-
Resumen
Los actuales debates en torno al concepto de trabajo no siempre
han planteado con clari-dad algunos de los rasgos centrales que
dicho concepto adopta en la tradición de teoríasocial crítica que
se inicia con Marx. Esta tradición ha puesto a menudo el acento en
lasrelaciones entre el trabajo y la emancipación humana. En esta
dirección, el artículo pro-pone tres ejes conceptuales adicionales
al ya tradicional de «valorización vs. desprecio» deltrabajo:
concepto amplio frente a concepto reducido, productivismo frente a
antiproduc-tivismo, y centralidad normativa frente a no centralidad
del trabajo. Desde estas coordenadasde análisis, se critican
algunos tópicos sobre el concepto de trabajo de Marx, y se
enume-ran diversos caminos por los que las tradiciones marxistas
posteriores han desarrollado elmismo. En concreto, se lleva a cabo
un análisis y crítica del concepto de trabajo en Haber-mas.
Palabras clave: trabajo, teoría social, marxismo, teoría
crítica, Marx, Habermas.
Abstract
Present discussions on the concept of work have not always
established clearly some of thecentral tenets that this concept has
acquired in the tradition of critical social theory whichbegins
with Marx. This tradition has often emphasized the relationship
between work and
Papers 68, 2002 141-168
El concepto de trabajo y la teoría social crítica1
José Antonio NogueraUniversitat Autònoma de
[email protected]
human emancipation. In this direction, the article adds three
conceptual dichotomies to themore traditional one of “valuation vs.
disdain” of work: wide vs. reduced concept of work,productivism vs.
antiproductivism, and normative centrality vs. non-centrality of
work.From this standpoint, the article criticizes some commonplaces
about Marx’s concept ofwork, and list some ways in which later
Marxist traditions have develop this concept. Specifically,
Habermas’ concept of work is analyzed and criticized in the last
part of thearticle.
Key words: work, social theory, marxism, critical theory, Marx,
Habermas.
1. El presente artículo está parcialmente basado en la tesis
doctoral La transformación del con-cepto de trabajo en la teoría
social: La aportación de las tradiciones marxistas (Noguera,
1998),dirigida por Rainer Zoll, y que presenté en septiembre de
1998 en la Universidad Autó-noma de Barcelona. Agradezco a la
Generalitat de Catalunya la concesión de una beca deformación de
investigadores (FPI), sin la cual la realización de la misma no
habría sidoposible.
-
Introducción: el concepto de trabajo en discusión
Como es bien sabido, en la actualidad se desarrolla en los
países capitalistasoccidentales una compleja discusión, académica y
política, sobre los cambiosque se están produciendo en la realidad
laboral; esta discusión incluye temassumamente variados, que hacen
referencia al sentido del trabajo, la supuesta«crisis de
centralidad» del mismo, las formas no mercantiles de trabajo,
loscambios en el trabajo asalariado y en la organización social de
la producción,las consecuencias de esos cambios en la estructura
social, las propuestas políticasde reducción del tiempo laboral o
de disociación de trabajo y renta, etc. Exis-te ya un volumen de
literatura ingente sobre el particular, y de la misma sesuele
desprender un cierto consenso, a veces algo difuso, en torno a la
necesi-dad de repensar y ampliar el concepto mismo de trabajo «tal
y como lo hemosconocido».2
El objetivo de este artículo no es entrar a analizar tales
discusiones, sinoabordar los prolegómenos de una tarea que a mi
juicio resulta previa: la deentender las implicaciones teóricas del
concepto de trabajo que subyace a las mis-
142 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
Sumario
Introducción: el concepto de trabajo en discusión
Cuatro ejes teóricos para el estudio del concepto de trabajo
El concepto de trabajo en Marx: crítica de algunos tópicos
El concepto de trabajo en las tradicionesmarxistas
posteriores
La crítica de Habermas a Marx y al concepto amplio de
trabajo
Algunas posibles implicaciones: ¿tiene sentido aún el concepto
de trabajo?
Bibliografía
mas, y hacerlo desde la tradición de teoría social crítica que
se inició con laobra de Marx. Este análisis es lógicamente previo a
estudios concretos o inves-tigaciones empíricas sobre las
cuestiones citadas, y puede servir para iluminaralgunos de los
supuestos teóricos incuestionados que subyacen en muchos delos
actuales debates, así como para reinterpretar los fenómenos
empíricos enlos que éstos se inspiran. En este sentido, las líneas
que siguen tratan de cons-tituir una primera aproximación a este
análisis conceptual.3
Pero, ¿por qué abordar esa tarea desde la teoría social de
orientación mar-xista o «marxiana»? Hay dos razones para ello: en
primer lugar, porque se tratade la tradición teórica que más
decididamente se inspira en valores emanci-
2. Una panorámica general y reciente de estos debates puede
encontrarse en libros como los deALONSO (1999 y 2000), BAUMAN
(1998) o SENNETT (1998).
3. A este respecto, he tratado de desarrollar un análisis
complementario sobre el problemateórico de la definición del
trabajo en NOGUERA (2000), y, de forma menos exhaustiva,sobre la
cuestión de la centralidad del trabajo, en NOGUERA (1997).
-
patorios al servicio de una transformación social que aumente
los grados deautonomía y autorrealización de los individuos; más
concretamente, se tratade la tradición que más ha renunciado a
cualquier tipo de esencialismo ahistóricoque decida de antemano
sobre «la naturaleza» de un fenómeno como el tra-bajo humano (y
ello tiene implicaciones que se tratarán más abajo).
Pero también, en segundo lugar, porque la tradición marxista es
una de lasmenos estudiadas por lo que se refiere al tema que nos
interesa: los estudios teó-ricos e históricos sobre el concepto de
trabajo casi nunca la tratan de forma sis-temática.4 Y no se trata
únicamente de que esta tradición haya sido poco estu-diada por lo
que se refiere al concepto de trabajo (algo, por cierto,
bastanteparadójico para una corriente intelectual que se basa en
gran parte en ese con-cepto); hay que decir también que se trata de
la peor estudiada: los prejuicios, tópi-cos, lugares comunes y
lecturas de segunda mano —sobre todo en Marx— sehan extendido
sobremanera en la literatura sobre el concepto de trabajo.
Quizá sea necesario aclarar que cuando se habla de «marxistas»,
normal-mente se incluyen dentro del término escuelas, corrientes de
pensamiento yautores muy diversos entre sí e incluso opuestos en
muchos sentidos. Desdeluego, es de rigor el diferenciar entre Marx
y los marxistas posteriores que decí-an inspirarse en él, pero
también el distinguir entre diversas clases de marxis-mo. En este
sentido, las aportaciones más interesantes para el análisis del
con-cepto de trabajo provienen sin duda de lo que Perry Anderson
(1973, 1976) oMartin Jay (1984) han denominado «marxismo
occidental», como tradicióncontrapuesta a las versiones más
«ortodoxas» y doctrinarias del marxismo. Sonlos «marxistas
occidentales» quienes han desarrollado visiones y
elaboracionescríticas y originales respecto de la obra de Marx, sin
haberla fosilizado comoun conjunto de «recetas» intelectuales
«listas para el uso».
En definitiva, lo que las tradiciones marxistas y críticas han
puesto sobrela mesa de modo harto fructífero es un aspecto relegado
(e incluso a veces igno-rado) en algunos de los debates
contemporáneos: la cuestión de las relaciones
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 143
entre el trabajo y la libertad humana; este problema plantea una
serie de pre-guntas conectadas entre sí: ¿puede el trabajo ser una
actividad generadora de sen-tido?; ¿va la lógica del trabajo más
allá de la racionalidad instrumental o seagota en ella?; ¿hasta
dónde puede retroceder, ontológicamente hablando, lacosificación en
las prácticas de trabajo? Éstas son las cuestiones cruciales
queestructuran el debate de fondo entre dos importantes pensadores
que mantie-nen posiciones opuestas a este respecto: Marx y
Habermas. Pero antes de refe-rirnos con más detalle a esta
discusión, conviene explicitar las coordenadas deanálisis de las
que se parte.
4. Por poner sólo dos ejemplos bastante conocidos de entre la
literatura sobre el concepto detrabajo, ni el estudio clásico de A.
TILGHER (1929) ni el más moderno de H. APPLEBAUM(1992) dedican
mucho espacio a las tradiciones marxistas y/o críticas. Una
excepción par-cial es la obra enciclopédica de Antimo NEGRI
(1980-1981). En España, el reciente traba-jo histórico de Fernando
DÍEZ (2001) —por lo demás excelente— se limita a los orígenesdel
concepto moderno de trabajo en el Siglo de las Luces.
-
Cuatro ejes teóricos para el estudio del concepto de trabajo
Con objeto de guiarnos a través de la discusión sobre el
concepto de trabajo,podemos definir cuatro ejes teóricos o
conceptuales que sirvan para clasificary estudiar las diversas
posturas teóricas al respecto:
a) El eje valorización versus desprecio del trabajo
Sin duda es éste el eje más tradicionalmente estudiado, de tal
modo que se haconvertido en la perspectiva dominante en casi todos
los estudios históricossobre el concepto de trabajo.5 Este eje,
como su propio nombre indica, se refie-re a si el trabajo es
dignificado y revestido de valor social y cultural positivo osi,
por el contrario, es despreciado como una actividad innoble; y esas
dos pos-turas, la de valorización y la de desprecio, reflejan las
visiones contrapuestasque dominaban, respectivamente, en las
sociedades modernas y en las anti-guas. El grado extremo de
valorización del trabajo podemos definirlo comoglorificación del
mismo: glorificar el trabajo sería constituirlo en fuente de
todobien y de todo progreso humano; normalmente tal creencia viene
acompaña-da de un canto retórico o poético que elogia las virtudes
de todo tipo queacompañan a la actividad laboral en general.
Ejemplos de glorificación del tra-bajo serían los discursos de
algunos predicadores protestantes como Baxter oWesley, que
inspiraron la moderna «ética del trabajo» del capitalismo
indus-trial, o las ideas al respecto de Benjamin Franklin, que la
aplicaban a la per-fección,6 o las de filósofos y humanistas
renacentistas como Bacon y Buonarotti,moralistas victorianos como
Thomas Carlyle, o novelistas como Conrad, Vic-tor Hugo, Zola o
Tolstoi.
El eje valorización versus desprecio del trabajo constituye ya,
por tanto, uncamino muy trillado y tradicional para estudiar el
concepto de trabajo. Además,tomar este eje como central en tal
estudio conduce con frecuencia a no dis-
144 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
criminar suficientemente entre los diferentes tipos de
valoración o despreciodel trabajo que se pueden dar, y entre los
diferentes motivos y filosofías quelos impulsan (así, el
liberalismo burgués y el socialismo suelen ser clasificadosen una
misma categoría de «valorizadores» del trabajo, haciendo
abstracciónde todas sus diferencias al respecto). Se hace necesario
por tanto buscar otrosejes teóricamente más relevantes para los
objetivos propuestos. Concretamen-te, la adopción de otras tres
dicotomías puede resultar fructífera.
