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ediciones delp radO , AN I BAL APLASTA , AL EJERCITO DE ROMA BATALLAS DE LA HISTORIA 27 MILlTARY
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Ejercitos y Batallas 55 - Cannas 216 a de C

Jul 02, 2015

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Decisiva victoria de Anibal sobre las legiones romanas. Su obra maestra como general
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BATALLAS DE LA HISTORIA 27

CANNAS 216 a. C. MARK HEALY

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BATALLAS DE LA HISTORIA 27

CANNAS 216 a. C. ,

AN I BAL APLASTA AL , EJERCITO DE ROMA

.... El infante pesado africano ilustrado a la izquierda de la lámina viste una cota de malla robada a un legio­nario muerto tras la batalla del lago Trasimeno. En la época de Cannas, Aníbal había equiPado a muchos de sus soldados con material capturado, de forma que Livio pudo observar que el día de la batalla los africa­nos se parecían a los romanos . Otros es posible que vis­tieran una panoPlia romana completa, pero el ejemPlo

MAR K HEALY

presentado sigue equiPado con su casco, escudo y pica larga de tipo macedónico. La figura montada ilustra perfectamente la panoPlia de estilo griego de un infante pesado africano antes del 217. La coraza y las perneras de lino eran consideradas por Aníbal claramente menos eficaces que las pesadas cotas de malla. La media luna y el disco están destinados a ser una muestra precisa de las normas cartaginesas. (Dibujo de Richard Hook)

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Dirección Editorial: Juan María Martínez. Dirección Técnica: Eduardo Peñalba. Coordinación Editorial: Juan Ramón Azaola. Supervisión y adaptación: Javier de Benito. Comité de Redacción: Manuel Baños, Bernardo Rincón, M. J. Ramírez. Edición: Luis Garda, lñigo Castro, Francisco Perales. Fotografía y Documentación Gráfica de la edición: José María Sáenz de Almeida, Marta Carranza, Nano Caiias, J oaquín Yerga.

Versión castellana: J avier de Benito. Título original: Cannae 216 BC. Autor: Mark Healy,

Publicado originalmeme por Osprey, sello editorial de Reed Consumer Books Ltd ., Michelin House, 81 Fulham Road, London SW3 6RB.

© 1994 Reed 1m. Books Ltd. © Abril 1995, Ediciones del Prado, de la presente edición .

ISBN (obra completa): 84-7838-472-3 ISBN: 84-7838-528-2 DL.: M-4290-1995

Impreso en Espaiia Primed in Spain

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información , en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el previo permiso por escrito de la editorial.

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INDICE

Introducción

Las causas de la 2ª Guerra Púnica

Aníbal y Sagunto

La estrategia de Aníbal

La marcha hacia el Ródano

Del Ródano a los Alpes

Los líderes enfrentados

Aníbal Barca

Cónsules y jefes

Quintus Fabius Maximus

Los ejércitos enfrentados

El Ejército cartaginés

El Ejército romano de la Guerra Anibalística

Las legiones

La caballería

La infantería

Los socii

.... Aunque esta talla de la columna de Trajano mues­tra a la caballería beréber, al igual que muchas repre­sentaciones romanas, es muy estilizada. El pelo y la ropa podrían represen­tar igual a la caballería númida de la época de las Guerras Púnicas. (Cortesía de David Nicolle)

~ Estatuilla de terracota de un guerrero númida del sur de Italia, siglo III o Il a. C. (Museo del Louvre, 5223, París)

6 218: Tesino y Trebia

6 Primer derramamiento de sangre: Tesino

8 Trebia

10 217: El lago Trasimeno

13 217-216: La estrategia fabiana

13 216: Facciones y estrategias

16 «Un paso que los romanos nunca

16 antes habían dado»

19 La aproximación a Cannas

20 ¿En qué parte del río?

21 La batalla de Cannas

21 Comienza la batalla

27 Consecuencias

29 Cronologia

31 El campo de batalla hoy

33 Juegos de guerra sobre Cannas

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INTRODUCCION

Ha sido el veredicto de casi todos los historiado­res, tanto antiguos como modernos, que la cau­sa directa de la 2ª Guerra Púnica fue la toma por parte de Aníbal de la ciudad española de Sagunto el 219 a. C. Si bien significó la ruptura formal de hostilidades entre Roma y Cartago, fue sin embargo en realidad el cenit de una se­rie de acontecimientos, tras la 1 ª Guerra Púnica, que llevaron a la guerra entre estas dos poten­cias. La noción de una Cartago resentida y revi­vida económicamente, viviendo en paz junto a un Estado romano dinámico y expansionista era improbable, siendo sólo cuestión de tiempo el que se enfrentaran en la zona en donde sus in­tereses iban a coincidir sin remedio -en España. Aunque existen muchos indicios de que ni Cartago ni Roma propiciaron esta nueva guerra deliberadamente, la caída de Sagunto precipitó sin embargo el inevitable conflicto que decidiría la gran cuestión que estaba sin resolver en el nú­cleo de su mutuo antagonismo: ¿Cuál de ellos controlaría el Mediterráneo occidental? Un te­ma de tal importancia nunca hubiese podido re-

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solverse por vía diplomática -tan sólo la guerra podía determinar su resultado. Una vez inicia­das las hostilidades, la estrategia elegida por Aníbal para defender la causa de Cartago fue tan audaz, y su maestría en el campo d e batalla en el teatro italiano tan apabullante, que estuvo a punto de acabar con el Estado romano. La concienciación de lo tremendamente cerca que estuvo de llevar al desastre el destino de Roma explica muy bien hasta qué punto quedó graba­do el nombre de este general (Gral.) cartaginés en la conciencia colectiva del pueblo romano en los siglos siguientes. Aníbal ad portas mantuvo su eficacia como grito de guerra para los romanos en épocas de peligro nacional y como poderosa amenaza en los labios de toda matrona romana hasta el final del Imperio. En los dos años que si­guieron a su invasión de Italia, Aníbal humilló y diezmó a las legiones de ciudadanos romanos en varias grandes batallas. El momento cumbre de su campaña se produjo en el 216 a. c., cuando en Cannas infligió a un enemigo numéricamen­te superior, la mayor derrota jamás sufrida por

... ~ Actualmente quedan pocos vestigios de la ciudad original de Cartago, que sean anteriores a su destrucción a manos de los romanos en la 3 ª Guerra Púnica en el 146 a. C. Los restos que quedan en su emplazamiento datan de épocas romanas y posteriores. Ese lugar fue ocupado primero por los fenicios de Tiro aprox. en el 814 y recibió de ellos el nombre de Kart-Hadasht ('ciudad nueva'), que en latín se llamó Cartago . En la época en la que Cartago y Roma se enfrentaron abiertamente en el 264 a. C., esta primera potencia poseía un inmenso imperio comercial y había sido la potencia dominante en el Mediterráneo occidental

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las armas romanas. Esto lo logró mediante el empleo de unas tácticas, que incluso hoy en día son consideradas un ejemplo clásico de victoria conseguida mediante el doble envolvimiento del enemIgo.

Las causas de la 2ª Guerra Púnica

Fue a edad temprana cuando Aníbal adquirió la animadversión hacia Roma que iba a motivarlo con tanta fuerza durante toda su vida. Al haber crecido bajo la sombra formativa de su ilustre padre, Amílcar Barca, Aníbal no pudo evitar re­cibir la influencia de la amargura y el resenti­miento sentidos por Amílcar Barca y muchos cartaginenses contra Roma. Aunque estos senti­mientos surgieron de forma natural tras su de­rrota en la 1 ª Guerra Púnica, fue el comporta­miento de Roma hacia Cartago en los años que siguieron a ese conflicto lo que alimentó las lla­mas del odio y sembró las semillas para una gue­rra de venganza.

Como consecuencia de la decisiva victoria naval de Roma en la islas Egates en el 241 , los «sufetes» (senadores) cartaginenses autorizaron a Amílcar a buscar la paz, tras veintitrés años de agotadoras guerras. Una Roma victoriosa exigió que su ene­migo púnico pagara un alto precio por el fin de las hostilidades. Cartago tuvo que evacuar Sicilia y pagar una inmensa indemnización de guerra de 3.300 talentos durante un período de sólo diez años. Si bien estos términos tan crueles debían

durante los tres siglos anteriores. A pesar de los tratados de reconocimiento mutuo y regulación comercial del 508 y 348, la dominación romana de la península italiana la llevó a un inevitable conflicto con Cartago sobre Sicilia. Esta guerra de 24 años fue descrita por el historiador griego Polibio como la «más continuada de las que hemos conocido». La paz que siguió fue una especie de tregua previa a la guerra que vino a continuación. (Oficina de Turismo de Túnez)

LAS CAUSAS DE LA 2' GUERRA PÚNICA

ser cumplidos, fueron las acciones romanas en los tres años posteriores al final de la 1 ª Guerra Púnica las que aceleraron la imperecedera ene­mistad de Amílcar y los bárcidas. En el 237 Roma arrebató Cerdeña a Cartago. Con esta acción, téc­nicamente estaba rompiendo el tratado de paz del 24l. Cuando esta última se preparaba para re­conquistar la isla, un ultimátum de Roma obligó a los cartaginenses a una humillante retirada, agravada por una indemnización adicional de l.200 talentos. Polibio observó que los cartagi­nenses «sintieron profundamente esta injusticia, pero no podían hacer nada para evitarlo» .

Al ser una nación comercial, las consecuen­cias económicas para Cartago por la pérdida de Sicilia, Cerdeña y Córcega eran graves. Fue en busca de compensaciones por lo que Amílcar fue enviado a España para restablecer la posi­ción cartaginesa allí. Esta región había sido im­portante para Cartago desde hacía mucho, a causa del suministro de materias primas vitales y como fuente de reclutamiento de mercenarios para su Ejército (E.) . Al desembarcar allí con su E., en el 237, Amílcar, Aníbal y su yerno Asdrúbal iban a crear un Imperio en España. En los años que siguieron, Amílcar ejecutó una campaña muy eficaz en la península. Las inter­pretaciones posteriores de los historiadores so­bre su política allí, así como de sus intenciones a largo plazo, han sido variadas. Sin embargo, existen fuertes razones para pensar, como hizo Livio, que «el objetivo final de Amílcar era una

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INTRODUCCiÓN.

empresa de un alcance mucho mayor y que, si hubiese vivido cuando la invasión de Italia, ésta se hubiese producido bajo su mando».

La política de conquistas continuó cuando Asdrúbal asumió el mando, tras la muerte de Amílcar en el 229. El éxito militar de Asdrúbal se unió a su hábil empleo de la diplomacia, por me­dio de la cual forjó alianzas con muchas tribus españolas. Es muy improbable que Roma no co­nociera el incipiente poderío militar de Cartago bajo Asdrúbal. La ciudad de Massalia (Marsella) tenía grandes intereses económicos en España y recelaba mucho de la expansión cartaginesa allí. Como «amiga de Roma» desde hacía tiempo, le interesaba mucho comunicar esta información a Roma, y fue probablemente en respuesta a la in­sistencia de Massalia por lo que Roma intervino formalmente en el 226, para limitar el avance de Asdrúbal hacia el norte. El tratado firmado en­tre Asdrúbal y Roma establecía que los cartagi­nenses no cruzarían con armas el río Ebro. Sin embargo, ese tratado no hacía ninguna mención de la ciudad de Sagunto. Situada a unos 140 km al sur del Ebro, su estatus dentro del tratado era claramente anómalo. Según Polibio, los habi­tantes de Sagunto se «habían puesto bajo la pro­tección de Roma» algunos años antes del 226; la fecha exacta de ese acontecimiento no está cla­ra, pero podía datar del 231. El que esta relación era posiblemente un hecho firme en el 226 ex­plica quizás el consentimiento cartaginés a esta situación, siendo la condición que Roma no usa­ra su amistad con Sagunto como pretexto para una futura interferencia en España. Sin embar­go, fue precisamente esa percepción -errónea o no- lo que condujo a que Sagunto se convirtiera en un «casus belli» entre Roma y Cartago, tan só­lo siete años después.

Aníbal Y Sagunto

Cuando Asdrúbal fue asesinado en el 221, el E. de España nombró por unanimidad a Aníbal su sucesor. Con sólo 25 años, fue elegido «a pesar de su juventud, porque ya ha mostrado que combina un espíritu temerario con un cerebro rápido y fértil» . Aníbal volvió a la política de su padre de rápidas conquistas y avanzó rápida­mente hacia el norte hasta la línea del Ebro. Mientras tanto, los acontecimientos dentro de la ciudad de Sagunto tuvieron una serie de no­vedades que conducirían al estallido de la gue­rra entre Roma y Cartago. En algún momento antes del regreso de Aníbal a Cartago Nova en

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el invierno del 220/ 119, había estallado una se­ria disputa en Sagunto, entre facciones favora­bles al apoyo de Roma y a Cartago. Los prime­ros acudieron a Roma para que fuese el árbitro de la disputa. Se envió una delegación al Senado y se encontró una solución; pero, mien­tras tanto, algunos seguidores del grupo a favor de Cartago fueron ejecutados. Fue posiblemen­te esa misma delegación romana la que ahora visitó a Aníbal y le pidió que renunciara a inter­venir en los asuntos internos de Sagunto y, en base al tratado del 226, no avanzara más allá del Ebro. La indignada respuesta de Aníbal fue ase­verar que unos ciudadanos de Cartago habían sido asesinados y que él también estaba obliga­do a reclamar justicia para su causa. Decidió pa­sar el asunto a los sufetes en Cartago, que a su vez aconsejaron a Aníbal que solucionara el pro­blema como mejor decidiera.

El asunto había llegado ahora a un punto de­cisivo, y Aníbal tenía que calibrar cuidadosa­mente las consecuencias de cualquier camino que pensara seguir. Su respuesta no tardó mu­cho tiempo. Al dejar la decisión en manos de Aníbal, los sufetes eran plenamente conscientes de que él elegiría oponerse a las exigencias ro­manas -en realidad casi no había otra posibili­dad. Ellos estaban tan seguros como él que, pa­ra Cartago, ceder ante Roma en este asunto les proporcionaría un precedente para justificar una futura interferencia en los asuntos de España -y esto era igual de inaceptable para ellos como para Aníbal.

Aunque Aníbal no podía estar completamen­te seguro de una respuesta militar de Roma al ataque contra Sagunto de abril de 219, actuó sin embargo con la idea de que a continuación ven­dría la guerra. En este sentido, el ataque contra Sagunto debe verse como el primer paso para la invasión de Italia. La conquista de Sagunto era necesaria, ya que Aníbal no podía dejar esta ciu­dad proromana como una «cabeza de puente» muy atrás en su retaguardia. Por lo tanto, estaba poniendo orden en su casa española, antes de iniciar su estrategia principal al año siguiente. Tampoco pudo no ser consciente de que con el inicio de este nuevo conflicto en España, tam­bién contribuía a su estrategia a largo plazo, ha­ciendo creer a los romanos que España sería el teatro principal de la guerra.

La respuesta de Roma al sitio de Sagunto fue no hacer nada. Sin embargo, cuando la noticia de su caída llegó por fin a Roma en febrero del 218, se produjo una conmoción entre los miem-

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~ La decisión de Aníbal de asediar y atacar la ciudad española de Sagunto en el 219 fue el acontecimiento que condujo a la 2 ~ Guerra Púnica. (Oficina de Turismo de España)

bros del Senado. No era nada sorprendente que reaccionaran así. Habían asumido que la rotun­da presentación de la posición de Roma sobre Sagunto ante Aníbal el invierno anterior habría sido suficiente para anular sus deseos de em­prender una acción militar contra la ciudad. La intimidación basada en la fanfarronería era la esencia de su política, ya que había funcionado antes con Cartago. Ahora que había fracasado su fanfarronada, iba a parecer que no sabían muy bien qué camino seguir. Sucediera esto o no, la caída de Sagunto no fue considerada au­tomáticamente un casus belli por todos los miembros· del Senado, y era ahora la causante de fuertes debates sobre las decisiones a tomar en el futuro.

Varias fuentes hablan de acalorados intercam­bios de opiniones entre miembros del Senado, algunos de los cuales pidieron una inmediata declaración de guerra, mientras que otros acon­sejaban una política más cautelosa, que incluye­ra el enVÍo de una delegación a Cartago. En esta temprana fase ya se puede incluso distinguir el choque de intereses parciales que iba a consti­tuir un elemento primordial en las disputas en­tre senadores sobre la estrategia a seguir duran­te toda la Guerra Anibalística. Es sin duda un te­ma significativo para nuestra comprensión de la política romana en el período que va hasta

ANíSAL y SAGUNTO

Cannas. Existía sin duda un entramado de moti­vaciones que gobernaba las deliberaciones en el cuerpo senatorial. Sin embargo, sería razonable presumir que en la base de todo el debate racio­nal en el Senado yacía un genuino y ancestral miedo ante las ambiciones de un renovado anti­guo enemigo, que hacía poco más de una gene­ración había sido derrotado en la mayor y más costosa guerra que Roma jamás había librado.

Después de muchos debates, el Senado acor­dó que se enviara una embajada a Cartago, pro­vista de una declaración de guerra provisional. Esta debería plantear a los suffetas una sencilla alternativa. Entregar a Aníbal y a su plana ma­yor -aceptando con ello que había atacado Sagun to por decisión propia- y repudiarlo o Roma declararía la guerra. Fue Livio quien des­cribió una de las escenas más dramáticas de la historia antigua, cuando hacia mediados de ma­yo del 218 la delegación romana se presentó an­te el Senado cartaginés. Uno de los delegados, Fabio, escuchó el rechazo cartaginés a la entre­ga de Aníbal y después «puso su mano en el pliegue de su toga, sobre su pecho, y dijo, "Aquí os traemos la paz y la guerra. Elegid lo que que­réis". Casi no había dejado de hablar cuando se escuchó la respuesta, no menos orgullosa: "No nos importa lo que Vd. prefiera". Fabio dejó ca­er los pliegues de su mano y gritó: "Tendréis

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INTRODUCCIÓN

El Mediterráneo occidental 241-218 a. C.

D Territorio perdido por Cartago al tinal de la l ' Guerra Púnica, 241 a. C.

D Territorio conquistado por Roma a Cartago el 238 a. C.

D Zona bajo dominio romano, 218 a. C.

D Zona bajo dominio cartaginés, 218 a. C .

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guerra". Los senadores cartaginenses gritaron como un solo hombre: "Lo aceptamos: y con el mismo espíritu lucharemos hasta el final" .»

La estrategia de Aníbal

Durante ocho meses, Sagunto resistió el asalto del E. cartaginés, antes de sucumbir finalmente hacia finales del 219. Aníbal se retiró a Cartago Nova a iniciar los preparativos para la invasión de Italia al año siguiente. Aunque nunca escribió unas me­morias que nos permitan acceder a sus ideas so­bre la estrategia que desarrolló para vencer a Roma, es posible identificar los factores esencia­les de su planeamiento. Está claro que nunca con­sideró la noción de una guerra «defensiva» con­tra Roma, ya que esto habría sido esencialmente una variación a la motivación principal de la casa bárcida en el caso de un nuevo conflicto. El obje­tivo principal de Cartago y el motor de la estrate­gia de Aníbal era tan simple como vengar el re­sultado de la 1 ª Guerra Púnica. Una estrategia de­fensiva en la que Cartago permitiese que Roma tomara la iniciativa y decidiera que España fuera

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el principal teatro de la guerra, nunca hubiese permitido lograr ese fin. Debemos asumir que Aníbal había decidido que el único medio de que Cartago triunfara sobre la República romana era vencerla en tierra -yen la misma Italia.

Aunque la 1 ª Guerra Púnica había sido testi­go de muchas batallas terrestres, su resultado había sido sin embargo consecuencia del pode­río naval. El mayor logro de Roma en ese con­flicto había sido arrebatar a Cartago el control de los mares. Sin embargo, por muy notable que fuera este triunfo marítimo, no podía en­mascarar la verdadera naturaleza de Roma co­mo potencia terrestre. Aníbal había descubierto que sólo atacando la base de su superioridad militar, Cartago podía aspirar a triunfar sobre ella. Esto residía en los inmensos recursos de personal de que el E. romano disponía para el servicio anual. A modo de ejemplo, Polibio cita unas cifras de más de 700.000 infantes y 70.000 jinetes disponibles para servir en el 225, aña­diendo además que «mostraban lo grande que era el poder al que más tarde Aníbal se aventu­ró a enfrentarse». A pesar de ello realizó su ata-

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...... Por las cláusulas del tratado de paz que acabó con la 1 ª Guerra Púnica en el 241, Cartago tuvo que ceder Sicilia, que se convirtió en la primera provincia de Roma. Tres años más tarde, Roma obligó a Cartago a ceder su posesión de Córcega y Cerdeña. Para resarcirse de estas pérdidas territoriales y económicas, Cartago se dirigió a España, en donde se dedicó a restablecer su influencia y se embarcó en una política de continuas conquistas militares. Bajo el liderazgo, primero de Amílcar Barca, después del 229 de su yerno Asdrúbal, el éxito militar cartaginés fue tal que en el 226 los romanos se desplazaron para limitar su avance a la línea del río Ebro (1). Bien antes o después de esta fecha, la ciudad de Sagunto (2) firmó un pacto de amistad con Roma. Tras asumir Amílcar Barca el mando en el 221, los cartaginenses 'reanudaron su política de conquistas en España. Una disputa sobre Sagunto condujo a Am'bal a sitiar la ciudad en la primavera del 219. Su caída fue considerada por Roma como un casus belli. Durante el invierno del 219/218, Am'bal se preparó para invadir Italia. Tras enviar refuerzos a Africa, partió de Cartago Nova a principios de junio y cruzó el Ebro con

que, aun sabiendo que el poder de Roma en tér­minos de personal era de un orden que Cartago nunca podía esperar igualar.

~ Aunque Cartago aún disponía de una marina considerable en el 218, fue la realidad de una flota romana, numéricamente superior lo que eliminó que Aníbal pensara en un desembarco anfibio en las costas italianas. Este relieve de un trirremo romano data del siglo 1 a . C., pero conserva las características de sus antecesores de las Guerras Púnicas en sus prominentes espolón y proa, y con la infantería naval siendo transportada para abordar un navío enemigo. Del TemPlo de la Fortuna en Praeneste.

LA ESTRATEGIA DE ANíBAL

su E. aprox. a mediados de julio. Alcanzó el punto de paso del río Ródano (3) alrededor del 20 de septiembre. Mientras tanto, un E. romano de dos legiones bajo el mando del cónsul P. Cornelio Escipión el Mayor había desembarc.ado en Massalia (4). Unos pocos días después se produjo una escaramuza entre la caballería romana y la númida, pero Escipión había perdido a Am'bal, que ahora se dirigía a los AlPes. Escipión ordenó a su hermano que llevara dos legiones a España; volvió rápidamente a Italia con la noticia de las intenciones de Am'bal y para tomar el mando de las fuerzas romanas en el norte de Italia. El Senado reaccionó con rapidez y ordenó al otro cónsul para el 218, T. Sempronius Longus, que volviera con sus legiones de Sicilia (5), en donde estaba preparando la invasión de Africa, y fuera en ayuda de Escipión. Am'bal llegó al norte de Italia tras un agotador paso de los Alpes el o hacia el8 de noviembre. El primer choque tuvo lugar en el río Ticunus (6), en donde fueron derrotados los romanos. A mediados de diciembre, Sempronius y sus tropas se habían unido a EsciPión en el Trebia (7), y el día 22 se libró la primera gran batalla.

Aunque no puede existir duda sobre su abso­luta confianza en su propia capacidad militar, Aníbal era demasiado realista para defender se-

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INTRODUCCiÓN

riamente la noción de que podría alguna vez anular una ventaja cuantitativa tan colosal en el campo de batalla. En esto radica el meollo de la estrategia de Aníbal -su invasión de Italia nun­ca se basó en la presunción de que la derrota de Roma podía lograrse únicamente con medios militares. El empleo de su E. se dirigía sobre to­do al logro de un objetivo explícitamente «polí­tico». Mediante la invasión de Italia, Aníbal tra­taba de socavar el poderío romano mediante la destrucción de la confederación política que enlazaba a la República con sus aliados. Era es­te mecanismo político lo que proporcionaba la inmensa mano de obra de Roma, ya que toda colonia latina y todo aliado italiano debía, por un tratado, aportar unidades militares que sir­vieran junto a las legiones del Estado romano. Si podía librar a estos aliados de sus compromi­sos políticos, o al menos inducirlos a permane­cer neutrales, esto produciría un profundo im­pacto en la totalidad del poderío militar de Roma. Esto, pensaba él, sólo podía lograrse si se convencía a los aliados que el poderío y la cre­dibilidad del E. romano, como último expo­nente de la autoridad política de la República, se habían hundido sin salvación por continuas derrotas causadas por él. Tampoco estaba espe­culando simplemente a partir de un optimismo sin fundamento al creer que esto era posible. Las informaciones recogidas de una serie de fuentes sobre el ambiente político en Italia le llevaron a pensar que había más de un aliado que necesitaba poco incentivo para separarse de la Confederación romana.

Fue con objeto de alentar estas dudas por lo que Aníbal empezó a ganarse los «corazones y las mentes» de estos aliados. En cuanto llegó a Italia aprovechó cualquier oportunidad para declarar que su lucha era con Roma y no con sus aliados, y liberando prisioneros aliados tras sus victorias. Como veremos, el mayor éxito de esta política siguió a la catastrófica derrota ro­mana en Cannas, cuando prácticamente todo el sur de Italia se separó de Roma. Su esperanza era que llegado a cierto punto, las pérdidas en hombres de Roma y la subsiguiente separación de sus aliados, reducirían de tal manera el po­derío de Roma que ésta se vería obligada a pe­dir la paz.

El aspecto más notable de toda esta estrategia era que Aníbal estaba convencido de lo limita­dos que serían los recursos militares de que dis­pondría para acometer esta ingente tarea. Si bien el cruce de los Alpes le garantizaría el vital

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elemento de la sorpresa, existen pocas dudas de que Aníbal sabía que su E. iba a sufrir fuertes pérdidas mientras se abría camino a través de la seguridad de las montañas. Sin embargo, no tu­vo otra alternativa al elegir su ruta. La omnipre­sente realidad militar que limitaba sus opciones era el poderío naval de Roma, que se había mantenido con fuerza desde el final de la 1 ª Guerra Púnica. En tales circunstancias, Aníbal no podía considerar un desembarco anfibio en la costa de Italia. Pero tenía fundadas razones para creer que muchas de las bajas que sufriría al tener que trasladar su E. hasta Italia podrían compensarse reclutando como aliados a los cel­tas de la Galia Cisalpina, cuya animadversión hacia Roma era muy grande en esa época. Los amargos recuerdos de su derrota en Telamon en el 225, seguidos de la expansión romana ha­cia la Galia Cisalpina y la creación de dos nue­vas colonias romanas en Cremona y Placencia era una gran provocación para las tribus celtas de los boii y los insubres. Por ello, cuando los agentes de Aníballlegaron en secreto a sus te­rritorios a principios del 218 para explorar su posible apoyo a la causa común de Cartago con­tra Roma, fueron acogidos con simpatía. Con un sentido muy realista, el éxito de todo este au­daz plan se basaba en la disposición de las a ve­ces volubles tribus celtas para apoyarlo con su­ministros y hombres. Por ello fue con mucho alivio con lo que se acogió el regreso de los en­viados al valle del Po, a principios de mayo, con la vital noticia de que los celtas iban a cooperar y que esperaban con ansia la llegada del E. car­taginés. Igual de importantes eran los informes que decían que, aunque el paso por los Alpes se­ría muy dificil para un gran E. , no era sin em­bargo imposible.

Todo estaba ahora listo. El E. había sido con­vocado a principios de la primavera, siendo ins­truido y estando listo para la guerra. Cuando llegaron las noticias de la declaración de Roma, la suerte estaba echada. Fue posiblemente en al­gún momento entre principios y mediados de junio cuando Aníbal salió por las puertas de Cartago Nova con su séquito, para unirse a la multitud reunida con sus armas frente a las mu­rallas de la ciudad. Tras un discurso final de Aníbal, sonaron las trompetas de aviso y el E. de 90.000 infantes, 12.000 jinetes y 37 elefantes em­pezó a moverse. Con lentitud y pesadez, giró ha­cia el norte para iniciar el primer paso de una larga marcha que vería, en unos seis meses, có­mo aparecía finalmente menos de la cuarta par-

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.6. Estatuilla de terracota de un elefante de guerra africano, encontrada en las excavaciones arqueológicas de Pompeya. El cornaca es también africano, aunque la estatuilla representa casi con seguridad un elefante al servicio

romano, y no al cartaginés. La fecha es incierta, pero probablemente muy posterior a las Guerras Púnicas. (Nápoles, Museo Nacional)

te de sus hombres, helados, hambrientos y ex­haustos, en las llanuras del norte de Italia."

