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Cuando me invitaron a participar en el homenaje anuestro
inolvidable maestro Edmundo OGorman, loque mucho agradezco, record
una frase de Lucas Ala-mn que se halla en su Examen imparcial de la
adminis-tracin del General Vicepresidente Anastasio Bustamante.Con
observaciones sobre el estado presente de la Repblica
yconsecuencias que ste debe producir, texto que situamos en1835 y
en el que se advierte al Alamn pesimista saladel fracaso del
gobierno de Bustamante, llamado Admi-nistracin Alamn por sus
detractores, y del esconditeal que le haba llevado la enconada
persecucin que lehicieron por la muerte de Vicente Guerrero. En ese
escritoms que el centralismo, ya en ciernes, propona Alamnun
ejecutivo fuerte y el predominio de los propietariosen la
representacin nacional a tono con ideas deEdmund Burke, con cuya
obra estaba ya familiarizadopara contrarrestar la tirana
irresponsable del Congreso,debida al rgimen federal de 1824 y su
complicado sis-tema electoral, en el que siguiendo en apariencia al
nor-teamericano se haba implantado una asamblea a la fran-cesa
tomada a travs de la Constitucin gaditana de 1812.Alamn adverta que
la debilidad del poder ejecutivoproceda ... de las restricciones y
ligaduras con las quelos sombros y desconfiados legisladores de
Cdiz suje-taron al fantasma de Rey que crearon en su Constitu-cin.
Esta frase de Alamn, personaje central en Lasupervivencia poltica
novohispana, de la que nos hablaOGorman, vena como anillo al dedo
para tratar la per-vivencia ogormaniana que hoy nos convoca.
Ese trabajo de don Edmundo apareci originalmenteen el libro
conmemorativo A cien aos del triunfo de laRepblica, editado por la
Secretara de Hacienda y Crdi-to Pblico en 1967; se llam entonces
Eplogo. El triunfode la Repblica en el horizonte de su historia.
Dos aosdespus, en 1969, la Fundacin Cultural CONDUMEX noslo entreg
en la sobria y bien cuidada edicin de noventay tres pginas, que
pese a su escaso volumen no llama-mos folleto. Es, como otros de
don Edmundo, un librobreve, sin aparato erudito que distraiga del
argumento,modelo de ensayo que tanto gustaba a nuestro autor,quien
sola decir que as deberan ser los libros en los quese quiere decir
algo.
Como en otros ensayos de OGorman, hallamosen ese libro el
desarrollo de ideas enunciadas antes y lasimiente de posteriores
empresas del entendimiento.Es clara la relacin del Eplogo o de La
supervivenciapoltica novohispana, como se quiera decir, con ese
otrogran ensayo conmemorativo, Precedentes y sentido dela Revolucin
de Ayutla, de 1954, y con Mxico, el trau-ma de su historia, de
1977, obras en las que puede seguirsesu preocupacin por el ser de
Mxico como nacin,esclarecido por el reclamo Del amor del
historiador asu patria, 1974, para traer a cuento otro ttulo,
vigenciaclara en la obra de nuestro inolvidable maestro.
Ah est la obsesin ontolgica de OGorman, mani-fiesta en corte ms
acadmico en una obra de mayor volu-men, como es la que se refiere
al ser de Amrica. Este temase anuncia en pginas tempranas, como son
las del Pr-logo a la Historia natural y moral de las Indias del
padreJoseph de Acosta (1940) y las de Fundamentos de historiade
Amrica (1942), para alcanzar entidad propia en Laidea del
descubrimiento de Amrica (1949, publicada comolibro en 1951),
pasando por Pedro Mrtir de Angleray el proceso de Amrica de 1951 y
que apareci comoestudio preliminar a las Dcadas del Nuevo Mundo
en1964, para culminar en La invencin de Amrica (1958),cuyas ideas
resumi y reelabor en Amrica (1963) yen pginas polmicas como las que
escribi a propsitode la celebracin del V Centenario del Encuentro
deDos Mundos.
