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PUBLICACIONES DEL INSTITUTO NACIONAL DE PREVISIÓN L a evolución de las ideas para la construc- ción de Hospitales El Hospital "En Bloque Conferencia pronunciada el día 11 de Noviembre de 1946, en el "Palacio del Cine" del Círculo de Bellas Artes, por el arquitecto Juan de Zavala y Lafora. // !:MS*! MADRID ^mp 1 1 9 4 7
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El Hospital En Bloque - bvingesa.mspsi.es

Jul 06, 2022

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PUBLICACIONES DEL INSTITUTO NACIONAL DE PREVISIÓN

L a evolución de las ideas

para la construc­

ción de Hospitales

El Hospital "En Bloque

Conferencia pronunciada el día 11 de

Noviembre de 1946, en el "Palacio del

Cine" del Círculo de Bellas Artes, por

el arquitecto Juan de Zavala y Lafora.

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La evolución de las ¡deas para

la construcción de Hospitales

"EL HOSPITAL EN BLOQUE" •

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Transcripción taquigráfica de las palabras pronunciadas el día 11 de noviembre de 1946, en el "Palacio del Cine" del Círculo de Bellas Artes, por el Excelentí­simo Sr. D. Pedro Sangro y Ros de Olano, Marqués de Guad-el-Jelú, Presidente del Consejo de Administración del Instituto

* Nacional de Previsión, con motivo del acto de apertura de la Exposición de Ante­proyectos de Edificios Sanitarios para el Seguro de Enfermedad.

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Señoras y señores:

Unas palabras sobre la significación del acto que se va a celebrar.

Las instalaciones sanitarias construyen par­te esencial del plan que supone la efec­tividad del Seguro de Enfermedad. Sigiáend' las consignas de nuestro Ministro de Trabajo que reepresentan, naturalmente, las del Gobier­no, se ha dado a las instalaciones sanitarias la importancia máxima, que en realidad tienen dentro del citado plan de organización del Se­guro de Enfermedad. Y para que tales ins­talaciones sean pronto una realidad eficien­te, que responda a las exigencias tanto téc­nicas como sociales de la hora presente, se estudió un plan de necesidades y de medios para satisfacerlas.

Dicho plan comprende una etapa, habló ñfi una etapa, porque no es, de momento, el plan completo que España se merece y que se desearía de una grandísima importancia, po->-ser precisamente la inicial.

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El Instituto Nacional de Previsión quiere vi. vir siempre, pero en este caso como en ningún otro, con las puertas y ventanas abiertas; quiere que todas sus realizaciones, toda su labor, se lle­ven a cabo—para usar un término de moda—en estilo «nylon», o, si ustedes quieren, mediante edificaciones e instalaciones de cristal, en ei sentido de la palabra que representa una per­fecta diafanidad.

Sabemos que toda obra social es una labor de apostolado y que todo apostolado supone el sacrificio y, en ocasiones, el martirologio, Nos-otro deseamos ardientemente las críticas, mien­tras éstas no se salgan de lo normalmente ad­misible; se sabe que estas críticas a veces pier­den en dimensiones y se amparan en stipuestos, suposiciones, cabalas infundadas, que en mu­chos casos se destruyen; y nosotros deseamos que, por nuestra parte, puedan tales críticas destruirse mediante el paso por estas paredes de cristal.

Por eso, al poner manos a la obra paray si­guiendo los deseos del Gobierno y los especia • les de nuestro queridísimo Ministro, José An­tonio Girón, llevar a cabo rápidamente este plan de instalaciones, hubimos de pensar en \ abrir nuestras puertas. Y teniendo, como tene­mos, un magnífico personal técnico—no sol': mente el representado por la Caja del Seguro de Enfermedad, sino también, en su parte sa­nitaria, por los especialistas en Medicina, y en el aspecto social, por las personalidades que se congregan en el Instituto Nacional de Previ­sión, que representa la moderna historia s^ci"l de España, más, todo lo que tiene un valor ac­tual dentro de la acción social española., dispo-. niendo, además, de unos excelentes servicios

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técnicos de Arquitectura, en los cuales conta­mos con profesionales de primera fila—, he­mos querido, a pesar de ello, que no pertene­ciendo a la casa participaran todos loa Arqui­tectos que lo desearan, haciendo al efecto un llamamiento abierto para que vinieran a cola­borar en esta obra que hemos acometido.

Esto es lo que significa la Exposición de an­teproyectos de instalaciones sanitarias del Se­guro de Enfermedad: la apertura de nuestras puertas, las puertas de esta casa de cristal, para que todos los Arquitectos españoles colaboren en esta función, ayudándonos a proyectar la realización de éste y otros concursos acerca de cómo han de ser las Clínicas residencias sa-natoriales del Seguro de Enfermedad. Se ha convocado, pues, este concurso, y el resulta­do de nuestra iniciativa ahi está e inmediata­mente veremos lo que se ha hecho para respon­der a nuestro llamamiento de ayuda y colabora­ción. Quiero, antes de que el Sr. Zavala Lafora comience a hacer uso de la palabra, dar las gra­cias a esta representación de la Arquitectura española por la ayuda, verdaderamente gene­rosa, que nos ha prestado; por la prueba de. compañerismo que ha dado a nuestros Servi-dos de Arquitectura; por la colaboración que ha brindado a la acción social que representa el Instituto, ofreciéndonos, en un plazo real­mente breve—que ponía a prueba la capacidad de estos elementos de la ciencia española—, el resultado brillantísimo que ustedes van a con­templar dentro de pocos minutos

Para dar mayor realce a esta Exposición, se han preparado tres conferencias; tienen uste­des el programa de ellas y los nombres de las personas que van a desarrollarlas. La confe­rencia de hoy está a cargo de uno de nuestros

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compañeros más queridos en la labor del Ins­tituto Nacional de Previsión: el arquitecto se­ñor '¿avala Lafora, personalidad que, en los cuarenta y cuatro años que tiene de edad, ha destacado brillantemente, no sólo en su propu profesión, sino también en porción de activi­dades.. El Sr. Zavala ha sido premiado en dife­rentes concursos públicos, que no voy a enu­merar, porque haría falta para ello una memo­ria de que carezco—tantos son—. Pero sí h de decir a ustedes que el Sr. Zavala (de casta le viene, porque conozco de tiempo a su familia y sé cuál es la finura de su espíritu y cómo los Zavala han destacado en diferentes actividades del lúgeñiv con, muestras brillantes de su am­plísima cultura) ha. sobresalido, además de comn Arquitecto como literato: últimamente ha pu­blicado un libro muy interesante, en el que se. estudia la evolución de las ideas en Arquite,"- • tura, precioso libro que acredita el acierto con que se nombró Jefe del Servicio de Arquitec­tura del Plan de Instalaciones, en el Instituto ; Nacional de Previsión, a este intelectual da la nueva generación de españoles de la post­guerra que están manteniendo por todo el mun-do la, preeminencia de nuestro espíritu procer.

