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DogmaCero 1
DogmaCeroHORIZONTE ALTERNATIVO
Nmero 7 | Ene-Feb-Mar 2014
David Pratt
El fenmeno de los crop circles
Rupert Sheldrake
Las expectativas del experimentador
Guillermo Caba Serra
La Gran Pirmide de Guiza:un smbolo de la iluminacin mstica
Xavier Bartlett / David lvarez-Planas
Entrevista a Benito Muros:Hay que cambiar el actual paradigma
ecnomico
Tambin en este nmero: Xavier Bartlett: Mito y realidad de los
gigantes
Suitbert Ertel: Astrologa El efecto Gauquelin explicado?
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DogmaCero 2
DogmaCeroPublicacin Trimensual
NMERO 7ENE - FEb - MaR 2014
EDITORDavid lvarez Planas
EDITOR ADJUNTOXavier bartlett
REDACCINDaniel CrosEduard Piartur Sala
COLABORADORESNacho ares, Henry bauer,
Robert bauval, andrew Collins, Philip Coppens, Scott Corrales,
Scott Creighton, Steven Greer, Graham Hancock,
Jan Peter de Jong, Joel M. Kauffman, Ramn Navia
Osorio-Villar,
Nick Pope, Mximo Sandn,
Laird Scranton, Rupert Sheldrake, David Pratt, Robert Temple
CORRESPONSALESScott Corrales (U.S.a.)
Raul Nuez II.EE. (Chile)CEFORa (argentina)
[email protected]
DOGMaCERO es una publicacin independiente, editada sin nimo de
lucro y que se distribuye bajo licencia Creative Commons 3.0 que
autoriza la copia, reproduccin y distribucin del texto bajo estas
clusulas: no se permite un uso comercial del texto, se ha de citar
el autor y la fuente original y no se pueden hacer obras derivadas
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Rogamos que nos comuniquen por correo electrnico la reproduccin
de cualquiera de los contenidos de esta publicacin.
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Contenido Editorial: 34 Rupert SheldrakeLas expectativas del
experimentadorGuillermo Caba SerraLa Gran Pirmide de Guiza: un
smbolo de la iluminacin mstica 18Xavier BartlettMito y realidad de
los gigantes 38
David PrattEl fenmeno de los crop circles 88David
lvarez-PlanasXavier Bartlett Entrevista a Benito Muros:Hay que
cambiar el actual paradigma econmico62
Suitbert ErtelAstrologa: El efecto Gauquelin desvelado?102
Foto Portada: Estrella de seis puntas (Fuente:
www.pagoo.com)
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DogmaCero 3
EditorialLa idea de publicar una revista que se hiciera eco de
las cada vez ms numerosas posiciones alternativas a ese pensamiento
nico que invade nuestra sociedad se empez a gestar hace muchos aos.
Entre otras cosas, queramos acercar a todos la ingente obra (en
cantidad y en calidad) de los autores anglosajones, cuyo tra-bajo
no llegaba al conocimiento de muchos dada la barrera que
representaba el idioma. Al principio fue un proyecto que pareca
condenado, en el mejor de los casos, a convertirse en un boletn
impreso distribuido entre aquellos conocidos que compartan esa
visin crtica y alternativa del mundo y de la sociedad. En aquel
tiempo, Internet ape-nas daba sus primeros pasos y quienes
accediamos a la red lo hacamos a travs de unos cacharros que
negociaban su conexin de forma alarmantemente ruidosa. Y, claro,
cuando estabamos en Internet no podamos ni llamar por telfono ni
recibir llamadas.Pasaron los aos y las prioridades del devenir
diario nos llevaron por otros derroteros, pero la idea, el proyecto
y la ilusin, seguan ah. Finalmente, hace algo ms de un ao, el
destino hizo que coincideramos un equipo de personas que
compartamos parecidas inquietudes y en febrero de 2013 DogmaCero
vea la luz. Con este nmero cumplimos un ao de compromiso con
nuestros lectores. No ha sido fcil, no es fcil, pero podemos
asegurar que seguimos manteniendo el mismo espritu que hizo posible
la edicin del primer nmero.Nuestro mrito es el mrito de todos
quienes desde el primer da nos han brindado su apoyo y colaboracin
aportando sus trabajos y artculos o brindndose a ser entrevis-tados
para as compartir con el mundo su pensamiento y opiniones (su
nombre figura en la columa de colaboradores). Pero sobre todo,
nuestro mrito es el mrito de todos nuestros lectores que, en nmero
creciente, nos leen, nos escriben y nos apoyan estando ah, tanto en
esta publicacin como en la web. A todos nuestro agradecimiento y
nues-tro compromiso para seguir mejorando da a da. DogmaCero es una
labor de equipo y a todos los que lo integran mi personal y sincero
agradecimiento, pero si DogmaCero ha tenido un hroe annimo,
individual, silencioso y constante en su esfuerzo diario, esa
persona es su editor adjunto Xavier Bartlett que ha sabido mantener
ese impulso inicial y apuntalar los momentos de desnimo y
abatimiento, que los ha habido. El merece ms que nadie nuestro
sincero reconocimiento.Con nuestro trabajo no pretendemos sentar
ctedra ni establecer nuevos dogmas, por-que, precisamente, somos
Dogma-Cero. No nos colocamos la etiqueta de poseedores de la
verdad, sino que lo nico que pretendemos es invitar al lector a
reflexionar y a ini-ciar su propia investigacin personal sobre
aquellas cuestiones que abordamos para as alcanzar sus propias
conclusiones. Apelamos al derecho a dudar y criticar aquello que
los estamentos oficiales dan por firmes y demostradas, ignorando
visiones alternativas que han sido acalladas, rechazadas o
ridiculizadas durante mucho tiempo. Pero tampoco coincidimos con
muchas de las perspectivas alternativas cuando se muestran
dogmti-cas, faltan a la verdad y al rigor o, simplemente, son meros
fuegos artificiales, animados por intereses espreos.Ya va siendo
hora de que nos dejen pensar y actuar en base a nuestros propios
principios, en lugar de ser sometidos al adoctrinamiento masivo a
travs de la educacin unvoca y materialista, la desinformacin de los
medios de coumnicacin, la propaganda y la mani-pulacin del
pensamiento nico.Una vez ms, gracias por estar ah y acompaarnos en
este fascinante viaje. Continuare-mos en nuestro empeo de seguir
aportando contenidos de la mxima calidad para abrir las mentes a un
mundo insospechado, a un horizonte alternativo. El conocimiento tal
vez no nos haga ms felices pero con toda seguridad nos hace ms
libres.
David [email protected]
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DogmaCero 4
Las expectativas del experimentador
Rupert Sheldrake
Rupert Sheldrake es un cientfico britnico, licenciado en
Bioqumica por la Universidad de Cambridge. Fue investigador en la
Royal Society y realiz investigaciones biolgicas en la India.
Actualmente es miembro del Institute of Noetic Sciences. En este
interesante artculo desarrolla cuestiones que hacen referencia a
las presunciones y expec tativas que el experimentador pone en sus
investigaciones y su influencia
en los resultados finales
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DogmaCero 5
Con frecuencia las cosas salen como se espera o se profetiza, no
a causa de un conocimiento mis-terioso del futuro, sino porque el
comportamiento de la gente tiende a hacer que la profeca se haga
rea-lidad. Por ejemplo, un maestro que predice que un estudiante
fracasar puede tratar al estudiante de tal manera que el fracaso se
haga ms probable, cumpliendo as la profeca original. La tendencia
de las pro-fecas a autocumplirse es bien conocida en los mbitos de
la economa, la poltica y la religin. Tambin es una cuestin de
psi-cologa prctica. Las diversas formas de utilizar estos poderes
son la base de un sin-nmero de libros de autoayuda, que mues-tran
cmo evitar las actitudes negativas y adoptar las positivas, que
ayudan a lograr xitos notables en la poltica, los negocios y el
amor. Del mismo modo, la confianza y el optimismo desempean un
papel im-portante en la prctica de la medicina y la curacin, as
como en los deportes, las contiendas y muchas otras actividades.
Como quiera que optemos por interpre-tarlas, las expectativas
positivas y ne-gativas a menudo influyen en lo que su-cede
finalmente. Las autoprofecas son un ejemplo habitual. Entonces, cmo
se aplica esto a la ciencia? Muchos cientficos realizan
experimentos con fuertes expec-tativas sobre el resultado y con
arraigadas presunciones sobre lo que es y lo que no es posible.
Pueden sus expectativas influir en sus resultados? La respuesta es
que s. En primer lugar, las expectativas afectan a los tipos de
pregunta que se hacen en los experimentos. Y estas preguntas a su
vez conforman el tipo de respuestas que se podrn encontrar. As se
reconoce expre-samente en la fsica cuntica, donde el di-seo del
experimento determina qu tipo de resultado es posible; por ejemplo,
si la respuesta ser en forma de onda o de par-tcula. Pero este
principio es perfectamente general. La estructura del examen es
como una plantilla. Determina qu parte de la ver-
dad total aparecer y qu patrn sugerir. En segundo lugar, las
expectativas de los experimentadores afectan a lo que obser-van,
proporcionando una tendencia a ver lo que quieren ver y haciendo
caso omiso de lo que no quieren ver. Esta tendencia puede conducir
a sesgos inconscientes en la observacin y en el registro y anlisis
de los datos, con el rechazo de los resultados desfavorables como
errores, y a una pu-blicacin muy selectiva de los resultados. En
tercer lugar, y lo que es ms misterioso, las expectativas de los
experimentadores pueden afectar lo que sucede realmente. Hasta qu
punto podra ser misterioso este proceso es la cuestin que explora
este ar-tculo.Los efectos del experimentadorUna obra pionera de la
investigacin indus-trial, llevada a cabo en la planta de Haw-thorne
de la Western Electric Company (Chicago) en 1927-29, se ha
convertido en familiar para generaciones de estudian-tes de
psicologa social, ya que revel lo que ahora se conoce generalmente
como el efecto Hawthome. Este estudio fue dise-ado para determinar
los efectos sobre la
Le Western Electric Company de Chicago
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DogmaCero 6
productividad de los diversos cambios en los perodos de descanso
y refrigerio. Pero, para sorpresa de los investigadores, la
pro-duccin aument en un 30 por ciento, sin importar los
tratamientos experimentales particulares. La atencin que se les
estaba dando tena un mayor efecto en los traba-jadores que las
condiciones fsicas parti-culares bajo las cuales estaban
trabajando. El efecto Hawthorne puede tener su papel en muchos
tipos de investigacin, por lo menos en psicologa, medicina y
conducta animal. Los investigadores afectan a los su-jetos de su
investigacin simplemente pres-tndoles atencin. Adems, es posible
que no slo tengan una influencia general, debi-do a su atencin e
inters, sino tambin una influencia especfica sobre la forma en que
se comportan sus sujetos. En general, los su-jetos tienden a
comportarse de acuerdo con las expectativas de los
experimentadores. La tendencia a que los experimentos pro-duzcan
los resultados esperados se cono-ce como el efecto del
experimentador o, ms precisamente, el efecto de las expec-tativas
del experimentador. La mayora de los investigadores en las ciencias
del comportamiento y los mdicos son muy conscientes de esta
tendencia y tratan de protegerse de ellas mediante el uso de las
metodologas de ciego. En los experimen-tos de simple ciego, los
sujetos no saben a qu tipo de tratamiento estn siendo some-tidos.
