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EL DUELO INFANTIL POR LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO Y LAS
DIFERENCIAS CON EL DUELO DEL ADULTO
Oscar Eduardo Arcila Torres1
Universidad Católica de Pereira
[email protected]
María Yelitza Betancur Patiño2
Resumen
El presente artículo de revisión, tiene como objetivo identificar algunas características del duelo
infantil, entendiéndolo como la reacción natural del niño frente la pérdida o ruptura del vínculo con
un ser querido, y como se diferencia del adulto dada la condición de dependencia que presenta el
infante con respecto a su cuidador. Durante el duelo se presentan diferentes etapas, en el caso del
duelo infantil las principales son la protesta, la desesperanza y la ruptura, mientras en el duelo
adulto son el rechazo, la confrontación y la acomodación. En el duelo infantil influyen
características particulares como lo son la edad cronológica del infante y la afinidad con la persona
ausente, encontrando como aspecto más relevante el nivel de dependencia hacia el adulto para
afrontar y resolver las situaciones problemáticas, siendo la ausencia de esta figura cuidadora una
sensación de vacío y angustia; para su intervención existen diversos enfoques, entre ellos la terapia
1 Psicólogo de la Universidad Antonio Nariño de Manizales; Psicólogo y Coordinador de Gestión Comunidad del
Colegio Nuestra Señora de Fátima Pereira.
2 Asesora: Especialista en Psicología Clínica, Universidad Católica de Colombia
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cognitiva, la cual pretende aclarar mitos, fantasías y falsas creencias acerca de la muerte, o la terapia
de modificación conductual, la cual busca un proceso de adaptación y aceptación en el duelo.
Palabras clave: Niños, muerte, duelo, adultos, apego, ser querido.
Abstract
This review article has as purpose to identify some characteristics of the child's mourning,
understanding as the child's natural reaction to the loss or rupture of the bond with a loved one;
and how it differs from the adult given the condition of dependence that the infant has with
respect to his caregiver. In the situation of mourning some stages and phases are presented, for
the case of the infantile mourning the main stages are the protest, hopelessness and rupture, while
in the adult mourning are the rejection, the confrontation and the accommodation. In the infantile
mourning influence particular characteristics like the chronological age and the affinity with the
absent person, finding as a more relevant aspect, the level of dependence to the adult to confront
and resolve problematic situtions, being the absence of this caregiver a sense of emptiness and
distress; For his intervention we find several approaches, including cognitive therapy, which aims
to clarify myths, fantasies, false beliefs about death or behavioral modification therapy, which
seeks a process of adaptation and acceptance in the mourning.
Key words: Children, death, mourning, adults, adherence, being loved.
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Introducción
La muerte es un estado que probablemente todas las personas quieren evitar, ya sea por miedo o
por tener que enfrentarla cuando no se está preparado emocionalmente, dado que, sin lugar a dudas
en la mayoría de los casos ésta es considerada como inesperada más que como inevitable. El
concepto de muerte es abstracto y complejo, de ahí que la forma de abordarlo, entenderlo y
transmitirlo dependa de variables tales como: la edad, el nivel de desarrollo, la educación, la
religión, la cultura, etc. (Bleda, 2005).
La muerte, es la causal de una separación dramática y definitiva de un vínculo ya formado, frente
a este evento existe una respuesta denominada duelo, el cual es comprendido como una reacción
natural del ser humano ante una pérdida , bien sea con un objeto, un lugar o una persona (Schiaffino,
2013). En el caso del presente artículo se aborda el duelo como consecuencia de la pérdida
definitiva de un ser querido.
El duelo tiene una connotación diferente e imprecisa cuando hablamos de los niños, ya que la
reacción y forma de afrontar tal pérdida, depende directamente de la edad, la etapa, evolución,
desarrollo emocional y psíquico del menor (Ortego, Lopez, et al., 2002); además entran a cobrar
relevancia las circunstancias en las que ocurre el suceso, y la forma en que el núcleo familiar y su
entorno reaccionan y afrontan dicho evento.
Según el último informe de la UNICEF (2017), aproximadamente 140 millones de niños en el
mundo pierden sus familias por diversos motivos, tales como guerras y catástrofes. Antes de este
informe, la Universidad Militar de Nueva Granada y el Hospital Militar Central de Nueva Granada
(2011) informaron que el 4% de los niños pierde un padre antes de los 15 años de edad y el 3,5%
(aproximadamente 2,5 millones) ha experimentado la muerte de un padre antes de los 18 años.