Y dicho esto, voy a dejar el uso de la pala­bra al Sr. Zavala Lafora, a fin de que comience su conferencia. Pero no quisiera yo hacerlo antes de decir a ustedes todos que el Instituto solicita, pide, suplica la colaboración del con­junto de los españoles para la realización, no solamente del plan de instalaciones, sino, tam-bien, para la de todos los puntos de su amplio programa del Seguro de Enfermedad, que es

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una de las conquistas de la España nueva, a* la España de nuestro invicto Caudillo Franco, y que, al mismo tiempo, es un paso de una im-

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portancia esencial, primordial, en la marcha hacia la justicia social, que, en definitiva, quie­re ser el regulador de las grandes necesidades de los humildes, entre las cuales destaca la del vivir mismo; que tiene como puntos termina­les de la existencia el nacimiento y la muerte., y como tránsito en el hondo sentido social, re­ligioso y filosófico de la palabra, la vida mis­ma, que no es, en definitiva, más que una lu­cha por sostener frente a la muerte el hech* del nacimiento. Nosotros, en nuestro estado de salud, lo que hacemos es renacer todos los días, y en el estado de enfermedad, lo que hacemos es morir un poco todos los días* En esta lucha entre la salud y la enfermedad, es donde ra­dica, en esencia, todo este tremendo y. pavo­roso problema social de nuestros días, porque los privilegiados, las personas que disfrutan de medios para subsistir, con el ansia de hacerlo cada vez mejor, no ven muchas veces que hay grandes contingentes de seres que en la hora terrible de la enfermedad es cuando más notan, cuando más sienten en lo vivo y en la entraña —sobre todo cuando no es la enfermedad pro­pia, sino la de los seres queridos—la terrible desigualdad social, que hace que uno* tengan medios sobrados para satisfacer todas sus ape­tencias de curación, de restablecimiento de ia salud, contando ellos y sus hijos con médicos, medicamentos, asistencias, hospitales, sanato­rios, al paso que una ingente multitud de des­dichados carecen de tales medios. Naturalmen­te, esta manifiesta desigualdad, con la cual tropezamos a diario, constituye una de las cau­sas que sostienen viva la lucha de clases que, en definitiva, es el problema pavoroso con que nos enfrentamos y que tratamos de resolver.

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Cada paso que demos para la resolución de él (evitando tales desigualdades, haciendo que los económicamente débiles puedan contar más j¡¡ más, a través de las etapas que se juzguen es­trictamente indispensables, pero dentro de la mayor urgencia, con los medios de que desde hace veinte siglos carecen, mientras otras cla­ses los tienen en abundancia), dará lugar a. que el tránsito entre esas etapas a que me he refe­rido se vaya dulcificando, hasta hacer posible la pacífica, normal convivencia social. A esth aspiramos, a esto aspira el Instituto Nacional de Previsión, y en ello confían los que prestan su atención y el acicate de su curiosa asisten­cia e interés por la Exposición de anteproyec­tos de residencias sanatoriales. ;

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La evolución de las ¡deas para la construcción

de hospitales. El Hospital "En Bloque"

El Instituto Nacional de Previsión, al plantearse el proble­ma de la construcción de las Residencias Sanitaria? y Ambu­latorios comprendidos en el Plan de Instalaciones de la Caja Nacional de Seguro de Enfermedad, ha querido resolverlo con las mayores garantías posibles en lo' que a la aportación téc­nica se refiere. Por ello determinó, en primer lugar, que uno de los arquitectos afectos a su Servicio de Arquitectura fuese a los Estados Unidos, país el más avanzado en el estudio y cons­trucción de Establecimientos Sanitarios, en compañía del mé­dico Jefe del Departamento de Instalaciones de la Caja Na­cional de Seguro de Enfermedad. Así, del estudio de los Esta­blecimientos hospitalarios en aquel país podrían deducirse im­portantes enseñanzas que beneficiarían el proyecto y la realiza­ción de los futuros edificios incluidos en dicho Plan de Instala­ciones. Después, y de acuerdo con su deseo de que que esta vasta obra de conjunto se realicé, no dentro de los límites de un Departamento de Arquitectura creado con .tal fin, sino con las ideas y la colaboración de todos los arquitectos españoles que quisieran prestarla, convocó los concursos de los que hoy inauguramos la Exposición de los trabajos a ellos presen­tados.

Resultado de la primera parte antes dicha, el viaje a Es­tados Unidos de un médico y de un arquitecto adscritos al Servicio del Instituto, fueron las conferencias que pronun­ciaron el Doctor Cámara y el arquitecto Sr. Garay durante el pasado mes de junio en el Salón de la Escuela Social del Minis-

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terio de Trabajo. Ahora, en la Exposición que en este Círculo de Bellas Artes se celebra, está recogida la labor con que los arquitectos españoles han contribuido a la tarea que el Ins­tituto Nacional»de Previsión, por su Caja Nacional de Seguro de Enfermedad, se ha impuesto. Con estos concursos, genero­samente convocados, el Instituto Nacional de Previsión ha abierto las puertas de su empresa a quienes han querido acudir a ella. Todo arquitecto español que ha tenido algo que decir respecto a la construcción de hospitales y de edificios sanita­rios ha podido unir su voz a las de los aquí representados, y el que no lo haya hecho no podrá nunca decir que la oportunidad para la colaboración no se le ha deparado. Nuestro Instituto abre así un nuevo camino para el trabajo profesional de los ar­quitectos, apoya la colaboración de los especializados en este género de construcciones y convierte en labor nacional la que a él estaba encomendada. Yo, como arquitecto también, y que asimismo he tomado parte muchas veces en concursos de Ar­quitectura, agradezco al Instituto, desde el punto de vista pu­ramente profesional, la amplitud de criterio con que ha sabido orientar su tarea.