Estudios todos en los que se manifiesta esa con-ciencia harto
filosfica de su actividad, el historiar,que destac Jos Gaos en el
estudio Historia y On-tologa, escrito con motivo de los sesenta aos
deOGorman y de su merecido emeritazgo en la Univer-sidad Nacional,
y en el cual hizo ver aquella tendenciaa ontologizar la historia
(expresin de Fernando Salme-rn en un comentario que me hizo del
texto de Gaos).Fue una suerte de reclamo historicista as lo
veoahora a la preferencia existencialista de OGorman,quien le haba
dedicado su primer libro de alcancefilosfico, Crisis y porvenir de
la ciencia histrica, en1947, con estas palabras: A Jos Gaos,
maestro desiempre y siempre amigo.
18 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO
Fantasma de ReyEn torno a La supervivenciapoltica
novohispana
Andrs Lira
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Habra para rato en la apreciacin de esa amistadque se trasluce
en muchos escritos de uno y otro amigo.Baste recordar que uno de
los motivos que decidi a Gaosa permanecer en Mxico, pues pens
seriamente entrasladarse a Argentina donde le llamaba un colega
dela talla de Francisco Romero y donde tena familiares,fue la
aparicin de personalidades como la de OGorman,quien al lado de
Justino Fernndez, Antonio GmezRobledo, entre otros, asistieron a
sus seminarios, ha-ciendo ms interesante el dilogo que el profesor
espa-ol haba iniciado con quienes fueron, propiamente,
susdiscpulos. Discpulos como Leopoldo Zea, el primero,que lo
llevaron a indagar la historia del pensamientomexicano. Gaos
hablaba de OGorman y de quienes nofueron sus alumnos en esos aos
llamndoles allega-dos, poseedores de una formacin propia manifiesta
ycontinuada en la relacin de colegas.
Dejemos ah esta digresin, pues urge pasar al fan-tasma de Rey en
La supervivencia poltica novohispana,objeto de nuestro texto.
Monarqua y repblica son las alternativas, posiblesformas de ser
en torno a las cuales discurre OGorman
al ver El triunfo de la Repblica en el horizonte de suhistoria,
es decir, a la repblica como parte y resultadode un proceso del que
se hace cargo destacando opcio-nes, obstculos y oportunidades que
aparecen en testi-monios de la poca. Esfuerzos, triunfos y derrotas
de susprotagonistas en que se pone de manifiesto la dificul-tad de
esas opciones, por ms que en algunos momentosse enuncien con
claridad, como ocurre con la repblicaen versiones tan tempranas
como son el Decreto deApatzingn de 1814 y el Acta y la Constitucin
federalde 1824, mientras que la monarqua estaba ah comoconsecuencia
del pasado y de la realidad inmediata dela Nueva Espaa, que habra
de manifestarse como pro-yecto en los Tratados de Crdoba y
precipitarse, malo-grndose, con la elevacin de Agustn Primero y
lti-mo en los anales del efmero Imperio. Por ms que ocurratodo eso
y tengamos presentes las opciones que podemosdiscernir hacindonos
cargo del proceso, precisamentepor eso advertimos que la Monarqua y
la Repblica (ascon maysculas, en tanto nombres propios de
situacio-nes histricas) no estn ah como un ser ntegro salidocomo
Venus del mar al consumarse la Independencia,
REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO | 19
CENTENARIO DE OGORMAN
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dice OGorman en esa forma tan de su gusto para re-cordarnos que
la historia, por ms que tenga que hacer-se cargo de la mitologa y
de la exaltacin triunfal, nopuede reducirse a figuras intemporales
ni a la celebra-cin de destinos incuestionables. En el horizonte
his-trico se advierten claros y sombras, supervivenciasinevitables
y novedades insoslayables, afirmaciones eindecisiones que habr que
asumir valindose de unadialctica capaz de ponderarlos. As, el
horizonte hist-rico revelar precedentes y sentido, diramos apelando
alttulo del estudio de OGorman ms cercano en poca yasunto al que
ahora nos ocupa. Tambin ms a prop-sito para preguntarnos qu tanto
de supervivencia novo-hispana haba en el proyecto autoritario
enunciado porLucas Alamn en los aos cuarenta tardos de su siglo
y,sobre todo, en 1852, al concluir su Historia de Mjico,y en 1853,
cuando abri paso a la instalacin de AntonioLpez de Santa Anna en la
presidencia de la Repblica.Eso que don Edmundo llam La dictadura
conserva-dora y la monarqua de prncipe mexicano con inter-vencin no
armada, en las pginas de La supervivencianovohispana, se parece a
la presidencia de Luis NapolenBonaparte instalada en 1852. OGorman
lo adviertecon claridad, dejando, sin embargo, de considerar
queAlamn trat de evitar a todo trance el paso al imperioque vea
venir en la Francia de aquellos das, como seadvierte en las ltimas
pginas del tomo V de su Historiade Mjico.