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Vemos pues, que los datos estadísticos arrojan información sobre un amplio rubro de población
infantil afectada por la muerte de un ser querido; para Sagan (2006), la investigación y
documentación sobre el duelo infantil se hace necesaria y vital, pues es aún más complejo su
manejo con relación al duelo adulto. Al respecto, autores como Gallego (2006) clasifican el duelo
infantil en tres fases: 1) Protesta; 2) Desesperanza; y 3) Ruptura de vínculo, las cuales son propias
de los niños.
En lo que se refiere a las estrategias de intervención del duelo, el apoyo psicológico brindado por
un profesional y el tratamiento farmacológico son las más usadas, teniendo en cuenta que no se
debe tratar exclusivamente con medicamentos. En el caso del duelo infantil, en un estudio
adelantado por Cuerrier (2007) se determinaron 11 estrategias de intervención: incrementar la
autoestima del niño, fortalecer las creencias de control, mejorar las habilidades de afrontamiento,
facilitar la expresión de emociones, posibilitar una relación positiva y comunicación padre hijo,
calor parental, disciplina efectiva, reducir los factores parentales de estrés, incrementar las
interacciones positivas en las familias y reducir la exposición de los niños a eventos vitales
negativos.
Ahora bien, el duelo infantil debe ser tratado como un tema complejo, diferenciando a los niños y
adolescentes de la población adulta, ya que la utilización de cualquier tipo de herramienta o
estrategia de intervención debe estar acompañada de un correcto diagnóstico (Chaskel R. , 2010),
teniendo en cuenta que el duelo en la población infantil ha aumentado de forma exponencial
durante los últimos años.
Por lo anterior, el presente artículo de revisión, tiene como objetivo reconocer las características
del duelo infantil por la pérdida de un ser querido, y relacionar las diferencias con el duelo adulto,
tomando 25 artículos publicados entre los años 2005 y 2016, los cuales fueron retomados de bases
de datos como REDALYC, EBSCO, BDCOL(Red Colombiana de Repositorios y Bibliotecas
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Digitales), Recursos electrónicos de la Universidad Nacional de Colombia, la Pontificia
Universidad Javeriana, entre otras, realizando sobre éstos la extracción de datos, información e
ideas relevantes, sistematizadas en fichas de apoyo temático.
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Marco Teórico
El Duelo
Para hablar del duelo es indispensable hacer alusión al tema de la muerte, entendiéndola como el
fin de la vida física, de igual forma Rochefoucauld (1994), expone que el ser humano puede en este
caso asumir dos posturas, la primera es la TANATOFOBIA (el temor y la negación de la muerte)
y la segunda es conocida como TANATOFILIA (el deseo enfermizo de morir). Ambas premisas
son extremas respecto a la representación de la muerte, dado que para el autor el fin de la vida es
un devenir y un proceso sano, donde el hombre debería aceptarse y entenderse como un ser hecho
para la muerte.
Por otra parte, Heidegger (1971) explica que la muerte simplemente debe reconocer los límites
de la existencia como algo natural, y que de esa perspectiva no existen místicas o negaciones
ilógicas, por tanto, se asumiría de forma natural y responsable. Contrastando con la postura de
Rochefoucauld (1994) en la cual expone que existe una posición intermedia, donde se percibe un
alto nivel de angustia hacia la muerte, en la que el individuo evita incluso mencionarla, lo que la
convierte en un sinvivir constante, atenuando como consecuencia un problema para el individuo,
dado que ya no es la muerte en sí su preocupación, si no la conciencia de la misma lo que constituye
el verdadero problema.
Asimismo, nos expone Scallici (2012), que la visión del individuo frente al concepto de muerte,
depende en cierta medida de los efectos sociales y culturales con los que el mismo individuo
interactúa, relacionando la diversidad de culturas, desde el cómo asumen el concepto de muerte y
cómo la conceptualizan , variando la cultura occidental con la oriental, recalcando que en la
primera se considerada un tabú, y por el contrario la de oriente, es una simple forma de evolución
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y cambio; por esto la importancia de tener presente la perspectiva cultural, ya que de allí depende
en cierta medida la forma en que se puede asumir o afrontar este evento.
