Top Banner
214
Welcome message from author
This document is posted to help you gain knowledge. Please leave a comment to let me know what you think about it! Share it to your friends and learn new things together.
Transcript
Page 1: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 2: El arbol metalico - tony di terlizzi

Tony DiTerlizzi - Holly Black

El árbol metálicoCrónicas de Spiderwick 4

ePUB v1.1Moower 04.01.12

Page 3: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 4: El arbol metalico - tony di terlizzi

TonyDiTerlizzi yHolly BlackTraducción de

Page 5: El arbol metalico - tony di terlizzi

Carlos Abreu

Page 6: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 7: El arbol metalico - tony di terlizzi

Título Original: "TheIronwood Tree"Traducción: Carlos AbreuDiseño del libro: TonyDiTerlizzi y Dan Potash

© Tony DiTerlizzi y HollyBlack, 2004© Ediciones B, S. A., 2004

Depósito legal: B. 47122-2005Fotocomposición: punt groc& associats, s. a., BarcelonaImpresión yencuadernación: Printerindustria gráficaN. II, Cuatro caminos s/n,08620 Sant Vicenç dels

Page 8: El arbol metalico - tony di terlizzi

HortsBarcelona, 2005. Impreso enEspañaISBN 978-84-666-2379-7N.° 23861Edición digital: Adrastea,Febrero 2008

Page 9: El arbol metalico - tony di terlizzi

Para mi abuela Melvina, queme aconsejó

que escribiera un librocomo éste, y a quien

le dije que nunca lo haría.H.B.

Para Art hur Rackbam: quecont inúe

inspirando a otros comome ha inspirado a mí

T.D.

Page 10: El arbol metalico - tony di terlizzi

CARTA DE HOLLY BLACK

CARTA DE LOS HERMANOSGRACE

MAPA DE LA ESTANCIASPIDERWICK

CAPÍTULO UNODonde se producen una

Page 11: El arbol metalico - tony di terlizzi

pelea y un duelo

CAPÍTULO DOSDonde los gemelos Grace

son t rillizos

CAPÍTULO TRESDonde Simon resuleve un

acert ijo

CAPÍTULO CUATRODonde los gemelos

descubren un árbolúnico en el mundo

CAPÍTULO CINCODonde Jared y Simondespiertan a la bella

Page 12: El arbol metalico - tony di terlizzi

durmiente

CAPÍTULO SEISDonde las piedras hablan

CAPÍTULO SIETEDonde se comete unat raición inesperada

SOBRE TONY DITERLIZZI….

Y SOBRE HOLLY BLACK

AGRADECIMIENTOS

Page 13: El arbol metalico - tony di terlizzi

Querido lector:

Tony y yo somos amigosdesde hace años, y siemprehemos compartido ciertafascinación por laliteratura fantástica. Nosiempre habíamos sidoconscientes de laimportancia de esaafinidad ni sabíamos quesería puesta a prueba.

Un día, Tony y yo —juntocon varios otros autores—estábamos firmando

Page 14: El arbol metalico - tony di terlizzi

ejemplares en una libreríagrande. Cuando terminamos,nos quedamos para ayudar aapilar libros y charlar,hasta que se nos acercó undependiente y nos dijo quealguien había dejado unacarta para nosotros.Cuando le preguntéexactamente a quién ibadestinada, su respuestanos sorprendió.

—A vosotros dos —señaló.La carta aparecetranscrita íntegramente enla siguiente página. Tony

Page 15: El arbol metalico - tony di terlizzi

se pasó un buen ratocontemplando la fotocopiaque la acompañaba. Luego,en voz muy baja, sepreguntó dónde estaría elresto del manuscrito.Escribimos una nota a todaprisa, la metimos en elsobre y le pedimos aldependiente que se laentregase a los hermanosGrace.

No mucho después alguiendejó un paquete atado conuna cinta roja delante demi puerta. Al cabo de

Page 16: El arbol metalico - tony di terlizzi

pocos días, tres niñosllamaron al timbre y mecontaron esta historia.

Lo que ha ocurrido desdeentonces es difícil dedescribir. Tony y yo noshemos visto inmersos en unmundo en el que nuncacreímos realmente. Ahorasabemos que los cuentos dehadas son algo más querelatos para niños. Nosrodea un mundo invisible,y queremos desvelarlo antetus ojos, querido lector.

Page 17: El arbol metalico - tony di terlizzi

Holly Black

Page 18: El arbol metalico - tony di terlizzi

Queridos señora Black y señorDiTerlizzi:

Sé que un montón de genteno cree en los seressobrenaturales, pero yo sí, ysospecho que ustedes también.Después de leer sus libros, leshablé a mis hermanos deustedes y decidimosescribirles. Algo sabemossobre esos seres. De hecho,sabemos bastante.

Page 19: El arbol metalico - tony di terlizzi

La hoja que adjunto es unafotocopia de un viejo libroque encontramos en eldesván. No está muy bienhecha porque tuvimosproblemas con lafotocopiadora. El libro explicacómo identificar a los seresmágicos y cómo protegerse deellos. ¿Serían tan amables deentregarlo a su editorial? Sipueden, por favor metan unacarta en este sobre ydevuélvanlo a la librería.Encontraremos el modo deenviarles el libro. El correo

Page 20: El arbol metalico - tony di terlizzi

ordinario es demasiadopeligroso.

Sólo queremos que la gentese entere de esto. Lo que nosha pasado a nosotros podríapasarle a cualquiera.

Atentamente.

Mallory, Jared y SimonGrace.

Page 21: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 22: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 23: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Una canteraabandonada.»

Page 24: El arbol metalico - tony di terlizzi

E

CAPÍTULO UNO

Donde se producen unapelea y un duelo

l motor de la ranchera ya estaba enmarcha cuando Mallory se reclinó

sobre la puerta. Sus zapatillasmugrientas de todos los díascontrastaban con el blanco radiante desus calcetines de esgrimista. Llevaba elcabello engominado y peinado haciaatrás en una cola de caballo tan tiranteque los ojos se le salían de las órbitas.

Page 25: El arbol metalico - tony di terlizzi

La señora Grace se encontraba junto a lapuerta del conductor, con los brazos enjarras.

—¡Lo he encontrado! —jadeó Jared,corriendo hacia ellas.

—Simon, ¿dónde estabas? —preguntó mamá—. ¡Te hemos buscadopor todas partes!

—En la cochera —respondió Simon—, cuidando del... bueno, del pájaro quehe encontrado.

Simon parecía incómodo. No estabaacostumbrado a meterse en líos. De esoya se encargaba Jared.

Mallory hizo un gesto deexasperación.

Page 26: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Qué pena que mamá no hayaquerido que nos marchemos sin ti.

—Mallory —la reprendió mamá,sacudiendo la cabeza en un gesto dedesaprobación—. Subid al coche lostres. Se hace tarde y todavía tengo quehacer un recado.

Cuando Mallory se volvió parameter su bolsa en el maletero, Jared notóalgo raro en el pecho de su hermana.Parecía rígido y demasiado... abultado.

—¿Qué te has puesto? —preguntó,señalando con el dedo.

—Cállate —replicó ella.Jared soltó una risita.—Es que parece como si llevaras...

Page 27: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¡Cállate! —repitió ella,instalándose en el asiento delacompañante, mientras los chicos subíanal asiento de atrás—. Tengo que llevarlopuesto, como protección.

Jared sonrió mientras veía desfilarel bosque por la ventanilla. Desde hacíamás de dos semanas, no se habíaregistrado actividad por parte de seressobrenaturales —ni siquiera Dedaletehabía dado señales de vida—, y de vezen cuando Jared tenía que recordarseque todo aquello era real. A veces leparecía que todo había de tener unaexplicación más sencilla. Incluso habíanllegado a la conclusión de que el agua

Page 28: El arbol metalico - tony di terlizzi

que quemaba procedía de un pozocontaminado. Mientras conectaban lastuberías viejas a la red deabastecimiento, compraban garrafas deagua en el supermercado sin que a mamále pareciera extraño. Pero estabaaquella criatura, el grifo de Simon, y esono se podía explicar sin recurrir alcuaderno de campo de Arthur.

—Deja de mordisquearte el pelo —le dijo mamá a Mallory—. ¿Por quéestás tan nerviosa? ¿Tan bueno es elnuevo equipo?

—Estoy bien —aseguró Mallory.Cuando vivían en Nueva York ella

practicaba esgrima vestida con un

Page 29: El arbol metalico - tony di terlizzi

pantalóndechándaly unachaquetadelequipoquecogía deunmontón.Había untipo que

levantaba la mano cuando uno de loscontrincantes conseguía un punto. Peroen el nuevo colegio los esgrimistas

Page 30: El arbol metalico - tony di terlizzi

llevaban uniformes de verdad y usabanfloretes eléctricos conectados a unmarcador en el que se encendía una luzcada vez que alguien anotaba un toque.A Jared eso le parecía suficiente paracrisparle los nervios a cualquiera.

Por lo visto su madre tenía otraexplicación.

—Es por ese chico, ¿verdad? Aquelcon el que hablabas el miércoles cuandofui a recogerte.

—¿Qué chico? —preguntó Simondesde el asiento trasero, sin podercontener una carcajada.

—Silencio —dijo su madre, pero lecontestó de todos modos —. Chris, el

Page 31: El arbol metalico - tony di terlizzi

capitán del equipo de esgrima. Es elcapitán, ¿no?

Mallory soltó un gruñido evasivo.—Chris y Mallory debajo de un pino

se abrazan mucho y se dan besitos —canturreó Simon, y a Jared se le escapóuna risita.

Mallory los fulminó con la mirada.—¿Quieres que se te caigan de golpe

todos los dientes de leche?—No les hagas caso —le

recomendó mamá—. Y no te preocupes.Eres una chica lista y bonita, y una muybuena esgrimista. Seguro que le gustas.

—¡Mamá! —se quejó Mallory,hundiéndose en el asiento delantero.

Page 32: El arbol metalico - tony di terlizzi

La madre se detuvo frente a labiblioteca donde trabajaba, dejó allíunos papeles y regresó casi sin alientoal coche, que había dejado con el motorencendido.

—¡Vamos! No puedo llegar tarde —la apremió Mallory, alisándose elcabello hacia atrás, aunque no hacíafalta—. ¡Es mi primera competición!

