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Edith Stein y la búsqueda de Dios
EZEQUIEL GARCÍA RoJO, OCD San Esteban (Salamanca)
Edith Stein (1891-1942) pertenece a ese grupo de personas que ya
con pocos años advierten la importancia de sí mismos, y que por lo
mismo, no se resignan a dejar que pase la vida personal sin
inten-tar adueñarse y ser protagonista de la misma. Gozó de una
inteligen-cia privilegiada, tensa siempre hacia la conquista de la
verdad; mas una verdad en la que está implicado el sujeto de la
investigación: es decir, la verdad del ser humano, la verdad de sí
mismo.
Su existencia fue una búsqueda constante: búsqueda de identidad
propia, búsqueda de dignidad humana, búsqueda de sentido de este
mundo, búsqueda de la verdad del ser, búsqueda de la fe, búsqueda
de Dios.
Por otra parte, la vida de Edith Stein discurre en unos tiempos
recios 1, nada favorables a la consecución de los anhelos arriba
re-feridos. Los tiempos recios, de que habla Teresa de Jesús en
Camino de Perfección, hallarán eco en una breve meditación
steiniana de 14 de septiembre de 1939; acaba de estallar la segunda
guerra mundial, ella ha tenido que salir de Alemania, y los suyos
padecen ya la persecución, se avistan negros nubarrones por
doquier. La santa española había exclamado en el siglo XVI: "Estáse
ardiendo el mun-do, quieren tornar a sentenciar a Cristo -como
dicen-, pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia
por el suelo" 2.
I KLEPPER, VERÓNICA M., Santa Edith Stein, en estos tiempos
recios, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona 1999.
2 SANTA TERESA DE JESÚS, Obras completas. Camino de Perfección,
1,5. 2 ed., EDE, Madrid 1976.
REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (58) (1999), 43-74
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44 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
Por SU parte la advertencia de la carmelita alemana resonará con
no menor fuerza: "El mundo está en llamas; el combate entre Cristo
y el Anticristo ha comenzado abiertamente. Si te decides por Cristo
te puede costar la vida" 3.
Nada de lo mencionado le resulta indiferente a Edith Stein,
te-niendo que bregar duramente en medio de estas coordenadas
histó-ricas y culturales; con el agravante añadido de formar parte
de un grupo humano de características muy particulares: del pueblo
judío. Esta mujer se sintió judía siempre; fue consciente en todo
momento de su pertenencia al mismo, y jamás ocultó su Oligen. Hoy
conoce-mos las consecuencias a que le llevaron formar parte del
pueblo hebreo en la Alemania de Hitler: la persecución, la
deportación y la muerte en la cámara de gas de Auschwitz, el 9 de
agosto de 1942; a la edad de cincuenta años.
La Iglesia católica ha reconocido el valor martirial de su
desapa-rición trágica en el campo de concentración nazi: es decir,
su testi-monio de fe en el Dios de Jesucristo hasta los últimos
instantes de su vivir. Seguramente que la consecución del citado
premio no se improvisó, sino que ha requerido prolongados
entrenamientos y exigentes pruebas, así como una firme confianza,
la fe robusta en ese Dios a quien tampoco se le ahorró el sufrir y
el morir trágicos.
Edith Stein ha entrado a formar parte de la historia de la
espi-ritualidad moderna, estando avalada por su rica personalidad,
de una parte, y por su legado profundo, de otra. Atendiendo a ambos
aspec-tos, queremos presentar en un primer momento el evolucionar
reli-gioso de esta mujer hasta su rendición a la seducción divina,
para dedicar el segundo apartado a exponer lo que Edith Stein nos
dice acerca de la llamada del hombre a encontrarse con Dios.
l. DIOS SALE AL ENCUENTRO
A medida que la popularidad de Edith Stein gana adeptos, se
reconoce el influjo decisivo que ejerció sobre ella santa Teresa
de
3 EDlTH STEIN, Ave Crux - Spes unica, en: Los caminos del
silencio interior, EDE, Madrid 1988, p. 106.
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EDITI-I STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 45
Jesús en el proceso de su conversión, hasta llegar a confesar
que la lectura de la Vida acabó con su "prolongada búsqueda de la
verda-dera fe" 4. Mas una vez que siguió a Teresa hasta el carmelo,
y hubo meditado allí los textos de otro doctor ITÚStiCO, san Juan
de la Cruz, quedaría sorprendida al tropezar con la afirmación de
Llama de amor viva, en que se invierten los papeles de los
intervinientes en la búsqueda mencionada; dice así: "Si el alma
busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella" 5.
Con estas menciones a los grandes maestros del carmelo descal-zo
se quiere dar a entender que la trayectoria religiosa de Edith
Stein admite una doble dirección: por una parte, aquella que sitúan
en esta inquieta mujer los esfuerzos requeridos por hanar la
verdad, el sentido a la vida, y que se verán recompensados con la
aceptación de Dios a la edad de treinta años, en aquel verano de
1921. De hecho, una de las definiciones que aplica al hombre la
filósofa en cuestión es la de buscador de Dios 6. Estaríamos en la
dirección teresiana. Mas por otra, cabe recurrir a la dirección
sanjuanista antes citada, la que permite deducir que quien se pone
en marcha, quien hace el desgaste, es Dios; él es el verdadero
protagonista en toda conversión. Vistas así las cosas, el hombre no
es tanto quien busca, cuanto buscado.
Lo que se expone a continuación estaría más bien en esta
segun-da clave interpretativa. El título del trabajo contiene una
ambigüe-dad consciente: Edith Stein y la búsqueda de Dios, en el
que Dios puede hacer la veces de buscador y de buscado, de sujeto y
de objeto. Nos inclinamos por la primera lectura. Se trata de hacer
ver cómo Dios una y otra vez hace acto de presencia a la largo de
la ajetreada existencia de dicho sujeto, de cómo ella se sintió
interpe-lada desde múltiples instancias, y de cómo poco a poco se
produjo la transformación en su interior. Después de todo, esta
opción esta-ría más acorde con la dinámica bíblica, que otorga a
Dios la inicia-tiva y la tarea decisiva; baste recordar algunos
pasajes: "No me
4 E. STEIN, Cómo llegué al cannelo, EDE, Madrid 1998, p. 20. s
SAN JUAN DE LA CRUZ, Obras completas, Llama de amor viva, B. 3,
28.
2 ed., EDE, Madrid 1980. 6 E. STEIN, La estructura de la persona
humana, BAC, Madrid 1998, p.
283.
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46 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido" (Jn
15,16), "Nosotros amamos, porque él nos amó primero" (1 In 4,19)
7.
Por otra parte, este proceder permite a la vez constatar que las
mediaciones, a las que Dios recurre para ganarse al hombre, son
preferentemente las personas. Tratando de explicar a un amigo su
proceso de conversión, le comunica en una carta: "Decisivo de
for-ma consciente fue el hecho real, no sentimiento, de topar con
la imagen concreta del cristianismo auténtico en testigos
elocuentes" 8. Dada la aguda sensibilidad de Edith Stein, son pocas
las apariciones divinas que le pasan desapercibidas, aunque no
siempre esté dis-puesta a prestarles la atención debida o a
responder con sosiego a los requerimientos que le plantean. La
evolución religiosa de Edith Stein es la constatación de que la
seducción divina sigue ejerciendo su poder.
Estas intervenciones divinas las agrupamos bajo tres vivencias
religiosas perfectamente diferenciadas en la evolución espiritual
de Edith Stein: el Dios heredado de la infancia que terminará por
des-vanecerse, el Dios testimoniado que le lleva a la conversión, y
el Dios contemplado de su etapa carmelitana, a quien se entrega del
todo. (Quedaría entre las dos primeras, el Dios escondido, el
ausen-te; que opta por guardar silencio y esperar la ocasión. Dios
se marca un ritmo para cada persona 9; deber nuestro es
respetarlo.)
7 «Ya habéis visto cómo yo os he llevado sobre alas de águila y
os he traído a mí". Ex 19,4.
8 E. STEIN, Cartas aRoman Ingarden, EDE, Madrid 1998, p. 209.
(Carta del 8-Xl-1927).
9 Edith Stein está convencida de la peculiaridad de cada
vivencia de Dios; también de lo singular de su caso. Comenta a este
propósito a un amigo: "Quedó muy claro que no intenté presentarle
mi camino como el camino. Estoy profundamente convencida de que hay
tantos caminos que llevan a Roma como cabezas y corazones humanos".
E. STElN, Cartas aRoman Ingarden, p. 209. (Carta del 8-Xl-1917).
Más tarde vería confirmado este pronóstico al acudir al magisterio
de san Juan de la Cruz y leer: «Porque a cada una [alma] lleva Dios
por diferentes caminos, que apenas se hallará un espíritu que en la
mitad del modo que lleva convenga con el modo del otro". SAN JUAN
DE LA CRUZ, Llama de amor viva, B, 3,59. En otras obras del místico
doctor avisa del despiste de algunos directores espirituales, que
no saben en qué momento del cami-no (de la subida) se encuentra ni
a qué ritmo caminan las almas que se les confían. Ver el prólogo a
Subida del Monte Carmelo, o Llama de amor viva, B, 3,27-62
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EDITH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 47
1. EL DIOS HEREDADO
Edith Stein viene al mundo en una familia judía de marcado
acento religioso, y lo hace además en una fecha de singular
impor-tancia en el calendario litúrgico hebreo: el 12 de octubre de
1891; en aquel año coincidió con la fiesta solemne del Jom Kippur o
fiesta de la Reconciliación. Tal coincidencia vino interpretada
como un presagio distintivo por parte de esta hija de Israel y
también por su madre, la señora Auguste Stein. De hecho anotará en
sus recuerdos: "Ese día tenía para mí un significado especial. Yo
había nacido en el día de la Reconciliación y mi madre celebraba
siempre en la fiesta de la Reconciliación mi cumpleaños, aun siendo
movible ... Todos estos hechos los valoraba mi madre
extraordinariamente y a mí me parece que su actitud, más que otras
cosas, ha sido la causa de ser tan querida por su hija más pequeña.