5. Por seguir con los ejemplos ya mencionados en la nota 4,
tanto el estudio de Adriano TIL-GHER, Homo faber, como el de
Herbert APPLEBAUM, The Concept of Work, se estructuranbásicamente
en torno a esta dicotomía teórica. Otros ejemplos son los de
ANTHONY (1977),ARENDT (1958), BATTAGLIA (1951 y 1973), DE GRAZIA
(1962), JACCARD (1960), KWANT(1960) NAREDO (1977 y 1997), PIEPER
(1952) o TRANQUILLI (1979).
6. Y que por tal motivo fueron citadas por clásicos como MARX
(1872) o WEBER (1904-05).Véase también, sobre el nacimiento y la
consolidación de la «ética del trabajo», el excelen-te estudio de
RODGERS (1978).
-
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 145
b) Concepto amplio versus concepto reducido de trabajo
Denominaremos concepto amplio de trabajo al que considera que
una activi-dad laboral puede tener recompensas intrínsecas a la
misma, y que por tantoel trabajo no necesariamente consiste en una
actividad pura y exclusivamenteinstrumental, sino que puede ser —al
menos parcialmente— autotélica (teneren ella misma su propio fin).7
Por el contrario, un concepto reducido de traba-jo sería aquél que
sólo considera posibles recompensas extrínsecas a la activi-dad en
cuestión (recompensas que pueden tomar formas muy distintas:
dine-ro, supervivencia, reconocimiento social, salvación religiosa,
etc.); según elconcepto reducido, el trabajo es una actividad
puramente instrumental, queno puede dar lugar a autorrealización
personal alguna, y que supone necesa-riamente una coerción para la
libertad y la autonomía del ser humano.
Las implicaciones de este eje conceptual pueden advertirse mejor
si ofre-cemos una definición teóricamente más elaborada del mismo a
partir del cua-dro 1.
Cuadro 1. Conceptos de trabajo en relación con las dimensiones
de la acción.
Dimensiones Criterios de validez Aplicación al trabajo
Conceptosde la acción de trabajoCognitivo- Eficacia y eficiencia
Producción o creacióninstrumental de valores de uso
Trabajo como deber ReducidoPráctico-moral Adecuación social o
disciplina
normativa coercitivaTrabajo como mediode solidaridad social
Amplio
Estético- Autenticidad Autoexpresión y/o
expresiva autorrealización
en el trabajo
En este cuadro observamos tres dimensiones posibles de la acción
—ins-piradas en la obra de Jürgen Habermas (1981)—, con sus
respectivos criteriosde validez, y la posible aplicación que
podrían tener a la acción humana espe-cífica que es el trabajo:
a) La dimensión cognitivo-instrumental consistiría en la
búsqueda de resulta-dos según criterios de eficacia o eficiencia;
aplicada al trabajo, corresponderíaa la producción o creación de
valores de uso.
7. El concepto de actividad autotélica procede de Aristóteles
(está conceptualmente implica-do en su distinción entre praxis y
poiesis), y ha sido recuperado y aplicado al trabajo porautores
contemporáneos como ELSTER (1989) o CSIKZENTMIHALYI (1975,
1990).
-
b) La dimensión práctico-moral corresponde a los aspectos
significativos y al sen-tido social y moral que tiene toda acción,
y se regiría por criterios de correc-ción o adecuación moral y
social; aplicada al trabajo, puede manifestarse,a grandes rasgos,
de dos maneras: concibiendo el trabajo como deber socialo
disciplina coercitiva (como la «ética del trabajo» tradicional), o
bien enten-diéndolo como medio de solidaridad social y de creación
de vínculos socia-les; puede observarse que, en el primer caso,
tenemos una concepción deltrabajo que tiende más hacia la
racionalidad cognitivo-instrumental,8 mien-tras que en el segundo
se abriría el campo para un tipo de racionalidadautónoma respecto
de la instrumental, y orientada en un sentido más comu-nicativo en
términos habermasianos.
c) Por último, la dimensión estético-expresiva abarcaría los
aspectos de auto-expresión y autorrealización que puede contener la
acción humana, y queestarían regidos por criterios de autenticidad;
aplicándolos al trabajo, éstesería entendido como un medio de
autorrealización personal.
Pues bien, una definición teóricamente más elaborada del
concepto ampliode trabajo sería la siguiente: el concepto amplio es
el que abarca las dimensio-nes de la acción que van más allá de la
racionalidad instrumental, esto es, elque puede considerar el
trabajo no sólo como producción instrumental devalores de uso, sino
también, al mismo tiempo, como medio de solidaridadsocial y de
autorrealización personal; el concepto amplio tiende a incorporar
asílas tres dimensiones o racionalidades que pueden estar presentes
en la acciónhumana: cognitivo-instrumental, práctico-moral y
estético-expresiva. El con-cepto reducido, por el contrario, sólo
podría considerar el trabajo bien comoacción instrumental destinada
a la producción de valor de uso, bien comodeber social o disciplina
coercitiva; en ambos casos, el concepto reducido supo-
146 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
ne que el trabajo no puede dar lugar a ningún potencial de
autonomía ni deautorrealización individual.
c) Productivismo versus antiproductivismo en relación con el
trabajo
Otro eje que puede considerarse relevante para estudiar el
concepto de tra-bajo en la teoría social es el que opone una
posición productivista a una anti-productivista. No cabe duda de
que la palabra productivismo puede tener sen-tidos muy diversos, y
se hace necesario por tanto detallar a cuáles de ellos
nosreferimos. Concretamente, cabe considerar que una concepción del
trabajoes productivista cuando se basa en alguno de los siguientes
supuestos teóri-cos:
8. HABERMAS (1981, I: 292 s.) o ZOLL (1991) han mostrado cómo la
«ética del trabajo» queprovino del protestantismo era en el fondo
una manifestación harto acabada de racionali-dad instrumental.
-
a) Asume la producción de bienes económicos como una finalidad
en sí mismao prioritaria sobre cualquier otra (esto es, persigue
«la producción por laproducción»).
b) Equipara toda actividad humana con la producción económica o
conside-ra que ésta es el «modelo» o «paradigma» para entender
aquélla.
c) O bien considera las actividades mercantiles como único
modelo posibley/o deseable de producción de bienes y servicios.
Un concepto de trabajo se inscribe, por tanto, en una óptica
productivis-ta cuando se considera el trabajo y la producción, en
sí mismos, como finescompulsivos de la existencia humana, o cuando
se toma un modelo «laboral»de acción como punto arquimédico de la
existencia humana, o cuando se redu-ce el trabajo únicamente a la
realización de actividades económicas valorablesen términos
mercantiles; y sería antiproductivista cuando no realiza tales
supo-siciones. Nótese, a este respecto, que no cabe confundir
«producción» y «pro-ductivismo»: la producción material siempre
será necesaria y básica para cual-quier sociedad; el productivismo,
la producción por la producción sin importarlos objetivos, la
glorificación de la producción como tal, es un fenómeno cul-tural y
social específico de una determinada etapa histórica.9
d) Centralidad versus no centralidad del trabajo
Por último, otro eje relevante es el que opone la «centralidad»
a la «no centra-lidad» del trabajo. ¿Qué se quiere decir con la
expresión centralidad? No sehabla aquí de centralidad del trabajo
en el sentido obvio o trivial de que el tra-bajo es necesario para
la supervivencia, sino en el sentido, menos evidente, decentralidad
social y cultural: ésta tiene que ver con hasta qué punto
constitu-
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 147
ye el trabajo una instancia básica que estructura las
instituciones sociales y la vidade los individuos. Hay que
distinguir claramente, entonces, entre la necesidadmaterial del
trabajo y su centralidad social y cultural. El trabajo siempre
será«central» en cuanto necesidad material para la subsistencia del
género huma-no; en este sentido, hablar de «centralidad» del
trabajo no es más que una pero-grullada. Y a este respecto cabe
recordar el famoso pasaje de Marx en una de suscartas a Kugelmann:
«Cualquier niño sabe que toda nación se derrumbaría sicesara el
trabajo, no digo durante un año, sino aunque no fuese más que
duran-te algunas semanas» (Marx, 1868: 180). Ahora bien, también es
cierto que eltrabajo puede ocupar, social y culturalmente, un lugar
más o menos «central»en la vida de los individuos y de la sociedad
a la que pertenecen; sólo en laépoca moderna ha llegado el trabajo
a ocupar tanto tiempo y a tener tanta
9. Tampoco cabe confundir producción y trabajo, pero no hay
espacio aquí para analizar afondo esta distinción. Véase, al
respecto, NOGUERA (2000).
-
importancia en las vidas de los seres humanos,10 y no es
descabellado esperarque tal situación no sea eterna.
En segundo lugar, conviene distinguir también entre centralidad
descrip-tiva y centralidad normativa del trabajo. La centralidad
descriptiva se refiere ala constatación, como una cuestión de
hecho, de que el trabajo tiene ese pues-to central en la existencia
(se trataría, en el fondo, de una versión más de ladiscusión sobre
el teorema de la base y la superestructura, o del debate
entreidealismo y materialismo, pero hoy aplicado a la vigencia o la
crisis de la «socie-dad del trabajo»). La centralidad normativa,
por su parte, se refiere a la cues-tión política y ética de si el
trabajo debe tener esa importancia sociocultural, yde si debe
existir un vínculo claro entre trabajo y beneficios sociales
diversos(ingresos, supervivencia, ciudadanía, estatus, etc.). Ésta
última —la centrali-dad normativa— es la que parece más relevante
para los objetivos propuestos,dado que sus consecuencias teóricas y
políticas sobre el concepto de trabajoson mayores que la de una
simple constatación empírica y/o descriptiva sobrela centralidad
del mismo (por ejemplo, quienes suscriben esta centralidad
nor-mativa rechazarán la posibilidad de una renta básica
garantizada o incondi-cional, independiente del trabajo, y
favorecerán alguna versión de la «ética deltrabajo» moderna). Así,
una concepción de la ciudadanía será «trabajocéntri-ca» cuando
asocie normativamente al trabajo la obtención de beneficios
socia-les como los ingresos económicos, la subsistencia material,
el prestigio social,etc. Por el contrario, se prescinde de la
centralidad normativa del trabajo cuan-do se aboga por una
disociación entre trabajo y subsistencia, u otro tipo
debeneficios.
Los tres últimos ejes que se han definido pueden aplicarse a los
principalesautores de diversas tradiciones de teoría social
marxista o postmarxista —y, engeneral, al conjunto del pensamiento
social—, que traten con alguna amplitudy relevancia del concepto de
trabajo. En el cuadro 2 pueden observarse algunosresultados
parciales de este análisis (incluimos también, a título indicativo
y
148 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
ejemplificador, a algunos autores o corrientes de pensamiento no
situados enlas tradiciones marxistas o críticas).