La marcha hacia el Ródano

El E. cartaginés tardó unas seis semanas en lle­gar al río Ebro. Es bastante problemático seguir la siguiente fase de este periplo. El E. cartaginés se vio envuelto en algunos fuertes combates, ya que Aníbal se enfrentó bastante deliberada­mente a varias tribus proromanas que vivían en­tre el Ebro y los Pirineos. Sus propias pérdidas fueron elevadas, pero esta región tenía que ser reducida y situada bajo control cartaginés, con

LA MARCHA HACIA EL RÓDANO

objeto de tener una seguridad en sus líneas de comunicación desde Italia hasta España. Parece ser que un elemento esencial de su plan era no sólo basarse en los recursos y suministros de aliados en Italia, sino también en los hombres y materiales que Asdrúbal pudiera enviarle por tierra desde España. Como la seguridad en esta región era por ello de gran importancia para su gran estrategia, no es de sorprender que desta­cara una gran fuerza de 10.000 infantes y 1.000 jinetes de su E., bajo el mando de un hannón, para asegurar sus posesiones y mantener vigila­da la colonia griega proromana de Emporion en la costa. Según Livio, esta reducción de la fuerza cartaginesa ya había sufrido unas 3.000 deserciones entre las menos fiables levas espa­ñolas. En lugar de hacer que la moral de sus tro­pas se viera afectada por estas deserciones, Aníbal expulsó a otros 7.000 soldados españoles de cuya lealtad sospechaba. Cuando abandonó Emporion a finales de agosto, por tanto, había perdido desde su partida de Cartago Nova al menos 20.000 infantes y 1.000 jinetes. Polibio calcula la fuerza de su E. en no más de 50.000 infantes y 9.000 jinetes en la época en que co­menzó a cruzar los Pirineos.

La rápida llegada del E. de Aníbal al río Ródano hacia finales de septiembre se facilitó por un acuerdo con las tribus celtas de la región que, a cambio de regalos, habían asegurado a los cartaginenses un paso seguro. Se ha sugeri­do que las cifras citadas por Polibio para las tro­pas de Aníbal durante la marcha pueden muy bien ser no fiables, ya que afirma que en esta fa­se de la ruta se perdieron otros 12.000 infantes y 1.000 jinetes. Aunque en su cruce del Ródano tuvo que enfrentarse a los galos, no existe nin­guna sugerencia por parte de Polibio ni de Livio de que Aníbal sufriera grandes pérdidas en este proceso. Sin embargo, se ha discutido, y hasta cierto punto está apoyado por la arqueo­logía, que estas tropas en realidad fueron segre­gadas por Aníbal para establecer y mantener guarniciones para proteger la línea de comuni­caciones hasta España.

Del Ródano a los Alpes

El lugar exacto por donde Aníbal cruzó el Ródano ha generado, como casi todos los as­pectos de su marcha a Italia, un acalorado e in­tenso debate durante muchos años. Algunos lo sitúan en la actual ciudad de Beaucaire, que en el siglo III a. C. era el punto de paso de la anti-

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INTRODUCCiÓN

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Combate entre jinetes hispanos (arriba) y un equites ciudadano romano del siglo II a. C. (Dibujo de Angus McBride)

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gua «via Domitia». El, o hacia el 25 de septiem­bre, Aníbal hizo cruzar a su E., en balsas de di­ferentes clases. Cuando los galos se concentra­ban en la orilla para oponerse a los desembar­cos, Aníbal envió una señal de humo previa­mente acordada a una columna escondida de la caballería (Cab.) cartaginesa que, habiendo cruzado ya el río aguas arriba, abandonó su es­condite y cayó sobre la retaguardia de los total­mente sorprendidos galos, que huyeron des­concertados.

Al finalizar el día -su sexta noche desde su lle­gada al río- todo su E. estaba al otro lado salvo sus elefantes, y fue mientras hacía cruzar a éstos al día siguiente cuando le llegó la noticia del de­sembarco de Escipión en la desembocadura oriental del Ródano. Se envió rápidamente un grupo de jinetes ligeros númidas hacia el sur, para informarse de la situación. Mientras tanto, habían llegado al campamento unos represen­tantes galos del valle del Po, con objeto de alen­tar a Aníbal y a sus hombres. Los 300 supervi­vientes númidas que regresaron al día siguiente confirmaron la llegada de Escipión, y la Cabo ro­mana tuvo incluso la audacia de cabalgar hasta el extremo del campamento cartaginés, antes de retirarse a toda prisa para avisar a sú jefe.

Sin que todos los elefantes hubieran cruzado el río y sin más dificultades, el E. cartaginés

... En este texto no se ha hecho intento alguno por tratar el aún muy debatido asunto de la ruta de Aníbal. A lo largo de los años se han ofrecido muchas alternativas, y no tenemos espacio suficiente aquí para estudiar este asunto en profundidad.

DEL RÓDANO A LOS ALPES

... Sin embargo, el logro de Aníbal al cruzar los Alpes con su E. fue muy notable, y estas dos fotografías ofrecen una visión del difícil terreno que tuvo que atravesar para llegar a Italia. (Dirección de Turismo de Francia)

abandonó su campamento y se dirigió hacia el norte a lo largo de la orilla este del Ródano. Cuatro días más tarde el E. llegó al punto citado por Po libio y Livio como <<la isla». (Una vez más, lós estudiosos exégetas no son capaces de deter­minar el punto exacto de este lugar y este texto no hará ningún intento de elegir entre los can­didatos. En lugar de ello, al igual que el resto de la disputa sobre el punto de paso de Aníbal por los Alpes, la bibliografía cita algunos títulos en los que tratan estos asuntos con cierto detalle y de los que los lectores interesados pueden sacar una mejor idea de los temas afectados). Después de esto, el E. cartaginés avanzó duran­te otros diez días hasta que, el o hacia el 14 de octubre, Polibio nos narra que «Aníbal inició su ascensión de los Alpes».

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LOS LIDERES ENFRENTADOS

Aníbal Barca

Fue Livio quien, antes de la batalla de Zama, ha­bló de Aníbal diciendo que «había llenado Italia, desde los Alpes hasta la Galia, de monu­mentos sobre sus memorables campañas. Aníbal, por otra parte, estaba al mando de un E. que había estado junto a él durante sus años de lucha, un E. endurecido por acontecimientos que iban casi más allá de la resistencia huma­na». Aunque se trata de un cambio en los juicios normalmente más crudos de Livio sobre ese hombre, refleja la clara admiración de Roma hacia alguien que por sus prodigiosas hazañas militares tuvo un impacto mayor en su historia que cualquier otro extranjero.

Livio llama nuestra atención sobre el rasgo más notable de Aníbal. Durante muchos años mantuvo unido a su E. de mercenarios - «una mezcolanza de la canalla de todas las nacionali­dades»- mediante su personalidad y su capaci­dad de liderazgo. Esos hombres que luchaban por dinero y botines, estarían finalmente pre-

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parados para abandonar esas cosas y resistir to­do tipo de privaciones e incluso la muerte en su beneficio, lo que es una muestra de su carisma. Esto se derivaba en primera instancia de su mis­teriosa percepción y sensibilidad sobre la psico­logía de aquellos que mandaba. Poseía la capa­cidad de manipular las motivaciones de cada una de las nacionalidades de su fuerza, de tal manera que maximizaba sus distintas posibilida­des de lucha en el combate; y es verdad que to­das sus grandes victorias se basaron en esto.

Aunque era su jefe, compartiría sus privacio­nes, de forma que cuando pasaban frío y ham­bre también lo pasaba él, y al igual que ellos dormía sobre el suelo sin más abrigo que su manto. Por encima de todo, tenían una ilimita­da confianza en su capacidad militar, hasta el punto de que podían estar seguros de que cuan­do decidía entablar batalla, lo hacía en unas condiciones que casi siempre decidían el resul­tado a su favor. Incluso cuando las necesidades dictaban que Aníbal debía vigilar sus recursos, hacía todo lo posible por evitar situaciones que

..... Se ha aceptado generalmente que pocos de los bustos que presuntamente representan las facciones de Aníbal son fiables . El busto de mármol de la izquierda y, en especial, el busto de bronce de la derecha, de Volubilis, en Marruecos, se cree que son del joven general cartaginés. Este último presenta varias similitudes con las cabezas en monedas acuñadas en Cartagena, España, aprox. en el 220 y que se piensa muestran a Aníbal en forma del dios Melkart. (Oficina de Turismo de Túnez)

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pudieran conducir al sacrificio innecesario de las vidas de sus hombres. Estos hombres lucha­ban por Aníbal. La causa de Cartago, su verda­dero pagador, quedaba claramente en un se­gundo lugar, si es que contaba.

La marcha de Aníbal a través de los Alpes ha quedado como uno de los logros más notables de toda la historia militar, e ilustra una de sus prin­cipales virtudes como líder militar. No rehuía la necesidad de asumir riesgos, reconociendo que el éxito en la guerra provenía de ello - y desde luego el paso de los Alpes fue claramente el ma­yor de ellos- pero la clave es que siempre eran calculados. Esto lo reconoció ampliamente Polibio, que afirma que «elaboraba sus planes con un profundo sentido común». Aunque la au-

.A. Esta moneda de un siclo y medio se piensa que muestra las facciones del mismo Aníbal. (Archivo Fotográfico Hirmer, Munich)

~ Este busto, que se encuentra en el Museo Arqueológico de Nápoles, se supone que representa a Aníbal a edad avanzada. Se exilió voluntariamente de Cartago en el 195, para escapar a los intentos romanos de capturarlo. En el 183, habiéndose enterado de que le

apoyaba el rey de Bitinia, el Senado romano ordenó su entrega. En lugar de aceptar el deshonor y la indignidad de ser capturado por su gran enemigo, se envenenó. Sus últimas palabras fueron : "Pongamos ahora término a la gran ansiedad de los romanos, que han considerado durante demasiado tiempo y con demasiada crudeza que era su tarea esperar la muerte de un hombre viejo y odiado». (A través de la Oficina de Turismo de Túnez)

ANíBAL BARCA

LA FAMILIA DE AMILCAR BARCA

I ASDRUBAL

229-22/ (yerno.

asesinado)

ANíBAL 220-202

(Suicidio h. 183)

AMILCAR 237-229

(ahogado) I

«La Estirpe del León» (hijos)

ASDRUBAL (asesinado 207)

MAGO

Las fechas en itálica se refieren a períodos de mando militar de Es. cartaginenses en España o Italia.

dacia de su empresa es evidente, queda claro que si se analiza en detalle, el gran cuidado y los pre­parativos que realizaba reducían mucho sus posi­bilidades de fracaso. Su maestría intelectual so­bre los diferentes elementos de la estrategia se manifestaba en un temperamento inclinado a «favor de una solución inesperada». Por ello, en Trebia, el lago Trasimeno y en particular en

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LOS lÍDERES ENFRENTADOS

Cannas, le vemos empleando su imaginativo in­telecto para asegurar sus devastadoras victorias sobre los romanos. Está claro que hasta la llegada de Escipión el Mricano, no existía ningún roma­no capaz de enfrentarse a Aníbal en el campo de batalla con alguna posibilidad de éxito.

El valor, la terca determinación y las cifras ro­manas no podían compensar el abismo intelec­tual que existía entre sus jefes y Aníbal. No pue­de ofrecerse una mejor ilustración del profun­do sentido de frustración y de la profunda hu-

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Un equites romano mostrando el equiPo del caballo, su protección personal y su armamento. En Cannas, la caballería romana fue barrida

por los feroces asaltos de la caballería pesada cartaginesa bajo el mando de AsdTÚbal. (Dibujo de Richard Hook)

millación que infligió entre este orgulloso pue­blo que la explicación que daban de su prodi­giosa capacidad como basada tan sólo en los «trucos púnicos». El que finalmente fracasara en su intento de destruir a Roma ya su confe­deración no puede hacer olvidar la magnitud de sus logros en el campo de batalla de Italia. Por ello la 2ª Guerra Púnica fue en realidad la «Guerra de Aníbal» , y él emerge de ese conflic­to con un currÍCulum que lo sitúa en primer plano de los grandes jefes de la historia.

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~ Lo que se piensa que es una representación del hermano de Aníbal, Asdrúbal Barca, en una moneda de un sic/o. Este se quedó en España cuando Aníbal inició su épica invasión de Italia, y

caería más tarde en el río Metaurus cuando trataba de reforzar el E. de Aní'bal en Italia. (Archivo Fotográfico Hirmer, Munich)

Cónsules y jefes

La tradición cartaginesa de separar los poderes político y militar dentro del Estado no tiene si­militud con la República romana. De hecho, los asuntos como quién mandaría las legiones y qué estrategia entre las posibles se emplearía para conducir la guerra contra Aníbal fueron algo central en la política interna de Roma entre el 218 Y el 216. Aunque el «Estado» romano esta­ba organizado de tal forma que sus recursos es­taban destinados a servir para su «defensa», la naturaleza de su constitución también actuaba para evitar la aparición de una casta militar pro­fesional. Por ello, el mando del E. no pertene­cía a soldados profesionales, sino a dos cónsules nombrados anualmente -quienes, según la Lex Genucia, no podían ser reelegidos para este puesto. Si bien el imperium (autoridad ejecutiva suprema, militar, civil y judicial, siendo la más importante la facultad de mandar un E.), inves­tido en la figura del cónsul, implicaba el mando supremo de las legiones de Roma y la responsa­bilidad de conducir la guerra, los elegidos para ese puesto eran raramente elegidos por su ca­pacidad militar. Era de mucha más importancia que el candidato proviniera de una familia dis­tinguida. (Esta era la norma, pero otros despro­vistos de tales ilustres antecedentes podían, co­mo veremos, aspirar también y lograr el consu­lado). En consecuencia, la experiencia militar de los generales romanos, especialmente en el mando de grandes fuerzas, era limitada en com­paración con la experiencia profesional adqui­rida por Aníbal y sus oficiales en muchos años de servicio continuo. Aun así no pueden ser considerados meros aficionados. Todos habían adquirido un mínimo de experiencia militar. Las normas romanas exigían que cualquier po­lítico ambicioso que quisiera ascender por los peldaños de la cursus honorum Uerarquía del go­bierno), tenía que servir cinco o diez años co­mo tribuno.

El sistema romano era, sin embargo, suficien-

CÓNSULES Y JEFES

temente flexible como para adaptarse a las cir­cunstancias. La Lex Genucia se abolió en el 217 durante la duración del conflicto, con lo que ex cónsules con una demostrada experiencia mili­tar podían ser reelegidos con un límite de diez años. También se produjo que no se aplicó rígi­damente la posesión de mando durante un año. Cuando lo requerían las necesidades, era posi­ble prorrogar el imperium del cónsul. No es de sorprender que esta prórroga (de aquí «pro­cónsul») fuese mucho más normal en tiempo de guerra, cuando era muy deseable la conti­nuidad en el mando. En tales circunstancias no es de extrañar que los cónsules fueran más efi­caces cuanto más tiempo pasaran en un puesto de mando. Sin embargo, su progresión por la «curva de aprendizaje» durante los dos prime­ros años de la Guerra Anibalística se produjo a un coste escalofriante, como indican las cifras en cualquier parte de este texto.

Antes de la 2ª Guerra Púnica, el éxito militar romano se lograba «a pesar» de la calidad de sus generales. De hecho, el sistema táctico del E. ro­mano evolucionó con toda probabilidad en res­puesta a las limitaciones del estilo de mando de los cónsules. La disciplina y eficacia de las legio­nes eran en general una compensación eficaz y la táctica estándar de cargar contra el enemigo en el centro de su línea suficiente para lograr la victoria. Pero cuando se enfrentó a un genio mi­litar como Aníbal, esa táctica tan predecible de

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LOS LiDERES ENFRENTADOS

los romanos se volvió contra ellos, con unos re­sultados devastadores. En tales circunstancias, la incapacidad de los generales romanos quedó al descubierto. Aunque su valor personal raramen­te se discutió, sufrieron de un exceso de cautela a causa de la tradición militar. Por ello, sir Basil Liddel Hart describió perfectamente su método como un «buen y honesto trabajo de aporrea­miento». Existen pocas dudas de que la auto­confianza militar de Aníbal partía en parte de su conocimiento de las limitadas capacidades mili­tares de estos hombres. Por ello los pudo descri­bir antes de la batalla de Trebia como «hombres negados para el arte de la guerra».

Quintus Fabius Maximus

Solamente una figura romana sobresale con cierto crédito de la confusión y de la humilla­ción de esos años de Guerra Anibalística, y esto tan sólo como un juicio postJactum de su contri­bución a la supervivencia y victoria final de Roma en el conflicto. Es cierto que en la época en que Quintus Fabius Maximus (aprox. 260-203) era tratado con burla por muchos dentro del gobierno y pueblo romanos - se usó por pri­mera el epíteto «Cuntactor», que significa «el que retrasa» como expresión peyorativa. No fue hasta la débácle de Cannas, en que se volvió a em­plear su política y con mayor vigor, cuando Fabio fue reivindicado y su nombre utilizado co­mo algo honorable.

En la época en que fue elegido para el puesto de dictador, en el 217,justo después del desastre del lago Trasimeno, Quintus Fabius Maximus era un hombre de gran experiencia. Ya había si­do cónsul dos veces, en el 233 y 228, y censor en el 230. Según Plutarco, su elección se debió al re­conocimiento de que «sólo él, pensaban ellos, poseía un ánimo y una fortaleza de carácter que igualaban a la grandeza de su puesto». Polibio, en una línea similar, dice de él que era «un hom­bre de grandes dotes naturales y que sobresalía por su firmeza de juicio». Aunque no era un ge­nio militar, su excepcional contribución a la sal­vación de la República reside sobre todo en la idea de que en Aníbal los romanos se ~nfrenta­ban a un talento militar prodigioso. El estaba convencido de que mientras continuaran «acep­tando» la batalla cuando él la ofreciera, ellos per­derían sin remedio. Fabio utilizó sus poderes dic­tatoriales para iniciar una nueva estrategia para combatir a Aníbal. Esto se puso en práctica por primera vez al negarse a asumir riesgos y librar

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batallas campales contra el E. cartaginés. Después agotaría a Aníbal empleando tácticas dilatorias. Su objetivo era por tanto aprovechar al máximo las ventajas que poseía Roma en cuanto a sus «provisiones y hombres inagotables».

Aunque se trataba sin duda de la estrategia correcta, en esa época parece ser que sólo unos pocos lo reconocieron. El que ofendiera a mu­chos nació de que la aplicase a largo plazo. En este sentido esto repudiaba la estrategia militar tradicional de Roma, que estaba imbuida de la noción de la ofensiva y se basaba en lograr el éxito en la guerra mediante la derrota del ene­migo en victorias decisivas sobre el campo de batalla. Tras Cannas se volvió a adoptar la estra­tegia «Fabiana»: entre el 216 Y el 203, cuando Aníbal abandonó por fin Italia, los romanos nunca volvieron a librar otra vez una batalla campal contra él en la península. La estrategia de Fabio fue por tanto de contención y, aunque no dio a Roma la victoria tras los desastres de Trebia, Trasimeno y especialmente Cannas, ase­guró que no perdieran la guerra.

T Quintus Fabius Maximus (aprox. 260-203 a. C.) fue el salvador de Roma en la 2 ª Guerra Púnica. Su rechazo a combatir a Aníbal tras el lago Trasimeno provocó que fuera apodado el Cunctator, que significaba el «que retrasa». Aunque en princiPio era algo

peyorativo, se convirtió en un título honorífico tras el desastre de Cannas, cuando se reconoció a regañadientes que la estrategia que proponía era la correcta.

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LOS EJERCITOS ENFRENTADOS

El Ejército cartaginés

Es una pena que no poseamos ninguna fuente para saber la organización del E. cartaginés, co­mo la que Polibio proporciona para el romano. Los Es. cartaginenses estaban compuestos esen­cialmente de mercenarios bajo el mando de ofi­ciales profesionales, en su mayoría cartaginen­ses de nacimiento. Aunque históricamente sus Es. mostraban una increíble diversidad de na­cionalidades, el de Aníbal en el 216 se compo­nía de africanos, españoles (incluyendo balea­res) y celtas de Galia Cisalpina. La actuaci6n de esta fuerza durante muchos años es un testimo­nio, no sólo de los conocimientos militares de Aníbal, sino también de la disciplina y de la pro­fesionalidad que el cuerpo de oficiales fue ca­paz de imbuir a esta variopinta fuerza multina­cional.

Entre los africanos eran los libio-fenicios quienes formaban el elemento más importante de la infantería (Inf.). Estos provenían de las provincias africanas y formaban la falange, que

era el núcleo de la fuerza de choque del arma de Inf. Es muy probable que hasta el Trasimeno vistieran la indumentaria normal de la falange macedonia. Por orden de Aníbal fueron ree­quipados con cotas de malla legionarias tras la batalla. Aún se sigue debatiendo sobre su ar­mamento, creyendo varios estudiosos que eran piqueros y otros que portaban armas más lige­ras tipo lanza.

El grueso de la Inf. en Cannas era celta y es­pañola. La primera accedió al E. de Aníbal en el 218. Su calidad era variable; aunque eran va­lientes individualmente, por lo general eran po­co fiables. Fue por esta razón y por el hecho de sus grandes cantidades por lo que Aníbal los consideraba «forraje para el pilum». Los relatos

T Una muy adornada coraza tri -disco recuperada de una tumba de uno de los soldados de Aníbal en Ksour-es-Sad en Túnez. El diseño es

originario del sur de Italia, con toda probabilidad de la región de la Campania. (Oficina de Turismo de Túnez)

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LOS EJÉRCITOS ENFRENTADOS

• El tipo más común de espada emPleada en España durante este período era la falcata para cortar y golpear. Llevada

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a veces en una vaina, la falcata se llevaba siempre en el lado izquierdo.

~ Guerreros galos de los siglos III a Il a. C. La figura del centro lleva un bonito casco de bronce «Montefortino » con unas grandes protecciones para la mejilla y va armado con una gran lanza arrojadiza, dos jabalinas y una espada. El guerrero montado está basado en un pasaje de Plutarco en el que la caballería cimbria en Vercellae es descrita como vistiendo cascos como cabezas con la boca abierta de terribles bestias coronadas por altas plumas; llevando escudos blancos, dos jabalinas y una larga y pesada espada; y vistiendo una coraza de hierro. (Dibujo de Angus McBride)

.... Detalle del hierro decorado en la empuñadura de una falcata. El mango tenía originalmente unas láminas de hueso.

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de su presencia en Cannas sugieren que la ma­yoría de ellos seguían desprovistos de protec­ciones corporales y se protegían tan sólo con sus escudos ovales cubiertos de cuero. Su arma principal era una espada «cortante» de 75-90 cm de longitud. Es probable que algunos de ellos con una mayor graduación vistieran una cota de malla y un casco. La Inf. española de Aníbal era muy respetada y en su mayoría eran scutari, nombre que provenía del seutum, un ti­po de escudo (así llamado por su semejanza al escudo oval que llevaban los legionarios roma­nos), que llevaban. El uniforme nacional de tú-

EL EJÉRCITO CARTAGINÉS

nicas blancas de algodón con bordes púrpura se vistió en Cannas y fue comentado por Polibio y Livio. La táctica española se parecía mucho a la de la Inf. romana. Lanzaban una lluvia de lanzas y después continuaban con sus espadas cortas -o bien la Jaleata, un arma cur­vada de una sola hoja derivada de la kopsis grie­ga, o el arma de hoja recta para cortar y gol­pear, de la que se derivó el gladius hispaniensis romano.

Las tropas ligeras de Aníbal eran de un tipo diferente a las romanas. Estaban muy instruidas y eran capaces de infligir mucho daño al ene-

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LOS EJÉRCITOS ENFRENTADOS

• Esta falcata tiene el mango rodeado por una pequeña barra protectora. La hoja está decorada con grabados. Esta muestra fue descubierta en Almedinilla, España.

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T Uno de los tipos de filete emPleados por la caballería española de la época.

migo. De gran importancia eran los honderos baleares. Estos estaban divididos en dos cuer­pos, cada uno de mil hombres. Estaban arma­dos con tres tipos de hondas, para su empleo a diferentes distancias. Eran tales su precisión y su volumen de fuego que se les consideraba más útiles que los arqueros.

Fue la Cabo de Aníbal la que demostró ser el elemento esencial de su E. Los númidas eran unos de los jinetes ligeros más notables de la antigüedad. Cabalgaban sin riendas, controlan­do sus monturas con una cuerda alrededor del cuello, la presión de sus rodillas y un pequeño palo. Estos jinetes natos cabalgaban cerca del enemigo y lanzaban sus lanzas, pero nunca per­mitían verse envueltos en un combate cuerpo a cuerpo. Eran extraordinarios como embosca­dos montados, y Aníbal utilizó a menudo sus idiosincráticos métodos de lucha para combatir a los romanos y hacerlos huir como en Trebia. Fue su forma especial de combatir lo que causó con frecuencia la ira de los romanos. Aníbal aprovechó enseguida a los númidas para atraer a los romanos a un combate prematuro, como en Trebia, donde sus burlas y gritos desde un poco más allá del campamento romano obligó a Sempronio a sacar a sus hombres, antes de que estuvieran totalmente preparados para la batalla.

En Cannas, los caballos celtas y españoles se reunieron en un solo grupo. Los primeros eran reclutados entre los nobles y sus súbditos y esto se refleja en los costosos cascos y cotas de malla que vestían. La Cabo española vestía de forma muy si­milar a la Inf. y estaba armada con lafalcata y la lanza larga. Llevaba un pequeño escudo para de­fenderse. En la época de la batalla está claro que Aníbal había logrado fundir estos dispares jinetes en un cuerpo de Cabo muy instruido y disciplina­do. El testimonio de esto aparece en la propia ba­talla, cuando en el cenit del combate pudo rete­ner a los jinetes celtas y españoles y re-dirigirlos a otra parte del campo de batalla.

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~ Izquierda: esta terracota, que muestra a un galo, puede representar con bastante detalle el aspecto de uno de los mercenarios galos de Aníbal. El gran escudo oval con saliente y esPina es típicamente galo, así como la larga espada en la cintura. Viste botas y calzones. (Antiguamente en París, Colección Fouquet)

~ Derecha: el aspecto salvaje de los celtas, como lo atestiguan el largo pelo y los mostachos que lleva este soldado, causaba temor entre sus vecinos mediterráneos. Muchos celtas luchaban desnudos en el frenesí del combate. Obsérvese la empuñadura típica de la espada celta, que se aprecia bien en esta estatuilla. (Dresden, Albertinum)

~ Izquierda: estatua de Piedra caliza de un guerrero galo, descubierta en 1834 en un campo cerca de Mondragon (Vaucluse). Sus armas, y el borde de su manto orlado, descansan encima de su enorme escudo «Latene». Aparte de su manto orlado, este guerrero luchaba desnudo. (Avignon, Musée Calvet)

~ Derecha: probablemente, la representación más antigua de un galo en el arte italiano proviene de un jarrón con figuras rojas. Como muestra un detalle de él, lleva el típico escudo oval celta, y un casco del tipo «Montefortino ». La empuñadura de la espada celta puede verse con detalle, con su doble pomo, pero la hoja no es muy precisa, bajo la influencia del kopis griego. (Berlín, Antiquarium Inv. 398)

EL EJÉRCITO CARTAGINÉS

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LOS EJÉRCITOS ENFRENTADOS.

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~ Superior izquierda: Una estatua de piedra caliza de un guerrero galo, esta vez encontrada en Vacheres (Basses-Alpes), totalmente vestido y mucho mejor equiPado, con una coraza de malla. Obsérvese la túnica con mangas. (Avignon, Musée Calvet)

~ Superior derecha: la Inf. ligera española era llamada caetrati por su ligero escudo, o caetra, que llevaba. (París, Louvre)

~ Inferior izquierda: la espada curva tipo sable, que puede compararse al kopis griego, es llevada por un infante pesado español en este relieve. Livio llama al infante pesado español scutatus por su escudo pesado, llamado scutatum en latín. (Madrid, Museo Arqueológico Nacional)

~ Inferior derecha: los españoles mantenían fuerzas de caballería, así como infantería. Aunque no está absolutamente claro, este relieve muestra a un jinete llevando lo que parece ser una espada

curva española, y no un objeto no militar.