Porque creo que nuestros des-tinos están especialmente
entrelazados" 10.
He aquí, pues, en los inicios de la historia personal de esta
figura una de las claves interpretativas del mismo: el contexto
religioso; Dios está ya presente cuando la pequeña abre los ojos.
Pero estamos ante una modalidad que adopta la forma de tradición,
en la que los padres -en este caso será la madre, ya que el padre
muere cuando Edith Stein cuenta poco más de año y medio-, hacen la
función de eslabón de enlace, de mediación divina. Así pues, su
ingreso en la historia implica entrar a formar parte al mismo
tiempo de una rica tradición religiosa. Eso sí, ambas adscripciones
-a la humanidad y al pueblo hebreo- se llevan a cabo sin su
consentimiento; y en el caso que nos ocupa, dicha advertencia no es
una vulgar evidencia, tendrá sus consecuencias ahora imprevisibles,
pero más tarde expli-cables. Y es que pronto sale a relucir esa
inteligencia crítica de la que estuvo dotada y que le impedirá
aceptar lo que no se compren-de, obligándole a rechazar lo que no
se domina racionalmente.
Las primeras experiencias de Dios, de las que Edith Stein es
consciente, quedan enmarcadas por unos ritos ancestrales (las
gran-des fiestas judías) y por unos sujetos que las celebran con
escasa convicción interior (excepción hecha de la madre). La citada
para-
10 E. STEIN, Estrellas Amarillas, 2." ed., EDE, Madrid, 1992, p.
63.
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48 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
doja no escapará a la atenta mirada de la joven, hasta
reconocer: "Las fiestas se observaban con ese espíritu de tenaz
consecuencia que es peculiar del espíritu judío" 11; para añadir
una página más adelante: "La celebración de la fiesta [Pascua]
tenía, sin embargo, algo doloroso y era que no participaba con
devoción en ella más que mi madre y los niños pequeños, Los
hermanos que debían hacer las oraciones en lugar del padre muerto,
no las hacían con la debida dignidad. Si no se encontraba presente
el mayor y el más joven asumía el papel de cabeza de familia, se
notaba con demasiada cla-ridad que interiormente no tomaba en serio
la cosa" 12.
Con pocos años advierte el exceso de ritualismo y la preponde
rancia que se otorgan los ejecutores, los creyentes, en las
ceremo-nias prescritas. Ese afán por controlar gestos, por
vincularse a los detalles, hasta en lo más minucioso, contrastará a
los pocos años con el talante un tanto liberal de la joven judía.
Las sutilezas talmúdicas le resultaban repelentes, según confesión
propia 13. Tampoco era de su agrado el excesivo protagonismo que se
otorgan los fieles judíos, manifestado, por ejemplo, en exigir al
Todopoderoso que premie los méritos de los fallecidos, cuando
"detrás de todo esto, no había una fe en una pervivencia personal y
en un volver a encontrarse tras la muerte" 14.
Sin duda que es por aquí, por donde podemos empezar a
com-prender el alejamiento progresivo de toda práctica religiosa
por parte de esta mujer coherente, quien desde joven intuyó la
rique-za que toda persona encierra, riqueza que no puede ponerse en
riesgo de desvalorarse por normativas ridículas o por egoísmos
per-sonalistas.
Poco profunda fue la experiencia del Dios hebreo por parte de
Edith Stein. Los reclamos divinos suscitaron escasa atención en su
ánimo infantil; y como el vehículo de transmisión es de generación
en generación, es decir, de padres a hijos, cuando esta secuencia
pierde vigor, lo que por ella fluye repercute en los destinatarios.
Al menos en Edith Stein fue así. La fe se mantuvo durante la
infancia,
11 E. STEIN, O. e., p. 59. 12 E. STEIN, O. e., p. 61. 13 Cfr. E.
STEIN, O. e., p. 194. 14 E. STEIN, O. e., p. 72.
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EDITII STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 49
mas con el paso de los años y el advenimiento de la
adolescencia, la ligazón familiar perderá fuerza y, con ello, las
obligaciones reli-giosas que le estaban vinculadas. Ella misma lo
reconoce cuando escribe en la autobiografía: "Ya he contado cómo
perdía mi fe in-fantil y cómo, casi al mismo tiempo, comencé a
sustraerme, como persona independiente, a toda tutela de mi madre y
hermanos. Telúa catorce años y medio y me encontraba en la clase
novena de la escuela superior femenina. Era la Pascua del año seis
de este si-glo" 15.
Ciertamente que Dios entró en la vida de Edith Stein desde los
inicios de su existencia. Pertenece por nacimiento al pueblo
elegido, depositario de buena parte de la revelación y de los
desvelos dlv 1-nos; mas el Dios que los suyos festejan y
testimonian, se le antoja abstracto, lejano, distante de la vida y
de las cuestiones que de verdad preocupan al ser humano. En
realidad, los mediadores ape-nas si permitían transparentar algo de
la presencia divina. Poco a poco dejó de interesarle un Dios así
celebrado; las obligaciones religiosas, llegado el momento, no
serán tenidas por tales; al paso de los años se irá desvaneciendo
toda referencia al credo de los padres. El mundo de la fe pasó al
ámbito de los recuerdos, y allí dormirá durante un tiempo (de 1906
a 1913; de los 15 a los 21 años). Dios se ausenta, se calla por un
tiempo.
2. EL DIOS TESTIMONIADO
La adolescencia y buena parte de la juventud en la existencia de
Edith Stein transcurren sin el menor referente al mundo religioso
dejado atrás; son otras las cuestiones que atraen el interés y las
fuerzas de esta mujer despierta. Las vivencias de fe quedaron
su-plantadas por la entrega a los estudios. Pero, eso sí: conviene
dejar claro ya desde el principio, que la dedicación casi
absorbente de Edith Stein a las tareas intelectuales estuvo animada
por un estímulo irrefrenable, fuertemente sentido en dicho sujeto:
desvelar el miste-
15 E. STEIN, O. C., p. 126. 16 Cfr. E. STEIN, O. C., p. 134.
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50 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
rio del ser humano, es decir, hallar la verdad de la persona 16;
lo que equivale a reconocer que es nuestra vida lo que está en
juego. Así pues, la verdad del hombre -de sí misma- se constituyó
para la universitaria judía en el móvil de sus proyectos
académicos.
Pues bien, serán los contactos con personas de elevada dignidad
intelectual, pero también ética y religiosa, los que de manera
incons-ciente se configuren en faros orientadores en el navegar a
tientas de esta mujer hacia Dios. Recorriendo el período que va de
1913 a 1921 (de los 21 a los 30 años), de vez en cuando nos
sorprende la aparición de sujetos que impactan en la filósofa, la
cual, a su vez, se hace receptiva a la novedad brindada. Son
testimonios directos, personales, que despiertan ese sentimiento
religioso primero de la infancia y, que ahora, se recupera con
nuevas tonalidades y afectos; podemos interpretarlos como
mediaciones de un Dios que no cesa de sembrar inquietudes en el
ánimo de Edith Stein.
Son las personas quienes mejor transparentan la presencia de
Dios, su experiencia transciende la individualidad, para irradiar
en otros sujetos también personales. Al menos en el caso de Edith
Stein el proceso seguido asumió esta modalidad. Es Dios quien
continúa sirviéndose del hombre para acercarse y ganar al hombre;
los mejo-res transmisores de Dios siguen siendo los seres que
comparten nuestra condición. El mismo Dios no tuvo escrúpulos en
asumirla; algo escandaloso para un ferviente judío. Baste recordar
el intenso diálogo de regreso de la sinagoga a casa el 12 de
octubre de 1933 entre la anciana madre y la hija, decidida ésta a
ingresar en el car-melo dos días más tarde; nos lo refiere ella
misma: "Fue hermosa la prédica del rabino, ¿verdad?" "Sí." "También
los judíos pueden ser piadosos". "Ciertamente, cuando no se ha
conocido otra cosa." Entonces se resolvió exasperada: "¿Por qué lo
has conocido tú? No quiero decir nada contra él. Debió de ser un
hombre bueno. Pero, ¿por qué se tuvo por Dios?" 17.
¿Qué apóstoles de la fe le salieron al paso a Edith Stein, cuyo
resplandor irá despejando el camino a seguir? Por supuesto, muchos
de ellos nos han pasado inadvertidos, de otros nos ha dejado
cons-tancia la autora en sus relatos autobiográficos; entre los
últimos hay
17 E. STEIN, Cómo llegué al carmelo, p. 46.
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EDITH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 51
algunos muy significativos, con fuerte impacto en el atento
espíritu de la filósofa, por lo que dejarán huella en su evolución
espiritual. Destacamos esos encuentros personales, de los que Edith
Stein salió tocada en su interioridad religiosa.