—Ya casi llegamos —suspiró mamá.Jared dirigió de nuevo la mirada a la

ventanilla, justo a tiempo para ver algoque parecía un cráter profundo.Circulaban por un puente de piedra queno estaba en el trayecto del autobúsescolar.

Page 33: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 34: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Seguro que le gustas.»

—¡Simon, fíjate! ¿Qué es eso?—Una cantera abandonada —

respondió Mallory, impaciente—. Lagente sacaba piedras de ahí.

—Una cantera —repitió Jared, yrecordó el mapa que habían encontradoen el estudio de su tío abuelo Arthur.

—¿Tú crees que habrán encontradoalgún fósil? —preguntó Simon,prácticamente montándose encima deJared para mirar por la ventana—. Mepregunto qué dinosaurios vivían poraquí.

Page 35: El arbol metalico - tony di terlizzi

Mamá giró el volante y entró en elaparcamiento del colegio, sin contestar.

Page 36: El arbol metalico - tony di terlizzi

Jared, Simon y mamá subieron a lasgradas del gimnasio mientras Malloryiba a sentarse con sus compañeros. Yahabía otras familias instaladas ypersonas dispersas en los asientos.Había un largo rectángulo acolchadoextendido en el suelo, con unas líneasmarcadas con cinta adhesiva. AunqueMallory lo llamaba «piste», a Jared sólole pareció una estera alargada y negra.Detrás había una mesa plegable sobre laque descansaba el marcador, con susgrandes botones de colores que le dabanmás aspecto de juego que de algoimportante. El director estabatoqueteando los cables, conectándolos a

Page 37: El arbol metalico - tony di terlizzi

un florete para probar la cantidad deenergía que hacía falta para que eltimbre sonara y las luces se encendieran.

Mallory se sentó en una de las sillasmetálicas que se hallaban en un extremode la piste y empezó a sacar su equipode la bolsa. Chris, el capitán, se agachóa su lado para hablar con ella. Suscontrincantes se preparaban con granajetreo en el extremo opuesto. Todos losuniformes eran de un blanco tanreluciente que a Jared le dolían los ojosal mirarlos.

Al fin el director anunció que habíallegado el momento del primer asalto.Llamó a los primeros dos esgrimistas y

Page 38: El arbol metalico - tony di terlizzi

les indicó que se sujetaran con unacorrea un pequeño receptor a la parteposterior de los pantalones. Actoseguido conectó unos cables a susfloretes. Todo parecía muy complicado.Cuando los esgrimistas se pusieron enguardia, Jared intentó recordar lo queMallory le había explicado sobre lasluces del aparato, pero no lo consiguió.

—Esto es ridículo. Me gusta muchomás la esgrima sin tanto trasto —comentó Jared sin dirigirse a nadie enespecial.

Page 39: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 40: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Me gusta mucho más laesgrima sin tanto t rasto.»

Dos combates después, Jared habíadeducido que las luces de coloresindicaban un tocado válido y que lablanca se encendía cuando el tocado nose daba por bueno. Sólo valían lostoques en el pecho, lo cual siempre lehabía parecido absurdo a Jared. Losgolpes en las piernas dolían unabarbaridad, y él lo sabía bien porquesiempre le tocaba practicar con Mallory.

Al fin llamaron a Mallory a la pista.Su oponente —un chico alto llamado

Page 41: El arbol metalico - tony di terlizzi

Daniel no-sé-qué— soltó una risitaburlona antes de ponerse la máscara.Obviamente no tenía la menor idea de loque le esperaba.

Jared le propinó un codazo a Simon,que estaba llevándose una galleta saladaa la boca.

—Lo va a machacar.—Ay —se quejó Simon—. No hagas

eso.Mallory se abalanzó hacia delante y

la coleta le rebotó en la espalda. Suflorete golpeó a Daniel con fuerza en elpecho antes de que él pudiera hacer unaparada. El director alzó una mano y elmarcador se iluminó, con un punto para

Page 42: El arbol metalico - tony di terlizzi

Mallory. Jared sonrió de oreja a oreja.

Page 43: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 44: El arbol metalico - tony di terlizzi

El ent rechocar de lasfinas hojas.

Mamá tenía todo el cuerpo estiradohacia delante, como si hubiese algo queoír aparte del entrechocar de las finashojas metálicas en las maniobras deataque, parada y arremetida. Daniellanzaba estocadas, desesperado,demasiado alterado para controlar susmovimientos. Mallory paraba sus golpesfácilmente, convertía su defensa enataque y conseguía más puntos.

Logró vencer al chico sin un solotanto en contra. Hicieron un saludo

Page 45: El arbol metalico - tony di terlizzi

formal y el chico se quitó la máscara,con la cara enrojecida, resollando.Cuando Mallory se quitó la suya, estabasonriente, con los ojos reducidos arendijas de la satisfacción.

Cuando volvió a las sillas de metal,el capitán de su equipo le dio un tímidoabrazo. Jared no alcanzaba a ver muybien, pero habría jurado que el rostro deMallory se ponía más rojo de lo queestaba cuando había salido de la pista.

Los combates se sucedieron, y alequipo de Mallory le iba bastante bien.Cuando le llegó al capitán el turno desalir a la pista, Mallory lo animó agritos. Por desgracia, esto no pareció

Page 46: El arbol metalico - tony di terlizzi

ayudarlo demasiado. Perdió por muypocos puntos. Mientras volvía a suasiento arrastrando los pies, pasó pordelante de Mallory sin dirigirle ni unapalabra.

Cuando llamaron a Mallory a lapista de nuevo, Chris ni siquiera alzó lavista.

Jared, desde las gradas, los mirabacon el ceño fruncido. Se le frunció aúnmás cuando se fijó en una chica rubiavestida con el traje blanco deesgrimista, que estaba hurgando en labolsa de su hermana.

—Y ésa ¿quién es?Simon se encogió de hombros.

Page 47: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Ni idea. No ha salido a combatirtodavía.

¿Sería amiga de Mallory? Tal vezsólo estaba tomando algo prestado... Porel modo en que la chica disimulaba cadavez que alguien del equipo miraba en sudirección, a Jared le pareció queintentaba robar algo. Pero ¿qué querríarobar de la bolsa de Mallory, que sólocontenía calcetines sucios y floretes derepuesto?

Jared se puso en pie. Tenía quehacer algo. ¿Es que nadie más se dabacuenta?

—¿Adónde vas? —preguntó mamá.—Al baño —mintió mecánicamente,

Page 48: El arbol metalico - tony di terlizzi

aunque sabía que ella lo vería cruzar elgimnasio.

Le habría gustado poder decirle laverdad, pero seguro que ella habríainventado alguna justificación para lachica. Siempre pensaba lo mejor de todoel mundo. Excepto de él.

—¡Te perderás el combate!Jared bajó por la gradería y,

arrimado a la pared, atravesó la canchahacia la chica, que seguía revolviendoen la bolsa. Pero cuando Jared se acercóa las sillas, el entrenador lo detuvo.

El entrenador de Mallory era bajitoy nervudo, y llevaba una barba de pocosdías, blanca e irregular.

Page 49: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Lo siento, chaval. No puedes estaraquí durante el encuentro.

—¡Es que esa chica está tratando derobarle algo a mi hermana!

Page 50: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 51: El arbol metalico - tony di terlizzi

El ent renador lo detuvo.

El entrenador se volvió.—¿Quién?Jared se dio la vuelta para

señalársela y descubrió que habíadesaparecido. Titubeó, intentandoencontrar alguna explicación.

—No sé dónde está. Todavía no haparticipado en ningún combate.

—Todos han participado ya, chaval.Será mejor que regreses a tu asiento.

Jared se encaminó hacia las gradas,avergonzado, y acto seguido cambió deidea. Decidió ir al baño. De ese modo,

Page 52: El arbol metalico - tony di terlizzi

tal vez su madre le haría menospreguntas cuando volviese. Justo antesde cruzar las puertas azules delgimnasio, se detuvo y volvió la vistaatrás. Ahora era Simon quien hurgaba enla bolsa de Mallory. Y lo que es peor,¡iba vestido igual que Jared! Todospensarían que era él. Entornó los ojos,deseando que lo que estaba viendotuviese algún sentido.

Y entonces lo asaltó una terriblesospecha. Alzó la mirada hacia lasgradas y vio a su hermano junto a mamá,mordisqueando galletitas saladas sinenterarse de nada.

Page 53: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 54: El arbol metalico - tony di terlizzi

«¿No me conoces?»

Page 55: El arbol metalico - tony di terlizzi

J

CAPÍTULO DOS

Donde los gemelos Graceson t rillizos

ared se quedó inmóvil, en la puerta.Oyó el entrechocar de las espadas y

los aplausos del público, pero era comosi los sonidos le llegasen de muy lejos.Horrorizado, vio que el entrenador seencaraba con su doble. Al hombretón sele congestionó el rostro, y algunos de losesgrimistas se quedaron mirando al falsoJared, asombrados.

Page 56: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Fantástico.Jared puso cara de desesperación.

Ahora le sería del todo imposibleexplicar lo ocurrido.

El entrenador señaló la puerta delgimnasio y siguió con la mirada al falsoJared mientras éste se encaminabaofendido hacia allí..., en dirección aJared. Cuando el falso Jared se acercó,una sonrisita se dibujó en sus labios.Esto sacó totalmente de quicio a Jared.

Su falso yo pasó de largo sinsiquiera mirarlo y abrió la puerta doblede un empujón. Jared, ansioso porborrarle esa sonrisa de la cara, lo siguiópor un pasillo, entre dos hileras de

Page 57: El arbol metalico - tony di terlizzi

taquillas.—¿Quién eres? —le preguntó Jared

—. ¿Qué quieres?El falso Jared se volvió hacia él, y

algo en sus ojos hizo que a Jared se lehelara la sangre.

—¿No me conoces? ¿Acaso no soytú mismo?

Resultaba extraño ver su propiaboca torcerse en un gesto de desprecio.No era como mirar a Simon, con el pelorepeinado y la mancha de dentífrico enel labio superior. Y tampoco era unaréplica exacta de sí mismo: ibadesgreñado, y tenía los ojos más oscurosy... distintos. El falso Jared se acercó a

Page 58: El arbol metalico - tony di terlizzi

él.Jared

retrocedió unpaso, echandoen faltacualquier tipode proteccióncontra seressobrenaturales.De pronto seacordó de lanavaja que llevaba en el bolsillo deatrás. Los seres fantásticos detestaban elhierro, y el acero estaba compuesto enparte de ese metal. Desplegó una de lashojas y la blandió ante su doble.