En los experimentos de doble ciego, los experimentadores tampoco lo
saben. Los tratamientos estn codificados por un tercero, y el
experimentador no conoce el cdigo hasta que se han recogido los
datos. Por importantes que sean los efectos del ex-perimentador en
la investigacin en seres humanos y animales, nadie sabe cun
ex-tendidos estn en otros campos de la cien-cia. La opinin general
es que los efectos del experimentador ya estn ampliamente
reconocidos, y que se limitan al comporta-miento animal, la
psicologa y la medicina. En cambio, son ignorados en otras reas de
la ciencia, como puede verse fcilmente al
visitar una biblioteca cientfica y ojear las revistas
especializadas de diferentes cam-pos. En la investigacin sobre
biologa, qumica, fsica e ingeniera los mtodos de doble ciego son
empleados rara vez, o nun-ca. Los cientficos de estos campos suelen
ignorar la posibilidad de que los experi-mentadores puedan afectar
inconsciente-mente los sistemas que estn estudiando. Acechando en
el fondo, subyace el alar-mante pensamiento de que gran parte de la
ciencia establecida pueda reflejar la in-fluencia de las
expectativas de los experi-mentadores, incluso a travs de
influencias paranormales o psicoquinticas. Estas ex-pectativas no
slo pueden incluir las de los investigadores individuales, sino
tambin el consenso entre sus colegas. Los para-digmas cientficos,
modelos de la realidad compartida por los profesionales, tienen una
gran influencia en el patrn general de las expectativas y podran
insinuar el resultado de incontables experimentos. A veces se
sugiere, en broma, que los fsicos nucleares no descubren tantas
nuevas par-tculas subatmicas como las que inventan. Para empezar,
las partculas se predicen so-bre bases tericas. Si hay suficientes
profe-sionales que creen que es probable encon-trarlas, se
construyen costosos acelerado-res y colisionadores para buscarlas.
Luego, por supuesto, se detectan las partculas es-peradas, como
trazas en cmaras de burbu-jas o en pelculas fotogrficas. Y cuanto
ms se detectan con frecuencia, ms fcilmente se vuelven a encontrar
otra vez. Se estable-ce un nuevo consenso: que existen. El xito de
esta inversin de cientos de millones de dlares, entonces justifica
an ms el gasto en aceleradores de partculas an ms gran-des para
encontrar an ms partculas pre-dichas, y as sucesivamente. El nico
lmite parece estar configurado no por la natura-leza misma, sino
por la voluntad del Con-greso de los EE UU para seguir gastando
mi-les de millones de dlares en este empeo. En las ciencias fsicas,
si bien ha habido muy poca investigacin emprica sobre los efec-
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DogmaCero 7
tos del experimentador, ha habido muchas discusiones
sofisticadas acerca del papel del observador en la teora cuntica.
Dichos observadores, desde una visin filosfica, suenan como las
mentes independientes de unos idealizados cientficos objetivos.
Pero si se toma seriamente la influencia activa de la mente del
experimentador, entonces se abren muchas posibilidades; incluso la
posibilidad de que la mente del observa-dor pueda tener poderes
psicoquinticos. Quiz los fenmenos de la mente sobre la materia
tienen lugar en el mbito micros-cpico de la fsica cuntica. Tal vez
la mente puede influir en las probabilidades de los acontecimientos
que son probabilsticos, no de-terminados rgidamente por adelantado.
Esta idea es la base de muchas es-peculaciones entre los
parapsiclogos, y es una manera de tratar de ex-plicar la interaccin
de los procesos mentales y fsicos en el cerebro.En el mbito de la
con-ducta animal, como expli-co ms adelante, existen pruebas
experimentales reales de los efectos de las expectativas de los
experimentadores so-bre el comportamien-to de los animales. No
obstante, en la mayora de reas de la biologa la posibilidad de
tales efectos se suele ignorar. Un embri-logo, por ejemplo, puede
muy bien reco-nocer la necesidad de protegerse contra la observacin
sesgada y utilizar procedi-mientos estadsticos adecuados, pero es
improbable que se tome en serio la idea de que sus expectativas
pueden influir, de alguna manera misteriosa, en el desarro-llo de
los propios tejidos embrionarios. En psicologa y en medicina, los
efectos del experimentador se explican generalmen-te en trminos de
influencias transmitidas por seales sutiles. Pero hasta qu
punto
son sutiles, eso es otra cuestin. En gene-ral, se supone que
dependen slo de las for-mas reconocidas de la comunicacin
sen-sorial que, a su vez, dependen nicamente de principios bien
conocidos de la fsica. La posibilidad de que incluyan influencias
paranormales, como la telepata y la tele-quinesis, no se discute en
la alta sociedad cientfica. Yo creo que es mejor hacer frente a
esta posibilidad que ignorarla, y proponer una investigacin de los
efectos del experi-mentador que tengan en cuenta la posibi-lidad de
los efectos de la mente sobre la materia. Pero primero es
importante te-ner en cuenta lo que ya se ha comprobado.
De cmo la gente se comporta tal como se esperaEn general, las
personas se comportan como se espera. Si esperamos que las personas
sean amiga-bles, es ms probable que lo sean que si esperamos a que
sean hostiles, y las tratamos en consecuen-cia. Los pacientes de
los analistas freudianos tienden a tener sueos freudianos, mientras
que los pacientes de los analistas junguianos tie-nen sueos
junguianos. Hay innumerables ejem-plos en todos los mbitos de la
experien-cia humana que ilustran este principio. Comparados con la
riqueza de la experien-cia personal y los relatos anecdticos, los
experimentos sobre los efectos de las ex-pectativas en el
comportamiento de la gente
parecen artificiosos y triviales. Sin embargo, son importantes
por cuanto permiten que se investigue este efecto empricamente y se
introduzca en la esfera del discurso cien-tfico. Y hay cientos de
experimentos que han demostrado claramente que los
experi-mentadores pueden afectar el resultado de las
investigaciones psicolgicas, desvin-
En psicologa y en medicina, los efectos del
experimentador se explican
generalmente en trminos
de influencias transmitidas por seales sutiles
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DogmaCero 8
dolas en la direccin de sus expectativas. He aqu un ejemplo. Se
dio un entrenamien-to especial a un grupo de catorce estudian-tes
de postgrado de psicologa en un nuevo mtodo de aprendizaje del
procedimiento de Rorschach, en el que preguntaran a la gente qu
patrones vean en unas manchas de tinta. A siete de ellos se les
indujo a creer que los psiclogos experimentados obtie-nen de sus
sujetos ms imgenes humanas que de animales. A los otros siete se
les die-ron las mismas manchas de tinta, pero les dijeron que, segn
psiclogos experimen-tados, daban lugar a una mayor proporcin de
imgenes de animales. Efectivamente, el segundo grupo obtuvo
significativamente ms imgenes de animales que el primero. Menos
trivial es la demostracin emprica de que los efectos de tales
expectativas no se limitan a los experimentos de laborato-rio a
corto plazo. En las escuelas, por ejem-plo, la manera en que los
maestros tratan a los alumnos, y por lo tanto la forma en que
aprenden los nios, est fuertemente in-
fluenciada por las expectativas. El ejemplo clsico es llamado el
experimento Pygma-lion, llevado a cabo en una escuela primaria en
San Francisco por el psiclogo de Har-vard, Robert Rosenthal y sus
colegas. Estos prestigiosos cientficos crearon expectati-vas en los
profesores de que ciertos nios en sus clases estaban a punto de
florecer intelectualmente y que mostraran avan-ces notables en el
ao escolar en curso. Los psiclogos crearon esta creencia mediante
la administracin de una prueba para to-dos los nios en la escuela,
que describie-ron como una nueva tcnica para predecir el
florecimiento intelectual, llamndolo el test de adquisicin flexiva
de Harvard. Dentro de cada clase, se le dieron al profe-sor los
nombres del 20 por ciento de nios que haban obtenido mejor
puntuacin. De hecho, era una prueba comn de inteligen-cia no
verbal, y los nombres de los ms pro-pensos a florecer fueron
elegidos al azar.Al final del ao escolar, cuando todos los nios
fueron evaluados de nuevo con el mismo test de inteligencia, en
primer gra-do, los nios prometedores obtuvieron un promedio de 15,4
puntos de coeficiente in-telectual ms que los nios del grupo
con-trol, y en segundo grado lograron 9,5 pun-tos ms. No slo estos
nios prometedores tendan a obtener mejores resultados, sino que los
profesores tendan tambin a con-siderarlos ms interesantes,
ajustados, ca-riosos, curiosos y felices. Este efecto se present
mucho menos a partir de tercer grado hacia arriba, probablemente
porque los maestros tenan ya sus propias expec-tativas sobre los
nios. Las expectativas creadas por Rosenthal y sus colegas
tuvie-ron un efecto mucho menor cuando tuvie-ron que competir con
una reputacin esta-blecida. Muchos estudios posteriores han
confirmado y ampliado estas conclusiones. Una crtica dirigida
contra Rosenthal y sus colegas alegaba que su slido compromiso con
la bsqueda de efectos del experimen-tador haba sesgado sus propios
resultados. Rosenthal respondi que si esto fuera as, El psiclogo de
Harvard Robert Rosenthal, autor del experimento Pygmalion
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DogmaCero 9
no hara ms que demostrar su propsi-to de otra manera: Podramos
realizar un estudio en el que se dividiera al azar a los
investigadores de las expectativas en dos grupos: en el primero,
los experimentos de las expectativas se llevaran a cabo como de
costumbre, mientras que en el segundo se emplearan las
salvaguardias especiales para que la expectativa del investigador
principal no pudiera comunicarse a los ex-perimentadores.
Supongamos que el efecto medio de la expectativa para el primer
gru-po fuera de siete, y para el segundo, cero. An veramos esto
como prueba del fen-meno de los efectos de las expectativas! Aunque
en las ciencias mdicas y conduc-tuales se emplean rutinariamente
procedi-mientos de doble ciego para protegerse de los efectos del
experimentador, estos mto-dos slo son parcialmente eficaces. Todava
persisten algunos efectos de las expectati-vas, que se ven muy
claramente en el efecto placebo de la investigacin mdica.El efecto
placeboLos placebos son tratamientos sin valor te-raputico
especfico que sin embargo ayu-dan a que mucha gente mejore. Los
inves-tigadores mdicos han observado que el efecto placebo es
omnipresente en la medi-cina. Si no se controla el efecto placebo
en los estudios teraputicos, se considera ge-neralmente que los
resultados son poco fia-bles. El efecto placebo se ha encontrado en
muchas condiciones, como la tos, los cam-bios de humor, la angina
de pecho, el dolor de cabeza, el mareo, la ansiedad, la
hiper-tensin, el estado asmtico, la depresin, el resfriado comn, el
linfosarcoma, la secre-cin gstrica y la motilidad, la dermatitis,
la artritis reumatoide, la fiebre, las verrugas, el insomnio y los
sntomas de dolor de di-versas fuentes.Gran parte del xito de la
terapia a lo largo de los tiempos se puede atribuir al efecto
placebo, independientemente del tipo de terapia, o de quienes la
apoyan. Y no cabe ninguna duda de que desempea un pa-
pel importante en la medicina moderna. Un estudio de una amplia
gama de ensa-yos de medicamentos ha revelado que los placebos son,
en promedio, alrededor de un tercio a un medio tan eficaces como el
medicamento especfico, un gran resultado para las pldoras neeutras
que no cuestan casi nada. Pero los placebos no son slo pl-doras
neutras. Tambin pueden ser formas de asesoramiento o psicoterapia
neutras, o incluso ciruga neutra. Por ejemplo, un pro-cedimiento
quirrgico para el tratamiento de dolor de la angina de pecho
implicaba la unin de las arterias mamarias. Cuando se puso a prueba
la eficacia de este proce-dimiento, se practic la incisin
apropia-da en los pacientes de control, pero no se uni ninguna
arteria. El alivio del dolor de pecho fue el mismo en los grupos
reales y en los de ciruga simulada. Adems, ambos grupos mostraron
cambios fisiolgicos, que incluan la reduccin en la onda-T
inverti-da del registro del electrocardiograma. As pues, qu son los
placebos? La histo-ria de la palabra es en s reveladora. Es la
primera palabra de un canto en los ritos funerarios medievales,
placebo domino: Agradar al Seor. La palabra se utiliza
Gran parte del xito de la terapia a lo largo de los tiempos se
puede atribuir al efecto placebo
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DogmaCero 10
para referirse a los dolientes profesiona-les a los que se
pagaba para cantar place-bos junto al fretro del fallecido en lugar
de la familia, que originalmente desempe-aba este papel. Con el
paso de los siglos, las connotaciones del trmino derivaron
gradualmente hacia la burla, y se utiliz para describir a los
aduladores, impostores y parsitos sociales. Apareci por prime-ra
vez en un diccionario mdico de 1785, en un sentido peyorativo,
definido como mtodo comn y corriente o medicina. Los cantantes
profesionales de placebo de la Edad Media, sin duda, solan carecer
de devocin especfica alguna hacia el difun-to. No obstante, por lo
general se crea que tena valor como parte de un ritual reconocido.