Evidentemente, carecemos de espacio aquí para entrar en una
fundamen-tación detallada de la clasificación de cada autor en el
cuadro.11 Pero lo que sícabe advertir, de entrada, es que los tres
nuevos ejes teóricos que se han definidofuncionan de forma
independiente conceptualmente hablando, por ejemplo:es posible
defender el concepto amplio de trabajo tanto desde ópticas
pro-ductivistas como antiproductivistas; es posible estar a favor
de la centralidadnormativa del trabajo tanto asumiendo el concepto
amplio como el reducido;es posible partir de un punto de vista
antiproductivista tanto si se está a favorcomo en contra de la
centralidad normativa del trabajo, etc. La combinaciónde estos tres
ejes permite una mirada renovada a las maneras como el concep-
10. Véase SAHLINS (1974) o THOMPSON (1967) para corroborar la
ausencia de centralidad deltrabajo en épocas premodernas.
11. Puede encontrarse esa justificación en NOGUERA (1998).
-
Cuadro 2. Conceptos de trabajo en el pensamiento social.
Concepto reducido Concepto amplio
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 149
Productivista
A. Smith yeconomistasburguesesÉtica protestante
No productivista
«Primer» Gorz
Productivista
HegelS. BrzozowskiIdeología de la«alegría en el
No productivista
J. ElsterW. MorrisJ. RuskinCh. Fourier Asumen la
to de trabajo se ha elaborado en la teoría social. Y por lo que
se refiere con-cretamente a las tradiciones marxistas y críticas,
estos ejes aportan una luz
y «ética deltrabajo» burguesaK. KautskyA. GramsciL.
AlthusserMarxismosoviético
F. Engels Griegos antiguosF. NietzscheP. LafargueG. LukácsH.
ArendtJ. Habermas«Último» GorzMarcuse«maduro»
trabajo» (Joy inwork,Arbeitsfreude)E.
JüngerNacional-socialismo
T. CarlyleL. Tolstoi
K. MarxT. W. Adorno M. Horkheimer«Primer» MarcuseC.
CastoriadisA. HellerG. MarkusPh. Van ParijsFeminismomarxista
centralidadnormativadel trabajo
No asumenla centralidadnormativa del trabajo
nueva en otro sentido: a poco que se observe el cuadro, se caerá
en la cuenta deque arroja un cierto cambio de perspectiva respecto
a las maneras tradiciona-les de estudiar la tradición marxista, en
base a criterios como ortodoxia-hete-rodoxia,
cientificismo-humanismo, o economicismo-culturalismo (así, pode-mos
ver a autores en principio tan distintos como Habermas y
Althusserabogando ambos por un concepto reducido de trabajo, o al
«heterodoxo»Gramsci junto con los marxistas soviéticos y
economistas burgueses en la asun-ción de un concepto reducido,
productivista, y favorable a la centralidad nor-mativa del
trabajo).
Una implicación especialmente significativa que se desprende del
cuadro 2es que, contra lo que piensan algunos teóricos como
Habermas o Arendt, esposible mantener una postura favorable a la
pérdida de centralidad normativadel trabajo sosteniendo al mismo
tiempo el concepto amplio de trabajo. Estoquiere decir que puede
ser coherente teóricamente una postura que defienda queni el
trabajo puede o debe ser el vínculo central de la sociedad, ni la
racionalidadinstrumental tiene por qué ser la única que estructure
el trabajo. Esta observa-
-
ción resulta importante por cuanto casi todos los pensadores
actuales quedefienden la tesis de una «crisis de centralidad» del
trabajo, o simplemente delempleo (Habermas, Offe, Gorz, Méda...),
suelen asumir un concepto reduci-do de trabajo como algo que se
infiere y se deduce de esa posición, con lo quenos abocan a una
estrategia basada únicamente en la liberación «del» trabajo,y no
tanto «en» el trabajo. Y viceversa, quienes defienden que el
trabajo debeseguir siendo algo central en las vidas de los
individuos y de cara a la cohesiónsocial, lo suelen hacer muchas
veces desde un concepto amplio de trabajo,como actividad necesaria
para el reconocimiento social, la autoestima o la
auto-rrealización, cuando no necesariamente ambas cosas van
lógicamente ligadas.Digámoslo aún más claro: una estrategia
política que busque reducir la cen-tralidad social del trabajo no
tiene por qué apoyarse en una imagen puramenteinstrumental y
degradante del mismo.
Como se ha dicho, no vamos a entrar a detallar aquí las posturas
de cada unode los teóricos que aparecen en el cuadro, pero sí
haremos algunas observa-ciones generales sobre algunos de ellos,
centrándonos más específicamente endos pensadores que ejemplifican
respectivamente la defensa de un conceptoamplio y de uno reducido
de trabajo: Karl Marx y Jürgen Habermas.
El concepto de trabajo en Marx: crítica de algunos tópicos
Sostendré a continuación que la obra de Karl Marx constituye una
defensa deun concepto amplio de trabajo, esto es, que admite que
éste tiene potencialesde autonomía y autorrealización, y no lo
reduce a pura actividad instrumentalo a una disciplina social o
psicológica coercitiva. El concepto de trabajo deMarx es también
antiproductivista y no asume la centralidad normativa deltrabajo en
la sociedad (es decir, aboga por la disolución del vínculo entre
tra-bajo y supervivencia). Resultan, por tanto, incorrectos algunos
tópicos que
150 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
han ido extendiéndose sobre la postura de Marx respecto del
trabajo:
a) En primer lugar, la postura de Marx no constituía en absoluto
una glorifi-cación del trabajo, como creen autores como Arendt
(1958), Baudrillard(1973), Habermas (1968b y 1985), Jaccard (1960),
Méda (1995), Nare-do (1977 y 1987), o Tilgher (1929): el trabajo es
la precondición materialde la existencia humana, pero eso es una
constatación empírica para Marx,y de ahí no se deriva que el
trabajo sea fuente de toda riqueza (ver Marx,1872: 53 y 1875: 13),
de toda moral o de todo progreso. No encontramosnunca en la obra de
Marx cantos elegíacos como los de los pensadores libe-rales o los
predicadores protestantes. Tampoco se entiende el trabajo, enMarx,
como la esencia del ser humano: éste no es homo faber sino
animalsocial (1872: 397), su socialidad es lo que determina su
naturaleza y no alrevés; es la praxis —entendida como un actuar por
el que se va constru-yendo el mundo—, y no el trabajo —que sería
una forma específica depraxis—, lo que define al ser humano y le
diferencia de otras especies ani-males.
-
b) En segundo lugar, Marx no adopta una postura productivista,
como sí hacíael pensamiento liberal y burgués de su época (y contra
lo que afirman An-thony, 1977; Baudrillard, 1973; Méda, 1995, o
Naredo, 1987). Es indudableque Marx, como la totalidad de
pensadores y científicos sociales de su época,no advertía, con la
claridad con que hoy lo hacemos, ni la imposibilidadde un
desarrollo indefinido de las fuerzas productivas, ni las
implicacionesde la destrucción de recursos naturales agotables.
Pero también lo es quepara Marx la producción económica nunca se
planteó como un fin en símismo (1857-58, I: 362; 1872: 99, 596,
770-71); por el contrario, la prio-ridad para él era el desarrollo
humano, de tal manera que el ser humanodomine y controle la
producción, en vez de verse controlado por ella:mediante un
afortunado juego de palabras, Marx solía despreciar el gocede la
acumulación para oponerlo a la acumulación de goces (1861-63:
283),en un giro casi hedonista. Su actitud claramente favorable
hacia la reduc-ción de la jornada laboral y el aumento del tiempo
libre documentan tam-bién su antiproductivismo (1872: 379 s.). En
este sentido, Marx definíala riqueza precisamente como tiempo libre
y como autorrealización, nocomo consumo y acumulación (1857-58, II:
147). Por último, criticabasin descanso el énfasis del capitalismo
en lo puramente mercantil, en elvalor de cambio, relegando a un
segundo plano el valor de uso de los bie-nes producidos (1872:
282-283).
c) En tercer lugar, y sobre todo, Marx defiende el concepto
amplio de trabajo. Suconcepción del trabajo incorpora las tres
dimensiones de la acción que seenumeraban más arriba: el trabajo es
una actividad orientada a un fin(dimensión cognitivo-instrumental,
o teleológica), pero también es inte-racción social y comunicación
(dimensión práctico-moral, o social), asícomo autoexpresión
práctica del ser humano, que desarrolla en él «el libre
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 151
juego de las fuerzas vitales físicas y espirituales» (1872: 319)
(dimensiónestético-expresiva). En uno u otro pasaje de su obra,
Marx puede hacermayor o menor énfasis en cada una de estas
dimensiones, pero las tres sehallan presentes en el conjunto de sus
escritos, desde los Manuscritos hastala Crítica del programa de
Gotha.
La existencia de un concepto amplio de trabajo en la obra de
Marx per-mite además realizar algunas observaciones adicionales: un
momento fun-damental en dicha obra es la defensa de un concepto de
autorrealizaciónactiva, que puede darse a través del trabajo, y que
no implica la conversióndel trabajo en «juego» (como proponían
Fourier, Schiller o Marcuse), sinoque supone esfuerzo e incluso
dolor, en cuanto superación de obstáculospara el autodesarrollo de
las capacidades y los potenciales humanos (Marx,1857-58, II:
119-122; Elster, 1985 y 1989). La autorrealización no con-siste
para Marx en el mero goce pasivo o el mero consumo, sino que
supo-ne actividad y esfuerzo, y precisamente por eso puede
alcanzarse por mediodel trabajo; incluso podría decirse que el
trabajo libre y creativo es una delas vías más indicadas —aunque
desde luego no la única— para alcanzar
-
la autorrealización. Esta idea de una autorrealización activa a
través del tra-bajo, que encontramos en Marx, concuerda con
estudios psicológicos ysociológicos contemporáneos, que muestran
cómo el esfuerzo y la autosu-peración son componentes necesarios en
la obtención de un sentimientode autorrealización y plenitud vital
(Csikzentmihalyi, 1975 y 1990; Ronco& Peattie, 1983; Stebbins,
1992).
Contra lo que algunos comentaristas han supuesto, la idea de un
trabajolibre no es para Marx una contradicción, sino una
posibilidad histórica.Las alusiones de Marx en el Libro III de El
Capital a la diferencia entre elreino de la necesidad y el reino de
la libertad (1894: 1043-1044) no debeninterpretarse en el sentido
de que Marx estuviese oponiendo allí el trabajoal ocio o al tiempo
libre: si se contextualiza adecuadamente el famoso pasa-je —casi
siempre abstraído del hilo de la argumentación marxiana— seadvierte
con claridad que lo que allí se opone es el trabajo necesario
(nolibre) al plustrabajo libre; el tiempo dedicado a éste último,
en la sociedadcomunista, se extendería sobremanera según Marx, como
consecuencia dela reducción del trabajo necesario posibilitada por
la innovación tecnológica;pero, en cualquier caso, el plustrabajo
seguiría existiendo, en la forma deactividades libre y
conscientemente elegidas por cada individuo para desa-rrollarse y
autorrealizarse como tal.