• Izquierda: son raras las representaciones de jinetes númidas. Esta moneda romana fue acuñada por un tal P. Crepusius en Roma alrededor del 82 a. C. Se desconocen los antecedentes familiares de Crepusius, y por ello el significado del jinete usado como divisa en el reverso. Sin embargo, es muy posible que se muestre un númida. (Museo Británico)

• Derecha: moneda taren tina mostrando un jinete ligero. Varias ciudades italianas, mal tratadas y que odiaban el dominio romano, se desligaron de su alianza con Roma y suministraron contingentes militares, incluyendo caballería, al E. de Aníbal. (Museo Británico)

EL EJÉRCITO ROMANO DE LA GUERRA ANIBAlÍSTICA

El Ejército romano de la Guerra Anibalística

En contraste con el E. esencialmente mercena­rio empleado por Aníbal, el núcleo central del E. romano que se reclutaba cada año era la le­gión o «leva» de Inf. pesada, formada a partir de los ciudadanos con propiedades de la República romana. Para los que podían ser ele­gidos, el servicio militar en defensa del ager Romanus (el Estado romano) estaba considera­do una responsabilidad social, un honor perso­nal y una señal de status. Sin embargo, en la época de la invasión de Aníbal, esto había deja­do de significar tan sólo los ciudadanos de Roma ya que, durante el proceso de extender su ley por toda Italia en el siglo anterior, las ciu­dades que habían sido aliadas o incluso anti­guos enemigos habían recibido la ciudadanía total o parcial. En el caso de esta última, se re­cibían las ventajas y las responsabilidades de la ciudadanía, incluyendo las del servicio militar, pero eran consideradas sine suffragio -sin dere­chos políticos. Cierta medida de los recursos en hombres que esto generaba para el servicio en las legiones puede deducirse de Polibio, que afirmaba que en el 225, sólo Roma y la Campania podían aportar un total de 250.000 infantes y 23.000 jinetes para el reclutamiento. Sirviendo junto a las legiones de ciudadanos del ager Romanus, y formando siempre parte in­tegral del E. romano en campaña durante este período, existían unidades de socii o aliados,

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LOS EJÉRCITOS ENFRENTADOS

LEGIONES CREADAS EN EL PERIODO 218-216 a. C.

Esta lista trata de identificar las legiones creadas por el Senado durante los dos primeros años de la Guerra Anibalística. El método empleado designa como Legión I a la 1" Legión específicamente citada por Polibio al inicío de la guerra. Este método se emplea también en el texto. Obsérvese que las legiones de este período se mantuvieron en campaña durante el invierno y no se disolvieron, como en circunstancías normales. La informacíón de las legiones procede sobre todo de Livio. Una relación así no podría ser definitiva, son posibles otras interpretaciones.

Legión 1 Citada por Polibio como basada en la Galia cisalpina bajo el mando del praetor Lucius Manlius. Llamada la 4" Legión. Se cree que fue creada el año anterior, es decir el 219, y que invernó en el valle de Po. Más tarde pasó a ser mandada por Escipión. Tras la Batalla de T rebia, sus supervivientes huyeron a Cremona o Placencia, en donde invernaron. En la primavera del 217 se unieron a Geminus en Ariminum. Pasó a ser mandada por Fabio cuando era dictador. Pasa el invierno del 217/216 en Gerunium bajo Geminus. En primavera/verano del 216 está al completo con 5.000 hombres. Actuó en Can nas.

Legión 2 Originalmente una de las dos legiones creadas por Cornelio Escipión . Fue enviada a la Galia Cisalpina bajo el mando del praetor Gaius Atilius para relevar a la Legión 1, por entonces asediada por la tribu celta de los BoiL Pasó a ser mandada por Escipión . El resto como la Legión 1.

Legión 3 Creada por Sempronio para servir en Sicilia y Africa. Volvió a Italia y marchó al Norte para participar en la Batalla de Trebia. Los supervivientes pasaron a Flaminius a comienzos del 217. Casi con certeza totalmente destruida en la Batalla del Lago Trasimeno.

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Legión 4 Como la anterior.

Legión S Esta fue la 2" de las dos legiones originales creadas por Cornelio Escipión. Fue llevada por él al Sur de la Galia. Enviada a España bajo el mando de su hermano, Gnaeus Escipión. Destruida casi por completo en el 211.

Legión 6 La 6" Legión fue la nueva legión creada para sustituir a la Legión 2. Llevada por Cornelio Escipión al Sur de la Galia. Enviada a España bajo el mando de su hermano, Gnaeus Escipión. Destruida casi por completo en el 211.

Legión 7 Creada tras la Batalla de Trebia. Enviada a Sicilia para evitar un intento cartaginés de tomar la isla.

Legión 8 Creada tras la Batalla de Trebia. Enviada a Sicilia para defender la provincia contra un posible desembarco cartaginés.

Legión 9 Creada tras la Batalla de Trebia. Enviada a Cerdeña para evitar cualquier intento cartaginés de recuperar la isla.

Legión 10 Creada para ser mandada por el cónsul Flaminius en la primavera del 217. Destruida en la Batalla del Lago Trasimeno.

Legión 1 I Como la anterior.

Legión 1 2 Creada para ser mandada por el cónsul Geminus en la primavera del 217. Estuvo con él en Ariminum. Tras el Trasimeno fue enviada al Sur para unirse a Fabio, que tomó el mando. Geminus volvió a mandar la legión. Con base en Gerunium en el verano del 217/216. En primavera/principios de verano del 216 al completo con 5.000 hombres. Participó en la Batalla de Can nas.

Legión 13 Como la anterior.

Legión 14 Una de las 4 legiones 'reclutadas para esa emergencia'. Llevada por Fabio para unirse a las 4 legiones de Geminus (supervivientes de las 1, 2, 12 Y I 3) al Norte de

Roma. Después fue llevada al Sur. El mando pasó de Geminus a Regulus en Gerunium, invierno del 217/216. Esta legión estuvo al completo de personal con 5.000 hombres en primavera/principios de verano del 21 6. Participó en la Batalla de Can nas.

Legión I S Como la anterior.

Legión 16 Una de las 4 legiones ' reclutadas para esa emergencia'. Al contrario que las Legiones 14 y 15, esta unidad se quedó en Roma. En verano, la 16" fue llevada al Sur por Varro y Paullus para unirse a las legiones de Geminus y Regulus. Si las Legiones 16 y 17 eran las «legiones urbanas», su personal las hacía inútil para la campaña del 216. Si las Legiones 20 y 21 se hubiesen reclutado de nuevo, con unas tropas adecuadas, podrían haber estado preparadas para actuar en la batalla antes que las 16 y 17. En ese caso, se habrían usado las Legiones I 6 Y 17 en lugar de las 20 y 21 tras Can nas, como única fuerza a mano.

Legión I 7 Como la anterior. (Es posible que la 17" fuera la 2" de las «legiones urbanas» creadas para servicios de guarnición en Roma y, al igual que la 16", no actuó en Can nas.)

Legión 18 Una de las 4 legiones adicionales reclutadas por los romanos en el 216. Junto a la 19", esta legión fue enviada al valle del Po a principios del verano del 216 bajo el mando del praetor L. Postumius Albinus.

Legión 19 Como la anterior.

Legión 20 La 3" de las 4 legiones adicionales sin precedentes creadas para el 216. La 20" se quedó en Roma. Tras Cannas, las 20" y 21 " eran las únicas legiones instruidas a mano, con las que Roma podía afrontar las consecuencias inmediatas de Can nas. (Pero es posible que la 20" actuara en Can nas y fuera destruida allí) .

Legión 2 I Como la anterior.

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que estaban obligados por un tratado a facilitar fuerzas militares a las órdenes de Roma.

Las legiones

La fuente más importante para la composición y organización de la legión en ese período es el his­toriador griego Polibio, que dedicó una parte de su sexto libro de sus Historias al sistema militar ro-

~ Las evidencias representativas del aspecto de soldados romanos en la República media son muy escasas. Las imágenes de los legionarios en la época de Cannas se basan sobre todo en dos fuentes principales para el período republicano. Se trata del Altar de Domitius Ahenobarbus y el monumento Aemilius Paullus . Ambos son posteriores a Cannas. Se supone que los legionarios de esa batalla eran muy similares a los aquí representados. Las figuras 1, 2, 5 Y 6 muestran a legionarios que corresponderían a príncipes y triarios. La figura 3 ilustra un jinete que podría muy bien representar el aspecto de un soldado postpúnico. La figura 4 representa a un oficial con un uniforme de estilo típicamente helenístico. El diseño de la coraza podría indicar que es un tribuno. (Cortesía del Dr. M. C. BishoP)

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4

LAS LEGIONES

mano. Aunque lo escribió alrededor del 160, es presumible que ofrezca un retrato fiable de la le­gión hacia el final de la Guerra Anibalística. Sin embargo, está claro que algunos de los detalles que describe eran del 160 y con toda probabili­dad del 202, pero que no necesariamente debe­rían aplicarse a las legiones del 218-216.

El ritual anual de reclutar las legiones para el servicio tenía lugar en marzo, tradicionalmente

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LOS EJÉRCITOS ENFRENTADOS

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.... Esta lámina ilustra el aspecto de la infantería romana en la época de Cannas. La figura 1 muestra a un triarius, que se distingue de los príncipes por la larga lanza o asta que empuña. Se le muestra en la pose típica que emPleaban estas tropas cuando eran desPlegadas para el combate en retaguardia de la línea de combate romana. La figura 2 ilustra el aspecto del príncipe. Al igual que el triarius viste la pesada cota de malla, que pesaba unos 15 kg; en común con el hastatus, empuña un pilum ligero y otro pesado. No se ha ilustrado el hastatus, que

en la época de Cannas habría estado equiPado con todo lo del príncipe excepto la cota de malla. La protección corporal del hastatus se limitaba a una Plancha de latón en el pecho o pectorale. La figura 3 muestra a un velite, con el aspecto más probable que hubiese tenido tras la reforma del 211 . Su antecesor que luchó en Cannas habría estado peor armado con varias jabalinas y desprovisto de cualquier protección personal. (Dibujo de Richard Hook)

el mes del calendario romano que señalaba el comienzo de la temporada de campañas. Todo este proceso se iniciaba con los dos cónsules (O magistrados supremos) recién elegidos del Estado romano. Eran ellos los que en virtud del imperium o autoridad que revestía su puesto eran responsables de reclutar las cuatro nuevas legiones y mandarlas en campaña durante el año siguiente. Una vez que habían tomado po-

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• Las imágenes del monumento Aemillius Paullus en Delphos, Grecia. Ambos llevan cotas de malla con el diseño de las corazas de cuero griegas y muestran perfectamente el transporte y la empuñadura del scutum. (Cortesía del Dr. M .e. BishoP)

LA CABALLERíA

• Representación de un centurión republicano de la tumba de Minucius en Padua. No lleva coraza sino que está armado con un gladius y empuña una rama de viñedo como símbolo de su rango (Cortesía del Dr. M.e. BishoP)

sesión, los cónsules se presentaban ante la asam­blea popular y allí anunciaban la fecha en la que todos los ciudadanos en edad apropiada de­bían presentarse para ser elegidos y reclutados. En los primeros tiempos de Roma, esto hubiese tenido lugar en el Monte Capitolio, pero a fina­les del siglo III este mismo proceso se realizaba en todos los territorios que formaban el ager Romanus. En ese momento también se enviaban órdenes de los cónsules a los jefes de las ciuda­des aliadas de la confederación, detallando la cantidad de Inf. y Cabo que debía reclutarse pa­ra servir junto a las legiones.

La caballería

Según Polibio, unos 1.200 de los ciudadanos más ricos eran elegidos por los censores antes del dilectus general (selección o elección de los

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LOS EJÉRCITOS ENFRENTADOS

mejores candidatos), para servir en la Cabo (los equites). Esto podría muy bien reflejar la prácti­ca introducida tras la Guerra Anibalística, cuan­do la mejor actuación, y en muchos casos deci­siva, de la Cabo «cartaginesa» reveló a los roma­nos la importancia de esta arma. Aníbal resulta­ría ser un crudo profesor y la potencia y habili­dad de su Cabo demostraría ser el factor decisi­vo en todos los combates y batallas contra el E. romano hasta, e incluyendo, Cannas. Es cierto que la Cabo romana apareció muy poco en la primera parte de la guerra. Sin duda esto era un reflejo de la falta de una verdadera tradición de Cabo entre las fuerzas romanas, cuya capacidad se basaba en la Inf. pesada formada por sus ciu­dadanos. Esto puede apreciarse con claridad por la proporción muy baja de Cabo respecto a la Inf. en las fuerzas romanas de este período.

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Tan sólo 300 jinetes eran destinados a cada le­gión al comienzo de la temporada de campañas. Por ello, cuando Publius Cornelius Escipión (el Mayor) partió hacia España en el 218, se llevó tan sólo 2.200 caballos y 22.000 infantes - una proporción de sólo 1 a 10. En comparación, in­cluso tras su trágico periplo a través de los Alpes, la proporción de la Cabo de Aníbal res­pecto a la Inf. era del orden de 3 a 10. Las con­secuencias para la suerte militar de Roma fue­ron graves. Un importante factor contributivo a varias derrotas romanas, especialmente en el la­go Trasimeno, puede atribuirse a la poca explo­ración por parte de la Cabo Aunque esto se atri­buyó directamente a la falta de efectivos, el pro­blema se agravó con la dudosa calidad de la Cabo romana. Esto puede aplicarse por igual a la destreza de los jinetes romanos, así como a la ca-

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..... Estos dibujos i lustran los p ila repub licanos excavados en varios lugares. El más antiguo data del siglo III y proviene de Telamon en Italia . Los números I y del 5 al 9 provienen de Numancia; el 2 de Cáceres la Vieja; el 3 de Kranj, y el 4 de Entremont. (Cortesía del Dr. M. C. BishoP)

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~ En la época de Cannas, sólo los triarios usaban lanzas -un anacronismo que provenía de los tiempos de la falange romana. Del 1 al 6 son puntas de lanza, mientras que del 7 al 2 son espaldones de lanza. Todos ellos fueron descubiertos en Numancia y Cáceres, España. (Cortesía del Dr. M. C. BishoP)

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LA INFANTERíA

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-------=====~----~ lidad de los caballos que montaban. No sor­prende del todo que veamos a los romanos diri­girse a sus aliados, confirmando su debilidad en este campo, aportando los socii una parte des­proporcionada de la Cabo que Roma desplegó en esa campaña. Esto dice mucho de la propia concienciación de Roma sobre su debilidad y la necesidad de compensación en este campo el que P. Escipión el Joven se dedicara en cuerpo y alma a seducir a la princesa númida Masinissa y a apartar a su formidable Cabo ligera de su alian­za con Cartago, para que sirviera a la causa de Roma hacia el final del conflicto .

La infantería

El día elegido para el dilectus general de los pe­dites (infantes), todos los ciudadanos masculi­nos entre 17 y 46 años se presentarían en las zo­nas de reunión designadas por todo el ager Romanus. Para muchos, esta sería la primera ex­periencia del dilectus; otros acudirían para vol­ver a enrolarse y completar el período obligato­rio de seis años de servicio en el E. En épocas de

conflicto, este período de servicio era probable que se prestara de forma continua -anulando la tradicional temporada de campañas entre mar­zo y octubre- cuando las legiones eran desple­gadas fuera de Italia para cumplir con las nece­sidades de la guerra. De hecho, con frecuencia un servicio continuo se convirtió en norma du­rante el siglo siguiente, teniendo la prolongada ausencia de los pequeños granjeros, que forma­ban el grueso del personal en las legiones, unas profundas consecuencias sociales y económicas para el Estado romano. En tiempo de paz, una vez finalizado su servicio de seis años, el legio­nario podía licenciarse pero con la posibilidad de ser «llamado» en tiempos de emergencia du­rante un período de hasta 16 años. Debe asu­mirse que este evocatus se aplicó rigurosamente en el 216, cuando se tomó la decisión de poner en servicio una cantidad sin precedentes de ocho legiones -cuatro más que la norma anual. Aunque la mayoría de los granjeros ciudadanos estaban más que contentos de regresar a sus campos tras completar su tiempo de servicio, existían personas que, por varias razones, deci-

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EL EJÉRCITO CONSULAR DE DOS LEGIONES

5 Velites

5 Caballería aliada Cohortes aliadas Legión 1 Legión 2 Cohortes aliadas Caballería romana

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Ve lites __________ Hastati

_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Príncipes

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1.600 Ve lites

10 manípulos de hastati , cada uno de 140 hombres

Centurión Optio Cornicen Centurión Optio Carnicen elegido Signifer Tesserarius nominado Signi!er Tesserarius

10 manípulos de príncipes, cada uno de 140 hombres

Centurión Optio Carnicen Centurión Optio Carnicen elegido Signi!er Tesse rarius nominado Sigoi!er Tesserarius

Aquí se ilustra un E. consular de dos legiones. La legión tiene 5.000 hombres, como en Cannas . Dos centurias de legionarios formaban un manípulo; 30 manípulos formaban la legión. Un E. romano de esa época siempre comprendía dos legiones de ciudadanos más unidades aliadas de un tamaño equivalente. Estas se dividían en manípulos,

10 manípulos de triarios, cada uno de 60 hombres

agrupados en cohortes, reuniéndose estas últimas para formar el equivalente a las legiones romanas . Los aliados aportaban más caballería -hasta 30 tunnae Dos de estos Es. consulares se unieron para luchar en Trebia. Ocho legiones, el equivalente a cuatro Es. consulares combatieron en Cannas, donde Aníbal destruyó al menos seis legiones.

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~ El scutum aquí ilustrado se basa en la muestra encontrada en Kasr el-Harit en Egipto. Aunque no es romano, es muy similar al que se muestra que era llevado por los legionarios en el altar Domitius Ahenobarbus y en el monumento Aemilius Paullus. Polibio lo describió así: "la superficie es convexa; mide dos pies y medio de anchura y cuatro de longitud, y el espesor de su borde es de un palmo. Se compone de dos capas de madera unidas con cola de cuero de toro; la superficie exterior está recubierta primero con lona y luego con Piel de becerro. Los bordes superior e inferior están unidos con hierro para proteger al escudo, tanto de los golPes cortantes de las espadas como del desgaste cuando se pone en el suelo. En el centro se ha fijado un saliente de hierro que amortigua el impacto violento de piedras, picas y jabalinas

a

pesadas en general». (Cortesía del Dr. M.C. BishoP)

dían reengancharse y ser voluntarios más allá de los 6 años exigidos. Con esto proporcionaban un cuadro de soldados perdurables y experi­mentados que, como candidatos más probables para ser centuriones, suponían la espina dorsal de la legión y daban a: las legiones la necesaria continuidad sobre una base año a año. Si bien poseemos una evidencia literaria de tales perso­nas a partir del año 200, no se ha encontrada ninguna de la época de la 2ª Guerra Púnica. A pesar de ello, parece razonable inferir que la­gran cantidad de legiones creadas durante los 16 años de la Guerra Anibalística podrían haber visto surgir unos soldados de servicio duradero, casi profesionales, cuya experiencia les habría convertido en los primeros candidatos para cen­turiones. En ausencia de una clase de oficiales profesionales, era de estos hombres de los que dependían los cónsules y tribunos para alentar las actitudes «profesionales» de disciplina y ex­periencia, que fue la seña distintiva de las legio­nes no profesionales de ciudadanos de la República media.

La gran masa de ciudadanos que se presenta-

LA INFANTERíA

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ban al dilecLus pertenecería al grupo clasificado como capite censi o perteneciente al «censo prin­cipal» - se trataba de ciudadanos romanos no cualificados para el servicio en las legiones por­que no poseían propiedades. Sin propiedades se suponía que se carecía de la motivación que poseían los propietarios quienes, al luchar por Roma, también peleaban para proteger lo suyo. El granjero ciudadano, al contrario que el hom­bre del censo principal, tenía un gran in terés en servir bien y luchar duramente. Además de esto, los del «capite censi» carecían de los medios pa­ra adquirir sus armas y equipos propios -y Roma aún tenía que aceptar el concepto de ar­mar y equipar a sus soldados por parte del esta­do. Si se le negaba el servicio en el E., el desti­no del ciudadano sin propiedades estaba en ser­vir en la Marina. En la época del inicio de la Guerra Anibalística, el nivel de propiedad para la 5ª y más pobre clase de los ciudadanos elegi­bles estaba en 11.000 ases, una cifra que según la tradición fue fijada por Servius Tullus en el si­glo VI. Polibio, sin embargo, es bastante claro cuando afirma que hacia el año 160, la cifra mí­nima para esa clase estaba fijada en la cantidad mucho menor de 400 dracmas o 4.000 ases. Esta significativa disminución en el valor del nivel de cualificación data probablemente del 214 y

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LOS EJÉRCITOS ENFRENTADOS

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.... Este gráfico es una muestra del único gladius republicano descubierto. Se encontró en la isla griega de Delos y data del siglo 1 a. C. La longitud del arma incluyendo la

cola es de 760 mm, con una anchura de 57 mm. Aún estaba en su vaina, que se piensa que era de cuero. (Cortesía del Dr. M. C. BishoP).

puede atribuirse directamente a las enormes pérdidas infligidas al E. romano por Aníbal. Por medio de estudios se ha estimado de forma con­servadora que entre el 218 y el 215 pudieron morir unos 50.000 ciudadanos. Esto representa quizás un sexto de todos los hombres adultos, o el 5% de la población ciudadana de la República (una cifra considerablemente mayor en propor­ción a las pérdidas de las principales naciones contendientes en la Primera Guerra Mundial). En tales circunstancias no existía otra alternativa que bajar el nivel para la 5ª clase, compensando así las pérdidas mediante el paso de hombres de los censi capite a las filas de las legiones. De he­cho, las pérdidas en Cannas fueron tan grandes que las autoridades romanas se vieron forzadas a abandonar la calificación en su conjunto en el 216 y adoptar unas medidas sin precedentes, pa­ra cubrir el vaCÍo de personal tras la batalla.

De los ciudadanos de la 5ª clase normalmente se reclutaban suficientes pedites para dotar a cua­tro legiones consulares de 4.200 hombres cada una. Esta cifra podía ascender a 5.000 hombres en caso de emergencia o cuando hacía falta para una estrategia determinada, como ocurrió en el 216. Aparte de los seleccionados para servir co­mo velites, el criterio para ser nombrados hasta ti, príncipes o triarios no era en esa época ya exclusi­vamente la riqueza. Otros factores como la edad, la preparación fisica y la experiencia eran ahora también importantes.

Los más jóvenes y pobres 1.200 elegidos para servir en la legión se convertían en velites. Es bastante probable que el uniforme y el arma­mento de los velites, según lo descrito por Polibio y detallado a con tinuación, no sea re­presentativo de las tropas ligeras romanas que sirvieron en Cannas. Livio deduce que en el 211 tuvo lugar una importante reforma de estas tro­pas, cambiando formalmente los velites al aspec­to retratado más tarde por Polibio. Antes de es­ta fecha, parece ser que las tropas ligeras estaban equipadas y armadas de una forma bastante más ad hoc (lo que podría muy bien reflejar su escaso rendimiento ante sus oponentes cartaginenses). Como lo describió Polibio, estos velites estaban equipados de forma muy ligera, como lo exigía

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Es muy probable que el casco montefortino fuera el modelo más popular entre los legionarios romanos de esa época y sin duda era llevado por el hastatus y el príncipe. El aquí mostrado fue descubierto en Canusium ·(Canosa di Puglia) y data probablemente de la época de Cannas. El nudo superior del casco sujetaba el penacho de tres plumas púrpura o negras de 45 cm de altura descrito por Polibio. Las dos protecciones para las mejillas son articuladas y proporcionan una protección excelente para las mandíbulas y la quijada, sin limitar la visión del usuario. Un anillo doble situado centralmente en la parte posterior del casco permitía que se pasaran dos correas de retención bajo la barbilla, y que se fijaran a dos ganchos en la base de cada parte cubre­mejillas, para sujetar el casco con firmeza en su sitio. (Badisches Landesmuseum Karlsruhe)

LA INFANTERíA

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.... La panoPlia helenística de la figura de la derecha fue llevada normalmente por cónsules y procónsules durante toda la Guerra Anibalística. Paullus, Varro Geminus y Minucius vestirían probablemente así en Cannas. La figura de la izquierda es un tribuno cumPliendo su destino de cinco o diez años en ese puesto. Cada manípulo de una legión tenía un portador que llevaba un estandarte coronado por un emblema, en este caso de una mano. (Dibujo de Richard Hook)

~ Casco del siglo III del tipo «M ontefortino». Este tipo de casco fue llevado por la mayoría de los soldados romanos durante las Guerras Púnicas. Este ejemPlo está en el Museo Británico. (Foto: N. V. Sekunda)

su papel de emboscados que actuaban a la van­guardia de la Inf. pesada que avanzaba. Las ar­mas que llevaban incluían varias jabalinas largas de 4 pies de longitud. La protección personal era mínima, limitándose a la proporcionada por sus mantos y sus ligeros escudos de mimbre, cu­biertos de piel y con un diámetro de cuatro pies. Se diferenciaban de la Inf. pesada por llevar pie­les de lobo o de oso sobre sus cascos.

LA INFANTERiA

En contraste a esto, los hastati, príncipes y triarios llevaban todos protecciones corporales, reflejando su extensión la riqueza personal de cada legiona­rio -en esa época todavía se esperaba que cada sol­dado comprara su propio equipo. Los 1.200 hasta­ti eran la «flor y nata de los hombres jóvenes», siendo elegidos para servir en la 1 ª fila de la legión durante el combate. Aunque tenían unas condi­ciones físicas excepcionales, aún querían hacer

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LOS EJÉRCITOS ENFRENTADOS

muchas cosas en este mundo y su delgada cora­za corporal se debía a sus limitados medios fi­nancieros. En su mayoría vestían una plancha pectoral cuadrada o pectorale que ofrecía un mí­nimo de protección al pecho y a los órganos in­ternos vitales. Polibio observa que si el hastatus pertenecía a la 1 ª clase, debía comprar y vestir una cota de malla de hierro del tipo llevado por casi todos si no todos los príncipes y triarios. Por ello era poco probable que cuando los hastati se lanzaran al combate presentaran la uniformi­dad de aspecto tan querida por las reconstruc­ciones artísticas contemporáneas.

Estas loricae de malla eran muy pesadas, llegan­do hasta 15 kg. De hecho, muchos de los legiona­rios que vadearon las aguas del lago Trasimeno

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Izquierda y página siguiente: el casco italo­corintio o etrusco-corintio seguía en servicio entre los legionarios y se asocia a los triarios. Aquí se ilustran dos ejemplos, ambos sin cubre-mejillas. El casco italo-corintio ilustrado en la parte del sarcófago de las amazonas de Tarquinia se lleva sin ellos. Los pequeños orificios en la base del casco albergaban probablemente una correa de retenida cuando no se llevaban los cubre­mejillas. Obsérvese la diferente forma de los cubre-cuello. El casco encontrado en Melfi, Apulia, aún conserva el porta-cresta y los dos porta-penachos característicos del diseño. (Badisches Landesmuseum Karlsruhe)

para escapar a las tropas perseguidoras de Aníbal, sucumbieron en una tumba de agua por el peso de sus loricae de malla. Sin embargo, un testimo­nio de su eficacia protectora viene indicado por la orden de Aníbal de quitar las cotas de malla a los romanos muertos tras la batalla, con objeto de equipar a sus propios hombres.

En la segunda línea de la legión estaba una cantidad igual de príncipes -hombres descritos por Polibio como en «la plenitud de la vida». Estos, junto a los hasta ti, estaban armados por igual con dos pila de diferente peso. Esta jabali­na estaba diseñada de tal manera, que se em­pleaba el peso del arma una vez lanzada para imprimir un impulso suficiente para que su lar­go vástago de hierro penetrara el escudo del

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LA INFANTERíA

enemigo y continuara para herir el cuerpo. Otra característica de esta arma era que el vás­tago de hierro se doblaba al impactar, haciendo así imposible que fuera reutilizado por el ene­migo. Se han descubierto bastantes ejemplos en ese estado en puntos de España y Francia, aun­que estos datan del período tras la Guerra Anibalística. Una vez que eran lanzados los pila, los legionarios se convertían en espadachines para el combate cuerpo a cuerpo.

El arma auxiliar estándar de cualquier gra­duación en la legión en la época de Polibio era el gladius hispaniensis, pero sigue debatiéndose si ésta fue el arma empleada por los legionarios en Cannas. Esta espada española para cortar y golpear se utilizaba sin duda ampliamente hacia el 200, y parece bastante probable que se em­pleara antes de esa fecha. Casi con certeza los romanos se enfrentaron a esta arma en manos de mercenarios españoles en la 1 ª Guerra Púnica, sugiriendo que su adopción data proba­blemente de esa época. Ha sido descrita por Robert O'Connell como «la más mortífera de todas las armas producidas por los ejércitos an-

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tiguos, y mató más soldados que cualquier otro arma de la historia hasta la invención del cañón». Livio describió gráficamente su eficacia en la ba­talla contra los griegos en las Guerras Macedónicas, horrorizado por las terribles heri­das que infligía ese arma - «los brazos saltaban, con los hombros y todo, cabezas separadas de los cuerpos con los cuellos totalmente cercenados y los estómagos abiertos».