Pero al ser fijadas por la Subdirección Médica de la Caja Nacional de Seguro de Enfermedad las bases del concurso para las Residencias Sanitarias, estableció, con acertado criterio, que el tipo a que habían de ajustarse los trabajos que se pre­sentasen había de ser el de hospital «en bloque»; o sea, que quedaba así determinada la orientación constructiva que los nuevos edificios han de tener.

Y es interesante, no sólo para nosotros, arquitectos y mé­dicos, sino también para el público en general que más o menos tiene contacto con estos trabajos o estudios, el definir lo que es un hospital en bloque, las ideas fundamentales que presiden la concepción de este género de edificios, y la separación que existe entre lo que el hospital en bloque supone en cuanto a funcionamiento y en cuanto a construcción, conceptos éstos que muchas veces se confunden. Y este análisis nos lleva in­mediatamente a considerar la evolución que la idea de hospi­tal ha tenido en el sucesivo desarrollo de estas edificaciones.

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LOS HOSPITALES EN LA EDAD

MEDIA Y EN EL RENACIMIENTO

No hay noticias de que en la antigüedad existiesen casas de refugio para los enfermos donde éstos pudiesen recibir los cuidados de los médicos y atender a su curación. En Atenas (y disculpadme esta erudición, que por ser fácil no ha de pare-ceros pretenciosa), los soldados mutilados eran mantenidos por la República; pero ello no quiere decir que este socorro fuese otra cosa que una pensión; y además, esto no parece que se hiciese en otras ciudades de Grecia. Los romanos, en campaña, tenían espacios reservados para los hombres y para los caba­llos enfermos, mas no se sabe que ni en Roma ni en las otras ciudades del Imperio existiesen hospitales destinados a los he ridos o a los enfermos.

San Jerónimo es el primero, al parecer, que habla de una cierta Fabiola, popularizada en el siglo xix por la novela del Cardenal Wiseman que lleva su nombre, dama romana muy rica, que funda, hacia el ano 380, un hospital, en el cual se re­cibían los enfermos, que hasta entonces yacían abandonados en las calles y en las plazas públicas. Después, en los primeros tiempos de la Edad Media, se hacen numerosas fundaciones para cuidar y albergar los enfermos, los viajeros.y los pobres. En su origen, estas fundaciones consistían en la cesión de una casa o de un local al que se dotaba de una renta perpetua. Na­turalmente, los establecimientos religiosos regulares, las pa­rroquias mismo, eran los conservadores de la fundación.

Durante los siglos XI, xil y xni se crea una cantidad prodi­giosa de hospicios; casi todas las^badías tenían un hospital en su recinto. En España, yá" durante la monarquía goda hubo fundaciones de hospitales, como la hecha en Mérida por Leovigildo. Durante la Reconquista se fundaron muchos hos­pitales: así, Alfonso el Casto' levantó el de San Nicolás, en Oviedo; el Cid Campeador, el de San Lázaro, en Palencia, se­gún la tradición; Alfonso VIII, el del Rey, en Burgos, al que

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dotó espléndidamente, y con la particularidad de que en él se utilizan por primera vez los servicios femeninos, pues lo puso al cuidado de dueñas de caridad (precursoras de las actuales hermanas), bajo la dirección superior de la abadesa de las Huelgas. También los cabildos creaban, en las ciudades recon­quistadas a los moros, casas-hospitales. Pero por mucho tiem­po el hospital fué, principalmente, lugar de albergue para via­jeros y pobres. Era la casa de la hospitalidad, «la casa de Dios», como su nombre francés aún evidencia. Nacidos del es­píritu de caridad de la época, y casi siempre al cuidado de una Orden religiosa, su objeto era recoger a los enfermos y no el curar las enfermedades.

Sin embargo, durante la Edad Media, en la época de las Cruzadas, el miedo al contagio de algunas terribles enfermeda­des, principalmente la lepra, hace nacer la idea del aislamiento de los enfermos. Sé crean así las malaterías o leproserías, cons­trucciones que se emplazaban lejos de las ciudades, al contrario que las casas de hospitalidad, que se situaban en el centro de aquéllas, cerca de la Catedral o del establecimiento religioso más importante. Las leproserías consistían en un recinto en el cual se elevaban celdas semejantes a las de los cartujos, con una capilla común. Los religiosos que estaban al cuidado tem­poral y espiritual de estas leproserías habitaban en construc­ciones vecinas de la iglesia.

En uno y otro caso, leproserías y hospitales, lo caracterís­tico era el aspecto religioso; la capilla constituía la.parte esen­cial del establecimiento, y en cada sala se colocaba un altar dispuesto de manera que los enfermos pudieran seguir desde su cama el culto. Su fundación es siempre debida a un con­vento, una villa o un rico particular que construyen el edi­ficio y legan una renta destinada a su mantenimiento; y hay épocas en que monarcas, prelados y grandes señores rivalizan en la creación de hospitales.

Todos los edificios de esta clase obedecen, hasta el si­glo xvil, a tres tipos fundamentales, designados por Lampérez con los nombres de basüical, cruciforme y palaciano.

El primero, el basüical, no hace sino adaptar a estos esta-

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blecimientos la forma de los edificios para el culto religioso. Una gran sala, de tres naves generalmente, con dos filas de pi­lares, adosadas a los cuales se colocan cuatro hileras dé camas cdn pasos intermedios; al fondo de la sala, un pequeño altar; una gran chimenea en el otro frente, que proporciona calor y renueva el airé del vasto local; una capilla y un claustro ex­teriores: tal es la disposición característica de un hospital de la Edad Media.