Los pla-cebos modernos se dan en un contexto teraputico, y su
po-der tambin depen-de de las creencias y las expectativas
actuales, tanto del mdico como del paciente. Cualquier mtodo de
trata-miento en cualquier cultura tradicional o moderna se pro-duce
en un contexto en el que las tcnicas particulares son vistas por el
paciente como plausibles y por los terapeutas como potencialmente
eficaces. Los mdicos suelen atribuir sin ms la efi-cacia de los
sistemas mdicos tradicionales o no cientficos al fenmeno placebo, y
tambin imputan el uso de placebos a otros tipos de mdico. Pero
tienden a eximir a su propia especialidad mdica. En una en-cuesta
sobre las actitudes con respecto al efecto placebo, los cirujanos
excluyeron la ciruga, los internistas excluyeron la medi-cacin, los
psicoterapeutas excluyeron la psicoterapia y los psicoanalistas
excluye-ron el psicoanlisis. Por otra parte, en la investigacin
mdica, los efectos placebo
son considerados generalmente como una molestia. Pero tal vez la
actitud negativa de los mdicos hacia los placebos est bien as, dado
que son la otra cara de la moneda de su fe en la especial eficacia
de sus propias tcnicas, que por tanto tienden a fun-cionar mejor a
causa del efecto placebo! Los efectos placebo ms grandes tienen
lu-gar en los ensayos doble ciego, en que tanto los pacientes como
los mdicos creen que se est empleando un eficaz tratamiento nuevo.
Si los doctores creen que el trata-miento va a ser menos eficaz, se
obtiene un efecto placebo inferior. En los ensayos sim-ple ciego,
en que los mdicos saben que los pacientes han recibido placebo,
pero los pa-cientes no, los place-bos son mucho me-
nos eficaces. En con-diciones abiertas, donde los pacientes
saben que estn re-cibiendo placebos, se obtienen los me-nores
efectos. En otras palabras, los tratamientos fun-cionan mejor si
m-dicos y pacientes piensan que tienen poderosos efectos
beneficiosos. Por el contrario, en los ensayos en que los
medicamentos activos son etiquetados como placebos, los frma-cos
dan resultados clnicos ms pobres. Por lo tanto, las bajas
expectativas condu-cen a un bajo efecto placebo. Este es el caso de
nuevos medicamentos milagrosos que despiertan grandes esperanzas al
inicio, pero fallan a la hora de alcanzar las expec-tativas. Este
patrn fue reconocido por el mdico francs del siglo XIX Armand
Trous-seau, que anim a sus colegas a que trata-sen a tantos
pacientes como fuera posible con los nuevos medicamentos, mientras
todava tuvieran el poder de sanar. Hay muchos ejemplos modernos.
Por ejemplo,
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DogmaCero 11
en un momento dado el frmaco clorpro-mazina fue aclamado por su
eficacia en el tratamiento de la esquizofrenia, pero la fe en sus
poderes se desvaneci gradualmen-te. En los ensayos sucesivos se
observ que era cada vez menos eficaz. Los efectos de los placebos
se redujeron en paralelo. Qui-zs, cuando los investigadores se
empeza-ron a dar cuenta de que el nuevo frmaco milagroso no era tan
poderoso como espe-raban, sus expectativas, y, posiblemente, su
inters por los pacientes disminuy. He aqu otro ejemplo
particularmente lla-mativo, de la dcada de 1950. Un hombre con
cncer avanzado ya no responda al tra-tamiento con radiacin. Se le
dio una sola inyeccin de un frmaco experimental, Kre-biozen,
considerado por algunos en aquel momento como una cura milagrosa
(que ya ha sido desacreditada). Los resultados resultaron
impactantes para el mdico del paciente, que declar que los tumores
se derritieron como bolas de nieve en una es-tufa caliente. Ms
tarde, el hombre ley los estudios que sugeran que el frmaco era
ineficaz, y su cncer comenz a extenderse otra vez. En este punto su
doctor, actuando por una corazonada, le administr un pla-cebo por
va intravenosa. Se le dijo al pa-ciente que el agua del grifo era
una forma nueva y mejorada de Krebiozen. Una vez ms, su cncer se
redujo radicalmente. Lue-go ley en los peridicos una declaracin
oficial de la Asociacin Mdica Americana: el Krebiozen era un
medicamento sin valor. La fe del hombre se desvaneci, y muri a los
pocos das.Los mismos principios se aplican a la pro-pia
investigacin mdica. Creyentes y no creyentes en las nuevas formas
de trata-miento tienden a obtener resultados muy diferentes:
Cuantitativamente, el patrn es coherente. La eficacia inicial del
70 al 90 por ciento en los entusiastas de los infor-mes disminuy
del 30 al 40 por ciento de efectividad del placebo de referencia en
los informes de los escpticos.Una caracterstica notable de los
placebos es que los pacientes no slo se benefician
de ellos, sino que tambin exhiben respues-tas txicas o efectos
secundarios. En una encuesta de 67 ensayos doble ciego de un frmaco
sobre un total de 3.549 pacientes, el 29 por ciento de los
pacientes mostr varios efectos secundarios mientras esta-ban siendo
tratados con el placebo, que in-cluan anorexia, nuseas, dolor de
cabeza, mareos, temblores y erupciones en la piel. Los efectos
secundarios fueron a veces tan graves que requirieron intervencin
mdi-ca adicional. Por otra parte, mostraron una relacin con las
expectativas de los mdicos o de los pacientes sobre el frmaco
activo utilizado en el ensayo. Por ejemplo, en un gran ensayo doble
ciego de anticonceptivos orales, el 30 % de las mujeres a las que
se administr el placebo informaron de una disminucin del deseo
sexual; el 17 %, de aumento del dolor de cabeza; el 14 %, de
au-mento del dolor menstrual; y el 8 %, de ma-yor nerviosismo e
incapacidad.As como el poder de las bendiciones se refleja en el
poder de las maldiciones, del mismo modo los efectos beneficiosos
de los placebos se refleja en los efectos nega-tivos de los
procedimientos previstos para provocar dao, tcnicamente conocidos
como placebos negativos o nocebos. Hay ejemplos espectaculares en
frica, Am-rica Latina y otros lugares, conocidos por los
antroplogos como muertes por vud, provocadas por la creencia en el
poder del encantamiento. Los efectos nocebo menos espectaculares
tambin han sido demostra-dos en experimentos de laboratorio, como
en un estudio en el que se dijo a los sujetos que se estaba pasando
una leve corriente elctrica por su cabeza mediante unos elec-trodos
aplicados, y se advirti que esto po-dra dar lugar a un dolor de
cabeza. A pesar de que, de hecho, no haba corriente algu-na, dos
tercios de los sujetos desarrollaron dolores de cabeza. Tanto los
placebos como los nocebos dependen de las creencias cul-turales
dominantes, incluyendo la creencia en la medicina cientfica. En
pocas pala-bras: la creencia enferma, la creencia mata, la creencia
cura.
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DogmaCero 12
La influencia de la expectativa en los animalesLos animales
responden de manera dife-rente a diferentes personas, como sabe
todo propietario de mascotas o entrenador de animales. Reconocen a
las personas a las que estn acostumbrados, y tienden a estar en
guardia ante los extraos. Parecen sen-tir si la gente es amable,
miden su miedo o confianza y responden a sus expectativas. Desde el
punto de vista del sentido comn, sobre la base de la experiencia
cotidiana, es poco sorprendente que los cientficos que realizan
experimentos con animales tengan una influencia personal sobre los
animales. Las actitudes y expectativas de los experimentado-res
afectan a los anima-les con los que trabajan.Los experimentos
clsi-cos sobre los efectos de las expectativas de los
experimentadores con animales fueron lleva-dos a cabo en 1960 por
Robert Rosenthal y sus colegas. Utilizaron a unos estudiantes como
experimentadores y unas ratas como sujetos. Las ratas procedan de
una cepa de laboratorio estndar, pero se divi-dieron al azar en dos
grupos, con la etiqueta Laberinto-Brillante y Laberinto-Torpe. Se
dijo a los estudiantes que estos anima-les eran producto de
generaciones de cra selectiva en Berkeley para obtener un
ren-dimiento bueno y malo en laberintos estn-dar. Los estudiantes,
naturalmente, espe-raban que las ratas brillantes aprendieran ms
rpido que las torpes. Efectivamente, esto es lo que encontraron. En
general, las ratas brillantes lograron un 51 por ciento ms de
respuestas correctas y aprendieron el 29 por ciento ms rpido que
las ratas torpes.
Estos resultados se han confirmado en otros laboratorios y con
otros tipos de aprendiza-je. Incluso se han observado comparables
efectos del experimentador en los gusanos planos, unas criaturas
humildes que viven en el barro del fondo de los estanques y en
similares ambientes acuticos. En uno de estos estudios, una muestra
esencialmente idntica de gusanos Planaria se dividi en dos grupos,
uno de los cuales fue descrito como una cepa que mostraba pocos
ladeos de cabeza y contracciones de cuerpo (gu-sanos productores de
baja respuesta), y el otro como una cepa de frecuentes ladeos y
contracciones (gusanos productores de alta
respuesta). Con estas ex-pectativas en mente, los
experimentadores halla-ron un promedio cinco veces mayor en el
ladeo de cabeza y veinte veces mayor en las contraccio-nes en los
gusanos pro-ductores de alta respues-ta.Estos efectos de las
ex-pectativas, como los del experimento con ratas de Rosenthal, se
obser-varon en los estudiantes universitarios, que pue-den ser
especialmente propensos a ver, o inclu-so pretender ver, lo que se
les dice que pueden esperar. Los observadores ms veteranos
generalmente mostraran menores efectos de las expectativas. Este
fue el caso, por ejemplo, de unos investigadores ms expe-rimentados
que estaban trabajando con los
Planaria. El nmero de contracciones en los Planaria de alta
respuesta result ser de dos a siete veces mayor que en los gusanos
de baja respuesta, en comparacin con el pro-medio veinte veces
mayor hallado por los estudiantes de pregrado. Sin embargo, un
aumento de dos a siete veces sigue siendo un gran efecto, y
obviamente introduce un sesgo importante en los resultados.
