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Dido el Bandido (CUENOVELA O NOVECUENTO) ANTONIO AVILÉS RODRÍGUEZ 1
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DIDO EL BANDIDO

Jul 25, 2016

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Antonio Avilés

Aventuras de un adolescente de 16 años, corto de inteligencia por una enfermedad, que quiere ser bandido, pero bandido de los buenos.
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Dido el Bandido

(CUENOVELA O NOVECUENTO)

ANTONIO AVILÉS RODRÍGUEZ

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1.- El porqué del nombre de Dido

Oíd; chicos. Esta historia pasó hace bastante tiempo, me la contaron cuando yo tenía, más o menos, vuestra edad.En realidad no se llamaba Dido, su nombre era Cándido García Pérez; pero cuando de pequeñito le preguntaban “¿Cómo se llama el neneeee?; él, el nene, les decía: “dido, dido.” Y con Dido se quedó. Tenía dieciséis años: alto, fuerte y buen mozo; pero como decía su abuela: “solo de cuerpo tie los dieciséis”. Porque Dido era corto; no es que fuera tonto, que no lo era, sino corto de inteligencia. De pequeño le entró una enfermedad muy mala, de las que no se curan con las yerbas del boticario; se lo llevaron a la capital y Dido volvió curado, pero corto de inteligencia. Vivía en un pueblo pequeño, de esos que, por aquellos, años tenía más vecinos trabajando en el extranjero que viviendo, como debía de ser, en el pueblo donde nacieron. Los padres de Dido eran unos de aquellos que se habían ido a trabajar al extranjero; a un sitio donde no se hablaba el español y como Dido era corto, sus padres pensaron que sería mejor dejarlo con los abuelos; no fuera a ser que se perdiera por esos mundos de Dios y no lo encontraran nunca más. Dido era el único mozuelo del pueblo, vamos, el único con dieciséis años; habían seis chiquillos que iban a la escuela en el autobús; y estaba “la Luciana”, la hija “del Luciano”, el herrero, que tenía veinte años; esa no

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era corta y, dicen, que estudiaba en la capital para ser maestra. ¡Ah! Bueno, también estaba Rosamari; la hija “del Jacinto”, que tenía los mismos años que Dido, pero era más corta que Dido; a ella aquella enfermedad tan mala le entró más fuerte y apenas podía moverse, siempre enferma la pobre.Como Dido no trabajaba, porque no había trabajo en el pueblo, se pasaba todo el día viendo películas y leyendo novelas del oeste; porque Dido sabía leer, poco… pero sabía. Las películas que más le gustaban eran la de ladrones buenos, de esos que roban a los ricos para dárselo a los pobres; aquel que vivía en los bosques o el otro, que llevaba una máscara y tenía nombre de animal. El caso es que a Dido se le había metido en la cabeza la idea de ser un bandido bueno; ya tenía incluso el nombre para cuando apareciera en los periódicos; porque Dido leía los periódicos, poco… pero los leía; se llamaría Dido el Bandido.¡Eha! que le sonaba bonico el nombre y lo quería para cuando lo sacaran en los papeles de “WATER”, que Dido no sabía lo que significaba, pero en todas las películas los bandidos salían dibujados en un papel donde ponía eso y el quería que pusieran:

2.- Dido elige un arma y una máscaraDido, pues, ya tenía el nombre de guerra; bueno, de guerra no: de bandido. Él no quería ser soldado, ni ir a la guerra, que allí muere la gente tontamente, o eso decía su abuelo. Ahora le faltaba el arma con la que realizar los atracos. A él eso de las armas le daba un poco de miedo,

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pero, claro, un bandido, por muy bueno que sea, sin una arma no daba mucho respeto; así que empezó a pensar en cuál sería la más adecuada. Mientras jugaba a bandidos, porque Dido jugaba, solo… pero jugaba; había probado con el rifle de pistones que le regaló su abuelo Marcos la feria pasada; era demasiado largo, no podía esconderlo en ningún sitio y hacía un ruido muy tonto cundo lo disparaba, más que miedo daba risa, y lo peor que le puede pasar a un bandido que se precie, es que se rían de él. Luego lo intentó con una pistola de juguete, regalo de su tío Antonio, el mecánico; tampoco le convencía mucho, se notaba demasiado que era de juguete: vieja, ya no disparaba ni flechas de goma. Otro día se llevó un cuchillo de los que utilizaba su abuela para cortar la verdura y todo aquello verde que la anciana ponía en la comida. Eso fue peor, porque el cuchillo estaba muy afilado; Dido quiso probar cómo se podía esconder en el bolsillo y la lió parda: rompió la tela de los pantalones, se cortó en el muslo y perdió el arma cuando regresaba al pueblo a que lo curaran; a todo esto la abuela Engracia se había tirado toda la mañana buscando la herramienta para hacer la comida y estaba que mordía; menos mal que, cuando lo vio chorreando sangre, la pobre anciana se asustó, se olvidó del cuchillo y lo llevó al practicante para que lo curaran, le dieran tres puntos y lo del cuchillo pasó a la historia. Al fin una tarde, jugando en las cámaras de la casona, se encontró, por casualidad, una pistola; no era de verdad, pero lo parecía tanto que Dido en un primer momento hasta se asustó; había oído a su abuelo aquello de: “Dido, no toques la escopeta, que la carga el diablo y luego… pasa lo que pasa” ¡Mira tú si aquella pistola, casi de verdad, estaba cargada por el diablo y luego pasaba lo que pasaba, que Dido no sabía muy bien qué pasaba, aunque, si su abuelo decía que pasaba…pasaba: eso era seguro. Aquella pistola se la trajeron al abuelo los padres de Dido cuando vinieron de vacaciones, quince días no más, de ese país donde estaban y no querían llevar a Dido por si se perdía. Ahora estaba sola, cuando la trajeron, iba junto con un cenicero y una cajita con cigarrillos, de esos que el abuelo Marcos se fumaba a escondidas. Antes, a la pistola, se le apretaba el gatillo y salía una llama por la punta; ahora, se le aprieta el gatillo y no sale “na de na”: mejor, la experiencia del cuchillo le hizo ser cauto y…; mira tú si la pistola estaba

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cargada por el diablo, se la mete al bolsillo, le sale la llama…y pasa lo que pasa; el corte le dolió un poco, pero quemarse…, eso debe dolor mucho.Pues, nada. Como Dido ya tenía su nombre de bandido, su pistola, casi de verdad; necesitaba un antifaz. Lo pensó mucho, mucho, y al fin decidió que no: él sería un bandido bueno con la cara descubierta; además, a él las máscaras le daban ahogo; cuando se disfrazaba en los carnavales del pueblo, parecía que le faltaba el aire. Nada, de máscaras nada. Y claro, si se ponía una máscara para que no lo conocieran...¿quién iba a saber que era Dido el bandido? Sin máscara. ¡Ya está!; que todos supieran quién era, vaya y pensaran que era ese del antifaz con nombre de bicho, le dieran la fama al tío ese y él no saliera luego en los papeles de WATER. Vamos, ¡lo que faltaba!; un año preparándose, para que luego salga otro en su lugar. ¡Un pijo, como un botijo!

3.- Dido da su primer …atracónCon un arma y sin máscara; Dido estuvo pensando muy bien pensado a quien robar primero. El primer robo, pensaba el chico, debía ser de los mejores; a gente con dinero; así, si sale bien, te llevas una buena pasta, sales en los papeles… y quizá ya no tengas que robar más; y si no sale bien, pues te sirve de experiencia para preparar otros mejor. Después de pensarlo mucho; bueno, mucho no, porque en el pueblo, desde que se acabó el trabajo y la gente se tuvo que ir…, habían muy pocos vecinos con dinero; sólo tenía que elegir entre cuatro: La viuda, el panadero, el herrero y el señor cura.Fue calculando fríamente a quién le haría el primer atraco. Primero pensó en el cura. Pero eso se le atragantaba un poco; no es porque fuera cura, que también; sino porque el hombre no tendría tanto dinero como la viuda. ¡Si no tenía ni para comprarse una capa! Venía el pobre montado en una bicicleta que, según decía su abuelo, era de los tiempos de Viriato, que Dido no sabía quien era ese tal Viriato, ni cuando vivió en el pueblo, pero si su abuelo decía que era de aquellos tiempo, seguro que era de

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aquellos tiempos, y además muy vieja. El anciano, con el frío que hacía, se liaba una capa tan vieja como la bicicleta, no se sabe si de la época de Viriato…pero vieja, vieja; ya más que capa de cura parecía capa de maletilla, o eso decía su abuela; tantos pueblos caminos y sendas había recorrido, tantos enganchones, roturas y aguas había pasado que tenía más costuras y remiendos que los pantalones del Benito, el hijo del Benito, ese que decían que también era corto, pero de nacimiento, que es otra categoría de corto; mucho mayor que Dido; aunque a Dido los pantalones del Benito le resultaban graciosos, tenía tantos parches y de tantos colores que parecían los de esos payasos de la tele que siempre preguntaban…¿Cómo están ustedeeees? “¡Cansinos los pobres!, decía su abuelo; con setenta y siete años, un reuma que me está comiendo por dentro, sin poder fumar todo lo que quería y otras cosas que el médico entoavía no me ha sacao; como quieren que esté: ¡jodío!”Después de darle vueltas al tema, se decidió por la viuda; no por lo de viuda, sino porque Dido pensó que era la que más cuartos tenía de todo el pueblo. Había sido mujer del maestro del pueblo, lo había sido, porque ya no lo era, por eso le decían la viuda. Además era hija del terrateniente y alcalde, que fue, del pueblo; hermana del hijo del terrateniente y también que fue alcalde del pueblo; antes hubieron muchos alcaldes, y todos hermanos primos o hijos del terrateniente, ahora no había nada más que un alguacilillo que hacía funciones de… “de na”; porque la gente del pueblo le tenía menos respeto que al Candiles: cuando se casó todos besaron a la novia menos él. La cuestión es que Dido pensó dar su primer golpe a la viuda. Pensó en el día; el lunes no, porque el lunes tenía que ir con su abuelo a las hazas a segar yerba para los conejos, y cuando venía… pues no estaba decente para ir a robar a una viuda; un bandido que se precie, cuando va a hacer su trabajo, tiene que ir limpio y oliendo a colonia, no sudando y oliendo a conejo. El martes no, porque el miércoles era mercadillo en el pueblo, y tampoco era cuestión de robar a la viuda los dineros para comprar en el mercadillo. Así que pensó en el jueves, un día de “encomedio” de la semana donde no se perjudica demasiado; además, los jueves venía el médico, les miraba el corazón, les daba sus pastillas y todos estaban más

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sanos; no fuera a ser que a la viuda le diera un acicoque y lo que iba a ser un simple atraco se convirtiera en algo malo. Ya estaba la cosa decidida: el jueves que viene. ¿La hora? ¡Eso no tenía que pensarlo!, la tenía muy clara: después de la siesta. A Dido, cuando comía, le entraba eso que a su abuelo también le entraba y que llamaba la soñaera y se quedaban durmiendo en el sillón; y si le entraba a su abuelo…a la viuda también le entraría y, claro, despertar a alguien para robarle cuando está en la soñaera no es de bandidos decentes. A si que el jueves, a eso de las seis, Dido se lavó, peinó, echó colonia y se fue a robar a la viuda. Llamó a la puerta, cuando la viuda abrió…- Hola, Dido ¿Qué haces por aquí a estas horas?- Buenas tardes- La educación ante todo, pensó Dido- Vengo a robar a usted.- ¿A rezar…?¿Has dicho a rezar conmigo…? ¡Que alegría Dido! Ya hace muchos años que nadie viene a rezar el rosario conmigo; pasa, pasa hijo. Y Dido… pasó.

