, a la vez objeto y sujeto lrico o potico de las canciones a lavez tema y voz de las canciones (Rimbot 2008, 63). La figura del huaso ser replanteada,otorgndosele sentidos y atribuciones sociales que inicialmente no posea, hasta erigirlo enemblema de la chilenidad. Y es que siempre la elite terrateniente se identific con un imaginario delhuaso que apelaba a la hidalgua del espaol, la austeridad, la sencillez, siendo su principalvnculo con la tierra, el fundo o el latifundio que los form identitariamente (Donoso 2009, 35).

    El huaso en principio es el hombre de baja condicin social que trabaja en el campo, esto lodiferencia del hacendado o dueo de fundo que tambin trabaja en el campo. As lo delimitaclaramente Recaredo Tornero (1872, 472): La raza que puebla nuestros campos, los llamadoshuasos, es la nacin primitiva; apenas si tienen en sus venas una dcima parte de sangre europea.Forma dos categoras distintas: el pen y el inquilino. El primero es un empleado a sueldo que setoma a tarea o por da, dedicando todo su tiempo a los trabajos que se le encomiendan. El segundo,el huaso, es un verdadero siervo del sistema feudal; todo l, su familia, sus haberes, dependen delpatrn. An en 1918 el huaso era definido como campesino mal vestido, enrevesado para hablar,pero alegre y picaresco (Valenzuela 1918, 341).Haciendo de lado las diferencias socio-econmica, la Msica Tpica propondr un huasoestandarizado (el que vive en el campo, monta a caballo y se viste como tal). Este es el huaso queser representado por los principales artistas de la tendencia. As, estos msicos y cantantes, en sumayora pertenecientes a la oligarqua del latifundio en Chile, con formacin musical formal,crearn un tipo humano emblemtico sin correlato en la realidad social. Como bien se afirma en laentrada correspondiente de la pgina web Memoria Chilena: Con el tiempo, la imagen del huaso seidealiz. Ms que una figura ingenua e inocente, se identific con el campesino montado y, porende, poderoso; se le atribuy, as, la gallarda representativa de la exaltacin nacional. Setransform en un personaje viril, bien puesto, fuerte y ricamente vestido; con manta espaola,delicadas y firmes botas, cuidadas espuelas y fina montura. El huaso, que es un referente del vallecentral de Chile, se transform en el smbolo de los valores de todo el territorio nacional; de losgrandes fundos y la tradicin de esas tierras. Su consiguiente msica, ejemplificada principalmenteen la cueca y la tonada, se transform en el smbolo de Chile.Performativamente el huaso de la Msica Tpica, tanto en el escenario como en la iconografapromocional, lleva relucientes botas de cuero adornadas con espuelas de plata (smbolo de estatuspues denota la tenencia de un caballo), pantaln y chaquetn corto con sombrero aln del tipoandaluz, elementos todos que ms bien representan al hacendado que al huaso tpico presentado enla iconografa de autores que pudiramos considerar clsicos1. A estos elementos de vestuario seagrega un poncho corto de colores (comnmente rojo, blanco y negro) que es claramente unelemento de ornato y no de abrigo, muy distinto de los ponchos de lana largos y gruesos quecaracterizan a los peones e inquilinos. Dice Rimbot al respecto: Al pasar de huaso de campo a

    1 En el anexo iconogrfico es posible ver las caracterizaciones hechas por Tornero (1872). Se aprecia que eltipo que ms se acerca al huaso de la Msica Tpica es el hacendado. Tampoco hay mucha cercana en el casode la lmina del Atlas de Gay titulada Trajes de la gente de campo, ni en las otras seleccionadas querepresentan actividades y espacios que pueden entenderse como propias del huaso. Finalmente el famosocuadro El huaso y la lavandera de Rugendas, tampoco muestra mucha concordancia.