Al llevarse el gladius siempre en la mano dere­cha, la izquierda se usaba para llevar el escudo ovalo scutum. Este medía 4 pies romanos de lon­gitud por 2 pies de ancho y fue el elemento de­fensivo principal llevado por los legionarios. En la pierna izquierda se llevaba una canillera de bronce, para «proteger la pierna que se adelan­taba para combatir». Las tres filas llevaban cascos de bronce basados en diseños etrusco-corintios, áticos o montefortinos. Estos estaban coronados generalmente por plumas carmesí o negras de unos 45 cm de altura y estaban destinados a inti­midar al enemigo, haciendo que todo legionario pareciera más alto de lo que eran en realidad.

Los triarios formaban la tercera y última línea de la legión. Con un total de sólo 600, abarcaban soldados veteranos que no entrarían en combate a no ser que su resultado fuera incierto. De he­cho, la frase latina Inde rem ad triaras redisse que sig-

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Izquierda y abajo: Este casco helenístico de bronce, ahora en Berlín,

. tiene una forma similar a las mostradas en representaciones de generales romanos de.la época republicana, y podría también haber tenido una forma similar a los cascos llevados por los cartaginenses. (Berlin Antikenmuseum, Inv. 10481)

~ Un jinete romano y dos infantes del llamado «Altar de Dominius Ahenobarbus». Este monumento, que está ahora en el Louvre, data de finales del siglo 11, por lo que los detalles del uniforme y del equiPo del E. romano habrían cambiado poco. (París, Louvre)

nificaba «el último recurso son los triarios», pasó al latín contemporáneo como indicativo de una situación desesperada. Los triarios se distinguían de las dos filas frontales por su empleo de la lan­za larga arrojadiza, conocida por hasta en lugar del Pilum. En este sentido, representan todo lo

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que quedaba de la falange romana original. En todos los otros aspectos eran casi imposibles de distinguir en su aspecto de los príncipes. En un pa­saje muy conocido, Livio los describe esperando en reserva y de rodillas «con la pierna izquierda avanzada, sus scuta apoyadas en sus hombros, sus lanzas clavadas en el suelo y señalando oblicua­mente hacia arriba, como si su línea estuviese pro­tegida por una empalizada erizada». En ocasiones no se desplegaban en absoluto en la línea de com­bate, siendo encargados de defender el campa­mento legionario, que es donde servirían duran­te la batalla de Cannas.

Los socii

El dilectus dentro de los territorios del ager Romanus tenía su contrapartida en los pueblos y ciudades de los socii. Bajo los términos de los res­pectivos tratados bilaterales con la República ro­mana, a estos aliados latinos e italianos se les exi­gía aportar fuerzas militares para servir junto a las legiones ciudadanas. Sin embargo, parece ser que el grueso de las fuerzas aliadas reclutadas eran extraídas de los socii Latini nominis, las co­lonias latinas repartidas por toda Italia. Livio co­menta cómo en el 217 las tropas aliadas que em­pleó Roma fueron la Inf. pesada y la Cabo de la Confederación latina. En otro lugar se ha afir­mado que los hombres reclutados sumaban casi la mitad, si no más, del total de las tropas roma-

LOS 50CII

nas desplegadas en campaña. De hecho, para las dos legiones bajo el mando de un cónsul existía un mínimo de dos legiones aliadas equivalentes sirviendo a su lado.

Alguna indicación de la cantidad de tropas aliadas sirviendo en las legiones puede deducirse por la cantidad de hombres desplegados al ini­ciarse la guerra. Junto a las seis legiones creadas para el año 218, se habían reclutado 40.000 in­fantes y 4.400 jinetes de los aliados. El mando consular de estas unidades aliadas se ejercía a tra­vés del nombramiento de tres romanos de alta graduación como praefecti sociorum para cada alae. En combate se desplegaban en las alas izquierda y derecha de las legiones -de aquí su designación como ala sociorum-. Cada ala sumaba apr~x. 5.000 infantes, subdividida en diez cohortes. Es­tas a su vez comprendían manípulos de hastati, príncipes y triarios y Cabo de apoyo, imitando la es­tructura de la mucho mayor legión. La mayoría de las cohortes llevaban un nombre o título para identificar el origen o la identidad regionales. De entre estas tropas aliadas era práctica común que los romanos eligieran la mejor para formar una unidad de élite de 1.600 ipfantes y 600 jinetes, lla­mados los extraordinarii. Estos se dividían en cua­tro cohortes y suponían la guardia personal con­sular así como la pantalla del E. en su línea de marcha. Fueron éstos los que contactaron en primer lugar con las tropas ligeras de Aníbal en el lago Trasimeno.

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218: TESINO y TREBIA

El nombr~miento por parte del Senado de España y Mrica de Publio Cornelio Escipión y Tiberio Sempronio como cónsules electos para el 218, es una indicación de la creencia de Aníbal de que los romanos pretendían empren­der la guerra contra Cartago, iniciando una es­trategia ofensiva en ultramar. El que se retrasa­ran se deriva de su convicción de que la iniciati­va estratégica estaba en sus manos. De conse­cuencias más inmediatas fue el retraso respecto a lo previsto que sufrió Cornelio Escipión ,a cau­sa de una rebelión en la Galia Cisalpina. Esta se produjo como consecuencia de las dos nuevas colonias de Cremona y Placencia, cuyos 6.000 colonos estaban escasamente asentados cuando los celtas de la región se sublevaron. La fuerza militar romana en el valle del Po consistía en una legión bajo el mando del praetor Lucius Manlius.

Existe claramente cierta confusión sobre los orígenes de esta legión. Su designación por par­te de Po libio como 4ª sugiere, contrariamente a su propia opinión, que era la 4ª Legión recluta­da en el 219 y no en el 218. Para opinar que la 4ª Legión había pasado el invierno en la Galia, este texto se basa en Connolly, cuyo razona­miento sobre este tema parece estar muy asen­tado. Su método de redesignar a la 4ª Legión de Polibio como Legión 1, debido a que es la pri­mera legión realmente citada para esta guerra, conduce a que todas las que sigan sean nume­radas secuencialmente. Este sistema se emplea­rá desde ahora en este texto.

El que Aníbal hubiese acordado o no con los celtas que se sublevaran en ese momento, no es­tá claro. Aunque no fuera sí, el resultado de es­tos hechos fue decididamente a su favor. Abandonando Placencia y Cremona, los colo­nos se retiraron a Mutina, seguidos por los ven­gativos celtas. Manlius llevó a su legión para ayu­dar a la ciudad, pero cayó en una emboscada. Los supervivientes retrocedieron hasta el asen­tamiento de Tannetum en espera de ayuda. Ante la ausencia de cualquier unidad de reser­va, los romanos no pudieron hacer otra cosa que recurrir a los reclutados por Escipión para

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servir en España. El Senado envió a la Legión 2 (reclutada en primer lugar en la leva del 218) desde su base hasta el valle del Po, apoyada por 5.000 aliados bajo el mando del praetor Gaius Atilius. Escipión sufrió un retraso de algunos meses mientras reclutaba e instruía una legión de repuesto. Mientras tanto, Sempronius ya ha­bía llevado a sus fuerzas hacia el sur, a Sicilia, y en Lilybaeum procedió a reunir up.a flota con la idea de transportar a su E. hasta Mrica.

Fue a finales de agosto cuando Escipión em­barcó por fin su E. hacia España. Su flota nave­gó a lo largo de la costa de Etruria y Liguria, de­sembarcando finalmente en la desembocadura este del Ródano, justo después de Massalia. No está claro el porqué de esto, por lo que debe­mos suponer que Escipión seguía teniendo la impresión de que Aníbal estaba actuando al sur de los Pirineos. Livio deduce que las tropas de Escipión estaban sufriendo bastante de mareos, por lo que esta detención fue completamente imprevista. Su sorpresa, por lo tanto, al ser in­formado de que el E. de Aníbal parecía estar tratando de cruzar el Ródano a unos días de marcha hacia el norte de su punto de desem­barco, debió ser mayúscula.

Sea cual fuere la explicación, la reacción de Escipión fue inmediata. Envió jinetes al norte para vigilar la posición de Aníbal: fue este des­tacamento el que atacó la fuerza númida que Aníbal había enviado hacia el sur. Tras una in­tensa lucha, los supervivientes volvieron para in­formar a sus respectivos jefes. U na vez confir­mada la presencia de Aníbal, Escipión ordenó que se volviera a cargar el material en los barcos y que su E. avanzara hacia el norte, con la espe­ranza de alcanzarle. Cuando llegó al punto de paso encontró el campamento abandonado de Aníbal y fue informado por celtas locales que el E. cartaginés se había desplazado hacia el norte hacía unos tres días. Polibio afirma que Escipión estaba claramente «asombrado de en­contrar que el enemigo había forzado la mar­cha» y sólo entonces adivinó el verdadero obje­tivo de la marcha de Aníbal. Cuando se percató de las consecuencias de un descenso cartaginés

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hacia Italia, «Escipión sólo podía estar seguro de una cosa, precisamente de que debía ajustar sus propios movimientos a las acciones y a la es­trategia del enemigo».

Volviendo rápidamente a la desembocadura del Ródano, Escipión decidió ahora un curso de la acción que iba a tener unas graves conse­cuencias estratégicas para la evolución, a largo plazo, de la guerra, aunque sus ventajas no se verían de forma inmediata. Pasó el mando de su E. a su hermano menor, Gnaeus, y le ordenó que marchara a España con el mandato de pro­teger a antiguos aliados y ganarse nuevos, echando a Asdrúbal de España. El que decidie­ra regresar a Italia -pero sin su E.- sugiere que Escipión estaba completamente seguro de la ventaja estratégica que se obtendría por hacer que su E. siguiera en España, en lugar de regre­sar con él a Italia. En primera instancia, esto

T Urna de incineración etrusca de alabastro, mostrando un combate entre un grupo de guerreros celtas y un infante italiano. La figura femenina alada de la

derecha puede identificarse presumiblemente con Vanth, uno de los demonios etruscos del inframundo (Chiusi, Mus. civ. Nº 980)

218: TESINO y TREBIA

provocaría una dilución en el esfuerzo de rea­bastecimiento desde Cartago, obligándolo a cen trarse en el man tenimien to del esfuerzo de guerra en España a costa de reabastecer a Aníbal. En segundo lugar, un E. romano ac­tuando en el norte de España también excluiría que Asdrúbal reforzara a su hermano a través de la ruta terrestre, que Aníbal ya había tratado de proteger.

Volviendo en el acto a Pisa, Escipión informó al Senado de las intenciones de Aníbal. Este lla­mó inmediatamente a Sempronio a Sicilia, y mediante un esfuerzo prodigioso el cónsul lo­gró transferir su E. al puerto del Adriático oriental de Ariminum (Rimini) a principios de diciembre. Marchando hacia el Noroeste para unirse a Escipión, llegó durante la segunda mi­tad del mes, a tiempo para participar en la ba­talla de Trebia. Mientras tanto, Escipión había asumido el mando de las Legiones 1 y 2, que ha­bían estado actuando en el valle del Po. Parece ser que su idea original había sido marchar con su E. hacia el oeste para impedir que Aníbal en­trara en Italia, enfrentándose a él en el paso por el que estaba cruzando los Alpes. Pero cada vez

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21 8: TESINO y TREBIA

Posibles Rutas del E. de Aníbal a través de los Alpes

Ruta de Aníbal sobre los Alpes: Sugerida por G. de Beer Sugerida por J.F. Lazenby Sugerida por P. Connolly

CAVARI Tribus celtas

INSUBRES

CAVARI ;!JI I ~

~ p " . Massalia

estaba más claro que el ambiente entre todas las tribus celtas de la Galia Cisalpina se estaba vol­viendo decididamente más hostil a Roma. Tras determinar que la discreción era lo mejor que podía tenerse en ese momento, Escipión deci­dió seguir ese plan y esperar a que el E. cartagi­nés descendiera a las llanuras del norte de Italia.

Primer derramamiento de sangre: Tesino

Cuando, durante la primera o segunda semana de Noviembre, el E. de Aníballlegó por fin a la llanura, estaban helados, hambrientos y total­mente exhaustos a causa de su hazaña. Los 20.000 infantes y 6.000 jinetes que habían so-

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o 25 50 Millas I I I

O 50 100 Km ;.J' ""b

brevivido eran sólo una pálida sombra del gran E. que había salido de Cartago Nova tan sólo cinco meses antes. Polibio cita estas cifras con seguridad, ya que su procedencia es el propio Aníbal, que las había escrito para la posteridad en una tabla de bronce que situó en un pro­montorio de !=,apo Calonne, cerca de Croton, al sur de Italia. Estas indican que Aníbal había per­dido casi la mitad del E. con el que empezó su ascensión, en los quince días que tardó en cru­zar los Alpes. El que incluso los celtas miraran con recelo a esta lastimosa fuerza, se deriva cla­ramente del fracaso de Aníbal en insinuarse a la tribu local de los taurini. Pero lo que le faltaba a Aníbal en cantidad lo lograba mantener en ca­lidad. En su Inf. africana y española y sobre to­do en su superior Cabo poseía el núcleo de un E.

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.... La ascensión por Aníbal de los Alpes empezó entre princiPios y mediados de octubre del 218 (según varios comentaristas; no existe acuerdo universal .sobre este tema) . Tras esto su ruta se ha convertido en objeto de un debate muy documentado, interpretando diferentes estudiosos y especialistas de diferente forma la información de Polibio y Livio. Esa exégesis queda demostrada en este mapa, en el que pueden trazarse tres rutas alternativas -y existen más. Ciertamente no es objeto de este texto entrar en el debate de

estos asuntos. El paso duró quince días, perdiendo Aníbal en el camino casi la mitad del E. con el que había iniciado la ascensión.

muy efectivo. El número, sin embargo, sólo po­día compensarse añadiendo contingentes cel­tas. Era necesario realizar rápidamente una de­mostración de su poder para restaurar la débil confianza de los celtas en su capacidad de retar el poder de Roma. En una demostración muy deliberada de «espanto», lanzó a su E. contra la principal ciudad de los taurini, la saqueó y ma­sacró a su población. La lección surtió efecto, y los dubitativos celtas de la región se pasaron a

~ Fue entre los profundos valles atravesados por el río Trebia donde Aníbal infligió su primera gran derrota a los romanos a finales del 218. Las aprox. 15.000 bajas romanas fueron suficientes para atraer a su causa a los dubitativos galos del valle del Po.

PRIMER DERRAMAMIENTO DE SANGRE: TESINO

su causa. Lo que se necesitaba ahora, pensaba Aníbal, era eliminar cualquier duda residual de sus mentes mediante una victoria decisiva sobre los romanos.

Al recibir la noticia de la llegada de Aníbal a la Galia Cisalpina, Escipión partió hacia Placencia y, tras atravesar el Po, avanzó por el te­rritorio de los insubres. Tendiendo un segundo puente sobre el río Tesino, Escipión y Aníbal se enfrentaron en combate por primera vez cerca de la ciudad actual de Lomello. Aunque el sub­siguiente combate fue más que una batalla una gran emboscada de Cab., presagió no obstante mucho de lo que sucedería en futuros comba­tes. La Cabo de Aníbal fue decisiva, mostrando una notable superioridad sobre los jinetes ro­manos y aliados. Escipión resultó herido en esta acción, y según la tradición sólo salvó su vida gracias a la rapidez mental de su hijo, el futuro Escipión «el Mricano» de 17 años. El E. romano se retiró velozmente a Placencia, destruyendo los puentes en su avance. La noticia de la victo­ria alentó a otras tribus celtas a unirse a Aníbal. Después, cuando las propias levas celtas de Escipión desertaron de su E. y se pasaron a los cartaginenses, éste abandonó prudentemente Placencia y se retiró al sur hasta el comienzo de los Apeninos, en espera de la llegada de Sempronio y sus legiones. Fue entre mediados y

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218: TESINO y TREBIA

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.A. Urna funeraria etrusca de alabastro, encontrada cerca de la Citta della Pieve. La figura del centro probablemente representa al muerto, un etrusco. Al fondo combaten caballería e infantería italianas, pero obsérvese el escudo que lleva la figura del extremo izquierdo, que tiene que ser celta. (Florencia, Mus. Arqueo. Nº 16 M; Foto.: Alinan)

..... Lámpara romana, fechada probablemente en el Imperio, mostrando un jinete celta. Obsérvese el largo pelo que sobresale. Algunos guerreros celtas endurecían su pelo con cal para que su aspecto causara más temor. (Atenas, Museo Nacional)

~ Aquí se muestra un scutatus español blandiendo la formidable espada española, la gladius hispaniensis, que también fue adoptada por los romanos. (París, Louvre)

~ Una moneda de un siclo, cuya cara muestra un elefante con la letra púnica alePh en el exergo. (Archivo Fotográfico Hirmer, Munich)

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TREBIA

finales de diciembre cuando Sempronio llegó por fin. Aníbal acampaba ahora tan sólo a seis millas, eA. la otra orilla del río Trebia. Se acer­caba claramente una gran batalla; pero Aníbal no ofrecería batalla a no ser bajo sus propios términos.

Trebia

La primera gran batalla entre Aníbal y los ro­manos se produjo en diciembre del 218 cerca de Placencia. Al estar las dos fuerzas acampadas muy cerca una de la otra, Aníbal, consciente de la débil alianza de sus aliados celtas, quería ofre­cer batalla y planeaba deliberadamente atraer a los romanos a una. Sabiendo que esperaban una emboscada entre los bosques, decidió lle­varles a un combate en terreno abierto, en don­de casi con seguridad no lo esperarían. Aníbal había visto una zona de terreno llano entre los dos campamentos y los Ríos Trebia y Luretta, que al carecer de árboles permitiría que los ro­manos aceptaran el combate, al no temer ya una emboscada. Sin embargo, la presunta «se­guridad» del terreno abierto para los romanos era más aparente que real. Aníbal trató de apro­vechar los arbustos y demás vegetación que exis­tían a lo largo de los cursos de agua cerca del te­rreno llano, para ocultar una fuerza cuya mi­sión era ejecutar esa emboscada que los roma­nos no esperarían. Tras seleccionar una fuerza equilibrada de 1.000 jinetes e infantes, Aníballa puso bajo el mando de su hermano menor, Mago, y la enVÍo a ocultarse con la orden estric­ta de emerger sólo de su escondite y atacar a los romanos en el momento crucial de la batalla.

Cuando la noche dio pasó a una fría mañana que calaba hasta los huesos, Aníbal envió a su Cabo ligera númida para que cruzara el Trebia y atacara el campamento romano. Incapaz de to­lerar lo que había sido una provocación cuida­dosamente planeada, el cónsul Sempronio or­denó que su Cabo saliera, después sus embosca­dos y por último todo su E. (véase el plano de la página siguien te). El que esto se realizara en un momento lo prueba el hecho de que la fuerza romana se desplegó sin desayunar. Aunque ini­cialmente animado por la perspectiva de entrar en combate, el ardor romano fue desaparecien­do cuando, en medio de una tormenta de nie­ve, todo el E. vadeó el Trebia, que discurría a re­bosar, con el agua hasta el pecho. Sempronio desplegó a su mojado y congelado E. al estilo ro­mano, con las legiones en el centro flanqueadas

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218: TESINO y TREBIA

La batalla del río Trebia

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Caballería cartaginesa

----------------------, Caballería ~ cartaginesa

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CAMPAMENTO DEANÍBAL

• FUERZA EMBOSCADA

DE MAGO

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por la Inf. y la Cabo aliadas en las alas. Polibio afirma que poseía 16.000 infantes romanos y 20.000 aliados a pie. Los l.000 jinetes romanos se encontraban en el ala derecha y los 3.000 aliados a la izquierda. Mientras tanto, Aníbal ha­bía alimentado y calentado a sus hombres con grandes hogueras, mientras embadurnaban sus cuerpos con aceite para aislarse del frío. Una vez que los romanos estuvieron totalmente des­plegados para el combate, desplegó a su propio E. en la orilla derecha, a unos l.400 metros de su campamento. Situó a sus 20.000 infantes cel­tas, españoles y africanos en una larga línea, con los elefantes al frente de cada ala de la línea de Inf. Sus 10.000 jinetes se repartieron uniforme­mente y se situaron frente a sus iguales romanos y aliados.

El combate se inició con un encuentro entre emboscados, en el que los romanos se llevaron la peor parte. Cuando Sempronio hizo retirar a sus emboscados, Aníbal atacó (l) con su numé­ricamente superior Cabo y expulsó a la Cabo ro­mana y aliada del campo, quitando su protec­ción a los flancos de la Inf. Mientras tanto, las dos líneas de Inf. del centro habían cerrado fi­las y de repente se vieron envueltas en un vio­lento y feroz combate. Aníballanzó entonces a su Inf. pesada africana y a sus tropas ligeras, de nuevo formadas, así como a la Cabo númida contra los expuestos flancos romanos. La inex­periencia de los reclutas aliados en los flancos de los legionarios, ya atacados y fijados por los elefantes en su parte frontal, incapaces de girar, hizo que se encontraran de frente con este ata­que. La difícil situación de los romanos se agra­vó cuando Mago, viendo que había llegado el momento crucial de la batalla, condujo a sus 2.000 hombres desde su escondite y cayó sobre la retaguardia romana. Los triarios trataron de hacer frente a este nuevo asalto, pero sin éxito. Atacados por todos los costados y en medio de una fuerte lluvia y poca visibilidad, los romanos fueron rechazados hacia el crecido Trebia. Sólo en el centro lograron algún éxito, ya que las le­giones habían logrado por fin abrirse camino entre los celtas. Sempronio creyó aquí que ha­bía logrado la victoria, pero entonces se encon­tró aislado y separado del resto del E. En medio de lo que ahora era ya una tormenta, los ele­fantes cartaginenses y la Cabo mataron a mu­chos de los que trataban de escapar mientras se desintegraba el E. romano.

Unos 15-20.000 romanos cayeron muertos. Las pérdidas de Aníbal fueron escasas y se limi-

TREBIA

taran sobre todo a los celtas. Sempronio retro­cedió con sus supervivientes hasta Placencia, en donde se unieron más tarde a Escipión y a los rezagados que lograron volver al campamento. Pasaron el invierno en Placencia, saliendo cuan­do llegó la primavera y trasladándose a Ariminum. Sin embargo, los romanos se perca­taron de la forma en la que sus legiones habían logrado atravesar la línea enemiga, y fue este precedente contra el E. de Aníbal lo que pro­porcionaría la base para su táctica en Cannas.

La batalla de Trebia fue ideada por Aníbal con la intención de aprovechar, no sólo la ven­taja territorial, sino también del enorme deseo (como nos lo asegura Polibio) de Sempronio de buscar el combate y ser el artífice solitario de la derrota de Aníbal. Como Escipión seguía he­rido, Sempronius estaba al mando pero, por de­ferencia hacia su colega, buscó su consejo. Po libio nos narra que Escipión aconsejó a Sempronius evitar el combate y «dejar la situa­ción como estaba». El que Sempronius aún así tratara de buscar el combate se debe, según Polibio, al hecho de que «el combate estaba dic­tado, no por la realidad de la situación, sino por sus motivos personales» y porque en conse­cuencia «su juicio estaba destinado a ser erró­neo». Al absolver a Escipión de cualquier res­ponsabilidad por la derrota de Trebia, vemos surgir un tema que forma la línea general de to­do el relato de Po libio de los acontecimientos principales de la guerra contra Aníbal, hasta e incluyendo la batalla de Cannas: no permitirá que nadie hable mal de los antecesores de su patrón, Escipión Emiliano. De aquí su detalle al relatar la participación de las poderosas fami­lias Aemilii y Escipión en la Guerra Anibalística, escritas de tal manera que los' retratan bajo la mejor perspectiva posible, incluso teniendo que reescribir la historia para hacerlo. Aunque Livio hace lo mismo en su narración de la Guerra Anibalística, su motivación es menos es­pecífica, preocupándose más de evitar cual­quier oprobio por conducta que pudiera afec­tarle como clase ~enatorial y poner en duda su reputación.

La derrota de Aníbal sobre los romanos en Trebia en la primera batalla importante de la guerra, vio cómo más de la mitad de su E. que­daba destrozado. Ahora que estaba bien entra­da la temporada invernal, Aníbal eligió pasar el invierno en el valle del Po, en donde sus aliados celtas podían abastecer a su E.; esperaría hasta la primavera antes de desplazarlo hacia el sur.

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217: EL LAGO TRASIMENO

Para lograr su principal objetivo de forzar la de­sintegración de la confederación romana, Aníbal debía llevar la guerra hacia el sur de Italia. Allí es donde él pensaba que encontraría el apoyo de las ciudades, cuya deserción haría mucho en la debilitación de la causa de Roma. Llegar hasta allí exigía que su E. atravesara la gran barrera natural de los Apeninos. En el 217 sólo disponía de dos rutas, y en ambos casos la disposición de las fuerzas romanas a finales de primavera se había previsto para bloquear su progresión. La primera y más fácil de las dos re­sidía en un avance a través del valle del Po has­ta Ariminum y cruzar después las montañas has­ta el valle del Tíber. Era en Ariminum donde los romanos habían desplegado un E. bajo el man­do de uno de los dos nuevos cónsules, C. Servilius Geminus. Se había llevado con él des­de Roma al E. consular estándar de dos legio­nes, la 12ª y la 13ª, más tropas aliadas. A princi­pios de la primavera se le unieron los veteranos de las Legiones 1 y 2, que salieron de Placencia y lograron llegar hasta Ariminum.

Aníbal eligió la otra ruta, que conducía ba­jando hasta el valle del río Arno en Etruria. Para él, la ventaja más obvia de esta solución era que le permitía elegir un paso entre una docena por las montañas hasta llegar a esa re­gión. Sabía que en Arretium se encontraba un 2º E. romano, bajo el mando del otro cónsul para el 217, C. Flaminius. Sin embargo, la in­certidumbre sobre la ruta que elegiría hacía improbable que los romanos pudieran reaccio­nar con la suficiente rapidez como para blo­quear su descenso. Por este motivo eligió la ru­ta que Flaminius menos esperaría, a pesar de que la ruta entre Bologna y Pistoia a través del Passo de Collina era una de las más directas a Etruria. Flaminius sabía, como Aníbal, que el valle del Arno, por el que Aníbal y su E. ten­drían que pasar tras cruzar los Apeninos, aún estaba inundado a causa de la nieve que se de­rretía y las fuertes lluvias primaverales. Aunque Flaminius suponía que no podía cruzarse,

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Aníbal fue informado por sus guías de que el terreno era firme para pasar andando. Fue du­rante principios o mediados de mayo cuando el E. de Aníbal cruzó las montañas y entró en el valle inundado. Durante cuatro días vadearon las aguas y atravesaron pantanos. Se habían to­mado medidas especiales para evitar que los celtas, con una débil alianza, desertaran a la menor muestra de dificultad. De hecho sufrie­ron más que ninguno en cuanto a privaciones durante esta parte de la marcha. Las condicio­nes eran malas, teniendo que recurrir los hom­bres durante la noche a dormir sobre los cuer­pos de los animales de carga que habían su­cumbido en las aguas. Aníbal contrajo una of­talmia y perdió la visión de un ojo. Pero tras cuatro días y tres noches, el E. cartaginés surgió del pantano sobre la tierra seca cerca de Fiesole.

Como describen tanto Polibio como Livio, los movimientos previos a la batalla del lago Trasimeno están muy condicionados por su des­cripción de la personalidad de Flaminius. Este emerge de sus relatos como un arrogante de­magogo antisenatorial elegido para el puesto a base del apoyo «popular» de la asamblea. Clara­mente confundió a muchos que recelaban de las circunstancias que rodearon la investidura de los nuevos cónsules, asumiendo su puesto en Ariminum y no en Roma. Aunque esto ha sido empleado especialmente por Livio para indicar su desprecio por el Senado, en realidad fueron las acciones de un hombre que creía que tales nimiedades protocolarias eran irrelevantes en esas circunstancias, y que su preocupación prin­cipal era preparar al E. para enfrentarse a Aníbal. Fue siendo cónsul en el 223 cuando Flaminius adquirió la experiencia militar que le hizo ser reelegido, ya que en ese año había de­rrotado a los insubres en la Galia Cisalpina. La forma en que logró la victoria sugiere que no era incompetente, por lo que cuando se leen los relatos de lo que sucedió antes y en el Trasimeno en las narraciones de los historiado-

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res antiguos, se requiere cierta discriminación; ya que sin duda Flaminius, al igual que Sem­pronius antes que él y Varro después, han sido todos víctimas de la necesidad de buscar cabe­zas de turco y de reescribir la historia.