Sin lugar a dudas, Gotinga evoca para ella momentos y
expe-riencias inolvidables; en esta ciudad dio inicio y se afianzó
en buena medida el acercamiento al Dios cristiano. Puede leerse en
sus me-morias: "Yo había recorrido y dejado atrás un largo camino
que va desde aquel día de abril de 1913, en que por vez primera
llegué a Gotinga, hasta marzo de 1921 en que volví y tomé la mayor
decisión de mi vida" 18. A los veintiún años se le descubrirá un
mundo nuevo, hasta ahora ignorado, siendo artífices de este
descubrimiento los componentes del movimiento filosófico en el que
se había integrado la recién llegada: se trata del círculo
fenomenológico constituido por buena parte de los alumnos de Edmund
Husserl. Entre ellos reina una gran amistad y confianza, además de
un gran respeto y com-prensión hacia los otros. Será en este
ambiente donde, según confe-sión propia, "comencé con mis
preocupaciones religiosas" 19.
Uno de los primeros en contagiar a la joven nniversitaria la
experiencia de la fe será el pensador Max Scheler (1874-1928); lo
que dice y cómo lo dice, cautiva a la oyente, sembrando en ella la
semilla de una realidad más bien intuida, pero cuyo florecer no se
concederá descanso a partir de ahora. Recogemos el texto steiniano
referido a 1913: "Tanto para mí como para otros muchos, la
influen-cia de Scheler en aquellos años fue algo que rebasaba los
límites del campo estricto de la filosofía ... Era la época en que
se hallaba sa-turado de ideas católicas y hacía propaganda de ellas
con toda la brillantez de su espíritu y la fuerza de su palabra.
Este fue mi primer contacto con este mundo hasta entonces para mí
completamente desconocido. No me condujo todavía a la fe. Pero me
abrió a una esfera de fenómenos ante los cuales ya nunca podía
pasar ciega ... Las limitaciones de los prejuicios racionalistas en
los que me había educado, sin saberlo, cayeron, y el mundo de la fe
apareció súbita-mente ante mí. Personas con las que trataba
diariamente y a las que
18 E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 221. 19 E. STEIN, O. C., p.
194.
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52 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
admiraba, vivían en él". Y concluye: "Me conformé con recoger
sin resistencia las incitaciones de mi entorno y casi sin notarlo
fui trans-formada poco a poco" 20. A confirmar el proceso que está
teniendo lugar, viene cuanto escribe un poco más adelante: "Yo
había apren-dido en Gotinga a tener respeto ante las preguntas de
la fe y por las personas creyentes. Hasta iba con mis amigas alguna
vez a una iglesia protestante, pero todavía no había reencontrado
el camino hacia Dios" 21; mas hay que decir que Dios sí que se
había puesto ya en marcha saliendo a su encuentro.
Una vez más ha aparecido la referencia, cuyo papel será decisivo
a la hora de explicar la relación Dios-Edith Stein en esta etapa;
lo acabamos de nombrar: "Personas con las que trataba diariamente y
a las que admiraba, vivían en él". El filósofo que les habla es una
de ellas; pero hay otras más: algunas de fama reconocida, otras
ejerciendo su influjo desde la sencillez y el anonimato. Esta mujer
está aprendiendo, como fenomenóloga, a diferenciar lo accesorio de
lo esencial, a captar el mensaje que se le presenta, aunque ia
expre-sión sea pobre. Y así, no le pasará desapercibida una
experiencia de fe cotidiana y callada. Tuvo lugar en 1916 visitando
la catedral de Francfort con su amiga Paulina Reinach. Según nos
cuenta ella misma: "Mientras estábamos allí en respetuoso silencio
entró una señora con su cesto del mercado y se arrodilló
profundamente en un banco, para hacer una breve oración. Esto fue
para mí algo total-mente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias
protestantes, a las que había ido, se iba solamente para los
oficios religiosos. Pero aquí llegaba cualquiera en medio de los
trabajos diarios a la iglesia vacía como para un diálogo
confidencial". Y confesará: "Esto no lo he podido olvidar" 22. La
experiencia personal directa deja huella en el sensibilizado
espíritu de Edith Stein. El dato queda registrado y no se bonará;
tal fue el efecto que le produjo. Quizá es que su ánimo estaba ya
en sintonía, siendo receptora a este tipo de vivencias.
Por esta época sitúa la autora una conversación con un amigo y
compañero (Hans Lipps), en la que aflora la transformación interior
que está teniendo lugar. El diálogo lo hallamos en su
autobiografía:
20 E. STEIN, O. c., p. 241. 21 E. STEIN, O. c., p. 293. 22 E.
STEIN, O. c., p. 370.
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EDITH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 53
"Me preguntó: '¿Pertenece usted también a ese club que va todos
los días en Munich a misa?' A la fuerza me reí de su pintoresca
forma de expresarse, aunque percibí vivamente la falta de respeto.
Se refería a Dietrich von Hildebrand y Siegfried Hamburger que se
habían con-vertido y ahora se distinguían por su gran celo. 'No, no
pertenezco a ese club'. Casi hubiera dicho 'desgraciadamente, no'.
'Señora Stein, ¿de qué se trata en realidad? No entiendo
absolutamente nada'. Yo entendía un poco, pero no pude decir mucho
sobre ello" 23.
Todavía querernos hacer mención de dos testimonios de perso-nas,
de cuyas vivencias religiosas se vio contagiada la fenomenólo-ga
judía. La primera de ellas tuvo lugar a finales de 1917. Estamos en
la primera guerra mundial; casi todos los compañeros de aula llevan
combatiendo unos cuantos años; también algunos profesores se han
apuntado a filas, entre estos últimos un amigo entrañable de Edith
Stein, Adolf Reinach (1883-19l7). Persona admirada y muy quelida
por la joven estudiante, y a quien se confió en los años de
Gotinga. Casado hacía poco con Ana, se habían hecho bautizar en la
iglesia evangélica durante un permiso de guerra; era todo un
testimonio de bondad y dignidad humanas. Por estas fechas estaba
interesado en cuestiones religiosas, a las que pensaba dedicarse
una vez llegase la paz. Sus proyectos se vieron drásticamente
truncados por que el 16 de noviembre de 1917 caía en el frente de
Flandes.
Por entonces Edith Stein ejercía de asistente del profesor
Ed-mund Husserl en la universidad de Friburgo. A los pocos días de
conocida la trágica noticia, acude Edith Stein a Gotinga requerida
por la joven amiga viuda; pues bien, en el encuentro con esta mujer
creyente no pudo sino reconocer de nuevo la presencia viva de una
fuerza interior que transforma y alienta a las personas en momentos
especialmente significativos. Una vez más el testimonio personal de
la fe en el Dios cristiano desmorona los argumentos racionalistas
de la filósofa 24. Algo del impacto que le produjo la muerte de
Adolf Reinach, lo deja traslucir en carta a su amigo Roman Ingarden
un mes después del suceso, en la que pueden leerse párrafos
como
23 E. STEIN. O. C., p. 369. 24 Cfr. ANDREAS UWE MÜLLER - MARIA
AMATA NEYER, Edith Stein. Das
Leben einer ungewohnlichen Frau, Benziger Verlag,
Zürich-Düsseldorf 1998, p. 121.
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54 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
estos: "Influenciada por los difíciles días que tengo ante mí y
detrás de mí ... Lo que ahora busco es tranquilidad y el
restablecimiento de mi autoconciencia, completamente deshecha"
25.
Y es que la entereza de la esposa, sostenida por la fe en el
misterio de la ClUZ de Cristo, había sacudido el mundo interior de
la fenomenóloga, resultándole cada vez más difícil resistirse a los
impulsos que pugnan por hacerse presentes en su espíritu. El Dios
de Jesucristo irrumpe en su ajetreada existencia mediante el
testimo-nio cercano de la amiga; es un aldabonazo demasiado sonoro
como para que su ánimo sensible no se aperciba; no es fácil cerrar
los ojos a lo que con tanta claridad aparece ante la vista. Edith
Stein anota el acuse de recibo; y ya no será la misma que antes. A
cOIl'oborar esta apreciación viene lo que nos cuenta el amigo Roman
Ingarden: "Yo he visto la reacción de ella ante su muerte. j Qué
clase de ho-rrible impresión le produjo la muerte de Reinach! Soy
del parecer de que este fue el inicio de las firmes
transformaciones que más tarde se consumaron en ella" 26. En su
anhelo por hallar una salida a la compleja situación, lleva a cabo
los ejercicios ignacianos27 , como práctica de autoexamen, como
ejercicio psicológico.
A partir de ahora le espera un tiempo de desasosiego y desajuste
interior, con el agravante de que en este proceso religioso todo el
peso recae sobre ella misma; no halla ayuda en quienes la rodean. Y
así en 1920, que lo pasa en Breslau, la situación le resulta casi
insoportable. Relatando los acontecimientos de finales de año, nos
deja esta confidencia: "El suelo me quemaba lo pies. Atravesaba una
crisis interna desconocida para mis familiares y que no podía
resol-ver en casa ... Por aquella época mi salud no iba muy bien a
causa del combate espiritual que sufría en total secreto y sin
ninguna ayuda humana" 28.
La otra experiencia religiosa, que provoca el reconocimiento de
Dios por parte de la filósofa alemana, acontece en el verano de
25 E. STEIN, Cartas aRoman Ingarden, p. 69 (Carta del
24.xrr.1917). 26 Citado en ANDREAS UWE MÜLLER - MARTA AMATA NEYER,
O. e., p. 117. 27 Cfr. ERICH PRZYWARA, Die Frage Edith Stein, en:
Waltraud Herbstrith,
Edith Stein. Ein neues Lebensbild in Zeugnisse und
Selbstzeugnissen, 2 ed., Herder, Freiburg 1985, p. 187.