Los observadores experimentados
pueden estar firmemente
recluidos en unas determinadas visiones de la
realidad, lo que repercute en unos mayores efectos de
las expectativas
-
DogmaCero 13
Por otro lado, los observadores experimen-tados pueden estar
firmemente recluidos en unas determinadas visiones de la rea-lidad,
lo que repercute directa o indirec-tamente en unos mayores efectos
de las expectativas que los encontrados entre los novatos con menor
compromiso personal hacia unas teoras particulares. Estas per-sonas
pueden crear un clima de expecta-tivas entre sus colegas y tcnicos,
y esto a su vez puede influir en la forma en que se comportan sus
animales.Aunque los efectos de las expectativas se empezaron a
investigar sistemticamente en la dcada de 1960, y ya han quedado
de-mostrados en cientos de estudios particula-res, el principio
general de ningn modo es nuevo. Por ejemplo, Bertrand Russell,
escri-biendo con su habitual ingenio y claridad, lo expres de la
siguiente manera en 1927:La forma en que aprenden los animales se
ha estudiado mucho en los ltimos aos, con una gran dosis de
paciente observacin y experimento... Se puede decir, en trmi-nos
generales, que todos los animales que se han observado
cuidadosamente se han comportado de tal manera que confirma-ba la
filosofa en la que crea el observador antes de comenzar sus
observaciones. No, ms an, todos ellos han mostrado las
ca-ractersticas nacionales del observador. Los animales estudiados
por los estadouniden-ses corren de un lado a otro frenticamen-te,
con una increble muestra de bullicio y vitalidad, y al final
alcanzan el resultado de-seado por casualidad. Los animales
obser-vados por los alemanes se quedan quietos y piensan, y al fin
desarrollan la solucin desde su conciencia interior.Los efectos del
experimentador en la parapsicologa Los efectos del experimentador
son bien conocidos por los parapsiclogos, por va-rias razones. En
primer lugar, desde hace tiempo los investigadores experimentados
saben que los sujetos tienden a mostrar ms poderes psquicos cuando
se sienten
relajados y en una atmsfera positiva y en-tusiasta. Si estn
ansiosos, incmodos o son tratados de una manera formal y distante
por los investigadores cientficos, no actan tan bien. De hecho,
puede que no muestren en absoluto poderes psquicos significati-vos;
o sea, no hay psico-efectos, en la jerga de la parapsicologa.En
segundo lugar, es bien sabido por parte de los investigadores en
este campo que los sujetos que muestran considerables capa-cidades
psquicas a menudo tienden a per-derlas cuando personas extraas
entran en la sala. El parapsiclogo pionero J.R. Rhine cuantific de
manera efectiva este efecto en una serie de ensayos con un sujeto
dotado, Hubert Pearce, al notar que cuando alguien pasaba para ver
Pearce en accin, sus resul-tados caan. Empezamos a tomar nota de
las pruebas, a veces invitando a un visitante a tal efecto, a veces
valindonos de un visi-tante casual. Se registr el tiempo de
entra-da y salida de siete visitantes, estando uno
Joseph banks Rhine, pionero en el estudio de la parapsicologia,
fue fundador del laboratorio de parapsicologa en la Universidad de
Duke y el
Journal of Parapsychology
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DogmaCero 14
presente dos veces. Todos ellos produjeron un descenso en la
puntuacin de Pearce.El efecto desalentador de los extraos es
particularmente fuerte cuando los visitan-tes se muestran
escpticos, sobre todo si son hostiles a la propia experiencia o a
las personas involucradas. Sin embargo, si los extraos son amables,
y sobre todo si ayu-dan de alguna manera en el experimento, en
lugar de comportarse como observadores indiferentes, los sujetos se
acostumbran a ellos y las puntuaciones aumentan de nuevo. Los
escpticos suelen tomar el fracaso de las pruebas parapsicolgicas en
presencia de escpticos para dar por hecho que los poderes psquicos
no pueden ser detecta-dos en condiciones de rigor cientfico, y que
por lo tanto no existen realmente. Pero los efectos negativos de
los escpticos pueden muy bien ser debidos a su presencia
des-alentadora y a sus expectativas negativas, mediada por seales
sutiles y no tan sutiles. En tercer lugar, los parapsiclogos saben
bien que algunos experimentadores obtie-nen consistentemente
resultados positivos en sus investigaciones, mientras que otros no.
Este efecto fue investigado sistemtica-mente en la dcada de 1950
por dos investi-gadores britnicos. Uno, C. W. Fisk, un inven-tor
jubilado, obtuvo mantenidamente resul-tados significativos en sus
experimentos. El otro, D. J. West, que luego lleg a ser pro-fesor
de Criminologa de Cambridge, por lo general no tuvo xito en la
deteccin de los fenmenos psquicos. En estos experimen-tos cada
investigador prepar la mitad de los tems de la prueba, y los puntu
al final. Los sujetos no saban que haba implicados dos
experimentadores, ni tampoco los co-nocieron, sino que recibieron y
devolvieron los elementos del test a travs del correo. Los
resultados de Fisk sobre la mitad del experimento mostraron efectos
altamente significativos en clarividencia y psicocinti-ca. Los
datos de West no mostraron ningu-na desviacin de la mera
casualidad. Llega-ron a la conclusin de que West era gafe. En
cuarto lugar, en repetidas ocasiones se ha observado en la
investigacin sobre la
psicocintica que los experimentadores que hallan efectos
significativos son en s mismos buenos sujetos. Por ejemplo, Hel-mut
Schmidt, el inventor de la mquina de Schmidt, un generador de
nmeros alea-torios, cuyo resultado puede ser afectado supuestamente
por el deseo de que emer-jan ciertos patrones, encontr que muchas
veces l mismo era su mejor sujeto. Un in-vestigador, Charles
Honorton, ha demos-trado incluso que los psico-efectos sobre los
generadores de nmeros aleatorios por parte de los sujetos de sus
experimentos se deben ms a s mismo que a sus suje-tos. Los sujetos
mostraron psico-poderes cuando l estaba presente, pero y l mismo
los mostraba cuando actuaba como sujeto experimental. Pero el
psico-efecto se per-da cuando l no estaba presente y era otro
experimentador quien se haca cargo de las pruebas sobre los
sujetos. Honorton y su colega Barksdale concluyeron que tales
efectos mostraron que las fronteras tradi-cionales entre los
sujetos y los experimen-tadores no pueden mantenerse fcilmente.
Ellos interpretaron sus resultados como un efecto psico-mediado del
experimentador. Las implicaciones de estos efectos del
expe-rimentador son asombrosas. Si los parapsi-clogos pueden
provocar efectos psico-me-diados del experimentador, ya sea
intencio-nalmente o no, a travs de su influencia so-bre sus sujetos
(incluso a distancia, como en los experimentos de Fisk-West),
entonces la separacin convencional entre los expe-rimentadores y
los sujetos de investigacin se viene abajo. Por otra parte, si las
perso-nas pueden influir en los acontecimientos fsicos, tales como
la desintegracin ra-diactiva, la separacin convencional entre la
mente y la materia se rompe tambin. Y entonces, por qu deberan
limitarse los efectos psico-mediados a la parapsicologa? No podran
ocurrir en muchos otros cam-pos de la ciencia?Cun paranormal es la
ciencia normal?
Existe una buena razn que justifica el tab convencional contra
la parapsicolo-ga, que es una especie de paria de la cien-
-
DogmaCero 15
cia establecida. En efecto, la existencia de los fenmenos
psquicos pondra seria-mente en peligro la ilusin de la
objeti-vidad. As, se planteara la posibilidad de que los resultados
empricos en muchos campos de la ciencia reflejasen las
expec-tativas de los experimentadores a travs de sutiles
influencias inconscientes. Ir-nicamente, el ideal ortodoxo de
observa-cin pasiva puede as ofrecer excelentes condiciones para
efectos paranormales: Un experimentador que prepara sus apa-ratos,
consigue que sus animales estn lis-tos, y luego los deja con el
sentimiento de seguridad de que el ex-perimento funcionar y que los
animales harn lo suyo debidamente, no puede sino recordar-nos
ciertos aspectos de la magia, el ritual, o tal vez la plegaria. Se
hace algo con la confianza de que va a producir un resultado
deseado, y el participan-te, una vez ha hecho esto, pone
psicolgicamente una distancia entre l y el resultado. No est
tratan-do de hacer que las cosas sucedan; tan slo confa en que
sucedern... Tales circunstancias pueden proporcionar una
opor-tunidad ptima para la intervencin psicocintica.Esta
posibilidad ha resucitado en un artcu-lo de la revista Nature,
titulado Los cien-tficos confrontan lo paranormal, escrito por el
fsico David Bohm y otros. En este artculo sealaron que las
condiciones re-lajadas necesarias para la aparicin de los
psico-fenmenos son tambin las ms fruc-tferas para la investigacin
cientfica en ge-neral. Por el contrario, la tensin, el miedo y la
hostilidad no slo tienden a inhibir los psico-efectos, sino que
tambin influyen en los experimentos de las llamadas cien-
cias duras. Si alguno de los que participan en un experimento de
fsica se muestra tenso y hostil, y no quiere realmente que el
experimento funcione, las posibilidades de xito se reducen
considerablemente. Los defensores de la ortodoxia habitual-mente
rechazan o ignoran la posibilidad de las influencias paranormales
bajo ninguna circunstancia. La tarea de mantener a la ciencia libre
de psico-efectos es implemen-tada por grupos organizados de
escpticos. Estos vigilantes cientficos desafan con-tinuamente
cualquier testimonio de psi-co-efectos, rechazndolo en funcin de
uno o ms de los siguientes motivos:1) Experimentacin
in-competente.2) Observacin, registro y comunicacin de datos de
forma selectiva.3) Engao inconsciente o consciente.4) Efectos del
experi-mentador mediados por seales sutiles.Los escpticos tienen
ra-zn al sealar estas posi-bles fuentes de error en la investigacin
parapsi-colgica. Pero las mismas fuentes de sesgo tambin estn
presentes en la investigacin ortodoxa. El mismo hecho de que la
investigacin parapsicolgica est sujeta a tal escrutinio crtico hace
que los investigadores en este campo sean extraor-dinariamente
conscientes de los efectos de las expectativas. Irnicamente, es en
los campos convencionales y no controvertidos de la investigacin
donde es ms probable que las influencias de las expectativas de los
experimentadores pasen desapercibidas. La evidencia de los efectos
del experimen-tador en la medicina y en las ciencias de la
Los defensores de la ortodoxia habitualmente
rechazan o ignoran la
posibilidad de las influencias paranormales bajo ninguna
circunstancia
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DogmaCero 16
conducta es innegable. Y por eso las sea-les sutiles asumen un
papel explicativo tan importante. Casi todo el mundo est de acuerdo
en que las seales sutiles, como los gestos, los movimientos
oculares, la pos-tura corporal y los olores pueden influir en las
personas y los animales. Los escp-ticos estn muy interesados en
destacar la importancia de este tipo de seales, y con razn. Un
ejemplo distinguido que mues-tra la importancia de la comunicacin
su-til es la historia de Hans el listo, un famoso caballo en el
Berln de inicios del siglo XX. Este caballo aparentemente poda
realizar operaciones aritmticas en presencia de su dueo, picando el
suelo con un casco para dar la respuesta. Pareca poco probable que
fuera un fraude, ya que el propietario permita que otras personas
(sin cargo al-guno) preguntaran por s mismos al animal. El fenmeno
fue investigado cientficamen-te en 1904 por el psiclogo Oskar
Pfungst, quien lleg a la conclusin de que el caba-llo estaba
recibiendo pistas a partir de ges-tos probablemente realizados de
manera inconsciente del propietario y otros inte-rrogadores.
