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CAPTULO 5
E C O L O G A D E L A I G N O R A N C I A
I
Hay algo de lo que hoy se puede estar seguro: la evolu-cin
siempre ha actuado en gran medida de forma autodes-tructiva. A
corto y a largo plazo. Poco de lo que ha creado se ha conservado.
Esto vale para la mayora de los seres vivos que existieron un da.
Del mismo modo, casi todas las cultu-ras que han determinado la
vida humana han desaparecido. El sentido que tuvieron para los que
vivieron con ellas ape-nas es comprensible an, a pesar de todo el
refinamiento en la valoracin
arqueolgico-antropocultural-cientfico-espiri-tual de que hoy
disponemos. Las mentalidades que un da fueron actuales ya no lo son
para nosotros, o en todo caso slo son comprensibles a travs de
ficciones altamente artifi-ciales. Slo nos es posible una relacin
cuasiturstica con esas culturas pasadas. A las obviedades y formas
culturales, al mundo de la vida (Lebenswelt) de nuestra sociedad le
pasar lo mismo. Nadie puede dudar seriamente de ello.
No hay que excluir, incluso mirndolo con atencin es probable,
que los hombres desaparezcan como seres vivos. Quiz se sustituyan a
s mismos por seres vivos humanoides genticamente superiores. Quiz
diezmen o extingan su es-
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140 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
pecie mediante catstrofes autoproducidas. O destruyan de tal
modo los auxiliares tcnicos que nos son habituales que slo sigan
siendo posibles formas muy elementales de su-pervivencia. Como
siempre, en todo caso las futuras socie-dades, si es que las hay
sobre la base de la comunicacin con sentido, vivirn en otro mundo,
basado en otras perspecti-vas y otras preferencias, y en todo caso
se asombrarn ante nuestras preocupaciones y nuestros hobbys como
ante rare-zas con un limitado valor de entretenimiento, si es que
que-dan rastros de ellas y competencia para leer esos rastros.
Semejante futuro nos parece inaceptable, un escenario de horror
que slo podemos disfrutar en forma de ficcin porque suponemos que
no se dar. Quien contempla lo ve-nidero sin signos de espanto es
rechazado por cnico. En la comunicacin, esta perspectiva acta como
si hubiera sido inventada para irritar a los otros y para disfrutar
con su irri-tacin. El que se tira de la torre Eiffel no puede
disfrutar realmente de la cada, porque sabe cmo terminar.
Muy distinto, y sin embargo similar, es el caso de las
ca-tstrofes tcnicas, que se producen, si acaso, sorprendente-mente.
Por el momento, a la pregunta de hacia dnde estoy corriendo?, se
obtiene la tranquilizadora respuesta de que correr ya no sirve. Por
eso, es fcil desplazar el problema. La poblacin est preparada por
la ignorancia para la catstrofe, los ministerios mediante secretos
planes reservados. Esto sirve para caso de guerra, pero tambin para
otras catstro-fes. El problema es tratado, por tanto, como problema
a lar-go plazo, con la idea de que la catstrofe es posible en todo
momento, pero muy probablemente no maana mismo.
Hay pues que advertir y tomar medidas? En las antiguas doctrinas
de la sabidura siempre haba un personaje que re-flexionaba, que
prometa que aquel que intentaba escapar a
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 141
una profeca la haca realidad precisamente con ello.1 La
ilu-minacin adivinatoria del futuro exiga, para evitarlo, una
reintroduccin de la oscuridad en la sentencia del orculo. Tambin
entonces haba ya dudas. Pndaro invoca a la diosa de la suerte y del
azar, Tyche; porque ningn dios da a los mortales un signo seguro.2
Pero esto forma parte de un mun-do hoy desaparecido. Intentamos
salvarnos con todas nues-tras fuerzas cuando hay algo malo en
perspectiva. A todas lu-ces, nos dejamos determinar por otra
relacin con el tiempo y con nuestra propia capacidad. Pero esto no
nos libera de la paradoja de la advertencia, que, si tiene xito,
impide que se establezca si aquello de lo que se advierte hubiera
ocurrido. Y ya la (quizs innecesaria) advertencia origina costes y
con-secuencias imprevistas de la conducta de evitacin.
La sociologa, como ciencia con sus correspondientes exigencias,
ha mostrado poca inclinacin por la sabidura. Ella no oscurece sus
pronsticos. Dado que de todas formas la cuota de aciertos de los
mismos es baja, se le puede per-donar. En vista de lo complejo de
las amenazas ecolgicas y los riesgos tecnolgicos, se ha desplazado
tanto ms hacia las advertencias. La urgencia de los problemas, y
quin va a negarla, disculpa la renuncia a la reflexin sobre su
activi-dad advertidora3 y disculpa tambin la consciente exagera-cin
de sus recursos retricos. Esta sociologa critica a la so-
1. En nuestra tradicin, pensamos en la advertencia del ejemplo
de Edipo. Pero la figura parece estar muy difundida, por as
decirlo, como correlato del riesgo de la profeca. Vase para China
Jacques Gernet, Petits carts et grands carts: Chine, en Jean-Pierre
Vernant y otros, Di-vination et rationalit, Pars, 1974, pgs. 52-69
(pgs. 74 y sigs.).
2. Oda olmpica XII, versos 1 y 6-10. 3. Una rara excepcin es
Lars Clausen y Wolf R. Dombrowsky, Warn-
praxis und Warnlogik, ZeitschriftfrSoziologie, 13 (1984), pgs.
293-307.
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142 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
ciedad, como de costumbre.4 Exige ms atencin a las
con-secuencias de la tcnica, a los riesgos y peligros. Exige una
reorientacin de los recursos. Pero ms all de esta lgubre
perspectiva de futuro ha olvidado un momento importante de su
tradicin, precisamente uno de sus motivos fundacio-nales, a saber,
la pregunta: qu hay detrs?
Empezando por Marx, siempre fue parte de la reflexin sociolgica
analizar el mundo de las manifestaciones socia-les no desde la
perspectiva del participante observador de primer grado, sino desde
la perspectiva del observador de tal observador. Esto proviene de
la sofstica del siglo xix,5 pero plantea al mismo tiempo elevadas
exigencias a la for-macin de teoras. As, Marx explica la formacin
de clases por la forma econmica capitalista, y especialmente por la
forma de la organizacin fabril. As, Durkheim explica los problemas
que tenemos con la solidaridad social y la moral a travs de la
diferenciacin funcional (reparto del trabajo) de la sociedad
moderna. Pero esos eran en cada momento problemas internos del
sistema social justicia distributiva o solidaridad a pesar de la
diferenciacin. Los problemas ecolgicos que hoy nos ocupan tienen
otro formato. Yacen en la relacin del sistema social con su
entorno. Tanto ms estara tcnicamente indicada aqu la vieja
pregunta: qu hay detrs?
En un sentido muy global, bien se puede responder: la forma de
diferenciacin de la sociedad moderna, es decir, la diferenciacin
funcional. En todo caso, es fcil hacer plausi-
4. Vase tan slo Ulrich Beck, Gegengifte: Die organisierte
Unve-rntwortlichkeit, Francfort, 1988.
5. Vase tan slo Kenneth Burke, Permanence and Change, Nueva
York, 1935.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 143
ble que con esta forma de especificacin funcional aumen-tan las
repercusiones de la comunicacin social sobre el en-torno, pero al
mismo tiempo las posibilidades de reaccionar internamente a ello no
toman parte, porque en este ordena-miento los problemas no son
elaborados all donde son de-sencadenados, sino en el
correspondiente sistema funcional competente.6 Si esto es cierto,
habra que derivar de ello qu formas adopta la comunicacin sobre los
problemas ecol-gicos en la sociedad moderna.
Esencialmente, de la lgica de esta diferenciacin se de-duce que
se desarrollan formas de exigencia y llamamiento dirigidas a otros,
concretamente a los sistemas supuestamen-te capaces. Algunas cosas
se disfrazan como tica. Pero si se parte de la base de que aquellos
que exigen no estn ellos mismos en situacin de prestar ayuda falta
un momento esen-cial de toda regulacin tica, a saber, la
autoaplicacin o la prohibicin de autoexencin. La tica de la
responsabilidad slo est pensada para los otros. Es posible
someterse for-malmente a ella, pero la autoaplicacin no entra de
todos mo-dos en consideracin por falta de competencia de
actuacin.
Sin embargo, estas consideraciones se quedan en la su-perficie.
Los siguientes anlisis intentan seguir avanzando por tan jalonado
terreno. La pregunta qu hay detrs? se puede precisar si se
pregunta: cmo se trata la ignorancia? La retrica del alarmismo, por
una parte, y la resistencia a las necesidades se fundamentan ambas
en un supuesto sa-ber. Pero el arrojado estilo, a menudo carente de
compren-sin, de las controversias, revela que este saber se basa
en
6. Vase Niklas Luhmann, kologische Kommunikation. Kann cite
moderne Gesellschaft sich auf kologische Gefhrdungen einstellen.,
Opladen, 1986.
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1 4 4 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
suposiciones inseguras. Esto se puede advertir con relativa
facilidad. Pero con ello se abre paso la hiptesis de que la
comunicacin ecolgica debe su intensidad al desconoci-miento. En el
presente, el que no se pueda conocer el futu-ro se expresa en forma
de comunicacin. La sociedad se muestra irritada. Pero para
reaccionar a la irritacin slo dispone de su propia forma de operar,
precisamente la co-municacin.
II
En un primer paso, de gran alcance, vamos a tratar la cuestin de
qu implica y qu hay que esperar cuando los temas ecolgicos penetran
en la descripcin de la sociedad moderna. Algunas de las rarezas que
llaman la atencin en el actual debate y que ya se apuntaron en el
apartado ante-rior sern ms comprensibles si se aclaran dos cosas:
a) que toda descripcin de la sociedad tiene que tener lugar en la
sociedad, es decir, est expuesta a la observacin y, hoy por lo
menos, la refleja; y b) que toda descripcin est vincula-da a la
estructura bsica de la operacin de observar y no puede superar las
limitaciones dadas con ello. Todo reuni-do hace comprensible por qu
la ecologa de la ignorancia se ofrece como ecologa del
(naturalmente controvertido) saber.
Habr que hablar de observacin y, cuando se comple-ten textos, de
descripcin siempre que se utilicen distincio-nes para designar algo
(y no otra cosa). No debe tratarse de cmo se realiza esta operacin
de la observacin: si por dis-posicin consciente sobre la atencin,
por ejemplo en el proceso de la percepcin o la actuacin, o mediante
comu-
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 145
nicacin sobre determinados temas, o eventualmente inclu-so
mediante operaciones de mquinas electrnicas. La es-tructura bsica
es la misma en todos estos casos, y nos basta para hacer avanzar
nuestro tema.
Toda observacin produce que se designe una parte de una
distincin y la otra, en consecuencia, no quede marca-da.' El mundo
se divide en un mbito marcado y uno no marcado. Si se dispone de
tiempo, se puede cruzar esta frontera (la forma de la marca), pero
slo si entonces se marca algo en el otro lado, es decir, se le
distingue y desig-na y por tanto nuevamente se constituye un
unmarked space. Aparte de esto, la operacin de distinguir siempre
se mantiene sin marcar. Ella misma no puede darse en una de sus
partes. As que forma parte del mbito no marcado, opera por as
decirlo desde el mbito no marcado en el que el propio observador
permanece.8 El observador es lo inobservable, porque l mismo no
puede reencontrarse como momento de su propia distincin, como una
de sus partes.