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    huaso de escenario, el huaso como figura conoce un inesperado ascenso social, que no traduceotra cosa que la voluntad, de parte de los artistas, de fabricar un folklore y una identidad afines asu propia condicin social (2008, 64).Tal vez en la vestimenta sea donde mejor se aprecia el verdadero sentido de invencin y deascendiente social que esta emergente figura del huaso manifiesta. Si bien es difcil encontrarsmiles del traje masculino en la iconografa histrica, para el caso del atuendo femenino el asuntoes an ms dramtico, pues se crea por imitacin un traje para la mujer socialmente equivalente altraje del hacendado. En efecto, Ral de Ramn (1929-1984), un conocido compositor e intrpretede msica tpica chilena, arquitecto de profesin e hijo de una alcurniosa familia de origen cataln,remplazar el vestuario femenino correspondiente a la china o sirvienta (vestido de flores condelantal blanco) inventando un traje negro, con idntica chaqueta y sombrero del traje masculino,ms una falda estrecha, larga y sin vuelo, con una abertura para lucir una enagua de encaje, y botasvaqueras. Todo porque su esposa, compaera de escenarios, no siempre quera lucir traje desirvienta (Rimbot 2008). La falda estrecha oblig, por otra parte, a variar la ejecucin del baile,pues los pasos ms estrechos redundaron en una cueca ms distinguida que la popular.Adems de la vestimenta, se utilizarn nombres y denotaciones referidas a espacios determinados,visibles en el uso de vocablos, modismos y pronunciacin del habla rural, interjecciones y/o gritosde alegra o nimo, que son considerados caractersticos de este constructo de tipo humano.Como ya se dijera, los ritmos musicales ms utilizados son la cueca y la tonada, las formas mtricasy rtmicas tradicionales de mayor presencia en los circuitos artsticos nacionales. A este respectovale realizar algunas acotaciones. No exista, antes de la Msica Tpica, una tradicin masculina decancin huasa distinta a la paya, gnero muy especfico y circunscrito y que, por sobre todo, no sebaila. Tanto la tonada como la cueca era canto de mujeres. Esta separacin era bastante estricta y yala haba consignado Lenz (1919, 521): Es un rasgo muy caracterstico de la poesa popularchilena el que se divida rigurosamente en una rama masculina y una femenina. Cada una de ellastiene sus argumentos, su mtrica, su canto y sus instrumentos particulares y propios. Agrega msadelante: En general no cabe la menor duda de que ya solamente el canto femenino con suspoesas livianas (tonadas) y acompaamientos de bailes (cuecas), es verdaderamente popular; elcanto masculino lo ha sido en sus orgenes, pero hoy sobrevive nicamente en pobres restos, que,por esto, son tanto ms interesantes para el folklorista (dem, 522). Tenemos entonces que, en loscampos chilenos, las cantoras cumplan, a la poca, una funcin social mucho ms visible que loshombres, pues eran constantemente invitadas para avivar todo tipo de festividades. Esta labor socialfue asumida por los huasos de Msica Tpica, quienes desde entonces tambin podan animarfiestas.Otra innovacin en cuanto a lo musical es que la mayora de los grupos representantes de latendencia son cuartetos de voces, frente a una cancin campesina que se interpretamayoritariamente de forma individual. Se crea, as, un nuevo producto a partir de adaptaciones queintervienen las formas originales por medio de arreglos y estilizacin de las formas y las voces. Sibien era conocido que la cancin rural tradicional era interpretada con voces agudas y nasales (Lenz1919, Barros et al 2002), la Msica Tpica impondr voces cultivadas, de diccin articulada yanacin precisa, apropiadas para el medio social acomodado donde eran admirados (Gonzlez1996, 26).

    En lo relativo a las letras de las canciones, las temticas son apologticas del mundo campesinoprincipalmente en sus aspectos festivos y picarescos. Hay una gran aoranza del terruo y la casa de

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    campo, la hacienda, expresada en nostlgicas descripciones del paisaje y las actividades del campodel Valle central (Zona agrcola por excelencia donde se ubican los grandes latifundios). Abundan,as las canciones costumbristas donde se describen banquetes, jolgorios y aventuras. Todo con unmarco humano reducido al huaso y la china, siempre leales al patrn, reflejado tambin en unaperpetua fiesta de bonhoma y familiaridad (Manns 1987, 47), y sin conflictos de tipo social. Esdecir, todo enmarcado en un orden hacendal que se mantendr en Chile hasta la dcada de 1960.Seala Manns al respecto: estas agrupaciones cantarn al campo chileno, al paisaje, a lanostalgia del arroyo, a la china de trenzas, a la tranquera, a la vieja casa de campo (la casapatronal). (Manns 1987, 46). Un cuadro comparativo con los ttulos de las canciones de un discode tres grupos representantes del gnero nos servirn para ilustrar este punto.