Cuando el chico entró a la casa, vio lo grande que era; pero lo silenciosa que estaba. No se oía nada más que el tictac de un reloj colgado en la pared tan viejo como la bicicleta del cura, aunque Dido no sabía si era de la época de Viriato…o de cuando el señor maestro vivía. La señora viuda muy contenta le dijo. -¿Has merendado?Dido, que no entendía muy bien lo que pasaba, respondió con mucha educación.-No, señora viuda, ya le he dicho que yo vengo a robar.- ¡Ay! ¡Esta juventud!- Contestó la viuda- Sí, hijo, ya se que vienes a rezar; pero a tu edad debes merendar bien merendado, que estás creciendo. Vamos, vamos, pasa por aquí. Y Dido… pasó por allí.Dido no sabía que las personas mayores, cuando son mayores y no antes; se vuelven duras de oído; vamos, no es que estén sordos…sordos, pero oyen poco. A su abuelo le pasaba algo parecido, aunque el muy pillín decía que tenía “oído selectivo”; no oía nada de nada cuando la abuela Engracia le decía. “Marcoooos, que ties quir a limpiar las gorrineraaaas…” Pero sí oía la moto de la cartera, cuando, todos los jueves, venía a traer las cartas; entonces salía corriendo hacia la calle,

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miraba a la chica, joven y muy guapa, y le decía: “Quérmosa testás poniendo, Dolorcicas...¡Ain, quién tuviera veinte años y lo sabío sabío”. A la abuela Engracia también le debía de pasar eso del “oído selectivo” porque no oía lo que el abuelo le decía a la Dolorcicas, y eso que estaba muy cerca; pero sí oía a Dido cuando abría la puerta de la despensa para coger mantecados y desde la otra punta de la casa le gritaba: “¡ Dido! Deja de comer mantecaos, que te vas a poner más redondo quel Endalencio: cuando murió tuvieron que enterrarlo en un tonel de veinte arrobas porque costaba menos meterlo allí que hacerle una caja nueva”. El caso es que la viuda debía tener ese problema; pero claro, Dido no le iba a decir a la señora que estaba sorda; para qué, si no lo iba a oír. Así que pasó a un salón, grande…pero muy solo y silencioso; la viuda lo sentó en un sillón grande y muy viejo, ¡ese seguro que sí era de la época de Viriato!, y lo dejó…justo el tiempo en el que el chiquillo se dio cuanta lo sola que vivía la señora viuda, lo silenciosa que estaba aquella casa. Según había oído contar a su abuela, la señora viuda tuvo un hijo que se le murió al nacer, y el señor no le quiso dar más; “Pos que raro que era ese tal señor al repartir a los hijos”, pensó Dido; Al Benito le había dao once, uno de ellos el corto de nacimiento; ya puestos, podía haber repartío alguno para la señora viuda, así la cosa estaría mejor: el Benito no tendría que deslomarse para dar de comer a tanta boca, y la señora viuda no estaría tan sola en su casa”..

Ya digo, la señora viuda dejó un ratico al chaval…justo el tiempo para ir a la cocina y traer…¡Santo Patrón –que diría su abuela-¡ Un tazón de chocolate más grande que la balsa “el Remendao” donde dicen que se cayó “el Remendao” con cuatro años y cuando lo encontraron venía ya con la mili hecha; dos fuentes con mantecados y rollos de sartén, tan grandes como las ruedas del carro del “Rebustiano”, que, decían, habían gastado veinticuatro pinos para hacerle los radios: un pino por radio. La mujer dejó todo aquello en la mesa, delante del chaval y le dijo.-Venga, mozo, que estás creciendo y hay que alimentarse bien.La viuda le puso a Dido un rosario de nácar entre las manos, otro ella y empezó con el Ave María y Dido empezó… con un rollo de sartén que parecía la rueda pequeña del carro el Rebustiano. Entre aves marías,

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padres nuestros y misterios de esos que hay en el rezo; el zagal se zampó media fuente de rollos y otra medía de mantecados de vino, sin dejar una gota de chocolate en la balsa del Remendao, por…, por si se perdía otra vez, lo encontraran antes de hacer la mili.Cuando la señora viuda dijo: “Amén Jesús” y terminó de rezar, ese” amén jesús” a Dido lo pilló con la boca llena y sólo pudo decir…amejezuz; pero como la señora viuda no oía bien…entendió “amo Jesús” y se le saltaron las lágrimas.- Sí, Dido, ama a Jesús, que te protegerá de todo mal.El chico no sabía quien era ese tal Jesús; en el pueblo, al menos, no vivía; pero debía de ser un médico muy bueno cuando la señora viuda decía que lo iba a proteger de todo mal. Otro día le preguntaría a la señora dónde estaba ese tal Jesús, para que curara a su abuelo del reuma ese que se lo estaba comiendo por dentro; porque por fuera el albuelo Marcos estaba más sano que una manzana, a su edad aún se cargaba a las costillas una gavilla de alfalfa y la traía a las casa; sino fuera por el “oído selectivo” Dido diría que su abuelo estaba más sano que un roble y lo del reuma eran achaques de viejo.-Bueno, Dido-dijo la señora viuda- Veo que has merendado bien.- Sí, Señora, mu bien: y estaba to mu güeno- Pues, llévate todo lo que ha quedado- Y se fue a por una bolsa a la cocina-Cuando Dido se quedó solo pensó. “Madre del amor hermoso, ¡qué hago yo con tanta comía!” La viuda salió, metió todo lo que había encima de la mesa, menos el chocolate, claro, que Dido se había encargado de meterlo en la barriga; y se lo dio al chico.- Toma; para que te lo comas cuando tengas hambre.¿Hambre? El mozuelo pensaba que hambre no iba a tener en el resto de la semana.-Hace tiempo íbamos a rezar el rosario a la iglesia-comentó la viuda-, pero desde que al cura le quitaron la parroquia para compartirla con el otro pueblo…ya no se reza el rosario.¡Pero quién le había quitao la parroquia al cura! –pensó Dido- Si acabo de pasar por la puerta y la iglesia seguía ahí; a no ser que alguien, mientras

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rezaba el rosario, se la haya llevao…que también es mala leche llevarse la iglesia del pueblo a otro sitio, con lo bonica que estaba.- Te doy estos cinco duros a condición de que vengas todos los jueves a rezar conmigo.Buenoooo, por cinco duros Dido era capaz de venir a rezar hasta los sábados por la tarde, que era cuando daban en la tele la “Sesión Continua” y ponían las películas de ese que se llamaba Jon Güein, uno de los mejores pistoleros de todo el oeste.- Se lo prometo- ¿Me das tu palabra?- Palabra del Bandido Dido.- ¡Ay! ¡Si todos fueran como tú! Anda, bandido, que eres más bueno que el pan. Pero el zagal pesaba: “Bueno el pan…sí; pero buenos, buenos los mantecados de vino que llevaba en la bolsa”.Prometido lo del jueves, Dido salió a la calle con su botín, más orgulloso que el Contreras con su reloj: se murió de una pulmonía por ir todoooo el invierno en mangas de camisa corta con tal de que “to er mundo viera su reló nuevo”.Dido tenía ya su botín, pero como buen bandido tendría que repartirlo con los pobres. Y empezó a cavilar, lo poco que podía cavilar, a quién dárselo. Fue rápida la decisión; los rollos y mantecados a Rosamari, la que era más corta que él por la enfermedad; y los cinco duros…esos había que pensar mu bien pensao dónde dejarlos.Trajinando en esos pensamientos, pasó por la puerta de la iglesia, se llevó una gran alegría porque no se la habían llevado, estaba allí y la señora viuda no lo sabía; claro, ¡salía tan poco! Además la puerta estaba abierta, cosa rara para un jueves, porque solo se abrí los domingos y en horas de misa. No lo pensó dos veces…salió escaleras arriba, se metió despacio, como escondiéndose; porque los bandidos cuando han hecho un atraco van a misa a escondidas, no estaría bien visto que un bandido, por muy bueno que fuera, después de robarle a una viuda fuera a misa con la “cabeza mu levanta.” No vio a nadie por allí, se fue hasta una repisa donde el cura tenía siempre unos papeles y con un bolígrafo que colgaba

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atado de una cadenita, Dido escribió… lo que quiso escribir, eso sí, despacio y con muy buena letra. La nota de Dido quedó así.“Pa que no se lleben la paroquia daqui y paque se reze el rosario, que la señora biuda está mu sola y quiere rezarlo como dios manda.¡A! Y mese olbidaba; si sobra argo de los cinco duros…paque el cura se conpre una capa nueba, que dice mi abuela que más que capa de cura paece capa de maletilla.¡A! que tanbien mese olbidaba, los rollos de sartén y los mantecaos se los llebo a Rosamari, qués mu buena y cuando me be dice…Dido, dido…muuu guapo y meda un veso, un veso de amigo, no sean mal pensaos.”Lo leyó todo bien leído por si tenía alguna falta de ortografía, que era un pecado muy grande, según decía el maestro que tuvo antes de la enfermedad, y como no vio ninguno de esos pecados, se acordó de lo que su abuelo hacía cuando rellanaba un papel importante para el ayuntamiento.FIMA Y RUPÍCAEL BANDIDO DIDO.“¡A! Y los cinco duros que no los toque naide asta que se cunpla lo que mandao!” Bueno, esto no lo ponía el abuelo en los papeles, pero decía un montón de palabrotas acordándose de toda la familia de un tan “concejal.”