28 E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 216, 218.
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EDITH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 55
1921. Seguramente que lo hasta ahora vivido no ha caído en saco
roto, sino que de manera misteriosa trabajó eficazmente hasta ser
"transformada poco a pOCO". La gota que colmó el vaso, el peso que
inclinó definitivamente la balanza para que Edith Stein se rindiese
a las solicitudes divinas será el testimonio extraordinario, pero
siem-pre personal y vivo, de santa Teresa de Jesús. Aprovechando el
sosiego de la noche en casa de unos amigos, se enfrasca en la
lectura de la Vida de la carmelita española. Las páginas teresianas
le cau·· tivan de tal forma, que al cerrar el libro no le resta
sino entregar cuerpo y alma, corazón e inteligencia, a ese Dios del
que Teresa trata con una cercanía y familiaridad, insospechadas
para la inquieta judía devenida indiferente. La mística doctora
ejen.:ió como tal; no sólo enseña, más bien transmite, contagia su
misma experiencia re-ligiosa, apareciendo su fuerza mistagógica 29.
Edith Stein será recep-tiva a dicha oferta; de alguna manera el
terreno estaba ya bien abo-nado para el evento exitoso.
A la filósofa, que andaba tras la verdad de las cosas, del mundo
y, sobre todo, de sí misma, le sale al paso Dios por medio de otra
mujer, buscadora también de la verdad. Es de suponer que la
empa-tía steiniana se aplicaría intensamente a lo largo de la
lectura, hasta descubrir, no sin sorpresa, la alta dosis de
coincidencia entre estas dos grandes mujeres. Edith Stein haría
suyas las últimas páginas del texto teresiano, donde tropezó con
frases como estas: "Entendí qué cosa es andar un alma en verdad
delante de la misma verdad. Esto que entendí es darme el Señor a
entender que es la misma Verdad ... Entendí grandísimas verdades
sobre esta Verdad, más que si muchos letrados me lo hubieran
enseñado ... Esta verdad que digo se me dio a entender, es en sí
misma verdad, y sin principio ni fin, y todas las demás verdades
dependen de esta verdad ... " 30.
La experiencia de Dios, viva, en este caso escrita, penetra
hondo en ese mundo interior, que desde hacía tiempo pugnaba por
una
29 Llega a decir en una carta: "Donde falta la propia
experiencia, uno debe apoyarse en testimonios de homines religiosi.
De esto no hay escasez. Según mi modo de entender, los más
impresionantes son los misticos españoles Te-resa de Jesús y Juan
de la Cruz", E. STEIN, Cartas aRoman Ingarden, p. 212. (Carta del
20-Xl-1927).
30 SANTA TERESA DE JESÚS, Vida 40, 3-4.
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56 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
salida coherente y satisfactoria. A estas alturas el calado
religioso de Edith Stein, quizá sin ella saberlo, es de una
profundidad sorpren-dente; y aunque quede mucho por aclarar, los
requerimientos de Dios hacia ella son tan evidentes, que la
dilación en la respuesta no encuentra justificación. Y así elIde
enero de 1922, a los 30 años de edad, Edith Stein es bautizada en
la Iglesia católica y, desde entonces, la fe en ella injertada no
cesará de crecer hasta su culmi-nación cn la donación martirial
vcinte años después.
3. EL DIOS CONTEMPLADO
A partir de ahora, la senda emprendida toma otros derroteros,
perdiendo peso las mediaciones; es Dios mismo, en persona, quien se
hace presente hasta alcanzar la unión de ambos, la experiencia
mística. La santa abulense hizo ver y sentir a Edith Stein la
presen-cia de Dios en su interior, la proximidad más inmediata del
mismo, directamente, sin intermediarios. Merece la pena, por tanto,
prestarle atención.
El Dios que la judía alemana abraza en su bautismo católico es
el Dios que le ha mostrado magistralmente Teresa de Jesús en su
texto autobiográfico. De este Dios quiere estar cerca; a este Dios
quiere seguir; a este Dios se dispone a conocer. Mas para alcanzar
tales propósitos es consciente que no basta con echar mano de la
inteligencia y del esfuerzo humano; la mística española le ha
ense-ñado que se requiere un cambio de actitud y el recurso a otras
facultades, que el mejor mecanismo para acceder a Dios es abrirse a
él, y que el acceso que lo garantiza no es otro que la oración.
Sirviéndose de estas artes es como la recién bautizada tratará de
responder a la gracia divina en ella implantada.
La oración ocupará a partir de ahora un puesto destacado en la
jornada steiniana; de la misma sacará las fuerzas con que afrontar
el resto de las tareas. Bajo el término oración entiende Edith
Stein toda relación pública (liturgia) o privada (oración
silenciosa) de los cre-yentes para con el Dios revelado en
Jesucristo. Cuando niña había participado activamente en las grades
fiestas del calendario judío, ahora su participación no será menor,
adquiriendo una sensibilidad
-
EDITH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 57
litúrgica fundamentada en conocimientos y vivencias profundas,
Baste decir que frecuentó durante unos años la abadía benedictina
de Beuron, para celebrar la Semana Santa con todo el esplendor y
rigor litúrgicos propios de los monjes. También visitó la abadía de
Maria Laach.
No obstante lo dicho, su inclinación deriva prioritariamente a
la oración silenciosa, a ese diálogo íntimo, de persona a persona,
entre el alma y Dios; hasta tanto ha llegado el contagio teresiano;
no sorprende, pues, que su mayor anhelo como cristiana sea el de
se-guir a Teresa hasta el Cm·melo. Ni la intelectualidad dominicana
(a cuyo servicio estuvo ocho años), ni el Jiturgismo benedictino
(que tanto le satisfizo), fueron reclamos sufiCIentes paJa diStraer
a Edith Stein de lo que para ella era su lugar en la Iglesia: el
estar a solas permanentemente, con quien sabía la amaba, en la
clausura silencio-sa carmelitana. Su aspiración se verá colmada por
fin el 14 de oc-tubre de 1933, a los cuarenta y dos años, al
ingresar entre las car-melitas descalzas de Colonia.
Vestir el hábito marrón no debe ser interpretado como una
espe-cie de agradecimiento a la madre fundadora por haberla traído
hasta la Iglesia católica; en el ánimo de Edith Stein, sin embargo,
pesa la firme convicción de que este estilo de vida es el mejor
para acceder a Dios, para experimentar a Dios, como lo hizo Teresa
de Jesús. Sabemos del papel destacado de la oración personal en el
proyecto carmelitano; por eso no es de extrañar lo que confesará,
la que será sor Teresa Benedicta de la Cruz, narrando su vocación
carmelitana: "Desde hacía casi doce años el carmelo era mi meta.
Concretamente, desde que en el verano de 1921 cayó en mis manos la
Vida de nuestra santa madre Teresa y acabó mi prolongada búsqueda
de la verdadera fe. Cuando el día de año nuevo de 1922 recibí el
bautis-mo, pensé que aquello era solo la preparación para entrar en
la Orden" 31. Ya antes de ingresar en clausura había asemejado su
es-tilo de vida al de una carmelita; así lo comunicó en el
locutorio a la superiora y a la maestra de novicias al formalizar
su petición: "Cómo jamás me había abandonado la idea del carmelo
... Tenía la sensación de que el Señor me venía reservando en el
carmelo lo que
31 E. STEIN, Cómo llegué al carmelo ... , p. 20.
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58 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
sólo aquí podía encontrar" 32. Y desde la celda recién estrenada
es-cribe al que fuera director del instituto pedagógico de Münster,
en el que enseñó antes de entrar al claustro: "Ahora estoy en el
lugar al que pertenecía desde hace mucho tiempo" 33.
La seguridad vocacional carmelitana, repetidamente manifesta-da,
es asimismo expresión de una convicción interior: la importancia y
la necesidad de la vida contemplativa para la buena marcha de la
Iglesia. Dicho de otra manera: según Edith Stein, Dios habría
vin-culado su plan de salvación también a esos momentos de
comunica-ción personal con él, donde el alma se abre a Dios y Dios
se le entrega generosamente, estableciendo una relación de amor y
de unión inalcanzable de otro modo. Este parecer lo expresará Edith
Stein en un escrito breve, pero de hondo calado, titulado La
oración de la Iglesia. Es aquí donde la ya carmelita emplea todas
sus armas en defensa de la oración silenciosa, que tanto beneficio
ha traído a los cristianos de todos los tiempos. El mismo Jesús
recurrió con frecuencia a ella, y a lo largo de la historia de la
Iglesia ha persistido dicha práctica: es la corriente mística que
atraviesa el discurrir de los siglos, inadvertida para la gran
mayoría de fieles.
La filósofa devenida carmelita descalza es consciente de la alta
eficacia de quienes desde lo escondido se presentan por todos ante
el Señor. "Solo Dios sabe de cuán gran ayuda fueron las oraciones
de santa Teresa y de sus hijas para evitar el cisma de la fe en
España -refiere la que firma ya sor Teresa Benedicta de la Cruz-, y
qué poder increíble desarrolló esa oración en las luchas de fe en
Francia, Holanda y Alemania. La historia oficial no menciona esos
poderes invisibles e inquebrantables ... Y nuestra época se ve cada
vez más obligada, cuando todo fracasa, a esperar de esa fuente
escondida la última salvación" 34.