En este orden de ideas, la muerte trae consigo una serie de consecuencias para quienes tienen algún
tipo de relación con el individuo fallecido o ausente, y éstas son conocidas como duelo; cuando
vinculamos el duelo por la pérdida o ruptura del vínculo con otro individuo como consecuencia de
la muerte, la fragilidad de la vida del ser humano, tiende a enfrentar a cada sujeto con su realidad
frente al evento; Medina (2009) afirma que en los procesos de duelo que enfrenta el ser humano,
siempre es causante de un profundo dolor el hecho de reconocer el fin de la existencia, con el correr
del tiempo, la muerte es cada vez más cercana, siendo un evento inevitable no solo para nosotros,
sino también para nuestros seres queridos, familiares o amigos, y más difícil su asimilación pues
estos grados de afinidad desencadenan un enfrentamiento y cuestionamiento de nuestra propia
realidad de la muerte; de igual forma Medina (2009) concluye que la asociación muerte y duelo
no es exclusiva, pues mientras la muerte es de alguna manera reconocida como la negación o
terminación de la vida, el duelo llega para reconocerla y asimilarla.
Una vez se reconoce la existencia de la muerte, y se entiende como la ruptura de un vínculo, aparece
el termino duelo, el cual para Ferrater (1962), es la reacción natural del ser humano ante cualquier
pérdida o ruptura de un vínculo, la cual puede darse con un objeto, persona, o evento, y en donde
esta reacción tiene un efecto significativo, de acuerdo a la profundidad del vínculo y las condiciones
en que se genera.
Payas (2010), afirma que una situación de pérdida presentada en la cotidianidad, en el momento
en que trasciende de forma significativa, genera una alteración en la estructura interna, la cual
afecta las concepciones sobre la vida e implica un proceso de reconstrucción, durante el cual es
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necesario el paso de sentimientos como el dolor, es decir, que este proceso se convierte en
adaptativo.
T. Rando (2009), presenta momentos específicos del duelo y expone fases como: la de rechazo y
negación, la de confrontación y de acomodación, en esta última el dolor desaparece de forma
sistemática y se acepta el curso de la vida sin la presencia del fallecido; la conceptualización del
duelo está definida por el punto de vista clínico y su abordaje terapéutico, por lo tanto es un proceso
que implica una variedad de aspectos, que no pueden considerarse como definitivos.
Por otra parte Medina y Pezzi (2009) describe tres etapas del duelo en otros términos, pero con una
secuencia y una evolución estructural semejante, formulada de la siguiente manera:
1) El inicio o primera etapa se tiene el primer contacto con el evento y se experimenta de forma
profunda la pérdida, lo que conlleva a manifestaciones desde lo emocional hasta lo físico, acá se
puede presentar un estado continuo de negación, o por el contrario una expresión sorpresiva de las
emociones;
2) Etapa central: es el foco del duelo, en esta etapa generalmente se presenta un elevado cuadro
depresivo y tiende a ser la etapa de más larga duración; y
3) Etapa final: en la cual se restablece y reestructura el individuo, luego de aceptar esta nueva
condición se comienza a tener funcionalidad, se demuestra interés por otras personas, y llega el
momento de desapego del ser u objeto ausente, donde generalmente se retoman todas las
actividades cotidianas.
Ahora bien, esta serie de fases pueden variar en disposición del tipo de duelo que se dé en cada
caso, y en una medida significativa reconocemos un tipo de duelo dentro de los parámetros de
normalidad.
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El duelo considerado como normal, se entiende como las reacciones típicas del ser humano en
duración y características por la pérdida o ruptura de un vínculo con respecto a un sujeto
significativo, según Medina y Pezzi (2009).
Estos datos son relevantes y significativos, por lo tanto Payas (2012) expone que solo el 16% de
los duelos son patológicos, es decir que el 84% de los duelos no son foco de tratamiento clínico,
sin embargo, existen otros casos que por definición serían minoría, el 16% según expone Payas
(2012), y son los que sufren algún tipo de complicación, especialmente por que surgen cuadros
clínicos enmarcados o direccionados hacia un tipo de comorbilidad, en especial a los temas de
ansiedad u otros síntomas, “esta sintomatología asociada a duelos difíciles es la responsable de
que estas personas acudan más a menudo al médico de atención primaria, y sean derivadas a
servicios de salud mental con más frecuencia y presenten un mayor consumo de medicación, así
como un índice de hospitalizaciones y bajas laborales más altas” (López, 2001).