Si se interpreta la obra de Marx desde estas coordenadas,
resulta enton-ces inevitable concluir que ésta mantiene una clara
continuidad en la defen-sa del concepto amplio de trabajo. De
hecho, la dicotomía alienación-obje-tivación (1844b) ya implica la
idea de un trabajo libre o desalienado: eltrabajo es actividad
objetivadora, productora de mundo, pero no por ellodebe ser
actividad necesariamente alienada. La libertad no está, para
Marx,exclusivamente fuera del trabajo, sino, entre otras
instancias, en el trabajo noalienado. Y esta concepción es también
la que separa a Marx, no sólo del con-cepto reducido de trabajo
típico entre los economistas burgueses de su
152 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
época, sino también de la concepción desvalorizada y elitista
que del trabajotenían los pensadores de la antigüedad
(ejemplificada por ejemplo en Aris-tóteles): para Marx es en la
praxis real y material —que incluye el trabajo—donde debe darse la
buena vida y la liberación, y no sólo en la política, el len-guaje,
el pensamiento o el arte, como creía Aristóteles (o como
defienden,siglos más tarde, Habermas o Arendt).
d) Por último, cabe añadir a todo lo anterior que Marx no asume
la centrali-dad normativa del trabajo: en textos tan alejados
temporalmente como sonLa ideología alemana y la Crítica del
programa de Gotha defiende que la sub-sistencia no debe estar
ligada al rendimiento laboral en la sociedad comu-nista,
sosteniendo así un principio de justicia distributiva igualitarista
(yno meritocrático, como el que supuestamente regiría en la
sociedad bur-guesa, según la ideología dominante en la misma): «la
diferencia en cuan-to a las actividades, a los trabajos, no
justifica ninguna desigualdad, nin-gún privilegio en cuanto a la
posesión y al goce» (Marx y Engels, 1845:
-
580). El conocido lema «de cada cual según su capacidad, a cada
cual segúnsus necesidades» evidencia a las claras esta concepción;
no en vano teóri-cos contemporáneos como Philippe Van Parijs (1995)
han considerado lapropuesta de una renta básica garantizada
independiente del trabajo comouna vía para hacer realidad aquel
principio.
En definitiva, cabe decir que este concepto amplio, no
productivista yque no asume la centralidad normativa del trabajo es
una de las aporta-ciones más originales de la obra de Marx.
El concepto de trabajo en las tradiciones marxistas
posteriores
La obra de Marx, debido a su complejidad y dispersión, y a los
avatares histó-ricos de su publicación, daba pie para
interpretaciones diversas e incluso con-tradictorias respecto del
concepto de trabajo que utilizaba. ¿Podía el trabajo,en su
concepción, ser «libre» y «desalienado», o la libertad y la
autorrealiza-ción humanas estaban por naturaleza más allá de la
esfera del trabajo comotal? En la sección anterior se ha intentado
argumentar que la primera alterna-tiva es más fiel a la letra y el
espíritu de la obra de Marx, y que las interpreta-ciones en otro
sentido encuentran notorias dificultades. Sin embargo, en
elpensamiento marxista posterior a Marx no ha sido infrecuente
optar por unau otra de tales posiciones, dando lugar así a lo que
podríamos considerar comodos corrientes o «tradiciones teóricas»
distintas en cuanto a la concepción deltrabajo (independientemente
de otras divisorias teóricas que a buen seguropodrían clasificar a
los autores marxistas o neomarxistas). Así, quienes acep-tan la
dicotomía «trabajo alienado / trabajo libre» como propia del
marxismoestarían implicando un concepto amplio de trabajo (que va
más allá de la purainstrumentalidad y hace posible la liberación en
el trabajo), mientras que quie-nes consideran que el trabajo es
intrínsecamente alienante de por sí, adoptaríanun concepto
«reducido» de trabajo, limitándolo a su aspecto instrumental o
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 153
teleológico (y dejando como único objetivo político al respecto
la liberacióndel trabajo).
Esta complejidad en el tratamiento posmarxista del concepto en
cuestión(apreciable por ejemplo en el cuadro 2, supra) puede servir
para matizar la afir-mación de Berki de que el concepto amplio ha
sido la tónica dominante en elmarxismo: «Los marxistas siempre han
creído [...] que el trabajo como la másalta actividad genérica del
hombre es, de hecho, una forma de satisfacción»(1979: 54). Esta
afirmación requiere, como poco, de una relativización. Enmuchos
autores marxistas el concepto de trabajo reducido se advierte no
sóloexplícitamente, sino también implícitamente por la completa
ausencia de cual-quier alusión a temas básicos en Marx, como son
los de la autorrealización a tra-vés del trabajo, el libre
desenvolvimiento del individuo, la alienación, etc. Es cier-to que
muchos de ellos no conocían aún textos de Marx como los
Manuscritoso los Grundrisse, pero eso en modo alguno se puede
aplicar a todos. Los auto-res que asumen el concepto reducido,
además, pueden dividirse en dos campos:los que además adoptan una
visión productivista en alguno de los sentidos que
-
se definieron y los que, por el contrario, tienen un punto de
vista antipro-ductivista. En el primer grupo encontramos a Engels,
los diversos «marxismosortodoxos», Gramsci y Althusser; en el
segundo, a Lafargue, Lukács, Gorz, elMarcuse «maduro» y
Habermas.
En general, la defensa de un concepto reducido productivista
tiene que ver conintereses políticos de disciplinamiento
industrial, en aras del desarrollo de lasfuerzas productivas como
precondición para el socialismo; ello se advierte cla-ramente en
Gramsci, cuando en sus fragmentos sobre el «americanismo» y
elfordismo aboga claramente por la taylorización y el parcelamiento
del traba-jo (véase Gramsci, 1932-35), sin detenerse en sus
aspectos deshumanizado-res, como sí hizo, por ejemplo, en la misma
época, Lukács. En cuanto a losautores que defienden el concepto
reducido antiproductivista, ello suele tenerque ver con una idea de
la autorrealización y la libertad mucho más exigentey utópica que
la de Marx, quien como vimos suscribía una idea de
autorrea-lización activa que supone esfuerzo: así, Lafargue (1880),
Lukács (1923) oMarcuse (1955) se acercan a concepciones
filohedonistas y esteticistas quesólo considerarían posible la
autorrealización como algo basado en la aboli-ción de la
objetividad misma —no únicamente de la alienación—; mientras
queGorz (1980 y 1988) o Habermas (1983, 1984a y 1984b) toman como
inevi-table el actual grado de complejidad social que hace
sumamente improbablela realización personal en trabajos pautados y
mecanizados, deduciendo deahí que el trabajo debe quedar reducido a
su componente puramente instru-mental.
Otros autores situados dentro de la tradición marxista y
crítica, sin embar-go, han mantenido el concepto amplio y
antiproductivista elaborándolo y desa-rrollándolo más allá de Marx:
Adorno (1951: 129; 1966 y 1969) y Horkhei-mer (1934 y 1947), el
Marcuse «joven» (1933), Castoriadis (1975), Heller(1970), Markus
(1986), los marxistas analíticos (Elster, 1989; Van Parijs, 1995)y
algunas feministas marxistas, como por ejemplo Maria Mies (1986),
han
154 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
intentado explorar los sentidos y las potencialidades que el
concepto ampliode trabajo tenía en Marx, o simplemente han asumido
ese concepto, con diver-sos grados de implicación. Así, los
«padres» de la Escuela de Frankfurt siem-pre supusieron que en una
sociedad racional, no dominada por la lógica de larazón
instrumental, el trabajo cambiaría totalmente el sentido alienante
yembrutecedor que era su tónica habitual en el capitalismo; se
desmarcaron dela «ética del trabajo» burguesa como algo basado en
la racionalidad instru-mental, y abogaron claramente por la no
centralidad del trabajo en la vida.También autores como Cornelius
Castoriadis o Gyorgy Markus defendieron unconcepto amplio y
antiproductivista, con la peculiaridad de que iban inclusomás allá
de Marx en este empeño, sosteniendo que la obra de éste último
peca-ba de esencialismo al utilizar conceptos tales como «trabajo
necesario» o «exi-gencias técnicas» de la producción; para estos
autores no habría separaciónentre técnica y cultura, sino que la
primera —así como las propias «necesida-des»— sería siempre una
construcción sociohistórica, y por tanto las fronte-ras de la
cosificación podrían retroceder incluso más allá de lo imaginado
por
-
Marx o, como mínimo, ser más maleables de lo que él pensaba.
Otras corrien-tes como el marxismo analítico han puesto también
énfasis en el conceptoamplio al estudiar las posibilidades de
autorrealización a través del trabajo (Els-ter), y han explorado en
toda su magnitud la idea de abolir la centralidad socialdel mismo
instaurando una renta básica que disocie la subsistencia de
cual-quier contraprestación laboral (es el caso de Van Parijs). Por
último, feminis-tas marxistas como Mies (1986) han intentado
extraer las implicaciones delconcepto amplio de trabajo para su
aplicación no productivista a los trabajosde las mujeres, y a la
lógica específica de los mismos.
La crítica de Habermas a Marx y al concepto amplio de
trabajo
El «fin del paradigma de la producción» y el trabajo como acción
instrumental
Pero sin duda el desafío teórico más elaborado al que se ha
enfrentado el con-cepto amplio de trabajo de Marx ha sido el de
Jürgen Habermas. Como esbien sabido, Habermas acusa a la teoría de
Marx de estar encerrada en el para-digma de la producción y en la
filosofía de la conciencia que ha atenazado alpensamiento social
moderno. La teoría habermasiana de la acción comunica-tiva (1981)
consistirá básicamente en la sustitución de dicho paradigma,
con-siderado ya caduco, por el paradigma de la comunicación.
Podemos esquema-tizar el argumento de Habermas como sigue:12 el
paradigma de la producciónparte del modelo de un actor aislado que
se enfrenta teleológicamente —esdecir, buscando el éxito en la
consecución de sus objetivos o finalidades— conun mundo externo
«objetivo», ya sea éste social o natural. Es este modelo elque
lleva a Marx, según Habermas, a conceptualizar la categoría de
trabajocomo la esencial para el proceso de hominización —por el
cual la especie huma-na se diferencia del resto de especies
animales—: el ser humano es, ante todo,homo faber, ser que se
enfrenta al mundo y lo transforma instrumentalmente
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 155
según sus deseos. Pero esta antropología filosófica, afirma
Habermas, es reduc-cionista: deja de lado otra dimensión esencial
para la constitución de la espe-cie humana como tal, cual es la de
la interacción social, y más concretamente lade la comunicación y
el lenguaje. Tanto uno —trabajo— como otra —comu-nicación— son
esenciales para la autorreproducción del ser humano y de lasociedad
(Habermas, 1976: 136 s.). Marx reduciría así toda la praxis social
atrabajo social, sin advertir que en las interacciones lingüísticas
existen poten-ciales no reducibles sin más al tipo de actividad
teleológica que domina en laesfera del trabajo.