4.- Dido planea su segundo atraco Lo de la viuda no estuvo mal, pensaba Dido; pero eso no le iba a hacer salir en los periódicos, y él quería salir en los periódicos, para eso se había metido a bandido; así que empezó a planear su segundo atraco.Descartada la viuda, porque no era muy decente eso de robarle a quien te da de merendar tan bien merendao. Descartado el cura, por las cuestiones que ya conocemos; a Dido solo le quedaba el panadero; bueno, y el herrero; pero a ese lo iba a dejar para el último, para cuando la Luciana terminara de estudiar en la capital, no fuera que, al robarle al

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padre, se quedaran pobres y la muchacha no terminara de ser maestra, con la ilusión que le hacía a ella y a todo el pueblo; porque del pueblo nunca, nadie, había sido maestro. Así que Dido se puso a planear cómo y cuándo robarle al panadero. El panadero era un hombre mayor, como todos los del pueblo, que había decido quedarse a seguir haciendo pan cuando sus hijos se fueron a buscarse el pan a otra parte. “También es tontería, pensaba el chico, teniendo el pan en su propia casa…se van a buscarlo a la casa de otros”. La cuestión es que el hombre se quedó y, aunque estaba jubilado, seguía haciendo pan, un pan muy bueno pero escaso. No es que el panadero no supiera hacer más pan, que sí sabía, lo que ocurría es que era muy mayor, tenía a su mujer malica y entre cuidar a su mujer, hacer el pan y venderlo…pues que no llegaba; y encima, el panadero del pueblo de al lao hacía mucho pan: malo, pero mucho; lo vendía más barato y, además, lo repartía con una camioneta por todas las casas y claro, es más fácil que te dejen el pan, aunque sea malo, en tu puerta…que tener que ir a buscarlo, o eso decía su abuela cuando se enfadaba porque nadie le compraba nuestro panadero. La abuela sí le compraba: “faltaría más, con lo bueno que lo hace, voy a comprarle al blincaciecas ese, que trae los panes tan mal hechos que para cortarlo ties que coger la navaja del barbero Lucas: tan afilá estaba que tiraba un pelo al aire, hacía ¡zas, zas! con la navaja y caía el pelo lavao, cortao y con los rizos hechos”. Total que Dido pensó: “robarle al panadero la pensión no es del todo un robo de bandido malo, porque de hambre el hombre no se iba a morir…pan no le iba a faltar, y robarle a un comerciante era más importante para los periódico que robarle a una viuda, seguro”¿Cuándo?, pensó. Por la noche…, no; porque los panaderos hacen el pan por la noche, para que al día siguiente esté…como debe estar, y no era cuestión de dejar a sus abuelos sin pan, sin magdalenas y sin bollos. Lo haría a primera hora de la mañana, justo después de que la abuela Engracia comprara todo lo que tenía que comprar. Así que al día siguiente iría a robar. Y llegó el día siguiente. Dido, se lavó, se peinó, se echó colonia y se fue a robar al panadero. Tuvo que esperar un par de minutos porque la abuela Engracia se había retrasado un poco y no era cuestión de que lo pillara robando, le diera tres collejas cogote arriba y lo

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mandará a limpiar las gorrineras, con lo guapo y limpio que iba. Cuando la abuela se fue; se acercó tranquilamente al panadero, que de espaldas arreglando las estanterías no lo vio llegar, dijo con voz alta y clara de bandido serio:“Buenos días, vengo a robarle a usted” El panadero seguía dándole la espalda sin volverse y Dido repitió lo que había dicho antes con voz más alta y más clara de bandido más serio, pero… ni por estas; así que Dido tuvo que tocar los lomos al pobre hombre para que se diera la vuelta.-¡Vaya, Dido! – Dijo el panadero dando un respingó - ¡Qué susto meas dado, bandido!- Perdone usted, señor panadero yo…-Dijo el chico más asustado que el propio anciano.- Nada, nada. No pasa nada…si es que a mi edá…uno ya. Bueno, qué quieres zagal. Tu abuela ya se ha llevado la compra de hoy.Dido, un poco desinflado por el susto dado al anciano, dijo con voz baja de bandido acomplejado. “Yo…le vengo a robar”- ¿Que vienes a qué?- A….robar- Dijo Dido con voz más baja aún-- ¡Válgame el cielo, mozo! ¡Que me vienes a ayudar…! ¡Con la falta que me hace un ayudante! Anda..., pasa, pasa padentro. Y Dido… pasó padentro.Mientras pasaba padentro, Dido pensó: “Al panadero le pasaba como a la señora viuda, era duro de oído”; así que no se molestó en intentar explicarle su intención de robarle la pensión; además, con lo contento que estaba el hombre no le iba a quitar la ilusión…y la paga, eso sería de bandidos descaros, y por ahí no…,bandido… bandido sí: pero decente; esperaría la ocasión y…en cuantico el anciano se despistase, ¡zas!, se largaba; sin la pensión…, pero se largaba.-Bueno, hijo, bueno; parece que te manda DiosDido estaba seguro que ese tal dios no le había mandado; él era su jefe, un bandido solitario; no acepta órdenes de nadie, por muy dios que fuera-No, señor panaero, no es dios quien me manda…soy yo que…El panadero no le dejó terminar.

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- Ya, hijo, ya sé que eres tú quien ha decidido venir; pero seguro que dios ha oído mis plegarias y te ha mandado para ayudarme. ¡Con la falta que me haces!Pues si ese tal dios había oído las plegarias del panadero, estaba claro que también era duro de oído: él había ido a robar…no a ayudar. Ya metidos en harina, dentro del obrador del panadero, con sacos llenos de tan blanco polvillo, con el horno encendido; el anciano se fue a un armario, sacó un gorro, un mandil y se los dio al muchacho, que se quedó más blanco que la harina de los sacos.- ¡Y esto! –Dijo el zagal-- Esto es tu traje de faena…- Le aclaró el panadero muy orgulloso-¡Toma castañas! A él, que no había querido ponerse mascara, ahora lo iban a vestir de torero; bueno, de torero no, de pandero… que es casi igual.¡Hombre, no! Eso no era de bandidos decentes, ni decentes, ni siquiera de poca monta- pensaba Dido-- Pero señor panaero, yo he venido aquí a robarle a usted y estoooo.- Sí, hijo, sí, pero para ayudarme como debes…has de ponerte lo que te debes poner; y que lo dice sanidá que debes.Bueno, si lo dice la sanidá esa; que Dido no conocía de nada a la tal señora, pero debía mandar muncho porque, según decía su abuelo hasta tenía un “menistro”…., “el menistro de la sanidá.”; pues debería ponérselo. Pero Dido, mientras se encasquetaba el gorro y se ataba el mandil pensaba. “¡Pos vaya con la sanidá esa…mucho dá dá dá; pero el que debe y debe poner soy yo; ¡que se ponga el gorro y el mandil el menistro ese, leches! que yo soy un bandido honrao con la cara más limpia que el jaspe”, que Dido no sabía lo que era el jaspe, pero su abuela, cuando le obligaba a limpiar las conejeras, siempre le decía: “Y que quede to más limpio quel jaspe.” Lo de la cara limpia le duró al mozo lo que tardó el panadero en echar un saco de harina a la amasadora, después la tenía más blanca que “el Renglones”: dicen vio un fantasma a los doce años, se quedó tan blanco y reluciente, que en las noches de luna llena, se subía al campanario de la iglesia y se le veía desde todo el pueblo; tan blanco estaba y tanta impresión daba verlo que-decían- hasta el fantasma que se le apareció a los doce, a los catorce se metió solo en la

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tumba y no salió más; ¡pa qué, si daba más impresión ver al Renglones que a él!Pues allí estaba nuestro Dido con la cara más blanca que el Renglones, con la moral de bandido por los suelos, mirando una maquinurria que hacia un ruido de mil demonios dando vueltas y más vueltas; y lo que era peor, sin poder hacer ¡zas! y largarse; ya le había dicho el panadero que no dejara de vigilar la masa vaya y se cortara…y si se cortaba, le echara un poco de agua. “Jo-pensó Dido- qué raras son las masas; a mi cuando me corté…me echaron mercormina roja, no agua del grifo; y además, ¡cómo no se va a cortar…si tie dos cuchillos dentro!”Al poco se acercó el panadero y dijo… “Bien, esto ya está. Ahora a darle puñetazos”. ¡Lo que le faltaba al chiquillo! ¿Ahora se tenía que pegar con la masa? ¡Pero qué locura era aquella! Si lo llega a saber ni se acuerda de la pensión del panadero.El pandero volcó la masa en un barreño y le dijo al chaval.- Coge – Y Dido cogió- Sube- Y Dido subió- Vuelca- Y Dido volcó. Toda la masa quedó encima de una gran mesa de piedra blanca, ancha y larga. “Ahora, a amasar de verdá” - dijo el panadero- ¿Entonces…lo que hacia la máquina era jugar?-pensó Dido-El panadero le dijo a Dido. “Mira” y Dido…pues miró. El anciano con un cuchillo cortó un trozo de masa, lo echó un peso, añadió un trocico más y toda ella la puso aparte, en un lado de la mesa; espolvoreó harina en otro lado, puso el trozo de masa encima y empezó a darle puñetazos con la palma de la mano.- ¿Ves?- Veo.- Pues ahora tú.El muchacho empezó a darle puñetazo a la masa y el panadero se partió a reír.- Dido, hijo, hay que amasarla, no matarla a golpes. Mira, así, así, así…y luego se pone aquí en este sitioY el mozo, que aunque era corto, era bastante hábil con los trabajos manuales, pues hizo así, así, así… y luego lo puso en ese sitio.- ¡Muy bien, zagal! ¡Creo que has nacío pa panadero!