Page 59: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¿Por qué no nos dejáis en paz?La criatura echó la cabeza atrás y

soltó una carcajada.—No puedes alejarte de ti mismo.—¡Cállate! Tú no eres yo.Jared amenazó a su doble con la

navaja.—Guárdate ese juguetito —le

advirtió el falso Jared en voz baja yamenazadora.

—No sé quién eres ni quién te haenviado, pero sé lo que buscas —dijoJared—. El cuaderno de campo. Pues losiento mucho, porque nunca lo vas aconseguir.

La sonrisa de aquel ser se ensanchó

Page 60: El arbol metalico - tony di terlizzi

hasta convertirse en algo que en realidadno era una sonrisa. De pronto, el falsoJared se puso serio, como si algo lohubiese asustado. Jared, asombrado, vioque su doble empezaba a encoger, sucabello se volvía de un color castañorojizo y sus ojos, ahora azules, se lesalían de las órbitas, aterrorizados.

Antes de que Jared acabara deentender lo que estaba presenciando,oyó una voz femenina a su espalda.

—¿Qué ocurre aquí? Deja esanavaja ahora mismo.

La subdirectora se abalanzó haciaJared y le sujetó la muñeca. La navajacayó al suelo de parquet con gran

Page 61: El arbol metalico - tony di terlizzi

estrépito. Jared se quedó mirándolomientras el chico de pelo castaño rojizose alejaba corriendo por el pasillo,emitiendo unos sollozos que sonabanmás bien como risotadas.

—No entiendo por qué trajiste unanavaja al colegio —susurró Simonmientras los dos esperaban sentadosfuera del despacho del director.

Jared lo fulminó con la mirada.Había explicado varias veces que sóloestaba enseñándole la navaja al chico;incluso se lo había contado a la policía,

Page 62: El arbol metalico - tony di terlizzi

pero no lograron encontrarlo paraconfirmar su versión de los hechos.Entonces el director mandó llamar a laseñora Grace. Mamá llevaba mucho ratodentro de su despacho, aunque Jared noalcanzaba a oír lo que decían.

—¿De qué clase de ser sobrenaturalcrees que se trataba? —preguntó Simon.

Jared se encogió de hombros.—Ojalá tuviéramos aquí el libro

para consultarlo.—¿No recuerdas que hubiese alguno

capaz de cambiar de forma de esemodo?

—No lo sé. —Jared se frotó la cara.—Mira, le he dicho a mamá que no

Page 63: El arbol metalico - tony di terlizzi

ha sido culpa tuya. Sólo tendrás queexplicárselo...

Jared soltó una carcajada.—Sí, claro, como si pudiera

contarle lo que ha pasado.—Yo podría decirle que ese chico

había robado algo de la bolsa deMallory. —Como Jared no respondía,Simon lo intentó de nuevo—: Podríafingir que lo hice yo. Podríamosintercambiar camisas y todo.

Jared se limitó a negar con lacabeza.

Al fin, su madre salió de la oficinadel director con aspecto cansado.

Page 64: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 65: El arbol metalico - tony di terlizzi

«¿De qué clase de sersobrenatural crees que

se t rataba?»

—Lo siento —dijo Jared.Le sorprendió el tono sereno con que

ella le contestó.—No quiero hablar de eso, Jared. Id

a buscar a vuestra hermana y vámonos.Jared asintió y siguió a Simon.

Volvió la cabeza un momento y vio quemamá se dejaba caer en la silla que élacababa de desocupar. ¿Qué estaríapensando? ¿Por qué no le había gritado?Le sorprendió descubrir que en el fondo

Page 66: El arbol metalico - tony di terlizzi

habría preferido que estuviese enfadada,pues al menos sería una reacción que élentendería. Su silenciosa tristeza loasustaba más. Era como si su madre noesperase otra cosa de él.

Simon y Jared recorrieron todo elcolegio, parándose a preguntar amiembros del equipo de esgrima sihabían visto a Mallory. Nadie sabíadónde estaba. Incluso abordaron a Chris,el capitán, que se mostró algo incómodocuando le preguntaron por Mallory, peronegó con la cabeza. En el gimnasio nohabía nadie; sólo se oía el eco de suspisadas sobre el lustroso suelo demadera. La estera negra estaba enrollada

Page 67: El arbol metalico - tony di terlizzi

y habían retirado todo el materialutilizado en el encuentro.

Por fin, una muchacha con una largacabellera color castaño les informó deque había visto a Mallory llorando en ellavabo de chicas.

Simon sacudió la cabeza, extrañado.—¿Mallory llorando? ¡Pero si ha

ganado!La chica se encogió de hombros.—Le he preguntado si le pasaba

algo, pero me ha contestado que estababien.

—¿Crees que era ella de verdad? —inquirió Simon mientras se dirigían albaño.

Page 68: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¿Te refieres a que tal vez alguiense hacía pasar por ella? ¿Por qué iba unser sobrenatural a transformarse enMallory y echarse a llorar en el lavabode chicas?

—No lo sé —respondió Simon—. Siyo tuviese que convertirme en Mallory,me echaría a llorar.

Jared se rió.—Bueno, ¿quieres entrar ahí dentro

a buscarla?—No pienso entrar en el lavabo de

las chicas —se plantó Simon—.Además, estás en un lío tan gordo que esimposible que empeores las cosas.

—Yo soy muy capaz de empeorar las

Page 69: El arbol metalico - tony di terlizzi

cosas —suspiró Jared, y abrió la puerta.El lugar se parecía

sorprendentemente al baño de loschicos, excepto porque no habíaurinarios.

—¿Mallory? —llamó.No obtuvo respuesta. Echó un

vistazo por debajo de las puertas de losretretes, pero no vio pies. Abriócautelosamente una de ellas. Aunque nohabía nadie, se sintió extraño...,nervioso y avergonzado. Al cabo de unmomento salió al pasillo a todavelocidad.

—¿No está allí? —preguntó Simon.—Allí dentro no hay nadie.

Page 70: El arbol metalico - tony di terlizzi

Jared se volvió hacia la hilera decubículos, esperando que nadie lohubiese visto.

—A lo mejor se ha ido al despachopara reunirse con mamá —aventuróSimon—. No la veo por ningún sitio.

Page 71: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 72: El arbol metalico - tony di terlizzi

«¿Mallory?»

Jared sintió un nudo en el estómago.Después de que la subdirectora lopillase, prácticamente sólo habíapensado en los problemas en que sehabía metido. Pero lo cierto es queaquel ser seguía suelto en algún lugardel colegio. Recordó el modo en quehabía estado hurgando en la bolsa deMallory durante el combate.

—¿Y si ha salido? —conjeturóJared, deseando equivocarse—. Quizáshaya ido afuera a ver si estábamosesperándola en el coche.

Page 73: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Podemos echar un vistazo —dijoSimon, encogiéndose de hombros.

A Jared no le pareció muyconvencido, pero salieron de todasmaneras.

El cielo ya se había teñido de tonosvioláceos y dorados. Mientrasoscurecía, los gemelos atravesaron lapista y el campo de béisbol.

—No la veo —dijo Simon.Jared asintió con un gesto. Seguía

sintiendo un nudo de nervios en elestómago. «¿Dónde se habrá metido?»,se preguntó.

—Oye —dijo Simon—, ¿qué es eso?Se alejó unos metros y se agachó

Page 74: El arbol metalico - tony di terlizzi

para recoger un trozo de metal querelucía en la hierba.

—La medalla de esgrima de Mallory—observó Jared—. Y fíjate en eso.

Había unos grandes trozos de rocadispuestos en círculo sobre la hierba,alrededor de la medalla. Jared searrodilló junto a la piedra más grande.Llevaba grabada, con trazos profundos,una palabra: «CANJE».

Page 75: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Piedras como las de la cantera —señaló Simon.

Jared alzó la vista, sorprendido.—¿Te acuerdas del mapa que

Page 76: El arbol metalico - tony di terlizzi

encontramos? Decía que en la canteraviven enanos... ¡Aunque no creo que losenanos sepan cambiar de forma!

—Tal vez Mallory esté dentro, conmamá. Podría estar en el despacho,esperándonos. Jared habría deseadocreer eso.

—Entonces, ¿qué hace la medallaaquí?

—Tal vez se le ha caído. O tal vezse trate de una trampa. —Simon empezóa desandar el camino en dirección alcolegio y dijo—: Vamos, regresemospara ver si está con mamá.

Jared asintió en silencio, algodesconcertado.

Page 77: El arbol metalico - tony di terlizzi

Cuando llegaron, encontraron amamá en la entrada de la escuela,hablando por el teléfono móvil. Seencontraba de espaldas a ellos y estabasola.

Aunque hablaba en voz baja, oyeronperfectamente lo que decía.

—Sí, yo también creía que las cosasiban mejor. Pero ya sabes, Jared nuncaha reconocido lo que ocurrió cuando nosmudamos aquí... Y, bueno, te pareceráraro, pero Mallory y Simon tienen unaactitud tan protectora con él...

Jared se quedó paralizado, temerosode lo que ella pudiese decir acontinuación y al mismo tiempo incapaz

Page 78: El arbol metalico - tony di terlizzi

de hacer algo para interrumpirla.—No, no. Ellos niegan que él

hiciera ninguna de esas cosas. Además,me ocultan algo. Lo noto en el modo enque dejan de hablar cuando me ven, enla forma en que se encubren unos aotros, sobre todo a Jared. Tendrías quehaber oído a Simon, inventándoseexcusas para justificar que su hermanole sacara una navaja a ese pobre niño.—En este punto se le entrecortó la voz yse echó a llorar—. No sé si puedoseguir lidiando con él. Está lleno derabia, Richard. Tal vez deberíamandártelo para que pase un tiempocontigo.

Page 79: El arbol metalico - tony di terlizzi

Papá. Estaba hablando con papá.

Page 80: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 81: El arbol metalico - tony di terlizzi

Jared se quedóparalizado.

Simon le dio un codazo en el brazo.—Vámonos, Mallory no está aquí.Jared dio media vuelta, aturdido, y

salió del edificio, detrás de su hermano.No habría sabido explicar qué sentía enese momento... excepto un gran vacío.

Page 82: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 83: El arbol metalico - tony di terlizzi

PELIGRO VACAS BREAREPARTES

Page 84: El arbol metalico - tony di terlizzi

¿Q

CAPÍTULO TRES

Donde Simon resuelve unacert ijo

ué vamos a hacer? —preguntóSimon mientras regresaban por elpasillo.