Cuando hablamos de teoras sociales, normalmente no nos servimos
de una terminologa tan abstracta. Hablamos, para la poca de la
Revolucin Francesa, de semntica his-
7. Esta conceptualidad se encuentra en George Spencer Brown,
Laws of Form, bajo denominaciones como distinction, indication,
mark, unmarked space. Se encuentra tambin en textos de la se-mntica
lingstica bajo markedness.
8. Cautelarmente apuntaremos aqu que tambin puede haber una
operacin un tanto enigmtica de re-entry (Spencer Brown) o de
self-indication (Varela), que parece ser paradjica y en todo caso
no se pue-de tratar con el clculo matemtico normal, y tampoco con
una lgica meramente binaria. Naturalmente, tendra el curioso
resultado de que el observador mismo aparece en la forma del
observado, como marca. Vol-veremos sobre ello en el apartado IX,
punto 8.
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146 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
trica (por ejemplo, antiguo europeo), para el siglo xix de
ideologas, siendo segn Koselleck la ideologizabilidad de las
propias expresiones un punto de inflexin en la semnti-ca histrica.9
No importa, semntica e ideologa son expre-siones de un observador
de segundo grado que describe cmo y qu observa un observador de
primer grado. El ob-servador de primer grado distingue y designa
directamente aquello a lo que se refiere. Dice lo que para l es el
caso, y cuando habla de las ideologas de otros observadores lo hace
porque para l es un hecho que otros viven y actan conforme a
ideologas. (Y esto seguira teniendo vigencia si se produjera una
universalizacin de la sospecha ideolgica y, digamos, una conversin
en bisagra del observador de se-gundo grado como inteligencia
libre.)
La abstraccin que obtenemos con conceptos como ob-servar y
describir, y en consecuencia con el concepto de la autodescripcin
del sistema social, tiene sobre todo la ventaja de independizarnos
de los condicionamientos histricos y las situaciones sociales
especficas (clases sociales, ubicacio-nes sociales, intereses
sociales). Al tener que distinguir para poder designar, todo
observador constituye un mundo invi-sible para l, un unmarked
space, desde fuera del cual ope-ra y al que l mismo pertenece con
su operacin. Esto no es como tal un proyecto histricamente relativo
(mientras no se quiera observar la posibilidad de las operaciones
de ob-servacin como un producto de la evolucin), sino por as
decirlo el a priori de todos los relativismos. Aqu no pode-mos
documentar en detalle que las semnticas e ideologas
9. Vase Reinhart Koselleck, Einleitung,
GeschichtlicheGrundbegrif-fe: Historisches Lexikon zur
politisch-sozialen Sprache in Deutschland, tomo I, Stuttgart, 1972,
pgs. XIII-XXVII (esp. pgs. XVII y sigs.).
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ECOLOGA DE LA IGNORANCIA 147
histricas se puedan analizar as. Lo que nos interesa es la
relacin entre marked y unmarked en una descripcin ecolgica del
sistema social.
Por primera vez en la historia de las teoras sociales, con la
descripcin ecolgica de la sociedad se fundamenta una clara
distincin entre sistema y entorno, precisamente por-que depende de
interdependencias causales que no se po-dran representar si no se
distinguiera. La sociedad, dice el relato, interviene en su entorno
de un modo que conduce a graves cambios en las condiciones
ecolgicas de reproduc-cin, que por su parte repercuten en la
sociedad. Esta es la distincin que gua el emplazamiento de la
denominacin. Pero, dnde est su unmarked space?
Dado que se trata de una descripcin social, el unmar-ked space
est en el entorno del sistema social. Sin duda, acu-mulamos ms y ms
conocimiento ecolgico. Pero precisa-mente esto conduce a la
ignorancia sobre las relaciones entre la sociedad y su entorno
ecolgico. Nos servimos de escena-rios y modelos de simulacin slo
para topar con la impro-nosticabilidad ante una complejidad
irrealmente escasa. Ca-tegorizamos las perturbaciones como errores,
como si slo hubiramos errado el saber correcto o su aplicacin.10
Nos limitamos a afirmaciones sobre probabilidades o
improbabi-lidades cuyos fundamentos de clculo son discutibles y han
de ser corregidos de momento a momento. Podemos perfec-tamente
predecir destrucciones e incluso provocarlas, por ejemplo en forma
de guerras o catstrofes tcnicas produci-das por encadenamientos de
circunstancias y negligencias
10. Un ejemplo entre muchos es Jens Rasmussen, Keith Duncan y
Jac-ques Leplat (comps.), New Technology and Human Error,
Chichester, 1987.
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148 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
reconocibles a postenon.11 Pero precisamente no queremos
destruccin, aunque nuestros conocimientos basten para ella.
Esta ignorancia no es ya por s misma el unmarked spa-ce. Es en
primer trmino tan slo la otra parte de la forma del saber, otra
parte que incita a cruzar la frontera y suscita con ello esfuerzos
por saber ms en uno u otro sentido (ca-paz de designar). El
conocimiento de la ignorancia oculta por su parte, como la docta
ignorantia del cusano, el mbito que est ms all de toda distincin.
El unmarkedstate que se sustrae a toda observacin se mantiene
inaccesible a la ac-cesibilidad en modo saber/no saber de las
condiciones de reproduccin, dada una fuerte y continua intervencin
en los equilibrios ecolgicos acreditados por la evolucin. Pero
mientras antao en las descripciones del cosmos o de la creacin de
la naturaleza representaba su papel un inexpli-cable momento
ordenador precisamente el que hubiera ese orden, y ocultaba lo
inobservable de la unidad de to-das las distinciones (divisiones,
se deca), hoy la ignorancia es, por as decirlo, la otra cara del
saber. Y mientras entonces era posible estar tranquilo con
suposiciones sobre la igualdad
11. Entretanto, se considera saber disponible que se produciran
ta-les catstrofes con cierta normalidad, aunque no sea precisamente
un saber tranquilizador. Vase al respecto el inevitable Charles
Perrow, Nrmale Katastrophen: Die unvermeidlichen Risiken der
Grosstechnik (traduccin alemana), Francfort, 1987, y muchos
comentarios al respec-to. El refinamiento de este anlisis consiste
en mostrar que la asimetra entre produccin difcil y destruccin fcil
est relacionada con la estruc-tura de la tcnica misma,
concretamente con la diferencia entre acopla-miento estricto e
(inevitable para la estabilidad ecolgica) acoplamiento suelto. Pero
esta diferencia designa (y oculta) al mismo tiempo la distin-cin
que nos interesa entre saber y no saber.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 149
natural del mundo csmico y el mundo humano, con analo-gas del
ser, etc., hoy inquieta la esterilidad de los intentos por obtener
claridad sobre la relacin entre sistema social y entorno. Porque
hoy hay que partir de la base de que la so-ciedad, tambin y
precisamente cuando toma en serio sus problemas ecolgicos, no los
establece en formas esenciales, necesidades e imposibilidades,
formas y clases, sino que cambiar, incluso tiene que cambiar, si ha
de salir adelante.
La otra situacin exige otro observador. Esto no cambia nada en
el hecho de que tampoco este observador pueda ob-servarse en la
operacin de una observacin y descripcin. La cuestin es, pues, cmo
observa cuando no puede clasifi-car su propia observacin a las
distinciones que emplea, sino que tiene que formularlas como si
pudiera observar desde fuera, desde el unmarked space.
A todas luces, la descripcin ecolgica de la sociedad tiende, por
lo menos hasta ahora, a agudizaciones binarias, que por su parte no
pueden mencionar la unidad de su dis-tincin. Esto se aplica a la
ntida alternativa entre supervi-vencia o decadencia. Por primera
vez en la historia, se oye decir que se puede borrar de un golpe
toda la poblacin mundial, incluso toda vida sobre la faz de la
tierra; y de ello se desprende que habra que impedir una cosa as.
Est cla-ro que con razn! A la agudizacin de contenido, que se
re-pite en cada tema de formato menor, le sigue la agudizacin
moral. Se clasifica en buenos, que estn en contra del desas-tre
ecolgico, y malos, que, si no lo quieren, s permiten que ocurra. Se
ve que la tarea consiste en advertir de las conse-cuencias que
implica seguir por ese camino, y nuevamente con la punta binaria de
que hay que escuchar a quienes lanzan las advertencias; o la
catstrofe ecolgica ser inevitable. Tam-bin existe la tendencia a
indicar que los hechos son conoci-
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150 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
dos desde hace mucho, pero no ocurre nada (o al menos nada til).
Se puede admitir, sin ms, que los que advierten tienen razn y, sin
embargo, plantear la cuestin de lo que no ven cuando describen la
sociedad de este modo.
Y esto es tan trivial como cierto: no pueden ver la uni-dad de
sus distinciones, es decir, ni la unidad de destruccin y
supervivencia, ni la unidad de buenos y malos implicados. Tampoco
pueden ver que advertir es una actividad comple-ja cuya
representacin y clculo requiere una lgica mltiple (que no existe, o
al menos no en forma de tablas de ver-dad).1" No poder ver la
unidad significa no rechazar la co-rrespondiente distincin y poder
sustituirla por otras. Los observadores no pueden, para formularlo
en el lenguaje de Gotthard Gnther, trasladar operaciones al nivel
de trans-yuntivas (a diferencia de las conjuntivas y
disyuntivas).13 A todas luces hay una relacin directa entre mundo y
observa-cin, y lo que en ambas partes tiene que desaparecer en el
unmarked space para hacer posible la observacin.
Esto no es una crtica poltica ni moral a las correspon-dientes
descripciones. Toda crtica cosechara exactamente el mismo problema,
y de hecho las reacciones a los avances poltico-ecolgicos no se
pueden valorar de otro modo. La descripcin de la sociedad
resultante de ello adopta la forma de una controversia... es decir,
nuevamente de una distin-cin que no puede reflejar su propia
unidad. Hay algunas cosas que hablan en favor de que esta
controversia tenga ex-pectativas de suceder a la largamente
obsoleta controversia
12. Vase Clausen y Dombrowsky, Warnpraxis und Warnlogik (1984).
13. Vase Cybernetic Ontology and Transjunctional Operations,
en Gotthard Gnther, Beitrage zur Grundlegung einer
operationsfahigen Dialektik, tomo 1, Hamburgo 1976, pgs.
249-328.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 151
capitalismo/socialismo. Esto puede resultar polticamente
saludable, aunque difcilmente se pueda apreciar si el siste-ma de
partidos polticos y eleccin poltica lograr deducir temas polticos
decidibles de cada nueva oposicin.
Pero la prueba de fuego para lo que se mantiene invisi-ble est
en lo que se puede hacer visible a travs de ello. Juz-gando lo
obtenido, ha merecido la pena ocultar tanto la igno-rancia como la
radical binariedad de valores. La sentencia tiene que ser
claramente negativa, y slo entonces pasamos a la crtica.
La consternacin ecolgica de la sociedad es transmitida por la
consternacin del cuerpo humano; eventualmente in-crementada por
percepciones y anticipaciones, es decir, por mecanismos psquicos.