Los tiempos en los que redacta el texto Edith Stein, son del
todo recios para ella, para los suyos, para la Iglesia, para Europa
y para la humanidad entera. Hitler ha tomado el poder, la
persecución judía
32 E. STEIN, O. C., p. 28. 33 E. STEIN, Autorretrato epistolar
(1916-1942), EDE, Madrid 1996, p.181
(Carta del 20-XI-1933). 34 E. STEIN, La oración de la Iglesia,
en: Los caminos del silencio interior,
p.80.
-
EDITH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 59
comienza a ser sistemática, y no tardará en desencadenarse la
segun~ da guena mundial. A este oscuro panorama, la religiosa
aporta cuan~ to está en sus manos para evitar lo peor: su vida
sacrificada, su cruz personal asumida en nombre de todos, y su
intercesión ante el Señor de la historia. Porque en palabras suyas,
"la entrega de amor incon-dicional a Dios y la respuesta divina -la
unión total y eterna- son la exaltación más grande que puede
alcanzar un corazón humano, el estadio más alto de la vida de
oración". Y con resonancias de la otra Teresa, la de Lisieux,
afirma: "Las almas que lo han alcanzado cons-tituyen verdaderamente
el corazón de la Iglesia" 35. ¿Qué sería de un organismo donde el
aporte del corazón resultase deficiente o nulo?
Para Edith Stein la experiencia oracional no es cuestión de
pri-vilegios, sentimientos o conveniencias, pues en ella nos
jugamos el ser o no ser de la Iglesia; al menos esta mujer lo tenía
así de claro cuando escribe: "La coniente mística que atraviesa los
siglos no es un afluente enante que se separó imperceptiblemente de
la vida de oración de la Iglesia [de la oración oficial, la
litúrgica], ella cons-tituye precisamente la instancia más íntima
de su vida orante. Cuan-do rompe con las formas tradicionales,
sucede porque esa coniente vive del Espíritu que sopla donde
quiere, que ha creado todas las formas de la tradición, y que va
creando siempre formas nuevas". Y concluye categóricamente: "Sin el
Espíritu y sin las conientes mís-ticas en las que Él se manifiesta
no habría ni liturgia ni Iglesia" 36.
Edith Stein apuesta por este camino porque sabe de la eficacia
de la oración ante Dios, porque sabe de los efectos apostólicos de
la comunión íntima con el Señor, porque sabe que quien llega a tal
estado, no puede sino ponerse a disposición de Dios y convertirse
en instrumento en las manos del Señor, para lo que Él quiera; su
vo-cación contemplativa es la respuesta personal a la solicitud
divina. Llegará a decir: "El alma que ha alcanzado el grado más
alto de la oración mística en la actividad apacible de la vida
divina, no piensa ya en otra cosa sino en entregarse al apostolado
al que Él la ha llamado" 37. Si nos atenemos a la última etapa de
la vida de Edith
35 E. STEIN, O. e., p. 82. 36 E. STEIN, O. e., p. 81. 37 E.
STEIN, O. e., p. 83.
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60 EZEQUIEL CARClA ROJO, OCD
Stein y a las repetidas ocasiones en que cita lo que bien puede
ser su lema espiritual: vivir en las manos de Dios 38, cabe deducir
que esta mujer desarrolló una vida de fe y de oración, hasta
alcanzar esa cota suprema, denominada experiencia mística, la unión
de amor con el Dios que hace tiempo le salió al camino. Ciertamente
quiso pertenecer al lugar comprometido del corazón de la Iglesia, y
desde allí ofrenclarse al Señor en favor de tocios. Baste leer su
testamento.
n. LA EXPERIENCIA DEL ENCUENTRO CON DIOS
Una de las finalidades que Edlth Stein se plOpone al redactar la
que será su última obra espiritual, Ciencia de la Cruz, es ahondar
en el mundo interior del ser humano, en el reino del espíritu, y
poner de manifiesto las condiciones de posibilidad de toda persona
para la unión con ese Dios que la creó a su imagen, con lo que
facilitar el encuentro interpersonal de ambos.
Cada ser humano es poseedor de fuerzas, gracias, recursos,
ca-pacidades, etc., que hacen de él un místico (al menos
potencialmen-te). En la obra arriba citada, y también en otlOs
escritos anteriores (Ser finito y ser eterno, El Castillo del
alma), aparece una y otra vez la convicción firme de que la meta
del hombre es Dios. Veamos en qué se apoya la autora para dicha
afirmación y qué grados de con-tactos con el ser divino cabe
esperar.
1. EL FIN NATURAL DEL HOMBRE
Buena parte del escrito último steiniano está a denunciar la
ontología del espíritu subyacente en la exposición sanjuanista,
pero no declarada explícitamente. Al adentrarse en el reino interno
del ser humano, halla una estructura, unos componentes, un
dinamismo
38 En carta de 1931, durante su etapa de conferenciante por
Centroeuropa, comenta a una religiosa: "En el fondo es una verdad
pequeña y sencilla, la que siempre tengo que decir: cómo se puede
comenzar a vivir en las manos del Señor", E. STEIN, Autorretrato
epistolar (1916-1942), p. 100 (Carta del 28-IV-1931). También p.
118.
-
EDlTH STErN y LA BUSQUEOA DE DIOS 61
y unos principios, que hacen que la unión con Dios no resulte ni
un privilegio de lo alto ni una aventura arriesgada por parte de la
criatura. El hecho de que cada hombre tienda, busque, anhele a Dios
es algo natural; la misma constitución de la persona no sólo lo
permite, sino que lo estimula. Cabría sacar la conclusión por vía
de exclusión: no alcanzar dicha meta supone un fracaso y una
frustra---ción del proyecto personal originario, es caer en lo
excepcional, en lo antinatural. (Vistas así las cosas, lo
sobrenatural no sería tan sobrenatural.)
La autora, sintiéndose respaldada por san Juan de la Cruz -quien
ha cumplido en sí lo que describe para los demfis-, no tiene
reparos en confesar con cierta contundencia: "Nuestra mcta es la
unión con Dios, nuestro carnino Cristo crucificado. El único medio
apropiado para ello es la fe" 39. Estas tres expresiones vienen a
cons-tituir el programa de la doctrina del santo místico, y que
hace suyo la carmelita judía. Ahora bien, que la finalidad del
hombre sea Dios, no implica una concesión, una añadidura graciosa
con la que el Soberano quiera favorecer al ser racional una vez
puesto sobre la tiena (como si se tratara de Ulla especie de antojo
que Dios tuvo al contemplar la suerte precaria que envolvía a la
especie humana). Ni siquiera tal objetivo surgió de la mente divina
al proyectar su plan de redención tras la entrada del pecado en el
mundo.
Edith Stein va más lejos y más a lo profundo, a lo originar'io,
al constitutivo natural, al momento mismo de la creación. Es aquí
donde se asientan las bases sobre las que explicar y construir todo
el proceso evolutivo de las personas. Esta mujer ha dejado escrito:
"Dios ha creado las almas para sí. Dios quiere unirlas a sí y
comu-nicarles la inconmensurable plenitud y la incomprensible
felicidad de su propia vida divina, y esto, ya aquí en la tiena". Y
añade: "Esta es la meta hacia la que las orienta y a la que deben
tender con todas sus fuerzas" 40. No se trata, por tanto, de una
rectificación por parte de Dios el provocar en todo hombre la
aspiración por unirse a su creador.
39 E. STEIN, Ciencia de la Cruz. Estudio sobre san Juan de la
Cruz, Monte Cat"melo, Burgos 1989, p. 80.
40 E. STEIN, O. C., p. 45.
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62 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
Al mencionar el origen de la especie humana, Edith Stein
intro-duce una novedad aclaratoria al texto del Génesis, En un
primer momento, el cometido de los primeros padres no fue asentarse
en la tierra y ejercer el dominio sobre el resto de las cosas
creadas y gozar de ellas, no. Para la carmelita esta tarea "se debe
a un trastorno de su ser primitivo y propio que con ello ha quedado
perturbado. De esta turbación debe ser liberado y levantado a su
verdadero ser para el que fue creado. Su mirada debe dirigirse a su
Creador y a El debe abandonarse con todas las fuerzas de su ser"
41. El fin natural -por originario- del hombre es la amistad con
Dios; a tan sublime in-tención divina debe su existencia el ser
humano. Ahora bien, el razonamiento steiniano no quiere escapar a
la lógica de la necesi· dad; puestas las premisas ha se seguirse la
conclusión; no es de rigor exigir alcanzar un fin si no se dispone
de los medios adecuados; es así que la meta se advierte por
doquier, luego deberán darse también las condiciones y
circunstancias que la posibiliten 42. Valdría aplicar aquí el
axioma filosófico: Operari sequitur esse.
Una de las condiciones para la consecución de lo arriba reseñado
es que Dios y el hombre sea personas, es decir, individuos con
capacidad de relación. Sólo entre personas cabe la amistad y
comu-nicación íntima. Sin duda, el grado más pleno de amistad es el
que desemboca en el amor perfecto; amor que se traduce en entrega
total. Pues bien, a esta plenitud está vocacionado cada ser humano
por el hecho de serlo, y nada más que por eso. Tomando pie de los
comentarios a san Juan de la Cruz, escribirá a propósito en Ciencia
de la Cruz: "Desde la eternidad está el alma destinada a participar
en calidad de esposa del Hijo de Dios de la vida trinitaria divina"
43.