    Los Cuatro Huasos Los Huasos Quincheros Los ProvincianosDisco: Tradicin chilenaAo: 1959 (pstumo)Sello: RCA Victor

    Disco: Chile cantaAo: 1959Sello: EMI Odeon

    Disco: Paisajes ChilenosAo: 1941Sello: RCA Victor

    Ttulos Canciones:1. Bajando pa' Puerto Aysen2. Fiesta Linda3. Bajo el sauzal4. Camino agreste5. Nia de los ojos claros6. El tortillero7. Matecito de plata8. El martirio9. As es mi suerte10. Aguacero en ao seco11. Si ya mi dicha pas12. Mantelito blanco

    Ttulos Canciones:1. Chile lindo2. Manta de tres colores3. Dos corazones4. La torcacita5. El cantar de mi guitarra6. Campo lindo7. Abran quincha abran cancha8. Cura de mi pueblo9. El frutero10. El yerbatero11. Matecito de plata12. Que bonita va13. Trompo de siete colores14. De punta y taco15. El organillero

    Ttulos Canciones:1. Matecito de plata2. Canto a Puerto Natales3. Camino cordillerano4. Caminando pa' la trilla5. Pajarillo volador6. Vidita ma

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    16. Nostalgias colchaginas

    En cuanto a las portadas de los discos y el aparato publicitario seala Manns (1987, 47): bellasmuchachas rollizas, de trenzas negras y ojos oscuros que miran picarescamente a los patrones;ellos apoyados en las tranqueras con aire paternal o cabalgando briosos corceles bien enjaezados;el colorido pico del rodeo y sus caballos piafantes; las alegoras de la cueca, una danza en que elhombre corteja a la mujer, la acorrala, y finalmente, la domina, rodeados por un coro debullangueros, guitarristas, arpistas y cantores: tales sern las portadas de los discos y tal la tnicade la propaganda.

    Desde el ao 1927 en que aparecen los Cuatro Huasos y hasta mediados de los aos 60, la MsicaTpica Chilena adquiere gran relevancia, transformndose en una corriente especfica, conexponentes, repertorio y escenarios (hoteles, embajadas, clubes sociales), una imagen prolijamentedefinida y caracterstica, una red de difusin que inclua programas radiales y las pginas culturalesdel El Mercurio, y un pblico cautivo. Llegaron a existir hasta 20 agrupaciones con este formato(Rolle 2004) durante el perodo de apogeo, siendo las ms conocidas, a parte de Los Cuatro Huasos(1927-1956), Los Huasos Quincheros (1937-), Los Provincianos (1938-1958) y Los Huasos deAlgarrobal (1966-)

    Tambin el teatro contribuy en la difusin de este costumbrismo musical cultivado desde los aosveinte, con autores, compaas y repertorio que popularizaron msica, bailes y costumbrestradicionales chilenas (Manns 1987, Rolle 2004). Pero sera la produccin discogrfica la quemayor impacto producira como mediadora de la msica chilena tanto en la ciudad como en elcampo. Prontamente la industria radial y cinematogrfica se sumaran al auge de lo folklrico,convergiendo todas en la aparicin de un artista del folklore.El rotundo xito que signific la Msica Tpica entre los aos 1930-60, se ha explicado por lamasiva presencia en la ciudad de sectores ligados al campo (dueos de tierra o inmigrantes), quevieron en ella una evocacin que los vinculaba a una especie de nostlgico paraso perdido. Talmsica, pues, se adecu al gusto de un pblico urbano de clase media alta, que se ha criado entrela ciudad y la casa de campo o el fundo familiar. Se trata de un pblico deseoso de encontrarmodos de convocar y perennizar de manera amena fragmentos de su identidad, de sus races o desu pasado (Rimbot 2008, 66).La radiodifusin de esta corriente termina por hacer que esta sea adoptada como un nuevo folklore,esta vez masificado, entre los sectores urbanos de clase media. Esta ser la imagen de folklore quela cultura oficial comenzar a difundir como emblema de chilenidad, tanto dentro como fuera delpas2.En esta representacin oficial queda bastante desmedrada la figura tanto del roto como de losindgenas de ambos extremos del pas. Ello se explica por elementos histricos acerca de la2 En la biografa del grupo Los Cuatro Huasos aparecida en la pgina web msica popular.cl, se afirma que:En 1939, y por expresa peticin del gobierno de Pedro Aguirre Cerda, el conjunto represent a Chile en laExposicin Mundial de Nueva York