Los hospitales de esta época que nos han quedado son edi­ficios de un aspecto monumental, sin ser ricos; los enfermos tienen espacio, aire y luz; están frecuentemente separados los unos de los otros por medio de un sistema de divisiones: con ello se respeta la individualidad de Cada enfermo; y cierta­mente, si.hay Una cosa que.repugna a los enfermos qué en­contraban refugio en estos establecimientos era la comunidad en vastas salas. A menudo, el sufrimiento de cada enfermo crece a la-, vista del sufrimiento del vecino. Sin pretender que el sistema celular, aplicado frecuentemente en los hospitales de la Edad Media, sea preferible a otros sistemas adoptados después, es cierto que desde este punto de vista presenta una gran ventaja. Y es indudable que esta disposición tiene su ori­gen en el espíritu de caridad sustentado por los numerosos fun­dadores y constructores de las «Casas de Dios» de la Edad Media.

El tipo cruciforme, característico de los hospitales del prin­cipio del Renacimiento, consiste en dos grandes crujías de igual longitud, con dos pisos, que forman una cruz griega. En el encuentro de los brazos está el crucero, con la doble altura de los pisos y una linterna de coronación. El conjunto del edi­ficio tiene planta cuadrada, pues se cierra el cuadrado por me­dio de claustros o de edificaciones complementarias. La capilla se coloca en el crucero o en el extremo de uno de los brazos; Ejemplo de este tipo de hospitales es el de Santa Cruz, en To­ledo; comenzado'en 1504. f sb r

Él tipo palaciano nace de armonizar en un solo edificio, sea cualquiera su destino, las plantas gótica y "del Renacimiento. La disposición es Un conjunto cuadrado o rectangular, con uno

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o dos patios centrales y crujías laterales. La capilla o iglesia puede ir colocada en el fondo del patio o en uno de los lados. A este tipo pertenecen el Hospital de Afuera, de Toledo, fundado por el Cardenal Tavera, y el de La Latina, de Madrid, que funda y dota Doña Beatriz Galindo, que al mismo tiempo es­tablece, contiguo a él, un convento de franciscanas para que diesen asistencia a los enfermos.

LOS HOSPITALES EN LA EDAD MODERNA

Los tres tipos indicados agrupan todos los hospitales fun­dados en Europa durante la Edad Media y el Renacimiento. Pero a principios del siglo xvil comienzan a estudiarse nuevas disposiciones. La innovación principal en esta época consistió en que las salas de los enfermos no estuviesen superpuestas. Así, la planta baja se destinaba para el servicio, y a los en­fermos se los disponía én el primer piso. Tampoco se utiliza­ba él desván del edificio, como se había hecho anteriormente, porque entendían que no debían situarse ni enfermos, ni per­sonas sanas, ni almacenes encima de los contagiosos.

Como las salas de enfermos son a veces de gran longitud y contienen gran número de camas, se dispone en ellas una subdivisión por medio de vallas; pero el servicio se hace así difícil. A pesar de ello, este tipo de edificio tiene grandes ven­tajas sobre otros mucho más recientes. El cubo de aire por enfermo en el Hospital de San Luis de París,, uno de los más característicos, era de 66 m3, que es mayor que la cifra má­xima señalada para las construcciones modernas.

La disposición así indicada se mantiene en un gran número de hospitales; aunque se renuncia muchas veces al principio de la no superposición de salas, que era su mejor cualidad, y se aumenta la altura dé los edificios. Al mismo tiempo, y con el fin de facilitar el servicio, se disminuyó la longitud de uno de los lados del cuadrado.

Mas elevando las construcciones y acortando su dimensión • - . • •

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en un sentido se disminuye también, naturalmente, la venti­lación de los cuerpos laterales, y para evitarlo se llega a supri­mir uno de los lados del cuadrado y a dar a los cuerpos prin­cipales del hospital la forma dé U, tan usada luego. A veces el cuadrado no se deja completamente abierto, sino que las dos salas laterales se enlazan por medio de una galería que esta­blece así una comunicación entre ellas y aloja al mismo tiem-po diversos servicios accesorios.

Mientras tanto, en España se habían creado, dentro de los tipos tradicionales dichos, numerosos hospitales. Isabel la Ca­tólica funda suntuosos edificios, como el Hospital de Santiago de Galicia, y hace él primer ensayo de los hospitales de sangre, algunos de los cuales, los de Sevilla, Baza y Medina del Campo, entre otros, constituyeron modelos de esta clase de estableci­mientos. Al mismo tiempo, este desarrollo de la beneficencia fué llevado por los españoles a los países que conquistaron en América, donde «hubo hospitales antes que casas, y primero a.e construyeron albergues para los pobres que habitaciones para los vecinos y alojamiento para los soldados». Las leyes de In­dias favorecieron esta tendencia, y en la Instrucción que die­ron los reyes a Colón se. le, encargaba muy especialmente que procurase la fundación de hospitales, la que Carlos V ordenó de manera terminante. < . . . . , • :

Por otra parte, se dictaban las normas por las que habían de regirse todos estos establecimientos. En 1528 se hizo un ensayo de legislación para los hospitales de leprosos. Feli­pe V organiza la beneficencia, disponiendo la creación de hos­picios sostenidos de mañera permanente por medio de arbi­trios municipales y provinciales; dé aquel tiempo es el Hos­picio de la calle de Fuencarral, de Madrid, obra del arqui­tecto Pedro de Ribera. Mas hasta Carlos III no se formó en España un verdadero plan de beneficencia, no sólo en lo que a hospitales se refiere, sino con la creación de las Casas-Galera, para mujeres públicas, aumento del número de escuelas, orga­nización de Juntas de Caridad, etc. En 1797 había en la Penín­sula 2.262 hospitales, los que responden siempre a las carac­terísticas de los tipos de la época de su edificación.