Pfungst descubri que l poda conseguir que el caballo diese la
respues-ta correcta simplemente concentrando su
atencin sobre el nmero, si bien no era consciente de haber
realizado cualquier movimiento que pudiera revelar el nmero. Nadie
niega que las seales sutiles de los experimentadores, que pasan a
travs de los canales sensoriales normales, pueden afectar a las
personas y los animales. Los escpticos afirman que tales
influencias pueden explicar muchos ejemplos de co-municacin
aparentemente teleptica. Pero aceptando todo esto, sigue existiendo
la posibilidad de que ambos factores, las su-tiles seales
sensoriales y las influencias paranormales, acten en el fenmeno. La
historia de la investigacin de Pfungst sobre Hans el listo se ha
explicado una y otra vez a generaciones de estudiantes de
psicologa. Lo que es menos conocido es que despus de la
investigacin de Pfungst, des-crita en su libro sobre Hans el listo
publi-cado en 1911, otros estudios sobre caballos con similares
poderes matemticos mostra-ron que haba algo ms que sutiles seales
sensoriales. Por ejemplo, cuando Maurice Maeterlinck investig los
famosos caballos calculadores de Elberfeld, concluy que de alguna
manera estaban leyendo su mente,
El psicologo Oskar Pfungst junto a Hans el listo
-
DogmaCero 17
en vez de responder a seales sensoriales sutiles. Despus de una
serie de pruebas cada vez ms rigurosas, finalmente pens en una que
en virtud de su misma simpli-cidadno poda estar expuesta a
elaboradas y rebuscadas suspicacias. Tom tres tarje-tas con nmeros
en ellas, las baraj sin mi-rarlas, y las coloc boca abajo sobre un
ta-blero, con lo cual el caballo slo poda ver el reverso de las
tarjetas. No haba, por tanto, en ese momento, alma humana en la
tierra que supiera las cifras. Sin embargo, sin nin-guna vacilacin,
el caballo golpe en el sue-lo el nmero que formaban las tres
cartas. Este experimento tambin tuvo xito con los otros caballos
calculadores, tantas ve-ces como quiso probarlo. Estos resultados
van ms all de la posibilidad de la telepa-ta, ya que el mismo
Maeterlinck no cono-ca las respuestas cuando los caballos las
estaban dando. Ello da a entender que los caballos o bien eran
capaces de clarividen-cia (saban directamente lo que haba en las
tarjetas), o bien de precognicin (saban el nmero que habra en la
mente de Maeter-linck despus de que l volteara las cartas). Durante
ms de ochenta aos, la historia de Hans el listo y de Pfungst se ha
explica-do y repetido como un triunfo del escepti-cismo. Ha
adquirido un significado mtico, al permitir que se expliquen los
efectos aparentemente paranormales en trmi-nos de seales sutiles.
Pero, qu ocurre si algunas de estas seales sutiles son
pa-ranormales en s mismas? Existe un tab en contra de discutir
incluso esta posibi-lidad, y mucho menos de investigarla. No
obstante, la posible importancia de las influencias parapsicolgicas
le fue sugeri-da a Rosenthal por uno de sus colegas de Harvard,
justo en el inicio de su investiga-cin sobre los efectos del
experimentador: De haber tenido el ingenio o el coraje para
hacerlo, fcilmente podra haber llevado a cabo un estudio en el cual
los experimen-tadores con diferentes expectativas con respecto a
las respuestas de sus sujetos se les impidiera tener contacto
sensorial con esos sujetos. Mi prediccin, entonces y ahora, era (y
sera) que bajo estas condi-
ciones no tendran lugar los efectos de las expectativas. Pero
nunca hice el estudio. Tal vez si alguien hiciera este estudio, la
prediccin de Rosenthal resultara ser err-nea. Tal vez algunos de
los efectos de las ex-pectativas de los experimentadores son de
hecho paranormales. Tales influencias su-tiles no se opondran a las
seales sutiles, sino que actuaran habitualmente al mismo tiempo y
operaran de manera inconsciente. Aunque los efectos del
experimentador son bien reconocidos en las ciencias mdicas y
conductuales, el hecho de que sean explica-dos (o justificados) en
trminos de seales sutiles impide que se tomen muy en serio en otros
campos de la investigacin, tales como la bioqumica. Mientras que
una persona o una rata pueden recoger las expectativas de un
cientfico y responder en consecuencia, no se espera que una enzima
en un tubo de ensayo responda al sutil lenguaje corporal, a gestos
faciales inconscientes, etc. Por su-puesto, hay un reconocimiento
general de la posibilidad de una observacin sesgada, pero esto no
es el resultado de cualquier influencia real en el mismo sistema
experi-mental. El cientfico puede ver una diferen-cia que se adapte
a su expectativa, pero se supone que la diferencia slo est en el
ojo del observador, no en el material estudiado. Sin embargo, todo
esto no es ms que una suposicin. No ha habido prcticamente
investigacin sobre la influencia de las ex-pectativas de los
experimentadores en los campos de la ciencia como la agricultura,
la gentica, la biologa molecular, la qumica y la fsica. Dado que se
asume que el material estudiado es inmune a estas influencias, se
supone que las precauciones contra stas no son necesarias. Excepto
en las ciencias conductuales y en la investigacin clnica, rara vez
se emplean procedimientos de do-ble ciego. Rupert Sheldrake Fuente
original: www.sheldrake.org/Onlineexp/offline
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DogmaCero 18
Guillermo Caba Serra (Sabadell, 1968) es periodista y escritor
de investigacin especializado en informaciones de temtica
cientfica. En el ao 2001 dio un golpe de timn a su itinerario vital
al emprender un viaje que le llev a la Sierra Tarahumara, al ro
Napo, al Amazonas, a los Andes y al desierto de Atacama. Su
convivencia en comunidades indgenas le suscit investigar las
conexiones entre la conciencia y el origen de las tradiciones
sagradas. Fruto de estas investigaciones ha sido la publicacin del
libro Conciencia. El enigma desvelado en el 2010. Actualmente
continua ampliando y profundizando en las hiptesis que plante en
esta primera obra
La Gran Pirmide: un smbolo de la iluminacin mstica
Guillermo Caba Serra
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DogmaCero 19
La Gran Pirmide es un monumen-to mudo, no contiene
inscripcio-nes que se puedan atribuir a sus annimos constructores y
s al-gunos grafittis, uno de los cuales hace referencia a Keops.
Para los historia-dores esto, y el testimonio del gegrafo He-rdoto,
segn el cual los informantes con los que habl le dijeron que en la
pirmide estaba enterrado dicho faran, es suficiente para atribuir a
este gobernante la construc-cin de su propio mausoleo. Pero como no
hay testimonio de que nadie haya encontra-do momia alguna dentro
del monumento y ni tan slo se han encontrado los restos de un
saqueo es verosmil pensar que la ra-zn de ser de la Gran Pirmide es
otra. En suma: que Herdoto, quien recogi sus da-tos hacia el 500 a.
C., 2.000 aos despus de la construccin de la Gran Pirmide, quizs se
inform mal.Esto es lo ms probable, porque hasta el si-glo IX el
monumento permaneci sellado. En ese momento, el califa Al-Mamum
pudo perforar una entrada y recorrer el interior del monumento.
Resultado? No hay nin-gn documento de esa poca o posterior que nos
indique que hubiera encontrado un tesoro. A lo sumo, constat lo que
hoy los visitantes pueden comprobar: el monumento contie-ne una
estancia inferior, excavada en la mis-ma roca en la que se asienta
el monumento, una intermedia y otra superior. Al acceder al
habitculo intermedio, estos buscadores de tesoros comprobaron que
su techo era una bveda de descarga en ngulo doble, es decir, con
forma de V invertida. Esta estruc-tura era caracterstica de la
arquitectura funeraria musulmana destinada a los entie-rros de
mujeres, motivo por el cual denomi-naron este espacio Cmara de la
Reina. La estancia situada encima de sta, en la que encontraron un
sarcfago vaco y sin tapa, tena el techo plano tpico de los
entierros de hombres. De manera que, aplicando el mismo criterio de
la otra estancia, llamaron a sta Cmara del Rey.
Este habitculo contiene un sarcfago vaco y sin tapa, as como dos
orificios, uno en la pared norte y otro en la pared sur. A travs de
ambas aperturas se extiende un canal de 20 centmetros de ancho que,
de forma sinuosa, atraviesa la estructura del monu-mento hasta
salir al exterior. En el siglo XIX se descubri que la cmara
intermedia tam-bin tena sus correspondientes canales norte y sur,
aunque 15 centmetros de pie-dra de la pared cerraban su extremo
inte-rior. En lo que se refiere al recorrido por el interior de la
pirmide, ste finaliza pocos metros ms all, en el interior del
monu-mento. Es decir, a diferencia de los conduc-tos de la Cmara
del Rey, stos no alcanzan el exterior de la pirmide.En su momento
se estim que estos conduc-tos tenan como finalidad la ventilacin de
dichas cmaras. Sin embargo, nunca hubo consenso al respecto porque,
como adver-tan algunos, la ventilacin de las estancias no hubiera
facilitado la conservacin de las presuntas momias que deban acoger.
Por otro lado, si los canales de la Cmara de la Reina no tienen
salida al exterior, mal po-dan ventilar dicha estancia en donde, se
supona, habra sido enterrada una mujer.En 1964 se dio a conocer una
teora alterna-tiva sobre la razn de ser de estos conductos cuando
el arquitecto egipcio Alexander Ba-dawy intuy que los dos canales
que parten de la cmara del Rey tenan como funcin permitir el viaje
del alma del faran hacia las estrellas. Ayudado por la astrnoma
Vir-ginia Trimble, demostr que en el 2.600 a. C., fecha aproximada
que se atribuye a la construccin de la pirmide, el canal norte
apuntaba a la estrella Tubn de la constela-cin del Dragn, mientras
que el canal sur apuntaba a las tres estrellas del cinturn de Orin
a su paso por el meridiano, que es un arco imaginario, una lnea
situada en el fir-mamento que va de norte a sur y que pasa por
encima de nuestra vertical. De manera que divide el cielo en dos
partes iguales por encima de la cabeza del observador.Posteriores
observaciones, as como la con-sideracin de que el recorrido de los
dos
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DogmaCero 20
conductos no es totalmente lineal y de que las alineaciones no
se producen todas en los mismos aos, han aportado discrepancias a
estas precisas conexiones estelares, aunque no en lo que se refiere
a las identificaciones zodiacales. Es decir, que hay consenso
ge-neral en reconocer lo evidente: que el canal norte apunta a la
constelacin del Dragn y el canal sur a Orin a su paso por el
me-ridiano. Este descubrimiento es particular-mente importante
porque es coherente con secciones del contenido que encontr en los
denominados Textos de las Pirmides.