Si el trabajo es para Habermas el modelo de acción del paradigma
de laproducción, esto quiere decir que se ve reducido a un carácter
puramente tele-ológico, esto es, a su dimensión
cognitivo-instrumental. En la teoría de Haber-mas, por tanto, el
concepto de trabajo sufre la amputación de sus componen-
12. En otro lugar he tratado de exponer con más detalle la
crítica de Habermas a los supues-tos antropológicos de Marx
(Noguera, 1996).
-
tes práctico-morales y estético-expresivos. Dicho en otros
términos, Haber-mas opta con claridad y vehemencia por un concepto
«reducido» de trabajo. Yaen obras como Ciencia y técnica como
«ideología», o Conocimiento e interés(ambas de 1968), y al hilo de
su famosa distinción entre trabajo e interacción,Habermas definía
«trabajo» como una categoría analítica de acción, que veníaa
equipararse a la acción instrumental, considerando además que tal
identifi-cación estaba implícita en la teoría de Marx. Si la acción
instrumental se con-vierte en modelo categorial, argüía Habermas,
la liberación sólo se podía espe-rar en esa dimensión, esto es,
como desarrollo de las fuerzas instrumentales,productivas, del
trabajo, y como control técnico del mundo.
¿Se han «agotado los potenciales utópicos del trabajo»?
Pero Habermas, en ensayos posteriores (1983, 1984a, 1984b y
1985) va másallá en su ataque al concepto amplio de trabajo, y lo
hace descalificando comotrasnochada la concepción «romántica» o
«expresivista» de autorrealización dela esencia humana a través del
trabajo. Para dar cuenta de la liberación de lospotenciales
humanos, «ya no puede bastar el modelo de la actividad
artesanal»(1984a: 407). El concepto de trabajo que se utiliza en
sociología y en filosofíaestá ya (afortunadamente según Habermas)
«purificado de todo contenido nor-mativo» y «jubilado de su papel
de fuerza impulsora emancipatoria» (ibídem).La reducción histórica
de la jornada laboral y la decreciente importancia deltrabajo en la
vida hablarían también a favor de esa tesis. Para Habermas,
siabandonamos el modelo expresivista, entonces «toda la
problemática se redu-ce a una [...] bien modesta medida de política
social, a saber: a una humani-zación del mundo del trabajo»
(ibídem: 408). Lo que Habermas quiere decir,en el fondo, es que el
trabajo se reduce únicamente a operaciones técnicas,mientras que
todo lo que las rebase constituye ya el reino de la comunicación.La
alienación, para Habermas, sólo tiene ya sentido combatirla en la
comu-
156 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
nicación, en aquellas situaciones que impliquen «comunicación
sistemática-mente distorsionada», y no en el trabajo como tal. No
es la actividad laboralcomo tal la que puede «desalienarse», sino,
en todo caso, su organización comu-nicativa.
Todo esto es coherente con lo que afirmará también el autor en
su Teoríade la acción comunicativa (1981), al hilo de la distinción
entre el «sistema» (oámbitos regulados por medios de intercambio
impersonales y que funcionanindependientemente de las orientaciones
de acción de los individuos) y el«mundo de la vida» (un mundo
práctico y con sentido que no puede funcio-nar independientemente
de las orientaciones de acción de los seres humanos).13En este
contexto, el trabajo aparece confinado en el subsistema
económico(una parte del sistema, junto con el subsistema
político-administrativo). El sis-
13. Puede verse NOGUERA (1996) o VALLESPÍN (2001) para dos
resúmenes de las implicacio-nes de estos conceptos en la obra de
Habermas.
-
tema es el que lleva a cabo la reproducción material del mundo
de la vida, ydentro de esa reproducción material está el trabajo
social, que incluye, pareceser, únicamente el trabajo pagado
(Fraser, 1986).
Para el autor, la moderna automatización del proceso de trabajo
y su con-figuración como una institución «sistémica», el trabajo
mecanizado, el taylo-rismo, etc., habrían privado de sentido a la
actividad laboral como algo crea-tivo y autorrealizador, y por ello
no hay que buscar ya en ella potencialemancipatorio alguno, sino
aceptar lisa y llanamente la exclusividad del aspec-to
técnico-económico. Y no parece que Habermas lamente en exceso esa
con-figuración del proceso de trabajo en términos sistémicos, sino
que, bien al con-trario, considera al mercado de trabajo en cuanto
tal, y a la organización«científica» del proceso de trabajo, como
un «logro evolucionario», al desco-nectar la reproducción material
del mundo de la vida de un medio tan preca-rio e incierto como la
comunicación.
Para entendernos: según Habermas, la complejidad y la
diferenciaciónsocial de las sociedades modernas hacen inevitable la
alienación en el proceso detrabajo. La creciente complejidad y
diferenciación interna del proceso de tra-bajo en la sociedad
moderna hace ya imposible, según Habermas, imaginarningún tipo de
«reconciliación» entre el trabajador y su producto, tal y
comorománticamente esperaba Marx. Políticamente, esto implica que
la vía posi-ble de emancipación no es aumentar los potenciales
liberadores del trabajo aexpensas de su carácter alienado, de
«carga», sino reducir ese «trabajo-carga»al tiempo mínimamente
necesario para la reproducción social; esto es, no apos-tar tanto
por un trabajo crecientemente autónomo y autorrealizatorio como
porreducir el trabajo a su más pura instrumentalidad. Según sus
propias palabras,en el capitalismo tardío «el acento utópico se
traslada del concepto de trabajoal de la comunicación» (1984b:
133). Lo único que cabe esperar es, entonces,que los imperativos
sistémicos no «colonicen» regiones del mundo de la vida que
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 157
no les son «propias», pero nada habría que decir si permanecen
afincados «ensu propio ámbito» de la economía y el estado.
Como afirma el autor en sus Ensayos políticos, todo esto implica
«el agota-miento de los potenciales utópicos del trabajo». Sin
embargo, observemos yade entrada que Habermas está mezclando dos
argumentos distintos: una defen-sa del concepto reducido de
trabajo, por un lado, y una crítica de la centrali-dad normativa
del trabajo en la sociedad, por otro. En efecto, a donde
quierellegar Habermas es a la desvinculación del trabajo respecto
del ingreso y la ciu-dadanía (1984b: 129). Pero para llegar a esta
conclusión de crítica de la cen-tralidad normativa del trabajo, no
es conceptualmente necesario hacer un viajecon tantas alforjas
teóricas; en concreto, no es necesaria ni la crítica al con-cepto
amplio de Marx, ni el abandono de «los potenciales utópicos del
traba-jo» (entendidos como autonomía y autorrealización); nótese,
una vez más, queMarx también estaba a favor de que el trabajo se
desvinculase respecto a la sub-sistencia de los individuos (en La
ideología alemana o en la Crítica del progra-ma de Gotha), como lo
están hoy en día autores como Van Parijs (1995) sinnecesidad de
adoptar el concepto reducido de trabajo.
-
Crítica de la interpretación habermasiana de Marx
Hay otras razones que la que se acaba de apuntar para cuestionar
la plausibi-lidad de los argumentos de Habermas sobre el trabajo.
En primer lugar, hayque discutir la interpretación que Habermas
hace del planteamiento de Marx,y en concreto, la idea de que éste
sucumbe a un «reduccionismo categorial».Es una tesis arriesgada la
de que Marx reduzca toda la praxis social a trabajo. Taly como
ponen de manifiesto Kosik (1961) o Sánchez Vázquez (1967), la
dis-tinción entre praxis y trabajo es esencial en el marxismo. El
trabajo es unaforma específica de la praxis, pero, desde luego, no
la única.14 Tal distinciónestá claramente implícita en la obra de
Marx, y es sólo una comprensión hege-lianizante de la misma la que
puede llevar a cabo la reducción que preocupaa Habermas.
Contra la tesis habermasiana de que lo que hace Marx es «reducir
la pra-xis a trabajo, a la estructura de la acción racional con
arreglo a fines» (1985:274), puede oponerse no sólo el anterior
argumento —que la praxis no sereduce a trabajo—, sino también otro
ligeramente distinto: que el trabajo nose reduce en Marx a acción
instrumental o «racional con arreglo a fines».Marx no separa
trabajo y comunicación: para él el trabajo humano tiene
unadimensión irreductiblemente social (véase su crítica a las
«robinsonadas» delos economistas y filósofos burgueses) e incluso
comunicativa: baste recor-dar los famosos pasajes a este respecto
en su «extracto sobre James Mill»(1844a: 290 s.).
No se pretende negar ni mucho menos que Marx asume el «paradigma
dela producción» en el sentido amplio de «autoexteriorización» de
las capacida-des humanas. Pero el no haber adoptado el «giro
lingüístico» —algo difícil,por no decir imposible, en el contexto
intelectual de su época—, para nada esequivalente a haber reducido
trabajo o acción humana a actividad puramenteinstrumental. Habermas
lleva a cabo además una excesiva estetización del con-
158 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
cepto de trabajo en el joven Marx. Así, afirma que «El joven
Marx asimila [...]el trabajo a la producción creadora del artista,
que en sus obras pone fuera desí sus fuerzas esenciales para volver
a apropiarse después el producto en absor-ta actitud contemplativa»
(Habermas, 1985a: 84). Es ésta una visión incompleta:ciertamente
hay un componente estético en la idea del trabajo de Marx, perono
es el único. Aquí renace el típico argumento de que Marx le
atribuye una«esencia» inexistente al trabajo humano, y que eso es
lo que le permite dife-renciar entre trabajo alienado y no
alienado, y entre objetivación y alienación.Es cierto que este
esencialismo puede darse en Marx, como vimos. Pero sinembargo el
modelo de liberación a través del trabajo que Habermas le atribu-ye
es cuestionable también en otro aspecto: Marx tampoco cree posible
vol-
14. SÁNCHEZ VÁZQUEZ (1967) analiza, en concreto, tres formas de
praxis diferenciadas segúnsu objeto: la praxis productiva
(trabajo), la artística y la política (que tienen como
objetosrespectivos la naturaleza, los productos de una praxis
anterior y lo humano-social).
-
ver a la apropiación artesanal del producto, sino a una
apropiación a escalasocial, no individual.15
De este modo, el argumento que critica el esencialismo del
trabajo como rea-lización de una supuesta «naturaleza humana
auténtica», sin embargo se puedever acusado a su vez de adoptar el
esencialismo de signo opuesto que consisteen asumir que el trabajo
es exclusiva y ontológicamente instrumentalidad, yno puede jamás
desalienarse.