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-í¿u9v ñi t9Ía9fnlBWimi ,udidí¿-,-hqua B BS9ÍI" 98 OÍ ' LA¡ DISPOSICIÓN s *t oba'íbxiíJ POR PABELLONES tf"*fta*¿ n«i «U <9b aob a«I 9up odia .oJiéidü 9Jn9rtiBíeJ

^mMmmsÁ p n M ° § l Hospital (Hótel-Dieu) de ris. Este hecho es el origen dé una renovación del concepto

a que ha de responder un hospital. Para su reconstrucción se pfde: informe a la Academia de Ciencias francesa, la que lo re-dS^a^^^fJvÍsta de trabajos y aportaciones distintos. Es U época del enciclopedismo, de la ilustración, de la ciencia. La corriente- 'racionalista quiere someter a principios-fijos todas lás- actividades -humanas y determinar lo que a las; distiritas realizaciones'sé refiere. El informe de la Academia, en él cual colaboraren los hombres más eminentes de esta época,- Lavoi-siér y Laplacé, entre otros, sirvió durante más de un siglo dé g fiífi' íBféWla construcción de hospitales, aunque no fué muy éfifcaz para la'reconstrucción del Hotel-Dieu, porque éste, que era titi conjunto abigarrado dé edificaciones contiguas al Sena y p¡ ¿rüás-á'- la Catedral de Nótre Dame, se reedificó casi con laümisma disposición que antes tenía. ün£Éf°amMgúo Hotel-Dieu podía alojar cerca de 2.500 enfer­mos, mas se quería que el nuevo hospital que debía reempla­zarle tuviera capacidad para 5.000. La Academia de Ciencias entendió que era-preferible edificar cuatro hospitales de 1.200 camas cada uno,oéncl€te%íé> las 'salas estuviesen lo más aisla­das posible ¡ y el número dé enfermos en ellas fuese reducido, para evitar la aglomeración en un solo hospital, por muy bien dispuesto que estuviesen éh ; zolmoííi'/o'iq y aghiqioirn/rri

La Academia, después de examinar cuantos proyectos y su­gerencias le íúerón¡ sometidos para la nueva construcción, se­ñaló en su informé las siguientes conclusiones: '-'

Determinó, ante todo, qué las salas deberían estar aisladas lo más posible unas de otras, evitándose las salas córi una pk-rm%(hriM9<&d®& W té*ventilación no puede hacerse más qü&tfdrVfik ds^'cárás opuestas.' Desechó también el sistema en cruz o en estrella', con ventilación por la cúpula centrah Ctín-

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denó las salas continuas, pues al estar unidas las salas entre sí la circulación del aire puede llevar las emanaciones de unas a otras. «Una sala de enfermos—dice el informe—debe estar aislada de toda construcción, a fin de que los muros queden con­tinuamente expuestos, a los vientos y a las corrientes de aire que la preserven de la humedad. Es preciso que estas salas es­tén abiertas en todos los lados y sujetas a la acción atmosfé­rica de saneamiento y de renovación de aire.» La Academia decidió que el hospital debía componerse de cierto número de pabellones paralelos y orientados todos en el sentido más fa­vorable. Los pabellones quedarían separados por medio de pa­tios de 50 a 60 metros de amplitud, con una de sus fachadas expuesta al Norte y la otra al Sur. Las escaleras deberían ser abiertas, de manera que el aire exterior circulara en toda su altura. En cuanto al número de pisos, propone, que los en­fermos no ocupen más que la planta baja; pero si hay falta de terreno, se puede construir una planta baja y dos pisos, insta­lando los enfermos en la planta baja y en el primer piso, y el personal de servicio en el segundo. •

En resumen, lo que indica la Academia en su informe es; pabellones paralelos bien orientados y bien aireados en cada cara, y que no tengan, si es posible, más que un solo piso de en­fermos. Como se ve, éste es, con ligeras variantes, el programa propuesto en general para la construcción de los hospitales hasta hace menos de treinta años.

A pesar del valor de este informe, la Academia no tuvo la satisfacción de que se aplicasen las ideas en él fijadas. El Hótel-Dieu se reedificó casi en la misma forma que antes del incen­dio. Y el programa expuesto por la Academia de Ciencias no se siguió por completo más que en el Hospital Lariboisiére, acabado en 1854; es decir, setenta años después.

I Sin embargo, los principios contenidos en el informe de la

Academia de Ciencias, que suponían una extraordinaria revolu­ción en cuanto a los sistemas antiguos admitidos, ejercieron gran influencia en las concepciones de todos los hospitales del si­glo xix. El sistema de pabellones aislados fué rápidamente

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adoptado, aunque sobre su número de pisos se discutió larga­mente. El Hospital de Burdeos, construido durante la prime­ra mitad del siglo xix, fué el único en el que se mantuvo estric­tamente el criterio de la no superposición de salas; casi todos los demás se construyeron superponiendo tres salas de enfer­mos, a pesar de la opinión de casi todos los médicos y de mu­chos arquitectos.

En 1862 se creó en Francia una Comisión que había de dictar normas para la construcción de los nuevos hospitales. Esta Comisión siguió en su informe casi exactamente las mis­mas ideas mantenidas por la Academia de Ciencias en el año 1772, y sentó los principios siguientes: la superficie total por cama del terreno del hospital, lo que hoy se llama «recinto hos­pitalario», sería de 100 a 150 m3; y los pabellones de enfermos, aislados o enlazados por medio de galerías de servicio, debe­rían orientarse de la manera más conveniente y quedar sepa­rados entre sí por patios cuyo ancho fuese, al menos, de una vez y media la altura del pabellón. Además, cada pabellón de­bería contener, como máximo, planta baja y un piso. Creación de una sala de reposo para los convalecientes y de salas suple­mentarias (llamadas de recambió) en número suficiente para que puedan quedar libres periódicamente las salas de enfermos y airearlas y desinfectarlas convenientemente. Un volumen de aire de 50 raí por cama. En cuanto al número de enfermos por cada pabellón, se mantiene que no debe pasar de 20 por cada sala dé Cirugía y de 30 en las salas de Medicina; es decir, que queda así planteado el principio de la «unidad clínica de asistencia» de las salas de enfermos, que hoy es esencial. Como se ve, después de tantas discusiones, aparece preconizada la ventaja de los pebellones de un piso. A ese tipo de hospital, con variantes en cuanto a la disposición de los pabellones, en­lace entre éstos, etc., responden durante mucho tiempo los hos­pitales de casi todo el mundo.

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EL HOSPITAL «EN BLOQUE»

En el año 1917 cambia el concepto del tipo de hospital. Hasta esta época ya hemos visto cómo el hospital ha ido evo­lucionando y las sucesivas características que se han conside­rado primordialmente para su construcción. Pero en ese año hace su aparición el hospital en bloque, con el que termina la antigua teoría de que los pabellones de enfermos no deberían tener más que una sola planta.