—Se la han llevado —musitó Jared.Tenía que borrar de su mente lo queacababa de oír, no pensar en nada salvoen Mallory—. Quieren canjeárnosla porel cuaderno de campo.

—Pero si no lo tenemos.

Page 85: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¡Calla! —masculló Jared. Se lehabía ocurrido una idea, pero no queríaexpresarla en voz alta en un lugarpúblico—. Vamos.

Jared se acercó a su taquilla y sacóuna toalla de su bolsa de deporte. Eligióun libro de texto —Matemáticasavanzadas—, aproximadamente delmismo tamaño que el cuaderno decampo, y lo envolvió en la toalla.

—¿Qué haces?—Ten —susurró, tendiéndole el

libro envuelto a Simon y sacando lamochila del casillero.

—Dedalete nos engañó con estemismo truco. Tal vez nosotros podamos

Page 86: El arbol metalico - tony di terlizzi

engañar a quienes se hayan llevado aMallory.

—De acuerdo —dijo Simon,asintiendo una vez con la cabeza—.Creo que mamá guarda una linterna en elcoche.

Saltaron una valla de tela metálicaen el límite del patio de la escuela ycruzaron la carretera. El otro ladoestaba lleno de maleza. Costaba caminarpor ahí a oscuras, y la linterna sólo lesproporcionaba un haz de luz tenue yestrecho.

Treparon por unas rocas, unas

Page 87: El arbol metalico - tony di terlizzi

cubiertas de musgo resbaladizo, otrascompletamente agrietadas. Mientrasavanzaban, Jared fue recordando laconversación que había oído. Lepreocupaban las cosas terribles que sumadre pensaba de él y las que sin dudapensaría ahora que había desaparecidode nuevo. Hiciera lo que hiciese,siempre acababa metido en líos cadavez más gordos. ¿Y si lo expulsabantemporalmente del colegio? ¿Y si ella lomandaba a vivir con su padre, que no lorecibiría precisamente con los brazosabiertos?

—Mira, Jared —señaló Simon.Habían llegado a los alrededores de

Page 88: El arbol metalico - tony di terlizzi

la vieja cantera. La roca estaba talladade forma irregular, de tal manera quehabía trozos de piedra que sobresalíancomo cornisas a lo largo de la abruptapendiente de casi diez metros quedescendía hacia un accidentado valle.Unas espesas vetas de tierra de la quebrotaban algunos hierbajos surcaban lasparedes. La carretera discurría sobreuna estructura elevada de acero porencima de la caverna.

—Qué extraño, eso de extraerpiedras de un sitio, ¿no? —comentóSimon—. Después de todo, son sólopiedras. —Al ver que Simon nocontestaba, añadió—: Parece granito.

Page 89: El arbol metalico - tony di terlizzi

Simon se arrebujó en su chaqueta,que no era muy gruesa.

Jared bajó la vista hacia las paredes,iluminándolas con la linterna, y vio unaveta de óxido sobre un tono ocre. Notenía la menor idea de qué tipo de rocase trataba.

Simon se encogió de hombros.—Bueno, esto... ¿Cómo vamos a

bajar hasta allí?—No lo sé. ¿Por qué no me lo dices

tú, ya que eres tan listo?—Podríamos... —empezó Simon,

pero su voz se apagó.—Intentemos descolgarnos por la

pendiente —sugirió Jared, arrepentido

Page 90: El arbol metalico - tony di terlizzi

de sus anteriores palabras—. Podemossaltar a ese saliente e intentar llegar aotro desde ahí.

Page 91: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 92: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Esto está bastante alto.»

—Esto está bastante alto.Deberíamos conseguir una cuerda o algoasí.

—No hay tiempo para eso —replicóJared bruscamente—. Ten, sujeta lalinterna.

Le pasó el cilindro de metal a suhermano y se sentó al borde delprecipicio. Sin la linterna, al bajar losojos no veía más que una oscuridadnegra e impenetrable. Respiró hondo yse dejó caer hacia una cornisa de rocaque no alcanzaba a vislumbrar.

Page 93: El arbol metalico - tony di terlizzi

Cuando se puso en pie, la luz de lalinterna le deslumbró, cegándolo porunos instantes. Perdió el equilibrio y setambaleó hacia delante.

—¿Estás bien? —preguntó Simondesde arriba.

Jared se llevó la mano a la frente amanera de visera e intentó disimular suenfado.

—Sí. Venga, ahora te toca a ti.Oyó el crujir de la tierra encima de

él mientras Simon se ponía en posición.Jared se apartó a toda prisa del sitiodonde había caído, buscando a tientas unborde que recordaba de forma muy vaga.Simon aterrizó pesadamente a su lado

Page 94: El arbol metalico - tony di terlizzi

con un quejido.

Page 95: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 96: El arbol metalico - tony di terlizzi

La linterna resbaló entre sus manos yse precipitó en el vacío. Golpeó elfondo del valle con un ruido sordo,rebotó una vez y quedó inmóvil,iluminando un estrecho sendero dematorrales y piedras.

—¡Cómo has podido ser tan tonto!—Jared sintió que la ira crecía en suinterior como un ser vivo. En esemomento gritar parecía la única manerade evitar que la rabia se apoderase de élpor completo—. ¿Por qué no me la haslanzado desde arriba? ¿Y si Mallorycorre peligro? ¿Y si se muere por culpade tu estupidez?

Simon alzó la mirada, con los ojos

Page 97: El arbol metalico - tony di terlizzi

llorosos, pero Jared estaba tanconmocionado como él.

—Perdona, Simon, me he pasado —le dijo atropelladamente.

Simon asintió en silencio, pero levolvió la cara.

—Creo que hay otra cornisa allí.¿Ves aquello que sobresale?

Simon no dijo nada.—Yo bajaré primero —dijo Jared.Respiró hondo y se lanzó a la

oscuridad. Golpeó el segundo salientecon fuerza; debía de estar más lejos delo que pensaba. Sus pulmonesexpulsaron todo el aire y sintió unintenso dolor en las manos y las

Page 98: El arbol metalico - tony di terlizzi

rodillas. Se puso en pie despacio. Teníaun desgarrón en los téjanos, a la alturade la rodilla, y un corte que se habíahecho en el brazo empezó a sangrarlelentamente. A pesar de todo, desde ahíestaba a sólo un breve salto del fondo dela cantera.

—¿Jared? —se oyó débilmente lavoz de Simon, que continuaba sentado enla cornisa, más arriba.

—Estoy aquí —respondió Jared—.No te muevas. Iré a buscar la linterna.

Se arrastró hasta donde estaba lalinterna, la recogió y enfocó con ella asu hermano, buscando protuberanciasdonde pudiese agarrarse o huecos en los

Page 99: El arbol metalico - tony di terlizzi

que pudiera apoyarse. Poco a poco,Simon descendió hasta el suelo.Mientras Jared lo esperaba, sinembargo, oyó ecos de un repiqueteo y ungolpeteo lejanos que parecían venir deningún sitio y de todas partes a la vez.

Paseó el haz de luz por toda lacantera y vio más roca recortada conhuellas apenas perceptibles de barrenas.Entonces se preguntó cómo saldrían deallí. Pero antes de que pudiesepreocuparse de eso, la linterna iluminóun gran fragmento de roca quesobresalía de la pared. Cuando la luz sedesplazó por la piedra, el dibujoveteado que formaba el musgo despidió

Page 100: El arbol metalico - tony di terlizzi

un tenue resplandor azulado.—Bioluminiscencia —observó

Simon.—¿Eh? —Jared se acercó.—Es cuando algo irradia luz propia.Aquel brillo mortecino permitió a

Jared entrever bajo el saliente unrectángulo de piedra en el que habíagrabadas unas líneas entrecruzadas. Alfijarse en el centro de la piedra,distinguió la parte superior de unasletras talladas en la roca. Las enfocódirectamente con la linterna.

PELIGRO VACAS BREA REPARTES

Page 101: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Un acertijo —señaló Jared.—No tiene ningún sentido —dijo

Simon.—¿Qué más da? ¿Cómo vamos a

resolverlo?No había tiempo que perder. Ya casi

estaban dentro, muy cerca de Mallory.—Tú resolviste uno en casa —le

recordó Simon y se sentó dándole laespalda a su hermano—. Averígualo tú.

Jared suspiró.—Oye, siento mucho lo que he dicho

antes. Tienes que ayudarme —le rogóJared—. Todo el mundo sabe que tú eresmás listo que yo.

Page 102: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Yo tampoco entiendo el acertijo—aseguró Simon—. Las vacas son lashembras de los toros, ¿verdad? Y lostoros pueden ser peligrosos. Sobre lodemás no se me ocurre nada.

Page 103: El arbol metalico - tony di terlizzi

Jared se fijó de nuevo en laspalabras. Le costaba concentrarse. Labrea es alquitrán, pero ¿de dónde iban asacarla? ¿Qué tenía eso que ver con las

Page 104: El arbol metalico - tony di terlizzi

vacas? ¿Decía algo el cuaderno decampo sobre vacas y brea? Si al menostuviese el libro...

—Eh, espera un segundo —dijoSimon, volviéndose y poniéndose de pie—. Pásame la linterna.

Jared se la dio y lo observó mientrasSimon garabateaba el mensaje en latierra con el dedo.

Después empezó a borrar algunasletras y a escribirlas arriba en un ordendistinto.

GALOPE PRESTAR VECES ARRIBA

Page 105: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¿Qué haces? —Jared se sentójunto a su hermano gemelo.

—Creo que hay que reordenar lasletras para averiguar el mensaje. Escomo esos pasatiempos que siemprehace mamá.

Simon escribió una tercera frase enel polvo.

GOLPEA TRES VECES PARA ABRIR

—¡Vaya! —exclamó Jared.No podía creer que Simon lo

hubiese resuelto solo. Él jamás habría

Page 106: El arbol metalico - tony di terlizzi

dado con la solución.Simon sonrió de oreja a oreja.—Qué fácil.Se aproximó a la puerta y golpeó

tres veces la dura superficie de piedra.En ese momento, el suelo se movió y losdos se precipitaron en el oscuro abismoque se abrió bajo sus pies.

Page 107: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 108: El arbol metalico - tony di terlizzi

«¿Qué tenemos aquí?¡Prisioneros!»