S que don Edmundo hubiera desarmado mis argu-mentos, reclamando,
probablemente, la cuestin onto-lgica, a la que no pretendo entrar,
pero, de cualquiermanera, me hubiera gustado discutir con l las
conside-raciones que ahora hago trayendo a cuento la frase deAlamn
para advertir qu tanto de supervivencia novo-hispana haba en la
parte operativa y prctica nicaque, como decisin, contaba ya al fin
y al cabo en la vidade aquel estadista indudable y poltico
frustrado que fueel gran historiador de la insurgencia y de los
primerosaos del Mxico independiente.
Me parece que don Edmundo vio ms monarqua dela que haba en
realidad, si es que la hubo, en un mo-mento republicano como fue el
rgimen de las sieteleyes, cuando nos dice:
Hemos de ver en el centralismo de 1836 una bastarda y
curiossima actualizacin de la posibilidad tradicionalista
de Mxico, puesto que se trata de una monarqua disfra-
zada con mscara republicana, de una mscara republi-
cana, de una repblica monrquica, valga la expresin,
o, si se prefiere, de una monarqua sin prncipe que con
un soberano colegiado (el Supremo Poder Conserva-dor): ingenioso
modo de soslayar el grande e indiscu-
tible problema inherente al establecimiento en Mxico
de ese tipo de gobierno.
(Lo que muestra la incomprensin del senado con-servador, cuerpo
sin soberana o poder de iniciativadeturpado por Emilio Rabasa,
maestro de EdmundoOGorman en la Escuela Libre de Derecho.) Si lo
to-mamos as como lo propone don Edmundo, tal pareceque el fantasma
de Rey que los sombros y desconfiadoslegisladores de Cdiz crearon
en su Constitucin de1812 y que segn Alamn haba pasado a la
desafor-tunada figura presidencial y a la del vicepresidente, ensu
oportunidad, del rgimen federal de 1824, parecerapues, que ese
fantasma de Rey se conjuraba en 1835para hacerlo aparecer en 1836 y
luego en 1852 y 1853,segn la parte final de la Historia de Mjico y
la cartaque el 23 de marzo del ltimo ao dirigi Alamn a SantaAnna y
lo establecido en las Bases del 22 de abril, en quese dispuso el
orden dictatorial del general instalado enel poder por obra y
gracia del desorden y del descon-cierto que imperaban en el
pas.
Advierto en el fantasma de Rey de Alamn unafigura negativa
empleada para destacar la monstruosi-dad de las Cortes espaolas,
rgano multitudinario eirresponsable, que tan bien conoci cuando fue
dipu-tado en 1821, y del Congreso mexicano de 1823-1835,al que hubo
de enfrentarse y tolerar cuando fue secretariode Estado encargado
de Relaciones Exteriores e Interiores(1823-1825 y 1830-1832); un
rgano sino omnipoten-te, pues no fue capaz de controlar su
desorganizacin ydesorden interno, s omnipresente por la
beligerancia queen l cobraron los partidos, esa suerte de grupos
extra-constitucionales de los que habl y que tan bien conociy tanto
utiliz Lorenzo de Zavala. As, al cabo de desen-gaos y esfuerzos
frustrados para cohonestar y hacersecon el dominio de ese monstruo
de la democracia, la pro-puesta de Alamn como cabeza de lo que vino
a ser elpartido conservador monarquista de los aos cuarentafue, con
monarquismo o sin l, una poltica anticongreso,antielectoral,
dictatorial, en una palabra. Creo que elAlamn monarquista indeciso
de los aos cuarenta fueas no slo por el talante personal o el
carcter y la anti-pata que le provocaban personajes de aqu y de
all,como el plenipotenciario espaol Salvador Bermdezde Castro y Dez
y lo que ste representaba, sino que lofue tambin por desconfianza a
la persona fantasmasi se quiere de Rey que vea en su pasada y
presenteexperiencia. Desconfi antes, y ms en 1853 ante la
po-sibilidad de entronizacin de un militar, nica carta dis-ponible
en ese momento, como Antonio Lpez de SantaAnna. Basta ver las
cartas al duque de Terranova yMonteleone y lo que nos dice en su
Historia de Mjicosobre Santa Anna para darnos cuenta del
pesimismotan grande que inspir la opcin por este personaje
alconsiderarlo indispensable, pues no tena otro en aquelsombro
horizonte, en la instrumentacin de un mo-delo de su siglo como era
el del cesarismo demaggico
20 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO
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que resurga en Francia nutrido por el bonapartismo,tradicin
inaugurada en el siglo XIX y, por un conjuntode situaciones
recientes, como la revolucin de 1848,la presidencia absoluta de
1852 y luego, en diciembredel mismo ao, la exaltacin de otro
emperador de losfranceses de Francia era imposible pues como na-cin
era la soberana en virtud de lo cual se conjurabael fantasma de
Napolen, el conocido y temido agitadorde desventuras del mundo de
la Nueva Espaa, de lasque se haba ocupado Alamn en su Historia.