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Nada, de eso nada, pensaba Dido; él había nacido para bandido; lo de estar allí haciendo así, así y luego allí, era porque, antes, no pudo hacer ¡za! y salir corriendo. Pero el caso es que el mozuelo, entre así, así y luego allí; entre estirar y encoger, entre apretar y soltar; le tomó gustillo aquello; era como cuando jugaba con el barro, divertido…pero menos sucio y más sabroso, pensó, porque el barro sabía…¡puaj! a barro y esto –tomo un trocico -…¡puaj! a engrudo de pegar estampas. “Claro, mozo, hay que meterlo al horno”, dijo el anciano”Terminaron de aporrear bien aporreá toda la masa. - Bien amasá, como antiguamente, dijo el anciano, y no lo hago tó a mano porque el reuma me está comiendo, sino…quitaba hasta la máquina.Otro que tendrá que ir a ca el Jesús ese que dice la viuda qués tan buen médico-pensó el mozo- - Bueno está; ahora que duerma un rato largo.“Normal, pensó el chiquillo, con la paliza que le hemos dao debe estar la probe pa dormir más quel Abundio: tres meses durmiendo, y cuando se despertó…, comió, se echo la siesta, porque, decía que había pasado mu mala noche”- Ven pa acá, mozo-Y el mozo fue pa ya.- Ahora coges esta bolsa y se la llevas a la viuda del maestro, la pobre está algo malucha y no ha podido venir a por su pan. Y cuando se lo des, te vienes pa ca.Vaya, pensó el mozo, si la viuda está malica…¿No será que el tal Jesús no es tan buen médico?”. Cogió la bolsa y salió atizando para la casa de la viuda.- ¡Ande vas, muchacho!- Pos…a llevar.- Sí, hombre sí, pero quítate el mandil y el gorro, y lávate la cara, que le vas a robar el puesto al Renglones.¡Eso quisiera Dido! ¡Robar algo!, aunque fuera el puesto al Renglones.Dido, ya de paisano, es decir, sin el mandil, sin el gorro y bien lavada la cara. Se fue para la casa de la señora viuda. La casualidad…, pues que pasara su abuela por allí y lo viera cargado con la bolsa.- ¡Ande vas, zascandil!

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- Pos…- sin saber qué decir- Pos…que estoy ayudando al panaero.- ¡Ayudando tú al panaero…! ¡Qué llevarás entre manos, bandido!Dido empezó a pensar que su abuela tenía poderes; ella sabía que el nieto no había ido a ayudar al panadero…por ayudar.- Pos el panaero…necesitaba ayuda y…y dice que me manda Dios.- Sí; como los cinco duros que dejaste en la iglesia… ¿También te los dio Dios?Lo dicho, la abuela tenía poderes. ¿Cómo, si no, iba a saber lo de los cinco duros?- ¿Yo?¿En la iglesia? ¿Cinco duros?- Anda, anda, bandido, que se van a poner duros los panes. Y no tardes muncho en ayudar al panaero…que te se va a enfriar la sopa de cocido.“Sopa, cocido…Pos a ver si el panaero tiene mucho trabajo y llego tarde a comer, así me hace unos huevos fritos con patatas…y me ahorro la sopa.”Al regresar a la panadería, el chaval percibió un olor que abría el apetito, bueno, el hambre que decía su abuelo-- A qué güele también-- A pan recién hechico, zagal; el que has amasao; está apunto de salir.“O sea, que dejó la masa durmiendo, y está apunto de salir…pos donde va la muy condená. Pa eso no me tiro yo toa la mañana dale que dale.”- Y a dónde va…-¿Quién? - La masaEl anciano se puso a reír como no lo había hecho en décadas.-¡Ay, zagal, qué caídas tienes! Pos dónde va a ir, a ningún sitio.-Como usté ha dicho questá punto de salir…-Sí, hijo, sí. Ven pacá. Dido fue paya. Y paya era donde estaba el gigantesco horno de leña que, decía su abuela, era capaz de hacer sesenta panes de kilo de una tongá. El calor era muy intenso dentro de aquella habitación, pero el olor a pan recién hecho era tan …tan que a nuestro zagal se le despertó el hambre. El anciano cogió una pala con un mango muy largo, abrió la boca del gran horno…

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“Mira”- Dido miró- Dentro se veía un montón ascuas arrinconadas y en el suelo, bien colocadicos en círculos, más de veinte panes. El hombre metió aquella pala tan larga, sacó uno, lo puso sobre un tablero:- Este es uno de los que tú has hecho. -¿Yo? Pos no sé cómo.- La masa que hiciste, la he metido aquí dentro y…mira que hermosura.Sí que era guapo aquello, sí; oliendo a pan pan, redondico, torraíco, …¡leches! y quemando más que las coles del Tostones: las cocían el lunes y hasta el sábado no había manera de hincarles el diente a las jodías-Pero hombre, mozo. ¿Cómo se te ocurre coger el pan recién sacao del horno?-Yo, bueno, pensé- Decía el zagal mientras se chupaba los dedos chuscarrados-- Gajes del oficio- comentó el panadero-“ Na- pensó Dido- Yo de bandido no me voy a quemar muncho los deos. Ya me cuidaré yo de no jugar con fuego…que luego te meas en la cama, o eso decía su abuelo”.Por cierto, y hablando de fuegos. ¿Y la pistola de Dido? Porque habréis visto que Dido no lleva pistola para dar sus golpes. Pues pasó… lo que debía de pasar. La abuela encontró la pistolica por la habitación del nieto, pensó lo que pensó y dijo. “Quía, este es capaz de pegar fuego a la casa con sus juegos de bandidos” La escondió bien escondida y Dido creyó que el diablo ese que carga las escopetas…se la había llevado para cargar la pistola. “Pos muy buen viaje lleva, señor diablo, que con fuego no se juega…luego pasa lo que pasa y…te meas en la cama. A demás, como las personas a las que voy a robar son mayores, si ven la pistola se asustan y luego… pasa lo que pasa. Así iban las cosas, el panadero le dejó la pala al chiquillo, Dido sacó tres panes del horno, dos se le cayeron…, el tercero también y al panadero le bailaba la dentadura postiza de tanto que se reía.-No, mozo, ties que hacerlo; así, así, así…y luego aquí.Así, así, así…y luego ahí; Dido fue sacando uno a uno todos los panes del horno.

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Todos los panes fuera y sin peligro; el pandero se llevó al mozo a un almacén grande, con cacharros antiguos muy bien ordenados en sus estanterías; un portón ancho al fondo debía dar a la calle.-¿Sabes montar en bicicleta?Hombre, Dido saber montar en bicicleta, sabía, sus porrazos, chichones y raspaduras de piel la había costado aprender…; pero no tenía bicicleta- Sí, pero no.-¿Cómo sí pero no?-Que sí se montar, pero no tengo.-¡Eso está solucionao! Dijo el panadero yendo hacia una pared donde se adivinaba un gran bulto tapado por unas lonas- Mira- retiró las lonas y apareció una bicicleta.Bueno, una bici bici…como Dido sabía que eran las bicis, no era: cierto; era una bicicleta de panadero, llevaba una rueda delante con el manillar y detrás dos ruedas más con un cesto amplio arriba; muy arreglada, brillante y limpia…parecía nueva, aunque Dido pensaba que debía de ser tan antigua como la del cura.- Esta bici la llevaba mi hijo antes de irse al extranjero. La he arreglado, está como nueva. Ahora tú con ella le vas a llevar el pan a los vecinos.¡Toma castañas!, pensó Dido; no solamente no le voy a robar la pensión, sino que ahora me pone a repartir pan como el blincaciecas ese que viene con la camioneta; y con una bicicleta de los tiempos de Viriato; esto ya no sabía el chiquillo si era de bandidos decentes o de poca monta; pero…, bueno, le hacía ilusión montar aquel trasto y puestos ya ha hacer el ridículo como bandido, disfrutaría del cacharrito aquel. -Ven pa ca,Dido fue paya. El panadero le dio un boli, unas bolsas de papel y dijo: ¡Apunta!- Y Dido apuntó- Mira, esta bolsa con cuatro panes, se la vas a llevar al Benito. Esta con dos, al herrero; esta…Así fue metiendo bolsa tras bolsa hasta llenar el cestico de la bicicleta, todas muy bien apañadicas y con el nombre puesto “Ar Venito, Ar erero…”porque Dido apuntar… apuntaba, pero a su manera. Puestas así las cosas, cada pan en su sitio y bien repartido, Dido se montó en el cacharrico aquel, el anciano abrió las portales y…y nada; Dido le daba a los pedales pero el cacharro no andaba “¡No, si ya te digo!-

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pensaba el muchacho- Este trasto anda menos quel burro el Ramales: de tres paso que daba…dos eran para echar la siesta”Allí estaban; al zagal dándole a los pedales, el panadero con el portón abierto como si esperara que saliera el toro de los chiqueros y la bici más quieta que la vaca del Tarta: tanto tiempo estuvo en el mismo sitio pará que hasta las pezuñas le echaron raíces.- Vamos…zagal, no aprietes los frenos, que todavía no vas cuesta abajo.Dido se dio cuenta del detalle, soltó las manivelicas de los frenos y dijo mientras salía por el portón más colorao que los fresones de Huelva.- No, si era pa probar que funcionaban.

5.- Dido consigue que el herrero no se coma el hierro Allá va nuestro bandido, por las calles del pueblo, dando bandazos de izquierda a derecha, porque aunque sabía montar en bici…sabía poco y hasta cogerle el tranquillo al triciclo, le costó un rato largo. Llegar llegó…tarde, pero llego a todos las casas. La última era la del herrero que estaba a las afueras, en la carretera que iba hacia el pueblo de al lado. Cuando llegó a la herrería le recibió la mujer del herrero...la herrera, claro está. -Hombre Dido ¿Tas hecho panaero?“¡Qué manía! ¡Qué yo no soy panaero!-rumiaba por dentro el crío- Esto es porque no pude hacer ¡zas! y salir corriendo. A ver si ahora iban a poner en los papeles de Water Dido…el panaero”.- No, que estoy ayudando al panaero porque dice que me ha mandao dios,.- Ya, hombre, ya; como los cinco duros que dejaste en la iglesia. ¡Vaya lata con los cinco duros! Si lo llega a saber se los gasta en vino; que Dido no bebía vino, pero era lo que decía su abuelo cuando le pedían algo para la iglesia. “¡Pos na!, pa eso me lo gasto en vino, así me lo bebo yo y que el cura beba agua.” Manía que le tenía el abuelo a los curas. Cosas de abuelo, pensaba el zagalico.