Page 109: El arbol metalico - tony di terlizzi

C

CAPÍTULOCUATRO

Donde los gemelosdescubren

un árbol único en elmundo

ayeron en una red de hilo de metalentretejido. Aullando y pataleando,

Jared intentó levantarse, pero noconsiguió afirmar los pies en ningúnsitio. De pronto, dejó de forcejear yrecibió un codazo de su hermano en la

Page 110: El arbol metalico - tony di terlizzi

oreja.—¡Simon, estate quieto! ¡Mira!El musgo fosforescente que cubría

zonas de las paredes iluminaba el rostrode tres hombrecillos de piel gris comola piedra. Llevaban ropa de tonosapagados, confeccionada con tela basta,pero sus brazaletes de plata en forma deserpiente estaban tan delicadamentetrabajados que parecían deslizarse entorno a los delgados brazos de aquelloshombres; sus collares estaban tejidoscon hilos dorados tan finos que parecíande tela, y sus anillos engastados conpiedras preciosas hacían relucir cadauno de sus mugrientos dedos.

Page 111: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¿Qué tenemos aquí? ¡Prisioneros!—dijo uno de ellos, cuya voz sonabacomo la grava—. Casi nunca capturamosa nadie con vida.

—Enanos —susurró Jared a suhermano.

—Pues no es que se parezcan muchoa los de Blancanieves —respondióSimon, también en susurros.

El segundo enano frotó un mechón depelo de Jared entre sus dedos y sevolvió hacia el que había habladoprimero.

—No son nada del otro mundo,¿verdad? La negrura de su cabellera esopaca y poco llamativa. Su piel no es

Page 112: El arbol metalico - tony di terlizzi

lisa ni blanca como el mármol. En miopinión, su hechura es más bien pobre.Nosotrospodríamoshacerlo muchomejor.

Jaredfrunció el ceño,no muy segurode a qué serefería elenano. Denuevo deseótener el cuaderno de campo. Sólorecordaba que los enanos eranexcelentes artesanos, y que el hierro,

Page 113: El arbol metalico - tony di terlizzi

pese a que ahuyentaba a otros seresfantásticos, no les afectaba en absoluto.Su navaja no le habría servido de nada,aunque no se la hubiera quitado lasubdirectora.

—Hemos venido a buscar a nuestrahermana —les dijo Jared— Queremoshacer un canje.

Un enano soltó una risita, aunqueJared no logró discernir cuál de ellos.Con un chirrido, otro arrastró una jaulaplateada hasta colocarla debajo de lared.

—El korting nos avisó de quevendríais. Está ansioso por conoceros.

—¿Se trata del rey o algo por el

Page 114: El arbol metalico - tony di terlizzi

estilo? —preguntó Simon.Pero los enanos no contestaron. Uno

de ellos tiró de una manija tallada, lared se abrió y los dos chicos cayeronpesadamente dentro de la jaula. Denuevo Jared sintió los rasguños de lasmanos y las rodillas. Le pegó unpuñetazo al suelo metálico.

Page 115: El arbol metalico - tony di terlizzi

Jared y Simon guardaron silenciomientras los transportaban por lostúneles en la jaula con ruedas. Oían elmartilleo más fuerte y reconocible ahoraque estaban bajo tierra, así como elrugido de lo que sonaba como un granfuego. Sobre sus cabezas, la

Page 116: El arbol metalico - tony di terlizzi

fosforescencia alumbraba débilmente elextremo de enormes estalactitas queformaban una especie de bosquecolgante.

Atravesaron una caverna que tenía elsuelo ennegrecido y maloliente a causade los excrementos de los murciélagosque revoloteaban por encima de ellos.Jared intentó reprimir un escalofrío.Cuanto más se adentraban en la gruta,más oscura se volvía. A veces Jaredatisbaba unas sombras que se movían enla penumbra y oía un golpeteo irregular.

Cuando avanzaban por una galeríaestrecha junto a columnas que goteaban,Jared aspiró aliviado aquel aire húmedo

Page 117: El arbol metalico - tony di terlizzi

y cargado de olores minerales, despuésde soportar la pestilencia de losmurciélagos. La siguiente cavernaparecía repleta de objetos metálicosapilados y polvorientos. Una rata doradacon ojos de zafiro salió corriendo deuna copa de malaquita. Un conejoplateado yacía de costado, con una llavepara darle cuerda en el cuello, mientrasuna azucena de platino se abría y secerraba una y otra vez. Simon contemplóla rata metálica con nostalgia.

A continuación entraron en unacueva muy amplia donde unos enanosesculpían imágenes de otros enanos congranito. La repentina claridad

Page 118: El arbol metalico - tony di terlizzi

procedente de los faroles deslumbró aJared, pero al pasar junto a los enanos,le pareció ver que una de las esculturasmovía un brazo.

Desde ahí pasaron a una cavernaenorme donde se alzaba un gigantescoárbol subterráneo. El grueso tronco seelevaba hasta perderse en las tinieblas,y las ramas formaban una bóvedaencima de ellos. El aire vibraba conunos extraños trinos metálicos.

—Eso no puede ser un árbol —señaló Simon—. Aquí no llega el sol. Ysi no hay sol, no hay fotosíntesis.

Jared le echó un vistazo al tronco.—Es de metal —dijo al descubrir

Page 119: El arbol metalico - tony di terlizzi

que las hojaseran de plata.

En lo altodel árbol, unpájaro decobre agitó sus alas mecánicas y miróhacia abajo con sus fríos ojos deazabache.

—El primer árbol de hierro —dijouno de los enanos—. Contemplad,mortales, una belleza que jamás semarchitará.

Jared alzó la vista y admiró,boquiabierto, una pieza de metal forjadacon una superficie tan áspera como lacorteza de un árbol y que se dividía en

Page 120: El arbol metalico - tony di terlizzi

varias ramas retorcidas, junto a otrapieza tan delicada como una filigrana.Cada hoja era única, curva y connervaduras como una hoja de verdad.

—¿Por qué nos llamáis mortales? —preguntó Jared.

Page 121: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 122: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Contemplad, mortales,una belleza que jamás se

marchitará.»

—¿No entendéis vuestra propialengua? —resopló un enano—. Significaque estáis condenados a morir. ¿Cómoqueréis que os llamemos, si no? La vidade los vuestros se extingue en un abrir ycerrar de ojos. —Se inclinó hacia losbarrotes de la jaula y les dedicó unguiño.

Varios pasadizos que partían de lacaverna desembocaban en corredorestan sombríos que Jared no alcanzaba a

Page 123: El arbol metalico - tony di terlizzi

ver adonde conducían. La jaula enfilópor uno de ellos, un pasillo anchobordeado de columnas que acababa enuna cámara más pequeña. Sentado en untrono labrado en una enorme estalagmitahabía otro hombre de piel gris. Teníauna barba negra y espesa. Los ojos lebrillaban como gemas verdosas. Unperro de metal, tendido delante del tronosobre una alfombra de piel de ciervo,respiraba rítmicamente con un silbidometálico, como si durmiese de verdad.En su espalda, una llave girabadespacio, sin parar. En torno al reyhabía otros enanos, todos ellos callados.

Page 124: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 125: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Mi señor kort ing.»

—Mi señor korting —dijo uno delos enanos—, tenías razón: han venido abuscar a su hermana.

—Mulgarath me avisó de quevendríais. —El korting se levantó—.Qué fortuna la vuestra, qué honor paravosotros presenciar el principio del findel imperio de los humanos.

—¿A mí qué me cuentas? —espetóJared—. Lo que me interesa saber esdónde está Mallory.

El korting frunció el ceño.—Traedla —ordenó, y varios

Page 126: El arbol metalico - tony di terlizzi

enanos salieron de la sala arrastrandolos pies —. Harías bien en medir tuspalabras. Pronto Mulgarath reinarásobre el mundo entero, y nosotros, susfieles sirvientes, estaremos a su lado.Arrasará la tierra para abrirnos paso, ynosotros plantaremos un glorioso bosquede árboles de hierro. Reconstruiremos elmundo con plata, cobre y acero.

Simon se arrastró hasta el borde dela jaula.

—Eso es absurdo. ¿Qué comerían?¿Cómo piensa respirar, si no hay plantasque produzcan oxígeno?

Jared le sonrió a Simon. A veces noera tan malo tener un hermano gemelo

Page 127: El arbol metalico - tony di terlizzi

sabelotodo.El ceño del señor de los enanos se

arrugó aún más.—¿Niegas acaso que los enanos son

los artesanos más habilidosos que jamáshayas visto? No hay más que mirar a misabueso para comprobar nuestrasuperioridad. Su cuerpo plateado es másbello que cualquier pelaje, corre comoel viento y no necesita alimento alguno.Además, no es baboso ni pedigüeño.

El korting empujó suavemente alperro con el pie. El animal se dio lavuelta y se desperezó antes de reanudarsu sibilante sueño.

—No creo que Simon se refiriese a

Page 128: El arbol metalico - tony di terlizzi

eso —precisó Jared, pero seinterrumpió al ver que seis enanosentraban en la cámara llevando ahombros una caja de cristal alargada.

—¡Mallory!

Jared se quedó mirando la caja conun nudo en la garganta. Parecía un ataúd.

—¿Qué le habéis hecho a nuestrahermana? —quiso saber Simon,

Page 129: El arbol metalico - tony di terlizzi

palideciendo—. No está muerta,¿verdad?

—Todo lo contrario —respondió elseñor de los enanos con una sonrisa—.Así nunca morirá. Fijaos bien en ella.

Los enanos depositaron la caja decristal sobre una base de piedra conadornos esculpidos, junto a la jaula deJared y Simon.

Habían peinado muy bien a Malloryy le habían hecho una trenza que caíajunto a su rostro blanco como la cera.Un aro de hojas de metal hacía las vecesde diadema. Sus labios y mejillas, muymaquillados, parecían los de unamuñeca, y sostenía entre sus manos la

Page 130: El arbol metalico - tony di terlizzi

empuñadura de una espada pateada. Lehabían puesto un vestido blanco de finoencaje. Tenía los ojos cerrados, y Jaredcasi temía que si los abría, fueran devidrio.

Page 131: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 132: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¿Qué le habéis hecho? —repitióSimon—. No parece Mallory enabsoluto.

—Su belleza y juventud jamás seextinguirán —aseveró el korting—.Fuera de esa caja estaría condenada aenvejecer, morir y descomponerse; lamaldición de todo mortal.