No podemos desconocer la existencia de esta cifra, aunque en el bajo promedio del 16% es
evidenciado el duelo anormal o patológico; Según Aponte (2011), éste se define como aquel que
supera los tiempos promedio en alguna de las etapas del duelo, por ejemplo, la negación y la
tristeza; donde pueden pasar incluso años para superarlas, y una vez logran avanzar a la etapa de
negociación sufren un nuevo estancamiento, que les hace regresar a la negación de no poder aceptar
la pérdida del ser querido.
Los duelos patológicos o complicados tienen también una clasificación, tal como lo expone Medina
y Pezzi (2009), donde si bien sus características son motivo de estudio, reúnen los parámetros
globales de un duelo por pérdida, como son, Duelo anticipado que se caracteriza porque se presenta
mucho antes de que el evento de muerte se produzca, generalmente proviene de un pronóstico
medico de incurabilidad, y esto desencadena que quien toma la noticia tenga la posibilidad de
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adaptares a la nueva situación, aún sin confirmar dicha eventualidad; pre duelo, aquí se reconoce
la muerte o la pérdida antes de presentarse, dado un deteriorado estado de salud del ser querido, es
decir ya no lo reconoce en su condición de enfermo, sino que lo asume como si ya estuviera muerto;
duelo inhibido o negado, en este prevalece el estado de negación sobre el fallecido, y
frecuentemente presenta momentos de euforia; duelo crónico: Es el que tiene una duración excesiva
y nunca llega a una conclusión, por tal motivo un duelo crónico puede llegar a durar toda una vida.
Duelo Infantil
Cuando hablamos de duelo infantil, encontramos que se presentan diversas connotaciones, fases y
categorías, tal como lo argumenta Armus (2012) cuando lo referencia en este caso puede llegar
a ser más complejo, puesto que para efectos de evaluación e intervención, es necesario comprender
la etapa del desarrollo en la que se encuentra el infante, y su estructura emocional para una
adecuada intervención frente a este.
Gálves (2001) expone que el individuo (infante) está en proceso de desarrollo y por esta condición,
tiene un alto nivel de dependencia del adulto para afrontar y resolver las situaciones problemáticas,
por lo que el proceso de duelo va a depender no solo de su edad y etapa de desarrollo, sino también,
de la actitud de los adultos hacia su propio duelo, y de la forma en que estos le realicen el
acompañamiento.
Veamos ahora, como se da la concepción de muerte según la edad del individuo, “Antes de los
dos años existe la sensación de ausencia y presencia, asociando a ello manifestaciones de angustia,
no hay pensamiento operacional ni la capacidad de integrar un concepto como la muerte. (Piaget
J. 1967 citado por Chirst, 2006)
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A medida que el niño avanza en edad, de forma progresiva y simultanea va modificando su
concepción de la vida, de la muerte y por lo tanto del duelo; Sagan (2006) expone que inicialmente,
entre los doce meses y los tres años de edad, el niño responde cuando se le aparta de la figura
materna a la que se encuentra apegado, se puede observar entonces como su respuesta inicial es
de protesta y esfuerzo por recuperar a la madre, p a pesar de sus intentos por identificar el lugar
donde se encuentra, la desesperanza se impone. El anhelo de recuperar a la madre no disminuye,
sin embargo la esperanza es cada vez menor y al fin cesan las exigencias.
Cabe aclarar que durante largo tiempo, se entendía el dolor en la infancia como de corta duración,
y que los niños tenían una tendencia a olvidar de forma rápida su sensación de dolor y angustia;
“Entre los tres y los siete años, el pensamiento pre-operacional, centrado en la intuición, trae
consigo la búsqueda de mecanismos causa-efecto para lo que va sucediendo. Es ahora que tiene
cabida la idea de la muerte, pero como un fenómeno reversible o temporal, con atribuciones
mágicas que responden a su pensamiento pre-operacional, y el concepto puede adquirir
propiedades tenebrosas” (Meert, 2007, págs. 52-54).
Teniendo en cuenta todas las edades y el concepto de muerte en ellas, es necesario entender los tres
componentes básicos de la muerte descritos por Gutiérrez (2007), El primero es el hecho de que es
irreversible y definitiva, el segundo, implica la ausencia total de las funciones vitales; y el último
es el comprender que es universal y que cada individuo debe enfrentarla.