Conviene hacer notar que en la visión de san Juan de la Cruz, y
de Edith Stein, que sigue sus pasos, el hecho de la Encarnación de
Cristo no está motivado tanto por la necesidad de una
salvación,
41 E. STEIN, O. C., p. 140. 42 «Si la unión es el fin para el
que han sido creadas y destinadas las almas,
por el mismo hecho tienen que darse las circunstancias y
condiciones que hagan posible dicha unión", E. STEIN, O. c., p.
222.
43 E. STEIN, O. C., p. 336; también p. 330. 44 Véase los
romances In principio erat Verbum de san Juan de la Cruz; E.
STEIN, O. c., p. 317, en nota.
-
EDlTH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 63
cuanto por el esponsalicio con la humana naturaleza 44. El
símbolo de la esposa dominante en Cántico Espiritual, viene a
confirmar lo anteriormente expuesto: el alma está hecha para Dios y
no descan-sará hasta unirse perfectamente a él, hasta el matrimonio
espiritual. La metáfora nupcial le parece a Edith Stein muy
apropiada para plasmar la relación existente entre el alma y Dios,
prevista por éste último "desde la eternidad" 45. El ritornelo
desde la eternidad y sus equivalentes, aplicado al proyecto de Dios
respecto al ser humano, vuelve una y otra vez en Ciencia de la Cruz
46; dando a entender con ello dónde hunde sus raíces dicha
criatura.
Desde este punto de vista, el hombre es un ser temporal, pero
sostenido al principio y al final por constitutivos eternos; Dios
es-taría a los orígenes y en la meta (y también en el intervalo),
es el auténtico protagonista del proceso. ¿No es el hombre una
criatura suspendida de una eternidad? Llevamos en nuestra esencia
elemen-tos supratemporales; el ansia de eternidad no nos es
extraña, al contrario, constantemente estamos en contacto con la
misma; somos seres para la eternidad. La condición de eternidad,
que adorna al alma, está posibilitando la unión con alguien
igualmente eterno. La perfecta unión de amor no puede darse sino
entre seres semejantes y con duración eterna; el amor no se sacia
con menos.
Así pues, para alcanzar la meta para la que Dios nos ha creado
-la unión con Él-, se requiere la categoría de persona y la Índole
de eternidad, que bien puede equipararse a transcendente. De ambos
caracteres está dotado todo ser humano; de aquí, que cuantos
con-figuran la especie humana lleven en sí los gérmenes del proceso
místico. Con otras palabras: somos místicos en potencia,
Ahora bien, si es verdad que Dios ha capacitado al ser humano
para la unión, también lo es que no todos consiguen tan alta cima
(al menos en esta vida); y como reconoce la autora, "la mayor parte
se quedan en el camino y muy pocas (almas) logran pasar los
pri-meros principios, siendo en número insignificante las que
llegan hasta la meta" 47. ¿Dónde estriba la razón de este abultado
fracaso?
45 E. STEIN, O. e., p. 297. 46 Cfr. E. STEIN, O. e., pp. 140,
229, 297, 336. 47 E. STEIN, O. e., p. 45.
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64 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
Edith Stein disculpa del todo a Dios, quien quiere la salvación
y perfección de todos. La causa se sitúa en la parte del hombre,
dado que hay "pocos vasos que sufran tan alta y subida obra" 48; es
decir, no están prontos a superar la honda transformación requerida
para el encuentro pleno de dos seres, en parte diferentes y en
parte seme-jantes.
En última instancia es el pecado el gran obstáculo en la
conse-cución de dicho fin. Pero incluso, una vez superado el
pecado, los peligros no desaparecen. Desde distintos ámbitos el
alma ve amena-zado el proyecto divino sobre ella. Edith Stein, al
abrigo de su guía espiritual, emunera los más frecuentes obstáculos
a superar: el mun-do con sus alracc10nes y encantos; el demonio con
sus artes enga-ñosas; la propia naturaleza, que en su estado actual
no siempre es fácil de dominar; la ignorancia acerca de lo que el
alma es y tiene, y en qué momento del camino se encuentra; y por
último, la falta de directores idóneos con espíritu y experiencia
49.
En todo ello se trasluce la presencia del maestro carmelita. Es
sabido que si san Juan de la Cruz se decide a comentar algunos de
sus versos, en parte es movido por la compasión que le merecen
tantas almas caídas en desconcierto después de haber dado los
pri-meros pasos, y por los atropellos y desasosiegos ocasionados
por directores inexpertos. A este propósito baste leer el prólogo
de Su-bida del Monte Carmelo y las invectivas contra los maestros
in-sensibles y tiranos en Llama de Amor viva (3, 30-62). El celo
por las almas, el ver deshecha por manos impreparadas la delicada
obra que Dios está llevando adelante, provoca en el Santo una
especie de rabia contenida, cuyo fruto son, de alguna manera, las
páginas de él conservadas. Le produce mayor desconcierto la parada
o retroceso de una alma que está próxima a Dios, que el que muchas
se confor-men con lo minimo, sin aspirar· a la perfecta unión de
amor. El motivo último radica en que se está desbaratando algo que
Dios ha elaborado con exquisito amor y paciencia; tal ligereza es
poco menos que insufrible para el mistico Doctor.
48 SAN JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, B 2,27. Recogido por
E. STEIN, O. c., p. 249.
49 Cfr. E. STEIN, O. c., p. 45.
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EDlTH STEIN y LA BUSQUEDA DE DJOS 65
2. Semejanza de Dios y del alma
La comparación de semejanza no es posible ni entre lo
totalmen-te diverso ni entre lo plenamente idéntico. A partir de la
aportación bíblica podemos saber que el hombre, que configuramos,
no es lo que fue en origen, ni lo que está llamado a ser, pero
encierra en sí los gérmenes de su total restauración. En el
paréntesis que abre Edith Stein al concluir el comentario a Noche
Oscura, titulado El alma en el reino del espíritu y de los
espíritus 50, establece que "el espíritu creado no es más que una
limitada imagen de Dios en todos sus aspectos; en cuanto imagen,
semejante a Dios; en cuanto limi-tada, contraria a él; tiene más o
menos capacidad para la capacidad receptiva de Dios" 51.
El alma, en cuanto espíritu, está hecha conforme al modelo de un
ser imperecedero. Lo que hace Edith Stein en este punto es servirse
de ciertos textos sanjuanistas, sobre todo de Cántico, donde se
habla de la transformación que sufre el alma llegada a la unión
perfecta de amor para poder obtener ser Dios por participación,
hasta la percep-ción y diferenciación de un Dios-Trinidad. Traerá
una cita del santo místico donde dice: "Para que pudiese venir a
esto la crió a su ima-gen y semejanza"52. Por tanto, en previsión
de la meta, el hombre es creado según el modelo divino. Como mejor
nos entendemos es con seres semejantes. Este presupuesto es el que
está a la base de todo el proceder místico: porque nos parecemos a
Dios, es por lo que pode-mos relacionamos más o menos íntimamente
con él.
La analogía entre estos dos seres (hombre y Dios) tiene una
fundamentación ontológica y existencial. Dios crea, y lo que crea
de alguna manera es obra suya; algo suyo queda plasmado en lo que
ejecuta, al menos transmite su impronta. Referido al hombre,
habría
50 Este añadido (pp. 185-230) originario de la autora responde a
una obser-vación apuntada a los inicios del estudio. Según Edith
Stein a la base de los escritos sanjuanistas se da una ontología
del espúitu jamás explicitada direc-tamente, pero sí tenida en
cuenta (O. c., p. 71). El parágrafo reseñado sirve a llenar esta
carencia; de ahí el predominio filosófico de que está coloreado
este apartado.
S! E. STEIN, O. c., p. 187. 52 SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico
espiritual, B 39,4. Recogido por E. STEIN,
O. c., p. 333.
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66 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
que suponer que una intención y esmero especiales guiaron al
crea-dor en su producción, con lo que la mejor imagen de Dios
serían los seres humanos.
Mas no se agotan aquí los motivos del acercamiento entre
natu-ralezas aparentemente tan desiguales; está la razón de la
existencia. Dios no crea, y acto seguido abandona a la criatura,
sino que sigue ocupándose de la misma; en el caso del hombre este
interés llega a tanto, que sitúa su mansión en el interior de éste.
Y con Juan de la Cruz escribe: "Es de saber que Dios en todas las
almas mora secreto y encubierto en la sustancia de ellas, porque,
si esto no fuese, no podrían ellas durar. Pero hay diferencia en
este morar, y mucha; porque en unas 1110ra solo y en otras no mora
solo; en unas 1110ra agradado y en otras mora desagradado. En unas
mora como en su casa, mandándolo y rigiéndolo todo, y en otras mora
como extraño en casa ajena, donde no le dejan mandar nada ni hacer
nada" 53. El ajuntamiento original alma-Dios (irrompible por otra
parte) permite la subsistencia de la primera y el acercamiento
intensivo entre am-bos. En una descripción geográfica del alma,
Dios ocupa y es su centro no sólo espacial sino cualitativo.
Acceder, por tanto, a las cumbres de la mística, a la unión
per-fecta de amor entre Dios y el ser humano, es dar expresión
plena a cuantos resortes configuran a toda persona por el hecho
mismo de serlo. No debería ser, pues, algo ajeno ni extraño la
realización mística de cada hombre; está todo a favor de su
consecución.