—Creo que Mallory preferiríasoportar su condena —dijo Jared.

El señor de los enanos resopló.—Como queráis. ¿Qué me ofrecéis a

cambio?Jared hurgó en su mochila y extrajo

el libro envuelto en la toalla.—La guía de campo de Arthur

Page 133: El arbol metalico - tony di terlizzi

Spiderwick.El muchacho sintió una punzada de

remordimiento por mentir, pero ladesechó sin contemplaciones.

El korting se frotó las manos.—Excelente. Tal como estaba

previsto. Dadme el libro, pues.—¿Y nos devolveréis a nuestra

hermana?—Será toda vuestra.Jared le tendió la falsa guía de

campo, y uno de los enanos se laarrebató por entre los barrotes. El señorde los enanos ni siquiera se molestó enecharle una ojeada.

—Llevaos la preciosa jaula a la

Page 134: El arbol metalico - tony di terlizzi

cámara del tesoro y colocad la caja decristal junto a ella.

—¿Qué? —exclamó Jared—. ¡Perosi habíamos hecho un trato!

—Y yo estoy cumpliendo mi parte—repuso el korting con una sonrisadesdeñosa—. Vosotros me pedisteis queos entregara a vuestra hermana, pero enningún momento hablamos de vuestralibertad.

—¡No! ¡No puedes!Jared golpeó los barrotes con ambas

manos, pero eso no impidió que losenanos empujasen la jaula rodante haciaun corredor lóbrego. Jared no se atrevióa mirar a su hermano. Después de

Page 135: El arbol metalico - tony di terlizzi

haberle gritado tanto, él mismo habíametido la pata: no había sido lo bastanteastuto. Se sentía agotado, insignificantey patético. Sólo era un chico. ¿Cómo ibaa encontrar la manera de salir desemejante atolladero?

Page 136: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 137: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Tendréis que darnos decomer.»

Page 138: El arbol metalico - tony di terlizzi

J

CAPÍTULO CINCO

Donde Jared y Simondespiertan a la bella

durmiente

ared apenas se fijó en el trayecto queseguían hacia la cámara del tesoro.

Cerró los ojos para intentar contener lasardientes lágrimas.

—Hemos llegado —anunció elenano que los había conducido hasta ahí.Su barba era blanca, y llevaba una anillacon llaves colgada de la cintura. Se

Page 139: El arbol metalico - tony di terlizzi

volvió hacia el grupo que transportabala caja en la que yacía Mallory—.Dejadla aquí mismo.

La cámara del tesoro estabailuminada con un solo farol, pero losmontones de oro reluciente reflejaban laluz de tal manera que no estabademasiado oscuro. Un pavo realplateado con tachuelas de lapislázuli ycoral picoteaba, más por aburrimientoque por mala intención, a un ratón decobre sentado sobre un jarrón.

El enano de barba blanca se quedóobservándolos detenidamente mientraslos demás salían en tropel. Les dedicóuna sonrisa afectuosa.

Page 140: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Os buscaré algo para que juguéis.¿Unos cantillos, tal vez? Incluso seponen de pie y saltan en el aire ellossolos.

—Tengo hambre —se quejó Simon—. No somos mecánicos. Si vais aretenernos aquí, tendréis que darnos decomer.

—Muy cierto —dijo el enano,entornando los ojos—. Os traeré un puréde arañas con nabos. Os sentará demaravilla.

—¿Cómo piensas dárnoslo? —inquirió Jared de pronto—. Esta jaula notiene puertas.

—Sí que hay una puerta —replicó el

Page 141: El arbol metalico - tony di terlizzi

enano—. Yo mismo construí esta jaula.Sólida, ¿verdad?

—Sí —respondió Jared —. Muysólida.

Puso los ojos en blanco, harto de lasituación. ¿No era ya bastante malo quelos hubiesen engañado y estuviesenencerrados en una jaula, como para queaquel enano encima se lo restregase porlas narices?

—¿Sabéis? La cerradura está dentrode este barrote. —El enano le dio unosgolpecitos con el dedo a uno de losbarrotes—. Tuve que fabricar unosgoznes diminutos... Utilicé un martillodel tamaño de un alfiler. Si os fijáis

Page 142: El arbol metalico - tony di terlizzi

bien, veréis la ranura de la puerta.—¿Puedes abrirla? —preguntó

Simon.Jared lo miró, extrañado. ¿Había

estado Simon urdiendo un plan mientrasél estaba demasiado ocupado con suenfado?

Page 143: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 144: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¿Queréis verla en acción? —preguntó el enano.

—Sí —contestó Jared, que no podíacreer que fuesen a tener tanta suerte.

—Bueno, muy bien, muchachos.Ahora apartaos un poco. Eso es. Sólouna vez, y después os traeré algo decomer. Qué gusto poder usar por fintodas estas cosas.

Page 145: El arbol metalico - tony di terlizzi

Jared lesonrió comoparaanimarlo. Elenano sacóuna llavepequeña del

aro que llevaba colgado de la cintura.Tenía el tamaño y la forma de un silbato,con un intrincado dibujo en relieve. Lainsertó en uno de los barrotes, aunqueJared no alcanzó a ver el agujero desdela parte de la jaula donde estaba. Elenano giró la muñeca, y el barrote enterocomenzó a emitir una serie dechasquidos, golpeteos y zumbidos

Page 146: El arbol metalico - tony di terlizzi

mecánicos.—Ya está. —El enano tiró del

barrote, y una sección frontal de la jaulase abrió girando en torno a unas bisagrasocultas. Sin embargo, justo cuando loschicos se disponían a abalanzarse haciala puerta, el enano la cerró rápidamente—. No habría sido tan divertido si nohubierais intentado escapar —se burló,sujetándose de nuevo el manojo dellaves al cinto.

Pero en ese momento la mano deJared salió disparada hacia delante yagarró la anilla de llaves, que cayeron alsuelo con gran estrépito.

Simon las recogió antes de que lo

Page 147: El arbol metalico - tony di terlizzi

hiciera el enano.—¡Eh! ¡Eso no vale! —exclamó éste

—. ¡Devuélveme eso!Simon negó con la cabeza.—Pero tienes que dármelas. Sois

prisioneros. No podéis quedaros con lasllaves.

—No vamos a devolvértelas —replicó Jared.

El enano pareció alarmarse. Sedirigió a toda prisa a la entrada de lacámara.

—¡Rápido! —gritó—. ¡Que vengaalguien! ¡Avisad a los guardias! ¡Losprisioneros se escapan! —Como nadievenía, clavó la mirada en Jared y Simon

Page 148: El arbol metalico - tony di terlizzi

—. Más vale que os quedéis dondeestáis —les advirtió, y se alejócorriendo por el pasillo, mientrasllamaba a los guardias.

Simon acopló la llave a la puerta ylos dos salieron de la jaula de un salto.

—¡Date prisa, que vienen!—¡Tenemos que rescatar a Mallory!—No hay tiempo —repuso Simon

—. Tendremos que volver más tarde.—Espera —le dijo Jared—.

¡Escondámonos aquí! Pensarán quehemos huido.

El pánico se apoderó de Simon.—¿Dónde?—¡Encima de la jaula! —Jared

Page 149: El arbol metalico - tony di terlizzi

señaló el techo plateado de la jaula, queparecía bastante sólido. Se encaramó aun montón de objetos preciosos y trepóhasta allí—. ¡Vamos!

Page 150: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 151: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Tampoco están aquí.»

Simon subió una parte y Jared loaupó hasta arriba. Apenas tuvierontiempo de agazaparse antes de que losenanos irrumpiesen en la cámara.

—Tampoco están aquí —dijo uno deellos—. Ni en el pasillo ni en ningunade las cámaras cercanas.

Jared, encogido contra el frío metal,sonrió.

—Dadles cuerda a los perros. Elloslos encontrarán.

—¿Perros? —susurró Simon a Jaredmientras los enanos salían de la cámara

Page 152: El arbol metalico - tony di terlizzi

arrastrando los pies.—¿Cuál es el problema? —preguntó

Jared con una sonrisa, eufórico por eléxito de su plan—. A ti te encantan losperros.

Simon puso los ojos en blanco ybajó de un salto. Al caer tumbó uncandelabro y esparció varios trozos dehematites por el suelo. Recogió uno y selo guardó en el bolsillo.

—Chsss —siseó Jared, tratando dedescolgarse sin hacer ruido, aunque porpoco derriba un pequeño rosal de cobre.

Se arrodillaron junto a la caja decristal y Jared descorrió el pestillo de latapa. Al abrirla se oyó un silbido, como

Page 153: El arbol metalico - tony di terlizzi

si un gas invisible escapase de la caja.Mallory yacía inmóvil en el interior.

—Mallory —dijo Jared—.Levántate.

Tiró de su brazo, pero cuando losoltó éste cayó inerte sobre su pecho.

—¿Crees que a lo mejor alguientiene que besarla, como a Blancanieves?—preguntó Simon.

—Qué asco.

Page 154: El arbol metalico - tony di terlizzi

Jared no recordaba haber leído nadasobre besos en el cuaderno de campo,pero tampoco recordaba nada sobreataúdes de cristal. Se inclinó y le plantóun beso rápido en la mejilla. Nada.

—Tenemos que hacer algo —dijoSimon—. No nos queda mucho tiempo.

Jared tiró con fuerza del pelo de

Page 155: El arbol metalico - tony di terlizzi

Mallory. Ella se removió ligeramente yentreabrió los ojos. Jared suspiró dealivio.

—Déjamenpaz... —murmuró ella, eintentó volverse de costado.

—Ayúdame a levantarla —pidióJared, quitándole la espada de encima ydepositándola en el suelo.

Juntos consiguieron alzarla un poco,pero se les deslizó entre las manos yquedó acostada de nuevo.

—Vamos, Mallory —le dijo Jared aloído—. ¡Despierta!

Simon le dio unos cachetes. Ella seretorció otra vez y abrió los ojos,aturdida.

Page 156: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¿Qué...? —murmuró.—Tienes que salir de aquí —dijo

Simon—. ¡Levántate!

Page 157: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 158: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Apóyate en la espadacomo en una muleta.»

—Apóyate en la espada como en unamuleta —le sugirió Jared.

Con la ayuda de sus hermanos,Mallory logró ponerse de pie y sedirigió tambaleándose hacia el pasillo.Estaba desierto.

—Por una vez —comentó Simon—parece que las cosas están saliendobien.