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    formacin y los lmites de Chile en la realidad y el imaginario nacional. Vale recordar que laterritorialidad actual del pas se remonta a fines del siglo XIX y tiene dos hitos relevantes:1) La Guerra del Pacco (1879-1884), con la anexin de las provincias de Antofagasta y Tarapac,de antigua soberana boliviana y peruana respectivamente.2) La llamada Pacificacin u Ocupacin de la Araucana, una verdadera guerra de exterminio quesignifico la normalizacin administrativa de los territorios del Bo-Bo al sur. Vale mencionar quetal frontera, el ro Bo-Bo, haba quedado tcitamente establecida desde los levantamientosmapuches del siglo XVI (con el hito del llamado Desastre de Curalaba en 1598, que segn lahistoriografa pone fin a la Conquista y da inicio a la Colonia).En ambas instancias se trata de un movimiento expansivo que surge desde el centro del pas, laregin del llamado Valle Central.Rojas et al, a propsito de los costumbristas chilenos, explicita cul era el Chile geogrfico que estemovimiento abarcaba: En el costumbrismo chileno hay un curioso fenmeno, derivadoprincipalmente de circunstancias histricas: su escenario, es decir, la extensin geogrfica queabarcaron los costumbristas, apenas alcanza a ser un poco ms que la cuarta parte de la extensinde Chile, o sea, la zona templada, desde el grado 27 hasta el 37. Lo dems, el Norte Grande, comose le llama hoy, y lo que en un tiempo se llam la Frontera, hasta Tierra del Fuego, permaneci noslo intocado por ellos, sino tambin ignorado. Esos veintiocho grados ignorados eran, en tiempode los primeros costumbristas, lugares desrticos, despoblados o en trance de conquista. Alaparecer los ltimos costumbristas, alrededor de 1900, ya haba all poblacin y hasta habaocurrido una guerra en una de esas regiones, el Norte Grande, pero los pueblos estaban apenasformndose, y no haba en ellos tradicin ni cultura, y en muchos no haba ni siquiera peridicos;las distancias eran enormes y escasos y muy lentos los medios de comunicacin (Rojas et al 1957,19).El Chile que iba desde Copiapo hasta el Bo-Bo, el Chile histrico fundado por Pedro de Valdivia,permanece por toda la colonia y los primeros 70 aos de vida republicana. Estos antecedentesexplican que la representacin del pas como territorio y la concepcin de la nacin y sus objetosculturales tienen un carcter eminentemente centralista, que Rojas asume cuando afirma que lospueblos del Norte Grande, bajo soberana chilena desde el fin de la Guerra del Pacfico, no tenantradicin ni cultura. Este centralismo se manifiesta, para nuestro caso, en la eleccin de formasmusicales de exclusiva pertenencia a la cultura del Valle Central.La chilenidad representada en el huaso, basada en constructos socioculturales intencionalmenterelevados, dejando de lado otros, carece de substancia socio cultural y funciona como motivo, comovoz lrica de un discurso emanado por una clase social que, por ideologa, ha sido tradicional ehistricamente opuesta al sector del que emerge la figura del huaso histrico: el trabajador decampo, no el hacendado. Al respecto afirma Manns que esta es la primera cancin poltica quealcanza masividad, aunque no toque tema poltico alguno: por un proceso de ocultamiento, dedeformacin sutil y calculada de la realidad, moviendo los resortes del ensueo, desarrollando odestacando ciertos valores esenciales de toda nacionalidad, pero transformndolos en sucontrapartida (el amor al campo chileno y, por ende, al sistema de tenencia de la tierra, porejemplo) se convierte en el arma poltica ms eficaz que ha conocido la historia de nuestra cultura(Manns 1987, 45-46).