Si se piensa en la decadencia, no tie-ne sentido pensar
separadamente en el hombre y la socie-dad. La destruccin de las
posibilidades de comunicacin puede conducir a la muerte de muchos.
Pinsese en la quie-bra de los sistemas de comercio, la economa
monetaria o in-cluso la atencin mdica. La extincin de toda vida
humana significa, en todo caso, silencio en las ondas, fin de toda
co-municacin, fin de la sociedad. Bajo tales perspectivas no se
pueden separar sistemas orgnicos, psquicos y sociales. Ms an que
cualquier tradicin humanista, hoy la perspec-tiva ecolgica rene
sociedad y ser humano, si no en un con-cepto, s en una comunidad de
destino. A aquellos que te-matizan la sociedad a travs de la
ecologa no se les ocurre describir la sociedad como un sistema que
tiene que ver con dos entornos entrelazados: con el hombre
consciente y con las dems condiciones fsico-qumico-orgnicas. Y esto
aun-que se reconoce, sin duda, el papel que representa la
demo-grafa en la irreversibilidad de la evolucin hacia una
socie-dad tecnotrfica.
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152 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
La constelacin de la descripcin ecolgica recorta por tanto las
posibilidades tericas. Esto significa tambin que los desarrollos
tericos corren el peligro de ir a parar a las bifurcaciones de la
descripcin ecolgica y ser tratados con-forme al modelo quien no est
con nosotros, est contra nosotros. Pero precisamente esto es algo
que una sociedad que se encuentra inmersa en evidentes crisis
estructurales no puede permitirse, ya que tanto desde el punto de
vista es-tructural como semntico apenas puede vivir de lo
hereda-do. Quiz por eso sea aconsejable partir, incluso sin grandes
diseos tericos, de una ecologa de la ignorancia, es decir, orientar
la descripcin precisamente a la forma tras de la cual yace
actualmente el unmarked space.
III
En su forma ms general, los problemas ecolgicos tie-nen que ver
con la relacin entre espacio y tiempo. Sola-mente afectan a
sistemas que se fijan a s mismos lmites es-paciales. Y slo afectan
a estos sistemas en dimensiones del tiempo, es decir, en algn
momento y no antes o despus. Pero, cmo se entienden el espacio y el
tiempo de forma que se puedan observar y describir los procesos
ecolgicos?
Si nos remontamos en nuestra historia slo tres o cuatro siglos
atrs, encontraremos un mundo espacial que ya abar-ca todo el globo
terrqueo, pero an est poblado de cosas tangibles. Ya hay
telescopios y microscopios, pero slo sir-ven para ver con ms
precisin, para conocer mejor aquello que se presenta, a la antigua,
conforme al modelo de las co-sas. Por eso se puede presentar el
conocimiento, en una tra-dicin que va desde Bacon a Vico pasando
por Locke, como
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 153
una produccin (concretamente de cosas). Los lmites de lo que se
puede se desprenden (slo) de que hay que tener en cuenta las leyes
de la naturaleza para evitar errores (como defectos).
El mundo slo tiene algunos milenios, igual que la socie-dad
(creada por Dios algunos das despus). Segn lo que Dios pretenda, an
puede durar algunos milenios, pero qui-z tambin hundirse pronto (as
se tema sobre todo en torno al 1600, en vista de las evidentes
muestras de disolucin... all coherence gone).14 Principio y fin
estn en manos de Dios, y en esto se funda tambin la seguridad de
que no pue-de ser malo. Slo en torno a mediados del siglo xvm se
am-pla considerablemente el horizonte temporal, y slo enton-ces se
puede llegar a la idea de que en vista de circunstancias tan
complejas el propio Dios necesita tiempo y posiblemente an tenga
que seguir creando el mundo.11 Esto justifica la ex-pectativa de un
progreso, y en el siglo de la educacin los pedagogos incluyen esta
prospeccin en sus tareas propias: de generacin en generacin mejores
hombres, luego mejor educacin, luego mejores hombres.
Pero tambin ese mundo ha desaparecido. Una nueva matemtica y una
nueva fsica lo han sustituido. Las relacio-
14. As se lamenta John Donne (An Anatomy of the World, The
Complete English Poems, Harmondsworth, Middlesex, 1971, pgs.
270-283 (esp. pg. 276) en unos versos muy citados (213-214):
Tis all in pieces, all coherence gone; All just supply, and all
relation.
15. Sobre estos cambios, en lo que concierne al tiempo, vase
Niklas Luhmann, Temporalisierung von Komplexitat: Zur Semantik
neuzeitli-cher Zeitbegiffe, en id., Gesellschaftsstruktur und
Semantik, tomo 1, Franc-fort, 1980, pgs. 235-300.
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154 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
nes espacio-temporales se contemplan ahora como depen-dientes de
la variable que constituye su relacin, concreta-mente de la
velocidad del observador y de su aceleracin o ralentizacin. En el
mundo de Einstein an estaban previs-tas posibilidades de conversin
matemtica, junto a los lmi-tes fsicos ltimos de la velocidad, una
especie de punto de apoyo del saber objetivo. Pero entretanto, la
fsica tambin ha problematizado esto con preguntas mucho ms
radicales sobre las condiciones de posibilidad de un mundo
dispues-to para la autoobservacin.
Los observadores con cuya ayuda el mundo se puede observar a s
mismo son en este caso fsicos, o ms exacta-mente, complejos
aparatos fsicos que presuponen que hay fsicos (vivientes) que idean
y guan su construccin y pue-den interpretar sus resultados. Pero,
cmo sabe el mundo que se observa a s mismo, si no es a travs de la
comunica-cin? De ah que la sociologa reconvierta esta teora de un
mundo que se observa a s mismo y plantee la cuestin de cmo se
comunica la observacin del mundo al mundo.
Se sabe que tambin la comunicacin ha ganado en volu-men,
complejidad, capacidad de almacenamiento y ritmo. Se sabe que puede
recordar ms conocimientos y, probable-mente por eso, tambin puede
hacer que el conocimiento en-vejezca antes. Se sabe que las
telecomunicaciones hacen ten-der a cero la importancia del espacio
(aunque en la tierra, como antes, siga siendo da y noche al mismo
tiempo segn dnde se encuentre uno, y en consecuencia al llamar sin
pen-sar se saque a la gente de la cama). Anthony Giddens16 ha
16. Vase The Consequences o/Modernity, Stanford, Cal., 1990,
esp. pgs. 17 y sigs. (trad. cast.: Consecuencias de la modernidad,
Madrid, Alian-za, 1993).
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 155
visto en esta casi total desconexin de espacio y tiempo una
importante, incluso nica caracterstica de la modernidad, y es uno
de los pocos que enfatiza tanto este aspecto en su al-cance
social.1' Sin embargo, lo que an tiene que irritar ms es que estos
cambios espacio-temporales no dependan en la comunicacin social, o
al menos no directamente, de la in-mensa expansin del mundo hoy
imaginable. En el espacio y el tiempo, las ms mnimas diferencias
(en todo caso invisi-bles) se hacen registrables al mismo tiempo
con enormes dis-tancias y movimientos de largo plazo que asimismo
slo indi-rectamente son desarrollables. No en ltima instancia los
problemas ecolgicos desencadenados por la tcnica y la
mensurabilidad de su variacin han llevado a una inmensa expansin
del horizonte espacio-temporal, hacia lo grande y hacia lo pequeo.
Las catstrofes ya no son espacial y tempo-ralmente limitables como
el derrumbamiento de un edificio, la explosin de una caldera de
vapor, la cada de un avin o la rotura de una presa. Tales
siniestros son mantenidos den-tro de unos lmites por el loose
coupling de la naturaleza. Lo que hoy preocupa y lo que es
catstrofe en un sentido ecol-gico son los cambios, rpidos o lentos,
que se producen en diminutas o gigantescas dimensiones espaciales y
tempora-les, y muy tpicamente en diminutas y gigantescas a la vez.
Hacen saltar por los aires las ideas de la realidad, orientadas
hacia las cosas y las causalidades, del individuo y de la praxis
comunicativa (lingstica) de la sociedad. Ya no pueden ser
17. Sin sacar naturalmente la consecuencia de que por eso hay un
nico sistema de sociedad mundial, en el que las noticias sobre los
acon-tecimientos nocturnos del golpe de Estado en Mosc (me refiero
al de agosto, no al de diciembre de 1991) se reciban en Australia
por la tarde a travs de las Breakfast News de la BBC, y aun as en
Mosc pueda dar la impresin de que el mundo entero est mirando a la
vez.
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156 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
trasladadas a saber manejable, a saber conectable, aunque haya
clculos, tiempos medios, etc.
A todas luces, los cambios en las tecnologas de la co-municacin
no sirven para representar mejor este mundo que se ha vuelto
espacio-temporalmente desagradable. La operacin de comunicar, que
reproduce la sociedad, sigue una evolucin propia que no es
atribuible a los cambios en la extensin de las dimensiones
espacio-temporales del sa-ber mundial que pfoduce al mismo tiempo
esta sociedad.
La descripcin del espacio y el tiempo puede seguir es-tos
cambios si cambia por principio su instrumental de divi-siones (del
ser, del mundo) a distinciones (de un observa-dor). De Aristteles a
Hegel, la tradicin haba intentado presentar el tiempo con ayuda de
la distincin entre ser y no ser, pero al hacerlo haba topado
precisamente con la uni-dad de esta distincin, con su paradoja.Is
Tambin la divi-sin del todo en partes fracas por las peculiaridades
del tiempo. Pero aun as haba que saber qu era el tiempo para
formular como paradoja la distincin entre ser y no ser, y ha-cer
fracasar las divisiones del tiempo en el no ser del ahora. Las
salidas pasaban, como se sabe, por conceptos como movimiento,
proceso, dialctica, y ello con la concien-cia de que estas
denominaciones no sirven para registrar el tiempo mismo. As, el
tiempo slo poda ser designado como algo que, para formularlo en
palabras de Derrida, est ausente de los fenmenos afines al tiempo."
Se mantiene sin hacer la pregunta de por qu un observador empieza
por la
18. Vase la Physikvorlesung IV, 10 y la Encyclopadie der
philoso-phischen Wissenschaften, 258.
19. Vase especialmente el artculo Ousia et gramm: note sur une
note de Sein undZeit, en Jacques Derrida, Marges de laphilosophie,
Pa-rs, 1972, pgs. 31-78.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 157
distincin entre ser y no ser, por qu utiliza las peculiarida-des
del fenmeno tiempo para sabotear esta distincin, lle-varla a la
forma de una paradoja, y por qu entonces echa mano de conceptos
salvadores como movimiento, de los que sabe que no sirven para
describir el tiempo.