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- Pos na, que traigo unos panes y que dice el panaero que a partir de ahora…ya vacer pan todos los día, y del bueno…Bueno, eso de bueno lo dice mi abuela.Dentro estaba el herrero hablando con la Luciana, la hija del herrero, como ya sabéis, la que estaba estudiando para maestra en la capital, la que iba a ser un orgullo para el pueblo porque nunca nadie había salido maestro.- Hola, Dido, ¿Cuánto tiempo sin verte? Dijo la Luciana-Hola-zagal ¿Qué te trae por aquí?-Dijo el herrero--Como traer, traer…ma traío la bicicleta.El hombre, alto y carnoso, soltó una carcajada como la del Tuerto: la oyeron en el pueblo de al lado y las campanas repicaron a arrebato pensando que era una mala nube de pedrisco. - ¡Jodío crío!¡Qué caídas tiene!.-No, caerme no me caío. En la Cuesta los Caños estao apunto, pero na, la rueda da tras ca pillao un risco.Esta vez la carcajada fue más fuerte que la del Tuerto, seguro que en el pueblo de al lado habían tocado las campanas.- Que se ha hecho panaero por la gracia de Dios-dijo la herrera-“Mu gracioso el dios ese. Ahora solo falta quel herrero me diga lo de los cinco duros”- Claro, como dejó los cinco duros en la iglesia…“Pos ya no faltan los cinco duros, hombre.”La herrera se metió hacia la cocina. Dido se quedó sentado allí, rumiando lo del dios ese y lo de los cinco duros dichosos. Mientras el padre y la hija del padre, la Luciana, siguieron hablando de lo suyo.-Entonces, papá, ¿qué hacemos?- Hija, ya te dicho que la herrería no va tan bien como antes. Ahora con los tractores y toda la maquinaria que traen del extranjero…ya apenas quedan caballería para herrar, y en el pueblo, pocas casa ponen rejas ¡Ya ni ladrones quedan!“¡Ja ¡ Pensó nuestro chico. Eso es quel pueblo no sabe que estoy aquí. Ya verán cuando de un atraco bueno, ¡Tos van a poner rejas!”- Pero sin libros…no voy a poder estudiar como los de la capital.

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-Ya, hija, ya, pero no hay dinero pa libros, antes hay que pagar lo que se debe y comer…Luciana se fue llorando hacia su cuarto. El herrero se fue con una cara muy seria, casi llorando, diría en chico y él quedó solo muy pensativo, descartando de inmediato el robarle algún día al herrero. Si no tenía pa los libros de la Lucina ¡Qué le iba a robar al pobre hombre!” Podría, pensó, quitarle las ganas de comer; así solo tendría que pagar lo que debe y le sobraría algo para los libros, pero claro…,¿cómo se le robaba las ganas de comer a un hombre tan grande y recio como el herrero…?La herrera salió de la cocina con una cesta de huevos, unos tomates y alguna verdura.-Toma, zagal. Dásela a tu abuela, que a ella siempre le han gustado los huevos de mis gallinas. Dile que están mu frescos, vamos, recién puestos.El mozo cogió la cesta…, pensó lo que pensó…- Perdone usté, señora herrera, pero…,¿por qué no le da usté los huevos y las verduricas estas…al señor herrero…Bueno, estos dos huevos me los llevo pa que mi abuela me los fría, las verduras…toas pal herrero.- ¿Por qué dices eso, mozo?- No, pos que así el señor herrero mata el hambre….se le quitan las ganas de comer…y ya solo tie que pagar lo que debe…La herrera tenía los ojos como las fuentes de mantecaos que le puso la viuda.- No entiendo na, hijo.El herrero entraba en ese momento, lo oyó y soltó otra tremenda carcajada - ¡Jodío chaval! ¡Y porque dicen ques corto!Se acercó a Dido y acariciándole la rubia cocorota le dijo.- Tranquilo, chico, si es preciso…,me pongo a comer hierro; pero la Luciana tiene sus libros. Llévate la canasta y muchas gracias por el intento, bandido.Dido pensó, otra vez, bien pensadas las cosas. Cogió la canasta, dejó lo verde en la mesa, agarró los huevos y mientras se iba para la bici le dijo al herrero.- Bueno está, si así lo quiere usté. Pero le dejó la verdurica, que dice mi abuela ques bueno pal estógamo no sea que el hierro le siente mal. Yo me

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llevo los huevos…que yo tengo mu bien el estógamo y lo verde me sienta fatar. Esta vez, el herrero y la herrera soltaron la carcajada al unísono. De vuelta a la panadería, entre esquivar los baches de la carretera, enderezar la bici para que fuera por donde debía ir y no por donde le daba la gana, subir la cuesta de los Caños apunto de caerse otra vez y llegar a la tahona…Dido fue dándole vueltecicas a lo de los libros. “Si la Luciana no tie libros…no vaser maestra, con lo orgulloso questá el pueblo della. Claro, que si el herrero no tie dinero…se va a comer el hierro; que digo yo, con lo duro ques ¿cómo lo va a masticar? Bueno, las lentejas tien mucho hierro, o eso dice mi abuela, y me las como mu bien; a lo mejor el herrero tie una receta pa hacer comida con el hierro, que pa eso es herrero.Libros…libros, no pueo robar en el pueblo, tendría que irme ar de al lao; además yo no sé qué libros necesita una maestra…” Parar la bici, poner el pie entierra y venirle la idea, todo fue uno. Entró la bici por el portón…se fue derechico hacia donde el panadero estaba trajinando en el horno.- Señor panaero. Ya he repartío el pan. ¿Me pueo ir? Diciendo esto…le vino una olorcica de las que resucitan a los muerto…¿a qué?-Hombre, zagal. Ha estao aquí tu abuela pa ver si ibas a comer; pero le he dicho, que ya que me has ayudao…comerías aquí conmigo. Apunto está de salir del horno una paletilla de cordero con patatas…¡A eso olía! Y claro, cómo se le va a hacer ascos a una paletilla de cordero asada en el horno con esa olorcica que revive a los muertos. La idea podía esperar; total, comer…hay que comer, hasta el herrero su hierro, así que…- Pos si está apunto…que salga, yo también estoy apunto - Venga, mozo, vamos a comer Y a comer se fueron Bien comidico y con la soñaera echada. Dido se puso en marcha para conseguir los libros a la Luciana.“Si ella está estudiando pa maestra- pensaba en chico-los libros del maestro…, bueno, del maestro marido de la viuda, le servirán igual, digo yo; la viuda ya no los necesita, pos

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entonces…que se los dé a la Luciana y tos contentos” Con ese tele tele, el zagal se fue a la casa de la señora viuda.- Hola, Dido. ¿Hoy no es jueves?-No, ya, pero quería pedirle un favor.- ¿Un favor?…claro, hombre, claro. Pasa y cuéntameDido pasó y le contó.- Buena idea, zagal, muy buena idea. Pero los libros de mi marido son muy antiguos; quizá no le valgan a la chica…Pero… Espera.Dido esperó. Al poco vino la mujer con una sobre y le dijo al muchacho.-Cuando vayas a la casa de Luciana, le das esta carta. Es para un alumno de mi marido que vive en la capital, también es maestro; seguro que le consigue a la chica, gratis, todos los libros que necesite Pues nada, solucionado lo de los libros y Dido más contento que el tío Venancio: Le tocaron cien duros en la lotería y estuvo celebrándolo…hasta que se quedó en la ruina.

6.-¡ Aquí están los cinco duros dichosos! Así van pasando los días. Nuestro chico metido a panadero por gracia de Dios, por no saber decir no y por no haber salido corriendo cuando debía. La señora viuda con su rosario los jueves, al que se apuntaron la abuela, la herrera, y alguna que otra mujerona de la vecindad y del que Dido se libró porque tenía que ayudar al panadero. Luciana con sus libros en la capital. Pero... ¿y los cinco duros? ¿Qué pasó con los cinco duros dichosos? Pues pasó… lo que tenía que pasar.Un domingo muy tempranico la abuela le dijo al zagal.- Dido, ponte de domingo que hoy tienes que ir a misa sin falta.¡Vaya novedad! Si todos los domingos iba a misa con su abuela y sin faltar uno, que ya es decir; porque el abuelo, el herrero, el panadero y la mayoría de los hombres del pueblo se iban al barecico del Tomaso a echar unas partidas de sacachinas, despellejar a los políticos de turno y gastarse en vino lo que le iban a dar al cura; vamos, nada nuevo, porque

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eso mismo hacían todas las tarde después de la dormir la soñaera; pero los domingos un poco más peripuestos, oliendo a jabón y colonia. ¿Y para qué querrá la abuela que vaya a misa con tanto ahínco? ¿A que va a ser por los cinco duros? Dido entró a la iglesia por la puerta grande, como debe de entrarse un domingo, si no se ha robado nada. Miró de reojo la bandeja donde había dejado los cinco duros y…Jo..lines, pensó el mozo; bueno, pensó otra palabra, pero en la iglesia ese tipo de palabras…ni pensarlas, o eso decía la abuela; en vez de cinco duros había un montón de duros y billetes; un montó grande, de esos tan grandes que Dido tardaría en contar el dinero toda la tarde, porque Dido sabía contar el dinero, poco…pero sabía. “Esto vaser como el milagro ese que hizo el santo cristo en el monte aquel donde con tres panes y dos peces dio de merendar a no sé cuanta gente, que también comerían poquico los probes”Cuando el cura, mandó a su casa a todos con paz, que Dido no entendía por qué tenía el cura que mandarlos a su casa con paz, si en la iglesia todos estaban modosicos, sin peleas, rezando tan tranquilicos; luego salían a la calle en orden, sin follones, hablando de la huerta… Cosas de ancianos y curas. Antes de que se fueran con la paz a cuestas, el sacerdote les cortó la retirada y les dijo.- HermanosQué lo de hermanos Dido no lo entendía muy bien, porque…, vamos a ver; si el cura les decía hermanos… por qué la abuela, cuando le hablaba le decía: padre esto, padre lo otro; o es que el cura era padre de la abuela y a la vez… Bueno, en líos de familia no debe uno meterse, o eso decía su abuelo, que luego… pasa lo que pasa.- Hermanos… Como ya sabéis todos, un bandido generoso.“¡Ya están aquí los cinco duros!”Generoso, nos ha dado una lección de altruismo“Pos paece que no son los cinco duros, ques algo del turismo ese, que dicen, trae muncho dinero…pero muncho vicio”De altruismo y con un gesto de humildad, dejó cinco duros en la bandeja.“¡Aclaraos, son los cinco duros! Y la otra montonera lan puesto los turistas”.