Recordemos las palabras de Manuel Abad y Queipoen su
Representacin a la Primera Regencia del 30 de mayode 1810. El
electo nunca confirmado obispo deMichoacn trataba de aportar los
medios para evitar elestallido de violencia que anunciara una dcada
antesen otra representacin escrita por orden de su
antecesor,hacindose cargo de la desigualdad, la injusticia y el
ma-lestar de la sociedad. Ahora agregaba el momento pol-tico, los
acontecimientos que sacudan al mundo europeoy al americano, con
estas palabras que nos pareceninsustituibles:
El fuego elctrico de la Revolucin Francesa, hiriendo
simultneamente todas las dems naciones, destruyendo
las unas y agitando y conmoviendo las otras, puso en
movimiento y reuni en estos pases (hispanoamericanos)
los primeros elementos de la divisin y el deseo ardiente
de la independencia. La fuerza revolucionaria de aquella
numerosa nacin, organizada por un sistema militar, el
ms perfecto, y concentrada ltimamente en las manos de
un tirano emprendedor y astuto, le proporcion los
grandes sucesos que sabemos; a los que concurri tal vez
la mayor ceguera de los dems gobiernos. Ceguera in-
concebible, pues que ninguno de ellos ha abierto todava
los ojos por escarmientos propios ni ajenos y que slo puede
ser producto de un despotismo inveterado y de una
corrupcin general.
La magnitud y brillantez de estos sucesos, que tanto
deslumbran a los hombres, granjearon al tirano en todas
partes del globo una turba inmensa de idlatras admira-
dores, que lo contemplan, el hroe ms famoso de la his-
toria, el regenerador del mundo, omnipotente e irresisti-
ble en sus empresas, como se preconiza con impudicia
inaudita...
Tal es la impresin de aquella potencia imperialemanada de una
gran revolucin y que desemboc enel cesarismo demaggico que
ensombreci el siglo XIX,a mediados del cual se situaba Alamn cuando
refren-daba los diagnsticos pesimistas que le conocemos desde
CENTENARIO DE OGORMAN
REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO | 21
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el texto de 1835, Examen imparcial de la administra-cin del
General Vicepresidente Anastasio Bustamante, yque le vemos rehacer
con ms negros colores puesno en balde haban pasado la guerra de
Texas y la inva-sin norteamericana con sus terribles
consecuenciasen la Historia de Mxico, escrita entre 1846 y
1852.Alamn no quera aquel cesarismo, evidentemente, peromenos
deseaba la tirana de una corporacin irrespon-sable como el
Congreso, surgida del perpetuo vaivn delas elecciones; de ah su
rechazo manifiesto a cualquiertipo de eleccin popular, por pequeo y
lejano que fuerael mbito en el que se realizara; de ah tambin el
rechazoa las jurisdicciones territoriales amplias que
pudieranreclamar autonoma poltica, contra las que propusoen poca
temprana y refrend en 1852 la creacin dedepartamentos reducidos (no
menos de cincuenta parala Repblica Mexicana, mientras que en la
Francia de susdas eran ochenta y seis), regidos por un sistema
uni-forme y armnico desde el centro, sin dejar de tomaren cuenta
diferencias y distancias regionales. En suma,lo que esboz en 1852
al concluir su Historia y lo quepropuso en 1853 en la carta a Santa
Anna y en las Basespara la administracin de la Repblica..., fue un
rgimende repblica central nada democrtico: menos polticay ms
administracin, haba dicho mile de Girardincuando se gestaba el
rgimen de Luis Napolen Bona-parte y, querindolo o no, sera el lema
de quienes postu-laban el orden como posibilidad de la actividad
poltica.