En efecto, el sistema de pabellones, bien aislados o bien en­lazados por medio de galerías, desaparece aquí por completo: se presenta el hospital como una planta unida en cuanto a su

• funcionamiento.Una preocupación primordial, la de simplificar el servicio acortando las distancias, es la que señalan estas edi­ficaciones. Sin embargo, el aislamiento entre una clase de enfermos y otras, entre los servicios diferentes que comprende el conjunto de la edificación, subsisten. Esto es, que no sucede allí, como muchas personas creen, que la concentración im­puesta por el tipo planteado lleve a prescindir de lo que siem­pre han sido normas para la construcción de hospitales: inde­pendencia dé los servicios, separación entre unos departamentos y otros, cubicación necesaria, aireación y ventilación suficien­tes; o sea, los mismos preceptos que hemos visto antes que se manifestaban en el informe dé la Academia de Ciencias fran­cesa del año 1772, pero ahora aplicados de un modo distinto al cual es posible llegar por los modernos materiales, medios de comunicación vertical, etc. El hospital «en bloque» queda así creado y se presenta como un producto de la técnica americana en la construcción hospitalaria.

Porque, naturalmente, es en los Estados Unidos, donde la construcción de los rascacielos data del último tercio del si­glo XIX, donde este nuevo tipo de hospitales se muestra en pri-

Jmer lugar. Ahora bien, que estos hospitales sean rascacielos no es lo fundamental. Lo fundamental es el nuevo concepto, en cuanto a servicio y en cuanto a funcionamiento, que en los

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hospitales aparece. Pero es la técnica moderna del rascacielos la que permite su construcción vertical;, si bien luego, en la aplicación de aquellos mismos conceptos primordiales a otros hospitales de menos capacidad o más limitados en cuanto a los medios de que puedan disponer, estos edificios no sean ya ras­cacielos, aunque sigan siendo hospitales de tipo monobloque. Esto es, el «rascacielismo» no es condición imprescindible, ni si­quiera determinante.

Mas esta disposición de los hospitales americanos tiene su explicación dentro de las características constructivas de aquel país. Mucho se ha hablado para razonar la construcción de los rascacielos por las necesidades de aprovechamiento del suelo de los edificios en las grandes ciudades de los Estados Unido-;, principalmente en Nueva York. Pero hay en ello un error fun­damental de observación. Si en la isla de Manhattan la utili­zación del terreno ha impulsado a la construcción de este tipo de edificio, no sucede lo' mismo con otras muchas ciudades ame­ricanas, en las que no hay limitación para la expansión urba­na. Los americanos construyen rascacielos porque íes gustan los rascacielos. Además de las posibilidades que estos edificios presentan para la utilización del solar y la concentración de un gran número de elementos dentro de un espacio reducido, los americanos ven en ellos un valor comercial, de aislamiento íespecto al tráfico y a los ruidos urbanos, e incluso de anuncio y propaganda, que los hace objeto de sus preferencias. Y la construcción en acero para levantarlos y el uso de los ascenso­res rápidos para utilizarlos ha permitido la creación de este tipo de edificio que es peculiar de aquel país.

Sin embargo, el hospital en bloque no nace como rasca­cielos, aunque sí con un gran número de pisos respecto a lo que antes era admitido. Los americanos construyen esta clase de hospitales, al principio, con cinco, seis y hasta ocho pisos, lo que ya supone, de todos modos, una verdadera revolución en el concepto antiguo de construcción de hospitales.

Pero en el año 1925 se edifica en Nueva York el Medical Center, o Central Médica. Es un enorme edificio de 22 piso.*, con otras construcciones agregadas, con capacidad para 2.400

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enfermos y con unos servicios anejos de Consultorios, locales de enseñanza, laboratorios, etc. Todo lo cual no es, naturalmen­te, un ensayo sin precedentes, sino el resultado de otros edi­ficios hospitalarios que ya han desarrollado parcialmente 'a misma idea.

El Medical Center, por su enorme volumen, por su capa­cidad de funcionamiento y hospitalización y, en fin, incluso por su monumental aspecto externo, ha sido llamado, «no un hospital, sino una fortaleza contra la enfermedad». Allí es­tán agrupados, y en parte unidos entre sí, el Hospital Pres­biteriano de Nueva York, el Colegio de Médicos y Cirujanos fe la Universidad dé Colombia, la Escuela de Odontología, la Clí­nica Urológica Squier, el Instituto Neurológico de Nueva York, el Hospital femenino Sloan, la Escuela de Enfermeras y la Clí­nica Vanderbilt; y supone, sobre todo, un nuevo concepto en lo que a organización de la construcción hospitalaria se re­fiere.

El Medical Center de Nueva York sirve de modelo inmedia­tamente en la creación de otros muchos hospitales. En América misma, el de Los Angeles, el Harbowiéw Hospital de Seattle, el New-York Hospital, copian ese tipo de edificio, no sólo en cuanto a sus características internas y de funcionamiento, sino en cuanto a. su arcmitectura exterior: la manera de tratar lo?7

huecos, los salientes y movimiento de la fachada, son en algunos casos tan semejantes a los creados en el Medical Center de Nueva York, que a veces es difícil distinguir a primera vista si se trata de fotografías dé uno u otros edificios; tal es el caso del Hospital de Los Angeles, antes dicho, para 2.444 camas.

Pero todos estos hospitales americanos tienen caracterís­ticas especiales que conviene no olvida]' al estudiarlos. Aquel país, por su enorme desarrollo industrial y l.os abundantísimos medios económicos de que dispone, emplea en la construcción de sus edificios sanitarios elementos que en muchos casos no serían de aplicación en el nuestro. Es decir, que en América se utilizan de modo frecuente instalaciones que son allí posibles y con las que se obtiene un excelente resultado; pero que en

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España, con unos medios industriales mucho más simples, ha­bría dificultades, quizá insuperables, no sólo para su montaje, sino también para su adecuado funcionamiento. En los Esta­dos Unidos, por ejemplo, muchos de los servicios de algunos grandes hospitales están colocados en locales sin luz natural y ventilados artificialmente por medio de instalaciones apropia­das. En España una disposición semejante resultaría hoy día inadmisible.

Por eso, al estudiar los hospitales americanos no debe con­siderarse en primer lugar el interés que despiertan estas ins­talaciones especiales, que no son producto propiamente de una técnica hospitalaria, sino del adelanto industrial de aquella nación; y no debemos dejarnos deslumhrar por las ventajas que proporcionan, aunque se vea el alto grado de perfeccio­namiento que allí han alcanzado.