A tanto llega la semejanza en el grado máximo de unión, que se
raya la identidad perfecta y la disolución de uno en otro; las
poten-cias del alma pasan a ser divinas, "y la sustancia de esta
alma -cita de San Juan de la Cruz-, aunque no es sustancia de Dios,
porque no puede sustancialmente convertirse en él, pero, estando
unida como está aquí con él y absorta en él; es Dios por
participación de Dios" 54. Pues bien, todo el despliegue que el
desarrollo místico lleva a cabo, no es sino la consecuencia natural
de la puesta en
53 SAN JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, B 4,14. Recogido por
E. STEIN, O. c., p. 268.
54 SAN JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, B 2,34. Recogido por
E. STEIN, O. c., p. 251. Otros textos sanjuanistas al respecto:
Llama de amor viva, B 3,78; Noche oscura, 2, 20,5; Cántico
espiritual, B 39,4.
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EDITH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 67
marcha de cuantas potencialidades constituyen al hombre en
cuanto criatura personal, pero creación de un Dios también
persona.
Ya se apuntó que, uno de los intereses que persigue Edith Stein
en la redacción de la última obra, es poner de manifiesto el
ordena-miento natural de toda persona a la participación en la vida
divina. Ciertamente que la situación actual del hombre impide la
realización del proyecto primitivo, pero no es menos verdad que el
pecado no hizo tabla rasa de los constitutivos del ser humano.
Quedamos dañados, pero no aniquilados; y sobre esa mermada
plataforma na-tural Dios quiere llevar adelante lo que desde
siempre proyectó como fin de toda persona: la comunicación íntima
con su hacedor. Por lo dicho, es fácil admitir que el gran
protagonista, quien lleva el mayor peso en el camino ascensional
hacia la meta predeterminada es Dios, aunque aparezcan en primer
plano los esfuerzos del alma. Conviene tener siempre presente lo
que advierte el doctor llÚstico, de que "si el alma busca a Dios,
mucho más la busca su Amado a ella".
3. Grados de unión
En este punto Edith Stein trata de conciliar lo que se desprende
sobre la cuestión a partir de la doctrina de los dos padres del
Car-melo: santa Teresa y san Juan de la Cruz. Reduce a tres las
formas en que el alma (hombre) y Dios pueden unirse en esta vida.
Alguna será patrimonio común de toda criatura, y otras son
específicas del sujeto humano. A la luz de lo que se lee en textos
sanjuanistas 55 y teresianos 56, establece la siguiente
graduación:
1. Unión esencial (natural, sustancial). Dios se hace presente
en todas sus criaturas conservándolas en el ser; de tal manera que
quitado el primero, las segundas se precipitarían en el abismo de
la nada. La permanencia del universo en la existencia está
exigiendo una creación sostenida por parte de Dios; como se apuntó
antes, una vez echado el mundo a rodar, no se desentendió del
mismo. Esta unión, siempre de agradecer, ya que a ella debemos la
subsistencia,
55 Cfr. SAN JUAN DE LA CRUZ, Subida de Monte Carmelo, 2, 5,3;
Cántico espiritual, B 26,11
56 Cfr. SANTA TERESA DE JESÚS, Moradas V, 1,10.
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68 EZEQUIEL GARCIA ROJO. OCD
es compartida con cuanto nos rodea, esté animado o no. En el
camino espiritual interesa dado que pone al descubierto la
omnipresencia de Dios, su fuerza conservadora y el consecuente
optimismo que de ello se desprende: al mundo lo sostiene y alienta
Dios mismo. Esta pen-sadora escribirá en Ciencia de la Cruz: "Dios
creador está presente en todas las cosas y las conserva en su ser;
las tuvo presentes todas y cada uno de ellas antes de crearlas y
las conoce perfectísimamente con todas las mudanzas y destinos que
pueden correr" 57.
Ya en otra obra filosófica había anticipado parecidos
razonamien-tos, con la consiguiente aplicación personal: "Lo que no
entraba en mis planes, entraba en el plan de Dios. Y cuanto más me
detengo en esto, tanto más se hace viva en mi la convicción de fe
de que -visto desde Dios- no hay casualidad; que toda mi vida,
hasta sus deta-lles, está prevista en el plan de la providencia
divina, y que ante los ojos de Dios que todo lo ven, goza de una
completa coherencia inte-ligible ... Esto vale no solamente para la
vida del hombre singular, sino también para la vida de la humanidad
entera, y desde aquí, para la totalidad de todos los entes" 58. Es
un dato alentador sabemos en buenas manos. Hay argumentos
suficientes para comprender el opti-mismo steiniano en lo referente
a los seres personales.
2. Unión por gracia. Esta presencia tiene un ámbito de
aplica-ción más reducida que la anterior. En la precedente no se
requiere ninguna concesión ni reconocimiento por parte de los
beneficiarios ( las cosas todas), en la presente, sin embargo, debe
darse una con-dición para su actualización: la aceptación libre.
Dicho presupuesto automáticamente delimita el campo de validez;
únicamente en los sujetos personales -dotados de interioridad,
conocimiento y, de modo especial, libertad- puede habitar Dios por
gracia. "La inha-bitación por gracia solamente es posible en seres
personales y espi-
57 E. STEIN, O. c., p. 206. 58 E. STEIN, Ser finito y ser
eterno, México 1994, p. 130. Escribe en otra
página: "Yo me sé sostenido y este sostén me da calma y
seguridad. Cierta-mente no es la confianza segura de sí misma del
hombre que, con su propia fuerza, se mantiene de pie sobre el suelo
firme, sino la seguridad suave y alegre del niño que reposa
so!:>re un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista
objetivamente, no es menos razonable. En efecto, el niño que
viviera constantemente en la angustia de que su madre lo dejara
caer, ¿sería razona-ble?", p. 75.
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EDITH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 69
rituales, ya que supone la libre aceptación de la gracia
santificante en el que la recibe ... Este ser de Dios es vida
personal y solamente puede derramarse allí donde por un acto
personal se le da entrada. Esta es la razón de que sea imposible la
recepción de la gracia si no se la acepta personalmente" 59. La
unión por gracia es relación in ter-personal, precisa de
interlocutores con capacidad de decisión y de responsabilidad. (En
la presencia de Dios que otorga el bautismo, en el caso de los
niños, las decisiones y responsabilidades vienen asu-midas en ese
momento por los padres o padrinos, los cuales se encargarían de
transmitir este comproIIÚso al sujeto tutelado cuando adquiera la
madurez correspondiente).
El ténnino gracia no es una especie de don proveniente de Dios
que se instala en el alma aumentando así su caudal de bienes; es
por el contrario, Dios IIÚsmo quien se comunica a este alma, la
cual centra en él su atención, su vida. Se trata de un encuentro de
per-sonas -no de entrega de obsequios-, en el que van implicadas
las donaciones mutuas. "El resultado -en palabras de Edith Stein-
es una fusión de dos vidas y de dos seres que no es posible sino
donde haya un ser que tenga vida interior, espiritual. Solamente un
ser que vive por el espíritu puede recibir en sí una vida
espiritual" 60. El alma, espíritu del hombre, dispone pues del
requisito para tal unión: libertad para autoposeerse y donarse, y
vida interior para comunicar-se personalmente.
Llegados a estas alturas de la ascensión, Edith Stein sale al
paso de las posibles desavenencias entre las clasificaciones que
reseñan san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús. Las
diferencias estalian motivas por la distinta presentación que de la
unión de amor (mís-tica) hacen ambos autores. Según la carmelita
alemana, la santa abulense interpondlia entre la unión por gracia y
la unión de amor un salto cualitativo grande (ver Moradas V),
IIÚentras que para el santo fontivereño la diferencia sería de
grado en algunos textos, y en otros adIIÚtiría una diferencia
fundamental 61. El por qué de esta ambigüedad en los escritos del
Doctor místico, la autora lo achaca a un posible guardarse de las
invectivas inquisitoriales, al acecho
59 E. STEIN, Ciencia de la Cruz, p. 207. 60 E. STElN, O. C., p.
207. 61 Cfr. E. STEIN, O. C., p. 209, 213-214.
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70 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
por entonces de novedades atrevidas. Después de todo, Edith
Stein es de la opinión de que "las tres mencionadas maneras de
presencia e inhabitación de Dios en el alma no solo suponen
diferencias de grado, sino que son específicamente diferentes" 62,
y como tal han de ser concebidas y explicadas.
3. Unión perfecta de amor (unión transformante). Es la más
sublime y rica, y a donde san Juan de la Cruz quiere conducir las
almas. Merece por tanto un tratamiento aparte.
4. La unión mística
Es aquí donde tiene lugar esa subida relación interpersonal
entre Dios y el alma, y que Edith Stein nos describe de la
siguiente manera: "Dios le otorga una entrevista personal mediante
un contac-to o toque en el centro o sustancia del alma; le abre su
propio interior, concediéndole especiales ilustraciones sobre la
naturaleza de Dios y sobre sus secretos juicios y misterios; le
hace el regalo de su propio Corazón, primeramente por una
entrevista personal que tendrá lugar en un arrobamiento momentáneo
(en la oración de unión), luego en posesión duradera y pennanente,
en los desposorios místicos y en el matrimonio espiritual" 63 . De
este lance el alma sale divinizada en cuanto le es posible en esta
vida.