La intención de Aníbal era sin duda atraer a Flaminius a la batalla a la primera oportunidad. La zona de Etruria en la que entraba ahora era rica y fértil y Aníbal procedió a cometer estragos y pillaje por toda la zona, con la idea de hacer salir al cónsul Flaminius de sus cuarteles de Arretium y llevarle al combate antes de que pu­diera reunirse con el E. del cónsul Geminus. El cónsul no fue atraído y no salió del campamen­to, incluso cuando Aníbal tuvo la temeridad de hacer desfilar a su E. a una distancia que podía

... La espectacular emboscada y derrota del E. romano bajo Flaminius por parte de Aníbal tuvo lugar en algún lugar a lo largo de la orilla norte del lago Trasimeno. Uno

de los puntos más probables se encuentra próximo a Passignano, que está situada a la derecha de las dos islas en el lago. (Oficina Italiana de Turismo)

217: EL LAGO TRASIMENO

verse. La subsiguiente decisión del cónsul de abandonar el campamento y seguir al E. carta­ginés ha sido tan distorsionada por Po libio y Livio, que es difícil apreciar lo que con toda probabilidad fue una decisión perfectamente razonable. Livio describe a un encolerizado Flaminius, determinado a seguir a Aníbal inclu­so si «en una reunión con su plana mayor, todos sus oficiales sugirieran una política de precau­ción: cualquier movimiento espectacular sería peligroso, según afirmaban». Livio pone des­pués con mala fe en boca de los tribunos, ¡la verdadera justificación para que Flaminius deci­diera seguir a Aníbal como primera medida! Estos le dijeron que debería «esperar al otro cónsul, para que ambos pudieran unir sus fuer­zas y cooperar en la cercana campaña». De he­cho, esta parece ser que fue la intención de Flaminius, ya que sabemos que Geminus ya es­taba preparándose para ir al encuentro de Flaminius. El plan romano era con toda proba­bilidad destrozar a Aníbal entre los dos Es. con­sulares. Por ello, Flaminius tenía que seguir a

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217: EL LAGO TRASIMENO

Aníbal, pero a una distancia lo suficientemente segura para evitar ser atraído a una batalla pre­matura. Está claro que Aníbal no podía ignorar la intención romana y, ahora que Flaminius se había movido para seguirle, buscaba un lugar apropiado para llevarle al combate y derrotarlo an tes de la llegada del otro E. consular.

Avanzando más allá de Arretium, Aníbal se di­rigió al sur hacia el lago Trasimeno. Flaminius sacó a su E. con la idea de seguir a Aníbal a cier­ta distancia. Cogiendo la antigua ruta a lo largo de la orilla norte, Aníbal identificó una posición ideal para emboscar a la fuerza de Flaminius en las colinas sobre el actual emplazamiento de Passignano. El 20 de junio estableció su campa­mento en una de las colinas sobre el lago. Mientras tanto, Flaminius había acampado en la llanura al oeste.

Durante la noche y con la ayuda de una bri­llante luna, Aníbal desplegó a sus tropas a lo largo de la antigua carretera a lo largo del bor­de del lago. Por la noche había aparecido una espesa niebla con bastante fortuna para Aníbal, limitando mucho la visibilidad de los romanos sobre las faldas de las colinas. Las fuerzas de Aníbal, al estar desplegadas a lo largo de las fal-

... Esta moneda, de dos siclos, podría representar a Amílcar Barca, el padre de Aníoal, que fue el responsable de la

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expansión del poder cartaginés en España. (Archivo Fotográfico Hirmer, Munich)

das de las colinas, por debajo de las cuales esta­ban avanzando ahora los romanos, estaban ahora completamente ocultas a la visibilidad de los romanos. Flaminius había actuado con ne­gligencia al no realizar un reconocimiento ade­cuado de los movimientos de Aníbal. A pesar de ser normalmente tarea de los extraordinarii aliados, sólo cuando la vanguardia de la larga y sinuosa columna romana se topó con la línea de Inf. ligera de Aníbal que la bloqueaba, se

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percataron que el E. de Aníbal no marchaba a millas de su retaguardia, sino que estaba pre­sente en fuerza y listo para el combate. Justo cuando las trompetas de alerta en cabeza de la línea lanzaban su aviso, un poderoso grito tro­nó por las colinas cuando Aníbal ordenó a sus fuerzas bajar de las laderas y atacar al E. roma­no situado por debajo, confundido y totalmen­te sorprendido.

El ataque fue tan arrollador y repentino que

217: EL LAGO TRASIMENO

los romanos fueron incapaces de desplegar a sus fuerzas en línea. La columna fue asaltada en toda su longitud por la Cabo de Aníbal, que de­rribó a todos legionarios que se encontraron. Sólo a vanguardia de la columna, 6.000 solda­dos romanos lograron abrirse camino a través de las fuerzas que les bloqueaban. Desde la po­sición estratégica en la pequeña colina a la que se retiraron, volvieron para ver la desesperada lucha de sus camaradas mientras eran empuja-

Batalla del lago Trasimeno, 21 de junio del 217 a. C.

LAGO TRAS/MENO

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217: EL LAGO TRASIMENO

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..... Arriba: aquí puede verse el lago Trasimeno desde su orilla oeste. Se supone que la batalla tuvo lugar más allá del promontorio de Borghetto, a la izquierda, hacia el centro de la fotografía y en la esquina noroeste del lago. (Oficina Italiana de Turismo)

..... Abajo: fotografía general que muestra el terreno cerca de la orilla del lago. Se caracteriza aquí por sus escabrosas y onduladas colinas y los conos de volcanes apagados. (Oficina Italiana de Turismo)

... En las cercanías de los pueblos de Sanguineto y Tuoro, se han descubierto fosas de incineración con una profundidad de hasta 20 pies; se piensa que contienen los restos quemados de los romanos muertos. Livio asegura que Aníbal ordenó que los cuerpos de sus proPios hombres «se retiraran de los montones de los enemigos muertos y se les diera sepultura». Aquí se muestra uno de estos cartaginenses muertos. Las tumbas no contienen ningún arma o material.

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dos hacia atrás, hacia el lago. Ningún bando da­ba cuartel. Los celtas y en especial los insubres aprovecharon para darlo todo contra los roma­nos en venganza por la derrota que sufrieron a manos de Flaminius en el 223. De hecho fue un decurius de la Cabo insubriana quien mató a Flaminius, abriéndose paso entre los triarios que le rodeaban y atravesándolo con su lanza. Para muchos soldados romanos su destino fue una tumba de agua. O bien al ser empujados a aguas profundas o simplemente tratando desespera­damente de huir de la Cabo enemiga en su caza, muchos de los legionarios resbalaron en la su­perficie resbalosa y pantanosa del lago y fueron tragados por el peso de sus loricae de mallas. Aún así, los hombres de Aníbal tardaron tres sangrientas horas en conseguir la destrucción del E. romano. Al mediodía todo había acaba­do; más de 15.000 romanos habían muerto y unos 10.000 eran prisioneros. Las tropas aliadas fueron liberadas y se les dijo que Aníbal comba­tía contra los romanos y no contra ellos. Al día siguiente incluso los 6.000 que habían escapado se rindieron. A cambio de 1.500 bajas propias, Aníbal había logrado una devastadora derrota sobre los romanos.

Han tenido lugar muchas discusiones sobre el tamaño del E. romano: además de las Legio­nes 10 y 11 reclutadas en la leva del 217 y las tropas aliadas asociadas, Flaminius tenía sir­viendo con él a los veteranos de las dos legiones de Sempronio que habían sobrevivido a Trebia. En total disponía de una fuerza de unos 30.000 hombres -de los que unos 25.000 fueron muer­tos o capturados. En el lago Trasimeno, Aníbal infligió una terrible derrota que dejó a Roma sin E. de campaña. Es poco probable que Aníbal no se diera cuenta de ello. El que no avanzara sobre Roma ha sido juzgado por mu­chos como un error fatal. Aníbal, sin embargo, nunca mantuvo seriamente la idea de marchar sobre la ciudad, a pesar de lo aparentemente atractiva que esa idea pudiera parecer. No sólo la toma de Roma estaba más allá de su capaci­dad militar, sino que esto le impediría seguir su estrategia de destruir su poder mediante la ruptura de la confederación romana. Cru­zando de nuevo los Apeninos, esta vez de oeste a este, condujo a su E. hasta el sur de Italia. Para él era allí, entre los samnitas y otros pue­blos cuya oposición al dictado de Roma era aún algo muy reciente, donde debía buscar sus po­sibles aliados y los medios para asegurar el hun­dimiento de Roma.

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Guerreros ibéricos de finales del siglo II a.C., reconstruidos de una jarra de cerámica encontrada en Liria (Valencia). Sus armaduras y equiPos indican que se trataria aquí de tropas de élite, siendo el guerrero con el casco del penacho probablemente un cabecilla. (Dibujo de Angus McBride)

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217-216: LA ESTRATEGIA FABIANA

La noticia del desastre en el Trasimeno llegó a Roma casi de inmediato, y «el terror y la confu­sión» recorrieron la ciudad. El praetor Marcus Pomponius habló a la multitud desde los esca­lones del Senado y declaró sin rodeos: «Hemos sido vencidos en una gran batalla». En los días siguientes llegaron más malas noticias. Una fuerza romana de Cabo había caído en una em­boscada mientras se dirigía en auxilio de Flaminius: los 4.000 hombres habían sido muertos o hechos prisioneros. Se consideró que la situación era tan grave que el Senado re­currió al antiguo procedimiento de nombrar un dictador, para asegurar una coordinación más eficaz del esfuerzo de guerra. Este puesto combinaba el imperium de dos cónsules, y la persona nombrada estaría por tanto por enci­ma de cualquier otro magistrado durante un período de seis meses.

Normalmente uno de los cónsules nombraba a un candidato con experiencia, pero con Fla­minius muerto y Geminus incapaz de llegar a Roma, debido a la marcha de Aníbal hacia el es­te, cruzando los Apeninos y bloqueando su ruta hacia la ciudad, se pasó por alto la tradición y el dictador fue elegido por votación popular. La elección recayó en Q. Fabius Maximus. Sin em­bargo, su nueva estrategia era opuesta clara­mente a la de poderosos miembros del Senado que seguían pensando, a pesar de los desastres de Trebia y Trasimeno, que Aníqal podía ser de­rrotado en una batalla campal. Estos acordaron limitar la libertad de acción de Fabio, quitándo­le el derecho a elegir a su lugarteniente. Con ello lograron imponerle como magíster equitum (maestro de caballería, o lugarteniente) a un candidato suyo, M. Minucius Rufus, el antiguo cónsul.

El reemplazo de las bajas del lago Trasimeno requería una leva de emergencia de cuatro nue­vas legiones. Es posi1;>le que dos de ellas fueran «legiones urbanas». Estas, compuestas por hom­bres mayores y muy jóvenes, se reclutaban con la misión específica de proporcionar a Roma

una guarnición defensiva. En este libro se han designado de forma provisional como Legiones 16 y 17. Debemos asumir que las Legiones 14 y 15 que, según Livio, Fabio se llevó para reunir­se con Geminus, tuvieron que ser instruidas «in­cluso durante la marcha». Esta interpretación se prefiere a la de Polibio, según la cual se llevó a cuatro nuevas legiones. Fue por orden del nue­vo «dictador» que Geminus marchó al sur de Ariminum con sus propias cuatro legiones. Estas abarcaban las legiones 12 y 13, además de las ahora reforzadas legiones 1 y 2. Después, tras otorgar a Geminus el mando de la Marina, Fabio tomó posesión de las seis legiones y salió en busca de Aníbal.

En las semanas que siguieron al lago Trasime­no, Aníbal había conducido a su E. por Umbría y, a través de Picenum, hasta la costa adriática, a donde llegó a finales de julio. Aquí descansó y se recuperó de los grandes esfuerzos del último año. Una vez totalmente recuperado, el E. car­taginés marchó hacia el sur, quemando las cose­chas mientras avanzaba. Fabio enlazó con Aníbal en Apulia, donde este último preparó in­mediatamente a su E. para la batalla. Fabio, de acuerdo con su nueva estrategia, ignoró el reto -deliberadamente mantuvo a su E. en el terre­no montañoso por encima de la línea de avance de Aníbal. Aunque periódicamente enviaba pe­queños destacamentos para atacar a las partidas cartaginenses en busca de alimentos, no quería ir más allá; esto sirvió no sólo para minar las fuerzas de Aníbal, sino también para, gradual­mente, devolver la confianza a los soldados. Esa estrategia era algo nuevo y desde luego no se ajustaba a la necesidad que tenía Aníbal de lle­var a los romanos a otra batalla. Por encima de todo, necesitaba forzar un combate con la ma­yor frecuencia posible, para aprovechar la supe­rioridad táctica de su propio E. y evitar que se llegara a una situación de extenuante guerra de desgaste.

Aníbal apreció claramente las implicaciones para su futuro si los romanos seguían con su

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217-216: LA ESTRATEGIA FABIANA

nueva estrategia. Estaba determinado a forzar a Fabio a una batalla, enfrentándolo a una provo­cación tan grande que no tendría otra elección que la de luchar. En consecuencia llevó a su E. al oeste y una vez más cruzó los Apeninos. Marchando a través de Beneventum, descendió a la Campania y se desplazó a la inmensa y fértil región llamada el ager Falarnus. Al ordenar a su E. que se apoderara de todos los suministros de la región, y después quemara y destruyera todo lo qu~ sobrara, pretendía causar la alarma entre los aliados romanos. Al no hacer Fabio nada por evitar esta destrucción deliberada, se demostra­ría la impotencia de Roma para evitar que Aníbal arrasara las tierras en cualquier lugar de la confederación. Sus expectativas de que esto les lanzaría a abandonar su alianza con Roma no se cumplirían, al igual que su esperanza de una batalla. Aunque el ager Falarnus estaba en llamas, no fue suficiente para hacer bajar a Fabio de las colinas. Sin embargo, sufría una gran presión por parte de un iracundo Minucius y otros oficiales, que deseaban enta­blar combate. Fabio no lo permitiría.

Este fracaso llevó a Aníbal a una encrucijada. Aunque estaba repleto de botines y comida, es­taba claro que no podía pasar el invierno en el ager Falarnus. Tenía que ir a otra parte, pero Fabio ya había ocupado el paso, por el que dis­curría la carretera hacia Allifae, por donde Aníbal pretendía salir. Fabio había situado 4.000 hombres en el propio paso y había des­plegado de tal forma el resto de sus tropas, que podía caer sobre el E. de Aníbal cuando pasara, como sabía que debía. Aníbal estaba acorrala­do. Su solución al problema es uno de los sub­terfugios más aclamados de toda la historia mi­litar. Tras reunir 2.000 piezas de ganado, orde­nó que les ataran ovillos de lana a sus cuernos. «Cuando la tercera parte de la noche estaba lle­gando a su fin » ordenó que se prendiera fuego a la lana y se condujera al ganado hacia arriba, por la senda paralela al paso. Los 4.000 soldados que bloqueaban el paso vieron la masa de luces y, como Aníbal pretendía, pensaron que de al­guna forma el E. cartaginés estaba pasando por su flanco. Abandonando el paso, la fuerza ro­mana subió y giró para enfrentarse al «ejército» enemigo y evitar su huida. Tras su salida, Aníbal hizo pasar a su E. por el paso. Aunque Fabio fue avisado del paso del E. cartaginés a través del paso, decidió sin embargo mantener acampado a su E. y esperar a la luz del día antes de perse­guir a Aníbal.

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Aníbal se dirigió al norte de Apulia, tras ser informado de que la región alrededor de la ciu­dad de Gerunium era muy adecuada como lu­gar para invernar. Fabio, mientras tanto, había sido llamado a Roma, aparentemente por moti­vos religiosos, pero en realidad para enfrentar­se a un Senado que quería condenar su estrate­gia. Fue en esa época cuando se usó por pri­mera vez contra él el apodo peyorativo de cunc­tator o «retrasador». A Minucius se le dejó para perseguir al E. de Aníbal, que ocupó Gerunium tras masacrar a sus habitantes. Dejando tan só­lo un tercio de su E. para proteger la ciudad, Aníbal envió al resto lejos a los campos, para traer suministros y forraje para el invierno. Con la llegada de Minucius, sin embargo, Aníbal se permitió caer de forma inhabitual en una gra­ve emboscada, que proporcionó al maestro de Cabo romano una pequeña victoria. Cuando la noticia llegó a Roma, ya había sido inflada has­ta convertirse en un gran éxito. En una pobla­ción harta de derrotas y desencantos con la es­trategia de Fabio, fue considerada, especial­mente por aquellos que siempre habían aboga­do por una política ofensiva, como una eviden­cia de que Aníbal «podía» ser vencido en el campo de batalla. Como recompensa, y sin du­da en un intento deliberado de frenar a Fabio en el ejercicio de su autoridad en los próximos meses como dictador, el imperium de Minucius recibió igual rango que el de Fabio. Este último se vio por tanto en entredicho sobre su mando del E. Al regresar a Apulia, sugirió a Minucius que o bien mandaban el E. en días alternos o dividían el mando, mandando cada uno la mi­tad. Minucius optó por lo segundo. Sin embar­go, en un intento unilateral de caer sobre Aníbal cerca de Gerunium, Minucius y su mi­tad del E. casi fueron destruidos, salvándose tan sólo por la oportuna intervención de Fabio. Un humillado y contrito Minucius aceptó reu­nir al E. Como ya llegaba el final de la tempo­rada de campañas de ese año, ambos Es. se re­tiraron a sus campamentos fortificados para in­vernar.

216: Facciones y estrategia

En diciembre del 217 finalizaron los seis meses de dictadura. El mando de las legiones volvió a los dos cónsules para ese año (habiendo sido elegido M. Atilius Regulus para sustituir al falle­cido Flaminius). Roma se convirtió entonces en un nido de intrigas, al maniobrar las facciones

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• Urnas etruscas de alabastro para incineración mostrando dos galos que son atacados por un jinete italiano. Los galos llevan sus característicos escudos ovales con

saliente y espina, mientras que el jinete parece llevar un precursor de la lorica segmentata vestida por el E. imperial romano. (Cortona, Mus.d.Accademia etrusca)

dentro del Senado para asegurarse de que sus candidatos fueran elegidos cónsules para el año siguiente. El tema central entre esas facciones era la estrategia que debería aprobar el Senado para el 216. De hecho, está claro que mientras progresaba la guerra, la estrategia militar adop­tada por el Senado y ejercida por los cónsules estaba muy ligada a la facción que más influye­ra entonces en ese organismo. A la luz del ge­neral desagrado hacia la estrategia de Fabio y del falso optimismo generado por la victoria de Minucius, no es de sorprender que el apoyo fue­ra a parar a los que querían una vuelta a la es­trategia ofensiva para derrotar a Aníbal. Esa opi­nión era compartida sin duda por la mayoría dentro del Senado. El que esto se reconociera como un grave error a mano alzada, no sólo en­sombreció el prestigio de varias importantes fa­milias de senadores romanos que apoyaban esa política, sino que también sirvió para llevar el descrédito al propio Senado. Fue en defensa de sus intereses y reputación por lo que más tarde los historiadores senatoriales trataron de des­viar su culpa, haciendo de uno de los cónsules

216: FACCIONES Y ESTRATEGIA

reClen elegidos para el 216, Gaius Terrentius Varro, la cabeza de turco de lo que más tarde su­cedería. Este desarrollo de los acontecimientos también lo citan Polibio y Livio en sus propios relatos. Sin embargo, es Livio quien trata este tema de una forma más intensa, derramando tal odio sobre Varro que este aparece casi como el único responsable de los trágicos hechos del 216. Como la distorsión de personas y hechos provocada por esta falsificación de la historia podría llegar a afectar incluso al relato de la misma Cannas, este tema cae dentro de nues­tros intereses más específicos y por ello requie­re ser analizado.

Tal y como lo retrata Livio, Varro es un hom­bre de orígenes humildes, «el hijo de un carni­cero», que es arrastrado al poder mediante una demagogia que caló en los prejuicios políticos de lo que podría llamarse el «partido popular». Varro está hábilmente apoyado en sus intencio­nes por un tal Baebius Herennius, en cuyos la­bios Livio pone unos discursos antisenatoriales muy derogatorios. De hecho, Livio quiere dejar bien claro que esta elección «originó la contro­versia más amarga entre los senadores y el po­pulacho». A pesar de ello, el «partido popular» triunfa sobre los nobiles cuando es elegido Varro único cónsul, tras derrotar para ello a tres can­didatos patricios y a dos plebeyos, destacando Livio rápidamente que todos ellos habían «subi­do en la escala social ocupando puestos oficia-

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217-216: LA ESTRATEGIA FABIANA

les». Aunque se trata de un resumen de lo que tiene que decir Livio, es suficiente para demos­trar que su relato, cuando se examina desapa­sionadamente, no posee mucha credibilidad.

El concepto de un partido «popular» compi­tiendo con el Senado se aleja de un punto de vista ya aceptado sobre dónde se encontraba el poder real en la Roma de esos tiempos. Uno só­lo puede suponer que el empleo por parte de Livio del término «partido popular» se refiere a algún poderoso grupo plebeyo instalado dentro de la asamblea. Sin embargo, este esquema no puede ocultar el hecho de que era entre los no­biles del Senado en donde se tomaban las deci­siones reales, y además de una forma que no po­día obstaculizar ninguna opinión de los plebe­yos. Aunque en teoría el Senado era un cuerpo «consultivo», en la práctica era, en virtud de la naturaleza y el alcance de las decisiones que to­maba, el «gobierno» de Jacto del pueblo roma­no. Livio presenta sin duda al Senado como si fuera tal durante toda la historia de la Guerra Anibalística. Aunque los cónsules eran elegidos por todos los ciudadanos de Roma que votaban en sus cen turias en la comitia centuriata, en la

~ El E. de Anfbal entró en Italia después de cruzar los Alpes en la primera mitad de noviembre del 218. El primer contacto con los romanos se produjo durante una gran incursión de caballería en el río Ticinus (1), que fue una victoria cartaginesa. La 1 ª gran batalla tuvo lugar el 22 de diciembre, cuando los romanos fueron derrotados en el río Trebia (2), perdiendo entre 15.000 y 20.000 hombres. Anfbal invernó en el valle del Po (3). En primavera cruzó los Apeninos, seguramente por el Passo della Collina (4), entrando en Etruria. Tras atravesar el inundado valle del Amo, pasó por delante del E. del cónsul Flaminius en Arretium. Flaminius le siguió y, el 21 de junio, Anfbal emboscó con éxito a los romanos en las orillas del lago Trasimeno (5). El cónsul murió y los romanos perdieron unos 15.000 hombres; Anfbal capturó una cantidad similar de hombres. Tras reanudar su marcha hacia el sur, volvió a cruzar los Apeninos y dirigió a su E. hacia la costa del Adriático. En Pescara descansaron y se recuperaron. }tI final del verano reanudaron la marcha y se dirigieron al sur por Apulia, devastando el fértil terreno mientras avanzaban. La llegada de Fabio y su negativa a entablar batalla cuando Anfbal la ofreda hizo que los cartaginenses cambiaran su dirección de avance. Tras desplazarse hacia el oeste por los montes Samnitas, atravesó el territorio de Beneventum y por una ruta desconocida descendió a la Campania y a la llanura de Capua (6) . Anfbal comenzó a saquear y quemar deliberadamente esa zona, para incitar a Fabio a que bajara de los montes circundantes y luchara. Pero éste no acudiría. Como la temporada de campañas llegaba a su fin , Anfbal tuvo que desplazar a su E. de nuevo hasta Apulia para invernar, pero con el E . romano en las colinas que dominaban su posición no podfa salir a

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práctica era tal el poder y el prestIgiO del Senado, que nadie podía ser elegido para ese puesto sin el apoyo de poderosos elemen tos dentro de él. Aunque Terrentius Varro estuvie­ra preparado para pedir un sufragio más amplio en la asamblea, con objeto de manipular el apo­yo a su candidatura como un «hombre nuevo», tendría aún así que haber precisado el padri­nazgo de una o más de las poderosas familias patricias en apoyo de su causa. El padrino utili­zaría su influencia y riqueza para allanar el ca­mino de su cliente según ascendía en la escala política. A cambio se esperaba que el cliente re­presentaría e impulsaría los intereses de su pa­drino cuando llegara a un elevado puesto. El ha­ber logrado ese padrinazgo y convertirse en cónsul en tiempo de guerra indica por sí solo que Varro tuvo que ser un hombre de gran ha­bilidad y ciertamente no el hijo de un carnicero o un revolucionario como lo describe Livio. De hecho, el propio Livio describe una carrera de Varro que muestra un ascenso convencional del cursus honorum, por el que primero fue quaestor plebeian y curile eadile y después praetor. Aunque no poseemos una evidencia directa de su expe-

la llanura y volver a cruzar los Apeninos. Mediante una hábil estratagema, Anfbal logró engañar a Fabio y su E. escapó. Tras volver a cruzar las montañas, se dirigió a Gerunium (7) al norte de Apulia, para aprovechar la última cosecha de trigo. Tras pasar el invierno en Gerunium, con un E. romano de seis legiones bajo el mando de los pro cónsules Geminus y Regulus en las proximidades, abandonó por fin sus cuarteles de invierno en junio del 216. Se dirigió directamente al sur hacia Cannas (8). Fue allf en agosto del 216 en donde Anfbal derrotó a un E. romano de ocho legiones.

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216: FACCIONES Y ESTRATEGIAS

Campaña de Aníbal en Italia, 218-216 a. C.

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217-216: LA ESTRATEGIA FABIANA

riencia militar, podemos suponer que nunca hubiese sido elegido cónsul sin una calificación de ese tipo. Esto se deduce además de que la suspensión de la Lex Genucia, en el 217 hubiera hecho casi imposible que un candidato a cónsul carente de experiencia militar fuera elegido, a pesar de la influencia y el prestigio de sus pa­drinos. La favorable actitud con la que fue reci­bido por el Senado tras Cannas y su continuo empleo, tanto en un aspecto militar como di­plomático, hasta el año 200, son testimonio de la confianza que ese organismo tiene que haber depositado en ese hombre.

Livio menciona por primera vez a Varro cuan­do, como praetor, apoyó la ley para igualar el im­perium del dictador Fabius Maximus y su magister equitum M. Minucius Rufus. Esto se ha interpre­tado como medio empleado por la facción anti­fabiana para limitar los poderes de Fabio en la ejecución de su estrategia contra Aníbal e impli­ca que Varro era «uno de ellos». Minucius esta­ba a favor de reanudar la ofensiva estratégica que había dominado las operaciones romanas desde el estallido de la guerra, y en este tema te­nía claramente el apoyo de Varro. Es significati­vo que cuando el propio Varro se presentó al

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puesto de cónsul, aquellos patres del Senado que se opusieron a él eran profabianos, ya que sus ataques principales estaban dirigidos contra el dictador anterior. El propio padrino de Varro en su consulado, el tribuno Baebius Herennius, provenía de una familia ligada desde tiempo atrás a los aemilii patricios. Junto a los escipiones constituían probablemente la facción más ex­presiva e influyente del Senado, en apoyo de la reanudación de la ofensiva contra Aníbal. Detrás de la singular naturaleza de las elecciones con­sulares para el 216 y las pertinentes maquinacio­nes políticas, es posible descubrir un intento muy claro por parte de la facción aemiliij esci­piones de evitar a cualquier precio la reelección de Fabio como cónsul. Su determinante convic­ción de que Aníbal sólo podía ser vencido en el campo explica su apoyo a Varro, que sin duda defendía su causa. Su victoria se vio aumentada

T Urna funeraria de alabastro que muestra un combate entre un jinete italiano y unos galos. El galo combatido directamente ha atacado el vientre del caballo con su

espada. Obsérvese el característico doble pomo celta de su espada latene. Al fondo a la derecha se encuentra un trompeta galo haciendo sonar su carnyx. (Chiusi, Mus. civ. 981)

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con la elección de uno de los «suyos», el inten­cionadamente poco inclinado a ello L. Aemilius Paullus, como el otro cónsul. Con Varro y Paullus en sus puestos, la estrategia fabiana se abandonó rápidamente y, con el apoyo de la ma­yoría en el Senado, se tomó la decisión de rea­nudar la ofensiva contra Aníbal con la intención de forzar una batalla decisiva contra él en e1216.