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En la bandeja. El señor obispo ha decidido que se abra la iglesia los viernes por la tarde para que todos los que queráis rezar el rosario, lo hagáis aquí, con vuestra patrona. Y, si me permitís un momentico- se lo permitieron, se fue hacia la sacristía salió con una gran bolsa- Aunque es verano, no he podido resistirme a enseñaros mi nueva capa.“Una capa nueva, negra como manda el reglamento, de lana y de la buena, - Dijo la abuela a Dido- que paeso me tirao tres meses haciéndola”“¡Toma ya…!- Pensó el zagal- Osea, qués un señor que se llama obispo quien dice que se abra la iglesia pa que se rece el rosario; y mi abuela quien le hace la capa a su padre…o hermano…o lo quesea el cura. ¿Y mis cinco duros? ¿Y el montón de duros que han dejao los turistas esos? ¡A que va tener razón mi abuelo… y el cura se lo va a gastar en vino!”Con el dinero de la bandeja…- aclaró el sacerdote- se arreglará la capilla. Pues todos sabéis que tiene muchas goteras.“Más goteras que la tienda la tía Carreña- dijo la abuela- con sequía…el bacalao to salao, y cuando llovía en remojo”

7.- Dido roba algo valioso, según él Cierto día que nuestro muchacho iba con su bicicleta repartiendo el pan; se cruzó con la camioneta del” blincaciecas” ese del pueblo de al lado. El señor “blincaciecas” lo paró y le dijo:- Vaya, aquí está el bandido que me ha robao la clientela.Dido se le quedó mirando muy orgulloso porque le había dicho bandido y porque le había robado la clientela; que Dido no sabía qué era eso de la clientela, ni cuándo se la había robado al blincaciecas, robársela se la habían robado, y el tío la camioneta decía que había sido él: “Pos mejor, un robo es un robo, y si es algo importante como la clientela, seguro que salgo en los papeles”.- ¿Desde cuando eres tú panadero, sin vergüenza?- Panaero… dende que dios hizo la gracia de mandarme. Sin vergüenza….dende hace unos días, porque antes me daba muncha ir en la bici esta tan rara que siba pa tos laos menos pa donde tenía quir.- Y encima el nenico echando huevos…

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-Pos no, señor blincaciecas. Los güevos me los ha echao la herrera, la mujer del herrero, el padre la Luciana, la que va a ser maestra pa orgullo del pueblo. - ¿Tú eres tonto, chaval, o te quieres reír de mí?- Pos mire usté; tonto, tonto… dice mi abuela que no soy; soy…corto de entenderás dende que me entró la enfermedá. Y reírme de usté…, pos no le veo la gracia.-¡Tú eres tonto y en tu casa no lo saben!-¡Ah! Pos habrá que decírselo a mi abuela…La probe es tan mayor que, a lo mejor, no sa dao cuenta de que soy tonto y me tie por otra cosa.En diciendo esto apareció por detrás el padre la Rosamari con una gavilla del alfalfa a la espalda. Y en oyendo al “blincaciecas” decirle a Dido tonto, se fue a por él con la hoz y le espetó a bocajarro.- ¡Tú, panaero mierda!. Como vuelvas a decirle al zagal tonto, te hago con la hoz más trozos que al Sartenes cuando lo pillo la vertedera del trastor: tres meses buscado trozos y al final lo enterraron en una caja de puros. Vete daquí cagando leches y no vuelvas más, que pan tenemos ya de sobra.- Y del bueno- soltó Dido.- Eso, y del bueno- Apostilló el padre la Rosamari.El “blincaciecas” viendo la cosa como la veía, casi tan blanco como el Renglones, se metió en la camioneta y salió como alma que lleva el diablo.-¿Qué te estaba diciendo el tonto el pijo ese?-Que le había robao la clientela.- Pos si las robao, bien robá está. Y que no se le ocurra venir por aquí llamando tonto a naide, que lo rajo.Al padre de la Rosamari, como ya habéis notado, no le gustaba nada de nada que alguien llamara tonto a un crío; a lo mejor es que como su hija es más corta que Dido porque la enfermedad le dio más fuerte…no aguanta que las personas que no han tenido la enfermedad se rían de los pobre zagales y zagalas a los que pilló de lleno.- Ahora, lo más seguro, el blincaciecas se va al cuartel de la guardia cevil a denunciarme – Dijo Dido-- ¡Quía, zagal! Ese va a su casa a cambiarse de pantalones.

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“¡Claro!- pensó el mozo- Como sa ido cagando leches, llevará los pantalones manchaos. Va a su casa, se los cambia y luego al cuartel de la guardia cevil. Y yo…, a salir en los papeles por haberle robao la clientela.”Pero no: tres días y… ni guardia civil, ni papeles, ni el” blincaciecas” aparecieron por ningún lado: “Una de dos, pensó el muchacho, o se fue derechico a la guardia cevil y como iba cagao, olía mal y no le dejaron entrar…o la clientela esa no era tan importante y los guardias no le hicieron caso” Fuera lo que fuese…el pobre Dido se quedó sin salir en los papeles.

8- Dido se compra una pistola nueva, de las que no carga el diablo Pasaban los días y Dido estaba apunto de renunciar a sus pretensiones de salir en los papeles. En el pueblo no había nadie más a quien robar; además, el trabajo de panadero le traía muy ocupado; por la noche hacían el pan, por la mañana lo repartía. Ahora estaba aprendiendo a hacer dulces, pero dulces…dulces, de los que hacían antes para navidad; de esos que el zagal, de cada lata que salía del horno, se comía uno con el pretexto de saber si estaban buenos.- Dido, no comas tanto dulce, que te van a doler las muelas.-¡Quía, señor panaero! Las tengo mu duras…no me van a doler.Pero sí que le dolieron sí ¡Vaya que si le dolieron! El miércoles por la noche se le puso la mejilla derecha tan hinchada que se le cerraba hasta el ojo, y con tanto dolor que aullaba más que el perro el Chato: ¡Hasta los del pueblo de al lao se tenían que tapar las orejas! y los lobos de la sierra… se fueron buscando un lugar donde poder aullar ellos y se les oyera. Menos mal, al día siguiente era jueves y vino el médico. Le mandó unas patillas y le dijo a su abuela que tenían que ir al pueblo de al lao para que le sacaran la muela.-Al pueblo de al lao, al pueblo de al lao- contestó la abuela- Antes las sacaba el barbero- Si, Engracia; pero ahora aquí no hay barbero y…tienen que ir al pueblo de al lao. Respondió el médico con cortesía y algo de guasa

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A Dido eso de que le sacaran la muela no le hizo mucha gracia, la verdad; pero el dolor le hacía bastante menos. Él ya había perdido un par de dientes; pero eso fue un accidente; las burras que son muy suyas y no hay que fiarse de ellas y Dido que era un poco trasto; ya se lo había advertido su abuelo. Dido, deja tranquila a la burra…que te va a dar una coz y luego…pasa lo que pasa; y al mozo no se le ocurrió otra cosa que intentar montar en el bicho como los pistoleros del oeste, de un salto y por detrás: notar la burra los palmetazos de Dido en las ancas, tirar coces y mandar a Dido un metro para arriba y eso mismo para abajo…todo fue una; el chiquillo cayó de boca y pasó… lo que pasó, dos dientes partidos. Seis días estuvo el zagal con la cara hinchada, seis días que no pudo comer nada más que ¡sopa!, sopa de verduras, sopa de pollo, sopa de fideos con verdura y pollo…; sopa y venga sopa; que, pensaba el zagal, ¡Pa que tanta sopa!¡ A ver si es que me la dan pa que la muela se ablande con la humedá y cueste menos arrancarla! Nada, que con la muela dichosa no había manera de meterle el diente, auque estuvieran partidos, al jamón, a los chorizos…a los huevos gritos con patatas, ¡con lo blando que están!; total, que al séptimo día Dido, harto de sopa, le dijo al panadero.- Mire usté. Como hasta dentro de unas semanas no me van a llevar paque me arranque la muela… que le paece si le dice a mi abuela que tenemos muncho trabajo y que voy a comer con usté. Una piernecica de cordero al horno con patatas y tó eso que usté le pone…- ¿Y si te hace daño en la muela?- Pero señor panaero, que yo solo me voy a comer la carne, los huesos los dejo al lao y…¿ dende cuándo la carne hace daño a los dientes?.El panadero se echó a reír con todas sus ganas.- Sí, hijo, sí. Ties razón; los huesos sí, pero la carne nunca han hecho daño a los dientes. Ahora mismo la pongo al horno.A Dido se le hizo la boca agua. “Claro-pensó el chico- con tanta sopa que bebío tengo la boca encharcá y me se llena de agua na más en pensar en ese cordero asao”.Entre comerse el cordero asado, seguir comiendo sopa e ir al pueblo de al lao para que le sacaran la muela, vinieron las fiestas del pueblo. Bueno, fiestas, fiestas sí, pero pocas: tres días nada más; dos bailes en la plaza, amenizados por la orquesta “Los Desiempre”, es decir: el abuelo Marcos

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con su guitarra, el herrero con la bandurria, el panadero con su acordeón y un sobrino de la herrera que tocaba un organillo; aunque, como decía la abuela, “más que tocarlo le pellizca el muy bruto, porque más que música al cacharro le saca quejaos”. Como para tan pocos día los padres de Dido no podían venir de ese sitio tan lejos donde estaban, le mandaron a los abuelos un giro de dinero para que le feriaran al crío algo; y ese algo fue una pistola casi de verdad…pero sin fuego, con pistones. De esas que se abren como las de “Jon Güein”: por el lado; se les pone una rulica de pistones, se le cierra y pum pum pum, ¡seis tiros!, casi como las de verdad. “Y esta no la carga el diablo, que la cargo yo-decía el mozo- asín que no hay peligro de que pase…lo que pasa”. La noche antes de irse al pueblo de al lao, la abuela dijo a Dido:-Dúchate, córtate las uñas de los pies y mañana te pones calzoncillos limpios; que nos vamos al médico de los dientes.“¡Pos noes na!; lo de la ducha…vale, pero cortarme las uñas de los pies y ponerme calzoncillos limpios para que me vean la muela…;¡a lo mejor es que me desnudan entero para arrancármela! Pos será pa que no me manche la ropa de sangre…” Bien estaba la cosa y Dido así lo hizo. Al día siguiente se fue con la abuela en un autobús casi tan viejo como la bicicleta del cura; se movía más que el zagal de la Ramona, cuando lo veían con su madre le preguntaban…”¿Es quas tenío gemelos…?” Y la Ramona, resignada la pobre, contestaba “No, es solo uno, pero se mueve muncho”Dido hacía tiempo que no había ido al pueblo de al lao; se acordaba poco de las cosas que había visto; pero ahora se iba a fijar en todo. El autobús aquel tardaba un cuarto de hora en llegar, pero a Dido se le hizo una eternidad, al fin pararon en la plaza y desde allí… dos pasos y el ambulatorio donde le iban a arrancar la muela. Dos pasos en los que nuestro bandido vio una tienda que ponía joyería, y se le iluminaron los ojos como dos luminarias de San Juan.¡Como pueda…esa no se escapa!, pensó el mozo; pero esa se le escapó aquel día. Que si espera en la sala, que si no le llaman… ¡una hora para que lo llamaran!, que la abuela ya se desesperaba en la sala de espera y decía barbaridades: “¡Joer! estos tardan más en llamarnos que el tonto los huevos en repartirlos: los cogía recién puestos y cuando quería

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llevarlos a la tienda…eran ya pollos de dos kilos. Tarde, sí, pero lo llamaron. Y no tuvo que desnudarse, le pusieron un gran babero, le pincharon en las encías y ¡zas! la muela fuera; ni notarlo. Lo que ocurrió fue sencillamente que la anestesia se le derramó un poco, y la lengua se le quedó como de estropajo, no la sentía y apenas podía hablar.-Nada, eso se pasa en unas horas- Dijo el dentista- Unas horas que Dido no podía hablar, ni tragar; se le salía la saliva como a la pobre Rosamari. Pero se le pasó, y cuando se le pasó le preguntó a la abuela qué había para cenar:- Hasta mañana…sopa.Más sopa, más verduras, más fideos… “¡Así como voy robar una joyería!, pensaba el mozo; cuando abra la boca pa decir esto es un atraco…me va a salir un trozo de zanahoria y medio kilo de fideos”.