Así pues, se puede observar que en edades tempranas es baja la tendencia natural a llorar por el
duelo, pero si hay la confusión y perplejidad, haciéndose una y otra vez las preguntas que expresan
sus temores “¿dónde está y cuándo volverá? ¿Causé yo la muerte? ¿Me pasará esto a mí? ¿Quién
me va a cuidar?, incógnitas que acompañan al niño o adolescente y que posteriormente será el
posible síntoma de evaluación” (W C Kroen 1996 citado por Sagana, 2006, pág. 124)
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En muchas ocasiones, los niños reaccionan con miedo ante las respuestas de los adultos sobre a
qué lugar se ha ido la persona ausente, ya que esto depende de la sutileza que les proporciona el
cuidador; en realidad solo podemos decir que la muerte se acepta en diferente magnitud, sobre todo
en figuras tan representativas como el padre o la madre, Duran (2011) explica que esta ausencia
afecta de manera tal que el niño reestructura de forma completa su interior, y enfrenta una
preocupación sobre cómo va a cambiar su vida a raíz de la muerte de su cuidador.
Por ello, y ante la necesidad que tienen de preservar su mundo, es normal que pregunten si la muerte
les va a afectar en sus rutinas, en consecuencia Loreto (2011) ejemplifica que si es la madre quien
fallece y era la persona encargada de darle el desayuno al niño, empiezan a surgir interrogantes
como: ¿quién lo hará ahora?, ¿quedará igual que la comida de mamá?, entre otros.
Gallego y Reverte (2006) afirman que el proceso de duelo en el niño se divide en tres fases
principalmente: la Protesta, en esta existe un sentimiento de añoranza constante y es el llanto su
expresión; la Desesperanza, en esta fase la esperanza de que quien ha fallecido regrese disminuye,
y suelen expresarla a través de una actitud apática; y la Ruptura de vínculo, donde se presenta una
aceptación sobre el hecho de que el fallecido no va a regresar, y es allí donde se muestra de nuevo
interés por el mundo que lo rodea.
“Ahora, en el caso del desarrollo psíquico y emocional de un niño de 6 a 9 años, aun cuando el
intervalo pueda parecer amplio, y la magnitud del pensamiento ya haya dado un salto considerable
en este lapso, los niños tienen claridad sobre lo que es y no es realidad, es por ello que en este grupo
se tiende a experimentar sentimiento de culpa sobre los sucesos, al igual que para el grupo de 3
años” (W C Kroen 1996 citado por Sagana, 2006, pág. 124)
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Diferencias del duelo infantil frente al duelo en adultos.
El duelo, como consecuencia de la pérdida de un ser querido, tanto en adultos como en niños, tiene
diferentes connotaciones en relación a la situación y a la edad en la que se enfrenta dicha situación.
Aun cuando el duelo en personas adultas de forma general presenta una serie de etapas que varían
solo frente a la proximidad afectiva de la persona ausente; el duelo infantil presenta dos variables,
una en la relación directa con el cuidador y la otra en la forma en la que perciben la realidad de
acuerdo a la edad cronológica, entre tanto Medina y Pezzi (2009) identifican en el duelo infantil
una relación más arraigada de dependencia del niño con el adulto que fallece, y exponen por
ejemplo que la muerte de los padres refleja interpretaciones opuestas de la vida por parte del niño,
ante la posibilidad de que no se repita otra oportunidad de contar nuevamente con el cuidado de
ambos, adicional a ello se dan modificaciones en sus relaciones interpersonales, siendo constante
el sentimiento de soledad, aunque la pérdida se produzca a cualquier edad.
La relación de parentesco resulta significativa en cuanto a la dificultad del duelo y las etapas de
afrontamiento de la pérdida tanto en niños como en adultos; es puntual en lo que refiere al duelo
infantil, puesto que en el caso de los niños, el proceso viene directamente relacionado a su
percepción de la muerte, siendo relevante identificar la concepción de muerte dada su capacidad
intelectual, “El entendimiento sobre la muerte y la forma de afrontarlo varían de acuerdo con el
nivel de desarrollo del niño y el adolescente” (Chaskel L. M., 2011, pág. 3).