«Un paso que los romanos nunca antes habían dado»

La estrategia de Fabio había nacido de la idea de que en Aníbal se enfrentaban a un genio mi­litar, a quien él estaba convencido de que no era posible derrotar definitivamente en campo abierto. Para la facción aemilii/ esci piones que ahora predominaba en el Senado, esa idea era inaceptable, y los decretos que emanaron de esa asamblea para el reclutamiento de nuevas legiones daban una forma tangible a esa con­vicción. Se dieron los pasos deliberados para asegurar que Roma fuera a la batalla en el 216, llevando la iniciativa. El Senado decretó la ex­tensión del ímperium de los cónsules Servilius Geminus y M. Atilius Regulus, junto al manda­to de que bajo ninguna circunstancia deberían tratar de librar una batalla con Aníbal. Esa de­cisión, cuando se tomara, se haría en un mo­mento y en un terreno elegidos por Roma -una situación diferente a las de las dos derrotas an­teriores. El paso que ahora daba el Senado, y que ellos pensaban que resolvería este asunto a favor de Roma, sólo puede entenderse como una decisión colectiva para buscar y combatir a Aníbal en esa «decisiva» batalla, que Fabio pen­saba que no podían ganar.

En un «paso que los romanos nunca antes habían dado », el Senado procedió a poner en servicio ocho legiones, con la misión específica de entablar batalla con Aníbal y destruir el E. cartaginés mediante una fuerza arrolladora. Las pérdidas de los 18 meses anteriores habían sido terribles, y la leva de emergencia de cuatro le­giones tras el Trasimeno sólo podía lograrse re­curriendo a muchos de los que entrarían en fi­las por primera vez en la leva del 216. ¡Cuánto más riguroso tuvo que ser entonces el recluta­miento del 216, con objeto de reunir el perso­nal necesario para dotar a ocho legiones! Parece razonable suponer, especialmente a la luz de los pasos sin precedentes tomados por el Senado tras Cannas para reunir cualquier tipo de unidades, que a principios del 216 se dejó de

«UN PASO QUE LOS ROMANOS NUNCA ANTES HABíAN DADO»

lado la búsqueda de calificación. Aunque Livio deduce que esto ocurrió tras Cannas, no es in­concebible que el proceso empezara antes de la batalla. A los socií se les exigió que aportaran in­fantes en una proporción de uno-por-uno, y en Cabo los romanos reclutaron tres unidades alia­das por cada una propia.

Polibio afirma que en total, este enorme es­fuerzo permitió que los romanos y aliados reu­nieran 80.000 hombres para la batalla de Cannas, si bien no todos participaron realmen­te ese día. Esta cifra ha sido la causa de una es­peculación muy documentada, en gran parte porque Polibio aporta unas cifras diferentes a las de Livio. Sin embargo, no hay muchos moti­vos para dudar del total de Polibio. La forma en la que subraya el tamaño sin precedentes de es­te E. romano es apoyada por varias confirma­ciones significativas. La recuperación de los cuerpos de 29 tribunos tras la batalla indica que al menos estaban presentes cinco legiones; otros tribunos sobrevivieron, indicando que participaron más de esas cinco legiones. Existen realmente pocos motivos para aceptar una cifra menor, y este relato parte de la base de que Polibio estaba en realidad en lo cierto.

No es posible saber exactamente cuantos hom­bres reclutaron los romanos para poner en ser­vicio ocho legiones. Las cuatro legiones adicio­nales reclutadas para el 216 hubieran requerido 20.000 infantes y 1.200 jinetes. Suponiendo que es correcto el esquema de los despliegues legio­narios presentado en este libro, es probable que ninguna de esas cuatro legiones participara en la batalla. Las Legiones 18 y 19 se enviaron al norte con la misión de vigilar a los celtas en el valle del Po y evitar cualquier posible refuerzo de las fuerzas de Aníbal desde esa zona. Es du­doso que estas dos legiones o las 20 y 21, que se dejaron en Roma para proteger a la ciudad, tu­vieran la instrucción suficiente para entablar el tipo de batalla con Aníbal que preveía el Senado, sobre todo porque este organismo ha­bía identificado la baja instrucción de estas le­giones como uno de los motivos principales de las derrotas de Roma a manos de Aníbal. El res­to de la leva tenía la misión de completar el per­sonal de las seis legiones actuales, mien tras vigi­laban el campamento invernal de Aníbal en Gerunium. Es muy probable que varias de ellas, en especial las Legiones 1 y 2, estuvieran muy faltas de personal y por ello necesitadas de un mayor refuerzo para completar su plantilla de 5.000 hombres para esa campaña. En el caso de

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217-216: LA ESTRATEGIA FABIANA

las otras legiones, también podemos presumir que existía la necesidad de reemplazar las bajas causadas por los combates y el desgaste natural. Cuando las seis legiones estuvieron reforzadas en Gerunium, el personal total podría ser de al menos 30.000 legionarios y 1.800 jinetes. A esta cifra puede añadirse un refuerzo similar de tro­pas aliadas, reclutadas casi exclusivamente de la confederación latina, sumando su lnf. pesada una cantidad equivalente a la romana, con la adición de al menos 2.700 jinetes. La única ex­cepción parece haber sido la inclusión de 1.000 remeros y honderos enviados por Hiero de Siracusa. Con estas seis legiones y sus fuerzas aliadas asociadas con todo su personal, pode­mos suponer que las fuerzas romanas en Gerunium ascendían a 60.000 infantes y aprox.

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4.500 jinetes o más. Esta última cifra podría in­cluir una pequeña e incierta cantidad de Cab., que parece razonable que los romanos poseye­ran en Gerunium.

El último refuerzo vino cuando las Legiones 16 y 17, reclutadas en la leva de emergencia tras el Trasimeno y una vez finalizada su instrucción militar, fueron conducidas al sur desde Roma por Varro y Paullus, para unirse al grueso del E. algunos días antes de la batalla. Estas fuerzas ha­brían añadido 1.000 legionarios y 600 jinetes ro­manos y un número equivalente de infantes y 900 jinetes aliados. Este análisis ofrece una des­cripción creíble de cómo son posibles las cifras de 80.000 infantes y algo más de 6.000 jinetes que según Polibio disponían los romanos en Cannas.

Guerrero español basado en una estatuilla religiosa de bronce. Está armado con varias jabalinas soliferrum (todo de hierro), una espada recta con empuñadura de antenas atrofiadas y un cuchillo curvo escondido encima de la vaina; lleva un caetra y viste un característico y ancho cinturón recubierto de metal. El casco podría ser de cuero, con una banda metálica de refuerzo. (Dibujo de Angus Mcbride)

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LA APROXIMACION A CANNAS

Aníbal esperó a principios de julio para abando­nar sus cuarteles de invierno en Gerunium. Había retrasado deliberadamente su salida de es­tos cuarteles con objeto de aprovechar la primera cosecha de trigo en la región. Moviéndose con su característica velocidad, Aníbal abandonó su cam­pamento y se encaminó directamente a Cannas, una ciudadela abandonada situada a unos 120 km al sur. Cannas era empleada como almacén de co­mida por el E. romano, por lo que se almacenaba aceite vegetal y otras provisiones. Además de esto, las cosechas que maduraban en la llanura, por de­bajo de su nuevo campamento, proporcionaban a Aníbal un excelente y muy necesitado forraje . Aunque sus hombres estaban sin duda agradeci­dos por la atención que les profesaba su jefe, pro­bablemente desconocían que ocupando Cannas, Aníbal había provocado deliberadamente una inevitable respuesta romana. Aunque el Senado se había visto obligado, a causa de la estrategia de Fabio, a adquirir suministros de trigo de fuentes alternativas en Sicilia y Cerdeña, Roma seguía de­pendiendo mucho en esta fase de la Guerra Anibalística del trigo que crecía en Italia y con­cretamente en la región de Ampulia. Gran parte de la cosecha de verano procedía de allí, yel E. ro­mano recurría ampliamente a los almacenes de cosechas de esa zona. Siempre consciente de la

... La ciudadela de Cannas vista desde el aire. Está eregida sobre una colina, entre varios montes bajos del extremo sur de la llanura del río Aufidius.

necesidad de «emplear cualquier método a su al­cance para llevar al enemigo al combate», Aníbal tenía pocas dudas de que los romanos conducirí­an a su E. hacia el sur para entablar batalla.

Que el Senado había decidido que había lle­gado el momento de combatir viene indicado por su respuesta a la noticia de que Aníbal ha­bía salido de Gerunium. Según Polibio, el Senado ordenó a Geminus y Regulus que espe­raran la llegada de los dos cónsules y las fuerzas que les acompañaban. Estos habían decididQ por iniciativa propia seguir al E. de Aníbal pero, conscientes de la necesidad de evitar el comba­te , lo hicieron a una distancia suficiente para evitar la posibilidad de una emboscada. Varro y Paullus salieron de Roma a la cabeza de unos 20.000 infantes y l.500 jinetes, para reunirse con el E. pro-consular. Según Livio, su partida estuvo acompañada por terribles avisos sobre un desastre inminente en boca de Fabio. A la luz de los intereses de Fabio, no debe sorpren­der que algo así se plasmara en forma de un ata­que personal contra Varro: «Si Varro se precipi­ta, como jura que hará, directamente al comba­te, entonces (tomen nota de mis palabras) ha­brá en algún lugar otro Trasimeno aún más te­rrible, o yo no soy soldado y no se nada sobre es­ta guerra ni sobre Aníbal». Aunque es posible

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LA APROXIMACiÓN A CAN NAS

que Fabio se expresara contra el cónsul, es pro­bable que fuera menos un ataque contra el hombre en sí y más un alegato contra la estrate­gia que defendían éste y los que le apoyaban. Sin embargo, esa vehemencia estaría muy en lí­nea con el carácter de Fabio. Es difícil creer que se hubiera conformado con ser un observador pasivo y silencioso, mientras sus colegas senado­res estaban tomando unas decisiones que él pensaba que eran totalmente descabelladas. Sin embargo, al igual que hiciera Livio, su discurso lo realizó para «rebajar a Varro» y hacerlo res­ponsable en la mayor medida posible de la de­rrota en Cannas. Queda claro -y contrariamen­te a lo que Livio pretenda deducir- que fue el Senado en su conjunto el que tomó la decisión de dirigirse contra Aníbal en Cannas.

Los dos cónsules unieron por fin sus fuerzas a las de Geminus y Regulus, a unos dos días de mar­cha de Cannas. Al día siguiente este inmenso E. dejó su campamento y se dirigió al sur, siguiendo una línea de avance que le llevó a través del valle del Foggia. Lo que Polibio tiene que decir ahora puede emplearse indirectamente para ayudar a resolver la debatida cuestión de la situación del campamento de Aníbal. «En el segundo día [29 de julio], llegaron a la vista de los cartaginenses y establecieron su campamento a unas cinco mi­llas». A esa distancia, el campamento del E. ro­mano estaba situado en el valle, probablemente en la zona del actual pueblo de Trinitapoli. El que el campamento de Aníbal fuera visible a unas cin-

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Izquierda y derecha: Entonces como ahora, Cannas era una ruina. Posteriormente fue reconstruida en una época romana más tardía y seguía deshabitada al princiPio de la Edad Media. En el 216 ese lugar se utilizaba como almacén para el E. romano, guardándose trigo y otros suministros para las legiones. Lo atractivo para Aníbal era que estaba situado a caballo de la región cosechera de trigo de Apulia, tan importante estratégicamente. La ocupación de ese punto y la dominación de la zona circundante era vital para llevar a los romanos a un combate. (Autor)

co millas de distancia, sugiere que se encontraba sobre el nivel del llano que lo rodeaba, ya que la bruma caliente y el fino polvo levantado por el viento del sureste llamado Volturnus, puede limi­tar la visibilidad a una distancia mayor en esa épo­ca del año. Aunque es muy posible ver a gran dis­tancia la loma sobre la que está situada la propia Cannas, en un día muy claro a unas cinco millas, la vista se dirigiría de una forma más natural al punto más elevado y algo más próximo sobre el que se encuentra el, actual pueblo de San Ferdinando di Puglia. Este es el punto que, por ésta y varias otras razones, parece ser el mejor can­didato para el campamento de Aníbal.

Las consecuencias que pueden extraerse de las palabras que Polibio atribuye a Paullus sobre que acamparon «a la vista de los cartaginenses», es que los romanos sabían exactamente el tipo de terreno que estaban buscando para entablar batalla. Desde el punto estratégico que su cam­pamento representaba sobre la llanura, «Paullus observó que el terreno circundante era llano y sin árboles, y su opinión fue que no deberían atacar al enemigo allí, ya que los cartaginenses eran superiores en Cab., sino que habría que atraerlos avanzando hasta un terreno en donde pudiese decidirse la batalla con la Inf.». En esto estriba la esencia del plan de combate romano, que parece ser que se diseñó claramente antes de su llegada al campo de batalla. De hecho, ese plan era la verdadera razón de ser de la puesta en servicio sin precedentes de ocho legiones. El

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requisito previo para su ejecución con éxito era la selección de un terreno apropiado, sobre el que pudiese neutralizarse la Cabo cartaginesa, mientras que la abrumadoramente más nume­rosa Jnf. pesada romana destrozaba a sus opo­nentes cartaginenses. Su pretendido plan de combate difícilmente puede ser descrito como revolucionario y no difiere en nada en su con­cepto de la norma habitual romana. Tan sólo en la magnitud del personal utilizado, al ser muy su­perior al empleado jamás en una batalla, vemos alguna diferencia. Al ser así, su sencillez concep­tual debería haber sido comprensible incluso para alguien como Varro que, según Polibio y Livio, poseía una «escasa experiencia militar». Sin embargo, si esa pequeña experiencia militar incluía la actuación con alguna eficacia que mos­tró con Paullus tres años antes en Illyria, enton­ces debemos suponer que entraba perfectamen­te dentro de la capacidad mental de Varro en­tender un plan así. ¿Debemos suponer también que Varro y Paullus nunca habían discutido ese posible plan de combate? Ambos autores lo su­ponen, ya que muestran a los dos cónsules dis­cutiendo precisamente sobre estos asuntos a la vista del enemigo, siendo Varro retratado una vez más como el malo del cuento. De hecho, es­ta disputa entre el inexperto y cabezota Varro y el cautelosos y reticente Paullus es el motivo que emplean ambos escritores como telón de fondo necesario de la batalla y su razón para absolver a Paullus de cualquier responsabilidad sobre su

LA APROXIMACiÓN A CAN NAS

resultado. Al ser ejercido el mando del E. en días alternativos (ya que eso era lo convenido cuando estaban presentes dos cónsules), es im­portante analizar la validez de la ruptura de re­laciones retratada. Por la forma en que ambos historiadores narraron sus relatos, los errores y desastres de la propia batalla siempre se produ­cen en los días en los que Varro estaba supuesta­mente al mando del E.

Ya hemos tenido motivos para dudar de la idea de Varro como militar novato. Sin embar­go, el gran espacio que emplean ambos autores para envilecer su nombre parece implicar que existe un motivo más profundo que los ya cita­dos. ¿Podría ser que ésta fuese la única manera que tenían para distraer la atención de la au­téntica verdad de Cannas? ¿No sería que fue Paullus y no Varro el jefe del E. romano el día de la batalla? Si fue así, entonces el desastre de Cannas recaería sobre sus hombros y en conse­cuencia habría ensombrecido profundamente el prestigio y el honor de su familia - cuya pre­servación era una de las principales preocupa­ciones de Polibio. Existen algunos datos que po­drían sustentar esa interpretación. Aunque Livio describe a Paullus como un candidato consular poco predispuesto a ello, es sorpren­dente encontrar a Polibio describiendo como él y no Varro enroló a los soldados y completó las legiones para la campaña. Más tarde, Polibio nos cuenta que es «hacia Paullus a donde se di­rigieron todas las miradas y sobre su capacidad

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LA APROXIMACiÓN A CAN NAS

~ Esta fotografía sacada a finales de junio ilustra ampliamente la importancia de esa zona. La cosecha de trigo de este campo en el valle del Aufidius (el actual río Ofanto) ya ha sido recogida. El E. de An{bal fue capaz de aprovechar los almacenes de Cannas y también de recoger alimentos de la fértil llanura, en donde las cosechas eran muy ricas. Debe observarse al fondo

y elevado sobre la llanura, el asentamiento actual de San Ferdinando di Puglia -que casi con seguridad fue el punto en el que acampó Aníbal. La fotografía ilustra muy bien cómo la pendiente gradual del lado sureste permitió que sus tropas accedieran con facilidad al valle. (Autor)

y experiencia donde se pusieron las mayores es­peranzas». La confirmación parece ser que se produjo el día de la batalla. Aunque tanto Polibio como Livio afirman que Varro estaba al mando, ambos narran que fue Paullus quien di­rigió la Cabo romana -una de las dos posiciones honoríficas reservadas siempre al jefe del E. el día de la batalla. El problema a resolver estriba en cómo pudo haber estado Paullus al mando el día de la batalla, cuando si se examina el texto de Po libio, es posible deducir de la rotación en el mando consular en días alternativos que era Varro quien ocupaba ese puesto. Una posible solución aparece en los hechos que ocurrieron el día después de que los romanos acamparan en la llanura, es decir el 30 de julio, y cuando, según Polibio, <<le tocó a Varro estar al mando».

Po libio nos narra que Varro «levantó el campa­mento y ordenó avanzar con la finalidad de acer­carse al enemigo» y que lo hizo «a pesar de fuertes protestas y una activa oposición por parte de

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Paullus». De forma interesada, Polibio no afirma explícitamente lo que parece ser que quería hacer deducir a sus lectores -que Varro había sacado a todo el E. romano con la idea de buscar el com­bate con Aníbal. Es cierto que la citada reacción de Paullus a la vista de su primera observación so­bre la inadecuación del terreno para los objetivos romanos, no tendría sentido a no ser que ese fue­ra el caso. Sin embargo, la credibilidad de esta in­terpretación se basa por completo en la idea que hemos analizado anteriormente y rechaza el que Varro fuera militarmente incompetente. Por ello debemos rechazar la idea de que era Varro quien hizo salir al E. romano para entablar batalla. ¿Qué era entonces lo que estaba haciendo?

La explicación alternativa es que Varro estaba acercando todo el ejército a una distancia mu­cho más próxima a la posición de Aníbal, con objeto de establecer los dos campamentos que Polibio atribuye a Paullus al día siguiente. El que ésta sea una propuesta más probable viene indicado por la naturaleza de la reacción roma­na al ataque cartaginés mientras avanzaban. Según Polibio, Aníbal envió «infantes y jinetes ligeramente armados» para que cayeran sobre los romanos, mientras éstos avanzaban. Varro respondió llevando a vanguardia a su Inf. pesa­da, que se reforzó con velites y Cabo Esto es muy indicativo del procedimiento normal romano, por el que las dos legiones de cabeza desplega­ban en línea de batalla, facilitando una pantalla por detrás de la cual las otras atrincheraban su campamento. Polibio también habla de que es­te combate no acabó hasta que cayó la noche . Eso también es probable, dado el tamaño del

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~ Honderos baleares, vistiendo sencillas túnicas y un equiPo mínimo. Normalmente llevaban tres hondas para diferentes alcances. Su cuchillo se encontró habitualmente en yacimientos de las Baleares y posee una forma bastante similar a la falcata. (Dibujo de Angus McBride)

campamento que los hombres de Varro estaban atrincherando -era necesario albergar a las dos terceras partes del E. y esto posiblemente tardó la mayor parte del día.

Al establecer dos campamentos tan cerca del de Aníbal, con el mayor en la orilla norte del río y el menor en la ribera alejada del río , la idea romana era evitar que sus tropas accedieran a la llanura para alimentarse . Al ver seriamente comprometida la situación de sus suministros, Aníbal muy pronto no tendría más solución que buscar el combate. El corolario también era cierto -los suministros romanos también co­menzaban a escasear. Lo que preocupaba a Varro y Paullus era que la batalla se librara bajo «sus» condiciones. Es significativo que Varro y

¡EN QUÉ PARTE DEL RIO?

Paullus debieron estar en total acuerdo sobre esta decisión. Podemos por fin dejar la contro­vertida hostilidad entre los dos cónsules. Sólo asumiendo la coincidencia de sus puntos de vis­ta podemos entender lo que sucedió. La conse­cuencia de adelantar un día la fecha de Polibio es el cambio en la rotación del mando consular. Fue el tercer día tras establecer los campamen­tos cuando se libró la batalla, y esto haría que Paullus, y no Varro, estuviera al mando.

¿En qué parte del río?

Al determinar el lugar de la batalla surgieron otros problemas. La información topográfica que nos facilita Polibio se basa por completo en

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LA APROXIMACiÓN A CAN NAS

el 'cu~so de aquella época del río Aufidius en el 216. El afirma que la batalla tuvo lugar en la ori­lla sur del río. De hecho, tanto la mayor parte de la fuerza romana como el E. de Aníbal tenían que cruzar el río para entablar combate. Pero la longitud de las líneas de combate respectivas im­plicaría que la batalla se librara en la orilla «sur» del río, si suponemos que su curso en el 216 se­guía el del curso actual, llamado ahora el Ofanto, que limita casi en toda su longitud con los montes bajos que discurren a lo largo del ex­tremo sur de la llanura. La solución surge del reconocimiento de que el Ofanto ha cambiado su curso muchas veces a lo largo de los años. No hay duda de que los estudios del contorno de la llanura del Ofanto sugieren que existieron va­rios lechos más antiguos del río y que en otro tiempo el curso del río discurría por la parte norte de la llanura, mucho más cerca del cerro bajo sobre el que se erige actualmente el asenta­miento antes citado de San Ferdinando di Puglia. Podemos suponer por ello que Polibio tenía razón en su relato del campo de batalla. El emplazamiento de San Ferdinando situado enci­ma del espolón hubiera ofrecido a Aníbal una posición óptima sobre la que establecer su cam­pamento, al ser fácilmente defendible, con una cima llana muy adecuada para acampar. Aún más importante era que la suave pendiente de la cara noreste permitía un fácil acceso al río, la lla­nura y Cannas para los destacamentos que salie­ran en busca de alimentos desde el campamen­to de Aníbal. Podemos ver con esto cómo fue di­señado el mayor de los dos campamentos roma­nos, para evitar que esas partidas cartaginesas entraran en la llanura.

Al día siguiente (31 de julio), Aníbal ordenó a sus tropas que se prepararan para la batalla.

Un día después, el 1 de agosto, todo su ejército se desplegó para el combate en la orilla <<norte» del río. Los romanos se quedaron en su campa­mento. Está claro que fue ese día cuando los cónsules ordenaron a sus soldados en ambos campamentos que se prepararan para la batalla del día siguiente.

T En este montaje de tres fotografías se ha intentado ofrecer al lector una imagen del valle del Aufidius desde la ciudadela de Cannas. Según el argumento dado en el texto, se piensa que los princiPales puntos de referencia en y cerca del campo de batalla están situados aproximadamente como sigue. A, que es el emplazamiento del pueblo actual de Ferdinando di Puglia, era probablemente el lugar donde acampó Aníbal. Tiene la suficiente altura sobre la llanura para dar protección al E. cartaginés así como para permitir un fácil acceso a los destacamentos que buscaban alimentos en el valle. El río Aufidius en el 216 se habría desbordado hasta mucho más cerca del borde norte del valle de como aparece ahora (véase D, que indica el paso actual del río de oeste a este), permitiendo que los hombres de Aníbal tuvieran un fácil acceso a una buena fuente de agua. El mayor de los dos campamentos

romanos es posible que estuviese en las inmediaciones de B, quizás incluso más cerca. Esto hubiese sido en la orilla norte del río. El menor de los dos campamentos bajo el mando de Geminus habría estado en la orilla sur del río en la zona de C. Esto habría permitido a los romanos llegar al valle, con objeto de impedir todo intento cartaginés de enviar destacamentos en busca de comida desde sus campamentos. E señala la posible línea de combate de las legiones romanas el día de la batalla de Cannas. (Véanse las vistas aéreas). Esto habría permitido a la caballería aliada apoyar su flanco izquierdo en las colinas bajas sobre las que se asienta Cannas. La caballería romana habría apoyado su proPio flanco derecho en el río Aufidius. Los romanos habrían combatido entonces con sus espaldas dando al mar, impulsando el viento del oeste el fino polvo hasta sus caras. (Autor)

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E

LA BATALLA DE CANNAS

Fue poco después del amanecer del 2 de agosto cuando el E. romano salió al mismo tiempo de los dos campamentos, cruzando la mayor de las dos fuerzas el Aufidius para llegar hasta la orilla sur. Unos 10.000 hombres, correspondiendo esa cantidad a la de los triarios, se quedaron pa­ra defender el campamento mayor. Unos 70.000 soldados romanos se desplegaban ahora sobre un terreno que los cónsules habían elegido cui­dadosamente, de una forma que les permitiese aprovechar el terreno situado entre el río Aufidius y la línea baja de colinas al sur, sobre la que estaba situada la propia Cannas. A la dere­cha de la línea se encontraban unos l.600 jine­tes romanos bajo el mando personal de Paullus, que también era el comandante en jefe. Había elegido esta posición con el río a la derecha de la Cab., para evitar que la Cabo de Aníbal tuvie­ra la oportunidad de salir a terreno despejado. A la izquierda de la línea romana, Varro había desplegado la más numerosa Cabo aliada con 4.800 hombres. Al tener su lado izquierdo des­cansando en la base de las colinas, también él había eliminado la posibilidad de un movi­miento desbordador por parte de la Cabo carta­ginesa. Como era la intención de Paullus, esto limitaría la táctica de los jinetes cartaginenses de realizar ataques frontales sobre las dos alas del despliegue romano. La Cabo romana y alia-

DESPLlEGE DE LAS LEGIONES ROMANAS EN LA ÉPOCA DE CAN NAS, AGOSTO DEL 216 a. C.

Justo antes de la Batalla de Can nas, los romanos no tenían menos de 17 legiones (con una cantidad equivalente de tropas aliadas) en servicio. El personal ciudadano total desplegado pasaría aprox. de 150.000 hombres. También estaban desplegadas unas cifras similares de tropas aliadas, totalizando el despliegue romano y aliado más de 300.000 hombres. Una medida de la catástrofe de Cannas es que en un día se barrió del orden de batalla romano al menos un sexto de su total, aprox. 50.000 hombres.

Situación

En Can nas En España En Sicilia En Cerdeña En el valle del Po En Roma

Legiones

1, 2, 12, 13, 14, 15, 16 Y 17 sy6 7y8 9 18 Y 19 20 Y 21

da había recibido por ello la orden de frenar la potencia de los jinetes cartaginenses y evitar a cualquier precio que realizaran una ruptura. Para ayudar a conseguir ese objetivo, la Cabo se desplegaría en profundidad y al menos con diez líneas de profundidad. Suponiendo que se

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LA BATALLA DE CAN NAS

1 Los romanos se despliegan detrás de su línea de tropas ligeras. Detrás de la línea cartaginesa, Amoal adopta

el inusual sistema de avanzar su línea de infantería para formar una forma cóncava, con objeto

de romper el ritmo y ralentizar el avance de la numéricamente superior infantería romana.

Campamento

10.000 triarios protegiendo el princiPal campamento romano

cartaginés

CELTAS Y ESPAÑOLES

ASDRÚBAL

2 La batalla comienza cuando Aníbal lanza a su caballería pesada contra el ala derecha romana. Aquí Paullus ha desPlegado de tal forma su caballería, con su ala derecha apoyada en el Aufidius, que los cartaginenses no tienen otra opción que atacar frontalmente su caballería, muy comprimida y profunda. Su misión es evitar a toda costa una ruptura cartaginesa, antes de que las legiones

romanas del centro rompan la línea de Amoal. Por el contrario, Asdrúbal sabe que el éxito del plan de batalla de Amoal se basa en la ráPida destrucción de la derecha romana. Los combates en este ala son brutales y muy sangrientos. 3 En la derecha cartaginesa, Maharbal destruirá la caballería

xxxx

c~ ANÍBAL

(40.000 infantes, 10.000 jinetes)

aliada. Empleando las tácticas de acoso de los númidas, 'alienta' a Varro a resistir, mientras Infantería pesada africana provoca unas elevadas bajas.

LA BATALLA DE CANNAS 2 de agosto del 216 a. c.: Fase uno

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R l:;iiiI PAULLUS

(1.600) xxxx

R~ PAULLUS

(70.000)

LA BATALLA DE CAN NAS

Tiempo soleado. Posible viento ligero llevando polvo a los ojos de los romanos

A Legiones aliadas B Legiones romanas

l:;iiiI ALIADOS

VARRO (4.800)

4 El sonido de las trompetas y una lluvia de pila indican el avance de las 8 legiones romanas. Embisten a los cartaginenses, obligando la forma de la línea

Monte de Can nas

cartaginesa a que las legiones de los flancos pasen hacia dentro para enfrentarse a sus oponentes. Justo como pretendía Aníbal, la singular naturaleza de su desPliegue rompe el ritmo del avance romano, al perder un valioso tiempo luchando en un terreno que en circunstancias normales su aplastante superioridad hubiese arrollado en muy poco tiempo.