Para alcanzar tan elevadas cotas, antes ha debido escalar las
em-pinadas veredas de la liberación y vaciamiento de sí y de toda
cria-tura; tarea nada fácil, pero imprescindible. No puede menos
que irrumpir en lamentos quien lo ha conseguido al advertir la
escasez de los que lo alcanzan: "¡Oh almas que os queréis andar
seguras y con-soladas en las cosas del espíritu; si supiésedes
cuánto os conviene padecer sufriendo para venir a esa seguridad y
consuelo ... , llevaría-des la cruz, y puestos en ella querríades
beber allí la hiel y vinagre puro, y lo habríades a gran dicha,
viendo cómo, muriendo así al mun-do y a vosotros mismos, viviríades
a Dios en deleites de espíritu" 64.
62 E. STElN, O. C., p. 217. 63 E. STEIN, O. C., p. 220. 64 SAN
JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, B 2,28. Recogido por E.
STEIN, O. C., p. 250.
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EDITH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 71
Gozar de estos regalos bien merecen las estrecheces y
oscurida-des que los preceden; se dan por bien pagadas; las gracias
que aquí entran en juego son de tal categoría, que solamente quien
las padece, juzga de su grandeza. San Juan de la Cruz da una pista
acerca de lo que acontece en esta unión de amor: "¿Quién podrá
decir hasta dónde llega lo que Dios engrandece un alma cuando da en
agradarse de ella? No hay poderlo ni aun imaginar; porque, en fin,
lo hace como Dios, para mostrar quién él es" 65.
Es de advertir que dicha transformación no tiene lugar por des~
censo de Dios a la cliatura, sino más bien, por elevación del alma
a cimas divinas, hasta hablar de la divinización del hombre. El
santo carmelita topa con la dificultad de lo inefable, refugiándose
en una afirmación que lo dice todo, pero que seguramente no
acertamos a traducir a nuestros campos de experiencia; el místico
doctor escribe en Llama de amor viva: "La transformación del alma
en Dios es indecible. Todo se dice en esta palabra: que el alma
está hecha Dios de Dios, por participación de él y de sus
atributos" 66. Sobre la cuestión que nos ocupa, los textos
sanjuanistas podrían multiplicarse por su abundancia. La
imposibilidad de dar noticia fiel, así como la importancia
concedida a dicha manera de unión, fuerzan al místico doctor a una
embestida desde diferentes posiciones, confesando siempre la
insuficiente mediación terminológica.
La incapacidad expresiva deriva de la sublimidad de la
experien-cia; y es que "estamos -son palabras de Edith Stein- ante
la más profunda inmersión del alma en la esencia divina, que la
deja como divinizada; una unión e identificación de dos personas
que no anu-lan su independencia, sino que precisamente la supone;
una compe-netración sólo superada y aventajada por la
circumincesión de las divinas personas, que es su prototipo" 67. Se
dijo que el centro del alma es Dios; por consiguiente, cuando el
alma mora en su centro, en Dios, tiene lugar la mayor aproximación
a su yo más original, hasta identificarse con Dios mismo. No es
extraño, pues, que se califique de divinización del hombre dicho
proceso. "Esta es la unión
65 SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, B 33,8. Recogido por
E. STEIN, O. c., p. 327.
66 SAN JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, B 3,8. 67 E. STEIN,
O. c., p. 223.
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72 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD
[la trinitaria] que san Juan de la Cruz ha tenido siempre como
meta final" 68, según confesión de la autora.
Cabría plantear la cuestión de si la asunción del alma por parte
de Dios no conlleva una pérdida de la identidad o merma de las
capacidades propias de aquélla. Desde otra perspectiva: ¿qué cuota
de libertad corresponde a este grado de unión? Edith Stein, al
igual que los fundadores del Carmen descalzo, sale al paso del
problema, concediendo, que efectivamente, para quien ha llegado al
matrimo-nio espiritual "todo los movimientos del alma son divinos,
actos de Dios, pero también actos de la misma alma. Porque los hace
Dios en ella con ella, que da su voluntad y consentimiento" 69. No
se da anulación de voluntades, sino coincidencIa de quereres y
aspiracio-nes. Dios y el hombre funcionan al unísono y lo hacen
desde el mejor lugar, allí donde ambos convienen hasta confundirse,
el cen-tro del alma.
Por tanto, lejos de aminorar el ejercicio de la libertad, la
unión transformante ofrece el mayor campo para su puesta en
práctica. "Como Dios se le está dando con libre y graciosa voluntad
-trans-cribe del texto sanjuanista-, así también ella, teniendo la
voluntad tanto más libre y generosa cuanto mas unida en Dios, está
dando a Dios al mismo Dios en Dios ... Allí ve el alma que
verdaderamente Dios es suyo y que ella le posee con posesión
hereditaria, con pro-piedad de derecho como hijo de Dios adoptivo"
70. Este texto traído por Edith Stein evidencia la sorprendente
paradoja de la libertad de los hijos de Dios, que cuando se han
vaciado de todo, resulta que disponen del mayor bien, nada menos
que de Dios mismo y, ade-más, en propiedad. Ciertamente que la
osadía de quien lo escribe causa admiración, mas tal atrevimiento
encaja perfectamente en su sistema espiritual por una parte, y por
otra, es confesión de expe-riencia.
Para este fin ha sido creado el hombre desde la eternidad. Esa
imagen, que de Dios es el hombre, es ahora cuando pierde casi del
todo las diferencias para resaltar las semejanzas. Además de la
co-
68 E. STEIN, O. C., p. 223. 69 E. STEIN, O. C., p. 235. 70 SAN
JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, B 3,78. Recogido por E.
STEIN, O. c., p. 262.
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EDITH STEIN y LA BUSQUEDA DE DIOS 73
incidencia de voluntades, se lleva a cabo la unión de
sustancias, de naturalezas, sin la desaparición de ninguna de
ellas. A tanto llega la elevación del alma que más parece Dios que
criatura 71.
El matrimonio espiritual culmina en la más estrecha e íntima
comunión de personas. Aquí recupera el hombre la finalidad para la
que está en disposición desde el momento en que Dios lo concibió
desde siempre: mantener una amistad pelfecta de amor con él. Este
es el fin natural, originarlo, de toda persona, y en vistas a su
con-secución dotó al ser humano de los requisitos necesarios. En
rigor no se daría milagro en la obtención de la citada meta; más
bien está presente en la medida en que toda persona experimenta en
si los efectos del pecado, haciéndose necesaria la intervención
generosa de Dios. Dios se ha empeñado en su proyecto originario y
se resiste al fracaso.
Visión beatifica. Al hacer la enumeración de las diferentes
maneras de presencia entre el hombre y Dios se citan las tres
arriba reseñadas. Esta ordenación supone otr~ anterior: grados de
unión posibles en esta vida, que incluye las referidas
anteriormente, y la unión que se dará en la otra, una vez superada
la condición tempo-ral. Y es que el alma que ha alcanzado estas
cimas "suspira ansiosa nada menos que por la visión de Dios cara a
cara" 72.
Traspasada la muerte y entrado en la gloria, la unión alcanzará
características nuevas, que vienen a satisfacer lo que la situación
terrenal impide; ya no habrá misterios ni oscuridades, ni
intermedia-rios. San Juan de la Cruz comentando el verso por la
secreta escala disfrazada, llegado al décimo grado de amor, el
último, declara: "Ya no es de esta vida ... , hace al alma
asimilarse totalmente a Dios" 73.
Si para las experiencias anteriores no se encontraban palabras
adecuadas que las explicasen, de ésta, que sobrepasa el tiempo y la
vida misma, no hay ni que arriesgar en ofrecer apuntes más o menos
atinados. Pero algo cabe colegir de cuanto sobre el proceso místico
se ha dicho: y es que la cruz se constituyó en el gran y único
medio
71 CfL SAN JUAN DE LA CRUZ, CánÚco espiritual, B 22,5. Recogido
por E. STEIN, O. c., p. 314.
72 E. STEIN, O. e., p. 31l. 73 SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche
oscura, 2, 20, 4-5. Recogido por E. STEIN,
O. c., p. 176.
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74 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCO
de la ascensión del hombre hacia Dios; pues bien, la marca de la
cruz en la que hemos sido redimidos y santificados permanecerá para
toda la eternidad 74. Es el recuerdo perenne de a qué precio hemos
sido salvados y el signo elocuente del amor que Dios nos tiene.
* * *
Edith Stein fue persona celosa de su intimidad; era poco amiga
de revelar secretos. Por otra parte, no ha dejado constancia
directa donde nos describa lo que pudo ser su experiencia de Dios;
pero atendiendo a lo que fue su existencia final y a lo que se
desprende de alguno de sus escritos -sin olvidar el epistolario-,
bien puede llegarse a la conclusión de que fue un alma de gran
sensibilidad religiosa, de fe inquebrantable, de entrega denodada,
de búsqueda constante, de total sumisión a la voluntad divina. Esto
fue posible porque supo elegir la mejor parte: estar a solas mucho
tiempo con quien descubrió que la amaba primero.
La espiritualidad steiniana reconoce que Dios creó al hombre
como ser personal para comunicarse con él; el fin natural de toda
persona es Dios. Alcanzar esta meta supone la mayor realización y
dignidad del ser humano. Según esto, los místicos serían los
mejores antropólogos, ya que han llevado al ser humano a sus
máximas posibilidades, se han sumergido en profundidades de vértigo
para damos a conocer el misterio que todo hombre encierra, y que no
es otro que Dios mismo.
74 E. STEIN, O. e., p. 337.