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“Enséñanos Señor tus caminos”
14

Domingo XXVI Homilía

Apr 04, 2016

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"Enseñanos Señor, tus caminos"
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“Enséñanos Señor tus caminos”

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Dios nos llama siempre

• ¿Recuerdas que la semana pasada el Evangelio nos presentó una serie de trabajadores:

• unos todo el día, otros medio

día y otros sólo una hora y

todos recibieron la misma

paga?

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• Eso quiere decir que el llamado de Dios

es para todos, y siempre, no hay

privilegios ni méritos, el privilegio es precisamente que

Dios nos llama y quiere que

trabajemos en su viña.

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• La actitud de los que “reclamaron la

paga recibida” nos lanza al Evangelio de

hoy: Dios nos llama pero nuestro “si” se

hace un “no”, al dudar de la paga: su

amor por nosotros.

• Si revisamos nuestra historia descubriremos momentos en que hemos equivocado la respuesta. Pero Dios sigue llamando. Su amor es un amor de oportunidades, no de amenazas.

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La indecisión:

• Esas oportunidades de amor que nos da el Señor las perdemos debido a nuestra indecisión. Por eso no crecemos espiritualmente.

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• Nos cuesta decidirnos quizá porque permanecemos en la actitud de los que “reclaman la paga” y no valoran más bien la paga. Así es muy difícil realizarse como cristiano auténtico.

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Las apariencias engañan

• Entonces nos engañamos: creemos que estamos diciendo sí al Señor por lo que deseamos, pero le estamos diciendo que no por lo que actuamos.

• ¿Quién no desea actuar correctamente?

• Sin embargo, a la hora de la verdad, las obras no se corresponden con esos buenos deseos.

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Percibir la llamada

• Dios llama y su proyecto consiste en amar: trabajar en la viña es donarse, entregarse por el Reino. Pero hasta que no se dé una entrega efectiva que beneficie al amado (al prójimo), no hay propiamente amor.

• Puede haber proyecto de amar.

Pero si no pasa de ser un deseo,

no hemos percibido realmente lo

profundo de la llamada de Dios.

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• Moverse casi únicamente por la utilidad, por el gusto, por el éxito, nos lleva, antes o después, a desistir en el empeño inicial, por decidido que pareciera: porque nos convertimos en la medida de nuestro esfuerzo, en lugar de que sea Dios quien nos impulsa a la perfección.

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• Hay que revisar nuestras buenas intenciones, porque pueden ser insuficientes.

• Hasta que se conviertan en actos concretos de amor desinteresado de “trabajar para Dios” en favor de los hermanos, es que diremos verdaderamente “sí” a Dios: como María, como los mártires, como los santos.

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Amar verdaderamente es actuar el sí

“Tengan todos una misma manera de pensar, un mismo amor, unas mismas aspiraciones….” (Filp).

• Porque decirle sí al Señor es vivir coherentemente mis palabras y mis acciones

como una sola unidad. Si estamos divididos, o confundidos, o indecisos, no amamos realmente

el proyecto de Dios.

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Superar el “miedo al sí” para dar fruto

• Es normal sentir temor e inseguridad ante la llamada de Dios. Incluso, el mismo miedo puede ser señal de verdadero compromiso, puesto que si “todo da igual”, no produciría inquietud de dar frutos.

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• Se supera el no cuando aceptamos el riesgo de amar: riesgo puesto en Dios.

• Se supera el no cuando tomamos decisiones definitivas y fundamentales, pues son las únicas que hacen posible alcanzar cualquier cosa importante en la vida: ¡¡y la salvación es muy importante tomarla en serio!!

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• Debemos educarnos y educar para las decisiones definitivas. Muchos hoy quieren todo “a medias”, “probar si funciona”.

• Si queremos decir “si a Dios con sinceridad”, tenemos que madurar el amor, para no desfigurarlo.

• El Dios de la vida se alegra cuando reorientamos nuestras opciones con el deseo de cosechar vida eterna.

• Para Dios no hay prisas ni plazos terminantes. Alarga las oportunidades, regala su perdón y acoge con alegría a todos.