En cambio, sí son de primordial interés los elementos que afectan propiamente a los problemas que un hospital plantea: clases de enfermos, admisión de los mismos, clasificación, en­fermería, departamentos quirúrgicos, esterilización, prepara­ción y distribución de alimentos, laboratorios; aparte de los re» lativos a la manera de evitar la transmisión de ruidos, protec­ciones contra incendios, instalaciones de servicio y todos los propios de la técnica constructiva de los nuevos edificios; y esto no para fijar normas, sino para estudiar las soluciones bus­cadas a los distintos problemas y las ideas que hayan de ser tenidas *en cuenta en los futuros proyectos y realizaciones.

Porque cualquier determinación en el planteamiento del hospital tiene consecuencias de transcendencia extraordina­ria en el desarrollo del correspondiente proyecto y en su fun­cionamiento. No puede olvidarse que las dimensiones iniciales acordadas para el edificio y para sus distintos elementos in­fluyen notablemente, no sólo sobre los gastos de construcción, sino también sobre los del sostenimiento futuro. Por eso con­viene tener en cuenta, ante todo, la disposición que haya de darse al hospital. La tendencia actual en las construcciones hospitalarias es la de aumentar el número de pisos distri­buyendo horizontálmente las secciones y unidades clínicas, y

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-verticalmente, en columna, los Servicios. En América se ha llegado a los 22 pisos (Medical Center, de Nueva York); en Europa, el máximo alcanzado es de 14 pisos (Hospital Béau-jon, de París-Clichy).

Pero la construcción en altura no puede preconizarse de ,n modo sistemático, sino que presenta ventajas e inconveniei^ tes que se deben tener presentes en el estudio de las organiza-, ciones del servicio, por la influencia que la forma construc­tiva tiene en la gestión sanitaria y financiera.

Sus principales ventajas son: economía de terreno; aho­rro de gastos dé construcción por la menor superficie de ci­mentación y cubierta y de los ingresos y pasos; facilidad y rapidez de enlace entre las distintas partes del hospital; eco­nomía en el funcionamiento central de los servicios de calefac­ción, de iluminación y de agua caliente; utilidad y economía en la superposición de los elementos comunes a todos los pisos; mejores condiciones de la atmósfera en las grandes ciudades, sin polvo ni perturbaciones de las calles; posibilidad de me­jor orientación general del edificio, no vinculada o perjudicada por los distintos pabellones.

Y como desventajas de orden general, que hay que solucio­nar en el estudio de cada caso, se cuentan: excesiva concen­tración de enfermos, del personal y del servicio; deficiencia o exceso de iluminación y de aireación; mayor peligro de con­tagio y menor separación de las secciones y unidades clínicas; necesidad de mayor desarrollo de escaleras y de una amplia dotación de ascensores y montacargas; requerir mayor disci­plina en el funcionamiento y en el servicio del personal; en algunos casos, mayor coste de la construcción, por aumento de cimentación, muros de sostenimiento, etc. Mas consideran­do tanto el gasto inicial como el futuro, resulta aconsejable, en principio, la construcción centralizada y desarrollada en altura.

Dentro del tipo de «bloque» es muy adoptada la disposi­ción con corredor central desarrollado sobré uno de los lados largos de! edificio. Se emplea también a veces una disposición en la que el edificio principal tiene las secciones dispuestas en

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salientes a modo de pabellones, los que se presentan a su vez como verdaderos bloques. Esta pudiera considerarse, por tanto, como una forma mixta entre el hospital de corredor y el hos­pital de pabellones, con lo que, en la práctica, no existe mu­chas veces una clara separación entre uno y otro tipo. Se aplica también una disposición «de doble bloque», consistente en dos construcciones unidas con galerías: el primer bloque, con ma­yor número de plantas, contiene las salas de estancia; el se­gundo, situado al norte del primero, está destinado a los Am­bulatorios, las salas de consulta y de cura, el laboratorio y los grupos de quirófanos. De todos modos, el hospital pequeño y el medio son ordinariamente construidos hoy día en bloque, y, la arquitectura hospitalaria actual aparece transformada por completo respecto a la que se mantuvo tradicionalmente du­rante mucho tiempo.

Pero no es sólo el aspecto exterior lo que del hospital ha variado; es también la función que ha de cumplir.

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ACTUAL MISIÓN DEL HOSPITAL

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Hoy día la misión del hospital ha cambiado respecto a lo que fué antiguamente. El hospital no es ya una institución de caridad: el concepto de beneficencia se ha sustituido por el de asistencia; y ésta, en nuestro país, con la implantación del Se­guro de Enfermedad, cesa también de ser voluntaria para ha­cerse obligatoria.

Estos nuevos conceptos se traducen en unas nuevas carac­terísticas de los edificios. El hospital no es ya el sitio «donde se va a morir». La mejoría de los pacientes es el propósito fun­damental de la institución. Y además, otra de sus misiones pri­mordiales es la de prevenir las enfermedades y combatirlas en su período inicial, función ésta que ha producido profundas modificaciones en los hospitales modernos, que han de aten­der no sólo a la actividad asistencial, sino también a la pre­ventiva e higiénica.

El hospital, por tanto, ha de estar preparado para el diag-

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nóstico precoz dé las enfermedades y ha de tener los servi­cios necesarios para cumplir tal misión. Esta función no puede realizarse sin disponer de un conjunto de instalaciones, como son los Consultorios, laboratorios de varias clases, los rayos X, etcétera, y del personal especializado de las distintas ramas. Estas ideas han sido tenidas en cuenta en el Plan de Instala­ciones formulado por la Caja Nacional de Seguro de Enfer-medad, en el que en cada hospital previsto se ha contado con un Ambulatorio anejo para atender a estos fines.

Pero nada es definitivo en el campo de la técnica, y menos en el de la técnica de hospitales, que se renueva con frecuen­cia tanto en el planteamiento de los problemas en sí como en el modo de resolverlos. Por ello, una de las características de la moderna construcción de estos edificios es la facilidad de introducir modificaciones en los mismos.