Pistas en los Textos de las Pirmi-des Los Textos de las
Pirmides, compendio de frmulas y encantamientos para que el fa-ran
alcance la vida eterna, se esculpieron en las cmaras mortuorias,
antecmaras y corredores de acceso de las tumbas de faraones de las
VI-VIII dinastas, al final del Imperio Antiguo, entre el 2400 y el
2100 a. C. Es decir, se esculpieron entre 200 y 700 aos despus de
la construccin de la Gran Pirmide y representan el corpus de textos
funerarios ms antiguo de la civilizacin
egipcia. De hecho, a partir de estos textos derivaran, en primer
lugar, los Textos de los Sarcfagos, y ms tarde, el texto fune-rario
ms conocido del Antiguo Egipto: el Libro de los Muertos.La
estructura interna de estas tumbas, cuyos muros y dinteles acogen
los Textos de las Pi-rmides, reproducen el viaje de ultratumba que
deba realizar el faran para alcanzar la vida eterna. Bsicamente,
dicha estructura contiene cuatro elementos fundamentales: en primer
lugar, un corredor de acceso que
discurre en direccin norte-sur. Al final de dicho corredor se
llega a la antecmara fune-raria. Desde el punto de vista de la
persona que llega a ella, a la izquierda tiene un corto pasaje que
lo conduce a una habitacin tri-partita denominada serdab cuya
funcin era albergar una estatua que, segn las creen-cias de los
antiguos egipcios, conservaba el ka del faran. Dicho ka era un
elemento o esencia de la que, se crea, estaba formado el ser
humano. Depositario del principio universal del difunto al que
confera la in-mortalidad, su jeroglfico eran dos brazos alzndose
hacia el cielo: . La segunda ca-
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DogmaCero 21
racterstica ms llamativa de este espacio tripartito es que no
contena inscripciones. Es decir, el serdab era un espacio mudo. Por
el contrario, si nos situamos de cara a la cmara funeraria, de
espaldas a la entrada del serdab, en la pared de enfrente
encon-tramos un estrecho pasaje que conduce a la cmara funeraria,
en donde se sita el sar-cfago que contiene la momia del faran. Esta
estructura recorrida en sentido inver-so de la cmara funeraria a la
antecma-ra y de la antecmara al corredor de acce-so no es
arbitraria: representa el itinera-rio nocturno que tena que hacer
el sol de poniente, pues la cmara que contiene el sarcfago se sita
en el extremo occiden-tal del complejo funerario, hasta que vol-va
a elevarse por oriente con un nuevo amanecer. De forma
complementaria, esta estructura de la tumba que deba recorrer el
faran simboliza una matriz porque re-presentaba el itinerario a
partir del cual el faran poda renacer a la vida eterna.
Precisamente el contenido de los Textos de las Pirmides, ya
estuviera grabado en el sarcfago, en las paredes o en los dinte-les
de la cmara y antecmara funerarias as como en el corredor de
acceso, preten-da ir dando las instrucciones pertinen-tes para que
el faran alcanzase la vida eterna. Esto es: saliera por el corredor
de acceso en forma de espritu inmortal. As, al salir primero del
sarcfago, el fa-ran tena que atravesar la cmara fune-raria, que se
corresponda con la Duat, y que es el lugar desde el cual el dios
Osiris juzga los muertos. Dicha cmara tena su contraparte celestial
en la constelacin de Orin. Tras salir de este espacio, el faran
alcanzaba la antecmara funeraria. Dicha estancia se denomina Akhet,
y en ella el fa-ran reciba su forma y existencia efectiva para
convertirse en un espritu inmortal, entidad que los antiguos
egipcios denomi-naban akh. Finalmente, el espritu rena-cido del
faran encontraba en las paredes del corredor de acceso los
encantamien-
tos que le ayudaban a salir del Akhet. Pro-ceda pues, a travs de
este pasaje, de sur a norte en direccin al cielo circumpolar. El
periplo del faran est muy claro. Sin em-bargo, hay que tener en
cuenta que la dispo-sicin de la estructura interna de las tum-bas
donde se grabaron dichos textos no es siempre exactamente la misma.
La desvia-cin de la norma estructural ms evidente se encuentra en
la pirmide de la reina Nei-th, que no dispone de antecmara
funeraria. Por otro lado, queda por esclarecer el papel que juegan
los tres nichos sin inscripciones del serdab, en donde se situaba
el ka del fa-ran en forma de estatua. De acuerdo con el ms reputado
traductor de los Textos de las Pirmides, el norteamericano James
Allen, la significacin del serdab permanece, has-ta ahora,
incierta.El espacio del serdabHasta aqu, de forma muy sinttica, lo
que han interpretado los egiptlogos de acuer-do con el anlisis de
los textos y de estas tumbas de estructura ms bien simple. Sin
embargo hay que tener en cuenta varios as-pectos:1- Los egiptlogos
reconocen que a pesar de que Textos de las Pirmides ms antiguos
pertenecen a finales de la V dinasta, stos representan ideas
religiosas mucho ms antiguas, y algunos pasajes pueden datarse en
los inicios de la civilizacin egipcia.2- Segn los mismos
especialistas, dichos textos son una recopilacin desordenada de un
sistema cosmolgico y religioso muy avanzado.3- De acuerdo con los
mismos expertos, pa-rece claro que los escribas o sacerdotes que
grabaron los textos en estas tumbas no en-tendan el significado de
los textos. De he-cho, como seala Allen: Aunque primeramente estn
ates-tiguados en la pirmide de Unis, la
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DogmaCero 22
mayora de los Textos de las Pirmi-des son ms antiguos. Con pocas
ex-cepciones, su gramtica pertenece a un estadio del lenguaje que
des-apareci de inscripciones seculares al menos cincuenta aos
antes, y la arquitectura de las cmaras de las pirmides que reflejan
comenzaron a ser usadas al final de la Cuarta Di-nasta, mucho ms de
cien aos an-tes de la poca de Unis. Algunos de los textos reflejan
prcticas de en-tierro que son incluso ms antiguas, en sepulcros
bajo tumbas de barro cocido.A esto hay que aadir tres
consideraciones ms:4- Por un lado, las decla-raciones de estos
textos varan de una pirmide a otra, de una copia a otra. De acuerdo
otra vez con Allen, estas variaciones indican la diversidad de
formas en que los egip-cios entendan, o reinter-pretaban, el
texto.5- Por otro lado, en estos textos se aprecian dos teoras
cosmolgicas: la primera con mitos so-lares, contemporneos de los
faraones que ordenaron grabarlos, donde el rey es conducido hacia
el dios so-lar Ra. La segunda, que nos interesa espe-cialmente,
contiene una mitologa estelar mucho ms antigua. En sta, el camino
que debe tomar el faran se dirige a las estre-llas circumpolares,
aquellas que eran con-sideradas inmortales porque permanecen
siempre visibles en el cielo nocturno.6- Finalmente, se considera
que, a da de hoy, no existe una traduccin de estos es-
critos que se pueda considerar definitiva porque los mismos
especialistas reconocen que tienen un conocimiento imperfecto de la
estructura gramatical, semntica y lxi-
ca de esos textos. Buena prueba de ello es que en este momento
hay varias traduc-ciones llevadas a cabo por distintos
inves-tigadores con diferencias sustanciales en la traduccin de
algunos pasajes, aunque la mayora de los egiptlogos reconoce que la
ms fiable, entre otros aspectos por ser la ms reciente, es la de
James Allen. Muchas variaciones y una versin cannica?Tras haber
indicado la opinin que los egip-tlogos tienen de los Textos de las
Pirmides, podemos establecer la siguiente analoga como hiptesis
suscepti-
ble de verificacin:La Gran Pirmide es una especie de partitura
original, algo as como la escenificacin de un mensaje fundamental,
que en los Textos de las Pirmides sufri varias reinterpretaciones
por escribas y sacerdotes que no entendan el con-tenido de lo que
estaban escribiendo. Al fin y al cabo los mismos egipt-logos
reconocen que, de acuerdo con el estudio de dichos textos, parece
claro que los sacerdotes que ordenaron su
redaccin ignoraban el significado real de las declaraciones.Para
dar peso a esta hiptesis deberamos constatar la presencia de
elementos comu-nes entre lo que expresa la arquitectura de la Gran
Pirmide y el contenido cosmolgi-co subyacente de los Textos de las
Pirmides.Distintas naturalezas en el ser humanoPara avanzar unos
pasos en este sendero que nos ha de conducir a aportar una
hip-tesis que explique qu razn de ser tiene la Gran Pirmide, es
conveniente sealar las
Los egiptlogos reconocen que los sacerdotes que ordenaron la
redaccin de
los Textos de las Pirmides ignoraban el
significado real de las declaraciones
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DogmaCero 23
distintas naturalezas o esencias fundamen-tales que, segn los
sacerdotes que orde-naron esculpir los Textos de las Pirmides,
componan el ser humano.1- El ka, del que ya hemos hablado, y cuyo
jeroglfico era . Recordemos que, de acuerdo con los antiguos
egipcios, contena la esencia inmortal del difunto y que en las
tumbas en donde se esculpieron los Textos de las Pirmides estaba
personificado en la estatua que se situaba en el espacio mudo y
tripartito del serdab.2- El substrato fsico, el cuerpo, que se
des-trua tras la muerte.3- El ba, trmino que podemos traducir por
el alma, y cuyo jeroglfico era , un pjaro con cabeza humana. Esta
parte de la natu-raleza humana es la que hara de cada per-sona un
ser individual, aparte del elemento fsico del cuerpo.4- Asimismo
consideraban el akh (o aju, se-gn las traducciones), que se
asemejara a lo que denominamos espritu, y cuyo jero-glfico
representa el ave ibis.Tal como expuse en mi obra Conciencia. El
enigma desvelado, si tomamos los Textos de las Pirmides constatamos
que tanto el ba alma como el akh espritu del difunto tienen sus
correspondientes correlaciones estelares. Es decir, por un lado
encontr que la parte del difunto que mayoritariamente se
identificaba con la constelacin de Orin Duat era su alma, su ba.