Adicional a los aspectos de desarrollo emocional y psicológico, el grado de dependencia del niño
se convierte en un factor clave, y Medina (2009) hace mención a este factor indicando que la
dependencia del niño al adulto en etapas tempranas es fundamental; respecto a ello se ha discutido
sobre la capacidad de los niños de afrontar dicha situación de duelo, y sus repercusiones
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posteriores, en lo que puede convertirse en algún tipo de patología, determinando de igual forma
el impacto de la muerte sobre el niño, identificando cual es el foco del problema más allá de lo que
haya sucedido antes y después del evento.
Es de vital importancia la revisión de las relaciones que se establecen después del proceso de duelo
con otras personas y entornos, tal como lo expone Parker (1992), aún bajo las condiciones que
generan dificultad en la superación del duelo, los niños en general poseen una serie de mecanismos
de negación que les permiten gozar de situaciones agradables con mayor facilidad que el adulto.
Intervención psicológica en el proceso de duelo infantil.
Una vez se logra establecer un diagnóstico confiable de duelo en el infante, se da inicio al proceso
de intervención. Para Rodríguez y Fernández (2002), el objetivo de la intervención es ayudar al
individuo a tomar conciencia sobre la muerte, identificar y expresar sus emociones frente a la
situación y evitar que cargue este lastre emocional a lo largo de su vida, y además procurar que
esta situación no afecte su adecuado desarrollo. Es imprescindible, para la superación del duelo,
que la persona exprese tal como vive y siente sus emociones, sin censuras, por horribles que le
parezcan los sentimientos, dejando espacios para que puedan expresarse y liberarse de ellos.
Las emociones pueden estar acompañadas por sensaciones corporales, por esto Cabodevilla (2007)
indica que pueden aparecer en los niños trastornos de la alimentación y alteraciones perceptivas
tales como alucinaciones.
Algunos otros autores como, Kaplan (1996), exponen componentes del duelo diferentes ya que es
posible en muchos casos, confundir los criterios de evaluación de depresión con los del duelo, y
para esto realizó un cuadro comparativo donde se vislumbran algunos de los criterios y
características que pueden llegar a presentarse como similitudes y dificultar su diagnóstico.
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Figura 1. Cuadro comparativo duelo y depresión. Kaplan (1996), pág. 125.
El reconocimiento de las circunstancias, el significado de quien fallece, la etapa y el tipo de duelo
al que se enfrenta el individuo, son factores determinantes para realizar un adecuado proceso de
intervención en cuanto sea diagnosticado como duelo patológico. Cabodevilla (2007) aclara que
las decisiones diagnósticas deben ser prudentes para evitar interferir un proceso normal de duelo
y expone los siguientes criterios para identificar un posible duelo patológico:
• Ausencia de respuesta o respuesta débil durante las semanas que siguen a la pérdida.
• Constantes emociones de rabia intensa, resentimiento, tristeza o culpa en las primeras semanas.
• Experimentación de profundo dolor al hablar en la entrevista del fallecido.
• Evitar desprenderse o dejar las pertenencias físicas del fallecido.
• En caso de que cualquier acontecimiento, aun cuando sea poco relevante, desencadene una intensa
reacción emocional.
Además de lo anterior Eraso (2007), identifica una serie de factores riesgo que ayudan también a
determinar cuan posible sería tener un cuadro patológico en el proceso de duelo, como, el tipo de
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relación con la persona fallecida, pérdidas previas, patologías psicológicas diagnosticadas
anteriormente y contexto social y familiar del individuo.
Otra opción terapéutica Cognitivo Conductual según Hernández (SF), indican muchas de las
dificultades que representan los niños luego de la pérdida de uno de los padres, dependiendo del
comportamiento y la relación que se establece con el padre sobreviviente con ellos; al identificar
estos criterios se hace indicada la necesidad de una ayuda profesional, con alguno de los siguientes
abordajes: terapia cognitiva, la cual consiste en aclarar mitos, fantasías, y falsas creencias acerca
de la muerte, y se trabaja con el pensamiento del sujeto, sus creencias familiares y culturales,
además de las creencias comunitarias; terapia conductual, la cual a través de técnicas de
modificación conductual se tratan las alteraciones de la conducta infantil. Otra opción es la terapia
Familiar, la cual se centra en trabajar en la elaboración del duelo sano, aceptar las emociones que
se vivencian en relación al padre muerto, manejo adecuado de la culpa, y trabajar la idealización
del padre ausente.