Si ante estas consecuencias visibles de una forma de ver que
apostaba obstinadamente por la ontologa sospechamos la meta ta
physika en la observacin, esto nos obliga a cambiar la forma de
observacin de la divisin a la distin-cin. Porque slo as la
observacin podr reflejarse a s mis-ma como operacin. Esto quiere
decir, entre otras cosas, que hay que renunciar a una descomposicin
categorial del mundo en las dimensiones dadas por ella; porque las
cate-goras son, si nos mantenemos en el uso lingstico de
Aris-tteles, divisiones del ser. Con ello tambin se vuelve
cues-tionable el concepto de visin, que sugiere que se pueden
abarcar estas dimensiones como de un vistazo (aunque slo
fragmentariamente y no en su infinitud). En consecuencia, se podr
dejar a un lado la distincin finito/infinito. En vez de esto, en la
distincin todo depender de cmo se trace una cesura que divida dos
lados (precisamente la distin-cin). Como presente funcionar,
entonces, aquella cesura que permita distinguir direcciones y
distancias. La eleccin del corte que se ha de dar a la distincin
ser cosa de un ob-servador. Si se quiere saber cmo se lleva a cabo,
habr que observar al observador. El lugar de lo que se afirma como
vi-sin lo ocupa la posibilidad de designar algo (a diferencia de
otra cosa), es decir, un lugar a una distancia de..., un camino en
direccin a..., un acontecimiento como, visto desde hoy (pero tambin
desde un punto hoy pasado o futuro), pasado o fu-turo. El mundo no
privilegia ninguna de estas cesuras. Para un observador, pueden ser
tiles de distinta manera. Pero ya
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158 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
no se puede saber que y cmo el mundo se explica sobre es-pacio y
tiempo. Slo se puede observar que la eleccin de distinciones y
denominaciones, presentes y puntos en el es-pacio tiene
consecuencias para lo que se puede o no se pue-de observar desde
ellos. En cualquier caso, espacio y tiempo solamente son medios
para posibles distinciones, medios para posibles observaciones,
pero por su parte son tan inob-servables como el mundo en tanto que
mundo.2"
Desde un punto de vista tradicional, se puede designar tal
concepcin como un completo relativismo. Pero enton-ces se trata de
un relativismo ni objetivo ni subjetivo, y en todo caso de un
relativismo que ha perdido su contracon-cepto. Y entonces tampoco
esta denominacin dice nada, porque no puede indicar lo que excluye
(a no ser, desde un punto de vista puramente histrico, la metafsica
ontolgi-ca). Se puede participar en tales querellas o no.
Sociolgica-mente, ms importante sera la cuestin de si despus no
ha-bra que redeterminar la relacin entre saber e ignorancia.
IV
Desde qu presente hay que determinar lo que ya no se puede
cambiar y lo que an est lejos en el futuro? Qu punto espacial
determina el verse afectado? Qu est cer-ca y qu lejos en el espacio
y el tiempo? Hasta qu punto tenemos que tener en cuenta desde ahora
que lo que ahora hacemos ser pasado en el futuro y ya no se podr
cambiar,
20. Naturalmente abandonamos aqu tambin la idea de un sujeto
(mundial) trascendental al que aun as le sigue quedando la
posibilidad de observarse a s mismo en los hechos de su propia
conciencia.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 159
aunque actualmente an no sepamos ni podamos saber qu potencial
de modificacin aporta un futuro an ocul-to? Y cmo podemos
precavernos para no impedir ahora que se emprendan los
correspondientes trabajos previos para hacer lo eventualmente
posible? Quin ha de decidir aqu? La naturaleza ha enmudecido. Los
observadores dis-putan.
La retirada del saber del espacio y el tiempo Giddens ha hablado
de disembedding para referirse a las conse-cuencias sociales del
vaciamiento del espacio y del tiempo21 apenas se puede atribuir a
las tecnologas electrnicas de la comunicacin. Ms bien habr que
preguntarse si hay toda-va posiciones sociales a partir de las
cuales el saber se pue-da defender con representatividad y se pueda
comunicar con la correspondiente autoridad. Pinsese en la ciencia
mo-derna. Y ella es de hecho el primer destinatario. Contra ella no
se puede mantener un supuesto saber, por ms que oca-sionalmente
fuentes de saber paracientficas den que pen-sar incluso a los
investigadores.22 Esta relevancia de los vere-dictos cientficos slo
se refiere, sin embargo, a lo que se demuestra no cierto. El saber
cientfico mismo slo se re-presenta vlidamente como hipottico. Esto
da no slo al
21. The Consequences ofModernity (1990), pgs. 20 y sigs. 22. Sin
embargo, se da valor al trazado de lmites, aunque no se pue-
da negar en principio esta posibilidad (y cmo podra hacerse dada
la apertura al futuro de la propia ciencia). Vase, por ejemplo,
Michael D. Gordon, How Socially Distinctive is Cognitive Deviance
in an Emer-gent Science: The Case of Parapsychology, Social Studies
of Science, 12 (1982), pgs. 151-165; Harry M. Collins y Trevor J.
Pinch, Trames of Meaning: The Social Construction of Extraordinary
Science, Londres, 1982; Ralf Twenhfel, Thesigraphie: Ein Fall nicht
anerkannten Wissens. Zur Wissenschaftssoziologie des Scheiterns,
Zeitschrift frSoziologie, 19 (1990), pgs. 166-178.
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1 6 0 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
entendimiento, como crea Kant,2i sino tambin a la comu-nicacin,
la libertad de probar explicaciones alternativas. Adems, la ciencia
nunca ha podido conquistar realmente otros sistemas funcionales, a
veces incluso los ha rechazado y movido a procesos de
autoubicacin.24 Sin duda, los pri-meros socialistas proponan tener
en cuenta el saber como factor de produccin, pero esto nunca se
abri realmente paso en la teora econmica, porque el saber no es
apropia-ble y por eso no puede tomar parte en el reparto de la
plus-vala. La poltica y la jurisprudencia buscan consejo en la
ciencia, pero no se puede hablar de determinacin de sus decisiones
producida por la ciencia.2' No slo se trata del re-chazo del saber
intil por parte de otros sistemas funcio-nales, sino tambin de un
peculiar incremento de la exigen-cia y contencin por parte de la
propia ciencia. Slo bajo presin se presenta el cientfico ante los
tribunales o inter-viene en cuestiones ecolgicas, o en el
desarrollo de nuevas tecnologas o formas de vida ms all de lo que
puede res-
23. Crtica de la razn pura, B 215-216 (se refiere aqu, ms bien
de pasada, al espacio como medio para el empleo de hiptesis de
distinto tipo para explicar distintas concentraciones).
24. As, por ejemplo, los esfuerzos de los siglos xvi y XVII por
alcanzar un derecho propio de la representacin artstica frente al
ntido raciona-lismo galileico del nuevo movimiento cientfico
matemtico-emprico. Vase Gerhart Schrder, Logos und List: Zur
Entwicklung der sthetik in der frhen Neuzeit, Knigstein/Ts.,
1985.
25. Y si se puede, se puede en el contexto de programas
condicio-nales propios del derecho que prescriben al sistema
jurdico que de he-chos que en su caso slo se pueden establecer
aplicando conocimientos cientficos hay que sacar las conclusiones
correspondientes. Pero de he-chos! No de verdades! Porque esto no
se podra combinar con la prohi-bicin legal de la denegacin de
justicia. Vase Roger Smith y Brian Wynne (comps.), Expert Evidence:
Interpreting Science in the Law, Lon-dres, 1989.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 1 6 1
ponder desde un punto de vista estrictamente cientfico. Hay talk
shows, y no slo en la televisin; pero se trata, ms o menos
visiblemente, de una venta de saldo del saber.
Con slo un poco ms de abstraccin, se ve que los mis-mos fenmenos
aparecen tambin en otros sistemas funcio-nales. Mientras se trate
de la diferenciacin de sistemas fun-cionales, en cada uno de estos
sistemas universalidad y especificacin se dan la mano:
universalidad de competencia para la funcin propia en cada momento
y especificacin de la referencia del sistema y de las condiciones
que en el propio sistema valen para la comunicacin aceptable. Pero
si esto es as en todos (o aunque slo sea en los ms importantes) los
sistemas funcionales, se puede partir de la base de que esta
expresin de las estructuras de la comunicacin (en la teora de
Parsons se habla al respecto de pattern variables) est directamente
relacionada con la diferenciacin funcional, es decir, con la
estructura de la sociedad moderna.
Trasladado a formas de comunicacin, esto significa que ya no hay
representacin del orden, del orden de las for-mas esenciales del
mundo y, consecuentemente, del orden de la conducta humana como as
correcta y de otro modo falsa. Representacin tiene el doble sentido
de poder re-presentar y hacer actual. Pero se priva al concepto de
ambos sentidos si: a) ya no hay posiciones de estatus que estn
cla-ramente legitimadas para hablar en nombre del ser, conver-tir
res en verba-, b) si las estructuras temporales de la comu-nicacin
social se modifican de tal modo que el presente ya no ofrece de
todos modos oportunidad para la presencia, sino slo cuenta como
diferencia entre pasado y futuro.
Con las posibilidades de la representacin desaparece la
posibilidad de reclamar la autoridad. Autoridad es la capa-cidad
para multiplicar, para hacer crecer (aug e r e ) los fun-
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162 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
damentos de la conviccin en la comunicacin. James March y
Herbert Simn han hablado de uncertainty ab-sorption.26 Se hace
referencia con esto a un fenmeno es-trechamente ligado a la
especializacin: que se suponga que la comunicacin de un
especialista o el titular competente de un puesto ha sido
minuciosamente examinada porque de otro modo habra que realizar el
examen en persona. No se echa mano de sus fuentes de informacin o
sus conclusio-nes, sino que se parte de su comunicacin como hecho,
como concentracin de la informacin dada. Consecuente-mente, se
produce la conexin entre responsabilidad ( = ab-sorcin de la
incertidumbre) y autoridad, entendiendo la autoridad como capacity
for reasoned elaboration.2' Se supone en la ulterior comunicacin
que una comunicacin dotada de autoridad podra ser explicada y
fundamentada; pero se omite la repregunta de por qu falta tiempo
para ello, o competencia para formular la cuestin, o incluso el
coraje.
Por tanto, faltan los motivos para un continuo sabotaje de la
absorcin de la incertidumbre. Adems, la unidad de autoridad y
responsabilidad dependa de que aquel que te-na la responsabilidad
no poda ser responsabilizado de to-dos los errores, y no digamos de
las consecuencias. Excep-tuando los casos de crisis, estaba
protegido por su posicin. No se poda comunicar en contra suya, o al
menos no en la interaccin entre personas presentes.
En las condiciones socioestructurales indicadas, esta
26. James G. March y Herbert A. Simn, Organizations, Nueva York,
1958, pgs. 164 y sigs.
27. Cari J. Friedrich, Authority, Reason and Discretion, en id.,
Cari J. Friedrich (comp.), Authority (Nomos I), Nueva York,
1958.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 163
unidad comunicativa de autoridad y responsabilidad se quiebra.
Se quiebra por la disolucin del (presupuesto e in-cuestionado)
orden del estatus y sobre todo de la tensin entre universalismo y
especificacin. En las organizaciones formales, esto se reconstruye
de manera frgil y trabajosa. Si hay que reclamar fuentes de
autoridad social, ya no se puede. No estn disponibles ni la edad ni
el rango dado por el nacimiento. En vez de ello sta es la tesis
relevante para nuestro tema se legitima la comunicacin de la
igno-rancia (en organizaciones: la comunicacin de la no
compe-tencia).
No basta, podemos resumir, con que la sociedad desle-gitime la
representacin y en consecuencia la autoridad. No basta, dicho de
otro modo, con dejar libre curso a la crtica y la protesta. Adems,
la sociedad tiene que estar en condi-ciones de poder resistir la
comunicacin de la ignorancia. Pero si la absorcin de la
incertidumbre tiene una funcin, cmo puede cumplirse esa funcin de
otro modo? Me-diante la tolerancia de la incertidumbre? Y qu formas
so-ciales habra que imaginar cuando la comunicacin persigue cada
vez ms aumentar la incertidumbre del receptor?