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LA BATALLA DE CANNAS

mantuviera la distancia aproximada de dos me­tros entre cada caballo y que sucediera lo mis­mo con el espacio entre cada turmae, la Cabo del ala derecha habría ocupado un frente de aprox. 575 y 600 metros, siendo el del ala derecha de unos l.725 metros. El movimiento habría sido por ello muy difícil y la naturaleza limitada de su despliegue muy clara. Esto habría sido acep­table para Paullus si, para frenar a los peligrosos jinetes cartaginenses en las alas, la Cabo romana pudiese garantizar a las legiones el tiempo ne­cesario para emplear su apabullante superiori­dad numérica para atravesar el centro cartagi­nés y lograr la victoria.

El que esto era sin duda la intención romana puede inferirse del altamente inusual desplie­gue de los manípulos de Inf. Polibio no sólo ha­bla de que éstos fueran situados con menos es­pacio entre ellos de lo normal, sino que afirma que cada manípulo también aumentó su profun­didad, de manera que eran «varias veces mayo­res que su anchura». Como cada legión estaba completa de personal (aparte de los triarios au­sentes) esto hubiera requerido que cada maní­pulo de hastati y príncipes desplegara con 5 hom­bres a lo ancho y 30 de profundidad. Al estar desplegados como estaban de una forma tan prieta, cada legionario habría estado separado entre sí por sólo 3 pies, ocupando cada manípu­lo un frente de tan sólo 15 pies. Añadiendo los huecos normales entre manípulos, esto daría pa­ra cada una de las ocho legiones desplegadas un frente de sólo 300 pies. Si añadimos después el frente de las tropas aliadas con un despliegue idén tico, podemos llegar a una cifra, incluyen­do la Cab., de unos 3.000 m para toda la longi­tud de la línea de combate romana. Un desplie­gue convencional norte-sur no habría cabido, por tanto, en el ancho d e la llanura. Por ello, la longitud de la línea de batalla sólo habría cabi­do si suponemos que se dispuso en una diago­nal que cruzaba la llanura. Esto parece deducir­se de la observación de Polibio sobre que el E. romano se desplegó para la batalla dando cara al sur. Parece razonable inferir que Paullus ha­bía situado a sus hombres más expertos en el mismo centro de la línea romana, ya que aquí estaba el punto clave de la batalla. No debería por tanto sorprendernos encontrar aquí a los expertos veteranos de las legiones de Escipión, ya que tenían la experiencia de Trebia sobre la misma maniobra que tenían que ejecutar aho­ra. Las levas más novatas habrían flanqueado a las tropas expertas del centro, estando situada la

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Inf. aliada pesada detrás de las fuerzas romanas en cada ala. El mando de las fuerzas aliadas re­cayó en Geminus y Minucius. Por lo tanto en la línea principal romana se desplegaron unos 55.000 infantes y jinetes, con 15.000 embosca­dos adicionales en vanguardia.

Tras descender de su campamento, Aníbal hi­zo cruzar a su E. por el Aufidius, desplegando el grueso por detrás de la pantalla protectora de los honderos baleares y la Inf. pesada africana. Queda claro de las cifras citadas por Polibio que el E. de Aníbal de 40.000 infantes y 10.000 jine­tes era notablemente inferior al romano en cuanto a los primeros, pero superior en los se­gundos. Si bien no disponemos de cifras que fa­ciliten una organización definitiva de su E. por contingentes, puede ofrecerse sin embargo una idea verosímil. Es evidente que Aníbal hizo todo lo posible por conservar los 12.000 africanos y 8.000 españoles que habían sobrevivido al cruce de los Alpes, utilizando todo lo posible a los me­nos valiosos celtas en su lugar. Sin embargo, se había producido una reducción constante de su antiguo tamaño desde Trebia, a causa de los combates y del desgaste , por lo que en la época de Cannas se estima que quedaban quizás sólo 10.000 africanos y 6.000 españoles. Por ello, el grueso de la Inf. desplegada por Aníbal para esa batalla era celta. Como casi un tercio de toda su Inf. eran tropas ligeras, se ha inferido que el res­to, incluyendo la falange de Inf. pesada africa­na, sumaba unos 8.000 hombres con unos 5.500 españoles y l.400 celtas formando el resto de la Inf. de línea. Entre sus jinetes se estima que qui­zás quedaban unos 4.000 númidas y 2.000 espa­ñoles de su fuerza original, siendo los otros 4.000 desplegados para la batalla jinetes pesa­dos celtas.

Es evidente que más de un oficial de Aníbal estaba claramente perturbado por el inmenso despliegue del poder militar romano que se ex­tendía ante sus ojos, así como por su propia in­ferioridad numérica. Fue Gisgo quien habló de estos sentimientos, con el resultado de que un aturdido Aníbal se volviera hacia él y dijera: «Hay una cosa, Gisgo, de la que no te has dado cuenta». »¿Cual es, Señor?» «Entre todos esos hombres de allí enfrente no hay ni uno que se llame Gisgo». Los rugidos y las risas que salieron de ese grupo llegaron rápidamente a las tropas y contribuyeron mucho a calmar y preparar sus ánimos para el inminente enfrentamiento. Lo que es más importante, nos ofrece una visión de la disposición emocional del propio Aníbal en

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~ La carretera desde San Ferdinando di Puglia, que sigue la pendiente gradual que baja hasta el valle, recorre una línea de avance similar a la usada por el E. de An{bal cuando bajó hasta el valle del Aufidius, con objeto de

desplegar para el combate. Entonces como ahora, toda la llanura estaba ampliamente cubierta de viñedos, olivos, árboles frutales y campos de trigo.

vísperas de la mayor batalla de su carrera y re­vela su gran auto-confianza. Sólo podemos con­jeturar que había adivinado las intenciones ro­manas incluso antes de la batalla, de forma que, dado el conocimiento de su potencia y lo senci­llo de predecir su táctica, ya había tomado la medida a ese E. Sus últimas órdenes reflejan sin duda un «excelente estado de forma», en base a su rápida apreciación de su línea de batalla.

El que esto fue así puede deducirse del parti­cular despliegue de su línea. Reunió a toda su Cabo española y celta bajo el mando de Asdrúbal (no su hermano) en su ala derecha, frente a Paullus. Al situar allí una masa tan gran­de de Cab., Aníbal había ordenado claramente a Asdrúbal (como algo prioritario) que despeja­ra ese ala de jinetes romanos, a pesar del poco espacio para maniobrar que existía por la pro-

LA BATALLA DE CANNAS

ximidad del río a su flanco. La Cabo ligera nú­mida bajo el mando de Maharbal fue situada en su ala derecha, frente a la Cabo aliada. Parece ser que sus órdenes exigían el empleo de sus particulares métodos de combate, con objeto de destruir a los jinetes italianos. A la Inf. española y celta la desplegó en una larga línea, en com­pañías alternativas, ocupando el grueso de sus menos valiosas tropas celtas el mismo centro de la línea. Una vez todo dispuesto, Aníbal hizo avanzar a toda la Inf. , creando una formación convexa y creciente, siendo la densidad de tro­pas mayor en el centro y más delgada según se acercaban a los extremos. El único fin de esta novedosa formación era detener el impulso de la Inf. pesada romana y frenar su inexorable avance, antes de que otros movimientos en otro lugar del campo de batalla le permitieran jugar su propio «triunfo » en la forma de su Inf. pesa­da africana. Como la sincronización era absolu­tamente imprescindible para la realización de su plan, Aníbal mandó el centro de la línea, con la ayuda de su hermano Mago. Tras llamar a los africanos desde la línea de vanguardia en don­de habían proporcionado protección junto a las tropas ligeras, Aníbal los situó en columna de-

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LA BATALLA DE CANNAS

1 Tras una encarnizada batalla, la caballería pesada de Asdrúbal se abre camino entre los jinetes de Paullus. Cuando la fuerza romana se desintegra y los supervivientes tratan de

Campamento cartaginés

Río Aufidius

escapar, se abre una brecha entre la caballería romana y las legiones que avanzan, a través de la cual Asdrúbal conduce ahora a su caballería pesada.

C r-:::::iiiiI CELTAS Y ~ ESPAÑOLES

ASDRÚBAL

2 Para entonces, la irresistible presión de la infantería romana a hecho retroceder al centro cartaginés. Sintiendo que la línea cartaginesa está empezando a ceder, las legiones avanzan, haciéndolo más aprisa las del centro que las de los flancos y creando así un saliente cada vez mayor. Pero esto compacta la masa de legionarios tras las primeras filas, impidiendo que puedan usar sus armas.

3 Cuando crece la presión romana, Aníbal cabalga a lo largo de la línea exhortando a sus hombres a ceder terreno lentamente, para dar a Asdrúbal el tiempo que necesita. Justo como había previsto, el saliente que se está formando en su proPia línea está sirviendo para limitar la potencia de combate de los romanos, de una forma superior a lo previsto.

10.000 triarios protegiendo el principal campamento romano

xxxx

c~ ANÍBAL

(40.000 infantes. 10.000 jinetes)

LA BATALLA DE CANNAS 2 de agosto del 216 a. C.: Fase dos 78

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xxxx

R~ PAULLUS

(70.000)

LA BATALLA DE CAN NAS

~AlIADOS VARRO

(4.800) Monte de Can nas

4 A la izquierda, la caballería aliada está sufriendo bajas a manos de los númidas, que es incapaz de responder. Los gritos e insultos de la caballería númida, mientras cabalga y lanza sus jabalinas, ponen nerviosos a los jinetes de Varro, haciendo que sean incapaces de oponerse a esta acción.

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LA BATALLA DE CANNAS

trás de la Cabo Cada jefe de fila de la columna se situó en la hilera «interior», de forma que en el momento apropiado, toda la columna girara ha­cia dentro para formar la falange.

o existe absolutamente ninguna razón para creer que Paullus y Varro no confiaran al máxi­mo en un resultado favorable de esta batalla. Por primera vez en la guerra, los romanos tenían la iniciativa. No sólo habían elegido el campo de batalla, sino que poseían una superioridad numérica tal, que la victoria estaba asegurada. Tan sólo el fino polvo de Apulia levantado por el Volturnus perturbaba las líneas romanas, ya que los soldados miraban de reojo y guiñaban sus ojos para proteger su visión.

Comienza la batalla

U n gran coro de gritos de guerra latinos y de celtas españoles indicaron el comienzo de la ba­talla. Tras un rápido intercambio de lanzas, ja­balinas y piedras, las tropas enfrentadas se apro­ximaron. Es muy probable que Aníbal hubiese apostado a muchos de los honderos baleares justo enfrente de la Cabo romana, con la inten­ción de que derribaran tanto a hombres como a caballos. Esta parte de su pantalla de tropas li­geras fue rechazada rápidamente, no perdiendo Aníbal ningún tiempo en lanzar a Asdrúbal y a su Cabo celta y española, con toda su potencia sobre las prietas filas de la Cabo romana.

La ferocidad del combate que se produjo en­tonces en este ala refleja la importancia que dieron ambos bandos a lograr aquí un resulta­do, siendo descrita por Polibio como realmen­te bárbara. Los romanos, animados con la pre­sencia de su comandante en jefe, sabían lo vital que era detener a la Cabo enemiga y evitar una penetración. Los celtas y españoles, que sin du­da eran una de las razones para que Aníbal qui­siera ejecutar aquí una ruptura, también eran hombres animosos. Una vez denegada la posi­bilidad de desbordar a los jinetes romanos, los hombres de Asdrúbal no tuvieran otra solución más que atacar de frente las cerradas filas de la Cabo romana. Aunque el impulso del asalto hi­zo vacilar momentáneamente a toda la primera línea, el golpe fue absorbido cuando el limita­do espacio disponible para combatir, ya que la proximidad del Aufidius por un lado y las ma­sivas y prietas filas de la Inf. aliada por otro pro­vocaron que todo el movimiento cartaginés de vanguardia se detuviera temporalmente. Con los caballos formando un bloque compacto,

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~ Otra vista desde la carretera de San Ferdinando di Puglia, justo antes de llegar al valle. Suponiendo que San Ferdinando fue el punto en el que Aníbal situó su campamento, el Aufidius podría haberse visto a corta distancia. El mayor de los campamentos

romanos habría estado a la izquierda, justo fuera de la fotografía. Las tropas romanas de ambos campamentos habrían estado a la vista de las tropas cartaginesas, cuando su línea de batalla se desPlegó en el valle. (Autor)

empezó la carnicería. Las espadas apuñalaban y cortaban, los hombres luchaban entre ellos, desgarrando y tirando, tratando todos de des­montar a su oponente y tirarlo al suelo. o se daba cuartel, luchando más como Inf. que co­mo Cabo Lenta e inexorablemente, la Cabo ro­mana fue rechazada por la más numerosa car­taginesa.

Aemilius Paullus cayó herido de gravedad al inicio de la batalla por una de las piedras lanza­das por los honderos baleares; o bien cayó del caballo o decidió desmontar. Sea como fuere, parece ser que sus hombres lo tomaron por una señal general para hacer lo mismo. Al enterarse de la acción romana, Aníbal observó que «es co­mo si se hubieran atado con cadenas». Su idea estaba bien expresada, ya que con esta acción los romanos provocaron su propio y rápido co­lapso. Incapaz de resistir el creciente empl~e de la Cabo enemiga, la desmontada Cabo romana, o bien fue abatida o trataba desesperadamente de volver a montar y escapar de los ahora rabiosos cartaginenses. Una parte de la Cabo cartaginesa persiguió a los romanos supervivientes, que ahora trataban de salvar sus vidas mientras co­rrían como locos por la orilla o metiéndose en el río, buscando desesperadamente librarse de las lanzas de los jinetes celtas y españoles. Todo fue en vano. Fueron arrasados.

En el momento en que la línea de jinetes ro­manos había empezado a ceder y separarse de la Inf. por su flanco izquierdo, Asdrúbal descu­brió el hueco. Con un fuerte grito, condujo a través de él a las filas traseras y frescas de su Cab., ejecutando con ella un arco completo y por detrás de la masa de la Inf. romana, y ha­ciendo que cayera sobre la retaguardia de la Cabo aliada por la izquierda romana.

Es muy probable que Aníbal permitiera al res­to de sus tropas ligeras seguir luchando, hasta que estuvo seguro de que la Cabo de Asdrúbal combaúa con la suficiente eficacia antes de ha­cerlas volver. Pasaron a través de la Inf. y se dis-

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pusieron a proseguir la acción a retaguardia de las tropas pesadas africanas.

Cuando las tropas ligeras romanas, que ha­bían combatido una vez más con indiferencia contra una oposición numéricamente inferior, pasaron por los huecos de los manípulos, una cacofonía de tristes gemidos resonó por el cam­po de batalla, cuando los cornices hicieron sonar sus cuernos para indicar a la masa de Inf. que avanzara. Levantando sus escudos, los hastati empezaron a avanzar a un ritmo marcado por un golpeteo rítmico, ya que cada legionario del ejército empleaba su Pilum con su mano dere­cha para golpear la parte trasera de su scutum. Para los romanos que avanzaban, la primera lí­nea romana era un mar de colores en movi­miento. Los contingentes de soldados españo­les, caracterizados por sus blancas túnicas con bordes púrpura, estaban salpicados de grupos de celtas semi desnudos con un aspecto feroz. Estos vestían pantalones de múltiples colores, con sus cabellos en punta con cal blanca en la forma tradicional para combatir, que los hacían parecer más altos de lo que ya eran. Aunque los legionarios no podían entender el significado de los gritos e insultos que les llovían mientras

COMIENZA LA BATALLA

se aproximaban al enemigo, la intención que se escondía tras las gesticulaciones de los celtas y sus salvajes saltos y movimientos de espadas de­jaban poco a la imaginación y no precisaban traducción.

Los cuernos volvieron a sonar y un gran viva brotó de la Inf. romana cuando los hastati lan­zaron sus Pila. Estos descendieron una vez en una gran nube, después una segunda vez sobre los cartaginenses. Muchos cayeron traspasados por estos largos dardos de acero, mientras que otros arrancaban con odio estas lanzas, ahora dobladas, de sus rotos o astillados escudos. Una vez superada la primera lluvia de saetas, la Inf. celta y española pasó por encima de sus muer­tos y heridos y, cerrando filas una vez más, se prepararon con furia para recibir el impacto del ataque de las legiones. Los hastati desenfunda­ron rápidamente sus espadas y en el plazo de unos segundos se habían lanzado sobre la línea cartaginesa. Los primeros en contactar fueron los legionarios situados justo enfrente de la con­vexidad de la media luna, mientras que los si­tuados más alejados de estos a izquierda y dere­cha, avanzaban con naturalidad para acomo­darse a la forma de la formación cartaginesa.

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LA BATALLA CAN NAS

1 Galopando alrededor de la retaguardia de las legiones, Asdrúbal conduce a su caballería a

Campamento cartaginés

2 La unidad de Varro se desintegra rápidamente cuando sus jinetes huyen para salvarse, siendo perseguidos sin descanso por los jinetes númidas. Los que no mueren abandonan el lugar. 3 Paullus, aunque está herido de gravedad, cabalga entre sus legionarios animándolos a vencer. Conforme avanza la presión romana, su saliente se hace cada vez más profundo, compactando aún más la masa de infanteria. Comprimido a vanguardia a causa del impulso de las filas delanteras que avanzan, el grueso de las tropas romanas forma una masa tan compacta, que no

vanguardia para caer sobre la retaguardia de los jinetes de Varro. Las filas

posteriores, viendo· venir a los cartaginenses, empiezan a ceder y huyen.

10.000 triarios protegiendo el princiPal campamento romano ----:;:::;;¡tIa[(j('J~

pueden levantar sus brazos para usar sus armas. En tales circunstancias, su gran volumen es la clave de su desdicha. 4 Pensando que se ha alcanzado el punto máximo de retirada, Aníbal refuerza rápidamente la línea con sus tropas ligeras no empeñadas, aportando una mayor potencia de combate para oponerse al empuje romano.

cr&l ANÍBAL

(40.000 infantes. 10.000 jinetes)

LA BATALLA DE CANNAS 2 de agosto del 216 a. C.: Fase tres 82

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5 En este punto, Ant'bal también decide que el avance romano ha pasado más allá de la infantería pesada africana aún no

empeñada, que se encuentra a cada flanco del profundo saliente. Ahora les ordena que giren hacia dentro. Bajando sus

picas, forman dos falanges que avanzan y penetran en las sorprendidas legiones romanas. El avance romano vacila a lo largo

r-:::::iiiI CELTAS Y C ~ ESPAÑOLES

ASDRÚBAL

COMIENZA LA BATALLA

de toda la línea cuando las legiones intentan sin éxito adaptarse a esta nueva amenaza.

C~NUMIDAS MAHARBAL

6 Tras haber retenido a su caballería pesada, Asdrúbal la lanza contra la retaguardia de las legiones, ejecutando el envolvimiento final de las legiones romanas. Totalmente rodeadas, y ahora aún más compactas, ya que los cartaginenses atacan desde todas las direcciones, las 8 legiones sucumben ante el E. de Ant'bal en una orgía de sangrienta destrucción.

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LA BATALLA DE CAN NAS

Los escudos chocaron cuando los celtas y espa­ñoles se unieron para combatir a la Inf. romana y aliada. Se produjo un feroz combate cuerpo a cuerpo a lo largo de toda la media luna.

El avance inicial romano logró frenarse, tal y como pretendía Aníbal. La formación en me­dia luna obligó a los legionarios a cubrir más terreno mientras hacían retroceder a los celtas y españoles, fatigándose por ello en esta ac­ción, mientras que su propia forma de comba­tir se veía limitada al disponer Aníbal los con­tingentes alternativos de estas dos nacionalida­des. Mientras que los celtas empleaban su es­pada de «cortar», los españoles utilizaban la es­pada de «apuñalar» y, mientras que ambas po­dían usarse para hacer ambas cosas, los legio­narios romanos tenían que variar su forma de luchar para adaptarse a los dos tipos de enemi­go. Con objeto de ganar todo el tiempo posi­ble, Aníbal y su hermano menor Mago cabal­garon por dentro de la cada vez más delgada media luna, alentando y pidiendo a sus hom­bres que resistieran todo lo posible . La lucha era encarnizada, pero las tropas celtas y espa­ñoles tuvieron inevitablemente que ceder te­rreno, según la inmensa Inf. romana presiona­ba inexorablemente. El herido Aemilius Paullus, tras sobrevivir a la desbandada de su Cab., cabalgó en medio de su Inf., lanzando gritos de ánimo y alentando a sus legionarios a obtener la victoria.

La línea de combate en media luna de los car­taginenses cambió cuando los romanos avanza­ron en esa formación tan compacta: primero se deformó y enderezó y después, cuando la pre­sión de las legiones siguió creciendo, la línea adoptó rápidamente una forma «cóncava» cuando su centro comenzó a colapsar -justo co­mo Aníbal había previsto que iba a suceder. Presintiendo la victoria, las legiones del centro romano siguieron avanzando, arrastrando a más y más legiones para rellenar el saliente que se formaba rápidamente. Pero al presionar tan­to hacía adelante en su deseo de destruir la lí­nea de tropas celtas y españolas que retrocedía y se derrumbaba, los romanos habían ignorado a la Inf. pesada africana situada, sin haber com­batido, en los extremos de esta, ahora invertida, media luna. Vestidos con las loricae de malla ro­badas a los cuerpos de los príncipes y triarios en el lago Trasimeno, fueron descritos por Livio co­mo más parecidos a romanos que a africanos. Sus columnas giraron ahora hacia dentro, ba­jando sus picas, formando los africanos una fa-

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lange a cada flanco de la Inf. romana que avan­zaba. Después, las dos falanges cargaron en ma­sa contra la masa de la Inf. romana situada jus­to frente a ellos. El impacto del doble asalto so­bre el avance romano fue instantáneo. Tras ver detenido su avance, las compactadas legiones trataron sin éxito de girar y hacer frente a esta nueva y completamente inesperada amenaza. En esos momentos de duda y confusión, Aníbal procedió a reunirse con los supervivientes de su Inf. celta y española y con la ayuda de sus tropas ligeras, los envió de nuevo a atacar el frente de la línea romana.

En el ala izquierda de la línea romana, la Cabo aliada de Varro no había levantado cabeza des­de el inicio de la batalla. Habían estado someti­dos a unos ataques casi continuos por parte de los númidas de Maharbal, que emplearon su «propio y peculiar método de combatir» desde el inicio de la batalla. Grupos de esta Cabo lige­ra africana habían cabalgado hasta los jinetes aliados, acercándose cada vez desde una direc­ción diferente, antes de lanzar una cortina de jabalinas. Tras salir galopando, volvían a repetir el proceso. Aunque esto causaba muchas bajas y ponía claramente nerviosa a la Cabo aliada, Varro había logrado aún así mantener una línea estable -hasta que la Cabo pesada de Asdrúbal apareció por su retaguardia. La Cabo aliada, viendo que estaba a punto de cargar, sufrió el pánico y huyó en desbandada. Asdrúbal demos­tró entonces su valía como jefe de Cab., mane­jando a sus hombres con gran pericia y juicio. En medio del caos de la batalla y con el senti­miento de una próxima victoria flotando en el aire, lideró con éxito su Cabo celta y española. Envió a Maharbal y a sus númidas a perseguir a la Cabo aliada que retrocedía, siendo en su ma­yoría muertos o descabalgados de sus monturas. Mientras tanto, Asdrúbal condujo a sus jinetes pesados de vuelta a la batalla principal y los lan­zó contra la retaguardia de las legiones, ahora muy castigadas.

Cogidas entre las «tenazas» de las dos falanges africanas por sus flancos y atacadas por delante y por detrás, las rodeadas legiones romanas trata­ron desesperadamente de abrirse camino para escapar de la trampa que les había tendido Aníbal. Fue en vano. Sus filas estaban ahora tan comprimidas que muchos fueron incapaces in­cluso de levantar sus espadas, antes de caer ante el enemigo que avanzaba. Pasando por encima de muertos y moribundos, las envolventes fuer­zas cartaginesas tejieron una red cada vez más

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~ Tras la batalla, muchos supervivientes huyeron a la ciudad de Canusium (la actual Canosa di Puglia) . La ciudad se asienta sobre una colina que domina el valle circundante y constituye una excelente posición defensiva. En los tiempos de la batalla, la ciudad se encontraba más a retaguardia de la cima de lo que lo está hoy en día. Es de destacar el canal en primer plano, que ayuda a evacuar la nieve derretida desde el río Ofanto (antigua Aufidius). El gran volumen de agua de esta fuente es uno de los motivos de los frecuentes

cambios de curso del Ofanto a través de la llanura inundada, desde épocas antiguas hasta la actualidad.

~ Una vista del destruido Pilar de Piedra eregido en el borde de la loma de Cannas, dominando el campo de batalla. Es un testimonio silencioso de un campo de muerte, tan horrible como el experimentado por el E. británico más de 2.000 años después en el norte de Francia, el primer día de la Batalla del Somme.

tupida alrededor de la cada vez menor fuerza ro­mana. Polibio indicó el final de la batalla al rela­tar cómo «cuando las filas exteriores fueron con­tinuamente aniquiladas y los supervivientes obli­gados a retroceder y amontonarse; al final todos murieron en el lugar que se encontraban».

Cuando acabó la matanza, Aníbal no podía tener dudas de que había infligido una devas­tadora derrota a los romanos. Existe un gran debate sobre el número real de las bajas roma­nas de ese día, y en este asunto Polibio es me­nos fiable que Livio. Este último afirmó que los romanos muertos ascendieron a 47.000 infan­tes y 2.700 jinetes; además de 19.300 prisione­ros de los cartaginenses. Entre los muertos en el campo de batalla yacían Paullus, Geminus, Minucius, los quaestores de los cónsules, 29 tri­bunos militares y más de 80 hombres con ran­go senatorial. Según Lívio, esta gran victoria se logró con un coste para Aníbal de tan sólo 8.000 hombres.

COMIENZA LA BATALLA

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CONSECUENCIAS

Las noticias procedentes de Cannas sacudieron los cimientos de Roma. Aun así, el Senado pro­cedió rápidamente a llamar a la disciplina social y prohibir las protestas o manifestaciones públi­cas dentro de la ciudad. Al aceptar la derrota como una evidencia de enfado divino, se que­maron vivos un hombre y una mujer celtas ya una pareja griega en el mercado de ganado pa­ra aplacar a los dioses.

Tras esto la preocupación más inmediata era, en especial porque las repercusiones políticas de Cannas se hacían cada vez más evidentes, la necesidad de crear un nuevo E. Aníbal eviden­temente no podía dudar que Roma lucharía ahora hasta la muerte. Su propia comisión de paz había regresado al campamento, contando cómo el lictor del recién nombrado dictador le había transmitido las mismas palabras que los romanos habían ofrecido a Pyrrhus sesenta años antes - «Roma no tratará términos de paz con un enemigo extranjero sobre suelo roma­no». Aunque ofreció el rescate de prisioneros romanos capturados en Cannas, el Senado afir­mó que no quería a esos hombres. A continua­ción se tomaron medidas sin precedentes para obtener hombres para un nuevo E. Se crearon dos nuevas legiones a partir de una leva de emergencia, dotándose otras dos de esclavos comprados; y se sacaron 6.000 deudores y cri­minales de las cárceles, cambiándose el servicio militar por su sentencia. Se recuperó el equiva­lente a dos legiones con los supervivientes de Cannas que habían retrocedido hasta Canu­sium. Estos se enviaron entonces a unirse a una legión de infantes de marina, que habían sido enviados anteriormente para vigilar el norte de la Campania y actuar como fuerza de bloqueo, para el caso en que Aníbal decidiera atacar Roma -desde Cannas existía una callada sensa­ción de que sólo era cuestión de tiempo el que se escuchara en Roma el grito de Aníbal ad por­tas. ¿Porqué no venía?