9.- Dido planea el atraco a la joyería Todo pasa y a Dido se le pasó lo de la anestesia; pero no lo de robar en la joyería. Lo que sí pasaban eran los días; el zagal no veía la posibilidad de ir al pueblo de al lao para robar. Lo tenía todo bien pensado, como siempre: llevaría la pistola nueva entre los calzoncillos, no es un sitio muy decente para llevarla, pensaba, pero no podía ir por ahí como los pistoleros del oeste, con la pistola en la funda colgando de la cadera y otro sitio más discreto no lo tenía muy claro. Cierto día vio en la tele películas de ladrones, pero más modernas, con coches en vez de caballos y policías en vez de sheriff. Los policías llevaban la pistola debajo del sobaquillo, en una funda especial con tirantes…, tirantes él tenía, funda especial no, así es que..., la pistola nueva llevaba una funda de plástico y una correa para atarla a la cintura, como las del oeste; Dido intentó ponérsela debajo del sobaco; aquello molestaba una barbaridad, no podía cerrar el brazo izquierdo, se le notaba a la legua que llevaba algo escondido y cuando intentaba sacarla…tenía que desabrocharse casi todos los botones de la camisa, porque claro, Dido iba en camisa de manga corta, en pleno mes de agosto llevar chaqueta… como que no. Intentó sujetar la pistola al brazo, debajo de la sobaquera con cinta aislante; eso fue muchísimo peor; al principio si que parecía que iba a

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funcionar, pero cuando hizo la prueba, se abrió dos botones de la camisa y tiró de la pistolica…, ¡zas! ¡todos los pelillos del sobaquillo arrancaos de cuajo! ¡Rediez…!, le dolió más que cuando le arrancaron la muela; estuvo dos días con toda la zona escocía. Su abuela le preguntaba….“¿Dido, te pasa algo en el sobaco…porque vas como la gallinas recalentás, con las alas abiertas”. “Na, abuela, que lo tengo algo escocío por el sudor” “Pos lávate bien lavao con jabón no vaya a salirte un golondrino y te tenga que abrir con el besturí”. Eso no le gustó nada al mozo; que pudiera salirle un golondrino…, “Que digo yo, cómo me va a salir un golondrino…si antes no sa metío. A ver si el día que dejé la pistola en el balcón se metió una golondrina puso un huevo y cuando me arranqué los pelillos…se me metío dentro, que también es tener mala leche la golondrinica esa” Y salió corriendo a lavarse bien lavado con jabón de ese que utilizaba su abuela para la ropa; escocía cuando se restregaba con el estropajo, pero “Si así no sale el bicho…lo deshago dentro” El bicho no salió, pero el escozor se le fue. Dido pasó un tiempo pensando cómo esconder la pistola y la solución se la dio su abuela… bueno, no se la dio, pero se la dejó casi en bandeja. Una noche le dijo:- Dido. Mañana tenemos quir al pueblo de al lao pa que le hagan a tu abuelo un analís de sangre y unas rayosgrafías. Como vamos a estar mumcho tiempo allí…te llevas una bolsa con un bocadillo y una botella de agua.¡De perlas! Ya tenía el escondite: la bolsa con el bocadillo, la pistola y la botella de agua. Lo complicado fue convencer a la abuela para que no metiera la bolsa en una cesta muy grande que siempre llevaba cuando iba al pueblo de al lao.- No, abuela; si me da sed, no ties que revolver toa la cesta.- Bueno, pero no la pierdas.Perderla…sí, cualquiera perdía su pistola, con el trabajo que le había costado buscar el escondite. Y allá iba nuestro bandido, a robar, nada más y nada menos, que la joyería del pueblo de al lao, que si eso no le hacía salir en los carteles…se jubilaba de bandido.

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Cuando llegaron al pueblo de al lao, la abuela le dijo que entrara al ambulatorio a estar con ellos; pero el muchacho se buscó una excusa para quedarse fuera.-¡Abuela…! ¡Caí dentro hace muncho calor, y güele muncho a medecina! Me quedo aquí, sin moverme y cuando salgáis…pos nos vamos.- ¿Y vas a estar aquí to el rato…? ¡No me fío de ti un pelo, bandido!Lo dicho, la abuela tenía poderes…ya sospechaba ella algo. - ¡Y ande voy a ir, abuela!- Deja al zagal, joer,-dijo el abuelo- Que lo tiés más protegío quel Bastones a su caballo. oyó un trueno y lo metió cinco meses en la cuadra pa que no le cayera un rayo”- Bueno, bueno- contestó la abuela- Pero no te vayas mu lejos por si te pierdes.- No abuela, no me pierdo.¡Cómo me voy a perder…si la joyería está allí enfrente!, pensó el mozo, pero no lo dijo; si la abuela se entera que iba a robar la joyería lo corre a collejas de allí hasta su casa, y lo peor; lo pone a régimen de sopa tres años. Los abuelos se metieron al ambulatorio. Dido esperó un poquico por si la abuela se asomaba; que se asomó, sino no sería su abuela; y cuando ya estaba seguro de que no se iba a asomar más, se fue despacico como disimulando.- ¡Dido, ande vas!-Le gritó la abuela, que se había vuelto a asomarEl mozo, blanco, sin moverse se giró y dijo: -A estirar las piernas un poco, que las tengo dormías del atubús- Pos no las estires mu largo, a ver si no van a saber volver. Y cómete el bocadillo, vaya y te esmayes de tanto estirarlas. - Sí, abuela, sí. Se quedó sentado en un banco, hizo como sacaba el bocadillo, la abuela se metió para dentro y Dido siguió hacia la joyería, despacico, como si no fuera a robar.El pueblo de al lao era un pueblo grande, más que el de Dido; allí sí había policía de verdad, de esos que llevan pistolas con balas y todo; a esos sí se les tenía respeto, no como al alguacilillo de su pueblo, y la policía tenía su cuartelillo muy cerca de la joyería. Por eso el mozo iba despacico,

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como disimulando para evitar que la policía sospechara que iba a robar la joyería, lo parasen antes de robarla…y no saliera en los papeles.La cosa sucedió así; o así me la contaron a mí. Dido llegó a la puerta de la joyería; esperaba que estuviera el joyero solo, pero había dos clientes dentro.- Mejor ¡Más testigos!Sacó la pistolica de la bolsa, abrió muy lentamente para que no lo oyeran antes de tiempo y ya con un pie dentro gritó con voz de bandido poderoso: “¡To el mundo al suelo! y pum pum pum, pegó tres tiros. Los clientes se tiraron al suelo como él a la piscina, de panzotá y se pusieron las manos en la cabeza; pero el joyero no, el joyero apretó un botón que tenía escondido al lado de la caja y un cacharro en la calle empezó a aullar más que el perro del Chato. ¡La que se lió!¡ Santa Virgen del Pino! Como la policía estaba tan cerca…en un segundo entraron cinco con las pistolas en la mano. Dido dejó la suya en el suelo, que las otras eran de verdad y esas sí las cargaba el diablo, levantó las manos y…y los policías le dijeron.- ¡Aparta, chico!Y Dido…se apartó.Se fueron para los clientes que estaban en el suelo. Les registraron y le sacaron…,¡leches! dos pistolas de verdad, de las que matan; varias joyas y varios relojes; que Dido pensó “ Joer, no sabía que en las joyerías se vendieran también pistolas de verdá” Uno de los policías habló por lo bajinis con el joyero, el joyero señaló a Dido, el policía giró, lo miró…y Dido levantó otra vez las manos. El policía, un hombre mayor, miró al zagal, miró en el suelo la pistola de juguete y se puso a reír… les dijo algo a sus compañeros, que ya les habían puesto las esposas a los dos clientes, los compañeros también miraron a Dido, miraron la pistola, se echaron a reír y uno, dándole unas collejas a los clientes, les dijo:-¡Vaya ladrones de pacotilla!Dido, con las manos todavía en alto, quiso decir algo así como…: “No, señor policía, el ladrón soy yo”. Pero justo cuando iba a decirlo, le vino una colleja del “cogote pa arriba” que le hizo llevarse las manos a la cabeza...¡La abuela!

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-¡Cas hecho ahora, zascandil! ¡Si ya le dicho a tu abuelo que no me fiaba y me salío a buscarte! ¡Que me vas a matar a disgustos con tus juegos!¡Y otra colleja melondro arriba!El policía mayor se acercó a la abuela y le dijo:- Tranquila, señora; no le peque más al muchacho, a evitado que esos dos sinvergüenza robasen la joyería.- ¡Y buen botín que se iban a llevar los muy canallas!- Dijo el joyero- Si no es por el chico…a lo peor incluso me matan. ¡Es un valiente!“¡Alumbra…! – pensó el zagal- Ahora resulta que los clientes eran también bandidos quiban a robar la joyería cuando yo. ¡Serán envidiosos! Ahora saldrán ellos en los papeles y yo…pos a jubilarme.”