Pero un sistema central o unitario como el que pro-puso Alamn a
fines de su vida tena que valerse de fac-tores reales de poder y de
modelos que ofrecieran larealidad probada en lo que se perciba como
historiapropia. Factores formados de elementos monrquicoscomo los
de la presidencia cortada para Luis Napolenen la Constitucin del 14
de enero de 1852, presiden-cia en la que advirti Alamn el peligroso
trance deconvertirse en imperio, le pareci impracticable. Deah que
hubiera pensado en la recuperacin de ciertasinstituciones de la
Nueva Espaa para moderar el rgi-men dictatorial que esbozaba en las
ltimas pginas deltomo V de su Historia: juicio de residencia al
lado de laresponsabilidad del presidente, no slo de los minis-
tros, por sus actos de gobierno; distritos poltico
admi-nistrativos reducidos como los de las antiguas alcaldasmayores
y de los corregimientos, para deshacer extensio-nes como las de las
intendencias y los estados de la fede-racin, que segn Alamn haban
resultado de la ltimareorganizacin colonial; ni qu decir de la
exclusividaddel culto catlico, pues aun suponiendo que la
religincatlica no fuera la nica verdadera, era en los hechosel nico
lazo que una a los mexicanos, mientras que lasnovedades los
desunan; tambin un ejrcito regido comotal, como fuerza regular,
nada de milicias, nada de fuer-zas populares locales y menos, por
supuesto, eleccionesde autoridades, nada, en suma, que tendiera a
la desar-ticulacin del sistema central; usar diseos recientes,como
el de aquella presidencia pro imperial de la Franciade sus das,
incorporando los elementos tradicionales quecohesionaran a la
sociedad para marchar por el caminode la racionalidad modernizadora
con sus derechos in-dividuales, industria y comercio nacional e
internacio-nal; es decir, el diseo adecuado a la economa polticaera
el fin que persegua Alamn al proponer, siguiendoel ejemplo de
Francia, la eliminacin del Congreso paradar paso a comisiones como
aquellas de las que se valiel tirano Napolen para elaborar los
cdigos y la legisla-cin con los que defini el orden y afirm su
poder. Prue-ba de ello era la vigencia de esos cdigos y de esos
prin-cipios en los regmenes de la restauracin y ahora en
lapresidencia que, contra lo que Alamn deseaba, se ibaconvirtiendo
en monarqua hereditaria.
Para evitar que eso pasara en Mxico hizo las pro-puestas que
vemos al final de su Historia y adelant loque estuvo en sus manos
en las Bases del 22 de abril de1853. Su muerte, ocurrida el 2 de
junio, a menos de dosmeses del arribo de Santa Anna a la
presidencia, hizoimposible cualquier control desde el llamado
partidoconservador, control que, por otra parte, se antoja
im-pensable pues ni la situacin ni el temperamento delcaudillo
militar estaban para contemporizaciones ni con-sejos. Sin embargo,
puede advertirse la calidad moder-nizante de muchos proyectos,
cuando leemos las dis-posiciones dictadas por Antonio Lpez de Santa
Anna,benemrito de la patria, general de divisin, gran maestre
22 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO
Advierte OGorman en Mxico, el trauma de su historia, los
conservadores queran la modernidad sin
modernizarse, queran las ventajas del cambio sin cambiar.
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de la nacional y distinguida orden de Guadalupe, caba-llero gran
Cruz de la real y distinguida orden de Carlos IIIy presidente de la
repblica mejicana... (as, con esas ma-ysculas y minsculas), pues
bajo el encabezado oro-pelesco y en virtud de las facultades
otorgadas vemosdisposiciones admirables como el Cdigo de
comercio,la ley y reglamento del Contencioso administrativo de1853,
y la Ley de Instruccin Pblica del 19 de diciem-bre de 1854 y sus
reglamentos, referentes a la Primaria,Secundaria o Preparatoria,
Superior de Facultades yEstudios Especiales, y otras que dan idea
de las metaspropuestas en la reorganizacin del pas por aquel
grupode personas afn a Lucas Alamn.