Esta necesidad, impuesta por circunstancias diversas, se manifiesta una veces en la conveniencia de ampliar unas par­tes del edificio a costa de otras; nueva disposición que hay que dar a algunos de sus elementos, motivada por una distinta técnica en el funcionamiento de los servicios o una mayor complejidad de los mismos; acoplamiento de modernas ins­talaciones, u otras causas. Como ejemplo de estas modificacio­nes se pueden citar, en España, las hechas recientemente en el Hospital Provincial de Madrid y las del Hospital Clínico de Barcelona, en los cuales se han reformado principalmente los grupos de quirófanos y los servicios anejos, y la "del Hos­pital de San José y Santa Adela, de Madrid, én el que se han modificado algunas salas de enfermos.

Por tal razón, en un hospital moderno no hay construido de manera definitiva más que la estructura y las fachadas, y fijadas las líneas de circulación y de emplazamiento de los servicios. No existen muros fijos de carga interiores, excepto los muros cortafuegos; el resto de la distribución puede va­riarse con facilidad.

Y así, en los anteproyectos de Residencias Sanitarias y Ambulatorios presentados a estos concursos, lo fundamental es lo que sé refiere a disposición y esquema de funcionamien-

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to, más que lo relativo a detalle de realización. Pues ha de tenerse en cuenta, ante todo, que un hospital no debe solamente ser construido, sino que debe funcionar; que este problema de funcionamiento tiene más importancia que el de los ma­teriales que se empleen en la construcción del hospital, e in­cluso que la acertada disposición parcial que se consiga en algunos de sus elementos; y, en fin, que el éxito de un hospital dependerá del rendimiento que reporte. Por eso, la creación de un hospital no es solamente un problema arquitectónico, esto es, técnico y estético; sino también, y sobre todo, un problema económico y humano. Y el lema inscrito en el hospi­tal Virchow, de Berlín, construido en-el año 1907 por el gran arquitecto alemán Ludwig Hoffman, debería ponerse en la en­trada de todos los hospitales: «Mientras se trata la enferme­dad, no hay que olvidarse de tratar al hombre.»

-LOS TRABAJOS EXPUESIOS

Y estas ideas son las que han servido de base para' la re­dacción de los anteproyectos expuestos en este Círculo de Bellas Artes. Ellos responden, de acuerdo con lo que determi­naban las convocatorias respectivas, al tipo de hospital mo-nobloque, cuyas características habéis visto antes esbozadas; aunque, al redactar los distintos trabajos, las diferencias de concepción de sus autores hayan originado tipos de edificios muy distintos unos de otros. Y ello prueba, una vez más, que una misma idea fundamental y un mismo programa pueden conducir a soluciones arquitectónicas muy diferentes.

Pero en los anteproyectos que vais a ver debéis considerar, si los queréis apreciar en su justo valor, no sólo la representa­ción gráfica concreta con que las ideas están definidas, sino la labor de estudio, de composición, de selección entre las distin­tas posibilidades con que la realización del proyecto se ha ocu­rrido a cada uno de sus autores; los croquis desechados y los dibujos anulados: la tarea, en fin, que todo proyecto de

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arquitectura lleva consigo, y que por no aparecer en el plano o lámina con que él trabajo se ofrece frecuentemente no es tenida en cuenta. Y esa labor previa de gestación, de lucha con la idea, de composición arquitectónica, en suma, es la di­fícil y la oscura; y solamente los papeles en ella empleados ocuparían, si pudieran reunirse, mucho, muchísimo más es­pacio que el de los proyectos, de todos modos tan volumino­sos, que están expuestos.

Y por todo ello, por él trabajo que veis, y por el que no veis, pero que ha sido necesario para llegar a estos proyec­tos, yo, en nombre del Instituto Nacional de Previsión, doy las gracias a los arquitectos que han acudido a estos concur­sos y que, con su aportación, han colaborado a la resolución del problema del estudio y la construcción de los Ambulato­rios y las Residencias Sanitarias del Plan de Instalaciones, que la Caja Nacional de Seguro de Enfermedad tiene planteado. Nada más.

BREVE BIBLIOGRAFÍA

Viollet-le-Duc: «Dictionnaire raisormé de L'Architecture francaise». Vicente Lampérez: «La Arquitectura Civil en España». «Enciclopedia Universal Europeo Americana». E. F. Stevens: «The American Hospital of the twentieth century». S. Arcas, Lagar de, Labayen y Aizpurúa: Memoria del anteproyecto dfl

un hospital en San Sebastián». . B. y fi'. Moretti: «Ospedali».

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PUBLICACIONES DEL INSTITUTO NACIONAL DE PREVISIÓN

N.° 622— La tuberculosis en Medicina del Trabajo, por Vicente de Andrés Bueno. — Hijos de E. N/inuesa. —1945.—31 págs. 22 cms. Ptas. 2.

N ° 627.—Características del Seguro español de Enfermedad, Dor Luis Tordana de l^ozas. — (Segunda edic ión}- Madr id. Gráficas Voluntas—1946—22 págs—72 cms, Ptas. 2.

N.° 628.—Vejez e Invalidez: Valoración médica, por el Dr. Martin de Pereda. —Madrid. — Hi|CS de F. Minuesa.—1946. — 15 págs—23 cms. Ptas. 2.

N.° 631.— Dermatología de los obreros de la Construcción, por el Dr. Javier M. Tomé Bona.—Madrid.—Hijos de E. Mi ­nuesa—1946—32 págs—22 cms. Ptas. 3

N.° 638.—La Medicina en el Seguro social de Enfermedad, por el Dr. Adrián Sunches.—Madrid.—Hijos de E. Minuesa — 1946.-24 págs. -22 cms. Ptas. 3.

N.° 660.—Problemas sanitarios del Seguro de Enfermedad, Dor Sebastian Criado del Rey.— Madrid. -Hi jos de E. Minuesa. 1947.—35 págs.—4 fotog-afías.— 22 cms.

N.° 661—Servicios médicos del Seguro obligatorio de Enfer­medad, por Miguel Lafont Lopidana.— Madrid.—Grá­ficas Voluntas—1947.—32 págs.—21 cms. Ptas. 2.

N.° 664.— Edificios sanitarios para el Seguro de Enfermedad.- -Madrid.—Gráficas Voluntas. 1947.- 13 págs . - 8 fotografías. 21 cms. - Ptas. 2.

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1947. - N . ° 662