Fue el día antes de la batalla cuando

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Maharbal pidió a Aníbal poder atacar Roma. Cuando éste se opuso, se dice que Maharbal se volvió hacia él y dijo: «Es verdad que los dioses no han dotado a todas las personas con las mis­mas cosas. Sabes como conquistar, Aníbal; pero no sabes aprovechar tus victorias». Esa era des­de luego la opinión de Livio, que habló de su decisión como la que «salvó al imperio» y ha si­do una opinión compartida por muchos co­mentaristas hasta nuestros días. Si se analiza en profundidad es muy improbable que Roma hu­biese sucumbido. Sagunto ya había tardado ocho meses en caer, y las defensas de Roma eran de un orden de magnitud totalmente diferente. Aníbal lo sabía perfectamente. Un largo sitio hubiese sido la antítesis de toda su estrategia mi­litar, ya que se basaba en una guerra de movi­mientos que le permitían siempre aprovechar su propia experiencia de mando y la superiori­dad profesional de su E. Tampoco desconocía que, a pesar del resultado de Cannas, el poderío militar romano seguía siendo profundamente

~ A pesar de la devastadora derrota militar de Trebia y del lago Trasimeno y de la política de Aníbal de liberar a todos los prisioneros aliados y declarar que su guerra era contra Roma y no contra ellos, hasta Cannas no había logrado segregar a ninguno de sus aliados. De hecho, incluso después de la batalla ni un solo estado latino se separó y tampoco ninguno del norte o del centro de Italia. Sin embargo, en el sur la cosa fue diferente. Livio expresó así las consecuencias: «Lo mucho más seria que fue la derrota de Cannas que las precedentes puede verse en el comportamiento de los aliados de Roma: antes de ese fatídico día, su lealtad era inquebrantable; ahora empezaba a vacilar, por la sencilla razón de que dudaban del poderío romano. Los siguientes pueblos se pasaron a la causa cartaginesa: los atellani, catalini, hirpini, algunos de los apulianos, todos los samnitas menos los pentri, los brutti, los lucananianos, los uzentini y casi todos los asentamientos griegos de la costa; es decir, Tarentum, Mesapontum, Croton y Locri, y todos los galos en el lado italiano de los Alpes». (Livio, «La Guerra contra Am1Jab>, XXII.61)

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impresionante. De hecho había hecho falta la pérdida de casi 100.000 romanos y tropas alia­das desde el 218 para lograr sólo las primeras se­paraciones de la Confederación. Lo que necesi­ta de verdad eran más batallas como Cannas. Por desgracia para Aníbal, el Senado iba a ne­gárselo, haciendo esta posibilidad muy impro­bable. La consecuencia más importante de Cannas fue la reivindicación de la estrategia fa­biana. De hecho, sus ideas difícilmente podían haber recibido una verificación más nociva. La facción aemilii/ escipiones y sus seguidores fue­ron eclipsados en el Senado, y entre el 216 y el 203 los romanos evitaron librar batallas campa­les con Aníbal.

CONSECUENCIAS

Paradójicamente, el verdadero éxito de Cannas fue señalar la larga y lenta decadencia de Aníbal. Las ciudades en las que desertaban sus guarniciones reducirían su E., al igual que el inexorable desgaste entre sus veteranos. En el 215, los sufetes cartaginenses mostraron en dónde se encontraban sus verdaderos interese y prioridades, cuando enviaron a sus limitados refuerzos a España, para impulsar su debili tada posición allí, en lugar de a Aníbal. El año 216 marcó el apogeo de la carrera militar de Aníbal, siendo Cannas la demostración más clara de su genialidad. También fue el punto culminante del intento cartaginés de subyugar a Roma. La tormenta anibalística se había superado.

Deserciones en favor de Aníbal tras Cannas, 216 a. C.

• ROMA

t o Territorio leal a Roma tras Can nas

Zona que se sabe que desertó en favor de Aníbal

D Colonia latina

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CONSECUENCIAS

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~

CRONOLOGIA

(Todas las fechas son a. C.) 241: Final de la lª Guerra Púnica. 237: Amílcar Barca desembarca con su E. en España para labrar un nuevo imperio en la pe­nínsula. 229: Amílcar muere en combate; le sucede su yerno, Asdrúbal. 226: Los romanos imponen un tratado a Asdrú­bal, limitando su avance en España al río Ebro. 221: Asdrúbal es asesinado; Aníbal, hijo de Amílcar, es nombrado nuevo jefe del E. cartagi­nés. 219: Asedio de Sagunto. La ciudad cae en oto­ño. Aníbal empieza a preparar la invasión de Italia. 218: Publio Cornelio Escipión y Tiberio Se m­pronio Longus son elegidos cónsules por un ano. Mayo/ junio: Roma declara la guerra a Cartago. Principios de junio: El E. de Aníbal parte de Cartago N ova. Mediados/ finales de septiembre: El E. de Aní­bal cruza el Ródano. Escipión desembarca en la desembocadura del río. Tras perder a Aníbal, envía su E. a España y regresa a Italia. El Senado hace volver a Longus de Lilybaeum. Mediados de octubre: Aníbal comienza a ascen­der los Alpes. Aprox. 8 de nov.: Aníbal y su E. de 20.000 in­fantes y 6.000 jinetes desciende a los valles del

.... Arriba: ante las tremendas pérdidas sufridas por Roma entre el inicio de la Guerra anibalística y la batalla de Cannas, esta fotografía muestra las palabras de Livio inscritas en latín en la base de la columna que domina el lugar de la batalla.

» Ninguna otra nación del mundo podía haber sufrido una serie tan tremenda de desastres y no ser destruida « (La Guerra Contra Aníbal,

Cap. XXl1.54:10)

.... Abajo: fue fundada por los fenicios de Tiro hacia el 814 a. C. y bautizada por ellos como Kart­Hadasht, que significa «ciudad nueva», que en latín se tradujo como Cartago. Estas rU'inas que pueden verse hoy en día en Cartago datan de los tiempos romanos y posteriores.

norte de Italia, tras cruzar los Alpes en quince días. Mediados/ finales de dic.: Longus se une a Esci­pión cerca de PIasen cia. Finales de diciembre: batalla de Trebia. 217 : Gaius Flaminius y Cornelius Servilius Geminus son elegidos cónsules para ese año. Junio: Aníbal cruza los Apeninos y se desplaza a Etruria. 21 de junio: Batalla de lago Trasimeno. Unos dí­as después, 4.000 jinetes romanos son derrota­dos por Maharbal. A partir de julio: Quintus Fabius Maximus es nombrado dictador, iniciando una nueva «estra­tegia retardadora». Aníbal se desplaza a la Campania y saquea el ager Falarnus. Escapa de la trampa de Fabio y se retira a Gerunium, en Apulia, para invernar. 216: Gaius Tarrentius Varro y Lucius Aemilius Paullus son elegidos cónsules para ese año. El Senado toma la decisión de buscar una batalla decisiva con Aníbal. Primavera: Aníbal deja Gerunium y marcha al sur, a Apulia. Ocupa el almacén de trigo roma­no de Can nas. Finales de julio: Los cónsules salen de Roma y se unen al E. de los procónsules Geminus y Regulus. El E. llega a las cercanías del campa­mento de Aníbal. 2 de agosto: batalla de Cannas: Aníbal derrota al E. romano. Resto del año: Deserciones de aliados romanos en el sur de Italia. El Senado nombra un nuevo dictador. Se abandona la estrategia ofensiva contra Aníbal. Se vuelve a adoptar la estrategia fabiana. Los romanos ya no libran ninguna ba­talla contra Aníbal en Italia. 216-207: Aunque Aníbal y los romanos realizan operaciones militares en el sur de Italia, no se vuelve a librar ninguna gran batalla contra Aníbal en Italia. Sus propias fuerzas se desgas­tan por no recibir refuerzos importantes. Esto le impide a su vez conservar a largo plazo lo lo­grado tras la batalla de Cannas. 207: Su hermano Asdrúbal cae muerto y su E. es

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CRONOLOGrA

destruido en la batalla de Metauro a manos de los romanos, cuando trataba de reforzar a Aníbal con tropas y suministros desde España. Tras esto, Aníbal es dejado cada vez más de la­do, mientras la verdadera guerra se libra en España. Bajo el mando de P. Comelio Escipión (elJoven), los romanos destruyen las posiciones cartaginesas en España. 206: Escipión logra la victoria total en España.

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204: Los romanos desembarcan en el norte de África. 203: Los sufetes hacen volver a Aníbal y a su E. de Italia. 202: En la batalla de Zama, Escipión derrota a Aníbal. Por consejo de Aníbal, los sufetes acep­tan las condiciones de paz romanas. Tras 16 años, la 2ª Guerra Púnica termina con la victo­ria romana.

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EL CAMPO DE BATALLA HOY

El camino más conveniente para que el visitan­te viste el campo de batalla es salir de la Strada Stratale 16 en la «Area di Servizio», claramente indicada para Canne della Battaglia. Esto lleva a la carretera que discurre a lo largo de la base de los montes bajos, sobre los que está situada la ciudadela en ruinas de Cannas. Está claro que la Oficina de Turismo Italiana ha empezado a apreciar el potencial de este lugar, ya que se acaba de abrir un nuevo y muy mejorado mu­seo, por debajo del monte en el que está situa­da la ciudadela. Un breve paseo le lleva a la en­trada del emplazamiento y al camino principal a través de él. El paso por las ruinas está acom­pañado normalmen te por un coro de grillos y numerosos lagartos, que se cruzan como locos por el camino. La mayoría de estos restos pro­vienen de un período posterior a la batalla. Se llega rápidamente a la cresta que domina la lla-

nura en la que puede verse claramente la co­lumna ilustrada en este libro, y es desde este punto estratégico desde donde puede obtener­se la mejor perspectiva del valle en el que se li­bró la batalla.

Aunque ahora está plagada de caminos de metal, una línea de ferrocarril y unos canales de drenaje, el valle del Ofanto (nombre actual del Aufidius) está dedicado, al igual que en tiempos antiguos, a la agricultura. Toda la zona es una mezcla de árboles frutales y olivos y campos ma­yores dedicados, como en los tiempos de la ba­talla, a cosechar trigo y otros cereales. Esta posi­ción ofrece al visitante una visión completa del

T Vista de la parte occidental del campo de batalla.

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EL CAMPO DE BATALLA HOY

campo de batalla. El río, como se ha explicado en el texto, era claramente mucho más próximo al escarpado situado en el otro lado del valle y en el que puede verse la pequeña ciudad de San Ferdinando di Puglia. Este fue probablemente el punto en el que acampó Aníbal. A la derecha, el espectador podrá ver claramente el Valle del Foggia, desde la que Varro y Paullus trajeron su ingente E. de ocho legiones. Armado con los di­bujos en tres dimensiones de este libro y las fo­tografías panorámicas sacadas del valle que se han incluido, el lector estará en condiciones de identificar los puntos probables de los campa­mentos romanos y la posición probable de la lí­nea de batalla.

Se sugiere que finales de julio y los primeros dí­as de agosto pueden ser buenas fechas para visi­tar ese lugar. Sentir el calor seco de un verano ampuliano y el viento caliente del Volturnus en las mejillas es sentir las condiciones en las que los cartaginenses y romanos lucharon en el valle si­tuado por abajo. Es posible cruzar la llanura por

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una de las carreteras que prácticamente cruza el lugar de la batalla, aunque, desde luego, no exis­te nada que así lo indique. Esta carretera lleva a San Ferdinando di Puglia y sigue un recorrido muy similar al utilizado por el E. de Aníbal para desplazarse a la llanura para la batalla. Desde San Ferdinando se llega enseguida a Canosa di Puglia, en donde muchos de los supervivientes romanos buscaron su salvación tras la batalla. Existe un pequeño museo en la ciudad, pero no existe allí ningún elemento fechado en la época de la batalla. U na excursión así por Cannas, el campo de batalla y otros puntos relacionados du­rará casi todo el día. Sin embargo, la historia pue­de combinarse con el placer -un almuerzo bajo la sombra de un árbol con un buen pan italiano, algo de queso y una botella del vino local es una forma agradable de rememorar una de las bata­llas más famosas de la historia.

T Vista sobre la parte oriental del campo de batalla.

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JUEGOS DE GUERRA SOBRE CANNAS

En el 216 a. C., Roma puso en servicio ocho le­giones para combatir a Aníbal, «un paso», como anotó Po libio, «que los romanos nunca antes habían dado». El que la República romana pu­diera crear ese E. tras las derrotas de Trebia y el lago Trasimeno, y con importantes fuerzas aún desplegadas en España, Cerdeña y Sicilia, revela el nivel de su superioridad económica sobre Cartago. Roma y sus aliados también poseían una poderosa Marina, que seguía dominando las aguas costeras de Italia y España. Es fácil ser sabio tras este acontecimiento y simpatizar con Fabius Maximus en lugar de con el impetuoso y joven Varro. Sin embargo, para el Senado y el Pueblo de Roma, parecía esencial destruir el E. de Aníbal. La estrategia fabiana no había mos­trado ninguna indicación de sacar de Italia al E. cartaginés, y ahora el E. romano podía acudir a la batalla con una sustancial ventaja numérica.

Como los jugadores tienen la ventaja de la vi­sión retrospectiva, a menudo es difícil recrear una batalla histórica de una forma similar a los hechos reales. Cuanto más famoso sea el com­bate, más probable será que los jugadores reco­nozcan el escenario, aunque se disfrace de al­guna manera. Un jugador al mando del E. ro­mano en Cannas es posible que ordene a sus hombres regresar a toda prisa al campamento, siempre que los cartaginenses no estén ya con sus fuerzas al completo. Como mínimo evitará la llanura al descubierto, en donde la Cabo ene­miga tiene un máximo de eficacia. Se cree que Aemilius Paullus quiso ofrecer batalla en un te­rreno accidentado, en donde la Inf. romana pu­diese salir vencedora.

Para reconstruir Cannas sobre un tablero es necesario ocultar el verdadero objetivo del jue­go, a no ser que los que hagan de romanos des­conozcan por completo las Guerras Púnicas. La batalla de Cannas posee varias ventajas como es­cenario encubierto: no existen características del terreno que delaten el juego (i trate de dis­frazar Waterloo!) y ningún bando contenía sol­dados exóticos como elefantes carros con gua-

dañas que lo identificaría al instante. De hecho, Livio afirma de la Inf. cartaginesa: «Al mirarlos podría pensarse que los africanos eran soldados romanos, sus armas eran casi todas romanas, al ser parte del expolio en el Trasimeno ... » Como el resto de la Inf. estaba compuesta de galos e iberos, y la Cabo se dividía en pesada gala/ibera y ligera númida, el E. de Aníbal podría repre­sentarse encima de un tablero con una selec­ción bastante anónima de soldados en miniatu­ra. ¿Por qué revelar siquiera que se trata de re­memorar una batalla de la 2ª Guerra Púnica?

En la mayoría de las batallas antiguas, la Cabo victoriosa desaparecía normalmente del campo de batalla en una furiosa persecución, dejando a su Inf. que siguiera sola. En las guerras de sus sucesores, la Cabo volvería alguna vez e inter­vendría de forma decisiva, atacando la falange enemiga en retaguardia. Pero a menudo la Cabo no hacía otra cosa que «poner la música a lo que de otro modo hubiese sido una vulgar pe­lea». En Cannas, la Cabo gala y española de Asdrúbal derrotó a la Cabo romana, atacando y hostigando alrededor del enemigo para llegar a la otra ala en la retaguardia. Tras atacar una 2ª vez, lanzaron el ataque decisivo contra la reta­guardia de las legiones.

Polibio está ciertamente equivocado al afir­mar que la ventaja cartaginesa estribaba sólo en su mayor cantidad de jinetes: pocas otras fuer­zas de Cabo de la antigüedad eran capaces de re­alizar este tipo de acción. Los romanos sabían que el enemigo tenía más Cab.; pero lo que no sabían era el extraordinario nivel de disciplina que habían logrado estos jinetes galos y españo­les. Después de que Can nas hubiese revelado la enorme capacidad táctica de la Cabo de Aníbal, los romanos evitaron combatir en campo abier­to. Cuando adoptaron la estrategia ofensiva, lo hicieron en forma de guerra de asedio: la toma constante de las ciudades en poder de Cartago.

Cannas funcionará seguramente mejor como una batalla de tablero si los jugadores, al menos los romanos, creen que están librando una de

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LOS JUEGOS DE GUERRA SOBRE CAN NAS

las batallas de las Guerras Civiles de finales de la República. Tan sólo entonces la asombrosa su­perioridad de la Cabo cartaginesa se revelará co­mo una desagradable sorpresa. Si los romanos creen que superan en número a la lnf. enemiga en casi 2 a 1, y que la única ventaja del enemigo reside en una fuerza algo mayor de Cab., se en­tiende mejor la decisión de formar una falange muy profunda. Al formar a los legionarios con una profundidad de quizás 70 hombres, Varro creó una falange que probablemente arrastraría cualquier cosa a su paso. Incluso si la Cabo ro­mana y aliada fuese incapaz de resistir a los ji­netes enemigos, era seguro que aguantarían lo bastante como para que las legiones destruye­sen la lnf. en orden cerrado del enemigo y ga­naran la batalla.

Las tácticas de combate en las Guerras Púnicas

La 2ª Guerra Púnica cambió profundamente la naturaleza del E. romano. Hasta la batalla de Cannas siguió siendo una milicia basada en los ci­viles. Aunque la lnf. estaba mucho más discipli­nada que la del E. griego, no era de ningún mo­do una fuerza profesional; los reclutas del 216 es­peraban regresar a sus granjas al año siguiente. La organización manipular permitía a la lnf. ro­mana maniobrar por terreno irregular con me­nos desorden que los piqueros macedonios, pero la táctica romana aún no había llegado a su apo­geo. En los tiempos de Cannas, la lnf. romana aún no era capaz de maniobrar independiente­mente: no existen indicios de la flexibilidad tác­tica profesada por César. En el siglo l a. c., gru­pos de manípulos bajo el mando de legados de César o bajo su mando personal actuarían como reserva, o atacarían un flanco enemigo. Esta di­ferencia es la clave para entender lo que sucedió en Cannas. Varro no tenía reservas: las ocho le­giones avanzaron codo a codo con la mayor pro­fundidad posible. Ni las legiones ni los manípu­los eran unidades tácticas independientes. Los soldados luchaban como un único cuerpo. Los príncipes eran situados justo detrás de los hastati, listos para avanzar al primer contacto, para ase­gurar que los romanos presentaban un frente uniforme. Los triarios estaban muy cerca por de­trás y no constituían otro escalón o una reserva. Los tres elementos de la falange romana contri­buían al «primer empuje».

Fue precisamente porque la lnf. romana com­batía como una única unidad táctica por lo que Varro desplegó a sus hombres en una forma-

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ción tan profunda. Él podía haber sido elegido recientemente como «general político», pero sus oficiales estaban muy versados en el arte griego / macedónico de la guerra. La fuerza de una falange era proporcional a su profundidad: una formación profunda que mantenía su im­pulso y hacía retroceder a otra menos profunda, suponiendo que los soldados tuvieran un valor similar. Es interesante observar que cuando el hermano de Aníbal, Asdrúbal, fue detenido por un E. mayor en Metauro, formó sus lanceros en una unidad muy profunda, basando todo en una rápida penetración.

Aníbal convirtió la potencia de la lnf. romana en su debilidad. El ataque de la Cabo sobre la re­taguardia romana paralizó a toda la formación. Al no tener presión desde las filas posteriores, las delanteras dejaron de progresar contra las tropas galas que defendían el centro cartaginés. Hasta ese momento, los romanos habían hecho retroceder constantemente a los galos. Entonces la lnf. africana asaltó ambos flancos y los roma­nos se encontraron rodeados. ¿Porqué fue la lnf. romana incapaz de escapar? Cuando Aníballan­zó a los lanceros africanos contra sus flancos, los romanos aún disfrutaban de una considerable superioridad numérica. Existen pocos ejemplos en la historia militar en donde un E. menor ro­deara con éxito a uno mayor.

Bajo la mayor parte de las reglas de juegos de guerra publicadas, la lnf. romana podría esca­par, podría mantener una posición defensiva en los flancos, dar la vuelta a las filas de atrás para resistir a la Cabo cartaginesa, y completar la des­trucción de los galos por su vanguardia. Esto se debe a que la mayoría de las reglas de juego di­viden a la lnf. en orden cerrado en varias uni­dades tácticas, dando a un E. antiguo mayor fle­xibilidad de lo que es cierto históricamente. Esto deberá evitarse si se desea que un juego so­bre Cannas reproduzca el punto más crítico de la batalla. Aunque la lnf. romana estaba dividi­da en varias unidades, en los tiempos de Cannas eran poco más que divisiones administrativas. Aunque sus formaciones estaban mejor articu­ladas que las enormes falanges apoyadas por al­gunos de los sucesores de Alejandro, los legio­narios romanos seguían combatiendo como un único bloque. Si algunos grupos de legionarios se salían de la formación, era para escapar de un desastre. En Trebia, casi 10.000 legionarios lograron escapar, pero no volvieron a tomar parte en los combates y retrocedieron hasta Placen cia. Aunque hubieran tenido la suficien-

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te moral como para volver a la batalla, no exis­tían los medios para una reorganización táctica.

Cannas demostró los límites de una milicia ciudadana, y no se librarían más batallas planea­das durante varios años. El E. romano se convir­tió gradualmente en una fuerza profesional: el núcleo del E. de Escipión en Zama siguió siendo las dos legiones formadas por supervivientes de Cannas. Había sido reforzado por varias grandes levas de sustitutos, pero se mantuvo el núcleo de antiguos soldados y oficiales. En Zama, por pri­mera vez, los príncipes formaron bastante por de­trás de los hasta ti, un despliegue que, como afir­maba Hans Delbruck, sólo pudo ser intentado por soldados expertos que confiaban unos en otros. Al igual que el de César, el E. de Escipión el Mricano podía haber escapado de la trampa de Aníbal en Cannas. La Cabo romana también escapó. En Zama, demostró estar tan capacitada como los hombres de Asdrúbal en Cannas, ven­ciendo a la Cabo cartaginesa e interviniendo des­pués en la batalla de Inf.

Cuando se establezcan las reglas para la Guerra Púnica, será importante reflejar la mar­cada diferencia entre la Inf. romana al comien­zo del conflicto y a su final. La Inf. pasa de un único cuerpo táctico a una formación en dos es­calones, capaz de combatir independientemen­te. Los jefes ya no son cónsules que mandan a sus hombres en días alternativos. Se sacrifica el control directo de los civiles para lograr una vic­toria militar: un augurio interesante para el Estado romano.

La estrategia de Aníbal

El despliegue de Aníbal en Cannas estaba pre­visto para lograr, no solamente una victoria, si­no una aniquilación total. ¿Por qué estaban si­tuados sus veteranos africanos donde estaban, listos para asaltar los flancos de la formación ro­mana? Si los hubiese colocado con los galos en su centro, el ataque de la Cabo probablemente también hubiese paralizado a las legiones roma­nas y las hubiese derrotado; pero hubiesen es­capado muchos romanos para combatir al día siguiente. Al mantener a los africanos en los flancos, Aníbal estaba suponiendo que los galos podrían resistir el ataque romano, como no lo habían logrado en Trebia, el tiempo suficiente como para que la falange roman a perdiera toda su cohesión. Una vez logrado, los romanos esta­ban condenados, y fueron incapaces de impro­visar una ruptura.

JUEGOS DE GUERRA SOBRE CAN NAS

Aníbal es posible que disfrutara de muchas de las ventajas tácticas: oficiales y soldados exper­tos, una Cabo mejor y más numerosa y su propia genialidad militar. Pero Cartago sólo podía des­plegar unos recursos limitados, y su E. nunca pudo desplegar suficientes hombres como para realizar un ataque contra la misma Roma. Las murallas de Roma tenían una extensión circular de más de cinco millas, y Aníbal nunca tuvo más de 50.000 hombres en armas. La superioridad naval de Roma hacía que un ataque contra el puerto de Ostia tuviera pocas posibilidades de éxito.

Cartago había extendido su poder a España y había aumentado su poder económico desde la 1 ª Guerra Púnica, pero no podía igualar las apa­rentemente inagotables reservas de hombres y material que poseía la República romana. La lección fue aprendida por Hanno, el líder car­taginés que se había opuesto a la guerra desde un principio, cuando Aníbal pidió inmediata­mente refuerzos tras su triunfo en Cannas. En el Senado cartaginés, Hanno preguntó enérgica­mente qué hubiese necesitado Aníbal en caso de haber perdido.

Aníbal pensó que la única forma de derrotar a Roma era separarla de los estados-ciudad ita­lianos, que proporcionaban gran parte del per­sonal y la mayor parte del poderío naval de la República. La victoria de Cannas le proporcio­nó la 2ª y la 3ª ciudad de Italia, Capua y Tarentum. Como era habitual, liberó a todos los prisioneros de las ciudades italianas, vendiendo solamente los cautivos romanos a los mercade­res de esclavos.

Aunque las fuerzas cartaginesas tuvieron todo a su favor durante la batalla, las condiciones de su victoria deben ser analizadas: cualquier cosa inferior a un triunfo aplastante es en realidad una derrota. Ninguna ciudad se separaría de Roma si los Es. romanos podían resistir al inva­sor. Si los cartaginenses eran derrotados una so­la vez, habrían perdido toda la campaña, y pro­bablemente la guerra.

Juegos de tablero Púnicos

Varios juegos de tablero cubren las Guerras Púnicas en su conjunto, y los juegos tácticos cu­bren varias de las principales batallas. Aunque han existido presentaciones más bonitas, eljue­go plegable de Estrategia y Táctica (S&T) de los años 70 Las Guerras Púnicas es un juego muy apropiado y bien equilibrado. En la 2ª Guerra

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LOS JUEGOS DE GUERRA SOBRE CAN NAS

Púnica, los cartaginenses empiezan con mejores mandos, pero la captura de Roma es algo muy difícil. El resultado es una guerra de desgaste, tratando los cartaginenses de conquistar sufi­cientes ciudades italianas como para poder so­cavar el poderío económico de Roma. Mientras tanto, los perspicaces jugadores romanos crean un 2º fren te en España, en donde las fuerzas enemigas no están mandadas por Aníbal. Este juego es muy básico, pero su gran sencillez jue­ga a su favor. Puede emplearse como base para una campaña a escala, librando las batallas con soldados en miniatura o sobre un «tablero de combate» para que sea más bonito. Puede im­provisarse un escenario para la 1 ª Guerra Púnica, que tiende a favorecer a los cartaginen­ses. Sin embargo, los diseñadores obviaron el cuento de los «viejos marineros» de Polibio so­bre la construcción de la flota romana (1.20), e imponen restricciones a la construcción naval romana. Francamente, la historia de los quin­quirremos atados debe considerarse al mismo nivel que la afirmación de Polibio de que Aníbal vestía una variedad de pelucas para dis­tinguirse de los asesinos galos (111. 78). Si los ro­manos no habían construido anteriormente una flota, fue porque sus enemigos habían sido todos potencias terrestres. Desde que buscaron una alianza con la mayoría de los puertos co­merciales desde Cumae a Tarentum, la cons­trucción de la flota fue algo natural. Por eso, ig­nore la norma 19.14(4) y disfrute de un juego más equilibrado y más preciso históricamente.

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Para utilizar un juego de tablero más detalla­do, véase el más reciente Aníbal de S&T. Este mismo nombre fue empleado por Simulations Canada para otro juego sobre las guerras púni­cas. La revista de juegos de tablero Perfidius Albion presentó algo interesante al mejorar la versión de S&T en su número 86 (enero de 1994). (Puede contactarse con PA en 75 Richmond Park Road, East Sheen, Londres, SW 148JY).

Desaparecido en combate

El senado romano rechazó con determinación la compra d e los prisioneros tomados en Cannas, prefiriendo reclutar dos nuevas legio­nes de esclavos voluntarios, en lugar de llenar el tesoro cartaginés. Aníbal vendió los cautivos a mercaderes de esclavos, que los exportaron por todo el Mediterráneo, si sus fami lias no fueron capaces de recomprarlos. Muchos pri­sioneros se vendieron a Grecia. El Cónsul Flaminius encontró l.200 d e ellos tan sólo en Achaia, cuando ofreció comprarlos en el 194, y otro grupo volvió de Creta en el 188, ¡28 años después de ser capturados! Vietnam no fue la primera guerra en la que la búsqueda del desaparecido (D.C.) duraría tanto como e l propio conflicto. Para un análisis alternativo de Cannas, se podría organizar muy bien un juego de intercambio de prisioneros cartagi­nenses, o una búsqueda de «D.C.» romanos.

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E ÉRCITOS y BATALLAS

BATAllAS DE lA HISTORIA presenta, de una forma precisa y rigurosamente documentada, los confiictos que, por la originalidad de sus estrategias, por su interés histórico o por la singularidad del desarrollo de la contienda, son fundamentales en la historia de la guerra. A través de 90 ilustraciones, gráficos y mapas de la batalla en tres dimensiones, cada uno de estos libros contiene una descripción detallada de las tácticas utilizadas por los estrategas y de las circunstancias y evolución de la lucha.

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