Como haya sido, el que hubiera tomado en cuentaciertas
instituciones tradicionales para nutrir el decimo-nnico aparato de
una dictadura presidencial, o si sequiere, una repblica monrquica
sin prncipe heredi-tario, le gan a Alamn el prestigio de retrgrado
novo-hispanizante, digamos, y hasta de antiindependentista(nada ms
lejos de lo que fue, como se advierte en suactuacin como Secretario
de Estado). El temor a laabsorcin por los Estados Unidos, a la
ocupacin y alpredominio de la raza anglosajona, lo hizo inclinarsea
la Europa latina, lo que le gan tambin la seal detradicionalista a
ultranza. Como advierte OGormanen Mxico, el trauma de su historia,
los conservadoresqueran la modernidad sin modernizarse, queran
lasventajas del cambio sin cambiar, lo cual era imposibleaqu y all;
es decir, en el lugar del que se trajo el mode-lo dictatorial
modernizante, pues si bien, vemos que aNapolen III se le fue
convirtiendo el Imperio en rep-blica; el senado consulta con los
que gobern, fueroncada vez ms leyes elaboradas por un rgano
legislativorepublicano moderado. Cuando en 1870 el Imperiosucumbi,
la repblica estaba organizada ya, los polti-cos que se hicieron
cargo de la situacin, advierte enalgn lugar Justo Sierra autor tan
estudiado y recono-cido por OGorman eran monarquistas pero
optaronpor la repblica mostrando que antes que monarquistaseran
buenos franceses. (La Tercera Repblica, recor-demos, no tuvo
propiamente una Constitucin. Seorganiz sobre la base de las Leyes
constitucionales de1875 relativas a los poderes pblicos,
conservando elaparato administrativo construido por los
regmenesanteriores.)
Bueno, pues en Mxico, antes que republicano omonrquico haba que
ser buen mexicano puesto quela existencia de Mxico como nacin no
admita retrasosen el cambio. ste tena que hacerse, ya que la
moder-nidad se impona con o sin monarqua o sistema dicta-torial y
es lo que, siguiendo el apunte trazado desdePrecedentes y sentido
del Plan de Ayutla, viene amostrar OGorman en El triunfo de la
Repblica enel horizonte de su historia, cuando nos hace ver que
ni
la supervivencia novohispana era ya posible en el senode una
monarqua paternalista, que el rechazo a la dic-tadura no poda
instrumentarse con la restauracin delrgimen de 1824 complementado
con las reformas de1847, sino que la Reforma era el punto de
partida parahacer posible la nacin en su siglo. As, con el
rechazode la dictadura, un nuevo congreso convocado
comoextraordinario se integra como revisor de los actos delrgimen
de Santa Anna y como constituyente.
Del desenlace de los hechos se ocupa brevementepara llegar a lo
definitivo: el Presidente Benito Jurez,el otro personaje central de
la historia, en plena guerracivil asume en Veracruz, el 7 de julio
de 1859, la Reformacomo nica posibilidad cuando declar que era
indis-pensable eliminar las indecisiones y las contemplacio-nes que
impedan el camino a la libertad, sustento delorden republicano,
pues los principios de ese orden, diceel Presidente Jurez, no han
podido arraigarse en lanacin mientras que en su modo de ser social
y adminis-trativo se conserven diversos elementos de despotismo,de
hipocresa, de inmoralidad y de desorden que loscontraran. Cita que
hace OGorman con gusto y subra-yando modo de ser social y
administrativo, que tan bienviene a su visin ontolgica. Advierte
as, en plena armo-na con la tradicin historiogrfica del liberalismo
triun-fante que tanto critic, dicho sea de paso, como
visinsustancialista que aquella guerra civil era verdaderaGuerra de
Reforma conscientemente asumida y enca-
REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO | 23
CENTENARIO DE OGORMAN
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bezada no por Jurez el impasible, pues ello suponaun hombre
inmvil, indolente ante el drama, sino Jurezel intransigente,
empeado contra sus enemigos y par-tidarios indecisos en una opcin:
la del cambio radicalde la sociedad, no slo del diseo poltico.