Justo entonces se oyó a lo lejos elsonido hueco y metálico de un ladrido.

Page 159: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 160: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Laspiedras.Laspiedrashablan.

Laspiedrasmehablan.»

Page 161: El arbol metalico - tony di terlizzi

J

CAPÍTULO SEIS

Donde las piedras hablan

ared y Simon corrían, prácticamentearrastrando a Mallory por pasillos y

salas estrechas y mal iluminadas.Pasaron por un puente que atravesabauna cámara central donde el kortingsupervisaba el trabajo de unos enanos.Los ladridos, al principio muy lejanos,sonaban más próximos y frenéticos.Recorrieron una cámara tras otra,parapetándose tras estalagmitas cuando

Page 162: El arbol metalico - tony di terlizzi

oían que había enanos cerca, y despuésse escabullían y echaban a correr denuevo.

Jared sedetuvo en unacaverna dondehabía unacharca en laque nadabanpeces blancosy ciegos. Unaspequeñaspiedraspermanecían

en equilibrio sobre las estalagmitas y elespacio resonaba con el sonido de gotas

Page 163: El arbol metalico - tony di terlizzi

que caían casi al unísono con ungolpeteo rítmico y extraño.

—¿Dónde estamos?—No estoy seguro —dijo Simon—.

Me habría acordado de esos peces si loshubiese visto antes. Creo que no nostrajeron por este camino.

—¿Dónde estamos? —gimióMallory, bamboleándose.

—No podemos regresar —dijoJared, nervioso —. Tenemos que seguiradelante.

Una figura diminuta emergió de lassombras. Tenía unos grandes ojos quebrillaban en la penumbra. Variasbolsitas hechas de retazos cosidos

Page 164: El arbol metalico - tony di terlizzi

colgaban de su cinturón.—¿Qué... qué es eso? —musitó

Simon.La criatura dio unos golpecitos en la

pared con un dedo largo ymultiarticulado, y luego arrimó una desus grandes orejas a la piedra. Jaredadvirtió que tenía las uñasresquebrajadas y rotas.

—Laspiedras. Laspiedrashablan.Laspiedrasmehablan —hablaba con unavoz susurrante y aguda. Jared tuvo queaguzar el oído para distinguir laspalabras. La criatura dio otrosgolpecitos a la pared, en una especie decódigo Morse desquiciado.

Page 165: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Oye —la abordó Jared—. Esto...¿sabes por dónde se sale de aquí?

—Chsss.El extraño ser cerró los ojos y

asintió con la cabeza al oír unos sonidosextraños y lejanos. Luego saltó a losbrazos de Jared, asiéndose con fuerza desu cuello. Jared se tambaleó hacia atrás.

—¡Sí! ¡Sí!Laspiedrasdicenquenosarrastremosporaquí—Apuntó con el dedo hacia laoscuridad, a un punto situado al otrolado de la charca de los peces blancos.

—Eh... estupendo, gracias.Jared intentó desprenderse la

criatura del cuello. Al final el ser se

Page 166: El arbol metalico - tony di terlizzi

soltó, gateó hasta la pared y reanudó losgolpecitos.

—Pero ¿qué es eso? —preguntóJared a Simón en voz baja—. ¿Un enanomás raro de lo normal?

—Un asentidor o un golpeante, creo—respondió Jared—. Viven en minas yavisan a los mineros cuando se va aproducir un derrumbe o algo parecido.

—¿Están todos locos? —inquirióSimon con una mueca—. Lo suyo es aúnmás grave que lo del phooka.

—Parati, JaredGrace.La criatura colocó un guijarro liso y

frío en la palma de la mano de Jared.—Lapiedraquiereircontigo.

Page 167: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 168: El arbol metalico - tony di terlizzi

«Laspiedrashablan.»

—Esto... gracias —dijo Jared—.Ahora debemos irnos. —Echó a andarhacia el sitio que el asentidor-golpeanteo lo que fuera les había señalado. Amedida que se acercaba, le parecióvislumbrar una grieta.

—Un momento. ¿Cómo sabías elnombre de Jared? —preguntó Mallory,que seguía a sus hermanos condificultad.

Jared se volvió, confundido derepente.

—Es verdad. ¿Cómo has sabido mi

Page 169: El arbol metalico - tony di terlizzi

nombre? —quiso saber.La criatura dio una nueva serie de

golpecitos irregulares a la pared de lacueva.

—Laspiedrasmehablan.Laspiedraslosabentodo.

—Claaaaro.Jared siguió andando. Por lo visto,

la criatura les había indicado el caminohacia una pequeña abertura en la paredde la caverna. El agujero estaba muycerca del suelo y muy oscuro. Jared sepuso a cuatro patas y se internó en él. Elsuelo de la cueva estaba húmedo, y devez en cuando le parecía oír algoreptando o correteando justo delante de

Page 170: El arbol metalico - tony di terlizzi

él. Sus hermanos lo seguían, también agatas. En una o dos ocasiones oyó a unode ellos jadear, pero no aminoró lamarcha. Los ladridos de los perrostodavía retumbaban en las cavernas.

Salieron a la sala del árbol dehierro.

Page 171: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 172: El arbol metalico - tony di terlizzi

Saltaron juntos.

—Creo que es por ahí —dijo Jared,apuntando a una de las galerías.

Corrieron por el sendero hasta quellegaron a una enorme grieta, que medíade ancho casi lo mismo que Jared dealto. Miró hacia abajo: las paredes de lagrieta descendían hasta perderse en laoscuridad, como si no tuviese fondo.

—¡Tendremos que saltar! —dijoSimon—. ¡Vamos!

—¿Qué? —titubeó Mallory.Oyeron los ladridos a su espalda,

muy cerca. Jared vislumbró el brillo de

Page 173: El arbol metalico - tony di terlizzi

unos ojos rojos. Simon retrocedió, tomóimpulso y brincó por encima de lagrieta.

—¡Tienes que hacerlo! —dijo Jareda su hermana, tomándola de la mano.

Saltaron juntos. Mallory se tambaleócuando sus pies golpearon la roca, perocayó hacia delante, sobre el suelo de lacueva, sin hacerse ningún daño. Actoseguido arrancaron a correr de nuevo,esperando que los perros no fuerancapaces de saltar la distancia que ellosacababan de salvar.

Sin embargo, el pasadizo daba lavuelta, de modo que salieron de nuevo ala cámara central, debajo de las enormes

Page 174: El arbol metalico - tony di terlizzi

ramas pobladas de ruidosos pájarosmetálicos.

—¿Por dónde hay que ir? —gimióMallory, apoyándose en la espadaenvainada.

—No lo sé —contestó Jaredintentando recuperar el aliento—. ¡No losé! ¡No lo sé!

—Creo que tal vez por ahí —propuso Simon.

—¡Ya hemos ido por ahí, y hemosvenido a dar aquí de nuevo!

Los ladridos se oían tan cerca queJared temía que irrumpiesen en lacámara de un momento a otro. No teníala menor idea de qué hacer.

Page 175: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¿Cómo es posible que noconozcáis el camino? —se desesperóMallory—. ¿No os acordáis de cómollegasteis aquí?

—¡Lo estoy intentando! ¡Estabaoscuro, e íbamos encerrados en unajaula! ¿Qué quieres que haga? —Jaredle asestó una patada a la base del árbolcomo para subrayar sus palabras.

Las hojas se agitaron y, alentrechocar, emitieron un estruendocomo de mil campanillas. El ruido eraensordecedor. Uno de los pájaros decobre cayó desde lo alto y se quedó enel suelo, batiendo las alas y abriendo ycerrando el pico sin producir sonido

Page 176: El arbol metalico - tony di terlizzi

alguno.—Oh, maldita sea —dijo Mallory.Desde distintas galerías llegaron

corriendo varios perros metálicos, y suscuerpos brillantes y articuladoscubrieron sin esfuerzo la distancia quelos separaba de los hermanos. Sus ojosde granate centelleaban.

—¡Trepad! —gritó Jared, con el pieen la rama más baja y tendiéndole lamano a su hermana.

Simon ascendió como buenamentepudo por la rugosa corteza de hierro.Mallory, todavía aturdida, trataba deauparse con la ayuda de Jared.

—¡Rápido, Mallory! —imploró

Page 177: El arbol metalico - tony di terlizzi

Simon.

Page 178: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 179: El arbol metalico - tony di terlizzi

Llegaron corriendovarios perros metálicos.

Ella logró subir la pierna sobre unarama justo cuando un perro seabalanzaba hacia ella. Sus dientes secerraron sobre la orilla de su vestido yse lo desgarraron. Los otros perrossaltaron en jauría sobre el trozo de tela ylo hicieron jirones.

Jared arrojó con fuerza el guijarroque llevaba en la mano. Pasó rozando lacabeza del perro y rodó inútilmente porel suelo de la caverna.

Uno de los perros salió disparado

Page 180: El arbol metalico - tony di terlizzi

detrás de la piedra. Al principio Jaredcreyó que tal vez fuese mágica, peroluego advirtió que el perro la traía deregreso entre sus dientes, meneando lacola metálica como un látigo.

—Simon —dijo Jared—. Me pareceque ese perro está jugando.

Simon observó al perro por unosinstantes y empezó a deslizarse troncoabajo.

—Pero ¿qué haces? —inquirióMallory—. ¡Los perros robot de metalno son animales de compañía!

—No te preocupes —le gritó Simondesde abajo.

Bajó al suelo de un salto y los

Page 181: El arbol metalico - tony di terlizzi

perros dejaron de ladrar de golpe. Loolisquearon durante un rato comointentando decidir si morderlo o no.Simon permanecía muy quieto. Jared lomiraba, conteniendo la respiración.

Page 182: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Buenos chicos —los aplacóSimon, con un temblor apenasperceptible en la voz—. ¿Queréis jugar?

Page 183: El arbol metalico - tony di terlizzi

¿Queréis que lance algo para que vayáisa buscarlo? —Se agachó y con todacautela retiró la piedra de entre losdientes metálicos del perro.

Todos los demás se pusieron abrincar al mismo tiempo, ladrandoalegremente. Simon les dedicó unasonrisa a sus hermanos.

—Debo de estar soñando —semaravilló Mallory.