10.-Dido por fin sale en los papeles . El joyero, muy agradecido el hombre, le dijo al zagal.- Mereces un premio por lo que has hecho. ¿Qué quieres que te regale de la joyería?La abuela tomó la palabra.- Pos…, pensándolo bien…una medallica de la Virgen de la Esperanza, no me vendría mal, qués mu milagrosa y puede ayudarme a sobre llevar a este zascandil. Pero de plata, quel oro es my escandaloso y tampoco quiero abusarDido rápidamente pensó lo que pensó y dijo:- Pos abuela, otra pa el abuelo, a ver si le cura el reuma…Pero el abuelo, que entraba en ese momento, a pesar del oído selectivo, soltó.- Na, de medallas na. Uno de esos relojes modernos, que el mío atrasa tanto que las cenas…las hago a la mañana siguiente.El relojero miró al zagal y preguntó- ¿Tú no quieres nada, chico?-Yo…No sé. Bueno, sí una medallica de la virgen de las esperanzas esas, de plata como la de mi abuela, pero grande como así – Dido hizo un gesto con la mano- -¿Pa qué quieres tú una medalla, alma cántaro, y tan grande? -Preguntó la abuela-

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- Por pa llevarse la a la Rosamari, abuela; como ices qués tan milagrosa…a lo mejor la cura un poco y por lo menos se queda tan corta como yo. Y tan grande porque es como una nena chica, ¡to se lo lleva a la boca!, no vaya a ser que se trague la medallica…y en vez de milagro, la virgen esa…, nos dé un disgusto.A la abuela se le saltaron las lágrimas, al abuelo también, pero disimuló y el joyero no pudo más que decir.- Este muchacho vale un montón: valiente, generoso…- Eso…eso es lo que soy , un bandido generoso.-Aprovechó el zagal para soltar todo lo que quería decir desde mucho antes, y al soltarlo…se llevó las manos a la cabeza porque ya intuía la colleja…, pero no; al contrario, la abuela lo cogió por las mejillas, se lió a darle besos y a decir.-¡ Aín qué bueno qués mi nene!¡ Aín qué bueno qués mi nene!Que el abuelo ya tuvo que decirle.- Engracia, suelta al zagal, que le vas a dejar la cara acardenalá.Dido, la verdad, no sabía si que la albuela le diera una colleja, o que lo besuqueara delante de la gente. A un bandido serio no le debe besuquear su abuela en público, en la casa…vale que sí, pero delante de…de ¡medio pueblo de al lao!, pues tanto revuelo se armó con el intento de robo, tanto de que un chiquillo solo, con una pistola de juguete, había salvado la vida del joyero; que vinieron desde la otra punta del pueblo a verlo. Lógicamente, vino también el señor alcalde y delante de todo el pueblo le dijo muy solemne.- Hijo mío…hoy, con tu valor, has demostrado que la juventud de este pueblo puede llegar lejos…Dido, que estaba un poco cansado de tanto apretujón, de tanto mirarle, de tanto, tanto…tanto; cortó, eso sí, sin darse cuenta; las palabras del señor alcalde y dijo:- Mire usté bien, señor, que senquivoca; yo no soy hijo suyo…y aunque soy joven…no soy deste pueblo, que soy del de aquel dallí, y lo de llegar lejos…lo dudo, porque mi abuela ice, que como soy corto…a lo mejor me pierdo… y no vuelvo más.Imaginaros la cara que puso el señor alcalde, las carcajadas que soltaron todos los que oyeron al zagal decir aquello y la colleja que le soltó la abuela por faltarle el respeto al señor alcalde.

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- ¡Abuela, por qué me pegas…pos sies verdá!El alcalde, viendo las cosas como las veía, le dijo a la abuela.-Señora, no le pegue más al mozo; su sinceridad es tan grande como su valentía.El abuelo, que estaba ya arto de tanto…tanto…tanto, soltó por su boca.- ¡Y que no tiene pelos en la lengua el mozo! Venga, vámonos, que aquí está to el pescao vendío.Dido pensó. “¡Pos no entiendo na!¿Es que el señor alcalde tiene pelos en la lengua y por eso habla como habla? ¿Ende cuándo vende mi abuelo pescao…? ¡A ver si lo del analís, la rayofragía era un cuento del abuelo pa vender las truchas que pescó antayer en el río, sin que se enterara la abuela, pa comprar luego cigarricos…!Entres que se van, que se quedan, que el alcalde les saluda y la gente les aplaude…llegó el periodista, que Dido no sabía lo que era un periodista, ni la abuela, ni el abuelo.- Hola, soy el periodista- ¿Qué ice usté del dentista? La muela ya se la sacaron al zagal. – Dijo la abuela-- Periodista, señora, pe-rio-dista. El que escribe en los periódicos.- El que saca a las personas en los papeles…-dijo el abuelo-- Bueno, sí, el que escribe las noticias y saca las fotografía.Ha Dido se le abrieron las carnes de alegría; ¡por fin un alguien le iba a sacar en los papeles! “Sí ya lo decía yo…robar en una joyería…Aunque, espera…”- Y voy a salir yo en los papeles o los otros ladrones.- Los otros saldrán como ladrones, tú saldrás como…- ¡Bandido!- cortó alegre el chiquillo-- Hombre, como bandido…- Si mi nieto quiere salir como bandido…sale como bandido o no sale- Dijo la albuela.- Pero bandido bueno- Apostilló el abuelo-- Bueno, bueno…- dijo el periodista-- Bueno, bueno, bueno…y si no, no salgo.- Remató Dido- El noticiero, viendo que la cosa no había por donde pillarla, le dijo al zagal.

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- Venga, dime como quieres que te saque.- Deme lápiz y papel.- Pero…, tú sabes escribir…-Dudó el periodista--Poco- dijo la abuela- le enfermedad que fue mu mala.- Vale- desistió el redactor- Pues escríbeme como quieres que te saque en los papeles.Dido, con mucho cuidado, con buena letra, y sin faltas de ortografía hizo en el papel esto, o algo parecido.

- Tome usté, señor periodentista- Dijo Dido muy orgulloso de su obra.El gacetillero miró lo que le había dado el mozalbete y sin creerse lo que le pasaba dijo:- Pero esto…, esto no…La abuela, viendo la cara del escribiente, le arrancó la hoja de las manos y cuando la vio soltó:- Ya sabía yo que tú no ibas a dar una a derechas; ¡cómo se te ocurre ponerte sin ropa, zascandil!, ¡y con los pelos de punta! Cualquiera que te vea así en los papeles va pensar que no ties quien te cuide. No, no, así no sales.El abuelo, mirando de reojo el papelico dijo de pasada.-Y qué es eso de vater…¡Que van a pensar que tas cagado de miedo, hijo! El cronista, sin saber qué decir, qué hacer, ni qué pintaba allí, dejó caer.- No, buen hombre, en realidad es WANTED; es una palabra inglesa que significa algo así como “se busca”- ¿Que se busca…a quién?- Dijo el abuelo-- Pues hombre, a Dido.-¡Ah, no! Eso sí que no. Lo que faltaba. Que llegaran los papelicos esos donde está mi hijo y crean que sa perdío el nene. A Dido no lo busca nadie, porque no sa perdío, que está muy bien estao en mi casa- Discrepó el abuelo

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- Mu bien dicho, Marcos.- apostilló la abuela.- Pero abuelo…yo quiero que ponga eso.- Bueno, si tú lo quieres…pero que añada…El pobre reportero ya no sabía si echarse a reír o a llorar, y cortando al abuelo dijo, con intención de zanjar las cosas y salir corriendo- Bueno, bueno. Miren, ustedes se van ahora a casa, escriben en un papel lo que quieren que salga…y lo mandan a esta dirección, que yo me encargaré de que se publique.Les largó una tarjeta y se fue haciendo fu como gato escardado.Ya en la casa, se juntaron: la abuela, la señora viuda, la herrera, la madre de Rosamari…y una cuantas vecinas más, que al ver el revuelo… pues se apuntaron al corro. El abuelo, el panadero y el herrero quisieron quedarse, pero la abuela los mandó con viento fresco al bar del Tomaso…”Vusotros aquí no pintáis na. Esto es cosa de mujeres,” les sopló la abuela muy seria y no tuvieron más remedio que irse a jugar su partida, a despellejar a los políticos y a gastarse en vino lo que no le daban a la iglesia: como siempre.Tres horas estuvieron las mujeres intentando ponerse de acuerdo. Que si había que poner Dido el bandido bueno, que lo de bandido no, que Dido quería lo de bandido, que si patatín que si patatán, que había que poner lo de “se busca”, que si no se ponía, que…, que ya digo: ¡tres horas! Pero se pusieron de acuerdo, cosa difícil, pero lo hicieron. ¿Y la fotografía? Ahí la abuela estuvo contundente. - La afoto la elijo yo…y no hay más que hablar.No hubo más que hablar. La abuela sacó un álbum y fue mirando una a una.-Está…no, que está movía. Esta no que fue cuando le dio la fiebre: esta no que el mu zascandil está enseñando el pito…esta, ¡esta es la que se va a poner!La señora viuda y las demás mujeres vieron la foto y dijeron.-Engracia…¡esta…!- Esta, y no se habla más.Y no se habló más ¡Cualquiera le llevaba la contraria a la abuela Engracia cuando ella decía “y no se habla más”. La señora viuda cogió todo lo que se había hecho, incluida la foto, la mandó al día siguiente al periódico y el

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gacetillero que la recibió, y creemos que por pura cortesía, la incluyó en las noticias del domingo.El domingo todo el pueblo en el barecico del Tomaso leyó la noticia que, muy a pesar del redactor, quedó así para los restos.“El otro día, en el pueblo…( de al lao) un adolescente de dieciséis años, con una pistola de juguete, frustró el atraco a una importante joyería. A petición de la familia reproducimos la nota de prensa tal y como nos la mandaron; ni los reporteros ni el periódico se hacen responsables de ella.

WATER

DIDO EL BANDIDOEl que lo busca lo encuentra. Que

no se ha perdido y está en casa de los abuelos.

Por lo tanto, queridos amigos, si queréis encontrar a Dido el bandido, buscadlo cerca de vosotros, seguro que, si prestáis atención, lo encontraréis.

FINQuerido lector.Como habrás comprobado, esta historia ni es cuento ni es novela, por eso lo de cuenovela o novecuento; un par de palabras que me salieron cuando imaginé a Dido poniéndole nombre a lo que…era esto. También habrás comprobado que los personajes piensan y hablan como lo que son, personas de un pueblo muy pequeño (casi abandonado ya) y con la cultura de un pueblo muy pequeño; para mí, y perdona si molesto

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en algo, tan respetable como cualquiera o más. Por lo tanto, solo espero que toméis este relato como un divertimento, con algo de ironía, un divertimento que se escribió durante los calores del verano, para pasar las tardes y hacer leer a mis sobrinos sin agobiarlos mucho y… y nada más.Gracias. Espero que disfrutes leyéndolo como mis sobrinos lo hicieron.Al autor.

HELLÍN 24 de Agosto de 2014 (Día se San Bartolomé)

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