Algo insoslayable, pues era vigencia y actualidadpoltica de
aquellos das, como habran de reconocerlo,muy a su pesar, los
partidarios de la monarqua tradi-cional con prncipe europeo e
intervencin extranjera,pues el prncipe extranjero, Maximiliano de
Habsburgopersonaje ms de cuento de hadas que de Maquia-velo, nos
dice Luis Gonzlez y Gonzlez result par-tidario del cambio social y
administrativo. Comenz porreconocer las reformas realizadas por los
gobiernos re-publicanos de Ignacio Comonfort y de Jurez y puso
enjuego ciertos mecanismos conciliadores en la delicadacuestin de
la desamortizacin de tierras de las comu-nidades de los pueblos de
indios, que luego, en ocasiones,aprovech el gobierno de la Repblica
para dar fin a en-conadas cuestiones.
La repblica se impona en el horizonte de su historia.Haca tiempo
que era su historia y en sta no haba lugarpara la Nueva Espaa, como
lo muestra el ltimo cap-tulo de La supervivencia poltica ...,
Significado ameri-canista de El triunfo de la Repblica: la muerte
de laNueva Espaa, en el que se hace acopio de los enun-ciados que
aparecen en documentos claves y se muestralo difcil que fue la
adopcin de la voz repblica paradefinir el ser de la nacin
mexicana.
Por lo que hemos dicho al comentar lo referente a ladictadura de
Santa Anna, nos parece que la Nueva Espa-a como opcin en el
horizonte de la historia estabamuerta haca tiempo, con o sin
monarqua, la dictadurapropuesta era otra cosa, un ser de su siglo
en el que nohaba sino un fantasma de Rey. Lo cual no
implicadesconocer el significado de la Reforma como afirma-cin de
la Repblica en la conformacin de Mxico, enla concepcin de su ser
como ente histrico. Enseanzaclara de la obra de OGorman que me
lleva a expresar
dos consideraciones con las que terminar este recuerdoque
quisiera ser conversacin con l.
Es evidente la coincidencia con las ideas de JustoSierra, cuya
obra OGorman ponder y expuso con di-versos motivos, reconociendo el
valor de haber logradouna visin benvola, comprensiva y responsable
de la his-toria de Mxico. Salta a la vista la forma en la que
Sierraadvirti los mritos de Jurez como reformador y lo quesignific
la Reforma para Mxico. El ltimo libro deSierra, Jurez, su obra y su
tiempo (1906) fue la reaccinante la negacin de los mritos de
reformista hecha porFrancisco Bulnes. Sierra mostr entonces el
difcil caminoque recorrieron los hombres de varias generaciones
paraafirmar la Repblica como posibilidad de Mxico.OGorman nos ha
dado una visin lcida del curso ysignificado de esa lucha. Sin duda
la obra de Sierra abonastas y otras de sus pginas y no tendra
empacho en re-conocerlo como lo expres en 1974 cuando, al recibirel
Premio Nacional de Ciencias y Artes, nos habl Delamor del
historiador a su patria.
Finalmente, si al hablar de La supervivencia polticanovohispana
he trado a cuento la figura de un fantasmade Rey, mentado por Lucas
Alamn, se me ocurrehablar ahora de un fantasma de presidente de la
Rep-blica creado y animado por todo eso que se ha invocadocomo
presidencialismo y alegado como antipresiden-cialismo. Prueba de
ello es que en este momento tene-mos, gracias a la
irresponsabilidad de una partidocraciasubsidiada con recursos
pblicos, a altsimo costo no sloeconmico sino tambin social y
poltico, tres personajesque aparecen bajo el nombre de presidente:
uno cons-titucional, todava en funciones; otro electo, y un
terce-ro que se hizo proclamar, despus de su derrota el da delas
elecciones, presidente legtimo. Eso s es fantasmade presidente o
presidencialismo afectado, porque elpresidencialismo real, la
figura y autoridad del presi-dente, ha venido derrumbndose desde
hace tiempo yen este derrumbe han participado activamente
quienesahora se llaman presidente.
24 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO
Monarqua y repblica son las alternativas,posibles formas de ser
en torno a las cuales discurre
OGorman al ver El triunfo de la Repblica en el horizonte de su
historia.