Simon arrojó la piedra, y los cincoperros echaron a correr en pos de ella.Uno de ellos la atrapó entre lasmandíbulas y regresó pavoneándose muyorgulloso delante de los otros, que loseguían entusiasmados, con las lenguas

Page 184: El arbol metalico - tony di terlizzi

plateadas colgando.Simon lanzó el guijarro tres veces

más antes de que Jared lo llamase.—Tenemos que irnos —le recordó

—. Los enanos nos encontrarán si no nosdamos prisa.

Simon parecía decepcionado.—Vale —respondió y, acto seguido,

tomó impulso y arrojó la piedra contodas sus fuerzas hacia la sala contigua.Los perros se lanzaron tras ella a todavelocidad—. ¡Venga, rápido!

Jared y Mallory bajaron de un salto,y los tres se escabulleron por la pequeñagrieta abierta en la pared. Jared bloqueóla entrada con su mochila. Ya oía los

Page 185: El arbol metalico - tony di terlizzi

gañidos de los perros, que se pusieron arascar la tela.

Avanzaron a tientas en la oscuridad,pero debía de haber una bifurcación enel túnel que antes habían pasado poralto, pues esta vez avistaron una luzsuave y cálida al final de la galería.Cuando salieron a la superficie, vieronque estaban encima de la cantera, sobreuna hierba cubierta de rocío. Elamanecer teñía de rojo el cielo del este.

Page 186: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 187: El arbol metalico - tony di terlizzi

«¿Qué ha pasado?»

Page 188: El arbol metalico - tony di terlizzi

M

CAPÍTULO SIETE

Donde se comete unat raición inesperada

allory se miró con cara de asco.—Odio los vestidos. ¿Qué ha

pasado? ¿Por qué he despertado en unacaja de cristal?

Jared sacudió la cabeza.—No estamos muy seguros...

Supongo que los enanos te capturaron dealguna manera. ¿Te acuerdas de algo?

—Estaba guardando mis cosas

Page 189: El arbol metalico - tony di terlizzi

después del combate. —Se encogió dehombros—. Un chico me dijo que tehabías metido en un lío.

—Silencio —la acalló Simon,señalando la cantera—. Agachaos.

Se arrodillaron sobre la hierba y seasomaron al borde. Una horda de trasgosemergió de las cuevas, correteando,dando volteretas, haciendo rechinar losdientes y aullando, antes de abrirse enabanico y husmear el aire. Tras ellosavanzaba un monstruo descomunal conramas secas en lugar de pelo. El ogrollevaba puestos los restos andrajosos yoscuros de prendas de otra época, y doscuernos curvos sobresalían de su frente.

Page 190: El arbol metalico - tony di terlizzi

El korting y sus enanos cortesanosaparecieron en la entrada de la cueva.Los seguían otros trasgos que tiraban deun carro repleto de armas relucientes.Delante de este último grupo avanzabaun prisionero dando traspiés. Tenía laestatura de un humano adulto, llevaba lacara tapada con un saco y las muñecas ylos tobillos atados con trapos sucios.

Page 191: El arbol metalico - tony di terlizzi

Había algo familiar en esa persona.Los trasgos lo llevaron a empujoneshasta la cantera, lejos de donde seencontraba el monstruo.

Page 192: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¿Quién esése? —susurróMallory,aguzando lavista.

—No lo veobien —dijoJared—. ¿Paraqué querrán unprisionero?

El korting, nervioso, carraspeó, y elsilencio se impuso sobre la multitud.

—Gran señor Mulgarath, teagradecemos el honor que nos concedesal dejar que te sirvamos.

Mulgarath se detuvo. El ogro volvió

Page 193: El arbol metalico - tony di terlizzi

hacia los enanos la enorme cabezaastada, que se alzaba imponente sobre ladel resto de las criaturas, con un gestodesdeñoso.

Jared tragó saliva. Mulgarath. Estapalabra no significaba antes gran cosapara él, pero ahora estaba asustado.Aunque sabía que el monstruo no podíaverlo, notó que sus negros ojos recorríana la multitud y le entraron ganas deencogerse más aún.

Page 194: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 195: El arbol metalico - tony di terlizzi

—¿Son éstas todas las armas quepedí? —La voz sonora de Mulgarathretumbó en la cantera. Apuntó al carro.

—Sí, por supuesto —contestó elseñor de los enanos—. Es una muestrade nuestra lealtad y entrega a tu nuevorégimen. No encontrarás hojas másafiladas ni mejores piezas de artesanía.Lo juro por mi vida.

—¿Ah, sí? —inquirió el ogro.Extrajo el falso cuaderno de campo deJared de un bolsillo—. ¿También juraspor tu vida que éste es el libro que teordené que consiguieras para mí?

—Yo... yo... —titubeó el señor delos enanos—. He hecho lo que me

Page 196: El arbol metalico - tony di terlizzi

mandaste.El ogro sostuvo en alto el maltratado

libro y soltó una carcajada. Jared se diocuenta de que era la misma carcajadaque el falso Jared había soltado en elpasillo del colegio. Se le escapó ungrito ahogado, y Mallory le propinó uncodazo.

—Te han engañado, señor de losenanos. Pero no tiene importancia. Laguía de campo de Arthur Spiderwickobra en mi poder —aseguró Mulgarath—. Era lo único que me faltaba para darcomienzo a mi reinado.

El enano hizo una profundareverencia.

Page 197: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Eres el más grande, sin duda —loalabó el korting—. El más digno de losamos.

—Quizá yo sea el amo más grande,pero no estoy tan convencido de quevosotros seáis vasallos dignos. —Alzóla mano, y sus trasgos interrumpieronabruptamente el bullicio y el barullo—.¡Matadlos!

Page 198: El arbol metalico - tony di terlizzi

Todo ocurrió tandeprisa que Jared no seenteró bien de lo quesucedía. Los trasgosavanzaron como un solohombre; algunos de ellosse pararon a cogeralguna de las armasforjadas por los enanos,pero la mayoría se lanzóal ataque con uñas ydientes. Los enanos, sinsaber cómo reaccionar,prorrumpieron en gritosde sorpresa, y lostrasgos aprovecharon

Page 199: El arbol metalico - tony di terlizzi

esos instantes de pánico y confusiónpara echárseles encima.

Los trasgos lucharon con esfuerzohasta que no quedó en pie ni un enano.

Jared se sentía mareado yentumecido. Nunca antes habíapresenciado una matanza. Bajó la vista yle entraron ganas de vomitar.

—Debemos detenerlos.—No podemos hacerlo solos. Mira

cuántos son —repuso Mallory.Jared posó la mirada en la espada

que empuñaba Mallory, cuya fina hojarelumbraba a la luz del sol de lamañana. No les serviría de nada si seenfrentasen a todos esos trasgos.

Page 200: El arbol metalico - tony di terlizzi

—Tenemos que contarle a mamá loque está pasando —dijo Simon.

—¡No nos va a creer! —replicóJared. Se enjugó las lágrimas con lamanga de la camisa, intentando no mirarlos cuerpos destrozados que yacían en lacantera—. ¿Qué hacemos si no nos cree?

—Tenemos que intentarlo —dijoMallory.

Y así, mientras los alaridos de losenanos les resonaban en los oídos, lostres hermanos Grace emprendieron elcamino de regreso a casa.

Page 201: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 202: El arbol metalico - tony di terlizzi

Sobre TONYDiTERLIZZI...

Autor de éxito del New York Times,Tony DiTerlizzi es el creador de la obraganadora del premio Zena SutherlandTed, Jimmmy Zanwow’s Out-of-This-Word Moon Pie Adventure, así como delas ilustraciones por los libros de TonyJohnson destinados a lectores noveles.Más recientemente, su cinematográficaversión del clásico de Mary Howitt TheSpider and the Fly recibió el CaldecottHonor. Por otra parte, los dibujos deTony han decorado la obra de nombres

Page 203: El arbol metalico - tony di terlizzi

tan conocidos de la literatura fantásticacomo J.R.R. Tolkien, Anne McCaffrey,Peter S. Beagle y Greg Bear. Reside consu mujer, Angela, y con su perro Goblin,en Amherst, Massachusetts. Visita aTony en la Red: www.diterlizzi.com

y sobre HOLLYBLACK

Coleccionista ávida de libros raros

Page 204: El arbol metalico - tony di terlizzi

sobre folclore, Holly Black pasó susaños de infancia en una decadente casavictoriana en la que su madre leproporcionó una dieta alta en historiasde fantasmas y cuentos de hadas. De estemodo, su primera novela: El Tributo dela Corte Oscura es un guiño de terror yde lo más artístico al mundo de lashadas. Publicado en el otoño de 2002,recibió buenas críticas y una mención dela American Library Association paraliteratura juvenil. Vive en West LongBrach, New Jersey, con su marido,Theo, y una remarcable colección deanimales. Visita a Holly en la red:www.blackholly.com.

Page 205: El arbol metalico - tony di terlizzi

Tony y Holly continúan trabajandodía y noche, lidiando con todo tipo deseres mágicos para ofreceros la historiade los niños Grace.

Page 206: El arbol metalico - tony di terlizzi

¿Han capturado a alguien?¿El cuaderno ha volado?

¿Qué podrán hacer ahorat res niños cansados?

Page 207: El arbol metalico - tony di terlizzi

¿Podrán enfrentarse al

Page 208: El arbol metalico - tony di terlizzi

ogroy a su plan t remebundode envenenar la t ierray conquistar el mundo?

¿Habrá alguien, lobastante

fuerte, valiente y act ivopara luchar cont ra el

monst ruo,derrotarlo y seguir vivo?

Page 209: El arbol metalico - tony di terlizzi

¿Dónde está nuest ro

Page 210: El arbol metalico - tony di terlizzi

héroe?Sigue leyendo y lo

sabrás…

Page 211: El arbol metalico - tony di terlizzi

AGRADECIMIENTOS

Tony y Holly quieren agradecerel tino de Steve y Dianna,

la honestidad de Starr,las ganas de compartir el viaje de Myles

y Liza,la ayuda de Ellen y Julie,

la incansable fe de Kevin en nosotros,y especialmente la paciencia

de Angela y Theo,inquebrantable incluso en noches enteras

de interminables discusionessobre Spiderwick.

Page 212: El arbol metalico - tony di terlizzi

El tipo utilizado para la composiciónde este libro es Cochin. La tipografíade las ilustraciones es Nevis Hand y

Rackham.Las ilustraciones originales son a lápiz y

tinta.

Page 213: El arbol metalico - tony di terlizzi
Page 214: El arbol metalico - tony di terlizzi

Copia de la not ificaciónde expulsión de Jared

Grace