La cuestin se vuelve explosiva si se parte de la base de que,
tanto en el caso del sistema social como en el de los sis-temas de
organizacin que la sociedad se permite, se trata de sistemas
operativamente cerrados. Todos los problemas que surgen en la
comunicacin slo pueden seguir siendo trata-dos mediante
comunicacin, y transformados en otros pro-blemas para los que vale
la misma regla. A pesar de G-del,no hay recursos externos. Slo
existe la posibilidad de resolver internamente los problemas
internos (como por ejemplo los de la lgica) mediante
exteriorizacin, lo que no obstante puede tener la consecuencia de
que la exterioriza-
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164 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
cin misma se convierta en problema.2s Con ello, la autori-dad es
siempre un producto suplementario interno al siste-ma, para una
comunicacin en marcha de todos modos. Recluta fuentes externas en
cierto modo cuando tal refe-rencia (por ejemplo, la aristocracia o
la edad) puede ser transportada internamente. Puede establecer
sabidura cuando, por ejemplo, la forma de vida del sabio o su forma
de comunicacin llamativa lo acreditan como tal.2' Pero por lo menos
desde el siglo xvn, tales referencias ajenas de la co-municacin,
que tenan un valor de aceptacin, tienen difi-cultades. El sabio
tiene que guardarse de resultar ridculo, tiene por tanto que
reflejar la comunicacin. El aristcrata puede seguir siendo
aristcrata un rato ms, pero ya no pue-de jugar esa carta en el
plano de la comunicacin."1 Final-mente, hay tantos ancianos que
preocupa la posibilidad de darles pensiones; pero los pensionistas
no tienen autoridad alguna.
Para explicar tales cambios slo se puede echar mano de
28. Esto tiene que ver, expresado en la terminologa introducida
en el captulo 2, con que la referencia ajena no puede simplemente
actuali-zar el unmarked space del mundo exterior, sino que tiene
que designar algo como algo para que despus pueda ser observado y
criticado dentro del sistema.
29. Vase al respecto Alois Hahn, Zur Soziologie der Weisheit, en
Aleida Assmann (comp.), Weisheit: Archologie der literarischen
Kom-munikation, III, Munich, 1991, pgs. 47-57.
30. Esto apunta al mundo de los salones y las academias de
finales de los siglos xvu y XVIII, mientras Pascal, partiendo de la
conciencia, an opinaba que la alta nobleza tena que afirmar su
posicin en la co-municacin, pero l no poda creer en ello. Vase
sobre todo los Trois Discours sur la Condition des Grands, citado
segn L'Oeuvre de Pascal, Pars, Pliade, 1950, pgs. 386-392. Eso
mismo demuestra el poco cambio socioestructural que haca falta para
echar por tierra esta versin.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 165
los cambios socioestructurales. Los fenmenos, igual que las
teoras que se ofrecen para explicarlos, son y seguirn sien-do
productos internos a la sociedad, cuyas posibilidades de
comunicacin abren o cierran. Y nuestro problema es, por repetirlo
una vez ms, cmo se las arregla la sociedad con una privacin de
autoridad autodesencadenada y con la am-plia comunicacin de la
ignorancia.
V
La comunicacin de la ignorancia libera de responsabi-lidad.31
Quien comunica saber absorbe incertidumbre y tie-ne en consecuencia
que asumir la responsabilidad de que su saber es cierto y no
incierto. Quien comunica ignorancia queda disculpado ya por eso
mismo. Quiz se le pueda re-mitir a las fuentes de saber y
encargarle que se informe con ms cuidado o que investigue. Pero
esto slo tiene sentido si el que tira de este hilo sabe ya lo que
hay que saber. Por eso, si no quieren parecer superfluos, los
mandatos de investiga-cin o informacin tienen que ser formulados
como si se lanzaran al aire y slo expresaran el estado de
emergencia
31. Lo mismo se aplica, mutatis mutandis, a la comunicacin de la
in-competencia. En las organizaciones tendra que haber en todo caso
una instancia que dispusiera de competencia en asuntos de
competencia (Odo Marquard dira: competencia de compensacin de la
incompeten-cia). Pero segn demuestra la experiencia, esta instancia
no es fcil de en-contrar, no es fcil dirigirse a ella, no es fcil
de activar. Por consiguien-te, se puede partir de un paralelismo
entre legitimacin social de la comunicacin de la ignorancia y
legitimacin organizativa de la comuni-cacin de la incompetencia.
Sin embargo, no seguiremos ms esta lnea paralela... por interesante
que sea reflexionar acerca de una tica organi-zativa de la
reclamacin de la incompetencia.
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166 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
del conocimiento, slo la necesidad de absorcin de la
in-certidumbre. Con ello, tambin entran bajo la rbrica gene-ral de
comunicacin de la ignorancia.
Si se mira alrededor para averiguar cmo se las arregla hoy la
sociedad con semejante red recursiva de comunicacin de la
ignorancia, llama la atencin que el problema se formule como un
problema tico. Con ello se desplaza de un contex-to cognitivo a un
contexto normativo. Si todo el mundo pue-de comunicar el propio
desconocimiento y al mismo tiempo desenmascarar el pretendido
conocimiento de otros, de for-ma que el desconocimiento sea la
resultante como suma de la comunicacin, esto no se acepta, sino que
en vez de ello se in-vita a asumir la responsabilidad de las
consecuencias. Visto desde una distancia mayor, es una maniobra
semntica bien curiosa: sin duda no se hace de la necesidad virtud,
pero s un llamamiento a la virtud de otros. El destino... son los
otros.
Tambin aqu servir de ayuda una comparacin histri-ca para obtener
distancia. A todas luces, esto ya no tiene nada que ver con la
antigua tica europea, por ms que hoy haya quien guste de volver a
soar con una sociedad civil tico-po-ltica. Esta tradicin termin en
el siglo XVII, a ms tardar en el XVIII.32 Al mismo tiempo termina
la rivalidad comunicativa entre filosofa y retrica (o tambin entre
historiografa y poesa), que haba coaccionado el esquema
verdadero/falso y por eso tena que utilizar los problemas de
comunicacin para justificar por qu la retrica y la poesa tenan que
traba-jar con veladas o percibidas ilusiones.Mientras entonces
se
32. Vase al respecto Niklas Luhmann, Ethik ais Reflexionstheorie
der Moral, en id., Gesellschaftsstruktur und Semantik, tomo 3,
Franc-fort, 1989, pgs. 358-447.
33. Como testigo de cargo de la dramatizacin de esta diferencia
y
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ECOLOGA DE LA IGNORANCIA 167
trataba de amplificacin, arriba emplebamos para ello el concepto
de absorcin de la inseguridad. Sin embargo, el mundo de estas
premisas de la comunicacin se ha sobrevivi-do a s mismo desde todos
los puntos de vista. Nada de esto es hoy directamente relevante, y
todo intento de reactualizacin est por eso bajo la sospecha de
funciones compensatorias.
En la tica, este cambio se expresa cuando en la segunda mitad
del siglo XVIII se adapt a los cambios sociales. Una teora de la
conducta se transform en una teora del funda-mento de los juicios
morales. La referencia a las buenas ma-neras y la todava en el
siglo XVII importante referencia a la hermosa apariencia de la
conducta se perdieron, y tambin la referencia a la estratificacin
social. tica y esttica se se-pararon, y ambas lo hicieron de las
prudencias de los sa-beres profesionales clsicos de la teologa, la
jurisprudencia, la retrica o la accin polticas. La aspiracin a la
autonoma de los sistemas funcionales, condicionada por la
diferencia-cin funcional, repercuti. Estos cambios tenan que ser
va-lorados sociolgicamente como irreversibles, y ello aunque la
diferenciacin funcional no hiciera lo que se haba espe-rado de
ella, y que ya no se hablara del progreso. Precisa-mente cuando hay
que registrar una prdida de orienta-cin en todos los sentidosi4 y,
pensamos nosotros, paralela a la comunicabilidad de la ignorancia,
ya no se puede volver
de su fin inminente puede servirnos Baltasar Gracin, tambin y
precisa-mente en su recepcin en toda Europa. En l se encuentra todo
el pro-blema verdadero/falso, traducido a una teora de la accin
racional, ni-ca ya en su tiempo, que refleja los problemas de
comunicacin, salta por los aires el viejo contexto tanto de la tica
como de la retrica, y precisa-mente por eso ha fascinado a sus
contemporneos.
34. Vase tan slo Zygmunt Bauman, A Sociological Theory of
Postmodernity, Thesis Eleven, 29 (1991), pgs. 33-46.
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168 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
a un mundo ideal que penda de una slida estructura cs-mica de
necesidades e imposibilidades.
Por la misma razn, una tica del fundamento de los jui-cios
morales queda expuesta a sus propios problemas, y so-bre todo al
problema de la fundamentacin de los motivos. Para esto se emplea
hoy el concepto (cada vez ms bur-gus) de la procedimentalizacin.
Esto desemboca en una observacin de segundo grado. Si ya no se sabe
lo que son buenos motivos, al menos se quiere poder decir cmo se
puede comprobar si los buenos motivos son buenos motivos,
concretamente en la comunicacin misma (especializada en esto).
Con ello, se aporta un tipo especialmente preparado de
comunicacin como medio en el que se podran insertar las formas que
vinculan durante un cierto tiempo las posibili-dades del medio. A
los puntos de referencia se les llama va-lores desde la segunda
mitad del siglo xix. Consecuente-mente, se proclama una tica
material de los mismos. Desde el punto de vista filosfico
especializado, hace tiempo que esto ya no es convincente, pero en
la comunicacin social la orientacin por los valores se mantiene sin
quebrar porque al parecer ofrece especiales ventajas comunicativas,
concre-tamente una peculiar vinculacin entre fijacin en los
valo-res y no fijacin en el nico caso que interesa: que los
valo-res entren en conflicto. Pero sobre todo, una comprensin
normativa (en modo alguno obvia desde el punto de vista se-mntico)
de los valores (= preferencias) sirve para dar a una tica el
permiso para formular exigencias morales a la con-ducta de otros,
que tambin, y precisamente en vista de la constante decepcin,
puedan ser mantenidas.
A todas luces, tal etizacin de los valores sale al paso de una
fuerte necesidad de orientacin. En ella, representan
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 1 6 9
el papel principal las consecuencias de la tcnica y los
pro-blemas ecolgicos de las ltimas dcadas. No se sale adelan-te sin
las causas que desencadenan los problemas, y toda variacin que
pueda proponerse hace una impresin dema-siado pequea. Tampoco se
pueden aceptar las consecuen-cias. Y si a esto se aade que el
saber, cuando de esto se tra-ta, se refugia en la ignorancia (igual
que el burcrata en la no competencia), est clara la confusin que
surgir.
Por eso, con gran xito pblico, Hans Joas ha podido hacer de la
necesidad una apelacin a la virtud.0 El mensa-je es: hay que asumir
la responsabilidad de las consecuen-cias, sean de origen tcnico o
del origen que sean. En prin-cipio, no hay nada que objetar a eso.