El esencialismo de la postura de Habermas
Son muchos los autores que han criticado los planteamientos de
Habermascomo reduccionistas, y que le han reprochado su asimilación
esencialista de lacategoría de trabajo a la de racionalidad
teleológica o instrumental, olvidan-do otros potenciales de la
misma, e incluso realidades históricas bien palpa-bles que expresan
tales potenciales.16 Algunos de estos autores advierten, entreotras
cosas, que el plantamiento de Habermas resulta ahistórico y
esencialis-ta, y que desgaja el trabajo de las relaciones sociales
que lo envuelven, asig-nándole a priori una naturaleza
transhistórica.
En epígrafes anteriores vimos que Habermas reducía el trabajo a
accióninstrumental por razones puramente teóricas o conceptuales:
Habermas hablaa veces de la «racionalidad con arreglo a fines» como
«inherente» al «conceptode trabajo» (1985: 87). Pero también hemos
visto que, junto al argumentoconceptual, Habermas introduce un
argumento histórico-social: no es ya que,conceptual o
analíticamente, haya que separar «trabajo» de «interacción», o
de«acción comunicativa», o de «praxis»; es que el trabajo no puede
ser otra cosaque acción instrumental-estratégica debido a su
configuración concreta en lassociedades modernas. Como puede verse,
existe una cierta tensión en esta dua-lidad argumental: si la
crítica de la categoría de trabajo es necesaria por razo-
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 159
nes puramente teóricas, y si todo lo que no es instrumental
pertenece al ámbi-to de la praxis, y no del trabajo, entonces no es
necesario ningún argumentohistórico-social adicional. Por el
contrario, si se sostiene el segundo argumen-to, el
histórico-social, cabe cuestionar entonces el primero: si el
trabajo sóloha adquirido su carácter puramente instrumental
históricamente, está fuera delugar el otorgarle ese carácter de
forma conceptual, pues históricamente lo puedevolver a perder. En
suma, la defensa de un concepto «reducido» de trabajo, si se
basa
15. Habermas también afirma que «el modelo expresivista heredado
por Marx, que deriva de latransferencia de ciertos ideales
estéticos a la esfera del trabajo industrial, encuentra cada
vezmenos confirmación empírica en la organización de los procesos
de trabajo contemporá-neos» (1986: 214). Pero Marx nunca esperó ni
pretendió hallar confirmación empírica deese modelo en el proceso
de trabajo capitalista alienado, obviamente, luego eso no puedeser
un argumento contra él.
16. Baste citar a este respecto a HONNETH (1982), GIDDENS
(1982), HELLER (1976 y 1982),MARKUS (1982), POSTONE (1993), KEANE
(1975) o EYERMAN y SHIPWAY (1981).
-
en un argumento conceptual, hace innecesario y redundante
cualquier argumen-to histórico; y si se basa en un argumento
histórico, entra en contradicción concualquier argumento
conceptual. Pero el problema es que el autor parece argu-mentar en
términos conceptuales o histórico-sociales indistintamente segúnel
contexto. Si de entrada entiende «trabajo» como equivalente a
«acción ins-trumental», no cabría entonces hablar de «fin de los
potenciales utópicos del tra-bajo» causado por razones
histórico-sociales, sino de «imposibilidad concep-tual» de que el
trabajo tenga potencial utópico alguno.
El argumento habermasiano es algo más que un argumento
histórico: tienetambién un sesgo esencialista. El sistema económico
de las sociedades moder-nas viene a institucionalizar la lógica
propia de la actividad laboral, la que dealguna manera le es más
«adecuada»: la instrumental-estratégica. Si no fueraporque están
pasados de moda, uno casi espera que Habermas use aquí tér-minos
hegelianos y diga que el trabajo ha llegado ya, en las sociedades
moder-nas, a «realizar su propio Concepto». La institucionalización
sistémica e ins-trumental-estratégica del trabajo no es una
contingencia histórica cualquiera paraHabermas, sino que existe una
cierta exigencia interna de la misma: por esosegún el autor no es
el sistema económico como tal ni el trabajo alienante loindeseable
políticamente, sino sólo la colonización por esa lógica sistémica
deotros ámbitos sociales que no son los que «le pertenecen» por
derecho propio.En suma: o bien Habermas está dando un ilegítimo
«salto de nivel» entre loconceptual y lo histórico-social, o bien
está incurriendo en un trasnochado yahistórico esencialismo.
¿Es el trabajo una realidad inevitablemente «sistémica»?
Sin embargo, el «esencialismo» de la tesis habermasiana puede
atenuarse delsiguiente modo: en realidad, Habermas no afirma que no
haya inversión posi-
160 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
ble de la «sistemicidad» e «instrumentalidad» del trabajo y de
la economía,sino que una tal inversión, sin duda históricamente
posible, constituiría sinembargo una regresión evolutiva que se
pagaría a un precio demasiado alto. Noobstante, esta última
afirmación nunca queda lo suficientemente justificadapor Habermas:
¿cómo sabe que no existen otras posibilidades que la «regre-sión»
social (que habría que discutir también qué quiere decir) o la
«sistemicidad»de la economía?, ¿cómo tiene la clarividencia de
poder descartar otras evolucioneshistóricas? ¿No pueden concebirse
cambios en las condiciones de trabajo queempiecen a poner en
cuestión el modelo «sistémico» de organización del tra-bajo, sin
por ello regresar a la edad media?
Hay argumentos más decisivos para no aceptar esta
caracterización «sis-témica» del trabajo —y de la economía en
general— que hace Habermas.Pues, en efecto, toda una serie de
trabajos informales y/o no mercantiles caenfuera de los mecanismos
de integración sistémica: así ocurre con el
trabajodoméstico-familiar de las mujeres, el voluntario o social,
los grupos de auto-ayuda, la autoproducción, el autoconsumo y la
autorreparación, el inter-cambio informal de bienes y servicios, o
incluso determinadas profesiones
-
artísticas o intelectuales.17 A partir de estos fenómenos puede
apreciarse quela inadecuación de la teoría de Habermas para
entender el trabajo es aún másprofunda, pues, en efecto, no se
trata sólo de que «trabajo» no sea reduciblea «sistema»; se trata
de que la explicación misma de la diferenciación entresistema y
mundo de la vida se vuelve sumamente débil: la razón de esa
dife-renciación, según Habermas, estribaba en que el sistema era un
modo «evo-lucionariamente superior» de asegurar la reproducción
material de la socie-dad, mientras que la reproducción simbólica se
dejaba para el mundo de lavida. Si el sistema no intenta «extender»
su lógica más allá de la reproducciónmaterial, hacia la simbólica,
no se dan patologías sociales. Pero el problemade este
planteamiento no es sólo que, como se ha dicho, haya también
tra-bajo en el «mundo de la vida»: es también que todos aquellos
trabajos «infor-males» que se dan en ese «mundo de la vida»
aseguran, sin embargo, ciertosaspectos de la reproducción material
de la sociedad. La explicación de las«ventajas evolutivas» de la
diferenciación del sistema, y de la constitución dela economía en
términos sistémicos, cae por su propio peso. Habermas tieneuna
visión en extremo teoricista e «idealizada» de la división de la
sociedadentre sistema y mundo de la vida. El hecho es que el
trabajo, incluido el dereproducción material, puede organizarse y
se organiza tanto en términos sis-témicos como en términos de
«mundo de la vida».
La cuestión es dónde está la frontera entre la «diferenciación»
de sistema ymundo de la vida y la «colonización» y «cosificación»
del segundo a manos delprimero. El trabajo industrial alienado que
analizó Marx no sería más que uncaso de esta «colonización». Pero
Marx, al creer que superando el capitalismoy organizando la
producción de otro modo, se desalienaría el trabajo, «subes-tima la
lógica específica de los ámbitos de acción sistémicamente
integrados»(1985a: 412). Habría, por tanto, que distinguir entre la
parte de alienaciónque corresponde al capitalismo, y la parte,
inevitable, que se debe a la «lógicaespecífica» del sistema, contra
la que no se puede luchar, so pena de poner en
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 161
peligro la integración social «en este nivel de complejidad». Y
esa frontera entrelas dos «partes» de la alienación es, qué duda
cabe para Habermas, una cuestiónde hecho, técnica, y no una
cuestión práctico-política sobre la que decide lanegociación y las
luchas sociales. La permanente expresión de Habermas deque no
podemos desdiferenciar el sistema «una vez alcanzado un
determinadonivel de complejidad», resulta tautológica y resucita
los peores defectos de lasargumentaciones teleológicas
funcionalistas.
17. Véase, por ejemplo, PAHL, 1984; MINGIONE, 1991; SANCHÍS,
1988; RONCO y PEATTIE,1983; BORDERÍAS y otras, 1994. Para FRASER
(1986), el planteamiento de Habermas hacedesaparecer el trabajo
doméstico-familiar de las mujeres dentro del «mundo de la vida».
Ladiferencia entre sistema y mundo de la vida distrae la atención
respecto de que la esfera pri-vada en éste último es también un
lugar de trabajo (Fraser, 1986: 60).
-
La innecesaria sustitución del paradigma del trabajo por el de
la comunicación
Por último, debe decirse que la crítica a Habermas que aquí se
intenta defen-der no se dirige a regresar al llamado «paradigma del
trabajo», sino a sostenerque éste y el de la comunicación (que
defiende Habermas) pueden ser com-plementarios y no excluyentes.
Por poner un sólo ejemplo, el paradigma de lacomunicación parece
imprescindible para dar razón de las implicaciones nor-mativas de
una teoría social crítica (Noguera, 1996); pero el paradigma
deltrabajo, si se entiende este concepto de forma amplia y no
productivista, puedehacer ver que también en el trabajo existen
potenciales emancipatorios para elser humano, por las posibilidades
de autonomía y autorrealización que ofre-ce. En suma, parecería más
fructífero releer la categoría de trabajo desde una teo-ría de la
racionalidad comunicativa, sin que ésta última nos lleve por
fuerzahacia un concepto reducido de trabajo. Para ello se podría
empezar por mos-trar que el trabajo no tiene por qué ser sólo ni
principalmente «racionalidadcon arreglo a fines».