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    ConclusionesEl imaginario nacional que pone en circulacin la Msica Tpica Chilena, con toda su cargaideolgica de defensa de un orden hacendal donde la tnica son la fiesta y la familiaridad, es puestoen cuestin por cultores que desmienten la versin oficial del folklore, e incluyen dentro de l otrasmanifestaciones de la cultura popular, las que se preocupan de recoger y difundir, todo ya, porsupuesto, a nivel de medios masivos de comunicacin (es la etapa del llamado Neofoklore configuras como Violeta Parra, Margot Loyola, Hctor Pavz, y Gabriela Pizarro entre otros, que haceneclosin hacia fines de la dcada de 1950). No obstante este ataque, la narrativa identitaria que estaversin tradicionalista de folklore escenifica, ha tenido tal reconocimiento y arraigo en elimaginario de los sujetos, precisamente porque ficcionaliza un tipo humano efectivamenterepresentativo del pasado histrico cultural, que logra pervivir para transformarse en sinnimo defolklore, en la figura inmediata de lo chileno con que se alegoriza todo en las fechas denacionalismo oficial. Es el folklore, por cierto, que se ensea y fomenta en las escuelas sin ningntipo de mediacin o contextualizacin previa. Si bien existen otros imaginarios, este perduraaceptado masivamente, con total espontaneidad, como una manifestacin prstina de nuestrapeculiaridad y reivindicado por las mismas hegemonas que lo pusieron en circulacin, insistiendoen su tradicionalidad y representatividad.Esto ltimo queda claramente graficado en la polmica que levantara una diputada de la derechams extrema de Chile, a propsito de la gala artstica brindada por Ricardo Lagos en la EstacinMapocho a autoridades extranjeras en el marco de su asuncin como Presidente el ao 2000.En efecto, en aquella oportunidad, uno de los nmeros contemplados era la presentacin del grupoLos Chileneros, los ms reconocidos representantes de la llamada cueca brava y un smbolo de latradicin rota, que acompaados de una pareja de baile entonaron y danzaron una cueca al mspuro estilo de las viejas casas de canto de los bajos fondos santiaguinos. Frente a esta manifestacinla diputada UDI Mara Anglica Cristi, apoyada por los diputados de su partido, seores HaroldoFossa Rojas, Mario Bertolino Rendic y Alberto Cardemil Herrera, present un oficio ante elMinisterio de Educacin, manifestando su molestia y expresndose en los siguientes trminos:Tal presentacin fue de muy mal gusto, porque no representaba en nada a quienes siempre hansido los ms autnticos exponentes de la msica chilena. Si bien entiendo que la msica chilena noslo debe ser mostrado por huasos, por gente del norte o de Chilo, creo que esa ocasin si loameritaba. La gala de la Estacin Mapocho fue hecha con mucho esfuerzo, y habiendo grancantidad de conjuntos folclricos con tanto prestigio no slo en Chile, sino en el mundo, el queactu hizo una presentacin similar a lo que ofrece una tanguera, porque ms bien pareca unapareja que bailaba tango en lugar de msica chilena. A mi juicio, lo hizo bien, pero norepresentaba a nuestro folclor autntico. Tenemos el Bafochi, el Bafona, los Huasos Quincheros,que recin ganaron el festival de msica folclrica de Via del Mar. Hay nios y grupos de todoChile que son espectaculares, por qu tenamos que dar a todas esas visitas extranjeras la imagende que esa pareja de bailarines con ese grupo de msicos eran representativos de nuestro folclornacional?

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    En ese sentido, solicito que se oficie en mi nombre, a travs de la Cmara, a las nuevas autoridadesque estarn a cargo de la cultura en el pas, imagino que preferentemente del Ministerio deEducacin, para solicitar que nunca ms se presente, en especial cuando queramos mostrarnuestra msica al extranjero, un acto folclrico que no corresponda a lo que es lo intrnseco, lobsico, lo fundamental. Ojal no sea sa la cultura que se va a exponer en Chile en lo que respectaa la msica chilena (Tomado de Guzmn 2007, 65-66).He aqu nuevamente el contrapunto entre huasistas y rotistas, donde el argumento a favor delhuaso es su continuidad con el pasado europeo, visin que fue consagrada finalmente por RenLen Echaiz en su libro sobre el huaso que data de 1954. All caracteriza al huaso como mestizoascendente, pues educado por padre espaol es heredero de todas sus tradiciones, en tanto al rotolo tilda de mestizo descendente y lo describe como sigue: el mestizo descendente, por elcontrario, se sumi en la masa indgena de su linaje materno. Adquiri las costumbres del indio, sunaturaleza, sus creencias, su idioma. Actu y pens ms como indio que como espaol; y, adiferencia del mestizo ascendente, los rasgos tpicos del mestizo se combinaron en l en forma dedar una clara preponderancia a los caracteres indgenas. Es por lo general vicioso e indolente,como el indio; y como l, no puede resistir al alcohol y a la embriaguez, por un proceso confuso yancestral, en el que la desesperanza de muchas generaciones busca el solaz en el olvido (LenEchaiz 1971, 18-19). Como vemos, Len Echaiz termina aunando, para renegar de ellos, los dostipos humanos que compiten con el huaso por la preminencia como smbolo de identidad: el roto esfinalmente un indio, de ah su degradacin.La idea de que existen rasgos culturales vigentes y en uso que no representan la verdadera identidadnacional, presente en las primeras polmicas sobre el folklore en Chile, se mantiene viva en esteimaginario nacional del huaso, que denota una concepcin esencialista de identidad que se solaza enel smbolo definitivo, sin abrirse a la riqueza de lo diverso y la posibilidad del cambio integrador.Tal concepcin no se condice con las nuevas formas de entender lo social, donde lo que se busca es,ms bien, la articulacin de diferencias. A eso se refera Lechner cuando al hablar de laposmodernidad en el contexto latinoamericano nos dice que lo que sta nos plantea es: invertirnuestro enfoque: en lugar de preguntarnos, a partir de una unidad supuestamente dada, cuntapluralidad soportamos, la llamada posmodernidad consiste en asumir la heterogeneidad socialcomo un valor e interrogarnos por su articulacin como orden colectivo (Lechner 1988, 183).

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