Pero si aquel que desencadena las consecuencias (aquel que se
atreve a actuar) no sabe y no puede saber qu consecuencias
desencadena, y si le est permitido decirlo, el dilema est claro: o
no actuar (pero, quin asume entonces la responsabilidad de las
con-secuencias de la omisin?) o ir hacia la incertidumbre. Nos
encontramos en el mundo de la conciencia del riesgo que hay que
aceptar, y para eso la tica, por lo menos hasta aho-ra, no ha
podido aportar criterio alguno.36 Sin dudar, Ni-cholas Rescher
afirma: Morally speaking, an agent is only entitled to "run a
calculated risk" on his own account but not
35. Vase Hans Joas, Das Prinzip Verantwortung: Versuch einer
Ethikfr die technologische Zivilisation, Francfort, 1979.
36. Vase Niklas Luhmann, Soziologie des Risikos, Berln, 1991,
esp. pgs. 168 y sigs. En todo caso hay criterios formales, como,
por ejemplo, ste: que no todo lo que se puede hacer est permitido.
Pero tales afir-maciones sufren de la debilidad de todas las ticas
del fundamento: que de ellas no se puede derivar indicacin alguna
de actuacin. Slo se oye decir que esto tiene que quedar en manos de
la situacin. Pero eso tam-bin se puede saber sin tica, sin saber
cmo recae entonces la decisin o quin puede (o debe) abrirse paso en
la situacin.
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170 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
fot others.5' Pero esto no hace ms que copiar la antigua teora
liberal, que haba dado curso libre al provecho propio con el
presupuesto de que esto no haca dao a nadie (que asin-tiera a
ello). El mbito de aplicacin de tales mximas, sabe-mos hoy, tiende
a cero. Y esto demuestra que la tica practi-ca aqu un doping
ticamente no permitido.
Desde los grandes gestos de la poltica mundial5* hasta los
minuciosos anlisis de los problemas de la rational choice, se
si-gue apostando por una accin orientada a unos fines. Se em-plea
la accin para alcanzar estados que de otra forma no se produciran.
No es posible discutir que esto sucede, que suce-de masivamente y
que sucede con xito. Naturalmente, no pue-de tratarse de excusar a
la sociedad de actuar, aunque las con-secuencias, en su conjunto,
den lugar a preocupaciones. Pero no obstante, se puede preguntar
cmo se comunica la accin y cmo puede convencer una semntica de la
accin cuando al mismo tiempo aumenta la comunicabilidad de la
ignorancia.
La teora de la accin se defiende distinguiendo el com-plejo
fin/medios/costes de la accin de las consecuencias no previstas.
Esta distincin es antigua.'9 Ha sido descubierta y
37. As en Nicholas Rescher, Risk: A Philosophical Introduction
to the Theory ofRisk Evaluation and Management, Washington, 1983,
pg. 161 (la cursiva es del original).
38. Por ejemplo al estilo de Alain Touraine, Le retour de
l'acteur, Pa-rs, 1984. Vase tambin, ms moderado, Paisley
Livingston, Le retour au sujet: Subjects, Agents and Rationality,
Stanford French Review 15 (1991), pgs. 207-233.
39. Vase para su contexto religioso originario, por ejemplo,
Pierre Nicole, Essais deMorale, tomo I (1671), citado segn la 6a
edicin, Pars, 1682, pgs. 33 y sigs.: la ignorancia, protegida por
el desconocimiento de la ignorancia, es una proteccin ante un
autoconocimiento humillante y, por tanto (por funcional desde el
punto de vista personal), disfuncional desde el punto de vista
religioso, por decirlo en conceptos actuales.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 171
refrescada para la sociologa, especialmente desde Merton.4" En
la distincin misma se oculta una confesin de ignoran-cia. La
cuestin es, pues, si hay condiciones que modifiquen la relacin
entre saber y no saber, quizs hasta un punto en el que el no saber
se convierta en el recurso ms importante de la accin.41 L'homme ne
peut agir que parce qu'il peut ignorer, et se contenter d'une
partie de cette connaissance qui est sa bizarrerie
particulire.42
Est claro que la relacin entre las consecuencias previs-tas de
la accin y las no previstas depende de los horizontes temporales
que se evalen al actuar. Cuanto ms se mira ha-cia el futuro, ms
probable es el sobrepeso de las conse-cuencias no previstas. La
amplitud del horizonte temporal relevante es en s misma una
variable. Por una parte, actual-mente en la sociedad las
estructuras se modifican ms rpi-
40. Vase Robert K. Merton, The Unanticipated Consequences of
Purposive Social Action, American Sociological Review, 1 (1936),
pgs. 894-904.
41. Tambin esto lo han vjsto y dicho los socilogos una y otra
vez... aunque sin poder impresionar con ello las preferencias
tericas de la asignatura. Vase tan slo Wilbert E. Moore y Melvin M.
Tumin, Some Social Functions of Ignorance, American Sociological
Review, 14 (1949), pgs. 787-795; Wilbert E. Moore, The Utility of
Utopias, American So-ciological Review, 31 (1966), pgs. 765-772;
Louis Schneider, The Role of the Category of Ignorance in
Sociological Theory, American Sociolo-gical Review, 27 (1962), pgs.
492-508; Heinrich Popitz, ber die Pr-ventivwirkung des
Nichtwissens: Dunkelziffer, Normund Strafe, Tubinga, 1968. Para
anlisis recientes de una discrepancia entre bsqueda de ms saber
(racionalizacin) y motivacin para la accin vase Nils Brunsson, The
Irrational Organizaron: Irrationality as a Basis for Organizational
Ac-tion and Change, Chichester, 1985.
42. As Scrates en sus dilogos en Paul Valry, Eupalinos ou
l'ar-chitecte, citado segn Paul Valry, Oeuvres, tomo II, Pars,
Pliade, 1960, pgs. 79-147 (cita de la pg. 126).
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172 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
do que antes;45 por otra, el umbral de impronosticabilidad del
futuro se aproxima al presente. Con ello, tanto material como
temporalmente aumenta la importancia del no saber, y precisamente
en horizontes diseados como relevantes para la accin. Pero, cmo se
puede hacer la accin plausi-ble a otros no sabiendo lo que va a
salir de ella?
La teora de la accin (incluyendo la teora del control) acta en
esta situacin como un manifiesto con el que se in-tenta oponerse a
las tendencias. Y hay un importante argu-mento que habla en su
favor: sin competencia para la accin, la sociedad estara perdida.
Solamente se puede preguntar, como ya en a principios de los
sesenta, si la fijacin de obje-tivos a partir de la proyectada
distincin entre consecuen-cias previstas y no previstas es
suficiente tericamente para abarcar el problema.44 Al fin y al
cabo, copia todava la pers-
43. Slo un ejemplo. En el gremio de la moda, en los ltimos aos
(y slo desde entonces) grandes firmas de fuerte capital, que
producen para un pblico masivo, copian las ideas de pequeos
empresarios innovado-res tan rpido que llegan al mercado antes que
los inventores, y el pbli-co servido en exclusiva ya no tiene
ninguna posibilidad de conseguir di-seos que no se ofrezcan al
mismo tiempo o incluso antes en los grandes almacenes; y adems, con
el cambio generacional, tambin ha retrocedido el inters por la ropa
exclusiva y visiblemente cara. La consecuencia es una total
reestructuracin del mercado y la quiebra de una cultura que antes
haba sido posible. Una pieza del mosaico del tema: consecuencias de
la aceleracin... tambin y precisamente all donde se haba llegado
decisivamente a la novedad e innovacin.
44. Vase Daniel Katz y Robert L. Kahn, The Social Psychology
ofOr-ganizations, Nueva York, 1966, pg. 16, con vistas a unas
mejores posibili-dades de la teora del sistema (anlisis
input/output). Tambin el anlisis funcional entonces reinante se
haba recomendado a s mismo un refusal to take purposes at their
face valu; as Kingsley Davis, The Myth of Functional Analysis as a
Special Method in Sociology and Anthropology, American Sociological
Review, 24 (1959), pgs. 757-772 (esp. pg. 765).
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 173
pectiva de un observador de primer grado, precisamente del
actante, y le aconseja suponiendo en l inters por la racio-nalidad.
A esto se pueden unir tambin otras limitaciones, en forma de
imperativos ticos. La pregunta es si es sufi-ciente con querer
tener adems en cuenta que los actantes son observados, que todos
los sistemas funcionales operan en el plano de la observacin de
segundo orden y que ya no hay un lugar con amplia aceptacin social
(religioso, por ejemplo) para la distincin saber/no saber.
VI
En las modernas condiciones, de lo futuro slo se puede hablar en
el modo de lo probable o de lo improbable, es de-cir, en el modo de
una realidad asegurada ficticiamente (du-plicada mediante
ficciones). Se sabe por tanto que los futu-ros presentes traern
otra cosa diferente de lo que expresa el presente futuro, y
precisamente esa discrepancia es lo que se expresa al tratar an
sobre probabilidades o improbabilida-des cuando se trata del
futuro. Quien afirma estar seguro se expone a todas las formas de
la deconstruccin y slo puede esperar apoyo de sus correligionarios.
La multitud de juicios que subyacen al entendimiento de cada uno
pueden modifi-carse en todo momento. Sin duda, hay entendimientos
que funcionan de forma masiva, pero no hay fundamentos a prio-ri
que pudieran garantizar que esos entendimientos (o por lo menos
algunos de ellos) regirn para todo el futuro.41
Este estado de cosas deja en apariencia inalterado todo
45. Vase tambin, sobre la base de anlisis semiticos Josef Simn,
Philosophie des Zeichens, Berln, 1989, pgs. 177 y sigs.
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174 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
el mbito de la autoobligacin. Hay que mantener lo que se
promete. La antigua fides romana parece seguir en vigor. As que se
podra esperar que por lo menos a travs de con-tratos an se pudiera
crear certidumbre, aunque esas certi-dumbres nadasen en un mar de
ignorancia. La complicada textura del derecho contractual romano,
que saba distin-guir entre engaos reconocibles y ocultos,46 sigue
estando en vigor, y determina el desarrollo de vinculaciones
sinalag-mticas que tropiezan con dificultades. Sin embargo, hay que
preguntarse hasta qu punto esta tcnica contractual, uno de los
mayores inventos civilizadores del Viejo Mundo, sigue aportando hoy
la forma social con la que transforma-mos la incertidumbre del
futuro en certeza ya garantizada desde el presente.
La Edad Moderna haba apostado nuevamente por la fi-gura del
contrato social para superar la inseguridad surgida de la quiebra
de la confianza en un orden natural de la con-ducta humana. Tambin
se da aqu una transicin de garantas cognitivas a normativas. Esto
slo resisti cien aos largos, desde Hobbes hasta Rousseau. El
liberalismo, que llev a su floracin la libertad contractual, haba
adoptado ya otra po-sicin; con la semntica de individuo, libertad,
igualdad y contrato slo haba querido quebrar el viejo orden, pero
de-jando el nuevo a sus propias fuerzas. La sociedad puede deber-se
a la violencia o a la historia: depende de lo que haga con ella.
Los orgenes ya no interesan, las expectativas estn en el futuro.