Por este motivo, seal que la vinculacin entre el ba y Orin-Duat
remita al canal sur de la comnmente denominada Cmara del Rey de la
Gran Pi-rmide. As, por ejemplo, en el pasaje que conduce de la
cmara funeraria Duat-Orin a la antecmara funeraria Akhet- estrellas
circunpolares del faran Teti podemos leer: Teti ha venido, ba y
divino as como Teti ha pasado por esta casa del ba.Por otro lado,
identifiqu numerosos pasa-jes de los Textos de las Pirmides en los
que
el akh, o espritu del difunto, deba alcanzar las estrellas
circumpolares. Por este motivo propuse que estas declaraciones
tenan su contraparte arquitectnica en el canal nor-te de la misma
estancia de la Gran Pirmide.Es decir, que de una forma un tanto
extra-a pero evidente, los Textos de las Pirmi-des hablaban del
hecho que, en el momento de morir, tena lugar una particin o
sepa-racin de las diferentes naturalezas de las que estaba
constituido el fallecido. Estas esencias se correspondan con los
tres ele-mentos presentes en la denominada Cma-ra del Rey. As, el
sarcfago que acoge dicha estancia remitira al cuerpo fsico,
mientras que los canales norte y sur de esta estancia seran las
contrapartes arquitectnicas que remitiran al akh (espritu) y al ba
(alma). Lo interesante de esta aparentemente ab-surda triparticin
del difunto, es la cohe-rencia que mantiene con pasajes de textos
antiguos vinculados con la civilizacin egip-cia. As, dentro del
corpus de los Textos Her-mticos disponemos del tratado El
pensa-miento a Hermes, en el que se especifica que la muerte no
consiste en la destruccin de las cosas reunidas sino en la
disolucin de la unin.Por otro lado el filsofo griego neoplatnico
Jmblico, indic en el siglo III d. C. algo que
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DogmaCero 24
es coherente con la hiptesis que propongo sobre la razn de ser
de la Cmara del Rey de la Gran Pirmide. De acuerdo con Jmbli-co el
ser humano consta de dos almas:Una derivada del primer
inteligi-ble, que participa tambin del po-der del demiurgo, la
otra, en cam-bio, engendrada a partir del movi-miento de los
cuerpos celestes, en la cual penetra el alma que contempla a la
divinidad. Siendo las cosas as, la que desciende de los mundos a
nosotros acompaa los movimien-tos de estos mundos, mientras que el
alma derivada de lo inteligible, inteligiblemente presente en
noso-tros, es superior al ciclo del devenir, y por ella tiene lugar
la liberacin de la fatalidad y el ascenso hacia los dioses
inteligibles. En este sentido, lo que para Jmblico es el alma
derivada del primer inteligible, la que participa del poder del
demiurgo y que no est afectada por el ciclo del devenir, es, segn
mi hiptesis, una referencia clara al lugar en donde apunta el canal
norte de la Gran Pirmide: a las estrellas circumpola-res, que son
los astros que nunca se ocultan por debajo del horizonte, y cuya
correla-cin funeraria remita al akh o espritu del difunto. Por su
parte, lo que en Jmblico es la otra alma que estaba engendrada a
par-tir del movimiento de los cuerpos celestes y que estaba
afectada por los movimientos de stos es, segn mi hiptesis, el lugar
del fir-mamento en donde apunta el canal sur de la Gran Pirmide: la
constelacin de Orin, cuya localizacin en el firmamento vara en
funcin del movimiento precesional del planeta y que, como hemos
visto, se asimila en los textos funerarios con el ba o alma del
difunto.La hiptesis de que el ser humano partici-pa de tres
naturalezas o esencias, y de que cada una de stas tiene su
contraparte en uno de los tres elementos bsicos presen-tes en la
Cmara Superior de la Gran Pir-
mide, tiene su correspondencia en la lite-ratura funeraria
egipcia con el ideograma que representa los cuernos de un bovino.
El significado de este ideograma es, preci-samente, dividir,
separar as como abrir, lo cual es coherente con el contenido de los
pasajes sealados de los Textos Hermticos y de Jmblico. Por este
motivo, los pasajes del Libro de los Muertos en que aparece este
ideograma son coherentes con la idea de la naturaleza tripartita
del ser humano que estamos utilizando como hiptesis de tra-bajo. El
jeroglfico aparece en las siguientes declaraciones: : Oh abridores
del camino y abridores de las rutas para las al-mas perfeccionadas
en la casa de Osiris,; , abrid por tanto las ru-tas para el alma de
Osiris.Tras la lectura de estas declaraciones muy apropiadamente
nos podemos preguntar si la imagen de los cuernos se puede
asimilar
Proyeccin de la constelacin de Orin desde la Gran Pirmide
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DogmaCero 25
a los dos canales de la Cmara del Rey. Al fin y al cabo dichos
canales tienen un camino tan sinuoso como los cuernos del
ideogra-ma. Asimismo, podemos considerar la po-sibilidad que el
cuadrado que reposa en la base de los cuernos remite al sarcfago
sin tapa que hay en este espacio de la Gran Pi-rmide.Veamos ms
pasajes parecidos que aportan peso a estas asimilaciones: : Esta
variacin del ideograma aparece dos veces asignado a la ac-cin de
abrir: he abierto el cami-no en Re-stau. Este significado es
totalmente coherente con la asimi-lacin cuernos-canales porque
Re-stau es el nombre dado a los pasa-jes de las tumbas que llevan
de este al otro mundo. Yo abro la puerta del cielo. Yo gobierno en
el trono, abriendo nacimientos en este da; He abierto los
caminos....Lo singular de este glifo es que contiene
otro significado que da solidez a la hipte-sis de que la mal
llamada Cmara del Rey en realidad sea una representacin
condensa-
da de la iluminacin mstica. Y es que en un pasaje del conocido
como Papiro Westcar, que se compuso en el 1.700 a. C., hacia la
misma poca en que se empezaron a escri-bir las primeras versiones
del Libro de los Muertos, este glifo significa el tero en el
alumbramiento. A esto hay que aadir que en otros papiros significa
revelar la ver-dad y discernir el secreto.A partir de ahora aportar
argumentos que den peso a la hiptesis de que el Ka, esa entidad que
contena la inmortalidad del difunto y que, en ltima instancia,
provena del creador y retornaba a los dioses en el momento de
morir, es el secreto y la ver-dad que revela la denominada Cmara
del Rey de la Gran Pirmide. Como hemos vis-to, dicha esencia o
naturaleza de los seres humanos se representaba con el smbolo de
dos brazos extendidos hacia arriba con las manos abiertas, .Vacas,
toros y el abrazo de los diosesEn todas las versiones que hasta
ahora se han encontrado de los Textos de las Pir-mides, este
abigarrado corpus de textos de
El Papiro Westcar depositado en el altes Museum de berlin
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DogmaCero 26
contenido funerario, se indican de forma recurrente dos cosas
fundamentales. La primera de ellas tiene que ver con la natu-raleza
bovina del origen y del destino del faran. La segunda de ellas
remite a la nece-sidad que tiene el faran de que, en el Ms All, las
deidades lo acojan como si fuera una de ellas, acto que se
materializa a tra-vs del gesto del abrazo.Veamos primero el aspecto
de la naturaleza bovina del fallecido:1- En primer lugar, y tal y
como recuerda el catedrtico y Director de la Expedicin Egipcia de
la Universidad de Arizona, Ri-chard H. Wilkinson, en los Textos de
las Pi-rmides la diosa Nut, que simboliza la bve-da del cielo,
desempea un papel central en la resurreccin del rey muerto como
vaca celestial.2- En segundo lugar, ya hemos indicado que en estos
textos se mezclan dos cosmologas: una solar y otra estelar, siendo
esta segunda mucho ms antigua que la primera. Si en la primera de
ellas se indica que el padre del faran fallecido es el dios Sol
Atum, en la se-gunda, que es la que ms nos interesa, se in-dica que
los padres son un toro y una vaca.3- En tercer lugar, en estas
tumbas, se espe-cifica que ste alcanza la vida eterna siendo un
toro.Queda claro pues que, a nivel celestial o di-vino, se
consideraba que el faran era hijo de un toro y una vaca, asimismo
celestiales o divinos y que, por lo tanto, l tambin lo era. Por qu
los sacerdotes recurran a es-tas imgenes de bovinos divinos? Porque
deban ver en los toros y en las vacas un atributo o caracterstica
que remita a lo di-vino, a lo que trasciende el plano material de
existencia. Un poco ms adelante apor-tar argumentos que demuestren
que este atributo son los cuernos.Antes debemos referenciar otro
tipo de pa-sajes que, sin embargo, estn ntimamente vinculados con
los primeros. Estas otras de-claraciones expresan que el rey, tras
sortear los obstculos en su camino hacia la inmor-
talidad, finalmente ha sido acogido por los dioses en el Ms All.
En la literatura fune-raria egipcia, este acto de aceptacin se
ex-presa a travs del gesto del abrazo.Tras este repaso al contenido
de los textos, ms de un lector se habr dado cuenta de la relacin
que hay entre tres aspectos pre-sentes en toda la literatura
funeraria egip-cia. Vayamos a ellos:1- En primer lugar, el hecho
que los jerogl-ficos y , signifiquen abrir y dividir/separar.
Recordemos que mi hiptesis era que el cuadrado que reposa en la
base de los cuernos remite al sarcfago, mientras que ambos cuernos
remiten a los canales abiertos a las estrellas el norte a las
es-trellas circumpolares y el sur a la constela-cin de Orin de la
Cmara Superior de la Gran Pirmide. Asimismo recordemos que en el
Papiro Westcar, el segundo de estos jeroglficos, significa el tero
en el alum-bramiento, y que en otros papiros significa revelar la
verdad y discernir el secreto. 2- En segundo lugar, las referencias
so-bre la ntima naturaleza bovina del faran, entendida
evidentemente a nivel simb-lico, as como la necesidad que tiene el
faran de ser acogido por los dioses, ex-presado este gesto en forma
de abrazo.
Representacin de la diosa egipcia Nut. Su cuer-po cubre la
Tierra formando la bveda celeste
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DogmaCero 27
3- Y en tercer lugar la importancia del ka, enti-dad que hoy, de
acuerdo con los egiptlogos, simbolizaba la energa vital y cuyo
glifo era . A partir de estos tres aspectos podemos proponer la
hiptesis sobre la razn de ser de la Gran Pirmide porque el glifo
del ka ( ) remite claramente a la idea de abrazo dirigido hacia lo
celestial, la morada de los dioses.Por otro lado, el ka tiene una
connotacin aadida. En algunas representaciones el ka del faran se
escenifica con una figura hu-mana que personifica al mismo
mandata-rio, a la que se aade el glifo encima de su cabeza. No hay
que tener mucha imagi-nacin para que este glifo, situado en la
ca-beza del faran, nos haga evocar la idea de cornamenta.La clave
en el espacio silencioso?En lo que concierne a la estructura
interna de las tumbas que contienen los Textos de las Pirmides, el
lector recordar que he-mos hecho referencia al espacio denomi-nado
serdab. Como ya he indicado, lo ms extrao de l es que no contiene
inscripcin alguna y, hoy por hoy, los egiptlogos tam-poco pueden
atribuirle ninguna funcin, aparte de contener una estatua que
repre-sentaba el ka del difunto. Contrariamen-te a lo que podra
pensarse, la disposicin tripartita del serdab no era algo residual
en estas tumbas del Imperio Antiguo, pues este espacio se mantena
incluso en las mo-destas pirmides de las esposas del faran Pepi II.
Es decir, tal y como recuerda opor-tunamente el egiptlogo Audran
Labrousse: un elemento que uno habra podido creer sin importancia
como el serdab siempre es conservado. Por qu el serdab, este
espa-cio mudo, era tan importante?Puede que la respuesta est
contenida en su estructura. De acuerdo con mi anlisis, di-cho
espacio tambin es una escenificacin de la Cmara del Ka de la Gran
Pirmide y, por ello, remite a la idea de ka. Vayamos paso a
paso:
Los serdabs de las tumbas en donde se esculpieron los Textos de
las Pirmides, al igual que la Cmara del Ka de la Gran Pirmide,
tienen una estructura terna-ria: tres nichos en el caso del serdab
y un sarcfago y dos canales abiertos a las estrellas en el caso de
la Cmara del Ka de la Gran Pirmide.La disposicin de ambas
estructuras es norte-sur y en ambas el techo es hori-zontal.A estos
dos aspectos, que pueden pa-
recer poco significativos, se puede aa-dir un tercero. ste tiene
que ver con el hecho que los serdabs, al igual que la Cmara del Ka
de la Gran Pirmide, no contienen inscripcin alguna. Este as-pecto
es clave porque tal y como sea-la el investigador de la Universit
Paul Valry de Montpellier, Bernard Mathieu, en su trabajo dedicado
al serdab de la pirmide de Unis: La ausencia de ins-cripciones
conviene perfectamente, en efecto, a este lugar denominado a veces
Igret, literalmente la silenciosa, regido por el seor del
silencio.Otro argumento a favor de la hiptesis que propone este
trabajo proviene de los mis-mos Textos de las Pirmides.Por un lado,
en el pasaje que conduce al serdab de la pirmide de Pepi I se lee
la sentencia Ka en reposo, lo cual es bastan-te llamativo vistos
los diferentes datos que estamos aportando hasta ahora porque, en
todo caso, en los textos no hay referencias a que el ba o al akh
tambin deban estar en reposo. Pero es que en el mismo corredor de
acceso al interior de una de las tumbas se lee: La ofrenda-Geb que
Atum ha dado: la
instalacin de esta pirmide y este recinto de los dioses para
Pepi y para su ka, y que esta pirmide y recinto de los dioses es
restringi-do para Pepi y para su ka. Encontramos pa-sajes muy
parecidos en la tumba del faran Pepi II, en donde se repite tres
veces la ex-presin esta pirmide de Pepi Neferkare.