Ello tiene también implicaciones obvias tanto para la
investigación empí-rica como para la relevancia política a que
cualquier teoría crítica aspira. Conel planteamiento de Habermas, y
tal como observa Honneth, todo potencialo conato de resistencia en
el interior del proceso productivo capitalista quedadesactivado, y
el de trabajo deviene un concepto que «meramente refleja las
rela-ciones reales de trabajo social [...], perdiendo su
significado para la transfor-mación potencial de las formas
establecidas del mismo» (Honneth, 1982: 46).El eliminar esa
contradicción entre trabajo alienado y no alienado, afirmatambién
Honneth, priva de su lógica interna a los actos de resistencia
dentrode la esfera laboral que son de práctica diaria en el
capitalismo tardío, ope-rando como si la liberación de las
relaciones de trabajo hubiese llegado ya tanlejos como cabe esperar
(ibídem: 54), y como si los problemas del capitalismoya no tuviesen
que ver con la «reproducción material», sino sólo con la «sim-
162 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
bólica». Probablemente hay bastante de cierto en la afirmación
habermasiana de
que la identificación o reconciliación del trabajador con su
producto (en tér-minos tanto individuales como colectivos) es ya,
en la mayoría de los casos,un objetivo de dudosa viabilidad si se
plantea a escala social; pero no lo es,sin embargo, o lo podría ser
cada vez menos, la identificación con la propiaactividad laboral
como tal, la creciente autorregulación autónoma de la misma,y el
control libre por los hombres y mujeres de sus ritmos y cadencias;
máxi-me en aquellas actividades, cada vez más extendidas, donde el
producto coin-cide con la actividad misma (algo que ya advertía
Marx en sus Teorías de laplusvalía, cuando analizaba los trabajos
de servicios): hay aquí potenciales queun concepto de trabajo como
el de Habermas no puede aprovechar. El plan-teamiento que hace de
la alienación laboral como algo irrebasable, es tambiénciertamente
sesgado y selectivo: no advierte, por ejemplo, los diferentes
tiposde alienación de que hablaba Marx en sus Manuscritos, de los
que Habermassólo tiene en cuenta la alienación respecto del
producto del trabajo, y no las otras
-
tres (respecto de la propia actividad, respecto del propio ser
genérico del serhumano y respecto de los demás trabajadores); cabe
plantear como algo másque una pregunta retórica si esos otros tres
tipos de alienación de los que habla-ba Marx pueden ser superados o
atenuados, en otro tipo de relaciones socia-les, sin ningún tipo de
«pérdida de complejidad» o de «progreso evolutivo» (eincluso con
ganancias en ese aspecto). Alguien tan aficionado a la
contrafac-ticidad como Habermas podría sin duda calibrar más
detenidamente tal posi-bilidad.
Algunas posibles implicaciones: ¿tiene sentido aún el concepto
de trabajo?
Se ha intentado sostener que resulta viable y teóricamente
coherente la defen-sa de un concepto amplio de trabajo; el trabajo,
lejos de reducirse a una lógi-ca puramente instrumental o
sistémica, puede ser una vía entre otras para lageneración de
solidaridad social y para el logro de la autorrealización de
losindividuos. Algunas de las posibles implicaciones del
planteamiento expuestose enumeran, sin ánimo de exhaustividad, a
continuación.
En primer lugar, la defensa de un concepto amplio y
antiproductivista detrabajo, entendido en las tres dimensiones que
se han especificado, puede seruna ayuda teórica para mantener aún
hoy el concepto unificado y abstracto de«trabajo» nacido en el
siglo XVIII como categoría coherente de actividad (aun-que pueda
cobrar contenidos diferentes); y ello contra los ataques
sociologis-tas o relativistas a esa categoría, que buscan
disolverla (Baudrillard, 1973; Fou-cault, 1966; Naredo, 1997), como
también contra una posición esencialista onominalista que la
abstraiga de su evolución histórica y de su carga política,cayendo
en el reduccionismo de identificar trabajo y empleo asalariado
(Haber-mas, 1984b; Méda, 1995). El concepto en tres dimensiones que
aquí se pro-pone puede dotar de cierto sentido al mantenimiento de
una categoría unifi-cada de «trabajo». Así, desde la dimensión
cognitivo-instrumental, el trabajo
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 163
puede concebirse como actividad orientada a la producción o
creación de valo-res de uso. Pero es cierto que esta dimensión no
da sentido a dicha actividad:es necesaria la dimensión
práctico-moral, que está contenida en el caráctersocial del
trabajo; el trabajo es socialidad en sí misma tanto como
instrumen-talidad, y por ello puede generar sentido. Y no cabe
olvidar tampoco la dimen-sión estético-expresiva del trabajo (sin
duda la más frustrada en nuestra socie-dad), como medio de creación
y autorrealización personal. Descartar laposibilidad de que estas
dos últimas dimensiones cobren mayor protagonis-mo en el futuro del
trabajo humano supondría caer en posturas esencialistas.
En segundo lugar, a partir de estas premisas cabe evidenciar
cómo las hoymuy comentadas tesis sobre la pérdida de centralidad
del trabajo pueden tam-bién ser defendidas desde un concepto amplio
de trabajo, y no desde uno reduci-do. De hecho, el concepto amplio
de trabajo —el que considera posible laautonomía y la
autorrealización en el mismo— no implica necesariamenteideas como
las de que el trabajo deba ser la única vía de autorrealización
vital,ni siquiera la central; tampoco permite deducir
automáticamente que el tra-
-
bajo deba ser la instancia estructuradora por excelencia de la
vida social, o quedeba asociarse en exclusiva a todo tipo de
beneficios y recursos sociales y cul-turales. La reivindicación de
una renta básica garantizada independiente deltrabajo, por ejemplo,
a menudo se basa precisamente en el concepto amplio,al suponer que
los individuos no trabajan únicamente por motivos instru-mentales
—como la obtención de ingresos—, y por lo tanto continuarían
desa-rrollando actividades socialmente útiles y económicamente
valiosas aun cuan-do su subsistencia material no dependiese de
ello; los estímulos e incentivospara el desarrollo de tales
actividades no estarían ya basados en la coerción eco-nómica y/o
política, sino en los vínculos de solidaridad social y las
necesidadespersonales de autodesarrollo de capacidades y
potencialidades.
En tercer lugar, el planteamiento aquí defendido puede ayudar a
la críticaideológica de algunos discursos sobre el «fin del
trabajo» o el «futuro del tra-bajo en la sociedad posindustrial»,
que únicamente hacen énfasis en los aspec-tos tecnológicos o
cognitivo-instrumentales, sin reparar en que el trabajo nose reduce
al empleo formal asalariado, y en que el «fin del trabajo» como
talsupondría nada menos que el fin de la humanidad.
En cuarto lugar, desde el punto de vista de la investigación
empírica, elesquema expuesto puede contribuir a una mayor
comprensión de los cambiosen las orientaciones hacia el trabajo
(Zoll, 1992): diferencia mejor los aspectoscognitivo-instrumentales
de los estético-expresivos presentes en tales orienta-ciones; puede
ayudar a distinguir con mayor precisión —tanto histórica
comosociológicamente— la «ética del trabajo» propia del «viejo
modelo cultural»,respecto de las nuevas orientaciones
posproductivistas, que estarían más basa-das en lo que hemos
llamado un «concepto amplio de trabajo»; puede dar, asi-mismo,
elementos para comprender algunas contradicciones o
ambigüedades
164 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
aparentes en los discursos de los actores sociales sobre su
relación con el tra-bajo (como, por ejemplo, que los mismos
individuos suelan combinar actitu-des instrumentales y expresivas
hacia el trabajo); etc.
Por último, el planteamiento que aquí se defiende viene
inspirado tam-bién por determinadas motivaciones políticas, que
buscarían ayudar a aumen-tar la discusión pública en torno a temas
como los de la humanización deltrabajo o los cambios en la
naturaleza del trabajo o en su organización, deforma que se
maximizasen los potenciales de autonomía y autorrealizaciónque
pueden existir en él. Sería una ironía histórica el que,
precisamente en lacivilización más rica y tecnológicamente avanzada
que se ha conocido, loshombres y las mujeres asumiesen como algo
inevitable e insuperable la alie-nación y el empobrecimiento vital
en una actividad tan cotidiana como es eltrabajo. Las propuestas
posmarxistas actuales de instaurar una renta básicaincondicional o
un socialismo de mercado con democracia económica, bienpodrían
convertirse en puntales básicos de las luchas sociales en el siglo
queacaba de nacer.
-
Bibliografía
ADORNO, Theodor W. (1951). Minima moralia. Madrid: Taurus, 1987.
— (1966). Dialéctica negativa. Madrid: Taurus, 1975. — (1969).
«Tiempo libre». En Consignas. Buenos Aires: Amorrortu, 1973.
ALONSO, Luis Enrique (1999). Trabajo y ciudadanía. Estudios sobre
la crisis de la socie-
dad salarial. Madrid: Trotta. — (2000). Trabajo y
postmodernidad: el empleo débil. Madrid: Fundamentos. ANDERSON,
Perry (1976). Consideraciones sobre el marxismo occidental. Madrid:
Siglo
XXI, 1979. — (1983). Tras las huellas del materialismo
histórico. Madrid: Siglo XXI, 1986. ANTHONY, Peter D. (1977). The
Ideology of Work. Londres: Tavistock. APPLEBAUM, Herbert (1992).
The Concept of Work. Albany: SUNY Press. ARENDT, Hannah (1958). La
condición humana. Barcelona: Paidós, 1993. BATTAGLIA, Felice
(1951). Filosofía del trabajo. Madrid: Editorial Revista de
Derecho
Privado, 1955. — (1973). «Work». En WIENER, Phillip P. (ed.).
Dictionary of the History of Ideas,
(vol. IV). Nueva York: Charles Scribner’s Sons. BAUDRILLARD,
Jean (1973). El espejo de la producción. Barcelona: Gedisa, 1996.
BAUMAN, Zygmunt (1998). Trabajo, consumismo y nuevos pobres.
Barcelona: Gedisa,
2000. BERKI, R. N. (1979). «On the Nature and Origins of Marx’s
Concept of Labor». Poli-
tical Theory, vol. 7, nº 1. BORDERÍAS, Cristina; CARRASCO,
Cristina; ALEMANY, Carmen (comp.) (1994). Las
mujeres y el trabajo. Rupturas conceptuales. Barcelona:
Icaria-FUHEM. CASTORIADIS, Cornelius (1975). The Imaginary
Institution of Society. Cambridge: Polity
Press, 1987. CSIKZENTMIHALYI, Mihaly (1975). Beyond Boredom and
Anxiety. The Experience of
Play in Work and Games. San Francisco: Jossey-Bass Publishers. —
(1990). Flow. The Psychology of Optimal Experience. NuevaYork:
Harper-Collins
Publishers.
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 165
DE GRAZIA, Sebastian (1962). Of Time, Work and Leisure. Nueva
York: Anchor Books,1964.
DÍEZ, Fernando (2001). Utilidad, deseo y virtud. La formación de
la idea moderna de tra-bajo. Barcelona: Península.
ELSTER, Jon (1985). Making Sense of Marx. Cambridge: Cambridge
University Press. — (1989). «Self-realisation in work and politics:
the Marxist conception of the good
life». En ELSTER, Jon; MOENE, Karl O. (eds.). Alternatives to
Capitalism. Cam-bridge: Cambridge University Press.