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Discusión
En el abordaje de temas de interés como lo es el tema del duelo en niños por la pérdida de un ser
querido, se vislumbran las brechas que separan el duelo infantil del duelo adulto, encontrando una
serie de matices y dimensiones en esta tipología precisa de duelo, con aspectos concretos como la
edad, el desarrollo emocional, la percepción de vida-muerte y el significado del ser querido que se
ha perdido. En los adultos son más complejos estos procesos, dada su estructura mental y presentan
una mayor probabilidad de encontrarse frente a un duelo patológico tras la pérdida de un ser
querido, debiendo contemplar incluso la intervención de tratamientos combinados con apoyo
farmacológico.
En los niños, el duelo tiene una connotación no menos importante, pero con características
diferentes desde el aspecto emocional y comportamental, siendo el significado de la ausencia de
esta persona, el centro de intervención, dado el reclamo constante por su regreso y la desesperanza.
Es importante tener presente que en la actualidad los estudios acerca del duelo infantil son escasos,
y los avances en lo que respecta al tratamiento son mayores en los casos del duelo adulto,
evidenciando que muy pocas investigaciones dirigen su atención al duelo en niños a pesar de ser
un tema con alta prevalencia. De ahí que los profesionales en psicología deban prestar especial
atención a la edad de los consultantes, ya que como bien se puede observar en las fuentes de
información, los procesos de duelo en adultos, niños y adolescentes son particulares y con
características específicas para cada uno de ellos, y por estos motivos su intervención debe ser
acorde a los rasgos encontrados.
La revisión de diversa documentación sobre el duelo por pérdida de un ser querido en niños, nos
acerca entonces desde la psicología a nuevas técnicas, métodos de abordaje, y nuevos rubros que
otorgan quizás un poco más de luz ante la situación misma del duelo.
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Mientras que el duelo en el adulto se puede caracterizar en tres fases como son el rechazo, la
confrontación y la acomodación, en el duelo infantil se evidencian tres etapas, las cuales son la
protesta, la desesperanza y la ruptura, lo cual nos lleva a encontrar un aspecto notable entre ambos
procesos, y son los principios de realidad frente al significado de muerte, puesto que el niño por su
edad cronológica tiene un concepto menos elaborado de este.
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Conclusiones
Como resultado de la revisión de los diversos autores sobre el duelo en niños y algunas diferencias
relevantes frente al adulto, se logra identificar diversas características, connotaciones, categorías y
fases; en este caso, la edad es una de las variables más importantes, en la cual, en edad adulta se
constituye por tres fases como son el rechazo, la confrontación y la acomodación; mientras en edad
infantil se presenta tres etapas como lo son protesta, desesperanza y ruptura, encontrando como
aspecto más relevante propio del infante, el nivel de dependencia con relación al adulto para
afrontar y resolver las situaciones problemáticas, como la ausencia de la figura cuidadora con una
sensación de vacío y angustia que dificulta la evolución en el proceso del duelo.
Las fases y etapas relacionadas anteriormente, deben ser superadas por quienes afrontan la
situación de duelo, en un recorrido de tiempo prudente, puesto que la permanencia prolongada en
una de ellas puede terminar en un diagnóstico de duelo patológico, en tal caso el tratamiento de
intervención es diferenciado y específico para cada uno de ellos.
Se tiene como resultado de la revisión, que el 16% de los duelos en general son patológicos, es una
cifra significativa, y por ende se evidencia la necesidad implícita de mejorar los procedimientos
estándares de diagnóstico en las entidades prestadoras de salud; mientras tanto el otro 84% de los
duelos, tienen un desarrollo de adaptación normal y no requieren de tratamiento clínico; no
obstante, se observa la importancia del acompañamiento y direccionamiento por parte de un
profesional en Psicología o psiquiatría ante la presencia de la pérdida de una figura significativa.
Se determinan igualmente estrategias de intervención específicas para el duelo en niño y/o
adolescentes, con un enfoque más personalizado y adecuado a cada uno de ellos, entre los cuales
está la terapia cognitiva, la cual consiste en aclarar mitos, fantasías, y falsas creencias acerca de la
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muerte, o la terapia de modificación conductual, la cual busca un proceso de adaptación y
aceptación, como una mirada totalmente diferente a la que se da en el tratamiento por duelo en el
adulto.
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