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DogmaCero 28
Tras esto nos debemos preguntar: por qu en los Textos de las
Pirmides no hay ningn pasaje en el que se indique que la pirmide
era para el ba o para el akh del difunto? La respuesta ms plausible
es que el ka es el elemento fundamental de la existencia post
mortem de faran. A favor de esta hiptesis tenemos este ex-trao
apelativo, Neferkare, aadido al nom-bre propio del faran. Y es que
dicha pala-bra significa literalmente El incomparable perfecto del
ka del Sol. De manera que la expresin esta pirmide de Pepi
Neferka-re en realidad significa esta pirmide de Pepi el
incomparable perfecto del Ka del Sol. Adems de Pepi, el apelativo
Neferkare aparece en los textos funerarios de dos fa-raones ms:
Pepi II y Merenre. En el caso de Pepi II las declaraciones en las
que se utili-za este epteto coincidan con las que expre-san el
gesto de ser acogido por los dioses. En este sentido, es oportuno
indicar que en los escritos funerarios de la tumba del faran
Merenre no hay ninguna referen-cia a que ste fuera acogido en el Ms
All por los dioses con los brazos abiertos. Esto no resta peso a
nuestra hiptesis con rela-cin a la importancia del motivo cornudo,
el ka, como el factor esencial en la vida ul-traterrena de todos
los gobernantes. Esto es debido a que en la tumba de Merenre leemos
directamente que dicho faran es el ka de todos los dioses, y que a
su nom-bre tambin se aada el apelativo Nefer-kare. Es decir, que
Merenre tambin era considerado el Incomparable Perfecto del Ka del
Sol, lo que aporta de por s peso a la idea que tambin en su caso el
ka sea el aspecto angular de la vida en el Ms All. Pero hay otros
datos procedentes de los Tex-tos de las Pirmides que secundan la
hipte-sis del ka como elemento que explica la razn de ser de la
Gran Pirmide. Estos datos pro-ceden, en primer lugar, de un pasaje
escrito en la tumba de Pepi II en donde se lee: Pa-dre Pepi
Neferkare (Incomparable Perfecto del Ka del Sol), t has venido a
ser ba, akh, y estimado. Tienes tu ba alrededor de ti, tienes
tu akh dentro de ti, y tienes tu corazn en tu cuerpo. Esta
declaracin es muy reveladora porque indica que el ka del fallecido
es una especie de supraentidad que, en s mis-ma, contiene el cuerpo
fsico, el ba y el akh. Si todo lo apuntado hasta aqu es cier-to, no
slo los serdabs remiten al ka sino tambin la estructura interna de
las tum-bas en donde estn esculpidos los Textos de las Pirmides
pues tambin tienen una estructura tripartita. Por un lado tenemos
el sarcfago, que remite al cuerpo; la c-mara funeraria, que
contiene el sarcfago, que remite al ba del difunto y que es una
escenificacin de la Duat, el lugar que la constelacin de Orin ocupa
en el cielo. Por otro lado la antecmara remite al akh o espritu. De
manera que en las tumbas de los Textos de las Pirmides tenemos
in-dicaciones del ka por partida doble: en el serdab y en las
estructuras de las tumbas. Finalmente, y en lo concerniente a los
Tex-tos de las Pirmides, podemos traer ms agua al molino de la
estructura tripartita de la naturaleza humana del fallecido a
tra-vs de otras dos extraas declaraciones que aparecen en la tumba
de Pepi I.
busto del faran Pepi I
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DogmaCero 29
En la primera de ellas se indica t, el de la separacin en tres.
Segn James Allen, la separacin en tres debe remitir al
des-membramiento de cuerpo del dios Horus tras su lucha con Seth,
lo cual se me hace extrao porque no conozco ningn pasaje mitolgico
egipcio en el que se indique que Horus fuera despedazado en tres
trozos.La segunda declaracin, que apunta a una idea muy similar,
dice as: Osiris Pepi, yo tengo para ti aquel que te mat, cortado en
tres pedazos. Sobre qu significa dicha apa-rente carnicera, Allen
no propone solucin alguna, aunque conviene remarcar que en los
Textos de las Pirmides no hay un solo pasaje en el que se indique
que hay que se-parar o cortar al faran en dos, cuatro, cinco u otro
nmero de partes. Slo tenemos es-tas dos referencias en las que se
especifica que hay que cortar en tres secciones.Segn mi hiptesis,
estas declaraciones de la separacin tripartita remiten a la idea
expresada en el tratado Hermtico El Pen-samiento a Hermes en donde,
como ya he-mos sealado, se especifica que la muerte no consiste en
la destruccin de las cosas reunidas sino en la disolucin de la
unin. Por lo tanto, la hiptesis es que:En estas dos declaraciones
lo que se separa o corta en tres remite a la diso-lucin de lo que
permite mantener uni-dos el cuerpo, el alma ba y el espritu akh del
ser humano.Dichas declaraciones remiten a los tres elementos
fundamentales de los que est formada la comnmente denomi-nada Cmara
del Rey de la Gran Pirmi-de y que, de acuerdo con mi hiptesis, es
la Cmara del Ka: el sarcfago y los dos canales abiertos a las
estrellas.El ka en la historia de EgiptoPara dar ms fundamento a la
hiptesis de que la estancia superior de la Gran Pirmi-de simboliza
el ka, vamos a contextualizar esta hiptesis con otros datos
procedentes
del mismo Egipto. El primero de ellos remi-te al perodo anterior
al Imperio Antiguo, a la etapa previa a la redaccin de los Textos
de las Pirmides. Cito una vez ms a Richard Wilkinson: Un reciente
estudio sobre los yacimientos de Nabta Playa y Bir Kisseiba en el
Sahara, al oeste del Valle del Nilo, ha demostrado que all se
veneraron bovinos mucho antes de su domesticacin hacia el 7000 a.
C.Podramos pensar que la veneracin era motivada por creencias
vinculadas a la fer-tilidad y no a algn tipo de existencia post
mortem. Sin embargo esto es poco probable porque otra indicacin del
mismo profesor nos lleva ms claramente al orden de cosas que
estamos constatando: el tutano de los cuernos se colocaba en los
enterramientos de Tushka, en Nubia, ya en el 10000 a. C., lo que
sugiere su asociacin con creencias y rituales de una vida futura,
un hecho que encaja bien con el predominio en el Egipto dinstico de
la imaginera de las vacas en asociacin con diosas como Hathor, Nut
y Neith.Asimismo en los entierros de la cultura Natufiense, que se
desarroll hace ms de 10.000 aos en parte de lo que hoy es
Pales-tina y el este de Egipto, se han encontrado cuernos de gacela
junto a los restos huma-nos. De manera que los miembros de dicha
cultura probablemente tambin atribuan a los cuernos algn tipo de
significado fune-rario vinculado con la trascendencia del ser
humano.Ahora vayamos a las necrpolis predinsti-cas de la denominada
fase cultural Nagada, que se desarroll entre el 4000 y el 3000 a.
C., justo antes que alborease la civilizacin de los faraones. De
estos cementerios nos interesan los restos de cermica que se han
podido recuperar. Veamos qu dice de ellos la egiptloga britnica
Joyce Tyldesley:En estos recipientes, entre escenas ribereas,
barcos, animales y hom-bres esquemticos, vemos muchas
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DogmaCero 30
figuras femeninas cuyos largos y curvados brazos se alzan sobre
sus cabezas sin rostro, recordndonos a los curvos cuernos de una
vaca. Las figuras pintadas encuentran un paralelo en las sencillas
figuras de cermica incluidas en algunas tum-bas nagadienses. Con
rostros rudi-mentarios parecidos al de los pja-ros, pero con pechos
y caderas bien definidos, stas tambin alzan unos brazos parecidos a
cuernos por en-cima de la cabeza.
De manera que volvemos a encontrar una vinculacin clara entre el
motivo cornudo y la muerte. Ms tarde, en el amanecer de la
civilizacin egipcia hacia el 3000 a. C., tam-bin encontramos el
motivo cornudo vincu-lado con el simbolismo funerario.
Concre-tamente, est presente en una tumba del reino de Djet, cuarto
faran de la primera dinasta egipcia, en la disposicin de varias
cabezas bovinas de las que se destacan sus prominentes
cuernos.Estos datos remiten a la poca anterior a la construccin de
la Gran Pirmide as como a la redaccin de los Textos de las
Pirmides. Ahora vayamos al despus. Lo hacemos de la mano de la
investigadora de la Universi-dad de Manchester Eve Reymond, quien
lle-v a cabo un muy interesante trabajo sobre el origen mtico del
templo egipcio y que public en su obra The mythical origin of the
egyptian temple. Reymond se bas en el contenido de las
inscripciones presentes en el Templo de Horus en Edf que se
constru-y durante el denominado Perodo helens-tico (siglos VI y I
a. C.) sobre las ruinas de un templo mucho ms antiguo.Dicho
monumento nos interesa especial-mente porque sus muros contienen
las inscripciones ms extensas y detalladas de todo el antiguo
Egipto en las que se reflejan las creencias que los egipcios tenan
acer-ca del origen de los templos y los lugares sagrados. Por este
motivo enfatiza Rey-mond las inscripciones de Edf se pueden
tomar con toda seguridad como la principal fuente para un
intento de reconstruccin de la teora egipcia de cmo lleg a crearse
el templo.De acuerdo con el anlisis de Reymond, se crea que el
templo histrico era una con-tinuacin y una proyeccin de un templo
mtico que vino a la existencia al principio del mundo. La
investigadora explica que en este primer mundo sagrado de los
dioses imperaba la Realeza del Ka, y que el primer refugio que actu
como lugar de proteccin del Creador tena unas dimensiones de 5 x 15
codos. As pues, los textos del templo de Edf ponen en el centro del
proceso de creacin el Ka as como la proporcin ter-naria, todo lo
cual nos remite a la Cmara del Ka de la Gran Pirmide, al mensaje
sim-blico que, segn la hiptesis planteada en este trabajo, contiene
dicho espacio: un ser humano compuesto por el cuerpo fsico, el ba
(alma) y el espritu (akh).En este sentido, Reymond reconoce que hay
pruebas () que nos empujan a creer que el templo, tras haber sido
fundado, era
Portada del libro The mythical origin of the egyptian temple de
la investigadora Eve Reymond
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DogmaCero 31
el monumento del ka. Es decir, que el tem-plo egipcio fsico de
los tiempos histricos era, en ltima instancia y segn esta
inves-tigadora, una revivificacin del recuerdo del ka que existi
durante la remota edad mtica porque se crea que el templo his-trico
habia sido construido como recuerdo del ka. Sera por lo tanto tan
extrao que esta fuera la razn de ser de la Gran Pirmi-de mal
llamada de Keops?Tampoco est de ms aadir otro dato que aporta
Reymond en su trabajo. Esta investi-gadora remarca que, si bien la
primera ge-neracin de