EYERMAN, R.; SHIPWAY, D. (1981). «Habermas on Work and Culture».
Theory andSociety, vol. 10, nº 4.
FOUCAULT, Michel (1966). Las palabras y las cosas. Una
arqueología de las ciencias huma-nas. México: Siglo XXI, 1974.
FRASER, Nancy (1986). «¿Qué tiene de crítica la teoría crítica?
Habermas y la cues-tión del género», en Seyla BENHABIB y Drucilla
CORNELL (eds.). Teoría feministay teoría crítica. Valencia: Ed.
Alfons el Magnànim, 1990.
GIDDENS, Anthony (1982). «Trabajo e interacción en Habermas». En
Política, socio-logía y teoría social. Barcelona: Paidós, 1997.
GORZ, André (1980). Farewell to the Working Class. An Essay on
Post-industrial Socia-lism. Boston: South End Press, 1982.
-
— (1988). Metamorfosis del trabajo. Madrid: Sistema, 1995. —
(1997). Misères du présent. Richesse du possible. París: Galilée.
GRAMSCI, Antonio (1932-1935). «Racionalización de la producción y
del trabajo» y
«Taylorismo y mecanización del trabajador». En Antología (comp.
de M. Sacris-tán). México: Siglo XXI, 1978.
HABERMAS, Jürgen (1968a). Ciencia y técnica como «ideología».
Madrid: Tecnos, 1984. — (1968b). Coneixement i interès. Barcelona:
Edicions 62, 1987. — (1976). La reconstrucción del materialismo
histórico. Madrid: Taurus, 1981. — (1981). Teoría de la acción
comunicativa (2 vols.). Madrid: Taurus, 1987. — (1983). «Política
conservadora, trabajo, socialismo y utopía hoy». En Ensayos
polí-
ticos. Barcelona: Península, 1988. — (1984a). «Respuesta a mis
críticos». En Teoría de la acción comunicativa: Comple-
mentos y estudios previos. Madrid: Cátedra, 1989. — (1984b). «La
crisis del Estado de bienestar y el agotamiento de las energías
utó-
picas». En Ensayos políticos. Barcelona: Península, 1988. —
(1985). El discurso filosófico de la modernidad. Madrid: Taurus,
1989. — (1986). Autonomy and Solidarity. Interviews with J.
Habermas, Londres: Verso. HELLER, Agnes (1970). Sociología de la
vida cotidiana. Barcelona: Península, 1977. — (1981). «Paradigm of
production: paradigm of work». Dialectical Anthropology,
nº 6. — (1982). «Habermas and Marxism». En D. HELD y J. B.
THOMPSON (eds.): Haber-
mas: Critical Debates. Londres: MacMillan. — (1982). «Work and
Instrumental Action». New German Critique, nº 26. HONNETH, Axel
(1993). «The social dynamics of disrespect: situating Critical
The-
ory today». En DEWS, Peter (ed.). Habermas: A Critical Reader.
Oxford: Black-well, 1999.
HORKHEIMER, Max (1934). Hora foscant. Barcelona: Edicions 62,
1984. — (1947). Crítica de la razón instrumental. Buenos Aires:
Sur, 1973. JACCARD, Pierre (1960). Historia social del trabajo. De
la antigüedad hasta nuestros días.
Barcelona: Plaza y Janés, 1971. JAY, Martin (1984). Marxism and
Totality. The Adventures of a Concept from Lukács to
166 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
Habermas. Cambridge: Polity Press. KEANE, John (1975). «On Tools
and Language: Habermas on Work and Interaction».
New German Critique, nº 6. KOSIK, Karel (1961). Dialèctica del
concret. Barcelona: Edicions 62, 1970. KWANT, Remy C. (1960).
Philosophy of Labor. Lowain: Editions E. Nauwelaerts. LAFARGUE,
Paul (1880). El derecho a la pereza. Madrid: Fundamentos, 1991.
LUKÁCS, Georg (1923). Historia y consciencia de clase (2 vols.).
Barcelona: Orbis, 1985. MARCUSE, Herbert (1933). «Sobre els
fonaments filosòfics del concepte econòmico-cien-
tífic del treball». En Filosofia i política. Barcelona: Edicions
62, 1971. — (1955). Eros y civilización. Barcelona: Ariel, 1984.
MARKUS, Gyorgy (1982). Language and Production. A Critique of the
Paradigms. Dor-
drecht: D. Reidel Publishing Company, 1986. — (1986). «Praxis
and Poiesis: Beyond the Dichotomy». Thesis Eleven, nº 15. MARX,
Karl (1844a). «Extractos de lectura: James Mill». En Manuscritos de
París. Ana-
les Francoalemanes (OME, vol. 5). Barcelona: Grijalbo, 1978. —
(1844b). Manuscritos: economía y filosofía. Madrid: Alianza, 1985.
— (1857-1858). Elementos fundamentales para la crítica de la
economía política (Grun-
drisse) (3 vol.). Madrid: Siglo XXI, 1976.
-
— (1861-1863). Teorías sobre la plusvalía (OME, vol. 45).
Barcelona: Grijalbo, 1977. — (1868). «Carta a Kugelmann». En MARX,
Karl; ENGELS, Friedrich. Cartas sobre El
Capital. Barcelona: Laia, 1974. — (1872). El Capital. Crítica de
la economía política. Libro I: El proceso de producción
del capital (3 vol.). México: Siglo XXI, 1990 (vol. 1) y 1988
(vols. 2 y 3). — (1875). «Crítica del programa de Gotha». En MARX,
Karl; ENGELS, Friedrich. Crí-
tica dels programes de Gotha i Erfurt. Barcelona: Edicions 62,
1971. — (1894). El Capital. Crítica de la economía política. Libro
III: El proceso global de la
producción capitalista (3 vol.). Madrid: Siglo XXI, 1976-1981.
MARX, Karl; ENGELS, Friedrich (1845). La ideología alemana.
Barcelona: L’Eina editorial. MÉDA, Dominique (1995). El trabajo. Un
valor en peligro de extinción. Barcelona:
Gedisa, 1998. MIES, Maria (1986). Patriarchy and Accumulation on
a World Scale. Londres: Zed
Books. MINGIONE, Enzo (1991). Las sociedades fragmentadas.
Madrid: Ministerio de Traba-
jo y Seguridad Social, 1993. NAREDO, José Manuel (1977). «El
trabajo es un castigo». Cuadernos para el diálogo,
26 de marzo. — (1987). La economía en evolución. Historia y
perspectivas de las categorías básicas del
pensamiento económico. Madrid: Siglo XXI-Ministerio de Economía
y Hacienda. — (1997). «Configuración y crisis del mito del
trabajo». En VV. AA. ¿Qué crisis?: Retos
y transformaciones de la sociedad del trabajo. Donostia:
Hirugarren Prentsa S. L. NEGRI, Antimo (1980-1981). Filosofia del
lavoro. Storia antologica (7 vols.). Milán:
Marzorati Editore. NOGUERA, José Antonio (1996). «La teoría
crítica: de Frankfurt a Habermas». Papers,
n 50.— (1997). «La fi de la societat del treball?». Nous
Horitzons, nº 148 (invierno). — (1998). La transformación del
concepto de trabajo en la teoría social. La aportación
de las tradiciones marxistas. Tesis doctoral. Barcelona:
Universidad Autónoma deBarcelona.
— (2000). «El problema de la definición del trabajo». Ponencia
presentada en los I
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68,
2002 167
Encuentros entre Humanidades y Ciencias Sociales (Institut
Universitari de Cultura,Universitat Pompeu Fabra, 18-20 de enero de
2000).
PAHL, R. E. (1984). Divisiones del trabajo. Madrid: Ministerio
de Economía y SeguridadSocial, 1991.
PIEPER, Josef (1952). Leisure. The Basis of Culture. Scarborough
(Ontario): The NewAmerican Library, 1963.
POSTONE, Moishe (1993). Time, Labor and Social Domination.
Cambridge: Cam-bridge University Press.
RODGERS, Daniel T. (1978). The Work Ethic in Industrial America,
1850-1920. Chi-cago: University of Chicago Press, 1979.
RONCO, William; PEATTIE, Lisa (1983). Making Work: self-created
jobs in participa-tory organizations. Nueva York: Plenum Press.
SAHLINS, Marshall (1974). La economía de la Edad de Piedra.
Madrid: Akal, 1977. SÁNCHEZ VÁZQUEZ, Adolfo (1967). Filosofía de la
praxis. México: Grijalbo. SANCHÍS, Enric; MIÑANA, José (eds.)
(1988). La otra economía: trabajo negro y sector
informal. Valencia: Alfons el Magnànim. SENNETT, Richard (1998).
La corrosión del carácter. Las consecuencias sociales del tra-
bajo en el nuevo capitalismo. Barcelona: Anagrama, 2000.
-
STEBBINS, Robert A. (1992). Amateurs, Professionals and Serious
Leisure. Montreal:McGill-Queen’s University Press.
THOMPSON, Edward P. (1967). «Tiempo, disciplina de trabajo y
capitalismo indus-trial». En Tradición, revuelta y consciencia de
clase. Barcelona: Crítica, 1979.
TILGHER, Adriano (1929). Work: What It Has Meant to Men Through
the Ages (HomoFaber). Nueva York: Harcourt, Brace and Company,
1930.
VALLESPÍN, Fernando (2001). «Habermas en doce mil palabras».
Claves de razón prác-tica, nº 114 (julio-agosto).
VAN PARIJS, Philippe (1995). Libertad real para todos. Qué puede
justificar al capita-lismo (si hay algo que pueda hacerlo).
Barcelona: Paidós, 1996.
WEBER, Max (1904-1905). La ética protestante y el espíritu del
capitalismo. Barcelona:Orbis, 1985.
ZOLL, Rainer (1992). Nouvel individualisme et solidarité
quotidienne. París: Kimé.
168 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera
El concepto de trabajo y la teoría social
críticaResumenAbstract
SumarioIntroducción: el concepto de trabajo en discusiónCuatro
ejes teóricos para el estudio del concepto de trabajoCuadro 1.
Conceptos de trabajo en relación con las dimensiones de la
acción.Cuadro 2. Conceptos de trabajo en el pensamiento social.
El concepto de trabajo en Marx: crítica de algunos tópicosEl
concepto de trabajo en las tradiciones marxistas posterioresLa
crítica de Habermas a Marx y al concepto amplio de trabajoEl «fin
del paradigma de la producción» y el trabajo como acción
instrumental¿Se han «agotado los potenciales utópicos del
trabajo»?Crítica de la interpretación habermasiana de MarxEl
esencialismo de la postura de Habermas¿Es el trabajo una realidad
inevitablemente «sistémica»?La innecesaria sustitución del
paradigma del trabajo por el de la comunicación
Algunas posibles implicaciones: ¿tiene sentido aún el concepto
de trabajo?Bibliografía