Pero precisamente para eso el contrato parece im-prescindible, como
instrumento de vinculacin dentro de la
46. Para las fuentes vase D 4.3, y para la separacin del uso
lings-tico jurdico del cotidiano Antonio Carcaterra,
Dolusbonus/dolus malus\ Esegesi di D.4.3.1.2-3, Npoles, 1970.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 175
sociedad. El problema est en la relacin de las personas en-tre
s, a las que tiene que estar permitido producir vnculos
(des-libertades) y desigualdades mientras esto slo ocurra sobre la
base de la libertad y la igualdad.
La figura del contrato, imprescindible en la tcnica jur-dica,
pero tambin en la econmica, etc., encuentra su ga-ranta desde la
renuncia al derecho natural en la idea de una constitucin
jurdico-poltica que constituye el derecho y con l, la libertad
contractual sin entenderse a s misma como resultado de la conclusin
de un contrato. (Es fcil demos-trar que esto se evit para no
encontrarse con los bien cono-cidos problemas de impugnacin,
rescisin, derecho de re-sistencia, etc. Sirvi de escapatoria la
construccin ocasional de un pueblo que se da a s mismo una
constitucin.) Pero con todo ello se mantiene la retirada de la
garanta de seguridad a normas vigentes, qu pueden ser modificadas.
Al mismo tiempo, en la reflexin sobre el arte se produce una
retirada a la percepcin, ya sea de textos, ya de obras grficas, ya
de representaciones teatrales. La teora del arte se fundamenta de
nuevo como esttica,4' despus de que unos juicios ya antes
discutidos fueran remitidos al gusto. Las aspiraciones en conflicto
de los individuos son recono-cidas, por estas dos vas del derecho y
del arte, como intere-ses o sensibilidades y, al mismo tiempo,
neutralizadas me-
47. Una primera e impresionante visin de conjunto se encuentra
en August Wilhelm Schlegel, Vorlesungert ber schne Literatur
undKunst (1801). Muy citado tambin, Charles Baudelaire, Le Peintre
de la Vie moderne, citado segn Oeuvres completes, Pars, Pliade,
1954, pgs. 881-922, donde el arte cede ya la mitad (pero slo la
mitad) de su tarea a la moda. Hasta hoy, las obras de arte, as como
las teoras del arte, han dado los impulsos ms importantes a la
comprensin de la modernidad, sin tener que fundamentarlo sobre el
saber.
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176 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
diante una liberal poesa de la indiferencia.4* Y ninguna de
ambas cosas requiere un conocimiento seguro de la (mo-derna)
sociedad. El necesario saber orientativo se encuentra en el
concepto de los Estados modernos (es decir, consti-tucionales) y en
la esttica de la reflexin. La sociedad es en-tendida frente a esto
como economa.
Pero los contratos no ofrecen grandes seguridades, ni si-quiera
para los individuos. De todos modos el derecho no reconoce los
contratos sin plazo y sin posibilidad de resci-sin, y adems los
contratos slo garantizan el derecho, no el cumplimiento del mismo.
Tambin el arte sabotea la pro-mesa de seguridad que podra haber en
la percepcin, al re-conocer como obras de arte solamente a nuevas
obras de arte. Al lector ya le habr sorprendido que hayamos entrado
siquiera en la cuestin de si en las normas u otras percepcio-nes
artificiales puede haber equivalentes a la seguridad. El saber no
puede ser sustituido por estas vas, aunque se de-vale a s mismo y
ms saber conduzca forzosamente a ms ignorancia an.
Pero sobre todo, toda la base de esta argumentacin se ve
afectada porque ya no es el individuo la fuente primaria de la
inseguridad social, sino el contexto ecolgico en el que el sistema
social evoluciona. Ahora, todas las formas sociales estn gravadas
adems con la inseguridad de que no se pue-de saber (o en todo caso
no suficientemente) qu repercu-siones tendr la comunicacin social
sobre el entorno social y con ello, indirectamente, sobre las
posibilidades de prose-cucin de la comunicacin social. Contra esto
no es posible asegurarse mediante contratos. Lo importante siguen
siendo
48. Vase Stephen Holmes, Poesie der Indifferenz, en Dirk
Baec-ker y otros, Theorie ais Passion, Francfort, 1987, pgs.
15-45.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 177
las confusiones o errores o cambios de opinin de otros, que se
querra prevenir. Lo importante siguen siendo las insegu-ridades
resultantes del entorno humano del sistema social. Y tambin, en
este sentido, hay cambios que hacen parecer cuestionable que se
pueda contar an con las tcnicas socia-les clsicas (por ejemplo, en
la proporcin de las generacio-nes entre s). Pero a esto se aade
otra problemtica, resul-tante de las interdependencias de la
ecologa social, y que obliga a la sociedad a tener en cuenta cosas
hasta ahora des-conocidas.
La comunicacin social ha convertido esto en temas... con
asombrosa rapidez y asombroso xito. Pero de las te-matizaciones se
sabe sobre todo que no se sabe lo que ocu-rrir si se cambia la
conducta o si no se cambia. La ignoran-cia cristaliza en temas.
Esta respuesta nos devuelve, por tanto, a nuestro problema del
trato social con la ignorancia; y al mismo tiempo, deja atrs la
cuestin de qu mrito tiene ha-ber descubierto y tematizado los
problemas ecolgicos. Qui-zs el mrito est principalmente en haber
creado inseguridad en la sociedad, que est reaccionando a ello de
algn modo.
Como el orden tambin surge sin conocimiento, a veces se explica
con el concepto de la imitacin. Aqu Gabriel Tarde es el clsico
decisivo y Ren Girard el autor ms des-tacado en la actualidad.
Tambin en la teora econmica hay una reflexin anloga: que lo no
decidible se transforma en decidible a travs de la imitacin.44 La
cuestin no es ms
49. Vase, en conexin con Keynes, Jean-Pierre Dupuy, Zur
Selbst-Dekonstruktion von Konventionen, en Paul Watzlawick y Peter
Krieg (comps.), Das Auge des Betrachters. Beitrge zum
Konstruktivis-mus. Fetschrift fr Heinz von Foester, Munich, 1991,
pgs. 85-100 (esp. pgs. 98 y sigs.).
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178 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
que quin o qu se imita? Aqu se pensar en principio en autoridad
o en rango social, pero esto volvera a remitir la teora al antiguo
orden. La investigacin sobre medios de comunicacin de masas habla
de gate-keepers, dejando abierto cmo se ocupan estas posiciones
informales. Un paso ms all lleva el anlisis del fenmeno de la moda.
Cuando se desprende de las premisas de clase social, queda un
fenmeno peculiar de reflexin de la imitacin. La moda surge cuando
la no imitacin (es decir la desviacin) espe-cula sobre la imitacin
y es imitada. Si el cambio de las mo-das se acelera, como ocurre
hoy en da no slo en las modas del vestir, sino tambin en las modas
intelectuales, en los es-tilos artsticos o en todo lo que se ofrece
con prefijos como post-, neo-, bio-, eco-, etc., hay que contar con
que la imita-cin y la no imitacin se indican al mismo tiempo (o
como se dice a la moda, se anuncian). La comunicacin depen-diente
de la moda se convierte entonces en un medio para los cambios de
tema, para la temporalizacin de la comple-jidad, para el incremento
en la irritabilidad de la comunica-cin. Y en el entorno, los
individuos observan que viven de-masiado tiempo y demasiado
despacio como para poder seguir su marcha.,l> Vienen con sus
actitudes y preferencias, con su biografa narrable extrada de la
moda; hace mucho que incluso lo que callan ya no le interesa a
nadie, y por otra parte lo que dicen resulta de repente embarazoso
(como cuando hoy se sigue hablando de negros). Sin duda, pue-
50. Por lo dems, esto ya se vea en el siglo xvn: Un homme la
mode dure peu, car les modes passent; s'il est par hazard homme de
m-rite, il n'est pas ananti, et il subsiste encore par quelques
endroits; gale-ment estimable, il est seulement moins estim, anota
Jean de La Bruyre, Les caracteres ou les moeurs de ce sicle, 8" ed.
(1694), citado segn Oeuvres completes, Pars, Pliade, 1951, pgs.
59-478 (esp. pg. 392).
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 179
de tener estilo salirse de la moda y desconectarse
visible-mente. El estilo consiste entonces en mostrar a la moda que
no es ms que moda. Pero tambin esto no es ahora ms que una forma
que hace posible la tendencia dominante del cambio y la imitacin de
la no imitacin o de la no imitacin de la imitacin."
La disponibilidad, necesaria en la comunicacin, a acep-tar
selecciones, a extender las absorciones de la incertidum-bre, puede
en estas circunstancias dejar de adoptar la forma de vinculacin de
las capacidades psquicas. Si con consen-so se hace referencia a
esto, el consenso no ser ni posible ni razonable. Enseguida se
planteara la cuestin, cmo po-demos volver a librarnos de l y cun
doloroso sera el sacri-ficio? En la comunicacin hay que conformarse
ms bien con entendimientos, que no comprometen, pero s especifi-can
en qu condiciones rigen y qu cambios afectaran a la base negocial.
Esto incluye un estilo social que practique la discrecin y no
intente apartar de sus convicciones a aquellos que tienen que
entenderse, convertirlos o cambiar-los de cualquier otro modo.'2 De
todas formas, los presentes
51. Tambin esto es un viejo tpico: II y auroit de l'affectation
ne pas faire ce que tout le monde fait; ce seroit un air de
singularit pour se faire regard, dice Jean Baptiste Morvan, abad de
Bellegarde, Rflexions sur le ridicule et les moyens de l'eviter, 4"
edicin, Pars, 1699, pg. 125.
52. En todo caso, el debate habitual, orientado hacia el
concepto del entendimiento, no distingue tan ntidamente entre
sistemas psquicos y sociales, y sobrecarga por tanto el concepto de
entendimiento con un trabajo de conviccin. El problema resuena en
las ponencias presenta-das a un congreso del Instituto Gottlieb
Duttweiler, Rschlikon, publi-cadas con el ttulo Das Problem der
Verstndigung: Okologische Kommunikation und Risikodiskurs: Neue
Strategien der Unterneh-menskultur, 1991.
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180 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
no estn presentes en calidad de s mismos, actan como
funcionarios, enviados, representantes, y solamente tienen que
encargarse de que los que deben entenderse sean infor-mados de los
entendimientos. Cuando estn en juego intere-ses contrapuestos,
solamente se trata de un armisticio. Se trata de rdenes del da y de
puntos sobre los que se puede alcanzar un entendimiento, quiz
precisamente porque de todos modos nadie dispone del saber que le
permitira for-zar a otros a asentir a sus opiniones. Se trata de un
procesa-miento de la comunicacin sobre la base del estado actual de
la informacin y de los pronsticos que permitan recono-cer qu otras
informaciones provocarn que sea revisada.
Sobre todo omitir las moralizaciones podra fomentar el
entendimiento, es decir, no incluir en la comunicacin las
condiciones del autorrespeto y el respeto ajeno.55 El respe-to
siempre es un indicador para la inclusin moral de la persona en la
sociedad, y precisamente por ello tambin para su exclusin, cuando
el respeto se deniega. Esto presu-pone que las distintas posturas o
acciones puedan tener realmente el valor de tal indicador. No hay
que excluir, por
53. Sobre este concepto puramente emprico de moral vase ms
de-talladamente Niklas Luhmann, Soziologie der Moral, en Niklas
Luhmann y Stephan H. Pfrtner (comps.), Theorietechnik und Moral,
Francfort, 1978, pgs. 8-116. Este concepto de moral no excluye,
sino que incluye, que toda comunicacin, incluso toda accin, pueda
ser observada dentro del esquema moral. Puede ser moralmente buena
o moralmente mala des-de la perspectiva de un observador de segundo
grado si ste emplea el c-digo moral como distincin, moralizar o
dejar de moralizar, segn la opi-nin del moralista. Una tica slo
hara justicia a las exigencias de distincin dadas con ello si
dispusiera de criterios segn los cuales poder decidir la aceptacin
o refutacin de la aplicacin del cdigo moral. Vase tambin Niklas
Luhmann, Paradigm lost: ber die ethische Reflexin der Moral,
Francfort, 1990, pgs. 40 y sigs.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 181
principio, esto mismo para la sociedad moderna, pero se puede
partir de la base de que se ha hecho cada vez ms di-fcil llegar a
un acuerdo general sobre ello. Tanto ms habr que mantener la
comunicacin del entendimiento, proceder con abstinencia moral y
poner la moral en juego slo cuan-do se trate de interrumpir la
comunicacin. Con la comuni-cacin moral se actualiza el esquema
inclusin/exclusin. Mientras se busque el entendimiento o se
considere posible, habr que partir de la inclusin. Pero entonces
ser opor-tuno no empezar por cargar la comunicacin con esta
alter-nativa.
En la actualidad, estos lmites no se trazan claramente. Esto
significa tambin que a menudo las cuestiones cogniti-vas y morales
se mezclan, y que las opiniones sobre lo pro-bable o lo improbable
han de ser tratadas como obligacio-nes morales. Con la moral se
inmuniza uno contra la evidencia de la ignorancia, porque la opinin
moralmente mejor puede confirmarse con sus propios argumentos. Las
instalaciones industriales se afirman seguras y son descri-tas por
otros como inseguras, aunque se sabe que no se sabe si y en qu
margen de tiempo se producir un aconteci-miento grave y cules sern
las consecuencias. La suspen-sin de la produccin de energa
realizada a travs de las centrales nucleares es calificada de
obviedad moral, lo que indica que el autor no es capaz de
entendimiento en esta cuestin.54 La moral fuerza en la comunicacin
a la exagera-
54. Lo que por lo dems implica tambin un veredicto moral sobre
la democracia, que admite en todo el mundo la energa nuclear. Se
podr decir en favor del autor que quiz no piensa lo que dice: pero
la falta de cuidado o la exageracin a la hora de elegir la
terminologa tampoco es precisamente un signo de disposicin al
entendimiento. Sobre esto, Hans Peter Dreitzel, Einleitung, en
Peter Dreitzel y Horst Stenger (comps.),
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182 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
cin, y la exageracin hace que el entendimiento aparezca en
seguida como carente de expectativas. Con sos no se puede hablar,
se dice entonces, porque no se puede llevar a sos a aceptar la
propia visin de las cosas.
De ah que una comunicacin que persiga el entendi-miento tenga
que empezar por aumentar la incertidumbre y cuidar el saber comn
del no saber. Dado que el no saber es abundante, esto no debera
resultar especialmente difcil.
VII
Lo que queda parece ser cultura, por lo menos en los l-timos aos
de este siglo. A todas luces, el concepto cultura es apropiado para
resumir esta heterogeneidad. Siempre ha sido poco claro y discutido
lo que este concepto significaba, lo que inclua y lo que exclua.
Parece que los antroplogos culturales prefieren temas diferentes de
los preferidos por los antroplogos sociales. Tambin en la teora
general de la accin de Parsons se encuentra la distincin
correspondiente, pero se retrotrae a una relevancia slo analtica,
que precisa-mente debiera aclarar que ninguna accin puede
producirse sin referencias de sentido social y cultural. Desde
finales del siglo XVIII, el concepto de cultura lleva consigo un
compo-nente reflexivo. Dice en cada una de sus aplicaciones que
tam-
Ungewollte Selbstzerstorung: Reflexionen ber den Umgang mit
katas-trophalen Entivicklungen, Francfort, 1990, pgs. 7-21 (esp.
pgs. 11 y 9). Por lo dems, obsrvese tambin el desplazamiento de
sentido del subt-tulo de este libro-aviso: los desarrollos que
pueden conducir a catstro-fes se convierten en desarrollos
catastrficos. As se pasa retricamente sobre la distincin entre
ignorancia y conocimiento.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 183
bin podra haber otras culturas. Esto obliga a practicar en cada
caso una doble distincin, concretamente entre las dis-tintas
culturas, por una parte, y aquello que cultura debe querer decir en
relacin con no cultura. Para esto hay secre-tas ayudas, que
entretanto estn siendo desmontadas: por ejemplo, la conciencia
pluritnica del Viejo Mundo o la posi-bilidad de distinguir cultura
de civilizacin o de naturaleza o de tcnica. El concepto poda
fundamentar compartimenta-ciones y al mismo tiempo dejar abierto
mediante una plura-lidad de contraconceptos lo que quera decir en
realidad.
Desde finales del siglo xix se ha producido una segunda oleada
de curiosas extensiones, y hacia abajo. A partir de la cultura se
descubre que hay otras culturas por debajo. Haca mucho ya que se
haba hablado de las culturas indgenas. A esto se aade el inters por
las culturas de los trabajadores. (La cosa no puede ser tan
radical, no puede ser tan mala, si tambin ellos tienen cultura.)
Hoy existen tambin la cultu-ra de la droga y similares." La
abstraccin funcional del concepto ya no permite lmites inferiores,
incluso se habla de cultura del cuerpo, y no slo en la
publicidad.
Aun as, al concepto, y esto parece motivar la tendencia hacia
abajo, le ha quedado la direccin de la mirada hacia arriba. Promete
algo mejor... aunque sea pomada. Apor-ta, como Bourdieu ha hecho
plausible con muchas pruebas, una legitimacin de distinciones. Es o
era al menos hasta hace poco un concepto de clase media. Sin
embargo, tam-bin esta limitacin immanente mediante connotaciones
je-rrquicas podra encontrarse en disolucin. Presupone es-
55. Vase, en aplicacin de la conceptualidad de Parsons, por
ejem-plo, Dean R. Gerstein, Cultural Action and Heroin Addiction,
Sociologi-cal Inquiry, 51 (1981), pgs. 355-370.
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184 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
tandarizaciones, por ejemplo del curriculum tpico o del ambiente
limitado, que dejan cada vez ms de ser pertinen-tes. La cultura en
el sentido habitual tiene que poder dejar-se sorprender. Encuentra
sus lmites, igual que la invitacin a superarlos, en esta
experiencia del esto no/esto. Sin duda, la cultura se entiende como
cultura de individuos, pero ello implica tambin que los individuos
tienen que dis-ciplinarse consecuentemente.
Difcilmente se podr renunciar del todo a esto si el orden social
y la recproca expectativa han de seguir siendo posibles. Pero la
tendencia parece ir en direccin a la individualizacin de los
frames, que se asume en s misma y por s misma.
En este sentido se busca identidad, identidad alternati-va,
identidad de protesta, hasta llegar a la identificacin con la falta
de funcin; o incluso esa especie de identidad ni-cho que una
sociedad compleja ofrece en alguna parte. La cultura ya no es slo
capaz de sorprender y a prueba de sor-presas, asesta por su parte
shocks de sorpresa. La legitima-cin de esta forma de proceder se ha
abierto paso en la ges-tin oficial del arte, y por tanto no hay
duda es cultura. Hoy se encuentra en las calles, en lo esttico,
pero tambin en lo poltico.57 Para la cultura, basta con hacerlo
intencio-nadamente. Y de alguna manera la libertad que se exige y
abre paso para el self-framing individual expresa que en conjunto
es as.
Ya habamos afirmado, con consideraciones muy teri-
56. Frames en el sentido de Erving Goffman, Erame Analysis: An
Essay on the Organization ofExperience, Nueva York, 1974.
57. Aparentemente, y esto slo se puede apuntar como sospecha,
tambin el neonazismo ha llegado en principio como ltimo choque
cul-tural posible. Naturalmente, esto no excluye el riesgo de que
la poltica atribuya motivos polticos a tal movimiento.
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ECOLOGA DE LA I G N O R A N C I A 185
cas (self-framing?), que el observador y el mundo se sepa-ran
mediante lo que se distingue y designa aunque ambos, el observador
y el mundo, siguen siendo inobservables. Es la cultura el
instrumento adecuado para ello? Est acorazada la cultura contra el
no saber? Y se puede y se tiene que de-cir una cosa as cuando los
frames se cortan cada vez ms a la medida del individuo? Elevado al
ltimo concepto posi-ble, cultura es todo lo que sirve al despliegue
de paradojas con el que topa un observador cuando pregunta por la
uni-dad de la distincin que l emplea, ya sea la distincin entre
sistema y entorno, ya entre saber e ignorancia, ya entre
ob-servador y observado. Despliegue de la paradoja significa
reintroduccin de identidades que permiten seguir operan-do. Esto no
puede ocurrir de forma lgica, porque la para-doja se encuentra
fuera de los lmites de la lgica, que por su parte es una forma de
cultura, concretamente una forma de despliegue de la paradoja con
fines de establecimiento de clculos. No hay claras instrucciones
para ello ni desde el ser ni desde el pensamiento. El despliegue de
la paradoja slo puede ocurrir a saltos, slo creativamente (lo que
no tiene que significar arbitrariamente). Y cultura parece ser el
me-dio en el que las formas de despliegue de la paradoja pueden
asumir una identidad estable y plausible para su tiempo. Cultura es
la bolsa en la que se negocian las opciones para el despliegue de
la paradoja.
En unos anlisis muy apreciados, Ulrich Beck ha descu-bierto
relaciones entre la percepcin del riesgo exigido por la sociedad y
un nuevo individualismo.51 Tambin lo nue-
58. Vase Ulrich Beck, Risikogesellschaft: Auf dem Weg in eine
an-dere Moderne, Francfort, 1986 (trad. cast.: La sociedad del
riesgo, Barce-lona, Paids, 1997).
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186 O B S E R V A C I O N E S DE LA M O D E R N I D A D
vo de los nuevos movimientos sociales podra estar en que tienen
que partir de situaciones de individualidad modifica-das o se deben
precisamente a ellas, concretamente a indivi-duos individualmente
en busca de identidad, masivamente y, aun as, cada uno por s.
Helmuth Berking ha aadido un diagnstico paradjico: Individualizacin
significa de he-cho aprender a tratar con pretensiones de conducta
parad-jicas. Porque individualizacin significa al mismo tiempo
aumento del margen de libertad subjetiva y total dependen-cia del
mercado, subjetivizacin y estandarizacin de la con-ducta expresiva,
aumento de la autorreflexividad y abruma-dor control exterior.54 Y
an se podra aadir: amar al otro en su otredad, aunque en ello se
expresen tendencias auto-destructivas, es decir, evitar una
degeneracin del amor en terapia y mantener por lo menos esta
distincin.
Tales son las preguntas que hay que plantear a la socie-dad y a
su cultura. Los sistemas psquicos son extraordina-riamente robustos
incluso en las patologas estables, y lo mismo vale para el sistema
orgnico de la vida. Tambin para esto hay descripciones culturales,
por ejemplo cuadros clnicos. Pero co